La Comuna 1871 - Trasversales

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nº 56, septiembre 2021 año XVI. ISSN: 1886-1083 serie histórica: nº 133 - año XXXIII. 8 euros Especial La Comuna de París 1871 Ami(e)s de la Commune Ana Muiña Benoît Malon Enrique Bienzobas José Luis Carretero Juan Manuel Vera Juan R. Mora (viñetas) Kristine Ross (Manu Goswami) Léodile Béra Mathilde Larrère (Yohann Emmanuel) Maurice Dommanget Nathalie Le Mel (Alexa Gorzi) Paule Mink De la Comuna a la República universal

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nº 56, septiembre 2021 año XVI. ISSN: 1886-1083serie histórica: nº 133 - año XXXIII. 8 euros

EspecialLa Comunade París 1871Ami(e)s de la CommuneAna MuiñaBenoît MalonEnrique BienzobasJosé Luis CarreteroJuan Manuel VeraJuan R. Mora (viñetas)Kristine Ross

(Manu Goswami)Léodile BéraMathilde Larrère

(Yohann Emmanuel)Maurice DommangetNathalie Le Mel

(Alexa Gorzi)Paule Mink

De laComuna

a laRepúblicauniversal

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lo que hay…PORTADA INTERIOR. La Comuna de Paris, LibrosEDITORIAL. De la Commune a la República Universal, 3-4.LA COMUNA DE 1871. Cronología, Amies et Amis de la Commune de Paris 1981, 5-7.Escuchando a la Comuna, Fundación Andreu Nin, 8. Entre la realidad histórica y lasimágenes, Juan Manuel Vera, 9-13. Nathalie Le Mel, Alexa Gorzi, 14. La guerra social(fragmento), Léodile Béra, 15-17. La semana terrible, Paule Mink, 19-20. Las“commu nardes”, Ana Muiña, 21-25. Las mujeres y la Comuna, Mathilde Larrère, 27-30. Mujeres en la Comuna, Benoît Malon, 31-34. Comuna de París: rebelde, contro-vertida y actual, Kristin Ross, 35-38. Arte y Revolución en la Comuna, EnriqueBienzobas, 39-42. Después de la Comuna, ¿qué?, José Luis Carretero, 43-48. La con-cepción comunalista, Maurice Dommanget, 49-50. El debate sobre el Comité deSalvación Pública, 51-53.

VIÑETAS: Juan R. Mora

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la redacciónÁngel Barón, Pedro A. Bueno, José Luis Carretero, Francisco Carvajal, Miquel Coll, MargaritaDíaz, Manuela Fernández, Almudena Gª Mayordomo, Beatriz Gimeno, Aquilino Ginory, JesúsJaén, Ramón Linaza, Luis Martín, Teresa Martínez, Pilar Membrillera, Enrique del Olmo, ToñiOrtega, Celia Pérez (1949-2019), Manuel Pozuelo, Freddy Quezada, José L. Redondo, FernandoRuiz, José M. Roca, Ángel Rodríguez Kauth, Miguel A. Rodríguez Lorite, Luis M. Saénz, BelénSaiz, Juan Manuel Vera, José Luis Yuguero.LOGO: Ana Muiña y Agustín Villalba. MAQUETA: Akilino & ArmandoPropiedad Y EDICIÓN: Asociación TRASVERSALEShttp://www.trasversales.net - [email protected] - ap. 6088, 28080IMprime: Tórculo Artes Gráficas, S.A.Depósito legal: C-2456-05. ISSN: 1886-1083SUSCRIPCIONES: ver http://www.trasversales.net/susc.pdfLa opinión colectiva de Trasversales se expresa sólo en textos editoriales. Se autoriza el usode aquellos materiales de cuyos derechos dispongamos, lo que confirmaremos tras aviso previo.

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Pilar Miró(1940-1997)

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Luis Antonio de VillenaElías DíazJavier Doz

Javier EsteinouRafael Estrella

Sam FarberRafael Feito

Benjamín ForcanoVasco FrancoAntonio GalaDan Gallin

Vicent GarcésPere Gimferrer

José A. Gómez YáñezCarlos Gómez Gil

Juan González DíazEnrique González Macho

Jordi GordonRamón Górriz

Isabel Gutiérrez ArijaEsteban Ibarra

Miguel de Julián

Boris KagarlitskyAdam Keller

Veronique KleckRaúl KollmanTamas Krausz

Bernard LangloisJosé Manzanares

Bill MarshallRosa Martínez

José Enrique MartínezJean-Luc MélenchonVicente Molina Foix

Juan MorenoManuel Núñez Encabo

Awilda PalauRosana PastorMaría Pazos

Luis Alejandro PedrazaPedro Pérez RamírezMiguel Serras Pereira

Gilles PerraultÁngel RequenaLaura Restrepo

Christian RetamalManuel de la Rocha

Peter RossmanFanny RubioAntonio Ruiz

Pedro SabandoRobinson Salazar

Víctor Manuel San JoséCarlos Sánchez

Marisol Sánchez GómezMariano Sánchez Soler

José M. Sánchez ZegarraCarlos TéllezAnne Vernet

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De la Commune a la República Universal

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La opinión de Trasversales Trasversales 56, septiembre 2021

En este "monográfico 2021" de Trasversales no hay nostalgia ni "conclusiones" anacróni-cas sobre lo que "la Comuna debería haber hecho". Kristin Ross propone considerar laComuna de 1871 como un recurso para abrirnos hacia nuevos "futuros posibles". MichèleRiot-Sarcey nos advierte contra la nostalgia de lo no vivido y nos invita a una rememora-ción que dé nueva vida a fragmentos perdidos u olvidados. No se trata de qué "debió"hacer la Comuna, cuya acción y aspiraciones nos resume y resitúa Juan Manuel Vera másallá de las polémicas tradicionales. Se trata de qué hacemos con el "recurso" Comuna.Si hemos querido acercarnos a lo ocurrido hace 150 años no es para imitar. Pensamos queconocer mejor ese acontecimiento humanizador puede influir en nuestros sentipensamien-tos y hacernos indirectamente algo más capaces para comprender y contribuir a cambiarnuestro mundo.Ninguna táctica genial habría conducido a la victoria de París contra la alianza del viejomundo aristocrático y del nuevo oligárquico en ciernes, salvo que el resto de Francia eincluso Alemania se hubieran contagiado de la revolución comunalista. Quizá la Comunalo supiera: "Francia debe desarmar a Versalles con la manifestación solemne de su irresis-tible voluntad. (...) ¡que sea nuestra aliada en este combate que no puede acabar más quecon el triunfo de la idea comunal o la ruina de París!" (declaración al pueblo francés,19/4/1871). La brecha entre París y las provincias no pudo cerrarse y los versalleses lleva-ron a cabo una salvaje matanza, como describen Léodile Béra, Paule Mink y Vera.Si la Comuna puede sernos "recurso" es por un exceso de sentido que desbordó su tiempoy el nuestro, desde lo social, lo vital, lo común humano, hasta el punto de que los cálculostácticos sobre la oportunidad de rebelarse jugaron un papel subordinado ante un "quere-mos lo imposible" esencial, más allá de programas, estrategias o facciones. La Comunasalió de un terromoto en el imaginario social que llevó a que la aspiración a una vida dig-namente humana -aquí y ahora, aunque se pueda perder la vida en ello- pasa por encimade cualquier otra consideración. A ese impulso colectivo el pueblo sirio alzado contra AlAssad lo resumió en Dignidad, el París de 1871 en República Universal, las mujeres afga-nas dando nuevo significado a una antes insignificante bandera.República Universal no era consigna, era voluntad de vivir y sentir de otra manera.República Universal fue la Idea, el sentipensamiento colectivo de la Comuna, un vínculocon la humanidad sufriente, una manera plena y universalista de entender ese libertad,igualdad, fraternidad manipulado y burlado. Pudiera parecer paradójico el matrimonioentre el municipalismo descentralizador de la Comuna y su aspiración a la RepúblicaUniversal. La Comuna de l@s federales afirmaba su autonomía, y la de cualquier otromunicipio, ante la centralización despótica propia del Imperio, la monarquía y el provisio-nal Gobierno de la Defensa Nacional, y entendía la unidad y la Patria como "la asociaciónvoluntaria de todas las iniciativas locales, el concurso espontáneo y libre de todas las ener-gías individuales hacia un objetivo común, el bienestar y la seguridad de todos". A la vez,la insurrección popular de obreros y artesanos, de mujeres y hombres, de tenderos y sas-tres y educadores, fue más allá de la "República democrática y social" pedida en junio de1848, para subsumirla en República Universal, por la que, en las calles de París, luchabancodo a codo franceses con exiliados polacos, italianos y de otros orígenes. Esa originali-dad municipalista/universalista quizá contenga una intuición sobre la posibilidad de insti-tuciones democráticas de autogestión social no identificables con "el Estado soberano" nicon la ausencia de instituciones, y nos desafía a indagar instituciones no basadas en la divi-sión jerárquica entre dirigentes y dirigidos, así como a vernos como especie humana.

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La opinión de TrasversalesTrasversales 56, septiembre 2021Sin derecho a voto bajo la propia Comuna de París y sin acceso al Consejo Comunal, lasmujeres tuvieron en ella una relevancia de la que empezamos a ser conscientes tardiamen-te, pese al homenaje que en 1872 Rimbaud rindió a las comuneras "dobladoras de espina-zos" y a que Benoît Malon se esforzó en resaltarlo muy poco después de la derrota. AnaMuiña destaca ese lugar de las mujeres en la Comuna. No en vano la Union des Femmes,creada por Nathalie Le Mel y Elisabeth Dmitrieff, fuera la más importante de las experien-cias asociativas creadas durante la Commune. Una entrevista reciente con MathildeLarriére incide en ese aspecto, muy presente en este monográfico como podrá comprobarcada lector(a).Aunque fueron pocos los escritores "conocidos" comprometidos con la Comuna, esta nopodía dejar de cuestionar el lugar del arte en la sociedad, así como la estructura y arqui-tectura urbana y los modos de vivir, destacando la confluencia de artistas y artesanos cua-lificados en la efímera Federación de Artistas, que en su manifiesto decía "Vamos a coo-perar esforzándonos por nuestra regeneración, el nacimiento del lujo comunal, esplendo-res futuros y la República Universal". De nuevo, en la idea del lujo comunal hay un exce-so de sentido similar al de República Universal. Esa dimensión de la Comuna es la queexploran Karin Ross y Enrique Bienzobas. Y no puede dejar de espolearnos hoy, bajo laamenaza y certidumbre de graves desastres ambientales y sociales en las próximas déca-das a consecuencia de la lógica de la "expansión indefinida", para pensar y a actuar entorno a la Idea fuerte de una buena vida para tod@s en condiciones tan desfavorables.La Comuna fue un acontecimiento, pero no algo aislado en el tiempo, sin antes ni después.En tanto que no cabe atribuir un determinismo histórico a su aparición, como si no fuesealgo radicalmente nuevo sino solo el paso a acto de lo ya existente en potencia, podemosdecir que se trató de una creación social "de la nada", pero no "en la nada", porque todo loverdaderamente nuevo surge con condicionantes, implicando a lo que "ya estaba", perogenerando significación nueva. Maurice Dommanget explora algunos de esos condicio-nantes, en particular la contribución a la Idea de la Comuna hecha por el cruce y coopera-ción en ella de diversas y diferentes concepciones sociales. ¿Y después? ¿Esos momentosse perdieron en el tiempo, "como lágrimas en la lluvia"? José Luis Carretero, a partir dela experiencia del sindicalismo revolucionario francés viene a decirnos que no, o, almenos, que no tiene que ser así.La Comuna de París, pero también la riqueza y diversidad de los "socialismos" del sigloXIX, no es "perro muerto" si nos aproximamos de manera adecuada, sin someter el tiem-po de la Comuna y el nuestro a equivalencias anacrónicas. Ante los desafíos civilizatoriosque nos plantean la desigualdad social, la catástrofe climática y la barbarie patriarcal (¿anadie le importa Afganistán?), en tiempos de alto riesgo, de "alerta roja", rememorar -insistimos, no imitar- la República Universal, el Lujo Comunal y la Unión de las Mujerespuede ser un buen recurso, entre otros, para contribuir a generar condiciones en las que seaposible, solo posible, que surja y prenda desde la acción colectiva esa Idea, o mejor esasIdeas, por las que merezca la pena intentarlo en común ahora y nos capaciten para cons-truir soluciones, aunque sean parciales, y también para que al movernos en lo inmediatodispongamos de algunos horizontes que no sean “utopías” para el futuro sino brújulas quenos orienten. Para que la acción y la Idea desplieguen todas sus capacidades deben encon-trarse, sin privilegio. Ya nos dijo Carlos Edmundo de Ory eso de que "Deja los sueños mór-bidos enfréntate en las calles". Enfrentarnos con los abusos, enfrentarnos con los privile-gios, enfrentarnos con los poderosos, enfrentarnos con nuestros propios dogmas y caren-cias, con nuestras soledades y dolores, con nuestras dificultades para cooperar.

Comuna, República Universal, Humanidad: 1871 París, 2021 Kabul

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Amies et Amis de la Commune de Paris 1871

Cronología de la Comuna de París

Original en francés de esta cronología: https://bit.ly/3fJmKSvBasada en la cronología establecida por Claude Latta en LaCommune de 1871 – L’événement, les hommes et la mémoire,actas del coloquio de Précieux y Montbrisson, 15 y 16 de marzo de2003. Publicación de la Université de Saint-Etienne, 2004.

1870: Guerra, asedio de París y comienzo del movimiento revolucionario- 19 julio: declaración de guerra de Francia a Prusia.- 2 septiembre: Derrota en Sedan. Capitulación del ejército de Mac Mahon en Sedan.Napoleón III es hecho prisionero.- 4 de septiembre: el Palais-Bourbon es invadido por manifestantes. Proclamación de laRepública en el Ayuntamiento de París. Formación de un gobierno de Defensa Nacionalpresidido por el general Trochu.- 5 septiembre: formación del Comité Central de los veinte distritos a partir de sus comi-tés de vigilancia- 15 septiembre: El primer affiche rouge [cartel rojo], firmado por los miembros del comi-té central de los veinte distritos, llama a la guerra hasta sus últimas consecuencias y allevantamiento masivo en los departamentos. Las negociaciones Bismarck-Jules Favre fra-casan en Ferrières.- 19/20 septiembre: asedio de París por 180.000 prusianos.- 28 septiembre: capitulación de Estrasburgo.- 7 octubre: el ministro del Interior, León Gambetta, escapa de París en un globo. Llega aTours desde donde intenta organizar un ejército.- 27 octubre: el mariscal Bazaine capitula en Metz.- 28/30 de octubre: derrota francesa en la primera batalla de Bourget.- 31 octubre: jornada insurreccional en París. Gustave Flourens y los tiradores de laGuardia Nacional de Belleville toman el Ayuntamiento, del que son desalojados a últimahora de la tarde.- 1 noviembre: varios insurgentes son arrestados, a pesar de las promesas hechas.- 3 noviembre: referéndum en París confirma los poderes de Defensa Nacional del gobier-no.- 5/7 de noviembre: elecciones de las municipalidades de distrito.- 2/3 diciembre: dispersión del primer ejército del Loira en Patay y Artenay. Los alemanesrecuperan Orléans.- 3 diciembre: fracaso del intento de atacar las líneas alemanas (batalla de Champigny).- 21/22 diciembre: fracaso de nuevo intento de salida ofensiva (2ª batalla de Bourget).

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1871: El fin de la guerra y la Comuna- 5 enero: comienzo del bombardeo deParís por parte de los prusianos.- 6 enero: segundo affiche rouge del Co -mité Central de los 20 distritos, llamando ala formación de la Comuna.- 3/17 enero: derrotas de los ejércitos deGambetta en el Norte, el Loira y el Este.- 18 enero: Guillermo II es proclamadoemperador de Alemania en la galería de losespejos de Versalles.- 19 enero: derrota francesa en la contrao-fensiva de Buzenval y Montretout. Derrotadel Ejército del Norte en Saint-Quentin.- 21 enero: miembros de la Guardia Nacio -nal liberan a Flourens y a otros detenidosen Mazas. Flourens vuelve a instalarse enel ayuntamiento distrital de Belleville.- 22 enero: el general Vinay reprime unintento de rebelión en la pla za del Ayun -tamiento de París. Las tropas disparan con-tra los manifestantes causando 5 muertos.- 28 enero: Se firma el armisticio.- 29 enero: Derrota del Ejército del Este,cuyos restos se refugian en Suiza.- 8 febrero: Elección de la Asamblea Na -cio nal: 36 de los 43 diputados del entoncesdepartamento de La Seine son republicanoshostiles a la capitulación.- 15 febrero: Constitución provisional de laFederación de la Guardia Nacional.- 17 febrero: en Burdeos, donde se reúne laAsamblea Nacional, Adolphe Thiers esnombrado jefe del poder ejecutivo.- 24/26 febrero: Manifestaciones de miem-bros de la Guardia Nacional en la Bastilla.- 26 febrero: firma en Versalles de un pactopreliminar de paz que prevé la pérdida deAlsacia-Lorena.- 1 marzo: Se ratifica dicho pacto en laAsamblea Nacional de Burdeos con 546vo tos a favor, 107 en contra.- 1/3 marzo: los alemanes entran en París yocupan los Campos Elíseos.- 3 marzo: el general d'Aurelle de Pala -dines, acusado por los republicanos de serel responsable de la derrota del PrimerEjér cito del Loira, es nombrado comandan-te de la Guardia Nacional.

- 7 marzo: el Monte de Piedad recupera sufuncionamiento anterior.- 10 de marzo: supresión de la moratoria depago de alquileres y de la paga a la GuardiaNacional. La Asamblea decide trasladarsede París a Versalles.- 11 marzo: el general Vinoy, comandantede las tropas de París, prohibe varios perió-dicos republicanos.- 10/15 marzo: constitución del ComitéCentral de la Guardia Nacional.- 17 marzo: Consejo de Ministros presididopor Thiers decide apropiarse de los cañonesque hay en Montmartre y hace detener a losprincipales líderes revolucionarios.- 18 marzo: comienza la insurrección comu-nalista. Fracasa el intento de secuestrar loscañones de Montmatre y Belleville. Latropa confraterniza con los insurgentes. Losgenerales Lecomte y Clément Thomas sonmatados por la multitud; los oficiales quehabían sido detenidos por la GuardiaNacional quedan en libertad al día siguien-te. Las autoridades evacuan París y elComité Central de la Guardia Nacional seinstala en el Ayuntamiento.- 19 marzo: Proclamación de la Federaciónde la Guardia Nacional. El Comité Centralde la Guardia Nacional anuncia eleccionespara la Comuna.- 19/24 marzo: fracasan las negociacionespara evitar la guerra civil entre los presi-dentes de distrito y diputados de París, porun lado, y el Comité Central de la GuardiaNacional, por otro. Los presidentes de losdistritos son recibidos con abucheos en laAsamblea Nacional.- 22 marzo / 4 abril: movimientos comuna-listas en Lyon (22-25 de marzo), Marsella(23 de marzo a 4 de abril), Narbonne (24 demarzo), Toulouse (24-27 de marzo), Saint-Étienne (24-28 de marzo), Creusot (26 demarzo)....- 26 marzo: elecciones a la Comuna deParís.- 27 marzo: se comunican los resultados delas elecciones a la Comuna de París.- 28 marzo: proclamación de la Comuna deParís en el Ayuntamiento.

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- 29 marzo: la Comuna nombra 10 comisio-nes. Abolición del reclutamiento obligato-rio y los ejércitos permanentes. Se condo-naron los alquileres del periodo bajo cercoprusiano comprendido entre octubre 1870 yabril 1871 y se suspendió la venta de obje-tos pignorados en el Monte de Piedad.- 2 abril: separación de Iglesia y Estado.Ofensiva de los versalleses en Courbevoie.- 3/4 abril: fracasa el intento de contraofen-siva federada en Rueil, Bougival yChâtillon. Flourens y Duval son hechosprisioneros y fusilados sin juicio.- 6 abril: en respuesta a esas ejecuciones, laComuna vota el decreto de rehenes. MacMahon es nombrado comandante en jefedel ejército de Versalles.- 11 abril: comienzan las operaciones delejército versallés. Constitución de la Uniónde Mujeres para la Defensa de París y parala Atención de Heridos.- 12 abril: decreto sobre deudas: se suspen-den las actuaciones judiciales.- 16 abril: decreto de requisa de los talleresabandonados.- 17 abril: moratoria sobre créditos.- 19 abril: votación en la Comuna de laDeclaración al pueblo francés.- 24 abril: requisa de casas abandonadas.- 27 abril: decreto que prohíbe a los em -plea dores el sistema de multas y deduccio-nes salariales.- 28 abril: publicación del Llamamiento alpueblo de los campos. Prohibición del tra-bajo nocturno en panaderías. Formación deuna comisión para organizar la educaciónlaica, primaria y profesional.- 30 abril: dimisión de Cluseret, delegadode guerra, sustituido por el coronel LouisRossel.- 1 mayo: creación por la Comuna delComité de Salvación Pública.- 7 mayo: devolución gratuita de los obje-tos pignorados en el Monte de Piedad yvalorados en menos de 20 francos.- 9 mayo: los versalleses toman el fuerte deIssy.- 10 mayo: Rossel dimite, siendo sustituidoal día siguiente por Delescluze.

