La Desasociación Colombiana
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LA DESASOCIACIÓN COLOMBIANA
ORLANDO CEPEDA GARCÍA
BARRANQUILLA
UNIVERSIDAD EL ATLÁNTICO
FACULTAD DE CIENCIAS ECONÓMICAS
PROGRAMA DE ADMINISTRACIÓN DE EMPRESAS
2016
![Page 2: La Desasociación Colombiana](https://reader035.fdocuments.ec/reader035/viewer/2022081822/577c7c521a28abe0549a1f26/html5/thumbnails/2.jpg)
LA DESASOCIACIÓN COLOMBIANA
“Cualquier poder si no se basa en la unión, es débil”.
Jean de Lafontaine (1621-1695).
La existencia de la vida, y el éxito de las especies que habitan este planeta, se
fundamente en la capacidad de asociación de los individuos de cada especie
existente. Todo ser vivo sobre la faz del planeta, en algún momento de su vida,
requiere del acercamiento con individuos de su misma especie a fin de garantizar
así sea la supervivencia de la especie mediante la reproducción.
Ejemplos de asociación, principalmente pueden ser hallados en el grupo de los
mamíferos, siendo que la gran mayoría conviven en manadas o grupos, en donde
aún se puede observar especies totalmente diferentes compartiendo el mismo
espacio.
Tal es el caso de la sabana africana, en la que se pueden encontrar, manadas
enormes de jirafas, cebras, hipopótamos, ñus y gacelas compartiendo el mismo
hábitat, debido a la presencia de recursos como agua y comida en dicho entorno.
Aún felinos solitarios como el tigre, se ven obligados a buscar otros seres
semejantes para reproducirse y, por lo menos, mientras crecen, las crías
permanecen al lado de su madre.
Y esto sin mencionar al ser social por excelencia: el hombre.
Desde los albores de la humanidad, la especie humana se ha caracterizado por su
infinita necesidad de relacionarse con otros semejantes y esto se puede observar
en la ingente necesidad de crear aldeas, asentamientos, ciudades, sistemas de
leyes y de ordenamiento, que permitieran el establecimiento de una determinada
población en un lugar específico, originando así lo que conocemos hoy en día
como civilización o, más actualmente la sociedad.
Las primeras asociaciones, se observan, cuando las personas debieron aprender
a trabajar en equipo para poder dar caza a presas de gran tamaño de las cuales
se alimentaban, como lo eran los mamuts y así mismo poder enfrentarse a
depredadores mayores como el esmilodón. Posterior a esto, se observa el
surgimiento de las grandes civilizaciones mesopotámicas y como en estos
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asentamientos se trazaron las líneas que hoy sirven de base para la sociedad
actual como son sistemas de gobierno, códigos de leyes, decretos, dirigentes, etc.
Con el surgimiento del imperio griego y posteriormente el romano, se terminó de
trazar el rumbo que hasta hoy define el devenir del ser humano como criatura
social dependiente para su subsistencia y existencia.
Esta necesidad asociativa, pronto hizo que el hombre se diera cuenta, de que la
convivencia, ponía de manifiesto conflictos, disputas, necesidades colectivas y
peticiones de cada uno de las personas que habitaban en dicha ciudad o
asentamiento y que no solo era decidir vivir juntos, sino que también se requería
de un complejo y detallado sistema de leyes, normas morales y civiles, regímenes
de penas y castigos, definición de delitos contra lo colectivo y lo individual, y todo
lo demás que se conoce hoy en día, como necesario y fundamental para el sano
funcionamiento de la sociedad.
Pero el definir todas estas cosas, no necesariamente significa que todos estarán
contento con los resultados, con las penas impuestas o las decisiones tomadas
por las autoridades legales y por esto, nace la asociación colectiva, pero en el
sentido específico, como la acción mediante la cual un grupo de individuos, con
características similares de raza, cultura, pensamiento o actividad desarrollada, se
unen y se representan mutuamente delante de otros entes jurídicos, nacionales y
estatales a fin de tomar una postura única frente a un tópico y defenderse de una
mejor manera en aquellos casos en los que consideren que exista o pueda haber
una violación total o parcial de sus derechos por parte de un tercero o del mismo
estado. Vale la pena aclarar, que este tipo de asociación es válida únicamente
cuando se constituye legalmente y bajo principio de licitud.
