La expulsión de la bestia triunfante

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    Biblioteca de Ensayo 74(Serie Mayor) Ediciones Siruela

    Giordano Bruno

    Expulsin de

    la bestia triunfante

    De los heroicosfurores

    Introduccin, traduccin del italiano

    y notas de Ignacio Gmez de Liao

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    Giordano Bruno:

    Las imgenes del furor y la bestia

    El presente criba el pasado, y lo que de l toma, lo que en l ve, no suele

    ser ms que la proyeccin de sus preocupaciones y el desahogo de sus fan-tasmas. A veces ni siquiera eso, sino tan slo una rutina. Rutina admirable,es verdad, pues cmo no admirar la delicadeza de las operaciones que seefectan en los establecimientos culturales hasta que el nombre egregioo el sistema filosfico que un da inquietaron al mundo cristalizan en laforma de un objeto ilustre que, por fin, se puede mostrar a la luz del da.

    Sin embargo, la personalidad de Giordano Bruno y su sistema filosficorepresentan uno de los casos ms resistentes a esas cirugas que, con la

    paciencia de las olas que chocan contra las rocas, han realizado y siguenrealizando generaciones de hombres doctos, pertenecientes a no menosdoctas corporaciones. No han faltado los intentos; incluso han sido tanfrecuentes que no se entiende bien por qu a estas alturas la significacinde Giordano Bruno no presenta una faz tan clara como, por ejemplo, la deDescartes o la de Spinoza o la de Kant.

    Cada tiempo se ha complacido en incluir a Bruno dentro de su tablerode ajedrez. Nunca han faltado quienes lo han visto como una especie de

    herencia destinada al que ms corra. Ha sabido seducir, sin duda, pero noes tan seguro que el filsofo napolitano haya sabido igualmente hacerse en-

    tender. No obstante, cuntas imgenes no se habrn proyectado sobre lafigura de aquel fraile exclaustrado y trotamundos por una Europa divididaen speras rencillas y guerras de religin, un fraile con nfulas de mago yde librepensador, que fue procesado por la Inquisicin romana, y que, porltimo, fue condenado a la hoguera?

    Adems, qu misterios puede esconder a sus espaldas ese hombre in-

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    quietante que puso a sus libros ttulos tan extraos comoEl sello de los sellos,El canto de Circe,Expulsin de la bestia triunfante, La cbala del caballo Pegaso,De los heroicos furores, La lmpara de las treinta estatuas,El idiota triunfanteoDelinfinito universo y los mundos innumerables? Si el delirio de un autor pudiera

    medirse por los ttulos de sus obras, qu duda cabe que el delirio de Brunoes de los que hacen poca?1

    Algunos pensarn que detrs de semejantes ttulos se ocultaran ideastan desaforadas que por fuerza habran de arrojar a su autor al fuego de lahoguera. Y se equivocan. Cuntos que acabaron en la hoguera no habanescrito en su vida una sola lnea. De hecho, Bruno fue condenado porque,aun siendo religioso, quiso hurtarse a la jurisdiccin cannica (a pesar delos infructuosos esfuerzos que hizo por normalizar su situacin dentro de la

    Iglesia), y porque declar que tena sus dudas sobre algunos de los dogmasdel catolicismo, como la Trinidad y la Encarnacin, y no se retract cuando

    le obligaron a hacerlo, sino que insisti una y otra vez en que no se le haba

    entendido bien2.En un siglo de relativa tolerancia como ste una tolerancia que en rea-

    lidad las ms de las veces se debe simplemente al descrdito en que ha ca-do la actividad pensante, nos asombra que de una causa etrea resultaseun efecto tan desproporcionadamente riguroso. Pero no sorprende menos

    que, pudiendo salvar el pellejo con tan slo aceptar unas proposiciones teo-lgicas que al hombre moderno le dicen bien poco, Bruno prefiriese man-tenerse en sus trece con la integridad de la palabra que haba empeado.

    En cualquier caso, con su muerte facilit la tarea de los simplificadores.Qu cmodo, qu grato es poder ahorrarse la lectura de obras envueltasen ttulos extraos y escritas a menudo en un latn farragoso, en gracia aque su autor, ms que un filsofo, fue un magnfico smbolo, una resplan-deciente llama que no hemos de permitir que se apague. Bruno..., ah, s se

    les oye decir, el mrtir de la ciencia moderna, el sublime abanderado delpensamiento libre frente al oscurantismo religioso, el reivindicador de lamateria universal, el profeta de un universo infinito poblado de mundosinnumerables habitados por seres tal vez ms inteligentes que los humanos,

    el maestro de Schelling, del que senta celos el propio Hegel... Los lemaspodran multiplicarse. Todo depende de los recursos del orador de turno.

    Giordano Bruno naci en el ltimo momento de la cultura europea enque se poda ser confuso y extravagante; confuso, por un exceso de inteli-

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    gencia; extravagante, por un exceso de rigor. En su tiempo los bienes dela razn no haban ido a parar todava a las manos de los usureros. Incluso lalengua se mantena en un maravilloso estado de confusin: la vulgar, por-que haca poco tiempo que haba empezado a balbucir contenidos filos-

    ficos; la clsica, porque, producida y reproducida artificialmente una yotra vez, se haba convertido en una mquina tan magnfica que una fraselatina posea por derecho propio un sagrado valor de cultura, de suerteque lo normal era encontrarla emboscada en medio de eruditos escolios yglosas.

    Uno de los aspectos ms interesantes de los siglos XVy XVI, de ese pero-do llamado renacentista en cuya desembocadura se halla Giordano Bruno,es su confusin, o sea los resplandores que brotan aqu y all en medio de

    la confusin: confusin en los estados que se estn creando; en la religin,que se est reformando y contrarreformando; en las conciencias, que seestn desgarrando incluso con armas y manos; en el idioma, que se desbor-da para alcanzar una madurez demasiado ardiente para ser adulta; en loslenguajes artsticos, que, soando con un pasado tan remoto como espln-dido, se olvidan en seguida de lo que hicieron sus padres y llaman brbaroa lo que crearon sus abuelos; en el pensamiento...

    Las creaciones filosficas del Renacimiento producen una mezcla de

    impaciencia y vrtigo: se combina lo medieval y lo moderno categoras,por otro lado, de las que entonces no se era demasiado consciente, puesno quedarn bien establecidas hasta mucho despus, la mstica y la fsi-ca, el delirio mgico y el experimentalismo racional, los horscopos y laastronoma, la renovacin de lo antiguo y la siembra de lo moderno; todoello en una confusin que fuerza, cuando no desarma, nuestros hbitosmentales.

    El mundo y la cultura moderna, contrariamente a lo que se suele pen-

    sar, no nacen en ese perodo, sino en el dique que a mediados del siglo XVIIse opuso a los afanes demasiado anrquicos del Renacimiento. Ese diquetendr la virtud de restablecer de una u otra forma la religin, y fundar unmtodo filosfico que aspiraba, guiado por Descartes y Bacon como geniostutelares, a claridades y hechos, a distinciones precisas y experimentos bajo

    control, a sacar a la luz del da las oscuras entraas de la naturaleza. Lanaturaleza es el signo de los nuevos tiempos. Lejos ir quedando la descon-fianza, el temor, incluso el aborrecimiento que por ella senta el hombre

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    medieval. Ahora ya no es, en cuanto mundo, la gran enemiga del alma, sino

    la obra perfecta de Dios, cuando no la divinidad suprema. La naturaleza seconvierte en el horizonte de la racionalidad, y la conciencia se persuade deque el libro de la naturaleza est escrito en el idioma de sus ideas.

    El Renacimiento fue un gigantesco laboratorio, genial y desorganiza-do, en el que no es fcil distinguir los experimentos que llevan a tierrasde promisin y los que estn condenados a transitar por vas muertas.Cuntas obras de Bruno todas aquellas que tratan de magia, matesstica,lulismo, mnemnica no habr que situar en la va muerta, en los caminos

    sin futuro. Sin embargo, ahora se empieza a ver que lo ms interesante,lo ms creativo de la obra bruniana se halla precisamente en aquellasextraas obras de las que, hasta el presente, se crey que no llevaban a

    ninguna parte. No eran un futuro para el siglo XVII; pero s lo son para elXXy para el XXI. Pues cul es el tema, cul es la cuestin decisiva desu filosofa?3

    Es la cosmologa? Bruno apoy sin reservas el heliocentrismo coperni-cano frente a la tradicin geocntrica basada en la Biblia y en la astrono-ma aristotlico-ptolomeica. Es sabido, sin embargo, que no entendi conexactitud los razonamientos matemticos de Coprnico, y que en el helio-centrismo vio, ms que una cuestin cientfico-experimental, una suerte

    de emblema moral y religioso. Adems, Bruno, en su idea de un universoinfinito, pens ms a tono con una fsica relativista que heliocntrica que

    en un universo infinito el centro est en todas partes y en ninguna.Es la metafsica? Nadie antes de l se haba atrevido a mezclar filosofas

    tan heterogneas como la neoplatnica de Plotino, la aristotlica de Ave-rroes y la epicrea de Lucrecio. El resultado fue un intelectualismo mate-rialista, o un materialismo intelectualista. Una materia que se dira ms unreflejo que una sombra del Uno, y un Uno que, por la ley de las vicisitudes

    o revoluciones, alterna con la materia, congenia con ella, en un espacioinfinitamente dotado de vida.

