Crimen Pasional: Contribución a una antropología de las emociones
La actualidad de Sergio Almaraz Paz...Almaraz vamos a retomar las preguntas que se hace José Luis...
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La actualidad
de Sergio Almaraz Paz
Raúl Prada Alcoreza
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Resumen
El escrito que se presenta trata sobre el pensamiento activista y la actividad militante en defensa
de los recursos naturales de Sergio Almaraz Paz. Busca interpretar la conformación de la
narrativa del nacionalismo revolucionario y de la izquierda nacional en Bolivia, a partir del acto
heroico del proletariado minero y de la construcción del pensamiento propio en la formación
territorial social y cultural boliviana.
Palabras claves:
Pensamiento crítico, recursos naturales, soberanía, hombre rebelde.
Breve biografía
Escritor crítico, activista ácrata, militante ecologista en defensa de la vida, artesano de la
poiesis.
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Una arqueología del pensamiento propio
José Luis Saavedra escribe el ensayo El legado ético y político del
pensador revolucionario Sergio Almaraz. El ensayo se basa en el
testimonio del hijo de Sergio; entonces, comienza con la entrevista a
Alejando Almaraz. En el resumen, el autor de la remembranza y el
análisis de la trayectoria y proyección del intelectual crítico expresa lo
siguiente:
En el presente ensayo procuramos destacar y patentizar las matrices
primordiales del pensamiento de Sergio Almaraz y lo hacemos tanto en
relación con el tiempo que le cupo vivir, como con las proyecciones de
su pensamiento en el actual decurso del proceso político boliviano. Así,
no sólo nos interesa hacer una rememoración más o menos reflexiva
de lo que ha sido y es el pensamiento de Almaraz, sino también relievar
sus repercusiones y significaciones frente a los desafíos del tiempo
presente.
En el cometario a este ensayo sobre el legado ético y político de Sergio
Almaraz vamos a retomar las preguntas que se hace José Luis
Saavedra, sobre todo una, particularmente la relación afectiva y
pasional, además de intelectual, de Sergio Almaraz Paz con los
recursos naturales. Lo que viene es una reflexión analítica de uno de
los decursos de la obra de Sergio Almaraz, tomando como referente el
ensayo comentado.
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Actualidad
¿Se puede decir que ser actual es ser en el tiempo? ¿Es como actuar
en el tiempo en el momento presente, en todos los presentes? ¿Es
estar presente en el tiempo? Aunque ya no creemos, por así decirlo,
en el tiempo absoluto, tampoco en el espacio absoluto, pues
consideramos, mas bien, el tejido del espacio-tiempo como condición
de posibilidad de las dinámicas del universo y el multiverso, usamos el
término y el concepto de tiempo como figura ilustrativa.
Cuando la presencia intelectual de un autor permanece en el tiempo,
se prolonga, se hace presente, lo que ha dicho y escrito tiene validez
para abordar los problemas del presente. Esta es la actualidad de
Sergio Almaraz Paz. El pensamiento de Sergio Almaraz es actual ante
la persistencia dilatada del modelo colonial extractivista del capitalismo
dependiente. Andrés Soliz Rada decía que Almaraz era como el
detective no pagado de la defensa de la nación. Sergio Almaraz Paz es
conocido como el defensor de los recursos naturales; consideraba que
los recursos naturales son el substrato material de la nación. Substrato
material asociado al substrato social y colectivo del pueblo. La consigna
fue recuperar los recursos naturales para el país, recursos que se
encontraban en manos de las empresas transnacionales extractivistas.
El destino de la nación está vinculado a la posibilidad de esta
recuperación. Los recursos naturales son como la materialidad vital de
la formación económico-social e histórica, formación social expuesta al
dramatismo de la historia de la vorágine capitalista. La dependencia es
pues la tragedia del país.
Para Sergio Almaraz los recursos naturales están asociados a la
independencia del Estado-nación y a la posibilidad de edificar un
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Estado-nación autónomo e independiente. La nacionalización de los
recursos naturales y de las empresas trasnacionales extractivistas
tiene inmediatamente efectos estatales, tienen que ver con la
formación de la consciencia nacional, como decía René Zavaleta
Mercado, además de la constitución de un Estado-nación propio. Por
esta razón Sergio Almaraz Paz postulaba también la nacionalización del
mismo Estado y del mismo gobierno, pues el Estado se encontraba en
manos de la oligarquía entreguista, bajo el mando de un gobierno
subordinado al imperialismo.
