La ficción como significación imaginaria instituida para cubrir el horror al vacío
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Universidad Nacional de Mar del Plata. Facultad de Humanidades Carrera: Lic. en Filosofía
Director: Mg. Marcelo LoboscoCo-director: Dr. Andrés Crelier
Tesina de Licenciatura:
Vacío y ficción: La ficción como significación imaginaria instituida para cubrir el horror al vacío
Alumno: Federico Emmanuel Mana
Fiction is truth's older sister.Rudyard Kipling
La conscience a horreur du vide.Paul Valéry
Fabulae poetae a fando nominaverunt quia non sunt res factae sed tantum loquendo fictae.Umberto Eco
A mi madre, mi hermana y a todas aquellas personas que me enseñaron que a veces hay
que amar más el proceso que el resultado final.
Agradecimientos:
A mi familia por su constante apoyo a lo largo de toda mi carrera.
A mis amigos Román, “Beto” y Emiliano por las horas de interminables discusiones sobre
Castoriadis.
Al Magíster Marcelo Lobosco, por abrirme las puertas a muchos de los conceptos que
permitieron esta tesis y por acceder a dirigirla.
Al profesor Andrés Crelier, por sus pacientes lecturas y correcciones.
A la Sra. Mercedes Allende de la Biblioteca Central por facilitarme “La Teoría de las
Ficciones”.
A todas aquellas personas que me escucharon y discutieron conmigo sobre los temas de
este trabajo.
A Dios y a la vida, por darme la oportunidad de reflexionar sobre el vacío y las ficciones.
Índice:
Introducción general. Pág. 6
Capítulo 1: Breve arqueología de la ficción y del vacío. Pág. 12
1.1 Las ficciones desde el mito, la alegoría y la literatura. Pág. 14
1.2: El vacío y sus orígenes físicos. Pág. 20
1.3: El vacío y la matemática. Pág. 23
Capítulo 2: Lo que entendemos por verdad y realidad. Pág. 27
2.1: La realidad como multiplicidad según Castoriadis Pág. 28
2.2: La verdad epocal al entender de Badiou Pág. 37
Capítulo 3: Castoriadis: las significaciones imaginarias. Pág. 40
3.1: El imaginario social y radical. Pág. 41
3.2: La creación ex nihilo. Pág. 45
3.3: La institución como método social. Pág. 49
Capítulo 4: Las ficciones sociales. Pág. 53
4.1: Las ficciones y las prácticas sociales. Pág. 54
4.2 Las ficciones y los discursos sociales. Pág. 59
Capítulo 5: El horror social al vacío. Pág. 64
5.1: La ruptura de significaciones. Pág. 65
5.2: La impresentabilidad del vacío según Badiou. Pág. 70
5.3: Castoriadis: ser es significar. Pág. 75
Capítulo 6: El vacío y las ficciones sociales. Pág. 83
6.1: Los discursos y el encubrimiento del vacío. Pág. 84
6.2: La aparición de las ficciones. Pág. 89
Conclusión: Pág. 93
Bibliografía. Pág. 97
Introducción general
Al momento de llevar adelante un trabajo de investigación filosófica han de surgir
al menos dos caminos conducentes que, cabe aclarar, no representan necesariamente dos
caminos paralelos: por un lado la investigación alrededor de uno o más pensadores; por el
otro la indagación problemática a través de categorías filosóficas a partir de las cuales se
puede dar cuenta de determinados problemas. Ante esta disyunción que se nos presenta, es
que optamos por la segunda vía, pretendiendo desarrollar una investigación que tenga
como ejes principales conceptos disciplinares sobre los cuales habrán de sustanciarse los
problemas principales que devendrán en la hipótesis a presentar.
Cabe la aclaración de que tales caminos no son paralelos ya que podemos encontrar
muchos puntos de conexión. En nuestro caso para abordar el problema en sí mismo
recurriremos a análisis propios y también a algunas categorías que emergen del acervo
histórico filosófico, sólo que no colocaremos como ejes centrales a los pensadores en sí
mismos.
Ahora bien, un escollo que puede surgir es aquel que está relacionado con el corte
teórico que se le dará a esta selección de ciertos autores en detrimento de muchos otros que
han tratado también los temas que aquí nos interesan. Principalmente debemos decir que la
selección que hemos realizado tiene que ver con la claridad conceptual de los pensadores
escogidos y, sobre todo, con la ductilidad de los mismos para poder relacionar entre si
todos los conceptos, de manera tal que se puedan sintetizar y producir nuevas categorías.
Por cierto es atinente aclarar que, al tratarse esta tesis de un análisis sobre la
dinámica social, la forma mediante la cual intentaremos explicar la misma tiene carácter
más bien pedagógico que exhaustivo. ¿Esto qué quiere decir? Que consideramos que la
dinámica social no responde a un modelo lineal tal cual aquí se lo presenta (primero un
evento, luego el resultado de este y posteriormente una respuesta social) sino que estos
elementos constituyentes se presentan en un movimiento continuo el cual se nos vuelve
imposible de explicitar fielmente. No obstante esta presentación que aquí realizaremos
puede aproximarse con seriedad al fenómeno abordado.
Retomando pues, las categorías centrales que esta tesis pretenderá abordar serán las
de “vacío” y “ficción”, encontrando en la interrelación de estas, la emergencia de una
hipótesis de trabajo que nos permitirá desandar diversos caminos de la historia de la
filosofía.
Es por esto que, poniendo el foco de nuestra investigación en la relación entre
conceptos, arribaremos a ciertos autores que nos dotarán de teoría para empezar nuestro
análisis e incorporando a éste dentro de un discurso filosófico que podemos retrotraer hasta
la época de la Grecia antigua, siendo Alain Badiou, Enrique Marí y Cornelius Castoriadis,
los tres autores principales a los cuales recurriremos en busca de conceptos que eluciden
nuestras ideas.
En tal sentido, si de explicitar presupuestos se trata, hemos de decir que para
acceder al problema principal de este trabajo partiremos del hecho de que las sociedades
poseen discursos en los cuales se ven enraizados elementos ficcionales. Este fenómeno ha
sido tematizado ya en la historia de la filosofía por autores como Nietzsche, Foucault,
Baudrillard, entro otros, pero hemos decidido llevar a cabo un corte teórico en donde
pondremos en interacción las definiciones al respecto de “ficción” de Marí por su visión
global al respecto (ya que se incluyen los análisis sobre la literatura, la filosofía y el
derecho en una misma obra), el sentido de “discurso” en Ricouer, por su rigurosidad y a la
vez sintetización y, las categorías de legein y teukhein remitiéndonos a Castoriadis ya que
encontramos en ellas la posibilidad de abordar los procesos de institución social y la
creación de relatos sociales.
De esta manera junto con Badiou podremos abordar el concepto de “vacío” desde el
punto de vista de una ontología matematizante que busca tratar la multiplicidad del ser, al
decir de Aristóteles, desde la matemática de Cantor y su teoría de los conjuntos. A su vez,
Marí nos conducirá por el camino teórico del concepto “ficción”, entendiendo a este como
aquella estructura que plantea el como sí, esto es, aquello que pretende ser una cosa que no
lo es, siendo un emergente del campo literario pero que puede encontrarse también
tematizado en la filosofía y en el derecho, punto de partida desde el cual podremos afirmar
la extrapolación hacia el campo de lo social.
Por su parte, Castoriadis nos otorgará las categorías que serán capaces de
amalgamar los conceptos de “ficción” y “vacío” desde una antropología social que postula
a “imaginación” e “imaginario” como elementos centrales en el ser de los sujetos sociales,
constituyendo la base teórica sobre donde podremos relacionar los ejes temáticos
principales.
A su vez, cabe mencionar que las ficciones han sido también abordadas desde la
filosofía, ya sea analítica (el valor veritativo de los enunciados ficcionales con Russel y
Frege), estética (la lectura de Marí sobre Proust y Zolá) y del derecho (con Jeremy
Bentham o Hans Kelsen como analistas de esta categoría y sus implicancias en el campo
jurídico).
De tal forma, centrándonos en el concepto de “ficción”, al momento de detenernos
en la historicidad de esta terminología deberemos recorrer tres estadios que nos conducirán
hacia el objetivo que se persigue, a saber: por un lado el estadio artístico-literario de las
ficciones (estadio que se puede analizar desde el texto mencionado de Marí, a partir del
análisis de la obra de Marcel Proust);
Por otro lado el estadio filosófico, aquel en el cual se ponen en duda ciertos
postulados positivistas que afirman que la ficción sería un antónimo del concepto de
verdad. El resultado de esta interpelación a estos supuestos puede servirnos de gran ayuda,
ya que de ser cierto el hecho de que ficción y verdad no se encuentran necesariamente
separados, podríamos explicar con mayor acierto cómo es que las ficciones se enraízan en
los discursos cotidianos.
Por último investigaremos el estadio “social” de las ficciones, es decir, el análisis
de aquellas ficciones que se han enraizado en las prácticas sociales, es decir, en su
imaginario, su lenguaje, su cúmulo de significaciones. En este punto se hará hincapié sobre
cómo un discurso puede generar una práctica.
Así pues, el problema central de este trabajo surge de la pregunta por el origen de
este enraizamiento, es decir, ¿por qué dentro de los discursos sociales podemos encontrar
elementos ficcionales?
Ahora bien, hemos decidido no tomar como respuesta única a este problema
aquella que tenga que ver sólo con relaciones de poder, en donde las ficciones son
utilizadas para manipular y adormecer las conciencias a fin de constituir sujetos maleables,
como podría resultar de las lecturas de Nietzsche, Marcuse o Foucault, sino ampliar este
panorama desde el análisis psíquico, incorporando la ficción a prácticas cotidianas e
individuales que tienen que ver con la capacidad que tienen los seres humanos de crear
significaciones a partir de su propio imaginario.
De tal manera, consideramos necesario incorporar la categoría de “vacío” a dicho
análisis, ya que encontramos que tales significaciones no son perennes, sino que sufren
constantes rupturas, originando una falta de sentido para el individuo o la sociedad que la
sostenía. Denominaremos pues a esta “nada” que emerge de una ruptura tal cual la
mencionamos, “vacío”.
A tal respecto, si analizamos cómo reacciona la sociedad ante este concepto,
podemos llegar a resignificar el postulado aristotélico, posteriormente refutado por
Torricelli en el campo de la física, del horror vacui, ya que, por condiciones propias del
“vacío” que podremos entender desde el abordaje de las categorías de Badiou y por una
concepción de ser que emerge de Castoriadis, relacionado estrechamente con las
significaciones, este emergente se hace inabordable para los sujetos sociales quienes sufren
un “horror al vacío” desarrollando acciones para mitigar y eliminar este estado de
“aborrecimiento”.
Por tanto, nuestra hipótesis central será que si existen ficciones dentro de los
discursos mantenidos por una sociedad, es porque estos discursos son productos de
significaciones imaginarias que sufren rupturas constantes; el primer producto de estas
rupturas es un vacío de significado, vacío que, por su impresentabilidad, ha de erradicarse
rápidamente, dando lugar a construcciones ficticias que no se corresponden con la realidad
de los hechos, para construir nuevos discursos con más premura.
A su vez, los devenires y rupturas de los discursos sociales originan un vacío que ha
de ser cubierto por elementos ficcionales soportados por las significaciones imaginarias.
De esta manera, podemos observar la relación entre “ficción” y “vacío” que
desarrollaremos durante todo el trabajo, pretendiendo mostrar cómo es que el “vacío”
permite la extrapolación de las ficciones desde el campo literario al social.
Ahora bien, parte de la relevancia del presente trabajo surge precisamente por el
intento de explicitación de esta relación entre estos conceptos, ya que no abundan las obras
en que se los presente como parte de una misma dicotomía. Podemos encontrar infinidad
de autores que traten las ficciones o el vacío empezando con Demócrito hasta arribar a
Gilles Lipovetsky, Claude Lefort o el propio Badiou entre otros. Sin embargo la relación
con las ficciones se encuentra presente, pero no está explicitada ni forma parte de los
argumentos centrales.
Es quizás Badiou quien lleve adelante una relación más específica entre las
categorías mencionadas, pero encontramos que la misma se puede desarrollar desde una
perspectiva más del tipo social ya que si bien este autor afirma la existencia de ficciones
como método para “completar” lo vacío de la Verdad, ficción de saber y ficción de arte1,
no transfiere estos conceptos al campo de lo que Castoriadis entiende como histórico-
social, es decir, no se puede observar en Badiou cómo es que estas ficciones son aplicables
1Badiou, Alain, “La (re)visión de la filosofía en sí misma”, Condiciones. México D.F: Siglo XXI Editores,
2005
a las prácticas sociales ni si el vacío de la categoría de Verdad debe ser completado por
efecto del horror al vacío o por una necesidad “lógica”.
Así pues al entender del filósofo francés, la filosofía al captar las verdades
producidas por sus condiciones (amor, política, ciencia y poesía), y encontrarse con el
vacío de dicha categoría, lleva a cabo, según este autor, dos procedimientos: por un lado la
construcción de un “saber”, por el otro la construcción de metáforas; el producto de estas
construcciones son las ficciones
De esta manera, la presente tesis pretende enmarcase dentro de una categoría de
filosofía que busca interpelar las prácticas sociales a partir de categorías teóricas, debiendo
no sólo recurrir a ejemplos tomados de la vida social cotidiana, si no también a diversos
autores que habrán de dotar de conceptos todo el trabajo, insertándolo dentro de la historia
de la filosofía como heredero de ésta, ya que lo atravesarán cuestiones centrales como la
pregunta por el ser, por el movimiento, el rol social de lenguaje, el problema de lo
individual y lo social, la relación entre psique y acción social o la dicotomía
instituido/instituyente, entre otros.
Así pues, al momento de delinear los objetivos generales perseguidos por este
trabajo, hemos de decir que los mismos son: demostrar que el concepto de ficción no se
reduce al campo artístico sino que se presenta, además, en el campo político y social;
determinar cómo la ruptura de una significación da lugar al vacío; mostrar que el vacío da
lugar a nuevos discursos con elementos ficcionales y elucidar cómo estas ficciones generan
prácticas sociales.
Podremos entonces arribar a dichos objetivos abordando capítulo a capítulo
diversos temas que conformarán los argumentos que nos conducirán hacia la demostración
de nuestra hipótesis, comenzando con la historia y emergencia de los conceptos centrales,
pasando por una contextualización teórica al respecto de las ideas de “realidad” y
“verdad”, explicitando las categorías de análisis que tomaremos de Castoriadis,
investigando las relaciones entre “ficción” y “discurso”, para culminar analizando el rol del
“vacío” en la sociedad y su función como condición de posibilidad para el enraizamiento
mencionado con anterioridad.
En este sentido, la estructura básica del trabajo será de seis capítulos, quienes a su
vez se encontrarán subdivididos en dos o tres apartados cada uno, siendo los mismos:
Capítulo 1: Breve arqueología de la ficción y del vacío:
Se indagarán y se expondrán los primeros abordajes filosóficos de estos
conceptos.
Capítulo 2: Lo que entendemos por verdad y realidad:
Se reconstruirán y se explicitarán los presupuestos acerca de estas dos
categorías.
Capítulo 3: Castoriadis: las significaciones imaginarias:
Se analizarán las categorías centrales del pensamiento de Castoriadis que
funcionarán como integradoras durante el resto de la tesis.
Capítulo 4: Las ficciones sociales:
Se analizará la presencia de ficciones en el campo de lo social. Este apartado
pretende dar comienzo a la serie de argumentaciones que nos conducirán
hacia la demostración de nuestra hipótesis.
Capítulo 5: El horror social al vacío:
Se problematizará la emergencia del vacío y la reacción social ante el
mismo.
Capítulo 6: El vacío y las ficciones sociales:
Se presentará la manera en que la sociedad crea las ficciones como
respuesta al horror al vacío.
Capítulo 1: Breve arqueología de la ficción y del vacío
Al referirnos al concepto de “ficción” no podemos dejar de lado su origen literario
ni su origen mitológico, al ver a ésta como una expresión que ha acompañado al ser
humano durante toda su existencia. De tal manera, antes de abordar al concepto desde la
perspectiva que aquí nos interesa, esto es, su aplicación al campo de los discursos sociales,
cabe una breve contextualización del mismo que abarque un análisis del mito y a su vez su
emergencia literaria.
Así pues, dado que el tema general del mito en las sociedades antiguas es muy
amplio, habremos de especificar nuestra breve exposición en la cultura que dio origen a la
filosofía, la Antigua Grecia, entendiendo aquí a la ficción como relato mítico, en donde
están incorporadas la cosmogonía y las preguntas principales que dieron lugar a la
disciplina.
Por otro lado, habremos de hacer hincapié en el origen literario siguiendo los
lineamientos establecidos por Enrique Marí2 indagando acerca de cómo las ficciones se
encuentran presentes en el campo literario y reviendo acotadamente una disputa interna en
este plano, encarnada por Proust y Zolá.
Ahora bien, se vuelve conveniente además, para poder tratar a conciencia el otro
concepto central del presente trabajo, llevar adelante algún tipo de arqueología que permita
trazar los límites de su abordaje, dado que el mismo es un concepto amplio y ha sido
utilizado por diversas disciplinas como la física y la matemática entre otras a lo largo de la
historia.
Será entonces otro de los objetivos de este capítulo desarrollar dicha limitación
mediante la breve exposición de los orígenes del concepto y su uso dentro del campo físico
y matemático, de manera que al utilizar el “vacío” persiguiendo nuestros fines de corte más
“metafísicos” la transpolación del término no sea aleatoria ni casual. Al resultar pues el
tratamiento histórico del “vacío” por demás extenso, no realizaremos una reconstrucción
exhaustiva del concepto a lo largo de su historia, sino que nos enfocaremos en dos
momentos que servirán para echar luz sobre la problemática que intentamos reconstruir.
Razón de esto será que se comenzará con un recorte desde el cual se reconstruiría la
historia del concepto centrándonos en el tratamiento del vacío por el propio Aristóteles y
su resignificación gracias a los aportes de Evangelista Torricelli, discípulo de Galileo, para
arribar a la concepción actual por parte de la física. A continuación expondremos el rol del
vacío dentro del campo matemático, más específicamente en la teoría de conjuntos de
2 Marí E., La teoría de las ficciones, Buenos Aires: EUDEBA, 2002
Cantor, en donde se acuña la expresión “conjunto vacío” ya que será de suma practicidad a
la hora de comprender algunos conceptos de la filosofía al respecto del vacío de Badiou.
Al hacer referencia al término “arqueología” hacemos hincapié en aquel proceso de
búsqueda en los diversos estratos de la historia de los orígenes de las categorías que aquí
nos competen, de manera tal que al momento de desarrollarlas desde nuestra perspectiva
particular, no sean conceptos incorporados ad hoc, cuestión que podremos resolver en
parte, con el desarrollo de este capítulo.
En este sentido la estructura del presente capítulo es la siguiente:
Las ficciones desde el mito, la alegoría y la literatura:
Aquí se analizará la ficción en términos de mito y alegoría al entender de los
griegos y su función social y el status de la ficción como fenómeno literario que le da
su impronta característica, permitiéndonos llevar a cabo una definición del término.
El vacío y sus orígenes físicos.
El vacío y la matemática.
1.1 Las ficciones desde el mito, la alegoría y la literatura
Es pertinente preguntarse al principio de este apartado qué es lo que entenderemos
por “ficción”. Intuitivamente lo que este concepto nos referencia es sobre una construcción
humana, producto de la imaginación, que presenta una situación que no se corresponde con
la realidad del mundo, pero que por lo general es en alguna forma posible, según una
visión correspondentista y positivista de éste. En palabras de Marí, podemos decir:
La primera sensación que se obtiene al hablar de las ficciones es la de
encontrarnos envueltos en una atmósfera de misterio. Atmósfera de un universo en
el que prima el sabor y el gusto de y por las palabras, al haber quedado éstas
libres de la fuerte fiscalización de lo teórico y lo conceptual. Espacio-imago,
poblado de imágenes y de imaginación, zona donde se han descomprimido
fuertemente las tensiones hacia lo veritativo, a la vez que se ha aumentado
radicalmente la expresión de lo simbólico, lo figurado y lo alusivo.3
Como se puede apreciar en tal pasaje, las ficciones nos conducen a un ámbito
donde ya no rige un método científico para hablar de las cosas, sino la metáfora, lo
simbólico. Es esta la condición de la ficción; aquello que habla sobre cosas del mundo sin
responder a una visión neopositivista de la realidad.
Por tanto, si quisiéramos retrotraernos al punto histórico de sus comienzos nos sería
imposible ya que el plano simbólico acompaña a la humanidad desde tiempos remotos (las
cavernas pintadas son muestra indubitable de ello). Por ende si pretendemos abordar un
origen, aparte del literario que analizaremos páginas más adelante, se torna necesario
realizar un corte teórico, es decir, una delimitación (si se quiere “artificial”) por donde
comenzar. Este corte que realizaremos será la Grecia Antigua por ser ella quien ha
facilitado las condiciones de posibilidad para la existencia de la filosofía y, con ello, la de
la presente tesis.
De tal manera habremos de preguntarnos por el status de la ficción, respondiendo
desde la lectura de Conrado Eggers Lan (sin duda la bibliografía al respecto es extensa,
pero al no ser el objetivo principal de esta tesis analizar dicho tema, preferimos acotarnos
al filósofo mencionado). La respuesta estará centrada en el rol del mito y la alegoría que
entendemos que no son las únicas ficciones ni las primeras, pero sí herramientas
fundamentales para los orígenes de la cultura occidental.
3 Marí E., Op. Cit., p. 17.
Ahora bien, mito y alegoría comparten las características ficcionales pero son
ontológicamente distintas, en palabras de Eggers Lan:
Se supone que una alegoría es inventada por el que la expone: allegoreúo significa
“decir las cosas de otro modo” (o sea, con otras palabras). En este sentido, el Sol,
la Línea y la Caverna son explícitamente alegorías, comparaciones hechas ad hoc
por Platón. En cambio, el mito tiene una tradición popular, un tanto impersonal.4
Como se puede observar, el objetivo último de la alegoría es presentar una idea en
particular dicha “de otro modo”, tomando un cariz didáctico, objetivo que no difiere tanto
del mito el cual también expresa una idea, una concepción acerca del ser de las cosas en
términos simbólicos, que logra acercar las ideas subyacentes en los relatos de una manera
más amena y que recupera los núcleos ético-míticos de la sociedad en la cual emerge.
Por lo tanto podemos descubrir en la Antigua Grecia que el objetivo principal de la
ficción, esto es decir algo con otras palabras o, más aún, tomar situaciones desconocidas
“como si” fueran familiares, ya se encontraba presente en sus relatos, comenzando con la
Teogonía de Hesíodo hasta llegar a las alegorías de Platón, quien, dada la complejidad
metafísica de sus postulados acerca de la teoría de los dos mundos y el rol del filósofo,
debe recurrir a construcciones ficticias que presenten en un marco más “familiar” o
manipulable ideas sumamente abstractas.
Sin embargo, cabe profundizar este análisis acerca de los orígenes de la ficción
haciendo hincapié en sus características particulares entre las que se encuentra, cuestión
que se puede analizar a lo largo de toda la literatura, la capacidad de seducir, gracias a su
poder manipulador para con las palabras. Este poder presenta como resultado la “retorsión”
de términos. Entenderemos aquí por “retorcer” a la capacidad de utilizar un término para
referir a otra cosa que la aceptada socialmente. Ejemplo de esto sería el uso de la frase
“realidad virtual”, donde lo virtual, que originariamente se presentaba como algo que no
era precisamente real, o factible de ser encontrado en el mundo empírico, conforma una
nueva dimensión que puede ser considerada “real”.
Ahora bien, volviendo a la seducción de las ficciones, la misma se da por esta
capacidad de abordar conceptos sin rigurosidad analítica, conformando un “clima”, una
atmósfera diferente que otorga sentido a las mencionadas retorsiones, conformando una
4 Eggers Lan, C., El Sol, la línea y la caverna, Buenos Aires: Colihue, 2000, p 12
estructura con lógica propia, diferente en muchos casos de la lógica ensídica o identitaria al
entender de Castoriadis.
