Los escribas Nº 8 junio - julio

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1 Los Escribas Divulgación Literaria, Histórica y Artes Visuales Año 1 Nº 3 Agosto 2015 Los escribas Divulgación literaria y Artes visuales Nº 4 septiembre - octubre 2015 Los escribas Nº 8 junio - julio 2016 Ed Manantial entre Arenas

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Revista de divulgación literaria y artes visuales. 1er. aniversario

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Los Escribas Divulgación Literaria, Histórica y Artes Visuales

Año 1 Nº 3 Agosto 2015

Los escribas Divulgación literaria y

Artes visuales

Nº 4 septiembre - octubre 2015

Los escribas Nº 8 junio - julio 2016

Ed Manantial entre Arenas

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Editorial

El aventurarse a emprender un viaje a lo desconocido a través de una revista virtual impulsada por las ideas, el arte visual y la creación, y navegar por los distintos territorios ha sido una hazaña sorprendente y grata; en un principio pensamos en los creadores regionales y a partir del segundo número los pasajeros se multiplicaron hasta llegar a ser a lo largo de un año más de ochenta colaboradores entre escritores regionales, nacionales y extranjeros. Con un inicio incierto hace exactamente un año emprendió su primer vuelo y desde entonces lo ha hecho en ocho ocasiones contando este número, los hemos dedicado a Perú y a Francia, ahora lo hacemos a los que conforman la Academia Literaria de la ciudad de México. Estoy seguro que en este número también disfrutarán sus lecturas.

Agradezco al presidente de la Academia José Antonio Durand, la recopilación de textos para esta edición, a nuestros queridos amigos del Consejo Editorial siempre presentes con sus orientaciones, consejos y apoyo para seguir adelante, desde luego a los escritores de los distintos lugares del país y a nuestros hermanos de otras latitudes con quienes nos une el amor por las letras y las a r t e s , p r e s e n t e s s i e m p r e c o n s u s aportaciones.

Desde este espacio les envío un emotivo y sincero abrazo que abarque a todos los lectores y colaboradores, esperando que esta comunidad siga creciendo.

¡Felicidades!

Directorio

Dirección

Alberto Calderón P.

Redacción

Maricarmen Delfín D.

Consejo Editorial

Gloria Domínguez CastañedaGabriela Jiménez VázquezKoryna Hernández HernándezJorge Enrique Escalona del MoralRodolfo Cisneros MárquezJuan Pérez Salazar

Dirección

Xalapa, Ver. C. P. 91190

www.revistalosescribas.com

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Correo: [email protected]

Una publicación sin fines de lucro.

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Índice

La citaGloria Ariceaga 5

Voces del albaAntonio Ávila Galán 6

MigranteDiana Ríos 7

Sin escapatoriaJosé Santos Contreras García 8

Nada es verdad ni es mentira todo depende del nombre del color con que se digaMaría Judith Damián Arcos

10

San Kevin y el mirloCarla de Pedro 14

Huyendo del carnaval: Huatusco tierra del caféAlicia Dorantes 17

SenectudJosé Antonio Durand 20

Poemas Marina y Este domingoNicolás Fuentes 23

Historia de Celina y la silueta heredadaJosé González Márquez 25

El alquimistaJosé Gutiérrez Llama 27

Séptimo mesEduardo Cerecedo 29

BI DOOdilio López Ramírez 30

Suelo estérilCarmen Cecilia Maza Burelos 32

Entre vocesJorge Enrique Escalona del Moral 33

Cilindro de gasAlberto Calderón P. 35

El besoGloria Pérez Pacheco 38

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Susurro de lunaGabriela Jiménez Vázquez 40

Para chuparse los dedosMaricarmen Delfín D. 41

En la nocheLuis G. Mendoza 45

JavierAmauri Sarmiento Barrios 46

Los sudarios milagrososLilith Tagle 50

EcoMartha Miranda Gómez 53

Caballos de avenida ÁmsterdamGloria Domínguez Castañeda 54

Intento infructuosoEsther Tirado 57

LagartijaMonserrat Varela 59

Azul de todos los díasSimón Toledano 63

FanfarriaDaniel Olivares 66

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LA CITA (Inspirado en cuadro de Edward Hopper)

Me gustaba aquel céntrico restaurante a la puesta del sol, a veces había cosas interesantes que captar. Esa tarde, igual que siempre, me instalé en un rincón, pedí un espresso, saqué mi cuaderno de dibujo y entre sorbos de café comencé a bosquejar el cuadro. En la mesa del fondo una pareja charlaba animadamente; al centro, de espaldas a mí, estaba sentada una mujer madura y enjuta con un raído sweater gris. Entró una joven, colgó su abrigo en el perchero y se dirigió a la mesa de la vieja; al sentarse quedó de frente a mí. Una cara bonita, los rayos vespertinos que entraban por el ventanal hacían un interesante juego de luces en su rostro. ¡Perfecto para un retrato! ¿Dónde vi antes esa cara? ¿Dónde? ¡Ah sí!, en los diarios, es la rica heredera –huérfana al morir sus padres en un accidente automovilístico— que anunció dedicar su fortuna para ayudar exclusivamente a mujeres en desgracia. Como pintor, observé con atención a estas mujeres. Curiosamente las dos portaban un r id ículo gorro sumido hasta las ore jas, aparentemente lo único en común, bien vestida la joven, harapienta la vieja. Su mesa estaba al lado de la mía, sin proponérmelo escuché la conversación: –No entiendo por qué se negó a ir a la oficina donde atiendo a todas por igual. Acepté venir aquí sólo porque al teléfono su voz se escuchaba realmente angustiada y dijo que era un asunto muy delicado. ¿Y bien?, dígame ¿Qué puedo hacer por usted? La vieja permaneció callada largos instantes, parecía pensar cuidadosamente sus palabras –por un momento creí que no se decidiría a hablar—. Carraspeó, apoyó los codos en la mesa, se inclinó hacia adelante para quedar más cerca de su interlocutora, respiró hondo y entonces soltó la frase de sopetón: –Yo soy tu verdadera madre, puedo probarlo.

Gloria Ariciega

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VOCES DEL ALBA

I Las piedras

niños – gusanos

aguardan la huida del horizonte.

Temen morir arañando la yerba. Cualquier lluvia

es buena compañera

para magullar los recuerdos.

II Las piedras

declive del tiempo, tienen memoria de sueño.

Son frágiles voces del alba

en el sosiego de trasnochadores.

III Las piedras

animales que vomitan silencio,

se vuelven golondrinas viajeras. Deshilan lágrimas

en el relámpago del alba.

Antonio Ávila Galán

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Diana Ríos

MIGRANTE

Cruz en la paredPárpados caídos sin luz

Con esperanza.Esperanza del camino

Recuerdos de torturas en llamasY muerte caliente sin rostroSin huellas en los dedos,

En los dedosEn llamas,

Culpable de nacer

en un punto del mundo.Trenes mutilados,

Sonido del remansoEn sus pasos

Desierto

Líneas oscuras y clarasLíneas pies y playa

Sombras del solque abandera su alma

Figuras humanasnos hablan.

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SIN ESCAPATORIA

Abrió con dificultad la puerta de la habitación. La luz, aunque tenue, dejaba ver los pocos muebles. Su figura taciturna se dirigió al sillón dejando caer en él su voluminoso cuerpo. Su mano derecha recargada sobre la rodilla, apoyó el rostro lloroso y apesadumbrado. Levantó la vista y expresó sin poder detener el llanto —Nunca imaginé que el tipo fuera demente, de tantos clientes que he tenido, maldigo mi torpeza por no haber descubierto sus criminales instintos. No sé cómo pude resistirme a su engaño. Ahora lo veo más claro, su vestimenta fina y elegante no lo delataba, sus buenos modales de atención y de dirigirse a una mujer como yo, me convencieron para brindarle el servicio, no me importó reservar mi salida para después de atenderlo, además la necesidad de dinero, me obligaba a trabajar horas extras. Se puso de pie, caminó con paso lento y actuado hacia enfrente, dirigiéndose a donde la oscuridad permanecía, continuó con elocuente voz: —Me llevó a su casa, en un fraccionamiento residencial bastante iluminado ubicado en el sur de la ciudad. El departamento era amplio con una decoración colorida que combinaba perfectamente con los muebles. Nos sentamos en un largo sillón, destapó una botella de wiski, puso música y bailamos. No sé con exactitud cuánto tiempo pasó, de lo que sí pude percatarme es que la botella de wiski guardaba menos de un tercio. Bajo los insumos del alcohol me llevó a su habitación. Después de haber hecho mi trabajo quedamos en silencio. Sin decir una sola palabra, abandonó la cama y se dirigió a una habitación contigua; deduje que iba al sanitario, lo que me hizo todavía esperarlo en el lecho.

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Pasado algún tiempo, escuché su pesado caminar. Instintivamente levanté la cabeza, se acercaba con un semblante diferente y un cuchillo en la mano derecha. Presintiendo el peligro abandoné la cama de manera estrepitosa, buscando la salida. El sujeto me acorraló contra la pared, forcejeamos cuidándome de ser dañada por el arma. Sacando fuerzas no sé de dónde, tomé la botella de wiski y se la rompí en la cabeza. Aturdido, su cuerpo se desplomó en el piso, situación que aproveché para vestirme y salir de manera presurosa. Bajó la cabeza, una luz amarilla ilumino su roja cabellera, después de un breve silencio, tomó aire y deslizándose de un lado a otro del espacio, volvió a expresar. —Busqué ayuda, nadie apareció a esas horas de la madrugada. La desesperación y miedo me armaron de valor para brincar bardas, caer en charcos; no recuerdo cómo llegué hasta esta habitación. Dio medio giro a su cuerpo y avanzó con paso silencioso hasta llegar al mismo sillón, se sentó nuevamente, quedó pensativa. En ese momento se dio cuenta de que había dejado la puerta abierta, la luz de las lámparas que iluminaban el lugar le permitieron ver a un hombre de aspecto siniestro que se acercaba maliciosamente a donde se encontraba. S in esperar a que l legara a su p resenc ia , estrepitosamente se levantó y hecho a correr hacia donde se encontraba la puerta de salida. La figura siniestra impidió su desesperada carrera, le cerró el paso, la sujetó con sus fornidos brazos evitando que se moviera, levantó la mano con el arma blanca y la dejó caer con toda su saña una y otra vez en el cuerpo femenino, que sin vida se desvaneció quedando tendido en el piso. El asesino huyó dejando la escena, los aplausos se escucharon.

José Santos Contreras García

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NADA ES VERDAD NI ES MENTIRA TODO DEPENDE

DEL NOMBRE DEL COLOR CON QUE SE DIGA

María Judith Damián Arcos

Los colores son tan familiares para nosotros que no dudamos en decir que algo es rojo, verde o azul. ¿Pero qué es el color? El color es algo que vemos: las hojas de las plantas en su gran mayoría son verdes; el agua puede verse ya azul, ya verdosa, ya con tonos térreos; la tierra es color amarillo, rojizo, pardo oscuro, café, blancuzca o gris; las flores son rojas, amarillas, anaranjadas o rosadas. Los colores de las cosas que nos rodean cambian con la cantidad de luz que hay

en el ambiente, así a la luz del día podemos distinguir diferencias de color que cuando ésta falta no estamos en posibilidades de reconocer. Como el color lo percibimos por la vista, a falta de luz nuestra percepción se disminuye. La luz nos permite ver los colores y decimos que de noche todos los gatos son pardos. Para hablar de los colores debemos situarnos frente a ellos de manera que partamos de las dos caras de la física del color: la luz y la materia. La luz juega un papel de primera importancia ya que es la luz lo que permite la percepción visual. El estudio de los fenómenos de la naturaleza ha incluido el estudio de la luz. La materia de las cosas permite ciertas interacciones con la luz que ofrecen a la vista peculiaridades como dejar pasar o no la luz a través de su materia. El agua, el vidrio, ciertos tipos celulosa, y otros permiten que la luz penetre su materia, mientras que otros, si se da el caso que la atraviesen no estamos en posibilidades de observarlo, como en las piedras, la tierra. Algunos sólidos que contienen agua, como las hojas de las plantas, son atravesadas por la luz y nuestras posibilidades de verlas le distinguen ciertas tonalidades de color solo posibles en esas circunstancias. Las culturas se han desarrollado desde tiempos remotos en distintos ámbitos caracterizados por su clima y su ambiente; lo mismo en amplias zonas de escasa vegetación que en exuberantes selvas o bosques, ya al nivel del mar o en los márgenes de los ríos, en altas montañas rodeados de picos nevados, o en áreas tropicales al calor del sol. Así, los colores que poseen estos lugares forman parte de las relaciones de las culturas con el entorno en que se desenvuelven.

