Jung y los fenómenos paranormales

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Jung y los fenómenos paranormales Moisés Garrido Algunas notas a modo de prefacio Por: Raúl Ortega El estilo paradójico, que a veces sin reservas habría que tildar de ambiguo, con el que Jung aborda por aquí y acullá especialmente su producción oficial, su creación desde y para la “máscara”, provoca a menudo malentendidos entre el público no especializado a la hora de captar el sentido y la implicación auténticos de algunos de sus postulados, especialmente de aquellos más comprometedores para su credibilidad profesional: los que tratan sobre temas relativos a los sectores limíte del conocimiento científico. Es precisamente del Jung más paracientífico del que se ocupa este artículo que nos llega desde la excelente pluma de Moisés Garrido,

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Jung y los fenómenos paranormales

Moisés Garrido

Algunas notas a modo de prefacio

Por: Raúl Ortega

El estilo paradójico, que a veces sin reservas habría que tildar de ambiguo, con el

que Jung aborda por aquí y acullá especialmente su producción oficial, su creación

desde y para la “máscara”, provoca a menudo malentendidos entre el público no

especializado a la hora de captar el sentido y la implicación auténticos de algunos

de sus postulados, especialmente de aquellos más comprometedores para su

credibilidad profesional: los que tratan sobre temas relativos a los sectores limíte

del conocimiento científico. Es precisamente del Jung más paracientífico del que

se ocupa este artículo que nos llega desde la excelente pluma de Moisés Garrido,

originariamente publicado en la revista especializada Más Allá, y es por ello que

no viene nada mal puntualizar algunos detalles al respecto, en pro de una claridad

que sí está mejor representada en las comunicaciones privadas del maestro, donde

se liberaba de tanta reserva. Un material aún muy escondido, como Moisés

oportunamente señalará, que hay que rastrear casi al estilo arqueológico, y que

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suele ser conocido, en lo que va saliendo a la luz, sólo por los especialistas,

quedando fuera de foco en el plano de la divulgación general.

Por supuesto, la materia de la que se trata, la Psique, es paradójica, oscura y

paracientífica per se, y hay aseveraciones sobre su realidad que no pueden ser más

concisas y cartesianas de lo que ella en sí misma es. Era “El Oscuro” como

apodaban a Heráclito, y no lo era en realidad él, sino aquello de lo que se ocupaban

sus abismales pensamientos, tan precisos sin embargo en su coherencia lógica

como los de Euclides, centrados por contra en algo tan agradable al entendimiento

como es la Geometría, y la mayor parte de laoscuridad junguiana es debida

exactamente a esto mismo. Cuando el pensamiento junguiano se vuelve tan

impreciso por no otra cosa que tratar de mantenerse coherente con la materia de la

que se ocupa, no hay nada que puntualizar, y él, ni en la intimidad del círculo

fraterno ni consigo mismo, podía ser más explícito. Este es un lastre que tiene que

cargar, en general, cualquier escuela de psicología profunda, de lo inconsciente. La

crítica epistemológica a estas disciplinas que llega, por ejemplo, desde un Popper,

o las críticas generalizadas que vierte un Eysenck [1] hay que tacharlas de injustas,

improcedentes y tendenciosas. Hoy en día ya deberíamos tener plenamente

asumido que un matemático planteando teoremas no hace algo muy diferente de

escribir poesías, y que los tratados físicos de científicos como Penrose o Hawking

están mucho más emparentados con la novela de lo que hubiese podido admitir la

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filosofía científica de corte decimonónico. En la era en que redescubrimos la

subjetividad en lo aparentemente objetivo puro ¿desde qué absurdo paradigma

filosófico nos seguimos atreviendo a exigirle matematicidad a la psicología, cuyo

objeto de estudio es precisamente lo subjetivo puro? Cuando nuestra aventura

numérica para entender la realidad nos ha devuelto al problema nuclear de la

Conciencia, todavía hay quien se permite postular que a la Conciencia se la debe

entender a través de los números.

La Conciencia, o sea, la conciencia y el inconsciente, la Psique, abarca lo

científico, lo instintivo, lo religioso y lo artístico. Obviamente requiere una

metodología de estudio consecuente con esa omniabarcante naturaleza, y el método

científico, tal y como lo entendemos hasta ahora, se ha quedado corto incluso para

la Física. Pues las partículas y las galaxias se han revelado también oscuras,

heraclitianas, y ya no son mansamente concisas, como los triángulos de Euclides.

Por esto Niels Bohr se extendió en sus investigaciones sobre la realidad hasta la

filosofía oriental, y acabó grabando en su escudo emblemático el mistérico símbolo

del Yin-Yang taoísta, y la leyenda “Contraria sunt Complementa“. De hecho, las

constantes reuniones privadas en la casa de este eminente físico y en el Instituto de

Física Teórica (podemos decir que la Física Cuántica nace desde el método

dialéctico) son un perfecto paralelo con laSociedad Psicológica de los Miércoles, y

su relación con Born y Heisenberg, de la que nace la interpretación de

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Copenhague, un genuino Círculo Hermético. El esotérico blasón del danés se

corresponde sin más con el misterioso anillo gnóstico de Carl Gustav, y la célebre

controversia que mantuvo con un tozudo y dogmático Einstein (por cierto que un

auténtico no semidios, sino dios total, para nuestra cultura, patéticamente

idealizado por ella al estilo de un Elvis) con el enfrentamiento Freud-Jung. Por otro

lado, los horrores del juego sucio y el plagio están a la orden del día en el mundo

científico, en general, desde siempre. Pero claro, para personajes al estilo de

Richard Noll las diferencias son como de la noche al día: una es la historia de

nuestra sagrada Ciencia; la otra, de lo peor de nuestra superchería.

Quizás no sepamos nunca si el grandioso Heisenberg no le dio la bomba atómica a

Hitler por principios morales o por torpeza en sus cálculos, pero sí que estamos en

condiciones de esclarecer algunas opiniones de Jung en relación a los polémicos

mundos de lo paranormal y lo religioso, así que vamos sin más dilación a ello.

