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¿Cuál esel secretoqueencierraLa casa verde?La casa verdeocurreendoslugaresmuyalejadosentresí,Piura,eneldesiertodellitoralperuano,ySantaMaríadeNieva,unafactoríaymisiónreligiosaperdidaenelcorazóndelaAmazonía.Símbolodelahistoriaes lamíticacasadeplacerquedonAnselmo,el forastero,erigeen lasafuerasdePiura.Novelaejemplaren lahistoria del boom latinoamericano, La casa verde es una experienciaineludible para todo aquel que quiera conocer en profundidad la obranarrativa de Mario Vargas Llosa. La casa verde (1965) recibió al añosiguiente de su publicación el Premio de la Crítica y, en 1967, el PremioInternacional de Literatura Rómulo Gallegos a la mejor novela en lenguaespañola.

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MarioVargasLlosa

LacasaverdeePubr1.0

Big_Bang28.12.13

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Títulooriginal:LacasaverdeMarioVargasLlosa,1965

Editordigital:Big_BangePubbaser1.0

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PRÓLOGO

Mellevaronainventarestahistorialosrecuerdosdeunachozaprostibularia,pintadadeverde,quecoloreabaelarenaldePiuraelaño1946,yladeslumbranteAmazoníadeaventureros,soldados,aguarunas,huambisasyshapras,misionerosytraficantesdecaucho y pieles que conocí en 1958, en un viaje de unas semanas por el AltoMarañón.

Pero,probablemente, ladeudamayorquecontrajealescribirla fueconWilliamFaulkner, en cuyos libros descubrí las hechicerías de la forma en la ficción, lasinfoníadepuntosdevista,ambigüedades,matices,tonalidadesyperspectivasdequeunaastutaconstrucciónyunestilocuidadopodíandotaraunahistoria.

Escribí esta novela enParís, entre 1962 y 1965, sufriendo y gozando comounlunático,enunhotelitodelBarrioLatino—elHotelWetter—yenunabuhardilladela rue de Tournon, que colindaba con el piso donde había vivido el gran GérardPhilipe, a quien el inquilinoqueme antecedió, el crítico de arte argentinoDamiánBayón,oyómuchosdías ensayar,horasdehoras,un soloparlamentodeElCid deCorneille.

Londres,septiembrede1998.

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UNO

El sargento echa una ojeada a la madre Patrocinio y el moscardón sigue allí. Lalanchacabeceasobrelasaguasturbias,entredosmurallasdeárbolesqueexhalanunvaho quemante, pegajoso.Ovillados bajo el pamacari, desnudos de la cintura paraarriba,losguardiasduermenabrigadosporelverdoso,amarillentosoldelmediodía:lacabezadelChiquitoyacesobreelvientredelPesado,elRubiotranspiraachorros,elOscurogruñeconlabocaabierta.Unasombrilladejejenesescoltalalancha,entreloscuerposevolucionanmariposas,avispas,moscasgordas.Elmotorroncaparejo,seatora,roncayelprácticoNievesllevaeltimónconlaizquierda,conladerechafumay su rostro muy bruñido permanece inalterable bajo el sombrero de paja. Estosselváticosnoerannormales,¿porquénosudabancomolosdemáscristianos?Tiesaenlapopa,lamadreAngélicaestáconlosojoscerrados,ensurostrohaylomenosmilarrugas,a ratossacaunapuntitade lengua, sorbeel sudordelbigoteyescupe.Pobreviejita,noestabaparaestostrotes.Elmoscardónbatelasalitasazules,despegacon suave impulso de la frente rosada de la madre Patrocinio, se pierde trazandocírculos en la luz blanca y el práctico iba a apagar elmotor, sargento, ya estabanllegando,detrásdeesaquebraditaveníaChicais.Peroalsargentoelcorazónledecíano habrá nadie.Cesa el ruido delmotor, lasmadres y los guardias abren los ojos,yerguenlascabezas,miran.Depie,elprácticoNieves ladea la tanganaaderechaeizquierda,lalanchaseacercaalaorillasilenciosamente,losguardiasseincorporan,seponenlascamisas,losquepís,seacomodanlaspolainas.Laempalizadavegetaldela margen derecha se interrumpe bruscamente pasado el recodo del río y hay unbarranco, un breve paréntesis de tierra rojiza que desciende hasta una minúsculaensenada de fango, guijarros,matas de cañas y de helechos.No se divisa ningunacanoa a la orilla, ninguna silueta humana en el barranco. La embarcación encalla,Nieves y los guardias saltan, chapotean en el lodo plomizo. Un cementerio, elcorazónnoengañaba,teníanrazónlosmangaches.Elsargentoestáinclinadosobrelaproa,elprácticoylosguardiasarrastranlalanchahacialatierraseca.Queayudaranalas madrecitas, que les hicieran sillita de mano, no se fueran a mojar. La madreAngélica permanece muy grave en los brazos del Oscuro y del Pesado, la madrePatrociniovacilacuandoelChiquitoyelRubiounensusmanospararecibirlay,aldejarse caer, enrojece como un camarón. Los guardias cruzan la playabamboleándose,depositanalasmadresdondeacabaelfango.Elsargentosalta,llegaal pie del barranco y la madre Angélica trepa ya por la pendiente, muy resuelta,seguidaporlamadrePatrocinio,ambasgatean,desaparecenentreremolinosdepolvocolorado.Latierradelbarrancoesfloja,cedeacadapaso,elsargentoylosguardiasavanzan hundidos hasta las rodillas, agachados, ahogados en el polvo, el pañuelocontra la boca, el Pesado estornudando y escupiendo. En la cima se sacuden los

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uniformesunosaotrosyelsargentoobserva:unclarocircular,unpuñadodecabañasdetechocónico,brevessembríosdeyucasydeplátanosy,entodoelrededor,montetupido. Entre las cabañas, arbolitos con bolsas ovaladas que penden de las ramas:nidos de paucares. Él se lo había dicho,madreAngélica, dejaba constancia, ni unalma,yaveían.PerolamadreAngélicavadeunladoaotro,entraaunacabaña,saleymetelacabezaenladeallado,espantaapalmadasalasmoscas,nosedetieneunsegundoyasí,de lejos,desdibujadaporelpolvo,noesunaancianasinounhábitoambulante,erecto,unasombramuyenérgica.Encambio,lamadrePatrociniosehallainmóvil, las manos escondidas en el hábito y sus ojos recorren una vez y otra elpobladovacío.Unasramasseagitanyhaychillidos,unaescuadrilladealasverdes,picosnegrosypecherasazulesrevoloteasonoramentesobrelasdesiertascabañasdeChicais, los guardias y lasmadres los siguen hasta que se los traga lamaleza, sugriteríoduraunrato.Habíaloritos,buenosaberloporsifaltabacomida.Perodabandisentería,madre,esdecir,selesoltabaaunoelestómago.Enelbarrancoapareceunsombrero de paja, el rostro tostado del práctico Nieves: así que se espantaron losaguarunas,madrecitas.Depuro tercas,quién lesmandónohacerle caso.LamadreAngélicaseacerca,miraaquíyalláconlosojitosarrugados,ysusmanosnudosas,rígidas, de lunares castaños, se agitan ante la cara del sargento: estaban por aquícerca,nosehabíanllevadosuscosas,teníanqueesperarquevuelvan.Losguardiassemiran,elsargentoenciendeuncigarrillo,dospaucaresvanyvienenporelaire,susplumas negras y doradas relucen con brillos húmedos. También pajaritos, de todohabía en Chicais. Salvo aguarunas y el Pesado ríe. ¿Por qué no caerles a ladescuidada?, la madre Angélica jadea, ¿acaso no los conocía, madrecita?, elplumeritodepelosblancosde sumentón tiembla suavemente, lesdabanmiedo loscristianosyseescondían,quenisesoñaraqueibanavolver,mientrasestuvieranaquínolesveríannielpolvo.Pequeña,rolliza,lamadrePatrocinioestáallítambién,entreelRubioyelOscuro.Perosielañopasadonoseescondieron,salieronarecibirlosyhasta les regalaron una gamitana fresquita, ¿no se acordaba el sargento? Peroentoncesnosabían,madrePatrocinio,ahorasí,quesedieracuenta.LosguardiasyelprácticoNievessesientanenelsuelo,sedescalzan,elOscuroabresucantimplora,bebeysuspira.LamadreAngélicaalzalacabeza:quehaganlascarpas,sargento,unrostro ajado, que pongan los mosquiteros, una mirada líquida, esperarían a queregresaran,unavozcascada,yqueno lepusieraesacara,ella teníaexperiencia.Elsargentoarrojaelcigarrillo,loentierraapisotones,quémásledaba,muchachos,quesesacudieran.Yenesobrotauncacareoyunmatorralescupeunagallina,elRubioyel Chiquito lanzan un grito de júbilo, negra, la corretean, con pintas blancas, lacapturan y los ojos de lamadreAngélica chispean, bandidos, qué hacían, su puñovibraenelaire,¿erasuya?,quelasoltaran,yelsargentoquelasoltaranpero,madres,si iban a quedarse necesitaban comer, no estaban para pasar hambres. La madre

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Angélica no permitiría abusos, ¿qué confianza podían tenerles si les robaban susanimalitos?YlamadrePatrocinioasiente,sargento,robareraofenderaDios,consurostroredondoysaludable,¿noconocíalosmandamientos?Lagallinatocaelsuelo,cacarea, se espulga las axilas, escapa contoneándose y el sargento se encoge dehombros: por qué se harían ilusiones si ellas los conocían tanto omásque él.Losguardiassealejanhaciaelbarranco,enlosárboleschillandenuevolosloritosylospaucares, hay zumbido de insectos, una brisa leve agita las hojas de yarina de lostechos deChicais. El sargento se afloja las polainas, regaña entre dientes, tiene labocatorcidayelprácticoNievesledaunapalmaditaenelhombro,sargento:quenosepusierademalhumoryaceptara lascosasconcalma.Yelsargentofurtivamenteseñala a lasmadres, donAdrián, estos trabajitos le reventaban el alma. LamadreAngélicateníamuchasedyalomejorunpocodefiebre,elespírituseguíaanimosoperoelcuerpoyaestaba llenodeachaques,madrePatrocinioyellano,no,quenodijeraeso,madreAngélica,ahoraquesubieranlosguardiastomaríaunalimonadayse sentiría mejor, ya vería. ¿Murmuraban de su persona?, el sargento observa elcontornoconojosdistraídos,¿locreíanuncojudo?,seabanicaconelquepí,¡esepardegallinazas!,yde repentesevuelvehaciaelprácticoNieves: secretosen reuniónerafaltadeeducaciónyélquemirara,sargento,losguardiasvolvíancorriendo.¿Unacanoa?,yelOscurosí,¿conaguarunas?,yelRubiomisargentosí,yelChiquitosí,yelPesadoylasmadressí,sí,vanypreguntanyvienensinrumboyelsargentoqueelRubio volviera al barranco y avisara si subían, que los demás se escondieran y elprácticoNievesrecogelaspolainasdelsuelo,losfusiles.Losguardiasyelsargentoentranaunacabaña, lasmadressiguenenelclaro,madrecitas,queseescondieran,madre Patrocinio, rápido, madre Angélica. Ellas se miran, cuchichean, danbrinquitos,entranalacabañadelfrentey,desdelasmatasqueloocultan,elRubioapuntaconundedoalrío,yabajabanmisargento,amarrabanlacanoa,yasubíanmisargento y él calzonazos, que viniera y se escondiera, Rubio, que no se durmiera.Tendidosdebarriga,elPesadoyelChiquitoespíanelexteriorporlosintersticiosdeltabiquederajasdechonta;elOscuroyelprácticoNievesestánparadosalfondodelacabañayelRubiollegacorriendo,seacuclillajuntoalsargento.Ahíestaban,madreAngélica, ahí estaban ya y la madre Angélica sería vieja pero tenía buena vista,madre Patrocinio, los estaba viendo, eran seis. La vieja, melenuda, lleva unapampanillablancuzcaydostubosdecarneblandayoscurapendenhastasucintura.Tras ella, dos hombres sin edad, bajos, ventrudos, de piernas esqueléticas, el sexocubierto con retazosde telaocre sujetos con lianas, lasnalgas al aire, lospelos encerquillohastalascejas.Carganracimosdeplátanos.Despuéshaydoschiquillascondiademas de fibras, una lleva un pendiente en la nariz, la otra aros de piel en lostobillos.Vandesnudascomoelniñoquelassigue,élparecemenoryesmásdelgado.Miranelclarodesierto,lamujerabrelaboca,loshombresmeneanlascabezas.¿Iban

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a hablarles, madre Angélica? Y el sargento sí, ahí salían las madres, atenciónmuchachos. Las seis cabezas giran al mismo tiempo, quedan fijas. Las madresavanzanhaciaelgrupoapasosiguales,sonriendo,ysimultáneos,casiimperceptibles,los aguarunas se arriman unos a otros, pronto forman un solo cuerpo terroso ycompacto.Losseisparesdeojosnoseapartandelasdosfigurasdeplieguesoscurosqueflotanhaciaellosysiserespingabanhabíaquepegarlacarrera,muchachos,nadadetiritos,nadadeasustarlos.Lasdejabanacercarse,misargento,elRubiocreíaquese escaparían al verlas. Y qué tiernecitas las criaturas, qué jovencitas, ¿no, misargento?,estePesadonoteníacura.Lasmadressedetieneny,almismotiempo,laschiquillas retroceden, estiran las manos, agarran las piernas de la vieja que hacomenzadoagolpearseloshombrosconlamanoabierta,cadapalmadaestremecesuslarguísimastetas,lascolumpia:queelSeñorfueraconellos.YlamadreAngélicadaun gruñido, escupe, lanza un chorro de sonidos crujientes, toscos y silbantes, seinterrumpe para escupir y, ostentosa, marcial, sigue gruñendo, sus manosevolucionan,dibujantrazossolemnesantelosinmóviles,pálidos,impasiblesrostrosaguarunas.Losestabapalabreandoenpagano,muchachos,yescupíaigualitoquelaschunchas la madrecita. Eso tenía que gustarles, mi sargento, que una cristiana leshablara en su idioma, pero que hicieran menos bulla, muchachos, si los oían seespantaban.Losgruñidosde lamadreAngélica lleganhasta lacabañamuynítidos,robustos, destemplados y también el Oscuro y el práctico Nieves espían ahora elclaro, lascaraspegadasal tabique.Se loshabíametidoalbolsillo,muchachos,quésabidalamonjita,ylasmadresylosdosaguarunassesonríen,cambianreverencias.Yademáscultísima, ¿sabía el sargentoque en lamisión se lapasabanestudiando?Másbiensería rezando,Chiquito,por lospecadosdelmundo.LamadrePatrociniosonríealavieja,éstadesvíalosojosysiguemuyseria,susmanosenelhombrodelaschiquillas.Quéseandaríandiciendo,misargento,cómoconversaban.LamadreAngélicaylosdoshombreshacenmuecas,ademanes,escupen,sequitanlapalabray,depronto,lostresniñosseapartandelavieja,corretean,ríenmuyfuerte.Losestabamirandoelchurre,muchachos,noquitabalavistadeaquí.Quéflaquitoera,¿sehabíafijadoel sargento?, tremendacabezotay tanpoquitocuerpo,parecía araña.Bajo lamata de pelos, los ojos grandes del chiquillo apuntan fijamente a la cabaña. Estátostadocomounahormiga,suspiernassoncurvasyenclenques.Derepentealza lamano,grita,muchachos,malparido,misargentoyhayunaviolentaagitacióntraseltabique, juramentos, encontrones y estallan voces guturales en el claro cuando losguardiasloinvadencorriendoytropezando.Quebajaranesosfusiles,alcornoques,lamadre Angélicamuestra a los guardias susmanos iracundas, ah, ya verían con elteniente. Las dos chiquillas ocultan la cabeza en el pecho de la vieja, aplastan sussenos blandos y el varoncito permanece desorbitado, a medio camino entre losguardiasy lasmadres.Unode losaguarunassueltaelmazodeplátanos,enalguna

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parte cacarea la gallina. El práctico Nieves está en el umbral de la cabaña, elsombrerodepajahaciaatrás,uncigarrilloentrelosdientes.Quésecreíaelsargento,y la madre Angélica da un saltito, ¿por qué se metía si no lo llamaban? Pero sibajaban los fusilesseharíanhumo,madre,ella lemuestrasupuñopecosoyélquebajaran losmáuseres, muchachos. Suave, continua, la madre Angélica habla a losaguarunas, sus manos tiesas dibujan figuras lentas, persuasivas, poco a poco loshombres pierden la rigidez, ahora responden con monosílabos y ella risueña,inexorable, sigue gruñendo. El chiquillo se aproxima a los guardias, olfatea losfusiles,lospalpa,elPesadoledaungolpecitoenlafrente,élseagazapaychilla,eradesconfiado el puta y la risa sacude la fláccida cintura del Pesado, su papada, suspómulos. La madre Patrocinio se demuda, desvergonzado, qué decía, por qué lesfaltabaasíelrespeto,sogroseroyelPesadomildisculpas,meneasuconfusacabezadebuey,seleescapósindarsecuenta,madre,tienelalenguatrabada.Laschiquillasyelvaroncitocirculanentrelosguardias.Losexaminan,lostocanconlapuntadelosdedos.LamadreAngélicaylosdoshombressegruñenamistosamenteyelsolbrillatodavíaa lo lejos,peroelcontornoestáencapotadoysobreelbosqueseamontonaotrobosquedenubesblancasycoposas:llovería.AelloslamadreAngélicaloshabíainsultado enantes, madre, y ellos qué habían dicho. La madre Patrocinio sonríe,pedazodebobo,alcornoquenoerauninsultosinounárboldurocomosucabezaylamadreAngélicasevuelvehaciaelsargento:ibanacomerconellos,quesubieranlosregalitos y las limonadas. Él asiente, da instrucciones al Chiquito y al Rubioseñalándoles el barranco, plátanos verdes y pescado crudo, muchachos, unbanquetazodelaputamadre.LosniñosmerodeanentornoalPesado,alOscuroyalpráctico Nieves, y la madre Angélica, los hombres y la vieja disponen hojas deplátanoenelsuelo,entranalascabañas,traenrecipientesdegreda,yucas,enciendenunapequeñafogata,envuelvenbagresybocachicosenhojasqueanudanconbejucosylosacercanalallama.¿Ibanaesperaralosotros,sargento?SeríadenuncaacabaryelprácticoNievesarrojasucigarrillo,losotrosnovolverían,sisefueronnoqueríanvisitasyéstosseiríanalprimerdescuido.Sí,elsargentosabía,sóloqueeradebaldepelearse con lasmadrecitas. El Chiquito y el Rubio regresan con las bolsas y lostermos,lasmadres,losaguarunasylosguardiasestánsentadosencírculofrentealashojas de plátano y la vieja ahuyenta los insectos a palmadas. La madre Angélicadistribuye los regalos y los aguarunas los reciben sin darmuestras de entusiasmo,peroluego,cuandolasmadresylosguardiascomienzanacomertrocitosdepescadoquearrancanconlasmanos,losdoshombres,sinmirarse,abrenlasbolsas,acaricianespejitos y collares, se reparten las cuentas de colores y en los ojos de la vieja seencienden súbitas luces codiciosas. Las chiquillas se disputan una botella, elvaroncitomastica con furia y el sargento se enfermaría del estómago,miéchica, levendríandiarreas, sehincharía comounhualobarrigudo, le creceríanpelotas en el

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cuerpo,reventaríanysaldríapus.Tieneeltrozodepescadoaorillasdeloslabios,susojitos parpadean y el Oscuro, el Chiquito y el Rubio también hacen pucheros, lamadrePatrociniocierralosojos,traga,surostrosecrispaysóloelprácticoNievesylamadreAngélicaalarganlasmanosconstantementehacialashojasdeplátanoyconunaespeciederegocijopresurosodesmenuzanlacarneblanca,lalimpiandeespinas,selallevanalaboca.Todoslosselváticoseranunpocochunchos,hastalasmadres,cómocomían.Elsargentosueltauneructo,todoslomiranyéltose.Losaguarunassehanpuestoloscollares,selosmuestranunoalotro.Lasbolitasdevidriosongranatesy contrastan con el tatuaje que adorna el pecho del que lleva seis pulseras decuentecillasenunbrazo,tresenelotro.¿Aquéhorapartirían,madreAngélica?Losguardiasobservanalsargento,losaguarunasdejandemasticar.Laschiquillasestiranlasmanos, tímidamente tocan los collares deslumbrantes, las pulseras. Tenían queesperara losotros, sargento.Elaguarunadel tatuajegruñey lamadreAngélica sí,sargento,¿veía?,quecomiera, losestabaofendiendocon tantosascosquehacía.Élno teníaapetitoperoqueríadecirlealgo,madrecita,nopodíanquedarseenChicaismástiempo.LamadreAngélicatienelabocallena,elsargentohabíavenidoaayudar,sumanomenudaypétreaestrujauntermodelimonada,noadarórdenes.ElChiquitohabía oído al teniente, ¿qué había dicho?, y él que volvieran antes de ocho días,madre.Yallevabancincoy¿cuántosparavolver,donAdrián?,tresdíassiemprequenolloviera,¿veía?,eranórdenes,madre,quenosemolestaraconél.Juntoalrumorde la conversación entre el sargento y la madre Angélica hay otro, áspero: losaguarunasdialoganavivavoz,chocansusbrazosycomparansuspulseras.LamadrePatrocinio tragayabre losojos,¿ysi losotrosnovolvían?,¿ysisedemorabanunmes en volver?, claro que era sólo una opinión, y cierra los ojos, a lo mejor seequivocabaytraga.LamadreAngélicafrunceelceño,brotannuevosplieguesensurostro,sumanoacariciaelmechoncitodepelosblancosdelmentón.Elsargentobebeuntragodesucantimplora:peorquepurgante,todosecalentabaenestatierra,noeraelcalordesutierra,eldeaquípudríatodo.ElPesadoyelRubiosehantumbadodeespaldas,losquepíssobrelacara,yelChiquitoqueríasabersiaalguienleconstabaeso,donAdrián,yelOscurodeveras,quesiguiera,quecontara,donAdrián.Eranmediopezymediomujer,estabanalfondodelasconchasesperandoalosahogadosyapenassevolcabaunacanoaveníanyagarrabanaloscristianosyselosllevabanasus palacios de abajo. Los ponían en unas hamacas que no eran de yute sino deculebrasyahísedabangustoconellos,ylamadrePatrocinio¿yaestabanhablandode supersticiones?, y ellos no, no, ¿y se creían cristianos?, nadade eso,madrecita,hablaban de si iba a llover. La madre Angélica se inclina hacia los aguarunasgruñendo dulcemente, sonriendo con obstinación, tiene enlazadas las manos y loshombres,sinmoversedelsitio,seenderezanpocoapoco,alarganloscuelloscomolasgarzascuandoseasoleanalaorilladelríoysurgeunvaporcito,yalgoasombra,

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dilatasuspupilasyelpechodeunosehincha,sutatuajesedestaca,borra,destacaygradualmenteseadelantanhacialamadreAngélica,muyatentos,graves,mudos,ylaviejamelenudaabre lasmanos,cogea laschiquillas.Elvaroncito siguecomiendo,muchachos, se venía la parte brava, atención. El práctico, elChiquito y elOscurocallan. El Rubio se incorpora con los ojos enrojecidos y remece al Pesado, unaguarunamira al sargento de soslayo, luego al cielo y ahora la vieja abraza a laschiquillas, lasincrustacontrasussenoslargosychorreadosylosojosdelvaroncitorotandelamadreAngélicaaloshombres,deéstosalavieja,deéstaalosguardiasya lamadreAngélica.Elaguarunadel tatuajecomienzaahablar, losigueelotro, lavieja,una tormentade sonidosahoga lavozde lamadreAngélicaqueniegaahoraconlacabezayconlasmanosydepronto,sindejarderoncarnideescupir,lentos,ceremoniosos,losdoshombressedespojandeloscollares,delaspulserasyhayunalluviadeabaloriossobrelashojasdeplátano.Losaguarunasestiranlasmanoshacialosrestosdelpescado,entrelosquediscurreundelgadoríodehormigaspardas.Yasehabíanpuestochúcaros,muchachos,peroellosestabanlistos,misargento,cuandoélmandara.Losaguarunaslimpianlassobrasdecarneblancayazul,atrapanconlasuñasa lashormigas, lasaplastanyconmuchocuidadoenvuelven lacomidaen lashojas venosas. Que el Chiquito y el Rubio se encargaran de las churre, se lasrecomendabael sargentoyelPesadoqué suertudos.LamadrePatrocinioestámuypálida,mueveloslabios,susdedosaprietanlascuentasnegrasdeunrosarioyesosí,sargento,quenoolvidaranqueeranniñas,yalosabía,yalosabía,yqueelPesadoyelOscurotuvieranquietosaloscalatosyquelamadrenosepreocuparaylamadrePatrocinioaysicometíanbrutalidadesyelprácticoseencargaríadellevarlascosas,muchachos,nadadebrutalidades:SantaMaría,MadredeDios.Todoscontemplanloslabios exangües de lamadre Patrocinio, y ellaRuega por nosotros, tritura con susdedoslasbolitasnegrasylamadreAngélicacálmese,madre,yelsargentoya,ahoraeracuando.Seponendepie,sinprisa.ElPesadoyelOscurosacudensuspantalones,seagachan,cogenlosfusilesyhaycarrerasahora,chillidosyenlahora,pisotones,elvaroncitosetapalacara,denuestramuerte,ylosdosaguarunashanquedadorígidosamén, sus dientes castañetean y sus ojos perplejamente miran los fusiles que losapuntan. Pero la vieja está de pie forcejeando con el Chiquito y las chiquillas sedebaten como anguilas entre los brazos delRubio. LamadreAngélica se cubre laboca con un pañuelo, la polvareda crece y se espesa, el Pesado estornuda y elsargentolisto,podíanirsealbarranco,muchachos,madreAngélica.YalRubioquiénlo ayudaba, sargento, ¿noveíaque se le soltaban?ElChiquitoy lavieja ruedanalsueloabrazados,queeloscurofueraaayudarlo,elsargentoloreemplazaría,vigilaríaalcalato.Lasmadrescaminanhaciaelbarrancotomadasdelbrazo,elRubioarrastradosfigurasentreveradasygesticulantesyelOscurosacudefuriosamente lamelenadelaviejahastaqueelChiquitoquedalibreyselevanta.Perolaviejasaltatrasellos,

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losalcanza,losarañayelsargentolisto,Pesado,sefueron.Siempreapuntandoalosdoshombresretroceden,sedeslizansobrelostalonesylosaguarunasselevantanalmismo tiempo y avanzan imantados por los fusiles. La vieja brinca como unmaquisapa,caeyapresadosparesdepiernas,elChiquitoyelOscurotrastabillean,Madre de Dios, caen también y que la madre Patrocinio no diera esos grito. Unarápidabrisavienedelrío,escalalapendienteyhayactivos,envolventestorbellinosanaranjados y granos de tierra robustos, aéreos como moscardones. Los dosaguarunassemantienendócilesfrentealosfusilesyelbarrancoestámuycerca.¿Siseleaventaban,elPesadodisparaba?YlamadreAngélicabruto,podíamatarlos.ElRubiocogedeunbrazoalachiquilladelpendiente,¿porquénobajaban,sargento?,ala otra del pescuezo, se le zafaban, ahorita se le zafaban y ellas no gritan perotironean y sus cabezas, hombros, pies y piernas luchan y golpean y vibran y elpráctico Nieves pasa cargado de termos: que se apurara, don Adrián, ¿no se lequedabanada?No,nada,cuandoelsargentoquisiera.ElChiquitoyelOscurosujetanalaviejadeloshombrosylospelosyellaestásentadachillando,aratoslosmanoteasinfuerzaenlaspiernasybenditoeraelfruto,madre,madre,desuvientreyalRubioseleescapaban,Jesús.ElhombredeltatuajemiraelfusildelPesado,laviejalanzaunalaridoyllora,doshiloshúmedosabrenfinísimoscanalesenlacostradepolvodesucarayqueelPesadonosehicierael loco.Perosise leaventaba,sargento,él leabríaelcráneo,aunquefueraunculatazo,sargento,yseacababalabroma.LamadreAngélicaretiraelpañuelodesuboca:bruto,¿porquédecíamaldades?,¿porquéselopermitíaelsargento?,yelRubio¿podíairbajando?,estasbandidaslodespellejaban.LasmanosdelaschiquillasnolleganalacaradelRubio,sóloasucuello,llenoyaderayitas violáceas, y han desgarrado su camisa y arrancado los botones. Parecendesanimarseaveces,aflojanelcuerpoygimenydenuevoatacan,suspiesdesnudoschocan contra las polainas del Rubio, él maldice y las sacude, ellas siguensordamente y que la madre bajara, qué esperaba, y también el Rubio y la madreAngélica¿porquélasapretabaasísieranniñas?,desuvientreJesús,madre,madre.SielChiquitoyelOscurolasoltabanlaviejaselesecharíaencima,sargento,¿quéhacían?,yelRubioqueellalascogiera,aver,madre,¿noveíacómoloarañaban?Elsargentoagitaelfusil,losaguarunasrespingan,danunpasoatrásyelChiquitoyelOscurosueltanalavieja,quedanconlasmanoslistasparadefenderseperoellanosemueve,serestriegalosojossolamenteyahíestáelvaroncitocomosegregadoporlosremolinos: se acuclilla y hunde la cara entre las tetas líquidas. El Chiquito y elOscurovancuestaabajo,unamurallarosadaselostragaapoco,ycómomierdaibaabajarlas elRubio solito, qué les pasaba, sargento, por qué se iban ésos y lamadreAngélica se le acerca braceando con resolución: ella lo ayudaba. Estira lasmanoshacia lachiquilladelpendienteperono la tocay sedoblayelpequeñopuñopegaotravezyelhábitosehundeylamadreAngélicalanzaunquejidoyseencoge:qué

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le decía, el Rubio remece a la chiquilla como un trapo,madre, ¿no era una fiera?Pálida y plegada, la madre Angélica reincide, atrapa el brazo con las dos manos,SantaMaría,yahoraaúllan,MadredeDios,patalean,SantaMaría,rasguñan,todostosen,MadredeDiosyenvezdetantorezoquefueranbajando,madrePatrocinio,porquéchuchaseasustabatantoyhastaquéhora,yhastacuándo,quebajaranqueelsargento ya se calentaba, miéchica. La madre Patrocinio gira, se lanza por lapendienteyseesfuma,elPesadoadelantaelfusilyeldeltatuajeretrocede.Conquéodiomiraba, sargento,parecía rencoroso,putade tumadre,yorgulloso: asídebíanser los ojos del chulla-chaqui, sargento. Los nubarrones que envuelven a los quedescienden son más distantes, la vieja llora, se contorsiona y los dos aguarunasobservanelcañón, laculata, lasbocasredondasde los fusiles:queelPesadonosemuñequeara. No se muñequeaba, sargento, pero qué manera de mirar era ésta,caracho,conquéderecho.ElRubio,lamadreAngélicaylaschiquillassedesvanecentambiénentreoleadasdepolvoylaviejahareptadohastalaorilladelbarranco,mirahaciaelrío,suspezonestocanlatierrayelvaroncitoprofierevocesextrañas,ululacomo un ave lúgubre y al Pesado no le gustaba tenerlos tan cerca a los calatos,sargento, qué iban a hacer para bajar ahora que estaban solitos.Y en eso ronca elmotordelalancha:laviejacallayalzalacara,miraalcielo,elvaroncitolaimita,losdos aguarunas la imitan y los cojudos estaban buscando un avión, Pesado, no sedabancuenta,ahoraeracuando.Retrocedenelfusilyloadelantandegolpe,losdoshombressaltanhaciaatrásyhacengestosyahorael sargentoyelPesadobajandeespaldas, siempre apuntando, hundiéndose hasta las rodillas y elmotor ronca cadavezmásfuerte,envenenaelairedehipos,gárgaras,vibracionesysacudimientosyenlapendientenoescomoenelclaro,nohaybrisa,sólovahocalienteypolvorojizoypicantequehaceestornudar.Borrosamente,alláenloaltodelbarrancounascabezaspeludasexploranelcielo,pendulansuavementebuscandoentrelasnubesyelmotorestaba ahí y las churres llorando, Pesado, y él ¿qué?, mi sargento, no podía más.Cruzanelfangoalacarreraycuandolleganalalanchaacezanytienenlaslenguasafuera.Yaerahora,¿porquésehabíandemoradotanto?CómoqueríanqueelPesadosubiera,québiensehabíanacomodadoconchudos,quelehicieransitio.Peroélteníaque enflaquecer, que se fijaran, subía el Pesado y la lancha se hundía y no eramomento para bromas, que partieran de una vez, sargento.Ahoritamismo partían,madreAngélica,denuestramuerteamén.

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Sonóunportazo, lasuperioralevantóelrostrodelescritorio, lamadreAngélicairrumpió como una tromba en el despacho, sus manos lívidas cayeron sobre elespaldardeunasilla.

—¿Quépasa,madreAngélica?¿Porquévieneasí?—¡Sehanescapado,madre!—balbuceó lamadreAngélica—.Noquedaniuna

sola,Diosmío.—Quédice,madreAngélica—lasuperiorasehabíapuestodepiedeunsaltoy

avanzabahacialapuerta—.¿Laspupilas?—¡Diosmío,Diosmío!—asentíalamadreAngélicaconmovimientosdecabeza

cortos,idénticos,muyrápidos,comounagallinapicoteandogranos.SantaMaríadeNievasealzaenladesembocaduradelNievaenelAltoMarañón,

dosríosqueabrazanlaciudadysonsuslímites.Frenteaella,emergendelMarañóndosislasquesirvenalosvecinosparamedirlascrecientesylasvaciantes.Desdeelpueblo, cuando no hay niebla, se divisan, atrás, colinas cubiertas de vegetación y,adelante,aguasabajodelríoancho,lasmolesdelacordilleraqueelMarañónescindeenelpongodeManseriche:diezkilómetrosviolentosderemolinos,rocasytorrentes,quecomienzanenunaguarniciónmilitar,ladetenientePinglo,yacabanenotra,ladeBorja.

—Poraquí,madre—dijolamadrePatrocinio—.Vea, lapuertaestáabierta,poraquíhasido.

La madre superiora alzó la lamparilla y se inclinó: la maleza era una sombrauniformeanegadadeinsectos.Apoyósumanoenlapuertaentreabiertaysevolvióhacialasmadres.Loshábitoshabíandesaparecidoenlanoche,perolosvelosblancosresplandecíancomoplumajesdegarzas.

—Busque a Bonifacia,madreAngélica—susurró la superiora—. Llévela amidespacho.

—Sí,madre,ahoramismo—lalamparillailuminóunsegundolabarbillatrémuladelamadreAngélica,susojitosquepestañeaban.

—VayaaadvertiradonFabio,madreGriselda—dijolasuperiora—.Yustedalteniente, madre Patrocinio. Que salgan a buscarlas ahora mismo. Dense prisa,madres.

Dos halos albos se apartaron del grupo en dirección al patio de la misión. Lasuperiora, seguidade lasmadres, caminóhacia la residencia,pegadaalmurode lahuerta, donde un graznido ahogaba, a intervalos caprichosos, el aleteo de losmurciélagosyelchirridodelosgrillos.Entrelosfrutalessurgíanguiñosydestellos¿cocuyos?,¿ojosdelechuzas?Lasuperiorasedetuvoantelacapilla.

—Entren ustedes,madres—dijo suavemente—. Ruéguenle a la Virgen que noocurraningunadesgracia.Yovendréluego.

SantaMaríadeNievaescomounapirámideirregularysubasesonlosríos.El

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embarcaderoestásobreelNievayentornoalmuelleflotantesebalanceanlascanoasde los aguarunas, los bores y lanchas de los cristianos. Más arriba está la plazacuadradadetierraocre,encuyocentroseelevandostroncosdecapirona,lampiñosycorpulentos. En uno de ellos izan los guardias la bandera en Fiestas Patrias. Yalrededordelaplazaestánlacomisaría, lacasadelgobernador,variasviviendasdecristianos y la cantina de Paredes, que es también comerciante, carpintero y sabeprepararpusangas,esos filtrosquecontagianelamor.Ymásarriba todavía,endoscolinasquesoncomolosvérticesdelaciudad,estánloslocalesdelamisión:techosdecalamina,horconesdebarroydepona,paredesenlucidasdecal,telametálicaenlasventanas,puertasdemadera.

—Noperdamostiempo,Bonifacia—dijolasuperiora—.Dímelotodo.—Estabaenlacapilla—dijolamadreAngélica—.Lasmadresladescubrieron.—Tehehechounapregunta,Bonifacia—dijolasuperiora—.¿Quéesperas?Vestía una túnica azul, un estuche que ocultaba su cuerpo desde los hombros

hasta los tobillos, y sus pies descalzos, del color de las tablas cobrizas del suelo,yacíanjuntos:dosanimaleschatos,policéfalos.

—¿Nohasoído?—dijolamadreAngélica—.Habladeunavez.Elvelooscuroqueenmarcabasurostroylapenumbradeldespachoacentuabanla

ambigüedadde su expresión, entre huraña e indolente, y sus ojos grandesmirabanfijamenteelescritorio;aveces,lallamadelmecheroagitadaporlabrisaqueveníadelahuerta,descubríasucolorverde,susuavecentelleo.

—¿Terobaronlasllaves?—dijolamadresuperiora.—¡Nocambiarásnunca,descuidada!—lamanodelamadreAngélicarevoloteó

sobrelacabezadeBonifacia—.¿Vesenquéhanterminadotusnegligencias?—Déjemeamí,madre—dijo la superiora—.Nomehagasperdermás tiempo,

Bonifacia.Susbrazoscolgabanasuscostadosymanteníalacabezabaja,latúnicarevelaba

apenaselmovimientodesupecho.Suslabiosrectosyespesosestabansoldadosenunamuecahoscaysunarizsedilatabayfruncíaligeramente,aunritmomuyparejo.

—Voya enfadarme,Bonifacia, te hablo con consideracióny tú como si oyerasllover—dijolasuperiora—.¿Aquéhoralasdejastesolas?¿Nocerrasteconllaveeldormitorio?

—¡Habla de una vez, demonio! —la madre Angélica estrujó la túnica deBonifacia—.Diostehadecastigareseorgullo.

—Tienestodoeldíaparairalacapillaperoenlanochetudeberescuidaralaspupilas—dijolasuperiora—.¿Porquésalistedelcuartosinpermiso?

Dos breves golpecillos sonaron en la puerta del despacho, las madres sevolvieron,Bonifaciaalzóunpoco lospárpadosy,unsegundo,susojos fueronmásgrandes,verdeseintensos.

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Desdelascolinasdelpueblosedivisa,cienmetrosmásallá,enlabandaderechadelríoNieva,lacabañadeAdriánNieves,suchacrita,ydespuéssóloundiluviodelianas,matorrales, árboles de ramas tentaculares y altísimas crestas.No lejos de laplaza está el poblado indígena, aglomeración de cabañas erigidas sobre árbolesdecapitados.Ellododevoraallílayerbasalvajeycircundacharcosdeaguahediondaque hierven de renacuajos y de lombrices.Aquí y allá, diminutos y cuadriculados,hayyucales,sembríosdemaíz,huertasenanas.Desdelamisiónunsenderoescarpadodesciendehastalaplaza.Ydetrásdelamisiónunmuroterrosoresisteelempujedelbosque,lafuriosaacometidavegetal.Enesemurohayunapuertaclausurada.

—Eselgobernador,madre—dijolamadrePatrocinio—.¿Sepuede?—Sí,hágalopasar,madrePatrocinio—dijolasuperiora.LamadreAngélicalevantóelmecheroyrescatódelaoscuridaddelumbralados

figurasborrosas.Envuelto enunamanta,una linterna en lamano,donFabio entróhaciendovenias:

—Estabaacostadoysalícomopude,madre,discúlpemeestafacha—diolamanoa la superiora, a lamadreAngélica—.Cómo ha podido pasar esto, le juro que nopodíacreerlo.Yameimaginocómosesienten,madre.

Sucráneocalvoparecíahúmedo,surostroflacosonreíaalasmadres.—Siéntese, don Fabio —dijo la superiora—. Le agradezco que haya venido.

Alcánceleunasillaalgobernador,madreAngélica.DonFabio se sentóy la linternaquependíade sumano izquierda seencendió:

unaredondeladoradasobrelaalfombradechambira.—Yasalieronabuscarlas,madre—dijoelgobernador—.Eltenientetambién.No

sepreocupe,seguroquelasencuentranestamismanoche.—Esas pobres criaturas por ahí, de su cuenta, donFabio, figúrese—suspiró la

superiora—.Felizmentequenollueve.Nosabequésustonoshemosllevado.—Pero cómo ha sido esto, madre —dijo don Fabio—. Todavía me parece

mentira.—Undescuidodeésta—dijo lamadreAngélica, señalandoaBonifacia—.Las

dejósolasysefuealacapilla.Seolvidaríadecerrarlapuerta.ElgobernadormiróaBonifaciaysurostroasumióunaireseveroydolido.Pero

unsegundodespuéssonrióehizounaveniaalasuperiora.—Lasniñassoninconscientes,donFabio—dijolasuperiora—.Notienennoción

delospeligros.Esoesloquemásnosinquieta.Unaccidente,unanimal.—Ah,quéniñas—dijo el gobernador—.Yaves,Bonifacia, tienesque sermás

cuidadosa.—Pídele a Dios que no les pase nada —dijo la superiora—. Si no, qué

remordimientostendríastodatuvida,Bonifacia.—¿No las sintieron salir, madre? —dijo don Fabio—. Por el pueblo no han

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pasado.Seiríanporelbosque.—Sesalieronporlapuertadelahuerta,poresonolassentimos—dijolamadre

Angélica—.Lerobaronlallaveaestatonta.—Nomedigastonta,mamita—dijoBonifacia,losojosmuyabiertos—.Nome

robaron.—Tonta, tontarematada—dijolamadreAngélica—.¿Todavíateatreves?Yno

medigasmamita.—Yo les abrí la puerta—Bonifacia despegó apenas los labios—. Yo las hice

escapar,¿vesquenosoytonta?Don Fabio y la superiora alargaron las cabezas hacia Bonifacia, la madre

Angélicacerró,abriólaboca,roncóantesdepoderhablar:—¿Quédices?—roncódenuevo—.¿Túlashicisteescapar?—Sí,mamita—dijoBonifacia—.Yolashice.

Ya te estás poniendo triste otra vez, Fushía —dijo Aquilino—. No seas así,hombre.Anda,conversaunpocoparaquesetepaselatristeza.Cuéntamedeunavezcómofuequeteescapaste.

—¿Dónde estamos, viejo? —dijo Fushía—. ¿Falta mucho para entrar alMarañón?

—Haceratoqueentramos—dijoAquilino—.Nicuentatediste,roncabascomounbendito.

—¿Entraste de noche? —dijo Fushía—. ¿Cómo no he sentido los rápidos,Aquilino?

—Estaba tan claro que parecíamadrugada, Fushía—dijo Aquilino—: El cielopuritaestrellayeltiempoeraelmejordelmundo,nosemovíaniunamosca.Dedíahaypescadores,avecesunalanchadelaguarnición,denocheesmásseguro.Ycómoibas a sentir los rápidos sime los conozco dememoria. Pero no pongas esa cara,Fushía.Puedeslevantartesiquieres,debesestaracaloradoahídebajodelasmantas.Nohaynadie,somoslosdueñosdelrío.

—Mequedoaquínomás—dijoFushía—.Estoysintiendofríoymetiemblatodoelcuerpo.

—Sí,hombre,comotesientasmejor—dijoAquilino—.Anda,cuéntamedeunavezcómofuequeteescapaste.¿Porquétehabíanmetidoadentro?¿Quéedadtenías?

Élhabíaestadoenlaescuelayporesoelturcolediountrabajitoensualmacén.Lellevabalascuentas,Aquilino,enunoslibrotesquesellamanelDebeyelHaber.Yaunqueerahonradoentonces,yasoñabaconhacerserico.Cómoahorraba,viejo,sólocomía una vez al día, nada de cigarrillos, nada de trago.Quería un capitalito parahacernegocios.Yasísonlascosas,alturcoselemetióenlacabezaqueéllerobaba,pura mentira, y lo hizo llevar preso. Nadie quiso creerle que era honrado y lo

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metieronauncalabozocondosbandidos.¿Noeralacosamásinjusta,viejo?—Pero eso yame lo contaste al salir de la isla, Fushía—dijoAquilino—.Yo

quieroquemedigascómofuequeteescapaste.—Conestaganzúa—dijoChango—.LahizoIricuoconelalambredelcatre.La

probamosyabrelapuertasinhacerruido.¿Quieresver,japonesito?Changoeraelmásviejo,estabaallíporcosasdedrogas,ytratabaaFushíacon

cariño. Iricuo, encambio, siempre seburlabadeél.Unbichoquehabíaestafadoamuchagenteconelcuentodelaherencia,viejo.Élfueelquehizoelplan.

—¿Yresultótalcual,Fushía?—dijoAquilino.—Talcual—dijoIricuo—.¿NovenqueenAñoNuevotodossemandanmudar?

Sólohaquedadounoenelpabellón,hayquequitarlelasllavesantesquelastirealotroladodelareja.Dependedeeso,muchachos.

—Abredeunavez,Chango—dijoFushía—.Yanoaguanto,Chango,ábrela.—Tú deberías quedarte, japonesito —dijo Chango—. Un año se pasa rápido.

Nosotrosnoperdemosnada,perosifallatútearruinas,tedaránunpardeañosmás.Peroélseempeñóysalieronyelpabellónestabavacío.Encontraronalguardián

durmiendojuntoalareja,conunabotellaenlamano.—Lediconlapatadelcatreysevinoalsuelo—dijoFushía—.Creoquelomaté,

Chango.—Vuela idiota, ya tengo las llaves —dijo Iricuo—. Hay que cruzar el patio

corriendo.¿Lesacastelapistola?—Déjamepasarprimero—dijoChango—.Losde laprincipal tambiénandarán

borrachoscomoéste.—Peroestabandespiertos,viejo—dijoFushía—.Erandosyjugabanalosdados.

Quéojazospusieroncuandoentramos.Iricuo losapuntócon lapistola:abríanelportónoempezaba la lluviadebalas,

putos.Yalprimergritoquedieranempezaba,yseapurabanoempezaba,putos, lalluviadebalas.

—Amárralos, japonesito—dijo Chango—. Con sus cinturones. Y mételes suscorbatasalaboca.Rápido,japonesito,rápido.

—Nolehacen,Chango—dijoIricuo—.Ningunaesladelportón.Nosquemamosenlapuertadelhorno,muchachos.

—Una de ésas tiene que ser, sigue probando —dijo Chango—. Qué haces,muchacho,porquélospateas.

—¿Y por qué los pateabas, Fushía? —dijo Aquilino—. No entiendo, en esemomentounopiensaenescaparyennadamás.

—Lesteníarabiaatodosesosperros—dijoFushía—.Cómonostrataban,viejo.¿Sabes que los mandé al hospital? En los periódicos decían crueldad de japonés,Aquilino,venganzasdeoriental.Medabarisa,yonohabíasalidonuncadeCampo

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Grandeyeramásbrasileñoquecualquiera.—Ahora eres un peruano, Fushía —dijo Aquilino—. Cuando te conocí en

Moyobamba,todavíapodíasserbrasileño,hablabasunpocoraro.Peroahorahablascomoloscristianosdeacá.

—Nibrasileñoniperuano—dijoFushía—.Unapobremierda,viejo,unabasura,esoesloquesoyahora.

—¿Porquéerestanbruto?—dijoIricuo—.¿Porquélespegaste?Sinosagarrannosmatanapalos.

—Todo está saliendo, no hay tiempo de discutir—dijo Chango—.Nosotros aescondernos,Iricuo,ytúapúrate,japonesito,sacaselcarroyvienesvolando.

—¿Enelcementerio?—dijoAquilino—.Esonoescosadecristianos.—Noerancristianossinobandidos—dijoFushía—.Enlosperiódicosdecíanse

metieronalcementerioparaabrirlastumbas.Asíeslagente,viejo.—¿Yterobasteelcarrodelturco?—dijoAquilino—.¿Cómofuequeaelloslos

agarraronyatino?—Sequedarontodalanocheenelcementerio,esperándome—dijoFushía—.La

policíalescayóalamanecer.YoyaestabalejosdeCampoGrande.—Quieredecirquelostraicionaste,Fushía—dijoAquilino.—¿Acasonohetraicionadoatodoelmundo?—dijoFushía—.¿Quéesloquehe

hechoconelPantachayloshuambisas?¿QuéesloquehehechoconJum,viejo?—Peroentoncesnoerasmalo—dijoAquilino—.Túmismomedijistequeeras

honrado.—Antesdeentraralacárcel—dijoFushía—.Ahídejédeserlo.—¿Y cómo te viniste al Perú? —dijo Aquilino—. Campo Grande debe estar

lejísimos.—EnelMatoGrosso,viejo—dijoFushía—.Losperiódicosdecíaneljaponésse

estáyendoaBolivia.Peroyonoeratantonto,estuveportodaspartes,unmontóndetiempo escapando, Aquilino. Y al fin llegué a Manaos. De ahí era fácil pasar aIquitos.

—¿YahífuedondeconocistealseñorJulioReátegui,Fushía?—dijoAquilino.—Esaveznoloconocíenpersona—dijoFushía—.Perooíhablardeél.—Quévidahas tenido,Fushía—dijoAquilino—.Cuántohasvisto,cuántohas

viajado.Megustaoírte,nosabesquéentretenidoes.¿Atino tedagustocontarmetodoeso?¿Nosientesqueasíelviajesepasamásrápido?

—No,viejo—dijoFushía—.Nosientonadamásquefrío.

Alcruzarlaregióndelosmédanos,elvientoquebajadelacordillerasecaldeayendurece:armadodearena,sigueelcursodelríoy,cuandollegaalaciudad,sedivisaentreelcieloylatierracomounadeslumbrantecoraza.Allívacíasusentrañas:todos

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los días del año, a la hora del crepúsculo, una lluvia seca y fina comopolvillo demadera, que sólo cesa al alba, cae sobre las plazas, los tejados, las torres, loscampanarios, losbalconesy losárboles,ypavimentadeblanco lascallesdePiura.Los forasteros se equivocancuandodicen«las casasde la ciudadestánapuntodecaer»: los crujidosnocturnosnoprovienende las construcciones, que sonantiguaspero recias, sino de los invisibles, incontables proyectiles minúsculos de arena alestrellarsecontralaspuertasylasventanas.Seequivocan,también,cuandopiensan:«Piuraesunaciudadhuraña,triste».Lagenteserecluyeenelhogaralacaídadelatardeparalibrarsedelvientosofocanteydelaacometidadelaarenaquelastimalapiel como una punzada de agujas y la enrojece y llaga, pero en las rancherías deCastilla,enlaschozasdebarroycañabravadelaMangachería,enlaspicanteríasychicheríasdelaGallinacera,enlasresidenciasdeprincipalesdelmalecónylaplazade Armas, se divierte como la gente de cualquier otro lugar, bebiendo, oyendomúsica,charlando.Elaspectoabandonadoymelancólicodelaciudaddesapareceenelumbraldesuscasas,inclusolasmáshumildes,esasfrágilesviviendaslevantadasenhileraalasmárgenesdelrío,alotroladodelcamal.

Lanochepiuranaestállenadehistorias.Loscampesinoshablandeaparecidos;ensu rincón,mientrascocinan, lasmujerescuentanchismes,desgracias.Loshombresbebenculitosdechicharubia,ásperosvasosdecañazo.Ésteesserranoymuyfuerte:losforasterosllorancuandolopruebanporprimeravez.Losniñosserevuelcansobrela tierra, luchan, taponean las galerías de los gusanos, fabrican trampas para lasiguanas o, inmóviles, sus ojosmuy abiertos, atienden las historias de losmayores:bandolerosqueseapostanenlasquebradasdeCanchaque,HuancabambayAyabaca,para desvalijar a los viajeros y, a veces, degollarlos; mansiones donde penan losespíritus;curacionesmilagrosasdelosbrujos;entierrosdeoroyplataqueanunciansu presencia con ruido de cadenas y gemidos; montoneras que dividen a loshacendados de la región en dos bandos y recorren el arenal en todas direcciones,buscándose,embistiéndoseenelsenodedescomunalespolvaredas,yocupancaseríosydistritos,confiscananimales,enrolanhombresalazoypagantodoconpapelesquellamanBonosde laPatria,montonerasque todavía losadolescentesvieronentraraPiuracomounhuracándejinetes,armarsustiendasdecampañaenlaplazadeArmasy derramar por la ciudad uniformes colorados y azules; historias de desafíos,adulterios y catástrofes, de mujeres que vieron llorar a la Virgen de la Catedral,levantarlamanoalCristo,sonreírfurtivamentealNiñoDios.

Los sábados, generalmente, se organizan fiestas. La alegría recorre como unaondaeléctricalaMangachería,Castilla,laGallinacera,laschozasdelaorilladelrío.EntodoPiuraresuenantonadasypasillos,valseslentos,loshuaynosquebailanlosserranosgolpeandoelsueloconlospiesdescalzos,ágilesmarineras,tristesconfugade tondero. Cuando la embriaguez cunde y cesan los cantos, el rasgueo de las

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guitarras, el tronar de los cajones y el llanto de las arpas, de las rancherías queabrazanaPiuracomounamuralla,surgensombrasrepentinasquedesafíanelvientoy la arena: son parejas jóvenes, ilícitas, que se deslizan hasta el ralo bosque dealgarrobosqueensombreceel arenal, lasplayitasescondidasdel río, lasgrutasquemiranhaciaCatacaos,lasmásaudaceshastaelcomienzodeldesierto.Allíseaman.

Enelcorazóndelaciudad,enloscuadriláterosquecercanlaplazadeArmas,encasonas de muros encalados y balcones con celosías, viven los hacendados, loscomerciantes, los abogados, las autoridades. En las noches se congregan en lashuertas,bajolaspalmeras,yhablandelasplagasqueamenazanesteañoelalgodónylos cañaverales, de si entrará el río a tiempoy vendrá caudaloso, del incendio quedevoróunos rozosdeChápiroSeminario, de la peleadegallos del domingo, de lapachamancaque seorganizapara recibir al flamantemédico local:PedroZevallos.Mientrasellosjueganrocambor,dominóotresillo,enlossalonesllenosdealfombrasypenumbras,entreóleosovalados,grandesespejosymueblesconforrodedamasco,las señoras rezan el rosario, negocian los futuros noviazgos, programan lasrecepcionesylasfiestasdebeneficencia,sesorteanlasobligacionesparalaprocesióny el adorno de los altares, preparan kermeses y comentan los chismes sociales delperiódicolocal,unahojadecoloresquesellamaEcosyNoticias.

Losforasteros ignoran lavida interiorde laciudad.¿QuédetestandePiura?Suaislamiento,losvastosarenalesquelaseparandelrestodelpaís,lafaltadecaminos,las larguísimas travesías a caballo bajo un sol abrasador y las emboscadas de losbandoleros.LleganalHotelLaEstrelladelNorte,queestáenlaplazadeArmasyesuna mansión descolorida, alta como la glorieta donde se toca la retreta de losdomingos y a cuya sombra se instalan los mendigos y los lustrabotas, y debenpermanecer allí encerrados, desde las cinco de la tarde, mirando a través de losvisilloscómolaarenaseposesionadelaciudadsolitaria.EnlacantinadeLaEstrelladelNortebebenhastacaerborrachos.«Aquíno es comoenLima»,dicen,«no haydonde divertirse; la gente piurana no es mala, pero qué austera, qué diurna».Quisieran antros que llamearan toda la noche para quemar sus ganancias. Por eso,cuandoparten,suelenhablarmaldelaciudad,lleganalacalumnia.

¿Y acaso hay gente más hospitalaria y cordial que la piurana? Recibe a losforasteros en triunfo, se los disputa cuando el hotel está lleno.A esos tratantes deganado,a loscorredoresdealgodón,acadaautoridadque llega, losprincipales losdivierten lo mejor que pueden: organizan en su honor cacerías de venado en lassierras deChulucanas, los pasean por las haciendas, les ofrecen pachamancas. LaspuertasdeCastillaylaMangacheríaestánabiertasparalosindiosqueemigrandelasierraylleganalaciudadhambrientosyatemorizados,paralosbrujosexpulsadosdelasaldeasporloscuras,paralosmercaderesdebaratijasquevienenatentarfortunaenPiura.Chicheras,aguateros, regadores, losacogenfamiliarmente,compartencon

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ellossucomidaysusranchos.Cuandosemarchan,losforasterossiempresellevanregalos. Pero nada los contenta, tienen hambre de mujer y no soportan la nochepiurana,dondesólovelalaarenaquecaedelcielo.

Tantodeseabanmujerydiversiónnocturnaestosingratos,quealfinelcielo(«eldiablo,elmalditocachudo»,diceelpadreGarcíaacabópordarlesgusto.Yasí fuequeapareció,bulliciosayfrívola,nocturna,laCasaVerde.

El cabo Roberto Delgado merodea un buen rato ante la oficina del capitánArtemioQuiroga,sindecidirse.EntreelcielocenizaylaguarnicióndeBorjapasanlentamentenubesnegruzcasy, en la explanadavecina, los sargentos entrenana losreclutas: atención carajo, descanso carajo. El aire está cargado de vapor húmedo.Total,unarequintadacuandomásyelcaboempujalapuertaysaludaalcapitánqueestáensuescritorio,echándoseaireconunamano:quéhabía,quéqueríayelcabounalicenciaparairaBagua¿sepodría?Quélepasabaalcabo,elcapitánseabanicaahora furiosamente con las dos manos, qué bicho le había picado. Pero al caboRobertoDelgadonolepicabanlosbichosporqueeraselvático,micapitán,deBagua:queríaunalicenciaparaverasufamilia.Yahíestaba,denuevo,lamalditalluvia.Elcapitánseponedepie,cierralaventana,vuelveasuasientoconlasmanosyelrostromojados. Así que no le picaban los bichos, ¿no sería que tenía mala sangre?, noquerrían envenenarse, por eso no le picarían y el cabo consiente: podía ser, micapitán.Eloficialsonríecomounautómataylalluviahaimpregnadolahabitaciónde ruidos: losgoteronescaencomopedradassobre lacalaminadel techo,elvientosilbaenlosresquiciosdeltabique.¿Cuándohabíatenidoelcabolaúltimalicencia?,¿el año pasado? Ah, bueno, ése era otro cantar y el rostro del capitán se crispa.Entonces le tocaba una licencia de tres semanas y su mano se eleva, ¿iba a ir aBagua?,leharíaunascompras,ygolpeasumejillayéstaenrojece.Elcabotieneunaexpresiónmuygrave.¿Porquénosereía?,¿noerachistosoqueelcapitánsedieramanotazosen lacara?Yelcabono,quéocurrencia,micapitán,qué ibaaser.Unachispa jovial cruza los ojos del oficial, endulza su boca ácida, cholito: se reía acarcajadasonohabíalicencia.ElcaboRobertoDelgadomiraconfusoalapuerta,alaventana. Por fin abre la boca y ríe, al principio con risa desganada y artificial,despuésnaturalmentey,alfinal,conalegría.Elzancudoquehabíapicadoalcapitánera una hembrita, y el cabo está estremecido de risa, sólo las hembras picaban,¿sabía?, los machos eran vegetarianos y el capitán lárgate de una vez, el caboenmudece:cuidadoselocomieranlosanimalesenelcaminoaBaguaporgracioso.Peronoeragraciasinocosacientífica,sólolashembritaschupabanlasangre:selohabíaexplicadoeltenienteDelaFlor,micapitán,yalcapitánquéchuchaquefueranhembras omachos si ardía lomismoy quién le había preguntado, ¿se las daba desabihondo?Peroelcabonoseestababurlando,micapitányfíjese,habíaunremedio

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queno fallaba,unapomadaqueseechaban losurakusas, le traeríaunbotellón,micapitán y el capitán quería que le hablaran en cristiano, quiénes eran los urakusas.Sóloquecómoibaahablarleencristianoelcabosiasíse llamaban losaguarunas,esos que vivían en Urakusa, y ¿acaso había visto el capitán que a un chuncho lopicaranlosbichos?Ellosteníansussecretos,sehacíansuspomadasconlasresinasdelosárbolesyseembadurnaban,zancudoqueseacercabamoríayélselotraería,mi capitán, un botellón, palabra que se lo traía. Qué buen humor se gastaba estamañanaelcabo,averquécaraponíasilospaganosleachicabanlatutumayelcaboquébuena,québuena,micapitán:yaestabaviendosucabezadeestetamañito.¿Yaqué iba a ir el cabo aUrakusa? ¿A traerle esa pomadita, nomás?Y el cabo claro,claro, y además porque cortaba camino, mi capitán. Si no, se pasaría la licenciaviajandoyyanopodríaestarconlafamiliaylosamigos.¿TodalagentedeBaguaeracomoelcabo?,yélpeor,¿tanconchuda?,muchopeor,micapitán,nopodíasabery el capitán ríe a sus anchas y el cabo lo imita, lo observa, lomide con sus ojosentrecerrados y de pronto ¿se llevaba un práctico, mi capitán?, ¿un sirviente?,¿podría?YelcapitánArtemioQuiroga¿cómo?Secreíamuysabidoelcabo,¿no?,loablandaba conpayasadas, el capitán se reía y él queríameterle el dedo, ¿no?Perosolito el cabo se iba a demorarhorrores,mi capitán, ¿acasohabía caminos?, cómopodía ir yvenir aBagua en tanpocosdías sinunpráctico, y todos losoficiales leharían encargos, hacía falta alguien que ayudara con los paquetes, que lo dejarallevarseunprácticoyunsirviente,palabraqueletraeríaesapomaditamatabichos,micapitán.Ahoraletrabajabalamoral:selassabíatodaselcabo,yelcaboustedesunagranpersona,micapitán.Entrelosreclutasquellegaronlasemanapasadahabíaunpráctico, que se llevara a ése y a un sirviente que fuera de la región. Eso sí, tressemanas, ni un díamás y el cabo ni unomás,mi capitán, se lo juraba.Choca lostalones,saludayenlapuertasedetieneconperdón,micapitán,¿cómosellamabaelpráctico?YelcapitánAdriánNievesyelcaboyaseestabayendoqueélteníatrabajoatrasado.ElcaboRobertoDelgadoabrelapuerta,sale,unvientohúmedoyardienteinvadelahabitación,revuelveligeramenteloscabellosdelcapitán.

Tocaronlapuerta,JosefinoRojassalióaabrirynoencontróanadieenlacalle.Yaoscurecía,aúnnohabíanencendidolosfarolesdeljirónTacna,unabrisacirculabatibiamenteporlaciudad.JosefinodiounospasoshacialaavenidaSánchezCerroyvioalosLeón,enunbancodelaplazuela,juntoalaestatuadelpintorMerino.Josétenía un cigarrillo entre los labios, elMono se limpiaba las uñas con un palito defósforos.

—¿Quiénsemurió?—dijoJosefino—.Porquéesascarasdeentierro.—Agárratebienquetevasacaerdeespaldas,inconquistable—dijoelMono—.

LlegóLituma.

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Josefinoabriólabocaperonohabló;estuvopestañeandounossegundos,conunasonrisaperplejayapáticaquefruncíatodosurostro.Comenzóafrotarselasmanos,suavemente.

—Haceunpardehoras,enelómnibusdelaRoggero—dijoJosé.

LasventanasdelColegioSanMiguelestaban iluminadasy,desdeelportón,uninspector apuraba a los alumnos de la nocturna dando palmadas. Muchachos enuniforme venían conversando bajo los susurrantes algarrobos de la calle Libertad.Josefinosehabíametidolasmanosenlosbolsillos.

—Seríabuenoquevinieras—dijoelMono—.Nosestáesperando.Josefino volvió a atravesar la avenida, cerró la puerta de su casa, regresó a la

plazuela y los tres echaron a andar, en silencio. Unos metros después del jirónArequipa,secruzaronconelpadreGarcíaque,envueltoensubufandagris,avanzabadoblado en dos, arrastrando los pies y jadeando. Les mostró el puño y gritó«¡impíos!».«¡Quemador!»,repusoelMono,yJosé«¡quemador!,¡quemador!».Ibanporlacalzadadeladerecha,Josefinoalcentro.

—PerosilosdelaRoggerollegandemañanitaodenoche,nuncaaestashoras—dijoJosefino.

—SequedaronplantadosenlacuestadeOlmos—dijoelMono—.Selesreventóunallanta.Lacambiaronydespuésselesreventaronotrasdos.Vayasuertudos.

—Nosquedamosheladoscuandolovimos—dijoJosé.—Quería salir a festejar ahímismo—dijo elMono—.Lo dejamos alistándose

mientrasveníamosabuscarte.—Mehatomadodesprevenido,malditasea—dijoJosefino.—¿Quévamosahacerahora?—dijoJosé.—Loquetúmandes,primo—dijoelMono.—Tráigansealcoleguita,entonces—dijoLituma—.Nostomaremosunascopitas

conél.Vayanabuscarlo,díganlequevolvióelinconquistablenúmerocuatro.Averquécarapone.

—¿Estáshablandoenserio,primo?—dijoJosé.—Muy en serio —dijo Lituma—. Ahí traje unas botellas de Sol de Ica, nos

vaciaremos una con él. Tengo unas ganas de verlo, palabra. Vayan, mientras mecambioderopa.

—Vesquehablade tidiceelcoleguita,el inconquistable—dijoelMono—.Teestimatantocomoanosotros.

—Me imagino que se los comió a preguntas —dijo Josefino—. ¿Qué leinventaron?

—Teequivocas,nohablamosdeesoparanada—dijoelMono—.Nisiquieralanombró.Alomejorsehaolvidadodeella.

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—Ahoraquelleguemosnossoltaráunaandanadadepreguntas—dijoJosefino—.Hayquearreglarestohoymismo,antesquelevayanconelcuento.

—Teencargarástú—dijoelMono—.Yonomeatrevo.¿Quélevasadecir?—Nosé—dijoJosefino—;dependecómosepresentenlascosas.Siporlomenos

hubiera avisado que venía. Pero caernos así, de sopetón. Maldita sea, no me loesperaba.

—Ya deja de frotarte tanto lasmanos—dijo José—.Me estás contagiando tusnervios,Josefino.

—Hacambiadomucho—dijoelMono—.Selenotanunpocolosaños,Josefino.Yyanoestátangordocomoantes.

LosfarolesdelaavenidaSánchezCerroacababandeencenderseylascasaserantodavíaamplias,suntuosas,deparedesclaras,balconesdemaderalabradayaldabasdebronce,peroalfondo,enlosestertoresazulesdelcrepúsculo,aparecíayaelperfilcontrahechoyborrosodelaMangachería.Unacaravanadecamionesdesfilabaporlapista,endirecciónalPuenteNuevoy,enlasaceras,habíaparejasacurrucadascontralosportones,pandillasdemuchachos,lentosancianosconbastones.

—Losblancossehanvueltovalientes—dijoLituma—.Ahorasepaseanpor laMangacheríacomoporsucasa.

—La culpa es de la avenida—dijo elMono—.Ha sido un verdadero fusilicocontralosmangaches.Cuandolaestabanconstruyendo,elarpistadecíanosfregaron,seacabólaindependencia,todoelmundovendráameterlanarizenelbarrio.Dichoyhecho,primo.

—Nohayblancoquenoremateahorasusfiestasenlaschicherías—dijoJosé—.¿YahasvistocómohacrecidoPiura,primo?Hayedificiosnuevosportodaspartes.AunqueesonotellamarálaatenciónviniendodeLima.

—Les voy a decir una cosa—dijo Lituma—. Se acabaron los viajes para mí.Todoestetiempoheestadopensandoymehedadocuentaquelamalamevinoporno haberme quedado enmi tierra, como ustedes.Almenos eso he aprendido, quequieromorirmeaquí.

—Puedeserquecambiede ideacuandosepa loquepasa—dijoJosefino—.Ledarávergüenzaquelagenteloseñaleconeldedoenlacalle.Yentoncesseirá.

Josefinosedetuvoysacóuncigarrillo.LosLeónhicieronunapantallaconsusmanosparaquelabrisanoapagaraelfósforo.Siguieronandando,despacio.

—¿Y si no se va? —dijo el Mono—. Piura les va a quedar chica a los dos,Josefino.

—EstádifícilqueLitumasevaya,porquehavueltopiuranohastael tuétano—dijo José—. No es como cuando regresó de la montaña, que todo lo de aquí leapestaba.EnLimaseledespertóelamorporlatierra.

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—Nada de chifas —dijo Lituma—. Quiero platos piuranos. Un buen seco dechabelo,unpiqueo,yclaritoamares.

—Vamos donde Angélica Mercedes entonces, primo—dijo el Mono—. Siguesiendolareinadelascocineras.¿Notehasolvidadodeella,no?

—MejoraCatacaos,primo—dijoJosé—.AlCarroHundido,ahíelclaritoeselmejorqueconozco.

—Qué contentos se han puesto con la venida de Lituma —dijo Josefino—.Parecendefiesta,losdos.

—Despuésdetodo,esnuestroprimo,inconquistable—dijoelMono—.Siempredagustoverdenuevoaalguiendelafamilia.

—Tenemos que llevarlo a alguna parte—dijo Josefino—. Entonarlo un poco,antesdehablarle.

—Peroespérate,Josefino—dijoelMono—,noteacabamosdecontar.—Mañana iremos donde doña Angélica —dijo Lituma—. O a Catacaos, si

prefieren.Perohoyyasédóndefestejarmiregreso,tienenquedarmegusto.—¿Dóndemierdaquiereir?—dijoJosefino—.¿AlReina,alTresEstrellas?—DondelaChungaChunguita—dijoLituma.—Qué cosas —dijo el Mono—. A la Casa Verde, nada menos. Date cuenta,

inconquistable.

—Ereselmismodemonio—dijolamadreAngélicayseinclinóhaciaBonifacia,tendida en el suelo como una oscura, compacta alimaña—. Una malvada y unaingrata.

—Laingratitudeslopeor,Bonifacia—dijolasuperioralentamente—.Hastalosanimales son agradecidos. ¿No has visto a los frailecillos cuando les tiran unosplátanos?

Los rostros, las manos, los velos de las madres parecían fosforescentes en lapenumbradeladespensa;Bonifaciaseguíainmóvil.

—Algúndíatedaráscuentadeloquehashechoytearrepentirás—dijolamadreAngélica—.Ysinotearrepientes,teirásalinfierno,perversa.

Laspupilasduermenenunahabitación larga,angosta,hondacomounpozo;enlas paredes desnudas hay tres ventanas que dan sobre el Nieva, la única puertacomunica con el ancho patio de lamisión. En el suelo, apoyados contra la pared,están los catrecitos plegables de lona: las pupilas los enrollan al levantarse, losdespliegany tiendenen lanoche.Bonifaciaduermeenuncatredemadera, alotrolado de la puerta, en un cuartito que es como una cuña entre el dormitorio de laspupilasyelpatio.Sobresulechohayuncrucifijoy,allado,unbaúl.Lasceldasdelasmadresestánalotroextremodelpatio,enlaresidencia:unaconstrucciónblanca,contechodedosaguas,muchasventanassimétricasyunmacizobarandaldemadera.

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Juntoalaresidenciaestánelrefectorioylasaladelabores,queesdondeaprendenlaspupilasahablarencristiano,deletrear,sumar,coserybordar.Lasclasesdereligiónydemoral sedanen lacapilla.Enunaesquinadelpatiohayun localparecidoaunhangar,quecolindaconlahuertadelamisión;sualtachimenearojizadestacaentrelasramasinvasorasdelbosque:eslacocina.

—Erasdeeste tamañoperoya sepodía adivinar loque serías—lamanode lasuperioraestabaamediometrodelsuelo—.Sabesdequéhablo¿noescierto?

Bonifaciaseladeó,alzólacabeza,susojosexaminaronlamanodelasuperiora.Hastaeserincónde ladespensa llegabaelparloteode los lorosde lahuerta.Por laventana,elramajedelosárbolesseveíaoscuroya,inextricable.Bonifaciaapoyóloscodosenlatierra:nosabía,madre.

—¿Tampoco sabes todo lo que hemos hecho por ti, no? —estalló la madreAngélicaqueibadeunladoaotro,lospuñoscerrados—.¿Tampocosabescómoerascuandoterecogimos,no?

—Cómoquieresquesepa—susurróBonifacia—.Eramuychica,mamita,nomeacuerdo.

—Fíjese la vocecita que pone, madre, qué dócil parece —chilló la madreAngélica—.¿Creesquevasaengañarme?¿Acasonoteconozco?Yconquépermisomesiguesdiciendomamita.

Después de las oraciones de la noche, las madres entran al refectorio y laspupilas, precedidas por Bonifacia, se dirigen al dormitorio. Tienden sus camas y,cuando están acostadas, Bonifacia apaga las lamparillas de resina, echa llave a lapuerta,searrodillaalpiedelcrucifijo,rezayseacuesta.

—Corrías a la huerta, arañabas la tierra y, apenas encontrabas una lombriz, ungusano, te lo metías a la boca—dijo la superiora—. Siempre andabas enferma y¿quiénestecurabanytecuidaban?¿Tampocoteacuerdas?

—Y estabas desnuda —gritó la madre Angélica— y era por gusto que yo tehicieravestidos,telosarrancabasysalíasmostrandotusvergüenzasatodoelmundoy ya debías tener más de diez años. Tenías malos instintos, demonio, sólo lasinmundiciastegustaban.

Había terminado la estación de las lluvias y anochecía rápido: detrás delencrespamiento de ramas y hojas de la ventana, el cielo era una constelación deformas sombrías y de chispas. La superiora se hallaba sentada en un costal, muyerguida,ylamadreAngélicaibayvenía,agitandoelpuño,avecessecorríalamangadelhábitoyasomabasubrazo,unadelgadaviborillablanca.

—Nuncahubieraimaginadoqueseríascapazdeunacosaasí—dijolasuperiora—.¿Cómohasido,Bonifacia?¿Porquélohiciste?

—¿Noseteocurrióquepodíanmorirsedehambreoahogarseenelrío?—dijolamadreAngélica—.¿Quecogeríanfiebres?¿Nopensasteennada,bandida?

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Bonifaciasollozó.Ladespensasehabía impregnadodeeseolora tierraácidayvegetales húmedos que aparecía y se acentuaba con las sombras. Olor espeso ypicante, nocturno, parecía cruzar la ventana mezclado a los chirridos de grillos ycigarras,muynítidosya.

—Erascomounanimalitoyaquítedimosunhogar,unafamiliayunnombre—dijolasuperiora—.TambiéntedimosunDios.¿Esonosignificanadaparati?

—Noteníasquécomerniquéponerte—gruñólamadreAngélica—,ynosotrastecriamos,tevestimos,teeducamos.¿Porquéhashechoesoconlasniñas,malvada?

Decuandoencuando,unestremecimientorecorríaelcuerpodeBonifaciadelacinturaaloshombros.Elveloselehabíasoltadoysuscabelloslaciosocultabanpartedesufrente.

—Dejadellorar,Bonifacia—dijolasuperiora—.Habladeunavez.Lamisióndespiertaalalba,cuandoalrumordelosinsectossucedeelcantodelos

pájaros.Bonifaciaentraaldormitorioagitandounacampanilla:laspupilassaltandeloscatrecillos,rezanavemarías,seenfundanlosguardapolvos.Luegoserepartenengruposporlamisión,deacuerdoasusobligaciones: lasmenoresbarrenelpatio, laresidencia, el refectorio; lasmayores, la capilla y la sala de labores.Cinco pupilasacarreanlostachosdebasurahastaelpatioyesperanaBonifacia.Guiadasporellabajanelsendero,cruzanlaplazadeSantaMaríadeNieva,atraviesanlossembríosy,antesdellegaralacabañadelprácticoNieves,seinternanporunatrochaqueserpeaentrecapanahuas,chontasychambirasydesembocaenunapequeñagarganta,queeselbasuraldelpueblo.Unavezporsemana,lossirvientesdelalcaldeManuelÁguilahacenunagranfogataconlosdesperdicios.Losaguarunasdelosalrededoresvienenamerodearcadatardeporellugar,yunosescarbanlabasuraenbuscadecomestiblesydeobjetoscaserosmientrasotrosalejanagritosyapalazosa lasavescarnicerasqueplaneancodiciosamentesobrelagarganta.

—¿Noteimportaqueesasniñasvuelvanavivirenlaindecenciayenelpecado?—dijolasuperiora—.¿Quepierdantodoloquehanaprendidoaquí?

—Tualmasiguesiendopagana,aunquehablescristianoyyanoandesdesnuda—dijolamadreAngélica—.Nosólonoleimporta,madre, lashizoescaparporquequeríaquevolvieranasersalvajes.

—Ellasquerían irse—dijoBonifacia—, se salieronalpatioyvinieronhasta lapuertayensuscarasviquetambiénqueríanirseconesasdosquellegaronayer.

—¡Ytú lesdistegusto!—gritó lamadreAngélica—. ¡Porque les teníascólera!¡Porquetedabantrabajoytúodiaseltrabajo,perezosa!¡Demonio!

—Cálmese,madreAngélica—lasuperiorasepusodepie.LamadreAngélicasellevóunamanoalpecho,setocólafrente:lasmentirasla

sacabandequicio,madre,losentíamucho.—Fueporlasdosquetrajisteayer,mamita—dijoBonifacia—.Yonoqueríaque

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las otras se fueran, sólo esas dos porque me dieron pena. No grites así, mamita,despuésteenfermas,siemprequetedarabiateenfermas.

Cuando Bonifacia y lis pupilas de la basura regresan a la misión, la madreGriseldaysusayudantashanpreparadoel refrigeriode lamañana: fruta,caféyunpanecilloqueseelaboraenelhornodelamisión.Despuésdelrefrigerio,laspupilasvan a la capilla, reciben lecciones de catecismo e historia sagrada y aprenden lasoraciones.Amediodíavuelvenalacocinay,bajoladireccióndelamadreGriselda—colorada, siempremovedizay locuaz—,preparan lacolacióndelmediodía: sopade legumbres,pescado,yuca,dospanecillos, frutayaguadeldestiladero.Después,laspupilaspuedencorretearunahoraporelpatioylahuerta,osentarsealasombradelosfrutales.Luegosubenalasaladelabores.Alasnovatas,lamadreAngélicalesenseña el castellano, el alfabeto y los números. La superiora tiene a su cargo loscursosdehistoriaydegeografía,lamadreÁngelaeldibujoylasartesdomésticasylamadrePatrociniolasmatemáticas.Alatardecer, lasmadresy laspupilasrezanelrosario en la capillay éstasvuelvena repartirse engruposde trabajo: la cocina, lahuerta,ladespensa,elrefectorio.Lacolacióndelanocheesmásligeraqueladelamañana.

—Mecontabandesupuebloparaconvencerme,madre—dijoBonifacia—.Todomeofrecíanymedieronpena.

—Ni siquiera sabesmentir, Bonifacia—la superiora desenlazó susmanos querevolotearonbláncamenteenlastinieblasazulesysejuntarondenuevoenunaformaredonda—.LasniñasquetrajolamadreAngélicadeChicaisnohablabancristiano,¿vescómopecasenvano?

—Yohablopagano,madre,sóloquetúnosabías.—Bonifacialevantólacabeza,dos llamitasverdesdestellaronun segundobajo lamatadecabellos—:Aprendídetantooírlasalaspaganitasynoteconténunca.

—Mentira, demonio—gritó lamadreAngélica y la forma redonda se partió yaleteósuavemente—.Fíjeseloqueinventaahora,madre.¡Bandida!

Perolainterrumpieronunosgruñidosquehabíanbrotadocomosienladespensahubiera oculto un animal que, súbitamente enfurecido, se delataba aullando,roncando,ronroneando,chisporroteandoruidosaltosycrujientesdesdelaoscuridad,enunaespeciedesalvajedesafío:

—¿Ves,mamita?—dijoBonifacia—.¿Nomehasentendidomipagano?Todoslosdíashaymisa,antesdelrefrigeriodelamañana.Laoficianlosjesuitas

deunamisiónvecina, generalmente el padreVenancio.La capilla abre sus puertaslateraleslosdomingos,afindequeloshabitantesdeSantaMaríadeNievapuedanasistiraloficio.Nuncafaltanlasautoridadesyavecesvienenagricultores,caucherosde la región y muchos aguarunas que permanecen en las puertas, semidesnudos,apretadosycohibidos.Enlatarde,lamadreAngélicayBonifaciallevanalaspupilas

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alaorilladelrío,lasdejanchapotear,pescar,subirsealosárboles.Losdomingoslacolacióndelamañanaesmásabundanteysueleincluircarne.Laspupilassonunasveinte,deedadesquevandeseisaquinceaños,todasaguarunas.Aveces,hayentreellasunamuchachahuambisa,yhastaunashapra.Peronoesfrecuente.

—No me gusta sentirme inútil, Aquilino —dijo Fushía—. Quisiera que fueracomoantes.Nosturnaríamos,¿teacuerdas?

—Meacuerdo,hombre—dijoAquilino—.Sifueportiquemevolvíloquesoy.—Deveras, todavía seguiríasvendiendoaguade casa en casa si yonohubiera

llegadoaMoyobamba—dijoFushía—.Quémiedoleteníasalrío,viejo.—Sólo alMayo porque casi me ahogué ahí, de muchacho—dijo Aquilino—.

PeroenelRumiyacumebañabasiempre.—¿ElRumiyacu?—dijoFushía—.¿PasaporMoyobamba?—Ese ríomansito, Fushía—dijoAquilino—, el que cruza las ruinas, cerca de

dondevivenloslamistas.Haymuchashuertasconnaranjas.¿Tampocoteacuerdasdelasnaranjasmásdulcesdelmundo?

—Medavergüenzavertetodoeldíasudandoyyoaquí,comounmuerto—dijoFushía.

—Sinohayqueremarninada,hombre—dijoAquilino—,sólollevarelrumbo.AhoraquepasamoslospongoselMarañónhaceeltrabajosolito.Loquenomegustaesqueestéscallado,yquetepongasamirarelcielocomosivieraselchulla-chaqui.

—Nuncalohevisto—dijoFushía—.Aquíenlaselvatodoslovieronalgunavez,menosyo.Malasuertetambiéneneso.

—Másbiendibuenasuerte—dijoAquilino—.¿SabíasqueunavezseleaparecióalseñorJulioReátegui?EnunaquebradadelNieva,dicen.Peroélvioquecojeabamucho, y en una de ésas le descubrió la pata chiquita y lo corrió a balazos. Apropósito,Fushía,¿porquétepeleasteconelseñorReátegui?Leharíasunadeésas,seguro.

Él le había hecho muchas y la primera antes de conocerlo, recién llegadito aIquitos,viejo.MuchodespuésselocontóyReáteguisereía,¿asíquetúeraselqueensartóalpobredonFabio?,yAquilino¿alseñordonFabio,algobernadordeSantaMaríadeNieva?

—Paraservirlo,señor—dijodonFabio—.Quéseleofrece.¿SequedarámuchoenIquitos?

Se quedaría un buen tiempo, tal vez definitivamente. Un negocio de madera,¿sabía?, iba a instalar un aserradero cerca deNauta y esperaba a unos ingenieros.Teníatrabajoatrasadoylepagaríamás,peroqueríauncuartogrande,cómodo,ydonFabiono faltabamás, señor, estaba ahí para servir a los clientes, viejo: se la tragóentera.

—Medioelmejordelhotel—dijoFushía—.Conventanassobreunjardíndonde

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habíabombonajes.Meinvitabaaalmorzarconélymehablabahastaporloscodosdesupatrón.Yoleentendíaapenas,miespañoleramuymaloenesetiempo.

—¿NoestabaenIquitoselseñorReátegui?—dijoAquilino—.¿Yaentonceserarico?

—No,sehizoricodeverasdespués,conelcontrabando—dijoFushía—.Peroyateníaesehotelitoycomenzabaacomerciarcon las tribus,poresose fueameteraSantaMaría de Nieva. Compraba caucho, pieles y las vendía en Iquitos. Ahí fuedonde se me ocurrió la idea, Aquilino. Pero siempre lo mismo, se necesitaba uncapitalitoyyonoteníauncentavo.

—¿Ytellevastemuchaplata,Fushía?—dijoAquilino.—Cincomilsoles,donJulio—dijodonFabio—.Ymipasaporteyunoscubiertos

deplata.Estoyamargado,señorReátegui,yasélomalquepensaráusteddemí.Peroyo le repondré todo, le juro, con el sudor demi frente, don Julio, hasta el últimocentavo.

—¿Nunca has tenido remordimientos, Fushía? —dijo Aquilino—. Hace unmontóndeañosqueestoyporhacerteestapregunta.

—¿Por robarle al perro deReátegui?—dijoFushía—.Ése es rico porque robómás que yo, viejo. Pero él comenzó con algo, yo no tenía nada. Ésa fuemimalasuertesiempre,tenerquepartirdecero.

—¿Yparaquélesirvelacabezaentonces?—dijoJulioReátegui—.Cómonoseleocurriósiquierapedirlesuspapeles,donFabio.

Peroélseloshabíapedidoysupasaporteparecíanuevecito,¿cómopodíasaberqueerafalso,donJulio?Y,además,llegótanbienvestidoyhablandodeunamaneraque convencía. Él, incluso, se decía ahora que vuelva el señor Reátegui de SantaMaría deNieva se lo presentaré y juntos harángrandes negocios. Incauto queunoera,donJulio.

—¿Yquéllevabasentoncesenesamaleta,Fushía?—dijoAquilino.—Mapas de laAmazonía, señorReátegui—dijo donFabio—.Enormes, como

los que hay en el cuartel. Los clavó en su cuarto y decía es para saber por dóndesacaremoslamadera.Habíahechorayasyanotacionesenbrasileño,veaquéraro.

—No tiene nada de raro, don Fabio —dijo Fushía—. Además de la madera,tambiénmeinteresaelcomercio.Yavecesesútiltenercontactosconlosindígenas.Poresomarquélastribus.

—Hasta lasdelMarañóny lasdeUcayali, don Julio—dijodonFabio—,yyopensabaquéhombredeempresa,haráunabuenaparejaconelseñorReátegui.

—¿Teacuerdascómoquemamostusmapas?—dijoAquilino—.Purabasura,losque hacen mapas no saben que la Amazonía es como mujer caliente, no se estáquieta.Aquítodosemueve,losríos,losanimales,losárboles.Vayatierralocalaquenoshatocado,Fushía.

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—Éltambiénconocelaselvaafondo—dijodonFabio—.CuandovengadelAltoMarañónselopresentaréyseharánbuenosamigos,señor.

—Aquí en Iquitos todos me hablan maravillas de él —dijo Fushía—. Tengomuchasganasdeconocerlo.¿NosabecuándovienedeSantaMaríadeNieva?

—Tiene sus negocios por allá y además la gobernación le quita tiempo, perosiempresedasusescapaditas—dijodonFabio—.Unavoluntaddehierro,señor,laheredó del padre, otro gran hombre. Fue de los grandes del caucho, en la épocaprósperadeIquitos.Cuandoelderrumbesepegóuntiro.Perdieronhastalacamisa.PerodonJulioselevantó,solito.Unavoluntaddehierro,ledigo.

—UnavezenSantaMaríaledieronunalmuerzoyleoídecirundiscurso—dijoAquilino—.Hablódesupadreconmuchoorgullo,Fushía.

—Elpadreeraunodesustemas—dijoFushía—.Amítambiénmelocitabaparatodo cuando trabajamos juntos. Ah, ese perro de Reátegui, suertudo de mierda.Siempreletuveunaenvidia,viejo.

—Tanblanquito,tancariñoso—dijodonFabio—.Ypensarquelehacíagracias,lelamíalospies,élentrabaalhotelyelJesucristoparabalacolita,contentísimo.Quéhombremaldito,donJulio.

—EnCampoGrande,pateandoalosguardiasyenIquitosmatandoaungato—dijoAquilino—.Vayadespedidaslastuyas,Fushía.

—Laverdad,donFabio,esonomeparecetangrave—dijoJulioReátegui—.Loquesientoesquesecargaramiplata.

Peroaél ledolíamucho,don julio,ahorcadodelmosquiteroconunasábana,yentraralcuartoy,derepente,verlobailandoenelaire,tieso,consusojitossaltados.Lamaldadporlamaldaderacosaquenocomprendía,señorReátegui.

—El hombre hace lo que puede para vivir y yo comprendo tus robos —dijoAquilino—.Peroparaquéhacerleesoalgato,¿eracosadelacólera,porloquenoteníasesecapitalitoparacomenzar?

—Tambiéneso—dijoFushía—.Y,además,elanimalapestabayseorinóenmicamaunmontóndeveces.

Y también cosa de asiáticos, don julio, tenían unas costumbres más canallas,nadiepodíasaberyélhabíaaveriguadoy,porejemplo,loschinosdeIquitoscriabangatos enjaulas, los engordaban con leche y después los metían a la olla y se loscomían,señorReátegui.Peroélqueríahablarahoradelascompras,donFabio,paraeso había venido de SantaMaría deNieva, que olvidaran las cosas tristes, ¿habíacomprado?

—Todo lo que usted encargó, don Julio—dijo don Fabio—, los espejitos, loscuchillos,lastelas,lamostacilla,yconbuenosdescuentos.¿CuándoregresaustedalAltoMarañón?

—Nopodíametermealmontesoloahacercomercio,necesitabaunsocio—dijo

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Fushía—.YteníaquebuscarlolejosdeIquitos,despuésdeeselío.—PoresotevinistehastaMoyobamba—dijoAquilino—.Ytehicistemiamigo

paraqueteacompañaraalastribus.AsíquecomenzasteimitándoloaReáteguiantesde haberlo visto siquiera, antes de ser su empleado. Cómo hablabas de la plata,Fushía, vente conmigoAquilino, en un año te haces rico,mevolvías loco con esecantito.

—Y ya ves, todo por gusto —dijo Fushía—. Me he sacrificado más quecualquiera, nadie ha arriesgado tanto como yo, viejo. ¿Es justo que acabe así,Aquilino?

—SoncosasdeDios,Fushía—dijoAquilino—.Anosotrosnonos toca juzgareso.

UnacalurosamadrugadadediciembrearribóaPintaunhombre.Enunamulaquese arrastrabapenosamente, surgióde improviso entre lasdunasdel sur: una siluetaconsombrerodealasanchas,envueltaenunponcholigero.Atravésdelarojizaluzdelalba,cuando las lenguasdel solcomienzana reptarporeldesierto,el forasterodescubriría alborozado la aparición de los primeros matorrales de cactus, losalgarroboscalcinados,lasviviendasblancasdeCastillaqueseapiñanymultiplicanamedida que se acercan al río. Por la densa atmósfera avanzó hacia la ciudad, quedivisaba ya, a la otra orilla, reverberando comoun espejo.Cruzó la única calle deCastilla, desierta todavía y, al llegar al Viejo Puente, desmontó. Estuvo unossegundos contemplando las construccionesde la otra ribera, las calles empedradas,las casas con balcones, el aire cuajado de granitos de arena que descendíansuavemente, lamaciza torre de la catedral con su redonda campana color hollín y,hacia el norte, lasmanchas verdosas de las chacras que siguen el curso del río endirección a Catacaos. Tomó las riendas de la mula, cruzó el Viejo Puente y,golpeándosearatoslaspiernasconelfuete,recorrióel jirónprincipaldelaciudad,aquelqueva,derechoyelegante,desdeelríohastalaplazadeArmas.Allísedetuvo,atóelanimalauntamarindo,sesentóenlatierra,bajólasalasdesusombreroparadefendersedelaarenaqueacribillabasusojossinpiedad.Debíahaberrealizadounlargo viaje: sus movimientos eran lentos, fatigados. Cuando, acabada la lluvia dearena,losprimerosvecinosasomaronalaplazaenteramenteiluminadaporelsol,elextrañodormía.Asuladoyacíalamula,elhocicocubiertodebabaverdosa,losojosen blanco. Nadie se atrevía a despertarlo. La noticia se propagó por el contorno,pronto la plaza de Armas estuvo llena de curiosos que, dándose codazos,murmuraban acerca del forastero, se empujaban para llegar junto a él. Algunos sesubieronalaglorieta,otrosloobservabanencaramadosenlaspalmeras.Eraunjovenatlético,dehombroscuadrados,unabarbitacrespabañabasurostroy lacamisasinbotonesdejabaverunpechollenodemúsculosyvello.Dormíaconlabocaabierta,

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roncandosuavemente;entresuslabiosresecosasomabansusdientescomolosdeunmastín:amarillos,grandes,carniceros.Supantalón,susbotas,eldescoloridoponchoestabanenjirones,muysucios,ylomismosusombrero.Noibaarmado.

Al despertar, se incorporó de un salto, en actitud defensiva: bajo los párpadoshinchados, sus ojos escrutaban llenos de zozobra la multitud de rostros. De todoslados brotaron sonrisas,manos espontáneas, un anciano se abrió caminohasta él aempellones y le alcanzó una calabaza de agua fresca. Entonces, el desconocidosonrió.Bebiódespacio,paladeandoelaguaconcodicia,losojosaliviados.Habíaunmurmullo creciente, todos pugnaban por conversar con el recién llegado, lointerrogabansobresuviaje,locompadecíanporlamuertedelamula.Élreíaahoraasusanchas,estrechabamuchasmanos.Luego,deuntirónarrebatólasalforjasdelamonturadelanimalypreguntóporunhotel.Rodeadodevecinossolícitos,cruzólaplaza de Armas y entró a La Estrella del Norte: estaba lleno. Los vecinos lotranquilizaron,muchasvocesleofrecieronhospitalidad.SealojóencasadeMelchorEspinoza,unviejoquevivíasolo,enelmalecón,cercadelViejoPuente.Teníaunapequeñachacralejana,aorillasdelChira,alaqueibadosvecesalmes.Aquelaño,MelchorEspinozaobtuvounrécord:hospedóacincoforasteros.Porlocomún,éstospermanecíanenPiuraeltiempoindispensableparacomprarunacosechadealgodón,venderunasreses,colocarunosproductos;esdecir,unosdías,unassemanascuandomás.

Elextraño,encambio,sequedó.Losvecinosaveriguaronpocascosassobreél,casitodasnegativas:noeratratantedeganado,nirecaudadordeimpuestos,niagenteviajero. Se llamaba Anselmo y decía ser peruano, pero nadie logró reconocer laprocedenciadesuacento:noteníaelhabladubitativayafeminadadeloslimeños,nilacantanteentonacióndeunchiclayano;nopronunciabalaspalabrasconlaviciosaperfeccióndelagentedeTrujillo,nidebíaserserrano,puesnochasqueabalalenguaenlaserresylaseses.Sudejoeradistinto,muymusicalyunpocolánguido,insólitoslosgirosymodismosqueempleaba,y,cuandodiscutía,laviolenciadesuvozhacíapensar en un capitán demontoneras. Las alforjas que constituían todo su equipajedebíanestar llenasdedinero:¿cómohabíaatravesadoelarenalsinserasaltadoporlosbandoleros?Losvecinosnoconsiguieronsaberdedóndevenía,niporquéhabíaelegidoPiuracomodestino.

Aldíasiguientedellegar,aparecióenlaplazadeArmas,afeitado,ylajuventuddesurostrosorprendióatodoelmundo.EnelalmacéndelespañolEusebioRomerocompróunpantalónnuevoybotas;pagóalcontado.Dosdíasmástarde,encargóaSaturnina,lacélebretejedoradeCatacaos,unsombrerodepajablanca,deesosquepuedenguardarseenelbolsilloy luegono tienenniunaarruga.Todas lamañanas,AnselmosalíaalaplazadeArmase,instaladoenlaterrazadeLaEstrelladelNorte,convidaba a los transeúntes a beber. Así se hizo de amigos. Era conversador y

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bromista,yconquistóalosvecinoscelebrandolosencantosdelaciudad:lasimpatíadelasgentes,labellezadelasmujeres,susespléndidoscrepúsculos.Prontoaprendiólas fórmulasdel lenguaje localy su tonadacaliente,perezosa: a laspocas semanasdecíaqueparamostrarasombro, llamabachurresa losniños,piajenosa losburros,formabasuperlativosdesuperlativos,sabíadistinguirelclaritodelachichaespesaylasvariedadesdepicantes,conocíadememorialosnombresdelaspersonasydelascalles,ybailabaeltonderocomolosmangaches.

Sucuriosidadnoteníalímites.Mostrabauninterésdevoradorporlascostumbresy los usos de la ciudad, se informaba con lujo de detalles sobre vidas ymuertes.Quería saberlo todo: quiénes eran losmás ricos, y por qué, y desde cuándo; si elprefecto,elalcaldeyelobispoeraníntegrosyqueridosycuáleseranlasdiversionesde la gente, qué adulterios, qué escándalos conmovían a las beatas y a los curas,cómocumplíanlosvecinosconlareligiónylamoral,quéformasadoptabaelamorenlaciudad.

IbatodoslosdomingosalColiseoyseexaltabaenloscombatesdegalloscomounviejoaficionado,enlasnocheseraelúltimoenabandonarlacantinadeLaEstrelladelNorte,jugabaalascartasconelegancia,apostandofuerte,ysabíaganaryperdersin inmutarse. Así conquistó la amistad de comerciantes y hacendados y se hizopopular.Losprincipales lo invitaronaunacaceríaenChulucanasyéldeslumbróatodos con su puntería. Al cruzarlo en la calle, los campesinos lo llamabanfamiliarmente por su nombre y él les daba palmadas rudas y cordiales.Las gentesapreciabansuespíritujovial,ladesenvolturadesusmaneras,sulargueza.Perotodosvivían intrigadosporelorigende sudineroypor supasado.Empezaronacircularpequeños mitos sobre él: cuando llegaban a sus oídos, Anselmo los celebraba acarcajadas, no los desmentía ni los confirmaba. A veces recorría con amigos laschicheríasmangachesyterminabasiempreencasadeAngélicaMercedes,porqueallíhabía un arpa y él era un arpista consumado, inimitable. Mientras los otroszapateabanybrindaban,élhoratrashora,enunrincón,acariciabalashebrasblancasqueleobedecíandócilmentey,asumando,podíansusurrar,reír,sollozar.

Los vecinos deploraban solamente que Anselmo fuera grosero y mirase a lasmujeres con atrevimiento cuando estaba borracho. A las sirvientas descalzas queatravesaban laplazadeArmasendirecciónalMercado, a lasvendedorasque, concántarosofuentesdebarroenlacabeza,ibanyveníanofreciendojugosdelúcumaydemangoyquesillosfrescosdelasierra,alasseñorasconguantes,velosyrosariosque desfilaban hacia la iglesia, a todas les hacía propuestas a voz en cuello, y lesimprovisabarimassubidasdecolor.«Cuidado,Anselmo»,ledecíansusamigos,«lospiuranossoncelosos.Unmaridoofendido,unpadresinhumorloretaráadueloeldíamenospensado,másrespetoconlasmujeres».PeroAnselmorespondíaconunacarcajada,levantabasucopaybrindabaporPinta.

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Elprimermesdesuestanciaenlaciudad,nadaocurrió.Noesparatantoy,además,todosearreglabaenestemundo,elsolcentelleaen

losojosdeJulioReáteguiylasbotellasestánenunatinajallenadeagua.Élmismosirve losvasos; laespumablancaburbujea,se inflay rompeencráteres:nodebíanpreocuparsey, ante todo,otrovasitodecerveza.ManuelÁguila,PedroEscabinoyArévaloBenzasbeben,sesecanloslabiosconlasmanos.Atravésdelatelametálicade lasventanassedivisa laplazadeSantaMaríadeNieva,ungrupodeaguarunasmueleyucasenunosrecipientesbarrigudos,varioschiquilloscorreteanalrededordelos troncos de capirona. Arriba, en las colinas, la residencia de las madres es unrectánguloígneoy,enprimerlugar,eraunproyectoalargoplazoyaquílosproyectosnoprosperaban,JulioReáteguicreíaquesealarmabanenvano.PeroManuelÁguilano, nada de eso, gobernador, se pone de pie, ellos tenían pruebas, don julio, unhombrecillobajoy calvo, deojos saltones, eseparde tipos loshabíanmaleado.YArévaloBenzastambién,donjulio,seponedepie,dejabaconstancia,élhabíadichodetrás de esas banderas y de esas cartillas hay otra cosa y él se opuso a que losmaestrosvinieran,donJulio,yPedroEscabinogolpealamesaconsuvaso,donjulio:lacooperativaeraunhecho,losaguarunasibanavenderellosmismosenIquitos,sehabían reunido los caciques en Chicais para hablar de eso y ésa era la verdaderasituaciónylodemásceguera.SóloqueJulioReáteguinoconocíaunsoloaguarunaquesupiera loquees Iquitosounacooperativa,¿dedóndehabía sacadosemejantehistoriaPedroEscabino?, y les rogabaquehablaranunopor uno, señores.El vasosuenasecoysordodenuevocontralamesa,donJulio,élsepasabamuchotiempoenIquitos, tenía muchos negocios y no se daba cuenta que la región andaba agitadadesdequevinieronesepardetipos.LavozdeJulioReáteguiessiempresuave,donPedro, laGobernación le había hecho perder tiempo y plata, pero sus ojos se hanendurecidoyélnoqueríaaceptarlayPedroEscabinofueunodelosquemásinsistió,quelehicieraelfavordemedirsuspalabras.PedroEscabinosabíacuántoledebíanynoqueríaofenderlo:sóloqueacababadellegardeUrakusay,porprimeravezendiezaños,don julio, secoy sordodosveces contra lamesa, los aguarunasnoquisieronvenderle ni una bolita de jebe, pese a los adelantos y Arévalo Benzas: hasta leenseñaron la cooperativa. Don julio, que no se riera, habían hecho una cabañaespecialylateníanrepletadejebeydecuerosyaEscabinonoquisieronvenderleyledijeronque ibanavenderaIquitos.YManuelÁguila,bajoycalvo trassusojossaltones:¿veíaelgobernador?Esostiposnodebieronirnuncaalastribus,Arévaloteníarazón,sóloqueríanmalearlos.Peronovendríanmás,señores,yJulioReáteguillenalosvasos.ÉlnoibaaIquitossóloporsusasuntos,tambiénporlosdeellosyelMinisterio,habíaanuladoelplandeextensiónculturalselvícola,ysehabíanacabadolasbrigadasdemaestros.PeroPedroEscabinosecoysordoporterceravez:yahabíanvenidoyelmalestabahecho,donJulio.¿Asíquenopodríannientenderseconlos

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chunchos?Yaveíaqueseentendieronmuybienyelloslehabíantraídoalintérpreteque ese par de tipos se llevaron aUrakusa y élmismo se lo contaría, don julio, yvería. El hombre cobrizo y descalzo que está en cuclillas junto a la puerta seincorpora, avanza confuso hacia el gobernador de SantaMaría deNieva yBoninoPérez a cuánto le compraban el kilo de jebe, que le preguntara eso. El intérpretecomienza a rugir,muevemucho lasmanos, escupe y Jum escucha en silencio, losbrazos cruzados sobre el pecho desnudo. Dos aspas finas, rojizas, decoran suspómulos verdosos y en su nariz cuadrada hay tatuadas tres barras horizontales,delgadas como gusanitos, su expresión es seria, solemne su postura: los urakusasapiñados en el claro están inmóviles y el sol alancea los árboles, las cabañas deUrakusa. El intérprete calla y Jumy un viejo diminuto gruñonamente gesticulan ymascullan y el intérprete de buena calidad dos, de regular un sol el kilo, patrón,diciendo,yTeófiloCañaspestañea,costando,unperroladraalolejos.BoninoPérezlosabía,hermano, laputaque losparió,quécabrones tancabrones,yal intérprete:malosperuanos,elloslovendíanaveinteelkilo,lospatronescojudeándolos,quenosedejaran,hombre,quellevaranelcauchoylaspielesaIquitos,nuncamáscomercioconesospatrones:tradúceleeso.Yelintérprete¿diciéndoles?,yBoninosí,¿patronesrobándoles diciéndoles?, y Teófilo sí, ¿malos peruanos diciéndoles?, sí, sí, ¿patróncojudeandodiciendo?,yellossí,sí,carajo,sí:diablos,ladrones,malosperuanos,quenosedejaran,sí,carajo,sinmiedo,traduciendoeso.Elintérpretegruñe,ruge,lanzaescupitajosyJumgruñe,ruge,lanzaescupitajosyelviejosegolpeaelpecho,supieltieneplieguecillosásperosyelintérpreteIquitosnoviniendonunca,patrónEscabinoviniendo, trayendocuchillo,machete, telitayTeófiloCañasesporgusto,hermano,creenqueIquitosesunhombre,nosacaríannada,Bonino,yel intérpretediciendo,cambiandoconjebe.PeroBoninoPérezseacercaaJum,señalaelcuchilloqueéstetieneenlacintura,aver,cuántoskilosdecaucholecostó:pregúntaleeso.Jumsacasucuchillo,loeleva,elsolinflamalahojablanca,disuelvesusbordesyJumsonríecon arrogancia y detrás de él los urakusas sonríen y muchos sacan cuchillos, loselevan y el sol los enciende y los deshace y el intérprete: veinte bolas el de Jum,diciendo, losotrosdiez,quincebolas,costandoyTeófiloCañasquería regresarseaLima,hermano.Teníafiebre,Bonino,yestasinjusticiasyéstosquenocomprendían,mejor olvidarse y Bonino Pérez suma y resta con sus dedos, Teófilo, nunca leentraron los números, ¿salía a unos cuarenta soles el cuchillo de Jum, no?, y elintérprete ¿diciendo?, ¿traduciendo?, yTeófilo no, yBoninomás bien esto: patróndiablo, ese cuchillo no costabani unabola, se recogía en la basura, Iquitos no erapatrónsinociudad,ríoabajo,Marañónabajo,quellevaranalláeljebe,lovenderíancien veces mejor, se comprarían los cuchillos que quisieran, o lo que fuera y elintérprete¿señor?,noentendía, repitiendodespacitoyBonino tenía razón:hayqueexplicarlestodo,hermano,desdeelprincipio,notemedesmoralices,Teófiloytalvez

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tendrían razón pero JulioReátegui insistía: no había que perder la cabeza. ¿No sehabían ido esos tipos?Nuncavolveríany sólo eran los aguarunas los que andabanalzados,élhabíahechocomercioconlosshaprascomosiemprey,además,todoteníaremedio. Sólo que él creía que iba a terminar su gestión de gobernador tranquilo,señores,yquevieranyArévaloBenzas:esonoeratodo,donJulio.¿NosabíaloquepasóenUrakusaconuncabo,unprácticoyunsirvientedelaguarnicióndeBorja?Lasemanitapasada,nomás,donJulioyélqué,quéhabíapasado.

