LA CASA - CVC. Centro Virtual Cervantes · 2019-06-17 · bre los espacios íntimos. Los muebles de...

8
Los Cuadernos del Signo LA CASA 2 Lluis Basset Jesús Ibáñez M. de l\oragas Vicente Verdú

Transcript of LA CASA - CVC. Centro Virtual Cervantes · 2019-06-17 · bre los espacios íntimos. Los muebles de...

Page 1: LA CASA - CVC. Centro Virtual Cervantes · 2019-06-17 · bre los espacios íntimos. Los muebles de los grandes almacenes parecen cada vez más muebles de oficina o de portería como

Los Cuadernos del Signo

LA CASA

2

Lluis Basset

Jesús Ibáñez

M. de l\'1oragas

Vicente V erdú

Page 2: LA CASA - CVC. Centro Virtual Cervantes · 2019-06-17 · bre los espacios íntimos. Los muebles de los grandes almacenes parecen cada vez más muebles de oficina o de portería como

Los Cuadernos del Signo

3

Page 3: LA CASA - CVC. Centro Virtual Cervantes · 2019-06-17 · bre los espacios íntimos. Los muebles de los grandes almacenes parecen cada vez más muebles de oficina o de portería como

Los Cuadernos del Signo

V ARIA VESTIBULARIA

O TENTATIVAS DE

DEFINICION DE UN

ESPACIO.DE

K-DIMENSIONES

Lluis Basset

Las formas de control y fragmentación del espacio pueden servir para caracte­rizar desde psicologías individuales hasta civilizaciones. Para la persona

extrovertida y desvinculada de agrupaciones fami-liares el comedor de su casa tiene menos impor­tancia en su representación y en su práctica diaria del espacio que una buena taberna donde es posi­ble charlar a voces con los amigos. Las culturas mediterráneas encuentran en la calle un espacio de encuentro familiar y vecinal casi inédito en el mundo anglosajón. El quehacer cotidiano puede ser imaginado en función del uso que se hace del espacio y del papel más o menos sagrado y ritual, más o menos instrumental, que cada uno de los espacios especializados juegan en nuestra repre­sentación del mundo y de la vida. Nuestro diario deambular aparece entonces como una lanzadera que recorre diariamente unos itinerarios situados entre unos bornes, que es donde el espacio se hace realmente íntimo y personal.

Para un oficinista estos bornes estarán situados en ese pequeño cajón lleno de revistas pornográfi­cas, cartas personales, trastos y cachivaches que no conviene exhibir ante la familia, etc. y en e�e otro rincón de su domicilio donde afirma que lee, colecciona sellos y desarrolla sus dotes de taxi­.dermista aficionado. Para el conductor de autobús, los bornes de este itinerario vital estarán en

º

su propio sillín, con sus trapos, calcomanías y cajon­citos para el tabaco y los papeles sindicales, y en el sofá de su hogar, convenientemente orientado ante un magnífico televisor que cambia de canal cuando se lo piden a distancia. Ciertamente, en esta civilización nuestra tan sedentaria, es posible hallar vestigios de otras culturas, aquellas que construyen su espacio diariamente porque aca­rrean sobre sí los últiles para hacerse con unas dimensiones familiares. El clochard, fósil cultural por excelencia, convierte su vida en itinerario, y su itinerario en madriguera donde situar ese objeto familiar imprescindible para crear el espacio per­sonal e íntimo, objeto que en este caso es su propio cuerpo.

Nuestra cultura tiende cada vez más a convertir la casa en un nido, en el único borne espacial plausible, a pesar de su estrechez y de sus inco­modidades debidamente programadas por los ur­banistas. Pero dentro de este nido, la economía del espacio especializa unos ámbitos sagrados

4

donde se pueden orientar las preferencias persona­les, o los cambios de humor espacial de sus habi­tantes: cocina, comedor, dormitorio y excusado -que bello eufemismo- son los elementos del pa­radigma habitacional mínimo, que cabe combinaren numerosos sintagmas, sólo con la prohibiciónde no fundir en un sólo espacio el ámbito de ladefecación con cualquiera de los otros tres.

