Jueves Con Sentidos
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Diseo y diagramacin de portada e interior: Melisa G. Benacot
Fotografa de portada: Martn R. Daps
2013 Fanny Mirtha ARANDA, Estela BERNAL, Mirtha Beatriz CLEVERS,Vicky COLOMA, Carmen DOLZ, Elina Carmen DOMINGO, Mara Elena GER-
MAN, Adolfo GRINFELD, Ariel LAYER, Norma MAESTRE, Mara Luisa MART,
Rosario MOYA, Claudia NETTY. Algunos derechos reservados.
Este libro se encuentra bajo una Licencia
Creative Commons Atribucin-Compartir
DerivadasIgual 2.5 Argentina
hp://creativecommons.org/licenses/by-sa/2.5/ar/
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el permiso del titular de los derechos de autor.
Nada en esta licencia menoscaba o restringe los derechos morales del autor.
IMPRESO EN ARGENTINA | PRINTED IN ARGENTINA
Jueves con sentidos /Fanny Mirtha Aranda [et.al.]. - 1a ed. - Mendoza : Fundbulo Ediciones, 2013.108 p. ; 21 x 14,5 cm.
ISBN 978-987-26423-2-7
1. Literatura Argentina. 2. Cuentos. 3. Poesa. I. Aranda, Fanny Mirtha
CDD A860
Fecha de catalogacin: 09/05/2013
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Tenemos que confesarlo: nos cost idear el ttulo de este libro.Pero la bsqueda fue cautivadora y el encuentro, luminoso.
JuevesCon Sentidos
, como ustedes pueden ver, es una fraseformada por tres palabras (un da de la semana, un enlace y unnombre-adjetivo), la cual - como suele ser costumbre en nuestrolenguaje - no es solamente la suma de sus partes, sino un nuevomicrocosmos.
Por eso, si consideramos las partes del ttulo, encontraremosexplicaciones parciales como las siguientes:
Jueves
No sabemos si este da se nos impuso para reunirnos du-rante ms de cuatro aos porque:
[ Es el dedicado a Jpiter, uno de los planetas que po-demos ver a simple vista y que tom su nombre del diossupremo de los romanos, dueo del rayo, el guila y elcetro. (Aunque muchos arman que los escritores somoslos reyes del mundo, emanamos una luz incandescente ypenetramos con nuestra mirada la supercialidad parallegar a las esencias, aprovechamos esta oportunidad para
denunciar que nos distanciamos de esta armacin porrotunda y algo presuntuosa).
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[ Es el cuarto da de la semana, si consideramos que lasemana comienza en lunes. (Como segn algunos el n-mero 4 representa el orden y los valores, lo prctico, la
lealtad, la rigidez, la represin, y a la vez tambin essmbolo de la creacin, de la lucha contra los lmites, dela mentalidad cientca, la atencin al detalle, debemosaclarar que nuestras contradicciones suelen llegar a es-candalosos niveles pero no nos parece adecuado explici-tarlo. Adems, ya sabemos por experiencia que nadagrato hay en empezar la semana en lunes).
[ Es el quinto da de la semana si, en cambio, co-mienza en domingo. (Es sabido que el nmero 5 se nospuede presentar tanto como el smbolo de la libertad,la adaptabilidad, el espritu viajero y aventurero, ascomo la inconsistencia, el abuso de los sentidos, el es-pritu insatisfecho y el temperamento tenso, y que esmucho ms simptico empezar la semana con un fe-riado; la identicacin con aspectos tan amplios puedeenmascarar debilidades de adulacin o falta de com-promiso, las que de ninguna manera queremos que sesospechen en nosotros).
[ O simplemente fue la Casualidad, la de las insonda-bles garras giles, quien nos convoc para que, desde ese
da y a lo largo de toda una semana, aoraran en borro-neados papeles los textos que se leeran el prximo jue-ves. Y, cerrado el crculo de los siete das, alrededor deuna mesa-fogata, en esos momentos sagrados nos ani-mramos a convocar las historias cosechadas y, hama-cados dentro del diapasn de las palabras, visitramosperplejos los novedosos escenarios que la creacin haba
trado hasta nosotros.
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Con
Es una palabra que aqu maniesta
[ unin entre los jueves y los sentidos
pero tambin:
[ cooperacin entre las circunstancias
y los modos de hacer[ compaa entre lo triste y lo alegre que nos pasa[ conuencia entre los instrumentos y los nes que
nos mueven
Por eso, somos catorce los congregados en esta empresade labrar un libro.
Sentidos
[ Son las redes que nos ayudan a restablecer el equili-brio de las vibraciones del brillo, el color y la profundi-dad, a distanciar el fro del dolor, las sombras de la luz.
[ e es lo mismo que decir que ellos nos permitenromper la soledad innita a la que estaramos condena-dos si nos privramos de percibir lo que nos invade orodea todos los das, lo que nutre las races de la ccin.
[ e, evocando la multisignicacin de las palabras,
sentidos son todos los hechos humanos que tienen por
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nalidad llegar hasta los otros a travs de la razn, elsentimiento, el repudio, la adhesin, el humor
[ e, aunque existan muchos modos de entender lascosas, despertarnos cada da con capacidades magni-cadas para apreciar lo que nos pasa es alcanzar a lucir enel alma el ms genuino cristal para interpretar lo que noscircunda.
[ Porque de nuestras obras, pequeas o de gran tamao,
decimos que tienen sentido. Uno o varios sentidos. Tan-tos que la vida misma se contagia de su irradiacin posi-tiva (Y dejo aqu este esbozo porque lo menos quequiero es que ustedes sientan que estoy llegando a ha-blar sin sentido).
Y aqu estamos, en estas pginas que, como una puerta trans-parente, abre el sendero para asomarse a estos micromundos cele-brados, sufridos o redos bajo la proteccin de las musas, los hadosy los das, tejidos al amparo de muchos jueves con sentidos.
En nombre de las 13 voces que hablan en esta obra
Mara de las Mercedes Gobbien su rol de Coordinadora del Taller
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A nuestras familias porque, estoicamente,le ponen el odo a innumerables borradores, sincuyo amor, asombro o indiferencia no sera po-sible ensayar los impredecibles caminos de lacrtica.
A SADE porque nos facilit el espaciopara reunirnos.
A los que, en algn momento, formaronparte del taller. Sabemos que en ese encuentrotransitorio nos potenciamos mutuamente paraseguir creciendo segn los ritmos personales.
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La realidad a veces no se ajusta a la medida
de mis sueos: es opaca, gris, sin brillo, sin
perfume. Y entonces, mi veloz lapicera me
toma de la mano, me seduce, me ordena
que escriba lo que me dicta. Solo conozco la
felicidad cuando me escapo montada en ella.
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Tirita de fro, de miedo.Llora, aprieta con fuerzas la medallitaque la madre coloc en su cuello cuando sedespidieron. Ese refugionegro, hmedo leda esperanzas de un da ms. Afuerael ruido in-cesante de los proyectiles estremece su eventual nido. Un coro degritosde dolor acompaa las bombas y losfusiles. El enfriamientova minando su joven fsico debilitado. Lleva tantas horas sin comer
nada,ni caliente ni fro Lo consuelan visiones de su vida anterioren el Norte caliente, el ranchito familiar. Sumadre sufrida, valientecubre la falta del padre, hachero de profesin, vctima de picaduramortal de serpiente. A pesar de todo, ella losatiende amorosamentey as lapobreza noduele tanto.
Hurga con desesperacin la tierra blandengue, tratade arran-car races hmedas, las pasa por sus labios resecos, aebrados. Elhueco del pozo se aclara, amanece; es como si el sol se asomara porun momento. Han pasado dos das.
Llora, extraa a su nueva familia, Carlitos, Esteban y Csar.Seguirn vivos?, sepregunta. La pierna derecha le punza, es undolor lacerante. Las fuerzas no loayudan para sacarse la bota ni le-vantar elmojado pantaln de combate. Somnoliento, con el sopor ca-racterstico de la debilidad, se pierde en la inconsciencia. Sus ojoscasi ciegos adivinan el resplandorde un nuevo amanecer. Algo de
alegra experimenta. La pierna no duele, no la siente como parte delcuerpo. Con inmenso trabajo se desplaza al centro del hoyo. Siguenlos gritos, cree reconocer la voz deCarlitos, pidiendo ayuda.
Se revuelca desesperado, quiere auxiliarlo, es tan chico, tienetres aos menos que l. Hoy segn sus clculos se cumplen tres
jornadas en el escondite. Se sienteun traidor, un cobarde por nocumplir con su deber patritico, porabandonara sus amigos. Saca
fuerzas, Dios sabe de dnde, se aferra a la sogapor la que baj alrefugio. Trabajosamente va ganando altura hasta sacar su cabeza.
El pozo
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La visin entonces es trgica y desalentadora: cuerpos destroza-dos en la turba perforada por las explosiones. All, a pasos de l,est Carlitos, cado. Lo reconoce por la voz, se arrastra, le toma lamano. Ac estoy, amigo, no llore, grite conmigo Viva la patria!
Instantes despus, el viento helado de las Islas, acaricia larga-mente dos cuerpos inertes.
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El vengador
Merina Mager es una mujer de carcter difcil, se levantasiempre odiosa. De su boca salen frases hirientes. La familia sufreestoicamente su temperamento petulante. Esperan la migaja de al-guna frase alentadora. Eso es imposible. Nunca pronuncia pala-bras de agradecimiento, est presa de un egosmo que le tapa losojos y los odos.
La ingesta de somnferos se le ha hecho una adiccin, borrandoel da y la noche, sumindola en una borrachera interminable. Aldespertar, grita con voz ronca, imperiosa como siempre. Le respondesu eco en la casa vaca.
Encuentra las habitaciones con las camas sin desarmar. En-ciende todas las luces, la oscuridad la atemoriza.
Escucha un leve chasquido, que ante tal silencio, se sobredi-mensiona. Con estupor, ve deslizarse un sobre rojo por debajo de lapuerta. Luego el sonido inconfundible de alguien que corre. Seacerca a la ventana, aparta la cortina para ver mejor. Su cuerpo co-mienza a temblar s, ve la gura de alguien que a ratos corre, aratos se esconde en los arbustos del inmenso parque. Cada tanto seda una vuelta y mira hacia la vivienda. Se ha quedado quieto y ahoravuelve con paso resuelto, Cmo puede ser que su intil familia sehaya ido! Dejndola sola a merced de un asesino! Piensa convul-
sionada. Enajenada, alcanza el sobre, intenta leerlo. Las letras bailanante sus ojos una danza macabra. Una danza de muerte.