- 15 de mayo: Llamamiento de la Comunaa las grandes ciudades de Francia. La mino-ría de la Comuna rechaza las desviacionesautoritarias del Comité de Salvación Pú -blica.- 16 mayo: demolición de la ColumnaVendôme.- 19 mayo: decreto sobre la laicización dela educación.- 21 mayo: tropas versallesas entran enParís por la puerta de Saint-Cloud. Deles -cluze lanza un llamamiento a laResistencia.- 21/28 mayo: Semana Sangrienta. Milesde comuneros ejecutados sin juicio. Masa -cres e incendios. Los rehenes son ejecuta-dos. Últimas barricadas en el Este de París.- 29 mayo: rendición del fuerte Vincennesque estaba en manos de los comuneros peroque no había participado en la guerra civil.Varios oficiales son fusilados.- Junio: inicio de los consejos de guerra.- 28 noviembre: ejecución de Rossel, Ferréy del sargento Bourgeois en el campo deSatory.

Las secuelas de la Comuna- 14 marzo 1872: disolución general de laGuardia Nacional. La Ley Dufare prohíbela pertenencia a la Internacional.- 3 mayo 1872: salida de los primerosdeportados a Nueva Caledonia.- 29 septiembre 1872: llegada de dichosdeportados a Numea (Nueva Caledonia).- 30 enero 1875: votación de la enmiendade Wallon en la Asamblea Nacional que, dehecho, saca a la República del estatus pro-visional en que se encontraba.- Febrero y marzo 1876: los republicanosobtienen mayoría en la Asamblea Nacional.- 3 marzo de 1879: votación de una ley deamnistía parcial.- 23 mayo de 1880: primera conmemora-ción de la Comuna en el muro de los fede-rados.- 11 de julio de 1880: ley de amnistía total.

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Jornadas sobre La ComunaFundación Andreu Nin

Escuchando a La Comuna de París

Con motivo del 150 aniversario de la Comuna de Paris, laFundación Andreu Nin va a realizar durante los meses de octubre ynoviembre (la fechas precisas y los lugares se anunciarán con tiem-po) una serie de debates que con el título genérico de Escuchandoa LA COMUNA busca no sólo rememorar el levantamiento delpueblo de Paris sino sobre todo repasar el conjunto de ideas, pro-puestas y concepciones que surgieron en 1871 y que han fecundadoen las luchas sociales durante más de siglo y medio y que hoy nosayudan a avanzar en el confuso mundo de hoy.

La actividad se estructurará en cuatro mesas de debate y encuentro:a) El significado histórico de La Comuna de ParísEl papel de la Comuna en la historia del movimiento obrero: signi-ficado y enseñanzasb) La Comuna de Paris: actualidad y paradigma políticoUna reflexión actual sobre el paradigma político que supuso LaComuna y sobre los actuales paradigmas. c) Las mujeres de La ComunaLa presencia, el pensamiento y la acción de las Comuneras: AndréLeó, Nathalie Le Mel, Louise Michel, Elisabeth Dmitrieff, AnnaJacard, Paule Mink...d) Valores de la Comuna y los valores actuales de los jóvenes (solopara menores de 30 años)Esta mesa se plantea como una indagación y puesta en común de losvalores actuales de los jóvenes. Para ello invitaremos a jóvenes(menores de 30 años) de ámbitos y experiencias diferentes en undebate libre.

Entre otras personas, se ha invitado ya a Monserrat Galcerán, JoséLuis Moreno Pestaña, Juan Manuel Vera, Ana Muiña, Pilar Arias,Luis M. Sáenz, Irene Vigil, Sonia Turón, Jorge Nuño, Manuel Garí,José Luis Carretero, Rubén Caravaca, Cristina Monge...

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Juan Manuel Vera

Entre la realidad históricay las imágenes:la Comuna de 1871

“Esta ley del capital es de naturaleza aristocrática, pues tiende cadavez más a concentrar el poder en pocas manos; es inevitable quecree una oligarquía, dueña de las fuerzas nacionales. No solo esantiigualitaria, sino también antidemocrática, y sirve a los interesesde unos pocos en contra de los intereses de todos. Es una de lasexpresiones de esa concepción del pasado, nada nueva, según lacual, en la tierra como en el cielo, en la religión como en la políti-ca, solo se admite a unos pocos elegidos” (André Léo, 1871)

Puede leerse una versión más extensa de este texto en:http://trasversales.net/t56jmv1871.pdf

La caída del Segundo Imperio se produjo el 4 de septiembre de 1870. Entre el 18 de marzoy el 26 de mayo de 1871 tuvo lugar la experiencia de gobierno autónomo de París frentea la Asamblea Nacional y el gobierno de Adolphe Thiers, que culminó en su aplastamien-to violento.Para evaluar el significado de la Comuna de París y la función que ha cumplido en losparadigmas políticos de la izquierda revolucionaria no se deben olvidar los hechos histó-ricos auténticos pues, a veces, las imágenes construidas en referencia a los mismos sonmucho menos transparentes de como se presentan y se produce una fuerte disociaciónentre el discurso político sobre el acontecimiento y su historicidad. La interpretación de laComuna de París con las categorías utilizadas por el marxismo, y también por el anarquis-mo, en las décadas posteriores, proyecta unas visiones sociales muy distintas de aquellasque tenían sus protagonistas.

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La naturaleza de la ComunaEn el desencadenamiento de los hechos quecondujeron a la Comuna está presente, deforma muy significativa la reclamación delautogobierno de París. La ciudad, en sucondición de capital, no tenía derecho aelegir su propio ayuntamiento, y su alcaldeera nombrado por el gobierno. Para laexperiencia histórica comunera fue impor-tante el proyecto de erigir a la ciudad comomarco de la transformación de la sociedadfrancesa en unas condiciones especiales,las de la derrota del ejército en la guerrafranco-prusiana.La Comuna fue un movimiento federalista.Su defensa de la autonomía de París y susllamamientos a la reconstrucción delEstado francés a través de la federación decomunas libres asociadas constituyen ele-mentos esenciales. "Para los communards,la victoria, y por lo tanto la consecución desus objetivos, era la realización del proyec-to descentralizador y federalista, la trans-formación radical de la sociedad en un con-junto de asociaciones libres" [Lefebvre,Henri: La proclamación de la Comuna. 26de marzo de 1871, Pamplona, Katakrak,2021, p. 430]. En otras ciudades francesastambién se produjeron intentos de consti-tuirse en comunas.No fue el único movimiento de esta natura-leza en ese momento histórico. El movi-miento cantonalista desarrollado pocotiempo después en España tenía una natura-leza muy próxima a la de la Comuna. Laexperiencia revolucionaria española de1868-1874, y sus movimientos federales ycantonales, formaron parte de la oleada quela Comuna de París abrió. Sin embargo, lamemoria del movimiento federal, comunaly cantonalista se ha borrado radicalmentede la memoria española [Moissand, Jeanne:"Los ecos españoles de la Comuna. LaRepública federal y social entre Francia yEspaña alrededor de 1871", en Urban,Miguel y Pastor, Jaime; ¡Viva la comuna!,Bellaterra ediciones, 2021, p.227].Henri Lefebvre destaca, acertadamente, lacomplejidad de la Comuna. "La Comuna es

un acontecimiento político complejo en elque se articulan y se entretejen tiempos yes pacios discordantes y muchas motivacio-nes políticas estrechamente relacionadasen tre sí: un movimiento de revuelta patrió-tica contra la ocupación extranjera, una su -blevación del movimiento republicano con-tra el Estado parasitario y un movimientore volucionario contra la burguesía y el ca -pital" [Lefebvre, op. cit., p. 20]. Esos nive-les patriótico-nacional, federalista-republi-cano y socialista-antioligárquico, junto a lareclamación del autogobierno de París y aun componente anticlerical, están profun-damente imbricados y considerados con-juntamente facilitan un acercamiento a laesencia del acontecimiento, es decir a lasacciones y motivaciones de sus protagonis-tas.La Comuna fue un movimiento del pueblode París. La naturaleza auténtica de laComuna fue patriótica (la defensa deParís), popular (defender los derechos delpueblo parisino), republicana, democráticay claramente plebeya. La Comuna fue pro-ducto de un París de artesanos, trabajado-res, pequeños comerciantes y pobres. Fueuna revolución de zapateros, en expresiónde Frank Jellinek. Esa naturaleza plebeya,la canaille, que Thiers y sus aliados perci-bieron desde el primer momento, explica,en parte, el violento odio de clase con quelos versalleses atacaron a los comuneros.La proclamación de la Comuna el 28 demarzo de 1871 fue consecuencia de la elec-ción de un órgano representativo del pue-blo de París elegido por sufragio universalde los varones. En ningún momento un sec-tor de vanguardia se proclamó representan-te del pueblo de París, ni siquiera el ComitéCentral de la Guardia Nacional, que tras lainsurrección del 18 de marzo era el únicopoder efectivo y que convocó eleccionespara pocos días después, para el 26 demarzo.La Comuna no se gobernó mediante insti-tuciones de democracia directa. La Comu -na se estableció alrededor del principiorepresentativo. Las bases políticas funda-

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mentales de la Comuna fueron, pues, elsufragio universal y el proyecto de unarepú blica construida por una federación delas comunas. El gobierno de la Comuna secombinó con una fuerte participaciónpopular en comités y otros órganos queexpresaban una pulsión hacia formas deautogestión social. Pero el poder comunalno fue un poder ejercido de modo asamble-ario y se basó en la representación. Losmecanismos organizativos directos y laelección de delegados revocables se cir-cunscribieron a las organizaciones popula-res, incluida la Guardia Nacional.La Comuna se dotó de instrumentos institu-cionales improvisados durante el períodode 72 días en que existió, la mayor parte deellos en plena guerra civil contra los versa-lleses. En cualquier caso, los órganos degobierno de la autonomía de París fueronincipientes, poco desarrollados y condicio-nados por la presión militar. Es un abusointerpretativo considerar los órganos depoder institucional de que se dotó laComuna a partir del 18 de marzo comoconstitutivos de una forma instituyentedesa rrollada.También es un exceso interpretativo, pro-ducido en el análisis de distintas revolucio-nes, equiparar los órganos de lucha creadosespontáneamente por el pueblo (el ComitéCentral de la Guardia Nacional, los comitésde barrios, etc.) con la forma institucionaldesarrollada de un poder popular. La Comuna adoptó, entre otras, las siguien-tes decisiones:-Proclamación de la Comuna, defensa de laRepública y propuesta descentralizadoracon un llamamiento a la federación con lascomunas libres de Francia. La declaraciónal pueblo francés de 19 de abril es la másexplícita de sus pronunciamientos en sucontenido republicano y federalista.-Suspensión del pago a los inquilinos de losalquileres de los meses anteriores a abril de1871.-Suspensión del monte de piedad.-Fijación de un sueldo máximo para loscargos públicos y funcionarios.

-Las empresas o talleres abandonados porsus propietarios serían gestionados porcoo perativas o asociaciones de los trabaja-dores sin perjuicio de la indemnización asus propietarios.-Separación de la iglesia y el poder civil yaprobación de una educación laica.Las medidas de la Comuna no se dirigieroncontra la propiedad privada ni reflejaban unprograma anticapitalista radical. Fueron ensu mayor parte medidas que expresaban lasreivindicaciones plebeyas y republicanasdel pueblo de París. Es equivocado ver enmedidas como la gestión por los trabajado-res de las empresas abandonadas la aplica-ción de un programa socialista colectivista.Retrospectivamente, señala Lefebvre: "Lamayoría de las medidas preconizadas por laComuna de París y por las que se le mues-tra un merecido reconocimiento podíanaplicarse en una democracia burguesa"[Le febvre, op, cit., p. 426].Lo más inaceptable para la oligarquíadominante, heredera del régimen de LuisBonaparte, reaccionaria y clerical, era elprotagonismo popular y la pretensión ple-beya de reconstruir la sociedad política enbase a una soberanía nacional edificadadesde abajo y no desde las élites.

El significado de la represión contra laComunaLa ferocidad de la represión contra laComuna fue una consecuencia del odio dela oligarquía francesa contra un movimien-to plebeyo que le disputaba la hegemonía yel control de la naciente República. Sinembargo, esa brutalidad, que no fue impro-visada sino planificada, ha sorprendido alos historiadores, especialmente porque nose correspondía con los actos de la Comu -na, que intentó evitar la guerra civil.El escarmiento de París y de los parisinos,especialmente de sus distritos pobres, seasimiló entre los partidarios de Thiers conlos métodos empleados para el manteni-miento del orden colonial. Muchos de losgenerales y oficiales del ejército versallésestaban curtidos en las guerras coloniales

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del norte de África (y también en México yChina). El comandante en jefe era el maris-cal Patrice de Mac Mahon, un veterano dela guerra colonial de conquista de Argelia. Asimilaron a los comuneros con la pobla-ción colonial y justificaron así la masacrede prisioneros o comuneros solo por serlo.A medida que se desarrolla el conflicto seacentúa esa asociación. "Cada vez más, unode los tropos de la guerra contra París ysus plebeyos insurgentes era el de la batallacontra un pueblo inferior. Esa idea, tan pre-sente en el discurso colonial emergente, seaplicaba ahora a los comuneros" [Merri -man, John; Masacre. Vida y muerte en laComuna de París de 1871, Madrid, SigloXXI, 2017, p.195]. Tanto los oficialescomo sus soldados con experiencia colo-nial asociaban a los parisinos con los bár-baros, en un proceso de deshumanizacióndel enemigo, que facilitara su exterminio.También fue un pensamiento habitual entrelos burgueses y los restantes partidarios delorden, incluidos los literatos anticomune-ros. Por ejemplo, el escritor Alphonse Dau -det dijo que durante la Comuna París habíacaído en poder de los negros [Merriman,op. cit., p. 311]. La salvaje e indiscriminada represión con-tra los comuneros supuso durante la Sema -na Sangrienta el fusilamiento de muchosmi les de prisioneros y de numerosos parisi-nos sospechosos de simpatizar con la Co -mu na o por su origen de clase. La oligar-quía burguesa consideró que la enfermedadsocial de París necesitaba una fuerte san-gría.Aunque este tipo de matanzas no carecía deprecedentes en la historia europea superóen su dimensión otras represiones, como lade 1848. Puede considerarse que la guerrafranco-prusiana de 1871 y la guerra civilanti comunera presagiaron los desastres ex -ter ministas que se abatirían sobre Europaen la primera mitad del siglo veinte. "Si laComuna de París de 1871 puede ser vistacomo la última de las revoluciones delsiglo XIX, la sistemática represión estatalasesina que la siguió ayudó a desatar los

demonios del siglo XX. Este es quizás unlegado mayor de la Comuna de París que elde un movimiento por la libertad emprendi-do por la gente corriente" [Merriman, op.cit., p. 378].

RecapitulaciónLos testigos y participantes en la Comunaconstruyeron sus relatos como una prolon-gación de su visión ideológica tanto previacomo de su evolución posterior, que losllevó a decantarse hacia el republicanismofederalista, hacia el marxismo o al anar-quismo ya fuera en su forma de comunismolibertario o de colectivismo anarcosindica-lista.Roberto Ceamanos plantea una disyuntivainterpretativa. "¿Estábamos ante la últimare volución plebeya o la primera proletaria?El republicanismo radical consideraba a laComuna el último movimiento popular quecerraba un proceso revolucionario iniciadoen 1789. Por el contrario, la tradición so -cia lista la presentaba como el primer go -bier no proletario de la historia" [Cea ma -nos, Roberto; La Comuna de París (1871),Los libros de la Catarata, 2014, p. 206].Efectivamente, Marx y Engels presentarona la Comuna como la primera revoluciónobrera o socialista. En el marxismo revolu-cionario la interpretación de la Comunacomo ejemplo, y como contraejemplo, tuvoimportancia constitutiva en determinadastesis de Lenin, véase El estado y la revolu-ción, o en la defensa del bolchevismo porparte de Trotski. También se convirtió en un acontecimientoejemplar en el ámbito anarquista, a partirde las lecturas de Bakunin y Kropotkin,integrado en la evolución antipolítica delanarquismo en las décadas posteriores.Del mismo modo, la memoria de laComuna cumplió una función en la conso-lidación del republicanismo centralista dela Tercera República francesa, donde estu-vo presente tanto el intento de ahuyentar suespectro federalista como el de dar cumpli-miento a algunas de sus expectativas, porejemplo, el laicismo.

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En cualquier caso, más allá de las numero-sas controversias que recorren la historia dela Comuna está la memoria positiva delpueblo y de la insurrección de un París ple-beyo que se vio a sí mismo como la encar-nación de una nueva República social.También la memoria negativa de la salvajerepresión con que Thiers y las fuerzas ver-sallesas trataron de erradicar de raíz esaexperiencia en nombre de las élites socia-les.El imaginario de la izquierda revoluciona-ria sobre la Comuna incluye ideas que pue-den resultar atractivas, a riesgo de tener unaconexión algo alambicada con la experien-cia real. Muchos de quienes han escritosobre la Comuna vieron en ella lo que que-rían ver, despreocupándose aparentementede su realidad efectiva. Se ha dicho que laComuna disolvió la política como funciónseparada de la sociedad o que fue la expre-sión de un gobierno obrero o de la dictadu-ra del proletariado, o que ejerció el podermediante una democracia directa, o que suproyecto suponía la desaparición del Esta -do y de la burocracia, o que proyectó lapro piedad común de los medios de produc-ción o un principio comunalista de autosu-ficiencia productiva local o regional. Nadade ello es completamente exacto ni cierto,pero esos elementos han alimentado unasimágenes de la Comuna que facilitaban suintegración en una visión histórica teleoló-gica donde los acontecimientos son secuen-cias de un futuro ya determinado por unateoría que les da un sentido trascendentepor encima de sus protagonistas.

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Nathalie Le Mel, obrera feministaNathalie Duval (1826-1921), luego Le Mel o Lemel, nace en Brest y vive allí hastaque, con su marido, encuadernador, abre un negocio de encuadernación y librería en1849 en Quimper, donde fue conocida por su pensamiento socialista (en sentidoamplio), hasta su traslado a París en 1861; ya en la capital, vende libros y trabajacomo obrera encuadernadora, partipando en la huelga del sector entre finales de agos-to y finales de septiembre de 1864, con logros relevantes, pocos meses después anu-lados por los empresarios, esta llando una nueva huelga, en la que Nathalie fue inte-grante del comité de huelga y delegada sindical y defendió la igualdad salarial entremujeres y hombres pese a la influencia de la tradición proudhonista que proclamabala inferioridad de las mujeres. Se une a la Internacional.En 1865-1866 participa en la fundación de la cooperativa de alimentación laMénagère. Tiene papel muy relevante en la gestión y creación de la red de restaura-tes obreros la Marmite a partir de 1868. Asidua a las reuniones del club de l’Écolede médecine, vinculado a la Internacional y que editó el periódico La Lutte à ou -trance, cuatro números entre el 26 de diciembre de 1870 y el 17 de enero de 1871.En abril de 1871 se constituye la Union des femmes pour la défense de Paris et lessoins aux blessés, en la que Nathalie Le Mel tiene papel esencial como fundadora eimpulsora junto a Élisabeth Dmitrieff, con Aline Jaquier y Aglaë Jarry (ambasencuadernadoras), Blanche Lefèvre (lavandera, muerta en una barricada), ThérèseCollin (chaussonnière, mujeres que completaban los zapatos poniendo la suela),Marceline Leloup (costurera), Herminie Cadolle (obrera corsetera y años más tardeafamada modista), etc. La vida de la Unión des Femmes será tan corta e intensa comola de la Comuna, siendo en ella la más activa e influyente de las organizaciones socia-les de base. Intentaron poner en marcha las camaras sindicales de trabajadoras.Nathalie, con Dmitrieff, Louise Michel y decenas de mujeres combatieron en las ba -rricadas de Place Blanche, Batignolles y Pigalle. Pasa a la clandestinidad pero esdetenida en junio de 1871 y deportada, junto a Louise Michel, a Nueva Caledonia,donde ambas darán apoyo al pueblo canaco contra el colonialismo francés.Tras la amnistía vuelve a Francia y trabaja como plegadora en el periódicoL’Intransigent, conservando su compromiso sindicalista, socialista y feminista. Alcumplir 60 años debe dejar el trabajo, agotada físicamente, pero no moralmente; sesabe que en 1905 asistió al entierro de Louis Michel y en 1914 a un encuentro de ex-combatientes de la Comuna, así como a otros eventos similares. También escribióvarias cartas a La Revue Socialiste, una, en 1886, en defensa del derecho de las muje-res a decidir los trabajos que podían asumir. Durante un tiempo cobró una asignaciónque el periódico pagaba a sus ex-trabajadores pero tras el cierre del periódico, cuan-do su propietario, Henry Rochefort, deportado a Nueva Caledonia en el mismo barcoque ella, quiso asignarle una pensión, la rechazó porque Rochefort se había hechoseguidor del general Boulanger, un nacionalista fanático.Nathalie murió el 8 de mayo de 1921 en el hospicio de Ivry-sur-Seine, donde llevabaalgunos años, en completa pobreza. Exactamente 50 años después de que los versalle-ses entrasen en París e iniciasen la masacre.Más información en: Eugène Kerbaul, Nathalie Le Mel: Une communarde bretonnerévolutionnaire et féministe, editada por Le Temps des Cerises éditeurs.

