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La comunicación entre españoles e indios
Conferencia Inaugural de AILASA, Association of Iberian and Latin American Studies of
Australasia, celebrado en The University of New South Walesm Sydney, Australia, los días 30
de setiembre y 1 de octubre de 1993
Luis de Torres fue el intérprete en el primer viaje al Nuevo Mundo en octubre de 1492. Era un judío converso. Colón lo incluyó en su equipo porque se expresaba bien en hebreo, arameo y árabe, y Colón creía que estas lenguas serían necesarias para comunicarse con otros mercaderes judíos en Asia. (¿se encontrarían ahí descendientes de las tribus perdidas de Israel?).Colón pudo conocer a Luis de Torres durante su estancia en Murcia en la primavera de 1488 y, a la hora de pensar en la tripulación necesaria para la expedición, recurriría a él para utilizarlo como intérprete. Lo cierto es que Colón lo envía a tierra junto a Rodrigo de Jerez y a dos indios, con la vana pretensión de que entablen relación y diálogo con los habitantes de los nuevos territorios descubiertos. Murió en La Española, antes de que Colón regresara a América en su Segundo Viaje.
En su primer viaje, Colón llevaba a Luis de Torres, que conocía el árabe y el hebreo. Pensaba
que sería útil al llegar a Oriente, donde los árabes tenían mercados establecidos. Los
conocimientos de Torres no sirvieron de nada cuando en octubre de 1492 desembarcaron en la
isla de Guanahaní. Tampoco valieron las palabras y frases de los castellanos, ni las de los
naturales. La única 'voz' fue la de los ojos, la de los gestos y los movimientos. En los primeros
momentos, ante la sorpresa mutua, ante el recíproco extrañamiento, las señales no verbales
serían, seguramente, las únicas que transmitirían información, más valiosa o menos, aproximada
o falsa.
Los europeos debían de necesitar aprovisionarse de agua, buscar alimento fresco, conseguir
carne o pescado en condiciones. En cuanto a los naturales, podemos imaginarlos maravillados -
lo cuentan las crónicas- por las barbas de los castellanos, el pelo tan abundante, los barcos, las
armas de fuego, las corazas metálicas, el caballo después... El estupor también lo
experimentaban los castellanos, pero no tan fuerte: los vecinos portugueses habían doblado el
cabo de Buena Esperanza en 1488, y se contaban ya muchas cosas de los africanos. Alrededor
de 1450 Gil Eanes llevó doscientos africanos a Lisboa; en 1518 el Papa León X autorizó la
ordenación de etíopes, indios y africanos. En todo caso, la sorpresa del europeo aumentaría al
ver que ese 'otro' no podía ser el hombre oriental descrito por el comerciante Marco Polo. De él
se imaginaba el ambiente lujoso y refinado en el que podía vivir, o el tipo de escritura con
dibujos y extraños caracteres.
Quizá parezca que la gestualidad fue un vehículo insuficiente para asegurar la comprensión,
un canal incapaz de establecer relaciones de paz duraderas. Sin embargo, el conocimiento de las
crónicas muestra que la incomprensión no fue mayor, ni hubo más desconfianza, sospecha o
traición a principios del siglo XVI que cuando aumentó el intercambio lingüístico, cuando los
españoles enseñaban su lengua a los nativos, cuando aprendían -algunos- la lengua de los
naturales.
En el III Congreso Internacional de El Español de América (La Junta de Castilla y León
publicó las actas correspondientes en 1991) analicé el texto del jesuita Pedro Lozano (1733),
que describe la provincia del Gran Chaco. Constaté que cuanto mejor conocen los interlocutores
las lenguas del otro, más capacitados están para darles a sus frases sentidos que se alejan de sus
sentimientos, informaciones que no responden a la realidad. Es decir, para jugar con el lenguaje,
o para desorientar o engañar al interlocutor usando el lenguaje como herramienta.
Veamos dos citas:
Volvieron los mensajeros que despachamos a los tobas diciendo que no los habían hallado.
Recelamos con fundamento que no llegaron o que a lo menos no nos dijeron la verdad.i
Quedamos fiando en el Señor, que tendrá buen suceso, según lo que muestran exteriormente, si
no es que sea todo engaño en dar la paz fingida y después nos den en la cabeza.ii
Los problemas de comunicación entre españoles y naturales fueron debidos no sólo a la
distancia racial, cultural y lingüística existente entre ellos. Tengamos en cuenta que, tras el
desembarco inicial en una de las islas de las Antillas, los españoles cambiaron con rapidez de
lugar. De las Antillas a Tierra Firme, hacia el sur y hacia el norte. Desde México, hacia el sur, a
Argentina y Chile. Según Pierre Chaunu desde 1493 a 1500 se conquistaron 50.000 quilómetros
de territorio americano: 250.000 quilómetros entre 1502 y 1517. Hasta 1540 se habían recorrido
y anexionado a la Corona dos millones de quilómetros cuadrados (pensemos que la superficie de
Australia es de 7'7 millones de quilómetros cuadrados).iii
A medida que aumentaba el conocimiento sobre la tierra que se pisaba, cambiaba el punto de
vista; con él, cambiaban las necesidades de comunicación. El inicial propósito de establecer
sedes comerciales fuera del área de influencia de los árabes no requería un conocimiento de
lenguas notable. Los portugueses venían comerciando en Africa sin apenas intercambiar
palabras con los nativos. En Africa, muchas tribus, procedentes de lugares diferentes,
practicaban entre sí lo que se llama 'el comercio silencioso', basado en el trueque de productos,
que se muestran, se toman o se dejan, y se sustituyen por otros que, a su vez, interesan o no al
otro. En cambio, tomar posesión de tierras en nombre del monarca español, llevar animales
desde la Península Ibérica hasta América, evangelizar a los naturales, atraerlos a otra lengua y a
otra cultura, en una palabra, hacerlos súbditos de la Corona española, todo ello requería una
habilidad lingüística mucho más completa.