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Las relaciones culturales entre el hombre, la naturaleza y los colores dependen de estas características, es a través de ellas que se nutre el imaginario de las culturas. La física muestra que la energía se manifiesta de muy diversas maneras: como calor, movimiento y luz, por mencionar algunos de los fenómenos de ella que nos son familiares. El sol afecta a la tierra con emanaciones de luz y calor, que podemos distinguir sin más dispositivos que los que nos proveen nuestros sentidos, nuestro cuerpo recibe otras emanaciones del sol de las cuales no nos damos cuenta por nuestros sentidos y que sí nos afectan, como los rayos: ultravioleta, gamma, infrarrojos y otros más. Centrémonos en la luz que es la manifestación de la energía cuya acción nos posibilita la percepción de los colores. Hay diversos tipos de luz que conocemos actualmente, unos naturales, otros artificiales. Desde la antigüedad, las cu l t u ras se han pe rca tado de l a dependencia que tienen los organismos vivos de la luz natural. Esta luz es conocida desde hace mucho tiempo como luz blanca. Isaac Newton, interesado por los fenómenos la luz, descubrió que si un rayo de luz blanca atravesaba un prisma de cristal al salir de éste aparecía como luz de colores. Estudios muy posteriores marcan para luz una colocación entre otros tipos de emanaciones: rayos de baja frecuencia, ondas de radio, microondas, infrarrojo, luz, ultravioleta, rayos x, rayos gamma, rayos cósmicos. Los experimentos de Newton se ha explicado como una diversificación de las vibraciones de las ondas que producen diferentes colores: rojo, naranja, amarillo, verde, azul y violeta. La luz descompuesta en el espectro de color es una secuencia continua de tonos, que técnicamente se reconocen por una escala que inicia

alrededor de los 400 nm y finaliza en las cercanías los 700 nm, se establece sobre estos rangos una escala discreta para cada color. Podemos observar, sin embargo, que los colores no tienen una delimitación que permitan de manera unívoca saber dónde empieza y dónde termina cada uno, queda a los usos socio culturales establecer esa diferenciación. En la naturaleza podemos observar la difracción de luz solar cuando en la atmósfera se encuentra cierta cantidad de agua, que hace las veces de un prisma, origina el arco iris. Los colores de la luz producen en el ojo humano ciertas relaciones, si miramos por un tiempo una fuente de luz, un foco rojo, por ejemplo, y enseguida cerramos los ojos, seguiremos viendo la forma del foco pero ahora en color verde, esto es que estamos viendo el color complementario de estos rayos de luz. Así los colores complementarios se agrupan en tres pares: el rojo con el verde, el azul con el naranja y el amarillo con el violeta. A estos seis colores se les agrupa en primarios: amarillo, rojo y azul, y en secundarios naranja, verde y violeta. Aparte de las relaciones entre los colores primarios y las relaciones entre los colores secundarios, se han delimitado otras agrupaciones, las de los colores terciarios que son tonalidades intermedias entre las otras dos serie así entre el amarillo y el verde existe el amarillo-verdoso que integra el grupo constituido por el amarillo-verdoso, el rojo-naranja y el azul-violeta, y un cuarto grupo lo forman el naranja-amarillento, el verde-azulino y el violeta-rojizo. A los colores que se encuentran en vecindad en el espectro, es decir uno junto al otro, se les llama análogos. Son análogos el azul, el verde; el amarillo, el verde; el amarillo y el naranja; y así sucesivamente con los pares que continúan en la escala.

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Cuando mi ramos nues t ro en to rno percibimos muchos colores, algunos claros otros más oscuros. Si tenemos por ejemplo una manzana roja la veremos de diferente tono de rojo si la vemos cuando la tocan los rayos de la luz del sol directamente que cuando la vemos con rayos de luz indirecta, por ejemplo adentro de una casa. Esto se debe a la cantidad de luz que se refleja sobre la superficie de la manzana. Hablamos entonces de tonos distintos de un mismo color. Las denominaciones del color marchan parejas al despliegue temporal de las culturas. Así, existen denominaciones para los colores en la antigüedad que ya no se utilizan. Umberto Eco en diversas obras hace alusión a la denominación cerúleo que se aplica a cierto tipo de azul, que actualmente solo los especialistas en la antigüedad tienen noción de qué color se refiere. Si bien podemos ver que de manera universal el espectro de color de la luz blanca puede ser seccionado de manera que se reconozcan seis colores, las disparidades entre las denominaciones entre una lengua y otra no consisten solamente en que el amarillo en lengua inglesa sea yellow, sino que, por ejemplo, en algunas lenguas nórdicas los tonos de lo que nosotros reconocemos como violeta en estas lenguas corresponde a tonos que para nuestra lengua caben dentro del color café. Los colores de las entidades vivas, sean perros, gallos, toros, caballos, si bien se ven circunscritos a un rango de colores delimitado, no hay gatos verdes o morados o perros azules, las denominaciones que reciben de los especialistas en perros, en ga l l os , t o ros y caba l l os empe lan denominaciones que incluyen no solo el color sino también otras características. A la pregunta capciosa ¿De qué color era el caballo blanco de Napoleón?, la respuesta

de “tordillo” sirve de ilustración para esto que decimos. Un caballo color pardo o café amarillento será un alazán y así por el estilo y habrá gallos giros, negros con amarillo y gallos colorados.El mundo de la cosmetología establece

dos tipos de tonos de la piel humana: tono cálido y el tono frío, que son reconocidos en que si, las venas se ven verdosas es tono cálido o si se ven azuladas es tono frío, por supuesto esto es válido solo para la piel blanca. En el siglo diecinueve en que estaba en uso una clasificación en razas para los grupos humanos los colores de la piel reciben nombres como blanco para los europeos caucásicos, negro para los africanos, amarillo para los chinos y otros orientales y rojo para los aborígenes de Norteamérica.

Leonid Afemov I saw a dream

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Las denominaciones de los colores tienen un anclaje temporal, regional y cultural. Cada cultura asigna denominaciones a las percepciones de su entorno y los colores son una pequeña parte de esa enorme operación de crear la significación del mundo en que se vive.. Muchas combinaciones léxicas, ya sean sustantivos, adjetivos, adverbios, se emplean en las expresiones que “describen” percepciones que van más allá del mero color. Estar entre azul y buenas noches si bien señala un tono de azul negro implica también la temporalidad

en la que esa exper iencia perceptual del color tiene lugar y a cierto grado de indefinición con r e s p e c t o a a l g u n a c o s a . Percepción de los colores en condiciones físicas específicas con mayor o menor cantidad de luz, permiten el uso de refranes tales como “de noche todos los gatos son pardos”; o por la interferencia que algún obstáculo produce en la percepción objeto: el mundo es “del color del cristal c o n q u e s e m i r a ” o l a interposición de lentes convexos y los cóncavos, las lupas, vidrios con volúmenes “estampados” que permiten entrar la luz pero no dejan salir la nitidez de las fi g u r a s . L a s r e f e r e n c i a s culturales pueden constituirse en p a r á m e t r o s p a r a s e ñ a l a r tonalidades de algún color o gama de tonalidades de ese color: verde bandera, rosa mexicano, etcétera.

En fin, que en eso de los colores todo tiene sus asegunes ¿no lo cree usted?

Vincent van Gogh (1853-1890). Titulo: Terraza de café por la noche (1888)1. Para Newton existían siete colores pues agregaba el añil, estudios posteriores han asentado esta lista de seis colores. 2.Un nm es una medida del movimiento ondulatorio de la luz, es una frecuencia.

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SAN KEVIN Y EL MIRLO

Carla de PedroA Seamus Heaney,

por ver

Podría decirse que fue un día, pero fueron varios. Hablar de tiempo en asuntos como éste parece no tener sentido y, sin embargo, posiblemente sea a causa del tiempo que este acto fue valioso. En realidad cuando todo acabó él no sabía cuántos días habían pasado: tres, veinte, cincuenta, no importaba ya; los números le parecían lo más absurdo y abstracto, lo menos vivo, a él, que ahora estaba lleno de vida.Recordaba, como entre brumas, el inicio de ese largo día, cual si hubiese ocurrido años

atrás, y era cierto, entre el principio y el final de este suceso él había vivido más vidas de las que viven mil hombres.Era una mañana oscura, como siempre, en la que se colaba apenas un rayo de luz por la

ventana de la celda. Se sentó en el suelo y miró hacia afuera, como quien lo hace desde su cama, apenas comprendiendo que la realidad era eso y no aquello que iba desvanecién-dose en sueños. No podía pararse pues la celda era pequeña y su cabeza chocaba con el techo, así que se

estiró a lo largo, recostándose de nuevo, y se quedó mirando hacia arriba. Conocía el techo de memoria y era capaz de cerrar los ojos y recordar cada grieta, cada mancha, cada bor-de…Como todos los días, antes de su oración matutina, San Kevin estuvo un rato pensando en

su vida de antes. Recordaba la eternidad verde de los pastos de Irlanda y el mar estrellán-dose en las rocas, ahora podía escuchar ese estrellarse pero, si se asomaba, solamente veía el azul extendido del océano, no alcanzaba a ver olas ni rocas y, además, el terrible olor de la celda opacaba el aroma húmedo de afuera.

Recordó una tarde en la que recorría el campo con su hijo y con su esposa. Él había sido amado algún día por una mujer que olía a tierra, él había cuidado a un niño de ojos azules que reía cuando jugaba con un par de ramas. ¿Dónde estarían ellos ahora? Lo que más le dolía era no haberlos amado lo suficiente y haberlos perdido por algún motivo absurdo que ya no recordaba. Pensó que no había ya nada que hacer, que era realmente tarde, y no se lo decía como

quien lo dice siendo libre sino como quien sabe que no saldrá nunca, que vivirá el resto de sus horas encerrado, arrepintiéndose de no haber hecho, del destino al que llegó y al que podía no haber llegado.

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La comida del día anterior permanecía intacta y él de pronto la descubrió con el estómago, que interrumpió su pensamiento para lanzarlo sobre el plato del que comió vorazmente. Al terminar se limpió la boca con el brazo y recordó que aún no rezaba; y tuvo ganas de no hacerlo, como todos los días y, como todos los días, decid ió hacerlo y pensó que tal vez mañana no. Entonces se hincó en forma de cruz, con

los brazos extendidos, dejando uno de éstos salir por la ventana para recibir la brisa como cuando se pasea por la playa. Se encontraba el hombre en oración cuando sintió al mirlo. Primero se impactó de su roce

y no quiso moverse; volviendo levemente el rostro pudo ver al pajarillo negro, sus pequeñas alas, su pico. Sentía las patitas del ave, sus ligeros pasos acercándose hacia los barrotes, regresando hacia la mano humana, preguntándose quizás sobre ese cuerpo extraño y estático que lo sostenía, dudando acaso si era un árbol. Después de un rato, San Kevin decidió rotar lentamente su mano y entonces en su palma se colocó el ave que giró, se sentó y giró de nuevo como si algo excepcional fuera a ocurrir. Él no sabía qué era aquello que el mirlo presentía pero sí sabía que no podía moverse. Fue entonces que de repente sintió el huevecillo en su mano, era pequeño, frágil, suave y cálido. Tras ello, la nueva madre se detuvo por un momento como si ella también admirase esa pequeña y perfecta creación suya. Luego volvió a girar, se sentó de nuevo y dio otro huevo. Así se repitió este proceso durante largo rato hasta que estuvo quieta y, sobre los futuros polluelos, protegiéndolos del viento y de la llovizna, se quedó dormida. El hombre permanecía hincado, le dolían las rodillas y los codos; le dolían las muñecas de las manos, cuyas palmas miraban al cielo. Hubiese querido recostarse, estirar las piernas, doblar los brazos, abrazarse en posición fetal… pero no debía hacerlo, hacerlo equivaldría a dejar caer los huevos al océano; meterlos en su celda sería condenarlos a morir de frío, sería dejar a la madre volando angustiada sobre el mar sintiendo que algo le faltaba, sintiendo un dolor incomprensible al no poder pensarlo por ser ave.

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San Kevin siguió hincado dejando pasar las horas, sosteniendo la vida y entendiendo cómo es frágil, cómo depende a veces de cualquiera. Pensando que si acaso la mujer con olor a tierra hubiese estado; que si jamás se hubiese soltado de los brazos de su hijo; que si hubiese sido fuerte; que si hubiese, en algún momento, amado lo suficiente; que si se hubiese, en algún momento, percatado que sin el amor hay muerte…

En su celda, con el dolor de sus brazos mientras el tiempo seguía corriendo, no era posible ya volver a ser el hombre que algún día había sido, no era posible ya tener la vida que añoraba a diario. En su celda, con el enterrarse del suelo en sus rodillas, no podía regresar el tiempo, sólo podía esperar. Y esa espera de pronto se convirtió en esperanza, se convirtió en la posibilidad de no

haber llegado allí en vano, de no haber nacido para no hacer nada por nadie, para no ser nada para nadie. De pronto en sus manos sucias yacía la vida de alguien; no cualquier cosa: la vida, que es lo único que importa.Así, ese día, que comenzó como cualquier otro, que duró tanto tiempo, que terminó

cuando los polluelos quebraron el huevo y volaron, ese fue el día en que San Kevin comprendió de verdad la vida. Ese fue el día en que San Kevin conoció de verdad el amor.

