La Garza, Ma. T - ''Bioética y Biopolítica''

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BIOÉTICA Y BIOPOLÍTICA MARÍA TERESA DE LA GARZA El cuerpo no es sólo un desgraciado o afortunado accidente que nos pone en relación con el implacable mundo de la materia —su adherencia al yo vale por sí misma. Es una adherencia a la que uno no escapa y que ninguna metáfora podría confundir con la presencia de un objeto exterior: es una unión de la que nadie podría alterar el mágico gusto de lo definitivo. Levinas. Para algunos autores, la bioética se ocupa de una dimensión amplia y rica de lo humano: el cuidado y promoción de la vida en general y, por tanto, de la vida humana. En este escenario ha surgido la biopolítica o política del bíos. En su acepción más positiva se refiere a las políticas de salubridad y medio ambiente que atienden, no sólo a la vida humana, sino a la vida de otras especies y del planeta entero. Se definiría así por su preocupación por la vida en general y por las acciones y compromisos que la política puede asumir para garantizar el cuidado y la promoción de la vida. Otros autores señalan que se 1

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BIOTICA Y BIOPOLTICA

BIOTICA Y BIOPOLTICA

mara teresa de la garzaEl cuerpo no es slo un desgraciado o afortunado accidente que nos pone en relacin con el implacable mundo de la materia su adherencia al yo vale por s misma. Es una adherencia a la que uno no escapa y que ninguna metfora podra confundir con la presencia de un objeto exterior: es una unin de la que nadie podra alterar el mgico gusto de lo definitivo.

Levinas.

Para algunos autores, la biotica se ocupa de una dimensin amplia y rica de lo humano: el cuidado y promocin de la vida en general y, por tanto, de la vida humana. En este escenario ha surgido la biopoltica o poltica del bos. En su acepcin ms positiva se refiere a las polticas de salubridad y medio ambiente que atienden, no slo a la vida humana, sino a la vida de otras especies y del planeta entero. Se definira as por su preocupacin por la vida en general y por las acciones y compromisos que la poltica puede asumir para garantizar el cuidado y la promocin de la vida. Otros autores sealan que se refiere a las polticas pblicas respecto a las tecnologas reproductivas y a la ingeniera gentica. Existen organizaciones internacionales que la definen como la disciplina acadmica o campo de estudio en el que se encuentran la poltica y las ciencias de la vida. Tal es el caso, por ejemplo, del Global Biopolitics Research Group que se ocupa de cuestiones polticas que surgen a partir del rpido desarrollo de las ciencias de la vida y de las nuevas tecnologas de la salud en el contexto de una economa global.

Sin embargo, en su origen, en la obra de Michel Foucault, biopoltica es el estilo de gobierno que regula a las poblaciones mediante el uso del biopoder. De acuerdo a este autor, desde el siglo xviii empezamos a ver como surge el proyecto de gobernar la vida entera, desde sus ritmos de crecimiento matrimonios, fertilidad, natalidad y mortalidad hasta la actividad de cada individuo, tanto en sus horas de trabajo como en las de ocio. Podemos decir que se abandona la conquista y colonizacin de nuevos territorios a favor de la colonizacin de los procesos vitales por parte del poder.As aparece otro aspecto de la biopoltica representada por autores como Levinas, Foucault, Agamben y Esposito, que nos muestran un aspecto, podramos decir, ms siniestro, el control de la poltica sobre la vida, una especie de control panptico sobre lo que parezca anormal o diferente. Indudablemente, es necesario examinar tambin este segundo aspecto de la biopoltica que es, de hecho, su primera formulacin.

En 1934, E. Levinas escribi un artculo titulado Algunas reflexiones sobre la filosofa del hitlerismo, en l sostiene que lo caracterstico del nazismo era la afirmacin del primado del cuerpo, de la sangre, de la tierra, de la raza, del que derivaba una fidelidad al cuerpo y la disposicin a sacrificarse por l. Este planteamiento rompe con las tradiciones propias de Occidente: judasmo, cristianismo y liberalismo. En todas estas tradiciones se da una extraeza del cuerpo con relacin a lo que verdaderamente somos, una voluntad de romper los lazos que nos atan al cuerpo y al tiempo.

