JULIEN OFFROY DE LA METTRIE

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EL ARTE DE GOZAR

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1º Edición.Impreso en ArgentinaISBN: 978-987-1432-11-0

Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723

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de la Mettrie, Julien OffroyEl arte de gozar - 1a ed. - Córdoba : Encuentro

Grupo Editor, Universidad Nacional de Córdoba,2008.

72 p. ; 21x12 cm. (Mínima; 1)

Traducido por: Miguel Pujadas y Jordi RibaISBN 978-987-1432-11-0

1. Filosofía Moderna. I. Pujadas, Miguel, trad. II.Riba, Jordi, trad. III. Título

CDD 190

Diseño: Agustín Massanet

Editorial Universidad Nacional de CórdobaEncuentro Grupo Editor2008

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JULIEN OFFROY DE LA METTRIE

EL ARTE DE GOZARIntroducción, traducción y notas de

Miquel Pujadas y Jordi Riba

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ulien Offroy de La Mettrie nació en la ciudadfrancesa de Saint-Malo en 1709. Hijo de una fami-lia de comerciantes, realizó estudios humanísticoscompletados más tarde con los de medicina. Susganas de saber y su avidez por la aventura, prontole llevaron lejos de su tierra natal. Primero a Parísy luego a tierras flamencas; algunas veces, incluso,huyendo de los que pensaban que sus ideas erandemasiado avanzadas para la época. La Mettrie fuesin duda el materialista más convencido y másradical de su generación. Sus escritos no fuerongratos a las mentes bien pensantes del momento,que los quemaron públicamente en 1746.

Debido a la inquina que La Mettrie provocabaentre teólogos y enemigos declarados del progre-so del conocimiento, despertó la admiración deFederico II de Prusia, que le llamó en 1748 aBerlín para que fuera su lector y consejero. Elpapel que asumió La Mettrie en la Corte berlinesaencendió los celos de Voltaire, quien no por ellodejó de lamentar su muerte cuando ésta se produ-jo en 1751. Y es que La Mettrie dejaba tras de síuna serie de obras, de entre las que sin duda des-taca por la trascendencia que ha tenido a lo largode los siglos posteriores El hombre máquina, en lacual rechaza de plano tanto el dualismo cartesianocomo su concepción de la materia.

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Introducción

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Para el médico de Saint-Malo, la afirmación queel hombre es una máquina significa que es un serpuramente material cuya alma está determinadapor el cuerpo. No cesó hasta su muerte de expo-ner en sus obras, que sorprenden todavía por suagudeza y por su lucidez, que el ser humano, comoel universo, se compone exclusivamente de mate-ria, que el cuerpo y el alma son una sola cosa.Todo, incluido el placer y la felicidad, está determi-nado por la organización corporal, por la sensibi-lidad física.

Es en las obras de contenido moral, el Anti-Séneca (también llamado Discurso sobre la felicidad),El sistema de Epicuro, pero especialmente El arte degozar, donde se encuentra una teoría definitivasobre el placer y particularmente sobre los place-res del amor. En el Anti-Séneca distingue entre pla-ceres ordinarios (groseros) y finos (puros, delica-dos), breves (efímeros) y duraderos, para probar laimportancia fundamental de la felicidad sensual enel logro del equilibrio del hombre, y para comba-tir firmemente la idea de remordimiento (“el másgrande de los enemigos del hombre”), sentimien-to ficticio, producto de una educación antinatural.

El arte de gozar es una obra de inspiración litera-ria y de muchas referencias de la mitología clásica,ilustrada con fragmentos de idilios clásicos imagi-narios: las diferentes escenas y situaciones amoro-sas que describe se ordenan en una especie deantología del goce sensual. El amor y sus placeresse confunden casi con la vida. La obra comienzacon una invocación a los placeres etéreos (inefa-bles) del corazón y del alma:

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“Dios de las bellas almas, encantador placer,no permitas que tu pincel se prostituya coninfames placeres, o más bien con indignosexcesos que hacen gemir la Naturalezasublevada. (…) No es el goce de los cuerposel que necesito, sino el de las almas”1.

Pero como buen materialista, La Mettrie noconcibe el goce del alma sin la participación delcuerpo:

“El voluptuoso ama la vida porque tiene elcuerpo sano, el espíritu libre y sin prejuicios.Amante de la naturaleza, adora sus encan-tos, porque conoce su valor; inaccesible aldesánimo, no comprende cómo este venenoletal puede corromper nuestros corazones”2.

Sus relatos trazan el camino del placer a partirde sus formas más ingenuas -jóvenes pastores querealizan su aprendizaje sensual en un marco bucó-lico3-, hasta las más etéreas, por caminos sofistica-dos: el amor “espiritual”, que sólo espera la oca-sión para convertirse en carnal; la despedida amo-

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1 La Mettrie, El arte de gozar, supra.2 Ibidem.3 “¿Pero no existirá acaso alguna otra diferencia? ¡Sí! Inclusomucho más considerable; contemplad esta rosa que el felicísimohimen recibe algunas veces de manos del Amor, rosa roja cuyocapullo apenas abierto quiere ser recogida; rosa encantadora cuyashojas parecen cubiertas y rodeadas de una fina pelusa para mejoresconder los amores que en ella se ocultan y mantenerlos más sua-vemente en sus jugueteos.Sorprendido por la belleza de esta flor, ¡Con qué avidez el pastor lavalora! ¡Con qué placer la toca, la recorre, la examina! La turbaciónde su corazón se manifiesta en su mirada.Por vez primera la pastora siente curiosidad por sí misma. Ya había

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rosa del guerrero, donde se mezclan la lascivia y lamelancolía; el amor de la mujer encendida depasión cuya imaginación la conduce al éxtasis.

Estos diferentes temas llegan a la misma con-clusión: la afirmación de la influencia predomi-nante de la imaginación en todo goce verdadera-mente voluptuoso. Y además, no falta una especiede canto a la ópera, ese “templo de placer”, y a lasmejores cantantes y bailarinas de su época, sacer-dotisas de dicho templo. Y, por último, evoca -pero mucho más rápidamente, sólo para comple-tar esta enciclopedia del arte de gozar- los placeresde la mesa, de la sociedad, las pasiones de Safo, deNarciso, de Gitón.

La Mettrie exalta la sensualidad y los placeresde los sentidos, pero mal que les pese a sus adver-sarios, su concepción del placer y de la felicidadestá lejos de ser una simple apología de los place-res más obscenos. Establece la diferencia entrevoluptuosidad y placer. Mientras que el simplebuscador de goces se contenta con sucumbir a losimpulsos de la máquina fisiológica, el voluptuosoregula su conducta conforme a una disciplina inte-lectual y física.

“Sigamos por doquier al voluptuoso, en susdiscursos, en sus paseos, en sus lecturas, en

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visto su hermosa carita en un transparente arroyo; el mismo espe-jo le va a servir para contemplar unos encantos secretos que igno-raba. Pero a su vez descubre cuánto se le parece Dafnis! ¡Qué bienle devuelve su sorpresa! Impresionada por tan prodigiosa diferen-cia, muy turbada, hasta allí lleva la mano temblorosa; le acaricia,ignora su uso, no comprende por qué su corazón late tan deprisa,casi no se reconoce; pero cuando, una vez recuperada, un rayo deluz ha entrado en su corazón, lo mira como a un monstruo, la situa-ción le parece imposible, no concibe todavía, la pobre Inés, de todolo que es capaz el amor” (ibidem.).

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sus pensamientos, etc. Distingue la volup-tuosidad del placer, como el olor de la florque lo exhala, o el sonido del instrumentoque lo produce. Define la orgía, un excesode placer mal administrado, y la voluptuosi-dad, el espíritu y la quintaesencia del placer,el arte de usarlo con moderación, de condu-cirlo mediante la razón, de disfrutarlo por elsentimiento”4.

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Para La Mettrie la moral sólo puede basarse enla felicidad individual, y ésta descansa sobre el ins-tinto del individuo; es una moral que rechaza lasconvenciones sociales, o mejor, las invierte: lasociedad debe adaptarse a las necesidades del indi-viduo para llegar a ser feliz. Esta concepciónchoca con la de Diderot y d´Holbach; para elloslas necesidades del individuo han de subordinarsea las de la sociedad. La diferencia fundamental,pues, es que La Mettrie consideraba que la moraly su fin -el placer- sólo son una cuestión relativa alindividuo, mientras que d´Holbach subordina lafelicidad individual a la felicidad de la colectividad,al progreso social: la conducta del hombre esmoral si es útil a la sociedad.

Sentado que la felicidad pública es la ley supre-ma y que “está asociada a la bondad de las costum-bres”, no resultará sorprendente que el barón seaun enemigo declarado del teatro y de la danza ycensure a los autores libertinos. Sería fácil ironizar

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4 Ibidem.

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sobre el rigorismo virtuoso del barón d´Holbach,pues, paradójicamente, sus obras fueron los librosde cabecera del marqués de Sade.

Ahora bien, a pesar de la influencia ded´Holbach, muchos temas de la filosofía de LaMettrie son determinantes para la de Sade. Heaquí una breve referencia de las ideas del autor deEl hombre-máquina desde las cuales se puede consi-derar la filosofía general del divino marqués. Sadeacepta de La Mettrie el concepto materialista delhombre y del universo. También admitió de él laidea de que la búsqueda de la felicidad, del placer,es el objeto principal de toda actividad humana. Elcrimen es también una búsqueda de la felicidad.Es cuestión de carácter. La felicidad no toma encuenta la virtud y el hombre que tenga satisfacciónen hacer el mal será más feliz que uno que experi-mente satisfacción haciendo obras, actos buenos.Además aceptó la supremacía de la imaginación enlo intelectual, y de la sensación en la actividad físi-ca, la inutilidad del remordimiento, un sentimientoinfantil e inane.

En numerosos pasajes donde se expone la filo-sofía sadiana encontramos la influencia y la heren-cia de La Mettrie. Así, en el Diálogo entre un sacerdo-te y un moribundo, a propósito del crimen y losremordimientos afirma:

“Nos arrastra una fuerza irresistible y nosomos ni por un instante dueños de decidir-nos por otra cosa que aquella hacia la quenos sentimos inclinados. No hay virtud queno sea necesaria a la naturaleza y, análoga-mente, ni un solo crimen del que ella no

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tenga necesidad. Justamente, en el perfectoequilibrio que mantiene entre unos y otrosreside toda su ciencia. ¿Podemos, pues, serculpables del camino al que nos arroja? …basta que la ley lo condene y que la espadade la justicia lo castigue para que deba inspi-rarnos aversión o terror. Pero cuando pordesgracia ha sido cometido, es precisoafrontar los hechos y no entregarse a remor-dimientos estériles, que son totalmenteinútiles, pues no han podido preservarnosde él; y nulos, pues nada reparan”5.

Este pasaje parece casi sacado literalmente delAnti-Séneca o Discurso sobre la felicidad de La Mettrie.

“Hobbes dijo del hombre: homo hominilupus… Sabemos que sin el miedo a las leyesningún malvado será contenido… ¿Son losremordimientos guía para alguien? … Demanera que los remordimientos son, filosó-ficamente hablando, tan inútiles despuéscomo durante y antes del crimen...; no pue-den paliar nuestros males ni amansar a lostigres de nuestra especie …”6.

En la Filosofía en el tocador, sobre la búsqueda delplacer se afirma que éste:

“Es tan sólo la ampliación de nuestros gus-tos y nuestras fantasías, el sacrificio de todo

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5 Sade, Diálogo entre un sacerdote y un moribundo, Argonauta,Barcelona, 1980.6 La Mettrie, Discurso sobre la felicidad, El cuenco de plata, BuenosAires, 2005, pp. 68-70.

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al placer; lo que habrá de permitir a esa des-dichada criatura que llamamos hombre,arrojada a su pesar en este triste mundo,recoger unas pocas rosas en medio de lasespinas de la vida”7.

Y añade Sade:

“Vuestro cuerpo es vuestro y sólo vuestro;sois la única persona en el mundo con dere-cho a obtener placer de él y a permitir quealguien obtenga placer del mismo.Aprovechad los mejores años de vuestravida; esos felices años de nuestros place-res...”8.

Estos pasajes sadianos son análogos al queencontramos en De la volupté de La Mettrie:

“El placer es el atributo principal de todoslos animales, aman el placer por sí mismo…El sabio debe buscar el placer, sin el cual nopuede ser feliz… Placer, dueño supremo delos hombres y de los dioses, ante quien tododesaparece, tú sabes cuánto te adora micorazón!”9.

Uno y otro atribuyen a la imaginación un papelfundamental en la esfera de los placeres (sexuales).Sade escribe:

“La imaginación es el aguijón del placer…todo lo dirige y es el motivo de todo. ¿Acaso

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7 Sade, La Filosofía en el tocador, Tusquets, Barcelona, 1989.8 Ibidem.9 La Mettrie, L’École de la volupté, Desjonquères, Paris, 1996.