Interpretando, desde la actualidad, el momento presente de este
escrito, Petróleo en Bolivia y El poder y la caída, dos libros de Sergio
Almaraz Paz anteriores a Réquiem para una república1, podemos decir
que en Almaraz encontramos una concepción articulada del mundo
entre los recursos geológicos y la formación económico-social. En esta
concepción integradora de lo geológico y lo social el intelectual crítico
y comprometido, militante de la liberación nacional, concibe la
construcción del Estado-nación como soberanía nacional y autonomía
social, frente al saqueo de Bolivia.
¿Cómo se subjetivan los recursos naturales convirtiéndose en el
contenido de la narrativa nacional-popular? ¿De qué manera se
vuelven concepto cardinal de la interpretación de la formación-
económico social del capitalismo dependiente? A propósito, se puede
sugerir la hipótesis dialéctica de que la consciencia nacional recupera
la materia exteriorizada, extrañada y externalizada, que son, los
recursos naturales. Al hacerlo, esta materia recuperada por la
consciencia, en forma de concepto, comienza su devenir en voluntad
del sujeto social.
1 Estos libros se encuentran republicados en la Obra de Sergio Almaraz Paz; Plural Edtores; La Paz 2011.
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Esta hipótesis dialéctica es ya parte de la narrativa teórica del discurso
nacional-revolucionario. Pero ¿qué hay de la correspondencia entre
hipótesis y realidad? ¿Qué hay entre la correspondencia entre discurso
teórico y realidad efectiva de la formación económico-social? En la
historia efectiva se puede decir que se trata de la crisis política en la
periferia de la geopolítica del sistema-mundo capitalista, donde se
distribuyen las formas singulares del capitalismo dependiente. Crisis
política, montada sobre la crisis económica generada por la
dependencia, crisis que hace emerger la crisis social. Son pues las
multitudes las que toman consciencia y se rebelan contra la dominación
imperialista y el saqueo de Bolivia. Observando la cronología del
acontecimiento político, se puede decir que la intelectualidad crítica
denuncia y devela los engranajes del saqueo, crítica antecedida por la
rebelión social. Es el proletariado minero él que da los primeros pasos
en esta rebelión contra el saqueo de Bolivia; saqueo que viene asociado
a la explotación del proletariado. Las masacres son las respuestas del
gobierno de la oligarquía minera, los “Barones del estaño”; después las
masacres van a continuar con las dictaduras militares. La
intelectualidad crítica y el proletariado organizado sintonizan y se
lanzan a la lucha por la liberación nacional.
Esta breve descripción, sucinta, del acontecimiento político, en
cuestión, la relativa a la genealogía del poder en Bolivia, un tanto
esquemática para ilustrar, ayuda a contrastar la hipótesis teórica del
nacionalismo revolucionario. ¿A dónde vamos con esta contrastación?
No se trata de verificar o, en su caso, falsar la hipótesis, como en una
investigación empírica, se trata de comprender el devenir sujeto de los
recursos naturales en la narrativa del discurso del nacionalismo
revolucionario. Sabemos que este devenir sujeto acontece en la
experiencia cognitiva, por así decirlo, del intelectual crítico. Es,
entonces, en el transcurso de la construcción de la interpretación crítica
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donde acontece el devenir sujeto de los recursos naturales; acontece
metafóricamente. Ocurre como si los recursos naturales
experimentasen inmediatamente, como sujeto natural, sufrieran, la
extracción y la explotación de su materialidad geológica. Es más,
ocurre como si explotasen como dinamitas en la consciencia crítica del
nacionalismo revolucionario.