Pero, de acuerdo con Levinas, nuestra experiencia nos dice que el cuerpo no es una adherencia de la que deberamos liberarnos, sino una unidad que es ms bien identidad: No nos afirmamos en ese calor nico de nuestro cuerpo mucho antes de que tenga lugar el pleno desarrollo del Yo que pretende distinguirse de l?

Si trasladamos estas ideas a las formas de organizacin social, la idea moderna de la sociedad como acuerdo de las voluntades libres resulta engaosa, ya que no toma en consideracin al cuerpo. Encubierto en la dignidad del pensamiento libre, se encuentra el peligro de no comprometerse con ninguna verdad, con ningn valor y as el hombre moderno se separa del verdadero ideal de libertad para acoger la forma degradada de la comodidad. No es, pues, extrao que a este hombre moderno se le aparezca la idea de una vinculacin anterior a la eleccin, por la sangre y la raza, con la fuerza de la autenticidad.

Este enfrentamiento con las tradiciones que han luchado contra la tirana del tiempo y del cuerpo en defensa de la libertad, se opone a la humanidad misma del hombre, ya que su universalidad consiste en la expansin, su propia forma de universalizacin es la guerra, la conquista. Pero lo ms terrible del anlisis levinasiano es su afirmacin de que es el mismo liberalismo el que da entrada al hitlerismo a partir de la banalizacin de la libertad, supeditndola a la seguridad y al bienestar del cuerpo. As, a pesar de que el hitlerismo es un fenmeno del siglo xx, la filosofa occidental ha llevado su carga de dominacin desde mucho antes, desde su mismo origen, y el mal elemental se encuentra a sus anchas en ella.

Ya desde los aos sesentas, Michel Foucault anuncia lo que para nosotros es cada da ms claro, que la vida, lo viviente est en el centro de los movimientos polticos y econmicos. De acuerdo con Foucault, esta centralidad de la vida en la poltica aparece desde el siglo xviii, cuando los dispositivos de poder y de saber empiezan a tener en cuenta los procesos de la vida y la posibilidad de controlarlos y modificarlos. El poder toma la vida como objeto de su ejercicio y la corporalidad va ocupando poco a poco un lugar especial en la poltica. Por su parte, el biopoder se refiere a una situacin en la que la produccin y la reproduccin de la vida misma es lo que est en juego.

El hecho de que la vida, lo viviente, la especie y sus condiciones de produccin sean los retos de la poltica es una novedad en la historia de la humanidad. El hombre moderno se enfrenta al hecho de que su existencia como ser viviente est en cuestin. El biopoder ha puesto en cuestin la vida misma mediante las posibilidades abiertas por las nuevas tecnologas como la patente del genoma humano, el desarrollo de la inteligencia artificial, la clonacin Sin embargo, Foucault est interesado en las posibilidades que tiene la vida de resistir este poder que se ejerce sobre ella.

La introduccin de la vida en la historia representa para Foucault la posibilidad de una nueva ontologa a partir del cuerpo, que nos lleve a pensar al sujeto poltico, no solo como sujeto de derecho, sino como sujeto tico. Desde esta perspectiva, Foucault defiende la libertad y su capacidad de transformacin, implicada en todo ejercicio de poder.

En 1979, en un curso dictado en el Collge de France, Foucault relaciona tambin el liberalismo como forma de gobierno con la biopoltica. De acuerdo con Foucault, el liberalismo es el ncleo de la modernidad y representa el hilo conductor que nos lleva hacia la biopoltica. El liberalismo del que nos habla es la prctica gubernamental de respetar y garantizar algunas libertades como la libertad de movimiento, la de vender y comprar, el libre ejercicio de la propiedad, la libertad de expresin, etctera. En este sentido, el liberalismo no es la defensa racional de la libertad ni un proyecto emancipador de los oprimidos, sino la produccin de las libertades necesarias para el desarrollo de una sociedad.