En el artículo se declarará esto. En realidad, es con el protestantismo, y no con el

catolicismo, con el que Jung se ensaña más vehementemente, ya que la ausencia de

imágenes y representaciones simbólicas en una religión le parece un auténtico

pecado. Por esta razón entendía la liturgia católica como más cercana a la realidad

religiosa del alma que la luterana. Gerhard Wehr, biógrafo de Jung, se hace eco

de estas ideas:

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No sólo en el protestantismo, sino en general desde los comienzos de la Reforma,

de la era que se vincula estrechamente al desarrollo de la ciencia natural y de una

conciencia que se atiene al yo individual, se fue perdiendo la espiritualidad

tradicional con su enorme riqueza de imágenes y de signos, de símbolos y

misterios. Tres protestantes, Jean Paul (“Discurso de Cristo muerto desde la cima

del Universo, en el que afirma que no hay Dios”), Hegel y, sobre todo, Nietzsche,

han soñado con la muerte de Dios y la han concebido y proclamado como un

acontecimiento próximo. El hombre moderno dirige, altivo, una mirada

retrospectiva hacia la niebla de la superstición, de la credulidad medieval y

primitiva y al hacerlo olvida por completo que ese pasado espiritual y anímico, con

sus imágenes originarias, sostiene la orgullosa conciencia racional [ver nota]. Si

no bebe en las capas profundas de la psique -sugiere Jung- el espíritu humano

permanecerá, sin duda alguna, como en el aire.

El mismo Jung, en una carta a H. Irminger de finales de 1944:

Ejerzo la ciencia, pero ninguna apologética ni filosofía alguna, y no tengo ni

capacidad ni ganas de convertirme en fundador de una religión. Mi interés es de

carácter científico… Parto de un cristianismo positivo que es tanto católico como

protestante, y me esfuerzo por señalar, de forma científicamente responsable,

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aquellos hechos empíricamente comprensibles que hacen por lo menos verosímil la

justificación del dogma cristiano, y en especial el católico.

Al respecto de sus relaciones con el judeocristianismo en general, el símbolo

cristiano, disponemos también de unas declaraciones especialmente reveladoras de

su íntima discípula Barbara Hannah, que le escuchó decir a petit comité, en

privado, en el contexto de las Terry Lectures en la Universidad de Yale:

[…] A este propósito decía Jung a los participantes -y a muchos de ellos esto los

impresionó como si fuera la última palabra- que lo único que podemos hacer

consiste en seguir el ejemplo de Cristo y vivir nuestra vida de la forma más plena

posible, aún cuando se base en errores… Nadie ha descubierto todavía toda la

verdad; pero si todos vivimos con la misma integridad y con la misma entrega que

Cristo, él decía tener la esperanza de que todos resucitaríamos

Tal y como ya avisábamos al principio, Wehr apostilla con respecto a estas

filtraciones de Hannah:

Debe tenerse presente que estas expresiones, a la vez sinceras y confidenciales,

Jung sólo las formulaba en el estrecho círculo de sus amistades más íntimas o su

correspondencia. En cambio, la crítica realizada por la iglesia, se vio obligada

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muchas veces a señalar que, en materia religiosa, Jung se expresaba de manera en

exceso libre y, en realidad, ambigua

No viene mal recordar ahora las estrechas relaciones entre la terapia y la religión

que la psicología junguiana postula:

No sólo el Cristianismo, con su simbolismo de la salvación, sino todas las

religiones en general, incluidas las modalidades mágicas de la religión de los

primitivos, son psicoterapias, las cuales tratan y curan las afecciones del alma y las

corporales de origen anímico

Una vez señalados estos “pormenores”, podemos retomar el discurso más popular

de Jung en lo tocante a estos asuntos, espero que entendiéndose ahora, un poquito

mejor al menos, hasta donde alcanza la ambigüedad indecisa y donde comienza la

decidida y legítima paradoja en él:

Entre todos aquellos de mis pacientes que se hallan más allá de la mitad de la vida,

esto es, más allá de los treinta y cinco años, no hay ninguno cuyo problema último

no sea el de la actitud religiosa. En efecto, cada uno de ellos enferma en última

instancia porque ha perdido lo que las religiones vivientes han dado en todos los

tiempos a sus adeptos, y ninguno de ellos se halla realmente curado si no recupera

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una actitud religiosa, lo cual naturalmente nada tiene que ver con la confesión

religiosa ni con la pertenencia a una Iglesia

En el campo de lo paranormal podríamos empezar destacando, para complementar

lo que vertirá Garrido, que Jung creía en la realidad objetiva de los fantasmas. De

hecho, instaba a sus discípulos más cercanos en el arte de interpretar sueños a

distinguir entre las personificaciones oníricas de seres fallecidos aquellas que se

quedan en el plano simbólico de aquellas que corresponden a visitas realesdesde el

mundo de los muertos. A lo largo de su vida protagonizó bastantes experiencias al

respecto. Una vez, mientras pasaba una noche de fin de semana en una granja

recién alquilada por un amigo suyo, en la Inglaterra de 1920, empezó a escuchar

extraños ruidos de golpes y goteos, y a notar malos olores. Comenzó a poseerle

una especie de parálisis. Entonces se le aparece, a escasos 40 cms. de distancia en

su misma almohada, la mitad de una cabeza femenina, de apariencia sólida, que le

provocó tal terror que tuvo que pasar todo el resto de la noche sentado en una

poltrona, incapaz de volver a la cama. Con posterioridad conocieron él y su amigo

que en la aldea cercana corría el rumor de que aquella granja estaba encantada y

que espantaba a todos sus inquilinos. Jung trató de explicarse el suceso como

exteriorización de contenidos psíquicos, pero le era evidente que aquello estaba

ligado a aquel lugar tanto, cuanto menos, como a él mismo, que a pesar del estrés

de la febril actividad que llevaba a cabo en Londres en aquella fecha, durmió

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espléndidamente bien en cualquier otro lugar. La granja fue demolida al poco

tiempo.

