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1 La conquista del lejano sur Integración del Amazonas al proyecto nacional 1903-1934 Laura Pedraza Rodríguez Monografía de grado para optar por el título de Historiadora Directora: Constanza Castro Benavides Lectora: Claudia Leal León Universidad de los Andes Facultad de Ciencias Sociales Departamento de Historia

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La conquista del lejano sur

Integración del Amazonas al proyecto nacional

1903-1934

Laura Pedraza Rodríguez

Monografía de grado para optar por el título de Historiadora

Directora: Constanza Castro Benavides

Lectora: Claudia Leal León

Universidad de los Andes

Facultad de Ciencias Sociales

Departamento de Historia

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Para Tuto, el soñador

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Agradecimientos

Gracias a mi abuelo Augusto por transmitirme su pasión por las regiones de Colombia. El deseo

de recorrerlas y conocerlas, así como mis ganas de trabajar por un mejor país, se los debo a él.

Agradezco especialmente a mis papás, mi hermana y mi abuela Inés por su esfuerzo y

enseñanzas, por estar presentes en cada etapa de mi carrera y por impulsarme a cumplir mis

sueños todos los días.

A Camila Ramírez Cuervo gracias por su lectura, sus comentarios y su disposición para

ayudarme a mejorar cada detalle. A Sofía, y toda la familia Meléndez Jiménez, gracias por su

amistad incondicional y por su apoyo desde el primer momento para el desarrollo de este

trabajo. Por sus consejos y colaboración constantes, gracias a Felipe Posso y Mayumi Fuse.

Quiero agradecer de manera especial a mi directora, Constanza Castro, por su enorme

dedicación, sus valiosas enseñanzas y su compromiso con la historia como ejercicio

transformador. Sin su guía a lo largo del camino, no hubiera podido desarrollar esta

investigación.

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Tabla de contenido:

Introducción 5

De Panamá al Amazonas: Zonas contestadas, crisis de soberanía y demarcación territorial (1903-

1931) 15

“Todo el país en pie”: Defensa del Amazonas en tiempos de guerra (1931-1933) 38

“Bien sabido es que lo bueno cuesta caro”: Proyectos educativos para el largo plazo en el Amazonas

(1930-1934) 55

Consideraciones finales 69

Bibliografía 72

Índice de mapas:

Mapa 1 La obra diplomática del presidente Reyes (1906). Francisco Javier Vergara y Velasco. Bogotá:

Banco de la República .......................................................................................................................... 21

Mapa 2 Amazonía colombiana (1911) Estado Mayor del Ejército Nacional. Bogotá: Archivo General

de la Nación. ......................................................................................................................................... 23

Mapa 3 Mapa de las regiones amazónicas. (1911) Enrique Vidal. Bogotá: Biblioteca Nacional ......... 24

Mapa 4 República de Colombia. (1914) Grabado por Enrique Vidal. Bogotá: Archivo General de la

Nación. .................................................................................................................................................. 25

Mapa 5 Amazonía colombiana. Zonas contestadas. (1916). Demetrio Salamanca. Bogotá: Biblioteca

Nacional ................................................................................................................................................ 27

Mapa 6 Frontera entre Brasil y Colombia (1936). Bogotá: Archivo General de la Nación .................. 30

Mapa 7 Mapa anexo al alegato del Perú en el arbitraje sobre sus límites con el Ecuador, presentado por

José Pardo y Barreda a S.M. el árbitro la reina regente de España (1904). Bogotá: Banco de la República

.............................................................................................................................................................. 32

Mapa 8 Mapa comercial de la República de Colombia. (1931) Bogotá: Banco de la República ......... 33

Mapa 9 “Mapa cafetero de la República de Colombia”. (1933) Bogotá: Banco de la República......... 36

Mapa 10 Mapa de las regiones orientales de la república de Colombia (Casanare, San Martín, Caquetá,

Putumayo y Amazonas, corregido según los tratados y laudos especiales). (1916). Bogotá: Biblioteca

Nacional ................................................................................................................................................ 41

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Introducción

Por el momento y mientras se puede organizar en forma más eficaz la vigilancia de esas regiones, soy de opinión que el gobierno debe prohibir terminantemente la explotación de balatá en el Caquetá y el Putumayo, sin tener en cuenta las protestas que esta medida habrá de suscitar. Posiblemente ella traerá como resultado que abandonen la región unos pocos aventureros que explotan el trabajo de los indios y no será difícil que algunos órganos de la prensa alcen el grito diciendo que con tal medida nuestras fronteras van a quedar sin quién haga acto de presencia en ellas.1

Hasta las primeras décadas del siglo XX la Amazonía era el único lugar del mundo donde se

encontraba el árbol Hevea, del que se extraía la forma más productiva de goma elástica y que

se conoció desde entonces como árbol del caucho. Desde finales del siglo XIX y hasta la

segunda década del siglo XX, la selva amazónica colombiana, constituida por los territorios de

Caquetá y Putumayo, se convirtió en un enclave para la explotación del caucho. Además del

Hevea, en esa región había árboles de gutta-percha, balatá, y castilla ulei. De este último se

extraía la resina para la producción del caucho propio del piedemonte amazónico, conocido

como caucho negro del Amazonas2. La invención de la bicicleta y el automóvil, así como el

uso del vapor tanto en las fábricas como en las comunicaciones terrestres y marítimas,

incrementaron exponencialmente el consumo de las gomas elásticas en el mundo, de 2.000

toneladas en 1850 a más de 380.000 en 19193. En el territorio colombiano la explotación

intensiva del caucho comenzó tras el fin del auge quinero, en la década de 1880, cuando la

Compañía Colombia y la Compañía Calderón se instalaron entre los ríos Caquetá y Putumayo,

así como en la región de La Macarena.

El incremento en la producción de caucho se tradujo en el interés de Colombia por acceder al

río Amazonas, principal medio de transporte de ese producto hacia el Atlántico. El río estaba

bajo el control exclusivo de Brasil y Perú, no solo porque pasaba por sus territorios, sino porque

ambos países habían acordado condiciones exclusivas de navegación mediante la Convención

Fluvial sobre Comercio y Navegación de 1851. Para obtener el caucho de castilla ulei era

necesario derribar los árboles, lo que implicaba su rápida extinción, así como fluctuaciones

poblacionales que producían auges intensos pero cortos en las zonas de extracción4. Por eso,

1 Carta escrita en febrero de 1928 por Carlos Uribe, cónsul de Colombia en Iquitos, dirigida al Ministerio de Industrias. Ministerio de Industrias. Departamento de Baldíos. Folio 319. 2 Camilo Domínguez y Augusto Gómez, La economía extractiva en la Amazonía colombiana: 1850-1930. (Bogotá́: Corporación Colombiana para la Amazonia Araracuara, 1990), 81-82. 3 Ibid., pg. 115. 4 Claudia Leal, “Fronteras selváticas” en RCC Perspectives, n.o 7 (2013): 54.

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mientras los caucheros colombianos descendían desde los altos Caquetá y Putumayo hacia el

sur en búsqueda de nuevas zonas de explotación, los caucheros peruanos ascendían desde la

región de Loreto hacia el norte. Ese movimiento hizo que eventualmente las compañías se

encontraran en la zona de frontera, entre los ríos Napo y Putumayo. La disputa por ese territorio

puso de manifiesto la necesidad de ambos países por afirmarse legalmente y delimitar su

presencia en la Amazonía.

Al final del siglo XIX Colombia enfrentaba varios retos en términos territoriales en la frontera

sur. En primer lugar, el río Putumayo y sus afluentes comenzaron a ser reemplazados como

medio de transporte del caucho por el río Amazonas, al cual Colombia no tenía acceso. En

segundo lugar, el movimiento de peruanos hacia el norte en búsqueda de árboles de castilla ulei

sobreexplotados en sus territorios significó la ocupación e instauración de autoridades

extranjeras en territorio colombiano. Por último, debido a que no había tratados limítrofes

formales sino acuerdos de convivencia entre Ecuador, Colombia, Brasil y Perú sobre la

pertenencia a cada uno de una porción poco definida de la Amazonía, la soberanía nacional en

esa región era vulnerable. Esta compleja situación suponía riesgos, pero también oportunidades

para Colombia. La disputa informal entre caucheros colombianos, peruanos y brasileros por

los territorios amazónicos se convirtió en una oportunidad para que Colombia negociara la

expansión de sus fronteras a través de tratados limítrofes oficiales.

La negociación inició al empezar el siglo XX, como consecuencia de la crisis de soberanía

producida por la separación de Panamá en 1903. Ante el temor de nuevos movimientos

separatistas o de incursiones extranjeras en fronteras ambiguas, el gobierno actuó para expandir

el poder estatal en varias regiones de frontera del país, pero especialmente en los territorios del

sur. En esta zona en particular, debido al inminente riesgo de invasión por parte de los peruanos

y al crecimiento exponencial de la explotación de caucho que incrementó la importancia

estratégica del río Amazonas, era necesaria la presencia estatal y la definición de fronteras. En

la definición limítrofe y la defensa militar, así como en la integración al proyecto nacional del

territorio que se convertiría en el actual departamento del Amazonas participaron autoridades

civiles, representantes de la Iglesia, miembros de las élites caucheras y ciudadanos de varias

regiones del país. Mediante acciones como el levantamiento de infraestructura, la difusión de

políticas educativas y la movilización social, entre otras, se produjo la expansión del territorio

colombiano hacia el sur, la demarcación de manera definitiva de la frontera nacional en la

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región amazónica, la creación de la Comisaría del Amazonas y el acceso del país al río que

inspiró su nombre.

Mi objetivo en esta investigación es vincular la creación tanto de la Comisaría como de la

Intendencia del Amazonas como entidades administrativas y territoriales diferenciadas, con el

proceso de construcción material y simbólico del Estado en las regiones de frontera. Parto de

la premisa de que detrás de esa relación se encuentran las voluntades, a veces acordes y a veces

discordantes, de múltiples actores por la integración de territorios estratégicos pero vulnerables

al proyecto nacional. En el caso del actual departamento de Amazonas, el interés por

comercializar el caucho y la urgencia de esclarecer su situación limítrofe condujeron a la puesta

en marcha de políticas educativas, militares y económicas cuyo objetivo era integrar al

territorio en el largo plazo a la vida política nacional.

El proceso de expansión del poder del Estado en el Amazonas fue largo y complejo. Por

ejemplo, mientras la capital, Leticia, fue fundada por Perú en 1867, Puerto Nariño, segundo

municipio, fue fundado por Colombia casi un siglo después, en 1961. Las primeras

poblaciones, como Tarapacá, La Pedrera y Mirití-Paraná, fueron erigidas por población

peruana; sólo a partir de 1940 Colombia fundó corregimientos bajo el régimen nacional. El

Trapecio Amazónico, territorio que abarca más de 100 kilómetros sobre el río Amazonas,

estuvo hasta 1928 bajo la jurisdicción de Perú. Ubicado entre los ríos Putumayo y Amazonas,

el Trapecio está delimitado por dos líneas rectas: la primera desde la boca del río Yaguas, en

el río Putumayo, hasta la boca del río Atacuarí, en el Amazonas5, y la segunda desde la

confluencia del río Apaporis en el río Caquetá, hasta la población brasileña de Tabatinga. En

1922, a través del tratado Salomón-Lozano, Perú le cedió el Trapecio a Colombia a cambio de

una porción de territorio denominada Triángulo San Miguel-Sucumbíos, entre los ríos Napo y

Putumayo. La anexión ocurrió seis años después, y solo entonces las autoridades civiles de

Colombia recorrieron por primera vez la región, identificaron sus particularidades, y se

acercaron a las autoridades locales y comunidades allí establecidas.

A pesar de la complejidad y riqueza del estudio de la formación del Amazonas como entidad

administrativa y de lo mucho que puede decir acerca de la formación del Estado, la rica

5 Tratado Salomón-Lozano de Límites y Navegación Fluvial entre las Repúblicas de Colombia y Perú. (1922). Sociedad Geográfica de Colombia.

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historiografía sobre la Amazonía ha pasado por alto este problema. Los estudios sobre la

Amazonía colombiana se han concentrado, en su mayoría, en tres problemas: la economía del

caucho, el rol de las misiones, y el conflicto colombo peruano que llevó a la guerra. Los

estudios sobre la economía del caucho se han enfocado en el análisis de la economía extractiva

de materias primas y de los modos de operación de las compañías caucheras, así como en la

denuncia de las formas de explotación de los indígenas como mano de obra6. Los estudios sobre

las misiones, por su parte, han estudiado el rol de las misiones religiosas en los proyectos

civilizatorios implementados por los gobiernos en los territorios periféricos. En estos estudios,

los misioneros son concebidos, especialmente durante los gobiernos conservadores, como

actores políticos decisivos para el desarrollo de las iniciativas de colonización y dominación

de la ‘barbarie’ en el territorio7. Por último, el conflicto colombo-peruano ha sido un objeto de

estudio privilegiado en los estudios amazónicos por su relación con la historia militar,

diplomática y política, y por su potencial para analizar los problemas y debates sobre la

soberanía nacional. Sobre ese tema se han escrito múltiples textos que enfatizan la victoria de

Colombia sobre Perú, los impactos económicos del conflicto y el lugar del patriotismo en la

construcción de la nación, entre otros8. En este proyecto busco vincular esos tres énfasis

temáticos en el proceso más amplio de construcción del Estado en el Amazonas.

Los campos de la historia ambiental y de la historia regional han sido también fundamentales

en el estudio de la Amazonía. Autores como Germán Palacio, Gabriel Cabrera y Carlos Zárate,

entre otros, se han aproximado a la historia de la Amazonía a partir de la configuración

simultáneamente nacional y étnica del espacio, especialmente el fronterizo9. Sus trabajos se

6 Ver, por ejemplo, Domínguez y Gómez La economía extractiva en la Amazonía colombiana: 1850-1930, Roberto Pineda Camacho, Holocausto en el Amazonas: una historia social de la Casa Arana. (Bogotá: Espasa, 2000) y Michael Edward Stanfield, Red Rubber, Bleeding Trees: Violence, Slavery, and Empire in Northwest Amazonia, 1850-1933. (Albuquerque, N.M.: University of New Mexico Press, 1998) 7 Misael Kuan Bahamón, Civilización, frontera y barbarie. Misiones en Caquetá y Putumayo, 1893-1929. (Bogotá: Pontificia Universidad Javeriana, 2015) Gabriel Cabrera Becerra, “Los pueblos makú y las misiones católicas en la frontera de Colombia y Brasil, 1900-1990” Historia y Sociedad n.o 22 (2012): 73-112. Víctor Daniel Bonilla y Cristóbal Gnecco, Siervos de Dios y amos de indios: el Estado y la misión capuchina en el Putumayo. (Popayán: Universidad del Cauca, 2006) 8 Luis Ignacio Betancur y Juan Camilo Restrepo, Economía y conflicto colombo-peruano. (Bogotá: Villegas Editores, 2001) Lydia Inés Muñoz Cordero, ¡Todo Por La Patria!: el conflicto colombo-peruano y Clara E. Narváez, el Cabo Pedro. (San Juan de Pasto, Colombia: Ministerio de Cultura, 2006) 9 Germán Palacio, Ecología política en la Amazonia: las profusas y difusas redes de la gobernanza. (Bogotá: Instituto Latinoamericano de Servicios Legales Alternativos, 2010); Carlos Gilberto Zárate, Silvícolas, siringueros y agentes estatales. El surgimiento de una sociedad transfronteriza en la Amazonia de Brasil, Perú y Colombia 1880-1932 (Leticia: Universidad Nacional de Colombia, sede Amazonia, 2008); Gabriel Cabrera

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enfocan, por ejemplo, en la construcción trinacional del Trapecio y las implicaciones

identitarias de los usos del entorno, a nivel económico y político, por parte de sus habitantes.

Así, la historia ambiental entiende el medio ambiente no como escenario o contexto externo en

el que sucede la historia, sino como producto de la relación dinámica con los seres humanos10.

Este campo critica la separación disciplinar tajante, así como la subordinación de la geografía

a la historia, y hace énfasis en la necesidad de vincular, por ejemplo, la historia social y política

con los estudios ambientales. En el caso de la integración del Amazonas al proyecto nacional

esta perspectiva permite entender que los proyectos de demarcación territorial y defensa

fronteriza, así como la implementación de políticas educativas en el territorio, no se dieron de

manera aislada a sus condiciones geográficas particulares.

De manera similar, la historia regional plantea que las fronteras, más que ser límites fijos o

estáticos que determinan las dinámicas sociales, responden a exigencias locales, por ejemplo

de desarrollo económico y social, que las hacen variar11. Por lo tanto, entiende las regiones

como productos históricos variables que se fundamentan en el conflicto social y no como

entidades herméticas correspondientes únicamente a sus características naturales. En el caso de

la Amazonía cabe resaltar los trabajos de Jane Rausch y Margarita Serje, quienes se aproximan

a esa región desde una perspectiva centrada en la forma en que se ha constituido la relación

entre el ‘centro’ y la ‘periferia’12. Por ejemplo, Serje asegura que los territorios amazónicos

eran representados por el Estado y la sociedad mediante dos imágenes focales contrarias pero

simultáneas. La primera era la de una región enormemente rica e inexplorada, con recursos

disponibles para la explotación y cuyas tierras eran descritas como las “más fértiles y más

agradecidas al trabajo del hombre”13. La segunda era la de un espacio violento y salvaje que

debía ser civilizado pues sus habitantes vivían “en rancherías inhóspitas, de manera tan

primitiva y con tal barbarie, que al verlos se asombra el viajero de cómo hay ancianos en sus

tribus”14. Esta asociación del territorio tanto con la riqueza como con la barbarie fue la base del

Becerra, “Los diplomáticos colombianos y la nacionalización de la Amazonia”, Memoria & Sociedad n°.11 (2007): 51-67. 10 Gerardo Morales y Alejandro Bonada, “Una discusión en torno a ‘Temas, problemas y relatos para la historia ambiental’. Apuntes teóricos sobre esta disciplina histórica”, Anuario de Historia Regional y de las Fronteras, n°. 22 (2017): 193-222. 11 Orlando Fals Borda, Región e historia. Elementos sobre ordenamiento y equilibrio regional en Colombia (Bogotá: Tercer Mundo, 1996). 12 Margarita Serje, El revés de la nación: Territorios salvajes, fronteras y tierras de nadie. (Bogotá: Universidad de los Andes, 2005); Jane Rausch, Colombia: el gobierno territorial y la región fronteriza de los Llanos. (Medellín: Universidad de Antioquia, 2003) 13 El Tiempo, “La conquista del desierto”, 19 de marzo de 1928. 14 El Tiempo, “Los indios”, 19 de marzo de 1928.

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deseo, nunca del todo satisfecho, por parte de autoridades civiles, militares y religiosas de

ejercer un control impositivo tanto sobre los habitantes como sobre la geografía.

Tanto la historia ambiental como la regional brindan herramientas importantes para entender

la integración del Amazonas al proyecto nacional desde una perspectiva amplia. Sin embargo,

debido a que no se ha estudiado específicamente la creación del Amazonas como entidad

político-administrativa y entonces, como parte del proceso de formación del Estado, en esta

investigación me apoyaré principalmente en la historia política y en particular, en la

historiografía que analiza el proceso de formación del Estado. El trabajo contribuye a esta

historiografía porque ofrece una mirada integral sobre los procesos de explotación del caucho,

de las misiones y de la guerra colombo-peruana como determinantes en la creación y

administración de la Comisaría e Intendencia del Amazonas, y vincula esos fenómenos al

proceso de larga duración por medio del cual se integró Amazonas al proyecto nacional.

Además, propone una aproximación al Estado tanto “desde arriba”, a partir del seguimiento a

las acciones de las autoridades centrales para integrar el territorio, como “desde abajo”, a partir

de una mirada sobre las formas de participación y vinculación voluntaria de distintos sectores

sociales al proceso de nacionalización de la Amazonía.

