La Atalaya, 1 de Octubre de 2009

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EL PROPÓSITO DE LA ATALAYA es honrar a Jehová Dios, el Soberano del universo. En el pasado, las atalayas, o torres de vigilancia, permitían descubrir lo que sucedía a lo lejos. De igual modo, esta re­vista nos ayuda a descubrir la relación entre las profecías bíblicas y los sucesos de nuestro tiempo. La Atalaya consuela a la gente anunciando que el Reino de Dios —un gobierno de verdad que se halla en los cielos— pronto acabará con la maldad y transformará la Tierra en un paraíso. Además, promue­ve la fe en el Rey reinante de dicho gobierno, Jesucristo, quien murió para que pudiéramos alcanzar la vida eterna. Esta publicación, editada sin interrupción desde 1879 por los testigos cristianos de Jehová, no interviene en política y se basa por completo en la Biblia, pues reconoce su autoridad.

Esta publicación se distribuye como parte de una obra mundial de educación bíblica que se sostiene con donativos- Prohibida su venta. A menos que se indique ¡o contrario, las citas bíblicas se han tomado de la versión en lenguaje moderno Iraducción del Nuevo Mundo de /os Santas Escrituras (con referencias).

El espíritu santo: ¿por qué tantas opiniones?

El espíritu santo: ¿qué es realmente?

El espíritu santo: una poderosa fuerza en nuestras vidas

Acerqúese a Dios:

¿Qué pide Jehová de nosotros?

¿Hay razones para creer en Dios?

Nuestros lectores quieren saber De padres a hijos: Sem sobrevivió al fin de un mundo malvado

El Códice Vaticano: ¿por qué es tan valioso?

Pescadores del mar de Galilea

¿Lo sabía?

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EN ESTE NÚMERO

Ejemplos de fe: Superó sus dudas y temores PÁGINA 21

El cristianismo y la guerra: ¿son compatibles? PÁGINA 29

La Atalaya es una publicación quincenal editada por: Watchtower Bible and Tract Society of New York, Inc.; M. H. Larson, presidente; C. F. Simonis, secretario tesorero; 25 Columbia Heights, Brooklyn, NY 11201-2483 (EE.UU.) y en España por: Testigos Cristianos de |ehová, Cira. Torrejón-Ajalvir, km. 5, 28864 AJALVIR (Madrid). Director: Antonio Alonso de Frutos-Regidor.

© 2009 Watch Tower Bible and Tract Society of Pennsylvania. Todos los derechos reservados. Depósito legal: M-32666-83 Semimonthly SPANISH Impresoen España

October 1, 2009 Vol. 130, No. 19

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EL ESPÍRITU SANTO ¿Por qué tantas opiniones?

mo papa Benedicto XVI dijo en un discurso ante una multitud en Australia: "Tener una cla­ra comprensión [del espíritu santo] nos parece algo fuera de nuestro alcance".

En efecto, es tanta la confusión general que rodea este tema, que a muchos entendidos no les resulta fácil explicarlo. Algunos lo defi­nen así:

• Un ser real que vive en el interior de todo discípulo de Cristo.

• La ciencia divina, una ley de Dios en acción.

• La presencia de Dios actuando en el mundo.

• La tercera persona de la Trinidad.

¿A qué se debe tanta diversidad de opiniones? La causa se remonta al siglo iv cuando algunos teólogos empezaron a enseñar que el espíritu santo era una persona de algún modo igual a Dios. Sin embargo, ni las Sagradas Escrituras ni los primeros cristianos enseñaron nada se­mejante. Una respetada obra católica explica que "el espíritu santo no se concibe en el A[nti-guo] Tfestamento] como una persona", sino como "la fuerza por la que Yahvéh interviene". De hecho, afirma que "en la mayoría de los pa­sajes del N[uevo] Tfestamento] se presenta [...] al Espíritu Santo como 'algo', no como 'al­guien'". También indica que "las expresiones 'Espíritu Santo' y 'virtud' [o poder]" se usan como sinónimos (Diccionario de la Biblia, edi­ción preparada por Serafín de Ausejo).

Pero ¿qué opina la gente al respecto? A mu­chos les cuesta creer que una fuerza —como el

espíritu santo— pueda tener personalidad pro­pia. Según una encuesta realizada recientemen­te en Estados Unidos, la mayoría de las personas no piensan que el espíritu santo sea un "ente in­dividual", esto es, un sujeto aparte de Dios y Cristo. Muchos teólogos, por su parte, insisten en que "el Espíritu Santo es una Persona real­mente distinta como tal, del Padre y el Hijo". ¿Cómo saber quién está en lo cierto?

La única fuente confiable a la que podemos acudir para saber la verdad es la Biblia. Como in­dicó el apóstol Pablo, "nos ha sido dada por Dios" para "enseñarnos la verdad" y "hacer­nos comprender [los] errores" (2 Timoteo 3:16, La Biblia al Día, edición para España).

Ahora bien, ¿de qué nos sirve conocer la ver­dad acerca del espíritu santo? De mucho, pues para recibir la ayuda de Dios, debemos pedirle

La Biblia explica qué es el espíritu santo

dicho espíritu. Por ejemplo, ¿no nos hemos sen­tido alguna vez sin fuerzas para seguir adelante? Es en momentos así cuando tenemos que seguir esta recomendación que Jesús hizo a sus discí­pulos: "Sigan pidiendo, y se les dará; [...] si uste­des [...] saben dar buenos regalos a sus hijos, ¡con cuánta más razón dará el Padre en el cielo espíritu santo a los que le piden!" (Lucas 11: 9,13).

A continuación, veremos lo que explican las Escrituras sobre qué es el espíritu santo y cómo puede beneficiarnos.

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¿Q UÉ es el espíritu santo? Para muchos es un concepto difícil de definir. El mis-

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EL ESPÍRITU SANTO ¿Qué es realmente?

EN LA misma ocasión en que Jesús reco­mendó a sus discípulos que pidieran espí­

ritu santo, les dijo: "¿Qué padre hay entre us­tedes que, si su hijo pide un pescado, le dará acaso una serpiente en vez de un pescado? ¿O si también pide un huevo, le dará un es­corpión?" (Lucas 11:11,12). Los niños de Ga­lilea pedían huevos y pescado porque sabían que los necesitaban para saciar su hambre.

De igual modo, nosotros necesitamos espí­ritu santo; por eso, debemos seguir el conse­jo de Jesús de pedirlo insistentemente, como hacen los niños cuando tienen hambre (Lu­cas 11:9, 13). Pero para comprender por qué es vital que lo recibamos, antes tenemos que saber exactamente qué es. Analicemos, por tanto, qué nos dice la Biblia al respecto.

"Poder del Altísimo" En las Sagradas Escrituras se deja claro que

el espíritu santo es la fuerza que Dios em­

plea para llevar a cabo su voluntad. Tome­mos por caso lo que dijo el ángel Gabriel cuando le anunció a María que tendría un hijo siendo virgen: "Espíritu santo vendrá so­bre ti, y poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso, también, lo que nace será llamado santo, Hijo de Dios" (Lucas 1:35). Sus palabras indican que existe una relación entre el espíritu santo y el "poder del Altísi­mo".

Esta misma idea se repite en otros pasajes de la Biblia. El profeta Miqueas, por ejem­plo, declaró: "Yo mismo he llegado a estar lleno de poder, con el espíritu de Jehová" (Miqueas 3:8). Jesús prometió a sus discípu­los: "Recibirán poder cuando el espíritu santo llegue sobre ustedes" (Hechos 1:8). El apóstol Pablo, a su vez, usó la expresión "poder de es­píritu santo" (Romanos 15:13,19).

En vista de lo anterior, ¿qué relación hay entre el espíritu santo y el poder de Dios?

ATALAYA riANDO E L R E I N O D E J E H O V A

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kongo, kiluba, kiniaruanda, kirguis, kirundi, kosreano, kwangalí, kwanyama, letón, lingala, lituano, luganda, lunda, ¡uo, luvale, macedonlo, malayálam, malgache, maltes, maratí, marshalés, maya, mizo, moré, nepa­lés, níueano, noruego,"1"* nyaneka, oromo, osétrco, ote-tela, palauano, pangasinán, panjabí, papiamento de Curazao, persa, pidgin de las ¡s. Salomón, polaco/ 0" ponapés, portugués/ 0 0 quechua ancashino, quechua ayacuchano, quechua boliviano, quechua cuzqueño, rarotongués, rumano, ruso/® 0 samareno-leyte, samoa-no, sango, sepedí, serbio, serbio (alfabeto latino), seso-to, shona, silozi, sranangtongo, suajili, sueco,"1"" tagalo, tahitiano, tai, tamil, tártaro, telugu, tigriña, tivo, tok pi-sin, tongano, tshiíuba, tsonga, tsotsil, tsuana, tumbu-ka, turco, tuvaluano, twi, ucraniano, umbundú, urdu, uruund, uzbeko, vendal, vietnamita, wallisiano, xhosa, yapes, yoruba, zandé, zapoteco del Istmo, zulú + También disponible en CD. GTambtén disponible en CD-ROM (formato MP3). "También disponible en grabación de audio en

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El espíritu santo es el medio por el que Jeho­vá ejerce su poder; de ahí que pueda definirse como el poder de Dios en acción. Y esta es una fuerza realmente asombrosa: apenas al­canzamos a imaginarnos el poder que se ne­cesitó para crear todo el universo. Para que tengamos una ligera idea, en la Biblia se nos hace la siguiente invitación: "Levanten los ojos a lo alto y vean. ¿Quién ha creado estas

cosas? Es Aquel que saca el ejército de ellas aun por número, todas las cuales él llama aun por nombre. Debido a la abundancia de energía dinámica, porque él también es vigo­roso en poder, ninguna de ellas falta" (Isaías 40:26).

Aquí se nos indica que el universo ordena­do y armonioso que conocemos es producto de la "energía dinámica" —o del poder— del

Por qué no puede ser una persona Hablando de las bendiciones que su pueblo recibiría, Dios comparó el espíritu santo al agua. "Derramaré agua sobre el sediento, y arroyos que fluyan suavemente sobre el lugar seco —prometió—. Derramaré mi espíritu sobre tu descendencia, y mi bendición sobre tus descendientes." (Isaías 44:3.) Cuando Dios derrama su espíritu sobre sus siervos, en la Biblia a menudo se dice que 'se llenan' o 'están llenos de espíritu san­to'. Tal fue el caso de jesús, Juan el Bautista, Pedro, Pablo y Berna­bé, así como los discípulos reunidos el día del Pentecostés del año 33 (Lucas 1:15; 4:1; Hechos 4:8; 9:17; 11:22, 24; 13:9). Ahora bien, ¿puede 'derramarse' una persona sobre otras? ¿O puede un grupo de personas 'llenarse' de alguien? No tiene ninguna lógica, ¿verdad? Según la Biblia, uno se puede llenar de sabiduría, de entendimiento e incluso de conocimiento exacto, pero nunca se menciona que alguien se llene de otra persona (Éxodo 28:3; 1 Reyes 7:14; Lucas 2:40; Colosenses 1:9). La palabra espíritu se traduce del término griego pnéuma, que transmite la ¡dea de una fuerza invisible. De acuerdo con un dic­cionario especializado, esta palabra "denota en primer lugar el viento [...]; también aliento; luego, de forma especial, el espíritu, que, a semejanza del viento, es invisible, inmaterial y poderoso" {Diccionario expositivo de palabras del Antiguo y del Nuevo Testa­mento exhaustivo, de W. E. Vine).