En este sentido, quien se ve sometido al accionar de las ficciones, se ve
“transportado”. A este respecto Marí afirma:
Pero, al mismo tiempo que desplazamiento de signos, hay que entender la palabra
“transporte” a la manera en que decimos que una persona que ingresa en el
mundo de la imaginación fantástica y las ficciones se siente “transportada”,
cautiva de vivencias subjetivas. La palabra “transporte” tiene aquí pues dos
valencias: en la primera es desplazamiento de signos, corrimiento de sentidos; en
la segunda embeleso, encantamiento.5
Podemos pues, extraer algunos conceptos claves: “clima”, “seducción”, “retorsión”,
“encantamiento”. Dichos términos nos conducen irremediablemente hacia otro:
“alienación”.
Sin embargo, dicha “alienación” no tiene un sólo aspecto, ya que puede representar
por un lado la sustracción de la conciencia de los sujetos de lo que acontece
cotidianamente, aislándolos de la “realidad”, ocultando un fenómeno preciso o
mimetizándolo, haciendo que parezca algo diferente de lo que en realidad es.
Pero por otro lado, podemos considerar tal “alienación” como un proceso más de
embellecimiento de la realidad, ya que la distorsión podría no tener intenciones de
ocultamiento y control, sino de facilitación, como sucede con las alegorías, de manera tal
que no sólo se “embellece” el lenguaje que de otra forma sería muy restrictivo, sino que
también se otorga la capacidad de ampliar el espectro de receptores. En suma, en palabras
del propio Marí, las ficciones poseen:
Su capacidad de ampliar teóricamente el terreno de la experiencia ante los límites
o el carácter contingente del conocimiento; su virtud de garantizar la continuidad
de la relación entre discurso y realidad, cuando obstáculos, necesidades o
conveniencias de la praxis discursiva, de acuerdo con la disciplina en que nos
encontremos, requieren esa ampliación.6
5 Marí E., Op. Cit., p 21.6 Marí, E., Op. Cit., p 36.
Como se puede observar entonces, la ficción no es en sí misma un constructo que
tiene propiedades factibles de ser consideradas positivas o negativas desde una moral
determinada, dado que dicha caracterización puede hacerse a partir de su utilización y las
consecuencias de la misma.
Ahora bien, trasladándonos al campo propio de la literatura, la intención de Enrique
Marí es demostrar, a través del debate por él planteado entre Zola y Proust, que la ficción
no es opuesta a la verdad, sino que existen relaciones, ya que la ficción se sustenta en la
verdad, aunque más no sea para tomarla como punto de partida, para luego ampliarla
gracias al clima que es capaz de crear.
Es así que gracias a este clima generado se puede establecer la relación del autor
con su contexto histórico-social, dando la pauta de que la ficción es entonces parte misma
de este contexto. Al respecto afirma Marí:
En el clima, es decir, en el orden de disposición de los elementos, se expresa en
definitiva la estructura de la ficción. Sin embargo, no debemos pensar que el clima
consiste en una simple sistematización lógica, en un arrangement, arreglo, o
concierto de las partes de la ficción. Unido a este concierto entre los elementos y
las partes, en todo discurso literario el autor define, a través del clima, su actitud
hacia el mundo de la experiencia y hacia el mundo de las palabras, expresa su
visión, sus valores e ideología. Con el clima aparece su temperamento y un
temperamento histórico más objetivo que lo circunda, su tono subjetivo y un tono
externo en tensión. En la interferencia recíproca entre ambos factores, la
subjetividad y el genio del autor por un lado, y los condicionamientos histórico-
sociales del mundo externo por el otro, se juega la temperatura de la obra, la
mayor o menor ligereza o seriedad con que ciertos aspectos de la realidad tienden
un círculo alrededor de su texto, el compromiso del autor con los problemas de su
intimidad o el compromiso con la sociedad y el tiempo en que vive.7
Es decir, lo que nuestro autor enfatiza en esta extensa cita, y que a su vez
compartimos como todo aquello presentado hasta aquí, es que las ficciones comparten un
mismo contexto histórico-temporal con la verdad, porque ambas se implican en el
momento de emergencia de la ficción. Así, el autor que crea una obra literaria manifiesta
en público su visión de la realidad, sus críticas hacia ella y su modelo deóntico, a través de
un lenguaje que traspasa la función analítica y desborda todo tipo de reduccionismo.
7 Marí, E., Op. Cit., p 123.
De tal manera, con Marí podemos introducirnos en el ser del lenguaje de las
ficciones. Como se mencionó con anterioridad, este lenguaje es una plétora de metáforas,
de usos que no responden a lo que puede llamarse un referencialismo puro. Lenguaje
estético que se presenta como alteridad de la propia realidad y de las verdades que de esta
surgen, pero que sin embargo no carece de anclaje en las mismas.
Estas dos características principales de dicho lenguaje lo podemos ver claramente
en dos pasajes diversos de la obra citada, por un lado:
El signo característico del lenguaje estético-literario es, pues, la ausencia de toda
regla, el desembarazarse de toda ley de proyección entre las palabras y el mundo,
el concebir el lenguaje con indiferencia a todo uso que se proponga
correlacionarlo o hacerlo corresponder uno a uno en forma puntual y biunívoca
con los hechos y (…) el traspasar las barreras y controles realistas de la
semántica y la pragmática lingüística.8
Por el otro:
Decir que el clima es el manto que permite la presencia compensada de la belleza
y la cognición, es hacer una hipótesis sobre la estructura del lenguaje ficcional: en
el lenguaje ficcional logrado los valores estéticos por más flotantes, puros y
etéreos que se los imagine, por más libres e incondicionadas sus fuentes, siempre
existe abierto un referente de verdad.9
Como se puede observar, sostenemos aquí que la ficción no se desentiende de la
verdad, sino que la implica necesariamente, aunque más no sea para ocultarla. Su lenguaje
específico, ese que hace gala del proceso de retorsión, no es un simple conjunto de
metáforas o alegorías, sino que es la construcción de un orden, de una lógica alterna para
contrarrestar, ampliar u ocultar un hecho del mundo.
Ahora bien, habiendo confeccionado ya una definición propia de lo que
entenderemos por “ficción” de aquí en adelante, partiendo de su origen literario y de la
funciones que cumple dentro de su ámbito y su relación con la verdad, cabe preguntarse si
todo lo expuesto hasta ahora se agota en el campo de lo artístico-literario o bien puede
encontrarse extrapolado dentro de otros ámbitos, como lo es lo histórico-social en sí
8 Marí, E., Op. Cit., p 1349 Marí, E., Op. Cit., p 106
mismo. Es decir, sostuvimos que las ficciones literarias parten de un contexto histórico, no
obstante afirmaremos que las ficciones, junto con su clima, su lenguaje y su lógica propia,
pueden encontrarse en el contexto histórico en sí mismo.
A continuación, habremos de abordar la categoría de “vacío” haciendo hincapié en
su estudio desde la física para comprender su origen y el estudio que Aristóteles hizo del
mismo.
1.2: El vacío y sus orígenes físicos
El otro concepto central en el presente trabajo es el de “vacío” que, al igual que el
término “ficción” merece una breve arqueología que nos introduzca en sus pormenores los
cuales nos servirán para utilizar la categoría más apropiadamente a los fines de este
trabajo.
A tal respecto, podemos afirmar que uno de los primeros campos de aparición
sistemática del concepto de “vacío” fue el de la física, más que nada a partir de los estudios
que los antiguos griegos realizaban acerca del ser del mundo y su naturaleza. Uno de los
primeros pensadores en utilizar dicho concepto fue Demócrito quien al proponer su teoría
atomística afirmó que los átomos se movían porque entre ellos existía un espacio vacío, es
decir sin ningún ente corpóreo, que propiciaba su movimiento.
Sin embargo Aristóteles se opuso firmemente en una de sus obras principales10 a la
teoría del vacío según Demócrito, ya que en principio no todos los entes deben ser
corpóreos y porque lo lleno también puede alterarse. Al respecto dice Aristóteles:
Pero no hay ninguna necesidad de que exista el vacío por el hecho de que exista el
movimiento. No hay en absoluto tal necesidad como condición de todo movimiento
en general, por una razón que se le escapó a Meliso, a saber, porque lo lleno
puede alterarse. Así, tampoco el movimiento local exige la existencia del vacío;
porque los cuerpos pueden simultáneamente reemplazarse entre sí, sin que haya
que suponer ninguna extensión separada y aparte de los cuerpos que están en
movimiento. Y esto es evidente también en los torbellinos de los continuos, como,
por ejemplo, en los de los líquidos.11
De esta manera, el estagirita se verá en condiciones de afirmar la inexistencia del
vacío debido a diversos puntos planteados a lo largo del libro IV y que él mismo resume.
Al respecto afirma:
Nosotros, en cambio, según los supuestos que hemos establecido, decimos: 1) que
hay una única materia para los contrarios (lo caliente y lo frío y las otras
contrariedades), 2) que lo que es en acto se genera de lo que es potencia, 3) que la
10 Aristóteles, Física, Madrid: Ed. Gredos, 199511 Aristóteles, Op. Cit., IV 7, 214a 25-30
materia no es separable aunque su ser sea diferente, y 4) que la materia es
numéricamente una, aunque pueda ocurrir que tenga color o sea caliente o fría.12
Así pues, luego de analizar diversas posibilidades la conclusión de Aristóteles es
rotunda al respecto, el vacío no existe. En este sentido, el autor afirma:
Después de lo dicho, es evidente que no existe un vacío separado, ni
absolutamente, ni en lo raro, ni potencialmente, a menos que uno se empeñe en
llamar «vacío» a la causa del desplazamiento, en cuyo caso el vacío sería la
materia de lo pesado y lo ligero en cuanto tales…13
Esta visión aristotélica acerca de la imposibilidad del vacío, junto con la
formulación posterior del horror vacui, es decir el aborrecimiento del vacío por parte de la
naturaleza, prevaleció durante cientos de años, hasta que en el siglo XVII una serie de
complicaciones de tipo empíricas suscitadas en las minas y los estudios de Evangelista
Torricelli echaron por tierra la concepción aristotélica.
Así pues, la dificultad era que en las excavaciones mineras utilizaban bombas de
agua para desagotar los espacios necesarios para trabajar, sin embargo se constató que las
bombas eran capaces de extraer agua hasta los 10,3 metros, de manera tal que si era
necesario bombear más profundo, habría que conectar varias bombas distintas ya que
utilizar una sola más extensa seria infructuoso.
Para los aristotélicos que mantenían el horror al vacío como paradigma, explicaban
el mecanismo de las bombas de agua expresando que el agua era capaz de subir al
accionarse el émbolo porque de no ser así se generaría un vacío. La cuestión radicaba en
que esta teoría era útil hasta los 10.3 metros, pero no explicaba por qué ese era el tope para
la extracción.
En consecuencia la irrupción de Torricelli sería fundamental no sólo para torcer la
concepción acerca del vacío, sino también para el descubrimiento de la “presión
atmosférica”. Ante el problema emergido, Torricelli planteó tres puntos conocidos en ese
momento pero nunca sistematizados, a saber:
1. El aire pesa.
2. El mundo está rodeado por un “mar de aire” (lo que hoy denominamos atmósfera).
3. El aire y los líquidos poseen algunos comportamientos semejantes.
12 Aristóteles, Op. Cit., IV 9, 217a 20-2513 Aristóteles, Op. Cit., IV 9, 217b 20-25
Así pues, a partir de estos tres puntos Torricelli afirmó que el agua subía por la
bomba debido a la presión que ejerce “el mar de aire” sobre el agua en este caso de la
mina. Cuando el émbolo se encuentra en reposo pone tope a esa presión con la que él
mismo realiza para con el agua, pero cuando es elevado desaparece esa obstrucción de
manera que el agua recibe sin obstáculo la presión atmosférica. Es decir, la bomba no
succiona el agua como decían los aristotélicos, sino que actúa por efecto del peso del aire.
Ahora bien, habiendo resuelto ya el funcionamiento del émbolo, restaba por saber
el motivo de la limitación de los 10,3 metros. Ante el problema suscitado la respuesto de
Torricelli fue la siguiente: “el agua subirá hasta que la presión del aire externo tenga el
mismo valor que la presión ejercida por la columna de agua en el tubo. En esas
condiciones, el agua ya no subirá más.”14
De esta manera, Torricelli no sólo descubrió el por qué de tal limitación (la presión
atmosférica será equivalente a la que ejercen 10,3 metros de agua) sino que además rompió
con el supuesto de la inexistencia del vacío, ya que al llegar a ese punto, si se continuara
elevando el émbolo, en el espacio existente entre él y el agua, no habrá aire ni nada, sino
sólo vacío, lo cual conduce a la afirmación de que el mismo es posible y existe.
Actualmente el concepto de vacío ha tenido una gran utilización, ya que desde los
postulados de Torricelli, se lo ha comenzado a investigar sin el presupuesto de su
inexistencia o de su aborrecimiento por parte de la naturaleza. Así pues, en el campo de la
física no sólo se habla de vacío en cuestiones de estudio del comportamiento de los gases
(espacio en donde la presión es menor a la presión atmosférica) sino también en el campo
de la astronomía (el espacio ultra vacío donde hay poca energía).
Sin embargo, el sentido con el que se utilizará el concepto de “vacío” en esta tesis
dista bastante de la teoría física, aunque mantiene ciertas características, ya que si bien
haremos hincapié en el vacío como carencia de sentido, afirmaremos que existe. Podemos
especular así con el hecho de que nuestra propia investigación tomará un camino similar al
de Torricelli, ya que indagaremos sobre el vacío, negando su inexistencia, pero afirmando
no obstante la continuidad de un horror vacui, sólo que al ser abordado desde el punto de
vista social, se aleja del concepto aristotélico, para así tomar nuevas significaciones.
Pero antes de compenetrarnos en ello cabe contextualizar brevemente al concepto
en otra de las disciplinas que lo han abordado: la matemática.
1.3: El vacío y la matemática
14 Boido G., Flichman E., et. al. Pensamiento Científico, Buenos Aires: CONICET, 1988, p 27.
Como se mencionó en la introducción a este capítulo, dos son las dimensiones en
las cuales queremos contextualizar el concepto “vacío”, a saber: el campo de la ciencia
formal (específicamente la física) y el campo de la matemática. Habiendo pues abordado
ya brevemente la cuestión acerca de la física, cabe desarrollar cómo la categoría de “vacío”
aparece dentro de esta disciplina.
Así pues, el plano en el que encontramos con mayor desarrollo y uso al vacío, es
dentro de la teoría de conjuntos propuesta por Georg Cantor. Básicamente lo que esta
concepción propone es la posibilidad de agrupar la totalidad en conjuntos, es decir, en
grupos determinados que ostentan una determinada característica. De esta manera la
matemática podrá trabajar con conceptos que, por separado, son difíciles de manipular
como por ejemplo los números naturales.
En este sentido se puede hablar de elementos que conforman un conjunto al
compartir alguna característica, como lo puede ser el grupo de personas que viven en
determinado complejo habitacional, el grupo de estudiantes de una determinada escuela,
etc., como así también se habla de grupos mucho más extensos en donde utilizará para
nominarlos en vez de los elementos implicados, la propiedad que los hace estar en un
mismo conjunto como por ejemplo el grupo de los animales mamíferos que vuelan, lo que
podemos denominar como definición “intensional” ya que definimos al conjunto por una
propiedad en común de sus elementos, en vez de realizar una enumeración exhaustiva de
cada uno de ellos (definición por “extensión”).
Ahora bien, puede suceder que algunas cualidades no encuentren aplicabilidad, lo;
al respecto afirma Sartorio:
En consecuencia, en la teoría clásica de conjuntos no sólo habrá extensiones
vacías, sino que también deberá haber conceptos sin extensión (y estas dos cosas
no son la misma). Es decir, habrá fórmulas abiertas a las que no será posible
asociar una clase.15
Será pues a partir de estas “fórmulas abiertas” en donde surgirá la posibilidad de los
“conjuntos vacíos”, simbolizados por , es decir, de conjuntos a los cuales no se les puede
adjudicar ningún elemento, como el conjunto de los círculos cuadrados o de los mamíferos
voladores sin pulmones. O, dicho por extensión, los conjuntos sin elementos.
15 Sartorio, A., Conjuntos e infinitos, Buenos Aires: EUDEBA, 2000, p 18
Como se puede observar, es factible enumerar una cantidad infinita de conjuntos
vacíos, mediante lo cual parecería entonces que existe una infinidad de vacíos. Sin
embargo esto no será así, debido a lo exigido por el principio de extensionalidad. Este
principio dice que “dado que un conjunto se determina gracias a sus miembros, dos
conjuntos que posean los mismos miembros serán el mismo conjunto”16 por lo tanto si el
conjunto de los círculos cuadrados tiene los mismos elementos que el conjunto de los
mamíferos voladores sin pulmones, éstos han de ser un mismo conjunto y por ende no hay
infinitos vacíos, sino uno solo. En este sentido dice Sartorio:
Este principio tiene la consecuencia de que hay sólo un conjunto vacío. Pues si V1
y V2 son ambos conjuntos vacíos, como sus elementos son los mismos (ninguno),
por el principio de extensionalidad, deben ser el mismo conjunto.17
Por lo tanto, podemos aproximarnos al uso que tiene la categoría “vacío” en la
teoría de conjuntos: es una propiedad de un conjunto particular que no posee miembro
alguno.
Ahora bien, dentro de la teoría de los conjuntos existen tres operaciones básicas que
tendrán que ver con la relación entre dos o más conjuntos, estas son la unión, que se
simboliza “”, la intersección, que se simboliza “” y el complemento “-“
De tal forma, la primera operación da cuenta de la unión de dos conjuntos que
produce un nuevo conjunto conformado por los elementos de ambos, de manera que si A
es el conjunto de todos los hombres y B es el conjunto de todas las mujeres, AB es el
conjunto de la humanidad. Por otro lado, la intersección es aquella operación mediante la
cual se forma un conjunto nuevo con los elementos en común de un grupo y de otro. Así si
A es el grupo de los automóviles que superan los 200 km/h y B es el grupo de los
automóviles de cuatro puertas, entonces AB es el conjunto de los automóviles que
superan los 200km/h y que tienen cuatro puertas.
La diferencia con la unión radica en que el resultado de la unión tiene que ver más
con la disyunción, el resultado de la intersección tiene que ver con la conjunción. Así en el
primer ejemplo si x es un ser humano entonces pertenece al grupo A o al grupo B. En el
segundo ejemplo si X es un automóvil de cuatro puertas que supera los 200km/h, entonces
pertenece al grupo A y al grupo B.
16 Sartorio A., Op. Cit., p 2017 Sartorio, A., ib. idem.
A su vez la operación de complemento es aquella mediante la cual si existe el
conjunto A, -A será aquel que contenga todo lo que no pertenece al primer conjunto. El
alcance de este último estará dado por el dominio, es decir, por el marco en el cual se
contextualiza aquello que excede al primer conjunto. Por ejemplo si A es el conjunto de
todos libros de filosofía escritos Castoriadis, y el dominio es “los libros de filosofía”, -A
será el conjunto de todos los libros de filosofía que no han sido escritos Castoriadis, pero si
el dominio es el universo entero, -A es el conjunto de la totalidad de los entes menos los
libros que han sido escritos por Castoriadis.
Ahora bien, cabe explicitar cómo se pueden aplicar estas tres operaciones al
conjunto vacío y ver los resultados que se obtienen, debido a la peculiaridad de dicho
conjunto. Los resultados son los siguientes:
1) A = A
2) A =
3) - = U (el conjunto universal que haya sido especificado como dominio)
El punto 1 significa que de la unión de un conjunto A con un conjunto vacío,
resultará que los elementos del conjunto A pertenecen o bien a A o bien a , sin
embargo como este último no contiene elementos, el único resultado posible será un
conjunto con los elementos de A.
El punto 2 expresa que el conjunto A debe poseer elementos que pertenezcan a
uno y a otro conjunto; como esto es imposible ya que no contiene elemento alguno, el
resultado será un conjunto vacío.
Por último - da como resultado el dominio de la totalidad de los entes, o cualquier
otro dominio especificado, ya que la negación del vacío es el todo, “como para todo
elemento del dominio, ese elemento no pertenece a , - es el conjunto de todos los
elementos del dominio, es decir U”18.
Por otra parte el conjunto vacío puede ser considerado como un conjunto puro, ya
que éstos tienen la propiedad de no depender de la existencia de otros elementos para su
propia existencia. Como se ha podido observar, para que exista un conjunto vacío no es
necesario la existencia de nada más que él mismo, debido a su carencia de elementos.
Esta característica es la que le permitirá al conjunto vacío iterarse hasta el infinito,
conformando una jerarquía de conjuntos puros. Al respecto afirma Sartorio:
18 Sartorio A., Op. Cit., p 37
A partir del conjunto vacío pueden construirse infinidad de conjuntos, de la
siguiente manera. En primer lugar, el conjunto vacío cuyo único miembro es el
conjunto vacío: {}. En segundo lugar, el conjunto con dos miembros {, {}}.
En general, en cada paso de la construcción disponemos de los conjuntos que se
pueden formar tomando como miembros los conjuntos anteriores. No se permite en
ningún caso tomar como miembros de un conjunto al conjunto mismo o a
conjuntos de niveles superiores a éste.19
De tal forma, encontramos que para la teoría de los conjuntos, el vacío es un
concepto que se aplica a un conjunto en particular, que responde a determinadas
características que lo diferencian del resto, que es único aunque se lo pueda nombrar de
diversas maneras y que tiene propiedades peculiares como lo es el resultado de la iteración
al infinito.
Por consiguiente, habiendo contextualizado brevemente la aparición y uso de los
conceptos “ficción” y “vacío” en otros campos más allá de la filosofía, cabe analizar cómo
los mismos son capaces de pertenecer a una dialéctica en común, la cual establece que si
hay ficciones en el plano de lo social es porque son causas del vacío emergente en el
mismo, lo que nos lleva a tener que analizar cómo las ficciones se enraízan en los discursos
para luego, en forma de modus ponens, poder aceptar o rechazar (aunque aquí ya
entraríamos en un modus tollens) nuestra hipótesis.
Sin embargo, antes de comenzar plenamente con el análisis anteriormente
mencionado cabe llevar adelante una breve exposición de nuestros presupuestos a la hora
de referirnos a la “verdad” y la “realidad”, ya que son conceptos que aparecen por
añadidura al abordar las categorías principales de este trabajo.
Capítulo 2: Lo que entendemos por verdad y realidad
Cuando se utilizan términos como “ficción”, inevitablemente se cae a menudo en
una referencia no explícita a los conceptos de “realidad” y “verdad”, por ello se vuelve
19 Sartorio A., Op. Cit., p 56
pertinente previamente, y a fin de completar las categorías presentadas en el capítulo
precedente, fijar nuestra posición ante estos términos.
No obstante no es uno de los objetivos principales de este trabajo entrar de lleno en
las múltiples discusiones que suscitan las diversas definiciones de “realidad” y de
“verdad”, sino fijar las bases sobre las cuales elevaremos las demás definiciones.
Así pues, acompañarán nuestras elucubraciones las lecturas de Castoriadis y de
Badiou. Con el primero, podremos presentar una idea de realidad como multiplicidad, que
va más allá de la realidad entendida desde el paradigma positivista ya que presenta
diversos estratos. Con el filósofo francés, nos haremos de una definición de “verdad” que
sobrepasa la teoría correspondentista, presentando un concepto que es producido por las
condiciones genéricas, pero que a su vez puede considerarse “vacío”, hasta que una
sociedad le otorga un contenido epocal, sin perjuicio de su pretensión de universalidad e
invariabilidad.
De esta manera, el presente capítulo se estructura de la siguiente manera:
La realidad como multiplicidad según Castoriadis
En este apartado se hará hincapié en lo que consideraremos como “real”, a
partir de las lecturas de Castoriadis y sus conceptos acerca de la realidad como
multiplicidad.
La verdad epocal al entender de Badiou
Junto con Badiou, analizaremos al concepto de “verdad” desde su producción a
partir de las condiciones genéricas; entendiendo a ésta como un concepto que pretende
invariabilidad, pero a la vez es construido.
