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La crónica del padre Lorea, una nueva aportación documental a la historia de Linares: transcripción y estudio crítico Father Lorea’s chronicle, a new documentary contribution to the history of Linares: transcription and critical assessment Andrés Padilla Cerón Consejero Titular del Centro de Estudios Linarenses A la memoria de Félix López Gallego, quien dedicó gran parte de su tiempo a investigar los manuscritos antiguos de Linares. Resumen El fraile dominico Antonio Lorea, visitó la villa de Linares alrededor del año 1680 para redactar la historia del convento de San Juan de la Penitencia. En esta crónica hizo una introducción histórica sobre Linares en la que nos cuenta algunos aspectos muy interesantes y casi desconocidos hasta ahora: El origen del nombre de Linares, algunos detalles sobre el Castillo, la fuente «del Pilar» y otros datos sobre sus minas o la consecución del título de villa. Palabras clave: Crónica, frailes dominicos, Antonio Lorea, Convento de San Juan de la Penitencia, siglo XVII. Abstract The Dominican friar Antonio Lorea visited the town of Linares around 1680 in order to describe the history of the convent of San Juan de la Penitencia. In this chronicle, he made a historical introduction of Linares and he underlined some interesting and almost unknown aspects of the city: the origins of the name of Linares, some details about the Castle, the fountain «del Pilar» and other information about the mines or when Linares was finally awarded with the denomination of town. Keywords: Chronicle, Dominican friars, Antonio Lorea, convent of San Juan de la Penitencia, 17th century.

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La crónica del padre Lorea, una nueva aportación documental a la historia de Linares: transcripción y estudio crítico

Father Lorea’s chronicle, a new documentary contribution to the

history of Linares: transcription and critical assessment

Andrés Padilla Cerón

Consejero Titular del Centro de Estudios Linarenses

A la memoria de Félix López Gallego, quien dedicó gran parte de su tiempo a investigar

los manuscritos antiguos de Linares.

Resumen

El fraile dominico Antonio Lorea, visitó la villa de Linares alrededor del año 1680 para redactar la historia del convento de San Juan de la Penitencia. En esta crónica hizo una introducción histórica sobre Linares en la que nos cuenta algunos aspectos muy interesantes y casi desconocidos hasta ahora: El origen del nombre de Linares, algunos detalles sobre el Castillo, la fuente «del Pilar» y otros datos sobre sus minas o la consecución del título de villa.

 

Palabras clave: Crónica, frailes dominicos, Antonio Lorea, Convento de San Juan de la Penitencia, siglo XVII.

Abstract

The Dominican friar Antonio Lorea visited the town of Linares around 1680 in order to describe the history of the convent of San Juan de la Penitencia. In this chronicle, he made a historical introduction of Linares and he underlined some interesting and almost unknown aspects of the city: the origins of the name of Linares, some details about the Castle, the fountain «del Pilar» and other information about the mines or when Linares was finally awarded with the denomination of town.

Keywords: Chronicle, Dominican friars, Antonio Lorea, convent of San Juan de la Penitencia, 17th century.

 

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n las últimas décadas del siglo XVII, el fraile dominico Antonio

Lorea escribe una historia manuscrita de los conventos de Andalucía. En la misma incluye un capítulo dedicado al convento de San Juan de la Penitencia de Linares en la que hace una especie de introducción histórica sobre la población. Dicho preludio, pese a su brevedad, encierra una serie de claves muy importantes para entender la historia de Linares hasta el siglo XVII. En el presente trabajo se tratará de analizar lo que Lorea nos cuenta sobre nuestra villa, que no es poco ni baladí. Aunque algunos aspectos de la vida de Lorea, que más adelante se detallarán, pudieran suscitar reticencias, lo cierto es que proporciona datos que pueden hacernos replantear –con las debidas cautelas– algunos aspectos de la historia de Linares que se tenían por superados o inamovibles. Igualmente se aprovecha el análisis crítico del manuscrito para actua-lizar o refrescar algunos capítulos de nuestro pasado.

Lorea y su obra Aunque oriundo de Navarra, Antonio

de Lorea Amescua nació en Almagro (Ciudad Real), siendo el primogénito de siete hermanos. Apenas superada la adoles-cencia ingresó en el Convento dominico del Rosario, en su ciudad natal. Realizó el noviciado en 1651 y en el año 1657 se ordena presbítero. Ganó fama de elocuente predicador por Castilla y Andalucía. Reco-gió algunos de sus sermones en Metáforas panegíricas en oraciones evangélicas (Madrid 1671). En la práctica, fue cronista general de su orden, aunque no se le quiso reconocer tal título por vía oficial. Desde 1671 se pierde su pista aunque, como la mayor parte de sus obras se publican en Madrid, hay que suponer que estaría en sus cercanías. En cualquier caso también tuvo que andar por tierras andaluzas y castellanas (entre ellas su Almagro natal) ya que en la relación del convento de Linares hay referencias a hechos acaecidos en 1679. Los últimos años de Lorea transcurren en Valencia y Almagro. Aunque se ha escrito

que murió en Valencia, parece más probable que fuera en Almagro, donde fecha sus últimas palabras en enero de 1684.

Aunque Lorea decía tener 24 libros impresos, solo constan 17 obras diferentes, algunas de ellas traducciones o amplia-ciones de escritos ajenos, como la vida de Santa Rosa de Lima o la de Sor María Vilani. No obstante, hay que reconocerle su pasión por la escritura y una gran tenacidad para conseguir publicar sus obras. Aún así dejó siete libros inéditos, de los que no hay constancia, salvo la Historia de la Provincia de Andalucía.1

La Historia de la Provincia de Andalucía En el capítulo celebrado en el año

1671 por Provincia dominicana de Anda-lucía, se encargó al padre Antonio de Vergara la tarea de compilar y publicar la Historia de los Dominicos en Andalucía. No obstante, abrumado por sus cargos y obligaciones, no la pudo realizar perso-nalmente y dejó con ese desempeño, aunque sin comisión oficial, a fray Antonio de Lorea Este fraile dominico hizo una crónica manuscrita titulada Historia de la Provincia de Andalucía de la Orden de Predi-cadores (a la que nos referiremos como la Historia) en la que mezcló el género de la vida de santos (al que era tan aficionado) con la historia de los conventos de Andalucía y la Mancha2.

En este manuscrito aparece un capítulo titulado «Relación del Convento de Monjas de la Villa de Linares llamado S. Juan Bautista». Del estudio del mismo se deduce que el padre Lorea debió de visitar este monasterio en el mes de abril del año 1679 ó 1680, de hecho hay un párrafo en donde indica que cierta religiosa «Pasó de ésta a mejor vida el 15 de enero de mil y

1 Datos obtenidos de SÁNCHEZ-HERMOSILLA PEÑA, Francisco: «Biografía de fr. Antonio de Lorea Amescua op.», en revista Communio, XXXVI (2003), págs. 209-237. 2 Fray Antonio de LOREA. Historia de la Provincia de Andalucía (Crónica manuscrita). 1680? Archivo Provincia Bética. O. P. Sevilla, fols. 16-18.

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seiscientos y setenta y nueve». A pesar de ello, no está muy clara la exactitud en este dato, puesto que en el anverso del folio 16 se puede leer esta curiosa frase: «…forman un jardín de esposas de Cristo que hoy 31 de abril, tercer día de Pascua de Resurrección, cuando escribimos esto en el mismo monasterio de Linares…»

Y no menos curiosa es la corrección que, por otra mano, se hace al pie de página: «Ni el mes de abril tiene 31 días ni la pascua puede pasar del día 25 de abril, según esto nunca pudo ser el día 31 de marzo de Pas-cua». Comentario que no debe de extrañar, puesto que su incesante dedicación a la escritura le llevó a conflictos con el Maestro de su Orden, Tomás de Rocabertí (1670-1677), quien ordenó revisar y censurar todas sus obras.

Otro asunto complejo de la vida de Lorea es el hecho de auto intitularse «Cronista de la Orden», audacia que le vale un conflicto con el Maestro que sólo le había nombrado «Cronista de las Provincias de España y no de toda la Religión». Por lo tanto, habrá que mirar con cierta cautela lo que nos pueda referir el padre Lorea en su

famosa Historia de la Provincia de Andalucía.