En pocas palabras, se produce una metaforización de los recursos
naturales, acompañada por una metamorfosis simbólica, aunque ésta
sea imaginaria, es decir, ideológica, dándose lugar en la narrativa
nacional-popular. En contraste, se puede decir, que lo que sí acontece
en el plano de intensidad económico es la acumulación originaria de
capital, por despojamiento y desposesión, y la acumulación ampliada
de capital, por explotación técnica y económica de los recursos
naturales, reducidos a materias primas, produciéndose su
transformación en las cadenas productivas, acompañadas por la
valorización del valor en la metafísica económica. La narrativa del
nacionalismo revolucionario es pues una disposición abierta a la lucha
por la recuperación de los recursos naturales para la nación, además
de dispositivo de las prácticas discursivas y de acción en el combate
contra la dominación imperialista y el saqueo de Bolivia. Ahora bien,
siendo Sergio Almaraz Paz marxista, conecta y articula la formación de
la consciencia nacional con la formación de la consciencia de clase; en
otras palabras, el paso de la consciencia en sí de clase a la consciencia
para sí de clase está vinculado al paso de la consciencia en sí nacional
a la consciencia para sí nacional. La lucha de liberación nacional está
asociada a la lucha de clases.
En la actualidad, en el momento presente, en la coyuntura de
transición, después de la implosión del gobierno clientelar del
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neopopulismo del siglo XXI, la problemática tratada por Sergio Almaraz
sigue vigente. El modelo colonial extractivista se encuentra en una
expansión inusitada, primero por la implantación del ajuste estructural
del periodo neoliberal; después, continuando el modelo extractivista,
de manera paradójica, por el llamado “gobierno progresista”, que
implementa lo que Eduardo Gudynas llama el neo-extractivismo
progresista; seguidamente, por el gobierno de la “transición”
interminable, que extiende de manera descarnada, manifestando un
barroco neoliberal, una combinación saturada de neopopulismo y
neoliberalismo. No solamente se hallan comprometidos los recursos
naturales minerales, sino también los recursos naturales
hidrocarburíferos, además, y esto es nuevo, otros recursos naturales,
ahora explotados, por el desarrollo de la agroindustria y la técnica de
la manipulación genética, es decir, los transgénicos. Como nunca los
bosques de la Amazonia, del Chaco y también de los valles, están
amenazados a desaparecer. En la etapa tardía del ciclo del capitalismo
vigente, que contiene al ciclo del capitalismo dependiente, en las
periferias de la geografía política del sistema-mundo capitalista, el
modelo extractivista ha adquirido una demoledora expansión e
intensidad, empleando tecnología de punta y recurriendo a la técnica
de la biología molecular, utilizada en la manipulación genética, con el
objeto de la acumulación ampliada del capital, en plena fase de la
dominancia del capitalismo financiero, especulativo y extractivista.
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El hombre rebelde
No es desconocido que Sergio Almaraz Paz era camusiano. Lo
expulsaron del Partido Comunista de Bolivia, además, después de
acusarlo de nacionalista, por leer más Albert Camus y menos a Fedor
Vasilévich Konstantinov2. Esta influencia se nota en Réquiem para una
república, libro dedicado a la critica del periodo de la revolución
nacional (1952-1964). En el capítulo El tiempo de las cosas pequeñas
cita a Camus:
Lo difícil en efecto es asistir a los extravíos de una revolución sin perder
la fe en la necesidad de ésta… Para sacar de la decadencia de las
revoluciones lecciones necesarias, es preciso sufrir con ellas, no
alegrarse de esta decadencia.
En El hombre rebelde, Allbert Camus escribe:
En nuestra prueba cotidiana la rebelión desempeña el mismo papel que
el "cogito" en el orden del pensamiento: es la primera evidencia. Pero
esta evidencia saca al individuo de su soledad. Es un lazo común que
funda en todos los hombres el primer valor. Yo me rebelo, luego
nosotros somos.
2 Esta es la interpretación que usaba el Grupo Octubre, almaracista por definición, por su adscripción a lo que se llamó la “izquierda nacional”. La interpretación se basaba en una carta del Comité Central del Partido Comunista a Sergio Almaraz paz. El tono y la redacción de esta carta llama la atención dado que Alber Camus perteneció al PCF hasta su distanciamiento debido al pacto germano-soviético, que consideraba una traición a los postulados de la revolución internacional y proletaria.
