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Factótum 16, 2016, pp. 1-12 ISSN 1989-9092 http://www.revistafactotum.com La Ciencia en la sociedad democrática Philip Kitcher Columbia University (Nueva York, Estados Unidos) E-mail: [email protected] Resumen: Con frecuencia, las afirmaciones de que la Ciencia debería ser más democrática de lo que es levantan oposición. En este artículo, distingo mis propias concepciones acerca de la democratización de la Ciencia de tesis más ambiciosas defendidas por Paul Feyerabend. Sostengo que es improbable que la complejidad de algunos debates científicos lograran ser resueltos de acuerdo con los principios metodológicos de cualquier teoría formal de la confirmación, para sugerir en cambio que las revoluciones importantes descansan sobre conflictos de valores. Sin embargo, no se debería despachar esos conflictos como irresolubles. Palabras clave: Ciencia, valores, democracia, democratización de la ciencia. Abstract: Claims that science should be more democratic than it is frequently arouse opposition. In this essay, I distinguish my own views about the democratization of science from the more ambitious theses defended by Paul Feyerabend. I argue that it is unlikely that the complexity of some scientific debates will allow for resolution according to the methodological principles of any formal confirmation theory, suggesting instead that major revolutions rest on conflicts of values. Yet these conflicts should not be dismissed as irresoluble. Keywords: science, values, democracy, democratization of science. Reconocimientos: Versión final de la ponencia presentada el día 10 de marzo de 2006 en las Jornadas sobre Realismo científico y Sociedad democrática: La aportación de Philip Kitcher , organizadas por la Universidad de A Coruña (Campus de Ferrol) y la Sociedad de Lógica, Metodología y Filosofía de la Ciencia en España. Agradezco a la audiencia de Ferrol sus preguntas, sugerencias y consejo. La versión inglesa definitiva de esta ponencia se publicó como Kitcher, Ph., “Science in a Democratic Society”, en González, W. J. (ed), Scientific Realism and Democratic Society: The Philosophy of Philip Kitcher, Poznań Studies in the Philosophy of Science and the Humanities, Rodopi, Ámsterdam, 2010, pp. 95-112. Traductor: José Francisco Martínez Solano. I La Ciencia en una sociedad libre de Paul Feyerabend desarrolla las conclusiones de su anterior Contra el método para promover una tesis sobre la supervisión pública de la Ciencia. 1 Según Feyerabend, [...] no sólo sería insensato sino realmente irresponsable aceptar el criterio de los científicos y los médicos sin más examen. Si el asunto es importante, o bien para un pequeño grupo o para la sociedad como un todo, entonces este criterio debe someterse al escrutinio más minucioso. Comités 1 Cfr. FEYERABEND, P. K., Science in a Free Society, New Left Books, Londres, 1978; y FEYERABEND, P. K., Against Method, Verso, Londres, 1975. debidamente elegidos de no expertos deben examinar si la Teoría de la Evolución está realmente tan bien establecida como los biólogos quieren que creamos, si el estar establecida —en el sentido que ellos usan— resuelve el problema, y si debería reemplazar otros puntos de vista en las escuelas. 2 Cuando los científicos y los filósofos de la Ciencia hacen hincapié en la autonomía de la investigación, sus temores sobre “un gobierno de la multitud” (mob rule) son, precisamente, la libertad que Feyerabend quiere estimular. No es difícil de comprender cómo funciona el argumento de Feyerabend. Supongan que tuvieran que admitir las conclusiones de 2 FEYERABEND, P. K., Science in a Free Society, p. 96. RECIBIDO: 17-07-2016 ACEPTADO: 24-09-2016 Licencia CC BY-NC-SA 3.0 ES (2016)

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Factótum 16, 2016, pp. 1-12ISSN 1989-9092http://www.revistafactotum.com

La Ciencia en la sociedad democrática

Philip Kitcher

Columbia University (Nueva York, Estados Unidos)E-mail: [email protected]

Resumen: Con frecuencia, las afirmaciones de que la Ciencia debería ser más democrática de lo que es levantanoposición. En este artículo, distingo mis propias concepciones acerca de la democratización de la Ciencia de tesismás ambiciosas defendidas por Paul Feyerabend. Sostengo que es improbable que la complejidad de algunosdebates científicos lograran ser resueltos de acuerdo con los principios metodológicos de cualquier teoría formal dela confirmación, para sugerir en cambio que las revoluciones importantes descansan sobre conflictos de valores.Sin embargo, no se debería despachar esos conflictos como irresolubles.Palabras clave: Ciencia, valores, democracia, democratización de la ciencia.

Abstract: Claims that science should be more democratic than it is frequently arouse opposition. In this essay, Idistinguish my own views about the democratization of science from the more ambitious theses defended by PaulFeyerabend. I argue that it is unlikely that the complexity of some scientific debates will allow for resolutionaccording to the methodological principles of any formal confirmation theory, suggesting instead that majorrevolutions rest on conflicts of values. Yet these conflicts should not be dismissed as irresoluble.Keywords: science, values, democracy, democratization of science.

Reconocimientos: Versión final de la ponencia presentada el día 10 de marzo de 2006 en las Jornadas sobreRealismo científico y Sociedad democrática: La aportación de Philip Kitcher, organizadas por la Universidad de ACoruña (Campus de Ferrol) y la Sociedad de Lógica, Metodología y Filosofía de la Ciencia en España. Agradezco ala audiencia de Ferrol sus preguntas, sugerencias y consejo. La versión inglesa definitiva de esta ponencia sepublicó como Kitcher, Ph., “Science in a Democratic Society”, en González, W. J. (ed), Scientific Realism andDemocratic Society: The Philosophy of Philip Kitcher, Poznań Studies in the Philosophy of Science and theHumanities, Rodopi, Ámsterdam, 2010, pp. 95-112.

Traductor: José Francisco Martínez Solano.

I

La Ciencia en una sociedad libre de PaulFeyerabend desarrolla las conclusiones de suanterior Contra el método para promover unatesis sobre la supervisión pública de la Ciencia.1

Según Feyerabend,

[...] no sólo sería insensato sinorealmente irresponsable aceptar el criterio delos científicos y los médicos sin más examen.Si el asunto es importante, o bien para unpequeño grupo o para la sociedad como untodo, entonces este criterio debe someterse alescrutinio más minucioso. Comités

1 Cfr. FEYERABEND, P. K., Science in a Free Society, New LeftBooks, Londres, 1978; y FEYERABEND, P. K., Against Method, Verso,Londres, 1975.

debidamente elegidos de no expertos debenexaminar si la Teoría de la Evolución estárealmente tan bien establecida como losbiólogos quieren que creamos, si el estarestablecida —en el sentido que ellos usan—resuelve el problema, y si debería reemplazarotros puntos de vista en las escuelas.2

Cuando los científicos y los filósofos de laCiencia hacen hincapié en la autonomía de lainvestigación, sus temores sobre “un gobiernode la multitud” (mob rule) son, precisamente,la libertad que Feyerabend quiere estimular.