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no es de aquí de donde proviene el placer?¿Acaso no es de aquí de donde surgen los place-res más vivos? … ¿No me habéis dicho que lassensaciones morales más deleitosas se originanen la imaginación? Pues bien, si damos riendasuelta a la imaginación, si le permitiera cruzarestas últimas fronteras que la religión, la decen-cia, el humanitarismo, la virtud, en una palabra,todos los llamados deberes han puesto en sucamino, ¿no llegarían acaso sus divagacioneshasta el prodigio? ¿No nos irritaría aún más sumisma intensidad? En tal caso, cuanto más des-eemos ser conmovidos, sentir violentamente,tanta más libertad damos a nuestra imaginaciónpara que recorra las rutas más peculiares…”10.

Y manifiesta con vehemencia La Mettrie:

“Cuanto más viva es la imaginación de uno, másfuertes son las impresiones que recibe el cora-zón… Ayuda a crear nuestros deseos, inspira losmedios para satisfacerlos”11.

Ahora bien, aun partiendo de la misma base filosó-fica, entre La Mettrie y Sade hay una diferencia decarácter, de temperamento, de circunstancias persona-les, de tono. Para La Mettrie, el deseo es pacífico, equi-librado, recíproco; por el contrario, para Sade el deseo,el placer, es destructor; la orgía culmina en la crueldad,en el crimen. Para el divino marqués lo que predominaen la mayoría de los seres es el instinto de destrucción.Nos muestra, a través de la ficción, lo espantosas quepodrían resultar las relaciones amorosas si los hombresdieran rienda suelta a todos los fantasmas de suinconsciente:

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10 Sade, op. cit.11 La Mettrie, op. cit.

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“Pero prosigamos… ¿Te asombra la cruel-dad de nuestros gestos? … ¿Cuál es el obje-tivo del hombre que goza?… ¿Acaso noconsiste en aportar a sus sentidos la mayorexcitación, para así llegar mejor y más cáli-damente a la última crisis, crisis preciosa,que determina si el placer ha sido bien o mallogrado en razón del mayor o menor gradode actividad que ella representa? … ¿Nohalagan mejor nuestro orgullo los actos detiranía que los de bondad?… En una pala-bra: ¿no es mucho más amo el que imponeque el que comparte? … ¿Pero cómo se lepuede ocurrir a un hombre razonable que ladelicadeza represente alguna ventaja para elplacer?”12.

El universo sadiano es horrible, el cuadro resul-ta brutal, pero es necesario para conocer la natura-leza humana. El marco escenográfico en el que loslibertinos sadianos llevan a cabo sus monstruosi-dades e incesantes envilecimientos –las mazmo-rras, las catacumbas, los sótanos del terroríficocastillo de Silling en Las 120 jornadas de Sodoma o enel castillo de Roland en las fronteras del Delfinato,en Justine, no describen lugares que estén prepara-dos para el placer o delicadas galanterías sino parael meticuloso desarrollo de la maldad. El hedonis-mo, la amistad, a diferencia de La Mettrie, no sonlos fines de esa escritura enloquecida, que lleva allímite todas las posibilidades de maldad y que elo-gia todas las formas del adulterio, de la sodomía,de la violación, del incesto, de la calumnia, de la

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12 Sade, Justina, Cátedra, Madrid, 1985.

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vejación… Crímenes en que el depravadoDolmancé -uno de los libertinos más emblemáti-cos de la obra sadiana- aleccionaba a la jovenEugenia en la ya citada Filosofía en el tocador.

Miquel PujadasJordi Riba

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Nota sobre la traducción

El texto traducido procede de la edición de L’artde jouir, publicado en Nantes por la editorial

Cecofop en 1995. Las notas pertenecen a los tra-ductores.

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EL ARTE DE GOZAR

Et quibus ipsa modis tractetur blanda Voluptas.*

LUCRECIO

* “También debe observarse el modo de llevarse a cabo el mismodulce acto de la voluptuosidad”, De rerum natura, Libro IV, v 1263

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lacer, Maestro soberano de los hombres y de losdioses, ante quien todo se desvanece, incluida lapropia razón, sabes cuánto mi corazón te adora, ytodos los sacrificios que te ha dispensado. Ignorosi mereceré ser participe de los elogios que te con-cedo; pero me creería indigno de ti, si no me pre-ocupara por asegurarme tu presencia, y por darmecuenta a mí mismo de todos tus favores. El agra-decimiento sería un tributo demasiado insignifi-cante, por lo que añado además el examen de missentimientos más dulces.

Dios de las bellas almas, encantador placer, nopermitas que tu pincel se prostituya con infamesplaceres, o más bien con indignos excesos quehacen gemir la Naturaleza sublevada. Que tan sólopinte las pasiones del hijo de Cipris pero que laspinte con pasión. Que este Dios vivo, impetuoso,sólo se sirva de la razón de los hombres parahacérsela olvidar; que sólo razonen para extremarsus placeres e impregnarse de ellos; que la fría filo-sofía calle para escucharme. Siento la respetablellegada de la voluptuosidad.

¡Desapareced, cortesanas impúdicas! Surgiómenos maldad de la caja de Pandora1 que del senode vuestros placeres. ¡Qué digo! ¡Eh! ¡Placeres!¿Existieron alguna vez sin los sentimientos delcorazón? Cuanto más prodigáis vuestros favores,más ofendéis el amor que los condena. Entregadvuestros cuerpos a los sátiros2; aquellos que se1 Pandora (dotada de todas las gracias) había recibido de Zeus unacaja llena de males y desastres que había que guardar cerrada. Peroella, movida por la curiosidad abrió la caja y entonces todas lasmiserias y las desgracias se derramaron sobre la tierra… 2 Medio hombres, medio animales, velludos con pies de cabra,cuernos y rabo. Forman parte del séquito de Dionisio (Baco) y per-sonifican los primitivos instintos sexuales.

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sienten satisfechos de vuestros cuerpos, son dig-nos de ellos; en cambio no lo sois de un corazónde natural sensible. Os prostituís en vano, y envano intentáis seducirme con atractivos impúdi-cos3; no es el goce de los cuerpos el que necesito,sino el de las almas. Has conocido, Ninon4, estegoce exquisito durante el transcurso de la vida máshermosa; vivirás eternamente en los fastos delamor.

Vosotras refinadas y pudorosas, que bajáis lamirada ante las palabras excitantes. ¡Alejaos! Lavoluptuosidad no tiene porque respetaros, ya quevosotras mismas no sois, según se dice, tan auste-ras en la intimidad. Alejaos, sobre todo, raza devo-ta, que no tenéis una virtud con qué ocultar vues-tros vicios.

Bellas, que deseáis tomar como consejera a larazón para amar, no temo que prestéis atención amis palabras; vuestro oído no será inquietado de

3 Vulgivague, en el original francés. No se encuentra en el dicciona-rio de la Academia Francesa, sí, en cambio, en el Dicctionnaire de laLangue Française, Hachette, 1863: “Qui se livre à l’amour banal, quise prostitue. Le mariage qui est le plus grand frein de l’impudicitévulgivague, Voltaire. Philos. Ex. mil. Bolinghr. 37. “Des sophistes, ouplutôt des raisonneurs imprudents, ont prétendu que l’existence defemmes vulgivagues était utile et nécessaire pour le maintien del’ordre politique et de la tranquillité des citoyens”, Comte de Caylus(Grosley) , Oeuvres, t. XII, p. 114, dans Pougens. “N’y a-t-il doncque la Vénus vulgivague ou millionnaire qui puisse être appréciéepar vous? » Proudhon, Du principe de l’art, p. 243. Étim. Lat vulgiva-gus, de vulgus, le vulgaire, et vagari, errer.”4 Ana Ninon de Lenclos (París, 1620-1705) Célebre y atractiva cor-tesana francesa. Abandonó a su familia para entregarse librementea una vida amorosa que había de darle fama. Se paseó risueña entrela flor y nata de la aristocracia y la intelectualidad del “grand siècle”.Tuvo docenas de amantes, vivió feliz y conservó hasta el últimomomento todos sus dientes y la brillantez fogosa de su mirada.Mujer culta y de talento, lectora apasionada de Montaigne, epicúreay librepensadora, escribió su Correspondencia auténtica y sus Memorias.

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ninguna manera. La razón toma prestado aquí, noel lenguaje, sino el sentimiento de los Dioses. Si mipincel no se corresponde a la finura y a la delica-deza de vuestra manera de sentir, concededme unsolo momento de vuestra atención; y el amor quese ha complacido en instruiros, que se entusiasmacontinuamente en la más bella de sus obras, harábrotar de mi pluma la ternura y la voluptuosidadque parecía tener reservadas para vuestros corazo-nes.

No seguiré las huellas de estos ingeniosos espí-ritus, delicadamente neólogos y puerilmente con-fusos; este vivo rebaño de imitadores de un fríomodelo helaría mi ardiente y voluptuosa imagina-ción; un arte demasiado rebuscado sólo me con-duciría a juegos infantiles que la razón proscribe, oa un orden insípido que el genio desconoce y lavoluptuosidad desdeña. El ingenio del siglo no meha corrompido; en efecto, lo poco que laNaturaleza me reservaba de él, lo he tomado enforma de sentimientos. ¡Que todo experimenteahora el desorden de las pasiones, ojalá que elfuego que me arrebata, sea digno, en la medida delo posible, del Dios que me inspira!

Augusta divinidad, que protegisteis los versosinmortales de Lucrecio5, reconforta mi débil voz.

5 Lucrecio (98-55 a.C.). Poeta y filósofo romano, autor de De rerumnatura, su única obra conocida. Se trata de un poema didáctico enhexámetros, que consta de seis libros y es el comentario más deta-llado que poseemos del sistema de Epicuro, en el cual creíaLucrecio con absoluta vehemencia. El propósito del poema es libe-rar al hombre del complejo de culpa y del miedo a la muerte,demostrando que el temor a la intervención divina en este mundoy del castigo del alma después de la muerte es infundado: el mundoy todo lo que hay en él es material y está regido por las leyes mecá-nicas de la naturaleza, y el alma es mortal y muere con el cuerpo.

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Espíritus móviles y sutiles, que circuláis libremen-te por mis venas, manifestad en mis escritos estaarrebatadora voluptuosidad que hacéis volar sinpausa en mi corazón.

Oh vosotros, tiernos, ingenuos o sublimesintérpretes de la voluptuosidad, que habéis obliga-do a las Gracias y los Amores a un eterno agrade-cimiento, ¡ah! haced que yo la comparta. Ya que nopuedo comprenderos, dejadme al menos un rayode luz que me guíe, como estos cometas que dejantras de sí un haz de luz que muestra su senda.

Sí, únicamente vosotros podéis inspirarme,niños consentidos de la Naturaleza y del Amor,vosotros a quienes este propio Dios se ha preocu-pado en instruiros, para servir a proyectos dignosde él, quiero decir, para la felicidad del génerohumano, reconfortadme con vuestro genio, abrid-me el santuario de la Naturaleza iluminado por elamor; nuevo, pero más feliz Prometeo6, que yotome de él este fuego sagrado de la voluptuosidad,el que en mi corazón como en su templo no seapague nunca; y que, por fin, aparezca Epicuro7 talcomo se manifiesta en todos los corazones. ¡OhNaturaleza, oh Amor, ojalá pudiera manifestar, en6 Prometeo contrariando la voluntad de Zeus, robó el fuego delcielo y lo trajo a la tierra. También les enseñó a los hombres nume-rosas artes y les hizo el don de la civilización. Zeus castigó a lahumanidad por medio de Pandora y encadenó a Prometeo a unaroca donde un águila le roía a diario le hígado, que inmediatamen-te volvía a crecerle.7 Epicuro (341-271 a. C.). Filósofo griego. El propósito de Epicuroera la dirección sabia de la vida, que debía alcanzarse mediante laconfianza en los datos aportados por los sentidos y la eliminaciónde la superstición y de la creencia en la intervención sobrenatural.La teoría moral epicúrea se recoge en esta afirmación de una de suscartas: “Afirmamos que el placer es el principio y el fin de una vidafeliz”. Deben satisfacerse, pues, los deseos y en eso estriba el pla-cer.

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el elogio de vuestros encantos, todos los arrebatoscon los que siento vuestros favores!

Venid, Filis, bajemos a este pequeño valle tran-quilo; todo duerme en la Naturaleza, sólo nos-otros estamos despiertos; venid bajo estos árbolesdonde sólo se oye el suave rumor de sus hojas; esel Céfiro8 enamorado quien las agita; contempladcomo ellas parecen mecerse una sobre otra y osinvitan a imitarlas.

Hablad, Filis, ¿no sentís un movimiento delica-do, una dulce languidez que os es desconocida? Sí,veo la feliz impresión que os produce este miste-rioso refugio; el brillo de vuestros ojos se dulcifi-ca, vuestra sangre fluye con más rapidez, alzavuestro bello seno, anima vuestro corazón inocen-te.

¡En qué estado me encuentro! ¡Qué nuevos sen-timientos, decidme!... Venid, Filis, os los explicaré.

