La Cabra de Nubia_ Jesús Zárate Moreno

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La cabra de NubiaJess Zrate Moreno

Le doy diez pesos.Vale quince. Ni un centavo menos.Diez pesos.Quince.Podramos partir la diferencia: doce y medio.No; quince. Es el nico precio.El joven mir la cabra. Era un precioso animal. A pesar de su cornamenta, tena un aspecto inofensivo y unos ojos melanclicos, que daban lstima.Doce y medio volvi a decir, dando una vuelta en torno de la cabra.Consideraba que vala quince pesos, pero pensaba insistir en doce y medio hasta el ltimo momento. Era una cabra magnfica. La piel brillante, las ubres opulentas, todo denunciaba en ella la seleccin de la especie.Doce cincuenta dijo por tercera vez.Vale quince repiti el otro, un hombre tuerto, de largos bigotes. Ni un centavo menos. Dnde consigue usted una cabra de Nubia por ese precio? Si la vendo en eso, es porque necesito el dinero. Mi mujer va a tener un hijo... Entiende? Necesito el dinero.Al hablar as, el tuerto apuraba un vaso de aguamiel. Era forastero, segn haba dicho; de todos modos era la primera vez que se le vea por aquellos contornos. Haba llegado un momento antes, tirando de la cabra, orgulloso de ser su dueo, exhibindola a los ojos de todos como un ejemplar nunca visto. Despus de beber, dej el vaso sobre el mostrador, sac del bolsillo una moneda de cinco centavos, y pag. El tendero se mova con languidez entre las sombras de la fonda. Recibi la moneda, dando las gracias, y se retir al fondo del establecimiento, de donde haba salido, a un sitio donde nadie lo vea y desde donde l observaba muy bien a todos los clientes.No hay quin le d ms de lo que yo le ofrezco insisti el joven.Es una cabra de Nubia.Podra ser una cabra del cielo. No vale ms. Doce cincuenta!Bien... Es suya. Me ha convencido. Necesito el dinero, y no hay remedio. Puede llevrsela.El tuerto cont el dinero. Doce billetes de un peso, y cinco monedas de diez centavos. Revis los billetes minuciosamente, uno a uno, mojndose los dedos con saliva al repasar su valor y comprobar su autenticidad.Despus los levantaba a la altura de los ojos y los examinaba al trasluz, sostenindolos en el aire, con cmica desconfianza.Son legtimos dijo el comprador.No lo dudo replic el tuerto. Pero es mejor estar seguros. Hay muchos falsificadores.Podra hacerme un favor?Con mucho gusto, si Dios quiere dijo el tuerto.No puedo llevarme la cabra ahora. Vendr maana a buscarla, en un camin. Dejo su valor y maana a las tres vendr a llevarla. En dnde vive usted?Aqu me encontrar.Inmediatamente se despidieron. El joven ech una ojeada a la cabra.Estaba orgulloso con la adquisicin. Le pareca que haba engaado al vendedor. La cabra, sin duda, vala mucho ms del precio que haba pagado por ella. Maana, a las tres, volvi a decir al salir. Un momento despus, en la carretera, se sinti la marcha del motor del automvil en que viajaba. El auto dej al pasar una nube de polvo, cuyas briznas invadieron la tienda, haciendo estornudar a la cabra.Otro vaso de aguamiel orden el tuerto cuando estuvo solo.El propietario de la fonda emergi de la sombra, detrs del mostrador. Busc un vaso y lo enjuag en una olla. Luego tom un cucharn y lo hundi en el barril burbujeante y llen el vaso con el lquido fermentado. Despus de dejarlo sobre el mostrador, volvi a perderse en la sombra.Quin es el que me ha comprado la cabra? pregunt el tuerto.Nadie contest.Quin es? insisti. Estaba aqu, conversando con usted, cuando yo llegu. Supongo que lo conocer.El ventero volvi a aparecer. Morda un terrn de azcar. Al hablar, las palabras chirriaban en su boca, cuando los dientes chocaban contra partculas de azcar retrasadas en la salivacin calmosa.Es un loco dijo.Cmo?Un loco.No lo parece. Es muy joven...Los jvenes no pueden ser locos? Qu criterio!No me dej terminar. Iba a decir que es una desgracia que sea