No es difícil de comprender cómo funcionael argumento de Feyerabend. Supongan quetuvieran que admitir las conclusiones de

2 FEYERABEND, P. K., Science in a Free Society, p. 96.

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Feyerabend sobre la carencia de cualquiermétodo para resolver importantes disputascientíficas. En tal caso, verían lastransformaciones de nuestras concepcionesacerca del mundo natural —que hanconducido a nuestra perspectiva presente—como una serie de decisiones que, con igualrazón, podrían haber ido por otrosderroteros. Cada una de esas decisionesencarna los valores del partido victorioso,una mayoría de los cuales se enmarañabanen el debate. Sin embargo, los participantesreales eran sólo una pequeña muestra de lapoblación a la que afectaría la decisión, unareducida élite cuyas preferencias hanconfigurado el mundo de sus sucesores. Unavez que se reconoce esto, el compromisocon la libertad y la democracia reclama unarevisión de las decisiones, no por un círculocientífico sino por cualquiera que tenga uninterés en el resultado; en resumen, porcualquiera de nosotros, o por todos.

El lugar obvio desde el cual oponerse ala llamada de Feyerabend en pro de lalibertad es su rechazo del poder del métodopara resolver controversias científicas. En lalínea del trabajo de Feyerabend y Kuhn enlas décadas de 1960 y 1970, ha habidomuchos intentos de oponerse al“irracionalismo” con el que se les acusó aambos (intentos que habitualmente negarono minimizaron las diferencias entre susconcepciones). Al principio de nuestro siglo,la comunidad de estudios de la Ciencia sehabía bifurcado de facto en dos grupos: unocompuesto principalmente por filósofos, conun pequeño número de pesarososhistoriadores, que suponen que el ataque deFeyerabend contra el método se ha visto queestá completamente equivocado; y otro dehistoriadores y sociólogos, con un pequeñonúmero de filósofos rebeldes, que se deleitacon la idea de que el debate científico es unacuestión de fraguar acuerdos entre redes deinterlocutores en una lucha por el poder.Durante un tiempo, furibundasrecriminaciones mutuas dominaron losdebates entre estos grupos. Pero, por elmomento, la furia se ha aplacado, y lospartidos parecen haber aceptado quediscrepan y que han de volver al trabajominucioso sobre los proyectos que entiendenque son significativos.

No deseo reiniciar las “guerras de laCiencia” (science wars), pero esta conclusióndifícilmente puede considerarse satisfactoria.Si Feyerabend y sus sucesores están en locierto, entonces hay serias consecuencias, ylos que aceptan sus premisas deberíanprepararse para algo más que una críticateórica de la “objetividad científica”:

deberían poner en cuestión la práctica socialde la Ciencia autónoma, como hizoFeyerabend. Si están equivocados, entoncessus oponentes filosóficos deben podermostrar —de modo claro y sucinto— cómoopera el método para resolver las disputasque, supuestamente, son irresolubles. Sinembargo, en sus investigacionesmetodológicas, la Filosofía de la Cienciacontemporánea se ha distanciado de losricos contextos históricos y sociológicos a losque Kuhn y Feyerabend nos llevaron unavez. La teoría de la confirmación hoy, comoen la década de 1950, está más interesadaen refinar la noción de apoyo de la pruebaempírica mediante la consideración deejemplos artificiales que en explicar cómoGalileo, Lavoisier o Darwin derrotaron a susoponentes.

La actitud pragmática que esbocé en“Scientific Realism: The Truth inPragmatism”3 está del todo en desacuerdocon esta tendencia filosófica. Plantea lapregunta obvia: ¿Qué cambiaríaexactamente al adoptar uno u otro de losenfoques probabilísticos sobre laconfirmación disponibles ahora? Deberíamostener bastante claro que ninguna de estasopciones resolvería el conjunto dedificultades postuladas por Kuhn,Feyerabend y sus sucesores sociologistas, yaque incluso una pequeña exposición a losejemplos que ellos citan revela que lacuestión no es alcanzar una medida delapoyo empírico obtenido mediante un cuerpoconsistente de pruebas, sino que la cuestiónestá en que hay propuestas plausibles entodos los niveles —pero incompatibles—,soluciones parciales de problemas aquí ydificultades que resisten solución en otroslugares. El profundo fenómeno que subyacea lo que Kuhn y Feyerabend denominaron“inconmensurabilidad” es la ausencia de unamedida común con la que se pueda evaluarlos éxitos parciales y los errores aparentesde los conjuntos rivales complejos de uncontenido general de doctrina. El juegofilosófico con las probabilidades se puedeadaptar con facilidad a cualquier resultadoque se desee, aprovechándose de lasposibilidades —que carecen casi porcompleto de restricciones— de seleccionarlas “pruebas” consistentes y de distribuirvalores numéricos.

Nuestra situación está claramentereconstruida en una historia que cuenta

3 Cfr. KITCHER, PH., “Scientific Realism: The Truth inPragmatism”, en GONZÁLEZ, W. J. (ed), Scientific Realism andDemocratic Society: The Philosophy of Philip Kitcher, PoznanStudies in the Philosophy of Science and the Humanities, Rodopi,Ámsterdam, 2011, pp. 171-189.

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Peter Achinstein al principio de su recientelibro The Book of Evidence.4 Achinsteinrelata un incidente en el que un Decano sequejaba de que la Filosofía de la Ciencianunca se las había arreglado paraproporcionar a los científicos algún resultadorelevante. Aunque Achinstein piensa que suestudio sobre las pruebas empíricas contestaa esta acusación, su enfoque no resiste enabsoluto los temas suscitados por losescépticos sobre la resolución de lascomplejas disputas científicas. El aparato es,a menudo, elegante, pero no tiene ningúncontacto con los detalles históricos ysociológicos. Entre los que trabajan en teoríade la confirmación en la actualidad,Achinstein es uno de los más sensibles a losmateriales históricos; pero la historia sepresenta aséptica, de manera que losescépticos inmediatamente protestarían. Elexasperado Decano consideraríacorrectamente —creo yo— que la razón deser de la teoría de la prueba empírica debeser ayudar a la resolución de esas disputasque son difíciles de resolver sin ella. Si secree que esto es filisteo y abiertamentepragmático, en cuanto que niega la“clarificación conceptual” que aportan lasaventuras contemporáneas sobre la teoríade la confirmación, el Decano podría señalarque el estilo del enfoque conceptual —quecomenzó con Sócrates— está motivadohabitualmente por la necesidad de decidir uncaso poco claro: necesitamos averiguar quées la piedad no sólo como un meroentretenimiento intelectual, sino porque nosabemos si Eutifrón está siendo impío alprocesar a su padre.

