La Caída de Cristóbal Colón - Varela, Consuelo

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    Estudios

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    MARCIAL PONS HISTORIACONSEJO EDITORIAL

    Antonio M. BernalPablo Fernndez AlbaladejoEloy Fernndez ClementeJuan Pablo FusiJos Luis Garca DelgadoSantos JuliRamn ParadaCarlos Pascual del PinoManuel Prez LedesmaJuan PimentelBorja de RiquerPedro Ruiz TorresRamn Villares

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    LA CADA DE CRISTBAL COLNEl juicio de Bobadilla

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    CONSUELO VARELA

    LA CADA DECRISTBAL COLN

    El juicio de Bobadilla

    Edicin y transcripcin de

    Isabel Aguirre

    Marcial Pons Historia

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    Esta obra ha sido publicada con la ayuda de la Direccin General del Libro,Archivos y Bibliotecas del Minsterio de Educacin, Cultura y Deporte.

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    Consuelo Varela e Isabel Aguirre MARCIAL PONS, EDICIONES DE HISTORIA, S. A. San Sotero, 6 - 28037 MADRID 91 304 33 03 ISBN:

    Diseo de la cubierta: Manuel Estrada. Diseo Grfico

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    A Juan y Jos Luis

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    NDICE

    PRIMERA PARTEpor Consuelo Varela

    PRLOGO..................................................................................... 15

    CAPTULO I. LA ESPAOLA HASTA 1500.......................... 19

    1. Los difciles comienzos .................................................... 192. Las primeras deserciones ................................................. 233. La llegada de Juan Aguado. La primera pesquisa........... 284. Las relaciones de Coln con los indgenas...................... 29

    5. 1496-1498, Coln en Castilla........................................... 326. La vida en la Espaola ..................................................... 337. La rebelin de Francisco Roldn..................................... 388. Nuevas complicaciones.................................................... 44

    9. La pesquisa a Alonso de Hojeda ..................................... 4610. Las rebeliones de Fernando de Guevara y de Adrinde Mxica......................................................................... 47

    CAPTULO II. EL FRACASO DEL VIRREY.......................... 51

    1. La designacin de un nuevo gobernador ........................ 512. La llegada de Bobadilla y primeras actuaciones ............. 553. El encuentro de Coln y Bobadilla ................................. 594. El interrogatorio a los hermanos Coln .......................... 63

    CAPTULO III. LA PROBANZA.............................................. 69

    1. La reaccin del almirante................................................. 692. El interrogatorio............................................................... 723. Los testigos....................................................................... 73

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    4. La imagen de la pesquisa en la historiografa colombina . 755. Nmina de los testigos..................................................... 79

    CAPTULO IV. COLN CONTRA BOBADILLA ................. 85

    1. Las mercedes del almirante ............................................. 862. La reaccin de los caciques.............................................. 873. Los movimientos del adelantado..................................... 894. La situacin en el Bonao.................................................. 90

    5. La rendicin ..................................................................... 91

    CAPTULO V. LA CUESTIN RELIGIOSA.......................... 95

    1. El estamento eclesistico.................................................. 962. Las licencias de bautismo ................................................ 993. Los matrimonios mixtos .................................................. 1044. Escrpulos teolgicos ...................................................... 107

    5. Bautismos vs. mercedes.................................................... 1096. La instruccin religiosa de los espaoles......................... 1097. La venta de esclavos......................................................... 1118. La versin de los frailes.................................................... 119

    CAPTULO VI. LA JUSTICIA COLOMBINA........................ 121

    1. Juicios sumarsimos? ...................................................... 1222. La persecucin a Bernal de Pisa y a sus criados ............. 1233. La muerte de Miguel Muliart .......................................... 1254. Ms noticias sobre la prisin y muerte de Adrin de

    Mxica y sus compinches ................................................ 1275. El reparto de los vveres. Corrupcin generalizada? .... 1306. Castigar el rumor.............................................................. 136

    7. Castigar por personas interpuestas.................................. 1408. Las penas por cosas livianas......................................... 1419. Los procedimientos.......................................................... 143

    10. El negocio consiste en el cristiano............................... 14511. Relacin de ajusticiados ................................................... 146

    CAPTULO VII. LA IMAGEN DEL NUEVO MUNDO ....... 151

    1. La ciudad.......................................................................... 1522. Los colonos ...................................................................... 155

    3. La poblacin indgena ..................................................... 1594. Los hermanos Coln ........................................................ 162

    5. Breve conclusin .............................................................. 166

    EPLOGO....................................................................................... 167

    10 ndice

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    SEGUNDA PARTEporIsabel Aguirre

    INTRODUCCIN......................................................................... 175

    LA PESQUISA DEL COMENDADOR FRANCISCO DE BO-BADILLA ................................................................................. 181

    BIBLIOGRAFA ............................................................................ 259

    NDICE ONOMSTICO ............................................................. 263

    ndice 11

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    PRIMERA PARTE

    por Consuelo Varela

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    PRLOGO

    Desde hace ms de veinte aos procuro acudir con regulari-dad al Archivo General de Simancas. En ese Archivo, en el queno hay ninguna seccin que se denomine Amrica o Indias,existe mucha documentacin que interesa a todos los que nosdedicamos al Descubrimiento. Desde los libros de los diversos

    contadores a la imponente seccin del Registro del Sello, dondeestn recogidas, da a da, las cdulas emitidas por los Reyes Ca-tlicos. El investigador no puede ni siquiera sospechar dnde vaa saltar la liebre, dnde va a encontrar un dato no publicado so-bre el tema en el que trabaja, y a menudo un hallazgo inesperadohace que cambiemos el objeto de nuestra investigacin. As, val-ga un ejemplo, entre las cuentas de un contador que pagaba losgastos de la guerra de Npoles encontr una lista de pagos a al-gunos pasajeros del segundo viaje colombino, que pronto dar a

    la luz. Con la documentacin de diversas secciones pude confec-cionar el rol del cuarto viaje del almirante al Nuevo Mundo. Mu-chos datos sacados de este Archivo por otros investigadores hanido completando aqu y all la historiografa del Descubrimien-to. Baste recordar los trabajos de A. B. Gould para fijar la listade los pasajeros del primer viaje de Coln, o las ediciones quehizo Manuel M. Mateo de la nica carta autgrafa de don Cris-tbal a la reina doa Isabel y de la carta que John Day, un co-

    merciante ingls, envi al genovs contndole el viaje que JuanCaboto acababa de hacer a Terranova, que guarda el Archivo si-manquino.

    En esa caja de sorpresas, tuve la fortuna de recibir un regaloexcepcional. Mientras esperaba que me suministraran un legajo

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    que haba solicitado, se me acerc Isabel Aguirre, la jefa de lasala. Sonriente, como siempre, me dijo: acabo de encontrar enun legajo un documento que parece interesantsimo; quiero quelo veas y, si lo consideras conveniente, estdialo. Me proporcio-n una copia de la transcripcin que ella haba hecho y se dirigihacia su mesa. No creo que pueda describir los sentimientos quese fueron sucediendo mientras lea el manuscrito. Se trataba,nada menos, que de una copia de la pesquisa que Bobadilla ha-ba hecho a Coln en Santo Domingo en 1500 y que creamosperdida. La pesquisa que fue la causa de la destitucin de sus

    cargos y de su envo a la Pennsula encadenado.De Cristbal Coln sabemos mucho, pero tambin ignoramosmuchos aspectos de su vida. La historiografa que se nos ha con-servado hasta ahora es nica y exclusivamente la que le favore-ca, la de sus amigos, pues ha desaparecido toda clase de crtica asu gestin. A este respecto tan slo se guardan una copia de trescartas de los franciscanos que residan en la Espaola a Cisnerosy una copia de otra del rebelde Francisco Roldn, tambin diri-

    gida al cardenal. Nada ms. Como creo haber demostrado, el ta-ller historiogrfico colombino, gestado en torno al humanistaPedro Mrtir de Anglera y a los herederos del almirante, su hijoHernando, su hermano Bartolom y su sobrino Andrea, funcio-n a la perfeccin. Y para ello cont con la inestimable ayudadel dominico fray Bartolom de Las Casas que, pese a ciertas cr-ticas, no dud en ensalzar cuanto pudo a Coln. Por su parte,los cronistas de la poca que le trataron, como Gonzalo Fernn-dez de Oviedo, que no era un partidario convencido, jams osa-

    ron emitir ms que veladas crticas.As las cosas, este documento vena a presentar ante nuestra

    vista la otra cara del almirante, la que desconocamos, que tam-bin es, por qu ocultarlo, la ms fea y desagradable. He de con-fesar que no me gust su lectura y que, en algunos momentos,sent una rabia inmensa. Coln, pese a toda su grandeza, no esun personaje simptico. Ahora lo es an menos.

    Isabel Aguirre y yo decidimos dividirnos el trabajo, y as he-

    mos redactado este libro en dos partes. En la primera, yo hagoun estudio de la probanza en seis captulos, precedidos por unoen el que he procurado sintetizar la situacin de la Espaola has-ta la fecha de la llegada de Bobadilla; y, en la segunda, IsabelAguirre ha efectuado la transcripcin, edicin y estudio de la

    16 Consuelo Varela

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    misma. En la primera parte, con objeto de hacer la lectura msfcil y fluida, he limitado al mximo las notas a pie de pgina.Constantemente he de hacer referencia a las versiones que deuno u otro acontecimiento hicieron tanto Hernando Colncomo fray Bartolom de Las Casas y Gonzalo Fernndez deOviedo; para no complicar al lector, he optado por incluir alprincipio de cada apartado una nota en la que se indica en qucaptulo de sus obras trataron de ese mismo asunto. Asimismome ha parecido conveniente incluir una semblanza de los 22 tes-tigos que depusieron en las diversas partes de la pesquisa. No he

    querido hacer una biografa de cada uno, algunos incluso sonsimples nombres, sino simplemente resear quines eran paraque el lector tenga una idea de la calidad de los mismos y de suproximidad o lejana con el almirante.

    No quisiera dejar de sealar que esta no es una historia deCristbal Coln. Slo he pretendido explicar el porqu de esapesquisa, cules fueron los motivos de la deposicin del almiran-te y qu cargos se le imputaron. Por supuesto, en la medida que

    me ha sido posible, he contrastado las respuestas a las preguntascon la versiones del mismo Coln, de su hijo Hernando, de frayBartolom de Las Casas y de Pedro Mrtir de Anglera, princi-palmente, sin olvidar a los dems cronistas que trataron aquellosprimeros aos del virreinato colombino.

    Para la redaccin de estos captulos hemos contado con laayuda valiossima de Jos Luis Rodrguez y de Juan Gil, compa-eros de fatigas, que como siempre han estado a nuestro lado.Como no podra ser de otra forma, tambin hemos de agradecer

    la confianza de la Editorial Marcial Pons, que no ha dudado enpublicar nuestro manuscrito.

