LA CONTABILIDAD COMO UNA PRÁCTICA HUMANA

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LA CONTABILIDAD COMO UNA PRÁCTICA HUMANA: LA APELACIÓN A OTRAS VOCES C. EDWARD ARRINGTON Louisiana State University And JERE R. FRANCIS University of Iowa Los trabajos reunidos aquí fueron todos contribuciones originadas de una conferencia titulada “La contabilidad como una práctica humana: la apelación a otras voces”, sostenida en la Universidad de Iowa en septiembre de 1989. La rúbrica “Practica humana” se hizo para afirmar un punto de vista de que el valor y la racionalidad de la investigación contable se encuentran en las consecuencias que tiene la contabilidad para aquellos sometidos a ella. La frase “La apelación a otras voces” fue una manera de señalar un deseo de abrir el terreno de la contabilidad aun más al debate. En particular, hubo un interés por llevar al interior de la literatura

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LA CONTABILIDAD COMO UNA PRÁCTICA HUMANA: LA APELACIÓN A OTRAS VOCES

C. EDWARD ARRINGTONLouisiana State University

And

JERE R. FRANCISUniversity of Iowa

Los trabajos reunidos aquí fueron todos contribuciones originadas de una conferencia titulada “La contabilidad como una práctica humana: la apelación a otras voces”, sostenida en la Universidad de Iowa en septiembre de 1989. La rúbrica “Practica humana” se hizo para afirmar un punto de vista de que el valor y la racionalidad de la investigación contable se encuentran en las consecuencias que tiene la contabilidad para aquellos sometidos a ella. La frase “La apelación a otras voces” fue una manera de señalar un deseo de abrir el terreno de la contabilidad aun más al debate. En particular, hubo un interés por llevar al interior de la literatura contable debates intelectuales desde las humanidades, las cuales hasta el momento están escasamente representadas.

Teniendo en cuenta dichos objetivos, sería necio buscar identificar, o imponer una particular y consistente temática sobre los trabajos que siguen a continuación. Esto estaría en contradicción con el mismo propósito de la conferencia. Sin embargo, podemos reflexionar con nuestros lectores, de que el evento y los trabajos fueron formulados en nuestras mentes.

Sospechas morales

La contabilidad está saturada con implicaciones morales. Como una práctica, influyen en la calidad de vida de millones de personas de una manera sutil y compleja. Su vocabulario es uno de sus valores, de evaluación y valuación, de bienestar, de derechos, de expectativas, de obligaciones, de equidad, de contratos, de castigos y recompensas, de utilidad, satisfacción, responsabilidad y rendición de cuentas. La fuerza moral de la contabilidad necesita ser cuestionada a la luz de los valores que promueve y de los que refrena. Un renovado interés en los valores, y en el contexto moral de la contabilidad, de ninguna manera implica el compromiso con una jerarquía de valores, con la creencia de que hay un carácter moral parsimonioso y simple de la contabilidad. Un interés en los valores por parte de los académicos requiere solo problematizar la contabilidad a la luz de sus múltiples efectos sobre las vidas de aquellos que buscan administrar. Para la contabilidad – como muchas otras ciencias sociales – se proclamaron ellas mismas como una disciplina sociocratica que afirmaba el conocimiento científico y el talento profesional para administrar las vidas humanas en nombre de la eficiencia social y el progreso económico. Estos valores que dan una legitimidad moral a las prácticas como la contabilidad al final del siglo parecen inadecuados a las dificultades corrientes de la vida. Pero solo ahora, tardíamente, son estos valores los que aparecen en primer plano y se abordan de manera explícita como cosas que pueden ser cuestionadas, analizadas y posiblemente modificadas. Las implicaciones para la contabilidad son considerables. Nosotros podemos comenzar por apreciar como la contabilidad y otras prácticas especializadas, a través de los valores que promueven, han actuado para constituir un terreno moral determinado, y excluir de ella los valores que se encuentran en conflicto con ella. La contabilidad íntimamente ligada a la eficiencia económica y al crecimiento de capital, está implicada en una serie de urgentes temas morales que están a nuestro alrededor hoy: un medio ambiente devastado, una fuerza de trabajo poco cualificado, las disfunciones sociales del poder corporativo, la arbitrariedad del mercado como un distribuidor de bienes y oportunidades de vida, y crecientes sospechas sobre la plausibilidad de la retórica de la "profesionalidad" y "servicio público" que rodea a la profesión contable. Mientras que los ensayos que siguen no se ajustan a una particular posición de valor, ellos sin embargo comparten un reconocimiento de que el contexto tradicional del valor de la contabilidad debe ser problematizado.

Sospechas epistemológicas

A comienzos de los años veinte, una serie de “nuevas” disciplinas aparecieron en las universidades, la contabilidad en medio de ellas. Estas disciplinas afirmaron el estatus de ciencias sociales por buscar adaptarse a las humanidades - el estudio del ser humano como tal – a los métodos y racionalidades que habían producido el tremendo éxito en el siglo XVIII y XIX las ciencias físicas. Una matriz epistemológica positivista (o de la física) emergió para las ciencias sociales: todo conocimiento – ya sea fenómenos humanos o naturales – fue sometido a juicio contra las normas epistemológicas que habían servido tan bien a las ciencias físicas en el siglo XIX.Esta imagen positiva del modelo para las ciencias tenia ahora que ser sustancialmente minado, tanto dentro como fuera de la contabilidad. En contabilidad, el derrumbamiento de la epistemología positivista ha abierto la disciplina a una visión pluralista en cuanto a que se considera como una afirmación de conocimiento legitimo. De esto se deduce que la investigación contable no debería estar obligada a sucumbir a una instancia normativa que dice que el conocimiento se produce de esta manera, y no de otra. Más y no menos, vocabularios, teorías y métodos son necesarios para que la contabilidad aborde las múltiples dimensiones de su práctica. Hay una necesidad de adaptar modos de producción de conocimiento desde otras disciplinas. Hay una sensación creciente de que la distinción entre "ciencia" y "no ciencia" carece de punto, que inhibe. Existe la impresión de que el intento de alinear la contabilidad con las ciencias naturales, para distanciarse de otras disciplinas como las humanidades, pudo haberla limitado seriamente. En vez de una insistencia donde uno cumple con ciertas credenciales metodológicas, la visión que emerge de que una multiplicidad de perspectivas y voces es más probable para llevar a un avance que cerrar las vías de la investigación.Los ensayos publicados abajo demuestran la fecundidad de las apelaciones de diferentes maneras, a “otras voces”. En este sentido, ellos hacen más que cumplir con los objetivos de la conferencia. Esto es para que los otros construyan sobre sus logros en la búsqueda dirigida a “la contabilidad como una práctica humana”.

LA ENTREGA DE LAS CUENTAS ECONOMICAS:

LA CONTABILIDAD COMO UNA PRÁCTICA CULTURAL

C. EDWARD ARRINGTONLouisiana State University

And

JERE R. FRANCISUniversity of Iowa

Resumen

Este ensayo describe la contabilidad como una práctica que no necesariamente tiene relación con las instituciones y prácticas de una elite conocida como “Contadores”. Asumimos que lo dado y recibido de las cuentas económicas es un aspecto ubicuo de la experiencia humana, y buscamos explicar su práctica como una que entrega claridad y comprensión a lo que Etzioni (La Dimensión Moral: hacia una nueva economía, Prensa libre, 1988) describe como la “dimensión moral” de la experiencia económica. Apropiándonos de argumentos de la filosofía moral de H. Richard Niebuhr, planteamos la dimensión moral de una manera que culmina en el acto de entrega de las cuentas económicas. Entonces, a través de argumentos de Paul Ricoeur, mostraremos como el horizonte hermenéutico de la cuenta económica puede explicarse como una analogía a la hermenéutica del habla y de la hermenéutica de la escritura. Estas dos estructuras opuestas del discurso – hablado y escrito – forman una tipología teorética adecuada al propósito de expandir nuestro sentido de lo que la contabilidad es y no es de una forma que se acomoda a la ubicuidad cultural de la cuenta económica.