El Convento de dominicas de San Juan de la Penitencia de Linares

El desaparecido convento de monjas dominicas de San Juan Bautista de la Peni-tencia de Linares se fundó alrededor de 1515 por el comendador Juan Dávalos, quien cedió su patronazgo a sus dos her-manos Fernando y Gonzalo Dávalos. En sus primeros años se erigió bajo la obediencia de la Orden de los Jerónimos, para pasar, en 1518, a depender de la Orden Dominicana. Su periodo de máximo apogeo lo alcanzó en el siglo XVII, con un gran número de reli-giosas y muchas riquezas, obtenidas gracias a las dotes y otras donaciones. En el siglo XVIII entró en un periodo de franca deca-dencia hasta que fue suprimido en junio de 1836 por los decretos desamortizadores que promulgó el Gobierno ese mismo año. Tras su cierre, todos sus bienes pasaron a manos del Estado y fueron vendidos en subasta. Después de la supresión del convento, sus locales fueron usados como cuarteles, es-cuelas y otros menesteres, hasta que todo el edificio fue demolido en el año 1928. La parte más interesante del convento era la iglesia, de estilo gótico isabelino y de una sola nave.

Tal y como ya se ha indicado, Lorea dedica al monasterio de Linares un capítulo completo, el cual titula: «Relación del Convento de Monjas de la Villa de Linares llamado S. Juan Bautista». Su extensión es de tres folios, escritos por ambas caras, y dividido en cuatro partes: la primera, la dedica a hacer una introducción histórica de la villa de Linares, fragmento al que se dedica el presente trabajo. El siguiente apartado lo emplea en narrarnos la historia del convento y el tercero lo titula «otras Religiosas de mucha virtud de este Santo Convento». Por último hay un cuarto apartado que dedica a proseguir con la relación de religiosas notables y a la narra-ción de algunos hechos prodigiosos.

Centrándonos en la primera parte de la «Relación del Convento de Monjas de la

Uno de los libros que escribió Lorea y en donde se autodenomina «Cronista General de la Orden de Predicadores»

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Villa de Linares», la cual llamaremos «Introducción histórica», hay que decir que su extensión es de algo menos de una página, pero pese a su brevedad, encierra una serie de claves muy importantes para entender la historia de Linares hasta el siglo XVII.

Las fuentes de Lorea Tenemos que distinguir entre las

fuentes que utilizó Lorea para redactar la parte de su crónica dedicada a la historia del convento y las que empleó para su Introducción histórica sobre la villa de Linares. Entre las primeras, tenemos el libro titulado Quinta parte de la Historia de Sto. Domingo y de su Orden de Predicadores, escrita por Fray Juan López (OP) y editada en 16223. En dicha obra se narra la fundación y primeros tiempos de muchos conventos de la Orden Dominicana, y entre ellos el de San Juan de la Penitencia de Linares. Pues bien, tras un estudio de ambas obras se puede decir que Lorea obtuvo muchísimos datos de este libro para confeccionar su Historia, al menos en lo que respecta al convento de nuestra ciudad. Además de apoyarse en esa obra, Lorea debió de basarse en los libros de cuentas y fábrica del convento y en las entrevistas que mantuvo con las religiosas que se encon-traban recluidas en el mismo. No parece que tuviera acceso a otras obras contem-poráneas, como por ejemplo la Historia Apologética de Cástulo, manuscrito del año 1656, cuyo autor fue el canónigo, residente en Linares, Gregorio López Pinto. Esto es lo que se deduce del estudio de esta obra, en la que se indica que el convento de domi-nicas de Linares se erigió alrededor del año 1500, mientras que Lorea sitúa su fundación algunos años antes de 1518. Además, mien-tras que el autor atribuye a los hermanos Juan y Gonzalo Dávalos la fundación del monasterio, López Pinto se la otorga al comendador Juan Dávalos, quien dejó por patronos a sus hermanos Fernando y Gon- 3 LÓPEZ, Juan: Quinta parte de la Historia de Sto. Domingo y de su Orden de Predicadores. Juan de Rueda, Valladolid, 1622, fol. 208.

zalo. Es decir, unos datos que, aunque semejantes, no coinciden y como creemos que Lorea era aficionado a la copia literal (como demostró al reproducir algunos pasajes de la Quinta parte de la Historia de Sto. Domingo…) deducimos que no tuvo acceso a esta Historia Apologética de Cástulo que, por ser un manuscrito único, tuvo una difusión muy limitada.

Una vez que se ha hecho esta breve reseña a las fuentes que pudo utilizar el autor en la parte de la Historia que dedicó al convento de Linares, echaremos un vistazo a las que más nos interesan, por coincidir con el objeto del presente trabajo. Dichas fuentes son las que pudo utilizar para confeccionar la Introducción histórica sobre nuestra población. Entre las mismas, po-drían estar aquellos manuscritos que, abor-dando parte de la historia de Linares, se habían escrito hasta el año 1679-80 y que serían: en primer lugar, los de Gregorio López Pinto y Covaleda: Historia Apologética de Cástulo (1656)4, Primera y Segunda Parte Chronología y Noticias generales del mundo… (1659, 1662) y Festín que la Villa de Linares hizo a la Virgen Santísima de Linarejos… (1669)5. Sin embargo y como se irá viendo más adelante, no parece probable que tuviese acceso a ellas, porque ningún dato de los aportados por López Pinto, aparece en la Historia de Lorea. Otros manuscritos, como la Corographia antigua y moderna del Reyno y obispado de Jaén (1646), de Rus de la Puerta o Antigüedades del reino de Jaén (1639) de Jimena Jurado (1615-1664), tampoco parece que le sirvieran de inspiración para

4 Como nota aclaratoria, al margen del objetivo del presente trabajo, en esta obra se refieren importantes datos sobre la villa de Linares, como por ejemplo el año de fundación de las ermitas de Santiago (1466), San Andrés (1508), San Sebastián (1446), Santa Eufemia (1536) y San Bartolomé (1411). Se citan, además como de «fábrica moderna» (la obra se escribió en 1656) las ermitas de San Francisco del Monte (probablemente la del Humilladero) y la de San Miguel de los Melonares, probablemente en las cercanías de la actual estación de Linares-Baeza. 5 MORALES BORRERO, Manuel: Manuscritos so-bre la Virgen de Linarejos y su Santuario… Instituto de Estudios Giennenses. Jaén, 2009, pág. 69.

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su Introducción histórica. Sin embargo, no nos debe de extrañar esta falta de concor-dancia, puesto que los manuscritos, al ser ejemplares únicos, tenían una difusión muy restringida. No obstante, nuestro cronista podría haber tenido noticia de ellos puesto que, cuando escribió su Historia, los autores de esos manuscritos (que alcanzaron cierta notoriedad en vida) habían fallecido en fecha relativamente reciente. Sin embargo, no parece que Lorea tuviese ocasión o ganas de consultar todos esos textos para confeccionar una Introducción histórica que apenas le ocuparía una página.

Entre las obras impresas que ya estaban editadas cuando Lorea escribió su Historia y que pudieran contener algún dato sobre la historia Linares, encontramos las siguientes:

- Nobleza de Andalucía, de Gonzalo Argote de Molina (1588).

- Santos y Santuarios del Obispado de Jaén y Baeza, de Francisco de Bilches (1653).

- Las antigüedades de las ciudades de España: que van nombradas en la Crónica… de Ambrosio de Morales (1575).

- Catálogo de los Obispos de las Iglesias Catedrales de la diócesis de Jaén y Baeza, y Anales Eclesiásticos de este Obispado, de Martín de Ximena Jurado (1654).

- Historia eclesiástica del reino y obispado de Jaén: Primera parte, de Francisco de Rus Puerta (1634).

- F. L. Dextri necnon Pauli Orosii hispa-norum chronologorum Opera omnia, de Jeró-nimo Román de la Higuera (1627). Los famosos y denostados «falsos Cronicones», que su autor presentó como de origen paleocristiano, obra de Flavio Lucio Dextro, Luitprando, Marco Máximo, Heleca, Julián Pérez o Aulo Halo. Incluso antes de su impresión ya se dudaba de su autenticidad; actualmente su falsedad está fuera de toda duda. A pesar de ello, su contenido fue utilizado para redactar buena parte de los manuscritos y libros mencionados ante-riormente. Sin embargo, aunque Lorea era aficionado a la leyenda, no hemos encon-

trado constancia alguna de que tuviera como referencia a los Cronicones o alguna obra basada en ellos.

Una vez desgranadas las fuentes potenciales que Lorea tenía a su disposición para redactar su Historia, podemos afirmar que la única que consultó fue el Catálogo de los Obispos… de Ximena Jurado, como se analizará más adelante. Por lo tanto, esto es lo que creemos que hace tan interesante y único el manuscrito: haberse basado en unas informaciones y unos documentos de los que no tenemos constancia en la actualidad. Pero entonces, ¿en qué fuentes se basó para redactar su introducción historia? Veamos.

