La flora silvestre de Melilla

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  • La flora silvestrede Melilla

    MELILLA 2003

    dsijmrIndice

    CAMIndice

  • Im preso e n Espaa. Imagraf Impre sore s

    Depsito Le gal: ML- 04/20 03 ISBN: 8 4-60 7- 707 2-9

    Edita

    CIUDAD AUTNOMA DE MELILLACONSEJERA DE MEDIO AMBIENTE

    Autores

    JUAN A. GONZ LE Z GARCAHUBE RTO GARCA PEA

    JOS M. CABO HERNNDEZ

    Equipo de Investigacin

    JUAN A. GONZ LE Z GARCA, HUBERTO GARCA PEA,JOS M. CABO HERNNDEZ, ISIDORO BUENO DE L CA MPO,

    SA NDRA ANDJAR SNCHEZ Y LVARO HURTADO RODRGUEZ

    Maque tacin /Dise oy cuidado de la Edicin

    MIGUE L NGEL ROLDN

    Fotogr afas

    JUAN A. GONZLEZ GARCAHUBERTO GA RCA PEA

    Entidade s colabor adoras

    UNIVERSIDA D DE GRANA DA FUNDACIN GA SELEC ENDESA REMESA

    UNIV ERSIDA D DEG RA NA DA

    FUNDAC INGASELEC

  • La flora silvestrede MelillaJUAN ANTONIO GONZLEZ GARCA

    HUBERTO GARCA PEAJOS M. CABO HENNDEZ

  • SIEMPRE ES AGRADABLE poder escribir unas lneas a modo de Introduc-cin en un libro en el que se difundan valores, donde el ser humano oun grupo de stos pongan a disposicin del resto de sus conciudada-nos el producto de un trabajo de investigacin, en esta ocasin de laflora silvestre de Melilla.

    Cuando desde la Presidencia del Gobierno de la Ciudad Autnoma seprocedi a la firma de un Convenio con la Universidad de Granada para la investigacin ypublicacin de los trabajos recogidos en la Estrategia melillense de Biodiversidad, intuamosque el resultado tendra que ser necesariamente bueno pues en el devenir de la actividadhumana queda palmariamente demostrado que, en todos los campos (y en este caso la inves-tigacin botnica) donde esa actividad se aborda con dedicacin, rigor, y buena fe el resulta-do siempre es ptimo. Por ello, es de agradecer, que el trabajo de investigacin que empiezaen las pginas siguientes abordado por investigadores melillenses, va a marcar un antes y undespus en el conocimiento de la biodiversidad de nuestra ciudad ya que el mismo, vienequizs a poner el broche de oro a las investigaciones iniciadas por Cavanilles y Lagasca en1801 en sus estudios sobre la zona de Marruecos.

    Asimismo, el hecho de que este trabajo de investigacin se publique hacindolo coincidir conla celebracin en nuestra Ciudad de la XIX Jornada Temtica de la Red de AutoridadesMedioambientales, le confiere un nota ms de excepcionalidad ya que esta Red, es un foro decooperacin y coordinacin interadministrativa con el objeto de velar por la integracin delmedio ambiente en todas las intervenciones y promover un desarrollo regional sostenible,cumpliendo as el Tratado de Amsterdam y los reglamentos comunitarios.

    As desde esta Presidencia del Gobierno de la Ciudad Autnoma de Melilla, estimulamos asus autores y a todos los que con su dedicacin, rigor y buena fe trabajan por una ciudadmejor.

    JUAN JOS IMBRODA ORTIZPresidente del GobiernoCiudad Autnoma de Melilla

  • Al abordar el encargo de escribir unas lneas que sirva a modo de presen-tacin de este libro sobre la Estrategia de Biodiversidad para Melilla, nopude escaparme a la tentacin de retroceder en el tiempo y mirar los incon-venientes, incompresiones a veces, que conllevaba el publicar desde estaConsejera de Medio Ambiente un libro de las caractersticas que aqu pre-

    sentamos. Con independencia del valor en s mismo que tiene el estudio realizado por losinvestigadores Cabo, Huberto y Juano, desde la Consejera que me honro en regir fue desdeun primer momento un continuo batallar (a fin de aglutinar voluntades) que diese con el finalfeliz de ver esta trabajo publicado.

    Sabemos que en las modernas sociedades con la aparicin y desarrollo de las nuevas tec-nologas es bastante dificultoso aunar voluntades para culminar trabajos que no comportannecesariamente un inters inmediato (crematstico o dinerario) y sin embargo me queda lasatisfaccin de que todava siguen existiendo puntos de referencia de elementos humanosinteresados y ocupados en mejorar el hbitat que nos rodea como un patrimonio universal,digno de conservarse y dejar como herencia a las generaciones venideras, razn sta que hapresidido la inquietud y trabajo de los que integramos la Consejera de Medio Ambiente delGobierno de la Ciudad de Melilla.

    Por ello, y considerando que los trabajos de investigacin que se recogen en esta obradejan de ser patrimonio personal de los autores y pasan a pertenecer al patrimonio comn,hemos querido que la aparicin de este libro coincidiese en el tiempo y en el lugar con lacelebracin en nuestra Ciudad de la XIX Jornada Temtica Cooperacin al Desarrollo yMedio Ambiente de la Red de Autoridades Medioambientales.

    Slo me resta exponer que con estos dos hechos: la aparicin del libro y la celebracin dela XIX Jornada Temtica son eventos que van a influir en una mejora del hbitat del ciuda-dano y por ello, cualquier esfuerzo de todos los que componemos la Consejera de Medio Am-biente estar suficientemente recompensado.

    RAFAEL HERNNDEZ SOLERConseje ro de Med io Ambie nte

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    MELILLA se encuentra varada en la orilla sur del mar de Alborn, en la baseoriental del tringulo issceles al que se parece el cabo de Tres Forcas. Po-blada en la prehistoria y la antigedad por su situacin estratgica para lanavegacin y por las riquezas naturales que el entorno prximo proporcio-

    naba, agua y cultivos del valle del ro de Oro, hierro del Uixan, sal y prpura de la Mar Chica,actualmente ocupa una extensin de 12,34 Km2, encuadrada de forma aproximada entre losparalelos 35 16 y 35 19 de latitud norte, y los meridianos 2 55 y 2 58 de longitud oeste.Con una poblacin censada que ronda los 70.000 habitantes y su carcter fronterizo y co-mercial, que propicia un trasiego diario de ms de 20.000 personas de las poblaciones lim-trofes marroques, es fcil comprender la presin humana que soporta tanto el ecosistemaciudad, altamente deficitario en muchos aspectos, como la reducida parcela natural que, hoyen da, ha quedado ya limitada a menos de la mitad del territorio autnomo.

    Por su situacin geogrfica, Melilla es lugar de encuentros y lugar de pasos (oppidum etportus de los romanos), y no slo de personas, tambin de continentes, mares, geologas yclimas, y consecuentemente de naturalezas. Lugar de abrazos y conflictos con los que elmelillense ha aprendido a vivir desde que la Rusadir pnica, o tal vez tiria, naciera comociudad. Atlntica y mediterrnea, africana y europea, volcn y cal, hmeda y rida, levante yponiente, son contrastes que sustentan su riqueza, los mismos que conforman su frgil per-sonalidad. Ciudad de colinas donde cabalgan barrios humildes, algunas, como San Lorenzocon antigua necrpolis incluida, arrasadas en aras del progreso. Ciudad anfiteatro rodeadapor moradas moles de basalto o blancos cerros calcreos. Y en medio, un aprendiz de roamaestrado, y un valle camino del poniente, antigua despensa de verdura, fruta y crisantemode otoo.

    Melilla

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    San Lorenzo, los Crabos, la Hpica son nombres desus playas; Trpana,El Morrillo y Rostrogordo, algunos de lospromontorios de su costa acantilada,nuestros cortaos; Nano, Sidi-Guariach, Farhana,Alfonso XIII, Mezquita, denominaciones para sussecos arroyos mestizos; y Tres Estrellas, HorcasColoradas, Loma del Viento, Cerro de la Carga,Monte Mara Cristina, Camellos, como llamamosaqu a algunas de sus colinas desmochadas.Y una ciudad antigua, una acrpolisamurallada, El Pueblo, sobre un calcreopromontorio refugio de civilizaciones, soportepara un muelle testigo negro y mudo de reencuentros yde tristes despedidas.

    El clima de Melilla es tpicamentemediterrneo, Csa segn Kppen, pero contendencias subridas, con estaciones claramentediferenciadas y los meses ms calurosos totalmentesecos. Pero, quizs, lo que caracteriza nuestraclimatologa sea la irregularidad, pues junto a aos enlos que las lluvias anuales no llegan a 200 mmencontramos otros con valores superioresa los 600. De este modo las medias oscilan entre320 y 370, dependiendo de las series de veinte otreinta aos que se elijan. O sea ni tan seco como elsudeste peninsular, ni tan hmedo como Ceuta,Mlaga o Argel. Lo mismo ocurre con la distribucinde esas precipitaciones, que son algunas vecestorrenciales, mediterrneas, originadas porgotas fras que precipitan cerca de 200 mmen una sola o pocas jornadas, y

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    otras atlnticas, ms moderadas y dilatadasen varios das consecutivos, de 20 a 80mm, casi siempre entre septiembre y laprimavera. Todo porque ni las borrascasatlnticas nos dan de lleno ni las depresio-nes mediterrneas se acercan lo suficiente,slo en ocasiones. Tampoco tenemos lafuente de lluvias de Huelva, Cdiz o Sevilla,los vientos de suroeste nos llegandesecados por superiplo terrestre. Incluso Tres Forcas, consu barrera de ms de 300 metros dealtitud, provoca un pequeo efecto foehna los vientos de poniente y noroeste, quepierden parte de su humedad en esta orillaoriental. Y en verano el levante flojo,hmedo, pegajoso, originado por la bajatrmica sahariana, que nubla nuestrasmaanas. Y a veces el poniente fuerte, muyfuerte, mas bien anortado, con velocidadesque pueden rondar los 100 km/h; y lostemporales de mar de levante que nosmanda la baja presin del golfo de Cdiz ouna errante borrasca mediterrnea quebusca el sur.

    Las temperaturas son ms regulares, conlas bajas oscilaciones que induce el mar.Segn los datos registrados, no han llegadoa bajar nunca de 0 C., aunque s se hansuperado a veces los 42 C en das trridosde vientos terrales muy espordicos. Lasmedias de agosto de unos 25 C y las deenero de algo ms de 13 C. Lo dicho, un

    clima mediterrneo en su variante seca,que Martonne denomina tipo griego.

    La tectnica de placas nos advierte queestamos en una zona frgil de la cortezaterrestre, all donde se juntan Eurasiay frica enfrentndose desde los iniciosde la orogenia alpina. Los constantesmicrosismos y el reciente vulcanismocuaternario de nuestro Ururut sagrado,nos lo ilustran. Y en correspondencia,la riqueza mineral y la variedad litolgicade Melilla y sus alrededores, que nostraslada desde los ms remotos tiemposprecmbricos en algn lugar de Tres Forcasa la historicidad de la manga arenosa de laMar Chica. O desde la paleozoica orogeniaherciniana a los actuales movimientosisostticos que levantan nuestrosacantilados. Pizarras, dioritas, calizas,oligisto, basaltos, aspern, cuarcita,travertino, obsidianas, slex, margas oandesitas, se concentran a menosde 30 km de Melilla. Roca viva horadadapor el mar, los vientos y las aguascontinentales, que a espaciados golpesluchan contra la invisible fuerza creadoradel manto terrestre.

