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VI Jornadas de Sociología de la UNLP. Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. Departamento de Sociología, La Plata, 2010. La comunidad societal en la obra de Parsons: Tensiones entre la inclusión y la exclusión. Sadrinas, Diego. Cita: Sadrinas, Diego (2010). La comunidad societal en la obra de Parsons: Tensiones entre la inclusión y la exclusión. VI Jornadas de Sociología de la UNLP. Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. Departamento de Sociología, La Plata. Dirección estable: https://www.aacademica.org/000-027/37 Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons. Para ver una copia de esta licencia, visite http://creativecommons.org/licenses/by-nc/2.5/ar . Acta Académica es un proyecto académico sin fines de lucro enmarcado en la iniciativa de acceso abierto. Acta Académica fue creado para facilitar a investigadores de todo el mundo el compartir su producción académica. Para crear un perfil gratuitamente o acceder a otros trabajos visite: http://www.aacademica.org.

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VI Jornadas de Sociología de la UNLP. Universidad Nacional de La Plata. Facultad deHumanidades y Ciencias de la Educación. Departamento de Sociología, La Plata,2010.

La comunidad societal en laobra de Parsons: Tensionesentre la inclusión y laexclusión.

Sadrinas, Diego.

Cita: Sadrinas, Diego (2010). La comunidad societal en la obra de Parsons:Tensiones entre la inclusión y la exclusión. VI Jornadas de Sociologíade la UNLP. Universidad Nacional de La Plata. Facultad deHumanidades y Ciencias de la Educación. Departamento deSociología, La Plata.

Dirección estable: https://www.aacademica.org/000-027/37

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.Para ver una copia de esta licencia, visite http://creativecommons.org/licenses/by-nc/2.5/ar.

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“La comunidad societal en la obra de Parsons: Tensiones entre la inclusión y la

exclusión”

Autor: Diego Sadrinas

Institución: Facultad de Ciencias Sociales – UBA

Email: [email protected]

Concepto fundamental en la etapa madura de la obra de Talcott Parsons, la comunidad

societal presenta uno de los puntos más interesantes para el análisis del problema de la

integración en la sociedad. Subsistema dentro del modelo AGIL, desarrollado por Parsons en

la etapa avanzada de su obra, la comunidad societal se conforma dentro de la función

integrativa como núcleo estructural de la sociedad, compuesta por valores y normas que

hacen posible la vida en la misma. En otras palabras, comunidad societal es el conjunto de

referencias simbólicas que comparten los miembros de ese subsistema en la interacción, y

que consecuentemente permiten la armonía y unidad de la sociedad.

Pero esto abre una problemática crucial. Si bien la obra de Parsons hacia el final de sus días

se orienta principalmente al alcance de la mayor integración e inclusión dentro de la sociedad

norteamericana, la definición de comunidad societal hace un claro énfasis en las nociones de

membrecía y pertenencia, sobre las que se sostiene. De esta manera, podemos afirmar que la

comunidad societal es construida como paradigma de la integración, pero sobre la base de un

componente excluyente. En este trabajo pretendemos demostrar en qué medida este concepto

encierra implícitamente la necesidad intrínseca de la exclusión como componente

constitutivo.

Palabras Clave: Comunidad – Exclusión – Talcott Parsons – Teoría Sociológica

Introducción

Con este trabajo me propongo explorar una noción central en la obra del sociólogo

norteamericano Talcott Parsons: la comunidad societal. De escaso tratamiento en los últimos

tiempos, la sociología de Talcott Parsons ha sido lentamente abandonada en un camino al

olvido académico. Ya parcamente enseñada en las universidades y de poco reconocimiento a

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la incidencia que tuvo y aún mantiene en nuestra disciplina. Aquí me propongo retomar

algunos elementos centrales de la última etapa de su pensamiento, estableciendo a partir de su

noción de comunidad socieltal, una línea con los estudios sobre la comunidad en la

sociología clásica, que en gran parte retomaría el autor para su empresa intelectual. El

objetivo principal será no sólo la problematización de las elaboraciones teóricas alrededor de

dicho concepto, sino preguntarse por su especificidad ubicándolo en el contexto de un

modelo político de importancia clave como lo fue el Estado de Bienestar, haciendo caso

también a la notable reaparición de trabajos alrededor de su obra tanto dentro como fuera de

los Estados Unidos. De esta forma, se intentará dar cuenta de los aspectos más importantes de

una noción crucial como lo fue la comunidad societal en el pensamiento parsoniano,

siguiendo un recorrido por dos momentos de la racionalidad política, el liberalismo y el

keynesianismo, para luego concluir con un tercer momento, el neoliberalismo.

En este sentido, el trabajo se estructurará de la siguiente manera. El primer apartado

corresponderá a establecer algunos lineamientos acerca de la generación de sociólogos

clásicos y sus conceptualizaciones acerca del surgimiento de la disciplina y la polaridad

comunidad-sociedad. En el segundo apartado se especificarán algunos elementos claves de,

esquematización previa, cada una de las etapas del pensamiento parsoniano, sin ahondar en

detalles y problematizaciones que escaparían a los requisitos de extensión de este escrito. En

un tercer apartado se hablará puntualmente de la historia del concepto de comunidad societal,

haciendo hincapié en sus diversas definiciones y usos. En un cuarto apartado se tratará en

profundidad las implicancias del concepto en sus múltiples apariciones, estableciendo la

tensión exclusión-inclusión como clave de interpretación, tomando como punto de partida las

críticas realizadas por algunos de sus comentaristas más importantes. Para finalizar, se

destinará un último apartado para el establecimiento de algunas reflexiones finales centradas

en la comunidad societal en el contexto de la caída del Estado de Bienestar.

I. La sociología clásica, la comunidad y la sociedad.

La polaridad comunidad-sociedad aparece como una de las categorías centrales en los

estudios que abarcan a la segunda generación de padres fundadores de la sociología. La

centralidad y constancia con la que esta noción aparece requiere especial atención, puesto que

a través de ella, esta generación de sociólogos logró pensar y describir algunos de los

procesos más importantes que se llevaron a cabo con el surgimiento del capitalismo. El

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desarrollo de categorías como industrialización, individualización, burocratización, entre

otras, fueron producto de estos análisis y nos acompañan como elementos medulares de

nuestra disciplina hasta el día de hoy. Comunidad y sociedad son en este sentido, palabras

clave para entender el conjunto de transformaciones que abrieron paso a la modernidad.