Vuestra virtud se despierta y teme incluso supropia sorpresa; el pudor parece aumentar vues-tras inquietudes al mismo tiempo que vuestrosencantos; vuestra honra rechaza el amor, perovuestro corazón no.

Os rebeláis en vano, cada uno debe seguir sudestino; para ser feliz al vuestro sólo le ha faltadoel amor; no os privareis de una felicidad queaumenta al compartirla, no evitaréis las trampasque tendéis al Universo: quien vacila ha aceptadosu decisión.

¡Oh, si únicamente pudierais sentir la sombra delos placeres que saborean dos corazones que sehan entregado el uno al otro, volveríais a pedir a

8 Céfiro, personificación del viento del oeste, era, para los romanos,el mensajero de la primavera.

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Júpiter todos estos enojosos momentos, todosestos momentos vacíos de la vida que habéis pasa-do sin amar!

Cuando una mujer bella se ha entregado, cuan-do vive sólo para el que vive por ella; cuando susrechazos no son más que un juego necesario;cuando la ternura que los acompaña permite amo-rosas concesiones y sólo exige una tenue violencia;cuando dos bellos ojos, cuya turbación aumentalos encantos, piden en secreto lo que la bocarechaza; cuando el amor experimentado por elamante es coronado con mirtos por la propia vir-tud; cuando la razón no tiene otro lenguaje que eldel corazón; cuando... no tengo palabras, Filis,todo lo que he dicho ni siquiera es una débil ima-gen de estos placeres. ¡Amable debilidad! ¡Dulceéxtasis! Es en vano que el espíritu intente refleja-ros, pues el corazón mismo no puede comprende-ros.

¡Suspiráis, sentís la dulce cercanía del placer!¡Amor, cuán adorable eres! Si tu sola representa-ción puede provocar deseos, ¿qué no harías túmismo?Disfrutad, Filis, gozad de vuestros encantos: serhermosa sólo para sí es serlo para el suplicio de loshombres.

No temáis ni al amor ni al amante; una vezdueña de mi corazón lo seréis para siempre. La vir-tud conserva fácilmente las conquistas de la belle-za.Amo, como se amaba antes de que se aprendiera asuspirar, antes de que se hubiera convertido en unarte de jurar la fidelidad. Amor es pobre: sólotengo un corazón para ofreceros pero es tierno

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como el vuestro. Unámoslos, y conozcamos con-juntamente el placer y esta ternura más seductoraque lleva a la más pura voluptuosidad de los cora-zones.

¿Quiénes son estos dos niños de diferente sexoa los cuales se deja vivir solos apaciblemente jun-tos? ¡Cuán felices serán un día! No, nunca el amorhabrá tenido servidores tan tiernos ni tan fieles.Sin educación, y por lo tanto sin prejuicios, entre-gados sin remordimientos a una mutua simpatía,abandonados a un instinto más sabio que la razón,sólo se dejarán guiar por esta tierna inclinación dela Naturaleza, que no puede ser culpable ya queuno no pude resistirse a ella.

Contemplad a este joven muchacho; desde estemomento no es ya hombre sin darse cuenta deello. ¡Qué nuevo fuego acaba de encenderse en susvenas! Qué turbación se desencadena; ya no tienelos mismos gustos, sus inclinaciones cambian consu voz ¿Por qué lo que le divertía, ahora le aburre?Muy preocupado, muy sorprendido por su nuevoser, siente, desea, sin saber demasiado ni lo quesiente ni lo que desea: vislumbra solamente, porlas ganas que tiene de ser feliz, la posibilidad dellegar a serlo. Sus deseos confusos forman unaespecie de velo, que no le deja ver la felicidad quele espera. Consolaos, joven pastor, la llama delamor disipará pronto las nubes que retrasan vues-tros hermosos días, los placeres por los que suspi-ráis no os serán en absoluto desconocidos; laNaturaleza os ofrecerá por todas partes su imagen;dos animales se aparearán en vuestra presencia;veréis a unos pájaros que se acarician en una ramade árbol, que parece obedecer a sus inclinaciones.

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Todo lo que procede del Amor es una lección viva.

¡Cuántas reflexiones nacerán de este nuevoespectáculo! ¡Hasta dónde la curiosidad no llevarásus miradas! El amor la aguijonea; quiere que seeduquen mutuamente; ha hecho el seno de la pas-tora diferente al del pastor; no puede respirar sinque se eleve, es su manera de expresarse; parececomo si quisiera romper las barreras del pudor,como indignada por una coacción que le molesta.Pensamientos ingenuos, deseos inocentes, tiernasinquietudes: todo se expresa sin fingimiento; elcorazón se abre, no se disimula ningún sentimien-to; son demasiado recientes, demasiado vivos paraser reprimidos.

¿Pero no existirá acaso alguna otra diferencia?¡Sí! Incluso mucho más considerable; contempladesta rosa que el felicísimo himen recibe algunasveces de manos del Amor; rosa roja cuyo capulloapenas abierto quiere ser recogida; rosa encanta-dora cuyas hojas parecen cubiertas y rodeadas deuna fina pelusa, para mejor esconder los Amoresque en ella se ocultan y mantenerlos más suave-mente en sus jugueteos.

¡Sorprendido por la belleza de esta flor, con quéavidez el pastor la valora! ¡Con que placer la toca,la recorre, la examina! La turbación de su corazónse muestra en su mirada.

Por vez primera la pastora siente curiosidad porsí misma; ya había visto su bonita carita en untransparente arroyo; el mismo espejo le va a servirpara contemplar unos encantos secretos que igno-raba.

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Pero, a su vez, descubre cuánto se le pareceDafnis9. ¡Qué bien le devuelve su sorpresa!Impresionada por tan prodigiosa diferencia, muyturbada hasta allí lleva la mano temblorosa; le aca-ricia, ignora su uso, no comprende por qué sucorazón late tan deprisa; casi no se reconoce; perocuando, una vez recuperada, un rayo de luz haentrado en su corazón, lo mira como a un mons-truo, la situación le parece imposible, no concibetodavía, la pobre Inés, de todo lo que es capaz elamor.

La idea de pecado no ha estado nunca unida atodos estos refinamientos amorosos, los realizanjóvenes corazones que necesitan amar con unapureza de espíritu que jamás corrompió remordi-miento alguno. ¡Dichosos jóvenes! ¿Quién no que-rría serlo cómo lo sois vosotros? Pronto vuestrosjuegos ya no serán los mismos aunque no seránmenos inocentes; el placer no ha residido nuncaen corazones impuros y corrompidos. ¡Qué fortu-na más envidiable!, ignoráis lo que sois el uno parael otro; esta grata costumbre de verse a todashoras, la llamada de la sangre no turba en absolu-to al Amor; al contrario, él vuela más de prisa haciavosotros para estrechar vuestros lazos y hacerosmás afortunados; ¡Ah si pudierais vivir siemprejuntos e incluso ignorados en esta apacible sole-dad, sin conocer a quienes os han parido! El tratocon los hombres sería funesto para vuestra felici-

9 Dafnis y Cloe es una novela que se desarrolla en la isla de Lesbos.Su autor es Longo o Longus (probablemente del siglo III d. C.). Esla única novela griega situada en un marco campestre. Siglos mástarde, conoció una nueva moda y sirvió como ejemplo a numero-sas novelas pastoriles de los siglos XVI y XVII. Su último y lejanoeco, ya en los inicios del Romanticismo, es la novela Pablo y Virginia.

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dad y un arte falso corrompería la simpleNaturaleza, bajo cuyas leyes vivís felices; en efec-to, si perdierais vuestra inocencia perderíais vues-tros placeres.

¡Qué veo! Es Isminias10, que está a punto delograr el objeto de sus deseos. Su felicidad se refle-ja en su mirada, se le lee en la cara, y del fondo desu corazón, por una especie de circulación nueva,aparece diseminada por todo su ser. Habla deIsmine, escuchemos. ¡Qué contento y complacidoparece estar!

Por fin, dice, voy a poseer a la que adora micorazón. Voy a gozar del fruto de la más bella vic-toria. ¡Dioses! ¡Cuánto me ha costado esta con-quista! Pero, aquel que somete un corazón como elde Ismine ha conquistado el Universo.Hace el elogio de sus encantos. Toda mujer sólo

10 Ismine e Isminias, protagonistas de la novela bizantina de estenombre, de Eumacio Macrembolita (siglo XII). Bellos y fortaleci-dos por un amor sobre cuya pureza vigila desde lo alto el ojo de undios, Ismine e Isminias forman una pareja que, por la armónicafusión de la hermosura y del amor, puede compararse a otras pare-jas célebres de la novelística griega y bizantina o de la literaturamedieval. Al igual que las heroínas de tales relatos, Ismine se veseparada de Isminias y obligada a andar errante por el mundo, a tra-vés de singulares aventuras por tierra y por mar aunque lograndomantener intacta, a pesar de las reiteradas tentaciones, aquella pure-za que luego habrá de ser un motivo de triunfo para ella y para suspadres, a quienes finalmente encuentra, y le habrá de permitir unir-se con su amado en gozosa boda. Representantes de una humani-dad delicada y sentimental, aunque más vinculada a un formalismoque a una auténtica ética, esas dos figuras están construidas segúnel modelo común a la novela griega de los períodos romano ybizantina, en la que aventuras y episodios, que se siguen unos aotros según un esquema convencional, tienen por motivo domi-nante el triunfo de la pureza hasta que llegue el momento de las jus-tas nupcias. El mantenimiento de este principio no excluye, sinembargo, ciertos compromisos y concesiones, ya que los persona-jes ceden, de buen grado y a menudo, a sus impulsos naturales, enepisodios de superficial lujuria.

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tiene cara, únicamente Ismine tiene fisonomía.Uno siente, piensa siempre en esos rasgos; ¡peropor qué feliz mezcla de colores le impide a unodecir si hay más sentimiento que entendimiento ensus ojos!

Ismine ignora la decisión que ha tomado suamante: le había prohibido intentar una iniciativatan delicada. Pero es preciso ahorrar, a quien seama, la más mínima turbación: no se puede dudar;se obedece al Amor, cuando se desobedece a laamante. El deber lo es todo tanto en el amor comoen la guerra, y el riesgo no existe. Cuanto mástemeraria es la iniciativa, más sensible seráIsmine.... ¡Ah! ¡Cuánto valor otorga el amor! ¡Ah!¡Cuánto apreciará esta prueba de ternura, y cuán-to se lo agradecerá algún día a su amante!

Isminias, a punto de llegar a casa de Ismine, creeque, por una falsa señal, ella ya ha partido; nocomprende cómo no la ha podido encontrar porel camino; se inquieta, se pregunta ¿qué decisióntomar? ¡Ay! Pero ¿se encuentra en condiciones detomar alguna? Vuelve sobre sus pasos, uno podríatomarlo por un insensato; ofuscado, sin recono-cerse apenas, corre día y noche, no encuentra aIsmine. Teme que ella llegue la primera a la cita.¡Oh, Dioses! ¡Oh, Amor! ¡Cuán grande sería la tur-bación de Ismine si no encontrara allí a su aman-te!

Cuando menos esperanzas tiene, recibe noticiasde su amante ¡Qué feliz agitación! ¡Qué reconfor-tante serenidad después de tanto abatimiento!¡Cómo agradece al Amor por haberse apiadado desu tormento!

Besa cien veces la misiva de Ismine, la humede-

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ce con sus lágrimas, vuela sobre sus primerospasos. Nada cansa, nada cuesta cuando uno estáenamorado; la lejanía pronto es franqueada por lasalas del Amor.

Viendo la alegría del amante, imaginad comoserá la de la amante, cuando oiga esta historia con-tada por el propio Isminias: ¡adivinad, si podéis,cuál de los dos sentirá más gozo! Si los placeresaumentan con las penas, ¡cuánto envidio vuestrasuerte, Isminias!

Por fin se reencuentran, en vano quieren hablar;pero con la intensidad de su silencio y de sus cari-cias, ¡cómo se comprende que la palabra es undébil instrumento del sentimiento! ¿Han recupera-do por fin el habla? ¡Por todos los Dioses! ¡Quéconversaciones! ¿Se cuentan todo lo que aconteceen el universo? No, tienen muchas otras cosas quedecirse, se aman, se reencuentran después de unalarga y cruel ausencia. ¿Quién podría repetir aquísus palabras, y mejor aún, su alegría y sus placeres?Uno debería sentir como ellos, y haberse encon-trado en la misma deliciosa situación.

Ismine, ya lo he anticipado, no olvidará jamás loque ha hecho Isminias; no renuncia a una magní-fica fortuna, cosa que le supondría un pequeñosacrificio, es ella misma la que se sacrifica. ¿Porquién? Por un amante cuyo amor constituye todasu riqueza.

El placer llama a Ismine, le tiende los brazos, lemuestra un collar de flores. ¿Despreciará a un diosjoven, amable, que sólo quiere su felicidad? Estádecidido; “el consejo es aceptado cuando el Amorlo ha ofrecido”. ¡Pero por cuántos sentimientosdistintos está perturbada y qué especiales condi-ciones impone a su amante!