    Prlogo 17

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    CAPTULO ILA ESPAOLA HASTA 1500

    El 23 de agosto de 1500 llegaba Francisco de Bobadilla a San-to Domingo. Las noticias sobre el mal gobierno de Coln, trans-mitidas a la Corte espaola por las crecientes quejas de los colo-nos, obligaron a los reyes a tomar una decisin que no les debide resultar nada fcil: enviar un juez que averiguara in situ la si-

    tuacin de la colonia, destituyera al almirante y se hiciera cargode la gobernacin. Ya con anterioridad, Coln haba recibido unserio aviso cuando en octubre de 1495 fue despachado a las In-dias Juan Aguado con el encargo de hacerle una pesquisa; aque-lla investigacin no prosper, pues el genovs, hbil negociador,supo convencer a los monarcas de la bondad de su gestin. Pocohaba durado la bonanza.

    Mas conviene recordar brevemente cmo se fueron sucedien-do los acontecimientos y de qu forma se fueron enrareciendo

    las relaciones entre el almirante y sus sbditos, tanto con los co-lonos como con los indgenas. No se trata aqu de pormenorizartodo lo que ocurri en esos primeros aos, sino simplemente detrazar las lneas generales que condujeron al envo de Bobadilla.S, en cambio, trataremos ms detenidamente los acontecimien-tos inmediatamente anteriores a su llegada, objeto de la pesquisaque ahora se da a la luz.

    1. Los difciles comienzos

    El 3 de noviembre de 1493 arribaba al Nuevo Mundo la flotaque transportaba a los primeros hombres destinados a colonizar

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    las tierras descubiertas apenas haca un ao. De nuevo CristbalColn iba al mando con los ttulos de almirante, virrey y gober-nador, y bien dotado de amplias facultades para proveer los ofi-cios de gobierno y subdelegar en los negocios que ocurrieran ensu ausencia. Los oficiales de la flota haban sido escogidos cuida-dosamente. El alguacil mayor, una suerte de jefe de polica, eraPedro Fernndez Coronel; por escribanos acudieron Fernn P-rez de Luna y Diego de Pealosa; como contador mayor los re-yes enviaron a su fiel colaborador Bernal Daz de Pisa; para elcargo de receptor se eligi a Sebastin de Olano, y como tesore-

    ro a Pedro de Villacorta. Unos 1.200 hombres participaron eneste viaje, el ms espectacular, en cuanto al aparejo y gastos, delos que efectu el almirante.

    Aunque no disponemos del rol completo, s conocemos bue-na parte de sus integrantes. Junto a los marineros, viajaron fun-cionarios, pajes, oficiales, artesanos, agricultores con sus semi-llas, ganaderos con sus bestias, mineros..., destacndose uncontingente de fuerzas armadas las famosas lanzas jinetas

    enviadas para ayudar a la conquista. En la expedicin participa-ron hombres de extraordinaria calidad, como el doctor Diegolvarez Chanca, a quien debemos una bella e interesante des-cripcin del viaje; el cosmgrafo Juan de la Cosa, que ya habaparticipado en el primer viaje de descubrimiento; Alonso de Ho-

    jeda; Juan Ponce de Len, futuro gobernador de Puerto Rico ydescubridor la Florida; Diego Velzquez; Pedro de Las Casas,padre del dominico fray Bartolom, y un largo etctera. A pesarde lo que siempre se ha afirmado, s participaron mujeres, si bien

    debieron de ser pocas las fminas que se arriesgaron a efectuartan extraordinario viaje. Aunque la mayora de los participantesiban a sueldo de la Corona, al menos dos centenares se habanalistado sin esperar retribucin alguna. Eran criados que acom-paaban a sus amos u hombres de fortuna que simplemente seenrolaron bien en busca de aventuras, bien con la idea de pros-perar con rapidez. Tambin participaron algunos hombres sin-gulares, como el saons Michele de Cneo, un mercader conoci-

    do de Coln, o el mdico aragons Guillermo Coma, que nosdejaron dos interesantes descripciones de los pocos meses quepermanecieron en las Indias. Su corta estancia en la Espaolademuestra bien a las claras que su nica intencin al emprenderel viaje era el inters por conocer ese mundo nuevo que Coln

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    deca haber descubierto 1. Un grupo de religiosos, presididos porel cataln fray Bernaldo Buil, de quienes trataremos ms adelan-te, formaban la primera misin evangelizadora. Junto a Colnacudi su hermano menor Diego, su paje Pedro de Salcedo y sumaestresala Pedro de Terreros.

    Todo haba sido escrupulosamente preparado. Doce de las die-cisiete naves que componan el convoy deban de retornar a Casti-lla, comandadas por Antonio de Torres, tan pronto como Colnhubiera fijado un lugar idneo para asentar una ciudad. Tras re-gresar con la buena nueva, Torres sera el encargado de capitanear

    las flotas de suministros que en el futuro habran de ser enviadasa las Indias atendiendo a las peticiones que Coln sugiriera. EnSevilla, Juan Rodrguez de Fonseca, nombrado por los reyes, serael encargado de atender las necesidades de la incipiente colonia.Coln, por su parte, deba desarrollar un trabajo ingente. Tenaque organizar el asentamiento y nombrar a las autoridades que ha-bran de sustituirle en sus ausencias tanto para reconocer el interiorde la isla Espaola como para hacer nuevos viajes de descubri-

    miento, para lo que contaba con las cinco naves que permanecanvaradas en la costa norte de la isla de Santo Domingo.En febrero de 1494 Antonio de Torres llev a su vuelta a la

    Pennsula noticias alarmantes. Entre los que regresaron con l seencontraba Melchor Maldonado, veinticuatro de Sevilla, que,contra su voluntad, haba sido enviado por los reyes y que nodud en esparcir por la ciudad hispalense sus malas impresiones.Este segundo viaje al Nuevo Mundo, preparado con tanta ilu-sin, empezaba con mal pie. Adems del desastre del fuerte de la

    Navidad, donde haban encontrado muertos a los 39 cristianosque Coln haba dejado en el anterior viaje, comprobaron la es-casez de oro y de especias, y, para colmo, las enfermedades em-pezaron a hacer grandes estragos. ElMemorial2 que con el capi-

    La Espaola hasta 1500 21

    1 Publiqu las relaciones de Chanca, Coma y Cneo en Cartas de particula-res a Coln y relaciones coetneas, Madrid, 1984 (en adelante, Cartas), pp. 152-

    176, 177-203 y 235-260. Ms noticias sobre Diego lvarez Chanca puedenconsultarse en mi artculo Diego lvarez Chanca, cronista del segundo viajecolombino, Historiografa y Bibliografa Americanistas, XXIX, Sevilla, 1985,pp. 35-82.

    2 Publiqu este Memorialen C. VARELA y J. GIL, Cristbal Coln. Textoscompletos. Nuevas cartas, Madrid, 1994 (en adelante, Textos), pp. 254-269.

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    tn Torres haba enviado el almirante a los reyes no puede serms explcito: faltaba de todo, medicinas, avituallamientos...pero, pese a ello, todos los hombres estaban trabajando a desta-

    jo, y por ello no dud en solicitar aumento de sueldo y mercedespara aquellos que, a su criterio, se haban destacado: para el ara-gons Pedro Margarite, que sera nombrado poco despus capi-tn y alcaide de la fortaleza de Santo Toms, 30.000 maravedes;para el doctor Chanca, que se quejaba de que perda dinero tra-bajando en las Indias donde no poda percibir un salario extrade sus enfermos, 50.000 maravedes; para el contador Villacorta,

    un puesto de confianza por lo mucho que ha servido [...] y porser persona diligente e afecionada a su servicio, y tambin paraJuan Aguado (que regresaba con Torres), por lo bien que habacolaborado en todo lo que le ha sedo mandado; para Gaspary a Beltrn, criados de los reyes de quienes desconocemos su fi-liacin, 15.000 maravedes a cada uno, y para Pedro FernndezCoronel, muy enfermo por aquellos das, un aumento de sueldoque los reyes fijaron en 15.000 maravedes ms al ao. Adems

    de pedir que se enviasen toda clase de vituallas para los colonos,insista don Cristbal en que se acudiera a las necesidades deBernardo Buil y de sus frailes.

    Un problema grave, que tambin recoge elMemorial, es el delas ms de 200 personas que haban acudido sin sueldo y que, l-gicamente, no podan atender a sus necesidades; los reyes orde-naron a Bernal de Pisa que les habilitase un trabajo en lugar delos que faltaren.

    Haca slo tres meses que la expedicin haba llegado a las

    Indias y ya comenzaban a aparecer muchos de los problemasque se agudizaran con el tiempo. El viaje se haba alargado,pues no haban navegado directamente de la Pennsula a la Es-paola. Haban estado primero en la Guadalupe, luego en Mon-serrat, y hasta la arribada al lugar del primer asentamiento, elfortn de la Navidad, sufrieron vientos contrarios que les retrasa-ron an ms. Los hombres estaban agotados y las bestias mediomuertas.

    Todos hubieron de desmoralizarse al conocer el desastre de laNavidad. Qu haba pasado?; cmo unos pobres indios, des-armados, en tan corto espacio de tiempo haban aniquilado a los39 espaoles que Coln haba dejado en la isla provistos de mu-nicin para un ao?; qu culpa tena en ello Guacanagar, el ca-

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    cique en el que Coln confiaba? Eran preguntas de difcil res-puesta que Coln pronto resolvi con su particular modo de ac-tuar: los cristianos haban cavado su propia tumba, pues no slono haban obedecido sus rdenes, sino que incluso haban vio-lentado a las indias. Guacanagar no haba podido defenderlesdel ataque de Caonaob, el canbal cacique del interior, con elque l mismo estaba enemistado.

    Muy pronto comprobaron que el vino y muchas de las vitua-llas se haban podrido y que los caballos que llevaban para queles ayudaran en las tareas agrcolas no eran tan robustos como

    se les haba dicho. Al desembarcar en la Espaola cada cual semostr como era. Se vio entonces que muchos se haban enro-lado como artesanos de oficios que desconocan. Haba carpin-teros que no saban coger un hacha y mineros que eran incapa-ces de distinguir el oro de una aleacin, se quejaba Coln.Todos sintieron un gran desengao: aquello no era lo que espe-raban.

    2. Las primeras deserciones 3

    A poco de partir la flota de Torres tuvo Coln el primer en-frentamiento con sus hombres cuando el contador Bernal dePisa, queriendo regresar a Castilla junto con un grupo de des-contentos, intent tomar una o varias de las naves que an esta-ban surtas en el puerto para salir a toda prisa. Al parecer, y se-gn cuenta Las Casas, al contador, que haba efectuado una

    pesquisa contra el almirante y que la haba escondido con po-cas precauciones en una boya, se lo pesc in flagranti. Someti-do al proceso correspondiente, siempre segn el dominico, Ber-nal de Pisa fue enviado a la Pennsula y sus compinchescastigados. Aunque el dominico no alcanz a ver los cargos, jus-tific en su Historia la validez del proceso, as como defendi lafama de riguroso con sus hombres que desde entonces tuvo el al-mirante. Por su parte, Coln acus a Pisa de corrupcin en una

    carta a los reyes. Segn el almirante, Pisa colocaba a los hombres

    La Espaola hasta 1500 23

    3 A esta etapa dedicaron LAS CASAS el cap. 92 de su Historia, FERNNDEZDE OVIEDO el cap. 13 del libro 2. y Hernando COLN el cap. 51.