Mi proyecto de investigación se enmarca entonces en la discusión teórica sobre el proceso de

construcción del Estado en Colombia. Me baso tanto en las aproximaciones etnográficas o

sociogenéticas15 al Estado, como en la historiografía reciente sobre cultura política popular que

analiza las formas cotidianas de formación del Estado. Por eso, me enfoco en los debates sobre

el Estado que, desde estas perspectivas, buscan entender “su proceso de formación histórica,

su naturaleza y desarrollo, y su papel en el conflicto y la cohesión social”16. Para el caso de

Colombia, trabajos que dan cuenta del enfoque sociogenético, cuyos exponentes principales

son Norbert Elías, Michael Mann y Charles Tilly17, son los de Francisco Leal Buitrago, Fernán

González, Teófilo Vásquez e Ingrid Bolívar, entre otros18. Estos autores tienen en cuenta los

15 Luis Javier Orjuela, “Cuatro décadas de reflexiones sobre el Estado en Colombia” en El Estado en Colombia. (Bogotá: Universidad de los Andes, 2010) 16 Ibid., pg. 19. 17 Norbert Elias, “Los procesos de formación del Estado y de construcción de la nación” Historia y Sociedad n.° 5 (1998): 102-117; Michael Mann, Las fuentes del poder social II. El desarrollo de las clases y los Estados nacionales. (Madrid: Alianza, 1993); Charles Tilly, Coerción, capital y los estados europeos, 990-1990. (Madrid: Alianza Editorial, 1992) 18 Francisco Leal Buitrago, “Intereses de clase e instituciones del Estado” en El Estado en Colombia, editado por Luis Javier Orjuela (Bogotá: Universidad de los Andes, 2010); Fernán González, Poder y violencia en Colombia. (Bogotá: Odecofi-Cinep, 2014); Teófilo Vásquez Delgado, Territorios, conflicto armado y política en el Caquetá:

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niveles territoriales del poder para explicar, por ejemplo, cómo se articulan las élites locales y

regionales a la vida política nacional. También tienen en cuenta las formas no estatales de

control social que incluyen las acciones de élites económicas y organizaciones sociales de base,

para explicar que muchas veces estas suplen la precariedad del Estado de manera exitosa,

además de que moldean las actuaciones del mismo al ser las reguladoras directas de los

conflictos locales.

Autores como González y Bolívar aseguran que el Estado mantiene una presencia diferenciada

en los territorios según el tipo de poblamiento, las redes de poder y las formas de cohesión

social de cada uno. Su idea de presencia diferenciada del Estado19 se opone a la de ausencia

estatal y evita asumir el caso colombiano como el de un “Estado fallido” porque se centra en

el proceso histórico de construcción del Estado y no en su valoración según modelos ahistóricos

y supuestamente universales. En el caso del Amazonas, esta idea sirve para entender que el

Estado no “llegó” a un territorio vacío o carente de jerarquías y conflictos, sino que se

construyó en él en un proceso complejo de largo plazo en el que tanto las autoridades como la

ciudadanía participaron, por ejemplo, en la defensa de las fronteras, la economía del caucho, la

colonización y fundación de poblados y el despliegue de la actividad misionera, entre otras.

Además de la historiografía reciente sobre el Estado, la historia de la cultura política popular

será también la base conceptual de la investigación. Uno de los aportes principales de esta

corriente historiográfica es su aproximación al concepto de hegemonía. Desde esta perspectiva,

la hegemonía no constituye una ideología compartida o un consenso impuesto sino un “marco

común material y significativo para vivir a través de los órdenes sociales caracterizados por la

dominación, hablar de ellos y actuar sobre ellos”20. Se trata de un marco discursivo pues

implica el establecimiento de un lenguaje a partir del cual interactúan el Estado y la sociedad,

tanto en momentos de acuerdo como de controversia. De manera concreta, este marco

1900-2010. (Bogotá: Universidad de los Andes, 2015); Íngrid Bolívar, Fernán González y Teófilo Vásquez (2002). Violencia política en Colombia. De la nación fragmentada a la construcción del Estado. Bogotá: Cinep. 19 Ver, por ejemplo, Fernán González (2014) “Una propuesta: la presencia diferenciada del Estado” en Poder y violencia en Colombia. Bogotá: Odecofi-Cinep, Íngrid Johanna Bolívar (2010) "Sociedad y Estado: La configuración del monopolio de la violencia", en El Estado en Colombia, ed. Luis Javier Orjuela. Bogotá: Universidad de los Andes, Fernán González, Íngrid Johanna Bolívar, y Teófilo Vásquez (2002) "De las territorialidades bélicas a la presencia diferenciada del Estado", en Violencia política en Colombia. De la nación fragmentada a la construcción del Estado., ed. Fernán González, Íngrid Johanna Bolívar, y Teófilo Vásquez. Bogotá: CINEP 20 William Roseberry, “Hegemonía y lenguaje contencioso” en, Aspectos cotidianos de la formación del estado, editado por Joseph, G. M y Daniel Nugent (México: Era, 2002), 220.

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discursivo común se manifiesta cuando, por ejemplo, miembros de las comunidades indígenas

del Amazonas acuden al Estado y le solicitan, en sus propios términos, la adjudicación de

tierras que consideran propias. También se manifiesta cuando el Estado implementa sus

políticas teniendo en cuenta las solicitudes y necesidades de las poblaciones locales, que, por

ejemplo, le exigen que desarrolle políticas de agricultura y educación adecuadas al territorio.

Varios autores han influido en el desarrollo de la historia de la cultura política popular y la

formación del Estado, entre ellos, Florencia Mallon, Philip Corrigan y Derek Sayer, Gilbert M.

Joseph y Daniel Nugent, Juan Carlos Garavaglia, James Scott y William Roseberry21. Sus

trabajos son innovadores porque entienden la construcción del Estado a partir de las

negociaciones entre los distintos grupos sociales que se disputan el poder económico y político

en un lugar y periodo histórico determinado. Uno de los aportes principales es su crítica al

hecho de que “la dinámica del trato cotidiano del Estado con la sociedad de base ha sido

ignorada”22, por lo que estudian el proceso de construcción del Estado a partir de procesos

históricos concretos y específicos en el tiempo y el espacio. Los exponentes de la historiografía

de la cultura política popular y la hegemonía demuestran que el Estado no se impone sobre

grupos sociales pasivos sino que, por el contrario, se construye a partir de su permanente

interacción con ellos. De esa manera, al interesarse por las diversas formas en las que se

manifiesta el Estado estos autores, invitan a superar la antinomia entre represión y consenso23.

A partir de lo anterior, en esta investigación propongo una comprensión local, territorial e

histórica del Estado en la que su formación se deriva de “las acciones colectivas de los actores

sociales”24, en el caso del Amazonas manifestaciones masivas por la salvaguarda de la

soberanía e intervención en el diseño de las políticas económicas y educativas, entre otras.

También me aproximo al proceso de construcción del Estado como inacabado porque las

transformaciones de los espacios de frontera en el Amazonas y la vinculación de la población

21 Florencia E. Mallon, Campesino y nación: la construcción de México y Perú poscoloniales. (México: Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, 2003); Philip Richard Corrigan, y Derek Sayer, The Great Arch: English State Formation As Cultural Revolution. (Oxford: Basil Blackwell, 1985); Joseph, G. M y Daniel Nugent, Aspectos cotidianos de la formación del Estado: la revolución y la negociación del mando en el México moderno (México: Ediciones Era, 2002); J. C. Garavaglia, Latin American Bureaucracy and the State Building Process (1780-1860). (Cambridge: Cambridge Scholars Publishing, 2003); J. C. Scott, Seeing like a state: how certain schemes to improve the human condition have failed. (Dexter: Yale University, 1998) 22 Joseph, G. M y Daniel Nugent “Cultura popular y formación del Estado en el México revolucionario” en Aspectos cotidianos de la formación del Estado, 31. 23 Philip Corrigan “La formación del Estado” en Aspectos cotidianos de la formación del Estado, 26. 24 Ibid., 28.

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local a las instituciones políticas centrales no se dieron de manera lineal ni progresiva. Así, le

doy centralidad a la participación de la sociedad en la institucionalización y regulación de los

conflictos asociados a la integración del Amazonas al proyecto nacional.

Para desarrollar la investigación analicé fuentes primarias de distinta índole. En primer lugar,

información encontrada en el Fondo República del Archivo General de la Nación,

específicamente las carpetas del Ministerio de Educación Nacional, del Ministerio de Gobierno

y del Ministerio de Industrias. Los documentos de la carpeta del Ministerio de Educación

incluyen correspondencia entre funcionarios, textos relativos a quejas y trámites sobre asuntos

eclesiásticos, informes de inspección y solicitudes por parte de la ciudadanía. La carpeta del

Ministerio de Gobierno, específicamente la sección de Intendencias y Comisarías, incluye actos

administrativos y decretos e informes generales sobre los territorios. Por último, la carpeta del

Ministerio de Industrias contiene información sobre el Departamento de Baldíos, reclamos

sobre propiedad y adjudicación de terrenos y explicaciones sobre el uso de la tierra. Podría

pensarse que estos documentos sólo muestran la visión “desde arriba” del proceso de

construcción del Estado, pues dan cuenta de las negociaciones entre las autoridades civiles y

las religiosas alrededor de la implementación de políticas militares, económicas y educativas

en el Amazonas. Sin embargo, también muestran el diálogo que mantuvieron dichas

autoridades con sectores de la sociedad civil y con algunos miembros de comunidades

indígenas para llevar a cabo las acciones encaminadas a la expansión del poder estatal en la

región.

En segundo lugar, revisé prensa tanto nacional como local. Por un lado, estudié algunos

artículos del periódico El Tiempo, en los que se debate el lugar de la Amazonía en el proyecto

nacional y las acciones del Estado en ese territorio. Por otro, examiné todos los números del

periódico El Amazonas, publicado entre octubre y noviembre de 1932, que trata el tema de la

defensa del Amazonas durante la guerra fronteriza con Perú y muestra la movilización tanto

desde arriba como desde abajo del sentimiento patriótico alrededor de ese territorio.

Finalmente, revisé los tratados, leyes y decretos relativos a la definición de los límites del

Amazonas, así como varios mapas tanto oficiales como de carácter divulgativo. En estos

documentos, que se refieren concretamente a la puesta en marcha de las políticas de

colonización y administración del Amazonas, se evidencia la materialización del interés del

Estado por hacer presencia en un territorio que le era desconocido y se muestra la complejidad

del proceso de integración del Amazonas al proyecto nacional.

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El estudio de la inserción del Amazonas al proyecto nacional en las primeras décadas del siglo

XX contribuye a ampliar las perspectivas diferenciadas e históricas del proceso de construcción

del Estado en Colombia y a entender cómo las contiendas entre grupos sociales inciden en la

instauración de un sistema hegemónico. En la primera parte del texto se explica el proceso de

demarcación territorial. Para ello se tiene en cuenta la forma en que el Estado se apoyó en

caucheros, diplomáticos y misioneros para hacer presencia en el territorio y posteriormente

reclamar su jurisdicción sobre él. En la segunda parte se muestra la forma en que distintos

sectores de la ciudadanía a nivel nacional se suscribieron a las iniciativas de defensa del

Amazonas durante la guerra con Perú. En la tercera y última parte se expone cómo, una vez se

definió jurídicamente la soberanía de Colombia sobre el Amazonas, el Estado implementó

proyectos educativos con el fin de integrar a la población al proyecto nacional en el largo plazo.

Finalmente se proponen algunas conclusiones relativas a la importancia de estudiar el proceso

de construcción del Estado en Colombia desde una perspectiva territorial, histórica y social.

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De Panamá al Amazonas: Zonas contestadas, crisis de soberanía y demarcación

territorial (1903-1931)

La separación de Panamá produjo una crisis de soberanía del Estado colombiano en las regiones

periféricas. Para frenar “el peligro latente de nuevos separatismos” 25 el gobierno de Rafael

Reyes inició una serie de reformas político administrativas como la subdivisión de

departamentos, el fortalecimiento de los municipios e incluso el destierro de líderes

independentistas. Según Orlando Fals Borda, estas reformas lograron defender la unidad del

país de amenazas externas y evitaron la fragmentación desde el interior. Con respecto a la

Amazonía, los gobiernos sucesores de Reyes sabían que éste territorio estaba aún sin explorar

y que estaba también rodeado de “vecinos potencialmente agresivos como Perú”26. Por eso, en

las primeras décadas del siglo XX el Estado colombiano reforzó su presencia en la Amazonía

con el apoyo tanto de la Iglesia como de las élites económicas caucheras presentes en la región.

El interés por acceder al río Amazonas tras la pérdida de Panamá condujo a la negociación con

Perú y Brasil sobre la jurisdicción del Trapecio Amazónico.

En un proceso que se extendió desde la firma del Tratado Vásquez Cobo-Martins en 1907, pasó

por la firma del Tratado Muñoz Vernaza-Suárez de 1916 y culminó en 1922 con la firma del

Tratado Salomón-Lozano, los gobiernos de José Vicente Concha, Marco Fidel Suárez y Jorge

Holguín negociaron las fronteras en la Amazonía con los países vecinos. En 1928, tras la

adhesión definitiva del Trapecio a Colombia, el Estado se declaró, por primera vez, soberano

sobre el territorio del actual departamento del Amazonas. En este apartado se mostrará cómo

la crisis de soberanía derivada de la separación de Panamá condujo a que el gobierno tomara

acciones concretas con el apoyo tanto de caucheros como de misioneros religiosos, entre 1907

y 1928, para garantizar la pertenencia a Colombia de un territorio estratégico de la Amazonía

y el acceso del país al río Amazonas.

Empresarios caucheros colombianos como Crisóstomo Hernández, Demetrio Salamanca, la

Compañía Calderón, la Compañía de Caquetá y la Casa Elías Reyes y Hermanos -del presidente

Rafael Reyes- actuaron como aliados del Estado en los territorios de Putumayo y Caquetá. Lo

anterior pues desde el inicio de la explotación cauchera en la Amazonía a mediados del siglo

XIX e incluso durante las primeras décadas del XX el Estado no tenía los medios económicos

25 Fals Borda, Región e historia, 13. 26 Rausch, Colombia: el gobierno territorial y la región fronteriza de los Llanos, 25.

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16

para hacer presencia permanente en esa región. Por eso, las mencionadas élites económicas

participaron en la reducción y la civilización de los indígenas, la fundación de pueblos y

puertos, y la construcción de vías de comunicación. Además, fueron los caucheros quienes

presionaron a los gobiernos tanto de Reyes como de Carlos E. Restrepo a definir las fronteras

colombianas en la Amazonía ante el avance de los caucheros peruanos en la región27. Reyes,

que tenía intereses directos en la economía cauchera, afirmaba en 1908 que “en menos de

treinta años el Amazonas y sus afluentes han decuplicado su comercio y el número de vapores

que hoy penetran a los lugares donde antes no había llegado el hombre civilizado”28, por lo

cual se debían construir puertos y carreteras que permitieran el acceso al río. La presión que

ejercieron los caucheros condujo a que en 1912 se crearan las comisarías de Caquetá y

Putumayo29, durante el último periodo de auge de exportación cauchera en la Amazonía.

El establecimiento de los límites del Caquetá y Putumayo correspondió al deseo del Estado

central de contrarrestar el riesgo en el que se encontraban las fronteras internacionales tras la

pérdida de Panamá, los anuncios separatistas de distintas élites regionales y el avance de las

caucherías peruanas en territorio colombiano. Por eso, según Humberto Vélez, se fraccionó el

país y al mismo tiempo se centralizó aún más su administración en el Gobierno nacional30. En

ese mismo momento se dieron a conocer varias denuncias, entre ellas las del del cónsul

británico Roger Casement, sobre las condiciones de vida de los indígenas bajo el régimen

cauchero. El escándalo obligó al Estado a revisar sus políticas fronterizas en el sur ya que reveló

la expansión de autoridades y poblaciones extranjeras en territorio que, en teoría, pertenecía a

Colombia. Según Misael Kuan Bahamón, el Estado reaccionó apoyándose en la Iglesia para

“ampliar la frontera y defenderla ante la presencia de caucheros peruanos”31. En ese sentido,

en un periodo en el que la soberanía en los territorios amazónicos estaba en riesgo, el Estado

recurrió no sólo a los empresarios sino a la Iglesia para expandir su presencia oficial en el

territorio.

De esa manera se desplegaron en el territorio amazónico las misiones católicas

evangelizadoras, específicamente de las órdenes franciscana y capuchina. Según Kuan

27 Ibid. 28 Rafael Reyes (1908) Conferencia leída el domingo 19 de abril de 1908 en el Salón de Grados. Bogotá: Imprenta Nacional, 29. 29 Mediante los decretos 642 y 320 de ese año, respectivamente. 30 Humberto Vélez “Rafael Reyes: Quinquenio, régimen político y capitalismo (1904-1909)”, en Nueva Historia de Colombia, ed. Álvaro Tirado Mejía y Jorge Orlando Melo. (Bogotá: Planeta, 1989), 198. 31 Kuan Bahamón, Civilización, frontera y barbarie, 183.

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17

Bahamón, hubo colaboración entre las autoridades civiles y eclesiásticas con los caucheros

colombianos para fundar nuevos pueblos, construir carreteras y mantenerlas, y solicitar tierras.

Había entonces una relación de mutuo interés entre las autoridades civiles, económicas y

religiosas. Los gobiernos de la Regeneración, al final del siglo XIX, habían considerado ya a

los misioneros como aliados indispensables para la expansión del poder estatal. Tras la pérdida

de Panamá, para proteger un territorio que cobraba importancia por su potencial económico

pero cuyas fronteras eran frágiles por la falta de ratificación de tratados concretos con los países

vecinos, el Estado decidió apoyarse, de nuevo, en los misioneros.

A través de sus 16 artículos, el Convenio de Misiones derivado del Concordato de 1887 y

ratificado en 1902 sentó las bases de la relación entre autoridades civiles y religiosas para la

integración de las regiones consideradas periféricas al proyecto nacional. Se estableció que “los

territorios de estas misiones [estarían] bajo la jurisdicción del respectivo Ordinario”32, es decir

el vicario o el prefecto, según el caso. Por lo tanto, los territorios en cuestión formaban parte

de una jurisdicción especial, cuya autoridad directa era la Iglesia. En términos de las

contraprestaciones que esta institución requería, el Convenio ordenó que el Gobierno, “en justa

compensación del sacrificio que hacen los misioneros para evangelizar a los indios de los

territorios nacionales, contrae la obligación de proveer a las misiones expresadas de los medios

necesarios y suficientes para su vida y crecimiento”33. Al respecto, se especificó que una parte

de los recursos se destinaría “a la construcción de edificios y demás gastos que requiere el

establecimiento de las misiones en la región colombiana bañada por los ríos Putumayo,

Caquetá, Amazonas y sus afluentes”34.

En cuanto a educación, el Gobierno se comprometió a confiar “a los jefes de las misiones la

dirección de las escuelas públicas primarias que funcionen en el territorio de la respectiva

misión”. Además de asumir los gastos para obras de infraestructura y de educación, el Gobierno

debía, de manera preferente a cualquier otra concesión, “conceder, en los lugares donde las

hubiere, y por el tiempo de la duración del presente convenio, la cantidad de tierras baldías

requeridas para el servicio y provecho de las misiones, las cuales tierras se destinarán para

huertas, sembrados, dehesas, etc.” Según Cristian Garay, la presencia oficial del Estado

32 Ministerio de Educación. Correspondencia. Legajo 100. Carpeta 2. Educación primaria. Asuntos eclesiásticos. Quejas. Folio 368. Mayo 9 de 1928. Convención sobre misiones. 33 Ibid. 34 Ibid. Folios 368-369.

