Kakuy-La Voz Mitológica

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Kakuy: La Voz Mitológica Latinoamericana Oscar Németh Año 1997

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Kakuy:

La Voz

Mitológica

Latinoamericana

Oscar Németh

Año 1997

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He aquí nuestra era... volcada al exterminio del mito. El hombre de hoy, despojado del mito, se yergue famélico sobre su propio pasado y debe escarbar frenéticamente buscando sus raíces entre las más remotas antigüedades.

Nietzsche

El origen de la tragedia

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Orfeo y el camino de la voz

En 1987 inicié una investigación consecuente sobre mi propia voz con el fin de modificar su comportamiento respecto del trabajo en el teatro.

A diez años, una lectura retrospectiva me permitiría contar el mito de mi propia voz. Este mito tiene la estructura de un viaje iniciático, donde descubrir las posibilidades expresivas de mi voz, fue descubrir aspectos ocultos de mi personalidad.

En 1993, junto a Amalia Risso y Rubén Calduch, formamos un grupo de investigación multidisciplinario sobre la voz humana, poniéndonos en contacto con el mito de Orfeo.

Ya nos habíamos contactado con el mito a partir de los escritos del maestro Alfred Wolfshon, pero fue en esta oportunidad que descubrimos la manera en que el mito reflejaba nuestro propio viaje con la voz. Como ya lo planteáramos en Orfeia. La voz y las envolturas psíquicas (Ediciones del Rectorado 1995), cada capítulo del mito es una metáfora de nuestra búsqueda.

En síntesis el mito cuenta que: Orfeo produce con su canto una magia estremecedora del entorno. Hombres y bestias se detienen al oírle, conmueve a los árboles, y hasta las piedras cambian de lugar cuando canta. Enamorado de Eurídice, Orfeo se va a casar. En el mismo día de la boda, aún no consumada, ella muere picada por una serpiente mientras corre para no ser violada por un sátiro. El enamorado decide rescatar a su amada y con su voz convence al barquero para que, aún vivo, lo lleve al otro lado del lago Estigia. También es su voz la que conmueve a Proserpina, que convence a su esposo, Plutón, para que deje partir el alma de Eurídice.

La condición impuesta a Orfeo es que no debe mirar atrás hasta que no abandone la tierra de los muertos. Es en el trance de trasponer ese límite que Orfeo, duda y cede a la tentación de observar si el alma de su amada lo sigue y es así como la pierde definitivamente.

Lamentándose canta Orfeo su desgracia, pero devela de esta manera los secretos de los dioses aprendidos en su viaje. Forma así un culto solar con seguidores que son envidiados por las Bacantes, quienes los atacan con las propias armas que ellos “habían abandonado”, dando muerte a todos y descuartizando a Orfeo. La cabeza de Orfeo, expuesta en un santuario, sigue predicando su enseñanzas con un canto imposible de acallar.

A la vez que avanzábamos en la comprensión del mito, veía en el mi propio descenso a los infiernos en búsqueda de los aspectos ocultos de mi voz. Entre el canto que conmueve a la naturaleza y la cabeza que predica, están todos los arquetipos. Voces masculinas y femeninas, animales o humanas, infernales o celestiales, se dan cita a lo largo del relato del mito.

Aún cuando el mito nos permitía trabajar distintos aspectos de la voz y ofrecía múltiples alternativas de abordaje, algo no me conformaba. Era el desarraigo que me producía trabajar un mito europeo en un contexto latinoamericano, ya que si lo “real” puede ser explicado de un modo particular en cada cultura, aún más particulares serán los aspectos mitológicos.

¿Cómo sonaría la voz mitológica latinoamericana?

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¿Existe algún relato, leyenda o mito que refleje aspectos de la voz desde una perspectiva latinoamericana?

Si Jung tenía razón, y todo el paso de la naturaleza a la cultura fue dejando rastros, marcas de una experiencia común en la humanidad, que, como sedimento de antiguas experiencias se constituyen en lo arquetípico, hacia lo cual la persona intenta retornar, estos arquetipos, los contenidos en Orfeo, debían aparecer en nuestra geografía como mitos precolombinos.

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La voz latinoamericana

El caso es que el mito de Orfeo es extenso y con infinidad de peripecias, posiblemente organizado a partir de pequeños relatos que durante miles de años se fueron acumulando, haciendo más y más compleja la estructura del mito.

En América Latina, de lo poco que se salvó de la conquista, los relatos son cortos. Si uno quisiera comparar, cosa no siempre recomendable al hablar de distintas culturas, estos relatos pueden dar la sensación de ser fragmentos del mito de Orfeo.

En el afán de comparar a pesar de todo, vemos como pequeñas estructuras, posibles mitemas, se mantienen constantes, aunque susceptibles de acomodarse a una geografía distinta.

