“La cita”. Una minúscula “novela” de Alfredo Mario Ferreiro, por Claudio Paolini

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 “La cita”. Una minúscula “novela” de Alfredo Mario Ferreiro,* por Claudio Paolini Introducción 1 I  A Alfredo Mario Ferreiro (Montevideo, 1899-1959) se lo recuerda por la originalidad y el impulso desmitificador de su obra poética, aspectos reflejados fundamentalmente en  El hombre que se comió un autobús (1927). 2 Su poesía, identificada con las expresiones vanguardistas coterráneas, ha sido revalorizada en las últimas décadas a través de la multiplicación del interés, en el ámbito académico mundial, por la vanguardia histórica latinoamericana. Si bien ya se había delineado algo antes en la obra de Juan Parra del Riego, en el primer “librito sin tapa” de Felisberto Hernández (1925) y en algunos textos aparecidos en la revista  Los Nuevos , es el año 1927 el que se inviste como un momento central e ineludible de las expresiones vanguardistas en Uruguay, debido a la publicación de tres libros fundamentales: el ya citado de Ferreiro,  Palacio Salvo de Juvenal Ortiz Saralegui y  Paracaídas de Enrique Ricardo Garet. Tres libros instalados bajo la influencia de una coyuntura regida por el encuentro entre dos debates superpuestos: por un lado, el disenso entre lo  viejo y lo nuevo en relación a las formas artísticas; y por otro, la discordancia entre el se cto r qu e tien de hacia un a “vocación de ad en tramiento en una comunidad social, con lo cual se religa a las ideologías regionalistas” y el que “in ten sif ica su vin culación con la estructura del van gua rdismo eu rop eo”. 3 Exp res ion es qu e se des ple gar on a tra vés de imp ulsos ais lado s, exp onien do enfoques oscilantes y –en muchos casos– eclécticos, e impregnados por una tendencia conciliadora que desarticul ó cualquier proyecto desinstitucionalizador. De este modo, las diversas propuestas de renovación estu vi er on más cercanas con lo que pudo se r un mero cambio “técni co- estilístico” que con “un ataque al status del arte en la sociedad burguesa” –en palabras de Peter Bürger para las vanguardias europeas–, 4 al menos no un ataque colectivo y sistematizado. II

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“La cita”. Una minúscula “novela” de Alfredo Mario Ferreiro,* porClaudio Paolini

Introducción1

I

 A Alfredo Mario Ferreiro (Montevideo, 1899-1959) se lo recuerda por la

originalidad y el impulso desmitificador de su obra poética, aspectos reflejados

fundamentalmente en  El hombre que se comió un autobús (1927).2 Su poesía,

identificada con las expresiones vanguardistas coterráneas, ha sido revalorizada

en las últimas décadas a través de la multiplicación del interés, en el ámbito

académico mundial, por la vanguardia histórica latinoamericana.

Si bien ya se había delineado algo antes en la obra de Juan Parra delRiego, en el primer “librito sin tapa” de Felisberto Hernández (1925) y en

algunos textos aparecidos en la revista  Los Nuevos, es el año 1927 el que se

inviste como un momento central e ineludible de las expresiones vanguardistas

en Uruguay, debido a la publicación de tres libros fundamentales: el ya citado de

Ferreiro,   Palacio Salvo de Juvenal Ortiz Saralegui y  Paracaídas de Enrique

Ricardo Garet. Tres libros instalados bajo la influencia de una coyuntura regida

por el encuentro entre dos debates superpuestos: por un lado, el disenso entre lo viejo y lo nuevo en relación a las formas artísticas; y por otro, la discordancia

entre el sector que tiende hacia una “vocación de adentramiento en una

comunidad social, con lo cual se religa a las ideologías regionalistas” y el que

“intensifica su vinculación con la estructura del vanguardismo europeo”.3

Expresiones que se desplegaron a través de impulsos aislados, exponiendo

enfoques oscilantes y –en muchos casos– eclécticos, e impregnados por una

tendencia conciliadora que desarticuló cualquier proyecto

desinstitucionalizador. De este modo, las diversas propuestas de renovación

estuvieron más cercanas con lo que pudo ser un mero cambio “técnico-

estilístico” que con “un ataque al status del arte en la sociedad burguesa” –en

palabras de Peter Bürger para las vanguardias europeas–,4 al menos no un

ataque colectivo y sistematizado.