    Es la teologa? Bruno crea firmemente en la idea agustiniana del Diosque inhabita el alma humana, que tiene su templo en la conciencia, delDios que lo penetra todo, hasta el punto de confundirse con la naturaleza,aunque tambin da a entender que la trasciende. Piensa que las palabras de

    alabanza que los humanos pueden dirigir a ese Dios son como humo quenos lo oscurecen en vez de iluminrnoslo, de suerte que lo ms convenien-

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    te es proceder por la va de las negaciones, como en la teologa apoftica onegativa del Pseudo-Dionisio.

    Es la moral, con su reforma de las formas primeras de la moralidad lasvirtudes y los vicios, a las que Bruno ve como si fueran constelaciones que

    sirven para iluminar y regular la conducta en la larga noche de la existencia?Es la religin, con su proyecto egipcio de fundar una religin de la

    mente y del mundo que se servira del mtodo mgico-mnemnico a modo

    de ejercicios espirituales?La monadologa, el atomismo, la combinatoria luliana, la teora de las

    vicisitudes: he ah otros tantos lemas de la filosofa bruniana que se podran

    invocar como tema crucial, como cuestin clave, de su pensamiento.Pero, en realidad, no es necesario buscar el tema de su filosofa en sus

    especulaciones sobre el cosmos o sobre los principios de la realidad o sobreDios, pues ese tema no se halla en sus teoras, sino que stas reciben toda su

    fuerza de la cuestin decisiva que, como un tema musical, se desarrolla eninfinitas variaciones y siempre se percibe en el fondo del discurso brunia-no. Se trata de una cuestin directamente relacionada con la vida humana,con el sentimiento que tenemos de nuestra vida, con las posibilidades quese nos ofrecen de dirigirla, reformarla, reinventarla, y a travs de ella en-tender el mundo.

    Esa cuestin se llama imagen; se llama imaginacin4. La imagen no esen la filosofa bruniana un falso fantasma de la realidad, mera privacin deser, sino su manifestacin, su expresin, su esplendor. Qu es la realidaddel universo sino la realidad correspondiente a la imagen y esplendor delUno, la realidad correspondiente a las imgenes y esplendores que se crean

    y recrean en y por la materia?Cuando Bruno materializa la idea, o idealiza la materia pues en su filo-

    sofa la sustancia es el lugar donde convergen y se confunden la materia, la

    forma ideal y la vida, lo que hace el filsofo napolitano es presentarnos eluniverso, la realidad sustantiva del universo, como una imagen, por cuantola dignidad ontolgica de la imagen consiste en que ella es el lugar dondese encuentran y comunican intelecto y materia, razn y sensacin.

    Cuando Bruno plantea su reforma moral en laExpulsin de la bestia triun-

    fante, la entiende como una reforma que opera sobre las imgenes de lasconstelaciones y que es llevada a efecto por los dioses, imgenes mitolgi-cas de las facultades anmicas. Es una reforma de los cielos, es decir, del

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    campo icnico de referencias existenciales del hombre, pues el cielo, paraBruno, es la imagen universal, el pantomorfo5.

    Cuando Bruno trata del amor, del heroico furor que impulsa al hroe atrascender su condicin actual, a fin de explorar los secretos del universo y

    del saber, hasta llegar a una meta que, sin embargo, jams podr alcanzar,su discurso es, ante todo, un comentario y una glosa filosfica en torno alas imgenes; y su hroe furioso es un ser que se mira en los espejos que leofrecen las imgenes de la realidad, en su anhelo de penetrar en un mundo

    cada vez ms sinttico y comprensivo, en el punto divino que armoniza loscontrarios y as concentra toda la energa e inteligencia del universo6.

    San Ignacio de Loyola, antes de Bruno, fue plenamente consciente dela importancia de las imgenes mentales y las composiciones de lugar en

    suma, el ejercicio de la imaginacin a la hora de orientar y modelar lavida psquica y, en consecuencia, condicionar la afectividad y la conducta.Pero mientras que Ignacio de Loyola, en losEjercicios espirituales, extrae susimgenes del repertorio de la vida y muerte de Cristo y de misterios delcristianismo como las postrimeras del alma, Bruno, en cambio, se recreaen las imgenes de la naturaleza y de los mitos paganos y egipcios, consu fuerte contenido mundano y racionalista. Pero el racionalismo con queBruno maneja ese mundo imaginario no es un racionalismo precartesiano,

    sino ms bien un racionalismo posmgico.Qu son obras como laExpulsin de la bestia triunfanteyDe los heroicos

    furores, sino sistemas de imgenes diseados y planeados con el objeto deinstrumentar y vivificar un conjunto de contenidos conceptuales ntima-mente relacionados con la direccin de la vida, con lo que justamente po-

    dramos llamar filosofa prctica? No equivalen las elaboradas artes de

    la memoria de Bruno a sistemas constructivos de imgenes, a mquinasde imgenes mentales orgnicamente relacionadas con las peculiaridades de

    la vida individual?7En la base de la reforma filosfica de Giordano Brunodestaca el infatigable esfuerzo, una y otra vez reemprendido desde el co-mienzo hasta el final de su carrera, por disear un sistema de recuerdos,por suministrar al individuo un conjunto bien ordenado y estructuradode imgenes mentales, a fin de que aqul pueda reaccionar adecuada-mente a las impresiones de la realidad. stas son confusas e inestables;hay en ellas una cierta proporcin de ceguedad. La imagen acude a la lla-mada del filsofo a fin de darle luz, pues la imagen que atesora el recuer-

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    do ha sido escogida entre muchas otras posibles; ha sido examinada a laluz de la propia experiencia y, tambin, de las formas de la racionalidad.Cuntas veces no hemos comprobado hasta qu punto nos resulta difcilpercibir distintamente las palabras de un idioma que no conocemos. Pero

    cuando lo aprendemos, qu hacemos sino estampar en la memoria unconjunto de recuerdos o imgenes mentales que, mediante un adecuadoadiestramiento, podemos aplicar rpidamente, para reconocerlas, a lasimpresiones sonoras que nos llegan? No cabe duda de que es el recuerdolo que nos permite or y ver. Por s misma, la impresin sera incapaz deevocar el recuerdo al que se asemeja. Como dice Bergson: La visin yla audicin en bruto se limitan a proporcionarnos puntos de referencia[...], a trazarnos un marco que rellenamos con recuerdos.

    Bruno ensay una y otra vez esquemas compositivos de imgenes a losque llam sellos, pues saba que la plenitud de las tareas intelectuales y,en consecuencia, de la vida humana slo se logra si acertamos a conduciruna misma representacin a travs de diferentes planos de conciencia,en una interaccin continua del recuerdo y el esquema, de la imagen y elsello. De ah que concediese tanta importancia a las ruedas combinatoriasde Raimundo Lulio, a esos crculos rotatorios mediante los cuales podemos

    comparar e interaccionar las impresiones con los recuerdos, los datos con

    las imgenes.Hace unos aos permtaseme esta digresin se puso de moda entre

    los jvenes europeos el lema de la imaginacin al poder. Huelga decirque, como la mayora de sus congneres, tambin ese lema para decirlofrancamente era una bagatela, pues con la imaginacin en el poder unopuede esperar igualmente la realizacin del paraso en la tierra o la delinfierno. Es sabido, por lo dems, que ciertos alardes imaginativos han sido

    de gran utilidad para el mantenimiento de las tiranas, y que stas han

    pretendido a menudo conseguir una forma de legitimacin con la ayuda,precisamente, de esos despliegues de la imaginacin y el espectculo. Pero,

    en realidad, aquel lema estudiantil posiblemente no buscaba tanto propi-ciar o auspiciar la toma del poder por la imaginacin (dnde habramosde hallar a los imaginativos, acaso entre los que tan poco imaginativamente

    repetan el lema?) como dar testimonio del poder de la imaginacin.Lo curioso era que, por aquellas fechas, los mismos que proclamaban

    el mencionado lema lanzaban a los cuatro vientos apstrofes contra una

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    sociedad que hipnotizaba a los individuos mediante las imgenes y los fan-tasmas de su realidad, convertida en sociedad-espectculo. No es posibleentrar ahora a discutir la teora de la sociedad-espectculo, ni tampoco lasramificaciones semnticas del lema de la rebelda estudiantil de los aos se-

    senta. En cualquier caso, ambas inquietudes eran expresin de una mismaconciencia: la importancia de la imaginacin y las imgenes o las ficcionesen la vida social, algo que Georges Sorel ya haba percibido con gran niti-dez, y muchos siglos antes Platn, tanto en la Repblicacomo, sobre todo,en las Leyes8.

