La España de los años cuarenta. Reflexión histórica

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La España de los años cuarenta. Reflexión histórica LUIS J. F. FRONTELA (Avila) Los años cuarenta, como inmediatos herederos de la Espa- ña salida de la guerra civil, intentan forjar una España nueva en lo político y en lo social, una España que, aunque tiene que enfrentarse a un crudo presente, mira más hacia el pasado que a la realidad más inmediata. Esa España nueva no es otra que la llamada "España de Franco", la España de los vencedores en la guerra civil, una España subordinada con un total aca- tamiento a la persona de Franco, lo cual hará nacer un caudi- llaje de largos años de duración. Aquella España que soñó en el despertar del "Imperio", con ser la salvación de la civilización cristiana, con traer el bienestar a sus ciudadanos, se encontró con que los años cua- renta fueron una década de tristeza, de oscuridad, por no decir de tinieblas. Mediada la década, hacia 1946, el hambre y la tristeza se convirtieron en el reflejo de la caída moral y material a que había llegado la sociedad española y de la que tardará en recuperarse. Aquella España no vio el alborear del imperio, sino todo lo contrario, el aislamiento en sus relacio- nes internacionales; quiso ser nuevamente martillo de herejes y defensora de la civilización cristiana y lo que encontró fue una gran crisis en las conciencias de aquellos que había pre- tendido recristianizar; quiso traer pan y bienestar para todos y lo único que encontró fue el hambre y la miseria para el REVISTA DE ESPIRITUALIDAD 50 (1991), 521-550

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La España de los años cuarenta. Reflexión histórica

LUIS J. F. FRONTELA

(Avila)

Los años cuarenta, como inmediatos herederos de la Espa­ña salida de la guerra civil, intentan forjar una España nueva en lo político y en lo social, una España que, aunque tiene que enfrentarse a un crudo presente, mira más hacia el pasado que a la realidad más inmediata. Esa España nueva no es otra que la llamada "España de Franco", la España de los vencedores en la guerra civil, una España subordinada con un total aca­tamiento a la persona de Franco, lo cual hará nacer un caudi­llaje de largos años de duración.

Aquella España que soñó en el despertar del "Imperio", con ser la salvación de la civilización cristiana, con traer el bienestar a sus ciudadanos, se encontró con que los años cua­renta fueron una década de tristeza, de oscuridad, por no decir de tinieblas. Mediada la década, hacia 1946, el hambre y la tristeza se convirtieron en el reflejo de la caída moral y material a que había llegado la sociedad española y de la que tardará en recuperarse. Aquella España no vio el alborear del imperio, sino todo lo contrario, el aislamiento en sus relacio­nes internacionales; quiso ser nuevamente martillo de herejes y defensora de la civilización cristiana y lo que encontró fue una gran crisis en las conciencias de aquellos que había pre­tendido recristianizar; quiso traer pan y bienestar para todos y lo único que encontró fue el hambre y la miseria para el

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conjunto de sus ciudadanos; sólo unos pocos, los que buscaron aprovecharse del miedo colectivo de una sociedad capaz de aceptarlo todo menos la caída en una nueva guerra civil, fue­ron capaces de vivir y prosperar en aquel decenio l.

En aquella década de los años cuarenta cabe hablar de una "España peregrina", la España del éxodo y del exilio en que España se vio privada de sus intelectuales, sus técnicos, de todos aquellos que políticamente discrepaban con los vence­dores; y aquellos que quedaron en el interior fueron posterga­dos al silencio 2, ellos, según la propaganda oficial, eran "la antiEspaña", la "antipatria", los representantes de "la moral del crimen, del materialismo", son "los bastardos y los anties­pañoles". Desde los círculos oficiales del régimen fueron ellos, los vencedores, los que constituyen "la gran comunidad que rige hoy los destinos de España" 3.

1. FE y PATRIA. LA RELIGIÓN EN LOS AÑOS CUARENTA

El franquismo pretendió identificar siempre el catolicismo y la patria, la fidelidad a España con la fe. La fidelidad al cristianismo era la base de la grandeza de la patria, cuando España, según la propaganda oficial, olvidaba su fe religiosa, entraba en una fase de decadencia y de desastre: "Viste cómo la providencia nos señaló el camino de completar el planeta, salvar a la cristiandad repetidas veces y defender y propagar la fe de Cristo; por eso unimos nuestra vida a la de la Iglesia, pues la unidad religiosa trajo nuestra unidad, y la decadencia

I F. GONZÁLEZ, Liturgias para un caudillo. (Manual de dictadores), Ma­drid, 1977, pp. 9-10.

2 Esta idea de la España peregrina bien lo expresa el poema de León Felipe. "Hay dos Españas: la del soldado y la del poeta. La de la espada fratricida y la de la canción vagabunda. Hay dos Españas y una sola canción. y esta es la canción del poeta vagabundo: Franco tuya es la hacienda,jla casa,/el caballo y la pistola./Mía es la voz antigua de la tierra./Tú te quedas con todo y me dejas desnudo y errante. por el mundo ... / Mas yo te dejo mudo ... ¡mudo)/ y ¿cómo vas a recoger el trigo/y alimentar el fuego/ si yo me llevo la canción?" León Felipe, Antología rota, Buenos Aires, 1984, p. 161.

3 Declaraciones a la Agencia "Havas", 27 de junio de 1938, en Pensamien­to político de Franco, t. I., Madrid, 1975,p. 50.

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momentánea de la Iglesia en las épocas de mayores acometidas del mal, trajo provisionalmente la decadencia de España"4.

El franquismo, ya desde la guerra civil, defenderá que la "cruzada de liberación para la patria fue cruzada de liberación de nuestra Santa Iglesia" 5 y verá siempre a los enemigos del sistema como enemigos de la Iglesia. Por todo ello, la Iglesia de los años cuarenta será una Iglesia restablecida después de la persecución de los años de la guerra, una Iglesia inclinada ante el poder como una forma de reconocer la defensa que éste había hecho de ella. Esta actitud de la Iglesia ante el Estado se va a traducir en la utilización de la religión por parte del Estado en todas las facetas de la vida nacional. La presencia de lo religioso será omnipresente en aquella socie­dad. Lo religioso será utilizado por parte del Estado en el proceso de reeducación en los centros penitenciarios donde la figura del capellán será de suma importancia; él era el llamado a "salvar almas" o a presentar el hecho de las muertes violentas como "la gloria de ir a una cita con Dios". En los centros penitenciarios, sobrecargados de internos, la mayoría por mo­tivaciones políticas, la asistencia a misa era obligatoria, se veía cómo "un acto de servicio", las pláticas del cura del penal eran de obligatoria escucha por parte de los reclusos. La en­tronización del Corazón de Jesús y las comuniones generales eran prácticas frecuentes en los centros penitenciarios 6.

El clero en aquellos años, en general era profranquista y ayudó a presentar a Franco como "salvador de los valores de la fe cristiana". En aquella coyuntura de los años cuarenta la

4 J. MUNTADA, Santa Tierra de España, exaltación de la historia de España, Barcelona, 1942, p. 333.

5 Discurso pronunciado en Orense, 23 de septiembre de 1953, en Pensa­miento político de Franco, t. I., p. 255.

6 Sobre el papel de los capellanes en las cárceles S. VILLAR, Historia del antifranquismo (1939-1975), Barcelona, 1984, pp. 39-41. El papel de los cape­llanes era mal visto por los reclusos como lo expresa este poema compuesto por uno de los internos del penal de Ocaña: Muy de mañana, aún de no­che / antes de tocar a diana/ como presagio funesto/cruza el patio la sota­na./ Más negro, más que la noche,! menos negro que su alma'; Cruzó el pabe­llón de celdas/ allí oímos sus pisadas/ y los cerrojos lanzaron/ agudos gritos de alarma/"¡Valor, hijos míos,/que así Dios lo manda!" ... Citado por S. VILLAR, Protagonistas de la España democrática. La oposición a la dictadura, París, 1969, p. 228.

