La Desgracia Del Destierro Explicada Por Jeremías y Ezequiel

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Carlos Jesús Durán Marín Libros Proféticos 1. La desgracia del destierro explicada por Jeremías y Ezequiel. A Jeremías la vida se le hace insoportable en medio de un pueblo desleal y falaz. Todos son engaños y fraudes en sus relaciones sociales. Quisiera poder aislarse de esta sociedad corrompida y retirarse a la soledad del desierto: ¡ojalá tuviera en el desierto un albergue de caminantes. Aunque los albergues de caminantes en las rutas caravaneras del desierto no eran apetecibles por su falta de comodidad, y por el barullo y confusión que en ellos reinaba, sin embargo, Jeremías los considera preferibles a vivir en un ambiente de deslealtad y mentira. Son engañosos y fraudulentos, que tensan su lengua con un arco, lanzando calumnias como saetas envenenadas. No hay confianza mutua, predominando la mentira, todo este pecado de iniquidad es consecuencia de la falta de conocimiento de Yahvé y de sus preceptos. No le reconocen como el Señor, y por eso cruje la sociedad en sus bases morales: no me conocen. Es tal el estado de desconfianza social, que el profeta invita a sus compatriotas a no entregarse ingenuamente a los más allegados: guárdese cada uno de su prójimo, y nadie confíe en su hermano. Yahvé no puede soportar esta situación y quiere hacer intervenir su justicia, enviándoles la tribulación y la angustia para probarlos: los fundiré en el crisol y los probaré. No cabe otra solución, en bien de Jerusalén, que castigarla. De nuevo recalca el carácter doloroso de los compatriotas: sus lenguas son saetas mortíferas…”Paz”, dicen a su prójimo, y tienden la 1

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1. La desgracia del destierro explicada por Jeremías y Ezequiel.

A Jeremías la vida se le hace insoportable en medio de un pueblo desleal y falaz.

Todos son engaños y fraudes en sus relaciones sociales. Quisiera poder aislarse de esta

sociedad corrompida y retirarse a la soledad del desierto: ¡ojalá tuviera en el desierto un

albergue de caminantes.

Aunque los albergues de caminantes en las rutas caravaneras del desierto no eran

apetecibles por su falta de comodidad, y por el barullo y confusión que en ellos reinaba,

sin embargo, Jeremías los considera preferibles a vivir en un ambiente de deslealtad y

mentira. Son engañosos y fraudulentos, que tensan su lengua con un arco, lanzando

calumnias como saetas envenenadas. No hay confianza mutua, predominando la

mentira, todo este pecado de iniquidad es consecuencia de la falta de conocimiento de

Yahvé y de sus preceptos. No le reconocen como el Señor, y por eso cruje la sociedad

en sus bases morales: no me conocen. Es tal el estado de desconfianza social, que el

profeta invita a sus compatriotas a no entregarse ingenuamente a los más allegados:

guárdese cada uno de su prójimo, y nadie confíe en su hermano.

Yahvé no puede soportar esta situación y quiere hacer intervenir su justicia,

enviándoles la tribulación y la angustia para probarlos: los fundiré en el crisol y los

probaré. No cabe otra solución, en bien de Jerusalén, que castigarla. De nuevo recalca

el carácter doloroso de los compatriotas: sus lenguas son saetas mortíferas…”Paz”,

dicen a su prójimo, y tienden la insidia en su corazón. La palabra de saludo PAZ, que

decían al encontrarse, es un engaño ya que los corazones están distanciados y tramando

interiormente insidias para aprovecharse de su prójimo.

La justicia divina tiene sus exigencias y no puede tolerar más este estado de cosas.

El callar equivale a consentir, y es necesaria la venganza de Dios para escarmiento

general, y Dios mismo invita a un duelo general por la desolación del país como

consecuencia de su intervención justiciera: llorad….sobre los montes. Los montes que

antes estaban cubiertos de arboleda, van a ser desolados.

Probablemente se alude aquí también a los montes como lugar de jolgorio con

ocasión de los ritos idolátricos allí practicados. La alegría se va a convertir en luto.

También los pastizales del desierto, altamente estimados como oasis raros,

desaparecerán, y se invita a hacer duelo por ellos, pues no se va a oír más el alegre balar

de los rebaños. La desolación es completa, y todo signo de vida desaparecerá.

