La Ciudad y Sus Escribas Jairo Morales Henao ITM

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La ciudad y sus escribas

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  • La ciudad y sus escribas

  • Jairo Morales Henao

    La ciudad y sus escribas

  • Coleccin Biblioteca Bsica de Medelln

    La ciudad y sus escribasJairo Morales Henao

    1a. Edicin: 2003 Edicin Biblioteca Bsica de Medelln, 2003

    Instituto Teconolgico MetropolitanoISBN: 958-96777-1-1Hechos todos los depsitos legales, conforme a la ley

    RectorJOS MARDUK SNCHEZ CASTAEDA

    Editor de la coleccinJAIRO OSORIO GMEZ

    Comit ConsultorMIGUEL ESCOBAR CALLELVARO TIRADO MEJAJOS OBDULIO GAVIRIA VLEZANA AGUDELO DE MARN

    Diseo de CartulaISABEL LVAREZ

    Diagramacin, impresin y encuadernacinL. VIECO E HIJAS LTDA.

    Hecho en Medelln

    Instituto Tecnolgico MetropolitanoCalle 73 No. 76A-354 (va al Volador)Medelln-Colombiawww.itm.edu.co

  • la ciudad verbalizada, reinventadapor sus escribas dcada a dcada

    para que no perezca.

  • Presentacin

    El Instituto Tecnolgico Metropolitano da inicio a una serieespecial titulada COLECCIN BIBLIOTECA BSICA DEMEDELLN, dentro de su ya acreditado Fondo Editorial. Laidea consiste en agrupar una serie de textos cuyo eje temticoes la ciudad, desde sus comienzos como poblado y Villa hastalos das que corren.

    Son libros ya publicados pero que slo conocieron laprimera edicin o que, habiendo conocido una segunda,desaparecieron de las libreras desde hace aos y suconsecucin slo es posible hoy en las bibliotecas pblicas yuniversitarias. Estn convocados en la seleccin casi todoslos gneros literarios conocidos y la gama temtica abarcatodo aquello que se puede decir de una ciudad, desde sugeografa y sus hitos histricos fundamentales, hasta la crnicamenuda de sus episodios y personajes picarescos msmemorables.

    Los textos en su momento obedecieron a un apremio quela ciudad ejerci en alguien para que contara cosas de ella,de su pasado y su presente y aun de sus sueos yproyectos, confundidos a menudo ciertos lapsos de esostiempos de la ciudad con los de sus autores. Son los libroscon sabor de testimonio.

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    Pero tambin vamos a encontrarnos con aquellos nacidosde un impulso semejante pero distinto: el del editor o compiladorque recogi lo que otros escribieron sobre Medelln, porquelo consideraron digno de salvar del olvido de peridicos yrevistas, reunindolos en algo ms perenne como es el libro.De todos y cada uno de los volmenes que integran estacoleccin vamos a decir unas palabras sobre el porqu de supresencia en ella, de sus valores.

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    Setenta y dos aos separan las antologas de Juan JosMolina (1878) y Benigno A. Gutirrez (1950). La primera,acto fundacional de la literatura antioquea, hasta esemomento una produccin dispersa en revistas, peridicos,folletos y hojas sueltas. Y fundacional tambin del puebloantioqueo, entendiendo por esto lo mismo que escribiOctavio Paz sobre los poemas homricos: que ellos habanfundado el pueblo griego al ofrecerle a ste su imagen en elespejo de la obra, esa condensacin de identidad que sumabansus dioses, hroes, geografa, ritos, costumbres, historia.Catorce aos despus de la aparicin de la antologa deMolina, Toms Carrasquilla comenzara, con Simn el Mago(1892), la construccin fundamental de aquella identidad, laborque lo ocupara cuarenta y cinco aos. Pero lo hecho porMolina fue el primer paso, el establecimiento de unas fronteras,la demarcacin de una geografa humana, el establecimientode una diferencia, de un mbito cultural en formacin peroya claramente nico, porque como lo dice Jorge AlbertoNaranjo en el prlogo a la reedicin hecha dentro de laColeccin Autores Antioqueos en 1998: Por sus pginasdesfilan los paisajes y los climas, los caminos y los pueblos,las leyendas y los tipos de la tierra, las clases sociales, las

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    razas y los oficios, los ritos y creencias de Antioquia la Grande[...]. Esta rica coleccin de poesas, ensayos, discursos,cuentos, cartas, cuadros, artculos y memorias construye comosin proponrselo una verdadera fisonoma espiritual del puebloantioqueo.

    El puntilloso editor Benigno A. Gutirrez dio a lapublicacin en 1950 una obra igualmente ambiciosa derecopilacin y seleccin de literatura antioquea escrita hastaentonces. Repite, por supuesto, algunos de los nombres queaparecen en la de su antecesor, y elimina otros, lo que esentendible porque su muestra es especficamente literaria, adiferencia de la de Molina, ms heterognea desde el puntode vista de los gneros incluidos, limitacin de poca, pues laabarcada (1810 en adelante, es decir, los aos de las luchasde Independencia y de las guerras civiles) fue un lapso decontinuas confrontaciones polticas, lo que, por supuesto,absorba buena parte de las energas de quienes escriban.Esto equivala para Molina a disponer de una gama de textosespecficamente literarios ni muy amplia ni pobre, pero entodo caso no suficiente como para limitar su seleccin a lapoesa, el cuadro, el artculo, el cuento, el ensayo con temaliterario y la novela. De haber procedido as, su trabajo, amenos de ser muy complaciente, no hubiera podido reunir unbuen volumen de pginas de cierta calidad, dado tambin loincipiente del desarrollo literario regional antioqueo; pero loque es an ms importante: ello habra significado eldesconocimiento de una capa de la vida nacional y regionalde entonces, y del papel jugado por algunos antioqueosdestacados en esas luchas, como militares y polticos, y tambincomo difusores de ideas.

    En l950 Benigno A. Gutirrez contaba naturalmente conun acervo literario regional que se haba acrecentadoconsiderablemente con decenas de nuevos autores en todoslos gneros, algunos de ellos de primera lnea. Para empezar,Toms Carrasquilla haba escrito y publicado la totalidad de

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    su obra, la ms vasta y coherente de la narrativa colombianahasta entonces (y creemos que hasta 2003). Otros narradoressobresalientes nacionalmente tambin haban entrado en laescena y desaparecido de ella despus de dejar una serienotable de cuentos y novelas: Francisco de Paula Rendn(1855-1917), Efe Gmez (1873-1938) y Jos RestrepoJaramillo (1896-1945). La poesa, encabezada por las figurasde Abel Farina, Porfirio Barba Jacob y Len de Greiff, noslo consolidaba lo ya conseguido en el panorama nacionalpor Epifanio Meja y Gutirrez Gonzlez, sino que alcanzabaresonancias internacionales. Otras formas de la escrituradieron con personalidades tan originales como FernandoGonzlez, que ya en 1950 haba publicado algunos de suslibros ms interesantes y polmicos, y como Luis Tejada, autorde un volumen considerable de crnicas que han sidoreconocidas como de lo mejor dentro del gnero en el pas yaun en Latinoamrica.

    Con ese puado de autores destacados entre los quehabra que agregar, aunque desde una perspectiva, a RafaelUribe Uribe, figura emblemtica de la libertad y el liberalismo,de quien se incluyen dos textos no precisamente literariospero s famossimos: la carta legendaria a unos poetas deManizales que le solicitaban una colaboracin escrita parauna revista, y la no menos legendaria carta a Pedro NelOspina en plena Guerra de los Mil Das y con otros escritoresque aunque menos reconocidos o difundidos fueron autoresde una obra tambin valiosa nacional, y sobre todo localmente,don Benigno arm su Gente maicera. Y sensible a la historiay a todas las manifestaciones culturales de su regin, incluyun apndice con cuatro textos sobre algunos municipios deAntioquia y Caldas, la colonizacin antioquea y el Ferrocarrilde Antioquia. Editor de pies a cabeza y biblifilo, no podadejar su libro sin ilustraciones, con el mejor criterio selectivoy representativo de la produccin grfica de los artistasantioqueos. Figuran trabajos de Ricardo Rendn, Horacio

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    Longas, Luis Eduardo Vieco, Marco Tobn Meja, FranciscoAntonio Cano, Hernando Escobar Toro, Rodrigo ArenasBetancur, Pepe Mexa y hasta algunos trabajos de autoresannimos.

    Ningn nombre clave falta en esa antologa. Contiene losautores claves del siglo XIX y los decisivos de la primeramitad del XX. Tiene, pues, un valor en s misma, y tambincomo lnea de lectura para quien desee o necesite profundizaren los autores , mayores y menores, que contaban hastaentonces en La Montaa. Las de Juan Jos Molina y BenignoA. Gutirrez permanecen, por ahora, como esfuerzosindividuales sin continuidad ms de medio siglo despus.Antologas de cuento y poesa antioqueos, o de cuento,poesa y crnica, se han publicado con cierta frecuencia, perono trabajos como los que reseamos, donde lo que se buscaes una compilacin ms panormica de la produccinintelectual de una regin. Al da de hoy, intentar algo similarsera necesariamente una labor que demandara variosvolmenes, lo que no quiere decir que no se pueda y debaintentar. Esas revisiones y balances cada cierto nmero dedcadas ofrecen el inters de posibilitar las miradaspanormicas, la comparacin (toda crtica contiene unacomparacin implcita, tanto con el pasado mediato como conel inmediato). Este tipo de trabajos estimulan entoncesesfuerzos similares, de un lado, y, de otro, son en s mismosuna fuente de conocimiento de nuestra identidad. De ah laimportancia de la reedicin que de la de Molina hizo en 1998la Coleccin Autores Antioqueos y de la que ahora hace elInstituto Tecnolgico Metropolitano de la compilacin hechapor Gutirrez en 1950, hoy agotada.

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    El Correo de Antioquia fue el primer peridico diarioque se public entre nosotros. Dentro de su pequeo formato(12 cm de ancho por 14 cm de alto) y muy reducida letra (5puntos) este precursor de nuestra prensa diaria de hoy fueun fiel y acucioso testigo de los acontecimientos, sueos yproyectos del pueblo antioqueo: Uno de los objetosprincipales del peridico ser tener a sus favorecedoresimpuestos [...] de todo lo concerniente a la importante empresadel Ferrocarril al Magdalena, al Banco de Antioquia, a losestablecimientos de educacin primaria y secundaria delEstado, a la Casa de Moneda, a la Sociedad Minera, a lasMisiones, a la Ferrera de Amag, a la Escuela de Artes yOficios, a la Cmara de Plomo, a la Carretera a Caldas, a laconstruccin de la Catedral, y, en general, a todas aquellasobras y establecimientos en que est afincado el progresodel Estado. El primer proyecto mencionado, como vemos,es el del Ferrocarril al Magdalena. Faltaban todava 39 aospara que las vas llegaran a Medelln y 49 para que el Tnelde la Quiebra culminara el proyecto. Lo que el Ferrocarrilimplic para el gran desarrollo de Antioquia es hoyreconocimiento de la Historia y ms de un estudio especficoy de historia econmica lo refrendan. Y dos nombres estnligados al inicio de lo que no hay ninguna exageracin endenominar como gesta del pueblo antioqueo: Pedro JustoBerro, Gobernador del Estado Soberano de Antioquia enejercicio de su segundo mandato por esas calendas, gestore impulsor de la idea, y Francisco Javier Cisneros, ingenierocubano, quien fue contratado el 14 de febrero de 1874 paraasumir la direccin de la obra. El primer riel se clav el 29 deoctubre de 1875, en Puerto Berro. Cisneros estuvo al mandode la construccin durante diez aos consecutivos. Lasuspensin de su vinculacin se debi a la interferenciacausada por la guerra civil de 1885. Pero en esos diez aosCisneros consigui dejar en servicio 48 kilmetros, entrePuerto Berro y Pavas. Es decir, un comienzo firme, un

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    compromiso que ningn gobernante antioqueo iba adesconocer hasta su culminacin. Y aunque no estuvovinculado lo suficiente a la empresa para dirigirla o verlaadelantada por otros, suya fue la idea, y de hecho alcanz aproponerla, del Ferrocarril de Amag, que conectara aAntioquia con el Pacfico y del que se clav el primer riel en1911.

