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Heidi UllmannCarlos Maldonado ValeraMaría Nieves Rico

La evolución de las estructuras familiares en América Latina, 1990-2010Los retos de la pobreza, la vulnerabilidad y el cuidado

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Heidi Ullmann Carlos Maldonado Valera María Nieves Rico

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Este documento fue preparado por Heidi Ullmann, Carlos Maldonado Valera y María Nieves Rico, funcionarios de la División de Desarrollo Social de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), en el marco del Proyecto CEPAL-UNICEF (UNI/12/001).

Las opiniones expresadas en este documento, que no ha sido sometido a revisión editorial, son de exclusiva responsabilidad de los autores y pueden no coincidir con las de la organización. Publicación de las Naciones Unidas ISSN 1564-4162 LC/L.3819 Copyright © Naciones Unidas, abril de 2014. Todos los derechos reservados Impreso en Naciones Unidas, Santiago de Chile Los Estados miembros y sus instituciones gubernamentales pueden reproducir esta obra sin autorización previa. Solo se les solicita que mencionen la fuente e informen a las Naciones Unidas de tal reproducción.

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Índice

Resumen ..................................................................................................................................................... 7

Introducción .............................................................................................................................................. 9

I. La evolución de las estructuras familiares según tipología de familia, composición generacional y momento del ciclo de vida, 1990-2010 ........................................... 11 A. Menos hogares biparentales ................................................................................................... 12 B. Más hogares monoparentales encabezados por mujeres ........................................................ 13 C. Una diversificación creciente de los arreglos familiares ........................................................ 14 D. Cambios en la composición generacional de los hogares

y según el momento del ciclo de vida .................................................................................... 14 E. Algunos rasgos que se desprenden de cruces

entre las distintas tipologías de familia .................................................................................. 16

II. Los cambios en las familias ubicadas en los extremos de la distribución del ingreso ...................................................................................................... 19

III. Los arreglos familiares según la etapa de la transición demográfica y el nivel de desarrollo de los países ............................................................................................ 25

IV. Las familias latinoamericanas no pobres: una mirada desde la vulnerabilidad social...................................................................................................... 31

V. Las familias con niños y el desafío de que los niños no sean un factor de vulnerabilidad ........................................................................................... 37

VI. Las familias latinoamericanas y las restricciones que enfrentan las mujeres para proveer simultáneamente ingresos y cuidados ............................................. 43 A. El contexto: la fecundidad y el empleo femenino en América Latina.................................... 43 B. Necesidades de cuidado y repartición de tareas dentro de las familias .................................. 50

VII. Algunas conclusiones y recomendaciones generales para las políticas públicas dirigidas a las familias ................................................................................... 55

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Bibliografía .............................................................................................................................................. 59

Serie Políticas Sociales: números publicados ....................................................................................... 62

Cuadros CUADRO I.1 AMÉRICA LATINA (18 PAÍSES): EVOLUCIÓN DE LOS HOGARES

SEGÚN TIPOLOGÍA AGREGADA, 1990-2010 ................................................................. 12 CUADRO II.1 AMÉRICA LATINA (18 PAÍSES): COMPOSICIÓN DE LOS QUINTILES

I Y V SEGÚN TIPOLOGÍA DE FAMILIAS, 1990-2010 .................................................... 20 CUADRO III.1 AMÉRICA LATINA (20 PAÍSES): RELACIÓN ENTRE ÍNDICE DE

DESARROLLO HUMANO, PIB PER CÁPITA Y ETAPA DE LA TRANSICIÓN DEMOGRÁFICA, ALREDEDOR DE 2010 ............................................... 26

CUADRO III.2 COSTA RICA Y URUGUAY: EVOLUCIÓN DEL TIPO DE HOGAR EN PAÍSES EN LAS ETAPAS AVANZADAS DE LA TRANSICIÓN DEMOGRÁFICA, 1990-2010 .............................................................................................. 27

CUADRO III.3 AMÉRICA LATINA (4 PAÍSES): EVOLUCIÓN DEL TIPO DE HOGAR EN PAÍSES EN LA ETAPA PLENA DE LA TRANSICIÓN DEMOGRÁFICA, 1990-2010 .............................................................................................. 27

CUADRO III.4 ESTADO PLURINACIONAL DE BOLIVIA Y GUATEMALA: EVOLUCIÓN DEL TIPO DE HOGAR EN PAÍSES EN LA ETAPA MODERADA DE LA TRANSICIÓN DEMOGRÁFICA, 1990-2010 ......................................................... 28

CUADRO VI.1 AMÉRICA LATINA (20 PAÍSES): TASA GLOBAL DE FECUNDIDAD, ALREDEDOR DE 1990, 2000 Y 2010 ................................................................................. 44

CUADRO VI.2 AMÉRICA LATINA (11 PAÍSES): RELACIÓN ENTRE TASA GLOBAL DE FECUNDIDAD Y NIVEL DE EDUCACIÓN DE LA MADRES, ALREDEDOR DE 1998 Y 2008 ........................................................................................... 45

CUADRO VI.3 AMÉRICA LATINA (18 PAÍSES): ESTRUCTURA DE LA POBLACIÓN OCUPADA URBANA FEMENINA, ALREDADOR DE 2010........................................... 49

Gráficos GRÁFICO I.1 AMÉRICA LATINA (18 PAÍSES): EVOLUCIÓN DE LOS HOGARES

SEGÚN TIPOLOGÍA DE FAMILIA, 1990-2010 ................................................................ 12 GRÁFICO I.2 AMÉRICA LATINA (18 PAÍSES): HOGARES NUCLEARES Y EXTENSOS

MONOPARENTALES ENCABEZADOS POR MUJERES, 1990-2010 ............................ 13 GRÁFICO I.3 AMÉRICA LATINA (18 PAÍSES): EVOLUCIÓN DE LOS HOGARES

SEGÚN TIPOLOGÍA GENERACIONAL Y ETAPAS DEL CICLO DE VIDA FAMILIAR, 1990-2010 ........................................................................................................ 15

GRÁFICO I.4 AMÉRICA LATINA (18 PAÍSES): TIPOLOGÍA DE FAMILIA SEGÚN ETAPAS DEL CICLO DE VIDA, 1990-2010 ........................................................................................ 17

GRÁFICO II.1 AMÉRICA LATINA (18 PAÍSES): TAMAÑO PROMEDIO DE HOGAR, TOTAL Y POR QUINTILES DE INGRESO, 1990-2010 .................................................... 19

GRÁFICO II.2 AMÉRICA LATINA (18 PAÍSES): DISTRIBUCIÓN DE LOS HOGARES SEGÚN CICLO DE VIDA FAMILIAR EN LOS QUINTILES I Y V DE INGRESOS, 1990-2010 ........................................................................................................ 21

GRÁFICO II.3 AMÉRICA LATINA (18 PAÍSES): HOGARES EN SITUACIÓN DE INDIGENCIA SEGÚN TIPOLOGÍA DE FAMILIA, 1990-2010 ........................................ 22

GRÁFICO II.4 AMÉRICA LATINA (18 PAÍSES): HOGARES EN SITUACIÓN DE POBREZA SEGÚN TIPOLOGÍA DE FAMILIA, 1990-2010 ................................................................ 23

GRÁFICO II.5 AMÉRICA LATINA (18 PAÍSES): TIPOLOGÍA DE FAMILIAS POBRES POR INGRESOS SEGÚN CICLO DE VIDA, 1990-2010 ................................................... 24

GRÁFICO II.6 AMÉRICA LATINA (18 PAÍSES): TIPOLOGÍA DE FAMILIAS NO POBRES POR CICLO DE VIDA, 1990-2010 ...................................................................................... 24

GRÁFICO III.1 ESTADO PLURINACIONAL DE BOLIVIA, MÉXICO Y URUGUAY: CAMBIO PORCENTUAL EN FAMILIAS NUCLEARES BIPARENTALES ENTRE 1990 Y 2010 ............................................................................................................ 29

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GRÁFICO III.2 ESTADO PLURINACIONAL DE BOLIVIA, MÉXICO Y URUGUAY: CAMBIO PORCENTUAL EN FAMILIAS NUCLEARES MONOPARENTALES ENTRE 1990 Y 2010 ............................................................................................................ 29

GRÁFICO IV.1 ESTADO PLURINACIONAL DE BOLIVIA, MÉXICO, URUGUAY Y AMÉRICA LATINA (PROMEDIO PONDERADO): HOGARES VULNERABLES SEGÚN ESTRUCTURA FAMILIAR, ALREDEDOR DE 2010 ........... 32

GRÁFICO IV.2 ESTADO PLURINACIONAL DE BOLIVIA, MÉXICO, URUGUAY Y AMÉRICA LATINA (PROMEDIO PONDERADO): HOGARES VULNERABLES POR CICLO DE VIDA, ALREDEDOR DE 2010 .................................. 33

GRÁFICO IV.3 ESTADO PLURINACIONAL DE BOLIVIA, MÉXICO, URUGUAY Y AMÉRICA LATINA (PROMEDIO PONDERADO): HOGARES VULNERABLES POR TIPOLOGÍA GENERACIONAL, ALREDEDOR DE 2010 .......... 34

GRÁFICO IV.4 ESTADO PLURINACIONAL DE BOLIVIA, MÉXICO, URUGUAY Y AMÉRICA LATINA (PROMEDIO PONDERADO): HOGARES VULNERABLES SEGÚN ESTRUCTURA FAMILIAR Y CICLO DE VIDA, ALREDEDOR DE 2010 ....................................................................................................... 35

GRÁFICO V.1 ESTADO PLURINACIONAL DE BOLIVIA, MÉXICO, URUGUAY Y AMÉRICA LATINA (PROMEDIO PONDERADO): HOGARES CON Y SIN NIÑOS (<18 AÑOS), ALREDEDOR DE 2010 ........................................................ 37

GRÁFICO V.2 ESTADO PLURINACIONAL DE BOLIVIA, MÉXICO, URUGUAY Y AMÉRICA LATINA (PROMEDIO PONDERADO): NIÑOS <18 AÑOS SEGÚN TIPOLOGÍA DE HOGAR, ALREDEDOR DE 2010 ............................................. 38

GRÁFICO V.3 ESTADO PLURINACIONAL DE BOLIVIA, MÉXICO, URUGUAY Y AMÉRICA LATINA (PROMEDIO PONDERADO): HOGARES CON Y SIN NIÑOS (<18 AÑOS) POR QUINTÍL DE INGRESO, ALREDEDOR DE 2010 ....................................................................................................... 39

GRÁFICO V. 4 ESTADO PLURINACIONAL DE BOLIVIA, MÉXICO, URUGUAY Y AMÉRICA LATINA (PROMEDIO PONDERADO): HOGARES CON Y SIN NIÑOS (<18 AÑOS) POR SITUACIÓN DE POBREZA, ALREDEDOR DE 2010 ....................................................................................................... 39

GRÁFICO V.5 ESTADO PLURINACIONAL DE BOLIVIA, MÉXICO, URUGUAY Y AMÉRICA LATINA (PROMEDIO PONDERADO): HOGARES CON Y SIN NIÑOS (<18 AÑOS) CON JEFATURA FEMENINA, ALREDEDOR DE 2010 ....................................................................................................... 40

GRÁFICO VI.1 AMÉRICA LATINA (13 PAÍSES): DESMINUCIÓN PORCENTUAL EN EL NÚMERO DE NIÑOS EN EL HOGAR, SEGÚN CONDICIÓN DE POBREZA POR INGRESOS, ENTRE 1990 Y 2010 ..................................................... 44

GRÁFICO VI.2 AMÉRICA LATINA (19 PAÍSES): RELACIÓN ENTRE TASA GLOBAL DE FECUNDIDAD Y TASA DE PARTICIPACIÓN FEMENINA EN LA ACTIVIDAD ECONÓMICA, ALREDEDOR DEL 2010 .................................................... 46

GRÁFICO VI.3 AMÉRICA LATINA (19 PAÍSES): TASA DE PARTICIPACIÓN DE MUJERES EN LA ACTIVIDAD ECONÓMICA, ALREDEDOR DE 2000 Y 2010 ............................. 47

GRÁFICO VI.4 AMÉRICA LATINA (18 PAÍSES): TASA DE PARTICIPACIÓN FEMENINA DE 15 A 54 AÑOS, EN LOS QUINTILES I Y V DE INGRESOS, ALREDEDOR DE 2007 ....................................................................................................... 48

GRÁFICO VI.5 MÉXICO (2010) Y URUGUAY (2007): TIEMPO DEDICADO A LABORES REMUNERADAS Y A LABORES DOMÉSTICAS NO REMUNERADAS SEGÚN SEXO Y QUINTIL DE INGRESO ................................... 51

GRÁFICO VI.6 MÉXICO (2010) Y URUGUAY (2007): TIEMPO DEDICADO AL CUIDADO DE OTROS, SEGÚN SEXO Y QUINTIL DE INGRESO DEL HOGAR............................ 52

Diagramas DIAGRAMA I.1 TIPOLOGÍA GENERACIONAL DE LOS HOGARES SEGÚN

SU COMPOSICIÓN ETARIA .............................................................................................. 14

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Resumen

Las familias desempeñan funciones esenciales como la socialización y el cuidado que son primordiales para el acceso de las personas al bienestar en un sentido amplio. Históricamente, las familias ejecutan tales funciones mediante arreglos diversos, en el contexto de las alternativas ofrecidas por las políticas públicas, el mercado y las organizaciones de la sociedad civil. Si, como en el pasado, las familias siguen siendo protagonistas del acceso al bienestar, entonces los cambios en su estructura y funcionamiento son un importante objeto de estudio, particularmente en América Latina, donde dichos cambios están ocurriendo de forma acelerada, de la mano de diversos factores demográficos, económicos y culturales.

La diversificación de las estructuras familiares en América Latina es una tendencia compartida y que se mantiene en marcha. En todos los países, independientemente de su nivel de desarrollo económico y la fase de la transición demográfica y, dentro de cada uno de estos, en la mayoría de los estratos, ha aumentado la frecuencia de los hogares unipersonales, caído el porcentaje de hogares nucleares biparentales y crecido el de hogares monoparentales con jefatura femenina (tanto extensos como nucleares).

No obstante, la intensidad y los patrones específicos de tales cambios presentan una gran heterogeneidad. Por ejemplo, los cambios observados en los extremos de la distribución del ingreso son muy diferentes. El aumento de hogares no familiares (unipersonales y sin núcleo) y la caída acelerada de los hogares nucleares biparentales es un fenómeno característico de los hogares situados en los estratos más altos. En cambio, la caída menos pronunciada de los hogares nucleares biparentales y el aumento acelerado del porcentaje de hogares monoparentales con jefatura femenina (extensos y nucleares) son tendencias más características de los estratos bajos. Estas tendencias han resultado en que, al interior de los países, los estratos bajos (hogares en pobreza, del primer quintil y/o vulnerables a la pobreza) presentan mayores niveles de dependencia, mayor presencia de monoparentalidad con jefatura femenina y mayor número de personas en promedio. Las familias con niños y la población infantil también están sobrerrepresentados, y cada vez más, en los etratos bajos y más vulnerables.

La intensidad de los cambios observados tampoco es la misma en los países menos desarrollados económicamente o en aquellos que pasan por etapas distintas de la primera y segunda transición demográficas. Esto último se esperaría ya que los países en las etapas más avanzadas de la primera transición demográfica, al llevar varias décadas inmersos en el proceso de transición, ya han estabilizado

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sus niveles de fecundidad y alcanzado niveles bajos (frecuentemente inferiores al nivel de reemplazo), mientras que estos descensos todavía están ocurriendo en los países situados en las etapas plena y moderada y, por consiguiente, los cambios en las tipologías de familias seguirán avanzando.

Estas nuevas configuraciones familiares requieren respuestas de políticas que reconozcan esta creciente diversidad y no se basen exclusivamente en modelos tradicionales o preconcebidos de familia. Por ejemplo, en vista de la importancia de las familias extensas, y de la elevada vulnerabilidad de los hogares multigeneracionales y de los hogares sin generación intermedia, son fundamentales estrategias para facilitar la solidaridad y el cuidado intergeneracional en estos casos.

Las políticas también deberían enfocarse en la especial vulnerabilidad de las familias con niños. Para atender las necesidades de estas familias, y desvincular la vulnerabilidad de la presencia de niños en el hogar, las políticas dirigidas a las familias pueden apuntar hacia la reducción de pobreza mediante programas de transferencias, y en políticas que busquen incidir en la conciliación trabajo‐familia y la redistribución de los costos del cuidado.