Alexa Gorzi

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Léodile Béra ("André Léo")

La guerra social (fragmento)

Reproducimos un fragmento del discurso de Léodile Béra en 1871ante la Liga de la paz y de la libertad en Lausana. Puede leersecompleto en La guerra social, Virus editorial. Es una verdaderajoya y bien merece ser adquirida, aunque con su generosidad habi-tual Virus ha puesto a libre disposición el PDF completo.www.viruseditorial.net/paginas/pdf.php?pdf=la-guerra-social.pdfOtra joya editorial relacionada con Léodile es André Léo, delsocialismo utópico a la Comuna de París, Ana Muiña, La linternasorda, Madrid, 1921.

Hoy en día, ¿qué sordos no oyen los cañones de París y Versalles? ¿Y esos tiroteos en par-ques, cementerios, en terrenos baldíos y en las aldeas de los alrededores de París? ¿Quéciegos no han visto, primero durante el día y más tarde por la noche, esas carretas llenasde cadáveres, o a esos cientos de prisioneros, hombres, mujeres y niños, llevados a lamuerte bajo el fuego del pelotón o de las ametralladoras? ¿Y esas largas filas de desgra-ciados, derrotados, desgarrados, a los que se insultaba, se maltrataba, se obligaba a arrodi-llarse, para vergüenza de la humanidad, en el camino de Versalles? ¿Quién no oye en sucorazón, a menos de no tenerlo, el grito de 40.000 personas trasladadas sin juicio, apila-das cuatro o seis meses en los muelles de nuestros puertos?Para ocultar estos horrores se han utilizado todas las palabras que el idioma pone a dispo-sición de los retóricos para luchar contra la verdad. Siendo tan culpables, han acusadomucho. Mucho han gritado para no dejar escuchar. Durante cuatro meses, sobre todo enlos dos primeros, la calumnia ha extendido desbordante todas esas hierbas venenosas quemarcan con el sello de la infamia la causa que abrazan. Y otros, amedrentados bajo el terrorreinante, han repetido vilmente esas acusaciones y calumnias. Se ha llamado asesinos a losasesinados, ladrones a los robados, verdugos a las víctimas.Se puede criticar a la Comuna. Más que nadie, deploro y maldigo la ceguera de los hom-bres que, con su estupidez e incapacidad, han llevado tan bella causa a la derrota. ¡Quésufrimiento, día a día, verla perecer! Pero hoy ese resentimiento inspira lástima. Desdemayo tengo que hacer un esfuerzo para recordar los errores de la Comuna. Ya no podemosverlos ante el desbordamiento de crímenes que han pasado por encima de ellos. La profu-sión de infamias que les han seguido les han hecho honorables en comparación.Permítanme responder a las dudas que probablemente existen sobre este tema en la mentede muchos, comparando lo más sucintamente posible las acciones de ambas partes. Pues,en mi opinión, ustedes tienen que tomar partido ante este terrible drama, que no ha termi-nado ni terminará en mucho tiempo, ante el que no se puede ser neutral. No pueden uste-des llamarse Liga de la paz y la libertad y permanecer indiferentes ante estas matanzas,ante esta violencia.

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¿De qué se acusa a los revolucionarios deParís? De saqueos, asesinatos, incendios.El saqueo de las casas de París es una ca -lumnia firmada por Thiers y expandida enmiles de ejemplares pagados con el dinerode Francia para engañar a Francia. No hubosaqueos. Admitamos que hubo medidas fi -nancieras cuestionables, aunque quizá me -nos cuestionables que las de Pouyer-Quertier [capitalista algodonero y ministrode Finanzas entre 25/2/1871 y 23/4/1872].Hubo algunas confiscaciones arbitrarias,pero enseguida fueron sancionadas y repa-radas. Durante los dos meses en que Parísestuvo completamente en manos de lospobres, reinó el orden, el verdadero orden,el que es tanto seguridad como decencia,un orden diferente al orden del lujo, el des-potismo y la corrupción, ese orden deVarsovia que actualmente prevalece enParís. Los que vivían allí lo saben.Las excepciones, aquí y allá, han sido esca-sas. Solo los sacerdotes fueron objeto depersecuciones personales lamentables queno pretendo excusar, digo la verdad y com-paro. Algunas personas les hablarán de lospeligros que corrieron. Preguntadles bien,porque ¡sufrieron solo sus propios miedos!Decidles que os muestren sus heridas.En algunos servicios, por culpa de algunosagentes, se ha despilfarrado. ¿Las adminis-traciones monárquicas estaban exentas deello? Todos los servicios estaban desorga-nizados y se dispuso de menos de dosmeses, con batallas diarias, para recrearlosy poner todo en orden. Cierto, quedómucho por hacer, pero no dispusimos detiempo para ello. Al menos, reinó un granahorro general, una gran simplicidad. En elMinisterio de Educación, en lugar de estatropa de gente con librea que había seguidoallí tras el 4 de septiembre de 1870 [procla-mación de la III República francesa], soloquedó una mujer de la limpieza, un emplea -do de la antecámara y un portero.Desde entonces, ¿qué ha ocurrido en esteParís bajo el poder de la gente de orden?Todas las casas han sido registradas y alla-nadas, de arriba abajo, no una vez, sino

dos, tres y cuatro. Y en esos allanamientoscon frecuencia se han cometido robos ypillajes. Conozco muchos casos particula-res, pero solo citaré uno generalizado.Todos los fusilados fueron despojados de loque llevaban, dinero o joyas. Y el dinero, ya menudo las joyas, se distribuyó entre lossoldados como prima de asesinato.Bajo la Comuna no se cometieron asesina-tos, salvo la ejecución de algunos espías,siete en total, en los puestos avanzados,algo usual en las guerras. Todo el estrépitoque hizo la mayoría de la Comuna, todasesas amenazas, todo el pastiche de 1793,consistía solo en palabras, frases, decretos.Simple pose. La ley de los rehenes no seaplicó, gracias a la minoría y, creo también,a la secreta repugnancia de los imitadoresdel terror, que a pesar de sí mismos eranparte de su tiempo y de su partido, pues lademocracia moderna es humana. La ley delos rehenes no se aplicó hasta el 23 demayo por la tarde, cuando la autoridad de laComuna ya no existía de hecho, pues laúltima reunión fue el 22. Estas ejecucionesse llevaron a cabo por orden exclusiva deRaoul Rigault y de Ferré, dos de las máslamentables personalidades de la Comuna,que hasta entonces no habían cesado, siem-pre en vano, de reclamar medidas sangui-narias. No obstante, hay que decir que esasrepresalias no se produjeron hasta quepasaron dos días y dos noches de fusila-mientos versalleses, durante los cuales lagente de orden había fusilado a centenaresde personas hechas prisioneras en las barri-cadas: hombres que habían depuesto lasarmas, mujeres, adolescentes de 15 y 16años, personas sacadas de sus casas, delata-das, sospechosas. ¿Qué más les daba?, notenían tiempo para investigar cada caso.Se mataba en masa y se recurrió, para irmás deprisa, a las ametralladoras. Hay bas-tantes testigos que escucharon sus fuertestraqueteos en el Luxembourg, donde, sobrelas aceras que corren junto a sus verjas, lospies resbalaban sobre la sangre. Y tambiénpodemos hablar del cuartel Lobau, en elbarrio St. Victor, cerca de la Villette...

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En cuanto a los incendios, queda muchopor investigar. Pero hay tres cosas que pue-den decirse con certeza:- Esos incendios han sido sobredimensio-nados, exagerados desmesuradamente yutilizados de manera odiosa con propósitosde venganza.- Varios de los incendios fueron iniciadospor los obuses de los asaltantes.- Las casas quemadas por los federados lofueron por necesidades de defensa, no conel fantástico proyecto de quemar París quese les imputa. Los soldados versallesesentraron por las casas contiguas a las barri-cadas y desde ellas disparaban contra losdefensores. Por lo tanto, o se quemabanesas casas o había que renunciar a la lucha.En cuanto a la quema de las Tullerías, laprefectura de Policía, el Palacio de Justicia,la Legión de Honor, etc., no se conoce elnombre de los culpables. Cuando recorda-mos el primer incendio fallido en laPrefectura de Policía, ocurrido el pasadonoviembre, cuando pensamos en el interésque tenía esa gente en destruir algunospapeles, cuando pensamos en los agentesde Versalles que llenaban París, o en lainteligencia de las llamas que han respeta-do en monumentos y colecciones todoaquello cuya pérdida hubiera sido irrepara-ble, cuando pensamos en la dudosa situa-ción jurídica del poder legal ante Francia,que le era hostil y que, si no aprobaba laComuna, al menos sí reconoció la legitimi-dad de las reivindicaciones de París, cuan-do pensamos en el peligro que conllevabala aplicación del plan de exterminio dicta-do por una política a lo Médicis, acariciadapor un odio implacable, peligro tal que elvencedor podría sucumbir por su victoria,entonces se entiende que solo un gran cri-men atribuido a los federados podría exci-tar la cólera pública y permitir este exter-minio y estas venganzas. Y podemos sospe-char que tras el incendio de París se escon-de uno de los más terribles misterios que lahistoria tiene aún que penetrar.La historia de las repúblicas, como la actualRepública Francesa, se asemeja mucho, por

desgracia, a la de los imperios. No sale a lasuperficie ni se expone a la luz. Para quienla ha observado bien, desde el 4 de sep-tiembre esta historia es el desarrollo de unaconspiración monárquica, inmediatamenteformada, y que entra en guerra contra laRepública al mismo tiempo que los prusia-nos.Y esta guerra latente es la principal, pues laotra se convierte en su campo de desarrollo,en su alfombra, y de aquella proviene suresultado. Es bien conocido que los monár-quicos, como sus príncipes, nunca tuvieronpatria; así les vemos, desde que Francia fuederrotada, arrojándose descaradamente co -mo chacales hambrientos sobre la presa. Laprimera preocupación de los falsos republi-canos del 4 de septiembre no es el enemigode la nación sino la democracia popular.Después de todo, Guillermo I de Alemaniaes un rey; entre los reyes y los conservado-res siempre puede alcanzarse un apaño. Lopeor es tener que pagar, pero eso atañe alpueblo. ¡Pero el dominio de tendenciaspopulares! ¡Pero el socialismo! ¡Por dios!¡Tener al pueblo como amo en vez degobernarle! ¡Ver en peligro esa doradaociosidad, conquistada al precio de tantasotras capitulaciones!Ellos no tienen otro miedo ni otro objeto depreocupación, y por ello sacrificaron aFrancia. Para ellos, la República victoriosa,sacando al país del abismo al que habíasido arrojado por la monarquía, podría serel fin del viejo mundo.París, sobre todo París, les aterroriza. Paríssocialista, París armada, deliberando en susclubes, en su consejo y autoadministrándo-se. ¡Liberado el genio al que tuvieron cau-tivo tanto tiempo, sin dejar de ser peligro-so! ¡Qué ejemplo! ¡Qué propaganda! ¡Quépeligro!Y, además, París es el único lugar dondepuede asentarse el trono. Pero el pueblohabía ocupado ese lugar, ¡el pueblo enarmas! Por lo tanto, era necesario despejarel terreno a cualquier precio.

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Paule Mink

La semana terrible

Nota publicada en Le coup de feu, nº 22, junio 1887Paule Mink (1839-1901), comunera y socialista. Antes de la Comunahabía formado la Société Fraternelle de l'Ouvrière. Durante laComuna participó en el Comité de Vigilancia de Montmartre yorganizó una escuela gratuita, viajando con frecuencia fuera deParís para promover la solidaridad con la Comuna, por lo que lasemana sangrienta la pilló fuera de la ciudad. Hasta su muertemantuvo su compromiso socialista y laicista.

De nuevo ha llegado el aniversario de esa semana siniestra y grandiosa, un aniversario enel que cada día nos recuerda los dolores, la sangre, las masacres, y hace crecer en nuestrocerebro el recuerdo de esas personas heroicas que supieron morir para afirmar su fe revo -lucionaria, para defender los derechos del pueblo, para dejar un noble y orgulloso ejem ploa quienes vendrían después.De nuevo ha llegado el aniversario de esa semana cuyos sangrientos datos nos hacen tem-blar violentamente y meten en nuestra sangre salitre, odio en nuestro corazón y chispas ennuestros ojos.Ya han pasado 16 años. ¡Cuántas cosas han pasado desde entonces, cuántas etapas reco -rridas, cuánto camino hecho hacia la emancipación definitiva de los trabajadores!El coraje para la lucha, la perseverancia en nuestras reivindicaciones, la esperanza en eltriunfo final, todo ello lo hemos sacado del recuerdo de nuestros queridos muertos de laComuna.La sangre de las víctimas ha sido el rocio fecundo que nos galvaniza. Orgullo y gloria paranuestros héroes plebeyos, masacrados por la rabia de los reaccionarios versalleses y de loscobardes capituladores. Nuestra fuerza procede de vuestra aniquilación, desconocidosfusilados y pobres asesinados. Nuestro triunfo procederá de vuestra muerte.Ellos, los Thiers, los esbirros de los Gallifet y otros similares como el capitán Garcincreían haber terminado así, de una vez por todas, con las reivindicaciones proletarias.¡Tantas masacres, tantos ríos de sangre, tantas vidas humanas sacrificadas, tantas víctimas,tantas matanzas!Y ellos se decían, siniestros y burlones, ante las muchachas y las criaturas asesinadas: "Asíestá bien, 100.000 víctimas, ahora el socialismo ha muerto y el París revolucionario hasido aplastado". Y sin siquiera limpiar sus espadas llenas de sangre, se echaron a reír, aemborracharse de poder, de asesinatos y de especulaciones, en una orgía que duró mesesy meses.

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¿El socialismo muerto, el París revolucio-nario aplastado? ¿Qué pensáis de ello? ¿Nosentís que el gran y heroico París proletariose estremece y vibra todavía ante las ideasde justicia, ante las reivindicaciones de losempobrecidos? El aire parece fuego en esteardiente París, un crisol del pensamientohumano que purifica los egoísmos y quetransfigura todo; en esta admirable ciudad,cerebro del universo, el más tosco cam -pesino se transforma pronto y se convierte,también él, en sincero republicano, enardoroso socialista, en entregado revolu-cionario.El París revolucionario está aplastado,dijeron. Pero en todos sus rincones hayrecuerdos de la Comuna y de las masacresversallesas que nos conmueven y sacuden,en cada muro, cada casa, cada adoquín, seencuentra la historia de un fusilado enmayo de 1871. Para aniquilar al París revo -lucionario sería necesario destruirle piedraa piedra, y, aún así, entre las ruinas del granParís surgiría una raza de vengadores.Eso es lo que ha hecho el París plebeyo.Tras diez años de exilio y deportación hanretornado los deportados a Caledonia, lasvíctimas de los presidios y de los trabajosforzados, los desgraciados a los que elexilio había afligido y arruinado, y losrecuerdos se han avivado. El París prole-tario ha despertado, se ha reencontrado.Cada año el pueblo trabajador, aquel por elque combatió la Comuna, acude a Pere-Lachaise, ante la tumba de los federados,para templar su coraje y afirmar su energía.La Comuna había muerto, decían, pero elpueblo ha vuelto a entrar en el Ayunta -miento de París, donde miembros de laComuna vuelven a ocupar sus lugares, y elpueblo, los obreros, han situado en lasmunicipalidades a defensores de sus dere-chos. En París y en las provincias el pueblocomprende sus derechos y los reivindicacon más orgullo que nunca.En París, se comenzó con un consejeroobrero socialista, después fueron 3, luego 4revolucionarios, ahora son 11 y prontoserán 30 o 40.

La alta burguesía y las grandes finanzasestán en apuros. Y decimos a nuestrosmuertos de mayo, a nuestros hermanosfusilados, que este triunfo os lo debemos avosotros, a vuestro ejemplo y coraje, avosotros que moristeis por una gran causa.Gracias a vuestra abnegación el pueblo seliberará definitivamente al grito de ¡Viva laComuna!, repetido en todos los lugares porlos proletarios atropellados.

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Ana Muiña

Las ‘communardes’,esas desconocidasque defendieron la Comunahasta morirAna Muiña es autora del libro André Léo: del socialismo utópico ala Comuna de París, La linterna sorda, Madrid, 2021.

La barbarie de la guerra franco prusiana va alentando la protesta del pueblo parisino, cadavez más cercado y sumido en la desesperación. Hay intentos de proclamar la Comuna enoctubre de 1870. El Comité de Vigilancia Ciudadana del distrito XVIII, presidido por unacosturera, Sophie Doctrinal, llamada Sophie Poirier, se distingue por su gran actividaddesde septiembre de 1870. Atienden a los heridos y a las personas más vulnerables de suextenso y populoso barrio, Montmartre. Entre los miembros de este comité, estaban AndréLéo, Louise Michel y una militante rusa exiliada, Anna Korvin Krouskovskaïa, compañe-ra de Victor Jaclard (miembro de la Internacional), conocida como Anna Jaclard. Le acom-pañaba su hermana, Sofía Kovalévskaya, que se convertiría en una eminente matemáticay que, durante la Comuna, fue también ambulanciera. El 1 de diciembre de 1870, una sig-nificativa manifestación de obreras hambrientas se dejan ver y oír. Le seguirán otrasmuchas. En París, muchas mujeres trabajan, en su mayoría migrantes, procedentes de laszonas rurales. Según el anuario estadístico de los años 1861-1865, su número en la pro-ducción industrial es muy elevado. En los albores de 1871 constan 114.000 puestos de tra-bajo, de los cuales, 62.000 son ocupados por trabajadoras. Durante 1870, año del asediode los prusianos, las mujeres de París sufrieron considerablemente el frío y el hambre. Susituación venía de atrás. Sobreexplotadas, en unas ocasiones; desempleadas, la mayorparte del tiempo; cargadas de hijos, vivendo en la miseria, las obreras parisinas no tienennada que perder y desean que cambie su horizonte vital. Indagando en las fichas policia-les de las comuneras, anteriormente, habían sido fichadas por hurto. Al no tener medios demantenerse ellas y sus familias, robaban, y según alegaban, preferían ser detenidas porrobo a tener que prostituirse. Esas eran las opciones de vida que tenían.Con este ambiente convulso de sublevaciones, a principios de 1871, la conocida periodistay activista André Léo funda, con Benoît Malon, los hermanos Élie y Élisée Reclus,Aristide Rey y otros miembros de la Primera Internacional obrera de las Secciones de losbarrios de Batignolles y de Ternes, un periódico de cabecera significativa, ‘La Républiquedes Travailleurs’ (‘La República de los Trabajadores’), "la tribuna de los desheredados".