Antes de proseguir, debo reconocer que cuando el investigador aporta el testimonio de las
crónicas, está basándose en textos escritos por españoles -y algunos por personas que no pisaron
el Nuevo Mundo, caso de Pedro Mártir de Anglería-. Lo que los europeos cuentan es lo que
ellos vieron. Se ha dicho que sus 'ojos' estaban impregnados de determina cultura literaria.
Naturalmente fue así. Influyeron en ellos tanto las lecturas caballerescas o las obras clásicas o
humanísticas como la entonces poderosa tradición oral. Estos 'ojos' miraron lo que podían ver; a
veces, sólo lo que deseaban ver. Lo que escribieron luego dependió de varios factores. Unos
autores escribieron allí, mientras vivían lo que narraban. Otros recrearon ese mundo mucho
después, o de regreso a España (José de Acosta regresó en 1580 y publicó su obra en 1590;
Pedro Cieza de León regresó en 1551 y publicó su obra en Sevilla en 1553; Gonzalo Fernández
de Oviedo regresó en 1523 y publicó su obra en 1526). Otros cronistas recogieron datos y
redactaron su propia versión de los hechos. Algunos escribían para justificar sus acciones en
América; otros ofrecían su texto escrito a un mecenas, colonial o metropolitano, aspirando a una
recompensa sustanciosa.
La Corona creó en 1570 en puesto de Cronista Mayor de Indias. Su tarea era informar con
exactitud. El primero en ser nombrado fue Juan López de Velasco, autor de una Geografía y
descripción universal de las Indias, publicada en 1594. En 1577 se enviaron a Ultramar los
primeros cuestionarios, de cincuenta preguntas, para recopilar la información acerca de las
nuevas tierras conquistadas de un modo estructurado. Las preguntas número cinco y número
trece prestaban atención al reconocimiento de las lenguas autóctonas, relacionándolas con el
pueblo descrito y el entorno geográfico.
Con todo lo anterior deseo justificar el valor relativo del testimonio de las crónicas. Por otra
parte, los relatos y textos autóctonos que han sobrevivido deben su supervivencia a la labor de
los religiosos, que los trascribieron a los caracteres del español. Hoy en día pueden consultarse
recopilaciones de ellos.iv El virrey del Perú Antonio de Mendoza pidió ayuda a cuatro
quipucamayoc, expertos en la 'lectura' de los quipus, y a dos religiosos, Villacastín y Betanzos.
Según explica José de Acosta, los quipus eran unos memoriales o registros hechos de ramales,
en que diversos nudos y colores significaban cosas diferentes. O sea, que para diferentes temas
(guerras, ceremonias, tributos) había diversos ramales, y en los manojos que formaban, había
nudos y nuditos, e hilos atados de diferentes colores. Había quipus de hilo, de pedrezuelas, de
granos de maíz. Veamos el testimonio:
. . . tantas diferencias, que así como nosotros de veinte y cuatro letras guisándolas en diferentes
maneras sacamos tanta infinidad de vocablos, así éstos de sus ñudos y colores, sacaban
innumerables significciones de cosas.v Así pudieron conservarse las historias de la estirpe de
Huáscar, tradición que Atahualpa intentó destruir para conservar su poder. Para la redacción de
su Historia general de las cosas de la Nueva España, fray Bernardino de Sahagún empleó a los
naturales que transmitían la tradición y la historia que oían de labios de unos ancianos
informantes a representaciones jeroglíficas. Otros abordaron la transcripción al náhuatl. En esta
lengua quedó redactada la obra a mediados del siglo XVI, y sólo fue traducida al español treinta
años después, cuando el religioso contaba ochenta años. Nunca supo si su obra se publicaría. La
conclusión es que es muy difícil contar con un texto libre de otros prejuicios que los nuestros al
abordarlo. Sin embargo, ahí están y a través de ellos hemos de analizar cómo se desarrolló la
vida colonial desde octubre de 1492.
Tras esta exposición preliminar, paso a tratar los aspectos que considero esenciales para
analizar el proceso de comunicación entre españoles y naturales,vi que son: la gestualidad, los
problemas de denominación, la figura del intérprete, los diferentes sistemas de unos y otros para
conservar la información, la actitud de los españoles ante las lenguas indígenas, y la formación
de una conciencia lingüística.