Como ejemplo podemos tomar el final de Orfeo, cabeza cantante, y compararlo con la Umita, cabeza que habla y protege a quienes se dejan acompañar por ella en el camino, revelando los problemas que acechan al viajero, según señala Orestes Di Lullo. Pero hay otras versiones de la Umita, como cuenta Adolfo Colombres en su libro Seres Sobrenaturales de la Cultura Popular1, Versiones terribles de esta leyenda hablan de viajeros que se trabaron en tenaz lucha con ella hasta el amanecer, hora en que la vieron transformarse en toro y confesar bajo tal apariencia el error o falta que está condenada a pagar. Pero el vencedor no sale en estos casos bien librado, pues pierde el habla . Osea, la palabra de la Umita sólo suena para privar de su palabra al desventurado oyente...

La lucha de las Bacantes con los Orficos, también tiene su parangón latinoamericano. Aquí los cultos lunares se enfrentan a los cultos solares, como en el caso de los mitos onas, donde Kra, mujer –luna, esposa del dios sol, odia a los hombres de tal manera que mata y devora alguno de vez en cuando. Tal cual como lo hicieran las Bacantes.

Si tomamos la clasificación desarrollada por James G. Frazer, Orfeo representa el héroe civilizador. Posiblemente generado en la antigua Sumeria, ya también entre los egipcios hay una suerte de Orfeo. Si su canto puede devolver el alma al cuerpo y revivir a su amada, hay en América Precolombina algunos mitos de ¨revividores¨ como el caso de Quetzalcoatl con los huesos molidos y revividos.

Orfeo es civilizador porque enseña los secretos de los dioses a los hombres. En la Argentina prehispánica existen también héroes civilizadores como Chiláj de los matacos, señor del agua, que enseñó a pescar y cocinar, Elal, de los tehuelches, enseñó el uso del fuego, y reglas de orden moral, prohibió el incesto, instituyó el matrimonio y la división del tiempo y el trabajo. Lipichi o Dapitchi, héroe mítico toba que trajo semillas en un cántaro, enseñó a cultivar e instituyó la monogamia, Tamke, que como Prometeo roba el fuego a los dioses para dárselo a los hombres.

Pero no encontré ningún caso como el de Orfeo, que entre los secretos divulgados, se encuentra una secuencia de pensamientos abstractos como la matemática, que guarda íntima relación con la música.

1 Adolfo Colombres Seres sobrenaturales de la Cultura Popular Argentina. Biblioteca de Cultura Popular. Ediciones del Sol. Buenos Aires. 1987

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Hay en cambio, una gran cantidad de dioses, semidioses y seres mitológicos que utilizan la voz, como el Kaparilo, ser fantástico, cuya leyenda pertenece al oeste de la provincia de Santiago del Estero. Se trata de una forma animal extraña, que es el/la productora de cuanto ruido inexplicable se escuche. Tiene la capacidad de hacerse invisible y sus gritos son modulados de manera que parecen lejanos y al instante cercanos, con lo que produce una gran magia que confunde y da miedo.

Quiné Huenú es un espíritu benigno que según la cultura araucana vive en el fondo de los valles, advirtiendo a los viajeros ante algún peligro mediante un canto triste y quejumbroso, como un lamento.

Cai Cai Filu, ser mitológico araucano, mitad caballo, mitad serpiente, vive en el fondo de las grandes aguas y relincha como caballo, en otras versiones no hay relincho, pero su grito es espeluznante. Es el causante del diluvio universal.

Huaillepenyú es el dios mapuche de la niebla. Aprovecha la niebla y la oscuridad para acoplarse con animales y mujeres cuyos hijos resultan con elementos ajenos a su especie, su grito se escucha en torno a los ríos, mar y lagos del sur. La mujer que escucha su voz aborta o da a luz hijos monstruosos.

Pichuchen es una serpiente emplumada de la mitología araucana y su silbido o chillido escalofriante anuncia la muerte de quien lo escucha.

Chonchón es una deidad mapuche, espíritu maligno, es una cabeza humana con enormes orejas, que mueve como alas para volar, con su grito desagradable atrae la muerte.

Coquena, protector del ganado entre los diaguitas, es un enano de rasgos indígenas que anda silbando entre los cerros calchaquíes, con su voz imita el canto de los pájaros y remeda el sonido de las vicuñas, llamas y guanacos con el fin de arrearlos a zonas más propicias.

Entre las antiguas deidades diaguitas que, según Adolfo Colombres no parecen contaminadas con elementos Incas ni Cristianos, está el Mikilo, ser esquivo y poco sociable. El Mikilo es conocido por su grito ululante o por el rumor extraño que proviene del corazón de la noche, algo así como el eco de un lamento hace mucho tiempo extinguido2. En Chilecito existe una versión como de pájaro gris maligno, que asusta a la gente y mata animales. Llora en la noche por su soledad dando unos gritos que parecen “el alma de la lejanía”. En Trancas, provincia de Tucumán, el Mikilo es reconocido en la noche por el chillido característico, algo así como un “güi-güi”.

