La Costumbre de Vivir

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CULTURA JAVIER GOMÁ LANZÓN 10 FEB 2012 - 11:18 CET PENSAMIENTO La costumbre de vivir Quizá los dioses puedan ignorar las tradiciones. Para nosotros son el único remedio de la brevedad de la vida Archivado en: Musulmanes Musulmanes Opinión Opinión Islam Islam Cultura Cultura Religión Religión Nos levantamos de la cama, hacemos nuestras abluciones matutinas y desayunamos, como siempre. Nos vestimos con las prendas habituales. Salimos a la hora de costumbre. Conducimos nuestro coche camino de la oficina respetando los usos viales. Al llegar, saludamos a nuestros colegas con las palabras y los gestos comunes. Durante la mañana, trabajamos siguiendo nuestras rutinas más normales. Paramos para almorzar a la hora acostumbrada. Por lo general, la jornada laboral se extiende durante el día de lunes a viernes y descansamos las noches y los fines de semana, aunque en verano hacemos una pausa larga. No solo trabajamos como todo el mundo, también nos divertimos como los demás. Observamos en la inmensa mayoría de las situaciones de nuestra vida —el amor, la amistad, el entretenimiento, el consumo, las celebraciones de la vida, el duelo por la muerte— las convenciones establecidas por la sociedad, la cual descansa enteramente sobre un lecho de usos compartidos. ¿Y el Estado? Sí, es un conjunto de leyes formales, pero si no se cumplieran, si la ciudadanía no tuviera el hábito de observarlas pacíficamente, ¿de qué servirían? De nada, serían papel mojado. Costumbres, costumbres, costumbres: el hombre es un animal consuetudinario. Podríamos vestir chilabas, como algunos musulmanes; saludarnos con tres besos como los franceses o con uno solo pero en la boca como los rusos; conducir por la izquierda como los ingleses; almorzar a mediodía como los estadounidenses. Nuestra forma de hablar, de relacionarnos o de emplear nuestro ocio bien podría ser diferente; nuestra sociedad, nuestras leyes y el Estado también. En realidad, todo podría ser de otra manera. Si es como es, se debe a la costumbre. ¿Y qué son las costumbres? Convenciones acordadas espontáneamente entre la mayoría y repetidas en el tiempo. En ellas se decanta una experiencia colectiva que a lo largo de muchos años ha demostrado ser acertada, eficaz a la hora de satisfacer necesidades, energéticamente económica. Como ofrece soluciones innumerables veces testadas a problemas que los hombres enfrentan a diario, lo normal es ceder a la invitación de seguir en todos los sitios los usos más corrientes, que presionan suavemente al yo con su facilidad, su seguridad, su sociabilidad, su automatismo. Durante los últimos siglos, en nuestra cultura dominante —una cultura de la liberación y no de la emancipación— ha sido de buen tono ridiculizar con oportunidad o sin ella la función civilizatoria de las costumbres. Las llamadas “conveniencias sociales” —se decía— eran opresivas, hipócritas, burguesas, estúpidas, anticuadas. Coartaban la libertad, la creatividad y el auténtico yo del hombre moderno, en permanente contradicción con ellas. Cundió por doquier la “crítica de costumbres”: las novelas ensalzaban el coraje del héroe que las transgredía suscitando la infalible simpatía del lector. No pretendo rizar el rizo, pero la crítica de costumbres acabó generalizándose y se ha convertido en nuestros días ella misma en una La costumbre de vivir | Cultura | EL PAÍS http://cultura.elpais.com/cultura/2012/02/10/actualidad/... 1 de 2 12/06/14 18:10

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  • CULTURA

    JAVIER GOM LANZN 10 FEB 2012 - 11:18 CET

    PENSAMIENTO

    La costumbre de vivirQuiz los dioses puedan ignorar las tradiciones. Para nosotros son el nico remedio de la brevedad de

    la vida

    Archivado en: MusulmanesMusulmanes OpininOpinin IslamIslam CulturaCultura ReliginReligin

    Nos levantamos de la cama, hacemos nuestras abluciones matutinas y desayunamos, comosiempre. Nos vestimos con las prendas habituales. Salimos a la hora de costumbre.Conducimos nuestro coche camino de la oficina respetando los usos viales. Al llegar,saludamos a nuestros colegas con las palabras y los gestos comunes. Durante la maana,trabajamos siguiendo nuestras rutinas ms normales. Paramos para almorzar a la horaacostumbrada. Por lo general, la jornada laboral se extiende durante el da de lunes a viernesy descansamos las noches y los fines de semana, aunque en verano hacemos una pausalarga. No solo trabajamos como todo el mundo, tambin nos divertimos como los dems.Observamos en la inmensa mayora de las situaciones de nuestra vida el amor, la amistad,el entretenimiento, el consumo, las celebraciones de la vida, el duelo por la muerte lasconvenciones establecidas por la sociedad, la cual descansa enteramente sobre un lecho deusos compartidos. Y el Estado? S, es un conjunto de leyes formales, pero si no secumplieran, si la ciudadana no tuviera el hbito de observarlas pacficamente, de quserviran? De nada, seran papel mojado. Costumbres, costumbres, costumbres: el hombre esun animal consuetudinario.