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Iglesia va a tratar de recuperar viejos privilegios, el tener una posición más hegemónica en la sociedad, aunque al final todo quedará reducido a una instrumentalización del hecho religio­so por parte del poder político. Se impuso el matrimonio canónico como el único válido, se coaccionó para el ejercicio de la práctica religiosa, la Iglesia penetró influyentemente en el mundo de la enseñanza, en la vida de la Universidad, en la vida científica, se logró que en el Fuero de los españoles se volviera a decretar a la religión católica como la oficial de la nación. Entre las seguridades que la Iglesia buscó estaba la remuneración del clero a cargo de los presupuestos del Estado. El mismo Estado buscará pagar la ayuda eficaz de la Iglesia institucionalizando su participación en los órganos estatales: Cortes, Consejo del Reino, así como el mantenimiento de ca­pellanes en los distintos estamentos de la vida política y social, fuerzas armadas, sindicatos, organizaciones juveniles, y en el intento de remoralizar la vida y las costumbres, tanto de la sociedad como de las personas, por medio de la censura.

La oratoria sagrada pecó de un excesivo barroquismo, se buscó el efectivismo, amedrentar las conciencias de la gente con una excesiva presencia de lo demoníaco, de las condenas al fuego eterno. En todo se pretendió ver "la mano del malig­no, la acechanza de la carne". Todo era "una conjura de la masonería". Es cierto que durante los años cuarenta se dio un cierto resurgir en los distintos aspectos de la vida religiosa: aumento en la asistencia a los actos litúrgicos, sobre todo a la misa dominical (debemos tener en cuenta las fuertes campañas que se hizo para lograr la guarda del precepto dominical, en su doble aspecto: social, con el descaso, y religioso, con la asistencia a misa); se reconstruyen muchos edificios religiosos: templos, seminarios, en gran parte destruidos durante la gue­rra civil 7. A partir de 1942 se vuelven a generalizar las misio­nes populares que trataban de ser un proyecto de evangeliza­ción en masa (hay que decir que sus efectos no fueron muy duraderos al menos a medio y largo plazo 8). Comienza du-

7 R. ABELLÁN, Por el Imperio hacia Dios, crónica de una postguerra (1939-1955), Madrid, 1978, pp. 148-155.

8 No es posible hacer un recorrido pormenorizado por las misiones cele­bradas en aquellos años en España, para ello remitimos a la revista "Ecclesia",

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rante esta década el resurgimiento vocacional, lo cual llevó a la ampliación de los seminarios 9. El mismo clero, que como dijimos anteriormente era en su mayoría profranquista, como consecuencia de haber sido víctima del terror revolucionario durante la guerra civil, se convierte en un factor decisivo para evitar que el régimen se deslizara políticamente hacia el campo de los fascismos europeos. La sociedad española de los años cuarenta, podemos decir que es una sociedad resacralizada, donde la presencia de lo religioso lo llena todo en la vida: procesiones, novenas, rosarios de la aurora, rogativas, culto eucarístico, charlas cuaresmales. Bien se podía decir en aque­llos años que, al menos externamente, la España católica había sido restaurada 10.

La utilización de la religión por parte del Régimen va a servir a éste al final de la Segunda Guerra mundial para camu­flar una de sus identificaciones, así como la identificación con los fascismos al recalcar el sentido religioso del mismo M.ovi­miento. Uno de los principales jerarcas de la Iglesia del mo­mento, el cardenal Pla y Deniel, llegará a la no identificación

que a lo largo de la década da abundantes datos sobre las mismas. Quisiéra­mos reseñar unas cuantas que nos parecen las más significativas: En la cua­resma de 1941 se celebró en la diócesis de Sevilla una serie de misiones populares que llegaron a congregar 1.300.000 personas; en ellas se celebraron 30.000 bautizos de adultos y se legalizaron 20.000 matrimonios, participaron en ellas unos 100 sacerdotes. Cf. "Ecclesia", 13 (1941), p. 25. En Melilla se llegaron a legalizar en unas misiones populares 136 matrimonios y se bauti­zaron 31 adultos. En Almería, con una asistencia de 20.000 personas, se legalizaron 200 matrimonios. Cf. "Ecclesia", 146 (1944), p. 419. En Granada se llegó a celebrar una gran misión en 1949 en la que participaron 250 sacer­dotes, 1.600 miembros de la Acción católica. Cf. "Ecclesia", 429 (1949), p. 386.

9 Estadísticamente se ve cómo las vocaciones que habían caído durante la República se recuperan en los años cuarenta:

1930 1934 1946 1947 1950

p. 1379.

13.062 Seminaristas. 7.516 Seminaristas.

14.297 Seminaristas. 16.317 Seminaristas. 18.107 Seminaristas. (Datos tomados del Espasa, 1949-1952,

10 En cuanto a la dificultad en el apostolado tanto en medios urbanos como en el rural: N. TIBAU, El problema religioso andaluz, en: "Ecclesia", 311 (1947), 681-682. F. DEL VALLE, La corona de espinas de Madrid, en: "Razón y Fe", 613 (1949), 99-124.

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entre Guerra civil y Guerra mundial, así como que el régimen no era ni estatista, ni totalitario, lo cual le sirve para concluir; "el derecho a la rebelión contra un régimen tirano como era el del Frente Popular".

Dentro de esa subordinación de la Iglesia al poder político hubo, en aquellos años, posturas más o menos críticas frente al Régimen. Entre ellas llama la atención la del cardenal Gomá, que encuentra decepcionante el primer año de vida en la nueva España recatolizada de la postguerra. El resurgir religioso era para el cardenal Gomá, más apariencia que reali­dad, ya que el énfasis se ponía más en las manifestaciones tradicionales que en la experiencia espiritual interior. El mis­mo Gomá reconocía que el triunfo de Franco no había condu­cido a la renovación espiritual, sino al Estado autocrático que él mismo se negaba a reconocer en 1937 con motivo de la Carta Pastoral Conjunta del episcopado español. El cardenal Gomá se dio cuenta de que las asociaciones católicas juveniles eran absorbidas por el SEU, que se reprimía a los grupos sociales católicos si se veía que eran una competencia para el sindicalismo vertical implantado por el Régimen, que en el caso de los sacerdotes vascos y catalanes se les prohibía em­plear su lengua vernácula en la acción pastoral".

Otra voz descontenta con el Régimen fue el cardenal Segu­ra, en estos momentos arzobispo de Sevilla, el cual ya desde 1931 había sido crítico con las autoridades de la República debido a su clara opción integrista. El cardenal Segura detes­taba a los falangistas, a los cuales consideraba fascistas hete­rodoxos y llegó a prohibir celebrar misas de campaña en las concentraciones falangistas, ya que las mismas eran conside­radas como espectáculos políticos que profanaban la Eucaris­tía, incluso llegó a decir a sus fieles que la palabra caudillo, la cual se aplicaba a Franco, en la literatura clásica significaba "jefe de ladrones" 12.

11 R. COMAS, Isidro Gomá y Francisco Vidal y Barraquer, dos visiones antagónicas de la Iglesia española de 1939, Salamanca, 1977, pp. 149-16i.

12 El cardenal Segura llegó a calificar a la Falange como "el gran enemigo de la Iglesia española". Y del Caudillo llegó a decir que "Caudillo, sinónimo de demonio, y no lo digo yo, lo dice San Ignacio de Loyola ... y no creo que vayan a contradecir al santo de Loyola". R. GARRIGAS, El Cardenal Segura y el nacional-catolicismo, Madrid, 1977, pp. 260-263,271-274.

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Otro obispo que manifestó su desacuerdo con ciertos sec­tores proalemanes del régimen fue el obispo de Calahorra, Fidel García Martínez, que en 1942 llegó a publicar enérgicas pastorales antinazis 13.

JI. UNA ESPAÑA AUTÁRQUICA.

LA ECONOMíA EN LA DÉCADA DE LOS AÑOS CUARENTA

Económicamente la España que sale de la guerra civil es un país deshecho, sin divisas, sin reservas de oro, disminuido en su capacidad productora, supeditado a un régimen de im­portaciones con el que poder suplir la carencia de materias primas y productos de primera necesidad.

Siendo como era España un país de economía fundamen­talmente agropecuaria y donde la fuerza motriz proporcionada por el ganado en el campo de las explotaciones agrarias fue fundamental, las pérdidas que sufrió en este campo fueron de suma importancia. La guerra supuso unas pérdidas cifradas en 700.000 cabezas de ganado mular; si a esto unimos los grandes daños que la red de comunicaciones, tanto férrea como por carretera, sufrió, podemos hacernos una ligera idea del desastre económico que supuso para España las conse­cuencias de la guerra civil. Solamente la producción agraria tuvo un retroceso del 22 por 100 con respecto a la media de los años 1924-1932 14.