Pero esta relacin del liberalismo con la libertad no es slo de produccin, sino, paradjicamente, tambin de destruccin. Esto es as, porque la nica forma para que el sistema funcione es controlando la libertad producida, ya que la libertad no controlada es peligrosa para las empresas, para las familias, para los ciudadanos. La libertad introduce peligro en la vida cotidiana. Como ejemplo, seala Foucault, el inters por los crmenes en los medios de comunicacin, el auge de la novela policiaca y el desarrollo de las cajas de ahorros. Todo esto nos indica el inters por la seguridad, o mejor dicho, la bsqueda de un equilibrio entre libertad y seguridad, equilibrio bien difcil de sostener y, sobre todo, muy costoso para el Estado.

Por tanto, la libertad en el rgimen del liberalismo no es un don, la libertad no es una regin ya hecha que uno debiera respetar, o si lo es, slo lo es parcialmente, regionalmente, en tal o cual caso, etctera. La libertad es una cosa que se fabrica a cada instante. El liberalismo no es aquello que acepta la libertad, es lo que se propone fabricarla a cada instante, suscitarla y producirla, aun con todos los problemas de apremio, con los problemas de costo que plantea esta fabricacin cul va a ser entonces el principio de clculo de esta libertad? Va a ser necesario proteger los intereses individuales contra todo lo que pudiera parecer, por relacin con ellos como invasin procedente de los intereses colectivos.

La necesidad de plantearse la libertad desde la seguridad ha llevado a los Estados liberales modernos a generar tcnicas de control, tcnicas disciplinarias e instituciones destinadas a vigilar y castigar, tales como las escuelas, las prisiones y los manicomios. El Estado se convierte as en un panptico que se reserva el derecho de intervenir cuando las libertades ponen en peligro la seguridad. As, poco a poco, lo importante va siendo, no la libertad como ideal del espritu, sino la seguridad del cuerpo y, por tanto, el cuerpo se sita en el centro de la poltica; los procesos biolgicos se convierten en asunto de Estado: aparece la biopoltica, esto es, la presencia de los aparatos del Estado en la vida de las poblaciones. Esta situacin coincide con la centralidad de los temas de nacionalidad, raza y lengua, as como con la creciente conviccin de que algunos tipos humanos resultan peligrosos. El loco y el criminal estn en esta categora, junto con el judo, el gitano, el indgena, el negro

A partir del camino sealado por Levinas y Foucault, Giorgio Agamben seala que la biopoltica no slo es una caracterstica de la modernidad, sino de todo el pensamiento occidental. Toma una figura arcaica del derecho romano, el homo sacer, con la que se calificaba a un reo de sacrificable, esto es, cualquiera le poda matar. Trata as de explicarnos la paradoja del Estado moderno que se caracteriza, por una parte, por el cuidado de la vida del cuerpo a partir, por ejemplo, de polticas sanitarias, y, por otra, por su eliminacin mediante guerras, desplazamientos, exterminios.

Para Agamben la poltica occidental es biopoltica, pues la concepcin de la vida buena se centra en las exigencias del cuerpo. Utiliza la imagen del campo como paradigma del estado de indefensin del individuo en las llamadas democracias liberales en las que encontramos una secreta relacin con el totalitarismo.

Afirma que el liberalismo slo puede reconocer al campo como un estado de excepcin, slo excepcionalmente se pueden suspender los derechos de los ciudadanos; pero la excepcin se va convirtiendo en regla. En el estado de excepcin el soberano puede decidir qu aspectos de la vida entran en el mundo del derecho, pero en el fondo, tiene el derecho de disponer de la vida. Habra que profundizar, nos dice, en la esencia del poder poltico. Desde la Revolucin francesa relacionamos nacimiento con ciudadana, esto es, nacemos ciudadanos. Pero si reflexionamos sobre la figura del indocumentado, del perseguido poltico, del inmigrante, percibimos de que no cuentan con derechos, de que tenemos derechos slo si lo decide as el poder.

