La ambigüedad parental inductora del proceso perverso y el horror de la castración. Joël Dor

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12 La ambigiiedad parental inductora del proceso perverso y el horror de la castraci6n Fragmento clinico A pesar de su expresion deliberadamente laconica,104 el fragmento clinico que sigue constituye una ilustracion ejemplar de la sinergia fantas- matica precedentemente expuesta, tanto en la vertiente de la ambigiiedad parental inductora del proceso perverso, como en 10 que se refiere al horror de la castracion sintomaticamente puesto a prueba en la catexia er6tica de las mujeres. * * * Este hombre, tan anhelado porque su nacimiento habia sido larga- mente esperado, hijo unico durante los cinco primeros anos de su vida, fue "'objetode una adoracion materm tan precoz como inextinguible. El no so- p~taba :er seearado <;Iesumadre, tanto como ella que desplegabatesoros ae energ a para que tan funesta eventualidad no sucediera jamas. Presente en tod()s los momentos de su existencia, logrola hazana de atraerselos fa- vores de un medico parq poster~!:-PQ!"..SiQs~s la entrada de~suhijo_eI1la escuela, en nombre de algunos alegatos patologi-cos tan oscuros como complacientes. EI padre, muy ocupado en actividades profesionales absorbentes no teniacasi-Q;;sion de turharesteiailio maternal idolatra. Por 10 del11as, aparte de la amensia infantil, este hombre no habia conservado ningiin otro recuerdo de su padre que el de su ausencia constante. A1 contrario, se acordaba con ~ nitidez de los numerosos inter- cambios corpora~que mantenia con su madre en esa epoc~. No sol~ te ella no tomaba nunca banos sin invitarlo a compartir sus abluciones, sino que toda ocasion parecia propicia para que s~ desvistiera en su pres~nfi.a. L~ cuidados corporales que Ie prodigaba, largamente, con una gene- rosidad sin reservas, lindaban frecuentemente en la indecencia. En 104. E,tos elementos cllnicos, severamente expurgados de codas las connotaciones anam- nbicas por ser demasiado !,!",sonales, son publicados con el consentimienco-del interesado_ 107

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Fragmento de "Estructura y Perversiones" Joël Dor

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La ambigiiedad parental inductoradel proceso perverso y el horror

de la castraci6n

Fragmento clinico

A pesar de su expresion deliberadamente laconica,104 el fragmentoclinico que sigue constituye una ilustracion ejemplar de la sinergia fantas­matica precedentemente expuesta, tanto en la vertiente de la ambigiiedadparental inductora del proceso perverso, como en 10 que se refiere alhorror de la castracion sintomaticamente puesto a prueba en la catexiaer6tica de las mujeres.

* * *Este hombre, tan anhelado porque su nacimiento habia sido larga­

mente esperado, hijo unico durante los cinco primeros anos de su vida, fue"'objetode una adoracion materm tan precoz como inextinguible. El no so­

p~taba :er seearado <;Iesu madre, tanto como ella que desplegabatesorosae energ a para que tan funesta eventualidad no sucediera jamas. Presenteen tod()s los momentos de su existencia, logrola hazana de atraerselos fa­vores de un medico parq poster~!:-PQ!"..SiQs~s la entrada de~suhijo_eI1laescuela, en nombre de algunos alegatos patologi-cos tan oscuros comocomplacientes.

EI padre, muy ocupado en actividades profesionales absorbentes noteniacasi-Q;;sion de turharesteiailio maternal idolatra. Por 10 del11as,aparte de la amensia infantil, este hombre no habia conservado ningiin otrorecuerdo de su padre que el de su ausencia constante.

A1 contrario, se acordaba con ~ nitidez de los numerosos inter­cambios corpora~que mantenia con su madre en esa epoc~. No sol~te ella no tomaba nunca banos sin invitarlo a compartir sus abluciones, sinoque toda ocasion parecia propicia para que s~ desvistiera en su pres~nfi.a.L~ cuidados corporales que Ie prodigaba, largamente, con una gene­rosidad sin reservas, lindaban frecuentemente en la indecencia. En

104. E,tos elementos cllnicos, severamente expurgados de codas las connotaciones anam­nbicas por ser demasiado !,!",sonales, son publicados con el consentimienco-del interesado_

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nombre del amor, caricias y toquet'eos reciprocos eran la cuota cotidianade este nino cuya madre, en tales ocasiones, no dejaba de decirle que el semostraba muy sensible a ellas.