    Pobres suelos rojizos de ferromagnesianossilicatos en las faldas del Gurug, queentran en Melilla junto a diminutos arroyoscapaces de arrastrar c antos rodadosbaslticos de hasta 1 metro de dimetro. Jun-

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    to a sedimentos ms finos y ms mezclados en laancha y decadente cuenca hortcola del ro de Oro.Rubias finas arenas de playa, hoy mezcladas con ex-tracciones menos nobles, que el Muluya nos regaladesde tiempos remotos y que tratan de escapar delredil urbano para recuperar sus antiguos reinos.Rojas arcillas mediterrneas donde se descalcificanlos calcreos travertinos mesetarios. Y reductos deestrechos suelos pardo-rojizos en ambientes de pi-nares escapados del desastre. Arenosoles, regosoles,fluvisoles, rendsinas y litosoles, segn Benguigui.

    Y el hombre, nosotros, destruyendo lo que no pro-duce. De forma galopante, exponencial e irracionalhacemos lo que ningn otro ser vivo, ensuciar ydegradar la casa donde vivimos. Donde vivimos alda, echando por tierra el gran avance evolutivo quepara nuestros antepasados supuso el pensamientoen el futuro, pensamiento que pronto se manifestbastante restringido en lo espacial, lo temporal o lopersonal. Y Melilla, tan limitada, ha visto como enlos ltimos treinta o cuarenta aos se destrua sinpiedad su paisaje natural. Playas encajonadas amerced de la bondad de los vientos, acantiladosamenazados por vertidos que somos incapaces decontrolar, antiguos campos de cultivo convertidosen vertederos y biodiversidad enjaulada en reduc-tos cada vez ms amenazados.

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    UN ESTUDIO BOTNICO de una zona geogrficamente tan restringida, y ecolgicamente tan arti-ficial, como es el territorio de la Ciudad Autnoma de Melilla, conlleva irremediablementeintentar un conocimiento exhaustivo de sus regiones limtrofes, las cuales van a proporcio-narnos una visin ms cientfica y completa de la vegetacin del norte de frica en la riberasur del mar de Alborn. En esta lnea, la mayor parte de los antecedentes bibliogrficos exis-tentes hacen referencia a territorios ms amplios que el que nos ocupa en este libro, funda-mentalmente bajo denominaciones como norte de frica o Rif, que slo en algunos casosincluyen plantas localizadas o recolectadas dentro de los lmites de nuestra ciudad.

    Los trabajos ms antiguos se remontan a los inicios del siglo XIX, cuando Cavanilles yLagasca en 1801 estudian plantas de la zona de Marruecos. Despus Weyler en 1860 trabajasobre la vegetacin del Rif. Ya en el siglo XX las publicaciones se multiplican y entre losautores encontramos algunos nombres ilustres, de los que hoy en da son considerados comopadres de la botnica espaola, Pau, Caballero, Font-Quer, Mas Guindal, Muoz Medina ySennen, entre otros; en sus bsquedas y recolecciones aparecen ya localidades prximas aMelilla, como Tres Forcas, Gurug, Nador, Tigorfaten, Taurit o Zelun, e incluso puntosconcretos de la zona natural melillense que han constituido la base de muestreo en nuestrotrabajo, como Rostrogordo, barranco del Nano, Cabrerizas, arroyo Mezquita o Sidi Guariach.

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    En aos ms cercanos a nosotros, Asensi y Esteve Varo estudian la vegetacin de las islasde Alborn y Chafarinas; Maire elabora un mapa fitogeogrfico de Marruecos y Jahandiez,tras dcadas de trabajo, un exhaustivo catlogo del vecino reino. Y la referencia ms reciente,de 1984, es la publicacin de Urrestarazu Gaviln sobre la flora y algunos apuntes de la vege-tacin del territorio de Melilla.

    Nosotros, aun reconociendo el valor documental y consultivo de todos estos trabajos ybasndonos en criterios estrictamente funcionales que hicieran ms fcil y provechosa nues-tra metodologa de trabajo, hemos tomado como punto de partida los dos que de forma msclara parten de la ciudad de Melilla como zona de referencia. stos son, la doble publicacinde los Hermanos de las Escuelas Cristianas, Sennen y Mauricio, de 1933 y 1936, cuyos ttuloscompletos son: Catlogo de la Flora del Riff Oriental y, principalmente de las cbilas lin-dantes con Melilla y Campagnes botaniques du Maroc oriental de 1930 a 1935 des frresSennen et Mauricio, EE.CC.; y la citada, de Urrestarazu Gaviln, de 1984, con ttulo: Estu-dio de la Flora y Vegetacin de Melilla. La separacin en el tiempo de estos trabajos, y delltimo con el libro que el lector tiene en sus manos, nos asegura una interesante visin evo-lutiva que pone de manifiesto aspectos cambiantes de una vegetacin que, en unas dcadasde creciente presin humana, se ha visto fuertemente alterada.

    El libro de Miguel Urrestarazu Gaviln, de algo ms de 200 pginas, recoge fundamen-talmente un catlogo de 298 plantas vasculares, exhaustivo para determinadas familias yambientes, con algunos datos sobre abundancia, puntos de recogida y caractersticasmorfolgicas. Acompaan a este catlogo unas claves de clasificacin, que forman el otrogran bloque del trabajo. Antes, en las primeras pginas y basndose en una serie de inventariosen diversos biotopos, destaca algunas interesantes caractersticas de la vegetacin. Aspectosgenerales sobre geografa, geologa y clima, un breve glosario, unas pocas ilustraciones y labibliografa, completan un trabajo al que la pobreza tipogrfica no hace en absoluto justicia,y en el que hemos de reconocer, inicialmente, un loable esfuerzo para poner al da y dar aconocer la diversidad botnica de Melilla en los inicios de esa dcada de los ochenta.

    Sin embargo y en el debe, observamos en la publicacin lagunas que consideramos im-portantes y que, pensamos, podran deberse a dos causas que pudieron actuar de forma con-junta. Por un lado un trabajo de campo y, por lo tanto, unas recolecciones no demasiado

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    prolongadas en el tiempo, que probablemente dejaronfuera alguna de las estaciones anuales, en una regindonde la climatologa marca diferencias importantes enfuncin de la pluviometra anual total y del repartoestacional de esas precipitaciones. Y por otro, las limi-taciones o la imposibilidad de acceso a determinadaszonas bajo control militar, las cuales se han visto du-rante largo tiempo fuera de las influencias negativas quela presencia humana continuada aporta, y en las que enla actualidad se concentra la vegetacin natural ms rica,tanto en diversidad como en presencia de especies im-portantes desde el punto de vista ecolgico. En este casose encuentran, especialmente, algunas zonas prximasa los acantilados de Rostrogordo, gran parte del barran-co del ro Nano y el interior de acuartelamiento del Pol-vorn de Horcas Coloradas, que han aportado a nuestrotrabajo las novedades ms importantes. Lo ltimo que-da ratificado en la lectura atenta del libro de Urrestarazu,donde en absoluto se mencionan esos lugares como pun-tos de muestreo. Por todo ello, sin la incidencia de esosfactores limitantes anteriores sera inexplicable, desdeuna visin actual, la omisin en su catlogo de ciertostaxones abundantes pero limitados a esos biotopos y queel nmero total de especies mencionadas quede bastan-te por debajo de las recogidas en nuestro trabajo, cuan-do las dos ltimas dcadas han supuesto una prdidadrstica de terreno natural acompaada de una presen-cia humana cada vez ms determinante.

    Quizs el caso ms espectacular de lo anteriormen-te expresado lo encontremos en la familia de las Cistceas(las jaras y jarillas), grupo en cierta forma bioindicadorde una vegetacin mediterrnea natural con tintes de

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    calidad ecolgica. De esta familia, el autor slo aportaHelianthemum caput-felis, especie realmente importan-te, que califica de muy rara y cuya distribucin limita ala punta de Rostrogordo en forma de unos pocos ejem-plares, cuando hoy en da es evidente la presencia, porsu abundancia, de ste y otros cinco taxones de esta fa-milia por buena parte de la zona norte y barrancos prxi-mos a la carretera de circunvalacin. De igual modo, lla-ma la atencin que no sean citadas otras especies, comolas tres que recogemos dentro de la familia de lasGenc ianiceas, o el torvizco (Daphne gnidium),Aristoloquia baetica, el lentisco (Pistacia lentiscus), laefedra (Ephedra fragilisima) o algunas monoco-tiledneas (Merendera filifolia, Anthericum baeticum,Romulea bulbocodium, Ophris speculum, Orchyssaccata, Ornithogalum narbonensis), la mayora de ellasde presencia y abundancia muy evidentes. De cualquierforma el trabajo marca un hito en los estudios botnicosde nuestra regin, tras un largo perodo de oscuridadcultural que afect no slo a las disciplinas cientficas,sino a otras parcelas del saber.

    Las publicaciones de los Hermanos de la Salle,Sennen y Mauricio, aunque lejanas en el tiempo, siguensiendo a nuestro juicio la referencia botnica indispen-sable para todos aquellos naturalistas que pretendanintroducirse en la botnica de nuestra regin. Descubri-mos su importancia en lo que de ejemplarizante tienenlas formas metodolgicas y los recursos utilizados paralos investigadores actuales. Las formas de mues-trearen el campo, las recolecciones, la bsqueda de itinera-rios o la conservacin del material, en los que el factortiempo pierde el valor que hoy le tenemos asignado, pro-

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    dujo estas obras que consideramos importantes docu-mentos de alto valor cultural, que superan lo meramen-te botni co, para abarcar aspec to s histricos,etnolgicos, sociolgicos, toponmicos, geogrficos y eco-nmicos, que dibujan de forma romntica la realidad deuna poca y de una ciudad y sus alrededores.

    Por su inters histrico y para entender mejor estosestudios y a sus autores, nos parece interesante repro-ducir aqu algunos prrafos de la resea que en la fechadel catlogo, 1933, realiz El Telegrama del Rif: LosHermanos de la Doctrina tienen un colegio en Melilla...;ahora sirven a la Patria con este concienzudo trabajocientfico en el cual catalogan la flora del Riff oriental.En los trabajos de investigacin han colaborado todoslos profesores del colegio, bajo la direccin del herma-no Mauricio. Consult ste muchas veces con el herma-no Sennen, profesor del colegio de la Bonanova en Bar-celona, miembro honorario y laureado de la SociedadBotnica de Francia, y autor de una obra tituladaPlantes dEspagne; el hermano Sennen fue a Melillaen 1930 he inaugur con el hermano Mauricio campa-as botnicas que continuaron los tres aos siguien-tes. En los casos dudosos de clasificacin consultaronambos con los doctores Maire, Pau, Font y Quer, SainIves, Camus, Szav, Rechinger y Gorz. Tambin se sir-vieron de materiales de herbario y muestras recogidaspor otros botnicos, y utilizaron anteriores investiga-ciones de los doctores Caballero, Pau, Font, MsGuindal, Maire y Candel. Y con estos elementos hanescrito su Catlogo, en el cual, entre especies y varie-dades, estn catalogadas 2.737 plantas... Muchas es-pecies son nuevas para la Ciencia; otras son nuevaspara la Flora de Marruecos. En el Catlogo se sealan,

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    adems, con toda precisin ms 7.650 lugares en que el aficionado puede herborizar lasespecies sealadas, porque en ellas las han visto los autores. ...