Este ensayo comienza asumiendo que lo dado por la cuenta económica es una práctica ubicua humana; algo que todos de nosotros hacemos en los más diversos entornos culturales, sociales, económicos y políticos. La contabilidad no esta necesariamente limitada a aquellas practicas e instituciones de una elite profesionalizada conocida como “Contadores”. Como Barbara Herrnstein Smith explica, un sentido amplio de la contabilidad económica apuntando hacia un aspecto ubicuo de la experiencia humana y ofrece una manera de asimilar la economía dentro de un debate y un discurso moral:

Dando lo que parece ser la inexorabilidad de la contabilidad económica dentro y a través de todo aspecto humano – y no solamente humano – la existencia, desde la base a la punta de la superestructura, y mostrando también que sus operaciones implica a cada uno de nosotros en las perdidas, los costos, las deudas, la muerte y otros continuos o últimos cómputos, se entiende que el sueño de un escape de la economía debería ser tan dulce y su anhelo tan recurrente y dominante. Puesto que parece ser inevitable, sin embargo, el mejor, es decir, la alternativa más eficaz, más rentable, parece ser, es no ir más allá de la economía sino hacer lo mejor mientras la atravesamos… (Smith, 1987, p. 17). 1

Smith y otros están interesados en rescatar lo que Etzioni (1988) describe como “la dimensión moral” de la experiencia económica del mismo modo que están interesados en redimir “la dimensión económica” de la experiencia moral. Pero ella, y otros, proceden de una manera algo diferente de la más común tradición liberal de la moral económica – una tradición que aísla este o aquel modelo de independencia económica, y luego estiliza la experiencia económica como si debiera ser “correspondiente con” las implicaciones morales del modelo “favorecido”. Smith, y sus adversarios como Habermas, sitúan la investigación intelectual dentro de los aspectos de la moral-económica de la experiencia y al interior del discurso ético – un campo preocupado por las interacciones resultantes entre los humanos comprometidos de manera hablada y escrita con la experiencia económica, en comunidad con otros, y con una mirada hermenéutica hacia la interpretación, comprensión, y entrega de sentido a la experiencia vivida. Es esta práctica dinámica, interactiva, y consecuencial del discurso la que forma el objeto de dominio de la “contabilidad económica”, de “lo ofrecido por las cuentas económicas”. Lo que pretende este ensayo es ofrecer una perspectiva sobre como la contabilidad puede reinventarse como una práctica cultural proporcionado por las cuentas económicas, cuentas que tienes implicaciones económicas, morales, y hermenéuticas para aquellos que las dan y las reciben. A modo de advertencia, lo nuestro es solo una perspectiva irremediablemente parcial y en ningún sentido exhaustiva, sobre como la contabilidad puede construirse como una práctica cultural (véase Morgan, 1988). Hay estudios ya relacionados en contabilidad (por ejemplo, Roberts, 1991; Arrington & Puxty, 1991), sin embargo estas difieren de lo concerniente a este ensayo: describir la contabilidad como una práctica que responda a las tensiones que rodean la experiencia moral-económica. La primera sección de este ensayo ofrece una manera de comprender estas tensiones morales-económicas, y una manera de entender porque las prácticas discursivas de lo proporcionado por las cuentas son necesarias de cara a estas

1 Las posiciones y puntos de vista de Smith sobre la relación entre la moral y la economía son muy diferentes de las nuestras. El lector no debe inferir que ella estaría de acuerdo con la posición tomada en este ensayo (véase Smith, 1988).

tensiones, para apelar a los argumentos del filósofo moral y teólogo H. Richard Niebuhr. La segunda sección de este ensayo regresa luego a la pregunta de cómo las cuentas económicas vienen a dar transparencia, significado y comprensión a la experiencia moral-económica. Esta segunda sección está altamente influenciada por la hermenéutica estructural de Paul Ricoeur, particularmente por algunos de sus últimos trabajos. El ensayo concluye con algunas alusiones a las posibilidades de investigación posteriores y una discusión sobre las limitaciones del análisis.

UNA REPRESENTACION FENOMENOLOGICA DE LA EXPERIENCIA MORAL-ECONOMICA

Quizás la más fundamental de las preguntas morales – verdaderamente una antigua pregunta – es la cuestión de lo que soy, de lo que ello significa, ser a la vez un representante del ser “humano”, y ser un humano. Esta eterna pregunta, una que no ha tenido final desde la sentencia Socrática – “conócete a ti mismo” – perdura hasta la muerte. Nos parece que cualquier respuesta adecuada a esta pregunta debe incluir preocupaciones sustanciales con el yo “económico” – que lo entiende como un ser capaz de construir la propia experiencia ("viviendas") en lugar de aceptar simplemente (como un animal) lo dado por la existencia. Estas construcciones (viviendas, oikoi) no se promovieron para aislarnos de los otros; sino más bien para vivir en comunidad con los demás. Para colocarlo de manera criptica, Crusoe tiene su viernes; y Viernes a su Crusoe.El yo económico así no es solamente un ser productivo sino también un ser comunitario - nuestras decisiones y acciones económicas son ambas condicionadas por y consecuencialmente por otros quienes comparten nuestro estatus de “ciudadanos” de comunidades moral-económicas. Así el “ser” económico no es una noción del ser; él o ella está constituido por y es constitutivo de comunidades integradas de otros. En los términos de Etzioni, “El individuo y la comunidad se construyen uno a otro y se necesitan mutuamente” (1988, p. 9). En esta sección del ensayo, aunque de una manera breve pero sin duda argumentada, explicaremos tres imágenes del yo moral- económico, el hacedor, el ciudadano, y el respondedor. Estas imágenes son apropiadas desde H. Richard Niebuhr (1963), y ellas motivan una necesidad para las cuentas económicas de las complejidades morales que rodean los aspectos económicos de la experiencia del yo.

El yo-como-hacedor

Para Niebuhr, el elemento más obvio del yo económico – un elemento destacable en una tradición de la filosofía moral práctica que se extiende desde Aristóteles hasta Marx y los pragmáticos – es el yo-como-productor, como el “hacedor” de cosas:

En la historia de la larga búsqueda del hombre después de conocerse a él mismo como agente – como un ser que ha estado a cargo de su conducta – el ha empleado fructíferamente varios símbolos y conceptos en la aprehensión de la forma en su vida practica y en darle forma en la acción. El símbolo más común ha sido el del hacedor, el diseñador. ¿Cómo es el hombre en todas sus acciones? La sugerencia viene a él ya que él es un artífice que construye cosas de acuerdo a una idea y para la cual tiene un fin. (Niebuhr, 1963. Pág. 48).

El potencial humano de “hacer” cosas, construir un mundo, plantea una serie de preguntas morales y en especial teleológicas, preguntas que pueden ser mejor comprendidas como preguntas acerca de lo bueno de la actividad productiva. Artefactos se construyen “de acuerdo a una idea y para un fin”. Los aspectos ideológicos y teleológicos de producción dirigen la atención hacia los procesos reflexivos y deliberativos a través de los cuales la imaginación productiva del agente condiciona la actividad del hacer. Tales procesos involucran especulaciones imaginativas y elecciones con respecto a una serie de “viviendas” como-no-realizadas que son vistas como bienes, o en el mejor de los casos como dadas. Este sentido de la buena vida, moralmente condiciona la actividad productiva en la medida de cómo los artefactos (productos) son candidatos para preguntas acerca del bien que hacen, de cómo ellos contribuyen en la búsqueda de la buena vida; o, en términos de Niebuhr, las preguntas acerca del “fin” “en aras de lo cual” los artefactos se producen. Estas dimensiones morales no son algo sobre lo cual el yo es soberano; su elección no puede ser referida, por ejemplo, a alguna “utilidad” autónoma de preferencia al yo. Como Michael Walzer (1983, p. 97) nota que en cada sociedad moderna, las prohibiciones son puestas en la producción y el intercambio por razones teleológicas, razones que rechazan la creencia de que “artefactos” puedan ser impedimentos para las personas o la política en la búsqueda de la buena vida. El yo productivo es así visto como responsable de las preguntas teleológicas con respecto de lo bueno de su producción. Téngase en cuenta que no estamos haciendo afirmaciones de fondo acerca de lo que es y no es bueno para producir; estas afirmaciones son moralmente provincianas de seres y comunidades particulares. Pero nosotros estamos haciendo una afirmación filosófica – una afirmación que puede bien ser sociológicamente hipotética, que toda la actividad productiva tiene una dimensión teleológica; es siempre posible y prácticamente razonable pedir a los agentes la entrega de cuentas del bien que su actividad

busca. Estas cuentas requerirán inevitablemente alguna revelación de las reflexiones introspectivas y deliberaciones que dan a lugar decisiones y acciones específicas por parte del agente, el hacedor. Al afirmar que las decisiones económicas y acciones tienen una dimensión moral teleológica llegamos a entender la diferencia entre las pretensiones de fondo acerca de la producción del bien (afirmaciones de lo que es bien) y la afirmación de que toda la producción es un candidato para el discurso en relación con el bien que se busca. De hecho, la historia de la filosofía moral, así como la historia de la economía ha girado y cambiado a través de una variedad de formas para describir esta dimensión teleológica de la producción. Ahora, por ejemplo, muchos economistas neoclásicos construyen el “bien” de la producción a través de una variante radicalmente individualista y alegre del utilitarismo: se asume que los seres humanos producen en nombre de un bien, entendido este como un bien suyo, que corresponde a sus propios intereses. Esta es una poderosa imagen del bien, una imagen que sin duda explica muchas cosas de las razones por qué los humanos producen. Pero es simplemente una imagen del bien, una imagen discutible en la medida en que puede referirse tanto a la cuestión del bien de perseguir los propios intereses en lugar de algunos otros telos, y a la cuestión de la diferencia entre casos particulares cuando el propio interés parece ser un fin moralmente justificable y cuándo no. Niebuhr explica como las diversas perspectivas morales sobre la dimensión teleológica de la producción han sido:

Los hombres que han empleado esta imagen del hombre-el-hacedor en la comprensión y en la formación de su conducta han sido, sin duda, y no de otra manera unánimes en la elección de los ideales que se realizan sin estimar las potencialidades del material que puede darse de forma deseada. Si el fin humano ha de lograrse en aras del deleite o su uso posterior hacia otro fin, si se diseño para el deleite o el uso de sí mismo, o de la inmediata sociedad o de una comunidad universal – estas siguen siendo preguntas que no terminan de debatirse y que se presentan a los individuos por decisión personal. Sin embargo, los debates y decisiones se realizan en el contexto de una comprensión común de la naturaleza de nuestra existencia personal. Nos encontramos en todo nuestro trabajo sobre sí mismos – nosotros mismos o nuestros compañeros – técnicos, artesanos, artistas (Niebuhr, 1963. P 51).