Está claro, entonces, que el espíritu santo no puede ser una perso­na.*

* Hallará más información en la sección titulada "La verdad acerca del Padre, el Hijo y el espíritu santo", que aparece en las páginas 201 a 204 del libro¿ Qué ense­ña realmente la Biblia?, editado por los testigos de Jehová.

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Altísimo. ¡Imagínese! Es gracias a esta ex­traordinaria fuerza que el ser humano existe. (Véase el recuadro titulado "¿Para qué utilizó Dios el espíritu santo?".)

Vemos, por lo tanto, que Jehová puede em­plear su espíritu santo para realizar obras a gran escala, como la creación del universo. Sin embargo, también lo puede utilizar para beneficio de los seres humanos. En la propia Biblia encontramos múltiples ejemplos de cómo ayudó a fieles siervos suyos.

"El espíritu de Jehová está sobre mí" El ministerio de Jesús es un buen ejemplo

de cómo Dios da poder a sus siervos median­te su santo espíritu. En cierta ocasión, Jesús dijo a la gente de Nazaret: "El espíritu de Jehová está sobre mí" (Lucas 4:18). Pues bien, ¿qué obras pudo realizar gracias al "po­der del espíritu"? (Lucas 4:14.) Entre otras,

curó todo tipo de enfermedades, calmó un mar agitado, alimentó a grandes multitudes con unos cuantos panes y pescados, e inclu­so resucitó a algunas personas. Con razón, el apóstol Pedro dijo que Jesús era un "varón públicamente mostrado por Dios [...] me­diante obras poderosas y portentos presagio­sos y señales que Dios hizo mediante él" (Hechos 2:22).

Aunque es cierto que hoy día el espíritu de Dios no faculta a las personas para hacer mi­lagros, sigue haciendo grandes obras por no­sotros. Tal como Jesús dijo que pasaría, Jeho­vá da gustosamente su espíritu a sus siervos (Lucas 11:13). El apóstol Pablo lo confirmó al declarar: "Para todas las cosas tengo la fuerza en virtud de aquel que me imparte poder" (Filipenses 4:13). ¿Le gustaría sentir esa mis­ma fuerza en su vida? En el siguiente artículo veremos cómo.

TRAS cometer un grave error, el rey David le suplicó a Dios: "No me arrojes de

delante de tu rostro; y tu espíritu santo, oh, no me lo quites" (Salmo 51:11).

¿Por qué temía David perder el espíritu de Dios? Porque sabía por experiencia propia lo poderoso que era. Siendo tan solo un mu­chacho, ese espíritu le había permitido ven­cer al gigante Goliat (1 Samuel 17:45-50). Además, lo había facultado para escribir al­gunos de los salmos más hermosos jamás compuestos. "El espíritu de Jehová fue lo

que habló por mí, y su palabra estuvo sobre mi lengua", reconoció (2 Samuel 23:2) .

Jesucristo confirmó esas palabras cuando declaró: "Por el espíritu santo David mismo dijo: 'Jehová dijo a mi Señor: "Siéntate a mi diestra hasta que ponga a tus enemigos de­bajo de rus p ies" ' " (Marcos 12:36; Salmo 110:1). Así pues, Jesús sabía que el espíritu santo había inspirado a David para que es­cribiera varios salmos. ¿Y qué hay de noso­tros? ¿Tenemos a nuestra disposición ese mismo espíritu?

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EL ESPÍRITU SANTO Una poderosa fuerza en nuestras vidas

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¿PARA QUÉ UTILIZÓ DIOS EL ESPÍRITU SANTO?

Para crear la Tierra y el resto del universo. "¡Cuántas son tus obras, oh Jehová! Con sabiduría las has hecho todas. La tierra está llena de tus producciones", exclamó el salmis­ta. "Si envías tu espíritu, son cread[a]s." (Salmo 104:24, 30; Génesis 1:2; Job 33:4.)

Para inspirar a los escritores de la Biblia. El apóstol Pablo escribió: "Toda Escritura es inspirada de Dios y provecho­sa" (2 Timoteo 3:16). La palabra griega que aquí se tra­duce "inspirada de Dios" significa literalmente "insuflada por Dios" o "soplada por Dios". Con su aliento, o espíri­tu, jehová guió los pensamientos de los escritores bíbli­cos para que transmitieran "la palabra de Dios" (1 Te-salonicenses 2:13).

Para que sus siervos pudieran predecir con exactitud el futuro. "Ninguna profecía de la Escritura proviene de interpretación privada alguna —explicó el apóstol Pedro—. Porque la profecía no fue traída en ningún tiempo por la voluntad del hombre, sino que hombres hablaron de parte de Dios al ser llevados por espíritu santo." (2 Pedro 1:20, 21; Joel 2:28.)

Para que Jesús y otros siervos fieles pudieran pre­dicar las buenas noticias del Reino de Dios y reali­zar milagros. "El espíritu de Jehová está sobre mí —dijo Jesús—, porque él me ungió para declarar buenas nuevas a los pobres, me envió para predi­car una liberación a los cautivos y un recobro de vista a los ciegos." (Lucas 4:18; Mateo 12:28.)

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"Sigan pidiendo, y se les dará" Es probable que nunca escribamos un sal­

mo. Aun así, podemos enfrentarnos a obs­táculos tan intimidantes como el enorme Goliat. Tomemos por caso a Isabel,* a quien su esposo abandonó por una mujer más jo­ven. Además de dejarla con deudas hasta el cuello, no le pasaba dinero para mantener a sus dos hijas pequeñas. "Quedé destrozada por su traición y su desprecio —recuerda—. Con todo, nunca he dejado de sentir la fuer­za del espíritu de Dios."

Es interesante notar que Isabel nunca dio por sentada la ayuda del espíritu santo. Sa­bía que solo con la fuerza de Jehová podría enfrentarse con valor al futuro, cuidar bien de sus hijas y recuperar su autoestima. Por

"No pasaba un día

sin que le suplicara a Dios

que me diera fuerzas [...]. Sabía

que nunca podría hacerlo solo.

Enseguida noté que Jehová

contestaba mis oraciones"

eso, le pedía todos los días a Dios su espíri­tu, tal como Jesús aconsejó: "Sigan pidien­do, y se les dará; sigan buscando, y halla­rán; sigan tocando, y se les abrirá" (Mateo 7:7).

Roberto también necesitó la ayuda del espíritu santo, aunque por razones diferen­tes. Él era un fumador empedernido de ta­baco y hachís que llevaba dos años inten­tando dejar el vicio. Sin embargo, volvía a caer una y otra vez. "Es terrible la ansiedad que sientes cuando tratas de dejar las drogas

* Se han cambiado algunos nombres.

—explica Roberto—. El cuerpo te las pide día tras día sin que puedas hacer nada para im­pedirlo."

"Pero yo quería servir a Dios como a él le agrada, y para eso tenía que cambiar mi vida —dice—. Me esforcé por ocupar la men­te con pensamientos positivos tomados de la Biblia. No pasaba un día sin que le supli­cara a Dios que me diera fuerzas para dejar el vicio. Sabía que nunca podría hacerlo solo. Enseguida noté que Jehová contestaba mis oraciones, sobre todo cuando recaía y tenía el ánimo por los suelos. Estoy conven­cido de que lo que me hacía recuperar las fuerzas era su espíritu santo. Sin esa ayuda nunca habría podido superar mi adicción." (Filipenses 4:6-8.)

"Se remontarán con alas como águilas"

Isabel y Roberto no son los únicos que han sentido la intervención del espíritu santo en sus vidas. Millones de testigos de Jehová dan fe de lo mismo. Ahora bien, ¿puede usted también experimentar el po­der de Dios en acción? Por supuesto que sí. Dios está dispuesto a darnos su espíritu —la mismísima fuerza con la que creó el univer­so— si se lo pedimos con fervor. Pero para recibirlo, tenemos que aprender la verdad sobre Dios y esforzarnos por hacer su volun­tad (Isaías 55:6; Hebreos 11:6).

Así es, el poderoso espíritu santo le permi­tirá servir a Dios como a él le agrada y su­perar cualquier reto que se le presente. No olvide que, según la Biblia, Jehová "está dando poder al cansado; y hace que abunde en plena potencia el que se halla sin energía dinámica". Como resultado, "los que es­tén esperando en Jehová recobrarán el po­der. Se remontarán con alas como águilas. Correrán, y no se fatigarán; andarán, y no se cansarán" (Isaías 40:28-31).

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CÓMO NOS AYUDA EL ESPÍRITU SANTO

Nos permite resistir las tentaciones y aban­donar malos hábitos. "Dios es fiel, y no deja­rá que sean tentados más allá de lo que pue­den soportar —dijo el apóstol Pablo—, sino que junto con la tentación también dispon­drá la salida para que puedan aguantarla." (1 Corintios 10:13.)

Nos ayuda a cultivar buenas cualidades. "El fruto del espíritu es: amor, gozo, paz, gran paciencia, benignidad, bondad, fe, apacibilidad, autodominio." (Gálatas 5: 22, 23.)

Nos da fuerzas para superar las dificulta­des. "Para todas las cosas tengo la fuerza en virtud de aquel que me imparte poder." (Filipenses 4:13.)

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Acerqúese a Dios

¿Qué pide Jehová de nosotros? Deuteronomio 10:12,13

OBEDECER no siempre resulta fácil. De he­cho, muchos subordinados obedecen a re­

gañadientes a un jefe rudo o demasiado exigen­te. ¡Qué diferente es la actitud de los siervos de Dios! Ellos le obedecen porque quieren hacerlo. Las palabras de Moisés registradas en Deu­teronomio 10:12, 13 nos ayudan a entender las razones.*

Hablando de lo que Dios pedía a sus siervos, Moisés planteó una interesante pregunta: "¿Qué está pidiendo de ti Jehová tu Dios[?]" (versículo 12). Él es el Soberano del universo, el que nos dio la vida y el que nos mantiene con ella (Salmo 36:9; Isaías 33:22). Por lo tanto, tiene derecho a pedir de nosotros lo que quiera. Si hay alguien que puede exigirnos obediencia, ese es él. Sin embargo, no quiere que le obedezcamos a la fuerza. Al contrario, nos pide que seamos "obedientes de corazón" (Romanos 6:17).

Pero ¿qué nos motivará a obedecerle de bue­na gana? En el versículo 12 se indica un factor: "Tem[ej a jehová tu Dios".* Aquí Moisés no es­taba hablando de un angustioso terror a sufrir las consecuencias de nuestras malas acciones. Se refería aun profundo respeto por Dios y sus normas, lo que nos impedirá hacer nada que lo ofenda.

Con todo, el principal motivo para obedecer a Dios debería ser otro. Según indicó Moisés, Jehová quiere que 'lo amemos y le sirvamos con todo el corazón y con toda el alma' (versícu-

* Aunque Moisés se estaba dirigiendo a la antigua na­ción de Israel, los principios aquí enunciados todavía son válidos para cualquiera que desee agradar a Dios (Roma­nos 15:4).

* En el libro de Deuteronomio se repite constantemente que el temor de Dios debe guiar la vida de quienes sirven a ¡ehová (Deuteronomio 4:10; 6:13, 24; 8:6; 13:4; 31:12,13).

lo 12). En otras palabras, deberíamos obedecer­le por amor. Sin embargo, amar a Dios conlleva más que sentir un afecto especial por él. Cierta obra de consulta explica que "en hebreo, los verbos de sentimiento a veces también aluden a las acciones que motivan dichos sentimientos". Así pues, la persona que ama a Dios demuestra por sus acciones lo que siente. Por lo tanto, si de verdad amamos a Dios, trataremos de hacer todo lo que le agrade (Proverbios 27:11).