De la mano del concepto de comunidad, pensadores de la talla de Tönnies, Weber y

Durkheim encararon varios objetivos simultáneos: crear un nombre científicamente valido a

determinadas formas de agregación de los individuos, explicar el proceso histórico social que

condujo de las sociedades tradicionales a las modernas, y finalmente buscaron depositar en el

recurso comunitario las esperanzas de superación de las principales patologías de la vida

moderna. Estos “tres registros” de la comunidad –comunidad en tiempo pasado, disuelta por

el proceso de modernización; comunidad en tiempo presente, como formas de agregación que

existen en simultáneo con la sociedad moderna; y comunidad en tiempo futuro, como forma

contratendencial a los efectos nocivos de los avatares de la modernidad- pueden entenderse

como las herramientas de las cuales estos pensadores se asieron para responder a las

ambiciones de descripción y prescripción que la emergencia de una nueva disciplina como la

sociología requería. Si bien no es mi intención analizar las pretensiones fundacionales de esta

empresa intelectual que buscó dar origen a un nuevo tipo de discurso científico, es importante

precisar que de la mano de la polaridad comunidad-sociedad, esta generación de sociólogos

logró algunas de las descripciones más notables de las transformaciones acaecidas con el

surgimiento del capitalismo.

En este sentido, puede decirse que el otro extremo de la polaridad, la sociedad, fue una

invención estratégica de los discursos sociológicos de dicha generación (de Marinis, 2005).

Sobre la base del establecimiento de una “ciencia de la realidad” –Weber-, o el estudio de los

hechos sociales como cosas –Durkheim- la sociología nominó una multitud de elementos

hasta entonces diferenciados bajo el título de sociedad. Con ello se pretendió totalizar esta

multitud de partes como integradas e interrelacionadas que conformaban relaciones de

interdependencia, como partes de un todo constituido. La pluralidad de individuos era

conformadora de una vida colectiva estructurada por vínculos de solidaridad (Durkheim,

2004) que establecía una fuerte línea fronteriza en base a la normalidad y lo normativo,

delimitando consecuentemente sus desviaciones o “patologías sociales”. Para ello se buscó de

qué formas podía ensamblarse lo diferente y lo antagónico por medio de diversos

mecanismos de solidaridad social, en las cuales la comunidad gozó de notable protagonismo.

En sus múltiples matices, existieron rasgos comunes en la consideración sociológica clásica

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de esta noción, a saber, la idea de comunidad como espacio-sensación de pertenencia,

comunidad como posibilidad de mutua identificación, o bien comunidad como

recalentamiento de los lazos sociales1. Paralelamente, no se puede negar la existencia de

importantes quiebres y discontinuidades en sus diversos usos y apariciones. De todas formas,

si bien –como ya se dijo- son remarcables las descripciones hechas de las sociedades de la era

industrial, no es difícil advertir que aquél orden descripto fundado en la integración temblaba

víctima las fuerzas desgarradoras e individualizantes del avance de la modernidad.

Paralelamente a esta invención de la sociedad, surge por esos tiempos la “cuestión social”

como preocupación principal de una serie de agentes –criminólogos, médicos, sacerdotes,

etc.- que contribuyó a la formación de una serie de instituciones que luego sería calificadas

como las paradigmáticas instituciones sociales. Entre estas se pueden destacar los grandes

partidos políticos, los sindicatos de masas, el servicio militar obligatorio, la escolarización

pública, el trabajo asalariado, las políticas sociales de Estado, el seguro social, las

instituciones punitivas y de corrección de la desviación. Todo un entramado de instituciones

paradigmáticas de la era liberal y posteriormente la keynesiana, en donde las reflexiones

académicas se entrecruzaron con la consolidación de estas nuevas instituciones sociales,

dando lugar a una densa serie de programas prácticos, de diagnóstico, de reforma y de control

(de Marinis, 2005). De esta manera, “[l]a estadística social, luego la sociología y todas las

ciencias sociales jugaron su papel en estabilizar lo social como un dominio sui generis, cuya

realidad ya no podría ser ignorada. Simultáneamente, las fuerzas políticas articularían sus

demandas al Estado en nombre de lo social; la nación debería ser gobernada en nombre de los

intereses de la protección social, la justicia social, los derechos sociales y la solidaridad

social” (Rose, 2007:115).

Comunidad, sociedad y Estado-Nación fueron tres elementos claves para pensar la sociología

de finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Ya llegando a mediados del mismo, estas

1Al respecto es posible señalar varios ejemplos. En la obra de Tönnies, el autor analiza la polaridad Comunidad-

Sociedad, en los cuales se describen tres aspectos de la comunidad. Interesa en particular el tercero de ellos, en

el que se habla de lo comunitario como posibilidad que puede recuperarse o reconstruirse para nutrir las

relaciones más allá de un mero estar con el otro (de Marinis, 2010b). Es posible encontrarlo en Durkheim, tanto

en sus etapas temprana como tardía, en donde el autor francés nos habla de mecanismos de cohesión social e

integración propios de las sociedades segmentarias que permiten contrarrestar la fragmentación del lazo. Ya sea

mediante el conjunto de creencias y sentimientos comunes que conforman al sistema de la conciencia colectiva

(Durkheim, 2003), o por medio de la experiencia de lo sagrada para lograr la unidad colectiva derivada de los

fenómenos religiosos (Durkheim, 1992). Asimismo, en Weber podemos encontrarlo en los análisis de la

democracia plebiscitaria del líder o y sus reflexiones sobre la comunidad de los combatientes, en donde el

liderazgo carismático –de carácter utópico programático- y la guerra –de carácter excepcional y abrumador- son

algunos de los pocos espacios en donde es posible la recuperación del sentido y el reencuentro con la totalidad

(de Marinis, 2010c)

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tendencias se consolidarían en el surgimiento y apogeo del Estado de Bienestar. En

consecuencia, comunidad y Estado-Nación no necesariamente debían entenderse como dos

polos opuestos, sino por el contrario, la comunidad –es decir, la formación de comunidades

nacionales estructuradas alrededor de mecanismos de solidaridad que permitieran mantener el

orden y la cohesión-, iba a ser parte del remedio para los males dentro de la nación. En este

contexto, y como heredera de esta generación de sociólogos clásicos, aparecería la sociología

de Talcott Parsons.