Me referiré, en primer lugar, a la gestualidad, que debió de jugar un importante papel en los
primeros años. Como ocurre en el proceso de adquisición de la lengua por el niño, la primera
actividad fue nombrar y señalar, o señalar y nombrar. Y se señaló tanto al preguntar como al
responder. Leemos en las crónicas que se señalaba 'con el dedo', 'con la mano'. Se señalaba el
cielo, la orilla de un río, una canoa, una saeta, un caimán, la coraza, la barba. Los indios
seguramente preguntarían a los españoles quiénes eran, qué eran, y qué eran y para qué servían
muchos objetos que veían por primera vez. Los españoles preguntarían a los indios qué sitio era
aquel en el que se encontraban, la localización de algo que buscaban y -como los indios-
preguntarían qué eran y para qué servían los seres y objetos nuevos para ellos. Además, los
recién llegados necesitaron muy pronto información sobre plantas y animales; por ejemplo,
saber si eran comestibles o no, nocivos o mortíferos. ¿Gesticuló uno de los dos grupos más que
el otro Es difícil saberlo. Los hombres quizá gesticularon y sus gestos se plasmaron en las
crónicas. Además, los textos cronísticos fueron escritos por españoles qe a lo mejor dieron
mayor realce a los gestos que ellos advertían que a los que ellos realizaban, o al revés. vii Sin
duda se producirían errores, aunque se hablara algo al mismo tiempo que se gesticulaba.
Propongo un caso famoso. La cita es de Pedro Mártir de Anglería, autor de las Decadas del
Nuevo Mundo (1520-1526). El fragmento procede de su Decada cuarta:
Los nuestros, por gestos y señales, preguntaron cuál era el nombre de toda la provincia, y ellos
respondieron: Yucatán, que en su lengua significa: 'no os entiendo'. Los nuestros pensaron que
Yucatán era el nombre de la provincia y por este caso inmediatamente desde entonces quedó y
quedará perpetuamente este nombre de Yucatán.viii
Las invitaciones, los consejos y las órdenes se transmitieron por señas:
Dixo por señas, con muy alegre cara y muestras de paz, que fuésemos a su pueblo, y que nos
darían comida y lo que oviésemos menester.ix
Con señas de pas que les hizimos, y llamándoles con las manos y capeando para que nos
viniesen a hablar, ... sin temor ninguno vinieron.x
He aludido hasta ahora a señales de contenido concreto. Pero los españoles, también con
gestos, cuando no había otro medio, comunicaron conceptos tan poco concretos como el de su
naturaleza: afirmaron no ser divinos, sino seres mortales. Mediante gestos expresaron su
condición de súbditos de una Corona, y por gestos se reconocieron criaturas del único Dios
verdadero. Basta una cita para hacerse cargo:
El signarse y el santiguarse, rezar el Pater Noster, Ave Maria, Credo, Salve Regina, todo esto en
latín (por no saber los religiosos su lengua ni tener intérpretes que lo volviesen en ella): lo
demás que podían, por señas (como mudos) se lo daban a entender, como decir que había un
solo Dios.xi
Aceptamos que los gestos suelen ser diferentes en culturas diferentes. Algo igual ocurrirá con
los rituales, comportamientos establecidos como adecuados en determinadas situaciones, y
i. Pedro Lozano, Descripcion chorographica del terreno, rios, arboles y animales . . . del Gran
Chaco . . ., Córdoba: Colegio de la Assumpcion, 1733, p.250.
ii. Lozano, p.251.
iii. Pierre Chaunu, Conquista y explotación de los nuevos mundos (siglo XVI), Barcelona: Labor, 1973, p.15.
iv. M. Garibay, Historia de la literatura náhuatl, México: Porrúa, 1953; M. León-Portilla, El reverso de la
Conquista. Relaciones aztecas, mayas e incas, México: Joaquín Mortiz, 1964; M. León-Portilla, Visión de los
vencidos. Relaciones indígenas de la Conquista, México, UNAM, 1989; N. Watchel, La Vision des vaincus:
les indiens du Pérou devant la conquête espagnole, Paris, 1971.
v. José de Acosta, Historia natural y moral de las Indias, Madrid: Historia 16, 1987, p.402.
vi. He analizado el proceso de comunicación en dos obras: Aspectos lingüísticos del Descubrimiento y de la
Conquista, Madrid: CSIC, 1988; La comunicación entre españoles e indios: palabras y gestos, Madrid:
Mapfre, 1992.
vii. José Romera Castillo, 'Rasgos kinésicos en el "Diario" de Cristóbal Colón', Literatura hispánica. Reyes
Católicos y Descubrimiento, Barcelona, PPU, 1989, pp.115-124.
viii. Pedro Mártir de Anglería, Décadas del Nuevo Mundo, Madrid: Polifemo, p.254.
ix. Bernal Díaz del Castillo, Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, 2 vols., Madrid: CSIC,
1982, 1, p.7.
x. Díaz del Castillo, p.7.
repetidos por tradición. La veneración del español por la cruz -para los naturales sólo eran dos
trozos de madera- no fue fácilmente comprendida. En ocasiones los indígenas se burlaron de
ella y su comportamiento se juzgó sacrílego y fue castigado con violencia. Otro ejemplo: las
señales de humo de los indios. Transmitían noticias a lo largo del curso de un río. El humo
sorprendió y desorientó a los españoles, hasta que entendieron que eran señales útiles, y no solo
para los que las utilizaban, porque también ellos quedaban avisados. Hay más ejemplos: el baile
hasta extenuarse momentos antes de la lucha, ofrecer las propias mujeres a los visitantes...