    En el prlogo del hermano Mauricio encontramos otros datos que completan la informa-cin anterior: ... empezamos a principios de 1928 una investigacin metdica y entusiastade las plantas que espontneamente crecen en este suelo... En esta labor cientfica, ni unmomento interrumpida, a pesar de lo poco que favorecen los tiempos que corremos, hancooperado... especialmente los Hermanos Maximiliano y Lzaro, que en sus correras tan-to se preocupan de tan laborioso estudio. ... Pero quien ms eficazmente ha contribuido,siendo como el alma que informa este trabajo, es el Rvdo. Hermano Sennen..., Membrehonoraire et lureat de la Socit Botanique de France; Acadmico correspondiente de laAcademia de Ciencias y Artes de Barcelona; Miembro de la Sociedad Espaola de HistoriaNatural; Presidente de la Sociedad Ibrica de Ciencias Naturales; Miembro de la Institu-ci Catalna dHist. Natural; Titular de la Medalla Cientfica de lAcad. Int. de Geogr.Bot.; Correspondant del naturhistorisches Museum de Wien; Oficier dAcadmie, etc, elcual con la competencia que le dan su saber, y la prctica de cincuenta aos de incesantestrabajos en esta rama de la ciencia... resolva desde su residencia de la Ciudad Condalnuestras dudas y diriga nuestros trabajos, hasta que vencido por nuestros ruegos, vino elmes de Junio de 1930, y empezamos las Campaas Botnicas (como l las llama en lasnotas publicadas), campaas que hemos repetido en todos los aos sucesivos hasta el ac-tual... Con nosotros ha recorrido casi todas las localidades que citamos, viendo in vivomuchas especies que despertaron su inters cientfico y descubriendo otras que a nosotrosse nos pasaban inadvertidas... Dejamos para otra ocasin la ecologa y la sinecologa denuestra flora, limitndonos al presente... a publicar el inventario de nuestras investigacio-nes personales, a las que aadiremos las especies descubiertas por el Dr. Caballero, profe-sor de la Universidad de Madrid; las que el Dr. Carlos Pau, de Segorbe, decano de los bot-nicos espaoles y gran entusiasta de esta flora...; las publicadas por el Dr. Po Font y Quer,director del Museo de Biologa de Barcelona... quien con gran celo cientfico ha recorridolos ms abruptos y apartados rincones de nuestra Zona. Tambin agregamos las publica-das en la Misin Bolvar por el Dr. Mas y Guindal, Teniente Coronel e Inspector de Farma-cia...; y, por fin, las que el Dr. R. Maire, Profesor de la Facultad de Ciencias de Argel, y elDr. R. Candel, Catedrtico de Instituto de esta Ciudad, han publicado en sus sabias memo-rias. ...

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    El ltimo prrafo de lo que reproducimos del prlogo del hermano Mauricio, manifiestauno de los grandes aciertos de la publicacin, que no es otro que el de integrar en su obratodos los estudios y las citas de autores anteriores, por lo que supuso una esplndida puestaal da de la flora del Rif oriental, en la que nuestros autores creemos participaron, con sustrabajos, en una proporcin superior a la de sus antecesores. Otro, sin duda, lo fue la publica-cin posterior, por parte del Hermano Sennen y en idioma francs, de las Campaas Botni-cas, contadas con tal profusin de datos y ancdotas que hacen del conjunto, como ya hemoscomentado anteriormente, un documento insustituible.

    El Catlogo, tras algunas consideraciones generales sobre los elementos que caracterizanla flora del Rif oriental, el mtodo de catalogacin utilizado y las relaciones que la flora rifeapresenta con respecto a la andaluza, se expone como una sucesin ininterrumpida de fami-lias, especies, subespecies, variedades y formas, con algunas anotaciones, cuando son conve-nientes, sobre la morfologa o la ecologa del taxn considerado, y fundamentalmente con laslocalidades en que han sido vistas o recolectadas, tanto por ellos como por los autores ante-riores ya expuestos. Del nmero total de plantas catalogadas y remitindonos exclusivamen-te a la categora de especie, dado que hoy en da muchas de las formas y variedades propues-tas por Sennen no estn taxonmicamente vigentes, de las 2.100 aproximadamente que serecogen, 26 corresponden a helechos, 17 son conferas, 390 monocotiledneas (3 marinas) yel resto, dicotiledneas.

    Naturalmente, por el amplio objetivo territorial planteado, lo que hoy en da son los lmi-tes administrativos de la ciudad de Melilla no constitua un objetivo prioritario y slo algu-nos itinerarios, los de recorrido ms corto y prximos al ncleo urbano, contemplan estacio-nes y recolecciones dentro de l. As, muchas de las plantas recogidas en zonas de los alrede-dores de la ciudad no son citadas en nuestras estaciones, ya sea porque se trate de especiesmuy comunes y de ambientes ruderales, cuya presencia se considera como obvia o ya porquese tendiera a una economa en el trabajo de campo que hoy entendemos lgica. A pesar deello, son casi 400 las especies citadas para la ciudad, algunas cultivadas u ornamentales, conlocalidades o lugares que van desde el genrico Melilla hasta puntos concretos como la fincadel Dr. Linares o el Jardn Valenciano, pasando por otros coincidentes con los que nos hanservido a nosotros como estaciones de muestreo, tales como Rostrogordo, Cabrerizas o roNano, y otros hoy en da ya desaparecidos, fundamentalmente, por el avance urbanstico de

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    la ciudad, como el cerro de Camellos o el Hipdromo, donde curiosamente se recoge para lapoca una vegetacin tpica de marisma como la que podemos encontrar actualmente a ori-llas de la Mar Chica. Sin embargo, tenemos nuestras dudas con citas de lugares limtrofes quebien pudieran tratarse de zonas externas a la ciudad o compartidas actualmente, como ro deOro, Tigorfaten, Sidi Guariach, Beni Chikar, Mariguari o arroyo Mezquita.

    Pero a nuestro juicio, aun reconociendo el enorme valor documental del Catlogo, tantopor el nmero de taxones que recoge como por la gran cantidad de lugares inditos para laCiencia que abarca, es la publicacin posterior, de 1936, donde se describen minuciosamentelas Campaas Botnicas realizadas entre 1930 y 1935, la que vista desde la actualidad contie-ne una informacin ms atrayente, tanto para el cientfico como para el lector de a pie intere-sado por la historia reciente de la ciudad de Melilla. En total fueron 108 jornadas de trabajode campo, a veces enlazadas en actividades de hasta cuatro das consecutivos de bsquedasen lugares alejados de Melilla ms de 200 km, desde ms all de la antigua frontera entre losprotectorados francs y espaol del ro Muluya hasta los ms reconditos parajes del Rif, a laaltura de Ketama. Con los medios y vas de comunicacin de la poca es fcil comprender queSennen y Mauricio iniciaran muchas de sus salidas de campo a las cinco de la madrugada yque stas duraran en mltiples ocasiones hasta quince horas. Arduo trabajo, sobre todo sitenemos en cuenta la edad del primero durante las campaas, entre sesenta y nueve y setentay cuatro aos.

    La toma de datos botnicos sobre el terreno nos muestra la minuciosidad y, a la vez, ellenguaje narrativo novelado que presida su trabajo. Basten algunos prrafos de la Campa-as, que traducimos del francs, para comprenderlo:

    ... Hermano Mauricio desciende a la base del faralln, tras tres alumnos botanfilosque le haban precedido. Recoge Glaucium luteum, Statice sinuata, Jasione glabra; y grue-sos manojos perfumados de Diotis candidsima... (Hidum y Aguada de las Palmeras, 10 demayo de 1931); Localizamos Minuartia senneni litt., que haba motivado nuestra visita aCabo Tres Forcas por estos caminos difciles y a veces peligrosos. Lo encontramos esplndi-do: espesos racimos alargados se disponen sobre un suelo arenoso mezclado en la superfi-cie con detritus arcaicos... (Cabo Tres Forcas, 17 de abril de 1935); en el Taquigriat, la msalta cima del macizo, 997 m., encontramos los gruesos ramos arbustivos con corolas pr-puras de Echium Philothei, muy decorativa; entre las rocas, vigorosos Astragalus(Erophaca) lusitanicus fructificados, casi siempre parasitados de mildiu (Paranospora); ...

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    Una umbelfera dumcola bastante expandida, con l-bulos foliares relativamente grandes pica nuestra cu-riosidad, Balansae glaberrima, citada por Caballeroen 1915. (Visita del Gurug; 19 de mayo de 1932).

    De igual forma, el aporte de una variada informa-cin que nos transporta a las costumbres y la vida deentonces, tiene su reflejo en los apartados que los auto-res hacen entre la informacin estrictamente botnica.Hemos seleccionado parte de algunos de ellos que con-sideramos ilustrativos:

    Ordinariamente, al atardecer, al declinar el da,paseamos tranquilamente por la azotea del colegio. Elpanorama nos descubre de un lado el macizo delGurug, cerca de 1000 m. de altitud y el conjunto decolinas que no pasan de 100 m.; por el otro las gran-des vistas de la ciudad y el mar. Sobre nuestras cabe-zas torbellinos de vencejos incansables que dan vuel-tas y vueltas de forma obstinada. Su vuelo es siemprerpido y acompaado de agudos gritos. Nos dan laimpresin de inquietos e irascibles. Qu contraste conla dulce y ondulante golondrina de nuestras casas deMlaga, reencontradas en julio. Melilla, situada en lareunin de antiguos torrentes, de los que el principales el ro de Oro, nunca seco, est rodeada de bajas coli-nas blanquecinas. Ms all de ellas el suelo se tornarojizo, con raras manchas de color ocre. El suelo rojizoparece tener un origen volcnico, mientras que la rocablanca fosilfera es neptuniana.

    Ella destaca sobre el contorno acantilado de la pe-nnsula de Tres Forcas. (Notas de mayo de 1932).

    ESTUDIOS BOTNICOS ANTERIORES

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    Berkane situada a unos 40 km. ms all delMuluya. Visitamos la Escuela Santa Juana de Arco, delas Hermanas de la Santa Familia; con una encanta-dora iglesia levantada sobre el modelo de las Catacum-bas, donde todo, sobre todo las vidrieras y las inscrip-ciones latinas de sus bases, nos llaman poderosamentela atencin. En el presbiterio, la venerable Madre deM. de Cur, ausente, (haba partido temprano con suscatequistas en una excursin en coche), nos hacen loshonores dos piezas de la casa, las destacables coleccio-nes entomolgicas de M. le Cur y una artstica minia-tura de la Catedral de Reims, debida a la habilidad y ala tenacidad de su hijo, transplantada de Francia asuelo marroqu. (Muluya, Berkane, 2 de abril de 1934).

    Farhana (escrito Frajana en el trabajo de Caba-llero y los artculos de Pau). Era viernes, para ellos dafestivo religioso. La circulacin en la kbila (pueblo)estaba bastante animada. Refugiados bajo una enca-izada para protegernos del sol, pedimos un t ta,bebida ligera aromatizada con algunas hojas de men-ta de jardn, apreciada y consumida por todos, porqueste es un pueblo en el que las diferencias sociales sonmenos evidentes que en el nuestro. ... Volvemos a lacamioneta que hace el servicio entre la kbila y laciudad: 5 km., 30 cntimos. (Ro de Oro, Sidi Guariach,Farhana; 20 de junio de 1930).