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HUYENDO DEL CARNAVAL: HUATUSCO, LA TIERRA DEL CAFÉ

Alicia Dorantes

Desde que Aimara y Andrea, las nietas mayores, llegaron a nuestras vidas, nos hemos dado a la tarea de que conozcan, amen y respeten profundamente a su Patria chica, a su Patria grande... A la belleza física que las adornan pero, sobre todo, que se acerquen y quieran a su historia. A su gente. Aquel día, cuando muy de mañana el sol huatuxqueño hizo su aparición, los girones de nubes se enrarecieron, esfumándose poco a poco, brotó de entre ellos la serranía espléndida, color verde esmeralda, brillante. Había llegado la hora de recorrer el poblado, así que luego de un delicioso desayuno lugareño, nos encaminamos a la ciudad para que las niñas conocieran las viejas casonas afrancesadas que datan de “le belle epoque”, y que cada día sucumben más y más ante el maltrato que les da la “modernidad”. Llegamos a la Alameda “Agustín Chicuéllar”. A juzgar por su diseño, sus añejas bancas, amplias avenidas y centenarios árboles que en ella crecen, seguramente el jardín nació casi a la par de “mi parque de Los Berros”. Dignos de visitar son: el antiguo acueducto que proveía de agua a la ciudad, el teatro Solleiro, que con su nombre señala orgulloso el de su constructor. Del tren en que un día viajé con mis padres y mis hermanos, sólo queda el recuerdo. Los

recuerdos de ese Huatusco de ayer, viven ya sólo en los relatos de Ana Guido de Icaza: “Ruta a Huatusco”, o del dramaturgo Dagoberto Guillaumín: “Rumbo a Huatusco” o de Emilio Carballido: “Conversación entre ruinas”. Sí. Hoy día el ferrocarril es sólo un recuerdo, una querida añoranza.

Ese domingo resultó ser un día frío, muy frío, pero era un día de plaza y no pudimos resistir la tentación de asistir a ella; contemplar ese espectáculo de las pilas de frutas y verduras frescas, limpias y relucientes: zanahorias, ejotes, chícharos, papas, nopales, chayotes, tomates verdes y rojos, cebollas y cebollines, chiles frescos o secos, semillas de todo tipo, enormes quesos recién fabricados, trasudando aún su opalescente suero; o bien los de tipo “Oaxaca”, o el seco y adobado. Por supuesto que no podía faltar el típico tlaltonile, o los moles de diferentes sabores y colores... o los alteros de pan recién horneado, o las tortillas de comal... ampolladas y humeantes. A esa gamma de olores se unía uno, que casi gritaba: ¡Soy el rey! Era el café en grano, tostado y molido, o ya preparado en grandes ollas de barro, que aguardaba por nosotros. Sí, el café que compartía créditos con el olor de la canela y el sabor de la panela. ¿Qué más se puede hacer o ver en Huatusco?...

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Bueno, las niñas y su mamá, tenían diversiones y actividades en el hotel, por lo que mi esposo y yo, decidimos visitar algunos de los muchos sitios de interés que lo c i r c u n d a n , c u y a s f o t o s s e mostraban en el hotel. Quisimos conocer al Huatusco de hoy, pero a la luz de lo sucedido en el pasado. En la administración había además, un marco con esas bellas imágenes que mostraban dos viejas iglesias y una fotografía más, ilustraba pintura

rupestre… ¡Pintura rupestre! No como las de la Cueva de Lascaux, en el suroeste de Francia, no como las de Altamira en España, no como la cueva de “las manos” en Argentina. No. Estas se encuentran en Chavaxtla y son nuestras… hablan del hombre que hace miles de años, habitó la parte central de Veracruz.Dice Miguel Olvera Caballero: “Miles de años atrás, el hombre prehistórico cruzó por el

estrecho de Bering, al noroeste del continente. Más allá de las lejanas historias de la evolución del hombre, su historia se puede palpar con tan solo caminar por las barrancas, e ir a Chavaxtla, en Huatusco”. Miguel Ángel Flores Rodríguez, investigador de la zona, estima que: “De acuerdo con la

historia del hombre y el curso de las migraciones, algunas de las pinturas que sobreviven, tienen hasta 3 mil años de antigüedad, es decir, fueron pintadas mil años antes del nacimiento de Cristo. Las barrancas de la región de Huatusco empiezan a revelar los tesoros escondidos, sitios donde el hombre consumó una etapa de la evolución al pasar de nómada a sedentario.”

Numerosas pinturas con figuras de caracoles, de pobladores con rasgos negroides y hasta representaciones semejantes al dios Tláloc, se encuentran en Zentla, Comapa, Tlacotepec y en Chavaxtla, la gente que vive cerca ha preferido fingir demencia, ya que los vándalos están a la orden del día y es preferible conservarlas en el anonimato, antes de que sean destruidas. El hombre prehistórico de Huatusco vivió en las barrancas, ahora cubiertas por abundante vegetación; el ambiente seguramente tendría otro aspecto, sin embargo, en los lechos de los ríos o arroyuelos, ellos, los hombres primitivos, habrán encontrado alimentos como crustáceos y peces.

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“Nosotros, los habitantes de Huatusco, damos por hecho nuestra existencia en este lugar, pero nunca o casi nunca nos cuestionamos sobre quienes fueron nuestros ancestros y como es que éstos llegaron a poblar sus tier-ras”, continúa diciendo el investigador, quien agrega: “No fue una, sino varias migraciones las que llegaron al Con-tinente Americano. Los análisis genéticos, dicen que cuando menos dos oleadas llegaron juntas hace 15 mil o 17 mil años, siendo esos grupos de donde descienden

quienes hoy vivimos en América”. El hombre que habitó Huatusco cazó animales, sembró maíz, tomó las cavernas como su hogar y refugio para protegerse de los depredadores.Añade Miguel Ángel Flores: “En la mayoría de los casos, las pinturas se encuentran en cuevas en el fondo de los barrancos, algunas apenas en una pequeña oquedad, sobre los acantilados y a varios metros de altura. Esos artistas debieron pasar serias dificultades para hacer su trabajo que, al final, tiene una gran perfección. Los hombres que dejaron estos rastros pertenecían a una cultura ya más avanzada: la espiral bien podría ser un marcador o calendario”.Las primeras pinturas, que por su estilo podrían ser las más antiguas, quizá las realizaron

“los sacerdotes o chamanes”: hablamos de una petición para tener mejor caza, pesca o cosecha. En una de las pinturas, se aprecia inclusive una milpa. Una vez que el hombre resolvió su necesidad primaria, que era alimentarse, encontró tiempo libre para hacer otras cosas, como dejar constancia de su presencia, pintar escenas de su vida diaria, explica el investigador huatusqueño. En las piedras de Chavaxtla, quedaron talladas imágenes que se asemejan al dios Tláloc. Sí. Escondida en las barrancas de la Sierra Madre Oriental, se encuentran las raíces históricas de Huatusco, «del hombre que utilizó la lanza, la piedra como herramientas, que contrastan con los edificios, con los automóviles y el hombre moderno. El hombre prehistórico decidió dejar constancia de su paso, cuando caminar al lado del jaguar, de animales y aves representadas en roca, pudieran ya estar extinguidas.»

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SENECTUD José Antonio Durand

Escribir el Acta en testimonio fiel de mi persona

Tarea de tanatología y autognosis en el último periodo de vida

Forjar la suma de los pasos dados y centrar la vista en la noche hoy día

Texto que recoja el duelo el duelo que me invade ahora

ahora que me vuelvo viejo

viejo vejestorio vil trebejo

Pretendo así recoger el llanto

el llanto que me llueve dentro

dentro de la piel herida

herida que me duele tanto

Tanto que me pesa todo

todo lo que pesa tanto

tanto que se sufre todo

todo que se vuelve nada

nada que resulta todo

todo de vacío absoluto

Marcha claudicante dificultad al movimiento

bastón lentes prótesis dental

Dieta insípida y escasa

Prohibición de las bebidas

Condenación perpetua a las pastillas

las cápsulas el jarabe las gotas…

para esto para eso para aquello para lo de más allá

Olvido reiterado de nombres

de rostros de fechas de cosas de todo

Pérdida paulatina de memoria

y amenaza permanente del alzheimer

La proeza de agacharse

para atarse las agujetas

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aunque luego no sepa uno

cómo se unen los cordeles

A lo lejos el cantar de las sirenas

que me invitan a pecar

me llaman me llaman

y soslayo su clamor

me evita así el Jardín de las Delicias

¡Oh si hubiera parque!

Si hubiera parque

no estaría yo aquí

estaría en las delicias del jardín

No hay parque

lo que hay es conato de parkinson

temblor temblorina en las manos

Colesterol al borde triglicéridos amotinados

El dulce sabor amargo del azúcar en las venas

proclama de diabetes sobre endulzando la glucosa

atole como sangre y bomba cardiaca a punto de estallido

Inosin-cinco-monofosfato-desidrogenasa

Uno-beta-d-ribofuranosil-triazol-tres-carboxamida

Enaladil Captopril Exorgen o yo qué sé

El diagnóstico el pronóstico el yo agnóstico

hipertensión cardiopatía prostatitis asma insomnio…

Cómo pesa la suma de pesares

Cuánto duele la suma de dolores

Seguro médico póliza de vida jubilación

pensiones trámite de servicios funerarios

Merma del sueño obesidad manifiesta

Falta de interés intolerancia asumida

El peso entero del cuerpo

como plomo que se lleva encima

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Apatía desgano abulia…

Todo esto que se llama vejez

Arrugas

verrugas

barriga

ronquidos

joroba

opacidad del cristalino…

Quizá no importe que la vista

se torne borrosa

ni importe tampoco que la artritis

se instale deformante

o la joroba haga nido dromedario

aquí en la espalda

Tal vez nada de eso importe

pues resulta la elocuencia

de los sesenta y siete años

vividos sobrevividos

o perdidos desperdiciados

en la congoja de la rutina

Acaso nada de eso importe

pues la esencia del dolor no

sólo es la edad que carga el cuerpo

Lo triste

lo verdaderamente lamentable y trágico

es no volver a leer en braille

los secretos del placer sobre la espalda

de Ella

aquella bella doncella.

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MARINA

Nicolás Fuentes

Vestida de holanda de seda torcida

bolsa revuelta al brazo color vino

arribamos a la arena mojada

por el soneto de las olas.

 

Inventamos el paisaje

lágrimas de luz titilando por toda la costera

olas de orilla de luna blanca

la sazón de la brisa marina

el asombro del espejo

ante tu vello cárdeno listón

con pasamanería de oro

estrellas de plata sin parpadear

y una rueca que hilaba nuestro tiempo.

 

Vestida solo con tus medias rojas

con vasos agonizantes de ginebra

te bebías todo el ámbar de la madrugada

y al inclinar la cabeza preguntaste

de dónde habían salido las palomas.

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ESTE DOMINGONicolás Fuentes

El rojo vivo de la mañana en domingo

nos da la piedra de tezontle.

 

Hacia el mediodía

camina partiendo plaza

este gitano día.

 

En la afilada primavera

la guitarra y el acordeón acompasado

para cantarle a un amor maduro

a un amor serio

cantarle siempre.

 

Es la hora de la mirada

que anuncia un beso

de tomarse de la mano

es la hora suspensa de alcanzarte

tener un amorío.

 

Veo la barda del panteón

agradezco

estar de este lado.

 

Sobre las herraduras

galopa el domingo

hacia la noche

 

Tibios minutos del gozo incontable.

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HISTORIA DE CELINA Y LA SILLITA HEREDADA

Todos los muebles, menos la silla del rincón que me ha servido para estar durante todo este tiempo.