    En la Meditacin de la tcnica(sobre todo en los captulos IIIy VIII), Or-tega y Gasset sugiri la hiptesis de que el hombre se distingue del animalno tanto por su inteligencia como por su memoria, y sobre todo por su

    capacidad imaginativa. Fue hubo de ser una especie de enfermedadde la fantasa, que converta al hombre primitivo en un ser en trancecasi perpetuo de xtasis, lo que hizo posible que ste se replegase en smismo, se ensimismase, trazase un espacio interior en el que, protegido delas alteraciones que conlleva la vida en la naturaleza, pudiera jugar con lasimgenes de las cosas, combinarlas y, de ese modo, formar y reformar suidea de la realidad, redescubrirse y redescubrir el mundo.

    No se explica bien por qu Ortega, que hizo girar la filosofa sobre el

    eje radical de la vida humana y que vio en una exacerbacin de la fantasael origen de lo humano, no prest ms atencin al tema de la imaginaciny, ms en concreto, al de la importancia que poseen las imgenes mentalesrespecto a la vida. Pero esta reticencia no est del todo justificada. Bastaabrir su obra ms extensa y densa, la que ocupa un puesto central yseero en su produccin filosfica, para decirlo con palabras de PaulinoGaragorri, es decir, La idea de principio en Leibnizque se publicara despusde muerto el filsofo madrileo, para comprobar que la imaginacin de-

    sempea un lugar central en su pensamiento. Ortega apunta en su obra lahiptesis de que la razn no es sino un modo, entre muchos, de funcionar

    la fantasa9, y dos pginas ms adelante redondea dicha hiptesis afirman-do que la nica actividad originariamente inteligente [...] es la sensacin,sobre todo liberada en forma de imaginacin.

    Resulta curioso constatar que Ortega invoca nombres y pasajes en losque tambin se haba fijado Bruno: por ejemplo, la idea tantas veces repe-tida por Aristteles de que la inteligencia no puede entender, no puede

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    pensar, sin imgenes, y aquel otro pasaje de Temistio segn el cual el en-tendimiento paciente, es decir, el entendimiento en su sentido ms propioy controlable, vendra a ser una misma cosa que la imaginacin. Bruno,con su caracterstico entusiasmo, se aventurara an ms, afirmando, con

    Sinesio, que el hombre, gracias a la imaginacin, se transforma en Dios.Pero Giordano Bruno no se limit a pensar que la teora cientfica para

    decirlo con palabras modernas, al igual que la poesa, pertenece al mundo

    irreal de lo fantstico, pues, aparte de eso, crea que la realidad se nos ofre-ce a travs de la irrealidad de la imaginacin, que la realidad de las cosases la que corresponde a las imgenes que tenemos de las cosas; y, adems,acert a disear sistemas de imgenes y sellos a fin de ensear a compo-ner en el psiquismo nuestras impresiones de la realidad, a la manera como

    se compone una msica, es decir, con una notacin musical que va referidano a sonidos, sino a imgenes de tipo visual interno.

    As como por medio de la imaginacin el hombre se convierte en Dios,de la misma manera la bestia que anida en el corazn del furioso heroico,del amante sublime, se convierte en una criatura celeste. No coment amenudo Bruno el tema de las metamorfosis de los dioses, del transformis-mo divino? No refiri este gusto de los dioses por revestirse de imgenescorporales al principio de simpata que vincula estrechamente lo ideal con

    lo corporal, lo divino con lo bestial? Ah est la clave de la teora de las vi-cisitudes bruniana, y del elogio que el filsofo de Nola pone en boca de ladiosa Isis, en laExpulsin de la bestia triunfante, de la antigua sabidura egip-cia que acert a ver en las bestias signos vivos y reveladores de la divinidad.

    Por todo ello, bien se podra decir, siempre que entendamos apropia-damente el significado de las palabras, que uno de los lemas que mejorcorrespondera al mundo filosfico de Giordano Bruno es aquel que lodescribiera como las imgenes del furor y la bestia.

    Expulsin de la bestia triunfante

    La concepcin de laExpulsin de la bestia triunfanterefleja muy bien eltipo de pensamiento mgico y astrolgico que Bruno verti principalmente

    en sus tratados mnemnicos. Aunque el Spaccioes un tratado de virtudesy vicios o, mejor incluso, un esbozo de filosofa moral, el encuadre dram-

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    tico y alegrico que Bruno da a su obra le sirve para trascender lo que aprimera vista no dejara de ser un tratado ms bien escolstico entreveradode dilogos jocosos a la manera de Luciano de Samosata y Aretino. El plano composicin de la obra es probablemente, como en seguida veremos, lo

    ms original, incluso lo ms grandioso de la misma.Las imgenes mitolgicas, a las que continua y sistemticamente recurre

    Bruno en la Expulsin, funcionan, de una parte, como puntos de apoyo,como auxiliares sensibles, y, de otra, como imgenes que se funden en lavisin pura y suprema de la realidad y del psiquismo. Bruno no ignorabalo que san Agustn haba dicho sobre el valor de los mitos y las fbulasprofanas enDe Civitate Dei(XVIII, 14), as como sobre la importancia de losantiguos poetas-telogos. Y no ignoraba tampoco que, en un pasaje de la

    Enadatercera, Plotino se refiere a la veraz creacin potica del universocomo la obra del Poeta-Creador. Pero no haba dicho Boccaccio a prop-sito de Dante:poesia esser teologia?

    Mediante la reforma del espacio celeste entindase, del espacio celes-te segn lo adornaron y poblaron los mitos, Bruno significa de hecho lareforma de las constelaciones morales que regulan la vida humana. Losdioses que deliberan y discuten esa reforma representan a otras tantas fa-cultades anmicas, entre las que descuellan el principio intelectual sim-

    bolizado por Jpiter o Jove, pues de esas dos formas llama al Padre de losdioses, y la sindresis o luz de la conciencia que encarna Momo, diosburln y pronto a censurar las pretensiones de virtud con que se enmas-cara el vicio, y prximo, por su irona universal, al Encomium Moriae deErasmo; por su profetismo reformista, a la Utopade Moro, y tambin nohay que olvidarlo al Momusde G. B. Alberti. Algunas de las observacionesque E. Garin hace a propsito de la obra albertiana podran aplicarse a laExpulsin de Bruno:

    Bastante menos clebre que el famoso Elogiode Erasmo, el MomusdeAlberti llega a tocar muchas veces cuerdas profundas; para culminar en unaorgistica exaltacin del mito, imbuida de fuerza polmica contra los mitosreligiosos, que entraa el reconocimiento de la validez mtica en la vida delhombre. Sin embargo, no se salva ninguna forma consagrada por la tradi-cin ms autorizada: ni la filosofa (salvo, quiz, la irona de Scrates) ni lareligin, sobre la que pesa esta frase de Caronte: Si estuviese solo me reira

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    de ella; en medio de tanta gente finjo respetarla. Si Momo siguiese con suschanzas, no tardara en llegar la liquidacin definitiva de los dioses; por esoAlberti le hace callar con una curiosa invitacin final a que se respeten loslmites, invitacin donde parecen sonar los ecos deFatum et fortuna.

    A continuacin, Garin establece un interesante paralelismo entre el Mo-

    musde Alberti y laExpulsinde Bruno:

    Esta liquidacin de los dioses no tiene en Alberti el mismo carcter queen Bruno: el primero se mueve dentro de la ambigedad de la irona; elsegundo exhibe tal confianza y entusiasmo que llega hasta la blasfemia, aun-que ms tarde restaure, a su manera, todos los dioses, todas las leyes, todas

    las seguridades quiz porque en el fondo es un rebelde arrepentido10.

