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La cultura Carlos Mangone Aparición de la cultura La comunicación y la cultura están estrechamente vinculadas; en efecto, la historia demuestra que las prácticas culturales se estructuran sobre circuitos de comunicación naturales, interpersonales y tecnológicos . Por esta razón, dado que ya hemos introducido algunas de las nociones básicas sobre la comunicación, pasaremos a ocuparnos de la cultura. Imaginemos un momento en que el hombre, ya erguido y en la búsqueda de sustento, descubre por azar que, al mover fuertemente el árbol que le da alimento, los frutos caen. Acostumbrado a batirse contra fenómenos naturales que no entiende y contra seres que lo superan en fuerza, como los grandes animales, el hombre comprende entonces una relación de causa y efecto que lo incorpora en una dimensión cultural . Dejando de lado que, en realidad, los procesos de evolución implican millones de años, podemos pensar que se ha producido una modificación fundamental en el vínculo entre el hombre y la naturaleza : en cierto momento, aquél interrumpió el ciclo natural y comenzó a usar los productos de ésta en su provecho. A partir de allí, la necesidad de transmitir esta experiencia forzará a su organismo a encontrar un instrumento adecuado que comunique y que permita, de alguna manera, archivar la información que se volvió consciente. El “trabajo” del hombre sobre la naturaleza, la conciencia de los efectos concretos que la aplicación de técnicas produce sobre la Tierra y su entorno, el desarrollo , entonces, de su “inteligencia” sobre la realidad, así como la aparición del lenguaje y la representación del tiempo —en función de la previsión y el futuro— son los requisitos necesarios para el desarrollo de la dimensión cultural . Cultura , desde entonces, se va a asociar a esta doble instancia –un tanto paradójica–: conservar experiencias del pasado para transmitirlas y plantearse estrategias hacia el futuro, compartir proyectos y objetivos. La posibilidad de compartir las experiencias a partir del desarrollo de los mecanismos de transmisión y comunicación —al respecto, será fundamental la aparición del lenguaje articulado— permitirá el pasaje de la mencionada dimensión cultural a una “cultura” propiamente dicha , muchas veces identificada con el término “civilización”, es decir, la comunión en un tiempo y en un espacio de valores, ideas, creencias, rituales y formas de vida . 1

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La culturaCarlos Mangone

Aparición de la culturaLa comunicación y la cultura están estrechamente vinculadas; en

efecto, la historia demuestra que las prácticas culturales se estructuran sobre circuitos de comunicación naturales, interpersonales y tecnológicos. Por esta razón, dado que ya hemos introducido algunas de las nociones básicas sobre la comunicación, pasaremos a ocuparnos de la cultura.

Imaginemos un momento en que el hombre, ya erguido y en la búsqueda de sustento, descubre por azar que, al mover fuertemente el árbol que le da alimento, los frutos caen. Acostumbrado a batirse contra fenómenos naturales que no entiende y contra seres que lo superan en fuerza, como los grandes animales, el hombre comprende entonces una relación de causa y efecto que lo incorpora en una dimensión cultural. Dejando de lado que, en realidad, los procesos de evolución implican millones de años, podemos pensar que se ha producido una modificación fundamental en el vínculo entre el hombre y la naturaleza: en cierto momento, aquél interrumpió el ciclo natural y comenzó a usar los productos de ésta en su provecho. A partir de allí, la necesidad de transmitir esta experiencia forzará a su organismo a encontrar un instrumento adecuado que comunique y que permita, de alguna manera, archivar la información que se volvió consciente. El “trabajo” del hombre sobre la naturaleza, la conciencia de los efectos concretos que la aplicación de técnicas produce sobre la Tierra y su entorno, el desarrollo, entonces, de su “inteligencia” sobre la realidad, así como la aparición del lenguaje y la representación del tiempo —en función de la previsión y el futuro— son los requisitos necesarios para el desarrollo de la dimensión cultural.

Cultura, desde entonces, se va a asociar a esta doble instancia –un tanto paradójica–: conservar experiencias del pasado para transmitirlas y plantearse estrategias hacia el futuro, compartir proyectos y

objetivos. La posibilidad de compartir las experiencias a partir del

desarrollo de los mecanismos de transmisión y comunicación —al respecto, será fundamental la aparición del lenguaje articulado— permitirá el pasaje de la mencionada dimensión cultural a una “cultura” propiamente dicha, muchas veces identificada con el término “civilización”, es decir, la comunión en un tiempo y en un espacio de valores, ideas, creencias, rituales y formas de vida.