—Póngansecontentos,yaestamosenlaMangachería—dijoJosé.—Laarenaraspa,mehacecosquillas.Voyaquitarmeloszapatos—dijoelMono.Con la avenida Sánchez Cerro terminaban el asfalto, las fachadas blancas, los

sólidosportonesylaluzeléctrica,ycomenzabanlosmurosdecarrizo,lostechosdepaja,latasocartones,elpolvo,lasmoscas,losmeandros.Enlasventanitascuadradasy sin cortinas de las chozas, resplandecían las velas de sebo y los candilesmangaches, familias enteras tomaban el fresco de la noche enmedia calle.A cadamomento,losLeónalzabanlamanoparasaludaralasamistades.

—¿Por qué están tan orgullosos? ¿De qué la alaban tanto?—dijo Josefino—.Huelemalylasgentesvivencomoanimales.Porlomenosquinceencadacasucha.

—Veinte,contandolosperrosylafotodeSánchezCerro—dijoelMono—.Ésaesotracosabuenade laMangachería,nohaydiferencias.Hombres,perros,cabras,todosiguales,todosmangaches.

—Yestamosorgullososporqueaquínacimos—dijoJosé—.Laalabamosporqueesnuestratierra.Enelfondo,temueresdeenvidia,Josefino.

—TodaPiuraestámuertaaestashoras—dijoelMono—.Yaquí,¿nooyes?,lavidaestácomenzando.

—Aquí todos somos amigos o parientes, y valemos por lo que valemos—dijoJosé—.EnPiurasóloteconsideranporloquetienes,ysinoeresblancoeresadulóndeblancos.

—MecagoenlaMangachería—dijoJosefino—.CuandoladesaparezcancomoalaGallinacera,mevoyaemborrachardegusto.

—Estásconlosmuñecosencimaynosabesconquiéndesfogarte—dijoelMono—.Perosiquieres rajarde laMangachería,mejorhablabajito,o losmangaches tevanasacarelalma.

—Parecemos churres —dijo Josefino—. Como si éste fuera momento paradiscusiones.

—Amistémonos,cantemoselhimno—dijoJosé.Lagentesentadaenlaarenaestabasilenciosa,ytodoelruido—cantos,brindis,

músicadeguitarras,palmas—salíade las chicherías, cabañasmásgrandesque lasotras,mejoriluminadas,yconbanderitasrojasoblancasflameandosobrelafachada,enloaltodeunacaña.Laatmósferahervíadeolorestibiosycontrariosy,amedida

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que las calles se iban borrando, surgían perros, gallinas, chanchos que sombría,gruñonamenteserevolcabanenlatierra,cabrasdeojosenormessujetasaunaestaca,y era más espesa y sonora la fauna aérea suspendida sobre sus cabezas. Losinconquistables avanzaban sin prisa por los tortuosos senderos de la junglamangache, esquivando a los viejos que habían sacado sus esteras al aire libre,contorneando las chozas intempestivas que brotaban en medio del camino comocetáceosdelmar.Elcieloardíadeestrellas,algunasgrandesydeluzsoberbia,otrascomollamitasdefósforos.

—Ya salieron las marimachas—dijo el Mono; señalaba tres puntos altísimos,chispeantes, paralelos—. Y qué guiños hacen. Domitila Yara decía cuando lasmarimachasseventanclaritas,selespuedepedirgracias.Aprovecha,Josefino.

—¡DomitilaYara!—dijoJosé—.Pobrevieja.Amímedabaunpocodemiedo,perodesdequesemuriólarecuerdoconcariño.Sinoshabráperdonadoellíodesuvelorio.

Josefinoibacallado, lasmanosenlosbolsillos,elmentónhundidoenelpecho.Los León murmuraban todo el tiempo, a coro, «buenas noches, don», «buenas,doña»,ydesdeelsuelovoces invisiblesysoñolientas lesdevolvíanelsaludoy losllamabanporsusnombres.SedetuvieronanteunachozayelMonoempujólapuerta:Litumaestabadeespaldas,vestidoconuntrajecolorlúcuma,elsacoseleabultabaenlascaderas,yteníaloscabelloshúmedosybrillantes.Sobresucabezabailoteabaunrecortedediario,colgadodeunalfiler.

—Aquíestáelinconquistablenúmerotres,primo—dijoelMono.Lituma giró como un trompo, cruzó la habitación risueño y rápido, los brazos

abiertos,yJosefinolesalióalencuentro.Seestrecharonconfuerza,yestuvieronunbuenratodándosepalmadas,cuánto tiempohermano,cuánto tiempoLituma,yquégustotenerteaquídenuevo,restregándosecomodossabuesos.

—Vayateladalaquetieneencima,primo—dijoelMono.Lituma retrocedió para que los inconquistables contemplaran a sus anchas su

atavíoflamanteymulticolor:camisablancadecuelloduro,corbatarosadaconmotasgrises,mediasverdesyzapatosenpunta,lustradoscomoespejos.

—¿Lesgusta?Loestoyestrenandoenhomenajeamitierra.Melocompréhacetresdías,enLima.Ytambiénlacorbatayloszapatos.

—Estáshechounpríncipe—dijoJosé—.Buenmosisísimo,primo.—Latelada,lateladanomás—dijoLituma,pellizcandolassolapasdesusaco—.

Laperchacomienzaaapolillarse.Perotodavíapuedohaceralgunaconquista.Ahoraqueestoysolterito,metocamiturno.

—Casinotereconocí—lointerrumpióJosefino—.Tantotiempoquenoteveíadecivil,colega.

—Dimásbientantotiempoquenomeveías—dijoLitumaysurostroseagravó,

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sonriódenuevo.—También nosotros nos habíamos olvidado cómo eras de civil, primo—dijo

José.—Asíestásmejorquedisfrazadodecachaco—dijoelMono—.Ahoravuelvesa

seruninconquistabledeveras.—Quéesperamos—dijoJosé—.Cantemoselhimno.—Ustedessonmishermanos—serióLituma—.¿Quiénlesenseñóatirarsealrío

desdeelViejoPuente?—Y también a chupar y a irnos de putas—dijo José—. Tú nos corrompiste,

primo.Lituma tenía abrazados a los León, los sacudía afectuosamente. Josefino se

frotaba las manos y, aunque su boca sonreía, en sus ojos inmóviles brillaba algofurtivoyalarmado,y laposturade sucuerpo, loshombrosechadosatrás, elpechosalido,laspiernasligeramenteplegadas,eraalavezforzada,inquietayvigilante.

—Tenemos que probar ese endote —dijo el Mono—. Usted lo prometió y loprometidoesdeuda.

Sesentaronendosesteras,bajounalámparadekerosenecolgadadeltechoque,al mecerse, rescataba de las paredes de adobe sumidas en la penumbra, fugacesrajaduras,inscripciones,yunahornacinaruinosaenlaque,alospiesdeunaVirgendeyesoconelNiñoenbrazos,habíauncandelerovacío.Joséencendiólaveladelahornacina y, a su luz, el recorte de periódico mostró la silueta amarillenta de ungeneral,unaespada,muchascondecoraciones.Litumahabíaacercadounamaletaalas esteras. La abrió, sacó una botella, la descorchó con los dientes, y elMono loayudóallenarcuatrocopitashastaeltope.

—Meparecementiraestardenuevoconustedes,Josefino—dijoLituma—.Losextrañé mucho, a los tres. Y también a mi tierra. Por el gusto de estar juntos denuevo.

Chocaronlascopasybebieronalmismotiempo,hastavaciarlas.—¡Rajas, puro fuego!—bramó elMono, los ojos llenos de lágrimas—. ¿Estás

seguroquenoesalcoholdecuarenta,primo?—Pero si está suavecito—dijo Lituma—.El pisco es para limeños,mujeres y

churres,noescomoelcañazo.¿Yateolvidastecuandotomábamoscañazocomosifuerarefresco?—ElMonosiemprefueflojoparaeltrago—dijoJosefino—.Doscopasyyaestá

volteado.—Meemborracharé rápido,pero tengomás resistenciaquecualquiera—dijoel

Mono—.Puedoseguirasíunmontóndedías.—Siemprecaíaselprimero,hermano—dijoJosé—.¿Teacuerdas,Lituma,cómo

loarrastrábamosalríoyloresucitábamosazambullidas?

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—Yavecesacachetadalimpia—dijoelMono—.Poresodeboserlampiño,detantosopapoquemedieronparaquitarmelastrancas.

—Voyahacerunbrindis—dijoLituma—.Antesdéjamellenarlascopas,primo.ElMonocogiólabotelladepisco,comenzóaserviryelrostrodeLitumasefue

entristeciendo,dosarrugassesgaronfinamentesusojillos,sumiradaparecióirse.—Averesebrindis,inconquistable—dijoJosefino.—PorBonifacia—dijoLituma.Yalzólacopa,despacio.

—No sigas haciéndote la niña—dijo la superiora—.Has tenido toda la nocheparalloriquearatugusto.

Bonifaciacogióelruedodelhábitodelasuperioraylobesó:—DimequelamadreAngélicanovaavenir.Dime,madre,túeresbuena.—Lamadre Angélica te riñe con razón—dijo la superiora—. Has ofendido a

Diosyhastraicionadolaconfianzaqueteteníamos.—Paraquenoledérabia,madre—dijoBonifacia—.¿Novesquesiemprequele

darabiaseenferma?Sinomeimportaquemeriña.Bonifaciadaunapalmadayelcuchicheodelaspupilasdisminuyeperonocesa,

otramás fuerte y callan: ahora sólo el roce de las sandalias contra las piedras delpatio.Abreeldormitorioy,unavezquelaúltimapupilahacruzadoelumbral,cierray pega una oreja a la puerta: no es la bulla de todos los días, además del trajíndomésticohayesecuchicheosordo,secretoyalarmado,elmismoquebrotócuandolas vieron llegar, al mediodía, entre la madre Angélica y la madre Patrocinio, elmismoque enfadó a la superioradurante el rezodel rosario.Bonifacia escuchaunmomentotodavíayregresaalacocina.Enciendeunmechero,cogeunplatodelatónlleno de plátanos fritos, descorre el pestillo de la despensa, entra y al fondo, en laoscuridad,haycomounacarreraderatones.

Alzaelmechero,exploralahabitación.Estándetrásdeloscostalesdemaíz:untobillodelgado,ceñidoporunarodepiel,dospiesdescalzosquesefrotanycurvan¿queriendo ocultarsemutuamente?El espacio entre los costales y la pared esmuyestrecho,debenhallarseincrustadasunacontraotra,noselassientellorar.

—Puede serqueeldemoniome tentara,madre—dijoBonifacia—.Peroyonomedicuenta.Yosólosentípena,créeme.

—¿Dequésentistepena?—dijo lasuperiora—.Yqué tienequeveresocon loquehiciste,Bonifacia,notehagaslatonta.

—DelasdospaganitasdeChicais,madre—dijoBonifacia—.Teestoydiciendolaverdad.¿Túnolasvistellorar?¿Novistecómoseabrazaban?YtampococomieronnadacuandolamadreGriseldalasllevóalacocina,¿noviste?

—Noesculpadeellasponerseasí—dijolasuperiora—.Nosabíanqueeraporsubienqueestabanaquí,creíanquelesíbamosahacerdaño.¿Noesasísiemprehasta

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queseacostumbran?Ellasnosabían,perotúsísabíasqueeraporsubien,Bonifacia.—Peroapesardeesomedabapena—dijoBonifacia—.Quéqueríasquehiciera,

madre.Bonifaciasearrodilla,iluminaloscostalesconelmecheroyallíestán:anudadas

como dos anguilas.Una tiene la cabeza hundida en el pecho de la otra y ésta, deespaldascontralapared,nopuedeesconderlacaracuandolaluzinvadesuescondite,sólo cierra los ojos y gime. Ni las tijeras de la madre Griselda, ni el ardientedesinfectanterojizohanpasadotodavíaporallí.Vastas,oscuras,hirviendodepolvo,de pajitas, sin dudade liendres, las cabelleras llueven sobre sus espaldas ymuslosdesnudos, son diminutos basurales. Por entre las hebras sucias y mezcladas, alresplandordelmecheroseprecisanlosmiembrosenclenques,jironesdepielmate,lascostillas.

—Fuecomodecasualidad,madre,sinpensarlo—dijoBonifacia—.No tenía laintención,nisemehabíaocurridosiquiera,deveras.

—No se te ocurrió ni tenías la intención pero las hiciste escapar —dijo lasuperiora—.Ynosóloaesasdos,sinotambiénalasotras.Lohabíasplaneadotodoconellashacetiempo,¿noescierto?

—No,madre,tejuroqueno—dijoBonifacia—.Fueanteanoche,cuandolestrajelacomidaaquí,aladespensa.Meacuerdoymeasusto,mevolvíotrayyocreíaqueeraporlapena,peroalomejoreldiablometentaríacomodices,madre.

—Esonoesunaexcusa—dijolasuperiora—,noteescudestantoeneldiablo.Sitetentófueporquetedejastetentar.Quéquieredeciresoquetevolvisteotra.

Bajolosmatorralesdecabellos,lospequeñoscuerposentreveradossehanpuestoatemblar,secontagiansusestremecimientosyesecastañeteodedientespareceeldelosasustadizosmaquisapascuandolosenjaulan.Bonifaciamirahacialapuertadeladespensa,seinclinay,muydespacio,desentonadamente,persuasivamente,comienzaagruñir.Algocambiaenlaatmósfera,comosiunabocanadadeairepurorefrescarade golpe la oscuridad de la despensa. Bajo los muladares, los cuerpos dejan detemblar, dos cabecitas inician un prudente, apenas perceptible movimiento yBonifaciasiguegraznando,crepitandosuavemente.

—Se habían puesto nerviosas desde que las vieron —dijo Bonifacia—. Sesecreteaban entre ellas y yo me acercaba y se ponían a hablar de otra cosa.Disimulando, madre, pero yo sabía que se decían cosas de las paganitas. ¿No teacuerdascómosepusieronenlacapilla?

—¿De qué se habían puesto nerviosas? —dijo la superiora—. ¿Acaso era laprimeravezqueveíanllegardosniñasalamisión?

—Noséporqué,madre—dijoBonifacia—.Yotecuentoloquepasaba,noséporquéeraasí.Serecordaríandecuandoellasvinieron,seguro,deesosehablarían.

—Quépasóenladespensaconesascriaturas—dijolasuperiora.

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—Prométemeprimeroquenomevasabotar,madre—dijoBonifacia—.Todalanocheherezadoparaquenomebotes.¿Quéharíayosolita,madre?Voyacambiarsimeprometes.Yentoncestecuentotodo.

—¿Mepones condicionespara arrepentirtede tus faltas?—dijo la superiora—.Eraloúnicoquefaltaba.Ynoséporquéquieresquedarteenlamisión.¿Nohicisteescaparalasniñasporquetedabapenaqueestuvieranaquí?Másbiendeberíasestarfelizdemarcharte.

Bonifacia les acerca el plato de latón y ellas no tiemblan, están inmóviles y larespiraciónlevantasuspechosaunritmoidénticoypausado.Bonifaciaponeelplatoalaalturadelachiquillasentada.Gruñesiempre,amediotono,familiarmentey,depronto,lacabecitaseyergue,traslacascadadecabellossurgendoslucesbreves,dospececillosquevandelosojosdeBonifaciaalplatodelatón.Unbrazoemergeyseextiendeconinfinitacautela,unamanomedrosasedelincaalaluzdelmechero,dosdedossuciosasenunplátano,losepultanbajolafloresta.

—Peroyonosoycomoellas,madre—dijoBonifacia—.LamadreAngélicaytúme dicen siempre ya saliste de la oscuridad, ya eres civilizada. Dónde voy a ir,madre, no quiero ser otra vez pagana. La Virgen era buena ¿cierto?, todo loperdonaba¿cierto?Tencompasión,madre,sébuena,paramítúerescomolaVirgen.

—Amínomecomprasconzalamerías,yono soy lamadreAngélica—dijo lasuperiora—.Si tesientescivilizadaycristiana¿porquéhicisteescapara lasniñas?Cómonoteimportóqueellasvuelvanaserpaganas.

—Pero si las van a encontrar, madre —dijo Bonifacia—. Ya verás cómo losguardias las traen de nuevo.De ellas nome eches la culpa, se salieron al patio yquisieronirse,yonimedababiencuentadelascosas,madre,créemequemehabíavueltootra.

—Tehabíasvueltoloca—dijolasuperiora—.Oidiota,paranodartecuentaquesesalíanentusnarices.

—Peorquéeso,madre,unapaganaigualitaquelasdeChicais—dijoBonifacia—.Ahorapiensoymeasusto,tienesquerezarpormí,quieroarrepentirme,madre.

Lachiquillamasticasinapartarlamanodelabocayvaañadiéndosepedacitosdeplátano frito amedidaque traga.Haapartado sus cabellos, que ahora enmarcan surostroendosbandasy,almasticarelpendientedesunarizoscila,apenas.Susojosespían a Bonifacia y, de repente, su otra mano atrapa la cabellera de la chiquillaacurrucada contra su pecho. Su mano libre va hacia el plato de latón, captura unplátanoylacabecitaoculta,obligadaporlamanoqueempuñasuscabellos,gira:éstanotienehoradadalanariz,suspárpadossondospequeñasbolsasirritadas.Lamanodesciende,colocaelplátanojuntoaloslabioscerradosquesefruncentodavíamás,desconfiados,obstinados.

—¿Yporquénoviniste a avisarme?—dijo la superiora—.Teescondiste en la

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capillaporquesabíasquehabíashechomal.—Teníasustoperonodetisinodemí,madre—dijoBonifacia—.Meparecíauna

pesadillacuandoyanolasvimásyporesoentréalacapilla.Decíanoescierto,nosehanido,nohapasadonada,mehesoñado.Dimequenomevasabotar,madre.

—Tehasbotadotúmisma—dijolasuperiora—.Contigohemoshecholoqueconninguna,Bonifacia.Tehubierasquedado toda lavidaen lamisión.Peroahoraquevuelvanlasniñas,nopuedenverteaquí.Yotambiénlosiento,apesardelomalquetehasportado.Yséquea lamadreAngélica levaadarmuchapena.Pero,por lamisiónesnecesarioquetevayas.

—Déjamecomosirvientanomás,madre—dijoBonifacia—.Yanocuidaréalaspupilas. Sólo barreré y llevaré las basuras y la ayudaré a lamadre Griselda en lacocina.Teruego,madre.

Laqueestátendidaseresiste:tensa,losojoscerrados,semuerdeloslabios,perolosdedosdelaotraescarbanimplacables,porfíancontraesabocaempecinada.Lasdostranspiranconelforcejeo,tienenmatitasdepeloadheridasalapielbrillante.Y,derepente,seabren:veloces,losdedosintroducenenlabocaabiertalosrestoscasidisueltos del plátano y la chiquilla comienza a masticar. Con el plátano, haningresadoasubocaunaspuntasdecabellos.Bonifaciaseloindicaaladelpendienteconungestoyellaelevalamanootravez,susdedoscogenloscabellosatrapadosydelicadamentelosretiran.Lachiquillatendidatragaahora,unabolitasubeybajaporsu garganta. Segundos después, abre la boca de nuevo y queda así, con los ojoscerrados,esperando.Bonifaciayladelpendientesemiranalaclaridadaceitosadelmechero.Aunmismotiempo,sesonríen.

—¿Ya no quieres más? —dijo Aquilino—. Tienes que alimentarte un poco,hombre,nopuedesvivirdelaire.

—Meacuerdodeesaputatodoeltiempo—dijoFushía—.Estuculpa,Aquilino,hacedosnochesquemelapasoviéndolayoyéndola.Perocomoerademuchacha,cuandolaconocí.

—¿Cómolaconociste,Fushía?—dijoAquilino—.¿Fuemuchodespuésquenosseparamos?

—Hace un año, doctor Portillo, más o menos —dijo la mujer—. EntoncesvivíamosenBelényconlallenaelaguasenosentrabaalacasa.

—Sí,claro,señora—dijoeldoctorPortillo—.Peroháblemedeljaponés,¿quiere?Justamente,elríosehabíasalido,elbarriodeBelénparecíaunmaryeljaponés

pasabatodoslossábadosfrentealacasa,doctorPortillo.Yellaquiénserá,yquéraroque siendo tan bien vestido venga élmismo a embarcar sumercadería y no tengaquien se ocupe.Ésahabía sido lamejor época, viejo.Comenzaba a ganar plata enIquitos, trabajando para el perro de Reátegui, y un día una muchachita no podíacruzar la calle conel aguayélpagóauncargadorparaque la cruzaray lamadre

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salióaagradecerle:unaalcahuetaterrible,Aquilino.—Ysiempreseparabaaconversarconnosotras,doctorPortillo—dijolamujer

—.Antesdeiralembarcadero,odespués,ytodaslasvecesmuyamable.—¿Yasabíaustedenquénegocioandaba?—dijoeldoctorPortillo.—Parecíamuydecenteymuyeleganteapesardesuraza—dijolamujer—.Nos

traíaregalitos,doctor.Ropa,zapatosyunavezhastauncanario.—Para esa patacala de su hija, señora—dijo Fushía—. Para que la despierte

cantando.Se entendían a las mil maravillas, aunque sin darse por entendidos, viejo; la

alcahuetasabíaloqueélqueríayélsabíaquelaalcahuetaqueríaplata,yAquilino¿ylaLalita?,quédecíaelladetodoeso.

—Yateníasuspeloslarguísimos—dijoFushía—.Yentoncessucaraeralimpia,niungranitosiquiera.Québonitaera,Aquilino.

—Veníaconunasombrilla,vestidoconternosblancosyzapatostambiénblancos—dijolamujer—.Nossacabaapasear,alcine,unavezlallevóaLalitaaesecircobrasileñoquevino,¿seacuerda?

—¿Ledabamuchodineroausted,señora?—dijoeldoctorPortillo.—Muy poco, casi nada, doctor—dijo lamujer—.Ymuy rara vez. Nos hacía

regalitos,nomás.YlaLalitayaestabagrandeparairalcolegio:élledaríaunpuestoensuoficinay

elsueldoseríaunagranayudaparalasdos,¿ciertoquealaLalitalegustabalaidea?Ellahabíapensadoenelporvenirdesuhija,yenlasnecesidades,doctorPortillo,enlosapurosquepasaban:total,quelaLalitasefueatrabajarconeljaponés.

—A vivir con él, señora —dijo el doctor Portillo—. No tenga vergüenza, elabogadoescomounconfesorparasusclientes.

—LejuroqueLalitadormíasiempreen lacasa—dijo lamujer—.Pregúntelealasvecinassinomecree,doctor.

—¿Yenquélahizotrabajarasuhija,señora?—dijoeldoctorPortillo.Enuntrabajoestúpido,viejo,quelohabríahechoricoparasiempresidurabaun

pardeañitosmás.Peroalguiendenunciólacosa,yReáteguiquedósanoysalvodeculpayéltuvoquecargarcontodo,escapar,yahícomenzólopeordesuvida.Untrabajodelomásestúpido,viejo:recibirel jebe,almacenarloconmuchotalcoparaquitarleelolor,embalarlocomotabacoydespacharlo.

—¿EstabasenamoradodelaLalitaenesaépoca?—dijoAquilino.—La agarré virgencita—dijo Fushía—, sin saber nada de nada de la vida. Se

poníaallorary,siyoestabademalas,ledabaunsopapo,y,sidebuenas,lecomprabacaramelos.Eracomotenerunamujeryunahijaalavez,Aquilino.

—¿Ypor qué le echas la culpa a laLalita también de eso?—dijoAquilino—.Estoyseguroqueellanolosdenunció.Másbienseríalamadre.

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Pero ella sólo supo por los periódicos, doctor, se lo estaba jurando por lomássanto.Seríapobre,perohonradacomolaquemás,yeneldepósitoestuvoapenasunavezyellaquéhayahí,señor,yeljaponéstabacoyellacándidaselocreyó.

—Ningún tabaco, señora—dijo el doctor Portillo—. Eso diría en los cajones,peroustedsabequeadentrohabíacaucho.

—La alcahueta nunca se enteró de nada—dijo Fushía—. Fue alguno de esosperrosquemeayudabanaechartalcoyaembalar.Enlosperiódicosdecíanqueellaeraotrademisvíctimas,porquelerobéasuhija.

—LástimaquenoguardarasesosperiódicosytambiénlosdeCampoGrande—dijoAquilino—.Seríagraciosoleerlosahora,yvercómofuistefamoso,Fushía.

—¿Has aprendido a leer? —dijo Fushía—. Cuando trabajábamos juntos nosabías,viejo.

—Meloshubierasleídotú—dijoAquilino—.Pero¿cómoesquealseñorJulioReáteguinolepasónada?¿Porquétuvistequeescapartúyéltantranquilo?

—Injusticias de la vida—dijoFushía—.Él ponía el capital y yo el pellejo.Eljebe figuraba comomío, aunque sólo me tocaron las sobritas. A pesar de esomehabríahechorico,Aquilino,elnegocioeraredondo.

LaLalitanolecontabanada,ellaselacomíaapreguntasylamuchachanosé,nosé, era la pura verdad, doctor Portillo, ¿por qué iba amaliciar? El japonés estabasiempredeviaje,perotantagenteibadeviajey,además,cómoibaasaberellaqueembarcarcauchoeracontrabandoytabacono.

—El tabaco no es material estratégico, señora —dijo el doctor Portillo—. Elcauchosí.Tenemosquevenderlosóloanuestrosaliados,queestánenguerraconlosalemanes.¿NosabequeelPerútambiénestáenguerra?

—Debistevenderleselcauchoalosgringos,entonces,Fushía—dijoAquilino—.Nohubierastenidolíosyellostehabríanpagadoendólares.

—Nuestrosaliadosnoscompranelcauchoaunpreciodeguerra,señora—dijoeldoctorPortillo—.Eljaponéslovendíaaescondidasylepagabancuatrovecesmás.¿Tampocosabíaeso?

—Primera noticia, doctor—dijo la mujer—. Yo soy pobre, no me interesa lapolítica, nunca hubiera dejado que mi hija saliera con un contrabandista. ¿Y seráciertoquetambiéneraunespía,doctor?

—Siendo tan muchachita, le daría pena dejar a su madre —dijo Aquilino—.¿CómolaconvencistealaLalita,Fushía?

LaLalitapodíaquerermuchoasumadre,peroconélcomíayseponíazapatos,enBelén hubiera terminado de lavandera, de puta o de sirvienta, viejo yAquilinocuentos, Fushía: tenía que estar enamorado de ella o no se la hubiera llevado.Eramuchomás fácil escapar solo que arrastrando unamujer, si no la quería no se larobaba.

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—SelvaadentrolaLalitavalíasupesoenoro—dijoFushía—.¿Notehedichoqueerabonitaentonces?Acualquieralotentaba.

—Su peso en oro—dijoAquilino—.Como si hubieras pensado hacer negocioconella.

—Hiceunbuennegocioconella—dijoFushía—.¿Nuncatecontóesaputa?ElperrodeReáteguinomelohabráperdonadonunca,seguro.Fuemivenganzadeél.

—Yunanochenovino,nilasiguiente,ydespuésllegóunacartadeella—dijolamujer—.Diciéndomequeseibaalextranjeroconeljaponés,yquesecasarían.Lehetraídolacarta,doctor.

Yolaguardaré,démela—dijoeldoctorPortillo—.¿Yporquénodiopartealapolicíadequesehabíafugadosuhija,señora?

—Yocreíqueeracosadeamor,doctor—dijolamujer—.Queélseríacasadoyqueporesoseescapóconmihija.Sólounosdíasdespuéssalióenelperiódicoqueeljaponéseraunbandido.

—¿CuántodinerolemandóLalitaensucarta?—dijoeldoctor.—Muchomásdeloquevalíanjuntasesasdosperras—dijoFushía—.Milsoles.—Doscientossoles,fíjesequémezquindad,doctorcito—dijolamujer—.Peroya

melosgasté,pagandodeudas.Élconocíaelalmade lavieja:más roñosaque ladel turcoque lometiópreso,

AquilinoyeldoctorPortilloqueríasabersiloquedeclaróalapolicíaeralomismoquelehabíacontadoaél,señora,¿conpuntosycomas?

—Salvo lo de los doscientos soles, doctor—dijo lamujer—.Me los hubieranquitado,ustedsabecómosonenlacomisaría.

—Déjemeestudiarelasuntoconcalma—dijoeldoctorPortillo—.Yolallamaréapenashayaalgunanovedad.Silacitanaljuzgadooalapolicía,yolaacompañaré.Nohaganingunadeclaraciónsinoestoypresente,señora.Anadie,¿mecomprende?

—Comoustedmande,doctor—dijolamujer—.Pero¿ylosdañosyperjuicios?Todosdicenquetengoderecho.Meengañóymequitóamihija,doctor.

—Cuandolocapturen,pediremosunareparación—dijoeldoctorPortillo—.Yomeencargarédeeso,nosepreocupe.Pero,sinoquierecomplicaciones,yasabe,niunapalabrasinoestásuabogadopresente.

—AsíquevolvisteaverloalseñorJulioReátegui—dijoAquilino—.YocreíquedeIquitostehabíasidodefrentealaisla.

Yenquéqueríaquesefuera:¿nadando?,¿cruzandoapietodalaselva,viejo?NoteníasinounoscuantossolesyélsabíaqueelperrodeReáteguiselavaríalasmanos,porqueélnofigurabaparanada.SuertequesellevóalaLalita,quelagentetengasusdebilidadesyJulioReáteguiestabaallí,habíaoídotodopero¿seríaciertoquelaviejano sabía nada? Tenía una pinta que era de desconfiar, compadre. Y, además, lepreocupabaqueFushíasehubierallevadounamujer,losenamoradoshacentonterías.

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—Allá él si hace tonterías —dijo el doctor Portillo—. A ti no puedecomprometerteaunquequiera.Todoestábienestudiado.

—NomedijounapalabradelatalLalita—dijoJulioReátegui—.¿Túsabíasquevivíaconesamuchacha?

—Niunapalabra—dijoeldoctorPortillo—.Debeserceloso,latendríabajosietellaves. Lo importante es que la bendita vieja está en la luna. No creo que hayapeligro,supongoquelosnoviosestarányaenelBrasil.¿Comemosjuntosestanoche?

—Nopuedo—dijoJulioReátegui—.MellamandeurgenciadeUchamala.Vinounpeón,noséquédiablospasa.Tratarédevolverelsábado.SupongoquedonFabiohabrállegadoyaaSantaMaríadeNieva,hayquemandarledecirqueporelmomentonocompremásjebe.Hastaquesecalmelacosa.

—¿YadóndetefuisteaesconderconlaLalita?—dijoAquilino.—A Uchamala —dijo Fushía—. Un fundo en el Marañón de ese perro de

Reátegui.Vamosapasarcerca,viejo.

Lasresessalendelashaciendasdespuésdelmediodíayentraneneldesiertoconlasprimerassombras.Embozadosenponchos,conampliossombrerospararesistirlaembestidadelvientoydelaarena,lospeonesguíantodalanochehaciaelríoalospesados,lentosanimales.Alalba,divisanPiura:unespejismogrisalotroladodelaribera,unaaglomeracióninmóvil.NolleganalaciudadporelViejoPuente,queesfrágil.Cuandoelcauceestáseco,loatraviesanlevantandounagranpolvareda.Enlosmesesdeavenida,aguardanalaorilladelrío.Lasbestiasexploranlatierraconsusanchoshocicos,tumbanacornadaslosalgarrobostiernos,lanzanlúgubresmugidos.Los hombres charlan calmadamentemientras desayunan un fiambre y traguitos decañazo, o dormitan enrollados en sus ponchos. No deben esperar mucho, a vecesCarlosRojas llega al embarcadero antesque el ganado.Ha surcadoel ríodesde elotro confín de la ciudad, donde está su rancho. El lanchero cuenta los animales,calculasupeso,decideelnúmerodeviajespara trasbordarlos.Enlaotraorilla, loshombres del camal alistan sogas, sierras y cuchillos, y el barril donde hervirá eseespeso caldo de cabeza de buey que sólo los del matadero pueden tomar sindesmayarse. Terminado su trabajo, Carlos Rojas amarra la lancha a uno de lossoportesdelViejoPuenteysedirigeaunacantinadelaGallinaceradondeacudenlosmadrugadores. Esa mañana había ya buen número de aguateros, barrenderos yplaceras, todos gallinazos. Le sirvieron una calabaza de leche de cabra, lepreguntaronporquétraíaesacara.¿Estababiensumujer?¿Ysuchurre?Sí,estabanbien, y el Josefino ya caminaba y decía papá, pero él tenía que contarles algo. Yseguíaconlabocazaabiertaylosojossaltadosdeasombro,comosiacabaradeverelcachudo.Diezañosquetrabajabaenlalanchaynuncahabíaencontradoanadieenlacalleallevantarse,sincontaralagentedelcamal.Elsolnoaparecetodavía,estátodo

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negro, es cuando la arena cae más fuerte, ¿a quién se le va a ocurrir, entonces,pasearseaesashoras?Ylosgallinazostienesrazón,hombre,anadieseleocurriría.Hablaba con ímpetu, sus palabras eran como disparos y se ayudaba con gestosenérgicos;enlaspausas,siempre,labocazaabiertaylosojossaltados.Fueporesoque se asustó, caracho, por lo raro. ¿Qué es esto?Y escuchó otra vez, clarito, loscascosdeuncaballo.Noseestabavolviendoloco,síhabíamiradoatodoslados,quese esperaran, que lo dejaran contar: lo había visto entrando al Viejo Puente, loreconocióahímismito.¿ElcaballodedonMelchorEspinoza?¿Esequeesblanco?Síseñor,poresomismo,porqueerablancobrillabaenlamadrugadayparecíafantasma.Ylosgallinazos,decepcionados,sesoltaría,noesnovedad,¿oadonMelchorlevinolachocheradeviajaraoscuras?Esloqueélpensó,yaestá,seleescapóelanimal,hayquecogerlo.Saltódelalanchayatranconessubiólaladera,menosmalqueelcaballitonoibaapurado,selefueacercandodespacioparanoespantarlo,ahoraseleplantaríadelanteylecogeríalascrines,yconlabocachas,chas,chas,notepongaschúcaro,lomontaríaapeloylodevolveríaasudueño.Ibaalpaso,yacerquita,yloveíaapenaspor lacantidaddearena,entraron juntosaCastilla,yél entonces se lecruzóyzas.Interesadosdenuevo,losgallinazosquépasóCarlos,quéviste.Síseñor,adonAnselmoquelomirabadesdelamontura,palabradehombre.Teníauntrapoenla caray, deprimera intención, a él se lepararon lospelos: perdón,donAnselmo,creíaqueelanimalseescapaba.Ylosgallinazos¿quéhacíaallí?,¿adóndeiba?,¿seestaba escapando de Piura a escondidas, como un ladrón? Que lo dejaran acabar,maldita sea. Se rió a su gusto, lo miraba y se moría de risa, y el caballito quecaracoleaba. ¿Sabían lo que le dijo?Noponga esa cara demiedo,Rojas, nopodíadormirysalíadarunavuelta.¿Oyeron?Talcomoselocontaba.Elvientoerapurofuego,chicoteabaduro,durisisísimoyéltuvoganasderesponderlesilehabíavistocaradetonto,¿creíaqueibaacreerle?Yungallinazoperonoselodirías,Carlos,nosetratadementirosaalagentey,además,quéteimportaba.Peroahínoterminabaelcuento.Unratodespués loviodenuevo,a lo lejos,en la trochaaCatacaos.Yunagallinaza¿enelarenal?,pobre,tendrálacaracomida,ylosojosylasmanos.Conloquehabíasopladoesedía.Quesinolodejabanhablarsecallabayseiba.Sí,seguíaenelcaballoydabavueltasymásvueltas,mirabaelrío,elViejoPuente,laciudad.Ydespués desmontó y jugaba con sumanta. Parecía un churre contento, brincaba ysaltabacomoel Josefino.Y losgallinazos¿nosehabrávuelto locodonAnselmo?,seríalástima,siendotanbuenapersona,¿alomejorestaríaborracho?YCarlosRojasno,noleparecióloconiborracho,lehabíadadolamanoaldespedirse,lepreguntópor la familia y le encargó saludarla. Pero que vieran si no tenía razón de venirasombrado.

EsamañanadonAnselmoaparecióenlaplazadeArmas,sonrienteylocuaz,alahora de costumbre. Se le notabamuy alegre, a todos los transeúntes que cruzaban

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frente a la terraza les proponía brindis. Una incontenible necesidad de bromear loposeía; su boca expulsaba, una tras otra, historias de doble sentido que Jacinto, elmozodeLaEstrelladelNorte,celebrabatorciéndosederisa.YlascarcajadasdedonAnselmoretumbabanenlaplaza.Lanoticiadesuexcursiónnocturnahabíacirculadoyaportodaspartesylospiuranosloacosabanapreguntas:élrespondíaconburlasydichosambiguos.

ElrelatodeCarlosRojasintrigóalaciudadyfuetemadeconversacióndurantedías. Algunos curiosos llegaron hasta don Melchor Espinoza en busca deinformaciones. El viejo agricultor no sabía nada. Y, además, no haría ningunapreguntaasualojado,porquenoeraimpertinentenichismoso.Élhabíaencontradosu caballo desensillado y limpio.No quería sabermás, que se fueran y lo dejarantranquilo.

Cuandolagentedejabadehablardeaquellaexcursión,sobrevinounanoticiamássorprendente.DonAnselmohabíacompradoalaMunicipalidadunterrenosituadoalotro lado del Viejo Puente, más allá de los últimos ranchos de Castilla, en plenoarenal, por allí donde el lanchero lo había visto esamadrugada brincando.No eraextrañoqueelforastero,sihabíadecididoradicarseenPiura,quisieraconstruirseunacasa.Pero¡eneldesierto!

La arena devoraría aquellamansión en poco tiempo, se la tragaría como a losviejosárbolespodridosoalosgallinazosmuertos.Elarenalesinestable,blanduzco.Losmédanoscambiandeparaderocadanoche,elvientoloscrea,aniquilaymovilizaa su capricho, los disminuye y los agranda. Aparecen amenazantes y múltiples,cercanaPiuracomounamuralla,blancaalamanecer,rojaenelcrepúsculo,paradaenlasnoches,y,aldíasiguiente,hanhuidoyselosve,dispersos,lejanos,comounarala erupción en la piel del desierto. En los atardeceres, don Anselmo se hallaríaincomunicado y amerced del polvo. Efusivos, numerosos, los vecinos trataron deimpedir esa locura, abundaron en argumentos para disuadirlo. Que adquiriera unterreno en la ciudad, que no fuera terco. Pero don Anselmo desdeñaba todos losconsejosyreplicabaconfrasesqueparecíanenigmas.

Lalanchaconsoldadosllegaaesodelmediodía,quiereatracardepuntaynodeladocomomandalarazón,elagualallevaylatrae,jefes,aguántense:AdriánNieveslosibaaayudar.Seechaalagua,cogela tangana,arrimalalanchaalaorillaylossoldados, sin decirle gracias ni por qué, le echan lazo, lo dejan atado y corren alpueblo.Tarde,jefes,casitodosloscristianoshantenidotiempodeescaparalmonte,sólo atrapan a media docena y cuando llegan a la guarnición de Borja el capitánQuirogaseenoja,¿cómoselesocurrióllevarauninválido?,yaVilanolárgate,cojo,

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no sirves para el Ejército. La instrucción comienza a la mañana siguiente: loslevantantempranito,losrapan,lesdanpantalonesycamisascaquisyunoszapatonesque aprietan los pies. Después, el capitán Quiroga les habla sobre la Patria y losdivideengrupos.Aélyaotrosoncese los llevauncaboy losentrena:cuadrarse,saludar,marchar,arrojarse,pararse,atencióncarajo,descansocarajo.Yasítodoslosdíasynohaymaneradehuir, lavigilanciaesestricta,de todo lluevenpatadasyelcapitánQuiroganohaydesertorquenocaigayentonceselservicioesdoble.YunamañanavieneelcaboRobertoDelgado,unpasoadelanteelreclutaqueeraprácticoyAdriánNievesasusórdenes,micabo,élera.¿Conocíabienlaregión,ríoarriba?,yélcomoestamano,micabo,ríoarribaytambiénríoabajoyentoncesqueseprepararaqueseibanaBagua.YélllegóelmomentoAdriánNieves,ahoraonunca.Partenalamañanasiguiente,ellos,lalanchita,yunsirvienteaguarunadelaguarnición.Elríoandacrecidoyvandespacio, sorteandobancosde arena,gramalotes, troncos comomuñonesquelessalenalencuentro.ElcaboRobertoDelgadoviajacontento,hablayhabla, llegóun tenientecosteñoquequisoconocer elpongo, ellos espeligroso,miteniente,ha llovidomucho,peroélquiso,y fuey la lanchasevolcóyseahogarontodosyelcaboDelgadosesalvóporqueseinventóunatercianaparanoir,hablayhabla. El sirviente no abría la boca, mi cabo, ¿el capitán Quiroga era selvático?,AdriánNieveseraelqueleconversaba.Quéibaaser,hacedosmeseshabíanidoenmisiónporelSantiagoyalcapitánloszancudoslehincharonlaspiernas.Lasteníarojas,llenasdegranos,lasllevabametidasenelaguayelcaboloasustaba:cuidadoconlasyacumamas,cuidadolodejenmocho,micapitán,esasboasvienenquenoselassiente,sacanlatrompaysetraganunapiernadeunbocado.

Yelcapitánquevinieranyselascomieran.Tantoardorlehabíaquitadoelgustoa lavida, sóloel agua localmaba,carajo,quémalditaera suestrella,mierda.Yelcabolaspiernasleestabansangrando,micapitán,lasangrellamaalaspirañas¿ysile sacaban unas cuantas lonjas? Pero el capitán Quiroga se calentó, concha de tumadre, basta de meterme miedo, y al cabo le daba asco verlas: gordas, llenas decostras,conelrocedecadaramitaseleabríanychorreabaagüitablanca.YAdriánNievespor esonovinieron laspirañas,micabo, se laolíanque si le chupaban laspiernasmoríanenvenenadas.Elsirvientevacallado,depuntero,midiendoel fondoconlatanganaydosdíasmástardelleganaUrakusa:niunaguaruna,todossehanmetidoalbosque.Sehabían llevadohasta losperros,quésabidos.ElcaboRobertoDelgado está en el centro del claro, la boca abierta de par en par, ¡urakusas!,¡urakusas!, su dentadura es de caballo, fuerte, muy blanca, ¿no tienen fama demachos?,elsoldelcrepúsculolatrizaenradiosazules,¡venganmaricones,vuelvan!Pero para el sirviente no machos, mi cabo, cristianos asustando y el cabo que leregistraranlascabañas,lehacíanunpaquetitoconloquehubieradecomible,ponibleovendible,ahoramismitoyvolando.AdriánNievesnoleaconsejaba,micabo, los

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habíandeestarviendoysilesrobabanselesecharíanencimayelloserantresnomás.Peroelcabonoqueríaconsejosdenadie,miéchica,¿lehabíanpreguntadoalgo?,yaverqueselesecharan,secargabaalosurakusassinnecesidaddepistola,asopapolimpioysesientaenelsuelo,cruzalaspiernas,prendeuncigarrillo.Ellosvanhacialascabañas,vuelvenyelcaboRobertoDelgadoduermepacíficamente,elpuchoseconsumeenlatierrarodeadodehormigascuriosas.

Adrián Nieves y el sirviente comen yucas, bagres, fuman y cuando el cabodespiertasearrastrahastaellosybebedelacantimplora.Luegoexaminaelatado:uncuerito de lagarto, basura, collares de mostacilla y de conchas, ¿era todo lo quehabía?, platos de greda, brazaletes, ¿y lo que él le prometió al capitán?, tobilleras,diademas, ¿ni siquieraunpocode resinamatabichos?,un cestode chambirayunacalabazallenademasato,purabasura.Escarbaelatadoconelpieyqueríasabersihabían visto a alguien mientras él dormía. No, mi cabo, a nadie. Éste creía queandabancercayelsirvienteapuntaconeldedoalmonteperoalcaboleimportaunpito: dormirían enUrakusay seguiríanmañana temprano.Refunfuña todavía, ¿quéeraesodeescondersecomosiellosfueranapestados?,seponedepie,orina,sequitalaspolainasyvahaciaunacabaña,elloslosiguen.Nohacecalor,lanocheeshúmedayrumorosa,unabrisa lenta traehastaelclarooloraplantaspodridasyelsirvienteyéndose,micabo,jodidoaquí,diciendo,noquedando,nogustandoyAdriánNievesseencogedehombros:aquiénleibaagustar,peroquenosecansara,elcabonolooía,yaestabadurmiendo.

—¿Cómotefueporallá?—dijoJosefino—.Cuenta,Lituma.—Cómome iba a ir, coleguita—dijo Lituma, los ojillos sorprendidos—.Muy

mal.—¿Tepegaban,primo?—dijoJosé—.¿Teteníanapanyagua?—Nadadeeso,metratabanbien.ElcaboCárdenasmehacíadarmáscomidaque

acualquiera.Fuesubordinadomíoenlaselva,unzambobuenagente,ledecíamoselOscuro.Peroeraunavidatriste,detodasmaneras.

ElMonoteníauncigarrilloenlasmanosy,depronto,lesacólalenguayleguiñóunojo.Sonreía,desinteresadodelosdemás,yensayabamuecasqueabríanhoyuelosensusmejillasyarrugasensufrente.Aratos,seaplaudíaélmismo.

—Me admiraban un poco—dijo Lituma—, decían «tienes huevos de chivato,cholo».

—Teníanrazón,primo,claroquesí,quiénvaadudarlo.—Todo Piura hablaba de ti, colega —dijo Josefino—. Los churres, la gente

grande.Muchotiempodespuésquetefuisteseguíandiscutiendosobreti.

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—¿Quemefui?—dijoLituma—.Nomefuipormigusto.—Nosotrostenemoslosperiódicos—dijoJosé—.Yaverás,primo.EnElTiempo

teinsultaronmucho,tellamabanmaleante,peroenEcosyNoticiasyenLaIndustriasiquieratereconocíancomovaliente.

—Fuiste machazo, colega —dijo Josefino—. Los mangaches se sentíanorgullosos.

—¿Ydequémehaservido?—Litumaseencogiódehombros,escupióypisoteólasaliva—.Además,fuecosadeborrachera.Enseco,nomeatrevía.

—Aquíen laMangachería todossomosurristas—dijoelMono,poniéndosedepiedeunsalto—.FanáticosdelgeneralSánchezCerrohastaelfondodelalma.

Fue ante el recorte de periódico, hizo un saludo militar y volvió a la estera,riéndoseacarcajadas.

—ElMonoyaestázampado—dijoLituma—.VámonosdondelaChungaantesdequesenosduerma.

—Tenemosalgoquecontarte,colega—dijoJosefino.—Elañopasadosevinoaviviraquíunaprista,Lituma—dijoelMono—.Uno

deestosquemataronalgeneral.¡Medaunacólera!—En Lima conocí muchos apristas —dijo Lituma—. También los tenían

encerrados.RajabandeSánchezCerro a sugusto, decíanque fueun tirano. ¿Algoquecontarme,colega?

—¿Ytúpermitíasquerajaranentudelantedeesegranmangache?—dijoJosé.—Piurano,peronomangache—dijoJosefino—.Ésaesotrade las invenciones

deustedes.SeguroqueSánchezCerronuncapisóestebarrio.—¿Qué tenías que contarme? —dijo Lituma—. Habla, hombre, me has dado

curiosidad.—Noerauno, sino todauna familia,primo—dijoelMono—.Sehicieronuna

casa cerca de donde vivía Patrocinio Naya, y pusieron una bandera aprista en lapuerta.¿Tedascuentaquéconcha?

—DeBonifacia,Lituma—dijo Josefino—.En tu cara se ve que quieres saber.¿Porquénonoshaspreguntado, inconquistable?¿Teníasvergüenza?Perosisomoshermanos,Lituma.

—Esosí,lospusimosensusitio—dijoelMono—,leshicimoslavidaimposible.Tuvieronqueirsepitandocomotrenes.

—Nuncaestardeparapreguntar—dijoLituma;seenderezóunpoco,apoyólasmanosenelsueloyquedóinmóvil.Hablabaconmuchacalma—:Nomeescribióniunasolacarta.¿Quéhasidodeella?

—DicenqueelJovenAlejandroeraapristadechico—dijoJosé,rápidamente—.QueunavezquellegóHayadelaTorre,desfilóconuncartelquedecía«maestro,lajuventudteaclama».

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—Calumnias,el jovenesungran tipo,unade lasgloriasde laMangachería—dijoelMono,convozfloja.

—Cállense, ¿no ven que estamos hablando?—Lituma dio una palmada en elsueloyseelevóunanubecilladepolvo.ElMonodejódesonreír,JoséhabíabajadolacabezayJosefino,muytiesoyconlosbrazoscruzados,pestañeabasintregua.

—Quépasó,colega—dijoLituma,consuavidadcasiafectuosa—.Yonohabíapreguntadonadaytúmejalastelalengua.Sigueahora,notequedesmudo.

—Algunascosasardenmásqueelcañazo,Lituma—dijoJosefino,amediavoz.Litumalocontuvoconungesto:—Voy a abrir otra botella, entonces —ni su voz ni sus ademanes revelaban

turbaciónalguna,perosupielhabíacomenzadoatranspiraryrespirabahondo—.Elalcoholayudaarecibirlasmalasnoticias,¿noescierto?

Abriólabotelladeunmordiscoyllenólascopas.Apurólasuyadeuntrago,susojosseenrojecieronymojaron,yelMono,quebebíaa sorbitos, losojoscerrados,todo el rostro contraído en una mueca, de pronto se atoró. Comenzó a toser y agolpearseelpechoconlamanoabierta.

—Este Mono siempre tan maleta —murmuró Lituma—. A ver, colega, estoyesperando.

—El pisco es el único trago que vuelve al mundo por los ojos—canturreó elMono—.Losotrosconelpipí.

—Sehahechoputa,hermano—dijoJosefino—.EstáenlaCasaVerde.ElMono tuvo otro acceso de tos, su copa rodó al IV suelo y en la tierra una

manchitahúmedaseencogió,desapareció.—Sus dientes les sonaban, madre —dijo Bonifacia—, les hablé pagano para

quitarleselmiedo.Túhubierasvistoquéparecían.—¿Por qué nunca nos dijiste que hablabas aguaruna, Bonifacia? —dijo la

superiora.—¿Novescómodetodolasmadresdicenyatesalióelsalvaje?—dijoBonifacia

—. ¿No ves cómo dicen ya estás comiendo con las manos, pagana? Me dabavergüenza,madre.

Lastraedelamanodesdeladespensay,enelumbraldesuangostahabitación,lesindicaqueesperen.Ellassejuntan,sehacenunovillocontralapared.Bonifaciaentra,enciendeelmechero,abreelbaúl,loregistra,sacaelviejomanojodellavesysale.Vuelveacogeralaschiquillasdelamano.

—¿Ciertoquealpaganolosubierona lacapirona?—dijoBonifacia—.¿Quelecortaronelpeloysequedóconlacabezablanca?

—Parecesloca—dijolamadreAngélica—,derepentesalesconcadacosa.Peroellasabía,mamita:lotrajeronlossoldadosenunbote,loamarraronalárbol

de labandera, laspupilassesubíanal techode la residenciaparamirary lamadre

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Angélica les daba azotes. ¿Seguían con esa historia las bandidas? ¿Cuándo se lacontaronaBonifacia?

—Melacontóunpajaritoamarilloqueseentróvolando—dijoBonifacia—.¿Deveraslecortaronsupelo?¿CómoalaspaganitaslamadreGriselda?

—Se lo cortaron los soldados, tonta—dijo lamadreAngélica—.No se puedecomparar.LamadreGriseldaseloscortaalasniñasparaqueyanolespique.Aélfueencastigo.

—¿Yquéhabíahechoelpagano,mamita?—dijoBonifacia.—Maldades,cosasfeas—dijolamadreAngélica—.Habíapecado.Bonifaciaylaschiquillassalenenpuntasdepie.Elpatioestápartidoendos:la

lunaalumbra la fachada triangularde lacapillay lachimeneade lacocina;elotrosectordelamisiónesunaaglomeracióndesombrashúmedas.Elmurodeladrillosserecorta, impreciso, bajo la arcadaopacade lianas y de ramas.La residencia de lasmadreshadesaparecidoenlanoche.

—Tienes unamaneramuy injusta de ver las cosas—dijo la superiora—.A lasmadres les importa tu alma, no el color de tu piel ni el idioma que hablas. Eresingrata,Bonifacia.LamadreAngélicanohahechootracosaquemimartedesdequellegastealamisión.

—Yasé,madre,poresotepidoquerecespormí—dijoBonifacia—.Esqueesanochemevolvísalvaje,vasaverquéhorrible.

—Deja de llorar de una vez—dijo la superiora—. Ya sé que te volviste unasalvaje.Yoquierosaberquéhiciste.

Lassuelta,lesindicasilencioconungestoyechaacorrer,siempredepuntillas.Alprincipiolessacaciertaventaja,peroamediopatiolasdoschiquillascorrenasulado.Lleganjuntasantelapuertaclausurada.Bonifaciaseinclina,pruebalasgruesas,enmohecidas llaves delmanojo, una tras otra. La cerradura chirría, lamadera estámojadaysuenaahuecocuandoellaslagolpeanconlamanoabierta,perolapuertanoseabre.Larespiracióndelastresesanhelante.

—¿Yoeramuychiquitaentonces?—dijoBonifacia—.¿Dequétamaño,mamita?Muéstramecontumano.

—Así,deestetamaño—dijolamadreAngélica—.Peroyaerasundemonio.—¿Yhacíacuántoqueestabaenlamisión?—dijoBonifacia.—Pocotiempo—dijolamadreAngélica—.Sólounosmeses.Yaestá,yaselehabíametidoeldemonioenelcuerpo,mamita.¿Quédecíaesta

loca?AverconquésalíaahorayaBonifacialahabíantraídoaSantaMaríadeNievaconelpaganoese.Laspupilasselocontaron,ahoralamadreAngélicateníaqueiraconfesarselamentira.Sinoseiríaalinfierno,mamita.

—¿Yentoncesparaquémepreguntas,mañosa?—dijolamadreAngélica—.Esfaltaderespetoyademáspecado.

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—Erajugando,mamita—dijoBonifacia—.Yoséquetevasairalcielo.La tercera llave gira, la puerta cede. Pero afuera debe haber una tenaz

concentración de tallos,matorrales y plantas trepadoras, nidos, telarañas, hongos ymadejasdelianasqueresistenyatajanlapuerta.Bonifaciaapoyatodosucuerpoenla madera y empuja —hay levísimos, múltiples desgarramientos y un rumorquebradizo— hasta que se forma una abertura suficiente. Sujeta la puertaentreabierta,sienteensucaraelrocedesuavesfilamentos,escuchaelmurmullodelfollajeinvisibley,depronto,asuespalda,otromurmullo.

—Mevolvícomoellas,madre—dijoBonifacia—.Ladelaroenlanarizcomióya la fuerza lahizo comer a la otrapaganita.Lemetía el plátano a la boca con susdedos,madre.

—¿Yquétienequeveresoconeldemonio?—dijolasuperiora.—Unaleagarrabasumanoalaotraylechupabasusdedos—dijoBonifacia—,y

despuéslaotralomismo.¿Veselhambrequetenían,madre?¿Cómonoibanatener?LaspobrecillasnohabíanprobadobocadodesdeChicais,

Bonifacia,perolasuperiorayasabíaqueaellaledieronpena.YBonifaciaapenaslesentendía, madre, porque hablaban raro. Aquí iban a comer todos los días, y ellasqueremosirnos,aquíibanaserfelicesyellasqueremosirnosycomenzóacontarlesesashistoriasdelNiñoJesúsquelesgustabantantoalaspaganitas,madre.

—Es lomejor que haces tú—dijo la superiora—.Contar historias. ¿Quémás,Bonifacia?

Yellatienelosojoscomodoscocuyos,váyanse,verdesyasustados,vuelvanaldormitorio,daunpasohacialaspupilas,¿conquépermisosalieron?,yempujadaporelbosquelapuertasecierrasinruido.Laspupilaslaobservancalladas,dosdocenasdeluciérnagasyunasolasiluetaanchísimaydeforme,laoscuridaddisimularostros,guardapolvos.Bonifaciamirahacialaresidencia:nosehaencendidoningunaluz.Denuevolesordenaqueregresenaldormitorioperoellasnosemuevennileresponden.

—¿Elpaganoeseeramipadre,mamita?—dijoBonifacia.—No era tu padre—dijo lamadreAngélica—.Nacerías enUrakusa pero eras

hijadeotro,nodeesemalvado.¿Noleestabamintiendo,mamita?PerolamadreAngélicanuncamentía,loca,por

quéleibaamentiraella.¿Paraquenoledierapenaderepente,mamita?¿Paraquenoseavergonzara?¿Ynocreíaquesupadretambiénhabíasidomalvado?

—¿Porquéibaaser?—dijolamadreAngélica—.Podíaserdebuencorazón,haymuchos paganos así. Pero qué te preocupa eso. ¿Acaso no tienes ahora un padremuchomásgrandeymásbueno?

Tampoco esta vez le obedecen, váyanse, vuelvan al dormitorio, y las doschiquillasestánasuspies,temblando,prendidasdesuhábito.Súbitamente,Bonifaciadamediavuelta,correhacialapuerta,empuja,laabre,señalalaoscuridaddelmonte.

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Las dos chiquillas están junto a ella pero no se deciden a cruzar el umbral, suscabezas oscilan entre Bonifacia y la sombría abertura y ahora las luciérnagas seadelantan,sussiluetassedelineanfrenteaBonifacia,hancomenzadoamurmurarle,algunasatocarla.

—Selosbuscabanlaunaalaotra,madre—dijoBonifacia—,yselossacabanylosmatabanconlosdientes.Nopormaldad,sinojugando,madreyantesdemorderse lomostraban diciendomira lo que te he sacado. Jugando y también por cariño,madre.

—Siyateníanconfianzaenti,podíashaberlasaconsejado—dijolasuperiora—.Decirlesquenohicieranesassuciedades.

Peroellasólopensabaeneldíasiguiente,madre:quenollegaramañana,quelamadre Griselda no les corte sus pelos, no ha de cortárselos, no ha de echarlesdesinfectanteylasuperiora¿quétonteríaseranésas?

—Túnovescómoseponen,yotengoquesujetarlasyveo—dijoBonifacia—.Ytambiéncuandolasbañanyeljabónlesentraalosojos.

¿Le daba pena que lamadreGriselda las fuera a librar de esos bichos que lesdevoraban la cabeza? ¿Esos bichos que se tragan y las enferman y les hinchan lasbarriguitas?YesqueellatodavíasesoñabaconlastijerasdelamadreGriselda.Deloqueledoliótanto,madre,poresosería.

—Noparecesinteligente,Bonifacia—dijolasuperiora—.Másbiendebistesentirpenaalveraesascriaturasconvertidasendosanimalitos,haciendoloquehacenlosmonos.

—Tevasaenojarmástodavía,madre—dijoBonifacia—.Vasaodiarme.¿Quéquerían?,¿porquénolehacíancaso?,y,unossegundosdespués,elevando

lavoz,¿tambiénirse?,¿volversepaganasdenuevo?,y laspupilashansumergidoalasdoschiquillas,anteBonifaciahaysólounamasacompactadeguardapolvosyojoscodiciosos.Qué le importaba, entonces,Dios sabría, ellas sabrían,quevolvieranaldormitoriooseescaparanosemurieranymirahacialaresidencia:siempreaoscuras.

—Le cortaron el pelo para sacarle al diablo que tenía adentro—dijo lamadreAngélica—.Yyabasta,nopiensesmásenelpagano.

Esqueellasiempreseacordaba,mamita,decómoseríacuandoselocortarony¿el diablo era como los piojitos? ¿Qué cosas decía esta loca?A él para sacarle eldiablo,alaspaganitasparasacarleslospiojos.Queríadecirquelosdossemetíanalpelo,mamita,ylamadreAngélicaquétontaera,Bonifacia,quéniñamástonta.

Salenunatrasotra,enorden,comolosdomingoscuandovanalrío,alpasarjuntoaBonifacia algunas estiran lamano y estrujan afectuosamente su hábito, su brazodesnudo,yellarápido,Dioslasayudaría,rezaríaporellas,Éllascuidaríayresistelapuertaconlaespalda.Acadapupilaquesedetieneenelumbralyvuelvelacabezahacialaocultaresidencia, laempuja, laobligaahundirseenelboquerónvegetal,a

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hollarlatierrafangosayperderseenlastinieblas.—Y,de repente, se soltóde laotray sevinodondemí—dijoBonifacia—.La

máschiquita,madre,ycreíqueibaaabrazarmeperotambiéncomenzóabuscarmeconsusdeditos,yeraparaeso,madre.

—¿Porquénollevasteaesasniñasaldormitorio?—dijolasuperiora.—Deagradecida,porloquelesdidecomer¿notedascuenta?—dijoBonifacia

—.Sucaraseponíatristeporquenoencontrabayyoojalátuviera,ojaláencontraraunitolapobre.

—Ydespuésprotestascuandolasmadrestedicensalvaje—dijolasuperiora—.¿Acasoestáshablandocomounacristiana?

Yellatambiénlebuscabaensuspelosynoledabaasco,madre,yacadaunoqueencontraba lomataba con sus dientes. ¿Asquerosa?, sí, sería y la superiora hablascomosiestuvierasorgullosadeesaporqueríayBonifaciaestaba,esoeraloterrible,madre,ylapaganitasehacíalaqueleencontrabaylemostrabasumanoyrápidoselametíaalabocacomosifueraamatarlo.Ytambiénlaotracomenzó,madre,yellatambiénalaotra.

—Nomehablesenesetono—dijolasuperiora—.Yademásbasta,noquieroquemecuentesmás,Bonifacia.

Yellaqueentraranlasmadresylavieran,lamadreAngélicaytambiéntú,madre,y hasta las hubiera insultado, qué furiosa estaba, qué odio tenía, madre y las doschiquillasyanoestán:debenhabersalidoentre lasprimeras,gateandovelozmente.Bonifaciacruzaelpatio,alpasarjuntoalacapillasedetiene.Entra,sesientaenunabanca.Laluzdelalunallegaoblicuamentehastaelaltar,muerejuntoalarejaqueseparaalaspupilasdelosfielesdeSantaMaríadeNievaenlamisadeldomingo.

—Y, además, eras una fierecilla —dijo la madre Angélica—. Había quecorretearteportodalamisión.Amímedisteunmordiscoenlamano,bandida.

—Nosabíaloquehacía—dijoBonifacia—,¿novesqueerapaganita?Sitebesoahídondetemordí¿meperdonarás,mamita?

—Todomelodicesconuntonitodeburlayunamiradapícaraquemedanganasdeazotarte—dijolamadreAngélica—.¿Quieresquetecuenteotrahistoria?

—No,madre—dijoBonifacia—.Aquíestoyrezandohacerato.—¿Por qué no estás en el dormitorio? —dijo la madre Ángela—. ¿Con qué

permisohasvenidoalacapillaaestashoras?—Laspupilassehanescapado—dijo lamadreLeonor—,lamadreAngélica te

estábuscando.Anda,corre,lasuperioraquierehablarcontigo,Bonifacia.—Debía ser bonita de muchacha —dijo Aquilino—. Sus pelos tan largos me

llamaronlaatencióncuandolaconocí.Lástimaquelesalierantantosgranos.—Y el perro ese de Reátegui anda vete, puede venir la policía, vas a

comprometerme—dijoFushía—.Perolaputaesaselemetíaporlasnaricestodoel

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tiempoyfuecayendo.—Perositúselomandabas,hombre—dijoAquilino—.Noeracosadeputerío

sinodeobediencia.¿Porquélainsultas?—Porqueereslinda—dijoReátegui—,tecompraréunvestidoenlamejortienda

deIquitos.¿Tegustaría?Peroaléjatedeeseárbol;ven,acércate,nometengasmiedo.Ellatieneloscabellosclarosysueltos,estádescalza,susiluetaserecortaanteel

inmensotronco,bajounaespesacopaquevomitahojascomollamaradas.Elasientodelárbolesunmuñóndealetasdecortezarugosa,impenetrable,colorceniza,yensuinteriorhaymaderacompactaparaloscristianos,duendesmalignosparalospaganos.

—¿Tambiénletienemiedoalalupuna,patrón?—dijoLalita—.Nomelocreíadeusted.

Lomira conojosburlonesy se ríe echando la cabeza atrás: los largos cabellosbarren sus hombros tostados y sus pies brillan entre los helechos húmedos, másmorenosquesushombros,detobillosgruesos.

—Ytambiénzapatosymedias,chiquita—dijoJulioReátegui—.Yunacartera.Todoloquetúmepidas.

—¿Y tú qué hacíasmientras tanto?—dijoAquilino—.Después de todo era tucompañera.¿Noteníascelos?

Yosólopensabaenlapolicía—dijoFushía—.Loteníaloco,viejo,letemblabalavozcuandolehablaba.

—ElseñorJulioReáteguibabeandoporunacristiana—dijoAquilino—.¡PorlaLalita!Todavíanomelocreo,Fushía.Ellanuncamecontóeso,y,sinembargo,yoerasuconfesorysupañodelágrimas.

—Viejassabíasesasboras—dijoJulioReátegui—,nohaymaneradesabercómopreparanlostintes.Fíjatequéfuerteelrojo,elnegro.Yyatienencomoveinteaños,quizámás.Anda,chiquita,póntela,déjamequeteveacómotequeda.

—¿YparaquéqueríaquelaLalitasepusieralamanta?—dijoAquilino—.Vayaidea,Fushía.Peroloquenoentiendoesquetequedarastantranquilo.Cualquierotrosacabacuchillo.

—Elperroestabaensuhamacayellaen laventana—dijoFushía—.Yo leoíatodossuscuentosymemoríaderisa.

—¿Yporquéahoranohaceslomismo?—dijoAquilino—.¿PorquétantoodioconlaLalita?

—Noeslomismo—dijoFushía—.Estavezfuesinmipermiso,deaocultas,alamala.

—Niselosueñe,patrón—dijoLalita—.Niaunquemerezaraymellorara.Pero se la pone y el ventilador de madera, que funciona con el balance de la

hamaca, emite un sonido entrecortado, una especie de tartamudeo nervioso y,envueltaenlamantanegrayroja,Lalitapermaneceinmóvil.Latelametálicadela

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ventanaestáconsteladadenubecillasverdes,malvas,amarillasy,alolejos,entrelacasayelbosque,lasmatitasdecafésedivisantiernas,seguramenteolorosas.

—Pareces un gusanito en su capullo —dijo Julio Reátegui—. Una de esasmaripositasdelaventana.Quétecuesta,Lalita,damegusto,sácatela.

—Cosadeloco—dijoAquilino—.Primeroqueselapongaydespuésqueselaquite.Quéocurrenciaslasdeesericacho.

—¿Nuncahasestadoarrecho,Aquilino?—dijoFushía.—Tedaréloquequieras—dijoJulioReátegui—.Pídeme,Lalita,loquesea,ven,

acércate.Lamanta,ahoraenelsuelo,esunaredondavictoriaregiaydeellabrota,comola

orquídea de una planta acuática, el cuerpo de la muchacha, menudo, de senosgallardos con corolas pardas y botones como flechas. A través de la camisa setransparentanunvientreliso,unosmuslosfirmes.

—Entréhaciéndomeelquenoveía—dijoFushía—,riéndomeparaqueelperronosesintieraavergonzado.Separóde lahamacadeunsaltoy laLalitasepuso lamanta.

—Milsolesporunamuchachanoesdecristianoscuerdos—dijoAquilino—.Eselpreciodeunmotor,Fushía.

—Valediezmil—dijoFushía—.Sóloqueestoyapurado,ustedsabedesobraporqué,donjulio,ynopuedocargarconmujeres.Quisierapartirhoymismo.

Peroasínomásaélnoleibanasacarmilsoles,encimaquelohabíaescondido.Y,además,Fushíaestabaviendoqueelnegociodeljebesehabíaidoaldiablo,yconlascrecidaseraimposiblesacarmaderaesteañoyFushíaesasloretanas,donJulio,yasabía:unosvolcanesque lo incendian todo.Leapenabadejarla,porquenosóloerabonita:cocinabayteníabuencorazón.¿Sedecidía,donJulio?

—¿De veras te apenaba que la Lalita se quedara en Uchamba con el señorReátegui?—dijoAquilino—.¿Oerapordecir?

—Quémeibaaapenar—dijoFushía—,aesaputanuncalaquise.—Notesalgasdelacocha—dijoJulioReátegui—,voyabañarmecontigo.No

estarássinnada,¿ysivinieranloscaneros?Pontealgo,Lalita,no,espera,notodavía.Lalita estáde cuclillas en el remansoy el agua lava cubriendo, a su alrededor

brotanondas,circunferenciasconcéntricas.HayunalluviadelianasarasdelaguayJulioReáteguilosestabasintiendo,Lalita,tápate:eranmuydelgados,teníanespinas,semetíanpor losagujeritos,chiquita,yadentroarañaban, infectabantodoytendríaquetomarcocimientoshorasyaguantarladiarreaunasemana.

—Noconcaneros,patrón—dijoLalita—,¿novequesonpeceschiquitos?Ylasplantasquehayenelfondo,esoes loquesesiente.Quétibiaestá,quérica¿noescierto?

—Metersealríoconunamujer,losdoscalatos—dijoAquilino—.Nuncaseme

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ocurriódejovenyahoramepesa.Debeseralgobuenazo,Fushía.—EntraréalEcuadorporelSantiago—dijoFushía—.Unviajedifícil,donjulio,

yanovolveremosavernos.¿Yalopensó?Porquepartoestanochemisma.Sólotienequinceañosyyofuielprimeroquelatocó.

—Avecespiensoporquénomecasé—dijoAquilino—.Peroconlavidaquehellevado,nohabíacómo.Siempreviajando,enelríonoibaaencontrarmujer.Túsíquenotepuedesquejar,Fushía.Notehanfaltado.

—Estamosdeacuerdo—dijoFushía—.Sulanchitaylasconservas.Esunbuennegocioparalosdos,donJulio.

—El Santiago está lejísimos y no llegarás nunca sin que te vean—dijo JulioReátegui—.Y,además,desurcadayenestaépocatardarásunmes,yeso.¿PorquénoalBrasil,másbien?

—Ahíesdondemeestánesperando—dijoFushía—.Aesteladodelafronteraytambiénalotro,porunasuntodeCampoGrande.Nosoytantonto,donJulio.

—NollegarásnuncaalEcuador—dijoJulioReátegui.—Nollegaste,enrealidad—dijoAquilino—.TequedasteenelPerú,nomás.—Siemprehasidoasí,Aquilino—dijoFushía—.Todosmisplanesmehansalido

alrevés.—¿Y si ella no quiere? —dijo Julio Reátegui—. Tienes que convencerla tú

mismo,antesquetedélalancha.—Ella sabe quemi vida será corretear de un lado a otro—dijo Fushía—, que

puedenpasarmemilcosas.Aningunamujerlegustaandartrasunhombrefregado.Estaráfelizdequedarse,donJulio.

—Y,sinembargo,yaves—dijoAquilino—.Tesiguióyteayudóentodo.Hizovida de sajino, como tú, y sin quejarse.Mal quemal, la Lalita ha sido una buenamujer,Fushía.

Fueasícomonació laCasaVerde.Suedificacióndemorómuchassemanas; lostablones, las vigas y los adobes debían ser arrastrados desde el otro límite de laciudad y las mulas alquiladas por don Anselmo avanzaban lastimosamente por elarenal.El trabajose iniciabaen lasmañanas,alcesar la lluviaseca,y terminabaalarreciar el viento. En la tarde, en la noche, el desierto englutía los cimientos yenterrabalasparedes,lasiguanasroíanlasmaderas,losgallinazosarmabansusnidosenlaincipienteconstruccióny,cadamañana,habíaquerehacerloempezado,corregirlos planos, reponer los materiales, en un combate sordo que fue subyugando a laciudad.«¿Enquémomento se dará por vencido el forastero?», se preguntaban losvecinos.Perotranscurríanlosdíasy,sindejarseabatirporlospercancesnicontagiarporelpesimismodeconocidosydeamigos,donAnselmoseguíadesplegandounaasombrosa actividad. Dirigía los trabajos semidesnudo, la maleza de vellos de su

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pecho húmeda de sudor, la boca llena de euforia.Distribuía cañazo y chicha a lospeones y él mismo acarreaba adobes, clavaba vigas, iba y venía por la ciudadazuzandoalasmulas.YundíalospiuranosadmitieronquedonAnselmovencería,aldivisaralotroladodelrío,frentealaciudad,comounemisariodeellaenelumbraldeldesierto,unsólido,invictoesqueletodemadera.Apartirdeentonces,el trabajofue rápido. Las gentes de Castilla y de las rancherías del camal, venían todas lasmañanas a presenciar las labores, daban consejos y, a veces, espontáneamente,echabanunamanoalospeones.DonAnselmoofrecíadebeberatodoelmundo.Losúltimos días, una atmósfera de feria popular reinaba en torno a la obra: chicheras,fruteras,vendedorasdequesos,dulcesyrefrescos,acudíanaofrecersumercancíaatrabajadoresycuriosos.Loshacendadoshacíanunaltoalpasarporallíy,desdesuscabalgaduras, dirigían a don Anselmo palabras de estímulo. Un día, ChápiroSeminario,elpoderosoagricultor,regalóunbueyyunadocenadecántarosdechicha.Lospeonesprepararonunapachamanca.

Cuando la casa estuvo edificada, donAnselmo dispuso que fuera íntegramentepintada de verde. Hasta los niños reían a carcajadas al ver cómo esos muros secubrían de una piel esmeralda donde se estrellaba el sol y retrocedían reflejosescamosos. Viejos y jóvenes, ricos y pobres, hombres y mujeres, bromeabanalegremente por el capricho de don Anselmo de pintarrajear su vivienda de talmanera.Labautizaronde inmediato:«LaCasaVerde».Peronosólo losdivertíaelcolor, también su extravagante anatomía. Constaba de dos plantas, pero la inferiorapenasmerecía ese nombre: un espacioso salón cortado por cuatro vigas, tambiénverdes,quesosteníaneltecho;unpatiodescubierto,tapizadodepiedrecillaspulidasporelríoyunmurocircular,altocomounhombre.Lasegundaplantacomprendíaseis cuartosminúsculos, alineados anteuncorredor conbalaustradademaderaquesobrevolabaelsalóndelprimerpiso.Ademásdelaentradaprincipal,laCasaVerdeteníadospuertastraseras,unacaballerizayunagrandespensa.

En el almacén del español Eusebio Romero, don Anselmo compró esteras,lámparasdeaceite,cortinasdecoloresllamativos,muchassillas.Y,unamañana,doscarpinterosde laGallinaceraanunciaron:«DonAnselmonosencargóunescritorio,un mostrador igualito al de La Estrella del Norte y ¡media docena de camas!».Entonces, donEusebioRomero confesó:«Y amí seis lavadores, seis espejos, seisbacinicas». Una especie de efervescencia ganó todos los barrios, una rumorosa yagitadacuriosidad.

Brotaron las sospechas. De casa en casa, de salón en salón cuchicheaban lasbeatas, lasseñorasmirabanasusmaridoscondesconfianza, losvecinoscambiabansonrisasmaliciosasy,undomingo,enlamisadedoce,elpadreGarcíaafirmódesdeelpúlpito:«Sepreparaunaagresióncontralamoralenestaciudad».Lospiuranos

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asaltaban a don Anselmo en la calle, le exigían hablar. Pero era inútil: «Es unsecreto»,lesdecía,regocijadocomouncolegial;«unpocodepacienciayasabrán».Indiferentealrevuelodelosbarrios,seguíaviniendoenlasmañanasaLaEstrelladelNorte,ybebía,bromeabaydistribuíabrindisypiroposalasmujeresquecruzabanlaplaza. En las tardes se encerraba en la Casa Verde, a donde se había trasladadodespués de regalar a don Melchor Espinoza un cajón de botellas de pisco y unamonturadecuerorepujado.

Pocodespués,donAnselmopartió.Enuncaballonegro,queacababadecomprar,abandonólaciudadcomohabíallegado,unamañanaalalba,sinquenadieloviera,conrumbodesconocido.

SehahabladotantoenPiurasobrelaprimitivaCasaVerde,esaviviendamatriz,queyanadiesabeconexactitudcómoerarealmente,nilosauténticospormenoresdesuhistoria.Lossupervivientesdelaépoca,muypocos,seembrollanycontradicen,hanacabadoporconfundir loquevieronyoyeronconsuspropiosembustes.Ylosintérpretes están ya tan decrépitos, y es tan obstinado su mutismo, que de nadaserviríainterrogarlos.Entodocaso,laoriginariaCasaVerdeyanoexiste.Hastahacealgunos años, en el paraje donde fue levantada—la extensión de desierto limitadoporCastilla yCatacaos—se encontrabanpedazos demadera y objetos domésticoscarbonizados, pero el desierto, y la carretera que construyeron, y las chacras quesurgieron por el contorno, acabaron por borrar todos esos restos y ahora no haypiurano capaz de precisar en qué sector del arenal amarillento se irguió, con susluces,sumúsica,susrisas,yeseresplandordiurnodesusparedesque,aladistanciay en las noches, la convertía en un cuadrado, fosforescente reptil. En las historiasmangachessedicequeexistióenlasproximidadesdelaotraorilladelviejopuente,queeramuygrande,lamayordelasconstruccionesdeentonces,yquehabíatantaslámparasdecolores suspendidasen susventanas,quesu luzhería lavista, teñía laarenadelrededoryhastaalumbrabaelpuente.Perosuvirtudprincipaleralamúsicaque,puntualmente,rompíaensuinterioralcomenzarlatarde,durabatodalanocheyse oía hasta en la misma catedral. Don Anselmo, dicen, recorría incansable laschicheríasdelosbarrios,yaunlasdepueblosvecinos,enbuscadeartistas,ydetodaspartestraíaguitarristas,tocadoresdecajón,rascadoresdequijada,flautistas,maestrosdelbomboylacorneta.Peronuncaarpistas,pueséltocabaeseinstrumentoysuarpapresidía,inconfundible,lamúsicadelaCasaVerde.

—Eracomosielairesehubieraenvenenado—decíanlasviejasdelMalecón—.Lamúsica entraba por todas partes, aunque cerráramos puertas y ventanas, y laoíamosmientrascomíamos,mientrasrezábamosymientrasdormíamos.

—Yhabíaqueverlascarasdeloshombresaloírla—decíanlasbeatasahogadasenvelos—.Yhabíaquevercómolosarrancabadelhogar,ylossacabaalacalleylosempujabahaciaelViejoPuente.

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—Ydenadaservíarezar—decíanlasmadres,lasesposas,lasnovias—,denadanuestrosllantos,nuestrassúplicas,nilossermonesdelospadres,nilasnovenas,nisiquieralostrisagios.

—Tenemosel infiernoa laspuertas—tronaba el padreGarcía—,cualquiera loveríaperoustedesestánciegos.PiuraesSodomayesGomorra.

—QuizáseaverdadquelaCasaVerdetrajolamalasuerte—decían losviejos,relamiéndose—.Perocómosedisfrutabaenlamaldita.

A las pocas semanas de regresar a Piura don Anselmo con la caravana dehabitantas, la Casa Verde había impuesto su dominio. Al principio, sus visitantessalíandelaciudadaocultas;esperabanlaoscuridad,discretamentecruzabanelViejoPuente y se sumergían en el arenal. Luego, las incursiones aumentaron y a losjóvenes,cadavezmásimprudentes,yanolesimportóserreconocidosporlasseñorasapostadastraslascelosíasdelMalecón.Enranchosysalones,enlashaciendas,nosehablaba de otra cosa. Los púlpitosmultiplicaban advertencias y exhortos, el padreGarcía estigmatizaba la licencia con citas bíblicas. Un Comité de Obras Pías yBuenasCostumbresfuecreadoylasdamasquelocomponíanvisitaronalprefectoyal alcalde. Las autoridades asentían, cabizbajas: cierto, ellas tenían razón, la CasaVerde era una afrenta a Piura, pero ¿qué hacer? Las leyes dictadas en esa podridacapital que es Lima amparaban a donAnselmo, la existencia de laCasaVerde nocontradecía la Constitución ni era penada por el Código. Las damas quitaron elsaludoa las autoridades, les cerraron sus salones.Entre tanto, los adolescentes, loshombres y hasta los pacíficos ancianos se precipitaban en bandadas hacia elbulliciosoylucienteedificio.

Cayeron los piuranosmás sobrios, losmás trabajadores y rectos.En la ciudad,antestansilenciosa,seinstalaroncomopesadillaselruido,elmovimientonocturnos.Al alba, cuando el arpa y las guitarras de la Casa Verde callaban, un ritmoindisciplinado y múltiple se elevaba al cielo desde la ciudad: los que regresaban,solosoengrupos,recorríanlascallesriendoacarcajadasycantando.Loshombreslucían el desvelo en los rostros averiados por la mordedura de la arena y en LaEstrella del Norte referían estrambóticas anécdotas que corrían de boca en boca yrepetíanlosmenores.

—Yaven,yaven—decía,trémulo,elpadreGarcía—,sólofaltaquelluevafuegosobrePiuratodoslosmalesdelmundonosestáncayendoencima.

Porque es cierto que todo esto coincidió con desgracias. El primer año, el ríoPiura creció y siguió creciendo, despedazó las defensas de las chacras, muchossembríosdelvallese inundaron,algunasbestiasperecieronahogadasy lahumedadtiñóanchossectoresdeldesiertodeSechura:loshombresmaldecían,losniñoshacíancastillos con la arena contaminada. El segundo año, como en represalia contra lasinjuriasquelelanzaronlosdueñosdetierrasanegadas,elríonoentró.Elcaucedel

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Piura se cubrió de hierbas y abrojos quemurieron poco después de nacer y quedósólo una larga hendidura llagada: los cañaverales se secaron, el algodón brotóprematuramente.Alterceraño,lasplagasdiezmaronlascosechas.

—Éstos son los desastres del pecado —rugía el padre García—. Todavía haytiempo,elenemigoestáensusvenas,mátenloconoraciones.

Losbrujosdelosranchosrociabanlossembradíosconsangredecabritostiernos,serevolcabansobrelossurcos,proferíanconjurosparaatraerelaguayahuyentarlosinsectos.

—Dios mío, Dios mío —se lamentaba el padre García—. Hay hambre y haymiseriayenvezdeescarmentar,pecanypecan.

Porquenilainundación,nilasequía,nilasplagasdetuvieronlagloriacrecientedelaCasaVerde.

Elaspectodelaciudadcambió.Esastranquilascallesprovincianassepoblarondeforasteros que, los fines de semana, viajaban a Piura desde Sullana, Palta,HuancabambayaunTumbesyChiclayo,seducidosporlaleyendadelaCasaVerdeque se había propagado a través del desierto. Pasaban la noche en ella y, cuandoveníanalaciudad,semostrabansoecesydescomedidos,paseabansuborracheraporlascallescomounaproeza.Losvecinos losodiabanyavecessurgían riñas,nodenochey en el escenariode los desafíos, la pampita que está bajo el puente, sino aplenaluzyenlaplazadeArmas,enlaavenidaGrauyencualquierparte.Estallaronpeleascolectivas.Lascallessevolvieronpeligrosas.

Cuando, pese a la prohibición de las autoridades, alguna de las habitantas seaventurabapor la ciudad, las señoras arrastraban a sushijas al interior del hogarycorríanlascortinas.ElpadreGarcíasalíaalencuentrodelaintrusa,desencajado;losvecinosdebíansujetarloparaimpedirunaagresión.

El primer año, el local albergó a cuatro habitantas solamente, pero al añosiguiente,cuandoaquéllaspartieron,donAnselmoviajóyregresóconocho,ydicenque en su apogeo la Casa Verde llegó a tener veinte habitantas. Llegabandirectamentealaconstruccióndelasafueras.DesdeelViejoPuenteselasveíallegar,se oían sus chillidos y desplantes. Sus indumentarias de colores, sus pañuelos yafeites,centelleabancomocrustáceoseneláridopaisaje.

Don Anselmo, en cambio, sí frecuentaba la ciudad. Recorría las calles en sucaballonegro,alquehabíaenseñadocoqueterías:sacudiralegrementeelrabocuandopasabaunamujer,doblarunapataenseñaldesaludo,ejecutarpasosdedanzaaloírmúsica.DonAnselmo había engordado, se vestía con exceso chillón: sombrero depajablanda,bufandadeseda,camisasdehilo,correaconincrustaciones,pantalonesajustados,botasdetacónaltoyespuelas.Susmanoshervíandesortijas.Aveces,sedetenía a beber unos tragos en La Estrella del Norte y muchos principales no

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vacilabanensentarseasumesa,charlarconélyacompañarloluegohastalasafueras.LaprosperidaddedonAnselmosetradujoenampliacioneslateralesyverticales

de la Casa Verde. Ésta, como un organismo vivo, fue creciendo, madurando. Laprimera innovación fue un cerco de piedra. Coronado de cardos, cascotes, púas yespinas para desanimar a los ladrones, envolvía la planta baja y la ocultaba. Elespacioencerradoentreelcercoylacasafueprimerounpatiecillopedregoso,luegoun nivelado zaguán conmacetas de cactus, después un salón circular con suelo ytechodeesterasy,porfin,lamaderareemplazólapaja,elsalónfueempedradoyeltecho se cubrió de tejas. Sobre la segundaplanta, surgió otra, pequeñay cilíndricacomo un torreón de vigía. Cada piedra añadida, cada teja o madera eranautomáticamente pintadas de verde. El color elegido por don Anselmo acabó porimprimir al paisaje una nota refrescante, vegetal, casi líquida. Desde lejos, losviajerosavistabanlaconstruccióndemurosverdes,diluidosamediasenlavivaluzamarilla de la arena, y tenían la sensación de acercarse a un oasis de palmeras ycocoteros hospitalarios, de aguas cristalinas, y era como si esa lejana presenciaprometieratodaclasederecompensasparaelcuerpofatigado,alicientessinfinparaelánimodeprimidoporelbochornodeldesierto.

DonAnselmo,dicen,habitabaelúltimopiso,esaangostacúspide,ynadie,nisusmejores clientes—Chápiro Seminario, el prefecto, donEusebioRomero, el doctorPedro Zevallos—, tenían acceso a ese lugar. Desde allí, sin duda, observaría donAnselmoeldesfiledelosvisitantesporelarenal,veríasussiluetasdesdibujadasporlos torbellinos de arena, esas hambrientas bestias que merodean alrededor de laciudaddesdequecaeelsol.

Ademásdelashabitantas,laCasaVerdehospedóensubuenaépocaaAngélicaMercedes, jovenmangachequehabíaheredadodesumadre lasabiduría,elartedelos picantes. Con ella iba don Anselmo al Mercado, a los almacenes, a encargarvíveres y bebidas: comerciantes y placeras se doblaban a su paso como cañas alviento.Loscabritos,cuyes,chanchosycorderosqueAngélicaMercedesguisabaconmisteriosasyerbasyespecias,llegaronaserunodelosincentivosdelaCasaVerdeyhabíaviejosquejuraban:«Sólovamosalláporsaborearesacomidafina».

LoscontornosdelaCasaVerdeestabansiempreanimadospormultituddevagos,mendigos, vendedores de baratijas y fruteras que asediaban a los clientes quellegaban y salían. Los niños de la ciudad escapaban de sus casas en la noche y,disimuladostraslosmatorrales,espiabanalosvisitantesyescuchabanlamúsica,lascarcajadas. Algunos, arañándose manos y piernas, escalaban el muro y ojeabancodiciosamente el interior. Un día (que era fiesta de guardar), el padre García seplantóenelarenal,apocosmetrosdelaCasaVerdey,unoporuno,acometíaalosvisitantesylosexhortabaaretornaralaciudadyarrepentirse.Peroellosinventabanexcusas:unacitadenegocios,unapenaquehayqueahogarporquesinoenvenenael

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alma,unaapuestaquecomprometeelhonor.AlgunosseburlabaneinvitabanalpadreGarcíaaacompañarlosyhuboquienseofendióysacópistola.

NuevosmitossurgieronenPiurasobredonAnselmo.Paraalgunos,hacíaviajessecretosaLima,dondeguardabaeldineroacumuladoyadquiríapropiedades.Paraotros, era el simple escaparate de una empresa que contaba entre susmiembros alprefecto,elalcaldeyhacendados.Enlafantasíapopular,elpasadodedonAnselmose enriquecía, a diario se añadían a su vida hechos sublimes o sangrientos.Viejosmangaches aseguraban identificar en él a un adolescente que, años atrás, perpetróatracos en el barrio, y otros afirmaban: «Es un presidiario desertor, un antiguomontonero, unpolítico endesgracia». Sólo el padreGarcía se atrevía a decir:«Sucuerpohueleaazufre».

Yalamadrugadaselevantanparaseguirviaje,bajanelbarrancoylalanchitanoestá. Comienzan a buscarla, Adrián Nieves de un lado, del otro el cabo RobertoDelgado y el sirviente y, de repente, gritos, piedras, calatos y ahí está el cabo,rodeadodeaguarunas,lelluevenpalos,tambiénalsirvienteyahoralohanvistoyloschunchoscorrenhaciaél,miéchica,AdriánNieves,tellegótuhora,ysetiraalagua:fría,rápida,oscura,nosaqueslacabeza,másparaadentro,queloagarrelacorriente,¿flechas?, se lo jale río abajo, ¿balas?, ¿piedras?, miéchica, los pulmones quierenaire, la cabeza anda mareada como un trompo, cuidado con el calambre. Sale ytodavíaseveUrakusay,enelbarranco,eluniformeverdedelcabo,loschunchosloestánmachucando,erasuculpa,élselohabíaadvertidoyelsirviente¿escaparía?,¿lomatarían?Sedejairflotandoaguasabajo,prendidodeuntroncoy,después,cuandotrepaalabandaderechadelrío,elcuerpoestádolorido.Ahímismoseduermesobrelaplaya,desierta,aúnnolehanvueltolasfuerzasyunalacránloestápicandoasugusto.Tienequeencenderunafogatayponerlamanoencima,así,quetranspireunpocoaunqueardatanto,chupalaherida,escupe,enjuágatelaboca,nuncasesabeconlas picaduras, alacrán concha de tu madre. Sigue después, por el monte, no haychunchosporningunaparte,peromejorsalirhaciaelSantiago,¿ysiunapatrullalocoge y lo regresa a la guarnición de Borja? Tampoco volver al pueblo, ahí lossoldados lodescubriríanmañanaopasadoy, por lopronto, hayque fabricarseunabalsa.Sedemoramucho,ah,situvierasunmachete,AdriánNieves,lasmanosestáncansadasynodanlasfuerzasparatumbartroncosrecios.Eligetresárbolesmuertos,blancosyagusanadosquealprimerempujónsevienenabajo,lossujetaconbejucosysehacedospértigas,unaparallevarderepuesto.Yahoranadadesaliralríogrande,buscacañosycochaspordondecruzar,ynoesdifícil, toda lazona sonaguajales.Sóloquecómoseorienta,estas tierrasaltasnoson lassuyas, lasaguashansubidomucho,¿llegaráasíhastaelSantiago?,unasemanitamás,AdriánNieves,túerasunbuenpráctico,abremucholasnarices,elolornoengaña,ésaeslabuenadirección,yhuevos, hombre, muchos huevos. Pero dónde anda ahora, el caño parece girar en

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redondoynavegacasiaoscuras,elbosqueesespeso,elsolyelaireentranapenas,hueleamaderapodrida, a fangoy, además, tantomurciélago, leduelen losbrazos,tiene ronca la garganta de espantarlos, una semanita más. Ni para atrás ni paraadelante,nicómoretrocederalMarañónnicómo llegaralSantiago, lacorriente lollevaa suantojo, el cuerponodade fatiga,paracolmo llueve,díaynoche llueve.Peroalfinterminaelcañoyapareceunalaguna,unacochapequeñitaconchambiraspuraespinaenlasorillas,elcieloestáoscureciendo.Duermeenunaisla,aldespertarmasticaunasyerbasamargas, sigueviajey sólodosdíasmás tardemataapalazosuna sachavaca flaquita, come carne medio cruda, los músculos ya no pueden nimoverlapértiga,losmosquitoslohanpicoteadoasusanchas,lapielardeytienelaspiernas como el capitán Quiroga, eso que contaba el cabo, qué sería de él, ¿losurakusaslosoltarían?,estabanfuriosos,¿derepentelomatarían?Quizáhubierasidomejor volver nomás a la guarnición de Borja, preferible ser soldado que cadáver,tristemorirsedehambreodefiebresenelmonte,AdriánNieves.Estádebarrigaenla balsa y así una punta de días, y cuando se termina el caño y sale a una cochaenorme,quécosa,tangrandequepareceellago,quécosa,¿ellagoRimache?,nohapodidosubirtanto,imposible,yenelcentroestálaislayenloaltodelbarrancohayunapareddelupunas.Empuja la tanganasin levantarsey,porfin,entre losárbolesllenosdejorobas,siluetasdesnudas,miéchica,¿seránaguarunas?,ayúdenme,¿serántratables?,lossaludaconlasdosmanosyellosseagitan,chillan,ayúdenme,saltan,loseñalanyalatracarvealcristiano,alacristiana,loestánesperandoyaélselevalacabeza,patrón,nosabíaquéalegríaverauncristiano.Lehabíasalvado lavida,patrón,creíaquetodosehabíaacabadoyélseríeyledanotrotrago,elsabordulce,ásperodelanisadoydetrásdelpatrónhayunacristianajoven,bonitasucara,bonitossuspeloslargos,yeracomosisoñara,patrona,ustedtambiénmesalvó:lesdabalasgraciasennombredelcielo.Cuandodespiertaahíestánellostodavía,asulado,yelpatrónvaya,yaerahora,hombre,habíadormidoundíaentero,porfinabríalosojos,¿sesentíabien?YAdriánNievessí,muybien,patrón,pero¿nohabíasoldadosporaquí?No,nohabía,porquéquería saberlo,quéhabíahechoyAdriánNievesnadamalo, patrón, no maté a nadie, sólo que se escapó del servicio, no podía vivirencerradoenuncuartel,paraélnohabíacomoelairelibre,sellamabaNievesyantesqueleecharanlazolossoldadoserapráctico.¿Práctico?Entoncesconoceríabienlamontaña, sabría llevaruna lanchaacualquierparteyencualquier épocayél claroque podía, patrón, era práctico desde que nació. Ahora se perdió porque se habíametidoen losaguajalesenplenacrecida,noqueríaque lovieran lossoldados,¿nopodría, patrón?Y el patrón sí, podría quedarse en la isla, él le daría trabajo.Aquíestaríaseguro,nisoldadosniguardiasvendríannunca:éstaerasumujer,Lalita,yélFushía.

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—¿Quépasa,colega?—dijoJosefino—.Notemuñequees.—MevoydondelaChunga—rugióLituma—.¿Vienenconmigo?¿No?Tampoco

mehacenfalta,mevoysolo.Pero los León lo sujetaron de los brazos y Lituma permaneció en su sitio,

congestionado,sudoroso,susojillosrevoloteandoangustiosamenteporelaposento.—Paraqué,hermano—dijoJosefino—.Siaquíestamosbien.Cálmate.—Sólo para oír al arpista de dedos de plata—gimióLituma—.Sólo para eso,

inconquistables.Nostomamosuntragoyvolvemos,lesjuro.—Siemprefuistetanhombre,colega.Noflaquees,ahora.—Soymáshombrequecualquiera—balbuceóLituma—.Perotengouncorazón

asídegrande.—Tratadellorar—dijoelMono,tiernamente—.Esodesahoga,primo,notengas

vergüenza.Litumasehabíapuestoamiraralvacíoysuternocolorlúcumaestaballenode

lamparonesdetierraydesaliva.Quedaroncalladosunbuenrato,bebiendocadaunoporsucuenta, sinbrindar,yhastaellos llegabanecosde tonderosydevalses,y laatmósferasehabíaimpregnadodeolorachichayafritura.Elbalanceodelalámparaagrandaba y disminuía a un ritmo preciso las cuatro siluetas proyectadas sobre lasesteras,ylaveladelahornacina,yaminúscula,exhalabaunhumillorizadoyoscuroqueenvolvíaalaVirgendeyesocomounalargacabellera.Litumasepusodepiecongranesfuerzo,sesacudiólaropa,paseóunosojosextraviadosporelcontornoy,deimproviso,sellevóundedoalaboca.Estuvohurgándoselagargantabajolaatentamirada de los otros; que lo vieron palidecer, y por fin vomitó, ruidosamente, conarcadasqueestremecíantodosucuerpo.Luego,volvióasentarse,se limpiólacaraconelpañueloy,exhausto,ojeroso,encendióuncigarrilloconmanostemblonas.

—Yaestoymejor,colega.Siguecontando,nomás.—Sabemos muy poco, Lituma. Es decir, de cómo pasó la cosa. Cuando te

metieronadentronosmandamosmudar.Habíamossidotestigosypodíanenredarnos,túsabesquelosSeminariosongenterica,contantasinfluencias.YomefuiaSullanaytusprimosaChulucanas.Cuandoregresamos,ellahabíadejadolacasitadeCastillaynadiesabíadóndeparaba.

—Asíquesequedósolitalapobre—murmuróLituma—.Sinuncobreytodavíaencinta.

—Por eso no te preocupes, hermano—dijo Josefino—.No dio a luz.Al pocotiemposupimosqueandabaporlaschicherías,yunanochelaencontramosenelRíoBarconuntipo,yyanoestabaencinta.

—¿Yellaquéhizocuandolosvio?—Nada,colega.Nossaludólomásfresca.Ydespuésnostopábamosconellapor

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aquíyporallá,ysiempreestabaacompañada.HastaqueundíalavimosenlaCasaVerde.

Litumasepasóelpañueloporlacara,chupóelcigarrilloconfuerzayarrojóunagranbocanadadehumoespeso.

—¿Porquénomeescribieron?—suvozeracadavezmásronca.—Yateníasbastante,encerradolejosdetu tierra.¿Paraquéíbamosaamargarte

máslavida,colega?Nosedanesasnoticiasaunoqueandafregado.—Basta,primo,parecequetegustarasufrir—dijoJosé—.Cambiendetema.De los labios de Lituma corría hasta su cuello un hilo de saliva brillante. Su

cabeza se movía, lenta, pesada, mecánica, siguiendo la exacta oscilación de lassombras en las esteras. Josefino llenó las copas.Continuaron bebiendo, sin hablar,hastaquelaveladelahornacinaseapagó.

—Yahacedoshorasqueestamosaquí—dijoJosé,señalandoelcandelero—.Esloqueduralamecha.

—Estoycontentodequehayasvuelto,primo—dijoelMono—.Nopongasesacara.Ríete,todoslosmangachesvanaestarfelicesdeverte.Ríete,primito.

Sedejó ir contraLituma, lo estrechóy estuvomirándolo con susojosgrandes,vivosyardientes,hastaqueLitumalediounapalmaditaenlacabezaysonrió.

—Asímegusta,primo—dijoJosé—.VivalaMangachería,cantemoselhimno.Y, súbitamente, los tres comenzaron a hablar, eran tres churres y saltaban los

murosdeadobedelaEscuelaFiscalparabañarseenelríoo,montadosenunburroajeno, recorrían arenosos senderos, entre chacras y algodonales, en dirección a lashuacasdeNarihualá,yahíestabaelestruendodeloscarnavales,loscascaronesylosglobos llovían sobre enfurecidos transeúntes y ellos empapaban también a loscachacosquenoseatrevíanairasacarlosdesusesconditesenlasazoteasyenlosárboles,yahora,enlasmañanascalientes,disputabanfogosospartidosdefútbolconuna pelota de trapo en la cancha infinitamente grande del desierto. Josefino losescuchabamudo, losojos llenosdeenvidia, losmangaches recriminabanaLituma,¿deverasqueteenrolasteenlaGuardiaCivil?,sorenegado,soamarillo,ylosLeónyLitumareían.Abrieronotrabotella.Siemprecallado, Josefinohacíaargollasconelhumo,Josésilbaba,elMonoreteníaelpiscoenlaboca,simulabamasticarlo,hacíagárgaras, morisquetas, no siento náuseas ni fuego, sólo ese calorcito que no seconfunde.

—Tranquilo,inconquistable—dijoJosefino—.Dóndevas,agárrenlo.LosLeónloalcanzaronenelumbral,JoséloteníadeloshombrosyelMonole

abrazabalacintura;losacudíaconfuria,perosuvozeraatolondradayllorosa:—Para qué, primo. No vayas, tu corazón va a sangrar. Hazme caso, Lituma,

primito.LitumaacariciócontorpezaelrostrodelMono,revolviósuscabelloscrespos,lo

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apartósinbrusquedadysalió,tambaleándose.Elloslosiguieron.Afuera,alasorillasde sus casas de caña brava, los mangaches dormían bajo las estrellas, formabansilenciososracimoshumanosenlaarena.Elbulliciodelaschicheríashabíacrecido,el Mono repetía las tonadas entre dientes y, cuando escuchaba un arpa, abría losbrazos: ¡pero como donAnselmo no hay! Él y Lituma iban adelante, tomados delbrazo,zigzagueantes,avecesenlaoscuridadseelevabaunaprotesta,«¡cuidado,nopisen!»,yellos,acoro,«perdoncito,don»,«milperdones,doña».

—Esahistoriaquelecontasteparecíaunapelícula—dijoJosé.—Pero se la creyó—dijo Josefino—.No semeocurrió otra.Yustedes nome

ayudaron,nisiquieraabrieronlaboca.—LástimaquenoestemosenPalta,primo—dijoelMono—.Memeteríaalagua

conropaytodo.Quéricosería.—EnYacilahayolas,esmardeveras—dijoLituma—.EldePaltaesunlaguito,

elMarañónesmásbravoqueesemar.EldomingoiremosaYacila,primo.—MetámoslodondeFelipe—dijoJosefino—.Yotengoplata.Nopodemosdejar

quevaya,José.LaavenidaSánchezCerroestabadesierta,enlasombrilladeluzaceitosadecada

farolzumbabanlosinsectos.ElMonosehabíasentadoenelsueloparaanudarseloszapatos.JosefinoseacercóaLituma:

—Mira,colega,estáabiertodondeFelipe.Cuántosrecuerdosenesacantina.Ven,déjameinvitarteuntrago.

LitumasezafódelosbrazosdeJosefino,hablósinmirarlo:—Después,hermano,alavuelta.Ahora,alaCasaVerde.Cuántosrecuerdosallá

también,másqueenningunaotraparte.¿Noescierto,inconquistables?Mástarde,alpasarfrentealTresEstrellas,Josefinohizounanuevatentativa.Se

precipitóhacialapuertaluminosadelbar,gritando:—¡Alfinunsitiodondeahogarlased!Vengan,colegas,yopago.PeroLitumasiguiócaminando,inconmovible.—Quéhacemos,José.—Quévamosahacer,hermano.IrdondelaChungaChunguita.