2.1: La realidad como multiplicidad según Castoriadis
En cuanto al desarrollo de una breve exposición acerca de lo que consideraremos
aquí como “real”, cabe señalar que habremos de llevar a cabo una cierta reducción
epistemológica, de manera tal de aludir al tema precisando los supuestos establecidos en el
presente trabajo, pero tratando de evitar la inmersión en una discusión que nos apartaría de
nuestros principales objetivos que apuntan más bien a fijar al vacío como condición de
posibilidad del enraizamiento de las ficciones en los discursos sociales.
Así pues, como se vió en el primer capítulo, tomamos por “ficción” en un primer
momento, a aquella construcción que pretende mostrar como real algo que no lo es. De tal
forma surge la pregunta acerca de qué es lo real, y si se puede considerar como respuesta
satisfactoria “aquellos hechos empíricos que se dan en el mundo”.
Por lo tanto, preguntarse por la realidad será preguntarse por lo que es y por cómo
es lo que es. Comenzaremos afirmando entonces que lo que es es múltiple, hay muchas
formas de ser y tomar una sola de esas formas como lo que es en la totalidad es un mero
reduccionismo. Así lo entiende Castoriadis al momento de desarrollar su crítica a la lógica
identitaria o ensídica.
Para nuestro autor, la lógica identitaria es aquella que nace a partir del enunciado
parmenídeo “el ser es y el no ser no es”, es decir, el ser es determinado. A partir de este
punto, se fija una predisposición a la delimitación y a la subsunción, “esto que
encontramos aquí no son personas” dijeron los colonizadores de América al encontrarse
con los indígenas, porque el modelo de persona para ellos estaba determinado con
anterioridad y no era capaz de incluir aquello que no conocían.
De esta forma, la cuestión es saber cuáles son las pautas para determinar el ser y el
no ser. Castoriadis dirá que estos parámetros están dados, y más aún a partir del desarrollo
de las ciencias fácticas, por la capacidad de las cosas de ser mensurables, contadas,
identificadas. Por ello, el desarrollo de la teoría de los conjuntos de Cantor será tan
importante, porque es la optimización de la categorización y la división.
Así pues, la gran crítica de Castoriadis hacia esta “lógica heredada” es que sólo
toma en cuenta como real aquel estrato del ser que es factible de ser medido, contado,
analizado según las pautas de las ciencias fácticas, lo natural, y olvida o deja de lado el
dictum aristotélico “el ser se dice de muchas maneras”, es decir, aquellos “niveles de ser”
que también forman parte, a su entender, de lo real, a saber: el ser psíquico, el ser
histórico-social y el ser-sujeto.
En este sentido, tales niveles de ser conforman un nivel superior al ser primero y al
ser viviente, y han de aprehenderse desde la lógica de la imaginación radical que tiene un
status magmático, es decir, de multiplicidad no ordenada, de corriente continua y de
múltiples estratos. Para Castoriadis el concepto de “magma” es central debido a que puede
responder con eficacia a la forma de presentación del ser de las cosas, según sus palabras:
Un magma es aquello de lo cual se puede extraer (o, en el cual se puede construir)
organizaciones conjuntistas en cantidad indefinida, pero que jamás puede ser
reconstituido (idealmente) por composición conjuntista (finita ni infinita) de esas
organizaciones.20
Es decir, el magma es una presentación de todo lo que es, que podría llegar a ser
abordado desde la teoría conjuntista o lógica heredada ya que de todo se puede hacer una
medición, una estadística o una taxonomía, sólo que este saber no tiene ninguna utilidad
específica ni servirá para dar cuenta del fenómeno de la multiplicidad que se pretende
analizar.
Así pues, según Castoriadis, la realidad se da en forma de magma, precisamente
porque es una multiplicidad que presenta diversos estratos y no “se queda quieta” es
variable y cambiante. En este sentido, el autor expresa:
Nosotros postulamos que todo lo que puede darse efectivamente -representación,
naturaleza, significación- es según el modo de ser de magma; que la institución
histórico-social del mundo, las cosas y los individuos, en tanto institución del
legein y del teukhein, es siempre también institución de la lógica identitaria y, por
tanto, imposición de una organización en conjuntos a un primer estrato de lo dado
que a ello se presta interminablemente. Pero también sostenemos que jamás es ni
puede ser únicamente eso, sino que siempre es también y necesariamente
institución de un magma de significaciones imaginarias sociales.21
Es esta postura sobre la realidad que presenta esta extensa cita la que pretendemos
continuar en este trabajo: aquella realidad que no sólo presenta diversos “estratos de ser”
sino también que los hace relacionarse en un movimiento constante, ya que lo natural toma
sentido a través de las significaciones imaginarias, constituyendo también parte de lo real.
En este sentido, para poder avanzar hacia el plano del ser histórico-social que crea
parte de la realidad, es necesario entender cuáles son los otros niveles de ser que
conforman el es del mundo. Estos son:
20 Castoriadis, C., Op. Cit., p 53421 Castoriadis, C., Op. Cit., pp 535-536
El ser primero
El ser viviente (o estrato natural)
El ser psíquico
El ser histórico-social
El ser sujeto
El ser primero
Este estrato del “ser” es para Castoriadis el objeto de la ontología. El autor lo
caracteriza como caos, abismo, como un flujo incesante. Desde los griegos se piensa en el
mundo como una dualidad entre cosmos y caos, es decir entre lo que está regularizado y lo
que no lo está, que está vacío. Pero, para Castoriadis, hay que destacar que no todo lo que
es puede ser ordenado en base a leyes; existe una dimensión caótica del mundo, que, según
su interpretación de caos, es una indeterminabilidad de leyes o reglas rígidas. Esto es lo
que permite al hombre crear desde la nada, porque su psique se apoya en él, conformando
una necesidad de, ante la indeterminabilidad que se le presenta, crear nuevas
significaciones que den sentido a su entorno.
Por lo tanto, no sólo hay que ver el ser desde el punto de vista de lo organizado, sino
que también hay que considerar lo no organizado que da la posibilidad de creación de
significaciones, de sentido. Al respecto, Poirier destaca que para Castoriadis:
Sin lugar a dudas, el mundo no es puro desorden; hay un modo de organización de
las formas que hace que el mundo no sea exclusivamente caos sino también cosmos
(…) pero ese orden relativo no agota lo que es: el mundo no está determinado ni
organizado en su totalidad y constituye una fuente inagotable de creaciones. En
consecuencia, no se puede pretender un saber filosófico que pueda dar cuenta de lo
real en su integridad22
El ser viviente
Para que el ser humano pueda crear desde la nada significaciones, es decir, pueda
generar ideas que den valores sociales a cosas que por sí mismas no las tienen, se necesita
una base estructural que dé las condiciones de posibilidad para tal creación. Así pues, el ser
22 Poirier N., Castoriadis, El imaginario radical, Bs. As.: Nueva Visión, 2006., p. 84
viviente es un ser que se desarrolla en un estrato natural, esto es, en un mundo de cosas y
de hechos.
Asimismo, es en este estrato donde surge lo que Castoriadis denomina mundo
intencional, esto es, el para-sí del sujeto puesto que:
Decir que todo ser viviente es para-sí, equivale en el fondo a decir que él debe
plantearse como autofinalidad, lo cual, en el contexto de una telelología inmanente,
implica una intención mínima, la de conservarse obteniendo del mundo exterior los
medios para reproducirse. Así, por medio de un conjunto de procesos que son su
propio fin cada ser viviente se constituye un mundo pertinente que podrá
metabolizar –es decir, transformar- asimilándolo como su mundo propio.23
De tal manera, Castoriadis afirmará que para que toda sociedad subsista necesita de
una base biológica que la sustente, esto es, la capacidad de reproducción entre un macho y
una hembra, los ciclos naturales que den sustento alimenticio a los hombres, etc.
Por lo tanto, este estrato natural engloba todo aquello que puede ser cuantificado,
medido y observado. Precisamente, es en donde se aplica con mayor efectividad la lógica
conjuntista-identitaria y donde se apoya el ser viviente para otorgar significado a las cosas.
Al respecto, Castoriadis afirma que:
En verdad, no podemos pensar ni hablar si prescindimos por completo de la lógica
identitaria, y para cuestionar esta lógica tenemos forzosamente que valernos de ella,
así como para dudar de ella nos vemos obligados a confirmarla en parte24
Como se puede observar en el pasaje citado, Castoriadis no sólo no niega la
existencia de una dimensión en donde los hechos son susceptibles de ser cuantificados y
anudados en conjuntos, sino que también le da una gran importancia al mismo, ya que es la
condición de posibilidad de existencia de la sociedad, es el sustrato para que el ser viviente
lleve a cabo el proceso de creación, con la salvedad que no lo determina, sino que lo
condiciona, ya que el ser viviente no es sólo “ser viviente”.
El ser psíquico
23 Poirier N., Op. Cit., p 8824 Castoriadis C., La institución imaginaria de la sociedad, Bs. As.: Tusquets 2003, p 362
Como se dijo anteriormente, en el estrato natural el ser viviente se desenvuelve entre
los fenómenos empíricos; no obstante genera una ruptura con la funcionalidad biológica al
otorgar representaciones. Es en estos acontecimientos en donde Castoriadis ve emerger el
ser psíquico:
Lo viviente genera una imagen, una percepción, allí donde hay una x e, incluso,
donde no hay nada (la sombra, por ejemplo), pero lo hace una sola vez y para
siempre, siempre de la misma manera, para servir a la finalidad biológica. Para el
psiquismo humano, la espontaneidad representativa no está sujeta a un fin
determinado: hay un fluir representativo ilimitado e indomeñable, ruptura de la
correspondencia rígida entre la imagen y x, y también ruptura del encadenamiento
fijo de las imágenes25
Es entonces que el psiquismo del ser humano hace que éste sea capaz de hacer
superior el placer representativo por sobre el placer orgánico, generando una especie de
desconexión neurológica-sensorial.
Por consiguiente la pisque no sólo es una capacidad de verse afectado por los
fenómenos que se dan alrededor, sino también la capacidad de representar aquello que no
está, posibilitando, por ejemplo, que al ver la concatenación de las letras P-E-R-R-O, se
nos represente la imagen de un animal de cuatro patas determinado.
Este ser psíquico, al momento de nacer, el infante, posee una especie de
omnipotencia, ya que el yo se ve igual al pecho y por tanto es su mismo objeto de deseo.
Al momento de la ruptura, en que el pecho ya no está, la representación suple esa falta; no
obstante la psique sigue en un sí mismo, que deberá ser escindido por el proceso de
socialización, que no es más que incorporar al individuo las reglas y los valores de su
contexto histórico-social.
El ser histórico-social
Para que un individuo sea socializado, es necesario que “rompa” el aislamiento
inicial de su psique, la mónada psíquica, de manera tal que pueda incorporar el magma de
significados que porta la sociedad en la cual se va a desarrollar. Ahora bien, se puede decir
25 Castoriadis C., Sujeto y verdad en el mundo histórico-social, Bs. As.: Fondo de Cultura Económica, 2004, p 89 en Poirier, Op. Cit., p 92
entonces que este es un nuevo nivel de ser, ya que no está puramente en la psique humana
ni en el nivel del ser viviente. Al respecto afirma Poirier:
Lo histórico-social define un nuevo modo de ser en cuanto designa una forma
ontológica que no hallamos ni en el orden de lo viviente como tal (pues la expresión
“sociedad animal” no es más que un abuso de lenguaje), ni en el orden de la psiquis
“pura” porque esta última remite a un universo “presocial”26
Por consiguiente, en este nivel se encuentra el ser del hombre dentro de la historia y
la sociedad, ámbitos que no pueden ser abarcados por la lógica conjuntista-identitaria, ya
que son los planos por excelencia en donde se ponen de manifiesto lo heterogéneo, las
diferencias. Tal lógica es incapaz de abarcarlos porque se mueve en el plano del ser
determinado, “el ser es” parmenídeo.
En razón de ello, Castoriadis concibe a la sociedad como productora de sí misma,
como aquel ente capaz de llevar a cabo una autocreación a partir las significaciones
imaginarias instituyentes que sostiene. Pero tal proceso nunca podría ser percibido y
valorado desde las categorías defendidas por el positivismo lógico, ya que no son
fenómenos susceptibles de ser etiquetados, predichos o reproducidos. Son sucesos que
acontecen inesperadamente.
El ser-sujeto
Los niveles anteriormente nombrados no se deben entender como entidades
absolutamente separadas unas de otras; si bien cada una posee una lógica propia y una
manera de desarrollarse, existen “lugares” en los cuales se los pueden encontrar en una
especie de dialéctica. Uno de estos “lugares” es el ser humano en donde confluyen los
condicionamientos biológicos, las significaciones imaginarias, y la influencia de las
instituciones sociales. Al respecto Castoriadis destaca que:
[El ser humano] se presenta como esta extraña totalidad que no es una y, sin
embargo, también es una, esta composición paradójica de un cuerpo biológico, un
ser social (individuo socialmente definido), de una “persona” más o menos
conciente y, por último, de una psiquis inconsciente (una realidad psíquica y un 26 Poirier N., Op. Cit., p 98
aparato psíquico), un todo sumamente heterogéneo y, no obstante, absolutamente
indisociable27
Por lo tanto, el ser sujeto es aquel quien tendrá la posibilidad de salir del sí mismo, la
autoconservación del ser viviente, para crear la sociedad y sus significaciones, para darse
su propias reglas, transformándose de esta manera en un ser autónomo.
Precisamente para Castoriadis un ser heterónomo es aquel quien sostiene que las
reglas y los valores que él defiende han sido dadas por un factor externo a sí mismo o a su
sociedad. Un ser autónomo será entonces, aquel quien posee conciencia del acto por el cual
se han fundado tales reglas y valores.
De tal manera, este sujeto autónomo hace uso de su imaginación como potencia
creadora, capaz de generar una ruptura en la clausura de significaciones y posibilitando la
aparición de formas democráticas para la institución de las propias leyes, es decir que:
El ser sujeto constituye la forma última del para-sí, en la cual el imaginario se halla
liberado en cuanto potencia explícita de creación, tanto en el ámbito de la existencia
individual como en el de la política28
Ahora bien, este ser sujeto posee una propiedad intrínseca que nos compete en gran
medida a la hora de definir lo que entenderemos por “realidad”, ya que es quien tiene la
capacidad de crear la realidad. ¿Esto qué significa? Sin ir en detrimento de los demás
niveles de ser presentados, una gran parte de lo que es “real” para una sociedad es aquello
que produce la imaginación radical, es decir, las significaciones imaginarias que son
instituidas. Es decir, para una sociedad dada es tan real el mar que baña sus costas como la
veneración a algún personaje local.
De tal forma, la realidad no sólo es lo que se presenta, sino también aquello que
puede ser transformado, dando lugar a este poder creativo que poseen las sociedades a
través de sus individuos. En este sentido, afirma Castoriadis:
La realidad es aquello en lo cual se dan lo factible y lo no factible, lo que se puede
hacer y lo que es imposible hacer. (…) De ello se desprende inmediatamente que la
27 Castoriadis C., El mundo fragmentado, La Plata: Terramar, 2008, p. 183 en Poirier, Op. Cit., p 104, los corchetes son nuestros.28 Poirier N., Op. Cit., p 106
“realidad” es instituida socialmente, no sólo en tanto realidad en general, sino
también en tanto tal realidad, realidad de esta sociedad en particular.29
Al respecto, cabe destacar que lo más importante para extraer de esta cita es este
concepto de realidad “variable” entre sociedades. Por ejemplo mientras que para la
sociedad maya eran reales los “hombres de maíz” para la sociedad española no lo era. Es
decir parte de lo real también es instituido; una sociedad dictamina qué es lo real para ella
y lleva a cabo prácticas que son conformes a ese concepto instituido.
Así pues, el concepto de “realidad” que tomaremos de aquí en adelante a la hora de
hablar de las ficciones será, por un lado la realidad de los hechos empíricos, del estrato
natural al decir de Castoriadis, pero por otro lado será también esa faz que no responde a
leyes rígidas y que es factible de ser creada y modificada por la sociedad. Con “real”
haremos referencia entonces a aquello que una sociedad determinada instituye como lo que
es y por tanto una ficción será, a primeras vistas, una construcción lingüística que “cubre”
o “distorsiona” eso que una sociedad instituyó, presentando como realidad algo distinto.
De esta manera, resta saber qué entenderemos por “verdad” en el presente trabajo.
Podemos afirmar que dicho concepto presenta una gran amplitud y que tiene la capacidad
de generar grandes debates en todo momento en el cual se lo analice filosóficamente. A tal
respecto, para contextualizar el debate dentro de los objetivos del presente trabajo, se
abordará una concepción de “verdad” que surge de las lecturas de Badiou quien considera
que la “verdad” es, más que una categoría acabada, una operación mediante la cual se
designan ciertos elementos precisamente como verdaderos y que será de suma utilidad no
sólo para complementar la concepción de realidad antes analizada, sino también para
sustentar teóricamente las elucubraciones futuras al respecto del origen de las ficciones y
su relación con lo verdadero.
Así pues, podemos entender a priori como verdad a aquel enunciado que hace
referencia explícita a lo real instituído; no obstante cabe profundizar aún más esta breve
definición, sobre todo a partir de lo que Badiou propone al respecto, concepción que será
expuesta con más detenimiento en el próximo capítulo.
2.2: La verdad epocal al entender de Badiou
29 Castoriadis, C., La institución imaginaria de la sociedad, Buenos Aires: Tusquets, 2010, p 415
Como hemos acabado de mencionar, habremos de comenzar este apartado por la
pregunta más sencilla pero a la vez más profunda que se pueda dar: ¿qué es la verdad?
Podemos entender a ésta como un atributo y debiendo entonces preguntar más bien por lo
“verdadero”; así, encontramos diversas teorías que expresan cuándo, por ejemplo, un
enunciado es verdadero. Una de las posturas más divulgadas al respecto es la
correspondentista: un enunciado es verdadero cuando su contenido se corresponde con un
hecho dado en la realidad empírica. Por otro lado encontramos la teoría del consenso,
teoría que explica a lo verdadero como un adjetivo el cual una sociedad se pone de acuerdo
en tomarlo de esta manera.
Ahora bien, el concepto de verdad que tomaremos aquí, emergente de la obra de
Badiou, parte de estas dos teorías pero va mucho más allá en su desarrollo, ya que si bien
no se niega una cierta correspondencia con lo que ha sido instituido como real y promulga
cierto consenso social para formar este concepto, parte de la idea de que la Verdad como
tal es una categoría vacía a la cual se le dará contenido posteriormente, contenido que
puede variar según los devenires de sus condiciones.
No obstante, una vez que se le atribuye a algo la categoría de “verdadero” esto
cobra pretensiones de invariabilidad, de eternidad, se instituye como rígido, de aquí que
pueda tomarse a la verdad como invariable, aunque para contextualizarlo mejor habría que
decir “con pretensiones de”. Al respecto dice Badiou:
Pero si la Verdad es, entonces no tiene más que un solo nombre verdadero, un
nombre eterno. Por cierto, la eternidad es siempre un atributo de la categoría de
Verdad. Pero tal atributo no es legítimo sino en tanto que la categoría está vacía,
puesto que no es más que una operación. Si la categoría atestigua una presencia,
entonces la eternidad es proyectada sobre la disparidad de los nombres. Ella
instituye un Nombre único, y tal Nombre es forzosamente sagrado. La
sacralización del nombre viene a duplicar el éxtasis del lugar.30
Este proceso de sacralización se da por parte de la institución de significaciones; se
dice que es “eterna” porque una vez instituida se procura que no se modifique nunca más.
A su vez, el autor afirma que esta eternidad se da efectivamente al estar la categoría vacía,
al operarse, es decir al catalogar o construir algo como “verdad”, se aplica esta “eternidad”
a aquello que fue designado como verdadero.
30 Badiou, A., Condiciones, Buenos Aires: Siglo XXI, 2005, p 64
Ahora bien, no podremos terminar de comprender a qué se refiere Badiou, y en este
punto nosotros mismos, con el concepto de “verdad” si no se tienen en cuenta a los
procedimientos genéricos. Estos procedimientos son, al entender del filósofo francés, los
“lugares” o topos en donde se produce la verdad, es decir, en donde se aplica esta categoría
infinita a algún ente determinado.
Estos procedimientos serán cuatro: el matema (el campo de la verdad científica), la
poesía (el campo de la verdad artística), el amor (la verdad que tiene que ver con el dos, la
subjetividad) y la política.
Precisamente, la filosofía tendrá la tarea de permitir la composibilidad, esto es, la
común participación de estas cuatro condiciones (los procedimientos genéricos) a la hora
de producir la verdad, porque su función principal es captarla, ya que ella misma no es
capaz de producir verdad. A su vez si deja de lado al menos una de sus condiciones, estará
llevando a cabo una sutura. En palabras del propio Badiou:
La filosofía es una construcción de pensamiento donde se proclama, contra la
sofística, que hay verdades. Pero esta proclamación central supone una categoría
propiamente filosófica, que es la de la Verdad. A través de esta categoría se dice a
la vez el “hay” de las verdades y la composibilidad de su pluralidad, a la que la
filosofía da acogida y abrigo. La Verdad designa simultáneamente un estado
plural de las cosas (hay verdades heterogéneas) y la unidad del pensamiento.31
Podemos concluir entonces que para Badiou, la filosofía capta esas verdades
producidas por los procedimientos genéricos, dando lugar a la composibilidad, esto es, a la
común participación de las cuatro condiciones a la hora de la emergencia de tal verdad.
Ahora bien, reconsiderando la pregunta inicial de este apartado y teniendo en
cuenta lo hasta aquí abordado podemos reformular la respuesta acerca de qué es lo que
tomaremos por verdad en este trabajo. Tomaremos por verdad a una categoría que se le
imprime a ciertas cosas, prácticas, concepciones, etc., que pretende ser invariable y eterna;
que es producida por los campos artísticos, científicos, políticos y psicoanalíticos; que en sí
misma se presenta vacía, condición que la convierte en operacional, que es epocal, es decir,
que surge dentro de un contexto histórico-social que la instituye y la mantiene. A su vez, es
la categoría central de la filosofía, ya que esta tiene como una de sus funciones principales
captar el “hay” de las verdades dentro de las sociedades y sus instituciones. Por lo tanto,
31 Badiou, A., Op. Cit., p 58
podemos afirmar que lo “falso” es aquello que se opone a esta verdad invariable, aquello
que tiende no sólo a su negación, sino también que puede ser variable y finito.
A fin de considerar la verdad como “vacía”, cabe aclarar que, al entender de
Badiou, este vacío no es ontológico (la verdad es) sino lógico: la verdad por sí sola podría
tomarse como un conjunto vacío, según la teoría de los conjuntos de Cantor. En este
sentido afirma Badiou:
Es muy importante observar que el vacío de la categoría de Verdad, con V
mayúscula, no es el vacío del ser, puesto que es un vacío operatorio, y no
presentado. El único vacío que es presentado al pensamiento es el vacío del
conjunto vacío de los matemáticos. El vacío de la Verdad es, como veremos, un
simple intervalo, donde la filosofía opera sobre las verdades que le son exteriores.
Tal vacío no es pues ontológico; es puramente lógico.32
De esta manera, cuando afirmamos que algo es “verdadero” desde esta visión,
decimos que ese algo hace referencia a un ente que se da en la naturaleza y que se ha
podido observar y reproducir lingüísticamente (verdad de la ciencia), o a un ente
institucionalizado como real.
Así pues se ve cómo este concepto de verdad incluye las teorías correspondentistas
y consensualistas pero no obstante las supera, primero al proponer el concepto de
operatividad de la verdad, como categoría operante y no pasiva, y segundo al proponer la
composibilidad, esto es, la no subsunción del contexto de emergencia de las verdades de
una sociedad, aceptando otros contextos más allá de los científicos.
Capítulo 3: Castoriadis: las significaciones imaginarias
32 Badiou, A., Op. Cit., p 59
A fin de poder mostrar cómo es que las ficciones aparecen en el campo de lo social,
teniendo en consideración en estos momentos de la tesis los orígenes y definiciones de las
principales categorías, junto con la formulación de nuestros presupuestos acerca de la
realidad y la verdad, se torna relevante llevar adelante una breve presentación de algunos
conceptos, definiciones, etc., presentados por Castoriadis, más específicamente aquellos
que tienen que ver con la perspectiva acerca de cómo las sociedades se dan a sí mismas sus
propios significados y confeccionan su accionar en concordancia a ellos ya que
amalgamarán y darán posibilidad a la relación entre “ficción” y “vacío”.