    Podramos vestir chilabas, como algunos musulmanes; saludarnos con tres besos como losfranceses o con uno solo pero en la boca como los rusos; conducir por la izquierda como losingleses; almorzar a medioda como los estadounidenses. Nuestra forma de hablar, derelacionarnos o de emplear nuestro ocio bien podra ser diferente; nuestra sociedad, nuestrasleyes y el Estado tambin. En realidad, todo podra ser de otra manera. Si es como es, sedebe a la costumbre. Y qu son las costumbres? Convenciones acordadas espontneamenteentre la mayora y repetidas en el tiempo. En ellas se decanta una experiencia colectiva que alo largo de muchos aos ha demostrado ser acertada, eficaz a la hora de satisfacernecesidades, energticamente econmica. Como ofrece soluciones innumerables vecestestadas a problemas que los hombres enfrentan a diario, lo normal es ceder a la invitacin deseguir en todos los sitios los usos ms corrientes, que presionan suavemente al yo con sufacilidad, su seguridad, su sociabilidad, su automatismo.

    Durante los ltimos siglos, en nuestra cultura dominante una cultura de la liberacin y no dela emancipacin ha sido de buen tono ridiculizar con oportunidad o sin ella la funcincivilizatoria de las costumbres. Las llamadas conveniencias sociales se deca eranopresivas, hipcritas, burguesas, estpidas, anticuadas. Coartaban la libertad, la creatividad yel autntico yo del hombre moderno, en permanente contradiccin con ellas. Cundi pordoquier la crtica de costumbres: las novelas ensalzaban el coraje del hroe que lastransgreda suscitando la infalible simpata del lector. No pretendo rizar el rizo, pero la crticade costumbres acab generalizndose y se ha convertido en nuestros das ella misma en una

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  • La crtica decostumbres acabgeneralizndose ennuestros das ellamisma es unacostumbre ms,bastantemostrenca

    costumbre ms, bastante mostrenca y rutinizada por cierto. Es inevitable: siempre imitamos aalguien y, cuando creemos ser originales, imitamos a otro que ha sido original antes.

    No solo eso. Por paradjico que parezca, las costumbres son lacondicin de posibilidad del progreso. Suprimirlas sera como cavaruna fosa bajo nuestros pies. Ellas nos relevan del deber de decidirsobre infinitas cuestiones prcticas y cotidianas y nos permitenconcentrar nuestras energas creadoras en lo sustancial. Gracias aellas no tengo que pensar qu ponerme, cmo saludar, a qu horaparar a comer o cmo conducirme en una reunin social: hago loacostumbrado sin esfuerzo y as aplico mi atencin a las tres o cuatrocosas que importan, las que de verdad nos hacen progresar. De otromodo, tendramos que inventar el mundo todas las maanas:paralizados ante la enormidad de la tarea, moriramos de inaccin.Afortunadamente nos asisten las costumbres y, sin pensarlo mucho,nos confiamos a ellas. Quiz los dioses puedan prescindir olmpicamente de las tradiciones,porque su inmortalidad les permite existir en una actualidad incesante, pero para nosotros losmortales son el nico remedio a la brevedad de la vida. Salvo en la isla en la que cada uno escompetente, el yo flota en un ocano de mores y es esa dependencia la que en la prcticahace viable la existencia.

    Este hecho no nos aboca por fuerza a un conservadurismo autoindulgente. Parece prudentetomar en consideracin la ratio de la costumbre, el origen y la finalidad de este uso emanadodel pueblo, puesto que el consentimiento tcito de la mayora ratificado generacin trasgeneracin suele encerrar alguna leccin aprovechable para el hombre, el cual hara bien enevitar la presuncin adnica de desdear el pasado y querer empezar la historia consigomismo como si fuera el primer da de la creacin. Con todo, debemos considerar que todas lascostumbres, incluso las inmemoriales, son siempre revisables: podemos reformarlas o en sucaso abandonarlas, si as lo exige la conciencia a la luz del progreso moral de los pueblos. Notodas las costumbres son buenas, solo lo son las llamadas buenas costumbres, aquellas quecontribuyen a la socializacin masiva, positiva y civilizadora de los miembros de la comunidad.Como dice nuestro Diego Torres Villarroel en su Vida (1743): Lo que aprovecha es tenerbuenas costumbres, que estas valen ms que los buenos parientes; y el vulgo, aunque esindmito, hace justicia a lo que tiene delante.

    Para nosotros, todas las costumbres sern revisables menos una: la de vivir. Conocemos amuchos que se muestran cansados de la vida incluso antes de haber vivido. Nosotros, encambio, encontraremos el arte de conservar siempre un gozo instintivo, una alegra orgnicade lo viviente, el empeo por disfrutar de todos los placeres incluido el hedonismo de unaconciencia limpia y esa jovialidad que se repone de las adversidades y que dice s y s almundo, como lo hace Molly Bloom en las ltimas lneas del Ulises: Yes I said yes I will Yes.

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