Aparece entonces, en esta enumeración, una constante para la voz mitológica latinoamericana. No es un canto, como en el caso de Orfeo, sino que es un grito, un gemido, un lamento. Esto significa que se trata de una voz emocionada, cargada de un sentido tan profundo en el ser, que es esa misma profundidad la que le permite una expulsión tan sonora, cuál resorte, o como arco a la flecha, es esa emoción profunda la que la impulsa hasta sus últimas consecuencias.

Tenemos otro ejemplo cercano a los tucumanos, se trata de la baguala, vidala, joi-joi, o chaya, canto que en los Valles Calchaquíes es descripto como la voz de la tierra, el “grito” ancestral. Es el grito en la soledad de las cumbres andinas.

2 Adolfo Colombres Seres sobrenaturales de la Cultura Popular Argentina. Biblioteca de Cultura Popular. Ediciones del Sol. Buenos Aires. 1987

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El Grito Sagrado

Estoy en el Cuzco y viajo en una combi que cumple con un recorrido regular entre el Aeropuerto y la Ciudad. A mi lado un joven saca la cabeza por la ventanilla y en cada esquina vocea el recorrido. Son palabras que no alcanzo a comprender, pero su voz es un torrente de aire, un grito rítmico con una cadencia que vuelve a repetirse en otros vehículos, transformando el centro de la ciudad en una cacofonía de gritos mezclados con los vendedores ambulantes.

En las ciudades de La Paz y Potosí, paradigmas de “latinoamericanidad”, las ferias y mercados son una argamasa de voces de muchísimo volumen, cada una convocando a compradores que están a 20 metros de distancia. En las estaciones de trenes y de ómnibus, los pasajes son ofrecidos a los gritos, en los barrios los niños juegan a los gritos y las madres llaman a los niños a los gritos.

En los barrios de las grandes ciudades argentinas, que van perdiendo su imagen latina a manos de una “economía de mercado”, el proceso social “primer mundista”, globalizador dibuja una ciudad “moderna” a la vez que hace desaparecer los sonidos tradicionales de las voces gritadas del botellero, el verdulero, el sodero y el lechero. Quedando el espacio de la voz emparentado al grito en el fútbol tanto en el juego como en las tribunas.

El himno argentino pide a los mortales escuchar “el grito sagrado” de la libertad, y el 25 de Mayo de 1810, el pueblo de Buenos Aires irrumpió frente al cabildo al grito de “el pueblo quiere saber de que se trata”.

Crecí en la provincia de Santa Fe, donde los chacareros aún recuerdan el “grito de Alcorta” y en el imaginario colectivo aparece “el grito de corazón, Viva Perón”, del modelo populista de los ´40.

En los años ‘60 y ‘70 muchas ilustraciones en las que aparecían representaciones de América Latina se hacían con un mapa que marcaba la parte sur del continente y del cual emergía un rostro que evidenciaba el esfuerzo por desprenderse de la opresión con un grito desgarrador.

Por oposición, en los últimos años, la sociedad argentina se vio conmovida por marchas silenciosas. Desde Las Madres de la Plaza de Mayo, hasta “Las marchas del silencio” organizada por la comunidad de Catamarca luego del asesinato de María Soledad , donde el acto de protesta es el silencio, como si el mismísimo silencio se alzara cual grito desgarrador.

Tras esta secuencia de justificaciones puedo decir que el grito se puede constituir entonces en paradigma de la voz latinoamericana.

Lo confirmaría en el territorio argentino el caso de Gualicho, nombre quichua que fuera tomado tardíamente por los araucanos para designar genéricamente al mal, sustituyendo el nombre Huekúfu.

Gualicho es un ser invisible de la mitología arauco-patagona, productor de todos los males imaginables. Cuando las desgracias se suceden sin dar tregua, el mito se corporiza dando paso al siguiente ritual:

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Los hombres se arman de cuanto encuentran, hierros, lanzas, bolas, palos, etc., así armados y tanto a pie como a caballo emprenden una pelea con la deidad invisible. Lanzan gritos desaforados y arremeten contra el espacio echando al aire furiosos golpes con el fin de acertarle a Gualicho y alejarlo de la toldería. No paran de gritar ni cesan los golpes hasta que no están convencidos de haber alejado el mal.3

La voz asume así un rol fundamental en la salud de las personas. Los gritos que “asustan” a Gualicho, expulsan todos los males del cuerpo. Hoy, luego de las investigaciones del Dr. Tomatis, sabemos que la voz emitida a considerable volumen produce una estimulación de la membrana cortical, modificando el comportamiento de las secreciones de las glándulas endocrinas mejorando la respuesta psicomotriz y activando, a través de un acto catártico, el sistema inmunológico.

