La Accion Comunitaria Desde El Trabajo Social

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CORTÈS, F.; LLOBET,M. (2006). La acción comunitaria desde el trabajo social a: ÚCAR,X.; LLENA,A.(coord.). Miradas y diálogos en torno a la acción comunitaria. Barcelona, Graó. La acción comunitaria desde el trabajo social Ferran Cortès Izquierdo Marta Llobet Estany 1. Aproximación a las bases teóricas y epistemológicas del trabajo social comunitario. La intención de los autores en el capítulo que a continuación vamos a desarrollar es la abrir un diálogo y un debate acerca de los actuales desafíos y dificultades con los que se enfrenta hoy en día la acción comunitaria orientada desde la disciplina y profesión del trabajo social. Pretendemos construir algunas respuestas y nuevas preguntas al porque, al para quien y al como, entendido todo ello como ejercicio que nos remite a los núcleos fundantes, significativos y articuladores del trabajo social comunitario. No podemos detenernos aquí a analizar con detalle el trabajo social comunitario desde una perspectiva histórica (Lillo y Roselló, 2001, Báñez, 1998), pero tampoco debemos obviar que la naturaleza y los objetivos del Trabajo Social Comunitario están incardinados a aquellos que son propios del Trabajo Social (Twelvetrees, 1998). El mismo origen, desarrollo y evolución del trabajo social está vinculado con la acción comunitaria, a partir de la existencia de diferentes experiencias de ayuda que se han sucedido a lo largo de la historia en el ámbito de la comunidad 1 . El trabajo social comunitario fue reconocido como método propio de la profesión de Trabajo Social en el año 1947, en la Conferencia Nacional de Servicio Social de los Estados Unidos (Torres, 1987). En el año 1962 la Asociación Nacional de Trabajadores Sociales Norteamericanos lo consideró como un ámbito práctico y de actuación del Trabajo Social. En definitiva, toma diferentes significados e interpretaciones, como uno de los tres métodos de intervención clásicos, junto al individual y grupal o más recientemente 1 De las cuales podemos destacar, los pueblos cooperadores impulsados por Robert Owen, pasando por el Settlement Movement, los consejos de bienestar de la comunidad, hasta los programas de desarrollo comunitario, entre otros, todos ellos citados por Lillo y Roselló, 2001). 1

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CORTÈS, F.; LLOBET,M. (2006). La acción comunitaria desde el

trabajo social a: ÚCAR,X.; LLENA,A.(coord.). Miradas y diálogos en

torno a la acción comunitaria. Barcelona, Graó.

La acción comunitaria desde el trabajo social Ferran Cortès Izquierdo Marta Llobet Estany 1. Aproximación a las bases teóricas y epistemológicas del trabajo social comunitario. La intención de los autores en el capítulo que a continuación vamos a desarrollar es la

abrir un diálogo y un debate acerca de los actuales desafíos y dificultades con los que se

enfrenta hoy en día la acción comunitaria orientada desde la disciplina y profesión del

trabajo social. Pretendemos construir algunas respuestas y nuevas preguntas al porque,

al para quien y al como, entendido todo ello como ejercicio que nos remite a los núcleos

fundantes, significativos y articuladores del trabajo social comunitario.

No podemos detenernos aquí a analizar con detalle el trabajo social comunitario desde

una perspectiva histórica (Lillo y Roselló, 2001, Báñez, 1998), pero tampoco debemos

obviar que la naturaleza y los objetivos del Trabajo Social Comunitario están

incardinados a aquellos que son propios del Trabajo Social (Twelvetrees, 1998). El

mismo origen, desarrollo y evolución del trabajo social está vinculado con la acción

comunitaria, a partir de la existencia de diferentes experiencias de ayuda que se han

sucedido a lo largo de la historia en el ámbito de la comunidad1. El trabajo social

comunitario fue reconocido como método propio de la profesión de Trabajo Social en el

año 1947, en la Conferencia Nacional de Servicio Social de los Estados Unidos (Torres,

1987). En el año 1962 la Asociación Nacional de Trabajadores Sociales

Norteamericanos lo consideró como un ámbito práctico y de actuación del Trabajo

Social. En definitiva, toma diferentes significados e interpretaciones, como uno de los

tres métodos de intervención clásicos, junto al individual y grupal o más recientemente

1 De las cuales podemos destacar, los pueblos cooperadores impulsados por Robert Owen, pasando por el Settlement Movement, los consejos de bienestar de la comunidad, hasta los programas de desarrollo comunitario, entre otros, todos ellos citados por Lillo y Roselló, 2001).

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como un proceso dialógico dentro del continuum metodológico individuo-grupo-

comunidad (De Robertis, 1994). Desde esta última visión más holística y desde una

lógica de proceso, donde se establece una clara imbricación entre lo colectivo y lo

individual como dimensiones que entran en diálogo y/o en conflicto y se influencian

unas a las otras2. El trabajo comunitario se considera como un enfoque propio e

intrínseco del trabajo social, que incluso desde el debate más reciente se está planteando

en qué medida puede constituir este espacio profesional por si mismo, una

especialización: la del trabajador social comunitario.

Lo que nos interesa remarcar e introducir a partir de aquí, es la idea de que trabajar con

y desde la comunidad es una oportunidad y al mismo tiempo una exigencia para poder

re-pensar este espacio social fundamental para el trabajo social. Ello requiere de una

mirada analítica y crítica respecto de las bases teóricas, conceptuales, epistemológicas y

metodológicas construidas desde esta disciplina, al mismo tiempo que debe permitirnos

una necesaria aproximación interdisciplinar, como base de diálogo y de

retroalimentación mutua. Varias son las razones que justifican esta actualización crítica.

Por un lado, los cambios a los que estamos asistiendo tanto a nivel macro como a nivel

microsocial, aluden a grandes y pequeñas transformaciones que están modificando el

con-texto, es decir, la morfología, la cartografía y la sintaxis de aquello que podemos

denominar como espacio social. Por otro lado, estas transformaciones tienen una

influencia y/o impacto no solo en las formas y estilos de vida, sino especialmente en las

relaciones, en las formas de con-vivencia y condiciones de vida, modificando el rostro

y las miradas entorno a la cuestión social. Por último, las distintas experiencias que se

han venido impulsando y desarrollando durante estos últimos años desde la perspectiva

comunitaria nos invitan a poder de-construir y re-pensar nuestras fuentes, concebidas

como referentes teóricos, conceptuales, epistemológicos y metodológicos. Se trata de

poner en práctica el continuum acción-reflexión-acción, o como diría Eduardo

Menéndez, intentar construir un marco de interpelación, diálogo y coherencia entre

nuestras ideas y discursos, intenciones y prácticas de forma inter y transdiciplinar.

Situar la acción comunitaria como espacio y objeto de estudio y de intervención, a

nuestro modo de entender, también supone una oportunidad para poder construir

puentes o anclajes que nos permitan la retroalimentación de saberes entre el ámbito 2 Desde este enfoque y/o visión holística de la realidad, se explica la interrelación entre la dimensión colectiva del individuo y la dimensión individual presente en toda intervención comunitaria.

