La «Casa dos Campaneiros» de Arcos da Condesa

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DE CAMPANAS Y CAMPANEROS La «Casa dos Campaneiros» de Arcos da Condesa XERARDO DAS AIRAS VALSA Hasta el siglo XVIII, la fundición de campanas fue obra de grupos de arte- sanos especializados - monjes o le- gos- que iban de población en pobla- ción y que solían transmitir el arte de fundir de generación en generación o de padres a hijos. Mediante el fuego operaban el paso de una sustancia a otra, siendo esta última un agente de transmutación, una fuerza mágico-reli- giosa que podía transformar el mun- do. Es precisamente este poder el que conduce al hecho de que los trabaja- dores de los metales formasen grupos sociales restringidos o gremios. Ade- más de los forjadores ambulantes, existían los que contaban con taller estable, gozando todos ellos de una reputación que los encasillaba como casi magos. En diversos niveles culturales existe una íntima ligazón entre el arte del he- rrero, del fundidor, de las ciencias ocultas, del canto, de la poesía y de la danza. La sacralidad del metal y el hermetismo de los rituales metalúrgi- cos (secreto profesional), les confiere a los fundidores el rango de maestros que en estas circunstancias de cripti- cisma sería lo mismo que decir cha- manes o magos. La fabricación de una herramienta como es una campana se inserta en el mundo mágico de lo divi- no pues este objeto viene a ser como la imitación de los modelos que los dioses utilizan para combatir a sus enemigos. El «saber hacer» del fundi- dor de campanas debemos, pues, in- cluirlo dentro del aspecto mitológico que supone el oculto secreto de su fa- bricación y que a través de una espe- cie de rito iniciático perdura de gene- ración en generación. Las primitivas campanas se hacían de chapa de hierro, revestidas a ve- ces de cobre, material que se segui- ría emplendo posteriormente en algu- nas, aunqu e escasamente. En los siglos VII y VIII comenz arían a fundir- se en bronce con una aleación de es- taño equivalente a un cuarto del total. Las leyendas nos refieren el uso de metales preciosos en las aleaciones pero la realidad parece indicarnos el uso de algún truco de ciertos fundi- dores para apropiarse de la entrega de estas cantidades de oro o plata 20 solicitadas para la mezcla aduciendo beneficios en la calidad, sonoridad y efectividad de las campanas contra diversos males. En tiempos más re- cientes también se emplearon peque- ñas cantidades de antimonio, cuya fi- nalidad sería la de dar le mayor sonoridad. La fund ición const ituía un gran acontecimiento cuya celebración tenía lugar normalmente en la misma locali- dad a la que iban destinadas las cam- panas, interesando tal magno aconte- cimiento a vecinos, autoridades y clero. Por referencias que nos remon- tan al siglo VIII, sabemos que los mon- jes escoceses e irlandeses fundían sus campanas a pie de monasterio, destacando entre estos clérigos fundi- dores el padre Tacho, quien lograría gran fama con su arte. Ya en la Alta Edad Media proliferan los fundidores laicos que con sus trebejos recorrían los pueblos asentando sus obradores en la base de las torres eclesiásticas. La fama de los fundidores franceses se extendería por toda Europa a lo lar- go de la Edad Media y la de los holan- deses durante los siglos XVI y XVII. Italianos, vizcaínos y gallegos pasea- rían su arte de fundir por toda la corni- sa cantábrica. En Galicia no tenemos referencia de talleres estables de fundición an- tes de principios del siglo XVII, aun- que sabemos que eran bastantes los fundidores extranjeros que por aquí venían reclamados por obispos o mandados por los reyes para mate- rializar su oficio en los grandes cam- panarios de las catedrales. Tal es el caso del maestro campanero francés (Significae Artis) que Gelmírez hace venir de Francia en el 1124 para fa- bricar dos campanas grandes y dos pequeñas que sustituyan a las des- truidas en el 1117 por los santiague- ses durante el motín contra doña Urraca y su aliado el arzobispo com- postelano. Este fundidor francés, co- mo era preceptivo en estas fechas, recibía además del jornal estipulado (solidata) sus raciones diarias de co- mida (taliata). A finales del siglo XV es el propio rey de Francia Luis XI quien en señal de devoción al Apóstol envía a Santiago a su m étre d 'otet, Antonio Mortillón, para que haga dos campanas para la catedral. Por mar llegaría todo lo necesario para la fun- dición además de diez mil coronas de oro para costear la construcción de un campanario que sustentase las monstruosas campanas según re- ferencia de la época. No nos consta, pues, referencia al- guna de artesanos campaneros en Galicia hasta el año 1630 en que Feli- ciano Blanco Ocampo comenzaría su trabajo de fundidor en el lugar de Ameal, perteneciente al concello de Arcos da Condesa en la bella y fron- dosa comarca de A Mahía (Ponteve- dra). Al igual que otros fundidores ga- llegos que comienzan sus actividades por esta época, es posible que adqui- riese su arte de los numerosos fundi- dores franceses que como Francisco Bordos de Toulousse recorrían Galicia colaborando con otros artesanos forá- neos como Antonio Solano de la Ma- za, Pedro Simón de Arna o Simón de la Cuesta. La dinastía de los Ocampo ejercería durante más de 250 años y en el mis- mo lugar el arte de fundir campanas, obteniendo un gran reconocimiento público por la calidad y sonoridad de sus productos. En el año 1886, Mel- chor Ocampo traslada el taller de fun- dición al lugar de Ameal en el mismo concello y cerca de su antigua ubica- ción. Con mayor amplitud y más visto- sa y atrayente posición, el lugar co- menzó a ser conocido como la Casa dos Campaneiros. Juan Ocampo, hijo del anterior, continuaría la labor de su predeceso r, recibiendo en herencia los secretos del arte de fundir campa- nas que ejercería también con amplia fama y éxito comercial hasta su muer- te en 1954. Son numerosísimas las campanas que hemos visto a lo largo y ancho de Galicia, grabadas con el marchamo de los Ocampo: desde las más grandes de 2.500 kilogramos a las más peque- ñas de apenas cuarenta. En el año 1935 y a pesar de no poder utilizar su taller, Juan Ocampo, a petición del Ca- bildo compostelano, aceptó fundir una campana de 8.000 kilogramos para la catedral. Dado su tamaño, era nece- sario fundirla in situ y a la vieja usan-

