PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILEMAGÍSTER EN COMUNICACIÓN Y EDUCACIÓNFundamentos de Comunicación y Educación

“LA ENCRUCIJADA CULTURAL”Ensayo sobre la postura a favor

y en contra de la cultura del espectáculo

Karina Guerrero Ramírez

Santiago, 10 de junio de 2008

“LA ENCRUCIJADA CULTURAL”

Ensayo sobre la postura a favor y en contra de la cultura del espectáculo

“el lenguaje, en su forma intrínseca, se

combina con la imagen para dar lugar a una comunicación mixta,

presente en la actualidad”

Roland Barthes

La cultura del espectáculo existe y Joan Ferrés (2000) se refiere a ella como la “cultura popular, que convive, para bien y para mal, con la cultura oficial”, donde esta última se ve representada por la presencia del libro, el razonamiento lógico y el aprendizaje reflexivo mientras que la popular o del espectáculo es aquella que tiene la imagen y el lenguaje audiovisual por bandera.

En la década del sesenta Roland Barthes introdujo el concepto de civilización de la imagen a partir del surgimiento de este fenómeno a mediados del s. xx y los posteriores procesos de conocimiento y desarrollo en la sociedad a través de distintos formatos audiovisuales (Barthes, 1964). Con esta expresión se representan las características mediáticas de la sociedad actual donde “el cine, la televisión y el video forman parte de la cultura humana” (Weber, 1997, p.6).

Y es que el s. xx es impensable sin el papel estructural y constitutivo de las imágenes, pues se ha aprendido a convivir, a pensar y a construir con ellas una civilización compleja e incitante.

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La cultura del espectáculo a la que hace referencia Ferrés (2000), es una suerte de producto de la civilización de la imagen ya que a través de la televisión, el video y las nuevas tecnologías de la información y comunicación, las personas tienen acceso en su propia casa a cualquier tipo de espectáculo, en cualquier momento. Más aún, Ferrés (2000, p. 21) menciona que la misma realidad es ahora fuente de espectáculo y que “la televisión acaba por convertir en espectáculo todo lo que pasa por sus manos”.

A ello se suma el concepto del mundo como plató en el que la omnipresencia de las cámaras ha transformado el mundo entero en un inmenso plató donde, por ejemplo, las elecciones políticas son vistas como shows electorales y “la exhibición se ha convertido en requisito indispensable para alcanzar el éxito y la fama” (Ferrés, 2000, p.22), ligando el triunfo social a una adecuada puesta en escena y haciendo famosos a personajes que tradicionalmente estuvieron fuera del espectáculo como los abogados, médicos o policías.

Exagerado o no, todo ello trae consigo grandes cambios y consecuencias en la forma de pensamiento, el modo de aprendizaje y el comportamiento de las personas. Esta situación ha originado una encrucijada cultural dado lugar a posturas a favor y en contra de esta perceptible cultura del espectáculo.

Tal es así que diversos autores plantean argumentos para desestimar su valor e influencia en la sociedad actual y se resisten a reconocer cualquier nuevo elemento como valioso, ya que esto implicaría un cambio que a la larga puede llegar a la aniquilación total de los patrones culturales ya establecidos. Frente a ellos, otros creen, de manera optimista, que se está experimentando una magnífica generalización del marco cultural y defienden el fenómeno de la imagen, convencidos de las bondades de las nuevas tecnologías, difundiéndolas como parte fundamental de un futuro más libre y prometedor. A unos y otros, Umberto Eco denominó apocalípticos e integrados, en su obra publicada en 1965.

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Este conflicto frente a la cultura del espectáculo se extiende a los campos de la investigación, las escuelas, los medios de comunicación y las facultades de Comunicación y Educación. De este modo, los estudiantes del Magíster en Comunicación y Educación de la Universidad Católica, generación 2008, pusieron en debate ambas posturas con la finalidad de comprender lo que implica cada una y establecer conclusiones comunes y conciliadoras respecto a este fenómeno cultural.