3 Adolfo Colombres Seres sobrenaturales de la Cultura Popular Argentina. Biblioteca de Cultura Popular. Ediciones del Sol. Buenos Aires. 1987

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La voz del Mito

Entonces, si el grito fuera el modelo de la voz latinoamericana. ¿Existe un mito que se instala, tanto en el escenario prehispánico de América, como en la hibridez de nuestra actualidad? Tomando para "híbrido" el concepto teórico elaborado a partir de la propuesta de Néstor García Canclini en su libro Culturas híbridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad.

La respuesta es que si, y se trata de un mito etiológico sobre un ave por demás extravagante. El Kakuy.

He aquí la versión literaria de Ricardo Rojas, publicada en El País de la Selva, en 1904.

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En una época muy remota, dicen las tradiciones indígenas, una pareja de hermanos habitaba su rancho en las Selvas.

Solos vivían, desde la muerte de sus padres, sin que la comunidad de su sangre hubiese atenuado las diferencias de sus idiosincrasias antagónicas.

2

Él era bueno. Ella era cruel. Amábala el muchacho como pidiéndole ventura para sus horas huérfanas; pero ella acibaraba sus días con recalcitrante perversidad... Vagando el triste por las umbrías pensaba en Ella; las algarrobas más gordas, los mistoles más dulces, las más sazonadas tunas, llevábalas al rancho... Todo esto le costaba trabajo y pequeños dolores; pero Ella, en cambio, mostrábase indiferente, como gozándose de sus penas.

3

Volvió una tarde sediento, fatigado, tras un día de infructuosa pesquisa, pues reinaba la seca... Pidió entonces a su hermana un poco de hidromiel para beberla y otro de agua para restañarse los harponazos. Trajo ambas cosas, más en lugar de servírselas, derramó en su presencia la botijilla con agua y el tupo de miel. El hombre, una vez más, ahogó su desventura; pero como al día siguiente le volcara la ollita donde se cocinaba el locro de su refrigerio matinal, la invitó para que le acompañase a un sitio no distante donde había descubierto miel abundante de moro-moros. Su invitación encubría upalleros designios de venganza.

4

El árbol, un abuelo del bosque, era de gigantesca talla. Cuando llegaron allí, la persuadió a que debían operar con cuidado..., pues se referían historias de meleros misteriosamente desaparecidos a manos de un dios invisible que protege las colmenas... Sobre la horqueta más alta hizo pasar su lazo; y preparó un extremo a guisa de columpio para que subiese su hermana, bien cubierta por el

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poncho en defensa del enjambre ya alborotado por la maniobra. Tirando del otro extremo... la solivió en el aire, hasta llegar a la copa; y cuando ella se hubo instalado allá sin descubrirse, él empezó a simular que ascendía por el tronco, desgajándolo a hachazos, mientras bajaba en realidad. Zafó después el lazo; y huyó sigilosamente...

5

Presa quedaba en lo alto la infeliz. Transcurrieron instantes de silencio. Ella habló. Nadie le respondía... Como empezara a temer, solevantó la manta que la tapaba, dejando apenas una rendija para espiar. El zumbido de los insectos la aturdió... Ese rumor confuso revelaba la profundidad del silencio... Ciega de horror y de coraje, se desembozó de súbito, así la acribillaran las abejas; y al descubrir el espacio, el vacío del vértigo la dominó... ¡Sola, sola, sola para siempre!...

6

Nunca se le mostraron más pavoroso el cielo ni más callada la breña... Tiritaba como si el ábrego la azotase con su punzante frío, y sentía el alma mordida por implacables remordimientos. Los pies, en el esfuerzo anómalo con que ceñían su rama de apoyo, fueron desfigurándose en garras de búho; la nariz y las uñas se encorvaban; y los dos brazos abiertos en agónica distensión, emplumecían desde los hombros a las manos. Dispnéa asfixiante la estranguló; al verse, de pronto, convertida en ave nocturna, un ímpetu de valor arrancóla del árbol y la empujó a las sombras.

7

Así nació el Kakuy, y la pena que se ahogó en su garganta llamando a aquel hermano justiciero, es el grito de contrición que aún resuena sobre la noche de los bosques natales, gritando: ¡Turay... Turay... Turay...!

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El Ave y el Canto

El Kakuy es un búho nocturno, solitario, insectívoro, de canto lúgubre con modulaciones de lamento casi humano, que habita en la zona selvática desde la península de Yucatán hasta el Norte Argentino.