No lo puede creer le dice la hora y fecha de su partida. Des-cribe cmo ser lenta y dolorosa, con torturas previas, en letrasmaysculas aclara: NO SUPISTE VALORAR LA VIDA, PERO TUSLTIMOS MOMENTOS SERN INOLVIDABLES, ANTES DE PAR-TIR AL INFIERNO. Con la mente totalmente nublada, casi enloque-
cida, llama al 911 pidiendo ayuda. Tirada en el suelo, en posicinfetal, repasa tortuosamente su existencia. Impecablemente bella,
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desde la niez. Como quien saca viejas fotos de una caja olvidada,traga saliva y recuerda: Yo estaba en estos momentos. Se reconoce
joven en los brazos de un hombre enamorado. Esos nios que repo-san en sus brazos, con la paz que slo pueden sentir en el regazo deuna madre son mos no cabe duda. Golpes en la puerta le advier-ten de la cercana del intruso. La sacan de su viaje al pasado. Las
fuerzas la abandonan, sometida a la suerte que le espera. No luchar,dejar que las negras amenazas se cumplan. Dentro de la neblina dela inconciencia, escucha el estrpito de vidrios rotos, destrozadospor la brillante hacha que enarbola el merodeador No tiene voz, re-memora con tristeza la buena vida que est a punto de perder. Eldesconocido se abalanza sobre ella, con la cara oculta, tras un negropasamontaas. Alarga el suplicio, sentado en el estmago de la cau-tiva, jugando con el arma asesina que pasa repetidas veces por elcuello. En un ltimo intento de defensa arranca el negro pao queoculta su rostro.
Si algo le faltaba para infartarla era eso No lo poda creer,era Albero Seltzer, su psiquiatra. Tuvo la dbil esperanza de quefuese una broma. Lo desech de inmediato. Su cara era feroz.Amargamente record las innumerables sesiones en las que l sehizo dueo de todos sus secretos. La atmsfera pesada, irrespira-
ble, presagiaba muerte. En ese momento se escucharon las chillo-nas sirenas policiales.
Desesperado, ante la interrupcin, lanz un fallido golpe quesacaba chispas al piso. Huy alocadamente por la puerta trasera.
Pasada una semana, pudo declarar.No recuerdo nada, ni el rostro del atacante, seguramente
era un ladrn, agreg.
Previamente quem el aterrador sobre rojo.
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Pequea historia de amor
Alba y Lucio se conocan desde nios. Se criaron en un pe-queo pueblo como conejillos en el vasto campo selvtico. Inocen-tes, analfabetos, encontraron en la simpleza del entorno su felicidad.
Pas el tiempo, esa rueda que no para. Se descubrieron comohombre y mujer, simple, naturalmente. Hasta que lleg el da que seunieron en cuerpo y alma. El amor en su mxima expresin se
adue de ellos.Como latigazo en pleno pecho, lleg la noticia. La guerra es-taba declarada. La patria necesitaba que sus jvenes la defendieran.Lo arrancaron de su terruo, como un pichn de su tibio nido. Ladespedida fue dolorosa, se abrazaron desquiciados de dolor. Alba sequed en el camino hasta que perdi de vista la camisa blanca.
Ella, en su candidez, no comprende la dimensin de la trage-dia que signica participar en un conicto blico. Es como inventaruna glotona mquina infernal devoradora de inocentes. Alba reco-rra los lugares comunes, no conceba la vida sin su compaero, en-loqueca de dolor. Pasaron los das y ante las mentirosas noticias quellegaban al continente, comenz a esperanzarse con el retorno delpequeo patriota.
Recurri al cura del pueblo ms cercano, quien amablementeescribi una carta con las palabras que ella dict.
Corra enajenada, entre matas y arroyuelos gritando va avolver, va a volver.
El ltimo parte se dio a conocer con toda la veracidad, el 14 dejunio de mil novecientos ochenta y dos, ese da concluy la loca qui-mera de recobrar las islas apropiadas por crueles piratas disfraza-dos de diplomticos.
Algunos volvieron, l no. Con la cabeza hundida en el pecho,
se intern en la espesa selva. El hielo recorri sus venas. El venenohaba surtido efecto. Yaca boca arriba, sobre la cueva de las vboras.
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Sorpresa y media
Umm qu densa esta atmsfera. Olor a hospital. Qupasa? Estoy acostado sobre una superficie fra y dura. Intento in-corporarme, las fuerzas no me ayudan. Abro los ojos lentamente,con miedo. Una sbana me cubre. Me palpo y escandalizado com-pruebo que estoy desnudo.
Como en una escena en cmara lenta, compruebo que slo
puedo mover las manos. Quiero quitarme lo que me tapa, trans-piro, tengo fro.Recupero la conciencia. Los olores del lugar son muy des-
agradables, s ahora estoy seguro, es carne en descomposicin.Miro al techo, que alguna vez fue blanco, tiene manchas negruzcasde humedad. Escucho pasos, corridas, ruidos de ruedas Me parecefamiliar, s como el carro del supermercado.
Estoy vivo? Si me clavo las uas con fuerza en las palmas,siento un intenso dolor iero recordar. Dios, aydame.
Como en una secuencia fotogrca recuerdo mis ltimas acti-vidades: desayun, sal a la calle esper refunfuando el malditocolectivo. Lleg lleno hasta lo imposible, me ltr entre la gente queadormecida pareca haber echado races en el piso.
No era un buen da me di cuenta al querer llegar a la puertade salida casi con el Malhumorado, comenc a empujarlos con
rabia sobre todo al revs, llegu al fondo del transporte. Por mirartambin con rabia a los otros pasajeros casi me paso de la pa-rada. Toqu el timbre con desesperacin. Salt gilmente y, en esepreciso instante, mi larga bufanda tejida vol hacia la puerta quese cerr inexorablemente. Mi cuerpo fue arrastrado varios metroses lo ltimo que recuerdo.
Escucho pasos, conversaciones, risas ines sern?
Bueno, Julio yo abro la puerta y vos con Pablo me acercan elcajn Rpido que el ambre est apurado ja, ja, ja.
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Me sacan la sbana y al n en la desesperacin, emito unosgruidos. Abro muy grande la boca Dios, que se den cuenta de queestoy paralizado pero vivo!
El hombre abre una boca ms grande que la ma. Se vuelvehacia sus compaeros. Alto muchachos. Operacin fallida: nohay muerto.
Sonriendo, socarronamente me dice: tal, Lzaro, resu-citaste? Dnde est tu amigo Jess?
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Encontr el jubileo de la escritura.
Cambi el microscopio por el papel.
Los glbulos rojos, leucocitos
y plaquetas por las letras.Los informes bioqumicos
por los cuentos y relatos.
Escribe con el mismo placer y entusiasmo
con que presenta aqu sus primeros
informesperdnsus primeras
obras literarias.
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Colorado el cinco
Sinti un agudo dolor en el pecho cuando vio que la bolillaque miraba como hipnotizado pic en el nmero vecino. La ruletasigui girando. Los segundos se le hacan eternos. Se alej de lamesa. No soportaba ms. La ansiedad lo devoraba. Estaba de espal-das cuando escuch la voz inconfundible del crupier que cantabaColorado el cinco!
Su grito de alegra hizo que la multitud de apostadores lo mi-raran. Saltaba de felicidad. Haba apostado a ese nmero todo, peroTODO!, lo propio y lo ajeno.
Menos mal que no le haba hecho caso a su mujer que se que-jaba cada vez que demoraba, segura de que se estaba gastando en elcasino lo que haba ganado con las changas del da.
ltimamente andaba de mala racha. Ella estaba furiosa. Qusera si supiera que hasta haba tenido que recurrir a usurerospara recuperar lo perdido. Pero l saba que algn da la rula lescambiara la vida.
Fue a la caja. Cobr. Nunca haba visto tanto dinero junto. Lometieron en un sobre grande y se lo entregaron. Ahora le iba atapar la boca a la Mara. Nada de festejos con los amigos, se ibaderechito a casa.
Se aprestaba a salir cuando sinti la mano pesada del Negro
Juan, el prestamista, que lo aferraba de un brazo exigindole el pagode la deuda. Zaf como pudo. Esta vez no. Esta vez era para la Mara.
Corriendo tom un taxi. Mientras viajaba pens en ella. Pobre,quera ahorrar para alquilar una casita y dejar el conventillo. Sufra,le rogaba que no jugara. Y eso que le contaba cuando ganaba; lo queperda solo l lo saba. Como todo jugador, siempre estaba seguro deque en la prxima iba a recuperar.
Recin ah repar en la hora que era. Tardsimo. Como siem-pre haba perdido la nocin del tiempo. Pero esta vez sera dis-
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tinto. Imagin cmo la despertara Se acurrucara a su lado, lebesara el cuello suavecito suavecito. Haran el amor y a la ma-ana saldran a alquilar una casita y, si la plata alcanzaba, busca-ran un lote para construir. Basta de limpiar casas ajenas, la Maramereca una vida mejor.
Lleg. Abri la puerta. Silencio. Oscuridad. Raro La Mara,
por ms enojada que estuviera, lo esperaba siempre con un focoprendido y la comida en la mesa.Prendi la luz. La pieza en que vivan, vaca. No lo poda creer.
La Mara se haba ido, lo haba dejado solo, sin nada.No, solo no. Ah, atrs de l, estaba el negro Juan con un bu-
foso. Con el Negro Juan no se juega, le dijo, mientras intentabaarrebatarle el sobre. Forcejearon. Sonaron dos disparos. Sinti elruido del cuerpo al desplomarse contra el piso.
Esto no poda estar pasndole justo ahora, pens. Le parecaestar viendo una pelcula.
Los vecinos alborotados, curioseaban. Un polica informabaEn el conventillo hay un masculino sin vida abrazado a un sobrecon muchsimo dinero
Inmvil, lleno de culpas, acurrucado en un rincn abrazabaa la Mara, que llorando casi en silencio, miraba a ese hombre des-
conocido, tirado en el piso, mientras sostena el revlver es sumano temblorosa.
Haba vuelto al conventillo, enceguecida por la ira y la im-potencia, decidida a matar a su marido. Lo vio en peligro y elamor pudo ms.
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Disculpas
Apoyo mi cabeza en el asiento y miro el paisaje a travs de laventanilla. Mi mente, en blanco.
Sin darme cuenta estoy dentro de la conversacin de los pa-sajeros de atrs. Son voces jvenes. l habla poco, ella con una vozaterciopelada y tan suave que casi no la escucho. Sern amigos?Compaeros de trabajo? Una pareja? S, es una pareja y con
hijos. Hablan de los nios, de la escuela trivialidades. SilencioTal vez se durmieron o estn leyendo, pienso.Sigo mirando el paisaje pero ya no lo veo, mi mente est
ocupada imaginando la vida de estos jvenes con sus hijitos,cuando siento la voz de ella que ha cambiado: ahora suena pormomentos ronca y por momentos aguda, llena de dolor. Pareceque hay sollozos.
Aguzo el odo. Me avergenza entrar en una vida que no mepertenece pero la curiosidad puede ms.
Ella dice que ya est harta de la vida que llevan, llena de men-tiras, de silencios, donde nada se habla, no existe el perdn ni el arre-pentimiento. l voz rme que no me gusta- le pide que hable msbajo o le est ordenando? Suena tan autoritario Ya estoy del ladode ella. Dale, rebelate, no le hags caso, le digo mentalmente. Pareceque mi subconsciente le da valor porque ella sigue.