“Veis, Isminias, le dice, todo lo que hago por

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vos. No podré reaparecer en el Universo, los pre-juicios ocupan en él un rango considerable; y si ospierdo (¡caiga sobre mí un rayo!), no tengo otrasalida que la muerte. No os hablo de la ingratitud,de la infidelidad, de la inconstancia, del despre-cio... ¡Pues, qué sé yo de eso! ¡Y cuánto me arre-pentiré, tal vez, de haber dado este paso, cuandoya sea demasiado tarde! ¡Pero qué digo! No,Isminias, no os parecéis en nada a los demás hom-bres; no, no seduciréis a la virtud para entregarla amás intensos lamentos. Os trato injustamente,pues confío en vos, y os he escogido; y si no fueraasí, de qué me serviría prever una desgracia quepodría evitar. Pero, sin embargo, cualquiera quesea el poder que el amor posea sobre mi corazón,yo tendré el de permanecer firme en el puntodonde nos encontramos nunca, tenedlo en cuenta,seréis mi amante de un modo absoluto. Ismine lohubiera jurado por Estigia.

Isminias gime, está desolado, no concibe la rigu-rosísima ley de un corazón sensible. “Tierna ycruel Ismine, ¡vamos! me amáis y no haréis cual-quier cosa por mí!”. “Me costará tal vez más que avos, interrumpe ella, pero la ternura es el placer delos corazones. Lo que os niego en placeres lo ten-dréis en sentimientos. No existe en toda mi almaun solo movimiento que no me acerque a vos, unsolo suspiro que no me lleve hacia los lugaresdonde el destino os llama ¿No sentís, pues,Isminias el premio de tanto amor, el premio deuna corazón que sabe amar, en esos momentos enlos que otras mujeres sólo saben gozar?”.

El amor es elocuente, Isminias habría podidodesplegar toda su retórica; habría podido ensalzar

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su experiencia; su habilidad, persuadir, acaso con-vencer... Pero no era el momento, la ponderaciónera necesaria; en semejantes circunstancias se tratamenos de seducir que de obedecer y disipar lostemores. Cuando todavía no ha sonado la hora delpastor, sería preferible que ciertas asechanzas sólofueran vanas; un anticipo, pedido a destiempo, hahecho perder toda la ventaja del amante.

Nuestro enamorado estaba demasiado iniciadoen los misterios de Pafos para no contener laimpetuosidad de sus deseos. Llevó su prudenciahasta tal extremo que la Amada, como se dice,temía haber sido demasiado exigente.

Pero la decisión ya está tomada, y bien tomada;el recato de Ismine no sufre fisura alguna, todoserá burlado incluso los prejuicios.

¿Por qué tan crueles rodeos? ¿Un corazón sinmalicia debería conocer los remordimientos?¡Cómo! ¿Estos verdugos desgarran sin piedad elcorazón de Ismine? Teme las consecuencias de unproceder tan atrevido; tiembla por miedo a serreconocida; se reprocha todo, incluso los halagosdados a su virtud, que no cree poseer. ¡Cuán her-mosa y honesta es esta sencillez! Se culpabiliza dehaber fingido prudencia, de haber engañado a loshombres y a los Dioses. “Hasta ahora, dice ella,tan solo han respetado en mí a un falso ídolo, unamáscara impostora; el papel que voy a representartampoco será autentico. Indigna de los honoresque reciba... ¡Ay, dioses! ¿Un alma bien nacidapuede malograrse de esta forma a sí misma? ¡Oh,Venus! ¿Por qué es necesario que esté destinada aser tu víctima, así como la de los remordimien-tos?”

Amor, mientras toleres un resquicio de razón entu dominio, tus súbditos serán poco afortunados.

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Ismine está turbada por no estarlo bastante; su frá-gil corazón no concibe que se haya entregado a supesar, después de haber combatido tanto.

“No, encantadora Ismine, el honor y el amor noson de ninguna manera incompatibles, subsistenjuntos, se iluminan, se ilustran, cuando una fideli-dad, una confianza a toda prueba, un cariño invio-lable, sentimientos del alma más generosa, nuncale abandonan. Alejemos, si es posible, que el Amorllevado por la prudencia sea una fuente de despre-cio, ¡ah, bella Ismine, una mujer que sabe amar esun ser único y respetable! Se le debería levantar unaltar.

Una vez que Isminias ha tranquilizado, de estamanera, a su amante inquieta, nuestros tiernosamantes finalmente parten; desearían ya encon-trarse en el fin del mundo. No más sobresaltos, laalegría sustituye a los temores y el dulce placer a laalegría. Ismine se encuentra ya encendida por milpalabras tiernas y por mil besos ardientes. Se letoleran a Isminias estas pasadas licencias, estossucedáneos amorosos que de ninguna manera loson y con los cuales este bribón apenas se conten-taba. Los caminos desaparecen, las etapas se reali-zan como por caballos alados; algunas veces se vademasiado deprisa, incluso se llega con demasiadaprontitud; cuanto menos la prudente voluptuosi-dad arrebata nuestros corazones, más los solaza.“Tu placer, dice Isminias, no es más que la sombrade lo que pueden gozar dos corazones perfecta-mente unidos”.

Los amantes siempre vuelven al mismo lugar:¿tienen la culpa? Es el designio del Amor; cuandoestá solo bate una única ala; en grupo no poseeninguna; siendo dos tiene mil.

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Ismine no tuvo inconveniente en llevar la con-versación hacia el placer de los hombres y de lasmujeres. Son los hombres, según ella, los queobtienen el máximo placer; Isminias cree que sonlas mujeres. Los otros son siempre más dichososque nosotros. La disputa duraba, cuando, despuésde haber transcurrido por la noche más allá de loque Isminias hubiera deseado, experimentó al fin,por primera vez, este placer libre, agradable y dealguna manera universal, que ansiaba desde hacemucho tiempo. Poco faltó para que nuestrosamantes se unieran verdaderamente; se dejan caeralternativamente, más de una vez, en los brazosdel otro, pero cuanto más se siente el placer, másse desea el que no se tiene.

Ismine agitada apenas se reconoce; hasta aquelmomento, diría, ¿había pretendido sólo divertirseal amparo de la voluptuosidad? ¡Juegos de niñoshoy! Las pasiones amorosas no son suficientemen-te fuertes para ella; ¡qué digo! son demasiado débi-les, separadas; para aumentarlas las quiere unir,pase lo que pase. “Nunca, dice moderando susefusiones, seré una mujer así para otro amante.¡Pero cuánto se ha de amar para prestarse a serlode esta manera!”. Isminias exultante, confortándo-la, la trataba de tan singular manera, avanzaba tansumamente despacio en su objetivo, y planeó tanbien su victoria que Ismine lanzó un grito...¡Amor, te burlas de los designios de nuestros débi-les corazones! ¿Pero bajo qué otro imperio seríanfelices?

¡Qué oigo! ¡Qué gemidos! ¡La aflicción está pin-tada en la cara del más sensible amante! De susojos brotan las lágrimas; se le acerca la más cruelde las ausencias. Es un joven guerrero, al que el

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honor y el deber obligan a adelantarse a su prínci-pe en campaña. Parte mañana, sin más demora,sólo le queda una noche para pasarla con la perso-na que ama; el amor suspira por ello.

¡Pero, cómo será esa despedida! ¿Y cómo la des-cribiré? Si la alegría es común, la tristeza lo es tam-bién, las lágrimas del dolor se confunden con lasdel placer, que es más tierno. ¡Qué inconstantessuspiros! ¡qué lamentos! ¡qué sollozos! ¡Pero almismo tiempo, qué espiritual voluptuosidad ycuantas efusiones! ¡Cómo aumenta la vivacidad enlas caricias de estos tristes amantes! Las deliciasque paladean en este mismo instante no las proba-rán en el siguiente; la turbación en la que la másindeseable ausencia les va a dejar, todo esto semanifiesta por el placer y desaparece en sí mismo;pero puesto que sirve para expresar dos pasionesdistintas, va a ser doblado por esta noche.Doblado, ¡qué digo! multiplicado será hasta elinfinito; estos felices amantes se embriagarán deamor, como si quisieran tomarlo para el resto desu existencia. Sus primeros arrebatos tan solo sonardientes; los siguientes los superan; se olvidan desí mismos; sus cuerpos lúbricamente tendidos eluno sobre el otro y en mil posturas rebuscadas, seabrazan, se entrelazan, se unen. Sus almas másíntimamente unidas se abrazan alternativamente.La voluptuosidad los buscará hasta sus propiasextremidades, y no contenta con hacerlo por lasvías ordinarias, se abre paso a través de todos losporos, para poder comunicarse con más profu-sión: semejante a aquellos manantiales que dema-siado constreñidos por el estrecho canal por el

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cual serpentean, no se contentan con una salida desu mismo tamaño, revientan y se abren paso pormil sitios, tal es la impetuosidad del placer.¡Cuáles son entonces las palabras que se dicenestos amantes! tanto si hablan de sus placeres pre-sentes, como si hablan de sus futuras penas, conti-núa siendo el placer el que expresa esos variadossentimientos, es él intérprete del corazón. Este yano os veré más se dice con ternura; se dice todavíacon pasión, provoca un nuevo entusiasmo, sevuelven a abrazar, se vuelven a apretar, se vuelvena sumergir en la más dulce embriaguez, se inun-dan, se ahogan en un mar de voluptuosidad. Laamante apasiona de placer a su amante, ¡con quéardor y con qué arrojo! Nada en ellos está exentode este dulce ejercicio; todo les acerca a ello, todocontribuye a ello. La boca da cien besos muy lasci-vos, el ojo devora, la mano recorre, nada se sustraede su felicidad; todo se entrega a ella con avidez; elcuerpo íntegro de uno y otro están en la máximaactividad; una suave melancolía añade al placer unno sé qué especialmente excitante, que lo aumentay coloca a estos felices amantes en una posiciónmuy excepcional y muy interesante. Amor, deestos amantes deberías decir:

Rápido, rápido, que los dibujen, para mi gabinete de Pafos.

Ellos te habrían concedido el tiempo suficientepara hacerlo; los veo lánguidamente decaer yentregarse al reposo provocado por una suave fati-ga; se duermen; pero la naturaleza, haciendo usode sus derechos sobre el cuerpo, los ejerce simul-

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táneamente sobre la imaginación; casi siempre estáen vela; los sueños están, por así decirlo, a su suel-do; es a través de ellos que hace experimentar elplacer a los amantes, en el sueño profundo. ¿Acasoestos fieles intérpretes de las ideas de la vigilia,estos perfectos comediantes que nos representansin cesar nuestras pasiones en nosotros mismos,olvidarían su papel, cuando el teatro está dispues-to, el telón levantado y los hermosos decorados lesinvitan a la representación? Los criminales en losgrilletes tienen sueños crueles, el frívolo se ocupatan solo de bailes y de espectáculos, el mentirosoes artificioso, así como el cobarde es miedosocuando duerme, la inocencia no ha soñado jamásnada terrible. Contemplad al tierno bebé en sucuna, su cara lisa como un espejo, sus rasgos risue-ños, sus pequeños párpados rebosan tranquilidad,su boca parece esperar el besito que la nodriza estádispuesta siempre a darle. ¿Por qué el voluptuosono disfrutaría de los mismos favores? No se haentregado al sueño; sino que es el sueño quien seha apoderado de él mientras estaba en brazos de lavoluptuosidad. Morfeo11, después de haberloembriagado con sus plantas adormideras, le harásentir la situación cautivadora que sólo ha abando-nado a disgusto. Bellas, que veis a vuestros aman-tes dormirse sobre vuestro hermoso seno, si sen-tís la curiosidad de probar el arrebato de un aman-te adormecido, permaneced despiertas, si podéis.El propio corazón, estad seguras de ello, el mismoespíritu os contagiará las mismas pasiones, pasio-nes más ardientes, puesto que no será distraído de

11 Es uno de los mil hijos del Sueño (Hipno). Se aparece en sue-ños y con forma humana.

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vosotras por vosotras mismas. Suspirará en lo másprofundo de su ternura, incluso hablará, y podréisresponderle, pero hacedlo con dulzura; evitadsobre todo seguirle, le despertaríais al menoresfuerzo; dejadle llevar a cabo los suyos, represen-taos todos los placeres que complacen su alma, laimaginación lo hace mejor dormida que despierta;¡figuraos cómo habéis sido divinamente evocadaen ella! Disfrutad de toda su voluptuosidad en unaquietud profunda y en un perfecto abandono devos misma; olvidaos, para ocupaos sólo de la feli-cidad de vuestro amante. Pero que goce al final deun dulce reposo, entregaros a ello, evitando hábil-mente el despertarle; no os apuréis por volver aver la luz, vuestro amante os despertará; peroantes se complace en contemplaros mientras estáisdormida; su mirada ávida se alimenta de los encan-tos que su corazón adora; recibirán conjuntamen-te y cada uno en particular el homenaje que le esdebido ¡Cuánta belleza siempre renovada! Pareceque la vea por primera vez. Sus miradas curiosasno serán satisfechas jamás, pero es necesario queel placer de mirar deje paso al placer de sentir.¡Con qué habilidad sus dedos serpentean sobre lasuperficie de su suave piel! El cordero no salta tanligeramente en la hierba verde de la pradera, lagolondrina no roza mejor la superficie del agua;seguidamente extiende toda la mano sobre estasuperficie suave y fina, la desliza... Como si quisie-ra probar la superficie de un espejo. Su deseoaumenta con estas pruebas, su pasión crece acausa de esos nuevos besos robados; pronto osdespertará, pero paulatinamente ¿Creéis que va aexcederse con todas esas palabras que su ternura

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desea ofreceros? No, es demasiado voluptuoso, suboca le servirá para otra cosa; dará cien besos tier-nos al objeto de su pasión; no los dará encendidos,para no despertarla todavía; se acerca, duda, secontiene; permanece levemente indeciso frente ala infinidad de encantos que con toda la fuerza leseducen; quisiera gozar de una amante adormeci-da... Ya se dispone a hacerlo con todas las precau-ciones y habilidad imaginables; pero en vano. Elcorazón de Filis siente ya que se aproxima su feli-cidad, un suave sentimiento se la anuncia de venaen vena, sus poros sensibles a la más ligera titila-ción se abrirán al hálito de Céfiro. Ya era la hora,pastora, los arrebatos de vuestro amante llegabana su zenit, ya no era dueño de sí mismo. Abridpues los ojos, aceptad con placer las señales deldespertar. “Soy yo, dice, soy tu querido Hilas, quete ama más que a su vida”12. Se deja después caersuavemente en vuestros brazos, que la somnolen-cia os hace extender y abrir a la llamada del amor;los entrelazará con los suyos, y de nuevo ambos seconfundirán; Es de esta manera que, apenas des-pierta, sentiréis la voluptuosidad del despertar soloa medias. El hombre ha sido creado para ser felizen todos los estados de la vida.