SHIFTERS ESPACIALES

En estos espacios básicos se pueden localizar las formas de organización personal y social de las pulsiones básicas. Pero entre los bornes donde desarrollamos nuestra actividad itinerante se eri­gen una multitud de nuevos espacios, difícilmente definibles, sin ninguna sustantividad, que funcio­nan como los intersticios de esos espacios vitales. Porterías, vestíbulos, escaleras, ascensores, des­cansillos, rellanos, recibidores, pasillos, repartido­res, saloncillos .... Cadenas de conductos, filtros y válvulas que recubren los lugares sagrados del quehacer básico. Haciendo un símil con la gramá­tica tradicional, cabría decir que en la vestibularia encontramos las partes de la oración sin valor semántico. Se trata de las partículas, los pronom­bres, adverbios, preposiciones y conjunciones, que combinados con los elementos básicos, los verbos, sustantivos y adjetivos que son el come­dor, la cocina, el lavabo y el domirtorio, nos pro­ducen las frases de este lenguaje espacial. Pero continuando con el símil de la gramática tradicio­nal y de su superación, sabemos hoy que también estas «partes» de la oración tienen valor semán­tico: sitúan la enunciación en unas coordenadas espacio-temporales concretas, la vinculan a un su­jeto mediante unas determinadas distancias y a un receptor mediante otras distancias. Los elementos de la vestibularia, similarmente, modalizan los ámbitos básicos e, incluso, los sitúan en unas coordenadas de autoidentificación y de identifica­ción similares a los «shifters» de los lingüistas (1).

O dicho de otra forma, la portería, el ascensor, el descansillo y el recibidor producen toda una imagen del espacio vital a visitar, independiente­mente de cómo sea y se distribuya este espacio sustantivo. En este recorrido de elementos sintác­ticos se identifica ya una concreta imagen de la vivienda y se autoidentifica su propietario o habi­tante tanto o más que en su propio interior. Sitúan por tanto a su consumidor simbólico en unas coordenadas limitadas, dentro de cuyas posibili­dades deberá producirse la siguiente lectura espa­cial, y modalizan el espacio sustantivo al que nos introducen. Porque, si bien es verdad que hoy en día una casa ya no es casi un hogar, sino un nido, también lo es que la economía social del espacio que nos arrincona a cuatro reducidos lugares ínti-. mos hace proliferar los espacios intersticiales, como auténtica red burocrática al servicio de la comunidad, que -desengañémonos- es hoy por hoy lo mismo que el Estado.

Por eso, bien puede denominarse a estos espa-

Page 4: LA CASA - CVC. Centro Virtual Cervantes · 2019-06-17 · bre los espacios íntimos. Los muebles de los grandes almacenes parecen cada vez más muebles de oficina o de portería como

Los Cuadernos del Signo

cios de transición y de tránsito, a estos túbulos donde se concentran clasificaciones y controles, como el espacio de K-dimensiones. Karl Ross­mann, Joseph K., K. el agrimensor son sus habi­tantes: una puerta que conduce a otra puerta, un pasillo que desemboca en otro pasillo, una morada que se abre en otra morada, en el espacio sólido y pétreo del castillo interior. «Porque esa carretera, esa calle principal de la aldea, no conducía hacia el cerro del castillo; tan sólo acercaba a él; y luego, como si lo hiciese adrede, doblaba, y si bien no se alejaba del castillo, tampoco llegaba a aproximársele. K. no cesó de esperar que final­mente el camino se desviase necesariamente hacia el castillo, y siguió caminando tan sólo porque esperaba eso; debido evidentemente a su cansan­cio, no se decidía a abandonar la carretera; ade­más, lo asombraba la longitud de la aldea, que nunca concluía: siempre y siempre esas pequeñas casitas y esos vidrios cubiertos de hielo, y esa nieve y esa ausencia de seres humanos ... » (2).

INVASION DE PASILLOS

Tan bien expresan estas frases kafkianas lo que es la vestibularia, como que en las nuevas vulgari­dades arquitectónicas y en sus usos se nos apa­rece tal se estuviera produciendo su invasión so­bre los espacios íntimos. Los muebles de los grandes almacenes parecen cada vez más muebles de oficina o de portería como máximo. El salón comedor -living-room de hace unos años- se ase­meja más a un ancho pasillo achatado o a un recibidor macrocefálico que aquel living-room de griegos y romanos, el atrio tan a la medida de las propias fuerzas. El dormitorio, disfrazado en sus muebles de burdel o de hotel -que esto depende de gustos-, construye pasillos entre paredes, ar­mario y lecho, y más aún si se sitúa un tocador imposible para espacios tan escasos. La cocina ya es un pasillo poblado de armarios, fogones; elec­trodomésticos y olores; solo en los pisos de buen precio -alto standing- el cocinero/a es capaz de construirse una teoría de dimensiones propias y humanas en torno a la producción de esos objetos eróticos que son los manjares. Finalmente, el pro­pio retrete eufemiza las más leves y corporales definiciones del cuerpo en símbolos ordenados y limpios -higiénicos más bien- como escaparate de un boulevard soterrado y concurrido -de uno en uno, empero- y por tanto, como vestíbulo de ves­tíbulos.