Llevado al plano laboral y obrero, esta necesidad de asociación y se dice
necesidad, tanto en el sentido existencial del hombre como individuo participativo,
como en el sentido más pragmático de pertenecer a un grupo afín que le dé
seguridad y que defienda su derecho de los grandes poderes, en este caso,
privados como son empresas, patronos y organizaciones para la cual labora se
traduce en el derecho a la asociación colectiva y sindical.
En el país, el primer sindicato nace en 1.847, gracias a la creación de la Sociedad
de artesanos de Bogotá, cuyo fin era el de presionar un alza en los impuestos de
aduana para que los productos elaborados por ellos pudieran competir en igualdad
de condiciones con los traídos de otros países. Este fue el primer presagio de lo
que sería la realidad sindical que hasta hoy impera en este territorio. Los
reclamados de la sociedad de artesanos se hicieron violentos, lo cual
desencadenó una guerra civil con miles de muertos, artesanos y campesinos en
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su mayoría. Como resultado indirecto, la total animadversión de las fuerzas
públicas y de los patronos a la idea o cualquier intento de sindicalización por parte
de sus empleados.
Después de este triste suceso, no surgirían en Colombia asociaciones sindicales
sino hasta después de la primera guerra mundial; pero aún el país no contaba con
una legislación clara que protegiera, amparara o autorizara este tipo de
asociaciones, lo cual hizo que todas las huelgas y manifestaciones no fueran
tenidas en cuenta por el gobierno, además que motivó el despedido de aquellos
trabajadores que pertenecieran a los sindicatos formados1. Esta etapa sindical en
Colombia, que va desde 1.918 hasta 1.930 se le conoce como el sindicalismo
heroico.
En el año 1.928 ocurrió la masacre de las bananeras en la cual más de 2.500
personas fueron dispersadas a sangre y fuego dejando cientos de muertos y
heridos sin contar la cantidad de detenidos.
Solo hasta el año 1.935, durante el mandato del entonces presidente, Alfonso
López Pumarejo se fundó la primera central obrera del país y esta actividad
empezó a tener el respaldo del gobierno.
Actualmente, en el estado colombiano, la libertad de asociación se soporta en los
artículos 38 y 39 de la constitución política nacional. El artículo 38 dice:
“Se garantiza el derecho de libre asociación para el desarrollo de las distintas
actividades que las personas realizan en sociedad.”
Por su parte, el artículo 39 reza:
“Los trabajadores y empleadores tienen derecho a constituir sindicatos o
asociaciones, sin intervención del Estado. Su reconocimiento jurídico se producirá
con la simple inscripción del acta de constitución.
La estructura interna y el funcionamiento de los sindicatos y organizaciones
sociales y gremiales se sujetarán al orden legal y a los principios democráticos.
La cancelación o la suspensión de la personería jurídica solo proceden por vía
judicial.
Se reconoce a los representantes sindicales el fuero y las demás garantías
necesarias para el cumplimiento de su gestión.
No gozan del derecho de asociación sindical los miembros de la Fuerza Pública. “
1 http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/ayudadetareas/politica/sindicalismo
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En este sentido, amplio, solo los militares y las fuerzas públicas del país, no gozan
de este derecho, y todo el resto de la población cuenta con “total libertad de
asociarse” cuando quiera, con quien quiera y como quiera.
Lo cierto, es que en la realidad, en un país como Colombia, las leyes no siempre
definen o aseguran una realidad consistente con las mismas. Desde el año 1.986
hasta el año 2.011 la escuela sindical de Colombia habla de al menos 2.917
asesinatos de líderes sindicales o personas involucradas con alguna actividad
relacionada. Una cantidad alarmante, que habla de un promedio de 116.68
asesinatos por año. Preocupante, en un país que se proclama como estado social
de derecho, pluralista y con libertad de expresión.2
Nada más desalentador para alguien con el interés de asociarse, el saber que por
sus ideales e intentar defender los derechos de sus semejantes –derechos
ganados con total mérito y sacrifico- su vida sería puesta como objetivo militar.