    La concepcin de laExpulsin de la bestia triunfante recuerda tambin elclebre episodio de la Asamblea de los dioses en la Uraniade Pontano.All es el Eterno quien rene en el Empreo a las Inteligencias motrices delas siete esferas los siete numinade los planetas, junto con sus atributoszodiacales, a fin de que cooperen en la gran obra de la Creacin.

    Sin negar la originalidad de laExpulsin, es preciso contemplar los as-

    pectos astrolgicos y mitolgicos que tanto se destacan en la obra y que seencuentran dentro de una secular tradicin que desde la Antigedad hasta

    el Renacimiento mantuvo vivo a travs de toda la Edad Media el legadomitogrfico y astrolgico de los tiempos paganos, compleja temtica querecibi un ejemplar tratamiento en la obra de Jean Seznec: Los dioses de laAntigedad en la Edad Media y el Renacimiento.

    En laExpulsin, las constelaciones celestes representan, a causa del con-tenido mitolgico al que alude su nombre o figura, a los vicios. stos son

    las bestias la bestia triunfante que los dioses examinan, reprueban y ex-pulsan, para que en el nuevo cielo, un cielo reformado, puedan ocupar tan

    elevados asientos las virtudes que, propiciadas por el autor, atienden tantoa la orientacin de la inteligencia como a la regulacin de la conducta ensus ms variadas manifestaciones.

    Pero Bruno, como es tpico en l, contrapesa la grandiosidad astron-mica y el aparato celeste de su plan moral, con unos dilogos irnicos y amenudo irreverentes en los que se advierte la influencia de los famosos di-

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    logos de los dioses y de los muertos de Luciano de Samosata, los de Erasmo

    y Vives, y, por supuesto, la literatura satrica clsica de Horacio y Juvenal.Pero dirase que el aire festivo y especulativo de los dilogos brunianos, que

    tanto gusta de mezclar lo trivial con lo metafsico, hermanando las finuras

    de las academias con las groseras de las tabernas, anuncia ya, por su aficincasi caravaggiesca a los contrastes, el barroquismo de los nuevos tiempos.

    Esta doble tonalidad de la obra queda bien resumida en las dos ltimasfrases de los dilogos, cuando se despiden Sofa y Saulino, es decir, la sa-bidura terrestre y su afortunado interlocutor, un oscuro personaje cuyonombre saca el autor de su patria chica (su madre, natural de Nola, seapellidaba Savolino). Saulino dice: Ahora yo tambin me voy a mi cena,a lo que Sofa apostilla: Y yo me retiro a mis nocturnas contemplaciones.

    En laExpulsin, tal vez ms que en otras obras de Bruno, se evidenciaque al filsofo nolano le gustaba sobremanera mezclar el ruido de las escu-dillas, el humo de los asados y el tintineo de los vasos de vino con el recogi-miento nocturno y el numinoso silencio de la contemplacin especulativa.Los apetitos del alma vegetativa y los anhelos del alma intelectual: ambosreciben su parte correspondiente en el festn.

    Aunque el plan de la obra ostenta un claro brillo metafsico de pro-cedencia hermtica y neoplatnica, y aunque su ejecucin es a menudo

    humorstica a la manera rabelaisiana, ms que sutilmente cervantina, elgrueso de laExpulsines un tratado de virtudes y vicios en lnea con tantosotros que durante la Edad Media se escribieron, siguiendo las huellas delasticasde Aristteles y elDe officiisde Cicern.

    Cierto es que, al hilo de las virtudes y los vicios, Bruno se desahoga eltrmino es quiz demasiado dbil contra las sectas protestantes, en par-ticular el calvinismo, del que tuvo una experiencia muy poco grata en Gi-nebra, que se repetira, pero esta vez frente al luteranismo, en Wittenberg;

    la Iglesia catlica, que acabara llevndole con todos los honores de untriunfo romano a la hoguera despus de largos procesos; la necia vanidady despilfarro de los cortesanos, que conoci de cerca, desde su mirador dela embajada francesa, en la corte de la reina Isabel de Inglaterra; la huerapedantera de los filsofos y hombres de letras, cuyo ambiente frecuenta lo largo de toda su vida, y que se le hizo especialmente ostensible en laUniversidad de Oxford; la hipocresa del clero, de la que Bruno tena unconocimiento de primera mano por los muchos aos que pas encerrado

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    en conventos; el viva la Pepa del pueblo llano, la voracidad guerrera delos nuevos Estados y la avaricia que en los galeones transportaban a nuevosmundos e islas recin descubiertas los mercaderes de la incipiente EdadModerna.

    Bruno, que en ocasiones se vio a s mismo como uno de esos Mercuriosredentores que de tiempo en tiempo manda la Providencia a la tierra paraque se reformen los hombres en sus hbitos y costumbres, se identifica enlaExpulsin, ms que con Mercurio, con Momo, el dios criticn, la sindre-sis de su siglo, de cuyos dardos ni siquiera se libran las Sagradas Escriturasni el Mesas anunciado por los profetas. No sin motivo, en la larga reso-lucin, firmada por nueve cardenales, que le leyeron el 8de febrero de1600, es decir, unos das antes de su muerte en la hoguera, se dice: Fuiste

    denunciado porque en Inglaterra se te juzg ateo y compusiste una obrasobre una triunfante bestia. No fueron pocos los que creyeron reconocerbastante ligeramente, por cierto en los miembros de esta bestia apocalp-

    tica los rasgos de la Iglesia de Cristo.De poco sirvi, pues, al autor que en la epstola dedicatoria de la obra

    dijese: Aqu Giordano habla de una manera vulgar, designa las cosas libre-

    mente [...]. Llama al pan, pan; al vino, vino; y que poco despus aadiese:Considere, despus, que stos son dilogos en los que hay interlocutores

    [diferentes] que hacen sus propios discursos; o que negase haber escritoesta obra de una manera asertiva. De poco le sirvi proclamar precau-toriamente: Protesto y certifico que, por lo que a m respecta, aprueboaquello que comnmente es juzgado digno de ser aprobado por todos lossabios y buenos, y repruebo junto con los mismos lo contrario. Los buenos

    y sabios funcionarios de la poca interpretaron la obra de otro modo. Lacrtica contra lo que se tena por ms sagrado no era tan encubierta y disi-mulada como para que el lector de laExpulsinno adivinase las intenciones

    de los personajes con los que, ingenua o temerariamente, se enmascara elfilsofo napolitano. A principios del siglo XVI, una obra como laExpulsinpodra haber sido apadrinada incluso por un cardenal, pero a finales delsiglo las cosas haban cambiado con el Concilio de Trento y el encono cre-ciente de las disputas y guerras de religin.

    Al mismo tiempo, Bruno, entre vicio y vicio, y entre virtud y virtud,mientras parece perderse navegando por las estrellas y los CatasterismidelPseudo-Eratstenes, va introduciendo su filosofa de un universo infinito

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    con mundos innumerables que pueden estar habitados por criaturas igua-les o mejores que las humanas; su religin interior, de la mente, conectadacon su culto a la naturaleza; su egipcianismo de procedencia hermtica,que pone en boca de la diosa Isis y que va en perjuicio de las Escrituras

    hebreas, las cuales, segn el Nolano, se inspiraron en aqul; su doctrina dela armona de los contrarios, que haba tomado del cardenal de Cusa, y, enfin, una buena parte de su sistema filosfico.

    Con todo, laExpulsin, a pesar de ser su obra italiana ms larga, distamucho de ser una obra literaria perfecta. Bruno reconoce que se trata slode un esbozo. Y el lector tiene la impresin de que en el ltimo dilogoel trajn moral y mitolgico de las estrellas va demasiado deprisa, con unaprecipitacin cuyo ritmo el autor se esfuerza, no siempre con xito, por

    controlar. En la epstola introductoria se lee:

    Estos tres dilogos han sido redactados y desarrollados solamente comomaterial y argumento de una obra futura; porque teniendo yo la intencinde tratar sobre filosofa moral segn la luz interior que en m ha irradiadoe irradia el divino sol intelectual, parceme conveniente antes de nada ade-lantar ciertos preludios a semejanza de los msicos; esbozar ciertas ocultaslneas y sombras, como los pintores.