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    en puestos para los que no estaban capacitados bien para robar-les, bien para impedir que prosperase la colonia 4.

    Un mes ms tarde fue fray Buil quien se opuso al almirante,recriminndole los castigos que en los hombres haca, o porqueapretaba ms la mano en el repartimiento de los bastimentos [...]o porque a l y a sus criados no daba mayores raciones como selas peda. La reaccin del virrey no se hizo esperar: inmediata-mente orden rebajar an ms la racin de los frailes, quienes,por su parte, se negaron a seguir administrndole los sacramen-tos. Un rifirrafe que nos cuenta Oviedo en su Historia y que

    oculta Las Casas.Desconocemos la carta que Buil acababa de enviar con Torresa los reyes, pero s tenemos la respuesta de estos del 16 de agostode 1494 5. Don Fernando y doa Isabel le agradecen sus desve-los, se alegran de las noticias que les narra en su carta lo quenos inclina a suponer que an no se haba disputado con el almi-rante y le ruegan que permanezca en la isla pese a carecer deintrpretes para evangelizar a los indgenas; esa y no otra era la

    excusa que, al parecer, haba sealado el mnimo para regresar ala Pennsula. En manera alguna los reyes le autorizaban a retor-nar, salvo y ah le daban una salida airosa si se sintiese en-fermo, en cuyo caso le pedan que dejase a un religioso en su lu-gar. Por supuesto fray Buil se sinti indispuesto repentinamentey regres tan pronto como le fue posible 6.

    Tampoco andaban bien las cosas en el interior de la isla. Mo-sn Pedro Margarite no supo hacerse con la situacin en el fuer-te de Santo Toms y quiz desoyendo las indicaciones del almi-

    rante, como afirm Hernando Coln, en lugar de pacificar lazona del Cibao, la misin que se le haba encomendado, se tras-lad a la Isabela, la recin fundada ciudad de la que trataremosms adelante, donde pretendi el mando supremo. Ignoramoslos motivos que le enemistaron con don Cristbal y cules fue-

    24 Consuelo Varela

    4 Vase la carta de Coln a los reyes, del 14 de octubre de 1495, acusando

    a Pisa en Textos, p. 325.5 En J. PREZ DE TUDELA (coord.), Coleccin Documental del Descubri-miento (1470-1506), 3 vols., Madrid, 1993 (en adelante, Col.), I, p. 661.

    6 En esa misma fecha ordenaron los reyes que se enviaran a los frailes unvaso de plata para consagrar, una tienda para decir misa en el campo y diver-sos enseres y ropa. Col., II, p. 952.

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    ron los pundonores que le asaltaron en el ejercicio de su capi-tana 7. Tan slo sabemos que el 29 de septiembre de 1494, apro-vechando los navos que haban llevado a las Indias a BartolomColn, regres a la Pennsula en la misma flota en la que retor-naron fray Buil y tres de sus frailes.

    Al decir de Las Casas, la desercin de Margarite, que dej alos 400 hombres de armas que le haban acompaado solos en elfuerte, fue una de las causas que contribuyeron a la desmoraliza-cin y al desmamparo de la gente que, por la isla suelta y sincapitn, asalt los poblados colindantes cometiendo toda clase de

    tropelas. Y puede que no le faltara razn al dominico, pues tam-bin Hernando Coln refiri que los soldados se lanzaron a robara los indgenas no slo sus haciendas, sino tambin sus mujeres,haciendo tales desmanes que se atrevieron los indios a tomarvenganza en los que tomaban solos o desmandados 8. Coln, au-sente en un viaje de reconocimiento por las islas de Cuba y Jamai-ca cuando partieron, nada pudo hacer para impedirles la fuga.

    Otra versin de estos enfrentamientos nos dej Fernndez de

    Oviedo. Segn el cronista, las disputas entre Buil y Coln surgie-ron tras ordenar este la muerte de un aragons, Gaspar Ferriz,asunto que disgust tanto al buen fraile como a Margarite, queunieron sus fuerzas para criticarle, y les decidi a regresar a Cas-tilla. Las Casas, siempre benvolo con Coln, afirm categrica-mente que el almirante no mand entonces ahorcar a nadie yque ese Gaspar no figuraba en la nmina de condenados que lhaba visto aos ms tarde. De qu condenados se trataba?Nada sabamos hasta ahora 9.

    La Espaola hasta 1500 25

    7 Vanse las instrucciones que con Hojeda haba enviado Coln a Marga-rite el 4 de abril de 1494 en Textos, pp. 269-273. Margarite, nacido en el casti-llo de lEmpord en 1455, era hijo de Constanza Margarite y de Joan Bertrn.Miembro de la Orden de Santiago, tom parte en la conquista de Granada.Por requerimiento de Coln, el rey le concedi una pensin de 30.000 mara-vedes al ao. En su testamento del 25 de junio de 1493, antes de zarpar, nom-br albaceas a Gabriel Snchez, tesorero real; a Pere Joan Ferrer, militar, so-

    brino del abad de Montserrat, y al presidente de la Generalitat, Antoni PereFerrer. Desconozco la fecha de su fallecimiento.8 En su Historia del Almirante, edicin de Luis ARRANZ, Madrid, 1984 (en

    adelante, Historia), cap. 61.9 La muerte de este Ferriz ha hecho correr ros de tinta, siguiendo a

    M. SERRANO Y SANZ, quien, en su Origen de la dominacin espaola en Amri-

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    Infortunadamente, desconocemos la versin que de esteacontecimiento dio el mnimo en la Corte. Los reyes escribierona Juan de Fonseca, el 3 de diciembre de 1494, alegrndose de lallegada del fraile pese a su indisposicin y suspirando porhablar con l lo ms presto que ser pudiere, porque hastaaverle odo en ello no ay que dezir 10. Sin duda el celoso fraile sequej de las actuaciones del almirante, as que de nuevo los reyesse volvieron a plantear la necesidad de enviar a alguna personade autoridad para controlarlo, como el que pensbamos enviarcuando parti de Barcelona, escriben a Fonseca el 17 de febre-

    ro de 1495. Quiere esto decir que ya en Barcelona, cuando sepreparaba este viaje, los monarcas dudaban de la buena gestinque su almirante podra hacer como colonizador?

    Junto a esta preocupacin, las cartas de los reyes a Fonsecano dejaban de advertirle de que en la colonia las necesidadesmateriales eran inmensas y, en consecuencia, le ordenaban reme-diarlas con el mnimo coste posible, enviando las mercaderas re-seadas en un memorial que adjuntaban y que est perdido 11.

    Con objeto de aliviar la situacin de los colonos, y evitar gastosmayores, tambin se dictaron otras disposiciones, como permitirque todos cuantos tuvieren all hijos o parientes pudieran enviar-les mantenimientos y vestuario.

    Pocos meses despus de la partida de fray Buil y Margarite,llegaba Coln a la Isabela tras haber realizado un largo viaje porCuba y Jamaica. Vena muy enfermo. La escasez de alimentos yel cansancio le haban producido una enfermedad muy graveentre fiebre pestilencial y modorra, que casi de repente le priv

    de la vista, de los otros sentidos y del conocimiento, anot Her-nando Coln en su Historia. En esa situacin, quiz inconscien-te, lo recibieron sus hermanos don Diego y don Bartolom, quehaba llegado a la isla el 24 de junio 12. Haca aos que don Bar-tolom y don Cristbal no se haban visto. Cuando don Bartolo-m se enter del xito de su hermano, estaba negociando en la

    26 Consuelo Varela

    ca, Madrid, 1918, p. ccxlii, la consideraba una de esas fabulosas calumnias,admitidas por el crdulo autor [Oviedo].10 La carta de los reyes en Col., II, p. 688.11 Ibid., II, p. 715.12 Don Bartolom no lleg a la Espaola el 14 de abril de 1494, como afir-

    ma Las Casas, sino el 24 de junio.

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    Corte francesa los recursos para hacer el viaje que don Cristbalhaba conseguido de los Reyes Catlicos y que l mismo no ha-ba logrado recabar del rey de Inglaterra con anterioridad. DonBartolom traa buenas noticias a sus hermanos. Haba entradoen contacto con Juanoto Berardi, el factor del almirante, y ya es-taba en marcha un plan para abastecer la colonia. Adems, la si-tuacin familiar se haba consolidado, l mismo haba llevado alos dos hijos de su hermano, Diego y Hernando, a Barcelona, yya estaban instalados en la Corte como continos del prncipedon Juan.

    Don Cristbal, una vez restablecido de la enfermedad que lemantuvo en cama cinco meses, se dispuso a acallar las voces delos desertores. La ocasin se le present cuando al ao siguiente,el 24 de febrero de 1495, regres Antonio de Torres por segundavez a Castilla con un cargamento de quinientos esclavos consig-nados a Fonseca y con el que envi a su hermano Diego, porta-dor de cartas a los reyes con sus quejas y explicaciones. Entreellas una, largusima, en la que se despachaba acusando a los es-

    paoles, tanto a los seglares como a los religiosos, de ser genteperdida que haba acudido a las Indias con el nico propsitode enriquecerse sin trabajo ni pena, jugadores de dados, pere-zosos y de malas costumbres cegados por la codicia 13. La mismaversin que en 1500, en Granada, dio a su amigo Pedro Mrtirde Anglera y que el humanista no dud en incluir en el captu-lo IV de su primeraDcade dirigida al cardenal Luis de Aragn:deca [Coln] que los espaoles que llev consigo eran ms da-dos al sueo y al ocio que no a los trabajos, y ms amigos de se-

    diciones y novedades que de paz y tranquilidad.El almirante, para curarse en salud, no dud en ordenar al re-

    ceptor de los reyes, Sebastin de Olano, que les escribiese unacarta asegurndoles que en ningn momento don Cristbal lehaba impedido ejercer su oficio, as como que todo lo relaciona-do con la contadura de la colonia estaba convenientemente ano-tado en sus libros.

    La Espaola hasta 1500 27

    13 Textos, p. 314.

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    3. La llegada de Juan Aguado. La primera pesquisa 14

    La respuesta a esos cruces de cartas e informaciones contra-dictorias que llegaban a la Pennsula fue inmediata. En octubrede 1495 Juan Aguado fue enviado a las Indias como juez pesqui-sidor con instrucciones precisas 15. Deba comprobar el repartode los bastimentos, verificar las quejas que haban llegado a laCorte contra Carvajal y Juan de Oate, que le haba sustituidoen el repartimiento, y permitir el regreso de fray Jorge, del valen-

    ciano Bernardo, de don Fernando de Guevara y de Miguel Mu-liart (concuado de Coln, casado con Briolanja Muiz, herma-na de su primera mujer); que se haban quejado del almiranteque los tiene e maltrata 16. Como en el caso de fray Buil, tam-poco han llegado hasta nosotros las cartas que estos enviaron aCastilla con sus quejas.