El espacio, como el saber, se contiene en los preámbulos, los prolegómenos, introducciones, prefacios, prólogos, dedicatorias, etc., en defini­tiva, vestíbulos de una sabiduría inexistente, como inexistente es, a fin de cuentas, ese hogar idéntico a su dueño. Esos espacios de tránsito, pues, con­tienen -de contención- el ansia que nos lleva al espacio central, utópico, donde reposa el ara sa� grada, pero contienen -de contenido-, ese mismo espacio final que no existe, pues también él es pascua y compuerta.

5

Lo inquietante de muchas habitaciones y salas, que tan bien describía Carlos Barral para las salas de espera de ciertos médicos (3), no está en el pésimo gusto de su decoración, ni en el paso insa­lubre del tiempo sobre objetos incapaces de reco­ger su pátina si no es por desvencijamiento. No, lo inquietante está en este anuncio insincero de pro­fundidades inexistentes, en esta cosificación de una voluntad de inminencias que positivamente no pueden anunciarnos nada, fuera de la angustia. El espacio contemporáneo es, por lo general, inquie­tante, porque se ha pasado de la filosofía en el boudoir a la filosofía en el descansillo.

Efectivamente, es la invasión de la dimensión K, en la que todo es anuncio de otro anuncio, presagio de otro presagio, angustia de la angustia. Como el interpretante del signo peirceano, equiva­lente al significado de otros pensadores, que no es más que otro signo más desarrollado que explica al primero y que a su vez tiene otro interpretante (4). El significado, ese misterio sacro que la se-· mántica y la lingüística no pueden explicar, queda así preservado por una muralla china, un laberinto que no conduce a patria alguna, porque él mismo es la única patria.

PEAJE SIMBOLICO

Los espacios K-dimensionales se definen tam­bién por su articulación en puntos de peaje simbó­lico. Nadie puede progresar en la penetración de estos espacios marcados si no es a partir de un intercambio simbólico que es necesario cumplir escrupulosamente. Su funcionalidad proviene del orden jerárquico que se establece entre los distin­tos espacios, de forma que el acceso a cada uno de los nuevos ámbitos tiene un precio simbólico, a pagar con la moneda de la información -el santo y seña para penetrar en el castro- o de la propia jerarquía -ef bautismo que permite traspasar el atrio de los catecúmenos, el sacerdocio que da acceso al Sancta Sanctorum. Por eso, el meca­nismo básico que rige las articulaciones entre es­pacios es el mismo que rige las articulaciones en­tre las distintas jerarquías sociales: los ritos de paso (5). Las operaciones necesarias para acceder hasta el interior de una vivienda se sintetizan en la existencia de la competencia comunicativa con­creta imprescindible para realizar este acto com­plejo. Quien posea sólo una competencia genérica de acceso a las viviendas difícilmente traspasará el umbral, si no queda bloqueado ya ante la pregunta inquisitorial del portero. Por eso, se hace necesa­ria o la información que da la familiaridad o la amistad; o la autoridad que puede dar una orden judicial o la propia competencia en otras cuestio­nes: fontanería, electricidad, medicina, etc.

En la casa rural abierta, sin espacios K­dimensionales, se daba ya una forma simple de intercambio simbólico estereotipado: el A ve Ma­ría, que en algunas zonas catalanas quedó en «Aaa ... maría» y que aún se conserva como puro vestigio arqueológico. La breve jaculatoria anun-

Page 5: LA CASA - CVC. Centro Virtual Cervantes · 2019-06-17 · bre los espacios íntimos. Los muebles de los grandes almacenes parecen cada vez más muebles de oficina o de portería como

Los Cuadernos del Signo

ciaba así una buena intención hipotética del visi­tante. Quedaba claro que tal símbolo no podía ser usado insinceramente y, por ende, funcionaba como jerarquía de bondad y de cristianismo.