En efecto, la regulación y provisión del cuidado infantil en la región indica graves vacíos de cobertura y falencias en la calidad de los servicios, inclusive en los países de la región con políticas más avanzadas en esta materia. Esto dificulta, entre otras cosas, la incorporación de las mujeres al mercado laboral, en especial de hogares pobres, donde las mujeres cuentan con menores niveles de capital humano, una mayor demanda y urgencia de proveer cuidado por tener un mayor número de hijos, y opciones y recursos más limitados para externalizar parte de la carga de cuidado mediante opciones de mercado o servicios públicos. Para enfrentar este desafío se requiere de políticas que universalicen, más allá del empleo formal, el derecho de niños y niñas a recibir cuidados, además de un examen profundo de los modelos imperantes, con el fin de alcanzar la provisión continua de cuidado infantil desde el nacimiento hasta el inicio de la educación formal.

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Introducción

Las familias desempeñan funciones esenciales como la socialización y el cuidado que son primordiales para el acceso de las personas al bienestar en un sentido amplio. Históricamente, las familias ejecutan tales funciones mediante arreglos diversos, en el contexto de las alternativas ofrecidas por las políticas públicas, el mercado y las organizaciones de la sociedad civil. Si, como en el pasado, las familias siguen siendo protagonistas del acceso al bienestar, entonces los cambios en su estructura y funcionamiento son un importante objeto de estudio, particularmente en América Latina, donde dichos cambios están ocurriendo de forma acelerada, de la mano de diversos factores demográficos, económicos y culturales.

Un análisis de la evolución de los tipos de familia para el conjunto de hogares nos ofrecería un panorama regional útil pero parcial, pues los cambios en las estructuras familiares no han ocurrido de manera homogénea y es esperable se evidencien grandes diferencias entre países y dentro de ellos. En tal sentido, dos dimensiones críticas para matizar el análisis regional sobre la evolución de las familias son los cambios ocurridos en los hogares pobres (en comparación a los no pobres) por ingresos y la magnitud de los cambios observados en grupos de países que comparten rasgos como la etapa de la transición demográfica o el nivel de desarrollo económico y social. Lo anterior, en el entendido de que una propuesta comúnmente aceptada es que, a lo largo de las distintas etapas de la transición demográfica, se aprecian inter-conexiones entre el nivel de desarrollo económico, las pautas socioculturales predominantes y las tendencias demográficas de largo plazo. En especial se ha observado que los países con mayor nivel de desarrollo social y económico suelen encontrarse también a la vanguardia de la transición demográfica. Por lo tanto, en vista de los altos niveles de desigualdad económica y la diversidad demográfica en la región, estas dos dimensiones, la pobreza y la etapa de la transición demográfica, tienen alta relevancia analítica para las políticas sociales dirigidas a las familias y, en especial, para aquellas dirigidas a las familias con niños.

Con tales consideraciones en mente, este documento expone los cambios ocurridos en las estructuras familiares durante los últimos veinte años desde esta perspectiva: agregada, según el nivel de ingreso, por grupos de países y según nivel de desarrollo económico y social, con la finalidad de identificar especificidades e informar sobre las necesidades y características de las familias en América Latina, un preámbulo para la definición de políticas y programas destinados a afianzar sus capacidades, su bienestar y el ejercicio de sus derechos.

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Para ello, la primera sección explora la evolución de distintas tipologías de familias, así como algunos cruces entre éstas últimas con el fin de poner en relieve los cambios ocurridos en lo general. Posteriormente, en la segunda sección se enfatizan las características de los hogares situados en los extremos de la distribución del ingreso, contrastando a los hogares pobres y no pobres, así como a aquellos situados en los quintiles I y V de dicha distribución. En la tercera sección se describen los cambios en los arreglos familiares según la etapa de la transición demográfica y el nivel de desarrollo de los países. En la cuarta sección se revisan las características de los hogares según distintos niveles de vulnerabilidad a la pobreza, y se contrasta el perfil de los hogares no pobres con aquellos hogares vulnerables a la pobreza. La quinta sección aborda la vulnerabilidad específica de los hogares con niños, con el fin de identificar carencias y necesidades insatisfechas de esos hogares. Posteriormente la sexta sección profundiza una dimensión específica de estas necesidades: las dificultades crecientes de las familias para proveer simultáneamente cuidados e ingresos en el contexto de una creciente participación laboral de las mujeres. Finalmente, la última sección concluye con algunas consideraciones generales y algunas recomendaciones de política.

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I. La evolución de las estructuras familiares según tipología de familia, composición generacional y momento del ciclo de vida, 1990-2010

Retomando tres tipologías de familia desarrolladas en la CEPAL, en esta investigación se analiza la evolución de las estructuras familiares en América Latina con base en tres puntos en el tiempo: alrededor de 1990, 2000 y 2010. Las tres tipologías son las siguientes1:

1. Tipología de estructura familiar

2. Tipología generacional

3. Tipología de ciclo de vida

La utilidad de dichas tipologías estriba en que ayudan a clasificar a los hogares según el tipo de relaciones de parentesco 1), los grupos etarios a los que pertenecen sus miembros 2), y el tipo de relaciones de dependencia a lo largo del ciclo de vida 3) que los caracterizan. Cada una es descrita con mayor detalle en las siguientes secciones. En general, estas tipologías ayudan a retratar y a distinguir el peso relativo de distintas configuraciones a lo largo del tiempo, así como a entender mejor los recursos disponibles y las necesidades económicas y sociales de los distintos tipos de hogares. Una primera observación es que, partiendo de una categorización de los tipos de hogar en cuatro grandes grupos (nuclear, extensa, compuesta y no familiar), el cambio principal observado en 1990-2010 es una caída del porcentaje de hogares nucleares (de 68,0 a 63,6 por ciento), un porcentaje de hogares extensos que se mantiene alrededor del 20 por ciento y el aumento del porcentaje de hogares no familiares de 11,3 a 16,0 por ciento (cuadro I.1)2. Esta tendencia evoca una creciente presencia de hogares no familiares, que, como se analizará más 1 Entre los trabajos de la CEPAL que han abordado a las familias como objeto de investigación y de las políticas sociales pueden

citarse los siguientes trabajos: Arriagada 2001, 2005, 2007; Arriagada y Aranda 2004; Cecchini y Uthoff 2007; Sunkel 2006. 2 Siguiendo la clasificación propuesta en Arriagada (2001 pág. 19), los hogares nucleares se componen de un núcleo conyugal con

hijos, o bien de un núcleo conyugal incompleto, es decir monoparental, con hijos (padre o madre o ambos, con o sin hijos). Los hogares extensos corresponden a hogares nucleares en los que además conviven uno o más familiares (padre o madre o ambos, con o sin hijos y otros parientes). Los hogares compuestos incluyen hogares nucleares en los que además viven uno o más miembros sin relaciones de parentesco (padre o madre o ambos, con o sin hijos, con o sin otros parientes y otros no parientes). Finalmente, los

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adelante, son sobre todo hogares unipersonales, en detrimento de los arreglos nucleares tradicionales, típicamente compuestos por un núcleo conyugal biparental con hijo(s).

CUADRO I.1

AMÉRICA LATINA (18 PAÍSES): EVOLUCIÓN DE LOS HOGARES SEGÚN TIPOLOGÍA AGREGADA, 1990-2010

(Promedio ponderado)

Tipología 1990 2000 2010

Nuclear 68,0 66,4 63,6 Extensa 19,3 19,6 19,0 Compuesta 1,4 1,2 1,4 No familiar 11,3 12,8 16,0

Fuente: Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), sobre la base de tabulaciones de las encuestas de hogares de la región.

A. Menos hogares biparentales

Lo anterior esconde, en realidad, cambios más sustantivos que saltan a la vista al mirar estos conjuntos de forma desagregada como se muestra en el gráfico I.1.

GRÁFICO I.1 AMÉRICA LATINA (18 PAÍSES): EVOLUCIÓN DE LOS HOGARES

SEGÚN TIPOLOGÍA DE FAMILIA, 1990-2010 (Promedio ponderado)

Fuente: Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), sobre la base de tabulaciones de las encuestas de hogares de la región.

hogares no familiares están conformados por hogares unipersonales conformados por una persona sola, o bien por personas sin relaciones de parentesco inmediato entre sí, en donde no existe un núcleo conyugal o una relación padre/madre-hijo/hija, aunque puede haber otras relaciones de parentesco.

50,5

1,2

7,9

8,3

13,4

0,8

5,1

1,4

7,0

4,3

47,1

1,4

9,4

8,6

12,7

0,9

6,0

1,2

8,4

4,4

40,3

1,5

10,9

10,9

11,9

0,9

6,3

1,4

11,4

4,6

0 10 20 30 40 50 60

Biparental

Monoparental jefe hombre

Monoparental jefa mujer

Sin hijos

Biparental

Monoparental jefe hombre

Monoparental jefa mujer

Compuesta

Unipersonal

Hogar sin núcleo

NU

CLE

AR

EXT

EN

SA

CO

MP

UE

ST

AN

O

FAM

ILIA

R

2010 2000 1990

No

fam

iliar

E

xten

sa

Nuc

lear

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En dicho periodo la mayoría de los hogares en América Latina dejó de corresponder a hogares nucleares biparentales, pasando de 50,5 a 40,3 por ciento del total de hogares. La proporción de los hogares biparentales extensos también cayó, de 13,4 a 11,9 por ciento. No obstante, en conjunto, los hogares biparentales nucleares y extensos todavía representan en 2010 a la mayoría de los hogares en la región (52,1 por ciento).

B. Más hogares monoparentales encabezados por mujeres

A diferencia de los hogares biparentales, la proporción de hogares monoparentales, en su inmensa mayoría encabezados por mujeres, han aumentado constantemente. Este aumento ha sido más notorio en el caso de los hogares nucleares encabezados por mujeres (de 7,9 a 10,9 por ciento). En conjunto, los hogares monoparentales encabezados por mujeres, tanto extensos como nucleares, aumentaron del 13,0 al 17,2 por ciento. Este aumento de los hogares monoparentales con jefatura femenina, sobretodo en el caso de los nucleares, es una tendencia compartida por la casi totalidad de los países de la región, aunque con magnitudes diversas que abarcan un rango de entre el 12,4 por ciento de los hogares en Perú, hasta el 31,3 por ciento en Chile (gráfico I.2).

GRÁFICO I.2

AMÉRICA LATINA (18 PAÍSES): HOGARES NUCLEARES Y EXTENSOS MONOPARENTALES ENCABEZADOS POR MUJERES, 1990-2010

(En porcentajes)

Fuente: Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), sobre la base de tabulaciones de las encuestas de hogares de la región.

0

5

10

15

20

25

30

1990

2000

2009

1990

1999

2010

1990

1999

2010

1997

2002

2010

1990

1999

2010

1990

2002

2010

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1999

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1995

1999

2010

1990

2002

2010

1991

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2001

2005

1990

2000

2010

1989

1999

2007

1990

1999

2010

1990

1999

2009

1998

2006

1989

2000

2010

1997

1999

2010

1990

2000

2010

Chile Uruguay (Urbano) Argentina (Gran Buenos Aires)

Rep. Dominicana Venezuela (Rep. Bol. de) Costa Rica Panamá El Salvador Ecuador (Urbano) Colombia Nicaragua Paraguay (Asunción y Depto. Central)

Bolivia (Est. Plur. de) (8 ciudades)

Honduras Brasil Guatemala México Perú América Latina

Extensa monoparental jefa mujer Nuclear monoparental jefa mujer

0

5

10

15

20

25

30

1990

2000

2009

1990

1999

2010

1990

1999

2010

1997

2002

2010

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Chile Uruguay (Urbano) Argentina (Gran Buenos Aires)

Rep. Dominicana Venezuela (Rep. Bol. de) Costa Rica Panamá El Salvador Ecuador (Urbano) Colombia Nicaragua Paraguay (Asunción y Depto. Central)

Bolivia (Est. Plur. de) (8 ciudades)

Honduras Brasil Guatemala México Perú América Latina

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2002

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1995

1999

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1990

2002

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1991

1999

2010

1993

2001

2005

1990

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1989

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2007

1990

1999

2010

1990

1999

2009

1998

2006

1989

2000

2010

1997

1999

2010

1990

2000

2010

Chile Uruguay (Urbano) Argentina (Gran Buenos Aires)

Rep. Dominicana Venezuela (Rep. Bol. de) Costa Rica Panamá El Salvador Ecuador (Urbano) Colombia Nicaragua Paraguay (Asunción y Depto. Central)

Bolivia (Est. Plur. de) (8 ciudades)

Honduras Brasil Guatemala México Perú América Latina

Extensa monoparental jefa mujer Nuclear monoparental jefa mujer

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14

C. Una diversificación creciente de los arreglos familiares

Junto al menor porcentaje de hogares biparentales y el aumento de los monoparentales, durante el mismo periodo también ha crecido la frecuencia de los hogares nucleares sin hijos (de 8,3 a 10,9) y, sobre todo, de los hogares unipersonales, del 7,0 al 11,4 por ciento.

Lejos de ser un cambio repentino esta diversificación de las estructuras de los hogares es una tendencia de largo aliento que sigue su curso en la región. Indica en especial una diversificación de los arreglos familiares, a raíz de cambios en las pautas de convivencia y en las preferencias respecto de la vida conyugal. Tal diversificación también ocurre en el contexto de un creciente empoderamiento y autonomía económica y social de las mujeres frente al predominio previo de trayectorias de vida marcadas por la estabilidad conyugal, la dependencia económica, la subordinación a la autoridad masculina y la responsabilidad exclusiva con respecto a las tareas domésticas y las labores reproductivas y de cuidado. Como se especifica más adelante, algunos de estos patrones (como la división sexual del trabajo reproductivo) siguen vigentes, lo que abona a las dificultades experimentadas por las mujeres para conciliar la aspiración y necesidad de generar ingresos, con el imperativo de asegurar el cuidado de sus familiares dependientes.

D. Cambios en la composición generacional de los hogares y según el momento del ciclo de vida

Paralelamente a los cambios en las estructuras familiares también está mutando la composición generacional y etaria de los hogares. Para ello la tipología 2, detallada en el Esquema I.1, clasifica a los hogares en cinco tipos, según las edades de sus miembros agrupados en tres grupos etarios (0 a 14 años; 15 a 64 años y 65 y más años). Estos rangos de edad presentan el interés de aproximarse a momentos del ciclo de vida marcados por la mayor o menor probabilidad de trabajar y de participar en actividades remuneradas3. Los grupos de 0 a 14 años o de 65 años y más reagrupan grupos de población con mayor probabilidad de no trabajar remuneradamente, mientras que el grupo de 15 a 64 años reagrupa a la población que típicamente se considera en edad de trabajar. En segundo lugar, esta tipología permite clasificar a los hogares con base en la convivencia o no de los tres grupos etarios ya mencionados en los hogares.

DIAGRAMA I.1

TIPOLOGÍA GENERACIONAL DE LOS HOGARES SEGÚN SU COMPOSICIÓN ETARIA

15 a 64 años 5) Generacionales

4) Sin niños

3) Sin adultos mayores 1) Multigeneracionales

5) Generacionales

5) Generacionales 2) Sin generaciones intermedias

65 años y

más 0 a 14 años

Fuente: Elaboración propia. 3 En especial, por convención estadística la mayoría de las encuestas de hogares de la región consideran a la población en edad de

trabajar a partir de los 15 años, al tiempo que la edad de retiro o jubilación más frecuente en la mayoría de los casos es de 65 años. Esta aproximación es general y por sí sola no permite apreciar las diferencias de género en la probabilidad de trabajar de forma remunerada a lo largo del ciclo de vida, como resultado de dinámicas relacionadas con la división sexual del trabajo que se abordan más adelante.

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15

Como se puede observar en el gráfico I.3 los hogares sin adultos mayores, es decir aquellos que típicamente correspondían a familias nucleares con dependientes de hasta 14 años, cayeron de 63,1 a 50,8 por ciento, al tiempo que los hogares generacionales, en los que conviven miembros de solo una generación, aumentaron del 23,2 al 34,2 por ciento. De forma menos pronunciada, los hogares sin niños también aumentan de 6,5 a 8,6. Reflejo del envejecimiento poblacional y de la caída de la fecundidad, estas tendencias también apuntan a una diversificación en el sentido de que el tipo predominante inicialmente —hogares compuestos por dependientes menores de 15 y adultos de hasta 64 años— ha retrocedido en favor de hogares sobretodo generacionales, es decir, compuestos por un mismo tramo, sobretodo de 15 a 64 y de 65 y más.