A la edad de seis anos, dos acontecimien.tos vinieron a perturbar estaQ) perfecta union: por una parte, el nacimiento de otro nino; p~ otra, una

{y experiencia sexual que a posteri~eveiaiT"t'Taumatica.\!:J --EI nacimiento proximo del segundo nino -que sera un hermanito­Ie fue anunciado bastante temprano por su madre, un poco a modo de unatraicion culpable. Para reparar la turbacion en adelante introducida en elvinculo, ella no deja de tranquilizarlo prometiendole amarlo mas auncuando no estuviera mas solo con ella. A partir de ese momento empezo alIamarlo "su hombrecito". Yen adelante, no p~saba dia sin que exhibierasu vientre,-iilVitail'd()';:l"su hombrecito" a acariciarla largamente.~

p-~o~P1!!:!!~~~ 3ue ella ap'rove~~:}.,p.s~i~,n.par~.:carici,:rse asi misma. La significacion de estas caricias, por 10 menos enigmaticas, nose aclarara sino a partir del segundo acontecimiento.

EI segundo episodio se desarrollo en torno,a la lIegada de una sirvientaala casa. Contratada por la madre para ayudarla <iu"ranteel periodo de ~_embarazo, fue presentada al nino como un sustituto materna consagrado asatisfacer todas sus exigencias, para hacerse perdonar el imponerle laintrusion proxima de un hermanito.

La sirvienta, asignada a esta funcion, se prendio muy pronto en eljuego mas alia de todo limite. Durante una ausencia de su madre, 10 llev6 asu pieza, 10 desvistio, se desvistio a su vez completamente y se acaricio de­lante del nino a quien este espectaculo deja desconcertado. Despues de in­vitarlo, en el curso de exploraciones minuciosas a informarse sobre el con­tenido de su goce, la escena termino con una masuirbacion del nino,acompanada de alguJ;1oscontactos orales. Le impuso, entonces, el secretaabsoluto, bajo reserva, si la traicionaba, de no hacerlo nunca mas.

Los intercambios se multiplicaron asi todos los dias durante algunassemanas. Muy rapidamente, eLn.inofue~ado_e!tlln_!!ly~s!!,~~ni­cas_<;.J:otic~~..E.Jilltilescomo variadas, que 10 dejaban siempre en un estadoconfuso de jubilo y de inquietud entremezclados. Una de esas sesiones deseduccion 10 angustio sin embargo mas que 10 ordinario, el dia en que ellase acopl6 verdaderamente con el, subiendosele encima.

EI secreta fue aparentemente bien guardado. Le pareci6 sin embargoimp.<2.~il.2.leque su madr~no __supiese nada, por haberlo sorprendido por 10

/ menos una vez enteramente desnudo en la pieza de la sirvienta mientras

ella misma se enconraba en panos menores. Fuese como fuese, la madre nodijo nunca nada. -- ---Todo lIevaba, pues, a creer que los retozos amorosos hubieran- podidodurar mucho tiempo, si no hubieran echado a la sirvienta como conse-cuencia de un robo insignificante ..

Despues de su partida, el nino no deja de solicitar a su madre, asi­duamente pero con prudencia, para intentar reencontrar junto a eIla"'algu­nas de las emociones que Ie dispensaba tan generosamente la sirvienta. No

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obstante, supo mostrarse muy prudente en sus ardores, pues algo Ie habia sidoperfidamente significado por la instigadora de sus placeres. Imponiendole elsecreto, ella 10 habia introducido, en efecto, en el descubrimiento del goce, peroiliiciandolo en la modalidad de un gflceprohibido.