Lorea llega al convento de dominicas de Linares, alrededor del año 1679-80, dispuesto a recopilar datos para escribir la «Relación del Convento de monjas de la villa de Linares» que incluiría en su Historia; para dicha labor tuvo que con-sultar el archivo del convento. Dicho archivo debía de contar con un ejemplar del Catálogo de los Obispos, de Ximena Jurado, como lo demuestra la inclusión de algunos datos del mismo en la Introducción his-tórica. También pudo haber consultado el archivo parroquial para confeccionar esa introducción, pero nos parece extraño que tal cosa pudiera darse. La razón es que pensamos que casi todas las obras y manuscritos que se han citado como posi-bles fuentes, debían de estar también en la parroquia y, sin embargo, no las utilizó. Por lo tanto, creemos que es demasiada casua-lidad que hubiera desechado precisamente las que se han citado y utilizado exclusi-vamente aquellas que se habrían perdido.

En consecuencia, creemos que las obras que sirvieron de base a Lorea para redactar su Introducción histórica debían de estar exclusivamente en el archivo del convento de dominicas de Linares. ¿Qué fuentes serían esas? Probablemente algunas crónicas manuscritas, redactadas por eru-ditos de la propia orden, como la priora, el visitador o el vicario y que se referirían, no solamente a los anales del convento, sino

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también a los de la villa en el que estaba erigido. También pudo haber consultado algunos antecedentes sobre la historia de Linares, incluidos en escrituras de censos y otras donaciones, o en las propias Capi-tulaciones que se redactaron al fundarse el convento. Tampoco conviene olvidar que una posible fuente debió de ser el archivo municipal, tal y como parece intuirse en alguna parte de la Historia a la que aludi-remos más adelante. Por último, no se puede descartar que algunas de las profesas hubieran aportado, como parte de las per-tenencias que llevaron consigo al convento, algún viejo manuscrito o documento sobre la historia de Linares. En ese sentido, conviene recordar que el convento servía de morada a profesas pertenecientes a las familias más cultas de Linares. En cualquier caso, lo que sí está claro es que gran parte de esos documentos se han perdido, pero ¿cuándo? Probablemente durante el expolio y la dispersión de los archivos conventuales que siguieren al cierre de los conventos y a la posterior «Desamortización de Men-dizábal» de 1836. Y esto lo sospechamos porque, de haberse conservado alguno de estos legendario documentos, el historiador local Federico Ramírez los hubiera citado en los Apuntes … que redactó entre 1890 y 1893 o, al menos, algunas de las afirmaciones y nombres citados por Lorea se habrían colado en esos Apuntes…, cosa que no se aprecia.

Introducción histórica en la «Relación del convento de monjas de la villa de Linares…». Transcripción y análisis crítico.

Para la trascripción de este manus-crito se ha pretendido combinar adecua-damente conservación y modernización, con el objeto de que el texto sea fiel traslado del primitivo, pero sin que ofrezca dificultad en su comprensión. En la parte modernizadora se ha seguido el sistema actual en la separación de palabras, así como en el uso de mayúsculas, acentuación y puntuación. En cualquier caso, se puede consultar al fi-nal del trabajo una reproducción foto-gráfica del texto transcrito. Igualmente y para resaltar la parte literal de los comen-tarios, el manuscrito se ha transcrito en letra cursiva:

«Tiene su asiento esta antiquísima villa en las faldas de Sierra Morena, llamada de los españoles antiguos Montes Marianos, a la parte del medio día del obispado de Jaén…»

Lo primero que hace Lorea es calificar de «antiquísima» a la villa de Linares y creemos que esta apreciación no es sola-mente retórica, ya que con ella se estaba dando a entender que su origen se perdía en la noche de los tiempos, como de hecho reconoce algunos párrafos más adelante. Igualmente ubica a Linares al norte («medio día») de la actual provincia de Jaén y a los pies de Sierra Morena, los antiguos «Mon-tes Marianos». Con esta apreciación, se está

Con esta imagen de Linares se encontró Lorea cuando visitó la villa. Acuarela de Pier María Baldi, pintada el 5 de Diciembre de 1668. —Biblioteca Laurenciana de Florencia. Copia existente en la Sala de Juntas del Centro de Estudios Linarenses

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haciendo eco de una denominación que cualquier cronista-investigador del siglo XVII debía de conocer. De hecho, el uso del nombre de “Montes Marianos” ya se le atribuye a Plinio, escritor romano del siglo I d. C. y además, Rodrigo Caro (1573-1647) en su obra Antigüedades y principado de la Ilustrísima ciudad de Sevilla… (1634) recoge el hallazgo de una inscripción en donde se lee «Montis Mariano»6. Es decir, unas refe-rencias que posiblemente ya conocía el autor de la Historia y que no dudó en utilizar para su Introducción histórica.

«Su fundación la reduce alguno al Imaginario de la antigüedad, sin hacer fun-damento para saber quien fue su fundador, ni en qué tiempo. Algunos dicen que antiguamente se llamó Hellanes y que así consta de [en] una piedra que está en la torre de la Oliva, una de las seis de su Castillo. El [nombre] que hoy conserva de Linares lo reducen otros a dos principios, uno a la mucha leña que cría en su contorno. Por eso dicen fue llamada de anti-guamente Lignaria y también Leñares y hoy Linares. Otro es, que forman otros, diciendo que llamarse así era por los linos que en sus tierras se sembraban para la ciudad de Cacidonia, hoy Cazlona, su vecina, cuyas ruinas distan (?) media legua de la Villa y a ella venían los castulonenses a sembrarlos por la abundancia de aguas que en su ciudad no gozaban por la eminencia de su situación.»

Este párrafo, que trata sobre el origen del topónimo «Linares», es uno de los más interesantes de esta Introducción histórica, por dos razones: porque nos demuestra que muchas de las especulaciones obre el origen del topónimo son más antiguas de lo que se pensaba y porque además, aporta algunas teorías, no conocidas hasta ahora.

Lo primero que hace Lorea es con-firmar la inseguridad sobre el origen del nombre de Linares y, en consecuencia, se limita a exponer algunas teorías obre la raíz

6 FLOREZ DE SETIÉN Y HUIDROBO, Enrique: Es- paña sagrada, theatro geographico-historico de la Iglesia de España. Tomo IX. Antonio Marín, Madrid, 1752. págs. 22-33.

del mismo, pero sin pronunciare sobre su exactitud. Estas teorías son las siguientes:

Hellanes. Es una de las más conocidas y se funda en la existencia de una piedra con la inscripción «POP. HELLANES» que se encontraba en la torre de la Oliva del Castillo de Linares. Para proponer esta teoría, Lorea se tuvo que basar en el Catá-logo de Obispos…, obra de obligada consulta para cualquier cronista que investigara la historia de alguna población de la provincia de Jaén. Por lo tanto, no hizo sino trascribir como probable lo que dicho libro daba por seguro. Así mismo, procuró recopilar alguna teoría más, con lo que demostró –al menos en esta ocasión– su calidad como cronista. De todos modos, y a modo de ampliación, pensamos que la citada piedra sí que existió, tal y como nos cuenta Gre-gorio López Pinto en su Historia Apologé-tica…, en donde afirma ser testigo de la extracción del mármol; dice así: «El vaciado de aquel [el mármol con la inscripción] hoy da testimonio allí de la docta diligencia que hizo su Excelencia el señor Duque de Alcalá en llevarlo. De aquello fui testigo de vista de que el año de 1626 se sacó en presencia del doctor Luna, Prior de la parroquial de Linares y de otras personas de quien se hallaron en ello».

Aunque una cosa sería la existencia de la piedra con la inscripción (cosa pro-bable a la luz del citado testimonio) y otra que el nombre de Linares derivase de la leyenda «Pop. Hellanes». Pero continuemos desgranando las distintas teorías que va enumerando Lorea:

Lignaria: Aquí es donde el manus-crito introduce una novedad en el reper-torio de nombres antiguos de Linares. A primera vista podría pensarse que se trata de «Linario», nombre que ya citaba Ramírez en sus famosos Apuntes…7, en donde nos habla de que, según algunos estudiosos, en las cercanías del actual Santuario de Nuestra Señora de Linarejos, pudo hallarse

7 RAMÍREZ, Federico: Linares: Documentos y Apuntes de tiempos antiguos (recopilación de Juan Sánchez Caballero y Félix López Gallego). Linares, Diputación Provincial, 1999, págs. 29-30.

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la población llamada Linario o Linarión. Pero ¿y si no hubiera sido Linario, sino Lig-nario?, es decir, introduciéndole una «g». Según el Diccionario de la RAE, lignario es un adjetivo que significa «de madera» o «perteneciente o relativo a ella» y cuyo origen era la palabra latina lignarĭus. Además, no convine olvidar que la palabra «leña» deriva del vocablo latino lignum (su plural sería ligna), es decir que, en este caso, las letras «gn» se habrían convertido en una «ñ». Por lo tanto, existe la posibilidad de que el Linario que cita Ramírez proviniese de Lignaria, palabra de la que habla Lorea y, por lo tanto, que hiciera referencia a la madera o la leña que se obtendría de los árboles de la zona. Este dato es intere-santísimo ya que entroncaría directamente con otra hipótesis sobre el origen de nuestro topónimo, el conocido «Leñares».