En la torre de Bollingen fue protagonista de dos señaladas anécdotas

fantasmagóricas. En una noche de la primavera de 1924, la paz del reposo se le

turba por el ruido de música y jolgorio aparentemente procedente del exterior. Dos

veces se levantará sobresaltado de la cama a mirar por la ventana, sin encontrar

nada. Jung es consciente de que la experiencia no es un sueño, pero tampoco

parece darse en plena vigilia. Tiene la representación visual de centenares de

figuras vestidas con oscuros ropajes. Especula con la idea de que se trate de

duendes, pero ninguna explicación le acaba de convencer:

En aquella noche todo era tan plenamente real, o por lo menos así lo parecía, que,

situado entre dos realidades, apenas podía orientarme. No podía explicármelo.

¿Qué significaban estos zagales cantando que desfilaban en largas columnas? Me

daba la impresión de que habían venido por curiosidad a ver el torreón. Nunca más

volví a experimentar o soñar algo semejante. Pero aquel acontecimiento me dejó

atónito y no podía recordar haber oído algo parecido. Posteriormente hallé un

sentido al sueño al leer la crónica de Lucerna de Rennward Cysat del siglo XVII.

En ella se narra la siguiente historia: «En un pasto del Monte Pilatos que tiene

fama de estar poblado por fantasmas (se dice que hoy todavía allí ronda el espíritu

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de Wotan), Cysat, en una ascensión al Pilatos, fue molestado por un gran gentío

que rodeó su cabaña cantando al son de la música». Exactamente lo mismo que yo

había experimentado en el sueño. Al día siguiente pregunté al vaquero, en cuya

cabaña había pasado la noche, qué podría significar este hecho. Éste estaba

enterado ya: tuvo que ser el sälig lüt, es decir, el ejército de Wotan de las almas

descarriadas. Acostumbraban a «rondar» de este modo para hacerse notar […] La

explicación del acontecimiento como una compensación psíquica nunca me

satisfizo del todo y no me bastaba decir que se trataba de una alucinación. Me

sentía obligado a considerar también el carácter de realidad.

Por cierto que es extraño que Jung no estuviera informado con antelación de un

elemento tan típico del folclore germánico como es el Ejército de Wotan,

comparable a la Santa Compaña gallega. Pero esto le concede una mayor

genuinidad al suceso. El segundo encuentro con lo imposible dejemos que sea él

mismo quien nos lo relate, también desde Recuerdos, Sueños, Pensamientos:

Cuando en 1923 comenzamos a edificar aquí [en Bollingen] nos visitó mi hija

mayor y gritó: «Cómo, ¿tú edificas aquí? ¡Aquí hay cadáveres!» Yo pensé

naturalmente: «¡Qué absurdo! ¡No vale la pena discutir!» Pero al cabo de cuatro

años, cuando recomenzamos las obras, hallamos realmente un esqueleto. Se

encontraba a 2,20 metros de profundidad. En el codo derecho se encontró una

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antigua bala de fusil. Se veía por la posición del esqueleto que había sido echado a

la fosa en avanzado estado de descomposición. Pertenecía a las muchas docenas de

soldados franceses que en 1799 se ahogaron en el Linth y fueron arrastrados hasta

las orillas del lago. Esto sucedió después de que los austríacos volasen el puente de

Grynau que los franceses habían asaltado. En el torreón se encuentra una fotografía

de la fosa abierta con el esqueleto y la fecha del día en que se halló el cadáver en la

torre: el 22 de agosto de 1927. Construí entonces en mi finca una sepultura

adecuada al soldado, y disparé tres veces por encima de la tumba. Luego coloqué

una lápida con una inscripción. Mi hija había presentido la presencia del cadáver.

Su facultad de presentir la heredó de mi abuela materna.

Las interpretaciones sobre la cuestión ufológica que divulga la obraUn mito

moderno. Sobre cosas que se ven en el cielo [3] me resultan, digamos, poco

audaces. En correcta dirección, en general, mas de corto alcance. Pero esto es una

apreciación personal. Quizás un día descubramos entre el material privado

consideraciones al respecto de mayor relevancia y más apropiadas para un

fenómeno de tal magnitud, o quizás tengamos que conformarnos para siempre con

esa visión suya. En mi opinión, la de un Jung, lego en la materia, que llega a ella

en un momento en que la investigación por parte de los especialistas está en sus

albores, la documentación publicada escasa, él ya en la recta final de su larga y

egregia vida, sin tiempo ni energías para profundizar mucho más y, quizás lo más

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importante, sin experiencias propias, que han sido siempre la piedra angular de

Jung y los cimientos de su creación, la Psicología Analítica. Queda claro que

seguir a partir de ahí es la responsabilidad de todos aquellos que nos sentimos

continuadores de su legado. Otro gran mérito de Jung es haberse percatado

rápidamente de la importancia de esta sui-generis fenomenología, pero el colectivo

junguiano posterior parece no saber aún cómo reaccionar ante ello.