II. La teoría sociológica de Talcott Parsons.

Sin duda la figura de Talcott Parsons fue una de las más trascendentes en la sociología del

último siglo. Su producción intelectual fue uno de los intentos más complejos y acabados de

realización de una gran teoría social capaz de sintetizar las elaboraciones de las figuras más

clásicas de la disciplina –en especial Weber y Durkheim-, así como también llegó a alcanzar

una posición dominante a nivel mundial. A su vez, elaboró un extenso sistema teórico que no

sólo tuvo gran alcance e influencia en la formación del pensamiento y la investigación

sociológicos, sino que dicha influencia se extendió a diversas áreas de las ciencias sociales

como la política, la economía, la psicología, etc. (Fox; Lidz y Bershady, 2005).

Si bien no es la intención de este trabajo analizar la historia de los conceptos que aparecen a

lo largo de todo el pensamiento parsoniano –tarea que a su vez requeriría de una extensión

considerablemente más amplia que la de una ponencia- es preciso hacer un breve repaso por

algunos de los aspectos de su obra que resultan cruciales para comprender su noción de

comunidad societal.

El nivel de abstracción y complejidad de la obra de este sociólogo americano –no sólo como

resultado de su obra, sino asimismo causas de su rechazo- le permitieron a Parsons elaborar

un sistema teórico dotado de un esquema conceptual exhaustivo que pudiera ser aplicado de

forma universal, y que diera cuenta de todos los aspectos de la sociedad humana (Fox; Lidz y

Bershady, Ibíd.). Dos libros dan cuenta de este monumental proyecto (Parsons, 1974a y

1974b), en el que Parsons virtualmente llevó a cabo el estudio de las sociedades arcaicas

hasta las modernas, pasando por las diversas etapas intermedias y poniendo a prueba en todas

ellas sus categorías de análisis, siendo una de ellas –tal vez la más importante- la comunidad

societal. Sin adentrarnos en ella aún, establezcamos algunas cuestiones previas.

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Si bien es posible establecer numerosas continuidades a lo largo de su obra, podemos, con

cierto esquematismo, dividir la producción teórica de Parsons en varias etapas.

Una primera etapa puede resumirse en su la confección de una gran teoría de la acción social

que sintetizara las elaboraciones de, principalmente, Durkheim, Weber, Freud y Pareto. Su

paso por Europa y su formación en las teorías sociales clásicas tuvieron como desenlace la

publicación de un primer volumen conocido como “La estructura de la Acción Social” (1971

[1937]). Aquí Parsons se propondría dar una solución satisfactoria a un problema que lo

acompañaría a lo largo de toda su producción teórica: el problema del orden, y su solución

hobbesiana. El autor encontraba insatisfactoria la solución hobbesiana al problema del orden,

en la que todo actor actúa persiguiendo fines instrumentales. Enfrentándose principalmente al

utilitarismo (Alexander, 1990), así como también a las tesis empiristas y positivistas

dominantes en la época, Parsons desarrolló un marco de referencia de la acción en base a la

síntesis de una serie de categorías que él denominó centrales para la comprensión sociológica

(Fox; Lidz y Bershady, Ibíd.). La idea de acto-unidad sería la noción clave dentro de este

marco de referencia, haciendo especial hincapié en los elementos normativos (como normas y

valores), los cuales fueron elevados al mismo nivel que el de medios y fines. Este énfasis en

el elemento normativo para entender la conducta social humana provista de sentido lo

acompañaría también como enfoque central en cada una de las etapas subsiguientes. Por otro

lado, en este esquema Parsons mostraría un manifiesto interés por el papel y la naturaleza de

los elementos no racionales que componen la acción en relación con aquellos que no debían

ser entendidos como tales (de Marinis, 2010a).

Luego de La Estructura de la Acción Social, o así llamado enfoque voluntarista, aparecería El

Sistema Social (1951), pieza clave de la etapa “estructural-funcionalista”. Dicho trabajo se

centró en la definición del concepto de sistema social y planteó una orientación general del

análisis funcional de los sistemas sociales. Uno de los puntos más importantes planteados fue

el establecimiento de las diferencias entre las instituciones tradicionales a las modernas,

enfrentándose a la clásica polaridad Gemeinschaft-Gessellschaft, por medio de la

diferenciación de una serie de variables-pauta que en su conjunto rompen con la misma2 y

permiten a su vez el análisis empírico (Fox; Lidz y Bershady, Ibíd.) –que vale la aclaración,

fue fuertemente usado en su época-. No obstante, estas variables pauta no son sólo un

2 Las variables pauta fueron una serie de 5 dicotomías distintas que, en su conjunto, rompen con la dicotomía

Gemeinschaft-Gessellschaft, abriendo importantes dimensiones analíticas. Los cinco pares son universalismo-

particularismo, neutralidad afectiva-afectividad, logro-adscripción, especificidad-difusividad y auto-orientación-

orientación hacia la colectividad. En cada uno de estos pares, el primer ítem caracteriza a la instituciones del

tipo Gessellschaft, y el segundo, las del tipo Gemeinschaft (Fox; Lidz y Bershady, Ibíd.).

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esquema conceptual para dicho análisis, sino que son a la vez dilemas de elección a la que se

enfrentan todos los individuos, y que en su conjunto estructuran cualquier acción con sentido

(Treviño, 2001).

Ya a partir de mediados de los 50‟, Parsons desarrolla su paradigma de las cuatro funciones –

llamado modelo AGIL por sus estudiantes- en donde establece la idea de un sistema social

abierto en constante proceso de intercambio de información y energía con otros sistemas y

sus ambientes (de Marinis, Ibíd.). El intercambio es producido por relaciones o mecanismos

de inputs y outputs, como aquellos elementos que el sistema recibe y genera. Siguiendo esta

línea, el modelo establece cuatro “problemas” generales a los cuales todo sistema debe

eventualmente enfrentarse, a la vez que son funciones del mismo. La A se vincula a la

Adaptación, y se refiere a un problema ambiental externo vinculado a los procesos de los

cuales el sistema social obtiene y distribuye los recursos necesarios para sus actividades. La

letra G, Alcance de metas, es asimismo un problema ambiental externo y se refiere a la

formulación de metas y la motivación y movilización de recursos dirigidos al alcance de

dichas metas. La letra I corresponde a la Integración, y se refiere a un problema de

organización interno vinculado a los procesos que aseguran la coordinación de las diversas

relaciones que realzan al sistema con el propósito de producir una organización capaz de

prevenir o resistir disrupciones conflictivas mayores, producidas por la diferenciación de

unidades dentro del sistema. Finalmente, la letra L corresponde al problema de la latencia o

mantenimiento de patrones, también un problema organizacional interno. Se refiere al

proceso por el cual el sistema social mantiene patrones normativos y maneja las presiones y

tensiones de los actores (Treviño, Ibíd.)