El hombre empezará a simbolizar la nueva relación con la naturaleza de múltiples maneras. Inicialmente, identificará los fenómenos físicos y climáticos como sobrenaturales y proyectará sobre ellos la angustia de una existencia finita y débil. La religión y el arte canalizarán gran parte de estas nuevas inquietudes y serán la base de las primeras manifestaciones conscientemente “culturales”. No por casualidad, si bien todas las personas “tienen cultura”, los primeros individuos reconocidamente “cultos” se encuentran en las filas de los clérigos, los filósofos y los artistas, es decir, los especialistas en interpretar los códigos culturales de cada civilización.

Una cultura, como se ve, se define en principio por la serie de prácticas que ponen en juego palabras e imágenes en los rituales celebratorios que cada civilización realiza para confirmar su identidad, conservar su memoria, diferenciarse de otra cultura y asegurar la incorporación de los nuevos integrantes.

Es fácil notar que, desde los comienzos, en el funcionamiento de la cultura están presentes elementos que se pueden observar actualmente, en tiempos de dominios audiovisuales, relaciones globales de comunicación y multiplicación casi infinita de mensajes: una idea del pasado, una visión de los tiempos futuros, técnicas de producción y transmisión de la experiencia, procesos de simbolización, relaciones entre la palabra y la imagen, rituales y celebraciones. El dominio sobre la naturaleza quizá sea mayor y más efectivo, pero la angustia existencial de los comienzos es la misma.

La relación cultura, comunicación y tecnologíaDesde el momento en que el hombre —en la etapa del deshielo de los glaciares y con un clima más

benigno— salió de su caverna, comenzó un largo camino en que sus costumbres y sus prácticas de

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subsistencia estuvieron determinadas por las condiciones del medio que lo rodeaba. Al salir de la caverna, amplió su campo visual y los órganos se adaptaron a las nuevas funciones, de la piel que servía como cortinón de la boca de la caverna tomó la idea de cubrirse el cuerpo con una indumentaria. Desde entonces, la vida cotidiana del hombre estará signada por un proceso ambivalente de relación gregaria1 con otros (así va a llegar a comunicarse y desarrollar la facultad del lenguaje) y de búsqueda de una autonomía personal (que se refleja en la paulatina separación de la tribu, de la que dependía para defenderse del clima y de los grandes animales).

El modo en que el hombre logra el sustento y en que vive en sus horas de descanso y ocio explican, en cada época, por una parte, sus relaciones con su hábitat y con la tecnología y, por otro lado, las formas que adquieren sus creencias. La tendencia a lo gregario se simboliza en la formación de aldeas, pueblos y ciudades; en la colaboración para lograr el sustento y, luego, para realizar el trabajo creador. Los hombres se juntan para sobrellevar las inclemencias del tiempo, la angustia por la finitud de la vida y para vencer el cansancio de la tarea diaria.

Sin embargo, como vimos, al mismo tiempo que se iguala en el conjunto, el hombre comienza un proceso de diferenciación a través de una serie de símbolos, de posesiones, de formas de actuar, de lenguas, de costumbres culturales.

Ya en la Revolución Industrial, el creciente urbanismo hacinó grandes muchedumbres que fueron buscando en los suburbios y en la casa propia su territorio, de la misma manera que, en los tiempos primitivos, se lo demarcaba para deslindar un espacio. De esta forma, las innovaciones tecnológicas ligadas a los procesos productivos se desarrollaron también en función de nuevas necesidades, como las distancias entre el trabajo y la residencia, la conformación de la casa y del espacio público. La cultura se fue llenando de variantes comunicacionales. En el espacio público, senderos que se convirtieron en rutas y, posteriormente, en calles (lo que a su vez fue exigiendo vehículos que trasladaran a las personas más rápido y cómodamente). En la parte privada, pasos comunicantes como los pasillos, las galerías, las escaleras. A fines del siglo XIX, en los países más avanzados se consolidó la idea burguesa de un hogar propio y, dentro de él, de habitaciones que brindaran albergue y privacidad a cada miembro de la familia. Esta disposición del hábitat reformuló la higiene social y privada, y resultó un proceso de autonomía de los individuos que culminó en este comienzo de siglo y milenio, en el que los sectores sociales más pudientes pueden utilizar su ambiente (y el propio automóvil como tal) con comodidades que anteriormente eran compartidas por todo un grupo familiar: televisor, equipo de música, teléfono, etcétera.