Nos explica Manuel de Ugarriza Araoz en su libro “En el escenario de un mito”:

En el noroeste de la República Argentina le llamaban ¨kako¨ y ¨kokó¨ antiguamente y después ¨Kakuy¨, y también ¨Tarpui¨ en Tucumán; ¨Ilox¨ entre los lules, en el litoral de antigua influencia guaraní ¨Urutaú¨, ¨Gueimiené¨ y ¨Guaigüingué¨; entre los guaycurú ¨Nabopenaga-naga¨; entre los carayá del río Araguaya en el Brasil ¨Urutaó¨; en Bolivia ¨Guajojo¨; en Tumbaco (Ecuador) ¨Cuscungo¨; entre los jíbaro ¨Aolno¨, etc. Estas diferencias de nombre regionales, onomatopéyicos unos y mitológicos otros, se explican por la diversidad de las lenguas indígenas y coinciden algunas veces con la existencia de una subespecie o raza regional del ave.

Citado en “En el escenario de un mito”, Sánchez Labrador nos dice respecto de las aves de América del Sur al hablar de algunos pájaros nocturnos:

Cada Ave de estas tiene su voz diferente, conforme a su especie en todas triste, y espantosa. Hasta su misma figura trae un no sé qué de asombroso y melancólico. En su configuración parece impresa la disonancia, y oposición a los otros vivientes.

Agregando respecto del Urutaú:

El canto, y voz lúgubre de estas Aves espanta, porque varias veces por la noche levantan su voz triste: parece, que forman las voces, que entran en la composición de su nombre Urutaú, pero en un tono muy pausado. Es voz alentada, y se oye desde muy lejos. Hasta que yo supe de dónde salían aquellas voces, estuve con algún cuidado, recelándome no fuesen remedos de los pérfidos indios Payaguas, que contra hacen los cantos de varias Aves, para sorprender la gente, y dar con mayor seguridad el golpe.

Los Urutaus salen de noche a hacer sus excursiones, y buscar su alimento. De ordinario se oye su voz en cañadas, y tierras húmedas, que tienen cerca algún bosque, en donde moran entre día. Si se atiende al grandor, y genio rapaz de estas Aves, se pudieran llamar Aguilas Ata hormas, o marinas; por lo menos, pájaros, que suplen las veces de dichas Aguilas, nombradas en latín Pygargus, y Strix, o Aves Brujas.

Se trata entonces de un mito alegórico de hábitos de vida de un ave. Con respecto a la alegoría, respecto dice Van Gennep en “La formación de la leyenda” (1952):

Los pueblos que viven principalmente de la caza poseen una masa de leyendas en que describen las costumbres de los animales, cuyo conocimiento conviene adquirir a los jóvenes y reavivar en los adultos. El curso de los astros interesa a los agricultores. En fin, allí donde la leyenda tiene la cualidad de rito mágico-religioso, posee un valor explicativo subyacente, que a veces se expone de

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un modo directo y otras no es conocido de los etnógrafos sino previa investigación..

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Las distintas versiones

Versión del noroeste argentino

La indiecita regaña al hermano por no haberle llevado miel del bosque y le derrama la comida. El hermano se venga haciendo que ella trepe en un árbol a sacar una colmena silvestre, en donde la deja y huye. La mujer desesperada al verse sola se convierte en ave llorona que llama a Kakuy.

Versión correntina

Una variante correntina del mito guaraní describe un drama de celos entre el cacique mocoví y un extranjero (español) que le arrebata el amor de la hija del cacique guaraní, cuyo epílogo es la muerte de los dos enamorados que suben al Sol la mujer y a la Luna el varón, convirtiéndose el matador en el ave Urutaú.

Versión jíbara

La Luna era un hombre que trepó al cielo por un bejuco disgustado porque su mujer no le preparó suficiente cantidad de zapallo para comer. Aóho lo siguió con una canasta llena de zapallos y cuando llegaba al cielo, Luna cortó el bejuco y la mujer cayó al suelo desparramando los zapallos (desde entonces los jíbaros conocen el zapallo comestible). Aóho vive en la tierra y en forma de ave mira a la luna llamando a su marido con un sonido lastimero.

Versión venezolana

En esta versión el hermano requiere amores de su hermana, la que escapa al cielo convertida en luna y el hermano se transforma en este caso en el pájaro que nosotros conocemos como Crespín, condenado a cantar a la Luna.

Traemos a colación la conclusión de Manuel de Ugarriza Araoz en su obra ya citada:

El mito del héroe civilizador estaba difundido en tribus de los dos continentes americanos y en cada comarca de su difusión se lo encuentra todavía entremezclado con temas míticos locales. En la versión carayá de la leyenda del Urutaú aparece vinculado al tema de la mujer-ave llorona y unificado con el del Viejo del Cielo. Esta aglutinación de antiguos temas míticos distintos es una consecuencia de las influencias culturales experimentadas por los carayá que radicados por inmigración en la zona tupí-guaraní del río Araguaya revelan a las claras, según Krickeberg, su antigua vinculación con los pueblos andinos.