II

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Ferreiro fue un escritor de obra prolífica, aunque con períodos de altas y 

 bajas. Sólo hasta inicios de los años treinta del siglo pasado, había publicado en

Montevideo –además de sus dos libros de poesía– numerosos textos en los

diarios  El País,  La Razón y  El Siglo, y en las revistas Cartel  –dirigida por el

propio Ferreiro y Julio Sigüenza–,   La Cruz del Sur y  Vida Femenina.Posteriormente, el espectro se ampliaría –además de algunas publicaciones

 bonaerenses– a Acción,  El Imparcial ,  Marcha,  Mundo Uruguayo,  Peloduro,  El 

 Plata, Revista Nacional y La Tribuna Popular, entre otras.

Una obra que no se redujo sólo al ámbito lírico, abarcando también la

narrativa, la crónica humorística, el ensayo y la reseña sobre arte y literatura; 5

no faltando tampoco varios textos híbridos.

En este sentido, realizar el rescate de la obra inédita en libro de Ferreiro

es una tarea ardua y por demás extensa. A través de este espacio, entonces,

pretendemos hacer un aporte más a dicho rescate, en este caso con la

exhumación de “La cita”, publicado en el  Suplemento cultural del diario  El País

de Montevideo, el 12 de noviembre de 1927, páginas 3 y 4.6

Es un modo de rescatar del olvido, o directamente de la ignorancia, de la

mayoría de la crítica a una de las numerosas prosas que escribió Ferreiro, textos

que bien podrían revalidar los juicios aplicados a su poesía.

El Suplemento cultural del matutino  El País, que aparecía los sábados, se

publicó –con algunos interludios– desde el 3 de setiembre de 1927 al 24 de

marzo de 1928, bajo la dirección literaria de Juana de Ibarbourou y la dirección

artística de Orestes Baroffio. Allí se difundieron textos de autores

contemporáneos uruguayos –Enrique Amorim, José Pedro Bellan, Blanca Luz

Brum, Víctor Dotti, Francisco Espínola, Emilio Frugoni, Juana de Ibarbourou,

Juan José Morosoli, Juvenal Ortiz Saralegui, Horacio Quiroga, Fernán Silva

 Valdés y Juan Carlos Welker, entre muchos otros– y extranjeros –Jorge LuisBorges, Ramón Gómez de la Serna, Vicente Huidobro, Leopoldo Marechal, José

Carlos Mariátegui, Gabriela Mistral, Alfonso Reyes, César Vallejo y otros–.

En cuanto a Ferreiro, teniendo en cuenta la corta vida del  Suplemento,

  varias fueron sus colaboraciones. Además de “La cita”, se publicaron dos

poemas –“Muchacha corriendo” y “La tarde está pensando” (dedicado a

Ibarbourou)–, un cuento –“Salón de lustrar, cine y corso”–, un artículo –“Reneé

Magariños Usher, su arte y sus ojos”–, y una reseña –“Sarah Bollo. Un juiciosobre su libro”–.

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Este  Suplemento no tuvo la intención de ser un espacio de expresión

esencialmente vanguardista –la concepción artística de sus directores no lo

permitía–. No obstante, cobijó numerosos textos identificados con lo que

Oliverio Girondo denominó “Nueva Sensibilidad”; fue otro medio más de

aquellos años –como el Suplemento cultural del diario Justicia,7

y en otra escalarevistas como La Cruz del Sur y  La Pluma, entre otras– que se caracterizó por su

eclecticismo, por ofrecer un conjunto de textos que no alteraran demasiado las

aguas literarias a través de un cauce misceláneo y difuminador.

III

“La cita” se trata de uno de los textos narrativos más significativos del

Ferreiro de aquellos años. Está precedido por el siguiente epígrafe: “Novela que

no vela por los prestigios de la novela”. Ya desde el principio, entonces, el autor

ironiza con el concepto de novela, desacomodando lo que el clásico lector de

principios del siglo XX está esperando: una novela folletinesca o por entregas, y 

que en realidad es un texto breve –a medio camino entre el cuento, la prosa

poética y el ensayo– dividido en dos partes, o una minúscula “novela” desde la

perspectiva desarticuladora del autor, en que se desafían los límites de los

géneros.

Este recurso se muestra de un modo más explícito en otra narración, “El

marido engañado. Novela en dos actos”, publicada en Vida Femenina,

Montevideo, Año XI, Nº 107, [diciembre] 1927, pp. s/n. 8 Aquí el texto finaliza

con una nota burlona en que se satiriza al clásico folletín: “NOTA: Habrá lector

o lectora que busquen la palabra apestosa «continuará» al final de esta novela.