loco, siendo tan joven. Pero... de dnde saca usted que sea loco?Su padre era muy rico. El hombre ms rico de la provincia. Al morir le dej todos sus bienes. Ah donde usted lo ve ahora, bien vestido, con camisas de seda, con automvil y todo, no tiene dnde caerse muerto...En ese momento se sintieron pasos en la carretera. Era ya un poco tarde, y el sol se alejaba de la fonda rural, rodando por el campo, como una bola de fuego. En el ro, bajo el puente, cerca de la construccin, se baaban varios chiquillos. Gritaban con vivo entusiasmo, pero el viento clido se llevaba sus palabras muy lejos; y hasta all slo llegaba el ceceo apagado de las voces. Los pjaros regresaban a los aleros de la casa y penetraban en sus nidos, con precisin y seguridad de flechas aladas.Tres hombres entraron en la tienda y pidieron cerveza. Uno de ellos ocup una silla y se dedic a afinar la bandola que llevaba. Sus dedos acariciaban las cuerdas de la bandola y de las tripas de cobre del instrumento surgan diversos sonidos, destemplados unos, armoniosos otros, todos torpes e imprecisos.Hermoso animal! dijo uno de los recin llegados, mirando la cabra.Los otros la contemplaron y alabaron la elstica finura de sus miembros.El tuerto levant la soga con que la tena atada, tratando de atraerla. Pero la cabra se resisti y dio muestras de mal humor al verse arrastrada a la fuerza.La vende? pregunt el hombre que haba hablado antes.Veinte pesos! respondi el tuerto.Quince.Quince pesos, una cabra de Nubia? Ni pensarlo.Quin dijo que ese animalejo era de Nubia?Se la compr al gobierno. Es de las que import el gobierno para mejorar las razas criollas. Vale cuatro veces ms, pero yo la vendo porque necesito el dinero. Mi mujer va a dar a luz... Entiende? Vale veinte pesos.Quince.Bueno. Ya que insiste, se la dejar en quince. Es suya.El ventero lo mir, asombrado de su audacia. Luego se hundi en la penumbra, porque no le gustaba ser testigo de los negocios que se ventilaban en la tienda. Le bastaba vender, sin or ni ser odo, ni meterse en los asuntos y discusiones de los campesinos y tratantes. Nunca sala del fondo del establecimiento, ni siquiera para comer; su mujer deca que estaba abotagado por falta de sol y ejercicio, y que un da iba a reventar como una vejiga. El de la cabra cont los billetes, esta vez sin dificultad, porque se trataba de tres billetes nuevos de cinco pesos.No puedo llevar hoy la cabra dijo el nuevo comprador. Tendr que venir maana por ella. Es muy tarde para llevrmela, y no tendra dnde dejarla esta noche. Vive usted aqu?No: al otro lado del ro. Pero no importa. Vendr maana a las tres.Para seguridad de todos propuso el hombre de la bandola podra dejarla aqu mismo, en los corrales de la casa.De ninguna manera! grit el ventero desde la sombra. Los corrales de la casa estn llenos, y a mi mujer no le gusta que guarden animales en ellos sin su consentimiento...Maana a las tres estar presente dijo el comprador. Ha hecho usted un buen negocio: lo felicito. Quince pesos son una buena suma. Cmo se llama?Francisco Quintana, servidor.Gracias. Maana, a las tres!Los hombres se pusieron en marcha. El tuerto sac un cigarrillo, lo parti en dos, y guard uno de los cabos, encendiendo el otro. El ventero volvi a salir. Mova su gordura con perezosa fatiga y respiraba con dificultad, mordiendo un terroncito de azcar.Qu ha hecho usted? dijo el tendero.Me hace dao fumar mucho replic el tuerto. Partiendo los cigarrillos, fumo menos.No me refera a eso. Le preguntaba por qu ha vendido la cabra dos veces, ante mis propios ojos. Es una porquera lo que usted ha hecho.Le parece? aleg el tuerto con cinismo.No quiero saber lo que va a pasar. Qu piensa hacer?Nada.Cmo, nada? Qu es eso de nada? No me gusta meterme en lo que no me importa, pero el negocio se ha hecho en mi casa. Si los gendarmes me preguntan, se los dir todo.El tuerto tom