Imagino que empezar a hacerle reclamos y reproches Sor-presa! Solo escucho pedidos de disculpas. Disculpas por haberlemordido los labios esa noche de pasin cuando se conocieron,guauuu se pone interesante. dir l? Silencio intuyo unamirada fulminante, no lo s.
Ella sigue, pide perdn por las lgrimas que derramabamientras l dorma, por el silencio con que ocult su temor de
hacerlo enojar. Cada vez los sollozos son ms fuertes y su vozsube de tono.
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l solo le ordena callarse. Ya lo odio Dale dale segu ledigo con mi pensamiento.
Alcanzo a or que de ella brota una catarata de disculpas. Pideperdn por todo, hasta por sus pensamientos de alegra y libertadcuando l no estaba. Cmo? Hasta siente culpa por lo que piensa!Pobre cada vez me adentro ms en la vida de esta pareja, la vivo
la padezco me pongo en la piel de esa mujer sin vida propia, sololas culpas viven en ella. Debera buscar ayuda para romper las rejasde la crcel en que est, pienso totalmente compenetrada con su su-frir y casi a punto de levantarme y sacudir a ese ser autoritario, do-minante y desagradable que tiene al lado
En ese preciso instante escucho nuevamente la voz suave ymelodiosa, que con alegra dice: Sali bien no? Me parece que la obrava a ser un xito. Gracias, amor, por ayudarme en esta locura ma de
intentar ser artista!Respiro profundo, sonro aliviada y me dejo llevar por el paisaje.
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El principio del n
suceder? extrao tanta demora!Los aplausos acompasados del pblico reclamando su presen-
cia comenzaron con timidez y fueron el aumento, cada vez ms aca-lorados y acompaados de silbidos enardecidos. Era una falta derespeto. Casi veinte minutos de retraso sin ninguna explicacin.
Finalmente, una voz en off avis que la funcin se suspendapor razones de fuerza mayor y que el precio de las entradas serareintegrado a la salida.
Las caras, las miradas, los gestos del pblico lo decan todo.En un nuevo atropello, se haba prohibido la actuacin de este can-tautor de pensamiento libre y liberador.
Con una indignacin contenida, empezamos a levantarnos de
nuestros asientos, resignados, sumisos. Un rebao de ovejas hubierademostrado ms rebelda que esta multitud silenciosa.
De pronto, como un estallido en medio del pblico, se escu-ch una voz que grit: BASTA DE CENSURA! YO ME QUEDO!
Paralizados, nos miramos, ni una palabra sali de nuestrasbocas, cada uno volvi a sentarse en su butaca y decidi que de ahno se movera. Esperara esperaramos.
La voz en off insista en solicitar que el pblico se retirara dela sala. Nadie se mova. Silencio silencio y quietud.
Los preliminares de la funcin no se desarrollaban como fueprevisto. En la sala llena, el pblico, impaciente y acalorado,se remova en los asientos. Al centro del escenario haba unmicrfono del que de vez en cuando sala un angustiosozumbido.
Augusto Monterroso
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Las luces del saln comenzaron a apagarse. Nada cambi.Cada uno permaneci en su asiento. Solo se vean los flashes dela prensa independiente que registraba este estallido social, si-lencioso y popular.
Nuevamente, la voz en off. Ya no peda, ordenaba, el des-alojo de la sala.
Silencio y quietud fue la respuesta.
Luego de dos largas horas de sostenida espera, se encendiuna luz tenue en el escenario y apareci l, con las manos esposadas,su rostro demacrado pero con una mirada fuerte, con la fuerza queda la libertad de pensamiento y la defensa de las causas justas.
Acercndose al micrfono agradeci la paciencia, pidi dis-culpas por la demora y por no poder acompaarse con la guitarrapor razones obvias. Con esa voz que sale del alma, dijo: Podrn atarmis manos, podrn doblegar mi cuerpo, pero a mi mente jams lle-garn. Resistir. Y, casi como en un susurro, sin fuerzas para cantar,comenz a recitar la letra de su cancin Resistir.
El pblico suavemente la coreaba, intentando darle la energaque necesitaba. No alcanz, sus piernas se aojaron, su voz se apagy ante la mirada de todos se desplom. Dos uniformados lo llevaron
Con lgrimas en los ojos comenzamos a retirarnos. La letra desu ltima cancin taladraba nuestras mentes, incendiaba nuestroscorazones. De a poco se haba hecho carne en cada uno de nosotrosel germen de una rebelin.
Ese espectculo artstico frustrado se convirti en el princi-pio del fin de la tirana.
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Liberacin
Recostada en la arena miro las olas del mar. Mis pensamientosvan y vienen con ellas.
Algunas me llevan a mi futuro y un gran signo de interroga-cin crece en mi mente.
Otras me transporten a mi pasado, donde mgicamente sedetienen y sostienen las sensaciones y recuerdos que se agolpan en
mi memoria.All estoy, niita, inocencia pura, jugando a ser grande conlos tacones altos y cuidando a Mim, esa pepona hermosa tanamiga del osito verde, suave y carioso que me acompaaba por lasnoches. Me los haba regalado pap antes de partir quin sabednde ni con quin
Aparece despus esa joven casi adolescente con toda su ener-ga y ganas de vivir. Las salidas, la Facu, amigos, viajes con mi pe-quea valija llena de proyectos, conociendo gente y lugaresmaravillosos. El mundo me pertenecaperodo alegre y casi sin pre-ocupaciones, aunque en mi interior estaba siempre ese cofre que ate-soraba sensaciones muy mas y cuya llave solo yo tena.
Sigo surfeando en mi vida, con sus idas y vueltas hasta quetodo lo anterior se desvanece
La piel se me eriza, mi corazn quiere escapar de mi cuerpo y
en mi mente aparece el ngel o demonio? solo l, con su son-risa enigmtica y seductora y esa qumica tan especial entre nos-otros. Y s, a l le entregu no solo mi cuerpo y mi alma, sino lo msimportante, la llave de MI cofre. alivio tener con quien com-partir mi tesoro. Eso era estar feliz, estar plena. Disfrutbamos cadamomento, cada minuto.
De pronto algo empez a no funcionar se fue me fui se
acab (nada es para siempre, deca mi madre). La llave volvi a serma y, as como de una copa con un buen vino rebalsa aroma y color
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que despierta los sentidos, yo rebalsaba sentimientos y recuerdosque casi no entraban en mi cofre. Estaba muy pesado, demasiadopara mis fuerzas
De pronto, las olas retoman su ir y venir, golpean mi cora-zn como una rompiente contra una enorme piedra. Las sientome sacuden me salpican, lavan el cofre y arrastran la llave que
haba recuperado.La vida es como el mar: todo es un vaivn.Me siento liviana, lista para dejarme llevar y esperar la pr-
xima ola que, seguramente, traer algo mejor.Con tranquilidad me levanto, giro sobre mis pasos y me voy,
libre.La esperanza revive en m.
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Todo es posible Fui docente universitaria y ahora, jubilada,
se me regala el tiempo de escribir historias
que se cimentaron en la larga ruta recorrida
Y adems, tambin encontr con quines
compartir la inquietud.
Gracias.
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Un juguete de madera
Temblaba, transpiraba, lloraba, tapaba mis odos cada vez queescuchaba ese Ruido. Ese Ruido que vena cuando los obreros vialestrepanaban el asfalto para hacer una reparacin. Ese Ruido que hacaestallar mi cabeza cuando mi madre despedazaba algo en la licua-dora. Ese Ruido que vena del bao cuando mi padre se rasuraba conla vieja afeitadora elctrica. Los minutos que duraban esas tareaseran de gran sufrimiento. Era como morir triturado. Era destruccintotal. Despus, lentamente me recompona de esa angustia casi letal.Realmente, nada cambiaba en mi cuerpo, era solo una sensacin dedesintegracin de tomos.
Un verano lleg el Nono a casa. Vena una vez al ao desdeun lugar lejano del lado que se pona el sol. Yo lo esperaba ansioso.Traa tantos regalos! Mil sorpresas. Esta vez, sac de su valija lostradicionales dulces que haca la abuela, algunos juguetes que man-daban los tos, libros de cuentos y y y y un aparato elctrico que
servira para sanar nios, para ahuyentar fantasmas, dijo. La cu-riosidad cosquille mi estmago.
Das despus el Nono decidi comenzar con el operativo delimpieza de malditos demonios. Lo admir por su coraje. Culesmonstruos vencera con ese artefacto? Puso sobre la mesa del jardnun rectngulo de madera que tambin haba trado de sus tierras.Con un lpiz grueso y chato hizo garabatos sobre ella y No! De-
line la gura de un ngel. Para entonces, la intriga superaba elmiedo. Adems el Nono estaba conmigo. l era valiente. Enchuf el
y el terror desapareci.El monstruo que horadaba paredes
para devorarme fue vencido.
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minitorno, nombre especco de su mgica herramienta. Con puorme, empu el arma y la fue deslizando sobre la madera si-guiendo el dibujo. Astillas y virutas caan al suelo. Todo era rpido,fantstico y muy entretenido. En pocos minutos un ngel de lamoreposaba en mis manos.
Y el encanto continu: el Nono apareci con un destornilla-
dor elctrico. Me tom de la mano y fuimos a mi dormitorio. Allperfor un agujero en una de las paredes y colg su obra de arte, sumagia, mi ngel de la guarda. Yo estaba tan entusiasmado con todolo que el Nono haba hecho, que no advert cuando pas la aspira-dora para limpiar el polvillo que haba en el piso. El infernal Ruidohaba sido acallado. Las mltiples tareas que compart con el Nonome haban sanado para siempre. Los fantasmas haban sido ahu-yentados, tal como l lo haba dicho.
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La ventana
Me escuchs, Lucy? me pregunt ni bien llegu.S, Eleonora le respond.Apenas oscureci, antes que llegaras, vino a visitarme.
Igual que siempre, cuatro golpes suaves en el vidrio de la ventana:uno por cada letra de la palabra amor. sa fue la clave que acor-damos para reconocernos. Al cuarto toc mi corazn lata tan fuer-
temente que el aleteo en mi pecho, opacaba el que vena de laabertura. Lo mir, le habl solo con mi sonrisa y lo abrac con mialma. Todava estoy atada a esta cama. l simplemente me grit tequiero, me mand un beso y desapareci. Volver, estoy segura.Lo ha hecho todas las noches desde que cruzamos nuestros prime-ros mensajes va celular.
historia, amiga! Me la cuentas despus? Necesito des-cansar. Perdn! le rogu.
Eleonora tom un papel y un lpiz. Lentamente y con evidentedicultad, comenz a esbozar el perl de un hombre joven de cuerpoatltico y mirada profunda.
Un segundo boceto le demand ms tiempo. Apareca una pa-reja que caminaba por la playa. l, indudablemente, era el mismoque el de la imagen anterior, ella se vea frgil, casi etrea.
Apag esa luz, por favor! No puedo dormir. Maana tengo
un da pesado le demand.La oscuridad cubri el recinto. Con el anuncio del alba, Eleo-
nora volvi a sus papeles.