Como Dewey, mantengo que la Filosofíadebería responder a las cuestiones urgentesdel momento y del lugar, y que la empresase deteriora cuando las tradiciones que unavez fueron importantes llegan a trancas ybarrancas a conclusiones cada vez másrefinadas. A pesar de la tranquila tregua enlas “guerras de la Ciencia” (science wars),un problema serio para nuestra situacióncontemporánea es la valoración de laprovocativa propuesta de Feyerabend.Necesitamos comprender el papel adecuadode las Ciencias en una sociedad democrática,[un entendimiento] acerca de hasta quépunto los ciudadanos, en sentido amplio,deberían estar involucrados en la prácticacientífica. Una parte de eso requiere lareconsideración de la premisa escéptica —nohay un método disponible para resolvercomplejas disputas científicas— quepromueve la petición de Feyerabend de una

4 Cfr. ACHINSTEIN, P., The Book of Evidence, Oxford UniversityPress, N. York, 2001.

reforma socio-política. En lo que sigue, voy asugerir cómo dar respuesta a esa premisa, ycómo la imagen de los logros de la Cienciaque he delineado —mi síntesis de realismo ypragmatismo— nos permite apreciaraspectos más sutiles de los temas sobre laCiencia en una sociedad democrática.

II

La manera más clara de derrotar alescepticismo acerca de la razón y el métodoque ha expuesto Feyerabend —y que, amenudo, se adscribe a Kuhn— sería aportaruna codificación del método y mostrar quejustifica las decisiones que, de hecho,tomaron quienes vencieron en el pasado (olos contemporáneos) en las controversias alas que los escépticos apuntan. De unamanera del todo razonable, Feyerabendempezó por las codificaciones del métodoque habían propuesto los filósofos de laCiencia de posguerra, y demostró —amenudo de un modo bastante agudo— queeran inadecuados para reconstruir susejemplos favoritos. Sus críticas inspiraron aalgunos filósofos —de modo más notorio aImre Lakatos y a Larry Laudan5— paraproducir mejores codificaciones del método.El éxito del escepticismo de Feyerabendentre los historiadores y sociólogos de laCiencia ha sido alimentado por supresentimiento de que estas versionesmejoradas son vulnerables de la mismamanera que lo eran sus predecesoras, queun análisis en detalle de la Historia mostraráque tanto los vencedores como los vencidos[en los debates científicos] podrían haberafirmado que ellos siguieron las reglas.

Por muy plausible y tentadora que sea,la estrategia de Lakatos y Laudan me pareceahora errónea. Pretender que una decisiónestá de acuerdo con las reglas de las buenasrazones y del buen juicio podría apoyarseelaborando las reglas y aplicándolasexplícitamente. Sin embargo, sabemos quehay ejemplos complejos en los que buenosjueces son incapaces de articular reglasprecisas que los guíen (la inmersiónpormenorizada en las complejas decisioneslegales puede conllevar la convicción de queun dictamen era bueno, incluso aunque nohaya ningún cuerpo explícito de doctrina alque se pueda apelar para apoyar esaconvicción). Sugiero que pensemos del

5 Cfr. LAKATOS, I. “Falsification and the Methodology ofScientific Research Programmes”, en LAKATOS, I. y MUSGRAVE, A.(eds), Criticism and the Growth of Knowledge, CambridgeUniversity Press, Cambridge, 1970, pp. 91-196; y LAUDAN, L.,Progress and its Problems, University of California Press,Berkeley, 1977.

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mismo modo en la resolución de lasdecisiones científicas complejas. Tal vez‘resolución racional’ es un concepto deparecidos de familia (family-resemblance),que nosotros recogemos mediante lapercepción clara de los casos y suscomplementos; o, si permite una explicacióninformativa, quizá esa explicación sólollegará al final de la investigación, como entantos conceptos de importancia científica.

Sin embargo, sin una explicaciónexplícita ¿podemos realmente refutar a losescépticos? Pienso que podemos, y que larespuesta reside en una especie de historiafilosófica que comenzó una vez —y comenzóbien con Lakatos, Laudan y otros—, peroque raramente se intenta ahora. El reto estáen reconocer los contornos de los debatescomplejos, en cómo en sus primeros pasoslas únicas motivaciones para buscar lasdoctrinas que, finalmente, triunfarán puedenprovenir de consideraciones acerca de lafiliación personal, la ambición, la lealtadnacional, los ideales políticos o laspreferencias estéticas. Como he sostenidocon algún detalle,6 la investigación socialeficaz requiere de una división del trabajo, y,desde una perspectiva social, es bueno tenerunos pocos inconformistas alrededor que sepermiten lo que la mayoría entiende comoactividades absurdas o estúpidas. El genuinodebate comienza con la aparición de lainconmensurabilidad, en el momento en elque lo aparentemente absurdo hacomenzado a resolver problemas que lacorriente principal no puede afrontartodavía. En este punto, los rivales adoptandiferentes esquemas de valores, donde cadauno afirma que sus logros son realmente losimportantes. La trayectoria subsiguiente dela disputa consiste en que cada parte intentaampliar su propio ámbito de soluciones conéxito, mientras que generan problemas alcontrario. Cuando esto ocurre, mantener unade las doctrinas puede requerir, fácilmente,modificar los esquemas de valores (nopuedes seguir insistiendo en que estos sonlos problemas realmente importantes,cuando tu oponente empieza a encontrarrespuestas defendibles para alguno de ellos).Demostrar la solución razonable de unadisputa es mostrar cómo el proceso culminaen una situación en la que parece no haberun esquema coherente de valores que laparte perdedora pueda adoptar.

No creo que tengamos aún ningunaversión de ningún episodio al que señalanlos escépticos que haga esto con completo

6 Cfr. KITCHER, PH., The Advancement of Science, OxfordUniversity Press, N. York, 1993, pp. 303-389.

éxito. Hay informes históricos y sociológicosque explican cómo las decisiones se venafectadas por tendencias sociales generales;pero, por lo común, dan poca importancia alas complejidades de los historiales deresolución de problemas.7 Por otra parte,hay historias más o menos socialmenteasépticas que se ocupan de esos historiales.Aunque creo todavía que mi exposición de laresolución de la revolución química —queinvestiga la manera cómo cada vez seredujeron más los intentos de los defensoresdel flogisto de encontrar un conjuntoconsistente de representaciones de uncreciente grupo de reacciones conocidas—proporciona alguna base para comprendercómo el esquema de valores en pro de laquímica del flogisto se vio obligado a seguirdirecciones cada vez más peculiares, no creoque se ocupe con suficiente detalle de lavariedad de consideraciones sociales yculturales que afectaron las elecciones de losparticipantes.8 Necesitamos una descripciónsólida que combine ambos tipos de historia.La aproximación más cercana que conozcoes la Historia magistral de Martin Rudwicksobre la “gran controversia devoniana”.9