Les advertimos que no hay tal continuación y que este relato, como los relatos verdaderos de la vida, concluye donde menos se piensa. Aunque no salte la

liebre del «continuará» folletinesco e insoportable”.

En “La cita” se da la coexistencia del humor y la ironía junto con algunos

elementos típicos de las vanguardias como la aversión a lo arcaico y tradicional,

el anti-sentimentalismo, la metáfora intelectualizada, el fragmentarismo y la

apología de las máquinas. También se citan nombres de marcas y modelos –al

igual que en algunos de sus poemas–, marcando una ruptura estética con la

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mayoría de la producción literaria uruguaya de aquellos años, y buscando una

 verosimilitud más sólida a sus expresiones.

  Al final, se incluye un párrafo de una carta de Ferreiro dirigida a la

redacción, en que nuevamente intenta desfigurar las fronteras de los géneros, al

tiempo que pretende justificar su texto sugiriendo “que la gente piense que unoes loco” –o sea, diferente, transgresor, original–.

Notas1. La detección de este texto se realizó en el marco de mis trabajos deinvestigación sobre los contactos entre el modernismo brasileño y la vanguardiauruguaya, y en parte plasmados en el artículo “Alberto Zum Felde, la vanguardiauruguaya y el modernismo brasileño” (en colaboración con Gabriel Lyonnet),

en: Rocca, Pablo y Genêse Andrade, eds. Un diálogo americano: Modernismobrasileño y vanguardia uruguaya (1924-1932). Alicante: Universidad de Alicante, 2006: 225-254.2. Reeditado en 1969 como cuaderno de  Enciclopedia Uruguaya y en 1998 porEdiciones de la Banda Oriental / Socio Espectacular (Edición y prólogo de PabloRocca).  Se ruega no dar la mano. Poemas profilácticos a base de imágenesesmeriladas (Montevideo: 3er. cuaderno de Cartel , 1930), nunca volvió apublicarse.3. Rama, Ángel. “Las dos vanguardias latinoamericanas”.  Maldoror.Montevideo: Nº 9, noviembre 1973: 62.4. Bürger, Peter. Teoría de la vanguardia. Trad. Jorge García. Barcelona:

Ediciones Península, 1987: 103.5. Un conjunto de artículos y reseñas fueron rescatados en el 2000, a través dedos fascículos especiales de  Insomnia –la separata cultural de  Posdata, deMontevideo–, el primero con escritos de  La Cruz del Sur  y  Cartel , selección y nota preliminar a cargo de Pablo Rocca, y el segundo con textos del diario  La

 Razón, a cargo de Luis Volonté.6. Leonardo Garet, en el número anterior de  Hermes Criollo, presentó trespoemas y un cuento de Ferreiro. Al respecto, resulta necesario ampliar los datos

 bibliográficos allí referidos: “La encomienda negra”, “El grito de las cosas” y “Yo  bien sé que no has muerto”, son los tres poemas integrantes de la primerasección, titulada “La esfera sin horas” –páginas 7, 8 y 9 respectivamente–, del

segundo y último libro publicado por Ferrerio,   Se ruega no dar la mano...(1930). El primer poema también forma parte del  Índice de la poesía uruguayacontemporánea (Santiago de Chile: Ercilla, 1935: 205), selección y prólogo de

 Alberto Zum Felde. Sólo el cuento, titulado “La fuga”, se encuentra inédito enlibro, aunque ya había aparecido en la revista Vida Femenina (Montevideo: AñoX, Nº 101, [junio] 1927: s/n.). Por otro lado, Garet señala que este cuento setrata de “una curiosidad de sus actividades”, agregando en nota al final que “seconoce una sola incursión de Alfredo Mario Ferreiro en la narrativa, el cuento«La confesión de Molly», que recoge Pablo Rocca en   El cuento urbano(Montevideo: Banda Oriental, Col. Socio Espectacular, 1999)” (Cfr. pp. 81 y 86).