el vaso de aguamiel y lo agot de un sorbo. Se limpi los labios con un pauelo rojo y chup el cabo del cigarrillo.Ya es de noche dijo.Qu noche ni qu diablos! gru el ventero de mal humor. Estoy hablando de otro problema. Qu va a hacer maana cuando lleguen los compradores?No estar aqu. Es todo lo que digo.De dnde sac la cabra? Porque a m no me viene a decir que se la compr al gobierno. Diga: de dnde la sac?Ya lo ha odo: la compr en la granja del gobierno.Se la rob. Nadie me quita de la cabeza que se la rob. Desde que lo vi aparecer me di cuenta de que era usted un cuatrero. Y ahora la vende dos veces. Qu va a hacer?Podra arreglarlo todo muy bien, trayendo maana otra cabra igual a sta. Pero los compradores me han tomado por un cretino, y se han ido convencidos de que me han estafado. Maana, a las tres, les van a crecer las narices... No les quedar ms recurso que contarse sus penas.El ventero no saba qu pensar. Haba conocido muchos pillos y vagabundos, pero aquel se presentaba ante sus ojos como un completo bribn. Y no obstante su recelo, se senta atrado por la simpata y el descaro del cuatrero.En dnde encontr la cabra? pregunt el ventero.Al otro lado del ro.Entonces, reconoce que se la rob?No tanto. Yo vena hacia este lugar, y ella estaba en la carretera, y balaba tristemente, muerta de hambre. Me sent conmovido y la recog. No la he robado.Eso est bien dicho. Pero no veo cmo va a salir usted del trance.Todo resultar bien. Tengo buena suerte. No le gustara quedarse con la cabra? Se la vendo. Muy barata.No compro bienes robados.Diez pesos. Es una ganga.Qu hara yo con ella? Mi mujer tiene muchas cabras en el corral. No necesitamos ms de las que tenemos.Cmprela. Diez pesos: una ganga.Y maana, qu dira, cuando vengan los otros?A usted no le importa. Usted no ha negociado con ellos, y es un hombre honrado, a quien todo el mundo conoce.Diez pesos? pregunt el ventero, tentado por la oportunidad.Eso. No hago rebaja.Mi mujer tendr un disgusto, por hacer negocios en su ausencia. Est en el pueblo, y no tardar en llegar. Es de muy mal genio, sabe?No pasar nada. Ella estar contenta de haber comprado una cabra en tan buenas condiciones.Lo convenci al fin. El ventero le indic el sitio en donde deba dejar la cabra, al otro lado de la carretera, en el corral, a cien metros de la casa. El tuerto penetr all y amarr la cabra en una estaca, detrs de unos montones de paja. Luego, muy contento, regres a la tienda, recibi el dinero y encendi el cabo de cigarrillo que le quedaba. Por fin se despidieron, haciendo al propietario muchas reverencias.Avanz silbando, por la carretera, muy despacio, como si no tuviese prisa en llegar al sitio a donde se diriga. En el puente se detuvo y escupi sobre el ro. El ventero lo vea, en el claroscuro de la noche incipiente, reclinado sobre la baranda del puente, fumando la colilla con tranquilidad meditativa.Despus lo perdi de vista. Veinte minutos despus lleg el bus, y se detuvo un momento frente a la casa. Principiaba a llover. La esposa del propietario, una gorda tan perezosa y grasienta como l, se baj del bus; y como al bajarse, antes de asentarse en la tierra, aqul sigui la marcha, la gorda rod por la carretera, gimiendo. De la mochila que llevaba rodaron al caer botellas de ron, paquetes de velas y barras de jabn. La mujer recogi las compras, en la oscuridad, y se dirigi a la tienda, vociferando contra el conductor del bus.He comprado una cabra inform el marido con notoria timidez.Dnde est?En el corral.Voy a verla. Cunto cost?Diez pesos.Diez pesos? Una cabra?Es de Nubia.De qu?De Nubia.Qu es eso?As deca el que la vendi. Debe ser la raza...Voy a verla.La mujer encendi una vela, se ech sobre la cabeza un papel encerado, y se dirigi al corral, cruzando la carretera. Un momento despus estall en el corral una algaraba de dicterios y lamentaciones. El ventero sudaba sin