Gabriel García Márquez

Cuando el sol dobló la esquina de la tarde para hacer noche el día, las gallinas, casi chocando por la somnolencia, se colocaron ordenadamente en los horcones para disponerse a dormir. Celina, dentro del reto de una pubertad de pueblo, cerró con un aldabón la puerta del gallinero. En el suelo, la débil flama de un quinqué luchaba por no desaparecer. La niña, con un vestido de popelina sin color, lo levantó y se marchó a la cocina. La estufa estaba encendida, en la hornilla se calentaba un café oloroso, y en el horno, el pan hinchado por la levadura. Dejó la lámpara con petróleo sobre la mesa, en silencio se sirvió el café en un pocillo de peltre, se sentó un su sillita de ocote burdo, adornada con unas florecitas pintadas a mano en el respaldo, y mordió gustosa una semita.Esa era su vida desde que tenía uso de razón: encerrar a las gallinas al

oscurecer, recoger los blanquillos en las mañanas, limpiar los nidos, poner agua fresca y maíz limpio en los comederos. Su única distracción era sentarse en la sillita de patas torcidas, heredada de sus catorce hermanos anteriores, para devorar con gula discreta el pan dulce y quemarse la lengua con el café hirviendo. La cocinera, artrítica pero diligente, la consentía por ser la pequeña de la

casa, y Celina correspondía a ese cariño tallando, antes de irse a dormir, los dedos arqueados de la anciana.Celina creció dejando atrás los vestiditos ya casi sin forma por el uso

frecuente de tantas hermanas, pero como era la última de la familia, continuó cuidando a las gallinas mestizas que se vendían para caldo con verduras. A pesar de su edad, no abandonó la costumbre de ir a cenar con la cocinera, que la esperaba ansiosa, con la sillita recién lavada a mano con estropajo, el pan oloroso y el café caliente.

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La anciana, ya casi ciega por tantas cataratas, le contaba de tantísimos años que habían pasado en esa casa de alegría, a la sombra de una inmensa ceiba con raíces retorcidas como sus dedos. Celina reía con sus ocurrencias sentada en la sillita a pesar de su tamaño de mujer joven. Así descubrió que a pesar de su aislamiento existía otro mundo más allá de las cercas de palo mulato; un universo donde la gente se entendía en varios idiomas como torre bíblica, y viajaban a través del viento en vehículos de metal. Entonces también aprendió a desear. Una noche, ni Celina le abrió la

puerta a las gallinas que ya estaban enloquecidas de sueño, ni la vieja horneó pan ni preparó café. Las dos abandonaron la casa que las vio crecer y envejecer, y cargando sus pocas pertenencias en una maleta desvencijada, subieron al último camión de las nueve y media, que hacía el recorrido a la capital. En la cocina apagada, quedó la sillita de ocote que de tanto uso ya había perdido el dibujo de las florecitas pintadas a mano.

José González Gálvez

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EL ALQUIMISTAJosé Gutiérrez-Llama

Intenten, si pueden, detener a un hombre que viaja con su suicidio en el ojal

Jacques Rigaut

Las fértiles laderas del Nilo se retuercen como sierpes mientras su caudal arrastra el legado de Hermes cifrado en jeroglíficos inasibles para los que ven rodar los días y las noches sin otro interés que comer, trenzarse de las piernas de una mujer y dormir hasta que todo dé un nuevo giro tan parecido al previo, que no incite el menor ánimo de esculcar sus engranes. Sólo unos cuantos sienten en su saliva las arenas que remolcan el espíritu inquieto de los iniciados que andan tras la

llave del arcón que guarda los secretos. Hombres que buscan desnudar un misterio con la excitación de quien desata el corsé de una doncella, mientras la llama de la candela y el alma se aviva y alarga en el cuerpo, e ilumina la guarida donde se ocultan de aquellos que cargan un corazón repleto de demonios y crucifijos que combaten entre sí sin darse tregua.

Varias noches de insomnio y el joven alquimista mantenía el entusiasmo en aquel elixir rojo al que añadía componentes como quien dosifica una caricia meticulosa y espera a cambio una breve explosión que alumbre las ojeras, acelere el pulso y agite las aguas en los recipientes. Llevaba años tras la panacea que lo llevaría a la vida eterna, mientras la mayoría de sus colegas se empeñaban en obtener oro a partir de metales sin linaje. Un repaso más sobre los viejos pergaminos de piel amarillenta y olor a moho. Su índice se detuvo justo cuando sus ojos toparon con esos signos arcanos que más que otra cosa parecían una enmendadura en el texto. “¡Cabrón!”, pensó en el sádico que había encriptado la clave que esclarecía el acertijo. Sonrió. Luego con la precisión de un cirujano cortó un fino filete de hígado de armadillo; un tajo casi transparente como la respiración contenida entre sus pulmones. Lo machacó con siete gotas de extracto de caña al tiempo que sus dientes apretados llevaban el ritmo. Vertió la mezcla en la pócima y derramó el deseo de lo eterno.

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El potaje le devolvió un vapor fugaz como el suspiro de una mujer en celo. Un “¡sí!” untado al oído. De un soplo apagó la lumbre y aguardó a que el aqua vitae y él, dejaran atrás la calentura y la pasión del momento. Horas después, el alquimista regresó y metió el menique en la vasija para catar que todo estuviera a punto; conforme a sus notas la pócima debía tener el saborcillo dulce de la eternidad. Y en efecto, sabía a almíbar pero, para su sorpresa, al sacar el dedo de la boca éste había desaparecido. Confundido se lo buscó y seguía ahí, formado como un soldado en su mano, podía sentirlo. Lo tocó y lo retorció y estaba ahí, aunque no pudiera verlo. De alguna forma sintió alivio. “¿Invisible?”, se dijo, y tiró los ojos sobre el elixir como si éste le jugara una broma. “¿Invisible?”, otra vez, y ahora la pócima le revirtió un guiño de dama complacida y pronto, muy pronto Giges giró en su cabeza. Sonrió ante la certeza de que la ciencia anda por senderos azarosos. Ahora, y esta vez una sonrisa socarrona acompañó al pensamiento, la invisibilidad le dejaría entrar en la alcoba de las doncellas más bellas para disfrutar su desnudez y, por qué no, acosar a los clérigos que le habían tildado de hechicero, semejando ser la voz de una conciencia perturbadora. Volvió al menique fantasma, se rascó la punta de la nariz con el evaporado y le fue imposible contener una gran carcajada. “La inmortalidad puede esperar”, mascó, dio un trago corto al potaje y conforme se hizo traslúcido salió rápidamente a realizar su rondín. Luego de cinco días, de vuelta a casa, sus ojos estaban llenos de las estampas más bellas y sensuales que podía imaginarse y también, del espíritu atormentado de los puritanos que perciben gemidos diabólicos bajo la sotana. Disfrutaba aún de sus travesuras cuando llegó y encontró, rodeado de guardias y morbosos, su cadáver maloliente. “Por el grado de putrefacción tiene al menos cuatro días muerto”, decían. De principio se sintió turbado y un instante después, y por encima de la decepción de no haber hallado la fórmula de lo invisible, su alma se llenó de orgullo al comprobar ―como siempre previó―, que su elixir le daría la vida eterna.

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SÉPTIMO MES

In memoriam María del Socorro Castellanos

Llegó julio con espinas de cornizuelo

en el croar de las ranas.

Trae chillidos de salamandras en la espesura de la noche,

coralillos

molidos por el peso del azadón,

gatos amarrados a la oscuridad de las horas.

Rezos de don Pita en el resplandor del aguardiente;

el cansancio de la noche sube en los ojos de los visitantes.

Las nubes

y los nardos

endurecen lo amarillo del barro.

Se va julio,

deja una ofrenda pinchada por el dolor que ha de establecer

la armonía.

Eduardo Cerecedo

De Tecolutla, Ver., 1962. Vive en Ixtapaluca, Estado de México. Poeta, narrador, crítico literario, colaborador perma-nente de “La jiribilla” Suplemento cultural de El Gráfico de Xalapa con su columna Página nómada, y de la Revista Electrónica Los Escribas, Es profesor en el Faro de Oriente, su libro más reciente es Destrucción del amor (Cuento) Eterno Femenino Ediciones, 2015. Texcoco, Estado de México.

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BI DO’ Odilio López Ramírez

Bi do’ zedi’di’ ladxido’lo’

Zi gucuani’ guenda nabaaniNdaani xquendalu’

zi zaa chahuiga, chahuiga

De ganda chendaa ra jma nague’te’ ladxido’lo’Ne gucuaani lii

Ti zacaa ganda gudiu guidxi layúGuenda nazaaca ne guenda nabaani

Bi do’ zedi’di’ ladxido’lo’

Bi zipa’pa, bi ziguxooñeBi rusigaanda ne riguu xidxaa

Ra nexhu’ caziila’dxilu’, ra nisiaasilu

Bi do’ zedi’di’ ladxido’lo.

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VIENTO SUAVE (Traducción de bi do’)

Odilio López Ramírez

Viento suave que cruza tu pecho

Va despertando la vidaEn tu espíritu

va caminando lento, lento

Hasta que pueda llegar en lo más profundo de tu corazón

y despertartepara que así puedas darle a la tierra

salud y vida

Viento suave que cruza tu pechoViento que vuela, viento que corre

Viento que refresca y calientadonde reposas, donde duermes

Viento suave que cruza tu pecho.

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SUELO ESTÉRIL

Carmen Cecilia Maza Burelos

Despavorida huyó la promesade cielo eterno.

Insípido frutosemillas silvestres

residuos carbonizadosexiguo alimento

marcaron la pielquedaron:

ideas presas en viejo tambor,a fuerza de martillazos

abren camino a los deseosque se topan con tapia de roca,

vuelve a dormir.Después de un lapso

alcanza los residuos deficientesy vaga temerosa

en lianas y bejucos que aprisionan,infiere heridas un ser maligno

con meteóricos guijarros,la mente se despeña en barrancas,

extenso bosque gris es su morada,espíritu con innata sed de hallar.

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Lucha para salir del seoly subir al paraíso,

vislumbra claros distantesy pierde el punto por momentos,

queda hartazgo por hileras de mentiras.El mestizo pensamiento

no deja ver lo real,intrincado camino

con su manto cubre la luz,vida rápida, desesperada,

pertinaz lucha por la materia nutricia,

el monstruo de los añosestrangula el gozo,

muy lejos quedó el tiempode ser fecundada por insectos,

lenta e imperceptible muerte,

llega a transformar y descomponeren ríos negros espejos de tinieblas,

garras falciformes hozan un suelo estéril,

los rombos oscuros de la pielson la sentencia última,

lo nuevo, pasa indiferente a su camino deja un olor penetrante a hambre.

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Entrevoces(Una mirada a dichos y hechos de creadores e intérpretes artísticos)

Jorge Enrique Escalona del Moral

Lo escribieron

Beatriz Rivas (Escritora. Ciudad de México, 1965): “Si estuvieras aquí, me acurrucaría junto a ti. Pero como no estás, me estoy acurrucando junto a tu recuerdo y junto a mi esperanza”. (Rivas, 2011)

Charles Marcel Mengotti (Escritor. Suiza 1923-México 2015) “La capacidad del estafador para disimular sus verdaderas intenciones es esencial en ese oficio, El estafador es un actor mejor dotado que un artista de cine” (Mengotti, 2012)

Lo dijeron

Raúl Renán (Poeta. Mérida, Yucatán, 1928) “La perfección en lo escrito no existe, porque significaría lo concluyente de la obra. Y una obra literaria jamás concluye. En lugar de lo perfecto debería ser lo bien hecho, lo cabal” (Ignacio Trejo Fuentes, 2007)

Gonzalo Martré (Escritor. Metztitlán Hidalgo.1928): “Salvo unas cuantas excepciones, no tenemos críticos, sino sacrficadores…No les basta comerse a sus víctimas: necesitan deshonrarlas” (Ignacio Trejo Fuentes, 2007)

Lo vivieron

Elías nandino (Poeta.Jalisco, México 1900-1993) “… En una fiesta con la señora cubana a la que no pude asistir por mi trabajo médico, Xavier (Villaurrutia) se aprovechó para leer un epigrama que me había escrito: Este médico inconsciente/entre lo cura y locura/lo primero que hace al cliente/es, de manera insistente/bajarle la calentura. Alguien lo copió y me lo enseñó, y al siguiente viernes, como si yo no supiera nada, les leí el epigrama que como venganza le había hecho: Si sufres por tu estatura/porque la sientes muy baja/piensa que a falta de altura/enano llevas ventaja. Después se acercó y me dijo Prométeme que no me vuelves a hacer un epigrama y yo te prometo lo mismo.” (Nandino, 2000)

Fuentes:

IgnacioTrejoFuentes,I.C.(2007).Autoentrevistasdeescritoresmexicanos.México:CONACULTA.

MengoB,C.M.(2012).Sabotaje.México:Palibrio.

Nandino,E.(2000).Juntandomispasos.México:Aldus.

Rivas,B.(2011).Amoresadúlteros.México:Alfaguara.

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CILINDRO DE GAS

Alberto Calderón P.