Si bien actualmente nos encontramos con un formidable desarrollo de las tecnologías, las preguntas centrales acerca de su aparición, su desarrollo y su crisis en relación con la cultura no cambian mucho desde los tiempos remotos, cuando el hombre advirtió que, ejerciendo una determinada técnica sobre la naturaleza, producía una modificación que mejoraba su nivel de existencia y ahorraba gasto de energía. De allí que, ante la aparición de nuevas tecnologías, resulta importante preguntarse no sólo qué funciones tradicionales viene a cumplir, sino también en qué medida mejora realmente el nivel de vida de la sociedad y qué efectos culturales produce. Por otra parte, no hay que dejar de advertir que la relación paulatina que inicialmente tuvo el hombre con los fenómenos de la naturaleza (temor, adoración, ignorancia, conocimiento, utilización) puede trasladarse a las reacciones que manifestó en este siglo frente a cada nueva tecnología.

Una clasificación de las funciones de la tecnología en la cultura reconocería por lo menos las siguientes:

1) Mejorar los resultados prácticos de la actividad: Esto se observó claramente en el “progreso” de las armas con el fin de contraponer la mayor fuerza de los animales. Es la búsqueda de una mayor eficacia y una mayor productividad, y se sintetizaría en la ecuación de más potencia y más velocidad en la producción, así como el incremento de lo producido. Vale hoy para analizar tecnologías que hacen hincapié en la rapidez y en la producción masiva y en todo tipo de traslados en el espacio.

1 Gregario: adjetivo 1. [animal] Que vive en comunidad. "los jabalíes son gregarios, pues viven en piaras; los bancos de peces y las bandadas de aves son asociaciones gregarias" 2. [persona, cosa] Que forma parte de un grupo sin distinguirse de los demás, especialmente si carece de ideas e iniciativas propias y sigue siempre las de los demás. "el gregario voto agrario facilitó la victoria de su partido". Extraído de Google.

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2) Archivar la información para transmitirla en el tiempo: Se trata de técnicas fundamentales para la aparición y la conservación de una cultura como civilización e implican sistemas de codificación como los signos icónicos o verbales. La complejidad creciente de las sociedades requirió instrumentos cada más sofisticados para almacenar la información ya sistematizada y jerarquizada, cuya transmisión en el tiempo permitiera integrar a futuros individuos en la cultura preexistente. La escritura, la imprenta y la moderna cibernética determinan momentos cruciales de esta función tecnológica que supera los límites de la memoria en las culturas orales.

3) Controlar y dominar: En oportunidades, resulta una condensación de los progresos de las funciones militares y de archivo de las tecnologías, ya que implica el control de los registros, las identidades y las posesiones de los sujetos y los grupos sociales. Algunos especialistas debaten acerca del progreso tecnológico de la humanidad en relación con las tareas de control y dominio, y consideran para ello la función de las primitivas armas que sirvieron al hombre para ser más autónomo del poder de los animales, así como de las actuales tecnologías de destrucción masiva de la era nuclear y neutrónica.

Si se tuviera que optar por una función de la tecnología que abarcara los principales rasgos de las mencionadas funciones, sería la de ahorrar esfuerzo, tanto muscular como intelectual. La coronación en la cultura moderna serían la suma de la informatización (capacidad de almacenamiento de información y simplificación del trabajo intelectual) y la robotización en todas sus formas (sustitución del trabajo físico humano de carácter rutinario o peligroso).

Ahora bien, en ocasiones, los objetivos buscados entran en contradicción con los resultados reales de su aplicación, es decir, se producen las llamadas “paradojas del progreso tecnológico”: la incomunicación de la sociedad de la información, la alienación tecnológica o posibilidad de que se produzca un gran gasto de energías físicas e intelectuales por el esfuerzo de ahorrarlas, etcétera. Tomemos un ejemplo: la videocasetera es aprovechada en un 10% de sus funciones; es dominada por el hombre que la ha creado en su provecho, pero, en cierta manera, empieza a volverse en contra de su libertad de dominarla; y no se ha llegado a dominar por completo la video cuando ya viene el DVD; como en la cinta del gimnasio, el hombre corre cada vez más rápido para estar siempre en el mismo lugar.

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