GRÁFICO I.3

AMÉRICA LATINA (18 PAÍSES): EVOLUCIÓN DE LOS HOGARES SEGÚN TIPOLOGÍA GENERACIONAL Y ETAPAS DEL CICLO DE VIDA FAMILIAR, 1990-2010

(Promedio ponderado)

Fuente: Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), sobre la base de tabulaciones de las encuestas de hogares de la región.

La tercera tipología utilizada se centra en las etapas del ciclo de vida de los hogares que poseen un núcleo conyugal y/o miembros dependientes (CEPAL 2005). Esta tipología se compone de las siguientes categorías: parejas jóvenes sin hijos (en donde la mujer tiene hasta 40 años); etapa inicial (hogares con niños menores de 6 años); etapa de expansión (hogares con niños en los que el mayor tiene entre 6 y 12 años); etapa de consolidación (hogares con algún niño de 13 a 18 años con eventualmente niños menores de 13 y/o mayores de 18); etapa de salida (hogares donde los hijos tienen 19 y más años); y parejas mayores sin hijos (en donde la mujer tiene más de 40 años).

Desde esta perspectiva, lo más sobresaliente es el aumento de los hogares que se encuentran en la etapa de salida (de 19,0 a 29,2 por ciento) y del porcentaje de parejas mayores sin hijos (de 6,7 a 10,3). Esto último se relaciona con el aumento en la esperanza de vida, el envejecimiento de la población, y la tendencia de los adultos mayores a vivir solos y/o independientemente de sus hijos. En contraste, el

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Tipología generacional Ciclo de vida

1990 2000 2010

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aumento en los hogares en la etapa de salida, donde los hijos tienen 19 y más, puede estar asociado con la postergación de la emancipación entre generaciones más jóvenes, debido a tiempos más alargados de estudio, escasez de viviendas asequibles y las dificultades de los jóvenes para entrar al mercado laboral. También es notable del gráfico I.3 la caída de los porcentajes correspondientes a hogares en las etapas inicial (de 14,9 a 10,1), de expansión (de 21,0 a 16,2 por ciento) y de consolidación (de 33,6 a 29,2). Esta tendencia habla de una proporción decreciente de hogares con niños dependientes en edades tempranas, reflejando el constante descenso en la fecundidad que ha experimentado la región al transcurrir de las últimas décadas.

E. Algunos rasgos que se desprenden de cruces entre las distintas tipologías de familia

Abordar la evolución de las familias tomando en cuenta más de una dimensión nos permite conceptualizar de mejor manera la complejidad de estos cambios y de las familias que los están experimentando. El cruce entre la primera tipología de análisis (estructura familiar) y la tercera tipología (ciclo de vida) y su evolución en el tiempo ofrece una panorámica enriquecedora de las dinámicas ya subrayadas (gráfico I.4). Hasta cierto punto, este cruce permite aproximarnos a conocer qué tipo de familias son más o menos frecuentes a lo largo del ciclo de vida.

Desde esta perspectiva resaltan algunas observaciones. En primer lugar, el cruce entre la tipología de estructura familiar y la de ciclo de vida revela que uno de los cambios notados, el aumento de los hogares no familiares, presenta un patrón específico: el aumento sostenido de los hogares unipersonales (del 62,1 al 72,5 por ciento) y el descenso correlativo de la frecuencia de hogares sin núcleo dentro de los hogares no familiares. En otras palabras, los hogares no familiares son cada vez más frecuentemente hogares de personas que viven solas. En segundo lugar, se observa una constante: la frecuencia de los hogares nucleares biparentales va declinando conforme se avanza en las etapas del ciclo de vida (etapa inicial, expansión, consolidación y de salida)4.

Correlativamente, a lo largo de esas etapas del ciclo de vida, la frecuencia de hogares nucleares monoparentales con jefatura femenina a su vez va aumentando. Otro rasgo a resaltar es la composición de los hogares situados en la etapa de salida. En 2010, en dicha etapa, el porcentaje de hogares nucleares biparentales era de apenas 33,9 por ciento, mientras que el conjunto de hogares con jefatura femenina (extensos y biparentales) alcanzaba el 35,5 por ciento, más de un tercio. En otras palabras, una porción importante de los hogares con jefatura femenina se encuentra concentrada en la etapa de salida y, en menor medida, en la etapa de consolidación. Finalmente, a lo largo del periodo, la frecuencia de hogares extensos ha seguido siendo mucho mayor en las etapas tardías del ciclo de vida (etapas de salida y pareja mayor sin hijos).

Este análisis revela la complejidad en los cambios ocurridos y recalca la necesidad de estudiarlos tomando en cuenta múltiples facetas que definen a las familias. Además, como se apunta ulteriormente, estos rasgos cobran mayor sentido cuando se miran los contrastes entre hogares pobres y no pobres.

4 Por definición en los extremos de la tipología de hogares por ciclo de vida (pareja joven sin hijos y pareja mayor sin hijos), el

porcentaje de hogares nucleares sin hijos es muy elevado.

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GRÁFICO I.4 AMÉRICA LATINA (18 PAÍSES): TIPOLOGÍA DE FAMILIA SEGÚN ETAPAS DEL CICLO DE VIDA, 1990-2010

(Promedio ponderado)

Fuente: Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), sobre la base de tabulaciones de las encuestas de hogares de la región.

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Hogar no familiar

Pareja joven sin hijos

Etapa inicial Etapa expansión Etapa consolidación Etapa salida Pareja mayor sin

hijos

1990 2000 2010

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19

II. Los cambios en las familias ubicadas en los extremos de la distribución del ingreso

Si bien el análisis de la sección anterior aporta un panorama general de la evolución de las estructuras familiares a lo largo de las últimas dos décadas, sabemos que los patrones de cambio difieren considerablemente según el estrato económico. Este eje de análisis es especialmente pertinente en el contexto latinoamericano en vista de los elevados y persistentes niveles de desigualdad económica. Las tendencias regionales analizadas previamente esconden entonces dinámicas que afectan con intensidad variable a los hogares situados a lo largo de la distribución del ingreso.

GRÁFICO II.1

AMÉRICA LATINA (18 PAÍSES): TAMAÑO PROMEDIO DE HOGAR, TOTAL Y POR QUINTILES DE INGRESO, 1990-2010

(Promedio ponderado)

Fuente: Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), sobre la base de tabulaciones de las encuestas de hogares de la región.

4,2

5,54,8

4,44,0

3,4

3,9

5,1

4,43,9

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1

2

3

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5

6

Total quintiles Quintil I Quintil II Quintil III Quintil IV Quintil V

1990 2000 2010

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Por ejemplo, si bien el tamaño promedio de los hogares disminuyó en el periodo estudiado de 4,2 a 3,5 personas por hogar, se mantuvo una clara estratificación según la cual los hogares con menores ingresos también siguen siendo los más numerosos. En 2010, un hogar situado en el quintil más pobre tenía en promedio 1,8 personas más que un hogar del quintil más rico y 1 persona más que el promedio de los hogares (gráfico II.1). Esta diferencia en el tamaño promedio del hogar, refleja comportamientos diferenciados de fecundidad así como variaciones en los arreglos de convivencia, con implicancias sobre los niveles de dependencia y en las necesidades de los diferentes tipos de hogares a lo largo de la distribución de ingreso. En síntesis, aunque las familias son más pequeñas que antes y su tamaño se ha reducido en todos los estratos, las familias más pobres siguen siendo las más numerosas.

Además de su tamaño, las familias difieren en su composición según el nivel de ingresos. Como indican Rico y Maldonado (2011), los cambios ocurridos en las estructuras familiares del conjunto de hogares son diferentes (o muestran una intensidad variable) en uno u otro extremo de la distribución del ingreso. Como puede apreciarse en el cuadro II.1, las tendencias en los quintiles I y V son muy distintas. En contraste con el promedio de todos los hogares (ver el gráfico I.1 en la sección anterior), el quintil más pobre siguió componiéndose sobre todo de hogares nucleares biparentales cuya proporción cayó menos que para el conjunto de todos los hogares. También el aumento del porcentaje de hogares monoparentales extensos y nucleares encabezados por mujeres es algo mayor en los hogares más pobres que para el promedio (18,9 por ciento contra 17 por ciento). En cambio, en el quintil más rico, ese porcentaje alcanza apenas el 11,8 por ciento. Lo más característico en el caso del quintil V es el aumento de los hogares no familiares, es decir de hogares unipersonales (del 12,9 al 22,3 por ciento) y de hogares nucleares sin hijos (de 13,6 a 17,3 por ciento), en claro contraste con lo observado en el quintil más pobre. Asimismo, aún cuando cayó el porcentaje de hogares nucleares biparentales entre los hogares del quintil más pobre, esa tendencia fue más pronunciada en el caso del quintil más rico de 44,9 a 32,6 por ciento, es decir una caída de 12,3 puntos porcentuales. En el quintil I, en cambio, la caída de dicho porcentaje fue de 8,2 puntos para situarse en 50,9 por ciento de hogares nucleares biparentales.

CUADRO II.1

AMÉRICA LATINA (18 PAÍSES): COMPOSICIÓN DE LOS QUINTILES I Y V SEGÚN TIPOLOGÍA DE FAMILIAS, 1990-2010

(Promedio ponderado)

Quintil I Quintil V

1990 2000 2010 1990 2000 2010

No familiar unipersonal 2,3 3,1 5,1 12,9 16,4 22,3

Nuclear biparental 59,1 57,2 50,9 44,9 41,0 32,6

Nuclear monoparental jefe hombre 0,9 1,0 1,1 1,8 1,8 1,8

Nuclear monoparental jefa mujer 7,9 8,9 11,8 6,9 8,1 8,7

Nuclear sin hijos 4,0 3,6 4,7 13,6 14,4 17,3

Extensa biparental 14,9 15,2 14,1 9,8 8,4 7,1 Extensa monoparental jefe hombre 0,9 1,0 0,9 0,6 0,6 0,6

Extensa monoparental jefa mujer 5,8 6,4 7,1 2,7 3,0 3,1

Compuesta 1,3 1,0 1,4 1,4 1,0 0,9

Fuente: Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), sobre la base de tabulaciones de las encuestas de hogares de la región.

Con respecto al momento del ciclo de vida de las familias, también se observan notables

diferencias entre los quintiles (gráfico II.2). El quintil más pobre siguió componiéndose de hogares situados en las etapas medias del ciclo de vida en donde hay presencia de dependientes menores de 18 años. A pesar de que se observa una leve caída del porcentaje de hogares en las etapas inicial, de expansión y consolidación y un aumento de cinco puntos porcentuales de los hogares en la etapa de

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salida (de 10,6 a 15,5), los cambios observados son mucho menos pronunciados que aquellos observados en el quintil más rico. En este último, entre 1990 y 2010, cayeron los porcentajes de hogares situados en las etapas inicial, de expansión y de consolidación, al tiempo que el porcentaje de hogares en la etapa de salida aumentó notablemente, de 25,7 a 37,6 por ciento y el de hogares con adultos mayores sin hijos pasó de 9,9 a 16,9 por ciento. Claramente, el quintil más pobre siguió estando conformado por hogares con dependientes jóvenes, mientras el quintil más rico siguió concentrando un porcentaje cada vez mayor de hogares en las etapas tardías, es decir en etapa de salida o constituidas por una pareja mayor sin hijos. De esta forma, en el quintil V, la suma de hogares en dichas etapas pasó de 35,6 por ciento en 1990 a 54,5 por ciento en 2010.

GRÁFICO II.2

AMÉRICA LATINA (18 PAÍSES): DISTRIBUCIÓN DE LOS HOGARES SEGÚN CICLO DE VIDA FAMILIAR EN LOS QUINTILES I Y V DE INGRESOS, 1990-2010

(Promedio ponderado)

Fuente: Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), sobre la base de tabulaciones de las encuestas de hogares de la región.

Lo anterior apunta a un elemento importante desde el punto de vista de la demanda de servicios sociales y de cuidado y en general de la provisión de mecanismos de protección social. En el primer quintil la mayoría de los hogares pertenecen a etapas del ciclo de vida con mayores demandas y presiones por parte de dependientes, particularmente en educación inicial y básica, y de salud básica, por lo cual el apoyo y provisión de servicios de cuidado infantil para este tramo aparece como una necesidad que se mantiene vigente. Lo anterior se torna más evidente si además se consideran (como se hace en la sexta sección de este documento) las barreras al ingreso de las mujeres al trabajo remunerado relacionadas con el trabajo doméstico no remunerado y de cuidado que deben asumir casi exclusivamente.

De igual manera, una mirada a los hogares en situación de indigencia (gráfico II.3) arroja un panorama similar con respecto al promedio de hogares (ver gráfico I.1): un porcentaje mayoritario pero decreciente de hogares nucleares biparentales y un aumento en el porcentajee hogares monoparentales, tanto nucleares como extensos, encabezados por mujeres (20,8 en su totalidad), así como un porcentaje

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Quintil I Quintil V

1990 2000 2010

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creciente de hogares unipersonales, pero menor que el observado para el promedio. Los hogares biparentales (extensos y nucleares) constituyen el 60,6 por ciento de los hogares en situación de indigencia en comparación con el 52,2 por ciento para el conjunto de los hogares.

GRÁFICO II.3

AMÉRICA LATINA (18 PAÍSES): HOGARES EN SITUACIÓN DE INDIGENCIA SEGÚN TIPOLOGÍA DE FAMILIA, 1990-2010

(Promedio ponderado)

Fuente: Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), sobre la base de tabulaciones de las encuestas de hogares de la región.

Estas diferencias con respecto al conjunto de hogares son aún más marcadas en el caso de los hogares en situación de pobreza, por definición más numerosos que los indigentes (gráfico II.4).

El porcentaje de hogares nucleares biparentales en situación de pobreza cayó en 1990-2010 solamente de 54,3 a 50,8 por ciento, mientras que el porcentaje de hogares no familiares en esta situación cambió muy poco y se mantuvo muy bajo. En cambio el porcentaje de hogares monoparentales encabezados por mujeres era de 18,8 por ciento, un porcentaje similar al obervado para todos los hogares. Finalmente, 66,5 por ciento de los hogares pobres correspondía en 2010 a hogares biparentales, tanto nucleares como extensos, superando el promedio para todos los hogares, 52,2 por ciento.

En síntesis, los hogares en situación de pobreza e indigencia son ante todo hogares con estructuras familiares biparentales y este modelo sigue siendo claramente el predominante, a diferencia del conjunto de hogares y en especial de los hogares más ricos, en donde la diversificación de las estructuras y el aumento de los hogares no familiares ha sido mucho más pronunciado.

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1990 2000 2010

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GRÁFICO II.4 AMÉRICA LATINA (18 PAÍSES): HOGARES EN SITUACIÓN DE POBREZA

SEGÚN TIPOLOGÍA DE FAMILIA, 1990-2010 (Promedio ponderado)

Fuente: Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), sobre la base de tabulaciones de las encuestas de hogares de la región.

Por otra parte, el cruce entre la primera tipología de análisis (de estructura familiar) y la tercera tipología (de ciclo de vida) también revela rasgos particulares según se trate de hogares pobres o no pobres (gráficos II.5 y II.6). En primer lugar, aunque el aumento sostenido de los hogares no familiares se observa en hogares pobres y no pobres, en el caso de los segundos el predominio de los hogares unipersonales es mucho mayor (de 65,8 a 74,3 por ciento), apuntando a personas con ingresos que los sitúan como no pobres. En contraste entre los hogares pobres no familiares, los unipersonales pasaron de 50,2 a 59,7 por ciento. En segundo lugar, aún cuando la frecuencia de los hogares nucleares biparentales va declinando conforme se avanza en las etapas del ciclo de vida (etapa inicial, expansión, consolidación y de salida), esa tendencia es mucho más pronunciada entre los hogares pobres. Por ejemplo, en ese conjunto de hogares, en 2010, el porcentaje de hogares nucleares biparentales apenas representaba el 18,9 por ciento en la etapa de salida (36,9 por ciento en el caso de los no pobres). En contrapartida, a lo largo de esas etapas del ciclo de vida, la frecuencia de hogares nucleares monoparentales con jefatura femenina, así como de hogares extensos monoparentales con jefatura femenina, es mayor en los hogares pobres en comparación a los hogares no pobres. Así, en las etapas inicial, de expansión y de consolidación, entre los hogares pobres los monoparentales con jefatura femenina representaban en 2010 el 12, 17, y 23 por ciento respectivamente, mientras que en el caso de los no pobres los porcentajes correspondientes eran 8, 12 y 18 por ciento.