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Ésta suerte también de la campiña estará reservada a la capital de Jerusalén. En

ella, los chacales harán su morada; este símil es corriente en la literatura profética.

Nada más triste que una ciudad arruinada, en la que sólo se oyen los aullidos de

los chacales, únicos moradores entre los escondrijos formados por las ruinas. Así

quedará Jerusalén después de su destrucción por los soldados de Nabucodonosor.

El profeta quiere explicar a su pueblo la razón profunda de la ruina, y busca

personas inteligentes que comprendan la lección teológica del castigo para que la

transmitan al pueblo. En Dt, se dice que, si el pueblo no era fiel a la promesa

cumpliendo su Ley, sufriría los castigos de Dios.

La catástrofe es tan inminente, que Yahvé invita a que vengan las plañideras de

oficio a solemnizar el duelo. El profeta une su suerte a la del pueblo: que eleven

sobre nosotros lamentaciones. Sión, ha sido destruida, y sus habitantes tienen que

abandonar su tierra y sus moradas hacia regiones extrañas. La catástrofe debe

quedar como proverbial, y su luto debe repetirse de generación en generación. La

mortandad es general y es inútil querer recogerse en casa para evitarla, porque la

muerte ha subido por nuestras ventanas. Ni los de corta edad están libres de la fatal

suerte. El espectáculo es desolador, pues por doquier hay cadáveres…..que yacen

como estiércol sobre el campo. No hay quién se preocupe de darles sepultura

piadosa, son como el manojo que queda tras el segador, sin haber quien los recoja.

Ha pasado el ejército invasor, y no quedan sino ruinas humeantes y vidas

tronchadas en flor.

En cambio en Ezequiel vemos que continúan las acciones simbólicas para

insignificar la trágica suerte de los moradores de Jerusalén. No sólo serán cercados y

padecerán grandes estrecheces en el asedio, sino que al final serán unos asesinados y

otros dispersos. El profeta, con todas estas predicciones, salía al paso del infundado

optimismo de sus compatriotas, que creían cerca la hora de la liberación total y,

sobre todo, no concebían que la Ciudad Santa pudiera caer en manos del enemigo.

No se especifica el momento histórico de esta nueva acción simbólica. El profeta

debe rasurarse la barba y los cabellos. Lo primero resultaba un gran sacrificio para

los orientales, que ellos están orgullosos de su barba. En Is 7,20 se habla del ejército

asirio como navaja alquilada, para quitar a Judá toda su virilidad.

En Ezequiel, el sentido es algo diverso. Debe dividir sus cabellos y barba

rasurada en tres mitades, que habían de pesarse en una balanza, símbolo de la

justicia divina.

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Un tercio será entregado al fuego en medio de la ciudad sobre el ladrillo o

tableta de barro donde había trazado el plano de Jerusalén. Así, dentro del trazado de

la ciudad debe quemar parte de su barba para indicar a los habitantes de Jerusalén

que morirán durante el asedio por la peste y el hambre. Otro tercio de pelos los

herirá con la espada simbolizando a los que habían de caer por la espalda, y un

tercio será esparcido al viento, con lo que se indica la suerte de los deportados y

dispersos en la huída por los países; su destino será tan trágico, que ni así se verán

libres, ya que Yahvé los perseguirá con la espada. Pero de éstos se salvará un resto,

por eso se dice que debe ligarlos a la orla con su manto, es decir conservarlos con el

mayor cuidado. El v.4 es comúnmente considerado como glosa para recalcar el

castigo, pues el fuego parece simbolizar las diversas calamidades que se cernerán

sobre la casa de Israel.

Yahvé echa en cara a Jerusalén, la predilecta, el haber sido más culpable que los

mismos pueblos paganos que lo rodeaban. El profeta declara, en nombre de Dios, la

razón teológica de su inminente y definitivo castigo. Toda la historia de Judá ha sido

una serie de transgresiones y rebeldías contra su Dios, que con tanto amor los había

llamado protegido contra innumerables peligros. La había puesto en medio de las

gentes, lo que geográficamente es exacto, ya que Palestina estaba en la encrucijada

de los dos grandes imperios, el asirio y el egipcio. Israel superó en malicia a las

otras naciones, en cuanto que, teniendo una revelación especial, no quiso someterse

a los preceptos divinos, ya que no sabe de ningún pueblo que haya renegado de su

Dios nacional, mientras que Israel reiteradamente ha abandonado a su Dios para

seguir a los ídolos de otros pueblos.