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En el capítulo citado de Réquiem para una república, Sergio Almaraz
Paz escribe:
El gobierno del Movimiento Nacionalista Revolucionario antes de su
caída vivía el tiempo de las cosas pequeñas. Una chatura espiritual lo
envolvía todo. Un semanario partidario, un año más tarde, se
expresaría en una frase: “Laicacota, sepelio de tercera clase para una
revolución arrodillada”. Un gobierno vencido de antemano por la
desilusión y la fatiga no podía resistir. Estaba solo. En las cuarenta y
ocho horas que precedieron a su caída tuvo que pagar agravios y
errores. El pueblo quedó expectante, atrapado por una sombría duda.
Abandonado por sus dirigentes, él también estaba solo. Nunca la
historia de Bolivia tocó tan desmesuradamente los extremos de la
lógica y el absurdo. En Laicacota se disparó sobre el cadáver de una
revolución.
Ésta es la síntesis de la evaluación de la revolución nacional (1952-
1964). En este párrafo se expresa la lucidez de Almaraz, el intelectual
crítico, el hombre rebelde. En este caso, la rebelión es también contra
lo absurdo. Como en Camus lo absurdo es la contradicción misma; pero
esta contradicción, inherente a la decadencia de la revolución, tiene su
explicación en el tiempo de las cosas pequeñas:
El impulso constructor de la revolución estaba muerto. La revolución
fue achicándose hasta encontrar las medidas señaladas por los
americanos, cuyas proporciones las descubrieron a su vez en la propia
miseria del país. Se consideraba posible hacer la revolución sirviéndose
de su dinero. “Alianza para el Progreso” armonizando con esta filosofía
mostraba sus abalorios: una letrina, una posta sanitaria o motocicletas
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para la policía. Era el tiempo de la menor resistencia. El tiempo de las
cosas chicas, “sensatas y realizables”, como se repetía a menudo.
La historia sería simple si los avances y retrocesos respondieran
exclusivamente al juego alternativo de gobiernos revolucionarios y
contrarrevolucionarios. La revolución desde el gobierno también puede
capitular con retrocesos lentos, a veces imperceptibles. Una pulgada
basta para separar un campo del otro. Se puede ceder en esto o
aquello, pero un punto lo cambia todo; a partir de él la revolución
estará perdida. Por esto suena falsa la proclamación de la
irreversibilidad de la historia cuando se confunde la totalidad del
proceso con una de sus áreas particulares. Bolivia no volverá,
efectivamente, a 1952; en este sentido la totalidad de la historia es
irreversible, pero no se debe abrigar la menor duda acerca de que la
desnacionalización de las minas está en marcha; en este otro sentido,
el retroceso ha sido fácil y posible. La revolución boliviana se
empequeñeció, y con ella sus hombres, sus proyectos, sus esperanzas.
La política se realiza a base de concesiones, y entre éstas y la derrota
no hay más que diferencias sutiles. ¿Cuándo se tomó el desvío que
condujo a la capitulación? Previamente debiera interrogarse: ¿los
conductores estaban conscientes de que capitulaban, se dieron cuenta
de que llegaron a aquel punto desde el que no hay retorno posible?
Esta reflexión puede aplicarse en el momento presente, teniendo en
cuenta, claro está, el cambio de contexto, con referencia al llamado
“proceso de cambio”, salvando las diferencias, pues en este caso no
hubo una revolución, sino que ésta se suplantó por una comedia, como
decía Karl Marx en El 18 de brumario de Luis Bonaparte. A diferencia
de la revolución nacional, el “proceso de cambio” arrancó, casi desde
un principio, con el tiempo de las cosas pequeñas, con el retroceso
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sinuoso, cruzó cuatro veces el límite, pasado el cual, el “gobierno de
los movimientos sociales” se enfrentaba al pueblo. Primero ocurrió con
la crisis del “gasolinazo”, cuando se constataba la marcha regresiva del
proceso de desnacionalización de los hidrocarburos con la aprobación
de los Contratos de Operaciones; después, más grave aún, con el
conflicto del TIPNIS, desenmascarando el carácter anti-indígena del
“gobierno progresista”. El tercer cruce del límite ocurrió en la crisis del
Código Penal, cuando el gobierno clientelar quiso imponer una ley
inquisidora que criminalizaba la protesta y la movilización; por último,
el cuarto cruce del límite aconteció de manera lenta y dilatada, con el
sistemático desmantelamiento de la Constitución y la destrucción
minuciosa de la democracia.