    Desembarqu ayer en Melilla hacia las seis de lamaana. Hermano Mauricio (Desiderio Arniz) vinoa recibirme al puerto. Me encuentra bien y dispuesto,al menos eso es lo que creo. En cuanto a m, no puedodisimular que la carga de mis 74 aos ralentizarn sen-

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    ESTUDIOS BOTNICOS ANTERIORES

    siblemente las actividades de los meses prximos que se dedicarn al desarrollo de la bellaciencia. No me gustara omitir, en este inicio, mi agradable visita a mi distinguido herma-no y amigo M. A. Faure, en la escala que el barco Ciudad de Alicante hizo en Orn. Detodas sus delicadas atenciones guardo un delicioso recuerdo (Comienzo de la 6 Campaa;4 de abril de 1935).

    El trabajo de estos esforzados Hermanos de la Salle no acababa en las laboriosas jornadasde muestreos de campo. Como queda recogido en algunas partes de las Campaas Botnicas,ellos mismos ayudados por la casi totalidad de sus compaeros del colegio y algunos alum-nos interesados, confeccionaban las carpetas, pliegos y etiquetas que iban a albergar las plantasen un amplio herbario depositado en el museo del centro, adems de ir prensando, elaboran-do los listados de especies, clasificando los taxones dudosos y redactando lo ms pronto po-sible las experiencias y vicisitudes ocurridas en las salidas de campo, para que no quedase enel olvido el ms mnimo detalle. Hoy en da el esplndido herbario de los Hermanos Senneny Mauricio sigue encontrndose en el Colegio La Salle-El Carmen de Melilla, en un estadoaceptable si consideramos el tiempo transcurrido y los pocos cuidados recibidos desde en-tonces, ello gracias a la buena preparacin que tuvieron los pliegos en su tiempo. Pero losconstantes cambios de ubicacin y la ausencia de un conservador ha hecho que se deteriorenmuchas plantas, que sern muchas ms si no se le busca una ubicacin idnea y se le dedicanlos cuidados que sin duda merece y reclamamos. Nosotros lo hemos podido consultar, gra-cias a la amabilidad del equipo directivo del centro, y realmente constituye un patrimoniocultural para la ciudad y para la ciencia que no debera perderse.

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    Paleobotnica yBotnica histrica

    INTRODUCCIN

    LA VEGETACIN actual de Melilla es fruto de procesos evolutivos de millones de aos. A lo largode ese tiempo, las condiciones climticas y las actividades humanas desde la prehistoria has-ta los ltimos acontecimientos contemporneos, han influido en su composicin. Pretende-mos en este captulo describir brevemente los hitos ms importantes que han propiciado lasituacin de hoy. Para ello comenzamos con las convulsiones geolgicas que configuraron elmedio natural desde mucho antes que los homnidos hicieran su aparicin y empezaran aexplotar el medio. Algunos yacimientos arqueolgicos en el norte de frica delatan la presen-cia del hombre, Homo erectus, desde tiempos remotos.

    La llegada a nuestras tierras de importantes culturas comerciales, portadoras de avancescomo la escritura, el hierro y la cermica a torno, va acompaada de importantes testimoniosreflejados en textos antiguos, completados por las aportaciones de naturalistas y viajeros quepasaron por la regin hasta tiempos medievales.

    La presencia espaola en Melilla dispara las crnicas escritas que siguen informando dela naturaleza de la regin, ya con detalles ms precisos de la vegetacin. Mientras que en lasfases anteriores la evolucin natural haba sido la mxima responsable de los cambios en

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    hbitats y especies, posteriormente son las actividades humanas las que van modificando yacomodando la vegetacin a nuestras necesidades, influyendo de forma ms decisiva sobre lasituacin actual.

    PALEOBOTNICA Y PALEOCLIMA

    DESDE EL PUNTO de vista biogeogrfico la zona de Melilla se encuentra situada en la biorreginmediterrnea, con la que comparte caractersticas climticas. El relato geolgico que nospermitir comprender nuestra realidad actual debe comenzar en el Terciario, y ms concre-tamente al comienzo del periodo Mioceno (hace unos 22,5 millones de aos), al que pertene-cen las rocas ms antiguas del interior del territorio autnomo de la ciudad de Melilla. Esta-mos ante los efectos de la orogenia alpina y el territorio era entonces un mar del que sloemergan las partes altas de los anticlinales en forma de islas que pronto iran sufriendoprocesos erosivos. Desde el comienzo del Plioceno, har unos 5,5 millones de aos, la reginempieza a acusar un proceso de emersin considerable y un incremento fuerte de erosin,este ltimo responsable de la sedimentacin rpida de arenas, carbonatos y arcillas, que da-rn lugar a la serie sedimentaria que hoy podemos observar en el corte de nuestros acantila-dos en Aguad. Distensiones posteriores a los esfuerzos orognicos provocarn la salida demateriales incandescentes del manto terrestre en forma de erupciones volcnicas, aparecien-do el macizo del Gurug, las islas de Alborn y Chafarinas y la zona septentrional de caboTres Forcas. Como testimonio de este vulcanismo mediterrneo de fines del Terciario y co-mienzos del Pleistoceno cuaternario, encontramos el estrato de cineritas del corte de Aguad,tapado slo por los travertinos superficiales, y los cantos rodados de gran tamao de loscauces fluviales que provienen del Gurug.

    Al comienzo del Cuaternario, hace 1,5 millones de aos, el clima de la regin era tropical,clido y con fuertes precipitaciones. Se han encontrado fsiles de Elephas y Rhynoceros quepermiten asociar vegetacin de tipo tropical. El relieve formado anteriormente empieza aerosionarse y a dar lugar a la actual red hidrogrfica. Se producen las ltimas manifestacio-nes post-orognicas, que provocan el basculamiento de la regin hacia el levante, siendo este

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    PALEOBOTNICA Y BOTNICA HISTRICA

    hecho el responsable, entre otros factores, de la formacin de la barra de la Mar Chica, apoya-da en fracturas de direccin noroeste-sureste, o del mayor desarrollo de acantilados en lacara este de la pennsula de Tres Forcas. El proceso se ve acompaado de erupciones, msfluidas que las anteriores, en la periferia del Gurug, cuyas manifestaciones ms evidentesson el Atalayn o las elevaciones del Zoco el Had. Adems el citado basculamiento, con lasfracturas asociadas, tiene un efecto muy importante para la geografa de Melilla, pues deter-minar un cambio brusco de direccin del ro de Oro, viniendo a desembocar al mar en nues-tra ciudad.

    El Holoceno ha tenido el efecto de rellenar con depsitos aluviales la red hidrogrficarecin formada, formndose capas superficiales irregulares de granulometra diversa quenos hablan de un clima ms lluvioso que el actual pero igualmente de rgimen torrencial, ydepsitos marinos ms finos en el litoral, cuya manifestacin ms llamativa es la constitu-cin de la flecha que actualmente separa la Mar Chica del resto del Mediterrneo.

    Segn Salvo y volviendo un poco atrs, hace entre 15 y 10 millones de aos hubo uncambio de los polos magnticos terrestres, producindose un enfriamiento de nuestro climay una disminucin de las precipitaciones. Con ello, la vegetacin caracterstica del Terciario,la laurisilva, que estaba formada por bosques de rboles con grandes hojas lustrosas y cori-ceas, sufri un proceso de migracin hacia el sur y occidente, justo hacia donde hoy encontra-mos flora tropical, a la vez que la regin se vio invadida por otras plantas procedentes de laregin irano-turnica. Hay que recordar que en estos momentos no estaba abierto el estrechode Gibraltar y, por lo tanto, los cambios florsticos afectaban tanto al norte de frica como alsur peninsular. La crisis Messiniense de hace 6,5-5 millones de aos, provoc un rpido pro-ceso de desecacin en el Mediterrneo, apareciendo nuevos puentes de unin intercon-tinentales, hasta que definitivamente la apertura del estrecho hizo recobrar el nivel normalde las aguas.

    Actualmente pueden encontrarse restos relictuales de laurisilva en Canarias, donde lasaltas cumbres capturan las nubes manteniendo altos porcentajes de humedad casi todo elao con temperaturas relativamente elevadas, reproduciendo las condiciones ambientalesdel Terciario. Los cambios de distribucin en la laurisilva no debieron afectar demasiado a lazona de Melilla, porque su mantenimiento debi estar ligado a lugares que reciban directa-mente los vientos hmedos del Atlntico y sus lluvias durante gran parte del ao. A nosotros

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    esos vientos nos llegan desecados tras haber supe-rado importantes cadenas montaosas. Sin embar-go, la presencia en el cercano Gurug de 17 espe-cies de helechos, dos de ellas integrantes de la floramiocnica, segn Escmez, Asplenium hemionitisy Davalia canariensis, induce a la hiptesis de exis-tencia de reductos de laurisilva en el entorno prxi-mo a Melilla.

    Otro vestigio de origen terciario son los bosquesde Tetraclinis articulata o araar. Se sabe que for-maba parte de las especies arbreas de esos tiem-pos, aunque su actual distribucin en regiones declima semirido mediterrneo, hace pensar en unadistribucin en hbitats secos de poca altitud, enlas laderas orientadas al este de las montaas quereciban las afluencias atlnticas. Esta especieaguanta bien las sequas pero no las heladas, por loque los periodos fros de las glaciaciones cuater-narias le afectaron, sobreviviendo slo en cotasbajas, pero no desapareciendo totalmente de lasriberas del Mediterrneo. Entra en la Historia conel nombre de alerce africano, vindose sometido auna sistemtica tala en poca romana, cuando lamoda de fabricar mesas y otros objetos de una solapieza con la madera de sta y otras especies de r-boles, hara descender las poblaciones de formaimportante. Los romanos consideraban a los po-bladores del norte de frica como encantadores ysencillos porque no daban valor monetario a estosrboles y no los cortaban al tenerlos en alta estimapor su sombra.

    La regin del estrecho estaba poblada por bos-ques densos y exuberantes, restos de laurisilva de-

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    PALEOBOTNICA Y BOTNICA HISTRICA

    predada por elefantes y un clima hmedo y templado. En cambio, con la disminucin de laslluvias al desplazarnos por la costa hacia el levante, el araar competira mejor con las encinasy quejigos en un clima con presencia de estacin seca prolongada varios meses. Su madera,fcil de trabajar, tiene tambin la propiedad de ser bastante resistente a la putrefaccin, porlo que se utiliz con profusin para la construccin y arreglo de embarcaciones. La ciudadmedieval de Bades (Pen de Vlez de la Gomera) debi su mayor poca de esplendor graciasa los bosques de araar de sus alrededores eran la materia prima para los astilleros de la flotaberberisca. As, Juan Len el Africano seala siglos despus que los montaeses vivan deltransporte de madera para barcos en esa ciudad de Bades. Actualmente, el viajero que seacerca desde el Zoco el Ruadi transita por una rambla cuyas laderas siguen cubiertas por unbosque secundario de araar.