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profesional y el ámbito académico desde cada una de las disciplinas. En este sentido, al

final de este trabajo vamos a exponer una experiencia que nace y se desarrolla desde

este espíritu y significado de anclaje y de retroalimentación entre ámbitos.

Al igual que sucede en otras disciplinas afines dentro de las Ciencias Humanas y

Sociales, cuando se trata de designar la acción comunitaria, desde el trabajo social se

han utilizado diferentes vocablos: desarrollo comunitario, intervención comunitaria o

organización de la comunidad entre otros. Sin entrar a fondo en el debate acerca del

propio concepto de comunidad, nos parece necesario resaltar la ambigüedad que

conlleva el propio concepto. Se trata de un concepto polisémico y complejo del cual

penden muchos otros conceptos que se utilizan como sinónimos de este. Esta

complejidad conceptual como lúcidamente resalta Jordi Sancho, se muestra por un lado,

como unidad simbólica discursiva y formalizadora de un espacio profesional, pero al

mismo tiempo, paradójicamente se identifica como poco operativa. El concepto de

comunidad no representa por si mismo ninguna realidad objetiva, sino que obtiene su

significado a través del uso en un entorno social concreto3. En realidad la comunidad

nos remite a un modelo ideal de sociedad inexistente, y por ello alberga un significado

entre paradisíaco y utópico. Pero por otro lado, también hace referencia al interés y/o

intención por recuperar un mundo, que se vive en la mayoría de los casos, en proceso de

desintegración y/o desafiliación. En definitiva, este vocablo nos remite a la expresión de

un malestar y al mismo tiempo a un sentimiento de amenaza, de posible destrucción de

los vínculos societales, en relación con el modelo de sociedad hegemónico, que es

básicamente capitalista, mercantilista y consumista por excelencia4.

En contraposición se reivindica la comunidad, como estrategia consciente que puede

permitir la potenciación y fortalecimiento de las relaciones sociales como vía para poder

hacer emerger nuevas subjetividades y re-construir identidades que han sido

invisibilizadas y/o deterioradas. En definitiva supone la oportunidad de aprender a poder

decidir sobre los aspectos fundamentales de nuestras vidas (Canals, 1997), nuestro 3 Jordi Sancho en su último y excelente artículo que ha querido compartir con nosotros y que todavía está pendiente de publicar: ¿Debemos tener miedo a utilizar el concepto de comunidad?, analiza el uso del término "comunidad" que se ha venido haciendo desde el trabajo social. 4 Según Alba Rico, S. (2001) La sociedad de consumo es una sociedad básicamente oral, narcisista, vacía de contenido, que produce procesos de exclusión y de desafiliación social. En definitiva, se trata de valores que se nutren de una cultura patriarcal de individualización y competitividad que provoca invisibilización y constantes rupturas de los vínculos necesarios para el desarrollo de nuestra existencia como seres humanos y sociales

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espacio y tiempo sociovital.. Cuando al concepto comunidad le anteponemos el

concepto de acción, este nos acerca a la idea de una realidad que se activa, que se pone

en marcha y/o en movimiento, con la intención y/o objetivo de poder transformarse. A

partir de aquí llegamos a una posible definición acerca de lo que entendemos por acción

comunitaria. Se trata de procesos organizativos que implican a los sujetos individuales y

colectivos, concebidos estos como actores sociales, que muestran algún tipo de anclaje

relacional con el territorio y que toman conciencia y decisión en poder transformar y por

lo tanto mejorar sus condiciones de vida.

Este tipo de iniciativas y experiencias a menudo se pueden desarrollar en la medida que

se constituyen alrededor de uno o varios proyectos de desarrollo y transformación

social, que pretenden implicar a cuantos actores sociales sea posible en un contexto

concreto y determinado (unidad interbarrial, barrio, pueblo, municipio, etc.). Los

objetivos en los que se fundamenta esta acción comunitaria pasan por poner en marcha

y mantener procesos en los que se implica un amplio abanico de aspectos sociales y

personales. La intervención social debe concebirse como un instrumento de

potenciación personal y social de las poblaciones destinatarias, puesto que los procesos

de desarrollo social sólo pueden iniciarse, motivarse y llegar a realizarse si se considera

a la dinamización personal y social como condición fundamental (Barbero y Cortés,

2005). Se trata por lo tanto, de desarrollar la capacidad de la gente para poder establecer

un proyecto, que permita incrementar y potenciar la interacción social y una estructura

en forma de red de relaciones nuevas o podríamos también añadir en movimiento (Ross,

1967). De esta forma el propio proceso de organización colectiva puede devenir un

proceso de concienciación, politización y de empoderamiento del grupo o intergrupos

que se van implicando a lo largo del proceso, tal y como desarrollaremos en el apartado

metodológico.

Una vez definidos los objetivos principales de la acción comunitaria desde el trabajo

social nos detendremos en el contexto social que justifica el impulso y desarrollo de este

tipo de experiencias y procesos a nivel local y/o micro-local. El trabajo social

comunitario se contextualiza a los efectos de la crisis económica y social (Red, 1987) en

clave local o de Estado-nación. A pesar de la validez de este tipo de análisis,

consideramos que para poder reflexionar y re-pensar las bases epistemológicas y

conceptuales del trabajo comunitario hoy, en base a la nueva morfología de lo cuestión

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social, así como los escenarios y necesidades emergentes, necesariamente debemos

remitirnos a la interdependencia entre lo local y lo global (glocalización). Se trata de ver

como el nuevo orden social producto del actual estadio capitalista, descrito desde el

proceso de globalización contemporánea está incidiendo en los procesos de cambio y

como estos modifican y transforman las condiciones de existencia y de vida de las

personas, grupos y pueblos. El actual contexto de globalización según Ulrich Beck

(2002) provoca una extensión de los riesgos, peligros, de la incertidumbre y del miedo.

El peligro o riesgo social probablemente ha existido siempre, pero las contradicciones y

las turbulencias en estos momentos se expresan de forma más extrema y aguda. Esta

percepción social del riesgo además según el mismo Beck se ha individualizando,

porque estamos viviendo un proceso de debilitamiento de las estructuras de soporte y

protección existentes (Estado de bienestar, des-regularización mercado de trabajo,

transformación de la familia, etc.). En este sentido, todo apunta que las propuestas

neoliberales van a incrementar en la mayoría de los contextos la desigualdad y

polarización social en términos económico-ocupacionales, así como la acentuación de

las condiciones de dependencia económico-políticas, ideológico-culturales y científico-

técnicas5. Partiendo de la descripción de estos posibles escenarios, las prácticas de los

trabajadores sociales comunitarios deben encarar la acción a propiciar alternativas para

conseguir la globalización de la justicia social (Barranco, 2004). La tesis de la que

partimos considera que esta mayor complejidad en los diferentes ámbitos y espacios de

la vida nos sitúa ante escenarios dónde muchas de las situaciones que vivimos en

términos de problemas sociales, de conflictos y de nuevas necesidades, difícilmente

podrán ser resueltas y/o revertidas si no es a partir de estimular desde el trabajo social

una conciencia social basada en un nuevo paradigma. En una nueva manera de pensar,

de ver y de actuar ante la realidad social.