 

JUNG Y LOS FENÓMENOS PARANORMALES

“Aquella noche fatídica de junio de 1895, la primera sesión espiritista tuvo un

resultado más extraordinario de lo que cabía esperar. Jung se sentó junto con el

círculo de mujeres alrededor de una gran mesa redonda de madera, y presidió

nerviosamente la sesión. Como era habitual en este tipo de sesiones, colocó en el

centro un vaso de agua que podía reflejar hasta la más imperceptible levitación de

la mesa. Ordenó a todos que colocasen las manos suavemente sobre la mesa y las

uniesen tocándose unos a otros ligeramente las yemas de los dedos. Al cabo de

unos instantes de completo silencio, el aire se volvió espeso, eléctrico. De pronto,

el vaso de agua empezó a moverse violentamente. A su pesar, Jung estaba tan

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aterrorizado como el resto de los participantes. Con grandes dificultades,

exclamó: ‘Uno de nosotros es un médium muy dotado’. En aquel momento, la

joven Helly palideció y se desplomó en la silla. Y para sorpresa de todos los

presentes, empezó a hablar”. Este texto está extraído del libro The Aryan Christ:

The Secret Life of Carl Jung (1997), cuyo autor es Richard Noll, psicólogo clínico

y profesor de Historia de la Ciencia en la Universidad de Harvard. En dicha obra,

se descubren facetas muy poco conocidas del eminente psiquiatra suizo Carl

Gustav Jung (1875-1961), entre ellas, su incursión desde joven en el mundo del

espiritismo y de los fenómenos paranormales. Cuando realizó dicha sesión

espiritista, Jung estaba a punto de cumplir 20 años. Todavía no podía imaginar lo

que el destino le tenía reservado: convertirse en uno de los más grandes pensadores

del siglo XX. Su descubrimiento del inconsciente colectivo produjo una auténtica

revolución en el conocimiento de la mente humana. “Así como el cuerpo humano

muestra una anatomía general por encima y más allá de todas las diferencias

raciales, también la psique posee un sustrato general que trasciende todas las

diferencias de cultura y conciencia, al que he designado como inconsciente

colectivo”, explica Jung. Era pues de prever que, tanto en la psiquiatría como en el

psicoanálisis, terminara aventajando a su insigne mentor Sigmund Freud.

Realmente sabemos muy poco de la vida de Jung. Sus herederos siempre han sido

muy reacios a la hora de aportar material inédito a los investigadores -como

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puedan ser sus diarios privados o toda su correspondencia-, con el que poder

construir una biografía mínimamente veraz, más centrada en los aspectos humanos

y alejada de ese personaje idealizado -a modo de semidios– que su familia y

seguidores han tratado de difundir. “Supone algo tremendamente injusto que Jung

se presente como un autor alejado de la realidad, aportando pruebas de

oscurantismo que no existen en absoluto en sus escritos”, denuncia Pilar Quiroga,

doctora en Psicología y autora de la documentada obra C. G. Jung. Vida, obra y

psicoterapia (2003). Ni siquiera Recuerdos, Sueños, Pensamientos, libro elaborado

cuando Jung tenía 81 años y publicado tras su muerte, puede ser considerado una

autobiografía en toda regla, ya que se trata de una colección de escritos hábilmente

estructurados por Aniela Jaffé, su ayudante en los albores de su vida. “Jaffé tomó

las contribuciones y transcripciones de antiguas conferencias de Jung, añadió sus

propias notas sobre las conversaciones que mantuvo con él, puso todo en primera

persona y permitió que el conjunto se presentase como una autobiografía a un

público confiado”, aclara Noll. De los borradores escritos por Jung, se modificaron

y eliminaron muchas frases, así como ciertas anécdotas, siempre por sugerencia

familiar. Aún así, con ese escaso material biográfico, y a través de sus trabajos

teóricos, vivencias personales y conversaciones con sus pacientes, podemos

hacernos una idea del gran interés que Jung siempre cultivó hacia los temas

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limítrofes del conocimiento, que tanto marcarían su trayectoria personal y

profesional.

 

CONTACTOS CON EL “MÁS ALLÁ”

C. G. Jung nació en el seno de una familia muy piadosa. Su padre, Paul Jung, era

pastor protestante, ejerciendo su labor en la Iglesia Reformada. Y su abuelo

materno, Samuel Preiswerk, fue profesor de exégesis bíblica en la Institución

Evangélica de Ginebra. Jung, sin embargo, no comulgaba con el judeocristianismo

y, menos aún, con el catolicismo [2]. Su alma visionaria y heterodoxa, rechazaba

todo dogmatismo religioso. “La ‘religión teológica’ no podía servirme para nada,

pues no correspondía a mi experiencia de Dios”, escribiría. En cierto modo,

podemos decir que elaboró su propia religión, a caballo entre la magia y el

paganismo, influido, sin duda, por los antiguos cultos mistéricos y el mundo

alquímico, temas que siempre le cautivaron. De hecho, el torreón que se construyó

en Bollingen, junto al lago de Zurich, fue no solo lugar de soledad y meditación,

sino también de encuentros visionarios y otras experiencias transpersonales de

profundo significado trascendente. “Desde el principio el torreón se convirtió en

un lugar de perfeccionamiento, un seno materno o una figura materna en la cual

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podía volver a ser lo que soy, lo que fui y lo que seré”, asegura. Allí, sobre la

pared del dormitorio, se conserva un mural donde aparece representado su guía

espiritual Filemón -un sabio anciano con largas barbas y alas-, con quien mantuvo

contactos extrasensoriales y a quien debe algunos de sus más brillantes

descubrimientos sobre la psique humana -la idea del arquetipo, por ejemplo-,

según él mismo confiesa. Los diálogos que mantuvo con el mundo de los muertos

y los dibujos que realizó bajo estados no ordinarios de conciencia, se recogen en

su Libro Rojo, que aún permanece custodiado por sus descendientes.

¿De dónde le vino entonces su interés por la comunicación con los muertos?