Así pues, para poder comprender cómo lo ficcional se enraíza en lo social, hace
falta abordar cómo se da la dinámica propia de las sociedades, al entender de Castoriadis,
que da posibilidad a dicha emergencia. En tal sentido, comenzaremos por abordar el
concepto de “significación imaginaria” por ser el mismo clave dentro de la concepción
castoriadista que sostendremos a lo largo de la presente tesis.
No obstante, dicha categoría no puede ser agotada en una simple definición a causa
de su complejidad; por ello este capítulo se estructurará en tres apartados los cuales
presentarán los elementos basales para la constitución de la misma, a saber:
El imaginario social y radical
En este apartado analizaremos el aspecto central que define el ser de las
significaciones, es decir, el elemento que las caracteriza como “imaginarias”.
La creación ex nihilo
Al tratar “la creación desde la nada” observaremos cómo surgen las
significaciones y cuales son sus puntos de partida, haciendo hincapié su
indeterminación
La institución como método social
Al abordar los procesos de institución estaremos remarcando la aplicación
fáctica por parte de las sociedades de dichas significaciones.
3.1: El imaginario social y radical
Al momento de hacer referencia a la categoría de “imaginario radical” debemos
tener en cuenta a ésta como una categoría central en el pensamiento de Castoriadis y que
será de suma importancia para los objetivos de este trabajo.
Ahora bien, ¿en dónde radica su importancia? En el hecho de que el imaginario
radical es aquel fenómeno mediante el cual la sociedad otorga sentido a las cosas que la
rodean, partiendo de su propio ser, es decir, incorporándole a las cosas sus propias
representaciones.
Es por ello que en el presente apartado nos dedicaremos a indagar qué es el
imaginario radical y cómo este es condición de posibilidad para la creación de
significaciones y de discursos sociales que tendrán en su composición partes ficcionales.
Por consiguiente será pertinente comenzar con una definición provisional, o si se
quiere también “intuitiva”, del significado de la palabra en sí misma: se le otorga
comúnmente el adjetivo de “imaginario” a todo aquello que es inventado por la mente del
hombre y que no se le puede asignar un referente en la realidad.
Por ende, lo imaginario no debería tener lugar en el campo del conocimiento ya que
no es una propiedad implícita en las cosas, sino por el contrario, es el producto de una
capacidad expresamente humana como lo es la imaginación. Sin embargo, este imaginario
que poseen los hombres puede verse como una potencialidad real, ya que, al decir de
Castoriadis, los seres sociales cuando aplican su imaginación en el mundo crean acciones
que son consecuentes con esta imaginación aplicada.
De esta manera, cuando hacemos mención aquí a “imaginario radical” hacemos
referencia a un fenómeno mediante el cual los hombres crean a partir de su propia psique
una imagen que otorga sentido a las cosas que lo rodean. A este respecto, Castoriadis
afirma que:
En el plano individual, la producción de este fantasma fundamental depende de lo
que llamamos lo imaginario radical (o la imaginación radical); este fantasma
mismo existe a la vez en el modo de lo imaginario efectivo (de lo imaginado) y es
primera significación y núcleo de significaciones ulteriores33
Así pues, el imaginario es radical porque parte de sí mismo y genera una “envoltura
fantasmática” (Castoriadis utiliza con frecuencia el vocabulario psicoanalítico), alrededor
33 Castoriadis, C., La institución imaginaria de la sociedad, Buenos Aires: Tusquets, 2010, p. 230.
de las cosas que los hombres pueden percibir, creando a partir de ello, significaciones que
regirán el devenir de las sociedades.
Es por esto que el imaginario radical deviene en imaginario social, ya que si bien
todos los individuos poseen una corriente continua de representaciones psíquicas que son
su propio imaginario y que le otorga la facultad de poseer sus propios sentidos, lo cierto es
que un ser social inmerso en un conglomerado de seres transforma esta individualidad en
una cuestión colectiva dando emergencia así a un imaginario social.
No obstante, esta relación no es unidireccional, no está cronológicamente primero
el imaginario individual y luego el social, ya que el social que existe al momento del
surgimiento de cada ser también condiciona, mediante el proceso de socialización, la
imaginación de los individuos. Por ejemplo: todas las personas poseen un imaginario
particular que se da por sus propias experiencias y por aquello que ha recibido de su
entorno, de tal manera es bastante improbable que un niño argentino tome como “ídolo” de
la infancia a un luchador de sumo, ya que en su contexto social, su imaginario acerca de
sus “modelos” está condicionado por las prácticas que se dan a su alrededor, y el sumo no
es un deporte que en este país tenga una impronta social importante como en Japón.
Ahora bien, volviendo al imaginario social, podemos decir junto con Castoriadis
que “lo imaginario social es, primordialmente, creación de significaciones y creación de
imágenes o figuras que son su soporte”34, por tanto, el concepto excede al imaginario
como una facultad secundaria de los hombres, para pasar a ser una categoría central en el
ser de las sociedades.
Es decir, el imaginario hace emerger imágenes relacionadas a las cosas, imágenes
que no son meros reflejos de las cosas sino que son representaciones de lo que los humanos
perciben, otorgando existencia concreta a cosas que en la realidad (desde una visión
positivista) no existen. Así pues, cuando una sociedad toma como sagrado un elemento de
la naturaleza, llegando a investirle el mote de “deidad”, no está haciendo como si “ese
árbol” fuera un dios, sino que “ese árbol” es un dios y debe ser tratado como tal.
Sin embargo, la capacidad de las sociedades excede el hecho de imaginar
representaciones, ya que además, y en este punto se ve claramente por qué se llama radical,
se crean las condiciones necesarias para la aplicación de estas imágenes y su reproducción
en el ámbito social. Por ejemplo, en las sociedades occidentales no sólo rige un imaginario
capitalista en cuanto a aplicarle al dinero una representación que excede el valor propio del
papel que lo constituye, sino que además se crean las condiciones instrumentales como las
34 Castoriadis, C., Op. Cit., p. 377.
cotizaciones de las monedas, las tasas de interés, la inflación, etc., para que el valor
imaginario del dinero se reproduzca a través de los años, implementando acciones
concretas para tal fin.
Es por esto, que Castoriadis dirá que el imaginario social es un hacer/representar.
Según sus palabras:
Lo imaginario social existe como hacer/representar lo histórico-social; en tanto
tal, instituye y debe instituir las “condiciones instrumentales” de su existencia
histórico-social, que son el hacer/representar como identitarios o consustanciales
a la lógica de conjuntos, a saber, el teukhein y el legein35
De tal forma, afirmará Castoriadis que mediante los procedimientos del teukhein y
el legein, las sociedades desarrollarán este representar. Mediante el legein formarán
discursos que soporten el sentido que el imaginario determinó para un objeto determinado;
a partir del teukhein fabricarán las condiciones de posibilidad para que se expanda tal
representación.
Es mediante el procedimiento propio del legein en donde las significaciones
producidas por el imaginario radical constituirán discursos que den cuenta de las mismas, a
manera de soporte léxico. Si nos hacemos eco de las palabras de Castoriadis diremos que:
Legein: distinguir-elegir-poner-reunir-contar-decir: condición y a la vez creación
de la sociedad, condición creada por eso mismo de lo que es condición. Para que
pueda existir la sociedad, para poder instaurar un lenguaje y que éste funcione,
para poder desplegar una práctica meditativa, para que los hombres puedan
relacionarse entre sí [más] que la puramente fantasmática, es menester que, de
una u otra manera, en un nivel o en otro, en un determinado estrato o en una
cierta capa del hacer y del representar social, todo pueda hacerse coherente con lo
que la definición [de conjuntos] de Cantor implica. 36
Lo que este amplio pasaje nos destaca es que las sociedades implementan un
proceso a partir del cual reúnen en conjuntos las cosas (imaginarias o naturales) y les
otorgan un decir. Al entender de Castoriadis este proceso está dentro de lo que la teoría de
35 Castoriadis, C., Op. Cit., p. 394.36 Castoriadis, C., Op. Cit., p. 355. Los corchetes son nuestros.
conjuntos, o en su lenguaje filosófico la “lógica identitaria o ensídica” puede abarcar desde
sus categorías de análisis.
Es decir, en el proceso de legein se puede vislumbrar una unión entre lo puramente
imaginario de las sociedades (las significaciones) y lo más “formal” de ellas (el lenguaje
como código). Así pues, llevar adelante el legein sirve para la comunicación eficaz entre
los seres sociales en un tiempo determinado constituyendo un decir, un discurso, es decir,
armando una textualidad que sea capaz de soportar y transmitir aquellas significaciones
sostenidas en una sociedad.
En este sentido podemos mencionar ejemplos que den cuenta de este fenómeno: en
casi todas las sociedades existen discursos que “rigen” de cierta manera los roles que
deberán cumplir sus diferentes miembros. Tomemos el caso de la mujer-madre
posmoderna; existe un discurso en el cual la mujer debe cumplir con algunas normas para
ser considerada como tal: debe atender a sus hijos, debe atender a su marido, debe
mantener el control de la casa, debe trabajar, debe cuidar su salud, debe mantener su
belleza corporal, etc. Sin embargo, este “decir” está acompañado de un “hacer” que
legitima y reproduce este modelo, así encontramos la expansión de las clases de gimnasia
de tipo Pilates, los productos dietéticos, la abundancia de productos de cosmética, las
propagandas en donde se vende un modelo de mujer casi irreal, pero que marca con
exactitud este legein en particular establecido.
En conclusión, es evidente que se puede señalar con cierta simplicidad la conexión
directa entre el imaginario radical y la constitución de discursos sociales que contienen
significaciones imaginarias, entendiendo a éstas como aquella carga valorativa que las
sociedades le imprimen a su mundo circundante a partir de las imágenes que ellas mismas
originan.
No obstante, ya que las significaciones imaginarias sociales han de tener un origen,
antes de comenzar a desarrollar cómo es que son operantes, es decir, analizar cómo pueden
instituir acciones concretas y elaborar un lenguaje propio (dando lugar a los discursos),
cabe comprender el proceso de creación que se da en las sociedades gracias al imaginario
radical, que se desarrollará en el próximo apartado.
3.2: La creación ex nihilo
Como se caracterizó en el apartado anterior, entenderemos aquí al proceso de
creación como aquel fenómeno propio del imaginario social que provoca la emergencia de
nuevos significados; lo denominaremos, junto a Castoriadis, ex nihilo porque el material
utilizado surge de la misma psique de los seres humanos, es decir, no interviene como
“materia prima” nada que provenga del exterior.
Debemos comprender entonces a dicha categoría como el proceso que lleva a cabo
el imaginario radical para producir una significación imaginaria. No obstante cabe la
pregunta acerca del status de tal proceso, es decir, cómo surge el material para dicha
creación y qué características tienen los resultados de la misma; para ello acudiremos a las
palabras de Castoriadis:
Creación significa aquí creación ex nihilo, la conjunción en un hacer-ser de una
forma que no estaba allí, la creación de nuevas formas del ser. Creación
ontológica: de formas como el lenguaje, la institución, la música, la pintura, o bien
de tal forma particular, de tal obra musical, pictórica, poética, etcétera.37
Para Castoriadis las sociedades crean desde la nada, no hay un material preexistente
que determine el producto de dicha creación. Es así que las significaciones imaginarias son
construcciones sociales que se sostienen en cosas materiales pero que no se ven
determinadas por ellas. Por ejemplo, el valor emocional-místico que puede cobrar una
montaña que se denomina sagrada en un pueblo trasciende el “valor” geológico que la
misma pueda tener.
En este sentido cabe preguntarnos: ¿se puede considerar que todos los procesos de
producción de una sociedad sean creación? Si nos detenemos en la concepción
castoriadista, diremos que sólo hay creación allí donde se inviste una nueva idea o forma
en sentido aristotélico, cuando emerge una cosa nueva. En este sentido, Castoriadis afirma
que:
La creación no es producción, no es el hecho de colocar en el mundo un ejemplar
de un eîdos preexistente; es la posición ab ovo de tal eîdos. Ella es, incluso, menos
la emergencia aleatoria de una configuración que resulta de una combinación
numéricamente singular. La destrucción es, en este caso, destrucción ontológica.38
37 Castoriadis, C. Figuras de lo pensable, Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2006, p. 95.38 Castoriadis, C. Op. cit., p. 260.
Y agrega en otra obra posterior que:
Esta creación es génesis ontológica, posición de un eidos, ya que lo que de tal
manera se pone, establece e instituye cada vez, y que por cierto es vehiculado por
la materialidad concreta de los actos y las cosas, supera esa materialidad concreta
y todo esto particular, es tipo que permite una reproducción indefinida de sus
instancias, las cuales únicamente son en general y son lo que son en tanto
instancias de este tipo.39
Para comprender mejor esta idea podemos acudir al mismo ejemplo que el autor
presenta en esta obra. Si tomamos por caso una estatua de bronce, podemos afirmar que,
dentro de la terminología de Castoriadis, el momento creativo existió cuando un escultor
dado le imprimió una forma determinada a ese bronce formando la mentada estatua; ahora
bien, cuando otro escultor toma el bronce pero le imprime la misma forma que dicha
estatua, es decir hace una copia, aquí podemos decir que no crea sino que produce, fabrica.
Fabricación no es creación.40
Así pues, trasladando este último ejemplo hacia la actualidad, podemos decir que
hay una creación en el caso de la música cuando una banda, un canta-autor, etc., generan
una nueva canción, con una melodía y una letra inéditas. No obstante, cuando otra banda o
cantante hace un cover de la misma, ahí ya no podría hablarse de “creación” en término de
Castoriadis, porque el eidos de tal canción lo creó el primero que la hizo, los covers no
hacen más que repetir, con algunas variables es cierto, esa idea primigenia.
Ahora bien, la relevancia que adquiere esta categoría dentro del pensamiento de
Castoriadis estará dada por el hecho de que la historia de la humanidad es historia de
quiebres y de creación constante. Debido a ello, las significaciones instituidas por una
sociedad sufren rupturas con el correr del tiempo, condicionadas por los devenires propios
de la historia; Castoriadis denominará a estas rupturas bajo el concepto de “alteridad”. De
tal alteridad emergen las alteraciones, cambios de las significaciones que otorgan la
posibilidad de la creación de nuevas significaciones que suplan las anteriores ya
desaparecidas.
A tal respecto, podemos encontrar múltiple ejemplos en la historia sobre este
devenir. En el campo de las ciencias fácticas lo explicado por Kuhn es el reflejo evidente
de esta situación; existe un paradigma que por dejar de ser útil o tornarse engorroso
39 Castoriadis, C., La institución imaginaria de la sociedad, Buenos Aires: Tusquets, 2010, p. 290.40 Castoriadis, C. Op. cit., pp 316 - 319
comienza a derrumbarse, pero esto sucede de a poco hasta que luego se genera una
revolución, se derrumba por completo el anterior paradigma, se funda otro que suple su
lugar y se llega a cierto estado de calma.
Por tanto, desde esta perspectiva, entenderemos a la historia como una dinámica
constante de alteridad, alteración y creación. Esto representa, a su vez, que las sociedades
se dan sus propias instituciones y significaciones, con lo cual no sólo deberemos hablar de
“creación” sino también de “autocreación”.
Por consiguiente podemos interpretar que las sociedades se autocrean porque se dan
a sí mismas su propio eîdos, su forma, su esencia, sus leyes, sus significaciones. Sin
embargo como la misma afirma, existe cierta relación con la naturaleza, ya que si bien se
crea desde la nada en el sentido de que se pone en juego una idea que antes no había,
existen ciertas restricciones físicas para todas las sociedades.
Precisamente, hasta el propio Castoriadis lo admite, serán estas “restricciones” las
que condicionarán este crear humano, es decir, le pondrán ciertos límites dados por la
lógica propia de las disciplinas formales. No obstante una hipótesis fuerte de Castoriadis es
la no determinación o subdeterminación por parte de estas restricciones. Esto significa que
los productos de estas creaciones son impredecibles ya que no se rigen por leyes estrictas
que guíen su emergencia.
Así pues encontramos dentro de las sociedades un proceso que da cuenta acerca de
cómo sucede la aparición de discursos que tienen en su propio imaginario a la materia
necesaria para su producción y que por tanto nos permitirán entender por qué es que las
ficciones pueden tener lugar dentro de los discursos. En consecuencia, este proceso
creativo puede explicar el por qué de la emergencia de tales elementos ficcionales y al
mismo tiempo explicar por qué es que las sociedades los toleran en sus discursos.
A este respecto, entendemos que si la sociedad origina sus significaciones sociales
a partir de su imaginario, entonces asimila ideas que no se corresponden con lo que se
entiende por realidad desde una perspectiva positivista. Por ende no le son extrañas ciertas
ficciones que se aparecen en su lengua, aceptándolas como un elemento más de su magma
de significaciones.
A su vez, esta dinámica que expone Castoriadis de alteridad/alteración daría la
pauta de cuándo es que se origina la creación: sólo hay creación luego de una ruptura.
Cuando acontece una ruptura, es decir, una alteración de una significación previa, se
genera un espacio carente de sentido que las sociedades no pueden tolerar y que las
moviliza inmediatamente a generar un nuevo sentido. Justamente es este proceso el que la
presente tesis pretenderá desarrollar y explicar, yendo más allá de la teoría de Castoriadis:
cómo las rupturas generan vacío y cómo éste es intolerable para las sociedades.
No obstante, antes de abocarnos al problema de las ficciones en sí y del rol
cumplido por el vacío, cabe completar esta breve antropología social ya que los conceptos
de imaginario, legein y significación se complementan con el proceso de institución que
lleva adelante cada sociedad, al cual nos abocaremos en el próximo apartado.
3.3: La institución como método social
Llegados a este punto, ya hemos abordado los conceptos de imaginario radical y de
creación de manera tal de contextualizar la categoría de “significación imaginaria” para así
poder comenzar a comprender cómo es que las sociedades son capaces de otorgarle sentido
a las cosas y producir un decir que sea capaz de sustanciar dichos sentidos.
Sin embargo, no hemos hecho hincapié aún en el proceso de institucionalización,
proceso que cobra relevancia porque las sociedades lo utilizan como método de fijación de
aquellos sentidos que valoran por sobre los otros y que constituyen parte de su identidad.
Afirmamos pues que existen múltiples sentidos generados por el imaginario radical;
no obstante no todos ellos logran ser parte del imaginario social debido a que la
institucionalización no es absoluta sino parcial, es decir, toma en cuenta algunas
significaciones y a otras no. Por ejemplo, de los múltiples imaginarios particulares que
surgen a partir del fenómeno deportivo del fútbol, se institucionalizan algunos de ellos.
Con respecto a la selección argentina de fútbol existe un consenso generalizado de que es
un equipo que representa a todo el país, mientras que aquel imaginario que sostiene lo
contrario, que no representa más que a unos pocos, no se ve institucionalizado
masivamente.
Así pues, si las sociedades instituyen significaciones imaginarias, podemos
reformular la pregunta acerca del ser de las significaciones, en torno su relación con el
lenguaje ya que es el tema que nos atañe por estar haciendo referencia a los discursos.
Podremos pues responder a ello mediante las palabras de Castoriadis:
La significación es aquí la coparticipación de un término y de aquél al que ese
término remite, poco a poco, directa o indirectamente. La significación es un haz
de remisiones a partir y alrededor de un término.41
No obstante, estamos utilizando al sustantivo “significación” acompañado del
adjetivo “imaginario”; por ende, si significar es remitir algo a partir de un término, una
significación imaginaria es la remisión por parte de un término a un producto del
imaginario, al sentido que éste ha creado gracias a su capacidad de creación ex nihilo y a
su flujo de representaciones.
En concordancia con esto, podemos decir que una significación imaginaria contiene
los sentidos aportados por una sociedad al mundo que la rodea, por ello reviste una gran
complejidad, porque no responde a un esquema sincrónico de referencias, sino a un
esquema de tipo “caótico”42. Es por ello que Castoriadis utilizará la palabra “magma” para
41 Castoriadis, C., Op. Cit., p. 536.42 Entendiendo aquí por “caos” aquel adjetivo que se le puede otorgar a ciertos sistemas que contienen una gran cantidad de elementos y variables que interactúan entre sí.
representar este conglomerado de significaciones, debido a lo espeso de su contenido y el
constante fluir del mismo. A este respecto, el autor afirma:
En tanto magma, las significaciones de la lengua no son elementos de un conjunto
sometido a la determinidad como modo y criterio de ser. Una significación es
indefinidamente determinable (y, evidentemente, ese “indefinidamente” es
esencial), sin lo cual lo que se quiere decir es que es determinada.43
Cuando Castoriadis afirma que las significaciones son determinables está haciendo
referencia al hecho de que las mismas son factibles de encarnar un sentido específico según
la voluntad de la sociedad que la creó. Podemos afirmar aquí que la sociedad instituye ese
sentido por y a través de las significaciones imaginarias, entendiendo aquí por “instituir” al
método mediante el cual se instaura algo pretendiendo una perennidad para esto instaurado
y se ponen en práctica para tal fin mecanismos de control y de reproducción.
Así pues, decir que una sociedad instituye una significación imaginaria es afirmar
que se erige un sentido de las cosas creado por la propia sociedad, que ésta considera real y
verdadera, y que se ponen en práctica acciones que sean consecuentes para tal ente
instituido.
Al respecto, podemos dar aquí algún ejemplo a fin de clarificar dichos conceptos:
en muchas de las sociedades occidentales ha emergido una significación imaginaria con
respecto al alimento, que sostiene que para obtener el mismo hay que poseer dinero (otra
significación imaginaria) para realizar un canje, sin tener la necesidad de procurárselo
directamente es decir, saliendo a cazar todos los días. Conforme a esto, se instituyó dicha
práctica y se constituyeron mecanismos que aseguren el respeto por dicha significación.
Así por un lado, la justicia condena a aquel que toma “sin permiso” alimento que otro
canjeó por dinero. Además se han dispuesto lugares específicos para la producción de
alimento a los cuales no pueden acceder la mayoría de las personas.
De esta manera, afirmar que la sociedad instituye significaciones es afirmar que se
fosilizan socialmente ciertos productos del imaginario radical que pasan a regir las
prácticas cotidianas, a la vez que se implementan las condiciones necesarias para la
defensa y reproducción de dicho elemento instituido. Al respecto afirma Castoriadis:
43 Castoriadis, C., Op. Cit., p. 538.
Decir que las significaciones imaginarias sociales son instituidas o decir que la
institución de la sociedad es institución de un mundo de significaciones
imaginarias sociales, quiere decir también que estas significaciones son
presentificadas y figuradas en y por la efectividad de los individuos, de actos y
objetos que ellas “informan”.44
Por lo tanto, aquí se ve cómo las significaciones en tanto que instituidas también
implican la institución de un hacer social, es decir, las significaciones son operantes porque
rigen el deber ser del actuar de la sociedad a la cual pertenecen. En efecto, queda en
evidencia pues cómo a partir del imaginario radical no sólo se logra otorgar un sentido a
las cosas sino también generar prácticas que sean consecuentes con este sentido y que lo
reproduzcan constantemente.
Sin embargo, no sólo se instituye un hacer, sino también un decir (el teukhein y
legein mencionado con anterioridad) que soporte el sentido otorgado por el imaginario
radical a los elementos de su mundo circundante. Precisamente es en este punto en donde
nace el discurso social como puntal de las significaciones instituidas, y en donde se
“filtrarán” elementos ficcionales que logren finalizar la constitución de tal discurso.
De esta manera hemos podido observar cómo es que el imaginario no sólo otorga
sentido sino que además genera prácticas gracias a las significaciones sociales, mediante el
método de la institución.