El nuevo Estado salido de la guerra civil va a intentar montar un sistema económico fuertemente intervencionista siguiendo, para ello, los modelos implantados en los países fascistas, Italia y Alemanía, con los que España, al salir de la guerra civil, trata de homologarse.

La política económica de corte autárquico cristaliza en septiembre de 1941 en la creación del INI (Instituto Nacional de Industria), el cual tenía por finalidad "propulsar y financiar

13 Fundamentalmente la instrucción pastoral: "Sobre algunos errores mo­dernos '; del 28 de febrero de 1942, en V ARIOS, Crisstianus, El episcopado católico mundial y los problemas actuales, Buenos Aires, 1944, pp. 59-77.

14 A. UBIETO, Introducción a la historia de España, Barcelona, 1987, p.983.

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en serV1ClO de la nación la creación y resurgimiento de la industria, fundamentalmente en lo referente a la defensa del país y las que se dirigen al desenvolvimiento de una autarquía económica". Pretende el INI ofrecer cauces al ahorro español para una inversión segura y atractiva. El INI pretendió llevar a cabo la mayor parte de sus planes en los momentos en que finalizada la guerra mundial habían fracasado los sistemas económicos autárquicos i5.

La crisis económica por la que pasa la España de los años cuarenta debemos insertarla en una crisis de mayor alcance: la crisis general por la que pasa la economía europea del mo­mento; asimismo la economía española se ve afectada por el aislamiento diplomático, lo cual incide para que no sea favo­recida por las ayudas del Plan Marshall para la reconstrucción de las naciones europeas. Todo ello es lo que lleva al gobierno español, durante toda la década de los cuarenta, a practicar una política económica autárquica, la cual sólo quedaba jus­tificada en una economía de guerra. La política autárquica, llevada a cabo por el gobierno, no tuvo en cuenta la rentabi­lidad de las empresas de modo que el sistema de producción encarecía los productos básicos y precipitó al país por el cami­no de la inflación. Evitó la libre competencia del mercado y estimuló, más artificial que realmente, una serie de pequeñas industrias, de rentabilidad algo dudosa, en detrimento de los grandes sectores de la economía.

En una economía, como la española de aquellos años, fun­damentalmente agraria, la depresión no sólo es debido a la devastación producida por la guerra civil o la coyuntura eco­nómica internacional, sino a la desfavorable meteorología que hace que la sequía se prolongue durante los años 1943-1951.

La característica económica que define a la España de los años cuarenta es la de una economía dirigida, marcada por el control de precios, el racionamiento de los alimentos y la fijación de cupos en las materias primas. Ella hizo nacer un fenómeno propio de la España de la postguerra como es el estraperlo, el florecimiento de un abundante mercado negro como consecuencia del fracaso de la política económica del

15 R. TAMAMES, La República, la Era de Franco, Madrid, 1977,404-405.

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Régimen. Los desajustes que se daban entre la demanda y la oferta obligó al Estado a la intervención en los procesos eco­nómicos, pero esta intervención será burlada.

Esta situación que engendra el estraperlo y la venta clan­destina fue algo providencial para comerciantes y poseedores de medios de producción. Entre ellos nació ese sector social que podemos definir como estraperlista. Al estraperlista po­demos definirle como un hombre sin ningún escrúpulo que llegó a convencerse de que, en aquella coyuntura económica y social, con dinero podía hacerse o alcanzarse todo. El estra­perlista era el hombre del dinero, pero también de la influencia social y no muy alejado de los aledaños del poder, era el que lo tenía todo en una España en que unos pocos comían bien y otros muchos mal morían de hambre.

El estraperlo se basaba en la práctica de retirar del merca­do artículos de primera necesidad en una época de escasez y someterlos en el mercado negro a un sobreprecio; así se llegó a retirar del mercado dos productos básicos de la dieta espa­ñola del momento como eran el trigo en un 29 por 100 o el aceite entre un 10-15 por 100. El estraperlo no sólo tuvo con­secuencias económicas, sino que influyó en el tono moral del país, abrió la puerta a la compra de lealtades y a la pérdida de normas morales 16.

Junto con el racionamiento y el estraperlo la década de los cuarenta nos trae los años de los sucedáneos donde el azúcar fue reemplazado por la sacarina, el café por la malta, las patatas por el boniato, el pan por las castañas. En 1945 en Madrid, a falta de pan, se llegó a vender un millón de castañas diarias, llegando a convertirse en un alimento básico. Los sucedáneos eran para aquellos que no podían acceder al mer­cado negro.

IIl. LA SOCIEDAD EN LA DÉCADA DE 1940

El Nuevo Éstado salido de la guerra civil pretendió basarse ~n la armonía de clases, sentirse todos integrados en un mismo

16 R. ABELLÁN, op. cit., pp. 81-100. G. BRENAN, La Faz de España, Un itinerario por la España de la postguerra: La miseria, la represión, el aisla-

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destino; por ello se empeña en la superación de los sindicatos y organizaciones de clase por otros de corte corporativista, donde lo característico de los mismos es el principio de her­mandad. En los primeros años de la postguerra el franquismo supo utilizar el mito de la lucha de clases, como disolvente de la paz y la armonía social, para afianzar, más teórica que realmente, la sociedad corporativista. Este es el espíritu que lleva al Régimen a crear los sindicatos verticales por la ley de unidad sindical de 1940 donde los trabajadores, empresarios y técnicos quedan obligatoriamente encuadrados bajo la influen­cia de la Falange 17.

Una cosa era la declaración de principios y otra muy dis­tinta la estratificación social de aquellos años cuarenta, donde no reinó el principio de hermandad, sino que profundizó más en la separación de clases.

A grandes rasgos podemos presentar la evolución de la sociedad española en aquellos años de la siguiente manera. Se da una cierta restauración de la vieja nobleza de sangre, una nobleza fundamentalmente terrateniente, y que a partir de la ley de sucesión en 1947 ensanchará sus filas con nuevos títulos. Pronto comenzará a darse un proceso de desaristocratización al enajenar sus propiedades en manos de financieros y grandes industriales. Se desarrolla una alta burguesía industrial finan­ciera y mercantil que se convertirá en mantenedora de las estructuras del sistema. Entre este sector social se dio un cierto proceso de aristocratización que queda representado por la vuelta a la tierra, al campo por medio de la práctica de mon­terías, cacerías y pesca. En los años cuarenta eran pocos los grandes empresarios que no fueran propietarios rurales; el campo se convertía en un signo de distinción social. Las clases medias formadas por los profesionales liberales, funcionarios,

miento internacional y el estraperlo afinales de los años cuarenta, Barcelona, 1984, pp. 87-89.

17 "Hay solamente dos sistemas para resolver los problemas sociales de los pueblos: o el anárquico de la lucha de clases, con todas sus consecuencias, que no los resuelve, o el sistema de armonía de clases, de sentirse todos integrados en una misma producción y destino." Discurso pronunciado en Madrid el 18 de julio de 1948, en Pensamiento político de Franco, t. 1, pp. 560-561. Ley de constitución de sindicatos, en F. DfAz PLAJA, La España franquista en sus documentos, Barcelona, 1976, pp. 69-75.

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militares, pequeños industriales y comerciantes, que a lo largo del franquismo van a experimentar un notable ascenso, fueron fundamentalmente un sector social urbano, aunque tenían su ramificación en el mundo rural por medio de los terratenientes que con frecuencia ejercían el papel de élites de poder median­te el viejo sistema, reminiscente, del caciquismo. Políticamente estas clases medias van a evolucionar desde un marcado repu­blicanismo en los años treinta a una posición prorrégimen a mediados de la década de los cuarenta. Por estas fechas el sector más amplio de este grupo social era el de los funciona­rios, el cual actuaba de cantera de donde se extraían los com­ponentes necesarios para el funcionamiento de los aparatos del Régimen, sobre todo lo que ha sido denominado "poder resonador": Cortes, Consejo nacional, así como los dirigentes de la organización sindical.