El enfoque que prefiero se clarificafácilmente con una analogía. Como todos losprogramadores de juegos de ajedrez deordenador saben muy bien, los aspectostácticos del juego se prestan a larepresentación formal; lo que es difícil escodificar las ideas estratégicas en las queconfían los buenos jugadores. Creo que, deun modo similar, hay algunos aspectos delrazonamiento científico que fácilmente sereproducen de un modo exacto, de unamanera más notoria los diversos tipos deinconsistencia que desafían a los científicos amodificar las tradiciones en las que trabajan.La dificultad de la teoría de la confirmacióncontemporánea es que añade unrefinamiento del todo innecesario al estudiode estos problemas, sin apreciar que ladificultad importante —para los científicosque desarrollan su práctica hoy y para losagentes históricos de los episodios a los quelos historiadores y sociólogos después deKuhn y Feyerabend les ha encantadoreferirse— es una analogía de la estrategiaen el ajedrez: ¿Cómo seleccionas uno u otrobando, cuando ambos rivales pueden alegaréxitos parciales y deben admitir derrotasparciales? El logro de Feyerabend —al ver

7 Como en SHAPIN, S. y SCHAFFER S., Leviathan and the Air-Pump, Princeton University Press, Princeton, 1985.

8 Cfr. KITCHER, PH., The Advancement of Science, pp. 272-290.

9 Cfr. RUDWICK, M. J. S., The Great Devonian Controversy, TheUniversity of Chicago Press, Chicago, 1985.

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que, en cuanto a las reglas metodológicasexplícitas para tratar esta dificultad, el “todovale” era tan bueno como es el consejofilosófico— estribaba en reconocer que,precisamente como en el ajedrez, las reglasgenerales plausibles (“trata de conservar elalfil”, “evita los peones aislados oretrasados”) tienen excepciones.

Los jugadores de ajedrez aprenden apensar estratégicamente desarrollando sujuicio; juegan —y analizan— las partidas desus grandes predecesores, para aprendercómo las reglas generales necesitan serlimitadas y adaptadas a las demandas de lasdiferentes situaciones. Si la Filosofía de laCiencia ha de dar cuenta de los temasescépticos planteados por Feyerabend y sussucesores, entonces será por la misma clasede aprendizaje: estudiar los modosconcretos en los que complejos y agitadosdebates científicos se han resuelto para darlugar a ideas que ofrecen una proliferaciónde éxitos que se ajustan al mundo.

Desde luego, es posible queencontremos que hay una razón específicapara el escepticismo al revisar algunosepisodios históricos o contemporáneos. Aquí,como en el debate sobre el realismocientífico, me interesa defender unarespuesta fragmentaria a un rechazo global.Aquellos que están influidos por Feyerabendy Kuhn mantienen, comúnmente, que no hayninguna circunstancia bajo la cual loscientíficos puedan solventar de un modoracional los complicados debates científicosdonde la lista de éxitos en la resolución deproblemas del rival resulta inconmensurable.Aunque he pedido con insistencia un trabajohistórico más completo, pienso que yatenemos buenas razones para considerarque hay ejemplos importantes donde laafirmación indiscriminada de imposibilidad esincorrecta: la revolución química, el triunfodel darwinismo, la resolución de la grancontroversia devoniana y el debate entreBoyle y Hobbes son algunos ejemplos. Sinembargo, la investigación de otros ejemplospodría revelar la prematura clausura de lasvías que podrían haber sido más exploradas,y las historias rigurosas que preveo podríanrenovar así las posibilidades científicas quehan sido abandonadas. Tal vez esto seaparticularmente probable en las CienciasHumanas, y —como vio Foucault—especialmente importante ahí.10

10 Cfr. FOUCAULT, M., Madness and Civilization, Vintage, N.York, 1965; FOUCAULT, M., The Birth of the Clinic, Vintage, N.York, 1975; FOUCAULT, M., Discipline and Punish, Vintage, N.York, 1979; y FOUCAULT, M., History of Sexuality, Vintage, N. York,1985. Todos estos trabajos examinan las maneras en las que lasdecisiones que se tomaron en la historia de la investigación

III

He sugerido que el modo general comose resuelven las revoluciones científicasconsiste en demostrar que el lado que pierdeestá comprometido con un esquema devalores insostenible, que se torna imposibledefender la idea según la cual los éxitosresiduales de las doctrinas que esa opcióndefiende son las cuestiones realmenteimportantes, y que los logros de su rival noson significativos. La reflexión sobre ladiversidad de valores, dentro de lassociedades en las que la Cienciacontemporánea está avanzada, pueden —ydeberían— suscitar atención acerca de si unesquema de valores puede alguna vezvolverse insostenible. Quizá toda lacomunidad científica —o virtualmente todaella— encontrará finalmente imposiblerespaldar un esquema de valores que seacomode a un enfoque. Pero las cosaspueden ser bastante diferentes cuando seconsideran los compromisos de valor depersonas ajenas. Volvemos, pues, al desafíode Feyerabend en un nuevo formato. ¿Nopodría resultar que hay doctrinas ahoraampliamente aceptadas por los científicos,incluso de un modo virtualmente universal,cuya aceptación no habría sido sustentadapor una mayoría de miembros de sussociedades, aun cuando esos miembrosestuvieran plena y ampliamente informadosacerca de los detalles de los éxitos yfracasos que una vez condujeron —yconducen ahora— a esa aceptación?

Para resolver este asunto, necesitamoshacer distinciones entre las clases de cosasque pueden ir bajo el título de “esquema devalores”. Sugiero una división en tres partes.Según entendemos la frase fuera de laFilosofía de la Ciencia, es natural considerarque un esquema de valores es un conjuntode compromisos alrededor del que seorganiza la vida de alguien. Las personastienen ideales para sí mismos y para sussociedades, metas que conciben que son deprimera importancia, y otras que buscanpero consideran subordinadas. Llamemos aesto un esquema de valores general, parareconocer el amplio alcance que tiene a lolargo de muchas dimensiones de las vidashumanas.

Parte del esquema de valores general dealguien puede ser un interés por obtenerconocimiento o por la obtención deconocimiento por parte de la sociedad a la

podrían haber bloqueado posibilidades humanas que merece lapena explorar.

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6 Philip Kitcher

que la persona pertenece. Clases concretasde conocimiento pueden ser valoradas por símismas, porque se espere que constituyanla base para importantes aplicaciones o parala solución de problemas que el esquema devalores general señala como importantes.Así, para poner un ejemplo claro, si alguiencree que terminar con la pobreza global esun ideal importante por el que los sereshumanos se esfuerzen, esa persona puedeconsiderar importantes las cuestiones degenética molecular, porque las respuestas aesas cuestiones permitirían el desarrollo decosechas resistentes a la sequía, para laprovisión de suministros regulares dealimento a gente que afronta la recurrenteamenaza del hambre, y, en última instancia,para la reducción de la pobreza mundial.Llamaré a este esquema de valores unesquema de valores cognitivo; representa elcompromiso de la persona con el ideal deobtener conocimiento, e indica los tipos deconocimiento que la persona entiende queson especialmente importantes.