    La llegada del pesquisidor, que tard ms de cinco meses enlograr que el escribano certificara que haba entregado sus cre-

    denciales, sorprendi a Coln en el interior de la isla combatien-do en la Maguana a los hermanos de Caonaob. Hacia all se di-rigi Aguado, sembrando entre unos y otros la esperanza de queun nuevo almirante sustituira al tirano. El jbilo, tanto de los in-dgenas como de muchos de los espaoles, dur poco tiempo.Aguado ahond an ms si cabe la divisin entre el partido delalmirante y el de sus detractores. Las fuentes no dibujan con cla-ridad sus actuaciones, si bien dan a entender que Aguado, quedespreciaba a Bartolom Coln, se limit a amenazar a don Cris-

    tbal con el desfavorable informe que pensaba entregar a los re-yes, dando lugar a que sus enemigos se alterasen, por maneraque ya no era el almirante ni sus justicias tan acatado ni obedeci-do como antes. Por su parte, Coln, segn Las Casas, anuncisu deseo de regresar a Castilla para dar su versin de los aconte-cimientos. Otra fue la explicacin que nos dej Oviedo, que ase-gur que Coln volvi por imposicin de Aguado, lo cual el

    28 Consuelo Varela

    14 A la llegada de Aguado dedic LAS CASAS el cap. 118 de su Historia yFERNNDEZ DE OVIEDO el cap. 13 del libro 2.

    15 Cfr. las instrucciones que llev Aguado en Col., II, pp.773-775.16 La cdula de los reyes a Coln en ibid., II, p. 808.

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    sinti por cosa muy grave, e vistise de pardo, como fraile, y de-jse crescer la barba.

    No quiso Hernando Coln contar en su Historia este desagra-dable episodio de la vida de su padre y se limit a decir que este,una vez pacificada la isla, decidi marchar a Castilla para darcuenta a los reyes de algunas cosas que le parecan convenientes,especialmente a causa de muchos malignos y mordaces que, lle-vados por la envidia, no cesaban de hablar mal al rey de los ne-gocios de las Indias, con gran descrdito y deshonra del almiran-te y de sus hermanos. Al igual que Hernando, tampoco Coln

    se dign mencionar en sus escritos a Aguado y a esta pesquisa.

    4. Las relaciones de Coln con los indgenas

    Coln, para controlar a la poblacin indgena, haba ordena-do construir un rosario de fortalezas, nada menos que siete, entorno a los territorios de los cacicazgos. La primera fue la de

    Santo Toms,junto al ro Jnico, en la que haba dejado a PedroMargarite como alcaide, con el encargo de que construyera unfuerte en el que pudieran vivir continuamente 25 hombres. Losdiligentes carpinteros y albailes que llev el cataln lograron le-vantarlo en un tiempo rcord, pues, como escriba Coln a losreyes, en abril de 1494 ya dispona de un foso de 18 pies de an-cho por 20 de alto que rodeaba a la fortaleza en la que haba va-rias casas y a una galera cubierta por la que se poda llegar hastael ro 17. En el territorio dominado por Guarionex, a nueve le-

    guas de Santo Toms, a medio camino de la Isabela y a tres ocuatro leguas de las minas de oro que ms tarde se llamarande San Cristbal mand Coln construir en 1495 La Concep-cin, de la que fue alcaide primero Juan de Ayala y despus Mi-guel Ballester 18. Poco despus, la Magdalena en la Vega Real,controlando el paso del Yaqui, en la que puso de alcaide a Luisde Arriaga y, ms tarde, a Diego de Escobar. A estos fortines si-guieron la Santa Caterina, de la que fue alcaide Fernando Nava-

    La Espaola hasta 1500 29

    17 La carta de Coln puede consultarse en Textos, pp. 277 y ss.18 Segn cuenta LAS CASAS, en el cap. 110 de su Historia, esta fue la mejor

    construida y la nica que sigui en pie hasta 1512.

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    rro, natural de Logroo; la Esperanza, en la ribera del Yaqui dela parte de Cibao, y una ltima en la provincia del Bonao, en laribera del Yuna, que no alcanz a ver Las Casas 19.

    Viendo su disposicin, de norte a sur de la isla desde la Isa-bela a la desembocadura del ro Ozama, donde se construiraaos ms tarde la nueva ciudad de Santo Domingo, se com-prenden con claridad las intenciones colonizadoras del Almiran-te Viejo, que, pese a todo cuanto se ha dicho hasta ahora, ennada se parecan al modelo portugus de plantar fortines en lascostas. En efecto, desde abril o mayo de 1494, Coln fue intro-

    ducindose en el interior con el objetivo muy claro de ir contro-lando el territorio. En cada fuerte, cercano siempre a un ro, or-denaba levantar las dependencias suficientes para podermantener un retn fijo de hombres.

    La construccin de tantas fortalezas, situadas estratgicamen-te, hizo que el desnimo cundiera entre la poblacin indgena ymuy pronto los tanos, como sealaba Coln en la carta a los re-yes de 1495, viendo que los espaoles hacan ms fortalezas que

    barcos, se dieron cuenta de que estos pensaban quedarse parasiempre. Las relaciones con los indgenas, difciles desde abril de1494 cuando Alonso de Hojeda tom prisioneros a varios indiosdel interior que Coln orden ejecutar en la Isabela, se tornaroninsoportables desde la campaa de castigo que a mediados de1495 dirigi personalmente el almirante contra el reino de Cao-naob, que durante treinta das haba puesto cerco a la fortalezade Santo Toms.

    La marcha de Margarite y Buil haba dejado a la colonia en

    manos de Diego Coln, en quien su hermano haba delegado lapresidencia del Consejo rector durante su viaje a Cuba y Jamai-ca. Diego, hombre dbil, no supo controlar a los indios, que yahaban perdido el miedo a los cristianos y se aprestaban a atacar-les siempre que se presentaba la ocasin. Guatiguan, cacique dela Magdalena, orden la muerte de diez espaoles que se halla-ban desperdigados por el campo y asedi el fuerte. Desde esepreciso instante los cristianos se juramentaron para matar a cien

    indios por cada uno de ellos que cayera en combate. Las raziaseran constantes no slo entre espaoles e indios, sino tambin

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    19 A estas seis fortalezas aadi Las Casas la de la Isabela.

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    entre los propios cacicazgos indgenas. As, por ejemplo, la alian-za de Guacanagar con los cristianos irrit tanto a los otros caci-ques que se vengaron de una manera curiosa: Beecho le matuna mujer y Caonaob le rob otra.

    Cuando regres el almirante de su viaje orden prender aGuatiguan, que se escap. No as cerca de medio centenar desus indios, que fueron apresados y enviados a Castilla en la flotadel 24 de febrero de 1495.

    Con los indios aliados tampoco las relaciones marchaban so-bre ruedas. El tributo en oro y algodn impuesto a todos los ve-

    cinos del Cibao y de la Vega Real mayores de catorce aos, quedeban entregar cada tres meses un cascabel lleno de oro y unaarroba de algodn por persona, apenas tuvo xito en sus inicios,cuando, al decir de Las Casas, el cacique Manicautex lleg a en-tregar media calabaza llena de oro 20. El tributo, como con todarazn sealaba el dominico, era inviable; sin embargo, Coln,deseoso de encontrar oro, desoy la propuesta del cacique Gua-rionex, que ofreci cambiar la naturaleza del impuesto prome-

    tiendo que sus sbditos cultivaran un conuco, nombre con elque los indgenas denominaban a sus plantaciones de yuca, tangrande que durase o llegase desde La Isabela a Santo Domingo.Una medida que, sin lugar a dudas, hubiera apaciguado el ham-bre de la colonia. La recaudacin resultaba de todo punto impo-sible pese a la violencia ejercida para su cobro y, aunque el almi-rante se vio obligado a reducir el impuesto a la mitad delcascabel fijado, los indios eran incapaces de cumplir con unaobligacin que exceda de sus posibilidades, en buena medida

    porque carecan de instrumentos adecuados para ello.Pese al bando de Coln que autorizaba a los colonos a tomar

    a su servicio a cuantos indios necesitaran para las labores de suscasas y huertos, la mayora se neg a seguir sirvindoles y opt,en su desesperacin, por huir a los montes, abandonando sussembrados. Las pocas semillas que haban germinado se secarony entre los espaoles, que consideraban que no haban acudidoal Nuevo Mundo a cultivar la tierra, el hambre se hizo insoporta-

    ble, sobre todo para los habitantes de la Isabela. Algo ms fcilles resultaba la vida a aquellos pocos que vivan en el interior y

    La Espaola hasta 1500 31

    20 A este tema dedic LAS CASAS el cap. 105 de su Historia.

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    que se hacan servir de los indios de las aldeas hasta que agota-ban sus conucos, circunstancia que aprovechaban para cambiarde residencia.

    A comienzos de 1496 el almirante se dio cuenta de que su sis-tema fiscal haba fracasado y que tena que dar un giro a su pol-tica antes de regresar a Castilla para acallar las posibles acusacio-nes de Aguado y las del medio millar de hombres que ya habanabandonado la colonia. Fue entonces cuando, visto que los ind-genas ni entregaban el impuesto ni cultivaban la tierra, decidirepartirlos entre los colonos para que les sirvieran en las labran-

    zas, a la vez que ordenaba que se deslindaran dos plantacionesde palo de brasil para poder sufragar con las ganancias los gastosde la factora. Dada su condicin de socio monopolista con laCorona, l ostentaba la titularidad de una de las plantaciones,muy probablemente la mayor. Por ltimo, deseoso de contentara la gente que no haba cobrado sus sueldos y de pagar a los pro-veedores que enviaban mantenimientos desde Castilla, opt elalmirante por entregarles a cambio indios esclavos.

    Con estas medidas, en marzo de 1496, don Cristbal endere-z su vuelta a Castilla en la conviccin de que la empresa estabano slo en buenas manos, sino en vas de prosperar. A Bartolo-m Coln, a quien haba nombrado adelantado, lo dej comogobernador y capitn general, y como sustituto a su otro herma-no, Diego, que ya haba regresado de Castilla. Junto a ellos que-daban hombres de su total confianza, como los alcaides MiguelDaz y Francisco Roldn, nombrado alcalde mayor de la Isabelay de toda la isla; el escribano Diego de Alvarado y su criado Ro-

    drigo Prez. Antes de partir encarg a Bartolom la fundacinde una nueva ciudad en el sur de la isla, mandndole que enviasepara poblarla a Francisco de Garay y a Miguel Daz.