El yo-como-ciudadano

El yo productivo no vive y actúa en soledad. A un nivel más amplio, los vocabularios morales y creencias que informan a la imaginación productiva al igual que los talentos y materiales que informan a la actividad productiva, son dados al yo por otros. Niebuhr refiere esto al carácter comunal del yo económico a la imagen del “hombre-como-el-ciudadano”, como alguien que vive bajo la ley, o como alguien que se reconoce como responsable de, los valores, las costumbres, las expectativas, y obligaciones que se derivan de la identidad como ciudadano. Esta metáfora del ciudadano añade un aspecto deontológico a la dimensión moral de la experiencia económica. Niebuhr explica:

Llegamos a la auto-conciencia cuando no a la libre existencia en medio de las costumbres, los mandamientos y las reglas, lo que harás y no harás, de las direcciones y permisos. Si comenzamos con el hombre primitivo con su sentido de TEMIS, la ley de la comunidad proyectada hacia afuera en todo el medio ambiente, o con el niño moderno con las imágenes de padre y madre, con las represiones y permisos, esta vida nuestra, decimos, debe tener una explicación moral, de las reglas, de las costumbres, de la ética, de las leyes y la ley, de la heteronomía y la autonomía, de autodirección y de otro tipo de direccionalidad, de aprobaciones y desaprobaciones, de sanciones de la sociedad, legales y religiosas. Esto es lo que toda nuestra vida parece, y por tanto se plantea preguntas que debemos contestar: “¿A que ley doy mi consentimiento, en contra de que ley me rebelo? ¿Por qué ley o sistema de leyes me voy a gobernar y gobernar a otros? ¿Cómo administraré la autoridad si soy el gobernante o en cual participaré?

Estas preguntas deontológicas pueden ser reducidas para los propósitos de este ensayo a la pregunta de “¿Quién soy, como un yo económico-moral, responsable? Esta pregunta no es tan sencilla ni antropológicamente ni existencialmente. Varias comunidades y culturas han impuesto un amplio rango de expectativas y obligaciones deontológicas sobre los agentes económicos. Además, un agente particular, especialmente en el mundo contemporáneo, reconoce múltiples comunidades en las cuales él es responsable. Al actuar de manera responsable hacia una, él o ella probablemente actuarán irresponsablemente hacia las otras. Por ejemplo, cumplir con las expectativas de su empleador en un mundo globalmente competitivo es probable que se creen disfunciones morales con respecto a uno como ciudadano, hacia la propia familia, hacia uno mismo, o inclusive hacia su propio Dios. Como Alasdair MacIntyre (1984) anota, el yo moderno es un “yo fragmentado”, que vive una variedad de roles, dividido entre responsabilidades que compiten y que son inconmensurables hacia las distintas comunidades a las que debe responder como un ciudadano. Niebuhr es consciente tanto de los cambios históricos en la noción de ciudadano y de la

multiplicidad y complejidad que sigue de las muchas maneras en las que la propia identidad condiciona el yo económico. Él deja caer la diferencia y la multiplicidad en tres amplios dominios de comprensión moral:

Nuevamente, como en el caso de la imagen del hacedor, aquellos que emplean el símbolo del ciudadano para la comprensión y regulación de la conducta de sí mismo, tiene varios ámbitos a la vista. Para algunos, la república que es gobernada es mayoritariamente múltiple en sí misma, un ser que es una multiplicidad que busca la unidad o una unidad diversificada en sí misma en varios roles…O la republica en un punto de vista es una comunidad humana de seres en la cual la multiplicidad es la de muchas personas con muchos deseos que están sujetos a muchas regulaciones expedidas por cada uno. La vida comunitaria a continuación se considera como suscrita a la ley y como una ley dada. O de nuevo, la comunidad que tenemos en mente puede ser la sociedad universal, y la búsqueda puede estar después de aquellas leyes de la naturaleza, o que la voluntad del Dios universal al que la persona se le pide aceptar no solo con consentimiento sino activamente, como un ciudadano legislando en un ámbito universal (Niebuhr, 1963, pp. 53-54).

La ciudadanía informa de la responsabilidad económica de una manera parecida al sentido de acción de Habermas como algo que debe argumentarse en términos de su justicia de cara a las normas, valores, y expectativas que constituyen algo así como el “contexto vital” de una comunidad. Pero la experiencia moderna es tal que hay demandas en conflicto de los ciudadanos sobre los agentes económicos - diversas comunidades con frecuencia tienen reclamaciones deontológicas defendibles contra los agentes. Cada comunidad traerá su propio y único horizonte moral conectado con la evaluación de los agentes y sus acciones: diferentes perspectivas de la buena vida, diferentes expectativas, diferentes sentidos de que normas están sujetas al agente dado su estatus de ciudadano de una comunidad en particular. De hecho, como veremos, las acciones económicas pueden ser importantes para las comunidades y pasar desapercibidas por el agente e incapaz de reconocerse como un “ciudadano” en absoluto. Se piensa también de cómo los problemas ecológicos emergen de la actividad económica de una manera que hace que se planteen preguntas acerca de la posición de uno como ciudadano con respecto a la tierra o con respecto a las generaciones que están por venir (véase Stone, 1987).

Dos grandes dificultades confrontan el agente-como-ciudadano. Primero, en la realización de un acto único económico, los agentes reconocen varias comunidades a quienes ellos pueden estar respondiendo como ciudadanos. El acto será diferencialmente responsable, y el agente diferencialmente justificado en

el desarrollo del acto, confiando de que la comunidad busque una contabilidad para el acto. Segundo, las acciones económicas pueden suceder de maneras que el agente no puede anticipar. Como Ricoeur anota, nuestras acciones se nos escapan y tienen consecuencias que están por fuera de nuestra intención. Estas consecuencias pueden surgir de otros con quien el agente no tiene el reconocimiento consciente de su fuerza moral sobre sus vidas, su responsabilidad hacia ellos.

El yo-como-respondedor

A través de estas dos imágenes (el hacedor y el ciudadano), Niebuhr pinta un complejo y multifacético cuadro de las dimensiones morales del yo económico. El sugiere un horizonte abierto e indeterminado teológico y deontológico de la contabilidad para los agentes y acciones económicas. Debido a esa complejidad, él rechaza la noción de modelos basados en la rendición de cuentas, modelos que identifican un bien universal o un derecho universal que pudiera servir como punto de referencia para presentar reclamaciones de fondo acerca de la integridad moral de la acción económica.Habiendo rechazado los enfoques basados en criterios, Niebuhr hace un movimiento doble. En primer lugar, sugiere que las prácticas discursivas (en lugar de los criterios morales) son el dominio fenoménico en el que los conceptos de responsabilidad y rendición de cuentas se revelan y actualizan. Esto lo convierte en algo así como un precursor de un campo actual muy común, conocido como la ética del discurso, un campo que no podemos explorar en este ensayo (en general, véase Habermas, 1984, 1987, 1990; MacIntyre, 1984; Hauerwas y MacIntyre, 1983. en la contabilidad, ver Schweiker, en prensa; Arrington y Puxty, 1991; Roberts, 1991). En segundo lugar, hace un movimiento pragmático hacia la comprensión de las cuestiones morales tan interesados con la "adecuación" de las acciones de un agente. Este enfoque que trata de la responsabilidad ética (lo que él llama ética “cathecontica”) tiene en cuenta las múltiples y conflictivas opciones que a menudo el agente debe hacer con respecto a lo bueno de la acción de él o ella, así como de las responsabilidades múltiples y conflictivas a las que se enfrenta el agente, debido a sus múltiples identidades como un "ciudadano" de las diversas comunidades. Preguntas formuladas por la rendición de cuentas y la responsabilidad se convierten en preguntas de si o no - de haber tenido en cuenta las complejas escenas en la que se filtra la experiencia ordinaria - las acciones de los agentes parecen razonables (para continuar el debate de la ética cathecontica, consulte Schrag, 1969, 1986). Niebuhr explica cómo un enfoque cathecontico va más allá de los dos enfoques, teleológicos y deontológicos:

Si utilizamos los términos de valor, entonces las diferencias entre los tres enfoques se pueden indicar en términos del lo bueno, lo justo, y lo adecuado, para la teleología se refiere siempre al mayor bien, lo cual se subordina a lo correcto, la deontología consiste en lo correcto, no importa lo que pueda suceder con nuestros bienes, sino por la ética de la responsabilidad de la acción adecuada, y que se inscribe en una interacción total como respuesta y anticipación de una respuesta en el futuro, es lo único que conduce a lo bueno y lo único que es correcto. (1963. pp. 60-61).