El tercer tipo de esquema de valores esel más pertinente para los complejosdebates científicos sobre los que Feyerabendy Kuhn centraron su atención. Dentro de unacontroversia de este tipo, a menudo hay unesquema de valores cognitivo compartido:los participantes en la revolución químicaestán de acuerdo sobre la importancia desaber qué ocurre en un determinado grupode reacciones. No obstante, loscontendientes discrepan respecto de suesquema de valores probativo. Un partidomantiene que tratar determinadascuestiones específicas es crucial; susoponentes tienen un grupo diferente deproblemas preferidos, que piensan que sedeberían resolver.

Podría parecer como si este tercer tipode esquema se derivara enteramente delesquema de valores cognitivo. Porque elesquema de valores probativo podríaidentificarse con aquella selección deproblemas que, dadas las creencias de lapersona, se entiende que son los indicadoresmás fiables de éxito, a lo largo de todo elrango de temas señalados por el esquemade valores cognitivo compartido. Sinembargo, esto sería ignorar los modos comolos esquemas de valores pueden interactuarentre sí. Uno no ha de adecuar el esquemade valores probativo propio a la maneraaparentemente más fiable de cumplir con elesquema de valores cognitivo. Más bien, elesquema cognitivo podría ser revisado bajola presión del esquema probativo, o bajo lapresión conjunta del esquema probativo y elesquema general —precisamente como el

esquema general podría ser revisado bajo lapresión del esquema cognitivo. La existenciade posibles tensiones entre estos esquemas—y de modos teóricamente posibles deresponder a esas tensiones— estárelacionada con la petición de Feyerabend deuna Ciencia más democrática y lasreacciones de preocupación hacia esapetición.

Uno de los legados intelectuales de laIlustración es la idea según la cual elconocimiento del mundo natural puedeforzarnos a revisar nuestros esquemas devalores generales, socavar los presupuestosde los compromisos que estuvieramosinclinados a realizar. Feyerabend se deleitacon la idea de que la revisión podría ir en elotro sentido, que el compromiso con unesquema de valores general llevara a lagente a ajustar su esquema de valorescognitivo y permitir los esquemas de valoresprobativos que indican creencias no usualescomo elementos de conocimiento —readmitirlos “conocimientos locales”, como podríandecir los pensadores posteriores aFeyerabend. Los ejemplos más clarosproceden de áreas de la Ciencia queamenazan con socavar los presupuestos delas creencias religiosas. Enfrentado con laspruebas a favor del darwinismo, el creyentereligioso que desee conservar los ideales quepresuponen la creación especial de los sereshumanos, parece tener la opción deFeyerabend de declarar que los supuestoséxitos de la teoría evolucionista no abordanlas cuestiones realmente importantes, yadoptar así un esquema de valores probativoque puede permitir que el ideal (y sussuposiciones subyacentes) sobreviva.

De hecho, los temas son mucho máscomplicados que lo que esta imagensugeriría, ya que el supuesto creacionistaestá bajo la presión de un esquema devalores cognitivo que está comprometidocon la conveniencia de obtener conocimientodel mundo natural, y, en particular, con laimportancia de comprender la Historia de laTierra y de la vida sobre ella. Si secomprenden con claridad las limitaciones, elesquema de valores probativo con el quesimpatiza la religión no se puede adoptar, demanera que esos creacionistas estáncomprometidos con una modificaciónbastante más radical de los esquemas devalores comunes que la que ellosnormalmente se dan cuenta.

No me extenderé más con este ejemploaquí, pero diré simplemente que heargumentado con más detalle en su favor enotros lugares, concretamente que laperspectiva epistemológica que se adopta

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aquí puede desactivar la amenaza queFeyerabend y sus sucesores parecenplantear.11 Mi interés principal en lo quesigue es considerar las maneras como losesquemas de valores generales podríanejercer presiones del todo legítimas sobre laconducta de la investigación científica, pesea reconocer a la vez las maneras comonuestros esquemas de valores generales semodifican de un modo correcto mediantedescubrimientos científicos.

IV

En Ciencia, verdad y Democracia perfiloun ideal de Ciencia bien organizada.12 En lostérminos que estoy utilizando aquí, ese idealplanteaba que la formulación de un esquemade valores cognitivo se debe llevar a cabodemocráticamente; que los géneros deconocimiento que se valoran y los tipos deinvestigación a los que se les da prioridaddeben ser aquellos que elegirían comodignos de apoyo representantes [de lasociedad] bien informados, de puntos devista distintos, comprometidos con unvínculo de reciprocidad y,consecuentemente, con los esfuerzos debuena fe para acomodar las aspiracionesreflexivas y las necesidades de cada uno. Enlo que queda de este artículo, trataré desugerir una ruta diferente hacia la mismaconclusión, una que considero que es mássistemática y que está mejor fundamentada.

Comienzo con el ideal de la democraciamisma. En muchos contextos, la democraciase entiende en términos de suscaracterísticas más superficiales: lapresencia de elecciones, con alguna medidade selección seria de los candidatos y dediscusión libre. Un enfoque más serio de lademocracia debe preguntar por quévaloramos estos tipos de organización social.La respuesta más común, que se encuentraen muchos debates,13 es que la organizaciónproporciona a los ciudadanos la oportunidadde tomar el control sobre las decisiones queafectan a sus vidas. Detrás de esto está, conseguridad, un ideal de libertad y de igualdaden libertad. Es porque estas cosas nosimportan por lo que creemos que esimportante tener el control sobre lasdecisiones que afectan vidas, y es porqueproporcionan medios para conseguir ese

11 Cfr. KITCHER, PH., Living with Darwin: Evolution, Design, andthe Future of Faith, Oxford University Press, N. York, 2007.

12 Cfr. KITCHER, PH., Science, Truth, and Democracy, OxfordUniversity Press, N. York, 2001, cap. 10.

13 Cfr. SHAPIRO, S., The Moral Foundations of Politics, YaleUniversity Press, N. Haven, 2003.

control por lo que damos la bienvenida a lamaquinaria de las elecciones.

Sin embargo, si piensan sobre estocríticamente, esta historia es bastante rara.Como han demostrado los agudos estudiossobre la democracia de Robert Dahl,14 unasociedad con la compleja división del trabajoque se encuentra en las democraciascontemporáneas no puede proporcionar asus ciudadanos ninguna medida de controlsobre la inmensa mayoría de las decisionesque les afectan. Además, no esinmediatamente obvio precisamente quétiene que ver la protección de las libertadescon el control ciudadano y las eleccionesfrecuentes. Nuestras libertades cotidianas,aquellas que más nos interesan a nosotros,están protegidas por un marco legal queniega a las autoridades del Estado —al igualque a nuestros conciudadanos— lasoportunidades de oprimirnos de diferentesmaneras. Ese marco legal indica un áreadentro de la cual cada uno de nosotrospuede continuar con nuestro propio esquemade valores general, sin la intervención deotros, excepto en la medida en queafectemos sus quehaceres.15

Esta directa versión resumida de temascomunes en la teoría política liberal nospermite reconocer una explicación menosobvia de las relaciones entre libertad, controlciudadano y votación. Incluso con el marcolegal en su sitio, gobernantes sin escrúpulospodrían destruir totalmente alguna denuestras libertades simplemente ignorando,derogando o suprimiendo las leyes que nosprotegen. Detrás de la Historia de la Teoríapolítica hay una Historia de política práctica,dominada por una constante amenaza de latiranía. La democracia surge como un idealvalioso, a pesar de todos sus defectos —bienconocidos— porque parece la mejor solucióna un problema muy notable, evidente en laHistoria política humana: el problema de laopresión reconocible.