Así pues, hemos analizado qué es el imaginario radical, cómo debe entenderse a la
creación y de qué forma la sociedad lleva cabo procesos de institucionalización, siempre en
el marco de la explicación acerca de qué es una significación imaginaria social, cuya
definición podemos concluir en las propias palabras de Castoriadis:
Las significaciones no son evidentemente lo que los individuos se representan,
consciente o inconscientemente, ni lo que piensan. Son aquello por medio de lo
cual y a partir de lo cual los individuos son formados como individuos sociales,
con capacidad para participar en el hacer y en el representar/decir social, que
pueden representar, actuar y pensar de manera compatible, coherente,
convergente incluso cuando sea conflictual (el conflicto más violento que pueda
desgarrar una sociedad presupone aún una cantidad indefinida de cosas
“comunes” o “participables”).45
44 Castoriadis, C., Op. Cit., p. 552.45 Castoriadis, C., Op. Cit., p 566
Capítulo 4: Las ficciones sociales
Al finalizar la breve exposición acerca de lo orígenes míticos y literarios de la
ficción, junto con el detalle de los presupuestos aquí sostenidos acerca de verdad y
realidad, y la exposición de ciertos conceptos antropológicos sociales de Castoriadis que
sirven de amalgama para los demás, daremos lugar a la explicación sobre cómo las
ficciones se encuentran enraizadas en las prácticas sociales, siendo estas productos de los
discursos producidos gracias a las significaciones imaginarias sociales antes expuestas.
En este sentido, habremos de analizar en principio algunos de los conceptos de Paul
Ricoeur en torno a la categoría de discurso, de tal manera de establecer ciertos criterios que
nos permitan abordar la forma mediante la cual las ficciones se enraízan en los mismos.
A su vez, llevaremos a cabo un entrecruzamiento conceptual con Castoriadis, de
manera tal que se pueda evidenciar la presencia histórico-social de las ficciones que
generan acciones concretas a partir de su conexión con los discursos.
Debido a que didácticamente se torna menos complicado explicar las acciones
concretas antes que las cuestiones abstractas, comenzaremos desarrollando la conexión
ficción - práctica y luego su enlace con los discursos.
Por tal razón el contenido del presente apartado será el siguiente:
Las ficciones y las prácticas sociales:
Aquí se hará hincapié en aquellas ficciones que reglan acciones puntuales
dentro de una sociedad, mostrando que las mismas no se agotan en el campo artístico-
literario.
Las ficciones y los discursos sociales:
En la presente sección se pondrá énfasis en la relación entre discursos sociales y
ficciones, entendiendo a éstas como parte constituyente de los mismos.
4.1: Las ficciones y las prácticas sociales
Una vez realizada la determinación del concepto de “ficción”, a través del análisis
de su origen literario, cabe llevar adelante la investigación y la exposición acerca de cómo
podemos encontrar constructos con las características ficcionales mencionadas, dentro de
las sociedades y que a su vez rigen muchas de las prácticas que las mismas desarrollan.
Ahora bien, ¿qué entendemos por “prácticas sociales”? Denominamos con este
término a aquellas acciones que realiza una sociedad dada conforme a las significaciones
imaginarias que esta inviste. A su vez, su matiz de “social” lo establece el hecho de que no
son actividades puras de supervivencia, sino que poseen un agregado de sentido. Por
ejemplo, comer en sí mismo es una acción de supervivencia, pero reunirse a comer en
fechas específicas como la cena de Navidad ya carga en sí mismo un contenido que excede
lo alimenticio, para pasar al plano de lo simbólico.
Por tanto, podemos mencionar una plétora de prácticas sociales, prácticas que
difieren de una sociedad a otra porque son particulares de estas, aunque muchas veces
existen extrapolaciones, por ejemplo, el festejo de “Halloween” en sociedades del
hemisferio sur que han importado tal fecha del hemisferio norte. Así pues tomar mate, ir a
un estadio para mirar un partido de fútbol, comer locro el 25 de mayo, festejar el día del
niño regalando juguetes, ponerse una escarapela en fechas específicas o realizar actos en
conmemoración de algún santo al cual le esté dedicada una ciudad, son prácticas sociales
que se pueden encontrar dentro de la sociedad argentina.
En este sentido, podemos afirmar que dichas prácticas se sustentan en las
significaciones imaginarias, conformándose una relación entre discurso social y accionar;
sin embargo en el análisis de dicha relación nos detendremos en el próximo apartado. Lo
que aquí nos interesa es demostrar la hipótesis que guía el presente capítulo, a saber: dentro
de los discursos que se vinculan con las prácticas se encuentran enraizadas ficciones que
logran regir ciertas prácticas sociales, es decir, que se pueden detectar como antecedentes
de acciones concretas de las sociedades, constructos que poseen las mismas características
que las ficciones literarias: creación de clima, seducción y retorsión de conceptos.
Entonces, ¿cómo podemos darnos cuenta que una práctica social está movilizada
por una ficción? Lo podremos hacer interpelando el discurso que moviliza tal práctica.
Utilicemos ahora un ejemplo concreto, como lo puede ser la democracia. En referencia a
esto, el discurso “oficial” que presenta nuestra sociedad es el siguiente: vivimos en
democracia, esto significa que nuestro gobierno se conforma por personas que han sido
elegidas por los ciudadanos para representarlos; además, la conformación de dicho
gobierno está creada de manera tal que nadie pueda llevar a cabo elecciones sin que todos
los representantes participen de las mismas, mediante la división de los tres poderes. Por lo
tanto, vivir en democracia significa que cada ciudadano tiene el derecho de elegir, según su
entendimiento, a la persona que va a representar sus ideas, inquietudes e intereses y que
llevará adelante las decisiones concordes a esto.
Ahora bien, este discurso se propone ser una resignificación del origen primigenio
de la democracia griega pero que a su vez respeta sus principios, esto es, el poder que tiene
cada ciudadano, mediante el accionar político, para intervenir fehacientemente en el
desarrollo de su estado. Es decir, la democracia busca que cada ciudadano46 tenga un
compromiso real con su contexto geo-político y que a su vez estén dadas las condiciones
de posibilidad para que esto suceda.
A este respecto, la práctica social más emblemática que responde a este discurso
sobre la democracia, es el de sufragio cada dos años que permite “solucionar” el problema
que trae aparejado la gran cantidad de habitantes como para llevar adelante una democracia
directa. Sin embargo, está ya presente en el discurso mismo sobre “vivir en democracia”
una ficción que empapa también a la práctica mencionada en sí misma.
Si bien el sistema formal funciona como se mencionó, lo que sucede en la realidad
es que los “representantes” pocas veces representan los intereses propios de sus votantes y
existen muy pocos elementos que éstos puedan tener para realizar un control sobre esta
situación, con lo cual el poder que deberían poseer para intervenir fehacientemente se ve
desnaturalizado y empequeñecido.
A su vez, el sistema mismo de votación hace que el sufragante desconozca a la
mayoría de las personas que vota, no sólo porque se publicita solamente a quienes
encabezan una lista, sino porque además existen mecanismos que permiten que cuando
alguien emite un voto, elige mucho más que lo que vota (caso de las listas sábanas).
Por otro lado, el ya establecido sistema de “lobby” hace que muchas de las
decisiones que debieran tomar los poderes elegidos, sean manipuladas e impuestas por
grupos económicos, situación que desgasta aún más la democracia y su intención de dar
poder político a los ciudadanos, porque encima de que sus representantes no los
representan, muchas de las decisiones que ellos toman ni siquiera surgen de ellos mismos.
Además, si a esto se le suma que las condiciones de posibilidad para que el sufragio
se realice con plena conciencia y discernimiento, no se dan en todos los ámbitos de la
sociedad, como ser el acceso a la información y el acceso al procesamiento de dicha
información (sin mencionar hechos aberrantes como la quita de documentos), podemos
arribar a la conclusión de que ese discurso sobre lo que debe ser la democracia dista de la
realidad acerca de cómo se desarrolla de hecho la democracia, constituyendo una ficción,
es decir una distorsión de eso que sucede, ya que se utiliza un término para describir una
situación que es, en este caso, absolutamente contraria a lo que refiere en un principio.
46 Concepto que sin dudas se ha ido resignificando con el paso del tiempo.
Podemos concluir entonces que la práctica social del sufragio está sustentada en
parte por una ficción. Votamos y hacemos como que nuestro voto sirve para que nuestros
intereses, inquietudes e ideales tengan participación dentro de las decisiones que se vayan a
tomar a futuro.
Esta situación hace también que la misma práctica se convierta en ficcional, porque
se transforma en una mímesis de lo que debería ser, ya que tenemos conciencia de los
límites del voto, desnaturalizando esta acción, llevándola a cabo más por obligación que
por convicción.
Así pues, observamos mediante este ejemplo cómo las ficciones se relacionan con
las prácticas sociales, a saber, no sólo mediante su enraizamiento en los discursos que las
motivan, sino también haciendo de ellas mismas una acción que puede llegar a tener
transformado su sentido.
A continuación, analizaremos otra amplia dimensión social en donde la presencia
de la relación entre ficción y práctica es evidente: el campo del derecho. Así como el
derecho mismo nació en Roma, el uso de las ficciones dentro de él también tuvo su origen
en Italia. Al respecto afirma Marí:
Fictio y Fingere se usan en un sentido técnico-legal para denotar una construcción
a través de la cual se asumen ciertos actos con el completo conocimiento de la
falsedad de la asunción. La asunción es prescripta por la ley e irrefutable. Su
objeto es crear, extender o explicar una regla legal. 47
Como se puede observar, la institución de la ficción dentro del derecho es
intencional, de manera tal que se puedan cubrir aquellos “huecos” que deja la ley al no
contemplar ciertos casos específicos, de manera tal que antes estos casos se actúa “como
si” fuera otra la realidad para que se pueda ver enmarcada en la legalidad. En este sentido
dice Marí:
… las ficciones suministraban un arsenal de técnicas para eludir los obstáculos
que la realidad levantaba frente a las acciones humanas, proporcionando una
auténtica alquimia, un potente útil para transformar la realidad. Los
procedimientos convertían a los hechos en travestis, en hechos-travestis, al
declararlos distintos de lo que eran. Tratar como verdadero lo que había sido
declarado ser falso, apoyarse sobre lo dado reconocido como irreal, tal fue el
47 Marí, E., Op. Cit., p 258
medio a través del cual los jurisconsultos antiguos ejecutaban operaciones de
descalificación y de recalificación que no se hubieran logrado sin este forzamiento
de los hechos.48
Sostenemos aquí que esta característica de las ficciones dentro del derecho
permanece aún en nuestros días, generando a su vez hechos concretos dentro de las
prácticas jurídicas, como lo son los alegatos o las sentencias. A su vez, podemos afirmar
que las ficciones del derecho comparten un estatuto parecido que las literarias, dado su
origen y sobretodo sus características. Al respecto, en otra obra de Marí49, se hace mención
a esto mismo, a saber:
Lo cierto es que, en la literatura como en el derecho, las ficciones se instalan, más
valiera decir se construyen, mediante parecidas técnicas y dispositivos de
invención, siendo este modo de instaurarse y construirse, esta artificialidad, lo que
un importante número de escritores y teóricos –tal el ejemplo de Jeremy Bentham-
considera que debe tenerse constante y conscientemente presente si no se desea
hipostasiar y se quiere distinguir con transparencia las ficciones de los mitos.50
Por tanto, el origen común de estas ficciones es la construcción de las mismas para
un fin determinado: suplir aquello que no está, aquel vacío sea “artístico” o “legal”. Es en
este punto en donde puede abrirse la discusión acerca de la validez de las ficciones dentro
del campo jurídico. El propio pensamiento de Bentham, según Marí, posee dos etapas; en
la primera de ella se ve una fuerte crítica a la ficción, vista como “pestilente aliento”, en
pos de una ciencia jurídica libre de ficciones.
Por otro lado, se puede ver una segunda etapa en la cual el lenguaje comienza a
tomar un rol más primordial, siendo ahora las ficciones parte de este lenguaje, cobrando
así, según Bentham, cierta legitimidad en su uso.
Ahora bien, como se dijo anteriormente, la raíz propia de la ficción, sea en la
literatura o en el marco del derecho, es perpetrar un “como si”, acto que implica, en el
campo jurídico, generar prácticas sociales afines a esto. Según Marí:
48 Marí, E., Op. Cit., p 26649 Marí, E., Teoría de las ficciones, en Marí, E., Kelsen, H., et. al. “Derecho y psicoanálisis”, Buenos Aires: Edicial, 199450 Marí, E., Op. Cit., p 19
El rasgo común esencial del que participan las ficciones en la literatura y el
derecho es su adscripción a una misma categoría: la categoría del “como sí”,
categoría llamada por Hans Vaihinger de “lo conscientemente falso”, régimen de
pertenencia que, a su vez, las hace distinguibles de las hipótesis, ya que las
ficciones no están sujetas epistemológicamente a pruebas verificacionistas de
confirmación, ni a test de corroboración falsacionista, sino más bien a ser
conservadas prácticamente si son eficaces, o abandonadas en caso contrario”.51
Como se puede apreciar, la legitimidad de una ficción no está dada por su validez
formal sino por su capacidad de uso, en un plano de tipo pragmatista, y es en este plano en
donde la relación ficción - práctica social toma fuerza, ya que la “eficacia” de las mismas
se ve en su factibilidad de aplicación y transformación de las acciones cotidianas que lleva
a cabo una sociedad determinada.
Así pues, hemos podido observar cómo las ficciones están en permanente contacto
con las prácticas, tal es así que pueden llegar a condicionarlas y promoverlas como en los
casos vistos del derecho o la política. No obstante no estaría completo este análisis sino se
tiene en cuenta la forma mediante la cual la ficción lleva adelante este contacto: a partir de
su introducción dentro de los discursos sociales.
De esta manera, abordaremos en el siguiente apartado este enraizamiento por parte
de las ficciones en los diversos “decires” que posee cada sociedad y que no sólo da cuenta
del origen de lo hasta aquí expuesto, sino que también nos introduce a la hipótesis
planteada acerca de por qué las ficciones aparecen en dichos discursos.
4.2 Las ficciones y los discursos sociales
El presente apartado tendrá como objetivo, habiendo abordado ya una definición de
la ficción desde el plano literario y viendo cómo se ven implicadas en el desarrollo de las
prácticas sociales, analizar la manera en que la ficción se ve inmersa dentro de los
discursos sociales. Así pues, la primera meta será definir qué es lo que aquí entendemos
por “discurso social”.
En este sentido, tomaremos brevemente algunos de los conceptos de Ricoeur que
definen al discurso como un “acontecimiento en forma de lenguaje” en donde permanecen
51 Marí, E., op. cit., p 20
como unidades básicas las oraciones y se destacan cuatro rasgos, a su entender, que le dan
su forma particular. Veamos pues estos cuatro rasgos:
1. El discurso se realiza siempre temporalmente y en un presente, mientras que el sistema de la
lengua es virtual y se halla fuera del tiempo.
2. Mientras que la lengua carece de sujeto (en el sentido de que la pregunta “quién habla” no se
aplica en este nivel) el discurso remite a quien lo pronuncia a un conjunto complejo de embragues,
tales como los pronombres personales.
3. Mientras que los signos de la lengua sólo se refieren a otros signos dentro del marco mismo del
sistema, y mientras que la lengua prescinde de un mundo del mismo modo que de temporalidad y
de subjetividad, el discurso es siempre acerca de algo. Se refiere a un mundo que pretende
describir, expresar o representar. En el discurso se actualiza la función simbólica del lenguaje,
4. Mientras que la lengua es sólo una condición de la comunicación para la cual proporciona los
códigos, todos los mensajes se intercambian en el discurso. En este sentido, sólo el discurso tiene,
no únicamente un mundo, sino otro, un interlocutor al cual está dirigido52
Por lo tanto, temporalidad, autorreferencialismo, simbolismo e intertextualidad son
los cuatro rasgos fundamentales del discurso en el cual se han de insertar las ficciones. No
obstante podemos llevar a cabo un entrecruzamiento entre estos conceptos y los de
Castoriadis mediante la introducción de un nuevo término: “discurso social”.
A este respecto nos referimos por “discurso social” a aquellos “decires” que
mantienen las sociedades y que conforman el modo de expresión de las significaciones
sociales. En otros términos, es el cúmulo de conceptos que denotan los sentidos que para
una sociedad dada tienen determinadas cosas.
De tal forma que, cuando una sociedad gracias a su imaginario perpetra una
significación, como se vio en el tercer capítulo, ésta debe encontrar una manera mediante
la cual se establezca para poder ser transmitida y reproducida, antes de poder generar
prácticas concretas. Es así que en las palabras las significaciones encuentran un lugar
estable para poder fijarse.
En consecuencia, podemos afirmar que cada sociedad posee una plétora de
discursos, muchos de los cuales se contradicen unos a otros, haciendo que la ostensión de
algunos de ellos en particular sea parcial.
Por ejemplo, existen dentro de nuestra sociedad occidental-capitalista diversos
discursos sociales acerca del rol que debe cumplir la mujer en su contexto histórico-social.
52 Ricouer, P.,Del texto a la acción, Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2010, p 170
Pero no podríamos afirmar que haya uno que rija de manera hegemónica por sobre los
demás, porque de esta forma se estaría subsumiendo la alteridad de aquellos que se
plantean como diferentes, pero sí que existe una tendencia a proclamar alguno más
preponderante que otro.
En este sentido, existe un discurso dentro de la sociedad acerca de que una mujer
debe cumplimentar ciertos requisitos, a saber: debe presentar una estética coherente con la
belleza establecida, debe cuidar su cuerpo, debe ser madre, debe trabajar, debe encargarse
de las tareas del hogar, debe casarse, debe ser fiel a su esposo, debe ser predispuesta, etc.
Estas proposiciones que constituyen a dicho decir se pueden observar no sólo en los
discursos cotidianos de las personas, sino también en las publicidades y/o en las imágenes
reivindicadas por los diversos medios de comunicación.
Como se puede observar, el discurso social no está conformado sólo por palabras,
sino también por imágenes, símbolos que ayudan a mantener y reforzar la significación
imaginaria que los genera. Al respecto de la relación “simbolismo-discurso” podemos citar
a Castoriadis, quien afirma que:
El discurso no es independiente del simbolismo, y esto significa en efecto algo
distinto a una simple “condición externa”: el discurso está preso en el simbolismo.
Pero esto no quiere decir que le esté fatalmente sometido. Y sobre todo, aquello a
lo que el discurso apunta es a algo distinto al simbolismo: es un sentido que puede
ser percibido, pensado o imaginado; y son las modalidades de esta relación con el
sentido lo que hacen de él un discurso o un delirio (que puede ser gramatical,
sintáctica y lexicalmente impecable).53
Lo que aquí afirma Castoriadis es que el discurso va más allá del símbolo porque
este es una representación de un cúmulo de significados, mientras que el discurso es un la
presentación de significados claros y precisos. El discurso se vale del símbolo, pero va más
allá de él.
Así pues, también podemos observar en un ejemplo como es el caso del “discurso
del orden” esta relación: existen en su interior el símbolo de la fuerza, del poder, de la
coacción, de la necesidad de evitar el caos. Pero estos elementos deben combinarse para
presentar un “ser de las cosas”, una manera de percibir el deber-ser de manera tal que sea
lo más evidente posible qué entenderá la sociedad por “orden” y qué se debe hace para
53 Castoriadis, C., La institución imaginaria de la sociedad, Buenos Aires: Tusquets, 2010, p 225
cumplirlo. Al respecto de este caso, Enrique Marí deja en claro cómo se articulan los
elementos simbólicos para constituir este discurso, a saber:
La fuerza es el elemento constitutivo del poder, el que lo produce, pero la fuerza o
la violencia se frustraría de no articularse en dispositivo con el discurso del orden
y el imaginario social, que constituyen las condiciones de reproducción del poder
producido, los garantes de la continuidad del poder conquistado o instituido en
base a la fuerza. En el interior del dispositivo del poder, el discurso del orden y el
imaginario social reactualizan la fuerza y la transforman verdaderamente en
poder, haciéndolo constante y socialmente transmisible.54
Es decir, el discurso del orden canaliza el simbolismo que emana del poder,
legitimando, gracias a su conexión con el imaginario social, el modelo establecido,
permitiendo su institución y su renovación.
Ahora bien, a manera de cierre del presente capítulo, resta analizar la forma en que
se da la relación intrínseca entre las ficciones y los discursos, partiendo de la afirmación de
que un discurso no está completamente conformado por una ficción, sino que ésta es una
parte de él. El discurso en sí mismo tampoco contiene una sola significación imaginaria,
sino que es un conglomerado de algunas de ellas que se refieren a la misma temática.
A su vez, las significaciones imaginarias no son necesariamente ficciones, pero sí
las ficciones son significaciones imaginarias, es decir, existen significaciones imaginarias
que refieren a lo que se entiende como real en una sociedad y existen aquellas que son
tomadas como contrarias a dicha realidad.
Como se puede observar, el fenómeno del discurso es un tema de suma complejidad
no sólo debido a las partes que lo conforman, si no también porque su temporalidad
(primer rasgo al entender de Ricoeur) no es sincrónica sino diacrónica. Dar cuenta de él de
una manera cronológica sólo es un recurso pedagógico que sirve para aludir, pero no para
tomarlo en toda su dimensión.
En este sentido, cabe la observación sobre las diferencias que existen entre los
conceptos de “ficción”, “discurso” y “significación imaginaria” ya que al implicarse unos a
otros pueden confundirse. Para Castoriadis dicha cuestión es simple: las significaciones
imaginarias deben tomarse como ficciones. A tal respecto dice:
54 Marí, E., Racionalidad e imaginario social en el discurso del orden, en “Doxa: Cuadernos de Filosofía del Derecho”, núm. 3 (1986), pp. 93-111. p 96
Esta relación sui generis con individuos y objetos sociales forma en ellas las
significaciones imaginarias sociales e impide confundirlas con significaciones en
general, y mucho menos aún tratarlas como puras y simples ficciones. Decir que
las significaciones imaginarias sociales son instituidas o decir que la institución de
la sociedad es institución de un mundo de significaciones imaginarias sociales,
quiere decir también que estas significaciones son presentificadas y figuradas en y
por la efectividad de los individuos, de actos y de objetos que ellas “informan”.55
La idea que podemos extraer de esta cita entonces, es que para Castoriadis las
ficciones son vanas, simples, ya que no generan acciones concretas en la sociedad y por lo
tanto no deben confundirse con las significaciones imaginarias. En este punto disentimos
con Castoriadis, ya que las ficciones son productos de las significaciones imaginarias y por
tanto conllevan, mediante su introducción en los discursos, una coacción en las prácticas
sociales.
Como se mencionó con anterioridad, es cierto que las ficciones no deben
confundirse con las significaciones imaginarias en el sentido de que éstas pueden dar
cuenta de lo real para una sociedad sin tener “intenciones” de tergiversarla. Por lo tanto, es
pertinente la distinción de ambos términos, ya que si fueran lo mismo, deberíamos
entender que los discursos sociales, aquellos que mantienen los sentidos de las cosas para
una sociedad, serían absolutamente ficcionales. Esto no es así, ya que un alto porcentaje56
está conformado por cuestiones que hacen referencia a lo que tal sociedad considera como
real, de otra manera no se podrían captar las ficciones allí radicadas.
Recapitulando pues, debemos decir entonces que entendemos por significación
imaginaria al producto del imaginario radical que da cuenta del sentido de las cosas, del
deber-ser del mundo, del valor de los actos, etc., para una sociedad. Por ficción
entendemos a una significación imaginaria que parte de lo que está considerado como real
para presentar un relato que lo distorsiona o retuerce. Por discurso, hacemos referencia a
un cúmulo de significaciones imaginarias que instituyen un decir social sobre un tema
específico.
Así pues, habiendo ya consignado el cómo sobre el enraízamiento de las ficciones
en los discursos sociales, cabe buscar las condiciones de posibilidad para este fenómeno,
las cuales, siguiendo nuestra hipótesis, es la emergencia del vacío que, por disposiciones
55 Castoriadis, C., Op Cit., p 55256 Decir “porcentaje” aquí es un uso metafórico de la palabra, ya que no podríamos hablar de porciones matemáticas dentro de los discursos.
particulares de la sociedad, ha de cubrirse velozmente mediante dichas ficciones.
Analicemos pues a continuación cuáles son esas disposiciones y cómo emerge el vacío.
