La educación en Finlandia

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La educación en Finlandia JOSÉ BLANCO /II C ontinúo presentando algunas de las realidades registradas en el informe del profesor Paul Robert sobre el sistema educativo finés, en el que se pregunta: ¿qué hacemos para que Francia pueda reproducir los hallazgos e innovaciones que llevaron a Finlandia a crear uno de los mejores –si no el mejor– sistema educativo del mundo? Toda divergencia entre la escuela y la casa debe ser borrada al máximo. Las relaciones entre los profesores y los alumnos son de gran familiaridad, lo que no excluye en ningún caso el respeto mutuo. Desde el jardín de niños hasta el liceo, los profesores son accesibles y están están disponibles y atentos. Uno de los criterios que el colegio de Niinivaara enfatiza en su autoevaluación es el sentimiento que tienen los propios alumnos de poder ser ellos mismos en toda circunstancia. Los niños comienzan normalmente el aprendizaje de la lectura hasta los siete años. Antes, cada día es dedicado a una disciplina (música, deporte, actividades manuales o artísticas, lengua materna, matemáticas) pero los niños trabajan solamente durante la mañana, siempre de manera muy atractiva. La tarde es reservada al juego, siempre organizado como aprendizaje. Existen grupos de apoyo para los alumnos que muestran tener dificultades en una u otra materia. Además, se envía a la clase un auxiliar para apoyarlos. La jornada de trabajo se organiza cuidando respetar los ritmos biológicos del niño y de evitar todo cansancio inútil: hasta los 16 años –cuando se finaliza la escuela obligatoria– las sesiones se limitan a 45 minutos y se entrecruzan con periodos de descanso de 15 minutos durante los cuales los alumnos pueden caminar libres por los pasillos, hablar tranquilamente en las salas de descanso, jugar o utilizar las computadoras puestas a su disposición. Durante los primeros años de la escuela obligatoria (de siete a 13 años), el número de alumnos por clase no debe sobrepasar de 25. En el liceo, los grupos se forman en función de la inscripción de los alumnos: el tamaño de los grupos es variable. Desde la escuela primaria, incluso en la secundaria, hay auxiliares de educación que colaboran con el profesor en la misma clase o se hacen cargo de grupos reducidos de alumnos que necesitan ayuda particular. Subrayo con fuerza el pilar central del método educativo, que empieza a extenderse por el mundo desarrollado, principalmente en la educación superior y en algunas universidades fuera de ese mundo, pero

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La educación en FinlandiaJOSÉ BLANCO /II

Continúo presentando algunas de las realidades registradas en el informe del profesor Paul Robert sobre el sistema educativo finés, en el que se pregunta: ¿qué hacemos para que Francia pueda reproducir los hallazgos e innovaciones que llevaron a Finlandia a crear uno de los mejores –si no el mejor– sistema educativo del mundo?

Toda divergencia entre la escuela y la casa debe ser borrada al máximo. Las relaciones entre los profesores y los alumnos son de gran familiaridad, lo que no excluye en ningún caso el respeto mutuo. Desde el jardín de niños hasta el liceo, los profesores son accesibles y están están disponibles y atentos.

Uno de los criterios que el colegio de Niinivaara enfatiza en su autoevaluación es el sentimiento que tienen los propios alumnos de poder ser ellos mismos en toda circunstancia. Los niños comienzan normalmente el aprendizaje de la lectura hasta los siete años. Antes, cada día es dedicado a una disciplina (música, deporte, actividades manuales o artísticas, lengua materna, matemáticas) pero los niños trabajan solamente durante la mañana, siempre de manera muy atractiva. La tarde es reservada al juego, siempre organizado como aprendizaje.

Existen grupos de apoyo para los alumnos que muestran tener dificultades en una u otra materia. Además, se envía a la clase un auxiliar para apoyarlos. La jornada de trabajo se organiza cuidando respetar los ritmos biológicos del niño y de evitar todo cansancio inútil: hasta los 16 años –cuando se finaliza la escuela obligatoria– las sesiones se limitan a 45 minutos y se entrecruzan con periodos de descanso de 15 minutos durante los cuales los alumnos pueden caminar libres por los pasillos, hablar tranquilamente en las salas de descanso, jugar o utilizar las computadoras puestas a su disposición.