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DOS

UnalanchasedetieneroncandojuntoalembarcaderoyJulioReáteguisaltaatierra.Sube hasta la plaza de SantaMaría de Nieva—un guardia civil echa al aire unamadera,unperro la atrapaalvueloy se la trae—ycuando llegaa la alturade lostroncos de capirona un grupode personas sale de la cabaña de laGobernación.Élalza lamanoysaluda: loobservan,seaniman,seprecipitanasuencuentro,cuántogusto,quésorpresa,JulioReáteguiestrechalasmanosdeFabioCuesta,¿porquénohabía avisado que venía?, de Manuel Águila, no se lo perdonaban, de PedroEscabino, sehabríanpreparadopara recibirlo,deArévaloBenzas, ¿cuántosdías sequedaría esta vez, don julio? Nada, era una visita relámpago, seguía viaje ahoramismo,yasabíanquévidallevaba.EntranalaGobernación,donFabiodestapaunascervezas,brindan,¿ibanbienlascosasenNieva?,¿enIquitos?,¿problemasconlospaganos? En las puertas y en las ventanas de la cabaña hay aguarunas de bocasanchas, ojos fríos y pómulos salientes. Más tarde, Julio Reátegui y Fabio Cuestasalen,enlaplazaelguardiasiguejugandoconelperro,subenlapendientehacialamisiónobservadosdesde todas lasviviendas,ah,donFabio, lasmujeres,perderundíaporesteasunto,llegaríaalcampamentodenocheydonFabio¿paraquéestánlosamigos, don julio? Le hubiera escrito unas líneas y él se encargaba de todo, peroclaro,donFabio,lacartahabríademoradounmes,yquiénaguantabamientrastantoalaseñoraReátegui.Apenastocan,lapuertadelaresidenciaseabre,cómoestá,ungrasiento mandil, madre Griselda, un hábito, fíjese quién ha venido, una caracolorada,¿noloreconocía?,perosieraelseñorReátegui,ungritito,pase,unamanorisueña,pase,donJulio,quégustoyaélnoleextrañabaquenoloreconocieranconlafachaquetraía,madre.Rengueando,hablandosincesar,lamadreGriseldalosguíaporunpasadizosombreado, lesabreunapuerta, les señalaunas sillasde lona,quéalegría para lamadre superiora, y, aunque tuvieramucha prisa, tenía que visitar lacapilla,donJulio,yaveríacuántoscambios,volvíaenseguida.Enelescritoriohayuncrucifijoyunmechero,enelsuelounpetatedefibrasdechambirayenlaparedunaimagendelaVirgen;porlasventanasentransuntuosas,llamativaslenguasdesolquelamenlasvigasdeltecho.Vezqueestabaenunaiglesiaoenunconvento,aJulioReátegui le venían sensaciones raras, don Fabio, el alma, la muerte, esospensamientos que a uno lo desvelan tanto demuchachoy al gobernador le ocurríaigualito, don julio, visitaba a las madres y salía con la cabeza llena de cosasprofundas:¿ysienelfondolosdosfueranalgomísticos?Esomismohabíapensadoél,donFabioseacaricialacalva,quégracioso,unpocomísticos.LaseñoraReáteguisereiríasi losoyera,ellaquesiempredecíateirásal infiernoporhereje, julio,y,apropósito,elañopasadolehabíadadogustoporfin,fueronaLimaenoctubre,¿alaprocesión?,sí,delSeñordelosMilagros.DonFabiohabíavistofotos,peroestarallá

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debíasermuchomejor,¿ciertoquetodoslosnegrossevestíandemorado?Ytambiénlos zambos, y los cholos y los blancos,media Lima demorado, algo terrible, donFabio, tres días en esa apretura, qué incomodidadyquéolores, la señoraReáteguiqueríaqueél tambiénsepusieraelhábito,pero suamorno llegabaa tanto.Voces,risas, carreras invaden la habitación y ellosmiran hacia las ventanas: voces, risas,carreras.Seguramenteteníanrecreo,¿habíamuchasahora?,porelruidoparecíancieny don Fabio unas veinte. El domingo hubo un desfile y ellas cantaron el himnonacional,muyentonadas,donjulio,enunespañolcomosepide.Nohabíaduda,donFabioestabacontentoenSantaMaríadeNieva,conquéorgullocontabalascosasdeacá, ¿era estomejor que administrar el hotel?, si hubiera seguido allá, en Iquitos,tendría ahora una buena situación, don Fabio, es decir, económicamente. Pero elgobernadoryaestabaviejoy,aunqueleparecieramentiraalseñorReátegui,noerahombredeambiciones.¿AsíquenoaguantaríaniunmesenSantaMaríadeNieva?,donJulio,yaveíaqueaguantóy,siDioslopermitía,nosaldríanuncamásdeaquí.¿Por qué se empeñó tanto en este nombramiento?, Julio Reátegui no acababa deentenderlo,¿porquéquisoreemplazarlo,donFabio?,¿québuscaba?,ydonFabioser,que no se riera, respetado, sus últimos años en Iquitos habían sido tan tristes, donJulio,nadiepodíasaberlasvergüenzas,lashumillaciones,cuandoéllollevóalhotelvivía de la caridad. Pero que no se pusiera triste, aquí en Nieva todos lo queríanmucho,donFabio¿noconsiguióloquebuscaba?Sí,lorespetaban,elsueldonoseríagran cosa, pero con lo que el señorReátegui le daba por ayudarlo le bastaba paravivir tranquilo, también esto se lodebía, don julio, ah, no teníapalabras.Entre lasrisas, lasvoces, lascarrerasde lahuerta, sedeslizan ladridos,cotorreosdeToritos.Julio Reátegui cierra los ojos, don Fabio queda pensativo, su mano lenta,afectuosamente recorre la calva: de veras, ¿sabía don Julio que murió la madreAsunción?, ¿recibió sucarta?Lahabía recibidoy la señoraReátegui escribióa lasmadres dándoles el pésame, él añadió unas líneas, una buena persona lamonjita ydonFabiohabíahechoalgoquenoeramuylegal,poneramediaastalabanderadelaGobernación, don Julio, para asociarse al duelo de alguna manera y ¿la madreAngélicaestababien?,¿siemprefuertecomounaroca,esaviejecita?Seoyenpasosyellosseponendepie,vanalencuentrodelasuperiora,donJulio,madre,unamanoblanca, era un honor para esta casa tener de nuevo aquí al señor Reátegui, quécontenta estaba de verlo, por favor, que se sentaran y ellos justamente estabanhablando,madre,recordandoalapobremadreAsunción.¿Pobre?Nadadepobrequeestabaenelcielo,¿ylaseñoraReátegui?,¿cuándoveríandenuevoalamadrinadelacapilla?LaseñoraReáteguisoñabaconvenir,perollegarhastaaquídesdeIquitoseratan complicado, SantaMaría deNieva estaba fuera delmundo y, además, ¿no eraterribleviajarporlaselva?NoparadonJulioReátegui,lasuperiorasonríe,queibaayveníaporlaAmazoníacomoporsucasa,peroJulioReáteguinolohacíaporplacer,

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siunomismonoestabaencimadetodo,madre,lascosasselasllevaeldiablo,queleperdonara la expresión.Nohabía dicho nada incorrecto, don julio, aquí también siunasedescuidabaeldemoniohacíadelassuyasyahoralaspupilascantanencoro.Alguien lasdirige,encadasilenciodonFabioaplaudecon lasyemasde losdedos,sonríe, aprueba: ¿lamadre había recibido elmensaje de la señoraReátegui? Sí, elmespasado,peronocreíaquedonJulioselallevaríatanpronto.Engeneral,preferíaquesalgandelamisiónafindeaño,noenplenocurso,pero,yaquesedioeltrabajode venir personalmente, harían una excepción, por tratarse de él, claro. Y él, laverdad,estabamatandodospájarosdeuntiro,madre, teníaqueecharunvistazoalcampamentodelNieva,losmateroshabíanencontradopaloderosa,parecía,asíqueaprovechó para darse un saltito y la superiora asiente: ¿la iban a encargar de lasniñas?, algo de eso decía la señora Reátegui. Ah, las niñas, madre, si las viera,estaban preciosas, don Fabio se lo figuraba, y la madre las conocía, la señoraReátegui lemandó fotosde las chiquilinas, lamayorcita unamuñecay la pequeñaquéojazos.Teníanaquiensalir,porcierto, laseñoraReáteguiera tanguapaydonFabiolodecíacontodorespeto,donJulio.Yahacetiempoqueseleshabíacasadoelama,madre,yellanosefigurabaloaprensivaqueeralaseñoraReátegui,atodaslasmuchachas les poníaperos, que eran sucias, que iban a contagiarles enfermedades,siemprelaspeorescosas,yahílatenían,deniñerahacedosmeses.Poreselado,donFabioseadelantaenelasiento,laseñoraReáteguipodíaestarbientranquila,daunapalmadita,deaquínadiesalíaenfermanisucia,sonríe,¿noeracierto,madre?,haceunavenia,dabagustoverlolimpiecitasquelasteníanyReáteguideveras,madre,laesposadeldoctorPortillo.¿Tambiéndificultadesconlaservidumbre?Sí,donFabio,cadavezresultabamásdifícilhallargenteracionalenIquitos,¿seríaposiblellevarletambiénunadelasjovencitas,madre?Sí,eraposible,lasuperiorafrunceligeramenteloslabios,donjulio,peroquenolehablaraasí,suvozseadelgaza,lamisiónnoeraunaagenciadedomésticasyahoraReáteguiestá inmóvil, serio,unamanoconfusapalmoteandoelbrazodelasiento,¿nohabría interpretadomal suspalabras,no?,esdecir, lasuperioraexaminaelcrucifijo,donFabiofrotasucalva,sebalanceaensusilla,parpadea,madre,¿nohabríainterpretadomallaspalabrasdedonjulio,no?Élsabía de dónde venían estas niñas, cómo vivían antes de entrar a la misión, JulioReátegui le aseguraba, madre, había habido un error, no lo había comprendido, ydespués de estar aquí las niñas no tenían adónde ir, los caseríos indígenas no seestaban quietos, pero aun si pudieran localizar a las familias las niñas ya no seacostumbrarían,¿cómoibanavivirdesnudasdenuevo?,lasuperiorahaceunademánamable,¿aadorarserpientes?,perosusonrisaesglacial,¿acomerselospiojos?Eraculpadeél,madre,seexpresómalyellatomabasuspalabrasenotrosentido,perolasniñas tampoco podían quedarse en la misión, don julio, no sería justo, ¿no eraverdad?,debíandejarsitioalasotras.Laideaeraqueellosayudaranalasmadresa

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incorporaralmundocivilizadoaesasniñas,donJulio,quelesfacilitaranelingresoala sociedad.Era precisamente en ese sentido que el señorReátegui,madre, ¿acasoellanoloconocía?,yenlamisiónrecogíanaesascriaturasylaseducabanparaganarunas almas a Dios, no para proporcionar criadas a las familias, don julio, que ledisculparalafranqueza.Éllosabíadesobra,madre,poresoélysuseñorasiemprecolaboraronconlamisión,sihabíaalgúninconvenientenopasabanada,madre,nosedijonada,porfavorquenosepreocupara.Lasuperioranosepreocupabaporellos,don Julio, sabía que la señora Reátegui era muy piadosa y que la niña estaría enbuenasmanos.EldoctorPortilloeraelmejorabogadodeIquitos,madre,exdiputado,sinosetrataradeunafamiliadecente,conocida,¿sehabríaatrevidoJulioReáteguiahaceresagestión?Perolerepetíaquenopensaramáseneso,madre,ylasuperiorasonríe de nuevo: ¿se había enfadado con ella? No importaba, a todo el mundo levenía bien un sermón de cuando en cuando y Julio Reátegui se acomoda en elasiento, lehabía jalado lasorejas,madre, lohabíahechosentirseen faltay si él legarantizabaaeseseñor,donjulio,ellalecreía,¿noimportabaquelehicieraalgunaspreguntas?Todaslasquequisieralamadre,yélcomprendíaesodelasprecauciones,algológico,peroteníaquecreerle,eldoctorPortilloysuesposaerandelomejorylamuchacha seríamuy bien tratada, ropa, comida, hasta salario y la superiora no lodudaba, don Julio. Sus labios finos, furtivos, se fruncen de nuevo: ¿y lo otro? ¿Sepreocuparíandequelaniñaconserveloganadoaquí?¿Nodestruiríanpornegligencialoquelehabíandadoenlamisión?Sereferíaaeso,donJulio,yeraverdadquelamadrenoconocíaalosPortillo,AngelitaorganizabatodoslosañoslaNavidaddelospobres,ellamismaibaapedirdonativosalastiendasyarepartirlosenlasbarriadas,madre: podía estar segura queAngelita llevaría a lamuchacha a cuanta procesiónhubiera en Iquitos. La superiora no quería importunarlo más, pero había algo,¿tomaríaéllaresponsabilidaddelasdos?Paracualquierreclamoocosaqueocurra,madre, no faltabamás, la tomaría y firmaría lo necesario, conmucho gusto, en sunombreyeneldeldoctorPortillo.Estabandeacuerdo,pues,donJulio,ylasuperioraiba a buscarlas; además, seguramente la madre Griselda les había preparado unosrefrescos, no les vendríanmal, ¿no es cierto?, con el calor que hacía y don Fabioeleva las manos regocijadas: siempre tan amables, ellas. La superiora sale de lahabitación,losjironesdesolqueabrazanlasvigasyanosonbrillantessinoopacos,enlahuertacontigualaspupilassiguencantando,hombre,¿quésignificabaesto?Nohabíaderecho,vayamalratoquelehizopasar lamonja,donFabio,yéldonJulio,puroformulismo,lasmadresqueríanmuchoaestashuerfanitas,lesdabapenaquesefueran,esoeratodo,¿peroalosoficialesdeBorjaleshacíanlasmismaspreguntas?,¿yaesosingenierosquepasanporacálesvienenconlosmismosconsejos?,quelehicierael favor,donFabio.Elgobernador tieneel rostroapenado, lamadreestaríamalhumoradaporalgo,nohabíaquehacerlecaso,donJulioyaReáteguiquenole

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dijeran que los milicos las iban a tratar mejor que ellos, las harían trabajar comoanimales, fijo, no les pagaríanun cobre, seguro, ¿donFabio sabía lasmiserias queganaban los milicos? Y, además, a él lo conocían de sobra, si les recomendaba aPortilloseríaporalgo,donFabio,porfavor,dóndesehabíavisto.Elcorodelahuertacesa de golpe y el gobernador no comprendía, la superiora siempre tan gentil, taneducada, ya pasó, don Julio, que no se hicieramala sangre, y él no se hacíamalasangre pero las injusticias lo sublevaban como a cualquiera: se habría acabado elrecreo, los nudillos de don Fabio tamborilean en el asiento, a él también lo pusonerviosolamadre,donJulio,sesintióenelconfesionario,ellossevuelvenylapuertaseabre.Lasuperioratraeunafuente,unapirámidedegalletasdecantosásperos,ylamadreGriseldaunabandejadebarro,vasos,unajarrallenadeunlíquidoespumoso,las dos pupilas permanecen junto a la puerta, asustadizas, hurañas en susguardapolvos cremas: ¡jugo de papaya, bravo! Esta madre Griselda, siempremimándolos,donFabiosehapuestodepieylamadreGriseldaríetapándoselabocaconlamano,ellay lasuperiorarepartenlosvasos, los llenan.Desdelapuerta,unacontraotra,laspupilasmirandesoslayo,unatienelabocaentreabiertayexhibesusdientesminúsculos, limados enpunta. JulioReátegui levanta suvaso,madre, se loagradecíadeveras,estabamuertodesed,perodebíanprobarlasgalletitas,aquenoadivinaban, ¿y?, a ver, ¿y, don Fabio? No se les ocurría, madre, qué cosa mássuavecita, ¿de maíz?, más delicada, ¿de camote?, y la madre Griselda lanza unacarcajada: ¡de yuca! Las había inventado ella misma, cuando trajera a la señoraReáteguiledaríalarecetaydonFabiobebeunsorbitoentornandolosojos:lamadreGriseldateníamanosdeángel,sóloporesomerecíaelcielo,yellacalle,calle,donFabio, que se sirvieranmás jugo. Beben, sacan sus pañuelos, se limpian los finosbozales anaranjados, Reátegui tiene gotitas de sudor en la frente, la calva delgobernadorrutila.PorfinlamadreGriseldarecogelabandeja,lajarraylosvasos,lessonríeconpicardíadesdelapuerta,sale,Reáteguiyelgobernadormiranalaspupilasinmóviles, éstas bajan la cabeza al mismo tiempo: buenas tardes, jovencitas. Lasuperioradaunpasohaciaellas,aver,acérquense,¿porquésequedabanahí?Ladelosdienteslimadosarrastralospiesysedetienesinlevantarlacabeza,laotraquedaensu sitioy JulioReátegui tú también,hija,nohabíaque tenerlemiedo,noeraelcuco. La pupila no responde y la superiora, de pronto, adopta una expresiónenigmática, burlona. Mira a Reátegui, en los ojos de éste brota una pequeña luzintrigada,elgobernadorestáindicandoconlamanoalachiquillaqueseacerqueylasuperiora, don julio, ¿no la reconocía? Señala a la que está junto a la puerta y susonrisaseacentúa,unaseñalafirmativayJulioReáteguisevuelvehacialachiquilla,laexaminapestañeando,mueveloslabios,chasquealosdedos,ah,madre,¿eraella?,sí. Vaya sorpresa, ni siquiera se le había pasado por la cabeza, ¿había cambiadomucho,donJulio?,tantomadre,seveníaconél,laseñoraReáteguiestaríaencantada.

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Pero si eran viejos amigos, hija, ¿no se acordaba de él acaso? La de los dienteslimadosyelgobernadormiranaunoyotroconcuriosidad,lapupiladelapuertaalzaunpocolacabeza,susojosverdescontrastanconsutezoscura,lasuperiorasuspira,Bonifacia: le estaban hablando, quémodales eran ésos. Julio Reátegui la examinasiempre, madre, caramba, iban para cuatro años, la vida volaba, hija, cómo hascrecido, era un pedacito de mujer y ahora vean ustedes. La superiora asiente,Bonifacia, vamos, que saludara al señor Reátegui, suspira de nuevo, tenía querespetarlomuchoylomismoasuseñora,ellosseríanmuybuenos.YReáteguiquenotuvieravergüenza,hija,ibanaconversarunmomento,yahablaríaelespañolmuybien,¿cierto?Yelgobernadordaunbrinquitoensuasiento,¡ladeUrakusa!,setocalafrente,claro,quétonto,ahoracaía.Ylasuperioradejadehacertelaboba,donJulioibaacreerqueaBonifacialehabíancortadolalengua.Perohija,siestaballorando,quéleocurría,hija,porquéesellantoyBonifaciatienelacabezaalta, laslágrimasmojan susmejillas, sus gruesos labios tenazmente cerrados y don Fabio bah, bah,sonsita, inclinado y compasivo, debería estar contentísima, tendría un hogar y lasniñasdelseñorReáteguierandosprimores.Lasuperiorahapalidecido,¡estaniña!,surostroestáahorablancocomosusmanos,¡estatonta!,¿dequélloraba?Bonifaciaabrelosojosverdes,húmedos,desafiantes,cruzaelpetate,hija,caederodillasantelasuperiora, sonsita, atrapaunade susmanos, la acerca a su rostro, lade losdienteslimadosríeunsegundoylasuperiorabalbucea,miraaReátegui,Bonifacia,cálmate:lehabíaprometido,yalamadreAngélica.Sumanopugnaporzafarsedelrostroquesefrotaenella,ReáteguiydonFabiosonríenconfusosybenevolentes, losgruesoslabiosbesanvorazmentelosdedospálidosyrefractariosyladelosdienteslimadosríe ya sin disimulo: ¿no veía que era por su bien?, ¿dónde la iban a tratarmejor?Bonifacia,¿nolehabíaprometidohacíaapenasmediahora?,yalamadreAngélica,¿era así comocumplía?DonFabio seponedepie, se frota lasmanos, así eran lasniñas,sensibles,llorabandetodo,hijita,quehiciera:unesfuerzo,yaveríalobonitoqueeraIquitos,lobuena,losantaqueeralaseñoraReáteguiylasuperiora,donJulio,lerogaba,losentía.Esachiquillanuncafuedifícil,nolareconocía.BonifaciacálmateyJulioReáteguinofaltabamás,madre.Sehabíaencariñadoconlamisión,noteníanadaderaro,yerapreferiblequenovinieraencontradesuvoluntad,preferiblequese quedara con lasmadres. Se llevaría a la otra y que Portillo buscara un ama enIquitos,pero,sobretodo,quenosepreocupara,madre.

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—Miren—dijoelPesado—.Yaparadellover.Alargadas,azules,una rajascuarteabanelcielo,entre lasaglomeracionesgrises

resonaba aún, destemplada, la tormenta, y había dejado de llover. Pero en torno alsargento, los guardias y Nieves, el bosque seguía chorreando: goterones calientesrodabandesdelosárboles,losfilosdelacarpaylasraícesadventiciashastalaplayade guijarros convertida en ciénaga y, al recibirlos, el fango se abría en diminutoscráteres,parecíahervir.Lalanchasebalanceabaenlaorilla.

—Esperemosquedesagüeunpoco,sargento—dijoelprácticoNieves—.Conlalluvialospongosandaránrabiosos.

—Sí,claro,donAdrián,peronohay razónparaquesigamoscomosardinas—dijoelsargento—.Vamosaarmarlaotracarpa,muchachos.Podemosdormiraquí.

Teníanlascamisetasylospantalonesempapados,costrasdebarroenlaspolainas,lapielbrillante.Sefrotabanelcuerpo,escurríansusropas.ElprácticoNievesavanzóchapoteandoporlaplayay,cuandollegóalalancha,eraunafigurilladebrea.

—Mejorcalatos—dijoelRubio—.Porquevamosaembarrarnos.ElPesadoestabasincalzoncillosyellossereíandesusnalgasgordas.Salieronde

la carpa, elChiquito trastabilló, cayó sentado, se levantómaldiciendo.Cruzaron laciénagadelamano.Nieveslesibaalcanzandolosmosquiteros,laslatas,lostermos,ellos llevaban los paquetes al hombro hasta la carpa, volvían y, de pronto, sedisforzaron: corrían lanzando alaridos, se zambullían en el fango, se aventabanpelotasdebarro,misargento,noquedarániunagalletaseca,atajeésta,a lomejortambiénsenosjodióelanisadoyparaelChiquitoyaestababiendeselva,Oscuro,yalehabía llegadohasta lacoronilla.Se lavaron lassalpicadurasenel río,apilaron lacargabajounárbolyallímismoclavaronlasestacas,tendieronlalonayafirmaronlas sogas en raícesque irrumpíande la tierra, pardasy torcidas.Aveces, bajounapiedra,aparecíanretorciéndoselarvasdecolorrosado.ElprácticoNievespreparabaunafogata.

—Hicieronlacarpajustitodebajodelárbol—dijoelsargento—.Nosvanalloverarañastodalanoche.

Elmontóndeleñacrujía,comenzabaahumeary,unmomentodespués,brotóunallamitaazul,otra roja,una llamarada.Sesentaronalrededordel fuego.Lasgalletasestabanmojadas,elanisadocaliente.

—Nonos libramos,mi sargento—dijo elOscuro—.Habráque aguantarseunabuenarequintadaahora,enNieva.

—Eracosadelocossalirasí—dijoelRubio—.Eltenientedebiódarsecuenta.—Él sabía que era de balde—se encogió de hombros el sargento—. Pero ¿no

vieroncómoestabanlasmadresydonFabio?Nosmandópordarlesgusto,nomás.—Yonomehiceguardiacivilparaandardeniñera—dijoelChiquito—.¿Nole

frieganestascosas,misargento?

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Peroelsargentollevabadiezañosenelcuerpo;estabacurtido,Chiquitoyyanadalofregaba.Habíasacadouncigarrilloylosecabajuntoalallama,haciéndologirarentresusdedos.

—¿Y para qué te hiciste tú guardia civil? —dijo el Pesado—. Todavía eresnuevecito,estásnaciendo.Paranosotros todoesteajetreoespancomido,Chiquito.Yaaprenderás.

Noeraeso,elChiquitohabíaestadounañoenJuliaca,ylapunaeramásbravaquelamontaña,Pesado.Losbichosyloschaparronesnolefregabantantocomoquelomandaranalmonteaperseguircriaturas.Bienhechoquenolaspescaran.

—Alomejorvolvieronsolitas, lasmocosas—dijoelOscuro—.AlomejornoslasencontramosenSantaMaríadeNieva.

—Lasmuypendejas—dijoelRubio—.Soncapaces.Lesdaríaunosazotes.ElPesado,encambio,lesharíaunoscariñitos,yserió,misargento:¿noescierto

quelasmayorcitasyaestabanapunto?¿Lashabíanvisto,losdomingos,cuandoibanabañarsealrío?

—Nopiensas enotra cosa,Pesado—dijo el sargento—.Desdeque te levantashastaqueteacuestas,daleconlasmujeres.

—Perosiescierto,misargento.Aquísedesarrollantanrápido,alosonceañosyaestánmadurasparacualquiercosa.Nomedigaquesiselepresentalaocasiónnolesharíaunoscariñitos.

—Nomeabraselapetito,Pesado—bostezóelOscuro—.FíjatequeahoratengoquedormirconelChiquito.

El práctico Nieves alimentaba el fuego con ramitas. Ya oscurecía. El solagonizabaalolejos,aleteandoentrelosárbolescomounaverojiza,yelríoeraunaplanchainmóvil,metálica.Enlosmatorralesdelariberacroabanlasranasyenelairehabía vapor, humedad, vibraciones eléctricas. A veces, un insecto volador eraatrapado por las llamas de la fogata, devorado con un chasquido sordo. Con lassombras,elbosqueenviabahacialascarpasoloresdegerminaciónnocturnaymúsicadegrillos.

—Nomegusta,enChicaiscasimeenfermo—repitióelChiquitoconunamuecadefastidio—.¿Noseacuerdandelaviejadelas tetas?Malhechoarrancharleasíasuscriaturas.Mehesoñadodosvecesconellas.

—Yesoqueatinoterasguñaroncomoamí—dijoelRubio,riendo;perosepusoserio y añadió—: Era por su bien, Chiquito. Para enseñarles a vestirse, a leer y ahablarencristiano.

—¿Oprefieresquesequedenchunchas?—dijoelOscuro.—Y, además, les dan de comer y las vacunan, y duermen en camas—dijo el

Pesado—.EnNievavivencomonohanvividonunca.—Pero lejosdesugente—dijoelChiquito—.¿Austedesno lesdoleríanover

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másalafamilia?NoeralomismoChiquito,yelPesadosacudiócompasivamentesucabeza:ellos

eran civilizados y las chunchitas ni siquiera sabían qué quería decir familia. Elsargentosellevóelcigarrilloalabocayloencendióinclinándosehacialafogata.

—Además, sólo les dolerá al principio —dijo el Rubio—. Para eso están lasmadrecitas,quesonbuenísimas.

—Quiénsabeloquepasaadentrodelamisión—gruñóelChiquito—.Alomejorsonmalísimas.

Altoahí,Chiquito:queselavaralabocaantesdehablardelasmadres.ElPesadopermitíatodo,peroesosí,másrespetoconlascreencias.TambiénelChiquitolevantóla voz: claro que era católico, pero hablaba mal de quien le diera la gana, y quépasaba.

—¿Ysimeenojo?—dijoelPesado—.¿Ysitecaeunsopapo?—Nadadepeleas—elsargentoarrojóunabocanadadehumo—.Dejadedártelas

dematón,Pesado.—Yo entiendo razones, pero no amenazas, mi sargento —dijo el Chiquito—.

¿Acasonotengoderechoadecirloquepienso?—Tienes—dijoelsargento—.Yenparteyoestoydeacuerdocontigo.El Chiquito miró a los guardias burlonamente, ¿veían?, y a boca de jarro al

Pesado:¿quiénteníarazón?—Esunacosaparadiscutirse—dijoelsargento—.Yocreoquesilaschurresse

escaparondelamisión,esporquenoseacostumbranahí.—Pero,mi sargento, eso qué tiene que ver—protestó el Pesado—. ¿Usted no

hizomataperradasdechico?—¿Ustedtambiénpreferiríaquesiguieransiendochunchas,misargento?—dijo

elOscuro.—Estámuybienque lasculturicen—dijoel sargento—.Sóloqueporquéa la

fuerza.—Yqué van a hacer las pobresmadres,mi sargento—dijo elRubio—.Usted

sabecómo son lospaganos.Dicen sí, sí, pero a lahorademandar a sushijas a lamisión,nideavainas,ydesaparecen.

—Ysiellosnoquierencivilizarse,quénos importa—dijoelChiquito—.Cadaunoconsuscostumbresyalamierda.

—Tecompadecesdelascriaturasporquenosabescómolastratanensuspueblos—dijoelOscuro—.Alasreciénnacidaslesabrenhuecosenlasnarices,enlaboca.

—Ycuandoloschunchosestánmasateadosselastirandelantedetodoelmundo—dijoelRubio—.Sinimportarleslaedadquetengan,yalaprimeraqueencuentran,asushijas,asushermanas.

—Ylasviejaslasrompenconlasmanosalasmuchachitas—dijoelOscuro—.Y

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despuéssecomenlastelitasparaquelestraigasuerte.¿Noesverdad,Pesado?—Verdad,conlasmanos—dijoelPesado—.Silosabréyo.Nomehatocadoni

unavirgencitahastaahora.Yesoqueheprobadochunchas.Elsargentoagitólasmanos:leestabanhaciendocargamontónalChiquitoyeso

novalía.—Ustedporqueestádesuparte,misargento—dijoelRubio.—Loquepasaesqueesaschurresmeapenan—confesóelsargento—.Todas,las

queestánenlamisión,porquesegurosufriránlejosdesugente.Ylasotras,por lomalquevivenensuspueblos.

—Senotaqueesustedpiurano,misargento—dijoelOscuro—.Todoslosdesutierrasonunossentimentales.

—Yamuchahonra—dijoelsargento—.YayayaysialguienhablamaldePiura.—Sentimentales y también regionalistas —dijo el Oscuro—. Pero en eso los

arequipeñosselosgananalospiuranos,misargento.

Eradenocheyaylafogatachisporroteaba,elprácticoNievesseguíaarrojándoleramitas,hojassecas.Eltermodeanisadoibademanoenmanoylosguardiashabíanencendido cigarrillos. Todos transpiraban, y en sus ojos se repetían, minúsculas,danzantes,laslenguasdelafogata.

—Pero son lomás limpioquehay—dijoelChiquito—.Y, encambio, ¿vieronbañarsealgunavezalasmadresenelviajeaChicais?

El Pesado se atoró: ¿otra vez con las madres?, comenzó a toser fuertemente,carajo¿otravezsemetíaconlasmadres?

—Me resongas pero nome contestas—dijo el Chiquito—. ¿Es cierto o no esciertoloquedigo?

—Québrutoeres—dijoelRubio—.¿Queríasquelasmonjitassebañarandelantedenosotros?

—Alomejorsebañaronaescondidas—dijoelOscuro—.Nolasvinunca—dijoelChiquito—.Nitampocoustedeslasvieron.

—Nitampocolasvistehacersusnecesidades—dijoelRubio—.Esonosignificaqueseaguantaranlacacaylosmeaditostodoelviaje.

Un momento, el Pesado las había visto: cuando estaban acostados, ellas selevantabansinhacerruidoyseibanalríocomofantasmitas.Losguardiasrieron,yelsargentoestePesado,¿lasespiaba?,¿queríaverlascalatas?

—Mi sargento, por favor —dijo el Pesado, confuso—. No diga barbaridades,cómoseleocurre.Loquepasaesquesoydesveladoyporesolasvi.

—Cambiemosdetema—dijoelOscuro—.Nohayquehaceresasbromasconlasmadres. Y, además, no lo vamos a convencer a éste. Eres terco como una mula,Chiquito.

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—Yunpelotudo—dijoelPesado—.Compararalaschunchasconlasmonjitas,medaspena,tejuro.

—Ahorasíseacabó—dijoelsargento,atajandoalChiquitoqueibaahablar—.Vamosadormirparapartirtemprano.

Quedaroncallados, losojosfijosenlas llamas.El termodeanisadodio todavíaunavuelta.Luego,selevantaron,entraronalascarpas,perounmomentodespuéselsargento volvió hacia la fogata con un cigarrillo en la boca. El prácticoNieves lealcanzóunapajitaprendida.

—Siempre tan callado, don Adrián—dijo el sargento—. ¿Por qué no discutiótambién?

—Estuve oyendo—dijo Nieves—. Nome gustan las discusiones, sargento. Y,además,prefieronometermeconellos.

—¿Conlosmuchachos?—dijoelsargento—.¿Lehanhechoalgo?¿Porquénomeavisó,donAdrián?

—Sonorgullosos,desprecianalosquehemosnacidoaquí—dijoelpráctico,envozbaja—.¿Nohavistocómometratan?

—Son creídos como todos los limeños—dijo el sargento—. Pero no hay quehacerlescaso,donAdrián.Y,sialgunavezlefaltan,melodiceyyolospongoensusitio.

—En cambio, usted es una buena persona, sargento —dijo Nieves—. Hacetiempoqueestoypordecírselo.Elúnicoquemetrataconeducación.

—Porqueloestimomucho,donAdrián—dijoelsargento—.Siemprelehedichoquemegustaríasersuamigo.Peroustednosejuntaconnadie,esunsolitario.

—Ahoraserámiamigo—sonrióNieves—.UndíadeéstosvendráacomeramicasaylepresentaréaLalita.Yaesaquehizoescaparalasniñas.

—¿Cómo? ¿LaBonifacia esa vive con ustedes?—dijo el sargento—.Yo creíaquesehabíaidodelpueblo.

—Noteníadondeirylahemosrecogido—dijoNieves—.Peronolocuente,noquierequesepandóndeestá,porqueesmediomonjatodavía,semueredemiedodeloshombres.

—¿Has contado los días, viejo?—dijo Fushía—. Yo he perdido la noción deltiempo.

—Quéteimportaeltiempo,paraquésirveeso—dijoAquilino.—Parecemilañosquesalimosdelaisla—dijoFushía—.Además,séqueespor

gusto,Aquilino,túnoconocesalagente.Yaverás,enSanPablollamaránalapolicíaysetiraránlaplata.

—¿Otra vez te estás poniendo triste?—dijoAquilino—.Ya sé que el viaje eslargo, pero qué quieres, hay que ir con cuidado. No te preocupes por San Pablo,Fushía,tehedichoqueconozcoauntipodeahí.

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—Es que estoy rendido, hombre, no es broma corretear así, te has sacado laloteríaconmigo—dijoeldoctorPortillo—.MiralacaradecansanciodelpobredonFabio.Peroalmenosyaestamosencondicionesdeinformarte.Porlopronto,agarraunasilla,tevasacaersentadoconlasnoticias.

—Lasplantacionesmuybien,muybonitas,señorReátegui—dijoFabioCuesta—.Elingenieroesamabilísimoyyaterminóeldesmonteylasiembra.Todosdicenqueesunaregiónidealparaelcafé.

—Poreseladotodoandanormal—dijoeldoctorPortillo—.Loqueestáfallandoeselnegociodeljebeydeloscueros.Unasuntodebandidos,compadre.

—¿Portillo? No me suena nada, Fushía—dijo Aquilino—. ¿Es un médico deIquitos?

—Unabogado—dijoFushía—.ElqueleganabatodossuspleitosaReátegui.Unorgulloso,Aquilino,unsoberbio.

—Noesculpadelospatrones,señorReátegui,lejuro—dijoFabioCuesta—.Siellosestánmásfuriososquenadie,¿novequesonlosmásperjudicados?Parecequelosbandidosexistendeverdad.

EldoctorPortillo tambiénhabíapensado,alprincipio,que lospatronesestabanhaciendo comercio a ocultas, Julio, que habían inventado a los bandidos para novenderle el jebe a él. Pero no eran ellos, lo cierto es que les cuesta cada vezmástrabajoconseguirmercadería,compadre,élydonFabiosemetieronportodaspartes,averiguaron,haybandidos,ydonFabioseportócomounseñor,seenfermócontantoviajey,apesarde todo, siguióconél, julio,yclaroque fueútil irdebrazocon laautoridad,elgobernadordeSantaMaríadeNievainspirabarespetoporallá.

—Tratándose del señor Reátegui, cualquier cosa—dijo FabioCuesta—. Eso ymuchomás,usted lo sabe,donJulio.Loquemás lamentoesestode losbandidos,con lo que costó convencer a los patrones que en lugar de vender al banco, levendieranausted.

—Habíaquevercómometrataba—dijoFushía—.Desdequéaltura.¿Creesqueme invitó a su casa una sola vez en Iquitos? No sabes qué odio le tenía a eseabogaducho,Aquilino.

—Siempre llenodeodios,Fushía—dijoAquilino—.Tepasaalgoy teponesaodiaraalguien.Diostevaacastigarporestotambién.

—¿Más todavía? —dijo Fushía—. Si me está castigando desde antes que lehicieranada,viejo.

—EnlaguarnicióndeBorjanosayudaronmucho—dijoeldoctorPortillo—.Nosdieronguías,prácticos.Tienesqueagradecerlealcoronel,julio,escríbeleunaslíneas.

—Unabellísimapersonaelcoronel,señorReátegui—dijoFabioCuesta—.Muyservicial,muydinámico.

EllospodíanactuarcontralosbandidossirecibíanunaordendeLima,compadre,

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lo mejor es que Reátegui se diera un salto a la capital e hiciera gestiones, queintervinieranlosmilicosysearreglaríatodo.Sí,hombre,claroqueeraparatanto.

—Noqueríamoscreerles,señorReátegui—dijoFabioCuesta—.Pero todos lospatronesnosjurabanyrequetejurabanlomismo.Nopodíaserquesehubieranpuestodeacuerdo.

Era muy sencillo, compadre: cuando los patrones llegaban a las tribus noencontraban nada, ni jebe ni cueros, sólo chunchos llorando y pataleando, nosrobaron,nosrobaron,bandidos,diablos,etcétera.

—Subiópor elSantiagocondonFabio,queeragobernadordeSantaMaríadeNieva, y con soldados de Borja —dijo Fushía—. Antes estuvieron donde losaguarunas,ytambiéndondelosachuales,averiguando.

—Pero si yome los encontré en elMarañón—dijoAquilino—. ¿Acaso no teconté?Estuvedosdíasconellos.

Eraelsegundootercerviajequehacíaa la isla.YdonFabio,yeseotro,cómodijiste ¿Portillo?, me comían a preguntas y yo pensaba ahora las pagas todas,Aquilino.Sentíaunmiedo.

—Lástima que no llegaran —{lijo Fushía—. La cara que habría puesto elabogaduchosimeve,yloquelehubieracontadoalperrodeReátegui.¿YquéesdedonFabio,viejo?¿Yasemurió?

—No,siguedegobernadorenSantaMaríadeNieva—dijoAquilino.—Nosoytantonto—dijoeldoctorPortillo—.Loprimeroquepensé,sinoson

los patrones son los chunchos, están repitiendo la broma de Urakusa, lo de lacooperativa.Poresofuimoshastalastribus.Peronoeranloschunchos,tampoco.

—Las mujeres nos recibían llorando, señor Reátegui —dijo Fabio Cuesta—.Porque los bandidos no sólo se llevan el caucho, la leche caspi y las pieles, sinotambiénlasmuchachitas,claro.

Noestabamalpensadocomonegocio,compadre:Reáteguiadelantabalaplataalospatrones,lospatronesadelantabanlaplataaloschunchos,ycuandoloschunchosvolvíandelmonteconel jebeycon loscueros, loscabrones lescaíanencimaysequedaban con todo. Sin haber invertido un centavo, compadre, ¿no era un negocioredondo?,quefueraaLimaehicieragestiones,Julio,ylomásprontomejor.

—¿Porquésiemprehasbuscadonegocios suciosypeligrosos?—dijoAquilino—.Escomounamaníatuya,Fushía.

—Todoslosnegociossonsucios,viejo—dijoFushía—.Loquepasaesqueyonotuveuncapitalitoparacomenzar,sitienesplatapuedeshacerlospeoresnegociossinpeligro.

—Siyonotehubieraayudado,habríastenidoqueirtealEcuador,nomás—dijoAquilino—. No sé por qué te ayudé.Me has hecho pasar unos años terribles. Hevividoasustado,Fushía,conelcorazónenlaboca.

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—Me ayudaste porque eres buena gente —dijo Fushía—. Lo mejor que heconocido,Aquilino.Sifueraricotedejaríatodomidinero,viejo.

—Peronoeres,niloserásnunca—dijoAquilino—.Yparaquémeserviríayatudinero,simemorirédeunmomentoaotro.Enesonosparecemosunpoco,Fushía,estamosllegandoalfinaltanpobrescomonacimos.

—Haytodaunaleyendayasobrelosbandidos—dijoeldoctorPortillo—.Hastaen lasmisionesnoshanhablado.Peroni los frailesni lasmonjas sabengrancosa,tampoco.

—EnunpuebloaguarunadelCenepa,unamujernosdijoqueellaloshabíavisto—dijoFabioCuesta—.Yquehabíahuambisasentreellos.Perosusinformacionesnoservíandemucho.Loschunchos,ustedsabe,señorReátegui.

—Quehayhuambisasentreellosesunhecho—dijoeldoctorPortillo—.Todosson formales en eso, los han reconocido por el idioma y los vestidos. Pero loshuambisasestánahíparamachucar,yasabesquelesgustalapelea.Sóloquenohaymododesaberquiénessonlosblancosquelosdirigen.Dosotres,dicen.

—Unodeelloses serrano,donJulio—dijoFabioCuesta—.Nos lodijeron losachuales,quechapurreanalgodequechua.

—Pero aunque no lo reconozcas, has tenido suerte, Fushía—dijo Aquilino—.Nuncateagarraron.Sinestasdesgracias,hubieraspodidopasartelavidaenlaisla.

—Se lodeboa loshuambisas—dijoFushía—;despuésde ti, ellos son losquemásmeayudaron,viejo.Yyavescómolesherespondido.

—Perohaymotivosdesobra,niaellosniatilesconveníaquetequedarasenlaisla—dijoAquilino—.Cómoeres,Fushía.TelamentasporhaberdejadoalPantachayaloshuambisas,y,encambio,tusmaldadesnoteparecenmaldades.

Tambiénesoestabadebidamentecomprobado,compadre:lascomprasdejebenohabíanbajadoenlaregión,inclusohabíanaumentadoenBagua,apesardequeellosno vendían ni la mitad que antes. Porque los bandidos eran muy vivos, señorReátegui,¿sabíaloquehacían?Vendíanlejossusrobos,seguropormediodeterceraspersonas.Quélesimportaríarematareljebebaratitosiaelloslessalíagratis.No,no,compadre, losadministradoresdelBancoHipotecarionohabíanvistocarasnuevas,los proveedores eran los de siempre. Hacían bien sus cosas, los zamarros, no searriesgaban.Sehabríanconseguidounpardepatronesquelescompraríanlosrobosabajo precio, y ellos los revendían al banco, como eran conocidos no había controlposible.

—¿Valía la pena tanto peligro para tan poca ganancia?—dijo Aquilino—. Laverdad,nocreo,Fushía.

—Pero no ha sido mi culpa —dijo Fushía—. Yo no podía trabajar como losdemás, a ellos no los perseguía la policía, yo tenía que agarrar el negocio quemesalíaalencuentro.

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—Vez queme hablaban de ti, sudaba frío—dijoAquilino—.Qué te hubieranhechositeagarrabanenlastribus,Fushía.Noséquiénteteníamásganas.

—Una cosa, viejo, de hombre a hombre —dijo Fushía—. Ahora puedesfranquearteconmigo.¿Nuncatesacastetuscomisiones?

—Niunsolocentavo—dijoAquilino—.Mipalabradecristiano.—Es algo que va contra la razón, viejo —dijo Fushía—. Ya sé que no me

mientes, pero no me cabe en la cabeza, palabra. Yo no lo hubiera hecho por ti,¿sabes?

—Claroquesé—dijoAquilino—.Túmehubierasrobadohastaelalma.—Hemossentadodenunciasentodaslascomisaríasdelaregión—dijoeldoctor

Portillo—.Peroesoeslomismoquenada.TomaelaviónaLimayqueintervengaelEjército,julio.Esolesdaráunsusto.

—El coronel dijo que ayudaría conmucho gusto, señor Reátegui—dijo FabioCuesta—.Sóloesperabaórdenes.YyoenSantaMaríadeNievaayudarétambién,enloquesea.Apropósito,donjulio,todoslorecuerdanconmuchocariño.

—¿Porquéhasparado?—dijoFushíaTodavíanoesdenoche.—Porque estoy cansado—dijoAquilino—.Vamos a dormir en esa playita. Y,

además,¿noveselcielo?Ahoritacomienzaallover.

Enelextremonortedelaciudadhayunapequeñaplaza.Esmuyantiguay,enuntiempo, susbancos fuerondemaderapulida, ydemetales lustrosos.La sombradeunosalgarrobosesbeltoscaíasobreellosy,asuamparo, losviejosde lascercaníasrecibíanelcalorde lasmañanas,yveíana losniñoscorretearen tornoa la fuente:unacircunferenciadepiedray,enelcentro,enpuntasdepie,lasmanosenaltocomoparavolar,unaseñoraenvueltaenvelosdecuyacabellerabrotabaelagua.Ahora,losbancosestánresquebrajados,lafuentevacía,labellamujertieneelrostropartidoporunacicatrizylosalgarrobossecurvansobresímismos,moribundos.

Aesaplacita iba a jugarAntonia cuandovenían losQuiroga a la ciudad.EllosvivíanenlahaciendadeLaHuaca,unadelasmásgrandesdePiura,unmaralpiedelasmontañas.Dos veces al año, para laNavidad y para la procesión de junio, losQuiroga viajaban a la ciudad y se instalaban en la casona de ladrillos que formaesquina precisamente en esa plaza que ahora lleva su nombre.DonRoberto usabagruesosbigotes, losmordía suavementealhablary teníamodalesaristocráticos.ElagresivosoldelacomarcahabíarespetadolasfaccionesdedoñaLucía,mujerpálida,frágil,muydevota:ellamismatejíalascoronasdefloresquedepositabaenelandadelaVirgen cuando la procesión hacía un alto en la puerta de su casa. La noche deNavidad, los Quiroga celebraban una fiesta a la que asistían muchos principales.Había regalospara todos los invitadosy,amedianoche,desde lasventanas, llovíanmonedashacialosmendigosyvagabundosagolpadosenlacalle.Vestidosdeoscuro,

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losQuirogaacompañabanlaprocesiónlascuatrolentísimashoras,atravésdebarriosysuburbios.LlevabanaAntoniade lamano,discretamente laamonestabancuandodescuidaba las letanías. Durante su estancia en la ciudad, Antonia aparecía muytempranoenlaplacitay,conlosniñosdelavecindad,jugabaaladronesyceladores,alasprendas,trepabaalosalgarrobos,disparabaterronesalaseñoradepiedraosebañabaenlafuente,desnudacomounpez.

¿Quiéneraestaniña,porquélaprotegíanlosQuiroga?LatrajerondeLaHuacaunmes de junio, antes de saber hablar, y don Roberto refirió una historia que noconvencióatodoelmundo.Losperrosdelahaciendahabríanladradounanocheycuando él, alarmado, salió al vestíbulo, descubrió a la niña en el suelo, bajo unasmantas. Los Quiroga no tenían hijos, y los parientes codiciosos aconsejaron elhospicio,algunosseofrecíanacriarla.PerodoñaLucíaydonRobertonosiguieronlosconsejos,ni aceptaron lasofertas,niparecieron incómodoscon lashabladurías.Unamañana,enmediodeunapartidaderocamborenelCentroPiurano,donRobertoanunciódistraídamentequehabíandecididoadoptaraAntonia.

Perono llegó aocurrir, porque ese finde año losQuirogano llegaron aPiura.Nunca había pasado: hubo inquietud. Temiendo un accidente, el veinticinco dediciembreunpelotóndejinetessalióporelcaminodelnorte.

Losencontraronacienkilómetrosdelaciudad,allídondelaarenaborralahuellaydestruyetodosignoysóloimperanladesolaciónyelcalor.LosbandoleroshabíangolpeadosalvajementealosQuiroga,yleshabíanrobadolasropas,loscaballos,elequipaje, y también los dos sirvientes yacíanmuertos, con pestilentes heridas quehervían de gusanos. El sol seguía llagando los cadáveres desnudos y los jinetestuvieron que apartar a tiros a los gallinazos que picoteaban a la niña. Entonces,comprobaronqueéstavivía.

¿Porquénomurió?—decíanlosvecinos—.¿Cómopudovivirsilearrancaronlalenguaylosojos?

—Difícil saberlo —respondía el doctor Pedro Zevallos, moviendo perplejo lacabeza—.Talvezelsolylaarenacicatrizaronlasheridasyevitaronlahemorragia.

—LaProvidencia—afirmabaelpadreGarcía—.LamisteriosavoluntaddeDios.—Lalameríaunaiguana—decíanlosbrujosdelosranchos—.Porquesubaba

verdenosóloaguantaelaborto,tambiénsecalasllagas.Losbandolerosnofueronhallados.Losmejoresjinetesrecorrieroneldesierto,los

más hábiles rastreadores exploraron los bosques, las grutas, llegaron hasta lasmontañasdeAyabacasinencontrarlos.Unayotravez,elprefecto,laGuardiaCivil,el Ejército, organizaron expediciones que registraban las aldeas y caseríos másretirados.Todoenvano.

LosbarriossevolcaronalcortejoqueseguíalosataúdesdelosQuiroga.Enlosbalcones de los principales había crespones negros, y el obispo y las autoridades

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asistieron al entierro.La desgracia de losQuiroga se divulgó por el departamento,perduróenlosrelatosyenlasfábulasdelosmangachesydelosgallinazos.

LaHuaca fue seccionada enmuchas partes y, al frente de cada una, quedó unparientededonRobertoodedoñaLucía.Alsalirdelhospital,Antoniafuerecogidaporuna lavanderade laGallinacera, JuanaBaura,quehabíaservidoa losQuiroga.CuandolaniñaaparecíaenlaplazadeArmas,unavarillaenlamanoparadetectarlos obstáculos, las mujeres la acariciaban, le obsequiaban dulces, los hombres lasubíanalcaballoy lapaseabanporelMalecón.UnavezestuvoenfermayChápiroSeminario y otros hacendados que bebían en La Estrella del Norte obligaron a labandamunicipalatrasladarseconellosalaGallinacerayatocarlaretretafrentealachozadeJuanaBaura.Eldíadelaprocesión,Antoniaibainmediatamentedetrásdelanda, y dos o tres voluntarios hacían una argolla para aislarla del tumulto. Lamuchachateníaunairedócil,taciturno,queconmovíaalasgentes.

Ya los habían visto, mi capitán, el cabo Roberto Delgado señala lo alto delbarranco, ya se habían ido a avisar: las lanchas encallan una tras otra, los oncehombres saltana tierra,dos soldadosamarran lasembarcacionesaunospedruscos,JulioReáteguibebeuntragodesucantimplora,elcapitánArtemioQuirogasequitala camisa, el sudor empapa sus hombros, su espalda, y la exprime, don julio, estemalditocalorlesibaaasarlossesos.Enjambresdemosquitosasedianalgrupoyenlo alto se oyen ladridos: ahí venían,mi capitán, quemirara arriba. Todos alzan lavista: nubes de polvo y muchas cabezas han aparecido en la cima del barranco.Algunassiluetasdetorsospálidossedeslizanyaporlaarenosapendientey,entrelaspiernasdelosurakusas,brincanperrosruidosos,loscolmillosalaire.JulioReáteguisevuelvehacia los soldados, aver, que leshicieran adiósyusted, cabo, agache lacabeza,póngasedetrás,queno lo reconocieranyelcaboRobertoDelgadosíseñorgobernador,ya lohabíavisto,ahíestabaJum,micapitán.Losoncehombresagitanlasmanosyalgunossonríen.Eneldeclivehaycadavezmásurakusas;desciendencasi en cuclillas, gesticulando, chillando, las mujeres son las más bulliciosas y elcapitán¿lessalíanalencuentro,donjulio?,porqueélnosefiabanada.No,nadadeeso, capitán, ¿no veía lo contentos que bajaban? Julio Reátegui los conocía, loimportanteeraganarleslamoral,quelodejaran,cabo,¿cuáleraJum?Eldeadelante,señor, el que tenía la mano alzada y Julio Reátegui atención: iban a correr comochivatos,capitán,quenoselesescaparantodos,y,sobretodo,muchoojoconJum.Amontonados al filo del barranco, en un angosto terraplén, semidesnudos, tanexcitadoscomolosperrosquesaltan,meneanlosrabosyladran,losurakusasmiranalosexpedicionarios,losseñalan,cuchichean.Mezcladoalosoloresdelrío,latierraylos árboles, hay ahora un olor a carne humana, a pieles tatuadas con achiote. Losurakusas se golpean los brazos, los pechos, rítmicamente y, de pronto, un hombre

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cruza la polvorienta barrera, ése era mi capitán, ése, y avanza macizo y enérgicohacialaribera.LosdemáslosiguenyJulioReáteguiqueeraelgobernadordeSantaMaríadeNieva,intérprete,queveníaahablarconél.Unsoldadoseadelanta,gruñeyacciona con desenvoltura, los urakusas se detienen. El hombre macizo asiente,describeconlamanountrazolento,circular,indicandoalosexpedicionariosqueseaproximan, éstos lo hacen y Julio Reátegui: ¿Jum deUrakusa? El hombremacizoabrelosbrazos,¡Jum!,tomaaire:¡piruanos!Elcapitánylossoldadossemiran,JulioReáteguiasiente,daotropasohaciaJum,ambosquedanaunmetrodedistancia.Sinprisa,susojostranquilamenteposadosenelurakusa,JulioReáteguiliberalalinternaquecuelgadesucinturón,lasujetacontodoelpuño,laelevadespacio,Jumextiendelamanopararecibirla,Reáteguigolpea:gritos,carreras,polvoquelocubretodo,laestentóreavozdelcapitán.Entrelosaullidosylosnubarrones,cuerposverdesyocrescirculan, caen, se levantan y, como un pájaro plateado, la linterna golpea una vez,dos,tres.Luegoelairedespejalaplaya,desvanecelahumareda,sellevalosgritos.Los soldados están desplegados en círculo, sus fusiles apuntan a un ciempiés deurakusasadheridos,aferrados,trenzadosunosaotros.UnachiquillasollozaabrazadaalaspiernasdeJumyéstesetapalacara,porentresusdedossusojosespíanalossoldados,aReátegui,alcapitán,ylaheridadesufrentehacomenzadoasangrar.ElcapitánQuirogahacedanzarsurevólverenundedo,gobernador,¿habíaoídoloquelesgritó?¿Piruanosquerríadecirperuanos,no?YJulioReáteguiseimaginabadóndeoyóesapalabrejaestesujeto,capitán:lomejorseríaempujarlosarriba,enelpuebloestaríanmejorqueaquí,yelcapitánsí,habríamenoszancudos:yaoyó, intérprete,ordéneles,hágalossubir.Elsoldadogruñeyacciona,elcírculoseabre,elciempiéscomienzaaandar,pesadoycompacto,nuevamenteselevantannubecillasdepolvo.ElcaboRobertoDelgadoseechaa reír:ya lohabía reconocido,micapitán,estabaque se loqueríacomercon losojos.Yel capitán tambiéna Jum,cabo,quéesperaparasubir.ElcaboempujaaJumyésteavanzamuytieso,lasmanossiempreenlacara.Lachiquillasigueprendidaasuspiernas,estorbasusmovimientosyelcabolacogedeloscabellos,zafa,tratadesepararla,suéltate,delcaciqueyellaresiste,araña,chilla como un frailecillo, mierda, el cabo le pega con la mano abierta y JulioReáteguiquépasa,carajo:¿cómotratabaasíaunaniña,carajo?,¿conquéderecho,carajo?Elcabolasuelta,señor,noqueríapegarle,sólohacerlaquesoltaraaJum,quenosemolestara,señor,yademásellalohabíaarañado.

Yaseoyeelarpa—dijoLituma—.¿Oestoysoñando,inconquistables?—Todoslaoímos,primo—dijoJosé—.Otodosestamossoñando.ElMonoescuchaba,lacaraladeada,losojosenormesyadmirados:—¡Esunartista!¿Quiéndicequenoeselmásgrande?—Lástima, nomás, que esté tan viejo—dijo José—. Sus ojos ya no le sirven,

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primo.Nuncaandasolo,elJovenyelBolastienenquellevarlodelbrazo.La casa de la Chunga está detrás del Estadio, poco antes del descampado que

separaalaciudaddelCuartelGrau,nolejosdelmatorraldelosfusilicos.Allí,eneseparajedeyerbacalcinadaytierrablanda,bajolasramasnudosasdelosalgarrobos,enlos amaneceres y crepúsculos se apostan los soldados ebrios.A las lavanderas quevuelven del río, a las criadas del barrio deBuenosAires que van alMercado, lasatrapanentrevarios, las tumbansobre laarena, lesechan las faldaspor lacara, lesabrenlaspiernas,unotrasotroselastiranyhuyen.Lospiuranosllamanatropelladaala víctima, y a la operación fusilico, y al vástago resultante lo llaman hijo deatropellada,fusiliquito,sieteleches.

—Maldita lahora enqueme fui a lamontaña—dijoLituma—.Simehubieraquedadoaquí,mehabríacasadoconlaLirayseríahombrefeliz.

—Notanfeliz,primo—dijoJosé—.SivierasloquepareceahoralaLira.—Unavacalechera—dijoelMono—.Unapanzaquepareceunbombo.—Yparidoracomounaconeja—dijoJosé—.Yatienecomodiezchurres.—Launaputa, laotraunavaca lechera—dijoLituma—.Québuenojocon las

mujeres,inconquistable.—Colega,mehasprometidoyestásfaltandoatupalabra—dijoJosefino—.Lo

pasado,pisado.Sino,noteacompañamosdondelaChunga.¿Vasaestartranquilito,noescierto?

—Comooperado,palabra—dijoLituma—.Ahoraestoybromeando,nomás.—¿No ves que a la menor locura te friegas, hermano?—dijo Josefino—. Ya

tienesantecedentes,Lituma.Teencerraríandenuevo,yquiénsabeporcuántotiempoestavez.

—Cómotepreocupaspormí,Josefino—dijoLituma.EntreelEstadioyeldescampado,amediokilómetrodelacarreteraquesalede

Piuraysebifurcaluegoendosrectassuperficiesoscurasquecruzaneldesierto,unahaciaPalta,laotrahaciaSullana,hayunaaglomeracióndechozasdeadobe,latasycartones,unsuburbioquenotienenilosañosnilaextensióndelaMangachería,máspobrequeésta,másendeble,yesallídondeseyergue,singularycéntricacomounacatedral,lacasadelaChunga,llamadatambiénlaCasaVerde.Alta,sólida,susmurosde ladrillo y su techo de calamina se divisan desde el Estadio. Los sábados en lanoche,durante loscombatesdebox, losespectadoresalcanzanaoír losplatillosdeBolas,elarpadedonAnselmo,laguitarradelJovenAlejandro.

—Tejuroquelaoía,Mono—dijoLituma—.Clarito,eradepartirelalma.Comolaoigoahora,Mono.

—Quémalavidatedarían,primito—dijoelMono.—No hablo de Lima, sino de SantaMaría deNieva—dijo Lituma—.Noches

como la muerte, Mono, cuando estaba de guardia. Nadie con quien hablar. Los

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muchachosestabanroncando,y,derepente,yanooíaalossaposnialosgrillos,sinoelarpa.EnLima,nolaoínunca.

Lanocheestabafrescayclara,en laarenasedibujabande trechoen trecho losperfiles retorcidos de los algarrobos. Avanzaban en una misma línea, Josefinofrotándose lasmanos, losLeónsilbandoyLituma,que ibacabizbajo, lasmanosenlosbolsillos,aratoselevabaelrostroyescrutabaelcieloconunaespeciedefuror.

—Unacarrera,comocuandoéramoschurres—dijoelMono—.Una,dos,tres.Salió disparado, su pequeña figura simiesca desapareció en las sombras. José

franqueaba invisibles obstáculos, emprendía una carrera, iba y volvía, encaraba aLitumayaJosefino:

—El cañazo es noble y el pisco traidor—rugía—. ¿Y a qué hora cantamos elhimno?

Cerca ya de la barriada, encontraron alMono, tendido de espaldas, resollandocomounbuey.Loayudaronalevantarse.

—Elcorazónsemesale,miéchica,parecementira.—Losañosnopasanenbalde,primo—dijoLituma.—PeroquevivalaMangachería—dijoJosé.

LacasadelaChungaescúbicaytienedospuertas.Laprincipaldaalcuadrado,amplio salón de baile cuyos muros están acribillados de nombres propios y deemblemas:corazones,flechas,bustos,sexosfemeninoscomomedialunas,pingasquelosatraviesan.Tambiénfotosdeartistas,boxeadoresymodelos,unalmanaque,unaimagen panorámica de la ciudad. La otra, puertecilla baja y angosta, da al bar,separadode lapistadebaileporunmostradorde tablones, traselcualsehallan laChunga, unamecedoradepaja y unamesa cubierta debotellas, vasosy tinajas.Yfrente al bar, en un rincón, están los músicos. Don Anselmo, instalado sobre unbanquillo,utiliza laparedcomoespaldary sostieneel arpaentre laspiernas.Llevaanteojos,loscabellosbarrensufrente,entrelosbotonesdesucamisa,ensucuelloyen sus orejas asoman mechones grises. El que toca la guitarra y tiene la voz tanentonadaeselhuraño,ellacónico,el jovenAlejandroque,ademásdeintérprete,escompositor.Elqueocupalasilladefibraymanipulauntamboryunosplatillos,elmenosartista,elmásmusculosodelostres,esBolas,elexcamionero.

—Nomeabracenasí,notenganmiedo—dijoLituma—.Noestoyhaciendonada,¿noven?Sólobuscándola.Quéhaydemaloenquequieramirarla.Suéltenme.

—Ya se iría, primito—dijo el Mono—. Qué te importa. Piensa en otra cosa.Vamosadivertirnos,afestejarturegreso.

—Noestoyhaciendonada—repitióLituma—.Sóloacordándome.¿Porquémeabrazanasí,inconquistables?

Estabanenelumbraldelapistadebaile,bajolaespesaluzquederramabantres

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lamparillasenvueltasencelofánazul,verdeyvioleta,frenteaunaapretadamasadeparejas.Gruposborrososatestabanlosrincones,ydeellosveníanvoces,carcajadas,choquesdevasos.Unhumoinmóvil,transparente,flotabaentreeltechoylascabezasdelosbailarines,yolíaacerveza,humoresytabaconegro.Litumasebalanceabaenelsitio,JosefinoloteníasiempredelbrazoperolosLeónlohabíansoltado.

—¿Cuálfuelamesa,Josefino?¿Aquélla?—Ésamisma,hermano.Peroyapasó,ahoracomienzasotravida,olvídate.—Anda saluda al arpista, primo—dijo elMono—.Y al Joven y a Bolas que

siempreterecuerdanconcariño.—Perono laveo—dijoLituma—.Porquésemeesconde, sinovoyahacerle

nada.Sólomirarla.—Yomeencargo,Lituma—dijoJosefino—.Palabraquetelatraigo.Perotienes

quecumplir;lopasado,pisado.Andaasaludaralviejo.Yovoyabuscarla.Laorquestahabíadejadodetocar,lasparejasdelapistaeranahoraunacompacta

masa,inmóvilysiseante.Alguiendiscutíaagritosjuntoalbar.Litumaavanzóhacialos músicos, tropezando, don Anselmo del alma, con los brazos abiertos, viejo,arpista,escoltadoporlosLeón,¿yanoseacuerdademí?

—Sinoteve,primo—dijoJosé—.Dilequiéneres.Adivine,donAnselmo.—¿Quécosa?—laChungaseparódeunsaltoylamecedorasiguiómoviéndose

—.¿Elsargento?¿Túlohastraído?—Nohuboforma,Chunga—dijoJosefino—.Llegóhoydíaysepusoterco,no

pudimosatajarlo.Peroyasabeyleimportauncarajo.LitumaestabaenlosbrazosdedonAnselmo,eljovenyBolasledabanpalmadas

en la espalda, los tres hablaban a la vez y se los oía desde el bar, excitados,sorprendidos, conmovidos. El Mono se había sentado ante los platillos, los hacíatintinearyJoséexaminabaelarpa.

—Ollamoalapolicía—dijolaChunga—.Sácaloyamismo.—Estáborrachisísimo,Chunga, apenaspuede caminar, ¿no lo estás viendo?—

dijoJosefino—.Nosotroslocuidamos.Nohabráningúnlío,palabra.—Ustedessonmimalasuerte—dijolaChunga—.Túsobretodo,Josefino.Pero

nosevaarepetirlodelavezpasada,tejuroquellamoalapolicía.—Ningúnlío,Chunguita—dijoJosefino—.Palabra.¿LaSelváticaestáarriba?—Dóndevaaestar—dijolaChunga—.Perosihaylío,putadetumadre,tejuro.—Aquímesientobien,donAdrián—dijoelsargento—.Asíson lasnochesde

mitierra.Tibiasyclaritas.—Esquenohaycomolamontaña—dijoNieves—.Paredesestuvoelañopasado

enlasierrayvolviódiciendoestriste,niunárbol,sólopiedrasynubes.La luna, muy alta, iluminaba la terraza y en el cielo y el río había muchas

estrellas;traselbosque,suavevalladesombras,loscontrafuertesdelacordilleraeran

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unas moles violáceas. Al pie de la cabaña, entre los juncos y los helechos,chapoteaban las ranas y, en el interior, se oía la voz de Lalita, el chisporroteo delfogón. En la chacra, los perros ladraban muy fuerte: se peleaban por las ratas,sargento, cómo las cazaban, si viera. Se ponían bajo los plátanos haciéndose losdormidos y, cuando una se les acercaba, bum, al pescuezo. El práctico les habíaenseñado.

—EnCajamarcalagentecomecuyes—dijoelsargento—.Lossirvenconuñas,ojitosybigotes.Sonigualitosquelasratas.

—UnavezLalitayyohicimosunviajemuylargo,porelmonte—dijoNieves—.Tuvimosquecomerratas.Lacarnehuelemal,peroesblanditayblancacomoladelpescado.ElAquilinoseintoxicó,casisenosmuere.

—¿SellamaAquilinoelmayorcito?—dijoelsargento—.¿Elquetienelosojitoschinos?

—Ese mismo, sargento—dijo Nieves—. ¿Y en su pueblo hay muchos platostípicos?

Elsargentoalzólacabeza,ah,donAdrián,unossegundosquedócomoextasiado,si entrara a unapicanteríamangacheyprobaraun secode chabelo.Semoriría delgusto,palabra,nadaenelmundosepodíacompararyelprácticoNievesasintió:nohabía como la tierra de uno. ¿A veces no le daban ganas de volver a Piura alsargento? Sí, todos los días, pero uno no hacía sus gustos cuando era pobre, donAdrián:¿élhabíanacidoaquí,enSantaMaríadeNieva?

—Másabajo—dijoelpráctico—.ElMarañónesmuyanchoahí,yconlanieblanosevelaotraorilla.PeroyameacostumbréenNieva.

—Ya está lista la comida—dijo Lalita, desde la ventana. Sus cabellos sueltoscaíanencascadasobreeltabiqueysusbrazosrobustosparecíanmojados—.¿Quierecomerahíafuera,sargento?

—Megustaría,sinoesmolestia—dijoelsargento—.Ensucasamesientocomoenmi tierra, señora.Sóloquenuestro ríoesmásangostitoyni siquiera tieneaguatodoelaño.Y,envezdeárboles,hayarenales.

—Nosepareceennada,entonces—rióLalita—.PeroseguroquePiuratambiéneslindocomoaquí.

—Quieredecirquehayelmismocalorcito,losmismosruidos—dijoNieves—.Alasmujereslatierranolesdicenada,sargento.

—Era por bromear —dijo Lalita—. ¿Pero usted no se habrá molestado, no,sargento?

Quéocurrencia, a él le gustaban las bromas, lo hacían entrar en confianza y, apropósito,¿laseñoraeradeIquitos,noescierto?LalitamiróaNieves,¿deIquitos?Y,un instante,mostrósu rostro:pielmetálica, sudor,granitos.Alsargento lehabíaparecidoporlamaneradehablar,señora.

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—Saliódealláhacemuchosaños—dijoNieves—.Raroquelenotaraelcantito.—Esquetengounoídodeseda,comotodoslosmangaches—dijoelsargento—.

Yocantabamuybiendemuchacho,señora.Lalita había oído que los norteños tocaban bien la guitarra y que eran de buen

corazón, ¿cierto?, y el sargento, claro: ninguna mujer resistía las canciones de supueblo,señora.EnPiuracuandounhombreseenamoraba,ibaabuscaralosamigos,todos sacaban guitarras y la muchacha caía a punta de serenatas. Había grandesmúsicos,señora,élconocíaamuchos,aunviejoquetocabaelarpa,unamaravilla,auncompositordevalses,yAdriánNievesseñalóaLalitaelinteriordelacabaña:¿noibaasalirésa?Lalitaencogióloshombros:

—Tienevergüenza,noquieresalir—dijo—.Nomehacecaso.Bonifaciaescomounvenadito,sargento,detodoparalasorejasyseasusta.

—Quealmenosvengaadarlasbuenasnochesalsargento—dijoNieves.—Déjenla,nomás—dijoelsargento—.Quenosalgasinoleprovoca.—Nosepuedecambiardevidatanrápido—dijoLalita—.Sólohaestadoentre

mujeres,ylapobretienemiedoaloshombres.Dicequesoncomovíboras,lehabránenseñadoesolasmadrecitas.Ahorasehaidoaesconderalachacra.

—Tienen miedo al hombre hasta que lo prueban —dijo Nieves—. Entoncescambian,sevuelvendevoradoras.

Lalitasehundióenlahabitacióny,unmomentodespués,regresósuvoz,aellanole caía, ligeramente enojada, nunca le habían dado miedo los hombres y no eradevoradora,¿porquiéndecíaeso,Adrián?Elprácticoserióacarcajadasyseinclinóhacia el sargento: era una buena mujer la Lalita pero, eso sí, tenía su carácter.Pequeño,muydelgado,depiel clarayojos rasgadosyvivaces,Aquilino salióa laterraza,buenasnoches, traíaelmecheroporqueestabaoscuro,y locolocósobre labaranda. Tras él, otros dos chiquillos —pantalones cortos, cabellos lacios, piesdescalzos—, sacaron una mesita. El sargento los llamó y, mientras les hacíacosquillasyreíaconellos,LalitayNievestrajeronfrutas,pescadoscocidosalhumo,yucas, québuena cara tenía todo eso, señora, unas botellas de anisado.El prácticodistribuyóracionesdecomidaalostreschiquillosyéstospartieron,endirecciónalaescalerilla de la chacra: sus churres eranmuygraciosos, donAdrián, así decían enPiuraalascriaturas,señora,yalsargento,engeneral,legustabanloschurres.

—Salud,sargento—dijoNieves—.Porelgustodetenerloaquí.—Bonifaciaseasustadetodoperoesmuytrabajadora—dijoLalita—.Meayuda

enlachacraysabecocinar.Ycosemuybonito.¿Violospantaloncitosdeloschicos?Seloshizoella,sargento.

—Pero tienes que aconsejarla —dijo el práctico—. Así, tan tímida, nuncaencontrará marido. Usted no sabe lo callada que es, sargento, sólo abre la bocacuandolepreguntamosalgo.

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—Esomeparecebien—dijoelsargento—.Amínomegustanlasloras.—Entonces,Bonifacialegustarámucho—dijoLalita—.Sepuedepasarlavida

sindecirniay.—Levoyacontarunsecreto,sargento—dijoNieves—.Lalitaquierecasarlocon

Bonifacia.Asímeandadiciendo,poresomehizoinvitarlo.Cuídese, todavíaestáatiempo.

El sargento adoptó una expresión entre risueña y nostálgica, señora, él habíaestado una vez por casarse. Acababa de entrar a la Guardia Civil y encontró unamujerque loqueríayél tambiénaella,supoquito.¿Cómose llamaba?,Lira,¿quépasó?,nada,señora,lotrasladarondePiurayLiranoquisoseguirloyasíseacabóelromance.

—Bonifacia iría con su compañero a cualquier parte —dijo Lalita—. En lamontaña, las mujeres somos así, no ponemos condiciones. Tiene que casarse conalgunadeaquí,sargento.

—Yaveusted,cuandoaLalitaselemetealgoenlacabeza,noparahastaquesecumple—dijoNieves—.Lasloretanassonunasbandidas,sargento.

—Qué simpáticos son ustedes—dijo el sargento—. En SantaMaría de NievadicenquéhurañoslosNieves,nuncasejuntanconnadie.Y,sinembargo,señora,entantotiempoquellevoaquí,ustedessonlosprimerosquemeinvitanasucasa.

—Esqueanadielegustanlosguardias,sargento—dijoLalita—.¿Novequesontanabusivos?Arruinanalasmuchachas,lasenamoran,lasdejanencintaysemandanmudar.

—¿YentoncescómoquierescasaraBonifaciaconelsargento?—dijoNieves—.Unacosanovaconlaotra.

—¿Nomedijisteacasoqueelsargentoeradistinto?—dijoLalita—.Peroquiénsabesiserácierto.

—Es cierto, señora —dijo el sargento—. Soy un hombre derecho, un buencristiano, como dicen acá.Y un amigo como no hay dos, ya verá. Les estoymuyagradecido,donAdrián,deveras,porquemesientomuycontentoensucasa.

—Puedevolvercuandoquiera—dijoNieves—.VengaavisitaraBonifacia.PeronosemetaconlaLalita,porquesoymuyceloso.

—Ycon razón,donAdrián—dijoel sargento—.Es tanbuenamoza la señora,queyotambiénseríaceloso.

—Muybonita suatención, sargento—dijoLalita—.Peroyaséque lodicepordecir,yanosoybuenamoza.Antessí,dejoven.

—Perosiustedesunamuchachatodavía—protestóelsargento.—Yanome fío—dijoNieves—.Serámejor quenovenga cuandoyono esté,

sargento.En la chacra, los perros seguían ladrando y, a ratos, se oían las voces de los

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chiquillos.Losinsectosrevoloteabanentornoalmecheroderesina,losNievesyelsargento bebían, charlaban, bromeaban, ¡práctico Nieves!, los tres volvieron lacabezahaciaelfollajedelaribera:lanocheocultabalatrochaquesubíahastaSantaMaríadeNieva. ¡PrácticoNieves!Yel sargento:eraelPesado,quépesado,qué lepasaba, a qué venía a molestarlo a estas horas, don Adrián. Los tres chiquillosinvadieron la terraza. Aquilino fue hacia el práctico y le habló en voz baja: quesubiera.

—Parecequehayquesalirdeviaje,sargento—dijoelprácticoNieves.—Estará borracho —dijo el sargento—. No hay que hacerle caso al Pesado,

cuandotomaseleocurrencosas.Laescalerillacrujió,traselAquilinosurgiólagruesasiluetadelPesado,vaya,mi

sargento,alfinloencontraba,eltenienteylosmuchachosloandabanbuscandoportodaspartes,yquetuvieranbuenasnoches.

—Estoyfranco—gruñóelsargento—.¿Quéquierenconmigo?—Las encontraron a las pupilas—dijo el Pesado—.Una cuadrilla demateros,

cercadeuncampamento,ríoarriba.Haceunpardehorasllegóunpropioalamisión.Lasmadreshanlevantadoatodoelmundo,sargento.Parecequeunadelascriaturasestáconfiebre.

ElPesadoestabaenmangasdecamisa,sehacíaaireconelquepí,yahoraLalitalo acosaba a preguntas. El práctico y el sargento se habían puesto de pie, sí, quévaina,señora,habíaqueirlasabuscaryamismo.Ellosqueríanesperarhastamañana,perolasmonjitasconvencieronadonFabioyalteniente,yelsargento¿ibanapartirdenoche?Sí,misargento,lasmadresteníanmiedoquelosmaterossepasaranporlasarmasalasmayorcitas.

—Las madrecitas tienen razón —dijo Lalita—. Las pobres, tantos días en elmonte.ApúrateAdrián,anda.

—Qué vamos a hacer—dijo el práctico—. Tómese un trago con el sargento,mientrasvoyaechargasolinaalalancha.

—Me caerá bien, gracias—dijo el Pesado—.Qué vida nos dan ¿no es cierto,sargento?Sientohaberlosinterrumpidoenmediacomida.

—¿Lasencontraronatodas?—dijounavoz,desdeeltabique.Ellosmiraron:unamelenacorta,unborrosoperfil,unbustodemujer recortado juntoa laventana.Laluzdelmecherollegabaralamentehastaallí.

—Menosados—dijoelPesado,inclinándosehacialaventana—.MenosaésasdeChicais.

—¿Porquénolastrajeronenvezdemandaravisar?—dijoLalita—.Peromenosmalquelasencontraron,graciasaDiosquelasencontraron.

Si no tenían en qué traerlas, señora, y el Pesado y el sargento adelantaban lascabezashaciaeltabique,perolasiluetasehabíacorridoyapenasasomabaahoraun

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fragmento de rostro, una sombra de cabellos. Al otro lado de la baranda, AdriánNieves daba órdenes y se oía a los chiquillos agitando el agua, chapaleos, idas yvenidasentre loshelechos.Lalita les sirvióanisadoyellosbebieronasusalud,misargento,yelsargentoalasaluddelaseñora,másbien,cacaseno.

—Yaséqueeltenientemecargóeltrabajito—dijoelsargento—.Supongoquenoirésolo,¿no?,abuscaralaschurres;¿quiénmeacompaña?

—ElChiquitoyyo—dijoelPesado—.Ytambiénvaunamonjita.—¿LamadreAngélica?—dijo lavozdel tabiquey ellosvolvierona torcer los

cuellos.—Seguramente,porquelamadreAngélicasabedemedicina—dijoelPesado—.

Paraquecurealaenfermita.—Denlequinina—dijoLalita—.Perounviajenobastará,noentrarántodasenla

lancha,tendránquehacerdosotres.—Suertequehayluna—dijoelprácticoNieves,desdelaescalerilla—.Enmedia

horaestarélisto.—Andaaavisarlealtenientequeyavamos,Pesado—dijoelsargento.ElPesadoasintió,diolasbuenasnochesysealejóporlaterraza.Alpasarjuntoa

laventana, lavagasiluetasehizoatrás,desaparecióyreapareciócuandoelPesadodescendíayalaescalerilla,silbando.

—Ven,Bonifacia—dijoLalita—.Voyapresentartealsargento.Lalita tomódel brazo al sargento, lo llevóhasta la puertay, segundosdespués,

surgióuncontornodemujerenelumbral.Elsargentoestuvocon lamanotendida,observandoconfusounaschispitasinmóviles,hastaqueunapequeñaformasombríacortó lapenumbra,unosdedos rozaron los suyos,muchogusto,y escaparon: a susórdenes,señorita.Lalitasonreía.

—Yocreíqueéleracomotú—dijoFushía—.Yyaves,viejo,quéequivocacióntanterrible.

—Amítambiénmeengañóunpoco—dijoAquilino—.Nolocreíacapazdeesoa Adrián Nieves. Parecía tan despreocupado de todo. ¿Nadie se dio cuenta cómoempezólacosa?

—Nadie—dijoFushía—;niPantacha,niJum;niloshuambisas.Malditalahoraenquenacieronesosperros,viejo.

—Yaestáelodiootravezentuboca,Fushía—dijoAquilino.YentoncesNieveslavio,arrinconadaentrelajarradegredayeltabique:grande,

felpuda,negrísima.Seincorporómuydespaciodelabarbacoa,sumanobuscóropas,unas zapatillas de jebe, una cuerda, porongos, una cesta de chambira, nada quesirviera.Ella seguíaenel rincón,agazapada, sinduda loespiabapordebajodesuspatasfinasyretintas,reflejadascomounaenredaderaenlarojizacombadelajarra.Dio un paso, descolgó el machete y ella no había huido, seguía al acecho,

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seguramente registraba cada movimiento suyo con sus ojillos perversos, su panzacolorada estaría latiendo. De puntillas avanzó hacia el rincón, ella se replegó consúbitaangustia,élgolpeóyhubocomouncrujidodehojarasca.Luego,elpetateteníauna raja y manchitas negras, rojas; las patas estaban intactas, su vello era negro,largo,sedoso.Nievescolgóelmachetey,envezdevolveralabarbacoa,permaneciójuntoalaventana,fumando.Recibíaenlacaraelalientoylosrumoresdelaselva,conlabrasadelcigarrillotratabadequemarlasalasdelosmurciélagosquerondabanporlatelametálica.

—¿Nuncasequedaronsolosenlaisla?—dijoAquilino.—Una vez, porque el perro ese se enfermó—dijo Fushía—. Pero al principio

todavía. En ese tiempo no pudo comenzar la historia, no se hubieran atrevido,meteníanmiedo.

—¿Hayalgoqueasustemásqueelinfierno?—dijoAquilino—.Y,sinembargo,lagentehacemaldades.Elmiedonofrenaalagenteentodaslascosas,Fushía.

—Al infiernonadie lohavisto—dijoFushía—.Yésosmeveían amí todo eltiempo.

—Másquesea,cuandouncristianoyunacristianasetienenganasnohayquienlos pare—dijoAquilino—.El cuerpo les quema, como si tuvieran llamas adentro.¿Acasonotehapasado?

—Ningunamujermehizosentireso—dijoFushía—.Peroahorasí,viejo,ahorasí.Comosituvieracarbonesbajolapiel,viejo.

Hacialaderecha,entrelosárboles,Nievesdivisabafogatas,instantáneosperfilesdehuambisas;alaizquierda,encambio,dondehabíaarmadosucabañaJum,todoeraoscuridad.Enloalto,contrauncieloañil,semecíanlospenachosdelaslupunasylaluna blanqueaba la trocha que, después de bajar una pendiente de arbustos y dehelechos, contorneaba la pileta de las charapas y seguía hasta la playita; la cochadebíaestarazul,quietaydesierta.¿Habríanseguidobajandolasaguasdelapileta?¿Estaríanyaensecolasestacas,lared?Prontoapareceríanlascharapasvaradasenlaarena,losrugosospescuezosestirándosehaciaelcielo,losojosllenosdeasfixiaydelegañas,yhabríaquehacersaltarsusconchasconelfilodelmachete,cortarlacarneblancaencuartelesysalarlosantesqueloscorrompieranelsol,lahumedad.Nievestiró el cigarrillo e iba a soplar el mechero cuando tocaron el tabique. Levantó latrancadelapuertayentróLalita,envueltaenunaitípakhuambisa,suscabelloshastalacintura,descalza.

—Situvieraqueescogeraunodelosdosparavengarme,seríaella,Aquilino—dijoFushía—,laperraesa.Porqueellacomenzó,seguro,cuandomevioenfermo.

—Latratabasmal,lepegabasy,además,lasmujerestienensuorgullo,Fushía—dijoAquilino—.¿Quécristianahubieraaguantado?Encadaviajetetraíasunamujeryselametíasporlasnarices.

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—¿Creesqueteníacóleradelaschunchas?—dijoFushía—.Quétontería,viejo.Laperraesaestabacalienteporqueyoyanolepodía.

—Mejornohablesdeeso,hombre—dijoAquilino—.Yaséqueteponetriste.—Perosiempezóconeso,connopoderlealaLalita—dijoFushía—.Peroacaso

novesquédesgracia,Aquilino,quécosaterrible.—¿Nolodesperté,diga?—dijoLalita,convozsoñolienta.—No,nomedespertó—dijoNieves—.Buenasnoches.Mande,nomás.Trancó la puerta, se acomodó el pantalón y cruzó los brazos sobre el torso

desnudo,peroalinstantelosdescruzóysiguiódepie,indeciso.Porfinseñalólajarradegreda:sehabíametidounade laspeludasyacababadematarla.Sólohacíaunasemanaquehabíarellenadolosagujeros,Lalitasesentóenlabarbacoa,perocadadíaabríanotros,laspeludas.

—Esquetienenhambre—dijoLalita—,asíesenestaépoca.Unavezdespertéyno podía mover la pierna, le digo. Tenía una manchita y después se hinchó. Loshuambisasmeponíanlapiernasobreunbraseroparaquesudara.Mehaquedadolamarca.

Susmanosbajaronhastaelruedodelaitípak,laalzaron,aparecieronsusmuslos,lisos,colormate,firmes,yunacicatrizcomounpequeñogusano:

—¿Dequéseasusta?—dijoLalita—.¿Porquésevoltea,diga?—Nomeasusto—dijoNieves—.Sóloqueestádesnudayyosoyhombre.Lalita se rió y soltó la itípak; su pie derecho jugaba con un porongo,

distraídamenteloacariciabaconelempeine,losdeditos,eltalón.—Perra,puta,peorescosassiquieres—dijoAquilino—.Peroyoletengocariño

alaLalitaynomeimporta.Escomomihija.—Unaquehaceesoporquevemorirseasuhombreespeorqueperra,peorque

puta—dijoFushía—.Noexistepalabraparaloquees.—¿Morirse?En San Pablo, lamayoría semueren de viejos y no de enfermos,

Fushía—dijoAquilino.—No lo dices para consolarme, sino porque te arde que insulte a ésa —dijo

Fushía.—Selodijoenmidelante—susurróNieves—.Otravezsinnadabajolaitípaky

tehagocomerporlastaranganas,¿yanoseacuerda?—Otrasvecesdiceteregaloaloshuambisas,tesacolosojos—dijoLalita—.Al

Pantachatodoeltiempotemato,laestásespiando.Cuandoamenazanohacenada,lafuriaselevaconlaspalabras.¿Austedledapenacuandomepega,diga?

—Ytambiéncólera—Nievesmanoteótorpementelatrancadelapuerta—:Sobretodocuandolainsulta.

Asolaseratodavíapeor,aj,setecaenlosdientes,aj,tienestodalacarapicada,aj,tucuerpoyanoeseldeantes,aj,setechorrea,prontovasaestarcomolasviejas

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huambisas,aj,ytodoloqueseleocurría,¿ledabapena?,yNievescállese.—Perocreíaentiyesoqueteconocía—dijoAquilino—.Yollegabaalaislayla

Lalitaprontomesacarádeaquí,siesteañohaymuchojebenosiremosalEcuadorynoscasaremos.Seabuenito,donAquilino,vendalamercaderíaabuenprecio.PobreLalita.

—Nose largóantesporqueesperabaquemehiciera rico—dijoFushía—.Québruta,viejo.Nomecaséconella cuandoeraduritay singranos,ycreíaque ibaacasarmeconellacuandoyanocalentabaanadie.

—AAdriánNieveslocalentó—dijoAquilino—.Sino,noselahubierallevado.—¿Ya ellas también se las va a llevar alEcuador el patrón?—dijoNieves—.

¿Tambiénsevaacasarconellas?—Sumujersoyyosola—dijoLalita—.Lasotrassonsirvientas.—Digaloquediga,yoséqueesoleduele—dijoNieves—.Notendríaalmasino

ledolieraquelemetaotrasmujeresasucasa.—Nolasmeteamicasa—dijoLalita—.Duermenenelcorralconlosanimales.—Pero se las tira en su delante —dijo Nieves—. No se haga la que no me

entiende.SevolvióamirarlayLalitasehabíaaproximadoalcantodelabarbacoa,teníalas

rodillasjuntas,losojosbajosyNievesnoqueríaofender,tartamudeóymiródenuevopor la ventana, le había dado cólera cuando dijo que se iba a ir con el patrón alEcuador,elcielocolorañil,lasfogatas,loscocuyoschispeantesentreloshelechos:lepedíaperdón,élnoqueríaofender,yLalitalevantólosojos:

—¿AcasonotelasdaatiyalPantachacuandonolegustan?—dijo—.Túhaceslomismoqueél.

—Yoestoy solo—balbuceóNieves—.Uncristianonecesita estar conmujeres,porquémecomparaconelPantacha,ademásmegustaquemehabledetú.

—Sólo al principio, aprovechándose de mis viajes —dijo Fushía—. Lasrasguñaba, a unade las achuales la dejó sangrando.Perodespués se acostumbróyerancomosusamigas.Lesenseñabacristiano,seentreteníaconellas.Noescomotúcrees,viejo.

—Ytodavíatequejas—dijoAquilino—.Todosloscristianossueñanconesoquetúhastenido.¿Acuántosconocesquecambiaranasídemujer,Fushía?

—Peroeranchunchas—dijoFushía—,chunchas,Aquilino,aguarunas,achuales,shapras,purabasura,hombre.

—Y,además, soncomoanimalitos—dijoLalita—, se encariñan conmigo.Másbienmedanpenadelmiedoque les tienena loshuambisas.Si tú fueraselpatrón,seríascomoél,hastameinsultarías.

—¿Acasomeconoceparaquemejuzgue?—dijoNieves—.Yonoleharíaesoamicompañera.Menossifuerausted.

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—Aquíelcuerpose lesafloja rápido—dijoFushía—.¿Esmiculpaacasosi laLalitaenvejeció?Y,además,hubierasidotontodesperdiciarlaocasión.

—Por eso te las robabas tan chicas—dijoAquilino—.Para que fueran duritas¿no?

—No sólo por eso —dijo Fushía—; a mí me gustan las doncellitas como acualquierhombre.Sóloqueesosperrosdelospaganosnolasdejancrecersanas,alasmáscriaturasyalashanroto,lashaprafuelaúnicasanitaqueencontré.

—Loúnicoquemedueleesacordarmedecómoerayo,enIquitos—dijoLalita—.Losdientesblancos,igualitos,yniunamanchasiquieraenlacara.

—Le gusta inventarse cosas para sufrir—dijo Nieves—. ¿Por qué no deja elpatrónqueloshuambisasseacerquenaestelado?Porqueatodosselesvanlosojoscuandoustedpasa.

—También al Pantacha y a ti—dijo Lalita—. Pero no porque sea bonita, sinoporquesoylaúnicacristiana.

—Yo siempre he sido educado con usted—dijoNieves—. ¿Por quéme igualaconelPantacha?

—TúeresmejorqueelPantacha—dijoLalita—.Poresohevenidoavisitarte.¿Yanotienesfiebre?

—¿Noteacuerdasquenobajéalembarcaderoarecibirte?—dijoFushía—.¿Quetúvinisteymeencontrasteenlacabañadeljebe?Fueesavez,viejo.

—Síme acuerdo—dijoAquilino—.Parecías durmiendo despierto.Creí que elPantachatehabíadadococimiento.

—¿Y no te acuerdas que me emborraché con el anisado que trajiste? —dijoFushía.

—Tambiénme acuerdo—dijo Aquilino—. Querías quemar las cabañas de loshuambisas.Parecíasdiablo,tuvimosqueamarrarte.

—Esquetratécomodiezdíasynolepodíaaesaperra—dijoFushía—,nialaLalitanialaschunchas,viejo,devolverseloco,viejo.Meponíaallorarsolo,viejo,queríamatarme,cualquiercosa,diezdíasseguidosynolespodía,Aquilino.

—Nollores,Fushía—dijoAquilino—.¿Porquénomecontasteloquetepasaba?Talvez tehubierascurado,entonces.Hubiéramos idoaBagua,elmédico tehabríapuestoinyecciones.

—Y las piernas seme dormían, viejo—dijo Fushía—, les pegaba y nada, lesprendíafósforosycomomuertas,viejo.

—Yanoteamarguesconesascosastristes—dijoAquilino—.Fíjate,acércatealborde,mira cuántos pececitos voladores, esos que tienen electricidad. Fíjate cómonossiguen,québonitassevenlaschispitasenelaireydebajodelagua.

—Y después ronchas, viejo —dijo Fushía—, y ya no podía quitarme la ropadelantedelaperraesa.Tenerquedisimular todoeldía, todalanoche,ynotenera

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quiéncontárseloAquilino,chuparmeesadesgraciayosolito.Yeneso rascaronel tabiqueyLalita sepusodepie.Fuehasta laventanay, la

cara pegada a la tela metálica, comenzó a gruñir. Afuera alguien gruñía también,suavemente.

—ElAquilinoestáenfermito—dijoLalita—.Vomitatodoloquecomeelpobre.Voyaverlo.Simañananohavueltotodavía,vendréahacertelacomida.

—Ojalá que no hayanvuelto—dijoNieves—.Nonecesito queme cocine,mebastaconquevengaaverme.

—Siyotedigotú,puedesdecirmetú—dijoLalita—.Almenoscuandonohayanadie.

—Los podría coger a montones si tuviera una red, Fushía—dijo Aquilino—.¿Quieresqueteayudealevantarteparaquelosveas?

—Y después los pies —dijo Fushía—. Caminar cojeando, viejo, y en eso apelarmecomolasserpientes,peroaellaslessaleotrapielyamíno,viejo,yopuntallaga,Aquilino,noesjusto,noesjusto.

—Yaséquenoesjusto—dijoAquilino—.Peroven,hombre,miraquélindoslospececitoseléctricos.

Todoslosdías,JuanaBaurayAntoniasalíandelaGallinaceraalamismahora,hacían siempre el mismo recorrido. Dos cuadras rectas, polvorientas, y era elMercado: las placeras comenzaban a tender susmantas al pie de los algarrobos, aordenarsusmercancías.AlaalturadelatiendaLasMaravillas—peines,perfumes,blusas,polleras,cintasypendientes—doblabana la izquierday,doscientosmetrosadelante,aparecíalaplazadeArmas,unaceñidarondadepalmerasydetamarindos.Laabordabanpor labocacalleopuestaaLaEstrelladelNorte.Duranteel trayecto,unadelasmanosdeJuanaBaurahacíaadiósalosconocidos,laotraibaenelbrazodeAntonia.Al llegar a laplaza, Juanaobservaba lasbancasdevarillasy elegía lamás sombreada para la joven. Si la muchacha permanecía impasible, la lavanderaregresabaasucasatrotandosuavemente,desatabasupiajeno,reuníalaropaporlavaryemprendíalamarchahaciaelrío.Si,porelcontrario,lasmanosdeAntoniaasíanlas suyas con ansiedad, Juana tomaba asiento a su lado y la calmaba conmimos.Repetíasusilenciosa interrogaciónhastaque lamuchacha ladejabapartir.Volvíaabuscarlaamediodía,laropayafregaday,aveces,AntoniaretornabaalaGallinacerasubidaenelasno.NoerararoqueJuanaBauraencontrasealajovendandovueltasentorno a la glorieta con una vecina cariñosa, no era raro que un lustrabotas, unmendigo o jacinto le dijeran: la llevaron donde fulano, a la iglesia, al Malecón.EntoncesJuanaBauravolvíasolaalaGallinacerayAntoniaaparecíaalatardecer,delamanodeunasirvienta,deunprincipalcaritativo.

Ese día salieron más temprano, Juana Baura debía llevar al Cuartel Grau un

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uniformedeparada.ElMercadoestabadesierto,unosgallinazosdormitabansobreeltejadodeLasMaravillas.Nohabíanpasadoaúnlosbarrenderosylosdesperdiciosycharcosdespedíanmalolor.EnlasolitariaplazadeArmascorríaunabrisatímidayelsolasomabaenuncielosinnubes.Yanocaíaarena.JuanaBauralimpiólabancaconsu pollera, halló las manos de la muchacha sosegadas, le dio una palmada en lamejilla y partió. En el camino de regreso, encontró a la mujer de HermógenesLeandro,eldelcamal,yjuntascontinuaronandandomientraselsolcrecíaenelcielo,yaalanceabalostechosaltosdelaciudad.Juanaibaencorvada,frotándosederatoenrato lacinturaysuamigaestásenfermayella tengocalambresdesdehace tiempo,sobretodoenlasmañanas.Hablarondeenfermedadesyremedios,delavejez,deloatareadaquees lavida.LuegoJuanasedespidió,entróensucasa, salió jalandoalpiajeno cargado de ropa sucia y, bajo el brazo, el uniforme envuelto en númerosviejosdeEcosyNoticias.FuealCuartelGraubordeandoelarenalylatierraestabacaliente, rápidas iguanas corrían de pronto entre sus pies. Un soldado vino a suencuentro, el teniente se iba a enojar, por qué no había traído el uniforme mástemprano.Learrebatóelpaquete,lepagóyellasedirigióentoncesalrío.NohastaelViejoPuente,dondesolíalavar,sinohaciaunaplayitaredonda,másarribadelcamal,donde encontró a otras dos lavanderas. Y las tres estuvieron toda la mañana,arrodilladas en el agua, fregando y conversando. Juana terminó primero, partió, yahoralascalles,deslumbrantesbajounsolvertical,sehallabanrepletasdevecinosyforasteros.Noestabaenlaplaza,nilosmendigosniJacintolahabíanvistoyJuanaBaura regresó a laGallinacera; susmanos alternativamente golpeaban al animal yfrotabansucintura.Comenzóa tender la ropa,amedio trabajo fueaecharseensucolchóndepaja.Cuandoabriólosojos,yacaíaarena.Refunfuñando,trotóalsolar:algunasprendassehabíanensuciado.Corrióeltoldoqueprotegíaloscordeles,acabóde colgar la ropa, volvió a su cuarto, rebuscó bajo el colchón hasta encontrar lamedicina.Empapó un trapo con el líquido, se levantó la pollera, vigorosamente sefrotólascaderasyelvientre.Lamedicinaolíaameadosyavómitos,Juanaesperótapándoselanarizquelapielsesecara.Sepreparóunasmenestrasy,cuandoestabacomiendo,tocaronalapuerta.NoeraAntonia,sinounasirvientaconunacanastaderopa.De pie en el umbral, conversaron. Llovía suave, los granitos de arena no seveían,selossentíaenlacarayenlosbrazoscomopatitasdearaña.Juanahablabadecalambres,delasmalasmedicinasylasirvientaprotesta,quetedéotraotedevuelvatuplata.Luegosefue,pegadaalmuro,bajolosaleros.Sola,sentadaensucolchón,Juana seguía iré el domingo a tu rancho, ¿crees que porque soy vieja me vas aengañar?, con tu medicina me tiembla la cintura, ladrón. Luego se tendió y, aldespertar, había oscurecido.Encendió una vela,Antonia no había llegado. Salió alsolar,elasnoenderezólasorejas,rebuznó.Juanacogióunamanta,selaechósobreloshombrosyaenlacalle:estabanegro,porlasventanasdelaGallinaceraseveían

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candeleros,lámparas,fogones.Caminabamuyrápido,teníarevueltosloscabellosy,cercadelMercado,desdeunpórtico,alguiendijounaaparecida.Ellatrotaba,medasotramedicinaparaelsueñoquemevieneacadaratoomedevuelveslaplata.Habíapocagenteenlaplaza.Seacercóatodosynadiesabía.Laarenabajabaahoradensa,visible y Juana se cubrió la boca y la nariz. Recorriómuchas calles, tocómuchaspuertas, repitió veinte veces la misma pregunta y, cuando regresó a la plaza deArmas,corríatrabajosamente,seapoyabaenlasparedes.Doshombres,consombrerodepaja,conversabanenunabanca.ElladijodóndeestáAntonia,yeldoctorPedroZevallosbuenasnoches,doñaJuana,¿quéhaceenlacalleaestashoras?Yelotro,convozdeforastero,haytantaarenaquenosvaapartirelcráneo.EldoctorZevallossequitóelsombrero,seloalcanzóaJuanayellaselopuso;eragrande,letapabalasorejas. El doctor dijo la fatiga no la deja hablar, siéntese un rato, doña Juana,cuéntenosyelladóndeestáAntonia.Losdoshombressemiraronyelotrodijoseríabuenollevarlaasucasayeldoctorsí,yoconozco,esporlaGallinacera.Latomarondelosbrazos,lallevabancasienelairey,bajoelsombrero,JuanaBaurarugía:esaqueesciega,¿lahanvisto?,yeldoctorZevallostranquilícese,doñaJuana,ahoraquelleguemos nos cuenta, y el otro qué huele tanto y el doctorZevallos a remedio decurandero,pobrevieja.

Julio Reátegui se limpia la frente, mira al intérprete, le había faltado a laautoridad,esoestabamalhechoycostabacaro:tradúceleeso.ElclarodeUrakusaespequeñoytriangular,elbosqueloabrazadecerca,ramasylianassebalanceansobrelas cabañas suspendidas por pilares de pona y terminadas en circunferenciasabolladascomocolasdepato:elintérpreterugeyacciona,Jumescuchaatentamente.Hayunasveinte viviendas, idénticas: techosdeyarina, tabiquesde rajas de chontaunidas por bejucos, escalerillas toscamente labradas en troncos. Dos soldadosconversanantelacabañacolmadadeurakusasprisioneros,otroslevantanlascarpascerca del barranco, el capitán Quiroga batalla contra los zancudos y la chiquillapermanece tranquila junto al caboRobertoDelgado, a ratosmira a Jum, tieneojosclarosyensutorsodemuchachoyaseinsinúandospequeñascorolasoscuras.AhorahablaJum,suslabiosmoradosdisparanruidosásperosyescupitajos,JulioReáteguiladealaspiernasparaevitarlalluviadesalivayelintérpretecaborobando,esdecirqueriendo,quepalocarajo,ydespuésyéndose,fuera,nuncamás,quedándolecanoa,sucanoamisma,deJum,yqueelprácticoyéndose,noviendo,quese tiróalagua,diciendo, señor. Y el cabo Delgado da un paso hacia Jum: mentira. El capitánQuiroga lo contiene con un gesto:mentira, señor, si él se iba a ver a su familia aBagua,¿ibaaestarperdiendosutiemporobándolescosasaéstos?,yquéleshubierapodidorobaraunqueriendo,micapitán,¿noveíalomiserablequeeraUrakusa?Yelcapitán:peroentoncesnoeraciertoquemataronalrecluta.¿Eraverdadonoquese

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tiróalMarañón?Carajo,porquesinoestabamuertoeradesertoryelcabocruzasusdedosy losbesa: lomataron,mi capitán,y lodel roboera lamentiramásgrande.Sólohabíanregistradounpoquito,perobuscandoesamedicinacontraloszancudosque él le había dicho y éstos lo amarraron y lo apalearon, a él, al sirviente, y alprácticolohabríanmatadoylohabríanenterradoparaquenadielodescubriera,micapitán. Julio Reátegui sonríe a la chiquilla y ésta lomira de soslayo, ¿asustada?,¿curiosa?Viste lapampanillaaguarunaysuscabellosabundantesypolvorientosseagitan suavemente cuandomueve la cabeza; no lleva adornos en la cara ni en losbrazos, sólo en los tobillos: dos calabazas enanas. Y Julio Reátegui: ¿por qué nohabíahechocomercioconPedroEscabino?,¿porquéno levendióesteañoel jebecomootrasveces?Queletradujeraesoyelintérpretegruñeyacciona,Jumescucha,los brazos cruzados y el gobernador indica a la chiquilla que se le acerque, ella levuelvelaespalda,yelintérprete,señor,nuncamás,diciendo:Escabinodiablo,seva,fuera,niUrakusa,diciendo,niChicais,ningúnpuebloaguaruna,patróncojudeando,señor, y JulioReátegui ¿qué iban a hacer los urakusas con el jebe que no queríanvenderlealpatrónEscabino?,suavemente,mirandosiemprealachiquilla,¿yquéconlaspieles?, tradúcele eso.El intérprete y Jumgruñen, escupeny accionan, y ahoraReáteguilosobserva,unpocoinclinadohaciaelurakusa,ylachiquilladaunpaso,miralafrentedeJum:laheridasehahinchadoperoyanosangra,elojoderechodelcaciqueestámuyinflamadoyJulioReátegui¿cooperativa?Esapalabranoexistíaenaguaruna, hijo, ¿le había dicho cooperativa? Y el intérprete: la había dicho enespañol, señor, y el capitán Quiroga sí, él la había oído. ¿Qué lío era ése, señorReátegui?¿PorquéyanoibanahacercomercioconEscabino?¿DedóndesacaronesodeiravendereljebeaIquitossiéstosnuncasupieronloqueeraIquitos?JulioReátegui parece abstraído, se saca el casco, se alisa los cabellos, mira al capitán:hacíadiezañosquePedroEscabinolestraíatelas,escopetas,cuchillos,capitán,todoloquenecesitabanparaentraralbosqueasacargoma.DespuésEscabinovolvía,ellosleentregabaneljebereunido,yéllescompletabacontelas,comida,loqueleshacíafalta,yesteañotambiénrecibieronadelantos,peronoquisieronvenderle:ésaeralahistoria,capitán.Lossoldadosquehanlevantadolascarpasseacercaron,unoestiralamanoytocaalachiquillaquedaunsalto,lascalabazasdanzan,ruidodesonajasyelcapitán:ajá,unabusodeconfianza,noestabainformado,lepegabanaunmilitar,estafaban a un civil, no sería raroquedeveras se hubieran cargado al recluta y elgobernadoragárrenla,quenoseescape.Tressoldadoscorreteantraslachiquilla,queeságil,escurridiza.Laatrapanenelcentrodelclaro, la llevanhaciaelgobernador,éste lepasa lamanopor lacara: teníaunamiradadespierta,yalgograciosoensusmaneras, ¿no le parecía, capitán?, era una lástima que la pobre creciera aquí y eloficial: efectivamente, don Julio, y sus ojos eran verdecitos. ¿Era su hija?, que lepreguntara eso y el capitán: tampoco tenía la barriguita hinchada, porque eso era

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tremendo en estos niños, la cantidad de parásitos que tragaban y el cabo RobertoDelgado:chiquitaybienservida,buenaparamascotadelacompañía,micapitán,ylos soldados ríen. ¿Era su hija?, y el intérprete no siendo, señor, tampocourakusa,perosíaguaruna,naciendoenPatoHuachana,señor,diciendoyJulioReáteguillamaadossoldados:queselallevaranalascarpasycuidaditocondárselasdevivosconella.Unsoldadotomaa lachiquilladelbrazoyellasedeja llevarsinresistir.JulioReátegui se vuelve hacia el capitán que lucha de nuevo contra invisibles, tal vezimaginarios enemigos aéreos: por aquí habían estadounos que se decíanmaestros,capitán.Semetieronalastribusconelcuentodeenseñarelespañolalospaganosyyaveíael resultado, ledabanunapalizaauncabo,arruinabanelnegociodePedroEscabino. ¿Se figuraba el capitán lo que ocurriría si todos los paganos decidíanensartaralospatronesqueleshabíanhechoadelantos?Elcapitánserascalabarbilla,gravemente: ¿una catástrofe económica? El gobernador asiente: los que venían defuera traían los líos, capitán. La vez pasada habían sido unos extranjeros, unosingleses, con el cuento de la botánica; se habían metido al monte y se llevaronsemillasdelárboldelcauchoyundíaelmundosellenódejebesalidodelascoloniasinglesas, más barato que el peruano y el brasileño, ésa había sido la ruina de laAmazonía,capitán,yél:¿deverasseñorReáteguiqueveníanóperasaIquitosyqueloscaucherosencendíansuspurosconbilletes?JulioReáteguisonríe,supadreteníauncocineroparasusperros,imagínese,yelcapitánríe,lossoldadosríen,peroJumsigue serio, los brazos cruzados, a ratos espía la cabaña atestada de urakusasprisionerosyJulioReáteguisuspira:entoncessetrabajabapocoyseganabamucho,ahorahabíaquesudarsangrepararecibirunamiserias,ytodavíatenerquelidiarconestagente,resolverproblemastantontos.Elcapitánestáserioahora,donjulio,yalocreía, la vida era dura para los hombres de la Amazonía, y Reátegui, la vozbruscamentesevera,alintérprete:elaguarunanopodíavenderenIquitos,queteníaquecumplirsuscompromisos,queesosquevinieronloshabíanengañado,quenadade cooperativas ni de cojudeces. Patrón Escabino volvería y que harían comerciocomo siempre, traduciendo eso pero el intérprete muy rápido señor, repitiendomejorcito y el capitán te habló despacio, nada de bromas. Julio Reátegui no teníaapuro,capitán,leibaadargusto.Elintérpretegruñeyacciona,Jumescucha,correunabrisa ligera sobreUrakusayel ramajedelbosque ronroneadébilmente, seoyeunarisa:lachiquillayelsoldadoestánjugandoantelascarpas.Elcapitánpierdelapaciencia,¿hastacuándo?,sacudeelhombrodeJum,¿tampocohabíaentendidoestavez?,¿lestomabaelpelo?Jumalzalacabeza,suojosanoexaminaalgobernador,sumano lo señala, subocagruñe,y JulioReátegui¿quéhabíadicho?,yel intérprete:insultando,señor,túdiablosiendo,diciendo,señor.

Nohabíanadieenelpasillo,sólolabulladelsalón,lalámparacolgadadeltecho

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teníacelofánazulyunaluzdeamanecerbañabaeldesvaídopapeldelasparedesylaspuertasmellizas. Josefino seacercóa laprimerayescuchó, a la segunda, en laterceraalguienjadeaba,crujíauncatrelevemente,Josefinotocóconlosnudillosylavozde laSelvática ¿quéhay?,yunadesconocidavozmasculina ¿quéhay?Corrióhasta el fondodelpasilloy allí noera el amanecer sinoel crepúsculo.Permanecióinmóvil, escondido en la discreta penumbra y luego chirrió una cerradura, unacabellera negra invadió la luz azul, unamano la recogió comounvisillo, brillaronunos ojos verdes. Josefino se mostró, hizo una señal. Minutos después salió unhombreenmangasdecamisa,quesehundiócanturreandoenlabocadelaescalera.Josefino atravesó el pasillo y entró al cuarto: la Selvática se abotonaba una blusaamarilla.

—Litumallegóestatarde—dijoJosefino,comosidieraunaorden—.Estáabajo,conlosLeón.

UnarepentinasacudidaconmovióelcuerpodelaSelvática,susmanosquedaronquietas,encogidasentrelosojales.Peronosevolviónihabló.

—Notengasmiedo—dijoJosefino—.Noteharánada.Yasabeyleimportaunpito.Vamosabajarjuntos.

Ella tampoco dijo nada y siguió abotonándose la blusa, pero ahora con sumalentitud, retorciendo torpementecadabotónantesdeensartarlo,comosi tuviera losdedos agarrotados de frío. Y, sin embargo, todo su rostro transpiraba y unoslamparones húmedos teñían la blusa en la espalda y en las axilas. El cuarto eraminúsculo, sin ventanas, iluminado por una sola bombilla rojiza, y la ondulantecalamina del techo rozaba la cabeza de Josefino. La Selvática se puso una faldacrema,forcejeóunratoconelcierrerelámpagoantesqueésteleobedeciera.Josefinose inclinó, cogió del suelo unos zapatos blancos de taco alto, los alcanzó a laSelvática.

—Estássudandodelmiedo—dijo—.Límpiatelacara.Nohaydequéasustarse.Sevolvióparacerrarlapuertay,cuandogiródenuevo,laSelváticalomirabaa

los ojos, sin pestañear, los labios entreabiertos, las ventanillas de su nariz latiendomuy rápido, como si le costara trabajo respirar u oliese de improviso exhalacionesfétidas.

—¿Estátomado?—dijoluego,lavozmedrosayvacilante,mientrassefrotabalabocafuriosamenteconunatoallita.