moverse, y sin comprender lo que pasaba. Vea la luz de la vela que se agitaba en el aprisco, en una y otra direccin, y observaba cmo el viento arrastraba la llama, dndole la transparencia azulosa de un fuego fatuo.Qu ha pasado? pregunt, cuando la mujer estuvo de regreso.Imbcil! grit la mujer.Quin?Quin ha de ser? T, imbcil!No entiendo.Ya comprenders... Imbcil! Has comprado una cabra que te perteneca. Y despus de que la has comprado, te la han vuelto a robar. En el corral falta una cabra. La mejor que tena!No buscaras bien. Voy yo mismo...T, barrign intil, que ni siquiera sabes lo que tienes y lo que compras? Yo lo haba sospechado cuando me hablaste del asunto. Imbcil! A quin se le ocurre comprar lo propio?l principiaba a comprender. No dijo una palabra ms. Se senta abatido, doblemente engaado por el desconocido. Y no se atreva a contar a su mujer que aparte de lo que ella haba descubierto, la cabra haba sido vendida dos veces en su presencia.Esa noche, en el lecho, el ventero pensaba en los caprichos de la vida.Reconciliado con su esposa, a quien haba logrado explicar su inocencia y su buena fe, senta muy cerca la respiracin de la mujer, y el copioso volumen de su opulencia carnal.Oye le dijo. Hemos debido perseguir al ladrn. No deba estar muy lejos cuando t llegaste...Con esta noche no salen al campo ni los perros.T crees que la cabra fuera de Nubia?Fuera lo que fuera, ya no la tenemos. Y adems, t le has dado diez pesos al que se la rob. Es triste ser la mujer de un hombre como t. Trabaja uno todo el ao, de da y de noche, para que venga un ladrn y se robe las cabras en las propias narices del dueo. Habr que avisar maana a la polica. Cmo era el ladrn?Era tuerto, vesta de dril blanco, y llevaba bigotes largos, casposos.Tuerto dices?S; por qu?En el bus iba un hombre tal como lo describes, y llevaba una cabra. Pero no era tuerto. Debi fingir que le faltaba un ojo para que no lo reconocieran despus... Subi a un kilmetro de aqu, y pag doble pasaje, por l y por la cabra; y como no haba sitio, la puso sobre sus rodillas como a una criatura...Y t, desgraciada, te encuentras con tu propia cabra y no le echas mano al ladrn? Cmo explicas eso?Yo no saba que era mi cabra. Cmo iba a saberlo? Ni siquiera mir al animal. Estoy ahta de lidiar cabras. Y, sobre todo, no me hables as. El responsable de lo que ha pasado eres t. Ni siquiera te diste cuenta de que el cuatrero no era tuerto... Qu inteligencia!El la oa murmurar, y las palabras de su esposa le daban una sensacin de doliente inutilidad. Afuera llova con extraa intensidad, y el agua de las acequias caa desde el barranco, sobre el ro, con inquietante violencia. El ventero trat de buscar un recurso para atraer el sueo, y al encontrarlo, no pudo dejar de sonrer en la oscuridad. Un montono rebao de cabras holl los senderos aletargados de su mente, y contndolas, una a una, logr quedarse dormido, molido el cuerpo por la fatiga, limpia el alma de todo rencor.

Jess Zrate Moreno(Colombia)Naci en Mlaga (Santander) en 1915 y muri en Bogot en 1967. Fue periodista, escritor y diplomtico. Con sus cuentos de estilo sencillo y limpio logr mostrar la psicologa, las formas de vida y el temperamento del hombre de la provincia colombiana, planteando problemas reales, sin fantasas ni truculencias. Sus cuentos, escritos con humor e irona, dejan en el lector la sensacin emotiva de una comedia. La cabra de Nubia recrea, precisamente, lo anterior.Obras:No todo es as(Cuentos, 1948);Un zapato en el jardn(Cuentos, 1948);El da de mi muerte(Cuentos, 1955);El viento en el rostro(Crnicas periodsticas, 1953);La crcel(Novela pstuma, 1972);El cartero(Novela pstuma, 1973).

Tomado del libroLos mejores cuentos colombianos, Tomo II, Bogot: 2 Festival del Libro Colombiano. Biblioteca Bsica de Cultura Colombiana. Sin fecha de publicacin. (Posible ao de publicacin: 1959).