    Bruno se limita, por tanto, a colocar

    numerada y ordenadamente todas las formas primeras de la moralidad, queson las virtudes y los vicios, de suerte que veris introducido en la presenteobra a un Jpiter arrepentido, cuyo cielo estaba lleno hasta el colmo detantas bestias como vicios, segn las formas de las cuarenta y ocho famosasimgenes [de las constelaciones], un Jpiter que ahora hace consultas para

    expulsarlas del cielo, destinando para ellas, en su mayora, ciertas regionesde la tierra, y haciendo que las reemplacen en esas mismas estancias lasvirtudes durante tanto tiempo expulsadas y tan indignamente dispersadas.El filsofo nunca llegara a cumplir su promesa de redactar una obra

    moral definitiva. Sin embargo, en el libro segundo de su ltimo y ms com-pleto tratado mnemnico,De imaginum, signorum et idearum compositione, elautor emplea el esquema astrolgico-moral de laExpulsinpara reformar

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    la mente mediante la prctica de la mnemnica bruniana. Ciertamente,ese libro no es tanto el desarrollo filosfico de los dilogos italianos comouna aplicacin mgico-mnemnica que, ms adelante, nos permitir ver eldiseo de laExpulsinbajo una nueva luz11.

    Muchas de las caractersticas o defectos, para decirlo abiertamentedel estilo bruniano pueden atribuirse a las inquietas, apremiantes condi-ciones en que hubo de escribir su obra. Parece imposible que, en tan pocos

    aos y en medio de tantos desplazamientos y dificultades de toda especie,Bruno encontrase tiempo para escribir una obra tan vasta y variada comola suya. No son infrecuentes los descuidos estilsticos, y su fraseologa sepierde a veces en meandros que hacen de sus frases un tejido oscuro yalambicado, cuando no embrollado. Es sabido que Bruno dict algunas de

    sus obras su ltimo amanuense fue el alemn Besler. A esta circunstanciapuede deberse el tono conversacional de algunas partes de su obra filos-fica, as como sus digresiones y sus frases en forma de acumulacin. Lassucesivas imgenes que aparecen en sus frecuentes y a menudo pasmosasenumeraciones, como, por ejemplo, al comienzo de De los heroicos furores,nos hacen pensar en las maas de un bien adiestrado artista de la memo-ria. Pero el autor suele encontrar la manera de dar fuerza y nervio, colory relieve a su exposicin. Probablemente Bruno no tuvo tiempo ni calma

    para someter sus escritos a detenidas revisiones, pero eso mismo les confie-re particularmente a sus dilogos italianos una frescura y una franquezaque compensan los defectos. En cualquier caso, en opinin del filsofode Nola, la gramtica y el estilo literario se convierten en pedantera si nosirven como instrumentos para otras funciones ms serias.

    Retrico, a fuer de buen disputador; rpido en el drenaje de argumen-tos, a fuer de experto en el arte de la memoria y de docto conocedor de la fi-

    losofa escolstica; disperso, en razn de sentirse con tantas cosas que decir

    y con tan poco tiempo para decirlas; exuberante siempre y lleno de nervio;audaz e incluso provocativo y temerario: as es el estilo filosfico de Bruno,porque as fue Bruno y as fue la inquieta vida para decirlo con sus propiaspalabras, tomadas del encabezamiento de laExplicatio triginta sigillorum deeste Filoteo Giordano Bruno Nolano, doctor de la ms elaborada teolo-ga, profesor de la ms pura e inocua filosofa, conocido en las principalesacademias de Europa, aprobado y honrosamente acogido como filsofo,en ninguna parte extranjero salvo entre los brbaros y los innobles, des-

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    pertador de las almas dormitantes, domador de la ignorancia presuntuosay recalcitrante, que en todos sus actos proclama una filantropa universal.

    El diseo de la Expulsin de la bestia triunfante

    Por qu sita Bruno su reforma moral en los cielos? Era costumbre enlos crculos hermticos y neoplatnicos del Renacimiento as en Ficino,Pico de la Mirndola, Agripa, Patrizzi dividir el universo en tres grandeszonas o mundos: el arquetpico, supracelestial o divino, el matemtico oceleste, y el natural o fsico. El mundo celeste, por participar de los dos ex-tremos, se supona que actuaba como intermediario entre la esfera divina

    y la natural. Bruno expone a menudo esta doctrina.Por otro lado, ya Pico de la Mirndola, en su famosa Oratio de dignitate

    hominis, considera que el hombre es un ser intermediario de las criaturas,familiar de los seres superiores, rey de los inferiores; intersticio entre la esta-

    ble edad y el tiempo fluyente y (como dicen los persas) cpula y cual hime-neo del mundo. En razn de esa visin acerca del puesto del hombre en el

    cosmos, era consecuente que Bruno llegase a discernir en la bveda celesteuna especie de emblema del ser humano. An ms, Bruno, como antes

    Ficino, crea que el gobierno de las cosas de este mundo deriva o dependede los astros, de suerte que una acertada recomposicin de los caracteresastrales es un paso previo a toda reforma de los caracteres humanos.

    Sugiere Frances Yates, en Giordano Bruno y la tradicin hermtica, que laidea de la reforma del cielo como reforma de la mente se la pudo inspirara Bruno la lectura de un tratado hermtico recogido en la antologa deEstobeo. Dicho tratado, conocido con el nombre de Kore kosmou, es decir,Hija (o Virgen) del Mundo, fue traducido por Patrizzi con el ttulo de

    Minerva Mundi. En l aparecen tres personajes de la Expulsin: Isis, Sofay Momo. En l tambin hay un concilio de dioses en el que stos decidenverificar una nueva ordenacin de las imgenes celestes, ya que de stas,por simpata csmica, dependen las cosas del mundo inferior. Yates sealaasimismo que en este texto hay una vena de desparpajo lucianesco que esa su vez muy abundante y notable en laExpulsin.

    As pues, como dice Bruno en la epstola introductoria, el firmamentoviene a ser el punto de partida y sujeto de nuestro trabajo. Jpiter que,

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    arrepentido de sus anteriores devaneos, es el protagonista de la reformaceleste, representa a cada uno de nosotros. Como paradigma del hombre

    pues los dioses no son, en el pensamiento de Bruno, ms que paradigmashumanos, Jpiter tambin est sometido a la mutacin y el cambio, ya que

    no es ms que un smbolo de el alma, el hombre, mientras se halla en estafluctuante materia. Este mismo Jpiter dice Bruno a continuacin espresentado cual gobernador y motor del cielo para dar a entender cmoen todo hombre, cmo en cada individuo se contempla un mundo, un uni-

    verso donde, mediante el gobernador Jpiter, se significa la luz intelectualque dispensa y gobierna en l [es decir, el mundo] y que distribuye en esaadmirable arquitectura los rdenes y asientos de las virtudes y los vicios.

    Para celebrar el concilio en el que los dioses procedern a modificar

    el valor de unas constelaciones cuyos nombres, figuras y brillos eternos lesestn acusando de sus poco ejemplares vidas y aventuras, Jpiter escogeuna fiesta, la de la Gigantomaquia, que forzosamente tena que excitar laimaginacin y la memoria de los celcolas. Pues en la fiesta de la Gigan-tomaquia se evoca la lucha entre los dioses olmpicos de la luz y los de ladesmesura y el Trtaro, lucha que simboliza adecuadamente la guerracontinua y sin tregua que tiene trabada el alma contra los vicios y los afectos

    desordenados.

    A pesar de su grandeza, Jpiter como por otro lado saba muy bien elPrometeo encadenado de Esquilo est sujeto a la mutacin, a esas vicisi-tudes, de las que tantas veces hablar Bruno, a causa de las cuales todo enel mundo sube y baja en ciclos sucesivos. Bruno haba ledo posiblemente,en elDe fato, de libero arbitrio et de praedestinatione(1520) de Pomponazzi, unaproposicin que l mismo podra haber suscrito: Aquel que en otro tiem-po ha sido mendigo ser rey y seor en ocasin venidera [...]. Ciudades ypases que fueron grandes y poderosos se transforman luego en pequeos

    y dbiles [...]. Tanto que parece todo un juego de los dioses(ludus deorum).Por ello dice Platn que siendo el hombre un milagro de la naturaleza(miraculum in natura), no saba si Dios lo haba hecho en serio o en broma(ludu an serio). Ya Platn, en lasLeyes, haba dicho que, por esa razn, lomejor que puede hacer el hombre en esta vida es jugar los ms bellosjuegos.

    Momo, interlocutor principal de Jpiter en la asamblea de los dioses,representa la luz de la conciencia, el sentido del discernimiento, al que no

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    escapa la especiosidad con que el vicio promueve o reivindica su propiadignidad. Para emplear el trmino escolstico preferido de Bruno, Momoes la sindresis, es decir, cierta luz que se asienta en el observatorio, gaviao puente de popa de nuestra alma, y que sirve sin duda para que la nave

    humana navegue con rumbo cierto y no tropiece en escollos que podranhacerla naufragar.