Al igual que para el conjunto de hogares, la composición de los hogares situados en la etapa de salida es la más diversificada, aunque con claras diferencias entre hogares pobres y no pobres por ingresos. Como se dijo, en 2010, entre los hogares en etapa de salida, el porcentaje de hogares nucleares biparentales era de apenas el 18,9 por ciento entre los no pobres y de 36,9 por ciento entre los pobres. Paralelamente, el conjunto de hogares pobres con jefatura femenina (extensos y biparentales) alcanzaba el 39,9 por ciento, mientras que estos representaba el 34,6 por ciento de los no pobres, de manera similar a lo observado para el conjunto de hogares en esa etapa. En otras palabras, con mayor intensidad que para el promedio o el conjunto de hogares en la etapa de salida, aquellos con jefatura femenina se encuentran más concentrados en la etapa de salida y, en menor medida, en la etapa de consolidación. Significativamente, en 2010, el 27,9 por ciento de los hogares pobres en etapa de salida eran extensos, monoparentales y con jefatura femenina (y solo 14,9 por ciento entre los no pobres).

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1,05,6

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16,5

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Biparental Monoparental jefe hombre

Monoparental jefe mujer

Biparental Monoparental jefe hombre

Monoparental jefe mujer

Compuesta Unipersonal Hogar sin núcleo

Nuclear Extensa Compuesta No familiar

1990 2000 2010

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GRÁFICO II.5 AMÉRICA LATINA (18 PAÍSES): TIPOLOGÍA DE FAMILIAS POBRES

POR INGRESOS SEGÚN CICLO DE VIDA, 1990-2010 (Promedio ponderado)

Fuente: Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), sobre la base de tabulaciones de las encuestas de hogares de la región.

GRÁFICO II.6

AMÉRICA LATINA (18 PAÍSES): TIPOLOGÍA DE FAMILIAS NO POBRES POR CICLO DE VIDA, 1990-2010

(Promedio ponderado)

Fuente: Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), sobre la base de tabulaciones de las encuestas de hogares de la región.

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Hogar no familiar

Pareja joven sin hijos

Etapa inicial Etapa expansión Etapa consolidación Etapa salida Pareja mayor sin

hijos

1990 2010

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III. Los arreglos familiares según la etapa de la transición demográfica y el nivel de desarrollo de los países

La transición demográfica se refiere a la transición de regímenes de tasas de mortalidad y fecundidad altas a regímenes de tasas de mortalidad y de fecundidad bajas. Estos cambios han ocurrido en paralelo con el desarrollo económico, la transición entre sistemas económicos pre-industriales predominantemente rurales a sistemas económicos industriales y predominantemente urbanos, y diversos cambios socio-culturales. Se considera que la transición demográfica tiene 5 etapas. En la primera, la etapa incipiente, fecundidad y mortalidad son elevadas y relativamente estables y el crecimiento de la población es bajo. En la etapa moderada, la segunda etapa, la mortalidad disminuye pero la fecundidad se mantiene elevada por lo cual la población crece a un ritmo acelerado. La etapa plena se caracteriza por disminuciones en la fecundidad y una estabilización de los niveles de mortalidad, y tasas bajas de crecimiento. Las dos últimas etapas, la avanzada y la muy avanzada, ocurren cuando se alcanzan niveles bajos en ambas variables y el crecimiento de la población se vuelve muy bajo o nulo (CELADE/CEPAL 2011).

Si bien los datos agregados ya presentados nos brindan un perfil general de los cambios que están ocurriendo en las familias latinoamericanas a nivel regional, estos ocultan gran heterogeneidad entre los países. Estas diferencias pueden abarcarse desde varias ópticas, relacionadas entre sí, tales como el nivel de desarrollo económico, las pautas socioculturales dominantes y las tendencias demográficas en cada país. Como se verá a continuación, la diversificación de los arreglos familiares es una tendencia compartida en todos los países, pero heterogénea según la etapa de la transición demográfica y el nivel de desarrollo.

Como punto de partida, el cuadro III.1 muestra a título indicativo la relación observable entre nivel de desarrollo humano, el PIB per cápita y la etapa de la transición demográfica en la que se encuentran los distintos países.

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CUADRO III.1 AMÉRICA LATINA (20 PAÍSES): RELACIÓN ENTRE ÍNDICE DE DESARROLLO HUMANO, PIB PER CÁPITA Y ETAPA DE LA TRANSICIÓN DEMOGRÁFICA, ALREDEDOR DE 2010

País Índice de Desarrollo

Humano PIB per cápita Etapa de la transición demográfica

Chile 0,819 15 372 Muy avanzada Argentina 0,811 11 614 Avanzada Uruguay 0,792 14 703 Muy avanzada Cuba 0,780 6 287 Muy avanzada Panamá 0,780 9 454 Plena México 0,775 10 014 Plena Costa Rica 0,773 9 402 Avanzada Venezuela (República Bolivariana de) 0,748 12 733 Plena Perú 0,741 6 811 Plena Brasil 0,730 11 334 Muy avanzada Ecuador 0,724 5 638 Plena Colombia 0,719 7 761 Plena República Dominicana 0,702 5 794 Plena El Salvador 0,680 3 795 Plena Bolivia (Estado Plurinacional de) 0,675 2 625 Moderada Paraguay 0,669 3 684 Plena Honduras 0,632 2 343 Plena Nicaragua 0,599 1 757 Plena Guatemala 0,581 3 337 Moderada Haití 0,456 773 Moderada

Fuente: Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) (2013a), Centro Latinoamericano y Caribeño de Demografía (CELADE)-División de Población de la CEPAL(2011) y Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) (2013). PIB per cápita es expresado en dólares a precios corrientes.

En particular, en la región existe un creciente interés por entender la dinámica de los cambios familiares provocada por los cambios demográficos, específicamente la llamada segunda transición demográfica, que se caracteriza por el aumento en las separaciones conyugales, el aumento en las uniones consensuales, la diversificación de las formas de co-residencia y el retraso de la unión conyugal (con o sin matrimonio) y de la fecundidad (Filgueira y Peri 2004). En principio, se supone que la segunda transición demográfica ocurre de manera mucho más marcada en países en etapas avanzadas de la primera transición demográfica, que son también los países más desarrollados desde un punto de vista económico y, a su vez, aquellos que están más avanzados procesos relacionados con el desarrollo en un sentido amplio, como la urbanización, el surgimiento y consolidación de una clase media o la presencia de mayores niveles de gasto social, entre otros. Sin embargo en países que no se encuentran aún en las etapas avanzadas de la primera transición demográfica, también se han observado rasgos de la segunda transición. De hecho, la región se caracteriza por cambios demográficos –en especial la caída de la fecundidad y pautas de convivencia-- más acelerados que los observados en otras regiones del mundo, lo cual tiene implicancias importantes para su desarrollo actual y futuro (Esteve, García Román y Lesthaeghe 2012). Al respecto, un análisis de la evolución del tipo de hogares en países seleccionados según su etapa de la transición demográfica revela diferencias y similitudes que conviene describir.

Entre los países en las etapas avanzadas (cuadro III.2) se evidencia un descenso en los hogares nucleares biparentales y, en paralelo, un incremento de la proporcion de hogares unipersonales y nucleares sin hijos. Ambas tendencias reflejan el perfil demográfico de estos países. Por una parte, la postergación del matrimonio y la fecundidad y, por el otro, el aumento de las parejas que deciden no tener hijos contribuyen directamente al aumento de hogares nucleares sin hijos. La postergación o el rechazo del matrimonio tambien puede estar asociado al aumento de hogares unipersonales, a medida que los jovenes dejan el hogar de sus padres y empiezan a vivir independientemente. Tambien la elevada y creciente

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esperanza de vida, así como la esperanza de vida ―activa‖ y autónoma, y por consiguiente el aumento pronunciado en la poblacion de adultos mayores, ayudan a explicar la presencia de cada vez más hogares unipersonales. Mientras que en décadas pasadas la norma era que estos se incorporaban a los hogares de sus hijos o familiares, creando asi familias extensas, ahora conforman hogares unipersonales con cada vez mayor frecuencia. Otra observación es el aumento en los hogares nucleares monoparentales.

CUADRO III.2

COSTA RICA Y URUGUAY: EVOLUCIÓN DEL TIPO DE HOGAR EN PAÍSES EN LAS ETAPAS AVANZADAS DE LA TRANSICIÓN DEMOGRÁFICA, 1990-2010

(En porcentajes)

Costa Rica Uruguay

1990 2000 2010 1990 2000 2010

Unipersonal 4,7 7,0 10,6 13,9 16,6 22,3

Nuclear biparental 55,7 49,7 42,3 38,8 36,7 34,7

Nuclear monoparental 9,3 11,8 14,4 8,5 9,9 12,4

Nuclear sin hijos 6,6 8,6 10,1 17,0 16,0 17,5

Extensa 17,8 17,2 17,3 14,9 14,6 9,0

Compuesta 1,9 2,0 1,4 1,3 1,3 1,2

Hogar sin núcleo 3,9 3,7 3,9 5,6 5,0 3,0

Fuente: Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), sobre la base de tabulaciones de las encuestas de hogares de la región.

Si bien los países en la etapa plena de la transición muestran tendencias heterogéneas (cuadro

III.3), como grupo se distinguen de los países situados en la etapa avanzada, en que las familias extensas mantienen una mayor importancia relativa. En todos los países examinados, en casi todos los periodos, las familias extensas alcanzan o superan el 20 por ciento. Esto sugiere que en este conjunto de países la co-residencia con otros familiares sigue cumpliendo una función importante, ya sea para diversificar y ampliar las fuentes de ingresos y así amortiguar eventuales choques económicos, para facilitar el acceso al empleo en el caso de madres con hijos pequeños o bien debido al predominio de normas tradicionales de convivencia (Esteve, García Román y Lesthaeghe 2012). Sin embargo, también comparten con los países en las etapas avanzadas el aumento en los hogares monoparentales y unipersonales. A diferencia de los países en las etapas más avanzadas de la transición demográfica, los hogares nucleares sin hijos muestran solo un aumento leve o nulo.

CUADRO III.3

AMÉRICA LATINA (4 PAÍSES): EVOLUCIÓN DEL TIPO DE HOGAR EN PAÍSES EN LA ETAPA PLENA DE LA TRANSICIÓN DEMOGRÁFICA, 1990-2010

(En porcentajes)

Colombia México

1990 2000 2010 1990 2000 2010

Unipersonal 5,3 7,2 12,6 4,5 7,4 9,7

Nuclear biparental 48,8 42,8 37,4 58,3 54,0 44,8

Nuclear monoparental 9,6 10,9 13,2 6,9 9,0 10,9

Nuclear sin hijos 5,2 6,0 8,0 6,1 7,9 9,4

Extensa 23,0 25,6 20,9 20,1 18,4 20,9

Compuesta 2,7 2,3 2,8 0,6 0,2 0,5

Hogar sin núcleo 5,4 5,2 5,0 3,6 3,2 3,7

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Cuadro III.3 (conclusión)

Perú República Dominicana

1990 2000 2010 1990 2000 2010

Unipersonal 6,9 6,1 10,7 8,9 10,3 11,7

Nuclear biparental 49,0 47,5 43,1 37,8 37,6 35,4

Nuclear monoparental 9,1 9,7 10,1 9,8 11,8 14,3

Nuclear sin hijos 4,6 4,3 7,4 7,2 7,7 8,3

Extensa 23,3 25,3 21,5 28,4 22,9 22,0

Compuesta 2,9 2,9 3,2 0,8 3,5 2,0

Hogar sin núcleo 4,1 4,3 4,0 7,1 6,3 6,3

Fuente: Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), sobre la base de tabulaciones de las encuestas de hogares de la región.

En los países situados en la etapa moderada de la transición demográfica (cuadro III.4), los más

rezagados, al igual que en los países en la etapa plena, las familias extensas siguen siendo importantes, y los aumentos en los hogares unipersonales, así como los nucleares sin hijos han sido bastante modestos. Una explicación es que la postergación del matrimonio y de la caída de la fecundidad aún no se observan con la misma intensidad que en los países en etapas más avanzadas. Finalmente, como en todos los países examinados, se registra un aumento en los hogares monoparentales.

CUADRO III.4

ESTADO PLURINACIONAL DE BOLIVIA Y GUATEMALA: EVOLUCIÓN DEL TIPO DE HOGAR EN PAÍSES EN LA ETAPA MODERADA DE LA TRANSICIÓN DEMOGRÁFICA, 1990-2010

(En porcentajes)

Bolivia (Estado Plurinacional de) Guatemala

1990 2000 2010 2000 2010

Unipersonal 5,5 9,1 10,5 3,8 5,2

Nuclear biparental 58,8 54,9 49,0 48,7 49,0

Nuclear monoparental 9,4 11,5 14,3 10,9 12,0

Nuclear sin hijos 4,2 5,1 6,1 4,8 6,1

Extensa 17,4 14,6 15,0 26,8 24,1

Compuesta 1,7 0,3 0,6 1,2 0,6

Hogar sin núcleo 3,0 4,4 4,5 3,7 3,1

Fuente: Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), sobre la base de tabulaciones de las encuestas de hogares de la región.

Se observa entonces que los países pertenecientes a las distintas etapas de la transición demográfica muestran patrones diversos con respeto a la prevalencia de hogares nucleares biparentales, extensos y unipersonales. La heterogeneidad responde al hecho de que, si bien es cierto que la tendencia hacia una diversificación creciente de los arreglos familiares está presente en todos los casos, por ejemplo, un descenso general en los hogares nucleares biparentales, los países en las etapas más avanzadas han estado en el proceso de transición desde hace ya varias décadas, y por lo tanto los niveles que se observan son más extremos.

Además de diferencias en niveles, también se observan ritmos de cambio en la tipología de familia algo disimiles entre los países que transitan en diferentes fases de la transición demográfica (gráfico III.1). En adelante, se consideran como países representativos de cada etapa al Estado

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Plurinacional de Bolivia (etapa moderada), México (etapa plena) y Uruguay (etapa avanzada/muy avanzada). Tomando esos tres países como referencia, vemos que los cambios más acelerados ocurrieron en los países en la etapa plena. Mientras que en Uruguay las familias nucleares biparentales disminuyeron en casi 10,7 por ciento, en México este cambio fue de más del doble, 23,1 por ciento.

GRÁFICO III.1

ESTADO PLURINACIONAL DE BOLIVIA, MÉXICO Y URUGUAY: CAMBIO PORCENTUAL EN FAMILIAS NUCLEARES BIPARENTALES ENTRE 1990 Y 2010

(En porcentajes)

Fuente: Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), sobre la base de tabulaciones de las encuestas de hogares de la región.

Algo similar se evidencia cuando examinamos los cambios porcentuales observados en el caso de

las familias nucleares monoparentales en los tres países analizados (gráfico III.2). Aunque todos comparten un importante aumento en las familias nucleares monoparentales, el cambio ha sido más notorio en México que en los otros dos países.

GRÁFICO III.2

ESTADO PLURINACIONAL DE BOLIVIA, MÉXICO Y URUGUAY: CAMBIO PORCENTUAL EN FAMILIAS NUCLEARES MONOPARENTALES ENTRE 1990 Y 2010

(En porcentajes)

Fuente: Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), sobre la base de tabulaciones de las encuestas de hogares de la región.

-16,7

-23,1

-10,7

-25

-20

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Bolivia (Est. Plur. de) México Uruguay

Cambio 1990 - 2010

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El aumento de los hogares monoparentales puede reflejar distintos processos asociados con la segunda transicion demografica. Por un lado, las familias monoparentales pueden ser el resultado de aumentos en la ruptura de las uniones conyugales de forma legal (divorcio) o de hecho. Además, el aumento en los hogares nucleares monoparentales tambien puede estar vinculado con el incremento en las uniones conyugales y uniones libres que tienden a ser más inestables que las uniones legales (Rosero-Bixby 1996). Finalmente, de menor manera, las elevadas y en algunos casos crecientes tasas de maternidad adolescente pueden estar contribuyendo al aumento de los hogares nucleares monoparentales.

