La aniquilación eterna

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14 O d i s e a C r i s t i a n a | N ú m e r o 3 6 Comunión Internacional de la Gracia Por qué ya no creo en La aniquilación eterna por Jonathan Stepp or muchos años creí que el destino final de aquellos que no confiaran en Jesús sería la aniquilación eterna. No podía creer que un Padre amoroso pudiera permitir que ningun ser humano experimentara los tormentos del infierno para siempre. Creía que simplemente los destrui- ría para siempre, que los aniquilaría. Ésta no es la creencia de la mayoría de los cristianos, nunca lo ha sido, pero en algunos círculos la aniquilación eterna es una creencia común. Pero cambié de opinión cuando tuve un mejor en- tendimiento de quién es Jesús como el Hijo de Dios en unión con la humanidad. La humanidad entera, y la creación entera, están unidas al Hijo de Dios. El Padre nos creó por medio del Hijo, él mantiene nuestra existencia; vivimos, nos mo- vemos y tenemos nuestro ser en él. “El Hijo es el resplandor de la gloria de Dios, la fiel imagen de lo que él es, y el que sostiene todas las cosas con su palabra poderosa. Después de llevar a cabo la purificación de los pecados, se sentó a la dere- cha de la Majestad en las alturas”.Hebreos 1:3. “Puesto que en él vivimos, nos movemos y existi- mos”. Hechos 17:28. Aún más, el Hijo de Dios se convirtió en carne y sangre, encarnó y vive en cada parte de la humanidad, sin importar que tenebrosa o pecaminosa ésta sea. “Y el Verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros. Y hemos contemplado su gloria, la gloria que corres- ponde al Hijo unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad”. Juan 1:14. “Al que no cometió pecado alguno, por nosotros Dios lo trató como pecador, para que en él recibiéramos la justicia de Dios”. 2 Corintios 5:21. “He sido crucificado con Cristo, y ya no vivo yo sino que Cristo vive en mí. Lo que ahora vivo en el cuerpo, lo vivo por la fe del Hijo de Dios, quien me amó y dio su vida por mí”. Gálatas 2:20. Así que, si el Padre aniquilara a un ser humano tendría que deshacer la creación y la encarnación. Tendría que hacer que Je- sús retirara su presencia de una persona creada y de- jara de vivir en tal persona por medio de su encarna- ción. Sin embargo, esto es imposible, ya que el Padre no miente. Cuando él hace un pacto con la humanidad, lo guarda, aún cuando nosotros lo quebrantemos. En Jesús, el Padre, Hijo y Espíritu Santo nos han prometi- do ser Dios con Nosotros, nunca dejarnos ni abando- narnos, y adoptarnos dentro de su vida para siempre. Esto nos trae a la mente el temor de que haya seres humanos que sufran eternamente. 1 Corintios 15:22 nos dice que, en Cristo, todos serán resucitados. “Pues así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos volverán a vivir”. Así que todos los seres huma- nos vivirán para siempre en el cuerpo incorruptible, no perecedero de la resurrección. Pero las escrituras no nos prometen que todos serán felices después de eso. Algunos se sentirán para siempre miserables por ser los hijos del Padre en Cristo. Sin embargo, aún cuando esto nos cause temor, la resurrección de toda la humanidad en Cristo también incluye el potencial glorioso de que todos vivan para siempre para poder arrepentirse. Si usted existe para siempre y nunca es aniquilado entonces siempre existi- rá la posibilidad de que usted cambie de opinión y co- mience a sentirse feliz de ser un hijo de Dios. Como padre, esto es algo que puedo entender. Aún cuando mis hijos me puedan llegar a odiar, dejen de hablarme, y vivan una vida de sufrimiento, ¡yo nunca mataría a alguno de ellos! Yo, como el Padre de la pa- rábola del hijo pródigo, siempre estaría esperándolo y orando por su arrepentimiento. P EL DIOS SORPRENDENTE

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Por muchos años creí que el destino final de aquellos que no confiaran en Jesús sería la aniquilación eterna. No podía creer que un Padre amoroso pudiera permitir que ningun ser humano ex-perimentara los tormentos del infierno para siempre. Creía que simplemente los destruiría para siempre, que los aniquilaría. Ésta no es la creencia de la mayoría de los cristianos, nunca lo ha sido, pero en algunos círculos la aniquilación eterna es una creencia común. Pero cambié de opinión cuando tuve un mejor entendimiento de quién es Jesús como el Hijo de Dios en unión con la humanidad.