    En las guas botnicas aparece con el nombre vulgar de araar o sabina mora, que es comose lo designa en Cartagena, cuyos alrededores constituyen la nica localidad peninsular don-de existe de forma autctona. Hoy se designa en tamazigh y rabe como ar, que es como locita Charles de Foucauld cuando describe la gaba de Debd, siendo muy comn en losherbolarios medicinales de los zocos. Teniendo en cuenta que su distribucin actual se res-tringe a Cartagena, Mogreb (Marruecos, Argelia y Tnez) y Malta, la llegada de los rabes enel siglo VII procedentes de regiones donde no se tienen noticias de su existencia, hace pensaren que el trmino ar pas directamente al rabe y con ellos a la pennsula, llegndose pos-teriormente a araar. El uso de la madera por los romanos y en la industria naval, junto a laimportancia del puerto de Cartagena, puede hacernos pensar en que la presencia all de laespecie podra deberse a la ocupacin rabe, que lo utilizara igualmente en la construccinde barcos. Es conocido el efecto devastador que la creacin de grandes armadas, en distintosperodos histricos, ha tenido sobre el medio, con la desaparicin de bosques y la posteriorerosin del suelo y sus implicaciones climticas tendentes a la aridez. Un ejemplo significati-vo lo encontramos con la construccin de la Armada Invencible por Felipe II a expensas deamplias zonas de encinares de la comarca de Los Monegros, que tuvo una importancia deci-siva para que actualmente presente un aspecto desrtico.

    Tras las glaciaciones, el olivo silvestre o acebuche, coloniz todo el norte de frica. Aligual que en la pennsula de esta especie se obtena el oleastro, un aceite muy cido que eraperjudicial para el estmago. El actual olivo, procedente del Mediterrneo oriental, fue intro-ducido por los romanos, aunque no fue muy abundante en nuestra zona. El cultivo de la vids se increment para la fabricacin de vino, propiciada por la influencia comercial de los

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    fenicios. Algunas monedas, acuadas en cecas norteafricanas, muestran las siluetas de caba-llos, cuya ganadera fue intensificada en el norte de frica por Roma, adems de espigas,racimos de uvas y abejas, lo que atestigua la existencia de una agricultura basada en la vid ylos cereales y una incipiente ganadera. En lo referente a la miel, sigue fabricndose actual-mente de forma artesanal en el Gurug, aunque no como alimento sino para usos medicina-les.

    Los acebuchales ocuparon los mejores suelos, junto a los algarrobos y los lentiscos, yhasta hace dos mil o tres mil aos con las encinas, ocupando la mayor superficie forestal, con5 millones de hectreas. Desde el neoltico sufrieron las consecuencias del desarrollo de laagricultura y la ganadera. Hoy en da no existen encinares en el entorno melillense, lapluviometra inferior a 400 mm. y los pobres suelos no les son propicios. En cambio, ensuelos silceos se han conservado algunos reductos de alcornocales, que ganaron terreno traslas glaciaciones, por ejemplo en el macizo del Gurug, aunque no hay que descartar en estecaso la intervencin humana en su origen.

    El final de las glaciaciones no benefici, en cambio, a los pinares, que redujeron su super-ficie, debido especialmente a la competencia de otras especies mejor adaptadas. En el Rif seha encontrado polen fsil de pino de hace siete mil aos. Su presencia actual se debe funda-mentalmente a la accin de repoblacin del siglo pasado. Los pinos carrascos de Melilla pro-ceden de las repoblaciones forestales de nuestra administracin en el Protectorado Espaolde Marruecos, con fines protectores de los suelos de la meseta de Beni Chicar, y los pinos delas laderas del Gurug que dan a la Mar Chica fueron repoblaciones marroques tras la inde-pendencia. Por ello, el dominio actual del pino hay que considerarla obra humana.

    PRESENCIA HUMANA

    HASTA EL MOMENTO hemos narrado episodios y procesos de origen natural con influencia en ladistribucin y extincin de especies en el norte de frica, pero la especie humana ha idoaumentando paulatinamente su capacidad de impacto ambiental a travs de sus avances

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    tecnoculturales. Restos arqueolgicos locales y pinturas rupestres en yacimientos dispersosdel norte de frica nos permiten describir la presencia de fauna en el pasado y a travs de elladeducir las condiciones ecolgicas en que vivieron en concordancia con las formaciones ve-getales relacionables.

    Los primeros homnidos vivieron en el norte de frica durante las glaciaciones adaptn-dose a ellas, probablemente, de la misma forma que lo hicieron las aves del norte de Europa,con migraciones que explicaran el carcter nmada y seminmada que an conservan gru-pos humanos al norte del Shara. La especie humana producira sobre el medio natural unimpacto semejante al de otras especies animales, sufriendo en sus propias carnes la depreda-cin de los carnvoros y el descenso demogrfico en perodos fros, y depredando sobre her-bvoros, a la vez que consuma otros alimentos de naturaleza vegetal, fundamentalmentefrutos. La familia botnica de las Fagceas, la de las encinas y alcornoques, incluye en elgnero Quercus las especies productoras de bellotas. La denominacin del grupo nos lleva altrmino castellano de harina, por lo que hay que sospechar que las bellotas se machacabanpara producir pastas alimenticias como ocurra con los cereales. Esto queda apoyado por lasinteresadas citas romanas que asignaban estos procedimientos a los pueblos brbaros delnorte peninsular, concretamente a los astures, que eran personas que slo comen bellotas.

    Los grabados rupestres del Atlas, datados hace diez mil aos, y por tanto realizados traslas glaciaciones, muestran una mayor presencia de herbvoros respecto a carnvoros, aunquequizs no por corresponderse con una mayor abundancia en la naturaleza sino por constituiruna importante base alimenticia de los grupos humanos cazadores a los que pertenecan losartistas. De este periodo conocemos la existencia de felinos, elefantes, quidos, raros Oryx,gacelas y alguna hiena, adems de avestruces y lagartos, si bien la mayor parte de los graba-dos representan bovinos interpretables como productos de una ganadera primitiva. Slohace tres mil aos que aparecen especies domsticas en el norte de frica, como el perro y elcaballo.

    Los cambios climticos que se haban producido durante el Pleistoceno cesaron hace docemil aos. El clima sigui una tendencia al calentamiento, con oscilaciones y retrocesos queafectaron a los humanos. Sociedades de cazadores vieron las primeras estepas y medios abier-tos no boscosos como consecuencia de las glaciaciones, e incendios forestales de origen natu-

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    ral producidos por las tormentas. En esos medios abiertos se concentraban poblaciones deherbvoros, por lo que es posible que se quemaran bosques para abrir claros que facilitaran lacaza y disminuir las posibilidades de ser cazados por carnvoros. Los hallazgos de restos deavestruces en Cazaza e incluso en la misma Melilla, dan fe de esos medios esteparios abiertosen nuestro pasado. Ante la duda de una procedencia comercial de huevos de avestruz, hayque pensar en una presencia real de esta especie en las orillas del Mediterrneo hasta tiem-pos muy recientes, pues hay pruebas de que vivan bien entrado el siglo XIX en el desierto deAngad, muy cerca del ro Muluya.

    La relativa estabilizacin climtica con la entrada del Holoceno permiti, junto a otroselementos, la aparicin de la agricultura. La apertura de tierras de cultivo se realiz tambinmediante la quema de bosques, siendo esas tierras posteriormente abandonadas cuando per-dan productividad y ocupadas por el ganado, impidindose as la regeneracin del bosque.

    La entrada en la Historia y el contacto con otras civilizaciones mediterrneas ms avan-zadas (fenicios, griegos, romanos...) trae un efecto perverso para la relacin Hombre-Medio,el comercio, y con l la exportacin de recursos naturales. La tala de bosques para madera,los cultivos de cereales, vid y olivo, y la introduccin de rboles frutales, junto a la demandade pieles de animales, marfil, plumas de avestruz e incluso de animales vivos, como los leo-nes de berbera para los circos romanos, fueron recursos naturales que se explotaron con unaintensidad muy por encima de la economa de subsistencia que haba sido hasta entonces lahabi tual en las poblaciones autctonas. As, el impacto sobre el medio aumentsignificativamente en respuesta al comercio y a la colonizacin por parte de culturas exterio-res.

    Las descripciones histricas recogidas desde el siglo V a.C. hasta el final de la poca ro-mana, reflejan en el norte de frica los hbitats naturales de la siguiente manera: grandesbosques altos y espesos poblados de fieras y animales y ros abundantes. La mayor partede las referencias se centran en la regin del estrecho y en la costa atlntica. Debemos desta-car la descripcin de Estrabn, aunque hablara de odas, cuando dice: Por tanto, todosestn de acuerdo en decir que Maurosia es un pas rico, a excepcin de un desierto pocoimportante, y est bien provisto de ros y lagos. Es extremadamente rica en bosques degran altura y densidad. De aqu provienen las mesas de los romanos, de una sola pieza,gran tamao y de colores variados. Los ros, se dice, son abundantes en cocodrilos y otrasespecies de animales que viven en el Nilo.

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    La existencia de un desierto poco importante,hace aproximadamente dos milenios, en otras pa-l abras, de un lugar rido y tri ste cerca deMetagonium y de un gran ro es relevante, portratarse bien de la zona de Melilla o bien de la des-embocadura del Muluya, pues este ro es el msimportante de todo el norte de frica entre el es-trecho y la actual Argelia. En todo caso se est do-cumentando una disminucin de las zonas boscosashacia el levante, que van acompaadas de los des-censos pluviomtricos, desde Ceuta hasta el Muluya(menos de 300 mm en Chafarinas), en paralelo a loque ocurre en la costa peninsular entre Algeciras yel cabo de Gata. La explicacin climatolgica es sen-cilla y ya se ha manifestado en apartados anterio-res, el efecto foehn producido en el norte de fri-ca por las elevaciones del Atlas y la cadena rifea, yen el sur de Andaluca por los casi dos mil metrosde las sierras de Grazalema y Ronda, y los ms detres mil de sierra Nevada. Las mismas razones porlas que explicamos hoy estas bajadas de las lluviasdesde occidente a oriente en el litoral de Alborn,nos sirven para remontarnos a toda la etapaholocnica (1,8 millones de aos). De esta forma,los bosques dieron paso en nuestra regin a un pai-saje probablemente en mosaico, en el que los va-lles y llanos fueron objeto de transformaciones hu-manas, frente a laderas como las del Gurug yabruptos barrancos donde se debieron conservarmasas boscosas.

    La expansin del Islam por la Yezi ra alMogreb (la isla de occidente) slo fue el preludiode la invasin de la pennsula y la creacin de un

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    deslumbrante califato omeya en Al-Andalus. Haba que contar con una flota importante.Para ello los rabes forzaron a los bereberes norteafricanos, en tiempos del califa Abd-el-Malik, a la obligacin perpetua de suministrar a los astilleros cuanta madera fueran necesi-tando. Es lgico pensar que esta decisin incidiera en el declive de los bosques de araar costeros,ya intensamente explotados por los romanos.

    PRESENCIA ESPAOLA EN MELILLA

    A PARTIR DE LA PRESENCIA espaola, hace hoy ms de quinientos cinco aos, se van a producirincidencias que van a afectar claramente a la cobertura vegetal de Melilla y de sus alrededo-res. El antiguo fuerte de Santiago se construy en 1571 dominando la entrada principal alfrtil valle del ro de Oro, en palabras de Gabriel de Morales. Queda, por tanto, documenta-da la existencia de agricultura en esa fecha, si bien esto no es una novedad y ya hay quesuponerla desde milenios antes.