 Además de “La fuga”, “La confesión de Molly” y “Salón de lustrar, cine y corso”–publicado en el Suplemento de El País–, hemos podido ubicar otros relatos deFerreiro dados a conocer en aquellos años. Los aparecidos en, por lo menos,Vida Femenina son: “El paso a nivel...” (Nº 99), “El hombre que se quedó sin su

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hijo” (Nº 106) y “El marido engañado. Novela en dos actos” (Nº 107) –no se hantenido en cuenta a los textos híbridos–. Todos aparecieron durante el año 1927.Ferreiro colaboró en Vida Femenina desde el Nº 99 (1927) hasta el último Nº159 (1933) –no aparecieron textos suyos sólo en los números 132, 141, 145, 148 y 153–. A partir de 1928 sus colaboraciones estuvieron limitadas al géneropoético, con sólo dos excepciones: la disquisición filosófica “Filosofía del

hombre que aguarda el tranvía” (Nº 119, [diciembre] 1928) y la carta-reseña“Carta del poeta Alfredo M. Ferreiro al autor de «Alma desnuda»” (Nº 125,[junio] 1929).7. Este  Suplemento del Órgano Central del Partido Comunista, que estabaencabezado por el título “El Arte por la Revolución”, apareció los sábados desdeel 1º de diciembre de 1928 hasta junio de 1929, estando su dirección a cargo deBlanca Luz Brum.8. Este texto, junto con otros del año 1927, ha sido recuperado por NicolásGropp (Selección, introducción y notas) en “Ferreiro en Vida Femenina”, en

 Alfredo Mario Ferreiro: Una vanguardia que no se rinde. Ed. Pablo Rocca.Montevideo: Comisión Sectorial de Investigación Científica - Universidad de la

República, 2009. Allí se incluyen, además, “La máquina y el tiempo (AlfredoMario Ferreiro entre la novedad y la historia)”, por Pablo Rocca; “Las imágenesde Alfredo Mario Ferreiro”, por Gênese Andrade; “Vanguardia ¿sí o no? Ferreirosegún Alberto Zum Felde. Polémica Zum Felde - Francisco A. Schinca”, porClaudio Paolini (Introducción y notas); y “Miscelánea ferreiriana” que incluyedos cartas, dos textos y una antología poética mínima de sus dos libros editados.

La cita

 Alfredo Mario Ferreiro

Novela que no vela por los prestigios de la novela.

I

Recibí una carta de mujer. Letras amontonadas. En medio de una línea,

la “chaise-longue” de una reflexión. Pasó el mediodía y yo no había resueltonada. Las mujeres son para decir simplezas por carta. Uno se ha acostumbrado

a sufrirlas; yo desearía tener medios de transporte como para llevarlas a

Saturno. Urano me hace recordar el reumatismo. La carta, en total –máquinas

calculadoras– no decía nada. Era una cita vulgar. Las citas se dividen en

 vertebradas e invertebradas. Son citas invertebradas aquellas que realizamos

caminando o apostándonos de vez en cuando en un paraje oscuro.

Generalmente no conducen a nada; cuando mucho, conducen a la casa de la

compañera. Las citas vertebradas son las otras. No fui a la cita. Un hombre que

cumple sus obligaciones es un ser despreciable. La vida es el programa alterado

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por la empresa del Destino, que siempre se reserva ese derecho. Dios ya no tiene

nada que ver en el asunto. Se desentendió de los rezos, y cuando quiso oírlos de

nuevo se encontró con que la nueva sensibilidad de los libros de misa no era

para sus oídos. Por suerte nos hemos librado de esos señores celestiales.

Ser consecuente con una sola mujer es una malísima costumbre. Serlocon todas es un sacrificio maravilloso que la mentalidad femenina no puede

comprender aún. Las melenas han dejado entrar más aire de cultura en las

cabezas de las mujeres. Lo que nos faltaba era un constipado cultural; van las

mujeres camino de encontrarlo. Demasiado viento sopla en las desguardadas

cabezas. No fui a la cita. Una mujer esperando es un espectáculo a gran

orquesta. Las mujeres son para esperar. Ese destino se lo están quitando los

taxímetros. Una mujer es para esperar. Y para esperar calladita la boca. La boca

es lo superfluo en ellas.

Tengo aceite en las circunvoluciones cerebrales. No entiendo nada de

nada. Me paso la vida inquiriendo o tratando de aplicar como mío lo que otros

han deducido. El cerebro está demasiado cómodo en el “living-room” del

cráneo. Sería preciso molestarlo un poco. Los libros son las espinas del celebro.

Cada cambio de postura se traduce en una imbecilidad hacia el exterior. Más

 vale no leer nada, no pensar en nada, no querer ser nada. No fui a la cita que me

daba una mujer. Uno piensa que los autobuses y los taxis son una mala solución.