Agamben utiliza la figura del campo de exterminio como paradigma del estado de excepcin. En l, el prisionero est excluido de la norma temporal, carece de derechos. De este modo, por la ruptura del nexo entre la norma y el hecho, el individuo queda en estado de indefensin. El prisionero es homo sacer, aquel a quien cualquiera puede matar y cuya muerte no tiene ningn valor. Recurre a los testigos, a los sobrevivientes, quienes se dieron cuenta de que toda Europa era una imagen del campo, de que las modernas formas de organizacin social esconden una escalofriante similitud con l.

Considera al campo como smbolo de la poltica totalitaria, ya que consiste en la suspensin de toda regla y, por tanto, en la prdida de subjetividad en el individuo, es decir, ste deja de ser sujeto de derechos.

La poltica occidental, nos dice, es desde sus inicios una politizacin de la zo, transformndola en bos. Zo sera la nuda vida, la vida natural, en tanto que bos sera la existencia poltica. Esta posicin es muy radical, ya que las fronteras entre liberalismo y fascismo aparecen difuminadas, pero es innegable que nos ayuda a reflexionar sobre los peligros del nacionalismo y el afn de vivir en un pueblo homogneo, aunado a la dificultad de aceptar la pluralidad de culturas. De aqu se sigue la necesidad de tomarse en serio la biopoltica y de reflexionar sobre la estructura tica de la especie humana.

Por otra parte, es innegable que la filosofa debe hacerse cargo de la centralidad del nazismo para dar cuenta de muchos fenmenos que aquejan a las sociedades contemporneas. Auschwitz, Holocausto, Shoa, se han utilizado diferentes formas para referirse a un hecho singular en su maldad, pero que no surge de la nada, sino que se vena incubando desde lejos, como lo hacen notar los filsofos llamados avisadores del fuego que advertan ya, desde antes de la Primera Guerra Mundial, de la direccin catastrfica que segua la poltica.

Lo que caracteriza a Auschwitz no es solamente que la barbarie est en alianza con lo ms granado de la cultura y la ciencia europea, de tal modo que las ms nuevas tecnologas se usen para producir el dolor y la muerte. Es adems un proyecto de olvido, de borrar toda huella del horror. Auschwitz no solo remite a la liquidacin fsica de millones de seres humanos, sino que consiste en un proyecto de silenciamiento, de ocultacin de todo rastro del crimen.

No olvidemos que el proyecto nazi de exterminio de los judos Auschwitz era un proyecto de olvido. Lo que lo hace singular y nico en la historia de la barbarie humana no es la cantidad de vctimas, ni el grado de sufrimiento (de eso hay mucho en la historia), sino su intencin de que no quedara ni rastro para que fuera imposible la memoria. Todos deban morir, todo deba ser destruido: los cuerpos quemados, los huesos molidos y las cenizas aventadas. Nada deba quedar para arrancar de la memoria de la humanidad la existencia del pueblo judo y, consecuentemente, su contribucin a la historia de la humanidad.

Auschwitz trastoca adems los valores morales tradicionales y el mismo concepto de humanidad que les sirve de sustento. En el proyecto nazi, la muerte fsica slo debera llegar cuando el prisionero hubiese interiorizado su inhumanidad, su no pertenencia a la especie humana. La liquidacin fsica era pues resultado de la exclusin metafsica, como puede verse en el mismo ttulo del libro de Primo Levi: Si esto es un hombre.El mismo ao de la publicacin del libro de Merleau-Ponty, Fenomenologa de la percepcin, el mundo empieza a conocer los horrores de los campos nazis en los que aparece una experiencia de deshumanizacin de aquellos que antes de ingresar se consideraban plenamente humanos. Con respecto a estas vctimas cabe preguntarse con Sucasas: Hasta qu punto abandonaron la especie, aunque slo fuese durante un intervalo de tiempo limitado, los habitantes del universo concentracionario?

Merleau-Ponty sostena, como Levinas, que la experiencia originaria es la del sujeto cuerpo, la unin inseparable de ambos. Rechazaba la perspectiva naturalista segn la cual el cuerpo es una cosa entre las cosas y tambin la perspectiva idealista que centra la humanidad en un cogito transparente. Dice: mientras el cuerpo viviente se converta en un exterior sin interior, la subjetividad se converta en un interior sin exterior.