Leñares: Según los documentos que se han podido consultar, la primera referencia a este nombre nos la hace Federico Ramírez en sus conocidos Apuntes… En esta obra se hace eco de una supuesta Guía de la Pro-vincia de Jaén, editada en 1893 en cuya página 93 se decía «…de una aldea existente entonces próximamente en el lugar que había ocupado Hellanes y que según tradición se llamaba ‘Leñares de Baeza’. Esta aldea situada en el término de Baeza dícese que así se llamaba porque era el sitio donde los habitantes de aquella población venían a buscar las maderas y leñas que necesitaban para usos domésticos».8

Ramírez se encarga de refutar –y con razón– esta teoría. Sin embargo, lo verda-deramente interesante es que la Guía Oficial justifica ese origen «según la tradición». Y este argumento queda plenamente demos-trado por la referencia que, de la palabra «leñares», hace Lorea en su manuscrito, que está compuesto en 1679-80, es decir unos 212 años antes de editarse la guía. De hecho, nos encontramos ante el documento escrito más antiguo, descubierto hasta ahora, en donde se nombra al consabido

8 Ibid., pág. 156. La Guía Oficial… la refiere como «Impresa en Jaén. Tipografía de D. Gerónimo Serrano. Carreras, 35»

«Leñares», lo que otorga a la Historia un valor excepcional.

Linar: Aunque nuestro autor no cita esa palabra de forma literal sí que hace referencia a la misma al decir que el origen del topónimo Linares era «por los linos que en sus tierras se sembraban». Según el Diccionario de la RAE, «linar» significa «tierra sembrada de lino». Sin embargo, esta teoría no se había documentado hasta que nuestro querido y recordado Félix López Gallego, entre otros, la cita como posibilidad en un trabajo que realizó en 2007 sobre el origen del topónimo Linares9. En el mismo se hace eco de una hipótesis según la cual el plural de «linar» se había convertido en Linares. Aunque López Gallego, refuta (creemos que con razón) esta suposición, lo cierto es que esta conje-tura se habría emitido en época contem-poránea al artículo de López Gallego, es decir alrededor del año 2007. Por lo tanto, el manuscrito del padre Lorea representa un hallazgo sin precedentes en la investigación sobre el topónimo Linares. El motivo de esta importancia no es solo el valor en sí del dato, sino porque se hubiese adelantado en más de 330 años a los autores contempo-ráneos que sustentan el origen del nombre de Linares, a partir de los campos en donde se cultivaba lino.

Otro interesante dato aportado por Lorea es el que nos trasmite con la frase «por la abundancia de aguas que en su ciudad [Cástulo] no gozaban», en donde se hace eco de una historia que debía ser de uso común: la abundancia de aguas en la parte que ocupa el actual Santuario de Nuestra Señora de Linarejos. La escasez hídrica que padecía Cástulo no es un dato nuevo que aporte Lorea, pues ya en la obra del año 1575, Las antigüedades de las ciudades de España…10 se decía que «Cástulo tenía mu-

9 LOPEZ GALLEGO, Félix «El topónimo Linares y su origen: aportación documental» en Elucidario: Seminario bio-bibliográfico Manuel Caballero Venzalá, nº. 3, 2007, págs. 209-220. 10 MORALES, Ambrosio: Las antigüedades de las ciudades de España: que van nombradas en la

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cha falta de agua por ser muy secos aquellos altos…». Por lo tanto, el autor transmite una realidad conocida y que podía haber adquirido por transmisión oral o por algún documento escrito que lo indicase.

Por último cabe preguntarse de dónde tomó el autor de la Historia los datos para decir qué vocablos -Lignario, Leñares o Linar- habían sido el origen del nombre actual de Linares. Es posible que fuese una fuente oral, pero creemos que se trataba de un documento por lo siguiente: al citar a «Lignario» es casi seguro que debió de tomarlo de un texto escrito, porque si hu-biese sido por transmisión oral, lo más probable es que hubiese reproducido «Lina-rio» que es el vocablo que luego trascendió en el tiempo y que López Pinto utiliza en su Festín que la Villa de Linares11... obra que coincide en el tiempo con la Historia. Por lo tanto, es probable que el documento en el que se basó Lorea para transcribir «Lig-nario», se hallase en el convento de Linares y que posteriormente se perdiera.

«Y así fundaron los Cartagineses el castillo de esta Villa…»

Otro dato casi desconocido, hasta ahora, se refiere al origen del Castillo de Linares, que Lorea lo considera de funda-ción cartaginesa, cuando en los libros y manuscritos contemporáneos al autor no se afirma nada sobre su origen. Es de destacar que Federico Ramírez, en sus Apuntes…, ya sugería un origen árabe, en la partes cuadradas de la fortaleza y, además, atri-buía a «romanos, cartagineses y otros pueblos la propia construcción de forma cilíndrica»12. Para apoyar su afirmación se basaba en la opinión de la «la mayor parte de los arqueólogos». Sin embargo, mientras que Ramírez escribió esto en 1890, Lorea hizo lo propio trescientos años antes. No Crónica… Juan Iñiguez. Alcalá de Henares, 1575, fol. 61v. 11 MORALES, M.: Manuscritos sobre la Virgen… op. cit., págs. 92 y ss. 12 RAMÍREZ, Federico: Apuntes… op. cit., págs. 297-298.

creemos que se asesorase de arqueólogos del siglo XVII, al contrario de lo que, sin duda alguna, hizo Ramírez. Por lo tanto, nos encontraríamos ante una nueva mues-tra de que el padre Lorea tuvo que haber tenido acceso a algún documento o crónica, hoy desaparecida. Por último, respecto al origen del castillo de Linares, hay que indi-car que la tendencia actual es a considerarlo de origen romano-bizantino o musulmán.13

«…para guarda de la fuente del Pilar, cuyos conductos de agua jamás se han podido saber bien de donde nacen, porque su fábrica, tan antigua como de aquel tiempo inmemorial y no han decaído jamás»

Lo primero que llama la atención de este párrafo es que denomina a la conocida fuente del Pisar, «del Pilar»; y es extraño que la llame de esa manera cuando, en 1679-80 ya estaba plenamente implantada la denominación de «El Pisar». Esto se deduce de los numerosos documentos que, en tiempos anteriores y posteriores a la re-dacción de la Historia14, ya la citan por ese nombre. Incluso el aludido López Pinto nombra a esta fuente en su Historia Apo-logética…como «del Pissar». Por lo tanto, caben algunas interpretaciones a este mis-terioso cambio de denominación:

- Que Lorea no consultase ninguna fuente escrita y, por tanto, lo que nos cuenta fuera fruto de las informaciones orales que habría recibido en su visita. En ese caso debería de haber escrito fuente «del Pisar» que era como la conocían todos los linarenses. Por tanto, la única explicación es que, cuando puso sus notas en limpio, se extrañase de ese insólito nombre y pensara que debía de tratarse de un error o una corrupción de su nombre original, susti-tuyéndolo por «El Pilar», expresión más acorde con sus antecedentes hídricos.

13 ESLAVA GALÁN, Juan: «El Castillo de Linares» pág.16. Revista Taller de Historia. nº 3. Linares, abril de 1988. 14 MARTÍNEZ AGUILAR, Lorenzo: «Reconstrucción idealizada de la Fuente de “El Pisar”…» en Siete Esquinas, revista del Centro de Estudios Linarenses, nº. 2, enero-junio de 2011, pág. 87.

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- Que tomara el nombre de «El Pilar», de alguna crónica o descripción de la villa de Linares que nombrase de esta manera a la legendaria fuente del Pisar. Esto demostraría que Lorea consultó unas fuentes que hoy por hoy, se encuentran desaparecidas. Y es que tampoco es raro que alguien pueda pensar que «Pisar» es una corrupción de «Pilar». Por lo tanto, es probable que algún antiguo (y desconocido) cronista sucumbiera a la tentación de normalizar el ancestral nombre de la fuente.

Por otra parte, no deja de sorpren-dernos que la construcción del castillo de Linares la asocie con la custodia de la fuente del Pisar. Por este dato se aprecia que Lorea no era muy amigo de los trabajos de campo y, además, se ve que no tuvo que andar mucho por Linares porque la fuente del Pisar dista unos dos kilómetros del lugar que ocupaba el castillo. Es decir, no tiene mucho sentido construir una fortaleza para defender algo que se encuentra tan distante.

Además, el castillo estaba justo al lado del convento de San Juan, por lo que forzo-samente tuvo que observarlo al visitar el convento, hecho que se demuestra porque en otro párrafo habla de «una de las seis

[torres] de su Castillo». Por ello, suponemos que tuvo que consultar una fuente escrita o incluso oral, en donde se asociara la erección del castillo de Linares con la custodia de la fuente del Pisar. Dicho docu-mento ha desaparecido o bien, si era una historia oral, se perdió con el transcurso del tiempo.