Una vez que el marco legal está en susitio, la amenaza principal a las libertadesconseguidas de ese modo consiste en laposibilidad de que los gobernantes noacataran la ley. Porque se supone que esaabrogación de la ley será reconocible por losciudadanos —no importa lo difícil que puedaresultar para ellos reconocer lascomplejidades de otros temas en debate quepodrían afectar a sus vidas— el mecanismo

14 Cfr. DAHL, R. A, A Preface to Democratic Theory, TheUniversity of Chicago Press, Chicago, 1975 (1ª ed., 1956), yDAHL, R. A, After the Revolution?, Yale University Press, N.Haven, 1983.

15 Cfr. MILL, J. S., On Liberty, Hackett, Indianápolis, 1997(publicado originalmente en 1859).

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de las elecciones, con la posible retirada delos gobernantes, ofrece la posibilidad deejercer una particular forma de control. Conseguridad, hay obvias razones filosóficas ehistóricas para dudar de que estemecanismo sea perfecto. No obstante esasrazones, es relativamente fácil entendercómo la capacidad de votar podríaproporcionar precisamente ese control sobrela autoridad que mantendría las libertadesconseguidas mediante la instauración deleyes protectoras.

Si esto es correcto, el valor de lademocracia no puede entenderse en lostérminos utópicos de proporcionar a losciudadanos el control sobre todas lasdecisiones políticas que les afectan, sino másbien en la capacidad de la democracia pararesponder a un problema que ha dominadola Historia política. En la actitud pragmatistaque he expuesto, la obvia cuestión que siguees preguntar, como hace con tantafrecuencia Dewey: ¿cómo podemos mejorarnuestro compromiso con un idealdemocrático? Aquí —creo yo— se entrelazanalgunas de las preocupaciones suscitadaspor Feyerabend. Porque, aunque herechazado la forma más sencilla de aceptarla democratización de la Ciencia, el objetivofundamental de Feyerabend es el dominio delos ciudadanos a manos de los expertos (o,como probablemente habría dicho él: “los asíllamados expertos”), y esto suscita elespectro de un problema diferente del quehe considerado que prevalece en la Historiade la vida política.

Como ya se ha sugerido, en lasdemocracias contemporáneas con unamarcada división del trabajo, la mayoría delas decisiones que es probable que afectenlas vidas de la gente son demasiadocomplejas para que los ciudadanosindividuales se formen opinionesresponsables acerca de algo más que unpequeño subconjunto. De hecho, muchas deestas decisiones puede que no seananalizables por nadie. Como ha defendidoHenry Richardson con alguna amplitud,16 lasmaneras reales como las políticas seconciben y llevan a cabo suponen lasdecisiones inconexas de numerosaspersonas, de una manera que desafía lasupervisión de los representantes de losciudadanos. En el centro de este procesoestá el sistema que busca descubrir nuevoconocimiento, que da fe de algunoshallazgos como conocimiento, y que aplica elconocimiento así obtenido de maneras que

16 Cfr. RICHARDSON, H. S., Democratic Autonomy: PublicReasoning about the Ends of Policy, Oxford University Press, N.York, 2003.

son muy importantes para todos nosotros.Llamaré a este sistema el Sistema deInvestigación e Información, o, abreviado,SII. Evidentemente, una parte importante deesto es esa institución social que llamamos“Ciencia”. Propongo que la apropiadapetición a favor de una democratización dela Ciencia sea, de hecho, una llamada enfavor de la democratización del SII.

¿Por qué es así? Porque, aunque laHistoria pueda estar dominada por elproblema de la opresión identificable, ladificultad más destacada para nosotros —para una ciudadanía que está fragmentada,para usar los términos de Dewey— es elproblema de la opresión que no se puedeidentificar. Ésta llega de dos maneras: haycasos en los que se limita las vidas de lagente, se las interfiere, de modos que ellosno pueden reconocer (puede que eladolescente, cuyas oportunidades educativasse restringen por la retirada de la ayudagubernamental a los programas sociales, novea como una forma de ausencia de libertadel reducido ámbito de elecciones con el quese queda); hay otros ejemplos en los que losciudadanos pueden reconocer una pérdidade libertad, pero no pueden rastrearla hastasu origen. Estoy interesado en los ejemplosen los que el carácter del SII —de un modomás específico su funcionamiento fuera detodo control ciudadano— contribuye a estosproblemas.

Feyerabend vio esta posibilidad general,pero, a mi juicio, la interpretó de unamanera demasiado primitiva. Al pensar entérminos de la cohibición de las creencias acausa de la hegemonía del conocimiento quese describe a sí mismo como experto —o dela “razón”— celebró la capacidad de la genteajena a la Ciencia para pensar como lespareciera oportuno. Mis propios interesesestán menos con el subsistema del SII queda fe de los hallazgos como elementos delnuevo conocimiento (aunque, incluso aquí,podríamos descubrir problemasfragmentarios) que con los modos como sefragua el programa de investigación yaquellos en los que la investigación esguiada hacia las necesidades humanas.Estos son los lugares en los que losesquemas de valores merecen incidir en lapráctica de las Ciencias, los lugares dondedeberíamos dirigirnos respecto de la Cienciabien organizada.

Comenzaré con la concepción de lasCiencias según la cual estas proporcionandeterminados bienes prácticos para los sereshumanos. Está perfectamente claro —a mimodo de ver— que no tenemos ningúnmecanismo fiable para orientar las

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investigaciones que se dediquen realmente alos proyectos prácticos que más importan ala gente, o a aplicar el conocimientoexistente de modos que confluyan con susnecesidades. Cualquiera que crea que lasopiniones, parcialmente informadas, de losvotantes pueden servir como control de lospuntos de vista de sus representantes, y queestos puntos de vista se plasmarán enpolíticas que aseguren el porvenir de laciudadanía, debería tener en cuenta lasclaras perturbaciones que se documentan enel trabajo reciente de la Teoría política y enla Sociología política de la Ciencia.17

Simplemente, no hay ninguna posibilidad deque los representantes digan si las políticaspor las que votan responderán a lasnecesidades de sus representados, o de quelos representados determinen laresponsabilidad de personas y decisionesconcretas. Además, la situación se complicacon el papel político independiente de losmiembros de la comunidad científica, con losintereses de investigación de prominentescientíficos, y con la influencia creciente delas empresas privadas. Nadie puede creer deun modo realista que haya una manoinvisible aquí.