Este nuevo paradigma está inspirado en las interesantes aportaciones que hacen distintos

autores, entre los que podemos citar a José Luís Rebellato, Tomás R.Villasante,

Graciela Aldana, Zygmunt Barman y Boaventura do Sousa Santos. Supone la

5 La consolidación e intensificación del denominado proceso de globalización contemporánea puede penetrar e incidir en un sentimiento de des(esperanza) en los imaginarios sociales y al mismo tiempo puede contribuir a debilitar la capacidad de acción y de bloqueo colectivo.

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confluencia de elementos teóricos y también de experiencias y prácticas concretas desde

una perspectiva participativa y comunitaria. Este paradigma por un lado, se sustenta en

una opción ética-política emancipatoria, abierta al aporte de corrientes de pensamiento

crítico diferentes, que han sido y son fuente de retroalimentación de nuestras teorías,

modelos y prácticas profesionales. Dentro del amplio abanico de teorías de pensamiento

crítico podemos mencionar aquellas que emanan de la sociología (Fenomenologia,

Marxismo, Interaccionismo Simbólico, Etnometodologia y Teoría de Habermas), las

corrientes humanistas radicales de la Psicología, la Pedagogía Liberadora de Paulo

Freire, las aportaciones teóricas procedentes del movimiento de la reconceptualización

de Trabajo Social y el feminismo. Estas corrientes y enfoques han ido nutriendo el

acervo teórico-práctico del Trabajo Social comunitario y también confluyen con otras

enfoques que focalizan en la comunidad.

La perspectiva ecológica (Bronfenbrenner, 1987; Kisnerman, 1991; Payne, 1995, Costa

y López, 1986) la intervención con las redes sociales (Villalba, 2000) y la de apoyo

social (Gracia, Herreo y Musitu, 1995) como modelos teóricos que guían la acción y

prácticas comunitarias que se han activado desde el trabajo social también tienen una

clara conexión con el nuevo paradigma. Estas perspectivas permiten tal y como señala

Silvia Navarro (2004) dar un salto con red a la comunidad. Sitúan al sujeto en constante

relación dialéctica con su contexto y lo integran en su red de relaciones interpersonales.

Permiten apostar, desde el valor y la fuerza de lo colectivo desde el presente con una

mirada hacia el futuro. Las respuestas institucionales que se ponen en marcha ante

situaciones sociales que se definen como problemáticas y/o conflictivas, o ante nuevas

realidades, como puede ser el tema de la inmigración, a menudo no son adecuadas ni

suficientes, en la medida que no se orientan desde una perspectiva ecológica, y por lo

tanto se incide solamente en algunas dimensiones de la corteza de la realidad. En

cambio las iniciativas y proyectos orientados desde esta perspectiva ofrecen un marco

teórico muy adecuado para orientar las prácticas de trabajo social comunitario ya que

apuestan por favorecer las respuestas generadas y construidas por la propia comunidad.

El análisis de redes también aporta una visión abierta y cooperante con los recursos

naturales y con las capacidades que muestran los sistemas de apoyo de las personas, los

grupos y comunidades. Las relaciones y vínculos sociales aparecen como elementos

esenciales en el universo relacional que es la red que permite generar comunidad real.

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En definitiva, el trabajo social deviene facilitador y capacitador de las colectividades

para que estas puedan tomar conciencia e implicarse activamente en construir respuestas

trasformativas de su propia realidad. Al mismo tiempo que posibilita que el trabajador

social renuncie al saber y el poder que tiene, y aprenda a transferir ese poder a la

comunidad y sea capaz de aprender de ella.

Por otro lado, el paradigma de la complejidad reformulado desde una ética de la

liberación, centrada en valores de autonomía y dignidad aparece como otra vertiente

fundamental de este nuevo paradigma (Morin, 2001, Holloway, 1997). La complejidad

nos invita cuanto no nos obliga a tener que revisar la forma de pensar la realidad y

también nuestra práctica. El paradigma de la complejidad nos invita a pasar de

principios reduccionistas, deterministas y simplistas a análisis de causalidad circular,

complejos, donde el azar y la creatividad nos enriquecen la mirada y la acción.

La acción comunitaria también se formula desde otra concepción de democracia, donde

la participación no queda reducida a meros espacios consultivos o a un simple eslogan.

Supone una oportunidad para desplegar procesos de democracia participativa como

formas de construir una democracia instituyente más vinculada con los problemas y/o

preocupaciones cuotidianas de los ciudadanos. En definitiva, los procesos de

organización comunitaria pueden actuar como espacios constructores de ciudadanía,

desde un nivel simbólico, pero también a nivel operativo y funcional. Permiten la

emergencia de nuevos actores colectivos, formas de construcción de subjetividades y de

identidades promotoras de iniciativas que refuerzan y fortalecen los vínculos, densifican

las redes sociales y generan nuevos anclajes comunitaristas que puedan desplegar

estrategias colectivas ante los nuevos desafíos.

2. Orientaciones metodológicas para la intervención comunitaria.

Una vez contextualizada la acción comunitaria a nivel teórico y epistemológico, nuestro

reto es presentar un conjunto de orientaciones metodológicas para guiar la acción

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comunitaria pensadas y desarrolladas desde el trabajo social6 pero también inspiradas

por otras disciplinas científicas (especialmente la pedagogía social y la sociología) que

comparten con nosotros el reto de abordar situaciones sociales colectivas mediante la

organización y la acción colectiva. El Trabajo Social como práctica que se orienta en

base a medios y criterios científicos comparte con el resto de disciplinas científicas una

estructura de procedimiento común para abordar las situaciones sociales

(estudio/diagnóstico/diseño plan/ejecución/evaluación) que no debe entenderse como

una secuencia lineal sino como “forma de ir haciendo algo” en un proceso encabalgado

e retroactivo que puede iniciarse en cualquier momento del proceso. (Ander Egg, 1992;

Aguilar, 2002; Barbero,2003)

A través de las orientaciones metodológicas que vamos a presentar, queremos ofrecer al

trabajador social7 un esbozo de guión en cuatro actos del proceso de intervención

comunitaria, representados en el esquema 1, que le ayude a interpretar su rol de

dinamizador y organizador comunitario, entendiendo que la lógica del procedimiento

metodológico se va reproduciendo en cada uno de estos momentos en una espiral

abierta e implicativa. Teniendo en cuenta también que este método debe singularizarse

adaptándose al encargo institucional, a la dinámica de la realidad social, la acción de

otros actores sociales y a circunstancias aleatorias.

