La crisis del mundo colonial

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LA CRISIS DEL MUNDO COLONIAL JÜL mundo colonial europeo parece haber entrado en fase de acelerada liquidación. Se pretende identificar en un común anhelo de independencia el desasosiego subversivo que inquie- ta el ámbito de proyección europea sobre los restantes conti- nentes. Las repercusiones particulares de este desasosiego son consideradas como manifestaciones, en distinto grado de agu- dización, de un gran movimiento de rebeldía abarcador dé la totalidad del mundo dependiente. Pero este intento generalizador diverge, en función en- mascarante, de la real conjugación de factores que actúan en •el proceso emancipador. Hay un hecho incuestionable en el que necesariamente hemos de centrar el estudio si queremos apoyarnos en sólidos basamentos. Y es éste: Que sólo al área situada bajo el dominio europeo alcanza este movimiento de disgregación. Mientras que en los restantes aglutinamientos de pueblos dependientes o semiindependientes los vínculos de sometimento son considerablemente reforzados. En tres áreas se distribuyen los pueblos sometidos. Y cada una de ellas ha tipificado las formas de dependencia: a) La sometida a las potencias del Occidente de Euro- pa, que adopta la forma considerada por antonomasia como colonial y cuyo proceso evolutivo hacia formas políticas de autodeterminación se va desenvolviendo larvadamente en los años que preceden a la guerra. 62

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LA CRISIS DEL MUNDO COLONIAL

JÜL mundo colonial europeo parece haber entrado en fase deacelerada liquidación. Se pretende identificar en un comúnanhelo de independencia el desasosiego subversivo que inquie-ta el ámbito de proyección europea sobre los restantes conti-nentes. Las repercusiones particulares de este desasosiego sonconsideradas como manifestaciones, en distinto grado de agu-dización, de un gran movimiento de rebeldía abarcador dé latotalidad del mundo dependiente.

Pero este intento generalizador diverge, en función en-mascarante, de la real conjugación de factores que actúan en•el proceso emancipador. Hay un hecho incuestionable en elque necesariamente hemos de centrar el estudio si queremosapoyarnos en sólidos basamentos. Y es éste: Que sólo al áreasituada bajo el dominio europeo alcanza este movimiento dedisgregación. Mientras que en los restantes aglutinamientosde pueblos dependientes o semiindependientes los vínculosde sometimento son considerablemente reforzados.

En tres áreas se distribuyen los pueblos sometidos. Y cadauna de ellas ha tipificado las formas de dependencia:

a) La sometida a las potencias del Occidente de Euro-pa, que adopta la forma considerada por antonomasia comocolonial y cuyo proceso evolutivo hacia formas políticas deautodeterminación se va desenvolviendo larvadamente en losaños que preceden a la guerra.

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b) El área cerrada euroasiática» empotrada en la férreatiranía soviética, que bajo una simulación de formas asocia-tivas libremente determinadas, extrema los grados de sometí-'miento.

c) El área vinculada económicamente al creciente pode'río norteamericano, de dispersa localización geográfica y al-cance impreciso, cuyo desenvolvimiento político queda en granparte determinado por esta subordinación económica.

El influjo de la guerra, con los distintos grados de quebran-tamiento tanto material como moral de ella derivados, y» so-bre todo, con la nueva constelación de potencialidades surgi-da de su resultado, ha sido- de transcendental importancia»Porque ha ocurrido un hecho cuya repercusión tiene en elmundo colonial una importancia decisiva; el área de pueblosdependientes de mayor extensión es proyección europea, y Eu-rop'a, en .bloque, ha sido la gran derrotada, aunque parcialmen-te figure adscrita al grupo de los vencedores. En los dos gran-des copartícipes de la victoria se percibe un ansia, difícilmenteenmascarable, de botín a costa de sus aliados más quebranta-dos. La mutua rival vigilancia ha impedido», fundamentalmen-te, -que el despojo se consumara. Fue ya decisivo que a la horade fijar las bases que presidieran la difícil convivencia postbéli-ca fueran Estados Unidos y Rusia —las potencias que más par-tido podían obtener del aniquilamiento del mundo colonial eu-ropeo— quienes estaban en más favorables condiciones paraimponer su criterio. Las potencias coloniales europeas se vie-ron obligadas a aceptar la trampa ideológica que se les tendía?trampa en cuya elaboración habían tenido- considerable parte»Aceptaron como incuestionables una serie de principios en pug-na eon sus intereses vitales. La asignación a la guerra, eon^ea-rácfer primordialmente propagandístico, de un alcance no ca-íncideiite con. su efectivo significado, ha tenido- como conse^•cuenca que los presuntos vencedores del Occidente europeo se