Parsons desarrollará para cada uno de estos problemas, subsistemas encargados del

cumplimiento de esa función. Para la función adaptativa está el organismo conductual o

sistema conductual. Para el logro de metas estará el sistema de la personalidad. A cargo de la

integración estará el sistema social, que se ocupará de regular la interrelación entre sus partes

integrantes, y lograr un ajuste mutuo entre las unidades del sistema, para garantizar la lealtad,

la adhesión y la interdependencia entre ellas. Del mantenimiento y regulación de las pautas

culturales y las motivaciones de sus miembros, se encargará el sistema cultural. Este

formulará y mantendrá la base de identidad del sistema que lo diferencia de su ambiente (de

Marinis, Ibíd.).

Parsons va a especificar luego que cada una de estas funciones podía ser utilizada para el

análisis cada uno de los sistemas en sí mismos. Pero en particular, estas cuatro funciones

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podían a su vez ser usadas para representar las principales dimensiones de la diferenciación

estructural de la sociedad como un todo (Fox; Lidz y Bershady, Ibíd.). De esta manera se dio

el surgimiento de una teoría de los cuatro subsistemas como subsistemas de la sociedad

funcionalmente especializados, o subsistemas societales. El subsistema adaptativo estaría

representado en la economía, orientada al desarrollo y la asignación de recursos básicos para

el uso de unidades individuales y colectivas de una sociedad (ocupaciones, tecnologías,

mercados, etc.). El subsistema de la personalidad estará definido por la política, a través de

las estructuras de liderazgo, gobierno o estatalidad. El subsistema integrativo, como

sentimiento de cohesión y solidaridad entre los miembros de la sociedad, será la comunidad

societal. Finalmente, la función de mantenimiento de patrones y manejo de tensión, será el

sistema fiduciario, el cual estará organizado alrededor del mantenimiento y desarrollo de los

valores duraderos y de la cultura compartida en una sociedad. A su vez, cada uno de estos

subsistemas dispondrá de un medio específico utilizado para el intercambio entre él y sus

ambientes. Estos serán el dinero (A), el poder (G), la influencia (I) y los compromisos de

valor (L).

Una última etapa del pensamiento parsoniano puede enmarcarse con la introducción de la

jerarquía cibernética, definida ésta última como la ciencia encargada de la información. Los

sistemas de acción debían ser entendidos bajo lo lógica de la cibernética, como flujos

constantes de información y energía. De acuerdo con esto, Parsons incorporó el concepto de

información a su teoría general de los sistemas y planteó que sus relaciones de intercambio

input-output están involucradas en control de información y condiciones de energía (Treviño,

Ibíd.). Esto establecería una suerte de jerarquía, en la que en el tope de la escala (siguiendo el

esquema AGIL, siendo la base la adaptación y el tope la latencia) estaban los procesos de

mayor información, especialmente importantes en el control del desarrollo general del

sistema. Mientras que acercándose a la base se encontrarían los sistemas con mayor cantidad

de energía, condicionantes de este desarrollo. De esta forma, el desarrollo del sistema general

de la acción como un todo está basado en el resultado de los procesos de control y

condicionamiento vinculados tanto a la energía como a la información (Treviño, Ibíd.:48).

Ya a mediados de la década del 60‟, Parsons comenzaría a conectar los conceptos derivados

de su modelo cibernético para introducirse al estudio comparativo de la evolución social.

Como ya se dijo anteriormente, la búsqueda del sociólogo norteamericano estuvo siempre

centrada en el desarrollo de un modelo teórico capaz de ser aplicado universalmente en

cualquier tiempo histórico. La extensión natural de esta búsqueda lo llevó a comprobar dicho

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modelo en un estudio comparativo de las sociedades partiendo de las etapas primitivas y

arcaicas, para llegar finalmente a la comprensión de las sociedades modernas.

En esta perspectiva, la comunidad societal (CS) cobraría notable importancia, ya que como

subsistema integrativo del sistema social, sería el sistema ocupado de mantener la estabilidad

y encargarse de prevenir o subsanar las tensiones disruptivas. Así, las tensiones o

disrupciones cuando son importantes, pueden llevar al sistema a cambiar su estructura de

manera de sobrevivir. En este sentido, la CS se volverá la pieza clave a la hora de estudiar la

evolución de las sociedades. A efectos de este trabajo, es necesario precisar las definiciones e

implicancias de este concepto.

III. La comunidad societal, la diferenciación y el pluralismo.

Las últimas etapas de la obra parsoniana podrían sintetizarse como la búsqueda de la

respuesta a una pregunta primigenia en las ciencias sociales: ¿Por qué hay cambio social? Es

decir, qué procesos e implicancias llevan a la constante transformación de las sociedades a lo

largo del tiempo, y cuáles son sus características. Por otro lado, ¿es posible encontrar una

respuesta de validez universal a las particularidades en que se dan estos procesos alrededor

del globo? A tamaña tarea se dedicaría la empresa intelectual del sociólogo norteamericano.

A partir de la década del 60‟, Parsons analizará el cambio social en términos de un proceso de

modernización que atravesaría desde las sociedades arcaicas hasta la etapa avanzada de las

sociedades modernas. El progreso en este sentido debía ser entendido un proceso de creciente

diferenciación de los mundos sociales, dando como resultado una diversificación que creó

reinos separados de lo que originalmente era una esfera única (Gerhardt, 2001). Si

observamos a las sociedades modernas, venos que una de sus características claves fueron los

procesos de separación en diversas esferas de lo que originalmente se conservaba bajo una

esfera singular –v.gr. los procesos revolucionarios democráticos que conllevaron a la

separación, principalmente, de la esfera religiosa y la política por medio de la secularización-.

La separación eventual en diversas esferas, y sub-esferas, funcionales entre sí, su

multiplicación e interpenetración encarnado en el modelo de las sociedades modernas

pluralistas, es lo que Parsons conceptualizaría como diferenciación.

Ahora bien, frente a esta creciente diferenciación era necesario explicar qué era lo que

impedía la desintegración de una sociedad subsumida a contantes procesos de diferenciación

entre sus instituciones a lo largo de la historia. Por medio de una relectura de Durkheim,

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Parsons retomaría la importancia de las fuerzas integración en la conservación del lazo social.