La experiencia concentracionaria, de acuerdo a los testigos, los sobrevivientes, se centra en la vivencia del propio cuerpo como lo que lo identifica, pero paradjicamente, al mismo tiempo, como algo extrao. El campo va destruyendo la subjetividad, siendo el cuerpo lo que resiste a la aniquilacin, de tal modo que la vctima se convierte en pura existencia corporal que llega a su nivel extremo en la figura del habitante del campo que, debido al sufrimiento extremo, permanece inmvil, sin hablar, esperando la muerte y que representa el triunfo del intento de destruccin de lo humano. Robert Antelme, uno de los testigos nos dice: Estamos a punto de semejarnos a cuanto slo lucha por comer y muere de no comer, a punto de igualarnos con otra especie que nunca ser nuestra y hacia la cual tendemos...

El libro de Blanchot, Sobre la especie humana, gira en torno al testimonio de Robert Antelme, sobreviviente del campo. La pregunta de Blanchot acerca de la humanidad del hombre es imprescindible en estos tiempos, en los que la claridad moderna sobre dicha humanidad tiende a desdibujarse por la fuerza de la experiencia de la crueldad de algunos seres humanos sobre otros. El testimonio de Antelme se sita en ese lmite en el que la vulnerabilidad del ser humano lo coloca frente a la disyuntiva de seguir siendo humano o abandonarse a la inhumanidad. En la desgracia nosotros nos acercamos a ese lmite, donde, privados del poder de decir Yo, privados tambin del mundo, nosotros no seramos ms que ese Otro que no somos.

Elie Wiesel tambin escribe que en Auschwitz no slo murieron hombres, sino el hombre mismo, la misma idea de hombre que habamos construido. Se refiere a la idea de autonoma y dignidad como constitutivas de la humanidad.Para la destruccin de la identidad, la estrategia del verdugo sigue varias etapas. La primera es la deportacin; al llegar al Lager el sujeto pierde mucho de lo que constitua su mundo: hogar, profesin, nacionalidad, familia, amigos, lengua... se da una negacin prctica de su humanidad. Primo Levi habla de esta deshumanizacin o zoologizacin en trminos del tratamiento no humano que se da a los internados. El tatuaje, como la marca del ganado, el transporte en vagones de ganado, el comer sin cubiertos, la experimentacin mdica como a animales de laboratorio y finalmente el exterminio con gas, como a piojos. Recordemos aqu la Metamorfosis de Kafka para quien la zoologizacin es un fenmeno presente en su escritura. El cuerpo humano se va difuminando en el relato kafkiano hasta convertirse en gusano; eso es lo que somos frente al poder, insiste en la vulnerabilidad del cuerpo como constitutivo de lo humano. El condenado de En la colonia penitenciaria es descrito como sumiso como un perro, al que habra bastado un silbido para correr a su propia ejecucin.

En el proceso de destruccin de la identidad sigue la experiencia de la destruccin del tiempo, el pasado borrado, el futuro cerrado, solo resta un presente absolutizado marcado por una sucesin montona. La conciencia del mundo se vuelve opaca y el pensamiento se dedica ntegramente a seguir los dictados del cuerpo por mantenerse vivo. La palabra se reduce a la exclamacin o al insulto. La voz del otro admite una nica respuesta, la obediencia ciega.

El poder soberano consiste en la capacidad de decidir sobre la muerte del otro. La muerte es la presencia constante en los campos, pero se trata de una muerte indigna: morir aqu, en la fosa nauseabunda de los campos, atado de pies y manos, como esclavo miserable... A los condenados en el campo se les niega incluso la posibilidad de morir como seres humanos, preservando su dignidad.

Pero, cuanto mayor es la miseria, ms se afirma el deseo de supervivencia: sobrevivir un da ms es el imperativo de los campos y as, se pierde toda perspectiva de dignidad, de derechos humanos, de solidaridad. La inhumanidad es la ley.