    5. 1496-1498, Coln en Castilla

    Coln y Aguado, que apenas haba estado cinco meses en la

    Espaola, regresaron juntos a la Pennsula, desembarcando enCdiz el 11 de junio de 1496. El genovs prepar su estrategia y,como primera medida, adopt el hbito franciscano. De esa gui-sa se present en la Corte, asombrando a todos con su humil-dad. En su equipaje llevaba, adems de esclavos, algunas bazas

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    secretas que quera mostrar: entre ellas la carta a los reyes del re-ceptor Sebastin de Olano, de la que tratamos ms arriba 21. Amayor abundamiento, entreg tambin a los monarcas un curio-soMemorialannimo dirigido a la reina y que algunos han con-siderado como la primera valoracin econmica de las In-dias 22. Aunque pretenda ser un relato imparcial los indioseran buenos y las tierras de extensin indefinida y de grandesposibilidades para la cra de ganado, sin embargo, reconocaque haba poco oro, las especias no eran finas y no mereca lapena coger el algodn. Ms que una valoracin econmica pare-

    ce un texto exculpatorio y laudatorio para el almirante, en el quese viene a decir que en las Indias era poco lo que se poda hacery an menos lo que se poda esperar.

    El annimo informante propona dos soluciones para pacifi-car el territorio. En primer lugar, la sumisin de los indgenas,posible con 200 hombres de a pie, 20 de a caballo y 20 mastinesde presa, y, en segundo lugar, la construccin de una fortaleza enla sierra donde se acababa de encontrar el ansiado oro. Precisa-

    mente dos de las decisiones que Coln acababa de adoptar23

    .Sin duda otras cartas y memoriales fueron utilizadas por elhbil virrey para convencer a los monarcas de la eficacia de sugestin. Coln no fue reprendido y se le autoriz a efectuar unnuevo viaje, el tercero que hara al Nuevo Mundo.

    Pero volvamos a la situacin en la Espaola durante los casidos aos que Coln pas en Castilla.

    6. La vida en la Espaola

    Muy equivocado andaba el genovs cuando sali de la isla. Nidon Diego ni Bartolom Coln eran las personas adecuadas paragobernar, como tampoco lo era la mayora de los dems cargosque haba nombrado apresuradamente antes de partir.

    La Espaola hasta 1500 33

    21

    Publiqu la carta de Olano en Cartas, pp. 224-25. En una nota autgra-fa, escribi Coln al final de la misma: conoimiento del receptor y cartapara sus altezas, cmo yo nunca le imped que l non usare su ofiio.

    22 Cfr. elMemorialen Cartas, pp. 262-265.23 El texto delMemoriales prcticamente idntico a la versin que nos ha

    dejado LAS CASAS en los caps. 104 y 110 de su Historia.

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    No es fcil efectuar un clculo de los espaoles de la isla enesta poca. De los 1.200 hombres que llegaron en 1493, alrede-dor de 250 debieron de regresar con Antonio de Torres en febre-ro de 1494, y la sangra humana continu. La situacin de la co-lonia fue msera desde sus inicios. No slo el hambre y lasenfermedades haban atribulado a los colonos desde que pusie-ron el pie en el Nuevo Mundo, sino que sus expectativas se ha-ban visto frustradas: no haba oro y no se vislumbraba ningunaposibilidad de lucro. La desmoralizacin de los colonos se ve re-flejada en sus constantes peticiones para regresar a Castilla. Y a

    ese descontento responde la cdula de los reyes a Coln de 1 deenero de 1495, ordenndole que deje volver a los que quieren yque no haya en las Indias ms de quinientas personas. Todo pa-rece indicar que el almirante, muy a su pesar, consinti el regresode los peticionarios que, nada ms llegar a la Pennsula, dieronsu versin de cmo se estaba desarrollando la conquista. Noeran buenas noticias, y es de suponer que sus informes desalen-taran a los posibles pasajeros, como demuestra que Coln slo

    pudiera reunir en 1498 una tripulacin de poco ms de 300 per-sonas cuando regres por tercera vez al Nuevo Mundo.Los estudios ms recientes calculan que para finales de siglo

    habra una poblacin blanca en torno a 400 espaoles y no msde 90.000 indgenas, repartidos en los cacicazgos de Caonaob ysus hermanos en la Maguana, Marionex en Magua, Beecho yAnacaona en Xaragu, Higuaman en Higuey, Mayobanex enSaman, y Guacanagar y sus herederos en el Marin 24.

    Como es sabido, Coln, antes de partir para su tercer viaje,

    comenz a organizar su archivo personal. En la Cartuja de lasCuevas encontr el lugar que le pareci idneo y all fue deposi-tando a lo largo de tiempo los documentos que le interesaba es-pecialmente conservar. Infortunadamente el archivo covitano hadesaparecido, pero disponemos de los inventarios que se fueronefectuando conforme pasaban los aos y la familia o sus abo-gados iba sacando legajos para sus pleitos. Los sucesivos in-

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    24 L. ARRANZ [Repartimientos y Encomiendas en la isla Espaola (El repar-timiento de Alburquerque 1514), Madrid, 1992, pp. 36 y ss.], concluye que enla zona de Cibao y la Vega Real haba 6.000 vecinos, entendiendo vecinoscomo bohos, y cada boho habitado por diez o quince personas, un total de90.000 almas.

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    ventarios son una fuente de informacin, aunque trunca, de ca-pital importancia para nuestro tema y a ellos haremos referenciaen varios apartados de este libro. Entre los legajos, perdidos, ha-ba una copia de la gente cristiana que haba en la espaola enel 95, un documento excepcional que nos hubiera aclarado mu-chas dudas 25.

    Hasta 1497 la mayora de la poblacin espaola viva en la Isa-bela, un pequeo poblado en el que se construyeron algunas ca-sas, una iglesia, una crcel, un hospital, un cementerio, un molinoy los almacenes necesarios para depositar las vituallas y guardar

    los animales. Poco ms. Es de suponer que algunos colonos se ins-talaron en torno a las huertas que se fueron levantando a la riberadel ro; el resto bien se fue a vivir cerca de los poblados indgenas,bien formaba parte de las guarniciones de los fuertes del interior.

    La ciudad, comenzada a construir en febrero de 1494, empe-z a desmantelarse tras el terrible huracn que, en junio de 1495,destruy la mayora de los edificios y hundi los cuatro barcosanclados en el puerto. Fue quiz entonces cuando se pens en

    buscar un nuevo emplazamiento. En principio se baraj la posi-bilidad de Puerto Plata, mas, descubiertas las minas de San Cris-tbal, Coln opt por ordenar a su hermano Bartolom que bus-cara un lugar apropiado al sur de la isla para erigir la nuevaciudad. En 1497, cuando Bartolom regres a la Isabela, tras ha-ber encontrado un emplazamiento adecuado, se encontr conque ms de 300 personas haban fallecido. En 1500 la Isabela eraun solar en ruinas y Santo Domingo un ciudad por construir.

    Desde 1493 atendan la vida religiosa de la Espaola un gru-

    po de frailes y legos dirigidos por el cataln fray Bernardo Buil,nombrado vicario apostlico por el papa Alejandro VI. Forma-ban la expedicin cinco franciscanos, tres de ellos eran espao-les: fray Juan Prez de la Rbida, fray Rodrigo Prez y fray Anto-nio de Marchena, si es que lleg a enrolarse, y dos borgoones,los legos Juan de Leudelle y Juan Tisin; tres mercedarios: fray

    Juan de Solrzano, fray Jorge de Sevilla y fray Juan Infante, y unermitao de San Jernimo, fray Ramn Pan. El 6 de enero de

    La Espaola hasta 1500 35

    25 Los sucesivos inventarios fueron publicados por M. SERRANO Y SANZ,El Archivo Colombino de la Cartuja de las Cuevas,Boletn de la Real Acade-mia de la Historia, 97, 1930.

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    1494 concelebraron la que se ha dado en llamar la primera misaen el Nuevo Mundo.

    De su evangelizacin tenemos menos noticias de las que desea-ramos. Es muy probable que fray Buil, como sealan los librosde texto catalanes, erigiera capillas no slo en la Isabela, sinotambin en las primeras fortalezas que se fueron levantando. Y,as, sus paisanos nos aseguran que levant tres iglesias. La prime-ra dedicada a Nuestra Seora de Montserrat (patrona de Catalu-a), la segunda a santa Tecla (patrona de Tarragona) y la terceraa santa Eulalia (patrona de Barcelona) 26.

    Ms noticias tenemos de los dos franciscanos extranjeros,Leudelle y Tisin, que en 1499 regresaron a Castilla con objeto dereclutar ms hermanos de su orden y que volvieron en 1500 for-mando parte de la flota de Bobadilla; de ellos hablaremos msadelante.

    Todo parece indicar que al lego ermitao Ramn Pan le en-carg Coln que se internase entre los indgenas. Tras residir unao en la comarca de Macorx se traslad a la Vega Real, seoro

    del cacique Guarionex, donde estuvo un par de aos hasta que,fracasada la conversin de este cacique y de su familia, a fines de1497 o comienzos de 1498 se traslad al sur de la isla.

    Sus estancias entre los indgenas le hicieron aprender las doslenguas principales de la Espaola, primero la de los macorijes yms tarde la tana, que se hablaba en toda la isla. Una circuns-tancia que, hbilmente, aprovech el almirante para encargarleque averiguase todo lo ms posible sobre los indios y pusiera susanotaciones por escrito. Esto es lo que he podido saber y en-

    tender de las costumbres y los ritos de los indios de la Espaola[...] porque de las dems islas no s cosa alguna, pues no las hevisto, parece que le dijo el ermitao cuando le entreg su ma-nuscrito,Relacin acerca de las antigedades de los Indios, en 26captulos, que yo escrib con presura y no tena papel bastan-te. El texto, hoy perdido, se conoce gracias a las copias que in-cluyeron Hernando Coln en su Historia del Almirante y PedroMrtir en susDcades.

    Era Pan un hombre sencillo, un pobre ermitao como secalificaba a s mismo, que apenas conoca el castellano nos

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    26 Desconozco las fuentes utilizadas por los eruditos catalanes.

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    dice Las Casas, pero que, sin embargo, nos ha legado un im-portantsimo documento. Gracias a su empeo y sagacidad sabe-mos muchas de las costumbres y creencias de los pobladores dela Espaola que, sin su ayuda, se habran perdido. De su laborevanglica tan slo conocemos lo que l, humildemente, noscont al referir, por ejemplo, su alegra cuando en la fortaleza dela Magdalena logr convertir a 16 indgenas de una misma fa-milia y cmo, a imitacin de estos, muchos otros se hicieron cris-tianos.