¿Acaso de la lectura del Fausto de Goethe a la edad de quince años? Ello ejerció su

influencia, qué duda cabe. Tal obra significó para Jung una auténtica

revelación. “Inundó mi alma como un bálsamo maravilloso”, escribe. Tanto es así

que al final de su vida creyó ser la reencarnación de Goethe, no ya solo por lo

identificado que se sentía con dicho personaje, sino por ciertos sueños extraños que

parecían revelarle esa posibilidad. Sin embargo, su acceso al mundo del espiritismo

tuvo lugar justo cuando se graduó en la Facultad de Medicina de la Universidad de

Basilea, a mediados de 1895. En esas fechas, el espiritismo estaba en auge por toda

Europa. Era costumbre, sobre todo entre la alta sociedad, reunirse cada atardecer a

la luz de una vela para invocar a los antepasados. Jung sintió curiosidad por el

tema y quiso realizar algunas sesiones acompañado de varias mujeres de su

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familia. Entre ellas, su prima Hélène Preiswerk, que era médium. Por su parte, la

madre de Jung, Emilie Preiswerk, ya había dado buena muestra de sus dotes

clarividentes y había protagonizado alguna que otra experiencia relacionada con

espíritus. Por tanto, aquellas séancesorganizadas por Jung resultaron exitosas y los

presuntos contactos con los muertos no tardaron en establecerse. Hélène, conocida

también con el nombre de “Helly”, es la joven citada en la narración inicial. En

aquella primera sesión coordinada por Jung, Hélène, de quince años, entró en

trance y a través suya se manifestó su abuelo difunto: “No temáis. Os acompaño

todos los días. Soy vuestro padre Samuel, que vive con Dios”. Durante el tiempo

que duró el éxtasis, la joven viajó astralmente al continente americano para visitar

a su tía Bertha. Por muy delirantes que hoy nos parezcan estas historias

mediúmnicas, entonces se vivían con total normalidad, incluso por personas con

formación académica, como el propio Jung. De hecho, en torno al espiritismo, se

dieron cita grandes personalidades del campo científico. Basta recordar a William

Crookes y Charles Richet, premios Nobel de Química y Medicina,

respectivamente. Ambos creían en la supervivencia del alma tras la muerte.

Lo cierto es que Jung fue testigo del cumplimiento de algunas premoniciones que

tuvo Hélène durante sus trances visionarios. Aquello le llevó a profundizar aún

más y comenzó incluso a interesarse en los estudios llevados a cabo por la

célebre Society for Psychical Research (S.P.R.) de Londres, presidida por el

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catedrático de Filosofía Henry Sidgwick, institución que en 1882 inaugura el

estudio científico y sistemático de los fenómenos metapsíquicos. Serían los

preámbulos de la futura Parapsicología. Jung estaba fascinado con todo ello, y leía

con inusitado interés los notables trabajos del ya citado Crookes y de otros

pioneros de la Metapsíquica como William James, F. W. H. Myers, J. C. F.

Zoellner, Cesare Lombroso, etc. “A pesar de parecerme tan extrañas y discutibles,

las observaciones de los espiritualistas fueron para mí las primeras noticias sobre

fenómenos psíquicos objetivos. Los nombres de Zoellner y Crookes me

impresionaron y leí, por así decirlo, toda la literatura sobre espiritismo que estaba

entonces a mi alcance”, escribe Jung. No es de extrañar que su tesis doctoral

versara, entre otras cosas, sobre estas apasionantes cuestiones…

 

PSIQUIATRÍA Y MEDIUMNIDAD

Jung creía que el inconsciente puede conectar con otros niveles superiores de la

realidad no sometidos a nuestras leyes espacio-temporales. Su cada vez más

dilatada formación psiquiátrica, no le hizo dar marcha atrás en sus convicciones,

aunque sí se iba mostrando más prudente a la hora de referirse a los espíritus-guías

(prefería hablar ya de “personalidades inconscientes”). Comprendió que el

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inconsciente escondía demasiados secretos que tenía que ir sacando a la luz, antes

de atribuir a posibles fuerzas del más allá los numerosos casos de narcolepsia,

criptomnesia, hipnagogia, estado de ensoñación, trance visionario, automatisme

ambulatoire, etc., que le iban llegando a su consulta, trabajando ya como psiquiatra

en el prestigioso hospital de Burghölzli, durante la primera década del siglo

XX. “Aun cuando existen casos perfectamente dignos de crédito, queda en pie la

cuestión de si el fantasma o la voz se identifican con el muerto o son una

proyección psíquica, y si la declaración procede realmente del muerto o quizás se

origina en el saber existente en el inconsciente”, subraya Jung. Fue su etapa más

escéptica, aunque como puntualizó William James, jamás perdió su voluntad de

creer…

Si bien es cierto que estableció una conexión entre la mediumnidad y la histeria,

estudiando la “disociación” de la personalidad de los médiums espiritistas, en

ningún momento cuestionó la autenticidad de las facultades metapsíquicas, como

la clarividencia o la precognición. En su tesis doctoral de medicina, escrita en 1902

bajo el título Acerca de la psicología y patología de los llamados fenómenos

ocultos, se hace eco de las experiencias mediúmnicas de su prima Hélène (empleó

para referirse a ella el pseudónimo “S.W.”), afirmando que a pesar de su

personalidad histérica -que provocaba sus desvanecimientos y automatismos-,

manifestaba auténticas capacidades telepáticas y precognitivas durante esos

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estados de trance. En la conferencia que pronunció en 1919 ante los miembros de

la S.P.R., titulada Los fundamentos psicológicos de la creencia en los espíritus,

dejó claro su convencimiento de que las manifestaciones espiritistas se debían

a “efectos exteriorizados de complejos del inconsciente”. El ya cada vez más

célebre psiquiatra continuó ahondando en el estudio de los fenómenos

paranormales, siguiendo una línea marcadamente científica, por eso no le pasó

desapercibidas las investigaciones llevadas a cabo a partir de 1934 por el biólogo

Joseph B. Rhine, en torno a la llamada “percepción extrasensorial” (ESP), desde su

laboratorio de la Universidad de Duke. Sus rigurosos análisis estadísticos sobre la

telepatía, la clarividencia, la precognición y la psicocinesis hicieron que la

Parapsicología adquiriese respetabilidad científica y se multiplicasen las cátedras

por todo el mundo. En 1937, Jung tendría la oportunidad de conocerle

personalmente. “Por lo menos una parte de la psique no se encuentra sometida a

las leyes del espacio y del tiempo -sugiere Jung-. La prueba científica acerca de

ello la aportaron los conocidos experimentos de Rhine. Junto a incontables casos

de presentimientos espontáneos, las percepciones fuera del espacio y otros casos

de este tipo, de los cuales ya he contado algunos ejemplos de mi vida, demuestran

que la psique en ocasiones funciona más allá de la ley de la causalidad espacio-

tiempo. De ello se desprende que nuestras concepciones de espacio y tiempo, y con

ello la causalidad, son imperfectas”.