Jean Amry, otro de los testigos, aporta importantes lneas de reflexin sobre el problema de los lmites de lo humano desde la perspectiva de un intelectual. En el campo, el espritu y todos sus logros, aparecen como banales. El espectculo de hombres deshumanizados que ejecutan todo tipo de crmenes contra otros hombres plantea la duda sobre la dignidad humana; sta no tiene sentido para los hombres desnudos, despojados de todo, desorientados, desencantados, sin sentido. Frente a la tortura uno est indefenso. La tortura constituye una violacin de las fronteras del yo que se agrava por la constatacin de la propia indefensin y por el dolor, que nos convierte en puros cuerpos; es el paroxismo de la corporalidad exacerbada.

Giorgio Agamben en Lo que queda de Auschwitz, nos dice que el campo es una mquina biopoltica destinada a la generacin de musulmanes, seres reducidos a lo que considera la ltima sustancia biopoltica aislable en el continuum biolgico, en donde la humanidad del hombre se desvanece hasta desaparecer; la intencin de los dominadores es la deshumanizacin de los diferentes. Dice Agamben que ms all de eso slo queda la cmara de gas.

Auschwitz es, pues, un acontecimiento nico, pero a la vez constituye una figura paradigmtica que nos ayuda a desentraar la trama moral de otras barbaries, de ah su importancia para repensar las categoras ticas. Pero qu consecuencias tienen estas reflexiones para la biotica?

La tica moderna, como hemos visto, se sustenta en el doble principio de la autonoma y la universalidad, pero estos principios son puestos en entredicho por la figura del musulmn. Por otro lado, si recurrimos a la tica nietzscheana, sta nos pide asumir ntegramente el pasado, de manera que podamos querer que todo se repita. La experiencia del campo pone en entredicho tambin este imperativo. Jean Amry, por ejemplo, nos dice que el hombre moral exige la suspensin del tiempo, exige la justicia y el desacuerdo con la injusticia. Primo Levi asume una posicin diferente, aunque no menos contraria al imperativo nietzscheano. l nos dice que no podemos querer que Auschwitz retorne eternamente, porque: en verdad nunca ha dejado de suceder, se est repitiendo siempre.

La biotica enfrenta el reto de replantear las categoras sobre el valor de la vida humana y la vida en general, a la luz de acontecimientos en los que podemos ver, paradigmticamente, su desvalorizacin. En esta lnea es importante la obra del pensador italiano Roberto Esposito. l sigue las huellas de Foucault en sus reflexiones sobre la relacin entre poltica y vida. Se pregunta por las contradicciones de nuestro tiempo en el que las guerras humanitarias acaban devastando a las poblaciones que deberan defender. Otra contradiccin consiste en nuestra capacidad de combinar la idea de guerra preventiva con los ideales de paz que decimos compartir.En su libro Immunitas, enumera una serie de hechos como: la batalla contra la aparicin de una nueva epidemia, el fortalecimiento de las medidas contra la inmigracin clandestina y las estrategias de neutralizacin del ltimo virus informtico. No podemos encontrar nada en comn entre ellos, a menos que los vinculemos con la categora de inmunidad, que juega un importante papel en su pensamiento. A ella agrega las categoras de comunidad y vida, formando una trada con la que pretende dar cuenta de los grandes problemas que afronta la filosofa en nuestros das.

En Bos, biopoltica y filosofa, siguiendo la misma estrategia, se refiere a hechos polticamente relevantes de los ltimos aos: una corte francesa que le reconoce a un nio nacido con graves deficiencias el derecho de denunciar al mdico que fue incapaz de diagnosticar correctamente su problema, impidiendo que su madre se decidiera por el aborto; lo sucedido en el teatro Dubrovska de Mosc, cuando se intent liberar a los rehenes mediante el uso de un gas que ocasion la misma matanza con la que amenazaban los terroristas. Nos hace notar que en estos hechos se puede ver la vida biolgica y su relacin con el poder.