Durante los primeros años de la escuela obligatoria (de siete a 13 años), el número de alumnos por clase no debe sobrepasar de 25. En el liceo, los grupos se forman en función de la inscripción de los alumnos: el tamaño de los grupos es variable.

Desde la escuela primaria, incluso en la secundaria, hay auxiliares de educación que colaboran con el profesor en la misma clase o se hacen cargo de grupos reducidos de alumnos que necesitan ayuda particular.

Subrayo con fuerza el pilar central del método educativo, que empieza a extenderse por el mundo desarrollado, principalmente en la educación superior y en algunas universidades fuera de ese mundo, pero que en Finlandia lo han llevado al conjunto del sistema educativo. Dice el profesor Robert: a lo largo de mi visita no asistí a ninguna clase magistral. Siempre vi alumnos en actividad, solos o en grupo. Ésa es la norma. El profesor no está ahí para dictar lecciones; está allí como un recurso entre otros. En una clase de finés las paredes están cubiertas con estantes de libros; no hay una sala que no tenga retroproyector, computadora, videoproyector, televisor y lector de devedés.

Nada de obligación, nada de pesadez. No se puede forzar a los alumnos; es necesario darles posibilidades diferentes para aprender, para adquirir competencias (dice Hannu Naumanen, director del Colegio Pielisjoki). Por eso reina en las clases una atmósfera de sana cooperación, donde cada uno está en su lugar y tiene un papel en la construcción colectiva del conocimiento.

Finlandia quiere que los alumnos accedan al conocimiento con entusiasmo y eso sólo es posible si llegan a ser plenamente protagonistas de su aprendizaje. El profesor no está allí para hacerlo todo: él organiza, ayuda a los alumnos a aprender. (Sirkky Pyy, profesora de inglés). Eso se dice en un documento de la Facultad de Educación de Joensuu, titulado Lo que hace a un buen profesor. Se pide al profesor controlar la estructura de los conocimientos en su disciplina, se espera sobre todo que favorezca el aprendizaje de sus alumnos en una atmósfera de tolerancia y respeto. Se le pide aún más: crear situaciones de aprendizaje variadas y estimulantes, no imponer nunca un conocimiento.

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Insistamos: la clase, como grupo de alumnos, no existe ya.

Hasta los nueve años los alumnos no son evaluados con notas. Sólo a esa edad los alumnos son evaluados por primera vez, pero sin emplear cifras. Después no hay nada nuevo hasta los 11 años. Es decir que en el periodo aproximadamente equivalente a nuestra escuela primaria los alumnos sólo pasan por una única evaluación. Así, la adquisición de los saberes fundamentales puede hacerse sin la tensión de las notas y controles y sin la estigmatización de los alumnos más lentos. Cada uno puede progresar a su ritmo sin interiorizar, si no sigue al ritmo requerido por la norma académica, ese sentimiento de deficiencia o incluso de nulidad que producirá tanto fracasos posteriores, esa imagen de sí tan deteriorada que, para muchos alumnos, hace que los primeros pasos sobre los caminos del conocimiento sean a menudo generadores de angustia y sufrimiento. Finlandia ha elegido confiar en la curiosidad de los niños y en su sed natural de aprender.

El impresionante éxito de la educación finlandesa no es, en consecuencia, debido solamente a la proeza de una sabia construcción técnica: ella está ligada a una lengua, a una cultura, a un pueblo que ha hecho del desarrollo de la persona humana, en todos sus componentes, la finalidad fundamental de la educación.