Capítulo 5: El horror social al vacío
Teniendo en cuenta los orígenes del concepto de “vacío”, hemos analizado su
aparición en el campo de la física y la matemática para poder contextualizar dicha
categoría y encarar la dimensión de la misma que más nos interesa, el vacío que emerge en
la sociedad y que mueve a ésta a realizar acciones para cubrirlo y hacerlo desaparecer.
Así pues, el presente capítulo tendrá como objetivo explicar el horror al vacío que
tienen las sociedades, mediante el análisis de su emergencia a partir de la carencia de
sentido que surge luego de diversas situaciones.
Además, se abordarán las características propias del vacío según lo entendemos que
complementan las condiciones psíquicas de los individuos sociales, logrando en ellos el
mentado aborrecimiento y por último se intentará demostrar cómo esta categoría se torna
en cierta medida ontológica al ser el resultado de la falta de significaciones que serán
tomadas como “ser”.
De tal manera, serán utilizadas categorías de Castoriadis y de Badiou que nos
permitirán abordar la cuestión de una manera sistemática y acorde conceptualmente a las
necesidades que se nos presentan. A su vez, haremos mención de ejemplos concretos que
servirán para ilustrar y ampliar los conceptos abordados.
En este sentido, el formato del capítulo número 5 será el siguiente:
La ruptura de significaciones: se analizarán las condiciones de
posibilidad para la emergencia del vacío mediante la desestabilización de las
significaciones imaginarias sociales.
La impresentabilidad del vacío según Badiou: se estudiarán las
características propias del vacío al entender de Badiou, presentando una razón más
para que las sociedades lo aborrezcan.
Castoriadis: ser es significar: se abordará qué es “ser” para una
sociedad, cómo esto se relaciona específicamente con las significaciones sociales y
qué rol cumple el vacío si es la falta de las mismas y en consecuencia, la ausencia
de ser.
5.1: La ruptura de significaciones
En vista de lo abordado hasta aquí, se hace necesario comenzar a delinear cómo es
el “vacío” al cual haremos referencia, debido a que, como se mencionó con anterioridad,
no es igual al vacío que sostienen tanto la física como la matemática. Así pues nos
detendremos en la afirmación de que el “vacío” que aquí nos interesa es un vacío de tipo
ontológico, es decir, el ser que ya no está.
Ahora bien, ese “ser que ya no está” lo identificaremos con la falta de
significaciones imaginarias sociales, no obstante más adelante haremos un análisis
detallado acerca de cómo podemos identificar el ser con las significaciones imaginarias, ya
que lo que aquí nos interesa es abordar las condiciones de posibilidad para la aparición del
vacío, lo que, teniendo en cuenta lo dicho hasta ahora, se produce por la ruptura de una
significación.
Como se ha visto en la presente tesis, las significaciones imaginarias sociales son
quienes, a través del proceso de legein, instituyen un discurso social que “acumula” y
revela lingüísticamente el sentido y el valor que una sociedad mantiene acerca de algo
determinado de su mundo circundante.
Sin embargo, la dinámica propia de las sociedades, lleva a vislumbrar un proceso
de creación continua debido a que estas significaciones no son eternas ni imperecederas, ya
que las mismas sufren constantes cambios y rupturas, lo que en conceptos de Castoriadis
serían “alteraciones”. La posición de dicho autor al respecto es que las sociedades se
“autoalteran”, favoreciendo los procesos de creación. Según sus palabras:
La autoalteración perpetua de la sociedad es su ser mismo, que se manifiesta por
la posición de formas-figuras relativamente fijas y estables y por el estallido de
estas formas-figuras que jamás pueden ser otra cosa que posición-creación de
otras formas-figuras. Cada sociedad da así existencia a su propio modo de
autoalteración, a la que se puede llamar también su temporalidad –es decir, que se
da existencia también como modo de ser-.57
En esta cita se puede observar una frase más que elocuente para lo que nos
compete: “estallidos de estas formas-figuras”. Este “estallido” no es más que la ruptura
constante de significaciones. Lo que aquí afirma Castoriadis entonces es que cada sociedad
57 Castoriadis, C., La institución imaginaria de la sociedad. Buenos Aires: Tusquets Editores, p 574
instituye formas-figuras (que serán las significaciones) y a la vez las destruye, dando
posibilidad a la emergencia de nuevas formas-figuras.
En consecuencia, surgen a partir de este punto dos preguntas: por un lado ¿por qué
se dan estas rupturas?, por el otro ¿por qué luego de un “estallido” debe seguir una
creación? Encontraremos la respuesta de la primera pregunta en la dinámica propia de las
sociedades, implicando en esta a todos los niveles de ser. Por su parte encontraremos la
otra respuesta buscada en el concepto de “horror al vacío”.
Por lo tanto, ¿a qué dinámica hacemos referencia? Al movimiento constante que
presenta tanto la sociedad como el mundo natural que la rodea y a su vez a la condición
mortal de sus individuos que favorece decididamente el factor de cambio. En este sentido
podemos llegar a comulgar con la idea de Heráclito del cambio constante. Al estar las
significaciones ligadas al mundo circundante de una sociedad, cualquier cambio que este
sufre repercute inmediatamente en la significación al cual se ve relacionado.
En concordancia a esto podemos citar algunos ejemplos. En primera instancia,
ciertas significaciones que circulaban respecto al rol social de la mujer en cuanto al ámbito
laboral en los años previos a las guerras mundiales, específicamente a la segunda, dentro
de la cultura occidental. Este rol era el de ama de casa, el de la mujer que se encargaba de
la “economía del hogar”, de los quehaceres domésticos y del cuidado de los niños entre
otras tareas de la misma índole. Sin embargo al estallar la guerra gran parte de la población
masculina partió hacia la misma, liberando el espacio laboral hacia el lado de la mujer
quien, además de continuar con sus tareas, debía salir a trabajar para mantener su familia y
para mantener activa la economía. Aquí hubo una ruptura de la significación que sostenía
el rol antes mencionado porque las condiciones sociales, políticas y económicas cambiaron
radicalmente. Tal fue la ruptura que una vez finalizada la guerra no se pudo reincorporar
totalmente aquel rol.
Cabe destacar que esta pequeña presentación sufre un gran reduccionismo ya que
las variables que cruzan la situación son cuantiosas y que, por supuesto, las rupturas no son
totales, sino parciales, es decir, en no todas las dimensiones sociales aparece o desaparece
una significación determinada. No obstante esto, el ejemplo mencionado logra
introducirnos a la problemática.
A su vez podemos mencionar ejemplos que tengan que ver con muertes que han
tenido grandes repercusiones sociales como la de un ex presidente en particular. Por haber
sido él una persona de gran exposición pública, y sobretodo, relacionada estrechamente
con la política, su persona ostentaba un cúmulo importante de significaciones sociales que
lo detentaban como uno de los hombres más influyentes del país, conductor de todo un
bloque político y mentor de un modelo de gobierno. Así pues, con su repentina muerte,
todas estas “formas-figuras” instituidas sobre él, y el discurso que las mismas sostenían, se
vieron carentes de sentido porque dicho político se desplazó del campo de “figura viva” al
de “figura imaginaria”.
Conforme a esto se puede extraer el concepto fundamental en cuanto a la manera en
que se da la ruptura: la falta de sentido. Cuando algo se convierte en un sin-sentido deja de
tener en las sociedades derecho a la existencia. Este sin-sentido se da porque las
significaciones ya no significan, valga la redundancia; es decir, para las sociedades ya no
denotan nada ni hacen referencia a la realidad instituida, por ello han de desaparecer.
Ahora bien, ¿qué sucede cuando se rompe una significación? Se origina un vacío,
porque eso que antes estaba (léase también un discurso social) ya no existe, y el lugar que
estaba ocupado ahora es nada. Lo que podemos observar a primera vista es que ante este
vacío la sociedad reacciona creando nuevas significaciones y con ellas nuevos discursos.
La cuestión radica entonces por qué surge esta necesidad de eliminar el vacío. La respuesta
posee dos caminos a saber: por un lado las razones psíquicas de los individuos sociales que
dan entidad a la práctica de completar el vacío; por el otro las características particulares
del mismo que le dan una impronta de “impresentabilidad”.
Así pues, nos detendremos en este capítulo a indagar acerca de las cuestiones
psíquicas, desde las lecturas de Castoriadis, postergando hasta el capítulo siguiente el
análisis sobre el ser del vacío, siguiendo el pensamiento de Badiou.
A tal respecto, debemos comenzar el análisis desde el origen mismo de los
individuos sociales: su estado de infans y con ello la aparición de la “mónada psíquica”.
Castoriadis retoma para explayarse sobre este punto ciertas categorías de Sigmund Freud58.
De esta forma, define la mónada psíquica como aquel estado psíquico de un recién nacido
en donde él mismo es todo el mundo, ya que son una sola cosa el objeto de su deseo (el
pecho de la madre) y la satisfacción de ese deseo, cuestiones que encarnan todo el ser
incluyendo al mismo infans. Sujeto, deseo y satisfacción son una misma cosa. La
definición de Castoriadis al respecto es la siguiente:
Estas preguntas llevan a descubrir una misma realidad: un primer estado psíquico,
cuyo momento cronológico exacto poco importa, al que llamo la mónada psíquica.
Esta denominación trata de dar cuenta de su característica esencial, a saber: nada
58 Castoriadis, C. Figuras de lo pensable, Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2006, pp 181-255
existe para el sujeto fuera del mismo sujeto, que se vive como fuente de placer y
como capaz de realizar ese placer. Es el reino de la satisfacción inmediata de todo
deseo que podría presentarse.
(…) La mónada organiza la experiencia del placer, no con un objeto sino como
experiencia total –totalitaria, completa, absoluta- de un estado.59
Como se puede extraer de la mencionada cita, la mónada encarna la totalidad, el
“soy el pecho” que describía Freud, en donde sujeto y objeto son lo mismo. No obstante,
esta mónada tarde o temprano sufre una primera ruptura debida a la ausencia de ese objeto
de deseo, el pecho, y su posterior representación por parte del lactante. Es decir, es el
displacer, la falta del objeto deseado, lo que lleva al infante a crear algo nuevo que va a
tender a la destrucción de esa omnipotencia que significa la mónada. Castoriadis es claro
en este sentido:
Hay una necesidad somática que crece, y está, además, la presencia del otro que
rompe este circuito cerrado sobre sí mismo. Pero no será tanto el hambre sino el
displacer lo que romperá la clausura de la mónada. O sea que la necesidad de
otorgar un sentido a este displacer, apoyado sobre la tensión somática, hace
necesaria la creación, por parte de la psique, de un afuera al cual atribuir la
fuente del displacer: necesidad que pone de manifiesto la de otorgar un sentido.60
Este pasaje es más que elocuente para conducirnos hacia el punto al cual queremos
arribar; los individuos sociales comienzan a eliminar el vacío desde una fase primigenia y
puramente inconsciente, como lo es la de la lactancia. En la primera ruptura de la mónada,
en donde ahora aparece la madre como algo externo al infans, éste se encuentra ante un
vacío que resuelva al crear sentido, configurando la llamada fase triádica, infans, madre y
pecho.
No obstante, esta primera ruptura la llama Castoriadis “falsa salida” ya que lo que
ocurre es más bien un desplazamiento de la omnipotencia del lactante hacia la madre. La
ruptura completa de la mónada se dará entonces cuando se reconoce a la madre como
incompleta, emergiendo la figura del padre y reconociendo a éste como portador de los
“valores instituidos”, es decir, de las significaciones instituidas. A tal respecto afirma
Castoriadis:
59 Castoriadis, C., Op. Cit., pp 244-24560 Castoriadis C., ib idem.
Para profundizar este proceso resulta necesario que el infans, en el nivel psíquico,
pueda desplazar a la madre de su lugar de omnipotencia. Esto acontece,
efectivamente, en la función edípica. La madre ya no aparece como omnipotente,
como la única que tiene poder; se la reconoce además, como incompleta, tomada
en su deseo por el otro, o sea, el padre. Está obligada, entonces, a tener en cuenta
la palabra del padre. Y cuando cae la figura de la madre omnipotente, justamente
en ese momento, se produce una apertura socializante. Pero no tenemos que
quedarnos allí, ya que la aparición del padre no basta para romper la clausura,
para socializar, para cumplir con la función edípica. Es necesario, además, que el
padre sea reconocido como padre entre otros padres, que aparezca no como
siendo él misma la fuente de la Ley, sino como portavoz de esta Ley, sometido él
mismo a la Ley.61
En consecuencia, la importancia de esta extensa cita radica en lo siguiente: en el
momento exacto en que se genera una apertura en la mónada psíquica, con su consecuente
ruptura y emergencia de vacío, el infans comienza automáticamente a completar ese vacío
mediante el proceso de socialización, es decir, absorbiendo todas las instituciones sociales,
las significaciones imaginarias, los discursos establecidos y las prácticas sociales
instituidas.
De tal manera, la psique no se acostumbra a convivir con y en el vacío jamás,
porque desde sus inicios se lo hace desaparecer. Así pues, podemos comenzar a encontrar
sentido a la respuesta de por qué ante el vacío que aparece luego de una ruptura los
individuos sociales se ven repelidos por este, dando entidad a una especie de “horror al
vacío” tomando ciertas licencias para con el concepto acuñado por Aristóteles. Así como el
estagirita sostenía que la naturaleza “aborrece al vacío”, nosotros sostenemos que
efectivamente la sociedad “aborrece al vacío”.
En este sentido ya analizamos la emergencia a partir de las rupturas de las
significaciones imaginarias sociales y el lado psíquico de este horror vacui, debiendo
abordar a continuación ciertas características propias del vacío que completan lo visto
hasta aquí y facilitan la comprensión acerca de la existencia de este aborrecimiento por
parte de las sociedades.
61 Castoriadis, C., Op. Cit., p 250
5.2: La impresentabilidad del vacío según Badiou
Cuando hubimos de abordar en el apartado anterior cómo se dan las rupturas de las
significaciones sociales, analizamos además cómo se daba en la sociedad un horror vacui,
es decir, un aborrecimiento al vacío emergente por dicha ruptura y por aquella
significación que ya no está. Nombramos, a su vez, dos líneas que satisfacen la pregunta
acerca de por qué se presenta este “horror”, siendo la primera de ellas, recientemente
desarrollada, la cuestión psíquica que tiene que ver con la mónada y su apertura hacia la
socialización mientras que la segunda, la cual abordaremos a continuación, tenía que ver
con las características propias del vacío surgido.
Así pues el objetivo de este apartado será definir qué es el vacío según nuestra
concepción, siguiendo los conceptos de Badiou presentados principalmente en una de sus
obras62. Para ello no sólo deberemos tomar este concepto “desnudo” sino que habrá que
abordar en parte la estructura ontológica que se plantea en esta obra, que parte del mismo
presupuesto que Castoriadis: la multiplicidad del ser.
Por consiguiente la primera premisa postulada por Badiou, retomada de la
Metafísica de Aristóteles, es que el ser es múltiple y se presenta como tal. Ahora bien, los
individuos cada vez que nos enfrentamos ante el ser múltiple lo tomamos como “uno”,
operación que el francés denomina “cuenta-por-uno”. Por ejemplo, cuando tenemos
enfrente una persona, sea un amigo, un familiar, un desconocido, etc., para nosotros es
“una persona” con nombre propio, englobamos en la unicidad una multiplicidad de
elementos físicos (infinidad de células, órganos, músculos, tendones y más) y de elementos
no-físicos (sentimientos, emociones, pensamientos, valores), es decir, aunamos toda esa
plétora de elementos, facetas y estados en un solo conjunto al que le damos un nombre
propio sea María, José o Pedro. La cuenta-por-uno es lo que nos permite relacionarnos con
la multiplicidad del ser de una manera dinámica y efectiva.
En este sentido, Badiou llamará “estructura” a este conjunto de presentación
múltiple y operación de cuenta-por-uno; según sus palabras:
Llamo situación a toda multiplicidad presentada. Siendo la presentación efectiva,
una situación es el lugar del tener-lugar, cualesquiera sean los términos de la
multiplicidad implicada. Toda situación admite un operador de cuenta-por-uno
62 Badiou, A., El ser y el acontecimiento, Buenos Aires: Manantial, 2007
que le es propio. La definición más general de una estructura es la que prescribe,
para una multiplicidad presentada, el régimen de cuenta-por-uno.63
Como se puede observar en esta cita, la estructura es entonces la conjunción de la
“situación” y la “cuenta-por-uno”, en donde ante la multiplicidad presentada se le aplica el
concepto de “lo uno” mediante la mencionada operación. Esto conduce a la afirmación de
que entonces lo uno no es, debido a que es una operación realizada por los individuos,
siendo entonces más bien que “hay uno”, llevando a Badiou a distinguir entre el ser-nada y
el no-ser, conduciendo a su vez a expresarse diciendo que “hay” no es igual a “ser”. Al
respecto dice Badiou:
Desde el momento en que el todo de una situación está bajo la ley de lo uno y de la
consistencia, es necesario que, respecto de la inmanencia de una situación, lo
múltiple puro, absolutamente impresentable según la cuenta, sea nada. Pero el ser-
nada se distingue del no-ser, tanto como el “hay” se distingue del ser.64
Es decir, en este caso no hay múltiple puro, porque fue efectuada la cuenta-por-uno,
pero sin embargo es. Se desprende de aquí pues que la multiplicidad pura toma
consistencia luego de ser operada en la unicidad y hasta tanto es “impresentable”, es decir
no se la puede manipular según términos del lenguaje común; en nuestro ejemplo ¿cómo
haríamos para decir “yo amo a María” si con María no hubiéramos operado mediante la
cuenta-por-uno? Esta proposición se volvería ilegible e incomprensible porque debería
decir en vez de “María” toda una serie de cosas que la constituyen, aún a sabiendas de que
luego de tal recopilación no habré sido capaz de captarla tal cuál es.
Por lo tanto ante esta incapacidad de abordar lo impresentable, es decir aquello que
no es “uno”, se crea la operación de la cuenta-por-uno. No obstante, el resultado de esta
operación, al ser una significación imaginaria sufre rupturas como se vio con anterioridad.
Luego de dicha ruptura re-aparece la multiplicidad pura, aquello que no puede ser
presentado y que no se cuenta por uno. Como dijimos, por ley lo múltiple se presenta como
uno (estructura), pero esta cuenta es ficcional, lo uno no es; el múltiple puro es, pero en
esto se da su inconsistencia y por ende es vacío. Por consiguiente podemos definir al vacío
como múltiple inconsistente e impresentable, como aquello que no es abarcado por la
operación de la cuenta-por-uno.
63 Badiou, A., Op. Cit., p 3464 Badiou, A., Op. Cit., pp 68-69
Ahora bien, cuando Badiou habla de inconsistencia o de impresentabilidad está
haciendo referencia explícita a la teoría de conjuntos de Cantor, ya que un múltiple
presentado es un conjunto determinado, por ejemplo el de “todos los animales mamíferos
con pulmones”, conjunto que a su vez es consistente ya que podemos pensarlo, y señalar
casos que se enmarquen dentro de él. No obstante también existen otros conjuntos que no
contienen elementos, como el de “todos los animales mamíferos sin pulmones”, conjunto
inconsistente porque no contiene nada, está precisamente vacío. A tal respecto afirma
Badiou:
Denomino “vacío” de una situación a esta sutura a su ser. Y enuncio que toda
presentación estructurada impresenta “su” vacío, bajo el modo de ese no-uno que
no es más que la cara sustractiva de la cuenta.65
Como se desprende de esta cita, el vacío es impresentado, ya que lo que se presenta
es factible de ser contado por uno, condición que no se le aplica debido a que es un
múltiple puro y por tanto inconsistente. Es la inconsistencia la característica principal del
vacío y con ello hacemos referencia a la imposibilidad de aplicarle algo a él, es decir, ¿qué
hay en el vacío?, ¿cuántos vacíos hay?, ¿hay un vacío o varios?
Según el filósofo francés, y como se ha mencionado en parte en el capítulo 4 de la
presente tesis, el vacío no es uno (porque lo uno no es), pero sí es único, exponiendo una
diferencia categórica entre lo “uno” y la “unicidad”. El vacío es único dado que no existen
diferencias entre varios conjuntos vacíos, es decir, el vacío del conjunto de los círculos
cuadrados es el mismo que el del conjunto de lo mamíferos sin pulmones. En palabras del
propio Badiou:
La unicidad del conjunto vacío es inmediata porque nada lo diferencia, y no
porque su diferencia sea corroborable. La unicidad según la diferencia es aquí
sustituida por la irremediable unicidad de la in-diferencia.
Lo que asegura que el conjunto vacío es único, es que al querer pensarlo como
especie o nombre común, al suponer que puede haber “diversos vacíos”, me
expongo, en el marco de la teoría ontológica de lo múltiple, a desarreglar el
régimen de lo mismo y lo otro y verme obligado a fundar la diferencia sobre otra
cosa que la pertenencia.66
65 Badiou, A., Op. Cit., p 7166 Badiou, A., Op. Cit., p 84
Esta característica propia del vacío, la de la unicidad, llevará a Badiou a afirmar que
entonces el “vacío” es un nombre propio ya que sólo puede hacer referencia a él y a nada
más, conduciendo a la conclusión que “el ser inviste las Ideas de la presentación de lo
múltiple puro, bajo la forma de unicidad que señala un nombre propio.”
Por consiguiente, debido a las características hasta aquí mencionadas, no es extraño
que se denomine al vacío como el nombre del ser, ya que éste al no verse afectado por la
cuenta-por-uno, manifiesta la multiplicidad pura. A su vez, no es localizable, lo que hace
que sea puntual, en relación directa con su unicidad, logrando de esta manera que se
convierta en “el punto de ser impresentable de toda presentación”.
De esta manera, podemos afirmar que el vacío que se genera luego de una ruptura
de un discurso (debido a su vez a la ruptura de significaciones imaginarias) posee tales
propiedades, que son, sin lugar a dudas, tomadas como aberrantes por las sociedades, ya
que dan cuenta de la nada y de aquello sobre lo cual es muy difícil hablar. Por lo tanto,
ante la emergencia del vacío hay que actuar, porque la impresentabilidad de éste conlleva
alguna acción que logre presentar algún múltiple consistente. Será pues en este punto en
donde surgirán las ficciones. En este sentido afirma Badiou:
Así, el estado de la situación puede ser considerado, unas veces separado (o
trascendente) y otras ligado (o inmanente), respecto de la situación y de su
estructura de origen. Esta conexión entre lo separado y lo ligado caracteriza al
estado como metaestructura, cuenta de la cuenta, o uno de lo uno. Es por el estado
que la presentación estructurada está dotada de un ser ficcional, que parece
despejar el peligro del vacío y hace reinar –puesto que la completad es
enumerada- la universal seguridad de lo uno.67
Si traducimos esta cita a las categorías que hemos utilizado durante el resto de este
trabajo, diremos que lo que aquí se explicita es que un discurso social cuenta con
elementos que han de evadir el vacío, elementos que son ficcionales y que ante la
emergencia de tal vacío se debe crear otra estructura presentada, es decir un nuevo discurso
que contendrá dichos elementos.
Ahora bien, llevando a cabo un paralelismo con las categorías de Castoriadis,
podemos decir entonces que la operación de la cuenta-por-uno es el proceso de creación y
su resultado las significaciones imaginarias, ya que estas significaciones son las que le
67 Badiou, A., Op. Cit., p 117
otorgan sentido social a las cosas, empapándolas de “realidad” y haciéndolas manipulables
para la sociedad. No obstante cuando estas se fracturan, se rompen y desaparecen emerge
el vacío, lo múltiple puro, aquello que no se puede ni manipular ni mucho menos tolerar
porque no inviste ningún sentido.
De esta manera, podemos afirmar aquí se comienza a entender por qué es que el
vacío en sí mismo genera “horror” dentro de las sociedades, dada su inconsistencia, y
cuáles son los mecanismos que ésta pone en operación para crear consistencia, es decir,
nuevos relatos que “tapen” lo que ya no estaba, así sea recurriendo a ficciones debido a la
premura que se requiere para hacer desaparecer el horror inmediatamente.