En ;delante, esta prohibici6~~i~i6-n~ solamente extraordina­riamente prudente en sus solicitaciones libidinales a la madre, sino tam­bien, muy curiosamente, cada vez mas atento a la presencia de ~ padreque no tard6 en descubrir como UQ estorbo. Muy sintomaticamente, todossus recuerdo';"ligados a la presenciadeSupadre no parecen aparecer sino acontar de ese momento. Por otro lado -10 que no es menos sintomatico - ,~a pre~n~cia paterna comenz6 a aparecersele bajo el aspecto'de una f~­ra cada dia mas furiosa y. amenazante. De hecho, este padre era terrible­;nente 'vr;le;t;"y brutal(7)n su m~jer. Pero siempre 10 habia sido. El ninos1mplemente 10 habia reprimido energic;:mente inientras seguia el perfectoamor con su madre. En realidad, en cada una de sus epis6dicas aparicionesen la casa, el padre recurria regularmente a cualquier pretexto para pegare injuriar de 10 lindo a su mujer, Entre este diluvio de injurias, una deellas, vociferada con cualquier motivo por este padre des,atado: "Ve a que teenculen", intrig6 bruscamente al nino por la evocaci6n compufsiv';lmenre-rerterada que obsesionaba el curso de su pensamiento. Aunque esta expre­si6n Ie fuese literalmerite ininteligible en 10 inmediato, es probable que acu­sara una cierta resonancia inconsciente gracias alas atenciones expert as dela sirvienta. Algun tiempo mas tarde, esta cuesti6n volveria a hacerselepresente de un modo insoslayable.

A partir de esta epoc'a, recuerda haber tornado el partido de apro­vechar todas las ausencias de su padre para consolar a la madre de las sevi­cias que Ie eran infligidas. Nunca, en paredda circunstancia, fue desalen­tado por su madre. Esas interminables sesiones de consolaci6n constituianotras tantas ocasiones favorables a los intercambios de contactos y alasconfidencias respectivas de placer. Aunque estas sesiones "cuerpo acuerpo" no llegaron nunca al estupro de sus retozos con la sirvienta, guar­dab a no obstante el recuerdo de instantes fugaces dedicados a investiga­ciones sexuales redprocas.

El nacimiento del hermano trastornara pronto esta quietud libidinal,Vivi6la partida de su madre a la maternidad como un abandono casi con­~g& Se.gu~~ s~erech~, Ie hizo, a] regreso, ind~iptibfes escenasi:re;:elos que se prolongaron durante muchos meses. En este infierno pasional,ocurria que el padre interviniese a veces, separando a los protagonistas,que no dejaban de exasperarlo con sus violentas reivindicaciones por infi­delidades adulterinas imaginarias. Como de costumbre, algunas brutali­dades fisicas y verb ales vendan la resistencia de esos Q:linimalentendic!os'£2nyugales" entre la madre y "su hombrecito". ~

Aterrorizado por la violencia ambiental, el hijo rendia sus armas bajoel peso de los sarcasmos paternales humillantes que 10 abrumaban en 10mfu;vivo de su ser martillandole: "Que tenJa miedo de todo ... que lloraba yse quejaba como una nina ... que no-scria nunca un hombre!".

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"AI mal tiempo buena cara", se hizo a la idea de que en adelante ya noestaba solo para compartir la presencia y las intimidades de su madre. Por10demas, desde el nacimiento del hermano, la madre empezaba a signifi­carle ciertas reservas corporales, que no eran menos ambiguas. Despues dehaberse dejado acariciar con una voluptuosidad manifiesta, 10 intimabafrecuentemente a no continuar: "Su padre se oponia a ello. Era ya dema­siado grande".

1.:. ley del pad!c:., enoj~sam<;'J!!:e_~1J.sentede ordinaI.:.iopor Eo. grQs~ria'paterna, <:E.'!as! timida.m~ntt.~pv9cada.p'0~, el discur5,iJ!ll£lterl)o"pero conuna ambivalencia delo mas sospe~. Si la referencia a Ia.prohibici6nintervenia siempre despues de·losintercambios corporales furtivos, no in­tervenia sino muy excepcionalmente antes.