    La reforma de los cielos es una reforma de carcter solar, de eminenteclaridad. Por ello, Jpiter decide efectuarla a la hora del medioda, estoes, cuando menos nos ultraja el hostil error y cuando ms nos favorecela amiga verdad, en el hito del ms flgido intervalo. Al igual que los pla-netas del sistema copernicano, que Bruno haba hecho suyo, las virtudesque se exaltan en laExpulsin habrn de girar en torno al sol inteligencial

    o notico, de acuerdo con un orden divino que no podran tener si diesenvueltas alrededor de las miserias de la tierra.

    Los dioses que asisten al concilio representan las diferentes facultadesdel alma. Todas deben contribuir a la reforma interior. Bruno dice expre-samente:

    Las virtudes y potencias del alma acuden a secundar la obra y el acto detodo cuanto por justo, bueno y verdadero define la luz eficiente [es decir,

    Jpiter], la cual endereza el sentido, el intelecto, el discurso, la memoria,el amor, la [facultad] concupiscible, la irascible, la sindresis, la eleccin[de la voluntad]: facultades significadas por Mercurio, Palas, Diana, Cupi-do, Venus, Marte, Momo, Jpiter y otros nmenes.El trasfondo astrolgico permite a Bruno descubrir el toposideal donde

    se dan la mano el imperativo de sistematizacin racional propio de la cien-cia griega y los mitos heredados del Oriente; el lugar donde se conjugan

    la lgica y la magia, la matemtica y la mitologa; en suma, para decirlocon Garin, Atenas y Alejandra. El autor de laExpulsiny del libro segundodelDe imaginumno hace, por otro lado, sino sumarse a una vieja tradicinrenovada en el Renacimiento que crea en el engarce e interdependenciade las configuraciones celestes y las fuerzas psquicas.

    Dirase que la obra de Bruno responde a dos instancias: la una podraejemplificar una frase de Flavio Mitrdates que se encuentra en la presenta-

    cin al duque Federico de Urbino de la versin rabe de un tratado sobre

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    las imgenes celestes(Ali de imaginibus coelestibus): sta es la ciencia divinaque hace felices a los hombres, que les ensea a parecer dioses entre losmortales: habla con las estrellas y, si es lcito decirlo, gobierna con Diostodo lo que hay en el mundo. La otra se halla en las Disputationesde Pico

    de la Mirndola, donde se dice que el manto del cielo de los astrlogosest bordado de efigies monstruosas y no de efigies celestes, las estrellas se

    han transformado en animales y todo el cielo est lleno de fbulas.En una poca de exaltacin astrolgica como la renacentista, Bruno

    se sirve de los astros, como, por otro lado, de las imgenes de los dioses,a causa de la importancia que atribuye a las imgenes y a las fbulas enla conformacin y reformacin del psiquismo, as como a los sistemas deorden y racionalidad natural que en los astros y sus movimientos pueden

    contemplarse. La magia astrolgica de Bruno, como demostrar amplia-mente en sus tratados mnemnicos, pasa por las imgenes, la imaginaciny el poder que sta tiene para condicionar el psiquismo, lo que ya habaanticipado claramente Marsilio Ficino en susLibri de vita. Esa magia astrol-

    gica de nuestro filsofo es, como la del Zodiacus vitaede Palingenio, poesaante todo, y su cielo una zona arquetpica de belleza superior. O, comosugiere Alexandre Koyr a propsito del Zodiacus: Un [...] poema [...] t-picamente renacentista, lleno [...] de metafsica platnica y de mitologa

    pagana [...], profundamente influido por la renovacin del platonismo yel neoplatonismo del siglo XV, a la manera de Ficino.

    Ahora bien, la belleza que descubre Bruno en esas imgenes no estdestinada a la pura contemplacin, sino, a travs de ella, a ejercer una in-fluencia efectiva sobre el alma, la moral y la conducta. La meta de Brunoes, principalmente, una reforma moral y religiosa que se habr de servir delas tcnicas de la imaginacin que expuso en sus sistemas mnemnicos, yde los tipos de orden que puede suministrar la matemtica. De ah que en

    laExpulsin exclame:

    Si as, oh dioses [habla Jpiter], purificamos nuestra habitacin, si asrenovamos nuestro cielo, nuevas sern las constelaciones e influencias, nue-vas las improntas, nuevas las fortunas; pues de este mundo superior depen-de todo, y de causas contrarias dependen los contrarios efectos. Oh, felices,oh verdaderamente afortunados de nosotros si constituimos una buena co-lonia con nuestra alma y pensamiento!

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    Fijmonos en esta ltima frase: no se poda haber encontrado una ex-presin ms apropiada para significar lo que Bruno enseaba a realizary constituir, mediante sus artes mnemnicas, y particularmente por suconexin con la Expulsin mediante el De imaginum, en la psique de los

    que las llevaban a la prctica. Los doce prncipes o dioses astrales de estaltima obra, paralelos a los dioses de laExpulsin, con su cortejo de virtudes

    y conceptos, y su esplendor de imgenes cinceladas segn las reglas mne-mnicas, estn destinados a constituir una buena colonia en el alma y elpensamiento. El uso mnemnico de la reforma de laExpulsines algo que,sin duda, Bruno daba por supuesto. La composicin de la obra es una espe-

    cie de exemplumde memoria local, ms exactamente del ars rotunda. Comoya mostramos enEl idioma de la imaginacin, Bruno se sirve de los mismos

    dioses, prcticamente, del libro segundo delDe imaginum, y de una agrupa-cin de conjuntos conceptuales en forma de cortejos que, en lneas maes-tras, es comn a ambas obras. De estos doce prncipes o dioses astrales diceBruno en la introduccin a De imaginum: En el libro segundo se hallanlas imgenes de los doce prncipes, que son los efectores, significadores ydispensadores segundos (bajo la potestad del Uno supremo, mximo, in-figurable, inefable) de todas las cosas12. Pero si los dioses y sus fantsticoscortejos tienen en el cielo delDe imaginumuna funcin expresamente mne-

    mnica, en laExpulsinBruno insina claramente dicha funcin cuando,al final del Segundo dilogo, Sofa pide a su interlocutor que se retire por-que llega a visitarla el dios Mercurio. Saulino dice entonces: Bien, pues,Sofa ma, maana a la hora acostumbrada, si as te place, nos volveremosa ver. Y yo en este entretanto ir dibujando para m mismo todo lo que tehe odo, a fin de poder, cuando sea preciso, renovar mejor el recuerdo detus conceptos, y ms cmodamente en lo futuro participarlos a los dems.Saulino, evidentemente, se dispone a dibujar en su memoria la doctrina

    de Sofa. Ni que decir tiene que para dibujar las imgenes, el interlocutorde Sofa empleara las reglas que Bruno enseaba a trazar en sus tratadosmnemnicos. Si Bruno hubiese escrito elDe imaginum en la poca en quetiene lugar el dilogo entre Saulino y Sofa, ste habra encontrado su tarea

    mucho ms fcil, prcticamente resuelta: mientras iba mnemonizandocamino de su casa, Saulino habra podido comprobar lo bien que se adap-taba a las condiciones de la memoria artificial enseada por el Nolano elrelato que estaba hacindole la Sabidura terrestre, o Sofa, de laExpulsin.

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    El cielo reformado

    Cmo se ejecuta y desarrolla la reforma de los cielos? Qu acontecedespus de que Jpiter arengue persuasivamente a los dioses reunidos en

    ecumnico concilio para que apronten planes a fin de despejar el cielo, yde enriquecerlo con virtudes? No podemos detenernos en el tono al mismo

    tiempo grave y divertido con que el Altitonante reprende a la ligera Venus,que a la sazn es ya una vieja arrugada, o al presumido Ganimedes, que hadejado de ser un nio hace tiempo, ni tampoco en los numerosos pasajesfestivos de la obra. Uno de los momentos ms llamativos es aquel en queMercurio comunica detenidamente a Sofa las disposiciones que ha toma-do la Providencia acerca de una infinidad de detalles menudos en los que

    Bruno se complace en evocar el pequeo mundo y los oscuros personajesde su ciudad natal. El costumbrismo del pasaje no est reido con algo que

    podramos llamar metafsica del absurdo.El mero repaso de las constelaciones que se reforman y a cuyos lugares

    ascienden las virtudes auspiciadas por los dioses permite hacerse una ideadel tipo de moral que propicia Bruno. A la sede de la Osa Menor, por estarsituada en el lugar ms eminente del firmamento, se eleva la Verdad, paraerigirse en la estrella polar de la vida humana. La sede de la Osa Mayor,