Es suficiente, declarado voluptuoso, el amor nopierde nada por todas las promesas que obligahacer; jurad a vuestra señora que le seréis fiel ylevantaos. Es el momento oportuno para alejarsedel placer al que acompañan los lamentos. Noesperéis los llantos y las quejas de una bella queestá a punto de perderos; alejaos de una vez y noprovoquéis deseos superfluos ¿Son, acaso, los

12 Novela pastoril.

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deseos forzados auténticos deseos? Pensad quevolveréis a ver otro día a vuestra amante o que elamor, cuyo imperio no acaba más que con el uni-verso, sensible a vuestras necesidades, os enarde-cerá con otras pastoras, acaso más cariñosas.

Amantes que estáis a punto de abandonar avuestras bellas amantes, que vuestras despedidassean tiernas, apasionadas, llenas de estos nuevosencantos que la tristeza les añade. Quiero quesuperéis un poco a la Naturaleza, pero no os extra-limitéis: le corresponde a la ternura ayudar al tem-peramento y hacer los últimos esfuerzos. ¡Québien estaría encontrar un recurso imprevisto en elinstante mismo en que se abrazan por última vez,en el momento en que los llantos de ambos aman-tes, a punto de tomar diferentes rumbos, parecenser los garantes de su dolor y de su fidelidad, a lavez que la señal y el fin de sus placeres!

Oh, vosotros que queréis hacer crecer los mir-tos de Venus con a las adormideras de Morfeo,voluptuosos de todas las épocas, tomad todos pormodelo a mi guerrero, y no temáis ni los caprichosdel despertar, ni la falta de sentimiento. Si la citaestá acordada, si los corazones están de acuerdo,Flora estará pronto dispuesta para probar no sololas delicias del sueño sino también las del amor.Sed hábiles administradores de vuestros placeres;conoced el arte delicado de tejerlos, de hacerlossurgir en el corazón de una amante adormecida, yexperimentaréis que si los de la noche son másintensos, los de la mañana son más suaves.

Así como se ve salir el sol poco a poco por entrelas nubes espesas que nos ocultan sus rayos dora-dos, del mismo modo la bella alma de Flora pene-

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tra imperceptiblemente las del sueño: que su des-pertar bien acompasado, como los sonidos de losmás agradables instrumentos, la haga pasar por asídecirlo por todos los matices que la separan de loque está vivo. Pero para esto es necesario quevuestras caricias lo estén; sólo deben llegar al sum-mum de los favores de forma imperceptible y gra-dualmente; es necesario que mil goces previos osconduzcan al último goce: descubrid, contemplad,recorred, satisfaced vuestras miradas, como elamante de Issé, en efecto a través de ellas el cora-zón se inflama, los besos se encienden... Pero noofrezcáis más todavía, retiraos ¿Qué os apremia?¿Estáis pues ya cansado de gozar? Levantad denuevo aquí y allá suavemente el velo ligero queoculta a vuestros ojos tantos encantos. Ya no osretengo más, ¡eh! ¿Podría hacerlo acaso? ¡FelizPigmalión13, tenéis una estatua viva a la que deseáisardientemente dar vida! Ya la frente, los ojos, elsonrojo de sus mejillas, estos labios rojos donde secomplace el amor, ese pecho de alabastro dondese pierden los deseos, han recibido cien veces, unotras otro, vuestros tímidos besos; ya la sensibleFlora parece tomar vida con el suave hálito delnuevo Céfiro. Veo su boca color carmesí realizarun nuevo movimiento hacia la vuestra; sus bellosbrazos se extienden con una blandura de la cual elsimple despertar no puede enorgullecerse; susmanos comienzan a extraviarse, como las vuestras,allá donde el instinto amoroso las conduce. Másdespierta que dormida, más dulcemente emocio-nada que intensamente agitada, es momento de

13 Pigmalión, rey de Chipre que se enamoró de una estatua demujer tallada en marfil por él mismo. A sus ruegos, Afrodita diovida a la estatua y Pigmalión se casó con su propia creación.

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pasar a movimientos que no serán menos gratosque ella. Flora responde a ellos... Suavemente, sua-vemente, Tirsis... Todavía no... Ella se levanta ape-nas... ¡Pero qué veo! Uno de sus preciosos ojos seha abierto; vuestro semblante voluptuoso ha tras-pasado su alma, sus besos son más intensos, susmanos más atrevidas...Oigo sonidos entrecorta-dos.... Feliz Tirsis ¿qué esperáis? Todo está a puntopara el placer.

¡Qué placeres, oh Dioses, los del amor! ¡Quéfelices son estos vigorosos descendientes deAlcides que llevan en sus venas toda la pasión deCitera14 y de Lámpsaco15! Para ellos el goce es unaverdadera necesidad inextinguible que se renuevaconstantemente. ¡Pero más felices todavía sonaquellos cuya imaginación intensa mantienensiempre los sentidos en la antesala del placer ycomo al unísono de la voluptuosidad! Para esosamantes, todos los días amanecen serenos y pla-centeros, examinad sus ojos y juzgad, si os es posi-ble, si van al placer o vienen de él. Si los preludiosles son queridos, ¡cuán valiosos son para ellosestos últimos instantes! ¿Es la propia voluptuosi-dad que se cierne sobre su propia atmósfera? ¡Vedcómo los miman, cómo los quieren, los absorbenen silencio, con los ojos cerrados, como en el cen-tro de su imaginación arrebatada, parecidos así a14 En la isla de Citera era donde, según Pausanias, existía el másantiguo templo dedicado a Afrodita Urania. Junto con Citera,Chipre –donde se encuentra el famoso templo de Pafos- fue otrolugar importante desde muy antiguo en el culto a la diosa Afrodita.15 Lámpsaco fue una importante ciudad de la antigua Misia, enAsia Menor, conocida en el periodo prehelénico por Pityusa.Floreciente puerto comercial, era famosa por sus viñedos y exce-lentes vinos. Rendíase culto en ella a Príapo, dios de la fertilidad,representado con figura deforme y con un enorme falo en erec-ción.

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una tierna madre que cubre con sus alas y retieneen su nido a sus crías a las que teme perder!Apenas vuestros arrebatos concluidos, Climene, yya tenéis fuerzas suficientes para hablar! ¡Ah,cruel!

En el sumo placer, en este divino éxtasis en elque el alma parece abandonarnos para penetrar enel objeto adorado, en el que dos amantes formanun único espíritu animado por el amor, por másintensos que sean estos placeres que nos llevanfuera de nosotros mismos, no son más que place-res. Es en el dulce estado que les sigue, cuando elalma serena, menos arrebatada, puede apurar almáximo todos los hechizos de la voluptuosidad.Entonces, en efecto, ella está en posesión de símisma precisamente justo lo necesario para gozarde sí misma; contempla su estado con tanto placercomo Adonis16 su figura, la ve en el espejo de lavoluptuosidad. Felices momentos, delirio o vérti-go amorosos, sea cual sea el nombre que se os de,sed más duraderos y no os alejéis de un corazónque os pertenece. No os acerquéis a mí, mortalesenojosos y turbulentos, dejadme disfrutar... Estoyanonadado, inmóvil, apenas puedo abrir los ojoscerrados por el Amor. Pero ¡cuántas delicias pro-duce esta languidez! ¿Se trata de un sueño o de unarealidad? Me parece estar bajando, pero para caer,dichoso sibarita, sobre un montón de pétalos derosas. La suavidad con que todos mis sentidos serecogen sobre tantas delicias me las recuerda.¡Dulce embriaguez! disfruto todavía de los favoresde Temira, la veo, la tengo entre mis brazos. Nohay una sola parte de su bello cuerpo que no aca-

16 Adolescente de extraordinaria belleza, amado por Afrodita.

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ricie, que no adore, que no cubra con mis besos.¡Ah, Dioses! ¡Cuántos encantos! Y cuántas autén-ticas consideraciones merece la propia ilusión.¡Por qué no puedo veros siempre así, adoradaTemira! vuestra imagen os sustituiría para mí. ¿Porqué no me sigue a todas partes? La imagen de labelleza vale tanto como la belleza misma, si no esincluso más seductora. Dulce recuerdo de mis pla-ceres pasados, ¡no me abandonéis nunca! ¡Pasados!¡Qué digo! No, Amor, no lo son de ninguna mane-ra. Siento vuestro augusta presencia... ¡Dulce pla-cer!.... ¡Cuánta voluptuosidad! Mis ojos se ofus-can...! ¡Ah, Temira!.... ¡Ah, Dios poderoso! ¿Esposible que la ausencia tenga tantos atractivos yque nuestros débiles órganos se basten en esteexceso de felicidad? No, estos grandes bienes solopueden pertenecer al alma, y la considero inmortalpara sus placeres.

Sufre, bella Temira, que ahora recuerde hasta lasmínimas palabras de cuando suspirabas por pri-mera vez... ¡Qué lucha encantadora de la virtud, laestima y el amor! ¡De qué manera a unos movi-mientos ingratos van a seguir paulatinamenteotros más dulces que no te perturban menos! Veotus párpados lánguidos dispuestos para encerrarunos ojos entristecidos, enternecidos por el amor.El velo del placer fue prontamente corrido antesus ojos, la fuerza y la razón te abandonaban a lavez; ya no veías, ya no sabías lo que iba a ser de ti,tenías miedo ¡ay! cuánto favorecía esta vulnerabili-dad a tus encantos y a mi amor; temías desfallecery morir en el instante en que ibas a derramar lágri-mas diferentes a las primeras, cuando ibas a sentirel bienestar y el más grande de los placeres ¡Cuánta

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voluptuosidad siguió a aquella ternura! ¡Cuántosnuevos y violentos arrebatos! ¡Dioses celosos!¡Respetad el extravío de una mortal encantadoraque se entrega cuando se encuentra entre los bra-zos que ella adora! Más feliz, ¡Qué digo! ¡MásDiosa en este momento que vosotros mismos losois! ¡Amor, sólo llegas a serlo gracias a nuestrosplaceres!

¡Qué otro pincel sino el de Petronio17 podríapintar esta primera noche! ¡Cuántos placeres ence-rró su sombra voluptuosa! ¡Qué éxtasis! ¡Cuántosgoces en uno! Ardientes de amor, estrechamenteunidos, agitados, inmóviles, nos transmitíamossuspiros ígneos; nuestras dos almas, confundidaspor los más apasionados besos, ya no se reconocí-an; perdidamente entregadas a toda la embriaguezde nuestros sentidos, solo eran ya un arrebatoinexpresable, con el cual, felices mortales, nos sen-tíamos deliciosamente morir.

Si los placeres del cuerpo son tan intensos,¡cómo serán los del alma! Me refiero a esta ternu-ra pura, a estos gustos exquisitos que parecenhacer destilar la voluptuosidad lentamente en elfondo de nuestras almas, tan embriagadas, tansatisfechas de la perfección de su estado que sebastan a sí mismas y no desean nada más ¡Ah,cuán felices son los corazones penetrados por esa17 Petronio Arbiter, escritor latino, conocido con este nombre,autor del Satyricon, que se suele identificar con uno de los voluptuo-sos cortesanos de Nerón, cuya vida y muerte han sido magistral-mente descritas por Tácito. De su larga novela, sólo se conservanalgunos fragmentos de los libros XIV, XV y XVI. La obra relata lasandanzas de dos hombres jóvenes, Encolpio (el narrador) y suamigo Ascilto y un muchacho, Gitón, bello, vicioso, objeto dedeseo de los dos, que se divierte enfrentándoles entre sí, mientrasvagan de un sitio a otro por los bajos fondos de la ciudades del surde Italia.