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Los niños finlandeses de hoy estarán el día de mañana entre los profesionales más preparados del mundo. No lo predice ninguna bola de cristal, lo auguran datos objetivos. Desde que la OCDE comenzara en el año 2000 a elaborar su informe PISA, Finlandia ha acaparado losprimeros puestos del podio en Europa por su excelente nivel educativo.Apenas un 8% de los alumnos finlandeses no terminan sus estudios obligatorios, frente a un 30% de españoles que no acaban el Bachillerato. Dispuesto a dar con la clave del éxito finlandés, el psicólogo escolar y entonces director del colegio Claret de Barcelona,Javier Melgarejo, comenzó a estudiar su sistema educativo hace más de una década. Su primera sorpresa fue constatar que a los 4 y 5 años menos de la mitad de los niños finlandeses acuden a guarderías y no empiezan el colegio hasta los 7 años. Dos años después, sus puntuaciones son mejores que el resto de los países estudiados por la OCDE.Durante los primeros seis años de la primaria los niños tienen en todas o en la mayoría de las asignaturas el mismo maestro, que vela por que ningún alumno quede excluido. Es una manera de fortalecer su estabilidad emocional y su seguridad. Hasta 5º no hay calificaciones numéricas. No se busca fomentar la competencia entre alumnos ni las comparaciones.La educación gratuita desde preescolar hasta la universidadincluye las clases, el comedor, los libros y hasta el material escolar aunque si alguien lo pierde está obligado a pagárselo. La jornada escolar suele comenzar sobre las 8,30-9 de la mañana hasta las 3 de la tarde, con el paréntesis del almuerzo a las 12-12,30 horas. En total, suman 608 horas lectivas en primaria, frente a las 875 horas de España, con deberes en casa que no son excesivos. ¿Cómo consiguen mejores resultados en menos tiempo?«El éxito finlandés se debe a que encajan tres estructuras: la familia, la escuela y los recursos socioculturales (bibliotecas, ludotecas, cines...)», explica Melgarejo. Los tres engranajes están ligados y funcionan de forma coordinada. «Los padres tienen la convicción de que son los primeros responsables de la educación de sus hijos, por delante de la escuela» y complementan el esfuerzo que se hace en el colegio.«En Finlandia el 80% de las familias van a la biblioteca el fin de semana», añade el psicólogo escolar catalán, para quien este estímulo de la lectura en casa resulta fundamental. El sistema social finlandés contribuye con numerosas ayudas oficiales a las familias, que pueden conciliar su trabajo y la atención a sus hijos.

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Existe una herencia cultural luterana basada en la responsabilidad que fomenta la disciplina y el esfuerzo, a la que también acompaña unaclimatología que empuja a encerrarse en casa, pero estos factores también están presentes en otros países vecinos, como Suecia o Dinamarca, que disfrutan de mayor nivel económico y sin embargo figuran varios puestos por debajo en PISA. «No son las variables socioeconómicas las determinantes», subraya Melgarejo.

De maestros, los mejoresLa diferencia radica en la elevada calificación académica del profesorado en Finlandia, principalmente en educación primaria. «Los finlandeses consideran que el tesoro de la nación son sus niños y los ponen en manos de los mejores profesionales del país», destaca el exdirector del colegio Claret de Barcelona.Los mejores docentes se sitúan en los primeros años de enseñanza, donde se aprenden los fundamentos de todos los posteriores aprendizajes. Se considera que hacia los 7 años el alumno se encuentra en la fase más manejable y es cuando realiza algunas de las conexiones mentales fundamentales que le estructurarán toda la vida. Por eso, se considera esencial seleccionar a quien ayudará en este proceso.Para ser maestro se necesita una calificación de más de un 9sobre 10 en sus promedios de bachillerato y de reválida y se requiere además una gran dosis de sensibilidad social (se valora su participación en actividades sociales, voluntariado...). Cada universidad escoge después a sus aspirantes a profesores con una entrevista para valorar su capacidad de comunicación y de empatía, un resumen de la lectura de un libro, una explicación de un tema ante una clase, una demostración de aptitudes artísticas, una prueba de matemáticas y otra de aptitudes tecnológicas. «Son las pruebas más duras de todo el país», asegura Melgarejo. Al proceso de selección le sigue una exigente licenciatura y periodos de prácticas.No es de extrañar que los profesores estén muy bien considerados socialmente en Finlandia. «Es un honor nacional ser maestro de Primaria», aseguró el pasado 25 de septiembre en Madrid Jari Lavonen, director del Departamento de Formación al Profesorado de la Universidad de Helsinki.Harri Skog, secretario de Estado de Educación de Finlandia desde 2006, resumía en una frase la importancia de este proceso: «La educación es la llave para el desarrollo de un país». Por eso el país nórdico dedica del 11 al 12% de los presupuestos del estado y los ayuntamientos a financiar este modelo de educación. «Es una política inteligente que les está dando fruto», considera Melgarejo, sin las presiones de Corea o Japón, otros países destacados en PISANoticias relacioEuropa sí hace deberesMás información sobre la educación en FinlandiaInforme PISA 2009 (pdf)