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colombiano en el territorio amazónico se había limitado, hasta la década de los veinte, a las

acciones de cónsules comerciales que intentaban abrir un espacio para el país en el comercio

internacional del caucho. Por eso las misiones cumplieron la labor, junto con las élites

comerciantes, de afirmar la presencia de Colombia en un espacio que, como en el caso de

Leticia, había sido levantado por ciudadanos y autoridades peruanas35.

El encuentro entre las comunidades indígenas, los colonos caucheros y los misioneros, fue un

proceso complejo marcado por dinámicas de dominación, mutua transformación y resistencia.

Por un lado, los indígenas fueron utilizados como mano de obra en la empresa de explotación

del caucho. Fueron concebidos por las autoridades civiles y religiosas como sujetos inferiores

sobre los cuales era necesario llevar a cabo políticas de “civilización”. Sin embargo, a pesar de

estar sujetos a relaciones de dominación, los indígenas no fueron agentes pasivos en el proceso

de instauración de las instituciones económicas y políticas en el territorio. Por el contrario,

transformaron estratégicamente los métodos misioneros por medio de tácticas como “la

reinterpretación de la liturgia y el santoral cristiano, el mantenimiento de formas económicas

antiguas y de las lenguas locales, la crítica a formas violentas de dominación como la

flagelación y el cepo, y la defensa de la tierra”36. En esa medida, aunque los procesos de

explotación del caucho y el desarrollo de misiones evangélicas fueron pensados por las élites

centrales como estrategias para la dominación y civilización del territorio, éstos se modificaron

a partir de la interacción con las poblaciones locales.

La alianza entre Estado e Iglesia para llevar a cabo proyectos tanto educativos como de

infraestructura da cuenta de que el intento de apropiación de la Amazonía se hizo desde

múltiples frentes. El Convenio fue fundamental porque fijó los términos y las obligaciones

contraídas por ambas partes para “estimular a los indios a reunirse primeramente en familias y

agruparse luego en las ‘reducciones’ y con el objeto de facilitar al mismo tiempo a la autoridad

civil el desempeño de las funciones que naturalmente le incumben”37. En ese sentido, los

procesos de explotación del caucho, el despliegue de las misiones y la presencia de población

tanto indígena como peruana dieron lugar, según Lina Marcela González, a la “construcción

de un saber sobre los territorios marginales del país [que] cumplió una función encaminada

35 Cristián Garay Vera, “El atributo amazónico del Perú. La construcción de una soberanía 1903- 1942”, Historia Crítica, n.o 39 (2009): 108-129. 36 Kuan Bahamón, Civilización, frontera y barbarie, 17. 37 Ministerio de Educación. Correspondencia. Legajo 100. Carpeta 2. Educación primaria. Asuntos eclesiásticos. Quejas. Folio 368. Mayo 9 de 1928. Convención sobre misiones. Folio 370.

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19

no sólo a la apropiación del espacio sino también al montaje de una estructura administrativa

y de poder”38. Ese montaje se materializó mediante la demarcación de límites y el

establecimiento de fronteras. La apropiación legal y la definición jurídica de los bordes,

poblados y tamaño del territorio correspondió a la necesidad de conocerlo y representarlo para

que pudiera construirse un sistema administrativo y de control sobre él39.

Los debates diplomáticos y políticos entre Colombia, Perú, Ecuador y Brasil sobre la

demarcación fronteriza en la Amazonía se remontan al periodo colonial, durante el cual España

y Portugal establecieron las primeras fronteras mediante las Comisiones de Límites de finales

del siglo XVIII40. Tras el periodo de independencias rigió el utis possidetis iuris, según el cual

los límites de las Repúblicas se definirían según el territorio que habían poseído las unidades

administrativas de la Corona española hasta 181041. A lo largo del siglo XIX se dieron varios

momentos de negociaciones como consecuencia de los primeros avances de las élites quineras

y caucheras en el territorio. Sin embargo, fue durante las primeras décadas del siglo XX que

se firmaron los tratados y se radicaron las leyes que definieron definitivamente las fronteras de

Colombia con sus países vecinos en la región amazónica.

Las fronteras colombianas en la Amazonía estuvieron sujetas durante las primeras décadas del

siglo XX a lo establecido en los Modus vivendi de 1904, 1905 y 1906 entre Colombia y Perú.

Estos acuerdos eran soluciones temporales a las controversias sobre la convivencia en la zona

de los ríos Caquetá, Putumayo y Napo. Según Carlos Zárate, diplomáticos colombianos como

Demetrio Salamanca consideraban que los Modus vivendi resultaban favorables únicamente

“a Perú en tanto [permitían] reconocer los avances en la frontera de extracción del caucho

realizados por la Casa Arana y el gobierno de este país en el río Putumayo”. Salamanca, al

igual que Rafael Reyes, entonces presidente, tenía intereses económicos en la explotación del

caucho y desempeñó un importante papel como cónsul colombiano en la frontera amazónica.

Por eso consideraba que los acuerdos eran favorables a Perú y debían redefinirse para favorecer

a los colombianos presentes en la región. Otros políticos como Rafael Uribe Uribe

manifestaron que estos acuerdos eran “Modus vivendi para Perú, Modus moriendi para

38 Lina Marcela González “Conocimiento y control en los confines del territorio nacional: hacia la construcción de un saber territorial, 1850-1950” en Historia y Sociedad, n.° 19, (2010): 125. 39 Ibid., pg. 131. 40 Domínguez y Gómez, La economía extractiva en la Amazonía colombiana, 227. 41 Garay Vera, “El atributo amazónico del Perú”, 110.

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Colombia”42. Esto pues Perú había avanzado en términos de apropiación y explotación del

territorio amazónico a partir del eje de expansión desde Loreto hacia Leticia y Acre que era

dirigido por líderes como Julio César Arana, dueño de la Casa Arana43. Mientras tanto, la

presencia de Colombia en ese lugar había sido limitada e indirecta.

Los debates alrededor de los Modus vivendi se dieron justamente tras la pérdida de Panamá,

en un momento en el que los gobernantes, por motivos tanto económicos como de soberanía,

se preocuparon por la protección de las fronteras colombianas en la Amazonía. El mapa “La

obra diplomática del Presidente Reyes” elaborado en 1906 por Francisco Javier Vergara y

Velasco, ingeniero del Ministerio de Guerra, muestra la línea divisoria acordada en el Modus

vivendi de 1905 (Ver mapa 1). El mapa indica claramente el “territorio que habían ocupado los

peruanos”, entre los ríos de Colombia Putumayo y Caquetá. Además, muestra los lugares de

asentamiento de algunas comunidades indígenas y delimita los “territorios en litigio”, lo cual

denota una preocupación explícita por la necesidad de definir definitivamente las fronteras.

42 Citado por Luis Ignacio Betancur y Juan Camilo Restrepo en Economía y conflicto colombo-peruano (Bogotá: Villegas Editores, 2001), 64. 43 Garay Vera, “El atributo amazónico del Perú”, 111.

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Mapa 1 La obra diplomática del presidente Reyes (1906). Francisco Javier Vergara y Velasco. Bogotá: Banco de la República

Esa preocupación por definir las fronteras de los territorios en litigio, así como la necesidad de

establecer normas para el tránsito por los ríos de la Amazonía, fueron la antesala de las

negociaciones formales con los países vecinos. El Tratado Cobo-Martins de 1907 entre

Colombia y Brasil, ratificado mediante la Ley 24 del 17 de mayo, tuvo un componente

importante en cuanto a la navegación fluvial. El tratado, firmado por el Ministro de Relaciones

Exteriores del gobierno de Rafael Reyes, Alfredo Vásquez Cobo, se negoció como preámbulo

para la elaboración,

Dentro del plazo de doce meses, [de] un Tratado de comercio y de navegación, basado

en el principio de la más amplia libertad de tránsito terrestre y navegación fluvial para

ambas naciones, derecho que ellas se reconocen a perpetuidad desde el momento de la

aprobación de este Tratado, en todo el curso de los ríos que nacen o corren dentro y en

las extremidades de la región determinada por la línea de frontera que él establece.44

El deseo de acceder y ejercer control sobre los ríos tiene sentido si se tiene en cuenta que para

ese entonces la navegación fluvial era el principal método de transporte y comunicación

44 Ministerio de Relaciones Exteriores (1982) “Arreglo de límites entre la República de Colombia y la República de los Estados Unidos del Brasil” Bogotá: Imprenta Nacional de Colombia., Artículo IV.

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comercial entre Colombia, Perú y Brasil. La Casa Arana “consideraba que todo intento de

Colombia por navegar el río [Putumayo] era una amenaza a sus ambiciones”45, mientras que

Colombia aseguraba que los avances de los caucheros peruanos en el territorio amazónico, y

específicamente en las zonas aledañas a los ríos Putumayo y Caquetá, constituían una violación

a su soberanía. Aunque Perú y Brasil habían pretendido mantener el control exclusivo sobre el

río Amazonas desde 1851, la insistencia de Colombia por acceder a ese importante canal de

comunicación era cada vez más recurrente.

En esa medida, la definición de las fronteras con Brasil en 1907 se elaboró con el objetivo de

que “los buques colombianos destinados a la navegación de esos ríos se comunicaran

libremente con el Océano por el Amazonas” y los reglamentos establecidos debían “ser tan

favorables cuanto sea posible a la navegación y al comercio”. Las autoridades civiles y los

caucheros movilizaron recursos y esfuerzos con el objetivo específico de “mantener un control

efectivo de su vía principal de comunicación y comercio: el río Amazonas”46. Misioneros como

Fidel de Montclar y Gaspar de Pinell, entre otros, ejercieron dos labores importantes para lograr

el acceso y control de Colombia sobre los ríos. En primer lugar, intentaron convencer a los

comerciantes de instaurar un puerto sobre el río Putumayo que permitiera la salida al

Amazonas. Sus esfuerzos condujeron a la fundación de Puerto Asís por los padres Estanislao

de las Cortes e Hildelfonso de Tulcán, el 3 de mayo de 1912. Además, lideraron la construcción

de caminos entre poblaciones portuarias como Puerto Asís y San Miguel.

El mapa “Amazonía colombiana” elaborado en 1911 por el Estado Mayor del Ejército

Nacional, muestra el territorio de la Amazonía colombiana tal y como quedó establecido tras

el acuerdo de 1907 con Brasil (Ver mapa 2). Lo más interesante es que muestra la línea

Apaporis-Tabatinga y un fragmento de las fronteras de Perú con Ecuador y Brasil con una línea

verde cuya convención es “límites que pretende el Perú”. Ello da cuenta de la disputa,

especialmente entre Colombia, Ecuador y Perú, por la región amazónica. Según el mapa, Perú

pretendía ejercer control de una gran extensión de territorio, desde el sur del río Amazonas

hasta el río Caquetá, entre la recta Apaporis-Tabatinga y las proximidades del Océano Pacífico.

También se muestran los caminos y “trochas y varaderos”, estos últimos la mayoría, existentes

en la región. Aparecen representadas como poblaciones Tabatinga, Pasto e Iquitos, mientras

45 Kuan Bahamon, Civilización, frontera y barbarie, 157. 46 Carlos Zárate Botía, “La Amazonía de los cónsules: el Estado en la frontera, 1880-1930” en Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura n.° 33 (2006): 33.

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Leticia, Loreto, La Pedrera, Buenos Aires y Yagua, entre otras, son caracterizadas como

“puertos y agencias”. La importancia de los ríos se evidencia en que incluso los afluentes más

pequeños están claramente identificados.

Mapa 2 Amazonía colombiana (1911) Estado Mayor del Ejército Nacional. Bogotá: Archivo General de la Nación.

El periódico La República publicó en el mismo año el “Mapa de las regiones amazónicas”

elaborado por Enrique Vidal (Ver mapa 3). De manera aún más contundente que en el anterior,

el autor delimitó el espacio comprendido entre los ríos Amazonas, Napo, Putumayo y Caquetá

con una línea denominada “temerarias pretensiones del Perú después de 1853”. Sólo algunas

poblaciones como Loreto, Leticia y Tabatinga fueron representadas, el verdadero protagonismo

se le otorgó a los ríos. El autor indicó con un símbolo en forma de ancla el “origen de

navegación a vapor” de todas las vías fluviales.

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Mapa 3 Mapa de las regiones amazónicas. (1911) Enrique Vidal. Bogotá: Biblioteca Nacional

Los desacuerdos entre Colombia, Perú, Ecuador y, en menor medida, Brasil, sobre la soberanía

en la región amazónica se evidencian en otras representaciones espaciales de la época. Un

segundo mapa elaborado por Vidal en 1914 y cuyo título es “República de Colombia” hace

énfasis en la división político-administrativa del país vigente en ese momento (Ver mapa 4).

En él aparecen representadas las recién creadas Comisarías del Putumayo y de Caquetá, en un

espacio titulado Territorio del Caquetá. Los territorios que en el anterior reclamaba Perú

aparecen en este como parte tanto de Colombia como de Ecuador.

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Mapa 4 República de Colombia. (1914) Grabado por Enrique Vidal. Bogotá: Archivo General de la Nación.

La crisis de soberanía y la fragilidad de las fronteras de Colombia tras la pérdida de Panamá se

dio también en otros lugares del país. En 1916 tuvo lugar el suceso conocido como “Affaire

Arauca”, en el cual un grupo de venezolanos y colombianos liderados por Humberto Gómez

declaró la ‘República de Arauca’, independiente de Colombia y en contra del Gobierno de José

Vicente Concha. El conflicto duró varios meses y atrajo la atención de políticos liberales como

Enrique Olaya Herrera, quien criticó a los gobiernos conservadores y sus políticas frente a los

territorios fronterizos por considerar que éstos estaban relegados. La crisis se dio como

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consecuencia de la radicación de la Ley 64 de 1916, relativa a los límites con Venezuela y en

la cual Colombia declaró que tenía “derecho para entrar en posesión de los territorios que le

reconoció el Laudo [de la Corona de España de 1891]”47. El Laudo indicaba que la villa de

Arauca sería un “punto equidistante”, lo cual produjo confusiones entre ambos Estados sobre

la soberanía de esa población. Además, Venezuela argumentaba que Colombia no podía entrar

en posesión de los territorios hasta que la frontera hubiera sido completamente demarcada sobre

el terreno, proceso que estaba suspendido desde 1901.

Sucesos como el “Affaire Arauca” condujeron a que el Estado tomara medidas como la

fragmentación de los territorios periféricos en secciones más pequeñas y más fáciles de

gobernar. Igualmente, la crisis de soberanía en esas regiones hizo que el Estado se enfocara en

el control de los ríos, únicos medios de transporte accesibles en ese momento. De ello también

da cuenta la firma, ese mismo año, del Tratado Muñoz Vernaza-Suárez con Ecuador. Por medio

de ese tratado Colombia le reconoció a Ecuador como frontera “una línea a la cumbre, de donde

vierte la fuente principal del río San Miguel; este río, aguas abajo, hasta el Sucumbíos”48,

dejando claro que los territorios al norte del río Amazonas le pertenecían a Colombia. La línea

fronteriza anteriormente mencionada fue reconocida por Colombia como frontera con Perú en

1922, hecho que causó el quiebre de relaciones entre Colombia y Ecuador, que consideró la

actuación del primero como una traición.

Para sintetizar las disputas territoriales que tenía el Estado colombiano con sus países vecinos

en la región amazónica el cauchero y cónsul Demetrio Salamanca elaboró en 1916 el mapa

“Amazonía colombiana. Zonas contestadas” (Ver mapa 5). El autor utilizó los colores de la

bandera nacional para indicar las zonas colombianas competidas por Brasil y Perú. Además,

para indicar que las zonas eran contestadas, es decir que no era claro qué país era soberano

sobre cada una, el autor recurrió a acuerdos y líneas limítrofes establecidas desde 1739 hasta

1880. De esa manera daba cuenta de la diferencia entre lo acordado legalmente y lo que según

él era la ocupación real del territorio en ese momento.

47 Congreso de la República (16 de diciembre de 1916) Por la cual se aprueba una Convención. [Ley 64] Diario Oficial N° 16159 48 Ministerio de Relaciones Exteriores (1916) Tratado de límites entre Colombia y el Ecuador.

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Mapa 5 Amazonía colombiana. Zonas contestadas. (1916). Demetrio Salamanca. Bogotá: Biblioteca Nacional

La presión ejercida por los cónsules y los caucheros en la frontera amazónica para delimitar las

fronteras condujo a que en 1922 se firmara el Tratado Salomón-Lozano con Perú. Este fue

fundamental para el establecimiento de la soberanía nacional en el territorio amazónico. Sus

principales protagonistas fueron Fabio Lozano Torrijos, enviado extraordinario y Ministro

Plenipotenciario en Lima en representación de Colombia, y Alberto Salomón, Ministro de

Relaciones Exteriores en representación de Perú. Fabio Lozano Torrijos, al igual que Alfredo

Vásquez Cobo, había sido parte de la comisión de delegatarios “conocedores de la realidad

regional”49 conformada en 1908 por Rafael Reyes. Dicha comisión estudió las propuestas de

Reyes para la fragmentación del territorio y finalmente aprobó la Ley 1 de 1908 “sobre división

territorial”. En ese sentido, los representantes de Colombia para la definición de las fronteras

con Brasil en 1907 y con Perú en 1922 formaban parte de la élite política que, tras la pérdida

de Panamá y el reconocimiento de que la soberanía nacional estaba en riesgo en distintos

territorios del país, se comprometió con el establecimiento definitivo de las fronteras tanto

internas como externas.

49 Fals Borda, Región e historia, 14.

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José Eustasio Rivera, autor de La Vorágine, también participó activamente en el proceso de

definición fronteriza al formar parte de la Comisión de Límites con Venezuela. En 1923 entregó

un informe con su compañero Melitón Escobar Larrazábal al Ministerio de Relaciones

Exteriores en el que relatan detalladamente sus recorridos por la región amazónica, explican

los avances de las demarcaciones limítrofes, dan cuenta de las condiciones de vida en cada

lugar visitado, describen el funcionamiento de la economía del caucho y alertan sobre la falta

de presencia de autoridades colombianas como un riesgo para la soberanía. Rivera y Escobar

hacían énfasis en que “desgraciadamente en aquellas vastas regiones no tiene hoy por hoy

nuestra nación funcionario ni representante alguno” y por lo tanto se debía redactar “un buen

proyecto de ley sobre división territorial, que consulte mejor sobre las necesidades de la actual

jurisdicción de las comisarías [...] y prevea la manera más adecuada de administrar esos

territorios”50. Las presiones de esa élite política preocupada por la administración de las

regiones fronterizas incidieron en la definición de los términos de los tratados.

El Tratado Salomón-Lozano, impulsado por los presidentes Marco Fidel Suárez y Agustín

Leguía, definió que ya no sería Perú, sino Colombia, el país limítrofe con Brasil en la línea

Apaporis-Tabatinga. Esto implicaba el reconocimiento de Colombia como soberano sobre el

Trapecio Amazónico, un punto de inflexión porque se trataba de un territorio especialmente

significativo por permitir el acceso al río Amazonas y el control del puerto de Leticia.

Posteriormente este tratado se convertiría en fuente de polémica entre Colombia y Perú. Por

sus implicaciones políticas, las condiciones del tratado fueron mantenidas en secreto durante

un periodo de tiempo considerable en ese país. La historiografía peruana mantiene la hipótesis

de que Estados Unidos, para amortizar la pérdida de Panamá, presionó al gobierno peruano a

firmar el tratado pues de esa manera “la compensación territorial a Colombia sería a costa del

Perú, con la entrega de vastos territorios amazónicos y con una salida a la navegación fluvial

del Amazonas”51.