    Todo ello permite ver la importancia que tiene la aparicin,dentro de esta coleccin, de una segunda edicin de laMemoria sobre la construccin de un ferrocarril dePuerto Berro a Barbosa, de Francisco Javier Cisneros,publicado en New York, en 1880, publicada en ingls ycastellano con el fin de atraer inversionistas a la empresa.En la Introduccin, luego de enunciar este objetivo y dellamarnos un pas lejano y poco conocido, en lo que, porsupuesto, le asista la razn, enumera los captulos quecomponen su Memoria: Extracto de la concesin,Apuntes geogrficos, Apuntes geolgicos, Climatologa,Productos del Estado, Trfico, Trazo de la lnea,Presupuesto de construccin y de aprovechamiento, Puntode vista financiero, Solvencia del Estado, Cualidadesdistintivas del pueblo antioqueo y Modus operandi. Esdecir, es mucho ms que un libro tcnico, es una especie demonografa (una de las primeras) sobre el ahoraDepartamento de Antioquia. Volver a publicar este librodespus de 122 aos, es entonces algo ms que rescatar unacuriosidad bibliogrfica vinculada a una de las mximasrealizaciones del pueblo antioqueo: es redimir del olvido delas pocas bibliotecas especializadas que lo poseen una de lasprimeras visiones que sobre Antioquia hizo un extranjero, yno cualquier extranjero, sino alguien que con su obracontribuy a que se escribiera uno de los captulos estelaresde nuestra historia.

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    Toms Carrasquilla y Francisco de Paula Rendn,oriundos de Santo Domingo, vivieron una de sus primerastemporadas en el Medelln de 1874-1876, cuando cursabanbachillerato e iniciaban estudios de Derecho en la Universidadde Antioquia. Como lo han registrado sus bigrafos, la guerrade 1876 los inclin a hurtarle el cuerpo a la guerra(afortunadamente para la literatura colombiana) y regresaral pueblo, donde ejercieron de sastres, notarios, comerciantes,sin desdear el cotilleo, la vagancia, y, sobre todo, la lectura,a la vez que daban los primeros pasos en la escritura, oficiostodos que ellos hicieron colindantes y afluentes del mayor:escribir. De ese Medelln poco qued en sus pginas, por nodecir nada, pues en el nico documento que se les conocecorrespondiente a esos aos, una carta de Carrasquilla a sumadre fechada en 1873, nada se dice de Medelln. Tampocolo hace con detalle en el tercer volumen de su novela mayor,Hace Tiempos, pues all se limita a unas pinceladas generalessobre el patrn general de vida cotidiana de sus habitantes.Pero si en la narrativa antioquea no hay rastro de lo quefsicamente era el Medelln de entonces, s lo hay en el campode la crnica casera y el artculo con fines de divulgacin.Son, pues, hasta donde sabemos, dos textos nicos. De ahsu valor, amn de las virtudes especficas, que las tienen.Nos referimos a un texto de Francisco de Paula Muoz, elmismo autor de El Crimen de Aguacatal, tituladoDescripcin de Medelln en el ao de 1870, y al que ahorareedita el ITM, perteneciente a Carlos J. Escobar G., tituladoMedelln hace 60 aos.

    El de Francisco de Paula Muoz es de una facturaimpecable. La precisin y abundancia de los datos geogrficos,humanos, paisajsticos, arquitectnicos y urbansticos, y laprosa con que lo hace, castigada sin ser pobre, desenvuelta yceida al asunto, informativa sin por ello huir de la amenidad,as lo imponen al lector. Y al lector de hoy, queremos decir.Porque al igual que en su reportaje sobre el famoso crimen

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    de Aguacatal, la modernidad de la prosa de este precursorde nuestro periodismo, es algo que no puede discutirse, comotampoco puede serlo el hecho paradjico que lo restante desu produccin, agrupada en su libro Escritos y discursos,publicado en dos volmenes en 1897, es de muy baja calidad.Pero esos dos textos lo redimen y llaman la atencin por sudistancia con retricas predominantes en la poca, como laque distingua a las famosas Coronas Fnebres, donde elperfil histrico del muerto se esfumaba en la hiprbole y elpanegrico.

    El libro que nos ocupa en esta coleccin es bien distinto,aunque su materia es la misma: Medelln entre los aos 1875y 1880, aproximadamente. A diferencia de Muoz, Carlos J.Escobar G. carece de formacin acadmica y experienciaen publicaciones peridicas, por lo que su escritura presentalas deficiencias previsibles en quien lo hace de arranque, porel impulso de hacer memoria cuando se est ya en la vejez yse quiere salvar del olvido algn fragmento de la vida individualo colectiva. Hay que agradecerle que no se haya dejadointimidar por su educacin precaria para escribir este breve,minucioso, chismoso y hasta picaresco registro de lo que eraMedelln hace 125 aos. nico a pesar de sus imperfecciones.Recurriendo a una figura, se podra decir que Escobar pueblade rumorosa vida las 24 calles descritas por Muoz y loscallejones y hasta atajos, que en la ms profesional descripcinde ste fueron olvidados.

    Luego de decirnos qu barrios, iglesias y puentes existanen ese poblacho que era Medelln, Escobar nos cuenta contodo detalle cmo era el Parque Berro que entonces seconoca como Plaza de la Candelaria: qu construccionescomponan el marco, a qu se destinaban (de habitacin ynegocio), quines eran sus propietarios, cuntas casas de dospisos haba all,los poetas y escritores que frecuentaban elCaf Regina (Epifanio Meja, Arcesio Escobar, CamiloAntonio Echeverri, etc.). Luego, con una minuciosidad en

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    aumento, nos presenta barrio por barrio, y de stos calle porcalle y cada lado de stas. Un dato basta para ilustrar laminuciosidad del escrito: de casi toda edificacin dice el colorde que estaban pintadas puertas y ventanas (con llamativopredominio del color verde), sin que pueda dejar demencionarse que informa sobre nombres de los habitantesde cada edificio, sus oficios, descendientes notables (si es elcaso, por supuesto), y, en ocasiones, hasta anecdotario.

    Los barrios que pasan por su lupa insomne son: BuenosAires, La Quebrada Arriba, La Quebrada Abajo, Guarne,Villa Nueva, El Llano, El Carretero, San Juan de Dios,Guanteros, La Asomadera y El Contento. Como su descripcinse hace calle por calle y de cada lado de stas, dedica espacioespecial a calles que eran de importancia especial, comoPalac. Veamos un ejemplo de su espritu de no ahorrar datoni detalle:

    Del puente de La Toma para abajo, se encontrabanpequeas casas mal construidas; tapias y solares cubiertosde malezas hasta llegar a una encrucijada llamada RevientaQuijadas la que principiaba en el barrio de que estamoshablando y terminaba en el de Buenos Aires; encrucijadaque estaba cubierta por grandes piedras que la hacan casiintransitable... Siguiendo para abajo de la esquina queformaba la mencionada callejuela, estaba otra, hoy la calleAguinaga; seoras aquellas que fabricaban el mejorpandequeso y a cuya vivienda concurran las personas debuen gusto del centro de la Villa.

    Veamos un ejemplo ms:Al frente de la Gendarmera se hallaba la habitacin de

    los seores Boteros en cuya familia figuraba el doctorRoberto Botero Saldarriaga [...] propiedad en donde hoyvemos el Caf Vesubio situado en la esquina.

    Este culto por la minucia hace de su librito uno de nuestrosprimeros textos de crnica ciudadana. Personajes, episodioshistricos y picarescos (especialmente delicioso el de los

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    borrachitos del barrio El Llano, que fingan una piedad intensapor una figura del Nio Jess, cuyos pies besaban una y otravez, pero con el fin de recibir el chorrito de aguardiente quesala por un orificio practicado en uno de los dedos),transformaciones urbanas, arte, familias, trajes, alimentos,fiestas, msica, comercio, especies botnicas ms comunes,lugares de paseo, centros educativos. Es decir, recuerda contodo merecimiento el dicho aquel: De todo como en botica.

    Si su valor literario es prcticamente ninguno, su intersdocumental es inapreciable, como puede inferirse por nuestradescripcin. Este tipo de libritos, cuya necesidad no debieraponerse en duda en ninguna poca, impiden, a menudo enmayor escala que las obras literarias propiamente dichas, quese pierdan en el olvido grandes franjas del pasado de algnlugar del mundo. Estas son las obritas que le dan la razn aLampedusa cuando dijo (citamos de memoria) que llegado acierta edad, y como obligacin de Estado, todo ciudadanodeba escribir sus memorias, pues as se impedira la prdidade mucho material histrico.

    Al siguiente libro de esta coleccin se le puede aplicarigual agradecimiento. Don Enrique Echavarra, adems dehombre de empresa, practic cierta literatura menor. Se ledeben los siguientes ttulos: De Medelln a Buenos Aires,Historia de los textiles en Antioquia, Extranjeros enAntioquia, Mi viaje a Jerusalem, Recuerdos Viejos yCrnicas e historia bancaria de Antioquia, libro ste ltimoque fue el elegido para incorporarse a esta coleccin. Don

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    Enrique tampoco tena pretensiones de escribir en grande.De la casa y para la casa, como dijo en alguna ocasinexagerando para su caso Carrasquilla, podra muy bienser el lema que inspir sus valiosos libros.

    A diferencia de sus otros textos, articulados por un temaespecfico, el que se reedita en esta oportunidad es una sumade crnicas con temas diversos, publicadas seguramente deforma espaciada en peridicos a lo largo de varios aos. Sontreinta y cinco crnicas cuyos asuntos abarcan personajes,haciendas, navidades, ciudades, templos, conventos, hoteles,iglesias, etc. Un pot-pourri u olla podrida, como el mismotitula una de las crnicas ms heterclitas de su libro (y delas que ms rinden informacin sobre Medelln, dentro de surevoltura y apretujamiento de asuntos), pero que cumple dosfunciones importantes: dar cuenta de ciertos rasgos de lavida de un hombre de clase alta y de familia tradicional eindustrial en el Medelln de fines del siglo XIX y primerasdcadas del XX sobre todo en cuanto aspectos de sumentalidad, pasatiempos y gustos, con una formacinevidentemente superior a la de otro rico, como Pepe Sierra,por decir cualquier cosa; y de contera, ofrece brochazos,ramalazos, pinceladas de Medelln y Antioquia en una pocaposterior a la que ocup los textos de Muoz y Escobar, yareferidos.