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divina manera de sentir! Sí, lo juro en nombre delamor que he conocido momentos, ¡Dioses! ¡Quémomentos!, en los cuales mi Temira, elevándosepor encima de los placeres del cuerpo, despreciabaen mis brazos favores que el amor mismo hubieradesdeñado.

Todo ternura, todo alma, ¡Dioses! ¡Qué existen-cia! Decía ella. No, no había conocido todavía elamor… Rechazando a continuación cualquier otrosentimiento más intenso, sin duda porque al sermenos dulce, su intensidad misma provoca enton-ces una especie de violencia, déjame, déjame pro-bar tranquilamente y sin interferencia un bienestartan grande, tan perfecto: el placer corrompería mifelicidad.

Contemplaba a mi Temira con la ternura queella me había inspirado. Tanto amor había hechobrotar algunas lágrimas de sus ojos, que por elloeran aún más bonitos. En su amorosa melancolía,su corazón no había podido contener todo eltorrente de ternura que parecía inundarlo. Peropor fin, los sentidos, despertándose paulatinamen-te, recuperaron sus facultades; y nuestros juguete-os fueron más vivos, sin ser por ello menos tier-nos: no, responde Temira, no, no conoces todavíatodos mis arrebatos, desearía que mi alma enterapudiera penetrar en la tuya.

Yo había renunciado por dos veces. Temira,excitada, creía llegar a cada momento a la felizconsumación de sus placeres; pero ya sea porqueel amor, como retenido por la ternura, estuvieratodavía fijado o concentrado en el fondo de sucorazón, ya sea porque un temperamento dema-siado excitado no respondiera al ardor de sus

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deseos, yo la vi, desesperada, afirmar, trémula, queno podía soportar tanta agitación. Su éxtasis llegóhasta la pasión. ¡Qué!, decía, ¡la suerte de Tántalo18

me está reservada en el seno de los placeres!¡Se trata de poner en práctica un recurso para

calmar a quien se ama! ¡Cómo rechazar los place-res que se incrementan cuando son compartidos!Una tercera renuncia calmó poco a poco estaespecie de cólera de los sentidos insatisfechos. Elplacer no se detuvo: unos movimientos más dul-ces lo acogieron e hicieron renacer la suave volup-tuosidad. Mis ojos estaban rebosantes de amor;Temira abrió los suyos. Y al ver la intensidad queyo ponía en el logro de sus placeres, y el tononoble, animoso, apasionado, con el cual la anima-ba, con el cual dirigía el envite, llena ella misma delDios que me poseía, con dulce voz y mirada lán-guida, finalmente dice, ¡ah! Apresúrate, queridoamante, ven a mis brazos....¡Para que yo muera enlos tuyos!

¡Qué amante, grandes Dioses! ¡Juzgad si la vene-ro, si voy a dejar de amarla alguna vez y si tiene queser joven como Hebe19 y hermosa como la Venusde Praxiteles, para compartir vuestros altares!También, Temira está contenta: tiene como aman-te no sólo un gran maestro en el arte de la volup-tuosidad, sino un corazón, -debo decirlo en tuhonor, tierno amor-, un corazón muy diferente de

18 Tántalo fue terriblemente castigado en los infiernos donde seencontraba con el agua al nivel de la boca, mientras que una ramade frutos pendía sobre su cabeza. Cuando quería beber, el agua seretiraba y cuando alargaba la mano hacia los frutos, la rama sereplegaba hacia lo alto, por lo que tuvo que padecer hambre y sedeternas.19 Personificación de la juventud. Los hermanos le daban el nom-bre de Juventus.

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todos los otros; siempre amoroso, siempre com-placiente, que sólo vive, sólo siente por ella, queno tiene otra voluntad, otra alma que la suya, queno se quejó jamás de sus más injustos rigores.¿Durante cuantos años me he contentado, quédigo, me he sentido suficientemente satisfechocon inocentes besos, caricias y toqueteos, comodice ingenuamente Montaigne? Si a un amantenunca debe disgustar nada del objeto que ama, sinada debe privar de un favor cuyo amor permitecelebrarlo, nada tampoco debe convertirle eninfractor de la fidelidad que ha jurado a su aman-te. Queridas, juzgaréis a vuestros amantes por sugenerosidad: es la balanza de los corazones.¿Quieren forzar vuestros placeres, violar vuestraprudencia, y, sin miramiento, por los más justostemores, exponeros a consecuencias incómodasde una pasión sin moderación? Estad seguras queos engañan, que sólo son impetuosos, que no soisvosotras mismas aquello que ellos aman más envosotras.

Veamos cómo todos los sentidos se dirigen anuestros placeres. Es de sobras conocido queVenus puede ser física, sin perder sus gracias. Elmás bello espectáculo del mundo es una mujerhermosa; se expresa en sus ojos, es a través deellos que la imagen de la belleza llega al alma, ima-gen agradable cuyo trazo nos sigue por todas par-tes, fuente fecunda de amorosos deseos. Sin esteadmirable órgano, espejo transparente en el queviene a pintarse en pequeño todo el universo, esta-ríamos privados de esta Sirena encantadora, en lastrampas de la cual es tan agradable dejarse pren-der. Es ella quien embellece todo lo que toca, y se

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representa todo lo que ella quiere. Sus brillantescuadros entretienen nuestro tedio durante laausencia, que desaparece para dar cabida al objetoamado cuya representación es el triunfo; sus ojosde Lince se extienden sin límites hacia el futuro, lomismo que hacia el pasado; gracias ellos, por lamanera como están esculpidos, los objetos másalejados se aproximan, aumentan y se muestran,por fin, con los más bellos rasgos; gracias a ellosel voluptuoso disfruta de sus ideas; las llama, lasdespierta, desecha unas, fija y mima las otras deacuerdo con sus deseos. No es que yo sepa cómola imaginación diluye los colores, de donde nacentantas ilusiones encantadoras, pero la imagen delplacer que resulta de ello es el placer mismo.

El espíritu, el atractivo de la conversación, ladulzura de la voz, la música, el canto, sin el oído¡cuántos atractivos se pierden! Sin el olfato, ¿esta-ría a mi alcance el placer de sentir el perfume delas flores y de mi Temira? Sin el tacto, ¡la finura desu suave piel perdería su dulzura! ¿Qué placer ten-dría mi boca, pegada a la suya con mi corazón?¿En qué se convertirían estos besos amorosamen-te dados, recibidos, devueltos y buscados? Todosestos placeres juguetones que transforman lashoras en instantes, todos estos juegos infantilesque agradan al amor; no seducirían más a nuestroscorazones; en vano sería ligeramente excitada estaparte divina, ya sea por las manos de las Gracias,ya sea por el más ágil órgano de los mortales; estajoven inocente no tendría tampoco la misma sim-patía; esta armoniosa connivencia de dos placeresatrevidamente reunidos, esta dulce sintonía de lavoluptuosidad sería destruida. En vano, ohTemira, estos encantos que yo idolatro se conver-

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tirían en racimos apetecibles en la boca voluptuo-sa que los espera. Cuantos más remedios impre-vistos, más milagros de amor desesperado; lo quehay de más sensible en los amores de las tiernaspalomas, se perdería con la más vigorosa de lasvoluptuosidades.

Muchos otros han cantado los gluglús de labotella, yo quiero celebrar los del amor, sin dudamás dulces. Te evoco desde la otra vida, encanta-dor abate; deja estos campos siempre verdes y laeterna primavera de estos jardines floridos, alegremorada de las almas generosas que han unido elplacer delicado de hacerlas felices con el talento deserlo... Reconozco tu sombra inmortal, en las flo-res que la voluptuosidad siembra a tu paso.Explícanos en qué consiste este filtro natural... Di,Chaulieu20, por qué feliz cambio nuestras almas, dealguna forma tamizadas, pasan de una a otra,como nuestros cuerpos. Di cómo esas almas, des-pués de haber perezosamente errado sobre loslabios deseados, gustan fluir de boca en boca y devena en vena, hasta el fondo de los corazonesextasiados ¿Acaso buscan allí la felicidad en lossentimientos más intensos? ¡Cuál es esta divina,pero demasiado breve metempsicosis de nuestrasalmas y de nuestros placeres!

Encantos mágicos, que gustan amantes de lavoluptuosidad, misterios ocultos de Cipris, perma-neced siempre desconocidos para los amantes vul-gares; pero penetrando todos mis sentidos convuestra augusta presencia, haced que pueda digna-mente representar al que excitáis y para el cualtodos los otros parecen haber sido creados. Se le

20 Guillermo Amfrye de Chaulieu (1636 o 1639-1720). Abad, autorde poesías libertinas.

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reconoce en su delicioso y poderoso imperio; pro-híbe el uso de la palabra, de la vista, del oído, delpensamiento, que hace sitio al sentimiento másvivo. Aniquila el alma con todos sus sentidos; diri-ge, suspende todas las funciones de nuestra eco-nomía; por así decirlo, las riendas del hombreentero, a merced de estos goces soberanos y res-petables, de este fecundo silencio de la naturaleza,que ningún mortal debería perturbar, sin ser des-trozado por el rayo: tal es, en una palabra, la fuer-za inmortal que la razón, esta diosa vanidosa yorgullosa, situada bajo su despotismo, no es, aligual que los otros sentidos, sino la feliz esclava desus placeres.

Con estos rasgos, ¿quién puede ignorar al amor?Quién puede dejar de rendir homenaje a estaimportante acción de la naturaleza, por la quetodo crece, se multiplica y se renueva sin cesar y dela que las otras sólo parecen ser divertimentos:divertimentos necesarios, a decir verdad, autoriza-dos e incluso aconsejados por el amor, con tal queno se tengan mientras se están celebrando susmisterios. ¡Oh Venus, qué pocos aprecian el pre-mio de tus favores! ¡Qué pocos se respetan ellosmismos en los brazos de la voluptuosidad! ¡Sí,quienes son ahora capaces de la menor distrac-ción, aquellos para quienes tus placeres no repre-sentan a todos los otros, aquellos para quienes túno eres todo el universo, indignos del rango de tusescogidos, ¡lo son también de tus bondades!

La voluptuosidad tiene su escala, como la tienela naturaleza; la suba o la baje, no se salta ningúneslabón; pero llegada a la cima, se convierte en unauténtico y prolongado éxtasis, como una catalep-sia amorosa que evita a los disolutos y sólo enca-dena a los voluptuosos.

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¿Quién es esta honesta joven que el amor llevatemblorosa al lecho de su amante? Únicamente elHimen, cuya generosidad rechaza, podría tranqui-lizarla. Ella desfallece en los brazos de Silvano, quemuere de amor en los suyos; pero comedida en susplaceres, modera tan bien sus arrebatos que, contoda seguridad, únicamente sus suspiros se con-fundirán. Ella desconfía incluso del amparo deldios que ama; por muy dios que sea, lo consideraun embaucador. Aprecia menos su virginidad quesu amor. Sin duda su curiosidad estaría voluptuo-samente satisfecha con la de su amante. A pesar dehacerlo todo por él, cree no haber hecho nada,porque no está con él; lo rechaza menos que a símisma; ella no oye otra cosa más que la voz de unespectro que le dice que se guarde. Por muy des-mesurada que sea la ternura de un corazón quejamás ha amado, no está en absoluto libre de lainfamia. ¡Dios todopoderoso! ¿Es posible que unadébil mortal, a la que fácilmente has seducido contus placeres, se acuerde incluso cuando ama deaquello que se debería olvidar cuando se ama?

¡A qué género de voluptuosidad tan simple, tanpurificada, he llegado! Aquí, la égloga, la flauta enristre, describe con una tierna sencillez los amoresde humildes pastores. A Tircis le gusta ver sus ove-jas pastar con las de Silvano; ellos representan laimagen de la unión de sus corazones. Es para élque el Amor la hizo tan bella; él moriría de dolor,si ella no le fuera siempre fiel. Allí está la Elegía,envuelta en lágrimas, haciendo sonar los ecos delas quejas y los gritos de un amante desgraciado.Lo ha perdido todo al perder lo que ama; ve úni-camente y con disgusto la luz del día; a gritos llama

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a la muerte, pidiendo explicaciones a la naturalezatoda de la pérdida que ha sufrido.