En efecto, son estas fuerzas integradoras las que mantienen unida a una sociedad e impiden la

desintegración de las relaciones sociales frente a la diferenciación institucional (Gerhardt,

Ibíd.). Las mismas estarían encarnadas en la CS como núcleo estructural de la sociedad. De

allí que esta sea su característica más importante:

“[La comunidad societal] es la estructura colectiva en la que sus miembros están unidos

o en cierto modo asociados; su propiedad más importante es el tipo y nivel de

solidaridad que –en el sentido dukheiminiano del término- caracteriza las relaciones

entre sus miembros. La solidaridad de una comunidad es, esencialmente, el grado hasta

el que (y las formas en que) es de esperar que el interés colectivo prevalezca sobre los

intereses particulares de sus miembros siempre que ambos entren en conflicto”

(Parsons, 1976:712)

La CS se comportará como un núcleo estructural bajo el cual es esperable que sus miembros

actúen solidariamente unos con otros en vistas de un interés común que se encuentra por

encima de los intereses individuales. La influencia de Durkheim aparecería principalmente en

el uso que Parsons hace de las nociones de solidaridad orgánica y mecánica. En las sociedades

modernas, la solidaridad mecánica está arraigada en las instituciones de la ciudadanía, las

cuales se aplican igualitariamente a todos los individuos. Mientras que la solidaridad orgánica

se sostiene más típicamente bajo la institución del contrato, por medio de la formalización de

la cooperación entre diversos intereses y roles diferenciados (Sciortino, 2005). En términos de

solidaridad mecánica, las sociedades definen las unidades del sistema como igualitariamente

incluidas, mientras que en cuanto a la solidaridad orgánica, estas mismas unidades están

dirigidas en términos de sus identidades diferenciadas (Sciortino, 2004). El quid de la cuestión

es entender cómo estas dos dimensiones o estructuras de la solidaridad pueden ser

compatibilizadas permitiendo la subsistencia del sistema.

La primera definición de CS que provee Parsons, la podemos encontrar en Sociedades, en

donde el autor precisa y expone de forma más acabada lo que comenzó a desplegarse en obras

anteriores. Al referirse a la CS, Parsons dirá:

“El núcleo de una sociedad, como sistema, es el orden normativo, organizado dentro de

un patrón, a través del que se organiza colectivamente la vida de una población. Como

orden, contiene valores y normas diferenciadas y particularizadas, así como reglas, que

requieren referencias culturales para resultar significativas y legítimas. Como

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colectividad, despliega un concepto organizado de membrecía que establece una

distinción entre los individuos que pertenecen o no a ella” (1974a:24).

Puntualmente, la CS representará un conjunto de reglas y valores que son compartidos

colectivamente por los miembros, estructurado bajo mecanismos de solidaridad que permiten

la formación de una identidad común que prevalezca por sobre intereses o diferencias

particulares. Como explica el autor:

“La CS está constituida tanto por un sistema normativo de orden como por estatutos,

derechos y obligaciones pertinentes para los miembros y que pueden variar para

diferentes subgrupos, dentro de la comunidad. A fin de sobrevivir y desarrollarse, la

comunidad social debe mantener la integridad de una orientación cultural común,

compartida ampliamente (aunque no necesariamente de manera uniforme o unánime)

por sus miembros, como base de su identidad societaria” (Ibíd.:25).

De lo que se trata es de la generación de un consenso moral. La CS señala las funciones de las

fuerzas integradoras básicas enraizadas en creencias morales, o bien rituales religiosos

(Gerhardt, Ibíd.). En las sociedades más primitivas, este consenso podía ser logrado por medio

de una religión común que unificara las creencias y motivaciones. Las sociedades seculares

modernas, por otro lado, requieren de mecanismos mucho más complejos adecuados al

pluralismo de sus unidades3. En este sentido, la función de la CS dentro del modelo

cibernético es la de generar motivaciones socialmente aceptadas y adecuadas por medio de

una cultura común de códigos normativos. En este proceso, el control cibernético de lo

cultural es clave, ya que esta orientación y motivación en las interacciones de los miembros

será lograda por medio de los mecanismos de socialización e institucionalización. De esta

forma las contribuciones a la colectividad por parte de sus miembros estarán unidas por la

solidaridad y guiadas por los valores de un consenso moral (Ibíd.). Parsons mismo destacará

esta función en El sistema de las sociedades modernas:

“Es posible que la función más general de la comunidad societaria sea la articulación de

un sistema de normas con una organización colectiva que presente unidad y cohesión.

(…) En nuestra opinión, la función primaria de este subsistema de integración es definir

las obligaciones de lealtad hacia la comunidad societaria, tanto para los miembros como

3 “En las sociedades muy primitivas, existe verdaderamente muy poca diferenciación entre las estructuras

generales de la sociedad y su organización religiosa. En las sociedades más avanzadas, la interrelación de los

sistemas sociales y los culturales, en contextos religiosos y de la legitimación, implican estructuras sumamente

especializadas y complicadas” (Parsons, 1974a:26)

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un todo como para diversas categorías de estatus y papeles diferenciados dentro de la

sociedad” (1974b:21-22).

Ahora bien, cabe preguntarse qué tipo de orden normativo puede afianzarse en una sociedad

caracterizada por el constante surgimiento de nuevos papeles, roles y actividades

diferenciadas que conllevan a una pluralización de las identidades sociales. Pues bien, toda la

última etapa de la obra de Parsons es, según el criterio de este trabajo, un intento de componer

una teoría capaz de adecuar la generación de un sistema normativo compatilizable con el la

multiplicidad de colectividades típica de las sociedades modernas. Los ejes de estas

elaboraciones teóricas serán el pluralismo y la integración como motor de la modernización.

El sistema normativo debe ser compatible con el funcionamiento de una serie de estructuras

de solidaridad diferenciadas. Dichas estructuras deben ser capaces de comandar la lealtad de

sus miembros de forma de que sean también compatibles con la lealtad al sistema (Sciortino,

2005). Esto deriva en una serie de tensiones en dos dimensiones distintas. Por un lado, en la

dimensión de la solidaridad mecánica, la tensión se vincula principalmente a la existencia de

una pluralidad de identidades colectivas, las diferencias que son asumidas para sujetar como

miembros de la CS a varios grupos y las expectativas asociadas a cada uno. Por otro lado, en

la dimensión orgánica la tensión se produce mayormente por la ubicación de los recursos en

un esquema competitivo, y en cuanto a las externalidades de los diversos agrupamientos de

relaciones (Sciortino, Ibíd.). Solidaridad orgánica y mecánica deben ser compatibilizadas

dentro del subsistema de la integración de manera de lograr mecanismos de cohesión.