    A don Enrique le preocupa al escribir ser preciso, abundosoen datos, objetivo y ameno. Tampoco le quita el sueo elorden, se deja ir por las ramas como lo hacen los viejos cuandorecuerdan cosas. Es un libro conversado, para el crculo defamiliares y amigos. No tiene tampoco aspiraciones de altovuelo literario pero s devocin por hacer memoria de lascosas y dejar testimonio escrito de ello, en una palabra, porhacer historia menor, tan necesaria como la mayor y, enmuchos casos, ms reveladora del pasado que sta, en lamedida que se halla ms cerca de lo que fue el plpito de lavida diaria en un lugar y en una poca dada. Esto es lo que

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    cuenta en su libro y ese inters no se ve disminuido por suautocomplacencia burguesa ni por su sectarismo poltico, alque, hay que reconocerlo, le permite escasas y brevesapariciones.

    A destacar los relatos de su primer y quinto viaje a NewYork. El relato del primero, escrito ms de treinta aos despusdel viaje, ofrece datos poco comunes sobre los comienzosdel transporte mecnico en Medelln: los primeros cochesparticulares, la primera compaa de transporte pblico enMedelln (1913) y las razones de su quiebra, las bicicletaspioneras y las molestias y dificultades extremas que significabael viaje en tren a Berro (viaje que, para empezar, suponahacerlo en una jornada de tres o cuatro das a caballo hastaCaracol, donde se tomaba un remedo de lo que ms tardefue el tren con vagones y que funcionaba ms como propiedaddel maquinista que como transporte pblico); la narracin delsegundo, ms extensa porque el viaje estaba fresco, informacon algn detenimiento de los pases donde hicieron escala,Panam (adonde llegaron en avin) y Cuba (por mar), antesde alcanzar el destino final del viaje tambin por va martima.Los edificios que no existan en sus anteriores viajes, losalmacenes y restaurantes (lugares que ms visit, segnparece, fuera de la gran Exposicin Mundial de 1939), algunasiglesias y conventos, una pgina sobre unas pinturas, unasms sobre visitas a colombianos residentes all, y la ExposicinMundial, ocupan las pginas de su relato, que, de contera,revela la mentalidad de viajeros de nuestros burguesesantioqueos de entonces. Es decir, su relato es, por supuesto,una lectura de lo visto y experimentado, pero se relatotambin lo lee a l: es su espejo. Para ser la quinta oportunidadque visitaba New York, en estadas que no eran cortas, lamirada segua siendo sorprendentemente superficial yadherida al fasto exterior de la arquitectura y el consumo.Arte, poco, muy poco. Libreras y bibliotecas, nada, y esto apesar de que Enrique Echavarra se dice lector, y lo creemos.

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    Escuchemos su comentario de la vida a bordo de ElJamaica, el buque que los lleva a Cuba: La vida a bordo esuna dicha: no hay que trabajar, no le hacen a uno citas conalgn ingls, no tocan la puerta, no llaman al telfono; el tiempoest hecho all para leer y leer, para comer y comer, paradormir a pierna suelta, para gozar mecido y arrullado por lasolas del mar. Esta frase evoca otra similar de la crnicasobre su primer viaje: [...] en el hotel del Prado, enBarranquilla, donde se pasa el da muy confortablemente,bien comido, bien bebido y muy bien atendido. Bueno, s,don Alfonso Reyes tambin gozaba, y de qu manera!, delos placeres del paladar, y nos dej sus Memorias de Bodegay Cocina como prueba fehaciente. Pero se trataba de AlfonsoReyes. Comprendido? Lo que queremos decir es queestamos lejos de esa compenetracin profunda con una ciudadextraa del tipo de la que alcanz a tener Joseph Brodskycon Venecia, que don Enrique se congel en la mirada delturista ms desaprensivo. Sin embargo, esta acotacin crticano equivale a echar para atrs lo que ya afirmamos: habidassus limitaciones humanas y de escritura: esta, como lascrnicas todas que componen el libro, rescatan para lamemoria trozos del pasado del pas y la regin que de no serpor l se hubieran perdido y, adems, hacen de espejo de suautor: nos devuelven la imagen de un casero, conservador,catlico, buena vida, superfluamente culto, buena persona yvanidoso rico antioqueo. Un prototipo, sin duda, del industrialque forj Antioquia en el cruce de los siglos XIX y XX.

    El tono casero, desmaado sin que pueda hablarse dedesgreo, inspira todas las crnicas. Adems de las dos queacabamos de resear, son tambin recomendables por susasuntos vinculados a la vida ciudadana: Las campanas de laCandelaria, Nuestras Nochebuenas, Baile antioqueo,Las palomas de Envigado, Pot-pourri (muy en la lneadel libro de Escobar, esta crnica es un amasijo de algunaschicheras, puentes sobre la quebrada Santa Elena, fondas y

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    otros lugares ms una retahla de ancdotas), El templo dela Veracruz, El Secreto (otros sitios famosos de la ciudad,olvidados en sus remembranzas anteriores, ms un episodiode crnica roja con fondo de celos y fuga de crcel).

    Tambin son de inters otros textos que, aunque nocentrados en la ciudad pretrita, tocan puntos de inters en lahistoria antioquea, como la resea sobre algunas haciendasdel Can del Cauca y la que hace de unas vacaciones en lasuya, Los Micos, situada en Titirib. Una cosa que a nadiese le ha ocurrido escribir es la historia de las fincas msfamosas en Antioquia. Hay mucha referencia suelta (Lende Greiff, por ejemplo, inmortaliz dos haciendas: La Cabaay Lara, en su famoso poema Relato de Ramn Antigua) yrarezas recientes, como lo que aqu escribe sobre ellas EnriqueEchavarra hara parte de una bibliografa posible. Parecidaimportancia tiene lo escrito sobre la historia bancaria deAntioquia, historia que l, vinculado desde la cuna a una familiaadinerada y copropietario de una de las empresas de mspeso en la economa antioquea durante gran parte del sigloXX, conoca con mucho detalle. Por supuesto no se trata dehistoria sistemtica. Los datos, precisos y preciosos, se mezclancon ancdotas de honradez, especulacin y viveza (que enalgunos casos se trat ms bien de felona). Pero el captuloapenas un poco ms de la sexta parte del libro no sedisuelve en el anecdotario porque Echavarra se impone elcauce de breves apartes sobre bancos y empresarios bancariosms destacados en la historia bancaria de Antioquia entremediados del siglo XIX y primeras dcadas del siguiente.

    Enrique Echavarra no pertenece ni l lo pretendi ala franja de nuestros mejores escritores. Y aunque obviamenteMarx tena razn cuando escribi que todo lo slido sedesvanece en el aire, lugares, episodios y personajes de laciudad y la regin permanecen gracias a l en su nicaperennidad posible, que no es la piedra sino la memoriaciudadana.

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    Como lectores e interesados en el pasado de nuestraciudad, no como arquitectos, recomendamos de una maneramuy especial Arquitectura contempornea en Medelln,de la arquitecta Mercedes Luca Vlez White, que ya habapublicado Agustn Goovaerts y la arquitectura enMedelln, en el ao 1994, libro del que nos ocupamos en sumomento en una resea. Las virtudes de esta primera obritareaparecen, afianzndose y amplindose, en este volumencinco de la Biblioteca Bsica de Medelln, editada por elInstituto Tecnolgico Metropolitano. Escrito en un lenguajeinteligible para el no experto, sin que la autora sacrifique elrigor cuando se trata de precisiones tcnicas; centrado en suobjeto arquitectura de Medelln de diferentes pocas, loque equivale a decir que su prioridad es dicho objeto, no elalarde de un discurso especializado; muy completo en cuantoa las pocas y formas arquitectnicas estudiadas, y tambinen los datos proporcionados sobre cada edificacin: pocade construccin, nombre del o los arquitectos y biografamnima de ellos, materiales, ubicacin en la ciudad, funcin,cambios operados en el tiempo (en la edificacin misma y enel medio urbanstico que la ha enmarcado) y estilo o estilosen los que se inscribe. stas son las virtudes del texto. Sinembargo, la principal, creemos, es el tono del relato, que dealguna manera se siente cercano a la escritura propia de lacrnica literaria. Esto nace de una calidez subyacente que leotorga a cada texto un aire de historia, de cuento, lo que seorigina en dos afluentes: el tema es la ciudad donde se hizo laautora, con todo lo que eso puede significar como mbitofsico de la formacin de una sensibilidad y, de contera, loslugares de los que se ocupa estn y estuvieron tan metidosen el alma ciudadana que se puede hablar de ellos como depersonajes de la ciudad porque el tiempo les ha puesto unaptina entraable en el alma colectiva o son imanes del bullirciudadano de hoy. Por todas estas virtudes, el libro deberaser de lectura obligatoria en las facultades de arquitectura de

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    Medelln y nos atreveramos a decir que su conocimiento esrecomendable para los estudiantes antioqueos de todas lascarreras porque su lectura contribuye de manera directa acrear conciencia del pasado mediato e inmediato y delpresente, es decir, identidad histrica.

    La introduccin, tambin de la autora, no es prescindible.Establece el marco conceptual desde el cual cumple suaproximacin. Y lo hace con rigor, entusiasmo y brevedad.Tres son los puntos bsicos que toca en ella. En el primeroseala algunas de las edificaciones que han sido hitos de lamodernidad arquitectnica en Medelln desde finales del sigloXIX hasta finales del XX: La seleccin y el anlisis del materialdel libro estn basados en la descripcin de edificios que son,si se considera su forma, un camino para explicar el fenmenode la modernidad en relacin con el ambiente local y con laapropiacin de tecnologa, herramientas y materiales. Elsegundo problematiza la nocin de arquitectura: sta puedevariar desde lo ms simple hasta lo ms complejo. Por eso esdifcil establecer los lmites para una definicin precisa de ques arquitectura. Lo que s es claro, reitera la autora, es sucondicin de vinculacin perenne a la vida del hombre, denecesidad vital, de lo que hace: crear espacio, de supertenencia al mundo del arte tiene en comn con el arte, quenos ayuda en la contemplacin del universo, por su definicin,infinita en s misma. En cambio, hablar de influencias, ecosy desarrollos sera un modo de poner dicha discusin en latierra derecha de algo ms inteligible: Por eso es necesaria laobservacin de los edificios caso por caso, como un objeto deestudio concreto, pero en su propio contexto cultural. Y esecontexto, materia de la tercera parte de esta introduccintitulada El regionalismo crtico como marco terico,remite, de un lado, a rasgos de nuestra cultura regional,derivados de elementos que van desde el paisaje y lascondiciones de la tierra hasta las particularidades de nuestrahistoria, y de otro, al mundo de las ideas que ha animado la

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    prctica de los arquitectos y, por supuesto, sus desencuentrosy debates. Marco terico que, naturalmente, es latinoamericano,colombiano y regional, y que, segn nos lo explica MercedesLuca Vlez White, detenta un elemento constante y otro,coyuntural: En el dominio internacional, para crticos ehistoriadores, la nocin de universalismo pensado comocontinuo e ininterrumpido, perdura, pero el sujeto delregionalismo tiene sus pocas; surge a la superficie en unpreciso punto en el desarrollo de la historia y bajo condicionesclaramente determinadas, sin ser un proyecto continuo. Enese debate entre lo internacional y los elementos de tradicinlocal o regional, la autora rehuye los extremismos: ni tierraarrasada con todas las expresiones del pasado arquitectnicoen aras de un internacionalismo y cosmopolitismo per se, ni lanostalgia inmovilizadora, cerrada no slo a la adopcin decualquier modelo extranjero sino a la adecuacin de los viejosedificios para utilizarlos con fines distintos a su destino original,con el fin de preservarlos, de incorporarlos a los cambiosurbansticos sin destruirlos. hay dos maneras de mirar elproblema del regionalismo. El primero est basado en el hechode que una construccin, un trabajo de arquitectura, nace deuna tradicin cultural vinculada a una regin y a un perodo yconstruida de una manera que no puede ser sino regional [...]La segunda [...] arrastra el problema de todas las posicionesuniversalistas, que ignoran las particularidades de cada pas oregin. Desde este lugar terico se pasa revista a laarquitectura medellinense dcada por dcada durante el lapsosealado. Solucin: el equilibrio: nosotros tenemos pocos perofuertes ejemplos de modernidad apropiada, que dialogan conlos espacios tradicionales y que, considerando el aspectoprincipal de las relaciones de la arquitectura y el lugar, estnavanzando hacia un testimonio regional.