Una de las tendencias del franquismo a lo largo de su persistencia y ya en los años cuarenta fue la solicitud que manifestó el Estado hacia las clases obreras, solicitud que revela un cierto paternalismo social, y que se traduce en una serie de medidas favorables hacia el mundo del trabajo, mu­chas de las cuales fueron impulsadas por Juan Antonio Girón en su etapa de ministro de trabajo, 1942-1957, que puede ser definido como el brazo derecho de Franco para llevar a cabo la política social y dar un cierto tinte populista al Régimen. Girón fue el impulsor de una serie de medidas como el seguro de enfermedad obligatorio, 1943, el asegurar el control estatal de los salarios, el que reglamenta la existencia de las mutua­lidades de trabajo y más tarde el que lleva a cabo el proyecto de las Universidades laborales; igualmente es el que promulga la ley de igualdad de oportunidades y crea los jurados de em­presa en 1947 para empresas con más de 50 trabajadores. La acción social del gobierno en estos años supone una serie de medidas como son el descanso dominical, la creación del sub­sidio familiar, la implantación de premios por natalidad y nupcialidad, lo cual está en la base del crecimiento demográ­fico del país en los años del franquismo 18.

18 R. T AMAMES, op. cit., 343-350. En cuanto a la acción social en los gobiernos de Franco en estos años llevada en gran medida por José Antonio

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El miedo al fantasma del paro y sus secuelas sociales lleva al Régimen a impulsar la estabilidad en el empleo impidiendo para ello la despedida libre de los trabajadores. Lo cierto es que la vida del trabajador era dura; la mano trabajadora, por lo general, estaba subalimentada, con unas jornadas laborales entre doce y catorce horas, alternando el trabajo en distintas actividades.

La sociedad española de aquellos años sufrió un gran re­troceso en sus costumbres y hábitos de vida. Como conse­cuencia de la guerra y la represión que siguió a la misma medio millón de familias quedaron sin ningún apoyo frente a la vida, a falta del apoyo del cabeza de familia; ello hizo que muchas familias tuvieran que acogerse a la caridad pública (comedores del auxilio social, infantiles, la tradicional ayuda caritativa de la Iglesia, etc.).

Ya que los jornales eran insuficientes para proveer las necesidades familiares y acceder a los productos del mercado negro, se ve aumentar la delincuencia, tanto infantil como juvenil. La miseria de la sociedad lleva al aumento de la inmo­ralidad y a la violencia social que viene a reforzar la violencia heredada por la sociedad en etapas anteriores. Junto con esta lacra social, que es la violencia, se ve aumentar otra, caracte­rística de épocas de penuria y hambre, como es la prostitución ejercida por mujeres jóvenes sin hogar, viudas sin medios de subsistencia. Ello estuvo impulsado por las necesidades en­gendradas por la vida diaria, el poder tener lo necesario para comer día a día 19.

Otra realidad social que llama la atención en estos años cuarenta es el aumento de las enfermedades relacionadas con el crecimiento de la miseria y la po breza, enfermedades como la difteria, las fiebres tifoideas, el paludismo, disentería, tu­berculosis pulmonar, cirrosis, incremento de las enfermedades venéreas, etc. Fue alarmante el aumento de la tasa de morta­lidad infantil: 151 por 100 en 1940,90 por 100 en 1944 frente al 40 por 100 en los países europeos.

Girón, cfr R. DE LA CIERVA, Historia delfranquismo. Orígenes y configura­ción (1939-1945), Barcelona, 1978,323-324.

19 R. ABELLÁN, op. cit., pp. 128-132.

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El hambre fue uno de esos personajes presente en la vida de los españoles. No podemos olvidar que los productos ali­menticios estaban sometidos a riguroso racionamiento. Por ley de agosto de 1939 se estableció el racionamiento obligato­rio en los productos alimenticios. Los alimentos suministrados por el racionamiento por lo general careCÍan de valor nutritivo necesario para la subsistencia. El racionamiento venía a com­ponerse de garbanzos, boniato, patatas, pasta para sopa, ba­calao y alguna que otra vez chocolate, carne de membrillo y jabón. El mismo pan, alimento básico en la dieta de los espa­ñoles, queda sometido al racionamiento; a una familia provista de una cartílla de racionamiento de tercera se le concedía una cantidad entre 150 y 200 gramos por persona y día, y por lo general pan negro, mal visto por una población acostumbrada, años anteriores, al uso del pan blanco. Sólo los adinerados, que constituían un pequeño sector social, podían abastecerse de todo lo necesario en el mercado negro. La mayor parte de la sociedad se vio en la necesidad de recurrir a todo aquello que en los años anteriores a la guerra rechazaba por escasa calidad, incluso en la lucha contra el hambre se llegó al con­sumo de alimentos en mal estado de conservación o de las sobras destinadas a la basura. La sociedad española se con­virtió en consumidora de almortas, farinato, salazones, cas­tañas 20.

El hambre y el estraperlo, nacido a su sombra, llegaron a dividir a los españoles en tres categorías: los privilegiados, aquellos que no carecen de nada, que se encuentran bien nu­tridos; los que malviven, pero pueden sobrevivir dándose entre ellos enfermedades carenciales, y los que no llegan a malvivir y que llevan una existencia marcada por el hambre 21.

En el fondo, los años cuarenta para gran parte de la socie­dad española fueron años de escepticismo ya que no termina­ban de ver hecha realidad la propaganda oficial que prometía: "ni un hogar sin lumbre, ni un español sin pan". Se dio una pérdida de confianza en las acciones colectivas y se estaba

20 ¡bid., pp. 116-117. 21 Entre 1940 y 1946 hubo unos 30.000 muertos por inanición. ef. ibid.,

119.

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persuadido de la inutilidad del poder político para remediar la situación 22.

La década de los cuarenta comienza a ver un fenómeno social que se generalizará a lo largo de las décadas de los 50 y 60: es el fenómeno de la emigración rural. La población cam­pesina, debido a múltiples causas (bajos jornales, trabajos estacionales, sequías, especulación) se ve obligada a dejar el campo y buscar en la ciudad una posibilidad, no siernpre en­contrada, de subsistir. Forma parte del ambiente de aquellos años la estampa de familias enteras emigrando, llenando con sus bártulos las estaciones de ferrocarril con la esperanza de encontrar una mejor vida en la ciudad, lo cual no siempre fue posible ya que lo primero que van a encontrar es que para ellos no hay vivienda, lo que, a su vez, trae consigo el naci­miento de los cinturones de chabolas en los alrededores de la ciudad, y que de alguna manera se convierte en uno de los fenómenos característicos de la España de la postguerra. Es en estos grupos sociales de emigrados del campo a la ciudad, donde se crea el fenómeno del escepticismo que les lleva a recelar del aparato oficial, ya que para ellos no hay más que promesas, pocas veces hechas realidad 23.

IV. UNA CULTURA AL SERVICIO DEL "IMPERIO"

En el campo de la cultura la España de los años cuarenta, la España oficial, buscó las raíces castizas de la España eterna y con ello la instrumentalización de la misma cultura para

22 "Nuestra Revolución son los brazos abiertos, no los puños cerrados; nuestra Revolución es la justicia; nuestra Revolución es la elevación moral de nuestros hijos; nuestra Revolución es el pan de cada día; nuestra Revolución es la justicia en los campos y en la ciudad, la extirpación de los parados, la multiplicación de las fuentes de trabajo, la hermandad entre las clases, nuestra Revolución es la elevación moral y material de los españoles". Discurso pronunciado en Segovia, 9 de febrero de 1946, en Pensamiento político de Franco, 1. n, p. 224.

23 La media anual de personas que cambian de residencia en la década de 1941-1950 es de 105.412, mientras que en la década anterior había sido bas­tante menor, 80.365 personas. La movilidad social no está en la década de los cuarenta motivada por la oferta de trabajo en la ciudad, sino por la penuria de las sociedades rurales. R. DE LA CIERVA, op. cit., p. 314.

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afianzar el Régimen y el puesto de la religión en la sociedad: "donde por el imperio de la cultura vayamos todos hacia Dios y seamos mejores para su servicio y homenaje" 24.

Acabada la guerra civil, por medio de una serie de dispo­siciones legales, se diezman los cuadros docentes de los miem­bros no adictos a la nueva orientación política implantada en España. El Régimen, para bien o para mal, buscó la recristia­nización de la cultura española 25, "una ciencia católica", según expresión de Ibáñez Martín, ministro de Educación Nacional, al clausurar el primer pleno del Consejo Superior de Investi­gaciones Científicas el 30 de octubre de 1940. En 1939 se crea el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, CSIC, que queda en manos de viejos católicos derechistas y miembros del Opus Dei, y que en palabras de Calvo Seres "se concibió como la labor de un catolicismo que emprendía la tarea de recristianizar la cultura"26.