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encontraran, tras la victoria, considerablemente coaccionados

por su propio tinglado ideológico. Esto trajo como resultado

inmediato J

I.° Que la gran masa de la propia opinión europea se ads-cribiera, en ingenua mecánica conceptual, a dichos principios,constituyendo así un considerable lastre —cuando no otracosa— para futuras actuaciones, realizadas casi siempre a con'trapelo de común sentir.

2.0 Que el proclamado derecho de todos los pueblos aregirse por formas políticas autodeterminadas se limitara ensus intentos de aplicación coactiva, al área colonial europea,aceptando con validez indiscutible el simulacro de indepen-dencia de las dos restantes áreas de pueblos, dependientes.

3.0 Que las potencias occidentales tuvieran que acudir afórmulas oportunistas que permitieran calzar la gran disparidadentre principios ideológicos y realidades.

4-10 Que se concediera excesiva beligerancia a los presun-tos representantes de los países coloniales y que se sobreesti-maran, en perjuicio incluso de los mismos interesados, sus po-sibilidades de autodeterminación.

5.0 Que Rusia y Norteamérica tuvieran a mano un buenarsenal ideológico que respaldara su respectiva política de tomaprevia de posiciones para la gran pugna final que presienten ycuy©' sucesivo planteamiento preside decisivamente la políticamundial.

II

Al hecho de que las potencias que casi monopolizaban eldominio colonial quedaran mecánicamente adscritas al bandovencedor y, sobre todo, a la gran dualidad -de supuestos y con-siguiente rivalidad en que se montara el mundo de la post-

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guerra, se deben únicamente las difíciles supervivencias coló*niales, que casi siempre exigen un vergonzante enmascaramien-to. Inglaterra, gravemente lastrada en su acción colonial por elnefasto advenimiento laborista, arroja vergonzosamente lastrepor la borda e intenta salvar el resto en más o menos simuladasautonomías oportunistas, envueltas en trasnochada retórica.Francia, conjugando armas y diplomacia, consigue enhebrarel tinglado simulador de la Unión Francesa, fórmula de muyelástica aplicación y en la que de hecho se alojan los más va'riados grados de dependencia —en la escala de potenciali-dad agresiva que va de la Indochina a Gabón-—•• Holanda,gallardamente indócil al simulacro, se ve obligada a pactar laconsumación de su dominio indonésico, no tanto por falta devoluntad combativa —no era necesaria gran cosa— cuantopor desasistencias —y algo más que desasistencias— externas.Solamente Bélgica, Portugal y España, bajo distintos signosy en distinto grado, logran sustraerse a la gran corriente inhi-bitoria y, gracias también al carácter casi meramente africanode sus posesiones, obtienen resultados discretos en sus actua-ciones respectivas.

III

Esta eclosión de independencias, que para la ingenua ver-sión propagandística al uso pudiera ser la primera fase •—nece-sariamente turbulenta— de un próximo futuro rosado de con-vivencia pacifica de pueblos libres, incide sobre una situa-ción mundial poco esperanzadora. No se ha destacado sufi-cientemente la paradójica coincidencia de la exacerbación deeste nacionalismo retrasado de los pueblos dependientes conla gran crisis del estado nacional como fórmula de actuaciónhistórica. La nación» forma activa de creación histórica y pro*

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ducto de una ya periclitada fase de la cultura europea, presen-ta actualmente un vigor impositivo muy atenuado. ¿Es queestos tardíos del nacionalismo europeo, al conformar áreas de•convivencia surgidas de medios radicalmente diversos, ofre-cerán alguna posibilidad creadora? ¿Es que este presuntofervor nacionalista responde realmente a una necesidad in-manente de propia independencia, culminadora de un pro-ceso evolutivo que haga necesaria la concreción del cuerposocial en formas políticas autodeterminadas? ¿O su fun-ción será exclusivamente desintegradora de unidades históri-cas europeas cuya proyección hegemónica entra, en una fasede fatal decadencia?