—Unpoco—dijoJosefino—.Estuvimos festejandosu llegadadonde losLeón.TrajounbuenpiscodeLima.

Salierony,enelpasillo,laSelváticacaminabadespacio,unamanoapoyadaenlapared.

—Parecementira,todavíanoteacostumbrasalostacos—dijoJosefino—.¿Oeslaemoción,Selvática?

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Ellanorespondió.Enlatenueluzazul,suslabiosrectosyespesossemejabanunpuño apretado, y sus facciones eran duras ymetálicas. Bajaron la escalera y a suencuentroveníanbocanadasdehumotibioydealcohol, la luzdisminuía,ycuandosurgióasuspieselsalóndebaile,sombrío,ruidosoyatestado,laSelváticasedetuvo,quedó casi doblada sobre el pasamanos y sus ojos habían crecido y revoloteabansobrelassiluetasdifusasconunbrillosalvaje.Josefinoseñalóelbar:

—Junto al mostrador, los que están brindando. No lo reconoces porque haenflaquecidomucho.EntreelarpistaylosLeón,ésedelternoquebrilla.

Rígida, prendidadel pasamanos, laSelvática tenía la caramedioocultapor loscabellos,yunarespiraciónansiosaysilbantehinchabasupecho.Josefinolacogiódelbrazo,sesumergieronentre lasparejasabrazadas,yfuecomosibucearanenaguasfangosas o debieran abrirse paso a través de una asfixiante muralla de carnetranspirada, pestilencias y ruidos irreconocibles. El tambor y los platillos deBolastocabanuncorridoyaratosinterveníalaguitarradeljovenAlejandroylamúsicaseanimaba,perocuandocallabanlascuerdas,volvíaaserdestempladaydeunalúgubremarcialidad. Emergieron de la pista de baile, frente al bar. Josefino soltó a laSelvática, la Chunga se enderezó en su mecedora, cuatro cabezas se volvieron amirarlosyellossedetuvieron.LosLeónparecíanmuyalegresydonAnselmoestabadespeinadoyconlosanteojoscaídos,ylabocadeLituma,llenadeespuma,setorcía,sumanobuscaba elmostradorparadejar el vaso, susojillos no se apartabande laSelvática,suotramanohabíacomenzadoaalisarsuscabellos,aasentarlos,presurosaymecánicamente.Deprontoencontróelmostrador, sumano librealejóalMonoytodosucuerposeadelantó,perosólodiounpasoyquedótambaleándosecomountromposinfuerzasenelsitio,losojillosatolondrados,losLeónlosujetaroncuandoyacaía.Surostronoseinmutó,seguíamirandoalaSelvática,respiróhondoysólomientras avanzaba hacia ellos, lentísimo, con un babero de espuma y de saliva,sostenido por losLeón, algo terco, forzado y doloroso, un simulacro de sonrisa sedesplegóensuslabiosysubarbillatembló.Gustodeverte,chinita,ylamuecaganótodosurostro,susojillosmostrabanahoraunmalestarinsoportable,gustodeverte,Lituma, dijo la Selvática, y él gusto de verte, chinita, bamboleándose.LosLeón yJosefino lo rodeaban, bruscamente en los ojillos hubo un destello, una especie deliberaciónyLitumaseladeó,searrimóaJosefino,hola,colegaquerido,cayóensusbrazos, qué gusto de verte hermano. Permaneció abrazado a Josefino, profiriendofrases incomprensibles y, a ratos, un sordomugido, pero cuando se separó parecíamás sereno, había cesado esa nerviosa danza interior en sus ojillos y también lamueca,ysonreíadeveras.LaSelváticaestabaquieta,lasmanoscogidasantelafalda,elrostroemboscadotraslosmechonesnegrosybrillantes.

—Chinita, nos encontramos —dijo Lituma, tartamudeando apenas, la sonrisacadavezmásancha—.Venporaquí,brindemos,hayquefestejarmiregreso,yosoy

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elinconquistablenúmerocuatro.LaSelváticadiounpasohaciaél,sucabezasemovió,suscabellosseapartaron,

dos llamitas verdes relumbraban suavemente en sus ojos. Lituma estiró unamano,tomóalaSelváticadeloshombros,lallevóasíhastaelmostradoryallíestabanlosojosabúlicose impertinentesde laChunga.DonAnselmosehabíaacomodado losanteojos, sus manos buscaban en el aire, cuando encontraron a Lituma y a laSelváticalospalmotearoncariñosamente,asímegusta,muchachos,paternalmente.

—Lanochedelosencuentros,viejoquerido—dijoLituma—.Yaveustedcómomeportébien.LlenalosvasosChungaChunguita,ytútambiénllénateuno.

Apuró suvasodeun tragoyquedó acezando, el rostrohúmedode cerveza, desalivaquegoteabahastaenlassolapasinmundasdelsaco.

—Quécorazón,primo—dijoelMono—.¡Cómounsoldegrande!—Alma,corazónyvida—dijoLituma—.Quierooíresevals,donAnselmo.Sea

bueno,démegusto.—Sí, no descuide la orquesta —dijo la Chunga—. Ahí en el fondo están

protestando,loreclaman.—Déjalo un rato con nosotros, Chunguita —dijo la voz de José, pegajosa,

dulzona,derretida—.Quesetomeunascopitasconnosotrosestegranartista.Pero don Anselmo había dado media vuelta y dócilmente regresaba hacia el

rincóndelosmúsicos,tanteandoenlapared,arrastrandolospies,yLituma,siempreabrazadoalaSelvática,bebíasinmirarla.

—Cantemoselhimno—dijoelMono—.¡Uncorazóncomounsol,primo!LaChunga también sehabíapuestoabeber. Indolentesyopacos, semimuertos,

susojosobservabanaunosyaotros,alosinconquistablesyalaSelvática,alamasaoscuradehombresyhabitantasqueoscilabaentremurmullosy risasen lapistadebaile,alasparejasquesubíanlaescalera,yalosgruposdifuminadosdelosrincones.Josefino, acodado en el mostrador, no bebía, miraba de soslayo a los León quechocabansusvasos.Yentoncessonaronelarpa,laguitarra,eltambor,losplatillos,unestremecimientorecorriólapistadebaile.LosojillosdeLitumaseentusiasmaron:

—Alma, corazón y vida. Ah, esos valses que traen recuerdos. Vamos a bailar,chinita.

ArrastróalaSelváticasinmirarla,losdosseperdieronentrecuerposaglomeradosy sombras, y los León llevaban el compás con las manos y cantaban. Quieta ydesagradable, la mirada de la Chunga permanecía ahora fija en Josefino, como siquisieracontagiarlesuinfinitapereza.

—Quémilagro,Chunguita—dijoJosefino—.Estástomando.—Tienesmásmiedo—dijolaChungay,uninstante,unalumbreburlonaapareció

ensusojos—.Cómotehasasustado,inconquistable.—Nohaymotivopara asustarse—dijo Josefino—.Yyaves cómocumplo, no

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huboningúnlío.—Unmiedoquenotecabe—riósinganaslaChunga—,quetehacetemblarla

voz,Josefino.

Las piernas desnudas del sargento colgaban de la escalerilla del puesto yalrededor todo ondulaba, las colinas boscosas, las capironas de la plaza de SantaMaríadeNieva, hasta las cabañas sebalanceaban como tumbos al pasodel vientotibioy silbante.Elpuebloestabapuras tinieblasy losguardias roncaban,desnudosbajo losmosquiteros.El sargento encendió un cigarrillo y daba las últimas pitadascuando,de improviso, traselbosquecillode juncos, silenciosa, traídapor lasaguasdel Nieva, apareció la lancha, su choza cónica en la popa, unas siluetasevolucionando por cubierta. No había bruma y desde el puesto el embarcadero sedivisaba claramente a la luz de la luna. Una figurilla saltó de la lancha, corrióesquivando las estacas de la playita, desapareció en las sombras de la plaza y, unmomento después, ya muy cerca del puesto, reapareció y ahora el sargento podíareconocer el rostro de Lalita, su andar resuelto, su cabellera, sus fornidos brazosremando en torno a susmacizas caderas. Se incorporó amedias y esperó que ellallegaraalpiedelaescalerilla:

—Buenasnoches,sargento—dijoLalita—.Suertequeloencontrédespierto.—Estoydeguardia,señora—dijoél—.Muybuenas.Lepidodisculpas.—¿Por lo que está en calzoncillos?—rióLalita—.No se preocupe, ¿acaso los

chunchosnoandanpeor?—Coneste calor, tienen razóndeandarcalatos—el sargento, casideperfil, se

escudabaenlabaranda—.Perolosbichossebanqueteanconuno,todoelcuerpomeardeya.

Lalita tenía la cabeza echada hacia atrás y la luz de la lamparilla del puestoalumbraba su rostrodegranitos innumerablesy resecos,y sus cabellos sueltosqueondulabantambién,asusespaldas,comounmantoyaguadefinísimashebras.

—Estamos yendo a Pato Huachana—dijo Lalita—. Hay un cumpleaños y losfestejoscomienzandemañanita.Nopudimossalirantes.

—Qué más quieren, señora —dijo el sargento—. Tómense unas copitas a misalud.

—También nos llevamos a los hijos—dijo Lalita—. Pero Bonifacia no quisovenir.Noselequitaelmiedoalagente,sargento.

—Quémuchacha tan sonsa—dijo el sargento—.Perderse unaoportunidad así,conlorarasquesonlasfiestecitasaquí.

—Estaremos allá hasta elmiércoles—dijo Lalita—. Si la pobre necesita algo,¿quisieraayudarla?

—Contodogusto,señora—dijoelsargento—.Sóloqueustedyahavisto,lastres

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vecesquefuiasucasanisalióalapuerta.—Lasmujeressonmuymañosas—dijoLalita—,¿todavíanosehadadocuenta?

Ahoraqueestá solita, no tienemás remedioque salir.Déseunavueltecitapor ahí,mañana.

—Detodasmaneras,señora—dijoelsargento—.¿Sabequecuandoapareciólalancha creí que era el barco fantasma? Ése de los esqueletos, que se carga a losnoctámbulos.Yonoerasupersticioso,peroaquímehecontagiadodeustedes.

Lalitasepersignó,lohizocallarconlamano,sargento,¿noveíaqueibanaviajardenoche?,cómohablabadeesascosas.Hastaelmiércolesentonces,ah,yAdriánlemandabasaludos.Sealejócomohabíavenido,corriendoy,antesdeentraralpuestoavestirse, el sargento esperó que la figurilla se dibujara otra vez entre las estacas ysaltaraa la lancha:compañero, leestaban tendiendo lacama.Sepuso lacamisa,elpantalónyloszapatos,despacio,cercadoporlarespiracióntranquiladelosguardiasylalanchaestaríayaalejándosehaciaelMarañónentrelascanoasylasbarcazasy,enlapopa,AdriánNieveshundiríaysacaríalapértiga.Esosselváticos,viajabanconcasay todo,comoelviejoesedelAquilino,¿llevaríadeverdadveinteañosen losríos?,qué costumbres.Seoyó roncar elmotor, unbramidopoderosoqueborró losaleteosyrumores,elchirridodelosgrillosyluegofueaminorando,alejándoseylosruidosdelmonte resucitaronuno trasotro, reconquistaron lanoche:ahora,unavezmás, reinabasóloel runrúnvegetalanimal.Uncigarrilloentre los labios, lacamisaarremangada hasta los codos, el sargento bajó la escalerilla atisbando en todasdireccionesyfuehastalacabañadelteniente:unarespiraciónsofocada,casitrémula,atravesaba la tela metálica. Avanzó por la trocha, de prisa, entre graznidosindiferenciables, pupilas luminosas de búhos o lechuzas y la menuda, exasperadamelodíadelosgrillos,sintiendoenlapielrocesfurtivos,picadurascomodealfiler,aplastandomatas tiernasquecrujían,hojassecasquesusurrabanaldeshacersebajosus pies. Al llegar frente a la cabaña del práctico Nieves se volvió: unastransparencias blancuzcas velaban el pueblo, pero en lo alto de las colinas, laresidencia de las madres lucía nítidamente sus paredes claras, sus calaminasbrillantes,ytambiénsedivisabaelfrontóndelacapillaysutorredelgadaygrisácea,empinada hacia la vasta oquedad azul. La muralla circular del bosque, agitadasiempredeunsuavetemblor,proferíasintreguaunronroneoidéntico,unaespeciedeinacabablebostezogutural,yenlacharcadondeteníasumidoslospieselsargento,sanguijuelas de cuerpos cálidos y gelatinosos chocaban furtivamente contra sustobillos. Se inclinó, semojó la frente, trepó la escalerilla. El interior de la cabañaestabaaoscurasyunolorintenso,diferentealdelbosque,subíadesdeloshorcones,comosihubieraallírestosdecomidaoalgúncadáverdescompuestoyentonces,enlachacra,ladróunperro.Alguienpodíaestarobservandoalsargentodesdelaaberturaqueseparabaeltabiquedeltecho,dosdeesasrumorosaslucecitaspodíanserojosde

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mujer y no luciérnagas: ¿era o no era un mangache?, ¿dónde se le había ido labraveza? Recorría de puntillas la terraza, mirando a todos lados, el perro seguíaaullandoalolejos.Lacortinaestabacorridayelboquetenegrodelacabañaexhalabaoloresdensos.

—Soyelsargento,donAdrián—gritó—.Perdónemequelodespierte.Algoatolondrado,un instantáneo trajínoungemido,ydenuevoel silencio.El

sargento se llegóhasta el umbral, alzó la linterna y la encendió: una pequeña lunaamarillayredondavagabanerviosamentesobrejarrasdegreda,mazorcas,ollas,unbalde de agua, don Adrián: ¿está usted ahí? Tenía que hablarle, don Adrián, ymientras el sargento balbuceaba, la luna escalaba el tabique, ligera y pálida,mostrando repisas repletas de latas, reptaba por las tablas y ávidamente iba de unbraseroapagadoaunosremos,deunasmantasaunrollodecuerdasy,depronto,unacabeza que se hundía, unas rodillas, dos brazos plegándose: buenas noches, ¿noestabadonAdrián?

La lunasehabíadetenidosobreelbultoqueformaba lamujerencogida,su luzrancia temblaba sobre unas caderas inmóviles. ¿Por qué se hacía la dormida? Elsargentoleestabahablandoyellanolecontestaba,porquéeraasí,diodospasosylacabezasehundióunpocomásbajolosbrazos,porqué,señorita:lapieleratanclaracomoeldiscoquelarecorría,unaitípakcolorcrudocubríasucuerpodelasrodillasaloshombros.Elsargentosabíatrataralagente,porquéleteníamiedo,¿acasoveníaarobar?El sargento se pasó lamano por la frente y la luna vibró, se enloqueció, lamujerhabíadesaparecidoyahoralaaureolaamarillalabuscaba,rescatabaunospies,unostobillos.Seguíaenlamismaposición,peroahoraelcuerpotendidodelatabaunescalofrío, unmovimiento que se repetía por ráfagas brevísimas. Él no era ladrón,sargentonoerapocacosa,teníasueldo,casaycomida,nonecesitabarobarleanadie,ytampocoestabaenfermo.¿Porquéeraasí,señorita?Queselevantara,sóloqueríaque conversaran un rato, para conocersemejor, ¿bueno?Dio otros dos pasos y seacuclilló.Ellahabíadejadodetemblaryeraahoraunaformarígida,noselasentíarespirar, por qué le tenía miedo, a ver, y el sargento alargó una mano, a ver,temerosamentehaciasuscabellos,nohabíaquetenerlemiedo,chinita,elcontactodeunos filamentos ásperos en la yema de los dedos y, como una revolución en lasombra,algoduroseelevó,golpeóyelsargentocayósentado,manoteandoaoscuras.La lunadibujóunsegundounasiluetaquecruzabaelumbral,en la terrazagruñíanlos tablonesbajo lospiesprecipitadosquehuían.El sargentosaliócorriendoyellaestabaenelotroextremo,inclinadasobrelabaranda,sacudiendolacabezacomounaloca, chinita, no vayas a tirarte al río. El sargento resbaló, miéchica, y siguiócorriendo, qué te has creído, pero que viniera, chinita, y ella seguía danzando,rebotandocontralabaranda,atolondradacomouninsectoprisioneroenelcristaldelmechero.Nosetirabaalrío,nilerespondía,perocuandoelsargentolaatrapóporlos

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hombros,serevolvióyloenfrentócomountigrillo,chinita,¿porquéloarañaba?,eltabiqueylabarandacomenzaronacrujir,¿porquélomordía?,amortiguandoeljadeosordodelosdoscuerposqueforcejeaban,¿peroporquélorasguñaba,chinita?,ylaansiosa, rechinante voz de la mujer. La piel, la camisa y el pantalón del sargentoestaban húmedos, el aliento del bosque era una oleada solar que iba colmándolo,empapándolo,chinita.Yahabíaconseguidosujetarsusmanos,contodosucuerpolaaplastabacontraeltabiquey,depronto,lapateó,lahizocaerycayójuntoconella,¿no se había hechodaño, sonsita?En el suelo, ella se defendía apenas pero gemíamásfuerte,yelsargentoparecíaenardecido,chinita,chinita,carajeabaapretandolosdientes, ¿viste? E iba encaramándose poco a poco sobre ella, mamita. Él venía aconversarnomás,yellahabíasido,bandida,ellalohabíapuestoasí,chinita,ybajoelcuerpo del sargento el cuerpo de ella se mostraba resbaladizo pero resignado. Semovió ligeramentecuando lamanodel sargento tironeó la itípaky se laarrancó,yluegopermanecióquieta,mientrasélleacariciabaloshombrosmojados,lossenos,lacintura, chinita: lo tenía loco, se soñaba con ella desde el primer día, ¿por qué sehabía escapado?, sonsita, ¿no estaba también arrechita? Ella lanzaba un sollozo aveces,peronoluchabaya,ypermanecíaduraeinerte,oblandaeinerte,perojuntabalosmuslosconobstinación,sonsa,chinita,¿porquéhacíaeso,aver?,queloabrazaraunpoquito,ylabocadelsargentopugnabaporsepararesoslabiossoldadosytodosucuerposehabíapuestoaondular,agolpearcontraelotro,chinita,quémalita,quélehacía,porquénoqueríayabríasuboquita,suspiernas,mamita:sesoñabaconelladesdeelprimerdía.Luego,el sargentosesosegóysubocaseapartóde los labioscerrados, su cuerpo se hizo a un lado y quedó extendido de espaldas sobre lostablones, respirando fatigosamente. Cuando abrió los ojos, ella estaba de pie,mirándolo,ysusojosfosforecíanenlapenumbra,sinhostilidad,conunaespeciedeasombro tranquilo. El sargento se incorporó, apoyándose en la baranda, estiró unamano y ella se dejó tocar los cabellos, la cara, chinita, cómo lo había dejado, quésonsitaera,tirandocinturalohabíadejado,yagresivamentelaabrazóylabesó.Ellano hizo resistencia y, después de unmomento, con timidez, susmanos se posaronsobre la espalda del sargento, sin fuerza, comodescansando, chinita: ¿nunca habíaconocidohombrehastaahora,di?Ellasearqueóunpoco,seempinó,pegósubocaaloídodelsargento:nohabíaconocidohastaahora,patroncito,no.

Estábamos por el río Apaga, y los huambisas encontraron unas huellas—dijoFushía—. Yme dejémeter el dedo a la boca por esos perros. Hay que seguirlas,patrón,estaráncargadosdejebe, iránaentregar loquehanrecogidoenelaño.Leshicecaso,yseguimos lashuellas,peroesosperrosno iban trasel jebe,sino tras lapelea.

—Son huambisas—dijo Aquilino—.Ya debías conocerlos, Fushía. ¿Y así fuecomoseencontraronconlosshapras?

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—Sí, a las orillas del Pushaga—dijo Fushía—.No tenían ni una bola de jebesiquiera,ynosmataronunhuambisaantesdedesembarcar.Losotrosseenfurecieronynopodíamospararlos.Notefiguras,Aquilino.

—Claroquemefiguro,haríanunacarniceríaterrible—dijoAquilino—.Sonlosmásvengativosdelospaganos.¿Mataronamuchos?

—No,casitodoslosshaprastuvierontiempodemetersealmonte—dijoFushía—.Sólohabíadosmujerescuandoentramos.Aunalecortaronlacabeza,ylaotraeslaquetúconoces.Peronofuefácilllevármelaalaisla.Tuvequesacarlesrevólver,tambiénaellaqueríanmatarla.Asícomenzólodelashapra,viejo.

¿Habíanllegadodoshuambisas?Lalitacorrióalpueblo,elAquilinoprendidodesu falda, y unas mujeres lloraban a gritos: habían matado a uno en el Pushaga,patrona, los shapras lohabíanmatadodeunvirote envenenado. ¿Yel patróny losdemás?Noleshabíapasadonada,llegaríanmástarde,veníandespacio,traíanmuchacargaquehabíanrecogidoenunpobladoaguarunadelApaga.Lalitanoregresóalacabaña,sequedójuntoalaslupunas,mirandolacocha,labocadelcaño,esperandoqueaparecieran.Perosecansódeesperaryestuvoandandopor la isla,elAquilinosiempre prendido de su falda: la pileta de las charapas, las tres cabañas de loscristianos, el pueblo huambisa. Ya les habían perdido el miedo a las lupunas lospaganos,vivíanentreellas,lastocaban,ylasparientesdelmuertoseguíanllorando,revolcándoseenelsuelo.ElAquilinocorriódondeunasviejasquetrenzabanhojasdeungurabi.Hay que cambiar los techos, decían, o vendrá la lluvia, se entrará y nosmojará.

—¿Cuántosañostendríalashapracuandotelallevastealaisla?—dijoAquilino.—Eramuchachita,tendríaunosdoce—dijoFushía—.Yestabanueva,Aquilino,

nadielahabíatocado.Ynoseportabacomounanimal,viejo,correspondíaalcariño,eramimosacomouncachorrito.

—Pobre la Lalita—dijo Aquilino—.Qué cara pondría al verla llegar contigo,Fushía.

—No te compadezcas de esa perra —dijo Fushía—. Lo que yo siento es nohaberlahechosufrirbastanteaesaperraingrata.

¿Eran feroces,peleadores?Quizá,perobuenosconelAquilino.Leenseñaronahacer flechas, arpones, lo dejaban jugar con las estacas que estaban limando parahacerse sus pucunas, y serían flojos para ciertas cosas, pero ¿no hicieron ellos lascabañasylossembraditosylasmantas?,¿notraíancomidacuandoseacababanlaslatasdedonAquilino?YFushíasuertequeseanpaganosysecontentenconlapeleaylasvenganzas,sihubieraquepartirlasgananciasconellosnosquedaríamospobres,yLalitasisehacíanricos,Fushía,algúndía,aloshuambisasselodeberían.

—Demuchacho,enMoyobamba,íbamosengrupoaespiaralasmujeresdeloslamistas—dijoAquilino—.Avecesunasealejabaylecaíamossinversieraviejao

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joven, bonita o fea.Peronuncapuede ser lomismoconuna chunchaque conunacristiana.

—Esqueconésamepasóunacosadistinta,viejo—dijoFushía—.Nosólomegustabatirármela,tambiénquedarmeechadoconellaenlahamacayhacerlareír.Ydecíalástimanosabershapraparaquehablásemos.

—Caramba,Fushía,teestássonriendo—dijoAquilino—.Teacuerdasdeésayteponescontento.¿Quécosasteníasganasdedecirle?

—Cualquiercosa—dijoFushía—,cómote llamas,pontedeespaldas,ríeteotravez.Oqueellamehicierapreguntassobremivida,yyocontarle.

—Vaya,hombre—dijoAquilino—.Teenamorastedelachunchita.Al principio era como si no la vieran o ella no existiera. Lalita pasaba y ellos

seguíanmachucandolachambira,sacandolasfibrasynoalzabanlacabeza.Después,lasmujerescomenzaronavolverse,areírseconella,peronolecontestabanyella¿nole entenderían? ¿Fushía les prohibiría que le hablaran? Pero se jugaban con elAquilinoy,unavez,unahuambisacorrió,losalcanzó,lepusoalAquilinouncollardesemillasyconchas,esahuambisaquepartiósindespedirseynovolviónuncamás.YFushíaesoeralopeordetodo,veníancuandoquerían,seibancuandolesdabalagana, volvían a los tantosmeses como si tal cual: eramaldito lidiar con paganos,Lalita.

—Lapobrelesteníapánico,seacercabaunhuambisaysetirabaamispies,meabrazaba temblando—dijo Fushía—.Les teníamásmiedo a los huambisas que aldiablo,viejo.

—AlomejorlamujerquemataronenelPushagaerasumadre—dijoAquilino—. Además, ¿acaso todos los paganos no odian a los huambisas? Porque sonorgullosos,desprecianatodos,ymásmalvadosquecualquieraotratribu.

—Yolosprefieroalosotros—dijoFushía—.Nosóloporquemeayudaron.Megustasumaneradeser.¿Hasvistoaunhuambisadesirvienteodepeón?Nosedejanexplotarporloscristianos.Sólolesgustacazarypelear.

—Poresolosvanadesapareceratodos,novaaquedarniunodemuestra—dijoAquilino—.Perotúloshasexplotadoatugusto,Fushía.TodoeldañoquehanhechoenelMorona,enelPastazayenelSantiagoeraparaquetúganarasplata.

—Yoeraelquelesconseguíaescopetasylosllevabadondesusenemigos—dijoFushía—.Amínomeveíancomopatrónsinocomoaliado.Quéharánconlashapraahora.YaselahabránquitadoalPantacha,seguro.

Lasparientesdelmuerto seguían llorandoy sepunzabanconespinashastaquebrotaba sangre,patrona,paradescansar, con la sangremala se iban laspenasy lossufrimientos,yLalitaalomejoreracierto,undíaquesufrierasepunzaríayvería.Ydeprontohombresymujeresselevantaronycorrieronhaciaelbarranco.Setrepabana las lupunas, señalaban la cocha, ¿ahí llegaban?Sí, de la bocadel caño salió una

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canoa, un puntero, Fushía, mucha carga, otra canoa, Pantacha, Jum, más carga,huambisas y el prácticoNieves.YLalita fíjateAquilino, cuánto jebe, nunca habíavisto tanto, Dios los ayudaba, pronto se harían ricos y se irían al Ecuador, y elAquilinochillaba,¿comprendería?,peropobreelhuambisaquehabíanmatado.

—Se habrá quedado sin mujer y sin patrón—dijo Fushía—.Me buscaría portodaspartes,elpobre,yhabrálloradoygritadodepena.

—NopuedescompadecertedelPantacha—dijoAquilino—.Esuncristianosinremedio,loscocimientoslohanvueltoloco.Nisedaríacuentaquetefuiste.Cuandolleguéalaisla,estaúltimavez,nomereconociósiquiera.

—¿Quiéncreesquemediodecomerdesdequesefueronesosmalditos?—dijoFushía—.Mecocinaba,ibaacazaryapescarparamí.Yonopodíalevantarmeviejo,yéltodoeldíajuntoamicama,comounperro.Habrállorado,viejo,teaseguro.

—Hasta yo he tomado cocimiento, alguna vez —dijo Aquilino—. Pero elPantachasehaenviciadoysevaamorirpronto.

Los huambisas descargaban las bolas negras, las pieles, chapoteaban entre lascanoas, Lalita hacía adiós desde el barranco y, entonces, ella apareció: no erahuambisa,niaguaruna,yparecíavestidadefiesta:collaresverdes,amarillos, rojos,unadiademadeplumas,discosenlasorejas,yunaitípaklargacondibujosnegros.Las huambisas del barranco también la miraban, ¿shapra?, shapra, murmuraban yLalita cogió al Aquilino, corrió hasta la cabaña y se sentó en la escalerilla.Demoraban, a lo lejos se veía pasar a los huambisas, con el jebe al hombro, y alPantacha que hacía tender los cueros al sol. Por fin vino el práctico Nieves, elsombrero de paja en la mano: habían ido lejos, patrona, y encontraron muchoremolino, por eso duró tanto el viaje y ella más de un mes. Habían matado a unhuambisa, en el Pushaga, y ella ya sabía, los que llegaron esta mañana le habíancontado.El práctico se puso el sombreroy semetió en su cabaña.Más tarde vinoFushía,yellaloseguía.Tambiénsucaraestabadefiesta,muypintada,yalcaminarsonabanlosdiscos,loscollares,Lalita:lehabíatraídoestasirvienta,unashapradelPushaga. Andaba asustada con los huambisas, no entendía nada, tendría queenseñarleunpocodecristiano.

—Siempre hablasmal del Pantacha—dijo Fushía—. Tienes buen corazón contodos,viejo,menosconél.

—Yolorecogíylollevéalaisla—dijoAquilino—.Sinohubierasidopormí,yaestaríamuertohacetiempo.Peromedaasco.Seponecomounanimal,Fushía.Peorqueeso,mirasinmirar,oyesinoír.

—Amínomedaascoporqueconozcosuhistoria—dijoFushía—.ElPantachanotienecarácterycuandosueñasesientefuerte,yseolvidadeunasdesgraciasquelepasaron,ydeunamigoqueselemurióenelUcayali.¿Pordóndeloencontraste,viejo?¿Aestaaltura,másomenos?

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—Másabajo,enunaplayita—dijoAquilino—.Estabasoñando,mediodesnudoymuertodehambre.Medicuentaqueandabaescapando.Lohicecomerymelamiólasmanos,igualaunperro,comotúdecíasenantes.

—Sírvemeunacopita—dijoFushía—.Yahoravoyadormirveinticuatrohoras.Hicimosunviajemalísimo,lacanoadelPantachasevolcóantesdeentraralcaño.YenelPushagatuvimosunencontrónconlosshapras.

—Dásela al Pantacha o al práctico —dijo Lalita—. Ya tengo sirvientas, nonecesitoaésta.¿Paraquételahastraído?

—Paraqueteayude—dijoFushía—.Yporqueesosperrosqueríanmatarla.PeroLalitasehabíapuestoalloriquear,¿acasonohabíasidounabuenamujer?,

¿nolohabíaacompañadosiempre?,¿lacreíatonta?,¿nohabíahecholoqueélhabíaquerido?YFushíasedesnudaba,tranquilo,arrojandolasprendasalvoleo,¿quiénerael que mandaba aquí?, ¿desde cuándo le discutía? Y por último qué mierda: elhombre no era como la mujer, tenía que variar un poco, a él no le gustaban loslloriqueos y, además, por qué se quejaba si la shapra no iba a quitarle nada, ya lehabíadicho,seríasirvienta.

—Ladejaste desmayada, la bañaste en sangre—dijoAquilino—.Yo lleguéunmesdespuésylaLalitatodavíaestaballenademoretones.

—Te contó que le pegué, pero no que ella quería matarla a la shapra —dijoFushía—.Cuandoyomeestabadurmiendo,laviqueagarrabaelrevólverymediocólera.Además,esaperrasevengóbiendelasvecesquelepegué.

—LaLalitatieneuncorazóndeoro—dijoAquilino—.SisefueconNieves,nolohizoporvengarsedeti,sinoporamor.Ysiquisomataralashapra,seríaporcelos,noporodio.¿Tambiéndeellasehizoamiga,después?

—Másquedelasachuales—dijoFushía—.¿Acasonoviste?NoqueríaqueselapasaraaNieves,ydecíamejorquesequede,eslaquemeayuda.YcuandoNievesselapasóalPantacha,ellaylashapralloraronjuntas.Leenseñóahablarencristianoytodo.

—Lasmujeressonraras,esdifícilentenderlasaveces—dijoAquilino—.Vamosa comer un poco, ahora. Sólo que se hanmojado los fósforos, no sé cómo voy aprenderestahornilla.

Era una vieja ya, vivía sola y su único compañero era el asno, ese piajeno depelajeamarillentoyandareslentosyrumbosos,enelquetodaslasmañanascargabalascanastasconlaroparecogidalavísperaencasasdeprincipales.Apenascesabalalluviadearena,JuanaBaurasalíadelaGallinacera,unavaradealgarroboenlamanocon la que, de tanto en tanto, estimulaba al animal. Torcía donde se interrumpe labaranda delMalecón, descendía a saltitos una cuesta polvorienta, pasaba bajo lossoportesmetálicosdelViejoPuenteyseinstalabaallídondeelPiurahamordidolaorillayformaunpequeñoremanso.Sentadaenunpedruscodelrío,elaguahastalas

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rodillas, comenzabaa refregar,y el asno,mientras tanto, como loharíaunhombreocioso omuy cansado, se dejaba caer en lamullida playa, dormía, se asoleaba.Aveces había otras lavanderas con quienes conversar. Si estaba sola, Juana Bauraexprimía un mantel, canturreaba, unas enaguas, curandero ladrón casi me matas,jabonabaunasábana,mañanaesprimerviernes,padreGarcíamearrepientodeloquehepecado.El río había blanqueado sus tobillos y susmanos, los conservaba lisos,frescosy jóvenes,peroel tiempoarrugabayoscurecíacadavezmásel restodesucuerpo.Al entrar al río, sus pies acostumbraban a hundirse en un blando lecho dearena; a veces, en lugar de la débil resistencia habitual, encontraban una materiasólida, o algo viscoso y resbaladizo como un pez atrapado en el fango: esasminúsculasdiferenciaseran loúnicoquealteraba la idénticarutinade lasmañanas.Pero ese sábado oyó, de pronto, un sollozo a sus espaldas, desgarrador y muypróximo: perdió el equilibrio, cayó sentada al agua, la canasta que llevaba en lacabezasevolcó,lasprendasseibanflotando.Gruñendo,manoteando,Juanarecuperóla canasta, las camisas, los calzoncillos yvestidos, y entoncesvio a donAnselmo:teníalacabezadesmayadaentrelasmanosyelaguadelaorillamojabasusbotas.Lacanastacayóalríodenuevoy,antesquelacorrientelacolmaraysumergiera,Juanaestabaenlaplaya,juntoaaquél.Confusa,balbuceóalgunaspalabrasdesorpresaydeconsuelo,ydonAnselmoseguíallorandosinalzarlacabeza.«Nollore»,decíaJuana,yelríoseadueñabadelasprendas,lasalejabasilenciosamente.«PorDios,cálmese,donAnselmo, qué le ha pasado, ¿está enfermo?, el doctor Zevallos vive al frente,¿quiereque lo llame?,nosabequésustomehadado».Elpiajenohabíaabierto losojos, los miraba oblicuamente. Don Anselmo debía llevar allí un buen rato, supantalón,sucamisaysuscabellosestabansalpicadosdearena,ysusombrerocaídojunto a suspies casi había sido cubiertopor la tierra. «Por loquemásquiera, donAnselmo», decía Juana, «qué le pasa, tiene que ser algomuy triste para que llorecomo las mujeres». Y Juana se persignó cuando él levantó la cabeza: párpadoshinchados, grandes ojeras, la barba crecida y sucia. Y Juana «don Anselmo, donAnselmo, diga si puedo ayudarlo», y él «señora, la estaba esperando» y su voz sequebró. «¿A mí, don Anselmo?», dijo Juana, los ojos muy abiertos. Y él asintió,devolvió lacabezaa losbrazos, sollozóyella«perodonAnselmo»,yél aulló«semurió laToñita, doña Juana»,y ella«¿quédice,Diosmío, quédice?»,y él «vivíaconmigo,nomeodie»,ylavozselequebró.Estiróentoncescongranesfuerzounodesusbrazosyseñalóelarenal: laverdeconstrucciónrelampagueababajoelcieloazul. Pero Juana Baura no la veía. A tropezones alcanzaba el Malecón, corría ychillabadespavorida,asupasoseabríanventanasyasomabanrostrossorprendidos.

JulioReáteguialzalamano:yabastaba,quesefuera.ElcaboRobertoDelgadoseendereza,sueltalacorrea,selimpiaelrostrocongestionadoysudorosoyelcapitán

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Quiroga: te pasaste, ¿era sordo o no entendía las órdenes? Se acerca al urakusatendido,lomueveconelpie,elhombresequejadébilmente.Seestabahaciendo,micapitán,se lasqueríadardevivo,ya ibaaver.Elcabocarajea,se frota lasmanos,toma impulso, patea y, al segundo puntapié, como un felino el aguaruna salta,caramba, tenía razón el cabo, tipo resistente, y corre veloz, cobrizo, agazapado, elcapitáncreíaquese leshabíapasado.Sóloquedabauno,señorReátegui,yademásJum,¿aél también?No, a esecabezadura se lo llevabanaSantaMaríadeNieva,capitán.JulioReáteguibebeunsorbodesucantimplorayescupe:quetrajeranalotroy acabaran de una vez, capitán ¿no estaba cansado? ¿Quería un traguito? El caboRobertoDelgadoydossoldadossealejanhacialacabañadelosprisioneros,porelcentrodelclaro.Unsollozoquiebraelsilenciodelpobladoy todosmiranhacia lascarpas:lachiquillayunsoldadoforcejeancercadelbarranco,borrosocontrauncieloqueoscurece.JulioReáteguiseponedepie,haceunabocinaconsusmanos:¿quélehabíadicho,soldado?Quenoviera,porquéno lametíaa lacarpayelcapitán¡socarajo!,elpuñoenalto:quejugaraconella,quelaentretuviera.UnalluviamenudacaesobrelascabañasdeUrakusaydelbarrancosubennubecillasdevapor,elbosqueenvíahaciaelclarobocanadasdeairecaliente,elcieloyaestállenodeestrellas.Elsoldado y la chiquilla desaparecen en una carpa y el caboRobertoDelgado y dossoldadosvienenarrastrandoaunurakusaqueseparafrentealcapitánygruñealgo.JulioReáteguihaceunaseñaalintérprete:castigoporfaltaralaautoridad,nuncamáspegarle a un soldado, nunca engañando patrón Escabino, sino volverían y castigoseríapeor.Elintérpreterugeyaccionay,mientrastanto,elcabotomaaire,sefrotalasmanos, coge lacorrea, señor. ¿Traduciendo?, sí, ¿entendiendo?, síyelurakusa,bajito,ventrudo,vadeun ladoaotro,brincacomoungrillo,mira torcido, tratadefranquearelcírculoylossoldadosgiran,sonunremolino,lotraen,lollevan.Porfin,elhombresequedaquieto,setapalacarayseencoge.Aguantaapiefirmeunbuenrato,rugiendoacadacorreazo,luegosedesplomayelgobernadoralzalamano:quese fuera, ¿ya estaban listos los mosquiteros? Sí, don Julio, todo listo, peromosquiterosono,alcapitánlehabíandevoradolacaratodoelviaje,lequemaba,yelgobernadorcuidaditocon Jum,capitán,no lo fueranadejar solo.El caboDelgadoríe:noseescaparíanisiendobrujo,señor,estabaamarradoyademáshabríaguardiatodalanoche.Sentadoenelsuelo,elurakusamiradereojoaunosyaotros.Yanollueve,lossoldadostraenleñaseca,enciendenunahoguera,brotanllamasaltasjuntoal aguaruna que se soba el pecho y la espalda suavemente. ¿Qué esperaba, másazotes?Hayrisasentrelossoldadosyelgobernadoryelcapitánlosmiran.Estánencuclillasantelafogata,elchisporroteoenrojeceydeformasusrostros.¿Porquéesasrisitas?Aver,tú,yelintérpreteseacerca:mareadoquedando.Micapitán.Eloficialnoentendía,quehablaramásclaroyJulioReáteguisonríe:eraelmaridodeunadelasmujeresdelacabaña,yelcapitánah,poresonoseibaelbandido,yaentendía.

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Era cierto, Julio Reátegui también se había olvidado de esas damas, capitán.Sigilosos,simultáneos,lossoldadosselevantanyseacercanapiñadosalgobernador:ojosfijos,bocastensas,miradasardientes.Peroelgobernadorera laautoridad,donJulio, a él le tocaban las decisiones, el capitán era un simple ejecutante. JulioReátegui examina a los soldados enquistados unos en otros; sobre los cuerposindiferenciables, las cabezas están avanzadas hacia él, el fuego de la hoguerarelumbra en las mejillas y en las frentes. No sonríen ni bajan los ojos, esperaninmóviles, lasbocas entreabiertas, bah, elgobernador encoge loshombros, si tantoinsistían. Impreciso, anónimo, un murmullo vibra sobre las cabezas, la ronda desoldados se escinde en siluetas, sombras que cruzan el claro, ruido de pisadas, elcapitán tose y Julio Reátegui hace una mueca desalentada: éstos ya eran mediocivilizados, capitán, y cómo se ponían por unos espantajos llenos depiojos, nuncaacabaríadeentenderaloshombres.Elcapitántieneunaccesodetos,¿peroacasoenlaselvanosepasabantantasprivaciones,donjulio?,ymanoteafrenéticoalrededordesucara,nohabíamujeresenlaselva,seagarrabaloqueseencontraba,sedaunapalmadaenlafrente,yporúltimoríenervioso:lasjovencitasteníantetasdenegras.Julio Reátegui alza el rostro, busca los ojos del capitán, éste se pone serio:naturalmente,capitán,esotambiéneracierto,alomejorseponíaviejo,alomejorsifueramás joven se hubiera ido con los soldados donde esas damas. El capitán segolpeaahoraelrostro,losbrazos,donjulio,seibaadormir,selosestabancomiendolos bichos, hasta creía haberse tragado uno, tenía pesadillas a veces, don Julio, ensueñosseleveníanencimanubesdemosquitos.JulioReáteguiledaunapalmaditaenelbrazo:enNievaleconseguiríaalgúnremedio,erapeorqueestuvierafuera,denochehabíatantos,quedurmierabien.ElcapitánQuirogasealejaatrancoshacialascarpas,sutossepierdeentrelasrisotadas,carajosyllantosqueestallanenlanochedeUrakusacomoecosdeunalejanafiestaviril.JulioReáteguienciendeuncigarrillo:elurakusasiguesentadofrenteaél,observándolodereojo.Reáteguiexpulsaelhumohacia arriba, haymuchas estrellas y el cielo es unmar de tinta, el humo sube, seextiende, se desvanece, y a sus pies la hoguera ya está boqueando como un perroviejo.Ahoraelurakusasemueve,vaalejándosearastras,impulsándoseconlospies,parece nadar bajo el agua.Más tarde, cuando la hoguera está apagada, se oye unchillido,¿delladodelacabaña?,brevísimo,no,delascarpas,yJulioReáteguiechaacorrer,unamanosujetandoelcasco,arrojalacolillaalvuelo,sindetenersecruzaelumbral de la carpa y los chillidos cesan, cruje un catre y en la oscuridad hay unarespiración alarmada: ¿quién estaba ahí?, ¿usted, capitán? La chiquilla estabaasustada,donJulio,yélhabíavenidoaver,parecíaqueelsoldadolaasustó,peroelcapitányalehabíaechadounpardecarajos.Salendelacarpa,elcapitánofreceuncigarrilloalgobernadoryéste lorechaza:élseencargaríadeella,capitán,no teníaquepreocuparse, que fuera a acostarsenomás.El capitán entra a la carpavecinay

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JulioReátegui,a tientas, regresahaciaelcatredecampaña,sesientaa laorilla.Sumanosuavementetocaunpequeñocuerporígido,recorreunaespaldadesnuda,unoscabellosresecos:yaestaba,yaestaba,nohabíaquetenerlemiedoaesebruto,yasehabía ido ese bruto, felizmente quehabía gritado, enSantaMaría deNieva estaríamuy contenta, ya vería, las monjitas serían muy buenas, iban a cuidarla mucho,también la señora Reátegui la cuidaría mucho. Su mano acaricia los cabellos, laespalda,hastaqueelcuerpodelachiquillaseablandaysurespiraciónsetranquiliza.En el claro siguen los gritos, carajos, más enardecidos y bufos y hay carreras ybruscos silencios: ya estaba, ya estaba, pobre criatura, que durmiera ahora, élvigilaría.

Lamúsicahabíaterminado,losLeónaplaudían,LitumaylaSelváticavolvieronalmostrador, laChunga llenaba los vasos, Josefino seguía bebiendo solo.Bajo losanodinoschorritosdeluzazul,verdeyvioleta,unasralasparejascontinuabanenlapista,evolucionandoconairemaquinalyletárgico,alcompásdelosmurmullosylosdiálogosdelcontorno.Quedabapocagente,también,enlasmesasdelosrincones;elgrueso de hombres y de habitantas y toda la euforia de la noche, se habíanconcentradoenelbar.Amontonadosyruidosostomabancerveza,lascarcajadasdelamulata Sandra parecían alaridos y un gordo de bigote y gafas enarbolaba su vasoamarillocomounabandera,habíaidoalacampañadelEcuadordesoldadoraso,síseñor,ynoseolvidabadelhambre, lospiojos,elheroísmode loscholos,nide lasniguas que semetían bajo las uñas y no querían salir ni a cañones, sí señor, y elMono, súbitamente, a voz en cuello: ¡viva el Ecuador! Hombres y habitantasenmudecieron, los risueñosojazosdelMonodistribuíanguiñospícarosaderechaeizquierday,despuésdeunossegundosdeindecisiónydeestupor,elgordoapartóaJosé,cogióalMonodelassolapas,losacudiócomountrapo,¿porquésemetíaconél?, que repitiera si teníapantalones, que fueramachoy elMono se acomodaba laropa.

—Noaceptobromascontraelpatriotismo,amigo—elgordopalmeabaalMono,sinrencor—.Metomóustedelpelo,déjemeinvitarleuntrago.

—¡Cómomegustalavida!—dijoJosé—.Cantemoselhimno.Se disolvieron todos en un solo corrillo y, aplastados contra el mostrador,

reclamaronmáscervezas.Así,exultantesygregarios,losojosebrios,lavozchillona,mojadosdesudor,bebieron,fumaron,discutieronyunjovenbizco,decabellostiesoscomounaescobilla,abrazabaalamulataSandra,lepresentoamifutura,compañero,y ella abría la boca, mostraba sus encías rojas y voraces, sus dientes de oro,estremecidaderisa.Depronto,cayósobreeljovencomoungranfelino,ávidamentelo besó en la boca y él se debatía entre los negros brazos, era unamosca en unatelaraña, protestaba. Los inconquistables cambiaron miradas cómplices, burlonas,

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cogieronalbizco,loinmovilizaron,ahílotienes,Sandra,teloregalamos,cómetelocrudo, ella lo besaba, mordía y una especie de entusiasmo convulsivo invadió algrupo, nuevas parejas se le añadían y hasta los músicos abandonaron su rincón.Desdelejos,elJovenAlejandrosonreía lánguidamenteydonAnselmo,seguidodelBolas, iba de un lado a otro, excitado, husmeando el bullicio, qué hay, qué pasa,cuente. Sandra soltó a su presa, al pasarse el pañuelo por la cara el bizco quedópintarrajeadode rouge comounpayaso, le alcanzaronunvasode cerveza, él se loechó encima, lo aplaudieron y, de repente, Josefino comenzó a buscar entre eltumulto.Seempinaba,seagachaba,acabóporsalirdelcírculoymerodeóportodoelsalón, volcando sillas, esfumándose y delineándose en el aire viciado y humoso.Volvióalmostradoralacarrera.

—Yoteníarazón,inconquistable—dijolabocasinlabiosdelaChunga—.Estáscontodoslosmuñecosencima.

—¿Dóndeestán,Chunguita?¿Subieron?—Quéteimporta—losojosyertosdelaChungaloescudriñabancomosifuera

uninsecto—.¿Estásceloso?—La estámatando—dijo José, igual que un aparecido, jalando a Josefino del

brazo—.Venvolando.Cruzaron el grupo a empellones, el Mono estaba en la puerta con la mano

extendida señalando la oscuridad, en dirección alCuartelGrau. Salieron corriendodesbocadosentrelaschozasdelabarriadaqueparecíandesiertas,yluegoentraronalarenal y Josefino trastabilló, cayó, se levantó, siguió corriendo, y ahora lospies sehundíanenlatierra,habíavientocontrarioyoscurosremolinosdearenayeraprecisocorrer con los ojos cerrados, conteniendo la respiración para que el pecho noreventara.«Essuculpa,mierdas»,rugióJosefino,«sedescuidaron»,yunmomentodespués,conlavozrota,«perohastadónde,carajo»,cuandoyasurgíaanteellosunasiluetaintermediaentrelaarenaylasestrellas,unasombramacizayvengativa:

—Hastaaquí,nomás,desgraciado,perro,malamigo.—¡Mono!—gritóJosefino—.¡José!PerolosLeónsehabíanabalanzadotambiéncontraély,lomismoqueLituma,le

descargabansuspuñosysuspiesysuscabezas.Élestabaderodillasyasualrededortodoeraciegoyferozycuandoqueríaincorporarseyescapardelavertiginosarondade impactos un nuevo puntapié lo derribaba, un puñetazo lo encogía, una manoestrujaba sus pelos y él tenía que alzar la cara y ofrecerla a los golpes y a lospicotazosde laarenaqueparecíaentrararaudalesporsunarizysuboca.Despuésfuecomosiunajauríagruñonayextenuadaestuvieraallí, rondandoentornoaunabestia vencida, caliente todavía, olisqueándola, exasperándose por momentos,mordiéndolasinganas.

—Seestámoviendo—dijoLituma—.¡Séhombre,Josefino,quieroverte,párate!

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—Estaráviendoalasmarimachasdecerquita,primo—dijoelMono.—Yadéjalo,Lituma—dijoJosé—.Yatehasdadogusto.Quémásvenganzaque

ésta.¿Novesquesepuedemorir?—Temandarían de nuevo a la cárcel, primo—dijo elMono—.Basta, no seas

porfiado.—Pégale,pégale—laSelváticasehabíaaproximado,suvoznoeraviolentasino

sorda—.Pégale,Lituma.Pero,envezdehacerlecaso,Litumasevolviócontraella,latumbóenlaarenade

unempujónylaestuvopateando,puta,arrastrada,sieteleches,insultándolahastaqueperdió la vozy las fuerzas.Entonces se dejó caer en la arenay empezó a sollozarcomounchurre.

—Primo,porloquemásquieras,yacálmate.—Ustedes también tienen la culpa —gemía Lituma—. Todos me engañaron.

Desgraciados,traidores,deberíanmorirsederemordimiento.—¿AcasonotelosacamosdelaCasaVerde,Lituma?¿Acasonoteayudamosa

pegarle?Solonohubieraspodido.—Nosotros te hemos vengado, primito. Y hasta la Selvática, ¿no ves cómo lo

rasguña?—Hablo de antes—decíaLituma, entre hipos y pucheros—.Todos estaban de

acuerdoyyoallá,sinsabernada,comouncojudo.—Primo, los hombres no lloran.No te pongas así.Nosotros siempre te hemos

querido.—Lopasadopisado,hermano.Séhombre,sémangache,nollores.LaSelváticasehabíaapartadodeJosefinoque,encogidoenlatierra,sequejaba

débilmente, y ella y los León compadecían a Lituma, que tuviera carácter, loshombres se crecen ante las desgracias, lo abrazaban, le sacudían la ropa, ¿todoolvidado?, ¿a comenzar de nuevo?, hermano, primo, Lituma. Él balbuceaba,consolado a medias, a veces se enfurecía y pateaba al tendido, luego sonreía, seentristecía.

—Vámonos, Lituma —dijo José—. A lo mejor nos vieron de la barriada. Sillamanaloscachacostendremosunlío.

—VamosalaMangachería,primito—dijoelMono—.Nosacabaremoselpiscoquetrajiste,esotelevantaráelánimo.

—No—dijoLituma—.VolvamosdondelaChunga.Echóacaminarporelarenal,agrandestrancosresueltos.CuandolaSelváticay

losLeónloalcanzaronentrelaschozasdelabarriada,LitumasehabíapuestoasilbarfuriosamenteyJosefinosedivisabaalolejos,rengueando,quejándoseyvociferando.

—Esto está que arde —el Mono sujetó la puerta para que los otros pasaranprimero—.Sólofaltamosnosotros.

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Elgordodebigoteygafassalióarecibirlos:—Salud, salucita, compañeros. ¿Por qué desaparecieron así? Vengan, la noche

estácomenzando.—Música,arpista—exclamóLituma—.Valses,tonderos,marineras.Fueatropezoneshastaelrincóndelaorquesta,cayóenlosbrazosdeBolasydel

JovenAlejandro,mientraselgordoyel jovenbizcoarrastrabanalosLeónhaciaelbarylesofrecíanvasosdecerveza.LaSandraarreglabaloscabellosdelaSelvática,laRitaylaMaribelselacomíanapreguntasylascuatrocuchicheabancomoavispas.Laorquestacomenzóatocar,elmostradorquedódespejado,mediadocenadeparejasbailaban en la pista entre las aureolas de luz azul, verde y violeta. Lituma vino almostradormuertoderisa:

—Chunga, Chunguita, la venganza es dulce. ¿Lo oyes? Está que grita y no seatreveaentrar.Lodejamosmediocadáver.

—Amínome importan losasuntosdenadie—dijo laChunga—.Peroustedessonmimalasuerte.Portuculpamemultaronlavezpasada.Menosmalqueahoraellíonofueenmicasa.¿Quétesirvo?Aquí,elquenoconsumeselarga.

—Quégroseraparacontestar,Chunguita—dijoLituma—.Peroestoycontento,sirveloquequieras.Paratitambién,yoteinvito.

YahoraelgordoqueríallevaralaSelváticaalapistadebaileyellaseresistía,mostrabalosdientes.

—Quélepasaaésta,Chunga—dijoelgordo,resoplando.—Qué te pasa a ti —dijo la Chunga—. Te están invitando a bailar, no seas

malcriada,¿porquénoleaceptasalseñor?PerolaSelváticaseguíaforcejeando:—Lituma,dilequemesuelte.—Nolasuelte,compañero—dijoLituma—.Yustedhagasutrabajo,puta.

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TRES

El teniente deja de hacer adiós cuando la embarcación es sólo una lucecita blancasobreelrío.Losguardiasseechanlasmaletasalhombro,subenelembarcadero,enlaplazadeSantaMaríadeNievasedetienenyelsargentoseñalalascolinas:entrelasdunasboscosasreverberanunosmurosblancos,unascalaminas,ésaeralamisión,miteniente,lacuestecillapedregosaestabavacía,aesoledecíanlaresidencia,ahívivíanlasmonjitas,miteniente,yalaizquierdalacapilla.Siluetasindígenascirculanporelpueblo,lostechosdelascabañassondefibrasyparecencapuchones.Unasmujeresde cuerpos fangosos y ojos indolentesmuelen algo al pie de dos troncos pelados.Siguenavanzandoyeloficialsevuelvehaciaelsargento:casinohabíapodidohablarconel tenienteCipriano, ¿porquéno sequedó siquierahastaponerlo al corriente?Pero es que si no aprovechaba la lancha hubiera tenido que esperar un mes, miteniente, y estaba loco por irse, el teniente Cipriano. Que no se preocupara, elsargento lo pondría al tanto en un dos por tres y elRubio deposita en el suelo unmaletín ymuestra la cabaña: ahí la tenía,mi teniente, la comisaríamás pobre delPerú,yelPesadoésadelfrenteseríasucasa,miteniente,yelChiquitomástardeleconseguiríanunpardesirvientasaguarunas,yelOscuro las sirvientasera loúnicoqueandababotadoenestepuebloperdido.Alpasar, el teniente tocael escudoquecuelgadeunavigaybrotaunsonidometálico.Laescalerillade lacabañano tienebaranda, las tablas del suelo y del tabique son bastas, desiguales, y en la primerahabitaciónhaysillasdepaja,unescritorio,unbanderíndescolorido.Unapuertaestáabierta al fondo: cuatro hamacas, unos fusiles, una hornilla, un basurero, vayamiseria.¿Setomaríaunacervecitaelteniente?Estaríanfrías,lashabíanmetidoenunbaldedeaguadesdelamañana.EloficialasienteyelChiquitoyelOscurosalendelacabaña—¿sellamabaFabioCuestaelgobernador?;sí,unviejitosimpático,peroquefueraasaludarlomás tarde,mi teniente,aestashorasdormía lasiesta—yvuelvenconvasosybotellas.Beben,elsargentobrindaporelteniente,losguardiaspreguntanporLima,eloficialquieresabercómoeslagenteenSantaMaríadeNieva,quiénesquién,¿buenaspersonaslasmonjitasdelamisión?,ysiloschunchosdandoloresdecabeza. Bueno, seguirían conversando a la noche, el teniente quería descansar unrato. Ellos le habían encargado a Paredes una comidita especial, mi teniente, parafestejarsullegadayelRubioeraeldueñodelacantina,miteniente,dondeélcomíantodos,yelOscurotambiéncarpinteroyelPesadoparacolmomediobrujo,yaselopresentarían,buenagenteeseParedes.Losguardiasllevanlasmaletasalacabañadelfrente,eloficiallossiguebostezando,entraysetumbaenelcamastroqueocupaelcentro de la habitación.Con voz soñolienta despide al sargento. Sin levantarse, sesacaelquepí,loszapatos.Hueleapolvoyatabaconegro.Nohaymuchosmuebles:unacómoda,dosbanquitos,unamesa,unmecheroquependedeltecho.Lasventanas

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tienenrejillasmetálicas:lasmujeressiguenmoliendoenlaplaza.Eltenienteseponedepie,laotrahabitaciónestávacíaytieneunapequeñapuerta.Laabre:latierraestádosmetrosmásabajo,ocultaporyerbalesyaunospasosdelacabañayahaybosquecerrado. Se desabotona el pantalón, orina y cuando regresa al primer cuarto, elsargento está allí de nuevo: otra vez ese fregado,mi teniente, un aguaruna que sellama Jum. Y el intérprete: diablo diciendo, aguaruna, soldado mintiendo, ysilabariolimaylimagobierno.Señor.ArévaloBenzasmirahaciaarribaprotegiéndoselosojoscon lasmanos,noeraningúncojudo,don Julio, elpaganoqueríahacerlescreerqueestabaloco,peroJulioReáteguiniegaconlacabeza:noeraeso,Arévalo,todoeltiemporepetíalamismacantaletayélselasabíayadememoria.Algoselehabíametidoenlacabezaconesodelossilabarios,peroquiéndiablosleentendía.ElsolrojizoyardienteabrazaSantaMaríadeNievaylossoldados,indígenasypatronesaglomerados alrededor de las capironas pestañean, sudan y murmuran. ManuelÁguila sehaceaire conunabanicodepaja: ¿estabamuycansado,don Julio?¿Leshabíandadomucho trabajoenUrakusa?Unpoco,ya lescontaríaconcalma,ahoraReátegui tenía que subir a la misión un momento, ya volvía, y ellos asienten: loesperarían en laGobernación, el capitánQuiroga yEscabino ya estaban allá.Y elintérprete: yendo y viniendo, práctico escapando, urakusapatria, carajo,banderagobierno.Manuel Águila utiliza el abanico como un escudo contra el sol,peroaunasílagrimea:quenosecansara,eraporgusto,elquelashacíalaspagaba,intérprete, traduciéndoleeso.El tenienteseabotonaelpantalóncalmadamente,yelsargentopaseaporlahabitación,lasmanosenlosbolsillos:quéibaaserlaprimeravez que venía,mi teniente.Unmontón de veces ya, hasta que una vez el tenienteCiprianosecalentó,lepegóunsustoyasíelpaganodejódevenir.Peroquésabido,seguro supo que el teniente Cipriano se iba de Santa María de Nieva, y vinocorriendoaversiconelnuevotenienteleligaba.Eloficialterminadeanudarseloszapatos,seponedepie.¿Almenoseratratable?Elsargentohaceungestovago:noseponíamalditopero,esosí,laterquedadandante,unamula,nadielesacabaloqueteníaenlatutuma.¿Cuándohabíasidoeselío?CuandoeragobernadorelseñorJulioReátegui,antesdequehubieraunacomisaríaenNieva,yeltenientecierralapuertadelacabañaconfuria,eraelcolmo,nidoshorasquehabíallegadoyyateníatrabajo,elchunchopodíahaberseaguantadohastamañana¿no?Yelintérprete:¡cabodelgadodiablo!¡Diablocapitanartemio!Micabo.PeroelcaboRobertoDelgadonoseenoja,se ríe igual que los soldados y algunos indígenas también ríen: que se las siguieradandodemalditonomás,insultándonosaélyalcapitán,quesiguiera,yaveríaquiénreía el último. Y el intérprete: hambreando, mi cabo, mareado, carajo, barrigabailando,micabo,seddiciendo,¿ledabanagua?No,primeroselachupabaalcabo,yalza lavoz:sialguien lealcanzabaaguaocomidase lasentendíaconél,que lestradujeraesoatodoslospaganosdeSantaMaríadeNieva,porquepodíanhacerselos

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tontos y los risueños, pero en el fondo estarían rabiando. Y el intérprete: laputesumadre,micabo,escabinodiablo, insultando.Ahora lossoldadossólosonríen,miranalcaboahurtadillasyélmuybien,quelementaralamadreotravez,queyaveríacuandolobajaran.Unhombreflacoybronceadolessalealencuentro,sequitaelsombrerodepajayelsargentohacelaspresentaciones:AdriánNieves,miteniente.Sabíaaguarunayaveceslesservíadeintérprete,eraelmejorprácticodelaregiónydesde hacía dosmeses trabajaba para la comisaría. El teniente yNieves se dan lamano y elOscuro, elChiquito, el Pesado y elRubio se apartan del escritorio, ahíestaba, mi teniente, ése era el pagano—así les decían acá a los chunchos— y eloficial sonríe: él creía que éstos se dejaban crecer la peluca hasta los pies, no seesperabaverauncalvito.UnamenudapelusacubrelacabezadeJumyunacicatrizrectay rosácea secciona su frenteminúscula.Esdemediana estatura, grueso, visteunaitípakraídaquecaedesdesucinturahastasusrodillas.Ensupecholampiñountriángulo morado ensarta tres discos simétricos, tres rayas paralelas cruzan suspómulos. También tiene tatuajes a ambos lados de la boca: dos aspas negras,pequeñitas. Su expresión es tranquila pero en sus ojos amarillos hay vibracionesindóciles,mediofanáticas.Desdeesavezquelopelaron,seseguíapelandosolito,miteniente,yerararísimoporquenadalesdolíamásaéstosquelestocaranlapeluca.ElprácticoNievesselopodíaexplicar,miteniente:eraunacosadeorgullo,justamentedeesohabíanestadohablandomientrasesperabanqueviniera.YelsargentoaversicondonAdriánseentendíanmejorqueconelpagano,porquelavezpasadahizodeintérpreteelbrujoParedesynadiecomprendíanada,yelPesadoesqueelcantinerosehacíaelquesabíaaguaruna,noeracierto,lochapurreabaapenitas.NievesyJumrugenyaccionan,teniente,quenopodíaregresaraUrakusahastaqueledevolvierantodoloquelequitaron,peroleveníanganasdevolveryporesosecortabalapeluca,paranopodervolverniqueriendo,yelRubio¿noeraunacosadeloco?Sí,yahoraqueexplicaradeunavezquéqueríaqueledevolvieran.ElprácticoNievesseacercaalaguaruna,legruñeseñalandoaloficial,gesticulayJum,queescuchainmóvil,deprontoasienteyescupe:¡altoahí!,estonoeraunchiquero,quenoescupiera.AdriánNieves sevuelveacolocarel sombrero, eraparaqueel tenientevieraquedecía laverdad, y el sargento una costumbre de los chunchos, el que no escupía al hablarmentíayeloficialnofaltabamás, ibaabañarlosensalivaentonces.Quelecreían,Nieves,quenoescupiera.Jumcruzalosbrazosylosarosdesupechosedeforman,eltriángulo se arruga. Comienza a hablar reciamente, casi sin pausas, y sigueescupiendo a su alrededor. No aparta los ojos del teniente que taconea y observadisgustado la trayectoria de cada gargajo. Jum agita las manos, su voz es muyenérgica. Y el intérprete: robando carajo, urakusajebe, muchacha, soldadoMireátegui, mi cabo. ¡Cabeza caliente! Para protegerse los ojos del sol, el caboRobertoDelgadosehasacadolacristinaylasostieneestiradajuntoasufrente:que

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siguiera haciéndose el disforzado nomás, que chillara, que se estaba hinchando derisa.Yque lepreguntaradóndeaprendió tantas lisuras.Yel intérprete: contrato escontrato,listo,patrónEscabino,entiende,listo,bajando,micabo.Lossoldadosestándesnudándoseyalgunoscorrenyahaciaelrío,peroelcaboDelgadosiguealpiedelas capironas: ¿bajando? Ni de a vainas, ahí se quedaba y que agradeciera que elcapitánArtemioQuirogaerabuenagente,quesiporélfueraseibaaacordartodasuvida. ¿Por qué no lementaba lamadre de nuevo, a ver?Que se atreviera, que sehiciera el macho delante de sus paisanos que lo estaban mirando y el intérprete:bueno,laputesumadre.Micabo.Queotravez,queselamentaradenuevo,queparaeso se había quedado el cabo aquí y el teniente cruza las piernas y echa la cabezaatrás: historia absurda, sin pies ni cabeza, ¿de qué silabarios hablaba este bendito?Unoslibrosconfiguras,miteniente,paraenseñarelpatriotismoalossalvajes;enlaGobernación quedaban algunos todavía,muy apolillados, se los podía enseñar donFabio.Eltenientemiraindecisoalosguardiasy,mientrastanto,elaguarunayAdriánNievessiguengruñéndoseamediavoz.Eloficialsedirigealsargento,¿eraciertolode lamuchacha?Y Jum ¡muchacha!, violentísimo, ¡carajo!, y el Pesado chist, queestabahablandoelteniente,yelsargentopst,quiénsabía,aquíserobabanmuchachastodoslosdías,podíasercierto,¿nodecíanqueesosbandidosdelSantiagosehabíanhechosuharén?Peroelpaganolomezclabatodo,yunonosabíaquéteníanqueverlossilabariosconeljebequereclamabayconlodeesamuchacha,micompadreteníaunenredodelosmildiablosenlatutuma.YelChiquitosihabíansidolossoldadosellosno teníannadaquever,¿porquéno ibaaquejarsea laguarnicióndeBorja?,rugenyaccionanyelprácticoNieves:yahabíaidodosvecesynadielehabíahechocaso, teniente. Y el Rubio, había que ser rencoroso para seguir con ese asuntodespuésdetantotiempo,miteniente,yapodíahaberseolvidado.RugenyaccionanyNieves:queensupuebloleechanlaculpaynoqueríaregresaraUrakusasineljebe,loscueros, los silabariosy lamuchacha,paraquevieranqueJum tenía razón. Jumhabla de nuevo, despacio ahora, sin alzar lasmanos. Las dos aspasminúsculas semuevenconsuslabios,comodoshélicesquenopuedenarrancardeltodocomienzanagiraryretrocedenyotravezyretroceden.¿Dequéhablabaahora,donAdrián?Yelpráctico: se estaba acordando, y además insultando a esos que lo colgaron y eltenientedejadetaconear:¿lohabíancolgado?ElChiquitoseñalavagamentelaplazadeSantaMaríadeNieva:deesascapironas,miteniente.Paredesselopodíacontar,élestaba,parecíaunpaichedice,asícolgabanalospaichesparaquesesecaran.Jumlanza un chorro de gruñidos, esta vez no escupe pero hace ademanes frenéticos:porquelesdecíalasverdadeslocolgarondelascapironas,teniente,yelsargentodalequedaleconlamismahistoria,yeloficial¿lasverdades?Yelintérprete:¡piruanos!,¡piruanos, carajo! Mi cabo. Pero el cabo Delgado ya sabía, no necesitaba que letradujeraneso,nohablaríapaganoperosíteníaoídos,¿locreíaunpobrecojudo?Ah,

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Señor,eltenientegolpeaelescritorio,ah,quévaina,noacabaríannuncaaestepaso,¿piruanosqueríadecirperuanos,no?, ¿ésas eran lasverdades?Yel intérprete:piorque sangrando, pior que muriendo, mi cabo. Y boninopérez y teofilocañas, noentiende. Mi cabo. Pero el cabo Delgado sí entendía: así se llamaban esossubversivos. Que era por gusto que los llamara que estaban muy lejos, y que sivinieran también a ellos los colgaban. El Oscuro está sentado en una orilla delescritorio, losotrosguardias siguendepie,mi teniente,había sidounescarmiento,decían. Y que todos los patrones y los soldados estaban furiosos, que queríancargárselosperoquelosatajóelgobernadordeentonces,elseñorJulioReátegui.¿Yquiéneseranesostipos?¿Nohabíanvueltoporaquí?Unosagitadores,parecía,quesehicieron pasar pormaestros,mi teniente, y enUrakusa les habían hecho caso, lospaganos se pusieron bravos y estafaron al patrón que les compraba el jebe, y elPesadountalEscabino,yJum¡Escabino!Ruge¡carajo!Yeloficialchitón,Nieves,quelocallara.¿Dóndeestabaesesujeto?¿Sepodíahablarconél?Bastantedifícil,miteniente,Escabinoyasehabíamuerto,perodonFabioloconocióylomejoresquehablaraconél:lecontaríalosdetallesyademáselgobernadoreraamigodedonJulioReátegui.¿TampocoNievesestabaaquícuandoesosincidentes?Tampoco,teniente,él sólo llevaba unpar demeses enSantaMaría deNieva, vivía lejos antes, por elUcayaliyelOscuro:nosóloestafaronasupatrón,habíatambiénelasuntodelcaboesedeBorja,sejuntaronlasdoscosas.Yelintérprete:¡cabodelgadodiablo!¡Carajo!ElcaboDelgadosueltatodoslosdedosdesusmanosylosmuestra:diezmentadasdemadre, las tenía contaditas. Que podía seguir dándose gusto si quería, aquí sequedabaélparaquesiguieramentándosela.Sí,uncaboqueibaaBaguaconlicencia,y con él iban un práctico y un sirviente y enUrakusa los aguarunas los asaltaron,apalearonalcaboyalsirviente,elprácticodesaparecióyunosdecíanquelomatarony otros que desertó, mi teniente, aprovechando la ocasión. Y por eso se habíaorganizadounaexpedición,soldadosdeBorjayelgobernadordeaquí,yporesoselohabían traídoaéstey lohabíanescarmentadoen lascapironas.¿Nohabíasidoasí,másomenos,donAdrián?Elprácticoasiente,sargento,eraloquehabíaoído,perocomo él no estaba acá quién sabía.Ajá, ajá, el tenientemira a Jum y Jummira aNieves, entonces no era tan santito como parecía. El práctico gruñe y el urakusareplica, áspero y gesticulante, escupiendo y pataleando: lo que él contaba eramuydistinto, teniente,yel teniente lógico¿cuálera laversióndemicompadre?Queelcaboseestabarobandocosasyqueloobligaronadevolverlas,elprácticoseescapónadandoyqueelpatrónera tramposoconel jebeyqueporesonohabíanqueridovenderle.Peroeltenientenopareceescucharysusojosexaminanalaguarunadepiesacabeza,concuriosidadyciertoasombro:¿cuántotiempolohabíantenidocolgado,sargento?Undía lo tuvieron, ydespués lehabíandadounos azotes, decía el brujoParedes, y el Oscuro ese mismo cabo de Borja se los había dado, y el Rubio en

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venganzade losque ledaríanaél lospaganosdeUrakusa,mi teniente.Jumdaunpaso,secolocaanteeloficial,escupe.Laexpresióndesurostroescasirisueñaahoray sus ojos amarillos revolotean maliciosamente, una mueca juguetona rasga suslabios.Setocalacicatrizdelafrenteylento,ceremoniosocomounilusionista,girasobrelostalones,exhibesuespalda:desdeloshombrosbajanhastasucinturaunossurcos pintados de achiote, rectilíneos, paralelos y brillantes. Ésa era otra de suslocuras,miteniente,siemprequeveníasepintarrajeabaasí,yelChiquitocosadeél,porquelosaguarunasnoacostumbranpintarselaespalda,yelRubiolosborassí,miteniente, la espalda, la barriga, los pies, el poto, todito el cuerpo se pintaban, y elprácticoNievesparanoolvidarsedelosazotesqueledieron,ésaeralaexplicaciónquedaba,yArévaloBenzassesecalosojos:selehabíanasadolossesosahíarriba,¿qué gritaba? Piruanos, Arévalo, Julio Reátegui está apoyado de espaldas en lacapirona, todo el viaje se la había pasado gritando piruanos. Y el cabo RobertoDelgado asiente, señor, no paraba de insultar a todo el mundo, al capitán, algobernador,aélmismo,nose lebajaban loshumospornada.JulioReátegui lanzaunamiradarápidahaciaarriba,yaselebajarían,ycuandoinclinalacabezatienelosojos mojados, un poco de paciencia, cabo, qué sol había, lo cegaba a uno. Y elintérprete:supelodiciendo,silabario,muchacha.Señor.Cojudeandodice,yManuelÁguila:parecíaborracho,asídelirabancuandoestabanmasateados,peromejoribande una vez que los estaban esperando, ¿quería que él lo acompañara donde lasmadres? No, a la madres no les tocaba meterse, mi teniente, ¿no veía que eranextranjeras?PeroelbrujoParedesdecíaquelamadreAngélica—lamásviejitadelamisión,miteniente,ahoraquesehabíamuertolamadreAsunción—habíavenidodenochealaplazaapedirquelobajaran,yqueinclusosepeleóconlossoldados.Secompadecería laviejita,era lamás renegonade todas,puraarrugaya,yelOscuro:porúltimolequemaronlasaxilasconhuevoscalientes,elcaboese, loharíansaltarhasta el cielo y Jum ¡carajo! ¡Piruanos! El teniente taconea de nuevo, no era lamanera,caramba,yconlosnudillosgolpeaelescritorio,sehabíancometidoexcesos,sóloquequéibanahacerellosahora,todoesoyahabíapasado.¿Quédecíaahora?Queledevolvierannomásesoquelequitaron,teniente,yqueseiríaaUrakusa,yelsargento¿no lehabíadichoqueera terco?Ese jebeyaseríasueladezapatos,y laspieles ya serían carteras, maletas, y quién sabe dónde andaba la muchacha: se lohabían explicado cien veces,mi teniente. El oficial reflexiona, elmentón sobre elpuño:siemprepodíadirigirseaLima,reclamaralMinisterio,alomejorlaDireccióndeAsuntosIndígenasloindemnizaba,aver,queNieveslesugirieraeso.Segruñeny,de pronto, Jum asientemuchas veces, ¡limagobierno!, los guardias sonríen, sólo elpráctico y el teniente permanecen serios: ¡silabariolima! El sargento descruza losbrazos:¿noveíaqueeraunsalvaje,miteniente?Cómoleibanameterenlacabezasemejantescosas,quéquerríadecirparaélLima,oMinisterio,y,sinembargo,Adrián

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NievesyJumsegruñenconvivacidad,cambianescupitajosyademanes,elaguarunacalla a ratos y cierra los ojos, como meditando, luego, cautelosamente, pronunciaunas frases, señalando al oficial: ¿que lo acompañara?Hombre, vaya si le gustaríadarseunpaseítoaLima,quenoeraposibleyahoraJumseñalaalsargento.No,no,nielteniente,nielsargento,nilosguardias,Nieves,nopodíanhacernada,quebuscaraal Reátegui ese, volviera a Borja o lo que fuera, la comisaría no iba a estardesenterrandoalosmuertos¿no?,resolviendoloslíosdeantaño¿no?Élsemoríadecansancio,nohabíadormido,sargento,queacabarandeunavez.Además,silosquelohabíanfajadoeransoldadosdelaguarnición,yautoridadesdeaquí,¿quiénleibaadarlarazón?AdriánNievesinterrogaconlosojosalsargento,¿quéledecía,porfin?,y al teniente: ¿todo eso? El oficial bosteza, entreabre perezosamente una bocadesalentadayelsargentoseinclinahaciaél:lomejordecirlequebueno,miteniente.Leibanadevolvereljebe,laspieles,lossilabarios,lamuchacha,todoloquequisierayelPesadoqué lepasaba,mi sargento,quién le iba adevolver siEscabinoya eradifunto,yelChiquito¿noseríadesussueldos,no?Yelsargentoparamásseguridadledaríanunpapelitofirmado.YalohabíanhechoalgunavezconeltenienteCipriano,mi teniente, daba resultados.Le pondrían una estampilla de amedio en el papel ylisto:ahoraandaabuscarconesoalseñorReáteguiyalEscabinodiabloparaquetedevuelvantodo.YelOscuro¿unacojudeadaenregla,misargento?Peroaltenienteno loconvencíanesascosas, élnopodía firmarningúnpapel sobreesteasunto tanviejo,y,además,peroelsargentopapelperiódiconomás,unafirmitadeamentirasyasíseiríatranquilo.Éstoserantercosperocreíanloqueselesdecía,sepasaríamesesyañosbuscandoalEscabinoyalseñorReátegui.Bueno,yqueahoraledieranalgodecomerysefuerasinquenadiemáslepusieraundedoencima,capitán,porfavorqueselorepitieraélmismo.Yelcapitánconmuchogusto,donJulio,llamaalcabo:¿entendido?Sehabíaacabadoelescarmiento,niundedoencima,yJulioReátegui:loimportante era que volviera a Urakusa. Nunca más pegando a soldados, nuncaengañandopatrón,quesilosurakusasseportanbienloscristianosseportanbien,quesi losurakusas seportanmal los cristianosmal:que le tradujera eso,y el sargentolanza una carcajada que alegra todo su rostro redondo: ¿qué le había dicho, miteniente? Sí, se habían librado de él, pero al oficial no le gustaba, no estabaacostumbrado a estos procedimientos, y el Pesado: la montaña no era Lima, miteniente,aquíhabíaquelidiarconchunchos.Eltenienteseponedepie,sargento,lacabezaledabavueltasconestelío,quenolodespertaranaunquesecayeraelmundo.¿Noqueríaotracervecitaantesdeirseadormir?,no,¿quelellevaranunatinajaconagua?,más tarde.El tenientehaceunsaludocon lamanoa losguardiasysale.Laplaza de Santa María de Nieva está llena de indígenas, las mujeres que muelensentadasenelsueloformanunagranronda,algunasllevancriaturasprendidasalasmamas. El teniente se para enmedio de la trocha y, atajando el sol con lamano,

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contemplaunmomentolascapironas:robustas,altas,masculinas.Unperroflacopasajuntoaélyeloficial losigueconlavistayentoncesvealprácticoAdriánNieves.Viene hacia él y le muestra en su mano los pedacitos blanquinegros de papelperiódico,eltenientenoeratancojudocomosecreíaelsargento,habíahechotrizaselpapelylohabíatiradoenlaplaza,élacababadeencontrarlo.

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—Unsecretoqueustednisehuele,misargento—dijoelPesado,bajandolavoz—.Peroquenooiganlosotros.

ElOscuro,elChiquitoyelRubioconversabanenelmostradorconParedes,quelesservíaunascopasdeanisado.Unchiquillosaliódelacantinacontresollitasdebarro,cruzóladesiertaplazadeSantaMaríadeNievayseperdióendirecciónalacomisaría. Un sol fuerte doraba las capironas, los techos y los tabiques de lascabañas,perono llegabahasta la tierra,porqueunabrumablancuzca, flotante,queparecíavenirdelríoNieva,loconteníaarasdelsueloyloopacaba.

—Noestánoyendo—dijoelsargento—.¿Cuáleselsecreto?—YaséquiéneslaqueestádondelosNieves—elPesadoescupióunaspepitas

negrasdepapayayselimpióconelpañuelolacarasudada—,esaquenosdiotantacuriosidadlaotranoche.

—¿Ah,sí?—dijoelsargento—.¿Yquiénes?—Laquesacabalasbasurasdelasmadres—susurróelPesado,mirandodereojo

hacia elmostrador—, la que botaron de lamisión porque ayudó a escaparse a laspupilas.

El sargento se registró los bolsillos, pero sus cigarros estaban sobre la mesa.Encendióunoychupóhondo,disparóunabocanadadehumo:unamoscarevoloteóconangustiadentrodelanubeyescapózumbando.

—¿Ycómoaveriguaste?—dijoelsargento—.¿TelapresentaronlosNieves?Haciéndose el tonto,mi sargento, el Pesado se iba a dar sus vueltecitas por la

cabañadelpráctico,yesamañanalahabíavisto,trabajandoenlachacraconlamujerdeNieves:Bonifacia,asíse llamaba.¿NosehabríaequivocadoelPesado?PorquéibaaestarésaconlosNieves,¿acasonoeramediomonja?No,desdequelabotaronyanoera,noseponíaeluniformeyelPesado lahabía reconocidoahímismo.Unpoco retaca, mi sargento, aunque tenía formas. Y debía ser jovencita, pero, sobretodo,quenolesdijeranadaalosotros.

—¿Creesquesoyunchismoso?—dijoelsargento—.Déjatederecomendacionestontas.

Paredes trajodos copitas de anisadoypermaneció junto a lamesa,mientras elsargento y el Pesado bebían. Luego limpió el tablero con un trapo y volvió almostrador.ElOscuro,elRubioyelChiquito salieronde lacantinay,en lapuerta,unaresolanarosadaencendiósusrostros,suscuellos.Labrumahabíacrecidoy,delejos,losguardiasparecíanahoramutilados,ocristianosvadeandounríodeespuma.

—NotemetasenlíosconlosNievesquesonmisamigos—dijoelsargento.¿Yquiénseibaameterconellos?Peroseríadelocosnoaprovecharlaocasión,

misargento.Elloseranlosúnicosquesabían,asíquecomobuenoscompañeros¿no?,elPesadolehacíaeltrabajito,¿miti-miti,claro?,yselapasaba¿deacuerdo?Peroelsargentocomenzóatoser,nolegustabanesosrepartos,echabahumoporlanarizy

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porlaboca,quéconcha,porquéleibanatocarlassobras.

—¿Acasonolaviprimero,misargento?—dijoelPesado—.Yaverigüéquiéneraytodo.Perofíjese,quéhaceporaquíelteniente.

Señaló hacia la plaza y por allí venía el teniente, medio cuerpo afuera de lamanchagaseosa,pestañeandobajoelsol,concamisalimpia.Cuandoemergiódelabruma,teníahúmedasdevaporlamitadinferiordelpantalónylasbotas.

—Venga conmigo, sargento—ordenó desde la escalerilla—.Don Fabio quierevernos.

—Noseolvideloqueledije,misargento—murmuróelPesado.El teniente y el sargento se hundieron en la bruma hasta la cintura. El

embarcaderoylascabañasbajasdelcontornoyahabíansidodevoradosporlasolasde vapor, que arremetían ahora, altas y ondulantes, contra las techumbres y losbarandales.Encambio,unaluzdiáfanaabarcabalascolinas,loslocalesdelamisiónrelumbrabanintactos,ylosárbolesdetroncosdiluidosporlaniebla,lucíansuscopaslimpias,ysushojas,susramasysusplateadastelarañasdestellaban.

—¿Subió donde las madrecitas, mi teniente?—dijo el sargento—. Les habrándadounosazotesalaschurres¿no?

—Ya las perdonaron—dijo el teniente—. Esta mañana las sacaron al río. Lasuperioramedijoquelaenfermitaestabamejor.

En la escalerilla de la cabaña del gobernador se sacudieron los pantalonesmojadosyfrotaronsussuelasllenasdebarrocontralospeldaños.Elcuadriculadodelatelametálicaqueprotegíalapuertaeratandiminutoqueocultabael interior.Lesabrióunaaguarunaviejaydescalza,entraronyadentrohacíafrescoyolíaaverduras.Lasventanasestabancerradas,elcuartopermanecíaenlapenumbra,ysedistinguíanconfusamente los arcos, fotografías, pucunas y haces de flechas prendidos en lasparedes.UnasmecedorasfloreadascircundabanlaalfombradechamiraydonFabiohabíaaparecidoenelumbraldelapiezacontigua,teniente,sargento,risueñoyenjutobajolacalvaluminosa,lamanoestirada:¡habíallegadolaorden,figúrense!Diounapalmada al oficial en el hombro, ¿cómo estaban?, hacía gestos afables, ¿qué lesparecíalanoticia?,peroantes¿unrefresco?,¿unascervecitas?,¿noparecíamentira?Diounaordenenaguarunaylaviejatrajodosbotellasdecerveza.Elsargentoapurósuvasodeuntrago,eltenientepasabaelsuyodeunamanoalaotrayteníalosojoserrabundosypreocupados,donFabiobebía,comounpajarito,sorbosligerísimos.

—¿Lescomunicaronlaordenporradioalasmadres?—dijoelteniente.Sí,estamañana,yadonFabiolehabíanavisadodeinmediato.DonJuliodecía

siempreeseministroestátorpedeandolacosa,esmipeorenemigo,nosaldránunca.Yeralapuraverdad,yaveían,cambióelMinisterioylaordenvinovolando.

—Despuésdetantotiempo—dijoelsargento—.Yohastamehabíaolvidadode

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losbandidos,gobernador.DonFabioCuesta sonreía siempre: teníanquepartir cuanto antes para estar de

regreso antes de las lluvias, no les recomendaba las crecidas del Santiago, laspalisadasylosremolinosdelSantiago,¿acuántoscristianossehabríancargadoesascrecidas?

—Sólotenemoscuatrohombresenelpuestoynoesbastante—dijoel teniente—.Porque,además,tienequequedarseunguardiaaquí,cuidandolacomisaría.

DonFabioguiñóunojoconpicardía,perosielnuevoministroeraamigodedonjulio,amigo.Habíadadotodaslasfacilidadesynoibanairsolossinoconsoldadosde la guarnición deBorja.Y ellos ya habían recibido la orden, teniente. El oficialbebióuntrago,ah,yasintiósinentusiasmo:bueno,éseeraotrocantar.Peronoseloexplicaba, y movía perplejamente la cabeza, ese asunto ahora era como laresurreccióndeLázaro,donFabio.Asíandabanlascosasennuestrapatria,teniente,qué quería él, ese ministro demoraba y demoraba creyendo perjudicar sólo a donJulio,sindarsecuentaquéterribledañoleshacíaatodos.Másvalíatardequenunca¿no?

—Perosiyanohaydenunciascontraesosladrones,donFabio—dijoelteniente—.SilaúltimafuealpocotiempodellegaryoaSantaMaríadeNieva,fíjesecuántohapasado.

¿Yesoqué importaba, teniente?Nohabríadenunciasporeste lado,pero síporotro,yademás,esosforajidosteníanquepagarsudeuda,¿lesservíamáscervecita?El sargento aceptó y, nuevamente, vació su vaso de un trago: no era por eso,gobernador,sinoquealomejorhacíanunviajedebalde,quéibanaestarlosraterosahítodavía.Ysiseadelantabanlaslluvias,cuántotiempopodíanquedarseenterradosenelmonte.Nada,nada,sargento,teníanqueestarenlaguarnicióndeBorjadentrode cuatro días, y otra cosa que el teniente debía saber: éste era un asunto que donJulio se tomaba muy a pecho. Los forajidos le habían hecho perder tiempo ypaciencia, algoqueélnoperdonaba.¿Nodecíael tenientequesoñabaconsalirdeaquí?, don Julio lo ayudaría si todo iba bien, la amistad de ese hombre valía oro,teniente,donFabiolosabíaporexperiencia.

—Ah, don Fabio—sonrió el oficial—, qué bienme conoce usted. Ya puso eldedoenlallaga.

—Y hasta el sargento saldrá beneficiado—replicó el gobernador, palmoteandofeliz—.¡Claro!¿NolesdigoquedonJulioyelnuevoministrosonamigos?

Estaba bien, don Fabio, harían lo que se pudiera. Pero que les convidara otracopita, para reaccionar, la noticia los había dejadomedio atontados. Acabaron lascervezas y charlaron y bromearon en la fresca y olorosa penumbra, luego elgobernadorlosacompañóhastalaescalerillaydesdeallíleshizoadiós.Labrumalocubría todo ahora y, entre sus velos y danzas ambiguas, las cabañas y los árboles

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flotabansuavemente,seoscurecíanyaclaraban,yhabíasiluetashuidizascirculandoporlaplaza.Unavozmenudaytristonacanturreabaalolejos.

—Primeroacorreteartraslaschurresyahoraesto—dijoelsargento—.AmínomehacegraciasurcarelSantiagoenestaépoca,vaaserunahorriblemolederadehuesos,miteniente.¿Aquiénvaadejarenelpuesto?

—Al Pesado, que se cansa de todo —dijo el teniente—. Te hubiera gustadoquedarte¿no?

—PeroelPesadotienemuchosañosenlamontaña—dijoelsargento—;esodaexperiencia,miteniente.¿PorquénoelChiquito,queestanenclenque?

—ElPesado—dijoelteniente—.Ynopongasesacara.Amítampocomegustaestavaina,peroyaoístealgobernador,derepentedespuésdeesteviajecitocambialasuerteysalimosdeaquí.AndaallamaraNievesytráetealosotrosamicasa,parahacerelplandetrabajo.

Elsargentoquedóunmomentoinmóvilenlabruma,lasmanosenlosbolsillos.Luego, cabizbajo, cruzó la plaza, pasó junto al embarcadero sumergido bajo unadensa capa de vapor, se internó en la trocha y avanzó por un paisaje humoso yresbaladizo,cargadodeelectricidadydegraznidos.Cuandollegófrentealacabañadelpráctico,hablabasolo,susmanosestrujabanelquepíysuspolainas,supantalónysucamisateníansalpicadurasdebarro.

—Quémilagroaestashoras,sargento—Lalitaseescurríaloscabellos,inclinadasobre labaranda; su rostro, susbrazosy suvestido chorreaban—.Peropase, suba,sargento.

Indeciso,pensativo,siempremoviendoloslabios,elsargentotrepólaescalerilla,en la terrazadio lamanoaLalita y, cuando sevolvió,Bonifacia estaba junto a él,también empapada. Su vestido color crudo se adhería a su cuerpo, sus cabelloshúmedos ceñían su rostro como una toca, y sus ojos verdes miraban al sargentocontentos,sinembarazo.Lalitaexprimíaelruedodesufalda,¿habíavenidoavisitara sualojada, sargento?,ygotitas transparentes rodabansobre suspies: ahí la tenía.Habíanestadopescandoysehabíanmetidoalríoconestaniebla,figúrese,noveíannada pero el agua estaba tibiecita, rica, y Bonifacia se adelantó: ¿traía comida?¿Anisado?Envezderesponder,Lalitalanzóunacarcajadayentróalacabaña.

—TehashechoverconelPesadoestamañana—dijoelsargento—.¿Porquétehicistever?¿Notedijequenoquería?

—Laestáustedcelando,sargento—dijoLalita,desde laventana,entre risas—.Quéleimportaquelavean.¿Noquerráquelapobresepaselavidaescondiéndose,no?

Bonifaciaescudriñabaelrostrodelsargento,muyseria,yensuactitudhabíaalgoasustadoyconfuso.Éldiounpasohaciaellay losojosdeBonifaciasealarmaron,peronosemovióyelsargentoalzóunbrazo,latomódelhombro,chinita,noquería

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quehablaraconelPesado,ytampococonningúncristiano,señoraLalita.—Yo no puedo prohibirle—dijo Lalita y Aquilino, que había aparecido en la

ventana,serió—.Yustedtampoco,sargento,¿acasoessuhermano?Sólosiendosumaridopodría.

—Yonolovi—tartamudeóBonifacia—.Serámentira,nomehabrávisto,diríanomás.

—Notehumilles,noseastonta—dijoLalita—.Másbiendalecelos,Bonifacia.ElsargentopegóaBonifaciacontraél,quenuncalavieraconelPesadomejor,y

condosdedoslelevantólabarbilla,quenuncalavieraconningúnhombre,señora,yLalita lanzóotra carcajaday junto al rostro delAquilinohabían surgidootros dos.Lostreschiquillossecomíanalsargentoconlosojosyconningunolahabríadever,Bonifaciacogiólacamisadelsargentoyloslabiosletemblaban:seloprometía.

—Erestonta—dijoLalita—.Cómosevequenoconocesaloscristianos,sobretodoalosuniformados.

—Tengo que salir de viaje —dijo el sargento, abrazando a Bonifacia—. Novolveremosantesdetressemanas,quizásunmes.

—¿Conmigosargento?—AdriánNieves,encalzoncillos,estabaenlaescalerilla,sacudiéndoseconlamanoelcuerpobruñidoyhuesoso—.Nomedigaqueotravezseescaparonlaspupilas.

Ycuandovolvierasecasarían,chinita,ylavozselequebróysepusoareírcomounidiota,mientrasLalitagritabaeirrumpíaenlaterraza,resplandeciente,losbrazosabiertosyBonifaciasalíaasuencuentroyseabrazaban.ElprácticoNievesestrechóla mano del sargento que hablaba soltando gallos, don Adrián, es que se habíaemocionado un poco: quería que ellos fueran los padrinos, claro. Ya veía, señoraLalita, había caído en su trampa nomás y Lalita sabía desde el principio que elsargentoerauncristianocorrecto,queladejaraabrazarlo.Haríanunagranfiesta,yaveríacómolofestejarían.Bonifacia,aturdida,abrazabaalsargento,aLalita,besabalamanodelpráctico,cogíaaloschiquillosenvilo,yellosconmuchogustoseríanlospadrinos, sargento, que se quedara a comer esta noche. Los ojos verdesrelampagueaban, y Lalita se harían su casa aquí al ladito, se entristecían, ellos losayudarían,sealegrabanyelsargentoteníaquecuidárselamucho,señora,noqueríaque ella viera a nadiemientras él estuviera de viaje y Lalita por supuesto, ni a lapuertasaldría,laamarrarían.

—¿Yadóndevamosahora?—dijoelpráctico—.¿Otravezconlasmadrecitas?—Ojalá fuera eso—dijo el sargento—. Nos van a sacar el alma, don Adrián.

Figúresequellególaorden.NosvamosalSantiago,abuscaralosfascinerososesos.—¿AlSantiago?—dijoLalita.Sehabíademudado,estabarígidayboquiabiertay

elprácticoNieves, apoyadoen labaranda,examinabael río, labruma, losárboles.LoschiquilloscontinuabanrevoloteandoalrededordeBonifacia.

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—Con gente de la guarnición deBorja—dijo el sargento—. ¿Pero por qué sepusieron así?No hay peligro, vamos a irmuchos.Y a lomejor esos rateros ya semurierondeviejos.

—Pintado vive allá abajo—dijoAdriánNieves, señalando el río oculto por laniebla—.Conoce bien la región y es un práctico de los buenos. Hay que avisarleahorita,avecessaledepescaaestashoras.

—Pero cómo—dijo el sargento—. ¿Usted no quiere venir con nosotros, donAdrián?Sonmásdetressemanas,sesacarásubuenaplatita.

—Esqueestoyenfermo, con las fiebres—dijo el práctico—.Vomito todoy lacabezamedavueltas.

—Pero,donAdrián—dijoel sargento—.Nomedigaeso,quévaaestarustedenfermo.¿Porquénoquiereir?

—Tiene las fiebres, se va a acostar ahoramismo—dijo Lalita—.Vaya rápidodondePintado,sargento,antesquesalgadepesca.

Yalanochecerellaescapócomoélledijo,bajóelbarrancoyFushíaporquétedemorastetanto,rápido,alalanchita.SealejarondeUchamalaconelmotorapagado,casiaoscuras,yéltodoeltiempo¿notehabránvisto,Lalita?,pobredetisitevieron,me estoy jugando el pescuezo, no sé por qué lo hago y ella, que iba de puntero,cuidado, un remolino y a la izquierda rocas. Por fin se refugiaron en una playa,escondieron la lancha, se tumbaron en la arena. Y él estoy celoso, Lalita, no mecuentesdelperrodeReátegui,peronecesitabaunalanchaycomida,nosesperandíasamargos pero ya verás, saldré adelante, y ella, saldrás, yo te ayudaré, Fushía.Y élhablaba de la frontera, todos andarán diciendo se fue al Brasil, se cansarán debuscarme,Lalita,aquiénselevaaocurrirquemevinedeestelado,sipasamosalEcuadornohayproblema.Yderepentedesnúdate,Lalita,yellamehandepicarlashormigas,Fushía,yélaunquesea.Despuéslloviótodalanocheyelvientoarrebatóel abrigo que los protegía y ellos se turnaban para espantar los zancudos y losmurciélagos.Embarcaronalamaneceryhastaqueaparecieronlosrápidoselviajefuebueno:unbarquitoyseescondían,unpueblo,uncuartel,unaviónyseescondían.Pasóunasemanasinlluvias;viajabandesdequesalíaelsolhastaqueseibay,paraahorrarlasconservas,pescabananchovetas,bagres.Enlastardesbuscabanunaisla,un banco de arena, una playa y dormían protegidos por una fogata. Cruzaban lospueblosdenoche,sinencenderelmotor,yél:dale,fuerzaLalita,yellanomedanlosbrazos,haymuchacorriente,yélfuerza,carajo,queyafaltapoco.CercadeBarrancasedierondecaraconunpescadorycomieron juntosyellosestamoshuyendoyél¿puedoayudarlos?,yFushíaqueremoscomprargasolina, semeestáacabandoyéldémelaplata,voyalpuebloyselatraigo.Tardarondossemanasenpasarlospongos,luegoseinternaronporcaños,cochasyaguajales,seextraviaron,sevolcólalancha

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dosveces,seacabólagasolinayunamadrugadaLalita,nollores,yallegamos,mira,sonhuambisas.Seacordabandeél,creíanqueveníacomootrasvecesacomprarlesjebe.Lesdieronunacabaña,comida,dosbarbacoasyasípasaronmuchosdías.Yél¿ves loque tepasaporpegarteamí?,mejor tehubierasquedadoen Iquitoscon tumadreyella¿siundíatematan,Fushía?Yélserásmujerdehuambisa,andarásconlastetasalaireytepintarásconañil,rupiñayachiote,tetendránmascandoyucaparahacermasato,fíjateloqueteespera.Ellalloraba,loshuambisassereíanyéltonta,era broma, quizá seas la primera cristiana que han visto éstos, hace unmontón detiempo lleguéhastaaquí conunodeMoyobambaynosmostraron la cabezadeuncristiano que entró al Santiago buscando oro, ¿te damiedo?, y ella sí Fushía. Loshuambisaslestraíanlonjasdechoscaymajaz,bagres,yucas,unavezgusanosverdesyellosvomitaron,decuandoencuandounvenado,unagamitanaounzúngaro.Élconversabaconellosdelamañanaalanocheyellacuéntame,quélespreguntas,quéte dicen y él cosas, no te preocupes, la primera vez que vinimos conAquilino losconquistamoscontragoyvivimosseismesesconellos,lestraíamoscuchillos,telas,escopetas,anisadoyellosnosdaban jebe,pielesyhastaahoranopuedoquejarme,eranmisclientes,sonmisamigos,sinellosyaestaríamuerto,yellasíperovámonos,Fushía,¿noestácercalafrontera?Yélmejoresqueloscaucheros,Lalita,empezandoporeseperrodeReáteguiysinofíjatecómoseportóconmigo, lehiceganar tantaplataynoqueríaayudarme,eslasegundavezqueloshuambisasmesalvan.Yellapero cuándo pasamos al Ecuador, Fushía, ahorita comienzan las lluvias y ya nopodremos.Yéldejódehablardelafronteraypasabalasnochessindormir,sentadoen la barbacoa, caminaba, hablaba solo, y ella qué te pasa, Fushía, déjameaconsejarte,paraesosoytumujeryélsilencioqueestabapensando.Yunamañanaélselevantó,bajóasaltoselbarrancoyelladesdearribanohagaseso,teloimploroporel Cristo de Bagazán, santo, santo, y él siguió macheteando la lancha hastadesfondarla y hundirla y cuando subió al barranco traía los ojos contentos. ¿Ir alEcuadorsinropas,sinplataysinpapeles?Unalocura,Lalita,laspolicíassepasanlavozdeunpaísalotro,sólonosquedaremosuntiempitomás,aquímepuedohacerrico, todo depende de éstos y de que encuentre alAquilino, es el hombre que noshacefalta,venyteexplicoyellaquéhashecho,Fushía,Diossanto.Yélporaquínovendránadieycuandosalgamossehabránolvidadodemíyademástendremosplatapara taparle labocaacualquiera.YellaFushía,Fushía,yél tengoqueencontraralAquilinoyellaporquélahundiste,noquieromorirmeenelmonte,yélsocojuda,había que borrar las huellas. Y un día partieron en una canoa, con dos remeroshuambisas,endirecciónalSantiago.Losescoltabanjejenes, lluviasdezancudos,elcantoroncodelostrompeterosyenlasnoches,apesardelfuegoydelasmantas,losmurciélagosplaneabansobresuscuerposymordíanenlugaresblandos:losdedosdelpie,lanariz,labasedelcráneo.Yélnadadeacercarsealrío,poraquíhaysoldados.

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Surcabancañosangostos,oscuros,bajobóvedasdefollajehirsuto,lodazalespútridos,aveces lagunaserizadasde renacos,y también trochasqueabrían loshuambisasamachetazos,llevandolacanoaalhombro.Comíanloqueencontraban,raíces,tallosdejugoácido,cocimientosdeyerbasyundíacazaronunasachavaca,carneparaunasemana.YellanollegoFushía,yanotengopiernas,mearañélacara,yélfaltapoco.Hasta que apareció el Santiago y allí comieron chitaris que capturaban bajo laspiedrasdelríoycocinabanalhumo,yunarmadillocazadoporloshuambisas,yél¿vistequellegamos,Lalita?,éstaesbuenatierra,haycomidaytodoestásaliendoyellameardelacara,Fushía,tejuroqueyanopuedo.Hicieroncampamentoundíaydespués siguieron, Santiago arriba, deteniéndose a dormir y a comer en pobladoshuambisas de dos, tres familias. Y, una semana más tarde, abandonaron el río ydurantehorasnavegaronporuncañoestrechodondenoentrabaelsolytanbajoquesuscabezastocabanelbosque.SalieronyélLalita,laisla,mírala,elmejorsitioqueexiste,entreelmonteylospantanos,yantesdedesembarcarhizoqueloshuambisasdieranvueltaspor todoelcontornoyella¿vamosaviviraquí?Yélestáoculta,entodas las orillas hay bosque alto, esa punta está bien para el embarcadero.Desembarcarony loshuambisas revolvían losojos,mostraban lospuños,gruñíanyLalitaquélespasa,Fushía,dequéestánrabiososyélmiedososdeporquería,quierenregresar,sehanasustadodelaslupunas.Porqueenloaltodelbarrancoyalolargodetoda la isla,comounacompactayaltísimavalla,había lupunasde troncosásperos,hinchadosdejorobasygrandesaletasrugosasquelesservíandeasiento.Yellanolosgrites tanto, Fushía, van a enojarse. Estuvieron discutiendo, gruñéndose ygesticulandoypor fin losconvencióyentraron trasellosa lamalezaquecubría laisla.Yél¿oyesLalita?,estállenadepájaros,hayguacamayos,¿nosientes?,ycuandohallaronunhuacanhuícomiéndoseunaculebritanegra loshuambisaschillaronyélperrosmiedososyellaestásloco,sitodoesbosque,Fushía,cómovamosaviviraquí,yél¿creesquenopiensoentodo?,aquívivíconAquilinoyaquívivirédenuevoyaquímeharérico,veráscómocumplo.Regresaronalbarranco,ellabajóalacanoayélyloshuambisasseinternaronnuevamenteyderepenteporencimadelaslupunassubió una columna de humo plomizo y comenzó a oler a quemado. Él y loshuambisasvolvieroncorriendo, saltarona lacanoa,cruzaron lacochayacamparonen la otra orilla, junto a la bocadel caño.Y él cuando termine la quemahabrá unclarogrande,Lalita,quenollueva,yellaquenohayavientoFushía,quenosevengaelfuegohastaaquíyseprendaelbosque.Nollovióyelfuegodurócasidosdíasyellospermanecieronenelmismositio,recibiendoelhumoespeso,hediondo,delaslupunas y catahuas, las cenizas que iban y venían por el aire, mirando las llamasazules,filudas,laschispasqueseestrellabanchasqueandoenlacocha,oyendocómocrujíalaisla.Yélyaestá,sequemaronlosdiablos,yellanolosprovoques,sonsuscreencias,yélnomeentiendenyademásseestánriendo,loscuréparasiempredel

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miedo a las lupunas. El fuego iba limpiando la isla y despoblándola: de entre lahumareda salían bandadas de pájaros y en las orillas aparecían maquisapas,frailecillos,shimbillos,pelejosquechillandosaltabanalostroncosyramasflotantes;los huambisas entraban al agua, los cogían a montones, les abrían la cabeza amachetazosyélquébanqueteseestándando,Lalita,yaselespasólafuriayellayotambiénquierocomer,aunqueseacarnedemono,tengohambre.Ycuandovolvierona la isla había varios claros, pero el barranco seguía intacto y enmuchos lugaressobrevivían reductos de bosque cerrado. Comenzaron el desmonte, todo el díalanzabanalacochatroncosmuertos,avescarbonizadas,culebras,yéldimequeestáscontentayellaestoy,Fushía,yél¿creesenmí?Yellasí.Yluegoquedóunsectordetierra plana y los huambisas cortaron árboles y unieron las rajas de madera conbejucosyélfíjate,Lalita,escomounacasayellanotantoperomejorquedormirenel monte. Y a la mañana siguiente, cuando despertaron, un páucar hacía su nidodelantede lacabaña, susplumasnegrasyamarillas relucíanentre lahojarascayélbuena suerte, Lalita, ese pájaro es sociable, si vino es porque sabe que aquí nosquedamos.

Y ese mismo sábado unos vecinos recuperaron el cadáver y, envuelto en unasábana,lollevaronalranchodelalavandera.ElveloriocongregóamuchoshombresymujeresdelaGallinaceraenelsolardeJuanaBaurayéstallorótodalanoche,unayotravezbesólasmanos,losojos,lospiesdelamuerta.AlamanecerunasmujeressacaronaJuanade lahabitaciónyelpadreGarcíaayudóa instalar los restosenelataúdcompradoporcolectapopular.EsedomingoelpadreGarcíaoficiólamisaenlacapilla delMercado, y encabezó el cortejo fúnebre, y del cementerio regresó a laGallinacera junto a Juana Baura: los vecinos lo vieron cruzar la plaza de Armasrodeado de mujeres, pálido, los ojos fulminantes, los puños crispados. Mendigos,lustrabotas, vagabundos se sumaron al cortejo y al llegar alMercado éste ocupabatodo el ancho de la calle. Allí, subido en una banca, el padre García comenzó avociferary,enelcontorno,seabríanpuertas, lasplacerasabandonabansuspuestosparaoírloyadosmunicipalesquetratabandedespejarel lugarlosinsultaronylosapedrearon. Los gritos del padre García se oían en el camal y, en La Estrella delNorte,losforasteroscallaron,sorprendidos:¿dedóndeveníaeserumor,adóndeibantantasmujeres?Secreta,femenina,pertinazcorríaunavozporlaciudady,mientrastanto,bajouncielodeturbiosgallinazos,elpadreGarcíaseguíahablando.Vezquecallaba, se oía chillar a Juana Baura, arrodillada a sus pies. Entonces las mujerescomenzaronaagitarsesordamente,amurmurar.Ycuandollegaronlosguardiasconsusvarasdelaley,unmarembravecidolessalióalpaso,elpadreGarcíaalacabeza,iracundo,uncrucifijoenlamanoderecha,ycuandoquisieroncerrarelcaminoalasmujeres,hubolluviadepiedras,amenazas:losguardiasretrocedían,serefugiabanen

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lascasas,otroscaíanyelmarlosembestía,sumergía,dejabaatrás.AsíentraronlasenfurecidasolasalaplazadeArmas,rugientes,encrespadas,armadasdepalosydepiedrasy,asupaso,caíanlastranquerasdelaspuertas,secerrabanlospostigos,losprincipalesseprecipitabana lacatedraly losforasteros,guarecidosenlospórticos,presenciaban atónitos el avancedel torrente. ¿Había forcejeado con los guardias elpadreGarcía?¿Lohabíanagredido?Susotanadesgarradamostrabaunpechoflacoylechoso, unos largos brazos huesudos. Llevaba siempre el crucifijo en alto y dabaroncasvoces.Yasípasóel torrenteporLaEstrelladelNorte,salpicópiedrasy loscristales de la cantina volaron en pedazos, y cuando lasmujeres entraron alViejoPuente,elañosoesqueletocrujió,sebamboleócomounbeodoy,alfranquearelRíoBarypisarCastilla,muchasmujeresteníanyaantorchasenlasmanos,corríanydelas bocas de las chicherías salían gentes,más rugidos,más antorchas. Llegaron alarenal y creció una polvareda, un gigantesco trompo ingrávido, dorado, y en elcorazóndelaespiralsedivisabanrostrosdemujeres,puños,llamas.