En la ley de ordenación universitaria del 29 de julio de 1943 se da una concepción ultracatólica de la función de la universidad. Se quiere que la universidad estatal sea católica, que todas sus actividades tengan como guía suprema el dogma y la moral cristiana. La ley pretende desterrar, tanto de la docencia como de la investigación, la neutralidad ideológica y el laicismo. Busca la ley de ordenación universitaria formar una juventud que esté poseída "del principio agustiniano que a mayor ciencia más nos acercamos al Ser supremo".

Se estableció una formación religiosa universitaria impar­tida por profesores que, aunque nombrados por el Ministerio, debían ser aprobados previamente por el ordinario eclesiás­tico. Esta formación religiosa abarcaba cuatro años comunes a todas las facultades, y en ella se explicaba criteriología reli·· giosa y eclesiología, el primer año; dogma, el segundo curso; moral general y moral especial, el tercer año, y derecho públi-

24 Discurso inaugural de la Ciudad Universitaria, 12 de octubre de 1943, en Pensamiento político de Franco, t. 1, p. 284.

25 Con este título publicó la Editorial del Magisterio español un libro donde recoge el ideario que movía al Estado en su política educativa, así como las ayudas a distintos centros de enseñanza e instituciones culturales. La Recristianización de la cultura española, 1939-1949, Madrid (sin fecha).

26 R. T AMAMES, op. cit., p. 554.

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co eclesiástico, el último curso 27. Los mismos libros de texto con implicaciones ideológicas, como eran los de filosofía, his­toria y literatura, fueron sometidos a la doble censura civil y eclesiástica, y se impuso el principio de autoridad en la ense­ñanza a la vez que se rescataban los pensadores y filósofos más tradicionalistas: Jaime Balmes, a quien se presenta como paladín de la unidad de todos los españoles en la religión, Donoso Cortés, a quien se ve como "el que debe ilustrar a la Nación vacilante y desviada de su camino histórico y mil veces engañada por los pícaros de fuera", Menéndez Pelayo, al que se presenta como "sereno y enérgico ante los engañados y afrancesados" 28.

De la enseñanza se destierra por heterodoxo, antipatrióti­co, en lo religioso y e'n lo político, todo lo que tenga que ver con los sistemas y corrientes marxistas y existencialistas. La enseñanza va a acentuar el clasismo. Existe una enseñanza primaria obligatoria para todos los comprendidos entre seis y doce años. Esta enseñanza tenía por finalidad formar "la vo­luntad, la conciencia y el carácter del niño en orden al cumpli­miento del deber y su destino eterno" 29. Las clases más pu­dientes podían seguir la enseñanza primaria en colegios priva­dos. La enseñanza secundaria fundamentalmente quedaba reservada a las clases medias y altas y estaba en manos de órdenes religiosas 30. El acceso a la formación técnico-univer­sitaria quedó únicamente reservado para las clases medias altas.

A la Iglesia, en el entramado legal de aquellos años, se le reconoce el ser guardián de la fe y las buenas costumbres,

27 Ley de ordenación universitaria, art. 32, 48, en Recristianización de la cultura española, 1939-1949, p. 13.

28 J. MUNTADA, op. cit., p. 299. 29 La enseñanza religiosa estaba toda ella impregnada de detalles religio­

sos, enseñanza del catecismo, ceremonias y fiestas religiosas. Las autoridades eran conscientes de que la furia anticatólica de la década anterior se había fraguado en las escuelas "donde encontró campo abonado la consigna mar­xista de envenenar el alma del niño, futuro ciudadano del mañana". La recristianización de la cultura española, pp. 22-23.

30 En esta fase de la enseñanza se pretendía hacer ver al alumno que "el catolicismo es la médula de la historia de España". El profesor de religión era también director espiritual de los alumnos, y en los proyectos de construcción

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velar porque la enseñanza esté en "armonía con la fe" e "im­pregnada del espíritu religioso cristiano". La ley obliga al maestro a llevar a los niños a misa los días de precepto y fa­culta al párraco para que vigile en la escuela lo referente a la fe y las costumbres y explique la doctrina cristiana.

Dentro del Régimen existen dos tendencias que dejan su huella en el mundo cultural. Una que podemos definir como clerical-autoritaria que patrocinó la celebración de fiestas cen­tenarias con motivo de grandes acontecimientos patrios o re­cuerdo de figuras del pasado: IV centenario de la muerte de Luis Vives, IV centenario del nacimiento de San Juan de la Cruz, XI centenario de la muerte de Alfonso el Casto, 1 cen­tenario de la publicación de El Criterio de Jaime Balmes. En torno a este grupo nace la revista Arbor en 1944, dirigida por miembros del "Opus Dei", y que se convertirá en el órgano oficial del Consejo Superior de Investigaciones Científicas.

La otra tendencia estaría formada por los sectores más liberales de la Falange: Dionisio Ridruejo, Laín Entralgo, Antonio Tovar, bajo cuya influencia van a nacer dos revistas: Escorial, en 1940, que tenía por finalidad asimilar a una inte­lectualidad de la que el Régimen carecía y de la que se encon­traba necesitado, y la revista Garcilaso, nacida en 1943.

Lo que sí es cierto es que la creación cultural del momento, si dejamos a un lado la España del exilio, estuvo en manos de figuras de la época anterior y gozó de muy poco espíritu creativo.

En cuanto a la producción teatral tenemos que decir que en la España de los años cuarenta se siguen representando obras de la época anterior, por lo general de muy poca calidad. Desde el sistema no se permite otro teatro que el que fomente el triunfalismo y el nacionalismo 31. De los autores de la época anterior algunos habían muerto (Valle Inclán, Lorca), otros habían marchado al exilio, (Casona, Alberti, Max Aub). De escaso interés es el que producen los viejos maestros que so-

de nuevos institutos se hizo obligatoria la capilla. Recristianización de la cultura española, pp. 18-20.

31 Gonzalo Torrente Ballester se hacía en 1941 la siguiente pregunta, a la cual él mismo da respuesta: "¿Sirve el teatro? Procuremos hacer del teatro de mañana la liturgia del Imperio". F. GONZÁLEZ, op. cit., p. 14.

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breviven: Benavente, Arniches, Eduardo Marquina, los cuales siguen representando obras como si en España y en el mundo no hubiera pasado nada. El teatro, por lo general, trató de ser edificante, escuela de buenas costumbres, revivir el folklorismo andaluz, como en el caso de los hermanos Quintero. Por lo general, los autores oficialistas (José María Pemán, Manuel Machado, Joaquín Calvo Sotelo, Jardiel Parcela) lo que ha­cen es un teatro burgués, si acaso con una amable crítica de costumbres, pero siempre defensor de los valores morales y espirituales tradicionales. Al fin de los años cuarenta comien­zan a darse a conocer nuevos valores, así como una nueva visión del teatro, un teatro preocupado por los problemas existenciales, inconformista, con una gran preocupación so­cial, al menos hasta donde dejaba la censura oficial; es el caso de Buero Vallejo con Historia de una escalera, del año 1949.

En el campo de la novela nos encontramos con el mismo panorama que en el teatro. En primer lugar tenemos la super­vivencia de autores del pasado (Ricardo León, Cacha Espina), que por lo general en su obra no hacen otra cosa que transmi­tirnos testimonios de lo que fue la zona republicana en plena guerra civil; se dio la incorporación al nuevo momento cultural de figuras como Pío Baroja, Azorín, etc. En segundo lugar, tenemos que destacar el surgimiento de nuevos valores ligados a la vieja guardia falangista: Juan Antonio Jiménez Arnáuz, con obras como Línea Sigfried, en 1946, La cueva de ladrones, que pretende ser una crítica contra la inmoralidad de los nue­vos ricos de la postguerra; Juan María Alfar o , que en 1942 publica Leoncio Pancorbo; García Serrano, con la Fiel infan­tería, que se presenta como una novela triunfalista, siendo un canto a la victoria militar, al espíritu guerrero, una apología de la violencia de los vencedores; Gonzalo Torrente Ballester, con Historia de una conversión, en 1943, que trata de la recu­peración de un señorito español para la causa nacional. En tercer lugar, tenemos que destacar el surgimiento de la novela social que dará lugar al tremendismo y que va unido a figuras no vinculadas ni a la época anterior, ni a los sectores oficialis­tas del régimen; es el caso de Camilo José Cela, con novelas como Lafamilia de Pascual Duarte, 1942, Pabellón de Repo­so, o una serie de novelistas ligados al premio Nadal, como

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Carmen Laforet con Nada, en 1945, Miguel Delibes, con La sombra del ciprés, en 1947, José María Gironella 32.