Ahora bien, ¿hay algún límite a nuestra obe­diencia a Dios? Moisés dijo: "And[a] en todos sus caminos" (versículo 12). Jehová nos pide que le obedezcamos en todo. Habrá quienes piensen que esta obediencia absoluta no puede ser beneficiosa. Pero en el caso de Dios, sí lo es.

Obedecerle de buena gana solo tiene ventajas para nosotros. Moisés lo indicó claramente en el versículo 13: "Guard[a] los mandamientos de Jehová y sus estatutos [...] para bien tuyo". Sin importar lo que nos pida, siempre será lo me­jor para nosotros. No olvidemos que "Dios es amor" (1 Juan 4:8). De modo que sus mandatos son para nuestro beneficio, tanto a corto como a largo plazo (Isaías 48:17). Si hacemos lo que él nos pide, nos ahorraremos muchas decepciones y, en el futuro, disfrutaremos de bendiciones eternas bajo el Reino de Dios.*

En efecto, cuando Jehová nos pide algo, lo mejor es obedecerle en todo y de buena gana. Sin duda, hacerlo nos acercará todavía más a Jehová, el Dios amoroso que siempre tiene en cuenta lo que nos conviene.

* Hallará más información en el capítulo 3, titulado "¿Qué propósito tiene Dios para la Tierra?", del libro ¿Qué enseña realmente la Biblia?, editado por los testigos de Jehová.

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¿Hay razones para creer en

DIOS?

pensar que él tuviera el poder de impedir el sufrimiento pero que no hiciera nada." Así se expresó un ex ateo que perdió a varios fami­liares durante el Holocausto. Y él no era el único que se sentía así.

Cuando sufren atrocidades, a muchos se les hace difícil creer en Dios, o se consuelan pensando que no existe. ¿Cuáles son las ra­zones principales que llevan a algunos a no creer en Dios? ¿Le iría mejor a la humani­dad sin el concepto de Dios o de religión, como algunos piensan? ¿Es posible que un ateo llegue a creer en un Creador, en un Dios de amor?

Fracasa la religión Aunque parezca irónico, la religión es una

de las principales causas del ateísmo. El his­toriador Alister McGrath explica: "Lo que lleva a la gente al ateísmo es, sobre todo, una aversión a los excesos y fracasos de la reli­gión organizada". A la religión se le suele ver como un elemento clave tras las guerras y la violencia. El filósofo Michel Onfray, de orientación atea, se pregunta cómo es que un mismo libro religioso puede llevar a dos personas a actuar de manera tan distinta: que una "procure la santidad" y la otra "rea­lice actos de crueldad" como el terrorismo.

Muchas personas tienen malos recuerdos de sus experiencias con la religión. Por ejem­plo, un joven sueco llamado Bertil recuerda

que durante su servicio militar escuchó al capellán del ejército justificar la violencia va­liéndose de las palabras de Jesús: "Todos los que toman la espada perecerán por la espa­da". El capellán razonaba que alguien tiene que tomar esa espada, así que quien la utiliza es un siervo de Dios (Mateo 26:52).*

Bernadette, cuyo padre perdió la vida en Francia durante la segunda guerra mundial, recuerda con indignación lo que dijo un cura en el funeral de su prima de tres años: "Dios se la llevó al cielo porque quería otro angelito". Posteriormente, Bernadette dio a luz un hijo discapacitado, y tampoco recibió consuelo de la Iglesia.

Ciarán se crió en medio del conflicto que vivió Irlanda del Norte. Le repugnaba la doc­trina del infierno, y odiaba al dios responsa­ble de dicho tormento eterno. Desafiaba a Dios diciéndole: "Si acaso existes, mátame". Pero Ciarán no es el único que ha abrigado tales sentimientos hacia enseñanzas crueles de la Iglesia, como esta. De hecho, puede que el dogma eclesiástico haya abierto el ca­mino a la teoría de la evolución. El historia­dor McGrath señala que la aversión visceral que Darwin sentía por la doctrina del in­fierno —no su creencia en la evolución— fue lo que lo hizo dudar de la existencia de Dios. McGrath también hace mención del "pro­fundo dolor que le ocasionó [a Darwin] la muerte de su hija".

Algunos ven a las personas que practican una religión como ignorantes o fanáticas. Irina, quien estaba cansada de los sermones religiosos vacíos y las letanías repetitivas, dice: "Me parecía que el que tiene religión no sabe pensar". Louis, indignado con las crueldades cometidas por fanáticos religio­sos, adoptó una postura más radical: "Tras

* Para más detalles en cuanto a si los cristianos verdade­ros deben involucrarse en la guerra o no, vea el artículo "El cristianismo y la guerra: ¿son compatibles?", de las pá­ginas 29 a 31.

LA ATALAYA • 1 DE OCTUBRE DE 2009 11

UANDO contemplaba la posibilidad de que existiera un Creador, me enfurecía c

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mostrarme por años.su lado aburrido, la re­ligión me reveló su lado más horroroso. Me convertí en un agresivo opositor de todas las religiones".

¿Mejor sin Dios? No sorprende, pues, que muchas personas

vean la religión como un obstáculo al pro­greso y la paz. Algunos hasta se han pregun­tado si la humanidad estaría mejor sin Dios y la religión. De ser así, ¿surgirían otros pro­blemas como consecuencia?

Voltaire, filósofo del siglo xvm, se pronun­ció amargamente contra la corrupción reli­giosa de su día. No obstante, sostenía que la creencia en un Ser Supremo era funda­mental para nuestro sentido moral. Pos­teriormente, el filósofo alemán Friedrich Nietzsche acuñó la famosa frase "Dios está muerto", pero temía el vacío moral y los da­ños que podría ocasionar el ateísmo. ¿Esta­ban justificados sus temores?

El profesor Keith Ward señala que las atro­cidades no disminuyeron en la época mo­derna, sino que "alcanzaron proporciones inimaginables". Por otro lado, el ateísmo no ha logrado librar al hombre de los de­fectos de la naturaleza humana, como la corrupción y la intolerancia. Estos hechos han llevado a muchas personas, incluso a al­gunos ateos, a reconocer el valor moral de creer en Dios.

Keith Ward destaca la influencia positiva de creer en Dios: "La fe añade una constante exigencia moral, una responsabilidad de cui­dar del mundo que Dios ha creado". Nume­rosos estudios recientes han indicado que

existe un mayor nivel de altruismo entre las personas religiosas. El altruismo, a su vez, tiende a producir satisfacción. Estos resulta­dos reafirman el valor del principio que ex­presó Jesús: "Hay más felicidad en dar que en recibir" (Hechos 20:35).

Un hombre que era ateo y se desempeña­ba como trabajador social quedó impresio­nado con el poder que tiene la Biblia para transformar vidas. Dijo: "Después de pasar años ayudando a las personas a cambiar de hábitos que resultaban perjudiciales, sin apenas resultados, quedé asombrado al ver los cambios favorables y definitivos que lo­gra la Biblia".

Sin embargo, algunos ateos sostienen que la religión ha hecho más mal que bien, al promover las guerras y las masacres en vez de la bondad y el altruismo. Tal vez reconoz­can que la fe beneficia a ciertas personas, pero ellos permanecen muy escépticos. ¿Por qué?

Otras razones para no creer Generalmente se enseña que la evolución

es un hecho establecido. Añila, por ejemplo, estudió en Albania, país donde predomina­ba el ateísmo. "En clase aprendimos que quienes creen en Dios son ingenuos y anti­cuados —cuenta ella—. Me maravillaba de lo que aprendía sobre las plantas y la vida orgá­nica, pero todo lo atribuía a la evolución, pues eso nos hacía sentir que estábamos al nivel del pensamiento científico." Hoy, ella admite que tenía que aceptar ciegamente todo lo que le enseñaban.

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El resentimiento puede ser un obstáculo para algunos. Los testigos de Jehová a menu­do lo perciben cuando van de puerta en puerta hablando de la esperanza que ofrece la Biblia. Bertil, mencionado antes, recibió la visita de un joven Testigo y recuerda haber pensado: "Pobre fanático. Has venido al lu­gar equivocado". Y continúa: "Lo dejé en­trar, y muy indignado le dije todo lo que opinaba sobre Dios, la Biblia y la religión".

En cambio, a Gus, de Escocia, le preocupa­ban las injusticias. Al principio era muy po­lémico y desafiante cuando hablaba con los testigos de Jehová. Planteaba preguntas pa­recidas a las del profeta hebreo Habacuc,

¿Cómo pudo originarse la vida de ma­teria inanimada? ( S A L M O 36:9 . )

¿Por qué los animales y las plantas solo se reproducen según su género? ( G É N E S I S 1:11, 21, 24-28. )

Si el hombre desciende de seres inferio­res como los primates, ¿por qué no so­brevivió ningún hombre-mono supe­rior? ( S A L M O 8:5, 6.)

¿Puede la teoría de la supervivencia del más apto explicar la cualidad del altruis­mo? ( R O M A N O S 2:14, 15.)

¿Tiene la humanidad una esperanza segura para el futuro? ( S A L M O 37:29.)

quien dijo a Dios: "¿Por qué me obligas a ver tanta violencia e injusticia? Por todas partes veo sólo pleitos y peleas" (Habacuc 1:3, Tra­ducción en lenguaje actual).

La aparente indiferencia de Dios hacia la maldad ha perturbado a las personas por mucho tiempo (Salmo 73:2, 3). Simone de Beauvoir, escritora francesa, comentó en cierta ocasión: "Me resultaba más fácil creer en un mundo sin creador que en un creador cargado con todas las contradicciones del mundo".

Ahora bien, aunque muchas religiones no puedan explicar tales contradicciones, sí existe una explicación. Gus ahora cuenta que por fin encontró "una respuesta satisfac­toria de por qué el Creador todopoderoso ha permitido el sufrimiento por algún tiempo". Entenderlo marcó la diferencia en su vida.*

Algunos que dicen ser ateos quizás tengan dudas sobre la evolución o perciban que ne­cesitan a Dios en su vida y hasta se dirijan a él en oración. Veamos qué llevó a algunos ateos y agnósticos a reflexionar aún más so­bre estos asuntos, y cómo llegaron a tener una relación estrecha con su Creador.

¿Qué les ayudó a tener fe en un Creador?

El joven Testigo que visitó a Bertil apeló a su sentido común y le mostró que hay una enorme diferencia entre el cristianismo ver­dadero y la religión que practican los cristia­nos nominales. Bertil explica que hubo algo

* Si desea más detalles sobre por qué Dios permite la maldad, consulte el libro ¿Qué enseña realmente la Biblia?, editado por los testigos de Jehová, páginas 106 a 114.

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que lo impresionó mucho más que los argu­mentos a favor de la existencia de un Crea­dor: "Fue la paciencia y calma del joven frente a mi terquedad. [...] Siempre tenía pu­blicaciones para mí y estaba bien prepara­do".*

Svetlana, influida por la teoría de la evolu­ción y el comunismo, estaba convencida de que solo sobreviven los individuos más ap­tos. Pero este severo enfoque de la vida la an­gustiaba, y lo que aprendió en la Facultad de Medicina la confundió aún más. Ella dice: "Durante las lecciones sobre el ateísmo aprendimos el concepto de la supervivencia del más apto. Pero en las clases de medicina se nos enseñaba que debíamos ayudar a los débiles". Ella se preguntaba por qué los seres humanos, quienes se supone que son una mejora evolutiva de los primates, sufren trastornos emocionales que no afligen a los simios. La explicación de estas contradiccio­nes provino de una fuente inesperada: "Mi abuela me mostró con la Biblia que nuestra imperfección es lo que produce emociones negativas". A Svetlana también la conmovió aprender lo que la Biblia dice sobre por qué sufren las personas honradas.