Es muy sospechoso que todo el anhelo liberador se satis-faga casi siempre con un simulacro y la pretendida indepen-dencia no constituye de hecho más que una situación de espec-tativa para ulteriores dependencias, bajo las nuevas formas•en que se constele el futuro dominio político.

Quizá en ningún otro campo, entre los muchos de que la•confusa situación actual nos ofrece ejemplos, como- en el pro-ceso de subversión de los pueblos dependientes, pueda plan-tearse con mayor claridad la contradictoria realidad entre laideología operante y la conjugación de factores reales.

Las ideologías actúan siempre como interferencias obsta-culizadoras. Cuando encarnan en el cuerpo social con suficien-te potencialidad para llegar a una acción efectiva, la situación•de que arrancan ha sido ya superada por la natural evoluciónde los factores ajenos al proceso ideológico, aunque en conti-nua interferencia con él: Las nuevas nacionalidades indepen-dientes intentan cuajar en formas cuya efectividad históricaha sufrido un duro embate. De aquí su inicial contradicción.

Á la que se añaden las derivadas de los siguientes hechos ti." La actuación colonizadora europea no ha producido

hasta el momento presente los supuestos sociales necesarios

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para hacer viable una situación de independencia dentro delas condiciones exigidas por la convivencia actual. Cuandoha sido posible, o al menos presta caracteres esperanzadores—fuera del caso de trasplante de elemento de población me-tropolitana, claro está—, para un futuro relativamente próxi-mo, ha sido por una reacción dé las fuerzas autóctonas. Laacción metropolitana ha servido aquí de fermento aglutinan-te y ha suministrado elementos para una configuración seudo-mórfica. Al mismo tiempo que ha dejado también un ampliosedimento de autodesintegración.

2.0 Uno de los tributarios de más considerable aporta-ción a la ideología de insubordinación colonial, el marxismo-leninismo, ha sufrido en cuanto a su real significado un virajetotal; poniéndose al servicio del más férreo instrumento deopresión conocido en la historia. (La pretendida transitorie-dad del sistema, en que se pretende justificar la brutalidaddel hecho, no es más que un ingenuo artilugio simulatriz queen nada afecta al planteamiento del problema.)

•3." Otra de las grandes aportaciones a la gran corrienteliberadora, ese nebulósico humanitarismo filantrópico, encu-bridor casi siempre de muy torcidas motivaciones íntimas, noha sido sino el vehículo de una continuada expansión eco-nómica, actualmente en trance de sustituir la ya resquebraja-da vinculación política por una nueva forma de dominio,.cuyo alcance, cuando llegue a su plenitud, es difícilmente pre-visible.

IV

En la fase inicial de su expansión espacial los pueblos eu-ropeos no necesitaron fórmulas justificativas. El derecho ádominar los pueblos situados fuera de su esfera de com-íven-

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cia parecía tan evidente que no hubo necesidad de apoyatu-ras teoréticas que, ni siquiera a posterioñ, lo justificaran. Estoestaba tan en el común sentir que no precisaba planteamientoexplícito.

Surge éste precisamente ante la necesidad de elaborar unanorma de conducta que regulara las diversas y múltiples, si"tuaciones concretas que del hecho expansivo se derivaban. Sisólo una alta misión evangelizado» justificaba, en última ins--tancia-, el establecimiento de un dominio permanente sobreotros pueblos, a su mayor efectividad debieran plegarse las res-tantes exigencias. Y aunque el propósito de lucro fuera el pre-texto estimulante, estos principios presidieron la actuación ibé--rica, avanzada de expansión occidental. A su peculiar sen-tido de la dignidad humana, trasvasado a moldes de formula-ción cristiana, se deben los únicos logros que en el aspecto co-lonial —tomando la palabra en amplio sentido, claro está—.se pueden asignar los pueblos europeos.