La teoría sobre una posible incidencia de Estados Unidos en la negociación entre Colombia y

Perú parte de que las polémicas que se generaron a raíz del tratado Salomón-Lozano entre

50 Citado por Camilo Domínguez y Augusto Gómez en La economía extractiva en la Amazonía colombiana, José Eustasio Rivera y Melitón Escobar (1923) Informe de la Comisión de Límites con Venezuela al Ministro de Relaciones Exteriores. Archivo General de la Nación: Sección República, Fondo Ministerio de Gobierno, Sección Primera, Tomo 873, folios 474-491. Folio 477. 51 Pedro López Gómez “El capitán Francisco Iglesias Brage en Leticia. Un gallego properuano en la Comisión de Administración del Territorio (1933-1934)”, Anuario de Estudios Americanos n.o 2 (2012): 576.

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Colombia, Perú y Brasil fueron resueltas por medio de la firma del Acta Tripartita firmada en

Washington el 4 de marzo de 1925. Esta Acta fue protagonizada por Charles E. Hughes,

Secretario de Estado de Estados Unidos, Hernán Velarde, embajador extraordinario y

plenipotenciario de la República de Perú, Enrique Olaya Herrera, enviado extraordinario y

ministro plenipotenciario de la República de Colombia y Samuel de Souza Leáo Gracie,

encargado de negocios ad interim de la República de los Estados Unidos de Brasil. El Acta

definió definitivamente la anexión a Colombia del Trapecio Amazónico y la línea Apaporis-

Tabatinga. Defendiendo la posición de Colombia, Olaya Herrera

Añadió que estaba autorizado para declarar que, bajo la condición de que el Tratado

de 24 de marzo de 1922, entre Colombia y el Perú, sea ratificado por ambos

Gobiernos; el Gobierno de Colombia conviene en concluir inmediatamente después

un tratado con el Brasil, reconociendo como frontera entre los dos países la población

de Tabatinga, y de ésta para el Norte la línea recta que va a encontrar de frente al río

Yapurá, en su confluencia con el Apaporis, y en consecuencia, el dominio brasileño

sobre el territorio al Este de dicha línea, siendo entendido que el Brasil en el mismo

tratado convendrá en establecer a perpetuidad a favor de Colombia la libertad de

navegación del Amazonas y demás ríos comunes a ambos países.52

Por su parte, el Secretario de Estado de Estados Unidos sugirió que tanto Perú como Brasil

debían dejar de lado sus objeciones y firmar el Tratado. Dicha sugerencia fue asumida, sobre

todo por Perú, como una estrategia de Estados Unidos, que por sus intereses en la economía

cauchera “anhelaba abrir el Amazonas al tránsito internacional”53, para quebrar el duopolio

sobre el río Amazonas garantizando el acceso de Colombia al mismo.

Una vez se acordaron las condiciones legales, se procedió a la delimitación material de la

frontera. La “Carta corográfica de la frontera entre Brasil y Colombia” muestra los trabajos

realizados entre 1931 y 1936 por funcionarios de ambos países para la demarcación definitiva

de la mencionada línea Tabatinga-Apaporis como la frontera definitiva entre Colombia y

Brasil. (Ver mapa 6).

52 Ministerio de Relaciones Exteriores. División de fronteras. Acta Tripartita sobre límites y navegación entre Colombia, Perú y Brasil. Firmada en Washington, D. C., el 4 de marzo de 1925. Imprenta Nacional de Colombia, 1979. 53 Cristián Garay Vera, “La competencia por el control del espacio amazónico en el contexto de la diplomacia sudamericana, 1830-1998”, Procesos: revista ecuatoriana de historia, n.o 4 (2016): 13.

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Mapa 6 Frontera entre Brasil y Colombia (1936). Bogotá: Archivo General de la Nación

La demarcación de esta línea fue un momento decisivo en términos tanto de las relaciones

diplomáticas entre los países involucrados, como en el proceso de construcción del Estado y

del proyecto nacional en Colombia. Tal y como afirmó Mann, con esta demarcación el Estado

estaba centralizándose territorialmente, lo que implicaba que necesitaba imponer sus poderes

vinculantes sobre un territorio delimitado y que estaba obligado a mantener relaciones con otros

estados en un marco geopolítico más amplio54.

El proceso de incorporación de las poblaciones locales había sido contemplado en el Tratado

Salomón-Lozano de 1922, en el que se estableció que

Los colombianos o peruanos que, a causa de la fijación de la línea divisoria hubieren

de pasar de una jurisdicción a otra, conservarán su antigua nacionalidad, a menos que

54 Mann, Michael (1993) Las fuentes del poder social

Page 31: La conquista del lejano sur Integración del Amazonas al ...

31

opten por la nueva en declaración hecha y firmada ante la autoridad respectiva dentro

de los seis meses posteriores a la ratificación del presente Tratado.

Sin embargo, la interacción entre las poblaciones y el Estado fue más compleja que lo

establecido en el Tratado. La integración de los habitantes locales al proyecto político del

Estado colombiano implicó llevar a cabo proyectos de infraestructura y educación, entre otros,

como forma de afirmación de la soberanía nacional frente a la autoridad que anteriormente

ejercían los países limítrofes. Dichos proyectos permitieron vincular a las poblaciones a las

redes de poder tanto regionales como nacionales de Colombia y requirieron un acercamiento

directo a las dinámicas de un territorio hasta entonces desconocido.

En 1934 el Intendente Ignacio Moreno le escribió desde Leticia al director del Departamento

de Intendencias y Comisarías que “esta población se puede considerar como un caso sui-géneris

en el movimiento político-social del país. Está formada por una tercera parte de personal civil

colombiano; por una tercera parte de personal peruano y por otra igual de personal brasilero.”55

En el mapa anexo al alegato entre Perú y Ecuador de 1904 se aprecia la cantidad de territorio

que en años posteriores sería anexado a Colombia pero que, hasta las primeras décadas del

siglo XX, había estado bajo la jurisdicción de Perú (Ver mapa 7). El mapa corresponde al

alegato del Perú en el arbitraje sobre sus límites con Ecuador, que fue presentado por el

presidente José Pardo y Barreada a la reina regente de España. También muestra la línea

Apaporis-Tabatinga cuando esta formaba parte de Perú y estaba lejos de tener relación con

Colombia.

55 Ministerio de Gobierno. Sección Intendencias y Comisarías. Informes generales. Caja 2. Carpeta 2. Folio 46. Noviembre 22 de 1934.

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32

Mapa 7 Mapa anexo al alegato del Perú en el arbitraje sobre sus límites con el Ecuador, presentado por José Pardo y Barreda a S.M. el árbitro la reina regente de España (1904). Bogotá: Banco de la República

El siguiente paso en el establecimiento de la soberanía nacional en el territorio amazónico fue

la creación de la Comisaría del Amazonas en 1928. Ese mismo año se ratificó el Convenio de

Misiones por medio del cual el Estado buscaba reafirmar la presencia de autoridades

colombianas en esos territorios. Por medio de la Ley 96 de 1928, firmada el 17 de noviembre

por el presidente Miguel Abadía Méndez, se dictó la creación de

La Comisaría del Amazonas, con capital en Leticia, cuyos límites serán los siguientes:

desde la desembocadura del río Igaraparaná en el río Putumayo y por la vaguada de

este río hasta su confluencia con el Yaguas en la margen derecha; sigue por una línea

recta que de esta confluencia vaya a la del río Atacuari en el Amazonas y de allí por la

vaguada del Amazonas hasta los límites con el Brasil; sigue por los límites con el

Brasil hasta la boca del río Apaporis en el Caquetá; este aguas arriba, hasta la boca del

Puré, Cure o Jacaré y de este río aguas arriba hasta sus cabeceras, y de este punto una

línea recta imaginaria hasta la desembocadura del río Igaraparaná en el río Putumayo,

punto de partida56.

56 Congreso de la República “Por la cual se señalan nuevos límites a las Comisarías de Caquetá y del Putumayo, se crea la Comisaría Especial del Amazonas y se dictan otras disposiciones” [Ley 96 de 1928] Diario Oficial N° 20953

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Mapa 8 Mapa comercial de la República de Colombia. (1931) Bogotá: Banco de la República

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34

El territorio de la Comisaría correspondía únicamente al denominado Trapecio Amazónico y

el establecimiento de sus límites fue el primer paso en la demarcación político-administrativa

actual de la Amazonía colombiana. El “Mapa comercial de la República de Colombia” de 1931,

editado por el Banco de la República a partir de investigaciones de la Oficina de Longitudes,

fue uno de los primeros en los que la Comisaría del Amazonas apareció claramente diferenciada

(Ver mapa 8). Esta fue representada con líneas fronterizas de límites tanto internacionales,

“límites de la República”, como nacionales, “Límites de Departamentos, Intendencias o

Comisarías”.

En la misma ley se estableció que, en términos de la administración de ese territorio, “la

Comisaría del Amazonas será administrada por un Comisario Especial, de libre nombramiento

y remoción del Poder Ejecutivo, de quien dependerá directamente”. La capital de esta

Comisaría sería la recientemente incorporada Leticia, la cual fue erigida como municipio

colombiano oficialmente. El Estado actuó en razón de la necesidad de hacer presencia material

en ese territorio. Por eso, se estableció que se debía:

Fomentar efectivamente el desarrollo de los caseríos que se hallen dentro del

territorio, a fin de poderlos erigir en Municipios o Corregimientos.

Atender con el mayor interés a la civilización de los habitantes del territorio,

procurando reducir a poblaciones fijas a los indígenas errantes, y acostumbrarlos, por

medios suaves, a la obediencia y sumisión a las leyes.

Velar constantemente para evitar el comercio clandestino que pudiera hacerse, y

castigar a los infractores, según las leyes y reglamentos que rijan sobre la materia.

Dictar todas las providencias conducentes a conservar el dominio de la República en

todo el territorio de su mando, según las órdenes e instrucciones que reciba del Poder

Ejecutivo. De todas las medidas que tome dará cuenta inmediatamente al Gobierno,

así como de todo acto o tentativa que se dirija contra los derechos e independientes de

la República.

Posteriormente, mediante la Ley 2 de 1931, la Comisaría fue elevada a Intendencia. La

elevación a Intendencia implicó, no solamente una ampliación de los límites territoriales, sino

también un grado diferente de jurisdicción y gobernanza. La categoría de comisaría había sido

creada durante el gobierno de Carlos E. Restrepo con el fin de administrar “las regiones de

menor importancia que requirieran más ayuda del gobierno nacional”57, por lo cual dependían

directamente del poder ejecutivo. Al intendente se le otorgaron labores de mayor alcance, tales

57 Rausch, Colombia: el gobierno territorial y la región fronteriza de los Llanos ,27.

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35

como la fundación de pueblos, el nombramiento de maestros, la firma de contratos para el

desarrollo de infraestructura y el desarrollo de informes periódicos sobre las condiciones y

necesidades del territorio, entre otros. Además de la definición fronteriza, la norma estableció

medidas para la administración del territorio y su tratamiento jurídico tales como las

obligaciones del intendente, el régimen fiscal, la asignación de presupuesto y la definición de

circuitos judiciales y distritos electorales.

Con respecto a los poblados que quedaron bajo la jurisdicción de la recién creada Intendencia

se estableció que “además de mantener la Aduana que actualmente funciona en La Pedrera, el

Gobierno procederá a establecer una Aduana en Leticia y a trasladar la Aduana que actualmente

funciona en Puerto Asís al sitio denominado Tarapacá”58. Además de esas poblaciones, otros

documentos indican que La Chorrera, Atacuarí y El Encanto eran los centros poblados más

importantes del Amazonas en los primeros años de la década de los treinta. Desde esos lugares

tenía lugar la comunicación entre las autoridades locales y las nacionales, y la mayoría de las

políticas implementadas o solicitudes por parte de la población provenían de allí. La

Intendencia del Amazonas apareció representada dos años después de su creación, en 1933, en

el “Mapa cafetero de la República de Colombia”. En el mapa se indica claramente el nombre

del Trapecio Amazónico como parte del territorio colombiano, y se evidencia el crecimiento

territorial de la Intendencia con respecto a la Comisaría (Ver mapa 9).

58 Congreso de la República de Colombia. “Por la cual se crea la Intendencia del Amazonas, se señalan nuevos límites a las Comisarías del Caquetá y del Putumayo y se dictan otras disposiciones” [Ley 2 de 1931].

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36

Mapa 9 “Mapa cafetero de la República de Colombia”. (1933) Bogotá: Banco de la República

Es claro que la afirmación legal sobre las fronteras colombianas en el Amazonas no se dio de

manera aislada a motivaciones de índole económica y política. El interés del Estado central por

establecerse en una región inexplorada y que estaba al margen de la vida política nacional se

derivó de la crisis de soberanía que dejó la separación de Panamá. El acceso al río Amazonas,

principal arteria de transporte y comercio en la Amazonía, se convirtió en un objetivo

primordial tras la pérdida de Panamá y condujo a la negociación con Perú sobre la jurisdicción

del Trapecio Amazónico. El Estado también negoció con Ecuador y con Brasil sus derechos

sobre el territorio, y finalmente resultó favorecido por el tratado Salomón-Lozano de 1922. A

partir de ese momento el Estado actuó para crear y administrar un espacio diferenciado en ese

espacio. Las medidas incluyeron la movilización de recursos y personal para la defensa del

territorio durante la guerra con Perú y la implementación de políticas educativas, de

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37

infraestructura y para la colonización en la región. El carácter de territorio recientemente

adquirido implicó un reto importante tanto para los gobernantes como para los habitantes

locales, ya que múltiples formas de autoridad -civiles, étnicas, religiosas y económicas- de

ambos países se enfrentaron durante los años posteriores a la firma del tratado por el control

de la región.

En conclusión, la definición legal de los límites del nuevo territorio fue sólo el primer paso en

el largo proceso de incorporación del mismo a las dinámicas políticas del país. La construcción

de soberanía del Estado colombiano en el territorio del actual departamento de Amazonas tuvo

que atravesar periodos de crisis como la guerra con Perú entre 1932 y 1933, y estuvo sujeta a

las solicitudes de las poblaciones locales y las autoridades religiosas, las cuales incidieron

directamente en la implementación de las políticas para la integración del territorio. En la

siguiente sección se mostrará cómo, una vez se definieron las fronteras definitivas de Colombia

en la Amazonía, el Estado y la ciudadanía defendieron el territorio en tiempos de crisis.

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38

“Todo el país en pie”: Defensa del Amazonas en tiempos de guerra (1931-1933)

En septiembre de 1932 estalló la guerra colombo-peruana por el Trapecio Amazónico. El

conflicto se extendió hasta mayo de 1933, condujo a la movilización de recursos para la lucha

por el territorio y posteriormente a la terminación definitiva, en términos legales, de la disputa

entre ambos países por la soberanía sobre Leticia y la línea Apaporis-Tabatinga. Además de

afirmar sus intereses sobre el territorio amazónico mediante el establecimiento de fronteras y

la definición de un plan administrativo, el Estado llevó a cabo acciones de colonización y

defensa para afianzar su soberanía. El gobierno de Enrique Olaya Herrera, quien había sido

varias veces ministro de relaciones exteriores, estudiado de cerca los modus vivendi con Perú

y participado directamente en la resolución de conflictos anteriores como el de La Pedrera en

1911, fue representado en el territorio por el primer intendente del Amazonas, Alfredo Villamil

Fajardo. Éste, al igual que el jefe de frontera en el Amazonas, Amadeo Rodríguez, mostró una

preocupación especial por la defensa de la frontera. Alfredo Vásquez Cobo, político y militar

cercano a Reyes y promotor de la redefinición fronteriza, lideró al Ejército colombiano a lo

largo del conflicto. Además, representantes de la Iglesia como el fray Gaspar de Pinell

participaron simultáneamente en el proceso de integración del Amazonas al proyecto nacional

por medio del desarrollo de infraestructura y el acercamiento a las poblaciones.

Las acciones para la defensa del territorio no se dieron únicamente desde las altas esferas de

poder. Por el contrario, implicaron la participación activa de la ciudadanía, no sólo de regiones

como el Cauca y el Huila que tenían una cercanía geográfica y vínculo político con la Amazonía

particular59, sino de diversas zonas del país. Las disputas entre Colombia y Perú por el territorio

dieron lugar, tal y como aquí se demuestra, a la exaltación del sentimiento patriótico entre los

ciudadanos tanto del centro del país como de las regiones próximas al Amazonas. Ese

sentimiento se materializó en actos como la donación de dinero en efectivo, de objetos de valor

personales y de material para el Ejército, así como la divulgación de campañas patrióticas a

través de la prensa y las manifestaciones masivas a favor de la defensa de la frontera en el sur.

Dichos actos constituyen formas individuales de transformación del Estado desde abajo, ya que

a partir de acciones cotidianas los habitantes interactuaron con instituciones del Estado y le

dieron forma a sus políticas. A continuación se mostrará la forma en que sectores de la

59 El artículo 10 de la Ley 96 de 1928 estableció que “En las Comisarías del Caquetá y del Amazonas regirán las ordenanzas de policía de los Departamentos del Huila y de Nariño, respectivamente”.

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ciudadanía, de distintas regiones del país, diversas clases sociales y de ambos partidos políticos,

no sólo se vincularon sino que transformaron el proyecto de defensa del territorio

implementado por las autoridades tanto civiles como religiosas. En primera instancia se

explicarán los motivos que condujeron a la guerra y posteriormente se hará énfasis en la

participación ciudadana durante el conflicto.

Como se explicó anteriormente, el territorio sobre el cual el Estado colombiano había

establecido soberanía mediante los tratados con Perú y con Brasil estaba poblado por

comunidades indígenas diversas y ciudadanos peruanos principalmente. Para el Estado esto

representaba un reto importante con respecto a la construcción de jerarquías locales vinculadas

a la vida política central y a la articulación de la población a redes de poder estatales distintas

a las de los caucheros y los misioneros. Rivera y Escobar indican en su ya citado informe que

le habían transmitido a las tribus indígenas nociones sobre su nacionalidad y explicaciones

gráficas acerca de los límites de Colombia en esos territorios. Según ellos, los indígenas “muy

complacidos recibían la noticia de que eran colombianos, lo que sabían por primera vez”60.

También le comunicaron a las poblaciones que “nuestro país acoge gustoso todos los

individuos de buenas costumbres que quieran establecerse en su suelo y les ofrece las mismas

garantías que a los nacionales, no exigiéndoles otra cosa que el respeto a las autoridades

colombianas y el acatamiento a sus leyes y reglamentos”.

Por eso se formularon leyes cuyo objetivo era fomentar la colonización. La Ley 100 de 1923,

radicada por el Congreso durante el gobierno de Pedro Nel Ospina, estableció que se

fomentarían centros de colonización en las regiones del país “donde [el Gobierno] lo estime

necesario”. Explícitamente, se definió que el Gobierno tomaría medidas para

La fundación y fomento en dichas regiones de colonias agrícolas y penales, la

adquisición de toda clase de vehículos, la creación de Aduanas y fijación de tarifas, la

organización de cuerpos de Zapadores y de Resguardos, la construcción de caminos y

demás medios de comunicación y transporte, la creación de los empleados necesarios

y la fijación de los sueldos, viáticos y gastos de material, la supresión o disminución

del impuesto sobre explotación de bosques nacionales y la adjudicación de tierras

60 Citado por Camilo Domínguez y Augusto Gómez en La economía extractiva en la Amazonía colombiana, José Eustasio Rivera y Melitón Escobar (1923) Informe de la Comisión de Límites con Venezuela al Ministro de Relaciones Exteriores. Archivo General de la Nación: Sección República, Fondo Ministerio de Gobierno, Sección Primera, Tomo 873, folios 474-491. Folio 476.