Leif, de origen escandinavo, era un defen­sor de la evolución y veía la Biblia como un libro de cuentos de hadas. Pero cierto día un amigo le preguntó: "¿Te das cuenta de que solo estás repitiendo lo que otros han dicho, sin saber nada de la Biblia?". ¿Qué efecto tu­vieron en él estas palabras? Leif comenta: "Reconocí que nunca había cuestionado la evolución, simplemente la había dado por buena. [...] Creo que, entre otras cosas, las profecías bíblicas y su cumplimiento pue­den hacer pensar a cualquier ateo" (Isaías 42:5, 9) .

* Si desea examinar algunos argumentos a favor de la creación, consulte la serie titulada "¿Existe un Creador?", de ¡Despertad! de septiembre de 2006, editada por los tes­tigos de Jehová.

Ciarán, mencionado antes, quedó desilu­sionado después de haber estado envuelto en la política por años. Al reflexionar sobre la vida, se le ocurrió que solo un Dios pode­roso y amoroso podría resolver los pro­blemas de la Tierra y que solo él podría mostrarle una salida a su aflicción. "Ojalá encontrara a ese Dios", decía entre suspiros. Muy abatido, oraba: "Si me puedes escu­char, indícamelo de alguna forma, y enséña­me cómo librarme de mi angustia y cómo puede librarse la humanidad de su dolor". Unos días después, un testigo de Jehová tocó a su puerta y le explicó lo que la Biblia ense­ña acerca de la influencia maligna tras los gobiernos (Efesios 6:12). Dicha explicación confirmó las observaciones personales de Ciarán y despertó su curiosidad. Después de un estudio más profundo de la Biblia, su fe en un Creador amoroso empezó a fortale­cerse.

El Creador y usted La hipocresía religiosa, las enseñanzas

ateas —como la evolución— y la maldad por doquier han llevado a muchos a dudar de la existencia de un Creador e incluso a negarla. No obstante, si usted lo permite, la Biblia puede responder a sus preguntas de manera satisfactoria. Este libro revela los pensamien­tos de Dios, "pensamientos de paz, y no de calamidad", que ofrecen "un futuro y una es­peranza" (Jeremías 29:11). Para Bernadette, que dudaba de la existencia de un Creador y cuyo hijo nació discapacitado, dicha espe­ranza fue como un vendaje que cubrió las heridas causadas por sus sufrimientos.

La explicación bíblica de por qué Dios ha permitido el sufrimiento ha hecho recapaci­tar a muchos que eran ateos. Si aparta tiem­po para averiguar lo que dice la Biblia, usted también podría convencerse de que existe un Dios que "no está muy lejos de cada uno de nosotros" (Hechos 17:27).

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Nuestros lectores quieren saber

¿DE VERAS EXISTE EL DIABLO?

La Biblia enseña que Satanás es un ser completamente real. Sin embargo, algunos críticos se burlan de esa idea. Según ellos, el Diablo no es más que un sím­bolo de la maldad que todos lle­vamos dentro.

En realidad, no es de extrañar que surjan dudas sobre ia exis­tencia del Diablo. ¿Por qué deci­mos esto? Pongamos un ejem­plo: muchos delincuentes borran sus huellas para que no los descubran y así poder cometer más delitos. Pues bien, Satanás hace igual: trata por todos los medios de mantenerse en el anonimato y así seguir fomentando todo tipo de corrup­ción moral. No obstante, jesús reveló claramente quién es el responsable del estado en que se halla la humanidad cuando llamó a Satanás "el gober­nante de este mundo" (Juan 12:31).

Pero ¿cómo llegó a existir el Diablo? Al princi­pio era un ángel perfecto. Sin embargo, comenzó a desear que los seres humanos lo adoraran a él en lugar de a Dios. Se obsesionó tanto con esa ¡dea que acabó rebelándose. Fue entonces cuan­do se convirtió en el Diablo. En la Biblia se regis­tró una conversación que Satanás y Jesús mantu­vieron en la Tierra. En ella, el Diablo dejó ver cuál era su ambición, pues intentó que Jesús se arrodi­llara y lo adorara (Mateo 4:8, 9).

En el libro bíblico de Job aparecen dos conver­saciones que mantuvo con Dios, en las que se deja entrever esa misma ambición. También reve­lan que el Diablo haría lo que fuera necesario para que los humanos se alejaran de Dios y lo adoraran a él (Job 1:13-19; 2:7, 8).

Piense en esto: si Satanás habló personalmente con Jehová Dios y con Jesucristo, ¿cómo puede

ser un símbolo de la maldad que hay en todos nosotros? ¿Acaso existe la más mínima pizca de maldad en el interior de Dios o de Jesús? Por supuesto que no. Así que está claro que Satanás es un ser real. Lo que es más, es una criatura espiritual despiada­da que no siente ningún respeto por Jehová ni por Jesús.

El lamentable estado en que se encuentra este mundo demuestra a las claras que el Diablo existe. Mientras millones de perso­nas se mueren de hambre, muchos países dejan que se pudra la comida que les sobra. Al mismo tiempo almacenan armas de destrucción masiva para aniquilarse entre sí. Por otro lado, han hecho que la contaminación del planeta haya alcanza­do niveles alarmantes. Aun así, la mayoría de la gente no es capaz de ver el origen de todo ese aborrecible comportamiento. ¿Por qué será?

La Biblia explica la razón al revelarnos que Satanás "ha cegado las mentes de los incrédulos" (2 Corintios 4:4). Pero ¿cómo logra manipular­los? Lo hace a través de una organización invisi­ble. Las Escrituras indican que él es "el gobernan­te de los demonios" (Mateo 12:24). Es como el jefe de una gran red criminal que controla todo un imperio sin revelar su identidad. En efecto, Sa­tanás se vale de una organización clandestina compuesta por demonios para controlar a las personas sin que la mayoría se dé cuenta.

¡Menos mal que la Biblia ha desenmascarado al Diablo y su organización! Así podemos tomar las medidas necesarias para no caer en sus redes. ¿Cómo lo lograremos? Siguiendo este consejo bí­blico: "Sujétense [...] a Dios; pero opónganse al Diablo, y él huirá de ustedes" (Santiago 4:7).

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D E P A D R E S A H I J O S

Sem sobrevivió al fin de un mundo malvado

EM, uno de los hijos de Noé, vio cómo se destruyó el mundo malvado en el que

vivía y cómo comenzó una nueva época de la historia humana. ¿Te gustaría

saber cómo sobrevivieron él y su familia?*... Veamos lo que sucedió.

Cuando Sem era niño, la gente era muy mala. La Biblia dice que "la maldad del

hombre abundaba en la tierra" y que las personas pensaban cosas malas todo el

tiempo. ¿Qué crees que hizo Jehová Dios?... Mandó un diluvio —es decir, hizo que

lloviera muchísimo—, y así acabó con todas las personas malvadas. El apóstol Pe­

dro escribió: "El mundo de aquel tiempo sufrió destrucción cuando fue [inundado]

en agua" (Génesis 6:5; 2 Pedro 3:6).

¿Te das cuenta de por qué destruyó Dios a aquella gente?... Porque eran perso­

nas malvadas y solo pensaban en hacer cosas malas. Jesús dijo que "antes del dilu­

vio estaban comiendo y bebiendo, los hombres [seguían] casándose y las mujeres

siendo dadas en matrimonio". Estaban tan ocupados divirtiéndose que "no hicie­ron caso hasta que vino el diluvio y los barrió a todos" (Mateo 24:37-39).

Pero ¿de qué tenían que hacer caso aquellas personas?... Bueno, la Biblia dice

que Noé, el padre de Sem, era un "predicador de justicia". Él les hablaba a todos de

lo que Dios deseaba que hicieran. Sin embargo, nadie le hizo caso. Noé obedeció a

Dios y construyó un arca, una especie de embarcación que les serviría de refugio a

él y su familia durante el Diluvio. Solo sobrevivieron Noé, su esposa, sus tres hijos

—Sem, Cam y Jafet— y las esposas de estos. Como todos los demás hicieron lo que

querían, en vez de lo que Jehová quería, se ahogaron en el Diluvio (2 Pedro 2:5;

1 Pedro 3:20).

Sem y su familia entraron en el arca antes de que empezara el Diluvio. Y más o

menos un año después salieron a tierra seca. ¡Qué bueno! Ya no había más gente

malvada. Pero pronto volvieron los problemas. Todo empezó con Canaán, uno de

los hijos de Cam, el hermano de Sem. Canaán hizo algo tan malo que Noé se enojó

mucho y dijo: "Maldito sea Canaán". Nemrod, uno de los nietos de Cam, también

fue un hombre terrible. Se rebeló contra Dios y mandó construir la famosa torre de

Babel. Le dijo a la gente: 'Hagamos una torre muy alta para hacernos famosos'.

* Si está leyendo el artículo con un niño, haga una pausa tras los puntos suspensivos y permita que él responda.

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¿Cómo crees que se sintieron Sem y su padre, Noé?... (Génesis 9:25; 10:6-10; 11:

4 ,5 . )

Se pusieron muy tristes, y Jehová también. ¿Sabes qué hizo Jehová?... Hizo que

los que estaban construyendo la torre empezaran a hablar idiomas distintos.

Y como no podían entenderse, tuvieron que dejar de construirla. Cada quien se

juntó con los que hablaban su mismo idioma, y todos se fueron a vivir a diferentes

lugares (Génesis 11:6-9). Pero Dios no les cambió el idioma a Sem y su familia.

De este modo, pudieron permanecer juntos y apoyarse mutuamente para seguir

sirviendo a Dios. Sem sirvió fielmente a Jehová durante mucho tiempo. ¿Quieres

saber cuántos años vivió?...

Sem llegó a los 600 años de edad. Tenía 98 para cuando llegó el Diluvio y siguió

viviendo otros 502 años. De seguro le ayudó a Noé a construir el arca y a advertirles

a las personas acerca del Diluvio. Pero ¿seguiría Sem siendo bueno durante los más

de quinientos años que vivió después?... En una ocasión, Noé dijo que Jehová era

"el Dios de Sem". Así que Sem tuvo que haber permanecido fiel a Jehová, y segura­

mente contribuyó a que su familia también sirviera a Dios. Con el tiempo,

Abrahán, Sara e Isaac llegaron a contarse entre los descendientes de Sem (Génesis

9:26; 11:10-31; 21:1-3).

Pensemos ahora en el mundo en que vivimos. ¿Verdad que cada vez hay gente

más malvada? ¿Qué crees que le va a suceder a este mundo?... La Biblia dice que

está llegando a su fin. Pero fíjate en esta promesa: "El que hace la voluntad de Dios

permanece para siempre". Así que, si hacemos lo que Dios nos pide, podremos vi­

vir en un nuevo mundo aquí en la Tierra, donde todos vamos a ser felices para

siempre. ¿Te gustaría estar allí? (1 Juan 2:17; Salmo 37:29; Isaías 65:17.)

Preguntas: o ¿Por qué destruyó Dios al mundo en que vivía Sem?

o ¿Cuántos años vivió Sem, y qué clase de hombre era?

o ¿Qué le sucederá al mundo en que vivimos ahora?

o ¿Qué tenemos que hacer para poder vivir en el nuevo mundo de Dios?