El pecado más grave de Israel fue la idolatría. El santuario de Jerusalén había

sido profanado con imágenes de ídolos extraños; tus fornicaciones pueden tener el

sentido metafórico de idolatrías, como es común en los profetas, y el sentido literal

de actos de prostitución sagrada, corrientes entre los cananeos. Como consecuencia

de sus abominaciones, unos morirán por el hambre y la peste; otros en cambio, por

la espada, y otros tendrán que huir perseguidos por el mismo Señor. Con ello

Jerusalén será objeto de oprobio y de escarmiento entre las naciones. Entonces

conocerán todos que Yahvé ha hablado, manifestándose en su pleno furor por las

transgresiones de su pueblo.

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2. La Nueva Alianza en Jeremías y Ezequiel.

El fragmento donde se habla de la Nueva Alianza en Jeremías (31-34), es uno de los

más bellos de toda la literatura profética por el espiritualismo que rezuman sus palabras.

La alianza antigua, basada en penas y castigos, será sustituida por otra nueva

alianza que tiene su asiento en los corazones. Parece un anticipo del mensaje

evangélico. El pacto del Sinaí había caducado por la infidelidad de una de las partes

contratantes, y se había mostrado ineficaz para dirigir la vida religiosa del pueblo

elegido. Las imposiciones externas no habían logrado despertar la entrega íntima y

profunda de los corazones. El materialismo de la letra había suplantado al contenido

ético-religioso del pacto sinaítico, y era preciso iniciar una nueva etapa con nuevas

bases para regular las relaciones de Israel con su Dios. Faltaba el principio interior de la

gracia que transforma los corazones. Puesto que la antigua alianza había fracasado, no

se debía reconstruir la nueva teocracia con las mismas bases ya caducas. Por eso,

Jeremías, en nombre de Dios, anuncia una nueva alianza, escrita sobre los corazones, en

sustitución de la antigua, escrita en piedra. En vez de meras imposiciones externas, con

promesas y amenazas materiales, la base de la nueva alianza será el conocimiento

amoroso e íntimo de Yahvé y de sus derechos.

La nueva alianza será con el Israel total: casa de Israel y la casa de Judá. Las doce

tribus son el objeto del amor de dios, y de ellas saldrá el núcleo sustancial de la era

mesiánica, del Israel de Dios del Nuevo Testamento. La expresión vienen días alude a la

perspectiva ilimitada iniciada en la era mesiánica.

En el horizonte profético se superponen constantemente ambas perspectivas

históricas, en cuanto que la primera es una preparación de la segunda, pero los confines

de ambas quedan indeterminados. Pero la nueva alianza se diferenciará bien de la del

Sinaí, cuando Yahvé sacó a Israel de la tierra de Egipto, ya que ésta fue quebrantada por

una de las partes signatarias, los israelitas.

En cambio, la nueva alianza, durará para siempre, porque Yahvé imprimirá en los

corazones un conocimiento de El mismo que los atraerá y guiará en todas sus acciones,

conforme a los intereses de Yahvé.

Ambas alianzas tenían por fin vincular a Israel a su Dios, pero en la nueva etapa las

leyes no serán meras proposiciones externas e invitaciones a cumplirlas, con el anuncio

de las correspondientes sanciones o premios, como en el Sinaí, sino que Yahvé actuará

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en los corazones de los ciudadanos de la nueva teocracia para que irresistiblemente las

cumplan. Es una expresión hiperbólica para recalcar el sentido interior de la nueva

legislación divina.

La antigua Ley mosaica había sido escrita en tablas de piedra, la nueva en los

corazones. La expresión es bellísima e irremplazable para designar el carácter espiritual

del nuevo pacto. Entonces Yahvé será realmente el Dios de su pueblo.

La acción íntima de Yahvé en los corazones, será tan profunda que no habrá

necesidad de de doctores que enseñen la ley del Señor, porque Yahvé mismo,

dominando los corazones, será el Doctor de cada uno.