Después, al subestimar los supuestos que habían servidode base a la hegemonía hispánica, los pueblos europeos quesustituyeron su empeño ordenador se consideraron autoinves-tidos de una amisión civilizadora» sobre el resto del mundo.Al sentirse satisfechos de sus propios logros culturales areye-ron ingenuamente que su irradiación a los espacios que vivíanajenos a tanta maravilla era un imperativo de conciencia. Cualfuera el contenido de este propósito civilizador ha quedadosiempre un poco en nebulosa, como nebulosa era también Isvisión de los propios supuestos estructurales. ¿Qué es lo queel mundo europeo pretendía trasplantar como imperativo con-formador sobre pueblos cuyos supuestos existendales diferíantan radicalmente de los suyos? (La concepción del «buen sal-vaje» apenas sólo tuvo influencia como argumento en la dialéc-tica política metropolitana; su efectividad en el hecho colonialrué muy escasa.)

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•! • • Para establecer una relativa claridad sobre este confuso pro-ceso hemos necesariamente de referirnos a la estructuracióndé la vida metropolitana y a su contradictoria dualidad. Mien'tras que la real armazón de la vida social estaba asentada enprincipios cuyas raíces se ahincaban sólidamente en la ordena'ción que presidiera el mundo occidental en la etapa conside'rada ahora superficialmente como superada, una superestruc'tura ideológica, sin raíces profundas, simulaba una aparienciade íntima constitución y, al efecto de su virtualidad ordenado'ra, se atribuía la precaria estabilidad que servía de basamentoal equilibrio social. La realidad era —y es todavía— que estaideología actuaba sobre la recia y previa contextura social conun efecto a la vez estimulador y desintegrante. (Cuando elefecto desintegrador ha llegado a un grado tal que los autén--ticos fundamentos sociales han sido opuestos en conmoción,entramos en la gran crisis social de nuestra época.)

Fue esta superestructura ideológica^ en distintas fases desu proceso evolutivo, la que estableció contactó en el mundocolonial. Este, en su vida más elemental, carecía de caparazónideológico, cuya función, en este caso, hubiera podido ser deamortiguamiento-y encaje del efecto desintegrante del invasor-

Aunque en realidad la misión civilizadora asignada ejerciófunciones de gran rótulo enmascarante, la expansión econó-mica era el principal propósito, y en función de ésta, la or-ganización del dominio político y el trasplante de elementohumano y t con éste, la ideología dominante. No hubo trasva'saciÓB. de íntimas esencias, sino fórmulas cuya aplicación a me 'dios extraños las vaciaba de significado real, pero que resul-taron de gran eficacia en cuanto al modelamiento y rotulaciónde las- inquietudes que el mero contacto con el elemento colo-nizador suscitaba.

No existió propósito de engaño deliberado» Por el contra-rio, en muchos casos se actuó de buena fe. La misma buena fe

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•con que los pueblos europeos han considerado en estas últimas•décadas como esencial a la íntima contextura social lo que noera más que secreción episódica y postiza. Pero si- los puebloseuropeos tenían una cierta inmunidad congénita para sus pro*-pias secreciones, y de aquí su larga resistencia ante el persist-iente efecto desintegrador, las culturas extraeüropeas se presen*-taron como organismos vírgenes a su acción corrosiva. Por es»han sido las colonias quienes más gravemente han sufrido lasconsecuencias. Porque al querer edificar la dislocada sociedadindígena sobre nuevas bases se ha querido echar mano de fór-mulas bajo cuyo signo no hay posibilidad de construir nadadurable.

El rencor social ha sido la principal reacción defensiva»Desde esté punto de vista hemos de considerarlo como factorpositivo en cuanto a la preservación de sociedades indígenas.La gran paradoja surge cuando por incapacidad moriEogené-tica tiene que alojarse, para buscar formas de acción efectiva,.dentro de moldes de creación europea.