La defensa de los prósperos En primer lugar, quienes defienden la cultura del espectáculo y se autodenominan prósperos -en contradicción a los apocalípticos y en relación con los integrados de Eco-, manifiestan que el punto de partida para analizar y debatir sobre el fenómeno de la introducción de la imagen y las nuevas tecnologías a la sociedad, es aceptar que en la sociedad se ha producido un cambio cultural a causa de diversas tecnologías que han dejado de ser sólo una herramienta de comunicación para convertirse en un lenguaje en sí mismas, es decir el lenguaje audiovisual e incluso el hipertextual.

Metafóricamente, la incorporación de la imagen y el surgimiento de la cultura del espectáculo en la sociedad podrían ilustrarse con el surgimiento e influencia del grupo musical The Beatles como máximos representantes de lo que se conoce como cultura pop. La música y declaraciones de los Beatles fueron criticadas por muchos durante su aparición. Mientras tanto, la banda demostraba ser novedosa, desconcertante y ejercía una gran influencia sobre toda una generación.

En algunos casos pasaron muchos años y en otros muy pocos pero al final The Beatles fueron entendidos, aceptados y aclamados. Algunos tardaron en comprender que la música de este grupo no sólo generaba emociones carecientes de razonamiento lógico y euforia sin sentido, sino que se había convertido en la voz de una generación sobre distintos temas políticos y sociales como la guerra de Vietnam, la división de la Unión Soviética o la sociedad de consumo.

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Definitivamente no tiene las mismas dimensiones, pero el fenómeno de la cultura del espectáculo ha surgido desconcertando, inquietando, polemizando y sobre todo, cambiando la sociedad, como ha ocurrido con diversos sucesos históricos. Ante esta realidad, los prósperos consideran que, en tanto cambio social, debe ser asumida.

En la actualidad, la tecnología y los medios de comunicación ya no se consideran sólo como “aparatos nuevos”, sino como nuevas formas de percibir, expresarse, escribir y leer, eliminando de este modo los límites tradicionales del texto que remitían únicamente a éste la capacidad de conocer la realidad, aprender, generar ideas y pensamientos así como reflexionar sobre ellos.

En este sentido, se entiende la recepción del mensaje audiovisual como un proceso activo que permite la producción de sentido y significados mediante el cual los receptores se vinculan con la realidad, tanto en la esfera pública como privada. Los mensajes visuales han logrado introducirse y dominar los principales campos de la actividad humana como la comunidad, los círculos sociales, el hogar, el trabajo y la escuela. Por ello se puede decir que en la sociedad actual la imagen es capaz de transmitir ideas tal como lo hace el lenguaje.

Es cierto también que dicho proceso no se puede dar plenamente ya que el lenguaje audiovisual presenta dificultades para transmitir cifras y datos concretos a diferencia del lenguaje escrito que hace posible la relectura e interpretación. Del mismo modo, se dice que tiene un efecto hipnótico, en tanto la televisión baja el nivel de atención y disminuye las barreras críticas de los espectadores y bajo este mismo argumento, la cultura del espectáculo debilitaría el razonamiento lineal, por lo tanto también la lectura.

Entre otras limitaciones, los prósperos reconocen que los medios otorgan una gran variedad de alternativas y “poderes” a las audiencias pero éstos también pueden interpretarse como una apertura a la manipulación en el sentido que los espectadores consumen variados contenidos que determinan los directores, productores y propietarios de canales de

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televisión, empresas cinematográficas y sitios web, entre otros. Así mismo, bajo el modelo de los niños como espectadores soberanos y actores sociales o políticos independientes, se puede encubrir la verdadera soberanía de un consumidor.

Hasta ahí la opinión de quienes aceptan y defienden este nueva cultura ¿Pero cual es la postura del autor de “Educar en una cultura del espectáculo” y otros estudiosos de los medios de comunicación? En primer lugar, Joan Ferrés (2000) afirma que la cultura del espectáculo se caracteriza por una potenciación de lo sensorial, lo narrativo, lo dinámico, lo emotivo y lo sensacional.