Naturalmente estas palabras de Jeremías no se oponen a la existencia de doctores en

la nueva ley, como han querido entender los anabaptistas. Aquí se quiere resaltar el

carácter íntimo e insinuante de la Ley del Señor, que no dependerá en su eficacia, tanto

de la audición externa, comunicada por un maestro humano, cuanto de la acción íntima

de Yahvé, que mueve los corazones. Todos, lo conocerán, desde los pequeños hasta los

grandes. Conocer a Dios aquí no es tener un conocimiento especulativo sobre Dios y

sus atributos, sino que la frase en el Antiguo Testamento implica un conocimiento

afectivo, que supone la entrega de la vida a sus preceptos. Pequeños y grandes aquí son

probablemente la clase dirigente de la nación y los simples ciudadanos, sobre todo los

pobres e ignorantes.

Dios, en reconocimiento a esta entrega íntima de los corazones les perdonará sus

maldades. La nueva era se abre con una amnistía general, de modo que las relaciones

con Dios serán totalmente cordiales. De nuevo Jeremías insinúa la nueva economía de

remisión de los pecados, que se cumplirá en el Nuevo Testamento con la infusión

desbordante de la gracia.

En cambio Ezequiel al hablar de la Nueva Alianza nos dice que Yahvé castigará a

Jerusalén por su violación del juramento, rompiendo el pacto del Sinaí. La intervención

justiciera de Dios será muy dura, pero no anulará las cláusulas de la antigua alianza,

sino que las mantendrá, ratificándolas con una alianza eterna. La antigua alianza del

Sinaí, en tiempos de mocedad de Israel como pueblo, será mantenida sustancialmente,

pero al mismo tiempo será sublimada y colmada en contenido. La primera, hecha en

tiempos de la mocedad del pueblo elegido, fue rota por las veleidades de éste,

consecuencia de su inexperiencia juvenil. La nueva alianza será eterna, es decir, no

sujeta a alteraciones por parte de Israel, porque Yahvé se apoderará totalmente de su

corazón y de sus afectos más íntimos.

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Es la misma promesa de nueva alianza anunciada por Oseas y Jeremías. Como

consecuencia de esa nueva situación afectiva interna, Jerusalén se avergonzará de sus

antiguas obras.

Jerusalén volverá a ser el centro de atracción de sus hermanas mayores y menores,

es decir, de Samaria y de Sodoma, símbolo de todos los pueblos paganos o paganizados

que un día integrarán el Israel de Dios, heredero directo del Israel de la carne. La

perspectiva se mueve dentro de las promesas mesiánicas universalistas expresadas en

varios textos del Antiguo Testamento y explícitas magistralmente por San pablo. Y todo

ello como consecuencia de un nuevo pacto, fruto de la pura benevolencia divina, que

quiere decir reivindicar su honor entre las naciones gentiles. Estos beneficios de Yahvé

traerán la confusión y la vergüenza a la ingrata Jerusalén.

3. La situación del pueblo en el destierro. La respuesta de Ezequiel y II Isaías.

Ezequiel se compara a sí mismo a un centinela militar encargado de dar la voz de

alarma ante el peligro. El profeta se siente responsable de la suerte espiritual de su

pueblo, y por eso se cree en la obligación de mantenerse vigilante frente a los peligros

que sobre el se ciernen. Es la misión de Ezequiel entre los exiliados de Babilonia. Ha

anunciado primero la destrucción de Jerusalén en castigo de los pecados acumulados

durante generaciones por la comunidad israelita. Ahora tiene que anunciar nuevos

peligros para la vida religiosa de los exiliados y tomar la constitución de éstos en orden

a la constitución del nuevo núcleo de restauración nacional. Como portavoz de la

palabra de Dios, tiene que anunciar los peligros para que el pueblo se aperciba de ellos.

Si no quieren oírle, no tendrá responsabilidad alguna en la muerte de ellos, como en el

caso del centinela militar.

Al contrario, si este no cumple su misión de anunciar el peligro de la invasión del

enemigo, será responsable de lo que pasaré y pagará con su vida su falta en el

cumplimiento del deber. Este sentido de responsabilidad preocupa extremadamente a

Ezequiel, como preocupará a San Pablo su misión de evangelizar.

Ya en el c.18 se trata de contestar a las reacciones insolentes de los exiliados, que

creen que es una injusticia echar sobre ellos la culpabilidad de los antepasados. La

característica más destacable es la desesperación.