Ya desde el siglo xviii, como lo haba sealado Foucault, empiezan a adquirir importancia las polticas sanitarias, demogrficas y urbanas. A partir de entonces el mantenimiento, desarrollo y expansin de la vida asumen relevancia poltica y, por otro lado, la misma poltica tiende a configurarse siguiendo modelos biolgicos, particularmente, mdicos. Se da una politizacin de la vida y una biologizacin de la poltica: No solo porque pone a la vida cada vez ms en el centro del juego poltico, sino porque, en algunas condiciones, llega a invertir este vector poltico en su opuesto tanatopoltico, llega a vincular la batalla por la vida con una prctica de muerte.

A la interrogante de Foucault de por qu una poltica de la vida amenaza con traducirse continuamente en una prctica de muerte, Esposito responde con su paradigma inmunitario de la poltica moderna. ste es la expresin y la tendencia cada vez ms fuerte a proteger la vida de los riesgos que existen en la relacin entre los hombres, en detrimento de los vnculos comunitarios. As como para defenderse preventivamente del contagio se inyecta una porcin del mal en el cuerpo que se quiere salvaguardar, tambin en la inmunizacin social la vida es custodiada en una forma que le niega su sentido ms intensamente comn.

Se trata de proteger la vida hacindole probar la muerte; esta apora de la relacin entre proteccin y negacin de la vida, es vista como la forma constitutiva de la modernidad poltica, que atraviesa todos los lenguajes de dicha modernidad.

Para Esposito, el totalitarismo nazi representa un punto crucial en el desarrollo de la biopoltica en su forma de tanatopoltica. En este caso se ve claramente cmo el dispositivo inmunitario marca la coincidencia entre proteccin y negacin de la vida. La categora del nazismo es la vida entendida desde la perspectiva de la biologa comparada entre razas humanas y animales. El nazismo es la biologa realizada y se asumen sus parmetros como criterio intrnseco de accin: En este sentido no se trat de una simple instrumentalizacin; no es que los nazis se limitaron a emplear para sus objetivos la investigacin biolgica de la poca. Ellos llegaron a identificar la misma poltica con la biologa en una forma completamente indita de biocracia.

Los antroplogos, zologos y mdicos participaron directamente en la elaboracin de la poltica racial y en las diversas etapas del genocidio. Los mdicos, en especial, interpretaron, nos dice Esposito, su tarea como: curar el cuerpo de Alemania afectado por una grave enfermedad, eliminando la parte infectada y los grmenes invasores en forma definitiva.

En el nazismo, la vida se protege ampliando el crculo de muerte y no slo el soberano tiene derecho de vida y muerte sobre sus sbditos, sino que ese derecho pertenece a todos los ciudadanos del Reich.

Pero la biopoltica no es producto del nazismo y no slo se manifiesta en l, el nexo destructivo entre poltica y vida que se dio en el totalitarismo an est vigente. Dice Esposito:

Desde la relevancia cada vez mayor asumida por el elemento tnico en las relaciones internacionales al impacto de las biotecnologas sobre el cuerpo humano, desde la centralidad de la cuestin sanitaria como ndice privilegiado del funcionamiento del sistema econmico-productivo a la prioridad de la exigencia de seguridad en todos los programas de gobierno, la poltica aparece cada vez ms aplastada contra la desnuda capa biolgica, sino sobre el cuerpo mismo de los ciudadanos en todas partes del mundo.

Otro caso de la prevalencia de la biopoltica en nuestras sociedades, es el de los inmigrantes e indocumentados que se encuentran privados de identidad jurdica y, por tanto, a merced de los abusos de todo tipo. La guerra preventiva constituye tambin un caso claro de procedimiento inmunitario que lleva a la superposicin de paz y guerra, vida y muerte. Finalmente, podemos mencionar al terrorismo y a las correspondientes medidas antiterroristas que se vuelven contra las mismas vctimas.

Frente a todo esto se pregunta Esposito: Es posible una biopolitica finalmente, afirmativa, productiva, que se sustraiga al retorno irreparable de la muerte? Es imaginable, para decirlo con otras palabras, una poltica no sobre la vida, sino de la vida?