    Las construcciones estudiadas son sesenta y cuatro,correspondientes, como se dijo, a todas las pocas de la historiaciudadana, incluyendo los das que corren. Su inters y rigor

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    no tienen discusin; tampoco su amenidad, cuyo fundamento,repetimos, radica en el profesionalismo de la aproximacin,de un lado, y de otro, en la escritura, tocada con aires decrnica literaria. Lo que no dijimos es que esto tambin tienesu raz: el amor por la ciudad. En su texto sobre el EdificioTobn Uribe, dice la autora: Lo que no se conoce, no seama. La frase pudo ser el epgrafe del libro porque no otroes el sentimiento que alent su trabajo. Y el lectormedellinense sale de estas pginas conociendo ms y mejorsu ciudad, es decir, amndola ms.

    En 1906 Medelln tena cincuenta mil habitantes, ochoiglesias, una catedral en construccin, varias capillas, tresconventos, tres cementerios, una universidad, una Escuelade Artes y Oficios, tres colegios, una Escuela Normal, dosmuseos, una biblioteca pblica, un seminario, tres libreras,un alambique oficial, un dispensario de mujeres pblicas, unhospital, un manicomio, un circo en construccin, unhipdromo, un veldromo, parques y plazuelas, edificiosoficiales (Gobernacin, Casa Municipal, Palacio de Justicia,Casa de la Moneda, Imprenta Oficial, Comandancia), dosplazas de mercado, baos pblicos, bancos, fbricas dechocolate, cerveza, gaseosas, calzado, hielo, jabn, velas, loza,vidrio, ladrillos y fundicin, almacenes, agencias importadorasy otras variedades de vida comercial y produccin artesanal,propias de una ciudad incipiente, con una planta elctricaque en la noche apenas araara un poco la sombra en elParque Berro y zonas aledaas.

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    Tal vez por venir de otro lugar, el bogotano Isidoro Silvapercibi mejor que los medellinenses, y ya desde fines delsiglo anterior, la prometedora pujanza de la ciudad incipiente.Sus calles empedradas desde donde los pinches,entretenidos en picotear la hierba que creca entre las junturas,levantaban vuelo al paso de mulas, bueyes, victorias yberlinas se llenaban de almacenes y trilladoras, de talleresy fundiciones, y esto llam la atencin de Isidoro Silva, quien,consciente de las necesidades de informacin y divulgacinque imponan las expectativas de ese desarrollo, elabor unanomenclatura para todas las calles y prepar este PrimerDirectorio General de la Ciudad de Medelln para el Ao1906, acompaado de un plano de la ciudad en cuyolevantamiento tuvo la colaboracin de Joaqun Pinillos A. yCarlos Arturo Longas. Culminado el proceso de recopilacinde la informacin y de su ordenamiento, lo entreg a laimprenta en 1899. Pero como l mismo lo explica en lapresentacin: En el ao de 1899 se dio principio a la impresinde esta obra, bajo un plan combinado correctamente. Porcausa de la guerra que azot al pas durante tres aos, mefue preciso suspenderla.... Retomado el proyecto en 1905,luego de algunos ajustes en materia de datos y de pasar portres imprentas, incluida la del Departamento, el Directoriovio la luz en 1906.

    En alguna medida el ttulo es engaoso porque el libro esms que eso, que ya es mucho. Aproximadamente la mitaddel texto es de carcter monogrfico y su objeto es elDepartamento de Antioquia, al menos en aquellos aspectosen los que la tenacidad de Isidoro Silva venci la abulia y lasdificultades de comunicacin de entonces. Dentro de ciertodesorden en la composicin, que el autor justifica por losmuchos avatares de la impresin, el libro contiene sntesishistricas del Departamento de Antioquia, Medelln, SantaFe de Antioquia, Yarumal y Andes; minimonografas de loshospitales de varios municipios en informacin, entre otros

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    asuntos, sobre la Biblioteca del Tercer Piso en Santo Domingo,el Museo de Zea y su biblioteca, el Cementerio de San Pedro,la Catedral en construccin, la Sociedad de San Vicente dePal, la Compaa Antioquea de Transportes (fluvial).Tambin se dedican unas pginas a algunos personajesnotables y a sitios de inters, como templos, el museo particularde Leocadio Mara Arango, la estatua de Pedro Justo Berro,teatros, conventos y otras edificaciones.

    La segunda parte, titulada Direcciones, constituyepropiamente el Directorio General de Medelln. Lasdimensiones fsica, econmica, social, gremial, profesional,educativa, de servicios, recreativa y de organizacin municipal,se esbozan a travs de los datos, direcciones y avisoscomerciales del primer directorio ciudadano, hoy por hoy unarareza bibliogrfica, prueba de lo cual es la existencia enMedelln de apenas cinco ejemplares del libro.

    El Directorio est dividido bsicamente en dos partes.La primera se organiza en orden alfabtico de apellidos. Acontinuacin de cada nombre se indica la profesin por mediode las letras iniciales; luego, viene la direccin. As, porejemplo, el carretero Juan C. Acebedo, aparece de estamanera: Acebedo Juan C., carret., 1, ce. 29 y el albailJess A. Acebedo, de esta: Acebedo Jess A., alb., 11,ce. 13. La segunda parte es una lista de personas por oficiosy profesiones, presentadas, por supuesto, en orden alfabtico:Abogados, Agentes y representantes de casas extranjeras,Agencias varias, Agricultores, Albailes, Aplanchadoras,Alfareros. En forma independiente se informa de lasAcademias, Sociedades y Oficinas Pblicas, nombrando aquienes las componen y ocupan los cargos principales.

    Tan valioso como saber cules eran los oficios mscomunes para tener una nocin de lo que era Medelln en laprimera dcada del siglo XX, son los avisos comerciales, queabundan en el Directorio. Reflejan el desarrollo de laeconoma, las expectativas del consumo y ciertos usos en las

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    modas de las clases altas. Abundan los avisos que denuncianel rasgo importador de esa economa:

    POSADA & GONZLEZIngenieros de minas relacionados con las principales empresas mineras

    de Antioquia y CaldasESPECIALIDAD DE ESTA CASA:Explosivos superiores para minas

    Gelatina Repauno, Mecha y fulminantes Todo lo mejor que se puede introducir.

    Y aparecen tambin los que evidencian la competenciade una industria autctona incipiente:

    LAS CAMISETAS, SOBRECAMAS, TOALLAS, ETC., ETC.que producen los Talleres de San Vicente son de superior calidad y a

    precios ms bajos que sus similares extranjeros.

    Un contacto prolongado con los libros hace imposible,me parece, evitar la pasin de la bibliofilia. Y cuando el ataqueha sido a fondo es comprensible que pueda ser tan apasionanteleer una buena novela como un directorio sobre todo si setrata de un directorio de las caractersticas que acabamos deresear, un drama como un viejo peridico comercial, unpoemario como un libro de vietas. Una imaginacin lectoraaguzada por la buena literatura y la bibliofilia, lee entre lneas,percibe el rumor de la vida lo mismo en un directorio o enuna revista de modas que en una novela. La complicidadentre este espritu y la ptina que casi un siglo ha dejadosobre este Primer Directorio General de la Ciudad deMedelln, permite percibir bajo los datos la corriente de laincipiente vida ciudadana que remontaba una nueva centuria,abrir a sus ecos lejanos, al ritmo de sus calles, a su cuerpo depueblo grande asediado por mangones y arboledas,apaciguado en la horizontal de los tejados por encima de loscuales slo se elevaban las torres y espadaas de las iglesias,y donde los mugidos no disonaban del traqueteo de las ruedasde victorias y berlinas.

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    En 1925 la Sociedad de Mejoras Pblicas promovi ypatrocin la edicin de un libro titulado La Ciudad, comouno de los acontecimientos de la celebracin de los 250 aosde fundacin de Medelln. El subttulo anuncia la pretensindel libro: Pasado - Presente - Futuro. Fue impreso en laTipografa Bedout y su redaccin se le encarg a AgapitoBetancur (crnica histrica y actualidad), Juan de la CruzPosada (geografa y geologa del Valle), Jorge Rodrguez(estadsticas), Camilo Botero Guerra (planos de Medelln),Ricardo Olano (gua turstica), Rafael Ospina Prez (el caf)e informes sobre el Ferrocarril de Antioquia, finanzas pblicas,obras pblicas, instruccin pblica, industrias, urbanismo,Sociedad de Mejoras Pblicas, Medelln Futuro y otrosasuntos vinculados a la vida ciudadana (slo el aparte firmadopor Raimundo Rivas, titulado El Mensajero de la Victoria,es excntrico a esta caracterstica comn, pues se trata deuna semblanza biogrfica de un militar antioqueo que participen las luchas de la Independencia, lo que, en rigor, lo haceprescindible para el volumen).

    Sin restarle mritos a los otros textos, el de AgapitoBetancur es con el que debemos estar ms agradecidos.Recapitulando lo escrito hasta entonces sobre Medelln, es loms completo por la gama de tpicos tocados como porabarcar desde el pasado ms remoto hasta ese 1925,detallado y respaldado con datos. Su estudio monogrficodeja por fuera el resto del Departamento para centrarse enel Valle de Aburr, desde que los espaoles lo descubrieranen 1541. La forma como cuenta este episodio ser rasgo delas pginas restantes: nombres, fechas y lugares por dondesegn distintas tradiciones de la crnica ciudadana, entraronlos espaoles al Valle en dicho ao. Registra luego las fechas,sitios y protagonistas de otras incursiones en ese siglo XVI, yreconstruye el proceso de concesin de tierras, herencias,ventas, fundacin de hatos, estancias y primerosasentamientos de la futura ciudad, con una minuciosidad que

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    cubre todo el territorio del Valle y hasta los precios de dichasoperaciones, que incluan los remates, en castellanos, tominesy quilates, narracin en la que, como de coleto, asistimos alnacimiento de la toponimia urbana, la heredada de los indgenasy la que tiene origen en los primeros propietarios espaoles.