Todava dibujando? Me ha dicho la enfermera que no hasdejado de hacer esto durante todo el da fue mi saludo al entrar ala habitacin que compartamos, al regresar de mi trabajo al ano-
checer. Ella me extendi varias hojas con dibujos. Las haba orde-nado como si fuera una historia, una historieta. Las mir en silencio.
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Reconoc las del da anterior. Despus, las imgenes se tornaban msy ms audaces. A un cuadro en el que el caballero apareca de rodi-llas dndole un beso en la mano a la mujer, seguan otros en los quelos dos se prodigaban besos y caricias apasionadas para terminar enesbozos de trazos perfectos, en los que ambos se entregaban decuerpo entero: varias poses, distintos momentos, ojos cndidos, me-
jillas arreboladas, cabellos en desorden, lujuria, pasin.
iero mostrarle a mi hombre me explic, sin rodeos,cuando me visite esta noche, todo lo que hemos compartido en lafugacidad del tiempo y en la innitud del espacio. Podrs adherir-las a la ventana respetando la secuencia lgica? me pidi.
Ya veo que tejes una nueva historia .Es todo lo que pudedecir.
No! Es la que inici hace tiempo; solo que tiene un nuevoenfoque porque nuestra relacin es diferente: ha ido madurando. les siempre l, yo he cambiado! He comprendido el poder del Uni-verso, el Ahora, el encuentro de los seres en el ter. El No, el Nunca,el Nadie han desaparecido de mi mente. Los he borrado! Mis limi-taciones fsicas alimentan esta nueva concepcin de vida. sta queno es la fsica, la visible, la palpable Vos sabs de mis carencias
Guau! profundidad! dije.Siento que este hombre ama mi yo interior, que lo ha des-
cubierto en los bosquejos que le he ido mostrando cada noche y enlas palabras que le he enviado durante el da desde que nos cono-cimos .Expres convencida.
Esperanzas de un corazn noble. Frases alentadoras de unrostro y miembros diezmados por otro hombre golpeador que era
protegido por leyes de una cultura inexplicable, incomprensiblepara muchos, aunque lamentablemente real fue mi extenso co-
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mentario. Cuidate, Eleonora! No te dejs lastimar otra vez! acot enrgicamente.
Hoy volver a asomarse a mi ventana. Le mostrar mis l-minas . Continu con tono soador pero convincente la dibu-
jante: Lo incitar y haremos el amor an sin tocarnos. Y entonces,nuestros celulares expresarn los ms profundos y limpios senti-
mientos, y las pantallas titilarn al ritmo de nuestro xtasis. La ener-ga positiva existe y el convencimiento debe bastarnos . Suarrebato me contagi. La abrac. Ella sec una lgrima que las ven-das que cubran su rostro desgurado no podan enjugar.
Entonces, comprend que la refugiada, lejos de Pakistn, podasoar quizs, encontrar amor y felicidad.
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Mar rojo
Hasta pronto, Leo . La atractiva mujer despidi con vozseductora al jovencito, cerr la puerta y se tir sobre el sof en lasala. Su bata abierta mostraba unos pechos firmes, un vientreplano, un pu
Un golpe seco en el picaporte, dos hombres fornidos y unadama irrumpieron sin darle tiempo a ponerse a salvo.
Dnde ests maldita? Mrenla. Esa es la sinvergenza queno solo embruja maridos sino nios! Pervierte a adolescentes, LaIniciadora, le dicen. tenle las manos, sellen su boca con una faja ygolpeen sus piernas hasta que de rodillas caiga al suelo implorandoperdn grit una voz de mujer.
En vano trat de defenderse, y cuando de ella solo quedabanrastros de su belleza, la arrastraron a la baera. Taparon el desagey all la dejaron con un pequeo chorro de agua resbalando desdesu cabeza. Se senta muy dbil. Imgenes de su vida se deslizabanrpido por sus ojos cerrados. Algunas acompaadas por voces quecrea olvidadas. Se vio con catorce aos dando a luz un nio. Mujerde nadie, o mejor dicho, del seor del pueblo. Su madre, seora dela alta sociedad, no quera un bastardo como nieto. Permiti el em-barazo, pero la escondi en la casona de la estancia. Mientras sechimentaba que ella estaba en Espaa aprendiendo lenguas. Y
cuando el beb naci, fue registrado como hijo de su hermana ca-sada, pero estril. Y ella? A ella la deportaron como si fuera unadelincuente. La mandaron lejos, lejos, donde el buen nombre de lafamilia no recibiera ni la ms mnima mancha de su pecado; el deser madre soltera.
Se vio en esa estacin donde nadie la aguardaba. Trabajo? Elque encontr, tal vez fcil, tal vez indecente.
Cada tanto, tena noticias de su hermana, de Luca, la supuestamadre de su hijo. Supo que enviud y se le haca difcil criar al nio.
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Entonces, la ramera redobl sus esfuerzos, proveera para que suhijo fuese un hombre de bien. Y a escondidas, pudo pactar con suhermana: ella becara a su hijo y se mantendra oculta.
Estaba feliz! Disfrutaba su triunfo. El joven acababa de reci-bir su diploma en la universidad. Era un profesional, un qumico re-
conocido en el pueblo y en el extranjero. l estaba a salvo de lamaledicencia. Y ella?
El agua suba y suba. Lleg a su boca. Apenas distingua unlquido rojizo que rozaba sus aros que flotaban como argollas deun salvavidas que no poda asir. Tampoco quera hacerlo, total,ya haba logrado su meta! Y en paz, se abandon al devenir, talvez, a su muerte.
Mam! Mam! gritaba una voz joven detrs de las pa-redes. Y pronto unos brazos fuertes la sacaban de esa agua rojaque su sangre tea.
Mam! Mam! Mam Luca, Ta Luca, me ha revelado el
secreto.
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Es imposible quedar afuera de su deleite
por la frontalidad.
Y, sin embargo, esa casi armadura que parece
lucir es cascarn de plumas por donde respirala profundidad y la fuerza.
Porque cree en el aroma de las palabras y en
su poder de sanacin de los males humanos.
Y, entonces, de ellas brota su sinceridad,
empua flores, crea mgicas estructuras
donde la vida se relame de alegra.
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1- 2- 3
1-
Todas nos encontrbamos frente a un terreno maravilloso.Tena norte, sur, este y oeste, sencillamente especial. All estaranuestra casa.
Sembramos unos taquitos de arcilla para tener los ladrillos ne-
cesarios y construir el edicio que nos albergara a todo el grupo.Con tanta imaginacin que tenemos sera tan hermoso como la Sa-grada Familia de Gaud.
Arrancamos con una vegetacin preexistente. Eso ayudamucho: no tendramos que esperar que los rboles crecieran unavez terminado el edificio. Los ejemplares daban una mancha ama-rilla, otra borgoa, otra violeta y rojos con aromos, prunus, ceibosy jacarands.
2-
Cada departamento se llena de perfume de ores. La vista ex-terior es una or cerrada; en el corte interior se abren los ptalosde Carmen, de Vicky y de Pey. En la planta se ve que el ncleo cen-
tral son las escaleras y all aparecen los ptalos de Tere y Gise.S, en este edicio nada es lo que parece. Gise tiene a Emma,
que habla como una cotorra, pero no: es una perro, una hermosagolden retriever. Muchas veces es su ayuda-memoria cuando estu-dia, porque repite como loro todo lo que escucha.
Hablemos de Tere que vive en el ptalo de al lado. Tiene unamariposa de colores que te deja con la boca abierta, que usa todos
los das para ir a trabajar. La lleva y la trae de vuelta a casa cuandotermina.
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Carmencita, en cambio, usa una liblula que es verde brillante,se asemeja al color de los rboles en primavera, cuando empiezan abrotar. Estas vecinas s que cuidan el medio ambiente, porque susmedios de movilidad no contaminan nada, nada, nada
3-
Todas nos encontramos frente a un terreno con un edificioen forma de flor.
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Lentes
De figuras y de formas est hecha mi vida. Ahora, de verdesy espacios construidos que dan adentro y afuera, con una s, esuna planta potabilizadora que da provisin de agua a toda la po-blacin de ese lugar. Van a poder limpiar y limpiarse, cocinar Elagua, origen de la vida.
Paren, paren. Esto parece que no es as. No ponerse los lentesconduce a error y engao. Estaban se pone los lentes.Ahora s veo bien. brbaro, no era una planta potabiliza-
dora. Es una construccin de elipses concntricas, claras en el techo,curvas tambin, sobre una supercie verde de jardines.
Menos mal que la evaluacin se hace cuando hayamos aterri-zado. El trabajo de fotogrametra tiene sus ventajas y desventajas,suerte que los edicios tienen referencias anteriores. Esto de adivi-nar no es nada serio. Me quedo ms tranquilo.
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La mscara
Fue una larga semana de trabajo y no haba tenido tiempo paravisitar a la abuela. Decidi: hoy termino y paso a verla.
Sali, tom un taxi.
- Por favor, a Federico Moreno y Jujuy.
- Por algn camino en especial?- No, por cualquiera.
Se meti en sus pensamientos, as es que el viaje le parecicorto. Pag y baj.
- Gracias.
Sac la llave, abri la puerta.
Busc a la abuela. En el estar no estaba, el televisor prendido,en la cocina, el bao, tampoco. Fue al dormitorio. All estaba, sentadaen la hamaca, quieta, los ojos cerrados.
- Abuela, abuela grit. Su cara era una mscara blanco ver-dosa.- Abuela!
- estoy con una mscara de belleza y no tena que ha-blar! Ahora tengo que ir a lavarme.
El susto haba sido terrible.
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Me gustan las palabras que me dicen y cuentan.
Las que sacuden el alma.
Las que sorprenden. Las que entregan una
imagen. Las palabras que me encuentran.
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Ordenar papeles
Romper ese amor deshabitado hace aos,guardado en una caja,polvo quieto, dormido.Deshacer las promesas develadas del amor,ese que alumbraba el abrazo en el reencuentro.Lo guard en papeles,
arrugados ahora,amarillentos de besos desecados.Desgarrar las palabras,soltarlas,desvanecerlas como el recuerdo de la caricia,como la risa que se aleja.Caern los pedazos al fondo oscurode la memoria que se apaga.No quedar rastro alguno,nadie lo recordar,ni dar testimonio,nadie har un poema con la historia del amor perdido,nadie,slo yo lo seguir mascullando,hasta que me vaya,
slo yo y estas cartas desechadas,palabras hurfanas,hasta el n.
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Plaza de Mayo - Diciembre 1986
Las palomas de Plaza de Mayo, de paso corto, de vuelo bajo,pesadas como sueos inalcanzables, cargan en su lomo oscuro unamochila teida de cnticos, discursos y gritos, vivas y reclamos,bombos contestatarios y bombas de infamia y sin embargo, todavael pecho blanco de esperanza.
La esperanza blanca que pinta las cabezas de esas mujeres.
Las locas que bordan los nombres de los ausentes en sus paueloscon alas para tratar de alcanzarlos. Las palomas, en lo alto, se alum-bran con el anhelo alimentado de migas desgranadas, y vuelan di-seminando el dolor y la fuerza, el llanto y el empeo, la angustiay la valenta.
