La biblioteca replicante

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La biblioteca replicante 1 . Roberto Soto Arranz En mis años de bibliotecario “yo he visto cosas que vosotros no creeríais”. Aunque nada entiendo de “atacar naves en llamas más allá de Orión”, ni de “rayos C brillar en la oscuridad cerca de la puerta de Tanhauser”, yo he visto la magia de unos polvos luminiscentes inundar de relatos e imaginación una sesión de cuentacuentos; he visto la impotencia de unos inmigrantes para ofrecerte algo más que la gratitud de su mirada, tras haberles facilitado el contacto electrónico con su país y sus familias; he visto la superioridad altanera de los que sobrevivieron a la Guerra Civil ante lo que de ella cuentan los libros, que aun así leen; yo he visto a un anciano con muletas, humillado por el dolor, dedicarte sus precarias fuerzas en forma de sonrisa; he visto el orgullo de un joven al solicitar noticias sobre una carrera de camareros que había ganado; he visto madres con sus hijos rodando por el suelo en busca de un elefante verde y coronado; y he visto viudas prematuras fotocopiando periódicos con los que, en el tiempo, explicar a sus hijos cómo fue que mataron a sus padres en un parpadeo según los llevaba un tren ya sin destino; yo he visto jóvenes enamorarse buscando el roce de sus manos entre las páginas del mismo libro; he visto carcajadas infantiles ante un bibliotecario terriblemente torpe, incapaz de contar un chiste al derecho; he visto el erotismo pícaro de la vejez; he visto la ilusión empresarial de un precoz criador de hámsteres; yo he visto el consuelo de un padre en los libros de religión, tras la pérdida reciente de una hija; he visto llorar a tipos duros en la proyección de una película; he visto convivir en 1 Todas las citas entrecomilladas del presente texto pertenencen a la película Blade Runner, del director Ridley Scott, concretamente a la frase final del replicante Roy Batty. 1

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Papel social y cultural de la biblioteca pública.

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La biblioteca replicante1.

Roberto Soto Arranz

En mis años de bibliotecario “yo he visto cosas que vosotros no creeríais”.

Aunque nada entiendo de “atacar naves en llamas más allá de Orión”, ni de “rayos C brillar en la oscuridad cerca de la puerta de Tanhauser”, yo he visto la magia de unos polvos luminiscentes inundar de relatos e imaginación una sesión de cuentacuentos; he visto la impotencia de unos inmigrantes para ofrecerte algo más que la gratitud de su mirada, tras haberles facilitado el contacto electrónico con su país y sus familias; he visto la superioridad altanera de los que sobrevivieron a la Guerra Civil ante lo que de ella cuentan los libros, que aun así leen; yo he visto a un anciano con muletas, humillado por el dolor, dedicarte sus precarias fuerzas en forma de sonrisa; he visto el orgullo de un joven al solicitar noticias sobre una carrera de camareros que había ganado; he visto madres con sus hijos rodando por el suelo en busca de un elefante verde y coronado; y he visto viudas prematuras fotocopiando periódicos con los que, en el tiempo, explicar a sus hijos cómo fue que mataron a sus padres en un parpadeo según los llevaba un tren ya sin destino; yo he visto jóvenes enamorarse buscando el roce de sus manos entre las páginas del mismo libro; he visto carcajadas infantiles ante un bibliotecario terriblemente torpe, incapaz de contar un chiste al derecho; he visto el erotismo pícaro de la vejez; he visto la ilusión empresarial de un precoz criador de hámsteres; yo he visto el consuelo de un padre en los libros de religión, tras la pérdida reciente de una hija; he visto llorar a tipos duros en la proyección de una película; he visto convivir en armonía a distintas tribus urbanas unidas en el espacio que alberga sus músicas favoritas...

Todo eso y más yo lo he visto en la biblioteca pública.

Mas hay una biblioteca pública especial, que llega donde ninguna otra puede, que carga sus documentos, sus estanterías y su personal y sale por pueblos y barrios al encuentro de ciudadanos a los que servir. Se trata del bibliobús, del bibliobarco, del bibliotrén, del biblioburro... de la biblioteca pública que se mueve.

En mis años de bibliotecario ambulante estoy seguro que “yo he visto cosas que vosotros no creeríais”.

He visto parajes infinitos donde la tierra y el cielo se besan en el horizonte; he visto el vuelo rasante de una garza real abriéndonos camino entre los valles; he visto morir cataratas a nuestros pies, en un lado de la carretera, buscando un río embravecido por las lluvias, en el otro; he visto convertirse a la niebla en un mar de nubes allá abajo...; y sobre todo he visto hombres comprometidos o atrapados en un medio con el que tienen que convivir a diario,

1 Todas las citas entrecomilladas del presente texto pertenencen a la película Blade Runner, del director Ridley Scott, concretamente a la frase final del replicante Roy Batty.

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unas veces en armonía y otras combatiéndolo, a los que la lejanía, la precariedad de recursos, los limitados servicios y su escaso peso político van relegándolos a un segundo plano.

En unos casos la biblioteca móvil interviene como avanzadilla de la biblioteca pública, mientras que en otros va cerrando el ciclo de los servicios culturales ante la lacra de la despoblación rural... Sea cual sea la situación, la presencia de la biblioteca móvil es obligada, pues esos hombres también tienen derecho a la verdad y a la fantasía, al orgullo y al consuelo, a la educación y al entretenimiento, a la autoestima y al respeto ajeno, al conocimiento del mundo y de su papel en él,... en suma, esos hombres tienen derecho a realizarse como tales y cubrir todas las necesidades que los definen como personas.

Y nada de todo ello es casualidad. La biblioteca pública no sólo está al servicio de la gente, de la sociedad, sino que es una réplica de ella misma, de sus alegrías y de sus tristezas, de sus anhelos y de sus desesperanzas, de sus triunfos y de sus frustraciones.

Mientras ello sea así, la biblioteca pública ocupará el sitio que le corresponde y evitará que todo cuanto somos y nos rodea se pierda para siempre como “lágrimas en la lluvia”.

Texto publicado en:

Palabras por la biblioteca. Toledo : Junta de Comunidades de Castilla-La mancha ; Madrid : Asociación Educación y Bibliotecas, 2004. PP. 209-211

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