En la vivienda urbana, inserta en un mundo secularizado, en el que el uso de los símbolos falseados adquiere el carácter de virtud de estado, el inicial intercambio simbólico contiene en el fondo una tarea de policía. El espacio K-di­mensional funciona, pues, como zona de inter­cambio sólo para quienes por competencia personal o por jerarquía social acceden a él sin mediacio­nes. Pero para la generalidad de los individuosfunciona como zona de control y a la vez de segu­ridad en torno a los recintos sagrados de las vi­viendas.

Precisamente gracias a esta zona de seguridad, estos espacios intermedios se convierten en glacis, rampas, patios exteriores del castillo, construidos para sentirse observado, para caer dentro del haz visual de mirillas, aspilleras y puestos de centi­nela. En la villa rural bastó el ventanuco abierto en la misma puerta.

Funcionaba en las horas inhóspitas o en épocas guerreras. En el ca�erío perdido permanecía la secreta aspillera cubierta por un ladrillo y con vista sobre el portal. Siempre cabía la última opor­tunidad de introducir el pistolón para descerebrar al enemigo en el último instante. En el piso ur­bano, la mirilla metálica inaugura una visión an­gustiante del ojo observador, digna de despertar al Raskolnikov larvado en cada uno de los observa­dos.

LA MIRADA FURTIVA

El espacio K-dimensional es lugar de cultivo de la mirada secreta. Por eso es un espacio cinema­tográfico por definición. (Sería preciso pensar en una historia vestibularia del cine. En ella tendría un lugar destacado «El año pasado en Marien­bad», donde el espacio K-dimensional se con­vierte también en tiempo K-dimensional). Las mi­rillas contemporáneas se ajustan perfectamente a esta conciencia de cámara: del ojo de pez al vi­deo-portero, pasando por la excepción sonora del interfono. Las nuevas tecnologías del control per­miten además nuevos usos lúdicos. El espectáculo de la escena ciega captada por un interfono abierto en el umbral de la puerta, o del video­verité inmóvil. O su descubrimiento para la comu­nicación interpersonal, en la que interfono o video posibilitan la conversación de corrillo propia de la portería, el descansillo o del patio de luces.

Todo contribuye al arrinconamiento del indivi­duo en sus bornes espaciales, cada vez más limita­dos y estrechos, a la vez que crecen desmesura­damente los intersticios y sus controles y centine­las. Con este crecimiento, los espacios de transi­ción también se amueblan: se metamorfosean en aquello que significan. Los recibidores y salonci­llos nos salen al encuentro ya en la portería, y ese ascensor cada vez más adornado, como caja de

6

música, se convierte en la habitación más pequeña de la casa, según frase del entrañable Peter Se­II ers-Mr. Gardener. Gracias a los espacios dobla­dos, las viviendas millonarias crean la sensación falsa de acceso directo desde el garaje hasta el mismo salón, mediante un ascensor que se abre como un torno-pozo inquietante en los mismos umbrales de sillones, veladores y colecciones de buena pintura. Esos espacios doblados, poblados de sirvientas, chóferes, basureros, mozos de su­permercado y monjas pedigüeñas son la perfec­ción de la dimensión K, pues en ella además del ámbito perdido, encontramos el ensimismamiento del tiempo, roído por el hábito y la falta de acon­tecimientos, y el pulular constante -diurno y noc­turno- de seres menores, los preferidos de Kafka (6). La explotación que sufren se produce también por una plusvalía espacial, que les obliga a vivir en los túbulos intersticiales para que los señores puedan evitar las angustias de los espacios de tránsito. El espacio doblado se puebla de ruidos de máquinas, de fragores de cubos y de olores de verduras y comidas descompuestas. Sus suelos y paredes tienen la pureza del salfumán y la denu­dez de la morgue. Sobre ellos se ciernen todas las frialdades del mundo, y así se construye el otro espacio, cálido de moquetas, irrigado por una leve sospecha de perfumes y músicas -imprescindibles a veces para apagar los ruidos de su otredad-, breve y tácito a poder ser como un suspiro.