«Celebráronse las bodas del gran Aníbal Cartaginés en este castillo, con Amilze, hija de Supron Romario, vecino de Cástulo…»

En este párrafo se aprecia como Lorea adorna su descripción con datos cierta-mente novedosos. En primer lugar narra las bodas de la legendaria Himilce, pero no la cita por su nombre clásico sino por el de «Amilze», que en nuestra actual grafía sería tanto como decir «Amilce». Dicha deno-minación no aparece en ninguna fuente escrita que haya llegado a nuestros días, como la Historia Apologética…, Catalogo de Obispos… o incluso los falsos Cronicones de Román de la Higuera. En efecto, en todas ellas el apelativo que aparece es el de «Hi-milce» o «Imilce», pero nada que tenga que ver con «Amilze» que, por otra parte, tiene que ser la misma persona puesto que la

Portada del antiguo convento de San Juan de la Penitencia. Colección del Patrimonio Cultural de España y el Consejo

Superior de Investigaciones Científicas

Puerta de la Asunción de la Iglesia de Santa María. Año 1915. Foto: Enrique Romero. Colección del Patrimonio Cultural de España y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas

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empareja con Anibal. De igual modo, nos dice Lorea que el padre de Amilze (Himilce) era Supron Romario, en otra afir-mación que nos deja desconcertados: las únicas filiaciones conocida, hasta ahora, eran las aportadas por López Pinto en su Historia Apologética…, al considerarla hija de Himilcón y la que nos aportaba el poeta Silio Itálico en su obra Púnica (Libro III) al considerarla descendiente de Mílico15, hijo de un sátiro y de una ninfa.

Otra información novedosa es la que sitúa las bodas de Aníbal y Amilze (Himil-ce) ¡en el castillo de Linares!, lo cual no de-be de extrañar, puesto que anteriormente ya había identificado a este castillo como de origen cartaginés.

En definitiva, estos tres datos, nom-brar Amilze en vez de Himilce, que fuera hija de un desconocido Suprón Romario y que los desposorios se ubiquen en el castillo de Linares, nos indican lo siguiente:

- Que en ninguna de las fuentes rela-cionadas al principio de este trabajo aparece ni un solo dato de los que cita Lorea.

- Que nuestro autor parece que no se basó en una fuente oral, puesto que en ese caso hubiese utilizado la palabra Himilce en vez de Amilze. Además, aun admitiendo una confusión fonética, lo que está claro es que el nombre de su padre disiparía esa posibilidad: Himilco. Mucro o Milico, no tie-nen nada que ver con Supron Romario, que es el apelativo empleado por Lorea.

- Que, por tanto, Lorea tuvo que con-sultar una fuente escrita en donde se relatasen estos desposorios y se nombrasen a los protagonistas con esos novedosos apela-

15 SILIO ITALICO: Púnica, Libro III, poema épico del siglo I d. C. La información se ha tomado de VILLALBA ÁLVAREZ, Joaquín: Púnica. Ediciones Akal, Madrid, 2004, que es un estudio moderno sobre esta obra épica latina. La filiación de Himilce (Iimilce en el original) aparece en la pág. 241 de este libro. Sin embargo, no se ha podido hallar noticia alguna del rey Mucro, que según algunos investigadores con-temporáneos parece que es citado como el padre de Himilce en el original del libro III del poema épico Púnica.

tivos. Dicha documentación parece que se encuentra desaparecida, lo que convierte a la citada Historia en un documento excep-cional.

«Cástulo, Cazlona o Cacidonia y destruida esta ciudad, se quedó este Castillo en pie: a cuyo abrigo fabricaron los españoles que quedaron de este estrago algunas casas que sirvieron de ventas, mesones y posadas a los que pasaban de Andalucía a Castilla por el puerto del Muradal, que entonces se ignoraba a los que de hoy se usan y han descubierto, por tan angostas montañas, la porfía de los hombres, haciendo hoy estar a sus plantas, los erizados montes de Sierra Morena»

Las denominaciones de Cástulo o Cazlona, no hacen sino reproducir lo que debía ser de dominio común entre los cronistas de la época. Es decir, que Cazlona era el nombre evolucionado de la antigua Cástulo. Además, en el Catalogo de Obis-pos…, que parece que sí consultó, vienen estas dos acepciones. Sin embargo, al nombrar a Cacidonia (Calcedonia) como homóloga de Cástulo, nos confirma que tuvo que utilizar algún documento basado en los Cronicones de Dextro, Marco y otros que difundió el padre Román de la Higue-ra. Pero esa documentación no puede ser ninguna de las que se han relacionado al principio de este trabajo porque Lorea no incorpora a su Introducción histórica ningún otro dato de los aportados por las mismas.

Para aclarar un poco el tema, hay que decir que López Pinto cita a Dextro para decir, en su Historia Apologética…, que va-rios santos padecieron martirio en Cástulo o Cazlona, que era una corrupción lingüística del de Calcedonia. Ese dato era también conocido por Francisco de Bilches, quien en su libro Santos y santuarios del Obispado de Iaen y Baeza...16, decía que hubo cuatro santas martirizadas con el nombre de Eufemia, aunque añade que «es cosa certí-sima que como Calcedonia y Cazlona, así las Eufemias son del todo distintas». Y para

16 BILCHES Francisco de: Santos y santuarios del Obispado de Iaen y Baeza…, 1653 págs. 33-34.

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probarlo, alude a ciertos breviarios y a un desconocido martirologio de San Galo, rematando el asunto con «la tradición de esta comarca recibida de tiempo inme-morial…».

Una vez hecho este apócrifo parén-tesis, nos centraremos en la mención que hace Lorea del puerto del Muradal, como paso obligado entre Castilla y Andalucía y el consiguiente tránsito por la villa de Linares. Y es que el camino del Puerto del Muradal, como muy bien indica Lorea, fue el itinerario principal hasta bien entrado el siglo XVII. De hecho, según Jesús Sánchez17, el trazado del antiguo camino romano que utilizaba dicho puerto, sería: Cástulo, Lina-res, Navas de Tolosa, Venta Nueva, Pozo de María Pía, Castro Ferral, Puerto del Mura-dal, Camino del Cuarto de la Venta, Almu-radiel y Las Virtudes. Dentro de la pobla-ción y según nos cuenta Ramírez18, el cami-no pasaba por las actuales calles Corredera (que se llegó a denominar como calle Meso-nes) Pasaje, Plaza del Ayuntamiento y Calle Jaén, hasta salir de la población.

Sin embargo, entre los años 1587 y 1653 se produjo la sustitución del sistema de caminos del Muradal por el sistema de caminos del Puerto del Rey, perdiendo Linares parte de su privilegiada posición como parada obligada. Y en esta ocasión también acierta Lorea al decirnos que «se ignoraban a los que se hoy se usan y han descubierto», en clara alusión al Puerto del Rey. En época muy posterior a Lorea, se abrió otra vía, el llamado camino de Ola-vide por Aldeaquemada y un poco tiempo después, el camino del paso de Despe-ñaperros. Este último es que el que se utiliza en la actualidad desde que en el año 1783 se publicó en la Gaceta de Madrid la apertura del mismo. Con la puesta en servi-

17 Dato obtenido del trabajo de SÁNCHEZ SÁNCHEZ, Jesús: «El puerto del Muradal: entre el mundo prerromano y la Ilustración» en El Miliario Extravagante (Anexo), septiembre de 2001. Se puede ampliar la información sobre este legendario paso del Muradal. 18. RAMÍREZ, F.: Apuntes… op. cit., pág. 131.

cio de este camino real, que se desviaba por La Carolina y Bailen, se consumó el aban-dono de Linares como estación principal de tránsito.

Dada la condición de paso obligado que ostentaba Linares desde el tiempo de los romanos hasta la transición de los siglos XVI y XVII, es muy lógico pensar que se asentasen en este lugar toda suerte de ventas, mesones y posadas, como tan acer-tadamente nos indica Lorea. Esta condición de lugar de paso nos la confirma el fran-ciscano Alonso de Torres, quien en su Crónica de la Santa Provincia Franciscana…,19 publicada en 1683, nos dice: «…fundando un convento en la Villa de Linares, que es la garganta por donde se comunican ambas Andaluzías con la Corte y toda España y así se experimenta que todos los señores y demás particulares que llegan a esta villa…»

Esta característica de lugar de des-canso, también nos la vuelve a confirmar Ramírez, que incluso cita como hecho cierto que el cortejo que conducía el féretro con los restos mortales de Isabel la Católica, hizo parada y fonda en Linares, allá por el año 1504. Ramírez también indica que el citado puerto del Muradal era el antiguo salto Castulonense, que formaba parte de la vía que iba de Cástulo a Sispona20. Por último, citaremos al hispanista Horacio Sandars, quien en el año 1912 ya nos decía que «Linares vino a ser centro de paradas a principios del siglo XVI de donde raigaban caminos en todas direcciones… y que seguía siéndolo hasta que se construyera a finales del siglo XVIII la carretera Real».