Esta actividad o evaluación de las acciones en términos de su adecuación progresa discursivamente, es decir, a través de prácticas en los que los agentes y/o sus interlocutores hablan y escriben acerca de las acciones económicas de una manera que revela y expone el complejo de la dimensionalidad moral económica de las decisiones y las acciones. Las decisiones y acciones económicas se ven ahora como hechas en respuesta a decisiones y acciones que preceden a la propia producción, que definen el carácter acomodado de la propia existencia. Este tipo de elecciones y acciones se realizan también anticipando las decisiones y acciones de otros que posteriormente actúan y vuelven a actuar de una manera condicionada por la actividad productiva del agente. La actividad del agente condiciona el inventario disponible de las posibles elecciones y acciones para los demás, al igual que la actividad histórica de los otros condiciona el inventario disponible de elecciones y acciones disponibles para el agente. De una manera que es esencial para las afirmaciones posteriores en este ensayo, este carácter intersubjetivo, comunitario y relacional de la acción económica lleva a Niebuhr afirmar que

... ahora pensamos en todas nuestras acciones, que tiene el patrón de lo que hacemos cuando respondemos a otro que se dirige a nosotros. Para comprometerse en el diálogo, para responder a las preguntas, dirigidas a nosotros, para defendernos de los ataques, para reproducir los mandamientos, para cumplir con retos - esta es la experiencia común. Y ahora tratamos de pensar en todas nuestras acciones, teniendo este carácter en las respuestas, respuestas a las acciones sobre nosotros... El patrón de pensamiento actual es interactivo, por mucho que otras grandes imágenes deban seguir utilizándose para describir la forma en que percibimos y concebimos la forma de las asociaciones y el movimiento político, económico, educativo, religioso, y el de otras empresas (1963, pp. 56-57).

Respondiendo a las preguntas de la rendición de cuentas y la responsabilidad ahora son vistas como tareas hermenéuticas a realizar en lugar de la sola verificación de la simple correspondencia entre las acciones y los criterios ex ante

que presumen gobernar al agente. En términos de Niebuhr, esto conduce a una nueva (si bien algo clásico) noción de responsabilidad como la capacidad de respuesta. El paradigma de los cambios en la rendición de cuentas comenzando por la correspondencia entre la acción y las expectativas ex ante se presumen obligatorias, y hacia el discurso como una práctica que revela la razonabilidad de la acción a través de la actividad de dar cuentas. Alasdair MacIntyre explica esta hermenéutica más que el paradigma basado en criterios de rendición de cuentas que nos regresa a nuestra pregunta original - la pregunta por el yo, de lo que significa el ser humano:

La importancia del concepto de la inteligibilidad está estrechamente relacionada con el hecho de que la distinción más básica de todas incrustada en nuestro discurso y nuestra práctica... es entre los seres humanos y los seres en su lugar. Los seres humanos pueden dar cuenta de aquello de lo que son autores, otros seres no pueden hacerlo. Para la identidad de una ocurrencia como una acción está en los casos paradigmáticos para identificarlo bajo un tipo de descripción que nos permita ver esa ocurrencia como fluyendo de manera inteligible a partir de las intenciones, motivos, pasiones y propósitos de un agente humano. Por lo tanto, para entender una acción como algo por lo cual alguien responde y sobre el que siempre es conveniente preguntar al agente por una clara explicación (MacIntyre, 1984, p. 209).

Esta sección del ensayo ha explorado las dimensiones morales de la acción económica. Debido a la complejidad de las decisiones económicas y acciones de cara a las afirmaciones múltiples y contradictorias sobre lo bueno y lo correcto, no hay teleología o deontología en particular que pueda presumir de validez universal como un estándar contra la cual pueda la acción y la agencia económica ser evaluada. Así, con Niebuhr nos trasladamos a una postura cathecontica sobre las dimensiones morales de la experiencia económica. Esa postura, a su vez, sugiere al discurso - la entrega de las cuentas económicas - como medio por el cual las afirmaciones sobre la responsabilidad económica, la agencia, y la rendición de cuentas se alcanzan y se hacen razonables.El ensayo se dirige ahora a un problema más estructural y funcional: es decir, la preocupación por las cuestiones de cómo el discurso trabaja para producir este tipo de afirmaciones. El trabajo del discurso se puede modelar en función de dos estructuras muy diferentes de discurso, uno que corresponde al discurso-como-habla, y otra que corresponde al discurso-como-escritura. Estas dos estructuras tienen horizontes hermenéuticos muy diferentes: es decir, posibilidades muy diferentes para la clara representación de las decisiones y acciones de los agentes económicos, comprensibles y significativos como fenómenos morales- económicos. A lo largo de esta segunda sección depende en gran medida de la

hermenéutica estructural de Paul Ricoeur. Sin embargo, nos apropiaremos de sus argumentos de forma selectiva preservando su amplio y fascinante programa hermenéutico de lo que revela. El trabajo posterior de Ricoeur va más allá de los temas discutidos en este ensayo. Como una advertencia a continuación, el lector no debe interpretar nuestras afirmaciones y preocupaciones como las mismas de Ricoeur.

LAS IMPLICACIONES HERMENEUTICAS DE LA ESTRUCTURA DELA CUENTA ECONOMICA

Es evidente que los logros de la hermenéutica de cualquier acontecimiento discursivo-cualquier evento en el que alguien dice (o escribe) algo acerca de algo a alguien más - dependerá principalmente de las circunstancias concretas y particulares en los que tal discurso se desarrolla. Estas circunstancias tienen que ver con el momento y el lugar del acontecimiento discursivo, los fenómenos particulares (acciones, eventos, etc.) para los que el discurso se refiere, así como las preocupaciones e intereses personales de los participantes en el discurso (oradores o escritores, oyentes o lectores). Es claro entonces que las formas sustanciales en el que se representa la experiencia económica son claras, significativas y comprensibles, y no pueden ser abstraídas del contexto formativo de los hechos contables reales. Para parafrasear a Habermas, las afirmaciones acerca la razonabilidad (o la bondad o rectitud) de las acciones económicas son la comarca de los propios participantes discursivos - sus vidas, sus preocupaciones, sus intereses y deseos.

Sin embargo, a través de Ricoeur, es posible ver cómo las estructuras generales de la práctica discursiva condicionan los logros de la hermenéutica de la contabilidad económica. Él describe este tipo de estructuras desarticulando el discurso en sus diversos elementos para entonces mostrar cómo estos elementos cumplen funciones hermenéuticas muy diferentes dependiendo de si el discurso se estructura como el habla o la escritura. Esto hace que sea posible hablar de los horizontes hermenéuticos diferentes del habla y la escritura, las diferentes posibilidades de interpretación, el significado y la comprensión que se derivan de las dos estructuras. Entre los dos polos estructurales (lenguaje oral y escrito) un abanico de posibilidades hermenéuticas se puede ver que existen. En esta sección del ensayo, se describe cómo la estructura del discurso de la contabilidad, concebido como un dominio mucho más amplio que las nociones convencionales de la contabilidad, pueden acomodar, condiciones hermenéuticas y consecuencias morales sustanciales del discurso. De esta manera, somos capaces de proponer

un modelo estructural-hermenéutico de la contabilidad como una práctica ampliamente cultural.

Lenguaje y discurso

Para acercarse a la contabilidad como una práctica discursiva concebida en términos generales, debe ser liberada de la identificación con un idioma en particular (por ejemplo, el cálculo de doble entrada), ya que esa limitación, obviamente, limita la entrega de cuentas a sólo aquellas personas competentes e instruidas con respecto a ese idioma en particular. Para escapar de esa limitación, las cuestiones hermenéuticas - cuestiones de significado, interpretación y comprensión - deben llegar a ser vistas como una gran parte independiente de qué idioma se utiliza en la entrega de las cuentas económicas. Al establecer una distinción entre lenguaje y discurso, Ricoeur hace justo este tipo de independencia posible. Bajo la influencia de la lingüística estructural de Ferdinand de Saussure, Ricoeur define el lenguaje como un "código - o conjunto de códigos - sobre la base de que un hablante particular produce el discurso como un mensaje en particular" (1976, p 3.). Aunque no es nuestro propósito de explicar plenamente las implicaciones de esta definición, esta trata el lenguaje como un sistema sincrónico de signos y reglas para su relación con los demás. Todos los lenguajes son, a un estructuralista, sistemas cerrados de signos y el significado de un lenguaje está completamente agotado por las reglas de las relaciones entre los signos. Dicho de forma simplificada, todos los idiomas se ven de la misma manera como solemos ver las matemáticas puras, es decir, como un sistema cerrado de signos y reglas para su relación.

Las implicaciones más importantes de este punto de vista estructuralista para este ensayo es muy simple: debido a su sincronía y el carácter sistémico formal, el lenguaje no puede dar cuenta de los significados que se "unen" a las señales a través del uso del lenguaje en el discurso. Al igual que los números en las matemáticas, las palabras vienen a ser vistas como signos que pueden, en teoría, tener una infinidad de significados posibles; nuevos significados que pueden desaparecer. Todo el horizonte hermenéutico de significado y comprensión se da en el discurso - en la interacción pragmática de los seres humanos que activamente producen significado a través de la utilización del lenguaje como un medio para la práctica del discurso. Ricoeur describe cómo, desde un punto de vista estructuralista, el lenguaje como lenguaje no produce significado:

El lenguaje ya no aparece como intermediario entre la mente y las cosas. Constituye un mundo en sí mismo, dentro del cual cada elemento sólo se refiere a otros elementos del mismo sistema, gracias a la interacción de oposiciones y

diferencias constitutivas del sistema. En una palabra, el lenguaje ya no es tratado como "forma de vida", como Wittgenstein lo llamaría, sino como un sistema autosuficiente de relaciones internas (1976, p. 6).