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40

baldías hasta cien hectáreas, de acuerdo con el procedimiento especial que el

Gobierno dicte al respecto.61

Posteriormente, en 1926 se tramitó la Ley 52 para colonización “de los Llanos orientales de la

República”. Dicha ley estableció que

El Gobierno procederá a fomentar la colonización, la agricultura, la ganadería y el

comercio en los Llanos Orientales de la República, a cuyo efecto promoverá la

navegación en sus ríos, abrirá caminos hacia el interior, procurará que los productos

de las Salinas próximas se dediquen ventajosamente a la reducción de indios y mejora

de ganados, metodizará la de aquéllos y asegurará su estabilidad por medio de una

justiciera parcelación y adjudicación definitiva y expedita de las tierras; en una

palabra, hará todo cuanto sea posible para organizar la vida social en los territorios de

San Martín, Casanare, Vichada, Vaupés, Arauca y demás de los Llanos orientales.62

Aunque no se refiriera explícitamente al Amazonas debido a que en ese momento el territorio

aún no había sido erigido como Comisaría, la ley en cuestión fue fundamental en la

aproximación inicial por parte del Estado a la región amazónica. Cuando se creó la Comisaría

Especial del Amazonas, en 1928, el interés por el fomento y desarrollo de los caseríos presentes

en el territorio, la fundación de nuevos municipios o corregimientos y la “civilización de los

habitantes del territorio”63 mediante la enseñanza de “la obediencia y sumisión a las leyes”

quedaron establecidos como objetivos primordiales. Estas leyes obedecieron a la preocupación

del Estado por ejercer soberanía en los territorios que, como lo indica el siguiente mapa, habían

sido “invadidos por los peruanos” (Ver mapa 10).

61 Congreso de la República “Por la cual se provee a la colonización y vigilancia de los territorios fronterizos nacionales” [Ley 100 de 1923] Diario Oficial N° 19360. 62 Congreso de la República “Por la cual se fomenta la colonización de los Llanos orientales de la República” [Ley 52 de 1926] Diario Oficial N° 20347 63 Congreso de la República “Por la cual se señalan nuevos límites a las Comisarías de Caquetá y del Putumayo, se crea la Comisaría Especial del Amazonas y se dictan otras disposiciones” [Ley 96 de 1928] Diario Oficial N° 20953

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Mapa 10 Mapa de las regiones orientales de la república de Colombia (Casanare, San Martín, Caquetá, Putumayo y Amazonas, corregido según los tratados y laudos especiales). (1916). Bogotá: Biblioteca Nacional

Además, para 1928 también se hacía evidente la necesidad de formalizar la relación entre el

Estado y las comunidades indígenas presentes en el territorio amazónico. Una de las formas en

que los indígenas se relacionaron con el Estado fue mediante la solicitud de adjudicación de

tierras e implementación de políticas que consideraban justas para sus comunidades. El 26 de

mayo de 1928 se radicó en el Ministerio de Industrias una solicitud de Mariano Jacanamijoy

en la que exigía que el Gobierno le brindara los recursos necesarios para llevar a cabo las

labores de colonización sobre los terrenos que le habían sido adjudicados en el bajo Putumayo.

Su relación con el Estado no se agotaba, sin embargo, en quejas y reclamos. Después de

manifestarse sobre lo que él consideraba un “inri indígena”, Jacanamijoy expresa que, aunque

los indígenas fueran despreciados y “tratados como animales raros” o “llamados salvajes”,

estaban dispuestos a contribuir “al adelanto y civilización de nuestra gran Colombia,

presentándole, con el transcurso de los años [...] campos fértiles, sembrados y cultivados [...]

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42

listos para el enriquecimiento de nuestro territorio”64. En esa medida, la construcción del

Estado y su proceso de expansión no se limita a la instauración de un monopolio de la violencia

que desde el centro se impone incólume en las regiones. Por el contrario, los distintos

integrantes del entramado social usan el lenguaje que saben se ajusta a los intereses del Estado

y legitiman las largas cadenas de dependencia funcional que lo componen65 con el fin de

obtener beneficios propios.

El proceso de colonización y búsqueda de control sobre la Amazonía fue complicado por

tratarse de una zona en la que había frentes de resistencia indígena y de población peruana, a

la cual sólo era posible acceder por medio de trochas y ríos y cuyas características naturales

eran particularmente complejas. De ello dan cuenta los informes de las primeras autoridades

civiles que fueron designadas para administrar el territorio. Por ejemplo, el 10 de mayo de 1932

el Intendente del Amazonas Villamil Fajardo expuso ante el Consejo de Ministros un acta en

la que daba cuenta de las condiciones “y algunas necesidades urgentes de la entidad a su

cargo”66. Villamil hizo énfasis en los problemas para la navegación por los ríos Caquetá y

Putumayo, en la necesidad de organizar la asistencia médica gratuita y en la importancia de

establecer medios de comunicación radiotelegráficos, entre otros asuntos que consideraba

relevantes para el territorio.

Con respecto a la población, el Intendente manifestó “que los territorios entregados a Colombia

por el Perú estaban completamente despoblados, y que la falta de colonos y cultivadores hacía

extremadamente difícil la organización de la Intendencia [...] que para desarrollar, aunque sea

en forma modesta, un plan de fomento de la región [consideraba] necesario atender a los

distintos puntos a que se refiere el Memorándum presentado al Excelentísimo señor Presidente

de la República sobre las más urgentes necesidades de la Amazonía colombiana”67. Entre esos

puntos cabe resaltar, además de la ampliación presupuestal, la inversión en comunicaciones y

el desarrollo de los planes de fomento, la solicitud explícita por “la organización de los

orfelinatos que puede evitar en gran parte la migración de los indígenas hacia los países

limítrofes”68. Dicha migración se debía a que caucherías como la Casa Arana movilizaban a

64 Ministerio de Industrias. Departamento de Baldíos. Correspondencia. 1928. Folio 377. 65 Íngrid Johanna Bolívar “Sociedad y Estado: La configuración del monopolio de la violencia”, en El Estado en Colombia, editado por L.J Orjuela (Bogotá: Universidad de los Andes, 2010), 294. 66 Ministerio de Gobierno. Sección de Intendencias y Comisarías. Informes generales. Caja 2, Carpeta 2. Folios 1-7. Folio 1. 10 de mayo de 1932. Acta de reunión. 67 Ibid. 68 Ibid., Folio 5.

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los indígenas para utilizarlos como mano de obra, por lo que muchos huían a otros territorios.

Igualmente, el Ministro de Relaciones Exteriores informó que su despacho “adelantaba

gestiones activamente ante el señor Nuncio Apostólico, y ante la Santa Sede, a fin de obtener

la modificación de los límites eclesiásticos, pues gran parte de la región colombiana está

actualmente bajo la jurisdicción del Perú, lo cual tiene graves inconvenientes, en especial en lo

relacionado con las pruebas del estado civil”69.

Estas preocupaciones dan cuenta de la fragilidad del territorio en términos de soberanía, ya que

la población estaba dispersa, no se movilizaba en función de las fronteras recientemente

establecidas sino de su vínculo histórico con el territorio y no siempre reconocía al Estado

colombiano como autoridad ya que estaba compuesta por ciudadanos de los países limítrofes.

Efectivamente, la concentración de poder por parte del Estado dependía “de algunas

condiciones previas, como el ‘encerramiento’ o la fijación de la población en un territorio

limitado y definido”70. Por eso, en documentos como éste las autoridades muestran especial

interés en la correspondencia y el control de las comunidades allí presentes. Por ejemplo, el

Ministro de Guerra “hizo presente la conveniencia de trasladar la población de El Encanto, que

se ha tomado actualmente como centro de operaciones de la colonización, al sitio de La

‘Chorrera’, sobre el río Caraparaná, que está dotado de un clima más benigno y de mejores

medios de transporte”71. Para ese entonces, era tal la distancia entre las poblaciones presentes

en la Amazonía y el Estado colombiano, que el Intendente llamó la atención sobre la necesidad

de “efectuar suficientes remesas de billetes y moneda feble colombiana a la región amazónica,

pues las transacciones se llevan a cabo hoy día en moneda peruana”72.

El territorio era frágil en manos del Estado colombiano porque las redes de poder existentes,

conformadas por misioneros y líderes caucheros peruanos como los dueños de la Casa Arana,

pretendían un control de la región y reclamaban su dominio histórico sobre el territorio. Por

eso, las poblaciones allí presentes no tenían un vínculo significativo con las autoridades

colombianas recién llegadas. Esto condujo a la formulación de acciones concretas para

incorporar a la Amazonía a las dinámicas del Estado central. Estas no se limitaron, sin embargo,

a las políticas materiales impuestas por las autoridades civiles. Como se explicó anteriormente,

69 Ibid. Folio 6. 70 Fernán González (2014) Poder y violencia en Colombia, 61. 71 Ministerio de Gobierno. Sección de Intendencias y Comisarías. Informes generales. Caja 2, Carpeta 2. Folios 1-7. Folio 6. 10 de mayo de 1932. Acta de reunión. 72 Ibid. Folio 7.

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la Iglesia desempeñó un rol fundamental en la incorporación de la Amazonía al proyecto

nacional. Según el fray Alfredo M. de Totana, el conocimiento de los misioneros sobre los

territorios en cuestión permitía afirmar que “las bases de corregimientos y futuras poblaciones

[...] estriban en la constitución de la autoridad civil (corregidor o alcalde), en la educación e

instrucción pública y en el servicio religioso o espiritual”73. El énfasis de la solicitud del fray

era la educación, por lo que solicitó “la creación de diez escuelas o al menos de siete para los

puntos siguientes: Leticia, Pedrera, Victoria, Atacuarí, Yaguas, Caraparaná e Igarapará…”74.

En ese sentido, el Estado no actuó únicamente a partir de la imposición material en el territorio,

sino que se vio obligado a invertir en formas de interacción con la población tales como la

instrucción pública y religiosa.

Aunque se sabe que el Estado y la Iglesia mantuvieron una estrecha relación en el proceso de

integración de la Amazonía al proyecto nacional, ésta no siempre fue armoniosa. Los

desacuerdos giraban en torno al trato de las poblaciones locales y a la forma de integrarlas al

proyecto nacional. El general y jefe de frontera del Amazonas, Amadeo Rodríguez Vergara,

escribió en julio de 1932 que “ciñéndose [...] al más genuino y patriótico colombianismo, no

desistiría de amparar a los indios”75 ante lo que él consideraba eran abusos por parte de los

padres capuchinos. También consideraba que debía hacerse una revisión “de las leyes que rigen

los destinos de los infelices indios, quienes hace años han venido sufriendo, además de las

inclemencias del clima, la terrible persecución de una misión que dice ser cristiana…”76. Otros

documentos de quejas por parte de autoridades civiles ante el accionar de religiosos y

visceversa indican que no se puede pensar en el Estado ni en las autoridades, tanto civiles como

religiosas, como entes monolíticos. Estas no compartieron siempre los mismos intereses ni

actuaron de manera conjunta ininterrumpidamente. Por el contrario, las acciones que cada una

llevó a cabo en el territorio estuvieron sujetas a condiciones, que variaban según el entorno

político, establecidas tanto en el Convenio de Misiones como en acuerdos particulares entre los

partidos y la Iglesia.

73 Ministerio de Educación. Correspondencia. Legajo 100. Carpeta 1. Educación primaria. Asuntos eclesiásticos. Quejas. Folio 24 74 Ibid. 75 Ministerio de Educación. Correspondencia. Legajo 100. Carpeta 1. Folios 141-147. Folio 142. 8 de julio de 1932 76 Ibid. Folio 141.

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45

A pesar de las acciones de autoridades civiles y religiosas por establecer la soberanía

colombiana sobre el territorio amazónico, el 1 de septiembre de 1932 estalló la guerra. Un

grupo de ciudadanos peruanos se tomó la ciudad de Leticia aduciendo que ésta le pertenecía a

Perú, aunque su pertenencia al Estado colombiano ya había sido definida en el tratado ratificado

en 1928. Según la prensa, los peruanos residentes en Leticia “se sublevaron contra las

autoridades colombianas porque les hacían cantar el himno nacional de Colombia y les ponían

maestras colombianas”77. El Tiempo aseguró que “el gobierno colombiano no tiene en Leticia

guarnición militar ninguna y [...] allí solo hay diez hombres del resguardo. Esa es toda la gente

armada con la que cuenta el Intendente del Amazonas, señor Alfredo Villamil Fajardo”78. El

Ejército colombiano fue liderado por Alfredo Vásquez Cobo, el mismo que había promovido

las reformas administrativas de Reyes para defender la soberanía territorial y que había

negociado el tratado de límites con Brasil en 1907. Ante “los gravísimos acontecimientos”79

las autoridades colombianas tomaron acciones como el incremento excepcional del

presupuesto de la Intendencia, el despliegue de unidades militares y el llamado a la ciudadanía

para la participación en la defensa del territorio. Esta última fue fundamental pues implicó la

movilización de recursos en la prensa, campañas publicitarias e incluso la apertura en la esfera

económica de espacios dedicados a la participación popular.

El periódico El Amazonas, publicado en Neiva, y cuya circulación se extendió entre finales de

septiembre de 1932 y noviembre del mismo año, da cuenta de la forma en la que múltiples

sectores de la sociedad se vincularon a la defensa de la Amazonía durante la guerra con Perú,

que fue caracterizada como “conflicto internacional surgido del desconocimiento de nuestra

soberanía en el lejano Sur”80. El periódico, dirigido por P. J Gutiérrez Vélez era el “órgano de

la Junta de Defensa Nacional” y publicaba titulares como “Dulce y decoroso es morir por la

patria”, “Luchar por la Patria es incorporarse a la inmortalidad”, “El soldado huilense es un

león en la guerra”, “El Napo será nuestra frontera”, “Los pueblos perecen por viles y no por

débiles” y “Perú es un hermano bastardo”, entre otros. Se trató de un espacio importante para

la puesta en común de propuestas cuyo objetivo era defender la región amazónica en el

momento en que su pertenencia a Colombia estaba en riesgo. Estas fueron de distintas escalas,

77 El Amazonas, octubre 1 de 1932. 78 El Tiempo, “Trescientos comunistas peruanos se adueñaron el jueves pasado de Leticia”, 3 de septiembre de 1932. 79 Ministerio de Gobierno. Sección de Intendencias y Comisarías. Actos administrativos. Caja 1. Carpeta 5. Decretos de Intendencias. Folio 2. 80 El Amazonas, octubre 1 de 1932.

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46

desde “urnas del soldado, [...] ubicadas en los lugares más públicos de la ciudad [...] para que

todos depositen una moneda”81, hasta la vinculación al Ejército para la lucha por el territorio.

Una de las formas de participación popular por la defensa del territorio fue la vinculación de la

ciudadanía al Empréstito de Defensa Nacional. A raíz de la crisis financiera mundial de 1929,

Colombia no estaba preparada económicamente para asumir los costos de una guerra. Por eso

las entidades bancarias buscaron el apoyo ciudadano para recolectar los recursos necesarios

por medio del mencionado Empréstito. Aunque en términos macroeconómicos el Empréstito

no aportó una suma extraordinaria, la multitudinaria participación de la ciudadanía muestra

hasta qué punto la defensa de las fronteras y las pruebas de patriotismo adquirieron relevancia

en ese momento. Un mes después de iniciado el conflicto se anunció que “el Banco Agrícola

Hipotecario, Sucursal de Neiva, recibe consignaciones para convertirlas en bonos del

empréstito de $ 10.000,000 que se destinarán a la defensa de nuestro territorio”82. La ciudadana

Nelly Turbay le escribió al Presidente de la Junta de Defensa Nacional, el 27 de septiembre de

1932, que “gustosa” ponía “a disposición de usted para la defensa de mi patria, los pequeños

ahorros que tengo en el Banco Agrícola Hipotecario, y que ascienden a la suma de $10,84”83.

Igualmente, el ciudadano Zoilo Rivera escribió el 28 de septiembre de 1932 que había

“consignado en el Banco de la República [...] la cantidad de cien pesos como suscripción al

empréstito patriótico; y [...] con mi esposa hemos entregado los aros matrimoniales con el fin

exclusivo de que su pequeño valor material sirva en parte a sufragar los gastos que demande la

defensa de nuestra frontera con el Perú”84.

Los montos donados por los ciudadanos fueron muy variados, por lo que la vinculación a la

causa se dio desde diferentes niveles del espectro socioeconómico. La diferencia entre

donaciones individuales de una argolla frente a otras “de cinco tarjetas de oro, una insignia,

una leontina, un aderezo con piedras finas, dos relojes, dos anillos nupciales, dos bastones con

mango de oro, un rosario, una cadena, un collar, una argolla y un anillo con el escudo de los

Condes de Casavalencia”85, perdía relevancia porque independientemente de la suma los gestos

personales para defender el territorio eran calificados como bellos y patrióticos tanto por las

autoridades políticas como por la prensa.

81 El Amazonas, N°2, octubre 1 de 1932, pg. 1. 82 Ibid. 83 Ibid. 84 El Amazonas, N°2, octubre 1 de 1932, pg. pg. 2. 85 Ibid.

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47

El gerente del Banco de Bogotá, Sucursal de Neiva, manifestó que “los empleados de esta

sucursal, deseosos de contribuir personalmente a la suscripción de bonos del empréstito

patriótico, han ofrecido destinar el diez por ciento de sus sueldos con ese fin”86. Del mismo

modo, los ciudadanos Teódulo Flórez y Natalia Gutiérrez de Flórez manifestaron a los Señores

Presidente y miembros de la Junta de Acción Patriótica que, además de sus argollas de

matrimonio, pondrían a disposición “un buen caballo de silla para que lo ocupe como de

propiedad del gobierno un oficial del ejército o un soldado reservista de los que deben seguir

para la frontera”87. Como esas donaciones aparecerían muchas otras en el periódico El

Amazonas. Eran tantas que los directores del Banco de la República, el Banco Agrícola y el

Banco de Bogotá enviaban diariamente listas con los nombres de los ciudadanos y los objetos

o cantidades de dinero donadas.

Juan N. Angel, dos argollas matrimoniales, Víctor Molano, un juego de electroplata,

Uriel A. Rueda, cinco arrobas de café Arabia, un anillo y un peso mensual de dos

empleados de su fábrica, Pablo Ospina dos argollas nupciales [...], Félix Dussan

Charry cinco bestias mulares enjalmadas [...] Gil Solano, cinco muletos, cinco

novillos, dos argollas nupciales y un prendedor de su señora esposa [...] Justo Germán

Dussán, en nombre de su señora madre, diez potros y cinco toretes [...] Pedro Noval

desinfectantes, jeringas y lo que necesite la caballería [...] Ramón Echeverri Botero

dos argollas matrimoniales y treinta libros88.

El Tiempo publicó la historia de doña Solita Salgado, una joven nadadora colombiana que había

sido motivo de orgullo para su patria por ganar varios concursos internacionales. Salgado, que

había obtenido la nacionalidad francesa en 1928, “entregó las medallas de oro que [había]

ganado en varios campeonatos internacionales, especialmente el gran premio de atletismo

femenino de 1929. Esta donación la [hizo] Solita como una fervorosa contribución para la

defensa nacional”89. Acciones como estas dan cuenta de la participación activa de ciudadanos

de varias regiones en el proceso de construcción del Estado en los territorios nacionales, incluso

aquellos que parecían ser los más alejados de las dinámicas políticas de las regiones centrales.

La prensa fomentaba la vinculación de la ciudadanía a la defensa del territorio afirmando que

“hemos de aprestarnos todos para ir a la lejana frontera a salvarla con la punta luciente de

86 Ibid. 87 Ibid. 88 Ibid., pg. 3. 89 El Tiempo, “Doña Solita Salgado entregó sus medallas para la defensa nacional”, 3 de septiembre de 1932.

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48

nuestros cuchillos”90. Afirmaciones como esa muestran que, a diferencia de lo planteado por la

teoría general del Estado, éste no se impone coercitivamente sobre espacios y poblaciones

pasivos, sino que, por el contrario, se construye desde abajo a partir de las contribuciones de la

población que hacen coherentes las formas del Estado91.