A lo largo de nuestra experiencia hemos aprendido que estas orientaciones

metodológicas y técnicas no nos ofrecen recetas para construir procesos de organización

comunitaria sino que hay que encontrar un equilibrio entre las planificaciones ideales y

las oportunidades que se abren a lo largo del proceso, apostando por una planificación

de carácter estratégico. La dinamización de un proceso participativo implica aceptar un

margen de incertidumbre y desarrollar capacidades para redefinir el rol profesional en

diálogo con el resto de actores sociales e ir improvisando estrategias que permitan dar

respuesta a cambios en el contexto de intervención que a menudo no son previsibles,

entre otras cosas, porqué vamos (re)descubriendo la realidad a medida que intentamos

transformarla (Morin, 2001) 6 En la medida que los autores formamos parte de la comunidad professional y académica del trabajo social y que estas orientaciones han sido (re)formuladas y enriquecidas a través de nuestra pràctica de trabajo comunitario conjuntamente con profesionales de los servicios sociales (trabajadores/educadores sociales) 7 Aunque nos gusta pensar que estas orientaciones, en la medida que son el resultado de un esfuerzo interdisciplinar, también pueden ser útiles al conjunto de profesionales de la intervención.

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Esquema 1. El proceso de intervención del TS comunitario

1. Entrada del profesional2.Crear y sostener organización

4. Retirada del profesional

3. Diagnóstico y proyecto colectivo

Primer acto: La entrada del profesional en el espacio social de intervención8

En el momento de entrada en el espacio social de intervención, el trabajador social

comunitario necesita de un periodo en el que priorice el desarrollo de conocimiento y la

recogida de información. El objetivo de este proceso de inmersión es reconocer las

necesidades de la comunidad, entendida esta como el espacio de relaciones entre

personas, grupos y instituciones en un territorio concreto y definido, así como su

potencial para mejorar esta situación. Este conocimiento permite tener una base, el

diagnóstico profesional, que sirve de punto de referencia en la definición de las líneas

de acción profesionales. Cabe decir, ya desde el principio, que esta investigación será

mucho más rica y provechosa si se construye y desarrolla en el marco de un equipo

profesional que comparta el reto de impulsar un proceso de organización comunitaria.9

8 Vamos a situarnos en el supuesto de que el trabajador social desarrolla una acción comunitaria en el inicio de su labor profesional en el territorio. 9 Hay que tener en cuenta que difícilmente podremos promover prácticas organizativas en la comunidad si no somos capaces de organizarnos en nuestra propia institución.

9

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Henderson y Thomas (1992) nos remarcan que este proceso de recogida de información

es una buena oportunidad para establecer relaciones con los grupos locales, los

responsables y profesionales de los servicios públicos del bienestar10, sin olvidar la

institución propia. Pedir la opinión a lideres de grupos locales, asociaciones o redes

informales significa reconocerlos como expertos naturales de la vida cuotidiana en el

barrio y como personas implicadas en la mejora de su territorio; mas también permite

ser reconocido por los ciudadanos como un profesional que puede aportarles alguna

cosa.. También es importante consultar a los profesionales del bienestar con experiencia

de trabajo en la localidad sobre las situaciones sociales problemáticas del territorio y las

deficiencias de la intervención sobre ellas, así como presentarles nuestras intenciones,

programa y método de trabajo. Sin olvidar presentarnos a los responsables y resto de

trabajadores de nuestra propia institución, para hacernos la idea de los limites del propio

trabajo y de los apoyos con los que vamos a poder contar en el desarrollo de nuestra

tarea.

La presencia del profesional es una novedad que será bien aceptada en la medida que

sea capaz de construir buenas relaciones y dejar de ser un desconocido o un extraño. A

partir de contactar con toda clase de personas puede descubrir quién tiene el tiempo, la

motivación, los recursos, las conexiones, la información necesarios para llevar a cabo

una acción futura. Es posible, además, que el propio proceso haga emerger posibilidades

de acción que deban ser aprovechadas. Sea cual sea el momento del proceso de

organización y acción colectiva, el profesional necesita del apoyo de cuantas más

personas mejor, entendiendo que este apoyo puede ser muy diverso: desde aquel de las

personas dispuestas a implicarse en el grupo motor hasta aquel que se limitará a hablar

bien de la experiencia en sus redes.

Hay que tener en cuenta que los trabajadores sociales que quieren llevar a cabo una

acción comunitaria a menudo ya llevan algún tiempo desarrollando su tarea en el barrio,

por ejemplo, en los servicios sociales de atención primaria, aunque centrando su trabajo

en el tratamiento de los casos individuales/familiares. En este caso, puede ser que ya

esté un poco más avanzado en el conocimiento de las necesidades de la localidad y haya

establecido algunos contactos con otros profesionales y, más difícil, con algunos grupos

10 Servicios sociales, servicios sanitarios, escuelas, centros civicos,etc

10

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locales. Pero en mayor o menor medida, también tendrá que completar su proceso de

conocimiento contrastando lo que ya sabe con la opinión de otros actores del barrio.

En paralelo a esta tarea de aproximación al territorio, de localizar y definir los

problemas, de establecer contactos, y de construir el diagnóstico, el trabajador social

debe pensar y repensar las características de su intervención. El profesional debe

estudiar la teoría y consultar a los autores del Trabajo Comunitario, debe pensar en los

aprendizajes de las evaluaciones anteriores si las hubo o elaborar la crítica de

intervención anterior y comprender que tiene de problemática. Como fruto de ello,

podrá identificar su proyecto de intervención profesional, o sea, sus objetivos, el tipo

de actividades que vale la pena emprender, las estrategias a seguir, etc. Así podrá

clarificar su propia posición, como ve su papel en el barrio y en su institución (Barbero

y Cortès, 2005)

Segundo acto: Crear y sostener la organización

El motivo de ser del Trabajo comunitario es la constitución y/o el acompañamiento de

grupos (simples o intergrupos) en la realización de proyectos de desarrollo social. La

apuesta del Trabajo Comunitario por el desarrollo social se manifiesta, sin duda, en su

esfuerzo por conseguir unos resultados que se concretan en mejoras específicas en las

problemáticas que aborda, pero sobre todo en la forma de abordar estas situaciones

problemáticas, esto es, a partir de un proceso que permita generar nuevos sujetos

sociales, nuevos agentes colectivos y/o nuevas estructuras de relaciones entre ellos que

permitan encarar la transformación de situaciones colectivas.

Cuando este proceso es de amplio abasto11, los actores sociales12 que lideran la

organización comunitaria deben asumir el reto de constituir un intergrupo (una

plataforma, una coordinadora, una federación, etc.) para coordinar y reorganizar los

esfuerzos de las instituciones (públicas o privadas) encargadas de favorecer el bienestar

social. Con la finalidad de desarrollar estrategias de modificación del dispositivo

11 Por ejemplo en el caso de los planes comunitarios. 12Para el desarrollo de estos procesos es imprescindible el liderazo político, como mínimo, del ayuntamiento y la complicidad de algunas de las asociaciones del barrio, aunque el liderazgo organizativo acostumbra a ser asumido por trabajadores comunitarios (que pueden ser trabajadores sociales, pero también educadores, psicologos, sociologos, etc.)