En el campo poético el fin de la guerra aseguró la mar­cha al exilio de la mayoría de los grandes poetas del momen­to, muchos de los cuales continúan allí su producción: Ra­fael Alberti, Pedro Salinas, Juan Ramón Jiménez, Ernestina Champoucin, León Felipe; otros murieron en las cárceles del Régimen, como Miguel Hernández. En la España del interior, al margen de toda una producción poética oficialista dedicada a exaltar los valores patrios o los héroes de la guerra, en aquellos años cuarenta podemos destacar dos grandes orien­taciones de la poesía, las cuales no responden tanto a escuelas poéticas concretas, sino a su posición frente a la realidad social del país.

Una de esas tendencias es la que, siguiendo a Dámaso Alonso, podemos denominar la poesía arraigada, formada por un grupo de poetas cercano a los círculos oficialistas, y que a sí mismo se denominó "juventud creadora", agrupado en torno a la revista Garcilaso, y que encuentra su fuente de inspiración en los poetas del Imperio, los clásicos del siglo XVI.

En cuanto a su temática abunda el tema religioso y los temas tradicionales: amor, paisaje, belleza ... Entre otros podemos destacar: Dionisio Ridruejo, Luis Rosales, Felipe Vivanco, Rafael Morales, Leopoldo Panero 33.

La otra tendencia es la denominada poesía desarraigada, la cual busca un compromiso con la realidad, expresar la solidaridad con el hombre y su miseria, protestar contra la injusticia y el dolor que sufre el propio hombre. Esta tendencia va a quedar marcada por la publicación en 1944 del libro de Dámaso Alonso, Hijos de la Ira, y en cierta manera va a estar agrupada en torno a la revista Espadaña, nacida en León en

32 VARIOS, Historia social de la literatura española en lengua castellana, t. UI, Madrid, 1979, 115-117. ef. también Equipo RESENA, La cultura espa­ñola durante elfranquismo, Bilbao, 1977, pp. 18-22.

33 Ya Manuel Machado en 1938 escribía acerca de la poesía: "Una de las características de la España que se está forjando es la exaltación del senti­miento religioso ... El poeta que vibra con su tiempo ... encuentra en el fondo de su corazón la inexhausta vena de piedad cristiana, que corre por el subs­trato de todo el suelo patrio". M. MACHADO, Horas de oro, devocionario poético, Valladolid, 1938, p. 105.

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1944. Los poetas de esta tendencia pretenden hacer una poesía encarnada en la realidad social y romper con una de las orien­taciones de la cultura oficialista que es el olvido consciente de la cruda realidad del país. Entre otros poetas podemos desta­car: José Luis Hidalgo, Carlos Bousoño, Gabriel Celaya, BIas Otero 34.

Quisiéramos mencionar en este apartado al cine que, como un medio cultural dedicado a las grandes masas, va a sufrir las consecuencias de la guerra civil, ya que durante ella gran parte de la infraestructura de la industria cinematográfica va a que­dar destruida. Por otra parte, se vio afectada por ese otro fenómeno propio de toda postguerra civil que es el éxodo o bligatorio de los profesionales del medio no afines al sistema político vencedor. Pero no es menos cierto que el cine no va a escapar al control ideológico del Régimen. Y no escapará debido a la censura y a la ley de abril de 1941. De alguna manera con esta ley se pretendía crear un cine con unas claras intenciones ideológicas, tal y como había sucedido en otros países donde había triunfado el fascismo. Se buscó hacer un cine falangista donde " ... toda la cinematografía esté empapa­da del concepto de vida por el que se luchó y murió en los campos de batalla ... " 35.

En cuanto a la producción cinematográfica de aquellos años podemos destacar: un cine de exaltación histórica que ha sido definido como el cine de "fazañas". Este cine pretendió ser una exaltación triunfalista de la propia historia nacional, cuando no reinterpretar, en función de los valores dominantes del momento, la propia historia nacional; pretendió ser un canto a las gestas de la propia guerra como pueden ser las películas de Juan Orduña, A mí la Legión, o de Carlos Aréva­lo, Harka, donde se utiliza el tema de la vocación africanista del ejército español, que será uno de los elementos sobre los que se levantará el mito del caudillaje. Películas como Jeromín trataron de defender la eficacia de la educación castrense; Los últimos de Filipinas, la heroicidad del ejército. Otras películas

34 V. TUSÓN y F. LÁZARO, Literatura Española, Madrid, 1983, pp. 486-500.

35 D. FONT, Del azul al verde. El cine español durante el franquismo, Barcelona, 1976, pp. 49-66.

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como Raza, de Sáenz de Heredia y guión del propio Franco, tratan de exaltar, junto al valor del heroísmo, el de la raza española; Locura de amor, que nos presenta la historia de Juana la Loca, pretende ser una protesta contra todo lo ex­tranjero personificado en e! personaje de Felipe el Hermoso; en Agustina de Aragón lo que se busca resaltar es el valor de la mujer española 36.

Por otra parte, el cine español pretendió adaptar grandes obras literarias de narradores clásicos y del siglo XIX, limpias todas ellas de elementos que hicieran relación a lo antirreligio­so, anticlerical, a la inmoralidad. En esta línea cabe destacar Don Quijote y Pequeñeces.

Debemos hacer referencia al cine cómico, de un humor angelical, alejado de la realidad cruda del país, en películas como El pobre rico, de 1942, El difunto está vivo, de 1947; y, finalmente, un cine folklorista donde se pretende llevar a la pantalla un folklore desnaturalizado y seleccionado ideológi­camente donde se comienza a resaltar lo andaluz como repre­sentativo de lo español, La Lola Piconera, en 1946, La Lota se va a los puertos, 1947 37 .

En general debemos decir que, como la mayor parte de la producción cultural de aquellos años, el cine olvidó los pro­blemas de la España real, el hambre, el estraperlo, el bloqueo internacional, la represión y el exilio, e intentó consolar a las masas trayendo ante sus ojos las "glorias de! pasado".

V. LA EVOLUCIÓN POLÍTICA DE LA ESPAÑA

DE LOS AÑOS CUARENTA

Es difícil definir el Estado que se estableció en España a partir del final de la guerra civil: Estado totalitario, autoritario, unitario, ético y misional, imperialista, católico, nacional-

36 Equipo RESEÑA, op. cit., pp. 172-176. 37 Alguno de los ideólogos de primera hora del franquismo, como es el

caso de José María Pemán llega a exaltar lo andaluz como representante de los valores eternos: "Andalucía no tiene ese concepto dinámico de vivir para trabajar, pero sí de trabajar para vivir. .. No cabe duda que tiene Andalucía un enfoque clásico de la vida y no castizo, en el sentido que ama más los valores

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sindicalista, social "que viene no a dar opio, sino a levantar y dignificar al obrero". Lo que sí podemos decir es que la es­tructura política de la España de aquellos años era una verda­dera autocracia personal, donde la persona de Franco acapa­raba todo el poder y donde él mismo se sentía responsable, según la ideología de cruzada, solo "ante Dios y la historia".

Políticamente el Nuevo Estado pretendió romper con la tradición democrática y liberal a la que culpa de los males presentes por los que pasa la Nación, a la vez que integrar a las distintas fuerzas que apoyaron y legitimaron el levanta­miento militar, que es la base sobre la que se construye el Estado franquista. Esa integración de las fuerzas que legitima­ron el levantamiento militar bien expresado queda en la frase del mismo Franco: "Los españoles que quieren, aman y sirven a España en la disciplina política del Estado" 38.

De todos los grupos sabe tomar el Nuevo Estado algo que le sirva para echar raíces en una sociedad cansada de violencia. De la Falange toma toda una fraseología revolucionaria, la llamada a la justicia social, la apelación a los cambios sociales, a desechar privilegios y a resaltar el valor del trabajo. De los grupos tradicionalistas y católicos toma toda esa fraseología que tiende a identificar fe e historia, religión y patria. Un lenguaje que llama a descubrir las horas grandes de la patria, el nacionalismo unitario, que se traduce en el amor a España, forma que tiene el Régimen de desviar la atención de otros problemas más reales y urgentes.