En cuanto a la narrativa, a pesar de no ser patrimonio exclusivo de la cultura del espectáculo, gracias a la hegemonía de la imagen, ha adquirido una importancia social que nunca antes había tenido. De esta forma, triunfa sobre lo discursivo y va transformando diversos mensajes en narraciones como lo hace la publicidad o los videojuegos.

La cultura del espectáculo ha instaurado el reino de la emoción, pues la imagen está más próxima a la impresión y la sensación y tiende a provocar respuestas de carácter emotivo. Por eso, en el leguaje audiovisual no hay peaje: hay emociones primarias que no necesitan pasar por el intelecto para ser comprendidas sino que derivan directamente de los significantes.

Postula también que todo proceso comunicativo responde a la necesidad de provocar, asombrar, atrapar para generar interés o expectativa y la capacidad de sorprender, en la cultura audiovisual, tiene más probabilidades de desarrollarse a través de la gratificación sensorial y el dinamismo que logra con sus elementos y recursos. Las características de la cultura del espectáculo permiten esta situación: que lo nuevo adquiera un valor indiscutible e indiscutido, por el mismo hecho de ser nuevo, de sorprender gracias al lenguaje en que se presenta.

Teniendo en cuenta que la cultura del espectáculo tiene una presencia hegemónica en la sociedad, los debatientes prósperos coinciden con Ferrés en que la selección de los medios de aprendizaje o conocimiento que hacen

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las nuevas generaciones se ve influenciada por la cultura en que han nacido: la cultura del espectáculo. Y estas nuevas carácterísticas en los procesos perceptivos, mentales y de comportamientos provocan modificaciones tan profundas que deben tomarse en cuenta al momento de desarrollar distintos procesos de aprendizaje e incluso de socialización, es decir, debe existir una sintonización entre antiguas y nuevas generaciones.

La presencia e instalación de la cultura del espectáculo también las reconocen otros autores como Jesús Martín Barbero (1998) cuando sostiene que estamos ante la emergencia de otra forma de razón en la medida que los medios juegan un papel decisivo porque designan un nuevo sensorium: otros medios de sentir, de percibir, de relacionarse con el tiempo y el espacio, nuevas formas de reconocerse y de juntarse. Los medios son un ámbito decisivo de socialización, identificación, proyección de pautas de comportamiento y estilos de vida.

Asimismo, José Manuel Pérez Tornero (2005) le otorga a la cultura del espectáculo valor respecto a su influencia al decir que Internet y las nuevas tecnologías han cambiado seriamente el contexto, logrando que la estructura tradicional del modelo de comunicación se vea modificada al hacer que una persona, con pocos medios, intervenga no sólo como emisor sino que participe en relaciones de comunicación interactiva convirtiéndose con facilidad en creador y autor.

Y en la línea de la “sintonización” que plantea Ferrés, el especialista en el estudio de culturas juveniles Carles Feixa (2006, p. 19) manifiesta que se debe reconocer que “no se trata sólo que sean (los jóvenes) el grupo de edad con el acceso más grande a internet, ni que la mayor parte de sus componentes vivan rodeados de bites, chats, e-mail y web; (sino que) lo esencial es el impacto cultural de estas nuevas tecnologías: desde que tienen uso de razón han estado rodeados de instrumentos que han configurado su visión de la vida y el mundo”.

Por último, los prósperos, en defensa de la cultura del espectáculo, reconocen que esta divierte y su valor para la sociedad reside precisamente en que la diversión también facilita el aprendizaje y aún más, según Anatole

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France “se aprende solamente cuando uno se divierte”. Del mismo modo, cabe reconocer que el empleo de herramientas como Internet o multimedia -a diferencia de la lectura- permite a las personas desarrollar más su inteligencia y ello se confirma con las diferencias que se generan entre una persona que aprende teóricamente sobre un objeto y otra que aprende de manera práctica a través de la manipulción directa, llegando a retener un 75% según la pirámide de aprendizaje desarrollada por el National Training Laboratories Institute.