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En las páginas de este diario consultado, el3 de febrero se proclama con decisión:"Ten e mos que defender la República de lalibertad, tenemos que fundar la Repúblicade la igualdad". Aspirando a la "Repúblicauniversal". Se alienta "¡A la lucha, a labatalla! (…) El único medio es agruparnospor la acción común bajo el mismoestandarte". André Léo, en su columnahabla "de impedir la vergüenza de inclinarla cabeza del pueblo que nos inflige laimbecilidad de los grandes hombres, arri -ba dos, de batacazo en batacazo, a la pose -sión de un pedestal". Léo recorría lasprovincias para defender la lucha que esta-ba cuajando en París y para promover suextensión a otras zonas, tanto rurales comoindustriales. (Ciertamente la Comuna seextendió por Burdeos, Lyon, Marsella, Li -moges…) Regresó muy rápidamente a lacapital tan pronto como se proclamó laComuna el 18 de marzo.El gobierno de Thiers, trasladado a Ver -salles, pretendía recuperar las armas deja-das a la Guardia Nacional. Además, el 18de marzo, el Ejército fue enviado a la coli-na de Montmartre ("La Butte") para reto-mar la artillería adquirida con donacionespatrióticas. Alertada al amanecer, la pobla-ción y, sobre todo, los miembros activosdel Comité de Vigilancia de Montmartre,in cluida Louise Michel y cientos de obre-ras, subieron "al asalto, a las colinas" ylograron apoderarse del armamento de losmilitares, algunos de los cuales confraterni-zaron con las gentes del pueblo que allí seencontraban. En la noche del 18 de marzo,los generales que habían encabezado laoperación fueron tomados en armas.Algunos seguían siendo recordados por larepresión de la revolución de 1848. ElComité Central de la Guardia Nacional,acom pañado por numeras obreras, se tras-ladó al Hôtel de Ville y la Comuna de Parísfue proclamada oficialmente el 28 demarzo.Desde el 18 de marzo, primer día de laComuna, un gran número de mujeres estánpresentes por todos lados. A primera hora

de la mañana, Louise Michel, Paule Mink yotras, están allí con los parisinos para evi-tar la confiscación de los cañones. Graciasa su valiente intervención, las tropas desis-tieron. Su contribución fue importante. Per -manecen decididas a luchar por la revolu-ción.El 2 de abril, Versalles ataca con fuerza.Emocionalmente, sin ninguna decisión opreparación política real, los generales dela Comuna deciden una ofensiva desastrosaal día siguiente, en respuesta al asesinato deÉmile Du val y Gustave Flourens, miem-bros de la Guardía Nacional que habíansido hechos represos, lo que llevará a pri-sión a 1500 comuneros. El 3 de abril también tiene lugar una mani-festación de mujeres. Más de 500 mujeresabandonaron la Plaza de la Concorde paramarchar sobre Versalles. En el puente deGrenelle, se les unen otras 700. BéatrixExcoffon, una destacada comunera dice:"una vecina, sorprendida de verme, me pre-guntó si había leído el periódico que anun-ciaba un encuentro de mujeres en la plazade la Concorde. Querían ir a Versalles paraevitar el derramamiento de sangre". Leyen -do un artículo del periódico que editabaJules Vallès, ‘Le Cri du Peuple’, del 4 deabril (que apareció en la mañana del 3 deabril, ya que ‘Le Cri’ estaba fechado al díasiguiente) vemos que en la primera plana seinforma de esta convocatoria, con el título"Las mujeres": "¡Ciudadanas! Mujeres detodas las clases, ¡Vamos a Versalles! Vamosa decirle a Versalles qué es la Revoluciónde París; Vayamos a Versalles para decirque París ha hecho la Comuna, porque que-remos seguir siendo libres; Vayamos aVersalles para decir que París se ha puestoen estado de defensa, porque ha sidocalumniado, porque ha sido engañado yporque han querido desarmarlo por sorpre-sa; Vayamos y digamos a Versalles que laAsamblea Nacional ha abandonado la ley yque París la ha retomado; Vayamos aVersalles para decir que el gobierno es res-ponsable de la sangre de nuestros herma-nos, y que lo cargaremos de luto ante toda

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Francia. Ciudadanas, vayamos a Versalles,para que París haya intentado la últimaoportunidad de reconciliación. Ni el másmínimo retraso. Reunámonos hoy al me -diodía, en la Plaza de la Concorde, y tome-mos esta importante determinación frente ala estatua de Estrasburgo. Firmado: Unaverdadera ciudadana".(En la Comuna, las citoyennes, las ciudada-nas, tenían una significación muy amplia yeran ciudadanas de un proceso revolucio-nario).Desde las columnas de otro gran periódico,por el formato y por la importancia queadquirió, ‘La Sociale’, en alusión a laRevolución Social (Sociale, en francés),André Leó (uno de los seudónimos deLéodile Béra) agita las conciencias de los‘communards’ y las ‘communardes’. "Alrepasar la lista de nuestros muertos y denuestros heridos, una emoción viva, pro-funda, atrapa el corazón... Es, sobre todo, elmovimiento el que está luchando. El solda-do de la Revolución actual es el pueblo".Este diario, que apareció en plena luchacomunera: el 31 de marzo/10 germinal(estaba datado con los dos calendarios) yaguantó hasta al 17 de mayo de 1871, lopuso en pie la periodista, junto con otroscompañeros, Camille Barrère, Vermersch,Vuillaume y Humbert. André Léo escribe yfirma artículos memorables como el titula-do 'La révolution sans la femme' (‘La revo-lución sin la mujer’), 8 de mayo de 1871,donde se preguntaba con una contestaciónimplícita "¿Se cree poder hacer la revolu-ción sin las mujeres?".El 9 de abril de 1871 nació una de las pri-meras grandes organizaciones de mujeres,llena de fuerza "para combatir y vencer omorir". Se trata de "La Unión de Mujerespor la Defensa de París y el Cuidado de losHeridos". Se ponen al servicio de laComuna. De base proudhoniana, la "Uniondes Femmes" se encarga de registrar a lasciudadanas que quieren alistarse paradefender París. Abogan por "la necesidadde la participación de las mujeres a travésde una campaña en los clubes, en reuniones

de sus barrios" y en los talleres donde tra-bajaban. Había clubes donde participabanhasta 3.000 mujeres, que decidían asamble-ariamente. Requisaron las iglesias paraconvertirlas en grandes espacios comuna-les, y allí se reunían. La democracia direc-ta estuvo presente en su funcionamientohasta la derrota total de la Comuna.El 11 de abril se colgó en las paredes deParís el primer llamamiento a las mujerespublicado por la "Union des femmes"."Nuestros enemigos son los privilegiadosdel orden social actual, todos los que hanvivido de nuestro sudor, los que siemprehan engordado por nuestras miserias". LaUnión de Mujeres avisa de que "cualquierdesigualdad y cualquier antagonismo entrelos sexos constituye una de las bases delpoder de las clases dominantes". Las muje-res se organizan en los comités de cadabarrio. Solicitan la sustitución de las mon-jas en hospitales y cárceles por madres defamilia, que según ellas, "cumplen mejorcon su deber". Arrancan el cierre de casascon licencia. La Comuna prohíbe la prosti-tución como "una forma de explotacióncomercial de criaturas humanas por otrascriaturas humanas". Alientan a las prostitu-tas a que se unan a la lucha.Algunas de las figuras destacadas de laComisión Ejecutiva del llamado, irónica-mente, Comité Central de este colectivofueron Nathalie Le Mel o Lemel (obreraencuadernadora de la Internacional, deidea rio bakuninista), Elisabeth Dmitrieff,(nihilista exiliada, aristócrata rusa, de laInternacional), Marceline Leloup (costure-ra del distrito XI), Blanche Lefèvre oLefebvre (lavandera asesinada en unabarricada el 23 de mayo), Aline Jacquier(grapadora encuadernadora), ThérèseCollin (za patera), Adèle Gauvin (cartonera)y Aglaë Jarry, representante del distritoXVII.Le Mel formó parte, con Delahaye, Faron,Jacquier, L. Martin, Minet y Petit, de lacomisión ejecutiva de la comisión de inves-tigación y organización del trabajo creadabajo la Comuna y que trató de agrupar a

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todas las corporaciones obreras de París.Pero la batalla callejera estaba comenzan-do... Y Nathalie Le Mel se distinguió allí,primero en Batignolles, luego en la PlazaPigalle, tratando a los heridos e instando alos federados a resistir.En nombre de la Unión de Mujeres, Élisa-beth Dmitrieff elaboró un informe de inspi-ración socialista sobre la organización deltrabajo basada en asociaciones de produc-ción federadas; este informe fue enviado ala Comisión de Intercambio y Trabajo de laComuna encabezada por Frankel. El Sin -dicato de Mujeres fue muy activo y su co -mi té ejecutivo convocó nuevamente para el18 de mayo una asamblea de mujeres conel fin de formar cámaras sindicales cuyasdelegadas electas formarían a su vez laCámara Federal de Trabajadores.El programa de la Union des Femmes re -cla maba la igualdad de remuneración entrehombres y mujeres. Una primera solicituddecidida por la Comuna otorga salariosidénticos a los maestros de ambos sexos.Un grupo de maestros, incluida LouiseMichel, reclamó escuelas vocacionales yorfanatos laicos.André Léo, Anna Jaclard, Noémie Reclus yClara Perrier participan en la comisión cre-ada por Vaillant "para organizar y supervi-sar la educación en las escuelas de niñas".Marie Verdure y Elie Ducoudray escribenun informe sobre la necesidad de la instala-ción de guarderías y se ofrecen a ayudar alas madres solteras para evitar que caiganen la prostitución. Paule Minck organizauna escuela para niñas en la sala de catecis-mo de Saint-Pierre-de-Montmartre.Establecieron la autogestión en el trabajo,el reconocimiento a las uniones libres, eldivorcio, el rechazo a llamar a los hijos"ilegítimos", la separación de la iglesia y elEstado en la enseñanza y los hospitales… Estas mismas mujeres y otras muchas más,incluso en los puestos de avanzada de loscombates. Se unen como milicianas, canti-neras, ambulancieras...Allí estaba la internacionalista libertariaVictorine Rouchy o Brocher, cantinera de

gran humanidad en el batallón de losTurcos de la Comuna y en el batallón de losNiños Perdidos (compuesto por niños delos orfelinatos) Al parecer luchaba sin lle-var munición en el fusil, al igual que ÉliséeReclus, que según narra la historiadoraAntonina Rodrigo, la médica y fundadorade Mujeres Libres, Amparo Poch ponía deejemplo a Reclus, que iba sin munición enel fusil para no matar a nadie.Léontine Suétens, cantinera en el 135ºbatallón, dos veces herida, durante loscombates de Neuilly, Issy, Vanves,Levallois-Perret; participa en la construc-ción de las barricadas y en transporte debarriles de petróleo. Procesada y condena-da a trabajos forzosos a perpetuidad.Eulalie Papavoine, costurera, ambulancieray combatiente en la llanura de Vanves,recoge a los muertos y atiende a los heridoscon valentía; es acusada de petrolera.Joséphine Marchais, jornalera, obliga a supareja a unirse a la lucha; es ‘vivandière’(equivalente de cantinera, atendiendo lasnecesidades cotidianas en el frente comolas cocineras, pero también usando lasarmas) del batallón de los Niños Perdidos yestá en la barricada de la calle de Lille, consu fusil y su sombrero tirolés.Élisabeth Rétiffe, cartonera en una fábricade papel, lleva su fusil en bandolera y suecharpe rojo, signo revolucionario. Luchaen el distrito de Belleville y es acusada depetrolera.Marguerite Lachaise, llamada Lachaise oGuinder, cantinera en el 66 batallón, quedisparó en la llanura de Châtillon. Conde -nada a las Islas de la Salud, Guyana, a tra-bajos a perpetuidad. Hortense David, pon-tonera en la marina comunalista en PorteMaillot. Vestida de marino, defiende labarricada de la calle Royale. Fue condena-da como petrolera a trabajos forzosos a per-petuidad. André Léo está en la barricada deBatignolles. Louise Michel está en la barri -ca da de Chaussée Clignancourt con Mar -guerite Diblanc. Adèle Chignon, luchadorade 1848, se encuentra en la barricada delPanteón. Cincuenta comuneras están bajo

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la dirección de Nathalie Le Mel, en la PlazaPigalle. La mayoría de sus nombres quedanen el anonimato. Según Lissagaray, testigopresencial, alrededor de 120 mujeres parti-ciparon en la barricada en Plaza Blan che.En un artículo del Times, recogido porLissagaray, titulado Mujeres de la Comunase narra: "El jueves 25 de mayo de 1871,cuando la Guardia Nacional abandonó labarricada en la rue du Château-d'Eau, unbatallón de mujeres acudió c o rriendo parareemplazarle. Estas mujeres, armadas confusiles, lucharon admirablemente al gritode: "¡Vive la Commune!". Mu chas de susfilas eran chicas jóvenes. Una de ellas, de19 años, vestida de marinero, luchó comoun demonio y fue asesinada de un balazoen la frente. Cuando fueron rodeadas y des-armadas por la gente de Versalles, las 52supervivientes fueron fusiladas".Se suele afirmar que las comuneras parisi-nas fueron cerca de un millar. Por los testi-monios que hemos podido recoger, el nú -mero de participantes es infinitamente ma -yor. Benoît Malon y Louise Michel, entreotros, adelantaron la cifra de 10.000 muje-res que lucharon durante la Semana Sangrienta. Hasta el último día de la Co -muna, las mujeres estaban en las barrica-das. La represión será terrible para todos,pero especialmente para ellas. Un grannúmero recibieron disparos en las propiasbarricadas, siendo inmediatamente fusila-das.Más de 1000, según la investigación parla-mentaria sobre el levantamiento revolucio-nario del 18 de marzo, un informe presen-tado por el capitán Briot, fueron arrestadasy comparecieron ante el IV Consejo deGue rra. Se las humilló, se las llamó prosti-tutas, engendros antinaturales, bárbaras.Aque llas a las que Versalles apodó el nom-bre de "mujeres petroleras" muestran ungran coraje, defendiendo su calle y su ba -rrio antes de rendirse. Según Lissagary,toda obrera que iba mal vestida o con uncántaro de leche, le hacían jirones el vesti-do, la dejaban medio desnuda y era fusila-da en plena calle, públicamente.

En las largas y tortuosdas filas de deten-ción, "la canalla" les llamaban, los convo-yes de detenidas, que se fueron producien-do a partir del 25 de mayo, fueron humilla-das y violadas por los soldados de Versa -lles. La prensa extranjera así lo recoge. El‘Morning Post’ del 14 de junio, afirma:"Camino de Versalles se asesina a las muje-res en la plaza Vendôme después de violar-las". Otro testimonio describe que "unacantinera, sentada en el primer banco,insulta a la multitud amenazándola con elpuño; este puño está ensangrentado y haperdido varios dedos luchando en las barri-cadas; un corte de sable rojo cruza su ros-tro".Las comuneras, las valerosas petroleras,sufrieron la cárcel, las deportaciones a laGuyana francesa, a Nueva Caledonia yotras colonias de Ultramar, donde defen-dieron constantemente sus derechos deencarceladas políticas. Hicieron la revolu-ción y se las olvidó, hasta el punto de nosaber actualmente qué demandaban, quié-nes fueron, cómo se llamaban y qué rostroy presencia tenían. Su lucha por "la eman-cipación integral", que tanto reclamaron,sigue vigente.El libro ‘André Léo. Del socialismo utópi-co a la Comuna de París’ pone rostro a esasanónimas comuneras insurgentes y reivin-dica su legado. Porque como reconocía laescritora en ‘La femme et les moeurs’(1869): "Es todavía una novedad casi estra-falaria reivindicar la justicia para la mujer,encorvada desde el principio del mundobajo un doble yugo. En la esclavitud eradoblemente esclava, esclava siempre en elseno de la familia libre, y aún ahora, ennuestras civilizaciones, privada de toda ini-ciativa, de todo desarrollo, entregada, biena las depravaciones de la ociosidad, bien alas de la miseria; y en todas partes, someti-da a los efectos desmoralizadores de la ver-gonzosa mezcla de la dependencia y delamor..."

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Especial La Comuna de 1871 Trasversales 56 / septiembre 2021

Yohann Emmanuel entrevista aMathilde Larrère

Las mujeres y la Comuna

Mathilde Larrère es historiadora.

Versión original en francés publicada en... https://bit.ly/3fKZnrNlanticapitaliste.org

P.- :¿Qué se puede decir sobre el papel de la mujer durante los hechos del 18 de marzo quemarcaron el inicio de la Comuna? ¿Podemos trazar un paralelo con otras jornadas revolu-cionarias donde a menudo se destaca el lugar de la mujer, como la marcha sobre Versalleslos días 5 y 6 de octubre de 1789, y la manifestación por el Día Internacional de la Mujerdel 8 de marzo de 1917 que da comienzo a la Revolución rusa?ML.- Hubo un gran número de mujeres el 18 de marzo para evitar que los soldados se apo-deraran de los cañones de la Butte Montmartre, lo que se explica de forma bastante senci-lla porque ocurrió por la mañana muy temprano y las mujeres eran las primeras en levan-tarse para buscar agua, combustible, etc. Pero también había hombres, aunque solo fueraporque las mujeres dieron la alarma, y en particular los federados, que eran todos hombresya que la Guardia Nacional estaba cerrada a las mujeres. En el momento en que los solda-dos y la población confraternizaron en el Campo de los polacos, la presencia de hombresy mujeres era bastante mixta.Durante el 5 y 6 de octubre de 1789 las mujeres fueron el motor impulsor ya que quienlanza el movimiento es una organización de mujeres, las Dames de la Halle, a las queluego se uniría la Guardia Nacional. El 8 de marzo de 1917 es el Día Internacional de laMujer (origen del actual 8M). Pero en estos diferentes casos todo sucede como si el rol dela mujer solo se reconociera durante estos días a cambio de su invisibilización el resto deltiempo, mientras que también estuvieron presentes en la sublevación del 10 de agosto de1792 [que trajo el fin de la monarquía], durante otros eventos de la Comuna o laRevolución Rusa, etc. Su presencia se visibiliza cuando se vincula a su función social ydoméstica, en particular por encargarse de la alimentación: el 5 de octubre de 1789 se pro-duce una revuelta frumentaria [esto es, relacionada con el trigo], van a Versalles a buscarpan, obligando al rey a volver a París; el 8 de marzo de 1917, gran parte de las mujeres deSan Petersburgo, las de los barrios obreros, se manifestaban más por el pan y por la pazque por los derechos de las mujeres. Por tanto, su participación en los acontecimientosrevolucionarios no debe limitarse a estos días, aunque sean inaugurales.

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P.- Posteriormente, no pudieron participaren las instituciones oficiales de la Comuna.¿Lo reclamaron?ML.- El 26 de marzo las mujeres no teníanderecho a voto en las elecciones para laComuna, y tampoco fue muy reivindicado.El derecho al voto no era aún una peticiónprimordial de las mujeres, tenían muchasotras, especialmente las comuneras, en sumayor parte socialistas o "montagnardes"(demócratas-sociales), luego vuelvo a ello.Lo mismo ocurrió durante la RevoluciónFrancesa: se habla mucho de Olympe deGouges y su Declaración de los Derechosde la Mujer y de la Ciudadana, que era unaforma de reivindicar el derecho al voto (sindecirlo nunca explícitamente), pero la obrade Dominique Godineau sobre las mujeresrevolucionarias demuestra que insistieronmucho más en poder ingresar en la GuardiaNacional que en el derecho a votar.P.- ¿La participación de las mujeres en loscombates es algo peculiar de La Comuna?ML.- No, las mujeres siempre han partici-pado en el combate, pero hay que precisarde qué se está hablando. La lucha armas enmano de las mujeres estuvo más limitadaen las revueltas previas a la Comuna, aun-que solo fuera porque las mujeres no sabí-an usar las arma y por la influencia de men-talidades que dificultaban imaginar que lasmujeres pudieran dar la muerte siendo ellaslas que dan vida. Por tanto, se les manteníaalejadas de los fusiles. Sin embargo, habíanparticipado en las barricadas, sobre todo en1830 y 1848. La barricada se alza para obs-truir una calle, si los soldados penetranimpetuosamente en ella, quedan bloquea-dos. El enfrentamiento se desarrolla enton-ces en dos dimensiones: por un lado, hayun cara a cara entre los soldados y la barri-cada (en la que hay hombres armados), y,por otro lado, la población, especialmentelas mujeres, arroja objetos diversos desdelas ventanas. Se olvida con frecuencia queesta segunda dimensión es igualmenteimportante; entre los miembros de las fuer-zas del orden que actuaron en los disturbiosproducidos durante la "monarquía de julio"

[1830-1848] hubo más fracturas de cráneoque heridas de bala. Además, las mujeresrecargaban las armas, atendían a los heri-dos, abastecían las barricadas, etc. Lopeculiar de la Comuna es que las mujeresparticiparon con mayor frecuencia en loscombates con armas en la mano, especial-mente en barricadas abandonadas por com-batientes masculinos.P.- Una de las organizaciones de mujeresmás importantes durante la Comuna tam-bién está vinculada a los combates: laUnión de Mujeres para la Defensa de Parísy la atención de los heridos. ¿Puedes deciralgo al respecto? ¿En qué otro tipo deentornos podían organizarse las mujeres?ML.- Sí, es una organización creada porÉlisabeth Dmitrieff, enviada desde Londresa París por la Asociación Internacional deTrabajadores, nombre oficial de la PrimeraInternacional. Iniciamente iban a enviar ados hombres, pero uno no pudo ir porqueestaba enfermo, y ella lo reemplazó en elúltimo momento. Esta organización es inte-resante en sus dos vertientes: la defensa deParís, que corresponde a la demanda trans-gresora de las mujeres de poder portararmas; y la atención a los heridos, que, porel contrario, se inscribe en el papel tradicio-nal de la mujer dentro del sesgo de géneroen la distribución de tareas. Es la organiza-ción más estructurada y estaba bastantecentralizada, con tres niveles: la asambleasy comités representativos de cada distrito,el comité central formado por representan-tes de los distritos y finalmente una comi-sión ejecutiva de la Unión encabezada porElisabeth Dmitrieff.Pero existían otras organizaciones, los clu-bes en particular, como el club Montmartre,en el que participaba André Léo. Tambiénhubo ciertas tensiones entre estas organiza-ciones: por ejemplo, cuando André tambiénse unió a la Unión de Mujeres, esa doblepertenencia irritó mucho a Élisabeth Dmi -trieff. Estos diferentes marcos organizati-vos eran solo para mujeres ["no mixtos",diríamos ahora], dirigidos y organizadospor mujeres, al igual que los clubes de