La vinculación de la ciudadanía a la defensa del territorio durante la guerra con Perú da cuenta

de que diversos grupos sociales, étnicos y de género se vincularon a la esfera pública nacional

por medio de prácticas desde el ámbito local. Según Corrigan y Sayer, aunque el Estado sea un

proyecto totalizador y sus expresiones se den a nivel colectivo, su proceso de formación

también implica la participación individual de los sujetos en sus rituales92. Por eso las

donaciones de los ciudadanos de distintas regiones del país para financiar la guerra con Perú le

dieron forma y sentido a la presencia del Estado en la Amazonía. Además, las acciones

individuales contribuyeron al fortalecimiento de la soberanía, no en un sentido de imposición,

sino a partir de la movilización de los mismos ciudadanos. El análisis de estas formas de

vinculación a la arena política permite aproximarse a la formación del Estado tanto desde

arriba, a partir de su “diseño”, como desde abajo, a partir de las experiencias vividas.

El largo alcance y el carácter simultáneamente individual y colectivo de estas acciones en

defensa de la soberanía durante la guerra con Perú se evidencia en las manifestaciones, en

lugares del país incluso muy distantes de la región afectada, a favor de la defensa de la patria.

El 23 de abril de 1933 el Comité Liberal de Lenguazaque, Cundinamarca, escribió una carta

dirigida a El Tiempo en la que aseguraba

El cura párroco de esta población, Neftalí Corredor, ha convertido la cátedra sagrada

en lugar de contienda política; desde allí ha arremetido contra la Patria y el

Liberalismo, diciendo que ‘es preferible que Colombia sufra una derrota vergonzosa

de los peruanos a que ocupen las curules los enemigos de la religión o sea los

liberales. Todas las personas conscientes de este lugar se muestran descontentas con

las actuaciones antipatrióticas de este sacerdote [...] hoy que ha tocado con los fueros

sagrados del patriotismo nos es imposible dejar pasar esto en silencio y es de justicia

que obtenga su merecida reprobación de la sociedad y de quien se titule colombiano.93

90 El Amazonas, octubre 1 de 1932, pg. 1. 91 Corrigan y Sayer, The Great Arch, 9. 92 Ibid. 93 Ministerio de Educación. Correspondencia. Legajo 100. Carpeta 2. Educación primaria. Asuntos eclesiásticos. Quejas. Folio 226.

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Ese tipo de solicitudes muestran que la vinculación a la causa de la defensa nacional trascendió

las afiliaciones partidistas por considerarse que era más importante armarse “contra esos

miserables peruanos que intentan profanar el seno de la madre de los héroes”94. Ricardo Arias

asegura que la guerra eliminó momentáneamente pero de manera eficaz las tensiones entre

liberales y conservadores. Según él, durante este periodo los líderes de ambos partidos pidieron

deponer los ánimos para enfrentar conjuntamente al enemigo externo95. Síntesis de esa actitud

fue el discurso en el Senado de Laureano Gómez, en el que expresó: “¡Paz, paz, paz en el

interior!¡Guerra, guerra, guerra en la frontera amenazada!”96. También el gesto del Partido

Liberal de ofrecer todos sus fondos afirmando “La Patria por encima de los partidos”97.

Las manifestaciones patrióticas se dieron también en otras ciudades del país, todas situadas a

miles de kilómetros de Leticia, como Bucaramanga, Ibagué, Ocaña, Suaita, Armenia,

Pamplona, Chiquinquirá, Manizales, Cúcuta y Buenaventura. El 19 de septiembre de 1932 El

Tiempo publicó un artículo, titulado “Todo el país en pie para defender la soberanía”, en el que

narraba la manera en que cada población había expresado su compromiso son la defensa del

territorio amazónico. Por ejemplo, indicaba que en Bucaramanga quince mil personas se

reunieron en el parque García Rovira y subieron por la Calle Real “cantando el himno nacional

a los acordes de las bandas [...] las damas desde los balcones arrojaban flores a los

manifestantes y vivaban la integridad nacional de Colombia”98. En el mismo Parque Santander

se recaudaron seis mil pesos para la guerra, se inició la instrucción militar que generó “enorme

entusiasmo en el pueblo” e incluso “se abrieron en varios puestos las inscripciones para formar

la guardia nacional de voluntarios”. En Buenaventura se organizaron

Juntas patrióticas para efectuar toda clase de operaciones a fin de reunir el recurso

pecuniario con que el pueblo porteño, valeroso patriótico, centinela avanzando en el

Pacífico, contribuirá al fondo común para vengar el ultraje inferido a la majestad de la

patria, inflingiéndole ejemplar castigo a los miserables invasores. Todas las

actividades están suspendidas. La atención pública está pendiente de las órdenes del

invicto presidente de la república para concurrir a la frontera.

94 El Amazonas, octubre 1 de 1932, pg. 1. 95 Ricardo Arias, Historia de Colombia contemporánea. 1920-2010. (Bogotá: Ediciones Uniandes, 2011), 60. 96 Ibid. 97 El Tiempo, “El fondo liberal al servicio de la patria”, 18 de septiembre de 1932. 98 El Tiempo, “Todo el país en pie para defender la soberanía”, 19 de septiembre de 1932, pg. 6.

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50

En Ibagué la manifestación llegó al son del himno al Palacio de Gobierno, en donde el

gobernador “historió los sucesos de Leticia y excitó a la inmensa muchedumbre a la defensa

de la patria”. Además, la deportista Leonor Buenaventura afirmó que estaba dispuesta

“derramar hasta la última gota de sangre” y llamó a los tolimenses a que se prepararan para

marchar en la frontera. En Armenia cerca de veinte mil personas de “todos los estamentos

sociales y políticos, mujeres, niños y ancianos” recorrieron las calles e invitaron “a deponer los

rencores en aras de la defensa de la soberanía amenazada”. Desde Pamplona se reportó que la

multitud, proveniente de poblaciones vecinas y “compuesta de todo el elemento capaz de

afrontar la guerra [...] recorre las calles vivando al gobierno, a Colombia y pidiendo la guerra

contra el Perú”. El Tiempo publicó la propuesta del consejo municipal de Zipaquirá, según la

cual la municipalidad “haciéndose fiel intérprete del fervor patriótico que anima al pueblo

zipaquireño, ofrece al excelentísimo señor presidente de la república su apoyo irrestricto en

bienes y personas para la defensa de la soberanía nacional”. Noticias sobre adhesiones tanto

individuales como masivas al Ejército, donaciones de bienes, ofrecimiento de servicios,

organización de manifestaciones y promesas de apoyo al Gobierno, entre muchas otras

expresiones de apoyo a la campaña de defensa del Amazonas, llegaron a Bogotá, además de

las ciudades ya citadas, desde Chinchiná, Ubaque, Chía, Chocontá, Simijaca, Magangué y

Zaragoza, por citar solo algunas.

La presión ejercida por los distintos sectores de la sociedad, independientemente de la clase o

el partido, por la defensa de la Amazonía, incidió en la forma en que el Estado respondió ante

la crisis de soberanía. Por ejemplo, el Decreto 28 de 1932 estableció que “en previsión de las

necesidades que implique el restablecimiento de la jurisdicción colombiana en la capital de la

Intendencia Nacional del Amazonas, es conveniente iniciar la formación de algunos cultivos”

por parte de policías y colonos que vivirían en Tabatinga o sus alrededores99. Dichas

“actividades agrícolas” se fomentarían con el objetivo de fortalecer y acelerar el proceso de

colonización de la región amazónica y, por ende, aumentar la presencia de ciudadanos y

entidades colombianas en la región.

Igualmente, las autoridades identificaron la necesidad de “intensificar el servicio

radiotelegráfico de las autoridades intendenciales con el Poder Ejecutivo para la defensa

99 Ministerio de Gobierno. Sección Intendencias y Comisarías. Actos administrativos. Caja 1. Carpeta 5. Decretos de Intendencias. Folio 4. Octubre 24 de 1932.

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51

nacional”100, así como la inversión en “portes aéreos, de correos y demás de la Intendencia,

necesarios para atender con prontitud en la actual emergencia”101. El riesgo de perder el

territorio condujo a que el Estado se preocupara por solucionar las necesidades inmediatas tanto

de la región en términos materiales, como de la población allí instalada. Por eso, el Intendente

solicitó la ampliación del presupuesto, no sólo para cubrir gastos militares, sino para “la

organización de la asistencia médica gratuita, la de la higiene y la de la profilaxis en la

Amazonía colombiana”102. Otras acciones, como la instauración en el territorio de agencias

bancarias y el fomento de la producción de café “pues cada libra producida y cada centavo, [...]

significan un aporte efectivo a la capacidad financiera del país para la defensa de sus

fronteras”103, fueron las formas materiales de acción estatal para la reafirmación de la

soberanía.

Además de reafirmar la soberanía y expandir la presencia material del Estado en la Amazonía,

la defensa del territorio implicó que las autoridades y la sociedad civil posicionaran a Colombia

como país legítimamente soberano sobre el Trapecio Amazónico. Los gobernantes elaboraron

argumentos legales basados en los tratados firmados con Perú y Brasil en años anteriores. Por

su parte, la prensa divulgó campañas basadas en la deslegitimación de Perú y en el heroísmo

de los militares que luchaban por la defensa del Trapecio. Estas campañas resaltaban el

“heroísmo sublime” de quienes defendían el territorio, y atacaban a quienes se oponían a las

acciones bélicas. Éstos últimos eran considerados “hombres cobardones que temen la manigua

y tiemblan de pensar en el rigor de las contiendas reconquistadoras [...] bobarrones sin talento

[...] pacifistas de café, ventrudos Sanchos de arrabal, sociólogos de similor que no [podían]

pensar noblemente porque [se los impedía] la armadura intelectual”104. La puesta en marcha de

esas campañas, así como de políticas militares, recaudación de fondos y alegatos jurídicos,

entre otros, facilitaron la victoria de Colombia y la ratificación de su derecho sobre el Trapecio

Amazónico y Leticia en mayo de 1933.

El reconocimiento internacional de los derechos de Colombia sobre dichos territorios fue

fundamental para la finalización victoriosa del conflicto. Las instancias internacionales

100 Ministerio de Gobierno. Sección de Intendencias y Comisarías. Actos administrativos. Caja 1. Carpeta 5. Decretos de Intendencias. Folio 2. 101 Ibid. 102 Ministerio de Gobierno. Sección de Intendencias y Comisarías. Informes generales. Caja 2, Carpeta 2. Folios 1-7. 10 de mayo de 1932. 103 Ibid. 104 El Amazonas, octubre 1 de 1932.

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reconocieron a Colombia como país soberano sobre el Trapecio Amazónico, lo cual condujo a

la finalización definitiva de los enfrentamientos. El 25 de mayo de 1933 El Tiempo informó

que el día anterior “se suspendieron las hostilidades en la frontera” y que “Colombia y Perú

[firmarían] el Acuerdo de Ginebra”105. La Liga de las Naciones, en la cual Eduardo Santos

representaba a Colombia, fue fundamental en el reconocimiento del país como soberano sobre

Leticia. El llamado Comité de Leticia, creado por esa organización para el recibimiento “del

Trapecio Amazónico, con un brasilero, un norteamericano y un europeo”106, fue el que ratificó

los derechos de Colombia en el territorio y verificó la entrega efectiva por parte de los peruanos

de Leticia a las autoridades colombianas.

Antes de que se firmara el Acuerdo de Ginebra, la prensa había hecho seguimiento a la

percepción de gobiernos y medios internacionales sobre el conflicto colombo-peruano.

“Comunican desde París que en los círculos políticos y sociales [...] la opinión unánime

favorece a Colombia pues el tratado Salomón-Lozano, dicen, no podía violarse

impunemente”107, indicaba El Amazonas. Igualmente, reportaba que “el gran periódico

londinense ‘The Times’, al hablar del caso de Leticia, dice que se trata de un caso de piratería

internacional y que el Perú no puede, sin violar elementales principios del derecho

internacional, ayudar a los filibusteros que han violado el territorio colombiano”108. Además

“los dos más grandes internacionalistas latinoamericanos [...] Alejandro Álvarez y [...]

Francisco de la Barra [...], después de una clara exposición en que se detallan los antecedentes

de la ocupación de Leticia, terminan por declarar improcedente el acometer de un arbitramento,

cuando éste es asunto que concierne únicamente a Colombia”109.

La entrega de Leticia fue entendida como “el primer paso para que la Amazonía no [fuera] un

sitio de lucha sino de cooperación entre los dos países”110. Un año después, tras varias

reuniones entre las delegaciones colombiana y peruana para la redefinición de las fronteras, el

24 de mayo de 1934 se firmó el Protocolo de Río de Janeiro entre Colombia y Perú. Aunque

en un principio este último solicitó la devolución del Trapecio por parte de Colombia, las

autoridades colombianas no cedieron y el territorio quedó bajo jurisdicción nacional. Ese

105 El Tiempo, 25 de mayo de 1933. 106 Ibid. 107 El Amazonas, octubre 15 de 1932. 108 Ibid., pg. 4. 109 Ibid. 110 El Tiempo, 24 de mayo de 1933.

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mismo día el presidente Enrique Olaya Herrera escribió una carta al Monseñor Andrés Restrepo

Sáenz, vicario general del Arzobispado, en la que le comentaba que “habiéndose firmado [...]

un protocolo diplomático con la república del Perú, que asegura la paz y [...] proscribe la guerra,

desea el gobierno nacional que en la Basílica Primada se celebre un solemne Te Deum, en

acción de gracias”111.

A pesar de la victoria militar y jurídica, el ejercicio de la soberanía por parte del Estado

colombiano en ese territorio era aún precario y frágil. El 26 de mayo de 1934 el Reverendo

Padre fray Gaspar de Pinell, vicario apostólico de Caquetá, le escribió a Roberto Urdaneta

Arbeláez, Ministro de Relaciones Exteriores, una carta en la que luego de sus más sinceras

“felicitaciones por el brillante éxito obtenido en la difícil misión de Río de Janeiro, como

Prelado de la región más afectada por el complicado conflicto amazónico”112, le solicitaba

diversas acciones que respondieran ante las graves necesidades de la población en esos

territorios. A partir de los informes realizados por los padres misioneros Estanislao de las

Cortes, Lucas de Batet, Bartolomé de Igualada y Miguel de Ipiales sobre sus labores en el bajo

Putumayo, “inclusive Leticia” y el bajo Caquetá, “inclusive La Pedrera”, el fray manifestó

preocupación ante la crisis en el territorio.

El Padre fray Gaspar de Pinell manifestaba especial preocupación por la situación de los niños

de la zona. Según él, “no se veían sino figuras cadavéricas, ambulantes; el sarampión, la gripe

y la disentería tenían a los indios alarmados”, expresaba. Por su parte, el padre Estanislao

escribió, “el domingo tuve que despedir los alumnos por falta absoluta de víveres [...] pregunté

si tenían a dónde ir y resultó que solamente cuatro no tenían absolutamente padres [...] pero

regresaron otros llorando y diciendo que no tenían nada que comer en sus casas y que no

querían apartarse de mi lado”. Según el fray Gaspar, las precarias condiciones imponían “la

urgencia [...] de establecer algo aproximado a orfanatorio en el Mirití-Paraná para aquellos

indios, que es el núcleo más importante de aquellas regiones fronterizas, no sólo por el número

sino también por su calidad, pues no habiendo llegado allá la corrupción que en otros tiempos

casi acabo con otras tribus huitotas, la raza [...] ofrece porvenir”. La solicitud del fray era

construir orfanatos para que pudieran “restablecerse los niños agotados por el clima y demás

calamidades, que [andaban] dispersos en la región del bajo Caquetá”. Para ello pedía al

111 Ibid. pg. 3. 112 Ministerio de Educación. Correspondencia. Legajo 100. Carpeta 2. Educación primaria. Asuntos eclesiásticos. Quejas. Folios 421-425. Folio 421.

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Gobierno 3.000 pesos que se invertirán en “educar a los indios y también para hacer acto de

presencia en la frontera brasileña, en forma que honre al país”. Asimismo, para “salvar del

fracaso las incipientes fundaciones misionales del bajo Caquetá y del bajo Putumayo”.

Tras la victoria colombiana en la Amazonía y en respuesta a la solicitud de los misioneros se

implementaron de manera sistemática políticas educativas. Estas fueron específicamente

diseñadas para los territorios “donde se encontraban las riquezas por explorar y explotar, las

tierras por colonizar los espacios por ocupar, los indígenas que se convertirían en la mano de

obra para la obtención de recursos exportables y las identidades por construir”113. Las políticas

tenían como objetivo incorporar definitivamente a la población a las dinámicas nacionales, con

el fin de evitar nuevos conflictos debido a la fragilidad de las fronteras. Estas políticas se

caracterizaron por haber sido diseñadas e implementadas tanto por autoridades civiles como

por los misioneros, con la participación activa de ciudadanos de la región.

En conclusión, la integración del territorio amazónico al Estado colombiano posterior a la firma

de los tratados fue un proceso complejo debido a la falta de vínculo histórico entre las

poblaciones locales y las instituciones colombianas. Sin embargo, a pesar de ser un territorio

recientemente integrado al proyecto nacional, tanto las autoridades como la ciudadanía de

distintas regiones del país participaron activamente en su defensa durante la guerra con Perú.

Ello se explica, en parte, porque el país aún resentía la separación de Panamá como una pérdida

y estaba alerta ante la posible separación o riesgo de amenaza en los territorios fronterizos. La

construcción del Estado y de la soberanía nacional en el territorio amazónico no fue un proceso

unilateral o impuesto desde el centro pues necesitó la participación de múltiples sectores

sociales para ser exitoso.

113 Lina Marcela González “Imágenes y contraimágenes: territorios y territorialidades en la construcción del Estado-nación” en Diana Luz Ceballos Gómez ed. Prácticas, territorios y representaciones en Colombia. 1849-1960. (Medellín: Universidad Nacional de Colombia, 2009), 53.

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55

“Bien sabido es que lo bueno cuesta caro”: Proyectos educativos para el largo plazo en

el Amazonas (1930-1934)

La victoria de Colombia sobre Perú por Leticia y el Trapecio Amazónico quedó resuelta

definitivamente en 1934, pero la lucha por la consolidación de la presencia estatal en ese

territorio continuó. El territorio se constituyó como “espacio propicio para la redención

nacional”114 y se cimentaron sobre él esperanzas en materia económica y política. Dichas

esperanzas se tradujeron concretamente en políticas educativas que tenían como objetivo

propagar la civilización. El rol de los misioneros y de las autoridades civiles locales fue

fundamental para que se pusieran en marcha los proyectos educativos. Sin embargo, la

participación de la ciudadanía local también fue crucial debido a que en varios casos las

decisiones se tomaron a partir de las solicitudes específicas de las familias o los profesores que

le exigían a las autoridades actuar teniendo en cuenta las condiciones del territorio. En ese

sentido, el Estado se basó en los conocimientos y saberes locales para la implementación de

políticas educativas de largo alcance en la región amazónica. Con el objetivo de integrar de

manera integral y duradera al Amazonas al proyecto nacional, los gobiernos de Enrique Olaya

Herrera y Alfonso López Pumarejo implementaron proyectos de educación a partir de la

interacción con padres de familia, misioneros, poblaciones extranjeras y autoridades civiles

presentes en el territorio. A continuación se mostrará en qué consistieron esos proyectos y de

qué manera la interacción con los actores sociales mencionados les dieron forma y sentido.