Todas estas costumbres de los naturales, como el mascar determinadas hojas y escupir el jugo,
encender unos canutillos y aspirar el humo a través de ellos (¡el tabaco!), supusieron el contacto
de los europeo con hábitos, ritos y creencias particulares. Los cronistas dejaron testimonio de
ellos en los textos. La curiosidad renacentista de muchos de estos hombres, religiosos o laicos,
dio como fruto los primeros textos calificables de tratados de antropología o de etnología.
Me referiré, en segundo lugar, a los problemas de denominación. El europeo desconocía el
nombre de muchas plantas, de muchos animales, porque los veía por primera vez. La naturaleza
del Nuevo Mundo era tan exuberante en algunas zonas que el recurso más elemental, es decir,
comparar lo nuevo con lo conocido, no fue suficiente. Tal vez se creyó que lo era, pero no lo
era; lo advirtió un mestizo, el Inca Garcilaso de la Vega a principios del siglo XVII:
Con poca semejanza y ninguna propiedad llamaron a las frutas de allá con los nombres de acá,
que cotejadas las unas con las otras son muy diferentes.xii
Un modo práctico de acercar esa nueva realidad fue darle el nombre de la realidad española -o
xi. Jerónimo de Mendieta, Historia eclesiástica indiana, 2 vols., Madrid: BAE, CC 1973, p.133.
xii. Garcilaso de la Vega, el Inca, Comentarios reales: el origen de los incas, Madrid: Imprenta de la
Gazeta, 2ª.ed., 1723, p.282.
conocida- más parecida; así, llamar 'lagarto' o 'caimán' a la iguana. También se combinó el
nombre indígena con el nombre conocido de contenido más próximo. Así, 'cacique se combina
con 'jefe', con 'señor', con 'superior'. Otras veces se citó sólo el nombre indígena que se oía a los
naturales. De esos nombres unos quedaron al instante (cacique, canoa, maíz, hamaca, etc.).
Quedaron de tal modo que en el siglo XVIII se emplea canoa (cayac) y cacique para cualquier
jefe 'indio'. Otro modo de acercar la nueva realidad, sobre todo a los futuros lectores que podían
no tener de ella una percepción real, fue redactar largas descripciones:
Hay una fruta como limón ceutí muy pequeño, así en el color como en la cáscara; en el agrio y
en el olor no difieren al limón ceutí de España, que será como un huevo de paloma; esta fruta es
en la hoja como del limón.xiii
En estas descripciones se enumeraban las características más destacadas del objeto, las
distinciones, los matices:
Cuelgan una hamaca (es la hamaca una manta de algodón bien tejido, que, colgada en el aire,
pende de las dos extremidades de dos sogas prendidas de las paredes o árboles; esta es la cama
de los magnates, porque el resto del vulgo duerme en 'chinchorro' que es una red prendida y
colgada al modo dicho.xiv
Gracias a la voluntad de los cronistas de dejar constancia escrita de la naturaleza del mundo
americano, casi sin proponérselo, se consiguieron trabajos verdaderamente enciclopédicos.
xiii. Alvar Núñez Cabeza de Vaca, Naufragios, en Naufragios y Comentarios, Madrid: Historia 16,
1984, p.237.
xiv. José Gumilla, El Orinoco Ilustrado y Defendido, Caracas: Academia Nacional de la Historia, 1963,
p.338.
Me referiré, en tercer lugar, a la figura del intérprete. Llamo así a la persona que sirvió de
intermediario entre los dos grupos. Por descontado, su conocimiento de las lenguas era variable.
En general, las crónicas hablan de intérpretes indios, pero hubo también intérpretes españoles,
soldados o religiosos; y lo fueron asimismo, niños y ancianos. No es una institución llevada a
América: los indios tenían y empleaban a personas que hablaban más de una lengua y que
servían para mediar, comercial y políticamente, entre tribus.
Las funciones del intérprete eran variadas, como lo eran su condición, su edad, y las
circunstancias de su inicio como intérprete. A menudo, el intérprete era un guía, el que
acompañaba a los españoles en su avance, conocía las rutas, avisaba de los peligros... Ese
intérprete hacía los tratos de paz con los grupos de indios con los que se encontraba. Era
indispensable para los españoles:
Sobre todo esto íbamos mudos y sin lengua, por donde mal nos podíamos entender con los
indios, ni saber lo que de la tierra queríamos.xv
Sin embargo, tener intérprete no suponía el éxito de la comunicación:
[El gobernador] comenzó a llamarlos por señales que les hacía y por algunos intérpretes que
traía, que aunque torpemente entendían en alguna manera aquella lengua.xvi
El trato pacífico entre españoles y naturales se manifestaba en un mutuo intercambio de
regalos. Esto predisponía a los dos grupos a la amistad y evitaba el peligro de un enfrentamiento
violento. Es fácil adivinar que estos intérpretes no lo eran por voluntad propia, o raras veces. Lo
corriente era que los españoles tomaran como prisioneros a unos que conocieran el territorio y a
xv. Cabeza de Vaca, Naufragios, p.49.
xvi. Pedro de Aguado, Recopilación historial de Venezuela, Caracas: Academia Nacional de la
Historia, 1963, p.183.
los pueblos vecinos. Se les prometía una recompensa, o la libertad, a cambio de su trabajo de
intérprete. A veces se les soltó al comprobar que no sabían la lengua del lugar por el que
andaban. A los intérpretes que parecían más fieles, que no intentaban huir ni traicionarlos, se les
encargaba la tarea de 'contratar' o 'rescatar', es decir, hacer el intercambio de productos. No es
ahora el momento de analizar y juzgar si había igualdad en lo intercambiado. Son famosos los
ejemplos de las baratijas cambiadas a los indios por piezas de oro. Ahora nos basta con
establecer que el intérprete era la persona que pactaba con el cacique o con el principal, y
prometía y entregaba los regalos, siempre en nombre de los españoles, a veces en nombre del
rey de España.