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El castigo de Dios sobre Judá ha demostrado que Yahvé ha abandonado a su pueblo,

y los exiliados se sienten pecadores, y, como tales, lejos de la providencia especial de

Yahvé.

Ezequiel les recuerda que la situación no es desesperada, pues ante Dios no cuenta

tanto la culpabilidad pasada cuanto las buenas disposiciones de arrepentimiento

actuales. Dios no se complace en castigar, sino que busca ante todo el retorno del

pecador. La respuesta de Yahvé está basada en la idea de que es ante todo amoroso y

misericordioso, y, como tal, está buscando siempre que el corazón del impío se

convierta y vuelva a su buen camino, para poder prodigarle sus misericordias.

Algunos de los versículos tienen un aire de desesperación, de rabia y de cinismo, y

no de compunción. Por eso su situación espiritual no es buena. No quieren nada con un

Dios que los ha castigado. Es preciso una enmienda de vida. No bastan las buenas

acciones pasadas del justo si éste en la actualidad anda por las sendas de la impiedad.

Naturalmente, no es que el profeta quiera subestimar las acciones del pasado,

pecaminosas o virtuosas, sino que quiere resaltar que, de hecho, en orden a la salvación

de cada uno, interesan sobre todo las acciones buenas presentes. Sobre un pasado

pecador se puede extender el velo del olvido de parte del Señor, siempre que el presente

sea digno de la amistad y misericordia divinas.

En la perspectiva de Ezequiel se trata de la salvación de los israelitas en su destino

de la comunidad nacional y en su porvenir en esta vida. Nada en el libro de Ezequiel

supone la creencia en la retribución de ultratumba. La perspectiva del profeta, como la

de todos los libros del A.T. se proyecta sólo al horizonte terreno.

Toda esta obra de Ezequiel tiene como punto de partida un pueblo que no ha

querido seguir sus pasos y que no ha sabido discernir ni ver las huellas de Dios en sus

vidas. Han puesto la esperanza en unos ídolos que lo único que lo llevara será a la

destrucción, al destierro de su pueblo.

Una vez que el pueblo se da cuenta del error que ha cometido y el destierro

como consecuencia al no querer seguir al Dios de Israel, es cuando sienten nostalgia,

añoran, de esa tierra de la que nunca debieron de haber sido sacado.

Es la misión del profeta la de alentar al pueblo y animarlo a tener esperanza.

Será el profeta Ezequiel desde la misma circunstancia que el pueblo está viviendo(es

decir desde el destierro) donde debe escuchar la voz del Señor que le dice que no tenga

miedo y que confíen en él que los sacara de su esclavitud, pero que para ello necesita de

la conversión de su pueblo.

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Ezequiel nos hace ver que este pueblo que se sentía muerto y olvidado por parte

de Dios, es ahora resurgido, elevado a la categoría de Dios. Es decir, Dios vuelve a

entablar esa alianza que lo hará libre; obrando con ello una nueva creación, es decir, le

dará vida. Y luego lo llevará a una nueva tierra donde reinará su amor de y su

misericordia. Pero para ello solo pide del hombre su conversión.

Para terminar esta reflexión de un pueblo que es desterrado, y que siente la

experiencia de ese Dios liberador, es la misma situación que vive nuestra sociedad hoy

día. Una sociedad cargada de injusticia social, de destrucción masiva de uno para con el

otro, cargada de violencia, etc. y que ella misma se ha ido buscando por no escuchar la

voz del Señor, vuelve a escucharse la voz de Ezequiel en el s XXI que nos dice,

convertíos y amad a vuestro único y verdadero Dios de Jesucristo. Es una llamada por

parte de Ezequiel a ser en este mundo que es egoísta y deshumanizador, vocero de Dios,

de un Dios que no deja los huesos desramados por la tumba, sino que los coges y con

ellos crea una nueva vida, si actuamos como él mismo actuó.

Para ello echará la puerta que impide la libertad y la vida de su pueblo. Y el

pueblo se alzará y saldrá y caminará sin que nadie pueda detenerlo porque Dios mismo

será un segundo Éxodo. Será la guía y su fortaleza, porque infundirá en él su mismo

espíritu vivificante.

Y sobre todo lo que tiene que llevarnos esta reflexión del texto de Ezequiel es a un

progreso del conocimiento de Dios. Y a llevar a que tenga esta sociedad actual una

confianza en el Señor de la vida, que libera de la muerte como aquello que oprime al

pueblo. Este Dios hará una alianza tan íntima que nadie podrá romperla y con ello

venceremos a la muerte, viviendo con y junto a él eternamente en la gloria.