5.3: Castoriadis: ser es significar
La cadena de argumentaciones nos ha conducido hasta aquí a afirmar que el vacío
emerge luego de la ruptura de significaciones, que genera un horror en las sociedades
debido a las condiciones psíquicas de sus individuos y a las características propias del
vacío, siendo estas principalmente la inconsistencia y la impresentabilidad.
Ahora bien, durante el transcurso de las mismas hemos abordado implícitamente
una concepción acerca del ser, de lo que es y de lo que no es, realizando a su vez,
siguiendo a Badiou, una distinción entre “hay” y “es”. Por lo tanto el objetivo de este
apartado será analizar qué es el “ser” pero acotándolo al plano de lo histórico-social, es
decir, indagando sobre qué es “ser” para una sociedad. La respuesta es más que evidente,
teniendo en cuenta el título de este apartado: ser es significar.
No obstante, si abordaremos la pregunta por el ser, no podemos obviar al
pensamiento de Parménides, ya que, al retrotraernos a él como el propio Castoriadis hace,
podemos encontrar un primer abordaje filosófico al respecto de esta categoría. A su vez,
junto con el pensador greco-francés, podemos afirmar que es a partir de este autor griego
que se constituye la lógica ensídica o hereditaria, aquella cuya principal característica es
agrupar las que cosas según su manera de “ser”, que se vio reforzada teóricamente con la
Teoría de los Conjuntos de Cantor.
En este sentido, Parménides en su poema68 presenta, mediante las palabras de una
“diosa”, dos vías posibles para el conocimiento: lo que es y lo que no es, siendo este último
sendero aquel que no se puede conocer y que por ende conduce a la incertidumbre,
mientras que el camino del ser es el camino de la verdad, aquel que a su vez se relaciona
con todo aquello que puede pensarse, guiándonos a la afirmación de que entonces no existe
nada fuera del pensamiento.
Ahora bien, si continuamos leyendo los fragmentos de la obra, podemos encontrar
diversas características que se le atribuyen al ser, estas son:
No ha nacido y no puede perecer, íntegro, único, inamovible y sin fi-
nal temporal, no fue jamás ni será.
Tampoco puede generarse algo a su lado, es decir, fuera de él, ya que
nada existe afuera.
El Ser uno, está lleno de sí, por eso no puede dividirse.
68 Parménides, Sobre la Naturaleza, traducción de Alfonso Gómez Lobo, Buenos Aires: Ed. Charcas, 1985
El vacío, al ser nada, no existe, por tanto no puede ocupar un espa-
cio.
Lo que es, además está completo (puesto que no hay un límite extre-
mo), así que nada puede necesitar, por lo que el cambio se vuelve absolutamente
prescindible.
A tal respecto, podemos afirmar entonces que se presenta un ser “completo” que de
ninguna manera puede pensarse como “en construcción” o que otorgue lugar a la creación
social como se puede observar en Castoriadis. No obstante, en la historia de la filosofía,
hablar de “ser” es referirse, primordialmente, a Aristóteles cuya visión de esta categoría
también dista en parte de lo que tomaremos aquí ya que el estagirita arriba al “ser” desde la
esencia de las cosas, preguntándose por “el ser del ente”.
Así pues, para llegar a la esencia hay que comenzar con los principios de la
“Metafísica” y éstos no son otros que la pregunta por el ente, la búsqueda de una ciencia
que contemple lo que es (tò ón) en cuanto es. Preguntar por el ente no es, según Gómez-
Lobo preguntarse por lo que existe ni buscar un objeto denominado “lo ente en cuanto
ente”, sino más bien preguntar por la entidad de lo on, de lo que está siendo.
En este punto surge una primera dificultad; aquello que “es” se puede decir de
muchas formas. Por ejemplo, Sócrates es hombre, pero también es animal, es filósofo, es
padre y no es lo mismo ser una cosa que ser otra. Es entonces que surge la doctrina de las
categorías, doctrina que expresa que cuando alguien trata de clasificar lo que hay en el
mundo, lo hace poniendo la atención en los términos últimos o más universales que se
pueda predicar de un sujeto.
Algo puede ser una sustancia, una cantidad, una cualidad, una relación, un lugar, un
momento en el tiempo, una posición, una posesión, un hacer o un padecer.
La primera de esta categoría será fundamental, ya que de ella se podrán predicar las
demás; dada esta prioridad, Aristóteles mantendrá que una ciencia de lo que es tendrá que
tratar acerca de lo que es fundante, es decir, la sustancia. El resto de las categorías serán
“accidentes”.
La palabra “sustancia” es la traducción del griego ousía, palabra que en su primera
acepción significa “propiedad” y que en su uso posterior se fue tomando como
“substancia”, es decir aquello que está por debajo del accidente. Esta traducción al latín
(substantia) habría sido hecha por Boecio, y según Martin Heidegger, ha sido un error, ya
que una traducción más correcta hubiera sido “siendo” o, mejor expresado en inglés,
“being”.
La pregunta se traslada ahora al campo de la sustancia, pregunta que, según
Gómez-Lobo, posee cuatro respuestas:
“Hay inicialmente cuatro respuestas posibles a la pregunta por la sustancia de
algo. Esta puede ser (i) su esencia (o “lo que era ser [tal cosa]”, según la críptica
expresión aristotélica), (ii) el universal bajo el cual cae (iii) su género, y por
último (iv) su sustrato (o lo que yace debajo de ese objeto)”69
Tanto el sustrato como el universal bajo el cual cae y su género no pueden ser la
sustancia, ya que lo que debe ser sustancia es aquello que pueda ser sujeto de
predicaciones, constituyendo algo definido y que, por ser propio de un individuo, sea
singular.
Aristóteles continúa su camino introduciendo la definición y expresando que la
noción de esencia es correlativa a ella, es decir, que sólo tendrán esencia las cosas cuya
expresión verbal sea una definición.
“…de suerte que sólo habrá esencia de aquellas cosas cuyo enunciado es una
definición. Y no es definición si un nombre significa lo mismo que un enunciado
(pues entonces todos los enunciados serían definiciones, pues habrá un nombre
para cualquier enunciado, de suerte que también “Ilíada” será una definición),
sino únicamente si es de algo primero; y son tales las cosas que se dicen no porque
una se diga de otra. No habrá, pues, esencia de ninguna de las cosas que no son
especies de un género, sino tan sólo de éstas (pues éstas parecen decirse no por
participación ni como afección ni como accidente). Pero también para cada una
de las demás cosas habrá un enunciado que explique, si hay un nombre, qué
significa que esto se dé en lo otro, o, en vez de un enunciado simple, otro más
exacto; pero no habrá definición ni esencia.”70
Si se dice entonces “el perro negro”, “perro” es el objeto primero, del cual se
predica algo (en este caso que es negro) y por ende es sustancia.
69 Gómez-Lobo, A., Exposición breve de la metafísica de Aristóteles, en “Estudios Públicos” nº 62, Santiago de Chile, 1996., p 31470 Aristóteles, Metafísica, Edición Trilingüe por Valentín García Yebra, Madrid: Editorial Gredos, 1982, VII 4, 1030a 5-20
Por otro lado, la teoría de las cuatro causas (material, formal, agente y final) será
para el estagirita la forma por la cual podrá explicar cómo se da el proceso del devenir, es
decir, cómo algo puede llegar a ser. De esta teoría se desprenderá que la causa formal (la
forma, el eidos) es la esencia de este ser, es aquello que algo sea lo que es y no otra cosa.
Así en el proceso de elaboración de una escultura de mármol, el escultor es la causa agente,
la piedra la material y para qué fue hecha la final; la forma aristotélica (eidos) será aquella
quien haga que esa escultura sea “La Piedad” y no “El David” por ejemplo.
En este devenir surge el compuesto (sýnolon) entre materia y forma; en este punto
las especulaciones tornarán acerca de qué es lo que da la esencia en este conjunto.
En primer lugar pensar la “materia primera”, es decir materia sin forma, es
imposible dice Aristóteles. Si pensamos en el bronce, lo vamos a hacer asociado a otra
cosa y no por sí misma, así como el color siempre se lo piensa aplicado en algo y no por sí
mismo.
Ahora bien, la forma, que se encuentra en acto, debe interactuar con la materia para
que ésta pueda llevar a cabo sus posibilidades inherentes, y a partir de esta premisa
entonces se podrá concluir, como lo hace Gómez-Lobo que:
“… Aristóteles concluye que la ousía de cada cosa es su forma. Esta es “la causa
primera de su ser” (1041b 28). Esto no significa que la forma produzca la
existencia de una cosa. La forma es lo que explica que un X (conjunto de tejidos,
conjunto de ladrillos) sea Y (un ser humano, una casa)”71
Por consiguiente, podemos afirmar que para Aristóteles “ser” es aquello que hace
que las cosas se presenten como se presenten y no de una forma diferente, lo que llama el
estagirita “esencia” y que es parte constitutiva e inmanente de las cosas.
Así pues, estamos en condiciones de poder retomar esta definición acerca del ser
surgida de la obra de Castoriadis, desde una perspectiva contextualizada en la historia del
término que nos hace ver cómo este autor le agrega al pensamiento de Parménides y
Aristóteles un factor social caracterizado por el elemento imaginario presente en los
individuos y que nos ayudará a terminar de dar forma a esta explicación que venimos
sosteniendo acerca de dónde surge el vacío y cómo repercute en los individuos sociales ya
que ahondaremos aún más en la cuestión ontológica, comenzando a hacerlo en el apartado
71 Gómez-Lobo, A., Op. Cit., pp 317
anterior, pero apartándonos de la ontología-matemática presentada por Badiou e
implicándonos en el contexto de lo histórico-social.
De esta manera el postulado “ser es significar” sostiene que para las sociedades lo
que es, es aquello que ellas instituyen mediante su imaginario radical, cobrando así las
significaciones imaginarias un status ontológico. Según palabras del propio Castoriadis:
La sociedad da existencia a un mundo de significaciones y ella misma es tan sólo
en referencia a ese mundo. Correlativamente, no puede haber nada que sea para
la sociedad si no se refiere al mundo de las significaciones, pues todo lo que
aparece es aprehendido de inmediato en ese mundo, y ya no puede aparecer si no
se lo considera en ese mundo. La sociedad es en tanto plantea la exigencia de la
significación como universal y total, y en tanto postula su mundo de
significaciones como aquello que permite satisfacer esta exigencia.72
Lo que se plantea en esta postura es pues que todo lo que es para una sociedad, es
aquello que fue instituido por ella misma. Esta afirmación no carece de polémica, ya que
libra al “ser” de toda objetividad, dado que ya no sería tanto “el ser en sí mismo”, sino un
ser construido, creado. No obstante si recordamos lo expuesto en el primer apartado del
capítulo 2, en la breve exposición acerca de la multiplicidad del ser según Castoriadis,
observamos las características de éste por fuera de lo creado socialmente, como por
ejemplo el estrato natural.
Así pues, esta observación nos da la pauta de que el ser como sí mismo es una
categoría “meta-social” es decir, que se puede aplicar a un análisis de la multiplicidad, o
del ser de las cosas, mientras que cuando debemos hablar de lo que significa “ser” para una
sociedad habremos de hacer referencia a sus propias instituciones. De todas maneras, esta
distinción no deja de ser relativa, pues quien utiliza el término “ser” para dar cuenta de un
análisis “meta-social” está sumergido él mismo en una sociedad.
Sin embargo, podemos comprender muy bien a qué hace referencia este postulado,
ya que es posible sostener que todo aquello que existe dentro de una sociedad tiene sentido,
y aquello que no lo tenga efectivamente (pues hay muchas prácticas que son un “sin-
sentido” pero no porque carezcan absolutamente de éste sino porque se oponen a otro
sentido instituido, con lo cual reciben este nombre por oposición más que por vaciamiento)
no existe.
72 Castoriadis C., La institución imaginaria de la sociedad, Bs. As.: Tusquets 2003
Ahora bien, como este sentido es otorgado gracias a las significaciones imaginarias,
también han de modificarse, desaparecer y emerger. Por tanto, si el vacío emerge cuando
se rompe una significación, podemos afirmar que carece de sentido y que a su vez es
ausencia de ser.
Por consiguiente cabe volver a preguntarse ¿el vacío es? Como vimos con
anterioridad el vacío para Badiou es absolutamente, tanto que es el nombre propio del ser,
ya que es múltiple puro y no está coaccionado por la operación de la cuenta-por-uno. En
oposición, siguiendo las categorías de Castoriadis, aunque este no lo hace explícito, si ser
es significar y el vacío es ausencia de significación y por ende no tiene sentido (si lo
tuviera no existiría el horror vacui) el vacío no es.
Al respecto de esta oposición que se nos presenta, podemos mencionar como vía de
solución a esta dicotomía, la misma división que se utilizó antes: la cuestión “meta-social”
y la cuestión social en sí misma. Cuando Badiou afirma la ecceidad del vacío lo hace
dentro de una estructura ontológica-matemática que pretende elucidar el ser de las cosas y
la tarea de la filosofía al respecto, mientras que en la afirmación del no-ser del vacío, está
enmarcada en un nivel puramente histórico-social. Aunque parezca extraño podemos
afirmar que el vacío en un nivel “meta-social” es, pero que en un nivel plenamente
histórico-social no es.
En este sentido, decimos que no es porque no se le puede atribuir ninguna
significación imaginaria que de cuenta de él, sin darle otra entidad ni generar alguna
práctica social. Por ejemplo, ante la muerte de una persona, para sus seres queridos
desaparecen cuantiosas significaciones, muchas prácticas dejan de tener sentido, pero
posteriormente serán reemplazadas con otras significaciones, no prevalecerá el vacío en
tanto no-ser, no habrá ausencia de significación, lo que habrá será modificación.
Ahora bien, otra particularidad a la que nos conduce esta categorización del ser es a
la pluralidad del mismo. Mencionamos con anterioridad que tanto Badiou como
Castoriadis comenzaban sus elucubraciones a partir del supuesto que dice que “el ser es
múltiple”. ¿Qué significa esta afirmación? Para Badiou que existen infinidad de estructuras
y que si bien se habla de ellas como si fuera una sola, porque de hecho está definiendo
cómo se da, no cuánto hay de ella, existen infinidad de las mismas y por ello la teoría de
los conjuntos de Cantor es tan acertada a su entender para tratar la ontología. A su vez para
Castoriadis, la multiplicidad es pluralidad, ya que cada sociedad posee su propia definición
de lo que es y que en la mayoría de las ocasiones dista absolutamente de lo mantenido por
otras sociedades.
Es así que en este último punto emergen las críticas hacia la clausura de
significado, porque lo que pretende es erigir un solo sentido, una sola concepción, un solo
ser por sobre los demás, haciendo caso omiso del respeto por la diversidad.
Por lo tanto, si mantenemos que existen varias concepciones del ser, podemos
sostener que existen varios vacíos. Sin embargo cabe aplicar aquí la unicidad del mismo
explicada en el apartado anterior, ya que en sí mismo, al no contener sentido ni significado
no puede distar de nada. Cada significación que se rompe genera un vacío que es igual en
todas las ocasiones ya que genera las mismas reacciones (por supuesto que los resultados
no serán iguales en todos los casos) y posee las mismas características.
Así pues, esta concepción acerca del ser está en estrecha relación con lo expuesto
en el segundo apartado del primer capítulo, la creación ex nihilo, ya que aquí se explicó
cómo las sociedades crean eidos, lo que permite a su vez que haya creación de significado,
de ser. Siguiendo esta cadena podemos aseverar entonces que el ser es creado por las
sociedades e instituidos por las mismas, gracias al proceso de institución como método
social (abordado en el tercer apartado del capítulo 3).
Por consiguiente, cuando hay una ruptura de significaciones hay destrucción
ontológica, el ser sostenido por esa significación desaparece y el nuevo discurso mantenido
por las nuevas significaciones será a su vez una nueva creación de ser. La sola exposición
de esto último da cuenta de que se trata de un proceso complejo, no así imposible ya que
las sociedades lo vienen haciendo desde el momento mismo de su nacimiento. Pero tal
complejidad reviste a su vez necesidad de tiempo, pero el problema que surge es que a
mayor tiempo en generar nuevas significaciones, mayor tiempo de exposición frente al
vacío.
Entendamos pues que el horror vacui social emerge gracias a la exposición frente
al vacío, por tanto debemos inferir que es posible enfrentarse al vacío, lo que no es posible
es tolerarlo, por ello cuanto más tarde su exposición, más crecerá la aversión, por ello
siempre se generan nuevos sentidos que eliminan dicha exposición.
Cabe recalcar no obstante que este proceso expuesto aquí como lineal es más bien
multidimensional, a saber: cuando se expresa que una significación desaparece hay que
comprender que no desaparece en su totalidad, y que cuando emerge un nuevo discurso en
su reemplazo, puede suceder que ambos convivan. Por ejemplo si bien se puede decir que
se ha roto el discurso acerca de la mujer que dictamina que ésta debe permanecer en su
casa, llevando adelante la economía del hogar y cuidando de los hijos, ya que la mujer ha
entrado de lleno en el mercado laboral, esta significación no ha desaparecido
completamente y se encuentran en los discursos, aún en los nuevos, signos que rememoran
tal significación y la reproducen.
Cobra relevancia pues el carácter magmático de las significaciones ya que como se
puede observar, no se trata entonces de una visión unidireccional en donde la sociedad crea
una significación dada para darle sentido a una cosa hasta que ésta desaparece o cambia,
mediante lo cual dicha significación sufre una ruptura dando lugar a otra significación. Se
trata más bien de una situación en donde diversas significaciones sobre una cosa conviven
aún después del cambio de esa cosa a la que le daban sentido y por ende los discursos
sociales se complementan y se contradicen con otros discursos producidos por la misma
sociedad en el mismo contexto histórico.
Puede decirse entonces que en este punto radica gran parte de la multiplicidad del
ser, ya que existen múltiples significaciones y es muy fácil caer en la tentación de subsumir
a éste bajo una categoría ya que abordarlo en su complejidad requiere un trabajo
descomunal y es más, no podemos librarnos nunca de nuestras propias significaciones,
haciendo de la objetividad una meta inalcanzable.
Por ello Badiou tuvo la sagacidad de percatarse de esto y plantear el análisis del ser
múltiple desde una teoría formal que pueda ser capaz de contener y abordar una gran
cantidad de elementos categoriales, como lo es la teoría de los conjuntos. Así no sólo se
puede hablar de la unión o de la pertenencia, sino también de aquellos que están vacíos, y
de aquellos que se remontan hasta el infinito. No obstante en la trasposición social, no
queda del todo claro cómo incorporar las significaciones a los conjuntos sin subsumirlas a
éstas (crítica principal de Castoriadis a la lógica identitaria) ya que por ejemplo se podría
hablar del conjunto de las significaciones imaginarias de todos los marplatenses, pero sería
un conjunto muy vago, ya que definitivamente no serán todas iguales las de aquellos que
viven en el barrio Los Troncos que en el barrio La Herradura.
No obstante consideramos que, si bien no da cuenta exactamente de cómo se da el
fenómeno, una exposición de tipo lineal como estamos siguiendo en este trabajo, logra
manifestar certeramente algunos parámetros acerca del devenir de las significaciones, la
emergencia de los discursos sociales y sobretodo de la aparición de las ficciones.
Capítulo 6: El vacío y las ficciones sociales
Arribados al último capítulo de la presente tesis, y habiendo ya analizado cuáles son
los causas de la emergencia del vacío y qué es lo que genera en las sociedades, cabe llevar
adelante la explicación acerca de lo que las mismas realizan para contrarrestar sus efectos y
hacerlo desaparecer, mediante la incorporación de nuevos discursos, y con ellos nuevas
significaciones imaginarias, que reemplacen a aquellas que han sido rotas, ya que será en
este proceso en donde surjan las ficciones sociales.
Así pues, el objetivo de este capítulo será terminar de dar forma a la demostración
de la hipótesis planteada desde un principio en este trabajo, a saber: las ficciones sociales
existen porque hay vacío y este es intolerable como tal a las sociedades. Lo que aquí se
pretenderá mostrar es que las ficciones surgen gracias a la premura necesaria para eliminar
la impresentabilidad ya que se constituyen como aquel elemento que dará la posibilidad de
completar los discursos con mayor rapidez.
De tal manera la estructuración del capítulo 6 será la siguiente:
Los discursos y el encubrimiento del vacío: se analizará la producción
de discursos que reemplazan a otro que ha sufrido una ruptura y cuáles son los elementos
que los constituyen.
La aparición de las ficciones: se expondrá cómo surgen las ficciones y
cómo se enraízan en los discursos sociales.
6.1: Los discursos y el encubrimiento del vacío
Como ya hemos analizado en diversos pasajes de esta tesis, no cabe duda del
desconcierto que produce el vacío para los individuos sociales gracias a las características
propias de aquel y a las condiciones psíquicas de los sujetos desde su etapa infante. Así
pues cabe indagar acerca de las respuestas que la sociedad propone para erradicar este
elemento que le repugna, que le genera un horror y un sentimiento de aberración.
De tal manera hemos acordado que el vacío surge cuando por condiciones de
cambios constantes un cúmulo de significaciones pierde sentido y por tanto se rompen,
arrastrando con ellas al discurso que las soportaba, logrando exponer a la sociedad (o a una
parte de ella) ante la falta de palabras que abarquen a un nuevo acontecimiento. Es en este
punto en donde, por causa del horror vacui, la sociedad se ve obligada a generar un nuevo
cúmulo de significaciones, un nuevo discurso, que de cuenta de la nueva situación y
otorgue sentido a eso que está pasando.
Ahora bien, la cuestión radica en cómo lograr construir tal discurso en el menor
tiempo posible, ya que a mayor tiempo de construcción, mayor exposición ante la
impresentabilidad. No obstante la pregunta es ¿cómo armar este nuevo discurso?, es decir,
¿qué elementos han de contener? Sin duda estará constituido por significaciones
imaginarias sociales, pero el cariz de las mismas ha de ser diverso, ya que no alcanzarán
aquellas que den cuenta de lo real para lograr eliminar el vacío en un lapso de tiempo
relativamente corto.
Sin más, veamos un ejemplo absolutamente contemporáneo, y a simple vista trivial,
que nos iluminará la cuestión. En el campo deportivo, más precisamente en el del fútbol,
cuando un equipo pierde la categoría, es decir, deja de desempeñarse en un nivel para pasar
a otro inferior, suele suscitarse una suerte de “muerte deportiva”, ya que no sólo se trata de
un fracaso deportivo, sino además de una pérdida de prestigio. Ahora bien cuando esto
sucede con una institución que posee implícitas numerosas significaciones imaginarias que
dan cuenta de su magnificencia y su importancia dentro del país y del continente, la
situación cobra dimensiones inimaginables.
Así pues, una vez efectuado el descenso todas esas significaciones imaginarias
emergidas gracias a la acumulación de logros a través de la historia - sean títulos,
deportistas destacados, número de afición y la permanencia ininterrumpida entre los
equipos más importantes - han de sufrir un colapso que permite la emergencia de un vacío
único y la necesidad de manufacturar nuevos discursos que sean capaces de dar cuenta de
la nueva situación, equilibrando el sentido entre la aceptación del nuevo lugar ocupado en
el mundo deportivo y la magnificencia que se ha sostenido a lo largo de los años.
En este aspecto, se vuelve imposible permanecer en el vacío, sosteniendo aquellas
significaciones que ya no tienen sentido, cuestión que se puede ver en las manifestaciones
de violencia inmediata al hecho consumado, a la angustia generalizada y al oleaje de
medios que salieron a cubrir los sucedido durante días y semanas. De tal forma, el nuevo
discurso ha de cubrir este vacío y otorgar un nuevo sentido a la institución y al entorno
novedoso al que se enfrenta. Resultado de esto último ha sido el ensalzamiento que ha
gozado de un momento a otro un certamen que siempre fue considerado inferior, tanto por
su competitividad, como por la calidad de sus participantes y el público que era capaz de
congregar, incomparable hasta los últimos meses, con la primera categoría.