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LA Ciudad del Vaticano es, sin duda alguna, ¿ un inmenso cofre de tesoros. Pocos pue­

den resistirse a la belleza de sus esculturas y frescos o a la grandiosidad de su arquitectura. Sin embargo, de los incontables tesoros que al­berga hay uno que permaneció por largo tiem­po oculto en la Biblioteca Vaticana. Se trata de un preciado manuscrito que facilita la com­prensión de ciertos pasajes de la Palabra de Dios, que fueron escritos hace miles de años. Hablamos del Códice Vaticano.*

Los códices Alejandrino y Sinaítico —otros dos antiguos manuscritos bíblicos muy valora­dos— comparten un pasado turbulento. Son fa­mosas las historias de cómo salieron a la luz o de cómo se salvaron de ser destruidos. Pero ¿qué puede decirse del pasado del Códice Vati­cano? A decir verdad, muy poco. De hecho, no se sabe casi nada de sus orígenes.

Un tesoro oculto La primera referencia que se tiene del códice

aparece en un catálogo del siglo xv de la Biblio­teca Vaticana. Entre los entendidos se han ba­rajado distintas teorías sobre el lugar en que pudo haberse escrito: Egipto, Cesárea o incluso Roma. No obstante, tras evaluarlas, el profesor J. Neville Birdsall, de la Universidad de Bir-mingham (Inglaterra), llegó a la siguiente con­clusión: "No hay forma de determinar con cer­teza la fecha exacta ni el lugar de origen del

* También conocido como Manuscrito Vaticano 1209 o Codex Vaticanus. Oficialmente se lo designa con la le­tra B. Los códices son una versión temprana de lo que hoy conocemos como libro (véase el artículo "Del rollo al có­dice. Cómo adoptó la Biblia la forma de libro", publicado en el número del 1 de junio de 2007 de esta revista).

Códice Vaticano. Ni siquiera se puede rastrear su historia antes del siglo xv pese a los esmera­dos intentos de los expertos". Aun así, está con­siderado uno de los manuscritos bíblicos más importantes. Veamos por qué.

Al traducir las Santas Escrituras, los eruditos se percataron de que, a lo largo de los siglos, se habían introducido errores en las copias del texto bíblico. Por eso, vieron la necesidad de contar con manuscritos que reprodujeran lo más fielmente posible los escritos originales. ¡Imagínese su entusiasmo al descubrir la exis­tencia de un manuscrito griego del siglo iv! Así es, se trataba de un texto que había sido escrito menos de trescientos años después de comple­tarse la Biblia. El códice contiene gran parte de las Escrituras Hebreas y de las Escrituras Grie­gas Cristianas. Solo faltan unas pocas porcio­nes que se perdieron con el paso del tiempo.

Pese a la relevancia que tenía, la dirección de la Biblioteca Vaticana durante mucho tiempo fue reacia a permitir que los eruditos bíblicos tuvieran acceso al códice. No obstante, según cuenta el respetado crítico textual sir Frederic Kenyon, "en 1843 se le permitió [al biblista Konstantin von Tischendorf] que lo revisara durante seis horas, tras haber esperado varios meses. [...] En 1845 se autorizó al gran erudito inglés Tregelles que lo viera, pero sin copiar nada". Tischendorf solicitó permiso para ver el códice nuevamente, pero a los ocho días se lo retiraron cuando llevaba copiadas veinte pági­nas. Aun así, "debido a su insistencia consiguió examinarlo por seis días más; en total lo tuvo a su disposición en períodos de tres horas duran­te catorce días —explica Kenyon—. Tischendorf

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El Códice Vaticano ¿POR QUE ES TAN VALIOSO?

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sacó el máximo partido a su tiempo y, en 1867, publicó la mejor edición del manuscrito reali­zada hasta entonces". Posteriormente, el Va­ticano hizo disponible una copia aún mejor del códice.

"Un texto cuidado" Ahora bien, ¿qué tipo de texto resultó ser el

Códice Vaticano? De acuerdo con cierta obra especializada, es un manuscrito "de gran cali­dad, en el que se percibe, por su ortografía uni­forme y su transcripción exacta, una repro­ducción cuidadosa del original" (The Oxford Illustrated History of the Bible). Y entonces aña­de: "Podemos concluir, por tanto, que es pro­ducto de una larga tradición de copistas bien instruidos".

La calidad del códice también impresionó a dos importantes eruditos: B. F. Westcott y F. J. A. Hort. Tanto es así que lo utilizaron, jun­to con el Códice Sinaítico, como base de su obra The New Testament in the Original Greek (El Nuevo Testamento en el griego original), publicada en 1881. Esta obra sigue siendo el texto base de varias versiones modernas de las Escrituras Griegas Cristianas, entre las que se encuentran The Emphasised Bible, de Joseph B. Rotherham, y la New World Translation, base a su vez de la Traducción del Nuevo Mundo.

No obstante, algunos críticos consideraron que la confianza de Westcott y Hort en el Códi­ce Vaticano era excesiva. ¿Era la transcripción del texto original tan fiel como creían? La pu­blicación de los papiros Bodmer entre 1956 y 1961 fue la prueba de fuego. Estos documentos contenían pasajes de los Evangelios de Lucas y Juan que habían sido escritos a principios del siglo in de nuestra era, esto es, antes del códice. ¿Qué descubrieron los expertos al comparar ambos manuscritos?

"La similitud entre el texto del códice y los fragmentos existentes de los papiros Bodmer es impresionante", declararon Philip B. Payne y Paul Canart en la revista Novum Testamentum. Y luego añadieron: "En vista de las coinciden­cias entre ambos textos, es razonable concluir

que el escriba copió el códice a partir de un ma­nuscrito muy parecido a los papiros Bodmer. Dicho manuscrito, por tanto, debía de ser muy antiguo o estar basado en uno muy anti­guo". El profesor Birdsall, por su parte, afirmó: "Ambos documentos son muy similares entre sí. [...] [El códice] es un texto cuidado: es obvio que detrás hubo alguien acostumbrado a re­producir con esmero lo que recibía".

Su utilidad para los traductores Claro está, el hecho de que un manuscrito

sea más antiguo no garantiza que sea más fiel. Aun así, comparar el Códice Vaticano con otros manuscritos resulta muy útil para determinar cómo era el texto original. Por ejemplo: en los fragmentos que se conservan del Códice Sinaí­tico (siglo iv) falta la mayor parte de los libros históricos desde Génesis a Primero de las Cró­nicas. Sin embargo, hoy se puede confirmar su debido lugar en el canon bíblico gracias a que aparecen en el Códice Vaticano.

Otro punto controvertido entre los entendi­dos —según The Oxford Illustrated History ofthe Bible— son "los versículos relacionados con la persona de Cristo y la Santísima Trinidad". ¿Qué aportación hace el códice a este respecto?

Veamos tan solo el caso de Juan 3:13, donde se dice: "Ningún hombre ha ascendido al cielo sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre". Al final de este versículo, algunas versiones añaden la expresión "que está en el cielo". De este modo dan a entender que Jesús estaba al mismo tiempo en el cielo y en la Tierra, una idea que sirve de fundamento para la doctrina de la Trinidad. Y aunque es cierto que estas palabras aparecen en algunos manus­critos de los siglos v y x, no se encuentran en los códices Vaticano y Sinaítico, que son más antiguos. Por eso, muchos traductores deciden omitirlas. Al reproducir los manuscritos más antiguos, este versículo no crea ninguna con­fusión sobre la identidad de Cristo y armoniza con el resto de las Escrituras. En realidad, no indica que Jesús estaba en dos lugares a la vez, sino que había venido del cielo y pronto

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regresaría allí o, como dice Juan 20:17, 'ascen­dería a su Padre'.

El Códice Vaticano también permite enten­der mejor qué futuro le espera a nuestro plane­ta. Al leer cómo vierten sus Biblias ciertos pasa­jes, muchas personas creen que Dios acabará destruyendo la Tierra. De acuerdo con la ver­sión Reina-Valera de 1960, el apóstol Pedro profetizó que "la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas" (2 Pedro 3:10). Otras ver­siones traducen así este pasaje porque se basan en el texto del Códice Alejandrino (siglo v) y otros manuscritos posteriores.

Sin embargo, el Códice Vaticano —escrito casi un siglo antes— y su contemporáneo, el Códice Sinaítico, vierten este pasaje un tanto diferente. Dicen que "la tierra y las obras que hay en ella serán descubiertas". ¿Coincide esto con lo que se enseña en otras partes de la Biblia? Por supuesto que sí. En Salmo 104:5 se indica que a nuestro planeta "no se le hará tambalear hasta tiempo indefinido, ni para siempre". Entonces, ¿en qué sentido 'será descubierta' la Tierra? Antes que nada, hay que recordar que la palabra tierra también puede usarse en sentido figurado para referirse a los seres humanos. De ahí que la Biblia diga que "la tierra" habla un lenguaje o está gozosa

Aunque algunos copistas escribían en sus trabajos la fecha en que los terminaban, la mayoría de los manuscritos griegos no la tie­nen. ¿Cómo determinan entonces los exper­tos la fecha en que se escribió un manuscrito bíblico? Basándose en su estilo de escritura que, al igual que la lengua y el arte, varía de una generación a otra. La escritura uncial —con letras de trazos curvos y en mayúscula, y con líneas de texto de tamaño uniforme-es propia del siglo iv y se utilizó durante cien­tos de años. Así pues, al comparar cuidadosa­mente los manuscritos unciales que tienen

(Génesis 11:1; 1 Crónicas 16:31). Así pues, Dios no destruirá el planeta, sino que pondrá al descubierto la maldad que hay en él y destruirá a quienes la fomentan. ¿No es un gran alivio saber la verdad?

"Durará hasta t iempo indefinido" Por desgracia, el Códice Vaticano no se

pudo consultar durante muchos siglos, por lo que ciertos pasajes bíblicos se malinterpreta-ban con frecuencia. Sin embargo, todo cam­bió cuando fue publicado. Desde entonces, con la ayuda del Códice Vaticano y diversas tra­ducciones modernas y confiables, se puede aprender lo que realmente enseña la Palabra de Dios.

Los antiguos copistas a menudo incluían en sus manuscritos la siguiente advertencia: "La mano que escribió [esto] se pudre en una tum­ba, pero lo que está escrito permanece para siempre". ¡Cuánto les debemos hoy día a estos incansables copistas anónimos! Aun así, el mé­rito de conservar el mensaje de la Biblia es, sin duda alguna, de su Autor, quien hace mucho tiempo inspiró a un profeta para que escribie­ra: "La hierba verde se ha secado, la flor se ha marchitado; pero en cuanto a la palabra de nuestro Dios, durará hasta tiempo indefinido" (Isaías 40:8).

fecha con los que no la tienen, se puede determinar con más precisión cuándo se es­cribieron.

Obviamente, este sistema tiene sus limita­ciones. Como aclaró el profesor Bruce Metz-ger, del Seminario Teológico de Princeton, "la caligrafía de una persona varía poco a lo largo de su vida, por lo que es imposible pre­cisar la fecha de un documento sin darle un margen de error de cincuenta años". Así y todo, gracias a un minucioso análisis, la gran mayoría de los eruditos concuerdan en que el Códice Vaticano se escribió en el siglo iv.

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HACE horas que la oscuridad se ha adueña­do del mar de Galilea, y Pedro continúa

remando con todas sus fuerzas. De repente, al­canza a ver un ligero resplandor a lo lejos. ¿Será que pronto va a amanecer? Las olas chocan vio­lentamente contra la proa de la barca. El fuerte viento que azota su cara ha despertado la furia del mar. Empapado y con el cuerpo adolorido, Pedro sigue remando sin detenerse un ins­tante.