La pobreza cubría todo, las carcomidas y tristes paredes, el piso de cemento ahora sucio. Victoria en cama con un fuerte dolor que le venía aquejando desde hace ya bastante tiempo, haciéndose más intenso cada vez. Ponciano por su parte salía temprano a buscar algo de trabajo en el mercado, cargar bultos era su especialidad, se los echaba al hombro, parecía no importar el peso, recorría a grandes zancadas los pasillos de la Central de Abasto llevando y trayendo mercancías, pero de un día para otro los años se le vinieron encima y con ello también mermaron las fuerzas para competir con los cargadores más jóvenes; contendía con dificultad para conseguir trabajo, sacaba apenas lo indispensable para llegar a su vivienda, con paso cansino subiendo por la orilla de la ladera llevando un poco de comida, fruta medio magullada y unas tristes verduras para él y su mujer. Desde una semana antes su compañera estaba en cama por los fuertes dolores que le venían de repente, llegó a su morada empapado por el fuerte chubasco que lo atrapó a medio camino, ya en su casa la luna se a s o m ó d i s c r e t a m e n t e e n t r e l a s n u b e s , resplandeciente, llena. Salió y vio a lo lejos las luces de la ciudad y en el cielo una estrella, se fumó un cigarrillo mientras en la estufa se cocían unas papas junto a las verduras, veía apenas su sombra en la piedra incrustada junto a su choza. Victoria no quiso comer casi nada, dos cucharadas del caldo, era más fuerte el dolor, la angustia se apoderó de él, hurgó en sus bolsillos, solo encontró unas monedas y un billete de veinte pesos que no le servían para llevarla con el doctor de la farmacia que a esas horas seguro estaría cerrado, pensó en su compadre pero desde

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el día anterior andaba en la parranda, cavilaba sin encontrar una solución; su mujer se quejaba con mayor intensidad, el apenas probó bocado sobre ese mantel de hule con estampado de flores. Se acercó para consolarla hablándole cariñosamente tratando de balbusearle al oído, fue inútil en ese momento se arremolinaba sufriendo por el dolor, la abrazó tratando de consolarla, se limpió las lagrimas y los mocos que le escurrían sobre la raída camisa, daba vueltas en el pequeño espacio que era todo su mundo, pedía a Dios le iluminara, buscó debajo de la cama sus herramientas para ir a empeñarlas pero sólo encontró las más jodidas, sin valor. Salió nuevamente, el cielo se empezaba a cubrirse de esa nata oscura, rodeó la casa en busca de algo de valor y lo único que miró en su recorrido fue el cilindro de gas, el otro tanque había quedado con don Juan que compraba de todo, la mayoría cosas “chuecas”. No supo cuanto tiempo estuvo afuera mirando sin ver, hurgando entre recuerdos y alguna solución, cuando regresó al cuarto, su mujer se había calmado ahora dormitaba presa de la debilidad y el agotamiento, le acomodó la cobija, se quejaba levemente entre intranquilos sueños, levantó los utensilios de la mesa y salió al “fregadero” a lavarlos, después del segundo pitillo entró apresurado, Victoria gritaba sintiendo el cólico, sudorosa pidiendo ayuda, fue por un trapo que humedeció para colocarlo sobre su frente que estaba ardiendo, la temperatura seguía subiendo. Ella susurraba que no podía más, que se iba a morir, ya no quería sufrir más, él intentaba calmarla inútilmente. Desesperado salió, cerró el paso del gas, lo desconectó, le quito la cadena y, como lo hacía por las mañanas, se lo echó al hombro bajo con rapidez la colina dirigiéndose a la casa de don Juan, la preocupación le pesaba más que el envase, y de nuevo el chubasco cayó de lleno sobre el caminante nocturno que se escurría acompañando los hilos de agua que buscaban la partes bajas entre las callejuelas desoladas llenas de charcos malolientes;

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a media cuadra del empeño clandestino aparecieron las luces rojas y azules de una camioneta de la policía, al verlo encendieron la sirena y con voz altisonante le ordenaron se detuviera, sin mediar palabra lo pusieron contra la patrulla mientras un policía hurgaba entre sus bolsillos quitándole el billete y las monedas, otro lo esposaba, inútilmente trataba de explicar la situación, lo acusaron de ratero, se ufanaban de haber aprendido por fin al ladrón que asolaba la colonia y se lo llevaron bajo insultos a la delegación en donde lo tuvieron por espacio de más de dos horas, con la cabeza mirando el piso pensando en el sufrimiento de su mujer. Los reporteros de nota roja que se encontraban de guardia preguntaron el motivo de la detención del anciano y le dijeron que era el roba tanques de gas, le hicieron pararse junto al cilindro, le tomaron unas placas y salieron con la nota para la sección policiaca de sus pasquines, finalmente lo pasaron con una mujer mal encarada quien leía el reporte de los policías, trató de explicar la situación, uno de los uniformados que se enorgullecía de haberlo capturado le dijo a la juez «así son, los atrapan y todos se dicen inocentes», finamente le concedieron la palabra y narró su triste realidad que fue escuchada por un reportero trasnochado que acababa de llegar a la estación de policía, se interesó y comenzó a grabar, al ser descubierto le quisieron retener la grabadora sin conseguirlo, el acusado pasó de la indiferencia y desprecio a la incomodidad para los presentes, suplicó le permitieran ver a su mujer que se encontraba muy enferma, ante las suplicas y el apoyo del periodista, sin parte acusadora, fue puesto en libertad condicionada viendo al indefenso, no así el tanque que se quedó como prueba por si aparecía algún afectado, una vez en libertad como pudo se trasladó a su morada, al llegar caminó lentamente, de inmediato se escuchó un grito desgarrador.

Alberto Calderón P.

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EL BESOGloria Pérez Pacheco

Andrea se sintió muy deprimida. Se acercaba la fecha de sus bodas de oro, ya no podría celebrarlas. Años atrás Miguel había cruzado la frontera del más allá. Quiso recordar las bodas de plata. Al abrir el álbum vio la foto en que ella y su marido se estaban besando de balcón a balcón en el tradicional callejón del beso, fue un viaje maravilloso. La noche del aniversario Miguel había planeado darle una sorpresa. Fueron a cenar a un pequeño restaurante. La mesa primorosamente decorada con claveles rojos, iluminada por la tenue luz de las velas, un trío los recibió al compás de su canción preferida: “Mil besos”, después siguieron otras baladas románticas.—Quiero que nuestras bodas de oro las celebremos aquí en Guanajuato, en donde hemos

sido tan felices —le susurró al oído.Cerró el álbum, no quería ponerse nostálgica.

La única que podía sacarla de su depresión era su prima Marisa, confidente y amiga. A pesar de que el carácter de ella era totalmente opuesto al suyo: alegre, mal hablada, sin inhibiciones, simpática, dicharachera, se entendían de maravilla sobre todo cuando las dos quedaron viudas. No pasaba una semana sin que se comunicaran por mail o por teléfono.Después de contarle sus cuitas, Marisa le respondió de inmediato.—Lo que necesitas es un cambio de aires. Mañana tengo que ir a México, voy por ti y

pasas unos días conmigo. Hace mucho que no vienes a Guanajuato. El camino se les hizo corto poniéndose al corriente de los últimos acontecimientos.—¿Cómo va tu relación con Gonzalo? —le preguntó Andrea—Viento en popa —contestó su prima— ya decidimos que así la pasamos bien, él en su

casa y yo en la mía. Salimos a cenar, al teatro, al cine, viajamos ¿Te imaginas la complicación de juntar a sus hijos y nietos con los míos? Además no quiero quedarme viuda por segunda vez, él me lleva algunos años más.Cuando llegaron, sus hijas Licha y Sara habían preparado una rica comida para agasajar a la tía. En la sobremesa Licha sacó a colación el escándalo que había provocado la decisión del Alcalde, que de pronto le había entrado un aire de moralidad histérica y puritana.—Mejor les dejo el periódico, parece increíble.

Marisa comenzó a leer:“Se aprobaron modificaciones al Bando de Policías y Buen Gobierno.“Se sancionará hasta con dos mil pesos o 36 horas de arresto a quienes se besen en la

calle, digan groserías o se den agarrones de olimpiada en la vía pública”.

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—Si esto hubiera pasado hace unos años, Miguel y yo hubiéramos terminado las vacaciones tras las rejas —comentó Andrea.—Tengo que advertirle a Gonzalo, que es muy efusivo —continuó Marisa —Seguro nos pescarían los policías dándonos un apapacho y al día siguiente podríamos

aparecer en las noticias:“Marisa Rubio y Gonzalo Valle

dos viejitos besuconespasan la noche en la cárcel por besarse en plena calle”.—Me imagino que también va a prohibir a la estudiantina cantar el Farolito de Agustín

Lara, por lo del “beso travieso, amargo y dulzón” —intervino Andrea— o la canción de Emma Elena Valdelamar “yo sé que en los mil besos / que te he dado en la boca / se me fue el corazón” o aquella de los Churumbeles “le puedes dar un beso en la mano / o puedes darle un beso de hermano / pero un beso de amor / no se lo das a cualquiera” y otras, más subidas de color que lo van a escandalizar.—No dudes que va a imponer tarifas para las multas según la duración e intensidad de los

besos, sobre todo los franceses y los de lengüita —dijo Marisa. Fueron tantas las críticas, los albures y los chascarrillos, que el alcalde prometió resucitar los besos. El Edil diseñó como emblema una charamusca con la forma de dos momias guanajuatenses dándose un beso y nombró a la Ciudad: Capital del beso. El tiempo transcurrió sin sentirlo, entre bromas, risas, paseos y confidencias, pero llegó la hora de la despedida con el agradecimiento de Andrea y la promesa de Marisa de visitarla pronto. Cuando regresó, la depresión había desaparecido por completo, se sintió feliz rodeada del cariño de hijos y nietos, que la recibieron entre besos y apapachos, saboreando los gratos recuerdos de esos días y de aquel lejano beso en el callejón de Guanajuato.

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SUSURRO DE LUNA

Gabriela Jiménez Vázquez

Noche claroscura,

silenciosa, taciturna,

noche que arrulla.

Cómplice perfecta

de sueños, locura.

Susurro dictando deseos.

Comienza la caricia

en los labios,

hasta elevarnos

a la cúspide, extasiados.

Noche liberadora,

agobiante,

acompañante serena,

apasionada, callada,

estruendosa.

Soy luna en tu noche,

llena, nueva,

menguante.

Conmigo eres radiante,

y sin mi etérea.

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PARA CHUPARSE LOS DEDOS

Maricarmen Delfín Delgado

Los mexicanos somos una amalgama de razas, culturas y tradiciones, somos un pueblo que está acostumbrado a padecer, a soportar con cierta resignación nuestra suerte, sin embargo también tomamos las cosas desagradables por el lado chusco y bromeamos hasta con la muerte; sobre todo, nos gusta comer.

Compartimos con familiares y amigos lo que tenemos en la mesa por muy sencilla que sea nuestra comida, invitamos desde un vaso de agua hasta las más exquisitas viandas a quienes conviven con nosotros. En muchos partes del país existen sectores de la población, tanto en el campo como en la ciudad, donde la comida es escasa o simplemente no llega a sus habitantes, pero para estas familias el compartir lo poco que tienen alrededor del fuego, del brasero o de una mesa, es una tradición.

Todas nuestras celebraciones están acompañadas de comida, ya sea para festejar un cumpleaños, una boda, un bautizo, hasta un velorio o un novenario. En las fiestas tradicionales mexicanas

como en las fechas adoptadas de otras culturas, están presentes variados platillos. Las festividades religiosas son múltiples en México pues la mayoría de las poblaciones veneran a una divinidad determinada o santo patrono en un día especial al año, lo que conlleva una serie de ceremonias las cuales incluyen preparar gran cantidad de alimentos que serán compartidos con propios y extraños en la celebración.

Somos afectos a asociar obesidad con salud, por lo que pensamos que entre más comamos más sanos estaremos. Nos molestamos o nos sentimos despreciados cuando alguien no acepta comer lo que le ofrecemos, y demostramos afecto obsequiando alimentos. Es común llevar cuando vamos de visita un postre, o fruta para algún enfermo, premiamos a los bien portados con galletas y pasteles, en fin, la comida es parte importante de nuestra vida social y familiar.