Cuando se contó con la colaboración de indios hispanizados, aculturados, cristianizados, el
intérprete adquirió notoriedad y reconocimiento social. El acompañaba al notario y al escribano,
y leía a los naturales, y traducía a su lengua, el texto llamado Requerimiento, por el que se les
invitaba a reconocerse pacíficamente súbditos del monarca español. La fórmula definitiva del
Requerimiento se redactó según lo acordado por la Junta de Burgos de 1512, por medio del
teólogo Palacios Rubio (el contenido del mensaje era exclusivamente jurídico-teológico).
Posteriormente se ha discutido que este texto constituyera una base jurídica sólida para la
conquista española de América. Leído en español resultaba incomprensible. En el primer
momento era imposible verterlo a una lengua nativa. En 1536 la reina Isabel mostró su
preocupación por las consecuencias del desacato al Requerimiento. Escribió: 'y se lo notifiquen
y hagan saber y entender, particularmente por los dichos intérpretes una y dos y más veces,
quantas pareciesen necesarias, para que lo entiendan por manera que nuestras conciencias
queden descargadas.'xvii
Años después de la llegada a América, este intérprete a menudo era mestizo, y una buena
muestra del mestizaje cultural producido. El papel del intérprete lo desempeñaron también
xvii. Sobre el Requerimiento pueden verse: T. Todorov, La Conquista de América. La cuestión del
otro, México: Siglo XXI, 1987, pp.159-160; S. Benso, La conquista di un testo. Il "Requerimiento",
Roma: Bulzoni, 1989.
niños. Por una parte, por su facilidad para asimilar palabras nuevas; por otra parte, por su
estrecha convivencia con los religiosos. Me refiero a los casos en los que sus padres los habían
confiado a ellos para que, bautizados, los adoctrinasen en el catolicismo. Gracias a estos niños y
a la voluntad de los religiosos, se confeccionaron importantes vocabularios, único testimonio
actual de lenguas nativas desaparecidas.
Cuando un intérprete no bastaba, se usaron dos. El caso más conocido y, posiblemente, de
mayor repercusión, fue el de Hernán Cortés. Para entrevistarse con Moctezuma utilizó a
Jerónimo de Aguilar, conocedor de las lenguas de Yucatán y Tabasco, y a doña Marina, la
Malinche, que sabía la propia de México:
Doña Marina sabía la lengua de Guaçaquelco, ques la propia de México, y sabía la de Tabasco.
Como Jerónimo de Aguilar sabía la de Yucatán y Tabasco, ques toda una, entendíanse bien, y el
Aguilar lo declarava en castilla a Cortés.xviii
La fidelidad de la Malinche hacia Cortés, y la paralela traición a su gente, ha dado lugar a lo
que en México se llama 'malinchismo', o sea, visto desde la perspectiva autóctona, un prototipo
de la traición a los valores culturales propios.xix En cuanto a Aguilar, los hombres de Cortés lo
encontraron en Yucatán en 1519. Llevaba ocho años entre los mayas, tras hundirse su barco en
1510. Lo hallaron desnudo, pintado y asimilado a la vida de los indígenas.xx El otro español
superviviente, Gerrero, tenía ya mujer india e hijos, y no quiso incorporarse a los españoles. Es
decir, hubo casos de 'indianización'.
Una vez concluida la conquista, y avanzado el proceso de colonización, el intérprete se
convirtió en un funcionario más de la administración colonial. Trabajaba en las Audiencias:
intervenía en los casos en los que el pleiteante indio no se expresara en español o no entendiera
lo que se le dijera en español. Este intérprete tenía un sueldo fijo y accedía al puesto si reunía
unos requisitos y si superaba unas pruebas.
xviii. Díaz del Castillo, p.70.
Trataré, en cuarto lugar, de la diferencia de los sistemas de conservación de la información
practicados por españoles y naturales. El europeo fue a América dotado de una escritura
fonográfica. Además, estaba convencido de que la palabra escrita y, mucho más, la palabra
impresa, era la que sobrevivía. Sin embargo, parte de la producción literaria de su propio mundo
se había ido atesorando por transmisión oral. Nos referimos a que se valoraba el texto escrito, y
a que se juzgó inferior al hombre americano que era iletrado. Mejor dicho, costó tiempo
comprender que el indio memorizaba lo que europeo escribía, pero que ambos 'almacenaban' la
tradición. Los naturales tenían una historia, sabían su historia, pero la representaban mediante
jeroglíficos, la plasmaban en la combinación de nudos y colores de los quipus. Sobre todo, lo
sabían de memoria. Esta última habilidad sí fue advertida por los españoles. Así se expresó
Gonzalo Fernández de Oviedo:
para esto y suplir la memoria y falta de las letras (pues no las tienen), luego hacen que sus hijos
aprendan y sepan muy de coro la manera de la muerte de los que murieron de forma que no
pudieron ser allí puestos, y así lo cantan en sus cantares, que ellos llaman areitos.'xxi
xix. La figura de la Malinche ha sido muy estudiada. Recomendamos la consulta de: Aldo Albonico,
'Bernal Díaz del Castillo e Malinche: la ricreazione teatrale di Jerónimo López Mozo', en Convegno
Il letterato tra miti e realtà del Nuovo Mondo, Venezia: Università degli Studi di Venezia, 1992; G.