A despecho de esta captura bajo la ferula ambivalente de una madreavidamente seductora e...irrisoriamente i.nJ..er.ri~~, el nino fue insensible:mente obligado, con el transcurso de los meses y los anos, a sublimar la ac- hitivid~!".Q.tica g~ej.~~r.!:o!I,~a con e.!!a,~~ compoD:~Jllle~~nura"deatenci6n y de solicitud respecto de los cuales su madre se mostr6 siemprereconocida. Al contrario, en el imaginario del nino, el padre adopt6 un ca­racter de bruto grosero y malevolente. EI nino se persuadi6 poco a poco de'que su madre 10soportaba sin defensa pero qu"eno 10deseaba. Qued6 asiintimamente convencido de que era siempre su objeto de amor privile­giado.

Sin embargo, ciertos cambios comenzaron a modificar la relaci6n quemantenia con ella. Por su parte, esta madre no se desmoviliz6 nunca ver­daderamente en las mUltiples empresas de seducci6n con las que gratifica­ba a su hijo. En particular, todas las ocasiones Ie servian para presentarsedesnuda ante el, 0, mejor a(m, vestida de manera suficientemente sugesti­va para disimular apenas el objeto de sus codicias. Reaccion6 sin embargoal ardor de las solicitaciones maternas evitandola cada vez mas. EI cuerJ~,.ode su m~dr~~~evol~,2J~0~P.2c0-21?Jeto de re~ulsion. Su ~exoIe insp~ra­oaun asco creCiente. Lo fantaseo en representaclOnes orgamcas folkloncaspero mas bien repugnantes.

Alrededor de .!os_do~ a~os, despues de un a.ctoJallido..de..gun~re,fue involuntariamente testigo visual de una escena sexual violentamentesadica entre sus padres. Recuerda haber quedado sobre todo jesconce,r~­do por el placer avido expresado en el aliento de su madre hacia sU.J.1adt:e,muchOffi'asquepor 10Ti1adecuadodeias'l;i~ivas que su paare Ie estabahaciendo sufrir.

EI espectaculo accidental de esta escena primaria Ie valio, a su vez, uncorrectivo tan memorable como incomprendido, administrado a cinturo­nazos por un padre desatado y ferozmente indecente. Totalmente postradopor el recuerdo de esta exhibicion sexual parental que resultaba para el in­coherente, profundamente mortificado por la injusticia de las represaliasque Ie habia atraido, su estado de letargo tuvo, algunos dias mas tarde, sucaida previsible en un traumatismo sexual envilecedoi, para siempre de­terminante del curso de sus futuras catexias libidinales.

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Cuando volvia de la escuela fue interpel ado por un desS9no~ _d~ ().If i#1.l\lnos veinte_a2~s. Se dejo seducir-:-riidiferente, por este hombre que 10 zrarrastro a su casa y 10 violo sin otra forma de proceso. Completamenteaturdido par el carActer intempestivo de esta experiencia sexual, recuerdahaber vuelto a su casa, con el sentimiento degradante de haber sido, alavez ensuciado y manchado por haberse p~stado asi Easivament~ p~sin algtln placer, a brutalidades dolorosas para satisfacer el goce de otro.Sepro~~iio"";;;'tonces solemnemente guardar para siempre para si el re-cuerdo vergonzoso de esta experiencia sexual.

Poco tiempo despues, comenzo una verdadera existencia de calvario.Muy rapidamente.,§c sorprendio al alimentar un odio inexRlicable hacialas mujeres. Primero de un modo ambivalente: las mUJeresse Ie apareciancomo criaturas oscuramente extranas de las cuales no comprendia verda­deramente 10 que 105 hombres buscaban en ellas. A continuacion, de unamanera resueltamente declarada, en la medida en que todas las mujeres sereveliban como seres detestables y amenazantes que convenia evitar. Con­juntamente se afirmaba su gusto por la frecuentacion de hombres. La~pri­meras experiencias homosexuales comenzaron a los dieciocho anos. Pormas que se repitiesen con cierta frecuencia, eran siempre vividas de mane­ra dificil, sin gran aqaccion E.L.P"I~r, fracasando generalmente en los re­sultados baf1'anfesoffiidOs"de-lasesterotipias sadomasoquistas mas indigentes.