    Bruno prefiere dejarla vacante por el momento. La estancia del Dragn,por estar prxima a la de la Osa Menor, ser ocupada por la Prudencia. EnCefeo se instala Sofa, la Sabidura celeste. En el Boyero o Artofilacio secoloca la Ley. En la Corona Boreal, el Juicio. En Hrcules, la Fortaleza. Enla Lira de nueve cuerdas se ubican Mnemosine y sus nueve hijas, las Musas.En el Cisne, la Penitencia o Reformacin. En Casiopea, la Majestad bienregulada. En Perseo, la Solicitud o Fatiga. En Triptolemo, la Filantropa.La casa del Ofiuco servir de morada a la Sagacidad. La de la Saeta, a la

    Eleccin juiciosa. Donde se encontraba el Delfn pasa a estar la Afabilidad.Donde el guila, la Magnanimidad. Donde el caballo Pegaso, el Furor Di-vino o Entusiasmo. Andrmeda cede su lugar a la Esperanza, y el Tringulo

    a la Fe o Fidelidad.Los dioses, a continuacin, van a hacer, sobre todo, objeto de sus deli-

    beraciones y resoluciones a las constelaciones zodiacales: a Aries lo susti-tuir la Ejemplaridad; a Tauro, la Paciencia; a las Plyades, las diferentesespecies de Unin; a los Gemelos, el Amor y la Amistad; al Cangrejo o Cn-

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    cer, la recta Conversin; al Len, la Magnanimidad. A la Virgen que semantiene en el cielo, la acompaar la Continencia. En el lugar de Librase situar la Equidad. En el del Escorpin, la Simplicidad y Sinceridad. Enel de Sagitario, la Contemplacin. En el de Capricornio otra constelacin

    que se mantiene, el Yermo y la Soledad. En el de Acuario, la Templanza.En el de los Peces o Piscis, el Silencio prudente. En el de Ceto, la Tranqui-lidad de espritu. En el de Orin, la Milicia estudiosa. En la estancia delfantstico ro Erdano, Bruno desea colocar alguna cosa noble, de la queen otra ocasin hablaremos. En esta constelacin el filsofo ironiza sobreel Dios Padre de los cristianos, as como en la anterior, Orin, no se librade sus bromas el propio Cristo.

    En la constelacin de la Liebre se alojar el Temor prudente; en la del

    Can Mayor, la Vigilancia; en la del Can Menor, la Placabilidad. Al espaciode la nave Argo ascender la Liberalidad. Al de la Hidra, la Cautela. En elCuervo pasar a residir la Magia divina y la Mancia o adivinacin. La Tazaser conquistada por la Sobriedad. El Centauro otro signo que se man-tiene significar en el nuevo cielo el Misterio Sacro, la Parbola divina,el Sacerdocio divino. En el Altar se instituir la Religin, de la que sersacerdote el Centauro. A la Corona Austral se elevar el Premio. Y, porltimo, en el Pez Austral morarn el Gusto, el Gozo y las Delicias. Dicho

    Pez servir para la cena que, al trmino de la asamblea, celebran los dioses,pues, como dice Jpiter no sin humor, parceme conveniente que estapurga no acabe sin algn provecho nuestro. As pues, el plato fuerte desu banquete ser este Pez Austral, del cual el cocinero de los dioses serviruna parte a la parrilla, otra estofada, otra al estilo campero [...], aliadocon salsa romana.

    Especial inters presentan los pasajes referentes a la ley y las obras, lacrtica virulenta que hace Bruno al calvinismo, la discusin de la Riqueza y

    la Pobreza, la autodefensa de la Fortuna, los valientes discursos de la Fatigao Solicitud y, sobre todo, la defensa de la religin egipcia y de la magia quedesarrolla Isis y que es aprobada por Jpiter. A medida que se acerca el final

    de la obra se hacen ms frecuentes y sistemticas las crticas a las SagradasEscrituras, el judasmo y el cristianismo. Sin embargo, el procedimiento na-

    rrativo empleado por el autor no permite saber en qu medida se identifica

    con las mismas, pues en la epstola introductoria dice claramente que nopretende afirmar nada de una manera asertiva.

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    En todo caso, el breve resumen que acabamos de hacer de las conste-laciones y las virtudes que pasan a asentarse en ellas simplifica mucho eldesarrollo bruniano, puesto que a las virtudes mencionadas las acompaan

    otras que Bruno especifica, del mismo modo que especifica los vicios expul-

    sados de las viejas sedes. Adems, todo este trajn de virtudes y vicios no seefecta sin debates, que van de la mitologa a la filosofa, o de las alusionesa sucesos contemporneos a las referencias a textos de astronoma, comolos de Higinio y el Pseudo-Eratstenes.

    Hay una doble tensin, un doble movimiento en la filosofa moral deBruno, como por lo dems en todo su pensamiento: por un lado, el filsofo

    de Nola funda su doctrina al margen e incluso frente a la religin cristiana,siendo particularmente notorios el desprecio y la irritacin que le inspira

    el pueblo hebreo, al que dedica algunas de las pginas ms extravagantesy duras de su obra. Pero, de otra parte, no pierde ocasin de astrologizar,de magificarsu pensamiento fundamentalmente naturalista, sobre la basedel arte de la memoria, en su versin hermtica que haba comenzadosu singular andadura con el Teatro de la Memoria que Giulio Camillo des-cribiera en su Idea del teatro, y el neoplatonismo que haban puesto demoda en la centuria precedente los afanes del mdico y telogo MarsilioFicino. Un neoplatonismo, justo es decirlo, que Bruno compagina con el

    Aristteles de los comentaristas rabes y la escolstica, y con la cosmologade Lucrecio.

    Acaso en laExpulsinlos dioses arrancan las estrellas de las constelacio-

    nes celestes a fin de que se instalen ms a su gusto las virtudes? Cuando seempieza a leer la obra, es sa la impresin que se tiene, aunque finalmentesabemos por el propio Jpiter que lo que se expulsa es, en realidad, elcontenido bestial digamos, la bestialidad o inmoralidad de las constela-ciones, si bien se conservan sus figuras, no slo porque dada su condicin

    formal de bestias mitolgicas pueden emplearse muy bien como imgenesmnemnicas, sino tambin porque, segn el egipcianismo naturalista ymgico del Nolano, en los animales reside una extraa fuerza o virtud sa-grada. No es fruto de la casualidad que el sacerdote que oficia en el altar de

    esta virtuosa y novedosa religin astral sea el centauro Quirn, un hbridode animal y dios que, segn la mitologa, fue el maestro de los antiguos h-roes. No es ste tambin un rasgo muy moderno, y hasta pre-nietzscheano,

    de la antropologa de Giordano Bruno?

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    De los heroicos furores

    Si la impresin que la Expulsin de la bestia triunfantedeja en el lectores la de una obra hecha de una pieza, con una composicin unitaria y en

    cierto modo sencilla, la estructura de De los heroicos furoreses mucho msconfusa. Su profundidad filosfica es mayor, sin duda, pero dirase queBruno no ha hecho ms que recoger un material disperso, que ya tena pre-

    parado, para esforzarse seguidamente en conferirle una cierta unidad, queDe los heroicos furoresadquiere ms por sus contenidos filosfico-amorosos ygnoseolgicos que por la composicin y el tratamiento literario que reci-ben esos contenidos.

    El Quinto dilogo de la Primera parte y los dos primeros de la Segun-

    da constituyen, en realidad, un librito de emblemas amorosos, gnero demoda en los tiempos en que Bruno dise y coment los suyos, y cuya vi-gencia se mantendra a lo largo de toda la centuria siguiente. Bruno pudomuy bien haber proyectado escribir un volumen de emblemas amorososque le sirviesen para transmitir sus puntos de vista filosficos, pues, despus

    de todo, la corriente de los emblemas y la de la mnemnica con su exube-rante utilizacin de imgenes simblicas guardan una estrecha relacin.

    Sin embargo, tras los emblemas se describen, en el Tercer, Cuarto y

    Quinto dilogos de la Segunda parte, tres ficciones alegricas que, aunquereferidas todas ellas a la temtica amorosa, podran perfectamente consti-tuir opsculos independientes. Estas ficciones son la Querella de los ojosy el corazn, y la Ceguera (Cecaria)del Cuarto dilogo, inspirada en elDilogo de los tres ciegos, o Cecaria, de Marco Antonio Epicuro. La siguienteCeguera, en el Quinto y ltimo dilogo de la obra, incorpora dramticos

    elementos autobiogrficos, as como un desenlace de xtasis e intuiciniluminativa, que Bruno escribi sin duda durante su estancia londinense,

    y que resultaba muy apropiado para coronar heroicamente una obra defilosofa furiosa.