Hay que oír cómo él mismo expresa la intensi-dad de sus lamentos, entrecortados por suspiros.El pudor aumentaba los atractivos de su amante;lo mantenía en el seno mismo de los grandes pla-ceres, que así se ofrecían más excitantes. Antes deél, ella no conocía en absoluto el amor. Se acuerdaextasiado de los primeros progresos de la pasiónque él le inspiró, y de todo el placer mezclado conuna tierna inquietud que ella experimentó al sentiruna nueva emoción. ¡Durante cuántos años la amósin atreverse a confesárselo! ¡De qué forma deci-dió, tembloroso, declararle finalmente su pasión!¡Ay! ella estaba ya muy convencida de su pasión;todas esas bellas palabras de simpatía o de amistadlo encubrían mal; ella sentía que el amor se disfra-zaba para engañarla, y, tal vez, sin saberlo, ayuda aeste dios incluso a dar a este perfecto amante tantaconfianza como su peligroso respeto le había ins-pirado a ella misma. Pero ser digna de los favoresde Silvano tenía para Damón una importanciamayor que la de conseguirlos. Amar, ser amado,era para su delicado corazón su primer goce, gocesin el cual todos los demás no existirían. La auten-ticidad de los sentimientos era el alma de su ternu-ra, y ésta el de sus placeres; no conocían otro exce-so que el de desear y el de amar; es la voluptuosi-dad de los corazones.

¡Llora! (qué importa llorar con tal de ser feliz),llora, infeliz pastor. Un corazón enamorado des-cubre atractivos al enternecerse; siente ternura porsu tristeza, los gozos más notorios no poseen ladelicadeza de una tierna melancolía. ¿Por qué no

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entregarse a ella, ya que es un placer, y el únicoplacer que un corazón triste puede saborear en lasoledad que busca? Llegará un día en que habien-do encontrado demasiado consuelo, lamentarásno sentir lo que has perdido. Demasiado feliz porconservar tu pesadumbre y tus lamentos, si lospierdes, vivirás como si nunca hubieras amado.

¿Por qué alinearse entre las mojigatas, vos queno lo sois, respetable Zaida? ¿Por qué concedéis ala idea de mí más que a mi mismo mismo? Soy talcomo suponéis; no debéis, lo juro por vuestroshermosos ojos, no debéis temer más al originalque a la copia. Es perder con agrado un bien real,para abrazar la nube de Ixión21. Tranquilizaos, notemáis ni mi indiscreción ni mi inconstancia, sóloquiero como garantes vuestros encantos.

Nuestros corazones están hechos el uno para elotro. ¡Que la más dulce simpatía los encadene parasiempre! ¡Nosotros, débiles mortales, creemospoder ser felices sin la ayuda de Venus! Por muyingeniosos que sean los medios que imaginemos,hacen gemir al Amor; tememos su cólera; es elmás temible de los dioses. Venid, Zaida, venid ¿nosentís el completo vacío de vuestra condición? Y¿cómo llenarlo sin amor? ¡Mirad los lirios con losque ha salpicado vuestro bello rostro! Es para dara vuestro amante el placer de cambiarlos porrosas. El imperio de Flora está sometido al delAmor. Llegará un día, no lo dudéis, en que os arre-pentiréis menos de haber amado, aunque sea a un

21 Ixión se atrevió a enamorarse de Heva y trató de violentarla.Zeus (o tal vez la propia Heva) formó una nube semejante a ladiosa; Ixión se unió a este fantasma y engendró con él un hijo,Centauro, el padre de los Centauros. Ante este sacrilegio, Zeus deci-dió castigar a Ixión.

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infiel, que de no haber amado. Todos esos hermo-sos días perdidos en una fría indiferencia loslamentaréis, Zaida, pero en vano, se van y ya novuelven.

Con un ardor extremoNos persigue el tiempo.Destruido por sí mismo,Por él reproducido, Más ligero que EoloNace y se desvanece,Renace y desaparece

¡Mirad a ese joven Mirto! Su vida es corta, pron-to estará marchito. Pero aprovecha los pocos díasque le son concedidos; no rechaza las caricias deFlora, ni los suaves alientos de Céfiro. Imitémosleen todo, Zaida, y que su vida, imagen de la nues-tra por su duración, lo sea también por los place-res. Joven Cloe, me esquiváis.... En vano os llamo,en vano os persigo... Ya todos vuestros encantosse ocultan de mi vista... Tranquilicémonos... Lascoquetas tan sólo fingen esconderse.

En estos ojos que Virgilio ha descrito tan bien,¿Quién no ve ahí todas las astucias y toda lacoquetería de Amor? ¡Creéis atraparle en unoslabios rojos! ¡El niño que es se cree demasiado adescubierto! Y se escapa, huye. Joven Aurora, élestá ya en los bucles de vuestros hermosos cabe-llos. ¡Cómo se divierte allí pasando de un hombroal otro! ¡Cómo me gusta verlo, cansado de revolo-tear como un pájaro del lirio a la rosa y del marfilal coral, y descansar al fin en vuestros hermosos

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senos! Le persiguen, ya no está allí. ¿Dónde se hametido? ¿Dónde se esconde? En cualquier sitiodonde habite la belleza. Se ha buscado un últimoretiro, allí es donde le gusta detenerse, “como unatierna curruca incubando sus pequeños”.Perseguidle todavía; ¡por el tono en el cual pideayuda, se ve bien que no quiere obtenerla! Noparece fijarse en el seno de la voluptuosidad, lesatisface que su imperio tenga límites con el únicofin de dejarse atrapar en él y no carecer de excusas.Trasladémonos a la Opera; la Voluptuosidad noposee un templo más maravilloso ni más frecuen-tado ¿Quiénes son estas dos bailarinas alrededordel arco de Jefté? En una, ¡qué agilidad, qué fuer-za, qué precisión! El placer la sigue con juegos yrisas, su cortejo habitual; la otra, menos asombro-sa, seduce más: sus pasos están medidos por lasGracias y compuestos por los Amores. ¡Qué deli-cadeza, qué dulzura! Una es brillante, ligera, nueva;la otra deslumbrante, inimitable. Si Camargo22 per-tenece al rango de las Ninfas, virtuosa Salo, hon-raréis el Coro de las Gracias. Divina encantadora¿qué alma de bronce no está penetrada por la sua-vidad de tus movimientos? Extiende, despliega tushermosos brazos, y todo París estará más fascina-do que el propio Amadis.

Nueva Terpsícore, no tengo que lamentar enabsoluto este género de placeres. Prudente C***,tenéis más arte, sin faltaros encantos, D***,

22 María Ana Cupis de Camargo (Bruselas 1710 - París 1770).Bailarina francesa de origen español. Debutó en la Ópera en 1726.El éxito la acompañó desde entonces y durante veinticinco años,con una interrupción de seis, fue la artista favorita del público. Laadministración de la Ópera le concedió una pensión de mil quinien-tas libras, y el rey otra de su peculio particular.

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encantadora D***, tenéis más atractivos sin falta-ros el arte. Brillantes rivales, una y otra hacéishonor a los ballets de Apolo.

¿Qué oigo? ¡El dios del canto ha descendido ala tierra! ¡Qué sonidos! ¡Qué desesperación! ¡Quégritos! Nuevo Atis, amable Jeliote, sírvete de todoel poder que tienes sobre los corazones sensibles;no, jamás el poderío de Orfeo igualó al tuyo. Y tú,endeble y sorprendente máquina, que no has sidohecha para pensar, el Moro agradece al amor elhaberte preparado para cantar; tú arrebatas nues-tras almas a través de los sonidos de tu voz.¡De cuántas maneras no provocas el interés denuestros corazones, poderosa Venus, inclusocuando persigues a una infeliz, cuyo crimen es elde los dioses! Mérope, madre incomparable, tuternura está turbada, eso es casi amor. No te olvi-do adorable Zaira; te miro con los ojos deOrosmano; sí, eras merecedora de un destino másdichoso. ¿Por qué es necesario que una llama tanpura sea apagada por unos prejuicios que tú notenías? ¿El amor debía tolerar que se explicara a lareina de su imperio otros intereses que no fueranlos de la voluptuosidad?

El placer de la mesa sucede al de los espectácu-los. El voluptuoso sabe escoger a sus invitados;quiere que sean, como él, sensuales, delicados,amables, y más bien un tanto alegres, bromistasque agudos. Descarta a todo fastidioso narrador, atodo aburrido erudito. Sobre todo nada de hom-bres cultos; preferirán brillar a reír. Chistes, ocu-rrencias, algunos destellos (el espíritu tiene suespuma como el champán), y sobretodo más ale-gría; y que el gusto por el placer burbujee en todos

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los ojos, como el vino en el helecho. El glotónlleno, sin aliento desde el primer plato, semejanteal cisne de La Fontaine23, colma pronto sus deseos.El voluptuoso saborea todos los platos pero enpequeñas cantidades, se reserva, quiere sacar pro-vecho de todo. Comus es su cocinero, y la delica-da Venus tiene suficientes razones para proporcio-nar sus ingredientes. Los demás beben de un tragoel champán, él lo bebe a largos sorbos, comotodos los voluptuosos. Veis que prefiere a todosestos encantadores tête-à-tête, en los cuales, conlos codos sobre la mesa, las piernas entrelazadascon las de su amante, los ojos son el más débilintérprete del lenguaje del corazón. Llenad, Iris,llenad la copa entera. “Poco importa que te duer-ma, o que te excite, el recorrido de la mesa a lacama es corto”. Esta noche desvelado por elAmor, os será entregado... Pero antes, conceded aBaco lo que es de Baco; dejadle descansar en losbrazos de Morfeo, ahora sólo podría hacer unamala carrera. ¡Diosa de Citera, yo sé qué ofrendasson debidas a vuestros encantos, pero esperad queaparezca vuestra estrella! Conocéis mal vuestrosintereses… Iris, no despertéis tan pronto a vues-tro amante.

Sigamos por doquier al voluptuoso, en sus dis-cursos, en sus paseos, en sus lecturas, en sus pen-samientos, etc... Distingue la voluptuosidad delplacer, como el olor de la flor que lo exhala, o elsonido del instrumento que lo produce. Define laorgía, un exceso de placer mal administrado, y la23 Jean de La Fontaine (1621-1695) Poeta y narrador francés. Enso obra Fables choisies mises en vers intenta dar una nueva forma a lascomposiciones de los autores antiguos (Esopo, Fedro). Sirviéndosede los animales esbozó una moral, discretamente epicureísta, quevalora el amor y la piedad.

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voluptuosidad, el espíritu y la quintaesencia delplacer, el arte de usarlo con moderación, de con-ducirlo mediante la razón, de disfrutarlo por elsentimiento. ¿Es culpa suya, acaso, si se tienen másdeseos que necesidades? Es verdad que el placer separece a la esencia aromática de las plantas; de lacual uno se toma tanto como se inspira. Es poresta razón por lo que veis al voluptuoso escucharatentamente la voz secreta de sus sentidos dilata-dos y abiertos: él, para mejor oír el placer, paramejor recibirlo, ellos. Pero si no le son los adecua-dos, no los excita: perdería la perspectiva de suarte, la sabiduría de los placeres.

¿Se viste la naturaleza de primavera? tomemos,dice el placer, los nuestros; hagamos entrar ennuestros corazones el colorido de los prados y laverde alegría de los campos. Adornemos nuestraimaginación con flores que se muestran alegres anuestros ojos. Mujeres, adornad con ellas vuestroseno, es para vosotras que se han abierto; perorecoged más amores todavía que flores.Embriagaros de ternura y de voluptuosidad, comolo hacen los prados de sus arroyos. Cada ser oshabla, ¿haríais oídos sordos a la voz, al ejemploque os da la naturaleza entera? ¡Mirad esos pajari-llos! apenas salidos del cascarón, sus alas los llevanal amor! Ved cómo ese dios juguetón se diviertebajo el aspecto de Céfiro alrededor de ese verdefollaje! Incluso las flores se unen; los vientos sonsus mensajeros amorosos. Cada cosa está ocupadaen reproducirse.

Vos, que poseéis tanto sentimiento, Corina....Venid. Si el instinto saborea más que el espíritu, elespíritu goza mejor que el instinto.

¡Cuántos encantos posee un simple ramo para

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un amante! ¿Está el amor escondido entre estasflores? El propio Dafnis cree respirarlo; se diríaque quiere atraerlo a su corazón por una vía nueva.¡Pero qué fuego secreto! ¡Qué dulce emoción! ¿Ycuál es la causa de ello? Porque estaba junto alcorazón de su querida Teresa ¿Recibe a su vez unode manos de su pastor? Él la sigue con la mirada.¡Qué felices son estas flores por estar tan biencolocadas! ¡Adornan el trono de los Amores! Élenvidia su suerte; quisiera, como ellas, expirarcerca del ser amado.

El dolor dura una eternidad, pero el placer uninstante; reservémonos para gozarlo, dice el con-valeciente voluptuoso ¿Toma otra vez un nuevoser? Está fascinado por el espectáculo del univer-so. Feliz abeja, no hay flor alguna de la cual notome alguna esencia; sus orificios nasales se abrena su agradable perfume. Una mesa bien servidareaviva su apetito, un vino delicioso deleita supaladar, una cara bonita le enciende: ¡Qué digo!