El hombre rebelde, el intelectual crítico, Sergio Almaraz Paz, elabora
su crítica y activa su militancia en defensa de los recursos naturales,
por el país, por el proletariado, por el pueblo, desde la dramática
experiencia del saqueo y desde el acto heroico del proletariado y del
pueblo contra la dominación de las genealogías de las oligarquías y la
irrupción perdurable del imperialismo.
En El hombre rebelde, Albert Camus dice que la insurrección humana,
en sus formas elevadas y trágicas no es ni puede ser sino una larga
protesta contra la muerte; en otras palabras, el rebelde defiende la
vida, incluso aunque lo haga de una manera paradójica, inmolándose,
entregándose en el acto heroico, que dona su cuerpo por amor a la
vida, a los humanos, al pueblo, al proletariado, a los ciclos vitales,
integrados y armonizados, del Oikos, del planeta Tierra. Pero, la
rebelión misma es paradójica:
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El rebelde no quería, en principio, sino conquistar su ser propio y
mantenerlo frente a Dios. Pero pierde la memoria de sus orígenes y,
en virtud de la ley de un imperialismo espiritual, helo en marcha hacia
el infinito. Ha arrojado a Dios de su cielo, pero el espíritu de rebelión
metafísica se une entonces francamente al movimiento revolucionario;
la reivindicación irracional de la libertad va a tomar paradójicamente
como arma la razón, único poder de conquista que le parece puramente
humano. Una vez muerto Dios quedan los hombres, es decir, la historia
que hay que comprender y edificar. El nihilismo que en el seno de la
religión sumerge entonces a la fuerza creadora sólo agrega que se la
pueda construir por todos los medios. A los crímenes de lo irracional,
el hombre, en una tierra que sabe en adelante solitaria, va a reunir los
crímenes de la razón en marcha hacia el imperio de los hombres. Al
"me rebelo luego existimos", agrega, meditando prodigiosos designios
y la muerte misma de la rebelión: "Y existimos solos"3.
También la revolución es paradójica, sobre este acontecimiento
político, altamente intenso, hay que anotar la diferencia entre rebelión
y revolución, Albert Camus se expresa con claridad:
El espíritu revolucionario se encarga así de la defensa de esa parte del
hombre que no quiere inclinarse. Sencillamente, trata de dar su reino
en el tiempo. Al rechazar a Dios elige la historia, en virtud de una lógica
aparentemente inevitable4.
Y un poco después, Camus escribe:
3 Albert Camus: El hombre rebelde. Editorial Losada; Buenos Aires 1978. Pág. 99. 4 Ibidem: Ob. Cit.; pág. 100.
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El movimiento de rebelión, en su origen, se interrumpe de pronto. No
es sino un testimonio sin coherencia. La revolución comienza, por el
contrario, a contar de la idea. Precisamente, es la inserción de la idea
en la experiencia histórica, en tanto que la rebelión es solamente el
movimiento que lleva de la experiencia individual a la idea. Mientras
que la historia, incluso la colectiva, de un movimiento de rebelión es
siempre la de un compromiso sin salida en los hechos, de una protesta
oscura que no compromete sistemas ni razones, una revolución es una
tentativa para modelar el acto sobre una idea, para encuadrar al
mundo en un marco teórico. Por eso es por lo que la rebelión mata
hombres en tanto que la revolución destruye a la vez hombres y
principios. Pero, por las mismas razones, se puede decir que todavía
no ha habido revolución en la historia. No puede haber en ella más que
una, que sería la revolución definitiva. El movimiento que parece
terminar el rizo inicia ya otro nuevo en el instante mismo en que el
gobierno se constituye. Los anarquistas, con Varlet a la cabeza, han
visto bien que gobierno y revolución son incompatibles en sentido
directo. "Implica contradicción - dice Proudhon - que el gobierno pueda
ser alguna vez revolucionario, y ello por la sencilla razón de que es
gobierno". Hecha la prueba, añadamos a eso que el gobierno no puede
ser revolucionario sino contra otros gobiernos. Los gobiernos
revolucionarios se obligan la mayoría de las veces a ser gobiernos de
guerra. Cuanto más se extienda la revolución tanto más considerable
es lo que se arriesga en la guerra que ella supone. La sociedad salida
de 1789 quiere luchar por Europa. La nacida de 1917 lucha por el
dominio universal. La revolución total termina así reclamando, ya
veremos por qué, el imperio del mundo5.