    No era fcil la labor de los misioneros en la Espaola. A los

    indgenas no les deba de resultar ni comprensible ni atractivo elmensaje evanglico y a la mayora de los espaoles no parece queles interesara especialmente el cultivo de la vida espiritual. Y Co-ln, un hombre profundamente religioso, no dej de advertirlo.Por ello, desde 1494 lo vemos solicitar de los reyes el envo dems sacerdotes para ayudar a los que all estaban, no slo paraevangelizar a los indgenas, sino sobre todo para cuidar de las al-mas de los espaoles que al decir del virrey andaban perdi-

    dos. De nuevo en 1495, cuando fray Buil haca un ao que habaabandonado la colonia, volva a pedir a los reyes que los misio-neros que haban de acudir fueran frailes debotos y fuera decobdiia del mundo, porque nos den buenos ejemplos [...] por-que nosotros emos ms menester quien nos reforme la fee queno los indios tomarla. Ninguna de las flotas de avituallamientoque haban llegado hasta entonces haba llevado nuevos misione-ros. Coln, que desconoca la razn, intent en sus repetidas car-tas a los reyes que se atrajese a los elegidos con la promesa de

    una vida grata en la Isabela, donde se viva estupendamente ydonde los frailes podran disfrutar de una buena casa con huer-tas y todos los alimentos que precisasen 27. Sin duda con estascrticas, nada veladas, a fray Buil, pretenda el almirante contra-rrestar la versin de los hambrientos frailes.

    No parece que Coln dijera toda la verdad en esas cartas. Elhambre haca estragos en las dos comunidades y las hostilidades,muchas veces por la comida, eran frecuentes. Se quejaba Coln y

    justificaba los racionamientos con la excusa de que muchos ha-

    La Espaola hasta 1500 37

    27 As en la carta que desde la Maguana escribi Coln a los reyes el 15 deoctubre de 1495, en Textos, pp. 326 y ss.

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    ban llevado ms criados de los que podan mantener. Muchosindgenas murieron de inanicin, otros se suicidaron y algunosfueron destrozados por los mastines de los espaoles. Tampocoandaban bien los colonos, que sufran una ristra de constantesenfermedades sin mdico que les remediase, ya que el doctorDiego lvarez Chanca haba regresado apenas un ao despusde su llegada, como se record anteriormente. Bien es verdadque de tanto en tanto llegaba a la Isabela un barco con medici-nas y vituallas que eran almacenadas en la alhndiga y controla-das por el almirante, que ordenaba distribuirlas en mseras racio-

    nes: una escudilla de trigo y una tajada de tocino rancioso o dequeso podrido y no se cuantas habas o garbanzos, al decir deLas Casas. Al hambre se uni una terrible enfermedad, la sfilis,que se haba apoderado de un 30 por 100 de la poblacin.

    El gobierno de Bartolom Coln fue un rotundo fracaso. Losnativos, parcialmente pacificados, sufran una cruel explotacin;los espaoles estaban descontentos, y la vieja ciudad Isabela ha-ba sido trasladada a Isabela la Nueva que pronto se llam

    Santo Domingo con todos los problemas que ello acarreaba.En verdad que la situacin de la colonia era insoportable.

    7. La rebelin de Francisco Roldn 28

    Junto a estas calamidades, o precisamente a consecuencia deellas, tuvo lugar una rebelin al mando de Francisco Roldn.

    Aprovechando la marcha de Bartolom a Xaragu, adonde

    haba acudido para establecer el impuesto con el cacique Bee-cho y su hermana Anacaona, ya viuda del cacique Caonoab,Roldn comenz a intrigar contra Diego Coln. En el puerto dela Isabela tan slo quedaba una carabela, construida all mismo,a la que le faltaban las jarcias y que estaba varada como seguropor si en algn momento el almirante, o sus hermanos, quisieranutilizarla para regresar. Roldn, con la disculpa de que quera ha-cerla navegar, orden que se aprestase, a lo que se neg don Die-

    38 Consuelo Varela

    28 A la rebelin de Roldn dedic LAS CASAS los caps. 149 y ss. de su His-toria, FERNNDEZ DE OVIEDO, los caps. 2 y 3 del libro 3. y Hernando COLNlos caps. 74 al 82.

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    go. Este fue un motivo ms que suficiente para que el alcalde vo-ceara que el control de la carabela por parte de los extranjerossignificaba para el grueso de la poblacin no slo que no po-dran regresar jams a Castilla, sino que tampoco podran enviarnoticias acerca de su situacin, pedir suministros, etc.

    Propona Roldn a los suyos que, puesto que no se les abona-ban los sueldos y la comida era ms que escasa, secuestrasen la ca-rabela para dirigirse a otra zona de la isla donde pudieran gozarde mltiples libertades. All las tierras seran repartidas equitativa-mente y podran unirse a las mujeres indias, unin hasta entonces

    vedada por el adelantado, que les obligaba a cumplir los tres votosreligiosos. Adems, Roldn no dejaba de asegurarles que su posi-cin era la adecuada pregonando que, dada su condicin de alcal-de mayor de la isla, jams seran castigados: l era la autoridad quetomaba el mando ante la mala gestin de los hermanos Coln.

    El grupo de descontentos, entre los que figuraban como prin-cipales cabecillas el alcaide de la Magdalena Diego de Escobar,Pedro de Valdivieso y Adrin de Mxica, intent establecer un

    nuevo rgimen en la isla apoyndose en los indios, a los que pro-metieron levantar el tributo si se avenan a colaborar. Tras variosatentados contra el adelantado, que consigui salir ileso, asaltosa las fortalezas de la Concepcin, repelidos por Miguel Ballestery Garca de Barrantes, y finalmente el atraco y desvalijamientode la alhndiga de la Isabela, los amotinados se establecieron enel territorio de Xaragu. En el recorrido no faltaron violaciones,atropellos y hasta el rapto de la favorita de Guarionex, quizperpetrado por Miguel de Barahona.

    En varias ocasiones se entrevistaron Roldn y don Bartolomsin llegar a ningn tipo de entendimiento. Roldn, como dej es-crito Pedro Mrtir, le espetaba en cada uno de los encuentros:Bien vemos que el almirante, tu hermano, ha muerto, y que nues-tras vidas le preocupan poco a nuestros reyes; mientras te segui-mos, nos morimos de hambre, y nos vemos obligados a buscar portoda la isla alimentos repugnantes. Adems el almirante me dej

    juntamente contigo como gobernador de la isla. Por tanto, nues-

    tro propsito es negarnos a obedecer en adelante tus rdenes29

    .No haba ninguna posibilidad de llegar a un acuerdo.

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    29 Vase la versin de Mrtir en Cartas, pp. 95 y ss.

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    A fines de marzo o primeros das de abril de 1498 lleg a Xa-ragu, por error, una flota de dos barcos comandada por AlonsoSnchez de Carvajal, al que acompaaba Pedro Fernndez Coro-nel, ambos buenos amigos del almirante. La calidad de los tripu-lantes de la flota, ocho escuderos y nada menos que 47 balleste-ros, indica bien a las claras que se trataba de un contingentemilitar que Coln enviaba a sus hermanos como apoyo contralos indgenas, pues an nada saba de la rebelin de Roldn.Tambin viajaron entonces cuatro mujeres: Catalina de Sevilla,mujer de Pedro de Salamanca; Gracia de Segovia, y las dos gita-

    nas Catalina y Mara 30.El desconcierto de los recin llegados, que en modo alguno seesperaban esa situacin, y la falta de liderazgo de Carvajal, queno se atrevi a sujetarles, permiti que muchos se pasaran albando del rebelde. Nada saban del almirante desde que se sepa-r el convoy en las Canarias. La incertidumbre les invadi pen-sando que tal vez no volveran a verle.

    En esas circunstancias, muchos debieron de pensar que lo

    menos malo era unirse a Roldn, que, al fin y al cabo, era una au-toridad en la isla y un hombre de prestigio. Adems, para incli-narlos a su partido, el rebelde les sedujo, en palabras de PedroMrtir, prometindoles en vez de empuar el azadn, tocar te-tas de doncellas; en vez de trabajo, placer; en vez de hambre,abundancia, y en vez de cansancio y vigilias, ocio. En verdaddeba de resultar difcil resistirse a semejantes promesas. Con losnuevos refuerzos se propuso Roldn dirigirse a la fortaleza de laConcepcin en la Vega Real, al mando de Miguel Ballester.

    Entre tanto, el 31 de agosto de 1498 regresaba Coln a SantoDomingo, despus de haber descubierto el continente sudameri-cano y las perlas del golfo de Paria. Esas perlas que habran decausar tantos problemas.

    El 16 de octubre, tan pronto como Ballester supo las inten-ciones de Roldn se apresur a escribir a don Cristbal 31. Seria-mente preocupado por los acontecimientos, recomendaba al al-mirante que llegara a un trato con los amotinados y que se

    40 Consuelo Varela

    30 La nmina y circunstancias del embarque pueden consultarse en J. GIL,El rol del tercer viaje colombino, en J. GIL y C. VARELA, Temas Colombinos,Sevilla, 1986, pp. 1-28.

    31 La carta de Miguel Ballester puede consultarse en Cartas, p. 277.

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    aviniese a dar permiso para regresar a Castilla a los que quisie-ren, pues, de otra forma, podra an crecer ms el nmero de losrebeldes.

    Un da ms tarde, Francisco Roldn, Adrin de Mxica, Pe-dro de Gmez y Diego de Escobar enviaron una carta al almi-rante. Tras explicar los motivos de su distanciamiento, que noeran otros que librarse de la ira del adelantado para evitar losagravios que continuamente les infliga, los firmantes haban de-cidido separarse para evitar que aquellos que queran ir contral para le destruir pudieran cometer un crimen. Con su actitud,

    siguen diciendo, emos trabajado de sostener en concordia y enamor toda la gente que en esta compaa est, convencidos deque a su llegada Coln oira las razones de unos y otros; mas, vis-to que ya haca un mes que haba arribado a Santo Domingo yque no haban recibido invitacin para presentarse a su presen-cia, solicitaban por cumplir con nuestras honras, separarse desu compaa 32. Era un desafo en toda regla.

    Dos das ms tarde les contest Coln en una carta dirigida

    exclusivamente a Roldn33

    . El almirante, muy dolido por la si-tuacin, lo instaba a la concordia, recordndole que incluso ha-ba retrasado dieciocho das el retorno de los barcos a Castillapor si l o alguno de los suyos hubiera querido regresar 34.Respondi Roldn exigiendo un salvoconducto que al punto leenvi don Cristbal desde Santo Domingo el 26 de octubre.

    Las negociaciones fueron largas y en ellas intervinieron, ade-ms del almirante, Alonso Snchez de Carvajal, Pedro FernndezCoronel, Pedro de Terreros, Diego de Alvarado y Rafael Catao,

    que fueron los firmantes del seguro que en agosto de 1499 envia-ron a Roldn para que acudiera a Santo Domingo. Un mes mstarde, el almirante se vio obligado no slo a retirar los cargosque tena contra Roldn, sino incluso a darle una extensa conce-sin gratuita de tierras en la zona de Xaragu.

    Tanto Roldn como Coln enviaron al punto sus versiones delos acontecimientos en la flota que parti a fines de septiembre.Segn Las Casas, el almirante anduvo dudando si deba de re-

    La Espaola hasta 1500 41

    32 Publiqu la carta de los rebeldes en ibid., pp. 278-279.33 La carta de Coln y el seguro en Textos, pp. 412-414.34 Nada deca la carta de los amotinados a este respecto, quiz Miguel Ba-

    llester, el portador, lo dijo al almirante de palabra.