En el año 2.014, las centrales obreras, hablaban que la tasa de sindicalización del
país obedecían tan solo al 4.7 de la P.E.A, mientras que en 1.986 solo la CUT,
llegó a tener más de un millón de afiliados. Cifra preocupante, entendiendo así que
cada vez, la gente o desconfía más de la labor de los líderes que dicen
representarlos o se han vuelto más egoístas con el tiempo, preocupándose solo
por ellos mismos, aun sabiendo que sus compañeros pueden no gozar de la
misma suerte.3
En parte estas cifras de deserción se deben a que la juventud activa laboralmente
de hoy en día, no se decide o se convence a participar en actividades sindicales ni
asociativas. La deslegitimización de los líderes de antaño, así como la
permanencia anacrónica en el poder de los mismos, contribuyen a que las nuevas
generaciones no encuentren atractivos en el poder de asociación y por el
contrario, lo consideren anticuado, retrogrado y con argumentos pasados de moda
que no los representan.
Las centrales obreras, se han caracterizado por un tinte de izquierda en su
discurso, trascendiendo el aparte laboral y queriendo llevar a las personas al
mismo estilo de pensamiento –no siendo esta una regla general ni mucho menos
una estigmatización del sector- pero esto, en la juventud no entra del todo bien. No
porque no compartan dichas ideas, sino porque no les gusta que les digan como
pensar ni les permite desarrollar sus propios conceptos haciéndolos apáticos al
discurso laboral-político que se les quiere plantear.
2 http://www.verdadabierta.com/cifras/3831-estadisticas-de-sindicatos-docentes-y-periodistas-
3 http://www.elespectador.com/opinion/sindicatos-crecer-y-multiplicarse-columna-515479
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Por otro lado, la decepción generalizada en los trabajadores sindicales, al darse
cuenta que sus representantes, los traicionan y venden los derechos colectivos a
cambio de dádivas personales y egoístas, los constantes casos de corrupción
descubiertos y realizados por “líderes serios del sector” -solo para mencionar el
caso de Foncolpuertos o el reciente fraude en Bancolombia a manos de un líder
sindical en el departamento de Antioquia- contribuyen negativamente a la
estigmatización del sector, en el que ya las personas no creen en su capacidad de
representación y defensa colectiva, sino como una plataforma usada por algunos
como una forma alterna de obtener el poder o beneficios económicos.
A manera de conclusión de este artículo de opinión, si bien es cierto, que la
actividad antagónica en contra del sindicalismo en este país es abundante y
constante por parte de los empresarios y diversos sectores de la nación, y que
aquellos que sienten el deseo de apoyar esta noble causa colectiva, se ve
expuestos a despidos injustificados, una legislación excesiva del estado, la
atomización de movimientos regionales en lugar de nacionales y la ya mencionada
malsana fusión política-sindical, también es cierto que el aparte sindical en
Colombia se ha quedado relegado con un pensamiento propio de mediados del
siglo pasado, que no responde a las expectativas propias del nuevo siglo y de las
nuevas generaciones.
Solo el cambio de discurso y la renovación del sector, empezando por la inclusión
de dirigentes nuevos con un estilo de pensamiento no opuesto, pero si innovador y
fresco, en el que se predique con el ejemplo, el trabajo y la inclusión social, podrá
permitir que la labor sindical colombiana pueda reivindicarse como lo que debe ser
en realidad y así atraer la atención sobre ella de los sectores de la sociedad que
aun pasando al lado de ella deciden no involucrarse en ella.
Esto incluye la concertación de diálogos interdisciplinarios entre el estado,
centrales, comunidades, empresarios y demás agentes de la sociedad, en los que
se puedan definir estrategias y expectativas que permitan redefinir y reorientar el
sindicalismo en la forma que más contribuya a la sociedad y sus miembros.
También, la reforma de los estatutos y leyes del estado que garanticen la
protección y la total libertad de ejercicio de este derecho soberano de todos los
ciudadanos, sin temor a represalias o atentados en contra de su integridad.
Solo así el derecho a la asociación, por lo menos en lo que al apartado laboral y
obrero se refiere, podrá volver a tener el grado de significancia y el alcance que
tuvo en sus orígenes en pro de la defensa de los derechos de los trabajadores
colombianos, sean privados o públicos.