    Tres razones principales estn en la base del impacto ambiental sobre la vegetacin apartir de 1497: la recogida de lea como fuente de energa bsica para la poca, la estrategiade defensa con la bsqueda de espacios abiertos para el combate, y los sitios que sufri laciudad por parte del Sultn de Marruecos.

    En lo que respecta a la lea, se ha documentado la salida de la fortificacin de Melilla laVieja en su bsqueda, especialmente en momentos de penurias y falta de alimentos y agua.Por ejemplo, se cita la prdida de dos embarcaciones y treinta hombres el 19 de noviembre de1679 en una salida a cala Vias (en el cabo de Tres Forcas frente a los Farallones) para acapa-rar el preciado combustible.

    En cuanto a la estrategia militar defensiva que buscaba espacios abiertos alrededor de laciudad para prevenir emboscadas (palabra de la familia de bosque), era indispensable cortaro quemar la vegetacin arbustiva o arbrea, dejando la hierba de poca altura, que deba serimportante por la proximidad del ro de Oro. All pastaba el ganado que pasaba la nochedentro de las murallas, ms all de las huertas que se instalaron inicialmente en el segundorecinto defensivo.

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    PALEOBOTNICA Y BOTNICA HISTRICA

    En tercer lugar hemos citado la incidencia de los asedios. En el que tuvo lugar entre 1694y 1695 se relata que no dejaron de hacer fuego ni de da ni de noche. En el ms importante,que se inici el 9 de diciembre de 1774, las tropas del sultn Sidi Mohamed, formadas por msde 40.000 hombres, asediaron Melilla durante tres meses y medio. La poblacin de Melillajunto con la de los indgenas de las cbilas vecinas era de unos pocos miles, as es que en esetiempo la demanda de lea super con creces la capacidad de autorregeneracin. Existe unaleyenda que tiene valor indicativo de la vegetacin de la poca. Se dice que Sidi Mohamedacuda al Cerro Cnico (hoy conocido como Loma del Viento o del Morabo de la Palma Santa,junto a la actual frontera de Farhana), a comprobar los avances de su ejrcito en el asedio,refugiado bajo un palmito. Esta especie de palmera enana es un buen indicador del pisobioclimtico termomediterrneo, al que se adscribe actualmente la vegetacin de Melilla. Portanto, las condiciones ecolgicas deban ser muy semejantes a las de hoy, pudindose con-cluir que las posibilidades de regeneracin natural en un clima semirido como el nuestro,que slo permite la presencia de ciertas especies arbustivas y arbreas como algarrobo, araar,higuera y pino carrasco, seran mnimas.

    En cuanto a los alrededores de Melilla, la Descripcin General de frica de Juan Len elAfricano, fruto de sus viajes de comienzos del siglo XVI, nos proporciona algunos datos. Nues-tra regin era rica en hierro y miel, y en sus alrededores existan llanuras trigueras. En lasierra de Kebdana, en cambio, se cultivaba cebada, se haca miel y haba abundante ganado.La zona prxima del Garet era una regin spera y seca, parecida a los desiertos de Numidia,escaseaba la aceituna pero haba vid, aunque a diferencia de otros lugares rifeos no se hacavino con la uva. Mientras, en el desierto cercano de Angad (provincia de Oujda) existanantlopes, gacelas y avestruces. Y un poco ms lejos, en Argelia, en Tlemecn, abundaban losalgarrobos en los montes, mientras que en la costa en direccin oeste, en Bades, los montae-ses vivan del transporte de madera para barcos.

    Para completar o, quizs, confirmar las condiciones ecolgicas desde la presencia espa-ola, podemos acudir a la cartografa histrica, donde a veces queda representada de formaexplcita, aunque esquemtica, la vegetacin natural y las zonas de huertas. El libro de Bravosobre esta materia nos muestra en algunas de las lminas algo coincidente y repetitivo, laausencia de bosques en las proximidades de Melilla en los ltimos siglos, pues slo quedanreflejados ejemplares muy aislados de rboles, siempre sobre las laderas del Gurug o bienen colinas cercanas a la ciudad.

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    EL SIGLO XX.EXPANSIN URBANA Y HBITAS NATURALES

    LAS PRIMERAS edificaciones extramuros de carcter civil se empiezan a levantar a finales delsiglo XIX, comenzndose por el barrio Hebreo, sus alrededores y Ataque Seco (ste entre1893 y 1900). Hay que esperar al siglo XX para que Melilla empiece definitivamente el proce-so de urbanizacin que configura la ciudad actual.

    De estas fechas son las primeras fotografas de la ciudad. Por ejemplo, en 1890 aparece elgeneral Margallo con sus oficiales delante del castillo de Rostrogordo, mostrndonos que larepoblacin de pinares no se haba an realizado. Ni en esa ni en otras fotos de 1910 apareceningn rbol, vindose la meseta totalmente pelada con un suelo bastante ms pedregosoque el actual. En cambio vemos una vegetacin leosa de matorral bajo en el que deban estarpresentes, por comparacin con la actual de zonas cercanas, brezos, tomillos, micromerias yotras labiadas, que hoy en da an sobrevive en Rostrogordo aunque con un porte totalmenteachaparrado.

    Una constante en la historia de Melilla, desde tiempos antiguos, es la produccin artesanalde miel, que todava subsiste en las laderas del Gurug. La vegetacin que usan las abejassuele ser, mayoritariamente, de matorral bajo (tomillo, romero, jaras, brezos... son especiesque persisten en nuestro territorio), justo aquel que no es productivo como lea, por lo que

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    se ha podido conservar en lugares de orogra-fa accidentada y por lo tanto no utilizable enla agricultura y ganadera. Un ejemplo de estolo vemos en la fotografa del ro de Oro, don-de se aprecian las laderas situadas sobre elactual barrio del Tesorillo, todava por cons-truir pues la placa es de 1909. Se observanmanchones de matorral bajo donde posterior-mente se hicieron repoblaciones de eucalip-tos. La misma foto nos permite comprobar laausencia de vegetacin de galera (tarajes yadelfas) en las orillas del ro de Oro.

    En 1921 ya se ha construido el centro dela ciudad y casi todas las instalaciones milita-res al sur del ro de Oro, incluyendo los ba-rrios del Tesorillo y del Real, y en 1940 ya exis-te el de Cabrerizas, lugar hasta entonces dehuertas donde se estabulaba el ganado, y elbarrio de la Libertad, quedando prcticamenteconfigurada la trama urbana actual, excep-tuando la barriada de la Virgen de la Victoriade la dcada de los 50, y las ms recientes ur-banizaciones.

    Tras la independencia de Marruecos en1956, la poblacin melillense empieza a dis-minuir, as como la actividad econmica ge-nerada por el Protectorado. Esta circunstan-cia provoca una disminucin notable de laconstruccin que se extiende hasta los aos80, cuando consolidado el actual rgimendemocrtico, la poblacin y la actividad eco-nmica vuelve a despegar, llegndose al final

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    de la dcada a la aprobacin por el Parlamento Espaol de la primera Ley de Extranjera, queculmina con la normalizacin documental del colectivo musulmn que trae como consecuenciael auge poblacional y urbanstico que se mantiene hasta hoy en da.

    ABANDONO DE LAS EXPLOTACIONESAGRARIAS Y GANADERAS Y CAMBIOSEN LOS USOS DEL SUELO

    AL COMIENZO de la dcada de los 80, en 1982, el territorio melillense puede distribuirse en tresusos principales del suelo. Alrededor del 50% de la superficie est ocupada por terreno urba-no, y el resto, repartido casi en partes iguales, son fincas rsticas y terrenos forestales, yterrenos militares no urbanizados.

    El uso agrcola en esta fecha ya haba sufrido dos reveses importantes, por un lado la faltade agua para riego, lo que slo permite el cultivo de secano en muchas explotaciones, y ensegundo lugar la competencia de la agricultura marroqu e incluso peninsular, contra las quelos agricultores de la ciudad no pudieron luchar.

    En el censo agrario realizado por el Instituto Nacional de Estadstica en 1982 se incluyen121 explotaciones, aportndose datos de 115 de ellas. En total cubran una superficie de 273,4Ha. sobre las 1230 de la superficie total de Melilla. Las explotaciones, en su mayor parte(97,7%) eran gestionadas directamente por sus propietarios. Slo el 5,7% de las tierras seencuentran abandonadas en 1982, cultivndose en secano el 60,5% y en regado el 33,8%.Sin embargo y como consecuencia de la falta de agua de riego, slo el 9,9% de la superficieagraria era regada de forma permanente.

    Las especies de frutales de inters comercial en nuestros campos resultaba anecdtica,con ejemplares aislados para consumo familiar. De los rboles censados 5 especies suponenel 91% del total: 152 naranjos, 221 limoneros, 160 algarrobos, 301 higueras y 502 olivos. Setrata de rboles diseminados ms que de autnticos cultivos, si exceptuamos el olivar quecubra 19 Ha.

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    Los cultivos de herbceas suponan el 83,9% (sin contar las 48 Ha. que se dejaron ese aoen barbecho, prctica que era habitual). Los cereales suponan el cultivo bsico, con 81,4 Ha.de cebada, 8,3 de avena y 8 de maz, dndose la paradoja de que muchos aos la paja sepagaba ms cara que el grano. Salvo algunas hectreas dedicadas a forrajeras y alfalfa, lashortalizas completaban la superficie agraria con 44,3 Ha. de regado en huertas.

    La mayor parte de la ganadera se explotaba de forma estabulada en las fincas. La cabaamelillense en 1982 estaba formada por 692 bovinos (entre vacas y terneros), 1184 cerdos, 94caballos, 10 mulas, 27 asnos, 752 conejos y 11.321 gallinas, pollos y otras aves de corral. Encuanto al ganado que pastaba en terrenos baldos, incluyendo los acuerdos entre cabreros yagricultores para aprovechar los terrenos en barbecho, se censaron 297 cabras y 1.147 borre-gos.

    En el censo agrario de 1989 la superficie agraria aumenta a 295,04 Ha. En este censo nose recoge la superficie dedicada a terreno forestal, que s aparece en las Memorias de la C-mara de Comercio de Melilla, siendo de 35 Ha. hasta 1991 y pasando a las 40 Ha. actualesdesde ese ao.

    En cuanto a la productividad de la tierra, es muy variable en el secano dependiendo de lasprecipitaciones del ao agrcola. En 1989 slo se recoge grano, pero la variabilidad se observasi se compara 1987 (en el que se recogen 25 toneladas de grano y 50 de paja) con 1992, el demayor cosecha de la dcada, con 110 toneladas de grano y 150 de paja, casi cuatro veces ms,y todo ello referido mayoritariamente a la cebada. En cuanto al regado, la produccin dehortalizas alcanz las 150 toneladas y las 200 de forrajeras, en 1988.

    En la ganadera se observa en 1989 una clara cada de produccin. El vacuno se ha redu-cido a 200 cabezas, menos de una tercera parte de las existentes siete aos antes. El ovino y elcaprino descienden a la mitad, con 600 cabezas, el porcino cae a 500, menos de la mitad,aunque en este caso siempre fue muy variable de ao a ao debido a la peste porcina africanaque atac tradicionalmente a esta especie en Melilla. La produccin de conejos ya ha desapa-recido y las aves de corral haban descendido a 9.500 picos.