Con el II Isaías se dirige en segunda persona del plural, sin determinar más, y el fin

del destierro es considerado como la reconciliación de Yahvé con su pueblo, al que

castigó sumergiéndole en la noche oscura de la cautividad. La liberación aparece por

eso como la manifestación de la luz plena y alegre. La vuelta de los exiliados es

idealizada y confundida en la perspectiva con los albores de la era mesiánica.

Con estas palabras, consolad, consolad, han hecho que se llame el libro de

consolación para Israel, pues la idea de consuelo domina y penetra estas maravillosas

profecías de restauración.

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La repetición enfática de consolad indica la certeza de la liberación en la mente del

profeta, que intenta levantar los ánimos de los pusilámines, apesadumbrados por la

sucesión de tantas calamidades.

Se trata de un mensaje de perdón al pueblo. La mente del profeta se proyecta sobre el

retorno glorioso idealizado de su pueblo idealizado, precedido de la gloria de Yahvé.

El profeta oye un nuevo anuncio alusivo a la capacidad de lo humano frente a la

inmutabilidad de la palabra.

El profeta quiere dar esperanza a los oprimidos: todo el poder de los opresores

desaparecerá como el verdor del campo en una ola de calor. Éste invita a unos supuestos

mensajeros de buenas nuevas a que anuncien la proximidad de la llegada de Yahvé, que

retorna a su pueblo después de haberse separado de él por sus pecados

El retorno de Yahvé, que viene con fortaleza, y su brazo dominará, y trae, como

los conquistadores, su salario, su paga,....Yahvé ha vencido a los enemigos de Israel, y

ahora vuelve con los trofeos de la victoria a su pueblo.

Yahvé después de haber permitido que su pueblo fuera entregado al pillaje y

llevado en cautividad, se presenta ahora como su redentor: yo te he rescatado, y la razón

de ese interés de Dios es que Israel le pertenece, ya que le llamó por su nombre, al

escogerlo como pueblo suyo en medio de de todos los otros. Los lazos de la antigua

teocracia establecida en el Sinaí aún perduran a pesar de la catástrofe nacional del

exilio. Yahvé no los abandonó totalmente a su suerte. Yahvé es el goel de Israel, su

rescatador, el que por lazos de familia muy estrechos tenía que salir por los intereses de

su protegido. Y el hecho futuro de liberación de su pueblo se presenta como pasado : yo

te he rescatado, para destacar más la voluntad salvífica de Dios sobre Israel. Dios se

encargará de librarle de todos los peligros (agua, ríos, fuego, llamas,….) y de todas las

situaciones críticas, no sólo rescatándole de la cautividad, sino aún después en su vida

nacional, ya que, en la mente del profeta, la liberación del exilio significa la aurora de

los tiempos mesiánicos. Falta la perspectiva del tiempo y los planos históricos se

superponen.

Y tal es el amor que Yahvé tiene a Israel, que está dispuesto a entregar a su

libertador Ciro vastos imperios como pago: Egipto, Etiopía y Seba. La estima que Dios

tiene de Israel hace que entregue hombres y pueblos como precio de su rescate. Él hará

que los desterrados (descendencia) vuelvan de Oriente y del Occidente. El profeta

quiere hacer resaltar que los israelitas dispersos por toda la faz de la tierra serán

reintegrados a su patria por especial intervención divina.

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La razón de ser de Israel es la glorificación de Dios, la manifestación de sus

maravillas y beneficios entre los demás pueblos por medio del pueblo escogido, que,

por estar vinculado de un modo especial a Yahvé, llevaba su nombre.