Baudot, 'Política y discursos en la conquista de México: Malintzín y el diálogo con Hernán Cortés',
Anuario de estudios americanos, XLV, 1988, pp.67-82; S.M. Cypess, La Malinche in Mexican
Literature. From History to Myth, 1991; Rachel Phillips, 'Marina/Malinche: Masks and Shadows', en
Women in Hispanic Literature. Icons and Fallen Idols, Berkeley: U. of California Press, pp.201-214;
Sonia Rose-Fuggle, 'Bernal Díaz del Castillo frente al otro: doña Marina, espejo de princesas y
damas', en Les Répresentations de l'Autre dans l'espace ibérique et ibéro-américain (perspectives
synchroniques), París: Presses de la Sorbonne Nouvelle, 1991, pp.77-87.
xx. Ha habido una reconstrucción novelesca de Jerónimo de Aguilar, natural de Écija: Torcuato Luca
de Tena, El futuro fue ayer, Barcelona: Planeta, 1978.
Su admiración ante la rapidez con la que los naturales, o los primeros mestizos, se expresaron en
el canto gregoriano o recitaron en latín era, fundamentalmente, admiración ante el ejercicio de la
memoria. Son las palabras de Motolinía:
Y como son de vivo ingenio y gran memoria, lo más de lo que cantan saben de coro, tanto que
si estando cantando se revuelven las hojas o se les cae el libro, no por eso dejan de cantar sin
errar un punto. Y si ponen el libro en una mesa tan bien cantan los que están al revés y a los
lados como los que están delante.'xxii Supieron que existían escuelas para adiestrar a los jóvenes
en el cultivo de la memoria.
Deseo mostrar testimonios del asombro del indio ante el papel blanco escrito. El natural creyó
que, cuando el español leía, estaba hablándole al papel; del mismo modo, creía que el papel
respondía al español. Un caso que cuenta Fernández de Oviedo es el del indio mensajero
portador de una carta, que estaba convencido de que, al llegar a su destino, la carta contaría no
sólo lo que contenía al inicio del viaje, sino, además, lo ocurrido durante el viaje. Ejemplo de
más trascendencia es el que les ocurrió a Pizarro y a fray Vicente de Valverde cuando se
entrevistaban con Atahualpa. El fraile sostenía la Biblia ante el indio, para dar fuerza a sus
palabras. La reacción del natural fue esta:
Pareciéndole mal tantas hojas, lo arrojó en alto sin saver lo que era -porque para que lo
entendiera avíanselo de decir de otra manera; mas los frailes por acá nunca predican sino donde
no hay peligro ni lança en hiesta.xxiii
xxi. Gonzalo Fernández de Oviedo, Sumario de la natural historia de las Indias, Madrid: Historia 16,
pp.85-86.
xxii. Fray Toribio de Motolinía, Historia de los indios de la Nueva España, Madrid: Castalia, p.354.
xxiii. Pedro Cieza de León, Descubrimiento y conquista del Perú, Madrid-Buenos Aires: Zero-
Jamkana, 1984, p.218.
Trataré, en quinto lugar, de la actitud de los españoles ante las lenguas indígenas. Primero fue
su identificación. En octubre y noviembre de 1492 Colón creía estar escuchando siempre una
misma lengua. Luego su entusiasmo se enfrió: había captado algo de la variedad lingüística.
Años después Cabeza de Vaca decía:
Passamos por gran número y diversidad de lenguas; en todas ellas Dios Nuestro Señor nos
favoreció, porque siempre nos entendieron y les entendimos... porque, aunque sabíamos seis
lenguas, no nos podíamos en todas partes aprovechar dellas porque hallamos más de mil
diferencias.xxiv
Otro factor muy importante para la actitud de los españoles fue que pocos consideraron las
lenguas indígenas aptas para verter a ellas los conceptos abstractos de la religión católica.
Incluso el hombre del Renacimiento, humanista, daba por hecho que a un pueblo como el chino
cuya cultura artística había alcanzado tal perfección, le correspondía una lengua elaborada y
capaz. Pero, en cambio, no comprendía que aquellos hombres, a sus ojos 'salvajes', tuvieran
lenguas tan complicadas, capaces de sustentar abstrusas teogonías, al lado de las cuales la
cristiana era un modelo de simplificación. Los religiosos emprendieron la evangelización e
intuyeron que expresarse ellos en las lenguas de los naturales era más rápido y efectivo que
pretender adoctrinar en castellano (¡o en latín!). Ellos jugaron un papel muy importante tanto en
la enseñanza del castellano a sus adoctrinados como en la descripción de la lenguas nativas,
como en las reflexiones más teóricas sobre la naturaleza de estas. Con todo, no hay que olvidar
el peso del latín, lengua vehicular en las universidades que se crearon (la de Santo Domingo, en
1540; la de México, en 11551; la de Lima, en 1555), la lengua del canto y la lengua de los
textos clásicos modélicos:
Deprendieron a leer brevemente así en romance como en latín, y de tirado y letra de mano.xxv
xxiv. Cabeza de Vaca, Naufragios, p.125.