Las grandes líneas de la política interior van a seguir para­lelas a la evolución de la guerra mundial, lo cual hará que la balanza se incline a uno u otro lado según el predominio de los distintos bandos en litigio en la guerra mundial. Los acon­tecimientos de la guerra mundial harán que el Régimen vaya adquiriendo un entramado legal e institucional del que carecía en un principiO.

eternos que los valores del tiempo ... Andalucía es el pueblo que aprecia tan poco la vida, que o la desprecia cantando delante de una guitarra, o la ofrece jugando delante de un toro ... ". J. M. PEMÁN, Cinco conferencias, Buenos Aires, 1941, pp. 128-132.

38 Discurso pronunciado en Zaragoza, 19 de abril de 1938, en Pensamien­to político de Franco, t. 1, p. 214.

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Una vez que ha perdido fuerza en el Gobierno el sector más duro de la Falange con la salida del mismo Serrano Súñer y ante la ofensiva aliada en el norte de Africa, por ley del 17 de febrero de 1942 se crean las Cortes españolas, que vienen a ser un órgano deliberativo, que de alguna manera quiere ocupar el espacio del Consejo Nacional de Falange Española tradicionalista y de las JONS, que desde su funda­ción había sido el único órgano deliberante del Nuevo Estado.

Las Cortes no anulan la potestad legislativa del Jefe del Estado; la persona de Franco es la fuente de toda soberanía. Son, pues, las Cortes un órgano, como otros muchos del Es­tado, de los llamados de resonancia, que no hacen sino dar forma a los proyeclos que envía el gobierno. La representación de las Cortes es corporativa y en ellas se sientan numerosos procuradores de designación directa. Querían ser una imita­ción de las viejas cortes estamentales de los reinos de España. Tal vez en su nacimiento y configuración debamos ver la influencia del sector tradicionalista que apoyó a Franco y que de alguna manera queda simbolizado en que su primer presi­dente, Esteban Bilbao, procediera del sector tradicionalista 39.

Las Cortes pretendieron ser una fachada democrática del Ré­gimen que no logró convencer ni dentro ni fuera de España.

Una segunda medida que toma el Régimen, una vez aca­bada la guerra mundial, el 17 de julio de 1945 fue la promul­gación del Fuero de los Españoles, que de alguna manera pre­tendía ser una declaración de principios, derechos y deberes, que llenará el vacío constitucional que había desde que quedó suspendida la Constitución republicana con el inicio de la guerra civil en 1936, y pretendía dar una fachada nueva al Régimen que hasta este momento se había regido por los famosos 26 puntos de FET y de las JONS y por el Fuero del Trabajo, lo cual daba un aspecto demasiado fascista al Régi­men que en nada le hacía simpático a los aliados.

El Fuero de los Españoles configura el Régimen como un Estado católico, social y de derecho. Se reconocen los derechos de la persona y su libre ejercicio, así como toda una serie de

39 Ley de creación de las Cortes Españolas, fundamentalmente los arts. 1, 2,17.

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deberes de la misma para con la Patria. El ejercIcIO de los derechos siempre fue más teórico que real, ya que sólo podían ejercerse cuando "no atentaran contra la unidad espiritual, nacional o social de España"4o.

Este mismo año, 1945, el 22 de octubre se publicó la ley de Referéndum Nacional con la cual se reconoce al pueblo espa­ñol el ejercicio de la función legislativa en aquellos casos que el Jefe del Estado lo juzgue oportuno. Este es un sistema muy querido por los regímenes dictatoriales: apelar al pueblo, pero siempre subordinado al Jefe, Caudillo, que es quien detenta la soberanía 41.

En 1947 fue promulgada, después de ser aprobada en refe­réndum, la Ley de sucesión a la jefatura del Estado, por la cual se pretendió dar una base jurídica al Estado, así como fijar un sistema de sucesión que viniera a sustituir al que quedó definido en el artículo 42 de los Estatutos de FET y de las JONS en 1937, según el cual "el Caudillo designará secre­tamente a su sucesor, el cual será proclamado por el Consejo en caso de muerte o incapacidad física del Caudillo". Principio que sonaba demasiado ligado al fascismo vencido en la guerra y nada grato en el nuevo panorama de la política de la post­guerra mundial.

Por esta ley "España, como unidad política, es un Estado católico, social y representativo, que ... se declara constituido en Reino". Como podemos ver, nunca mejor en el enunciado de una ley quedan condensadas las distintas tendencias que apoyan al Régimen: los católicos, la falange, el tradicionalis­mo. Con esta ley el caudillaje llega a su culmen. Franco, sin asumir ningún título monárquico, asume el poder con carácter vitalicio y la prerrogativa de poder señalar heredero.

El Nuevo Estado procuró rodearse de toda una serie de

40 Para el nuevo ordenamiento la persona sólo es portadora de deberes y en segundo lugar de derechos, en cuanto es miembro de una comunidad nacional. Fuero de los Españoles, art. l.

41 Junto con la legislación que trata de dar una fachada democrática al Régimen, éste toma una serie de medidas para acabar con cierta simbología falangista como es el saludo brazo en alto, el cual era obligatorio desde 1937: "Circunstancias derivadas de la contienda han hecho que lo que es signo de amistad y cordialidad venga siendo interpretado torcidamente ... ". Decreto del 11 de septiembre de 1945, en F. DfAz PLAJA, op. cit., p. 189.

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medidas legales con que combatir el pluralismo político, el cual fue visto como responsable de la decadencia de "la Espa­ña de siempre". Todo este entramado legal es el que da con­sistencia a la represión, como algo característico de la España de los años cuarenta. La ley de responsabilidades políticas de 1939, la ley contra la francmasonería y el comunismo, pusie­ron fuera de juego a partidos, sindicatos y todo tipo de asocia­ciones políticas. Por la ley de seguridad del Estado de 1941 se llega a castigar con pena de muerte el delito de traición al Estado. Toda esta legislación no tenía más que una finalidad: liquidar el pasado y afianzar el sistema. La represión llevó unas veces a la depuración de los órganos de la administra­ción, funcionarios, maestros, militares, de todo miembro no afecto al sistema; otras veces tendió a silenciar a la oposición o incluso a la liquidación física de los opositores, de aquellos que fueron denominados "la anti-Espa-ña"42.

Pero la política represiva del Régimen no hizo acallar la oposición. Dentro del mismo sistema hubo elementos discon­formes con el rumbo que imprimió al Régimen el mismo Fran­co. Entre 1939 y 1941 se dio una serie de conspiraciones de carácter falangista en torno a sectores duros de la falange que no veían con buenos ojos las directrices del Régimen y que en parte estuvieron alentadas por la embajada alemana, incluso se llegó a tentar a algún alto jefe militar, caso de Muñoz Grande, como posible sustituto de Franco.

Desde sectores de la organización nacional sindicalista tam­bién se intentó llevar una política de oposición a los derroteros del Régimen; su dirigente, Gerardo Salvador Merino, preten­dió llevar a cabo un sindicato de base popular. Todo acabará con la destitución de Merino, lo que hará que la organización sindical se convierta en un engranaje más de la burocracia del sistema y que la política social sea dirigida y controlada por el

42 De esta manera se expresaba Serrano Súñer en respuesta a un discurso del Duce italiano: "En nuestra patria, gente en ella nacida, pero desde fuera dirigida por la anti-España, pugnaba por destruir nuestra civilización cristia­na". F. DíAZ PLAJA, op. cit., 17. También desde los órganos de prensa del Régimen se fomentó de esta manera la represión: "Al marxismo, que es traición ubicua, hostilidad a toda patria, lícito es perseguirlo y exterminarlo en toda patria." Arriba, 15 de julio de 1939.

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Ministerio de Trabajo, ocupado desde 1945 por un hombre procedente de la Falange histórica, como es José Antonio Girón, que dará un tinte populista a sus actividades políticas, penetrando en amplios sectores sociales hasta el momento hostiles al Régimen 43.

Por lo general las conspiraciones falangistas no tuvieron éxito ya que en sus mismas filas una gran mayoría eran fieles a la figura del Caudillo y formarán lo que se ha denominado la "falange franquista", y porque muchos de sus dirigentes habían perdido el fervor revolucionario al ser asimilados por el sistema y quedar encasillados en los aparatos de la adminis­tración y burocracia del Estado, donde gozan de una buena posición social 44.