    La solicitud de ereccin del casero en villa (en suubicacin definitiva: el ngulo formado por el ro Medelln yla quebrada Santa Elena), la oposicin de los vecinos de laciudad de Santa Fe de Antioquia, la concesin de dicha peticinpor parte de la Reyna Gobernadora en cdula real del 22de noviembre de 1674 (aunque, como es sabido, la ereccinla oficializ Miguel de Aguinaga el 2 de noviembre del aosiguiente), cuyo texto se reproduce, lo mismo que el acta deIndependencia de la Villa de Medelln, una descripcinesquemtica de lo que era el plano urbano un siglo despusde la fundacin lo mismo que del Escudo de Armas, continanla fase del Descubrimiento y primeros avances pobladoresespaoles. Viene luego una resea del desarrollo urbano deMedelln durante los siglos XVIII, XIX y primeras dcadasdel XX. Primeras calles iniciales, barrios y pobladoresespaoles, medidas del Cabildo respecto a lo que se delimitcomo rea urbana, la consecucin de la primera CasaConsistorial (largo litigio, cuyos avatares se cuenta, incluyendodatos simpticos como el de que la casa comprada para talefecto lindaba por uno de sus costados con un solar de lasbenditas nimas), la arbitrariedad de obligar a vender suslotes a los indios que vivan en los alrededores de la plazaprincipal, la construccin de los primeros templos, las escasasresidencias que bordeaban el arroyo Santa Elena y sus dueosy ocupantes (al estilo minucioso de como lo hizo Carlos J.Escobar en Medelln hace sesenta aos), descripcin quese extiende a otras calles y sectores como Guanteros, ElLlano, Camelln de la Asomadera, calle de San Benito, lasresidencias que conformaban la Plazuela de San Francisco,datos aislados pero valiosos para la crnica ciudadana sobre

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    los primeros sastres y ebanistas, la primera imprenta, losprimeros pianos, las primeras boticas, escuelas y colegios.Contina la resea con la primera exposicin industrial, lallegada de la Compaa de Jess, el telgrafo, los primerosmsicos. A veces se detiene en particularidades muy valiosaspara el historiador y el simple curioso, como la enumeracinde los muebles ms comunes (de burda fabricacinnacional) y de los trajes que usaba el pueblo y lo que Betancurllama clase media, con especial detenimiento, por supuesto,en lo que usaban las mujeres, tanto lo que se llama diariocomo en las fiestas.

    El aparte sobre los templos (diez templos histricos),primer texto monogrfico sobre el tema, contiene los datosfundamentales: ao de inicio de construccin, dueo originaldel predio, gestores, autores de los planos, albail principal,fecha de inauguracin, fechas en que se emprendieron yculminaron reformas. Tambin es primicia monogrficadestacada la resea de las trece instituciones de asistenciapblica y de las diecinueve instituciones educativas vigentesms importantes entonces. Un tratamiento similar recibenlos primeros comerciantes que se recuerdan de los tiemposinmediatamente posteriores a la fundacin, el MataderoPblico, la Plaza de Mercado Cubierto, la Casa de Moneda,la Feria de Animales, varias industrias, los teatros, el tranva,los parques principales, etc., todo ello dentro de ciertodesorden pero con un nimo de precisin y construccin deuna memoria ciudadana fiel a los hechos y sus gentes.

    Sin restar mritos a los otros trabajos que componen ellibro, lo de Agapito Betancur, que acabamos de resear muysomeramente, es lo que se erige como recuento monogrficoms cabal. Es su texto lo que hace del volumen un captulode la bibliografa ciudadana. Las restantes contribucionescomplementan lo de Betancur con sus repasos sobre losaspectos parciales mencionados atrs, y, dentro de lasdesigualdades que son de esperar en las obras colectivas. El

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    mosaico ofrece un plpito y un panorama de un conglomeradourbano en un momento importante de su historia: cuando deverdad comenzaba a ser ciudad y se despojaban sinmisericordia de su arquitectura verncula y de sus manerasaldeanas. Y sin duda las lites tenan conciencia de esemomento. El captulo que cierra el libro, Medelln Futuro,escrito por Carlos E. Gmez, expresa de una manera msdecantada esa conciencia, ese espritu de apuntarle pronto aser, si no una gran ciudad, s una ciudad moderna, y no sloen lo arquitectnico y urbanstico sino en los servicios pblicos(incluyendo el transporte), en la asistencia social, la educacin,la salud, el esparcimiento y, por supuesto, las oportunidadesde trabajo. Los proyectos tenan nombre propio y se deseabala pronta realizacin de todos ellos: el cubrimiento de laquebrada Santa Elena, la prolongacin de las lneas del tranvay de la red telefnica, la pavimentacin de vas y laconstruccin de campos de recreo, baos pblicos,lavanderas municipales, apertura de calles y plazas previstasen el Plano de Medelln Futuro, el hospital San Vicente dePal, Palacio Municipal, Seminario Conciliar, Instituto de BellasArtes, Gobernacin de Antioquia, embellecimiento del Bosquede la Independencia y la Plaza de Cisneros, etc. A la cabezade muchas de estas iniciativas estaba la Sociedad de MejorasPblicas y sta se sostena en una relevante conciencia cvicade sectores polticos y gremiales de la ciudad, que hacaposible y respaldaba el quehacer de aquella Sociedad, gestorade la celebracin de los 250 aos de Medelln y del mismolibro que acabamos de resear, producto de un sentido deidentidad histrica y a la vez consolidacin de ella. El materialgrfico, antiguo y contemporneo de la publicacin, queacompaa al libro, es relativamente abundante y variado:lugares antiguos y modernos, fachadas de edificacionesproyectadas, planos, edificios, interiores de fbricas, avisosde propaganda, estatuas, fotos de grupos de personas.

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    El libro que comentamos a continuacin es el Padre denuestra memoria ciudadana, incluidas sus imprecisiones yequivocaciones fundacionales, debidas, como demuestra contodo rigor el prlogo, a yerros del Cojo Bentez, autor deltexto ms antiguo escrito entre nosotros. De l partieroncitndolo y ms a menudo plagindolo todos los que hastabien entrado el siglo XX historiaron los orgenes de Medelln.Su autor fue escribano de oficio desde fines del siglo XVIIIhasta 1830 aproximadamente. Y los temas de su cronicnson sucesos de los que fue contemporneo y tambin hechosvinculados al descubrimiento del Valle de Aburr por losespaoles, lo mismo que al surgimiento de los primeroscaseros, a la fundacin de la ciudad, la ereccin en villa yotros acontecimientos vinculados con esos aos iniciales, delos que se inform en archivos del cabildo, en cronistas delos siglos XVI y XVII, y en personas viejas a las queentrevist.

    Sobre los prlogos no es raro escuchar, e incluso degrandes autores, comentarios despectivos. Pero en este casono vale ninguna reserva. Hay que decir que este prlogo esfundamental por varias razones. Es ms que un prlogo, esun documento histrico. Para empezar, la publicacin porprimera vez de un texto indito, escrito entre ciento veinte yciento cincuenta aos antes de emprenderse esta primeraedicin, impuso un trabajo de bsqueda del documento,desciframiento paleogrfico, comparacin de datos en otrasfuentes, bsqueda de informacin ausente en el Carnero deMedelln sobre los temas que trata y aun sobre su autormismo, de quien, salvo su libraco indito y los muchosdocumentos oficiales que llevan su firma de escribano, pocose saba, lo que fue una de las resistencia a vencer por partede Roberto Luis Jaramillo: No obstante me di al empeo debuscarlo y perseguirlo por cielo, mar y tierra, como se dice.Lo busqu por archivos de toda clase y condicin. Y el rastrome ayud a formar su rostro. Pero ms que todo este

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    esfuerzo, fue el enorme desorden cronolgico del original,los tachones, enmendaduras e interpolaciones, amn de losyerros virtudes que nos detalla el historiador con todaprecisin, lo que convierte al prlogo en la radiografa delexigente y pundonoroso trabajo de investigacin que supusopreparar esta edicin, y tambin en gua obligada para sulectura y comprensin. No se trata, pues, de un prlogo detrmite, de simple cortesa presentadora, como se ver.

    [...] se presenta esta edicin, advirtiendo que comenzarpor unas consideraciones muy generales sobre el manuscrito,su descripcin y clasificacin, el fondo histrico o teatro enque hubo de actuar el Cojo Bentez, la utilizacin, indebidao no, que se hizo de su obra, algunos apuntes de su biografa,y los criterios de esta edicin. ste es el plan del prlogo.Limitndonos a este prrafo, se podra decir que al fin y alcabo, el desafo sera comn a muchos otros prlogos. Sinembargo, despus de la descripcin del manuscrito, no esposible seguir pensando lo mismo. Citemos un prrafo quees fundamental en el prlogo para entender la dificultades detrascripcin y aclaraciones que el texto impuso al historiadorJaramillo: Bentez era de lo ms desordenado y descuidadoque se pueda encontrar. Tal vez por ello nunca fue escribano.Apenas tocaba un tema que logra el inters del lector, y pasabaa otro asunto. Aos ms adelante lo volvera a tocar,agregando ms noticias o corrigiendo, aprovechando algnespacio en blanco, o interpolando, o escribiendo una apostilla,o largas notas al margen. Todo este desorden, aadido a queen veces no fechaba la ltima nota puesta, hizo equivocar amuchos de los que lo han consultado, confundindolos, yconfundiendo ellos mismos a sus propios lectores. Por ejemplo,en el folio en donde originalmente anotaba una noticia de1798, inclua una nota de 1836, quedando sta ltima comode la primera data. Descuidado, tiene el manuscrito muchostachones, enmendaduras, apostillas, notas marginalesrepartidas por varios folios, y tambin con tachaduras, cartas

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    agregadas, impresos insertados en medio de un texto,dividindolo, pues en el propio impreso tambin escribanoticias; y si a todo esto se junta que inclua los escritospreparatorios o borradores de memoriales y escrituras, y quehaca aadidos de varios papeles, y que en alguna hoja yaperdida para un protocolo, usaba el pedazo en blanco quequedaba [...] resulta muy difcil para consultar y una catstrofepara transcribir, anotar y editar... A esto hay que agregar elestado del original: Se trata de un ejemplar en un solo volumen,y en regular estado de conservacin, pues algunas letras estnilegibles por suciedad o por lo defectuosa de laencuadernacin. Muestra algunos folios apolillados, huellasde cucarachas y abejas, adems de algunas roturas [...].Nada fcil, pues, el trabajito de editar al primer cronistaque tuvo Medelln.