11

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institucional y construir nuevas intervenciones más integradas y eficaces. Pero es

importante no olvidar que la tarea fundamental del trabajo social es la organización de

poblaciones, o sea, favorecer la participación de los ciudadanos más directamente

afectados por las situaciones problemáticas que se quieren mejorar. Para poder convertir

a los actores directamente implicados en sujetos de su acción es necesario desarrollar

una estrategia de intervención que favorezca el desarrollo de los abordos colectivos, que

favorezca la movilización y la organización de las potencialidades internas de la

población. (Dumas y Séguier, 199713

A veces puede producirse que la iniciativa de promover una acción colectiva surja de

los habitantes. Si el trabajador social ha pasado cierto tiempo creando contactos, si ya ha

trabajado con los grupos locales o con profesionales de otras organizaciones, y es

conocido como persona predispuesta a colaborar en la organización comunitaria, puede

que le inviten a discutir los problemas del barrio, o que le pidan ayuda para asociarse o

solicitar una subvención. El tipo de problemas que le comunicarán estará determinado

por la manera en que perciban sus responsabilidades y competencias, pero también por

el crédito que, según ellos, les proporciona la institución a la que pertenece (Barbero y

Cortès, 2005). Pero a menudo el trabajador social, como resultado del proceso de

inmersión en el espacio social de intervención, está convencido de que existe un

problema y que esta convicción puede ser compartida por algunas personas para las que

se pueden encontrar objetivos comunes, aunque no se dé entre la gente la vivencia de un

estado de necesidad o no crea en la posibilidad de solución. En esta situación el

trabajador social deberá adoptar una actitud proactiva e ir al encuentro de la gente para

facilitar que las carencias objetivas se conviertan en necesidad subjetiva y sembrar el

descontento frente a estas situaciones. No se trata de favorecer un descontento genérico

que provoque frustración o inacción sino que se trata de favorecer con información un

descontento que estimule una acción viable y esperanzadora (Ross, 1967). Como

plantea Freire (1983), la conciencia crítica y la propia acción transformadora son

13 No hay duda que es posible y recomendable combinar estas dos estrategias de organización comunitaria (la modificación de los dispositivos institucionales y el abordo colectivo). Pero cabe indicar que en los procesos de amplio abasto como los planes comunitarios se acostumbran a primar la coordinación intitucional y a tener menos en cuenta los abordos colectivos. Incluso, en algunos casos, el reforzamiento del poder instituido puede limitar aún más las posibilidades de expresión de la voz de los colectivos excluidos.

12

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elementos sincrónicos de un proceso de desvelamiento de la situación (quitar el velo

que oculta la realidad).

Para crear un ambiente favorable a la acción colectiva (pero también para extender un

proceso colectivo ya en marcha) pueden ser útiles varios instrumentos o actividades

como la realización de una encuesta, una campaña de recogida de firmas, la

organización de actividades formativas y de debate (una jornada, una conferencia, una

visita a un proyecto, etc.) o de una exposición sobre la historia del barrio, la realización

de una obra de teatro-acción14 o de un video que haga visibles los problemas del barrio

(viviendas en mal estado, suciedad de las calles, etc.), la organización de una semana

cultural o una fiesta, etc. Una vez creado el clima apropiado, el trabajador social tomará

la iniciativa de convocar una reunión para constituir un grupo promotor, con la

complicidad, si puede ser, de representantes de los grupos locales y/o ciudadanos

afectados por las problemáticas que se quieren abordar. En el caso que se quiera

promover un intergrupo que reuna a diversos actores sociales implicados en la provisión

de bienestar en la comunidad, hay que tener en cuenta que la visualización externa de

quien lidera un proceso acostumbra a condicionar en gran medida las implicaciones del

resto. Teniendo en cuenta las dificultades que aparecen en estos procesos cuando lidera

un solo tipo de actor social y que los momentos de gestación de un proceso organizativo

son especialmente implicativos para sus participantes son especialmente interesantes los

esfuerzos de constituir grupos promotores mixtos, en los que ya se visibiliza des del

principio aquello que se quiere construir a lo largo del proceso.

En la convocatoria de la primera reunión del grupo promotor, se debe seleccionar a

personas con las que ya se han tenido contactos, convencerles sobre el interés de dicha

convocatoria y procurar que ellas mismas convoquen a otros conocidos. El primer

encuentro del grupo motor debe organizarse pensando que esa voluntad de actuar que se

está sembrando debe fortalecerse y que, ya desde esa primera reunión, debe iniciarse el

compromiso de la gente en la asunción de responsabilidades para el desarrollo exitosos

de los siguientes movimientos de ese grupo. Para ayudar el grupo a ser autónomo es

necesario estimular su capacidad para “hacerse suyo el proyecto”, interiorizarlo, vivirlo

14 Por ejemplo, en la fiesta mayor del barrio de St. Antoni de Barcelona, los profesionales de los servicios sociales del barrio organizaron una obra de teatro-acción que pretendía sensibilizar y abrir el debate entorno a la situación de los cuidadores de viejos y personas enfermas y/o discapacitadas.

13

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y llevarlo a cabo. Esta autonomía de los grupos se puede trabajar de muchas maneras:

con la actitud del dinamizador, con la superación de los momentos de crisis, con el

abordaje de situaciones espontáneas, no planificadas, etc. (Planas y Prat, 2004).

En la dinamización del grupo también hay que trabajar con rigor y emoción para que se

organize de forma colaborativa, para que sea capaz de encontrar las alianzas necesarias

en el entorno o al exterior del grupo para lograr los objetivos del mismo en beneficio de

la comunidad. Esta ideología grupal requiere de liderazgos íntimamente democráticos,

tolerantes del proceso del grupo y de toda la comunidad objeto de intervención y

favorecedores de la cooperación entre distintos intereses y/o necesidades. Se trata, pues,

de liderazgos que se ejecutan prioritariamente desde la dimensión emocional / relacional

de la tarea a realizar, a través de ocuparse, con cuidado y respeto, de las personas que

forman parte de estas acciones (Cortès, Alemany, LLobet, Ainsa, 2004)

Tercer acto: El diagnóstico, el proyecto y la acción colectivos

La acción colectiva debe tener como eje el desarrollo de un proyecto común que haga

frente a un conjunto de necesidades o que haga efectivas las potencialidades existentes

en un espacio social determinado. Este proyecto común se abre paso mucho mejor

cuando convertimos las diversas operaciones de una intervención sistemática y

racional15 en una oportunidad de debate y de acción conjunta de los miembros de una

organización. Las acciones comunitarias son experiencias que deben permitir a la gente

que participa poder integrar en sus maneras de funcionar muchos conocimientos y

destrezas que se le suponen a los profesionales como la investigación, la interpretación,

la elaboración de proyectos, la reflexión sobre la acción, etc. (Barbero y Cortès, 2005)

En esta línea, construir un diagnóstico colectivo mediante el desarrollo de una

investigación participativa es una buena estrategia en la construcción de ese proyecto

común y un excelente pretexto para desarrollar la movilización temprana que necesitan

las organizaciones. Especialmente cuando se trata de desencadenar un proceso de

desarrollo local en el que, previamente a decidir el proyecto común, se quiere avanzar

15 Recordamos que estas operaciones son el estudio, el diagnóstico, la definición del proyecto, su ejecución y evaluación.