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mujeres durante la Revolución Francesa oen 1848, año en el que también surgierondiversos periódicos de mujeres [nt: la Voixdes Femmes, La Politique des femmes,L'Opi nion des Femmes, etc]. Algunoshombres podían ayudar pero las mujereshabían entendido que así debían organizar-se para poder actuar y ser escuchadas.P.- ¿Puedes citar a otras celebres mujeresparticipantes en la Comuna?ML.- Más allá de Louise Michel, todas hanquedado olvidadas. Y si se recuerda a Mi -chel y, en menor medida, a Victorine Bro -cher, es principalmente gracias a sus escri-tos. Sin embargo, muchas otras figurasmerecen ser conocidas. Por ejemplo, AndréLéo, autora de un gran texto, La guerresociale, donde denuncia a quienes, casi unsiglo después de la Revolución Francesa,querían "hacer la revolución sin las muje-res". Dmitrieff, que ha desaparecido y de laque sabemos muy poco después de laComuna. Paule Minck, o incluso NathalieLe Mel, un poco más conocida, cercana aEugène Varlin, y que antes de la Comunahabía creado un importante comedor coo-perativo obrero y popular, La Marmite.Pero sobre la mayoría de las comunerastenemos pocos documentos, aparte de algu-nos nombres en los carteles o los rastros desus juicios en Versalles. Dicho esto, aunquesean más conocidos que las mujeres, loscomuneros también son poco conocidos,excepción hecha de Vallès, Courbet, Pottiery algunos más.P.- Además de reclamar su entrada en laGuardia Nacional y el derecho a portararmas, ¿qué reivindicaciones importanteshicieron las mujeres durante la Comuna?ML.- Reclaman lo que ya reclamaban lasmujeres de 1848, a las que son muy cerca-nas socialmente y por formación política:el derecho al trabajo con iguales salariosque los hombres y con el mismo reconoci-miento de su cualificación profesional.También exigen el derecho a la educación,el derecho al divorcio, el reconocimientode los hijos "ilegítimos" o "naturales", elreconocimiento para las concubinas de los

mismos derechos que las mujeres casadas...Algunas, especialmente Louise Michel,exigen la abolición de la prostitución.P.- ¿Cuáles de estas reivindicaciones secumplieron?ML.- En el marco de la Unión de Mujerespara la Defensa de París y la Atención deHeridos, hay una gran reflexión sobre eltrabajo de las mujeres. Élisabeth Dmitriefflogra arrancar promesas de igualdad sala-rial, e incluso hay un decreto para una pro-fesión particular que la garantiza; establececooperativas de productoras, solo de muje-res. Se abren numerosas escuelas paraniños y niñas. Las concubinas son recono-cidas, ya que la Comuna decreta que lasesposas o concubinas de guardias nacio -nales heridos o muertos en combate podránpercibir una pensión, y también hay unreconocimiento de los hijos naturales. Porotro lado, las mujeres no serán aceptadas enla Guardia Nacional Federada: si toman lasarmas durante la Semana Sangrienta, lohacen por su propia cuenta.P.- ¿Que lugar tenían las mujeres en elmovimiento sindical en ese momento?ML.- Era muy difícil. No solo el movi-miento sindical estaba dominado por hom-bres, sino que varias corrientes estaban encontra del trabajo de las mujeres, que con-sideraban desleal porque ellas cobrabanmenos. Y empezaban a verlas como rompe-huelgas, lo que no es confirmado por lasfuentes disponibles, ya que la división deltrabajo tenía tal sesgo de género que no eraposible que una mujer compitiese con unhom bre. También consideraban esas co -rrientes que el trabajo en las fábricas o usi -nas no era ético, y había muchos dentro delmovimiento sindical y de la Internacionalque querían que las mujeres, especialmentelas casadas, se quedaran en casa, incluso sieso significaba trabajo domiciliario en peo-res condiciones que en las fábricas. En elmovimiento obrero francés se suma a estoel peso del proudhonismo y de la profundamisoginia de Proudhon.Ciertamente, ese no fue el caso de todos losactivistas. Por ejemplo, Eugène Varlin esta-

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ba muy a favor de la igualdad entre hom-bres y mujeres y, en particular, de la igual-dad salarial, y cuando fundó La Marmitecon Nathalie Le Mel, ella tenía el mismopapel organizativo que él. Pero eran casosminoritarios: hay varios congresos o confe-rencias de la Internacional antes de laComuna -sobre todo durante las exposicio-nes universales- que terminan con textosprofundamente misóginos y opuestos altrabajo de las mujeres. Contra esto pelea-ron Dmitrieff, André Léo y Paule Minckantes de la Comuna: dieron conferencias,muy concurridas, donde defendieron elderecho al trabajo y la igualdad salarial. Ellema "a igual trabajo, igual salario" es unlema de la Comuna de París.P.- ¿Podemos hablar de un movimientofeminista en Francia en ese momento?ML.- Es difícil, porque el Segundo Imperiohabía aplastado en gran medida a los movi-mientos feministas que habían logradoconstituirse en 1848. Renacía lentamente,en torno a figuras como André Léo o PauleMinck, o también Maria Deraismes queestaba al frente del periódico Le Droit desfemmes fundado en 1869, y que jugó unpapel importante en la Association pour ledroit des femmes creada en 1870. Princi -palmente, se organiza dentro del movi-miento obrero un feminismo socialista o unsocialismo feminista. Más tarde se desarro-lló un movimiento feminista fuera delmovimiento obrero, en torno a las sufragis-tas, con Hubertine Auclert y MargueriteDurand.P.- Tras el final de la Comuna, ¿las mujeressufrieron alguna represión específica porparte de los versalleses?ML.- Sí, pero es ambivalente. Por un lado,de los sobreseimientos se beneficiaron másmujeres que hombres, lo que durantemucho tiempo hizo que se dijera que lostribunales habían sido más indulgentes conlas mujeres. Pero, por otro lado, si nos limi-tamos a las personas condenadas, las muje-res tuvieron sentencias más duras: el 13%de las mujeres condenadas fueron condena-das a muerte, frente al 0,9% de los hombres

condenados; y el 13% fueron condenadas atrabajos forzados y otro 13% a deportación,mientras que estas cifras son del 2,3% y el11% para los hombres.¡Porque lo transgredieron todo! Eran tantomás monstruosas a los ojos de los versalle-ses porque como mujeres transgredían elorden de los sexos saliéndose del lugarreservado para ellas en ese momento (lacocina y la cuna) y entrando en política porla vía revolucionaria. Así es como podemosentender la figura de la petrolera con la quese ha estigmatizado a las comuneras. Esteestereotipo está presente desde los prime-ros incendios en el periodo de la Comuna:se encuentra en la prensa versallesa, en laiconografía y en los juicios, donde siempreintenta probarse que ellas han provocadolos incendios, olvidando los versalleses quefueron ellos los que arrojaron las primerasbombas incendiarias.P.- ¿La derrota de la Comuna tuvo conse-cuencias negativas sobre la situación de lasmujeres y sobre sus reivindicaciones en losaños siguientes?ML.- No en forma particular. Hubo unarestauración del "orden moral" por los ver-salleses, pero afectó a hombres y mujeres.Cuando se declaró la Tercera República, sesiguió excluyendo el derecho al voto de lasmujeres, porque las mujeres eran conside-radas demasiado clericales, sin que estotuviera vínculo directo con la Comuna. Porlo tanto, no hubo un "contragolpe" comoocurrió después de la Revolución Francesacon la promulgación del Código Civil en1804. Por supuesto, se suprimieron uno trasotro todos los avances obtenidos, perocomo todo el resto de la obra llevada a cabopor la Comuna, que quedó borrada.

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Un hecho especialmente importante, desvelado por la revolución de París, es la incorpo-ración de las mujeres a la vida política. Bajo la presión de las circunstancias, y por la difu-sión de las ideas socialistas y por la propaganda de los clubs, ellas han sentido que su con-curso era indispensable para el triunfo de la revolución social una vez entrada en su fasede combate. Que ni las mujeres ni el proletariado pueden esperar alcanzar su emancipa-ción salvo si se unen estrechamente contra todas las fuerzas del pasado. Ellas recordaban,por otra parte, que las mujeres de París escribieron una de las más bellas páginas de laRevolución de 1789, los días 5 y 6 de octubre [la marcha sobre Versalles] y fueron muchaslas que se pusieron con pasión al servicio de la revolución comunal.El 9 de abril de 1871 participaron en la manifestación popular que quemó dos guillotinasal pie de la estatua dedicada a Voltaire (distrito 11). En las acciones colectivas estabansiempre presentes en gran número, y muchas se consagraron particularmente a la causarevolucionaria. Algunas, con audacia y humildad, disparaban desde los puestos de avanza-dilla, en algunos casos vestidas con el uniforme de la Guardia Nacional. Se distinguíaninnumerables cantineras; una decena de ellas ya había sido matadas, pero las sobrevivien-tes no tenían menos coraje.La legendaria Louise Michel, educadora por vocación y poseedora de una bondad ilimita-da, con una dedicación infinita, dio a estos días terribles uno de esos tipos humanos que lahistoria admira y que los pueblos veneran.Una mujer que está entre los grandes escritores de nuestro tiempo [Léodile Béra], a la queLouis Rosell, que la conocía, llamaba el ciudadano André Léo, estaba igualmente consa-grada a la causa popular y la servía con su pluma, con su palabra y con su participación.Nada inclinada a los actos violentos, condenó muchos actos de la Comuna, pero sabía dis-tinguir una gran idea militante de su cortejo inevitable de desviaciones y pasiones, por loque siguió siendo fiel a la Revolución proletaria, vinculándose con ella aún con más fuer-za cuando llegó la catástrofe.En compañía de las ciudadanas Jaclard, Poirier, Buisard, etc. (de Montmatre), Jarry,Collet, Vanowerbeke, Fallon, Peuriant, Sassin, etc. (de Batignolles), fundó en los distritos17 y 18 un grupo de "ambulancieras". Proponía la formación de un batallón de mujerespara defender las barricadas en caso de combates dentro de París.

Benoît Malon

Mujeres en la Comuna

Fragmento de La trois ièm e défaite du proletariat français,Guillaume Fils impresor-editor, Neuchatel, 1871, pp. 272 a 280.

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A su lado se puso en acción una joven rusa,que firmaba como Elise Dmitrieff [Eliza -veta Loukinitchna Koucheleva]. Seducidapor la gran tradición revolucionaria deParís y también impulsada por una devo-ción apasionada a la causa del pueblo, que-ría reunir a las obreras de París en una ligamilitante, para aportar una aportación pre-ciosa a la Comuna y un punto de apoyo a laemancipación de las mujeres. Comenzóreu niendo a algunas mujeres valerosas, en -tre las cuales estaba la ciudadana NathalieLe Mel [Perrine Natalie Duval], cofunda-dora de la sociedad de encuadernadores yencuadernadoras de París y, durante untiempo, secretaria de una de las sociedadesde consumo fundadas por Eugène Varlin.El pequeño comité decidió promover clubsde mujeres, en lo que tuvieron éxito. ElComité tomó el título de Comité central dela Unión de las mujeres, multiplicando suspropagandistas, durante el día en las reu-niones, por la noche en sus clubs, y les llo-vían las adhesiones. Abrían clubs tanto enlos barrios bombardeados como en losotros, y en todos acudía una muchedumbre.Pronto hubo 20 comités de 11 miembroscada uno en cada uno de los 20 distritos deParís, agrupados federativamente en tornoal Comité central, instalado en la alcaldíadel distrito 10.Mientras, enardecían los ánimos de dedica-ción a la revolución e instaban a la Comunapara obtener armas y para tener acceso alos puestos peligrosos, también propagabanlas ideas sociales de la Internacional, for-maban núcleos de asociaciones obreras yde cámaras sindicales de trabajadoras, eintentaban poner la base para una federa-ción internacional de las obreras de París.Tampoco olvidaban el presente: formabancompañías de ciudadanas que solo queríanarmas para partir hacia los puestos de avan-zadilla y enviaban a todos los campos debatalla ambulacieras para recoger y curar alos heridos. Pronto, todas las ambulanciasestuvieron gestionadas por las mujeresrevolucionarias federadas, para satisfa -cción de los heridos.

Este es uno de sus llamamientos a las ciu-dadanas de París, verdaderamente interna-cional...París está bloqueado. París es bombardea-do...Ciudadanas, ¿dónde están nuestros hijos,nuestros hermanos, nuestros maridos?¿Escucháis el retumbar del cañón y eltoque a rebato que nos lanza una llamadasagrada?¡A las armas! ¡La patria está en peligro!¿Se trata del invasor extranjero que quierevolver a ocupar Francia? ¿Se trata de laslegiones de la coalición de los tiranos deEuropa que masacran a nuestros hermanosy que esperan que al destruir esta gran ciu-dad también destruirán incluso el recuerdode las conquistas inmortales que desdehace un siglo hemos adquirido con nuestrapropia sangre y que el mundo llama liber-tad, igualdad, fraternidad...?No, no son extranjeros. ¡Estos enemigos,estos asesinos del pueblo y de la libertadson franceses!Este vértigo fraticida que se apodera deFrancia, este combate a muerte, es el actofinal del eterno antagonismo que enfrentaal derecho y a la fuerza, al trabajo y a laexplotación, al pueblo y a sus verdugos.Nuestros enemigos son los privilegiadosdel orden social actual, aquellos que siem-pre han vivido de nuestro sudor, que siem-pre se han enriquecido con nuestra mise-ria. Ellos han visto que el pueblo se ha puestoen pie gritando: "Ni deberes sin derechos,ni derechos sin deberes. Queremos traba-jar, pero también lo que el trabajo produce.Ni explotadores ni amos. Trabajo y bienes-tar para todos, el gobierno del pueblo porsí mismo, la Comuna, vivir libres trabajan-do o morir combatiendo...El temor a tener que comparecer ante eltribunal del pueblo ha movido a nuestrosenemigos a cometer el peor de los críme-nes: ¡la guerra civil!Ciudadanas de París, descendientes de lasmujeres de la gran Revolución, aquellasque en nombre del pueblo y de la justicia

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marcharon hacia Versalles y capturaron aLouis XVI, nosotras, madres, esposas ehijas del pueblo francés, ¿soportaremospor más tiempo que la miseria y la igno-rancia conviertan en enemigos a nuestroshijos, que padre contra hijo y hermanocontra hermano se maten mutuamente bajonuestros ojos para capricho de nuestrosopresores, que quieren la destrucción deParís tras haberla entregado al extranje-ro?Ciudadanas, ha llegado la hora decisiva.Es necesario deshacerse del viejo mundo.Queremos ser libres. Francia se levanta,pero no está sola. Todos los pueblos civili-zados nos miran, esperan nuestro triunfopara liberarse ellos mismos. La propiaAlemania, cuyos ejércitos principescosdevastaron nuestra patria jurando darmuerte a sus tendencias democráticas ysociales, está siendo sacudida y moldeadapor el aliento revolucionario: desde haceseis meses se encuentra bajo estado de sitioy sus representantes obreros están deteni-dos. Rusia ve perecer a sus defensores de lalibertad, pero solo para saludar a unanueva generación presta a combatir y amorir por la República y la transformaciónsocial.Irlanda y Polonia, que cuando muerenrenacen con nueva energía, España e Italiaque recuperan su vigor perdido para unir-se a la lucha internacional de los pueblos,Inglaterra, cuya población se hace masiva-mente proletaria y asalariada, haciéndoserevolucionaria por su posición social,Austria, cuyo gobierno debe reprimir lasrevueltas simultáneas en su país y en lospoderes eslavos: este pertetuo choque entrelas clases dominantes y el pueblo, ¿no indi-ca que el árbol de la libertad, fecundadopor la sangre derramada durante siglos, hadado por fin frutos?Ciudadanas, la suerte está echada. Hayque vencer o morir. Y si hay madres y muje-res que se dicen que "No importa el triunfode nuestra causa si es a costa de perder aquienes amo", deben persuadirse de que elúnico medio de salvar a sus seres queridos,

sean su marido o los hijos en que desposi-tan su confianza, es tomar parte activa enla lucha iniciada, para hacer terminarpronto y para siempre esta lucha fatricidaque solo puede terminar con la victoria delpueblo o tendrá que repetirse en un futurocercano.¡Qué desgracia será para las madres queel pueblo vuelva a sucumbir! Una derrotaque pagarán sus hijos hoy niños, pues lacabeza de nuestros hermanos y maridos yaestá en juego y la reacción hará que lapierdan. No esperemos clemencia de nues-tros enemigos, ni se la pidamos.Ciudadanas, totalmente resueltas y unidaspodemos velar por la seguridad de nuestracausa. Preparémonos para defender y ven-gar a nuestros hermanos. En las puertas deParís, en las barricadas, en los barrios,allá donde sea, estemos prestas para en elmomento dado unir nuestras fuerzas conlas suyas. Si los infames que fusilan a losprisioneros y asesinan a quienes noscomandan osan ametrallar a una multitudde mujeres desarmadas el grito de horror eindignación de Francia y del mundo darántérmino a lo que hemos intentado. Y sitodas las armas y bayonetas están siendoutilizadas por nuestros hermanos, ahí ten-dremos los adoquines para aplastar conellos a los traidores.

Un grupo de ciudadanasEsta organización revolucionaria de lasmujeres no impedía la formación de gruposaislados con similar objetivo. Así, mientrasel Comité central de la Unión de las muje-res publicaba el anterior llamamiento, endiversos periódicos podía leerse el anunciosiguiente:En el momento presente, tanto el que no sepronuncia como el que huye es un cobarde.Las ambulancieras de la Comuna declaranno pertenecer a ninguna sociedad, Su vidase dedica completamente a la Revolución.Su deber es curar, sobre el propio terrenoen que se combate, a los heridos causadospor las balas envenenadas de Versalles. Ytomar, cuando llega la hora, el fusil comocualquier otro...

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¡Viva la Comuna! ¡Viva la República uni-versal"Louise Michel, Fernandez, Guollé,Poulain, Quartier, DauguetEl 12 de mayo, una compañía de mujeresvoluntarias organizada y armada marchabacon la duodécima legión.Esta acción revolucionaria de las mujeres,que no solemos ver hasta que llegan losgrandes días de los pueblos, alienta la reso-lución de los federados y exaspera a lasreaccionarias que se dan cuenta de que seenfrentan a una verdadera revolución. Elpoder en manos de los obreros, las mujeres

presentes en el forum como ciudadanas,eso es para ellos el colmo de la abomina-ción y de la desolación. Y desde ese mismomomento forjaron insidiosas calumnias;durante las masacres se inventaron laspetroleras, para apartar las mirada de lasdiez mil mujeres y de los cinco mil mucha-chos que estuvieron en las barricadas com-batiendo y muriendo al grito de ¡Viva laRepública universal! ¡Viva el trabajo!¡Viva la Comuna!

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En su libro Communal Luxury: The Political Imaginary of the Paris Commune [El lujocomunal: el imaginario político de la Comuna de París], Kristin Ross sugiere que estarebelión anticipó puntos de vista contemporáneos sobre arte y ecología, y que las diferen-cias entre marxistas y anarquistas eran menores de lo que se piensa.El 18 de marzo de 1871, artesanos y comunistas, obreros y anarquistas, tomaron la ciudadde París y establecieron la Comuna. Este experimento radical de autogobierno socialistaduró 72 días, antes de ser aplastado por una brutal masacre que estableció la TerceraRepública Francesa. Pero socialistas, anarquistas y marxistas nunca dejaron de discutir elsignificado de esa acción.Kristin Ross, en su nuevo libro, el potente Communal Luxury: The Political Imaginary ofthe Paris Commune, expone con la mayor claridad los debates acumulados sobre laComuna, que, como ella misma dice, osificaron falsas polémicas: anarquismo versus mar-xismo, campesino versus obrero, terrorismo revolucionario jacobino versus anarcosindica-lismo y así sucesivamente.Ahora que la Guerra Fría ha terminado y el republicanismo francés está agotado, argumen-ta Ross, finalmente podemos librar a la Comuna de esta esclerosis. Esa emancipaciónpuede, a su vez, revitalizar a la izquierda contemporánea para actuar y pensar sobre losdesafíos de hoy. Ninguna obra especifica de forma más completa lo que dijo Marx, paraquien el mayor logro de la Comuna de París fue su "existencia real en ejercicio".