El indígena revolucionario, renegando de la nación domi-nadora en el idioma de ésta y propugnando para su país es-tructuras políticas de marcadísima elaboración europea, es elmis triste ejemplo del gran fracaso de la obra colonial. Y deaquí uno de los grandes lastres iniciales de las nuevas inde-pendencias.

VI

La idea de "que el inundo colonial marcha irremediable-mente hacia una no lejana emancipación ha enraizado fuerte-mente en la general opinión de los países dominadores. Hastaaquellos círculos que, más directaraente vinculados a la rea-Edad colonial, mantienen un criterio independiente y hasta

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discrepante* apenas si se atreven a expresarlo abiertamente. Ycuando lo hacen* dentro de todo género de concesiones patano herir abiertamente lo que se considera como opinión mun-dial dominante.

Hay en este ambiente como una-cierta tábuizflción de lo-colonial* tabú que alcanza más a la palabra en sí qué a loque bajo su nebuloso significado se cobija. Las tibias medi'das que, tras la inhibición postbélica, se ha adoptado para«contrarrestar la creciente tendencia emancipadora del mundocolonial, han sido realizadas al margen de las paralelas decla-raciones políticas, destinadas casi siempre a encubrir las ac-tuaciones reales.

La única política colonial a cuyas directrices hay que si-mular adscribirse, para no incurrir en el enojo de los sedicen-tes voceros del universal sentir, es aquella que tiende a crearlas condiciones que aceleren el proceso emancipador de lospueblos dependientes. Bajo una serie sucesiva de cada vez másatenuados grados de dependencia llegar a la meta final.de vin-culación de un plano de igualdad, poniendo fin a todo resto•de dominio opresivo. Teóricamente ya se lia dado en muchoscasos el paso decisivo, y son ya muy numerosos los países co-loniales cuya situación jurídica establece una forma de unióna la metrópoli rectora bajo un signo asociativo. Rías la efecti-vidad de esta forma asociativa y -el contenido que esta nuevavinculación entraña depende de la conjugación de la poten-cialidad agresiva del país interesado con las posibles ayudas-externas. De aquí el abismo que separa las situaciones de he-cho de las uniones anglo-india u holando-indonésica, de laque ofrece la Unión Francesa en su área africana.

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Es indudable que a la actitud inhibitoria de las potenciascoloniatricesj subsiguiente al confusionismo postbélico, ha su-cedido una ligera reacción. Por esto el aprovechamiento dedeterminadas oportunidades ha sido decisivo en el logro delas nuevas situaciones de independencia.

• Primeramente, la situación de debilidad, tanto desde elpunto de vista de medios bélicos como en el aspecto económico,de los países europeos al final de la contienda armada. Momen-to que coincidió • con la máxima ebullición de la inquietudemancipadora, sobre todo en aquellos países que sufrieron di-rectamente sus consecuencias. La excitación ideológica de laguerra y la sensación de urgente necesidad de aprovechamien-to del momento fueron los dos motivos primordiales determi-nantes de esta agudización.

En segundo lugar, la subestimación de la labor coloniza--dora, producida a la vez por una cierta desgana colonial y unsentirse desasistido de razones justificativas de la continuidaden el empeño. Parece como si el gran impulso que llevó a lacultura europea a desparramarse fuera de su ámbito espacialse hubiese agotado. Precisamente la preexistencia de este can-sancio cultural ha hecho que la propaganda ideológica de laguerra a que inicialrnente aludíamos se haya incidido sobre te-rrenos abonados. Y de aquí la gran, tendencia anticolonialis-ta con que tuvo y aún tiene que enfrentarse la incipienteactuación recuperadora.

Pero es indudable que ésta no pisa terreno firme. Sobreela siempre gravitará el sentimiento de que las solucionesque la superestructura ideológica puede aportar a esta peren-toria necesidad de remedios para la propia dislocación "sociales insuficiente. El pretexto, aun cuando fuere auténticamen-

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te sentido» del cumplimiento de una «misión civilizadora»»falla en su base. «¿Es que vamos a hacer caer a los restan-tes pueblos en la gran trampa cultural que amenaza tragartodo nuestro tinglado?);

La acometida anticolonialista del marxismo-leninismo seenlaza con los comienzos de la subversión clasista de los pue-blos europeos. Las razas de color son incluidas en bloque den-tro del «proletariado universal», que cobija a todos los pre-suntos oprimidos bajo una teórica solidaridad.