Se dieron conspiraciones de carácter monárquico en las que estuvieron presentes personajes que años antes habían colaborado con el mismo Franco, es el caso de Sainz Rodrí­guez, Ansaldo, Vega Latapié, conspiraciones que buscaban más que un sistema democrático la restauración de la monar­quía. En algunas de ellas estuvieron presentes las altas jerar­quías del ejército como lo expresa la carta enviada por los tenientes generales a Franco pidiéndole la restauración de la monarquía 45.

Junto a esta oposición interna al propio sistema debemos destacar la oposición de las fuerzas políticas vencidas en la guerra civil, la cual se agrupa en dos frentes. El primero en torno a la llamada Unión Nacional organizada por el partido comunista que desarrolla toda una actividad de oposición al

43 R. ABELLÁN, op. cit., p. 78. R. DE LA CIERVA, op. cit., pp. 194,216. 44 "Como todo el mundo sabe, todos los líderes falangistas, que antes de

la guerra no tenían nada, son hoy en día hombres ricos con casas y grandes propie?ades. La corrupción es uno de los grandes factores civilizadores por­que mma el orgullo de los poderosos, y el fanatismo de la Falange se halla actualmente confinado a su oratoria. Son temidos únicamente por lo que han hecho en el pasado." G. BREMAN, op. cit., p. 72.

45. L~ carta fechada en ~adrid el 8 de septiembre de 1943 fue firmada por los sIgUIentes generales: LUIs Orgaz, Alfredo Kindelán, Fidel Dávila, José Solchaga, José Moscardó, Andrés Saliquet y José Varela. Cf. F. DÍAZ PLAJA, op. cit., pp. 134-135. Sobre los distintos intentos de sustitución de Franco por un gobierno monárquico la obra de A. KINDELAN, La verdad de mis relacio­nes con Franco, Barcelona, 1980, pp. 34-89. J. M. GIL ROBLES, La Monarquía por la que yo luché, 1941-1954, Madrid, 1976.

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franquismo por medio de la organización de bandas guerri­lleras, que incluso hace un intento de invasión desde el exte­rior, como fue la invasión del Valle de Arán siendo rechazadas por fuerzas del ejército. El segundo grupo de oposición fue el propugnado por el partido socialista y los republicanos. Los socialistas incluso llegaron a entrar en contacto con los monárquicos de Don Juan. Todo ello terminará malográndo­se con motivo de la entrevista de Don Juan con Franco en 1947. El partido socialista tuvo no sólo una oposición al fran­quismo, sino también un marcado anticomunismo, lo cual le conduce a perder fuerza entre los opositores al franquismo frente al renacimiento que experimentaba el comunismo entre los sectores de oposición, fundamentalmente obreros y estu­diantes 46.

Frente a la política represiva el gobierno utilizó a lo largo de esta década una serie de medidas como son los indultos que tendían a lograr la ansiada reconciliación nacional entre los españoles, a la vez que intentaba congraciarse con la opinión pública internacional que no veía con buenos ojos que después de la derrota de los fascismos siguiera existiendo un gobierno afín a los mismos. El primero de los indultos fue el dado al acabar la guerra mundial, el 9 de octubre de 1945, el cual pretendió ser una respuesta a la presión internacional. Por medio de él se indultó parte de las penas impuestas por los vencedores a los que habían incurrido en "delito de rebelión". Un segundo indulto fue dado el 17 de julio de 1947 con motivo de la publicación de la ley de sucesión a la jefatura del Estado, y alcanzaba a los delitos cometidos hasta la fecha. El 9 de oc­tubre de 1949, con motivo de celebrarse el año santo, se volvió a dar otro indulto; lo más significativo es que a partir de este momento los indultos que se dan van a coincidir con efeméri­des religiosas, perdiendo con ello parte del carácter de recon­ciliación nacional que en un principio se pretendió imprimir a esta práctica.

Si la década de los años cuarenta comenzó con una mar­cada orientación hacia los regímenes fascistas por la ayuda

46 Para todo lo relacionado con la oposición antifranquista protagonizada por los vencidos en la guerra civil la obra de S. VI LAR, op. cit., pp. 91-202.

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que recibió de ellos durante la guerra civil, el desarrollo de la guerra mundial va a hacer que la posición española varíe desde la neutralidad de 1939, la no beligerancia del año 1941, hasta la aproximación a los aliados como consecuencia del desplazamiento de las operaciones militares al Mediterráneo oriental en 1942, dando ciertas facilidades al desembarco an­glo-americano en el norte de Africa 47. A pesar de este aparente viraje, el que la paz de 1945 se iniciara bajo el signo de la amistad entre la URSS y occidente repercutirá negativamente en la situación española, la cual va a quedar marcada por el aislamiento internacional, como se desprende de una de las conclusiones de la reunión de San Francisco, julio-agosto de 1945, que marca el nacimiento de las Naciones Unidas. En esta reunión de San Francisco se llegó por parte de las tres grandes potencias (Estados Unidos, Inglaterra, Unión Sovié­tica), a desoír cualquier petición hecha por parte del gobierno español para ingresar en las Naciones Unidas.

Entre 1945 y 1947 el gobierno, que no el pueblo español, según las declaraciones oficiales, sufre la hostilidad del resto de los gobiernos del mundo, la cual queda marcada por el aislamiento diplomático, el intento de invasión guerrillera des­de Francia. Esta postura internacional llevó a que en México se llegara a constituir una junta de liberación integrada por viejos republicanos, cuyo programa era la expulsión de Franco por los aliados evitando el estallido revolucionario. En este contexto debemos situar el acercamiento de Prieto, uno de los líderes socialistas, a los monárquicos de Don Juan y el apoyo inglés a una posible restauración monárquica 48. Lo cierto es que en todo este juego de posibilidades la ONU no pasó de reconocer la retirada de embajadores y de tachar, eufemística­mente, al Régimen de "enemigo para la paz". Los tratados comerciales firmados con la Argentina, gobernada en este momento por el peronismo, van a ayudar a España a agrietar

47 Sobre la posición española en la guerra mundial, fundamentalmente sobre la política frente a los aliados, el libro de Carlton J. H. HAYES, Misión en España, 1942-1945, Madrid, 1946, en especial los capítulos 6-8.

48 J. M. GIL ROBLES, op. cit., p. 260. F. DfAz PLAJA, op. cit., pp. 228-232. Documento sobre las relaciones de lndalecio Prieto con los monárquicos y con Gil Robles.

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el cerco diplomático, pero a esta ayuda, hábilmente manejada por el Régimen, se unirá otra serie de hechos que acabará a la larga con el aislamiento y que llevará a España a una integra­ción paulatina en el concierto internacional en las próximas décadas. Francia abre sus fronteras con España el 9 de febrero de 1947; en abril se firmó una serie de convenios comerciales con Inglaterra y Francia. La situación estratégica de España, que la hacía jugar un papel de suma importancia en la nueva situación de guerra fría entre el occidente y el bloque comu­nista, llevará a la firma de los acuerdos económicos y militares de 1953. Finalmente la ONU descarta el caso español en junio de 1950. La década de 1950 abrirá nuevos caminos para la España salida de la guerra civil y consolidada a lo largo de los años cuarenta.

Conclusión

Para concluir nuestra reflexión debemos decir que aquella década de los años cuarenta fue dura y difícil para todos en España, para los de dentro y para aquellos que tuvieron que marchar en busca de otras tierras que los acogieran cuando aquí se les negaba hasta el carácter de españoles.

Fue una década en la que se comenzó a cimentar lo que posteriormente conoceremos como franquismo por medio de todo un entramado legal que reafirma el poder absoluto del general. Un franquismo que se ha apoyado en toda una serie de grupos sociales y políticos, así como en la misma Iglesia, pero que ha sabido desprenderse de ellos cuando ya no los necesitaba o veía en ellos un peligro para su permanencia.

Fueron años de hambre y miseria, de escasez grande y de aislamiento en política internacional. Fueron años en que se soñó nuevamente con el imperio, pero al fin España se encon­tró sola, encerrada en sus fronteras.

En fin, fueron años en los que hasta la misma religión, con muchas cosas buenas en su haber, como haber abanderado el movimiento de caridad hacia los muchos necesitados de la sociedad, se volvió cerrada, intolerante, buscó únicamente vol­ver a unas prácticas externas, olvidando otras necesidades

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más importantes como era la de la reconciliación entre los que años antes se habían enfrentado en una cruel guerra civil.

Pero estos años no bastan para juzgar la obra de todo un Régimen que se prolongará largas décadas en la historia de España, y que al comenzar la década de los cincuenta encuen­tra un panorama más esperanzador.