Pues bien, al mencionar el puerto del Muradal y las ventas y mesones de Linares,

19 TORRES, Alonso de: Crónica de la Santa Provincia de Granada de la regular observancia…de San Francisco. Madrid. Juan García. 1683. pág. 130. 20 RAMÍREZ, F.: Apuntes… op. cit., pág. 131. La ciudad de Sisapona o Sisapo, era un municipio romano ubicado en el actual término municipal de Almodóvar del Campo (Ciudad Real) En época romana constituyó un centro de explotación minera. Por su cercanía con la actual ciudad de Almadén, se ha identificado con ella.

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Lorea se anticipa a lo expresado por los autores posteriores a su época. Pensamos que el autor de la Historia no tendría dificultades para identificar el puerto del Muradal, puesto que en el año 1679-80 aun debía de conservar cierto uso. No obstante, lo que sí parece claro es que, para atribuir a Linares su secular condición como lugar de paso, tuvo que acudir a unos documentos que, hoy por hoy, ya no se encuentran. Y esto es así porque en ninguna de las fuentes de esa época que han llegado a nuestros días, se alude con claridad a que Linares fuera un reputado lugar de asentamiento de ventas y posadas.

«Desde esta pobre fundación a la sombra del Castillo, nunca llegó a tener cuerpo, más aun para darle nombre de Villa, hasta casi nuestros tiempos, pues en el año de mil y quinientos y diez y ocho, como consta de escrituras y papeles auténticos, solo se llamaba lugar…»

Interesantísimo párrafo en el que Lorea nos aporta un dato aparentemente inexacto, referido al año en que Linares obtuvo la condición de villa. En efecto, es un hecho generalmente aceptado que Lina-res logró su plena independencia admi-nistrativa de Baeza y el título de villa gracias a la Real Cédula de Felipe II de 17 de agosto de 156521. Pero eso sería cierto solo a medias ya que, según indicaba Lorea, Linares ya tenía la condición de villa desde 1518. Esta revelación no hace sino confirmar lo que ya nos apuntaba Ramírez en sus famosos Apuntes…: que Linares obtuvo el título de villa en el año 1520 gracias a una pragmática del emperador Carlos V22.

Según el citado Ramírez, parece que los vecinos de Linares, cansados de las correrías de los bandoleros, solicitaron y obtuvieron del emperador Carlos V permi-so para explotar algunas minas. Con el pro-ducto de su laboreo costearon unas partidas

21 RAMÍREZ, F.: Apuntes… op. cit., pg. 421-422. 22 Ibid., págs. 413-414: «…parece ser que Carlos V… firmó una pragmática por la que se concedía a Linares el título de villa,…». El subrayado es nuestro.

de voluntarios armados para limpiar de salteadores sus contornos, a cambio tam-bién de que se le concediese el título de villa. Una vez conseguida la pacificación se obtuvo del emperador la condición de villa, aunque todavía dependiendo de la ciudad de Baeza. Ramírez sitúa este acontecimiento en 1520 pero ¿realmente fue en ese año?: lo que en realidad dice Ramírez en sus Apun-tes… es que el título de villa se concedió antes de que Carlos V viajase a Alemania, en mayo de 1520. Por lo tanto, el villazgo pudo obtenerse entre 1520 y 1518; según Lorea, hasta ese año «solo se llamaba lugar».

Hasta ahí, un apresurado análisis de lo indicado por Lorea, pero ¿estamos seguros de que sólo se llamaba lugar hasta el año 1518? Pues bien, la tozuda realidad documental contradice otra vez a Lorea ya que se conservan algunos documentos de los Reyes Católicos (y por tanto, anteriores a Carlos V) en donde ya se menciona a Linares como «villa». Citaremos dos:

- Una carta de los Reyes Católicos al Concejo de Baeza, dada en Granada a 25 de julio del año 1500, en donde se dice: «Regidores e oficiales e omes buenos del lugar de Linares…» (Sic) y algunos párrafos más adelante indica: «E agora Juan Gómez en nombre de dicho Concejo de la villa de Linares23...» (Sic)

- Una real provisión de los Reyes Católicos al Concejo de Baeza de 8 de julio de 1495 para que se guardase el privilegio que tenía Linares de elegir dos alcaldes y en donde hay un párrafo que dice: «… les dejase nombrar e elegyr los alcaldes de la hermandad de dicha villa de Linares». Es decir, siempre que en el documento se cita a Linares lo hace como villa.24

En descargo del autor de la Historia, hay que decir que por esa misma época

23 CARRASCOSA GONZALEZ, José Mª y RABANEDA SÁNCHEZ, Luís: Linares, de aldea a Villa (siglos XIII-XVI). Instituto de Estudios Gien-nenses. Jaén, 1999. págs. 89-90. 24 Ibid., págs. 204-206.

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existen otros documentos en donde sólo aparece citado como «lugar». Además, no suponemos a Lorea cotejando documentos para saber el año exacto en que Linares dejó de llamarse lugar para intitularse villa. Por lo tanto ¿qué pudo ocurrir a partir de ese año de 1518 para que la cosa cambiase? Por lo pronto, el único documento del empe-rador Carlos V que se conserva, relativo a esa materia, es de 1537 y dice todo lo contrario. En el privilegio concedido por Carlos V a Baeza, de 22 de octubre de 1537, se dan Linares y Vílches a dicha ciudad. En el mismo se asegura a dicha ciudad de Baeza «que agora ni en tiempo alguno no sacara ni apartará de su jurisdicción los lugares de linares y vilches», es decir, que de villazgo nada de nada; pero además indica: «… vinieron los procuradores de los Linares i vilches… a nos suplicar los apartásemos de la jurisdicción de dicha ciudad y los fiziessemos villas y les diessemos jurisdicción por sy i sobre sy...» (sic)25. Con lo cual, este documento nos está indicando que Linares no era villa, por la sencilla razón de que no se puede pedir algo que ya se tiene.

En consecuencia, a la luz de lo indi-cado en la Historia y comparándolo con lo que insinúa Ramírez, estaríamos ante un novedoso dato: Linares habría obtenido el título de villa poco tiempo después de 1518. Podría pensarse –por una lectura literal del texto– que lo que en realidad constaba, hasta ese año de 1518, era que la población «solo se llamaba lugar». Sin embargo, no suponemos a Lorea comparando pragmá-ticas y reales cartas, para llegar a esa con-clusión, por lo que el documento cónsul-tado por el autor debía de ser tan claro y

25CARRASCOSA, J. Mª. y RABANEDA, L.: Lina-res, de aldea Villa op. cit., págs. 222-226, trascripción de Luís Rabaneda Sánchez. En el mismo libro se incluye otra trascripción de Cózar Martínez, que actualiza el lenguaje del texto y trascribe: «…se les apartase de ella [Baeza] y se les hiciese Villas con jurisdicción por sí y sobre sí», en donde parece indicar que ya eran Villas y que lo que solicitaban era más jurisdicción. Sin embargo, el sentido de la transcripción de Rabaneda (reproducido en el cuerpo de este trabajo) es el que consideramos correcto, es decir que, según este texto, Linares aun no era Villa.

concluyente, como para aventurarse a enunciar el año de 1518 como el punto de inflexión entre Linares-lugar y Linares-villa.

Para probar sus afirmaciones sobre el villazgo de Linares, Lorea echa mano de «escrituras y papeles auténticos». ¿Qué documentos serían esos?: Una posibilidad real es que se tratase de la escritura de la adhesión del Convento de San Juan de la Penitencia de Linares a la Orden de Santo Domingo, que según el mismo Lorea se firmó el 17 de marzo de 1518. Es decir, el mismo año que, según el autor, Linares pasó de denominarse lugar a villa. No sabemos si en esa escritura se llamaba lugar o villa, aunque tuvo que tener acceso a la misma ya que debía de encontrarse en el archivo del convento. Otra posibilidad es que los documentos fueran los obrantes en el archivo del Cabildo, como parece indicar una nota añadida, por otra mano, al manuscrito original de la Historia. Pero si esta última posibilidad fuera la verdadera, habríamos de admitir que ese hipotético documento, carta o pragmática se encuentra en paradero desconocido.

La colusión más clara es que Lorea, no iba descaminado en cuanto a la cuestión del villazgo de Linares. Además, su afir-mación otorga más credibilidad a lo que Ramírez nos anunciaba en sus Apuntes…26 en el sentido de que Linares pudo haber obtenido su primer reconocimiento como villa de manos de Carlos V.