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Cuatro mujeres muy hermosas y limpias le daban agua en unos xicales  (...) y le daban sus toallas, y otras dos mujeres le traen el pan de tortillas Desde la época prehispánica consentir y venerar con alimentos ya era una práctica común, cuenta Bernal Díaz del Castillo en su obra Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, sobre la forma en que comía el emperador azteca: En el comer, le tenían sus cocineros sobre treinta maneras de guisados, hechos a su manera y usanza y teníanlos puestos en braseros de barro chicos debajo, porque se enfriasen, y de aquello que Moctezuma había de comer guisaban más de trescientos platos (...) cotidianamente le guisaban gallinas, gallos de papada, faisanes, perdices de tierra, codornices, patos mansos y bravos (...) él sentado en un asentadero bajo, rico y blando, y la mesa también baja (...) allí le ponían sus manteles de mantas blancas (...) y

Describe que en su recorrido pudo apreciar y sorprenderse con la gran cantidad de ingredientes que los indígenas ocupaban para preparar su comida, entre otras cosas el chile, el cacao, el maíz y el huevo principalmente. Sus utensilios de cocina eran de piedra, barro, madera y metal, cocían la carne envuelta en hojas encima de un hoyo con agua caliente para aprovechar el vapor.

Al asentarse la Colonia los indígenas pasaron a formar parte de la servidumbre de los conventos, quedando su sabiduría culinaria a manos de los religiosos y monjas que la recabaron y mezclaron con la cocina española. En estos lugares se concentró toda la información dando por resultado el primer recetario del que se tiene registro, escrito por Sor Juana Inés de la Cruz.

Más tarde este acervo siguió adquiriendo nuevos elementos al salir de los claustros para mezclarse con las costumbres y los ingredientes que trajeron de su tierra los trabajadores de las haciendas como chinos y africanos. Lo importante es que gran parte de la gastronomía que tenemos hoy es la auténtica prehispánica, que ha logrado sobrevivir más de 3000 años, nombrada el 16 de noviembre de 2010 por la UNESCO como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.

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Durante muchos años las familias mexicanas han conservado las recetas heredadas de madres a hijas, de abuelas a nietas, de las tías y demás, esto se reflejaba cuando al preparar algún platillo y

convidarlo esperando la opinión del comensal, replicaban con tono orgulloso: te quedó muy rico, ya te puedes casar. Para la sociedad mexicana del siglo pasado era muy importante que la futura señora de la casa tuviera entre los atributos necesarios para ser la esposa perfecta, dominar el arte culinario ya que a los hombres se les conquista por el estómago. Nuestro quehacer cotidiano está ligado a la comida, para expresar acontecimientos de todo tipo la tomamos como referencia al decir frases compuestas por elementos que forman parte de nuestra alimentación, las usamos metafóricamente. Así expresamos:

“De lengua me como un plato” (ser hábil verbalmente).

“Una pura y dos con sal” (que no tiene valor para nosotros).

“Le ponemos más agua a los frijoles” (que alcance para todos).

“Este arroz ya se coció” (que una situación está resuelta).

“De ti, puras habas” (que no necesitamos nada de alguien).

“Chiflar y comer pinole” (querer hacer dos cosas a la vez).

“A darle que es mole de olla” (aprovechar el momento o la situación).

“Se le cuecen las habas” (con mucha ansiedad).

“No son enchiladas” (que no es tan fácil).

”Sólo las ollas sabe los hervores de su caldo” ( que es algo privado).

“Ajonjolí de todos los moles” (que siempre está en todos lados).

“Como pepita en comal” (emocionado, activo)

“De mole, de chile y de manteca” (con gran variedad).

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“Mucho ruido y pocas nueces” (que habla mucho y actúa poco).“La sal de esta tierra” (lo esencial, lo que da sabor).

“Como sal y pimienta” (inseparables).”Como agua para chocolate” ( muy alterado, enojado).

”Gallina vieja hace buen caldo” ( se refiere a la mujer madura).”Barriga llena, corazón contento” (sin hambre, sin preocupación).

”El amor por el estómago entra” ( conquistar con la comida).“En todos lados se cuecen habas” (todos tenemos problemas).

”Vas a estar pariendo chayotes” (sufriendo mucho). ”Le pone mucha crema a sus tacos” ( exagerar las cosas).

”Le dan atole con el dedo” ( que convencen fácilmente con poco)“Salió más caro el caldo que las albóndigas” (se gastó o se com-plicó lo más fácil).“Nunca falta un negrito en el arroz” (siempre aparecen problemas).

”Al pan, pan y al vino, vino” ( como debe ser, directo).“Le hacen de chivo los tamales” (que es un engaño).

“Parece que dejó los frijoles en la lumbre” (que tiene mucha prisa).

Frases que representan nuestra identidad, nuestro gusto por lo que comemos y la íntima relación con los elementos que la naturaleza nos regala, disfrutemos de este tesoro gastronómico que por fortu-na tiene nuestro país pues a quién le dan pan que llore, tomemos nuestros sagrados alimentos como Dios manda porque a comer a misa una sola vez se avisa, que todo está para chuparse los dedos.

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EN LA NOCHE

En la noche

los grillos grillan

con ansia nocturna

en busca de una amante

y los murciélagos silentes

reposan sobre capulines.

Tecolotes susurran clarividencias

que auguran cruel destino

y la luna posa orgullosa

sobre vacas y gallinas.

En la noche el perro ladra

y se da la gran vida

estirado en el patio,

soñando con el desayuno

y en la constelación diáfana

una lluvia de luciérnagas

se presenta a la distancia.

Luis G. Mendoza

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JAVIER Amauri Sarmiento Barrios

Para la familia Rivas Payán y a la memoria de mi amigo Francisco Javier Rivas Carmona.

A veces son necesarios tiempo y distancia para sopesar e interpretar el sentido de los acontecimientos. Javier fue uno de los personajes de una primera etapa de mi vida, allá en mi tierra natal. El gusto por jugar futbol nos reunió ahí en la calle Simón Bolívar, en la cual nací y en donde residí mis primeros 17 años de vida. Nos reuníamos en torno a la familia Cobos. En la casa de ellos veíamos el Teatro Fantástico de Cachirulo por televisión, los domingos, y frente a su casa jugábamos futbol en las tardes y, a veces, en las noches: Reynaldo era el encargado de ir a pedir permiso a mi mamá para que yo saliera a jugar cuando estábamos en trámite de dormir; también tuvimos la oportunidad de acercarnos a su oficio de carniceros y de ayudarlos en sus tareas… el año pasado ─cuando nos comunicamos vía telefónica─ Javier agregó que “les ayudábamos a comernos los chicharrones”.Cursaba el quinto año de primaria cuando

m e e n t e r é q u e e s t o s v e c i n o s acostumbraban cascarear ahí en la calle, también observé que veían los partidos de futbol por televisión, aunque a mí me parecía aburrido. El líder del grupo era Reynaldo Cobos. Con Javier “echaban el volado” para escoger y repartirse al resto de los jugadores. Además de ellos, recuerdo principalmente a Jaime, Chaín y Julio. Esto debió durar hasta concluir la primaria, después vinieron otras etapas que cambiaron nuestros hábitos: yo jugaba con mis compañeros allá en la Secundaria Federal y los sábados o domingos ─con mi amigo Lorenzo─ iba a una escuela primaria donde se reunían toda clase de futboleros, recientemente encontré a uno de ellos que ahora es buzo de profesión.

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Entiendo que Javier no disponía de mucho tiempo para jugar, ya en la etapa de la preparatoria lo recuerdo en menesteres de trabajo en la ebanistería con el señor Rivas. Lo recuerdo llevando alguna pieza de madera o alguna herramienta, cuando pasaba a la casa para pedirnos algún libro, él también nos prestaba libros, pues en ese entonces no existían las fotocopias y el dinero no sobraba para adquirir todos los libros escolares.

Los Cobos se mudaron de la calle y los Rivas pasaron a habitar esa casa. Javier emigró para estudiar medicina en Veracruz, de donde nos llegó la noticia de que estuvo a punto de morir en un asalto. Yo permanecí un año más en mi pueblo, donde cursaba el último año de preparatoria, antes de ir a estudiar a Puebla. Durante ese año, recuerdo que la mamá de Javier visitaba a mi mamá junto con sus dos pequeñas hijas, que eran unas niñas que veían con curiosidad que yo estudiara en un rincón del pequeño patio de la casa. Después nos enteraríamos de la muerte prematura de la menor. Tengo la percepción de que la señora Rivas, relativamente joven, le contaba sus penas a mi mamá.

Antes del año pasado, en que lo localicé por facebook, tenía el dato de que Javier vivía en Tehuacán, Puebla, ya que en alguna ocasión una de mis hermanas y mi padre lo habían encontrado en la terminal de autobuses ─en Puebla─ rumbo a ese lugar,

dándoles una tarjeta de presentación que aún conservo.Me admiró su memoria de las personas que vivían en nuestra calle en aquel tiempo y de

que, en algunos casos, conociera datos más recientes de ellos. Esto me indica que permaneció más vinculado que yo a nuestra ciudad natal.

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Dejé de ver a Javier en tanto me distancié de mi ciudad de origen, de donde era común que se emigrara en busca de una carrera universitaria o de mejores condiciones laborales, pero una etapa de nostalgia comenzó el 25 de noviembre de 2009, con la muerte de Elmer Lira ─también médico─ otro amigo que vivía en Xalapa, en donde hemos procurado reunirnos anualmente desde entonces con los excompañeros de la preparatoria. Le envíe una fotografía a Javier de una reunión efectuada en Túxpam. A mí no me reconocía, pero me preguntó por una de mis compañeras (Sofía García) que él recordaba y que identificó en la foto. A ella la había yo reencontrado después de 40 años, el 7 de diciembre del año pasado y el 14 de mayo me enteré de su fallecimiento. Curiosamente, ahora sé que era de la edad de Javier, habiendo nacido con un mes de diferencia, en 1954.Estoy convencido de que Javier tuvo que tener una voluntad loable para hacerse profesionista, ya que su situación no era cómoda. Lo recuerdo sincero y hasta ingenuo, aunque necesariamente rígido en sus convicciones. A pesar de que telefónicamente y por facebook intercambiamos información de nuestro recorrido durante todos estos años, ya no fue posible compartir en persona los detalles de nuestra trayectoria. Él había declarado su interés de asistir a mis talleres de alteridad, luego de que le expliqué su propósito, argumentando: “Hay quienes ya se estacionaron y prefieren soslayar sus emociones negativas que datan de otras épocas”. Él me respondió, comentando: “Creo que a mucha gente nos pasa eso y digo nos pasa porque estoy dentro de esa gente”.Comparto la idea de la existencia como una obra de teatro en que vinimos a ensayar una

trama necesaria para nuestra evolución. Creo que no siempre logramos nuestro objetivo en una vida, pero siempre vivimos lo que nos era necesario vivir.

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LOS SUDARIOS MILAGROSOS Lilitt Tagle

Conocí el siniestro secreto del castillo Qalaat Jabaar gracias a mi gusto y dedicación por el álgebra lineal y al centro Sirio-Libanés de mi ciudad natal, el cual me becó para dar un curso de álgebra a chicos con talento matemático de una escuela secundaria de Alepo, la ciudad más grande de Siria. Viajé a ese mítico país con la maleta llena de recomendaciones de mis padres y con un solo libro, que no fue el Álgebra de Baldor, si no el College Algebra de A. A. Albert que me había regalado mi inolvidable amigo Ángel Gómez. El verano incitaba a incluir actividades recreativas en el programa y no se hizo esperar un

paseo al sureste del lago Buhayrat al Asad, al cual accedimos por la carretera M15 desde el este de Alepo. Un viaje que duró cinco horas en un viejo autobús escolar hasta el castillo Qalaat Jabaar, una construcción formidable. El mantenedor del castillo, un sirio de unos 30 años de edad, salió a recibirnos a la explanada de tierra roja desde donde se accedía, por una estrecha escollera, hasta el ruinoso edificio. De inmediato, con persistencia, el hombre clavó su mirada en mí y así dio inicio una m a l d i c i ó n e n m i v i d a : s u f r i r e l enamoramiento, a primera vista, de un extranjero. Nos informó que las visitas turísticas estaban suspendidas debido a ciertas excavaciones llevadas a cabo en sus alrededores y propuso hacer un recorrido por los túneles bajos, aún en reparación. Los anfitriones escolares consideraron poco prudente que los chicos, juguetones e incontenibles, bajaran a estos túneles. Fue una sabia decisión. En compensación, coordinarían un campamento en las cercanías. La decisión de ir yo, la dejaron en mis manos. El mantenedor me seguía a todas partes y me explicaba la historia del castillo, en un inglés londinense lo más parecido a mis lecciones grabadas. Mi curiosidad fue en aumento sabedora de la casi nula probabilidad de regresar.