La transición de la Hegemonía Conservadora a la República Liberal se caracterizó por la

irrupción en la arena pública de una generación de jóvenes motivados por la modernización del

país en términos sociales y económicos. Políticos y pensadores como José Eustasio Rivera,

Alfonso López Pumarejo, Luis Eduardo Nieto Caballero, Manuel Roca Castellanos y Luis

López de Mesa, pertenecientes a la generación de los “centenaristas”, coincidieron con el

Gobierno de Olaya Herrera en la necesidad de replantear las políticas estatales frente a

territorios como el Amazonas. Por ejemplo, López de Mesa, quien ocupó el cargo de Ministro

de Educación de Olaya Herrera, publicó en 1934 el libro De cómo se ha formado la nación

colombiana, en el que planteó que se debía incluir a los territorios periféricos en los planes de

administración y desarrollo del país. Igualmente, desde su labor periodística, Nieto Caballero

114 Ibid, 53.

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viajó a los territorios apartados y escribió dos libros, Vuelo al Amazonas y Vuelo al Orinoco,

en los que llamaba la atención sobre la vastedad de las regiones que habían sido descuidadas:

El vuelo hacia Leticia es como una entrega y una posesión. Se le ofrenda todo el ser a

la república, y se siente el hombre dueño de cuanto es la república. Esclavos por el

amor, amos por la visión de inmensidad que dejan las tierras de Colombia, de la

Colombia nuestra, dentro del alma hay como un bullicio de inefables sentimientos.115

Por su parte, Manuel Roca Castellanos, quien ocupó el cargo de director del Departamento de

Intendencias y Comisarías, publicó Diez luces sobre el futuro, en el cual se refiere a la situación

de los territorios de Chocó, Amazonas, Guajira, Vaupés, Vichada, Arauca, Putumayo, Caquetá,

Meta, San Andrés y Providencia, y sugiere algunas medidas para sacarlos de lo que consideraba

era un abandono histórico. Si bien el Gobierno de Olaya Herrera tomó medidas para modernizar

la administración del país, dándole espacio a las nuevas generaciones en sus motivaciones de

replantear la política en los territorios periféricos y adaptando las políticas educativas a las

demandas y solicitudes locales, su relación con la Iglesia no cambió significativamente con

respecto a la que habían mantenido los gobiernos conservadores.

Desde años previos a la guerra las autoridades religiosas presentes en el territorio amazónico

manifestaban interés por implementar políticas educativas. En agosto de 1930, el fray Alfredo

M. de Totana escribió una carta dirigida al Ministro de Educación, Abel Carbonell, en la que

solicitaba la construcción de escuelas y orfanatos en la recién creada Comisaría del Amazonas.

Suficientemente es conocida de S.S. el momento actual en referencia a la ejecución

del tratado de límites entre nuestra República y el Perú y que nos ha puesto en el

derecho y obligación de ir ocupando tierras hasta hace poco en poder efectivo

peruano, como son el bajo Caquetá y la Amazonía colombiana.116

Sus palabras dan cuenta de que la educación era concebida como una herramienta para vincular

a la población local, especialmente durante décadas en las que la soberanía nacional era débil

frente a la de los países vecinos, a las instituciones colombianas. Las autoridades eran

conscientes de que la “ocupación de tierras” requería de acciones que trascendieran la

demarcación fronteriza.

115 Citado por Rausch, Colombia: el gobierno territorial y la región fronteriza de los Llanos, 47. L. E Nieto Caballero, Vuelo al Amazonas (Bogotá: Editorial Minerva, 1933), 10. 116 Ministerio de Educación. Correspondencia. Legajo 100. Carpeta 1. Educación primaria. Asuntos eclesiásticos. Quejas. Folios 24 y 25. Folio 24.

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57

Enrique Olaya Herrera jugó un papel fundamental en el proceso de integración del Amazonas

al proyecto nacional. Desde principios de su carrera manifestó un interés especial por ese

territorio. Su cargo como jefe de archivos del Ministerio de Relaciones Exteriores durante el

gobierno de Reyes lo condujo a escribir un libro publicado en 1905 en el que afirmó que

“Colombia no puede resignarse a que una expansión incontenida del Perú le prive de ser

condueña del Amazonas”117. Su preocupación por la frontera del sur se manifestó en la Ley 2

de 1931, por medio de la cual se elevó la Comisaría a Intendencia del Amazonas y se erigió

por primera vez a Leticia como capital colombiana. Bajo su gobierno también se expidió la

Ley 10 de 1930, la cual establecía que el presupuesto nacional debía incluir un auxilio para

cada una de las Intendencias y Comisarías “en proporción de sus necesidades y de acuerdo con

las leyes vigentes”. Dicho auxilio se derivaría de “las rentas de licores, degüello de ganado

mayor [y] tabaco” y sería administrado por tesorerías locales con la intervención de la Junta de

Obras Públicas118. De esa manera se reconocía que cada territorio era único y que su

administración debía corresponder a sus necesidades particulares.

Una vez la Comisaría había sido elevada a Intendencia, en agosto de 1932 el intendente

Villamil Fajardo, su secretario Simón Prieto Solano y la directora de la Escuela Mixta Rural

de Atacuarí, María Antonia C. de Zúñiga, redactaron un acta sobre las necesidades del

establecimiento y sus alumnos. Además de solicitar una casa apropiada, carpetas, útiles y

vestidos, la directora preguntó “si se podían matricular y admitir niños de la margen peruana

que lo solicitaban, a lo cual contestó el señor intendente que no había inconveniente legal para

ello”119. Para el Estado las políticas educativas funcionaron como un mecanismo para vincular

a las poblaciones locales a las instituciones colombianas tanto regionales como nacionales y

así afianzar la soberanía. El 29 de agosto el funcionario encargado de Mirití-Paraná, Rafael

Wandurraga, le escribió al intendente una carta en la cual indicaba la llegada al corregimiento

de la profesora Isabel A. de Ortiz. Aseguraba que la construcción de la escuela avanzaba

rápidamente porque “tanto los padres como los niños se manifiestan muy contentos y de

consiguiente todos cooperan eficazmente con el adelanto de la obra”120.

117 Citado por Rausch, Colombia: el gobierno territorial y la región fronteriza de los Llanos, 57. 118 Congreso de la República (octubre 8 de 1930) Sobre organización fiscal de las Intendencias y Comisarías [Ley 10 de 1930] Diario Oficial N.° 21515 119 Ministerio de Gobierno. Sección Intendencias y Comisarías. Informes generales. Caja 2. Carpeta 4. Folio 31. 120 Ibid. Folio 32.

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Los padres de familia de las localidades del Amazonas jugaron un papel decisivo en el

desarrollo de las políticas educativas en la región. En el comunicado de Wandurraga, además

de manifestar su compromiso con la construcción de la escuela y el alojamiento de la profesora,

éstos envían “un saludo respetuoso al señor intendente, expresándole un profundo

agradecimiento por tan patriótica labor desplegada en beneficio de la instrucción de esta

región”. Del mismo modo, el 20 de septiembre Juvenal Pineda, Elias Rodríguez, Ricardo

Quintero y José Cárdenas, “en calidad de padres de familia a quienes interesa [...] la educación

de nuestros hijos [...] de modo que sean útiles para sí y para la sociedad en general”121

expresaban que la maestra asignada no satisfacía sus aspiraciones y que la escuela daría mejores

resultados si fuera mixta y no alternada. Su comunicación no se limitaba a un listado de quejas;

“traeremos al señor Manuel A. Vargas, a quien conocemos como verdadero educador”,

aseguraban. Vargas se había retirado de su cargo anterior en el Vaupés porque su sueldo era

muy bajo, frente a lo cual los padres afirmaban que “bien sabido es que lo bueno cuesta caro”

y que “la petición la hacemos porque sabemos lo que pedimos”. En ese sentido, por medio de

los saberes locales, la población influyó en las decisiones que tomó el gobierno sobre qué

profesores contratar, qué tipo de sistema escolar -mixto o alternado- implementar, en qué

ubicación exacta ubicar las escuelas y qué material enviar a cada una, entre otros asuntos.

Una de las políticas más significativas del Gobierno de Olaya Herrera fue la creación, en

noviembre de 1933, del Departamento de Intendencias y Comisarías al interior del Ministerio

de Gobierno. Era la primera vez que se establecía una entidad independiente, compuesta por

“un director, un secretario, un oficial de presupuestos y estadísticas, un estenógrafo y dos

visitadores”122 encargada exclusivamente de resolver los conflictos ligados a la educación, la

colonización, el gobierno, las finanzas, las poblaciones locales y la industria, entre otros, de los

territorios periféricos.

El Departamento de Intendencias y Comisarías se alió con la Iglesia para llevar a cabo

proyectos culturales y educativos en la región. El 26 de diciembre de 1933 se envió una

solicitud por parte del Gobierno a la Junta Arquidiocesana de Misiones para suscribir un

contrato con el Departamento. Bernardo Rueda Vargas, director del Departamento, le escribió

121 Ibid. Folio 33. 122 Presidencia de la República (noviembre 20 de 1933) “Por el cual se fija la nomenclatura de los Departamentos y Secciones del Ministerio de Gobierno, su personal y asignaciones respectivas” [Decreto 1908 de 1933] Diario Oficial N.° 22451.

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al presidente de la Junta Arquidiocesana de Misiones y Arzobispo de Bogotá Ismael Perdomo

una carta en la que insinúa “la conveniencia de un contrato personal” con la entidad a su cargo.

Su propuesta se basaba en que una de las obligaciones del Departamento era entablar una

relación con la Iglesia para “el desarrollo y cumplimiento de la labor misional en el vasto campo

de los Territorios Nacionales y sus ilimitadas proyecciones de beneficio social y nacional”123.

En ese sentido, aunque el Gobierno manifestara un interés especial por desplegar políticas de

educación a través de autoridades civiles, en ningún momento pretendió desvincularse de la

labor de los misioneros en la región.

Una de las labores del recién creado Departamento de Intendencias y Comisarías era elaborar

memorándums de instrucción pública para cada uno de los territorios. El 10 de febrero de 1934

se le entregó a Rueda Vargas un memorándum en el que se describía la situación y se

planteaban recomendaciones para las regiones de Caquetá y Amazonas. Entre las

recomendaciones sugeridas cabe resaltar las siguientes

Creación de una Directiva de Educación, como existe en cada uno de los

departamentos de la República

Creación de la Oficina de Sanidad Infantil

Dotación de útiles y elementos para las escuelas

Selección del personal docente por medio de concursos

Obligación de los maestros de aprender los dialectos indígenas.124

Este último punto era importante para “la perfecta comunicación entre discípulo y maestro,

como también para el estudio de la botánica sobre la cual el indio tiene largas experiencias”.

Germán Cardona y Ricardo Pizarro, autores del memorándum, aseguraban que los directores

de educación en las comisarías e intendencias de la Amazonía, más allá de los conocimientos

intelectuales, debían ser personas “de clara comprensión a fin de que, dándose exacta cuenta

del destino de la raza en la selva, la prepare[n] para triunfar en el medio en que actúa y haga de

ella un elemento socialmente aprovechable”. Ello da cuenta del interés por parte del Gobierno

de implementar políticas acordes a las condiciones y necesidades particulares de cada territorio,

y no de manera homogénea a lo largo y ancho del país.

123 Ministerio de Gobierno. Sección Intendencias y Comisarías. Informes generales. Caja 2. Carpeta 4. Folio 7. 124 Ibid. Folio 42.

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60

En 1931 se había creado, por iniciativa de Arturo Álvarez Molina y “un grupo de corazones

femeninos”125 un comité especialmente dedicado a la implementación de iniciativas culturales

y educativas en los territorios periféricos. Aurora Angueyra de Arciniegas, Teresa Parga de

Espinosa, Elena Torres de Uribe y Pepa Posada de Uribe, entre otras, y algunas de sus hijas se

reunieron por primera vez el 11 de mayo de 1931 con el fin de “poner remedio al abandono y

atraso en el que se encontraban aquellos territorios”. Este grupo se llamó Comité Cultural

‘Intensaría’, como conjunción de los dos nombres asignados a dichos territorios, y su lema

fueron las palabras de Bolívar “Moral y luces son los polos de una República, moral y luces

son nuestras primeras necesidades”.

En febrero de 1934 la presidenta del Comité, Alicia Rico de Herrera, le envió al director del

Departamento de Intendencias y Comisarías un memorándum de los buenos oficios y proyectos

implementados exitosamente por la institución que presidía. Por ejemplo, resaltaba la

realización de conferencias como la del padre Enrique Rocheau “para referir los actos heroicos

llevados a cabo por las [Madres Misioneras] compatriotas nuestras, en las misiones de Arauca,

Vaupés y Vichada”. A diferencia de otras entidades, el Comité presentó solicitudes más allá de

material y presupuesto, que aunque eran fundamentales, no constituían la única manera de

“contribuir al progreso de estos apartados territorios”. Por ejemplo, Rico de Herrera solicitó el

establecimiento en Bogotá de “un almacén de los productos de las Intendencias y Comisarías

nacionales con el objetivo de hacerlos conocer y de abrirles mercado en el interior de la

República”126. De esa manera se manifestaba el interés de las autoridades por integrar a las

regiones amazónicas al proyecto nacional desde una perspectiva de largo plazo, que trascendía

la contención de las fronteras y pretendía la inclusión integral de estos territorios en los

proyectos del Estado. Además, el Comité dejaba de lado la perspectiva unilateral de integración

o inserción de las regiones pues pretendían que fuera el centro del país el que se beneficiara del

aprendizaje de las dinámicas presentes en los territorios.

Para llevar a cabo los proyectos educativos e integrar a la población al proyecto nacional, el

Estado requirió instaurar una base material sólida en el territorio. Al igual que las políticas y

las iniciativas, esa base material debió adaptarse a las condiciones de la región para permitirle

al Estado cumplir sus objetivos. El 16 de mayo de 1934 el notario José Ignacio González y el

125 Ministerio de Gobierno. Sección Intendencias y Comisarías. Informes generales. Caja 2. Carpeta 4. Folio 71. 126 Ibid. Folio 46.

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61

registrador de instrumentos públicos Samuel Aramburo Bueno, bajo la autoridad del

Departamento de Intendencias y Comisarías, enviaron desde Leticia un informe al Ministro de

Gobierno en el que detallaban el tipo de edificios y estructuras con las que contaba la

Intendencia para fines militares, administrativos, servicio de radio, de almacenamiento y

vivienda e incluso de botica. En total había cuatro casas pajizas, cinco casas de madera y dos

edificios de ladrillo, además de algunos potreros, baños, lavaderos y cisternas para provisión

de agua potable127.

Con el fin de modernizar su base material y adaptarla mejor a las condiciones del territorio, el

Gobierno de Olaya Herrera negoció con empresas como Pope & Cottle Company, la cual en

junio de 1934 envió al Ministro de Gobierno una propuesta para la construcción de edificios

especiales para las selvas amazónicas. La compañía aseguraba conocer muy bien las

necesidades del territorio y por eso sabía preparar las maderas para impedir el daño causado

por la humedad y los insectos, aislar el calor, darles a las ventanas la amplitud “que requiere el

trópico” y protegerlas con mallas de alambre. En informes posteriores se evidencia el visto

bueno del Gobierno ante propuestas como la de Pope & Cottle, ya que se indican dentro de los

inventarios “elegantes” estructuras importadas de Estados Unidos y de Brasil. Miembros de la

Iglesia como Estanislao de Las Cortes, director del orfanatorio de La Chorrera, manifestaban

estar de acuerdo con los esfuerzos del Gobierno para mejorar las condiciones materiales del

territorio pues insistían en que, para el desarrollo de sus funciones en términos educativos y

agrícolas, necesitaban edificios y herramientas adecuados a las necesidades de la región128.

El ya citado fray Gaspar de Pinell le escribió al Ministro de Relaciones Exteriores el 26 de

mayo de 1934. En su carta muestra una de las perspectivas oficiales sobre el deber ser de la

educación en la Amazonía. De Pinell se mostraba orgulloso porque, cuando el intendente visitó

la región, los estudiantes del orfelinato a su cargo “cantaron el himno nacional, recitaron

cuartetas a la bandera y a la patria, contestaron algunas generalidades de geografía e historia

patria y escribieron en presencia de todos su nombre y apellido”. Según él esos logros eran

“prueba de un aprovechamiento, en el breve tiempo que funciona el orfelinato”129. Por su parte,

127 Ministerio de Gobierno. Sección Intendencias y Comisarías. Informes generales. Caja 2. Carpeta 2. Folios 26 y 30-32. 128 Ministerio de Gobierno. Sección Intendencias y Comisarías. Informes generales. Caja 2. Carpeta 4. Folios 65 y 66. 129 Ministerio de Educación. Correspondencia. Legajo 100. Carpeta 2. Educación primaria. Asuntos eclesiásticos. Quejas. Folios 421-425. Folio 422.

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el padre Lucas de Batet, que desempeñaba sus funciones en Tarapacá, relacionaba “la nueva

faz que han tomado los asuntos amazónicos después de la firma del Tratado de Río de Janeiro

y la necesidad urgente de hacer obra verdadera y útil en aquellas regiones”130. Según él era

necesario “atender y adelantar las fundaciones de La Chorrera y de La Pedrera e iniciar las de

Miritíparaná y de Leticia, todas de grandísimo interés para Colombia, especialmente para la

protección y educación de los indios de aquellos lugares y provecho de todos sus

moradores”131.

El 7 de agosto de 1934 se dio el cambio de gobierno entre Olaya Herrera y López Pumarejo.

La “Revolución en marcha” de López Pumarejo ha sido caracterizada por historiadores como

Ricardo Arias, Álvaro Tirado Mejía y David Bushnell, entre otros, como más radical que la

política de “Concentración nacional” de Olaya Herrera. A diferencia de su predecesor, López

Pumarejo mantuvo una postura crítica frente a la relación Estado-Iglesia y a las grandes

multinacionales presentes en el país, además de que se mostró más cercano a los sectores

populares132. En términos de educación, según Tirado Mejía durante el Gobierno de López “se

aumentó el presupuesto [...] en todos sus niveles. Se trataron de mejorar las condiciones de los

locales de enseñanza, pero sobre todo se quiso dar, y se logró, un cambio cualitativo en la

enseñanza”133. En el caso del Amazonas y otros territorios apartados, eso se tradujo en un

interés por reformar los currículos académicos y adaptarlos a las necesidades de las regiones.

En realidad, López Pumarejo se basó en los proyectos iniciados por Olaya Herrera para

democratizar y mejorar la enseñanza, por lo cual la educación escolar fue declarada obligatoria

y gratuita, y se ampliaron tanto los contenidos como el público al que eran dirigidos134.

En este periodo las políticas educativas en el Amazonas no se limitaron a la enseñanza de los

contenidos tradicionales o a la aplicación de los manuales escolares del Ministerio de

Educación. El 29 de agosto de 1934 el padre de Las Cortes manifestó al Gobierno que la

enseñanza de labores agrícolas y de industria alimentaria eran esenciales para el éxito de los

proyectos de educación. Según él, debido a que había que basarse en los productos de la tierra

para el sostenimiento del orfanatorio, era necesario que se pagara un profesor de agricultura.

130 Ibid. Folio 423. 131 Ibid. 132 Arias, Historia de Colombia contemporánea, 57-84. 133 Álvaro Tirado Mejía, “López Pumarejo: la Revolución en marcha” en Nueva Historia de Colombia (Bogotá: Planeta, 1989), 337. 134 Arias, Historia de Colombia contemporánea, 57-84.

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63

Además, en términos de las herramientas necesarias para la enseñanza, el padre aseguraba que

éstas eran “muy pesadas, lo que [dificultaba] su manejo a los educandos”. Dichas herramientas

incluían barras, zapapicos, garlanchas, palas, hachas y machetes, y acorde con de Las Cortes

hacían falta azadones, rastrillos y arados, entre otras. Ante las instrucciones del intendente

según las cuales el orfanatorio debía cultivar productos como la yuca y el maíz, el padre

respondió que se debían facilitar las semillas ya que no había “cómo ponderar la falta total de

semillas en toda la inmensa extensión del territorio de La Chorrera”. Por eso solicitó al director

del Departamento de Intendencias y Comisarías semillas de papa, maíz, yuca, “toda clase de

verdura y cuantas sean adaptables al clima cálido de la región, pues es nuestro deseo de trabajar

por la aclimatación de toda clase de plantas y fruto convencidos de que ello facilita

enormemente la colonización”135.