En relación a los hogares nucleares monoparentales, específicamente aquellos encabezados por mujeres, cabe señalar los resultados de una investigación reciente que sugiere que este fenómeno afecta los tipos de estructura familiar según el nivel socioeconómico de la mujer (Esteve, García Román y Lesthaeghe 2012). Estos autores plantean que las madres solas provenientes de estratos económicos altos pueden recibir mayor apoyo de sus padres u otros familiares con recursos económicos y sociales en comparación con las madres solas situadas en el extremo inferior del espectro económico y educativo. Aunque la co-residencia es una estrategia para las madres solas independientemente de su posición socioeconómica, en el caso de los estratos altos, la co-residencia puede facilitarles terminar su educación, un objetivo que es coherente con y esperado dado su nivel socioeconómico. En contraste, las madres solas de bajo nivel socioeconómico, en el que de por sí la monoparentalidad femenina es mayor, también provienen de familias que cuentan con menores recursos para apoyarlas. Esto no solo afecta sus posibilidades actuales, sino que también trunca sus posibilidades futuras y potencialmente la de sus hijos.

Otro aspecto llamativo es la persistencia de las familias extensas en la mayoría de los países de la región, principalmente para aquellos en las etapas plena y moderada de la transición demográfica. Este tipo de hogar puede estar conformado de muy diversas maneras. Sin embargo se ha identificado que una proporción significativa de las parejas que cohabitan sin hijos y un porcentaje aún más notable de padres que cohabitan no están viviendo en hogares nucleares sino en hogares extensos y / o compuestos (Esteve, García Román y Lesthaeghe 2012). También existe evidencia de que los hogares extensos frecuentemente albergan a una porción significativa de las madres adolescentes. De hecho, una investigación estimó que en varios países de la región más de 50 por ciento de las madres adolescentes residen en el hogar de su familia de origen o en la de su pareja (Rodríguez 2009). Diversos estudios también han mostrado que en este tipo de hogar se concentran los hogares que enfrentan mayores dificultades: sus jefes o jefas suelen tener bajo nivel educativo, presentan altos niveles de hacinamiento y bajos niveles de bienestar, los niños y jóvenes tienen mayores niveles de rezago escolar y abandonan prematuramente el sistema educativo (Cabella 2007; Vigorito 2003; Bucheli et al. 2002). Lo anterior es consistente con la tendencia mencionada anteriormente en el sentido de que es entre los hogares pobres (y en especial en aquellos situados en la etapa de consolidación y de salida) en los que se observan mayor frecuencia de hogares extensos y, en especial, de tipo monoparental con jefatura femenina.

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IV. Las familias latinoamericanas no pobres: una mirada desde la vulnerabilidad social

Las secciones previas han mostrado la evolución de las estructuras de las familias latinoamericanas, destacando las diferencias que se observan entre países, según la etapa de la transición demográfica, así como los muy divergentes patrones según quintiles de ingreso y situación de pobreza a nivel nacional. Esta heterogeneidad implica desafíos, perfiles de riesgo y necesidades particulares en los distintos tipos de familia. No obstante, la CEPAL ha planteado que un reto presente en toda la región, incluyendo en aquellos países que han logrado reducir la pobreza con mayor éxito relativo, consiste en responder a una elevada y persistente vulnerabilidad social. Esta se manifiesta en un porcentaje elevado de hogares con ingresos ligeramente superiores a las líneas de indigencia y/o de pobreza, pero volátiles, provenientes de actividades en el sector informal y sin acceso a mecanismos de protección social, y que ante la ocurrencia de cualquier choque fácilmente recaen en situación de indigencia o de pobreza. Dicha vulnerabilidad constituye un reto estructural pues supone que los avances logrados en materia de pobreza son frágiles y pueden retroceder ante choques individuales y colectivos de diversa índole. En otras palabras, las familias que en un momento dado logran situarse por encima de las líneas de indigencia o de pobreza presentan un riesgo elevado de caer eventualmente en esa situación (CEPAL 2010; CEPAL 2012a; Naciones Unidas 2013).

Una manera de conceptualizar estos perfiles de riesgo es mediante un análisis de la vulnerabilidad social experimentada por los distintos tipos de familias. La vulnerabilidad social tiene dos componentes explicativos. Por una parte está el conjunto de riesgos que experimentan las familias ante eventos y cambios en su composición (por ejemplo, separación de la unión conyugal o problemas de salud que impiden a los no dependientes seguir generando ingresos) que pueden llevarlos a caer en la pobreza o profundizar su condición de pobreza. Por otra parte, el otro componente es el manejo de recursos y las estrategias que utilizan las familias para enfrentar los efectos de esos eventos y cambios. La vulnerabilidad social en las familias puede resultar de sus características demográficas, como el tamaño del hogar, la proporción de miembros dependientes, así como sus características socioeconómicas, entre ellas el número de aportantes de ingresos, el nivel de capital humano y social del jefe/a del hogar, y su inserción en el mercado laboral. Una aproximación para analizar la

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vulnerabilidad se basa en los niveles distintos de ingreso del hogar, expresados en valores más o menos cercanos de las líneas de pobreza e indigencia5.

Al respecto, el perfil general de los hogares vulnerables por ingresos no varía marcadamente entre países situados en etapas distintas de la transición demográfica (gráfico IV.1). Si examinamos distintos niveles de vulnerabilidad según la tipología de estructura familiar, en Uruguay, por ejemplo, la vulnerabilidad afecta principalmente a las familias extensas y compuestas, mientras que en el Estado Plurinacional de Bolivia son las familias extensas y las nucleares biparentales quienes presentan mayores niveles de vulnerabilidad. En México se encuentran altos niveles de vulnerabilidad en los tres tipos de familias, en las familias extensas, principalmente, pero con niveles elevados y similares de vulnerabilidad en las familias nuclear biparentales y compuestas. Se observa un patrón similar en el caso de los hogares en extrema vulnerabilidad. Al otro extremo, los hogares que tienden a ser menos vulnerables son los hogares unipersonales, nucleares sin hijos y los hogares sin núcleo, característica que se observa en los tres países. Estos patrones también se observan a nivel regional: menores niveles de vulnerabilidad en hogares unipersonales, nucleares sin hijos y los hogares sin núcleo, y mayores niveles en familias extensas y compuestas, así como aquellas nucleares, tanto biparentales como monoparentales. Lo anterior corrobora la idea de que a mayor número potencial de aportantes de ingresos en el hogar y menor número de dependientes en edades tempranas, también son esperables menores niveles de vulnerabilidad.

GRÁFICO IV.1

ESTADO PLURINACIONAL DE BOLIVIA, MÉXICO, URUGUAY Y AMÉRICA LATINA (PROMEDIO PONDERADO): HOGARES VULNERABLES SEGÚN ESTRUCTURA FAMILIAR, ALREDEDOR DE 2010

(En porcentajes)

Fuente: Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), sobre la base de tabulaciones de las encuestas de hogares de la región.

5 Los hogares extremadamente/muy vulnerables son aquellos con ingresos per cápita iguales o inferiores a 1,2 veces el valor per cápita

de la línea de pobreza, mientras que los hogares vulnerables son aquellos con ingresos per cápita entre 1,21 y 1,8 veces el valor per cápita de la línea de pobreza. Los no vulnerables son hogares con ingresos superiores a 1,8 veces la línea de pobreza.

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Bolivia (Est. Plur de) México Uruguay América Latina

Muy vulnerable Vulnerable No vulnerable

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En cuanto al ciclo de vida (gráfico IV.2), los hogares uruguayos en etapa de consolidación experimentan los mayores niveles de vulnerabilidad, mientras que tanto en México como en el Estado Plurinacional de Bolivia son los hogares en la etapa de expansión donde se halla la mayor vulnerabilidad. En cambio, son las parejas jóvenes sin hijos donde se registran los menores niveles de vulnerabilidad en los tres países. En las etapas inicial, de expansión y consolidación los niveles de vulnerabilidad extrema y elevada son crecientes para los tres países, y descienden durante la etapa de salida. Las mismas tendencias se observan a nivel regional. Todo esto sugiere que son las familias con niños y adolescentes las que experimentan mayor grado de vulnerabilidad, aún cuando esta es elevada en todos los países y constituye un rasgo distintivo de las familias de la región.

GRÁFICO IV.2

ESTADO PLURINACIONAL DE BOLIVIA, MÉXICO, URUGUAY Y AMÉRICA LATINA (PROMEDIO PONDERADO): HOGARES VULNERABLES POR CICLO DE VIDA, ALREDEDOR DE 2010

(En porcentajes)

Fuente: Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), sobre la base de tabulaciones de las encuestas de hogares de la región.

El gráfico IV.3 muestra la vulnerabilidad según tipología generacional, e indica que, tanto en Uruguay como en el Estado Plurinacional de Bolivia, son los hogares sin generación intermedia donde se observa la mayor vulnerabilidad, mientras que en México esto se puede decir de los hogares multigeneracionales. En ambos casos se trata de hogares en principio con presencia de menores de 15 y de personas de 65 y más años. En contraste, la mayor proporción de hogares no vulnerables se observa en los unigeneracionales (como se dijo conformados solamente por personas de un solo tramo, en su inmensa mayoría de 15 a 64 o de 65 y más años) y en hogares sin niños menores de 15 años.

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Bolivia (Est. Plur. de) México Uruguay América Latina

Muy vulnerables Vulnerable No vulnerable

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GRÁFICO IV.3 ESTADO PLURINACIONAL DE BOLIVIA, MÉXICO, URUGUAY Y AMÉRICA LATINA (PROMEDIO

PONDERADO): HOGARES VULNERABLES POR TIPOLOGÍA GENERACIONAL, ALREDEDOR DE 2010 (En porcentajes)

Fuente: Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), sobre la base de tabulaciones de las encuestas de hogares de la región.

Para profundizar el análisis, se tomó el conjunto de hogares vulnerables pertenecientes a aquellas etapas del ciclo de vida (etapa expansión, etapa consolidación y las parejas mayores sin hijos) en las que se observaron relativamente mayores niveles de pobreza y vulnerabilidad por ingresos, con el fin de mirar su conformación según la tipología de familia.

En los hogares situados en la etapa expansión, la vulnerabilidad tiende a concentrarse en las familias nucleares, particularmente las nucleares biparentales y, en menor medida, en las nucleares monoparentales con jefatura femenina (gráfico IV.4). Las familias en situación de vulnerabilidad también se encuentran entre los hogares extensos biparentales. Un patrón muy similar se ve en relación a los hogares en etapa consolidación, con los hogares vulnerables concentrados principalmente en las familias nucleares biparentales, seguido por las familias nucleares monoparentales de jefatura femenina y las extensas biparentales. En la categoría de pareja mayor sin hijos, las familias vulnerables tienden a ser nucleares sin hijos y extensas biparentales.

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Bolivia (Est. Plur. de) México Uruguay América Latina

Muy vulnerable Vulnerable No vulnerable

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GRÁFICO IV.4 ESTADO PLURINACIONAL DE BOLIVIA, MÉXICO, URUGUAY Y AMÉRICA LATINA (PROMEDIO PONDERADO): HOGARES VULNERABLES SEGÚN ESTRUCTURA FAMILIAR Y CICLO DE VIDA,

ALREDEDOR DE 2010 (En porcentajes)

Fuente: Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), sobre la base de tabulaciones de las encuestas de hogares de la región.

Como se señaló en la primera sección, los datos apuntan a una proporción decreciente de hogares con niños dependientes en edades tempranas. Sin embargo, estos hogares también son los más afectados por la pobreza y la vulnerabilidad. Para entender mejor las características y necesidades de estos hogares y ofrecer orientaciones útiles para las políticas, a continuación se realiza un análisis de las características y fuentes de vulnerabilidad de los hogares con niños.

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Bolivia (Est. Plur. de) México Uruguay América Latina

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V. Las familias con niños y el desafío de que los niños no sean un factor de vulnerabilidad

Para analizar las características y vulnerabilidades de las familias con niños y niñas, un primer paso es describir cuántos hogares incluyen población infantil (gráfico V.1). Para fines de la década pasada, se observa que, de los hogares uruguayos, más de la mitad (58,1 por ciento) no tiene niños.

GRÁFICO V.1

ESTADO PLURINACIONAL DE BOLIVIA, MÉXICO, URUGUAY Y AMÉRICA LATINA (PROMEDIO PONDERADO): HOGARES CON Y SIN NIÑOS (<18 AÑOS)a, ALREDEDOR DE 2010

(En porcentajes)

Fuente: Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), sobre la base de tabulaciones de las encuestas de hogares de la región. a En concordancia con la definición de la Convención de los Derechos de Niños de las Naciones Unidas (Naciones Unidas 1989), se considera como niño a aquellos menores de 18 años (0-17 años).

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Bolivia (Est. Plur.de) México Uruguay América Latina

Con niños Sin niños

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Esto refleja la avanzada etapa de la transición demográfica en la cual se encuentra ese país, con muy bajas tasas de fecundidad y un envejecimiento poblacional ya extensamente generalizado. En contraste, en México y el Estado Plurinacional de Bolivia la mayoría de los hogares sí tienen niños, 63,4 y 68,2 por ciento respectivamente. A nivel regional, si bien es cierto que la mayoría de los hogares tiene niños menores de 18, un importante porcentaje no los tiene, nuevamente reflejando los cambios demográficos, en particular los descensos en la fecundidad que van avanzando en la región.

¿Y en qué tipo de hogares viven los niños latinoamericanos? Esta pregunta se aborda en el gráfico V.2. En su conjunto los niños latinoamericanos tienden a vivir en familias nucleares biparentales o extensas, y más de 1 de cada 10 en familias nucleares monoparentales. Aunque un menor porcentaje de los niños en Uruguay vive en familias extensas comparado con los niños en los otros dos países, un mayor porcentaje vive en hogares nucleares monoparentales.

GRÁFICO V.2

ESTADO PLURINACIONAL DE BOLIVIA, MÉXICO, URUGUAY Y AMÉRICA LATINA (PROMEDIO PONDERADO): NIÑOS <18 AÑOS SEGÚN TIPOLOGÍA DE HOGAR, ALREDEDOR DE 2010

(En porcentajes)

Fuente: Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), sobre la base de tabulaciones de las encuestas de hogares de la región.

Los datos presentados en el gráfico V.3 conllevan un importante llamado de atención: independientemente del tipo de hogar donde residan, los hogares con niños están sobre representados en los quintiles más bajos de ingresos.

En los tres países examinados y a nivel regional, la mayoría de los hogares en los quintiles menos favorecidos económicamente son hogares con niños y niñas, mientras que en el quintil más rico, esta tendencia se revierte y la mayoría son hogares sin población infantil.

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Bolivia (Est. Plur.de) México Uruguay América Latina

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GRÁFICO V.3 ESTADO PLURINACIONAL DE BOLIVIA, MÉXICO, URUGUAY Y AMÉRICA LATINA (PROMEDIO

PONDERADO): HOGARES CON Y SIN NIÑOS (<18 AÑOS) POR QUINTÍL DE INGRESO, ALREDEDOR DE 2010

(En porcentajes)

Fuente: Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), sobre la base de tabulaciones de las encuestas de hogares de la región.

Dado que los hogares con niños tienden a concentrarse en los extremos más bajos de la distribución del ingresos no es sorprendente que los hogares indigentes y pobres no indigentes también sean principalmente hogares con niños (gráficoV. 4).

GRÁFICO V.4

ESTADO PLURINACIONAL DE BOLIVIA, MÉXICO, URUGUAY Y AMÉRICA LATINA (PROMEDIO PONDERADO): HOGARES CON Y SIN NIÑOS (<18 AÑOS) POR SITUACIÓN DE POBREZA,

ALREDEDOR DE 2010 (En porcentaje)

Fuente: Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), sobre la base de tabulaciones de las encuestas de hogares de la región.

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Bolivia (Est. Plur. de) México Uruguay América Latina

Sin niños Con niños

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Este vínculo entre pobreza y hogares con niños se mantiene aun cuando se haya reducido la proporción de hogares con niños, o sea en contextos con baja fecundidad, como en el caso de Uruguay. Por ejemplo, pese a que la mayoría de los hogares uruguayos no tiene niños, como se vio en el Gráfico V.1, 90,7 por ciento de los hogares indigentes y 88,9 por ciento de los hogares pobres no indigentes en dicho país si los tiene.

Al tratar de explicar la asociación entre la pobreza y hogares con niños se entiende que los niños per se no hacen que el hogar sea pobre, sino que más niños nacen de padres con bajos niveles educativos y una inserción laboral precaria. Ello, aunado a la inexistencia o insuficiencia de las políticas y programas sociales, y en particular de los mecanismos de protección social, se traduce en una mayor vulnerabilidad en el caso de los hogares con niños.