    Luego de la detallada descripcin fsica del documento,de contar la novela de su paso de unas a otras manos duranteesos ciento cincuenta aos, el prologuista nos entrega de sucuenta un recuento histrico breve de la primera poca de lapresencia espaola en el Valle de Aburr, del nacimiento deSanta Fe de Antioquia, de los traslados sufridos por sta, supertenencia inicial a la gobernacin de Popayn, el procesode su traslado a la de Antioquia, los primeros pasos deldesarrollo econmico de la futura Medelln, su incipiente peroimportante colonizacin en el siglo XVII, las primerasconcesiones de tierras y sus primeros otorgamientostestamentarios, los cambios graduales que inclinaron labalanza del desarrollo a favor de Medelln y en contra deSanta Fe de Antioquia, y las decisiones administrativas quetal realidad impuso a la corona espaola. Lo que acontecientonces, y sobre todo, despus en el Valle de Aburr, hastala poca donde termina el perodo abarcado por el Carnerode Bentez (1797-1840), el historiador lo entrega a voces delpasado, a cronistas que en algunos casos fueroncontemporneos de los acontecimientos que narran. Jorge

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    Robledo, Juan Bautista Sardella, Pedro Cieza de Len,Antonio Vsquez de Espinosa, Archivo del Cabildo deMedelln, Francisco Silvestre, Mon y Velarde, Cabildo deMarinilla, Jos Manuel Restrepo, Salvador Madrid,Boussingault, Eladio Gnima, sacerdote Javier Piedrahta, etc.,son citados generosamente y con la idea de que el lector dellibraco de Bentez enmarque y coteje lo escrito por ste, tantosobre el pasado remoto de la Villa, del que no fue testigoocular, como de aquello a lo que si asisti: [...] fue testigoocular y presenci todos los eventos urbanos que hicieronposible la formacin de una villa la ms prspera, rica, grandey poblada de toda la gobernacin de Antioquia [...] Bentezresea la creacin de un mercado pblico y de nuevos barrios,la ejecucin de mejoras pblicas, el desgaje de parroquias yde ereccin de pedanas en el valle [...] Estando joven lecorrespondi asistir demasiado cerca a las disposiciones delgobernador Silvestre y a las ejecutorias del visitador Mon yVelarde [...] Bentez observ el paso de una perezosa yestrecha aldea pajiza hasta llegar a ser la activa, poblada,grande y rica que no necesit del ttulo de ciudad paraprogresar. Lo que hace aqu Roberto Luis Jaramillo mslas consideraciones citadas del historiador Jos ManuelRestrepo sobre la sociedad colonial antioquea esestablecer una perspectiva adecuada para la lectura denuestro Carnero. Y completan el marco sobre la sociedadde la que fue arte y parte Jos Antonio Bentez, unossealamientos sobre rasgos destacados del pueblo antioqueo,de algunos cambios de mentalidad operados y sus causas, yacerca de la dcada en la que dio comienzo al paso decididode Medelln de casero a ciudad incipiente, con base enarchivos de la poca de Silvestre y Mon y Velarde, y enestudios de historiadores e investigadores del pasado ycontemporneos como Uribe ngel, Gnima, Brew, PovedaRamos, Beatriz Patio y Ann Twinam. Ese desarrollo urbanono fue recogido por Bentez en su libraco, segn Jaramillo,

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    porque su atencin se dirigi a cosas como el pasado remotode la ciudad; la vida religiosa: ereccin de parroquias ypedanas, nombramientos de capellanes, ceremonias, nombresde curas, vicarios, visitadores eclesisticos, alcaldes dedistintos rangos, fundacin de conventos, pleitos por aperturade calles, fiestas patronales, solicitudes de distinto orden alrey de Espaa; noticias sobre la campaa libertadora enAmrica y, en pocas palabras, sobre todo lo habido y porhaber, el acontecimiento menudo, como un bautizo o unfallecimiento, y el de mayor alcance colectivo, como laindependencia de Antioquia.

    La resea del calvario de apropiaciones, con y sin comillas,sufridas por el Carnero a lo largo de nuestra historia, es unanecesaria revisin crtica de la historiografa antioquea sobreMedelln, tarea a la orden del da haca ya aos. En estepunto el prlogo es tan minucioso como en lo dems y noperdona nombre de quien lo haya consultado o saqueadoomitiendo citar la fuente. Esa franqueza era obligada porcuanto los usuarios del cronicn no siempre tuvieron elescrpulo de cotejar en los archivos del cabildo o en otrasfuentes las afirmaciones de Bentez, dando origen a algunosequvocos histricos que se heredaron de generacin engeneracin. Sin beneficio de inventario se basaron en Bentez,directamente o sin saberlo al seguir a otro autor que a suvez lo haba copiado sin reconocerlo y sin citarlo ohacindolo tardamente o de paso, es decir, dentro de ciertamezquindad: un tal Santiago Bentez inaugura la lista desus usuarios en 1863 y la continan Manuel Uribe ngel(Jaramillo dice que ste se bas en el Carnero desde 1866en una serie de artculos y que reconoci tal deuda slo veinteaos despus: Es extrao que un personaje de la categorade Uribe ngel, quien saba usar, y us en otros casos lascomillas, cometiera el descuido o la travesura de no ponerlasdesde las primeras lecturas o prstamos que hizo delmanuscrito), Jos Mara Gmez ngel (sacerdote), Mariano

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    Ospina Rodrguez, Camilo Botero Guerra (que tom unosdatos del texto del Cojo pero en un artculo de AlejandroBarrientos, que no haba citado su fuente), Jos Mara MesaJaramillo (propietario por un tiempo de los folios del Cojo,y quien, al retomar algunos de los apuntes sobre los orgenesde Medelln, los reelabor, dando origen a la polmica msimportante hasta hoy sobre el tema), Emilio Robledo (otrode los que no us comillas con el expoliado Cojo), AgapitoBetancur (con quien ya nos encontramos en este texto depresentacin, y que s cita la fuente, aunque cambia el nombre:Celedonio, hijo, por Jos, lo que le sugiere a Jaramilloque no consult directamente el original), Luis LatorreMendoza (Un caso desconcertante de plagio [...] releyendoy comparando frases completas, me sorprend al descubrir alcopiante ms abusivo del Carnero de Medelln. La partesegunda de su libro el de Latorre, entre las pginas 39 y104, fue una reproduccin tal que slo falto agregar la frmulacurialesca es fiel copia del original, a que me remito),Ricardo Olano (lo utiliza pero reconociendo explcitamenteel hecho en el tomo III de sus Memorias, cuenta Jaramillo),Manuel Monsalve Martnez (cita algunos de aquellos que locopiaron pero no a Bentez), Antonio J. Gmez, presbtero(presumo que tambin se benefici del Carnero, sin citarlo),Javier Piedrahta, presbtero (tuvo la ventaja de consultarlo,entenderlo y citarlo debidamente en un libro publicado en1976), Jorge Restrepo Uribe (... referenciado como fuenteen su voluminoso libro sobre la ciudad) y Humberto Bronx,seudnimo del presbtero Jaime Serna (quien lo cita ytranscribi con sumo descuido, evidentes descuidospaleogrficos, y alteraciones, por adicin y supresin).

    Mal que bien, pues, nuestra memoria ciudadana viene delCojo Bentez, un poco coja, es cierto, haciendo honor alapodo de nuestro primer periodista, cronista e historiador.Por eso el prlogo de Roberto Luis Jaramillo que acompaaa la edicin es fundamental: porque el acto de rescatar nuestro

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    Carnero de su prolongado carcter indito, se confunde conla tarea crtica de sealar sus errores y limitaciones, y con lano menos relevante de demostrar cmo aliment a todosnuestros cronistas posteriores, abiertos o vergonzantes(plagiarios, copiones), es decir, cmo en efecto, insuficienciasa cuestas, el Carnero de Medelln es la piedra angular denuestra historiografa ciudadana.

    La tarea esclarecedora del prlogo se complementa conlas Notas al Carnero que cierra el volumen. Cada una delas 345 notas hace precisiones muy puntuales, como sedice ahora, al texto de Bentez. Las precisiones son tanvariadas como lo son los asuntos del Carnero: confusionesgeogrficas, equivocaciones histricas, anacronismosherldicos, nombres errneamente escritos, utilizacinimpropia de trminos, noticias falsas, desorden cronolgico,etc.; pero las precisiones no siempre corrigen, a menudoaclaran o completan lo anotado por el amanuense Bentez.Estas notas suman, si no un libro completo sobre el tema, sapuntes muy valiosos, respaldados en confrontacin y consultade fuentes diversas, sobre los primeros tiempos de la villa yregiones aledaas, desde el descubrimiento del valle por losespaoles hasta el tiempo cubierto por la vida de Bentez, enmateria grave por ejemplo, la aclaracin (nota 15) sobrelas dos fundaciones jurdicas de Medelln, y en materialeve la utilizacin (nota 6) anacrnica de un trmino porparte de Bentez: [...] el uso de la voz Cantn aplicado ala conquista.

    El resto es el Carnero de Medelln. Slo que al researel prlogo y las notas finales, pertenecientes ambos a RobertoLuis Jaramillo, hemos reseado indirectamente el libro deBentez, quien sale de las dos pruebas firme en su sitial deindiscutido primer cronista de nuestra historia ciudadana, perotambin muy vapuleado por sus muchas equivocaciones dedistinto orden y por su desorden, cargo del que se defiendecon anticipacin premonitoria y de la siguiente manera: Con

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    motivo de mis equivocaciones no me ha sido posible formareste libro Becerro de memorias con el orden de fechasseguidas que se requera; por eso unas noticias van adelante,otras despus, as como las iba consiguiendo, y agregandodespus otras que copiaba. Vale. Al Cojo no le alcanz elordenador de palabras, a su sufrido y riguroso prologuista s.

    Uriel Ospina es un caso sobresaliente de escritormalogrado por la noria del periodismo. La vida turbulentade Francois Villn, publicada pstumamente y Bolvar enPars, indita, son las dos obras que alcanz a escribir yredondear con el despliegue de la escritura que imponen lasobras mejor logradas. Los dos libros son elaboracionesestilsticas modernas e impecables, y se fundamentaron eninvestigaciones serias de documentos correspondientes a laspocas en que los dos personajes vivieron en Pars. Cuatrohistorias de bribones est a la altura de las anteriores encuanto a la base documental que la sustenta pero no en relacincon el desarrollo moroso que singulariza a aqullas dentro desu produccin y que hace de su lectura un deleite para elcriterio ms exigente; se resiente de cierto apresuramiento,de un caudal de datos que requera ms pginas para nohacer aparecer stas como atiborradas. Una montaa de datossobre el escritorio pero muy poco tiempo para incorporarlosen un libro ms pausado. Igual cosa le sucedi con el que seincorpora a la coleccin que presentamos: Medelln tienehistoria de muchacha bonita.