A continuación, explica cómo este punto de vista del lenguaje libera el signo (palabras, números, etc.) para que asuman una infinidad de posibles significados, dependiendo de cómo las señales se despliegan en el discurso. Se refiere esta libertad a lo que llama el carácter polisémico de la señal, y, por polisemia, se refiere a la capacidad de la señal para llegar a significar más de una cosa. Explica también cómo la polisemia no es sólo una característica deseable de la hermenéutica de la señal (en la medida en que hace que el dominio del significado se expanda de manera que se adapte a las necesidades diversas para lo que significado acumula experiencia), pero también cómo la polisemia es necesario como principio económico:

Que la polisemia no es un fenómeno patológico sino una característica saludable de nuestra lengua lo demuestra el fracaso de la hipótesis contraria. Un lenguaje sin polisemia violaría el principio de la economía, ya que extendería infinitamente su vocabulario. Por otra parte, se estaría violando la regla de la comunicación, porque sería multiplicar sus designaciones tan a menudo como, en principio, la diversidad de la experiencia humana y la pluralidad de los sujetos de la experiencia exigiría. Necesitamos un sistema léxico que sea económico, flexible y sensible al contexto, con el fin de expresar el espectro de la experiencia humana (Ricoeur, 1977, p. 115).

Dos puntos se derivan de este punto de vista estructural del lenguaje que son relevantes para nuestro argumento. En primer lugar, una visión estructuralista del lenguaje ofrece a las preguntas hermenéuticas por completo al discurso, ya que el lenguaje llega a ser visto como en sí mismo, independiente de las cuestiones de significado, interpretación y comprensión. Hay, en definitiva, no necesariamente una correspondencia entre "signos" y "significados", que por error supuestamente "se adhieren" a ellos. De esta manera, el significado que se produce y reproduce pragmáticamente y contingentemente, pasa totalmente a través de prácticas discursivas. En segundo lugar, porque el significado es producido a través de interacciones pragmáticas, y, debido a estas interacciones se sitúan siempre dentro de contextos concretos, morales, políticos y sociales de su propia divulgación; la hermenéutica viene a ser vista como un fenómeno moral, político y social. El significado de las cuentas económicas se convierte, por ejemplo, indisolublemente ligada a las necesidades de la hermenéutica de los participantes en dar y recibir dichas cuentas.

La hermenéutica y el carácter de evento del discurso

Después de haber cambiado el análisis lingüístico de la hermenéutica del discurso y lejos de lenguaje, Ricoeur, a continuación, trata de explicar los procesos hermenéuticos través de la atención a los elementos que conforman un acontecimiento discursivo. La primera es lo que él llama carácter de "evento" del discurso, la situación histórica de un acontecimiento discursivo en el espacio y el tiempo. En pocas palabras, las interpretaciones, los significados y comprensiones producto de un discurso vienen a ser vistos como influenciados por el tiempo y el lugar de la anuncio del discurso como un evento.Las implicaciones hermenéuticas del carácter evento del discurso se puede considerar como limitado por dos polos: el carácter evento de expresión y el carácter evento de escritura. La diferencia más obvia entre los dos (el habla y la escritura) tiene que ver con el carácter transitorio o efímero de la palabra, es un discurso que tiene un principio y un fin identificable, un horizonte finito, histórico limitado por la capacidad física de los participantes para sostenerlo. La escritura, por otro lado, es teóricamente ilimitada en el tiempo. La escritura hace el discurso repetitivo - una marca nueva discursiva del evento tiene lugar cada vez que se lee el texto escrito. Así, la escritura se extiende a través del espectro de la historia, a lectores de mundos y tiempos distantes.De manera análoga, la hermenéutica de la contabilidad económica puede entenderse como variable dependiendo del alcance histórico de la cuenta. A menudo, los acontecimientos económicos se registran como eventos transitorios, tal vez relevantes para el momento presente, pero no para otros. Un buen ejemplo sería la conversación de la "familia" alrededor del presupuesto "mensual", una conversación focalizada en las actividades económicas actuales que pierden su relevancia hermenéutica una vez que venga el otro mes (el próximo cheque de pago). En el otro extremo - la hermenéutica del discurso se modela por escrito - se puede imaginar cómo un texto orientado hacia los patrones de consumo de las familias contemporáneas occidentales que hace que el significado del mismo concepto económico (consumo familiar) amplíe su horizonte hermenéutico para abarcar las experiencias de los otros distantes (por ejemplo, el Tercer Mundo, o las generaciones futuras). Las diferentes cuentas, de forma análoga al modelo de expresión y el otro para el modelo o escritura, ocupan diferentes situaciones históricas. A medida que estas situaciones históricas difieren, lo mismo ocurre con el significado (el horizonte hermenéutico) del evento discurso.

Es importante señalar que la cuestión de si el discurso es, materialmente, hablada o escrita es menos importante que las implicaciones hermenéuticas de comprensión del discurso como algo que funciona como habla o como la escritura. Por ejemplo, algunos textos (por ejemplo, una nota de la oficina) tiene el carácter

hermenéutico de la palabra - significado es relevante para el momento, pero más allá del momento. Lo que es importante, para Ricoeur, es reconocer la variedad de formas en que el significado, la interpretación y la comprensión pueden surgir a través de eventos discursivos. Las implicaciones hermenéuticas del modelo de la escritura van más allá de las implicaciones de la repetición del habla materialmente de fijación del habla, a través de la escritura: Cuando consideramos la amplia gama de cambios sociales y políticos que pueden estar relacionados con la invención de la escritura, podemos suponer que la escritura es mucho más que la mera fijación material. Sólo tenemos que recordar algunos de estos grandes logros. La posibilidad de transferir órdenes a grandes distancias sin distorsiones graves puede estar relacionado con el nacimiento de la política ejercida por un estado lejano... La fijación de normas de ajuste de cuentas puede referirse al nacimiento de las relaciones de mercado, por lo tanto el nacimiento de la economía. La constitución de archivos, la historia. La fijación de la ley como norma de las decisiones, independientemente de la opinión del juez en concreto, al nacimiento de la justicia y de los códigos jurídicos, etc. Una gama tan enorme de efectos sugiere que el discurso humano no es meramente preservado a la destrucción para fijarse por escrito, sino que está profundamente afectado en su función comunicativa (Ricoeur, 1976, p. 28).

Hermenéutica y subjetividad: el orador y el escritor

Considerando que el lenguaje carece de un sujeto - en el sentido de que la pregunta "¿Quién está hablando?" No se aplica a este nivel - el discurso remite a su interlocutor por medio de un complejo conjunto de indicadores tales como los pronombres personales. Diremos que la "instancia del discurso" es auto-referencial (Ricoeur. 1981, p. 198).

Quizás la contribución más evidente para el significado del discurso es la fuerza de los oradores y escritores como agentes de la producción del discurso. La producción del discurso es una actividad moral y económica, infundido con propósito y la intención hermenéutica, repleta de posibilidades de elecciones y acciones con respecto a lo que se dijo (por escrito). El discurso por lo tanto viene a tener lo que en términos de Calvino Schrag (1986) es la "auto-implicatura" de sus productores, o lo que en términos de Ricoeur es, "la promoción de un punto de vista particular" (1981, p. 137). Ricoeur se basa en la metáfora de la obra para explicar:

La clave está en las categorías de producción y del trabajo, en este sentido, el modelo del artesano es particularmente instructivo (el sello de los muebles en el

siglo XVIII, la firma del artista, etc.) Para el concepto de autor... se presenta como el correlato de la individualidad de la obra. La prueba más sorprendente es proporcionada por el ejemplo que es al menos literario, a saber, el estilo de la construcción del objeto matemático... Aunque la construcción de un modelo teórico de los fenómenos, en tanto que es una actividad práctica inmanente en un proceso de estructuración, lleva un nombre propio. Un determinado modo de estructuración aparece necesariamente a elegir en lugar de algún otro modo... El hombre se individualiza en la producción de obras individuales. La firma es la marca de esa relación (1981. Págs. 137-138).

Si bien todos los eventos discursivos llevan la "firma", la "auto-implicatura" de sus productores, para Ricoeur, la fuerza hermenéutica de esta auto-implicatura difiere dramáticamente a medida que uno se mueve desde el modelo de la escritura. Esa fuerza es más fuerte en el lenguaje donde el significado de lo que se dice a menudo es inseparable de la cuestión de lo que / (como orador) significa. La fuerza de la hermenéutica de los oradores se ejerce a través de una variedad de mecanismos físicos y retórica que no están disponibles por escrito. Un orador puede utilizar su cuerpo para producir gestos, entonaciones, inflexiones, señalamientos, etc., todo lo cual contribuye a las consecuencias hermenéuticas del discurso. El discurso puede moverse a través de la dialéctica de preguntas y respuestas, de la interrupción, de los recursos de aclaración. Alternativamente, la escritura coloca al autor en una distancia del lector. El sujeto que habla desaparece, sustituido por las marcas de material (1976, p. 26). La operación discursiva se convierte en uno entre el texto y el lector, no es el autor y el lector.