Ya Marx esbozó, y sus seguidores completaron, la ideade que la expansión capitalista a territorios coloniales habíade ser considerable remora para el lógico desenvolvimientodel proceso- histórico que profetizó al capitalismo. Cerrar, enlo posible, los nuevos campos de expansión había de contri-buir a la evitación del alargamiento del proceso. Con este in-tento se inicia la acción subversiva de marxismo en las colo-nias. La presunta solidaridad y el subrogarse la herencia delos esporádicos antecedentes del «humanitarismo» no £ué sinoun simulacro propagandístico.

A esta dualidad entre acción propagandística y propósi-tos reales permanece fiel la actuación soviética en colonias. Elmisticismo expansionista ruso simula fidelidad a los princi-pios del marxismo-leninismo, de los cuales extrae su arsenalpropagandístico. Al mismo tiempo utiliza el sentimiento derebelión clasista tan arraigado en los países occidentales paraprocurarse fieles aEados eventuales en el gran designio de do-»minio mundial a que, en última instancia, subordina todassus actuaciones.

Por ello los supuestos propagandísticos con que incide en

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el mundo colonial'mantienen en lo fundamental la línea de -

la anterior agitación marxista. Pero ampliando el campo deactuación. Cualquier procedimiento es bu;no si puede crearun conflicto a la potencia dominadora. Lá excitación del pre-existente rencor racial se realiza aprovechando todas las opor-tunidades y con arreglo • a técnicas previamente estudiadas.En este rencor exacerbado encuentran clima propicio -para ul-teriores actuaciones, y bajo estas circunstancias es como me-jor puede lograrse el plantel de elementos incondicionales basede éstas.

IX

Uno de los principales aspectos del efecto desintegradorque la acción colonial realiza en el pueblo dominador es lafisura que produce entre las generaciones. La cultura inva-sora ofrece a los elementos jóvenes puntos de apoyo que lespermiten relajar la densa tensión coactiva de los círculos deprocedencia. La sociedad indígena pierde su cohesión. Los su-puestos en que basaba sus formas de convivencia sufren unafuerte embestida. Los viejos sienten que un principio destruc-tor invade poco a poco la sociedad tradicional. Y surge unareacción de rencor contra el invasor culpable. Muy impreciso,amortiguado inicialmente por el peso del prestigio racial, peroque va incrementándose a medida que este se diluye. Rencorinstintivo, difuso, que se trasluce en todas las concretas rela-ciones de convivencia interracial. Rencor que rebasa el círcu-lo de reacción inicial e impregna progresivamente todos lossectores de población del grupo sometido. Incluso a los jó-venes. ' -'

Por una doble vía llega a éstos la reacción. Por una parte,su. propia incapacidad para conformar su vivir a las formasperuéricas de. una cultura cuyas exigencias contradicen su

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íntimo sentir. Por la otra, el sentirse rechazados por una.so-ciedad a cuyas normas de comportamiento quisieron ilusoria-mente adscribirse y que -opuso instintivamente un obstáculoespectral a la asimilación sin reserva de elementos racialmente•diversos. La más expresiva forma concreta de este sentimientosegregador ha sido la llamada «Colour bar».

El rencor racial, identificando de nuevo en un común sentirtodos los dispersos elementos de la población dominada, cons-tituye un eficaz aglutinante. Aglutinamiento que abarca in-cluso el ampEo campo de convivencia creado por el invasor,superador casi siempre, y a veces en grandes proporciones, delestrecho círculo de convivencia tradicional. Simula incluso aveces un aspecto tal de solidez que un observador superficial—y en política activa pocas veces se es otra cosa— se cree enpresencia de un profundo sentimiento unificador capaz de ser-vir de elemento estructural para la edificación de formas polí-ticas superiores. El hecho de que la ideología europea ha su-ministrado provisional rotulación cobijadora coopera conside-rablemente al sostenimiento de la ficción.