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Aquel viernes del verano del 65, me encontré con Nur ad-Din en un terraplén de la cara norte de la edificación, dispuesta a un par de cosas: enfrentar su actitud seductora y conocer los secretos del interior de aquella fortaleza del siglo VII. Vaya que había secretos por descubrir. Descendimos unos tres metros por una rústica escalera marina asentada en un terreno pedregoso y húmedo.La luz vespertina nos guiaba a través de los boquetes abiertos en lo alto de las paredes para sostener las vigas de construcción. Al cabo de un rato mi acompañante había perdido el rumbo. Era claro para mí que no

avanzábamos, siempre he tenido una percepción muy clara de la ubicación espacial, un sexto sentido heredado de mi padre. —Are we lost? —pregunté. El sirio me miró de soslayo. Sus ojos esta vez no rizaron mi

espalda. En respuesta, tomó mi mano y me arrastró por una estrecha estancia abierta a nuestra izquierda hasta desembocar en un oscuro túnel. El túnel no era muy largo pero sí asfixiante y sombrío, saturado de incienso y olores dulzones. El guía giró bruscamente, sin soltarme, y apresuradamente nos alejamos. Su mano se humedeció y todo él transpiraba.

Una luz enrojecida, intensificada por el agua del lago, invadió nuestras pupilas al alcanzar la salida. Cuando recobramos la visibilidad descubrimos, junto a la boca del túnel, un montón de oscuras frazadas, al parecer mojadas, echadas sobre tarimas de madera.

—What´s that? —pregunté.—Wait —fue su respuesta. Lo noté

turbado mientras colocaba su húmeda mano sobre mi boca y me ceñía por la cintura acercándome a él. Intentó besarme pero me resistí y no insistió. Parecía que un suceso inesperado había cambiado sus intenciones. Los montículos de arena, producto de las excavaciones, nos impedían rodear el edificio para alcanzar la escalera sin pasar por el interior, así que nos vimos obligados a entrar nuevamente. Nur ad-Din lucía consternado, con esa gravedad de quien confirma un rumor. Me invadía una cierta desilusión.

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Al otro lado de la estancia nos adentramos por un pasillo que conducía hasta una sala grande y espaciosa. El olor dulzón, más intenso, me provocó náuseas y un mareo se apoderó de mí cuando, buscando el origen del hedor, di media vuelta y descubrí, atónita, doce cuerpos humanos masculinos, desnudos, pálidos, con el costado derecho abierto, alineados sobre el piso. Del dedo gordo de cada pie derecho oscilaba un formulario. Nur ad-Din se había acercado a los sacrificados y revisaba cada documento con ansiedad. ¿Qué significaba aquello? Me explicó que era una especie de comprobante de santidad: estatura, peso, presión arterial, viscosidad y grado de dulzor en sangre, número de latidos por minuto, porosidad de sus osamentas. Signos indispensables para su elección por la secta religiosa más occidentalizada del Oriente Medio.—Once bled, the bodies are being aligned as we now see. It is an ancestral way the

shrouds become miraculous.Cuando ascendimos a la plataforma superior del castillo, una pequeña embarcación de

vela navegaba hacia el Norte con su sagrada carga.

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EstoyaquíaunladodemicenizaunladodeR,puedorespiraelhumodeltlecuildondesecalientael

aguaparacafé,puedomirar llagasdebajode losárbolespor lasnochescaminodepunRtas,nimi

sombrasemueveparanodespertarelmiedoqueseencuentraechadoamispies,aunquedevezen

cuando,loalejohagofogatasconunmontóndeversos,ymicuerpohueleapalabrasquemadas.

ECO

Inventemospalabras

vocesquevuelencomopájaros

nidosqueguardenecos,frases

nostálgicasyardientescenizas.

Inventémonosentucuarto

comocomodosniños

ocultándonosdelaluna,

entrozosdeheno

depaja,depoesía.

Inventemosaldíasiguiente

unríoquedibujenuestraruta

unahistoriaqueculminenuestronombre.

Inventemoscomoescaparsinnosotros

sinestapielquederramaagua

sinestosojosquevieroncaerciudades.

hagamoslaluzamedianoche

revivamosdeentrelosmuertos.

imperfectanuestrahistoriaentrepapiros.

Martha Miranda Gómez

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CABALLOS DE AVENIDA ÁMSTERDAM

Aspiro el aroma de la tierra Después de la lluviaSé que soy polvo.

No puedo olvidarlo:Fragancia, nutriente, flor,Luz crecida desde dentro,Agua para tanta sed,Tierra, simple tierra firme.

Haz de enseñarme mucho,Tarde lluviosa de avenida Ámsterdam.En tu hipódromo cabalgan,Cuando está vacío, muy de mañana, Los caballos de mar altiplano. Siguen el cauce, juegan, A veces uno gana la carrera.Luego el mar se aleja como una serpiente,Despacio se los lleva.

La calle ronca estrepitosa.El solitario vendedor de girasolesEspera en la esquina el despertar del día.Viene del futuro como el sol ahora,Araña bailarín que envía tornasoles Sobre todo lo que observa dormitado.

Ya tornan otra vez:Diez caballos de tierra, desbocados,Oriundos de salvaje territorio,Corren, compiten, cierran el círculo,Tu círculo de alquimia.

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Ya tornan otra vez:Diez caballos de tierra, desbocados,Oriundos de salvaje territorio,Corren, compiten, cierran el círculo,Tu círculo de alquimia.

Yo cabalgo de nuevo, Sin bridas, sin montura, Con rienda que apenas sostengo,Asustada por el fuete de la hora arpía.Que hace sombra gigante a mi caballo.

Aprendiz de doce años, Vetusta piel con grietas,Me agazapo como entonces Hablando al rocín con voz rotunda:La clara certeza de que vamos juntosY no nos caeremos otra vezEn la misma costilla magullada.

Oh, caballo de avenida Ámsterdam,Caballito escarlata que ganas al vientoCorredor que me olvidaste un díaLlévame lejos, Éter y sombra, No te detengas,Hemos de llegar al séptimo cieloAl inframundo mismo si es preciso:Allí donde aroma la tierra mojadaProtege y canta el tecolote Y el campo es blando lecho, bosque de cocuyos,Duende de mi fortuna y prudenciaHada que me cuida el sueño y escribe mis cuentosCuando yo soy piedra y trozo de cántaro al pisoY olvido esta vocación de estar junto al ríoY ser de tierra tan solo.

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Allí, Nadie adelgaza mi aura con artes de mago Nadie se come mi polvo bien ganado de existencia Mi polvo de caminoMi beso y la andanada de visiones:Palabras vanas pronunciadasCuentos de arena y caracol, de castillos y marPalabras sombrías cuando acallanSu brío engañoso y repentino.

Nadie me mata, nadie,Sabiendo que lo hace a su carne primariaA su propia alma, a su eternidad sin cuerpo, sin materia.

¡No te detengas, desbocado,Bruto jamelgo, compañero verdadero!El camino es tan largo,El viento nos espera.

Gloria Domínguez Castañeda

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INTENTO INFRUCTUOSO

Esther Tirado

De todo podré ser responsable menos de no intentarlo

Dicen que: Donde hubo fuego cenizas quedan…, quisiste reanimar esa extinta llama con el

soplo de tu idealizado sentimiento. Leve e ilusorio suspiro con el que pretendías avivar esa

hoguera para permutar al tiempo, o tal vez congelarlo, y que estático, perdiera pretérito y

futuro y así, estancado, inmovilizarlo en un presente inexistente…

Nuestro matrimonio en un principio, dorado y resplandeciente como toda ilusión, llenaba nuestro ser. Luego, se mantuvo a través de los años encadenado con la responsabilidad de

los hijos. Felices esperanzas que vimos crecer con esfuerzo y alegría llenándonos de

orgullo, pero sobre todo, instruyéndonos en lo que es el verdadero amor; amor con el que

orientamos la existencia y nos iluminó el camino. Platearon nuestras ambiciones sus logros, florecimiento y prosperidad nos proporcionaron. A través de ellos vivíamos; por ellos

respirábamos. Sin darnos cuenta dejamos fenecer al tú y al yo.

Como sutiles entelequias revoloteábamos alrededor de los herederos. Abstraídos en la

misión que consideramos primigenia. Perdida la brújula del propio rumbo. Olvidamos lo que existe fuera de esa supremacía, de lo que se denomina orbe, humanidad.

La ley de vida, implacable, alcanzó nuestro nido. Las aves templaron sus alas y

emprendieron el vuelo hacia desconocidos parajes. Nuestro hogar se llenó de vacío;

soledad poblada de ecos cuyo silencio nos ensordecía. Mudos rincones que hablaban de

dichas pasadas. Olvidados momentos que recordaban reminiscencias de alegres días. Tú y yo nos reencontramos. Conocidos desconocidos. ¿En dónde nos perdimos? ¿Cuándo

dejamos de interesarnos por el otro? ¿Cómo íbamos a llenar el día a día?

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Idealizado el recuerdo, deseaste morar ahí. Al principio fue interesante habitar tu quimera.

Vano intento que rompiera la realidad. Te encerraste en un mundo fantástico donde el tiempo no existe, los años no te dejaron experiencia; no observas la albura del pelo ni el

pergamino de tu piel; reina el yo y no existe el nosotros, menos el tú.Traté de romper o al menos traspasar, esa frontera de cristal blindado a través de la cual

nos mirábamos. Quise arrastrarte a la vida, interesarte en cualquier diversión, actividades que dieran cuerda a tu intelecto y tantas otras cosas… No lo permitiste. Contra ese muro se

estrellan mis empeños. La incomunicación se hace patente. Artificio patético con el que pretendes ser inmune a

sentimientos y acción. Aislado, sin interesarte en ninguna labor, crees gozar una felicidad completa y te mantienes postrado en cama, cautivo de un aparato que palpita y siente por ti,

con el que viajas y penetras en vidas robadas que son tu único nutriente. Yo al menos intenté, para sacarte de ese marasmo, cuanto pasó por mi mente; tú, moriste

en el intento.

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LAGARTIJA

Montserrat Varela

Nicolás, tumbado en la hamaca todo el día, o como él solía decir: “Dejando fluir las ideas bajo reposo", se me figuró una lagartija

viviendo siempre a la sombra de un gran árbol. Su padre, don Guillermo, era toda una institución y Nicolás se aprovechaba de este hábitat

holgado y conformista en el que decidió instalarse, para imponerme a mí sus demandas. ¿Otras vacaciones en Hawái? ¿Para qué? Se tumbaría en un camastro en vez de en su hamaca. Se cubría de sol todo el día, igual que siempre, haciendo eternamente nada. —Me voy, Nico —le anuncié con tranquilidad un día.

Él se incorporó lentamente intentado entender lo que acababa de decirle. El sol de mediodía lo bañaba de luz y los rayos quemaban la piel cacariza de sus mejillas. —Me voy —le repetí, porque noté que seguía atónito.

Pocos segundos pasaron cuando Nicolás pegó un salto fuera de la hamaca y se agachó hasta quedar frente a frente.—¿Es broma?

Negué. Los ojos de Nicolás enrojecieron de pronto. Su voz temblaba. —¡Hablemos! —me exigió.

No tenía nada que decirle. No podía confesarle que no me gustaba su aliento mohoso ni el olor a sudor salado que despedía su piel, dejándola gélida de tan empapada, ni su ocio perene.—¿Ya no me amas o te aburre el lujo?

No pude contestar su pregunta. Me concentré en mirar a lo lejos, atrás de los arbustos. No quería enfrentar las rendijas en las que se convertían sus ojos cuando se enojaba. De repente, un movimiento veloz captó mi atención. Era una lagartija diminuta que se escondía tras un tallo verde. Como estaba distraída, el abrazo de Nicolás me tomó por sorpresa. Se sentía helado. Me apretó contra su pecho y no tuve más remedio que recargar mi cabeza, perdiendo de vista al pequeño reptil. Me lamenté en silencio, era gracioso aquél animal. Nicolás lloraba Me dieron ganas de apartar su mano pero se me ocurrió que, si lo hacía, tal vez me quedaría con un pedazo de piel seca, así que lo consolé por largo rato. —Ya, Nico. Tengo que irme, suéltame —le dije, pero sus brazos no me soltaron. “Si te vas... No pienso sufrir tu ausencia”, sentenció Nicolás y el llanto le impidió articular otra palabra.