Replegadabajo lanívea,cegadoraclaridaddelmediodía,cerradassuspuertasysus ventanas, la Casa Verde parecía una mansión desierta. Los muros vegetalescentellabandulcementeenlaresolana,seesfumabanenlasesquinasconunaespeciedetimidezy,comoenunvenadoherido,enlaquietuddellocalhabíaalgoindefenso,dócil, temeroso, ante la multitud que se acercaba. El padre García y las mujeresllegaronalaspuertas,elgriteríocesóyhubounasúbitainmovilidad.Peroentoncesseescucharonloschillidosy,aligualquelashormigasdesertansuslaberintoscuandoel río losanega,surgieron lashabitantas,empujándoseyaullando,pintarrajeadas,amediovestir,y lapalabradelpadreGarcíaseelevó, tronósobreelmary,entre lasolasy los tumbos, tentáculos innumerablessealargaban,atrapabana lashabitantas,lasderribabany en el suelo lasgolpeaban.Y, luego, el padreGarcíay lasmujeresinundaronlaCasaVerde,lacolmaronenunossegundosy,desdeelinterior,proveníaun estruendo de destrucción: estallaban vasos, botellas, se quebraban mesas, serasgabansábanas,cortinas.Desdeelprimerpiso,elsegundoyeltorreón,comenzóunminucioso diluvio doméstico. Por el aire calcinado volaban macetas, bacinicas,lavadores desportillados y bateas, platos, colchones despanzurrados, cosméticos yunasalvadevítoressaludabacadaproyectilquedescribíaunaparábolayseclavabaen el arenal. Ya muchos curiosos, y aun mujeres, se disputaban los objetos y lasprendas y había encontrones, disputas, violentísimos diálogos. En medio deldesorden,magulladas, sin voz, temblando todavía, las habitantas se ponían de pie,caían unas en brazos de otras, lloraban y se consolaban. La Casa Verde ardía:púrpuras, agudas, dislocadas se veían las llamas dentro del humo ceniciento queascendía hacia el cielo piurano en lentos remolinos. La muchedumbre comenzó aretroceder, los gritos fueron amainando; por las puertas de la Casa Verde, lasinvasoras y el padre García abandonaban el local a la carrera, sacudidos de tos,

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llorandodehumo.Desde la baranda del Viejo Puente, el Malecón, las torres de las iglesias, los

techos y balcones, racimos de personas contemplaban el incendio: una hidra decabezas encarnadas y celestes crepitando bajo un toldo negruzco. Sólo cuando elesbeltotorreónsedesplomóyhacíaratoque,impulsadosporunabrisaligera,llovíansobreel ríocarbones,astillasycenizas,aparecieron losguardiasymunicipales.Semezclaron con las mujeres, impotentes y tardíos, confusos y fascinados como losdemás por el espectáculo del fuego. Y, de repente, hubo codazos, movimientos,mujeresymendigossusurraban,decían«yaviene,ahíviene».

«Venía por el Viejo Puente: gallinazas y curiosos se volvían a mirarlo, seapartaban de su camino, nadie lo detenía y él avanzaba, rígido, los cabellosalborotados, la cara sucia, increíblemente espantados los ojos, la boca trémula. Lohabían visto la víspera, bebiendo en una chicheríamangache en la que apareció alatardecer,elarpabajoelbrazo, llorosoy lívido.Yallípasó lanoche,canturreandoentrehipos.Losmangachesseleacercaban,¿cómohasido,donAnselmo?,¿quéhapasado?,¿ciertoqueustedsevivíaconlaAntonia?,¿quelateníaenlaCasaVerde?¿Cierto que hamuerto?». Él gemía, se quejaba y por fin rodó al suelo, borracho.Durmió y al despertar pidiómás trago, siguió bebiendo, pellizcando el arpa, y asíestabacuandounchurreentróalachichería:«¡LaCasaVerde,donAnselmo!¡Selaestánquemando!¡LasgallinazasyelpadreGarcía,donAnselmo!».

EnelMalecón,unoshombresymujereslesalieronalencuentro,«túterobastealaAntonia,túlamataste»,yledesgarraronlaropaycuandohuíalelanzaronpiedras.SóloenelViejoPuentecomenzóagritaryaimplorarylagenteesuncuento,tienemiedodeque la linchen,peroél seguíaclamandoy lasasustadashabitantascon lacabezaquesí,queeracierto,quealomejorestabaadentro.Élsehabíahincadoenelarenal,suplicaba,poníadetestigoalcieloy,entonces,brotóunaespeciedemalestarentrelagente,losguardiasymunicipalesinterrogabanalasgallinazas,surgíanvocescontradictorias,¿ysieracierto?,quefueranaver,quesemovieran,quellamaranaldoctorZevallos.Envueltosencrudosmojados,unosmangachessezambulleronenelhumoyemergieroninstantesdespués,sofocados,derrotados,nosepodíaentrar,erael infierno ahí dentro. Hombres, mujeres, hostigaban al padre García, ¿y si eraverdad?, padre, padre, Dios lo castigaría. Él miraba a unos y a otros comoensimismado,donAnselmosedebatíaentrelosguardias,queledieranuncrudo,élentraría, que se apiadaran. Y cuando apareció Angélica Mercedes y todoscomprobaronqueeracierto,queallíestaba,indemne,enlosbrazosdelacocinera,yvieron cómo el arpista se emocionaba, agradecía al cielo, y besaba las manos deAngélicaMercedes,muchasmujeresseenternecieron.Enaltavozcompadecíanalacriatura,consolabanalarpista,oseencolerizabancontraelpadreGarcíaylehacíanreproches. Estupefacta, aliviada, conmovida, la muchedumbre rodeaba a don

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Anselmo,ynadie,nilashabitantas,nilasgallinazas,nilosmangachesmirabanyalaCasa Verde, la hoguera que la consumía y que ahora la puntual lluvia de arenacomenzabaaapagar,adevolveraldesiertodondehabía,fugazmente,existido.

Los inconquistablesentraroncomosiempre:abriendo lapuertadeunpatadónycantando el himno: eran los inconquistables, no sabían trabajar, sólo chupar, sólotimbear,eranlosinconquistablesyahoraibanaculear.

—Sólotepuedocontarloqueseoyóesanoche,muchacha—dijoelarpista—;tehabrás dado cuenta que casi no veo. Esome libró de la policía, amíme dejarontranquilo.

—Ya está caliente la leche—dijo laChunga, desde elmostrador—.Ayúdame,Selvática.

LaSelvática se levantó de lamesa de losmúsicos, fue hacia el bar y ella y laChungatrajeronunajarradeleche,pan,caféenpolvoyazúcar.Laslucesdelsalónestabanencendidasaún,peroeldíaentrabayaporlasventanas,caliente,claro.

—Lamuchachanosabecómofue,Chunga—dijoelarpista,bebiendosulecheasorbitos—.Josefinonolecontó.

—Le pregunto y cambia de conversación —dijo la Selvática—. Por qué teinteresatanto,dice,nosigasquemedacelos.

—Ademásdesinvergüenza,hipócritaycínico—dijolaChunga.—Sólohabíadosclientescuandoentraron—dijoelBolas—.Enesamesa.Uno

deelloseraSeminario.LosLeóny Josefino sehabían instalado en el barygritabanybrincaban,muy

disforzados: te queremos Chunga Chunguita, eres nuestra reina, nuestra mamita,ChungaChunguita.

—Déjensedecojudecesyconsuman,o semandanmudar—dijo laChunga.Sevolvióalaorquesta—:¿Porquénotocan?

—Nopodíamos—dijoelBolas—.Losinconquistableshacíanunabullasalvaje.Selosnotabacontentísimos.

—Esqueesanocheestabanforradosdebilletes—dijolaChunga.—Mira,mira—elMonolemostrabaunabanicodelibrasysechupabaloslabios

—.¿Cuántocalculas?—Quéangurrientaeres,Chunga,quéojoshaspuesto—dijoJosefino.—Seguroqueesrobado—repusolaChunga—.¿Quélessirvo?—Estarían tomados—dijo la Selvática—. Siempre les da por hacer chistes y

cantar.Atraídas por el ruido, tres habitantas aparecieron en la escalera: Sandra, Rita,

Maribel.Pero,alveralosinconquistables,parecierondefraudadas,abandonaronsusgestosorondosyseoyólagigantescacarcajadadelaSandra,eranellos,quéensarte,

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pero elMono les abrió los brazos, quevinieran, quepidieran cualquier cosa, y lesmostrólosbilletes.

—Tambiénsírvelesalgoalosmúsicos,Chunga—dijoJosefino.—Muchachosamables—sonrióelarpista—.Siempreandanconvidándonos.Yo

conocíalpadredeJosefino,muchacha.EralancheroycruzabalasresesqueveníandeCatacaos.CarlosRojas,tipomuysimpático.

La Selvática llenó de nuevo la taza del arpista y le echó azúcar. Losinconquistables se sentaron en una mesa con la Sandra, la Rita y la Maribel yrecordaban una partida de póquer que acababan de disputar en el Reina. El JovenAlejandro bebía su café con aire lánguido: eran los inconquistables, no sabíantrabajar,sólochupar,sólotimbear,eranlosinconquistablesyahoraibanaculear.

—Lesganamoslimpiamente,Sandra,tejuro.Nosayudabalasuerte.—Escalerarealtresvecesseguidas,¿alguienhavistocosaigual?—Les enseñaban la letra a lasmuchachas—dijo el arpista, con voz risueña y

benévola—.Ydespuéssevinierondondenosotros,paraquelestocáramossuhimno.Pormíloharía,peropídanlepermisoprimeroalaChunga.

—Ytúnoshicisteseñasquesí,Chunga—dijoelBolas.—Estabanconsumiendocomonunca—explicó laChungaa laSelvática—.Por

quénolesibaadargusto.—Asícomienzanaveceslasdesgracias—dijoeljoven,conungestomelancólico

—.Porunacanción.—Canten,parapescar lamúsica—dijoelarpista—.Aver, Joven,Bolas,abran

bienlasorejas.Mientras los inconquistablescoreabanelhimno, laChungasebalanceabaensu

mecedoracomounaapacibleamadecasa,ylosmúsicosseguíanelcompásconelpiey repetían la letra entre dientes. Después, todos cantaron a voz en cuello, conacompañamientodeguitarra,arpayplatillos.

—Seacabó—dijoSeminario—.Bastadecantitosydegroserías.—Hasta entonces no había hecho caso de la bulla y estuvo muy pacífico,

conversandoconsuamigo—dijoelBolas.—Yo lo vi pararse—dijo el Joven—.Como una furia, creí que se nos echaba

encima.—Noteníavozdeborracho—dijoelarpista—.Lehicimoscaso,noscallamos,

peroélnosecalmaba.¿Desdequéhoraestabaaquí,Chunga?—Desde temprano. Se vino de frente de su hacienda, con botas, pantalón de

montarypistola.—Un toro de hombre eseSeminario—dijo el joven—.Yunamiradamaligna.

Másfuerteeres,másmaloeres.—Gracias,hermano—dijoelBolas.

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—Túereslaexcepción,Bolas—dijoeljoven—.Cuerpodeboxeadoryalmitadeoveja,comodiceelmaestro.

—Nosepongaasí,señorSeminario—dijoelMono—.Sólocantábamosnuestrohimno.Permítanosinvitarleunacerveza.

—Peroélestabademalas—dijoelBolas—.Sehabíapicadoporalgoybuscabapelea.

—¿Así que ustedes son los gallitos que arman líos por calles y plazas?—dijoSeminario—.¿Aquenosemetenconmigo?

Rita,SandrayMaribelsealejabandepuntillashaciaelbaryelJovenyelBolasescudaban con sus cuerpos al arpista que, sentado en su banquito, la expresióntranquila, se había puesto a ajustar las clavijas del arpa. Y Seminario seguía, éltambién era un pendejo, contoneándose, y sabía divertirse, golpeándose el pecho,pero trabajaba, se rompía los lomos en su tierra, no le gustaban los vagabundos,corpulentoylocuazbajolabombillavioleta,losmuertosdehambre,esosquesedandelocos.

—Somosjóvenes,señor.Noestamoshaciendonadamalo.—Yasabemosqueustedesmuyfuerte,peronoesunarazónparainsultarnos.—¿Deverasqueunavezlevantóenpesoauncatacaosylotiróauntecho?¿De

veras,señorSeminario?—¿Selerebajabantanto?—dijolaSelvática—.Nomelocreíadeellos.—Quémiedometienen—reíaSeminario,aplacado—.Cómomesoban.—Alahoradelahora,loshombressiempresedespintan—dijolaChunga.—Notodos,Chunga—protestóelBolas—.Sisemetíaconmigo,yolerespondía.—Estabaarmadoy los inconquistables tenían razóndeasustarse—sentencióel

joven,suavemente—:Elmiedoescomoelamor,Chunga,cosahumana.—Tecreesunsabio—dijolaChunga—.Peroamímeresbalantusfilosofías,por

sinolosabes.—Lástimaquelosmuchachosnosefueranenesemomento—dijoelarpista.Seminariohabíavueltoasumesa,ytambiénlosinconquistables,sinrastrosdela

alegría de un momento atrás: que se emborrachara y vería, pero no, andaba conpistola, mejor aguantarse las ganas para otro día, ¿y por qué no quemarle lacamioneta?,estabaahíafuerita,juntoalClubGrau.

—Másbien salgamos y lo dejamos encerrado aquí ymetemos fuego a laCasaVerde—dijoJosefino—.Unpardelatasdekeroseneyunfosforitobastarían.ComohizoelpadreGarcía.

—Arderíacomopajaseca—dijoJosé—.TambiénlabarriadayhastaelEstadio.—MejorquememostodoPiura—dijoelMono—.Unafogatagrandisisísima,que

seveadesdeChiclayo.Todoelarenalsepondríaretinto.—YcaeríancenizashastaenLima—dijoJosé—.Pero,esosí,habríaquesalvar

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laMangachería.—Claro,nofaltabamás—dijoelMono—.Buscaríamoslaforma.—Yo tenía unos cinco años cuando el incendio—dijo Josefino—. ¿Ustedes se

acuerdandealgo?—Nodelcomienzo—dijoelMono—.Fuimosaldíasiguiente,conunoschurres

delbarrio,peronoscorrieron loscachacos.Pareceque losque llegaronprimero serobaronmuchascosas.

—Meacuerdosólodeloloraquemado—dijoJosefino—.Yqueseveíahumo,yquemuchosalgarrobossehabíanvueltocarbones.

—Vamosadecirlealviejoquenoscuente—dijoelMono—.Leinvitaremosunascervezas.

—¿Acasonoeradementiras?—dijolaSelvática—.¿Oestabanhablandodeotroincendio?

—Cosasdelospiuranos,muchacha—dijoelarpista—.Nuncalescreascuandotehablendeeso.Purosinventos.

—¿Noestácansado,maestro?—dijoelJoven—.Vanaser lassiete,podríamosirnos.

—Todavía no tengo sueño —dijo don Anselmo—. Que haga su digestión eldesayuno.

Acodadosenelmostrador,losinconquistablestratabandeconvenceralaChunga:que lo dejara un ratito, qué le costaba, para conversar un poco, que la ChungaChunguitanofueramalita.

—Todos lo quieren mucho a usted, don Anselmo —dijo la Selvática—. Yotambién,mehaceacordardeunviejecitodemitierraquesellamabaAquilino.

—Tangenerosos,tansimpáticos—dijoelarpista—.Mellevaronasumesaymeofrecieronunacervecita.

Estaba transpirando.Josefino lepusounvasoen lamano,él se lo tomódeunavueltayquedóboqueando.Luego,consupañuelodecolores,selimpiólafrente,lastupidascejasblancasysesonó.

—Unfavordeamigos,viejo—dijoelMono—.Cuéntenoslodelincendio.Lamanodelarpistabuscóelvasoy,envezdelsuyo,atrapóeldelMono;lovació

deuntrago.Dequéhablaban,cuálincendio,yvolvióasonarse.—YoestabachurreyvilasllamasdesdeelMalecón.Yalagentecorriendocon

crudosybaldesdeagua—dijoJosefino—.¿Porquénonoscuenta,arpista?Quélehace,despuésdetantotiempo.

—No hubo ningún incendio, ninguna Casa Verde —afirmaba el arpista—.Invencionesdelagente,muchachos.

—¿Por qué se hace la burla de nosotros?—dijo elMono—.Anímese, arpista,cuéntenossiquieraunpoquito.

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DonAnselmosellevódosdedosalabocaysimulófumar.EljovenlealcanzóuncigarrilloyelBolasseloencendió.LaChungahabíaapagadolaslucesdelsalónyelsol entraba en el local a chorros, por las ventanas y las rendijas. Había llagasamarillas en las paredes y en el suelo, la calamina del techo reverberaba. Losinconquistables insistían, ¿cierto que se chamuscaron unas habitantas?, ¿de verasfueron lasgallinazas lasque la incendiaron?, ¿él estabaadentro?, ¿lohizoelpadreGarcíaporpuramaldadoporcosasdelareligión?,¿ciertoquedoñaAngélicasalvóalaChunguitademorirquemada?

—Purafábula—asegurabaelarpista—,tonteríasdelagenteparahacerrabiaralpadreGarcía.Deberían dejarlo en paz, al pobre viejo.Y ahora tengo que trabajar,muchachos,conpermiso.

Selevantóy,apasitoscortos,lasmanosadelante,regresóalrincóndelaorquesta.—¿Ven?Se hace el cojudo, como siempre—dijo Josefino—.Yo sabía que era

porgusto.—A esa edad se les ablanda el cerebro —dijo el Mono—, a lo mejor se ha

olvidadodetodo.HabríaquepreguntarlealpadreGarcía.Peroquiénseatreve.Yenesoseabriólapuertayentrólaronda.—Esosconchudos—murmurólaChunga—.Veníanagorrearmetrago.—La ronda, es decir Lituma y dos cachacosmás, Selvática—dijo el Bolas—.

Caíanporacátodaslasnoches.Bajo la sombra curva de los plátanos, Bonifacia se enderezó y miró hacia el

pueblo:hombresymujerescruzabanlaplazadeSantaMaríadeNievaalacarrera,agitandolasmanosmuyexcitadasendirecciónalembarcadero.Seinclinódenuevosobrelossurcosrectilíneospero,unmomentodespués,volvióaempinarse:lagentefluíasintregua,alborotada.EspiólacabañadelosNieves;Lalitaseguíacanturreandoenelinterior,unaserpentinadehumogrisescapabaporentrelascañasdeltabique,aúnnoaparecíaenelhorizontelalanchadelpráctico.Bonifaciacontorneólacabaña,invadiólosmatorralesdelaorillay,elaguaenlostobillos,avanzóhaciaelpueblo.Las copas de los árboles se confundían con las nubes, los troncos con las lenguasocres de las riberas. Había comenzado la creciente; el río arrastraba corrientesparásitas,deaguasmásrubiasomásmorenas,ytambiénarbustos,floresdegolladas,líquenes y formas que podían ser pedruscos, caca o roedores muertos.Mirando atodoslados,despacio,cautelosamentecomounrastreadorrecorrióunbosquecillodejuncosy,alvencerunrecodo,divisóelembarcadero:lagenteestabainmóvilentrelasestacasylascanoasyhabíaunabalsadetenidaaunosmetrosdelmuelleflotante.Elcrepúsculoazulabalasitípakylosrostrosdelasaguarunasyhabíatambiénhombres,los pantalones remangados hasta las rodillas, el torso desnudo. Podía ver el cordelquecedíaoseestirabaconelvaivéndelabalsadelreciénllegado,elpilotedelaproay, muy nítida, la choza armada en la popa. Una bandada de garzas sobrevoló el

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bosquecilloyBonifaciaoyó,muypróximo,elbatirdelasalas,alzólacabezayvioloscuellosfinos,albos,loscuerposrosadosalejándose.Entoncessiguióavanzando,peromuyinclinadayyanoporlaorillasinointernadaenlamaleza,arañándoselosbrazos,lacaraylaspiernasconlosfilosdelashojas,lasespinasylaslianasásperas,entrezumbidos,sintiendoviscosascariciasenlospies.Casidondecesabaelbosque,a poca distancia de la gente aglomerada, se detuvo y se puso en cuclillas: lavegetación se cerró sobre ella y ahora podía verlo a través de una complicadageometría verde de rombos, cubos y ángulos inverosímiles. El viejo no se dabaninguna prisa;muy calmado iba y venía por la balsa, acomodando conminuciosaexactitud los cajones y la mercadería ante los espectadores que cuchicheaban yhacían gestos de impaciencia. El viejo entraba a la choza y volvía con un género,unos zapatos, una sarta de collares de chaquira y, serio, cuidadoso, maniático, losordenabasobre loscajones.Eramuydelgado,cuandoelvientohinchabasucamisaparecía un jorobado pero, de pronto, la pechera y la espalda se hundían casi hastatocarseyrevelabansuverdaderasilueta,fina,angostísima.LlevabaunpantalóncortoyBonifaciaveíasuspiernas,flacascomosusbrazos,surostrodepielquemadaycasitinta, y la fantástica, sedosa cabellera blanca que ondulaba sobre sus hombros. Elviejo estuvo un buen rato todavía trayendo utensilios domésticos y adornosmulticolores,apilandoceremoniosamentetelasestampadas.Elcuchicheocrecíacadavez que el viejo sacaba algo de la choza y Bonifacia podía ver el arrobo de laspaganas y de las cristianas, sus fascinadas, codiciosas ojeadas a las mostacillas,peinetas,espejitos,pulserasy talcos,y losojosde loshombresfijosen lasbotellasalineadasenelcantodelabalsa,juntoalatasdeconservas,cinturonesymachetes.Elviejo consideró su obra un momento, se volvió hacia la gente y ésta corrió entumulto,chapoteóentornoalaembarcación.Peroelviejoagitósumelenablancaylos contuvo a manazos. Blandiendo su pértiga como una lanza, los obligó aretroceder, a subir en orden.La primera fue lamujer deParedes.Gorda, torpe, noconseguía trepar a bordo, el viejo tuvo que ayudarla y ella estuvo tocándolo todo,olfateando los frascos, manoseando nerviosamente las telas y jabones, y la gentemurmuró y protestó hasta que ella regresó al embarcadero, el agua a la cintura,sosteniendoenaltounvestidofloreado,uncollar,unoszapatosblancos.Asífueronsubiendo a la balsa, una tras otra, lasmujeres.Algunas eran lentas y desconfiadaspara elegir, otras porfiaban interminablemente por el precio y había quieneslloriqueabanoamenazabanpidiendorebajas.Perotodasveníandelabalsaconalgoen las manos, algunos cristianos con costales repletos de provisiones y algunaspaganasconapenasunabolsitademostacillasparaensartar.Cuandoelembarcaderoquedó desierto, anochecía:Bonifacia se incorporó. ElNieva estaba en plena llena,olitascrespasycanosascorríanbajoelramajeymoríanjuntoasusrodillas.Teníaelcuerpo manchado de tierra, yerbas prendidas a los cabellos y al vestido. El viejo

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guardabalamercadería,metódicoyprecisodisponíaloscajonesenlaproay,sobreSantaMaríadeNieva,elcieloeraunaconstelacióndealquitrányojosdebúho,peroalotro ladodelMarañón,sobre laciudadelasombríadelhorizonte,una franjaazulresistíaaúnalanocheylalunadespuntabatrasloslocalesdelamisión.Elcuerpodelviejo era una escuálida mancha, en la penumbra su cabellera destellaba plateadacomounpez.Bonifaciamiróhaciaelpueblo:habíalucesenlaGobernación,dondeParedes,yunosmecherostitilabansobrelascolinas,enlasventanasdelaresidencia.Laoscuridadseibatragandoabocadoslentoslascabañasdelaplaza,lascapironas,el sendero escarpado. Bonifacia abandonó su refugio y corrió agazapada hacia elembarcadero. El fango de la orilla estaba blando y caliente, el agua del remansoparecíainmóvilyellalasintiósubirporsucuerpoysóloaunosmetrosdelariberacomenzabalacorriente,unatempladafuerzaobstinadaquelaobligóabracearparano desviarse. El agua le llegaba a la barbilla cuando se cogió a la balsa y vio elpantalónblancodelviejo,el ruedodesucabellera:era tarde,quevolvieramañana.Bonifaciaseizóunpocosobrelaborda,apoyóenellaloscodosyelviejo,inclinadohaciaelrío,laescudriñó:¿hablabacristiano?,¿entendía?

—Sí,donAquilino—dijoBonifacia—.Tengabuenasnoches.—Eshoradedormir—dijoelviejo—.Yasecerrólatienda,regresamañana.—Seabueno—dijoBonifacia—.¿Medejasubirunratito?—Lehassacadolaplataatumaridoaescondidasyporesovienesaestahora—

dijoelviejo—.¿Ysiélmereclamamañana?Escupió al agua y se rió. Estaba en cuclillas, sus cabellos caían espumosos y

libresen tornoasu rostroyBonifaciaveíasu frenteoscura, limpiadearrugas, susojoscomodosanimalitosardientes.

—Quémeimporta—dijoelviejo—,yosólohagominegocio.Anda,sube.Alargó una mano, pero Bonifacia había subido ya, elásticamente, y, sobre la

cubierta, se escurría el vestido y se restregaba los brazos. ¿Collares? ¿Zapatos?¿Cuánta plata tenía? Bonifacia comenzó a sonreír con timidez, ¿no necesitaba untrabajito,donAquilino?,ysusojosobservabanlabocadelviejoconansiedad,¿quelehicieranlacomidamientrassequedabaenSantaMaríadeNieva?,¿quelefueranarecogerfruta?,¿quelelimpiaranlabalsanonecesitaba?Elviejoseacercóaella,¿dedóndelaconocía?,ylaexaminódearribaabajo:¿lahabíavistoantes,noescierto?

—Quisieraunatelita—dijoBonifaciaysemordióloslabios.Señalólachozay,uninstante,susojosseiluminaron—.Esaamarillaqueguardóalúltimo.Selapagoconuntrabajito,ustedmedicecuályyoselohago.

—Nadadetrabajitos—dijoelviejo—.¿Notienesplata?—Para un vestido —susurró Bonifacia, suave y tenaz—. ¿Le traigo fruta?

¿Prefierequelesaleelpescado?Yrezaréparaquenolepasenadaensusviajes,donAquilino.

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—Nonecesitorezos—dijoelviejo;lamirómuydecercay,depronto,chasqueólosdedos—.Ah,yatereconocí.

—Voy a casarme, no sea malo—dijo Bonifacia—. Con esa telita me haré unvestido,yosécoser.

—¿Porquénoestásvestidademonja?—dijodonAquilino.Ya no vivo donde las madres—dijo Bonifacia—.Me botaron de la misión y

ahoravoyacasarme.Démeesta telitay lehagoun trabajitoy lapróximavezquevengaselapagoensoles,donAquilino.

ElviejopusounamanoenelhombrodeBonifacia,lahizoretrocederparaqueelresplandor de la luna le diera en la cara, calmadamente examinó los ojos verdesanhelantes, el menudo cuerpo que goteaba: ya era mujer. ¿La habían botado lasmadrecitasporqueseenredóconuncristiano?¿Conéseconelqueibaacasarse?No,donAquilino,sehabíaenredadodespuésynadiesabíaenelpueblodóndeestaba,¿ydóndeestaba?,lahabíanrecogidolosNieves,¿lehacíaesetrabajito,porfin?

—¿EstásviviendoconAdriányLalita?—dijodonAquilino.—Ellosmepresentaronalquevaasermimarido—dijoBonifacia—.Hansido

muybuenosconmigo,comomispadreshansido.—YovoyahoradondelosNieves—dijoelviejo—.Venconmigo.—¿Ylatelita?—dijoBonifacia—.Nosehagarogartanto,donAquilino.El viejo saltó al agua sin ruido, Bonifacia vio flotar la cabellera hacia el

embarcadero, lavioregresar.DonAquilino trepóconelcordelsobreelhombro, loenrolló y con la pértiga impulsó la balsa río arriba, pegada a la orilla. Bonifacialevantó la otra pértiga y, de pie en la borda opuesta, imitó al viejo que hundía ysacabaelmaderodiestramente,sinesfuerzo.Alaalturadelbosquecillodejuncos,lacorrienteeramásfuerteydonAquilinotuvoquemaniobrarparaquelaembarcaciónnoseapartaradelaorilla.

—DonAdriánsaliódepescatemprano,peroyahabrávuelto—dijoBonifacia—.Loinvitaréalmatrimonio,donAquilino,peromedarálatelita¿no?Voyacasarmeconelsargento,¿ustedloconoce?

—¿Conuncachaco?Entoncesnoteladoydijoelviejo.—No hable así, él es un cristiano de buen corazón —dijo Bonifacia—.

PregúntelesalosNieves,ellossonamigosdelsargento.Unosmecherosardíanenlacabañadelprácticoysedivisabansiluetasjuntoala

baranda.Labalsaatracófrentea laescalerilla,hubovocesdebienvenida,yAdriánNievesentróalaguaparacogerelcordelysujetarloaunhorcón.Trepó luegoa labalsa y él y don Aquilino se abrazaron y después el viejo subió a la terraza yBonifacia lovio tomaraLalitade lacinturayofrecerleel rostro,yvioqueella lobesabamuchasvecesenlafrente,¿habíahechobuenviaje?,enlasmejillas,ylostreschiquillossehabíanprendidodelaspiernasdelviejo,chillando,yéllesacariciabalas

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cabezas,algunaslluviecitas,sí,sehabíanadelantadoesteañolasbandidas.—Ahí estabas tú—dijo Lalita—. Te buscamos por todas partes, Bonifacia. Le

diréalsargentoquefuistealpuebloyvistehombres.—Nadiemehavisto—dijoBonifacia—.SólodonAquilino.—Noimporta,selodiremosparadarlecelos—rióLalita.—Vinoaverlosgéneros—dijoelviejo;habíacargadoalmenordeloschiquillos

ylosdosserevolvíanloscabellos—.Estoycansado,metuvierontrabajandotodoeldía.

—Voyaservirleunacopita,mientrasestálistalacomida—dijoelpráctico.Lalita trajounasillaa la terrazaparadonAquilino,volvióal interior,seoyóel

chisporroteo del brasero y comenzó a oler a fritura. Los chiquillos se subían a lasrodillas del viejoy éste les hacíagraciasmientrasbrindaba conAdriánNieves.SehabíanacabadolabotellacuandovinoLalita,secándoselasmanosenlafalda.

—Tanlindasucabeza—dijo,acariciandoloscabellosdedonAquilino—.Cadavezmásblanca,mássuavecita.

—¿Quieresdarlecelosatumaridotambién?—dijoelviejo.Ya iba a estar lista la comida, don Aquilino, le había preparado cosas que le

gustaríanyelviejoagitabalacabezatratandodelibrarsedelasmanosdeLalita:sinolo dejaba en paz se cortaría los pelos. Los chiquillos estaban formados ante él, loobservabanmudosahorayconlosojosinquietos.

—Yaséquéesperan—lijoelviejo—.Nomeolvido,hayregalosparatodos.Parati,unternodehombre,Aquilino.

LosojosrasgadosdelmayorcitoseencendieronyBonifaciasehabíaapoyadoenlabaranda.Desdeallívioalviejopararse,bajarlaescalerilla,retornaralaterrazaconpaquetesqueloschiquilloslearrebatarondelasmanos,ylovioluegoaproximarseaAdriánNieves.Sepusieronaconversarenvozbajay,deratoenrato,donAquilinolamirabadesoslayo.

—Tenías razón —dijo el viejo—. Adrián dice que el sargento es un buencristiano.Andaycogelatelita,esregalodematrimonio.

Bonifacia quiso besarle la mano, pero don Aquilino la retiró con un gesto defastidio.Ymientrasellavolvíaalabalsa,hurgabaentreloscajonesysacabalatela,oía al viejo y al práctico susurrandomisteriosamente, y los divisaba, las dos carasjuntas,hablandoyhablando.Subióalaterrazayelloscallaron.Ahoralanocheolíaapescadofritoyunabrisarápidaestremecíaelmonte.

—Mañanalloverá—dijoelviejo,husmeandoelaire—.Maloparaelnegocio.—Yadebenestarenlaisla—dijoLalitamástarde,mientrascomían—.Partieron

hacemásdediezdías.¿LehacontadoAdrián?—DonAquilinolosencontróporelcamino—dijoelprácticoNieves—.Además

delosguardias,ibanalgunossoldadosdeBorja.Eraciertoloquedijoelsargento.

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Bonifaciavioqueelviejolamirabaaelladereojo,sindejardemasticar,comointranquilo.Pero,unmomentodespués,sonreíadenuevoycontabaanécdotasdesusviajes.

La primera vez que salieron en expedición, regresaron a los quince días. Ellaestabaenelbarranco,elsolenrojecíalacochay,derepente,aparecieronalasalidadelcaño:una,dos,trescanoas.Lalitaseparódeunsalto,hayqueesconderse,perolosreconoció:enlaprimeraFushía,enlasegundaPantacha,enlatercerahuambisas.¿Por qué volvieron tan pronto si él dijo unmes?Bajó corriendo al embarcadero yFushía¿llegóAquilino,Lalita?,ellanotodavíayéllaputaqueloparióalviejo.Sólotraían unas cuantas pieles de lagarto, Fushía estaba furioso, vamos a morirnos dehambre,Lalita.Loshuambisasreíanmientrasdescargaban,susmujeresrevoloteabanentreellos,locuaces,gruñonas,yFushíamíralosquécontentos,esosperros,llegamosalpuebloylosshaprasnoestaban,éstosloquemarontodo,lecortaronlacabezaaunperro,nada,purapérdida,viajedebalde,niunaboladejebe,sóloesoscuerosquenovalennadayéstosfelices.Pantachaestabaencalzoncillos,rascándoselasaxilas,hayqueirmásadentro,patrón,laselvaesgrandeyestállenaderiquezasyFushíabruto,parairmáslejosnecesitamosunpráctico.Fueronhacialacabaña,comieronplátanosyyucasfritas.FushíahablabatodoeltiempodedonAquilino,quélehabrápasadoalviejo, nunca me falló hasta ahora, y Lalita ha llovido mucho estos días, se habráguarecido en algún sitio para que no se moje lo que le encargamos. Pantacha,tumbadoenlahamaca,serascabalacabeza,laspiernas,elpecho,¿ysiselehundióla lancha en los pongos, patrón?, y Fushía entonces estamos fregados, no sé quéharemos.YLalitanoteasustes tanto, loshuambisashansembradopor todala isla,hasta hicieron corralitos y Fushía pura mierda, eso no dará hasta cuándo y loschunchos pueden vivir de yuca pero no un cristiano, esperaremos dos días y si nollega Aquilino tendré que hacer algo. Y un rato después Pantacha cerró los ojos,comenzóaroncaryFushíalosacudió,queloshuambisastendieranlaspielesantesdequeseemborrachen,yPantachaprimerounasiestecita,patrón,andomolidodetantoremaryFushíabruto,¿noentiendes?,déjamesoloconmihembra.Pantacha,labocaabierta, quién como usted que tiene una mujer de veras, patrón, los ojosdesconsolados,haceañosquenoséloqueesunablancayFushíalargo,andavete.PantachasefuelloriqueandoyFushíayaestá,sevaasoñar,desnúdateprontoLalita,qué esperas, ella estoy sangrando y él qué importa.Y al atardecer, cuando Fushíadespertó,fueronalpuebloqueolíaamasato,loshuambisassecaíandeborrachosyPantachanoestabaporningunaparte.Loencontraronalotroextremode la isla,sehabíallevadosubarbacoaalaorilladelacochayFushíaquétedije,estásoñandoasugusto.Hablabaentredientes,lacaraocultaenlasmanos,elfogónseguíaardiendobajolaollitarepletadeyerbas.UnosescarabajoscaminabanporsuspiernasyLalita

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ni lossiente.Fushíaapagóel fuego,deunpatadóntiróalagua laollita,aversi lodespertamos,yentrelosdosloremecieron,lopellizcaron,locachetearonyél,entredientes,eracusqueñodecasualidad,sualmanacióenelUcayali,patrón,yFushía¿looyes?,ellalooigo,pareceloco,yPantachasucorazóneratriste.Fushíalosacudía,lopateaba,serranodeporquería,noeshoradesueños,hayqueestardespierto,vamosamorirnos de hambre y Lalita no te oye, está en otro mundo, Fushía. Y él, entredientes,veinteañosenelUcayali,patrón,secontagiódelospaiches,teníaelcuerpoduro como la chonta, los jejenes no entran. Él esperaba los globitos, ya salen lospaichesatomaraire,pásameelarpón,Andrés,duro,fuerza,ensártalo,yoloamarro,patrón,éldormíaalospaichesalprimerpalazoylacanoaselesvolcóenelTamaya,élsalióyelAndrésnosalió,teahogastehermano,lassirenastearrastraronalfondo,ahoraserássumarido,porquétemoriste,charapitaAndrés.Sesentaronaesperarquedespertara del todo y Fushía tiene para rato, nome conviene perder a este cholo,soñadorperomesirve,yLalitaporquésiempreconloscociditosyFushíaparanosentirsesolo.Cucarachasyescarabajossepaseabanporlabarbacoayporsucuerpoyélporquésehabríahechomatero,patrón,malavidaladelmonte,preferibleelaguaylos paiches, yo sé lo que son las tercianas, Pantacha, esa tembladera, te vienesconmigo,yotepagomás,tencigarrillos,teinvitountrago,eresmihombre,llévamedondehayacedros,palode rosa,consíguemehabilitados,maderabalsa,yél se ibaconellos,patrón,cuántomeadelantas,yqueríatenerunacasa,unamujer,hijos,viviren Iquitos como los cristianos. Y, de repente, Fushía, Pantachita, ¿qué pasó en elAguaytía?, cuéntame que soy tu amigo.Y Pantacha abrió los ojos y los cerró, losteníacoloradoscomotraserodemonoy,entredientes,eseríollevabasangre,patrón,yFushía¿sangredequién,cholo?,yélcaliente,espesacomojebecitochorreandodelashiringa,ytambiénloscaños,cochasdeporahí,unapuraherida,patrón,créamesiquiere,yFushíaclaroquetecreo,cholo,pero¿dequétantasangrecaliente?,yLalitadéjaloFushía,no lepreguntes,estásufriendo,yFushíacallaputa,andaPantachita,quién sangraba, y él, entre dientes, el tramposo Bákovic, ese yugoslavo que losengañó,peorquediablo,patrón,yFushía,¿porqué lomataste,Pantacha?,ycómo,cholo,conqué,yélnoqueríapagarles,nohaybastantecedro,vamosmásadentroysacaba el winchester y también le pegó a un cargador que le robó una botella. YFushía¿lepegasteuntiro,cholo?,yélconmimachete,patrón,selehabíadormidoelbrazo de darle y comenzó a patalear y a llorar y Lalita fíjate cómo se ha puesto,Fushía, se ha enfurecido y Fushía le saqué un secreto, ahora ya sé de qué andabaescapando cuando lo encontró Aquilino. Volvieron a sentarse junto a la barbacoa,esperaron,élsecalmóyacabópordespertar.Selevantótrastabilleando,rascándosecon furia, patrón, no te enojes, yFushía los cociditos te volverán loco y un día loechabaapatadasyPantachanoteníaanadie,suvidaeratriste,patrón,ustedtienesumujer,y loshuambisas tambiényhasta losanimalesperoélestabasolo,quenose

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enojara,patrón,ustedtampoco,patrona.Esperaron dos días más, Aquilino no llegaba, los huambisas fueron hasta el

Santiago a averiguar y volvieron sin noticias. Entonces buscaron un lugar para lapiletayPantachaalotroladodelembarcadero,patrón,esmáscaídoelbarrancoyasíelaguadelaslupunaslechorrearáencima,ylascabezasdeloshuambisasquesíyFushía, bueno, hagámosla ahí. Los hombres tumbaron los árboles, las mujeresdesherbaban y, cuando quedó un claro, los huambisas hicieron estacas, les sacaronfiloylasclavaronencírculo.Latierraeranegraenlasuperficie,adentrorojaylasmujereslarecogíanensusitípak,laechabanalacochamientrasloshombrescavabanelpozo.Luegollovióyenpocosdías lapiletaestuvo llena, listapara lascharapas.Salieron al amanecer, el caño andaba crecido, las raíces y lianas les salían alencuentropara rasguñarlos,yenelSantiagoLalita sepusoa temblar, tuvo fiebres.Viajarondosdías,Fushíahastacuándoy loshuambisasseñalabanadelanteconsusdedos. Por fin un banco de arena y Fushía dicen que ahí, ojalá, y atracaron, seescondieron entre los árboles, y Fushía no temuevas, no respires, si te sienten novendrán,yLalitatengomareos,creoqueestoypreñada,Fushía,yélcarajo,cállate.Loshuambisassehabíanconvertidoenplantas, inmóvilesentre las ramasbrillabansusojosyasíoscureció,comenzaronacantarlosgrillos,aroncarlasranasyunhualogordísimosesubióalpiedeLalita,quéganasdemachucarlo,suslagañas,supanzablancuzcayélno temuevas,ya salió la lunayellanopuedoseguir comomuerta,Fushía, tengoganasde lloraragritos.Lanocheestabaclara, tibia,corríaunabrisaligera y Fushía nos cojudearon, no se ve ni una, estos perros, y Pantacha cállese,patrón, ¿no las ve?, ya salen. Con las olitas del río llegaban como redondelas,oscuras,grandes,quedabanvaradasy,depronto,semovían,avanzabandespacitoysus conchas se encendían con luces doradas, dos, cuatro, seis, acercándose,arrastrándosesobrelaarena,lascabezotasafuera,rugosas,meneándose,¿nosestaránviendo,oliendo?,yalgunasyaescarbabanparahacersusnidos,otrassalíandelagua.Y,entonces,silenciosamente,surgierondeentrelosárbolesrápidassiluetascobrizas,yFushíavamos,corre,Lalita,ycuando llegarona laplaya,Pantacha fíjesepatrón,muerden, casime sacan un dedo, las hembras son lasmás feroces.Los huambisashabíanvolteadoamuchasysegruñían,contentos.Tumbadas,lacabezahundida,lascharapasmovíansuspatasyFushíacuéntalas,ellahayochoyloshombreslesabríanhuecosenlasconchas,lasensartabanenbejucosyPantachacomámonosuna,patrón,laesperalehabíadadohambre.Allídurmieronyaldíasiguienteviajarondenuevoyenlanocheotraplayita,cincocharapas,otrocollar,ydurmieron,viajaronyFushíamenos mal que es época de desove y Pantacha ¿lo que hacemos está prohibido,patrón?,yFushíasepasabalavidahaciendocosasprohibidas,cholo.Elregresofuemuy lento, las canoas iban de surcada remolcando los collares y las charapasresistían,losfrenabanyFushíaquéhacen,perros,nolasapaleen,lasvanamatary

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Lalita¿mehasoído?,hazmecaso,tengovómitos,Fushía,estoyesperandounhijoyélseteocurrensiemprelaspeorescosas.Enelcaño,lascharapasseenganchabanalasraícesdelfondoyacadamomentodebíanparar,loshuambisassaltabanalagua,lascharapas losmordíanyellos trepabana lacanoarugiendo.Alentrara lacochavieronlalanchayadonAquilino,enelembarcadero,saludándolosconsupañuelo.Traíaconservas,ollas,machetes,anisadoyFushíaviejoquerido,creíque tehabíasahogadoyélsehabíatopadoconunalanchallenadesoldadosylosacompañóparadisimular.YFushía¿soldados?,yAquilinohubounlíoenUrakusa,losaguarunaslehabían pegado a un cabo, parecía, ymatado a un práctico, el gobernador deSantaMaría de Nieva iba con ellos a pedirles cuentas, les sacarían el alma si no seescapaban. Los huambisas subieron las charapas a la pileta, les dieron de comerhojas,cáscaras,hormigas,yFushía¿asíqueelperrodeReáteguiandaporaquí?,yAquilinolossoldadosqueríanquelesvendieralasconservas,tuvequeengañarlos,yFushía ¿no decían que el perro ese de Reátegui se volvía a Iquitos y dejaba laGobernación?, y Aquilino sí, dice que después de arreglar este lío se va, y Lalitamenosmal que llegó, donAquilino, nome gustaba eso de comer tortuga todito elinvierno.

YasíterminódemangachedonAnselmo.Peronodelanochealamañana,comounhombrequeeligeunlugar,hacesucasayseinstala;fuelento,imperceptible.Alprincipioaparecíaporlaschicherías,elarpabajoelbrazoylosmúsicos(casitodoshabían tocado para él alguna vez), lo aceptaban como acompañante.A la gente legustaba oírlo, lo aplaudían. Y las chicheras, que le tenían estimación, le ofrecíancomidaybebiday,cuandoestababorracho,unaestera,unamantayunrincónparadormir.Nunca se loveíaporCastilla,ni cruzabaelViejoPuente, comodecididoavivirlejosdelosrecuerdosydelarenal.Nisiquierafrecuentabalosbarriospróximosal río, la Gallinacera, el camal, sólo la Mangachería: entre su pasado y él seinterponía la ciudad.Y losmangaches lo adoptaron, a él, y a la herméticaChungaque,encogidaenunaesquina,elmentónenlasrodillas,mirabahurañamenteelvacíomientrasdonAnselmotocabaodormía.LosmangacheshablabandedonAnselmo,pero a él le decían arpista, viejo. Porque desde el incendio había envejecido: sushombrossedesmoronaron,sehundiósupecho,brotarongrietasensupiel,sehinchósuvientre,suspiernassecurvaronysevolviósucio,descuidado.Todavíaarrastrabalas botas de sus buenas épocas, polvorientas, muy gastadas, su pantalón iba enhilachas, la camisa no conservaba ni un botón, tenía el sombrero agujereado y lasuñaslargas,negras,losojosllenosdeestríasydelegañas.Suvozseenronqueció,susmaneras se ablandaron. En un comienzo, algunos principales lo contrataban paratocar en sus cumpleaños, bautizos y matrimonios; con el dinero que ganó así,convencióaPatrocinioNayaquelosalojaraensucasaylesdieradecomerunavez

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al día a él y a la Chunga, que ya comenzaba a hablar. Pero andaba siempre tandesastradoy tan bebido que los blancos dejaronde llamarlo y entonces se ganó lavidadecualquiermanera, ayudandoenunamudanza, cargandobultoso limpiandopuertas.Sepresentabaen laschicheríasaloscurecer,de improviso,arrastrandoa laChunga con una mano, en la otra el arpa. Era un personaje popular en laMangachería,amigodetodosydeninguno,unsolitarioquesequitabaelsombreroparasaludaramediomundo,peroapenascambiabapalabraconlagente,ysuarpa,suhijayelalcoholparecíanocuparsuvida.Desusantiguascostumbres,sóloelodioa losgallinazosperduró:veíaunoybuscabapiedrasy lobombardeabae insultaba.Bebíamucho,peroeraunborrachodiscreto,nuncapendenciero,nadabullicioso.Selo reconocía ebrio por su andar, no zigzagueante ni torpe, sino ceremonioso: laspiernasabiertas,losbrazostiesos,elrostrograve,losojosfijosenelhorizonte.

Susistemadevidaerasencillo.AlmediodíaabandonabalachozadePatrocinioNayay,avecesllevandoalaChungadelamano,avecessolo,selanzabaalacalleconunaespeciedeurgencia.Recorríaeldédalomangacheapasovivo, ibayveníaporlostortuosos,oblicuossenderos,yasísubíahastalafronterasur,elarenalqueseprolonga hacia Sullana, o bajaba hasta los umbrales de la ciudad, esa hilera dealgarrobos con una acequia que discurre al pie. Iba, regresaba, volvía, con brevesescalas en las chicherías. Sin el menor embarazo entraba y, quieto, mudo, serio,esperabaquealguienleinvitaraunclarito,unacopadepisco:agradecíaconlacabezay luego salíayproseguía sumarchaopaseoopenitencia, siempre almismo ritmofebrilhastaquelosmangachesloveíandetenerseencualquierparte,dejarsecaeralasombra de un alero, acomodarse en la arena, taparse la cara con el sombrero, ypermanecer así horas, impávido ante las gallinas y las cabras que olisqueaban sucuerpo,lorozabanconsusplumasybarbas,locagaban.Noteníareparoendeteneralostranseúntesparapedirlesuncigarrillo,y,cuandoselonegaban,noseenfurecía:continuabasucamino,altivo,solemne.Enlanoche,regresabadondePatrocinioNayaenbuscadel arpa,yvolvíaa laschicherías,peroestaveza tocar.Demorabahorasafinando las cuerdas, repasándolas con delicadeza y, cuando estabamuy ebrio, lasmanosno leobedecíany el arpadesentonaba, seponíamurmurador, losojos se leentristecían.

Iba a veces al cementerio y allí se le vio rabioso por última vez, un dos denoviembre,cuandolosmunicipalesloatajaronenlapuerta.Losinsultó,forcejeóconellos,leslanzópiedrasyporfinunosvecinosconvencieronalosguardianesquelodejaranentrar.Yfueenelcementerio,otrodosdenoviembre,dondeJuanaBauravioalaChunga,queestaríaporcumplirseisaños,sucia,enharapos,correteandoentretumbas.Lallamó,lehizocariños.Desdeentonces,lalavanderaveníadecuandoencuandoa laMangachería,arreandoelpiajenocargadode ropa,ypreguntabaporelarpistayporlaChunga.Aellaletraíacomida,unvestido,zapatos,aélcigarrillosy

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unasmonedasqueelviejocorríaagastarenlachicheríamáscercana.YundíadejódeversealaChungaenlascallejuelasmangachesyPatrocinioNayacontóqueJuanaBaurase lahabía llevado,parasiempre,a laGallinacera.Elarpistaseguíasuvida,sus caminatas. Estaba más viejo cada día, más mugriento y rotoso, pero todos sehabíanhabituadoaverlo,nadievolvíaelrostrocuandoloscruzaba,calmoyrígido,ocuandoteníanquedesviarseparanopisarsucuerpotumbadoenlaarena,bajoelsol.

Sólo años después comenzó a aventurarse el arpista fuera de los límites de laMangachería.Las calles de la ciudad crecían, se transformaban, se endurecían conadoquinesyveredasaltas,seengalanabanconcasasflamantesysevolvíanruidosas,los chiquillos correteaban tras los automóviles. Había bares, hoteles y rostrosforasteros, una nueva carretera a Chiclayo y un ferrocarril de rieles lustrosos uníaPiurayPaltapasandoporSullana.Todocambiaba,tambiénlospiuranos.Yanoselosveíaporlascallesconbotasypantalonesdemontar,sinoconternosyhastacorbatasylasmujeres,quehabíanrenunciadoalasfaldasoscurashastalostobillos,sevestíandecoloresclaros,yanoibanescoltadasdecriadasyocultasenvelosymantones,sinosolas, el rostro al aire, los cabellos sueltos. Cada vez habíamás calles, casasmásaltas,laciudadsedilatabayretrocedíaeldesierto.LaGallinaceradesaparecióyensulugarsurgióunbarriodeprincipales.Laschozasapiñadasdetrásdelcamalardieronunamadrugada; llegaronmunicipales, policías, el alcalde y el prefecto al frente, yconcamionesypalossacaronatodoelmundoyaldíasiguientecomenzaronatrazarcallesrectas,manzanas,aconstruircasasdedospisosyalpocotiemponadiehubieraimaginadoqueeneseaseadorincónresidencialhabitadoporblancoshabíanvividopeones.TambiénCastillacreció,seconvirtióenunapequeñaciudad.Pavimentaronlas calles, llegó el cine, se abrieron colegios, avenidas y los viejos se sentíantransportadosaotromundo,protestabanincomodidades,indecencias,atropellos.

Undía,elarpabajoelbrazo,elviejoavanzóporesaciudadrenovada,llegóalaplaza de Armas, se instaló bajo un tamarindo, comenzó a tocar. Volvió la tardesiguiente,ymuchasotras, sobre todo los juevesy los sábados,díasde retreta.LospiuranosacudíanpordecenasalaplazadeArmasaescucharalabandadelCuartelGrauyélseadelantaba,ofrecíasupropiaretretaunahoraantes,pasabaelsombreroy, apenas reunía unos soles, volvía a la Mangachería. Ésta no había cambiado,tampocolosmangaches.Allíseguíanlaschozasdebarroycañabrava,lasvelasdesebo, las cabras y, a pesar del progreso, ninguna patrulla de la Guardia Civil seaventurabadenocheporsuscallesásperas.Y,sinduda,elarpistasesentíamangachedecorazón,porqueeldineroqueganabadandoconciertosenlaplazadeArmasveníasiempre a gastárselo en el barrio. En las noches seguía tocando donde la Tula, laGertrudis o donde Angélica Mercedes, su ex cocinera, que ahora tenía chicheríapropia.Nadiepodíaya concebir laMangachería sin él, ningúnmangache imaginar

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que a lamañana siguiente no lo vería rondando hieráticamente por las callejuelas,apedreandogallinazos,saliendodelaschozasconbanderaroja,durmiendoalsol,quenoescucharíasuarpa,alolejos,enlaoscuridad.Hastaensumaneradehablar, laspocasvecesquehablaba,cualquierpiuranoreconocíaenélaunmangache.

—Los inconquistables lo llamaron a su mesa —dijo la Chunga—. Pero elsargentosehacíaelquenolosveía.

—Taneducadosiempre—dijoelarpista—.Vinoasaludarmeyaabrazarme.—Consusbromas,estosfregadosvanahacerquemissubordinadosmepierdan

el respeto, viejo —dijo Lituma. Los dos guardias se habían quedado en el bar,mientraselsargentoconversabacondonAnselmo;laChungalessirviócervezaylosLeónyJosefinodalequedale—.Mejornosiganque laSelváticaseestáponiendotriste—dijoeljoven—.Ademásestarde,maestro.

—Notepongas triste,muchacha—lamanodedonAnselmorevoloteósobre lamesa,derribóunataza,palmeóelhombrode laSelvática—.Lavidaesasíynoesculpa de nadie. Esos traidores, se uniformaban y ya no se sentían mangaches, nisaludaban,niqueríanmirar.

—Losguardiasnosabíanqueeraporelsargento—dijolaChunga—.Tomabansucervezadelomástranquilos,conversandoconmigo.Peroélsísabía,losfusilabaconlosojos,yconlamanoesperen,cállense.

—¿Quién invitó a esos uniformados? —dijo Seminario—. A ver, ya se estándespidiendo.Chunga,hazmeelfavordebotarlos.

—EselseñorSeminario,elhacendado—dijolaChunga—.Nolehagancaso.—Yaloreconocí—dijoelsargento—.Nolomiren,muchachos,estaráborracho.—Ahorasemeteconloscachacos—dijoelMono—.Selastraeelputa.—Nuestro primo podría responderle, que le sirva para algo el uniforme—dijo

José.ElJovenAlejandrotomóuntraguitodecafé:—Llegaba aquí tranquilo, pero a las dos copas se enfurecíaDebía tener alguna

penaterribleenelcorazón,yladesfogabaasí,conlisurasytrompadas.—Nosepongaasí,señor—dijoelsargento—.Estamoshaciendonuestrotrabajo,

paraesonospagan.—Ya vigilaron bastante, ya vieron que todo está pacífico—dijo Seminario—.

Ahoraváyanseydejenalagentedecentedisfrutarenpaz.—No se moleste por nosotros —dijo el sargento—. Siga disfrutando nomás,

señor.ElrostrodelaSelváticaestabacadavezmásafligidoy,ensumesa,Seminariose

retorcíadecólera,tambiénelcachacolosobaba,yanohabíamachosenPiura,quélehabían hecho a esta tierra,maldita sea, no era justo.Y entonces se le acercaron laHortensiaylaAmapolayconzalameríasybromaslocalmaronunpoco.

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—La Hortensia, la Amapola —dijo don Anselmo—. Qué nombres les pones,Chunguita.

—¿Y ellos qué hacían?—dijo la Selvática—. Les daría furia eso que dijo dePiura.

—Echabanbilisporlosojos—dijoelBolas—.Peroquéibanahacer,semoríandemiedo.

EllosnolocreíanaLitumatanrosquete,estabaarmadoydebióemparársele,elSeminariosepasabadevivo,nohayquebuscarletrespiesalgatosabiendoquetienecuatro,ylaRitamásdespacioqueahoritalosibaaoír,ylaMaribelvaahaberlío,ylaSandraconsuscarcajadas.Y,alpocorato,larondasefue,elsargentoacompañóhasta la puerta a los dos guardias y regresó solo. Fue a sentarse a lamesa de losinconquistables.

—Mejorsehubieraidotambién—dijoelBolas—.Elpobre.—¿Porquépobre?—protestólaSelvática,convehemencia—.Esunhombre,no

necesitaquelocompadezcan.—Perotúdicessiemprepobrecito,Selvática—dijoelBolas.—Yosoysumujer—explicólaSelváticayelJovenesbozóunavagasonrisa.Lituma los sermoneaba, ¿por qué le hacíanburlas delante de su gente?Y ellos

tienesdoscaras,tehaceselserioensudelanteydespuéslosdespidesparagozaratugusto.Deuniformelesdabapena,eraotrapersona,yaélellosledabanmáspenayalratito se amistaron y cantaron: eran los inconquistables, no sabían trabajar, sólochupar,sólotimbear,eranlosinconquistablesyahoraibanaculear.

—Hacerse un himno para ellos solos—dijo el arpista—.Ah, esosmangaches,sonúnicos.

—Perotúyanoeres,primo—dijoelMono—.Tedejasteconquistar.—Nosécómonose tehacaído lacara,primo—dijoJosé—.Nuncasevioun

mangachedecachaco.—Seestaríancontandosuschistesosusborracheras—dijolaChunga—.Dequé

queríasquehablaransino.—Diezaños,coleguita—suspiróLituma—.Terriblecómosepasalavida.—Salud,porlavidaquesepasa—propusoJosé,elvasoenalto.—Los mangaches son un poco filósofos cuando están tomados. Se han

contagiadodelJoven—dijoelarpista—.Estaríanhablandodelamuerte.—Diez años, parece mentira —dijo el Mono—. ¿Te acuerdas del velorio de

DomitilaYara,primo?—AldíasiguientedellegardelaselvameencontréconelpadreGarcíaynome

contestóelsaludo—dijoLituma—.Nonoshaperdonado.—Nadadefilósofo,maestro—dijoel joven,ruborizándose—.Sólounmodesto

artista.

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—Másbien,recordaríancosas—dijolaSelvática—.Siemprequesejuntaban,seponíanacontarloquehacíandechurres.

—Yaestáshablandoalopiurano,Selvática—dijolaChunga.—¿Nuncatehasarrepentido,primo?—dijoJosé.—Cachacoocualquiercosa,quémásda—seencogiódehombrosLituma—.De

inconquistablemucha jaranaymucha timba,pero tambiénmuchahambre,colegas.Ahora,almenos,comobien,mañanaytarde.Yaesalgo.

—Sifueraposible,metomaríaotropoquitodeleche—dijoelarpista.LaSelváticaselevantó,donAnselmo:ellaselopreparaba.—Loúnicoqueteenvidioesquehascorridomundo,Lituma—lijoJosefino—.

NosotrosnosmoriremossinsalirdePiura.—Hablaportisolo—dijoelMono—.AmínomeentierransinconocerLima.—Buenamuchacha—dijoAnselmo—.Siempreseandacomidiendoatodo.Qué

servicial,quésimpática.¿Esbonita?—Nomucho, muy retaca—dijo el Bolas—. Y cuando está con tacos, da risa

comocamina.—Perotienelindosojos—afirmóeljoven—.Verdes,grandazos,misteriosos.Le

gustarían,maestro.—¿Verdes?—dijoelarpista—.Seguroquemegustarían.—Quiénhubieracreídoqueibasaterminarcasadoydecachaco—dijoJosefino

—.Yprontitodepadredefamilia,Lituma.—¿Deverasqueenlaselvaandanbotadaslasmujeres?—dijoelMono—.¿Son

tansensualescomodicen?—Muchomásdeloquedicen—afirmóLituma—.Hayqueandarsedefendiendo.

Tedescuidasyteexprimen,nosécómonosalídeahíconlospulmonespuroagujero.—EntoncesunosecomeráalasqueledalaganaelijoJosé.—Sobretodosiescosteño—dijoLituma—.Loscriolloslasvuelvenlocas.—Serábuenagente,perohayqueverquésentimientos—dijoelBolas—.Putea

paraelamigodelmarido,yelpobreLitumaenlacárcel.—Nohayque juzgar tan rápido,Bolas—dijo el joven, apenado—.Habría que

averiguarquéfueloquepasó.Nuncaesfácilsaberloquehaydetrásdelascosas.Notiresnuncalaprimerapiedra,hermano.

—Ydespuésdicequenoesfilósofo—dijoelarpista—.Escúchalo,Chunguita.—¿EnSantaMaríadeNievahabíamuchashembras,primo?—insistíaelMono.—Sepodíacambiaradiario—dijoLituma—.Muchas,ycalientescomolasque

más.Detodoyalpormayor,blancas,morenitas,bastabaestirarlamano.—Y si eran tan buenasmozas, ¿por qué te casaste con ésa?—rió Josefino—.

Porque,nomedigas,Lituma,espuroojos,lodemásnovalenada.—Pegóunpuñetazoenlamesaqueseoyóenlacatedral—dijoelBolas—.Se

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pelearondealgo,parecíaqueJosefinoyLitumaseibanamechar.—Sonchispitas,fosforitos,seenciendenyseapagan,nuncalesduralacólera—

dijoelarpista—.Todoslospiuranostienenbuencorazón.—¿Yanosabesaguantar lasbromas?—decíaelMono—.Cómohascambiado,

primo.—Si es mi hermana, Lituma—exclamaba Josefino—. ¿Crees que lo decía de

veras?Siéntate,colega,brindaconmigo.—Loquepasaesquelaquiero—dijoLituma—.Noespecado.—Bienhechoquelaquieras—dijoelMono—.Bajamáscerveza,Chunga.—Lapobrenoseacostumbra,andaasustadaentretantagente—decíaLituma—.

Estoesmuydistintodesutierra,tienenquecomprenderla.—Claroque lacomprendemos—dijoelMono—.Aver,unbrindispornuestra

prima.—Esbuenisisísima,cómonosatiende,quécomilonasnosprepara—dijoJosé—.

Silostreslaqueremosmucho,primo.—¿Estábienasí,donAnselmo?—dijolaSelvática—.¿Noquedómuycaliente?—Muybien,muyrica—dijoelarpista,paladeando—.¿Deverastieneslosojos

verdes,muchacha?Seminariohabíagiradohaciaellosconsillaytodo,quéeraesabulla,¿yanose

podíaconversartranquilo?,yelsargento,contodorespeto,queseestabapropasando,nadiesemetíaconél,quenosemetieraconellos,señor.Seminariolevantólavoz,quiénes eran para responderle, y claro que se metía con ellos, con los cuatro ytambiénconlaputaqueloshabíaparido,¿looyeron?

—¿Lesmentólamadre?—dijolaSelvática,pestañeando.—Varias veces en la noche, ésa fue la primera—dijo el Bolas—. Esos ricos

porquetienentierrascreenquepuedenmentarlelamadreacualquiera.LaHortensiaylaAmapolasalieronvolandoy,desdeelmostrador,Sandra,Ritay

Maribelalargabanlascabezas.Elsargentoteníalavozrajadadelacólera,lafamilianoteníanadaqueverconesto,señor.

—Sinotegustó,venyconversamos,cholito—dijoSeminario.—PeroLitumanofue—dijolaChunga—.LocontuvimosconlaSandra.—¿Porquémentaralamadrecuandoelpleitoesentrehombres?—dijoeljoven

—.Lamadreeslomássantoquehay.YlaHortensiaylaAmapolahabíanvueltoalamesadeSeminario.—Ya no los oí reír ni volvieron a cantar su himno —dijo el arpista—. Se

quedarondesmoralizadosconesamentadademadre,losmuchachos.—Se consolaron tomando—dijo la Chunga—. No cabían más botellas en su

mesa.—Poresoyocreoquelaspenasqueunollevaadentroloexplicantodo—dijoel

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joven—.Poresoterminanunosdeborrachos,otrosdecuras,otrosdeasesinos.—Voyamojarmelacabeza—dijoLituma—.Estetipomeamargólanoche.Tuvo

razóndeenojarse, Josefino—dijoelMono—.Anadie legustaríaque ledijeran tumujeresfea.

—Me carga con tantas ínfulas—dijo Josefino—.Mehe comido cien hembras,conozcomedioPerú,mehedadolagranvida.Sepasaeldíasacándonospicaconsusviajes.

—Enelfondoletienestantacóleraporquesumujernotehacecaso—dijoJosé.—Sisupieraquelapersigues, temata—dijoelMono—.Estáenamoradodesu

hembracomounbecerro.—Es su culpa—dijo Josefino—. ¿Por qué presume tanto?En la cama es puro

fuego,semueveasí,asá.Quesefriegue,quieroversisonciertasesasmaravillas.—¿Apostamosunpardelibrasquenoteliga,hermano?—dijoelMono.—Yaveremos—dijoJosefino—.Laprimeravezquisocachetearme,lasegunda

sólomeinsultóylaterceranisiquierasehizolaresentidayhastapudemanosearlaunpoco.Yaestáaflojando,yoconozcoamigente.

—Sicae,yasabes—dijoJosé—.Dondepasaun inconquistable,pasan los tres,Josefino.

—No sé por qué le tengo tantas ganas—dijo Josefino—.La verdad es que novalenada.

—Porqueesdeafuera—dijoelMono—.Aunosiempre legustadescubrirquésecretos,quécostumbressetraendesustierras.

—Parece un animalito —dijo José—. No entiende nada, se pasa la vidapreguntando por qué esto, por qué lo otro. Yo no me hubiera atrevido a probarprimero.¿YsilecontabaaLituma,Josefino?

—Es de las asustadizas —dijo Josefino—. La calé ahí mismo. No tienepersonalidad, se moriría de vergüenza antes que contarle. Lástima nomás que lapreñara.Ahorahayqueesperarquedéaluzparahacerleeltrabajito.

—Despuéssepusieronabailardelomásbien—dijolaChunga—.Parecíaquesehabíapasadotodo.

—Las desgracias caen de repente, cuando uno menos se las espera —dijo elJoven.

—¿Conquiénbailabaél?—dijolaSelvática.—Con la Sandra—la Chunga la observaba con sus ojos apagados y hablaba

despacio—:Muypegaditos.Ysebesaban.¿Tienescelos?—Eraunapregunta,nomás—dijolaSelvática—.Yonosoycelosa.YSeminario,derepente,sólido,quesefueran,destemplado,olossacabaapatada

limpia,rugiente,aloscuatrojuntos.—Niunruidotodalanoche,niunaluz—dijoelsargento—.¿Nolepareceraro,

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miteniente?—Debenestaralotrolado—dijoelsargentoRobertoDelgado—.Laislaparece

grande.—Yaclarea—dijoelteniente—.Quetraiganlaslanchas,peronohaganbulla.Entrelosárbolesyelagua,losuniformesteníanunaaparienciavegetal.Apiñados

enelestrechoreducto,caladoshastaloshuesos,losojosebriosdefatiga,guardiasysoldadosseajustabanlospantalones,laspolainas.Losenvolvíaunaclaridadverdosaque se filtraba por el laberíntico ramaje y, entre las hojas, ramas y lianas,muchosrostroslucíanpicaduras,arañazosvioletas.Eltenienteseadelantóhastalaorilladelalaguna,separóelfollajeconunamano,conlaotrasellevólosprismáticosalosojosyescudriñólaisla:unbarrancoalto,laderasplomizas,árbolesdetroncosrobustosycrestasfrondosas.Elaguareverberaba,yaseoíacantaralospájaros.Elsargentovinohaciaelteniente,agazapado,bajosuspieselbosquecrujíaychasqueaba.Detrásdeellos, lassiluetasdifusasdeguardiasysoldadossemovíanapenasentre lamaraña,silenciosamentedestapabancantimplorasyencendíancigarrillos.

—Ya no discuten —dijo el teniente—. Nadie diría que se pasaron el viajepeleando.

—La mala noche los hizo amigos —dijo el sargento—. El cansancio, laincomodidad.Nohaycomoesascosasparaque loshombresseentiendanbien,miteniente.

—Vamosahacerlesunabuenatenazaantesqueseadíadeltodo—dijoelteniente—.Hayqueemplazarungrupoenlaorilladelfrente.

—Sí,peroparaesohayquecruzarlacocha—dijoelsargento,apuntandolaislaconundedo—.Soncomo trescientosmetros,mi teniente.Nosvanacazarcomoapalomitas.

ElsargentoRobertoDelgadoylosotrossehabíanacercado.Elbarroylalluviaigualabanlosuniformesysólolascristinasylosquepísdistinguíanalosguardiasdelossoldados.

—Mandémoslesunpropio,miteniente—dijoelsargentoRobertoDelgado—.Nolesquedamásremedioquerendirse.

—Seríararoquenonoshayanvisto—dijoelsargento—.Loshuambisastieneneloídofino,comotodosloschunchos.Puedeserqueahoramismonosesténapuntandodesdelaslupunas.

—Lo veo y no lo creo—dijo el sargento Delgado—. Paganos viviendo entrelupunas,conelpánicoquelestienen.

Soldados y guardias escuchaban: pieles lívidas, pequeños abscesos de sangrecoagulada, ojeras, pupilas inquietas. El teniente se rascó lamejilla, había que ver,juntoasusientresgranitosformabanuntriángulocárdeno,¿losdossargentosselecagabandemiedo?,yunmechóndepelossucios lecaíasobre lafrentesemioculta

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bajo la visera. ¿Qué?Tal vez susguardias tendríanmiedo,mi teniente, el sargentoRobertoDelgadonosabíacómosecomíaeso.

Brotóunmurmulloy,enunmismomovimientoqueagitóelfollaje,elChiquito,el Oscuro y el Rubio se apartaron de los soldados: era ofensa, mi teniente, nopermitían, ¿con qué derecho?, y el teniente se tocó la cartuchera: le podría costarcaro,sinoestuvieranenmisiónvería.

—Sóloeraunabroma,miteniente—tartamudeóelsargentoRobertoDelgado—.EnelEjércitoleshacemospasadasalosoficialesyellosnuncaseenojan.Yocreíqueenlapolicíaeralomismo.

Unrumordeaguainvadidasumergiósusvocesyseoyóuncuidadosochapaleoderemos,undesliz.Bajolacascadadelianasydejuncos,aparecieronlaslanchas.ElprácticoPintadoyelsoldadoquelasconducíanestabansonrientesynisusgestosnisusmovimientosrevelabanfatiga.

—Despuésdetodo,talvezseamejorpedirleslarendición—dijoelteniente.—Claro,miteniente—dijoelsargentoRobertoDelgado—.Noseloaconsejépor

miedo,sinoporestrategia.Siquierenescapar,desdeaquíharemostiroalblancoconellos.

—Encambio,sivamosnosotrosallá,puedenhacernospuréalcruzarlacocha—dijoelsargento—.Sólosomosdiezyellosquiénsabecuántos.Yquéarmastendrán.

El teniente sevolvióyguardiasy soldadosquedaron tensos: ¿quién era elmásantiguo?Algo anhelante en todos los rostros ahora, rictus en las bocas, parpadeosllenosdealarma,yelsargentoRobertoDelgadoseñalóaunsoldadobajitoycobrizo,quediounpasoal frente:soldadoHinojosa,mi teniente.Muybien,queelsoldadoHinojosasellevaraalosdeBorjaalotroladodelalagunaylosemplazarafrentealaisla, sargento. El teniente se quedaría aquí con los guardias, vigilando la boca delcaño.

¿YparaquéhabíavenidoentonceselsargentoRobertoDelgado,miteniente?Eloficial se quitó el quepí, ¿paraqué?, se alisó los cabellos con lamano, se lo iba adeciry,alcalzarsedenuevolagorra,elmechoncitodesufrentehabíadesaparecido:losdossargentosiríanapedirleslarendición.Quetiraranlasarmasyformaranenelbarranco, las manos en la cabeza, sargento, los llevaría Pintado. Los sargentos semiraron,sinhablar,soldadosyguardias,mezcladosotravez,susurrabanyensusojosyanohabíatemorsinoalivio,chispasburlonas.PrecedidosporHinojosalossoldadossubieronaunade las lanchasquebailoteóy sehundióalgo.Elpráctico levantó lapértiga y, de nuevo, un delicado chasquido, la vibración del ramaje, las cristinasdesaparecieronbajoloshelechosylosbejucosyeltenienteexaminólascamisasdelos guardias,Chiquito, que se la quitara: la suya era lamás blanca. El sargento laamarraríaensufusily,yasabía,siselesponíanmalditos,bala,sincontemplaciones.

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Los sargentos estaban en la lancha y, cuando el Chiquito les alcanzó su camisa,Pintado impulsó la embarcación con la tangana. La dejó flotar lentamente entre elfollaje pero, apenas ingresaron a la laguna, encendió el motor y, con el ruidomonótono,elairesepoblódeavesqueescapabandelosárboles,bulliciosamente.Unresplandor anaranjado crecía detrás de las lupunas, también en la espesura delcontornose reflejaban lasprimeras lanzasdel sol,y lasaguasde lacochaseveíanlimpiasyquietas.

—Ah,compañero,yoestabaporcasarme—dijoelsargento.—Pero levanta más ese fusil —dijo el sargento Delgado—, que vean bien la

camisa.

Cruzaron la lagunasinapartar lamiradadelbarrancoyde las lupunas.Pintadomantenía el rumbo con una mano y con la otra se rascaba la cabeza, la cara, losbrazos,aquejadodeunarepentinaygeneralizadapicazón.Divisabanyaunaplayitaangosta,fangosa,conarbustospeladosyunostroncosflotantesquedebíanservirdeembarcadero. En la orilla opuesta, atracaba la lancha de los soldados y éstosdescendían a la carrera, se apostaban en descubierto, apuntaban a la isla con susfusiles.Hinojosa teníabuenavoz,bonitosesoshuaynitosquehabíacantadoanocheen quechua ¿no? Sí, pero qué pasaba que no se los veía, ¿por qué no salían? ElSantiagoestaballenodehuambisas,compañero,losquelosvieronvenirlesavisaríanyhabríantenidotiempodesobraparaescaparseporloscaños.Lalanchaenfilóhaciael embarcadero. Amarrados con gruesos bejucos, los troncos flotantes hervían demusgo,hongosylíquenes.Lostreshombrescontemplabanelbarrancocasivertical,las lupunas curvas y jibosas: no había nadie,mis sargentos, pero qué susto habíanpasado. Los sargentos saltaron, chapotearon en el barro, comenzaron a trepar, loscuerposaplastadoscontralapendiente.Elsargentollevabaelfusilenalto,unvientocaliente hacía ondear la camisa del Chiquito y, cuando pisaron la cumbre, un solhirienteleshizocerrar losojosyfrotárselos.Trenzasdelianascubríanlosespaciosentre lupunay lupuna,undensohumorputrefactobañabasus rostroscadavezqueespiabanentrelamaleza.Porfinhallaronunaabertura,avanzaronenterradoshastalacintura en yerba salvaje y rumorosa, luego siguieron una trocha que se estiraba,sinuosa, minúscula, entre avenidas de árboles, se perdía y reaparecía junto a unmatorraloaunplumerodehelechos.ElsargentoRobertoDelgadoseponíanervioso,carajo,quealzarabienesefusilyvieranqueibanconbanderablanca.Lascopasdelosárbolesformabanunacompactabóvedaquesólofilamentosdesolperforabanaratos,jironesdoradosqueerancomovibracionesyhabíavocesdeinvisiblespájarospor todas partes. Los sargentos se protegían el rostro con lasmanos, pero siemprerecibíanhincones,desgarronesardientes,latrochaterminódepronto,enunclarodesuperficielisayarenosa,limpiadeyerbayellosvieronlascabañas:ah,compañero,

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mira eso.Altas, sólidas, estaban sin embargomedio devoradas por el bosque.Unahabíaperdidoeltechoyunagujerocomounallagaredondatiznabasufachada;delaotraemergíaunárbol,disparabaimpetuosamentesusbrazospeludosporlasventanasy los tabiques de ambas desaparecían bajo costras de hiedra. En todo el derredorhabía yerba alta; las escalerillas derruidas, prisioneras de enredaderas, servían deasiento a tallos y raíces, y en los escalones y pilotes se divisaban también nidos,hinchadoshormigueros.Lossargentosmerodeabanentornoalascabañas,alargabanlospescuezosparaverelinterior.

—Nosefueronanochesinohacetiempo—dijoelsargentoDelgado—.Elmonteyacasiselashatragado.

—No son chozas de huambisas sino de cristianos —dijo el sargento—. Lospaganosnolashacentangrandesy,además,sellevanacuestassuscasascuandosemudan.

—Aquí había un claro—dijo el sargentoDelgado—.Los árboles son tiernitos.Aquívivíabastantegente,compadre.

—El tenienteva a rabiar—dijo el sargento—.Estaba segurode agarrar aunoscuantos.

—Vamosallamarlo—dijoelsargentoDelgado;apuntóconsufusilaunacabaña,disparódosvecesyelecorepitiólosdisparos,alolejos—.Vanacreerquenosestáncocinandolosrateros.

—En confianza, yo prefiero que no haya nadie —dijo el sargento—. Voy acasarme,noestoyparaquemevuelenlacabeza,amisaños.

—Vamosaregistrarantesquelleguenlosotros—dijoelsargentoDelgado—.Alomejorquedaalgoquevalgalapena.

Sóloencontraronresiduosdeobjetosherrumbrosos,convertidosenaposentosdearañasylasmaderasapolilladas,minadasporlastermitas,serajabanbajosuspiesosehundíanblandamente.Salierondelascabañas,recorrieronlaislayaquíyalláseinclinaban sobre leños carbonizados, latas oxidadas, añicos de cántaros. En undeclive había una poza de aguas estancadas y, entre exhalaciones hediondas,planeabannubesdemosquitos.Lacercabandoshilerasdeestacascomouna filudaredyesoquéera,elsargentoRobertoDelgadonuncahabíavisto.Quésería,cosasdechunchos,peromejorquesefuerandeaquí,olíamalyhabíatantaavispa.Volvierona las cabañas y el teniente, los guardias y los soldados evolucionaban comosonámbulosenelclaro,encañonabanlosárboles,inquietosyperplejos.

—¡Diez días de viaje!—gritó el teniente—. ¡Tanta cojudez para eso! ¿Cuándocalculanquesefueron?

—Paramí,hacemeses,miteniente—dijoelsargento—.Quizámásdeunaño.—No eran dos, sino tres cabañas, mi teniente—dijo el Oscuro—. Aquí había

otra,unventarrónlaarrancaríadecuajo.Todavíasevenloshorcones,fíjese.

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—Paramí,hacevariosaños,mi teniente—dijoel sargentoDelgado—.Poreseárbolquehacrecidoahíadentro.

Despuésde todoquémásdaba, el teniente sonriódesencantado,unmesodiezaños, fatigado: ellos se habían ensartado lo mismo. Y el sargento Delgado, a ver,Hinojosa,unbuenregistroyqueleempaquetaranlocomible,lobebibleyloponibleylossoldadossederramaronporelclaroyseperdieronentrelosárboles,yelRubioquehicieraunpocodecaféparaqueselesfueraelmalsabordelaboca.Eltenienteseacuclilló, sepusoaescarbarel sueloconuna ramita.Los sargentosencendieroncigarrillos; enjambres zumbantes pasaban sobre sus cabezasmientras charlaban.Elpráctico Pintado cortó ramas secas, hizo una fogata y, entre tanto, dos soldadosarrojabanalvoleodesdelascabañas,botellas,jarrasdegreda,mantasdeshilachadas.El Rubio calentó un termo, sirvió café humeante en unos vasitos de latón, y eltenienteylossargentosestabanterminandodebebercuandoseoyerongritos,¿qué?,yaparecierondossoldadoscorriendo,¿untipo?,eloficialsehabíaparadodeunsalto,¿quécosa?,yelsoldadoHinojosa:unmuerto,miteniente, lohabíanencontradoenunaplayitadeahíabajo.¿Huambisa?¿Cristiano?Seguidodeguardiasysoldadoselteniente corría ya y, durante unos momentos, sólo se oyó crepitar la hojarascapisoteada,elsuaverunrúndelayerbaagredidaporloscuerpos.Velocesyenmontóncontornearon lasestacas, se lanzaronporeldeclive, salvaronunhoyosalpicadodepedruscosy,alllegaralaplayita,sedetuvieronenseco,alrededordeltendido.Estababoca arriba, su pantalón desgarrado ocultaba apenas los miembros mugrientos yenclenques,lapieloscura.Susaxilaserandosmatasnegruzcas,apelmazadas,yteníamuy largas las uñas demanos y pies. Costras y llagas resecas roían su torso, sushombros,un trozode lenguablancuzcapendíadesus labiosagrietados.Guardiasysoldadosloexaminabany,depronto,elsargentoRobertoDelgadosonrió,seagachóyaspiró,sunarizjuntoalabocadeltendido.Soltóunarisitaentonces,seincorporóypateóalhombreen las costillas: oiga,huevas,queno lepateara así almuertoy elsargentoRobertoDelgado,pateandootravez,quémuertoniqueochocuartos, ¿noolía,miteniente?Todosseinclinaron,husmearonelcuerporígidoeindiferente.Nadademuerto,miteniente,micompadreestabasoñando.Conunaespeciedecreciente,enfurecida alegría descargó más puntapiés y el tendido se contrajo, algo ronco yhondoescapódesuboca,caramba:eraverdad.El tenienteempuñóloscabellosdelhombre,loremecióy,denuevo,débilmente,eseronquidointerior.Estabasoñandoelpendejoyelsargentosí,miren,ahíteníasucocimiento.Juntoalascenizasplateadasy las rajitasde leñadeuna fogata,habíaunaolladebarro,chamuscada, repletadeyerbas.Decenas de curhuinses de largas tijeras y negrísimo abdomen la escalabanmientrasotras,formadasencírculo,protegíanelasalto.Sihubieraestadomuerto,yase lohabrían comido losbichos,mi teniente, no le quedarían sino loshuesos, y elRubioperohabíancomenzadoya,porlaspiernas.Algunascurhuinsessubíanporlas

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curtidas plantas de sus pies y otras inspeccionaban sus empeines, sus dedos, sustobillos, tocaban la piel con sus finas antenas y, a su paso, dejaban un reguero depuntosmorados.ElsargentoRobertoDelgadopateódenuevo,enelmismositio.Unahinchazónhabía brotado en las costillas del tendido, un túmulooblongodevérticeoscuro.Seguíainmóvilpero,deratoenrato,proferíasuhuecoronquidoysulenguaseenderezaba,difícilmentelamíaloslabios.Estabaenelparaísoelmaldito,nosentíanada y el teniente agua, rápido, y que le limpiaran los pies, carajo, se lo estabancomiendo las hormigas. El Chiquito y el Rubio aplastaron a las curhuinses, dossoldados trajeron aguade la laguna en sus cristinas y rociaron la cara del hombre.Éstetratabaahorademoverlosmiembros,lacrispaciónencogíasurostro,sucabezacaía a derecha e izquierda. De pronto eructó y uno de sus brazos se plegó lenta,torpemente, su mano palmoteó su cuerpo, palpó la hinchazón, la acarició. Ahorarespiraba con ansiedad, tenía el pecho crecido, sumido el vientre y su lengua seestiraba,blanca,concoágulosdesalivaverde.Susojosseguíansellados,yeltenientea los soldados más agua: estaba que quería y no quería, muchachos, había quedespertarlo.Soldadosyguardiasibanalalaguna,volvíanyvertíansobreelhombrechorritos de agua y él abría la boca para recibirlos, su lengua afanosamente,ruidosamentesorbíalasgotitas.Suquejidoerayamásnaturalycontinuo,ytambiénlascontraccionesdesucuerpoqueparecíaliberadodeinvisiblesligaduras.

—Denle un poco de café, reanímenlo como sea—dijo el teniente—. Y siganechándoleagua.

—NocreoquelleguehastaSantaMaríadeNievacomoestá,miteniente—dijoelsargento—.Senosmoriráporelcamino.

—Me lo llevo aBorja, que estámás cerca—dijo el teniente—.Regresa ahoramismocon losmuchachosaNievaydile adonFabioquecogimosauno.Queyacaeránlosotros.Yomevoyconlossoldadosalaguarniciónyalláharéqueloveaunmédico.Éstenosememuerenideavainas.

Apartadosunosmetrosdelgrupo,eltenienteyelsargentofumaban.Guardiasysoldados trajinaban alrededor del tendido, lo mojaban, lo sacudían y él parecíaejercitar con desconfianza su lengua, su voz, tenazmente ensayaba nuevosmovimientosysonidos.

—¿Ysinoesdelabanda,miteniente?—dijoelsargento.—PoresomelollevoaBorja—dijoelteniente—.Ahíhayaguarunasdepueblos

que fueronsaqueadospor losbandidos,veremossi lo reconocen.DileadonFabioquehagaavisaraReátegui.

—Eltipoyahabla,miteniente—gritóelChiquito—.Vengaparaquelooiga.—¿Entendieronloquedijo?—preguntóel teniente—.Deunríoquesangre,de

uncristianoquesemurió—dijoelOscuro—.Cosasasí,miteniente.—Sólofaltaqueestéloco,paramimalditasuerte—dijoelteniente.

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—Siempre se zafan un poco cuando están soñando—dijo el sargento RobertoDelgado—.Despuésselespasa,miteniente.

Estaba anocheciendo, Fushía y don Aquilino comían yuca cocida, tomabanaguardienteapicodebotella,yFushíayaoscurece,Lalita,préndeteelmechero,ellase agachaba y ayayay, el primer dolor, no podía enderezarse, se cayó al suelollorando.Lalevantaron,lasubieronalahamaca,Fushíaencendióelmecheroyellacreoqueyamellegó,tengomiedo.YFushíanuncahevistounamujerquesemuerapariendo y Aquilino yo tampoco, no te asustes, Lalita, era el mejor paridor de laselva,¿podíatocarla,Fushía?,¿noteníacelos?,yFushíaestásviejoparaquetetengacelos,anda, tócala.DonAquilino lehabíaalzado la falda,searrodillabaparaveryentróPantachacorriendo,patrón,seestabanpeleando,yFushíaquiénes,yPantachalos huambisas con el aguaruna que trajo don Aquilino, don Aquilino ¿con Jum?PantachaabríamucholosojosyFushíalepegóenlacara,perro,mirandoalamujerajena.Él se sobaba la nariz, perdoncito, patrón, sólo venía a avisar, los huambisasquieren que se vaya Jum, usted sabe que odian a los aguarunas, se habían puestorabiosos y él y Nieves no podían atajarlos, ¿la patrona estaba enferma? Y donAquilinomejorandaaver,Fushía,nolovayanamatar,coneltrabajoquemecostóconvencerloquesevinieraalaislayFushíaputacarajo,hayquemasatearlos,queseemborrachenjuntos,sematanosehacenamigos.SalieronydonAquilinoseacercóaLalita, le sobó las piernas, para que se te ablanden los músculos, la barriga, y lacriaturasalgasuavecita,verás,yellariendollorando,leibaacontaraFushíaqueélseestabaaprovechandoparamanosear,élsereíayayayay,otravez,enloshuesosdelaespalda,ayayay,seestaríanrompiendo,ydonAquilinotomauntraguitoparaquete calmes, ella tomó, vomitó y manchó a don Aquilino que estaba meciendo lahamaca, arrurrú Lalita, muchacha bonita, y el dolor se iba pasando. Unas lucescoloradasbailabanalrededordelmechero, fíjate,Lalita, loscocuyos, lasayañahuis,uno se muere y su espíritu se vuelve mariposita nocturna, ¿sabía?, y anda en lasnoches alumbrando el bosque, los ríos, las cochas, cuando él se muriera, Lalita,siempre tendríaasu ladounaayañahui, teservirédemechero.Yella tengomiedo,donAquilino, no hable de lamuerte y él no te asustes,mecía la hamaca, era paradistraerte,conuntrapomojadolerefrescabalafrente,notepasaránada,naceráantesdel amanecer, al tocarteviqueesvarón.Lacabaña sehabía impregnadodeolor avainilla y el viento húmedo traía también murmuraciones boscosas, ruido dechicharras, ladridosylasvocesdeunapeleadestemplada.Yellatieneustedmanosbiensuaves,donAquilino,esomedescansaunpoco,yquéricohuele,¿peronooyealoshuambisas?,vayaaver,donAquilino,¿ysimatanaFushía?Yéleraloúnicoquenopodíapasar,Lalita, ¿nosabesqueescomodiablo?YLalitacuántohacequeseconocen, don Aquilino, y él van para diez años, nunca salió mal parado pese a

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buscarse los peores líos, Lalita, cosas feísimas, se escurre de sus enemigos comoculebrade río.Yella ¿sehicieronamigosenMoyobamba?,ydonAquilinoyoeraaguatero, élmemetió a comerciante, y ella ¿aguatero?, ydonAquilinode casa encasa con su burro y sus tinajas,Moyobamba es pobre, la poca ganancia se iba encomprarmetilenoparamejorarelaguaysinomultas,yunamañanallegóFushía,sefue a vivir a un ranchito junto almío y así se hicieron amigos. Y ella ¿cómo eraentonces,donAquilino?,yéldedóndevendría,lepreguntabanyélpuromisterioymentira,apenashablabacristiano,Lalita,hacíaunasmescolanzasconelbrasileño.YFushía anímate, hombre, vives como un perro, ¿no estás harto?, dediquémonos alcomercioyélescierto,comoperro.YLalita¿quéhicieron,donAquilino?,yélunagranbalsayFushíacomprabasacosdearroz,tocuyos,percalitasyzapatos,labalsasehundía con tanto peso, ¿y si nos roban, Fushía?Y Fushía calla, puto, tambiénmecompréun revólver.YLalita ¿así comenzaron,donAquilino?,y él íbamospor loscampamentos,yloscaucheros,losmaterosylosbuscadoresdeorotráiganosestoyesto en el próximo viaje y les traían, y después se metieron a las tribus. Buencomercio,elmejor,mostacillasporbolasde jebe,espejitosycuchillosporpielesyasí conocieron a éstos,Lalita, se hicierongrandes amigos conFushía, yahasvistocómoloayudan,esdiosparaloshuambisas.YLalita¿lesibamuybien,entonces?Yélnoshubiera idomejorsiFushíanofueradiablo, lesrobabaa todosyalfinal loscorríandeloscampamentosylosguardiaslosbuscaban,tuvieronquesepararseyélsevinodondeloshuambisasuntiempoydespuéssefueaIquitos,yahícomenzóatrabajarconReátegui,¿fueahídondeloconociste,Lalita?Yella¿ustedquéhizo,donAquilino?Yaélselehabíametidoenlasangrelavidalibre,Lalita,esodeandarconlacasaacuestascomounacharapa,sinsitiofijo,ysiguióhaciendocomerciosolo,pero de manera honrada. Y Lalita ¿estuvo por todas partes, no es cierto, donAquilino?,yélenelUcayali,enelMarañónyenelHuallaga,yalprincipionoibaalAmazonasporlamalafamaquedejóFushía,perodespuésdeunosmesesvolvióyundía,enuncampamentodelItaya,nolocreíaaunqueloestabaviendo,meloencontréaFushía,Lalita,convertidoennegociante,conhabilitadosyahímecontósunegocioconReátegui.YLalitaquécontentossepondríanalversedenuevo,donAquilino,yél lloramos, nos emborrachamos recordando, Fushía, la fortuna te sonríe, sientacabeza,sélimpio,notemetasenmáslíos,yFushíatequedasconmigo,Aquilino,escomo una lotería, ojalá dure la guerra, y él ¿así que es jebe para contrabando?, yFushíaalpormayor,hombre,vienenabuscarloaIquitos,selollevanescondidoencajones que dicen tabaco,Reátegui se harámillonario y yo también, no te dejo ir,Aquilino,tecontratoyella¿porquénosequedóconél?,yélyaseestabaponiendoviejo,Fushía,noqueríasustosniiralacárcel,yayayay,memuero,laespalda,ahorasíseviene,quenoseasustara,dóndeteníauncuchilloyloestabacalentandoenelmecherocuandoentróFushía.DonAquilino¿no lehicieronnadaaJum?,yFushía

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ahoraestánchupandojuntos,ytambiénPantachayNieves.Nodejaríaquelomaten,lo necesitaba, sería un buen contacto con los aguarunas, pero cómo lo pusieron,¿quiénlequemólasaxilas?,chorreanpus,viejo,ylasllagasdelaespalda,lástimasise infectarany semurierade tétano, ydonAquilino enSantaMaríadeNieva, lossoldados y los patrones de ahí, y el que le partió la frente fue tu amigoReátegui,¿sabíaquesefueaIquitos,porfin?YFushíatambiénloraparonyestabamásfeoqueunrenaco,yayayay,loshuesos,mucho,mucho,ydonAquilinoselasdiodevivoyalpatrónquelescomprabaelcaucholedijono,nosotrosmismosiremosavenderloaIquitos, un tal Escabino, parecía, y para colmo le sonaron a un cabo que llegó aUrakusa y mataron a su práctico, y Fushía cojudeces, está vivito y coleando, esAdriánNieves, el que recogí elmes pasado, y donAquilino ya sé, pero es lo quediceny ella separtía endos,damealgo,Fushía, por loquemásquieras.YFushía¿odiaaloscristianos?,mejorquemejor,queconvenzaalosaguarunasquemedeneljebeamí,grandesproyectos,viejo,antesdeunpardeañosvolveríaaIquitos,rico,verás cómome reciben los queme dieron la espalda, y donAquilino hierve agua,Fushía,ayuda,noparecequefueraselpadre.Fushíallenólatinaja,prendióelfogón,yellacadavezmásfuertes,seguiditos,respirabaahogándose,teníahinchadalacarayojosdepescadomuerto.DonAquilinosearrodilló, lasobó,yaseabríasupoquito,Lalita,sevenía,noteimpacientes.YFushíaaprendedelashuambisasquesevanalmontesolasyregresancuandoyahanparido.DonAquilinoquemabaelcuchilloylasvoces de afuera se perdían entre chasquidos y silbos, Fushía ¿ven?, ya no pelean,están íntimos, y el viejo sería varón, Lalita, qué le dijo, que oyera, las capironasestaban cantando, no se equivocaba nunca. Y Fushía es un poco callado y donAquilinoperocomedido, todoelviaje loestuvoayudando,decíaquedoscristianosdesgraciaronaUrakusaconsusengañosyFushía,viejo,entupróximoviajeganaráshorrores,donAquilinocuándonoestarássoñandoyél¿nohabíaprogresadodesdelaprimeravez?YAquilinonohubieravueltoalaislasinofueraporti,Lalita,lehabíacaído bien, y ella cuando usted llegó nosmoríamos de hambre, donAquilino, ¿seacuerdacómolloréalverlasconservasylosfideos?,yFushíaquébanquete,viejo,seenfermaronpor la faltadecostumbre,ycómotuvequerogarte,¿porquénoqueríaayudarlo?,siademásganarásplata.Yelviejoperosonrobadas,Fushía,memeteránpreso,nohedevenderteesejebeniesoscueros,yFushíatodoelmundosabequetúereshonrado,¿acasoloscaucheros,losmaterosyloschunchosnotepaganencueros,en jebe y en pepitas de oro? Si le preguntaban diría sonmis ganancias, y el viejonuncatuvetantas,yFushíanotellevarástodoenunviaje,deapoquitosyayayay,denuevo, don Aquilino, las piernas, la espalda, Fushía ayayay. Y don Aquilino noquiero,loschunchossequejaríantardeotemprano,vendríalapolicía,ylospatronesnoseibanarascarloshuevosmientraséllesmadrugabaelnegocio,yFushíashapras,aguarunasyhuambisassematanentreellos,¿noseodiaban?,anadieseleocurriría

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quehabíacristianosmetidosenesto,yelviejo,no,deningunamanera,yFushíasellevaría lejos la mercadería, bien escondida, Aquilino, la venderás a los mismoscaucherosmásbaratayestaránfelices.YelviejoporfinaceptóyFushíaporprimeravezlepasabaesto,Lalita,dependerdelahonradezdeuncristiano,sielviejoquieremeensarta,vendíatodoyseembolsillabalaplata,sabequeestoypresoacá,yhastapuede rematarla diciendo a la policía ese que buscan está en una islita, Santiagoarriba.DemorócercadedosmesesyFushíamandabaremeroshastaelMarañónyloshuambisasvolvíannohay,noestá,noviene,eseperro,yunatardeseaparecióbajounaguaceroenlabocadelcañoytraíaropa,comida,machetesyquinientossoles.YLalita¿podíaabrazarlo,besarlocomoasupadre?,yFushíanuncahabíavisto,viejo,qué honrado, no olvidaría, Aquilino, cómo te portas conmigo, él en su lugar seescapabaconlaplatayelviejotúnotienesalma,paraélvalíamáslaamistadqueelnegocio, el agradecimiento, Fushía, por ti dejé de ser el perro deMoyobamba, elcorazón no olvidaba, ayayay, ayayay, y don Aquilino había empezado de veras,Lalita,puja,pujaparaquenoseahoguesaliendo,pujacontoditatualma,grita.Teníaelcuchilloenlamanoyellareza,ayayay,FushíaydonAquilinoibaasobarlaperopuja,puja,Fushíaacercóelmecheroymiraba,elviejoconsuélalaunpoco,agárralelamano,hombre,yellaqueledieranagua,selerompían,quelaVirgenlaayudara,que el Cristo de Bagazán la ayudara, santo, santo, que le prometía y Fushía aquítienesagua,nogritestantoycuandoLalitaabriólosojosFushíamirabaelpetateydonAquilinoteestoysecandolaspiernas,Lalita,yapasótodo,¿vistequérápido?YFushíasí,viejo,esmacho,pero¿estávivo?,nosemuevenirespira.DonAquilinoseagachó,lolevantódelpetateyeraoscuroygrasosocomounmonitoylosacudióyélchilló, Lalita, míralo, cuántomiedo por gusto y que se durmiera ahora, y ella sinustedmehubieramuerto,queríaquesuhijosellameAquilino,yFushíaqueseaporlaamistadperoquénombremás feo,donAquilino¿yFushía?Yél raro serpadre,viejo, habrá que festejar un poco, y don Aquilino descansa, muchacha, ¿queríatenerlo?,tenlo,estabasucio,límpialounpoco.DonAquilinoyFushíasesentaronenel suelo, tomaban aguardiente a pico de botella y afuera seguían los ruidos, loshuambisas,elaguaruna,Pantacha,elprácticoNievesestaríanvomitandoyelcuartoardíademaripositas, loscocuyosrebotabancontra lasparedes,quiénhubieradichoquenaceríatanlejosdeIquitos,enelmontecomoloschunchitos.

La orquesta nació donde Patrocinio Naya. El joven Alejandro y el camioneroBolas ibanaalmorzarallí,encontrabanadonAnselmoqueseestaba levantandoy,mientrasPatrociniococinaba,lostresseponíanaconversar.Dicenqueeljovenfueelprimeroenhacersesuamigo;él,queera tansolitariocomodonAnselmo, tambiénmúsico y triste, vería en el viejo un alma gemela. Le contaría su vida, sus penas.Despuésdecomer,donAnselmocogíaelarpa,elJovenlaguitarraytocaban:Bolasy

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Patrocinio los oían, se emocionaban, aplaudían. A veces, el camionero losacompañaba tocando cajón. Don Anselmo aprendió las canciones del Joven ycomenzóadecir«esunartista,elmejorcompositormangache»,yAlejandro«nohayarpista como el viejo, nadie lo gana», y lo llamabamaestro. Los tres se volvieroninseparables.ProntocorriólavozenlaMangacheríaquehabíaunanuevaorquestay,a eso delmediodía, lasmuchachas venían a pasear en grupo frente a la choza dePatrocinioNayaparaescucharlamúsica.TodasmirabanalJovenconojoslánguidos.Yun buen día se supo queBolas había dejado laEmpresaFeijó, donde estuvo dechoferdiezaños,paraserartista,igualasusdoscompañeros.

En ese tiempoAlejandro era joven de verdad, tenía el pelo retinto,muy largo,crespo,lapielpálida,losojoshondosydesconsolados.Eradelgadocomounacañitaylosmangachesdecían«nosetropiecenconél,alprimerencontrónmuere».Hablabapoco y despacio, no era mangache de nacimiento sino de elección, como donAnselmo,Bolasytantosotros.Habíasidodefamiliaprincipal,nacidoenelMalecón,educado en el Salesiano y estaba por viajar a Lima para entrar a la universidad,cuandounamuchachadebuenafamiliasefugóconunforasteroquepasóporPiura.El joven se cortó las venas y estuvomuchosdías en el hospital, entre la vida y lamuerte. Salió de allí decepcionado del mundo y bohemio: pasaba las noches enblanco,bebiendo,jugandoalascartascongentedelopeor.Hastaquesufamiliasecansódeél,loechóy,comotantosdesesperados,naufragóenlaMangacheríayaquíse quedó. Comenzó a ganarse la vida con la guitarra, en la chichería deAngélicaMercedes,parientedelBolas.Asíconocióalcamionero,asísehicieronhermanos.EljovenAlejandrotomabamucho,peroelalcoholnoloincitabaapelearniaenamorar,sóloacomponercancionesyversosquereferíansiempreunadecepciónyllamabanalasmujeresingratas,traidoras,insinceras,ambiciosasycastigadoras.

DesdequesehizoamigodelBolasydel jovenAlejandro,elarpistacambiódecostumbres. Se volvió hombre dulce y su vida pareció ordenarse.Ya no ambulabacomounalmaenpenatodoelsantodía.EnlasnochesibadondeAngélicaMercedes,el Joven lo urgía a tocar y hacían dúos. Bolas entretenía a los parroquianos conanécdotasdesusviajesy,entrepiezaypieza,elviejoyelguitarristasereuníanconBolasenunamesa,bebíanuntrago,charlaban.YcuandoBolasestabachispado,losojos llenosde estrellas, se sentaba anteun cajóno cogíauna tablay les llevaba elcompás, hasta cantaba con ellos y su voz, aunque ronca, no sonaba mal. Era unhombrónelBolas:espaldasdeboxeador,manosenormes,frenteminúscula,unabocacomounembudo.En lachozadePatrocinioNaya,donAnselmoyelguitarrista leenseñaronatocar,leafinaroneloídoylasmanos.Losmangachesespiabanentrelascañas,veíanenfurecersealarpistacuandoBolasperdíaelcompás,olvidabalaletraosoltaba un gallo, y escuchaban al Joven Alejandro instruir melancólicamente alcamionero sobre las misteriosas frases de sus canciones: ojos de rosicler, celajes

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rubiosdeamanecer,venenoqueregasteundía,malvadamujer,contuquerer,enmidolidocorazón.

Eracomosilacercaníadeesosdosjóvenes,hubieradevueltoadonAnselmoelgustodelavida.Yanadieloencontrabadurmiendoapiernasueltaenlaarena,yanoandaba como los sonámbulos, y hasta su odio contra los gallinazos disminuyó.Siempreibanjuntoslostres,elviejoentreelJovenyBolas,abrazadoscomochurres.Don Anselmo parecía menos sucio, menos harapiento. Un día los mangaches lovieronestrenarunpantalónblanco,ycreyeronqueeraregalodeJuanaBaura,odealgunodeesosviejosprincipalesquealencontrarloenunachicheríaloabrazabanyle invitaban un trago, pero había sido un obsequio de Bolas y el Joven por laNavidad.

Fue por esa época que Angélica Mercedes contrató a la orquesta de maneraformal. Bolas se había conseguido un tambor y unos platillos, los manejaba conhabilidadyera incansable:cuandoel jovenyelarpistaabandonabanelrincónparamojarseloslabiosyentonarelcuerpo,Bolasseguía,ejecutabasolos.Talvezfueraelmenos inspirado de los tres, pero era el más alegre, el único que se permitía decuandoencuandounacancióndehumor.

De noche tocaban donde AngélicaMercedes, demañana dormían, almorzabanjuntos en casa de Patrocinio Naya y allí ensayaban en las tardes. En el ardienteverano se iban río arriba, hacia el Chipe, se bañaban y discutían las nuevascomposicionesdelJoven.Sehabíanganadoelcorazóndetodos, losmangacheslostuteaban y ellos tuteaban a grandes y chicos. Y cuando la Santos, comadrona yabortera,secasóconunmunicipal,laorquestavinoalafiesta,tocógratisyelJovenAlejandroestrenóunvalspesimistasobreelmatrimonio,queofendealamor,losecay quema. Y, desde entonces, en cada bautizo, confirmación, velorio o noviazgomangache, la orquesta tocaba infaliblemente y de balde. Pero los mangaches lescorrespondían con regalitos, invitaciones, y algunas mujeres llamaron a sus hijosAnselmo,Alejandro,hastaBolas.Lafamadelaorquestaseconsolidóyesosquesellamabaninconquistableslapropagaronporlaciudad.AcasadeAngélicaMercedesacudían principales, forasteros y, una tarde, los inconquistables trajeron a laMangachería a un blanco vestido de chasqui, que quería dar una serenata. Vino abuscaralaorquestadenoche,enunacamionetaquelevantópolvo.Peroalamediahora regresaron los inconquistables, solos: «El padre de la muchacha se calentó,llamó a los cachacos, se los han llevado a la comisaría». Los tuvieron presos unanochey,alamañanasiguiente,donAnselmo,eljovenyBolasvolvieroncontentos;habían tocado para los guardias y éstos les invitaron café y cigarrillos. Y, pocodespués,esemismoblancose robóa lamuchachade laserenata,ycuandoregresóconellaparaelmatrimonio,contratóalaorquestaparatocarenlaboda.DetodaslaschozasveníanmangachesdondePatrocinioNaya,paraquedonAnselmo,elJoveny

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Bolas pudieran ir bien vestidos. Unos prestaban zapatos, otros camisas, losinconquistablesproporcionarontrajesycorbatas.Desdeentoncesfuecostumbrequelos blancos contrataran a la orquesta para sus fiestas y sus serenatas. Muchosconjuntosmangachessedeshacíanyrehacíanluegoconnuevosmiembros,peroéstesiguió siendo elmismo, no creció ni disminuyó, y donAnselmo tenía blancos lospelos,curvalaespalda,arrastrabalospies,yeljovenhabíadejadodeserlo,perosuamistadysusociedadseconservabanintactas.