La estrategia propuesta por el autor es la de una elaboracin conceptual, adecuada al momento histrico en que vivimos, repensando la relacin entre vida y poltica desde el centro mismo de la biopoltica, tratando de encontrar una autntica poltica de la vida desde su contrario. En vez de una idea cerrada del cuerpo poltico, podemos partir de una idea de la existencia variada y plural. Admite, sin embargo, que apenas es un esbozo de lo que necesitamos construir si queremos favorecer una poltica de la vida.Su propuesta no consiste en proponer acciones polticas o convertir a la biopoltica en una nueva revolucin. La propuesta de Esposito no es pensar la vida en funcin de la poltica, sino pensar la poltica en la forma misma de la vida, a fin de invertir el signo negativo que, con el paradigma inmunitario, acompa hasta ahora a la biopoltica.

Parece, pues, que es necesario encontrar una perspectiva que nos permita organizar una poltica que impida la aniquilacin moral y fsica de los seres humanos reducidos a cuerpos vulnerables, a nuda vida. Una perspectiva en la que el poder poltico respete los ritmos naturales de los pueblos, sus diferencias y su comn pertenencia a la especie humana. Una poltica animada de justicia que contrarreste a la consideracin de los seres humanos como meros objetos de poltica, como nuda vida para moverse hacia una autntica existencia justa. Importantes preguntas como quin debera tener el control de las tecnologas emergentes referentes a la vida?, cmo se deberan distribuir los frutos de los avances de manera ms equitativa?, qu instituciones, leyes, normas, son necesarias para que la tica oriente a la poltica? Y otras ms requieren del esfuerzo reflexivo e interdisciplinario propio de la biotica para encontrar posibles respuestas.

stas y otras importantes preguntas tienen que ver con los valores y las normas, la cosmovisin y la idea del hombre que cada sociedad adopta. Por ello, la participacin de la biotica en esta discusin es fundamental y pone en claro que la biotica debe ser tambin biopoltica, ya que la propia reflexin biotica se da en la tensin entre los valores y la comunicacin poltica.

De acuerdo a Hans Lenk, la reflexin biotica debe orientarse, por un lado, de acuerdo a la responsabilidad por la bsqueda de la verdad y, por otro, hacia la responsabilidad frente a la sociedad.

La biotica, en su aspecto poltico debera dirigirse al ideal que rige el dilogo poltico, la reflexin conjunta a fin de descubrir lneas de accin generalizables que sirvan de orientacin al enfrentar los problemas polticos que surgen de los avances de las tecnociencias. Tal vez, pues, sea tarea de la biotica la construccin de una poltica orientada por la tica que permita la constitucin de sociedades guiadas por la equidad y el respeto de la vida biolgica humana y no humana. Emmanuel Levinas, Algunas reflexiones sobre la filosofa del hitlerismo, en M. Beltrn, J. M. Mardones y Reyes Mate, eds. Judasmo y lmites de la modernidad. Madrid, Riopiedras, 1998.

E. Levinas, La filosofa del hitlerismo, en Judasmo y lmites de la modernidad, p. 69.

Michel Foucault et la question du liberalisme, en Le Monde, 7 de mayo, 1999. La traduccin es ma.

Aqu se hace referencia al campo de concentracin, pero, sobre todo, al campo de exterminio.

A. Sucasas, Anatoma del Lager. Una aproximacin al cuerpo concentracionario, en Reyes Mate, ed., La filosofa despus del Holocausto. Barcelona, Riopiedras, 2001.

Merleau-Ponty, Fenomenologa de la percepcin. Barcelona, Pennsula, 1975, p. 77.

R. Antelme, Lespece humaine. Pars, Gallimard, 1978, p. 101.

D. Rousset, Les jours de notre mort I. Pars, Hachette, 1993, p. 17.

Se llamaba muselmans a los prisioneros que se dejaban morir, que haban renunciado a la lucha. El origen del trmino, de acuerdo a Agamben, se debe a la posicin enconchada que adoptaban estos prisioneros.

R. Esposito, Bos, biopoltica y filosofa. Buenos Aires, Ediciones Grama, 2006.

Idem.

Idem.

14 R. Esposito, Bos, biopoltica y filosofa. Buenos Aires, Ediciones Grama, 2006, pag. 15

Ibid., p. 17.

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