En el contexto de dar cuentas económicas, ¿cuáles son las implicaciones hermenéuticas de esta diferencia entre el modelo del habla y el modelo de la escritura, esta fuerza diferente del orador y el autor? La implicación más obvia tiene que ver con cuestiones de responsabilidad económica y acción económica. Para volver a Niebuhr, hemos visto cómo las decisiones económicas y acciones frente a un yo atrapado en una red de complejas opciones e inconmensurables a menudo y las acciones disponibles que tienen las importaciones teleológico y deontológico, tanto para el yo, así como para los demás. Esta complejidad e inconmensurabilidad llevó a Niebuhr a sugerir la imagen para las cuestiones de la agencia y rendición de cuentas. De manera similar, MacIntyre sugiere que las cuestiones de rendición de cuentas implican discurso orientado hacia la revelación de las intenciones subjetivas. En sus preguntas plazo de rendición de cuentas son preguntas de la medida en que podemos "ver (a) la ocurrencia, como fluye de manera inteligible las intenciones de un agente humano, los motivos, las pasiones y propósitos". La cuestión de la rendición de cuentas por lo tanto exige el acceso a

la subjetividad de los actores económicos, y, a través de Ricoeur, nosotros somos capaces de ver cómo el discurso modelado como expresión facilita el acceso.Sin embargo, los acontecimientos económicos a veces son de interés hermenéutico de una manera menos ligados a las intenciones subjetivas. En este sentido, los acontecimientos económicos tienen un status objetivo. Los seres humanos tienen la necesidad de conocer lo que está pasando en el mundo económico independientemente de las preocupaciones con las que es responsable o responsables de tales eventos. Del mismo modo, los agentes necesitan conocer el estado de la experiencia económica como anterior a las reflexiones sobre qué tipo de mundo buscan producir. Ellos necesitan conocer los materiales, recursos y limitaciones a la mano, lo que es posible y qué no lo es. Ellos necesitan saber el tipo de mundo económico que otras personas en otros lugares y épocas han ocupado, ellos necesitan en suma, un "archivo" que haga la información económica disponible, independientemente de las preocupaciones de la hermenéutica con la que es responsable o responsables de los acontecimientos registrados en tales archivos. Las acciones económicas suelen tener consecuencias no deseadas, ya que pueden afectar la calidad moral de la experiencia económica de manera que los agentes muchas veces no pueden anticipar. En este sentido, las acciones económicas pueden llegar a ser moral y hermenéuticamente relevantes para las comunidades distantes, sin ningún interés previsible en absoluto en declarar a un agente de este tipo, una función hermenéutica divulgativa en la dimensión social de la experiencia económica, una dimensión que se relaciona analógicamente con el discurso modelado como la escritura, como un texto:

De la misma manera que se separa de su autor, una acción, se separa de su agente y desarrolla consecuencias a su manera. Esta automatización de la acción humana constituye la dimensión social de la acción. Una acción es un fenómeno social... porque nuestros hechos se nos escapan y tienen efectos que no tenía intención...

Una acción deja un "rastro", que hace su "marca" cuando contribuye a la aparición de estos patrones que se convierten en los documentos de la acción humana (1981, p. 206).

Así hemos visto cómo la subjetividad puede ser diferencialmente poderosa en la producción del significado de los acontecimientos económicos, y hemos visto cómo el modelo del orador en comparación con el modelo del escritor es el ejemplo paradigmático de esta fuerza diferencial. Esto tiene implicaciones importantes para la comprensión de dos funciones muy diferentes hermenéuticas de la cuenta económica - haciendo de las acciones económicas algo inteligible

para el que los actores económicos son (o no) responsable o responsables, y, la difusión de información económica, por razones que tienen poco o nada que ver las cuestiones de rendición de cuentas y responsabilidad.

La hermenéutica y la referencialidad: el "mundo" del discurso

Considerando que los signos en el lenguaje sólo se refieren a otros signos dentro del mismo sistema, y por lo tanto, mientras que el lenguaje carece de un mundo justo, que no posee temporalidad y subjetividad; el discurso es siempre acerca de algo. Se refiere a un mundo que pretende describir, expresar o representar. Es en el discurso que la función simbólica del lenguaje se actualiza (Ricoeur, 1981, p. 198).

Las acciones económicas son acciones sobre un mundo que es de alguna manera transformado a través del acto económico, a la transformación evidente en el sentido clásico de Oikumene que se refiere a las condiciones construidas de vivienda humana. Una de las funciones de la cuenta económica es hacer referencia a este mundo construido de una manera que dona sentido, inteligibilidad y comprensión a su existencia. Así, Ricoeur puede hablar de la referencialidad del discurso de una manera que recurre a la conexión de Frege (1970) entre el significado como sentido ("lo que se entiende") y la referencia (el dominio del objeto, el mundo, el "por qué" del sentido en el significado). La hermenéutica de sentido y referencia tiene implicaciones morales en la medida como "... porque estamos en el mundo, porque nos vemos afectados por las situaciones, y porque nos orientamos integralmente en esas situaciones, tenemos algo que decir, tenemos la experiencia para llevarla al lenguaje" (Ricoeur, 1976, pp. 20-21).Ricoeur, luego vuelve sobre cómo la hermenéutica de sentido y referencia funciona diferente a medida que uno se mueve desde el modelo del habla al modelo de la escritura. En el discurso, el sentido y la referencia funcionan notoriamente, es decir, de una manera que íntimamente relaciona conceptos y significados a las condiciones locales y particulares que describen la situación objetiva de los participantes:

En el discurso hablado... lo que el dialogo hace referencia es a la situación común de los interlocutores. Esta situación de una manera rodea el diálogo, y los puntos de referencia de todos pueden ser expuestos por un gesto, o señalando con el dedo, o designado de manera ostensible por el discurso mismo a través de la referencia indirecta de los otros indicadores que son los demostrativos, los adverbios de tiempo y lugar, y el tiempo del verbo. (1981, p. 201).

Muchas cuentas económicas se sitúan en este contexto de referencia ostensiva. Más obvio, las cuestiones de rendición de cuentas y la agencia requieren una gran atención a las particularidades de las condiciones locales que rodean a un agente, sus elecciones y acciones. ¿Qué condiciones empíricas y existenciales ha enfrentado el actor económico? ¿Cuáles son las condiciones locales e históricas que han constituido al agente económico como sujeto, como ser humano particular, con talentos especiales, libertades, limitaciones, etc.? ¿Qué productos, objetos, o "mundos" ha creado? ¿Cuáles fueron las condiciones ambientales, las condiciones de organización, las condiciones de mercado o las condiciones sociales-políticas que influyen en los resultados económicos y las decisiones y acciones de los actores económicos? Aparte de las cuestiones de la agencia y la rendición de cuentas, las funciones ostensibles de referencia para proporcionar informaciones locales en las cuentas económicas - información sobre la situación económica de esta familia, o de esta empresa, o de este individuo, o de esta localidad, todos son ejemplos. En todas estas instancias de la cuenta económica, el discurso hace referencia a un mundo particular y en general es indiferente a otros, mundos distantes en tiempo y espacio. El sentido del discurso - las consecuencias hermenéuticas del discurso - se ve influenciado por tales particularidades de referencia.

El modelo de la escritura abre la hermenéutica de sentido y referencia más allá de los límites de lo ostensivo. El texto escrito será leído en diferentes ostensivos "mundos" y de una manera que debe necesariamente, pero oblicua tal vez, atravesando la distancia entre el mundo ostensivo del autor y del mundo ostensivo del lector. Como acotación al margen, nos parece que una de las marcas de los grandes textos es precisamente esta capacidad para abarcar mundos ostensivos; los textos de Shakespeare dicen algo acerca de mundos generales, y no solemos leer a Shakespeare para apropiarnos de una cierta comprensión ostensiva de la Inglaterra Isabelina. Por el contrario, tratamos de interpretar y entender cómo "nuestro" mundo y "su" mundo comparten algo en común con todos los otros mundos. Ricoeur describe la diferencia entre el mundo ostensivo de la palabra y el mundo no ostensivo de la escritura en términos de una distinción entre el concepto de Umwelt y el concepto de Welt:

Para nosotros, el mundo es el conjunto de referencias abiertas por los textos. Así, hablamos del "mundo" Griego, no solo para distinguir cuáles fueron las situaciones de aquellos que vivieron, sino para designar las referencias no situacionales que sobreviven a la desaparición de la primera y que en lo sucesivo se ofrecen como posibles modos de ser, como dimensiones simbólicas de nuestro ser-en-el-mundo. Para mí, este es el referente de toda la literatura, ya no es el Umwelt de las referencias ostensivas del diálogo, sino el Welt proyectado por las referencias no

ostensibles de todos los textos que hemos leído, comprendido y amado. Comprender un texto es, al mismo tiempo iluminar nuestras propias situaciones, o, si se quiere, para interpolar entre los predicados de nuestra situación, todas las significaciones que hacen de un Welt nuestro Umwelt. Esta es la ampliación de la Umwelt en el Welt, que nos permite hablar de las referencias abiertas por el texto - sería mejor decir que las referencias se abren al mundo. Una vez más... escribir... nos libera de la visibilidad y la limitación de situaciones mediante la apertura de un mundo para nosotros, es decir, nuevas dimensiones de nuestro ser-en-el-mundo (Ricoeur, 1981, p. 202).