AñosdespuésmurióDomitilaYara, lasanteraquevivíafrentea lachicheríadeAngélicaMercedes,DomitilaYaralabeatasiemprevestidadenegro,rostroveladoymediasoscuras, laúnicasanteraquenacióenelbarrio.PasabaDomitilaYaray losmangaches, arrodillados, le pedían la bendición: ella musitaba unos rezos, lospersignabaenlafrente.TeníaunaimagendelaVirgen,concintasrosadas,azulesyamarillasquehacíandecabellera,yforradaenpapelcelofán.Pendíandelaimagenunasfloresdealambreyserpentinay,bajoelcorazónlacerado,seveíaunaoraciónescritaamano,encarceladaenunmarquitodelata.LaimagensemecíaenlapuntadeunpalodeescobayDomitilaYarala llevabasiempreconsigo,enalto,comoungallardete.Dondehabíapartos,muertes,enfermedades,desgracias,acudíalasanteraconsu imagenysus rezos.Desusdedosapergaminados,colgabahastaelsuelounrosariodecuentasenormescomocucarachas.DecíanqueDomitilaYarahabíahechomilagros,quehablabaconsantosy,en lasnoches, seazotaba.EraamigadelpadreGarcíaysolíanpasearjuntos,lentosysombríos,porlaplazuelaMerinoylaavenidaSánchez Cerro. El padre García vino al velorio de la santera. No podía entrar, aempellonesapartabaalosmangachesamontonadosfrentealachoza,yyarenegabacuandoconsiguióllegaralumbral.Vioentoncesalaorquesta,tocandotristesjuntoalamuerta.Seenloqueció:desfondóeltambordeBolasdeunpatadónytambiénquisoromperelarpayarrancarlascuerdasdelaguitarra,y,mientrastanto,adonAnselmo,«pestedePiura»,«pecador»,«fueradeaquí».«Peropadre»,balbuceabaelarpista,«letocábamosenhomenaje»,yelpadreGarcía«profananunacasa limpia»,«dejenenpazaladifunta».Ylosmangachesacabaronporexasperarse,noerajusto,insultabaalviejoporlaspuras,nopermitían.Yalfinentraronlosinconquistables,alzaronenpeso al padre García y las mujeres pecado, pecado, todos los mangaches secondenarían. Lo llevaron hasta la avenida, debatiéndose en el aire como unatarántula, y los churres que gritaban «quemador, quemador, quemador». El padreGarcíanovolvióapisarlaMangacheríay,desdeentonces,hablaenelpúlpitodelosmangachescomomodelosdemalosejemplos.

La orquesta siguió mucho tiempo donde Angélica Mercedes. Nadie hubieracreído que un día se iría a tocar a la ciudad. Pero así fue y, al principio, losmangaches censuraron esa deserción. Después comprendieron que la vida no eracomo la Mangachería, cambiaba. Desde que comenzaron a abrirse casas de

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habitantas, las propuestas llovían sobre la orquesta y hay tentaciones que no seresisten.Además,aunquesefuerana tocaraPiura,donAnselmo,elJovenyBolassiguieronviviendoenelbarrioytocandogratisentodaslasfiestasmangaches.

Esta vez se puso feodeveras: la orquesta dejóde tocar, los inconquistables sequedaron inmóviles en la pista, sin soltar a sus parejas,mirando a Seminario y elJovenAlejandrodijo:

—Ahí comenzó verdaderamente la desgracia, porque ahí salieron a relucir loscachorritos.

—¡Borracho!—gritó laSelvática—.Losprovocaba todoel tiempo.Bienhechoquesemuriera.¡Abusivo!

El sargento soltó a la Sandra, dio un paso, ¿creía que estaba hablando a sussirvientes,señor?,ySeminario,atorándose,asíqueeresrespondoncito, tambiéndiounpaso,¡sopedazode!,otro,suformidablesiluetaondulóenlastablasbañadasdeluzazul,verdeyvioletaysedetuvodegolpe,lacarallenadeasombro.LacarcajadadelaSandrasevolvióchillido.

—Lituma lo estaba apuntando con la pistola—dijo la Chunga—. La sacó tanrápidoquenadiesediocuenta,comounjovencitoenlasdecowboys.

—Teníaderecho—balbuceólaSelvática—.Nopodíarebajarsemás.Inconquistables y habitantas se habían corrido hacia el bar, el sargento y

Seminariosemedíanconlosojos.ALitumanolegustabanlosmatones,señor,nolehacían nada y él los trataba como a sirvientes. Lo sentía, pero no se iba a poder,señor.

—Nomeecheselhumoalacara,Bolas—dijolaChunga.—¿Yéltambiénsacósurevólver?—dijolaSelvática.—Sólosepasabalamanoporlacartuchera—dijoelJoven—.Lehacíacariños

comoauncachorrito.—¡Teníamiedo!—exclamólaSelvática—.Litumalebajóloshumos.—Creíqueyanohabíahombresenmitierra—dijoSeminario—.Quetodoslos

piuranossehabíanamujeradoyamariconado.Perotodavíaquedaestecholo.AhorasólotefaltaverquiénesSeminario.

—Por qué tendrán siempre que pelearse, por qué no pueden vivir en paz ydisfrutarjuntos—dijodonAnselmo—.Quélindaseríalavida.

—Quién sabe,maestro—dijo el joven—.A lomejor sería aburridísima ymástristequeahora.

—Lehasquitadotodaslasgraciasdeunasola,primo—dijoelMono—.¡Bravo!—Peronotefíes,coleguita—dijoJosefino—.Alaprimeraquetedescuidessaca

surevólver.—Nosabesquiénsoy—repetíaSeminario—.Poresoteempalas,cholito.

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—Ustedtampocosabequiénsoyyo—dijoelsargento—.SeñorSeminario.—Sinotuvierasesapistola,noseríastanempalado,cholito—dijoSeminario.—Lacosaesquelatengo—dijoelsargento—.Yamínadiemetratacomoasu

sirviente,señorSeminario.—Y entonces la Chunga vino corriendo y se les puso en medio. ¡Eres más

valiente!—dijoelBolas.—¿Yustedesporquénolaatajaron?—lamanodelarpistahizounatentativapara

tocar a laChunga, pero ella se replegó en el asiento y los dedos del viejo sólo larozaron—.Estabanarmados,Chunguita,erapeligroso.

—Ya no, porque habían comenzado a discutir—dijo la Chunga—. Uno vieneaquíadivertirse,nadadepeleas.Haganlaspaces,venganalmostrador,tómenseunacerveza,lacasainvita.

ObligóaLitumaaguardarelrevólver,hizoqueseestrecharanlamanoylosllevóalbar,cogidosdelbrazo,debíadarlesvergüenza,seportabancomochurres,¿sabíaloqueeran?,unpardecojudos,aver,aver,aquenosacabansuspistolitasylamatabana ella y ellos se rieron, Chunga, Chunguita, mamita, reinita cantaban losinconquistables.

—¿Se pusieron a tomar juntos a pesar de los insultos? —dijo la Selvática,asombrada.

—¿Te lamentas por lo que no se balearon de una vez?—dijo elBolas—.Quémujeres,cómolesgustalasangre.

—PerosilaChungaloshabíainvitado—dijoelarpista—.Nopodíandesairarla,muchacha.

Bebían acodados en el mostrador, muy amigos, y Seminario le pellizcaba loscachetes a Lituma, era el último macho de su tierra, cholito, todos los demásrosquetes, cobardes, la orquesta inició un vals y el racimo humano del bar sedesgranó,inconquistablesyhabitantasinvadieronlapistadebaile,Seminariolehabíaquitado el quepí al sargento y se lo probaba, ¿qué tal se veía, Chunga?, no tanhorriblecomoestecholo,seguro,peronoteenojes.

—Seráunpocogordo,peronoeshorrible—dijolaSelvática.—De joven era delgado como el joven—recordó el arpista—.Yunverdadero

diablo,peortodavíaquesusprimos.—Pegarontresmesasysesentaronjuntos—dijoelBolas—.Losinconquistables,

elseñorSeminario,suamigoylashabitantas.Parecíaquetodosehabíaarreglado.—Senotabaqueeracosaforzadayquenoibaadurar—dijoelJoven.—Nadadeforzada—dijoelBolas—.EstabancontentísimosyelseñorSeminario

hastacantóelhimnodelosinconquistables.Despuésbailaronysehacíanbromas.—¿LitumabailabasiempreconlaSandra?—dijolaSelvática.—Yanomeacuerdoporquécomenzaronadiscutirdenuevo—dijolaChunga.

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—Poresodelahombría—dijoelBolas—.Seminarioestabadalequedaleconeltema,queyanohabíahombresenPiura,ytodoparaalabarasutío.

—NohablesmaldeChápiroSeminarioqueeraungranhombre,Bolas—dijoelarpista.

—EnNarihualá se cargó a tres ladrones a puñetazo limpio y los trajo a Piuraamarradosdelpescuezo—dijoSeminario.

—Apostóconamigosquetodavíapodíaysevinoaquíyganólaapuesta—dijolaChunga—.Almenos,esloquedijolaAmapola.

—Nohablomaldeél,maestro—dijoelBolas—.Peroyaresultabacargante.—Unpiurano tangrande comoel almiranteGrau—dijoSeminario—.Vayan a

Huancabamba,Ayabaca,Chulucanas,detodaspartessalencholasorgullosasdehaberdormidoconmitíoChápiro.Tuvolomenosmilbastardos.

—¿Noseríamangache?—dijoelMono—.Enelbarriohaymuchostiposasí.YSeminariosepusoserio,tumadreserámangache,yelMonoporsupuestoya

mucha honra, y Seminario, furibundo, Chápiro era un señor, sólo iba a laMangacheríadecuandoencuando,atomarchichayatirarseunazambita,yelMonodiounmanotazo en lamesa: ya estabaofendiendodenuevo, señor.Todo ibamuybien, como entre amigos, y de repente él comenzaba a insultar, señor, a losmangacheslesdolíaquehablaranmaldelaMangachería.

—Siempreseveníadefrentedondeustedelviejecito,maestro—dijoelJoven—.Conquésentimientoloabrazaba.Parecíaelencuentrodedoshermanos.

—Nos conocimos hace muchísimo tiempo—dijo el arpista—. Yo lo quería aChápiro,mediounapenaenormecuandosemurió.

Seminarioseparó,eufórico:quelaChungacerraralapuerta,estanocheseríanlosdueños, sus rozosestabancargados,quevinieraelarpistaahablardeChápiro,quéesperaban,cargadosdealgodón,quetrancaranlapuerta,élpagaba.

—Yalosclientesqueveníanatocar,losespantabaelsargento—dijoelBolas.—Ésafuelaequivocación,nodebieronquedarsesolos—dijoelarpista.—Nosoyadivina—dijolaChunga—.Cuandolosclientespagan,selesdagusto.—Porsupuesto,Chunguita—seexcusóelarpista—.Nolodecíaporti,sinopor

todosnosotros.Claroquenadiepodíaadivinar.—Lasnueve,maestro—dijoeljoven—.Levaahacerdaño,déjemeirabuscar

untaxideunavez.—¿Deverasqueustedymitíosetratabandetú?—dijoSeminario—.Cuéntelesa

éstosalgodeesegranpiurano,viejo,deesehombrecomonohabráotro.—Los únicos hombres que quedan, están en la Guardia Civil —afirmó el

sargento.—Se había contagiado de Seminario con los tragos—dijo el Bolas—. Dale a

hablardelahombríaéltambién.

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Elarpistacarraspeó,teníalagargantaseca,queledieranuntraguito.Josefinolellenó un vaso y donAnselmo sopló la espuma antes de beber.Quedó con la bocaabierta,respirandofuerte:loquemásllamabalaatenciónalagente,eralaresistenciadeChápiro.Yquefueratanhonrado.Seminariosepusocontento,abrazabaalarpista,quevieran,queoyeran,¿quéleshabíadicho?

—Eraunmatónyunpobrediablo,peroteníaelorgullodelafamilia—reconocióelJoven.

Seveníadelcampoensucaballo, lasmuchachassubíana la torreparaverlo,yeso que les estaba prohibido, pero a ellas Chápiro las ponía medio locas, y donAnselmobebióotro traguito,yenSantaMaríadeNievaa laschunchasel tenienteCiprianotambiénlasponíalocas,ytambiénelsargentobebiósutraguito.

—Cuando se le subía la cerveza, le daba por hablar de ese teniente—dijo laSelvática—.Leteníaadmiración.

Elmuyfaroleroveníalevantandopolvo,frenabaelcaballoylohacíaarrodillarseantelasmuchachas.ConChápiroentrabalavida,lasqueestabantristessealegraban,ylascontentasseponíanmás,yquéresistencia,subía,bajaba,mástimba,mástrago,subíadenuevo,conuna,condos,yasílanocheenterayalamanecersevolvíaasuchacra,atrabajar,sinhaberpegadounojo,eraunhombredehierro,ydonAnselmopidiómáscerveza,yunavezhizolaruletarusa,delantedeél,elsargentosegolpeóelpechoymiróalrededorcomoesperandoaplausos.Elúnico,además,que respondíasiempre al crédito, el único que le pagó hasta el último centavo, el dinero es paragastarlo decía, era el más invitador y, por calles y plazas, el mismo sermón: fueAnselmoelquetrajolacivilizaciónaPiura.Peronofueporapuesta,sóloporqueseaburría,altenienteCiprianolamontañalodesesperaba.

—Pero parece que fue de amentiras—dijo la Selvática—, que su revólver noteníabalasyquelohizosóloparaquelosguardiaslorespetaranmás.

Y elmejor de los amigos, se topó con él en la puerta delReina, lo abrazó, sehabía enterado tarde, hermano, si él hubiera estado en Piura no la quemaban,Anselmo,élponíaensusitioalcurayalasgallinazas.

—¿DequédesgraciahablabaChápiro,arpista?—dijoSeminario—.¿Dequé locompadecíaausted?

Estaballoviendoacántaros,yélaquíunoyanoeshumano,nohabíamujeresnicine,si sequedabadormidoenelmonteauno lecrecíaunárbolen labarriga,eracosteño,quesemetieranlaselvadondenoledieraelsol,selaregalaba,noaguantabamásysacóelrevólver,diodosvueltasaltamborysedisparóenlacabeza,elPesadodecíano tienebalas, es truco,pero tenía, a él le constaba: el sargento segolpeóelpechodenuevo.

—¿Una desgracia, don Anselmo? —dijo la Selvática—. ¿Algo que le pasó austed?

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—Estábamos recordando a un gran tipo, muchacha —dijo don Anselmo—.ChápiroSeminario,unviejoquesemurióhacetresaños.

—Ah,arpista,¿vecómoesunmentiroso?—dijoelMono—.NoquisocontarnosdelaCasaVerdeyahorasí.Ande,¿cómofuelodelincendio?

—Quémuchachos—dijodonAnselmo—.Quédisparates,quétonterías.—Otra vez se nos pone porfiado, viejo—dijo José—.Si ahorita nomás estuvo

hablando de la Casa Verde. ¿Adónde era que llegaba entonces el Chápiro con sucaballo?¿Quémuchachasésasquesalíanaverlo?

—Llegabaasuchacra—dijodonAnselmo—.Ylasquesalíanaverloeran lasapañadorasdelalgodón.

Golpeó lamesa, cesaron las risas, laChunga traíaotra fuentede cervezas,y eltenienteCiprianosoplóelcañodesuarma lomás tranquilo,ellos loveíanyno locreíanySeminarioestrellóunvasocontralapared:eltenienteCiprianoeraunhijodeputa,nosepodíatolerarqueestecholointerrumpieratanto.

—¿Lementólamadredenuevo?—dijolaSelvática,pestañeandomuydeprisa.—Noaél,sinoaltenienteese—dijoelJoven.—UstedennombredeltalChápiro,yoeneldeltenienteCipriano—propusoel

sargento con toda calma—. Una ruleta rusa, a ver quién es más hombre, señorSeminario.

—¿Ustedcreequeelprácticosehabráescapado,miteniente?—dijoelsargentoRobertoDelgado.

—Claro,ni tontoquefuera—dijoel teniente—.Ahorayaséporquésehizoelenfermoynovinoconnosotros.SeescaparíaapenasnosviosalirdeSantaMaríadeNieva.

—Perotardeotempranocaerá—dijoelsargentoDelgado—.Elgrancojudonosecambiódenombre,siquiera.

—El queme interesa es el otro—dijo el teniente—. El pez gordo. ¿Cómo sellama,porfin?¿Tushía?¿Fushía?

—Alomejornosabedóndeestá—{lijoelsargentoDelgado—.Alomejorselocomióunaboadeveras.

—Bueno,vamosaseguir—dijoelteniente—.Aver,Hinojosa,tráetealtipo.El soldado, quedormitaba en cuclillas arrimadocontra el tabique, se incorporó

como un autómata, sin pestañear ni responder, y salió.Apenas cruzó el umbral loempapó la lluvia, alzó lasmanos, avanzópor el fangodando traspiés.El aguaceroazotabasalvajementeelpobladoy,entrelastrombasdeaguaylasráfagasdevientosilbante, laschozasaguarunasparecíananimaleschúcaros, sargento.En laselva,eltenientesehabíavueltofatalista,todoslosdíasestabaesperandoquelomordieraunajergón, o que lo tumbaran las fiebres. Ahora se le ocurría que la maldita lluviaseguiría,yqueaquísequedaríanunmes,comoratasenunacueva.Ah,todoseestaba

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yendo al diablo con esta espera y cuando cesó su voz agria, se oyó de nuevo elchasquido del aguacero en el bosque, el minucioso gotear de los árboles y lascabañas.El claro eraunagran charca color ceniza, decenasdemanantiales corríanhaciaelbarranco,elaireyelmontehumeaban,hedían,yahíveníaHinojosa,jalandodeunasogaaunbultoquetropezabaygruñía.Elsoldadosubióasaltoslaescalerilladelacabaña,elprisionerocayódebrucesfrentealteniente.Teníalasmanosatadasalaespaldayseincorporóayudándoseconloscodos.EloficialyelsargentoDelgado,sentadosenun tablónapoyadoen loscaballetes, siguieronconversandoun rato sinmirarlo,yluegoeltenientehizounaseñaalsoldado:caféytrago,¿quedaban?,síyquesefueradondelosdemás,lointerrogaríanellossolos.Hinojosavolvióasalir.Elprisionerogoteabaigualquelosárboles,alrededordesuspieshabíayaunalagunita.Elpelolecubríalasorejasylafrente,unasojerasdezorrocircundabansusojos,doscarbonesdesconfiadosysaltones.Hilachasdepiellívidayrasguñadaasomabanentrelosplieguesdesucamisaysupantalón,tambiénenruinas,dejabaalaireunanalga.El temblor sacudía su cuerpo, Pantachita, y sus dientes castañeteaban: no se podíaquejar,lohabíancuidadocomoaniñitodepecho.Primerolohabíancurado,¿noeracierto?,despuéslodefendierondelosaguarunasquequeríanhacerlopapilla.Aversihoyseentendíanmejor.El teniente teníamuchapacienciacontigo,Pantachita,perono había que abusar tampoco. La soga abrazaba el cuello del prisionero como uncollar.ElsargentoRobertoDelgadoseinclinó,recogióelcabodelasogayobligóaPantachaadarunpasohaciaeltablón.

—En el Sepa estarás bien comido y tendrás donde dormir —dijo el sargentoDelgado—.No es una cárcel como las otras, no tiene paredes.A lomejor puedesescaparte.

—¿No esmejor eso que un balazo?—dijo el teniente—. ¿No esmejor que temandealSepaquelesdigaalosaguarunaslesregaloaPantachita,vénguenseenéldetodoslosladrones?Yahasvistoquéganastetienen.Asíquehoynotehagaslaloca.

Pantacha, la mirada evasiva y ardiente, temblaba muy fuerte, sus dienteschocabancon furiaysehabíaencogidoysumíaysacabaelestómago.El sargentoDelgado le sonrió, Pantachita, no sería tan tonto para cargar solo con tanto roboytanta muerte de chunchos ¿no? Y el teniente también sonrió: lo mejor era queacabaranrápido,Pantachita.Despuésledaríanlasyerbasquelegustabanyélmismoseharía sucocimiento¿qué tal?Hinojosaentróa la cabaña,dejó sobreel talónuntermodecaféyunabotella, salióa lacarrera.El tenientedescorchó labotellay laalargóhaciaelprisionero,queacercósurostroaella,murmurando.Elsargentodioun fuerte tirón a la soga, pendejo, y Pantacha cayó entre las piernas del teniente:todavía no, primero hablar, después chupar. El oficial cogió la soga, hizo girar lacabezadelprisionerohaciaél.Lamarañadepelosseagitó,loscarbonesseguíanfijos

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en la botella. Apestaba como el teniente nunca había visto, Pantachita, lo teníamareadosuolor,yahoraabría laboca,¿un traguito?,y jadeabaroncamente,señor,paraelfrío,seestabahelandopordentro,¿señor?,nomásunitoqueríayeltenientedeacuerdo,sóloquefueranporpartes,¿dóndesehabíaescondidoeseTushía?,todoasudebido tiempo, ¿o Fushía?, ¿dónde estaba? Pero él ya le había contado, señor,temblandodepiesacabeza,seescapóalaoscurecidaynolovieron,yparecíaquesusdientesseibanaquebrar,señor:quelepreguntaraaloshuambisas,layacumamavendría de noche decían, y entraría y se lo llevaría al fondo de la cocha. Por susmaldadessería,señor.

El teniente miraba al prisionero, la frente arrugada, los ojos deprimidos. Deprontoseladeó,subotagolpeóenlanalgadescubiertayPantachasedejócaerconungruñido.Pero,desdeelsuelo,siguiómirandooblicuamentelabotella.Eltenientejalólasoga,lagreñudacabezachocócontraelsuelodosveces,Pantachita,yaestababiende cojudeces ¿no? ¿Dónde se habíametido?Y por propia iniciativa Pantacha a laoscurecida,señor,rugió,yestrellósucabezaenelsuelootravez:despacitovendría,ysetreparíaporelbarranco,ysemeteríaensucabaña,consucolaletaparíalaboca,señor,yasíselollevaría,pobrecito,yqueledierasiquierauntraguito,señor.Asíeralayacumama,calladita,ylacochaseabriríaseguro,yloshuambisasdecíanvolveráynos tragará, y por eso se habían ido ellos también, señor, y el teniente lo pateó.Pantachacalló,sepusoderodillas:sehabíaquedadosolito,señor.Eloficialbebióuntrago del termo y se pasó la lengua por los labios. El sargento Roberto DelgadojugabaconlabotellayelPantachitaqueríaquelomandaranalUcayali,señor,rugíade nuevo y los pucheros hundían susmejillas, donde se habíamuerto su amigo elAndrés.Ahíqueríamorirseéltambién.

—Así que a tu patrón se lo llevó la yacumama —dijo el teniente, con vozcalmada.AsíqueeltenienteesunpelotudoyelPantachitapuedemeterleeldedoasugusto.Ah,Pantachita.

Incansables,fervientes,losojosdePantachacontemplabanlabotellay,afuera,elaguacerosehabíaembravecido,a lo lejosretumbabanlos truenosy losrelámpagosencendíandecuandoencuandolostechosflageladosporelagua,losárboles,elbarrodelpoblado.

—Medejósolo,señor—gritóPantacha,ysuvozseenfureció,perosumiradaerasiemprequietayarrobada—,ledidecomeryélnosalíadesuhamaca,pobrecito,ymedejóylosotrostambiénsefueron.¿Porquénocrees,señor?

—Alomejoresmentiralodelnombre—dijoelsargentoDelgado—.Noconozcoa nadie en la montaña que se llame Fushía. ¿No lo pone nervioso éste, con susdelirios?Yolepegaríaunbalazodeunavez,miteniente.

—¿Y el aguaruna? —dijo el teniente—. ¿También a Jum se lo llevó layacumama?

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—Sefue,señor—roncóPantacha—,¿yanotehedicho?Oselollevaríatambién,señor,quiénsabe.

—LotuveenmidelantetodaunatardeaeseJumdeUrakusa—dijoelteniente—,yhacíadeintérpreteelotrozamarro,yyolosoíaymetragabasuscuentos.Ah,sihubierasidoadivino.Ésefueelprimerchunchoqueconocí,sargento.

—LaculpaesdelqueeragobernadordeNieva,mi teniente,elReáteguiese—dijo el sargento Delgado—. Nosotros no queríamos soltarlo al aguaruna. Pero élordenó,yyaveusted.

—Se fue el patrón, se fue Jum, se fueron loshuambisas—sollozóPantacha—.Soloconmitristeza,señor,yunfríoterribleestoyquesiento.

—Pero a Adrián Nieves juro que lo agarro—dijo el teniente—. Se ha estadoriendoennuestrasbarbas,haestadoviviendodeloquelepagábamosnosotros.

Ytodosteníansusmujeresallá.Laslágrimascorríanentresuspelosysuspirabahondo, señor, con mucho sentimiento, y sólo había querido una cristiana, aunquefueraparahablarle,unita,yhastalashapraselahabíanllevadotambién,señor,ylabota subió, golpeó y Pantacha quedó encogido, rugiendo. Cerró los ojos unossegundos,losabrióy,mansamenteahora,mirólabotella:nomásunito,señor,paraelfrío,seestabahelandopordentro.

—Túconocesbienestaregión,Pantachita—dijoelteniente—.¿Cuántomásvaadurarestamalditalluvia,cuándopodremospartir?

—Mañana despeja, señor—balbuceó Pantacha—. Pídele a Dios y verás. Perocompadécete,dameunito.Paraelfrío,señor.

No había quien aguantara, maldita sea, no había quien aguantara y el tenientelevantólabotaperoestaveznogolpeó,laapoyóenlacaradelprisionerohastaquelamejilladePantachatocóalsuelo.ElsargentoDelgadobebióuntraguitodelabotella,luegountraguitodeltermo.Pantachahabíaseparadoloslabiosysulengua,afiladayrojiza, lamía, señor, delicadamente, uno solito, la suela de la bota, para el frío, lapuntera, señor, y algo vivaz y pícaro y servil bullía en los carbones desorbitados,¿unito?,mientrassulenguamojabaelcuerosucio,¿señor?,paraelfríoybesólabota.

—Te las sabes todas—dijo el sargentoDelgado—. Cuando no nos trabajas lamoral,tehaceslaloca,Pantachita.

—DimedóndeestáFushíayteregalolabotella—dijoelteniente—.Yademástedejolibre.Yencimatedoyunossoles.Contestaprontoomedesanimo.

PeroPantachasehabíapuestoalloriqueardenuevoytodosucuerposeadheríaalsuelodetierrabuscandocaloryerarecorridoporbrevesespasmos.

—Llévatelo—dijoel teniente—.Meestácontagiando sus locuras,yameestándandoganasdevomitar,yaestoyviendoalayacumama,ylalluviasiguedelolindo,laputadesumadre.

ElsargentoRobertoDelgadocogiólasogaycorrió,Pantachaibatrasél,acuatro

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patas, comounperro saltarín.En la escalerilla, el sargento dio ungrito y aparecióHinojosa.SellevóaPantacha,brincando,entrechorrosdeagua.

—¿Ysinoslanzamosapesardelalluvia?—dijoelteniente—.Despuésdetodolaguarniciónnoestátanlejos.

—Nos volcamos a los dosminutos,mi teniente—dijo el sargentoDelgado—.¿Nohavistocómoestáelrío?

—Quierodecirapatita,porelmonte—dijoelteniente—.Llegaremosentresocuatrodías.

—Nosedesespere,miteniente—dijoelsargentoDelgado—.Yapararádellover.Esporgusto,convénzase,nopodemosmovernosconestetiempo.Asíeslaselva,hayquetenerpaciencia.

—¡Yavandossemanas,carajo!—dijoelteniente—.Estoyperdiendountraslado,unascenso,¿notedascuenta?

—No se caliente conmigo—dijo el sargento Delgado—. No es mi culpa quellueva,miteniente.

Ellaestabasolita,siempreesperando,paraquécontarlosdías,lloverá,nolloverá,¿volveránhoydía?,todavía,esdemasiadopronto.¿Traeránmercadería?Quetraigan,Cristo deBagazán, santo, santo,mucha, jebe, pieles, que llegue donAquilino conropaycomida,¿cuántovendió?,yélbastante,Lalita,abuenprecio.YFushía,viejoquerido.Quesehicieranricos,Virgencita,santa,santa,porqueentoncessaldríandelaisla,volveríandondeloscristianosysecasarían,¿ciertoFushía?,cierto,Lalita.Yqueélcambiaraylaquisieradenuevoyenlasnoches¿atuhamaca?,sí,¿desnuda?,sí,¿lechupaba?,sí,¿legustaba?,sí,¿másquelasachuales?,sí,¿quelashapra?,sí,sí,Lalita,yquetuvieranotrohijo.Fíjese,donAquilino,¿nosemeparece?,mírelocómohacrecido,hablahuambisamejorquecristiano.Yelviejo¿sufres,Lalita?Yellaunpocoporqueyanolaquería,yél¿esmuymalocontigo?,¿tedanceloslasachuales,la shapra?Y ella cólera, donAquilino, pero eran su compañía, a falta de amigas,¿sabía?,yledabapenaqueselaspaseaPantacha,Nievesoloshuambisas,¿volveránhoydía?Peroesatardenollegaronellos,sinoJumyeralahoradelasiestacuandolashapra entró a la cabaña gritando, sacudió la hamaca y sus pulseras bailaban, susespejitos y sus sonajas y Lalita ¿ya vinieron?, y ella no, vino el aguaruna que seescapó.Lalitasalióabuscarloyahíestaba,enlapiletadelascharapas,salandounosbagres y ella Jum, dónde te fuiste, por qué, qué había hecho tanto tiempo, y élcallado,creíanquenovolverías,yélrespetuoso,Jum,lealcanzólosbagres,estotehetraído.Veníacomosefue,lacabezapelada,enlaespaldarayasdeachiotecomolatigazos,yellasalieronenexpedición,lonecesitabantanto,paraarriba,¿porquénote despediste?, hacia el lago Rimachi, ¿conocía a los muratos?, ¿son bravos?, ¿sepelearíanconelpatrónoledaríaneljebedeabuenas?,Jum.LoshuambisasfueronabuscarloyPantachaalomejorlomataron,patrón,loodianyelprácticoNievesno

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creo, ya se han hecho amigos, y Fushía son capaces, esos perros, y Jum no memataron,mefuiporahíyahoravolví,¿seibaaquedar?,sí.Elpatrónloreñiríaperono tevayas, Jum, se lepasabaprontitoy,además,¿enel fondono loestimaría?,yFushíaunpocoloco,Lalita,peroútil,unconvencedor.¿Deverasdiabloscristianos,aguaruna aj?, ¿les discurseaba?, Jum, ¿patrón cojudando,mintiendo, aj?, Lalita, sivierascómolostrabaja,losgrita,lesruega,lesbailayellossí,sí,aguarunaaj,conlasmanosylascabezas,aj,ysiemprelesdabaneljebedeabuenas.Quélesdices,Jum,cuéntamecómolosconvences,yFushíaperoundíaselomataríanyquiénmierdaloreemplazaría. Y ella ¿cierto que no quieres volver a Urakusa?, ¿odias tanto a loscristianos,cierto?,¿tambiénanosotros?,yPantachasí,patrona,porquelepegaronyNievesentoncesporquénonosmatadormidos,yFushíasomossuvenganza,yella¿ciertolocolgarondeunacapirona?,yélesloco,Lalita,nobruto,¿gritastecuandotequemaron?, y vivísimo para hacer trampas, nadie lo ganaba cazando y pescando,¿tenía mujer?, ¿la mataron?, y si no hay comida Jum se mete al bosque y traepaujiles,añujes,perdices,¿tepintaspararecordartedeloschicotazos?,yunavezlovieronmatar una chuchupe con su cerbatana,Lalita, él sabeque sus enemigos sonésos,¿cierto,Jum?,alosqueFushíadejasinmercadería,nocreasquemeayudapormilindacara.YPantachahoylovijuntoalbarranco,setocólacicatrizdelafrente,discurseaba al viento, y Fushíamejor paramí que trabaje así, la venganza nomecuestanada,yélenaguaruna,noleentendí.PorquecuandollegabalalanchadedonAquilino,loshuambisascaíandesdelaslupunasalembarcaderocomounalluviadecotos,ychillandoybrincandorecibíansusracionesdesalydeanisado,ylashachasylosmachetesqueFushíalesrepartíareflejabanojosborrachosdealegríayJumsefue,¿dónde?,porahí,yavolví,¿noquería?,no,¿unacamisa?,no,¿aguardiente?,no,¿machete?,no, ¿sal?,noyLalita elpráctico sepondrácontentoporquehasvuelto,Jum,élsíestuamigo¿no?,yélsíyellagraciasporlospescaditosperolástimaquelossalaste.YelprácticoNievesnosabíasusnombres,patrona,nolehabíadicho,doscristianosnadamás,lemetieronodiocontralospatronesydecíaquelodesgraciarony ella ¿te engañaron?, ¿te robaron?, y él me aconsejaron y ella quisiera quehabláramos, Jum, ¿por qué le volvía la espalda cuando lo llamaba?, y él callado,¿teníavergüenza?,yéltetrajeparatiylashuambisasleestabansacandolasangre,yella¿unvenadito?,yélunvenadito, respetuoso, síyLalitavamos, se locomerían,quecortaraleña,yJum¿tieneshambre?,yellamucha,mucha,desdequesefueronnocomíacarne,Jumydespuésvolvieronyellaentraalacabaña,miraalAquilino,¿nohacrecido,Jum?,yélsí,yhablabapaganomejorquecristiano,yélsí,¿yJumtenía hijos?, y él tenía pero ya no tiene, y ella ¿muchos?, y él pocos y entoncescomenzó a llover. Nubes espesas y oscuras, inmóviles sobre las lupunas, vaciaronagua negra dos días seguidos y toda la isla se convirtió en un charco fangoso, lacochaenunanieblaturbiaymuchospájaroscaíanmuertosalapuertadelacabañay

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Lalitapobres,estaránviajando,quetapenloscueros,eljebe,yFushíarápido,carajo,perros,secargabaatodos,enesaplayita,busquenunrefugio,unacuevaparahacercandelayPantachacociendosusyerbasyelprácticoNievesmascandotabacocomolos huambisas. Y Lalita ¿también le traería esta vez?, ¿collares?, ¿pulseras?,¿plumas?,¿flores?,¿laquería?,yellasielpatrónsupierayélaunquesupiera,¿enlasnoches pensaría en ella?, y él no es nadamalo, sólo un regalito porque usted fuebuenacuandoestuveenfermo,yellaes limpio, educado, sequitael sombreroparasaludarme, y que Fushía no me insulte tanto, ¿era granujienta?, podía vengarseFushía, los ojos del práctico se vuelven calientes cuando paso cerca, ¿soñaba conella?, ¿quería tocarla?, ¿abrazarla?, desnúdate, métete a mi hamaca, ¿que ella lobesara?,¿enlaboca?,¿enlaespalda?,santo,santo,quevuelvanhoydía.

Aparecieronese añomillonario: los agricultores celebrabanmañanay tarde susdocecargasdealgodón,yenelCentroPiuranoyenelClubGrausebrindabaconchampagnefrancés.Enjunio,paraelaniversariodelaciudad,yenlasFiestasPatrias,hubo corso, bailes populares, media docena de circos levantaron sus carpas en elarenal.Losprincipalestraíanorquestaslimeñasparasusbailes.Fuetambiénañodeacontecimientos: laChunga comenzó a trabajar en el barcitodeDoroteo,murieronJuanaBaurayPatrocinioNaya,elPiuraentrócaudaloso,nohuboplagas.Voraces,enenjambres,caíansobrelaciudadlosagentesviajeros,loscorredoresdealgodón,lascosechas cambiaban de dueño en las cantinas. Aparecían tiendas, hoteles, barriosresidenciales.Yundíacorriólavoz:«Cercadelrío,detrásdelcamalhayunacasadehabitantas».

Noeraunacasa,sóloun inmundocallejóncerradoalexteriorporunportóndegaraje, con cuartitos de adobe en las márgenes; una lamparilla roja iluminaba lafachada.Alfondo,entablonestendidossobrebarriles,estabaelbarylashabitantaseranseis:viejas,blandas,forasteras.«Hanvuelto»,decíanlosbromistas,«sonlasqueno se quemaron».Desde el principio, la Casa del Camal fuemuy concurrida. SuscontornossevolvieronmasculinosyalcohólicosyenEcosyNoticias,ElTiempoyLaIndustriaaparecieronsueltosalusivos,cartasdeprotesta,exhortosalasautoridades.Y entonces surgió, inesperadamente, una segunda casa de habitantas, en plenoCastilla; noun callejón, sinoun chalet, con jardínybalcones.Desmoralizados, lospárrocosylasdamasquerecogíanfirmaspidiendolaclausuradelaCasadelCamal,desistieron.SóloelpadreGarcía,desdeelpúlpitode la iglesiade laplazaMerino,destempladoytenaz,seguíareclamandosancionesypronosticandocatástrofes:«Dioslesregalóunbuenaño,ahoravendrántiemposdevacasflacasparalospiuranos».Peronoocurrióasíyelañosiguientelacosechadealgodónfuetanbuenacomolaanterior.Envezdedos,habíaentoncescuatrocasasdehabitantasy,unadeellas,apocascuadrasdelacatedral,lujosa,másomenosdiscreta,conblancas,nodeltodo

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madurasy,alparecer,capitalinas.YesemismoañolaChungayDoroteosepelearonabotellazosy,enlapolicía,

papelesa lamano,ellademostróqueera laúnicadueñadelbarcito.¿Quéhistoriahabíadetrás,quémisteriosostráficos?Entodocaso,desdeentonceslapropietariafuelaChunga.Administrabaellocalamableyfirmemente,sabíahacerserespetardelosborrachos. Era una joven sin formas, de escaso humor, de pielmás bien oscura ycorazónmetalizado. Se la veía detrás delmostrador, los cabellos negros pugnandopor escapar de una redecilla, su boca sin labios, sus ojosmirándolo todo con unaindolencia que desanimaba la alegría. Usaba zapatos sin taco, medias cortas, unablusaquetambiénparecíadehombreynuncasepintabaloslabiosnilasuñas,niseponíacoloreteenlasmejillas,pero,apesardesusvestidosymaneras,teníaalgomuyfemeninoen suvoz, auncuandodecía lisuras.Susmanosgruesasy cuadradas conigual facilidad levantabanmesas, sillas, descorchaban botellas o cacheteaban a losatrevidos.Decían que era áspera y de alma dura por los consejos de JuanaBaura,quien lehabría inculcadoladesconfianzahacia loshombres,elamoraldineroy lacostumbredelasoledad.Cuandofalleciólalavandera,laChungalehizounsuntuosovelorio:licorfino,caldodepollo,cafétodalanocheyadiscreción.Ycuandoentrólaorquesta a la casa, el arpista a la cabeza, los que velaban a JuanaBaura espiaron,rígidos,losojosllenosdemalicia.PerodonAnselmoylaChunganoseabrazaron,ellaleextendiólamanocomoaBolasyaljoven.Loshizopasar,losatendióconlamismacortesíadistantequealosdemás,escuchóconatencióncuandotocarontristes.Se la notaba dueña de símisma y su expresión era adusta peromuy tranquila. Elarpista,encambio,parecíamelancólicoyconfuso,cantabacomosirezaracuandounchurre vino a decir que en laCasa del Camal se impacientaban, la orquesta debíacomenzar a las ocho y eran las diez pasadas. Muerta Juana Baura, decían losmangaches, la Chunga vendrá a vivir con el viejo a laMangachería. Pero ella semudóalbarcito,cuentanquedormíaenuncolchóndepajabajoelmostrador.EnlaépocaenquelaChungayDoroteosesepararon,yellaseconvirtióenpropietaria,laorquestadedonAnselmoyanotocabaenlaCasadelCamal,sinoenladeCastilla.

ElbarcitodelaChungahizorápidosprogresos.Ellamismapintólasparedes,lasdecoró con fotografías y estampas, cubrió la mesas con hules de florecitasmulticolores y contrató una cocinera. El barcito se convirtió en restaurante deobreros,camioneros,heladerosymunicipales.Doroteo,despuésdelaruptura,sefuea vivir aHuancabamba.Años después volvió a Pinta y, «cosas que tiene la vida»decía la gente, terminó de cliente del barcito. Sufriría viendo los adelantos de eselocalquehabíasidosuyo.

Peroundíaelbar-restaurantecerrósuspuertasy laChungasehizohumo.Unasemana después volvió a la barriada capitaneando una cuadrilla de operarios queecharonabajolasparedesdeadobeylevantaronotrasdeladrillo,pusieroncalaminas

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eneltechoyabrieronventanas.Activa,sonriente,laChungaestabatodoeldíaenlaobra, ayudaba a los trabajadores y los viejos, muy excitados, cambiaban miradaslocuaces, retrospectivas,«la está resucitando, hermano», «de tal palo tal astilla»,«quienloheredanolohurta».EnesetiempolaorquestayanotocabaenlaCasadeCastilla,sinoenladelbarriodeBuenosAires,yaliralláelarpistapedíaalBolasyelJovenAlejandroquehicieranunaltoen labarriada.Subíanporelarenaly,ante laobra,elviejo,yacasiciego,¿cómovaeltrabajo?,¿pusieronlaspuertas?,¿sevebiendecerca?, ¿aqué separece?Suansiedady suspreguntasdenotabanciertoorgullo,que losmangachesestimulabanconbromas:«Qué tal laChunguita,arpistq senoshacerica,¿violacasaqueestáconstruyendo?».Élsonreíagustosopero,encambio,cuandolosviejosrijososlesalíanalencuentro,«Anselmo,noslaestáresucitando»,elarpistasehacíaelperplejo,elmisterioso,eldesentendido,nosénada, tengoqueirme,dequémehablan,cuálCasaVerde.

Elairedecididoypróspero,lospasosfirmes,unamañanalaChungasepresentóen la Mangachería y avanzó por las polvorientas callejuelas preguntando por elarpista. Lo encontró durmiendo, en la choza que había sido de Patrocinio Naya.Tendidoenuncamastro,elbrazoterciadosobreelrostro,elviejoroncabayteníalosvellos blancos del pecho mojados de sudor. La Chunga entró, cerró la puerta y,entretanto,sepropagóelrumordeestavisita.Losmangachesveníanapasearporlavecindad,mirabanentrelascañas,pegabanlasorejasalapuerta,secomunicabansusdescubrimientos.Unratodespués,elarpistasalióalacalleconrostromeditabundo,nostálgico,ypidióaloschurresquellamaranaBolasyaljoven;laChungasehabíasentado en el camastro y estaba risueña. Luego, llegaron los amigos del viejo, lapuertavolvióacerrarse,«noesunavisitaalpadresinoalmúsico»,murmurabanlosmangaches,«laChungaquierealgoconlaorquesta».

Permanecieron en la choza más de una hora y, cuando salieron, muchosmangaches se habían marchado, aburridos de esperar. Pero los vieron, desde laschozas. El arpista iba otra vez como sonámbulo, tropezándose, haciendo eses,boquiabierto.EljovenparecíacortadoylaChungaledabaelbrazoalBolasyselanotaba contenta y habladora. Fueron dondeAngélicaMercedes, comieron piqueos,despuéseljovenyBolastocaronycantaronalgunascomposiciones.Elarpistamirabael techo, se rascaba las orejas, su cara cambiaba a cada momento, sonreía, seentristecía. Y cuando la Chunga partió, los mangaches los rodearon, ávidos deexplicaciones.DonAnselmo seguía ido, embobado, el joven encogía los hombros,sólo el Bolas contestaba las preguntas. «No puede quejarse, viejo», decían losmangaches, «es un buen contrato, y, además, tendrá todas las gangas trabajandoparalaChunguita¿tambiénlapintarádeverde?».

—Estaba borracho y no lo tomamos en serio —dijo el Bolas—. El señorSeminarioserióconburla.

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Peroelsargentohabíasacadoelcachorritootravez,loagarrabadelacachaydelapuntayhacíafuerzasparaabrirlo.Asualrededortodoscomenzaronamirarseyareír sin ganas, a moverse en sus asientos, súbitamente incómodos. Sólo el arpistaseguíabebiendo,¿unaruletitarusa?,asorbitos,quéeraeso,muchachos.

—Unacosaparaprobarsiloshombressonhombres—dijoelsargento—;yavaaver,viejo.

—MedicuentaqueeraenserioporlatranquilidaddeLituma—dijoelJoven.Lacaracaídahacialamesa,Seminarioestabamudoyrígidoysusojos,siempre

pendencieros,ahoraparecían tambiéndesconcertados.Elsargentohabíaabiertoporfin el revólver y sus manos sacaban los cartuchos, los ordenaban, verticales,paralelos,entrevasos,botellasycenicerosatestadosdecolillas.LaSelváticasollozó.

—Amí,másbien,meengañóconsutranquilidad—dijolaChunga—;sino, lehabríaarrancadolapistolacuandoladescargaba.

—Quétepasa,cachaco—dijoSeminario—,quégraciassonésas.TeníalavozpartidayelJovenasintió,sí,estavezselehabíanquitadotoditoslos

humos. El arpista dejó su vaso en la mesa, husmeó el aire, inquieto, ¿estabanpeleando de veras, muchachos? Que no fueran así, que siguieran conversandoamigablemente de Chápiro Seminario. Pero las habitantas huían de la mesa, Rita,Sandra, Maribel, brincando, Amapola, Hortensia, chillando como pajaritos, y,apiñadas junto a la escalera, siseaban, abrían losojos, asustadísimas.ElBolasy elJovencogieronalarpistadelosbrazos,lollevaroncasienelairehastaelrincóndelaorquesta.

—Por qué no le hablaron—balbuceó la Selvática—. Si le dicen las cosas debuenasmaneras,élentiende.Porquénotrataronalmenos.

LaChungatrató,queguardaraesapistola,aquiénqueríameterlemiedo.—Túhasoídocómomementólamadreenantes,Chunguita—dijoLituma—,y

tambiénaltenienteCiprianoquenisiquieraconoce.Vamosaversilosmentadoresdemadretienensangrefríaybuenpulso.

—Quétepasa,cachaco—aullóSeminario—,porquétantoteatro.YJosefinolointerrumpió:erainútilquedisimulara,señorSeminario,¿paraqué

hacerse el borracho?, que confesara que tenía miedo, y se lo decía con todo elrespeto.

—Y también el amigo trató de atajarlos—dijo el Bolas—. Vámonos de aquí,hermano,notemetasenlíos.PeroSeminarioyasehabíaenvalentonadoylediounmanotón.

—Yamíotro—protestó laChunga—.Suelte,qué lisura, conchade sumadre,¡suelte!

—Marimachodemierda—dijoSeminario—.Zafaoteagujereo.Litumateníacogidoelrevólverconlapuntadelosdedos,elpanzudotamborde

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cincoorificiosantesusojos,suvozeraparsimoniosa,didáctica:primerosemirabasiestabavacío,esdecirsinosequedóunabalaadentro.

—No nos hablaba a nosotros sino al cachorrito —dijo el Joven—. Daba esaimpresión,Selvática.

YentonceslaChungaselevantó,cruzólapistadebailecorriendoysaliódandounterribleportazo.

—Cuando se los necesita nunca aparecen —dijo—; tuve que ir hasta elmonumentoGrauparaencontrarunpardecachacos.

El sargento tomó una bala, la alzó con delicadeza, la expuso a la luz de labombilla azul. Había que coger el proyectil e introducirlo en el arma y el Monoperdió los controles, primo, que ya bastaba, que se fueran de una vez a laMangachería,primo,y lomismoJosé,casi llorando,queno jugaraconesapistola,quehicieranloquedijoelMono,primo,quesefueran.

—Nolesperdonoquenomecontaranloqueestabasucediendo—dijoelarpista—.LosgritosdelosLeónydelasmuchachasmeteníanenpindingas,peronomeimaginénunca,yocreíaqueseestaríantrompeando.

—Quién atinaba a nada, maestro—dijo el Bolas—. Seminario también habíasacadosucachorrito,selopaseabaaLitumaporlacarayestábamosesperandoqueencualquiermomentoseescaparauntiro.

Lituma tan tranquilo, siempre, y el Mono no los dejen, párenlos, iba a haberdesgracia,usteddonAnselmo,aélleharíancaso.ComolaSelvática,RitayMaribelestaban llorando, la Sandra que pensara en sumujer, y José en el hijo que estabaesperando,primo,noseasporfiado,vámonosalaMangachería.Deungolpeseco,elsargentojuntólacachayelcaño:secerrabaelarma,calmosa,confiadamente,ytodoestálisto,señorSeminario,quéesperabaparaprepararse.

—Como esos enamorados que uno les habla y les habla y es de balde porqueandanenlaluna—suspiróelJoven—.ALitumaloteníaembrujadoelcachorrito.

—Y él nos tenía embrujados a nosotros —dijo el Bolas—, y Seminario leobedecíacomosucholito.ApenasLitumaleordenóeso,abriósurevólverylesacótodaslasbalasmenosuna.Letemblabanlosdedosalpobre.

—Elcorazónlediríaqueibaamorir—dijoelJoven.—Yaestá,ahoraapoyelamanoeneltamborsinmirar,ydélevueltasparaqueno

sepadóndeestálabala,vueltasatodavela,comounaruleta—dijoelsargento—.Poresosellamaasí,arpista,¿sedacuenta?

—Bastadepalabrería—dijoSeminario—.Empecemos,cholodemierda.—Cuatrovecesquemeinsulta,señorSeminario—dijoLituma.—Daba escalofríos la manera como hacían girar el tambor—dijo el Bolas—.

Parecíandoschurresenrollandountrompo.—Yavescómoson lospiuranos,muchacha—dijoel arpista—. Jugarse lavida

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porpuroorgullo.—Quéorgullo—dijolaChunga—.Porborrachosyparafregarmelavida.Lituma soltó el tambor, había que sortear para ver quién comenzaba, pero qué

importa,élloconvidóasíquealzólapistola,letocaba,pusolabocadelcañoensusien, se cierra los ojos y cerró los ojos, y se dispara y apretó el gatillo: tac y uncastañeteo de dientes. Se puso pálido, todos se pusieron pálidos y abrió la boca ytodosabrieronlaboca.

—Cállate,Bolas—dijoeljoven—.¿Novesqueestállorando?Don Anselmo acarició los cabellos de la Selvática, le alcanzó su pañuelo de

colores,muchacha,quenollorara,erancosaspasadas,yaquéimportaban,yelJovenencendióuncigarrilloy se loofreció.El sargentohabía colocadoel revólver en lamesayestababebiendo,despacio,deunvasovacío,sinquenadieseriera.Sucaraparecíasalidadelagua.

—Nada,noseagite—suplicabaeljoven—.Levaahacerdaño,maestro,lejuroquenopasónada.

—Mehashechosentirloquenuncahesentido—tartamudeóelMono—.Ahorateloruego,primo,vámonos.

Y José, como despertando, esto quedaría, primo, qué grande se había hecho,desde laescaleraseelevóelzumbidode lashabitantas,ululó laSandra,el jovenyBolas cálmese,maestro, quédese tranquilo, y Seminario sacudió lamesa, silencio,iracundo,carajo,esmiturno,cállense.

Levantóelrevólver,lopegóalasien,nocerrólosojos,supechoseinfló.—Oímoseltirocuandoestábamosentrandoalabarriadaconloscachacos—dijo

laChunga—.Yelgriterío.Pateábamoslapuerta,losguardiaslaechabanabajoconsusfusilesyustedesnonosabrían.

—Acababa de morir un tipo, Chunga —dijo el joven—. Quién iba a estarpensandoenabrirlapuerta.

—SefuedebrucessobreLituma—dijoelBolas—,yconelchoquesevinieronlosdosalsuelo.ElamigosepusoagritarllamenaldoctorZevallos,peronadiepodíamoversedelsusto.Y,además,yatodoerainútil.

—¿Yél?—dijolaSelvática,muybajito.Él se miraba la sangre que le había salpicado, y se tocaba por todas partes

creyendo seguramente que era sangre, y no se le ocurría levantarse, y aún estabasentado,manoteándose,cuandoentraronloscachacos,losfusilesalamano,quietos,apuntandoatodoelmundo,nadiesemueva,silepasóalgoalsargentoverán.Peronadieleshacíacasoylosinconquistablesylashabitantascorríanatropellándoseentrelassillas,elarpistadabatumbos,atrapabaauno,quiénfue,antelaescalerayobligóaretrocederalosquequeríanescapar.LaChunga,elJovenyBolasseinclinaronsobreSeminario: boca abajo, todavía conservaba el revólver en la mano y una viscosa

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manchacrecíaentresuspelos.Elamigo,derodillas,setapabalacara,Litumaseguíapalpándose.

—Losguardiasquépasó,sargento,¿seleinsolentóytuvoquecargárselo?—dijoelBolas—.Yélcomomareado,diciendoquesíatodo.

—Elseñorsesuicidó—dijoelMono—,notenemosnadaquever,déjennossalir,nosesperannuestrasfamilias.

Perolosguardiashabíantrancadolapuertaylacustodiaban,eldedoenelgatillodelfusil,yechabansaposyculebrasporsusbocasysusojos.

—Sean humanos, sean cristianos, déjennos salir —repetía José—. Estábamosdivirtiéndonos,nonosmetimosennada.¿Porquiénquierenqueselojuremos?

—Traeunafrazadadearriba,Maribel—dijolaChunga—.Parataparlo.—Túnoperdistelacabeza,Chunga—dijoelJoven.—Despuéstuvequebotarla,lasmanchasnosalíanconnada—dijolaChunga.—Les pasan las cosas más raras —dijo el arpista—. Viven distinto, mueren

distinto.—¿Dequiénhabla,maestro?—dijoeljoven.—DelosSeminario—dijoelarpista.Teníalabocaabierta,comosifueraaañadir

algo,peronodijonadamás.—CreoqueJosefinoyanovendráabuscarme—dijolaSelvática—.Estardísimo.Lapuertaestabaabiertayporellaentrabaelsolcomounincendiovoraz,todos

los rincones del salón ardían. Sobre los techos de la barriada, el cielo aparecíaaltísimo, sin nubes, muy azul, y se veía también el lomo dorado del arenal y loschatosyralosalgarrobos.

—Tellevamosnosotros,muchacha—dijoelarpista—.Asíteahorraseltaxi.

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Silenciosas,impulsadasporlaspértigas,lascanoassearrimanalaorillayFushía,PantachayNievessaltanatierra.Seinternanunosmetrosenlamaleza,seacuclillan,hablanenvozbaja.Entretanto, loshuambisasvaran las canoas, lasocultanbajo elramaje,borranlaspisadasdelfangodelariberay,asuvez,entranalmonte.Llevanpucunas,hachas,arcos,hacesdevirotescolgadosdelcuelloyenlacintura,cuchillosyloscañutosembreadosdelcurare.Susrostros,torsos,brazosypiernasdesaparecenbajolostatuajesy,comoparalasgrandesfiestas,sehanteñidotambiénlosdientesylas uñas. Pantacha y Nieves llevan escopetas, Fushía sólo revólver. Un huambisacambia unas palabras con ellos, luego se agazapa y, elásticamente, se pierde en elboscaje.¿Elpatrónsesentíamejor?Elpatrónnosehabíasentidonuncamal,quiéninventaba eso. Pero que el patrón no levantara la voz: los hombres se poníannerviosos. Siluetas mudas, desparramadas bajo los árboles, los huambisas otean aderechaeizquierda,susmovimientossonsobriosysóloeldestellodesuspupilasylas furtivas contracciones de sus labios revelan el anisado y los cocimientos queestuvieron bebiendo toda la noche, en torno a una fogata, en el bajío dondeacamparon. Algunos mojan en el curare los vértices forrados de algodón de losvirotes, otros soplan las cerbatanas para expulsar las escorias.Quietos, sinmirarseunos a otros, esperanmucho rato. Cuando el huambisa que partió surge como unsuavísimofelinoentrelosárboles,elsolestáyaaltoysuslenguasamarillasderritenlos trazos de huiro y de achiote de los cuerpos desnudos. Hay una complicadageografía de luces y de sombras, se ha acentuado el color de los matorrales, lascortezasparecenmásduras,másrugosas,yvienedearribaunensordecedorvoceríodepájaros.Fushíaseincorpora,hablaconelreciénllegado,vuelvedondePantachayNieves:losmuratosestáncazandoenelbosque,sólohaymujeresycriaturas,nosevejebenicueros.¿Valdrálapenair,detodosmodos?Elpatrónpiensaquesí,nuncase sabe, a lo mejor lo han escondido esos perros. Los huambisas hablan ahoracongregados en torno al recién venido. Lo interrogan sin atropellarse, conmonosílabos y él responde a media voz, apoyando sus palabras con ademanes yligerosmovimientosdecabeza.Sedividenentresgrupos,elpatrónyloscristianosseponenalfrenteyasíavanzan,sinapuro,paralelos,precedidosdedoshuambisasquevan abriendo el follaje a machetazos. La tierra murmura apenas a su paso y alcontacto de sus cuerpos las altas yerbas y las ramas se ladean con un mismochasquido,luegotrasellosseenderezanyjuntan.Continúanlamarchalargoratoy,de repente, la luz es más cruda y próxima, los rayos atraviesan oblicuamente lavegetaciónqueraleayesmásbaja,menosmonótona,másclara.Sedetieneny,aloslejos, se divisa ya el lindero del monte, un vasto claro, unas cabañas y las aguasquietasdellago.Elpatrónyloscristianosdantodavíaalgunospasosyobservan.Lascabañasseaglomeransobreunaelevacióndetierracalvaygrisáceaapocadistanciadellagoy,traselpobladoquesediríadesierto,seextiendeunaplayalisa,colorocre.

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Porelflancoderecho,unbrazodebosqueseestirayllegacasihastalascabañas:porahí,quePantachasehicieraverylosmuratosseaventaríanhaciaestelado.Pantachada media vuelta, explica, hace gestos rodeado de huambisas que lo escuchanasintiendo.Sealejanenfilaindia,agazapados,apartandolaslianasconlasmanos,yelpatrón,Nievesylosotrostornanlosojosunavezmáshaciaelpoblado.Ahoradasíntomasdevida:entrelascabañasseadivinansiluetas,movimientosyunasfigurasvan lentamente hacia el lago, en formación, con bultos a la cabeza que deben serrodetesocántaros,escoltadasporsombrasminúsculas,talvezperros,talvezniños.¿Nievesvealgo?Novejebe,patrón,peroesascosastendidassobrehorconespuedensercuerossecándosealsol.Elpatrónnoseloexplica,enlaregiónhaygomales,¿nohabránvenidoya los patrones a recoger el jebe?Esosmuratos, siempre tan flojos,difícil que semueran trabajando.Losdiálogosde loshuambisas soncadavezmásroncos,más enérgicos.En cuclillas o de pie o encaramados en los arbustos,miranfijamente las cabañas, las siluetas difuminadas de la playa, las sombras rastreras yahora sus ojos no son dóciles sino indómitos y hay en ellos algo de la codiciosatemeridadquedilata las pupilas del otorongohambriento, y hasta sus pieles tensashancobradolalustrosatersuradeljaguar.Susmanosdenotanexasperación,aprietanlas cerbatanas, palpan los arcos, los cuchillos, se golpean losmuslos, y los dientesembadurnados de huiro, limados como clavos, castañetean omordisquean bejucos,fibrasdetabaco.Fushíaselesacerca,leshablayellosgruñen,escupenysusmuecassonalavezrisueñas,beligerantes,exaltadas.JuntoaNieves,unarodillaenelsuelo,Fushíaobserva.Lasfigurasvuelvendel lago,evolucionanlánguidas,pesadas,entrelascabañasyenalgúnlugarhanencendidounafogata:unarbolitogrissubehaciaelcielobrillante.Ladraunperro.FushíayNievessemiran,loshuambisasacercanlaspucunasaloslabiosy,asomadosalosumbralesdelbosque,susojosbuscanperoelperronoaparece.Ladraderatoenrato,invisible,asalvo.¿Ysiundíaentraranyenlas cabañas estuvieran los soldados, esperándolos? ¿Nunca se le ocurrió al patrón?Esonuncaseleocurrió.Sí,encambio,yencadaviaje,quecuandoregresarana laisla, los soldados estarían apuntándolos desde el barranco. Encontrarían todoquemado,muertasalasmujeresdeloshuambisasyalapatronaselahabríanllevado.Alprincipio,aélledabaunpocodemiedo,ahorano,nadamásnervios.¿Nuncatuvomiedoelpatrón?Nuncatuvo,porquelospobresquetienenmiedosequedanpobrestoda la vida. Pero eso no le hacía, patrón, Nieves siempre había sido pobre y lapobrezanolequitabaelmiedo.EsqueNievesseconformabayelpatrónno.Habíatenidomala suerte pero pasaría, tarde o temprano pasaría al lado de los ricachos.Quién lo dudaba, patrón, él conseguía siempre lo que quería. Y una explosión devoces sacude la mañana: aullantes, súbitos, desnudos, emergen de la lengua debosqueycorrenhaciaelpoblado,gesticulandoasciendenlaladerayentrelosvelocescuerposdistantessedivisanloscalzoncillosblancosdePantacha,seoyensusgritos

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que recuerdan la sarcástica risa de la chicua y ahora ladran muchos perros y lascabañas expulsan sombras, chillidos y una tenaz agitación, una especie de hervorconmueve la ladera por donde huyen tropezando, rebotando, chocando unas conotras, figurasquevienenhacia el bosquey sedistinguen,por fin, nítidamente: sonmujeres. Los primeros cuerpos pintarrajeados han llegado a la cumbre. Detrás deNievesyFushía,loshuambisaslanzanalaridos,saltan,todoelramajevibrayyanose escucha a los pájaros. El patrón se vuelve, señala el descampado y lasmujeresfugitivas: pueden ir. Pero ellos permanecen en el sitio todavía unos segundos,estimulándoseconrugidos, jadeandoypataleandoy,depronto,unoalzalapucuna,echa a correr, cruza la angostamaleza que los separa del claro y, cuando llega alterrenodescubierto,losdemáscorrentambién,loscuelloshinchadosporlosgritos.ElprácticoyFushíalossiguenyeneldescampadolasmujeresalzanlosbrazos,miranal cielo, se revuelven, estallan en grupos y los grupos en solitarias siluetas quebrincan,vanyvienen,caenalsueloydespuésdesaparecen,unatrasotra,sumergidasporlaspielesderesplandoresnegrosyrojizos.FushíayNievesavanzanylosgritoslossiguenypreceden,parecenvenirdelpolvoluminosoqueloscercamientrassubenla ladera. En el poblado murato, los huambisas revolotean entre las cabañas,pulverizan a puntapiés los delgados tabiques, tumban a machetazos los techos deyarina, uno apedrea el vacío, otro apaga el fogón y todos se tambalean, ¿ebrios?¿Atontados?¿Muertosdefatiga?Fushíavatrasellos,lossacude,losinterroga,lesdaórdenesyPantacha,sentadoenuncántaro,sudoroso,losojossaltones,boquiabierto,señalaunacabaña indemne todavía:habíaunviejoahí.Sí,pormásqueél lesdijo,patrón, se la cortaron. Algunos huambisas se han calmado y escarban aquí y allá,pasancargadosdepieles,bolasdejebe,mantasqueamontonanenelclaro.Elgriteríosehaconcentradoahora,brotadelasmujeresacorraladasentreunesqueletodecañasytreshuambisasquelasobservaninexpresivos,aunospasosdedistancia.ElpatrónyNieves entran a la cabaña y en el suelo, entre dos hombres arrodillados, hay unaspiernascortasyarrugadas,unsexoocultoporunestuchedemadera,unvientre,untorso enclenque y lampiño de costillas que marcan la piel terrosa. Uno de loshuambisassevuelve,lesmuestralacabezaquegotea,apenasya,puntosgranates.Encambio,elboquerónabiertoentreloshombroshuesudossurtesiempre,esosperros,bocanadasintermitentesdesangreespesa,quesefijaraensuscaras.PeroNieveshasalido de la cabaña, saltando atrás como un cangrejo, y los dos huambisas nomuestranentusiasmoalgunoytienen losojoscomoentumecidos.Escuchanmudos,impasibles,aFushíaquechillayhacegestosyestrujasurevólverycuandoélcallasalendelacabañayahíestáNieves,apoyadoeneltabique,vomitando.Eramentira,noselehabíaquitadoelmiedotodavía,peroquenoledieravergüenza,acualquieraselemalograbaelestómago,esosperros.¿DequéservíaelPantacha?¿Dequéservíaque el patrón diera órdenes? Y ésos nunca aprenderían, carajo, cualquier día les

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cortabanlacabezaaellos.Peroaunquefueraatiros,carajo,apatadalimpia,carajo,esoscarajosleobedecerían.Regresanalclaroyloshuambisasseapartanytodohasidoordenadoenelsuelo:pielesdelagarto,venado,serpienteyhuangana,calabazas,collares, jebe, atados de barbasco. Siempre apiñadas y ruidosas, las mujeresrevuelvenlosojos,losperrosladranyFushíaexaminaloscuerosacontraluz,calculaelpesodeljebeyNievesretrocede,sesientaenuntroncocaídoyPantachavieneasulado.¿Seríaelbrujo?Quiénsabíapero,esosí,notratódeescaparycuandoentraronestaba sentadito y quemando unas hierbas. ¿Gritó? Quién sabía, él no lo oyó yprimeroquisopararlosydespuésquisoirseysefueyletemblabanlaspiernasysecagóynosintióquesecagaba.Esosí,elpatrónestaba furioso,no tantoporque lomataron,¿porqueno leobedecieron?,sí.Ycasinohabíanada,esoscuerosestabandañadosyeljebeeradelapeorcalidad,rabiaría.Pero¿porquésehacía?¿Noestabaenfermotambién?Erancristianos,en la islaunoseolvidabaque loschunchoseranchunchos, pero ahora se comprendía, no se podía vivir así, si hubiera masato seemborracharía. Y, además, que se fijara, le discutían al patrón, rabiaría, rabiaría.Ocultoporloshuambisasqueloamurallan, lavozdeFushíatruenamediocrementeen lamañanasoleada,yellos truenanconvehemencia,agitan lospuños,escupenyvibran.Sobresuscabelleraslacias,aparecelamanodelpatrónconelrevólver,apuntaalcieloydisparay loshuambisasmurmuranunsegundo,callan,otrodisparoy lasmujeres también callan. Sólo los perros siguen ladrando. ¿Por qué quería partir deuna vez el patrón? Los huambisas estaban cansados, Pantacha también estabacansado,yellosqueríancelebrar,erajusto,ellosnosesacabanlamugreporeljebenilos cueros, sólo por el gusto, un día se calentarían, losmatarían a ellos.Es que elpatrónestabaenfermo,Pantacha,queríademostrarqueno,peronopodía.¿Antesnose ponía de buen humor? ¿No le gustaba celebrar también?Ahora nimiraba a lasmujeresysiempreandabarabiando.¿Seestaríaenloqueciendoporloquenosehacíarico como quería? Fushía y los huambisas dialogan ahora con animación, sinviolencia, no hay rugidos sino un cuchicheo vivaz, nervioso, circular, y algunosrostros se muestran joviales. Las mujeres están silenciosas, soldadas unas contraotras,abrazadasasuscriaturasyasusperros.¿Enfermo?Claro,lanocheantesqueJum se fuera de la isla,Nieves entró y lo vio, las achuales le estaban sobando laspiernasconresinayél,carajo,fuera,seenfureció,noqueríaquesupieranqueandabaenfermo. Fushía da instrucciones, los huambisas enrollan las pieles, se echan alhombro las bolas de jebe, pisotean y destruyen todo aquello que el patrón hadescartado y Pantacha y Nieves se acercan al grupo. Estaban cada vez peor esosperros,noqueríanobedecer,seleinsolentaban,carajo,peroéllesenseñaría.Esquequerían festejar, patrón,y, además,había tantasmujeres. ¿Porquéno losdejaba elpatrón?Semejanteimbécil,¿éltambién?,¿laregiónnoestaballenadetropa?,serranobruto, si se emborrachaban lesduraríadosdías,huevón, empezandopor él, podían

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volver los juratos,sorprenderlos lossoldados.Elpatrónnoquería líospor tanpocacosa,quellevaranlamercaderíaalrío,huevón,ybienrápido.Varioshuambisasbajanya la ladera y Pantacha va tras ellos, rascándose, apurándolos, pero los hombresandan sin prisa y sin ganas, en silenciosas y morosas filas curvas. Los quepermanecen en el poblado murmuran, merodean confusamente de un lado a otro,evitanaFushíaquelosobserva,elrevólverenlamano,desdeelcentrodelclaro.Porfin,unostabiquescomienzanaarder.Loshuambisasdejandemoverse,esperancomoapaciguados que las llamas abracen en un solo torbellino la vivienda. Luego,emprendenelregreso.Aldescenderlaladerapelada,sevuelvenamiraralasmujeresqueenlacumbreechanmanotonesdetierraalacabañaenllamas.Lleganalbosqueydeben abrir de nuevo una trocha amachetazos y avanzar por un delgado, precariopasadizo sombreado, entre troncos, bejucos, lianas y breves aguajales. Cuandoinvaden la playa, Pantacha y sus hombres han sacado las canoas del ramaje einstaladolacarga.Embarcan,parten,adelantelacanoadelpráctico,quevamidiendoconlatanganalaprofundidaddellecho.Navegantodalatarde,conunbrevealtoparacomer,y,cuandooscurece,atracanenunaplaya,semiocultaporchambirasmellizaserizadas de espinas. Encienden una fogata, sacan los fiambres, asan unas yucas yPantachayNievesllamanalpatrón:no,noquierecomer:Sehatendidoenlaarena,deespaldas,usasusbrazosdealmohada.Elloscomenysetumbanunojuntoalotro,secubrenconunamantamurato.Dabanoséquéveralpatróntancambiado,nosólonocomía,tampocohablaba.Seríaesodelaspiernas,¿sehabíafijado?,caminabaqueapenas podía y siempre se quedaba atrás.Debíandolerle, seguro, y, además, no sequitabaelpantalónnilasbotasparanada.Losmurmullossecruzanydescruzanenlanegrura,larecorrenentodasdirecciones:vocesdeinsectos,vocesdelríoquebatelaspeñas, la grama y la tierra de la ribera. En las tinieblas del contorno los cocuyosbrillancomofuegosfatuos.PeroPantachalohabíavistocuandoélsacóeseakítaidelosmuratos, eramásbonito, conmáscoloresque losquehacían loshuambisas, lohabíavistocuandoélseloescondíaenelpantalón.¿Ah,sí?¿YquécreíaPantacha,porquéseescaparíaJumdelaisla?Quenolecambiaradeconversación,¿lellevabaa lashapraeseakítai?,¿sehabíaenamoradodeella?Cómose ibaaenamorarsinisiquieraseentendíaconella,nisiquieralegustabamucho.¿Selepasaría,entonces?¿Cuandoregresaran?¿Lamismanoche?Sí,lamismanochequeregresaran,siquería.¿Paraquién,entonces,eseakítai?¿Paraunadelasachuales?¿Elpatrónleibaapasaruna achual? Para nadie, para él solito, le gustaban las cosas de plumas y, además,seríaunrecuerdo.

Bonifacia esperó al sargento al pie de la cabaña. El viento alzaba sus cabelloscomounacresta,ytambiénparecíandegallitosuactitudsatisfecha,laposturadesuspiernasplantadasenlaarenaysupotitofirmeysaliente.Elsargentosonrió,acarició

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elbrazodesnudodeBonifacia,palabra,lohabíaemocionadoverladesdelejos,ylosojos verdes se dilataronunpoco, el sol se reflejaba comounavibracióndedardosminúsculosencadapupila.

—Tehaslustradolasbotas—dijoBonifacia—.Tuuniformeparecenuevo.Unasonrisacomplacidaredondeólacaradelsargentoycasiborrósusojos:—LolavólaseñoraParedes—dijo—.Teníamiedoquellovieraperoquésuerte,

niunanubecita.Parecedíapiurano.—Nicuentatehasdado—dijoBonifacia—.¿Notegustamivestido?Esnuevo.—De veras, no me había fijado—dijo el sargento—. Te queda bien, el color

amarillolescaejustoalasmorenitas.Era un vestido sin mangas, con escote cuadrado y ruedo amplio. El sargento

examinaba a Bonifacia risueño, su mano le acariciaba siempre el brazo y ellapermanecía inmóvil, sus ojos en los del sargento. Lalita le había prestado zapatosblancos,selosprobóanocheylehacíandoler,peroselospondríaparalaiglesia,yelsargentomiró lospiesdeBonifacia,desnudos,ahogadosen laarena:no legustabaqueandarapatacala.Aquínoimportaba,chinita,perocuandosefueran,tendríaqueandarsiempreconzapatos.

—Primero tengo que acostumbrarme —dijo Bonifacia—. ¿No ves que en lamisiónsólomehepuestosandalias?Nosonlomismo,noaprietan.

Lalitaaparecióenlabaranda:quésabíadelteniente,sargento.Unacintasujetabasus largoscabellosyensugargantabrillabauncollardechaquira.Tenía los labiospintados, qué buenamoza estaba la señora, colorete en las mejillas, con ella legustaríacasarsealsargento,yLalita:¿nohabíallegadoelteniente?,¿quésesabía?

—Ningunanoticia—dijoelsargento—.SóloquenohallegadoalaguarnicióndeBorjatodavía.Parecequelluevefuerte,sehabránquedadobotadosamediocamino.Peroporquélespreocupatanto,niqueeltenientefuerahijodeustedes.

—Váyase,sargento—dijoLalita,demalmodo—.Traemalasuerteveralanoviaantesdelamisa.

—¿Novia?—estallólamadreAngélica—.Querrásdecirconcubina,amancebada.—No,madrecita—insistióLalita,convozhumilde—.Noviadelsargento.—¿Delsargento?—dijolasuperiora—.¿Desdecuándo?¿Cómohasidoeso?Incrédulas, sorprendidas, las madres se inclinaron hacia Lalita, que había

adoptadounaactitudreservada,lasmanosjuntas, lacabezabaja.Peroespiabaalasmadresporelrabillodelojoysumediasonrisaeraengañosa.

—Simesalemala,ustedydonAdriánseránlosculpables—dijoelsargento—.Ustedesmemetieronenestashonduras,señora.

Reía con la boca abierta, muy fuerte, y su cuerpo, también regocijado, seestremecíadepiesacabeza.LalitahacíaconjurosconlosdedosparaespantarlamalasuerteyBonifaciasehabíaalejadounospasosdelsargento.

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—Váyase a la iglesia —repitió Lalita—. Se está desgraciando y la estádesgraciandoaellaporpurogusto.¿Aquéhavenido?

Aquéibaaser,señora,yelsargentoestirólasmanoshaciaBonifacia,paraverasuchinita,yellacorrió,sehabíaantojadopues,yaligualqueLalitacruzólosdedosy exorcizó al sargento que, cada vez de mejor humor, brujas, brujas, se reía acarcajadas;ah,sivieranlosmangachesaestepardebrujas.PeroellasnoestabandeacuerdoyelpequeñopuñotrémulodelamadreAngélicaescapódelamanga,batióelaireydesaparecióentre losplieguesdelhábito:nopondría lospiesenestacasa.Estabanenelpatio,frentealaresidenciay,alfondo,laspupilascorreteabanentrelosfrutalesdelahuerta.Lasuperioraparecíasuavementeabstraída.

—A usted es la que más extraña, madre Angélica —dijo Lalita—. Soy mássuertuda que cualquiera dice, tengo muchas madres dice, y la primera su mamitaAngélica. Más bien ella creía que usted me ayudaría a rogarle a la superiora,madrecita.

—Es un demonio lleno de tretas y de malas artes —el puño apareció ydesapareció—. Pero a mí no me va a engatusar así nomás. Que se vaya con susargentosiquiere,aquínoentrará.

—¿Porquénovinoellaenvezdemandarteati?—dijolasuperiora.—Ledavergüenza,madrecita—dijoLalita—.Nosabíasiustedlarecibiríaola

botaríadenuevo.¿Acasoporquenaciópagananotienesuorgullo?Perdónela,madre,fíjesequevaacasarse.

—Ibaabuscarlo,sargento—dijoelprácticoNieves—.Nosabíaqueestabaaquí.Habíasalidoalaterrazayseapoyabaenlabaranda,juntoaLalita.Vestíaunos

pantalones de tocuyo blanco y una camisa de manga larga, sin cuello. Iba sinsombrero,calzabaunoszapatosdesuelagruesa.

—Váyansedeunavez—dijoLalita—.Adrián,llévateloahoramismo.Elprácticobajólaescalerilla,laspiernastiesascomogarrotes,elsargentohizoun

saludomilitaraLalitayaBonifacialeguiñóunojo.Partieronhacialamisión,noporla trocha paralela al río, sino entre los árboles de la colina. ¿Cómo se sentía elsargento?¿Hastaquéhorahabíaduradoladespedidaanoche,dondeParedes?Hastalasdos,yelPesadoseemborrachóysehabíametidoalaguavestido,donAdrián,éltambién se trancó un poco. ¿Se sabía algo del teniente ya? Pero ¿otra vez, donAdrián?Nosesabíanada,lohabríanagarradolaslluviasyestaríaechandoespuma.Suerte que no se habían quedado con él, entonces. Sí, a lo mejor tenía para rato,decíanqueporelSantiagohabíaunverdaderodiluvio.Aver,enconfianza,¿estabacontento de casarse, sargento?, y el sargento sonrió, unos segundos sus ojos seausentarony,depronto,sediounapalmadaenelpecho:esamujerselehabíametidoaquí,donAdrián,poresosecasabaconella.

—Sehaportadoustedcomounbuencristiano—dijoAdriánNieves—.Aquísólo

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secasanlasparejasquetienenmuchosaños,lasmadresyelpadreVilanciosematanaconsejándolasyellasnada.Encambioustedselallevaahímismoalaiglesia,sinque esté embarazada siquiera.Lamuchacha está contenta.Anoche decía he de serbuenamujer.

—Enmi tierra dicen que el corazón nunca engaña—dijo el sargento—.Ymicorazónmedicequeserábuenamujer,donAdrián.

Avanzaban despacio, evitando las charcas, pero las polainas del sargento y elpantalóndelprácticosehabían llenadoyadesalpicaduras.Losárbolesde lacolinafiltraban la luz del sol, le imprimían cierta frescura y la agitaban.A los pies de lamisión, Santa María de Nieva yacía quieta y dorada entre los ríos y el bosque.Saltaronunmontículo,subieronelsenderopedregosoyallíarriba,enlapuertadelacapilla,ungrupodeaguarunassellegóalaorilladelapendienteparaverlos:mujeresdepechoscaídos,niñosdesnudos,hombresdeojosesquivosyprofusascabelleras.Seapartaron para dejarlos pasar y algunos chiquillos alargaron lasmanos y gruñeron.Antesdeentrara la iglesia,el sargentosesacudióeluniformeconelpañueloyseacomodóelquepí,Nievesdesdoblólabastadesupantalón.Lacapillaestaballena,olíaafloresyamecherosderesina,lacalvadedonFabioCuestarelucíacomounafruta en la penumbra. Se había puesto corbata y, desde su banca, hizo adiós alsargentoquesellevólamanoalquepí.Detrásdelgobernador,elPesado,elChiquito,elOscuroyelRubiobostezaban,lasbocasagriasylosojosinyectados,ylosParedesy sushijosocupabandosbancas: innumerableschiquillosdepeloshúmedos.Enelala opuesta, detrás de una reja donde la penumbra se convertía en oscuridad, unaformacióndeguardapolvosymelenasidénticas:laspupilas.Arrodilladas,inmóviles,susojoscomounanubedecocuyoscuriososperseguíanalsargentoque,enpuntasdepie, iba estrechando lasmanos de los asistentes, y el gobernador se tocó la calva,sargento: teníaquequitarse lagorraen la iglesiayestarcon lacabezadescubierta,comoél.Losguardiassonrieronyelsargentosealisabaloscabellosalborotadosporelímpetuconquesehabíasacadoelquepí.Fueasentarseenlaprimerafila,juntoalprácticoNieves.¿Habíanarregladobonitoelaltar,no?Muybonito,donAdrián,eransimpáticaslasmonjitas.Losjarronesdegredarojaardíandeflores,ytambiénhabíaorquídeas trenzadas en collares que bajaban desde el crucifijo de madera hasta elsuelo; a ambos lados del altar, maceteros de altos helechos se alineaban en filasdobles hasta tocar las paredes, y el suelo de la capilla había sido regado y estababrillando. De los candeleros encendidos, canutos de humo transparente y olorosoascendíanpor el aireoscuro e iban a alimentar la capadensadevaporque flotabajuntoaltecho:yaestabanahí,sargento,lanoviaylamadrina.Hubounmurmullo,lascabezasgiraronhacialapuerta.Empinadaenloszapatosblancosdetacón,BonifaciateníaahoralamismaestaturaqueLalita.Unvelonegroleocultabaloscabellos,susojosrecorríanlasbancas,grandesyalarmados,yLalitacuchicheabaconlosParedes,

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suvestidofloreado imponíaaesesectorde lacapillaunavivacidadairosa, juvenil.DonFabioseinclinóhaciaBonifacia,ledijoalgoaloídoyellasonrió,pobre:estabacortadalachinita,donAdrián,quécaradevergüenzatenía.Despuésledaríantragoysealegraría,sargento,loquepasabaesquesemoríademiedodeencontrarseconlasmadres,creíaqueibanareñirla,¿noesciertoqueeranbonitossusojos,donAdrián?El práctico se llevó un dedo a la boca y el sargento miró al altar y se persignó.Bonifacia y Lalita se sentaron junto a ellos y, un momento después, Bonifacia searrodillóysepusoarezar,lasmanosjuntas,losojoscerrados,loslabiosmoviéndoseapenas.Seguíaasícuandochirriólarejaeingresaronlasmadresalacapilla,adelantela superiora.Dedosendos, ibanhaciaelaltar, searrodillaban, sepersignaban, sinbulla se dirigían a las bancas. Cuando las pupilas comenzaron a cantar, todos sepusieron de pie, y entró el padreVilancio, sus rojísimas barbas como una pecherasobre el hábito morado. La superiora hizo señas a Lalita indicándole el altar, yBonifacia, todavía de rodillas, se secaba los ojos con el velo. Luego se levantó yavanzóentreelprácticoyelsargento,muyerguida,sinmiraraloslados.Ytodalamisa estuvo rígida, la mirada clavada en un punto intermedio entre el altar y loscollares de orquídeas,mientras lasmadres y las pupilas rezaban en alta voz y losdemás se arrodillaban, se sentaban y se levantaban. Después el padre Vilancio seacercó a los novios, el sargento se puso en posición de firmes, las rojas barbasestaban a milímetros del rostro de Bonifacia, interrogó al sargento que chocó lostacosydijosíconenergía,yaBonifacia,perolarespuestadeellanoseoyó.AhoraelpadreVilanciosonreíacordialmenteyalcanzabasumanoalsargento,yaBonifacia,que la besó. La atmósfera de la capilla pareció aligerarse, las pupilas dejaron decantar y había diálogos a media voz, sonrisas, movimientos. El práctico Nieves yLalita abrazaban a los novios y, en la rueda formada en torno a ellos, don Fabiobromeaba,lascriaturasreían,elPesado,elChiquito,elOscuroyelRubioesperabanunodetrásdeotroparafelicitaralsargento.Pero lasuperiora losdispersó,señores,estabanen lacapilla, silencio,quesalieranalpatio,y suvozdominabaa lasotras.Lalita y Bonifacia franquearon la reja, luego los invitados, al final las madres, yLalita sonsa, que la soltara,Bonifacia, lasmadrecitas habían puesto unamesa conmantel blanco, llena de jugos y de pastelitos, que la soltara que todos queríanfelicitarla.Laspiedrasdelpatiodestellabany,enlosmurosblancosdelaresidencia,acribillados por el sol, había sombras como enredaderas. Qué vergüenza les tenía,madrecitas,niamirarlasseatrevía,yhábitos,susurros,risas,uniformesrevoloteabanalrededordeLalita.Bonifaciaseguíaabrazadaaella, lacabezaocultaenelvestidofloreado y, entre tanto, el sargento recibía y distribuía abrazos: estaba llorando,madrecitas,quésonsa.¿Porquéseponíaasí,Bonifacia?Eraporustedes,madres,ylasuperioratonta,nollores,venqueteabrace.Bruscamente,BonifaciasoltóaLalita,sevolvióycayóenlosbrazosdelasuperiora.Ahorapasabadeunamadreaotra,tenía

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querezarsiempre,Bonifacia,símamita,sermuycristiana,sí,noolvidarsedeellas,nunca las olvidaría, y Bonifacia las abrazaba muy fuerte, y ellas muy fuerte, ygruesos, involuntarios, invencibles lagrimones corrían por las mejillas de Lalita,borrabanelcolorete,sí,sí,lasquerríasiempre,ydescubríanlosestigmasdesupiel,había rezado tanto por ellas, granos, manchas, cicatrices. Estas madres no teníanprecio,padreVilancio,todoloqueleshabíanpreparado.Pero,atención,elchocolatese les estaba enfriando y el gobernador tenía hambre. ¿Podían comenzar, madreGriselda?LasuperiorarescatóaBonifaciadelosbrazosdelamadreGriselda,claroquepodían,donFabio,ylarondaseabrió:dospupilasabanicabanlamesaatestadade fuentes y de jarras y, entre ellas, había una silueta oscura. ¿Quién le habíapreparado todo eso,Bonifacia?Tenía que adivinar yBonifacia lloriqueaba,madre,dimequemehasperdonado, tironeaba el hábitode la superiora, que lehiciera eseregalo,madre.Fino,rosado,elíndicedelasuperioraapuntóalcielo:¿habíapedidoperdón aDios? ¿Se había arrepentido? Todos los días,madre, y entonces la habíaperdonado, pero tenía que adivinar, ¿quién había sido?Bonifacia gimoteaba, quiénibaaser,susojosbuscabanentrelasmadres,¿dóndeestaba,dóndesehabíaido?Lasiluetaoscuraapartóa lasdospupilasyavanzó,encorvada,arrastrando lospies, lacaramáshurañaquenunca:alfinseacordabadeellaesaingrata,esamalagradecida.Pero ya Bonifacia se había abalanzado y, en sus brazos, la madre Angélicatrastabilleaba, el gobernador y los otros habían empezado a comerpastelitos y ellahabía sido, sumamita, y lamadreAngélica nunca había venido a verla, demonio,pero se había soñado con ella, pensado cada día y cada noche en sumamita, y lamadreAngélicaqueprobaradeésos,deéstos,quetomaraunjugo.

—Nimedejóentraralacocina,donFabio—decíalamadreGriselda—.EstaveztienequealabaralamadreAngélica.Ellalepreparótodoasuengreída.

—Quénohabréhechoyoporésta—dijolamadreAngélica—.Hesidosuniñera,susirvienta,ahorasucocinera.

Su rostro se empeñaba en seguir enfurruñado y rencoroso, pero se le habíaquebradolavozya,roncabacomounapagana,y,derepente,seleaguaronlosojos,setorciósuboca,yrompióensollozos.SuviejamanocurvapalmoteabatorpementeaBonifaciaylasmadresylosguardiassepasabanlasfuentes,llenabanlosvasos,elpadreVilancioydonFabioreíanacarcajadasyunodeloschiquillosdeParedessehabíatrepadoalamesa,sumadreledabaazotes.

—Cómolaquieren,donAdrián—dijoelsargento—.Cómomelamiman.—¿Pero por qué tanto lloro? —dijo el práctico—. Si en el fondo están tan

contentas.—¿Puedo llevarles algo, mamita? —dijo Bonifacia. Señalaba a las pupilas,

formadas en tres hileras ante la residencia. Algunas le sonreían, otras le enviabanadiosestímidos.

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—Ellas tienen sucolaciónespecial, también—dijo la superiora—.Peroandaaabrazarlas.

—Tehanpreparadoregalos—gruñólamadreAngélica,elrostrodeformadoporlaslágrimasylospucheros—.Tambiénnosotras,yotehehechounvestidito.

—Todoslosdíashedeveniraverte—dijoBonifacia—.Teayudaré,mamita,yoseguirésacandolasbasuras.

Se separó de lamadreAngélica y fue hacia las pupilas, que se desbandaron ysalierona su encuentro, enmediodeunvocerío.LamadreAngélica se abriópasoentre los invitados, y, cuando llegó junto al sargento, su cara estabamenos pálida,hoscadenuevo.

—¿Vasaserunbuenmarido?—gruñó,sacudiéndolodelbrazo—.Aydetisilepegas,aydetisitevasconotrasmujeres.¿Teportarásbienconella?

—Perocómono,madrecita—repusoelsargento,confuso—.Silaquierotanto.—Ah, ya te despertaste—dijoAquilino—. Es la primera vez que duermes así

desdequesalimos.Antes,erastúelquemeestabamirandocuandoyoabríalosojos.—Me he soñado con Jum —dijo Fushía—. Toda la noche viendo su cara,

Aquilino.—Varias veces te sentí quejarte, y una me pareció que hasta llorabas —dijo

Aquilino—.¿Eraporeso?—Cosa rara, viejo—dijo Fushía—, yo no entraba para nada en el sueño, sólo

Jum.—¿Yquésoñabasconelaguaruna?—dijoAquilino.—Quesemoría,en laplayitaesadondePantachasepreparabasuscocimientos

—dijoFushía—.Yalguienseleacercabayledecíaventeconmigoyélnopuedo,meestoymuriendo.Asítodoelsueño,viejo.

—Alomejorestabaocurriendo—dijoAquilino—.Alomejorsemurióanocheysedespidiódeti.

—Lohabránmatado loshuambisasque loodiaban tanto—dijoFushía—.Peroespera,noseasasí,notevayas.

—Es por gusto—dijo Lalita, acezando—,me llamas y cada vez es por gusto.Paraquémehacesvenirsinopuedes,Fushía.

—Sípuedo—chillóFushía—,sóloquetúquieresacabarahímismo,nomedastiemposiquierayteponesfuriosa.Sípuedo,puta.

Lalitaseladeóyquedódeespaldasenlahamacaquecrujíaalbalancearse.Unaclaridadazulentrabaalacabañaporlapuertaylasrendijasconloshumorescálidosylosmurmullosdelanoche,peronollegabahastalahamaca;éstossí.

—Túcreesquemeengañas—dijoLalita—.Creesquesoytonta.—Tengo preocupaciones en la cabeza —dijo Fushía—, necesito que se me

olvidenperotúnomedastiempo.Soyunhombre,nounanimal.

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—Loquepasaesqueestásenfermo—susurróLalita.—Loquepasaesquemedanascotusgranos—chillóFushía—,loquepasaes

que te has vuelto vieja. Sólo contigo no puedo, con cualquier otra cuantas vecesquiera.

—Lasabrazasy lasbesaspero tampocolespuedes—dijoLalita,muydespacio—.Lasachualesmehancontado.

—¿Les hablas demí, puta?—el cuerpo de Fushía contagiaba a la hamaca unansioso y continuo temblor—. ¿A las paganas les hablas de mí? ¿Quieres que temate?

—¿Quieres saber adónde iba cada vez que se desaparecía de la isla? —dijoAquilino—.ASantaMaríadeNieva.

—¿ANieva?¿Yquéibaahacerahí?—dijoFushía—.¿CómosabestúqueJumseibaaSantaMaríadeNieva?

—Supehacepoco—dijoAquilino—.¿Laúltimavezqueseescapófuehaceunosochomeses?

—Yacasinollevolacuentadeltiempo,viejo—dijoFushía—.Perosí,haráunosochomeses.¿TeencontrasteconJumyéltecontó?

—Ahoraqueestamoslejos,yalopuedessaber—dijoAquilino—.LalitayNievesestánviviendoahí.Yalpoco tiempode llegarellosaSantaMaríadeNieva se lespresentóJum.

—¿Tú sabías dónde estaban? —jadeó Fushía—. ¿Tú los ayudaste, Aquilino?¿Tambiéntúeresunperro?¿Tambiéntúmetraicionaste,viejo?

—Poreso tedavergüenzay teescondesyno tedesvistesenmidelante—dijoLalita y la hamaca dejó de crujir—. ¿Pero acaso no huelo cómo te apestan? Laspiernasseteestánpudriendo,Fushía,esoespeorquemisgranos.

Elvaivénde lahamacaeraotravezmuyactivoy,denuevocrujían lasestacas,largamente, pero no era él quien ahora temblaba, sino Lalita. Fushía se habíaencogido,yeraunaformarígidaycomoanonadadaentre lasmantas,unagargantarota tratando de hablar, y en la sombra de su rostro había dos lucecitas vivas yespantadasalaalturadelosojos.

—Tú también me insultas—balbuceó Lalita—. Y si te pasa algo yo tengo laculpa,ahora túme llamastey todavía teenojas.Amí tambiénmedacóleraydigocualquiercosa.

—Sonloszancudos,puta—gimióFushíabajitoysubrazodesnudogolpeó,sinfuerzas—.Mehanpicadoysemehaninfectado.

—Sí, loszancudosyesmentiraque teapesten,pronto tevasacurar—sollozóLalita—.Notepongasasí,Fushía,conlacóleranosepiensa,sedicecualquiercosa.¿Tetraigoagua?

—¿Se están construyendo una casa? —dijo Fushía—. ¿Se van a quedar para

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siempreenSantaMaríadeNievaesosperros?—A Nieves lo han contratado como práctico los guardias que hay ahí —dijo

Aquilino—.Havenidootroteniente,másjovenqueesequesellamabaCipriano.YLalitaestáesperandounhijo.

—Ojaláselemueraenlabarriga,ysemueraellatambién—dijoFushía—.Perodime,viejo,¿nofueahídondelocolgaron?¿AquéibaJumaSantaMaríadeNieva?¿Queríavengarse?

—Ibaporesahistoriatanvieja—dijoAquilino—.Areclamareljebequelequitóel señor Reátegui cuando fue a Urakusa con los soldados. No le hicieron caso, yNieves se dio cuenta que no era la primera vez que iba a reclamar, que todas susescapadasdelaislaeranparaeso.

—¿Ibaareclamarlesalosguardiasmientrastrabajabaconmigo?—dijoFushía—.¿Nosedabacuenta?Pudofregarnosatodosesebruto,viejo.

—Másbiendicosadeloco—dijoAquilino—.Seguirconlomismodespuésdetantosaños.Seestarámuriendoynoselehabráquitadodelacabezaloquelepasó.NoheconocidoningúnpaganotantercocomoJum,Fushía.

—Mepicaroncuandomemetíalacochaasacarlacharapaquesemurió—gimióFushía—.Los zancudos, las arañasdel agua.Pero las heridasya se están secando,bruta,¿novesquecuandounoserascaseinfectan?Poresohuelen.

—Nohuelen,nohuelen—dijoLalita—,sieracosadelacólera,Fushía.Antestúqueríastodoeltiempoyyoteníaqueinventarmecosas,estoysangrando,nopuedo.¿Porquéhascambiado,Fushía?

—Tehasablandado,estásvieja,aunhombresóloloarrechanlasmujeresduras—chilló Fushía y la hamaca comenzó a brincar—, eso no tiene que ver con laspicadurasdeloszancudos,perra.

—Si ya no hablo de los zancudos —susurró Lalita—, si ya sé que te estáscurando.Peroelcuerpomedueleenlasnoches.¿Paraquémellamasentonces,sisoycomodices?Nomehagassufrir,Fushía,nomehagasveniratuhamacasinopuedes.

—Sípuedo—chilló él—,cuandoquieropuedo,perocontigonoquiero.Saldeaquí,háblamedeloszancudosyahídondetantotedueletemetounbalazo.Fuera,saldeaquí.

Siguióchillandohastaqueellaapartóelmosquitero,selevantóyfueaecharseenlaotrahamaca.Entonces,Fushíacalló,perolasestacasseguíancrujiendocadaciertotiempo,conviolentos sacudones,comoatacadasde fiebres,y sólomucho ratomástarde quedó apaciguada la cabaña, envuelta en las murmuraciones nocturnas delbosque.Tendidade espaldas, losojos abiertos,Lalita acariciaba con susmanos lascuerdas de chambira de la hamaca. Uno de sus pies escapó del mosquitero yenemigosminúsculosyaladosloatacaronpordocenas,vorazmenteseposaronensusuñasyensusdedos.Hurgabanlapielconsusarmasfinas,largasyzumbantes.Lalita

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golpeó el pie contra la estaca y ellos huyeron, atolondrados. Pero unos segundosdespuéshabíanvuelto.

—EntonceselperrodeJumsabíadóndeestaban—dijoFushía—.Yéltampocomedijonada.Todossehabíanpuestocontramí,Aquilino,hastaPantachasabríaalomejor.

—QuieredecirquenosehaacostumbradoyquetodoloquehaceesparavolveraUrakusa—dijoAquilino—.Debeextrañarmuchosupueblo,debe tenerlecariño.¿Deverasquecuandoibacontigolesdiscurseabaalospaganos?

—Losconvencíaquemedieraneljebesinpelea—dijoFushía—.Echabachispasysiemprelescontabalahistoriadelosdoscristianosesos.¿Túlosconociste,viejo?¿Cuálerasunegocio?Nuncahepodidosaber.

—¿LosquesefueronaviviraUrakusa?—dijoAquilino—.UnavezoíalseñorReátegui hablar de eso. Eran extranjeros que venían a levantar a los chunchos, aaconsejarlosquemataran a todos los cristianosde acá.Porhacerles caso esque levinolamalaaJum.

—Yonosésilosodiabaolesteníacariño—dijoFushía—.AvecesdecíaBoninoyTeófilocomosiquisieramatarlos,yotrascomosihubieransidosusamigos.

—Adrián Nieves decía lo mismo —dijo Aquilino—. Que Jum cambiaba deopinióntodoeltiemposobreesoscristianos,yquenosedecidía,undíaeranbuenosyalsiguientemalos,diablosmalditos.

Lalitacruzó lacabañadepuntillasysalióyafueraelaireestabacargadodeunvapor que humedecía la piel y, al entrar por la boca y las narices, aturdía. Loshuambisas habían apagado las fogatas, sus cabañas eran unas bolsas negras, muyespesas,quietassobre la isla.Unperrovinoa frotarseensuspies.Enelcobertizo,juntoalcorral,lastresachualesdormíanbajounamismamanta,susrostrosbrillantesde resina. Cuando Lalita llegó frente a la cabaña de Pantacha y espió, su itípakmojada de sudor se pegaba a su cuerpo: una pierna musculosa emergía de lassombras, entre los muslos lisos y sin vello de la shapra. Estuvo observando, larespiraciónanhelante,labocaentreabierta,unamanoenelpecho.Luego,corrióhacialacabañavecinayempujólapuertadebejucos.EneloscurorincóndondeestabaelcamastrodeAdriánNieveshubounruido.Elprácticodebíahabersedespertadoya,estaríareconociendosusiluetarecortadacontralanocheenelumbral,losdosríosdecabellosqueencuadrabansucuerpohastalacintura.Despuéscrujieronlastablasyuntriángulo blanco avanzó hacia ella, buenas noches, un contorno de hombre, ¿quéhabíapasado?,unavozsoñolientaysorprendida.Lalitanodecíanada,sólojadeabayesperaba, exhausta, comoal finaldeuna largacarrera.Faltabanmuchashorasparaquetrinosyrumoresalegresreemplazaranalosgraznidosnocturnosy,sobrelaisla,revolotearanpájaros,mariposasdecolores,ylaluzclaradelamaneceriluminaselostroncosleprososdelaslupunas.Eratodavíalahoradelasluciérnagas.

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—Perotevoyadecirunacosa—dijoFushía—.Loquemásmeduelede todo,Aquilino,loquemásmepesa,eshabertenidotantamalasuerte.

—Tápate, no te muevas —dijo Aquilino—. Viene un barquito, mejor que teescondas.

—Perorápido,viejo—dijoFushía—.Aquínopuedorespirar,meahogo.Pásalorápido.

Estáclarocomoenelverano,elsoldispararayos,losojoslagrimeanalmirarlos.Yelcorazónsienteesecalor,quierecruzar lacalle,pasarbajo los tamarindos, ir asentarse a su banco. Levántate de una vez, para qué sirve la cama si no viene elsueño,unaarenitafinacomosuscabellosestarácayendosobreelViejoPuente,andaa sentarte a La Estrella del Norte, bájate el sombrero, espérala, ya llegará. No teimpacientesasí,yjacintoestristelaciudadvacía,fíjesedonAnselmo,yapasaronlosbarrenderosy laarena loensució tododenuevo.Mira laesquinadelMercado,ahíllegaelburrocargadodecanastas,¿noesahoracuandolaciudaddespierta?Ahíestá,liviana,silenciosa,entraenlaplazacomoresbalando,miracómolallevajuntoalaglorieta, lasienta, tocasusmanos,suscabellos,yelladócil,susrodillas juntas,susbrazoscruzados:ahíestá tu recompensapor tantodesvelo.Yahíseva lagallinazadandovarazosalpiajeno,enderézateen lasilla,acomódatemejor,siguemirándola.¿Viene de frente el amor, la cara al aire, viene disimulado?Y tú es pena, ternura,compasión,ganadehacerleregalos.Déjalelariendaflojayquevayacomoquiera,alpaso,altrote,algalope,élsabeadónde,estemprano.Y,mientrastanto,hazapuestas:tantoqueestarádeblanco,tantodeamarillo,tantoconlacinta,verésusorejas,tantosin la cinta, los cabellos sueltos, hoy no las veré, tanto con sandalias, tanto quedescalza.Ysiganasserájacintoelqueganará,yélporquéhoytantapropinayayerlamitad si consumió lomismo, ¿cómo sabría? No sabe nada, tiene usted cara desueño,¿nuncaduerme,donAnselmo?, túesunaviejacostumbre,noacostarmesindesayunar,elairedelamadrugadadespejaelcerebro,allátodohueleajarana,humoyalcohol,ahoraregresoycomienzaparamílanoche.Yéliréavisitarlopronto,túclaromuchacho,búscame,tomaremosunacopa,tienescrédito,yasabes.Peroahoraque se vaya, que te quedes solo, que nadie ocupe tu mesa, que entre la mañanapronto,quelleguelagente,queunablancaseleacerque,quelahagadarvueltas,quelatraigaaLaEstrelladelNorteyleconvideundulce.Yahí,denuevo,latristeza,lacóleraenelcorazón,eltiemponolasaplacó.Yentoncesllévateelcafé,jacinto,untragocorto,ydespuésotro,ypor finmediabotelladelseleccionado.YamediodíaChápiro,donEusebio,eldoctorZevalloshayquesubirloalcaballo,lollevaráhastael arenal, las habitantas se encargarán de acostarlo. Préndete de lamontura, pues,cabeceaentrelosmédanos,ruedacomounfardoalsuelo,llegagateandoalsalón,yellasqueduermaaquímismo,pesatantoparasubirloalatorre,traiganunabacinica

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queestávomitando,bajenuncolchón,quítenlelasbotas.Yahí,ásperas,amargas,lasarcadas, los riachuelos de bilis y de alcohol, la comezón de los párpados, lahediondez, lablanduraborrachade losmúsculos.Sí,vienedisimulado,alprincipioparecíacompasión:sólotendrádieciséis,ladesgraciaqueleocurrió,laoscuridaddesuvida,elsilenciodesuvida,sucarita.Tratadeimaginar:loquesería,losgritosquedaría, el terror que sentiría y cuánto asombro habría en sus ojos. Trata de ver: loscadáveres, los borbotones de sangre, las heridas, los gusanos y entonces doctorZevallos cuéntemedenuevo,nopuede ser, es tan terrible, ¿yaestaríadesmayada?,¿cómofuequevivió?Tratadeadivinar:primerocírculosaéreos,negruzcosentrelasdunasylasnubes,sombrasquesereflejanenlaarena,luegobolsasdeplumasdelaarena,picoscurvos,ácidosgraznidosyentoncessacaturevólver,mátalo,yahíhayotro y mátalo, y las habitantas qué le pasa, patrón, por qué tanto odio con losgallinazos, qué le han hecho, y tú bala carajo, túmbalos, perfóralos.Disfrazado depena,decariño.Acércatetútambién,quéhaydemalo,cómpralenatillas,melcochas,caramelos.Cierralosojosyahí,denuevo,elremolinodelossueños,túyellaeneltorreón,serácomotocarelarpa,unelasyemasdetusdedosysiéntela,peroserámássuavetodavíaquelasedayelalgodón,serácomounamúsica,noabraslosojosaún,sigue tocando sus mejillas, no despiertes. Primero curiosidad, después algo queparecía lástima y, de repente, miedo de preguntar. Ellas hablan, los bandidos deSechura, losasaltarony losmataron, laseñoraestabacalatacuandolaencontraron,bruscamente la nombran, dicen pobrecita y ahí ese súbito calor, la lengua quetartamudea, qué me pasa, las habitantas van a maliciar, qué tengo. O, si no, unprincipalenLaEstrelladelNorte,latrae,lepideunrefresco,asfixia,envidia,tengoqueirme,buenosdías,elarenal,elportónverde,unabotelladecañazo,súbeteelarpaa la torre, toca. ¿Afecto, compasión? Ya se estaba quitando los disfraces. Y esamañanaes,comoahora,diáfana.Ellaesvieja,nolaacepte,alomejorenferma,quelaexamineanteseldoctorZevallos, tú¿cómohasdichoque te llamas?, tienesquecambiarteelnombre,Antoniano.Yellacomoustedmande,patrón,¿asísellamabauna que usted quería? Y ahí, de nuevo, el rubor, el flujo tibio bajo la piel e,intempestiva,laverdad.Lanocheesperezosa,insomne,unosoloelespectáculodelaventana:arriba lasestrellas,enelaireel lentodiluviode laarenay,a la izquierda,Piura,muchos lucerosen la sombra, las formasblancasdeCastilla, el río, elViejoPuente como un gran lagarto entre las dos orillas. Pero que pase pronto la nocheruidosa, que amanezca, coge el arpa, no bajes pormás que te llamen, tócale en laoscuridad,cántalebajito,dulce,muydespacio,venToñita, teestoydandoserenata,¿la oyes? El español no está muerto, ahí asoma, por la esquina de la catedral, supañueloazulenelcuello,susbotinescomoespejos,suchalecobajolalevitablanca,otravezelcalorcito,lasolasqueengordanlasvenas,elactivopulso,lamiradaalerta,¿va hacia la glorita?, sí, ¿se le acerca?, sí, ¿le sonríe?, sí. Y de nuevo ella

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asoleándose, inmóvil, ignorante, muy tranquila, alrededor lustrabotas y mendigos,donEusebioantesubanco.Ahorayasabe,está sintiendounamanoensubarbilla,¿se ha empinado en el asiento?, sí, ¿él le está hablando?, sí. Inventa que le dice:buenosdías,Toñita,lindamañana,elsolcalientasinquemar,lástimaquecaigaarena,osivieraslaluzquehay,loazulqueestáelcielo,tantocomoelmardePaltayahí,ellatido de las sienes, las olas atropellándose, el corazón desbocado, la insolacióninterior.¿Vienenjuntos?,sí,¿alaterraza?,sí,¿latienedelbrazo?,sí,yJacinto¿nosesientebien,donAnselmo?,sehapuestopálido,túunpococansado,tráemeotrocaféy una copita de pisco, ¿derechito hacia tu mesa?, sí, párate, estira la mano, donEusebiocómoestá,élmiquerido,estaseñoritayyovamosahacerlecompañía,¿nospermite?Ahílatienesya,juntoati,míralasintemor,éseessurostro,esaspequeñasaves sus cejas y tras sus párpados cerrados reina la penumbra, y tras sus labioscerradoshaytambiénunaminúsculamoradadesiertayoscura,esasunariz,esossuspómulos.Mira sus largosbrazos tostadosy laspuntasdecabelloclaroqueondeansobresushombros,ysufrentequeestersayporinstantessefrunce.YdonEusebioaver,aver,¿uncafecitoconleche?,peroyahabrásdesayunado,másbienundulce,esolesgustaalosjóvenes,¿ustednofuegoloso?,digamosdemembrillo,yunjuguitodepapaya,aver,jacinto.Asiente,condesciende,fuigoloso,esadelgadacolumnaessucuello,disimula laebullición,bosteza, fuma,esasfloresde tallofrágilsusmanosylas breves sombras que al recibir el sol parecen rubias sus pestañas. Y háblale,sonríele, así que compró por fin la casa de al lado, así que agrandará la tienda ytomarámásempleados, interésateyhostígalo,¿abrirásucursalesenSullana?,¿yenChiclayo?,cuántotealegras,séunavozyunamirada,deverasquehacetiemponovaaverme,suexpresiónesajenaygrave,estáconcentradaenlabebida,unasgotitasdeluznaranjabrillanensubocaymientrastantoeltrabajoesasí,lasobligaciones,lafamilia,perodéseunaescapada,donEusebio,unacanaalairedevezencuando,susdedos se abren, cogen un membrillo, lo alzan, ¿cómo están las habitantas?,extrañándolo, preguntando por usted, cuándo quiere venir y yo lo atenderé,míralaahoraquemuerde,fíjatequévoracesylimpios,sonsusdientes.Yentonceselpiajenoy las canastas, bájate el sombrero, sonríe, conversa siempre, y ahí la gallinazahaciendo venias, son ustedes tan buenos, Toñita da la mano a los señores, yo lesagradezcopor ella y ahí, denuevo, la frescura fugaz, cinco contactos suaves en tumano,algoqueentraenelcuerpoylososiega.Quécalmaahora,¿noescierto?,quépazyvea,donEusebio,ésaeslarazónyustednolosabía,nilasupocuandomurió.Yélnofaltabamás,medavergüenza,Anselmo,déjemepagarsiquieraunarueda,mehacesentircómo.Túnunca,niuncentavo,aquítodoessuyo,éstaessucasa,ustedme quitó elmiedo, la sentó enmimesa y las gentes no pusieronmala cara ni lesllamólaatención.Yahí,laexaltación.Ahorasí,atrévete,andaasubancotodaslasmañanas,tocasuscabellos,cómpralefruta,llévalaaLaEstrelladelNorte,paseacon

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ellabajoelsolardiente,quiérelatantocomoenesosdías.—Los burritos—dijoBonifacia—. Pasan todo el día frente a la casa y nome

cansodemirarlos.—¿Nohaypiajenosenlamontaña,prima?—dijoJosé—.Yocreíaquealláloque

máshabíaeraanimales.—Peronoburritos—dijoBonifacia—.Sólounoqueotro,nuncacomoacá.—Ahíllegan—dijoelMono,desdelaventana—.Loszapatos,prima.Bonifaciasecalzó,velozmente,elizquierdonoentraba,caramba,sepusodepie,

fuehacialapuerta,insegura,temerosasobrelostacones,abrióyJosefinoleestirabalamano, una bocanada de aire hirviente, Lituma, chorros de luz. La habitación seoscureciódenuevo.Lituma sequitaba laguerrera, veníamediomuerto, primos, elquepí,quesetomaranunaalgarrobina.Sedesplomósobreunasillaycerrólosojos.BonifaciapasóalahabitacióncontiguayJosefino,tendidoenunaesterajuntoaJosé,esemalditocalorqueembrutecíaalagente.Porlospostigossefiltrabanprismasdeluz acribillados de partículas y de insectos, y afuera todo parecía silencioso ydeshabitadocomosielsolhubieradisueltoaloschurresyalosperroscallejerosconsus ácidos blancos. ElMono se apartó de la ventana, eran los inconquistables, nosabían trabajar, sólo timbear, sólo culear, eran los inconquistables y ahora iban achupar,peroellossólocantarondespuésdelaprimeracopadealgarrobina.