Aunque hay otros discípulos con él en la bar­ca, Jesús no está con ellos, pues se quedó en la costa. Ese mismo día, Jesús había multiplicado unos cuantos panes y pescados para alimentar a miles de personas. Como resultado, la gente quiso hacerlo rey. Sin embargo, él estaba re­suelto a no involucrarse en asuntos políticos y a impedir que sus discípulos adoptaran las ideas de aquellas personas. De modo que se escabulló de la multitud y les ordenó a sus apóstoles que se fueran en la barca a la ribera opuesta. Mientras tanto, él se iría a una monta­ña para orar a solas (Marcos 6:35-45; Juan 6: 14,15).

Cuando los discípulos salieron, la luna —casi llena— estaba muy elevada sobre el horizonte, pero ahora ya está cerca del poniente. Con todo, solo han logrado avanzar unos pocos ki­lómetros. Volcados en su lucha contra el mar y ensordecidos por el estruendo del viento y las olas, no pueden hablar entre ellos. Así que es muy probable que Pedro esté enfrascado en sus pensamientos.

Tras dos intensos años acompañando a Jesús de Nazaret, seguro que tiene bastante en qué pensar. Aunque ya ha aprendido mucho, sabe

que aún le queda un largo camino por recorrer. Desea llegar a ser un excelente discípulo de Cristo, y es precisamente ese deseo de mejorar, de superar obstáculos como las dudas y temo­res, lo que lo convierte en un magnífico ejem­plo para nosotros. A continuación profundiza­remos en esta faceta de su personalidad.

"Hemos hallado al Mesías" Pedro jamás olvidaría el día en que conoció a

Jesús de Nazaret. Fue Andrés, su hermano, quien le dio la sorprendente noticia: "Hemos hallado al Mesías". Poco se imaginaba cuánto cambiaría su vida a partir de ese momento (Juan 1:41).

Pedro vivía en Capernaum, ciudad situada a orillas del mar de Galilea, un enorme lago de agua dulce. Andrés y él tenían un negocio de pesca con Santiago y Juan, hijos de Zebedeo. En la casa de Pedro y su esposa vivían también su suegra y Andrés. Para mantener a su familia, los pescadores tenían que ser hombres diligen­tes, fuertes y diestros. No era raro que pasaran largas noches trabajando sin descanso, echan­do y recogiendo las redes entre dos barcas para sacar del lago los peces que este quisiera darles. Su jornada continuaba por la mañana, pues en­tonces tenían que separar y vender los peces, así como limpiar las redes y remendarlas.

¿Y cómo fue que Pedro llegó a convertirse en seguidor de Jesús? La Biblia indica que su her­mano Andrés era discípulo de Juan el Bautista. Es posible que él le contara a Pedro lo que aprendía de Juan y que este lo escuchara con mucho interés. Pero un día, Andrés fue testi­go de algo importante. Señalando a Jesús de

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E J E M P L O S D E F E

Superó sus dudas y temores

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Nazaret, Juan dijo estas palabras: "¡Miren, el Cordero de Dios!". Enseguida, Andrés se hizo seguidor de Jesús y, lleno de emoción, fue a buscar a Pedro para anunciarle que el Mesías por fin había llegado (Juan 1:35-40). Unos cua­tro mil años antes, cuando se produjo la rebe­lión en Edén, Jehová Dios había prometido en­viar a alguien especial que brindaría esperanza de salvación a la humanidad (Génesis 3:15). Y era precisamente a este Salvador, el Mesías prometido, a quien Andrés acababa de cono­cer. Al enterarse, Pedro fue corriendo a su en­cuentro.

Hasta entonces, el nombre con el que se co­nocía a Pedro era Simón, o Symeón. Ahora bien, la primera vez que Jesús lo vio le dijo: " 'Tú eres Simón, hijo de Juan; tú serás llamado Cefas' (que se traduce Pedro)" (Juan 1:42). Todo parece indicar que Jesús le puso de mane­ra profética el nombre "Cefas", que significa "piedra" o "roca". Seguramente vio en Pedro a un hombre que llegaría a ser como una roca: al­guien firme y confiable que ejercería una in­fluencia estabilizadora en la congregación cris­tiana. Pero ¿tenía Pedro ese concepto de sí mismo? Es probable que no. De hecho, tras leer los Evangelios, muchas personas opinan que no reflejó esas cualidades. Hay quienes incluso lo tachan de inseguro, inestable e indeciso.

Por supuesto, Jesús sabía muy bien que Pe­dro tenía sus defectos. Sin embargo, a imita­ción de su Padre, él siempre se fijaba en lo me­jor de las personas. Por eso estaba seguro de que Pedro tenía mucho potencial y quería ayu­darle a ir puliendo sus cualidades. En la actuali­dad, Jehová y Jesús también se concentran en nuestras virtudes. Pero ¿qué hay si nos cuesta creer que puedan hallar algo bueno en noso­tros? Aun así, tenemos que confiar en el punto de vista de ellos y dejarnos enseñar y moldear como lo hizo Pedro (1 Juan 3:19, 20).

"Deja de tener miedo" Después de conocer a Jesús, parece que Pe­

dro viajó con él durante parte de su ministerio. Así que posiblemente presenció el primer mi-

lagro de Jesús, que fue cuando convirtió el agua envino estando en un banquete de bodas en Cana. Más importante aún, escuchó de boca de Jesús el maravilloso mensaje sobre el Reino de Dios. Pero luego tuvo que partir y regresar a su negocio de pesca. Meses más tarde, sin em­bargo, Pedro volvió a encontrarse con Jesús y, en esa ocasión, este le hizo una invitación espe­cial: que fuera su seguidor durante toda la vida.

A Pedro no le había ido nada bien en la pesca la noche anterior. Él y sus compañeros habían estado echando las redes, y recogiéndolas va­cías una y otra vez. Con toda la experiencia que Pedro poseía, de seguro había probado en va­rias zonas del lago en donde podía haber peces. Puede que hubiera momentos en que deseara poder ver entre las aguas turbias para encontrar los bancos de peces y de algún modo, atraerlos hacia las redes. Desde luego, pensar en eso úni­camente lo habría desanimado más. Y es que no pescaba por placer; lo hacía para mantener a su familia. Frustrado, regresó a tierra con las manos vacías y se puso a limpiar las redes. Fue en ese momento cuando llegó Jesús.

Con él venía una muchedumbre que anhela­ba oír sus enseñanzas. La gente se agolpaba a su alrededor, así que se subió a la barca de Pedro y le pidió que se alejara un poco de la orilla. Des­de allí, su voz sería más audible gracias a la acústica del agua. Al igual que los que estaban en tierra, Pedro lo escuchaba fascinado. Podía pasarse horas y horas oyendo hablar a su Maes-

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jesús sabía que este humilde pescador tenía mucho potencial

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tro sobre el Reino de Dios, el tema principal de su predicación. ¡Qué privilegio sería colaborar con Cristo en difundir por todas partes este mensaje de esperanza! Pero ¿podría hacerlo? ¿De qué vivirían? Puede que recordara lo mal que le había ido en la pesca la noche anterior (Lucas 5:1-3).

Cuando Jesús terminó de hablar, le dijo a Pedro: "Rema hasta donde está profundo, y echen sus redes para la pesca". Aunque Pedro tenía sus dudas, le respondió: "Instructor, toda la noche nos afanamos y no sacamos nada, pero porque tú lo dices bajaré las redes". De se­guro, lo que menos deseaba Pedro era volver a echar las redes, pues ya había pasado el mejor momento para pescar. De todos modos le obe­deció y probablemente les indicó a los hom­bres de la otra barca que lo siguieran (Lucas 5:4, 5).

Al empezar a recoger las redes, Pedro y sus compañeros sintieron un peso inesperado. Sor­prendidos, tiraron de ellas con fuerza y vieron que sacaban una increíble cantidad de peces. De inmediato les hicieron señas a los pescado­res de la otra barca para que les ayudaran. Ha­bía tantos peces que ambas barcas no tardaron en llenarse, e incluso se hundían por el peso. Pedro no podía creerlo. Yes que, aunque había

visto en otras ocasiones cuánto poder tenía Cristo, este milagro le afectaba en lo personal. ¡Estaba frente a un hombre que podía atraer a los peces hacia las redes! Invadido por el temor, Pedro se arrodilló ante Jesús y le dijo: "Apártate de mí, porque soy varón pecador, Señor". Está claro que Pedro no se consideraba digno de es­tar junto al Mesías, aquel que contaba con el poder de Dios (Lucas 5:6-9).

Sin embargo, Jesús le dijo con bondad: "Deja de tener miedo. De ahora en adelante estarás pescando vivos a hombres" (Lucas 5:10, 11). Aquel no era momento de dudar o sentir te­mor, pues Jesús lo estaba invitando a participar en una obra única en la historia. Pedro no tenía por qué abrigar dudas respecto a cómo cubriría sus necesidades básicas. Tampoco tenía razo­nes para inquietarse por sus limitaciones y de­fectos. Podía confiar en que servía a un Dios que "perdonfa] en gran manera" y que se encargaría de satisfacer todas sus necesidades, tanto físicas como espirituales (Isaías 55:7; Ma­teo 6:33).

Pedro aceptó la invitación de inmediato, y lo mismo hicieron Santiago y Juan. La Biblia dice que "volvieron a traer las barcas a tierra, y aban­donaron todo y le siguieron" (Lucas 5:11). De­jando a un lado sus miedos e inseguridades,

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"Soy varón pecador, Señor"

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Pedro tomó la mejor decisión: ejercer fe en Je­sús y en aquel que lo había enviado, Jehová Dios. En nuestros días, los cristianos que para servir a Dios superan sus dudas y temores de­muestran esta misma clase de fe. Ellos también pueden tener la certeza de que Jehová nunca los defraudará (Salmo 22:4, 5).

"¿Por qué cediste a la duda?" Ya han pasado dos años desde que Pedro co­

noció a Jesús. Él y sus compañeros están re­mando con fuerza en medio de una noche tempestuosa en el mar de Galilea. No hay for­ma de saber en qué está pensando Pedro, pero lo cierto es que tiene muchas vivencias que re­cordar. Ha presenciado varios milagros de Je­sús. Por ejemplo, cuando su propia suegra en­fermó, vio cómo Jesús la sanaba. También ha escuchado de primera mano sus enseñanzas, como las que pronunció en el Sermón del Monte. Después de todo esto, Pedro puede es­tar seguro de que Jesús es el Mesías, el escogido de Jehová. Conforme han transcurrido los me­ses, ha mejorado en algunos aspectos de su per­sonalidad, como su tendencia a ceder repenti­namente a sus miedos y dudas. Tanto es así que Jesús lo escogió para que fuera uno de sus doce apóstoles. Con todo, como veremos a conti­nuación, Pedro todavía no ha ganado la batalla contra esta inclinación.

Ya es la cuarta vigilia de la noche, es decir, entre las tres de la mañana y el amanecer. De pronto, Pedro vislumbra algo a lo lejos que se mueve sobre las aguas. Deja de remar y se le­vanta para ver lo que es. ¿Será el reflejo de la luna en la espuma de las altas olas? No puede ser, parece más bien algo sólido y erguido que avanza de forma constante. Cuando al fin lo distingue, no da crédito a sus ojos: ¡es un hom­bre que viene caminando sobre el mar y va a pasar junto a ellos! Los discípulos, asustados, creen que es un fantasma. Pero el hombre les dice: "Cobren ánimo, soy yo; no tengan te­mor". En efecto, es Jesús mismo (Mateo 14:25-28).