    Pero incluso el material filosfico-literario de los cuatro primeros dilo-gos est organizado a manera de episodios, entre los que destacan la cazade Acten que tras salir en pos de las especies de la naturaleza se convierte

    en la presa que persigue, en el objeto de su venatoria, siendo devorado porlos canes de sus propios pensamientos y la aventura del Gorrin Solitariootra comparacin, en la que el corazn alado, tras abandonar su nido

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    terreno, vuela a las alturas para elevarse hasta su divino objeto, lograndoal mismo tiempo seducir y retener consigo a los pensamientos que habanido en su busca para rescatarlo y devolverlo a la tierra13.

    Esta dispersin formal se refleja tambin en la variedad de los inter-

    locutores que se suceden en los diferentes dilogos. El ms importante ysignificativo es Luigi Tansillo, poeta nacido en la misma tierra de Bruno, alque ste pudo conocer en su primera juventud, y cuyos poemas admirabahasta el punto de incorporarlos en su obra, sin molestarse demasiado encitar la procedencia.

    De los heroicos furoreses, por otro lado, la ltima obra que Bruno escribidurante su estancia en Inglaterra (de abril de 1583 a octubre de 1585),donde pudo disfrutar, en la casa del embajador Castelnau, de una calma

    relativa, es verdad que posteriormente no volvera a encontrar. El ca-rcter potico y el tono inflamado de los Furores armonizaban a la perfec-cin con el destinatario de la obra, sir Philip Sidney, poeta y hroe muertoprematuramente como aos antes nuestro Garcilaso, que, por otro lado,fue amigo del poeta Luigi Tansillo, autor de la Arcadia, de laDefensa de lapoesay de los poemas dedicados a Penelope Devereux. Ya antes le habadedicado Bruno laExpulsin de la bestia triunfante, y el filsofo napolitanoform sin duda parte del crculo de caballeros y poetas que se mova en

    torno a Sidney.Resulta curioso comprobar que por las mismas fechas en que Bruno

    escriba sus poemas de amor y sus comentarios filosficos a dichos poemas,combinando psicologa, gnoseologa, misticismo y religin, en Espaa elespritu independiente y tambin reformador, aunque estrictamente ca-tlico, de Juan de la Cruz, con su Cntico espiritual y su Subida al MonteCarmelo, estaba labrando paralelamente a Bruno el monumento de suspoemas, que se cuentan entre los ms bellos de la literatura espaola, y de

    sus comentarios a esos poemas, que son asimismo una de las prosas msfinas que se hayan escrito sobre la experiencia mstica y la psicologa delos fenmenos de esa clase14. He ah a dos espritus independientes que,por los mismos aos, estn tejiendo, cada uno a su manera, una novedosafilosofa de la afectividad y del trance amoroso, en la que el delirio poticotrata de conseguir la alianza de la reflexin razonante.

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    El amor heroico

    Cules son las aportaciones de Bruno a la tradicin de los tratadosde amor? Desde un punto de vista formal la novedosa variedad temtica

    y formal de su tratado parece deberse ms a una cierta negligencia que auna intencin literaria determinada. Bruno no se esfuerza en disimular lasprofundas suturas que en ocasiones se abren entre los dilogos, y segura-mente disfrutaba de la pluralidad de perfiles y los cambios formales quepresenta su obra. Cmo podra supeditar un autor tan impulsivo e impe-tuoso como Bruno una temtica de tan furioso herosmo a la rigidez de lasreglas establecidas por preceptistas? Bruno se adelanta al barroco y, anms, al romanticismo. La diversidad y libertad formal que demuestra enDe

    los heroicos furoresno se encontrar en la historia literaria hasta la aparicinde personalidades como Byron, Goethe o Espronceda.

    Como si quisiese justificar esta libertad formal y adelantarse a los crti-cos, el autor, en el comentario al primer soneto de la obra, arremete contralos preceptistas aristotlicos de su poca y pone en labios del poeta Tansillouna sentencia que hara suya el ms audaz de los romnticos: Son las reglas

    las que derivan de la poesa; y por esto hay tantos gneros y especies de re-glas verdaderas cuantos gneros y especies de poetas verdaderos hay. Este

    impulso romntico impregna tambin, con su idealismo heroico, la sustan-cia misma de la obra en su conjunto. En la epstola introductoria, Brunodeclara sin ambages el vehemente romanticismo de su intencin: Quierodecir que estosfurores heroicostienen un sujeto y un objeto heroicos, y porello antes descendern a tratar de amores vulgares y naturalescos que versepuedan delfines en los rboles de los bosques y jabales a los pies de lasrocas marinas. En efecto, por su objeto, el amor heroico no se vincula alas especies sensibles, sino a las bellezas eternas. Por su sujeto, el amor he-

    roico implica esfuerzos, renunciamientos y penalidades propias de un hroe.El objeto ltimo del amor heroico es la unidad divina. En ella se volati-

    lizan y anulan las vicisitudes de los seres, las contrariedades que entran enla condicin de todas las criaturas, la engaosa multiplicidad con que sepresentan las cosas. Decir unidad es lo mismo que decir esfuerzo intelec-tual, herosmo cognoscitivo, pues, como dice el autor en el Quinto dilogode la Primera parte: Estos furores [...] son [...] un impulso de la raznconsiguiente a la aprehensin intelectual de lo bello y lo bueno.

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    Aunque ciertos seres privilegiados se hacen dignos, a la manera de vasi-jas, de recibir conocimientos divinos y se vuelven por ello capaces de profe-rir verdades y de realizar milagros cuya significacin ignoran, Bruno estimaque los hroes verdaderamente divinos y lcidos han de buscar activamente

    a Dios, y que la contemplacin divina que logran es consecuencia de unaesforzada preparacin.

    Con una actividad incansable, que le lleva a trascender continuamenteel estado presente en el que se encuentra, el furioso heroico se proponeuna meta inalcanzable, se lanza a un vuelo sin fin, pero ni siquiera el fraca-so cierto y forzoso que le aguarda le disuadir de su alta empresa, pues enopinin de Bruno el fracaso en las altas empresas satisface ms al esprituque el xito en las pequeas y bajas.

    La inteligencia del furioso siempre desea conocer ms de lo que co-noce, y la voluntad tomando la delantera, pues su naturaleza es tambinintelectual le arrastra a horizontes cada vez ms lejanos. Nunca se podrllegar al fondo de la esencia divina: se es el lmite impuesto por el destinoa la condicin humana. Nunca podr penetrar en los abismos de la reali-dad noumnica. Pero los frutos intelectuales que rinde el empeo de la in-cansable bsqueda compensan con creces al espritu de sus trabajos. Dadoel esfuerzo sobrehumano y la certeza del fracaso que aguarda a semejante

    esfuerzo, el furioso heroico siente su alto amor como un cruel sufrimien-to, como un aguijn indestructible que le devora las entraas y le arroja,como a Acten, en los brazos desgarradores de la muerte. Pero el ansiade la muerte es uno de los rasgos que marcan la condicin del hroe deamor, puesto que a travs de ella espera descubrir espacios infinitamentems amplios para proseguir su vuelo impetuoso. Abismado en los espaciosinfinitos en esos espacios interiores que tambin conoci Herclito, elfurioso corre el peligro de muerte que sufri caro (hroe tambin, por

    cierto, de ese recndito poeta y furioso de amor que fue Villamediana): lainteligencia y la voluntad del furioso no se contentan con menos.

    Como ha sealado Paul-Henri Michel, los Heroicos furores son ms elpoema del hombre que el de Dios. El hombre, en su furor, tiende hacialo divino, pero la divinidad a la que aspira no se inclina hacia l, sino que se

    hurta; segn las concepciones del lenguaje amoroso, la divinidad es cruel.

    Esta ausencia de la Gracia no desalienta al cazador, sino que le estimula, afin de cazar la presa sublime, a poner en juego todos los recursos de su

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    voluntad y de su intelecto. He ah el drama, la tragedia del furioso heroico:el hroe slo quiere contar con sus propias fuerzas, con su propia raznpara conquistar un objeto que est ms all de toda potencia y razn.

    Comoquiera que sea, Bruno no desminti con su vida ni con su muer-

    te la hiprbole filosfica de sus heroicos furores. Dirase que compuso losemblemas amorosos de la mosca o la mariposa que van a consumirse enel fuego, o aquel otro del fnix que renace de sus cenizas, pensando en elfuturo que le tena preparado Roma como ardiente coronacin de su vidade hroe y de furioso.