Además, los prósperos plantean que si se considera que la cultura del espectáculo genera una hiperestimulación sensorial y apela a lo emotivo, esto se puede transformar en diversas fuentes de motivación no sólo de aprendizaje sino también de conocimiento y reflexión sobre diversos contenidos. Así, surgen más posibilidades para que diferentes aprendientes se emocionen ante al aprendizaje y no limiten sus referentes a realidades con las que no se sienten identificados.

Considerada como un cambio y una nueva etapa que forma parte del desarrollo de la sociedad, la cultura del espectáculo debe asumirse para generar progreso pero no desde una postura conformista que denote resignación sino, haciendo referencia a la actitud que plantea Edgar Morin (2000), como un gran paso hacia la educación necesaria para el futuro: la integracionista.

A pesar de la postura positiva y la actitud integradora de los prósperos, que en ningún momento busca imponer la cultura del espectáculo sobre la cultura oficial o promover una única vía de conocimiento y estilo de vida, existe un rechazo y desconfianza hacia el lenguaje audiovisual y las nuevas tecnologías, o mejor dicho a su sobreexplotación e influencia negativa.

La detracción de los apocalíticos

Aquí pues aparecen los apocalípticos de Eco, que también considera Ferrés, para decir que en este fenómeno social no se desarrolla sino que se rinde culto a la imagen audiovisual, a la hiperestimulación, al cambio, al

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dinamismo vertiginoso, a las emociones, a los sentimientos, a la novedad y a lo concreto.

De cara al debate, los detractores de la cultura audiovisual sostienen que la imagen deja de lado la abstracción necesaria en el razonamiento lógico, a la vez que alimenta emociones superficiales e inmediatas sin fomentar la concentración y en su lugar, la impulsividad, por lo tanto, dichas emociones o sensaciones no tendrían autonomía. De este modo, estimularía una perspectiva poco crítica, careciente de reflexión y tal sería la hiperestimulación o saturación de los estímulos que impediría la activación de una mente racional así como asentarse y parar para analizar algo cuando los cambios se producen de una manera tan vertiginosa.

De este modo, la cultura del espectáculo, pone en relevancia un lado de la sociedad a través de las emociones y lo sensorial, olvidando las palabras y lo reflexivo, sin considerar que el lenguaje escrito e interpretativo y el razonamiento lógico son un logro y una necesidad en la vida actual y en la sociedad compleja ¿Cómo se puede lograr el equilibrio en medio de esta situación?

Es necesario detenerse en algún momento a pensar, incluso a descansar. No todo está dominado por la velocidad de la imagen y el lenguaje audiovisual o hipertextual que sugiere la cultura del espectáculo. Por lo tanto, hay que desarrollar la paciencia y en muchos casos, la conformidad –más no conformismo- ante diversos mensajes, de modo que puedan comprenderse, analizarse y valorarse. No puede ser que todo deba ser novedoso y que siempre se espere más y más, sin estar conformes con algo.

Según estos representantes -que tienen como principales referentes a Neil Postman y Giovanni Sartori-, el culto a la imagen -que es atractiva por sí misma- se vuelve tan importante que genera un mayor interés cómo se ven las cosas y las personas que como son en realidad, perdiendo así un gran terreno en el campo de los valores humanos que lideran la “auténtica cultura”. Y el flujo mediático impide la reflexión y la postulación de teorías, lo que dificulta la elaboración del saber. De este modo, quienes forman

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parte de la cultura del espectáculo -especialmente las nuevas generaciones- interpretan la capacidad de percepción de estímulos muy breves, la asociación, la comparación, la simultaneidad, la voracidad sensorial, la percepción fragmentaria o el dinamismo como un pensamiento desestructurado, totalmente distinto a la lógica lineal que requiere el pensamiento para construir un saber.

La lógica circular de la cultura del espectáculo caracterizada por la globalidad y la simultaneidad permite la generación de una cultura mosaico (Abraham Moles, 1975) donde los fragmentos del conocimiento están unidos sin una estructura definida. Ello lo explica De Fontcuberta (2008) cuando dice que la difusión mediática juega un papel importante y existe tal cantidad de información -de textos e imágenes- producida de manera simultánea sin un criterio estructurante, que no hay tiempo para la reflexión, el análisis, la crítica y la selección de información, que son tan necesarios en una sociedad compleja. Por lo tanto, no se puede caer en la simplificación a la que viene conduciendo la imagen en todos los ámbitos del actuar humano.