5 Ibidem: Ob. Cit.; pág. 101.
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Haciendo melodía con la tonalidad camusiana, Sergio Almaraz Paz, en
el capítulo Cementerios mineros, escribe:
El locus económico de la minería es la transferencia unilateral de la
riqueza, lo que en otras palabras significa que Bolivia queda inerme en
el polo de la miseria. Esta condición debe entenderse como el
empobrecimiento físico del país que un día no tendrá nada más que
sacar de su subsuelo, como ya sucedió con la plata y en parte con el
estaño, y en función de una aniquilante dinámica de la miseria y de la
violencia que no llega a la destrucción total, pero produce la invalidez.
Hay una diabólica fatalidad: el estaño a tiempo de darse destruye a los
que lo toman. Y no es que mueran precisamente sepultados en un
socavón, la muerte está organizada burocráticamente para admitir este
desenlace imprevisto y violento. La acción depredadora no proviene de
la naturaleza si no, mas bien, de los hombres, así residía que la silicosis
y la tuberculosis son aliados de un sistema. La pérdida de la riqueza
con ser inevitable engendra una especie de fatalismo. ¡Los bolivianos
son tan increíblemente modestos en sus demandas! Y tienen que serlo,
la historia no transcurre en vano, hay demasiadas minas agotadas,
demasiados socavones silenciosos, demasiados muertos para
alimentar futilidades sobre el futuro. En el norte chileno hay
cementerios inexplicables. De pronto surgen en plena pampa sin
rastros de poblaciones próximas. Es como si se hubieran dado cita para
hacerse notar solamente ellos. Se los defiende contra has arenas del
desierto lo que da cierta idea de consideración por ellos. En otro tiempo
había calicheras y poblaciones de trabajadores, pero tuvieron que
partir y se llevaron todo, hasta los techos y las paredes de los
campamentos. Quedaron los que llegaron a la última jornada. En el
Altiplano los muertos son inmemoriales como que ya los había tres
siglos antes del primer caído en las calicheras. Siglos de trabajo yacen
congelados en Potosí, las minas del sud y del sudoeste. Allí no hay
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construcciones que la posteridad conserve reverente; los grandes
testimonios están bajo la tierra mientras que lo precario, el hombre y
sus poblaciones, quedan arriba en forma de laberínticos muros
semiderruidos y cementerios abandonados6.
Continua después con una aseveración contundente, que puede
considerarse trágica, atendiendo al género literario:
Ninguna política social cambiará este cuadro mientras no concluya el
exilio minero. Ninguna reforma es posible porque los reformadores
están atrapados en el mismo exilio, ninguna forma de “humanismo”