14

Page 15: La Accion Comunitaria Desde El Trabajo Social

en un proceso de construcción de una comprensión común entre los diversos actores

presentes en el territorio16.

En el desarrollo de una investigación participativa se pretende convertir la construcción

de un diagnóstico colectivo en una oportunidad de acción de los miembros de la

organización, y ello implica corresponsabilidad de expertos y no expertos a lo largo de

todo el proceso investigador. El reto para el profesional que asuma la coordinación de

esta tarea será dirigir la investigación con y para el grupo, y ello requiere dominio del

método y de las técnicas de investigación, así como de las técnicas dinamizadoras de la

participación y la creatividad social. Teniendo en cuenta que buena parte de los

miembros del GIAP (grupo de investigación-acción participativa) son, al mismo tiempo,

sujetos y objeto de la investigación y que, para ellos, explorar la comunidad es, en

buena medida, explorarse a si mismos.

Para desarrollar una investigación participativa el GIAP (grupo de investigación-acción

participativa) utilizará técnicas de la metodología cuantitativa (especialmente la

reelaboración de datos secundarios) para establecer las características objetivas del

territorio donde se producen. Aún más importante será el abordaje cualitativo

(observación participante, entrevistas y grupos de discusión) para conocer las

preocupaciones, opiniones y interpretaciones de las personas y grupos, así como

visualizar cuales pueden ser los intereses comunes de los diferentes actores que

permitan construir un proceso colectivo y identificar las discrepancias y/o conflictos que

se tendrán que afrontar durante este proceso. Sin olvidar la importancia de organizar

espacios de debate y reflexión (grupos de trabajo, talleres, foros, jornadas, etc.) en los

que con el soporte de técnicas que faciliten la operativización de la participación

(sociograma, dafo, autoanálisi, fluxograma, etc.) se puede avanzar en la construcción de

una comprensión común entorno los problemas que preocupan y las soluciones a estos

problemas.

En este esfuerzo por conseguir que el diagnostico comunitario se construya con la

máxima participación posible es especialmente importante organizar una presentación 16 Aunque a veces, en la constitución de un grupo de habitantes afectados por algún problema puede no ser pertinente y/o necesario desarrollar una investigación para construir el diagnóstico colectivo y podemos apostar por procesos de autodiagnóstico más sencillos e intuitivos

15

Page 16: La Accion Comunitaria Desde El Trabajo Social

pública de los resultados provisionales del estudio para que estos se contrasten y

aprueben con todos los actores que se ha logrado movilizar en el proceso colectivo. En

este acto de cierre del proceso de diagnóstico suele ser pertinente plantear también el

inicio del proceso de elaboración del proyecto colectivo a través de la definición de las

líneas de acción que se valoren como prioritarias . En esta fase de la acción comunitaria

el grupo motor seguirá organizando espacios de trabajo colectivo para construir

también de manera participativa los objetivos de la acción, la programación de tareas

concretas a realizar, etc. De esta manera, además de permitir a los actores de una

comunidad construir y/o mejorar sus relaciones, se podrá avanzar en la elaboración de

propuestas integrales sobre determinados temas que den respuesta a las necesidades y

oportunidades de dicha comunidad y que se convierta en el punto de partida para

desarrollar prácticas transformadoras (Martí, 2005). Teniendo en cuenta que la

organización comunitaria deberá mantener su implicación lo largo de la implementación

de las acciones y en la evaluación de las mismas.

Cuarto acto: La retirada del profesional para la autonomía del grupo

Como ya hemos planteado, el TS comunitario tiene que trabajar para la plena autonomía

del grupo. Para favorecer este proceso de autonomía es conveniente que la permanencia

del profesional no sea permanente, sino que mantenga una posición de ir “entrando y

saliendo”, para catalizar de una manera dinámica el distanciamiento crítico y ayudando

a avanzar metodológicamente (López de Ceballos, 1987).El trabajador social tiene que

ser conciente de que su horizonte es la retirada, dejar de participar profesionalmente en

las actividades de los grupos y dar paso a la plena autogestión de las organizaciones

populares. Como explican De Robertis y Pascal (1994), este momento oportuno de la

retirada debe ser sopesado con atención para evitar un alejamiento demasiado prematuro

que sea vivido como un abandono y comprometa los logros pacientemente acumulados

por el grupo, pero también una retirada demasiado tardía que refuerce la dependencia y

frene el proceso de autonomía y autoorganización.

Pero de nuestra experiencia hemos aprendido que la retirada del profesional no siempre

aparece como una necesidad clara y fácil de aplicar. Mientras que la necesidad de la

retirada siempre queda clara en el caso de los grupos de acción social simples, en otras

situaciones de trabajo comunitario como los retos organizativos complejos (por ejemplo

16

Page 17: La Accion Comunitaria Desde El Trabajo Social

los planes comunitarios) se tiende a estabilizar el liderazgo organizativo del trabajador

comunitario17. Parece razonable pensar que el papel del organizador comunitario

siempre será necesario si se quieren consolidar y extender estructuras de organización

comunitaria en los barrios que permitan desarrollar políticas sociales integrales y

participativas.

3. Características y rol de los diferentes actores implicados en la acción

comunitaria.

En los procesos comunitarios se persiguen objetivos substantivos como solucionar el

problema de la vivienda, mejorar la calidad de la educación y de la salud, generar

nuevas oportunidades de empleo, fomentar la convivencia intercultural, etc. Para lograr

estos objetivos, los actores del proceso transformador tendrán que cambiar sus formas

de hacer y de relacionarse (Rebollo, 2005). En la línea de ir transformando unas

relaciones unidireccionales basadas en el principio de autoridad (ya sea política o

técnica) en unas relaciones bidireccionales más horizontales, que permitan escuchar los

distintos puntos de vista de una situación y que no excluyen la manifestación del

conflicto, tal como se muestra en el esquema 2.

Una vez ya defendido como nos parece que el TS comunitario debe actuar y

relacionarse en su tarea de organizador y dinamizador de la acción comunitaria, es

importante que también prestemos atención a las características de los actores sociales

que participan en estos procesos y al papel que desarrollan en estos en función de la

amplitud y/o complejidad del proceso comunitario18.