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EXPERIENCIAS PERSONALES

A lo largo de su vida, Jung protagonizó una serie de sucesos anómalos muy

significativos que le sirvieron para convencerse, aún más si cabe, de la existencia

de una realidad trascendente. No hablamos ya de experiencias visionarias y sueños

de abundante material arquetípico -uno de los cuáles le inspiró la idea

delinconsciente colectivo-, sino de otros fenómenos englobados en el campo de lo

paranormal, como por ejemplo, la proyección extracorpórea. En 1944, Jung sufrió

un infarto cardíaco. Estando inconsciente sintió que abandonaba su cuerpo físico y

ascendía hacia lo alto. “Me pareció como si me encontrase allá arriba en el

espacio. Lejos de mí veía la esfera de la tierra sumergida en una luz azul intensa.

Veía el mar azul profundo y los continentes. Bajo mis pies, a lo lejos, estaba

Ceilán y ante mí estaba el subcontinente de la India. Mi campo de visión no

abarcaba toda la tierra, sin embargo, su forma esférica era claramente visible, y

sus contornos brillaban plateados a través de la maravillosa luz azul (…) La

contemplación de la tierra desde tal altura es lo más grandioso y más fascinante

que he experimentado”.

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Muchos años atrás, cuando aún vivía con sus padres, experimentó algunos

fenómenos psicocinéticos a su alrededor. Extrañas explosiones, golpes, rotura de

objetos… Durante el verano de 1898, vivió varios episodios de esta naturaleza.

Uno de los que más le llamó la atención fue la extraña explosión que oyeron en un

mueble aparador. “Comencé a inspeccionar detalladamente el aparador y lo

inmediato a él, pero sin éxito -cuenta en sus memorias-. En el cajón, conteniendo

la cesta del pan, hallé el pan y junto a él el cuchillo, cuya hoja estaba destrozada

casi por completo. El mango estaba en un rincón del cesto rectangular y en cada

una de las tres restantes esquinas había un trozo de la hoja del cuchillo. El

cuchillo se había empleado todavía a las cuatro de la tarde y después se había

guardado. Desde entonces nadie lo había tocado”. Dos semanas antes, el tablero

de una mesa se había roto por la mitad inexplicablemente, ante el asombro de toda

la familia. “¿Por qué y cómo se partió la mesa y se quebró el cuchillo? La

hipótesis de la casualidad resultaba del todo inadmisible”, reconocería.

De casado, siguió protagonizando más incidentes de este tipo. Cuenta cómo en

1916 estos fenómenos paranormales se incrementaron. “Mi hija mayor veía por la

noche una figura blanca atravesar la habitación. Mi otra hija contaba -

independientemente de la primera- que le habían levantado la manta de la cama

dos veces por la noche”. Uno de esos días, la campanilla de la puerta de la casa

sonó insistentemente: “Yo me encontraba cerca de la campanilla, la oí sonar y ví

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cómo se movía el martillo. Todos corrieron inmediatamente hacia la puerta para

ver quién llamaba ¡pero allí no había nadie! ¡Nos miramos como alelados!”. Jung

estaba convencido de que aquella incesante fenomenología parapsicológica

guardaba estrecha relación con el estado emocional en que se encontraba por aquel

entonces. “Era una constelación inconsciente, y la atmósfera característica de tal

constelación me era bien conocida como numen de un arquetipo”.

Insólito fue también lo que le sucedió años antes, en 1909, estando en Viena en

compañía de Freud. Ambos discutían precisamente sobre la realidad de los

supuestos fenómenos paranormales. En esa época, Freud mantenía una postura

escéptica. Tuvieron que pasar años hasta aceptar la autenticidad de los casos

estudiados por la Parapsicología. Así cuenta Jung lo ocurrido durante la reunión

mantenida con su mentor:

“Mientras Freud exponía sus argumentos, yo sentí una extraordinaria sensación.

Me pareció como si mi diafragma fuera de hierro y se pusiera incandescente. Y en

ese instante sonó un crujido tal en la biblioteca, que se hallaba junto a nosotros,

que los dos nos asustamos. Creímos que el armario caía sobre nosotros. Tan fuerte

fue el crujido. Le dije a Freud: ‘Esto ha sido un fenómeno de exteriorización de los

denominados catalíticos’. 

‘¡Bah –dijo él-, esto sí que es un absurdo!’. 

Page 24: Jung y los fenómenos paranormales

‘Pues no -le respondí-, se equivoca usted, señor profesor. Y para probar que llevo

razón le predigo ahora que volverá inmeditamente a oírse otro crujido’. Y,

efectivamente: ¡apenas había pronunciado estas palabras se oyó el mismo crujido

en la biblioteca!… No sé aún hoy por qué tenía tal certeza. Pero sabía con total

exactitud que el crujido iba a repetirse. Freud me miró horrorizado. No sé qué

pensaba o qué miraba. En todo caso, este hecho despertó su desconfianza hacia mí

y yo tuve la sensación de haberle hecho algo. Nunca más volví a hablarle de esto”.

 

SINCRONICIDAD

Para Jung, resultaba insuficiente explicar ciertos fenómenos extraños, relacionados

con la psicología del inconsciente, mediante el principio de causalidad. Eso era

algo que le venía preocupando desde siempre. Durante sus investigaciones, se

topaba muy a menudo con extrañas coincidencias que le resultaban imposibles de

entender por la vía racional. A tales conexiones acausales las bautizó con el

nombre de sincronicidad. “He elegido el término ‘sincronicidad’ porque la

simultaneidad de dos acontecimientos análogos, pero acausalmente ligados,

parece un criterio esencial. Empleo, pues, aquí, el concepto general de

sincronismo en el sentido especial de coincidencia temporal de dos o más

Page 25: Jung y los fenómenos paranormales

acontecimientos, relacionados mutuamente de modo acausal, que tienen un

contenido idéntico o semejante”, explica en La interpretación de la naturaleza y la

psique (1952), obra en la que colaboró el premio Nobel de Física Wolfgang Pauli.