Así como los integrados hablaban de la necesidad de sintonía entre generaciones en diversos espacios de socialización y conocimiento, los apocalípticos establecen su postura respecto a la presencia de la cultura del espectáculo en la escuela y manifiestan que a pesar de que hagan falta cambios en la Educación y se deba comprender los desafíos impuestos por la cultura y las nuevas generaciones, no se debe olvidar todo lo que permite el libro, es decir el lenguaje escrito y el pensamiento lógico. Según ellos, la escuela podría adoptar ciertos elementos de la cultura del espectáculo sin adaptarse a ella, ya que fue establecida como una institución de formación y aprendizaje -a diferencia de la televisión- que requiere fomentar un pensamiento lógico, reflexivo y crítico a través de la comprensión y la interpretación que requieren el sosiego y la concentración que permiten la lectura y escritura.

Al respecto, cuando se habla de educación en medios aparecen contradicciones puesto que se insiste en formar a los alumnos en el sentido

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crítico pero ello habría que hacerlo empleando la racionalidad más no con la emocionalidad a la que apela la cultura del espectáculo, por lo tanto el modelo que presenta la escuela se presenta como el acertado para comprender a los propios medios. También se puede decir que es muy difícil que el profesor apele al placer de los niños y jóvenes de la escuela, para que éstos sean formados. La dificultad radica en que -por distintos grados de madurez- no todos pueden comprender el verdadero sentido de “aprender con placer” ya que un número importante de estudiantes priorizará la búsqueda de placer, más que la búsqueda por aprender.

Bajo esta mirada, se entiende que las emociones, los sentimientos, las sensaciones, el entretenimiento y el placer -como mencionaba Anatole France- son necesarios para el aprendizaje, pero no las únicas vías para llegar a él y la escuela está encargada de emplear otros caminos como la paciencia, la reflexión, la concentración, la crítica y el análisis para cumplir su objetivo: formar y no entretener.

Los apocalípticos van más allá y dicen que los rasgos de la cultura del espectáculo podrían incluso no formar sino más bien generar sujetos pasivos, escasos de reflexión, hipertrofiados por los sentidos, atrofiados culturalmente o destructores del saber en lugar de transmitirlo -como lo menciona Giovanni Sartori (1998)-.

Su postura más férrea no es en contra de los medios como tales (televisión, cine, video, internet o multimedia), sino en el uso social que se le asigna como socializador o formador en la escuela, el hogar y la sociedad. Una manera de evitar esta situación es solicitando la presencia de guías que puedan orientar en el acelerado camino de la cultura del espectáculo, previendo de este modo que la percepción fragmentaria no impida conocer lo más amplio de la realidad.

La postura crítica y desconfiante de los apocalípticos se ha extendido a diversos campos de la investigación y el estudio de los medios de comunicación. Por ello, durante el debate, se presentaron algunos ejemplos

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de investigaciones1 sobre la cultura del espectáculo que dan cuenta del impacto negativo, el alejamiento de la manera clásica de estudio o la equivocada productividad de las nuevas tecnologías, así como la disminución de la comprensión lectora producida por la pérdida de la capacidad de atención y concentración que genera el exceso de ver televisión.

Además, los detractores de la cultura del espectáculo la comparan con lo kitsch que busca siempre un efecto inmediato y fácil, para lo cual, apela a los lugares comunes, esto es, imágenes y palabras de reconocida efectividad. De esta forma, recurre a la redundancia, insistiendo con un mismo recurso: la imagen.

En suma, los denominados apocalípticos -a efecto del debate- sostienen que la cultura del espectáculo no es mala en sí misma pero la falta de formación crítica puede disminuir sus beneficios y en cambio, ensalzar el lado sensorial de la sociedad olvidándose de las palabras y lo reflexivo que constituyen un logro y una necesidad la vida actual y la sociedad compleja.