Pero en la vestibularia de clases media y baja, sin dobles circuitos, todo se amalgama. Las vivien­das, convertidas en objeto del decorador -en de­corado, por tanto- irrumpen en sus exteriores in­mediatos en forma de estucados y mármoles de cartón piedra, de cristaleras y vidrieras de estudio fotográfico, de macetas y jardincillos de feria co­mercial, de jarrones, apliques y lámparas de es­cena de teleteatro. La construcción social del gusto se materializa en las opciones periódicas de amueblamiento, decoración y repintado, decididas por administradores tan inquietantes como los mismos resultados estéticos. El kitsch vestibulario habla como ningún otro tipo de mal gusto la jerga de la autenticidad (Jargon der Eigentlichkeit) de la pequeña burguesía, que desea saberse socialmente reconocida incluso en los accesos a su cubículo. No le basta ya con poseer su propio piso decorado propiamente con materiales y muebles auténti­cos (7).

SEÑALE TI CA

Como un elemento más de la decoración deben entenderse también las señales y rótulos que pue­blan los muros de vestíbulos y descansillos. En ellos se manifiestan los caprichos lógicos de arqui­tectos, administradores y rentistas, o las costum­bres culturales: bajos, entresuelo, principal. .. ático y sobreático, que permitían antaño, gracias a esta jerárquica denominación, y hogaño gracias al prestigio de las terrazas, conseguir precios y alqui­leres más sustanciosos. La señalética vestibular,

Page 6: LA CASA - CVC. Centro Virtual Cervantes · 2019-06-17 · bre los espacios íntimos. Los muebles de los grandes almacenes parecen cada vez más muebles de oficina o de portería como

Los Cuadernos del Signo

No. 5, STATIONERY FANCY GOODS-First Floor.

Unspillable Silver lnkstands.

l\"o. 311. no. do., size at base,

2,-'2 ill. 8/0

No. 418. Si,e 3 by 1,-'2 ill. To take

glass unspillable ink bottle . 7/0

!':o. 501. Size 2% Íll. high. 4% ill. diamuer at oase .... 48/6

Silver Desk Inkstand. Ol<l pewter pattern.

l\"o. ::42. Sih-er ........... 2Yz ill., 16/9; 3 in., 20/0

SILYER INKSTANDS.

Silver lnkstands and Watch combined.

No. 500. Size 3 in. high, 4 in diameter at base, complete with watch . 64/)

No. 417. Size 2% by 372 in., complete with watch 39/0

!\o. 416. Size 3� by 472 in .. complete with watch 61/0

Mordan's Silver Safety

Travelling Ink Bottles.

\\"ith ba\·onet action, pull-off iop, 1% ill. diameter.

Plain.. 20/6

Line Engine-turned 23/9

Engra,·ed... 25/6

Silver Travelling lnks.

1.

No. 1�5. Sih·er Travelling Inks \Vith strong and secure fastenings, square.

Size lYz by 2 in., 36/0; 2 by 2� in., 44/0; 2)i.¡ by 2Yz i1•., 53/6

�u. 4582. '.\Iassi\·e �lass ink stand, piercul and cha-.;t-"d, s1k�r-mnu11ted, acros:-;, 3};¡ i:1. ........ .................. each 27/0

Glas3 Ink Bottles with Hall-marked Silver Caps and Base.

The New Revolvinl( Top fnkstand.

Pattern :\1"o. 15. Plain glas-; hobnail cut base.

Size 3"2 in. ...... each 28/6 21/0 17¡6 15/6

No. 316. :-;e,. 315. .. 3 ., ., 2�,, ., 2;1, "

No. 314. Size 2}ií by 2Yz in. 315. .• 3Já .. 3% ,, 316. .. 3Yz ,, 3Yz ,.

Glass Ink Bottles with Hall-marked Silver Caps.

No. 262. �izes-3% by 3,s in.,

16/3

No. 261. 372 by 2% in.

13/9

No. 260. 2% by 2% Íll., ' 10/6

No. 259. 2Yz by 2% in.,

8/3

7

l'io. 314 . 19/0 22/6 28/0

Call be 11se<! frnm either side of rhe tah!,: by simply turning the cap roulld. 1-:est piain English glass, groon�ct at tnp f,>r p::11 n·s�. hobnail cut base, sterling sil\·�r re\·(1h·i11:...: cap.

Size 3Y2 in. . .. . each 43/6

Glass Ink Bottles with Hall-marked Silver Caps and Shoulders.