Las analogías entre la gran literatura y las cuentas económicas pueden parecer exageradas, pero tampoco son del todo indignas y tampoco sin precedentes (véase March 1987). De hecho, sólo hay que observar cómo gran parte del contenido de la literatura se dedica a la búsqueda de la experiencia económica para hacer valer tales analogías, particularmente en el sentido amplio y cultural que buscamos aquí. En la lectura de un Dickens, o un Defoe, o un Flaubert, o un George Bernard Shaw, por ejemplo, uno puede ver cómo el carácter no-ostensivo de la conexión de los sentidos de referencia, ilumina la inteligencia de nuestra propia experiencia económica, nuestra propia situación ostensiva. Más prosaicamente, cuentas económicas son a menudo ampliamente publicadas, describiendo las experiencias económicas de las personas en momentos y lugares distantes de manera directamente relacionados con nuestras propias experiencias. El periodismo en una economía global es un buen ejemplo, por lo que es la música y la poesía centradas en la economía que revelan cómo nuestras propias acciones económicas occidentales están interconectadas con y constitutivas por experiencias de los pobres, del Tercer Mundo, y de las generaciones futuras, que se enfrentan a la miserable perspectiva de un sistema devastado económicamente. En esta y otras maneras, el "sentido" de las condiciones objetivas de la experiencia económica sobrepasa las limitaciones de referencia local y ostensiva - "nuestro" mundo y "su" mundo comparten algo en común.

La hermenéutica y la inter-subjetividad: la audiencia del discurso

En un mundo complejo, los acontecimientos económicos, considerados de forma aislada y en relación con otros eventos, pueden influir en la calidad de la experiencia vivida por un gran número de personas. Los agentes de los hechos económicos no siempre pueden (o incluso por lo general) anticiparse de cómo serán estas influencias ni pueden identificar de alguna manera totalizadora, las personas afectadas por sus acciones. Esta incertidumbre sugiere que las elecciones y las acciones económicas son objetos moralmente ambiguos de

reflexión y deliberación de los agentes económicos que se enfrentan a la pregunta "¿Qué debo hacer?"

Conceder el carácter abierto y moralmente ambiguo de esta cuestión agentiva, no deja de ser razonable suponer que algunas decisiones y acciones son moralmente menos extensivas que otras. Algunas de las acciones se entienden como menos duraderas y locales más que otras, es decir, su influencia sobre la experiencia es a la vez transitoria y relevante para una comunidad identificable y es improbable que se extiendan a otros fuera de esta comunidad. Uno piensa, por ejemplo, a corto plazo decisiones y acciones que influyen en el trabajo y la producción en pequeñas comunidades o elecciones de distribución y acciones (por ejemplo, elaboración de presupuestos) que tienen una fuerza significativa para el día, semana o mes siguiente. Por otra parte, algunas decisiones y acciones pueden perdurar largo tiempo y ampliar su influencia e importancia a muchas personas. Esta diferencia de amplitud moral de los acontecimientos económicos tiene su correlato hermenéutico, para Ricoeur, en la diferencia entre la audiencia del habla y la audiencia de la escritura. En el discurso, hay un público bien definido y presente a quien está dirigido el discurso. Esta audiencia sitúa al orador dentro de una comunidad de discurso singular de la misma manera algunos de los actos económicos son relevantes para una comunidad, pero no para otros. Así, Merleau-Ponty puede describir la hermenéutica del lenguaje en términos del "mundo común" compartido por los hablantes y sus interlocutores:

La experiencia de diálogo, se constituye entre la otra persona y yo en un terreno común: mi pensamiento y el suyo se entrelazan en una única estructura, mis palabras y las de mi interlocutor se suscitan por el estado de la discusión, y ellos se insertan en una operación compartida en la cual ninguno de nosotros es el creador. Tenemos aquí un ser dual, donde el otro es para mí más que una mera parte del proceso en mi campo trascendental, ni yo en la suyo: somos colaboradores de unos a otros en una reciprocidad consumada. Nuestras perspectivas se funden entre sí, y que conviven a través de un mundo común (1962, p 354;.. Citado en Roberts, 1991, p 362).

Por otro lado, el modelo de la escritura se escapa de los límites de un público bien definido medida en que el texto escrito se vuelve disponible para cualquiera que pueda leer. En términos de Ricoeur:

Lo estrecho de la relación dialógica estalla. En lugar de estar dirigida sólo a usted, la segunda persona, lo que está escrito se dirige a un público que él mismo crea... La co-presencia de los sujetos en el diálogo deja de ser el modelo para todos "entendido". La relación escritura-lectura deja de ser un caso particular de relación

de alguien que habla y escucha... evadiendo el carácter momentáneo del caso, los límites vividos por el autor, y la privación de referencia ostensiva, el discurso se escapa de los límites de estar frente a frente. Ya no tiene un auditorio visible. Un lector invisible, desconocido, se ha convertido en el no privilegiado a quien va dirigido el discurso (1981, pp. 202-203).

Cuando se tiene en cuenta las diferentes relaciones entre oradores y asistentes o lectores y el autor, algunas cuestiones interesantes con respecto a la contabilidad económica surgen. Al parecer, para nosotros, la relación entre el dar cuentas económicas y la responsabilidad económica ha sido en su mayor parte considerada desde una perspectiva moral parecida al modelo del habla. De hecho, Roberts (1991) ha tratado el habla como el modelo paradigmático de lo que él llama modos de "socialización" de la rendición de cuentas, modos que difieren de lo que él llama modos "jerárquicos", como aquellos convencionalmente entendidos como los practicados por los contadores. Que describen la socialización de la rendición de cuentas en términos de ausencia relativa de asimetrías en el poder, la interacción cara a cara, y la interdependencia entre el yo y el otro, él explica el carácter dialógico, la fuerza de la hermenéutica, y las consecuencias morales de dar «socialización» a las cuentas como sigue:

... El proceso es de carácter social. Aquellos con los que uno pasa a trabajar, se convierten en las personas con quienes se comparte y construye una interpretación común de un mundo de trabajo. El itinerario hacia y desde el trabajo, almuerzos y bebidas después de trabajo, los baños, los pasillos, todas las “regiones no vistas” de la vida organizacional sirven como lugares para tal sentido, la conversación. A través de esa conversación no es sólo la versión oficial de la realidad organizacional penetrada y reinterpretada, sino que también es la base para un conjunto difuso de lealtades y lazos, de enemistades, así como la amistad, que humaniza y socializa la experiencia del trabajo (1991, p . 362).

Al situar un modelo dialógico de la contabilidad en el contexto del trabajo, Roberts está limitando la cuenta económica de dos maneras. En primer lugar, la experiencia de trabajo es sólo una entre muchas categorías sociológicamente identificables en la ciudadanía económica, todo lo cual puede ser visto como los lugares donde se dan las cuentas económicas y los sitios donde el modelo de expresión es hermenéutica y moralmente apropiado para las teorías de la contabilidad. Uno piensa, por ejemplo, en las familias, las comunidades locales, las iglesias, los clubes, las escuelas, etc. como tales sitios. Atendiendo a la relevancia de las cuentas económicas de aquellos sitios es una parte importante avanzar hacia teorías más generales y la comprensión de la contabilidad económica como práctica cultural. Lo que estos sitios tienen en común es una

hermenéutica particular, y el horizonte moral para que el modelo del habla sea la instancia paradigmática de la cuenta dada. Los ciudadanos de estas comunidades identificables comparten un sentido de solidaridad social, no es exactamente un consenso con respecto a las experiencias, valores, creencias y deseos, pero al menos uno económico común de identidad moral, política y social, "la ciudadanía". Se reconocen como miembros de una comunidad identificable; y, con ello, aceptan determinadas expectativas y obligaciones sustantivas que se derivan de su ciudadanía. Ellos entienden que en la descripción y el debate de las cuestiones económicas, las preocupaciones hermenéuticas y morales se limitan e identifican a afirmaciones sustantivas que definen lo que significa ser un ciudadano de esta comunidad en particular. Ser ciudadano es saber que la manera en la cual el carácter teleológico y deontológico de la acción será interpretado es para esta comunidad, previsible, descriptible y vinculable a los agentes.

La atención al horizonte hermenéutico y moral del discurso como la escritura revela una segunda limitación del intento de Roberts para ver el diálogo como el paradigma para la discusión de la contabilidad y la rendición de cuentas. Como hemos argumentado, las elecciones económicas, eventos, y acciones tienen una influencia más allá de los confines de una comunidad local, y, además, las cuestiones de la responsabilidad de los agentes puede ser planteada por estas "otras" comunidades a las que un agente no puede haber siquiera previsto en el curso de la reflexión sobre sus propias acciones. En términos de Ricoeur, el modelo de la escritura reconoce que el significado de los hechos económicos no se agota en relación entre un agente y una comunidad "local" del mismo modo que reconoce que la comunidad local no tiene los privilegios necesarios para "juzgar" a los agentes y sus acciones:

... El significado de la acción humana está dirigido a... un rango indefinido de posibles "lectores". Los jueces no son los contemporáneos, pero, como decía Hegel, la historia misma... Eso significa que, al igual que un texto, la acción humana es una obra abierta, cuyo significado está "en suspenso". Es debido a que "abre" nuevas referencias y recibe nueva importancia de los mismos, de que las acciones humanas también están esperando nuevas interpretaciones que decidan su significado. Todos los eventos importantes y los hechos están, de esta manera, abierta a este tipo de interpretación práctica a través de la praxis actual. La acción humana, también está abierto a cualquiera que pueda leer. De la misma manera que el significado del evento está a la espera de sus interpretaciones futuras, la interpretación por los contemporáneos no tiene ningún privilegio especial en este proceso (Ricoeur, 1981, pp. 208-209).

La ausencia de tal "privilegio" se opone a tratar el modelo del habla como el paradigma universal del discurso de rendición de cuentas.