    Todo indica que fue escrito por encargo, es decir, de afn,con motivo de las celebraciones del tricentenario de Medelln

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    en 1975. Fue publicado en febrero de 1976 por EdicionesTercer Mundo. No es un libro de historia aunque la tiene enbuenas cantidades, dentro de la brevedad del volumen, sobrelos primeros tiempos de Medelln desafortunadamentesiguiendo en lo fundamental a Latorre Mendoza, que no esuna fuente muy confiable segn lo demuestra el ya reseadoprlogo de Roberto Luis Jaramillo, aunque el demonioirreverente que para fortuna de sus textos lo acompasiempre, lo lleva a confrontar y relativizar traviesamente lascronologas de cronistas e historiadores (por ejemplo, cuandole ofrece al lector seis fechas para la celebracin de lafundacin de Medelln, todas ellas con validez documentalcomprobable), y no slo las cronologas sino la naturaleza delos hechos mismos bajo la capa de la solemnidad declamatoriaexterior y oficial (lase revelacin de los intereses econmicosreales tras las declaraciones formales o polticas: El trasladodel casero inicial de El Poblado a An se hizo por una raznmuy clara: aquel era resguardo de indgenas y como tal sustierras eran inenajenables en favor de quien fuere, sobre todode espaoles. El de An, no. De modo que, todos a An, endonde todos podan ser propietarios); la ereccin del pobladode San Lorenzo por Francisco Herrera Campuzano; eltraslado a An; las primeras grandes concesiones de tierra(un siglo antes de la fundacin), la prolongada puja por hacervilla del poblado con la oposicin de la ms antigua Santa Fede Antioquia; el primer empadronamiento (1675, un mes antesde la ereccin oficial en villa) del valle entre Caldas yBarbosa, que arroj un total de 3.000 personas y 280 familias(cuyos componentes se especifican, incluyendo el oficio delos varones adultos); la descripcin del plano de Medelln en1770, calculado por H. M. Rodrguez en pleno siglo XX yde uno de 1889 levantado por estudiantes de la EscuelaNacional de Minas de Medelln. Y hasta ah llega el tributode Uriel Ospina a la historiografa convencional sobre laefemrides, aunque tributo irreverente, a la vez riguroso y

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    juguetn. Lo que sigue no es ya el historiador improvisadosino el cronista ameno y ducho, que escribe sin otro plan queceder por placer a los asedios de la historia menuda, se tratedel testimonio de cronistas que lo precedieron cincuenta, cieno ms aos, o se ocupe de sus propios recuerdos de la ciudaden la que naci y se hizo, momentos que son, por supuesto,los mejores de este libro y donde el talento y las dotes detodo orden que lo sealaban como especialmente apto parala ficcin en prosa, la biografa y la crnica, se sobreponen alafn y consiguen a menudo constituir la textura, expresividady ritmo de la prosa. Son estos momentos donde su talento ysensibilidad se imponen, los que de manera particular desatanen el lector perspicaz una nostalgia precisa: qu libros deprimer orden pudo dejarnos Uriel Ospina si hubiera dispuestode mejores condiciones de tiempo para la creacin literarialibre, si el periodismo no lo hubiera uncido tan de principio afin y tan por completo.

    Cuando este escritor, nacido en el barrio San Benito, deMedelln, comienza a recordar, su libro sobre la Villa acusa elgolpe del desorden propio de quien evoca libremente, peroobtiene a cambio por el conocimiento vivo, detallado y ampliode sus temas; por la abundancia y la fuerza de susremembranzas, y por un estilo, hecho de precisin periodstica(digo precisin, ojo, que es otra cosa que pobreza verbal, loque en absoluto se le podra sealar a Ospina), vigor acumulativo(episodios, lugares, personajes y cosas se suceden con esasobreabundancia que fluye con la encantadora naturalidad dela experiencia deleitosamente repetida y rumiada en cadaocasin, y vivida con una conciencia exacerbada de la fugacidaddel instante), ritmo rpido, predominio de lo sensorial y plsticosobre las consideraciones histricas o sociolgicas , y humor,mucho humor, adobado todo dentro de una solvencia verbalque delata al escritor dotado.

    Es el libro de un curioso, de un metiche, como lo fueFrancisco de Paula Muoz, el de El crimen de Aguacatal,

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    de un vido de vida como lo fue tambin Arturo EcheverriMeja, para el que nada fue indiferente en la vida. Por esoUriel Ospina, una vez despachado, a su modo, lo relevantedel pasado remoto de la ciudad, se mete con la mejor letramenuda de esos viejos tiempos, con episodios de nuestraincipiente picaresca criolla (como el tira y afloje por la casacural entre el Cabildo, que sesionaba bajo una carpa, y unode los primeros prrocos de la villa); con el primer crimen(cometido en 1702 por un cura espaol), en cuya narracinse deleita, como tambin lo hace con la serie de episodiosdesatados por el antisantanderismo del sacerdote Jos MaraBotero Cadavid, verdadero folletn poltico de provincia. Elrepaso a la historia de algunas iglesias, conventos y primeroscementerios, la hace a su modo, es decir, detenindose, porejemplo, en el sarao de inauguracin de la Veracruz (en laque no falt precisamente el aguardiente), en el enredo denombres oficiales y los asignados por la tradicin medellinensea las iglesias de San Benito (oficialmente de San Francisco)y San Ignacio (en realidad San Francisco), y a la plazoleta deSan Ignacio (de nombre propio Jos Flix de Restrepo),resultado todo de un partija entre los jesuitas y el Estado,donde los primeros se quedaron con el lado sur de la manzanaoriental (iglesia y convento, luego Colegio de San Ignacio) yel Estado con el lado norte (Liceo de la Universidad deAntioquia). Este aparte de su cronicn le sirve de impulsopara el captulo siguiente, el sexto, dedicado por entero a unadeliciosa microhistoria como gusta decirse ahora delbarrio y la vida estudiantil que ferment en los costados y losalrededores de la plazuela de San Ignacio, relato que tiene elmismo sabor del que hace sobre el barrio del Pars del sigloXV donde naci y creci Francois Villn, en su libro sobre elpoeta. El barrio se habra empezado a formar a comienzosdel siglo XIX y de sus avatares sabemos desde sus rasgosfsicos iniciales, pasando por las costumbres estudiantiles(acadmicas y no, y tambin las santas y tambin las otras y

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    dnde, es decir, en qu vecindades), la leyenda del espantode fray Rafael de la Serna, personajes (sabrosas, sobre todo,las semblanzas de las tres mujeres Cata, Mica yDocumento a las que los estudiantes recurran para suplirdiversas necesidades (no pienses mal, lector, lee el libro) hastallegar al periodiqun estudiantil, La Palestra pertenecientea la poca en que estudiaban en las aulas de la Universidadde Antioquia Toms Carrasquilla y Francisco de PaulaRendn.

    Luego viene un captulo de mucha utilidad para la consultaen las bibliotecas y para la curiosidad, titulado Los primerosde la clase: fecha de la primera fundacin de Medelln,primera iglesia, primer censo, primera sesin del Cabildo,primera escuela pblica, primera fbrica de aguardiente,primera estafa con reliquias religiosas, primer colegiofemenino, etc., especificando el ao en cada caso. El lapsoabarcado va de 1616 a 1947. Este captulo cierra la primeraparte que, siendo buena como hemos visto, no lo es tantocomo la que sigue, donde el autor destila algunas de lasmejores esencias de su vivencia de la ciudad, de su ciudad,cuyas posibilidades vitales exprimi como pocos, de nio,muchacho y hombre. No sigue ms orden especial que elarbitrario de la memoria. Da entrada en primer lugar alrecuerdo de un torero no sin antes hacer una pequeahistoria de la construccin del Circo Espaa, de describirlocon detalle, lo mismo que de especificar el uso mltiple quese le daba que se qued unos aos en Medelln,convirtindose en todo un personaje de su vida bohemia ysocial, adems de la taurina, en la que fue toda una leyenda,de cobarda (le escurri el bulto al toro en su primerapresentacin en la Bella Villa), de valenta (se le midi ensu segundo y la faena dice el cronista que fue para recordar),y las dos caras dentro de su notoria escasez de facultades,como dice con guasa Ospina, gran aficionado a la tauromaquiasegn lo deja ver con toda claridad este emocionado

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    recuerdo, para utilizar su propia expresin, cuando recuerdaa otro diestro, el Chiquito de Begoa, al cierre de estaremembranza de hechos y personajes de la vida taurinamedellinense en la primera mitad del siglo XX.

    Igual procedimiento, es decir, aunando la historia de lugares,personajes y cosas con los recuerdos personales que lovinculan a ellos, recuerdos que trasuntan experiencia internay prolongada aplica a los asuntos siguientes, todos ellosentraables en la memoria ciudadana: el Teatro Bolvar,crnica gracias a la cual sabemos hoy en detalle cmo era elteatro por fuera y por dentro, y algunas de las conductas delpblico en las representaciones y en los entreactos, as comoalgo sobre la diversidad de representaciones a que sedestinaba; el mercado de pulgas de Enrique Blair, una deliciade estampa sobre un lugar tipo Arca de No donde era posiblevender hasta el cachivache ms intil (mal vendido) yconseguir cualquier cosa; los tranvas, la letra menuda de susincomodidades, utilidad, colores, ruidos y chisporroteos; elbarrio Guayaquil, crnica cuyo comienzo es una muestra delos mejores momentos a que llega la prosa del autor cuandoaborda tpicos trasegados intensa y repetidamente por suansia dionisaca de vida: Hubo que conocerlo para darsecuenta, aproximadamente, qu pudo haber sido. Hubo quehaber pasado por ah, tarde en la noche, sin una aguja encima,para conocer el miedo. Hubo que aceptar, de grado o porfuerza, la copa ofrecida por cualquier perdonavidas en cuyasrodillas haba sentada una hembra de rompe y rasga, paracomprobar lo que era la obediencia a la fuerza bruta. Huboque ver aquellas rias a cuchillo, o los picos encuentros entresoldados en licencia y policiales de turno, para ver de cercalo que era la hombra [...]. Eso, y algo ms, era Guayaquil,caminantes. Y los personajes: Canuto, legendario fabricantede trompos entre los aos treinta y cincuenta del siglo pasado;Benedo, el capitn Lpez y Rosa Peluda, sacerdotes mximosde la sabaleta, el tamal y el sancocho de gallina en sus

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    respectivos fogones; los cafs: La Bastilla, el Hrcules,y los simples o bobos (que a veces no lo son tanto), nacidospara romper los tedios ciudadanos de los desocupados.

    Como deja ver nuestra resea, Medelln tiene historiade muchacha bonita es una miscelnea de la historia antiguay de algunas facetas del presente de la ciudad que el autorconoci de nio, muchacho y hombre. Tiene el sello de lomejor y lo menos bueno del escritor que fue Uriel Ospina. Lapresencia de un estilo preciso, vigoroso, sobrio y fogoso a lavez, pletrico de variedad y facundia vital y verbal, en suma,una escritura palpitante de aliento pico, dotada para proyectosmayores, para novelas extensas, para estupendas biografas;pero tambin acusa, sobre todo en el tramo final, ese signoque afect casi todo lo que sali de su pluma: elapresuramiento, la falta de tiempo. Sin embargo, lo esenciales esto: en sus pginas se preservan huellas de la vida de laciudad que otros pasaron por alto lo que convierte a estelibro en referencia imprescindible para la memoria y dentrode un estilo superior, de escritor con verdadero talento,segunda razn que hace de su lectura un acto imprescindible.

    Joaqun Antonio Uribe fue un poeta metido a botnico ya maestro. Todos sus libros ponen de presente al naturalistadueo de una pasin excepcional por su objeto (basta leercualquier texto suyo para comprobar que no hay ningunaexageracin en decir esto), con formacin terica yprolongada y constante experiencia investigativa, amn deuna no menos persistente labor de divulgacin el en aula y en

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    revistas y peridicos (en algunos casos fundados por elmismo). Y tambin revelan a cada instante al poeta y alpedagogo de todas las horas. Por eso, como en el caso deese otro botnico antioqueo y paisano suyo que fue el padreRoberto Jaramillo Arango, la lectura de Flora sonsonesa,Flora de Antioquia, El nio naturalista, Cuadros de lanaturaleza o Curso compendiado de historia natural, esuna experiencia que se sale de lo usual en ese tipo de textos,como que es tambin una experiencia literaria, sin que ellosignifique merma en el rigor cientfico, trueque delconocimiento de la botnica y la zoologa por vaguedadeslricas o desalio en la estructuracin de sus textos. Escribecon amor por la naturaleza, lo que aunado a la formacinacadmica, al conocimiento de la flora y la fauna de su tierra,y a la exposicin agradable, produce como resultado lgicoel inters del lector en el texto y, lo que es ms importante, enla naturaleza de su regin.