De las Cortes aseguraba que la educación estaba íntimamente ligada al futuro económico de la

región y que por lo tanto el desarrollo de la industria agrícola local era fundamental para lograr

los objetivos del Gobierno de hacer prosperar las regiones amazónicas. En su carta indicaba

que

Con el fin de establecer alguna industria que pueda sostenerse con los productos de la

región, sería de mucha utilidad proveer al orfanatorio, por lo menos, de dos hiladoras

de pedal y un telar de mano, para trabajar el algodón. Esto [sería] sumamente

beneficioso para los indígenas, pues, a parte de crear en ellos los hábitos de trabajo y

de economía, les dará la sana independencia, fruto del propio esfuerzo.136

El padre consideraba que las labores económicas que se enseñaran debían corresponder al

género de los alumnos. Así como la agricultura se enfocaría en los niños, de Las Cortes

afirmaba que “como elemento indispensable para la enseñanza de las niñas en las artes propias

de su sexo, se necesita una máquina de coser con todos los accesorios correspondientes, como

tijeras, planchas, etc.”. Luego de indicar todos los elementos materiales que su orfanatorio

necesitaba para lo que consideraba sería el progreso de la Intendencia, el padre indicó que no

creía necesario “ponderar la importancia de estos elementos bien se considere desde el punto

de vista educativo o el punto de vista económico”.

135 Ministerio de Gobierno. Sección Intendencias y Comisarías. Informes generales. Caja 2. Carpeta 4. Folios 65 y 66. 136 Ibid.

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El 5 de octubre de 1934 Luis A. Pardo García, inspector técnico de educación para Putumayo

y Amazonas, le envió un informe al Ministro de Educación Luis López de Mesa. Pardo García

indicaba que cuando se posesionó en su cargo recibió instrucciones para “elaborar un nuevo

plan de estudios para las escuelas de dichos territorios, de conformidad con las ideas y métodos

pedagógicos preconizados por el Ministerio de Educación Nacional y en armonía con las

condiciones generales del medio donde él debía ponerse en práctica”137. El informe da cuenta

del interés por parte del Estado central de implementar políticas acordes a las particularidades

de los territorios, tales como “la enorme variedad de idiomas y dialectos que se hablan [...] las

grandes distancias que tienen que salvar muchos muchachos para poder concurrir a la escuela,

las enfermedades particulares de la región” e incluso “el sentimiento de inferioridad que

experimentan las razas indígenas de los dos territorios”138. Según el informe, para 1934 había

194 niños y niñas matriculados en siete (7) escuelas de la Intendencia del Amazonas que eran

dirigidas por ocho (8) profesores. El inspector consideraba que había muy pocas escuelas para

atender a la gran cantidad de infantes pertenecientes a “tribus dispersas”.

Pardo García insistía en que se aumentara el número de profesores y médicos, se construyeran

escuelas y restaurantes escolares y, en general, se mejoraran las condiciones de vida de los

alumnos. Sus solicitudes correspondían al deseo de que “la campaña educacionista en estas

regiones rinda los frutos que el Ministerio de Educación Nacional ambiciona [y] asegurarles a

estos territorios el progreso que la Patria reclama y el porvenir que ellos merecen”139. Como ya

se ha mencionado, el Gobierno de Olaya Herrera tomó la decisión de invertir más a largo plazo

en la región amazónica y trascender el establecimiento y la defensa militar de las fronteras por

medio de proyectos de educación. Para ello necesitó que funcionarios como Pardo García

visitaran exhaustivamente los territorios desconocidos del Amazonas y, a partir de sus

solicitudes, se llevaran a cabo los proyectos requeridos por cada municipio. El 24 de noviembre

se aprobó el Decreto 57 de 1934, por medio del cual se estableció, entre otras disposiciones:

Artículo 1°: La Intendencia procederá a organizar restaurante escolar en las escuelas

públicas de Leticia.

Artículo 2: De conformidad con el plano del Ministerio de Educación Nacional, la

Intendencia procederá a construir el local para escuela de niñas de Leticia

137 Ministerio de Educación. Correspondencia. Legajo 100. Carpeta 2. Educación primaria. Asuntos eclesiásticos. Quejas. Folios 426-436. Folio 426. 138 Ibid. Folio 427. 139 Ibid. Folio 429.

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Artículo 3°: La Intendencia hará construir locales para escuelas en los Corregimientos

de Mirití-Paraná, Santa Clara y Atacuarí, pudiendo adaptarse el de Atacuarí para la

fundación y organización de un orfanatorio.

El decreto, aprobado por la Junta de Mejoras Públicas, le otorgó las facultades al intendente,

Ignacio Moreno Espinosa, para llevar a cabo los respectivos proyectos vinculados a la

expansión de la presencia estatal en el Amazonas. Antes de ratificado el decreto el intendente

ya había tomado decisiones como organizar un restaurante escolar en Leticia que servía

diariamente las tres comidas a los niños matriculados.

Con el fin de dar a conocer las labores tanto del Departamento de Intendencias y Comisarías

como del Comité Cultural Intensaría, en octubre de 1934 se pensó en editar un libro “en favor

de nuestros territorios nacionales [...] y que [sería] la primera obra que se [publicaría] sobre las

Intendencias y Comisarías de la República”140. Para contribuir a dicha obra, Alicia Rico le

escribió al director del Departamento, Manuel Roca Castellanos, un informe detallado sobre

los logros del Comité hasta ese año. Además de organizar conferencias de temas relativos a los

territorios y haber abierto bibliotecas públicas como la de Florencia, el Comité había otorgado

becas a niños de las regiones periféricas para “educarlos en los colegios pedagógicos de la

Capital [y] formar de ellos maestros que más tarde fueran a difundir las luces de sus

conocimientos en sus respectivos territorios”. Igualmente, el Comité le solicitó al Gobierno que

se enviaran productos de las regiones para darlos a conocer, ante lo cual los intendentes y

comisarios enviaron fibras, plantas medicinales, muestras de las industrias indígenas,

fotografías y monografías. El Comité organizó la exposición, a la cual le dio el nombre de

“Exposición territorial”, estuvo dividida en pabellones -cada uno para un territorio- y tuvo lugar

en el Antiguo Salón de Grados de Bogotá.

El Comité fue apoyado directamente por los presidentes Olaya Herrera y López Pumarejo,

además de los Ministerios de Industrias, Educación y Gobierno. Para el período 1934-1935 uno

de los objetivos principales de la entidad fue

Trabajar intensamente por el mejoramiento de la situación de los indios, estableciendo

en algunos lugares comisariatos previstos de todo aquello que el indígena necesita, a

donde ellos [acudirán] a adquirir estos artículos en cambio del fruto de su trabajo y

140 Ministerio de Gobierno. Sección Intendencias y Comisarías. Informes generales. Caja 2. Carpeta 4. Folio 71.

Page 66: La conquista del lejano sur Integración del Amazonas al ...

66

[encontrarán] allí mismo los elementos indispensables que los [acercarán] a la vida

civilizada de una manera insensible pero efectiva.141

De esa manera, la iniciativa pretendía vincular en un nivel cultural, comercial y educativo a las

poblaciones de las Intendencias y Comisarías a las dinámicas políticas centrales. Más allá de

la perspectiva civilizatoria con respecto a los indígenas, el Comité manifestó una voluntad

política real por dar a conocer en las esferas políticas nacionales la situación, características y

bondades de las regiones históricamente relegadas a un segundo plano. Se trató de un espacio

de acción único porque estuvo constituido por miembros tanto de la sociedad civil como de la

élite política. Actuando conjuntamente, los hombres y mujeres miembros del Comité lograron

el reconocimiento de las autoridades políticas por sus esfuerzos con respecto al proyecto de

mejorar las condiciones de vida de las poblaciones en las Intendencias y Comisarías. Por

ejemplo, el Ministerio de Industrias otorgó dos premios de primera clase que consistieron en

“dos tarjetas de plata repujada con las firmas autónomas del señor Presidente y del Ministro

que fueron otorgadas a la Intendencia del Chocó y a la Comisaría del Vichada [...] y dos

premios de segunda clase que se adjudicaron a la Intendencia del Meta y a la Comisaría del

Vichada”.

El 16 de octubre Luis Pardo García envió otro informe sobre sus labores de inspección técnica

de educación en el Putumayo y el Amazonas, esta vez a Manuel Roca Castellanos. En este

informe Pardo García al igual que los miembros del Comité, manifestó una preocupación

especial por las condiciones de vida de las poblaciones y los alumnos. Según él

La mayor parte de la población escolar [...] está muy diseminada y por esta razón y

por la falta de algunas escuelas son muchos los pequeños indígenas que no se educan.

Los niños indígenas son obligados por sus padres a trabajar, motivo por el cual los

maestros se mantienen en lucha constante con los padres de familia a fin de que dejen

a los niños asistir a la escuela. Gran número de los escolares están enfermos, y por

otra parte, van a la escuela muy mal alimentados. [...] He tenido ocasión de constatar

el hecho, muy común y frecuente, por cierto, de que muchos niños indígenas asisten a

la escuela habiendo tomado por desayuno un ‘mate de chicha mascada’ y de que con

ese único alimento, que, además, es antihigiénico, permanecen en la escuela hasta la

última clase vespertina.142

141 Ibid. 142 Ministerio de Gobierno. Sección Intendencias y Comisarías. Informes generales. Caja 2. Carpeta 4. Folios 74-85.

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67

Una gran parte de su informe está dedicado a denunciar lo que consideraba eran condiciones

de vida precarias. Describe la circunstancia económica de las familias y la caracteriza como

“completa miseria”. Plantea posibles explicaciones ante esa situación, como el hecho de que

los indígenas no fueran aptos para el trabajo remunerativo, que se contentaran con cultivar

pequeñas parcelas o que no tuvieran espíritu de negociantes. Sin embargo, más allá de los

juicios de valor que emitiera sobre los territorios y las poblaciones, vale la pena destacar el

hecho de que en este periodo los funcionarios no se limitaron a describir superficialmente la

geografía o las carencias económicas de las regiones. Inspectores como Pardo García se

interesaron por comprender la forma de vida de los pobladores para plantear soluciones

efectivas que permitieran llevar a cabo los proyectos educativos y económicos del Gobierno de

manera integral.

Las políticas de Olaya Herrera y López Pumarejo con respecto a los territorios periféricos

fueron un paso importante en el proceso de integración del Amazonas al proyecto nacional en

el largo plazo. Como parte de sus funciones, el director Roca Castellanos, escribió un informe

indicando que “la importancia que debe darse al Departamento [...] ha quedado palpablemente

demostrada en el proyecto de ley que cursa en las Cámaras, sobre creación del Ministerio de

los Territorios Nacionales, y, además, en la nueva sensibilidad que se aprecia en el país por

estos temas”143. Aunque dicho proyecto no se llevó a cabo, Roca Castellanos tenía razón en

que el Departamento había permitido una aproximación más cercana y eficiente a “aquellas

regiones del país que hasta ahora comienzan a despertar el interés nacional”, ya que antes éstas

eran administradas de manera indirecta por suboficinas al interior del Ministerio de Gobierno.

Sin embargo, Roca Castellanos era consciente de que el proceso de integración apenas

empezaba. Manifestó que la próxima vigencia debía tener presente que “la incorporación real

de los Territorios Nacionales al resto del país está casi íntegramente basada en el aumento de

su auxilio”.

En conclusión, una vez que el Estado había afirmado su soberanía sobre el Amazonas de

manera jurídica y militar, procedió a implementar proyectos para integrar de manera más

integral y en el largo plazo al territorio y sus poblaciones a las dinámicas políticas nacionales.

En una coyuntura de transformaciones en la administración del Estado, tras un largo periodo

143 Ministerio de Gobierno. Sección Intendencias y Comisarías. Informes generales. Caja 2. Carpeta 4. Folios 25-27.

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68

de dominio conservador, los primeros gobiernos de la República Liberal le apostaron a una

perspectiva menos defensiva y más proactiva en cuanto a la manera de vincular las regiones

periféricas al proyecto central. Las iniciativas educativas de Olaya Herrera y López Pumarejo

correspondieron a las presiones tanto de élites políticas como de sectores de la ciudadanía por

modernizar el Estado y democratizar la política y la educación. En el Amazonas eso se tradujo

en un esfuerzo por invertir económicamente, ampliar la cobertura y actualizar los contenidos

impartidos a las verdaderas necesidades de la población. El Estado buscó ampliar la cobertura

y mejorar la calidad de la educación por medio del incremento del presupuesto y la

construcción de infraestructura, a través del reconocimiento territorial ejercido por sus

representantes. Sin embargo, sus acciones fueron modificadas paulatinamente por las

solicitudes de las poblaciones locales en cuanto a las necesidades reales del territorio y tuvieron

que adaptarse a las condiciones del espacio en el que pretendían ser implementadas.

Page 69: La conquista del lejano sur Integración del Amazonas al ...

69

Consideraciones finales

Aproximarse a la historia política de Colombia desde un punto de vista social y territorial es

útil para entender que el proceso de articulación de las regiones al proyecto nacional ha sido

dinámico y complejo. También es una forma de comprender cómo se construyen las jerarquías

de poder a nivel local, regional y nacional, y la forma en que éstas cambian en el tiempo según

las particularidades históricas de cada periodo. En esa medida, el acercamiento al proceso

mediante el cual el Estado se construyó en el Amazonas desde la articulación de actores tan

diversos como diplomáticos, caucheros, religiosos, indígenas y ciudadanos, abre la posibilidad

para cuestionar la idea de que el Estado no está allí o nunca llegó. El Amazonas deja de ser

una entidad administrativa estática en el sur del mapa de Colombia para convertirse en el

resultado de un proceso histórico complejo cuya base fue la interacción permanente entre

actores y fenómenos como los expuestos a lo largo de la investigación.

Por un lado, la definición de las fronteras en la Amazonía respondió al deseo del Estado de

afirmar su soberanía sobre un territorio en el que sólo había hecho presencia de manera

indirecta a través de las élites caucheras y los misioneros capuchinos. En un periodo de crisis

de soberanía tras la pérdida de Panamá, los diplomáticos e intelectuales colombianos se

esforzaron durante varios años por establecer los límites de Colombia en la Amazonía. El país

salió beneficiado de ese largo proceso de negociaciones caracterizado por la determinación de

sus protagonistas; logró afirmarse por primera vez como soberano del puerto de Leticia sobre

el gran río Amazonas. Eso le permitió afianzar su autoridad en un territorio que anteriormente

era concebido como perteneciente únicamente a Brasil y Perú.

En segundo lugar, el conflicto con Perú puso de manifiesto el gran reto al que se enfrentaba el

Estado en una región que hasta finales de la década de los veinte había pertenecido al país

vecino, por lo cual las poblaciones no tenían un vínculo histórico ni jurídico real con las

autoridades colombianas. El Estado se vio obligado a desarrollar campañas patrióticas tanto en

la prensa como en el sistema financiero, y la ciudadanía se manifestó voluntariamente a partir

de iniciativas propias con entusiasmo y osadía. La defensa del Trapecio Amazónico, un

territorio recientemente anexado al mapa, movilizó a miles de ciudadanos en distintas regiones

del país para luchar por la soberanía nacional. El riesgo de volver a sufrir la pérdida de un

territorio fronterizo, lejano de las dinámicas políticas centrales, hizo que tanto las autoridades

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70

como los ciudadanos del común transformaran su lealtad a la soberanía en acciones concretas

para defender lo que consideraban propio.

Por último, la modernización del Estado y el deseo de dirigentes como Enrique Olaya Herrera

y Alfonso López Pumarejo por integrar en el largo plazo a las regiones periféricas, condujeron

a que se implementaran proyectos educativos integrales en el Amazonas. De esa manera, las

acciones del Estado en ese territorio se transformaron paulatinamente, de una postura defensiva

a nivel jurídico y militar, a una actitud estratégica de integración pensada para la larga duración.

Dicha estrategia requirió de los conocimientos y saberes locales, tanto de los misioneros

capuchinos que habían ejercido labores civilizatorias desde principios de siglo, como de los

padres de familia que exigían personal y contenido acordes sus necesidades. Igualmente,

implicó que las autoridades civiles como los intendentes, inspectores y notarios, recorrieran

ampliamente el territorio con el fin de informar sus verdaderas características y particularidades

al Estado para que éste tomara las medidas pertinentes.

Los procesos de definición fronteriza, lucha por la soberanía e implementación de políticas

educativas en el Amazonas dan cuenta de que, además de los actores políticos tradicionales,

hubo diversas redes de intermediarios -como la Iglesia y los padres de familia- que

intervinieron activamente en el proceso de integración del territorio. Además, permiten

entender las múltiples expresiones y prácticas asociadas a la identidad nacional y al proceso de

construcción material del Estado en las regiones. Los modos de operación del Estado en el

Amazonas respondieron, no sólo a sus particularidades geográficas, sino a formas de control e

interacción social como la religión y la economía cauchera que le habían dado forma a las

jerarquías locales. De esa manera, las regiones, más que ser espacios vacíos en los cuales el

Estado opera y a los que integra de manera unilateral a su proyecto, están impregnadas de

relaciones de poder y conocimiento que les son propias.

Hoy los discursos en torno a la Amazonía resaltan su importancia en términos bioecológicos y

su fragilidad a nivel medioambiental. Cuando fue integrada al proyecto nacional la región era

concebida como rica, pero también como salvaje y bárbara. Las motivaciones de los dirigentes

para integrar al Amazonas consistían en su deseo de civilizar tanto al territorio para que fuese

explotado como a sus habitantes para que se vincularan al mundo de la modernidad. Ello es

prueba de que las ideas sobre las regiones cambian en el tiempo y están sujetas a distintos tipos

de discurso según los intereses de cada periodo histórico.

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71

“Colombia tiene el privilegio de poseer parte de la Amazonía” es la primera frase del libro La

Amazonía de Colombia144. Como muchas otras publicaciones, el libro exalta la exuberancia, la

riqueza y la enorme diversidad de la región. Aunque ciertas y estimulantes, las aproximaciones

que cosifican el espacio a partir de sus atributos “naturales” y suponen una oposición entre

sociedad y naturaleza, dejan de lado el proceso histórico mediante el cual éste se construye a

lo largo del tiempo a partir de experiencias de hombres y mujeres, como los que protagonizaron

los capítulos precedentes. Un recorrido por los procesos de demarcación, defensa, así como por

las políticas educativas en la Amazonía permite entender la forma en que diversos actores se

articularon alrededor del proyecto que, sólo después de luchas, esfuerzos, avances y retrocesos,

permitió que Colombia, efectivamente, tuviera el privilegio de poseer parte de la Amazonía.

144 Banco de Occidente (2008) La Amazonía de Colombia. Bogotá: Banco de Occidente.

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72

Bibliografía

Fuentes primarias:

- Prensa

El Amazonas

El Tiempo

- Archivo General de la Nación

Ministerio de Educación. Correspondencia. Legajo 100. Carpeta 1. Educación primaria.

Asuntos eclesiásticos. Quejas. Folios: 24-25, 141-147

Ministerio de Educación. Correspondencia. Legajo 100. Carpeta 2. Educación primaria.

Asuntos eclesiásticos. Quejas. Folios: 226, 367-371, 421-425, 426-436

Ministerio de Gobierno. Sección Intendencias y Comisarías. Actos administrativos. Caja 1.

Carpeta 5. Folios: 2, 4, 28, 30-31, 45

Ministerio de Gobierno. Sección Intendencias y Comisarías. Informes generales. Caja 2.

Carpeta 2. Folios: 45, 1-7, 9-10, 11-25, 26, 30-32, 34-38, 39-43, 46-48

Ministerio de Gobierno. Sección Intendencias y Comisarías. Informes generales. Caja 2.

Carpeta 4. Folios: 7, 17, 25-27, 31-33, 35-37, 41-42, 45-46, 65-66, 71-73, 74-85, 93

Ministerio de Industrias. Departamento de Baldíos. Correspondencia. Folios: 52-53, 319, 330,

372, 377

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