Salir de casa, dejar el pijama, saltar a la acera, sentirse entre los otros. ¡Qué

asco! Los otros son esos hombres que van y vienen por las calles. Los otros son

los que se afanan por la vida y creen. Creen que la vida es cosa como para creer

en ella. ¡Bah! Esos tipos deben caer como las moscas en el “tangle-foot” –feet–

cuando se les da cita. ¡Y qué asco un papel engomado lleno de moscas muertas o

agonizantes! Moscas lustradas en la goma, enceradas. El papel caza-moscas es el

salón de lustrar moscas. ¡Y qué bien quedan! (Competencia con las cucarachas:lustrosas hasta más no poder. Cucarachas: galeras de ocho reflejos que se han

aplanado y han echado patas). Polvos insecticidas. Polvos insecticidas para

enamorados. Y ¡que persista esa durísima especie de los enloquecidos por el

corazón! Siglo XX. Dentro de un poco: siglo XXI. Catálogos de nuevas maneras.

Catálogos para que uno se de cuenta de cómo es la nueva linotipo del vivir.

Engranajes Matrices. (Casa Matriz. Sucursales: Londres, París, Viena,

Leningrado). Catálogos para que uno no vaya a ser como se le ocurra. Todos

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igual. La moral es el uniforme de los hombres. Debajo está la piel velluda. ¡Y tan

campantes!

No fui a la cita que me daba una mujer por carta. Una mujer es un

estorbo siempre. Desde la guerra de Troya. ¡Qué asco me da llamarse

 Agamenón! Mujer: cuña. Cuña entre el hombre y el porvenir. Pero hay mujeresque valen la pena de una cita. Yo conocí una y no quiero conocer otras. No serán

mejores que aquella. Era una mujer ideal para dar citas e ir a encontrarse con

ella. Silenciosa como una estrella; como un oso polar; como una palmera; como

una ecuación algebraica –islas en medio del texto–; yo iba poseído del afán de

encontrarla. Y era ella una sombra sobre la sombra del muro que resguardaba

su espera. Mujer que ya no veré nunca más. Especie de sirena con pollera corta y 

pelo ultrasintético. Estilización de peinados. Sombrerito girando sobre sus

hombros en un enloquecimiento de curiosidad repentina. Uñas engarzadas en

los dedos tibios. Alargadas de duda; tirantes de celos; deseosas de arañar.

¡Cómo arañaran estas uñas! ¡Y tamaña cartera! Uno sufría por la muerte de

tantas vacas. Una cartera hecha con el cuero federado de un tambo. En el

silencio sentíase el clamor de la leche que no logró venderse. Y en todos los

charcos de agua de la calle había una complicidad escondida que saludaba con

tiritamientos a la cartera. ¡Leche aguada! Magistral ejemplo el de los lecheros,

que no han inventado otra cosa; y con ese invento viejísimo se ganan la vida. No

como Studebaker que a cada momento tiene que renovarse para poder colocar

sus productos. (Erskine Tourer, Erskine Sedan, Seis Grandes, Seis Grandes

120”, Seis Standart faeton, Seis Standart Coach, Presidente faeton, Presidente

 berlina, Comandante, Director faeton de lujo 5 asientos, Director faeton de lujo

7 asientos, Director sedán). ¡Leche aguada! ¡Leche aguada! Siempre lo mismo:

leche y agua. Y todos comprando a más no poder. ¡Maravilloso ejemplo el de los

lecheros! Los inventores más grandes del mundo.Conocí una mujer para citas. Hay mujeres para citas y hay mujeres

parásitas. Cuestión de acento. –Lícito y lisito–. Esta que yo conocía –y ya no

 veré nunca más– era especial para citas. Hay una cantidad de hombres que

creen que dicen una cosa muy graciosa cuando aseguran la igualdad de todas las

mujeres. No es graciosa la ocurrencia: es horripilantemente trágica. Las

mujeres, si todas fueran iguales, serían perfectas. Revisando el ante-proyecto de

la mujer uno se topa con lineamientos generales de perfección. Todo estáprevisto. El bajo-relieve del sexo ocupa todas las plantas del edificio. El