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    gresar l mismo para dar cuenta a los reyes de los acuerdos a quehaba llegado con el rebelde, pero al fin se decidi a enviar porsus procuradores a Miguel Ballester y a Garca de Barrantes,como personas que haban sido testigos oculares, bien provis-tos de los procesos que se haban hecho contra Roldn y sus se-cuaces. Por parte de Roldn, que qued en la Espaola, embar-caron varios de sus compaeros, cuyos nombres desconocemos,a los que Coln regal dos o tres esclavos.

    Las Casas resumi en su Historia las nueve razones que Colnsealaba a los reyes, en una carta hoy perdida, exponiendo por

    qu no deban de guardarse con Roldn los asientos que l se ha-ba visto obligado a firmar 35. Como en la mayora de las argu-mentaciones colombinas, las consideraciones resultan peregri-nas. En primer lugar, porque no haba existido un mutuoacuerdo: l haba firmado el papel, ya redactado, que le habaentregado el rebelde; adems, el documento se ratific en la ca-rabela, donde no se usa el oficio de virrey; a estos dos defectosde forma se unan otras consideraciones: con traidores condena-

    dos tras un proceso y sentencia no se poda pactar; ni tampocoera l quien para tratar de asuntos tocantes a las posesiones deSus Altezas. Por si ello fuera poco, haba tambin otros motivospecuniarios que daaban los intereses de la Corona: Roldn noslo haba incluido en la nmina de los que regresaron a Castillaa un grupo de delincuentes y homicidas que haban acudido alNuevo Mundo con condicin de servir por una serie de aos,sino que, incluso, quisieron ser pagados por todo el tiempo queestuvieron alzados; muy al contrario, sigue argumentando el vi-

    rrey, ellos deban de abonar por todo lo que se gast en perse-guirlos, y Roldn en persona debera de pagar los sueldos de losque se le unieron. Por ltimo, recordaba el almirante que Roldnno haba dado la lista de los hombres de su compaa y termina-ba con una consideracin moral: antes de ir a las Indias todoshaban hecho el juramento de servir bien y lealmente, cosa queevidentemente no haban cumplido. Pocos das ms tarde de queColn redactase esta carta, Roldn le entregaba la nmina de los

    102 hombres que formaban su compaa, cuyos nombres desco-nocemos.

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    35 Vase el cap. 118 de su Historia.

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    Por su parte, Roldn y los suyos, sigue diciendo Coln, de-ban de pagar los daos y menoscabos causados a la haciendareal as, como las dos carabelas que haban asaltado en la Isabela;adems deban de comprometerse a nunca jams decir que fuebien hecho de se alzar y a obedecer los mandamientos reales ydel almirante; de no cumplir estas clusulas, las penas seranperdimiento de vida, de los bienes y de los oficios.

    En esas mismas carabelas, como decamos ms arriba, Roldnenvi al cardenal Cisneros una carta, largusima, dando cuenta delos motivos de su rebelin y del desarrollo de los acontecimien-

    tos 36. El tono, respetuoso y cordial, parece indicar una cercanaentre los dos personajes, como si ambos fueran conocidos de an-tao. El alcaide expona los hechos, muy probablemente sin men-tir, aunque ocultando los acontecimientos que no le eran propi-cios. As, le explicaba cmo el adelantado se haba excedido ensus atribuciones, gobernando con excesivo rigor no slo a los co-lonos, sino tambin a los indgenas, contra los que inici, ausen-tndose de la Isabela, varias campaas en el sur de la isla. Y fue-

    ron las sucesivas rebeliones de los indios las que le obligaron,ante la incompetencia de don Diego, a recoger a todos aquellosque andaban desperdigados por los alrededores para evitar quefueran asesinados; e incluso en su propia hacienda l mismo or-den asar pan para aliviar el hambre de los colonos. Cuando losindios asaltaron las fortalezas de la Concepcin y la Magdalena,ante la necesidad imperante de comer y luchar contra los indge-nas, se vio obligado a asaltar la alhndiga de la Isabela a fin de to-mar las armas con que defenderse de los indios y tener comida

    para l y sus hombres. Relata Roldn el encuentro con FernndezCoronel a voces a ambas orillas del Ozama, y la negativa de este aprestarles ayuda. Ante esa situacin, sigue diciendo el rebelde,decidieron dirigirse a Xaragu, donde encontraron cobijo no slol y sus compaeros, sino tambin muchos de los que acababande llegar de la Pennsula, quienes, sabedores de que el adelantadotrataba mal a la gente, decidieron unirse a su cuadrilla, y para queno les mataran los indios les hizo la caridad de acogerlos.

    No cuenta Roldn que en su huida a Xaragu robaron el hatoreal de las yeguas y caballos y mataron cuantas vacas pudieron,

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    36 Publiqu la carta de Roldn a Cisneros en Cartas, pp. 271-76.

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    ni que l mismo se permiti arrebatar la mujer al cacique Gua-rionex, como refiere Coln en su carta a los reyes. S, en cambio,da ms noticias de los trmites que precedieron a la firma delacuerdo con el virrey. As, parece que, en un principio, haba de-cidido regresar con los suyos a Castilla y que, a tal fin, Carvajal leentreg dos barcos tan podridos que, antes de hacerse a la mar,naufragaron. En el cruce de documentos de la capitulacin, se-alaba Roldn que fue l mismo quien redact el acuerdo, unavez consultado el texto con sus compaeros. A la firma, en laque no estuvo presente Carvajal, asistieron adems del almirante

    y otros muchos, Coronel, Ballester y un tal Carrimos.Nada dice Roldn de los acuerdos a que llegaron, salvo queCarvajal no quiso devolverle la cabalgadura que le corresponda.Y para demostrar la mala calaa del almirante, terminaba la car-ta contando que Coln, en vez de socorrer al cacique Diego Co-ln, que les haba ayudado hasta que no le qued de comer, lomand capturar junto con su mujer y ms de sus 200 indios.Todo eso y mucho ms conocera el cardenal cuando hablara

    con los portadores de esa carta y viera la pesquisa que con ellosle enviaba.

    8. Nuevas complicaciones

    Tras el motn de Roldn y las desastrosas capitulaciones deColn con el rebelde, se inaugur una nueva etapa en la colonia.Coln, sabedor de que no poda controlar la situacin, peda a

    los reyes constantemente que le enviasen oficiales competentes.Adems de algunas personas para su consejo, eso s, sin que tu-vieran las mismas preeminencias que l, solicitaba un letrado paraejercer justicia, un teniente de contadores mayores y un tesoreroque se encargara de negociar las cosas de la hacienda real. Alalmirante los dedos se le hacan huspedes y, por ello, tambinpeda a los reyes que enviasen a su hijo Diego para aliviarle en lagestin de la colonia: a tal efecto, l haba ordenado a Miguel Ba-

    llester que amojonase unas tierras, cerca de la Concepcin, dondesu primognito tuviera una casa y campo para establecerse 37.

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    37 Escrita en la Concepcin el 21 de mayo de 1499, en Textos, pp. 418-19.

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    A Roldn y a los suyos reparti Coln por sus cdulas lotesde tierras por toda la isla, dando origen a lo que ms tarde se lla-maran repartimientos y luego encomiendas, adems de vacas,puercos e, incluso, pavos. Algunos se establecieron en el Bonao,donde Roldn puso por alcaide a Pedro Riquelme, que al puntoorden construir una fortaleza, con la oposicin sin xitode Pedro de Arana; otros se establecieron en la Vega, otros enSantiago y al propio Roldn le concedi Coln la regin de Bee-cho con sus gentes y vasallos. Toda la isla, al decir de Las Casas,estaba sembrada de rebeldes.

    En verdad Coln no tuvo tiempo de descanso. A los pocosdas de firmar la capitulacin con Roldn, lleg a sus odos queuna flota al mando de Alonso de Hojeda, y con Juan de la Cosacomo piloto, haba atracado en Yquimo. Coln, que en unprincipio crey que se trataba de una flota ms de avitualla-miento, pronto supo que los recin llegados andaban cogiendopalo de brasil. Indignado, decidi enviar a Roldn con dos cara-belas a fin de impedrselo e informarse de las razones que les

    haban llevado a llegar a la Espaola por tan extrao camino.Tan pronto como lleg a Yquimo, Roldn comprob que la ex-pedicin haba sido autorizada y que a sus armadores se les ha-ba a otorgado una licencia para descubrir. Juan Velzquez y

    Juan Vizcano le mostraron la capitulacin firmada por el obis-po Fonseca. Tras una serie de encuentros y desencuentros, Rol-dn consigui que Hojeda abandonara la isla a comienzos demarzo de 1500.

    La corta estancia de Hojeda y Juan de la Cosa en la isla in-

    crement an ms el descontento de los colonos que todava nohaban cobrado sus salarios. El conquense aseguraba a todoscuantos quisieran orle que, si le seguan, podran juntos acudirante el almirante y obligarle a que les pagara. Y adems, dndo-selas de enterado, dej caer el rumor de que Coln iba a serpronto destituido e, incluso, algunos llegaron a creer que l mis-mo traa los papeles que as lo acreditaban. Una vez ms un re-cin llegado iba esparciendo chismes y sembrando desconcier-

    tos que encontraban odos crdulos en una poblacin carentede informacin.

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    9. La pesquisa a Alonso de Hojeda

    El almirante se sinti ofendido con la llegada de Hojeda, unhombre que tan bien haba trabajado bajo sus rdenes y al quehaba dedicado tan cariosas palabras en sus cartas a los reyes.Irritado, orden al punto a su lugarteniente Rodrigo Prez que leabriera un proceso. En fecha que desconocemos, pero que tuvoque ser inmediatamente despus de la salida de Hojeda de la isla,Prez inici la investigacin de acuerdo con un interrogatorio de

    once preguntas, que hubo de preparar junto con Coln 38. Lostestigos deban testificar sobre las actuaciones de Hojeda desdeque sali de Cdiz sin el permiso conjunto de los reyes y el almi-rante, un asunto que a Coln le interesaba especialmente aclarar,dado que contravena sus capitulaciones con la Corona. Las pre-guntas trataban de averiguar si haba asaltado una nave cerca delPuerto de Santa Mara; si haba vendido plvora a los moros enSaf, comercio absolutamente prohibido; si haba capturado otro

    navo cerca de las Canarias; si en Lanzarote haba robado enunas propiedades de Ins Peraza toda clase de mercaderas: ce-bada, ganado y jarcia para pertrechar sus dos barcos. Y, ya des-pus de su llegada a Paria, deban de declarar si era verdad quehaba soliviantado a los indgenas que Coln haba dejado tan so-segados y amigos de los espaoles el ao anterior.