Las madres errantes de la plaza han trascendido en la os-curidad.
Hoy, una multitud, banderas y consignas. Ellas vienen. Es-tamos quietos, esperndolas. Caminan lento, sus caras grises comoel lomo de las palomas y sus cabezas blancas llamando nombres.Pasan. La gente las vitorea. Nosotros nos abrazamos y lloramos.
Hoy, han decretado la ley de punto nal.
Y sin embargo, sus cabezas blancas. Buscando
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Reencuentro
Nos encontraremos?Dnde?Nos reconoceremos?O solo vagaremos indiferentes con una sonrisainocente y beneplcita?Cmo te ver?
Nos veremos todos?Los mansos y los rebeldes?Los jvenes y los viejos?Y los antiguos y el eslabn perdido?Sabr qu sentiste?Tuviste miedo?O el miedo es slo un invento de los que esperamos sin saber? seremos?Seremos nosotros?O polvo suspendido?Polvo tuyo mezclado con el mo, tocndose, atrayndose,rechazndose.O partculas, en un perro, o una mosca.O seremos olvido?Sabrs todo lo que pas en tu ausencia o tendr que contrtelo?
Me escuchars con paciencia innita?Y estar all tu dios, abrazndonos junto a todos los dioses?O tal vez, lloveremos raudales de preguntas, desamparadas,sin respuesta?
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Tuco y tango
Es domingo y me levant temprano para trabajar en la com-putadora. ganas de jubilarme, pero con cuarenta aos mejorni pienso en los que me faltan. Ahora tengo que hacer el tuco, comotodos los domingos. La cebolla bien picadita para que los chicos nola descubran en la salsa. Me arden los ojos, lagrimeo. La tiro en laolla, el aceite ya est caliente, que se dore sin quemarse. Un diente
de ajo, tambin, picadito. Revuelvo con la cuchara de madera. Per-cibo el aroma y ya me dan ganas de tomar un vinito. Abro la bote-lla de tinto para aadir un poco a la mezcla, lleno el vaso y antes deecharlo a la cacerola no resisto la tentacin de tomar un trago quecaldea por dentro y gratica la rutina. Me lleno la boca cerrando losojos. Todava me pican. Los abro. Est oscuro y hay humo en el am-biente. El codo sobre la mesa, mi mano en el vaso de vino. Las pa-rejas bailan El Choclo, un tango nuevo que se ha puesto de moda.Espero que se acerque algn cliente. El saln est bastante lleno, essbado. Cuando la orquesta comienza el siguiente tema, se acercaun hombre alto, saco gris a rayas, pauelo blanco al cuello, panta-ln negro lustroso, chambergo gris oscuro, gastado. Sin mediar pa-labra ni sonrisa me entrega el boleto de veinte centavos que mepongo en el escote y salimos a bailar. Ni s qu tango estn tocando.Aunque el hombre se encorva un poco, mi cara roza su pecho y me
inunda un olor desvado de cebolla y humo viejo. Baila bien, nohabla. Cuando terminamos me acompaa a la mesa, cabecea amodo de saludo y se pierde en el humo de luces rojas. Aprovechopara contar los boletos que hice esta noche. Siento que siempre heestado en este saln, esperando que me saquen a bailar, metida enesta ropa, con la pierna asomada por el tajo de la pollera negra, lablusa roja escotada, los tacos, y este dolor de pies. Ya tengo cua-
renta. Y me pican los ojos. De vez en cuando se me escapa una l-grima, o dos, es la cebolla, pienso y no lo entiendo. Siempre en la
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niebla rojiza y espesa con el tango sonando. Me tomo un trago devino y cierro los prpados tratando de recordar, no s bien qu, otravida, otro lugar. Otro tiempo, ajeno.
- Mam, prestame la computadora para buscar algo en In-ternet.
- Bueno, pero no me toques los archivos en que estoy traba-jando. Ya casi estn los deos. El tuco est a punto. Le puse vinito.No le puse cebolla.
Los ojos me pican como cada domingo ac, ahora, tarareandoEl Choclo sin saber por qu.
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Todo empez con un juego. Un juego depalabras con nios que me contaban sus
historias. Historias que se convertan en
imgenes y despus en relatos. Palabras que
llegaban al alma y que daba gusto compartirlas.
Hoy todava juego, todava escribo y quizs lo
haga para rescatar a esa nia que una vez fui.
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La casa
Me preocupa esta casa cuando calla,cuando deja de mostrarme sus entraas,cuando evita protegerme del derrumbe,cuando emerge silenciosa y cabizbaja,cuando el aire no transita libremente,cuando el sol no ilumina ni calienta
y la luna evade su mejor cara,cuando el viento no sacude su silueta,cuando el polvo no la cubre ni la ensucia,cuando el pan en el horno no recreael aroma predilecto de mi infancia.
Y los pinos all abajo que no expandenla fragancia de sus hojas,y los pjaros que no anidan, que no vuelan,que no cantanY este mar que la circunda y la sofocacon sus olas truculentas.
Y este gato atigrado e indolenteque no capta el mensaje atribulado de mi alma.
hacer con esta casa?Esperar que un milagro la rescate?O dejar que la muerte la aniquile?
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La noe ayudaba
e la noche estaba oscura era una realidad, que ayudaba,ayudaba. No se trata de justicar la conducta tambin oscura delseor Germn Luthmann, sino de reconocer que haba tomado losrecaudos necesarios. Contaba con la prudencia y la eciencia de sucochero. El mateo funcionaba, el caballo era diestro y las circuns-tancias propicias. En la mansin no haba nadie: ni mujer, ni suegra,
ni tampoco el perro de raza de la seora ladrando y mostrando susdientes en el jardn.El seor Germn Luthmann apaga todas las luces del interior
de la mansin. Abre la puerta de entrada de roble y saca una bolsade arpillera marrn que apoya sobre la pared. Cierra la puerta y pe-nosamente la arrastra por el sendero que conduce hasta la verja.Mira hacia ambos lados de la calle y, con la mano derecha levantada,le indica al cochero que se las arreglar solo. Levanta entonces labolsa y la lleva hasta la parte posterior del mateo, la sube, la empujaun poco y da la vuelta. Abre la portezuela y se tira sobre el asientode dos cuerpos. Desliza entonces su mano derecha por la frente ymientras borra el sudor dice: Dele noms Toms, dele! Y el cocheroque dice: Dale Moro, dale Moro! y el Moro que da vuelta su cabe-zota blanca, que obedece, que camina lento, que se entusiasma, quese apura y trota hacia la costa. Hasta el faro don Toms! En cua-
renta y cinco minutos llegan, se baja el seor Luthmann, retira labolsa y la arrastra perdindose entre las piedras que bordean el faro,que Don Toms no mira, el caballo tampoco y s, discretos son. Deah la permanencia en el ocio por ms de treinta aos.
Ya estn de vuelta. Pero ahora la casa est totalmente ilumi-nada, iluminada y alborotada: la msica a todo volumen, la mujer delamo en camisn detrs de los visillos gritando y lanzando pueta-
zos al aire. e Don Toms no interviene, el caballo tampoco, queespera que el seor Luthmann ingrese a la mansin y que desde la
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puerta grande le indique gestualmente que puede irse.En la madrugada Elvira escucha atentamente el relato de
Toms y ella como siempre criteriosa y sagaz le pregunta: Al perrode raza, al perro de la seora, lo viste?
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Trece personas todos los das
En derredor de un pino trece personas en silencio caminan. Sicaminan en silencio es porque por dentro conversan. Caminan bus-cando algo que tal vez no encontrarn.
Encuentran los buscadores razones para seguir y, si encuen-tran las razones, volvern a caminar? Y si caminan de nuevo sernlos trece otra vez? Y si alguno se detiene, volvern por l?
En derredor de un pino trece personas en silencio caminan. les queda a los ociosos sino verlos caminar?
En cada da amanece todo el tiempoRamn Gmez de la Serna
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Estoy aqu, con una mancha,mancha pequea, extraa, hasta deforme,pero mancha al n.
Poco importa si es vieja o maltrechasi rectangular u oval.
Mancha con manchas adentro.Mancha de un solo color,o de tonos diversos.
Mancha que busca otra manchay extiende sus lmitesy abate y cuestiona.Mancha que perdura y lastima.
Mancha que crece,que se retuerce y me abrazaque me sofoca y me ahoga.
Mancha que ignora derechos
porque desacredita accionesy trunca un destino.Pero mancha al n.
Estoy aqu, aqu con una mancha.Mancha potente y sagaz.Y soy capaz de encerrar esta mancha
y ser en la vida una sombra ms.
Una mana
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Mi primera experiencia para comunicarme
por escrito fue cuando iba a primero superior.
Una amiga y yo le escribimos una carta de amor
a un compaerito. Su madre se puso contenta
porque ramos de familias serias pero a
nosotras nos dieron una buena penitencia.
De pequeas a las pobres mujeres les hacan
reprimir su sexualidad.
Luego escrib cartas a familiares que estaban
lejos. suerte que no exista Internet!
Hice tambin aportes para actos escolares.Ni hablar de lo que me he lucido con cogollos,
versos rimados y poesas para despedidas de
solteras.
Es lo que ms me ha gustado hacer en la vida,
escribir. Esto me divierte y sirve muchas veces
como catarsis.
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Viaje memorable
Cuando voy al centro tomo un mnibus o el trole, segnadonde vaya.
Ese da como iba a la Municipalidad, esper el trole.A dos cuadras lo veo. Una mole roja, de andar cansino. Pens
que tena alguna rueda pinchada porque se inclinaba hacia la dere-cha, hacia la montaa, pero no, las ruedas estaban bien, tena el acha-
que natural de todo vehculo de transporte pblico. Envejecen ymueren en cumplimiento del deber en plena calle.Se detiene en mi parada y subo. Paso la tarjeta y el chofer
me pregunta:- Seora, cunto pesa?- Lo mir. No le contest una guasada
porque el hombre se vea muy serio. Mientras pensaba cuntos kilosquitarme, l me dice:
- Si pesa ms de 70 kilos debe ubicarse del lado izquierdo paracontrarrestar la inclinacin del vehculo.
Paso al medio del pasillo, me tomo del pasamanos porque dellado que me corresponde no hay asientos disponibles. La poblacinest delgada, pasa hambre.
El trole retoma su marcha. Seguramente haba alcanzado unavelocidad de 20 km por hora, con viento a favor, cuando se cruzaun ciclista. Iba en una bicicleta de carrera, llevaba casco, equipo
de competicin y auriculares. Seguro que el reguetn le taladrabalos tmpanos.
Sigui muy tranquilo, no se enter que cuarenta personas fue-ron conmocionadas por la frenada.
Me aferr a los asientos pero no pude mantener el equilibrioy ca sentada arriba de un seor que me grit
-Cuidado con los huevos! - traa un maple envuelto en papel
de diario sobre la falda.Para qu iba a disculparme si todo era un pandemnium.