No. �7J, 13/9

No. 269, 11/3

No. 268, 9/0

No. 267, 7/0

Page 7: LA CASA - CVC. Centro Virtual Cervantes · 2019-06-17 · bre los espacios íntimos. Los muebles de los grandes almacenes parecen cada vez más muebles de oficina o de portería como

Los Cuadernos del Signo

presente en timbres, ascensores y buzones, en rellanos y puertas, es el diagrama perfecto de ese macrocosmos que es un edificio. Como estrellas con luz propia sobresalen los rótulos metálicos de los vecinos con profesión liberal y despacho abierto. 'Pero h9y son sólo fósiles de la digna esca­lera ·burguesa, convertida en multitud de casos en edificio de oficinas, donde la jerarquía de rótulos se ahoga en la marea de sociedades anónimas, inmobiliarias propensas a la quiebra y despachos ignotos donde se tapan Dios sabe qué extrafías actividades. También en esta nueva situación, en la que molduras y escaleras nobles' mármoles y apliques de pergamino pierden el ensueño de la vida nocturna y se limitan a ser vividos ocho o diez horas al día -horario de oficina-, irrumpe la dimensión K con toda su fuerza, como una nueva vida decrépita que sustituye al esfuerzo laborioso de muchas generaciones por construir su merecida morada, pasto ahora de oficinistas, fregonas, y guardias jurados.

El nuevo burgués, el c;tivino h_abitante de habitá­culos con doble circuito de entrada, preferirá unos espacios horros de códigos y signos, donde habite el olvido de avisos al vecindario 'sobre la factura municipal de basuras, donde sólo haya una leve memoria de esos cacharros infames que engullen las cartas, donde timbres y ascensores vivan de puntillas y con zapato de baile. ¡Qué trasiego va­ciar diariamente buzones repletos de cartas, factu­ras, folletos de urbanizaciones y gimnasios adel­gazantes, o escuchar una y otra vez las cantinelas llorosas de los pedigüeños y vendedores que sor­tean filtros, escurren miradas inquisitoriales y amansan conserjes airados hasta llegar a su obje­tivo: caer sobre nuestro cuello hogareño y sose­gado para extraer un óbolo misericordioso o una suscripción de enciclopedia! Por eso, a partir de unos ciertos precios, los pasillos y porterías son blancos como la poesla soñada. Nada nos dice nada, nada nos conduce a nadie. Sin la labor pa­ciente y profesional de conserjes y porteros apa­recería de nuevo la dimensión K, que a fin de cuentas acecha en todos los pasillos, colgada de la araña de cristal o acurrucada bajo la falsa alfom­bra persa.

LA LEY DE LA GRAVEDAD VESTIBULAR!A

Como ya se ha ido viendo, muy varios son los trasiegos que experimentan los espacios transito­rios. U na única ley rige los afanes que traspasan nuestros ámbitos: Hay una época en que tenden­cialmente entran objetos y salen personas, y otra época en que de forma igualmente tendencia! en­tran personas y salen objetos. A la primera se le suele denominar mañana y a la segunda atardecer. Evidentemente existen excepciones, pero están reglamentadas con detalle. Para comprobar la va­lidez de la ley -algo así como el principio de la gravedad del universo vestibulario- basta con pensar en la eventualidad de un funcionamiento totalmente contrario. Un edificio donde la gente

8

regresa por la mañana y sale por la noche, y en el que se imtroducen objetos al atardecer mientras que se extraen con las primeras luces despertaría todas las sospechas y rumores, a menos que fue­ran unos grandes almacenes.

Esta ley general de especialización del tiempo vestibulario no describe, sin embargo, los momen­tos más intensos y concentrados sobre sí mismos de la vida de pasillos, porterías y ascensores, los momentos en que es posible sorprenderles solos con su soledad. Son secuencias de novela poli­cíaca, de carámbanos de angustia, horror incluso, desprendiéndose desde los desconchados de los techos. Estos momentos pueden producirse en cualquier tiempo, pero prefieren naturalmente esos intervalos que van desde la salida del último invitado nocturno hasta el despertar del vecino más madrugador. Si alguna vez habéis presen­cia<;lo esta pecufiar actitud de los seres aquí estu­diados, comprobaréis cómo entonces desaparece el tiempo. Los modernos pasillos y puertas se hacen unos con los corredores y portones de los castillos medievales, con los caserones románticos o con cualquier edificio rural. Todo cruje. Loslamentos de la materia -madera, metales o teji­dos- nos hielan la sangre. Viven.