Un tipo de hogar que puede ser especialmente vulnerable a la pobreza son aquellos hogares encabezados por mujeres, y en particular las familias monoparentales de jefatura femenina. Como indica el gráfico V.5, en la región más de la mitad de los hogares con jefatura femenina tienen niños, aunque en los tres países examinados esta cifra oscila entre 35,6 por ciento en Uruguay y 63,8 por ciento en el Estado Plurinacional de Bolivia.

GRÁFICO V.5

ESTADO PLURINACIONAL DE BOLIVIA, MÉXICO, URUGUAY Y AMÉRICA LATINA (PROMEDIO PONDERADO): HOGARES CON Y SIN NIÑOS (<18 AÑOS) CON JEFATURA FEMENINA,

ALREDEDOR DE 2010 (En porcentajes)

Fuente: Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), sobre la base de tabulaciones de las encuestas de hogares de la región.

Las mujeres jefas de hogar, particularmente aquellas sin cónyuge, enfrentan importantes presiones y restricciones para conciliar las demandas de tiempo asociadas al trabajo remunerado y al cuidado de niños y dependientes, poseen menores acervos de capital social, y en general encuentran mayores obstáculos para generar ingresos de forma estable y suficiente, por lo cual presentan casi universalmente un mucho mayor riesgo de vivir en situación de pobreza o de caer en esa situación ante choques de ingreso, laborales o de salud (Domínguez y Watkins 2003; Gornick y Jäntti 2010). Los problemas que enfrentan las madres jefas de hogar siempre han tenido graves consecuencias para el desarrollo en la región, y se considera que la alta incidencia de la monoparentalidad femenina es uno de los factores asociados a las grandes y persistentes desigualdades de ingreso en América Latina (Gindling y Oviedo 2008).

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Bolivia (Est. Plur. de) México Uruguay América Latina

Con niños Sin niños

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Lo anterior es consistente con la tendencia ya señalada en todos los países en el sentido de un aumento mayor del porcentaje de hogares monoparentales con jefatura femenina entre los hogares pobres e indigentes en comparación al conjunto de hogares.

Existen diversas razones por las cuales los hogares en los extremos más bajos de la vulnerabilidad y la pobreza tienden a tener niños, que se relacionan por una parte con los comportamientos diferenciados de fecundidad de los adultos en diferentes estratos socioeconómicos, como será visto en la próxima sección. También es cierto que familias con niños enfrentan desafíos para compatibilizar el trabajo remunerado en el mercado con las responsabilidades domesticas y de cuidado, lo cual afecta de una manera negativa a los ingresos del hogar. Para las mujeres pobres particularmente, compatibilizar el trabajo remunerado con sus tareas domesticas y de cuidado es un desafío importante. Esto también puede ser un desafío para los hombres, especialmente porque las políticas y leyes frecuentemente no los consideran como cuidadores. Además, culturalmente no existe la misma exigencia o expectativa de que lo sean, por lo que la tensión creada de compatibilizar el trabajo remunerado con las responsabilidades domesticas y de cuidado no es equivalente a la experimentada por las mujeres. Finalmente, la asociación entre pobreza y los hogares con niños es un fenómeno compartido en los países de la región independientemente de la etapa de la transición demográfica, su nivel de desarrollo económico, o el éxito que han tenido en reducir los índices de pobreza en general. Esto sugiere que las políticas que han sido implementadas para reducir la pobreza no favorecen a todos los hogares, o grupos etarios por igual, lo cual es consistente con diversos estudios que han señalado un desbalance etario del bienestar que es adverso a la población infantil (Rossel 2013a).

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VI. Las familias latinoamericanas y las restricciones que enfrentan las mujeres para proveer simultáneamente ingresos y cuidados

A lo largo de las últimas décadas se han intensificado las presiones que enfrentan las familias, en particular las mujeres, para generar simultáneamente cuidados e ingresos. Los cambios demográficos, como los descensos en fecundidad y aumentos en la esperanza de vida, cambios en las pautas de convivencia, y nuevas tendencias socioculturales han reducido la disponibilidad de redes familiares para satisfacer las necesidades de cuidado infantil. A su vez, el aumento de la participación laboral femenina y la insuficiencia de un solo ingreso laboral en muchos hogares han generado mayores dificultades para proveer cuidados y satisfacer al mismo tiempo las necesidades materiales de sus miembros. Sin embargo, estos cambios no han sido experimentados de una manera uniforme en las familias latinoamericanas, lo cual significa que las necesidades de cuidados pueden ser muy diferentes para los distintos grupos sociales.

A. El contexto: la fecundidad y el empleo femenino en América Latina

Como punto de partida, se destaca que aunque en todos los países de la región la Tasa Global de la Fecundidad (TGF) se ha reducido en el transcurrir de las últimas décadas, el ritmo de estos descensos no ha sido homogéneo por lo que hoy en día existe gran diversidad a nivel regional (Cuadro VI.1).

La marcada y súbita reducción en fecundidad que ha ocurrido en América Latina distingue a esta región de otras regiones en vías de desarrollo. Mientras que en los países que se encuentran en las etapas más avanzadas de la transición demográfica, tales como Cuba y Uruguay, las tasas de fecundidad ya se encuentran por debajo del nivel de reemplazo (TGF < 2.1), los cambios más dramáticos han ocurrido en países como Honduras, que en el curso de tan solo dos décadas ha visto caer la fecundidad por más de cuarenta por ciento. Sin embargo, estos datos nacionales ocultan grandes diferencias sub-nacionales. Por ejemplo, las tasas de disminución son mucho menos pronunciadas en hogares pobres por ingresos. El gráfico VI.1 plenamente capta esta tendencia.

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CUADRO VI.1 AMÉRICA LATINA (20 PAÍSES): TASA GLOBAL DE FECUNDIDAD,

ALREDEDOR DE 1990, 2000 Y 2010 País 1990-1995 2000-2005 2010-2015

Guatemala 5,45 4,6 3,71 Haití 5,15 4 3,13 Bolivia (Est. Plur. de) 4,8 3,96 3,09 Honduras 4,92 3,72 2,94 Paraguay 4,31 3,48 2,74 Nicaragua 4,5 3 2,54 Rep. Dominicana 3,31 2,83 2,53 Panamá 2,92 2,74 2,47 Perú 3,57 2,8 2,43 Venezuela (Rep. Bol.de) 3,25 2,72 2,39 Ecuador 3,4 2,82 2,37 Colombia 3 2,55 2,36 Argentina 2,9 2,35 2,17 El Salvador 3,73 2,6 2,15 México 3,19 2,4 2,06 Uruguay 2,49 2,2 2,04 Chile 2,55 2 1,82 Cuba 1,65 1,63 1,5 Brasil 2,6 2,25 1,75 Costa Rica 2,95 2,25 1,73

Fuente: Elaboración propia en base a Centro Latinoamericano y Caribeño de Demografía (CELADE)-División de Población de la CEPAL (2011).

GRÁFICO VI.1 AMÉRICA LATINA (13 PAÍSES): DESMINUCIÓN PORCENTUAL EN EL NÚMERO

DE NIÑOS EN EL HOGAR, SEGÚN CONDICIÓN DE POBREZA POR INGRESOS, ENTRE 1990 Y 2010 (En porcentajes)

Fuente: Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), sobre la base de tabulaciones de las encuestas de hogares de la región.

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Entre la década de los 1990 y el 2010 en prácticamente todos los países de la región, la disminución en el número de niños por hogar ha sido superior, y en algunos casos muy superior, entre los hogares no pobres por ingresos. En el caso del Estado Plurinacional de Bolivia, mientras que el número de niños en hogares no pobres por ingresos se redujo por más de un 30 por ciento, solo alcanzo bajar un poco mas de 11 por ciento en los hogares pobres por ingresos.

Existe amplia evidencia sobre la disminución estratificada de la fecundidad en la región. En todos los países examinados, la TGF es mayor, en algunos casos significativamente mayor, entre mujeres sin educación, comparado con mujeres con secundaria y más. Aunque la fecundidad ha disminuido a lo largo del tiempo en todos los estratos educativos y en todos los países, las brechas entre las mujeres con alto nivel de educación y las mujeres sin educación permanecen relativamente estables y en algunos casos parecen haber aumentado (cuadro VI.2). Si las mujeres en los dos niveles educativos tuvieran TGF semejantes, los valores en el cuadro VI.2 estarían ubicados cerca de la línea de equivalencia, pero esto no se observa en ningún país, en ninguno de los dos períodos examinados. En todos los casos la TGF entre las mujeres sin educación excede la TGF entre las mujeres más educadas por márgenes grandes. Lo que es más, entre el 1998 y el 2008, las brechas se han ensanchado en países como Honduras y Paraguay. Esto sugiere que los grupos socioeconómicos más favorecidos son los que han reducido con mayor fuerza la fecundidad, ampliando las brechas socioeconómicas de la reproducción. En resumen, si bien es cierto que la fecundidad ha caído notoriamente en la región, mujeres de bajos estratos socioeconómicos tienen un mayor número de hijos en promedio y por consiguiente los hogares pobres tienen un mayor número de niños.

CUADRO VI.2 AMÉRICA LATINA (11 PAÍSES): RELACIÓN ENTRE TASA GLOBAL

DE FECUNDIDAD Y NIVEL DE EDUCACIÓN DE LA MADRES, ALREDEDOR DE 1998 Y 2008

(En número de hijos por mujer)

País 2008

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Sin educación

Secundaria y más Brecha Sin

educación Secundaria

y más Brecha

Bolivia (Estado Plurinacional de) 6,1 2,6 2,3

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Brasil 4,2 1,7 2,5 4,9 2,1 2,3 Colombia 4,3 2 2,2 4 2,2 1,8 Ecuador 5,9 2,6 2,3 6,2 2,7 2,3 El Salvador 3,7 2 1,9 4,8 3 1,6 Guatemala 5,2 2,3 2,3 6,8 2,9 2,3 Honduras 4,9 2,2 2,2 7,1 4,3 1,7 Nicaragua 4,4 2 2,2 5,7 2,5 2,3 Paraguay 3,9 2,1 1,9 6,2 4,5 1,4 Perú 4,4 2,3 1,9 5,1 2,2 2,3 República Dominicana 3,9 2,2 1,8 5 2,5 2

Fuente: Elaboración propia en base a Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) (2011).

Desde una racionalidad económica centrada en los incentivos individuales de las personas dentro

de sus hogares, diversos estudios acerca de las dinámicas de las familias postulan una relación inversa entre fecundidad y participación femenina en el mercado laboral: con el aumento en el poder adquisitivo de las mujeres aumentaría el costo de oportunidad de la maternidad, que a su vez induciría a las mujeres a optar por participar en el mercado laboral y tener un número reducido de hijos (Becker 1965). Sin embargo, lo que se observa a nivel agregado, es decir en la sociedad en su conjunto, particularmente en algunos países desarrollados, es una relación distinta: a medida que aumenta la tasa de participación laboral femenina en el país, los niveles de fecundidad también tienden a ser más altos (Ahn y Mira 2002; de Laat y Sevilla-Sanz 2011). El Gráfico VI.2 muestra la relación entre la TGF y la tasa de participación femenina en América Latina y el Caribe donde se percibe también una leve relación positiva.

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GRÁFICO VI.2 AMÉRICA LATINA (19 PAÍSES): RELACIÓN ENTRE TASA GLOBAL DE FECUNDIDAD Y TASA DE

PARTICIPACIÓN FEMENINA EN LA ACTIVIDAD ECONÓMICA, ALREDEDOR DEL 2010

Fuente: Elaboración propia en base a Centro Latinoamericano y Caribeño de Demografía (CELADE)-División de Población de la CEPAL(2011) para la Tasa Global de la Fecundidad y Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) (2011) para la Tasa de participación femenina en la actividad económica.

Surge entonces una discrepancia: ¿por qué en el agregado, a nivel de sociedad, se observa una

relación positiva entre fecundidad y participación femenina, cuando a nivel del hogar se esperaría lo opuesto? Una explicación exhaustiva de esta observación es compleja y, sin duda, supera el objetivo de este trabajo. Sin embargo, vale la pena señalar algunas posibilidades. Por ejemplo, Adsera señala que tasas elevadas persistentes de desempleo entre las mujeres no solo limitan su posibilidad de acumular capital humano y social (conocimiento, experiencia y redes laborales) por lo que posponen el tener hijos, sino que también reducen los ingresos del hogar, lo cual a su vez también deprime la fecundidad (Adsera 2005; Da Rocha y Fuster 2006). Por otra parte, niveles crecientes de participación en las actividades domésticas por parte de los hombres (de Laat y Sevilla-Sanz 2011) y políticas de protección a la maternidad y de provisión de servicios de cuidado infantil son otras dimensiones que han sido exploradas como mecanismos que explican la relación positiva entre fecundidad y participación laboral femenina. Con respecto a las políticas, la disponibilidad de cuidado infantil subsidiado y/o asequible está relacionada simultáneamente con la mayor participación económica femenina y un nivel elevado de fecundidad (Del Boca et al. 2009). Esta asociación puede relacionarse con un mayor poder adquisitivo, incluyendo una capacidad más elevada de compra de servicios de cuidado, como a la mayor disponibilidad de servicios sociales y de cuidado en tales contextos.

En el caso de los países en vías de desarrollo Agüero y Marks (2009) concluyen que el número de hijos en el hogar influye en el tipo de empleo que busca la madre. También es cierto que la participación laboral femenina en la región está fuertemente asociada con pautas culturales que asignan actitudes, valores, calificaciones, responsabilidades y poderes distintos y jerarquizados a los individuos en función de su sexo (Rico 1996). Aunque los niveles de educación entre mujeres han ido aumentando a nivel de población en los países latinoamericanos, facilitando así su entrada al mercado de trabajo, puede que en conjunto hayan perdurado a nivel de sociedad nociones tradicionales que ligan la identidad de la mujer a la maternidad, lo que llevaría a una aumento en participación laboral sin necesariamente un decremento pronunciado en fecundidad.

En América Latina y el Caribe la tasa de participación económica femenina ha aumentado marcadamente en las dos últimas décadas, constituyendo así una de las transformaciones sociales y económicas más importantes de nuestro tiempo. Un análisis reciente estimó que más de 100 millones de mujeres en la región son parte de la fuerza de trabajo, y que más de un quinto de ellas se incorporó en los últimos diez años (Observatorio de Igualdad de Género/CEPAL 2013). No obstante, dicho estudio

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plantea que en la región solo cinco de cada diez mujeres en edad de trabajar participan en la fuerza de trabajo, en contraposición a ocho de cada diez hombres. Además, entre aquellas que participan, las tasas de desempleo y subempleo son mayores que en el caso de los hombres. Al mismo tiempo las mayores brechas y rezagos se observan en el caso de las mujeres con menores niveles educativos y en hogares con menores ingresos, dejando claro que las barreras para la incorporación de las mujeres al trabajo decente constituyen uno de los procesos que alimentan la elevada desigualdad que se observa a nivel regional. Por lo tanto, el proceso de incorporación de las mujeres al mercado laboral en América Latina es indispensable para la disminución de la pobreza y en particular de la pobreza entre niños y adolescentes, ya que representa un aporte importante al volumen total de los ingresos de sus hogares, aportes que en muchos casos evitan que el hogar caiga en la pobreza (CEPAL 2012a).

El incremento en la tasa de participación laboral femenina responde a un conjunto diverso de elementos. Entre ellos, la expansión de los logros educativos de las mujeres, mayor apertura del mercado laboral para la incorporación de las mujeres a nuevos sectores de actividad (aunque persistan la segmentación laboral y numerosas inequidades y discriminaciones), los procesos socioculturales y políticos de individuación y autonomía y, como se apuntó en la sección previa, el descenso y sobretodo la postergación de la fecundidad, en comparación con las décadas anteriores. Finalmente los cambios en los arreglos familiares y el aumento de los hogares monoparentales con jefatura femenina tienden también a aumentar la participación de la mujer en el mercado laboral tornándola en este último caso como la única persona generadora de ingresos (Espejo, Filgueira y Rico 2010). De tal modo que en muchos hogares, por derecho propio o por necesidad, la mujer es la principal proveedora de ingresos y/o genera ingresos equivalentes o superiores al hombre.