Ambos consideraron que los fenómenos sincrónicos, aquellos que se producen

simultáneamente sin que medie una relación causal, son muy significativos para

quien los protagoniza. Los experimentos de Rhine -que proporcionaron la prueba

de la existencia de conexiones acausales de sucesos- sirvieron para que Jung

planteara la posibilidad de que el espacio y el tiempo pudieran tener también una

realidad psíquica, no solo física. “Parece como si el espacio y el tiempo

dependieran de condiciones psíquicas y no existieran en sí mismos, sino que fuesen

sólo ‘puestos’ por la conciencia”, sugiere. Partiendo de esa premisa, la

sincronicidad supone entonces un gran desafío al azar. De hecho, constantemente

nos ocurren cosas que consideramos casuales, pero ¿realmente lo son siempre?

… “Si bien la gran mayoría de los hechos casuales podría admitir una explicación

causal, subsisten multitud de ellos que no manifiestan conexión causal alguna”,

puntualiza Jung. Entre los muchos casos que le ocurrió, resulta especialmente

llamativo el registrado el 1 de abril de 1949. Así lo cuenta: “Hoy viernes. En el

almuerzo nos sirven pescado. En la conversación alguien recuerda

incidentalmente la costumbre del ‘pez de abril’. Durante la mañana había yo

anotado una inscripción: ‘Est homo totus medius piscis ab imo’. Por la tarde, una

Page 26: Jung y los fenómenos paranormales

ex paciente mía a quien no había visto desde meses atrás, vino a mostrarme

algunos cuadros de peces, singularmente impresionantes, que había pintado

durante ese lapso. Por la noche se me mostró un bordado que representaba

monstruos marinos pisciformes. El dos de abril, a las primeras horas de la

mañana, otra ex paciente a quien no había visto desde hacía muchos años, me

relató un sueño en el cual, estando a orillas de un lago, vio a un pez grande que se

acercaba nadando en dirección a ella, para amarrar, por así decir, a sus pies.

Durante esos días estaba yo ocupado en una investigación sobre el símbolo del pez

en la historia”. Dicho relato lo escribió a orillas de un lago. Al terminarlo, se

percató que a escasos metros de donde se encontraba, yacía un pez muerto

totalmente intacto. “En la tarde del día anterior no había allí ningún pez”,

advirtió. ¿Es posible atribuir a la simple casualidad un caso así?…

En conclusión, sus estudios sobre el inconsciente y los fenómenos paranormales -a

veces protagonizados por él mismo como ya hemos visto-, le llevó a considerar

que “existe una cierta probabilidad de que algo de nuestra psique continúe

viviendo después de la muerte”. Y con ese convencimiento se marchó de este

mundo a la edad de 85 años, dejando tras de sí una huella imborrable de

conocimientos sobre el psiquismo humano.

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(Nota: La ‘Obra Completa de C.G.Jung’ ha sido publicada en 20 excelentes

volúmenes por la Editorial Trotta).

 

(Anexo 1)

HÉLÈNE PREISWERK, LA MÉDIUM HISTÉRICA

La oportunidad que tuvo Jung de examinar los trances de su prima Hélène

Preiswerk durante las séances espiritistas -experimentando primero con las “mesas

giratorias” y más tarde con el “psicógrafo”, método similar a la actual ouija-, le

llevó a interesarse profundamente por la mediumnidad y a establecer los

mecanismos psíquicos que entran en juego durante dicha fenomenología. Ese fue

precisamente el tema que desarrolló en su interesante tesis doctoral de 1902.

Aunque abordó otros casos, se centró preferentemente en Hélène, detallando

minuciosamente los sonambulismos mediúmnicos, automatismos motrices y

distintas personalidades inconscientes (espíritus) que se manifestaban bajo

los estados alterados de conciencia de la joven. Por regla general, cuando ya

estaban concentrados realizando la sesión y la mesa comenzaba a moverse, la

médium (citada en la tesis como “S.W.”) caía al suelo, su rostro se volvía pálido,

entraba en un estado cataléptico, respiraba profundamente y, ya en éxtasis,

Page 28: Jung y los fenómenos paranormales

comenzaba a hablar. En ocasiones, podía estar así durante dos horas. Dependiendo

del espíritu que se manifestase, unas veces se expresaba en alemán culto, y otras

veces, de forma vulgar. El contenido de sus mensajes era variado y las

conversaciones con los participantes solían ser muy animadas. Los trances eran

sosegados y poco gestuales o, por el contrario, muy histriónicos. Quien más se

manifestaba era su abuelo Samuel Preiswerk, que hacía las veces de espíritu-guía,

dándole consejos e impartiendo instrucciones al resto. De vez en cuando, durante

el trance, Hélène sentía que abandonaba su cuerpo físico y, ayudada por los

espíritus, era trasladada a miles de kilómetros. “Durante los éxtasis en que

hablaban los espíritus la señorita S.W. emprendía largos viajes, la mayoría de las

veces iba a visitar a parientes suyos, a los que se aparecía; o bien se encontraba

en el Más Allá, ‘en aquel espacio situado entre los astros del que la gente opina

que está vacío; pero en él se encuentran numerosos mundos habitados por

espíritus’”, escribe Jung. Estos éxtasis la agotaban mucho y, cuando regresaba al

estado consciente, solía sufrir ceguera histérica durante un buen rato. Según el

psiquiatra, “en las sesiones espiritistas se observan con frecuencia ataques

convulsivos histéricos. Nuestra paciente no presentó nunca manifestaciones

convulsivas, pero sí los estados de sueño o hípnicos peculiares”. Además, constató

que los fenómenos sonambúlicos son especialmente frecuentes justo en el periodo

de la pubertad. En su opinión, existía una estrecha relación entre los trastornos

Page 29: Jung y los fenómenos paranormales

histéricos sufridos por Hélène y las alteraciones fisiológicas del carácter propias de

esa etapa de la vida. Pero ¿cómo explicar sus percepciones extrasensoriales, sobre

todo, las premoniciones?… “El hombre debe percibir que vive en un mundo que

en cierto sentido es enigmático. Que en él suceden y pueden experimentarse cosas

que permanecen inexplicables”, declararía al final de su vida.