Postura personal Ante esta postura de los apocalípticos, es pertinente hacer algunas aclaraciones y definir puntos de vista respecto a lo que manifiestan u otros aspectos relacionados a la cultura del espectáculo.

Por ejemplo, cuando se menciona que un gran problema de la cultura del espectáculo es que no permite la objetividad y el análisis a causa del exceso de información que ofrece, se puede decir que no se está tomando en cuenta la capacidad selectiva de las personas. Si bien es cierto que existe un bombardeo constante en la televisión o Internet, el poder de elección está presente sino, no se generarían preferencias, gustos, ni se podría escoger determinados mensajes.

1 - Informe sobre Desarrollo Humano en Chile 2006. “Las tecnologías: ¿un salto al futuro”, presentado

por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD)- Gertrude Himmelfarb, "A Neo-Luddite Reflects on the Internet" en Chronicle of Higher Education (1996)- Investigación de la relación directa entre consumo de televisión y comprensión lectora. Marco Ennemoser y Wolfgang Schneider de la Universidad de Würzburg, Alemania.

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Asimismo, los efectos negativos que los estudios le atañen a la televisión pueden contrarrestarse con el potencial formativo que tiene y a través del cual asume el desarrollo desde la identificación de la audiencia con personajes protagonistas que representen sus capacidades de autoestima y superación (Fuenzalida, 2008). Y en este sentido, vale decir que la televisión propicia un aprendizaje cultural afectivo -tan importante como el intelectual- que se refiere a las actitudes y motivaciones útiles para la vida.

Por eso, mientras los apocalípticos consideran que la restricción de televisión podría ser la solución a muchos problemas sicológicos o intelectuales presentados en la infancia, los integrados ven en la televisión una vía de solución a distintas necesidades educativas y afectivas.

Sobre la finalidad de la cultura del espectáculo y la oficial, la primera fue creada para entretener mientras que la segunda para formar; pero se puede decir que los medios de la cultura del espectáculo pueden adaptarse a esta función formativa tal como lo han venido haciendo muchos libros al buscar en elementos visuales la manera de resultar entretenidos. Y en este sentido, al contar con los recursos es más fácil adaptar su discurso que al revés.

Se le critica a la cultura del espectáculo el hecho de generar una hiperestimulación sensorial al punto de quedarse sólo en el plano de las emociones afirmando que éstas no pueden conducir a la reflexión, la interpretación o el razonamiento lógico. Ante esta afirmación se presentan dos respuestas: la primera es que hay que reconocer que en muchos casos, la vía de la emoción es el primer paso para involucrarse con temas difíciles de explorar o conocer y esto puede resultar favorable; segunda, que en muchos casos, las emociones no se quedan simplemente en el plano de lo sensorial sino que son capaces de conducir a un conocimiento concreto y a un análisis crítico como sucede cuando se ven películas, documentales, videos, etc.

Por ejemplo, durante el debate, se mencionó lo ocurrido el 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos a raíz de la importancia de la imagen para conocer un suceso de tal magnitud. La postura de los apocalípticos fue

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lógica al decir que una mayor objetividad y mejor interpretación de los hechos se logra a través del lenguaje escrito (prensa) pero no por ello se puede negar el valor del lenguaje audiovisual para transmitir ese mensaje y más aún, no se puede negar su capacidad de reflexión y expresión, ya que vale decir que a raíz del atentado ocurrido en Nueva York, se realizó el proyecto “11'09''01 - September 11”, donde los efectos del atentado terrorista fueron representados por 11 directores cinematográficos desde diferentes lugares alrededor del mundo a través de cortometrajes.

Entre otras cosas, se critica también que la cultura del espectáculo genera un culto a la imagen y la novedad, buscando siempre recibir cosas nuevas con una actitud inmadura, pasiva, poco reflexiva pero no reconoce que por otro lado, los medios que componen esta cultura requieren un pensamiento rápido, ágil y el conocimiento del manejo de ciertas herramientas lo que favorece la preparación de las nuevas generaciones al cambio.