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DE CAMPANAS Y CAMPANEROSLa «Casa dos Campaneiros» de Arcos da Condesa

XERARDO DAS AIRAS VALSA

Hasta el siglo XVIII, la fundición decampanas fue obra de grupos de arte­sanos especializados - monjes o le­gos- que iban de población en pobla­ción y que solían transmitir el arte defundir de generación en generación ode padres a hijos. Mediante el fuegooperaban el paso de una sustancia aotra, siendo esta última un agente detransmutación, una fuerza mágico-reli­giosa que podía transformar el mun­do. Es precisamente este poder el queconduce al hecho de que los trabaja­dores de los metales formasen grupossociales restringidos o gremios. Ade­más de los forjadores ambulantes,existían los que contaban con tallerestable, gozando todos ellos de unareputación que los encasillaba comocasi magos.

En diversos niveles culturales existeuna íntima ligazón entre el arte del he­rrero, del fundidor, de las cienciasocultas, del canto, de la poesía y de ladanza. La sacra lidad del metal y elhermetismo de los rituales metalúrgi­cos (secreto profesional), les confierea los fundidores el rango de maestrosque en estas circunstancias de cripti­cisma sería lo mismo que decir cha­manes o magos. La fabricación de unaherramienta como es una campana seinserta en el mundo mágico de lo divi­no pues este objeto viene a ser comola imitación de los modelos que losdioses utilizan para combatir a susenemigos. El «saber hacer» del fundi­dor de campanas debemos, pues, in­cluirlo dentro del aspecto mitológicoque supone el oculto secreto de su fa­bricación y que a través de una espe­cie de rito iniciático perdura de gene­ración en generación.

Las primitivas campanas se hacíande chapa de hierro, revestidas a ve­ces de cobre, material que se segui­ría emplendo posteriormente en algu­nas, aunqu e escasam ente. En lossiglos VII y VIII comenzarían a fundir­se en bronce con una aleación de es­taño equivalente a un cuarto del total.Las leyendas nos refieren el uso demetales preciosos en las aleacionespero la realidad parece indicarnos eluso de algún truco de ciertos fundi­dores para apropiarse de la entregade estas cantidades de oro o plata

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solicitadas para la mezcla aduciendobeneficios en la calidad, sonoridad yefectividad de las campanas contradiversos males. En tiempos más re­cientes también se emplearon peque­ñas cantidades de antimonio, cuya fi­nalidad sería la de dar le mayorsonoridad.

La fund ición const ituía un granacontecimiento cuya celebración teníalugar normalmente en la misma locali­dad a la que iban destinadas las cam­panas, interesando tal magno aconte­cimiento a vecinos, autoridades yclero. Por referencias que nos remon­tan al siglo VIII, sabemos que los mon­jes escoceses e irlandeses fundíansus campanas a pie de monasterio,destacando entre estos clérigos fundi­dores el padre Tacho, quien lograríagran fama con su arte. Ya en la AltaEdad Media proliferan los fundidoreslaicos que con sus trebejos recorríanlos pueblos asentando sus obradoresen la base de las torres eclesiásticas.La fama de los fundidores francesesse extendería por toda Europa a lo lar­go de la Edad Media y la de los holan­deses durante los siglos XVI y XVII.Italianos, vizcaínos y gallegos pasea­rían su arte de fundir por toda la corni­sa cantábrica.