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La Alegoría

Las versiones anteriores nos permiten ver que el mito al pasar de una región a otra se adapta a las condiciones ambientales de cada medio, substituye los personajes y modifica el desarrollo de los actos, sin alterar por ello la uniformidad del desenlace.

Dice al respecto Manuel de Ugarriza Araoz:

Cada versión se caracteriza por el conjunto de elementos tomados del medio al cual se adaptó, mientras que lo que todas ellas conservan de común y las conecta entre sí proviene de la versión primigenia y constituye la invariante fundamental del mito. Prescindiendo de las diferencias, o sea de las modificaciones locales de cada versión, encontramos que lo constante en todas ellas es un complejo alegórico de los hábitos de vida del ave solitaria y quejumbrosa. Este complejo cuya vigorosa persistencia superó todos los eventos, es, pues, el motivo generador de la alegoría mítica continental y pone de manifiesto la concordancia de sus imágenes con fenómenos de la vida real.

Su difusión es favorecida entonces, por la existencia del elemento representado en la alegoría. Sin la presencia del Nyctibius (Nombre científico del Kakuy) en cada comarca receptora del mito, éste no tendría sentido ni hubiera podido subsistir, como lo demuestra su inexistencia en la Patagonia donde tampoco se encuentra el ave y viven aborígenes que tienen afinidades étnicas, culturales y psíquicas con tribus chaqueñas y brasileñas poseedoras del mito. En cambio la leyenda se difundió en las poblaciones de hombres blancos y mestizos de cultura moderna que conocen al ave, casos ambos que escapan a la teoría de la dispersión de tradiciones por afinidad de raza, psiquismo y cultura, y demuestran la difusión de un mito representativo en pueblos de razas y culturas distintas por coexistencia inmediata del elemento representado.

En cuanto al grito, que es para este trabajo el tema central, nos damos con que aparte de los escritos ya citados sobre el grito de este búho, existen otras referencias. Veamos lo que cuenta Appun, (Citado por Manuel de Ugarriza Araoz) en notas de viaje publicadas en 1870, o sea 34 años antes que el relato de Rojas:

Un grito muy raro me interrumpió en la admiración del paisaje que se extendía ante mí en la iluminación de la Luna. Este grito, en la tranquilidad de la noche sonó tan horriblemente angustioso, tan igual al llamado de un hombre en el extremo peligro de la muerte, que salté asustado. ¨!Yahabu! !Kanaima!¨ oía a los indios hablar uno a otro en voz apagada; tomaron las voces extrañas como las de los espíritus malignos.

El ave es difícil de observar. Por ello el sonido de su voz, al parecer un lamento humano, adquiere una dimensión desmesurada. Ese llanto que mete miedo necesita una explicación para librarnos del temor, la mujer llorando contemplativa al Indio-Luna, resulta así, como ya hemos visto, una alegoría que combina contenido emocional y, en forma de mito, simboliza suficientes cosas como para revelar y velar información, una condición casi imprescindible para la vida del mito.

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El grito del Kakuy

¿Dónde nace la voz mítica? En nuestra investigación, ya vimos la experiencia del maestro Alfred Wolfshon, quien cuenta que durante la guerra le tocó servir en los hospitales de campaña, y allí, ante los gritos desgarradores de los heridos se preguntaba donde radicaba la energía que hacía proferir esos gritos a cuerpos exhaustos. En situaciones límites somos capaces de proezas inexplicables. El mito puede dar cuenta de ello.

Una primera interpretación dice que para poder sonar, la hermana hubo de sufrir una pérdida traumática. La voz en este caso rellenaría la falta.

En el paso de la naturaleza “salvaje” a la cultura el hombre pierde, como en el nacimiento y separación de la madre, su estado de gracia. La voz es entonces la posibilidad de llenar ese vacío, porque nuestra voz alcanza allí donde las extremidades del cuerpo no llegan.

La angustia y el grito

La angustia es caracterizada como un estado de depresión con una sensación de dolor en el pecho. En el artículo La angustia y la vida instintiva, Freud nos dice:

La causa más ordinaria en la neurosis de angustia es la excitación frustrada. Una excitación libidinosa es provocada pero no satisfecha, no utilizada, y en lugar de esta libido desviada surge la angustia. Creí incluso poder decir que esta libido insatisfecha se transforma directamente en angustia...... La soledad, así como caras desconocidas, despiertan la añoranza de la madre, el niño no puede dormir ni mantener en suspensión esta excitación libidinosa y la transforma en angustia.

Para Freud existen dos explicaciones a la angustia neurótica, una por transformación de directa la libido, como lo describe en el párrafo anterior, y otro proceso similar de represión, pero más complejo aún, que origina la histeria y otras neurosis.