ofenderá tanto como la miseria misma. Ya es tarde para buscar
exculpaciones. Los hechos de la historia trágicamente rígidos hicieron
surgir dos condiciones irreductibles: la de los condenados reducidos al
exilio y la de los que subsisten en la medida en que mantienen la
condición de aquellos. Esta situación excluye el reconocimiento de
cualquier “derecho” sin la destrucción previa del sistema. Muchos
bolivianos honestos hasta ahora se dejaron ganar por la ilusión... Ellos
también están descubriendo su verdad. Los hombres en las minas
mueren por hambre y abandono como en tiempos de la peste o la
guerra, ¿quién, que sea extraño a ellos, podría hablar en estas
condiciones de ponerlos en posesión de su propia dignidad? Hay una
dignidad que no la han perdido, es cierto; más que de gestos dignos
para los que no hay cabida cuando el hambre destruye criaturas, se
trata de un sentimiento trágico, de la lúcida aceptación de una
existencia irremediablemente perdida, el reconocimiento de un destino
que es el exilio. Pero no hay que llamarse a error. No puede ser masa
anulada la que es matriz sufriente de la revolución: los que pueden
rescatarse a sí mismos no están perdidos. Nada tiene que ver aquí la
6 Sergio Almaraz Paz: Réquiem para una república; Cementerios mineros. Ob. Cit.
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justicia, sobre todo aquella que, lejos de la carne que sufre, es
concebida en términos abstractos y con la cual las buenas gentes
quieren erigirse en jueces. Se cree de buena fe que los mineros forman
un sector proletario cuyas luchas pueden oscilar dentro de márgenes
dados de reivindicaciones posibles. Es un error, porque en las minas la
vida ha retrocedido a la última frontera; para rescatarla hay que
destruir un sistema y no será precisamente el reformismo el inductor
del cambio, aunque fuese inspirado por hombres honestos, lo que no
sucede. Si se trata de reconocer derechos correspondería a los mineros
pronunciarse en primer lugar: son las víctimas. De hecho, algún día lo
harán y ese día será la muerte de la República con su actual carga de
miserias, o su renacimiento7.
El hombre rebelde, entre ellos, el intelectual crítico, la rebelión y la
revolución, forman parte del acontecimiento existencial,
inmanentemente paradójico, acontecimiento compuesto de
multiplicidad de singularidades y procesos entrelazados singulares, en
constante dinamismo, articulación, integración, desarticulación y
desintegración, así como rearticulación y reintegración. Haciendo
paráfrasis a Michel Foucault de Las palabras y las cosas tendríamos
que decir que, si bien después de la muerde de Dios continua la muerte
del hombre, entonces, después de la muerte del hombre continua la
muerte de la historia. No el fin de la historia, como entendía un filosofo
inventado por el establishment, sino la muerte de la historia, es decir,
la muerte del desenvolvimiento y el despliegue del nihilismo como
historia. La muerte de la voluntad de nada, entonces, el renacimiento
de la voluntad de potencia, de la potencia creativa de la vida.
7 Ibidem: Ob. Cit.
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Un devenir de la escritura
La escritura, la inscripción de la huella, la hendidura en la memoria, la
narración del acontecimiento es la expresión gramática del devenir del
ser y del ser en devenir. Escribir, en latín es scribere; el sentido
implícito de escribir es grabar, raspar, esculpir. Esto debido a que
antiguamente se esculpía, escribía, en piedra, en madera, luego en
tablillas cubiertas de cera, en corteza, papiro, también en piel de
animal. El escrito tenía que ver con anotaciones, cronogramas,
clasificaciones, relatos primarios, pero también con composiciones
escritas, es decir narrativas. Las composiciones narrativas son
complejas, pues articulan, en distintos planos de intensidad,
composiciones de imágenes, composiciones simbólicas, composiciones
literarias, composiciones de interpretaciones; toda una variedad de
composiciones de la narrativa, que la hermenéutica crítica, el arte de
la deconstrucción puede develar.
En el caso que nos compete ahora, los escritos de Sergio Almaraz Paz,
hablaremos de tres estilos de la escritura; de un estilo denunciativo y
descriptivo de situación o condición económica y social, que se
encuentra en Petróleo en Bolivia; de un estilo genealógico, relativo a
la genealogía del poder de los “Barones del estaño”, que se expresa en
El poder y la caída; de un estilo analítico e interpretación trágica
existencial, que se halla en Réquiem para una república. Una
interpretación aproximativa puede proponer que Petróleo en Bolivia
corresponde a una escritura más apegada al marxismo postulado por
Sergio Almaraz, en cambio, sin dejar el enfoque marxista, El poder y
la caída despliega una genealogía del poder de los “Barones del
estaño”. Pronunciando una tonalidad más literaria, con acento
camusiano, Réquiem para una república cobra una narrativa crítica
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existencial. Sin embargo, ya desde el primer libro se nota, en el
despliegue de la escritura, la inclinación literaria del autor; hay páginas
que tienen como contexto la guerra del Chaco donde sobresale no
solamente las anotaciones históricas sino el dramatismo bélico y el
oprobio de las empresas trasnacionales en formas expresivas literarias
intensas. Lo mismo, el segundo libro, las descripciones paisajistas y el
dibujo de la personalidad de Simon I. Patiño sobresale en su dibujo
literario. Ciertamente en el tercer libro el talento literario cobra vuelo,
también muestra sus alas la inclinación filosófica del autor.