Siguiendo esta línea, la CS se constituye como:

“una red compleja de colectividades interpenetrantes y lealtades colectivas, un sistema

que se caracteriza tanto por la diferenciación funcional como por la segmentación. Así,

las unidades familiares y de parentesco, empresas de negocios, iglesias, unidades del

gobierno, colectividades educativas y otras instituciones similares, son diferentes entre

sí” (1974b:23)

La tarea a resolver será entonces cómo hacer para generar normas y representaciones lo

suficientemente vinculantes de forma de lograr que el interés colectivo y la solidaridad estén

por encima del interés propio, y que a la vez sean lo suficientemente generales y abstractos de

manera de incluir la mayor cantidad de grupos que componen a una sociedad pluralista. La

respuesta a eso vino de la mano de la ciudadanía.

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Basándose en el modelo de ciudadanía de T.H. Marshall, Parsons incorporó dicha noción

como piedra fundante de la base de solidaridad de la CS (1974b, también 1965), sobre la cual

se garantizaría el aspecto mecánico de la sociedad, es decir, un suelo bajo el cual ningún

integrante debe caer. El desarrollo del complejo de ciudadanía en las sociedades modernas

implicaría tres aspectos cruciales, que mediante el establecimiento de un marco cívico-legal,

redefiniría los límites que mantienen la CS con los gobiernos o Estados, los cuales varían

notablemente en relación a etapas anteriores. El primer aspecto surge con la definición de los

derechos de los ciudadanos, estableciendo la obligación de la protección de estos últimos por

parte de los gobiernos. El segundo aspecto se refiere a la participación en los asuntos

públicos, por medio de la institucionalización de derechos positivos para participar en la

elección de los dirigentes. El tercer aspecto lo representa el carácter de lo “social”, esto es la

asunción del bienestar de los ciudadanos bajo el carácter de responsabilidad pública

(Ibíd.:33). Mediante este modelo que apuntaría a la inclusión de la diversidad, Parsons se

aseguraría que la solidaridad nacional no se viera fragmentada por factores de segundo grado

como la religión o la etnia:

“El desarrollo de las instituciones de ciudadanía modernas provocó amplios cambios en

el patrón de nacionalidad, como base de solidaridad de la CS. En las primeras

sociedades modernas, la base más firme de solidaridad se presentaba cuando los tres

factores: religión, raza y territorialidad, coincidían con la nacionalidad. No obstante, las

sociedades totalmente modernas pueden mostrar diversidad en cada uno de sus

fundamentos, ya sea religioso, étnico y territorial, debido a que el status común de

ciudadanía proporciona bases suficientes para la solidaridad nacional” (Ibíd.:34).

El desarrollo del complejo de ciudadanía se encargaría, en combinación con el pluralismo

societal, de superar las divisiones hacia el interior de la sociedad. La posibilidad de incluir a

los grupos más variados dentro de un mismo complejo permitiría trascender cualquier tipo de

polaridades entre ellos, integrándolos en una comunidad de valores universalistas en carácter

de ciudadanos. De esta forma sería posible superar divisiones otrora desgarradoras para un

sistema social, como por ejemplo la división y lucha de clases. Como explica Sciortino, el

problema integrador principal para un sistema social complejo no es el conflicto social, sino la

polarización social. Desde la perspectiva de una CS generalizada, Parsons sostendría que el

pluralismo social implica membrecías múltiples extendiéndose por sobre cualquier división

singular, siendo la membrecía en diversos agrupamientos la mejor forma de control sobre

tendencias polarizantes (Sciortino, Ibíd.:119). La ciudadanía inclusiva lograría mediante un

14

consenso moral superar este tipo de dicotomías de manera integradora sin llegar a la

desaparición de la sociedad occidental y abrazando un modelo pluralista de integración de las

identidades particulares. Cabe de decir que dicha definición no sería lograda ni en la teoría,

menos en la práctica, sin afrontar una serie de problemas hacia su interior. Al analizar y

problematizar el modelo de inclusión que propone Parsons bajo la noción de CS, nos

encontramos con ciertas tensiones que es necesario precisar.

IV. La comunidad societal: entre la inclusión y la exclusión.

La sociología de Talcott Parsons es una sociología hija del Estado de Bienestar, y tal vez sea

difícil comprender las elaboraciones acerca de la CS, sin subsumirlas al contexto de las

tendencias hacia la justicia y la integración propias de la racionalidad keynesiana. El gran

desafío a superar era lograr un modelo de integración que fuera capaz de admitir una

pluralidad de colectividades vinculados moralmente y evitar las tendencias disruptivas. El

Estado de Bienestar podía ser visto, en este sentido, como un antídoto a la estratificación y

conflicto de clases sin la necesidad de terminar con la sociedad de mercado (Alexander,

2005).

En ese sentido, Parsons era un optimista y fiel creyente en las fuerzas inclusivas del estado

welfarista norteamericano. Claro que dicha fe tenía sus implicancias. Si tomamos en cuenta

las críticas de Alexander (Ibíd.), resulta difícil negar que las distintas definiciones y aspectos

que Parsons proveyó sobre dicha noción encierran un oscurecido trasfondo de componentes

excluyentes. Al analizar la definición de CS que aparece en Sociedades –citada en el apartado

anterior-, dichos componentes saltan a la vista. En primer lugar tenemos que el orden

normativo es el núcleo de una sociedad y organiza colectivamente la vida de una población

que, como colectividad, “despliega un concepto organizado de membrecía que establece una

distinción entre individuos que pertenecen o no a ella”. Existen aquí dos cuestiones centrales.

Primero, y aquí seguiré la crítica planteada por Alexander, la distinción entre núcleo de la

sociedad y “vida de una población” es, por lo menos, problemática. Efectivamente el núcleo

es igualado al orden normativo, mientras que la población se refiera a los individuos que son

parte de la sociedad administrativa o funcionalmente, pero que no son en sí mismos partes del

núcleo (Alexander, Ibíd.). Por otro lado, el establecimiento del carácter de membrecía

establece una segunda distinción que permite distinguir individuos miembros y no-miembros

de la CS, siendo los primeros los que se reservan la organización colectiva de la población.