Ante esto, Pedro responde: "Señor, si eres tú, mándame venir a ti sobre las aguas". Lleno de valor y entusiasmo ante este espectacular mila­gro, quiere vivirlo más de cerca y así fortalecer su fe. Bondadosamente, Jesús hace lo que le pide y lo llama. Pedro, sin dudarlo un instante, se baja de la barca y pisa las agitadas aguas. ¿Puede imaginarse lo que siente? ¡Sus pies no se hunden mientras se dirige con paso fir­me hacia Jesús! Una profunda admiración lo embarga, pero, de repente, otro sentimiento se apodera de él (Mateo 14:29).

Jesús responde a la fe de Pedro haciendo que, con el poder de Jehová, camine sobre el mar.

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"Al mirar a la tempestad de viento, le dio miedo"

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Ahora bien, Pedro tiene que mantener la vista enfocada en Jesús; pero en estos momentos crí­ticos, se distrae. "Al mirar a la tempestad de viento, le dio miedo", explica la Biblia. Cuando Pedro ve el mar agitado y las olas chocando vio­lentamente contra la barca, se llena de pavor. Quizás incluso piense que morirá tragado por las aguas. En unos instantes, el miedo ahoga su fe. Y Pedro —a quien Jesús había llamado "Roca" por la estabilidad que vislumbraba en él— empieza a hundirse como una piedra lan­zada al mar. Aunque es un nadador experto, co­mienza a gritar:" ¡ Señor, sálvame!". Enseguida, Jesús lo saca de la mano hacia la superficie y, de pie sobre las aguas, le dice: "Hombre de poca fe, ¿por qué cediste a la duda?" (Mateo 14: 30, 31).

¡Qué valiosa lección para Pedro! Ceder a las dudas es muy peligroso, pues estas ejercen un tremendo poder sobre nosotros. Pueden llegar a devorar nuestra fe y ahogarnos espiritual-mente. Por eso, hemos de estar resueltos a lu­char contra los temores y las dudas. Y para ello

tenemos que mantener el enfoque adecuado. Si nos concentramos en lo que puede intimi­darnos, desanimarnos o distraernos de seguir a Jehová y a Cristo, nuestras dudas crecerán. Pero si mantenemos la vista fija en ellos —es decir, en sus obras pasadas, presentes y futuras a favor de quienes los aman—, estaremos a salvo de las dudas destructivas.

Pedro sigue a Jesús mientras este se dirige a la barca. Al subirse, ve que la tormenta se ha apla­cado. El mar de Galilea ha recobrado la calma. Tanto Pedro como los demás discípulos reco­nocen admirados: "Verdaderamente eres Hijo de Dios" (Mateo 14:33). Después de esta impac­tante experiencia, Pedro de seguro se sintió muy agradecido. Esa noche aprendió a confiar más en Jehová y Jesús, dejando a un lado sus dudas y temores. Pero aún le faltaba mucho para llegar a ser aquel pilar que Cristo predijo. No obstante, estuvo decidido a seguir luchan­do. Y nosotros, ¿estamos resueltos a seguir el ejemplo de Pedro y combatir nuestras dudas y temores?

P E S C A D O R E S

DEL MAR DE GALILEA

comprender mejor muchos relatos evangélicos, como los que aparecen en el artículo anterior.

El mar de Galilea es en realidad un lago de agua dulce que mide unos 21 kilómetros (13 millas) por 12 kilómetros (8 millas). Des­de la antigüedad, los pescadores han explotado su abundancia de vida. De hecho, de este lago procedía parte del pescado que se vendía en un mercado de Jerusalén cerca de la llamada Puerta del Pescado (Nehemías 3:3).

c ÓMO era la vida de un pescador del mar de Galilea en el si­glo primero? Conocer algunos detalles nos permitirá ¿

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El apóstol Pedro era originario de una ciu­dad a orillas del mar de Galilea llamada Betsaida, que quizás signifique "Casa del Pes­cador". Otra ciudad al borde del lago era Ma-gadán o Magdala, adonde Jesús dirigió a sus discípulos tiempo después de haber camina­do sobre el agua (Mateo 15:39). Según un in­vestigador, el nombre griego de esta pobla­ción podría traducirse como "la ciudad del pescado curado". Era famosa por sus grandes procesadoras, donde el pescado del lago se secaba y salaba o se preparaba en salmuera y se conservaba en jarras de arcilla llamadas ánforas. Estos productos se distribuían pro­bablemente por todo Israel e incluso en el ex­tranjero.

Por tanto, la industria pesquera de Galilea se consideraba un negocio floreciente en los tiempos de Jesús. Y sería fácil suponer que producía buenas ganancias a la gente del lu­gar. Sin embargo, no era precisamente así. La pesca "no era 'el negocio redondo' que los lectores actuales del Nuevo Testamento qui­zás imaginen", dice un especialista. Era parte de "un negocio regulado por el Estado que solo favorecía a una minoría".

Nombrado por Roma, Herodes Antipas fue el gobernador, o príncipe territorial, del distrito de Galilea, por lo que controla­ba sus caminos, puertos y recursos natura­les (productos mineros, forestales, agríco­las y pesqueros). Todos estos recursos eran su fuente principal de ingresos tributarios.

No poseemos datos concretos sobre el siste­ma de impuestos en la Galilea del siglo pri­mero, pero debió de ser muy parecido al que utilizaron los gobernantes helenísticos o al que estableció el Imperio romano en las de­más provincias orientales. Es probable que gran parte de los beneficios extraídos de las actividades económicas de la zona y de la ex­plotación de sus recursos fueran a parar a manos de una minoría privilegiada en vez de a la gente común, que cargaba con la ma­yoría del trabajo.

El peso del sistema tributario En los tiempos de Jesús, las mejores tierras

de Galilea pertenecían a la casa real y estaban divididas en grandes propiedades, que Hero­des Antipas regaló a sus nobles y apoyadores. Sus subditos tuvieron que financiar los cuan­tiosos gastos de su vida lujosa, sus ambiciosas construcciones, su pomposa administración y los presentes que ofrecía a amigos y ciuda­des. Se sabe que el peso de los tributos, cáno­nes y gravámenes sobre el pueblo fue aplas­tante.

Herodes, además, poseía el monopolio de la explotación de lagos y ríos. Así que la pesca era parte de un negocio a gran escala que era controlado por la casa real o por los titulares de las tierras donadas por el rey. En las regio­nes bajo la directa administración real, los re­caudadores de impuestos autorizados —indi­viduos ricos que habían adquirido el puesto

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mediante subasta— tenían la potestad de fir­mar contratos con los pescadores estipulando los derechos de pesca. Algunos comentaristas sugieren que, en vista de que Mateo cobraba los tributos en Capernaum —importante cen­tro pesquero de Galilea—, es posible que haya "tramitado los derechos reales de pesca" para uno de tales recaudadores de impuestos.*

Documentos de los siglos primero y segun­do antes de nuestra era demuestran que los impuestos de Palestina se solían pagar en es­pecie, en vez de en efectivo. Algunos pescado­res profesionales cedían entre el 25 y el 4 0 % de sus capturas a cambio de los derechos de pesca. Dichos documentos indican que, al menos en algunas zonas bajo la administra­ción romana, la pesca continuó siendo un monopolio estatal controlado por inspecto­res. En Pisidia, un tipo de policía se aseguraba de que nadie pescara sin la debida licencia y que los pescadores vendieran sus capturas solo a medianeros o mayoristas autorizados, cuya actividad también estaba sujeta a los tri­butos y a la supervisión del Estado.

Según un analista, todos estos controles e impuestos hacían que "el rey o gobernador del Estado percibiera abundantes beneficios, mientras que las ganancias de los pescadores eran muy escasas". Los ingresos de los traba­jadores de otros sectores económicos se veían recortados de igual modo por los exagerados tributos. Si bien los impuestos nunca han sido del agrado del contribuyente, la hostili­dad general hacia los recaudadores que se desprende de los Evangelios se veía magnifi­cada por la avaricia y la total falta de honra­dez de quienes se enriquecían a costa de ex­torsionar al pueblo (Lucas 3:13; 19:2, 8).

Los pescadores de los Evangelios Los Evangelios nos muestran que Simón

* El apóstol Pedro se mudó de Betsaida a Capernaum, donde poseía un negocio pesquero junto con su herma­no Andrés y los hijos de Zebedeo. Jesús también residió cierto tiempo en Capernaum (Mateo 4:13-16).

Pedro no estaba solo en su negocio pesquero. Uno de los relatos menciona a "sus socios que estaban en la otra barca", y dice que lo ayudaron a sacar la milagrosa cantidad de pe­ces que había capturado (Lucas 5:3-7). Los entendidos explican que "los pescadores for­maban cofradías [...] para participar en las subastas y conseguir los contratos o permisos de pesca". Quizás esta fue la manera como los hijos de Zebedeo, Pedro, Andrés y sus so­cios obtuvieron la autorización para fundar su negocio pesquero.

Las Escrituras no especifican si estos pesca­dores galileos eran propietarios de los botes e instrumentos de pesca que utilizaban. Hay quienes opinan que sí; de hecho, Lucas 5:3 dice que Jesús subió en una barca "que era de Simón". Sin embargo, un artículo especiali­zado en el tema indica que "existe la posibili­dad de que los botes fueran propiedad de los intermediarios y que los utilizara la cofra­día". Sea como fuere, las Escrituras mencio­nan cierta ocasión en la que Santiago y Juan estaban remendando sus redes. Los pescado­res probablemente también tendrían que ne­gociar la venta de sus capturas y, si era nece­sario, contratar jornaleros.

Como hemos visto, hay detalles de la vida de los pescadores galileos del siglo primero que pasan desapercibidos al leer los relatos evangélicos. Su oficio formaba parte de un complejo sistema de relaciones económicas. Si tenemos esto presente, entenderemos me­jor tales relatos y las palabras de Jesús refe­rentes a la pesca y los pescadores. Por otra parte, toda esta información nos ayudará a valorar más la fe de Pedro, Andrés, Santiago y Juan. La pesca era su medio de vida, el oficio que conocían y una fuente constante de in­gresos. Pero independientemente de su si­tuación económica, estuvieron dispuestos a abandonarlo todo cuando Jesús los llamó para convertirse en "pescadores de hombres" (Mateo 4:19).

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¿Lo sabía?

¿Cuál era la función del "capitán del templo"?

Las Escrituras mencionan al "capitán del templo" entre los líderes religiosos judíos que arrestaron a los apóstoles Pe­dro y Juan mientras predica­ban (Hechos 4:1-3). Aunque la Biblia no entra en detalles sobre las tareas que desem­peñaba, algunas obras de con­sulta aportan más información al respecto.

Parece que, en los tiempos de Jesús, el sacerdote que ser­vía como capitán del templo ocupaba el segundo puesto en importancia después del sumo sacerdote. Una de sus funciones era la de supervisar la adoración en el templo de Je-rusalén. También era responsa­bilidad suya mantener el orden dentroy fuera de aquel recinto, para lo cual coordinaba lo que algunos llaman la policía del templo. Con la ayuda de otros capitanes de menor rango, él se encargaba de que los vigi­lantes abrieran las puertas del templo por las mañanas y las cerraran por las noches, de que nadie entrara a las zonas de acceso restringido y de que se custodiara la tesorería del tem­plo.