    Sobre su estancia en la Espaola, el tema que ahora nos ocu-pa, las preguntas resultan especialmente interesantes. Los testi-gos deban contestar si Hojeda, aun sabiendo que ya Coln y

    Roldn haban llegado a un acuerdo, haba intentado concertarsecon los antiguos amotinados, prometindoles que les seran pa-gados sus sueldos y que les repartira cuantos indios y tierras ne-cesitaran. Por ltimo, cuantos fueran llamados a declarar debansealar los nombres de las personas que estaban dispuestas a di-rigirse con l a Santo Domingo y, tras presentarse ante el almi-rante como amigos, prenderlo tanto a l como a sus hermanos.El mismo ardid que Coln haba recomendado practicar a Hoje-

    da cuando aos atrs le haba enviado a capturar a Caonaob.

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    38 La duquesa de BERWICK Y ALBA public la pesquisa en Autgrafos deCristbal Coln y Papeles de Amrica, Madrid, 1892, pp. 25-38.

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    El manuscrito de la pesquisa que se nos ha conservado slocontiene la declaracin de dos testigos, Juan Velzquez y el ciru-

    jano maestre Alonso, participantes en la expedicin. Los dosdieron una versin muy desfavorable a Hojeda, contestando afir-mativamente a todas las preguntas y aadiendo alguna que otracosa de su cosecha. As, sabemos que Juan Velzquez le recrimi-n su manera de proceder y que por ello fue expulsado de sucompaa, y que al maestre Alonso le haba prometido ser el ni-co cirujano de la isla, si se avena a ir contra el almirante. Natu-ralmente, ambos prefirieron quedarse en la Espaola antes que

    regresar a Castilla con semejante personaje. Otros muchos, sinque acertemos a calcular su nmero, debieron tambin de optarpor no regresar a la Pennsula. El viaje haba sido largo y acci-dentado y no querran exponerse a nuevas aventuras.

    Tanta importancia debi de dar Coln a esta pesquisa y a laque, al parecer, realiz contra Roldn, que conserv una copiade las mismas entre los documentos que guard celosamente suamigo el cartujo fray Gaspar Gorricio.

    10. Las rebeliones de Fernando de Guevaray de Adrin de Mxica 39

    Entre los personajes que haban llegado en la flota de Hojeday se haban pasado al bando de Roldn hay uno que nos interesaespecialmente, Fernando de Guevara Quin era este don Fer-nando? Sin duda debe de tratarse del mismo que haba solicita-

    do aos atrs regresar a Castilla. Pero, cmo era posible quequien haba deseado salir a toda prisa retornara tan slo dosaos ms tarde? La respuesta nos la dan los dos testigos de lapesquisa incohada a Hojeda: Fernando Ladrn de Guevara erani ms ni menos que el capitn del barco que haba capturadoHojeda en el cabo de Aguer y que haba sido obligado a dirigirseal Nuevo Mundo.

    En toda guerra hay botn, y los que ayudaron a Roldn no du-

    daron en solicitar el reparto. Tan pronto como desaparecieronlas carabelas que condujeron a Hojeda a la Pennsula, don Fer-

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    39 En LAS CASAS, cap. 169, y Hernando COLN, cap. 134.

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    nando se present ante el alcalde mayor exigindole tierras. Rol-dn, condescendiente, le dio a elegir y l escogi unas en el Co-tuy, junto a las que tena su primo Adrin de Mxica, que, al pare-cer, eran ricas; Mxica, adems, posea una buena reata de perrospara cazar hutas. En el camino hacia a sus posesiones, don Fer-nando se detuvo en la morada de Anacaona, donde cay prendi-do de amor por Higueymota, la hija de la cacica, que se la diopor esposa. Pronto le lleg la noticia a Roldn, que en tiemposhaba estado unido a la muchacha. Enfurecido, le envi un men-sajero conminndole a que se retirara a sus tierras abandonando

    a la india. Guevara, perdidamente enamorado, teji una conjurapara matar a Roldn, que lo apres sin demasiadas dificultades.Roldn, que no quera complicaciones ni ser juez en el asunto, trasescribir al almirante, se lo envi detenido. En cuanto Mxica supola prisin de su primo, decidi levantar a su gente con el propsi-to de liberarle y matar a Francisco Roldn y al almirante.

    Hasta aqu concuerdan todas las fuentes, pero a partir de estemomento las versiones sobre lo que va a suceder difieren com-

    pletamente. Cuenta Las Casas, aduciendo el testimonio de un talVillasante, que el propio Coln logr apresar a los primos y quefue l quien orden la muerte de Mxica. La sentencia hubo deretrasarse. El condenado, que peda confesin, se qued sin ha-bla ante la llegada del sacerdote en varias ocasiones, lo que obli-g a que los oficiales, hartos de esperar, optaran por tirarle desdelo alto de una almena de la crcel. Segn Hernando Coln, fueRoldn quien se encarg del trabajo.

    Mientras que Hernando Coln calla la represin que sigui a

    este despeamiento y sigue diciendo que Roldn envi a Fernan-do de Guevara a la Vega, donde se encontraba don Cristbal,Las Casas ech ms lea al fuego. Cuenta el dominico que, trasla muerte de Mxica, se sigui una fuerte represin en la queColn mand prender a Pedro Riquelme y a otras personas que,

    junto a don Fernando, estaban en la fortaleza de Santo Domin-go. Por su parte, el adelantado se despach deteniendo a losconjurados, matando a algunos y encerrando en un pozo a los

    diecisis que estaban a la espera de ser ejecutados, hasta quevino a la sazn quien se lo impidi.Las divergencias entre Las Casas y don Hernando han hecho

    correr ros de tinta. Para la mayora de los autores, Las Casas es-taba equivocado o fue engaado por sus informantes.

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    Fue justo en este momento, tan difcil, cuando lleg a la islaFrancisco de Bobadilla, inicindose de inmediato la pesquisaque ahora damos a la luz y que definitivamente va a resolver al-guna de estas cuestiones.

    La Espaola hasta 1500 49

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    CAPTULO IIEL FRACASO DEL VIRREY

    1. La designacin de un nuevo gobernador 1

    A todas luces el virrey haba fracasado y los reyes, poco apoco, fueron perdiendo la confianza que haban depositado en

    su almirante de la mar Ocano. Todo lo que se les contaba sobrelas actuaciones en la Espaola tena que inducirles a sospecharque los hermanos Coln eran excesivamente dados a la severi-dad y al uso de la fuerza. Eran, adems, malos gobernantes, queni siquiera haban conseguido dominar a su propia hueste. Laempresa, al decir de muchos, iba a la deriva y en Castilla la opi-nin generalizada era que deban ser expulsados. Pese a todo,los monarcas no actuaron nunca en sus decisiones de maneraprecipitada y en todo momento procuraron escuchar las explica-

    ciones de don Cristbal y contrastar las opiniones, como de-muestra que en 1498 le autorizaran de nuevo a zarpar con todossus poderes intactos.

    Cul fue la espita que desencaden el envo de un juez pes-quisidor? Cuenta Las Casas que poco antes de partir para su ter-cer viaje tuvo Coln un incidente grave con el contador Jimenode Briviesca, quien, muy en su papel, andaba criticando al almi-rante y los gastos, a su modo de ver exagerados, que se efectua-

    1 A la llegada de Bobadilla y sus actuaciones dedic FERNNDEZ DE OVIE-DO el cap. 6 del libro 3. de su Historia, LAS CASAS los caps. 176-180 y Her-nando COLN los caps. 85 y 86. Las diversas cdulas a Bobadilla en Col., II,pp. 1139 y ss.

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    ban en las Indias. Justo el da de la partida acudi Briviesca a lanave del almirante, quien, nada ms divisarlo, se lanz contra lpropinndole en pblico muchas coces y remesones. Su vio-lenta y disparatada actitud hubo de causar hondsima impresina todos los asistentes que, por primera vez, vean a un Coln en-furecido y fuera de control. Lo trat mal, dice Las Casas paraaadir a continuacin, y, a mi parecer, por esta causa principal-mente, sobre otras quejas que fueron de ac y cosas que murmu-raron dl y contra l los que bien con l no estaban le acumula-ron, los reyes muy indignados proveyeron de quitarle la

    gobernacin, enviando al comendador Francisco de Bobadilla,que esta isla y todas estas tierras gobernase. Los rumores pare-can confirmarse: incluso en Castilla Coln actuaba de maneraimpropia de un virrey.

    Pocos meses despus, en otoo de ese mismo ao, llegaban ala Pennsula los primeros informes de la sublevacin de Roldn,tanto los emitidos por el almirante como los del propio rebelde,amn de un importante cargamento de esclavos. Fue entonces

    cuando, accediendo a la solicitud de Coln, que, a toda costa se-gua pidiendo un juez que le ayudase a administrar justicia, losreyes decidieron nombrar para ello a una persona de su confian-za. Segn cuenta Fernndez de Oviedo, escogieron a un cava-llero, antiguo criado de la casa real, hombre muy honesto y reli-gioso llamado Francisco de Bobadilla, caballero de la ordenmilitar de Calatrava; un hombre llano y humilde corroboraLas Casas, aadiendo, nunca o dl, por aquellos tiempos [...]cosa deshonesta, ni que supiese a cudicia, antes todos decan

    bien dl; la misma versin que nos dej Andrs Bernal, el curade los Palacios, que calific a Bobadilla de gran caballero yamado de todos 2.

    En un principio, los poderes que este recibi se limitaban ex-clusivamente a la realizacin de una investigacin judicial sobreel levantamiento de Roldn para proceder segn derecho. Laprovisin, fechada en Madrid el 21 de marzo de 1499, instaba aColn a que le prestase todo el apoyo posible. Los reyes no ha-

    can ms que atender a la solicitud de su almirante.

    52 Consuelo Varela

    2 En sus Memorias del reinado de los Reyes Catlicos, edicin de J. deMATA CARRIAZO, Sevilla cap. 131.

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    Dos meses ms tarde, el 21 de mayo, los reyes emitieron dosnuevas provisiones. En la primera, dirigida a los concejos, justi-cias, regidores, caballeros, escuderos, oficiales y hombres buenosde las islas y tierra firme, se les comunicaba que el comendadorFrancisco de Bobadilla haba sido nombrado gobernador. Paranada se menciona a los Coln: ni a don Cristbal, el virrey y go-bernador general, ni a don Bartolom, el adelantado. Eso s, si elgobernador decidiese que alguna persona debiera salir de las In-dias y ser enviado a Castilla, que lo l pueda mandar de nuestraparte que los faga dellas salir. La segunda provisin iba endere-

    zada a Coln, quien, por primera vez, no recibi ms tratamien-to que el de nuestro almirante del mar ocano, a sus hermanosy a quienes tuvieran alguna autoridad en las Indias, ordenndo-les entregar a Bobadilla todas las fortalezas, casas, naves, armas,pertrechos, caballos y ganados y concluyendo: lo cual todo vosmandamos que fagades, so pena de caer en mal caso, y en lasotras penas y casos en que caen e incurren los que no entreganfortalezas y otras cosas, sindoles demandadas por su rey e reina

    y seores nat