Analizando la tasa de participación femenina en América Latina y el Caribe, no es sorprendente que se observe gran heterogeneidad entre los países de la región (gráfico VI.3). Por ejemplo, la participación femenina en el mercado laboral registra altos niveles en países como el Estado Plurinacional de Bolivia y Perú, mientras que se registran comparativamente niveles más bajos en Chile, Costa Rica, y la República Dominicana.

GRÁFICO VI.3 AMÉRICA LATINA (19 PAÍSES): TASA DE PARTICIPACIÓN DE MUJERES EN LA ACTIVIDAD

ECONÓMICA, ALREDEDOR DE 2000 Y 2010 (En porcentajes)

Fuente: Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), sobre la base de tabulaciones especiales de encuestas de hogares de los respectivos países. a Total urbano. b Oficina Nacional de Estadística (ONE) de Cuba, sobre la base de tabulaciones de la Encuesta Nacional de Ocupación.

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También se observan notorias diferencias en la tasa de participación entre mujeres según el nivel socioeconómico de sus hogares (CEPAL 2012a). El gráfico VI.4 muestra claramente las brechas en participación entre mujeres en el quintil más alto y el más bajo de ingresos. Los hechos coinciden en que las mujeres de hogares más pobres (que por lo general cuentan con niveles más bajos de escolaridad), poseen niveles de inserción laboral más bajos que aquellas que en hogares de mayores ingresos (y con altos niveles de estudio). Las brechas son muy llamativas en algunos casos. Por ejemplo, en Honduras poco menos del 25 por ciento de las mujeres en el primer quintil trabaja comparado con un 70 por ciento entre mujeres en el quinto quintil. En otros países, como Perú, la brecha es mucho menos pronunciada.

GRÁFICO VI.4

AMÉRICA LATINA (18 PAÍSES): TASA DE PARTICIPACIÓN FEMENINA DE 15 A 54 AÑOS, EN LOS QUINTILES I Y V DE INGRESOS, ALREDEDOR DE 2007

(En porcentajes)

Fuente: Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), sobre la base de tabulaciones de las encuestas de hogares de la región.

Además, las trayectorias en el cambio de los niveles de participación entre mujeres de los diferentes estratos económicos también son diversas. Los aumentos que se registran en las tasas de actividad femenina en la región muestra matices importantes, y en efecto, desde 1990 la participación laboral de las mujeres de 25 a 54 años del quintil superior de ingresos muestra una pauta sistemática de crecimiento. En contraste, la participación laboral de las mujeres de esas mismas edades pero provenientes del quintil inferior de ingresos muestra un estancamiento desde 2005 en adelante. Como resultado, la brecha de participación entre mujeres según su nivel socioeconómico va aumentando.

Otro aspecto importante de la participación laboral femenina en la región se refiere a la estructura de la población ocupada (cuadro VI.3). Como se puede apreciar, el trabajo domestico representa un importante peso en el total del empleo femenino en la región y es todavía una de las ocupaciones que presenta los más bajos niveles de remuneración y protección social. A su vez, existe una fuerte asociación entre el empleo doméstico y los hogares monoparentales con jefatura femenina, lo que refleja

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una elevada vulnerabilidad social y económica, con graves desafíos para compatibilizar el trabajo remunerado con el no remunerado (CEPAL 2013b). También es un sector de actividad en donde el empleo sigue siendo informal o regulado desfavorablemente y generalmente carece de acceso a protección social. Por ejemplo, según estimaciones recientes, apenas 23,7 por ciento de los trabajadores en el servicio domestico en la región estaban afiliados a la seguridad social en el 2010 (CEPAL 2013b).

Otra observación que se desprende del cuadro VI.3 es que una proporción significativa de mujeres están ocupadas por cuenta propia. Si bien es cierto que esta categoría está conformada por un grupo muy diverso de mujeres, con distintos niveles de calificación y con empleos muy variados, una parte importante de este colectivo participa en la economía informal y por lo tanto tienen menores niveles de protección social. La falta de cobertura entre las empleadas independientes se puede explicar de diversas maneras. Por ejemplo, algunas actividades realizadas por trabajadoras independientes son cíclicas, resultando en ingresos que fluctúan y son inestables, por lo que el pago consistente de cotizaciones al sistema de seguridad social se complica. Por otra parte, estudios también han documentado problemas en la administración de los esquemas de seguridad social, que pueden reducir la confianza y desincentivar la participación de los independientes en estos sistemas (Bertranou 2007). Relacionado a esto último, el hecho de que en muchos países de la región la cotización al sistema no es obligatoria para los trabajadores independientes, muchos pueden decidir no cotizar al estimar como baja su necesidad o riesgo de necesitar las prestaciones. No obstante, Apella y Casanova (2008) muestran que los hombres que trabajan por cuenta propia tienen, en promedio, mayor cobertura que las mujeres en la misma condición laboral.

CUADRO VI.3

AMÉRICA LATINA (18 PAÍSES): ESTRUCTURA DE LA POBLACIÓN OCUPADA URBANA FEMENINA, ALREDADOR DE 2010

(En porcentajes)

Empleadoras Asalariadas Cuenta propia Servicio doméstico Familiares y/o no remuneradas

Argentina 2,9 64,7 15,3 15,9 1,2

Bolivia (Estado Plurinacional de) 4,8 36,3 39,1 11,8 8

Brasil 3 57,6 18,4 18,1 2,9

Chile 2,3 66,3 18,9 12 0,5

Colombia 3 42,5 40,5 8,8 5,2

Costa Rica 1,8 65,3 16 16 0,9

Ecuador 2,4 49,3 31,6 8,1 8,7

El Salvador 3,2 46 36 7,6 7,2

Guatemala 3,2 44,1 30,3 8,9 13,5

Honduras 2,5 45,3 35,2 8,2 8,7

México 5,9 67,9 13,2 8,8 4,3

Nicaragua 3,7 42,7 36 8,9 8,7

Panamá 2 68,5 18,3 11,3 0

Paraguay 3,7 42,5 28,7 21,1 3,7

Perú 3,8 40,4 38,8 8,5 8,5

República Dominicana 3,6 54,7 26 12,5 3,3

Uruguay 2,9 59,6 20,5 15,4 1,6

Venezuela (República Bolivariana de) 1,6 56,9 37,2 3,4 0,9

Fuente: Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), División de Estadísticas. Unidad de Estadísticas Sociales, sobre la base de tabulaciones especiales de las encuestas de hogares de los respectivos países.

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La incorporación de mujeres al mercado laboral, y en particular al trabajo decente, es esencial para una mayor autonomía económica, entendida como la capacidad de las mujeres de generar ingresos y recursos propios a partir del acceso al trabajo remunerado, en igualdad de condiciones que los hombres (Observatorio de Igualdad de Género/CEPAL 2013). En un contexto como el que se ha descrito, en donde los arreglos familiares son cada vez más diversos, y crece la frecuencia de hogares monoparentales encabezados por mujeres, así como el porcentaje de hogares donde las mujeres son la única o principal fuente de ingresos, autonomía económica de las mujeres y mayor bienestar de las familias se potencian mutuamente.

Vemos entonces que, si bien las tasas de fecundidad se han reducido en las últimas décadas, este descenso no ha sido uniforme entre los distintos estratos socioeconómicos, ya que las mujeres en los grupos económicamente desfavorecidos han experimentado un descenso más tímido.

Por otra parte el aumento en la tasa de participación femenina tampoco ha sido homogéneo, con menores niveles y aumentos más paulatinos de participación entre mujeres en el quintil de ingreso más bajo. Por consiguiente, las mujeres de bajos recursos tienden a tener más hijos y menor participación laboral, y cuando lo hacen, frecuentemente es en el mercado informal, sin acceso a protección social u otros beneficios. En conjunto este panorama dificulta la salida de estas familias de la pobreza y habla de una serie de rigideces y barreras para la participación económica de las mujeres, entre las que se cuenta la carga de trabajo de cuidado que estas deben asumir exclusivamente dentro de sus hogares.

B. Necesidades de cuidado y repartición de tareas dentro de las familias

No obstante los cambios bosquejados anteriormente tanto en las tasas de fecundidad, como en los patrones de participación laboral femenina, existe una fuerte rigidez en la división sexual del trabajo dentro del hogar y las mujeres siguen siendo las principales proveedoras de cuidado infantil y en general de los miembros dependientes.

En otras palabras, los cambios relacionados con la fecundidad, los cambios en los patrones de participación laboral femenina y los cambios más generales en las estructuras de las familias latinoamericanas no han sido acompañados por cambios paralelos en la manera como se organizan y reparten las responsabilidades domésticas y de cuidado dentro del hogar. Las encuestas sobre uso del tiempo permiten comparar la distribución de las labores domesticas no remuneradas entre hombres y mujeres. A continuación se expone información para México y Uruguay, dos países seleccionados en las secciones anteriores como representativos de dos fases de la transición demográfica observadas en la región (gráfico VI.6) 6.

En México y Uruguay, dos países para los cuales contamos con datos de uso del tiempo recientes, se hallan patrones similares. Independientemente del quintil de ingresos, los hombres dedican considerablemente menos tiempo al trabajo no remunerado, y este indicador varía muy poco entre los quintiles de ingreso en el caso de los hombres.

6 Debe tomarse en cuenta que las encuestas sobre uso del tiempo muestran gran diversidad en la región, en términos metodológicos,

por lo que no son comparables entre sí. Entre otras divergencias, varían en cuanto al diseño de los cuestionarios, el periodo de referencia y el desglose de actividades. No obstante, son sumamente útiles para ilustrar en cada país la división de tareas y de roles dentro de las familias, en especial, entre hombre y mujeres.

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GRÁFICO VI.5 MÉXICO (2010) Y URUGUAY (2007): TIEMPO DEDICADO A LABORES REMUNERADAS Y A LABORES

DOMÉSTICAS NO REMUNERADAS SEGÚN SEXO Y QUINTIL DE INGRESO (En horas semanales)

Fuente: Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), sobre la base de tabulaciones especiales de encuestas de uso del tiempo en los respectivos países.

En contraste, las mujeres en los quintiles más bajos pasan más tiempo en labores no remuneradas en comparación con sus contrapartes de mayores ingresos, quienes a su vez, dedican más tiempo al trabajo remunerado. Específicamente respecto a la provisión de cuidados (gráfico VI.7), tanto los hombres como las mujeres de los quintiles más pobres dedican más tiempo a esta labor, aunque las mujeres lo hacen en niveles muy superiores a los hombres.

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GRÁFICO VI.6 MÉXICO (2010) Y URUGUAY (2007): TIEMPO DEDICADO AL CUIDADO DE OTROS,

SEGÚN SEXO Y QUINTIL DE INGRESO DEL HOGAR (En horas semanales)

México

Uruguay

Fuente: Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), sobre la base de tabulaciones especiales de encuestas de uso del tiempo de los respectivos países.

A pesar de que la participación laboral femenina ha aumentado notablemente en los últimos años (Observatorio de Igualdad de Género/CEPAL 2013), estas siguen siendo casi exclusivamente responsables por las tareas domésticas, incluyendo el cuidado infantil y de otros dependientes. Esta sobrecarga crea una serie de tensiones que recae con particular fuerza sobre las mujeres de bajos recursos socioeconómicos. En el tema de políticas de cuidados para la primera infancia convergen entonces dos niveles de inequidades que se potencian: de género y de tipo socioeconómico.

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En muchos países latinoamericanos existen reglamentos para la provisión de cuidados infantiles, que son aplicables a las mujeres empleadas en el sector formal, frecuentemente basándose en el número de empleado/as que trabajan en cada empresa. Además de que tales regulaciones suelen excluir a las mujeres que trabajan en pequeñas y medianas empresas, por definición excluyen a las mujeres que trabajan en el sector informal, ya sea por cuenta propia o en otras empresas informales.

Aunque, como se señaló previamente, existe cierta heterogeneidad en el grupo de mujeres que trabajan por cuenta propia, por lo general se trata de mujeres de bajos recursos económicos con pocas opciones para acceder a servicios de cuidados afuera de su red familiar. Para aquellas que no cuentan con ayuda familiar (por lo general de otras mujeres) para este propósito, el costo de oportunidad de seguir trabajando puede ser lo suficientemente alto como para inducirlas a dejar de trabajar de forma remunerada, lo cual afecta negativamente los ingresos del hogar. Por lo tanto, al crear oportunidades diferenciadas para que las mujeres se integren al mercado laboral, la provisión y/o acceso desigual de las familias a opciones de cuidado infantil refuerzan las desigualdades sociales y económicas.

Lo que es más, el acceso desigual a guarderías y centros de educación temprana puede también potenciar la desigualdad socioeconómica en futuras generaciones. Desde esta perspectiva, el cuidado infantil no solo facilita la inserción en el mercado laboral o la conciliación entre familia y trabajo para mujeres de bajos ingresos, sino que también incide sobre los rendimientos futuros de sus hijos (Sojo 2011). Existe amplia evidencia que la estimulación y educación temprana tienen impactos sociales y económicos positivos y duraderos (Martínez y Soto de la Rosa 2013) y están asociadas con mejores logros educativos, niveles más bajos de maternidad adolescente y menor involucramiento en actividades de riesgo como el uso de drogas ilícitas (Grantham-McGregor et al. 2007; UNESCO 2007; WHO 2003; World Bank 2006). Y son justamente los niños que más necesitan estos servicios los que carecen de acceso.

Afuera de la familia, la oferta de servicios de cuidado infantil en la región proviene de una combinación poco articulada de iniciativas públicas, privadas, y comunitarias. Por lo general las iniciativas públicas son gestionadas desde Ministerios o Institutos relacionados con la familia y el desarrollo social, o en algunos casos los Ministerios de Educación. En vez de proveer los servicios directamente, el Estado también fomenta el desarrollo de servicios de cuidado infantil mediante subsidios a instituciones no estatales, incluidas las privadas con fines de lucro, los proveedores sin fines de lucro y religiosas, y organizaciones comunitarias.

Ciertamente es algo alentador que las políticas de cuidados infantiles parecen estar entrando en la agenda pública y que cada vez más se reconozca y exija la participación activa del Estado en la provisión de cuidados infantiles (CEPAL 2012b). Sin embargo, falta mucho para alcanzar el objetivo de implementar políticas públicas que logren una mayor conciliación entre la vida familiar y laboral, que provean alternativas asequibles y de calidad, que atiendan en esos términos y prioritariamente las necesidades especificas de las familias más vulnerables, y fomenten cambios culturales con respecto a la repartición de tareas domésticas y de cuidado entre hombres y mujeres al interior de los hogares. Según estudios recientes (Rossel 2013b; Staab 2013), entre los desafíos que quedan pendientes están:

1) Calidad: en vista de que los programas de cuidado infantil pueden replicar la segmentación socioeconómica presente a nivel nacional, es importante asegurar que los niños y las niñas de todos los grupos sociales tengan acceso a servicios de cuidado de alta calidad;

2) Cobertura: se trata de no sólo aumentar la cobertura de los sectores económicamente más vulnerables, sino de lograr el acceso universal a los servicios para abordar el problema de segmentación y para asegurar que las familias necesitadas no queden excluidas por no cumplir con requisitos o costos asociados. Los avances en cobertura abarcan además servicios de cuidado infantil que sean compatibles con los horarios laborales de los padres y que se estén disponibles de forma continua desde que el niño nazca hasta que se incorpore a la educación formal. Si se comparan sistemas de cuidado enfocados en asegurar el bienestar, desarrollo e inclusión de todos niños versus aquellos que enfatizan como objetivo facilitar la participación laboral de la madre (en general asociados al empleo de ésta y/o provistos por el empleador), los primeros tienen un mayor alcance, ya que son más accesibles para las madres, estén o no

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participando en el mercado laboral (formal), incluyendo segmentos más desprotegidos, como por ejemplo las madres adolescentes que estudian;

3) Sostenibilidad: sin recursos fiscales y apoyo político sostenido, los programas pueden generar o perpetuar discontinuidades y vacíos de cobertura que dificultan el acceso de los niños a los servicios, así como la participación laboral de las mujeres de de los segmentos excluidos;

4) Integración: idealmente, los centros de cuidado infantil deberían concentrar esfuerzos para impartir contenidos de calidad y en general proveer (o ayudar a coordinar) servicios educativos, de salud, nutrición, y desarrollo de manera integrada.