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arquitecto malogró los planos. La mujer ha salido mal edificada; tiene defectos

de cimentación, de revestimientos, de entramados. Es una lástima. Anoche no

pude dormir. ¿Qué haría, a las dos, a las tres, a las cuatro de la madrugada,

aquella mujer que esperaba? La lividez del amanecer debe haberle echado los

perros del miedo. El sudario de la aurora, al desprenderse del ataúd de la noche,debe haberla empapado de frío. ¡Pobre mujer! Constancia en la mujer. Y que

debe ser así. Ya que la constancia es a l[a] manera disimulada de dar a entender

algo. Las mujeres no pueden decir las cosas por sus nombres. Los sentimientos

los tienen faltos de lenguaje. ¡Cómo va a convidar una mujer a un hombre para

tener hijos! Sería una cosa descomunal. Casi como si un rascacielos se saliese de

la ringla de casas para irse a otro barrio. ¡Qué odio se tienen las casas del mismo

lugar! Y, sin embargo, cómo lo disimulan. A lo sumo, un escupitajo de luz en el

anochecer; un portazo; un desprecio con la ventana que se cierra de golpe o con

la cortina metálica que cae en catarata de varillas. Serpiente achatada y 

anchada. Las casas aún no han inventado el divorcio. Y es un raro ejemplo de

resignación el que nos dan los edificios sufriéndose los unos a los otros. ¿Y los

fronteros? Los que lindan; los que sienten el mismo estremecimiento cuando

pasa el camión tumultuoso. Esos edificios que se apoyan como para sostenerse.

  Altruismo hipócrita de las casas. Y por debajo, se largan dentelladas de

cimiento; dentelladas terribles; pellizcos de hormigón. ¡Están cuajando! –dicen

los ingenieros. ¡Ah, los términos cambiados! [¡]Las cosas que nombramos sin

nombrarlas! Edificios que se soportan odiándose. Los hombres evolucionan al

revés. Antes se comportaban como las casas. Solían soportarse. Estrangulaban a

la mujer de vez en cuando y ¡santas pascuas! –¡Más alegre que unas pascuas!–

Estrangular a una mujer es un deporte. Es un “raid” por el océano de la

emoción. Poco a poco. Por etapas de respiración. Islotes de ahogos consecutivos.

De repente, aterrizaje en la muerte. Vasto campo. Caen las máquinas de la vidacon los timones desarbolados. Uno queda perplejo –apoplejía– ante la

capacidad de este aeródromo. La Muerte. ¡Mi cita! Aquí tenéis la mujer que

espera siempre y va con todos por los caminos asfaltados de calaveras con tibias

cruzadas. ¡Veneno! ¡Peligro de muerte! –Vías electrizadas– Sacco y Vanzetti –

Cuidado con los autos.

II

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 Anoche no pude dormir. ¿Qué estuvo haciendo la mujer que me dio cita?

En las horas alargadas y puntiagudas del amanecer habrá visto danzar la

sombra de las estrellas en la cara somnolienta del sol. El sol es el brillante de un

anillo que Dios da vueltas en el dedo. Habrá visto pasar esos automóviles dealquiler que traen pedazos de vicio y caminan con muletas de corneta afónica.

Cornetas rítmicas del amanecer. Sobre la cara del asfalto recién lavado, resbalan

las babas de los borrachos de la noche. Pocilgas. Mujeres de pelos pintados.

Taxis dormidos soñando con atracones de nafta roja de aviación. Fruto

prohibido. ¡Qué maravilla ver un aviador inflando en el aire las gomas de su tren

de aterrizaje! Sentado en el aire. Silla elástica para reumáticos. Y ¡qué porrazo!

Porrazo con cerebro fuera del cráneo. Suciedad de sangre. Vamos a lavar un

poco las salpicaduras. ¡Es tan poca cosa un avión! Apenas uno se pone a

caminar se sale de él. Y camina por el aire. El espacio es tan grande que uno se

lo encuentra hasta en la sopa. (Harinas “Puritas”. Los niños piden más.

Fosfatina “Falliéres”). ¿Qué habrá visto la mujer que me citó? En el amanecer.

Las nubes, grabadas con rocío ortofónico, bajo la púa exigente de los rayos

solares. Cantando y girando. Con cuerda de aljibes.

(Fin del capítulo II).

Nota.

(El párrafo que va a continuación, pertenece a una carta de A. M. F.)…

“Haga alguna aclaración si resuelve publicar eso de la novela. Temo la reacción

popular. Diga que se trata de un ensayo sin mayores pretensiones. La cuestión

está en que la gente piense que uno es loco y lo deje quieto sin pedirle que se

explique”.

Como las explicaciones que pudiera dar Ferreiro estarían llenas de unespíritu burlón y ágil, preferimos, no más, que se las pida la gente.

* Introducción y texto aparecidos en la revista  Hermes Criollo 12 (2007-2008):122-129.