X

La guerra dejó a las potencias del occidente europeo engrave situación de quebranto. Sobre una situación de guerracivil latente, provocada por la subversión clasista al serviciode la exacerbada voracidad soviética,, y de grave depresióneconómica» la falta de voluntad reactiva de los recién Ebe-rados hacía que las dificultades que cercaban las posibilidadesde recuperación europea se presentaran como insuperables. La-ayuda económica norteamericana fue el fácil camino que per-mitió eludir el cerco cuya superación presentaba un panoramade tan arduas exigencias. Pero al condicionar la recuperación

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europea esta ayuda se ha puesto en manos de los Estados•dos un delicado instrumento de influencia política- Que aveces se hace suavemente perceptible. Sobre todo cuando seactúa sobre cuestiones en las que existe manifiesta divergenciade puntos de vista. Por ejemplo, y primordialmente, la cues-tión de la proyección colonial europea.

El pensamiento norteamericano en materia colonial es prin-cipalmente consecuencia de la gran corriente anticolonista de-rivada de la que se autocalificó de «humanitaria» y que coin-cide históricamente con la iniciación de los Estados Unidosen el ámbito de los pueblos libres. Pero, por esta magníficacualidad del norteamericano, tan contrario en esto del euro-peo, y de aquí uno de los trucos de su eficacia, de no ela-borar sistemas de comportamiento que contradigan sus in-tereses económicos, esta corriente anticolonista lia sufrido unpequeño viraje y sólo es aplicada hacia las situaciones de de-pendencia ajena.

Y así se erigen —más o menos abiertamente— campeonesde las nuevas independencias. Un país independiente ofrecesimpre más oportunidades de penetración económica que unterritorio dependiente. Aunque en la actual coyuntura mun-dial los resultados no hayan coincidido siempre con las espe-tanzadas previsiones. Las formas de dominación económica noson, de momento, más eficaces que los cínicos métodos de labrutal expansión soviética para sustituir al periclitado domi-nio europeo. Quizá por esto se frenara un tanto la inicial ten-dencia y subsiguientes actuaciones que hacían prever un rá'pido amputamiento de casi toda la derivación colonial eu-ropea.

El previo desbrozamíento de obstáculos políticos para fa-cilitar la expansión económica estadounidense ha mostrado,pues, su peligrosidad.

¿Y para qué exponerse a una situación de incógnita y

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peligrosa expectativa sobre un campo en que la eliminacióndel presunto obstáculo derivado del mantenimiento del domi*ñio europeo a quien más favorecerá es al gran rival en la luchapor el dominio mundial? Y máxime teniendo en cuenta que lápsicosis de panacea del dólar creada en las potencias coloniales-europeas facilitaba el camino a la penetración económica enlas colonias. Así, al amparo protector de la actividad ordena'dora europea, a cuyo dominio político se aspira sustituir, seva creando el tinglado económico que permita, a su hora, dis-poner de eficaces bases para el manejo de una simulada incte-pendencia.

XI

En tan complejo panorama son muchos los factores con-jugables. La incógnita del -mundo colonial se identifica con,la incógnita del mundo. La dualidad de supuestos que impo-sibilita la convivencia en una esfera mundial, encuentra sueco inmediato en las colonias. -La bipolarización del mundo»en dos núcleos cuya antagónica posición se va exacerbando enel transcurso del tiempo, determina la situación del mundo-colonial, gran botín de la guerra latente y campo para la pre-via toma de posiciones en vista de la decisión final. ¿Llegaráésta a realizarse? ¿Se mantendrá la pugna dentro de las ali-neaciones previsibles?

El mundo vive en una gran expectativa, y este clima effgran acelerador de procesos. Existen hoy en el tablero mun-dial fuerzas larvadas que, si en la hora presente apenas mues-tran efectividad, su irrupción súbita en el curso del procesopolítico puede producir considerables virajes en lo que se pre-vé como lógico acaecer.

Luis TRUJEDA INGERÍ

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