Sin embargo, incluso si la hubiera, a losumo coordinaría las investigacionescomenzadas y sus modos de aplicación conlas preferencias adoptadas por la gente quetiene poca idea de las posibilidades. Dentrode la comunidad científica misma, hay unacomprensión insuficiente del panoramaglobal de la investigación, de quéoportunidades se presentan a lo largo deuna variedad de ámbitos distintos. Losespecialistas pueden tener sus propiospuntos de vista sobre el estado de lainvestigación, cada uno blandiendo su propiaversión de la famosa viñeta del mundo enManhattan —en la que la novena avenida esbastante más prominente que Chicago oChina—, pero la comunidad no tiene ningunacombinación sintética de estas visionesindividuales.

Tampoco las perspectivas individuales seamoldan a las necesidades de otros de unamanera sistemática. La tesis de Deweyacerca de la ciudadanía fragmentada secomprende con el fracaso contemporáneo enentender cómo las necesidades de la gentesocialmente distante pueden ser bastantemás acuciantes que las de uno mismo, quelos problemas que estas personas afrontan

17 Cfr. RICHARDSON, H. S., Democratic Autonomy: PublicReasoning about the Ends of Policy, Oxford University Press, N.York, 2003; y GREENBERG, Science, Money, and Politics, TheUniversity of Chicago Press, Chicago, 2001.

hacen parecer triviales los “asuntosurgentes” de los más afortunados.

Sugiero que el ideal de la Ciencia bienorganizada esté motivado directamente porestos aspectos relativamente obvios. LaCiencia bien organizada entiende que el plany las aplicaciones de la investigacióncientífica se establecen mediante lasdeliberaciones entre individuos conpreferencias instruidas, preferencias queresponden tanto a una comprensión sintéticade las oportunidades disponibles como a lasnecesidades que otros, igualmenteinformados sobre esas oportunidades,expresarían. Una tarea importante para laFilosofía de la Ciencia no sólo es articulareste ideal, sino también considerar modosen los que instituciones alternativas podríanposibilitar el acercarnos más a él.

Permítanme que aborde sucintamentealgunas reservas importantes que se hanexpresado en los pocos años desde que hehecho esta propuesta. La primera —y másobvia— es la idea según la cual [lapropuesta] ofrece una visión demasiadopragmática de los objetivos de la Ciencia,que se concentra simplemente en lasrespuestas prácticas a las necesidadeshumanas. Aquí he hecho explícito estepresupuesto, precisamente para mostrarcuán fácilmente se puede revisar. Porquepodemos ampliar las preferencias instruidasde los deliberadores imaginadosreconociendo que, a la luz de sucomprensión de las oportunidades deinvestigación disponibles, pueden apoyar laactividad de varias investigaciones que noprometen ningún beneficio prácticoinmediato, no sólo porque la Historia harevelado que la inversión en “Ciencia básica”es algo bueno, sino también porquecomparten la curiosidad de losinvestigadores por encontrar respuestas alas grandes cuestiones que subyacen a lasáreas importantes de la Ciencia.

Cuando los participantes afirman que elconocimiento que las Ciencias proporcionanes (uno) de los más grandes logro(s) de lahumanidad, caen a menudo en dos trampas.Una es la idea de que la investigación nosproporcionará una imagen completa de laNaturaleza —sea ésta lo que fuere. La otraes que el conocimiento generado essignificativo porque “nosotros” podemoscompartir el entusiasmo por comprendernuestro mundo. Como están las cosas ahora,esa promesa es superficial. Gran parte de loque se aclama como “conocimiento puro”sólo está disponible para muy poca gente, yhay poco esfuerzo serio por hacer accesiblea todos “nuestra herencia científica”. No

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deseo infravalorar la satisfacción de la puracuriosidad, pero normalmente es buenopreguntar precisamente la curiosidad dequién se consigue satisfacer. La Ciencia bienorganizada exige que la defensa delconocimiento puro lo hagan deliberadoresque comprendan la variedad de opciones, yque aprecien las necesidades de los otros (yyo pienso que, así entendida, la exigencia esdefendible). Tal vez valga la pena reflexionarsobre temas análogos que se plantean en lainversión en una disciplina relativamenteinaccesible. Además, la Ciencia bienorganizada debe estar arraigada en un SIIque ofrezca a la gente las máximasoportunidades para reconocer las manerascomo los logros de la Ciencia satisfacen lacuriosidad.

Una segunda objeción sostiene que laCiencia bien organizada suprimiría lacreatividad científica. Esto también carece defundamento. Después de todo, se suponeque los que deliberan están instruidos, y unade las cosas que podría valer la pena queellos supieran es hasta qué punto lasespeculaciones abstractas, presentimientos,líneas de investigación aparentemente pocoprácticas, etcétera, han sido aprovechablesen la Historia de las Ciencias. Dudo quealguno de los críticos que hablan conindiferencia sobre el papel deldescubrimiento por casualidad (serendipity)en la investigación tengan muchas pruebasestadísticas sobre este fenómeno; pero, unavez que se hayan acumulado, deberíanpertenecer a los fundamentos sobre los quelos que deliberan hagan sus análisis.

La tercera —y última— objeción queconsideraré aquí es que el ideal de la Cienciabien organizada es poco práctico. Comoresalta mi tratamiento previo acerca de lademocracia, la idea de toma de decisionestotalmente informada y plenamente debatidaen una sociedad contemporánea con unacomplicada división del trabajo escompletamente irrealizable. La tarea sensataconsiste en encontrar procesos sustitutivosque mantengan una aproximación al estadode Ciencia bien organizada; o, comopreferiría decirlo ahora, que nos acercara unpoco más a ese estado. En mi actual actitudpragmática, sugiero que comencemos conalgunas diferencias identificables entrenuestra práctica actual y un estado deCiencia bien organizada, y considerar cómoestos se podrían corregir.

En mi sección de cierre, revisaré, de unmodo muy rápido, cuatro ejemplos. Quieroterminar esta fase de la exposicióncomparando mi propia petición a favor de lademocratización de la Ciencia con la ofrecida

por Feyerabend. Como yo lo veo,Feyerabend recomienda la reforma de losesquemas de valores probativos por losesquemas de valores generales que tiene lagente, antes de que sean instruidos (tal vezél diría “contaminados”) por los logrosestablecidos de las Ciencias. En cambio, yosugiero que los esquemas de valoresgenerales se configuren con la informacióndisponible sobre qué investigación se harealizado hasta el momento y la que sepodría hacer después (además delreconocimiento de las necesidades y laspreferencias de otros), y que, idealmente, ladeliberación democrática a la luz de estosesquemas de valores generales conformaríadespués un esquema de valores cognitivocompartido (y, por derivación, los esquemasde valores probativos). Feyerabend y yoestamos de acuerdo sobre elentrelazamiento de los valores con lasCiencias, coincidimos en el deseo de másdemocracia, pero disentimos en los lugaresen los que queremos los juicios de valor ydónde ha de percibirse la democratización.