Manu Goswami entrevista aKristin Ross

Comuna de París:rebelde, controvertida y actual

Kristin Ross (1953) es profesora de literatura comparada en laUniversidad de Nueva York y especialista en literatura y culturafrancesa de los siglos XIX y XX. La versión original de la entrevis-ta fue publicada en inglés en la revista Jacobin. Esta traducción alcastellano se basa en la traducción brasileña al portugués de VilaVudu, adaptada a Portugal por esquerda.netKristin Ross: Communal Luxury. The Political Imaginary of theParis Commune, Verso 2016https://www.versobooks.com/books/2253-communal-luxuryhttps://www.akal.com/libro/lujo-comunal_35187/

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P.- Su libro reinterpreta la Comuna de Parísen nuestro tiempo. ¿Por qué ese movimien-to es un recurso para pensar las exigenciasdel presente?KR.- Me alegra que haya elegido "recurso"en lugar de "lección". La gente suele insis-tir en que el pasado nos daría lecciones onos enseñaría qué errores evitar. La litera-tura sobre la Comuna está llena de corazo-nadas, de trabajos de ingeniería, de profetasdel pasado, de gente que disfrutan haciendouna lista de sus errores: oh, si los comune-ros hubieran hecho esto o aquello, saquea-do el dinero del banco, marchado sobreVersalles, hecho las paces con Versalles, sise hubieran organizado mejor, entonces sí,¡habrían tenido éxito!Para mí, este tipo de superioridad teóricapost-facto es a la vez estúpida y profunda-mente ahistórica. Nuestro mundo no es elmundo de los comuneros. Cuanto antescomprendamos esa diferencia, tanto másfácil será percibir en qué aspectos sumundo, de hecho, está muy cerca del nues-tro, más cerca quizás que del mundo de lageneración de nuestros padres.La forma en que vive la gente hoy en día,especialmente los más jóvenes, es muysimilar a la inestabilidad económica queenfrentaron los trabajadores y artesanos delsiglo XIX, quienes hicieron la Comuna.Muchos de ellos dedicaban más tiempo abuscar trabajo que a trabajar.Desde 2011, con la reanudación práctica-mente en todas los lugares de una estrategiapolítica basada en la toma de espacios, enla ocupación de locales y territorios y en laconversión de ciudades enteras, desdeEstambul a Madrid, de Montreal a Oak -land, en teatros para operaciones estratégi-cas, la Comuna de París volvió a ser visi-ble, como si fuese una nueva iluminación,y entró de nuevo en nuestro presente comoparte de lo figurable.Sus formas de invención política volvierona ser viables para nosotros, no como leccio-nes sino como recursos, o como lo queAndrew Ross, comentando mi libro, llamó"un archivo utilizable". La Comuna se con-

virtió en imagen para una historia, y quizáspara un futuro, diferente de los caminosque tomó la modernización capitalista ydiferente también de los caminos quesiguió el Estado socialista utilitario.Es un proyecto que, creo, hoy compartemucha gente, y el imaginario de la Comunaes central en este proyecto. Por eso, en ellibro, traté de pensar en la Comuna, simul-táneamente, como perteneciente a nuestropasado y como una especie de apertura delcampo de futuros posibles, en medio denuestras luchas actuales.P.- El lujo comunal fue el lema de la sec-ción de artistas de la Comuna y da título asu libro. ¿Puede hablarnos de la génesis deesa expresión?KR.- A diferencia de la "república univer-sal", el "lujo comunal" no era una de lasconsignas retumbantes de la Comuna.Encontré la expresión en la última frase delmanifiesto que artistas y artesanos elabora-ron bajo la Comuna, cuando se auto-orga-nizaron en una federación. Para mí se con-virtió en una especie de prisma a través delcual refractar varios inventos e ideas clavede la Comuna de París.El autor de la expresión, el artesano deartes decorativas Eugène Pottier, es másconocido hasta el día de hoy como autor deLa Internacional, compuesta al final de laSemana Sangrienta, antes de que la sangrede las masacres se secara en las aceras. Loque él y otros artistas querían decir con"lujo comunal" era algo así como un pro-grama de acción para la "belleza pública":mejora de pueblos y ciudades, el derechode todas las personas a vivir y trabajar enun entorno agradable.Puede pensarse que se trata de una pequeñaexigencia, incluso simplemente "decorati-va". Pero, de hecho, implica no solo lacompleta reconfiguración de nuestra rela-ción con el arte, sino también con el traba-jo, con las relaciones sociales, con la natu-raleza y con el entorno vivido. Significauna movilización total hacia las dos consig-nas de la Comuna: descentralización y par-ticipación. Implica arte y belleza despriva-

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tizadas, plenamente integradas en la vidacotidiana, no escondidas en salones priva-dos ni centradas en una monumentalidadnacionalista obscena.Los comuneros demostraron con sus actosque los recursos y los logros estéticos deuna sociedad ya no tomarían la forma de loque William Morris llamó "esa pieza bási-ca de tapicería napoleónica", la ColumnaVendôme. En la pos-vida de la Comuna, enel trabajo de Elisée Reclus, Morris y otros,se muestra cómo la afirmación de que elarte y la belleza florecen en la vida cotidia-na contenía las ideas clave de lo que ahorallamaríamos el deseo "ecológico" y que sepuede percibir en la "noción crítica debelleza" de Morris, por ejemplo, o en lainsistencia de Kropotkin en la importanciade la autosuficiencia regional.En sus fronteras de alcance más especulati-vo, el "lujo comunal" implica un conjuntode criterios, de sistemas de valoración dis-tintos a los que ofrece el mercado, paradecidir qué valora una sociedad, qué consi-dera precioso. La naturaleza no se valoracomo una reserva de recursos, sino comoun fin en sí misma.P.- Su libro extiende la vida de la Comunaa las obras de Kropotkin y el socialista bri-tánico William Morris, entre otros.KR.- Es demasiado fácil dejarse llevar, enun trance de horror, por lo que Flaubertllamó la "goticidad" de la Comuna, expre-sión con la que espero que se refiriera a loshorrores de la Semana Sangrienta, la masa-cre de miles de personas que condujo alfinal de la Comuna. De ninguna maneraminimizo el significado de la masacre. Dehecho, veo en ese asombroso intento, porparte del Estado, de exterminar uno a uno ymasivamente a sus enemigos de clase, elacto fundacional de la Tercera República.Pero me he dedicado más a documentar loque, para mí, sería la prolongación de laComuna, la manera en que el pensamientocomunero continuó desarrollándose tras laSemana Sangrienta, con los sobrevivientesde la Comuna exiliados reuniéndose y tra-bajando juntos con partidarios como los

que mencionas, compañeros de viaje paraquienes los acontecimientos de la Comunahabían alterado profundamente lo que Jac -ques Rancière llamaría "la distribución delo sensible".Describo cómo la onda expansiva produci-da por la Comuna y las consiguientes dis-cusiones y prácticas de sociabilidad poste-riores, junto a las que sobrevivieron a laComuna, cambiaron los métodos de estospensadores, los temas que analizaron, losmateriales que seleccionaron, el panoramaintelectual y político que trazaron para símismos... en resumen, su camino.Estas ondas post-shock inmediatas son lacontinuación de la lucha, por otros medios.Son parte del exceso del evento y son tanabsolutamente vitales para la lógica decualquier evento como las acciones inicia-les en las calles.Quizás el mayor cambio pueda detectarseen la trayectoria de Marx después de laComuna, un cambio que toma la formaparadójica tanto de un fortalecimiento desu teoría como de una ruptura con el con-cepto mismo de teoría. Para Marx, laComuna mostró muy claramente que lasmasas no solo dan forma a la historia, sinoque también, al darle forma, transforman elpresente y también transforman la teoríamisma. Esto, de hecho, es lo que HenriLefebvre tenía en mente cuando hablaba dela "dialéctica de lo vivido y lo percibido".El pensamiento y la teoría de un movimien-to solo se desencadenan con el movimientoy después del movimiento. Son las accio-nes las que crean sueños, no al revés.P.- Piotr Kropotkin, Elisée Reclus yWilliam Morris estaban, como usted argu-menta en su libro, preocupados por movili-zar las "energías de lo antiguo", asociadascon formas precapitalistas y no capitalistas,con el potencial radical de las prácticasemergentes.KR.- No solo estos, sino también Marx sepreocupó por la existencia, "anacrónica" ensu propio tiempo, de formas y modos devida precapitalistas.El destino de las obshchina, esas formacio-

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nes agrarias comunales rusas, que duraronsiglos, fue un foco importante de las preo-cupaciones de los socialistas occidentales.El desafío teórico que tomó forma despuésde la Comuna giró en torno a la cuestión deuna forma-comuna revitalizada: cómo pen-sar juntas (a) la asombrosa insurección quetuvo lugar en una gran capital de Europa y(b) la persistencia de esas antiguas formascomunistas en el campo.Todos estos pensadores eran muy conscien-tes de lo que podríamos llamar "fisuras enel tiempo", momentos en los que la conti-nuidad ininterrumpida de la modernidadcapitalista parece romperse y abrirse comoun huevo. Los historiadores, en general,temen al anacronismo como el mayor errorposible. Tienden, por ejemplo, a minusva-lorar el interés de Morris por la Islandia desu tiempo y por su pasado medieval, comosi fuera una nostalgia obsesionada. Dehecho, Morris fue capaz de ver formacio-nes precapitalistas y formas de vida comolas que habían florecido en la Islandiamedieval como algo pasado, parte de la his-toria, y, al mismo tiempo, como figurativasde un futuro posible.Esto no es una señal de nostalgia, sino deun modo de pensar profundamente histori-zado. Sin esto, no tenemos manera de pen-sar en la posibilidad de cambio, ni de vivirel presente como algo contingente y sin undesenlace conocido.

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IArte, poesía, revolución..., no se pueden separar, sobre todo en tiempos de crisis, de cam-bios. En la actualidad el Grupo Surrealista de Madrid afirma que "[la poesía] se hace depo-sitaria de un espíritu revolucionario al ejercer la crítica radical permanente del clima socio-político e intelectual de su época, conduciendo su energía mediante una imaginación quese alza contra las formas establecidas de vida y pensamiento" [VV. AA.: Situación de lapoesía (por otros medios) a la luz del Surrealismo. Edita: Traficantes de Sueños, Edicionesde la Torre Magnética, Fundació d'Estudis Llibertaris i Anarco-sindicalistes y Colectivo deTrabajadores Culturales La Felguera]. En los años setenta del siglo XX Ernesto Cardenal(creo que la frase que encabeza el texto es suya), Julio Cortázar y otros daban charlas sobrearte y revolución. Unas décadas previas Mayakovsky identificó su poesía con aquellarevolución que en diez días conmovió al mundo (1). Y unas décadas más atrás París anun-ciaba la fiesta libertaria, la revolución del arte, de la vida: la Comuna de París de 1871.El fracaso de la revolución de 1848 y el Golpe de Estado de Luis Napoleón Bonaparte die-ron origen al Segundo Imperio Francés. Una época de grandilocuencia y escenificación,de arte ecléctico sin estilo propio, donde brillan artistas mojigatos discípulos de la moraltriunfadora e hipócrita, artistas de segunda fila, arte fácil y que se esconde tras el Arte porel Arte que ni siquiera se parece a eso mismo: arte; el arte, para ser crítico y ofrecer nue-vos paradigmas, debe huir del eclecticismo.La situación en política y en arte empieza a dar un giro cuando Courbet rechaza neoclasi-cismo y romanticismo; su realismo es, desde los inicios, revolucionario. El estudio del pin -tor se convierte en tertulia de artistas con pretensiones de cambio: Baudelaire, Corot, Dau -mier, Champfleury, Bonvin, Proudhon... El principio de un profundo cambio se realiza conla exposición de Courbet, titulada "Pabellón de Realismo", al margen de la Aca demia. Otrofactor que explica el inicio del cambio es el procesamiento de Gustave Flaubert a causa desu "inmoral" Madame Bovary. Y por fin, las elecciones de 1863 en las que surge una opo-sición, bien es verdad que poco combativa, pero oposición al fin, dan origen a nuevas ten-dencias. Se inicia entonces un período en el que la burguesía liberal comienza a sentir ame-nazado su poder por el cesarismo de Napoleón III, por lo que su ejército, puesto que se ali-menta del dinero salido de las arcas de esa burguesía, es el que em plea el emperador parareprimir y jugar a la guerra imperialista, sus gastos provocaron una crisis económica en laburguesía, por eso ahora no duda en buscar una alianza contra natura con otras clasessociales alejadas del poder. Regresa así con fuerza el apoyo a la república.En este contexto el arte naturalista se convierte en la alternativa revolucionaria. Zola -delque nadie niegue su paternidad, habla de la influencia que ejerció en él Madame Bovary yLa educación sentimental de Flaubert -no es en estos momentos ningún revolucionario, sies que reivindicar la república frente a Napoleón III es considerado como tal-, tampoco es

Enrique Bienzobas

Arte y revoluciónen la Comuna de París de 1871

El triunfo de la revolución es el triunfo de la poesía

Cartel revolucionario de los años 70 del siglo XX

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el primero en referirse al Na turalismocomo estilo artístico. Fueron los hermanosGoncourt que en Germinie La certeux(1865) escriben en el prefacio lo que seconsidera el punto de partida de di cho esti-lo artístico. Ese nuevo arte, enfrentado conel Romanticismo, al igual que la política,empieza a dar señales de iniciativas frenteal eclecticismo, frente a la política oficial.

IIReferirnos al arte durante la Comuna esreferirnos a la Federación de Artistas dePa rís, organismo que nació con la mismaComuna de la mano de Gustave Courbet, elcreador de El taller del pintor (1855, Mu -seo de Orsay, París) -como él apostilló, unaalegoría real, es decir, los personajes queaparecen en el taller son reales y, a la vez,representan cada uno una alegoría-, fuerte-mente influenciado por el anarquismomutualista de su gran amigo Proudhon,pre tende hacer con el arte una pedagogíamoral y libertaria, y a eso mismo aspira conla Federación: garantizar a cada artista, dela categoría que fuere, una libertad comple-ta de cualquier injerencia, ya sea estatal oprivada, también proponía la creación decentros de arte donde se enseñara la filoso-fía del arte, su ética, así como su historia,rechazando categóricamente la escuela ofi-cial elitista y academicista. El Manifiestode la Federación de Artistas de París fuefir mado por pintores, escultores, caricatu-ristas, grabadores, críticos, arquitectos,ornamentalistas, fotógrafos... Entre elpúblico, que asistía a sus reuniones (cadaasistente tenía voz y voto), había mujeres,poetas, periodistas, escritores..., como diceel Manifiesto, fue una asamblea de "todaslas inteligencias artísticas".Desgraciadamente el tiempo de las cerezasfue muy corto [del poema "El tiempo de lascerezas", de Jean-Batiste Clement], losrevolucionarios no lo tuvieron pero sí pro-puestas que hubieran desarrollado de ha - ber lo tenido, solo les cupo ponerse al fren -te de instituciones culturales -por ejemplo,Jules Dalou (1832-1902) fue propuesto co -

mo subdirector interino del Museo delLouvre, Élie Reclus como director de la Bi -blio teca Nacional, etc.- para defender suexistencia. Courbet propuso la transforma-ción de las estaciones de fe rro carril, queseguirían funcionando como tales, en tem-plos de la pintura, donde los nuevos "san -tos" serían los murales de in dustrias y sustemas morales los antiguos "milagros".Podemos destacar a otro artista, de los cien-tos que colaboraron con la Comuna, porejemplo al escultor y escritor Eugène Po -ttier, que, inspirado en los acontecimientosde la Comuna, escribió para la sección de laInternacional lo que se convirtió en el him -no internacionalista del proletariado mun-dial: La Internacional (la música la compu-so el músico obrero belga Pierre Degeyter),en la que llamaba desde la Comuna a lospobres de la tierra a agruparse para la luchafinal. Quince años más tarde fue adoptadapor los marxistas. Un aspecto interesante de la Comuna fue lafotografía. No fue la primera revolución fo -to grafiada, es posible que fuera la de 1848,pero el uso documental y propagandistaque se realizó de ella, sobre todo la de losfo tógrafos comerciales que huyeron aVersalles y que sirvieron para identificar aco muneros, o para la policía, como la fotode Théophile Ferré tomada por EugèneAppert. Muchas fueron anónimas, pero hu -bo fotógrafos destacados como Bruno Bra -quehais y sus tomas de barricadas; por susencuadres pasaron mujeres, niños, comba-tientes, también realizó una serie completasobre la caída de la columna Vendôme y laimagen de Napoleón.No cabe duda de que durante la Comuna elaspecto más destacado fue el del periodis-mo y el cartel. "¡La Comuna ha sido pro-clamada!", escribía Jules Vallès en su pe -riódico, rescatado ahora de la censura im -perial, Le Cri du Peuple, el día 30 de mar -zo, y añadía, "salió de las urnas, triunfante,soberana y armada..." Pues la idea era esa:huir por todos los medios de la guerra civil,tal y como este mismo autor había insistidoanteriormente: "¡No dispares, porque qui-

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zás querrían que disparases! […]. ¡No dis-pares socialista!; el resplandor de una ideaabrasa a un mundo e ilumina a otro" (LeCri du Peuple, 28 de febrero), lo cual noimpidió la necesidad de defender las barri-cadas cuando la situación lo exigió.Muchos fueron los periódicos que saltarona la luz con la libertad, otros se retirarondebido a las normas publicadas para que,entre otras condiciones, no hubiera artícu-los sin firmar con el verdadero nombre delautor. La mayoría de poetas y novelistasfederados escribieron en alguno de ellos oen más de uno. Jules Vallès, fundador de LeCri du Peuple, escribe también en LaMarselleise, desde donde defiende la nega-tiva a pagar impuestos, al servicio militar yal alquiler. Su Le Cri..., prohibido tras laderrota de la Comuna, vuelve a resucitar enoctubre de 1880, tras la amnistía. Poeta delenguaje directo y corrosivo es un ejemplode entusiasmo revolucionario: "¡Tengo lafiebre del entusiasmo!" [Citado por Jean-Pierre Chabrol en Los poetas de la Comu -na. Los Libros de la Frontera. Barcelona,1975. Pág. 237].No podemos olvidar el oficial Journal de laCommune, donde Élie Reclus describía el22 de marzo la situación originada tras laproclamación de la Comuna: "Es la másseria realización de la anarquía que un uto-pista haya podido jamás imaginar. Legal -mente no tenemos gobierno, ni policía nipolicías, ni magistrados ni procesos, niagen tes judiciales ni protestos, los propie -ta rios huyen en masa abandonando los in -muebles a los inquilinos, ya no hay solda-dos ni generales" (2). Los hermanos Re -clus, Élie y Élisée, habían estado muy acti-vos tanto científica como políticamente. Enesta última actividad habían creado, junto atres compañeros, la revista La Républiquedes Travaillerus (de muy corta vida) cuan-do cayó el Imperio, donde desde el primernúmero abogaban por transformar la"República de la Libertad" en la "Repú -blica de la Igualdad". El 26 de marzo de1871, los hermanos publican un Lla -mamiento al pueblo de París que, además

de ser publicado en Le Cri du peuple, vanpegando por las paredes: "...Entre republi-canos, entre ciudadanos y franceses no hayque pronunciarse con fusiles ni cañones,sino con el sufragio universal. ¡Ciudadano,a las urnas!"También hubo escritores opuestos a laComuna (3), si bien sus "argumentos" nosalen del insulto, la mentiras y la manipula-ción política. Para ellos el arte es un ejerci-cio aristocrático, elitista. Algunos son ro -mánticos conservadores y la mayoría abra-za el "arte por el arte".Para esos escritores el pueblo y la bohemiason, sobre todo a partir de 1848, algo nefas-to que habría que ser sometido eternamen-te. Los pocos que al principio son favora-bles al movimiento federalista (4), ensegui-da se echaron para atrás condenando elfusilamiento de generales versalleses, sinhablar para nada de los cientos de fusila-mientos ejecutados por el ejército de Ver -salles sin ningún juicio previo y sin men-cionar que la Comuna no firmó ningunacondena a muerte, fueron los ciudadanoslos que ejecutaban en función del cabreoque pudieran tener.Para los escritores opositores el pueblo erael populacho, la mujer una prostituta y losextranjeros era los criminales huidos de suspaíses que llegaban a París donde reinabael desorden y, ya se sabe, "a río revuelto..."Sus "temas" se repiten una y otra vez.