A tal respecto, el discurso versó en que la grandeza no radica en la situación que se
vive en el presente, o el lugar que se ocupa, sino en la historia que lo respalda, en la
cantidad de público que reúne y que esa misma grandeza no la otorgaría un certamen en sí,
sino los participantes del mismo. En consecuencia, y como se ha afirmado en apartados
anteriores, este nuevo discurso genera a su vez prácticas, las cuales las encontramos en la
supresión de una prohibición acerca de quiénes podían concurrir a un estadio y la
estatización de la televisación que hasta hace unos meses estaba en manos de grupos
privados principalmente. Por consiguiente, se generaron nuevas significaciones
imaginarias que confeccionaron un discurso que reza que la diferencia entre una categoría
y otra radica simplemente en su denominación consensuada, y no en su contenido
sustancial.
De esta manera podemos comprender entonces que siempre ante la ruptura de un
discurso y sus significaciones y ante el vacío emergido de ello, la sociedad responde con la
mayor velocidad posible con la creación de un nuevo discurso. Así pues, podemos
desarrollar a continuación otro ejemplo que tiene que ver en este caso con la enseñanza de
la filosofía dentro del ámbito escolar, en la provincia de Buenos Aires.
A partir del cambio de la ley que rige la educación escolar73, se volvió a instaurar en
dicha provincia la escuela secundaria en reemplazo del llamado “Polimodal”. De tal forma
se reordenó toda la currícula y se crearon nuevos diseños de cada materia para encarar
desde un punto de vista global a las mismas pensando en un sistema interdisciplinario. En
este sentido la materia filosofía volvió a mantener su escasa participación dentro de la
73 Ley de Educación Provincial Nº 13.688
formación secundaria, permaneciendo su aparición de solo un año, con dos horas
semanales, sólo que se pasó al último año de la escolaridad.
A tal respecto, esta mínima cantidad de horas dentro de la currícula responde al
vacío generado por la supresión de la filosofía tanto desde un plano gubernamental, como
académico, ya que las causas de este vacío no sólo han sido externas, sino además internas,
evocado por la propia responsabilidad de la disciplina.
Si partimos del supuesto de que la filosofía es la interpelación constante de las
prácticas sociales, hemos de decir que muchas veces aparece más bien como alejada de
estas prácticas, como una disciplina que se encarga de observarse a sí misma, “a devorar su
propia carne” como afirmara Castoriadis. Es en estos actos en donde se ve cierta ruptura en
la significación que expresa que la filosofía habla y piensa lo real de su tiempo, generando
un vacío al respecto de ella que se ve completado con la idea de que en realidad la filosofía
se sitúa del lado de enfrente de dichas prácticas.
Se torna dificultoso poder indicar con exactitud el momento en que se expandió la
idea de que la filosofía dejó por completo de hablar del mundo para comenzar a hablar de
su historia o de conceptos creados por ella misma, ya que podríamos hacer referencia a
situaciones contrapuestas como por ejemplo la emergencia concepto de “Lebenswelt”
propuesto por Husserl, como una salida de la filosofía hacia el mundo.
Podemos indicar quizá un punto de inflexión de las significaciones sociales en
torno a la filosofía con el auge de las ciencias fácticas en el siglo XIX y el siglo XX y la
aparición de corrientes neopositivistas, ya que aquí se produce un vuelco en las
concepciones filosóficas en torno a su esencia y su campo de aplicación.
Es quizás el supuesto del círculo de Viena el que haya calado más hondo dentro de
las sociedades occidentales; el supuesto de que la metafísica no era válida y que no hablaba
del mundo real y que por tanto la filosofía que hiciera metafísica no interpela lo que “es”.
Esta idea se ha extrapolado al sentido común en donde muchas veces se sostiene que un
filósofo es una persona que se abstrae de la cotidianeidad y que produce textos que no
refieren a más elementos que los pertenecientes a su mundo abstracto.
Así pues, al nacer la idea de que la filosofía no se desempeña sobre las acciones
concretas de los hombres, se la desplaza de aquellos ámbitos en donde rige el pragmatismo
y la funcionalidad es decir, en donde el derecho a la existencia lo tienen aquellas
disciplinas capaces de “transformar la realidad”.
Así pues, podemos sostener que existe una sutura por parte de la ciencia dentro del
ámbito educacional argentino. Esto quiere decir que la filosofía ha cedido gran parte de su
espacio a todo el amplio espectro de lo que se puede denominar “ciencia” sea natural y
social.
De tal manera podemos encontrar diversos ejemplos: se modificó en el 2003, en el
mencionado sistema “Polimodal”, la materia “filosofía” de primer año por la materia
“derechos humanos” que estaba embebida de las ciencias jurídicas. Por otro lado, en la
actual secundaria los estudiantes tienen materias como psicología, sociología y economía
política antes que filosofía que aparece en el último año como se dijo.
Un ejemplo más de cómo la filosofía no hace al plan educativo son las becas del
bicentenario; becas que se plantearon como incentivos para las carreras que producirían los
profesionales que encaminarían el futuro de nuestro país y en las cuáles no se pueden
encontrar ninguna carrera universitaria humanística, con lo cual se da la pauta de la
significación imaginaria que se sostiene desde el poder de turno acerca de cómo debe ser el
futuro: científico-técnico pero no reflexivo.
Por consiguiente es en esta sutura en donde la filosofía gana su mote de
“inservible” ya que según ello, todas sus especulaciones son un mero goce intelectual
incapaces de intervenir fehacientemente la realidad que la envuelve, haciéndola partícipe
de ese gran conglomerado de conceptos que denominamos “cultura general” y
convirtiéndola en un fósil que ha de ser colocado en un museo para su apreciación.
A tal efecto muchos se han “acomodado” en este nuevo espacio que se les ha
otorgado, desarrollando una exégesis de la propia historia y refugiándose en el
academicismo, aceptando que su lugar en el mundo es el que la sociedad parece estar
señalándole. Esto genera a su vez que la filosofía no pretenda ya llegar a otros ámbitos
fuera de los suyos, produciendo así textos que son de alcance limitado y que amplían aún
más la brecha con la vida cotidiana.
Por lo tanto, se puede observar cómo la filosofía dejó un vacío, que fue cubierto por
un nuevo discurso que toma elementos que hacen referencia a su capacidad reflexiva y
productora de pensamiento crítico, pero sin tener en cuenta las condiciones de posibilidad
para que esto suceda, generando una clara contradicción, más aún si tenemos en cuenta el
dictum de Gadamer acerca de que “comprender es aplicar”, es decir, si no se da el tiempo y
el espacio para que se desarrolle el pensamiento crítico, entonces no se comprendió qué es
la filosofía.
No obstante perseverar en el silencio hubiera sido aceptar el vacío y pretender
convivir con él, algo que ya hemos visto que se torna imposible para la sociedad y sus
individuos, por ello se ha dado un nuevo discurso que otorgue nuevas significaciones a la
filosofía dentro de la escuela, aún cuando esta, dentro del contexto en la cual la han hecho
desenvolverse, pierda gran parte de su sentido.
De esta forma hemos visto cómo se han de generar discursos inmediatos para cubrir
lo antes posible el vacío emergido de las consecuentes rupturas generando en la sociedad y
sus individuos todo aquello que ya hemos abordado con anterioridad. Sin embargo queda
por analizar el último punto en cuanto a la generación de los discursos: cuáles son sus
elementos y cómo han de emerger con tanta velocidad. Por todo lo que hemos mencionado
ya, tenemos conciencia que de lo que se trata aquí es del enraizamiento de las ficciones en
los discursos, cuestión que habremos de analizar en el siguiente apartado.
6.2: La aparición de las ficciones
Llegados a este punto hemos analizado ya las principales categorías que conforman
la presente tesis, sin embargo resta por tratar el método mediante el cual las ficciones
logran enraizarse dentro de los discursos que crean las sociedades, soportado por sus
significaciones imaginarias. De esta manera, habremos de visualizar aquellos elementos
que constituyen dichos discursos.
Como hemos mencionado en reiteradas ocasiones, los discursos emergen como
respuesta ante un vacío suscitado por la ruptura de otro discurso anterior, mediante la
pérdida de sentido de las significaciones que lo soportaban debido a algún cambio
inesperado, al constante desgaste o a la repetición hasta al absurdo.
En este sentido, cuando surge tal vacío de significación (y por tanto de ser según lo
expuesto en apartados anteriores) se torna absolutamente necesario crear un nuevo discurso
que de cuenta de esto novedoso que está sucediendo, que vuelva a otorgar sentido y por
consiguiente hacer desaparecer aquello impresentable que genera angustia y molestia por
demás.
En consecuencia, la nueva creación debe realizarse con la mayor celeridad posible,
para que la exposición y el horror perduren durante un acotado lapso de tiempo. Ahora
bien, ¿cómo generar un nuevo decir de manera veloz ante una situación inesperada? Dado
que las significaciones imaginarias son la construcción que poseen las sociedades para dar
sentido al mundo circundante, se desprende que otorgar sentido a aquello que circunda no
puede demorar precisamente poco tiempo, ya que hay que asimilar lo que se presenta y
convenir con otros individuos qué valor se le va a asignar en concordancia con otras
significaciones y con todo un cúmulo de valores que la sociedad ya posee, de manera tal
que este nuevo discurso se acople y sincronice con aquello que aún permanece.
En efecto, todo este proceso, para darse tal cual se lo describe, ha de consumir
tiempo y esfuerzo, algo que se torna impracticable, por que es el resultado el que pone fin a
la exposición frente al vacío. Por ello se torna necesario recurrir a algún otro elemento que,
complementando las nuevas significaciones que den cuenta de lo real, sumen velocidad a
la manufactura del nuevo discurso. Dicho elemento serán las ficciones.
Así pues, lo que sucede en la creación de los discursos es que se recurren a
construcciones del tipo “como sí” para ahorrar tiempo, tomando a la nueva situación que se
presenta, y que generó el vacío de significación, en parte como se da y en parte como se
pretende que pueda ser, haciendo precisamente como si fuera otra cosa, por lo general ya
conocida por la sociedad. La función específica de la ficción será entonces lograr dar
celeridad al proceso de creación de los discursos que habrán de cubrir el vacío emergido.
Por lo tanto los discursos sociales contienen diversos elementos: por un lado nuevas
significaciones que otorguen sentido a la novedad. Por el otro, elementos que han sido
reunidos a partir del discurso roto, manteniendo algunas significaciones. Por último
elementos ficcionales que se incorporan para tratar de hacer la situación más controlable,
esperable y, por sobre todo lo demás, para dar más cuerpo conceptual a la confección.
Así, en el caso del concepto de “filosofía” dentro del ámbito escolar en la provincia
de Buenos Aires que hemos abordado, en el nuevo discurso que dice qué es o qué debería
ser la filosofía se encuentran nuevas significaciones que la definen como una disciplina
que ha de fomentar el pensamiento crítico; presentando, a su vez, elementos del discurso
roto como los ejes temáticos alrededor de la pregunta por el conocimiento, la ética y la
antropología; por último encontramos elementos ficcionales, como por ejemplo la
pretensión de que esta nueva concepción se puede aplicar en un sólo año con dos horas por
semana enmarcado en un contexto donde los estudiantes han pasado once años de
escolaridad según una lógica diferente a la que se debe proponer y que deban incorporar
una totalmente diferente, haciendo como que esta labor es por demás aplicable.
Por otro lado, en el ejemplo deportivo, encontramos en el nuevo discurso elementos
que dan cuenta de la real situación a la cual se enfrenta la institución, la de participar en un
certamen diferente a los que venía participando durante toda su existencia, aceptando esta
posición como una manera de volver a construir el presente. A su vez encontramos otros
elementos que permanecen desde antes de la ruptura, como el hecho de perseverar en el
prestigio otorgado por su historia sin que esta se vea mancillada por el impensado presente.
Por su parte se encuentran elementos ficcionales quienes hacen como si una categoría fuera
igual a la otra, gozara de los mismos privilegios y tuviera una valoración social similar.
Ahora bien, ya podemos entender por qué se recurre a la ficción que cumple el rol
del “como sí”: porque al tratar una nueva situación como si fuera otra conocida, recorta el
tiempo necesario para procesar significativamente esto nuevo que acontece. Así por
ejemplo, ante la muerte de un ser querido muchas veces la reacción puede ser la de hacer
como si se hubiera ido de viaje, ya que mediante esta ficción el extrañamiento se vuelve un
poco más familiar y se alberga mínimamente la esperanza de volver a encontrarse.
Sin embargo esto explica la aparición de la ficción del “como si”, pero no hemos
aludido aún a otra característica que se puede dar en la misma, a saber: la retorsión de los
términos. Afirmamos pues que una de las funciones principales de las ficciones podía ser
la de “retorcer” conceptos, esto es, presentar una categoría como si significara lo que la
sociedad toma corrientemente o por costumbre, pero en realidad que sea precisamente algo
distinto o contrario. Citamos como ejemplo el concepto de “libertad” dentro del sistema
capitalista en donde este término no significa radicalmente la autonomía para elegir y
desarrollarse, sino tan sólo la posibilidad de elegir entre qué cantidad de productos poder
consumir; elegir no consumir no sería una opción en este caso.
Como se puede observar aún la retorsión mantiene el principio del “como sí”, hacer
como si algo fuera lo que siempre fue aunque ahora es diferente. Por lo tanto no sólo es
sumamente efectivo para otorgar velocidad a la creación del nuevo discurso, sino que
también lo es para controlar y manipular. Es mucho más fácil gobernar a individuos que se
creen libres porque pueden elegir entre varias marcas de celulares para comprarse que a
sujetos que se levanten contra su propia autonomía.
Por consiguiente podemos deducir que las ficciones se enraízan en los discursos
sociales por necesidad, por la necesidad de dar velocidad al armado de un discurso que
deberá de cubrir una vacío y que esta celeridad está dada primero por presentar una
situación más conocida y con carga de sentido que una absolutamente novedosa y además
porque las ficciones no requieren verificación, es decir, no se les solicita que den cuenta de
la realidad tal cual es.
A su vez podríamos cuestionarnos sobre quiénes son los inventores de dichas
ficciones, si es que existe un pequeño sector que impone las que habrán de utilizarse y
cuáles habrán de desecharse. Sin lugar a dudas ciertos sectores de poder tienen más
influencia que otros para imponer tanto ficciones como significaciones, en fin, discursos
que den cuenta acerca de cómo debería ser el mundo, el rol que los seres humanos
debemos cumplir, etc. Para ello se valen de los medios de comunicación que modela en
parte la “opinión pública” y de la publicidad que imparte en numerosas ocasiones el deber
ser de los sujetos.
No obstante todos los sujetos tenemos la capacidad de generar ficciones y muchas
veces la institucionalización de estas, es decir cuáles permanecerán en un discurso y cuales
no, no depende tanto del sector de poder de dónde hayan surgido, sino más bien a una
cadena causal y casual que fue masificando su uso hasta perpetuarla, siempre y cuando ese
discurso al cual pertenece no se rompa, aunque como ya mencionamos, aún después de las
rupturas siempre permanecen algunos elementos que se conjugarán con otros nuevos y
otros ficcionales en un posterior discurso.
Así pues, hemos desarrollado hasta aquí cómo se enraízan las ficciones dentro de
los discursos sociales y por qué aparecen, encontrando al vacío como condición de
posibilidad para su emergencia y observando que la clave radica en la velocidad para
completar un relato que es capaz de facilitar estas construcciones debido a su apariencia de
familiaridad y a su inimputabilidad a la hora de cotejarla con el ser significativo del
mundo. Cabe ahora pasar a las conclusiones principales de la presente tesis.
Conclusión:
Hemos alcanzado pues el final de nuestra investigación recorriendo aquellas
temáticas que nos han permitido abordar las categorías centrales de “vacío” y “ficción”,
permitiéndonos relacionarlas y ubicarlas dentro de un mismo sistema dialéctico en donde
el vacío es condición de posibilidad del enraizamiento de las ficciones dentro de los
discursos sociales. Asimismo, se han complejizado nuestras certezas y se ha llenado de
paradojas y aporías el camino a seguir, hecho por el cual se torna más interesante la
continuación de esta investigación que nos va a permitir ahondar ciertos problemas
coextensivos a los trabajados y seguir nuestra propia holzwege y a su vez explicitar las
huellas de nuestra escritura.
Así pues, hemos visto cómo ambos conceptos han sido tematizados extensamente a
lo largo de la historia de la filosofía, comenzando su abordaje en la Grecia Antigua, pero
sin formar parte al mismo tiempo de una sola línea de pensamiento que los englobe, como
aquí se ha propuesto realizar.
Por supuesto, como decíamos anteriormente, habremos de tomar el presente trabajo
como el comienzo de una investigación superadora que pueda indagar más allá de lo hecho
hasta aquí, esta relación intrínseca entre ficciones y vacío, ya que de ninguna forma
consideramos la cuestión como acabada.
De tal forma, si comenzamos a recopilar los resultados que han emergido del
contenido desarrollado, podemos observar cómo puede tratarse a la ficción desde el mito
en la historia griega el cual se transforma en un relato que, al modo de Platón, transmite
ideas concretas y que se convierte en un elemento central del discurso helénico antiguo,
reconociendo presente entonces a la ficción desde los comienzos de la cultura occidental.
A su vez, hemos visto cómo las ficciones tienen su lugar preeminente de
emergencia dentro del campo literario lo que les otorga su esencia de la distorsión y la
retorsión, buscando la creación de un clima que no responda a una lógica veritativa.
Además, hemos mostrado que la ficción no es contraria de la verdad, sino que
complementa a ésta, dando lugar a relatos en los cuales ambas están presentes, como pudo
observarse con el caso del mito griego.
Seguidamente, hubimos de contextualizar el otro concepto eje de esta tesis, el
vacío, remontándonos también a Grecia, pasando por la modernidad y llegando hasta la
matemática contemporánea desarrollada por Cantor. Así, pudimos ver cómo este concepto
fue utilizado por Demócrito y los atomistas, para explicar el movimiento de los átomos,
cuestión que fue rechazada posteriormente por Aristóteles quien propuso la negación del
vacío, mediante el concepto de horror vacui, es decir, el aborrecimiento de éste por parte
de la naturaleza, junto con la postulación del pleno total. Ya en el siglo XVII, gracias al
aporte de Torricelli y su descubrimiento de la presión atmosférica, se vuelve a contemplar
la existencia del vacío en la naturaleza.
Posteriormente, nos explayamos acerca de cómo en la teoría de conjuntos, el vacío
se aplica a aquel conjunto que no contiene ningún elemento, pero sin embargo existe,
llegando a la conclusión de que, por el principio de extensionalidad, el conjunto vacío es
uno sólo.
Así pues, continuando con nuestra exposición de presupuestos, hubimos de
posicionarnos al respecto de dos categorías que emergen por añadidura al concepto de
ficción: realidad y verdad. Al respecto de la primera, sostuvimos que la misma es múltiple,
y que por tanto, conlleva una dimensión susceptible de ser reglada, y otra que no puede
enmarcarse en una lógica heredada. Según Castoriadis, se pueden distinguir varios niveles
de ser dentro de la realidad, superando la reducción que conlleva tener en cuenta sólo al
estrato natural. De este modo, se llegó a ver que las sociedades, mediante sus procesos de
institución, crean una idea acerca de lo que es real.
En cuanto al tema de la verdad, desde la lectura que hace Badiou sobre el tema,
dijimos que es una categoría operante, vacía en sus comienzos, que las sociedades utilizan
para designar ciertos entes. De aquí que se la pueda considerar “epocal”. A su vez, la
verdad es una categoría central dentro de la filosofía, ya que esta tiene por objeto denotar
el “hay” de las verdades, permitiendo la composibilidad.
Posteriormente, consideramos necesario realizar una breve descripción de las
principales categorías filosóficas que surgen de la obra de Castoriadis y que han atravesado
todo el trabajo. De tal manera, hemos mostrado cómo el imaginario radical es la capacidad
que tiene cada sociedad de otorgar sentido a las cosas que le rodean siendo las
significaciones sociales imaginarias sus productos. Tal sentido se ve cristalizado entonces
en las significaciones, entes que determinan qué es lo que es para una sociedad. Ahora
bien, la emergencia de las significaciones parte exclusivamente de la psique de los
individuos sociales, conformando una “creación desde la nada”, frase que significa, ni más
ni menos, que la emergencia de un nuevo eidos no puede estar determinada por las
condiciones materiales. Por último vimos también que las significaciones imaginarias
instituyen, es decir establecen, prácticas, discursos y accionares que dan cuenta del sentido
de las cosas, lo mantienen y lo reproducen.
Una vez abordados todos estos conceptos, consideramos que ya estábamos en
condiciones de poder hacerlos participar dentro de un mismo sistema, debiendo explicar el
funcionamiento de este y demostrando, en la medida de lo posible, su existencia. Por tanto,
comenzamos analizando el mentado enraizamiento. Así vimos que las ficciones pueden
encontrarse también en el campo de lo social, haciendo hincapié más que nada en el campo
político y del derecho, manteniendo la esencia que le otorga su origen literario. También,
que las sociedades llevan a cabo prácticas que se ven promovidas por las ideas que ellas
portan y que están aglomeradas dentro de los discursos sociales, esto es, relatos
construidos mediante el proceso de legein que dan sustentabilidad al sentido que una
sociedad determinada mantiene.
De esta manera, se hizo pertinente poder demostrar que el vacío es capaz de
irrumpir en una sociedad y generar en esta una especie de horror. Afirmamos pues que el
vacío al cual la sociedad aborrece emerge a partir de las rupturas de las significaciones
imaginarias sociales y que dichas rupturas se dan por la pérdida de sentido que las
significaciones sufren debido a los cambios constantes de la sociedad y el mundo
circundante. Parte de este “horror al vacío” surge por el proceso inmediato de socialización
y representación que experimenta el infans luego de la ruptura de la mónada psíquica.
Además, sostuvimos que el vacío es “impresentable” ya que toda presentación es la
multiplicidad tomada por “uno”, pero el vacío no puede ser contenido por la cuenta-por-
uno. A su vez, no es “uno” pero es único, conforme a la teoría de conjuntos de Cantor,
siendo, según Badiou, paradigma de la multiplicidad pura.
Por lo tanto, dadas sus características de impresentable e inconsistente, a los
individuos se les hace imposible abordar dicha categoría. Si además tenemos en cuenta que
para las sociedades, el “ser” está dado por lo que invisten las significaciones sociales,
podemos llegar a la conclusión de que el vacío, al emerger de una ruptura, carece de
sentido en sí mismo y por ende, desde el plano histórico-social, no es.
Este camino nos condujo entonces a aceptar que el vacío emerge en una sociedad
pero no puede ser tolerado, lo que nos llevó a la pregunta acerca de cómo se hace para
cubrirlo, es decir, eliminarlo. Hemos encontrado entonces en las ficciones la respuesta que
satisfizo tal cuestión, ya que para combatir el horror vacui suscitado por la pérdida de
sentido de las significaciones imaginarias, y su consecuente ruptura de un discurso, se
torna necesario crear inmediatamente un nuevo discurso social. No obstante, dichos
discursos poseen varios elementos: significaciones sociales imaginarias nuevas que intenta
otorgar sentido al acontecimiento; significaciones anteriores que permanecen de otros
discursos y significaciones ficcionales.
A tal respecto, las ficciones son evocadas dentro de los discursos porque al
presentar en una estructura del “como sí” situaciones ya conocidas, dan celeridad a la
construcción del nuevo relato, característica que se une con otro de los factores que
posibilitan dicha velocidad, a saber: la nulidad de comprobación empírica que requieren las
ficciones para ser tenidas en cuenta como verdaderas.
De esta forma, pensamos que nuestra hipótesis, planteada ya desde la introducción,
ha podido ser demostrada, aunque como dijimos con anterioridad, no consideramos al tema
cerrado, ya que aún resta mucho más por investigar, más que nada en relación a si el vacío
es intolerado necesariamente o por una cuestión más de “hábito”, llevándonos a la pregunta
sobre si es posible, al menos teóricamente e intentando apartar al máximo las ficciones,
convivir con el.
Otra línea que se desprende del trabajo para seguir investigando es las diferencias
que existen entre Castoriadis y Badiou al momento de llevar adelante un sistema
ontológico, teniendo en cuenta que ambos autores parten del mismo supuesto, la
multiplicidad del ser, pero teniendo concepciones diametralmente opuestas entre sí acerca
de la teoría de conjuntos de Cantor.
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