 

(Anexo 2)

PSICOANÁLISIS: ¿CIENCIA O RELIGIÓN?

C.G. Jung dotó al psicoanalisis de ciertos elementos más o menos mistéricos,

adornándolo con reminiscencias herméticas y simbólicas, por lo que no es de

extrañar que muchos detractores identificasen el movimiento psicoanalítico como

una especie de nuevo culto o secta pseudomística. Eso no desalentó a Jung. Al

contrario, en esas críticas creyó observar que estaba llevando el psicoanálisis al

terreno correcto, conectándolo con los orígenes de la humanidad, los mitos, los

misterios, el arte, lo sagrado… No en vano, Jung afirmaba que “el psicoanálisis es

una verdad demasiado grande como para ser públicamente reconocida como tal.

Primero deberían divulgarse extractos generosamente adulterados y diluidos”.

Por consiguiente, el psicoanálisis, más que una disciplina médica, presentaba todas

Page 30: Jung y los fenómenos paranormales

las características para ser concebido como una especie de “sociedad secreta”. Bien

es verdad que las primeras reuniones psicoanalíticas -que dieron origen a

la Sociedad Psicológica de los Miércoles– invitaban a pensar así, por el ritualismo

y secretismo con que se hacían. Max Graf, un ex-miembro de aquel movimiento

elitista, reconocía: “El ambiente era propio de la fundación de una corriente

religiosa. Freud era su nuevo profeta. Los alumnos -todos inspirados y

convencidos- eran sus apóstoles”. Los partidarios consideraban que quienes se

sometieran al tratamiento psicoanalítico, experimentarían una revitalización de

carácter espiritual. El psicoanálisis venía pues a transformar el mundo, augurando

una Nueva Era para el hombre. Finalmente, logró su propósito de penetrar en las

esferas academicistas, no tanto por sus resultados psicoterapéuticos, sino por la

aceptación que fue adquiriendo en ciertos círculos intelectuales y contraculturales

de la vieja Europa. Actualmente, laAsociación Psicoanalítica Internacional,

fundada por Freud en 1910, está representada en 33 países y cuenta con 11.500

miembros. Sin embargo, siguen alzándose muchas voces críticas, como la del

reputado catedrático de psicología Hans J. Eysenck [1], para quien“Freud y el

psicoanálisis deben ser considerados un fracaso. No nos queda más que una

interpretación imaginaria de pseudo-acontecimientos, fracasos terapéuticos,

teorías ilógicas e inconsistentes, plagios disimulados de los predecesores,

percepciones erróneas de valor no demostrado y un grupo dictatorial e intolerante

Page 31: Jung y los fenómenos paranormales

de seguidores que no insisten en la verdad, sino en la propaganda”. En todo caso,

Jung siguió una línea muy alejada de la freudiana -fue notoria su discrepancia

respecto al tema de la libido, negando que todas las neurosis estuviesen motivadas

por traumas o represiones sexuales-, por lo que sus hipótesis sobre la enfermedad

mental y sus trabajos psicoterapéuticos están mejor considerados.

 

(Anexo 3)

LOS OVNIS COMO ARQUETIPOS [3]

Jung, con su innata curiosidad hacia los enigmas, no podía dejar escapar la ocasión

de estudiar un extraño fenómeno que levantó una gran expectación social desde su

popularización en los años cincuenta. Nos referimos a los OVNIs. Él abordó el

problema desde un enfoque psicoanalítico, resultado de lo cual fue su libro

póstumoUn mito moderno. Sobre cosas que se ven en el cielo (1958). La forma de

los llamados, por entonces, platillos volantes correspondía claramente al símbolo

mandálico. “El mandala es una imagen arquetípica cuya existencia a través de los

milenios puede comprobarse -explica el psicólogo suizo-. Caracteriza la totalidad

o simboliza la totalidad de la persona, del fundamento del alma expresada

míticamente: simboliza el fenómeno de la divinidad encarnada en el hombre”. En

Page 32: Jung y los fenómenos paranormales

dicha obra, se hace eco no solo de esosrumores visionarios sobre OVNIs, sino

también de los sueños que tienen a tales objetos como protagonistas y de su posible

significado psicológico. Para Jung, los OVNIs -surgidos de los niveles más

profundos de la psique humana- son símbolos arquetípicos de transformación

individual y colectiva, manifestándose preferentemente en situaciones de crisis. Su

presencia, además, guardaría relación con el paso de la era de Piscis a la de

Acuario. Y los ufonautas representarían a los nuevos dioses tecnológicos. Jung

estaba convencido de que el fenómeno descansa sobre una base emocional y que su

naturaleza es psicoide (entre lo psíquico y lo físico). “La base de este género de

rumor es una tensión afectiva, que tiene su causa en una situación de apremio

colectivo o en una necesidad vital del alma”, afirmó. Tales postulados tuvieron su

eco en determinados círculos ufológicos, influyendo en algunas corrientes

heterodoxas como la paraufología, desde la que se comenzó a cuestionar el posible

origen extraterrestre de los OVNIs y a vincularse más con el factor humano,

haciendo tambalear los cimientos de la ufología clásica.

NOTA: En la primera edición de Paidós del libro de Gerard WehrCarl Gustav

Jung. Su vida, su obra, su influencia, leemos en la página 288 “conciencia

nacional”. Es evidente que se trata de una errata. [Regresar]

Page 33: Jung y los fenómenos paranormales

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