Vino luego un rebrote de interes paradojico por las mujeres que nodejaban sin embargo de inspirarle la mas profunda repugnancia sexual.Este asco por el sexo de I!~jeres est~~~ado~JJ:~ntas!Jl~p.!£,§i.stente

, ae unadiiaa en cuantOala existencia dela vagina. Esta incertidumbre ca- ~J

si obsesionaI1"telo~condujo-regularment~ ~-i;bo~s;~sL~~~tigaciones,~~..7 •nadas a invalidar su conviccion imaginar~§":'Nnafrecuentacf6n asidua de t v,"" €.prostitutas alas que-pagaba excl~vamente para asegurarse de t'z'su de laexistencia de la vagina, ni la repeticion incesante de proyecciones por­nograficas, no lograron verdaderamente neutralizar esta dud a que semostraba recalcitrante a 105 productos mejor asegurados de sus percep-ciones.

Es claro que la persistencia de esta actitud dubitativa hacia las muje­res era uno de 105 vestigios surgidos de la problematica fantasmatica surgi­da en tome a la madre falica, al testimoniar la ausencia de la vagina de lamujer, 'en efecto, intimamente en este hombre, un desplazamiento de la cue~­tion de la ausencia del pene. Si, fantasmdticamente. 10 gue esta enojo­

"samente ausente en la ;;adre / mujer, es el p'ene y no ra"v~~na·, i~po"rtaante todo, en fa realu{(i'(l, que la a~n~aci'~li;;la":il;;dedor de lavagina. Pues solo la duda constante movilizada por esta ausencia es suscep­tible de obligar permanentemente al sujeto a ir regularmente a desenga­n.~rsec.onel~poyo de la.!!.1Ii.Q.~4.Para el, la [unDon aelasprostit'U't'as ydelas peliculas pomograficas no tenia otra razon de ser que reiterar laprueba. Pero, reciprocamente, es.taverificacion repetitiva otorgaba al su­jeto la posibilidad de aprovechar imaginariamente todas esas pruebas co­mo otras tantos testimonios que reforzaban la atribucion falica. La vagina

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p.~Ill!nca sinoyn PSf~i&ggjJJ.f'~ L~~jer}o ti<:!le.A aquel que du­da, Ie basta ir aver e Ir a volver aver.'

La prueba mas irrecusable de este fantasma falico Ie fue aportada enel transcurso del aniilisis cuando el adelanto del trabajo terapeutico Ie per­mitio mantener varios vinculos seguidos con mujeres; relaciones a menudodificiles en las que sus experie;;ciassexuaJesqueaaron mucho tiempo mar­cadas por episodios de ansiedad y extasis~p~ntes. Una de las causasoscuras de esos procesos anslogenos teminara por descubrir su sentido: el

~ jV ~~asmatico de p~~eI pene. Fan..!a~!!labanal de I~ V~g~a den­1,1 ~,):";.,. taaa, tan frecuente en la clinica masculina, pero que adquiere siemprej t.j~'''\'1 una resonancia particular en el perversci puesto que e~_~1resurgimiento del

fantasma de la madre responsable del horror de la castracion ..(r Al misl11otiempo 0 casi, se desarrollo igualmente todo un discurso

. eo{ ~ \~u'y est~reotipado alrededor de la cuestio~ del padre. E~~amado al prin­I~\!. fi . ClplObaJO los rasgos de un bruto grosero y vlOlento,apareclOpoco a poco de

, modo diferente, a medida que las mujeres adquirian mayor realidad para,J . este hombre. EI padre paso entonces a ser, en razon de una identificacion

inco~sciente, ~~ hombre i~-e.;;-tent~par; soportar la dimension de horrormovilizada po1cl"'"deseo delas mujeres. La violencia y la brutalidad delpadre se transformaron asi, insensiblemente, en reacciones de legitima de­fensa. En ese sentido, el padre se volvio victima en lugar de la,maqre. Noera mas el estorbo que imponia su ley inicua a la mujer (a fa madre) sino,al contrario, a9.~el que sufria en adelantela ley de las mujeres.