El profeta propone a los exiliados descorazonados el ejemplo del gran

antepasado de Israel para que reconozcan su categoría entre las naciones. La bendición

de Dios hizo que Abraham, ya decrépito, surgiera una gran nación, del mismo modo

ahora el pueblo escogido, reducido a la miseria y a la impotencia, puede recobrar su

primitiva grandeza y aún superarla con la bendición de Yahvé. El profeta se dirige a los

que aún tienen alguna promesa de salvación. Los que buscáis a Yahvé, esperando el

cumplimiento de sus promesas y la manifestación de su poder para liberar al pueblo

elegido. Deben tener en cuenta su origen milagroso y excepcional: la cantera de que

habéis sido sacados, la simple bendición de Yahvé sobre Abraham y Sara ha sido

suficiente para crear un nuevo pueblo, en contra de todos los cálculos humanos; del

mismo modo ahora Yahvé se apiadará de Sión, es decir, hará surgir de su estado de

postración una nueva generación victoriosa en Tierra Santa, donde la misma naturaleza

se transformará, convirtiéndose en un vergel y paraíso de Yahvé. De nuevo

encontraremos las descripciones desbordadas de la imaginación oriental.

4. Rasgos generales del mensaje profético en el tiempo del posexilio.

Los profetas se presentaban a sí mismos como los “centinelas” que velaban por los

intereses religiosos de su pueblo. Por ello fueron saludados como “hombres de Dios”.

Éste carácter religioso es la clave para interpretar su predicación, su mensaje, su

actividad y sus escritos exclusivamente religiosos. Se consideraban los transmisores y

alentadores de las escenas tradicionales religiosas de Israel en su mayor pureza frente al

ritualismo externo de los sacerdotes.

Todas las manifestaciones políticas y culturales profanas no tenían sentido para

ellos sino en su dimensión religiosa. En su mentalidad espiritualista era preferible el

ambiente sencillo del desierto en que se formó la teocracia hebrea, al calor de la

providencia espiritualista de Yahvé, que el sedentario de la población cananea,

inficionado con los cultos idolátricos.

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La religión para ellos era más que un cúmulo de ritos externos, pues proponían

como medula de la misma las relaciones con un Dios que ante todo es fiel a sus

atributos de justicia y misericordia y que, por otra parte, exige un trato de equidad para

el prójimo, particularmente para los desvalidos y olvidados en los últimos estratos

sociales.

Se presentan como los únicos representantes genuinos de los intereses divinos,

considerándose la boca de Dios, ya que lo esencial del mensaje profético es la

transmisión de un “oráculo”, es decir, de una comunicación directa de Dios destinada a

su pueblo. Tienen conciencia de que Yahvé les ha hablado directamente, de modo

indefinible, con ese “susurro” difícil de catalogar, que parece ser la mejor traducción de

la palabra hebrea ne’meum, que aparece repetidas veces al principio de los mensajes

proféticos. El oráculo, es algo más que el consejo de la literatura sapiencial, pues, lejos

de ser un fruto de reflexión teológica sobre determinadas doctrinas religiosas aceptadas,

al estilo de nuestros teólogos, es una irrupción directa de Dios en el alma del profeta, ya

sea comunicándole las verdades totalmente desconocidas y nuevas, ya combinándole de

un modo especial preternatural ciertas verdades que ya conoce el profeta por vía natural

o por reflexión teológica, pero que, con la intervención directa de Dios, dan una luz

inesperada que el profeta por pura reflexión natural no habría aceptado. En realidad el

lumen propheticum, ejerce una influencia especial en orden a la formulación de un

juicio infalible en beneficio de la comunidad religiosa a la que va destinado el mensaje

profético.

Sin embargo, éste, al recibir la comunicación divina, no pierde la conciencia de su

personalidad. No hay absorción de su conciencia por parte de Dios, sino que el profeta

conserva el sentimiento reflejo de que aún, como transmisor del mensaje tan

íntimamente comunicado por la divinidad, se distingue claramente de ésta energía

divina que le posee e invade.

Por otra parte tenemos que tener presente que el profeta es un hombre de su tiempo,

que habla a gentes de su época, y sólo por excepción de cosas lejanas, si bien

vinculándolas a los anhelos y necesidades de su época.

Como persona esencialmente idealista que es y que sueña y aspira a una mejor

sociedad en el orden ético espiritual, siempre enfoca sus enseñanzas en función de los

futuros y definitivos intereses de su pueblo, ya que para él, en los designios de Dios,

Israel ha sido lanzado hacia un futuro glorioso, pero a través de un periodo de prueba y

purificación.