«Su población ha llegado a tal aumento que estos días tiene mil y quinientos vecinos y en ellos muy principales casas de la nobleza más antigua de este Reino. Adornan a esta Villa las celebres minas que tiene de Alcohol y plomo, que en ellas se fabrica y para las comodidades de la vida humana, hay pocos lugares que la aumenten».

El aumento de la población a que se refiere nuestro autor era un dato tan notorio que, a poco que consultase con algún eru-dito de la villa, le sería revelado. La causa

26 RAMÍREZ, F.: Apuntes… op. cit., pág. 384.

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de que la población de Linares se situase en unos 1.500 vecinos27, se debía al aumento de actividad en las minas de plomo que «ador-nan esta villa». Aunque las minas de Linares ya eran conocidas desde la anti-güedad, cayeron en el ostracismo hasta que fueron reactivadas a mediados del siglo XVI con un espectacular aumento de las conce-siones mineras.

Tanta llegó a ser la importancia de este sector que el Estado nombró en 1609 al primer administrador de minas de Linares, cargo que ocuparían, de forma sucesiva, diversas personas y que estaba plenamente en vigor cuando Lorea visitó Linares, alrededor del año 1680.

Otra muestra del esplendor minero y, por lo tanto, económico de Linares era la existencia, desde el año 1646, del gremio de los 300 plomeros, grupo de personas, nombrados por el Concejo y el administrador 27 El término vecino se correspondía con la unidad familiar y por lo tanto, los 1.500 vecinos deben multiplicarse por todos los miembros de la familia para hallar los habitantes de Linares.

de minas, a los que se les encomendaba en exclusiva el laboreo de los yacimientos28. A esa potente actividad minera hay que añadir la singular posición de Linares, que como ya hemos dicho antes, la hacía ser parada y fonda obligada en el transito entre Castilla y Andalucía. Pues bien, en ese floreciente contexto económico visitó el autor de la Historia la villa de Linares, por lo que no nos debe de extrañar la elogiosa frase que le dedica.

La referencia de Lorea a las casas de «la nobleza más antigua de este Reino», aunque algo exagerada, no es en absoluto gratuita, pues según un padrón del año 165929, había en Linares unos 30 vecinos pertenecientes al estado noble, casi todos hidalgos. Entre los apellidos más notables encontramos los de Dávalos, Zambrana, 28 Datos obtenidos de BELINCHÓN SARMIENTO, Francisco: «El gremio de los 300 plomeros de Linares en el siglo XVII» en Elucidario: Seminario bio-bibliográfico Manuel Caballero Venzalá, Instituto de Estudios Giennenses, nº. 3, 2007, págs. 221-232. 29 RAMÍREZ, F.: Apuntes…, págs. 484-485.

Capilla de Santa Ana, con una la curiosa portada

que parece ser de estuco.

Capilla de San Isidro, con la portada encalada. Iglesia de Santa María Año 1915. Foto: Enrique Romero. Colección del Patrimonio Cultural de

España y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas

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Orozco, Cózar, Póves y Quesada. Y por lo que respecta a las casas de esa nobleza, tampoco andaba desencaminado nuestro autor, puesto que Ramírez nos cuenta que, hasta mediados del siglo XIX, aun pervivían en Linares muchas casas solariegas perte-necientes a las primeras familias que se establecieron en la villa a raíz de la recon-quista. Los blasones de su linaje se mos-traban en las fachadas de casi todas las ca-sas cercanas a la iglesia de Santa María, de manera que pocas eran las que carecían de este histórico recuerdo. Incluso aquel que no era hidalgo solía adornar su puerta con alguna Cruz de Jerusalén, Santiago o Calatrava30. Por desgracia, muchas de esas mansiones fueron derruidas coincidiendo con el auge minero que experimentó Lina-res en las últimas décadas del siglo XIX. Sin embargo, alrededor del año 1893, que es cuando Ramírez escribió sus Apuntes…, aun podían contemplarse estas antigüedades heráldicas en algunas casas de las calles Francos, Albaicín, Horno de Haro (actual Numancia), Pilar, Castillo y además, otros blasones posteriores al siglo XV en las calles la Rosa, Eras, Rosario, Pontón y Alonso Póves31. Por lo tanto, el panorama que pudo contemplar Lorea tuvo que ser ciertamente floreciente: una población que hervía de actividad y repleta de casas solariegas, provistas de torreones castellanos y con un escudo, o al menos una cruz, presidiendo su fachada.

Entre los edificios que pudo admirar el autor de la Historia y que, de forma inexplicable, han llegado hasta nuestros días, destacamos: El palacio de los Ávalos-Biedma (actual sede del Museo Arqueo-lógico), el de los Orozco (actual ubicación de la casa-museo de Andrés Segovia) el de Zambrana, sito en la calle del mismo nombre o el de Gil Ramírez-Dávalos que está en la calle Ayala, aunque en estado ruinoso. Por el contrario, entre los que han desaparecido en épocas relativamente re-

30 Aún subsisten algunas de esas cruces en las calles Zambrana y Cambroneras. 31 RAMÍREZ, F.: Apuntes…, op. cit., págs. 181-182.

ciéntes destacamos un palacete con torreón castellano que estaba en la actual calle San Francisco y que se derribó a medidos del siglo XX. Otro sangrante y reciente caso tuvo como víctima a un edificio (algunos lo identifican como priorato), que estaba situada en la calle Pontón y que lucía en su austera fachada un rosetón con las siglas JHS.

La expresión «minas de Alcohol», se refiere al célebre alcohol de hoja, que era un barniz utilizado antiguamente en alfarería. La preparación de este primitivo barniz se hacía a partir de fragmentos de sulfuro de plomo (galena) del tamaño similar al del garbanzo, aunque también podía sumi-nistrarse en láminas, de ahí el nombre «hoja». Lo que se producía en Linares eran esas láminas o granos de galena, adquiridos por los alfareros. Esta galena se molía hasta quedar reducida a polvo muy fino que, disuelto en agua y mezclado con tierra, proporciona un barniz gris azulado. Este barniz se vertía sobre el cacharro, bañando la superficie interior y casi la totalidad de la exterior. Tras este recubrimiento, el ca-charro se metía en el horno, produciéndose la vitrificación del barniz y logrando que el exterior de la pieza presentase un aspecto transparente, vítreo y duro al tacto. Así se lograba la impermeabilización de la vasija, permitiendo múltiples usos.

«En tiempo de los Reyes Moros de Baeza se beneficiaban las minas de oro y plata, de que Dios enriqueció este suelo. Hoy conservan unas minas el nombre de el rey Almanzor, que lo fue de Baeza, el cual la dio en dote a una hija suya y de ella sacaban todos los días trescientos marcos32 de oro y plata, cosa notable.»

Lorea mezcla en este párrafo una serie de hechos, más menos contrastables, con otros totalmente desconocidos hasta ahora. Analicemos cada cosa.

32 Antigua medida de peso equivalente a media libra o a ocho onzas. Un marco equivale a 230 gramos, con lo que la producción de esa legendaria mina sería de unos 69 kilogramos/día.

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No tenemos la seguridad de que el Almanzor a que se refiere Lorea fuera el le-gendario Abu Amir Muhammad ibn Abi Amir al-Mansur (938-1002), llamado Al-manzor por los cristianos. No obstante, es un hecho histórico que Baeza tuvo un rey moro desde los primeros tiempos de la invasión árabe. La erección de este reino baezano se hizo como consecuencia de la división de la España musulmana en siete reinos a raíz de la muerte del rey o califa Miramolin Jacob Almanzor, hecho acaecido en el año 725 d C.

El primer rey de Baeza sería Abén-Corba que fue depuesto en el año 735 por Mahomet Alderariz, poniendo fin a este reino y a otros de Andalucía33. A este pri-mer rey de Baeza se debe la construcción del primitivo alcázar baezano, que en el año 996 se destruye en la batalla liderada por Adhaguid-Almanzor, que debió ser –este sí– el legendario Almanzor. Eso se com-prueba porque el Diccionario de Madoz, lo cita como «amigo de Hisen», que era el califa de Córdoba en los tiempos de este caudillo. Es decir, solo se tienen noticias de dos personas con el nombre de Almanzor que hayan tenido algún tipo de relación con Baeza y ninguna con el título de rey.