V

Hay muchos lugares en los que se puededistinguir una laguna entre la práctica realde la investigación y el ideal de la Cienciabien organizada. Mis cuatro ejemplos sonsólo una elección personal.

Primero, como se apuntó ya, el supuestoinmenso bien del incremento de lacomprensión humana de la Naturaleza secomparte de un modo desigual, para decirlosuavemente. Sitúo la responsabilidad de lasdeficiencias de la educación científica en lastendencias de nuestros modos de enseñar alos niños la Ciencia, que son profundamenteantitéticos respecto de la democracia. Enesencia, tratamos a todos los escolarescomo si fueran a prepararse para unacarrera de Ciencias: la mayor parte de sutiempo se dedica a hacer problemas y amemorizar terminología. Por supuesto, esimportante proporcionar al estudiante unaoportunidad de aprender, sea o no ésta unaposible vocación futura. Pero, para lainmensa mayoría —cuyas vidas irán en unadirección diferente— el trabajo soporífero dela memorización y la resolución deproblemas es bastante menos importanteque una forma de alfabetización científicaque les permita apreciar qué se sabeactualmente, ampliar su comprensión de loscambios en las Ciencias que ocurren durantesus vidas y, sobre todo, formarse opiniones

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razonadas sobre temas que les afectaráncomo ciudadanos.

Segundo, la creciente subordinación dela investigación científica a las aspiracionesempresariales de las corporaciones privadastiende claramente a eximir la investigaciónde todos los débiles controles democráticosque tienen lugar en la actualidad. Para elpropósito de la búsqueda de beneficios, lacuestión importante no es lo que la genteinformada, recíprocamente animada ymutuamente comprometida, querría, sino loque realmente quiere, o se le podría llevar aquerer a través de una publicidad acertada.Además, ni siquiera es toda la gente la quetiene interés, sino principalmente aquellosque tienen los ingresos necesarios para losproductos deseados. Si no hay manosinvisibles acechando tras la financiación porel gobierno de la investigación científica,podemos apostar que esas manos no seencontrarán en una práctica científicadominada por el mecenazgo privado. Eldesafío aquí es idear incentivos económicosque dirijan los fondos privados hacia lainvestigación científica, sin permitir que esosfondos se destinen de modo indiferente —oincluso contrario— respecto del interéspúblico.

Tercero, es evidente que los interesesteóricos de los científicos que podrían llevara cabo algunas investigaciones puedeinclinarlos en algunas direcciones. Lasnecesidades percibidas de un grupo másamplio, tal vez la especie como un todo,podrían sugerir un esquema de valorescognitivo bastante diferente. Consideren, porejemplo, las posibilidades que se han abiertocon la revolución genética del pasado mediosiglo para la comprensión molecular de laenfermedad. Dados los intereses de lamayoría de los biólogos moleculares, ydadas las necesidades observadas por losorganismos de financiación y,crecientemente, por empresarios en lospaíses en los que se hace la mayor parte dela investigación científica, la planificación dela investigación está muy inclinada hacia lasenfermedades —en algunos casos inclusoenfermedades relativamente de pocagravedad— que afligen a la gente en elmundo rico. Sólo últimamente, y en unamedida limitada, la comunidad científica hacomenzado a responder frente a lasenfermedades que matan e incapacitananualmente a millones de personas pobres,la mayoría de ellos niños. Sugiero que ungrupo de participantes en el debate,completamente informados y mutuamentecomprometidos, recomiende unaplanificación revisada que se interese mucho

más en usar nuestras herramientasmoleculares para dar respuesta a la difícilsituación de los pobres del mundo.18

Cuarto, hay ejemplos en los que loscomplejos debates dan vueltas en torno atemas que afectan profundamente albienestar humano, en los que hay seriasdiscrepancias acerca de qué cuestiones sehan resuelto y sobre qué asuntos sonimportantes. Consideren, por ejemplo, losproblemas de la existencia de razashumanas diferentes. Dado el pragmatismoque defiendo, esta cuestión se reduce a si lanoción de “raza” juega un papel útil en lasinvestigaciones sobre las cuestionessignificativas. Nuestra comprensión de laBiología proporciona un modo de articularuna noción de “raza” en términos dereducido apareamiento mutuo, y el patrónde una copulación inter-racial reducida seconsidera que genera frecuencias diferentesde genes entre los diferentes grupos[raciales]. (Me apresuro a remarcar que estono llevaría a asociar la noción con propuestaalguna acerca de “esencias” raciales o sobrediferencias conductuales o psicológicas). ¿Esvaliosa esta noción? En contra de ella,alguien podría insistir en que el daño hechopor conceptos de esta clase ha sido tangrande que deberíamos librarnos de ellos porcompleto. A su favor, alguien podría señalarel gran valor de usar la noción para registrardatos que podrían ayudar a la gente aconseguir transplantes de órganos quesalvan vidas. ¿Cómo sopesamos estosdesiderata contrapuestos para construir unesquema de valores defendible? De un modomás básico, ¿quiénes son el “nosotros” quesopesa? Una vez más, propongo que laconstrucción de un esquema de valorespertinente sólo puede llevarse a caboconsiderando el juicio deliberativo que seríaalcanzado por un cuerpo de representantes[de la sociedad] de todas las necesidadeshumanas, completamente informados ymutuamente comprometidos. Cualquier otracosa, una decisión de antropólogos ybiólogos, da igual lo receptiva ybienintencionada que pueda ser, no sepuede defender.

En mi imagen pragmatista, vivimos enun mundo no estructurado, que esindependiente de nosotros. También vivimosen un mundo de objetos y de géneros deobjetos, limitados de modo que se facilita elhallazgo de respuestas a las cuestiones demayor significación para nosotros. De

18 Cfr. KITCHER, PH., Science, Truth, and Democracy, OxfordUniversity Press, Oxford, 2001; FLORY, J. y KITCHER, PH., “GlobalHealth and the Scientific Research Agenda”, Philosophy andPublic Affairs, v. 32, (2004), pp. 36-65.

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manera que, en cada fase de lainvestigación, un esquema cognitivo devalores configurado democráticamentedebería subyacer a esas cuestiones, y lascategorías que requieren. Comorespondamos nosotros a lo queconsideremos de más urgencia, así tambiénlo harán nuestros sucesores; y la serie deconclusiones, conceptos, objetos y géneroscreada así no necesita —tal vez no

necesitará— converger con la que habríaresultado de diferentes necesidadespercibidas y elecciones diferentes. En unsentido importante, la Ciencia —o, más engeneral, la investigación— es constitutiva delmundo en el que vivimos, y, sugiero que,puesto que la democracia debe jugar unpapel en los valores que configuran nuestraCiencia, su influencia se debería sentirtambién en nuestro mundo cotidiano.

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