15

Siguiendo esta línea, membrecía no es sinónimo de habitante dentro del territorio sobre el que

se organiza la CS, sino que, en calidad de habitante, es posible formar parte de la población

pero permanecer excluido de la membrecía. Es decir, como individuos que habitan dentro del

territorio en el que se ancla la CS, se espera que adhieran a dicho orden normativo sin ser

parte del grupo nuclear que lo establece. Avancemos en la definición: “La CS está constituida

tanto por un sistema normativo de orden como por estatutos, derechos y obligaciones

pertinentes para los miembros y que pueden variar para diferentes subgrupos, dentro de la

comunidad”. Aquellos que son parte de la población pero excluidos de la membrecía, si bien

pueden no adherir a las referencias culturales sobre las que se sostiene el orden normativo,

pueden no obstante ser sometidos a sanciones coercitivas por no aceptar la preponderancia del

orden normativo sostenido por los miembros del núcleo (Alexander, Ibíd.).

En suma, el pluralismo que destaca Parsons como fundamental para la vida saludable de una

sociedad democrática concibe la formación de una diversidad de grupos y subgrupos, los

cuales no serán considerados miembros en igual grado, o miembros en absoluto. Para dichos

grupos, las normas no son objeto de integración, sino de coerción a la cual se ven sometidos

crean o no en el contenido normativo que define el orden colectivo. De esta forma, la

contracara de la inclusión sería una necesidad intrínseca de mecanismos públicos de represión

para lograr la cooperación al orden normativo establecido por la membrecía. Esto es lo que

para Alexander constituye la tragedia de Parsons. Su línea democrática está marcada por una

veta no democrática. Mientras el orden normativo es cultural, un orden cultural lo

suficientemente poderoso puede asegurarse la cooperación y solidaridad logrando integración,

sin hacer ningún tipo de referencia real a la democracia.

Por otro lado, también merece una crítica adicional el consentimiento a una necesidad

funcional de la estratificación social. Parsons jamás se cuestionaría la división de clases, sino

que por el contrario, ésta sería una consecuencia necesaria de la diferenciación funcional

inherente a los procesos de modernización. La división entre una primera y una segunda clase

representaba diferencias en cuanto a condiciones materiales, que debían ser superadas por

medio de un proceso de igualación bajo el concepto de ciudadanía. Las contradicciones

económicas y distributivas que dicha división supone estarían neutralizadas por medio de la

unidad y cohesión por la adhesión a elementos culturales. A su vez, la capacidad de los

grupos miembros del núcleo societal de influir culturalmente por sobre el resto de la

población les permitiría legitimar culturalmente su posición dominante. La CS es en este

sentido un núcleo legitimador de las jerarquías sociales:

16

“En su aspecto jerárquico, el orden normativo de la comunidad societaria de acuerdo

con los miembros, comprende su escala de estratificación, la escala del prestigio4

aceptado –y, hasta el punto al que se hayan integrado los valores y las normas,

legitimado- de sub-colectividades, estatus y papeles, y así también de las personas,

como miembros de la sociedad. Debe coordinarse tanto con las normas universales que

rigen las posiciones de los miembros como con los elementos de diferenciación entre las

funciones de las sub-colectividades, posiciones y papeles, que no implican de por sí una

jerarquía. Así pues, el sistema concreto de estratificación es una función compleja de

todos esos componentes” (Parsons, 1974b:24).

La calidad de membrecía pareciera además echar luz sobre un problema central de la CS, a

saber, la necesidad de la existencia de un afuera no-miembro para poder conformarse. Parsons

era un ferviente democrático y no hizo más que subrayar la necesidad de la inclusión como

respuesta a los problemas de la creciente diferenciación5. No obstante, bajo estas definiciones

un logro tal como la inclusión total estaría lejos de poder realizarse. La CS está fundada en la

membrecía, y como tal, por imperante que sea la visión pluralista que la conforma, siempre

existirán otros que o bien no forman parte, o bien no lo desean. Así, la distinción miembros-

no miembros recuerda a la caracterización que realiza Bauman sobre la organización

capitalista moderna, que cual moneda presenta dos caras de un mismo proceso,

autoafirmación y represión:

“La organización moderna –capitalista- de la cohabitación humana era jánica: una de

sus caras era emancipadora, la otra coercitiva, y cada una de ellas estaba vuelta hacia un

segmento distinto de la sociedad (…) Para los dos segmentos de la sociedad moderna, la

autoafirmación ofrecida y la disciplina requerida se mezclaban en proporciones

claramente distintas. Para expresarlo sin ambages: la emancipación de algunos exigía la

represión de otros.”(Bauman, 2001:34-35).

Parsons afirma la estratificación social. Incluso al interior de la CS, por medio de los rangos

de prestigio, la integración normativa está adaptada al imperativo de la estratificación vertical

(Alexander, Ibíd.). En este sentido, la solidaridad y la integración pueden existir a la par del

4 Debemos entender prestigio como la capacidad de generar decisiones deseadas por parte de otras unidades

sociales sin ofrecerles directamente un quid pro quo como incentivo o algún tipo de amenaza con consecuencias

destructivas. En este sentido, prestigio se encuentra a la par de la influencia, la cual es concebida por Parsons

como medio simbólico generalizado de intercambio societario, en la misma categoría general que el dinero o el

poder. 5 “La mayor complejidad de un sistema que experimenta diferenciación y ascenso plantea necesariamente

problemas de integración. En general, esos problemas pueden resolverse mediante la inclusión de nuevas

unidades, estructuras y mecanismos dentro del marco normativo de la comunidad societal” (Parsons, 1974b:40).

17

control coercitivo en contra de los miembros excluidos, sin verse mitigados por dicha

represión, debido a que la membrecía permanece como una cualidad para algunos grupos de

la población. Parsons no problematiza estas consecuencias, tal vez ensombrecidas por las

posibilidades que para él ofrece el proyecto welfarista del Estado norteamericano. La CS es la

comunidad como nación, la base consensual sobre la cual se erige la integración política que

definiría como “American” (Parsons, 1965). Pero no se debe olvidar que en el contexto en el

cual Parsons escribe, dicha nación se encuentra subsumida en profundos conflictos: luchas por

los derechos civiles, conflictos raciales, pobreza con un sesgo notablemente étnico, guerra de

Vietnam, reforma universitaria, y la lista puede seguir. El sociólogo norteamericano estaba

convencido de que justicia, solidaridad social e integración debían triunfar por sobre estas

tendencias disgregantes y en pos del pluralismo:

“La preocupación contemporánea por los problemas de la pobreza marca una nueva fase

de este desarrollo. En general, el bosquejo estructural de “ciudadanía” en la nueva

comunidad societaria está incompleto, aunque todavía no totalmente institucionalizado.