En México hay un colegio universal donde se estudian y deprenden gramática y teología e
retórica e léxica y filosofía y otras artes y estudios, y ay moldes y maestros de imprimir libros,
ansí en latín como en romançe.xxvi
El religioso estaba convencido de que su misión era salvar almas, y hacerlo a toda costa. Más
que otros españoles, ellos necesitaban ser bien recibidos de los naturales, y no por la fuerza.
Deseaban que se les confiaran los jóvenes para adoctrinarlos. Los indios los trataban mejor si
hablaban algo la lengua. Por su parte, los religiosos aprovecharon los sistemas de codificación
de la información de que disponían los indígenas, los pictográficos y los ideográficos. Fray
Bernardino de Sahagún y fray Pedro de Gante confeccionaron catecismos pictográficos. Fray
Jacobo de Testera, para doctrinar, se valió de lienzos pintados en los que se representaban los
temas de la doctrina católica. El iba narrando y un indio ladino traducía a la lengua del público
lo que representaban las imágenes. Se ha dado el nombre de 'escritura testeriana' a mnemóticos
iconográficos que formaban los náhuas, tras la conquista, para aprender y recordar las oraciones
cristianas.
Según las circunstancias, los adoctrinaban en varias lenguas:
Asimismo les han predicado en muchas lenguas y sacado doctrinas y sermones. En algunos
monasterios se ayuntan dos y tres lenguas diversas, y fraile hay que predica en tres lenguas todas
diferentes.xxvii
El proceso de mestizaje fue profundo y veloz. Hubo ocasiones para ello. Las peripecias del
conocido naufragio de Cabeza de Vaca se prolongaron durante diez años. Hemos dicho que los
españoles encontraron a Jerónimo de Aguilar y a Guerrero en Yucatán, ocho años después de
xxv. Motolinía, p.353.
xxvi. Díaz del Castillo, p.651.
xxvii. Motolinía, p.289.
ser apresados por los mayas.
Las lenguas de los naturales fueron modificándose con los años. Lo hubieran hecho aun sin el
contacto con los europeos. Pero el choque de los dos mundos alteró por completo el curso de
esas lenguas. Esto lo dijo Jerónimo de Mendieta:
El común hablar se va de cada día más corrompiendo. Porque los españoles comúnmente la
hablamos como los negros y otros extranjeros hablan la nuestra. Y de nuestro modo de hablar
toman los mesmos indios, y olvidan el que usaron padres y abuelos y antepasados.xxviii
Un ejemplo interesante es el del mestizo Garcilaso de la Vega, el Inca, que llegó a España con
veintiún años y nunca volvió al Perú. En España compuso los Comentarios reales: la historia de
los incas, después de haber traducido del italiano los Diálogos de amor de León Hebreo. El Inca
confesó que las voces de su lengua se le olvidaban. Cita la de tigre (en realidad, no se refería a
la denominación del tigre, sino a la del jaguar). Confiesa que no sabe tampoco la voz quechua
para pepino, y se lamenta de tener que fatigar la memoria durante días para encontrar una de
estas voces.
En sexto lugar, aludiré a la conciencia de los españoles frente a las otras lenguas. Ya me referí
a Colón y a su ingenuidad del 12 de noviembre de 1492:
Su lengua . . . es una en todas estas islas de India, y todos se entienden y todos las andan con sus
almadías, lo que no hay en Guinea, adonde es mill maneras de lenguas que la una no se entiende
la otra.xxix
Muy diferente era su opinión en el cuarto viaje (1502-1504):
xxviii. Mendieta, pp.119-120.
xxix. Cristóbal Colón, Los cuatro viajes. Testamento, Madrid: Alianza, 1986, pp.95-96.
Los pueblos, bien que sean espesos, cada uno tiene diferençiada lengua, y es en tanto que no se
eentienden los unos con los otros más que no con los de Aravia.xxx
En 1738 el jesuita José Gumilla, con sus precisiones sobre la articulación, demostraba cuánto
camino se había recorrido:
Lo que pesadamente agrava es la diversidad de pronunciaciones, porque unas son narigales,
como la de los salivas, cuyas sílabas casi todas han de salir encañadas por las narices . . . Otras
son guturales, como la situfa, que ahoga las letras consonantes en el garguero . . . Otras son
escabrosas, llenas de erres, como la betoya . . . en fin, la excesiva velocidad de las lenguas
guajira, chiricoa, otomaca y garaúna es horrible, causa sudor frío y congoja el no poder
prescindir el oído más lince una sílaba de otra.xxxi
Otro jesuita, Lorenzo Hervás y Panduro (1735-1809) dio datos sobre más de trescientas
lenguas en su obra en seis volúmenes Catálogo de las lenguas de las naciones conocidas, y
numeración, división y clases de estas según la diversidad de sus idiomas y dialectos, que se
publicó entre 1800 y 1805, y cuyo primer volumen es el de Lenguas y naciones americanas.