La angustia es, como estado afectivo, la reproducción de un antiguo suceso peligroso; esta al servicio de la propia conservación y es señal de nuevo peligro; nace de magnitudes de libido que se han hecho, en algún modo inutilizables, y también de procesos de represión, es anulada por la producción de síntomas - sentimos que falta algo: aquello que hace de fragmentos, una unidad.

Es producto de una relación compleja, donde el yo anticipándose a la satisfacción del impulso instintivo sospecha de una situación de displacer y reproduce las feas sensaciones ya conocidas de antemano.

Esta angustia, palabra que refiere a lo angosto, la estrechez, puede referirse según Lowen, en su libro Bioenergética, al canal de nacimiento.

Canal por el cual pasamos todos en el camino hacia una existencia independiente. Este pasaje puede estar lleno de ansiedad, porque representa la transición a la respiración independiente del organismo. ... Pero la estrechez puede también referirse al cuello, angosto pasaje entre la cabeza y el resto del

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cuerpo por el cual circula el aire a los pulmones y una amenaza a la vida que se traduciría en ansiedad.

Nunca se le mostraron más pavoroso el cielo ni más callada la breña... Llega a su fin el relato.., y sentía el alma mordida por implacables remordimientos... Solo un grito nace de su garganta. Y esto se produce cuando ve la coraza de plumas que le cubre el pecho, el pecho estrecho del pájaro.

El gritar - insiste Lowen - produce un poderoso efecto catártico sobre la personalidad. Ha constituido durante mucho tiempo una de las técnicas corrientes de la bioenergética. El grito es como una explosión dentro de la personalidad, que momentáneamente quebranta la rigidez creada por la tensión muscular crónica.

Como la voz tiene una vinculación tan estrecha con el sentimiento, liberarla supone la movilización de emociones reprimidas y su expresión por medio de sonidos. Hay diferentes sonidos para las emociones. El miedo y el terror se expresan en un grito, la ira en un tono alto...

A la mayoría de los pacientes que consultan a Lowen y Arthur Janov, no se les ha permitido protestar ni expresar sus objeciones. Para muchos es una experiencia nueva el poder expresar con su voz alguna emoción fuerte.

Veamos ahora la coraza que tiene una doble función, proteger al corazón y oprimirlo junto a sus emociones. En la exposición de sus teorías Lowen parece describir el aspecto del ave.

Hay tres áreas donde puede desarrollarse un anillo de tensión, que obstruye o estrecha el pasillo de comunicación del pecho con el mundo exterior. La primera esta en torno a la boca, que bien podría ser el pico. La segunda, en la unión de la cabeza con el cuello; y la tercera, en la unión del cuello con el tórax. Es en este punto donde Ricardo Rojas nos dice: Dispnéa asfixiante la estranguló; al verse, de pronto, convertida en ave nocturna,

E1 anillo de tensión que se desarrolla en esta zona es también de índole funcional y comprende principalmente los músculos escálenos anterior, mediano y posterior. Este anillo de tensión guarda la apertura a la cavidad pectoral, y por tanto, al corazón. Cuando están crónicamente contraídos estos músculos, elevan e inmovilizan las costillas superiores, estrechando la apertura del pecho. Como esto además dificulta los movimientos respiratorios naturales afecta gravemente a la producción de la voz, particularmente a la del registro de pecho.

No me quedan dudas entonces de que el grito es el resultado de la opresión. Es la voz elevada a su máximo volumen, impregnada de vibraciones que intentan desgarrar esta doble coraza para poner en evidencia el corazón y las emociones profundas, pero si lo logra, deja expuestos los aspectos más débiles del ser y desgarrado, en carne viva, el corazón.

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El par de opuestos

Como en el Ying y el Yang, Orfeo y Eurídice son dos caras de la misma moneda. Kakuy y su hermana juegan esos mismos roles en la pareja masculino-femenino.

Así como Orfeo sufre la pérdida de Eurídice y es ese acto el que le permite un viaje iniciático de conocimiento superior, así también la hermana de Kakuy pierde su mitad masculina. En ese acto, ella, que recibía su alimento todos los días, al perder el falo morirá de inanición. No tiene la herramienta para su alimentación.

También podemos ver como par antagónico al mito europeo y al mito latinoamericano. En este caso Orfeo respondería a todos los parámetros de apolíneo enunciados por Nietzsche en El Origen de la Tragedia y Kakuy asumiría el aspecto dionisíaco. Esto último porque la exuberancia de las emociones y la irracionalidad es a fin de cuentas una posición filosófica, Kakuy no podría ser mesurado, armonioso y perfecto en el sentido apolíneo que expresa Nietzsche. Son dos polos, el espíritu y la carne, amor y odio, perfección y barbarie, Orfeo y Kakuy.