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14 O d i s e a C r i s t i a n a | N ú m e r o 3 6 Comunión Internacional de la Gracia

Por qué ya no creo en

La aniquilación eterna por Jonathan Stepp

or muchos años creí que el destino final de

aquellos que no confiaran en Jesús sería la

aniquilación eterna. No podía creer que un

Padre amoroso pudiera permitir que ningun ser

humano experimentara los tormentos del infierno

para siempre. Creía que simplemente los destrui-

ría para siempre, que los aniquilaría. Ésta no es

la creencia de la mayoría de los cristianos, nunca

lo ha sido, pero en algunos círculos la aniquilación

eterna es una creencia común.

Pero cambié de opinión cuando tuve un mejor en-

tendimiento de quién es Jesús como el Hijo de Dios en

unión con la humanidad.

La humanidad entera, y la creación entera, están

unidas al Hijo de Dios. El Padre nos creó por medio del

Hijo, él mantiene nuestra existencia; vivimos, nos mo-

vemos y tenemos nuestro ser en él.

“El Hijo es el resplandor de la gloria de Dios, la fiel

imagen de lo que él es, y el que sostiene todas las

cosas con su palabra poderosa. Después de llevar a

cabo la purificación de los pecados, se sentó a la dere-

cha de la Majestad en las alturas”.Hebreos 1:3.

“Puesto que en él vivimos, nos movemos y existi-

mos”. Hechos 17:28.

Aún más, el Hijo de Dios se convirtió en carne y

sangre, encarnó y vive en cada parte de la humanidad,

sin importar que tenebrosa o pecaminosa ésta sea.

“Y el Verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros.

Y hemos contemplado su gloria, la gloria que corres-

ponde al Hijo unigénito del Padre, lleno de gracia y de

verdad”. Juan 1:14.

“Al que no cometió pecado alguno, por nosotros

Dios lo trató como pecador, para

que en él recibiéramos la

justicia de Dios”. 2 Corintios

5:21.

“He sido crucificado con

Cristo, y ya no vivo yo sino

que Cristo vive en mí. Lo que

ahora vivo en el cuerpo, lo

vivo por la fe del Hijo de

Dios, quien me amó y

dio su vida por

mí”. Gálatas

2:20.

Así que, si el

Padre aniquilara a

un ser humano tendría que deshacer la

creación y la encarnación. Tendría que hacer que Je-

sús retirara su presencia de una persona creada y de-

jara de vivir en tal persona por medio de su encarna-

ción.

Sin embargo, esto es imposible, ya que el Padre no

miente. Cuando él hace un pacto con la humanidad, lo

guarda, aún cuando nosotros lo quebrantemos. En

Jesús, el Padre, Hijo y Espíritu Santo nos han prometi-

do ser Dios con Nosotros, nunca dejarnos ni abando-

narnos, y adoptarnos dentro de su vida para siempre.

Esto nos trae a la mente el temor de que haya seres

humanos que sufran eternamente. 1 Corintios 15:22

nos dice que, en Cristo, todos serán resucitados. “Pues

así como en Adán todos mueren, también en Cristo

todos volverán a vivir”. Así que todos los seres huma-

nos vivirán para siempre en el cuerpo incorruptible, no

perecedero de la resurrección. Pero las escrituras no

nos prometen que todos serán felices después de eso.

Algunos se sentirán para siempre miserables por ser

los hijos del Padre en Cristo.

Sin embargo, aún cuando esto nos cause temor, la

resurrección de toda la humanidad en Cristo también

incluye el potencial glorioso de que todos vivan para

siempre para poder arrepentirse. Si usted existe para

siempre y nunca es aniquilado entonces siempre existi-

rá la posibilidad de que usted cambie de opinión y co-

mience a sentirse feliz de ser un hijo de Dios.

Como padre, esto es algo que puedo entender. Aún

cuando mis hijos me puedan llegar a odiar, dejen de

hablarme, y vivan una vida de sufrimiento, ¡yo nunca

mataría a alguno de ellos! Yo, como el Padre de la pa-

rábola del hijo pródigo, siempre estaría esperándolo y

orando por su arrepentimiento.

P

EL DIOS SORPRENDENTE