TERROR DE ASCENSORES

El horror máximo es similar al final magnífico de Joseph K, en que dos individuos con levita negta le acuestan cuidadosamente sobre una pie­dra_ y le retuercen un gran cuchillo de cocina entre las cavidades cardiales. Y se produce -para mi gusto, entiéndase bien- cuando se sorprende a un ascensor en estas horas vivas. La máxima para­doja nos asalta en oleadas de sudores fríos. Ac­cionamos una máquina viva como si fuera un me­canismo muerto. El ruido vestibulario alcanza las más altas cumbres del silencio, sólo interrumpido por el fragor de la maquinaria monótona y plagada de quiebros sonoros regulares. Nos sabemos solos viajando en un pozo mecánico, rodeados por el más absoluto silencio y elevados por un ruido único y singular. Si algún vecino despierta en es­tos momentos, no dudéis que también sus ner­vios se estremecerán ante la melodía del horror. Por eso el símbolo de la dictadura policial, del terror del estado, puede sintetizarse en el fragor de ascensor en la madrugada. De hecho, el mismo espacio vacío, libre de pequeños seres marginales pululantes, es otro de lo_s grandes símbolos de la represión policial. La plaza desierta, desalojada por una carga o un barrido de ametralladoras, produce una congoja similar al tronar de maquina­rias de ascensor. Es ese horror que tan bien supo captar Ramón Casas en su carga de la guardia civil, o que Genovés prodigó en sus series de manifestaciones observadas al microscopio -que es como observa el Estado a los seres vivos-, ese horror que se expresa en el intersticio en blanco que se abre en la masa y que percibimos como

Page 8: LA CASA - CVC. Centro Virtual Cervantes · 2019-06-17 · bre los espacios íntimos. Los muebles de los grandes almacenes parecen cada vez más muebles de oficina o de portería como

Los Cuadernos dE;!l Signo

amenaza en los sonoros gemidos del ascensor du­rante la madrugada.

Y es que a decir verdad los espacios K-di­mensionales, s-in pulular de habitantes- que les presten sus cuerpos tibios, son en esencia las ma­drigueras hechas de corredores y galerías donde habita el monstruo más frío entre los monstruos fríos. Por eso, los seres débiles que se ven obliga­dos a trabajar en ellos o a encontrar en sus rinco­nes y sombras un cobijo son diminutas muchachas de servicio, porteras y conserjes, parejas de ena­morados que pelan la pava ignorantes del odio que despiertan en los muros de hielo, mozos, basure­ros, etc. Es fácil observar como los potentados y los poderosos cruzan esos pasillos y vestíbulos: huyen. Saben que ahí permanecen los secretos de su dominio, que cualquier muro puede contar cómo ha sido amasada la riqueza y conquistado el poder. Sólo sus hijos más jóvenes, que no cono­cen aún el secreto, aman el juego y el contacto en escaleras y pasillos, junto a carteros, criadas y amas de casas charlatanas.

ESTADOS PASIONALES

Esos seres sólo a fuerza de pasión pueden so­portar la presencia envolvente de esta dimensión glacial. Y la única capaz de prever y contener el horror pero también capaz de aceptar y esperar el júbilo, es la pasión de inminencias, que tan bien han cantado Guillén ( «El mundo muy terso,/ Rauda la tersura,/Olvidado el miedo,/La inminen­'cia astuta») y Salinas ( «te llegará mi ansia,/en la absoluta espera inmóvil/del amor, inminencia, gozo, pánico,/sin otras alas que silencios, alas».; «que ella, la dicha, sólo en el anuncio/de su ar­diente inminencia galopante,/convoca y pone en pie»). El lenguaje de estos estados pasionales debe entresacarse, fundamentalmente, de estos dos poetas: espera, víspera, temblor de futuro ... Y expresa a la perfecci6n el goce que experimentan los seres diminutos y marginales al dejar cerrada, tras sus espaldas, la puerta del piso, ese lugar sagrado donde nunca pasa nada. El mundo se les abre en inminencias, y claro está, en amenazas de pasillos, escaleras y vestíbulos.