La hermenéutica del distanciamiento

Una práctica discursiva como dar cuentas económicas es, para los propósitos de este ensayo, una respuesta práctica a "una necesidad general de hacer de nuestro lo que es ajeno a nosotros" (Ricoeur, 1976, p. 43). Ahí reside el problema hermenéutico, un problema de hacer "propio" lo que es "extranjero" a través de la implementación de lenguaje que da sentido, inteligibilidad y comprensión a la experiencia vivida, que es, qua experiencia y sans el discurso, sin sentido e ininteligible. La noción de determinadas cuentas económicas lleva a cabo este tipo de función hermenéutica para aquellos aspectos de la experiencia que nosotros entendemos como el económico, aspectos que siempre y que se sitúan ya en el contexto de la experiencia moral (recordemos a Niebuhr).

Ricoeur nos ha dado una manera de estructurar este problema hermenéutico, en concreto, él muestra cómo el modelo del habla y el modelo de la escritura forman muy diferente horizontes para la hermenéutica de la acción humana. Estos horizontes diferentes se muestran trabajando a través de las implicaciones hermenéuticas que se siguen de la atención sobre el carácter de evento del discurso, de la fuerza diferencial de los hablantes y escritores sobre la producción de sentido a los diferentes "mundos" que el habla y la escritura hacen referencia, y los diferentes conceptos de la audiencia que informan del modelo del habla y el modelo de la escritura. Estas propiedades estructurales del discurso tienen su hermenéutica que correlaciona dos principios que evoca Ricoeur - apropiación y distanciamiento.

La apropiación es el telos, el fin que el discurso busca - es el "hacer uno mismo" lo que era "ajeno" a través de la lucha y la práctica de producir sentido, inteligibilidad y comprensión. Por lo tanto, es un concepto hermenéutico fundamental en cualquier modelo de descubrimiento o de aprendizaje, de comprensión, de hecho, de crecimiento en lo que en términos de Ricoeur es "la extensión de la auto-comprensión" (1976, p. 43).

¿Cómo debemos entender el cumplimiento de la apropiación? Para Ricoeur, al menos en ese aspecto de su obra abordado en este ensayo, la respuesta reside en la atención a las propiedades estructurales través de los cuales las interacciones dinámicas que llamamos transpiración del discurso. Hay

propiedades estructurales que encuentran sus instancias paradigmáticas (y extremas) en el modelo del habla y el modelo de la escritura, y encuentran su equivalente hermenéutico en lo que Ricoeur denomina el concepto de distanciamiento - el esfuerzo dinámico para situar la lucha y apropiarse dentro de un particular horizonte, espacial y temporal, y que llegan a ser productor de ciertos tipos de significado, pero no de otros.

En esta sección del ensayo, de una manera realmente corta y argumentada, hemos sugerido que los teóricos de la contabilidad pueden mirar hacia la estructura del discurso como una forma de empezar a conceptualizar la contabilidad como una práctica humana mucho más amplia que las nociones convencionales de la contabilidad pueden albergar. Hemos sugerido que la hermenéutica de la cuenta económica puede ser entendida en términos de las distantes y diferentes posibilidades del habla en un extremo y de la escritura en el otro. Hemos visto cómo las consecuencias hermenéuticas de las cuentas económicas dependen de diversas configuraciones de (1) el carácter de evento de la experiencia económica, (2) la subjetividad de los actores económicos y los agentes económicos, (3) las condiciones objetivas (el mundo) de la experiencia económica, y (4) la audiencia a la que una cuenta económica va dirigida. De esta manera, hemos sido capaces tanto de mantener toda la gama de posibilidades para las afirmaciones de fondo y las conclusiones a disposición de aquellos que participan en el dar y recibir cuentas económicas particulares, así como para presentar argumentos concretos acerca de cómo estas diversas cuentas funcionarán hermenéuticamente. Asistiendo a las consecuencias hermenéuticas de la estructura del discurso, hemos sido capaces de pensar con pero más allá de Niebuhr, es decir que fuimos capaces de aceptar su punto de vista del carácter cathecontico y discursivo de la preocupación con la responsabilidad y la rendición de cuentas, para luego pasar a mostrar cómo la comprensión que se deriva de estas preocupaciones están condicionados por la estructura de los eventos discursivos.

LIMITACIONES, ESPECULACIONES Y UN VOLVER AL PRINCIPIO

Hay por lo menos dos limitaciones principales en este ensayo. La primera es la ausencia de cualquier esfuerzo por comprometerse con actos concretos de la contabilidad económica como se entiende actualmente. El rehusar a tal compromiso se desprende de nuestro deseo de mantener el dominio empírico disponible de la cuenta económica más abierto, es decir, la preocupación por evitar cualquier reclamo de fondo que pudiera limitar la cuenta económica a tal o cual clase de oradores (los escritores), a tal o cual economía, a tal o cual cultura, a tal o cual audiencia. Sin embargo, ese deseo de máxima apertura con respecto a

la cuestión de lo que la contabilidad es y no es, nos deja sin capacidad para investigar críticamente actos concretos de la contabilidad económica que conformamos, en lugar de las exigencias en términos ampliamente teóricos y filosóficos acerca de cómo surge la comprensión de los sistemas bastante abstractos y estilizados de las posibles cuentas.

Una segunda limitación se desprende de la parcialidad y el carácter limitado de este ensayo como un estudio de la hermenéutica. La hermenéutica es, por supuesto, refiere a cómo la comprensión emerge a través de prácticas discursivas. La relación entre el entendimiento humano y el discurso es la preocupación de este ensayo. Pero la cuestión de cómo la estructura del discurso condiciona la comprensión es sólo un paso preliminar en un programa hermenéutico más amplio, y en última instancia, el programa se centró en cómo las personas entienden sus vidas, sus "yoes". Es en este sentido es que Hans-Georg Gadamer puede hablar de la hermenéutica como la heredera de la filosofía práctica, y hemos hecho poco en este ensayo en el camino de la investigación sobre la forma en que las cuentas económicas median la comprensión individual de la vida de las personas reales. Junto con Alasdair MacIntyre y Ricoeur, nosotros sugerimos ir más allá de las reivindicaciones estructurales avanzados en este ensayo se pueden beneficiar de la atención sobre el carácter narrativo de los eventos discursivos. De hecho, la obra posterior de Ricoeur se convierte en el paradigma de la narrativa (1984, 1985, 1988. Véase también la colección de ensayos en Kemp y Rasmussen, 1989). Un enfoque narrativo de las cuentas económicas sería ver las cuentas, tales como las historias dentro de la cual los individuos son los personajes principales en sus propias cuentas, personajes de menor importancia en las cuentas de otros. Estas narraciones tienen horizontes temporales, tienen principios, medios y fines. Tienen horizontes sociales, tienen horizontes económicos, instituciones que influyen sobre ellos. Tienen dimensiones temporales, como los hechos económicos se describen y explican en términos de eventos, tanto proximales y distales que los rodean. La temporalidad del relato sugiere que la práctica concreta de dar cuentas económicas no sigue el carácter estilizado distintivo del habla o de la escritura, sino en su lugar, caminos entre los dos, como eventos distantes que se utilizan para situar acciones histórica y especulativamente próximas. El presente y el posterior se entienden como influenciado por, y situado dentro de los acontecimientos reales del pasado y los acontecimientos previstos para el futuro. Dicho en términos morales, la comprensión de la agencia de los actores contemporáneos exige la comprensión de la situación histórica que hace posible la acción actual, así como el horizonte teleológico y el horizonte futuro que confiere moral a los agentes y a sus acciones. Es en el nivel lingüístico de la narrativa que las complejas interacciones entre los actores, las otras personas, las instituciones sociales, y las dimensiones

temporales de la experiencia, pueden revelarse discursivamente y llegar a superar las concepciones estáticas del habla y la escritura.

Para concluir, volvamos a la pregunta que motivó este ensayo - la cuestión de lo humano, de sí mismo. Con Schweiker (1993), nosotros consideraríamos la cuenta económica como un medio discursivo a través del cual los seres humanos llegan a comprender las dimensiones morales y económicos de sus vidas y así llegar a entender algo sobre el significado de sus vidas, sus "yoes". Estas cuentas de adoptan muchas formas dependiendo de quiénes son los participantes en la contabilidad económica, qué idioma hablan, qué valores, creencias, deseos y guiar sus pensamientos y acciones, y las historias particulares, la economía y las sociedades que los constituyen como seres humanos, como seres con identidades particulares.

Pero a pesar de tener las cuentas económicas de diversas formas, dos afirmaciones generales parecen apropiadas para concluir este ensayo. Todos nosotros, damos y recibimos cuentas económicas, y de todos nosotros depende que dichas cuentas den inteligibilidad, significado y comprensión a las dimensiones morales y económicas a nosotros mismos, así como a otros. En este ensayo se ha hecho una incursión inicial en uno de los aspectos de dicha cuenta dada - la relación entre la estructura de las cuentas económicas y las posibilidades hermenéuticas que se desprenden de esa estructura. Así, el ensayo une a Roberts (1991) en la búsqueda de un sentido más amplio de las "posibilidades" de la rendición de cuentas. Estas posibilidades son muy interesantes e importantes. Actualizarlas dependerá de si o no, los académicos interesados en la cuenta económica puedan escapar a la imagen de la "contabilidad", como hecho a la imagen del "Contador".