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De ahí que las catástrofes nacionales no sean para el profeta sino avisos de Dios

para un enderezamiento de costumbres en orden en la preparación de una era mejor en

cuanto a religiosidad y justicia. Por eso, los problemas mismos de su época son

considerados también a la luz de horizontes lejanos, en los que se presiente la etapa

definitiva de su pueblo. Éstas dos perspectivas diferentes del profeta, -la ambiental y la

mesiánica- deben tenerse en cuenta cuando se trate de aquilatar su pensamiento, ya que

muchas veces ambos horizontes o estratos históricos se superponen y entrelazan en un

mismo mensaje, de tal forma que muchas veces no es fácil deslindar las fronteras de

ambos.

Supuestos estos principios, básicos para entender el complejo psicológico de los

profetas, vamos a resaltar algunas ideas teológicas que nos dan la clave para

comprender su mensaje.

Una de las ideas claves del armazón teológico de los profetas es la vinculación

de Israel a Yahvé, soberano del universo y único organizador de Israel como pueblo.

Para ellos, Dios es el absoluto soberano de la historia, que dirige ocultamente los hilos

de las vidas de los hombres y de las naciones. Todos los acontecimientos en su visión

teológica, conducen a un fin concreto y hacia una época determinada. Por otra parte el

segundo postulado de ésta teología de la historia de la humanidad, en su historia

individual y colectiva, se halla sometida a los imperativos y exigencias de la justicia y

misericordia divinas.

Jeremías nos dice que Israel fue un pueblo, un nombre y una gloria, de modo que

fuera un reflejo viviente de los intereses de Dios entre los pueblos, mostrando la

naturaleza santa de Dios al hacerse también “santo” el pueblo elegido.

Isaías es entre los profetas quién sintió más íntimamente esta necesidad de

“santificación de purificación y de incontaminación”, aplicada al pueblo de Israel.

Yahvé es para el, ante todo, el “Santo”, mientras que el pueblo y el mismo profeta son

seres contaminados, impuros. Por ello, las relaciones de Israel y su Dios están

condicionadas por la naturaleza divina, que en Isaías aparece caracterizada por el

concepto de “santidad o de trascendencia”; Dios es el santo de Israel, por eso, la misión

de Israel es “santificar al Señor de los ejércitos, es decir, reconocerlo como “Santo”.

Isaías se daba cuenta de que habitaba en un pueblo de labios impuros y cuyas

obras eran una constante provocación y profanación del “Santo de Israel”.Para resumir

el mensaje isasiano en la frase famosa: “Sion in indicio redimetur”.

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Page 13: La Desgracia Del Destierro Explicada Por Jeremías y Ezequiel

Carlos Jesús Durán Marín Libros Proféticos

Jeremías y Ezequiel protestan contra la actitud de ciega confianza de los

habitantes de Jerusalén en su condición de ciudadanos de la ciudad en que habita

Yahvé. Esto no los librará del castigo inminente, que debe ser considerado más bien

como un signo de solicitud paternal, ya que el mayor castigo sería abandonarlos a su

suerte en sus pecados, sin acordarse de ellos, pues para los profetas el castigo es ante

todo la llamada al arrepentimiento, al retorno del Señor.

Para los profetas Israel es el centro de los destinos históricos del mundo, y las

otras naciones se subordinan en su proceso histórico a las exigencias nacionales de este

pueblo privilegiado. Dios es el Señor de todos los pueblos sin distinción, y guía

secretamente los hilos de la historia de los hombres y la pública de las naciones, pero

tiene asignados destinos especiales providenciales.

Sin embargo, la idea mesiánica constituye como la espina dorsal de la teología

del A. T. Arranca ya de los primeros capítulos del Génesis, concretándose a través de

los tiempos, hasta llegar en la época profética, a constituir la medula de su predicación.

Porque el profeta ve en todas las cosas y acontecimientos una dimensión

espiritual y aún mesianista, en los graves momentos de crisis nacional, y en las

angustias y estrecheces de la vida de sus contemporáneos, se dirige a los tiempos

mesiánicos, a aquella época ideal y definitiva que cierra el ciclo histórico de Israel, que

será presidida por el sentido de la justicia y la equidad en su más pura acepción.

En la visión profética, el tiempo no existe, y los planos y estragos históricos se

superponen y confunden; de ahí que se pase instintivamente de la descripción de la

situación angustiosa de su época a la dichosa de la era mesiánica. Para el profeta existe

una lucha entre el bien y el mal desde los albores de la historia humana, e Israel es el

gran instrumento de Dios, y el Mesías es el gran protagonista del drama.

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