La Godorrea

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La Godorrea: la enfermedad que abruma al colombiano promedio Andrés Briceño ¿Cuál será el peor mal que nos acongoja como nación? ¿En qué fallamos como sociedad? ¡Y es que Sodoma y Gomorra nos quedaron en pañales! Luego de ver como en lo que lleva del año, atacaron a un perro con ácido, otro fue lanzado a un caño con las patas amarradas, vuelven las corridas de toros a Bogotá, las Corralejas pese a los videos y las denuncias siguen más vivas que nunca, y para rematar surge la escandalosa cifra de 4 niños asesinados por día, sólo queda por llegar a una conclusión: fracasamos como sociedad. Acá en el país del sagrado corazón, el ejercicio Costo/Beneficio predomina la psique del colombiano promedio, y proyecta los raciocinios más arcaicos y bizantinos hacía la comunidad. A esas digresiones me ha conducido la cotidianeidad de la tierra que me vio nacer, y es que son raciocinios carentes de razón, así como lo es pretender dividir el departamento del Cauca por color de piel en un “país pluriétnico y multicultural”, o como resulta el hecho de realizar escándalo porque un impecable jurista como lo fue Gaviria se declaró agnóstico dentro de un “Estado laico”. Es muy fácil echarle la culpa al gobierno, a la corrupción, al castro-chavismo, a los uribistas, y todo producto del modus operandi dicotómico colombiano por excelencia, que se nos enseñó a pensar y analizar desde pequeños. Ese dualismo

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Crítica social y efectos debastadores de la sociedad conservadora colombiana

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La Godorrea: la enfermedad que abruma al colombiano promedio

Andrés Briceño

¿Cuál será el peor mal que nos acongoja como nación? ¿En qué fallamos como sociedad? ¡Y es que Sodoma y Gomorra nos quedaron en pañales! Luego de ver como en lo que lleva del año, atacaron a un perro con ácido, otro fue lanzado a un caño con las patas amarradas, vuelven las corridas de toros a Bogotá, las Corralejas pese a los videos y las denuncias siguen más vivas que nunca, y para rematar surge la escandalosa cifra de 4 niños asesinados por día, sólo queda por llegar a una conclusión: fracasamos como sociedad.

Acá en el país del sagrado corazón, el ejercicio Costo/Beneficio predomina la psique del colombiano promedio, y proyecta los raciocinios más arcaicos y bizantinos hacía la comunidad. A esas digresiones me ha conducido la cotidianeidad de la tierra que me vio nacer, y es que son raciocinios carentes de razón, así como lo es pretender dividir el departamento del Cauca por color de piel en un “país pluriétnico y multicultural”, o como resulta el hecho de realizar escándalo porque un impecable jurista como lo fue Gaviria se declaró agnóstico dentro de un “Estado laico”.

Es muy fácil echarle la culpa al gobierno, a la corrupción, al castro-chavismo, a los uribistas, y todo producto del modus operandi dicotómico colombiano por excelencia, que se nos enseñó a pensar y analizar desde pequeños. Ese dualismo instalado en nuestras retinas que configura todo en blanco o negro, en bueno o malo, porque desde que somos fetos se nos cuestiona si somos vida o no, y salimos a enfrentar la sociedad programados en ese sistema binario. Ah, pero eso sí, cabe aclarar que es mejor ser feto abandonado o agónico que adoptado por parejas del mismo sexo.

En consecuencia, se genera no sólo un círculo vicioso acompañado de una tendencia a empeorar, que igualmente limita la originalidad a la cual se refiere Doistoievsky en

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“El Idiota” a nivel social, y ante sus carentes brotes resulta siendo incluso señalada. De manera que la teoría darwiniana se ve cuestionada a través de una involución constante, pues en Colombia no hay progreso alguno, no existen variaciones en nuestra conducta, porque le tememos al cambio, porque hay una obsesión per se hacía el status quo. Instintivamente tememos a lo desconocido, a lo nuevo, a lo diferente. De manera análoga nos sobrecogen las transiciones, los cambios y los clivajes nos resultan tremendamente traumáticos e indeseables. La zona de confort es nuestro habitad por naturaleza y el conformismo nuestro medio.

Por todo lo anterior, he llegado a la conclusión que la patología asociada a nuestros males resulta ser la Godorrea, porque “es mejor MALO conocido que BUENO por conocer”. Por ende, lo socialmente aceptable está dado por restricciones morales con pretensiones universales, porque un conjunto de ideologías justifican un sistema social predominante. Se comprende así, que la desigualdad social y económica resulta natural y aceptable, la violencia como método de control social es naturalizada y aplaudida mientras cualquier tipo de movilización social es satanizada y fetichizada.

A saber, podría ser gracias a la misma enfermedad que siempre elegimos a los mismos, y a los hijos de los mismos, y a los nietos de los mismos, llámense Pastranas, Gavirias, Lópezes, Gaitanes, Holguínes (por sólo mencionar algunos), sean o no sean Santos de su devoción. Y es que en definitiva, en las elecciones colombianas toca irle “al menos peor”, sin considerar las alternativas, porque podrían ser aterradoras y lo diferente nos horroriza.

Por cierto, es desde pequeños que limitan y determinan nuestra conducta, tapándonos los ojos con blinkers pedagógicos como a los caballos, haciendo que cualquier ruido nos atemorice, y resultemos desbocándonos, como un sacerdote cuando acepta el celibato como don peculiar de Dios, y resulta siendo pedófilo. Desde el hogar hasta la educación superior, la superestructura a la que se refiere Helmut Dubiel no hace sino atajar la evolución y conducta

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humana. Es allí donde la Godorrea comienza a hacer metástasis. Infiltrándose en nuestro torrente sanguíneo y haciendo que con cada respiro derrumbe nuestro sistema inmunológico reemplazándolo por otro tipo de autodefensas.

A todo esto es como comenzamos a contagiarnos de manera exponencial, independientemente de las cuarentenas a las que seamos sometidos ante tal temor de lo desconocido. Las pretenciosas regulaciones de los comportamientos sociales que llevan a continuos señalamientos son tan sólo uno de los síntomas godorréicos, que a su vez desencadenan la violencia constante del colombiano promedio.

Según parece, la Godorrea se encuentra asociada a la Rabia, pero no transmitida por mordedura de animales, sino por discursos políticos de “seres racionales”. También tiene que ver con la peste negra, pero trasmutada en un tipo de chauvinismo viral que ataca principalmente a las minorías, o mejor identificados como desviados, reivindicando a su vez la desigualdad dada su utilidad.

Así las cosas, la Godorrea resulta más molesta que el Chinkunguña, más letal que el Ébola, más contagiosa que el H1N1 y más irracional que el síndrome de las vacas locas. Lo más angustiante es que en Colombia nos encontramos en una etapa terminal e incluso vez pseudo-pandémica, en la se encuentra sometida nuestra sociedad junto con todas sus esferas. En últimas, la enfermedad que nos azota no resulta desconocida, sino interiorizada y por tanto ignorada, reclamando a gritos hetorodaxol, solidaridameno y toleracimina para ser tratada.

@Afbrico