—EstábamoshablandodePiuracon laprima—dijoelMono—.Loquemás lellamalaatenciónsonlospiajenos.

Y tanta arena y tan pocos árboles—dijo Bonifacia—. En la montaña todo esverdeyaquítodoamarillo.Yelcalor,también,muydistinto.

—LodistintoesquePiuraesunaciudadconedificios,autosycinemas—explicóLituma,bostezando—.YSantaMaríadeNieva,unpuebluchoconcalatos,mosquitosylluviasquelopudrentodo,comenzandoporlasgentes.

Dos bestiecillas se agazaparon tras unas mechas de cabellos sueltos y, verdes,hostiles,atisbaron.ElpieizquierdodeBonifacia,mediosalidodelzapato,forcejeabaporentrardenuevo.

—Pero en SantaMaría de Nieva hay dos ríos que tienen agua todo el año, ytantísima—dijo Bonifacia, suavemente, después de unmomento—. El Piuramuypoquitaysóloenverano.

Los inconquistables lanzaron una carcajada, dos y dos tres, tres y dos cuatro yBonifacia ya se calentó. Sudoroso, sin abrir los ojos, gordo, Lituma se mecíapausadamenteensusilla.

—Noteacostumbrasalacivilización—suspiró,porfin—.Espérateuntiempitoyverás lasdiferencias.Niquerrásoírhablarde lamontañay tedarávergüenzadecirsoyselvática.

Cuatroydossoncinco,cincoydossonseisyelprimoLitumayalecontestó.El

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piehabíaentradoenelzapato,alamala,aplastandosalvajementeeltalón.—Nuncamedarávergüenza—dijoBonifacia—.Anadiepuededarlevergüenza

sutierra.—Todos somos peruanos —dijo el Mono—. ¿Por qué no nos sirves otra

algarrobina,prima?Bonifacia separóy,muydespacio, fuedeunoaotro, llenándolesdenuevo las

copas, separando apenas los pies de ese suelo resbaladizo que las humilladasbestiecillasobservabandesdeloaltocondesconfianza.

—Si hubieras nacido en Piura, no andarías pisando huevos —rió Lituma,abriendolosojos—.Estaríasacostumbradaaloszapatos.

—Yanolepeleealaprima—dijoelMono—.Quenotedélarabieta,Lituma.Las gotitas doradas de algarrobina caían al suelo enemigo, no a la copa de

JosefinoylabocaylanarizdeBonifacia,comosusmanos,tambiénsehabíanpuestoatemblar,peronoerapecado,einclusosuvoz:Dioslahabíahechoasí.

—Claroquenoespecado,prima,quévaa ser—dijoelMono—.Tampoco lasmangachesseacostumbranalostacos.

Bonifaciadejólabotellaenunarepisa,sesentó,lasbestiecillassesosegarony,depronto, silenciosos, rebeldes, rapidísimos, ayudándose uno al otro, sus pies selibrarondeloszapatos.Seinclinó,sinpremuraloscolocóbajolasillayahoraLitumahabíadejadodemecerse,losinconquistablesyanocantabanyunavivaz,beligeranteagitaciónconmovíaalasfigurillasverdioscurasqueseexhibíancondescaro.

—Ésta nome conoce todavía, no sabe con quién semete—dijo Lituma a losLeón;yalzó lavoz—:Yanoeresunachuncha,sino lamujerdelsargentoLituma.¡Ponteloszapatos!

Bonifacia no respondió, ni se movió cuando Lituma se puso de pie, la caraempapada y colérica, ni esquivó la cachetada que sonó breve, silbante, y losLeónsaltaronyseinterpusieron:noeraparatanto,primo.SujetabanaLituma,quenofueraasí,yloreñíanbromeándole,quecontrolaraesasangremangache.Lahumedadhabíateñido el pecho y la espalda de su camisa caqui que sólo en los brazos y en loshombrosseguíasiendoclara.

—Tienequeeducarse—dijo,meciéndoseotravez,peromásaprisa,alritmodesuvoz—.EnPiuranosepuedeportarcomounasalvaje.Y,además,quiénmandaenlacasa.

LasbestiecillasespiabanentrelosdedosdeBonifacia,casiinvisibles,¿llorosas?,yJosefinosesirvióunpocodealgarrobina.LosLeónsesentaron,nohayamorsingolpesdecíalagente,ylascholaschulucanasmimaridomásmepegamásmequiere,peroquizásenlamontañalasmujerespensabandeotraformayunadosytres,quelaprima loperdone, que alce la carita, que seabuenita, una sonrisita.PeroBonifaciasiguióconlacaraocultayLitumaseparó,bostezando.

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—Voyadormirunasiestecita—dijo—.Quédensenomás, séquenseesabotella,despuésnosiremosporahí—miródesoslayoaBonifacia,modulóvirilmentelavoz—:Sinohaycariñoenlacasa,sebuscaafuera.

Hizo un guiño desganado a los inconquistables y entró al otro cuarto. Se oyósilbar una tonada, chirriaron unos resortes. Ellos siguieron bebiendo, una copa,callados,doscopas,yalaterceracomenzaronlosronquidos:hondos,metódicos.Ahíestabanlasbestiecillasdenuevo,secasycrispadasdetrásdelospelos.

—Esasguardiasdetodalanochelemalogranelhumor—dijoelMono—.Nolehagacaso,prima.

—Quémanerasdetrataralamujersonésas—dijoJosefino,buscandolosojosdeBonifacia,peroellamirabaalMono—.Esunverdaderocachaco.

—¿Ustedsísabetratarlas,primo,noescierto?—dijoJosé,echandounaojeadaalapuerta:ronquidosprolongados,graves.

—Claroquesí—JosefinosonreíayrampabasobrelaesterahaciaBonifacia—.Siella fuera mi mujer, yo nunca le pondría la mano encima. Es decir, para pegarle,nomásparahacerlecariños.

Ahoratímidas,asustadizas,lasbestiecillasexaminabanlasparedesdescoloridas,las vigas, las moscas azules zumbando junto a la ventana, los granitos de oroinmersosenlosprismasdeluz,lasnervadurasdelentarimado.Josefinosedetuvo,sucabezatocabalospiesdescalzosqueretrocedieronylosLeónereselhombre-lombrizyJosefinolaserpientequetentóaEva.

—EnSantaMaríadeNievanohaycallescomoaquí—dijoBonifacia—.Sondetierraylluevetanto,espurobarro.Lostacossehundiríanylasmujeresnopodríancaminar.

—Pisando huevos, qué brutalidad tan bruta —dijo Josefino—. Y, además,mentira.Sicaminatanbonito,cuántasquisierancaminarcomoella.

LascabezasdelosLeónsemovíansincrónicamentehacialapuerta:unaiba,otravolvía.Y, una vezmás, Bonifacia estaba temblando, gracias por lo que decía, susmanos,suboca,peroellasabíaqueerapordecir,nomás,y,sobretodo,suvoz,nolopensabaenelfondo.Ylospiesretrocedieron.Josefinohundiólacabezabajolasillay su voz veníamorosa y asfixiada, lo pensaba con todita su alma, palabras lentas,ingrávidas,llenasdemiel,ymilcosasmás,selasdiríasinohubieragente.

—Pormínosemoleste,inconquistable—dijoelMono—.Estásentucasayaquísólohayunpardesordomudos.Siquieres,nosvamosaversillueve.Comoustedesdigan.

—Vayan, vayan —relamidas, musicales—, déjenme con Bonifacia paraconsolarlaunpoco.

Josétosió,sepusodepiey,depuntillas,sellegóalapuerta.Regresórisueño,deveras estaba rendido, dormía como una marmota, y las curiosas, movedizas

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bestiecillas exploraban incansablemente las maderas de la repisa, las patas de lassillas,elfilodelaestera,ellargocuerpoyacente.

—Alaprimanolegustanlospiropos—dijoelMono—.Sehapuestocolorada,Josefino.

—Todavíanoconocesalospíntanos,prima—dijoJosé—.Nopiensesnadamalo.Asísomos,lasmujeresnosjalanlalengua.

—Anda,Bonifacia—dijoJosefino—.Mándalosaversillueve.—Le va a contar a Lituma si sigues —dijo el Mono—. Y el primo se va a

calentar.—Quelecuente—pegajosas,tibias—,nomeimporta.Ustedesyameconocen,a

mímegustaunamujeryselodigo,seaquiensea.—Setetrepólaalgarrobina—dijoJosé—.Hablamásbajo.—YamíBonifaciamegusta—dijoJosefino——.Quelosepadeunavez.LasmanosdeBonifacia se cerraron sobre sus rodillas y su rostro se elevó: los

labiossonreíanheroicamentebajolasespantadasbestiecillas.—¡Cómocorres,primo!—dijoelMono—.Campeóndeloscienmetrosplanos.—Nosigasporesecamino—dijoJosé—.Laestásasustando.—Si looyeraseenojaría—balbuceóBonifacia;miróa Josefino,él leenvióun

besovoladoyellaeltecho,larepisa,elsuelo—.Sisupiera,seenojaría.—Que se enoje, qué tanto —dijo Josefino—. ¿Quieren saber una cosa,

muchachos?Bonifacianoselibradesermimujerundía.Ahora el suelo, fijamente, y sus labiosmurmuraron algo. Los León tosían, no

quitaban los ojos del cuarto vecino: una pausa, un ronquido, otro más largo,tranquilizador.

—Basta,Josefino—dijoelMono—.Noespiurana,nosconoceapenas.—Noteatolondres,prima—dijoJosé—.Síguelelacuerdaodaleunsopapo.—Nome asusto—susurraba Bonifacia—, sólo que si supiera y, además, si lo

oyera…—Pídeledisculpas,Josefino—dijoelMono—,dileesbroma,fíjatecómolahas

puesto.—Erabroma,Bonifacia—rió Josefino, rampandohacia atrás—.Te juro.No te

pongasasí.—Nomepongoasí—balbuceabaBonifacia—.Nomepongoasí.—¿Paraquétantoteatro,decuándoacátanamanerados?—dijoelRubio—.¿Por

quénoentrarenpatotaysacarloalasbuenasoalasmalas?—Esqueelsargentoestáhaciendoméritos—dijoelChiquito—.¿Novistequé

cumplidor se ha puesto? Quiere que todo se haga comoDiosmanda. Será que elmatrimoniolohamaleado,Rubio.

—YalPesadoesematrimoniolovaamatardeenvidia—dijoelRubio—.Parece

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queanochesechupóotravez,dondeParedes,yotravezsemaldecíapornohaberseadelantado,otravezperdímiúltimachancedeencontrarmujer.Lahembritatendrásuscositas,peroelPesadoexagera.

Estaban apostados entre los bejucos y encañonaban la cabaña del práctico,suspendida sobre el ramaje, a pocosmetros de ellos.Un débil resplandor aceitosocrecía en su interior y alcanzaba a iluminar una esquina de la baranda. ¿No habíasalidonadie,muchachos?UnasiluetaseinclinósobreelRubioyelChiquito:no,misargento. Y el Pesado y el Oscuro ya estaban al otro lado, sólo podría escaparsevolando. Pero que no se alocaran, muchachos, el sargento hablaba despacio, si lehacían falta los llamaría, sus movimientos eran también calmados y, arriba, unasnubes ligeras filtraban la luz de la luna sin ocultarla. A lo lejos, limitada por lastinieblas del bosque y el suave relumbre de los ríos, SantaMaría deNieva era unpuñadodelucesydebrillosfurtivos.Sinapresurarse,elsargentoabriósucartuchera,sacóelrevólver, lequitóelseguro,susurróalgomása losguardias.Siemprelento,tranquilo,sealejóendirecciónalacabaña,desaparecióabsorbidoporlosbejucosylanoche,y,pocodespués,reapareciójuntoalaesquinailuminadadelabaranda,surostroseretratóunsegundoenlamacilentaclaridadqueescapabadeltabique.

—¿Te has fijado cómo anda y cómo habla? —dijo el Oscuro—. Está medioahuevado.Algolepasa,antesnoeraasí.

—Lachunchaloestáexprimiendocomoaunlimón—dijoelPesado—.Segurose encama con ella tres veces al día y tres en la noche. ¿Por qué crees que concualquierpretextosesaledelpuesto?Paraencamarseconlachuncha,claro.

—Estánenlunademielyesjusto—dijoelOscuro—.Tútemueresdeenvidia,Pesado,nodisimules.

Estaban tendidos, también, enuna rajaminúsculadeplaya, trasunparapetodematorrales,muycercadelagua.Teníanlosfusilesenlamano,peronoapuntabanlacabañaque,desdeallí,seveíaoblicuayensombras,alta.

—Selehansubidoloshumos—dijoelPesado—.¿PorquénovinimosasacaraNievesapenasllególaordendelteniente,aver?Esperemosqueoscurezca,hayquehacerunplan,vamosarodearlacasa,dóndehasoídotantascojudecesjuntas.ParaimpresionaradonFabio,Oscuro,paradarseimportancia,nadamás.

—Eltenientesearmó,ledaránotrogalón—dijoelOscuro—.Yanosotrosnada,yaverás.¿NotedistecuentaahoraquellegóelpropiodeBorja?Elgobernadorqueeltenienteporaquí,queporallá,y¿acasonofuimosnosotroslosqueencontramosallocoenlaisla?

—La chuncha le habrá dado pusanga, Oscuro —dijo el Pesado—. Lo estarávolviendolococonesosbebedizos.Poresoandatancansado,durmiéndoseparado.

—Maldita sea,maldita sea—dijoel sargento—.¿Quéhaceaquí,quées loquepasa?

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LalitayAdriánNievesloobservabaninmóvilesdesdelabarbacoa.Asuspies,unplato de barro reventaba de plátanos, el mechero despedía un humillo blanco yoloroso,yenelumbralproseguíaelatónitoparpadeodelsargentobajolavisera,¿nolehabíadichoelAquilino?,teníalavozconsternada,perosihacíacomodoshoras,donAdrián, que le dijo al churre corre, es cuestión de vida omuerte, y sumanomovía incrédulamente el revólver: maldita sea, maldita sea. Sí, le había dado elencargo,sargento,elprácticohablabacomomasticando:habíamandadoa loshijosdondeunconocido,alaotrabanda.Delasorillasdesubocadoscanalesavanzabangravemente hacia susmejillas. ¿Y ahora? ¿Por quéno se habíamandadomudar éltambién?Sinoeranloschurresquienesteníanqueesconderse,sinoél,donAdrián:elsargento segolpeóelmuslo conel revólver.Había aguantado la cosavariashoras,señora,arriesgándose,¿quémásqueríaquehiciera?,lehabíadadotiempodesobra,donAdrián.

—Estápalabreándolo—dijoelChiquito—.AhoralediráadonFabioentrésolito,losaquésolito.Quiererepartirseelméritoconelteniente.Estátrabajandosutrasladocomounahormiga,elpiurano.

Conel resplandor, de la cabaña salía ahoraun susurroqueapenas conmovía lanoche,flotabaenellasintrizarla,comounaondasolitariaenaguasquietas.

—Pero cuando llegue el teniente le hablaremos —dio el Rubio—. Que nosmandenanosotrosaIquitosconlosprisioneros.Asísiquieranosligaránunosdíasdelicencia.

—Seráunpocobrujayunpocoretacayloquequieras—dijoelOscuro—.Pero,no me digas, Pesado, cualquiera le hubiera hecho el favor a la chuncha y tú elprimero.Sicadavezqueteemborrachassólohablasdeella,hombre.

—Me la hubiera tirado, por supuesto—dijo el Pesado—. ¿Pero tú te hubierascasadoconunapagana?Nuncadelavida,hermano.

—Esmuycapazdematarloydecirsemerebelóytuvequecargármelo—dijoelChiquito—.Escapazdecualquiercosaparaquelepongansumedalla,elpiurano.

—¿Y si de repente son cuentos?—dijo elRubio—.Cuando llegó el propio deBorjayleíelpartedelteniente,nopodíacreerlo,Chiquito.Nievesnotienecaradebandidoyparecíabuenagente.

—Bah,nadie tiene caradebandido—dijo elChiquito—.Omásbien todas lascarassondebandido.Peroyotambiénmequedésecocuandoleíelparte.¿Cuántosañosledarán?

—Quiénsabe—dijoelRubio—.Muchos,seguro.Lehanrobadoatodoelmundoylosdeaquíselatienenjurada.Yavescómohanestadofregandotantotiempoparaquelosbuscáramos,aunqueyanolesrobaban.

—Loquenocreoesqueéstefueraeljefe—dijoelChiquito—.Además,sirobótantocomodicen,noseríaunmuertodehambre.

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—Quéibaasereljefe—dijoelRubio—.Peroesoeslodemenos,sinoaparecenlosotrosaNievesyallocolosharánpagarportodos.

—Le he llorado, sargento, le he rogado—dijo Lalita—.Desde que ustedes sefueron a la isla, le estoy llorando, vámonos, escondámonos, Adrián. Y ahora queustednosmandóavisar,losmuchachosrecogieronfruta,leenvolvimossuscosas,elAquilinotambiénleharogado.Peronooyenada,nohacecasoanadie.

LaluzdelmecherocaíadellenosobreelrostrodeLalita,alumbrabalaabruptasuperficie de sus pómulos, los forúnculos, los cráteres del cuello, y las greñasoscilantesquecubríansuboca.

—Apesardesuuniforme,tieneustedbuencorazón—dijoAdriánNieves—.Poresoaceptésersupadrino.

Pero el sargento no lo escuchaba. Había dado media vuelta y, agazapado,escudriñaba la terraza, un dedo en los labios, don Adrián, se descolgaba ahoritamismo,labalaustrada,sinhacerbulla,elrío,élcontaríadiez,elcieloydisparabaalaire,salíacorriendo,muchachos,seescapóporese ladoyse llevabaa losguardiashaciaelmonte.Queempujaralalanchaporlooscuro,donAdrián,ynoprendieraelmotorhastaelMarañón,yquecorrieradespuéscomoalmaquellevaeldiabloynosedejaraagarrar,donAdrián,sobretodoeso,élpodíafregarsetambién,quenosedejaraagarraryLalitasí,sí,elladesataríalalancha,sacabalosremos,seiríaconél,ylaspalabras se atropellaban en sus labios, su frente se estiraba y había un inusitado yvelozrejuvenecimientodesupiel,Adrián,laropaestabalista,ylacomida,nohacíafalta nada, y remaríany antes de llegar a la guarnición semeterían almonte.Y elsargento,alto,oteandoelexterior:seaplastaríancontraelfondodelalancha,cuidadocon alzar la cabeza, si los muchachos los veían dispararían y el Chiquito pegabasiempreenelblanco.

—Le agradezco, pero ya lo pensémucho y no se puede salir por el río—dijoAdriánNieves—.Nohayquienpaseelpongoahora,sargento;nisiendobrujo.YavecómoeltenientesequedóatracadoenelSantiago,queesbasurajuntoalMarañón.

—Pero, don Adrián —dijo el sargento—. Pero qué quiere entonces, no loentiendo.

—Loúnicoesmetersealmonte,comomemetí lavezpasada—dijoNieves—.Peronoquiero,sargento,yalopenséhastacansarme,desdequeustedesfueronalaisla.Novoyapasarloquemequedadevidacorriendoporelmonte.Yosóloerasupráctico, lemanejaba la lancha nomás, como a ustedes, no pueden hacerme nada.Aquí siempre me porté bien y eso les consta a todos, a las madres, al teniente,tambiénalgobernador.

—No se están peleando —dijo el Chiquito—. Se oirían gritos, parece queconversaran.

—Loencontraríadurmiendoyestaráesperandoquesevista—dijoelRubio.

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—OseestarátirandoalaLalita—dijoelPesado—.LohabráamarradoaNievesyselaestarácomiendoensudelante.

—Las cosas que se te ocurren, Pesado—dijo el Oscuro—. Parece que a ti tehubierandadopusanga,andascalientedíaynoche.Además,¿quiénsevaacomeralaLalitacontantogranoquetiene?

—Pero es blanca—dijo el Pesado—.Yoprefiero una cristiana con granos queuna chuncha sin. Sólo su cara es así, la he visto bañándose, tiene buenas piernas.Ahorasevaaquedarsolitaynecesitaráquelaconsuelen.

—Lafaltademujertetieneloco—dijoelOscuro—.Laverdadqueamítambién,aveces.

—Paraqué le sirve lacabeza,donAdrián—dijoel sargento—.Sinose tiraalagua ahora se ha fregado, ¿no ve que le echarán la culpa de todo? El parte deltenientedicequeellocoandamuriéndose,noseaporfiado.

—Me tendrán adentro unos meses, pero después ya viviré tranquilo y podrévolveraquí—dijoAdriánNieves—.Simemetoalmontenoverénuncamásamimujerniamishijos,ynoquierovivircomounanimalhastaquememuera.Yonomatéanadie,esoleconstaalPantacha,alospaganos.Aquímeheportadocomounbuencristiano.

—Elsargentoteaconsejaportubien—dijoLalita—,hazlecaso,Adrián.Porloquemásquieras,portushijos,Adrián.

Escarbaba el suelo, manoteaba los plátanos, se le iba la voz, y Adrián Nieveshabíacomenzadoavestirse.Seponíaunacamisaajada,sinbotones.

—Nosabecómomesiento—dijoel sargento—.Ustedsiguesiendomiamigo,donAdrián.YcómosevaaponerBonifacia.Ellacreíaqueustedyaandaba lejos,comoyo.

—Tómalos,Adrián—sollozóLalita—.Póntelostambién.—Nonecesito—dijoelpráctico—.Guárdameloshastaquevuelva.—No,no,póntelos—insistióLalita,gritando—.Ponteloszapatos,Adrián.Una expresión de embarazo alteró el rostro del práctico un segundo: miró

confusamente al sargento, pero se puso de cuclillas y se calzó los zapatones degruesas suelas, don Adrián: se haría lo que se pudiera por cuidar a su familia, almenosquenosepreocuparaporeso.Élyaestabadepie,yLalitaselehabíaarrimadoyloteníacogidodelbrazo.¿Noibaallorar,no?Habíanpasadotantascosasjuntosynunca lloró, ahora tampoco tenía que llorar. Lo soltarían pronto, entonces la vidaseríamástranquilay,mientrastanto,quecuidarabienalosmuchachos.Ellaasentíacomo un autómata, vieja de nuevo, el rostro crispado y los ojos como platos. ElsargentoyAdriánNievessalieronalaterraza,bajaronlaescalerillay,cuandopisabanlos primeros bejucos, un alarido demujer cruzó la noche y, en las sombras de laderecha, ¡ahí salía el pájaro!, la voz del Rubio. Y el sargento, carajo, manos a la

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cabeza:tranquilooloquemaba.AdriánNievesobedeció.Ibaadelante,losbrazosenalto,yel sargento,elRubioyelChiquito loseguíancaminandodespacioentre lossurcosdelachacrita.

—¿Porquésedemorótanto,misargento?—dijoelRubio.—Lo estuve interrogando un poco —dijo el sargento—. Y lo dejé que se

despidieradesumujer.Alllegaralbosquecillodejuncos,elPesadoyelOscurolesalieronalencuentro.

Sesumaronalgruposindecirnadayasí,ensilencio,recorrieronlatrochahastaSantaMaríadeNieva.Enlascabañasborrosasseoíancuchicheosasupaso,tambiénentrelas capironas y bajo los horcones había gentes que observaban. Pero nadie se lesacercónilespreguntónada.Frentealembarcadero,unacarreradepiesdesnudosseoyómuypróxima,mi sargento: era laLalita, vendríabrava, lesharía lío.Peroellapasó jadeando entre los guardias y sólo se detuvo unos segundos junto al prácticoNieves:sehabíaolvidadodelacomida,Adrián.Lealcanzóunatadoysealejóalacarrera como había venido, sus pasos se perdieron en la oscuridad y, a lo lejos,cuandoyallegabanalpuesto,sonóunlamentocomodebúho.

—¿Ves loque tedije,Oscuro?—dijoelPesado—.Tienebuencuerpo, todavía.Mejorqueeldecualquierchuncha.

—Ah,Pesado—dijoelOscuro—.Nopiensasenotracosa,quéfregadoeres.—Con buen tiempo, mañana en la tarde, Fushía —dijo Aquilino—. Iré yo

primero, a averiguar. Hay un sitio cerca, donde te puedes quedar escondido en lalancha.

—¿Ysinoaceptan,viejo?—dijoFushía—.¿Quévoyahacer,quévaaserdemivida,Aquilino?

—Noteadelantesaloquepuedepasar—dijoAquilino—.Siencuentroaesetipoqueconozco,élnosayudará.Además,laplataloarreglatodo.

—¿Lesvasadartodalaplata?—LijoFushía—.Noseastonto,viejo.Guárdatealgoparati,almenosquesirvaparatunegocio.

—Noquierotuplata—dijoAquilino—.YovolverédespuésaIquitos,arecogermercadería,yharéunpocodecomercioporlaregión.Cuandovendatodo,iréaSanPabloavisitarte.

—¿Por qué no me hablas? —dijo Lalita—. ¿Acaso yo me he comido lasconservas?Todastelashedadoati.Noesmiculpaquesehayanacabado.

—Notengoganasdehablarte—dijoFushía—.Ytampocoganasdecomer.Botaesoyllamaalasachuales.

—¿Quieresque tecalientenagua?—dijoLalita—.Ya loestánhaciendo,yo lesencargué. Siquiera come un poquito de pescado, Fushía. Es sábado, lo trajo Jumahora.

—¿Porquénomedistegusto?—dijoFushía—.Yoqueríaver Iquitosde lejos,

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aunquefuerasólolasluces.—¿Tehasvueltoloco,hombre?—dijoAquilino—.¿YlaspatrullasdelaNaval?

Además, todo el mundome conoce por aquí. Yo quiero ayudarte, pero no ir a lacárcel.

—¿CómoesSanPablo,viejo?—dijoFushía—.¿Hasidomuchasveces?—Algunas,depasada—dijoAquilino—.Lluevepocoporahíynohaypantanos.

PerohaydosSanPablos,yosóloestuveenlacolonia,haciendocomercio.Tuvivirásalotrolado.Estáaunosdoskilómetros.

—¿Haymuchoscristianos?—dijoFushía—.¿Unoscien,viejo?—Seguramentemás—dijo Aquilino—. Se pasean calatos por la playa cuando

haysol.Lesharábienelsol,oseráparaimpresionaralaslanchasquepasan.Pidenagritoscomidaycigarros.Siunonoleshacecaso,insultan,tiranpiedras.

—Hablasdeellosconasco—dijoFushía—.EstoyseguroquemedejarásenSanPabloyquenoteverémás,viejo.

—Teheprometido—dijoAquilino—.¿Acasonohecumplidosiemprecontigo?—Ésta será la primera vez que no cumplirás —dijo Fushía—. Y también la

última,viejo.—¿Quieresqueteayude?—dijoLalita—.Déjamequitartelasbotas.—Saldeaquí—dijoFushía—.Novuelvashastaquetellame.Lasachualesentraron,silenciosas, trayendodosgrandesvasijashumeantes.Las

colocaronjuntoalahamaca,sinmiraraFushía,ysalieron.—Soytumujer—dijoLalita—.Notengasvergüenza.¿Porquévoyasalir?Fushíaladeólacabeza, lamiróysusojoserandosrajitas ígneas: loretanaputa.

Lalitadiomediavuelta,saliódelacabañayhabíaoscurecido.Laatmósferaespesaparecía próxima a romper en truenos, lluvia y rayos. En el pueblo huambisacrepitaban las hogueras, su luz ardía entre las lupunas y revelaba una crecienteagitación,desplazamientos,chillidos,vocesroncas.Pantacha,sentadoenlabarandadesucabaña,teníalaspiernasbalanceándoseenelaire.

—¿Qué lespasa?—dijoLalita—.¿Porquéhay tantas fogatas?¿Porquéhacentantabulla?

—Volvieron los que fueron a cazar, patrona—dijo Pantacha—. ¿No vio a lasmujeres? Se pasaron el día haciendomasato, van a festejar.Quieren que el patrónvaya,también.¿Porquéestátanfurioso,patrona?

—Por lo que no ha llegado donAquilino—dijo Lalita—. Se han acabado lasconservasyseestáacabandoeltragotambién.

—Hacecomodosmesesqueelviejonoviene—dijoPantacha—.Estavezsíqueyanovienemás,patrona.

—¿Todo te da lo mismo ahora, no?—dijo Lalita—. Ya tienes mujer y no teimportanada.

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Pantachalanzóunarisotaday,enlapuertadelacabaña,apareciólashapra,llenade adornos: diadema, pulseras, tobilleras, tatuajes en los pómulos y en los senos.SonrióaLalitaysesentóenlabaranda,juntoaella.

—Haaprendidoelcristianomejorqueyo—dijoPantacha—.Laquiereaustedmucho, patrona.Ahora está asustada porque llegaron los huambisas que salieron acazar.Nolespierdeelmiedopormásquehago.

La shapra señaló losmatorrales que ocultaban el barranco: el prácticoNieves.Venía con el sombrero de paja en lamano, sin camisa, los pantalones remangadoshastalarodilla.

—Nosetehavistotodoeldía—dijoPantacha—.¿Estuvistepescando?—Sí, bajé hasta el Santiago—dijo Nieves—. Pero no tuve suerte. Va a haber

tormentaylospecesescapanosemetenalomáshondo.—Yaregresaronloshuambisas—dijoPantacha—.Vanafestejarestanoche.—PoresosehabráidoJum—dijoNieves—.Lovisalirdelacochaensucanoa.—Sequedaráafueradosotresdías—dijoPantacha—.Esepaganotampocoles

pierdeelmiedoaloshuambisas.—Noesmiedo,sóloquenoquierequelecortenlacabeza—dijoelpráctico—.

Sabequeborrachosselesdespiertaelodiocontraél.—¿Tútambiénvasacelebrarconlospaganos?—dijoLalita.—Estoymuycansadoconlasurcada—dijoNieves—.Mevoyadormir.—Estáprohibido,peroavecessalen—dijoAquilino—.Cuandoquierenreclamar

algo.Sehacensuscanoas,seechanalaguayseplantanfrentealacolonia.Nosdangustoodesembarcamos,dicen.

—¿Quiénesvivenenlacolonia,viejo?—dijoFushía—.¿Haypolicías?—No, no he visto—dijo Aquilino—. Ahí están las familias. Lasmujeres, los

hijos.Sehanhechosuschacritas.—¿Y las familias les tienen tanto asco?—dijo Fushía—. ¿A pesar de ser sus

parientes,Aquilino?—Hay casos en que el parentesco no juega—dijoAquilino—. Será que no se

acostumbran,tendránmiedoacontagiarse.—Pero entonces nadie irá a visitarlos —dijo Fushía—. Entonces estarán

prohibidaslasvisitas.—No,no,alcontrario,vanmuchasvisitas—dijoAquilino—.Hayquemeterseen

unalanchaantesdeentrar,ytedanunjabónparaquetebañesytienesquequitartelaropayponerteunmandil.

—¿Porquémehacescreerquevendrásaverme,viejo?—dijoFushía.—Desdeelríosevenlascasas—dijoAquilino—.Buenascasas,algunascomo

lasdeIquitos,deladrillo.Ahívivirásmejorqueenlaisla,hombre.Tendrásamigosyestarástranquilo.

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—Déjameenunaplayita,viejo—dijoFushía—.Pasarásdetiempoentiempoatraerme comida. Viviré escondido, nadie me verá. No me lleves a San Pablo,Aquilino.

—Si apenas puedes caminar, Fushía —dijo Aquilino—. ¿No te das cuenta,hombre?

—¿Ycómotedejastecurarlasfiebresconelbrujodeloshuambisassilessiguesteniendotantomiedo?—dijoLalita.Lashaprasonrió,sinresponder.

—Lotrajeaunqueellanoquería,patrona—dijoPantacha—.Lecantó,lebailó,leescupió tabacoen lanarizyellanoabría losojos.Temblabamásdemiedoquedefiebres.Creoquesecuróconelsusto.

Retumbó el trueno, comenzó a llover y Lalita se guareció bajo la techumbre.Pantacha siguió en la baranda, recibiendo el agua en las piernas.Minutos despuéscesó la lluvia y el claro se llenó de vapor.La cabaña del práctico ya no tenía luz,patrona,yasedormiría,yésefuesólounanuncio,elaguacerodeveraslescaeríaaloshuambisasenplenafiesta.ElAquilinosehabríaasustadoconlostruenos,seguro,yLalitasaltódelaescalerilla,ibaaverlo,cruzóelclaroyentróalacabaña.Fushíateníalaspiernassumergidasenlasvasijasylapieldesusmuslosera,comolagredadelrecipiente,sonrosadayescamosa.Manoteabaelmosquiterosindejardemirarla,Fushía,¿porquéteníavergüenza?,yloarrancóysecubrió,yahoragruñía,¿quéteníademaloqueloviera?,ydobladoen46stratabadealcanzarlabota,Fushía,siaellano le importaba, y al fin la atrapó y se la arrojó, sin apuntar: pasó junto a Lalita,chocócontraelcamastroyelniñonolloró.Lalitavolvióasalirdelacabaña.Caíaunalluviafina,ahora.

—¿Yalosquesemueren,viejo?—dijoFushía—.¿Losentierranahímismo?—Seguroqueahímismo—dijoAquilino—.NolosvanaecharalAmazonas,no

seríadecristianos.—¿Siemprevasaestardeunladoaotroporlosríos,Aquilino?—dijoFushía—.

¿Nohaspensadoqueundíatepuedesmorirenlalancha?—Quisiera morirme en mi pueblo—dijo Aquilino—. Ya no tengo a nadie en

Moyobamba, ni familia ni amigos. Pero me gustaría que me enterraran en elcementeriodeallá,noséporqué.

—AmímegustaríatambiénvolveraCampoGrande—dijoFushía—.Averiguarquéfuedemisparientes,demisamigosdemuchacho.Alguiensedebeacordardemítodavía.

—Avecesmearrepientodeno tener socio—dijoAquilino—.Muchosmehanofrecido trabajar conmigo, poner un capitalito para una lancha nueva. A todos lestientapasarselavidaviajando.

—¿Yporquénohasaceptado?—dijoFushía—.Ahoraqueestásviejo tendríascompañía.

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—Yoconozcoaloscristianos—dijoAquilino—.Mehubierallevadobienconelsociomientrasleenseñabaelnegocioylepresentabaalaclientela.Entonceselotrohubierapensadoparaquéseguirdividiendoloquedatanpocaplata.Ycomoyosoyviejo,hubierasidoelsacrificado.

—Mepesaquenosiguiéramosjuntos,Aquilino—dijoFushía—.Todoelviajehepensadoeneso.

—No era negocio para ti —dijo Aquilino—. Tú eras muy ambicioso, no tecontentabasconlasmiseriasquesegananconesto.

—Yavesparaquémehaservido laambición—dijoFushía—.Paraacabarmilvecespeorquetú,quenuncatuvisteambiciones.

—No te ayudó Dios, Fushía —dijo Aquilino—. Todas las cosas que pasandependendeeso.

—¿Yporquénomeayudóamíyaotrossí?—dijoFushía—.¿PorquémefregóamíyayudóaReáteguiporejemplo?

—Pregúntaselocuandotemueras—dijoAquilino—.Cómoquieresqueyosepa,Fushía.

—Vamosunmomento,antesquecaigaelaguacero,patrón—dijoPantacha.—Bueno,perosólounmomento—dijoFushía—.Paraquenoseresientanesos

perros.¿Nievesnoviene?—EstuvopescandoenelSantiago—dijoPantacha—.Yasedurmió,patrón.Hace

ratoqueapagóelmechero.Sealejarondelascabañashacialosresplandoresrojizosdelpobladohuambisay

Lalita esperó, sentada junto a los horcones de la cabaña que goteaba. El prácticoapareciópocodespués,conpantalónycamisa:yatodoestabalisto.PeroLalitayanoquería,mañana,ahoraibaacaertormenta.

—Mañana no, ahora mismo—dijo Adrián Nieves—. El patrón y Pantacha sequedarán festejando y los huambisas ya andan borrachos. Jum está en el caño,esperándonos,nosllevaráhastaelSantiago.

—No he de dejar alAquilino aquí—dijo Lalita—.No quiero abandonar amihijo.

—Nadiehadichoquesevaaquedar—dijoNieves—.Yotambiénquieroquenoslollevemos.

Entróalacabaña,salióconunbultoenlosbrazosy,sindecirnadaaLalita,echóacaminarhacialapiletadelascharapas.Ellalosiguió,lloriqueando,pero,luego,enelbarrancosecalmóyseprendiódelbrazodelpráctico.

Nieves esperó que ella subiera primero a la canoa, le alcanzó al niño y, pocodespués,laembarcaciónrasgabasuavementelasuperficieoscuradelacocha.Detrásdelaempalizadasombríadelaslupunas,asomabatenuementelaluzdelasfogatasyseoíancantos.

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—¿Adónde estamos yendo?—dijo Lalita—. Nome dices nada, todo lo hacessolo.Yanoquieroirmecontigo,quierovolver.

—Cállate—dijoelpráctico—.Nohableshastaquesalgamosdelacocha.—Yaestáamaneciendo—dijoAquilino—.Nohemospegadolosojos,Fushía.—Es la última noche que estamos juntos —dijo Fushía—. Siento fuego aquí

dentro,Aquilino.—Amítambiénmedapena—dijoAquilino—.Peronopodemosquedarnosaquí

mástiempo,hayqueseguir.¿Notieneshambre?—Unaplayita, viejo—dijoFushía—.Por nuestra amistad,Aquilino.No aSan

Pablo,déjamedondesea.Noquieromorirmeahí,viejo.—Tenmáscarácter,Fushía—dijoAquilino—.Fíjate,estuvecalculando.Treinta

díasjustosquesalimosdelaisla.

Lascosas soncomoson, la realidady losdeseos seconfundenysinoporquéhubieravenidoesamañana.¿Reconocíatuvoz,tuolor?Háblaleymiracómoensurostro se levanta algo risueño y ansioso, retén sumano unos segundos y descubrebajosupielesediscretotemor,ladelicadaalarmadesusangre,miracómosefruncensuslabios,cómoseagitansuspárpados.¿Queríasaber?Porquéaprietasasímibrazo,porquéjuegasconmispelos,porquétumanoenmicinturay,cuandohablas,tucaratan cerca de la mía. Explícale: para que no me confundas con los demás, porquequieroquemereconozcas,Toñita,yesevientecitoyesosruidosdemibocasonlascosasqueteestoydiciendo.Peroséprudente,alerta,cuidadoconlagenteyahora,nohaynadie,cogesumano,suéltaladeunavez,tútehasasustadoToñita,¿porquétehasquedadotemblando?,pídelequeteperdone.Yahí,denuevo,elsolquedorasuspestañas y ella, seguramente pensando, dudando, imaginando, tú no es nadamaloToñita, nome tengasmiedo, y ella oscuramente esforzándose, inventado, por qué,cómo, y ahí los otros, jacinto limpia lasmesas,Chápiro habla del algodón, de losgallos y de las cholas que tumba, unas mujeres ofrecen natillas y ella afanosa,angustiosamenteescarbandoenlas tinieblasmudas,porqué,cómo.Túsoyloco,esimposible,lahagosufrir,tenvergüenza,saltaalcaballo,otravezelarenal,elsalón,latorre.Cierralascortinas,quesubalaMariposa,quesedesnudesinabrirlaboca,ven,notemuevas,eresunaniña,bésala,laquieres,susmanossonflores,ellaquécosaslindas,patrón,¿deverasquelegustotanto?Quesevista,quevuelvaalsalón,porquéhablaste,Mariposa,ellaustedandaenamoradoyquierequeyolareemplace,túandavete,ningunahabitantavolveráalatorre.Ydenuevolasoledad,elarpa,elcañazo,emborráchate, tiéndeteen la camayhurga tú también, cavaen laoscuridad, ¿tienederecho a que la quieran?, ¿tengo derecho a quererla?, ¿me importaría si fuerapecado? La noche es lenta, desvelada, hueca sin su presencia quemata las dudas.Abajoríen,brindanybromean,entreguitarrasbulliciosasseinsinúaeldelgadosilbo

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deunaflauta,seenardecen,bailan.Fuepecado,Anselmo,vasamorir,arrepiéntete,tú:nofue,padre,nomearrepientodenadasalvodequeellamuriera.Yélfuealamala, por la fuerza, tú no fue a la mala, nos entendíamos sin que me viera, nosqueríamossinquemehablara,lascosaseranloqueeran.Diosesgrande,Toñita,¿noesciertoquemereconoces?Hazlaprueba,aprietasumano,cuentahastaseis,¿ellaaprieta?,hastadiez,¿vesquenosueltatumano?,hastaquinceyahísigueenlatuya,confiadaysuave.Y,mientrastanto,yanocaelaarena,unvientofrescosubedesdeelrío, ven a La Estrella delNorte, Toñita, tomaremos algo y ¿qué brazo buscaba sumano?, ¿en quién se apoyaba para atravesar la plaza?, tú el mío y no el de donEusebio,enmíynoenChápiro,¿entoncestequiere?Sienteloquesentías:lacarneadolescenteytostada,elvellolaciodesubrazoy,debajodelamesa,surodillajuntoa tu rodilla, ¿rico el jugo de lúcuma, Toñita?, y su rodilla siempre, y entoncesdisimula y goza, así que van bien los negocios donEusebio, así que la tienda queabrióenSullanaeslamáspróspera,asíqueArresesenosmueredoctorZevallos,quédesgraciaparaPiura,eraelhombremásleído,yahí,dichosamenteelcalorcitoentrelasvenasylosmúsculos,unallamitaenelcorazón,otraenlassienes,dosminúsculoscráteressupurandobajolasmuñecas.Nosólolarodillaahora,elpietambién,severábrevee indefensojuntoa lagruesabota,yel tobillo,yelmusloesbeltoparaleloaltuyo, tú Dios es grande pero tal vez no se da cuenta, ¿será casualidad? Haz otraprueba,empuja,¿seretira?,¿semantienepegadaati?,¿ellatambiénempuja?,tú¿noestásjugando,muchachita?,¿quésientespormí?Ahí,denuevo,elambiciosodeseo:estarsolosalgunavez,noaquísinoenlatorre,nodedíasinodenoche,novestidossinodesnudos,Toñita,notesepares,siguetocándome.Yahí,lasofocantemañanadeverano, loslustrabotas, losmendigos, lasvendedoras, lagentequesaledemisa,LaEstrella del Norte con sus hombres y sus diálogos, el algodón, las crecientes, lapachamanca del domingo y, de pronto, siente sumanoque busca, que encuentra yatrapa la tuya,atención,cuidado,no lamires,no temuevas, sonríe,elalgodón, lasapuestas, las cacerías, la carne dura de los venados y las plagas traicioneras y,entretanto, oye su mano en la tuya, su misterioso mensaje, descifra esa voz desecretaspresionesy levespellizcos, y todoel tiempoToñita,Toñita,Toñita.Ahorabasta de dudas, mañana más temprano todavía, escóndete en la catedral y espía,escuchaelminúsculocantodelaarenaenlascopasdelostamarindos,esperatenso,losojosfijosenlaesquinamedioocultaporlaglorietaylosárboles.Yahí,denuevo,el tiempo detenido bajo la bóveda y los arcos, las severas baldosas, las bancasdespobladas,y la implacablevoluntadyuna fría secreciónen la espalda, elbruscovacío en el estómago: el piajeno, la gallinaza, las canastas, una silueta que avanzaflotando. Que no llegue nadie, que se vaya pronto, que no salga el cura y ahora,rápido,corriendo, la luzexterior,elatrio, lasanchasgradas, lapista,elcuadriláterosombreado.Abrelosbrazos,recíbela,miracómosucabezasereclinaentuhombro,

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acaricia sus cabellos, límpialos de arena rubia y a la vez, cuidado, La Estrella delNorteseabriráyaparecerájacintobostezando,vendránlosvecinosylosforasteros,adelántate.Nadade engaños, bésala y,mientras su rostro se acalora, no te asustes,eresbonita,yo tequiero,novayasa llorar, siente tubocaensumejillay fíjate, suarrebatovapasando,suposturaesotravezdócilyasí,comolasuperficiequecedebajo tus labiosesde fragante la lluviaenelveranocaluroso,asícuandoelarcoirisiluminaelcielo.Yentoncesróbatela:nopodemosseguirasí,venteconmigo,Toñita,la cuidarás, la engreirás, será feliz contigo, un tiempito y se irán lejos de Piura,vivirán a plena luz. Corre con ella, los aleros gotean arena todavía, las gentesduermenosedesperezanensuscamas,peromira,observaelrededor,dalelamano,súbela al caballo.No la pongas nerviosa, háblale despacio: agárrate demi cintura,fuerte, sólo un momentito. Y, de nuevo, el sol que se instala sobre la ciudad, laatmósferatemplada,lascallesdesiertas,lafuriosaurgenciay,derepente,miracómoseprende,estrujatucamisa,cómosucuerposeadhierealtuyo,miraesallamaradaensu rostro: ¿comprende?, ¿apúrate?, ¿que no nos vean?, ¿vámonos?, ¿quiero irmecontigo?, tú Toñita, Toñita, ¿te das cuenta adónde vamos, para qué vamos, quésomos? Cruza el Viejo Puente y no entres a Castilla la madrugadora, siguerápidamente los algarrobosde la orilla y ahora sí, el arenal, taconea conodio, quebrinque,quegalope,quesuscascosmaltratenlalisaespaldadeldesiertoysealceunapolvaredaprotectora.Ahí,losrelinchos,lafatigadelanimal,entucinturasubrazoyaratoselsabordesuscabellosqueelaireincrustaentuboca.Taconeasiempre,yallegan, usa el látigo y, de nuevo, aspira el olor de esamañana, el polvo y la locaexcitacióndeesamañana.Entrasinhacerruido,cárgala,subelaangostaescaleradela torre, siente sus brazos en tu cuello comoun collar vivoy ahí los ronquidos, lazozobraqueseparasuslabios,eldestellodesusdientes, túnadienosve,gentequeduerme, cálmate Toñita. Dile sus nombres: la Luciérnaga, la Ranita, la Flor, laMariposa.Mástodavía:estánrendidas,hanbebidoyhechoelamorynonossientenni dirán nada, tú les explicarás, ellas comprenden las cosas. Pero sigue, cómo lesdicen, habitantas. Cuéntale de la torre y del espectáculo, píntale el río, losalgodonales,elpardoperfildelasdistantesmontañasyelrelumbredelostechosdePiuraalmediodía,lascasasblancasdeCastilla,lainmensidaddelarenalydelcielo.Tú yomiraré para ti, le prestarás tus ojos, todo lo que tengo es tuyo,Toiiita.Queimaginecuandoentraelrío:esasserpientesdelgaditasqueundíadediciembrelleganreptandoporelcauce,ycómosejuntanycrecen,ysucolor,túverdemarrón,yvaengordandoyestirándose.Queoigaelrepiquedelascampanasyadivinelagentequesale a recibirlo, los churres que revientan cuetes, lasmujeres que rocíanmistura yserpentinas,ylasfaldasgranatesdelobispoquebendicelasaguasviajeras.CuéntalecómosearrodillanenelMalecónydescríbelelaferia—losquioscos,lostoldos,loshelados,lospregones—,nómbralealosdichososprincipalesqueseavientanconsus

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caballosalacorrienteydisparanalaireytambiénalosgallinazosymangachesquesebañanencalzoncillos,yalosvalientesquesezambullendesdeelViejoPuente.Ydilecómoelríoesríoahora,ycómodíaynochepasahaciaCatacaos,espesoysucio.TambiénquiénesAngélicaMercedes,queserásuamiga,ylosplatosquelehará,túlosquemásteguste,Toñita,picantes,chupes,secosypiqueos,yhastaclarito,peronoquieroqueteemborraches.Ynoolvideselarpa,túcadanocheunaserenataparatisolita.Háblalealoído,siéntalaentusrodillas,nolafuerces,tenpaciencia,acarícialaapenas o mejor respírala sin tocarla, sin prisa, suavemente espera que busque tuslabios.Yháblalesiempre,aloído,conternura,elpesodesucuerpoesleveydesupielmanaunperfumetibio,tocalosvellosdesusbrazoscomolascuerdasdelarpa.Háblale,murmúrale,descálzalacondelicadeza,besasuspiesyahí,denuevo,clarosymorosos, sus talones, la curva de su empeine, sus pequeños dedos ligeros en tuboca,surisafrescaenlapenumbra.Ríetambién,¿tehagocosquillas?,bésalatodoeltiempo, ahí sus tobillos tan delgados y sus rodillas duras y redondas. Tiéndelaentoncesconcuidado,acomódala,ymuylentamente,muydulcemente,abresublusaytócala,¿sucuerposeendurece?,suéltala,tócaladenuevo,yháblale,laquieres,lamimaráscomoaunachurre,vivirásparaella,no la estrujes,no lamuerdas, cíñelaapenas,guíasumanohastasufalda,queellamismaladesabotone.Túyoteayudo,Toñita,yotelasaco,muchachitaytiéndeteasulado.Dilequésientes,quésonsussenos, tú dos conejitos, bésalos, los quieres, los veías en sueños, en las nochesentrabanalatorreblancosybrincando,ibasacogerlosyellosescapaban,túperosonmás dulces ymás vivos y ahí, la discreta penumbra, el aleteo de las cortinas, lasborrosassiluetasdelosobjetos,ylatersurayelresplandorinmóvildesucuerpo.Unayotravezalísaloydile tusrodillasson,y tuscaderasson,y tushombrosson,y loquesientes,yquelaquieres,siemprequelaquieres.TúToñita,muchachita,churre,yestréchalacontrati,ahorasíbuscasusmuslos,sepáraloscontimidez,sécuidadoso,séobediente,nolaapremies,bésalayretírate,vuelveabesarla,sosiégalay,mientras,sientecómotumanosehumedeceysucuerposeabandonaydespliega,laperezosamodorraquelainvadeycómoseactivasualientoysusbrazostellaman,sientecómolatorrecomienzaaandar,aabrasarse,adesaparecerentredunascalientes.Dileeresmimujer,nollores,noteabracesamícomosifuerasamorir,dileempiezasaviviryahoradistráela,juegaconella,secasusmejillas,cántale,arrúllala,dilequeduerma,túserétualmohada,Toñita,velarétusueño.

—Se lo llevaron a Lima esta mañana —gimió Bonifacia—. Dicen que pormuchosaños.

¿Y?¿LacárceldePiuranoerapeorquechiquero?,Josefinodiounospasosporlahabitación, la gente vivía en la mugre, se apoyó en el alféizar de la ventana, losmatabandehambre,alaflojaluzdeunfarolelColegioSanMiguel,laiglesiaylos

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algarrobosdelaplazaMerinoseveíancomoensueños,yalosinsolenteslesdabancaca en vez de comida, yLituma era insolente, y ay de ellos si no se la tragaban:mejorquelohubieranmandadoaLima.

—Ni siquiera me dejaron despedirlo —gimió Bonifacia—. Por qué no meavisaronqueseloibanallevar.

¿Lasdespedidasnoerantristes?Josefinoseacercóalsofádondeellaacababadesentarse, los pies de Bonifacia se descalzaron con ira, su cuerpo sufría bruscassacudidas.Erapreferibleasí,tambiénparaLitumaquesehubieraentristecido,yelladedónde iba a sacar la plata, el pasaje era carísimo, en laEmpresaRoggero se lohabíandicho.Josefinolepasóelbrazoporloshombros.¿QuéibaahacerlapobreenLima?Sequedaríaaquí,enPiura,yéllacuidaría,yélharíaqueseolvidaradetodo.

—Esmimarido,tengoqueirme—gimióBonifacia—.Aunqueseairéavisitarlotodoslosdías,lellevarédecomer.

PeroenLimaeradistinto,quétonta,lesdabanbuenacomidaylostratabanbien.Josefinocerrósubrazoen tornoaBonifacia,ella resistióunmomento,cedióyporúltimo,yaseestabacalentando,¿elcachaconoeraunbruto?,yellamentira,¿noledabamalavida?,yellanoescierto,perosedejóircontraélydenuevocomenzóallorar.Josefino leacarició loscabellos.Y,además,qué tanto,eraunasuerte,alpanpanyalvinovino,Selvática:sehabíanlibradodeél.

—Yosoymalaperotúmásqueyo—lloriqueóBonifacia—.Losdosnosvamosacondenar,yporquémedicesSelváticasisabesquenomegusta,¿ves,vescómoeresmalo?

Josefinolaapartóconsuavidad,sepusodepieyesoeraelcolmo,¿nosehabríamuerto de hambre sin él?, ¿no viviría como pordiosera? Registró en sus bolsillosapoyadoen laventana,comoensueños,yencimaveníay llorabaalcachacoensudelante,sacóuncigarrilloyloencendió:unhombreteníasuorgullo,quédiablos.

—Meestástuteando—dijo,depronto,volviéndosehaciaBonifacia—.Antessóloenlacamaydespuéssiempredeusted.Quéraraeres,Selvática.

Volvióasuladoyellainicióunmovimientoderepliegue,perosedejóabrazaryJosefinorió.¿Teníavergüenza?¿Cosasquelemetieronenlatutumalasmonjitasdesupueblo?¿Porquésóloenlacamadetú?

—Yoséqueespecadoy,apesar,sigocontigo—sollozóBonifacia—.Túno tedascuenta,peroDiosmevaacastigar,yati,ytodoportuculpa.

Quéhipócritaera,enesosíseparecíaa laspiuranas,a toditas lasmujeres,quéhipócritaera,cholita,¿sabíaonoqueibaasersumujeresanochequelatrajo?,yellanosabía,haciendopucheros,nohubieravenido,noteníaadóndeir.JosefinoescupióelcigarrilloalsueloyBonifaciaestabaacurrucadacontraélyJosefinopodíahablarlealoído.Perolehabíagustado,quefuerasincera,Selvática,queconfesara,sólounavez,despacito,aélsolito,chinita,¿legustóonolegustó?,cholita.

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—Megustóporquesoymala—susurróella—.Nomepreguntes,especado,nohablesdeeso.

¿Mejor que con el cachaco?, que jurara, nadie la oía, él la quería, ¿cierto quegozabamás?,labesóenelcuello,lemordiólaoreja,bajolafaldatodoeraestrecho,tensoy tibio, ¿ciertoqueel cachaconunca lahizogritar?,yella convoz ida sí, laprimera,dedolormásbien,¿ciertoqueélsílahacíagritarcuandoledabasugana?,ysólodegusto¿cierto?,yellaquesecallara,Josefino,Diosestabaoyendo,yéltetocoyahímismocambias,megustasporqueeresardiente.Lasoltó,elladejóderonroneary,unmomentodespués,llorabadenuevo.

—Élteestababasureando,Selvática—dijoJosefino—;perdíastutiempoconelcachaco.¿Porquéletienestantapena?

—Porqueesmimarido—dijoBonifacia—.TengoqueirmeaLima.Josefino se inclinó, recogió la colilla del suelo, la encendió y unos churres

correteabanenlaplazaMerino,unosehabíatrepadoalaestatuaylasventanillasdelacasadelpadreGarcíaestabaniluminadas,nodebíaser tantarde,¿sabíaqueayerempeñósureloj?,seolvidabadecontarle,Selvática,ycierto,cierto,quécabeza:todoestabalistocondoñaSantos,mañanatemprano.

—Ahorayanoquiero—dijoBonifacia—.Noquiero,novoyair.Josefino disparó el pucho hacia la plazaMerino, pero no llegó ni siquiera a la

avenidaSánchezCerro,yseretiródelaventanayellaestabatiesa,yélquétepasa,¿queríamatarloconsumirada?,yasabíaque teníabonitosojos,paraqué losabríatanto y qué cuento era ése.Bonifacia no lloraba y tenía un aire agresivo, una vozresuelta:noquería,eraelhijodesumarido.¿Yconquéleibaadardecomeralhijodesumarido?¿Yquéibaacomerellahastaquenacieraelhijodesumarido?¿Yquéiba a hacer Josefino con un entenado? Lo peor de lo peor era que la gente nuncapensabalascosas,quéhacíanconlatutumaqueDioslespusosobreelpescuezo,quémierdahacían.

Trabajarédesirvienta—dijoBonifacia—.YdespuésmeiréconélaLima.¿De sirvienta, barrigona? Estaba soñando, nadie querría emplearla y, si de

casualidad alguien sí, la pondrían a fregar pisos y con tanto esfuerzo el hijo de sumaridoselechorrearíaonaceríamuerto,ofenómeno,quelepreguntaraaunmédico,yellaquesemuerasolo,peroellanoloqueríamatar:eraporgusto.

Comenzóa lloriqueardenuevoyJosefinosesentóasu ladoy lepasóelbrazopor loshombros.Eramalagradecida, ingrataconél.¿La tratababien,síono?¿Porquélatrajoasucasa?,porquelaquería,¿porquéledabadecomer?,porquelaqueríayencambio,yencima,yapesardeeso,¿unentenadoparaquelagenteserieradeél? Miéchica, un hombre no era un payaso. Y, además, ¿cuánto iba a cobrar laSantos?Unmontón,unaburradadeplatay,enlugardeagradecer,lloraba.¿Porquéera así con él, Selvática? Parecía que no lo quería, y él a ella tanto, cholita, y le

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pellizcaba el cuello y le soplaba detrás de la oreja y ella gemía, su pueblo, lasmadrecitas, queríavolverse,másque fuera tierrade chunchos,másquenohubieraedificiosniautos,Josefino,Josefino,volverseaSantaMaríadeNieva.

—Necesitasmásplataparairteatupuebloqueparahacerteunacasa,cholita—dijoJosefino—.Hablasyhablassinsaberloqueestásdiciendo.Nohayqueserasí,amor.

Sacósupañueloylelimpiólosojosyselosbesóehizoquemediocuerpodeellaseladearaylaabrazóconpasión,élsepreocupabaporella,¿porqué?,todolohacíapensando en su bien, ¿por qué,maldita sea, por qué?: porque la quería. Bonifaciasuspiraba,elpañuelosobresuboca:¿cómoibaaserporsubienquequisieramataralhijodesumarido?

—Esonoesmatarlo,sonsa,¿acasoyanació?—dijoJosefino—.Yporquéhablastantodetumaridosiyanoestumarido.

Síera,secasaronporlaiglesiayparaDioseraelúnicoquevalía,yJosefino,quémanía, ¿por qué meter a Dios en todo?, Selvática, y ella ¿ves, ves?, y él cholita,sonsa, que le diera un beso, y ella no, y él qué le haría si no la quisiera tanto,meciéndola, buscándole las axilas, impidiéndole levantarse, sonsa, terquita, suSelvatiquita,¿ves,ves?,yentreunhipoyunsollozoreía,y,pormomentos,subocasequedabaquietayélalcanzabaabesarla.¿Loquería?,unavez,sólounavez,sonsa,yellanotequiero,yélperoyomucho,Selvática,sóloquecómoteengríesyabusasporeso,yellamedicesperonomequieres,yélquetocarasucorazónyvieracómolatíaporella,y,además,siloquisieraledaríagustoentodo,ybajolafaldatodoeraangosto,tibio,resbaloso,igualquedebajodelablusa,ytambiénenlaespalda,tibio,sedientoyespeso,ylavozdeJosefinocomenzabaavacilaryaser,comoladeella,muybaja,noiríadondelaSantosaunqueloquisiera,ycontenida,másquelamataranoiría,yperezosa,peroaélsíloquería,ydesigualycálida.

—Ponesunacara—dijoelsargento—,parecequetesacarandeaquíalafuerza.¿Porquénoestáscontenta?

—Sí estoy —dijo Bonifacia—. Sólo que siento un poco de pena por lasmadrecitas.

—Nopongas esamaleta tan al canto,Pintado—dijo el sargento—.Y las cajasestánmalsujetas,seiránalaguaalprimerencontrón.

—Acuérdese de nosotros cuando esté en el paraíso, mi sargento —dijo elChiquito—.Escríbanos,cuéntenoscómoes lavidaen laciudad.Si todavíaexistenlasciudades.

—Piura es la ciudadmás alegre del Perú, señora—dijo el teniente—.Le va agustarmucho.

—Asíserá,señor—dijoBonifacia—.Siestanalegre,mehadegustar.El práctico Pintado había ya instalado todo el equipaje en la lancha y ahora

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examinabaelmotor,arrodilladoentredoslatasdegasolina.Corríaunabrisasuaveylas aguas delNieva, color uva, avanzaban hacia elMarañón alborotadas de olitas,tumbosybrevesremolinos.Elsargentoibayveníaporlalancha,diligente,risueño,verificandolosbultos,lasamarrasyBonifaciaparecíainteresadaenesetrajínpero,aveces,susojosseapartabande laembarcaciónyespiaban lascolinas:bajoelcielolimpio la misión resplandecía ya entre los árboles, sus calaminas y sus murosreverberabanmansamenteenlaluzclaradelamadrugada.Elsenderopedregoso,encambio,aparecíadisimuladoporhilachasdebrumaqueflotabancasiarasdetierra,indemnes:elbosquedesviabalabrisaquelashubieradisgregado.

—¿No es cierto que nos pica el cuerpo por llegar a Piura, chinita? —dijo elsargento.

—Eslaverdad—dijoBonifacia—.Queremosllegarlomáspronto.—Debeserlejísimos—dijoLalita—.Ylavidaserátandistintaaladeaquí.—DicenquecienvecesmásgrandequeSantaMaríadeNieva—dijoBonifacia

—,concasascomosevenenlasrevistasdelasmadres.Haypocosárboles,dicen,yarena,muchaarena.

—Medapenaquetevayas,peroportimealegro—dijoLalita—.¿Yasabenlasmadres?

—Me han dado muchos consejos —dijo Bonifacia—. La madre Angélica hallorado. Qué viejita se ha puesto, ya no oye lo que se le dice, tuve que gritarle.Apenas camina,Lalita, tiene losojos comobailando todoel tiempo.Me llevó a lacapillayrezamosjuntas.Yanuncamáslaveré,seguro.

—Es una vieja mala, perversa—dijo Lalita—. No barriste eso, no lavaste lasollas,ymeasustaconelinfierno,cadamañana¿tehasarrepentidodetuspecados?YtambiénmedicecosasterriblesdeAdrián,queesunbandido,queengañabaatodos.

—Tienemalgenioporqueestáviejita—dijoBonifacia—.Sedarácuentaquesevaamorirpronto.Peroconmigoesbuena.Mequiereyyotambiénlaquiero.

—Algarrobos,burrosytonderos—dijoelteniente—.Yconoceráelmar,señora,noestálejosdePiura.Esoesmejorquebañarseenelrío.

—Y,además,dicenqueahíestánlasmujeresmáslindasdelPerú,señora—dijoelPesado.

—Ah,Pesado—dijoelRubio—.¿YquéleimportaalaseñoraquehayamujereslindasenPiura?

—Le digo para que se cuide de las piuranas—dijo el Pesado—. No vayan adejarlasinmarido.

—Ellasabequesoyserio—dijoelsargento—.Sólosueñoconveramisamigos,amisprimos.Paramujeres,conlamíamebastaysobra.

—Ah,cholocínico—rióel teniente—.Cuídelomucho,señora,ysise lesueltadélepalo.

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—Siesposible,meempaquetaunapiuranaymelamanda,misargento—dijoelPesado.

Bonifaciasonreíaaunosyaotrospero,almismotiempo,semordíaloslabiosy,aintervalos regulares, una expresión distinta volvía a su rostro y lo abatía, unossegundos empañaba su mirada y agitaba su boca con un leve temblor, y luegodesaparecíaysusojossonreíandenuevo.Elpueblodespertabaya,habíacristianosreunidosenlatiendadeParedes,laviejasirvientadedonFabiobarríalaterrazadelaGobernacióny,bajolascapironas,pasabanaguarunasjóvenesyviejosendirecciónalrío,conpértigasyarpones.Elsolencendíalostechosdeyarina.

—Seríabuenopartirdeunavez,sargento—dijoPintado—.Mejorpasarelpongoahora,despuéshabrámásviento.

—Óyemeprimeroydespuésdicesno—dijoBonifacia—.Almenos,dejaqueteexplique.

—Mejornuncahagasplanes—dijoLalita—.Después,sinosalenespeor.Piensasóloenloqueestápasandoenelmomento,Bonifacia.

—Ya lehedichoyélestádeacuerdo—dijoBonifacia—.Medaráunsolcadasemana, y yo haré trabajos para la gente, ¿no ves que lasmadresme enseñaron acoser? ¿Perono se la robarán?Tienequepasarpor tantasmanos, a lomejorno tellega.

—Noquieroquememandes—dijoLalita—.Paraquénecesitoplata.—Peroyasemeocurriólamanera—dijoBonifacia,tocándoselacabeza—.Sela

mandaréa lasmadres,¿quiénsevaaatrevera robarlesaellas?Y lasmadres te ladaránati.

—Apesardelasganasqueunotienedeirse,siempredaunpocodetristeza—dijo el sargento—.Amímehadado ahorita,muchachos, por primeravez.Uno seencariñaconloslugares,aunquevalganpocacosa.

La brisa se había transformado en viento y las copas de los árbolesmás altosinclinabansusplumeros,losmecíansobrelosárbolespequeños.Alláarriba,lapuertadelaresidenciaseabrió,lasiluetaoscuradeunamadresalióapresuraday,mientrascruzabaelpatioendirecciónalacapilla,elvientohinchabasuhábito,loencrespabacomounaola.LosParedeshabíansalidoalapuertadesucabañay,acodadosenlabaranda,mirabanelembarcadero,hacíanadiós.

—Es humano, mi sargento—dijo el Oscuro—. Tanto tiempo aquí, y, además,casadoconunadeaquí.Secomprendeque ledéunpocodepena.Austed ledarámás,señora.

—Graciasportodo,miteniente—dijoelsargento—.SipuedoservirledealgoenPiura, ya sabe, estoy a sus órdenes para cualquier cosa. ¿Cuándo estará usted enLima?

—Dentrodeunmes,másomenos—dijoel teniente—.Tengoque ir a Iquitos

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antes,aliquidaresteasunto.Quetevayabienentutierra,cholo,derepentetecaigoporahíundíadeésos.

—Guárdatemejorlaplataparacuandotengashijos—dijoLalita—.Adriándecíaal otro mes comenzamos, y en seis meses habrá para un motor nuevo. Y nuncaahorramosniuncentavo.Peroélnogastabacasinada,todoeraparalacomidayloshijos.

—Y entonces podrás ir a Iquitos —dijo Bonifacia—. Haz que las madres teguardenlaplataquevoyamandarte,hastaquehayabastanteparaelpasaje.Entoncesirásaverlo.

—Paredesmehadichoquenovolveréaverlo—dijoLalita—.Tambiénquememoriréaquí,desirvientadelasmadres.Nomemandesnada.Teharáfaltaallá,enlaciudadsenecesitamuchaplata.

¿Le permitía, cholo? El sargento asintió, y el teniente abrazó a Bonifacia quepestañeaba mucho y movía la cabeza como aturdida, pero sus labios y sus ojos,aunquehúmedos,sonreíanaún,tenazmente,señora:ahoralestocabaaellos.PrimerolaabrazóelPesadoyelOscuro,caramba,cuántosedemorabayél,misargento,nopiensemal,eraunabrazodeamigo,elRubio,elChiquito.ElprácticoPintadohabíasoltado las amarras y mantenía la lancha junto al embarcadero, curvado sobre lapértiga. El sargento y Bonifacia subieron, se instalaron entre los bultos, Pintadolevantó la pértiga y la corriente se apoderó de la embarcación, comenzó acolumpiarla,allevárselasinapurohaciaelMarañón.

—Tienes que ir a verlo—dijo Bonifacia—. Temandaré aunque no quieras. Ycuando salga, se irán a Piura, yo los ayudaré como ustedesme han ayudado.AllánadieloconoceadonAdriánypodrátrabajarenloquesea.

—YacambiarásdecaracuandoveasPinta,chinita—dijoelsargento.Bonifaciateníaunamanofueradelalancha,susdedostocabanelaguaturbiay

abrían rectos, efímeroscanalesquedesaparecíanen laespumosaconfusiónque ibasembrando la hélice. A veces, bajo la opaca superficie del río se divisaba un pezbreveyveloz.Sobreellos,elcieloaparecíadespejadopero,alolejos,endirecciónalacordillera,flotabannubesgordasqueelsolhendíacomounacuchilla.

—¿Estástristesóloporlasmadres?—dijoelsargento.—TambiénporLalita—dijoBonifacia—.Ypienso todoel tiempoen lamadre

Angélica.Anochesemeprendió,noqueríasoltarmeynolesalíanlaspalabrasdelapena.

—Lasmonjitassehanportadobien—dijoelsargento—.Cuántosregalostehanhecho.

—¿Algunavezvolveremos?—dijoBonifacia—.¿Siquieraunavez,depaseo?—Quiénsabe—dijoelsargento—.Peroestáunpoco lejosparavenirdepaseo

hastaaquí.

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—Nollores—dijoBonifacia—.Tevoyaescribiry tevoyacontar todoloquehaga.

—DesdequesalídeIquitosnohetenidoamigas—dijoLalita—.Desdequeerachica.Alláenlaisla,lasachuales,lashuambisascasinohablabancristianoynonosentendíamossinoenciertascosas.Túhassidomimejoramiga.

—Ytútambiénlamía—dijoBonifacia—.Másqueamiga,Lalita.TúylamadreAngélicasonloquemásquieroaquí.Anda,nollores.

—Porquénovolvías,Aquilino—dijoFushía—.Porquénovolvías,viejo.—No pude venir más rápido, hombre, cálmate—dijo Aquilino—. El tipo me

comíaapreguntas,ydecíalasmonjasyqueeldoctorynopodíaconvencerlo.Peroloconvencí,Fushía,yaestáarreglado.

—¿Lasmonjas?—dijoFushía—.¿Tambiénvivenmonjasahí?—Soncomoenfermeras,cuidanalagente—dijoAquilino.—Llévameaotraparte,Aquilino—dijoFushía—,nomedejesenSanPablo,no

quieromorirmeahí.—Eltiposequedócontodalaplata,peromehaprometidounmontóndecosas

—dijoAquilino—.Teconseguirápapeles,arreglará todoparaquenadiesepaquiéneres.

—¿Le diste todo lo que junté estos años? —dijo Fushía—. ¿Para eso tantossacrificios,tantalucha?¿Paraqueuntipocualquierasequedecontodo?

—Tuve que ir subiendo a poquitos —dijo Aquilino—. Primero quinientos ynones,despuésmilynones,niqueríadiscutir,decíalacárcelesmáscara.Tambiénme prometió que te dará mejor comida, mejores remedios. Qué vamos a hacer,Fushía,hubierasidopeorsinoacepta.

Llovía a cántaros y el viejo, calado hasta los huesos, maldiciendo contra eltiempo,sacólalanchadelcañoagolpesdetangana.Yacercadelembarcadero,divisósiluetasdesnudasenloaltodelbarranco.Agritos,ordenóenhuambisaquebajaranaayudarlo y aquéllas desaparecieron detrás de las lupunas que el viento sacudía, ysurgieron,rojizas,dandosaltitos,resbalandoenelbarrodelapendiente.Sujetaronlalancha a unas estacas y, chapoteando bajo los goterones que salpicaban en susespaldas, llevaron en peso a donAquilino a tierra.El viejo comenzó a desnudarsemientrastrepabaelbarranco.Alllegaralacimasehabíaquitadolacamisay,enelpoblado,sinresponderalossignosamistososquelehacíanniñosymujeresdesdelascabañas,sesacóelpantalón.Así,consólosusombrerodepajaycortocalzoncillo,cruzóelboscajehaciaelclarodeloscristianos,yallíalgosimiescoytambaleantesedescolgódeunabaranda,Pantacha,loabrazó,estássoñando,ybalbuceótorpementeensuoído,atoradodeyerbasynisiquierapuedeshablar,suéltame.Pantachateníalosojos atormentados e hilillos de baba chorreaban de sus labios.Muy agitado, hacíagestosseñalandolascabañas.Elviejovioenlaterrazaalashapra,hosca,inmóvil,el

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cuelloylosbrazosocultosporsartasdecollaresybrazaletes,lacaramuypintada.—Seescaparon,donAquilino—gruñóporfinPantacha,revolviendolosojos—.

Yelpatrónrabiando,encerradoahíhacemeses,noquieresalir.—¿Estáensucabaña?—dijoelviejo—.Suéltame,tengoquehablarconél.—Quiénerestúparamandarme—dijoFushía—.Andadenuevo,queel tipote

devuelvalaplata.LlévamealSantiago,prefieromorirmeentregentequeconozco.—Tenemos que esperar hasta la noche —dijo Aquilino—. Cuando todos se

duerman,tellevaréhastalalanchadondehacenbañaralasvisitasyahíterecogeráeltipo.Nosigasasí,Fushía,ahoratratadedormirunpoco.¿Oquierescomeralgo?

—Asícomomeestás tratando tú,me trataránahí—dijoFushía—.Nimeoyes,decidestodoyyotengoqueobedecer.Esmivida,Aquilino,nolatuya,noquiero,nomeabandonesenestesitio.Unpocodecompasión,viejo,regresemosalaisla.

—Ni queriendo podría hacerte caso —dijo Aquilino—. De surcada hasta elSantiagoyescondiéndoseseríanmesesdeviajeyyanohaygasolina,niplataparacomprarla.Tehetraídohastaacáporamistad,paraquemuerasentrecristianos,ynocomounpagano.Hazmecaso,duérmeteunpoco.

El cuerpo hinchaba apenas las mantas que lo cubrían hasta la barbilla. Elmosquitero sóloprotegíamediahamacay reinabaungrandesorden en torno: latasdesparramadas, cáscaras, calabazas con sobras demasato, restos de comida.Habíaunaextrañapestilenciaymuchasmoscas.ElviejotocóenelhombroaFushía,ésteroncóy,entonces,elviejoloremecióconlasdosmanos.LospárpadosdeFushíasesepararon, dos brasas sanguinolentas se posaron fatigadamente en el rostro deAquilino,seapagaronyencendieronvariasveces.Fushíaseincorporóalgo,sobreloscodos.

—Meagarrólalluviaenmediodelcaño—dijoAquilino—.Estoyempapado.Hablabayescurríalacamisayelpantalón,losretorcíaconfuria;luego,loscolgó

enlacuerdadelmosquitero.Afuerallovíamuyfuertesiempre,unaluzturbiabajabahastalascharcasyelfangocenizadelclaro,elvientoembestíarugiendocontralosárboles.Aveces,unzigzagmulticoloraclarabaelcieloy,segundosdespués,veníaeltrueno.

—LaputaesasefueconNieves—dijoFushía,losojoscerrados—.Seescaparonjuntosesepardeperros,Aquilino.

—¿Yquéteimportaquesehayanido?—dijoAquilino,secándoseelcuerpoconlamano—.Bah,unoestámejorsoloquemalacompañado.

—La puta esa nome importa—dijo Fushía—. Pero sí que se haya ido con elpráctico.Esotienequepagármelo.

Sinabrirlosojos,Fushíavolvióel rostro,escupió,hombre,sesubió lasmantashastalaboca,mejormirabadóndeescupía,lehabíapasadoraspando.

—¿Cuántosmesesquenohasvenido?—dijoFushía—.Hacesiglosqueteestoy

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esperando.—¿Tienesmucha carga?—dijo Aquilino—. ¿Cuántas bolas de jebe? ¿Cuántas

pieles?—Estuvimosdemalas—dijoFushía—.Sólo encontramospueblosvacíos.Esta

veznotengomercadería.—Siyanopodíassalirdeviaje,silaspiernasnoterespondíanyaparaandarpor

elmonte—dijoAquilino—.¡Morirentreconocidos!¿Creesqueloshuambisasibanaseguircontigo?Encualquiermomentoselargaban.

—Yo podía dar órdenes desde la hamaca—dijo Fushía—. Jum y Pantacha loshubieranllevadodondeyomandara.

—Notehagaseltonto—dijoAquilino—.AJumloodianynolomataronhastaahora por ti. Y el Pantacha está zafado con sus cocimientos, apenas podía hablarcuandolodejamos.Esosehabíaacabado,hombre,desengáñate.

—¿Vendistebien?—dijoFushía—.¿Cuántaplatametraes?—Quinientos soles—dijo Aquilino—. Nome tuerzas la cara, lo que llevé no

valíamásyhetenidoquepelearparaquemedieraneso.Peroquéhapasado,eslaprimeravezquenotienesmercadería.

—Laregiónestáquemada—dijoFushía—.Losperrosesosandanprevenidosyse esconden. Irémás lejos, aunque sea a las ciudadesmemeteré, pero encontraréjebe.

—¿Lalitaterobótodatuplata?—dijoAquilino—.¿Tedejaronalgo?—¿Quéplata?—Fushía sujetaba lasmantas junto a la boca, se había encogido

más—.¿Dequéplatahablas?—Delaqueteheidotrayendo,Fushía—dijoelviejo—.Delasgananciasdetus

robos.Yaséquelateníasguardada.¿Cuántotequeda?¿Cincomilsoles?¿Diezmil?—Nitú,nitumadreninadiemevaaquitarloqueesmío—dijoFushía.—Nomedesmáspenadelaquetetengo—dijoAquilino—.Ynomemiresasí,

tusojosnomeasustan.Másbiencontéstameloquetepregunto.—¿Metendría tantomiedooconelapuroseolvidaronderobarmelaplata?—

dijoFushía—.Lalitasabíadóndelaguardaba.—Tambiénpuedeserquefueraporpena—dijoAquilino—.Diríaestáfregado,se

vaaquedarsolo,almenosledejaremoslaplataparaqueseconsueleunpoco.—Mejor debieron robársela esos perros—dijo Fushía—. Sin plata, el tipo no

habríaaceptado.Ytúqueeresdebuencorazónnomehubierasbotadoenelmonte.Mehabríasregresadoalaisla,viejo.

—Vaya,porfinestásmástranquilo—dijoAquilino—.¿Sabesquévoyahacer?Machucarunosplátanosyhervirlos.Yadesdemañanacomeráscomoloscristianos,serátudespedidadelacomidapagana.

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Elviejoserió,setumbóenlahamacavacíaycomenzóamecerse,impulsándoseconunpie.

—Si fuera tu enemigo,noestaría aquí—dijo—.Todavía tengoesosquinientossoles,mehubieraquedadoconellos.Yoestabaseguroqueestaveznotendríascarga.

Lalluviabarríalaterraza,chasqueabasordamenteenel techo,yelairecalienteque venía de afuera levantaba elmosquitero, lo tenía aleteando como una cigüeñablanca.

—Nonecesitastapartetanto—dijoAquilino—.Yaséquesetecaeelpellejodelaspiernas,Fushía.

—¿Tecontólodeloszancudoslaputaesa?—murmuróFushía—.Merasquéyseme infectaron, pero ya está pasando. Ésos se creen que porque estoy así no iré abuscarlos.Yaveremosquiénríeúltimo,Aquilino.

—Nomecambiesdetema—dijoAquilino—.¿Deverasteestássanando?—Dameunpoquitomás,viejo—dijoFushía—.¿Quedatodavía?—Tómateelmío,yanoquieromás—dijoAquilino—.Amítambiénmegusta.

Enesosoycomounhuambisa,todaslasmañanascuandomedespiertomemachucounosplátanosyloshiervo.

—VoyaextrañarlamásqueaCampoGrande,másqueaIquitos—dijoFushía—.Meparecequelaislaeslaúnicapatriaquehetenido.Hastaaloshuambisasvoyaextrañarlos,Aquilino.

—Vasaextrañaratodos,peronoatuhijo—dijoAquilino—.Eselúnicodelquenohablas.¿NoteimportanadaqueselollevaraLalita?

—Alomejornoeramihijo—dijoFushía—.Alomejorlaperraesa…—Calla,calla,yahaceañosqueteconozcoyestádifícilquemeengañes—dijo

Aquilino—.Dimelaverdad,¿seestánsanandooestánpeorqueantes?—Nomehablesenesetono—dijoFushía—.Notepermito,mierda.Su voz, que carecía de convicción, se extinguió en una especie de aullido.

Aquilino se levantó de la hamaca, fue hacia él y Fushía se cubrió la cara: era unbultitotímidoyamorfo.

—Notengasvergüenzademí,hombre—susurróelviejo—.Déjamever.FushíanorespondióyAquilinocogióunapuntadelamantaylaalzó.Fushíano

llevaba botas y el viejo estuvomirando, sumano incrustada comouna garra en lamanta,lafrenteroídadearrugas,labocaabierta.

—Lo siento mucho, pero ya es hora, Fushía—dijo Aquilino—. Tenemos queirnos.

—Unratitomás,viejo—gimióFushía—.Mira,préndemeuncigarro,melofumoymellevasdondeeltipo.Sólodiezminutos,Aquilino.

—Perofúmatelorápido—dijoelviejo—.Eltipoestaráesperandoya.

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—Miratododeunavez—gimióFushía,bajolamanta—.Niyomeacostumbro,viejo.Miramásarriba.

Las piernas se doblaron y, al estirarse, las mantas cayeron al suelo. AhoraAquilino podía ver, también, losmuslos translúcidos, las ingles, el pubis calvo, elpequeñogarfiodecarnequehabíasidoelsexoyelvientre:allílapielestabaintacta.Elviejoseinclinóprecipitadamente,cogiólasmantas,cubriólahamaca.

—¿Ves,ves?—sollozóFushía—.¿Vesqueyanisoyhombre,Aquilino?—Tambiénmeprometióquetedarácigarroscuandoquieras—dijoAquilino—.

Yasabes,tedanganasdefumarylepides.—Me gustaría morirme ahora mismo —dijo Fushía—, sin darme cuenta, de

repente. Túme envolverías en unamanta yme colgarías de un árbol, como a unhuambisa.Sóloquenadiemelloraríacadamañana.¿Dequéteríes?

—De lo que te haces el que fumas, para que el cigarro duremás y se pase eltiempo—dijo Aquilino—. Pero si de todos modos vamos a ir, qué te hacen dosminutosmásomenos,hombre.

—Cómovoyaviajarhastaallá,Aquilino—dijoFushía—.Estámuylejos.—Mejor que te mueras ahí que aquí —dijo el viejo—. Ahí te cuidarán y la

enfermedadyano seguirá subiendo.Yoconozcoun tipo, con laplataque tienes teaceptarásinpedirpapelesninada.

—Nollegaremos,viejo,meagarraránenelrío.—Yoteprometoquellegaremos—dijoAquilino—.Aunqueseaviajandosólode

noche, buscando los caños. Pero hay que partir hoy mismo, sin que nos vea elPantachani lospaganos.Nadie tienequesaber,es laúnica formadequealláestésseguro.

—Lapolicía,lossoldados,viejo—dijoFushía—.¿Novesquetodosmebuscan?Nopuedosalirdeacá.Haymuchagentequequierevengarsedemí.

—SanPabloesunsitiodondenuncateiránabuscar—dijoelviejo—.Aunquesupieranqueestásahí,noirían.Peronadiesabrá.

—Viejo,viejo—sollozóFushía—.Túeresbueno,teruego,¿creesenDios?,porDioshazlo,Aquilino,tratadecomprenderme.

—Claroquetecomprendo,Fushía—dijoelviejolevantándose—.Perohaceratoqueoscureció,tengoquellevartedeunavez,eltiposevaacansardeesperarnos.

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Esotravezdenoche, la tierraesblanda, lospiessehundenhasta los tobillosyson siempre los mismos lugares: la ribera, el sendero que se adelgaza entre laschacras,unbosquecillodealgarrobos,elarenal.Túporaquí,Toñita,nuncaporallá,nolosvayanaverdesdeCastilla.Laarenacaesinmisericordia,cúbrelaconlamanta,ponletusombrero,quebajesucabecitasinoquierequeleardalacara.Losmismosruidos:elrunrúndelvientoenlosalgodonales,músicadeguitarras,cantos,jaleosy,al alba, los profundos mugidos de las reses. Tú ven, Toñita, sentémonos aquí,descansaránun ratoy seguiránpaseando.Lasmismas imágenes:unacúpulanegra,estrellas que parpadean, brillan fijas o se apagan, el desierto de pliegues y dunasazules y, a lo lejos, la construcción erecta, solitaria, sus luces lívidas, sombras quesalen, sombras que entran y, a veces, en lamadrugada, un jinete, unos peones, unrebaño de cabras, la lancha deCarlosRojas y, en la otra orilla del río, las puertasgrisesdelcamal.Háblaledelamanecer,tú¿meoyes,Toñita?,¿tedormiste?,cómosedivisan los campanarios, los tejados, los balcones, si lloverá y si hay neblina.Pregúntalesitienefrío,siquierevolver,abrígalelaspiernascontusaco,queseapoyeen tu hombro.Y ahí, de nuevo, el alboroto intempestivo, el extraño galope de esanoche,elsobresaltodesucuerpo.Incorpórate,mira,¿quiénescorren?,¿unaapuesta?,¿Chápiro,donEusebio,losmellizosTemple?Túescondámonos,agachémonos,notemuevas,noteasustes,sondoscaballosyahí,enlaoscuridad,quién,porqué,cómo.Tú pasaron cerca y en caballos chúcaros, qué tales locos, van hasta el río, ahoraregresan,notengasmiedochiquita,yahísurostrogirando,interrogando,suansiedad,el temblor de su boca, sus uñas como clavos y su mano por qué, cómo, y surespiraciónjuntoalatuya.Ahoracálmala,túyoteexplico,Toñita,yasefueron,ibantanrápido,nolesvilascarasyellatenaz,sedienta,averiguandoenlanegrura,quién,porqué, cómo.Túno tepongas así, quiénes serían, qué importa, qué sonsita.Unatrampaparadistraerla:métetebajo lamanta, ocúltate, dejaque te tape, ahívienen,sonmontones, sinosvennosmatan, siente suagitación, su furia, su terror,que seacerque,que teabrace,quesehundaen ti, túmás,Toñita,pégatemásydileahoraquementira,novienenadie,dameunbeso,teengañéchiquita.Yhoynolehables,escúchala a tu lado, su silueta es un barco, el arenal un mar, ella navega,tranquilamentesorteamédanosyarbustos,nolainterrumpas,nopiseslasombraqueproyecta. Enciende un cigarrillo y fuma, piensa que eres feliz. Charla con ella ybromea, tú estoy fumando, le enseñarás cuando crezca, las niñas no fuman, seatoraría,ríete,quesería,ruégale,túnoestéssiempretanseria,Toñita,porloquemásquieras.Y ahí, de nuevo, la incertidumbre, ese ácido que roe la vida, tú ya sé, seaburretanto,lasmismasvoces,elencierro,peroespérate,faltapoco,viajaránaLima,una casa para los dos solos, no habrá que esconderse, le comprarás todo, verás,Toñita,verás.Sienteotravezesaemociónamarga,túnuncateenojas,chiquita,quesea distinta, que se enoje alguna vez, que rompa las cosas, llore a gritos y ahí,

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ausente,idéntica,laexpresióndesurostro,elsuavelatidodesussienes,suspárpadoscaídos,elsecretodesuslabios.Ahorasólorecuerdosyunpocodemelancolía,túporesotemimantanto,cómosehanportado,nodijeronnada,tetraendulces,tevisten,tepeinan,parecenotras,entreellassepeleantanto,quémaldadessehacen,contigotanbuenasytanserviciales.Dilesmelahetraído,melaherobado,laquieres,vaavivir contigo, tienen que ayudarte y ahí, de nuevo, su excitación, sus protestas, lejuramos,prometemos, responderemosa suconfianza, sus cuchicheos, su revoloteo,míralas,conmovidas,curiosas,risueñas,sientesudesesperaciónporsubiralatorre,por verla y hablarle. Y otra vez ella y tú te quieren todas, ¿porque eres joven?,¿porquenohablas?,¿porquelesdaspena?Yahí,esanoche:elríofluyeoscuramenteyenlaciudadnoquedanluces,lalunaalumbraapenaseldesierto,lossembríossonmanchasborrosasyellaestá lejosydesamparada.Llámala,pregúntale,Toñita¿meoyes?,¿quésientes?,porquéjalaasítumano,sisehaasustadodelaarenaquecaetanfuerte.TúvenToñita,abrígate,yapasará,¿creesquenosvaatapar,quenosvaaenterrarvivos?,dequé tiemblas,quésientes,¿te faltaelaire?,¿quieresvolver?,norespires así. Y no te dabas cuenta, tú soy tan bruto, qué terrible no comprender,chiquita,nosabernuncaquéteocurre,noadivinar.Yahí,denuevo,tucorazóncomoun surtidor y las preguntas, su chisporroteo, cómo piensas que soy, cómo lashabitantas,ylascaras,ylatierraquepisas,dedóndesaleloqueoyes,cómoerestú,qué significan esas voces, ¿piensas que todos son como tú?, ¿que oímos y norespondemos?, ¿que alguien nos da la comida, nos acuesta y nos ayuda a subir laescalera?Toñita,Toñita,¿quésientespormí?,¿sabesloqueeselamor?,¿porquémebesas?Hazunesfuerzoahora,nolecontagiestuangustia,bajalavozysuavementedile no importa, mis sentimientos son tus sentimientos, quieres sufrir cuando ellasufra.Queolvideesosruidos,túnuncamás,Toñita,mepusenervioso,cuéntaledelaciudad,delapobregallinazaquellorasuspenas,delpiajenoylascanastas,yloquedicelagenteenLaEstrelladelNorte,tútodospreguntan,Toñita,tebuscan,estándeduelo,pobrecita,¿lahabránmatado?,¿unforasteroselarobaría?,loqueinventa,susmentiras, sus murmuraciones. Pregúntale si se acuerda, ¿le gustaría volver a laplaza?,¿asolearsejuntoalaglorieta?,siextrañaalagallinaza,tú¿quisierasverladenuevo?,¿noslallevamosaLima?Peroellanopuedeonoquiereoír,algolaaísla,laatormentay ahí, siempre, sumano, su temblor, su espanto, túqué tepasa, ¿te estádoliendo?, ¿quieres que te sobe? Dale gusto, toca donde ella te indica, no apoyesmucho,repasasuvientre,acariciaelmismositio,diezveces,cienveces,yentretantoyasé, teduele, lacomida,¿quiereshacerpis?,ayúdala,¿caquita?,queseacuclille,quenosepreocupe,túserásuntoldo,abrelamanta,atajalalluviasobresucabeza,quelaarenaladejetranquila.Peroesenvanoyahorasusmejillasestánhúmedas,haaumentadolaalarmadesucuerpo,lacrispacióndesurostroysaberqueestállorandoynoadivinaresterrible,Toñita,quépuedeshacer,quéquierequehagas.Llévalaen

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tusbrazos,corre,bésala,túyallegamos,yaestásana,yquenollore,queporDiosnollore.Llama aAngélicaMercedes, que la cure, ella es un cólico, patrón, tú ¿un técaliente?, ¿unas ventosas?, ella no es nada grave, no se asuste, tú ¿yerbaluisa?,¿manzanilla?,ysumanoahí,palpando,calentando,acariciandoelmismositio,yquébruto,québruto,no tedabascuenta.Yahí, lashabitantas, su regocijo, suscuerposqueatestan la torre, susolores, cremas, talcoyvaselina, sus chillidosybrincos, elpatrón no se dio cuenta, qué inocente, qué churre.Míralas amontonadas, fíjate, larodean,lehacenfiestasyledicencosas.Dejaquelaentretenganybajaalsalón,abreuna botella, túmbate en un sillón, brinda por ti, siente la turbación confusa,alborozada, cierra los ojos y trata de oírlas: lo menos dos, la Mariposa tres, laLuciérnaga cuatro y vaya si será tonto, ¿por qué creía, patrón, que no sangraba?,¿cuántoquese leparó,patrón?,asísabremos justito.Sienteelalcohol,sumitigadaefervescenciaqueaflojalaspiernasyelremordimiento,cómosevalainquietud,ytúnuncalellevélacuenta.Quéteimportaba,quéimportaquenazcamañanaodentrodeochomeses,laToñitaengordaráydespuésesolatendrácontenta.Arrodíllatejuntoa su cama, tú no era nada, celebremos, lo engreirás, le cambiarás pañales, y si eshembritaque se leparezca.YqueellasvayandondedonEusebio,mañanamismo,quelecomprenloquehagafaltayseguramentelosempleadosseburlarán,¿quiénvaaparir?,¿ydequién?,ysiesmachitoquesellameAnselmo.AndaalaGallinacera,busca a los carpinteros, que traigan tablas, clavos y martillos, que construyan uncuartito,invéntalescualquierhistoria.Toñita,Toñita,tenantojos,vómitos,malhumor,sécomolasotras,¿puedestocarlo?,¿yasemueve?Yunaúltimavezpregúntatesifuemejoropeor,silavidadebeserasí,yloquehabríapasadosiellano,sitúyella,sifueunsueñoosilascosassonsiempredistintasalossueños,ytodavíaunesfuerzofinalypregúntatesialgunavezteresignaste,ysiesporqueellamurióoporqueeresviejoqueestástanconformeconlaideademorirtúmismo.

—¿Vas a esperarlo, Selvática?—dijo la Chunga—. A lo mejor anda con otramujer.

—¿Quién es? —dijo el arpista, sus ojos blancos vueltos hacia la escalera—.¿Sandra?

—No,maestro—dijoelBolas—.Esaqueempezóanteayer.—Ibaavenirabuscarme,señora,peroquizáseolvidó—dijolaSelvática—.Me

irénomás.—Primero toma desayuno, muchacha —dijo el arpista—. Anda, Chunguita,

invítala.—Sí,claro,tráeteunataza—dijolaChunga—.Enlateterahaylechecaliente.Los músicos desayunaban en una mesa cerca del mostrador, a la luz de la

bombillavioleta, laúnicaquepermanecíaencendida.LaSelváticasesentóentreelBolasyel jovenAlejandro:hastaahoracasinolehabíanoídolavoz,quécalladita

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era;¿igualensupueblo,todaslasmujeres?Porlasventanassedivisabalabarriada,aoscuras, y en lo alto tres estrellas débiles ¿lasmarimachas? No, señora, más bienhablanyhablan,parecíanpapagayos.Elarpistamordisqueabaunarebanadadepan,¿papagayos?,y ella sí, unanimalitoquehabía en supueblo,y éldejódemasticar,¿cómo?,muchacha,¿ellanohabíanacidoenPiura?No,señor,erademuylejos,delamontaña.Nosabíaenquépartenació,perohabíavividosiempreenunsitioquesellamaba SantaMaría deNieva. Chiquito, señor, sin autos, ni edificios, ni cinemascomoenPiura¿sabía?El arpista siguiómasticando, ¿lamontaña?, ¿papagayos?, lacabeza alta, sorprendida y, de pronto, se calzó los lentes rápido, muchacha: ya sehabíaolvidadoqueexistíaeso.¿AorillasdequéríoestabaSantaMaríadeNieva?,¿cercadeIquitos?,¿lejos?,lamontaña,quécurioso.IdénticasycontinuasalsalirdelabocadelJoven,lasargollasdehumocrecían,sedeformaban,sedesvanecíansobrelapistadebaile.Aél tambiénlehubieragustadoconocerlaAmazonía,escucharlamúsicade loschunchos.Noseparecíaennadaa lacriolla¿noescierto?Ennada,señor,losdeporallácantabanpoco,ysuscantosnoeranalegrescomolamarineraoel vals,más bien tristes, y tan raros. Pero al joven le gustaba lamúsica triste. ¿Ycómoeranlasletrasdesuscanciones?¿Muypoéticas?¿Porqueellacomprenderíasuidioma, no? No, ella no hablaba su idioma, y bajó la vista, de los chunchos,tartamudeó,unaqueotrapalabritaapenas,detantooírlos¿sedabacuenta?Peroquenosecreyera,alláhabíablancostambién,muchos,ya loschunchosselosvepocoporqueparanenelmonte.

—¿Ycómofuisteacaerenmanosdeése?—dijolaChunga—.QuélehasvistoalpobrediablodeJosefino.

—Esoquéimporta,Chunga—dijoel joven—.Soncosasdeamoryelamornoentienderazones.Tampocoaceptapreguntasnidarespuestas,comodecíaunpoeta.

—Noteasustes—riólaChunga—.Tepreguntabaporquesí,enbroma.Amímeresbalalavidadetodoelmundo,Selvática.

—¿Quélepasa,maestro?¿Porquésequedótanpensativo?—dijoelBolas—.Seleestáenfriandolaleche.

—A usted también, señorita—dijo el Joven—. Tómesela de una vez. ¿Quieremáspan?

—¿Hasta cuándovas a tratardeusted a lashabitantas?—dijo elBolas—.Quégraciosoeres,Joven.

—Tratoigualatodaslasmujeres—dijoeljoven—.Habitantasomonjasparamínohaydiferencia,lasrespetolomismo.

—Y entonces por qué las insultas tanto en tus canciones—dijo la Chunga—.Parecesuncompositorrosquete.

—No las insulto, les canto las verdades—dijo el joven.Y sonrió, débilmente,lanzandounaúltimaargolla,blancayperfecta.

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La Selvática se puso de pie, señora, tenía bastante sueño, ya se iba, ymuchasgraciasporeldesayuno,peroelarpista laagarródeunbrazo,muchacha,dandounrespingo,queesperara.¿Ibaacasadelinconquistable,ahíporlaplazaMerino?Ellosla llevaban,yqueBolasfueraabuscaruntaxi,él tambiénteníasueño.ElBolasselevantó,salióa lacalleyunaesteladeaire frescovinohasta lamesaalcerrarse lapuerta:labarriadaseguíaenlaoscuridad.¿SefijabanquécaprichosoeraelcielodePiura?Ayer,aestashoras,elsolestabaaltoyquemante,nocaíaarenaylaschozascomolavaditas.Yhoylanocheremolonanoseiba,quéfuerasisequedabaahíparasiempre,yeljovenapuntóconlamanoelcuadraditodecieloretratadoenlaventana:él,porsuparte,feliz,peroamuchosnolesgustaría.LaChungasetocólasien:lascosasquelopreocupabanaéste,vayachiflado.¿Eranlasseis?,laSelváticacruzólaspiernasyapoyóloscodosenlamesa,enlaselvaamanecíatempranito,aestashorastodoelmundoandaba levantadoy el arpista sí, sí, el cielo seponía rosado,verde,azul,detodoscolores,y laChungacómo,yel jovencómo,maestro,¿élconocíalaselva?No,cosasqueseleocurríanysiquedabalecheenlateteraselatomaríacongusto. La Selvática le sirvió y le echó azúcar, la Chunga miraba al arpista condesconfianzayahorasuexpresiónerahosca.ElJovenencendióotrocigarrilloy,denuevo, transparentes, efímeros, flotantes, unos aros grises salían de su boca endirecciónalcuadraditonegrodelaventana,sealcanzabanamediocamino,yaélleocurría lo contrario que a la gente con lo de la luz, se mezclaban y eran comonubecillas,otrosseponíancontentosyoptimistasconelsolylanochelosentristecía,yporfinseadelgazabantantoquesehacíaninvisibles,yélencambiodedíasesentíaamargoy sóloaloscurecer se le levantabael espíritu.Esqueelloserannocturnos,joven,comoloszorrosylaslechuzas:laChunguita,elBolas,élyahoraellatambién,muchacha,yseoyóunportazo.Enelumbral,BolassujetabaaJosefinodelacintura,que vieran a quién había encontrado, la Selvática se levantó, hablando solo, en lacarretera.

—Québuenavidatedas,Josefino—dijolaChunga—.Teestáscayendo.—Buenos días, muchacho—dijo el arpista—. Creíamos que ya no vendrías a

buscarla.Laíbamosallevarnosotros.—Nilehable,maestro—dijoeljoven—.Estáenlasúltimas.

La Selvática y el Bolas lo trajeron hasta la mesa, y Josefino no estaba en lasúltimas, qué cojudeces, la del estribo era de él, que nadie se mueva, y que laChunguitasebajaraunacervecita.Elarpistaseponíadepie,muchacho,leagradecíala intención, pero era tarde y el taxi estaba esperando. Josefino hacía muecas,eufórico,todosseibanaenronchar,chillón,tomandoleche,alimentodechurres,ylaChungasí,bueno,hasta luego,quese lo llevaran.SalieronyhaciaelCuartelGrauapuntabayaunarayitaazulhorizontalyenlabarriadasoñolientassiluetassemovían

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tras la caña brava, se oía el chisporroteo de un brasero y el aire acarreaba oloresrancios.Cruzaronelarenal,elarpistacogidode losbrazosporelBolasyel joven,Josefino apoyado en la Selvática y en la carretera entraron todos en un taxi, losmúsicosalasientodeatrás.Josefinosereía,laSelváticaestabacelosa,viejo,ledecíaporquétomastanto,ydóndeestuviste,yconquién,queríaconfesarlo,arpista.

—Bienhecho,muchacha—dijoelarpista—.Losmangachessonlopeorquehay,notefíesnuncadeél.

—¿Quécosa?—dijoJosefino—.¿Te lasdasdevivo?¿Quécosa?No la toque,compañero,puedecorrersangre,compañero,¿quécosa?

—Yo nomemeto con nadie—dijo el chofer—. No es mi culpa si el auto esangosto.¿Acasolahetocado,señorita?Yohagomitrabajoynobuscolíos.

Josefino se rió con la boca abierta, no entendía las bromas, compañero, acarcajadas,que la tocarasi leprovocaba, teníasuconsentimientoyelchoferse riótambién,señor:selahabíacreídodeveras.Josefinosevolvióhacialosmúsicos,eraelcumpleañosdelMono,quesevinieranconellos,locelebraríanjuntos,losLeónloquierentanto,viejo.Peroelmaestroestabacansadoyteníaquedescansar,Josefino,yelBolas lediounapalmada. Josefino se resentía, se resentíaybostezóy cerró losojos.El taxipasófrentea lacatedraly losfarolesde laplazadeArmasestabanyaapagados. Las siluetas terrosas de los tamarindos cercaban rígidamente la glorietacirculardetechocurvocomoeldeunparaguasylaSelváticaquenofueraasí,malo,tanto que se lo había pedido.Verdes, grandes, asustados, sus ojos buscaban los deJosefinoyélalargóburlonamenteunamano,eramalo,seloscomíacrudosydeunbocado.Tuvo un acceso de risa, el chofer lo observó de reojo: bajaba por la calleLima, entre La Industria y las rejas de la alcaldía. Ella no querría pero el Monocumplióayercienaños,ylaestabaesperando,ylosLeóneransushermanosyéllesdabagustoentodo.