Por eso en las vivendas populares ahora ya casi extinguidas, todas las puertas permanecían abier­tas. Abrían la casa, cerraban los vestíbulos al convertirlos en espacio de todos, dominado y re­gido por todos, y conjuraban al monstruo frío. Nunca ha existido mejor sistema de comunas re­volucionarias, ni mejor alternativa a la familia burguesa -esa especie de pequeña muta cubicular que se refugia en la privacidad pero que domina en la publicidad-. La familia de hoy, la muta parca y callada de hoy, no es ya producto de ninguna especialización sutil, . porque tanto lo privado como lo público es objeto de administración por parte de ese engendro burgués talidomídico.

En los patios interiores zarzueleros se expresa esta resistencia a la privacidad burguesa que puede observarse prácticamente en todas las cul-

9

turas europeas precagitalistas: el hinterhof ale­mán, el cortile campesino italiano o el celobert cata­lán son todos el marco de idénticas escenas: con­versaciones de balcón a balcón, juegos y fiestas vecinales incluso. En el patio de luces de hoy, arropado por pesadas cortinas de plásticos infa­mes, sólo los ruidos sordos y anónimos de las lavadoras automáticas y el gotear de la colada recién tendida revelan que alguna vez existió la posibilidad de vida en esas madrigueras. También por este lado, el de los patios interiores, se han alzado murallas entre las personas.

Désde el habitat primitivo sin transiciones hasta la vivienda rodeada por ui;i cordón laberíntico de seguridad y construida según criteribs de supervi­gilancia electrónica, se ha recorrido un largo tre­cho hacia el control y la fragmentación del cuerpo. Agredido por )as invasiones sucesivas de esta di­mensión K, el ser humano del futuro se asomará al pasillo de su casa como un marciano que acaba de posar su nave sobre la tierra. Ya hoy, cuando la invasión- electrónica no ha terminado aún su marcha hacia las profundidades -nuestras profun­didades- nos sentimos más y más extranjeros en nuestra casa. Con Kierkegard nos vemos obliga­dos a decir de nuestra pena «lo que el inglés dice de su casa: Mi pena is my castle». Pero etambién entonces consideraremos «el te-ner pena como una de las comodidades de la vida».

(1) Los «shifters» ( «embrayeurs» en francés) son aquelloselementos del lenguaje que vinculan la enunciación a unas coordenadas interpersonales concretas, y que sólo tienen valor semántico en función de esta vinculación. P. e., los pronom­bres personales. V. Roman Jakobson, «Essais de linguistique générale», París 1963, p. 176 y siguientes.

(2) Franz Kafka, «El Castillo», Madrid 19732, p. 18.(3) Carlos Barral, «Observatorio. De las salas de espera»,

en «La Vanguardia», 29-VIl-1980. (4) «Un signo, o representarnen, es algo que, para alguien,

representa o se refiere a algo en algún aspecto o carácter. Se dirige a alguien, esto es, crea en la mente de esa persona un signo equivalente, o, tal vez, un signo aún más desarrollado. Este signo creado es lo que yo llamo interpretante del primer signo». Charles Sanders Peirce, «La ciencia de la semiótica», Buenos Aires 1974, p. 22.

(5) El concepto de rito de paso fue acuñado por el etnógrafoy folklorista germano-francés Charles-Arnold van Gennep, en su obra «Les rites de passage», publicada en 1906. Bajo este nombre van Gennep incluyó todas aquellas ceremonias y ritua0

les que sirven para acompañar las metamoñosis y cambios de vida, desde los cambios de jerarquía, hasta el nacimiento y la muerte. Van Gennep distingue tres fases: la separación, la transición y la incorporación. La segunda fase, en la que el individuo se encuentra en situación marginal o liminal, produce reacciones de repulsa o incluso de asco en la comunidad. Se corresponde peñectamente en el carácter inquietante de los espacios transitorios, a fin de cuentas equivalentes, a nivel espacial, a esta fase de los ritos de paso. V. Charles-Arnold van Gennep, «The Rites of Passage», Londres 1960.

(6) Para el tema de los seres menores en Kafka, v. GillesDeleuze y Félix Guattari, «Kafka, pour une littérature mi­neure», París 1975, .principalmente p. 115 y siguiente,.

(7) V. Theodor W. Adorno, «La ideología como lenguaje»,Madrid 1971. El título original, «Jargon der Eigentlichkeit» ha sido traducido en la utilización de esta expresión, como «jerga de la autenticidad». Sin embargo, «eigentlichkeit» no agota su significado alemán en «autenticidad» pues deriva de «eigen», equivalente del castellano «propio».