17 Este nuevo espacio de ejercicio profesional centrado en el Trabajo Comunitario es un espacio transdisciplinar que puede ser ocupado por trabajadores sociales pero también educadores sociales, psicólogos, sociólogos, etc. 18 No es lo mismo, por ejemplo, un proceso de desarrollo local que necesariamente implica construir conjuntos de acción que articulen los intereses de personas, grupos, organizaciones i instituciones preocupados y/o con responsabilidades en la provisión del bienestar, que un proceso centrado en la dinamización de un grupo de habitantes (mujeres, inmigrantes, jóvenes) que quieren defender sus intereses, ser reconocidos como ciudadanos con voz, construir nuevos espacios de relación, etc.

17

Page 18: La Accion Comunitaria Desde El Trabajo Social

Esquema 2: Mapa de las relaciones entre los actores en un barrio

Políticos Profesionales base Colectivos no organizados

Responsables organizativos Representantes asociaciones

Los agentes institucionales:

En general, pero especialmente en los procesos de desarrollo local, podemos afirmar

que la implicación de los representantes políticos para el impulso del trabajo

comunitario siempre es necesaria en la medida que la apuesta del trabajo comunitario

debe partir de la convicción de la necesidad de promocionar una democracia

participativa que no excluya el potencial participativo de los profesionales y de la

población. Teniendo en cuenta que una mayor articulación entre ciudadanía,

profesionales y políticos podría contribuir a una mayor calidad, eficiencia y

legitimación de las políticas públicas.

18

Page 19: La Accion Comunitaria Desde El Trabajo Social

Sin entrar a fondo en la complejidad que conlleva desarrollar en la práctica esta nueva

manera de hacer política, nos interesa destacar que para que este cambio de políticas sea

posible se tienen que financiar y apoyar acciones profesionales que impulsen procesos

de organización comunitaria y construir los instrumentos y canales que favorezcan el

derecho a la participación ciudadana. En los últimos años, para llevar a cabo esta tarea

se ha ido consolidando la tendencia de incorporar nuevos profesionales con formación

universitaria en ciencias sociales y humanas con el encargo de asumir la organización y

dinamización del proceso comunitario19.

Estamos convencidos que si se quiere avanzar de manera sostenible en la mejora del

bienestar de un colectivo y/o territorio desde una perspectiva comunitaria también se

tiene que contar con los diferentes profesionales/funcionarios que ya están interviniendo

en la comunidad reconociendo su saber técnico-científico y sus conocimientos entorno a

las situaciones sociales problemáticas que se quieren mejorar (Marchioni, 1999). Para

ello es imprescindible abordar un cambio organizativo de las burocracias públicas que

permita y fomente cierta remodelación de un sistema de bienestar pensado para la tarea

asistencial y/o la gestión administrada de los problemas sociales. Eso implica cuestiones

como el reconocimiento explicito del trabajo comunitario, la especificación de un

tiempo para llevarla a cabo, la formación de los profesionales, etc. pero sin olvidar que

también son imprescindibles la motivación y esfuerzo de los propios profesionales para

replantear su tarea. 20.

Para poder construir una relación de confianza entre los profesionales y los políticos y

abordar con éxito el replanteamiento de la intervención social es crucial el papel de los

responsables organizativos para utilizar y transmitir la información de forma asertiva,

así como explicar y justificar las decisiones del equipo a los cargos de mando (técnicos

y políticos). Esta confianza también le permitirá tener cierto margen de maniobra para

reorganizar el servicio para que los trabajadores sociales y educadores sociales puedan

compatibilizar la atención individual y familiar con el trabajo comunitario y para

19 De esta manera parece que se avanza en una cierta tendencia especializadora, pero aún lejos de paises como Reino Unido, donde el Trabajo Comunitario es una profesión reconocida que demanda formación específica. 20 Como hemos podido constatar n la experiencia de investigacción que hemos desarrollado conjuntamente con 3 equipos de servicios sociales de atención primaria y que relatamos en este capítulo.

19

Page 20: La Accion Comunitaria Desde El Trabajo Social

movilizar los recursos necesarios para hacer viables los proyectos de desarrollo

comunitario.

Los representantes de la sociedad civil:

Por otro lado es imprescindible contar con la implicación de las asociaciones, entidades

y grupos que van des de las redes comunitarias de autoayuda hasta las entidades de

gestión de servicios y los grupos de presión, ya que son puntos de partida clave en un

proceso de organización comunitaria, en la medida que indican la capacidad que una

comunidad ha tenido de auto-organizarse hasta aquel momento y teniendo en cuenta que

también tienen una responsabilidad (creciente) en la provisión del bienestar.

Si queremos impulsar proyectos sociales transformadores tenemos que favorecer la

autonomía de las asociaciones y ello implica que la adjudicación de recursos públicos a

las entidades sociales debe ser transparente y evitar los riscos de instrumentalización

política. Pero también depende de la capacidad que tengan estas asociaciones para

construir un proyecto propio que les permita tomar la iniciativa y evitar que sea la

agenda político administrativa la que marque los procesos participativos. Sin olvidar

que las asociaciones que apuestan por la participación ciudadana tienen que predicar

con el ejemplo y sustituir los liderazgos paternalistas ejercidos por pocas personas

insubstituibles por modelos organizativos que fomenten la participación (Rebollo,

2001).

Los ciudadanos afectados:

Como ya hemos planteado, el reto fundamental del Trabajo Social Comunitario debe ser

la tarea de movilización y organización de los ciudadanos no organizados,

especialmente, los colectivos en situación de vulnerabilidad social (jóvenes en conflicto,

mujeres sin reconocimiento público, inmigrantes sin papeles, gente mayor

desaprovechada, etc.). Se trata que las poblaciones afectadas por la situación

problemática se conviertan en sujetos de la propia acción. Para las poblaciones

destinatarias, los procesos que pone en marcha la intervención social deberán ser

experiencias significativas que tengan como resultado su fortalecimiento personal y

social (mejoras de la cohesión social, de la red de relaciones, de la auto-imagen, de la

20

Page 21: La Accion Comunitaria Desde El Trabajo Social

confianza, de su autonomía, etc.) y su acceso a bienes sociales (habilidades, formación,

etc.) que permitan el ejercicio pleno de ciudadanía (Barbero 2002).

Cuando hablamos de experiencias significativas se quiere señalar que los objetivos de la

intervención social no pueden ser una donación sino que deben ser conquistados . Los

sujetos afectados sólo podrán integrar en su vida los beneficios variados de un proceso

comunitario a través de su implicación en la definición de sus problemas y el desarrollo

de las propuestas de mejora. Nos parece que la implicación de estas poblaciones se debe

canalizar, al menos en un primer momento, mediante proyectos centrados en su

problemática concreta ya que esta reducción del abasto de la intervención permite

aumentar su profundidad ya que hace posible abordar una de las causas de la exclusión

social y fomenta la participación desde la base.