Según los apocalípticos, son múltiples los efectos negativos de la cultura del espectáculo y las consecuencias de los excesos de los diferentes medios que forman parte de ella pero felizmente, en la cultura del espectáculo convergen nuevas y viejas tecnologías. Y si bien algunas -como el televisor- pueden generar aislamiento, centralismo, pasividad e individualismo, otras –como Internet- pueden despertar más la inteligencia, la curiosidad, la democracia, la interactividad, la independencia y el respeto por la diversidad (Buckingham, 2005).

La lista de comparaciones y contradicciones resulta larga pero hay temas que deben reconocerse y por ello, haciendo referencia a Rincón (2006) a pesar que la televisión deba ser criticada por su exceso de vaciamiento de sentido social bajo el énfasis tecnológico y accesorio, si uno se queda en ésta crítica no se avanza hacia su comprensión y transformación. Por lo tanto, es importante adentrarse en el estudio de la sociedad y su modo de producción de lo simbólico y en las necesidades de los habitantes de la época actual.

Conclusiones

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Por tal motivo, es importante presentar una serie de conclusiones en las que tanto apocalípticos como prósperos logran estar de acuerdo.

En primer lugar, es importante reconocer que la cultura del espectáculo es una realidad, de allí parte el desarrollo de una postura y por consiguiente, el debate. Además, se debe destacar que es una potencialidad en sí misma en el ámbito educativo y en este sentido, el usuario debe adquirir las capacidades necesarias para aprovechar las posibilidades que generan la diversidad de contenidos comunicacionales.

Se puede decir que la llegada de los medios permite desarrollos -psicomotrices, intelectuales, emotivos, etc.- de los usuarios que otros mediadores o herramientas de aprendizaje no permitirían o no han permitido en la historia. Ya que los medios posibilitan esta nueva cultura, aprender a usar bien dichos medios permite también tener un mejor control de esta cultura del espectáculo.

Es cierto que la cultura del espectáculo produce cambios sociales provocando dispersión y segmentación pero atribuir a los medios el poder de ejercer cambios radicales en la vida de las personas y en la sociedad es asumir una postura determinista frente la tecnología.

Es importante señalar que la tecnología en sí misma puede ser un aporte educativo pero también lo es cuando es mediada por distintos agentes que buscan la potenciación de sus capacidades y rescatar su aspecto educativo.

Asimismo, hay que reconocer que, con el desarrollo de la cultura del espectáculo y la llegada de las nuevas tecnologías, la escuela está frente a un cambio cultural más evidente y vertiginoso que otros que ya ha enfrentado, lo que representa un desafío, pero no se puede decir que es la única responsable del fracaso escolar.

A pesar de la necesidad de cambio, es necesario mantener ciertas enseñanzas de la cultura oficial como la concentración, el trabajo sistemático, la reflexión. Ninguna de ellas se contrapone al desarrollo de la

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cultura del espectáculo. Sólo se necesita complementariedad en los aprendizajes.

Precisamente, respecto a la amplitud de contenidos en la cultura del espectáculo, cabe decir que a mayor diversidad de contenidos comunicacionales, más posibilidad de reducir el pensamiento mosaico y desarrollar un espectador, lector o usuario complejo. Además, para que un lector sea complejo, debe reconocer que quien maneja los diseños de mensajes y en definitiva los medios, siempre posee un filtro. Por lo tanto, en cada "mensaje" existirán varias posturas previas de origen y varias lecturas posibles. En este sentido, el lector complejo debe comprender que los medios entregan representaciones de la realidad dadas desde perspectivas diferentes.

Si se supone que algunos usuarios están capacitados para analizar o ver los medios y otros no, se corre el riesgo de que de produzca una censura.

Por último, cabe resaltar el valor de la cultura del espectáculo y su presencia en la sociedad actual así como la permanencia de la cultura oficial, necesaria absolutamente en diversos aspectos de la vida, y se reconoce que el debate acerca de la cultura del espectáculo -que ha logrado demostrar la necesidad de complementariedad e integración-, enriquece enormemente a la sociedad.

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Bibliografía

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