—Nomolestesa lamuchacha,Josefino—dijoelarpista—.Debeestarcansada,déjalatranquila.

—No quiere ir a mi casa, arpista —dijo Josefino—. No quiere ver a losinconquistables. Dice que le da vergüenza, figúrese. Pare, compañero, aquí nosquedamos.

Eltaxifrenó,lacalleTacnaylaplazaMerinoestabanaoscuras,perolaavenidaSánchezCerrobrillabaconlosfarosdeunacaravanadecamionesqueibanhaciaelPuenteNuevo. Josefino bajó de un salto, la Selvática no semovió, comenzaron aforcejearyelarpistanosepeleen,muchacho,amístense,yJosefinoquevinieran,yelchofer también,elMonoestabaviejísimo,cumplíamilaños.PeroelBolasdiounaorden al chofer y éste partió. Ahora también la avenida estaba a oscuras y loscamioneseranunosguiñosrojosyrugientesalejándosehaciaelrío.Josefinosepusoa silbar entre dientes, tomó del hombro a la Selvática y ella no ofrecía ahora

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resistencia algunaymarchaba a su ladomuy tranquila. Josefino abrió la puerta, lacerrótrasellosy,dobladoenunsillón,lacabezabajounalamparilladepie,estabaelMono,roncando.Unhumillopicantevagabundeabaporlahabitaciónsobrebotellasvacías, copas, puchos y restos de comida. Se habían rendido, ¿ésos eran losmangaches?, Josefino daba saltos, ¿los invencibles mangaches?, y una vozincoherentesurgióenelcuartovecino:Josésehabíametidoasucama,lomataba.ElMonoseincorporósacudiendolacabeza,quiénmierdasehabíarendido,ysonrióylebrillaron los ojos, pero Dios mío, y aflautó la voz, pero quién estaba aquí, y selevantó, pero cuánto tiempo, y avanzó dando traspiés, pero qué gustazo de verla,primita,apartandolassillasconlasmanos,lasbotellasdelsueloconlospies,conlasganas que tenía de verla de nuevo, y Josefino ¿cumplo o no cumplo?, ¿su palabravalíaonovalíatantocomoladeunmangache?Losbrazosabiertos,despeinado,unaanchasonrisaen laboca,elMonoavanzabasinuosamente, tanto tiempoy,además,québuenamozamehepuesto,yporquéseretiraba,primita,teníaquefelicitarlo,¿nosabíaqueerasucumpleaños?

—Es cierto, cumple un millón de años—dijo Josefino—. Basta de respingos,Selvática,daleunabrazo.

Sedejócaerenunsillón,atrapóunabotellayselallevóalaboca,ybebió,ylacachetada resonó como un pedrusco en el agua, primita mala, Josefino se rió, elMonosedejócachetearotravez,primitamala,yahoralaSelváticaibadeunladoaotro,sequebrabancopas,elMonotrasella,resbalandoyriendo,yenelcuartovecinoeran los inconquistables, no sabían trabajar, sólo chupar, y la voz de José iba yJosefino canturreaba también, enroscado bajo la lamparilla de pie, la botella se leescurríadelamanoapoquitos.AhoralaSelváticayelMonoestabanquietosenunrincón,yellalocacheteabasiempre,primitamala,yaledolíadeveras,¿porquélepegaba?,ysereía,quelobesaramásbien,yellatambiénsereíadelaspayasadasdelMono,yhastaelinvisibleJosésereía,primitabonita.

Elgobernadordatressuavestoquesconlosnudillos,lapuertadelaresidenciaseabre:elrostrorosadodelamadreGriseldaporfíaporsonreíraJulioReátegui,perosusojossedesvíanllenosdeazorohacialaplazadeSantaMaríadeNievaysubocatiembla. El gobernador entra, la chiquilla lo sigue dócilmente. Avanzan por unsombreado pasadizo hacia el despacho de la superiora y el vocerío del pueblo esahoraapagadoylejano,comoelbulliciodelosdomingos,cuandolaspupilasbajanalrío.Eneldespacho,elgobernadorsedejacaerenunadelassillasdelona.Suspiraconalivio,cierralosojos.Lachiquillapermaneceenlapuerta,lacabezagacha,perounmomentodespués,alentrarlasuperiora,correhaciaJulioReátegui,madre,queseha incorporado: buenos días. La superiora le responde con una sonrisa glacial, leindicaconlamanoquevuelvaasentarseyellaquedadepie,juntoalescritorio.Lehabía dado pena verla hecha una salvajita en Urakusa, madre, con los ojos

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inteligentes que tenía, Julio Reátegui pensaba que en la misión podrían educarla,¿había hecho bien?Muy bien, don julio, y la superiora habla como sonríe, fría ydistante, sinmirar a la chiquilla: para eso estaban ellas aquí.No entendía nada deespañol,madre,peroloaprenderíapronto,eramuyvivaynoleshabíadadoningunamolestiaentodoelviaje.Lasuperioraloescuchabaconatención,taninmóvilcomoel crucifijo demadera clavado en la pared y, cuando Julio Reátegui calla, ella noasiente ni pregunta, espera con sus manos enlazadas sobre el hábito y la bocalevementefruncida,madre:entoncesseladejaba.JulioReáteguiseponedepie,teníaqueirseahora,ysonríealasuperiora.Habíasidomuypenosotodoesto,muypesado,tuvieron lluvias e inconvenientes de toda clase, y todavía no podía ir a acostarsecomo le hubiera gustado, los amigoshabíanpreparadoun almuerzoy, si no iba seresentirían,lagenteeratansusceptible.Lasuperioraestiralamanoyeneseinstanteel ruido aumenta de volumen, unos segundos resuena muy próximo, como siexclamacionesygritosnosubierandesdelaplazasinoestallaranenlahuerta,enlacapilla.Luegodisminuyeycontinúacomoantes,moderado,difuso,inofensivo,ylasuperiorapestañeaunavez,sedetieneantesdellegaralapuerta,sevuelvehaciaelgobernador, don julio, sin sonreír, pálida, los labios húmedos: el Señor tendría encuentaloquehacíaporestaniña,lavozapenada,ellasóloqueríarecordarlequeuncristianodebesaberperdonar.JulioReáteguiasiente,inclinaunpocolacabeza,cruzalosbrazos,suposturaesalavezgrave,mansaysolemne,donJulio:quelohicieraporDios.Lasuperiorahablaconcalorahora,ytambiénporsufamilia,ysusmejillasse han encendido, don julio, por su esposa que era tan buena y tan piadosa. Elgobernadorasientedenuevo,¿noeraunpobrehombreacaso,un infeliz?,el rostrocada vez más preocupado, ¿acaso había recibido educación?, su mano izquierdaacariciareflexivamentelamejilla,¿sabíaloquehacía?,yhanbrotadounosplieguesen su frente. La chiquilla los mira de soslayo, entre sus pelos brillan sus ojos,asustadizos,verdesy salvajes:aél ledolíamásqueanadie,madre.Elgobernadorhablasinlevantarlavoz,eraalgoqueibacontrasunaturalezaycontrasusideas,conciertapesadumbre,peronose tratabadeélqueyase ibadeSantaMaríadeNieva,sinodelosquesequedaban,madre,deBenzas,deEscabino,deÁguila,deella,delaspupilasydelamisión:¿noqueríaqueéstafueraunatierrahabitable,madre?Peroun cristiano tenía otras armas para poner remedio a las injusticias, don julio, ellasabíaqueélteníabuenossentimientos,nopodíaestardeacuerdoconesosmétodos.Quetrataradehacerlosentrarenrazón,aquíleobedecíantodos,quenohicieranesocon el desdichado. Iba a decepcionarla, madre, lo sentía mucho pero él tambiénpensaba que era la única manera. ¿Otras armas? ¿Las de los misioneros, madre?¿Cuántos siglos estaban aquí? ¿Cuánto sehabía avanzadoconesas armas?Sólo setrataba de evitar lamentaciones futuras, madre, ese forajido y su gente habíangolpeadobárbaramenteauncabodeBorja,matadoaunrecluta,estafadoadonPedro

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Escabino y, de golpe, la superiora no, niega con cólera, no, no, eleva la voz: lavenganzaerainhumana,cosadesalvajes,yesoesloqueestabanhaciendoellosconeldesdichado.¿Porquénojuzgarlo?¿Porquénoalacárcel?¿Nosedabacuentaqueerahorrible,quenosepodíatratarasíaunserhumano?Noeravenganza,nisiquieraera un castigo,madre, y Julio Reátegui baja la voz y acaricia con la punta de losdedos lospelos suciosde la chiquilla: se tratabadeprevenir.Lo entristecía irsedeaquídejandoesemalrecuerdoenlamisión,madre,peroeranecesario,porelbiendetodos. Él tenía cariño a Santa María de Nieva, la Gobernación lo había hechodescuidarsusasuntos,perderdinero,peronosearrepentía,madre,¿ciertoquehabíahechoprogresaralpueblo?Ahorahabíaautoridades,prontoseinstalaríaunpuestodeGuardiaCivil,lagenteviviríaenpaz,madre:esonopodíaperderse.LamisióneralaprimeraenagradecerleloquehabíahechoporSantaMaríadeNieva,donJulio,¿peroquécristianopodíacomprenderquemataranaunpobreinfeliz?¿Quéculpateníaélque nadie le enseñara lo bueno y lomalo?No iban amatarlo,madre, tampoco lomandaríanalacárcel,eraseguroqueélpreferíatambiénestoaquelometieranpreso.No le teníanodio,madre, sólo querían que los aguarunas aprendieran eso, qué erabuenoyquéeramalo,sisóloentendíanasínoeraculpadeellos,madre.Quedanensilencio unos segundos, luego el gobernador da la mano a la superiora, sale y lachiquillalosigueperoapenasdaunospasos,lasuperioralacogedelbrazoyellanointenta zafarse, sólo baja la cabeza, don Julio, ¿tenía nombre?, porque había quebautizarla. ¿La niña, madre? No sabía, de todos modos no tendría un nombrecristiano, que ellas le buscaran uno.Hace una venia, sale de la residencia, cruza atrancoselpatiodelamisiónybajamuyrápidoelsendero.AlllegaralaplazamiraaJum:lasmanosatadassobrelacabeza,cuelgacomounaplomadadelascapironasyentresuspiessuspendidosenelvacíoylascabezasdelosmironeshayunmetrodeluz.Benzas,Águila,Escabinoyanoestánallí, sóloelcaboRobertoDelgado,unossoldados,yaguarunasviejosyjóvenesreunidosenungrupocompacto.Elcaboyanovocifera, Jum está callado también. Julio Reátegui observa el embarcadero: laslanchassebalanceanvacías,yaterminarondedescargar.Elsolescrudo,vertical,deunamarillocasiblanco.

ReáteguidaunospasoshacialaGobernación,peroalpasarantelascapironassedetieneyvuelveamirar.Susdosmanosprolonganlaviseradelcascoyaunasílosrayosagresivoshincansusojos.Sólosedivisasuboca,¿estádesmayado?,quepareceabierta,¿loveaél?,¿vaagritarpiruanosotravez?,¿vaainsultardenuevoalcabo?No,nogritanada,a lomejor tampoco tiene labocaabierta.Laposiciónenquesehallahasumidosuestómagoyalargadosucuerpo,sediríaunhombredelgadoyalto,noelpaganofortachónyventrudoquees.Algoextrañotranspiradeél,asícomoestá,quietoy aéreo, convertidopor el sol enuna esbelta forma incandescente.Reáteguisigueandando, entra a laGobernación, elhumoespesa la atmósfera, tose, estrecha

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algunasmanos, abraza y lo abrazan. Se oyen bromas y risas, alguien pone en susmanos un vaso de cerveza. Lo bebe de un trago y se sienta. A su alrededor haydiálogos,cristianosquetranspiran,donJulio,lesibaahacerfalta,loibanaextrañar.Él también,mucho,peroyaera tiempoquevolvieraaocuparsede suscosas, teníadescuidado todo, las plantaciones, el aserradero, el hotelito de Iquitos. Aquí habíaperdidoplata,amigos,y tambiénenvejecido.No legustaba lapolítica,suelementoeraeltrabajo.Manossolícitasllenansuvaso,lopalmean,recibensucasco,donJulio,toda lagentehabíavenidoa festejarlo,hasta losquevivíanalotro ladodelpongo.Estabacansado.Arévalo,dosnochesquenodormíayledolíanloshuesos.Sesecalafrente,elcuello,lasmejillas.Aratos,ManuelÁguilayPedroEscabinoseapartany,entreloscuerpos,aparecelarejillametálicadelaventana,alolejoslascapironasdelaplaza.¿Estánallí loscuriosos todavíaoya losahuyentóelcalor?NosedivisaaJum,sucuerpoterrososehadisueltoenchorrosdeluzoseconfundeconlacobrizacorteza de los troncos, amigos: que no se les muriera. Para que fuera un buenescarmiento,elpaganoteníaqueregresaraUrakusaycontaralosotrosloquehabíapasado. No se moriría, don julio, hasta le haría bien asolearse un poco: ¿ManuelÁguila?Quenodejaradepagarlelamercadería,donPedro,quenosedijeraquehuboabusos,sólohabíanpuestolascosasensusitio.Porsupuesto,donjulio,lespagaríaladiferenciaaesoszamarros,Escabinoloúnicoquepedíaerahacercomercioconellos,como antes. ¿Seguro que el tal don Fabio Cuesta era hombre de confianza, donJulio?: ¿ArévaloBenzas?Sino fuera,no lohabríahechonombrar.Hacíaañosquetrabajaba con él,Arévalo.Un hombre un poco apático, pero leal y servicial comopocos,sellevaríanbiencondonFabio,lesaseguraba.Ojaláquenohubieramáslíos,eraterribleeltiempoqueseperdía,yJulioReáteguiestabayamejor,amigos:cuandoentrósesintiócomomareado.¿Noseríahambre,donJulio?Mejoriraalmorzardeunavez,elcapitánQuirogalosestabaesperando.Y,apropósito,¿quétalgenteesecapitán, don Julio? Tenía sus debilidades, como cualquier ser humano, don Pedro:pero,engeneral,buenagente.

—Másdeunañoquenohasvenido—gritaFushía.—Noteentiendo—diceAquilino,unamanoen laoreja,comounabocina;sus

ojosvagansobrelascopasentreveradasdelaschontasydelascapanahuaso,furtivosytemerosos,aguaitanlascabañasasomadastrasunavalladehelechos,alfondodelsendero—.¿Quédices,Fushía?

—Másdeunaño—gritaFushía—.Másdeunañoquenohasvenido,Aquilino.Estavezelviejoasienteysusojos,veladosporlegañas,seposanenFushía,un

instante. Luego, vuelven a errar por el agua fangosa de la orilla, los árboles, losmeandrosdel sendero, el boscaje: noharía tanto, hombre, sólounosmeses.De lascabañasnovieneruidoalgunoytodoparecedesiertoperoélnosefiaba,Fushía,¿ysiseaparecían,comoesavez,aullantes,calatos,ycubríanelsendero,ycorríanhaciaél

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yteníaquelanzarsealagua?¿Seguroquenovendrían,Fushía?—Unaño y una semana—diceFushía—.Cuento todos los días.Ahora que te

vayas comenzaré a contar, lo primero que hago cada mañana son las rayitas. Alprincipio no podía, ahoramanejo el pie como unamano, agarro el palito con dosdedos.¿Quieresver,Aquilino?

El pie sano avanza, raspa la arena, escarba un montoncito de piedras, los dosdedosintactosseseparancomolatenazadeunalacrán,secierransobreuntrocitoderoca,seelevan,elpiesemueveveloz,rozalaarena,seretirayquedaunarayitarectayminúsculaqueelvientorellenaenpocossegundos.

—¿Paraquéhacesesascosas,Fushía?—diceAquilino.—¿Viste, viejo?—dice Fushía—.Así todos los días, rayas chiquitas, cada vez

máschiquitasparaqueentrenenlaparedquemetoca,lasdeesteañosonmontones,comoveinte filas de rayitas.Y cuando vienes le doymi comida al enfermero y élechacaly lasborrayyopuedomarcardenuevo losdíasque faltan.Estanoche ledarémicomidaymañanaélecharácal.

—Sí,sí—lamanodelviejopideaFushíaquesecalme—,comotúdigas,haceunaño,bueno,notepongasnervioso,nogrites.Nopudevenirantes,yanoesfácilparamíestarviajando,mequedodormido, losbrazosnomedan.¿Novesque losañospasan? No quiero morirme en el agua, el río está bien para vivir, no para morir,Fushía.¿Porquéchillasasítodoeltiempo,noteduelelagarganta?

Fushíadaun salto, se coloca frente aAquilino, pone su rostrobajo la caradelviejo y éste retrocede haciendo muecas, pero Fushía gruñe y brinca hasta queAquilinolomira:ya,yahabíavisto,hombre.ElviejosetapalanarizyFushíavuelvea su sitio. Por eso no le entendía lo que hablaba,Fushía; ¿podía comer así, con labocavacía?¿Nolehacíanfaltalosdientes,noseatoraba?Fushíaniegaconlacabeza,variasveces.

—Lamonjamelomojatodo—grita—.Elpan,lasfrutas,todoenelaguahastaqueseablandaysedeshace,entoncespuedopasarlo.Sóloparahablaresjodido, lavoznosale.

—Noteenojessimetapo—Aquilinooprimelasventanillasdesunarizcondosdedosysuvozsuenagangosa—.Memareoconelolor,medavueltaslacabeza.Laúltimavezmellevéelolor,Fushía,medabavómitosenlanoche.Sihubierasabidoquetantotecuestacomer,notehabríatraídogalletas.Tevanarasparlasencías.Lapróxima vez te traeré cervecitas, unas colas. Ojalá me acuerde porque, fíjate, micabezanoestábien,lascosassemeolvidan,todoseva.Yaestoyviejo,hombre.

—Yesoqueahoranohaysol—diceFushía—.Cuandohayysalimosalaplayita,hastalasmonjasyeldoctorsetapan,dicenqueapestamucho.Yonosientonada,yameacostumbré.¿Sabesquées?

—Nogritestanto—Aquilinomiralasnubes:gruesosrollosgrisáceosymanchitas

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blancassalpicadasaquíyalláocultanelcielo,unaluzplomizadesciendelentamentesobrelosárboles—.Creoquevaallover,peroaunquelluevatengoqueirme.Novoyadormiraquí,Fushía.

—¿Teacuerdasde esas floresquehabía en la isla?—Fushíabrincaenel sitio,comounmonito lampiñoycolorado—.Esasamarillasqueseabrenconelsolysecierranaloscurecer,ésasqueloshuambisasdecíansonespíritus.¿Teacuerdas?

—Mevoyaunquelluevaatorrentes—diceAquilino—.Nodormiréaquí.—Así,igualitoqueesasflores—gritaFushía—.Seabrenconelsolysalebaba,

esoesloqueapestaAquilino.Perohacebien,yanopica,unosesientemejor.Nosponemoscontentosynonospeleamos.

—Nogritestanto,Fushía—diceAquilino—.Miracómosehanubladoelcielo,yestácorriendotantoviento.Lamonjadijoqueesotehacedaño,tienesqueregresaratucabaña.Yyomevoydeunavez,mejor.

—Peronosotrosnosentimosniconelsolnicuandoestánublado—gritaFushía—, nunca sentimos nada. Olemos lo mismo todo el tiempo y ya no parece queapestara,sinoqueasífueraelolordelavida.¿Meentiendes,viejo?

Aquilino suelta su nariz y respira hondo. Finas arrugas cuartean su rostro, lofruncen bajo el sombrero de paja. El viento agita su camisa de tocuyo y, a ratos,descubresupechoescuálido,lascostillassalientes,lapielbruñida.Elviejobajalosojos,miradesoslayo:sigueahí,enreposo,comoungrancangrejo.

—¿Aquéseparece?—gritaFushía—.¿Comoapescadopodrido?—Porloquemásquieras,nosigasgritando—diceAquilino—.Ahoratengoque

irme.Cuando vuelva, te traeré cosas blanditas, para que las pases sinmasticar.Yabuscaré,preguntaréenlastiendas.

—Siéntate,siéntate—gritaFushía—.¿Porquétehasparado,Aquilino?Siéntate,siéntate.

Brinca en cuclillas alrededor de Aquilino y busca sus ojos, pero el viejo seempecina enmirar las nubes, las palmeras, las soñolientas aguas del río, las olitassucias.Ríoabajo,unislotedetierraocreescindesoberbiamentelacorriente.FushíaestáahorajuntoalaspiernasdeAquilino.Elviejosesienta.

—Unratitomás,Aquilino—gritaFushía—.No todavía,viejo,acabasde llegarapenas.

—Ahorameacuerdo,tengoquecontarteunacosa—elviejosegolpealafrentey,unsegundo,mira:elpie sanoestáescarbando laarena—.Enabril estuveenSantaMaríadeNieva.¿Novescómoestámicabeza?Yameibasincontarte.MecontratólaNaval, tenían un práctico enfermo yme llevaron en una de esas cañoneras quevuelanporelagua.Estuvimosalládosdías.

—Teníasmiedodeque te agarrara—gritaFushía—.Dequemeabrazara a tuspiernasyporesotesentaste,Aquilino.Sino,teibasdespacito.

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—Yanodes esos chillidos, dejaque te cuente—diceAquilino—.LaLalita haengordadounabarbaridad,alprincipiononosreconocimosningunodelosdos.Ellacreíaqueyomehabíamuerto.Sepusoallorardelaemoción.

—Antestequedabastodoeldía—gritaFushía—.Teibasadormiratulanchayal día siguiente volvías y conversabas conmigo, Aquilino. Te quedabas dos o tresdías.Ahoraapenasvienesyaquieresirte.

—Mealojaronensucasa,Fushía—diceAquilino—.Tieneunmontóndehijos,nomeacuerdocuántos,muchos.YelAquilinoesunhombre.Estuvodebalseroyahora se ha ido a trabajar a Iquitos. Ya no es como era de chico, ya no tiene tanrasgados losojos.Casi todossonhombresysivierasa laLalitanocreeríasqueesella,tangorda.¿Teacuerdascómolahiceparirconestasmanos?EsunhombrónelAquilino,ysimpático.Y loshijosdeNieves tambiény también losdelpolicía.Nohayquienlosdiferencie,todosseparecenalaLalita.

—Amítodosmeteníanenvidia—gritaFushía—.Porqueveníasavermeyaellosnadievieneaverlos.Ydespuésseburlabanporquetedemorabastantoenvolver.Yaviene,loquepasaesquehaceviajes,andacomerciandoporlosríos,peroyavendrá,mañana, o pasado, pero vendrá de todas maneras. Ahora es como si no vinierasnunca,Aquilino.

—LaLalitamecontósuvida—diceAquilino—.Ellanoqueríamáshijos,peroelguardiasíqueríaylallenóunmontóndeveces,yenSantaMaríadeNievalesdicenalosmuchachoslosPesados.Peronosóloaloshijosdelguardia,tambiénalosdeNievesyaltuyo.

—¿Lalita?—gritaFushía—.¿Lalita,viejo?Brotaunaagitaciónrosácea,gemidosjuntoaexhalacionespútridasyelviejose

tapalanariz,echaatráslacabeza.Hacomenzadoalloveryelvientosiseaentrelosárboles,lamalezadanzaenlaotrabanda,hayunchasquidosusurrantedehojas.Lalluviaestodavíafina,invisible.Aquilinoseponedepie:

—Yaviste,empezóallover,tengoqueirme—ganguea—.Tendréquedormirenla lancha, empaparme toda la noche. No puedo ir de surcada con lluvia, si semeplantaelmotornotendréfuerzasymearrastrarálacorriente,yamehapasado.¿TehaspuestotristeporloquetecontédelaLalita?¿Porquéyanogritas,Fushía?

Estámásreplegadoqueantes,curvo,ovoide,ynoresponde.Supiesanojugueteacon losguijarrosesparcidossobre laarena: losderramayamontona, losderramayamontona, igualasusbordes,yentodosesosmovimientosminuciososylentoshayunaespeciedemelancolía.Aquilinodadospasos,nodespegaahora lavistadeesaespaldaencendida,deesoshuesosqueelaguavalavando.Retrocedeunpocomásyahorayanosedistinguenlasllagasylapiel,todoesunasuperficieentrecárdenayvioleta,tornasolada.Sueltasunarizyrespirahondo.

—Notepongastriste,Fushía—murmura—.Vendréelotroaño,aunqueestémuy

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cansado, mi palabra. Te traeré cosas blanditas. ¿Te enojaste por lo de Lalita? ¿Teacordastedeotrostiempos?Asíeslavida,hombre,almenostefuemejorqueaotros,fíjateNieves.

Murmurayvaretrocediendo,yaestáenelsendero.Haycharcasenlosdesnivelesyunalientovegetalmuyfuerteinvadelaatmósfera,unolorasavias,resinasyplantasgerminando.Unvapor tibio, raloaún, asciendeencapasondulantes.Elviejo sigueretrocediendo, el montoncito de carne viva y sangrienta está inmóvil a lo lejos,desaparece tras los helechos. Aquilino da media vuelta, corre hacia las cabañas,Fushía,vendríaelpróximoaño,susurrando,quenosepusieratriste.Ahora,llueveacántaros.

—Apúrese,padre—dijolaSelvática—.Ahítengountaxiesperando.—Unmomento—carraspeó el padreGarcía, frotándose los ojos—.Tengo que

vestirme.Se hundió en la casa y la Selvática hizo señas al chofer del taxi que esperara.

Puñados de insectos revoloteaban crepitando en torno a los faroles de la desiertaplazuelaMerino, el cielo estaba alto y estrellado y por la avenida Sánchez Cerroaparecían ya, rugiendo, los primeros camiones y ómnibus nocturnos. La SelváticapermanecióenlacalzadahastaquelapuertavolvióaabrirseysalióelpadreGarcía,la cara oculta tras una bufanda gris, un sombrero de paño calado hasta las cejas.Subieronaltaxiyéstepartió.

—Vayarápido,maestro—dijolaSelvática—.Atodavelocidad,maestro.—¿Estálejos?—dijoelpadreGarcíaysuvozsetransformóenunlargobostezo.—Unpoquito,padre—dijolaSelvática—.PorelClubGrau.—¿Yparaquévinistehastaaquíentonces?—gruñóelpadreGarcía—.¿Paraqué

existe laparroquiadeBuenosAires?¿Porqué teníasquedespertarmeamíynoalpadreRubio?

ElTresEstrellas estabacerradopero seveía luz enel interior, padre: la señoraqueríaquevinieraél.Treshombresabrazadoscanturreabanenlaesquinayotro,unpocomásallá,orinabacontralapared.Uncamiónsobrecargadodecajonesavanzabaimpávidamenteporelcentrode lacalle,elchoferdel taxi lepedíapasoenvano,abocinazos, apagandoy encendiendo los farosy, depronto, el sombrerodepaño seadelantóhasta labocamismadelaSelvática:¿quéseñoraqueríaqueélviniera?Elcamiónseapartó,porfin,yeltaxipudopasar,padre,laseñoraChunga,unsobresaltobrusco, ¿qué?, ¿quién se estaba muriendo?, el hábito comenzó a agitarse y unaespecie de arcada estrangulaba la voz del padre García bajo la bufanda: ¿a quiénestabayendoaconfesar?

—AlseñordonAnselmo,padre—susurrólaSelvática.—¿Seestámuriendoelarpista?—exclamóelchofer—.¿Quécosa?¿Eraél?El coche, frenado bruscamente, rechinó sobre la avenida Grau, luego salió

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despedido hacia adelante con más impulso y, las luces largas encendidas, siguióaumentandolavelocidadyenlasbocacallesnolareducía,selimitabaaanunciarsupaso veloz con fuertes bocinazos. Entre tanto, el sombrero de paño pendulabaaturdidoantelacaradelaSelváticaylagargantadelpadreGarcíaparecíaempeñadaenunaroncabatallacontraalgoquelaobstruíayasfixiaba.

—Estaba tocandode lomás alegre y, de repente, se cayó al suelo—suspiró laSelvática—.Sepusotodomoradoelpobre,padre.

Unamanosaliódisparadadelasombra,sacudióalaSelváticadelhombroyellagimió, ¿estaban yendo al prostíbulo?, asustada, y se arrinconó contra la puerta deltaxi:no,padre,no,alaCasaVerde.Ahíseestabamuriendo,porquélaempujabaasí,quélehabíahecho,yelpadreGarcíalasoltóyamanotonessearrancólabufandadelcuello. Respirando trabajosamente acercó su boca a la ventanilla y estuvo así unmomento, inclinado, los ojos cerrados, aspirando con angustia el aire leve de lanoche.Luego,sedejócaerdeespaldascontraelasientoyvolvióaarroparseconlabufanda.

—LaCasaVerdeeselprostíbulo,infeliz—roncó—.Yaséquiénerestú,yaséporquéestásmediodesnudaytanpintada.

—¿No han llamado a un médico? —dijo el chofer—. Qué noticia tan triste,señorita.Perdónemequememeta,peroesqueconozcotantoalarpista.Quiénnoloconoce,ytodosloestimamosmucho.

—Síhanllamado—dijolaSelvática—.AhíestáyaeldoctorZevallos.Perodicequeseríaunmilagrosinosemuere.Todosestánllorando,padre.

ElpadreGarcíasehabíareplegadoenelasientoynohablabapero,intermitente,débil,pertinaz,elruidoescapabasiempredelabufanda.EltaxisedetuvoantelarejadelClubGrau;elmotorsiguiórugiendoyhumeando.

—Yoentraríahastalabarriada—dijoelchofer—,perolaarenaestámuyflojayseguroquemeatollo.Sientomucholoquepasa,deveras.

MientraslaSelváticadesanudabaunpañuelo,sacabaeldineroypagaba,elpadreGarcíabajóycerrólapuertaconira.Echóacaminarporelarenal,atrancazos.Dabatraspiésaratos,sehundíayelevabaenlasuperficiedesigualy,enlanocheclara,selo veía avanzar entre las dunas amarillentas, jiboso y oscuro como un crecidogallinazo.LaSelváticaloalcanzóamediocamino.

—¿Ustedloconocía,padre?—susurró—.Pobrecito,¿noescierto?Sivieracómotocaba,québonito.Yesoqueapenasveía.

ElpadreGarcíanorespondió.Caminabaencogido,conlaspiernasmuyabiertas,aunritmomuyvivo,surespiracióncadavezmásansiosa.

—Quéraroparece,padre—dijolaSelvática—.Noseoyeningúnruido,ytodaslas noches lamúsica de la orquesta llegaba hasta aquí.Más allá todavía, desde lacarreteraseoíaclarito.

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—Cállate,infeliz—rugióelpadreGarcía,sinmirarla—.¡Cierralaboca!—Noseenoje,padre—dijolaSelvática—.Nisiquierasédequéhablo.Esque

estoyconpena,ustednosabecómoeradonAnselmo.—Sédesobra,infeliz—murmuróelpadreGarcía—.Loconozcodesdeantesque

túnacieras.Dijo algo más, incomprensible, y de nuevo surgió el extraño sonido rauco y

anhelante.Enlaspuertasdelaschozasdelabarriadahabíagente,y,asupaso,seoíanmurmullos, buenas noches, algunas mujeres se persignaban. La Selvática tocó lapuertay,alinstante,unavozdemujer:estabacerrado,noseatendía,señora,eraella,aquíestabaelpadre.Hubounsilencio,pasosprecipitados,lapuertaseabrióyunaluzhumosailuminóelrostroflacoydecrépitodelpadreGarcía,labufandaquebailabaensucuello.EntróenellocalseguidodelaSelvática,norespondióelsaludoquedosvocesmasculinas ledirigierondesdeelmostrador, talvezni escuchóel respetuosomurmullo que se había elevado en dos mesas rodeadas de figuras borrosas.Permanecióagrioe inmóvil frentea lapistadebailevacíay,cuandosurgióanteéluna silueta sin rostro, ¿dónde estaba?, gruñó rápidamente, y la Chunga, que habíaextendidosumanohaciaél,ladesvióyseñalólaescalera:dónde,quelollevaran.LaSelvática lo tomódelbrazo,padre,ella leenseñaría.Cruzaronelsalón,subieronalprimer pisoy en el corredor, el padreGarcía se zafódeun tirónde lamanode laSelvática.Ellatocómuysuavementeunadelascuatropuertasmellizasylaabrió.Sehizoaunladoy,cuandoelpadreGarcíahuboentrado,lacerróyvolvióalsalón.

—¿Hacíafrío,afuera?—dijoelBolas—.Estástemblando.—Tómeseestacopa—dijoeljovenAlejandro—.Laharáentrarencalor.LaSelváticatomólacopa,bebióysesecóloslabiosconlamano.—Elpadresepusofuriosoderepente—dijo—.Eneltaximeagarródelhombro,

mesacudió.Creíquemeibaapegar.—Tienemuymalhumor—dijoelBolas—.Yonopensabaquevendría.—¿SigueahíeldoctorZevallos,señora?—dijolaSelvática.—Bajóhaceunmomento, a tomarun café—respondió laChunga—.Dijoque

seguíaigual.—Voyatomarotrotrago,Chunguita,lonecesitoparalosnervios—dijoelBolas

—.Notengoplata,melodescuentas.La Chunga asintió y les llenó las copas a los dos. Luego, con la botella en la

mano, fue hacia las mesas de la orilla de la pista de baile, donde las habitantascuchicheaban discretamente: ¿querían tomar algo? No querían, señora, gracias, ytampocovalíalapenaquesequedaran,podíanirse.Unnuevocuchicheolerepuso,más prolongado, una silla crujió, señora, si no importaba preferían quedarse,¿podían?, y la Chunga, claro, como ellas quisieran y retornó al mostrador. Lassombras continuaron sus diálogos apagados y los músicos bebían en silencio,

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mirandoderatoenratolaescalera.—¿Porquénotocanalgo?—dijolaChunga,amediavoz,conungestovago—.

Sipuedeoírlosalomejorlegusta;sentiráqueloestánacompañando.ElBolasyelJovendudaban,laSelváticasí,sí,laseñorateníarazón,legustaría,

ylassombrasdejarondemurmurar:bueno,letocarían.Fueronhaciaelrincóndelaorquesta,despacio,elBolasseinstalóenelbanquillo,contralapared,yeljovenalzóla guitarra del suelo. Comenzaron con un triste, y sólo un buen rato después seatrevieronacantar,entredientes,sinfe,peropocoapocofueronsubiendodetonoyacabaron por recobrar su soltura y su vivacidad habituales. Cuando interpretabanalgunacomposicióndelJoven,selesnotabamásconmovidos,decíanlosversosconvozmuy demorada y sentimental y al Bolas por momentos se le iba la música ycallaba.LaChungalesalcanzóunascopas.Ellatambiénparecíaturbadaynoandabaconelaplomoligeramentearrogantedesiempre,sinoenpuntasdepie,sinmoverlosbrazos nimirar a nadie, como atemorizada o confusa, señora: ahí bajaba el doctorZevallos.ElBolasyeljovendejarondetocar,lashabitantasselevantaron,laChungaylaSelváticatambiéncorrieronhacialaescalera.

—Lehepuestouna inyección—eldoctorZevallosse limpiaba lafrenteconsupañuelo—.Peronohayquehacersemuchasesperanzas.ElpadreGarcíaestáconél.Esloquenecesitaahora,querecenporsualma.

Sepasó la lenguapor los labios,Chunga, teníaunased terrible:hacíacalorahíarriba. La Chunga fue hacia el bar y volvió con un vaso de cerveza. El doctorZevallos estaba sentado en una mesa con el Joven, el Bolas y la Selvática. Lashabitantashabíanvueltoasusitioysesecreteabandenuevo,monótonamente.

—Asíeslavida—eldoctorZevallosbebió,suspiró,cerróyabriólosojos—.Atodosnosvaatocarundía.Amímuchomásprontoqueaustedes.

—¿Está sufriendo mucho, doctor?—dijo el Bolas, con voz de ebrio; pero sumiradaysusgestoseranecuánimes.

—No, para eso le puse la inyección—dijo el doctor—.Está sin conocimiento.Vuelvearatos,porunossegundos.Peronosienteningúndolor.

—Ellos le estaban tocando—susurró la Chunga, con voz también cambiada yojosvacilantes—.Pensamosquelegustaría.

—No se oye desde el cuarto—dijo el doctor—. Pero yo tengomal oído, a lomejorAnselmooía.Mehubieragustadosaberquéedad tieneexactamente.Másdeochenta,seguro.Esmayorqueyo,queyaandoporlossetenta.Sírvemeotrovasito,Chunga.

Luegocallaronyasíestuvieronmuchorato.LaChungase levantabadecuandoencuando,ibaalmostradorytraíacervezasycopitasdepisco.Elcuchicheodelashabitantas estaba siempre ahí, a veces áspero y nervioso, a veces solapado y casiinaudible.Y,depronto,todosselevantaronotravezycorrieronhacialaescaleraque

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elpadreGarcíadescendía,sinsombreroysinbufanda,penosamente,haciendoseñascon lamano al doctor Zevallos. Éste subió las gradas prendido del pasamanos, seperdióenelcorredor,padre,quéhabíapasado,muchaspreguntasbrotaronalavez,ycomo si el ruido los hubiera asustado, todos callaron al mismo tiempo: el padreGarcíamurmurabaalgo,atorado.Susdientescastañeteabanmuyfuerteysumiradaerrabundanosedeteníaenningúnrostro.ElJovenyelBolasestabanabrazadosy,unodeellos,sollozaba.Pocodespués,lashabitantasempezaronafrotarselosojos,agemir,alamentarseenaltavoz,aecharseunasenbrazosdeotrasysólolaChungaylaSelváticasosteníanalpadreGarcía,quetemblabaygirabalosojosdeunamaneratenazyatormentada.Entrelasdosloarrastraronhastaunasillayél,inerte,sedejabaacomodar, sobar la frente y bebía sin rebelarse la copa de pisco que laChunga levaciabaenlaboca.Sucuerpotemblabasiempre,perosusojossehabíanserenadoyestabanfijosenelvacío,rodeadosdegrandesojerasoscuras.PocodespuésaparecióenlaescaleraeldoctorZevallos.Bajósinprisa,cabizbajo,frotándoselentamenteelcuello.

—HamuertoenpazconDios—dijo—.Esoesloqueimportaahora.Lassombrasde lasmesasdel fondo tambiénsehabíancalmadoyelcuchicheo

renacía, tímido aún, dolido. Los dos músicos, abrazados, lloraban, el Bolas muyfuerte,eljovensinruidoyestremeciendoloshombros.EldoctorZevallossesentó,unaexpresiónmelancólicacruzósucaraobesa,padre:¿habíallegadoahablarconél?El padreGarcía negó con la cabeza.LaSelvática le acariciaba la frente y él,muyencogido en el asiento, hacía esfuerzos por hablar, no lo había reconocido, y unsilbido roncobrotabade subocay, unavezmás, sumirada reanudó la extraviada,incesanteexploracióndelcontorno:todoeltiempoLaEstrelladelNorte,loúnicoqueseentendía.Suvoz,ahogadaporelllantodelBolas,seoíaapenas.

—Eraunhotelquehabíaaquícuandoyoerajoven—dijoeldoctorZevallos,concierta nostalgia, a la Chunga, pero ella no lo escuchaba—. En la plaza deArmas,dondeestáahoraelHoteldeTuristas.

—Tepasastodoeltiempodurmiendo,apenasaprovechaselviaje—diceLalita—.Yahoratevasaperderlallegada.

EllaestáacodadaenlabordayHuambachano,enelsuelo,laespaldacontraunoscabosenrollados,abrelosojossaltones,ojaláfueradurmiendo,suvozsuenadébilyenferma,cerraba losojosparanovomitarmás,Lalita:yahabíabotado todo loquetenía,peroleseguíanlasganas.Eraculpadeella,élqueríaquedarseenSantaMaríadeNieva.Mediocuerpofueradelaborda,Lalitadevoraconlosojoselhorizontedetechos rojizos, las fachadas blancas, las altas palmeras que erizan la ciudad y lassiluetas,muyprecisasya,moviéndoseporelmuelle.Lagentedecubierta seafanaporganarunpuestojuntoalaborda.

—Pesado,noseasflojo,tevasaperderlomejor—diceLalita—.Miramitierra,

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Pesado,quégrande,quélinda.AyúdameabuscaralAquilino.El rostro abatido de Huambachano esboza un simulacro de sonrisa, su cuerpo

rechonchosecontorsionayseincorporaalfin,trabajosamente.Unactivotrajínganala cubierta; lospasajeros revisan susbultos, se los echanalhombroy, contagiadosporlaexcitación,loschanchosgruñen,lasgallinascacareanyaleteanfrenéticasylosperros van y vienen, ladrando, las orejas tiesas, los rabos vibrantes. Una sirenaperforaelaire,elhumonegrodelachimeneaseespesaylluevenpartículasdecarbónsobre lagente.Yahanentradoalpuerto, avanzanporunarchipiélagode lanchasamotor,balsascargadasdeplátanos,canoas,Pesado,¿loveía?,quesefijarabien,ahítenía que estar, pero el Pesado se descomponía otra vez: suertemaldita. Tiene unaccesode arcadasperonovomita, se contenta con escupir rabiosamente.Su rostrograsientoestácontritoyvioláceo,susojoshanenrojecidomucho.Desdeelpuentedemando,unhombrecillodaórdenesagritos,gesticulando,ydosmarinerosdescalzos,eltorsodesnudo,encaramadosenlaproa,lanzanloscaboshaciaelmuelle.

—Todo lo malogras, Pesado—dice Lalita, sin dejar de observar el puerto—.VuelvoaIquitosdespuésdetantoytúteenfermas.

En el vaivén de las aguas aceitosas, se mecen latas, cajas, periódicos,desperdicios.Estánrodeadosdelanchas,algunasreciénpintadasyconbanderinesenlosmástiles,debotes,balsas,boyasybarcazas.Enelmuelle,juntoalapasareladetablones, una pequeña turba amorfa de cargadores ruge y chilla en dirección a lospasajeros,dicensusnombres,segolpeanlospechos,todostratandeocuparelprimerlugar frente a la pasarela.Detrás de ellos hay una alambrada y unos cobertizos demadera entre los cuales se apiña la gente que aguarda a los viajeros: ahí estaba,Pesado, el del sombrero. Qué grande, qué buen mozo, que le hiciera adiós, yHuambachano abre los ojos vidriosos, que lo saludara, Pesado, alza la mano y laagita, flojamente.La embarcación estáquietay losdosmarineros saltan almuelle,manipulanloscabos,lossujetanaunospodios.Ahoraloscargadoresaúllan,brincanyconmuecasydisfuerzostratandeganarlaatencióndelospasajeros.Unhombredeuniforme azul y gorra blanca pasea indiferente frente a los tablones. Detrás de laalambrada, la gente agita las manos, ríe y, en medio del bullicio, a intervalosregulares, resuenalaestridentesirena:¡Aquilino!¡Aquilino!¡Aquilino!LoscoloresvuelvenalrostrodeHuambachanoysusonrisaesahoramásnatural,menospatética.Seabrepasoentrelasmujerescargadasdeatados,arrastrandounamaletahinchadayunabolsa.

—Ha engordado ¿ves?—dice Lalita—. Y cómo se ha puesto para recibirnos,Pesado.Dialgo,noseasmalagradecido,acasonotedascuentadetodoloquehacepornosotros.

—Sí,estágordoysepusocamisablanca—dice,mecánicamente,Huambachano—.Yaerahora,noestoyhechoparaelagua.Micuerponoseacostumbra,hevenido

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padeciendotodoelviaje.El hombre del uniforme azul recibe los billetes y, a cada pasajero, con un

amistosoempellónlolibraalossimiescos,desesperadoscargadoresqueseabalanzansobre él, le arrebatan los animales y los paquetes, suplicándole, increpándolo si seresisteasoltarsuequipaje.Sonunadecenaapenas,peroparecencienporelruidoquehacen;sucios,greñudos,esqueléticos,sólollevanpantalonescubiertosderemiendosy,unoqueotro,camisetasenhilachas.Huambachanolosapartaaempujones,patrón,loqueélquisiera,fuera,yellosvuelvenalacarga,socarajos,cincoreales,patrónyélfuera,paso.Losdejaatrásyllegaalabarrera,tambaleándose.Aquilinolesalealencuentroyseabrazan.

—Tehasdejadobigote—diceHuambachano—,tehasechadobrillantina.Cómohascambiado,Aquilino.

—Aquínoescomoallá,hayqueestarbienvestido—sonríeAquilino—.¿Quétalelviaje?Estoyesperándolosdesdeestamañana.

—Tumadrehizounbuenviaje,estuvocontenta—diceHuambachano—.Peroyomemareémucho,melapasévomitando.Tantosañossinsubiraunbarco.

—Esosecuracon trago—diceAquilino—.Quéhacemimadre,porquésehaquedadoahí.

Maciza,loslargoscabellosentrecanossueltosalaespalda,Lalitaestárodeadadecargadores.Seha inclinadohaciaunodeellos, sus labios semueven,y loobservamuydecerca,conunacuriosidadcasiagresiva:esosmierdas,¿noveíanqueestabasinmaleta?Quéquerían,¿cargarlaaella?Aquilinoseríe,sacaunacajetilladeInca,ofreceuncigarrilloaHuambachanoyseloenciende.AhoraLalitahapuestounadesusmanosenelhombrodelcargadorylehablaconvivacidad;élescuchaenactitudreservada,niegaconlacabezay,despuésdeunmomento,seretiraysemezclaconlosotros,comienzaabrincar,achillar,acorreteartraslosviajeros.Lalitavienehaciala alambrada, muy ligera, con los brazos abiertos. Mientras ella y Aquilino seabrazan, Huambachano fuma y su rostro, entre las volutas de humo, aparece yarepuestoyplácido.

—Ya eres un hombre, ya te vas a casar, pronto me vas a dar nietos—Lalitaestruja aAquilino, loobligaa retrocedery agirar—.Y tanelegantequeestás, tanbuenmozo.

—¿Saben adónde se van a alojar? —dice Aquilino—. Donde los padres deAmelia,yohabíabuscadounhotelitoperoellosno,aquílesarreglamosunacamaenlaentrada.Sonbuenaspersonas,seharánamigos.

—¿Cuándoeslaboda?—diceLalita—.Mehetraídounvestidonuevo,Aquilino,paraestrenarloesedía.YelPesadotienequecomprarseunacorbata,laqueteníaeramuyviejaynodejéquelatrajera.

—El domingo —dice Aquilino—. Ya está todo listo, la iglesia pagada y una

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fiestitaencasadelospadresdeAmelia.Mañanamedespidenmisamigos.Peronomehascontadodemishermanos.¿Todosestánbien?

—Bien, pero soñando con venir a Iquitos —dice Huambachano—. Hasta elmenorcitoquierelargarse,comotú.

Han salido alMalecónyAquilino lleva lamaleta al hombroy la bolsabajo elbrazo.HuambachanofumayLalitaobservacodiciosamenteelparque,lascasas,lostranseúntes,losautomóviles,Pesado,¿noeraunalindaciudad?Cómohabíacrecido,nadade eso existía cuando ella era chica, yHuambachano sí, la cara desganada: aprimeravistaparecíalinda.

—¿Nuncaestuvoaquícuandoeraguardiacivil?—diceAquilino.—No, sólo en sitios de la costa—diceHuambachano—.Y, después, en Santa

MaríadeNieva.—No podemos ir a pie, los padres de Amelia viven lejos—dice Aquilino—.

Vamosatomaruntaxi.—Un día quiero ir donde yo nací —dice Lalita—. ¿Existirá todavía mi casa,

Aquilino?VoyallorarcuandoveaBelén,alomejorlacasaexisteyestáigualita.—¿Ytutrabajo?—diceHuambachano—.¿Ganasbien?—Por ahora poco—diceAquilino—. Pero el dueño de la curtiembre nos va a

mejorarelpróximoaño,asínosprometió.Élmeadelantólaplataparaelpasajedeustedes.

—¿Quéescurtiembre?—diceLalita—.¿Notrabajabasenunafábrica?—Donde se curten los cueros de los lagartos —dice Aquilino—. Se hacen

zapatos, carteras. Cuando entré no sabía nada, y ahora me ponen a enseñar a losnuevos.

ÉlyHuambachanollamanagritosacadataxiquepasa,peroningunosedetiene.—Yasemequitó elmareodel agua—diceHuambachano—.Peroahora tengo

mareodeciudad.Tambiénmehedesacostumbradoaesto.—Lo que pasa es que para usted no hay como Santa María de Nieva—dice

Aquilino—.Esloúnicoquelegustaenelmundo.—Es verdad, ya no viviría en la ciudad —dice Huambachano—. Prefiero la

chacrita,lavidatranquila.CuandopedímibajaenlaGuardiaCivilledijeatumadrememoriréenSantaMaríadeNieva,yvoyacumplirlo.

Unviejocarromatofrenaanteellosconunestruendodelatas,rechinandocomosifueraadesarmarse.Elchofercolocalamaletaeneltecho,laamarraconunasogayLalitayHuambachanosesientanatrás,Aquilinojuntoalchofer.

—Averigüé lo que ustedme pidió,madre—diceAquilino—.Me costómuchotrabajo,nadiesabía,memandabanaquíyallá.Peroalfinaverigüé.

—¿Quécosa?—diceLalita.MiraembriagadalascallesdeIquitos,unasonrisaen

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loslabios,losojosconmovidos.—Del señor Nieves—dice Aquilino y Huambachano, con brusco empeño, se

poneamirarporlaventanilla—.Losoltaronelañopasado.—¿Tantotiempolotuvieronpreso?—diceLalita.—SehabráidoalBrasil—diceAquilino—.Losquesalendelacárcelsevana

Manaos.Aquí no les dan trabajo.Él habrá conseguido allá, si es que era tan buenprácticocomocuentan.Sóloquetantotiempolejosdelrío,alomejorseleolvidóeloficio.

—No creo que se haya olvidado —dice Lalita, otra vez interesada en elespectáculo de las calles estrechas y populosas, de altas veredas y fachadas conbarandales—.Porlomenos,estábienquealfinlosoltaran.

—¿Cómoseapellidatunovia?—diceHuambachano.—Marín—diceAquilino—.Esunamorenita.Tambiéntrabajaenlacurtiembre.

¿Norecibieronlafotoquelesmandé?—Años sin pensar en las cosas pasadas—dice Lalita, de pronto, volviéndose

haciaAquilino—.YhoyveoIquitosdenuevoytúmehablasdeAdrián.—También el auto me marea—la interrumpe Huambachano—. ¿Falta mucho

paraquelleguemos,Aquilino?Ya amanece entre las dunas, detrás delCuartelGrau, pero las sombras ocultan

todavíalaciudadcuandoeldoctorPedroZevallosyelpadreGarcíacruzanelarenaltomados del brazo y suben al taxi estacionado en la carretera. Embozado en subufanda,elsombrerocaído,elpadreGarcíaesunpardeojosafiebrados,unacarnosanarizquecrecebajodoscejastupidas.

—¿Cómosesiente?—diceeldoctorZevallos,sacudiéndoselabastadelpantalón.—Me sigue dando vueltas la cabeza —murmura el padre García—. Pero me

acostaréysemepasará.—Nopuedeirsealacamaasí—diceeldoctorZevallos—.Tomaremosdesayuno

antes,algocalientenosharábien.ElpadreGarcíahaceungestode fastidio,nohabríanadaabiertoaestashoras,

peroeldoctorZevallosloatajaadelantándosehaciaelchofer:¿estaríaabiertodondeAngélica Mercedes? Debía estar, patrón, y el padre García gruñe, ella abríatempranito, ahí no y su mano tiembla ante el rostro del doctor Zevallos, ahí no,tiemblaotravezyvuelveasucubildepliegues.

—Déjesederenegartodoeltiempo—diceeldoctorZevallos—.Quéleimportaelsitio.Loprincipalescalentarunpocoelestómagodespuésdelamalanoche.Nodisimule, usted sabe que no pegará un ojo si se mete ahora a la cama. DondeAngélicaMercedestomaremosalgoycharlaremos.

Unásperosoplidoatraviesalabufanda,elpadreGarcíaserevuelveensuasientosinresponder.El taxientraalbarriodeBuenosAires,pasaantechaletsdeamplios

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jardinesalineadosaambasorillasdelacarretera,contorneaelopacomonumentoysedesliza hacia lamole sombría de la catedral. Algunas vitrinas de la avenida Graudestellanenlamadrugada,elcamióndelabasuraestáfrentealHoteldeTuristasyhombres en overoles van hacia él cargados de tachos. El chofer conduce con uncigarrilloenlaboca,unaestelagriscorredesuslabioshaciaelasientodeatrásyelpadreGarcíacomienzaatoser.EldoctorZevallosabreunpocolaventanilla.

—¿NohavueltoalaMangacheríadesdeelveloriodeDomitilaYara?—diceeldoctor Zevallos; no hay respuesta: el padreGarcía tiene los ojos cerrados y roncahurañamente.

—¿Ustedsabequecasilomatanesavez,enelvelorio?—diceelchofer.—Cállate, hombre—susurra el doctor Zevallos—. Si te oye, le va a dar una

rabieta.—¿De veras se hamuerto el arpista, patrón?—dice el chofer—. ¿Por eso los

llamaronalaCasaVerde?LaavenidaSánchezCerro seprolongacomoun túnely, en lapenumbrade las

veredas,sedelineacadaciertotrecholasiluetadeunarbolito.Haciaelfondo,sobreun difuso horizonte de techumbres y arenales, apunta parpadeando una irisacióncircular.

—Semurióestamadrugada—diceeldoctorZevallos—.¿OcreesqueelpadreGarcíayyoestamostodavíaenedaddepasarnoslanochedondelaChunga?

—Paraesonohayedades,patrón—ríeelchofer—.UncompañerollevóaunadelasmujeresabuscaralpadreGarcía,aesaqueledicenlaSelvática.Élmecontóqueelarpistasemoría,patrón,quédesgracia.

EldoctorZevallosmira,distraído,losmurosencalados,losportonesconaldabas,eledificionuevodelosSolari,losalgarrobosreciénplantadosenlasaceras,frágilesy airosos en sus cuadriláteros de tierra: cómo volaban las noticias en este pueblo.Pero él tenía que saber, patrón, y el chofer baja la voz, ¿cierto lo que contaba lagente?,espíaalpadreGarcíaporelespejoretrovisor,¿deveraselpadrelequemólaCasaVerdealarpista?¿Habíaconocidoélesebulín,patrón?¿Era tangrandecomodecían,tanmacanudo?

—Porquésonasílospiuranos—diceeldoctorZevallos—.¿Nosehancansadoen treinta años de darle vuelta a lamisma historia? Le han envenenado la vida alpobrecura.

—Nohablemaldelospiuranos,patrón—diceelchofer—.Piuraesmitierra.—También la mía, hombre —dice el doctor Zevallos—. Además, no estoy

hablando,sinopensandoenvozalta.—Pero debe haber algo de cierto, patrón—insiste el chofer—. Si no, por qué

hablaríalagente,porquéesodequemador,quemador.—Quéséyo—diceeldoctorZevallos—.¿Aquenoteatrevesapreguntárseloal

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padre?—¡Conelgenioquesegasta!Nideavainas—ríeelchofer—.Perodígameal

menossiexistióesebulínosisoninventosdelagente.Pasan ahora por el nuevo sector de la avenida: la vieja carretera se encontrará

prontoconestapistaasfaltadayloscamionesquevienendelsurysiguenviajehaciaSullana,TalarayTumbesyanotendránquecruzarelcentrodelaciudad.Lasacerasson anchas y bajas, los postes grises de la luz están recién pintados, ese altísimoesqueleto de cemento armado será, quizás, un rascacielomás grande que el HotelCristina.

—Elbarriomásmodernosecodearáconelmásviejoypobre—diceeldoctorZevallos—.YanocreoqueduremucholaMangachería.

—Le pasará lo que a la Gallinacera, patrón —dice el chofer—. Le meterántractoresyharáncasascomoéstas,parablancos.

—¿Yadóndediablossevanairlosmangachesconsuscabrasysuspiajenos?—diceeldoctorZevallos—.¿YdóndesepodrátomarbuenachichaenPiura,entonces?

—Vanaestartristísimoslosmangaches,patrón—diceelchofer—.Elarpistaerasudiosparaellos,máspopularqueSánchezCerro.AhoratambiénlepondránvelasadonAnselmoylerezaráncomoalasanteraDomitila.

El taxi abandona la avenida y, dando brincos, barquinazos, avanza por unacallejuelaterrosa,entrechozasdecañabrava.Levantaunagranpolvaredayenfurecealosperrosvagabundosquecorren,pegadosalosguardafangos,ladrándole,patrón:tenían razón los mangaches, aquí amanecía más tempranito que en Piura. En laclaridad azul, a través de nubes de polvo, se distinguen cuerpos tumbados sobreesterasalaspuertasdelasviviendas,mujeresconcántarosalacabezaquecruzanlasesquinas, asnos de mirada soñolienta y apática. Atraídos por el rugido del motor,salenchiquillosdelaschozasy,desnudosoenharapos,correntraseltaxi,haciendoadiós,quéhabía,bostezando,quépasaba:nada,padre,yaestabanentierraprohibida.

—Déjanosaquí—diceeldoctorZevallos—.Caminaremosunpoco.Bajandeltaxiy,tomadosdelbrazo,despacio,sosteniéndoseunoalotro,recorren

unsenderooblicuo,escoltadosporchiquillosquebrincan,¡quemador!,chillanyríen,¡quemador!,¡quemador!,yeldoctorZevallossimulacogerunapiedraylanzársela:mierdas,churresdemierda,menosmalqueyallegaban.

LacabañadeAngélicaMercedesesmásgrandequelasotrasylastresbanderitasqueflameansobresufachadadeadobesledanunairecoquetoygallardo.EldoctorZevallosyelpadreGarcíaentranestornudando,eligendosbanquitosyunamesadetablasbastas,sesientan.Elsueloestáreciénregadoyhueleatierrahúmeda,culantroy perejil. No hay nadie en las otrasmesas ni en elmostrador. Aglomerados en lapuerta, los chiquillos siguen gritando, alargan sus cabezas sucias e hirsutas, ¡doñaAngélica!,susbrazosflacos,¡doñaAngélica!,ríenmostrandolosdientes.Eldoctor

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ZevallossefrotalasmanospensativoyelpadreGarcía,entrebostezoybostezo,mirala puerta con el rabillo del ojo. Angélica Mercedes viene por fin, fresca, rolliza,matutina, el ruedo de su pollera trazandomaromas sobre los banquitos. El doctorZevallosselevanta,doctor,leabrelosbrazos,peroquégusto,quémilagroverloaquía estas horas, tantos meses que no venía y ella estaba cada día más buenamoza,Angélica,¿cómohacíaparanoenvejecer?,¿cuálerasusecreto?Yporfindejandepalmearse, Angélica, ¿no veía a quién le había traído?, ¿no lo reconocía? Comoatemorizado, el padre García junta los pies y esconde las manos, buenos días, labufandamugehoscamenteyel sombreroseagitaunsegundo, ¡Virgensanta,eraelpadre García! Las manos unidas sobre el corazón, los ojos alborozados, AngélicaMercedesseinclina,padrecito,quéalegríaledabaverlo,élnosabía,québienquelohubiera traído,doctor,yunamanohuesudaydesconfiadaseelevasinafectohaciaAngélicaMercedes,seretiraantesqueellalabese.

—¿Puedes prepararnos algo caliente, comadre? —dice el doctor Zevallos—.Estamosmediomuertos,hemospasadolanocheenvela.

—Claro,claro,ahoramismo—AngélicaMercedeslimpialamesaconsupollera—,¿uncalditoyunpiqueo?¿Tambiénunosclaritos?No,esmuytempranoparaeso,les haré unos juguitos y café con leche. Pero ¿cómo no se han acostado todavía,doctor?MeloestáustedmalcriandoalpadreGarcía.

Un sarcástico gruñido sube de la bufanda y el sombrero se endereza, los ojoshondosdelpadreGarcíamiranaAngélicaMercedesyelladejadesonreír,vuelvesucara intrigadahacia eldoctorZevallosque, labarbilla entredosdedos, tieneahoraunaexpresiónmelancólica: ¿dóndehabíanestado,doctorcito?Suvozes tímida, sumano empuña el ruedo de la pollera a unosmilímetros de lamesa y está inmóvil:dondelaChunga,comadre.AngélicaMercedeslanzaungritito,¿dondelaChunga?,sedemuda,¿dondelaChunga?,setapalaboca.

—Sí,comadre,hamuertoAnselmo—diceeldoctorZevallos—.Esunanoticiatristeparati,yasé.Paratodosnosotros.Quévamosahacer,asíeslavida.

¿DonAnselmo?, tartamudeaAngélicaMercedes, labocaentreabierta, lacabezaladeada, ¿se ha muerto, padrecito?, y su nariz palpita muy rápido, unos hoyuelosaparecenensusmejillas,loschiquillosdelapuertahanechadoacorreryellasacudelacabeza,sesobalosbrazos,¿sehamuerto,doctor?,llora.

—Todos tienen que morirse —ruge el padre García, golpeando la mesa; labufandaseabreysucaralívida,sinafeitar,estádeformadaporeltemblordesuboca—.Tú,yo,eldoctorZevallos,atodosnostocará,nadieselibra.

—Cálmese, hombre —el doctor Zevallos abraza a Angélica Mercedes, quesollozaapretandolapolleracontrasusojos—.Cálmatetútambién,comadre.ElpadreGarcía se ha puestomuy nervioso, mejor no hablarle, no preguntarle nada. Anda,prepáranosalgocaliente,nollores.

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AngélicaMercedesasientesindejardellorarysealeja,lacaraentrelasmanos.Enlaotrahabitaciónse laoyehablarsola,suspirar.ElpadreGarcíaharecogido labufanda, nuevamente la lleva enroscada en el cuello y se ha quitado el sombrero:erizados, grises, los mechones de cabellos de sus sienes sólo ocultan a medias sucráneolisoyconlunares.Apoyaelmentónenelpuño,unaarrugacavilosaveteasufrente y la barba crecida da a susmejillas un aspecto de cosa gastada y sucia. EldoctorZevallosenciendeuncigarrillo.Esdedíayayelsolqueanegaellocalydoralascañashasecadoelsuelo,moscasazulesysiseantesinvadenelaire.Enelexterior,lasvoces,ladridos,balidos,rebuznosyruidosdomésticosaumentangradualmentey,al lado, Angélica Mercedes se ha puesto a rezar, musita el nombre de la santeramezclado a invocaciones aDios y a laVirgen, doctor: elmarimacho ese lo habíahechoasabiendas.

—Peroasantodequé—murmuraelpadreGarcía—.¿Asantodequé,doctor?—Qué importa —dice el doctor Zevallos, viendo desvanecerse el humo—.

Además,talveznofueasabiendas.Pudoserunacasualidad.—Tonterías,noshizo llamar austedy amípor algo—diceelpadreGarcía—.

Queríahacernospasarunmalrato.EldoctorZevallosseencogedehombros.Recibeunrayodesolenelcentrodela

frente y lamitad de su rostro está dorado y brillante; la otramitad es un plomizolunar.Tienelosojossumidosenunasuavemodorra.

—Nosoynadaperspicaz—dice,despuésdeunmomento—.Ni siquiera semeocurriópensareneso.Perotieneustedrazón,alomejorquisohacernospasarunmalrato.Esunamujerrara,laChunga.Yocreíqueellanosabía.

SevuelvehaciaelpadreGarcíayellunarganaterreno,ocupatodoelrostro,sólounaorejay lamandíbularecibenahoraelbañoamarillo;quenosabíaquécosa.ElpadreGarcíamiraaldoctorZevallosdetravés.

—Queyolatrajealmundo—eldoctorZevallosalzalacabezayéstaseenciende,sucalvasedestaca, lucienteygranulosa—.¿Quiénlepuedehaberdicho?Anselmono,estoyseguro.ÉlcreíaquelaChungavivíaengañada.

—Enestepuebluchochismosotodoacabaporsaberse—gruñeelpadreGarcía—.Aunqueseatreintaañosdespués,sesabetodoloquepasa.

—Nuncavinoamiconsultorio—diceeldoctorZevallos—.Nuncamellamóparanadayahorasí.Siqueríahacermepasarunmalrato, loconsiguió.Mehizorevivirtododegolpe.

—Lodeustedestáclaro—gruñeelpadreGarcíacomosihablaraconlamesa—.Ésteviomoriramimadre,queveamoriramipadretambién.¿Pero,porquéteníaquellamarmeamíesemarimacho?

—¿Quésignificaesto?—diceeldoctorZevallos—.¿Quélepasa?—Venga conmigo, doctor—la voz viene de la derecha, retumba en lo alto del

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zaguán—.Ahorita,talcomoestádoctor,nohaytiempo.—¿Cree que no lo reconozco? —dice el doctor Zevallos—. Salga de ahí,

Anselmo.¿Porquéseesconde?¿Sehavueltoloco,hombre?—Venga, doctor, rápido—unavozquebrada en la oscuridaddel zaguánque el

ecorepite,enloalto—.Sememuere,doctorZevallos,venga.EldoctorZevalloslevantalalamparilla,buscayloencuentraalfin,nolejosdela

puerta:noestáborrachonifuriososinocrispadodemiedo.Susojosbailanlocamenteen las órbitas hinchadas y su espalda se pega a la pared como si quisiera echarlaabajo.

—¿Sumujer?—diceeldoctorZevallos,atónito—.¿Sumujer,Anselmo?—Pueden estarmuertos los dos, pero yo no lo acepto—el padreGarcía da un

golpeen lamesay subanquillo cruje—.Nopuedoaceptar esa infamia.Dentrodecienañostambiénmepareceríainfame.

La puerta del vestíbulo se ha abierto y el hombre retrocede como si viera unfantasma, escapa del cono de luz de la lámpara. La figurilla envuelta en una batablancadaunospasosporelpatio,hijito,sedetieneantesdellegaralzaguán:¿quiénestabaahí?,¿porquénoentraban?

Era él, mamá, el doctor Zevallos baja la lamparilla, oculta con su cuerpo aAnselmo:teníaquesalirunmomento.

—EspéremeenelMalecón—susurra—.Voyasacarmimaletín.—Vayantomandoelcaldito—AngélicaMercedesponedoscalabazashumeantes

sobrelamesa—.Yatienesalyenunratitomáslestraigoelpiqueo.Yanolloraperosuvozesquejumbrosaysehaechadounamantanegrasobrelos

hombros. Se aleja hacia la cocina, y ahora se contonea apenas al andar. El doctorZevallos remueve el caldo pensativamente, el padre García alza la calabaza concuatrodedos,laacercaasunarizyaspiraelaromacaliente.

—Yo tampoco lo entendí nunca y en ese tiempo creo que tambiénme parecióinfame—diceeldoctorZevallos—.Ahorayaestoyviejo,hevistopasarmuchaaguapor el río y nadameparece infame.Si ustedhubiera sido testigo esanoche, no lohabríaodiadotantoalpobreAnselmo,padreGarcía,selojuro.

—Se lo pagará Dios, doctor —lloriquea el hombre mientras corre dándoseencontronescontralosárboles,lasbancasylabarandadelMalecón—.Yoharéloquemepida,ledarétodamiplata,doctor,todamivida,doctor.

—¿Quiere conmoverme?—gruñe el padreGarcía,mirando al doctor Zevallos,parapetadotraslacalabazaquesigueolfateando—.¿Tengoqueponermealloraryotambién?

—Enrealidad,nadadeesoimportaniuncarajoya—sonríeeldoctorZevallos—.Cosasquesellevóelviento,miamigo.PeroporculpadelaChunguitaestanochemevolvieronalacabezaysiguenahí.Hablodeellasparasacármelasdeencima,nome

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hagacaso.

ElpadreGarcía toma la temperaturadelcaldocon lapuntade la lengua,sopla,bebeuntraguito,eructa,gruñeunadisculpaysiguebebiendoasorbitosysoplando.Poco después, vuelve Angélica Mercedes con una fuente de piqueo y jugos delúcuma.Sehacubiertolacabezaconlamanta,doctor,¿noestababueno?,ysuvozseesfuerzaporsernatural,comadre,muybueno.Unpoquitocaliente,apenasenfriaraselatomaba,yquébuenacarateníaelpiqueoqueleshabíahecho.Ahoralescalentabaelcafé,cualquiercosaquelallamaran,nomás,padrecito.EldoctorZevallosacunalacalabazaconundedo, examinameticulosamente la turbiay redonda superficiequeoscilayelpadreGarcíahacomenzadoatrincharpedacitosdecarneyamasticarconempeño.Pero,derepente,seinterrumpe,¿sehabíanenteradotodos?,yquedaconlabocaabierta:¿lasperdidasylosperdidosqueestabanahí?

—Ellassabíanlodelromancedesdeelprincipio,comoes lógico—murmuraeldoctorZevallos,acariciandoelbordedelacalabaza—,peronocreoqueseenteraranadiemás.Había una escalerita que daba al patio de atrás, y por ahí subimos a latorre,losdelsalónnonosvieron.VeníaunabullasalvajedeabajoyAnselmodebíahaberlas instruidoaellasparaqueentretuvierana lagenteyno ladejaranmaliciarquépasaba.

—Québienconocíaustedelsitio—elpadreGarcíamasticadenuevo—.Noseríalaprimeravezqueiba,mefiguro.

—Habíaidodecenasdeveces—diceeldoctorZevallos,conunfugazdestelloenlosojos—.Yoteníatreintaañosentonces.Laflordelaedad,miamigo.

—Suciedades,estupideces—gruñeelpadreGarcía,perosumanobajaeltenedorquesellevabaalaboca—.¿Treintaaños?Yotendríaesaedad,másomenos.

—Claro,sisomosdelamismageneración—diceeldoctorZevallos—.Anselmotambién,aunquealgomayorquenosotros.

—Yanoquedanmuchosdeesaépoca—diceelpadreGarcíaconroncohumor—.Loshemosenterradoatodos.

Pero el doctor Zevallos no lo escucha. Estámoviendo los labios, pestañeando,agitandolacalabazahastaderramargotitasdecaldosobrelamesa,hombre,cómoseibaaimaginarél,nicuandovioelbultoenlacamaadivinó,hombre,quiénhubieraadivinado.

—Nosepongaahablarparaadentro—mascullaelpadreGarcía—,noseolvidequeestoyaquí.¿Quécosanosepodíaimaginar?

—Quesumujereraesacriatura—diceeldoctorZevallos—.Alentrarvien lacabecera a una gorda pelirroja a la que llamaban la Luciérnaga y no me parecióenfermayyoibaahacerunabromayahívielbultoylasangre.Nopuedesaber,miamigo, en las sábanas, en el suelo, todo el cuarto una pura mancha. Parecía que

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hubierandegolladoaalguien.ElpadreGarcíanotrincha,trituraferozmentelostrozosdecarne,losensartaenel

tenedor,losretuercecontralafuente.Eltrozochorreantenosubehastasuboca,¿sedesangraba la criatura?, queda temblando en el aire, como sumano y el cubierto,¿sangreportodaspartes?,yunabruscaronqueraloahoga,¿sangredeesaniña?Unhilillodebabaclaradesciendeporsubarbilla,imbécil,quelasoltara,noerahoradebesos, la estaba ahogando, había que hacerla gritar, imbécil: más bien que lacacheteara. Pero Josefino se lleva un dedo a la boca: nada de gritos, ¿no veía quehabía tantos vecinos?, ¿no los oía conversando?Como si no lo oyera, la Selváticachilla conmás fuerzay Josefino saca supañuelo, se inclina sobre el camastroy letapalaboca.Sininmutarse,doñaSantossiguehurgando,manipulandodiestramentelosdosmuslosmorenos.Yahílehabíavistolacara,padreGarcía,ylecomenzaronatemblarlaspiernasylasmanos,seolvidóqueellaseestabamuriendoyqueélestabaallí para tratar de salvarla, sólo atinaba a, sí, sí, mirarla, no había duda: era laAntonia,Diosmío.DonAnselmoyanolabesaba,derrumbadoalospiesdelacamale ofrecía de nuevo su plata, doctor Zevallos, su vida, ¡sálvemela!, y Josefino seasustó, doñaSantos, ¿no se habíamuerto?No fuera amatarla, no fuera amatarla,doña Santos y ella chist: se había desmayado, nomás. Eramejor, no haría bulla yacabaríamás rápido,que lemojara la frentecita conel trapo.EldoctorZevallos leentregóel lavatorioconviolencia,quehirvieranmásagua,imbécil, lloriqueandoenvez de ayudar. Está enmangas de camisa, el cuello abierto y, ahora,muy sereno.Anselmonopuedesujetarel lavatorio, se lecaede lasmanos,doctor,quenose lemuriera,rescataellavatorioyagatassellegaalapuerta,doctor,erasuvida,ysale.

—Laputaque teparió—murmuraeldoctorZevallos—.Qué locura,Anselmo,cómohaspodido,hombre,québestialidadhashecho,Anselmo.

—Pásame la bolsa —dice doña Santos—. Y ahora le doy un matecito y sedespierta.Llévateeso,yentiérralobien,yquenoteveanadie.

—¿Habíaalgunaesperanza?—gruñeelpadreGarcíamartirizandolos trozosdecarne,punzándolosyarrastrándolosdeunladoaotro—.¿Eraimposiblesalvara laniña?

—Talvezenunhospital—diceeldoctorZevallos—.Peronosepodíamoverla.Tuvequeoperarla casi aoscuras, sabiendoque semoría.Másbien fueunmilagroquesesalvaralaChunguita,naciócuandolamadreyaestabamuerta.

—Milagro,milagro—gruñe el padreGarcía—.Todo esmilagro aquí.TambiéndecíanmilagrocuandomataronalosQuirogaylaniñasesalvó.Hubierasidomejorparaellamorirseentonces.

—¿Noseacuerdadelamuchachacuandopasaporlaglorieta?—diceeldoctorZevallos—.Yosí,siempremepareceverlasentadaahí,tomandosol.PeroestanochelleguéasentirmáspenaporAnselmoqueporlaAntonia.

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—Nolomerecía—roncaelpadreGarcía—.Nipena,nicompasiónninada.Todaestatragediafueculpadeél.

—Siustedlohubieravistopataleando,besándomelospiesparaquesalvaraalamuchacha,tambiénsehabríaapiadado—diceeldoctorZevallos—.¿Sabequesinofuerapormicomadre,laChunguitasememoríatambién?Ellameayudóaatenderla.

QuedanensilencioyelpadreGarcíasellevaunpedazodecarnealaboca,perohaceunamuecadeascoysueltaeltenedor.AngélicaMercedesvuelveconotrajarritadejugo,vieneespantandoalasmoscasconunamano.

—¿Noshasoído,comadre?—diceeldoctorZevallos—.EstábamosrecordandolanochequesemuriólaAntonia.Yaparecesueño¿no?LedecíaalpadrequetúmeayudasteasalvaralaChunga.

AngélicaMercedeslomiramuyseria,sinasombronialarma,comosinohubieraentendido.

—Nomeacuerdodenada,doctor—diceenvozbaja,porfin—.Yoeracocinera,perotampocomeacuerdo.Nohayquehablardeesoahora.VoyairamisadeochoarezarpordonAnselmo,paraquedescanseensutumba.Ydespuésiréavelarlo.

—¿Quéedadteníastú?—gruñeelpadreGarcía—.Nomeacuerdocómoeras.DeAnselmoydelasperdidassí,peronodeti.

—Era una churre, padrecito —la mano de Angélica Mercedes es un rápido,eficienteabanico:ningunamoscaseacercaalpiqueonialosjugos.

—Nomásdequinceaños—diceeldoctorZevallos—.Yquébonita, comadre.TodosteechábamoselojoyAnselmoalto,noeshabitanta,semiraperonosetoca,cuidándotecomoasuhija.

—YoeradoncellitayelpadreGarcíanoqueríacreerme—unbrillopícaroanimalosojosdeAngélicaMercedesperosucaraessiempreunaseveramáscara—.Ibaaconfesarmetemblandoyustedsiempresaldeesacasadeldiablo,yaestáscondenada.¿Tampocoseacuerda,padre?

—Loquesehablaenelconfesionarioessecreto—gruñeelpadreGarcíaconunaespeciederonquerajovial—.Guárdateesashistoriasparati.

—Casadeldiablo—diceeldoctorZevallos—.¿TodavíacreequeAnselmoeraeldiablo?¿Deverasolíaaazufreoeraparaasustaralosbeatos?

Angélica Mercedes y el doctor sonríen y, bajo la bufanda, después de unmomento, suena algo inesperado y tosco, híbrido como una arcada de tos y risasofocante.

—En ese tiempo estaba sólo ahí, en la Casa Verde —dice el padre Garcíacarraspeando—.Elcachudoestáahoraportodaspartes.Enlacasadelmarimacho,yenlacalle,yenloscines,todoPiurasehavueltolacasadelcachudo.

—Pero no laMangachería, padrecito—diceAngélicaMercedes—.Aquí no haentradonunca,nolodejamos,lasantaDomitilanosayudaeneso.

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—Todavíanoessanta—diceelpadreGarcía—.¿Noibasahacernoscafé?—Sí,yaestálisto—diceAngélicaMercedes—.Voyatraerlo.—Hacelomenosveinteañosquenopasabaunanocheenblanco—diceeldoctor

Zevallos—.Yahorasemehaquitadoelsueñodeltodo.Lasmoscas,desdequeAngélicaMercedesdamediavuelta,regresanycaensobre

elpiqueo,losalpicandepuntososcuros.Denuevocorreteanchiquillosdesarrapadosfrentealapuertay,a travésdelascañas,sevepasargentehablandofuerte,yaungrupodeviejosqueseasoleanydialoganantelacabañadelfrente.

—¿Almenossesentíaarrepentido?—gruñeelpadreGarcía—.¿Sedabacuentaqueesaniñasehabíamuertoporsuculpa?

—Salió corriendodetrásdemí—dice el doctorZevallos—.Se revolcaba en elarenal,queríaquelomatara.Lollevéamicasa,lepuseunainyecciónylodespaché.No sé nada, no he visto nada, váyase. Pero no se fue, se bajó al río y ahí estuvoesperandoalalavandera,¿cómosellamaba?,esaquecrióalaAntonia.

—Siempre estuvo loco—gruñe el padre García—. Espero por él que se hayaarrepentidoyqueDioslohayaperdonado.

—Yaunquenosearrepintiera,yatuvobastantecastigoconloquesufrió—diceeldoctorZevallos—.Además,habríaquesabersirealmentemerecíacastigo.¿YsilaAntonianohubierasidosuvíctimasinosucómplice?¿Sisehubieraenamoradodeél?

—No diga disparates —gruñe el padre García—. Voy a creer que estáreblandecido.

—Es algo que me he preguntado siempre —dice el doctor Zevallos—. Lashabitantasdecíanqueéllamimabayquelamuchachaparecíacontenta.

—¿Ahorayaleparecenormal?—gruñeelpadreGarcía—.Robarseaunaciega,meterlaaunprostíbulo,ponerlaencinta.¿Muybienquehicieraeso?¿Lomásnormaldelmundo?¿Habíaquepremiarloporesagracia?

—Notienenadadenormal—diceeldoctorZevallos—,peronolevantetantolavoz,cuidadoconsuasma.Sólodigoquequiénsabeloqueellapensaba.LaAntoniano sabía lo que era buenonimalo, y, despuésde todo, gracias aAnselmo fueunamujercompleta.Yosiemprehecreído…

—¡Cállese,hombre!—elpadreGarcíaarremeteamanotazoscontra lasmoscasque huyen despavoridas—. ¡Una mujer completa! ¿Las monjas son incompletas?¿Loscurassomosincompletosporquenohacemosporquerías?Nolepermitoherejíastanestúpidas.

—Está usted peleando contra fantasmas —sonríe el doctor Zevallos—. SóloqueríadecirlequecreoqueAnselmolaquisodeveras,yqueprobablementeellaloquisotambién.

—Esta conversaciónme disgusta—gruñe el padre García—. No nos vamos a

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ponerdeacuerdo,ynoquieropelearmeconusted.—Sólofaltabaesto—murmuraeldoctorZevallos—.Mirequiénesllegan.Eranlosinconquistables,noqueríantrabajar,sólochupar,sólotimbear,eranlos

inconquistablesyveníanadesayunar,caramba:quiénestabaaquí.—Vámonos—gruñeelpadreGarcía,exasperado—.Noquieroestarjuntoaesos

bandidos.Pero los León no le dan tiempo a levantarse y caen sobre él batiendo palmas,

padre García, los cabellos enmarañados, padrecito, los ojos llenos de resacasnocturnas.Brincanen tornoalpadreGarcía,hoycaeríanieveenPiuraynoarena,tratandeestrecharlelamano,eraelmilagrodelosmilagros,lopalmean,díadefiestapara los mangaches recibir esta visita. Están en camiseta, sin medias, los zapatosdesanudados, huelen a transpiración y el padre García, agazapado detrás de labufanda, bajo el sombrero que se ha puesto a toda prisa, permanece inmóvil,mirafijamenteelpiqueoatacadodenuevoporlasmoscas.

—Noaceptoque le faltenel respeto—diceeldoctorZevallos—.Atenciónconesaslenguas,muchachos.Esunhombredehábitoyconcanas.

—Pero si nadie le falta el respeto, doctor —dice el Mono—. Estamosfelicisísimosdeverloaquí,palabra,sóloqueremosquenosdélamano.

—Nunca se vio a un mangache faltar a la hospitalidad, doctor—dice José—.Buenosdías, doñaAngélica.Hayque festejar el acontecimiento, tráigase algoparabrindarconelpadreGarcía.Vamosahacerlaspacesconél.

AngélicaMercedesvienecondostacitasdecaféenlasmanos,muyseria.—¿Por qué esa cara de enojo, doña Angélica? —dice el Mono—. ¿No está

contentaconestavisita?—Ustedes son lo peor de esta ciudad —gruñe el padre García—. El pecado

originaldePiura.Niaunquemematentomarénadaconustedes.—Nosesulfure,padreGarcía—diceelMono—.Noleestamostomandoelpelo,

deverasestamoscontentosdequehayavueltoalaMangachería.—Corrompidos, vagabundos—el padreGarcía ha iniciado una nueva ofensiva

contralasmoscas—.¡Conquéderechomehablan,perdidos!—Veausted,doctorZevallos—diceelMono—.Quiénfaltaelrespetoaquién.—Déjenlo tranquiloalpadre—diceAngélicaMercedes—.DonAnselmoseha

muerto.Elpadreyeldoctorloestuvieronatendiendo,nohandormidotodalanoche.Dejalatacitasobrelamesa,regresaalacocina,y,cuandosusiluetadesaparece

en lahabitacióndel fondo,sóloseoyeenel localel tintineode lascucharillas, lossorbosdecafédeldoctorZevallos,laafanosarespiracióndelpadreGarcía.LosLeónsemiran,comomareados.

—Yaven,muchachos—diceeldoctorZevallos—.Noesdíaparabromas.—SemuriódonAnselmo—diceJosé—.Senosmurióelarpista,Mono.

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—Pero si era el mejor hombre, doctor—balbucea elMono—. Si era un granartista, doctor, unagloriadePiura.Yelmásbuenode todos.Semeparte el alma,doctorZevallos.

—Como el padre de todos nosotros, doctor—dice José—.Bolas y el joven seestaránmuriendodepena,Mono.Susdiscípulos,doctor,uñaycarneconelarpista.Ustednosabecómolocuidaban,doctor.

—No sabíamos nada, padreGarcía—dice elMono—.Le pedimos perdón poresasbromas.

—¿Se murió así, de repente? —dice José—. Si ayer estaba de lo más bien.Anochecomimosconélaquí,doctorZevallos,yélsereíaybromeaba.

—¿Dóndeestá,doctor?—diceelMono—.Tenemosqueiraverlo,José,hayqueprestarsecorbatasnegras.

—Estáallá,dondesemurió—diceeldoctorZevallos—.DondelaChunga.—¿Semurió en la CasaVerde?—dice elMono—. ¿Ni siquiera lo llevaron al

hospitalalarpista?—EstoescomounterremotoparalaMangachería,doctor—diceJosé—.Yano

serálomismosinelarpista.Meneanlascabezas,consternados,incrédulos,yprosiguensusmonólogosysus

diálogos,mientraselpadreGarcíabebesucafé,sinapartarlatazadeloslabiosqueapenasdesbordanlabufanda.EldoctorZevalloshatomadoelsuyoya,yahorajuegaconlacucharilla,tratademantenerlaenequilibrioenlapuntadeundedo.LosLeóncallan, por fin, y se sientan en una mesa vecina. El doctor Zevallos les ofrececigarrillos.CuandoentraAngélicaMercedes, ratodespués,ellos fumanensilencio,igualmenteabrumadosyceñudos.

—Por eso no ha venido Lituma—dice el Mono—. Estará acompañando a laChunguita.

—Se hacía la indiferente, lamujer helada—dice José—. Pero en sus adentrosestarásangrandotambién.¿Nocree,doñaAngélica?Lasangrellamaalasangre.

—Estará con pena, quizás—dice Angélica Mercedes—. Pero nunca se puedesaber con ésa, ¿acaso era buena hija? —¿Por qué dices eso, comadre?— dice eldoctorZevallos.

—¿Austedleparecebienquetuvieraasupadredeempleado?—diceAngélicaMercedes.

—AldoctorZevallostodoleparecebien—gruñeelpadreGarcía—.Conlavejezhadescubiertoquenohaynadamaloenelmundo.

—Usted lo dice como un sarcasmo—sonríe el doctorZevallos—.Pero, fíjese,hayalgodeciertoeneso.

—DonAnselmosehubieramuertosinotocaba,doñaAngélica—diceelMono—. Los artistas viven de su arte. ¿Qué había de malo en que tocara allá? La

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Chunguitalepagababien.—Apúreseconelcafé,miamigo—diceeldoctorZevallos—.Semehavenidoel

sueñodegolpe,semecierranlosojos.—Ahílleganuestroprimo,Mono—diceJosé—.Quécaradeduelotrae.ElpadreGarcíahundelanarizenlatacitadecafé,lanzaungruñidosordocuando

laSelvática,loszapatosenlamano,losojosmuymaquilladosylabocasinpintura,seinclinahaciaélylebesalamano.Litumasesacudeelpolvoqueensuciasuternogris,lacorbatademotasverdes,loszapatosamarillos.Tienelospelosdespeinadosybrillantes de vaselina, las facciones demacradas y saluda muy serio al doctorZevallos.

—Lovanavelaraquí,doñaAngélica—dice—.LaChungameencargóavisarle.—¿Enmicasa?—diceAngélicaMercedes—.¿Yporquénolodejandondeestá?

Paraquévanamoverlo,alpobre.—¿Quieres que lo velen en un prostíbulo?—ronca el padreGarcía—. ¿Dónde

tieneslacabeza,tú?—Yoencantadadeprestarmicasa,padre—diceAngélicaMercedes—.Sóloque

creíqueerapecadoandarconeldifuntodeaquíparaallá.¿Noessacrilegio?—¿Acasosabessiquieraloquequieredecirsacrilegio?—gruñeelpadreGarcía

—.Nohablesdeloquenoentiendes.—ElBolasyelJovenhanidoacomprarelcajónyaarreglarlodelcementerio—

LitumasehasentadoentrelosLeón—.Después,lotraerán.LaChungapagarátodo,doñaAngélica,loslicores,lasflores,dicequeustedsóloprestelacasa.

—AmímeparecebienqueelvelorioseaenlaMangachería—diceelMono—.Eraunmangache,quelovelensushermanos.

—Y la Chunga quisiera que usted diga la misa, padre García —dice Lituma,tratando de ser natural, pero su voz es demasiado lenta—. Fuimos a su casa adecírseloynonosabrieron.Suerteencontrarloaquí.

Lacalabazavacíaruedaalsueloyhayuntorbellinodeplieguesnegrossobrelamesa,conquépermiso,elpadreGarcíaaporrea lafuentedepiqueo,quién lehabíaautorizado a dirigirle la palabra, y Lituma se levanta de un brinco, quemador, quétono era ése: quemador.El padreGarcía trata de incorporarse y gesticula entre losbrazosdeldoctorZevallos,socanalla,chacalylaSelváticatironeaelsacodeLituma,quesecallara,dandogrititos,quenolefaltara,eraunpadre,queletaparanlaboca.Peroyaloveríaenelinfierno,socanalla,ahílaspagaríatodas,¿sabíaloqueeraelinfierno, so canalla? El rostro inflamado, la boca torcida, el padre García tiemblacomountrapoyLitumasacudealaSelváticasinpoderapartarla,quemador,aélnoloinsultaba,noledecíacanalla,quemadoryelpadreGarcíapierde,recuperalavoz,era peor que la perdida esta que lo mantenía, y alarga en el vacío sus manosexasperadas, un parásito de la inmundicia, un chacal y ahora también los León

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sujetanaLituma:leibaaquebrarlajetaaeseviejo,noaguantaba,aunquefueracura,quemadordemierda.LaSelváticahacomenzadoalloraryAngélicaMercedestieneunbanquilloenlasmanos,lobamboleafrenteaLitumacomodispuestaaquebrárseloen la cabeza si avanza unmilímetro. En la puerta, detrás de las cañas, en todo elrededor del local hay cabezas atentas y excitadas, ojos, melenas, codazos y unvoceríocrecientequeparecepropagarsehaciael restodelbarrioy losnombresdelarpista, de los inconquistables y del padreGarcía despuntan a veces entre el corochillóndeloschurres:quemador,quemador,quemador.AhoraelpadreGarcíatose,losbrazosenalto,desorbitado,rojocomounabrasa,lalenguaafuera,yriegasalivaentornosuyo.EldoctorZevalloslesostienelasmanosenalto,laSelváticalehaceaire,AngélicaMercedesledagolpecitossuavesenlaespaldayLitumapareceahoraconfuso.

—Acualquiera se le va la lengua cuando lo insultan porque sí—dice con vozvacilante—.Noesmiculpa,austedeslesconstaqueélempezó.

—Perolefaltasteyesviejito,primo—diceelMono—.Estuvotodalanochesinpegarlosojos.

—Nodebiste,Lituma—diceJosé—.Pídeledisculpas,hombre,miracómolohaspuesto.

—Le pido disculpas—tartamudea Lituma—.Ya cálmese, padreGarcía. No esparatanto,tampoco.

Pero el padre García sigue estremecido de tos y de arcadas, y tiene el rostroempapadodemocos,babasylágrimas.LaSelváticalelimpialafrenteconsufalda,AngélicaMercedes trata de hacerle beber un vasito de agua y Lituma palidece, leestaba pidiendo disculpas, padre, y se pone a chillar, quémás querían que hiciera,aterrado,siélnoqueríaquesemuriera,malditasea,yseretuercelasmanos.

—Noteasustes—diceeldoctorZevallos—.Eselasmaylaarenaqueselehametidoalagarganta.Yaselevaapasar.

Pero Lituma no puede ya dominar sus nervios, lo insultaba y él mismo sedescomponía,yselamentacasillorandoentrelosLeónqueloabrazan,unoandabaamargado con tanta desgracia, hace pucheros y por momentos parece que fuera aromperensollozos,primo,tranquilo,elloscomprendían,yélgolpeándoseelpecho:lo habían hecho desvestirlo al arpista, lavarlo, vestirlo de nuevo, no había quienresistiera,unoerahumano.Yellosquesecalmara,primo,ánimo,peroélnopodía,carajo,carajo,nopodía,ysedesplomasobreunbanquillo,lacabezaentrelasmanos.ElpadreGarcíahadejadode tosery, aunque respira todavía conesfuerzo, tieneelrostro más sereno. La Selvática está arrodillada junto a él, padrecito, ¿se sentíamejor?Yél asiente,pasabaque fueraunaperdida, allá ella,gruñendo,desdichada,perohabíaqueserbruta,condenarsepormantenerauninútil,aunasesino,habíaqueserbrutayellasí,padrecito,peroquenoseenojara,quesecalmara,yahabíapasado.

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—Déjaloqueteinsultesiesolotranquiliza,primo—diceelMono.—Estábien,medejo,meaguanto—susurraLituma—.Quemeinsulte,asesino,

inútil,quesiga,todoloquequiera.—Cállate,chacal—gruñeelpadreGarcía,sinímpetu,connotoriodesgano,y,en

lapuerta,detrásdelascañas,hayunaoladerisas—.Silencio,chacal.—Estoycallado—rugeLituma—.Peroyanomeinsulte,soyunhombre,nome

gusta,cierresuboca,padreGarcía.Pídaselousted,doctorZevallos.—Yapasó,padrecito—diceAngélicaMercedes—.Nodigapalabrotas,enusted

parecepecado,padre,noseenfurezcaasí.¿Quiereotrocafecito?ElpadreGarcíasacaunpañueloamarillentodesubolsillo,bueno,otrocafecito,y

sesuenacon fuerza.EldoctorZevallossealisa lascejas, se limpia la salivade lassolapasconungestodefastidio.LaSelváticapasasumanopor la frentedelpadreGarcía,leasientalosmechonesdelassienesyélladejahacer,enfurruñadoydócil.

—Miprimoquierepedirleperdón,padreGarcía—diceelMono—.Sientemucholoquehapasado.

—Que pida perdón a Dios y deje de explotar a las mujeres —gruñetranquilamenteelpadreGarcía,aplacadodeltodo—.YustedestambiénpidanperdónaDios,sovagos.¿Ytútambiénmantienesaestepardeociosos?

—Sí,padrecito—dicelaSelváticayhayunanuevaondaderisasenlacalle.EldoctorZevallosescuchaconairedivertido.

—Nosepuededecirquetefaltefranqueza—gruñeelpadreGarcía,escarbándoselanarizconelpañuelo—.Vayaidiotaconsumadaqueerestú,infeliz.

—Yomismamedigoesomuchasveces,padre—reconocelaSelvática,sobandolafrenterugosadelpadreGarcía—.Yselodigoaellosensucara,nocrea.

AngélicaMercedes traeotra tacitadecafé, laSelváticavuelvea lamesade losLeón y la gente amontonada en la puerta y detrás de las cañas después de unmomentocomienzaadisgregarse.Loschurresretornanasuscarreraspolvorientas,denuevoseoyensusvocesdelgadasehirientes.Lostranseúnteshacenunaltofrentealachichería,metenlacabeza,señalanalpadreGarcíaque,agachado,bebesucaféasorbitos, parten. Angélica Mercedes, los inconquistables y la Selvática, hablan amedia voz de viandas y bebidas, calculan cuánta gente vendrá al velorio,musitannombres,cifrasydiscutenprecios.

—¿Acabósucafé?—diceeldoctorZevallos—.Yatenemosajetreosdesobraporhoy,vámonosalacama.

No hay respuesta: el padre García duerme apaciblemente, la cabeza inclinadasobreelpecho,unapuntadelabufandasumergidaenlatacita.

—Sequedódormido—diceeldoctorZevallos—.Noséquémedadespertarlo.—¿Quiere que le preparemos una camita?—dice AngélicaMercedes—. En el

otrocuarto,doctor.Loabrigaremosbien,noharemosruido.

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—No,no,quesedespierteyme lo llevo—diceeldoctorZevallos—.Élnodanuncasubrazoa torcer,peroyo loconozco.LamuertedeAnselmolohaafectadobastante.

—Más bien debía estar contento—susurra el Mono, apenado—. Siempre queveíaadonAnselmoenlacalle,loinsultaba.Leteníaodio.

—Yelarpistanolecontestaba,sehacíaelquenooíayseibaalaotravereda—diceJosé.

—Noloodiabatanto—diceeldoctorZevallos—.Porlomenos,yanoenestosúltimosaños.Sóloqueeraunacostumbreenél,unvicio.

—Cuandodebió ser al revés—dice elMono—.DonAnselmo sí tenía razonesparaodiarlo.

—Nodigaseso,especado—dicelaSelvática—.LospadressonlosministrosdeDios,noselospuedeodiar.

—Siesverdadquelequemólacasa,ahíseveelalmagrandequeteníaelarpista—diceelMono—.NuncaleoínimediapalabracontraelpadreGarcía.

—¿AdonAnselmolequemaronesacasadeverdad,doctor?—dicelaSelvática.—¿Ya no te he contado esa historia cien veces? —dice Lituma—. ¿Para qué

tienesquepreguntarlealdoctor?—Porque siempre me la cuentas distinto —dice la Selvática—. Le pregunto

porquequierosabercómofuedeverdad.—Cállate,déjanosaloshombresconversarenpaz—diceLituma.—Yotambiénloqueríaalarpista—dicelaSelvática—.Yoteníamáscosasconél

quetú,¿acasonoeramipaisano?—¿Tupaisano?—diceeldoctorZevallos,interrumpiendounbostezo.—Claro,muchacha—dicedonAnselmo—.Comotú,peronodeSantaMaríade

Nieva,nisédóndequedaesepueblo.—¿De veras, donAnselmo?—dice la Selvática—. ¿Usted también nació allá?

¿Noesciertoquelaselvaeslinda,contantosárbolesytantospajaritos?¿Noesciertoqueallálagenteesmásbuena?

—La gente es igual en todas partes, muchacha—dice el arpista—. Pero sí esciertoquelaselvaeslinda.Yameheolvidadodetodolodeallá,salvodelcolor,poresopintédeverdeelarpa.

—Aquítodosmedesprecian,donAnselmo—dicelaSelvática—.Dicenselváticacomouninsulto.

—Nolotomesasí,muchacha—dicedonAnselmo—.Másbiencomocariño.Amínomemolestaríaquemedijeranselvático.

—Es curioso—el doctor Zevallos se rasca el cuello,mientras bosteza—. Peroposible,despuésdetodo.¿Deverasteníaelarpapintadadeverde,muchachos?

—Don Anselmo era mangache—dice elMono—. Nació aquí, en el barrio, y

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nuncasaliódeaquí.Milvecesleoídecirsoyelmásviejodelosmangaches.—Claroquelatenía—afirmalaSelvática—.YsiemprehacíaqueelBolassela

pintaradenuevo.—¿Anselmoselvático?—diceeldoctorZevallos—.Posible,despuésdetodo,por

quéno,quécurioso.—Sonmentirasdeésta,doctor——diceLituma—.Anosotrosnuncanosdijoeso

laSelvática,loacabadeinventar.¿Averporquélocuentassóloahora?—Nadiemepreguntó—dicelaSelvática—.¿Nodicesquelasmujerestienenque

estarconlabocacerrada?—¿Y por qué te lo contó a ti?—dice el doctor Zevallos—. Antes, cuando le

preguntábamosdóndehabíanacido,cambiabadeconversación.—Porqueyotambiénsoyselvática—diceellaylanzaunamiradaorgullosaasu

alrededor—.Porqueéramospaisanos.—Teestáshaciendolaburladenosotros,recogida—diceLituma.—Recogida pero bien que te gusta mi plata —dice la Selvática—. ¿Mi plata

tambiénteparecerecogida?LosLeónyAngélicaMercedessonríen,Litumahaarrugado la frente,eldoctor

Zevallossiguerascándoseelcuelloconojosmeditabundos.—No me calientes, chinita —sonríe artificialmente Lituma—. No es día de

discusiones.—Cuidadoquesecalienteella,másbien—diceAngélicaMercedes—.Ytedeje

ytútemuerasdehambre.Notemetasconelhombredelafamilia,inconquistable.LosLeón la festejan, sus carasyanoestánde luto sinomuyalegres,yLituma

acabatambiénporreír,doñaAngélica,conbuenhumor,quesefueracuandoquisiera.Si andaba pegada a ellos como una lapa, si le teníamásmiedo a Josefino que aldiablo.Silodejabaaél,éselamataba.

—¿Nunca más te habló Anselmo de la selva, muchacha? —dice el doctorZevallos.

—Eramangache,doctor—aseguraelMono—.Ésta leha inventadoqueera supaisanoporqueestámuertoynopuededefenderse,parahacerselaimportante.

—Una vez le pregunté si tenía familia allá—dice la Selvática—.Quién sabe,dijo,yasehabránmuertotodos.

Perootrasvecesnegabaymedecíanacímangacheymorirémangache.—¿Yave,doctor?—diceJosé—.Sialgunavezlecontóqueerasupaisano,sería

bromeando.Porfindiceslaverdad,prima.—Nosoytuprima—dicelaSelvática—.Soyunaputayunarecogida.—Que no te oiga el padre García porque le da otra rabieta —dice el doctor

Zevallos,undedosobreloslabios—.¿Yquéesdelotroinconquistable,muchachos?¿Porquéyanoandanconél?

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—Nospeleamos,doctor—diceelMono—.Lehemosprohibido laentradaa laMangachería.

—Eraunmaltipo,doctor—diceJosé—.Malagente.¿Nosupoquehacaídoenlomásbajo?Hastaestuvopresoporladrón.

—Pero antes eran inseparables y andaban fregándole la paciencia a todo Piuraconél—diceeldoctorZevallos.

—Loquepasaesquenoeramangache—diceelMono—.Unmalamigo,doctor.—Hayqueiracontratarunpadre—diceAngélicaMercedes—.Paralamisa,y

tambiénparaquevengaalvelorioylerece.Aloírla,losLeónyLitumasimultáneamenteagravanlosrostros,fruncenelceño,

asienten.—AlgúnpadredelSalesiano,doñaAngélica—diceelMono—.¿Quiereque la

acompañe? Hay uno simpático, que juega al fútbol con los churres. El padreDoménico.

—Sabefútbolperonosabeespañol—gruñeafónicamentelabufanda—.ElpadreDoménico,quédisparate.

—Comousteddiga,padre—diceAngélicaMercedes—.EraparatenerunveloriocomoDiosmanda¿veusted?¿Aquiénpodríamosllamar,entonces?

ElpadreGarcíasehapuestodepieyestáacomodándoseelsombrero.EldoctorZevallostambiénsehalevantado.

—Vendréyo—elpadreGarcíahaceunademánimpaciente—.¿Nohapedidoesemarimachoqueyovenga?Paraquétantahabladuríaentonces.

—Sí, padrecito —dice la Selvática—. La señora Chunga prefería que vinierausted.

ElpadreGarcíasealejahacialapuerta,curvoyoscuro,sinlevantarlospiesdelsuelo.EldoctorZevallossacasucartera.

—No faltabamás, doctor—diceAngélicaMercedes—.Es una invitaciónmía,porelgustoquemediotrayendoalpadre.

—Gracias, comadre —dice el doctor Zevallos—. Pero te dejo esto de todosmodos,paralosgastosdelvelorio.Hastalanoche,yovendrétambién.

LaSelváticayAngélicaMercedesacompañanaldoctorZevalloshastalapuerta,besanlamanodelpadreGarcíayregresanalachichería.Tomadosdelbrazo,elpadreGarcíayeldoctorZevalloscaminandentrodeunterral,bajounsolanimoso,entrepiajenos cargados de leña y de tinajas, perros lanudos y churres, quemador,quemador,quemador,devocesincisivaseinfatigables.ElpadreGarcíanoseinmuta:arrastralospiesempeñosamenteyvaconlacabezacolgandosobreelpecho,tosiendoycarraspeando.Altomarunacallecitarecta,unpoderosorumorsaleasuencuentroytienenquepegarsecontrauntabiquedecañasparanoseratropelladosporlamasadehombresymujeresqueescoltaaunviejo taxi.Unabocina raquíticaydesentonada

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cruza el aire todo el tiempo. De las chozas sale gente que se suma al tumulto, yalgunasmujeres lanzanyaexclamacionesyotraselevanalcielosusdedosencruz.Un churre se planta frente a ellos sinmirarlos, los ojos vivaces y atolondrados, semurióelarpista,jalalamangaaldoctorZevallos,ahílotraíaneneltaxi,consuarpaytodolotraían,ysaledisparado,accionando.Porfin,terminadepasarelgentío.ElpadreGarcíayeldoctorZevallos llegana laavenidaSánchezCerro,dandopasitosmuycortos,exhaustos.

—Yopasaréabuscarlo—diceeldoctorZevallos—.Vendremosjuntosalvelorio.Tratededormirunasochohoras,lomenos.

—Ya sé, ya sé—gruñe el padreGarcía—.Nome esté dando consejos todo eltiempo.

FIN

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JORGEMARIOPEDROVARGASLLOSA.(Arequipa,Perú,28demarzode1936).Escritor, político y periodista peruano. Premio Nobel de Literatura 2010. Pasa suinfancia entre Bolivia y Perú y al terminar sus estudios primarios colabora en losdiarios La Crónica y La Industria. En 1952 escribe una obra de teatro titulada LahuidadelInca,queseestrenaenunteatrodeLima.EstudiaLetrasyDerechoenlaUniversidadNacionalMayordeSanMarcosyempiezaacolaborarprofesionalmenteenperiódicosyrevistas,siendoeditordelosCuadernosdeComposiciónylarevistaLiteratura.En1958leconcedenlabecadeestudios«JavierPrado»enlaUniversidadComplutensedeMadrid,dondeobtieneeltítulodeDoctorenFilosofíayLetras.UnañomástardesetrasladaaParís,yallítrabajaendiferentesmedioshastaquelograentrar en la Agencia France Press y, más tarde, en la Radio Televisión Francesa,dondeconoceanumerososescritoreshispanoamericanos.

En1965seintegraenlarevistacubanaCasadelasAméricascomomiembrodesuconsejoderedacciónypermaneceenellahasta1971.EnesosañosactúavariasvecescomojuradodelospremiosCasadelasAméricas.

PosteriormenteviajaaNuevaYork,invitadoalCongresoMundialdelPENClub,e instala su residencia en Londres, donde trabaja como profesor de LiteraturaHispanoamericanaenelQueenMaryCollege.

DuranteesteperiodotrabajaademáscomotraductorparalaUNESCOenGrecia,junto a JulioCortázar; hasta 1974 suviday la de su familia transcurre enEuropa,residiendoenParís,LondresyBarcelona.

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En1975iniciaunaseriedetrabajoscinematográficos,yenmarzodeeseañoeselegidoMiembrodeNúmeroenlaRealAcademiaPeruanadelaLengua.En1976eselegidopresidentedelPENClubInternacional,cargoqueocupahasta1979.

EnPerúpresentaelprogramatelevisivoLaTorredeBabelyen1983presidelaComisión Investigadora del caso Uchuraccay, dedicado a resolver el asesinato deochoperiodistas.AfinalesdelosochentaentraenelmundodelapolíticaenPerúyen1990regresaaLondres,donderetomasuactividadliteraria.

Enmarzode1993obtiene lanacionalidadespañola, sin renunciara laperuana.ColaboraeneldiarioElPaísyconlarevistaculturalLetrasLibres.

En1994esnombradomiembrodelaRealAcademiaEspañolayesemismoañogana el PremioMiguel deCervantes; posteriormente es reconocido doctor honoriscausaennumerosasuniversidades.Suobrahasidotraducidaamásde30idiomas.

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