Hay dos puntos de tensión relacionados entre sí, cuya predominancia actual es índice de

la importancia de las nuevas estructuras: raza y pobreza. Por encima de todo, incluyen la

necesidad de extender los procesos de inclusión y ascenso todavía más.” (Parsons,

1974b:119).

Por otro lado, la militancia activa en cuestiones como la reforma universitaria o la inclusión

del afroamericano como sujeto de plena ciudadanía nos impiden afirmar que Parsons haya

pretendido establecer una comunidad societal de exclusión, mucho menos comunidades

fundadas en la supresión de las identidades individuales, sino la incorporación de dichas

individualidades por medio de la ampliación de los valores que componen el orden normativo.

Al referirse al problema de la ciudadanía del afroamericano, Parsons dirá lo siguiente:

“Pero la solución pluralista, la cual ha sido planteada a lo largo de esta discusión, no es

el separatismo –con o sin igualdad- ni la asimilación, sino una participación completa

combinada con la preservación de la identidad.” (Parsons, 1965:464).

Pero como explica Gerhardt (2002), en su obra hay dos tendencias contradictorias. Mientras

por un lado la tendencia más visible es aceptar la CS como un subsistema que debe apuntar a

una creciente integración –que a su vez significa modernización y democracia-, existe otra

tendencia un tanto más inquietante. Al presentar el término CS en Sociedades, Parsons lo

utiliza para analizar la sociedad griega antigua, más allá del hecho de que en dicha sociedad

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estaban profundamente excluidos tanto esclavos como mujeres. De la misma forma utiliza el

término CS al hablar de la Constitución norteamericana, ignorando el hecho de que la

población negra estaba excluida de una buena parte de derechos constitucionales por esa

época. En una línea similar, Parsons habla de la CS como nación, sin considerar el hecho de

que las naciones suelen contener distinciones entre partes de la población que gozan de

privilegios, en detrimento de otra porción que suele ser objeto de discriminación. En este

sentido, se puede afirmar que si bien Parsons dedicó sus últimos años al desarrollo profundo y

ambicioso de un concepto con amplias capacidades de integración y justicia, el sociólogo

norteamericano no escatima en resaltar los aspectos positivos y benevolentes de la CS sin

asumir de manera críticas sus contradicciones y problemas. Establezcamos ahora algunas

conclusiones alrededor del recorrido trazado en este trabajo.

V. Reflexiones finales

Se mencionó en este trabajo cómo la sociología de Talcott Parsons podía entenderse como

hija del auge de la racionalidad keynesiana. Antes que él, la segunda generación de padres

fundadores de la sociología habían fundado el concepto clave para nuestra disciplina: la

sociedad. Pero al hablar de sociedad, estos sociólogos se enmarcaban en el contexto de

apogeo del Estado-Nación, como se explicó al comienzo del trabajo junto con la sociedad se

había dado la aparición también de la “cuestión social”, preocupación principal que

contribuiría a la formación de una serie de instituciones sociales, entre las que estarían los

partidos políticos, los sindicatos de masas, la escolarización pública, las políticas sociales de

Estado, el seguro social, etc. La racionalidad keynesiana sería la máxima proyección de estas

políticas, en un marco regulatorio social y económico de importantes dimensiones, había

logrado encontrar la articulación entre maximización social y sociedad de mercado,

aminorando las consecuencias desgarradoras del conflicto social.

Aquí aparecería Talcott Parsons, y en este sentido es que propongo debe entenderse su

propuesta. La comunidad y sociedad de los sociólogos clásicos eran comunidades y

sociedades nacionales6, y la comunidad societal fue heredera de ello. Los elementos

disruptivos que cuestionaran la base de identidad de dicha sociedad podían y debían ser

aminorados por la inclusión de los grupos divergentes u otrora excluidos, generalizando y

universalizando los valores a un nivel de abstracción suficiente. Más allá de las

6 Como explica de Marinis, “cada vez que ellos decían “sociedad” (moderna), en realidad estaban diciendo

“sociedad nacional”, entendida como circunscripta a los límites jurídicos y politicos del Estado” (Ibíd.:62)

19

contradicciones que presenta el concepto –contradicciones que por otra parte reflejan las

propias de un contexto de efervescencia social y política como lo fue la década del 60‟-, la

comunidad societal fue la apuesta a la integración y pluralismo sin cuestionar el modelo

vigente, es decir, una apuesta a las máximas posibilidades democráticas que el capitalismo

podía ofrecer. Para Parsons esto era el camino a la modernización, y fue el camino que se

decidió a allanar en la última etapa de su obra.

Pero el neoliberalismo llegó, y con ello la muerte de los modelos “sociales”. La

reconfiguración del Estado y el cuestionamiento a la clásica dicotomía Estado-Sociedad Civil

va a poner en aprietos a los planteos inspirados en estos modelos. La frugalidad del Estado y

la economización de sus energías, apelando a las energías de los mismos gobernados pondrá

en jaque al modelo de sociedad civil (de Marinis, 2005). De lo que se trata ahora es de la

fragmentación en reconversión del lazo social en formas de agregación más cotidianas e

íntimas. Ya no será comunidad, sino comunidades dispersas y conformadas por bases de

identificación más estéticas que éticas, inspiradas mayormente en costumbres de carácter

supericial y efímero, como el consumo o el estilo de vida. Llegarían los tiempos de la

liquidez, en los que, como explica Bauman, se acaban la mayoría de los puntos de referencia

constantes y sólidamente establecidos que sugerían un entorno social más duradero, más

seguro y más digno de confianza que el tiempo que duraba una vida individual, se acaban los

sentimientos de una causa común, y se inaugura un tiempo de incertidumbre y fluidez social

que generan cada vez menos estímulos para contener la desintegración de los lazos humanos y

religar lo que se ha fragmentado (Ibíd.:58-59)

Con la caída de los grandes edificios de identificación –la clase social, los grandes partidos de

masas y finalmente el Estado-Nación-, la CS, aquella gran ambición de Parsons fue otra de

las grandes victimas teóricas ante el avance irreparable de la de-conversión neoliberal. De

todas maneras, los clásicos lo son no sólo por su impacto histórico, sino porque su obra

permanece vigente, y con ella la capacidad de instaurar nuevas discursividades. Este trabajo

buscó demostrar que, no sin esfuerzo previo, la comunidad societal aún ofrece elementos

claves para pensar la situación actual, las posibilidades de concebir un orden basado en una

amplia gama de valores, con voluntad pluralista que busque integrar y avanzar en el camino

hacia una democracia inclusiva.

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