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La mujer pájaro

En el caso del Kakuy, el mito lleva el nombre del hermano por quien clama la voz. En estos términos es imposible compararlo con Orfeo, ya que en éste el dueño de la voz es el personaje masculino y a la vez el nombre con que se conoce al mito. En el Kakuy es la hermana (de la cual no conocemos el nombre en la versión del noroeste argentino.) la que sufre la transformación que la lleva a ser la protagonista del mito. Orfeo, según Alfred Wolfshon es un cantante que se queda sin voz, debe entonces descender al infierno para encontrarla. Eurídice es su alma, su aspecto emocional, sin ella el no podrá cantar. A la “hermana” no le interesa cantar, si Kakuy es su aspecto emocional o su alma, intenta recuperarlo con su voz hecha grito.

Es la desaparición del hermano, la espera, o el miedo la causa de su transformación en pájaro. En cambio, en la versión que contaba mi abuela, proveniente del Noreste Argentino, la transformación es una suerte de castigo a su maldad. Siendo esta versión la única que escuche donde la moraleja es explícita. y tanto en la versión de Rojas como en las otras del Noroeste Argentino una angustia terrible se apodera de ella al verse convertida en pájaros. Angustia que es opresión en el pecho, y aumenta a medida que aumenta el plumaje, estallando al fin en el grito lastimero que en todos los casos es un pedido de auxilio.

Si nos quedáramos con el personaje malo del Urutaú que contaba mi abuela, este ser mitad pájaro y mitad mujer, es un símbolo conocido en otras culturas como la sirena. De ella dice el Diccionario de los Símbolos:

Figura simbólica que aparece bajo dos aspectos principales, como mujer-pájaro o como mujer-pez. Las sirenas de la mitología griega se suponían hijas del río Aqueloo y de la ninfa Caliope. La diosa Ceres las transformó en aves. Habitaban en lugares escarpados. La leyenda les atribuía un canto dulcísimo con el cual atraían a los caminantes para devorarlos.

Claro que en este caso, como en Orfeo, se habla de un canto dulcísimo.

La teoría de los instintos - dice Freud en Nuevos Aportes al Psicoanálisis- es nuestra mitología. No podemos prescindir de ellos ni un solo momento en nuestra labor, y, con ello, ni un solo instante estamos seguros de verlos claramente. El saber popular supone tantos y tan diferentes instintos como de momento hacen falta.

Al arribar a su condición de pájaro, la hermana se contacta así con el mundo instintivo que lleva dentro, manifestado como animal. Es entonces de este lugar-animal desde donde emite su grito instintivo al igual que las sirenas.

Pueden representar lo inferior en la mujer y a la mujer como lo inferior, cual en el caso de las lamias; son también símbolos de la imaginación pervertida y atraída por las finalidades inferiores, por los estratos primitivos de la vida. Son también símbolos del deseo, en su aspecto más doloroso que lleva a la autodestrucción, pues su cuerpo anormal no puede satisfacer los anhelos que su canto y su belleza de rostro y busto despiertan. Parecen especialmente símbolos de las ¨tentaciones¨ dispuestas a lo largo del camino de la vida (navegación) para impedir la evolución del espíritu y ¨encantarle¨, deteniéndolo en la isla mágica o en la muerte prematura”, dice el Diccionario.

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El universo de animales míticos está repleto de aves. Estas simbolizan desde almas humanas como en el antiguo Egipto, hasta perversos enviados de los dioses.

Me pregunto, como buscando a fin de un siglo de tramas complejas. Si el grito del Kakuy es la voz emocionada que clama por nosotros los hombres, si se trata de los aspectos animales o instintivos abandonados en el árbol mas alto del bosque de las emociones, ¿volveremos a encontrarlo en algún momento?

Freud intenta una respuesta

Solemos decir que nuestra cultura ha sido instaurada a costa de las tendencias sexuales que, coartadas por la sociedad y reprimidas en parte, han sido aprovechadas para otros fines. No obstante el orgullo que nos inspiran nuestras conquistas culturales, hemos confesado que no nos es nada fácil satisfacer las exigencias de esta cultura y sentirnos a gusto con ella, porque las restricciones impuestas a nuestros instintos suponen una pesada carga psíquica.

Y si volviéramos ¿Cómo nos recibiría esta voz emocionada, mujer-pájaro, cuerpo de sirena? Tal vez debamos estar dispuestos a sucumbir en sus garras al final de la partida

Queda aún una pregunta más, para seguir trabajando, ¿A donde va Kakuy sin su alma, que rumbo ha tomado el pájaro en la espesura de la selva y la oscuridad de la noche? Y al fin, ¿Qué rumbo toma el hermano sin sus aspectos emocionales, aquellos que abandonó en el árbol más alto del monte?

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