IIINo quiero terminar esta alusión a laComuna y el arte sin mencionar, aunquesolo sea de pasada, dos temas muy intere-santes. Uno el de Rimbaud, el de LouiseMichel el otro.Arthur Rimbaud no participó en laComuna, no fue un federado. Eso sí, estu-vo siempre a favor de lo que en ella se ha -cía, incluso defendió sus posicionamientoscuando ya el poeta dejó de ser uno de aque-llos "monos azules del proletariado". LaComuna le inspiró algunos de sus grandespoemas, como La orgía parisiense (tam-bién conocido como París se vuelve a po -

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blar), Las manos de Jean-Marie, El barcoebrio... Algo más tarde escribió el proyectode una Constitución comunista (5).El otro tema es el de Louise Michel. Fueuna de Las petroleras, grupo de mujeressolidarias y combatientes que en las barri-cadas de la plaza Blanche aguantaron cua-tro horas a las tropas de Versalles. Artista,maestra, participante en charlas y asamble-as políticas, enfermera de ambulancia,guardia del 61 Batallón federado de París,asesora de instrucción y educación, comba-tiente en las barricadas... [Louise Michel,La Comuna de París, traducido por la li bre -ría La Malatesta, ed.: La Malatesta-Tierradel Fuego, Madrid 2014, en cuyo prólogoDolors Marin Silvestre nos habla de suvida, su obra y sus sueños]. Michel fue unamujer extraordinaria, en lucha por la liber-tad, que viaja, intelectual y materialmente,del positivismo al anarquismo, en unaaventura sensacional a la vez que hermosa.Al ser derrotada por las fuerzas reacciona-rias compuestas por militares franceses yprusianos, es detenida y juzgada. Michelempleó el juicio como tribuna política:"Puesto que parece que todo corazón quelate por la libertad solo tiene derecho a unpoco de plomo, ¡reclamo mi parte! Si uste-des me dejan vivir, no cesaré de gritar ven-ganza, y denunciaré a la venganza de mishermanos a los asesinos de la comisión degracias [aquí el presidente del tribunal lecorta la palabra] Si ustedes -continúaLouise Michel– no son unos cobardes,mátenme..." [ibidem, 334-335].El tribunal no la condenó a muerte, pero síal destierro que sufrió en Nueva Caledonia.El viaje duró cuatro meses, donde mantuvoreuniones con Henri Rochefort, fundadorde la revista La Marseillaise. En la coloniacolabora con la población canaca en su lu -cha por la independencia, aprendiendo sulen gua y realizando labores de enseñanzacon ellos. También conoce allí a otra fede-rada, Nathalie Lemel, de la charla entreambas nacieron en Michel las ideas anar-quistas que ya rondaban su cabeza.

Notas1. El giro dado por los autoritarios a esarevolución dejó de conmover hasta el puntoque llevó al poeta futurista a utilizar unapistola como llave para llegar a Caronte.2. Publicado en Élie Reclus, La Communede Paris au jour le jour. 19 marzo. Citadopor Federico Ferretti "La Comuna de Parísy los orígenes del pensamiento anarquista:la experiencia de los hermanos Reclus", enGerminal, revista de estudios libertarios.Núm. 8 octubre 2009. Págs. 3-42.3. Paul Lidsky: Los escritores contra laComuna. Trad.: Aurelio García del Caminoy Dirección Única. Ed.: Dirección Única.Barcelona 2016. El autor, en su introduc-ción, afirma que "...todos los demás escri-tores notables toman posición abiertamentecontra la Comuna". Las excepciones de lasque nos habla son Vallès, Rimbaud,Verlaine, Villiers de L'Isle-Adam y VictorHugo. Sin embargo Choury y Chabrol ensu Los poetas de la Comuna ya menciona-do, hablan de 22 poetas y escritores más unanónimo. ¿Qué no fueran tan notablescomo los que él cita? Puede ser, pero lacalidad es muy subjetiva, el gusto cambian-te y las modas odiosas.4. Los revolucionarios emplearon en todomomento el término federal para referirse aellos mismos, pues promovían una federa-ción de pueblos, siendo conscientes de queel movimiento asambleario era extremada-mente difícil, por no decir imposible, den-tro de las fronteras de un país. El ejemplomás destacado de esa revolución libertariafue el intento, que Versalles junto con elejército prusiano hicieron imposible, de laFederación del Jura, en Suiza, de apoyar elmovimiento federal.5. El libro de Pierre Gascar, Rimbaud y laComuna, Trad.: Manuel Ruiz Angeles, Ed.:Cuadernos para el Diálogo, Madrid 1971,es fundamental para el estudio de este pasa-je de la Comuna así como de la vida delpoeta.

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José Luis Carretero

Después de la Comuna, ¿qué?La reconstrucción delmovimiento obrero francés

“Diez años nos separan ya” -escribe Pedro Kropotkin en 1881- del día en que el pueblo deParís, derrocando el gobierno de los traidores que se hicieron con el poder a la caída delImperio, se constituyó en Comuna y proclamó su independencia absoluta. Y, sin embargo,es todavía hacia esa fecha del 18 de marzo de 1871 hacia donde se dirigen nuestras mira-das, es a ella donde están ligados nuestros mejores recuerdos; es el aniversario de esta jor-nada memorable lo que el proletariado de dos mundos se propone festejar solemnemente(…)Porque la idea, por la que el proletariado francés vertió su sangre en París y por la que hasufrido las plagas de Nueva Caledonia, es una de esas ideas que, por sí mismas, contienentoda una revolución, una idea amplia que puede acoger bajo los pliegues de su banderatodas las tendencias revolucionarias de los pueblos que marchan hacia su liberación”.Kropotkin, paje del zar huido de la fortaleza de San Pedro y San Pablo de San Petersburgo,en la que había sido encarcelado por su activismo democrático, revolucionario transeuro-peo y animador de revistas anarquistas de referencia en todo el mundo, se pregunta unadécada después de la Comuna: “¿De dónde viene esa fuerza irresistible que atrae hacia elmovimiento de 1871 las simpatías de todas las masas oprimidas? ¿Qué idea representa laComuna de París? Y, ¿por qué esa idea es tan atractiva para los proletarios de todos los paí-ses, de toda nacionalidad?”Y, prestamente, se responde a sí mismo: “La respuesta es fácil. La revolución de 1871 fueun movimiento eminentemente popular. Hecho por el pueblo mismo, nacido espontánea-mente en el seno de las masas, en la gran masa popular, donde encontró sus defensores,sus héroes, sus mártires, y sobre todo ese carácter canalla que la burguesía no le perdona-rá jamás. Y, al mismo tiempo, la idea generatriz de esa revolución, vaga, es verdad, incons-ciente, quizá, pero, no obstante, bien enunciada a través de todos sus actos, es la idea dela revolución social que intenta establecer al fin, después de tantos siglos de lucha, la ver-dadera libertad y la verdadera igualdad para todos.”Pero la Comuna fue derrotada. Anegada en sangre. La represión fue feroz. Los distintosnúcleos de militantes que la nutrieron de discurso y la implementaron fueron desarticula-dos, encarcelados, asesinados, vilipendiados. Auguste Blanqui no fue liberado hasta 1879,después de una fuerte campaña internacional por la amnistía.¿Cómo se reconstruyó el movimiento obrero francés tras la Comuna? ¿Cómo se reorgani-zaron las fuerzas del cambio social? ¿Cómo se rehace, se rearticula, se levanta de nuevo,un movimiento que ha sufrido una brutal derrota? Esa es, también, una pregunta enorme-mente pertinente en nuestros días.

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Tras la Comuna el sindicalismo tardó enrearticularse, y lo hizo fundamentalmentedesde posiciones corporativistas despoliti-zadas. Se intentaba hacer sobrevivir a losorganismos obreros aceptando la legisla-ción vigente (fuertemente represiva hacialas ideas representadas por los Commu -nards) y presentándolos como simples gre-mios dedicados a la mejora de las condicio-nes de trabajo y de vida de sus miembros.Las perspectivas políticas de los militantesbasculaban, fundamentalmente, entre laaún pujante tradición proudhoniana y elcorporativismo. El marxismo empieza aintroducirse en Francia gracias a los traba-jos y acción de Jules Guesde, cuya aproxi-mación a la obra teórica de Marx, segúnAndré Barjonet “fue siempre un pocomecanicista y esquemática, cuando noincluso estrecha”.Entre 1865 y 1867 se dan los primeros des-tellos de una incipiente reactivación, con laconstitución de las primeras Bolsas delTrabajo en París, Marsella, Nimes yBourges. Las Bolsas son grandes locales yentidades organizativas donde se dan citalas cooperativas obreras y los sindicatos deuna misma localidad, en las que las activi-dades culturales son habituales y suelehaber una biblioteca y una Bolsa deEmpleo que inicia procesos de negociacióncolectiva con el empresariado.A partir de 1887, el sindicalismo francés seve sometido a una creciente agitación cen-trada en la consigna de la huelga general,por parte de una nueva generación de mili-tantes. Se producen las primeras celebra-ciones del 1 de Mayo, impulsadas porJoseph Tortellier, Aristide Briand yFernand Pelloutier. Tortellier, de forma rei-terada, lanza la propuesta de la huelgageneral con una triple finalidad: afirmar lasolidaridad con las huelgas locales y secto-riales, arrancar reivindicaciones políticas alGobierno, y realizar una intentona revolu-cionaria que establezca las bases de unsocialismo propiamente sindical.En 1892, bajo la inspiración de FernandPelloutier, que está basculando rápidamen-

te de sus iniciales posiciones cercanas alsocialismo broussista a un anarquismoobre ro de nuevo cuño, se constituye la Fe -de ración Nacional de las Bolsas del Traba -jo, un modelo organizativo innovador quecontribuye a articular regional y localmen-te a los organismos proletarios antedichoscon un funcionamiento autónomo respectode los partidos socialistas y republicanosdel momento. Un año después, este sectormilitante, que agrupa a gran parte de lossindicatos y de las Bolsas del Trabajo, con-forma el Comité Nacional de Organi zaciónde la Huelga General, y empieza a publicar,como portavoz de su corriente, el periódico“La Grève Générale”.Paulatinamente, en base al impulso de laconsigna de la Huelga General y al ejemplopráctico de las Bolsas del Trabajo, las dis-tintas corrientes autónomas van haciéndosefuertes en la Federación Nacional de losSin di catos, para acabar constituyendo, enel Congreso de Limoges de 1895, una orga-nización propia e independiente: la Confe -deración General del Trabajo (CGT), quetermina por confluir con el movimiento delas Bolsas del Trabajo en un nuevo Con -gres o en 1902, que nombra secretario gene-ral de la entidad resultante a VictorGriffuelhes.En 1906, en plena expansión, la CGTaprue ba la llamada Carta de Amiens, sudocumento programático fundamental. Enlos siguientes años, se desarrolla el trabajomás conocido del sindicalismo revolucio-nario francés, tanto desde el punto de vistaorganizativo como desde una perspectivateórica. Se suceden los textos de sus acti-vistas y pensadores más afamados, comoFernand Pelloutier, Hubert Lagardelle,Geor ges Sorel (con sus famosas “Refle -xiones sobre la violencia”, publicadas enFrancia en 1908), Edouard Berth, PaulDellesalle, Georges Yvetot o Emile Pouget,entre otros.La corriente del “sindicalismo revoluciona-rio” francés es una amalgama plural demilitantes que se identifican con perspecti-vas ideológicas variadas. Junto al marxis-

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mo de la “Nueva Escuela” representado porSorel o por Berth, encontramos también“anarquistas obreros” como Pelloutier oPouget, en un equilibrio inestable, pero fir-memente basado en una serie de elementosteóricos compartidos.La base de esa acción conjunta está en elrechazo, por parte de una nueva generaciónactivista, de los dos polos fundamentalesdel pensamiento heredado en su tiempo,que habían permeado profundamente elmundo sindical, convirtiéndolo en unacorrea de transmisión de perspectivas degrupo ajenas a la propia experiencia de lalucha de clases. Estos dos polos están cons-tituidos por el socialismo y el republicanis-mo parlamentarios, por un lado, y el anar-quismo doctrinario, contrario a la acciónsindical, por el otro.Las críticas al parlamentarismo y al refor-mismo de socialistas y republicanos for-man una parte esencial del pensamiento delos teóricos del sindicalismo revoluciona-rio. Así, Hubert Lagardelle, por ejemplo,escribe: “Los socialistas parlamentarioshan creído que no había más que apoderar-se del Estado para cambiar la faz delmundo. Un simple decreto de la autoridadpolítica sancionaba la obra de la evolucióncapitalista, y así, la sociedad nueva se crea -ba mecánicamente. Este optimismo guber-namental que reduce todo a una simplemodificación del personal político, lo hancompartido por igual las dos formas delsocialismo parlamentario: el socialismoreformista y el socialismo revolucionario.Uno y otro tienen la misma fe en la virtudmágica del poder. Sólo se diferencian en lamanera de entender la conquista delEstado. Los reformistas aspiran a poseerlopoco a poco, en colaboración con losdemás partidos, hasta el momento en que,habiendo conseguido la mayoría parlamen-taria, dispongan de todo él. Los revolucio-narios lo quieren en bloque, por un golpede fuerza, dictatorialmente. Pero ni losunos ni los otros parecen comprender quela posesión del Estado por políticos socia-listas no haría adelantar la cuestión ni una

pulgada. Los sentimientos y aptitudes delos hombres no se transforman por unaorden dictada por el Poder, y el mecanismolegislativo no suple a una realidad desfalle-ciente. El Estado, organismo muerto y ex -te rior a la sociedad, no produce nada: solola vida es creadora.”Lagardelle entiende que: “Este error delsocialismo parlamentario dimana, según elsindicalismo, de su creencia en que los par-tidos eran la expresión política de las cla-ses. Más, si las clases son los productosnaturales de la economía y de la historia,los partidos no son más que creaciones arti-ficiales de la sociedad política. Sus rivali-dades e intrigas no afectan al fondo real delmundo social. No hay ninguna relaciónentre la ascensión al poder de políticossocialistas y los progresos de la clase traba-jadora. La participación en el gobierno dediputados socialistas como Millerand,Briand y Viviani, no ha cambiado la natu-raleza del Estado, no ha modificado lasrelaciones entre las clases ni ha dado alproletariado la capacitación que necesita. Ylo que es cierto de la conquista fragmenta-ria del Estado por algunos socialistas, esigualmente exacto con respecto a su con-quista global por todo el partido socialista.Cuando Augusto bebía, quizá Polonia estu-viera borracha; pero, aunque algunos socia-listas sean ministros, o aunque todos losmi nis tros sean socialistas, los obreros se -guirán siendo obreros.”Lagardelle, además, enfatiza los efectosperversos de la confianza en el socialismoparlamentario para el proletariado francés:“El peligro de semejante táctica es grave:concentrando de este modo todas las espe-ranzas del proletariado en la intervenciónmilagrosa del Poder, diciéndole que esperesu liberación de una fuerza externa, elsocialismo parlamentario ha paralizado enél todo esfuerzo personal y le ha desviadode obras positivas. Más aún: al reclamar laextensión ilimitada de las funciones delEstado, se ha confundido con el estatismovulgar, es decir, con la más deprimente delas concepciones sociales.”

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Pero la nueva generación militante tambiénmarca las diferencias con lo que podríamoscalificar de “anarquismo doctrinario e indi-vidualista”. El anarquismo de las grandespersonalidades, de los mitos utópicos, de lacorrespondencia internacional entre gentesque poco o nada quieren tener que ver conlas luchas obreras reales. Por ello, EdouardBerth afirma en su folleto “Anarquismo ysindicalismo”: “El anarquismo es siempreuna protesta contra la civilización capitalis-ta, considerada por él como un régimenbárbaro y monstruoso de violencia y opre-sión. Y el carácter de esta protesta consisteen ser una protesta puramente negativa,hasta reaccionaria: es la protesta de las cla-ses extra-capitalistas, a las cuales el capita-lismo viene a trastornar la vida, a deshacerlos hábitos, a herir los sentimientos másprofundos y tradicionales. La protesta sin-dicalista es muy diferente. El sindicalismo,como hemos dicho, se considera el herede-ro directo del capitalismo, y admira elpoder de creación de este (…) el sindicalis-mo considera al capitalismo como un mara-villoso mago que ha sabido, gracias a laaudacia combinada con la iniciativa indivi-dual y la cooperación, hacer surgir del senodel trabajo social, donde dormían, todas lasinfinitas fuerzas productivas humanas. Pe -ro piensa que el papel histórico del capita-lismo que ha despertado el genio social,que ha sacado al trabajador de su aisla-miento, que ha plegado a los hombres altrabajo colectivo, ha terminado ya; los tra-bajadores, una vez constituidos en gruposde producción y después de haber adquiri-do en sus largas luchas contra sus patronosel espíritu de audacia y de iniciativa almismo tiempo que el sentido de la asocia-ción libre, pueden continuar la obra delcapitalismo sin necesidad de su tutela ni desu férula. Hay una transfusión del espíritude iniciativa y de responsabilidad del actualdirector privado de empresa al seno delgrupo productor; y al mismo tiempo, lafuerza colectiva obrera, dueña de sí misma,no es ya captada ni enajenada en provechode uno solo.”

Para Berth, por tanto: “La metafísica anar-quista es incapaz de comprender esta revo-lución marxista y sindicalista, porque, paraella, la sociedad no tiene existencia propiani aparece nunca más que bajo el aspectode una limitación, de una represión arbitra-ria y opresiva de la independencia indivi-dual. Es una metafísica monadológica oatomística para la cual la sociedad no esnunca sino una yuxtaposición de unidadesindividuales; lo real, a sus ojos, es el indi-viduo; lo demás solo es fantasía, quimera,ilusión. El anarquismo hace del individuoun absoluto, incapaz de entrar en ningunacombinación social sin sentirse en ella arbi-trariamente oprimido, aplastado.”A este individualismo exacerbado, el sindi-calismo opone una comprensión certera delser social, basada en que, según Berth: “So -ciedad no significaría yuxtaposición, adi-ción arbitraria de individuos que fueran ab -solutos y no entraran en un sistema dadomás que limitándose y disminuyéndoseunos a otros, antes al contrario, coopera-ción en que los esfuerzos se multiplican,unos por otros, de suerte que para el indivi-duo no hay pérdida, sino que gana con par-ticipar en ellos, pues soledad equivale a im -potencia, miseria, incapacidad, y asocia-ción significa poder, riqueza y capacidadcentuplicadas.”Pero el mismo Berth, seguidamente, nossorprende con un giro inesperado, a la horade analizar las bases teóricas que funda-mentan la propuesta propiamente sindica-lista:“Nadie ha expuesto esta teoría de la reali-dad del ser social tan magníficamentecomo Proudhon, el presunto padre delanarquismo. (…) no sería inútil, para termi-nar este estudio sobre el anarquismo y elsindicalismo, examinar de cerca el anar-quismo proudhoniano. Veremos que estesu puesto anarquismo es, en realidad, lo quellamamos sindicalismo. Claro que no exac-tamente, pero sí en su espíritu y su tenden-cia íntima. Sí; a decir verdad, Proudhon es,con Marx, el antiguo teórico más auténticodel sindicalismo revolucionario.”