La primera Filis de las aldeas próximasEs la sultana favorita,Y el milagro del Amor,

Lesbia, sois encantadora, y os amo más queCatulo24 no os amó jamás... Pero sois demasiadolibidinosa, con vos uno no tiene tiempo de desear.Ya... ¿por qué tan deprisa? Me gusta que se meresista y que no se me anticipe, pero con habilidad,ni mucho, ni poco; prefiero un cierto ardor, pero24 Gayo Valerio Catulo (84-54 a.C.). En Roma se enamoró de unamujer casada a la que él llama “Lesbia” pero cuyo nombre real eraprobablemente Clodia. Catulo dedicó veinticinco poemas a Lesbiaque trazan la cronología de su amor desde unos comienzos idílicoshasta la desilusión final.

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suave, que excite el placer sin perturbarlo. Lavoluptuosidad tiene su día y su noche: creedme,Lesbia, permanezcamos todavía algún tiempo enla noche; noche encantadora, noche querida porlas mujeres voluptuosas, ¡demasiado pronto nostendremos que separar! ¿No apreciáis pues el valorde una dulce resistencia y de un mucho más dulcedivertimento? Incluso de la debilidad misma sepuede sacar partido. Que Polienos, Ascilto, y todoslos “Mazulimos”25 del mundo no se lamenten másde su desgracia, la espera del placer también es unplacer. Circé se congratula de ello, agradece a suamante el poder herir por lo menos la vanidad delas otras mujeres. Circe agradece una excesiva felizimpotencia: su placer ha durado más tiempo, susdeseos no han acabado todavía. ¡Las languidecesdel cuerpo impiden pues a veces las del alma!¡Cómo sostienen la voluptuosidad! ¿Quién lohubiera creído sin la experiencia de la Parodia de laadormidera de Virgilio? Parodia tan brusca a veces,justo en medio de los versos más grandiosos, que bienmerece la pena no reírse de ella, por miedo aaumentar el despecho de Venus.

Cuando el voluptuoso se pasea, el más bellolugar, el canto de los pájaros, el frescor de los arro-yos de agua y de los céfiros, una atmósfera aroma-tizada por la esencia de las flores, la más bellapanorámica, la más soberbia alameda, aquella endonde la propia Diana se pasea con toda su corte:esto es lo que escoge y lo que le cuesta menosrechazar, sea para leer a la frescura de Crebillón26

25 Personaje de la novela Le Sopha de Crebillón hijo.26 Claude-Prosper Jolyot de Crébillon (París 1707-1777). Escritorfrancés de novelas libertinas. Una de sus principales obras es Lesopha (1745).

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o Chaulieu, sea para perderse en un bosque yhollar con alguna dríada la hierba tupida de unbosquecillo inaccesible a los profanos.Artesonados dorados que las flautas y las voceshacen resonar, ¿amenizáis así el noble aburrimien-to de los reyes?

Si está esperando a su amante, lo hace en elsilencio y en el misterio; todos sus sentidos tensosparecen escuchar, apenas osa respirar, un falsoruido lo ha engañado con anterioridad más de unavez: ¡ojalá pudiera estarlo siempre así! Todo duer-me tranquilo, ¿y Julia sigue sin venir? La impacien-cia de uno supera la paciencia del otro. Él no sereconoce, arde, se estremece por un placer quetodavía no lo invade.... ¡Qué pasará y qué arreba-tos tendrá cuando posea un objeto tan tiernamen-te deseado, tan vivamente imaginado, iluminadosólo por la antorcha del amor... Dichoso Silvano,¡ahí está Julia!

¿Está Issé poseída por el sueño? El sueño delamor no es más respetado; ordena a los riachuelosque murmuren más bajo; querría imponer silencioa la naturaleza entera. Issé se despertará demasia-do pronto: se encuentra en la más amorosa postu-ra, la del amante! ¡Contemplad sus ojos! ¡Cuántosencantos los recorren! ¡Qué sea favorable el diosdel sueño para que tengan suficiente tiempo decobrarse las lágrimas que han derramado por ellos!

¡Felices días de Hebé que no volveréis! Estarédesde ahora irremediablemente entregado al vacíode un corazón sin ternura ni deseo: vacío horroro-so que todos los gustos, todas las artes, todas lasdisipaciones de la vida no pueden llenar! ¡Quesienta al menos algunas veces la halagadora cerca-

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nía del más respetable de los dioses, muestra con-soladora de una amante apasionada, tal como labrillante estrella matutina se muestra al Nauta alar-mado! ¡Placer, ingrato placer, es así como tratas aquien todo lo ha sacrificado por tí! Si he perdidomis días en la voluptuosidad, ¡ay!, devolvédmelos,dioses, para volverlos a perder de nuevo.

Tengo celos de tu dicha, melocotonero felicísi-mo. La naturaleza te ha tratado como una madre yel hombre como una madrastra. Un suave céfiroha soplado en el aire, un renovado calor te devuel-ve a la vida, tus capullos brotan, se desarrollanpronto adornados de flores. Tú serás por fin apre-ciado por tus excelentes frutos. ¡Cuántas primave-ras te han rejuvenecido! ¡Y cuántas otras han dehacerlo de nuevo, mientras que la primera delhombre, ¡por desgracia! es también la última.¡Cómo este árbol florido que honra el campo, quetiene más sentimiento que todos los seres juntos,sólo sería una planta efímera, nacida por la maña-na, muerta por la tarde, menos duradera que estasflores, que al menos seguras de adornar nuestroscampos durante el verano, embellecerán quizástambién el otoño! Espectáculo encantador cuyaeternidad no podría saciarme; un destino, cruel sinduda, nos arranca del placer de veros y de admira-ros constantemente, pero es inevitable. No perda-mos el tiempo en vanos lamentos; mientras lamano de la primavera nos acaricia todavía, no pen-semos que ella va a retirar; gocemos de los pocosmomentos que nos quedan; bebamos, cantemos,amemos a quien nos ama; que los juegos y las risassigan nuestros pasos; que todos los placeres ven-gan uno a uno, unas veces para divertir, otras parafascinar nuestras almas; y por corta que sea la vida,la habremos vivido.

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El voluptuoso ama la vida, por que tiene elcuerpo sano, el espíritu libre y sin prejuicios.Amante de la naturaleza, adora sus encantos, por-que conoce su valor; inaccesible al desánimo, nocomprende cómo este veneno letal puede corrom-per nuestros corazones. Por encima de la Fortunay de sus caprichos está su propia fortuna. Por enci-ma de la ambición, sólo tiene la de ser feliz. Porencima de los truenos, filósofo epicúreo, no tememás el rayo que a la muerte. Los árboles se despo-jan de su verdor, él conserva su amor. Los ríos setransforman en mármol, un frío cruel hiela hastalas entrañas de la tierra pero él arde todavía por loscalores del verano. Acostado con su querida Delia,el rigor del invierno, el viento, la lluvia, el granizo,los elementos desencadenados aumentan la felici-dad de Tibulo27. Si el mar está encalmado y tran-quilo, el voluptuoso sólo ve en esta hermosa capade aceite una perfecta imagen de la paz. Si las olasagitadas por Eolo furioso amenazan alguna navecon el naufragio, este cuadro conmovedor de laguerra, por terrible que sea, lo ve con el placer deun hombre alejado del peligro. Es seguro que nose trata de uno de los peligros que atraen a lavoluptuosidad.

Cualquier cosa es placer para un corazón volup-tuoso; todo son rosas, claveles, violetas en elcampo de la naturaleza. Sensible a todo, cada signode belleza lo extasía; cada ser inanimado le habla,le despierta; cada ser animado lo conmueve; cadaelemento de la creación le llena de placer. ¿Ve apa-27 Albio Tibulo (55-19 a. C.). Poeta romano, escribió dos libros deelegías. El primer libro contiene en su mayoría elegías amorosas,cinco acerca de su amor por “Delia” y tres para un muchacho,Marato. El segundo contiene sólo seis poemas, tres referidos a suamor por una muchacha, “Némesis”, su otra amante.

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recer la risueña manifestación de la primavera? Leda las gracias a la naturaleza por haber prodigadoun color tan suave y tan amigo de los ojos.Admirador de los más sorprendentes fenómenos,el nacer de la Aurora y del Sol; este brillante decolor púrpura, que, camuflándose en la sombra delas nubes, forma en su ocaso la más soberbia deco-ración, los rayos plateados de la luna que consue-lan a los viajeros de la ausencia del astro más bello;las estrellas, estos diamantes del Olimpo, cuyo res-plandor es realzado por el fondo azul al cual estánsujetos; estos hermosos días sin nubes, estasnoches más bellas aún que inspiran los más dulcesensueños, noches verdes de los bosques, en lascuales el alma, encadenando sus pensamientosvolubles a los límites encantadores del amor, con-tenta, recogida, se acaricia a sí misma y no se cansade contemplar su felicidad: sombra impenetrable alos ojos de Argos, donde basta estar solo paradesear estar con vos, Temira, y estar con vos, paraolvidar el universo entero. ¿Qué más podría decir?La naturaleza entera está en un corazón que sien-te la voluptuosidad.

Vos la sentís, Safo28, experimentáis la fuerza deesta poderosa Divinidad. ¡Pero qué singular usohacéis de ellas! Negáis a unos lo que no podéisconceder a otros; interpretáis el sexo que notenéis, para querer al que tenéis. ¡Enamorada devuestro sexo, os gustaría cambiarlo! No veis queolvidáis a vuestro personaje, al hacer mal el nues-

28 Safo, poetisa lírica griega, nacida ya avanzado el siglo VII a. C.en Ereso, Lesbos, contemporánea del poeta lesbio Alceo. Fue laúnica mujer griega a quien puede considerarse una gran poetisajunto con Corina. Sus dos poemas más famosos son, en primerlugsu lado le parece semejante a un dios en su indiferencia

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tro, y que la naturaleza, así engañada, se ruborizapor ello.

No nos indignemos por esta usurpación; nodetengamos el curso de un arroyo, que tarde otemprano conduce a su fuente. Cuando se ama,puede escogerse una amante; el placer se cansa dementir.

La vista de los placeres de otros nos da placer.!Con qué interés contempla la curiosa Suzón losmisterios del amor! Cuanto más teme turbar a lossacerdotes que los celebran, tanto más ella mismase turba. Pero esta turbación seduce su alma. ¡Enqué estado se encuentra la bribona! Demasiadoatenta, para no ser distraída, parece involuntaria-mente ceder a la voluptuosa proximidad de losdedos libertinos... Para apartarla, harían falta pla-ceres, semejantes a los placeres, cuya seductoraimagen tiene delante de ella. El amor nos invade alser visto de cerca.

¿Me atreveré a abordar tímidamente los miste-rios secretos cuyo solo nombre ofende a Venus yhace tomar las armas a toda Citerea, pero que sinembargo tienen a veces la dicha de complacer a ladiosa, por la feliz aplicación que se hace de ellos?

El hermoso Gitón riñe al sátiro que ha escogi-do para sus placeres; por muy niño que sea, se dacuenta de la infidelidad de Ascilto; da a su maridomás placer que una verdadera mujer. ¿Acaso essorprendente que exija por sus favores el más altoprecio, y que el caballo más bonito, el más rápidocorcel de Macedonia apenas pueda pagarlos?

¿Os acordáis del colegial de Pérgamo? ¡Dioses!¡Qué muchacho tan encantador! ¿La belleza perte-necería, pues, a todos los sexos? ¿Nada limita su

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imperio? ¡Cuántos desertores del culto de Cipris!¡Cuántos corazones alejados de Citerea! La diosase pone celosa con razón. ¡Eh! ¿Qué buen ciuda-dano de la isla deliciosa que fundó la diosa no sus-piraría con ella por todas las conquistas que haceel bando enemigo? Bello sexo, sin embargo, queeso no sea motivo de vuestros celos. Petronio, enel exceso de su refinamiento, no pretendía causa-ros inquietudes sino procuraros remedios contrala aburrida uniformidad de los placeres. En efecto,¡cuántos amores insignificantes o tímidos (éstosson tan fáciles de alejar) estaban encantados deencontrar un refugio sin el cual, privados de asilo,estarían tal vez muertos de temor en las puertasdel Templo! Cuántos otros excitados por una sim-ple curiosidad filosófica, para volver después a sudeber, han servido tan bien al verdadero amorque, por sus propios intereses, este dios de loscorazones, como buen casuista, no ha podidoalgunas veces dispensarse de darles condicional-mente una indulgencia de la cual ya disfrutaba.

¡Vos sois inteligente, Cefisa, y estáis indignadapor estos discursos! ¡Os jactáis de ser filósofa ytendrías escrúpulos en usar un recurso permitidoy autorizado por el amor! ¡Cuáles serían vuestrosprejuicios si, como tantas otras mujeres, tuvieraisla desgracia de ser sólo bella! ¡Creedme, queridaamante, todo es mujer en lo que se ama, el impe-rio del amor no reconoce más límites que los delplacer!

Te devuelvo, amor, el pincel que me has presta-do, pásalo a unas manos más delicadas, y tú qué-date para siempre en mi corazón.

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INDICE

IntroducciónEl arte de gozar

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Impreso en marzo de 2008

Córdoba- República Argentina