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Una vez que cada uno, incluido el chofer se descargara conun montn de denigrantes eptetos hacia el ciclista, vuelve a arran-car el dinosaurio.
Dos cuadras ms adelante una mujer grita:- Chofer, se pas, pare, pare.Inclinado sobre el volante el chofer lanza el grito del terror
- Se me rompieron los frenos!- Ay Dios!Empezaron las rdenes de los hombres que siempre creen
saber ms que las mujeres en esto de conducir.- Lleve bien arriba el freno de mano.- Bombee el embrague.- Avisen por celular a la empresa.- Abran las ventanillas y saquen pauelos blancos como en
emergencias.- Los que puedan que se vayan tirando por las ventanas.- No, si se tiran los acos nos damos vuelta.- Bocina, mucha bocina.Yo segua en la falda del seor y del susto que l tena, me afe-
rraba fuerte de la cintura, atrayndome hacia su pecho.En cada bocacalle cerrbamos los ojos. Escuchbamos sirenas
y veamos a la gente correr por las veredas gritando. miedo cuando vi que llegbamos al centro! Abrac al ca-
ballero y hund mi rostro baado en lgrimas en su hombro.Nos seguan autobombas y ambulancias y nos precedan
dos motos patrullas.Al llegar a Coln y 9 de Julio vimos una cosa enorme, como
un cerro de muchos colores, era un castillo inflable puesto a
modo de barricada, y contra l chocamos. La estructura lo fue de-teniendo y llegamos a la Muni juntos, pues el troley arrastr al
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inflable hasta que se detuvo.No s si los bomberos estaban aturdidos o ignoraban que el
trole no funcionaba con combustible pero nos cubrieron con es-puma antiflama.
Una vez terminada la parafernalia que se arma en estos he-chos casi catastrcos, descendimos del vehculo, un poco apena-
dos, ya se haba dado una simbiosis entre l y los pasajeros, casillegamos a quererlo.Dos hechos destaco de esa memorable jornada. Nunca llegu
tan rpido al centro y Ernesto, el seor de los huevos y yo, esta-mos en pareja.
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El cofre ingls
Este es mi mueble preferido, dijo mi suegra sealando unbal. Lo trajeron mis abuelos cuando emigraron de Inglaterra. Todafamilia aristocrtica tena un cofre ingls, que es su verdadero nom-bre. Acentu esta apreciacin irguiendo ms su cuerpo y retocandocon sus largos y delgados dedos el rodete que coronaba su altiva ca-beza, en tpica postura de reina madre.
Era la primera visita a la casa de nuestros novios. Mi cuaday yo miramos el bal y nos miramos. Expresamos los elogios ade-cuados aunque para nosotras era como una caja de madera de 1,70metros de largo por 50 cm de ancho y alto. Ocupaba un lugar desta-cado en el living y estaba iluminado con una lmpara como las quese usan en las pinturas famosas.
Tiempo despus nos casamos y se anunciaron los nietos. La dis-tinguida seora empez a temer por el futuro de su mueble favorito.Repetira luego pasando su augusta gura alrededor de esa cosa: quelos nios no se acerquen, sealndolo con sus aladas uas. Para msseguridad haba construido una fortaleza rodendolo con sillas.
Por suerte, bueno, es una forma de decir, mi suegra empez atener dicultades con la vista. Deca que vea un poco borroso: tenaunas cataratas incipientes.
Dije por suerte porque los nios se las ingeniaban para rayar
el distinguido mueble. Rpido y a escondidas, con mi cuada, le apli-cbamos pasta de pulir, la misma que usbamos para que no se no-taran los rayones que hacamos a los autos y que nuestros maridosy hasta los vecinos burlonamente sealaban tratando de menosca-bar nuestras destrezas como automovilistas.
Si los nios arrancaban alguna manija, las remplazbamospor otras de plstico.
Limitada por su mala visin, la seora slo distingua el es-caso brillo.
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Cuando est bien, deca, lo primero que hago es barnizarlo.Lleg el da de la operacin de un ojo. Mi cuada y yo apro-
vechamos la ocasin para aconsejar poner el arcn en otro cuarto,con el pretexto de que la seora poda llevrselo por delante, caersey provocarse algn dao. e su salud era lo primero.
Mientras tanto, Susana y yo urdimos un plan para la res-
tauracin del objeto. Era una ventaja que nuestros maridos no sefijaran en los muebles. Con esas cosas no se molestaba a los hijosvarones.
Vino la segunda operacin.- Esta vez la recuperacin ser ms rpida- dijo el mdico.Sintiendo que el tiempo estaba en contra nuestra, corrimos a
llevar el artefacto a restaurar.iso el destino que mi suegra sufriera un infarto y falleciera
a tres das de operada.Sus hijos, conmovidos por esa muerte repentina, no atinaban
a hacer nada.- Encrguense ustedes, por favor.- Vamos a la funeraria Bentez - dijo Susana - los conozco
desde la infancia.Con la celeridad, el buen criterio y la practicidad con que las
mujeres resolvemos ciertos problemas, en pocas horas todo quedlisto para comenzar el velatorio.
Al lado del atad los muchachos lloraban.Dos amigas de mi suegra de la colectividad britnica se acer-
caron a dar el psame- bello cajn!, parece un arcn - dijo una de ellas.- Yo dira, Elizabeth, que es el atad ms parecido a un cofre
ingls que haya visto. distincin y buen gusto!
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Increble liberacin
Todo, todo me tena harta. De la compu, yo cero. En el T.V. sa-telital de 24 pulgadas, mejor imagen, tridimensional, sonido estere-ofnico, no daban a Intrusos ni a Tinelli. Al cajero automtico tenanque acompaarme, me olvidaba la clave, me pona nerviosa pen-sando que adentro haba un hombre y que se rea de mi torpeza.
Nada hacan los de mi casa para que mi autoestima no si-
guiera cayendo.No quera votar a nadie. Me importaba un pepino la reformade la Constitucin.
Empec a transpirar, not la taquicardia, me ahogaba. Debosalir- me escuch decir- ganarle al infarto, si estoy a tiempo medolan las piernas.
Como buscando la salvacin llegu a la puerta de calle. Juntoa otros desechos, esperando al cachivachero, estaba la adorada me-sita de mi amada T.V. veinte pulgadas. Cunto tiempo pasamos jun-tas! De madera rme, gruesa, era tan manuable! Con sus ruedaspequeas pero fuertes, me segua a todas partes como un perritopara que yo pudiera verla.
Sent tanto amor hacia ella que me sent arriba y sal.Tom Boulogne Sur Mer y llegu al parque. velocidad! Los autos y las motos me succionaban cuando
pasaban. Rea como nunca, senta que mi escaso cabello se liberabaal viento. Se me acabaron los dolores.
Por supuesto iba por la ciclova. No haba un cartel que indi-cara permitidas mesas con ruedas. La gente me miraba divertida.Di dos vueltas al lago y volv a mi casa exultante de alegra.
El viernes siguiente, avizorando un fin de semana con todosen casa, empezaron los sntomas de nuevo. Busqu la mesita que
haba estacionado cerca de la puerta y protegido con una manta ypart. Al llegar a la rotonda del rosedal, vi un montn de mujeres
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con sus mesitas. Eran socias del club que, enteradas de mi aventura,quisieron participar.
Cuando estuve cerca, me gritaron te estbamos esperando,campeona, te seguimos.
ramos unas locas a las carcajadas y gritos. Nos detuvimos enun carrito de bebidas y mientras disfrutbamos de esa confraterni-
dad, decidimos formar el club Salud y liberacin en cuatro rueditas.As naci, el MESACAR, autnticamente mendocino.Despus, con la prensa metindose en todo, tuvimos que or-
denarnos por secciones y federarnos. Una bebida cola nos regallas camisetas y aprovechamos los espacios libres y agregamosotros sponsors.
Quisiera seguir contndoles todo lo maravilloso que estoyviviendo, pero debo ir a esperar a los muchachos del Tour de Francey combinar la fecha para viajar a Europa. Ellos estn entusiasma-dos en acompaarnos para cruzar el canal De La Mancha por eltnel, en lo que se conocer como el primer campeonato mundialde mesitas rodantes.
En mi casa se hartaron de mi celebridad que alter la rutina ymonotona de nuestra existencia. En venganza, hicieron instalar otrotelfono con contestador automtico que responde: la seora est
entrenando, llame a la secretaria.
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Comparte su vocacin por la arquitectura
y la msica con su amor por la literatura.
Encuentra en la ficcin las alas para podercrear en libertad las historias que su
imaginacin recrea.
Sus escritos han aparecido en varias antologas.
Ha publicado el libro Los viajes de Eusebio
y otros cuentos. Tiene en preparacin otros
dos ms, tambin de cuentos y relatos.
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El Juan y su mujer
Presentacin, la mujer del Juan, no se saba si iba o vena, sirea o lloraba, si era gruesa o solo petisa, chueca o patizamba.
Maciza, con sombra de bigotes y pelos en la barbilla, luca unapeladura en la nuca. No se conoca su edad, ella la ocultaba por co-quetera. Bueno, eso era lo que crea, porque cuando sonrea espan-taba hasta los buitres con su aliento y la dentadura raleada.
Tena un gato. Uno solo no, eran cinco, o diez o quiz quince.Dorman con ella en la cama. El Juan haca tiempo que se acostabasolo en el corredor, invierno y verano. Hua de la pelambre y el tufoa orina que emanaba de la pieza.
Pero eran felices, vivan juntos, se queran, o mejor dicho seaguantaban, porque el Juan tambin tena sus pequeos defectos.Era vago, sucio y mentiroso. No mova un dedo ni aunque estu-viera temblando, siempre tirado en su catre. La Presentacin loatenda con esmero, lavaba toda su ropa, es decir, un par de pan-talones viejos y dos camisas rodas por el uso. De vez en cuando lobaaba con un balde de agua que entibiaba en el fogn de la cocina.Sin jabn, porque el Juan deca que eran venenosos, que los car-gaba el diablo. Y despus se persignaba. Porque era religioso. Ibaa la iglesia los martes o los jueves, cuando estaba vaca. Entonceslo dejaban entrar. Su mujer le preparaba sus comidas preferidas:
guiso de porotos con morcilla, tripas a lo Can, revuelto de huevocon nabos, ajo y cebolla.
Extraa pareja, el Juan y la Presentacin, distintos pero unidos.En el pueblo de Nomeolvides los apreciaban.
Eran sanadores, curaban de palabra. Mal de ojo, empachos, en-tuertos de amor. La especialidad de la Presentacin era limpiar degusanos las llagas infestadas y el Juan espantaba las malas ondas con
solo acercarse a los pobres apenados.No aceptaban plata. Les pagaban sus servicios con gallinas,
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huevos y embutidos caseros. Tambin con harina, yerba y azcar.Cuando los carneos reciban alguna bondiola y chuletas de cerdo.Con eso se mantenan. Porque no trabajaban. Nunca lo haban hecho.