El grado de conciencia lingüística adquirido se manifestó, además, cuando se vio la relación
existente entre una lengua y un modo de vivir, al advertir que la lengua era patrimonio de una
cultura. Debido a la gran fragmentación de las lenguas americanas -170 familias de idiomas,
más de 2000 hablas locales en América meridional-xxxii, los naturales no se entendían entre sí si
se desplazaban. Consideraban que aquel al que entendían era amigo, y que era enemigo aquel
xxx. Colón, pp.291-292.
xxxi. Gumilla, pp.296-297.
xxxii. Tomás Buesa, "Americanismos", en Enciclopedia Lingüística Hispánica, 2 vols. Madrid:
CSIC, 1959, II, p.329.
cuya lengua no comprendían. La diversidad era tanta que los gobiernos aborígenes poderosos
alentaban la práctica de su lengua y reprimían el uso de las hablas locales. Hubo tres lenguas
generales principales: el náhuatl en el virreinato de la Nueva España (México), el quechua en el
virreinato del Perú, y el guaraní en la actual zona de Paraguay y Argentina. Cuenta al respecto
Cieza de León:
Estos, y todos los deste reino, en más de mil y doscientas leguas, hablaban la lengua general de
los ingas, que es la que se usaba en el Cuzco. Y hallábase esta lengua generalmente porque los
señores ingas lo mandaban y era ley en todo su reino, y castigaban a los padres si la dejaban de
mostrar a sus hijos en la niñez.xxxiii
La hispanización del Inca Garcilaso fue tan profunda que le fue posible establecer la siguiente
comparación:
La lengua cortesana tiene este don particular, digno de ser celebrado, que a los indios del Perú
les es de tanto provecho como a nosotros la lengua latina.xxxiv
Así pues, estas tres lenguas florecieron artificialmente. Fueron impulsadas más allá de sus
límites espontáneos, porque los españoles vieron en su conocimiento y uso una solución a la
multiplicidad lingüística.
Propongo una reflexión acerca de la incorporación de indigenismos americanos al español. En
la América hispana, y al margen de las lenguas generales, el español se hizo la lengua de los
indios, al menos de los hispanizados y de los que vivieron en contacto con los españoles. Al
mismo tiempo, los seres y objetos 'nuevos' proporcionaban al español su denominación
xxxiii. Pedro Cieza de León, La crónica del Perú, Madrid: Historia 16, 1984, p.191.
xxxiv. Garcilaso de la Vega, p.225.
indígena. El trigo de Indias del Diario de Colón fue el maíz. Sobre maíz se formó el colectivo el
maizal, como de cacao derivaron cacagüetero y cacagüetal. Se transmitieron al español la
iguana, el cóndor, el jaguar.xxxv A través de los primeros textos españoles tales términos
pasaron a otras lenguas europeas. De estas palabras, como caimán, se registran las formas
diminutivas caimancito, caimancillo, necesarias para dar nombre a las crías jóvenes. Una
institución desconocida necesitó ser denominada, y a partir de su representante, el cacique,
surgió el derivado, el cacicazgo, y también la cacica. De modo que, transcrita la voz indígena a
una forma española, el uso de esta adquiría tal vitalidad que daba lugar, como otra palabra
española patrimonial, a las formas flexivas y a las formas derivadas.xxxvi Y unos indigenismos
quedaron en el ámbito americano, otros viajaron y se asentaron en la metrópoli, y otros
permanecen en el español estándar y en el resto de lenguas de Europa.
O sea, el proceso de adquisición de conciencia lingüística por parte de los españoles
evolucionó desde la sorpresa inicial ante la lengua de unos hombres que aparecieron ante ellos
diferentes a como los habían esperado hasta la curiosidad del siglo XVIII ante una muestra de la
diversidad de la naturaleza. En ese momento, y gracias a los datos proporcionados por los viajes
de circumnavegación, se catalogaron las lenguas conocidas del mundo. Si pensamos de
preferencia en el siglo XVI, o en el XVI y en el XVII, hemos de reconocer la conciencia de
muchos. Personas que, sin preparación filológica alguna, fueron conscientes de la utilidad de
aprender la lengua de los naturales, que emprendieron el aprendizaje de las lenguas generales y
lo favorecieron en los naturales. Que, a falta de otros medio, utilizaron sus manos, sus brazos y
sus piernas, el movimiento de sus ojos y la expresión de sus rostros para comunicarse con ese
'otro' al que sus navegaciones le habían llevado.
No se trata aquí de dilucidar el derecho a interferir en el modo de vida de los pobladores de
xxxv. Ver Tomás Buesa Oliver-José Mª Enguita, Léxico del español de América: su elemento
patrimonial e indígena, Madrid: Mapfre, 1992.
xxxvi. He estudiado estos procesos en: 'Visión del cambio léxico en las crónicas de Indias', en El
cambio lingüístico en la Romania, Lleida: Estudi General de Lleida, 1990, pp.61-78.
unas tierras, ni de opinar sobre la legalidad y la justicia de los medios empleados en su
cristianización, ni en juzgar si la aculturación llevada cabo fue necesaria o provechosa.
Lo que los textos cronísticos muestran, y el lector contemporáneo extrae reflexiones
profundísimas de ellos, es el intento de establecer una comunicación a muchos niveles.
Los datos que se poseen acerca del contacto entre españoles e indios en ese periodo (ss. XVI,
XVII y XVIII) son tan ricos que su conocimiento prorporciona una fructífera reflexión
semiótica, antropológica y lingüística.
Notas