En Galicia no tenemos referenciade talleres estables de fundición an­tes de principios del siglo XVII, aun­que sabemos que eran bastantes losfundidores extranjeros que por aquívenían reclamados por obispos omandados por los reyes para mate­rializar su oficio en los grandes cam­panarios de las catedrales. Tal es elcaso del maestro campanero francés(Significae Artis) que Gelmírez hacevenir de Francia en el 1124 para fa­bricar dos campanas grandes y dospequeñas que sustituyan a las des­truidas en el 1117 por los santiague­ses durante el motín contra doñaUrraca y su aliado el arzobispo com­postelano. Este fundidor francés, co­mo era precept ivo en estas fechas,recibía además del jornal estipulado(solidata) sus raciones diarias de co­mida (taliata). A finales del siglo XVes el prop io rey de Francia Luis XIquien en señal de devoción al Apóstolenvía a Santiago a su m étre d 'otet,

Antonio Mortillón, para que haga doscampanas para la catedral. Por marllegaría todo lo necesario para la fun­dición además de diez mil coronas deoro para costear la construcción deun campanario que sustentase lasmonstruosas campanas según re­ferencia de la época.

No nos consta, pues, referencia al­guna de artesanos campaneros enGalicia hasta el año 1630 en que Feli­ciano Blanco Ocampo comenzaría sutrabajo de fund idor en el lugar deAmeal, perteneciente al concello deArcos da Condesa en la bella y fron­dosa comarca de A Mahía (Ponteve­dra). Al igual que otros fundidores ga­llegos que comienzan sus actividadespor esta época, es posible que adqui­riese su arte de los numerosos fundi­dores franceses que como FranciscoBordos de Toulousse recorrían Galiciacolaborando con otros artesanos forá­neos como Antonio Solano de la Ma­za, Pedro Simón de Arna o Simón dela Cuesta.

La dinastía de los Ocampo ejerceríadurante más de 250 años y en el mis­mo lugar el arte de fundir campanas,obteniendo un gran reconocimientopúblico por la calidad y sonoridad desus productos. En el año 1886, Mel­chor Ocampo traslada el taller de fun­dición al lugar de Ameal en el mismoconcello y cerca de su antigua ubica­ción. Con mayor amplitud y más visto­sa y atrayente posición, el lugar co­menzó a ser conocido como la Casados Campaneiros. Juan Ocampo, hijodel anterior, continuaría la labor de supredeceso r, recibiendo en herencialos secretos del arte de fundir campa­nas que ejercería también con ampliafama y éxito comercial hasta su muer­te en 1954.

Son numerosísimas las campanasque hemos visto a lo largo y ancho deGalicia, grabadas con el marchamo delos Ocampo: desde las más grandesde 2.500 kilogramos a las más peque­ñas de apenas cuarenta. En el año1935 y a pesar de no poder utilizar sutaller, Juan Ocampo, a petición del Ca­bildo compostelano, aceptó fundir unacampana de 8.000 kilogramos para lacatedral. Dado su tamaño, era nece­sario fundirla in situ y a la vieja usan-

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RECHEO

LA FUNDICiÓN

boj y de apenas unpalmo, exhiben ensus tres costadosunos símbolos talla­dos (aspas) median­te los cuales el ma­estro campanerorelaciona las dimen­siones principales(diámetro y altura) yel peso, partiendodel espesor máximollamado Unidad Fun­damental.

El pr imer paso delproceso consiste enel amasado del ba­rro sob re un piso( <<zócolo ,,) reforzán­dolo con cáña mo,alambres finos, tro­zos de ladrillo y tie-rra barrosa t-rece­bo »). Acont inuación, sobre

esta masa se hace girar la plantillasuje ta a un hierro centra l vert ica l( <<árbore ,,) que conformará el alma o

guardan en su bolsillo como un secre­to del oficio de difícil comprensión pa­ra los profanos. Realizadas en duro

ALTAR

HOGAR

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FALSACAMPANA --"'''''''''''''':;''...GIS

CRISOL

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Fundición.

za, construyéndose a tal fin un crisol yun horno en la misma Plaza del Obra­doiro. La Guerra Civil truncaría esteproyecto y la susodi-cha campana tendríaque esperar bastan-tes años para serfundida.