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Luego, casi teatralmente, se dejó caer sobre el pasto. Fui directo a mi cuarto y abrí la maleta que reposaba sobre la cama. Saqué algo de ropa de los cajones y la puse dentro. Mientras, la lagartija apareció en el quicio de la ventana. Los reptiles me dan asco, me dije. Su piel es áspera como lija, su sangre es tan fría. Ella parecía mirarme fijamente y entender. Regresé hacia el jardín, resuelta a hablar con Nicolás. —Nico, por favor ya para —le dije al ver que seguía tumbado en posición fetal, sollozando y me marché. Al escucharme se levantó poco a poco. Se le veía enfermo, su rostro se había tornado verdoso y pálido. Caminó dando tumbos hasta la puerta de la cocina. Parecía mareado, exhausto. —¿Clara? —me llamó— ¡¿Clara?! —gritó con fuerza. Salió corriendo a la calle y me encontró parada bajo el umbral con la maleta en la mano. —Por favor, puedo hacerlo mejor. Siempre las mismas palabras, siempre los mismos resultados, pensé y me aparté de la puerta. Nicolás trató de detenerme. —No, Nico. Ya me voy. Entonces, cayó de rodillas y se enganchó en mis piernas pero afortunadamente a los pocos segundos se dio cuenta de mi incomodidad y me liberó. Enfurecida, cerré dando un portazo. No me percaté de que la mano de Nico quedó atrapada entre la puerta y el marco. Seguí mi camino sin voltear. Luego de unos segundos, suspirando resignado, Nicolás sobó su mano y fue hasta la cocina para sumergirla en hielo. Dos de sus dedos se veían casi negros, pero él no sentía dolor. Sin embargo, el día pasó lento entre sus periodos de llanto y sus arrebatos de odio. Tres horas después de haber estado sentado en el suelo de la cocina, maldiciendo entre dientes o embarrando de lágrimas y mocos su playera, reunió el coraje para levantarse. Ahora sí se acabó, se dijo mientras observaba la puerta de entrada, receloso. —Yo no la cerré —se lamentó. Caminó despacio y al abrir la puerta para salir, notó que sus dedos se habían tornado azul-verdosos. La cerró. Bebió agua, tres vasos, uno tras otro. Al terminar de beber el último lo aventó contra el fregadero. Pedazos de vidrio salieron disparados por todas partes. Nicolás sonrió.—Yo no la cerré —se lamentó. Caminó despacio y al abrir la puerta para salir, notó que

sus dedos se habían tornado azul-verdosos. La cerró. Bebió agua, tres vasos, uno tras otro.Al terminar de beber el último lo aventó contra el fregadero. Pedazos de vidrio salieron disparados por todas partes. Nicolás sonrió. —Así debe ser —se dijo— por lo menos hay que romper algo —y siguió alternando

sonrisas con seños fruncidos y pucheros hasta llegar a la carcajada. Reía y lloraba sobre la tarja. Reía y por las mejillas rodaban gruesos lagrimones. De pronto, su índice cayó al suelo.

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Nicolás miró su mano. Del muñón no brotaba sangre sino un líquido verde y viscoso. Pero le hacía falta otro dedo, el dedo medio, y ese no se veía por ninguna parte. Permaneció asustado, sin saber qué hacer hasta que el timbre del teléfono lo distrajo. Sonó tres veces y entró la grabadora: “Estás llamando a la casa de Nico y Clara, obviamente no estamos así es que por fa déjanos tu mensaje.”—Nico, soy yo…Nicolás corrió hasta la sala en busca del aparato, pero el teléfono no estaba en su base. —Nico, por favor, contéstame. Quiero saber si estás bien —insistí, porque estaba segura

de que me escuchaba. Él buscó frenéticamente en las habitaciones y debajo de los cojines de la sala. —Nico, por fa contesta. Me siento muy mal por lo que pasó… Piiiiiiiiiii. Tútútú…Se cortó la

llamada. —¡¿Y cómo coño crees que me siento yo sin dedo?! —gritó aún buscando, hasta que,

exhausto, se dejó caer sobre una silla. El llanto, desesperado y entrecortado, le sobrevino. De pronto, miró su mano y notó cómo iban surgiendo “nuevos dedos” de los muñones que le habían quedado. Qué curioso, pensó y se tranquilizó un poco. El teléfono sonó nuevamente. Nicolás lo descubrió tirado, debajo de una mesa. Intentó caminar hacia este pero no pudo, le fallaban las piernas. Tuvo que arrastrarse lentamente sobre la alfombra. Al tiempo que lo hacía, su cuerpo se iba encogiendo más y más. Tres timbrazos y entró la grabadora. —Nico, ya contéstame por fa…

¡No puedo! se desesperó. Su piel, reseca y escamosa, tenía una tonalidad verdusca que no reconocía. —Sé que te dije cosas muy duras y de verdad lo siento —continué de pronto— Soy muy complicada, no querrías estar conmigo… Pero si quisieras, por favor contesta. Esperé por un largo rato su respuesta. Quería explicarle, llegar a un acuerdo, ayudarle a hacer algo más de su vida. Pasaron otros cinco minutos y nada. —Está bien, entiendo que ya no quieras hablar pero por fa, Nico, entiende tú que ya eres un hombre —le dije y colgué convencida de que no me entendería, era demasiado tarde. El tono de línea quedó sonando... Nicolás se arrastraba, desesperado, intentado tomar mi llamada, mientras notaba poco a poco el frío recorría su cada vez más pequeño y verdoso cuerpo. Tras alcanzar con muchos esfuerzos el teléfono, Nico fue incapaz de levantarlo. En la ventana miró su reflejo. Era la misma lagartija que yo había visto horas antes y sin lugar a dudas, era él.

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AZUL DE TODOS LOS DIAS

Simón Toledano

Solo el mar es igual; profundo y azul

Pedro Guerra.

Abril 23, Puerto Ángel, Oaxaca. José Olmos (Director de Asilo El Reposo)

Estoy conmovido. No me acostumbro a recibir nuevos “clientes”. No así, en el estado en que llegó hoy el Sr. Ambrosio. Su cara estaba triste y larga como una casa sola donde no se han escuchado risas en muchos años. Ojalá pronto se acostumbre.

24 de Abril, Ciudad de México. Edwin Esteban

Ayer dejamos a papá en El Reposo. Sé que es lo mejor para él. Allí podrán atenderle como merece, cuidarlo y velar por él. Pero no puedo evitar estar triste. Recuerdo la primera vez que fuimos a Puerto Ángel. Yo era un adolescente y nos fuimos así, sin decirle a mamá. “No le digamos nada, este será un viaje de hombres. Llegando le llamamos” Durante el camino el aire de la carretera arrastraba aromas que se colaban hasta el interior del automóvil. Mi alegría no podía ser mayor, era la primera vez que salía solo con mi padre. Me fue contando sus historias de soldado, sus parrandas juveniles, del día en que conoció a mi madre en la escuela militar. Yo lo escuchaba en silencio mientras veía las casas y las gentes sin nombre a lado de la carretera. Cuando llegamos era ya casi medio día y nos detuvimos a comer algo. El olor a sal lo llenaba todo. El restaurant olía a sal, los pechos de la mesera que nos atendió olían a sal, mi cuerpo delgado y lampiño olía a sal. Mientras comía, mi padre llamó a mamá y después nos instalamos en el hotel. Desde ahí, volvió a llamar a casa y escuché que alzaban la voz, pero con ese cuidado de disimular las discusiones, como solían hacerlo siempre.

Papá estará mejor allá. Es lo mejor para todos.

Día 23 del mes de Abril. Teniente Ambrosio.

Después de tantos años de no venir a este lugar, aquí estoy. Solo, con una soledad que es la suma de todas mis soledades. De esa cuando me escapé de la casa, de aquella en los trenes de carga en las noches de vigilia. Todas las soledades de mi vida se me han juntado ahora en esta sala blanca y fría, a pesar del sol que lo quema todo allá afuera.

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Abril 27 Puerto Ángel Oaxaca. José Olmos (Director Asilo El Reposo)

La señora Leonor ha muerto hoy en la mañana. Apenas y hemos tenido tiempo de avisar a sus familiares. Su cuerpo fue trasladado a Puebla hace apenas unos minutos. La casa está en silencio. Todos los abuelitos están ya dormidos con un temor de muerte que les fermenta debajo de la lengua.

Día 27 del Mes de Abril. Teniente Ambrosio.

Se murió Leonor. Se murió de tristeza. Se murió de odio. “Mis hijos son unos desgraciados Ambrosio, cuando ya no les servía me arrumbaron aquí, en esta casa que por más flores que le pongan, es un infierno” Eso fue lo último que le escuché decir. Después salí al patio y estuve viendo el mar a lo lejos. ¿Soy un escombro más en esta playa? ¿También me moriré refunfuñando?

23 de mayo, Ciudad de México. Edwin Esteban.

Ayer fuimos a ver al abuelo. Las niñas se pusieron a llorar cuando lo vieron, pero después jugaron con él toda la tarde. El Reposo es cómodo, limpio, agradable. Papá se ve tranquilo. Diría que hasta ha subido uno par de kilos. La próxima vez que vayamos lo llevaremos a dar una vuelta por el malecón. Hoy se nos hizo tarde.

Día 23 del mes de Mayo. Teniente Ambrosio.

A mis nietas no les importan mis arrugas, ni mi aliento ácido. Estuvieron jugando. Me agarraban la cara, me peinaban y despeinaban, me hacía piojito, me jalaban las cejas. ¿Jugábamos o jugaban conmigo? ¿Era su abuelo o su juguete? Ellas no saben nada. “Abuelito tiene que estar aquí para que se mejore” dijo Edwin cuando se iban. “Además a él le encante el mar” A Edwin le encanta el mar, a mí ya me da lo mismo. Todos los asilos son iguales; en el mar, en el campo, en la ciudad. Son una mierda.

25 de Mayo, Ciudad de México. Edwin Esteban.

Anoche soñé con mi padre. Soñé que íbamos rumbo a Puerto Ángel, pero montados a caballo. En lugar de ir por la carretera, atravesábamos por las llanuras y los sembradíos de piña. Él en un caballo blanco y yo en uno negro. Íbamos despacio, a ratos, galopábamos. Cuando empezamos a trotar más rápido algo extraño ocurría: mi caballo se retrasaba y el suyo empezaba a tomar una velocidad inusitada, pero entre más trecho nos separaba él iba rejuveneciendo y yo haciéndome viejo.

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Mi piel se llenaba de grietas y la suya se alisaba. Mi cabello encanecía y el suyo cobra el color oscuro que tenía cuando yo era un niño. Su caballo avanzaba y el mío retrocedía. Él se volvía el hijo y yo el padre. Cuando por fin él llegaba a la playa, sin bajarse se metía al mar y las olas se embravecían. Cuando yo llegaba ya no podía desmontar y me ponía a llorar. A lo lejos, veíamos El Reposo y mi caballo empezaba a trotar hacia allá y yo no podía desmontarme. Entonces, mi padre que era ya mi hijo, le clavaba las espuelas a su caballo y me alcanzaba. Con su brazo fuerte, me arrancaba del caballo negro y me subía al suyo. Daba vueltas levantando la arena de la playa, como jugando y nos metíamos al mar. Caballo, padre e hijo. Entonces desperté y llamé a El Reposo.

Mayo 25 Puerto Ángel Oaxaca. José Olmos (Director de Asilo El Reposo)

Ya no está el señor Ambrosio con nosotros. Creo fue lo mejor para él. Se le veía en el rostro que no quería estar aquí. Por las mañanas después de almorzar se salía al jardín a ver el mar y no se metía hasta la hora de comida. En las tardes se encerraba en su cuarto y se ponía a leer. Él nunca estuvo aquí. Este lugar no era para alguien como él. Esta mejor ahora, donde quiera que esté.

Día 25 del mes de Mayo. Teniente Ambrosio.

Todos saben lo que es mejor para mí. Menos yo. Los viejos que estamos en El Reposo no tenemos más derecho que el de comer y dormir esperando la muerte. Pero yo no soy como estos viejos huérfanos de hijos. ¡Quédense aquí deshijados, desnietados! Yo soy el Teniente Ambrosio Esteban Roldán. Y sé lo que es mejor para mí. Yo no me muero en este asilo.

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... A Raquel Zarazaga

Fanfarria

Recaudaste así de la nada aladas (leales) palomas salvas; a las que por y entre tus manos entramaste el más feliz de los entornos... mas ágil niebla después (y siempre cálida empero) páginas y hojas albas de aquí -y he aquí- con tu risa (sol) evaporaron.

Colmaste sin más y con tal señuelo rebosante de poesía de todo un pueblo el corazón.

I

A falta de árboles sembramos en Tizayuca amor, amistad; poemas: música.

II

Herbal dolor. Nacer cuesta resistir abrirse, (a)penas brotar... para únicamente alguna vez -y solo por si acaso- fnalmente bravo verde desatar.

III

Siembro mi corazón; nacen auroras.

IV

Aquí hay raíces vienen de lejos y en ocultos espejos (truhanas además) infinitas desparraman. Ansiosas buscan: devorar entrañas.

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V

Clorofílicas hojas derraman lírica savia hermanan banderas (o mejor no) tan solo almas.

VI

Enjaulamos poemas; liberamos pájaros.

Daniel Olivares Viniegra

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