Nuevamente podemos identificar en esta inversion de perspectiva unoae los componentes imaginarios favoritos del fantasma perverso: a saber,la idea de un padre I~otencialmentejnc<i~tr_able por poco que la madre,·responsabled.-elli.~rd;;-1~astra7i6~0 10~biese arrastrado al pecado •...,originario del deseo. Asimismo, todo el argumento se invertia progresiva­mente, puesto que era ahora al padre a quien convenia proteger de la ig­nominia de la madre.

Esta solidaridad mentificatoria padre /hijo resulto, evidentemente,tan problematica como su componente antagonista. A 10sumo permitiaprolongar, en la otra vertiente del fantasma perverso, la imposibilidad fae­tica en que se encontraba este hombre de asumir su pToPI7ic~;tr:~(}o!i:-Co­mo es logico, este acomodamiento imaginario no duro. La alegoria victi­mista del padre no podia sino conducirlo mas subrepticiamente a 10masvivo de la expectativa inicial convocada por la cuestion del deseo de lamadre. Esta seria la problematica crucial en tomo de la cual se estructura,precisamente, toda la diniimica originaria del proceso perverso.

Sucedio entonces 10que ocurre a menudo cuando la direccion analiti­ca termina por Ilevar, sin rodeos, al paciente perverso al umbral de esta in­terrogacion: interrumPi6 su cura. Generalmente, este modo de rupturaadopta un gi"fOconforme alas estrategias intrapsiquicas que animan la 10­

gica de su estructura: el desafio y la transgresi6n.En el caso presente, la problematica movilizada por esta interroga­

cion, al principio disfrazada con ayuda de un desplazamiento oportuno, se

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recentro inmediatamente sobrelas condiciones del desarrollo de la cura.

Este hombre comenzo a cuestionar la frecutncia de sus sesiones semanales,poniendome asi en el desafio de tener que imponerle el ritmo habitual.

En un segundo tiempo, el mismo argumento se reprodujo en cuanto alhorario de las sesiones, que descontaba modificar segiin su voluntad.

La firmeza resuelta que yo oponia, tanto con respecto a sus desafioscomo asus fantasias caprichosas no podia ser acogida, ni tampoco entendi­da de otm modo que como un llamado alentador a 1~!{resi6n.

En el transcurso de una Ultima sesion, apenas 10 introduje en mi con­sultorio, se precipit9 para sentarse en mi propio sillon, clamando a viva vozque tenia una declaracion capital que hacerme. Alegando que yo habiapermanecido sintomaticamente sordo a sus recientes suplicas, me confio enun principio que, al menos por un tiempo, saludablemente habia que in­vertir los roles. Hundido en el fondo de mi sillon me intimo a continuacion

a escuchar atentamente 10 que tenia que decirme, avisandome por segun­da vez que aun si yo no queria saber nada de eso, mi inconsciente entende­ria de todos modos alguna cosa:

Primo: Habiendo tornado el partido de no responder a sus ultimos pedi­dos, era necesario que supiera que yo no estaba verdaderamentealii para ayudarlo en sus dificultades, como me habia, parece,comprometido.

Deuxio: Yo tenia igualmente que asegurarme de que el' psicoanaIisis noera sino una empresa falsa, si eI psicoanalista rehusaba, sin justi­ficacion valedera, prestar servicio a los pacientes que sufrian poresas dificultades.

Tertio: Por fu1, tenia que tomar conocimiento de que, a consecuencia de

esa traici6n, el me licenciaba inmediatamente en beneficio de uncolega que Ie habia dado ya las seguridades de que sabriamostrarse mas comprensivo frente a sus requerimientos.

Al termino de esos "motivos", Ie sugeri pagarle la sesion como recono­cimiento a la manera magistral con la cual habia conducido "mi" sesion deanalisis. Una sonora carcajada fue suficiente a continua cion para poner final Ultimo acto de esta mascarada, al final de la cualle confirme la cita pa­ra "su" pr6xima sesi6n.

Muy evidentemente no volvio nunca.

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