En la actualidadson los hijos de JuanOcampo los quecontinúan con el artede fundir campanasen la más antigua yúnica fundiciónexistente en Galiciaque utiliza métodosartesanales. El ya ru­dimentario materialque los Ocampo po­seen en su Casa dosCampaneiros constabasicamente de uncrisol, una trincheray los moldes. Otroselementos impres­cindibles para la fun­dición son las ollaspara hacer la pasta(borralla) , a base deagua y ceniza (mez­cladas con estiércolde caballo), las plan­tillas de madera y so­bre todo las reglas(escala campanera),conocidas en gallegocomo escantillón,que los campaneros

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Ap isonando la tierra que cubre las campanas en la trinchera.

núcleo y que le dará la forma y tama­ño escogidos para la campana. Porencima de esta forma, aún blanda,se le da, usando de manos o pince­les, una capa de tierra arcillosa fina(<<borralla») y estiércol de caballo fer­mentado , que evitará la adherenciadel metal al núcleo. Sobre este nú­cleo se construye la llamada falsacampana , a base de tierra amasada ,menos resistente, para permitir suposterior retirada sin dificultad . A és­ta se le da nuevamente forma conuna plantilla mayor. A continuaciónse procede a realizar la cubierta conuna mezcla semejante a la utilizadapara el núcleo y con la pasta antiad­herente dada previam ente. Nueva­mente se pasa sobre ella una planti­lla mayor que justifica el grosornecesario para resistir la presión delmetal fundido. Una vez seca esta cu-

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bierta se retira y se recorta por elfondo. En el interior de esta superfi­cie se colocaban antaño los carate­les (figuras, símbolos...) y las inscrip­ciones, operación ésta que en laactualidad se hace mediante la sol­dadura exterior una vez terminada lacampana. Una vez retirada la falsacampana , se monta sobre el núcleola cubierta (unas marcas señalan suubicación exacta), quedando huecoel lugar de la falsa campana , en laque se irá alojando la aleación metá­lica de cobre (78%) y estaño (22%)fundidos en el crisol. Para el fundidode los metales se suelen quemarenormes cantidades de pino y parala colada es frecuente utilizar restosde viejas campanas que previamentefueron destrozadas a martillazos.Cuando la masa está a punto, el en­cargado sentencia dir igiéndose al

crisol: Démelo bien cocido que se lodaré bien fundido.

Enterrada previamente la campa­na en una trinch era y bien prensadala tierra que la rodea, se procede ala colocac ión del molde de las asasestando todo listo para su rellenado,una vez comprobada la calidad dela aleación . Antes de abr ir el crisol,los hermanos Ocampo se descu­bren y rezan un Padrenuestro a lasÁnimas y una Salve a la Virgen delCarmen. El proceso de rellenado secontrola med iante unos orificiospract icados a dist intos niveles de lacubierta que se taponan medianteunas largas varas llamadas antoni­ños. Al retirar cada uno de éstos, unsilbido agudo seguido de un chorri ­llo de fuego azul anuncia que va re­llenando uniformemente el hueco dela falsa campana .

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Preparando la fal sa campana con la plantilla.

Una vez enfriada la colada, dos díasdespués, se procede a retirar la cu­bierta y luego la campana, que desdeahora va sufrir un proceso de limpiado,pulido y cincelado, después del cual sele coloca el badajo (que suele ser dehierro) y se comprueba su sonoridad.

Antes de que la nueva campana seacolocada en el campanario o espada­ña, deberá ser bautizada según un ri­tual eclesiástico, y puede que en pocotiempo también haya que exorcizarlasi no cumple con la misión que le fueencomendada, según reza en muchasde las inscripciones que figuran en subarriga. Entre las muchas que hemos

recogido destacamos las que mejoraluden a su función: Alabo a Dios ver­dadero, llamo al pueblo, reúno al clero,lloro a los difuntos, ahuyento las nu­bes tempestarias, doy brillantez a lasfiestas o Ruego en los funerales, des­trozo los rayos, celebro los sábadoscantando, excito a los perezosos, des­hago las tempestades , calmo las dis­putas sangrientas.

El folkclore que la antigüedad y elpueblo han generado en torno a lascampanas es abundantísimo en ritua­les, supersticiones, inscr ipciones, in­terpretación de toques, leyendas , li­teratura... Los fundidores cada vez

son menos y hoy por hoy, en Galiciasolamente los hermanos Ocampocontinúan con este viejo oficio que,como otros, pronto sucumbirá a la vo­rágine innovadora de los tiempos mo­dernos .

BIBLIOGRAF íA

Sar, Máximo : Arcos da Condesa. T. 11 GranEnciclopedia Gallega , 1974.

Das Airas Valsa, Xerardo : Os Sinos dosTempos-Campás de Vigo, 1995.

Das Airas Valsa, Xerardo : Sinos e sineirosen Arcos da Condesa. Faro del Lunes.1983

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