    La dcada de los 90 nos trajo uno de los mayores aumentos de la construccin, referidatanto a infraestructuras como a viviendas, y con ello una disminucin drstica del terrenoagrcola, que se ve reducido en ocho aos, aproximadamente, al 18%. As en 1997 slo cont-

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    bamos con 50 Ha. de secano, 2 de regado y las 40 de terrenoforestal. La produccin deja de recogerse en cifras, en parte porreferirse a huertas de autoconsumo. La ganadera sufre el mis-mo proceso de desintegracin, desapareciendo el vacuno, ca-bras y borregos no superan las 200 cabezas, quedan 50 cerdos y500 aves. La produccin de leche ha cesado, pues, en 1997 fren-te a los 100.000 litros que se produjeron en 1989. Los huevoshan pasado de 800.000 a 125.000 en ese mismo periodo de tiem-po.

    Resumiendo, el uso de suelos agrcolas se ha reducido enlos ltimos catorce aos en ms del 80%, con una prdida de238 Ha. que han pasado a incorporarse al suelo urbano o indus-trial, pues el tirn de la construccin ha creado una industriaauxiliar de ridos y depsitos de materiales que se ha multipli-cado por toda la orla periurbana, ocupando los antiguos terre-nos agrcolas abandonados. Se ha perdido, pues, el recurso na-tural de los suelos y con l la posibilidad de colonizacin porvegetacin silvestre, en un 19,3% de la superficie total de la ciu-dad.

    Respecto a la ganadera, la dcada de los 90 comenz conimportantes problemas sanitarios derivados de la fiebre aftosa,provocando como consecuencia de la alarma sanitaria una re-duccin fuerte de las importaciones de Marruecos. La situacindel ganado ovino, actualmente debe explicarse por la peculiarcomposicin multicultural de la poblacin de Melilla, con prc-ticamente un 50% de musulmanes que, en la tradicional fiestadel borrego o Pascua Grande, mata un animal como manda lacostumbre religiosa. La importacin de ganado ovino peninsu-lar, por los problemas sanitarios mencionados y la desconfian-za de la comunidad islmica ante la posibilidad de una alimen-tacin de esos animales basada en piensos que cuentan en sucomposicin con harinas animales procedentes del cerdo, pro-

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    voc una presin social hacia la vuelta a la importaciones marroques. Finalmente la Delega-cin del Gobierno, en 2002, accedi a la peticin y entraron en Melilla 3.000 animales proce-dentes del vecino reino. Algunas semanas despus de la fiesta de ese ao censamos el ganadoque pastaba habitualmente en la periferia de la ciudad, desde el barrio Chino a Aguad, con-tndose unas 1.100 cabezas, casi todas de borregos y algunas cabras, repartidas por olivares,suelos agrcolas abandonados, pinares, terrenos militares e, incluso, en jardines pblicos ysolares urbanos. Pero, sobre todo, ramoneando a sus anchas por el terreno natural para elque la Ciudad Autnoma ha solicitado la denominacin de L.I.C. (Lugares de Inters Comu-nitario) a la Comunidad Europea. Todo ello a pesar de la inexistencia oficial en Melilla deexplotaciones ganaderas con licencia de apertura y permisos para el pastoreo del campo.

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    MELILLA, reducida en sus dimensiones territoriales, es diversa e irregular. Y no slo en losaspectos sociolgicos, antropolgicos o econmicos que la hacen diferente de los mundosque la rodean, tambin lo es si pensamos en ella como ecosistema urbano dinmico o siabordamos su conocimiento desde el punto de vista natural. En una parcela de este ltimoaspecto, el estudio de la vegetacin silvestre, se refleja bien esa diversidad, condicionada porunos factores abiticos en los que ni el mismo clima puede actuar, muchas veces y de formaprecisa, como elemento unificador. Ni el origen, la composicin qumica, grado de humedad,pendiente o textura de los suelos, ni la tectnica o el modelado geomorfolgico, ni ndicescomo los de insolacin o evapotranspiracin, y ni siquiera los grados de influencia antrpicase nos muestran uniformes en una geografa tan limitada como rica y variada. Y la vegetacinno es ms que su reflejo.

    De cualquier forma y en base a su bioclimatologa, nuestra rea de estudio quedara in-cluida, siguiendo a Rivas-Martnez, en el horizonte inferior del piso termomediterrneo, de-finido por la altitud, los valores trmicos anuales (ndice de termicidad) y por la vegetacincaracterstica asociada. Esta vegetacin no es otra que la representada por las formaciones degarrigas, maquis y bosques esclerfilos y termfilos, de las que en Melilla encontramos res-tos en las zonas naturales menos degradadas. Dentro de estas formaciones, la fitosociologaaborda el estudio de las comunidades vegetales que la componen, en funcin de sus especiesy de las interrelaciones que stas establecen con su medio abitico, agrupndolas, segn un

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    sistema taxonmico estricto, en clases, rdenes, alianzas y asociaciones. Esta ltima consti-tuye la unidad fundamental, aunque nosotros atendamos a veces a taxones superiores paraestablecer paralelismos y afinidades de nuestra vegetacin. Cada asociacin recoge un con-junto de especies caractersticas o definitorias, junto a otras acompaantes que la diferen-cian de otras asociaciones prximas.

    Pero para comprender la flora y la vegetacin de una determinada zona no debemos con-formarnos con una visin esttica y actual de sus caractersticas, hay que profundizar en labsqueda de sus orgenes y analizar las causas de los cambios espaciales y temporales. As sedenomina vegetacin primitiva a aquella en equilibrio con el medio que no hubiera sufridosignificativamente la influencia del hombre; en las regiones mediterrneas la superficie ocu-pada por los primitivos encinares o alcornocales resulta cada vez ms limitada; y en nuestrazona de cabo Tres Forcas, donde para nosotros la vegetacin primitiva la constituiramayoritariamente el bosque de araares, con sabina negral y encina, como indica Charco, seest viendo paulatinamente acosada por las repoblaciones de pino carrasco y otras interven-ciones humanas. De esa vegetacin primitiva slo vamos a encontrar, en nuestra rea deestudio, grupos relcticos, pues se ha visto sustituida por fases progresivas de degradacinque constituyen la vegetacin actual.

    Algunas de las asociaciones vegetales que, en un grado mayor o menor de depauperacin,se encuentran representadas en el territorio de la Ciudad Autnoma de Melilla, y que iremosrevisando al comentar detenidamente los biotopos o estaciones que nos han servido de basepara nuestro trabajo, pertenecen a la Clase Quercetea ilicis y dentro de ella a 2 de sus rdenesPistacio lentisci-Rhamnetalia alaterni y Quercetalia ilicis, con amplia predominancia delprimero sobre el segundo. A sta acompaan elementos de Rosmarinetea officinalis, aun-que sin la especie definitoria, el romero. Tambin, aunque espacialmente limitadas a caucesde ros o al litoral, encontramos otras asociaciones incluidas en las clases Lemnetea, Nerio-Tamaricetea, Juncetea maritimi, Cakiletea maritimi, Lygeo-Stipetea, Pegano-Salsoletea,Arthrocnemetea y Chritmo-Limonietea.

    La Unin Europea ha editado en octubre de 1999, a travs de la Comisin Europea deDesarrollo y dentro del programa Natura 2000, su Interpretation manual of EuropeanUnion habitats , donde se recogen en su anexo I casi 200 hbitats a proteger en el territorio

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    comunitario. De ellos al menos once, dos marinos (Arrecifes; Cuevas submarinas), se en-cuentran representados con mayor o menor calidad en el territorio de Melilla.

    9570 Bosques de Tetraclinis articulata1240 Vegetacin de acantilados marinos mediterrneos

    con endemismos Limonium spp.1430 Matorrales halonitrfilos (Pegano-Salsoletea)9320 Bosques de Olea y Ceratonia5330 Matorrales termomediterrneos y predesrticos5220 Matorral arborescente con Zyziphus1210 Vegetacin anual de litoral detrtico (Cakiletea maritimae)1410 Pastizales salinos mediterrneos (Juncetalia maritimi)92D0 Galeras ribereas termomediterrneas (Nerio-Tamaricetea)

    La mayor parte de estos hbitats y, sobre todo, los mejor conservados, los vamos a encon-trar en las dos zonas para las que la Ciudad Autnoma ha solicitado a la Unin Europea, ladeclaracin de L.I.C. (Lugares de Inters Comunitario): los acantilados de Aguad y el ba-rranco del ro Nano. Sobre el estado en que se encuentran actualmente estos hbitats, laspeculiaridades concretas con que se presentan en nuestra rea de estudio, las asociacionesvegetales que acogen, y la adecuacin a la propuesta europea, tratamos en los siguientesapartados.

    LOS ACANTILADOS DE ROSTROGORDO Y AGUAD

    LA CIUDAD VIEJA de Melilla delimita dos zonas claramente definidas en nuestro litoral. Haciael norte nos encontramos con una costa acantilada, que en su parte urbana presenta clarossignos de degradacin, especialmente en las cercanas de la incineradora de residuos slidos,pero que en la porcin septentrional, lindante con la lnea fronteriza con Marruecos, encon-tramos con unas caractersticas que hacen de ella uno de los ms bellos acantilados del Medi-terrneo espaol. Hablamos de un trozo de costa de alrededor de 1 km de extensin, el que va

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    desde la playa de Horcas Coloradas, cerca del final de la carretera de acceso al mar, hasta elmismo punto fronterizo situado bajo el barranco colgado del Quemadero.

    Varias son las razones por las que estos acantilados han escapado en buena medida a laaccin empobrecedora del hombre, pero las podemos resumir en la inaccesibilidad que pre-sentan muchas de sus facies naturales. De hecho, antes de la construccin de la carretera,nico acceso a la lnea de costa, hace algo ms de tres dcadas, la bajada natural no se hacapor esta zona demasiado abrupta sino algo ms hacia el norte, en la denominada PlanchaColorada, de ah que no fueran estaciones habituales de muestreo para los botnicos de laprimera mitad del siglo XX y que para ellos pasaran desapercibidos lugares muy interesan-tes. Del mismo modo, ha influido positivamente en su conservacin el cerramiento, por pro-blemas de inmigracin, al trnsito de personas del camino que partiendo de la Punta deRostrogordo recorre a cierta altura sobre el mar los acantilados de Aguad hasta la frontera.

    Geolgicamente estamos ante una serie sedimentaria, en su mayor parte marina, queabarca buena parte del mioceno, todo el plioceno y los ltimos procesos cuaternarios, repre-sentados litolgicamente por una base molsica que slo aparece en la Punta de Rostrogordoy que es la responsable por su resistencia de que sta se adentre en el mar con su formaredondeada, un estrato de gran potencia de aspern (calcarenita), calizas, arcillas rojas,cineritas (coetneas con el macizo volcnico del Gurug) y una costra travertnica cuaternariade 3 4 metros de espesor. La disposicin de estos estratos, casi siempre horizontales, losmovimientos isostticos de elevacin que han provocado un basculamiento de la red fluvialhacia el suroeste, y los fuertes embates del mar de levante, han modelado un acantilado casivertical de unos 100 metros de cada, que se resuelve en su parte superior en la explanada deRostrogordo (parte de la meseta de Beni Chicar), de donde parten los arroyos que de formaabarrancada caen al valle del ro de Oro. Los suelos de los acantilados, evidentemente, sonpobres, secos y pedregosos, aflorando la roca viva en la mayor parte de ellos y concentrndo-se la vegetacin en plataformas subhorizontales y hondonadas.