Los sacerdotes y levitas que trabajaban en el templo esta­ban organizados en veinticua­tro divisiones, las cuales se tur­naban para servir una semana

completa, dos veces al año. Es probable que cada una tu­viera su propio capitán (1 Cró­nicas 24:1-18).

Los capitanes del templo eran personajes muy influyen­tes. Según la Biblia, conspira­ron junto con otros sacerdotes principales para asesinar a je­sús. Además, se valieron de los hombres a su cargo para arres­tarlo (Lucas 22:4, 52).

Mateo 3:4 dice que Juan el Bautista comía "langostas insectiles y miel silvestre". ¿Eran las langostas un alimento común en aquel tiempo?

Hay quienes afirman que lo que Juan comía no eran insec­tos, sino vainas de algarrobo u otro fruto silvestre, o incluso al­gún tipo de pescado. Sin em­bargo, la palabra griega que empleó Mateo se refiere a una clase de saltamontes de la fa­milia de los acrídidos. La espe­cie más común en Israel es una langosta migratoria conocida como langosta peregrina o del desierto, que suele llegar a ser una plaga devastadora (joel 1: 4, 7; Nahúm 3:15).

Para algunos pueblos anti­guos, como los asirios y los etíopes, las langostas eran un manjar. De hecho, hay comuni­dades de beduinos y de judíos yemeníes que todavía las con­sumen. En Israel, sin embargo,

las langostas formaban parte de la dieta de los pobres. Les quitaban la cabeza, las patas y el abdomen, y solo les dejaban el tórax. Las comían crudas, asadas o secadas al sol, y a veces también las salaban o las ponían a remojar en vina­gre o miel. El historiador Henri Daniel-Rops comenta que su sabor es parecido al de los ca­marones.

Es muy probable que para Juan, quien predicaba en el de­sierto, este fuera un alimen­to fácil de conseguir (Marcos 1:4). Se sabe que la langosta peregrina tiene un 75% de pro­teínas y que, al combinarla con miel, es altamente nutritiva.

De! libro Discoveries Among the Ruins ofNineveh and Bobylon (1853) 28 LA ATALAYA • 1 DE OCTUBRE DE 2009

SIERVOS ASIRIOS LLEVANDO GRANADAS Y LANGOSTAS

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EL Museo Canadiense de la Guerra expo­ne un cuadro inspirado en la primera

guerra mundial denominado Sacrificio, que representa soldados asesinados, supervivien­tes maltrechos y sus familias en casa. En la parte superior se ve a Jesucristo colgado de una cruz. Algunos observadores se sorpren­den de que a Jesús, el "Príncipe de Paz", se le pinte junto a escenas de guerra (Isaías 9:6). Otros, agradecidos por los sacrificios de sus compatriotas, creen que Dios y su Hijo espe­ran que los cristianos luchen para defender la seguridad y la libertad de su nación.

Durante siglos, los líderes religiosos han fa­vorecido las guerras con sus prédicas. En el año 417 de nuestra era, Agustín, teólogo de la Iglesia Católica, afirmó: "No pienses que na­die puede agradar a Dios si milita entre las ar­mas de guerra. [...] Unos, orando por voso­tros, pelean contra los enemigos invisibles; vosotros, peleando por ellos, trabajáis contra los bárbaros visibles". Y en el siglo xm, Tomás de Aquino aclaró que "las guerras [...] son jus­tas" si "defienden a los pobres y a toda la re­pública de enemigos".

Si se lanzara una acción militar por una aparente causa noble —como defender la li­

bertad de un país o liberar a los oprimidos—, ¿cree usted que Dios la aprobaría? ¿A qué "principio moral" deben acudir los cristianos para comprender cuál es el criterio de Dios?

El ejemplo de Cristo ¿Es posible saber lo que Dios piensa sobre

un asunto complejo como las guerras mo­dernas? El apóstol Pablo planteó la siguiente reflexión: " '¿Quién ha llegado a conocer la mente de Jehová, para que le instruya?'. Pero nosotros sí tenemos la mente de Cristo" (1 Corintios 2:16). Para que entendiéramos su criterio, Jehová Dios envió a su Hijo a la Tierra. Con su ejemplo, tanto de palabra como de obra, Jesús reflejó la forma de pen­sar y actuar de su Padre. Por tanto, veamos qué dijo sobre las guerras y qué postura adoptó.

Proteger la vida de Jesucristo pudiera pare­cer la causa más noble posible para una de­fensa armada. De hecho, así pensaba Pedro, uno de sus apóstoles. Cuando Jesús fue trai­cionado y detenido a mitad de la noche por una muchedumbre armada, su amigo Pedro "extendi[ó] la mano, sacó su espada, e hi­riendo al esclavo del sumo sacerdote, le quitó la oreja". ¿Estuvo justificada la reacción del

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EL CRISTIANISMO Y LA GUERRA

¿SON COMPATIBLES? "¿Contra qué principio moral atenta la guerra?

Estamos ante un gran dilema." (OLIVER O'DONOVAN, PROFESOR DE ÉTICA CRISTIANA)

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apóstol? Jesús le dijo: "Vuelve tu espada a su lugar, porque todos los que toman la espada perecerán por la espada" (Mateo 26:47-52).

La reacción de Jesús no nos sorprende en absoluto, pues dos años antes ya había dicho: "Oyeron ustedes que se dijo: 'Tienes que amar a tu prójimo y odiar a tu enemigo'. Sin embargo, yo les digo:. Continúen amando a sus enemigos y orando por los que los persi­guen; para que demuestren ser hijos de su Pa­dre que está en los cielos, ya que él hace salir su sol sobre inicuos y buenos y hace llo­ver sobre justos e injustos" (Mateo 5:43-45). ¿Puede un cristiano amar a sus enemigos y orar por ellos y al mismo tiempo guerrear contra ellos? Eso no sería lógico.

Ahora bien, la historia demuestra que los cristianos han tenido muchos enemigos. Por ejemplo, los romanos sentenciaron y ejecu­taron a Jesús. Poco después, el mero hecho de profesar el cristianismo equivalía a un de­lito capital. En vista de aquel ambiente, Jesús previo que los cristianos podrían sentirse tentados a portar armas y rebelarse contra el yugo romano, como ya habían hecho al­gunos judíos. De ahí que él dijera de sus

discípulos: "Ellos no son parte del mundo, así como yo no soy parte del mundo" (Juan 17:16). Así, los cristianos eligieron permane­cer neutrales en asuntos políticos. Ningún tipo de injusticia o amenaza contra ellos o su país justificaba que participaran en una ac­ción militar.

Defensores del Reino de Dios

Los auténticos cristianos permanecieron neutrales, como deseaba Jesús. Repasemos lo que les sucedió a Pablo y Bernabé en Iconio, antigua ciudad de Asia Menor. "Cuando se produjo un esfuerzo violento tanto de parte de gente de las naciones como de judíos con sus gobernantes, para tratarlos con insolen­cia y tirarles piedras, ellos, cuando esto se les informó, huyeron a las ciudades de Licaonia, Listra y Derbe y su comarca; y allí siguieron declarando las buenas nuevas." (Hechos 14: 5-7.) Cabe destacar que cuando enfrentaron violenta oposición, los cristianos no toma­ron las armas para defenderse ni se venga­ron, sino que continuaron predicando "las buenas nuevas". ¿De qué buenas nuevas se trataba?

GUERRAS Q U E D I O S B E N D I J O

El antiguo Israel, el único pue­blo escogido por Dios siglos an­tes del nacimiento del cristianis­mo, recibió la autorización para reunir un ejército y entrar en guerra en algunos momentos de la historia. Antes de que los israe­litas tomaran posesión de Ca­naán, la tierra que Dios había prometido a Abrahán, se les dijo: "jehová tu Dios ciertamente [...] abandonará en tus manos [siete naciones], y tendrás que derro­tarlas. Sin falta debes darlas por entero a la destrucción. No de­

bes celebrar ningún pacto con ellas ni mostrarles ningún favor" (Deuteronomio 7:1, 2). Por ello, el general israelita Josué derrotó a todas aquellas naciones enemi­gas "tal como había mandado jehová el Dios de Israel" (Josué 10:40).

¿Fue esta una conquista des­piadada en la que Israel sub­yugó con avidez a naciones extranjeras? De ninguna mane­ra. Aquellas naciones estaban plagadas de idolatría, derrama­miento de sangre y prácticas se-

xuales degradantes, e incluso sa­crificaban sus propios hijos a los dioses (Números 33:52; jere­mías 7:31). La santidad, la justi­cia y el amor de Dios por su pueblo lo impulsaron a eliminar todo rastro de inmundicia de aquella tierra. Aun así, Jehová escudriñó el corazón de cada uno de sus habitantes —algo que ningún comandante mili­tar puede hacer hoy— y perdo­nó la vida a quienes deseaban abandonar aquella forma de vi­vir y servirle.

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Los cristianos difundieron el mismo men­saje de Jesús, a saber: "Las buenas nuevas del reino de Dios", con lo cual apoyaron dicho gobierno celestial (Lucas 4:43). Sin embargo, Cristo nunca empleó un ejército nacional para defender ese gobierno. "Mi reino no es parte de este mundo —aclaró—. Si mi reino fuera parte de este mundo, mis servidores ha­brían peleado para que yo no fuera entregado a los judíos. Pero, como es el caso, mi reino no es de esta fuente." (Juan 18:36.)

"Amor entre sí" La neutralidad en tiempos de guerra es un

factor característico de la religión verdadera. Jesús dijo: "En esto todos conocerán que us­tedes son mis discípulos, si tienen amor en­tre sí" (Juan 13:35). Millones de personas se sienten felices de haber encontrado a un gru­po que manifiesta tal amor, incluso cuando su negativa a empuñar las armas le haya su­puesto burlas, encarcelamientos o hasta la muerte.

Bajo la ocupación nazi se encarceló en Eu­ropa a 10.000 testigos de Jehová por su neu­tralidad, y unos 3.000 fueron enviados a campos de concentración. En esa misma época se arrestó en Estados Unidos a más de 4.300 Testigos por negarse a servir en el ejér­cito. Ni los Testigos alemanes ni los estadou­nidenses empuñaron las armas para luchar contra sus hermanos cristianos ni contra na­die. Hubiera sido una gran contradicción decir que amaban al prójimo y al mismo tiempo participar en la guerra.

Muchos opinan que una respuesta militar es una forma necesaria de autodefensa. Pero pensemos: los cristianos primitivos sobrevi­vieron aunque fueron cruelmente persegui­dos y se negaron a luchar en defensa propia. El poderoso Imperio romano no fue capaz de eliminarlos. En la actualidad abundan los au­ténticos cristianos, quienes siguen mante­niendo su postura neutral. En vez de tomarse la justicia por su mano, confían en que Dios los ayudará. Su Palabra, la Biblia, declara: "No se venguen, amados, sino cédanle lugar a la ira; porque está escrito: 'Mía es la ven­ganza; yo pagaré, dice Jehová'" (Romanos 12:19).

Testigos de jehová tras ser liberados del campo de concentración de Buchenwald en 1945

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¿ Esperaba jesús que sus discípulos lucharan por él o por otros cristianos?

Page 32: La Atalaya, 1 de Octubre de 2009

¿ A C E P T A R Í A U S T E D U N A V I S I T A ?

Aun en este mundo turbulento, el conocimiento bíblico exacto acerca de Dios, su Reino y su maravilloso propósito para la humanidad puede hacerle feliz. Si desea más información o recibir en su hogar clases bíblicas gratuitas, escriba a Testigos Cristianos de Jehová, Apartado 132, 28850 Torrejón de Ardoz (Ma­drid), o a la dirección que corresponda de la página 4.

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