Un da cay un forastero al pueblo. Nadie lo haba visto llegar,pero apareci en la plaza sentado en un banco. Enjuto, alto y des-garbado. La tez cetrina, vesta un traje negro. El saco estrecho, los
pantalones chupinos, corbata amarilla y sombrero marrn. Llevabaun portafolio de cuero bajo el brazo y un paraguas colgado de lamanga. Miraba como distrado las copas de los rboles. No le pres-taba atencin a los que pasaban que lo observaban curiosos.
Al atardecer el forastero se levant, se compuso la ropa, y alprimero que pas le pregunt por la casa de la Presentacin.
Y hacia all rumbe. Lleg, golpe las manos, lo hicieron pasar,entr al rancho.
Los vecinos, desacostumbrados a ver extraos, intrigados seacercaron, formaron rueda. Pasaron varias horas y el hombre noapareca. Hasta que se hizo la noche, la gente cansada de esperarse dispers.
A partir de ese momento nadie volvi a verlos. Ni en el rancho,ni en las calles, ni en la plaza. Misteriosamente haban desaparecidodel pueblo. Nadie los haba visto partir, pero ya no estaban, ni el fo-
rastero, ni el Juan, ni la Presentacin, ni tampoco los gatos. Fue unenigma al que nunca encontraron explicacin. Unos decan que eldesconocido que los vino a buscar era Belceb, otros que era un al-bacea que los anotici de una herencia dejada por algn pariente le-
jano, otros aseguraban que era un scal enviado por el gobierno porun crimen del que haban sido testigos.
Los vecinos extraaron sus servicios, pero poco a poco se ol-
vidaron de ellos. Pas el tiempo y no volvieron a verlos, jams sesupo adnde fueron.
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Aseguran los memoriosos que ciertos parientes suyos los ha-ban visto curandeando en la Capital, en el barrio de Caballito. Al-gunos no, que haba sido en Salsacate en las sierras cordobesas, oquiz eran ellos los milagreros famosos que curaban de palabra enel norte misionero, cerca de las Cataratas, o tal vez en la Villa Tu-lumaya, en el desierto mendocino, decan otros. No se ponan
nunca de acuerdo.Lo cierto es que transcurri el tiempo y el Pampero del sur cu-bri todo con la arena del olvido. Las calles, las casas, la parroquia,la plaza y el pueblo entero de Nomeolvides se desvanecieron lenta-mente. El misterioso personaje de negro, la Presentacin y sus gua-lichos, el Juan y los gatos, ya no existen.
edan solo sus leyendas.
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El cuento que nunca nadie escribi
Naci un martes 13, a la hora del crepsculo. Lo engendraronuna vaga idea y un propsito confuso. Lo abandonaron, creci ensoledad, sin ningn gua certero.
Melanclico, caminaba por las calles como un espectro de smismo. Su imagen brumosa se deslizaba sin destino por la vida. Eraun cuento que buscaba un autor que lo escribiera. Pero a ninguno le
atraa un texto dudoso. Ni el tema, ni un frgil argumento, ni el nalcon un tibio desenlace. Era solo un mero intento, un bosquejo, menosque un relato. Era un hurfano que no haba terminado totalmentede nacer, era un subcuento, solo eso.
Me dio pena al divisarlo, le tuve compasin, decid ayudarlo.Lo llam, se sorprendi. Reticente, acudi, se ubic a mi lado. Le pro-puse concebir su historia entre ambos. No me crey. Haba tenidoya tantas decepciones en su vida solitaria! Pero poco a poco fueaceptando. Me mir con un dejo de esperanza.
Te escribimos?pregunt. Asinti con la mirada. SonriBusquemos un ttulo, es importante, el ttulo primero
propuso.Le pondremos, le pondremos insinu, pero no pude de-
nir ninguno. Lo dejamos sin resolver. Decidimos empezar.Naci un martes 13, a la hora del crepsculo. Lo engendraron
una vaga idea y un propsito confuso. Lo abandonaron, creci en sole-dad, sin ningn gua certero.
Melanclico caminaba por las calles, como un espectro de smismo. Su imagen brumosa se deslizaba sin destino por la vida.
Era un cuento que buscaba un autor que lo escribiera. Pero aninguno le atraa un texto dudoso. Ni el tema, ni un frgil argumento,ni el nal con un tibio desenlace. Era solo un mero intento, un bos-
quejo, menos que un relato. Era un hurfano que no haba terminadototalmente de nacer, era un subcuento, solo eso.
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Seguimos con el desarrollo de la trama? pregunt al ter-minar. Asinti con la cabeza.
Esbozamos un argumento an sin personajes. Escribamos yescribamos. Borrbamos y borrbamos. Volvamos atrs. Retom-bamos el hilo otra vez.
Empezamos a disentir. Yo prefera un tema de ficcin, l, una
intriga policial. Mi prosa pretenda ser gil con frases breves. l,no: gustaba de oraciones largas y ampulosas, con muchas descrip-ciones. Yo aspiraba una historia en tiempos actuales. l, en cambio,en pocas barrocas o futuras. Yo deseaba escribir en tercera per-sona. l, en primera. Mi estilo tena algo de humor, el suyo, purodramatismo.
No logrbamos ponernos de acuerdo, discutamos, no conge-nibamos. Se origin una crisis de mutua incomprensin.
Comenz con veleidades, se torn ambicioso. Pretenda que elpersonaje fuera el hroe de una guerra, un lder poltico, un con-quistador de galaxias, el viril amante en un harn, una estrella de-portiva, todo eso y mucho ms. Su vanidad creciente agot mipaciencia. Se volvi insolente, belicoso. Resolv dejarlo, por ingrato.Renunci a escribirlo. Lo abandon a su suerte, se alej de mi lado.
Pas algn tiempo. Lo descubr el ltimo domingo ambulando
por las calles. Me ocult en un caf, no quera que me viera. Parecauna sombra, un lnguido fantasma. Era un esbozo de cuento quenunca nadie escribi, un cuento que no pudo lograr un clmax ver-dadero, tampoco un piadoso desenlace.
Comenz pronto su agona. Muri a la madrugada sepultadoen un canasto, hecho un bollo de papel.
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La forma humana
El sol del medioda calcinaba ese verano en Guaruj, la islabrasilea frente a Santos, la ciudad portuaria cercana a San Pablo.Mis vacaciones en Brasil ya terminaban. Faltaban pocos das pararegresar a mi rutina.
Me acerqu un lunes a la playa solitaria. Comenc a caminarrumbo al mar.
Me detuve. Sobre la arena hmeda yaca cercenado un pe-queo brazo, tena las uas pintadas de carmn. Asombrado me acer-qu, lo levant. Segu caminando. A unos pocos pasos encontr elotro. Ms adelante una pierna. Los guard en mi morral.
Confundido, decid darme un chapuzn para aclarar misideas. Me zambull en las olas para salir de mi estupor.
Al salir del agua comenc a recorrer las dunas. Segu en-contrando miembros amputados. Brazos, cabeza, la otra pierna.Luego el tronco y las otras partes que faltaban para completar esemenudo cuerpo femenino.
Los apil en un rincn, junto a la escollera. Me sent bajo lasombra de una palma a meditar.
hacer ahora? pensaba en voz baja.Estaba alucinado por el calor. La cabeza me daba vueltas, pa-
reca estallar.
Me embarg una loca idea: rearmar los restos que haba en-contrado, devolverles la forma humana. Ansiaba saber cmo habasido su figura.
Comprend que sera difcil volver a ensamblarla. Necesitabahilos, agujas, tiles adecuados. No los tena.
Desech la idea. Volv a recostarme.Obsesionado, segu cavilando.
in sera el autor del aberrante hecho? Empec a imagi-nar al probable ejecutor. Conjetur que podra ser una prctica vud.
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Vud? No, vud no, lo descart. El vud es en Hait. Debe serun ritual macumba, pens, la religin pagana llegada desde elfrica al Brasil.
Me fui sugestionando. Tema que esa magia perversa se ven-gara de m. Haba profanado su terrible ceremonia.
Cre sentir cnticos de ultratumba y el eco de tambores veni-
dos desde el mar. No soy supersticioso, pero me aterraba ese ritomisterioso para m. ed inmvil en mi sitio.El sonido de un auto y unas voces de gente que llegaba me
arranc de mi desvaro.Alarmado, opt por retirarme.Mientras me alejaba, o a una mujer que dialogaba en voz alta
en portugus. Entend lo que deca.Hija ma: dnde dejaste la mueca que te regalamos en
Navidad...? Qu hiciste con la pepona cuando jugabas ayer conella en la playa?
No escuch ms. Volv al hotel. Jams retorn a Guaruj.
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No s si me entendieron
Sucedi en Villavieja, un pueblo de las sierras cordobesas.Cierto domingo me reun con unos amigos en el caf frente a
la plaza, en la esquina de la iglesia. Mientras jugbamos al billar,entre carambola y carambola nos pusimos a charlar sobre cine, ft-bol, y tambin sobre libros.
Cmo se escribe un cuento? preguntaron Hay alguna
receta?No alcanc a contestar. Me lo impidi Juan, que se haba acer-cado, al cual llamaban el expliquero, porque explicaba todo, su-piera o no de lo que se trataba. Interrumpa las conversacionesajenas aclarando lo que otros decan. Lo que pasa es que, siemprecomenzaba, y continuaba con sus comentarios de sabelotodo. Ter-minaba cada perorata con No s si me entendieron.
Y sin que nadie le pidiera comenz a explayarse sobre nues-tro tema.
Receta para escribir un cuento? Lo que pasa es que hay mu-chas. Pero lo importante es elegir un tema, que es el ingredienteprincipal.
Nos miramos con mis amigos. Sin decir nada intu cul sera elmo: tratara de Juan el expliquero.
Luego continu diciendo es necesario imaginar una trama
cticia, que sea entretenida, interesante, pero breve, con suspenso parano aburrir al lector. Todo sazonado con una pizca de talento, otra deimaginacin y si es posible, unas gotas de humor. El ttulo debe ade-cuarse al texto, el que puede ser alegre o dramtico, con atmsferaemotiva, que sea creble, sin perder nunca el hilo del relato, desde elcomienzo hasta el nal no s si me entendieron acot mirndomea m. Y elaborado con mucho sudor agreg con cara de erudito.
Sonrientes, nos miramos en silencio. Ya tena el personaje paraesta historia.
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Con la ltima carambola terminamos nuestro juego. Fuimos auna mesa. Pedimos caf.
Y el desenlace? alguien pregunt.
Otra vez no alcanc a contestar porque Juan, acercndose, vol-vi a interrumpir.
Lo que pasa, dijo es que el desenlace debe ser imprevisto.Imaginen ustedes continu que el escritor es un pescador y ellector un pez. El primero busca atrapar en un arroyo a una truchahuidiza. Debe mostrarle el seuelo, intrigarla, sin que ella se dcuenta de que la estn seduciendo.
Y despus?Despus ir atrayndola despacio a la orilla, con paciencia, perodirecto al objetivo. Cuando la trucha muerda la carnada, entonces sa-carla del agua, contemplarla, pero devolverla al instante a la co-rriente para que pueda morder otros anzuelos.