Por encima de todos estos desafíos, aunque la expansión de servicios de cuidado infantil contribuye a reducir la carga de cuidado no remunerado de las mujeres, en gran medida estas políticas refuerzan y endurecen las normas y nociones tradicionales con respecto a la organización del trabajo de cuidado dentro del hogar, al ubicar la responsabilidad de proveer o de encontrar a alguien para proporcionar el cuidado exclusivamente sobre la mujer, y en especial, la mujer pobre. Las políticas y programas todavía se basan fuertemente en un modelo desactualizado y tradicional de familia, con una mujer cuidadora y hombre proveedor, lo cual no es coherente con la realidad actual.

Este análisis ha documentado que no sólo han cambiado dramáticamente los patrones de participación laboral femenina, sino que paralelamente ha cambiado la configuración de las familias latinoamericanas. Teniendo esto en cuenta, así como las pautas patriarcales que persisten en el ámbito familiar en nuestras sociedades, es absolutamente necesario desarrollar políticas dirigidas tanto a hombres como a mujeres, con el fin de promover la corresponsabilidad y la redistribución de la carga de trabajo no remunerado y de cuidado entre hombres y mujeres. Sin este énfasis e incentivos las políticas no lograrán una mayor conciliación entre la vida familiar y laboral, ya que las responsabilidades familiares continuarán recayendo desproporcionalmente sobre las mujeres. Como se ha planteado a lo largo de este documento, lo anterior tiene implicancias de primer orden para enfrentar la elevada desigualdad y vulnerabilidad social y abatir los todavía considerables niveles de pobreza e indigencia, en especial para la población infantil.

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VII. Algunas conclusiones y recomendaciones generales para las políticas públicas dirigidas a las familias

La diversificación de las estructuras familiares en América Latina es una tendencia compartida y que se mantiene en marcha. En todos los países (independientemente de su nivel de desarrollo económico y la fase de la transición demográfica) y, dentro de cada uno de estos, en la mayoría de los estratos, ha aumentado la frecuencia de los hogares unipersonales, caído el porcentaje de hogares nucleares biparentales y crecido el de hogares monoparentales con jefatura femenina (tanto extensos como nucleares).

No obstante, la intensidad y los patrones específicos de tales cambios presentan una gran heterogeneidad. Como se mostró, los cambios observados en los extremos de la distribución del ingreso son muy diferentes. El aumento de hogares no familiares (unipersonales y sin núcleo) y la caída acelerada de los hogares nucleares biparentales es un fenómeno característico de los hogares situados en los estratos más altos. En cambio, la caída menos pronunciada de los hogares nucleares biparentales y el aumento acelerado del porcentaje de hogares monoparentales con jefatura femenina (extensos y nucleares) son tendencias más características de los estratos bajos. Esta última tendencia también parece más característica de los países más avanzados en la transisión demográfica. Por lo tanto, al interior de los países, los estratos bajos (hogares en pobreza, del primer quintil y/o vulnerables a la pobreza) presentan mayores niveles de dependencia, mayor presencia de monoparentalidad con jefatura femenina y mayor número de personas en promedio. Las familias con niños y la población infantil también están sobrerrepresentados, y cada vez más, en los etratos bajos y más vulnerables.

Un hallazgo importante es que, mirando el tipo de familia a lo largo del ciclo de vida, la estructura familiar es muy distinta según la fase del ciclo. En las etapas tempranas, la frecuencia de los hogares nucleares biparentales es mayor y tiende a decrecer escalonadamente en las fases siguientes del ciclo de vida familiar. En especial, los hogares pertenecientes a la etapa de salida presentan la mayor diversidad en cuanto a los tipos de estructura familiar. Presentan, en especial, la mayor frecuencia de hogares extensos y de hogares monoparentales con jefatura femenina. A su vez, estas tendencias son más pronunciadas en los estratos bajos, a nivel de la región y de los países seleccionados. En especial, los hogares más vulnerables a la pobreza se concentran en hogares con estructura de tipo nuclear biparental

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y monoparental, así como extensa. En contraste los hogares no vulnerables corresponden con mayor frecuencia a hogares unipersonales.

La intensidad de los cambios observados tampoco es la misma en los países menos desarrollados económicamente o en aquellos que pasan por etapas distintas de la primera y segunda transición demográficas. Esto último se esperaría ya que los países en las etapas más avanzadas de la primera transición demográfica, al llevar varias décadas inmersos en el proceso de transición, ya han estabilizado sus niveles de fecundidad y alcanzado niveles bajos (frecuentemente inferiores al nivel de reemplazo), mientras que estos descensos todavía están ocurriendo en los países situados en las etapas plena y moderada y, por consiguiente, los cambios en las tipologías de familias seguirán avanzando.

Por otra parte, el análisis de la vulernabilidad por ingresos revela que las familias vulnerables por ingresos son las extenses, nucleares monoparentales y nucleares biparentales. En cuanto al ciclo de vida, aquellos hogares en la etapa inicial y de expansión pueden ser más propensos a experimentar vulnerabilidad porque no han tenido tiempo para acumular activos y además cuentan con un mayor número de dependientes jóvenes. También se evidencia mayor vulnerabilidad en hogares que se encuentran en la etapa de consolidación lo cual requiere de instrumentos de política específicos, en especial para atender las necesidades de los grupos de 12 a 18 años. Esto significa, entre otras cosas, la necesidad de ampliar la cobertura y mejoramiento de la calidad de los programas de educación técnica media y de educación secundaria más diversificados, de programas de información y servicios de salud sexual y reproductiva, y programas deportivos y de recreación para los jóvenes.

Los hogares sin generación intermedia y los multigeneracionales, aunque menos numerosos, son aquellos donde se halla la mayor vulnerabilidad por ingresos. Son justamente estos tipos de hogar los que dependen fuertemente de los mecanismos de protección social no contributiva o de pensiones exclusivamente, pues cuentan en promedio con menos miembros susceptibles de participar en la actividad económica y generar ingresos.

Las familias latinoamericanas han cambiado significativamente en las últimas dos décadas y seguirán haciéndolo debido a procesos demográficos, cambios en la participación laboral femenina, una mayor tolerancia hacia la convivencia informal o discontinua y, el aumento de la maternidad sola como manifestación a la vez de una mayor autonomía por parte de las mujeres, pero también de patrones tradicionales en los que la monoparentalidad sigue siendo masivamente femenina. También se observa una tendencia particular de América Latina que es la continua importancia de la familia extendida, que en promedio sigue representando alrededor del veinte por ciento (Esteve, García Román y Lesthaeghe 2012).

Estas nuevas configuraciones requieren respuestas de políticas que reconozcan esta creciente diversidad y no se basen exclusivamente en modelos tradicionales o preconcebidos de familia. Por ejemplo, en vista de la importancia de las familias extensas, y de la elevada vulnerabilidad de los hogares multigeneracionales y de los hogares sin generación intermedia, son fundamentales estrategias para facilitar la solidaridad y el cuidado intergeneracional en estos casos. Las familias ayudan a sus miembros a acceder a ingresos y a cuidados en general, particularmente en tiempos de crisis económica, ante choques asociados a la salud o cambios en la composición del hogar, por lo cual los vínculos intergeneracionales tienen una creciente importancia, ya que por esa vía pueden amortiguarse algunas consecuencias de la pérdida del empleo o de vivienda. No obstante, aún cuando estas relaciones de solidaridad deben ser mejor entendidas desde el diseño de las políticas, no resuelven o sustituyen a la acción pública.

En este estudio se ha documentado la especial vulnerabilidad de las familias con niños. Para atender a las necesidades de estas familias, y desvincular la vulnerabilidad de la presencia de niños en el hogar, las políticas dirigidas a las familias pueden enfocarse en la reducción de pobreza mediante programas de transferencias, y en políticas que busquen incidir en la conciliación trabajo‐familia y la redistribución de los costos del cuidado (Rossel 2013b). Como se insistió, los cambios observados en los arreglos familiares apuntan a que, conforme avancen los cambios demográficos, económicos y culturales que están en su origen, los hogares con niños seguirán tendiendo a ser más vulnerables a la pobreza y a estar sobrerrepresentados en los hogares de los quintiles más bajos.

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En este análisis se ha enfatizado la centralidad de la provisión de cuidados infantiles para estas familias. Efectivamente, la regulación y provisión del cuidado infantil en la región indica graves vacíos de cobertura y falencias en la calidad de los servicios, inclusive en los países de la región con políticas más avanzadas en esta materia. Esto dificulta, entre otras cosas, la incorporación de las mujeres al mercado laboral, en especial de hogares pobres, donde las mujeres cuentan con menores niveles de capital humano, una mayor demanda y urgencia de proveer cuidado por tener un mayor número de hijos, y opciones y recursos más limitados para externalizar parte de la carga de cuidado mediante opciones de mercado o servicios públicos. Para enfrentar este desafío se requiere de políticas que universalicen, más allá del empleo formal, el derecho de niños y niñas a recibir cuidados, además de un examen profundo de los modelos imperantes, con el fin de alcanzar la provisión continua de cuidado infantil desde el nacimiento hasta el inicio de la educación formal.

También se ha señalado que la provisión universal de cuidados infantiles crea una oportunidad de sinergia entre servicios de cuidados, salud, seguridad alimentaria y educación que puede servir como un primer paso para nivelar las oportunidades futuras de los niños pertenecientes a diferentes estratos socioeconómicos. El sector privado debe ser consciente de que la expansión y cumplimiento de estos derechos es beneficioso para el desarrollo económico y para la sociedad en su conjunto, y el Estado necesita ampliar su capacidad para salvaguardar estos derechos y garantizar la igualdad de acceso para todas las mujeres.

En efecto, se ha insistido en señalar que el acceso a servicios de cuidado amplía el rango de opciones de vida para las mujeres, incluyendo la búsqueda de mayor autonomía económica, tanto en el caso de aquellas pertenecientes a sectores que no están cubiertos, como en general de las mujeres que no trabajan de forma remunerada. Entre las que laboran de forma remunerada, aquellas en situación de mayor precariedad laboral, como por ejemplo las que no aportan al sistema de seguridad social, trabajadoras informales (como aquellas en el servicio doméstico), migrantes en condiciones irregulares y cuentapropistas también enfrentan mayores obstáculos para acceder a cuidados infantiles. En vista de esa precariedad, pueden de un momento a otro verse forzadas a abandonar el mercado laboral en detrimento de su ingreso y, por lo tanto, el de su familia. Asimismo para las mujeres en el ámbito rural la conciliación entre trabajo y familia puede ser especialmente dificultosa ya que en estos contextos se agudizan factores como la pobreza, la informalidad y precarización del empleo, el crecimiento del desempleo y la baja oferta y densidad de servicios (estatales o privados) para el cuidado infantil (Martínez y Soto de la Rosa 2013).

Aún para las mujeres empleadas en el sector formal, existen dificultades para lograr la conciliación entre la vida laboral y las responsabilidades domesticas. Para este grupo de mujeres, las políticas de arreglos laborales flexibles, como la flexibilización de los horarios de entrada y salida (adaptada a los horarios de los servicios de cuidado o escolares), el trabajo desde el hogar y el trabajo a media jornada, sin pérdida salarial, contribuyen a generar entornos laborales que facilitan el balance entre el trabajo y la vida familiar. Obviamente, tales políticas son deseables siempre y cuando no contribuyan a la precarización del empleo formal femenino, sino que estén orientadas a ampliar las opciones y arreglos posibles a favor de una mayor conciliación. Por ello, estas políticas también deberían aplicarse a los hombres, aun cuando los cambios en las expectativas y comportamientos relativos a la distribución de las responsabilidades domesticas dentro del hogar han tendido a ser muy paulatinos (Rossel 2013b).

Las necesidades de cuidados son muy diferentes para los distintos grupos sociales y el alto grado de heterogeneidad en la economía y la sociedad implica el diseño de políticas específicas que contemplen esta diversidad de necesidades y situaciones, a la vez que garanticen en lo general derechos y estándares mínimos y universales de bienestar. En ese sentido, una focalización deficiente y restringida a ciertos grupos marginados puede dejar excluidos a amplios sectores. Por esta razón la universalización de prestaciones debe conducir a esquemas de acceso más igualitarios.

Finalmente, las consideraciones previas llevan a la necesidad de orientar las políticas y programas destinados a las familias hacia un equilibrio que por lo demás parece delicado. Por un lado se encuentra el imperativo de satisfacer la demanda de mecanismos de protección social y de apoyo al cuidado de dependientes, una necesidad particularmente intensa en el caso de los hogares situados en los estratos

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más bajos, pero que requiere alternativas y coberturas cada vez más universales dado que los cambios en curso de las estructuras familiares muestran que los hogares lograrán con cada vez menor facilidad proveer simultánemante cuidados e ingresos. Por el otro, encontramos las necesidades muy diferenciadas de los hogares situados en los distintos estratos y a lo largo de las diferentes etapas del ciclo de vida familiar y generacional. Lo anterior conlleva la necesidad de diseñar programas y alternativas de política de manera coherente con el tipo de familias de los estratos y las localidades de intervención. Si lo primero llama a ampliar el acceso a y financiamiento de mecanismos más abarcadores de protección social y de cuidado a nivel agregado, lo segundo apela a su concreción de manera ajustada y pertinente para las especificidades y necesidades de las familias de países, grupos poblacionales y zonas geográficas específicas. Por tal razón, hablamos de un equilibrio sumamente delicado y difícil de lograr sin análisis adaptados a cada contexto.

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www.cepal.org/publicaciones

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de México, 2000-2008, Carlos Maldonado, (LC/L.3669), 2013. 180. Protección social para la infancia y la adolescencia en Chile, Silke Staab, (LC/L.3661), 2013. 179. La construcción de pactos y consensos en materia de política social. Apuntes para un marco de análisis, Carlos F.

Maldonado Valera y Andrea F. Palma Roco, (LC/L.3660), 2013. 178. La política de los pactos sociales y la protección social: ¿Importa el discurso? Experiencias internacionales, Vivien

A. Schmidt, (LC/L.3649), 2014. 178. Does discourse matter in the politics of building social pacts on social protection?. International experiences‖,

Vivien A. Schmidt, (LC/L.3649), 2013. 177. Principales determinantes de la integración de las TIC en el uso educativo. El caso del Plan CEIBAL-Uruguay,

Daniela Trucco y Andrés Espejo, (LC/L.3628), 2013. 176. Desbalance etario del bienestar: el lugar de la infancia en la protección social en América Latina, Cecilia Rossel,

(LC/L.3574), 2013.

Page 64: La evolución de las estructuras familiares Los retos de la pobreza,€¦ · para facilitar la solidaridad y el cuidado intergeneracional en estos casos. Las políticas también deberían

Las familias desempeñan funciones esenciales, como la socialización y el cuidado, que son primordiales para que las personas accedan al bienestar, entendido en un sentido amplio. Históricamente, las familias han realizado tales funciones mediante arreglos diversos, en el contexto de las alternativas que ofrecen las políticas públicas, el mercado y las organizaciones de la sociedad civil. Si, como en el pasado, las familias siguen siendo actores fundamentales para permitir el acceso de las personas, y en especial de los niños, al bienestar, entonces los cambios en su estructura y funcionamiento son un objeto de estudio relevante, en particular en América Latina, donde dichas transformaciones están ocurriendo de forma acelerada, como consecuencia de diversos factores demográficos, económicos y culturales.

A partir de tales preocupaciones, en este documento se exponen desde múltiples perspectivas los cambios que se han producido en las estructuras familiares durante los últimos veinte años, en el conjunto de los hogares, según el nivel de ingreso y según la fase de la transición demográfica y el nivel de desarrollo económico y social de los países. La finalidad del análisis es identificar especificidades y proporcionar información sobre las necesidades y características de las familias de América Latina, como base para la definición de políticas y programas tendientes a afianzar sus capacidades, su bienestar y el ejercicio de sus derechos.

El análisis revela que la diversificación de las estructuras familiares en América Latina es una tendencia compartida y que se mantiene en marcha, no obstante las numerosas particularidades que existen entre los países y dentro de ellos. Frente a las nuevas configuraciones familiares se requieren respuestas de políticas que reconozcan esta creciente diversidad y no se basen exclusivamente en modelos tradicionales o preconcebidos de familia. Las políticas también deberían enfocarse en la especial vulnerabilidad de las familias con niños, a fin de atender a sus necesidades y desvincular la vulnerabilidad de la presencia de niños en el hogar. Desde esa perspectiva, son fundamentales la reducción de la pobreza mediante programas de transferencias destinados a estas familias y las políticas orientadas a incidir en la conciliación entre trabajo y familia así como en la redistribución de los costos del cuidado.

http://dds.cepal.org/infancia/