    La explicacin para que se haya producido el fenmenoJoaqun Antonio Uribe habra que buscarla, por supuesto, enel sello de su individualidad particular, en su experiencia delmundo (lo que incluye la acadmica pero no se limita a ellasino que registra como capital, por ejemplo, vnculos decisivos,desatadores, como lo fue doa Victoriana Estrada deVelsquez, la seora de Sonsn que le ense en su infanciaa amar las flores). Pero existe tambin una explicacinhistrica llamada Los botnicos de Sonsn por doa LuzPosada de Greiff en un breve pero ilustrativo texto aparecidoen un catlogo publicado en 1995 por la Biblioteca PblicaPiloto y que apoy la Exposicin Didctica llamadaBotnicos Antioqueos. All se aclara cmo JoaqunAntonio Uribe no naci en un panorama lunar para las cienciasnaturales, como que recibi las primeras nociones y el estmulofuerte de dos hombres: uno, sonsoneo, Jos Joaqun Jaramillo,quien fue uno de sus maestros; extranjero, el otro: AlfredoCallon, de quien recibi indirectamente la influencia que ste

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    dej en la enseanza en Sonsn en la dcada que comienzaen 1860, segn las precisiones hechas por doa Luz Posadade Greiff en su estudio.

    Agradezcamos, pues, esa conjuncin de estrellas queforjaron esa figura y que nos permiten seguir leyendo con elmismo deleite a don Joaqun Antonio Uribe casi setenta aosdespus de su muerte y noventa despus de publicados susprimeros artculos. Veamos dos ejemplos del maridaje delpoeta y el cientfico, luz que ni desaparece ni decae nunca enninguno de sus textos y que fluye de su pluma sin ningnesfuerzo aparente. Al hablar de la Dormidera leemos losiguiente que bien pudiera firmar un viajero europeoilustrado de fines del siglo XVIII y comienzos del XIX:Consideremos la Dormidera de nuestros campos, de la familiade las mimseas. Es una tarde serena de verano; ya se hundiel sol en el ocaso; los cfiros retozan en los matorrales; reinael silencio propio de esa hora melanclica de recogimiento ymeditacin. Cmo no pensar en la poesa sobrecogedora yentraable de las tablitas de don Rmulo Carvajal? Cmono sentir un efluvio comn que baa por igual pgina ymadera, una hermandad profunda de materia potica, deprovincia honda, de vecindad de hortensia y tapia bajo esamisma luz de lujuriante verano o enmohecido invierno? Perola poesa no lo lleva a olvidar del todo la planta que lo ocupa.Por lo menos, si no en todos, s en muchos casos. Adems,sus emanaciones constantes son aromticas y medicinales:en regiones donde las fiebres y epizootias eran frecuentes yaun endmicas, las plantaciones del Gomero-azul han saneadoel aire, escribe al hablar del Gomero-azul de Tasmania oEucalyptus globulus. Sin embargo, a veces el poetareclama todo el espacio de la cuartilla para s, excluye porcompleto al naturalista. Es lo que ocurre con el texto mslogrado del libro desde el punto de vista potico y, sinexageracin, uno de los poemas ms bellos y profundos de lapoesa colombiana, hasta donde dan mis lecturas, por supuesto.

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    Hablo del que titula La nyade montaesa. Su forma es lade un relato presentado como ancdota personal, eleccinposiblemente involuntaria pero que escritores como TrumanCapote convirtieron en recurso para conseguir en el lector lailusin de leer algo de efectiva ocurrencia histrica, de sucesovivido por quien lo narra, en este caso el autor. Es unaestrategia astuta que desarma el escepticismo lector y quees pan de todos los das en la mesa de la narrativacontempornea. El tono es el utilizado en las leyendas, elacento el de la poesa ntima, el lenguaje tiene tanto dedescripcin como de narracin, lo que contiene una factibleaparicin de dispersante oropel lrico y la ubicacin delautor en el mundo raz ltima del encanto la de un candorsin mala conciencia, un desconocimiento soberano de laracionalidad para entregarse a los llamados del mito quealientan en lo profundo de la sangre. Eso en cuanto a la belleza.La profundidad nace de su vinculacin con un ser arquetpico,con una entidad del inconsciente colectivo, con un ser delbosque primordial, de los ensueos del hombre del pensamientomtico, que, en magnfico gesto de universalidad, se apropiaJoaqun Antonio Uribe, libre del complejo comn en nuestraslatitudes de sentirse marginal a esas mitologas, prohibicincultural que desconoce con un ingrediente extra que aumentael encanto de esa pgina inolvidable: situar la experiencia ennuestras montaas antioqueas, cerca del Alto del Coco.

    Razn tuvieron Rafael Maya al incluir Cuadros de lanaturaleza dentro de los libros de poesa en Colombia, lasEdiciones Autores antioqueos en publicar la tercera ediciny el ITM en hacer ahora la cuarta, como parte de la coleccinque presentamos.

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    Tal vez en otras latitudes suceda igual. Que llegados acierta edad a muchos viejos les da por escribir sus recuerdosy buscar su publicacin como libro. El impulso es al parecertan fuerte que no pocos de ellos costean la edicin o buscanel mecenazgo de un amigo o familiar. No vamos a ahondaren lo que otros han dicho sobre la diversidad de impulsos quepueden explicar esa necesidad del testimonio y la memoriacuando la muerte se ve como cosa ya no muy lejana. Elmuestrario, por supuesto, es variopinto en cuanto asuntos,alcances y calidad de escritura, lo que se explica obviamentepor la particularidad que tiene cada vida as se pertenezcaa la misma poca, regin o ciudad, o se haya nacido en lamisma clase social y aun en la misma familia, y tambinpor desigualdades en la formacin y en el mayor o menoroficio previo en el ejercicio de escribir. Y an hay ms, comoveremos.

    De esta clase de libros los hay que hacen ms hincapien experiencias colectivas: rasgos de la vida de un pueblo, unbarrio, una ciudad o un grupo de hombres cualquiera; y loshay que lo hacen ms en lo que fue la vida personal. Laabuela cuenta, de Sofa Ospina de Navarro, pertenece msal segundo grupo, y Cosas viejas de la villa de laCandelaria, de Lisandro Ochoa, e Historia e historia deMedelln, de Luis Latorre Mendoza, al primero.

    Las damas primero. El libro de doa Sofa es un librodbil, descolorido, escrito cuando muchas fibras de su ser sehaban aflojado y la escritura como afirmacin de vida, comoprolongacin de sta, como expansin de una sobreabundanciavital, era una ausencia. La lectura ms superflua de un lectorsagaz palpa, si no un desgano total afirmarlo sera unaexageracin, rota la fibra de la escritora inicial de cuentosa comienzos de los aos veinte. Habra que hablar ms biende cansancio, de apagamiento del fuego que la llev a escribircuentos como: Menos redes, Ascendiendo, Bombas yvisitas, Conveniencias y Milagro?, publicados en

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    Lectura breve, revista literaria de Medelln, fundada porFrancisco Villa Lpez en 1923 y en la cual aparecieron losnarradores, dramaturgos y poetas, veteranos y jvenes, quecontaban en la villa de Medelln en aquel ao, colaboracionesseguramente pedidas, cuya lista abren Toms Carrasquilla,Francisco de Paula Rendn y Efe Gmez, y cierran los queentonces eran promesas: Jos Restrepo Jaramillo a la cabeza,la ms cumplida, a pesar de haber vivido slo cuarenta ynueve aos. No son grandes cuentos, pero s cuentosinteligentes, bien planteados y resueltos, sin digresionessobrantes, y que ponen de presente que tena talento y talantepara la ficcin narrativa, ojo para convocar las cosas, detallesy gestos que le otorgan persuasin de realidad a un relato.

    Hay en ellos humor y crtica social pero sin agresividad,en tono risueo. Y dan cuenta de una virtud nodespreciable: hablar de lo que se conoce: la Antioquia y elMedelln de entonces, de su barrio (La Playa), del mundosocial al que perteneca y de la vida de las mujeres de suclase social. De esos cinco cuentos, el que se titulaMilagro? es magnfico en el manejo de la irona, que lo esall en su forma ms fina, es decir, donde el relato se contieneen la sugerencia, salvndose del mal gusto que hubiera sidoexcederse en la estupenda malevolencia de la insinuacinfinal con que se hace burla de una visin de la felicidadmatrimonial rayana en el cretinismo. Pero doa Sofa dej deescribir casi cuarenta aos y lo que public despus de tantotiempo no fue narrativa sino un libro de buenas maneras.Cuando cuarenta y dos aos despus vuelve a la crnica,forma cercana a la ficcin pura, muy poco de esa fuerzainicial sobreviva. En la mujer de setenta y tres aos sobrevivecierta gracia (otra palabra general, gracia, pero que es justa:designa por tradicin algo as como solvencia narrativa,elegancia, don de contar, talento natural) pero no el aliento,no esas ganas de contar, ese solaz, ese disfrute de escribirque empuja a esos cuentos de 1923. La abuela cuenta es

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    un libro casero, escrito sin mucha ambicin y, sobre todo,cansino. Insistimos en sta ltima impresin porque de unaexistencia que ya era prolongada y de alguien notable en laciudad durante dcadas, que vivi y conoci muchas cosasde sta, era de esperar algo ms amplio y diverso peticinque no olvida la vida ms limitada que se les impona entoncesa las mujeres que lo que finalmente ofreci; esta nocin serefuerza si comparamos su magro legado de reminiscenciascon libros del gnero, escritos por personas tambin muyentradas en aos pero que no por eso se quedan cortos envariedad de asuntos evocados ni sus episodios carecen defuerza y despliegue.

    Nuestro observacin, sin embargo, no pretende despojaral libro de doa Sofa de todo valor. Capas del pasado de laciudad no se perdieron del todo gracias a ella y su testimonio.Algo de puertas para afuera (alguna calle, personajes tpicos,bailes, el globo de Domingo Guerrero, el de Salvita, escenascallejeras, salidas a montar a caballo, el teatro, modas); depuertas para adentro, otras (visitas, nacimientos, medicinacasera, adornos y mobiliario, la lectura, la costura). Pero todoello, ya lo dijimos, como de paso, recordando a vuela pluma.Sin embargo, en el ltimo texto del libro, brota de pronto, ypleno, agudo, el diablo que la condujo a escribir sus viejoscuentos de mujer joven, slo recordados de pronto por loslectores de su generacin. La ltima chaquira salva el libro,lo justifica, por lo que tiene de testimonio sincero, de primeramano tanto ms conmovedor cuanto la denuncia de lasituacin vivida por la mujer entonces, no se desplaza enningn momento de su tono sobrio, escueto, preciso. Se instalaen el horizonte de los hechos y all se mantiene hasta el final,sin caer, ni en una lnea, en el discurso lastimero, en la lstimapor s misma y por sus compaeras de infortunio.

    Para que el lector entendiera bien a lo que aludimos locorrecto sera reproducir aqu este texto de doa Sofa, peroeso no sera prctico. Pero s queremos reproducir la ancdota

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    que trae a propsito de haber obtenido el segundo premio enun concurso de cuento promovido por la Sociedad de MejorasPblicas de Medelln en 1920: Por eso cuando en el ao de1920, encontr en un rgano periodstico la noticia de que laSociedad de