Y cul sera el nal imprevisto?Sacar del agua un zapato viejo o una alpargata. No s si me
entendieron.concluy.Al anochecer, ya cansados de tanta charla, partimos rumbo
a nuestras casas.Y Juan? pas con l?Todo se acab para Juan el expliquero cuando se enamor
de Rosalinda, la peluquera del barrio, la cual desde ese momento seconvirti en mi segundo personaje.
Era charlatana, no cesaba nunca de hablar. Empezaron a salir,
se casaron.Y se puede decir que all Juan encontr el remedio para su
vicio. Rosalinda no le dejaba resquicio alguno para poder insertarsus opiniones.
En estas y reuniones sociales la nica que hablaba era ella. lsiempre a su lado permaneca en silencio.
Juan el expliquero pas desde entonces a llamarse simple-
mente Juan, Juan a secas.No s si me entendieron.
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En el equilibrio entre las palabras que se
entrelazaron y su libertad, como los delfines
obran en la mar, logr liberar mi imaginacin
para que puedan disfrutar del encanto de
unas narraciones.
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El vestido rojo
Me gusta limpiar y acomodar mis muecas en la repisa demi cuarto.
A pesar de que mi amiga, Sofa ya tiene veinte aos, le gustajugar a la pelota. Nos sentimos nicas y diferentes.
En el barrio, como suele pasar, est el que se gana el respetogolpeando a los dems; ese es Marcelo. Y tampoco falta el grupo
de los de la esquina que fuman marihuana, no s por qu: siempreme lo pregunt.Cumplo veinte aos. Sofa me trae un regalo que me encanta:
un vestido rojo.- Probtelo, te va a quedar hermoso.Me lo pongo y mi reejo da a un ventanal en mi habitacin.
Cmo resalta el color rojo, me siento una verdadera mujer.- Te queda bien Florencia. Usalo para salir esta noche.
Llega la noche y decidimos ir a bailar. Sofa me pasa a buscarcon su novia Soledad. Solo soy yo y mi vestido rojo.
Bailo con mis amigas. Entonces llega Marcelo. Se siente fuerte,seguro que ha consumido bastante alcohol porque se puede ver suimpulsividad, probablemente su mente est acelerada y pesada.
Ingresan a la esta los de la esquina, se prenden un porrito, se
ren de todo, sus cuerpos en paz y armona.En un momento en que estamos bailando frente a unos espe-
jos, en que me veo y me siento bella - cmo disfruto de mi vestidorojo! se escuchan ruidos de botellas que se rompen fuera del lugar.Salimos a ver: es Marcelo que golpea, en la cabeza a un pibe con unenvase de cerveza y sale corriendo.
Dentro del baile los de la esquina escuchan un tema de reg-
gae, danzan con sus brazos como si se trasladaran a otra dimensin.Se termina la noche, me voy a mi casa, ebria. Me acompaan
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Sofa y Soledad. Llego, me despido; ellas se van por las calles sinnombre de mi barrio.
Entro a mi casa, estoy en el comedor y me miro frente al es-pejo, me toco los pechos en ese momento golpean la puerta.
Atiendo, es Marcelo.- te pas? le digo.
- Me cagaron a pias, es que cuando bebo demasiado me trans-formo, me creo el hombre invencible.- Pas que te limpio y te queds a dormir ac no vaya a ser
que te pase algo peor.- Dale, muchas gracias, Daniel.- No me llams Daniel. Sabs que soy Florencia y ms cuando
tengo un vestido rojo como este.
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La confesin
I
Como todas las noches de luna llena, yo saba que era ms fciladentrarme en los cerros y llegar a la casa para robarla.
No me consideraba un simple ladrn: era un profesional en micampo. Antes de partir preparaba mis herramientas y, como deca
siempre, mejor solo que mal acompaado.Ya tena un plano de la casa que asaltara y qu deba llevarme.Lleg la noche, me adentr en los cerros, salt la medianera,
ca en el patio y con una ganza abr la puerta trasera, desactiv lasalarmas quitndoles los interruptores, ingres. Mis presas estabanah frente a mis ojos. Saqu cuidadosamente los cuadros, los cortpor el borde con una navaja, luego los guard en un estuche de pla-nos, me dirig a la habitacin, tom las alhajas que encontr en el in-terior de la mesita de luz y junto a ella estaba lo que me habanpedido por encargo: una alfombra de la India, muy valiosa en el mer-cado negro. Baj a la cocina y de paso me guard unos cubiertos deplata: venan bien para la ocasin.
Faltaba mi cbala: ir al stano (todas mis casas los tenan)donde estaba la cava y tomarme un buen vino. Ya en ella busqu unmalbec del dos mil dos Santa Julia y lo destap. Con mi codo golpe
un pico que se enterr en los azulejos. Fue entonces cuando mis ojosse abrieron, una mano sali del suelo, me qued tieso. No saba quhacer, le quit el pico y me fui del lugar.
Me fui a dormir con mi botn y con la certeza de que solo yosaba que haba un cuerpo enterrado en el stano.
Al da siguiente no sali en las noticias ni publicado en los pe-ridicos que haban asaltado la casa.
Necesitaba decirle a alguien lo del cuerpo. La nica persona ala que poda acudir era a mi amigo, el pastor evanglico que siem-
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pre escuch mis arrepentimientos ya que era ladrn pero no ase-sino. Fui a la iglesia, encontr a Juan y le cont mi secreto. Me pidique no lo dijera a nadie, que l se encargara de buscar la forma paraque pudieran allanar la casa.
La polica allan la casa y no encontr nada. Juan me trat dementiroso y que, a pesar de eso, siempre iba a ser igual conmigo. Fue
ah que decid ir a poner la denuncia. Pero quin le creera a un la-drn y menos a un ladrn arrepentido que confesaba un no-asesinato?
II
Cada vez que entro a mi casa, no me olvido jams la escenaen que ella estaba haciendo el amor con el amante. Me acuerdo deque dej el auto dos casas antes que la ma; ya sospechaba queella me engaaba. Abr la puerta del patio sigilosamente, solo seme pas por la cabeza tomar un cuchillo de la cocina y terminarcon mi cometido.
Voy a la cocina, agarro un cuchillo grande de mucho lo, subolas escaleras descalzo para que no me escuchen. La puerta de la ha-bitacin est abierta. Ah estn, se ren de algo, nunca sabr qu lescausaba tanta risa. Espero que se duerman y entro a la habitacin.
La primera pualada se la asest a l que ni siquiera grita, solo tieneun pequeo chillido. Su cuerpo ensangrentado est tirado en el suelomanchando los cermicos. Ella ni siquiera se da cuenta, sigue dur-miendo. Se me pasa por la cabeza preguntarle por qu me engaa.Se despierta, me mira y comienza a llorar. No llors, la culpa seguroes ma y la apualo en el estmago, sus ojos se van cerrando de apoco y unas lgrimas caen en la almohada. Saco los cuerpos y ya
tengo todo pensado: les dir a sus padres que su hija me dej porotro y nunca volvi a verme. No creo que se preocupen, ella era de
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otro pas y nunca le prestaron atencin y por el amante dir quenadie podra saber de l, me causa gracia. Pienso dnde dejara loscuerpos se ha terminado de construir la cava del stano los en-terrara all y nadie preguntara por ellos. Me siento un verdadero
asesino sin escrpulos, me siento fuerte.
III
Y si yo soy un ladrn no un asesino. cmo puedo lograr quecrean que en la casa de un juez hay un cuerpo? Mi nica opcin esentrar a la casa de nuevo, sacarlo a la vista y luego llamar a la poli-
ca desde otro lugar.Son las doce de la noche, un da sbado, s que l no est. Meadentro en los cerros con mis herramientas solo para abrir las puer-tas y desactivar las alarmas. Salto la medianera e ingreso a la casa,me dirijo directamente al stano donde estaba la cava y encuentrotodo cambiado de lugar. Busco el pico de acero y tampoco lo en-cuentro. Por suerte traigo un punzn y una maza no muy grandes.Miro el suelo donde no hay rastro de que se hubiera roto algo, peroyo s del cuerpo, tomo el punzn y golpeo en la cermica. Y no salea la vista rastro de ningn cuerpo. Y en medio de mi asombro sientoque alguien entra. Me escondo detrs de unos estantes y es l quienbaja por los escalones hacia el stano.
S que ests ah, - dice en voz alta- vos sos un ladrn, yo un ase-sino, s que ests escondido y qu hars, earle la culpa a un juez deun asesinato que no existe, ni siquiera tens pruebas. Es cuando veo
su cuerpo pasar y me arrojo encima de l, lo puedo reducir, lo miroy me dice ya llam a la polica, sos el ladrn y me tens amarrado.
-Dnde est el cuerpo, dnde lo dejaste?- se re con mis pre-guntas- Son dos los cuerpos y ya los quit de este lugar.
Soy un ladrn pero no sos un buen asesino, tengo grabado todo,todas tus palabras en este grabador, me tengo que ir.
l vuelve a rer: cmo logrars que una cinta testique contra m?
Lo miro y encuentro una variante. La cinta va a formar partedel testimonio porque me quedar a testicar en tu contra.
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Mi mundo de cacerolas y recetas
se escondi entre parntesis.
Y con las palabras hechas fantasmas
en la mente, mi voz enmudeciy se volvi tristeza mi sangre por las venas.
Entonces la pluma de mi alma salt
al vaco y pude caminar y rer.
Hoy vivo
Mi pluma tiene un nombre y apellido
y ese, ese coincide con el mo.
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7/21/2019 Jueves Con Sentidos
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Aprender a matar el tiempo
Abri los ojos y la luz le dio de golpe en las pupilas, no debatitubear ni un segundo, tampoco pensar mucho. Se incorpor en lacama, se puso torpemente los zapatos, la camisa y un pantaln, enforma atropellada sali al pasillo. iso arrancar los faroles que anestaban encendidos, tir y tir pero le fue imposible.
Despus con las manos quemadas y doloridas intent separar
uno de los barrotes de la reja que cerca el primer patio. Con unafuerza inusitada se aferr y el esfuerzo le apret el cuello hasta de-jarlo sin aire, entonces advirti que tampoco ah estaba la salida
Casi sin darse cuenta lleg al hall de entrada y como si fueraun atleta en plena olimpiada comenz a correr con actitud desaantepor todo el recinto. Tropez muchas veces y volvi a levantarse, yvolvi a correr se arrebat, se desgast, se extenu para derrum-barse luego en un silln y comprender que esto tampoco le serva
Sin embargo, saba que no poda perder ni un minuto. La granpuerta de entrada se le ofreca con opciones diferentes y la abri, depar en par, la atraves y lleg al jardn. Aturdido enrosc sobre smismo una manguera que yaca sobre el pasto, tir de ella, tir hastaajustarla cada vez ms como si fuera una boa constrictora. Sbita-mente comenzaron a funcionar los aspersores y la manguera se des-envolvi y un gran chorro de agua se dispar oscilando por el jardn
en distintas direcciones.Estaba mojado y confundido cuando record de pronto que
en el cuarto de limpieza el jardinero guardaba sus ti