4. Relato de una experiencia: Investigacción en Trabajo Social Comunitario: la

construcción de prácticas participativas

En el momento de seleccionar una experiencia comunitaria para poderla compartir del

elenco de iniciativas y procesos que se han venido impulsando y desarrollando en estos

últimos tiempos, hemos optado por una de ellas. Esta experiencia que ha sido

denominada como Investigacción en Trabajo Social Comunitario: la construcción de

prácticas participativas, consideramos que vincula y retroalimenta el trabajo social

comunitario desde dos ámbitos: el profesional y el académico-disciplinar. (LLobet,

Cortès, Alemany, Ballesteros, 2005)

Esta experiencia emerge de una jornada de formación interna organizada por y para los

docentes de los Estudios de Trabajo Social de la Universidad de Barcelona en el año

2000. Los objetivos podrían sintetizarse básicamente en tres. En primer lugar, poder

reflexionar a nivel teórico y epistemológico sobre el enfoque comunitario. En segundo

lugar, reflexionar sobre las metodologías que se venían utilizando desde el trabajo; y en

tercer lugar, platearnos nuestra posición desde el ámbito académico y disciplinar

respecto a la potenciación y fortalecimiento de este tipo de prácticas.

21

Page 22: La Accion Comunitaria Desde El Trabajo Social

Una de las conclusiones de la jornada fue justamente evidenciar y decidir impulsar un

proyecto de investigación/acción en trabajo social comunitario, conjuntamente con

profesionales, técnicos y ciudadanos de tres territorios con características sociológicas y

estructurales bien distintas. Este proyecto fue presentado y posteriormente aprobado y

financiado por el Área de Bienestar Social de la Diputación de Barcelona, quien

también propuso los tres territorios que podrían implicarse y participar en el mismo:

barrio de Can Parellada de Terrassa (barrio periférico de una ciudad del área

metropolitana de Barcelona), el barrio de Sant Antoni de Barcelona (barrio situado en

un área central de esta ciudad) y la Mancomunidad de la Plana (área semirural,

configurada por poblaciones pequeñas y diseminadas). Para desarrollar este trabajo

empírico y teórico que pretendía potenciar el desarrollo de prácticas participativas desde

el trabajo social, estructuramos el proyecto en tres operaciones claramente entrelazadas,

que se han ido retroalimentando unas con las otras desde una lógica constructivista.

En la primera operación del proyecto realizada de enero del 2001 a septiembre del 2002,

nuestro reto fue promover la constitución y el mantenimiento de un intergrupo formado

por profesores y profesionales del ámbito de la atención primaria en servicios sociales y

de otros servicios especializados de los tres territorios implicados en el proyecto. Este

intergrupo que también estaba abierto a los ciudadanos, se propuso como tarea realizar

una investigación sobre el estado de las prácticas de trabajo comunitario en Cataluña en

los últimos diez años. Los objetivos de esta investigación, en la que se implicaron todos

los actores que integraban el intergrupo, era reconstruir una muestra de 18 experiencias.

Dicha reconstrucción nos permitía poder identificar las condiciones que dificultan y

favorecen la promoción de procesos de organización comunitaria. Al mismo tiempo que

aproximarnos a los elementos que condicionan la participación de los servicios sociales

en las dinámicas comunitarias. Los resultados y conclusiones de la investigación, por un

lado, permitieron establecer orientaciones metodológicas para poder impulsar procesos

de organización comunitaria en cada uno de los territorios, impulsados en este caso por

los equipos de atención primaria implicados. Por otro lado, han sido difundidos y

compartidos en distintos espacios profesionales y académicos, generando un debate

entorno a la realidad actual de la acción comunitaria desde el trabajo social, así como

poder identificar los nudos críticos y las estrategias para poder revertirlos. Este proceso

de trabajo colaborativo también ha actuado en la práctica como una estrategia de

formación, concienciación e implicación de los miembros del equipo del proyecto, y

22

Page 23: La Accion Comunitaria Desde El Trabajo Social

construir así una comprensión común entorno a los retos que hay que afrontar desde el

trabajo comunitario.

La segunda operación del proyecto se realizó desde febrero del 2002 hasta finales del

2003. Se inició con un taller de formación en metodologías participativas abierto a todas

las personas interesadas e invitadas por parte de cada uno de los territorios implicados

en el proyecto. Este fue un momento crucial de todo el proceso, en la medida que se

trataba de poner el potencial de grupo de investigación/acción al servicio del impulso de

las tres experiencias comunitarias a través de la elaboración en cada uno de los

territorios de un diagnóstico participativo, que servia como punto de referencia para

definir las acciones de mejora en cada una de las zonas. El reto investigador en esta

segunda operación no se agotaba en la realización del diagnóstico en los barrios, sino

que desde el equipo motor del proyecto desarrollamos un proceso de sistematización de

cada uno de los procesos de organización comunitaria impulsados desde el proyecto. La

tarea de sistematización, por un lado, nos ha permitido contrastar y completar nuestro

conocimiento acerca de las condiciones y objetivos a considerar para el impulso de este

tipo de procesos participativos. Por otro lado, ha permitido incrementar nuestra el

potencial autoreflexivo en cada una de las experiencias, así como la capacidad de

abertura y difusión hacia fuera.

A lo largo del 2004 y 2005 se ha realizado la tercera operación del proceso, orientada a

promover proyectos de desarrollo social a partir de los diagnósticos realizados en cada

una de los territorios. Esta operación también se inició con un taller de formación

abierto a todos los participantes, en este caso en prospectivas de acción a partir de los

resultados fruto del diagnóstico. Este ha sido un momento clave para conseguir y/o

afianzar el apoyo político y gerencial que garantice la viabilidad de las distintas

iniciativas y propuestas que se están desplegando desde cada uno de los territorios.

Conseguir estos apoyos ha sido una tarea nada fácil, que ha requerido de estrategias

varias, no exentas de situaciones y/o momentos de conflicto, a pesar de que cada una de

las experiencias partía de estos apoyos políticos que se hicieron evidentes y explícitos

en el momento del impulso de cada una de las iniciativas.

En estos momentos estamos en la última fase y/o operación del proyecto, que es el

momento de realizar la evaluación de cada una de las experiencias en términos de

23

Page 24: La Accion Comunitaria Desde El Trabajo Social

proceso y resultados, como en relación al proceso que hemos experimentado como

intergrupo y/o como grupo motor de todo el proyecto. Un proyecto de esta naturaleza y

características que ha sido compartido y desarrollado desde el principio desde la

implicación de distintos actores (profesores, profesionales y vecinos), ha requerido de

un diálogo y de una mutua adaptación de expectativas, ritmos, necesidades, etc. Pero sin

lugar a dudas ha sido una experiencia rica en aprendizajes. Para los profesionales y

ciudadanos ha significado una oportunidad de fortalecer sus relaciones, y poder trabajar

también situaciones críticas que han podido manifestarse, revisar sus prácticas y de re-

pensar la acción. Para nosotros como profesores ha sido una oportunidad de poder

revisar y re-pensar la teoría y las metodologías que utilizamos en la formación de los

futuros trabajadores sociales.

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