    Si seguimos la lnea de costa descubrimos que, si bien la orientacin general es hacia eleste, su sinuosidad permite la presencia de diversos biotopos ms o menos expuestos a lainsolacin; as, por ejemplo, la costa sur de la Punta de Rostrogordo recibe los rayos solaresdurante gran parte del da, mientras que en la curva que forma la base de su costado norte,

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    donde adems se producen aportes sublveos de agua dulce, se produce una interesante zonade umbra hmeda. Adems encontramos, dentro de la verticalidad, lugares de plataformasdonde la pendiente se atena y se concentra algo de suelo, oquedades hmedas provocadaspor fenmenos crsticos, y barrancos empinados por donde chorrea el agua de lluvia. Y, porltimo, la altitud sobre el mar, con aportes salinos decrecientes. Todo ello va a dar lugar auna diversidad bien observable de su vegetacin, que en la cornisa superior enlaza con eltpico matorral de la meseta.

    En la misma Punta de Rostrogordo, donde la influencia marina produce un supralitoralde hasta 6 7 metros de altura con ausencia total de vegetacin terrestre, encontramos, en lafranja inmediatamente superior y en todo su esplendor, la clase Chritmo-Limonietea, (Hbitat1240 del Anexo I de la Directiva 92/43/CEE), que coloniza de forma ya desigual toda nuestracosta rocosa, hasta la misma Ciudad Vieja, con recubrimientos bajos. Junto a las dos especiesque definen la comunidad vegetal, Chritmum maritimum (hinojo marino) y Limoniumovalifolium (saladina), reseamos como especies asociadas o acompaantes ms represen-tativas y constantes en los acantilados de Melilla: Spergularia media, Asteriscus maritimus,Frankenia corymbosa, Hyparrhenia hirta, Lygeum spartum, Lotus creticus, Halogetonsativus, Daucus carota, Plantago coronopus, Inula crithmoides, Suaeda vera, Suaedasplendens, Reichardia tingitana y Salsola kali. De la comunidad vegetal propuesta por laDirectiva Hbitats de la CEE, se echan en falta especies como Silene sedoides, Plantagosubulata o Armeria spp., ninguna de ellas citadas con anterioridad en el litoral rifeo. Enlugares ms degradados de los acantilados, como los alrededores de la incineradora o la zonade la Alcazaba, otras especies pasan a ser domi nantes: Arthr ocnem um glaucum,Mesembryanthemum crystalinum, M. nodiflorum, Aizoon hispanicum.

    Tambin de la parte ms baja de los acantilados de la Punta de Rostrogordo e igualmenteaprovechando el terreno subhorizontal que la erosin diferencial entre las duras molasas y elblando aspern ha propiciado, encontramos lugares de suelos ms arenosos orientados alsur, menos expuestos al oleaje y que constituyen el punto de llegada de incipientes torrentesque bajan en picado desde las alturas. Aqu se instala un intrincado matorral con alto recu-brimiento que llega a superar el metro de altura. Estamos ante la clase Pegano-Salsoletea(Hbitat 1430 del Anexo I de la Directiva 92/43/CEE), peor representada que la anterior, conla que queda solapada en determinadas zonas y con la que comparte especies en nuestro

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    biotopo. Destacan por su importancia fisionmica Peganum harmala, Salsola oppositifolia,Atriplex halimus, Lycium intricatum, Atriplex glauca, Ononis spinosa, Rubia peregrina,Daucus carota, Sporobolus pungens, Asteriscus maritimus, Fagonia cretica, Nicotiana glau-ca, Pancracium maritimum y Phagnalum rupestre. De la comunidad propuesta por la CEEfaltan Artemisia herba-alba (citada por Sennen y Mauricio en Beni Chicar), Capparis ovata(Zaio es la localidad ms prxima en las citas de S. y M.), Salsola vermiculata (citada porFont-Quer en Ain Zora, a ms de 100 km), S. genistoides, Suaeda pruinosa (por S. y M. enNador), Camphorosma monspeliaca y Haloxylum articulatum.

    Los acantilados de Aguad deben su nombre a la salida de aguas dulces que se produce enlos niveles medios y bajos de sus 100 metros de pared casi vertical. Esto mantiene una hume-dad constante que se refuerza, en la parte ms cercana a Rostrogordo, con su orientacinnoreste que le proporciona sombra desde horas tempranas de la maana. A ello debemosaadir la incidencia negativa de los aportes orgnicos del cuartel situado en el borde superiordel acantilado, pero que afectan a una parcela limitada de la pared. Distinguimos cerca de lalnea de costa, un rea pequea de terreno casi plano, con algunos componentes del ordenJuncetalia maritimi: Juncus maritimus, J. acutus, Aeluropus littoralis y Carex divisa. Enlas proximidades o en cotas ms altas tambin algo hmedas, se produce una mezcla abiga-rrada de especies, que llegan en determinados puntos de plataformas a recubrir por comple-to el sustrato, y cuyo denominador comn es la adaptacin al difcil medio; entre ellas desta-camos: Chamaerops humilis, Olea europaea v. sylvestris, Nerium oleander, Daphne gnidium,Smilax aspera, Pinus halepensis, Phoenyx canariensis, Ficus carica, Suaeda vera, S.splendens, Inula crithmoides, Rubia peregrina, Limonium ovalifolium, entre otras menossignificativas.

    Ascendiendo en los acantilados se van produciendo sustituciones, sobre todo de especieshalfilas por otras menos resistentes, muchas de las cuales van a constituir la vegetacinmayoritaria de la meseta superior. En esta situacin, aunque en diferentes grados de abun-dancia, iluminacin y altitud sobre el mar, encontramos: Tetraclinis articulata, Micromeriainodora, Stipa capensis, Viola arborescens, Lycium intricatum, Sparagus horridus, Gladiolusilyricus, Sedum sediforme, S. brevifolium, Fagonia cretica, Allium nigrum, Trifoliumangustifolium, Nicotiana glauca, Launea arborescens, Pseudorlaya pumilla o Anthericumbaeticum. Dos zonas escapan de forma clara al mosaico de especies anterior, correspondin-

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    dose grosso modo con las dos laderas de la Punta de Rostrogordo, una orientada al norte yla otra al sur, en sus altitudes intermedias correspondientes al potente estrato calcarentico(aspern). En ellas domina, respectivamente, Ononis spinosa y Lygeum spartum. En el pri-mer caso encontramos un matorral de casi 1 metro de altura, con un recubrimiento alto, yuna cierta diversidad proporcionada por algunas de las especies comentadas anteriormente.En el segundo, sobre un terreno pedregoso y seco, el esparto se dispone en unidades biendistanciadas, sin prcticamente acompaamiento.

    LA COSTA ARENOSA

    CON UNA LONGITUD aproximada de 2 km, hoy en da ocupa un arco ininterumpido que va desdeel Puerto Deportivo Noray hasta el Dique Sur, presentando un nivel de urbanizacin casitotal y una influencia humana acusada. Aunque la CEE recoge este hbitat en el Anexo I de laDirectiva 92/43 (1210) como susceptible de proteccin, su presencia en Melilla es residual,producto del avance de la ciudad en direccin sur durante gran parte del siglo XX. Sin embar-go, muchas de las especies de la comunidad vegetal representativa de arenales, agrupada enla clase Cakiletea maritimae, luchan ao tras ao por colonizar sus antiguos dominios alldonde encuentran una posibilidad, como en los resquicios de suelo acumulado en los diques,determinados lugares de las playas de la Hpica y San Lorenzo, la primera porcin del caucedel ro de Oro e, incluso, alcorques y jardines del propio Paseo Martimo.

    Cakile maritima domina la comunidad de arenales, sobre todo en el Dique Sur y la playade la Hpica, extendindose tambin entre las casetas del Paseo Martimo. Junto a ella, deforma ms espordica, otras especies de la clase: Salsola kali, Atriplex spp., Polygonummaritimum y Eryngium maritimum, junto a acompaantes como Arthocteca calendula,Xanthium spinosum, Hyparrhenia hirta, Lotus creticus, Cynodon dactylon, Centaureacalcitrapa, Hordeum murinum, Sonchus tenerrimus, Emex spinosa, y otras especiesubiquistas. Faltan algunas de las recogidas en la propuesta de la CEE, como Euphorbia peplis,Mertensia maritima, Elymus repens y Potentilla anserina, ninguna de ellas citada con ante-rioridad para la regin, y Glaucium flavum, Euphorbia paralias y Matthiola spp., presentesen lugares o localidades prximas.

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    LA MESETA Y BARRANCOS CALCREOS DEL NORTE

    LA MESETA de Beni Chicar ocupa gran parte de la mitad sur de la pennsula de Tres Forcas,movindose entre altitudes que oscilan, de forma aproximada, entre los 80 y los 300 metros.Avanzando hacia el norte, a partir de la poblacin de Taurirt cambia la geologa de la regin,pasndose a terrenos metamrficos mucho ms irregulares. La altiplanicie se resuelve a am-bos lados del cabo con cadas abruptas hacia la costa, mucho ms verticales en su cara orien-tal. La explanada de Rostrogordo no es ms que la parte melillense de dicha meseta, que aqutiene como cota mxima unos 137 m, junto a la antigua frontera de la carretera a Tres Forcas.Desplazndonos hacia el sur, a la vez que nos introducimos en el casco urbano, notamos elbasculamiento del terreno que se abre en los empinados barrancos que terminan en la orillaizquierda del ro de Oro. stos corresponden de oeste a este a las arroyos del Nano, caada dela Muerte, Cabrerizas, Tiro Nacional, Horcas Coloradas y caada del Carmen, de los que slolos primeros conservan su cauce hasta la desembocadura natural; los dems se pierden entrelas calles de las barriadas homnimas.

    Toda la meseta se encuentra cubierta por el ltimo estrato sedimentario de la serie queobservamos verticalmente en los acantilados, la costra travertnica de origen qumico tpicade climas mediterrneos semiridos, donde existe una estacin seca con predominio de laevapotranspiracin sobre las precipitaciones que produce depsitos continuados de carbo-nato clcico en la superficie del sustrato. Esta capa de no ms de 3 4 metros de espesor laencontramos en superficie en forma discontinua, debido a procesos de meteorizacin quedan lugar a la caracterstica terra rossa mediterrnea o a pedregales blanquecinos ricos encal. En las vertientes erosionadas de los barrancos vuelven a aparecer los estratos inferioresde basalto, caliza y aspern. Los suelos, pues, son pobres, pedregosos y secos la mayor partedel ao, con algunas zonas de rendsinas y otras, deprimidas, donde pueden acumularse sedi-mentos arcillosos. En algunos puntos de los arroyos, sobre todo del Nano, en las cotas bajasya prximas al valle del ro de Oro, se presentan fluvisoles con materiales intercaladosheterogneos en granulometra.

    Esta unidad geogrfica incluye zonas muy degradadas por la accin humana, como lospinares y la explanada de Rostrogordo, pero a la vez lugares donde se ha conservado un

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    matorral mediterrneo que deberamos esforzarnos en proteger. Para estudiar su vegetacinsepararemos dos biotopos que presentan ciertas diferencias cualitativas. Por un lado la fran-ja ms prxima al talud del acantilado, con mayores influencias marinas, donde elegimoscomo representativo el pequeo barranco del Quemadero de unos 200 metros de longitud, elnico que desde la meseta ha conseguido excavar su cauce en direccin al mar, quedand