No sé si Sergio Almaraz Paz leyó la novela El talón de hierro de Jack
London – es posible que lo haya hecho -, pues se puede hacer analogías
entre la exposición de Ernesto Everhard, personaje de la novela,
militante y candidato del Partido Socialista de Estados Unidos de Norte
América, de la primera década del siglo XX, sobre la oligarquía
capitalista norteamericana, el desarrollo de los trust, y la exposición de
Sergio Almaraz sobre el dominio mundial de las trasnacionales del
petróleo. Ernesto realiza exposiciones marxistas ante un auditorio
atónito de sacerdotes y otro auditorio exaltado de filántropos de la
oligarquía capitalista. Almaraz describe detalladamente el desarrollo y
el dominio de los oligopolios trasnacionales, coaligados con la banca y
los estados de las potencias industriales e imperialistas. ¿Por qué
hacemos esta comparación? Precisamente por la inclinación literaria
temprana del intelectual crítico en consideración.
En El poder y la caída destaca el manejo de la biografía del potentado
y multimillonario del consorcio del estaño, acompañado por la génisis
de la oligarquía minera y su relación con la estructura de poder, en
tanto “Super-Estado” minero, que manejaba los engranajes no
solamente del gobierno sino también de ese Estado-nación incipiente,
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anterior a la revolución nacional de 1952. Aunque se trata de una
investigación y análisis crítico del poder de la oligarquía minera,
sobresale la exquisita escritura sobre las historias de los personajes
involucrados y de las empresas mineras que se desarrollan a costa la
pobreza del proletariado y del país, que queda inerme ante esta
explotación articulada al desarrollo del capitalismo industrial y de la
transnacionalización de las economías nacionales y locales.
Como dijimos, el ojo psicológico y la sensibilidad intelectiva sobresalen
en la obra literaria, donde el ensayo, la literatura y el análisis se
combinan, conformando una composición lúcida de la interpretación de
la formación económico-social-política-cultural de Bolivia y de las
genealogías del poder inherentes, además de la dramática social. Los
perfiles de la psicología de la vieja oligarquía y de la nueva oligarquía
se muestran desnudamente, haciendo evidente la relación perversa
que tienen con el país y su pueblo. El capítulo Una cena en la embajada
parece de una novela de magnates bandoleros y de funcionarios
instrumentales al sistema del saqueo de los recursos naturales; se
trata de la pugna de las fundidoras del estaño, la competencia entre la
Williams Harvey, que controlaba Patiño, pero con tres de sus seis
hornos paralizados, entonces, y la fundidora, establecida en Estados
Unidos de Norteamérica, en Texas City, de propiedad de Wa-Chang. La
embajada norteamericana era un dispositivo de presión y disuasión
sobre el gobierno de Víctor Paz Estenssoro; el embajador presionó para
que se cumpla el contrato con Wa-Chang, conseguido a duras penas,
en la disputa con la fundidora británica Williams Harvey, aunque no en
las pretensiones que buscaban alcanzar los estadounidenses. Los
asesores norteamericanos también boicotearon al Banco Minero,
pretendían el control de esta institución y extorsionar a los mineros,
exigiendo que les suban un cien por ciento los impuestos. Lograron
sacar al gerente del Banco, pero no lograron lo que querían en cuanto
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al impuesto a los mineros. Solo fue cuestión de unos días, cuando
después del golpe militar del general René Barrientos Ortuño, pupilo
del general Fox, agente de la CIA, los norteamericanos consiguieron
todo lo que buscaban.
Estamos pues ante despliegues y desplazamientos de estratos
gramáticos de la escritura de Sergio Almaraz Paz. Las capas de
narrativas que se articulan se vinculan, conformando composiciones en
el desenvolvimiento del devenir de la expresión crítica y de la escritura
comprometida de un intelectual activista, al servicio entregado al país,
al pueblo y a la nación esquilmada por las estructuras de poder
mundiales y nacionales, por los empresarios y funcionarios de las
potencias industriales capitalistas y los funcionarios cipayos del Estado-
nación subalterno.
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