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Así que la crítica del anarquismo, por partedel sindicalismo revolucionario, no es unaimpugnación “en bloque” de toda perspec-tiva ácrata, sino una crítica acerada delanarquismo concreto que se ha encontradoesta generación militante al empezar adinamizar las fuerzas del movimiento obre-ro. Lo explica Hubert Lagardelle: “No hay,pues, similitud entre el anarquismo y el sin-dicalismo. Existe, cierto, una nueva ten-dencia que con el nombre de anarquismoobrero aspira a confundirse con el sindica-lismo. Pero en realidad vuelve la espalda alas teorías anarquistas tradicionales, y elanarquismo oficial le combate, considerán-dolo como una desviación”.¿Cómo ven esta contradicción los sindica-listas revolucionarios que se consideran, altiempo, anarquistas? Hemos de tener encuenta que no son pocos ni carecen de rele-vancia en el ambiente sindical. Gran partede los cuadros de la CGT y de las Bolsasdel Trabajo se sienten estrechamente vin -cula dos con el pensamiento libertario. Cite -mos, tan solo, a Fernand Pelloutier, EmilePouget o el propio Victor Griffuelhes.Pelloutier, de hecho, publica una conocida“Carta a los Anarquistas” en la que reclamaa los libertarios que: “Respetaran a aque-llos que creen en la misión revolucionariadel proletariado de proseguir de maneramás metódica, activa y obstinada quenunca la obra de educación moral, adminis-trativa y técnica necesaria para hacer facti-ble una sociedad de hombres libres”.Pelloutier, en definitiva, piensa que “entrela unión corporativa que se elabora y lasociedad comunista y libertaria, en su pe -rio do inicial, hay concordancia”. Y terminaaconsejando a los obreros “que amplíen,pues, el campo de estudio abierto así anteellos. Que, comprendiendo que tienen ensus manos toda la vida social, se acostum-bren a no poner más que en ellos la obliga-ción del deber, a detestar y romper todaautoridad extraña. Esta es su misión, este estambién el objeto de la anarquía.”Los militantes de la CGT escribirán algu-nas de las páginas más interesantes de la

historia del sindicalismo global. Su in -fluencia sobre las dinámicas que dieronlugar al Congreso fundacional de la CNTespañola, en 1910, y el potente rastro desus planteamientos en la obra escrita de losmilitantes del sector más sindicalista dedicha organización (Ángel Pestaña, JoanPeiró, Marín Civera, Salvador Seguí) nopuede ser negada. Los wobblies norteame-ricanos, la SAC sueca o la USI italianatambién fueron fuertemente influenciadospor las perspectivas del sindicalismo revo-lucionario francés.La CGT acabó transformándose. Tras losfracasos a la hora de intentar implementarla Huelga General Revolucionaria prometi-da, el impacto de la deriva patriotera delsindicalismo europeo durante la PrimeraGuerra Mundial empezó a agrietarla, pro-vocando la escisión de los sectores comu-nista y anarquista, y de los sindicalistasmás revolucionarios, que formaron laCGTU (Confederación General del TrabajoUnitaria), que pronto caería bajo el influjodominante del Partido Comunista Francés,mientras los anarquistas, liderados porPierre Besnard, trataban infructuosamentede dar vida a una nueva CGT-SR (Confe -deración General del Trabajo-SindicalistaRevolucionaria). En el verano de 1936, trasuna enorme oleada espontánea de ocupa-ciones de fábricas, la CGT más sindicalistafirmaría con el Estado francés el acuerdoque, a la postre, significaría el pistoletazode salida del Estado de Bienestar enOccidente (vacaciones pagadas, segurossociales, convenios colectivos…). La pos-terior reunificación de CGT y CGTU daríalugar a una nueva central, mayoritaria enFrancia tras la Segunda Guerra Mundial,de di cada al sindicalismo de concertación,pese a mantener formalmente la vigenciaestatutaria de la “Carta de Amiens” y ellenguaje “incendiario”. Su papel reacciona-rio en la gran conflagración de mayo de1968 ha sido muchas veces remarcado.Las trayectorias vitales de muchos de losmilitantes de las primeras generaciones delsindicalismo revolucionario francés tam-

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bién darían para debates enardecidos.Benoit Franchon pasó del anarquismo alestalinismo, y de ahí a convertirse en elparadigma del gran burócrata sindical.Geor ge Sorel se convirtió, consciente oinconscientemente, en la musa de los “sin-dicalistas nacionales” italianos que funda-ron el Partido Nacional Fascista junto aBenito Mussollini, Dellesalle fue ministrode Trabajo en el régimen de Vichy,Lagardelle combatió en la Resistencia con-tra los nazis. Fernand Pelloutier murióabsurdamente joven, derrotado por latuberculosis y el exceso de trabajo.En todo caso, después de la inspiradora ysangrienta derrota de 1871 hubo un rena-cer, una reconstrucción. Se inició un nuevociclo que generó nuevas expectativas ali-mentadas por lo aprendido en la Comuna,por lo visto en París. Se iniciaron nuevastramas en la Historia de la clase obrerafrancesa. Se rememoró la sangre de losmártires y se sacaron muchas lecciones desus éxitos y fracasos, pero también seinventaron otras formas de luchar y se idea -ron nuevas consignas.

En 1881, mientras las Bolsas del Trabajoaniman y organizan de nuevo a los obrerosde las ciudades y pueblos de Francia paracelebrar el aniversario de la Comuna,Pedro Kropotkin escribe: “En efecto, losproletarios reunidos ese día en los mítinesya no se limitan a elogiar el heroísmo delproletariado parisiense, ni a clamar ven-ganza contra las masacres de mayo.Reafirmándose en el recuerdo de la luchaheroica de París, van más lejos. Discutenlas enseñanzas que hay que extraer de laComuna de 1871 para la próxima revolu-ción; se preguntan cuáles fueron los erroresde la Comuna, y ello no por criticar a loshombres, sino para hacer resaltar cómo losprejuicios sobre la propiedad y la autoridadque reinaban en ese momento impidieron ala idea revolucionaria florecer, desarrollar-se e iluminar el mundo entero con sus lucesvivificadoras.La enseñanza de 1871 ha aprovechado alproletariado del mundo entero y, rompien-do con los viejos prejuicios, los proletarioshan dicho clara y simplemente cómoentienden su revolución.”

¿Se puede hablar de melancolía respecto a un hecho histórico? Creo que es difíciltener ese sentimiento sobre un acontecimiento en el que no hemos participado. Apesar del imaginario y de la máquina del tiempo, no puede identificarse un aconteci-miento histórico. El historiador o el observador, para usar la expresión de Benjamin,participa, si puede, en la recuperación de un fragmento del pasado sumergiéndolo enuna actualidad en la que la expresión del ayer encontrará todo su sentido. Revivir elpasado de antaño, incluso si se trata de movimientos que tienen resonancia en el pre-sente, conlleva el riesgo de que el melancólico eluda los desafíos de su propio tiem-po. La rememoración es, en mi opinión, un proceso diferente y no se puede compararcon la melancolía. La rememoración es mucho más activa, más consciente, permiteextraer del pasado un fragmento perdido, olvidado, distorsionado, para darle nuevavida en una nueva actualidad. Tenemos que aceptar la idea de que un acontecimientosiempre es inédito, nunca imita, ni repite ni caricaturiza el pasado, dijera lo que dije-ra Marx.

Michèle Riot-Sarceyentrevistada por Justine Huppe y Denis Saint-Amand

"La Commune, une expérience réelle de l’utopie?"https://journals.openedition.org/contextes/10094

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Maurice Dommanget

La concepción comunalistaFragmento del folleto La Commune et les communards, Maurice Dommanget(1888-1976). Cuadernos Spartacus, serie Les Égaux, como suplemento a la revis-ta Masses, mayo 1947, nº 9, editada por René Lefeuvre.Maurice Dommanget fue enseñante, sindicalista revolucionario e historiador.René Lefeuvre (1902-1988), socialista libertario, dirigió las Editions Spartacusdesde 1936 hasta su muerte.

Al explicar lo que la Comuna entendía con tal denominación, tanto por boca de CharlesVictor Beslay el 28 de marzo de 1871 como a través de la declaración al pueblo francésdel Consejo de la Comuna (19 de abril), escrita por Pierre Denis, y al respaldar todas lastesis sobre la autonomía comunal, la insurrección victoriosa proclamaba abiertamente suvoluntad de transformación social en la libertad y desde la base. Este es un hecho deextrema importancia sobre el que no se ha insistido lo suficiente.Puede decirse que la idea de la Comuna fue el lugar geométrico de varias concepciones.En primer lugar, la concepción pragmática surgida en los cerebros parisinos como conse-cuencia de los logros municipales debidos a la fuerza de las cosas durante los cinco mesesdel asedio.Y también otras concepciones:- La concepción de la protesta permanente contra el régimen de excepción y la centrali-zación excesiva que asfixiaban a la capital.- La concepción revolucionaria que reivindicaba el movimiento comunal de la EdadMedia, de la Comuna del 10 de agosto de 1792 y de la Comuna extremista de 1793.- La concepción descentralizadora y federalista, puesta en boga por la Internacional y quese referenciaba en Proudhon.- La concepción fourierista -no olvidemos que Victor Considérant se unió a la Comuna-según la cual durante el garantismo o periodo transitorio entre el capitalismo y el socialis-mo, la Comuna se convertiría en el gran taller de las reformas sociales, el elemento alve-olar de la sociedad en formación. Todos estos conceptos, que no siempre se ajustan entre sí, se unen indudablemente por suorigen y por su aspiración común a un medio social y a una forma de gobierno en oposi-ción al mundo burgués. Apuntan a reducir el gobierno sobre los hombres y a incrementar,por el contrario, la administración de las cosas, siguiendo la norma general del socialismo.

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Así, el concepto proudhoniano de Comuna,aunque él mismo lo niegue, está lejos deser puro, sin mezcla revolucionaria. Ya enun folleto del año VIII (1799) un oscuromédico rural, Duran, de Saint-Gironshttps://www.akal.com/libro/lujo-comu-nal_35187/(Hautes-Pyrénées), bosquejabael plan de una nueva organización políticay social de Francia, basada en la autonomíacomunal y en la federación de las comunas,aplicando, avant la lettre, la célebre fórmu-la: "El individuo libre en la comuna libre".Inversamente, el concepto jacobino de laComuna también estaba lejos de una pure-za ajena totalmente al proudhonismo. Elejemplo lo suministra Tridon, autor de LesHébertistes y gran apologista de la Comunade 1793. Es Tridon quien, con Vallès yotros, se encarga de redactar el célebreAffiche rouge que llamó el 5 de enero de1871 a la formación de la Comun, en el quepuede leerse: "La municipalidad o la Co -mu na, da igual cómo se la llame, es laúnica salvación del pueblo. Lo que espera-ba Tridon de la Comuna lo había precisadoya desde 1865 cuando anunció que "la sen-tencia última a los aristócratas" sería pro-nunciada "por las 40.000 comunas de Fran -cia y las del mundo entero agrupadas entorno a la Comuna de París".Cuando se leen los escritos de los comune-ros no queda ninguna duda sobre que esta-ban muy influenciados por la literaturasocialista anterior, que diseñaba para elfuturo el boceto de un régimen liberado detoda opresión por parte de un poder central,asegurando plenamente la soberanía políti-ca de la ciudad, así como la soberanía eco-nómica en el taller.Los miembros influyentes de la Écolesociétaire [fourierista] como Victor Consi -dérant con su Destinée sociale, WlaldimirGagneur y su Socialisme pratique, CharlesBrunier con sus artículos del Almanachphalanstérien, habían extendido la nociónde que la Comuna era el alfa y el omega dela reorganización social.Para Considérant, lo importante era la reor-ganización de la Comuna, su constitución,

el establecimiento de la Comuna modelo.Gagneur, sobre la base de una comuna delFranco Condado y partiendo de las asocia-ciones cooeperativas entre diversas granjaspara producir quesos y otros productos lac-teos, había demostrado cómo se podíahacer de una comuna rural una pequeñaRepública social. Brunier mostraba la orga-nización de la Comuna como "el objetivosuperior a alcanzar" y hacía de las comunasemancipadas, libres, asociadas y solidariasla columna vertebral de la unidad nacionale internacional.Los posibilistas, los seguidores del sindica-lista y socialista Jean Allemane y tambiénel sindicalista revolucionario FernandPelloutier, con posterioridad a 1871, debie-ron inspirarse en estas opiniones, a las queahora vemos con más simpatía una vez quela Revolución rusa nos ha demostrado có -mo la victoria de los obreros y campesinospuede mutar en dictadura infernal sobre elproletariado.

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El debate sobre elComité de Salvación Pública

El 28 de abril de 1871 Jules Miot presentó ante la asamblea de la Comuna de París la pro-puesta de crear un Comité de Salvación Pública formado por cinco miembros con plenospoderes sobre todas las comisiones (diez) constituidas por la Comuna y solo responsableante la Comuna. Miot era un marcado jacobino, aunque a la vez formaba parte de laInternacional.Esa propuesta no podía por menos que rememorar el dictatorial Comité de SalvaciónPública de 1793-1794 y arrastrar fuertes polémicas. En lo que sigue se presentan dos docu-mentos: uno, elaborado por la asociación Les Amies et Amis de la Commune de Paris(1871), bajo el título Commune 1871: éphéméride 1er mai 1871 - Formation du Comitéde Salut public, se refiere a la aprobación por la Comuna de dicha propuesta; el segundo,es una declaración firmada por la minoría opuesta a la formación del Comité.

I. La formación del Comité de Salvación Pública (Amies et Amis de la Commune)La propuesta de Jules Miot del 28 de abril de 1871 puso en crisis a la asamblea de laComuna. El 30 de abril, la discusión programada al terminar la sesión anterior fue tensa,incluso violenta según algunos participantes. ¿Hace falta despertar el espíritu del Año II[1793] reproduciendo el modelo del "Gran Comité" robespierrista? ¿Se puede designar unComité de Salvación Pública, pero restringiendo estrictamente sus competencias? ¿Hayque insistir en la ruptura con fórmulas precedentes o por el contrario hay que subrayar lacontinuidad con la decisión inaugural del 29 de marzo y con el ajuste organizativo del 20de abril?Mientras que los comunicados anuncian la captura del fuerte de Issy por los versalleses,los oponentes al comité defienden su causa con ardor: "Tras este Comité de SalvaciónPública se oculta una dictadura", exclama Jules Allix, alcalde del distrito 8. François Ostyn(distrito 19) le califica como "realeza disfrazada", y el internacionalista Jules Babick (dis-trito 10) habla de "retorno a los hábitos monárquicos".Por su parte, Jules Miot (distrito 19) y Félix Pyat (distrito 10) defienden ardientemente elproyecto, y otros tratan de modularlo. Pierre Vésiner, electo por el distrito 1 y redactor jefedel Diario Oficial, quiere creer que no habrá riesgo de dictadura si los miembros de laComuna gozan de un estatuto de inviolabilidad. Edouard Vaillant, del distrito 8, reconoceque la Comuna es un "parlamento donde todos dan su opinión", pero le preocupa "la paro -dia revolucionaria".

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Georges Arnold, elegido el 16 de abril,Pierre Langevin y Jules Vallès, del distrito15, intentan calmar la tensión proponiendocambiar el nombre del nuevo organismo,sobre lo que se hizo una votación que ter-minó en empate (26 votos para Comité deSalvación Pública, 26 para Comité Eje -cutivo). Pero otra votación, sobre un artícu-lo que fijaba el número de miembros delnuevo organismo en cinco, esboza los con-tornos de una clara mayoría (33 votos con-tra 16). En la noche del 30 de abril se per-fila tímidamente una dinámica mayoritaria,pero la situación sigue siendo confusa.Fue al día siguiente, 1 de mayo, que todo sedecanta, entre la emoción suscitada por lacaída del fuerte de Issy. Por segunda vez, laasamblea se pronuncia sobre el nombre delfuturo organismo: se refuerza la mayoría afavor del nombre ya usado en 1793, Comitéde Salvación Pública, con 34 votos a favory 28 en contra. Finalmente 45 votantesestán a favor de formar un Comité deSalvación Pública, frente a 23 que lo recha -zan.Un poco más tarde, el Ayuntamiento nom-bra a los miembros del Comité: AntoineArnaud (33 votos), Gabriel Ranvier (27),Léo Melliet (27), Félix Pyat (24) y CharlesGérardin (21), amigo de Rossel al que apo -yó hasta el final. Los "jacobinos" y losblanquistas parecen haber ganado.La votación del 1 de mayo establece uncorte binario, que opone a una mayoría y auna minoría. El 1 de mayo de 1871, 23miembros votaron en contra de la creaciónde este Comité; el 16 de mayo 22 firmaronun manifiesto "de la minoría" explicandosu oposición. Si superponemos las dos lis-tas, llegamos a que 25 miembros consti-tuyen la fracción minoritaria de la asam-blea (los internacionalistas Arnold y Frän -kel votaron por el Comité, pero luego fir-maron el manifiesto).En todo caso, sobre la base de esta divisiónArthur Arnould distingue a los partidariosdel "principio antigubernamental" de losdel “Estado unitario y centralizador”Gustave Lefrançais hace lo mismo, opo -

niendo el "partido revolucionario dictato -rial" y la "minoría", con algunas dudassobre el número de miembros de cada par -te. Pero si se toma en cuenta todo el perío-do comunal, la clasificación se vuelvemucho más compleja y la realidad resultamucho más fluida que lo que sugieren losvotos binarios. Elaborando la tipología delos diputados electos del 26 de marzo, elpropio Lefrançais pinta un cuadro másvariado, con "republicanos moderados yradicales no socialistas", "socialistas de laInternacional" y "republicanos jacobinos yblanquistas", lo que aún queda lejos dereflejar toda la complejidad de aquellasituación.Es cierto que las fidelidades de esa épocason inciertas, a veces plurales. Alrededorde cuarenta miembros electos de la Comu -na son miembros de la Internacional o cer-canos a ella. Pero, tras esa etiqueta, sonmuchas las diferencias que separaban a loscercanos a Marx (Fränkel, AugusteSéraillier), los proudhonianos históricos(Beslay, Victor Clément), los post- proud-honianos "colectivistas" y cercanos a lasideas de Bakunin (Lefrançais, Malon,Varlin), los blanquistas (Henri Mortier,Jean-Jacques Pillot…) y los jacobinos mástradicionales (Pyat). Finalmente, sólo quin -ce formaban parte de los veinticinco miem-bros electos de la minoría, y los demás seunieron a ellos con distintos grados deentusiasmo. La Internacional hacía la fun-ción de "izquierda de la izquierda" o de"izquierda radical", para usar etiquetasactuales que no existían entonces, peroestaba lejos de constituir un bloque.La nomenclatura de las ideas no es simple,y menos aún el desglose de los individuosen grupos distintos. A lo sumo, podemosdelimitar unos núcleos que, en el corazóndel volcán, han resultado ser los más aptospara agrupar a los combatientes en uncampo de contornos muy definidos. Losmás coherentes y los más opuestos son, sinduda, los blanquistas probados (de 12 a 14,incluidos Eudes, Rigault y ThéophileFerré) y el bloque de quince internaciona -

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listas minoritarios antes citado. Los otrosson revolucionarios independientes, a ve -ces "jacobinos"-una corta decena, como losveteranos de 1848, Delescluze, Jules Mioto Pyat- o socialistas de sensibilidadesdiversas, rojos o radicales más o menosherederos del sansimonismo, el fourieris-mo o el proudhonismo (Arnould , Jourde,Vallès, Courbet…). Las circunstancias lossepararon en dos bloques extendiendo suenemistad; sus trayectos anteriores y poste-riores, sin embargo, ofrecen una paleta decolores mucho más rica y no menos ciertaque la cómoda imagen de los dos campos.La diversidad de los comuneros fue en cier-to sentido una oportunidad y podría habercontribuido al dinamismo de la revolucióncomunalista, si la situación no hubiera sidola de la guerra civil. Pero en el París de laprimavera de 1871, aislado y rodeado defuerzas militares superiores, tendió dema -siado pronto a la cacofonía.

II Declaración de la minoría de laComuna (15/5/1871)A través de una votación específica, laComuna de París ha abdicado de su poder ylo ha dejado en manos de una dictadura a laque han denominado "Comité de SalvaciónPública". Al votar así, la mayoría de laComuna se ha declarado irresponsable y haabandonado todas las responsabilidadesreferentes a nuestra situación en manos dedicho Comíté.La minoría a la que pertenecemos afirma,por el contrario, que la Comuna está obli-gada ante el movimiento revolucionario,político y social a aceptar todas las respon-sabilidades sin renunciar a ninguna, pormuy dignas que pudieran ser las manos enque se abandonasen.Por nuestra parte, al igual que la mayoría,queremos que se lleven a cabo las reformaspolíticas y sociales, pero, a diferencia de loque piensa esa mayoría, reivindicamos, ennombre de los votantes a quienes represen-tamos, el derecho a responder por nuestrosactos ante nuestros electores, sin ocultarnostras una dictadura suprema que nuestro

mandato no nos permite aceptar ni recono-cer. En consecuencia, hemos decidido noparticipar en la asamblea salvo cuando estase constituya en tribunal para juzgar a algu-no de sus miembros.Consagrados a nuestra gran causa comunal,por la que cada día mueren tantos ciudada-nos, nos retiramos a nuestros distritos,quizá demasiado desatendidos.Convencidos como estamos de que la gue-rra es en este momento el asunto priorita-rio, usaremos el tiempo adicional que estarenuncia a ciertas funciones nos deje paraunirnos a nuestros hermanos de la GuardiaNacional y tomar parte en esta lucha deci-siva sostenida en nombre de los derechosdel pueblo.De esa forma también serviremos de mane-ra útil a nuestras convicciones y evitaremoscrear en la Comuna rupturas que rechaza-mos, persuadidos de que tanto la mayoríacomo la minoría, pese a nuestras divergen-cias políticas, perseguimos los mismosob-jetivo: la libertad política y la emancipa-ción de los trabajadores.¡Viva la República social!¡Viva la Comuna!

Ch. Beslay, Jourde, Theisz, Lefrançais,Eugène Gérardin, Vermorel, Clémence,Andrieu, Serraillier, Longuet, ArthurArnould, Victor Clément, Avrial, Ostyn,Frankel, Pindy, Arnold, Jules Vallès,Tridon, Varlin, Gustave Courbet. BenoîtMalon estuvo ausente el 15 de mayo, perose sumó a la declaración al día siguiente.

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imágenes de un trim

estreObra gráfica generosamente cedida por:

Juan Ramón Mora (jrmora.com)

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