Si no tenemos constancia de ningún rey moro de Baeza con el nombre de Almanzor, menos aun de que haya existido una mina con tal nombre y mucho menos que esa mina fuese de oro y plata al mismo tiempo. Pero vayamos por partes: Sierra Morena ha sido considerada por los autores clásicos como una zona rica en minas de toda clase de metales, entre los que se encontraban el oro y la plata, hecho que ya cita en 1595 el fraile de la orden de San Agustín, Jerónimo Román, en su obra Republicas del mundo34. Sin embargo, no se tienen noticias de que se hayan explotado minas de oro por la comarca de Linares, salvo lo que nos puedan contar algunas narraciones fabulosas, como la del ya nom- 33 RAMÍREZ, F.: Apuntes…, op. cit., pág. 84. 34 ROMAN, Jerónimo: Republicas del mundo. Juan Fernández, Salamanca, 1595. pág. 323.

brado López Pinto. Sin embargo, sí que se ha extraído la plata contenida en la galena argentífera, mineral de plomo con un cierto porcentaje en plata. Incluso en tiempos de la dominación musulmana, se tienen noti-cias de una explotación minera en Sierra Morena, según nos cuenta el supuesto historiador árabe Abulcacín35 «…se hizo y llamó rey de Baeza y su tierra…, porque con un tesoro que halló en Cazlona y las minas que en Sierra Morena le descubrió el renegado Celio, se hizo muy poderoso en dinero…»36

Sin embargo, no se ha hallado nada sobre el regalo de una mina de oro y plata que este rey moro hizo a una de sus hijas. La única mina legendaria que se pudiera asemejar a la «mina del rey Almanzor» sería la de Los Palazuelos, de la que, según el Catalogo de Obispos…, se sacaban 300 libras37 diarias de plata fina. Sin embargo, no deja de sorprender que sean también «trescientos» la cantidad de metal que se sacaba de la «mina Almanzor», aunque en este caso sería de marcos y no de libras. Como un marco era la mitad de una libra, deducimos que de «mina Almanzor» se sacaría la mitad de metal que de la legendaria de Los Palazuelos.

Por lo tanto, y a modo de conclusión, es posible que el autor de la Histo-ria…supiese de la existencia de reyes moros en Baeza, tuviese nociones de las correrías de Almanzor, hubiese oído algo de la mina de los Palazuelos y… decidiese hacer su pelicular reconstrucción de la historia. De todos modos, toda esa suerte de datos, así como la cantidad de metal extraído, se nos

35 ABULCASIN (Tarif-Aben-Tarich) nombre del supuesto autor de una historia de la conquista de España, por los árabes, que publicó en el siglo XVII Miguel de Luna, intérprete de árabe al servicio de Felipe III, rey de España; posteriormente se demostró que era apócrifo. No obstante, reproducimos este párrafo, que contiene algunos datos contrastables y que además fue la base para algunos pasajes de la Historia Apologética… de Gregorio López Pinto. 36 RAMÍREZ, F.: Apuntes…, op. cit., pág. 84. 37 Equivalencia: 1 libra = 0,460 Kg. Por tanto, 300 libras/día equivalía a 138.03 Kg/día.

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antoja una crónica muy detallada para que fuera fruto exclusivo de la imaginación. En cualquier caso, la asociación de Baeza y su comarca con un rey llamado Almanzor y una mina fabulosa no aparece en ninguna de las crónicas del siglo XVII o anteriores, que hayan podido llegar a nuestros días. En consecuencia, nos volvemos a topar con una fuente documental u oral que debió de perderse.

«¡Cuantos reinos del mundo quisieran gozar si quiera una mina de tantas como España le sobran! Con eso se considerarían ricos y contentos: y teniendo tantas este reino está más pobre que todos y es como Tántalo, que en medio del agua perecía de sed y en medio de las abundancias y regalos moría de hambre»

Este párrafo se puede considerar co-mo una especie de desahogo del autor de la Historia ante la situación de crisis que vivía la nación. La famosa decadencia española del siglo XVII ya estaba dando sus últimos coletazos con el reinado de Carlos II, es

decir la época en que Lorea escribió su crónica y en donde refleja una actitud ne-gativista, muy común en los escritos de la época.

Por último aclararemos el símil que hacía de la nación española con el legen-dario Tántalo. Este personaje de la mito-logía griega era un hijo de Zeus y la oceá-nide Pluto. Fue rey de Frigia o del monte Sípilo en Lidia (Asia Menor). Se convirtió en uno de los habitantes del Tártaro, la par-te más profunda del Inframundo, reservada al castigo de los malvados. Después de muerto, Tántalo fue eternamente atormen-tado en lo que se ha considerado como un ejemplo de tentación sin satisfacción. Su castigo consistió en estar en un lago con el agua a la altura de la barbilla y bajo un árbol de ramas bajas repletas de frutas. Cada vez que Tántalo, desesperado por el hambre o la sed, intenta tomar una fruta o sorber algo de agua, estos elementos se retiran inmediatamente de su alcance

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ANEXO DOCUMENTAL

Fragmento del manuscrito de la Historia de la Provincia de Andalucía. 1680. Primera página de la «Relación del Convento de Monjas de la Villa de

Linares llamado S. Juan Bautista» en donde incluye una introducción histórica sobre Linares. Archivo Provincia Bética. O.P Sevilla

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Archivos consultados Archivo Histórico Municipal de Linares. (AHML) Archivo Histórico Nacional (AHN) Archivo Diocesano de Jaén (ADJ) Archivos y hemerotecas privados.

Bibliografía BILCHES, Francisco de: Santos y santuarios del Obispado de Iaén y Baeza…., 1653. CARRASCOSA GONZÁLEZ, José Mª y RABANEDA SÁNCHEZ, Luís: Linares, de aldea Villa (siglos XIII-XVI). Instituto de Estudios Giennenses. Jaén, 1999. FLÓREZ DE SETIÉN Y HUIDROBO, Enrique: España sagrada, theatro geogra-phico-historico de la Iglesia de España. Tomo IX. Antonio Marín. Madrid, 1752.

GONZÁLEZ PALAU, Alfonso: Linares: Memorias de la ciudad I y II. Linares. Edita José Martínez Tíscar, 1992.

LÓPEZ, Juan: Quinta parte de la Historia de Sto. Domingo y de su Orden de Predicadores. Juan de Rueda. Valladolid, 1622. MADOZ, Pascual: Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar (16 volúmenes). Madrid. Establecimiento tipográfico de P. Madoz y L. Sagasti, 1846-1850. Copia digital realizada por la Biblioteca de Andalucía. MORALES, Ambrosio: Las antigüedades de las ciudades de España: que van nombradas en la Crónica… Juan Iñiguez. Alcalá de Henares, 1575.

RAMÍREZ, Federico: Linares: Documentos y Apuntes de tiempos antiguos (recopilación de Juan Sánchez Caballero y Félix López Gallego). Diputación Provincial. Jaén, 1999.

ROMÁN, Jerónimo: Republicas del mundo. Juan Fernández. Salamanca, 1595.

SÁNCHEZ CABALLERO, Juan: Las Calles de Linares. Linares. Excmo. Ayuntamiento, 1990.

TORRES, Alonso de: Crónica de la Santa Provincia de Granada de la regular observancia…de San Francisco. Madrid, Juan García. 1683.

VILLALBA ÁLVAREZ, Joaquín: Púnica. Ediciones Akal. Madrid, 2004. XIMENA JURADO, Martín de: Catálogo de los Obispos de las iglesias catedrales de la diócesis de Jaén y Baeza y anales eclesiásticos de este obispado. Publicación: con privilegio en Madrid por Domingo García y Morras, 1654. Copia digital, realizada por la Biblioteca de Andalucía.

Artículos y trabajos BELINCHÓN SARMIENTO, Francisco: «El gremio de los 300 plomeros de Linares en el siglo XVII» en Elucidario: Seminario bio-bibliográfico Manuel Caballero Venzalá, núm. 3, 2007, págs. 221-232.

ESLAVA GALÁN, Juan: «El Castillo de Linares» pág. 16, en Revista Taller de Historia, núm. 3, Linares, abril de 1988.

LOPEZ GALLEGO, Félix: «El topónimo Linares y su origen: aportación documental» en Elucidario: Seminario bio-bibliográfico Manuel Caballero Venzalá, núm. 3, 2007, págs. 209-220.

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LOREA, Fray Antonio de: Historia de la Provincia de Andalucía (Crónica manuscrita). 1680? Archivo Provincia Bética. O.P.

MARTINEZ AGUILAR, Lorenzo: «Reconstrucción idealizada de la Fuente de “El Pisar”…» en Siete Esquinas. Revista del Centro de Estudios Linarenses, núm. 2, enero-junio de 2011, págs. 85-102.

MORALES BORRERO, Manuel: <<Manuscritos sobre la Virgen de Linarejos y su Santuario (siglos XVII y XIX)>> en Elucidario: Seminario bio-bibliográfico Manuel Caballero Venzalá, núm. Extra 1, págs. 1-347. Jaén, 2009.

SÁNCHEZ-HERMOSILLA PEÑA, Francisco: «Biografía de fr. Antonio de Lorea Amescua op.», en revista Communio, XXXVI (2003), págs. 209-237.