Juan Rafael Mora Porras

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Itinerarios de barco: don Juanito Mora rumbo al patíbulo 4 Itinerarios de barco: don Juanito Mora rumbo al patíbulo Luko Hilje Quirós. Itinerarios de barco: don Juanito Mora rumbo al patíbulo. Revista Comunicación. Año 36, vol. 24, núm. 1. Enero - junio, 2015. Tecnológico de Costa Rica. ISSN Impreso: 0379-3974/ e-ISNN: 1659-3820 PALABRAS CLAVE: Juan Rafael Mora, José María Cañas, exile, El Salvador, Costa Rica, John M. Dow, Guatemala and Columbus steamboats. Juan Rafael Mora, José María Cañas, exilio, El Salvador, Costa Rica, John M. Dow, vapor Guatemala, vapor Columbus. KEY WORDS: Dr. Luko Hilje Quirós i Recibido: 15/04/2015 Aprobado: 22/05/2015 Resumen Derrocado en agosto de 1859, tras casi 10 años de ejercer la presidencia de Costa Rica, Juan Rafael Mora fue deportado a El Salvador; retornó en setiembre de 1860, pero pronto fue fusilado. Para entender mejor lo acontecido con sus actividades personales y políticas durante ese intervalo, en procura de retomar el poder, se analiza la información disponible en la prensa de entonces acerca de sus viajes en barco por la costa centroamericana. Abstract Steamboat Itineraries: Don Juanito Mora on the Road to his Execution I Victim of a coup in August in 1859, after almost ten years of being the President of Costa Rica, Juan Rafael Mora was deported to El Salvador; he returned in September 1860, but was soon executed by firearm. In order to understand what happened in relation to his personal and political activities during that pe- riod of time, when he intended to regain power, the available information from the press at that time regarding his steamboat voyages along the Central American coastline is analyzed. INTRODUCCIÓN Don Juan Rafael Mora Porras, conspicuo cafetalero y comerciante, a quien el pueblo cariñosamente le llamaba don Juanito, incursionó en el ámbito de la política, primero como diputado y después como Vicepresidente de Estado, secundando al abogado José María Castro Madriz. Tras algunas turbulencias que precipitaron la renuncia de Castro, el 30 de diciembre el Congreso lo investía como Presidente de la República. Favorecido por la bonanza cafetalera de entonces, iniciada en el decenio de 1830, desarrolló una obra realmente encomiable, que se prolongaría por casi 10 años, tras ser reelecto dos veces de manera consecutiva. A la construcción y el mejoramiento de caminos y puentes, así como de proyectos de colonización agrícola en áreas clave del país, se sumaron importantes obras de infraestructura i Profesor Emérito. Centro Agronómico Tropical de Investigación y Enseñanza (CATIE). Turrialba, Costa Rica. Miembro del grupo cívico “La Tertulia del 56”.

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    Itinerarios de barco: don Juanito Mora rumbo al patbulo

    Luko Hilje Quirs. Itinerarios de barco: don Juanito Mora rumbo al patbulo. Revista Comunicacin. Ao 36, vol. 24, nm. 1. Enero - junio, 2015. Tecnolgico de Costa Rica. ISSN Impreso: 0379-3974/ e-ISNN: 1659-3820

    PALABRAS CLAVE:

    Juan Rafael Mora, Jos Mara Caas, exile, El Salvador, Costa Rica, John M. Dow, Guatemala and Columbus steamboats.

    Juan Rafael Mora, Jos Mara Caas, exilio, El Salvador, Costa Rica, John M. Dow, vapor Guatemala, vapor Columbus.

    KEY WORDS:

    Dr. Luko Hilje Quirsi

    Recibido: 15/04/2015Aprobado: 22/05/2015

    Resumen

    Derrocado en agosto de 1859, tras casi 10 aos de ejercer la presidencia de Costa Rica, Juan Rafael Mora fue deportado a El Salvador; retorn en setiembre de 1860, pero pronto fue fusilado. Para entender mejor lo acontecido con sus actividades personales y polticas durante ese intervalo, en procura de retomar el poder, se analiza la informacin disponible en la prensa de entonces acerca de sus viajes en barco por la costa centroamericana.

    Abstract

    Steamboat Itineraries: Don Juanito Mora on the Road to his Execution I

    Victim of a coup in August in 1859, after almost ten years of being the President of Costa Rica, Juan Rafael Mora was deported to El Salvador; he returned in September 1860, but was soon executed by firearm. In order to understand what happened in relation to his personal and political activities during that pe-riod of time, when he intended to regain power, the available information from the press at that time regarding his steamboat voyages along the Central American coastline is analyzed.

    INTRODUCCIN

    Don Juan Rafael Mora Porras, conspicuo cafetalero y comerciante, a quien el pueblo cariosamente le llamaba don Juanito, incursion en el mbito de la poltica, primero como diputado y despus como Vicepresidente de Estado, secundando al abogado Jos Mara Castro Madriz. Tras algunas turbulencias que precipitaron la renuncia de Castro, el 30 de diciembre el Congreso

    lo investa como Presidente de la Repblica. Favorecido por la bonanza cafetalera de entonces, iniciada en el decenio de 1830, desarroll una obra realmente encomiable, que se prolongara por casi 10 aos, tras ser reelecto dos veces de manera consecutiva. A la construccin y el mejoramiento de caminos y puentes, as como de proyectos de colonizacin agrcola en reas clave del pas, se sumaron importantes obras de infraestructura

    i Profesor Emrito. Centro Agronmico Tropical de Investigacin y Enseanza (CATIE). Turrialba, Costa Rica. Miembro del grupo cvico La Tertulia del 56.

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    y se ejecutaron notables acciones en beneficio de la educacin, la salud pblica, la economa, la poltica, la cultura y la seguridad nacional.

    Pero, adems, cuando desde mediados de 1855 Cos-ta Rica y Centro Amrica empezaron a sufrir las vejacio-nes del filibusterismo encarnado en William Walker y su falange, don Juanito supo responder a la altura de las circunstancias. Con gran capacidad de convocatoria, a pesar de la fuerte oposicin de un sector de influyentes personajes, logr engrosar el ejrcito regular de manera sustancial, lo equip con el armamento ms moderno, y l mismo march hacia los frentes de batalla, en Gua-nacaste y Nicaragua, en su condicin de Capitn Gene-ral del Ejrcito Expedicionario.

    Esa Campaa Nacional, que se prolong por poco ms de un ao, entre marzo de 1856 y mayo de 1857 -cuando Walker se rindi ante los ejrcitos aliados de los pases centroamericanos-, tuvo un muy alto precio en vctimas de la plvora, las bayonetas y los sables, a lo cual se sumaron los estragos del clera morbus, que aniquil al 10% de nuestra poblacin. Pero, sin duda, don Juanito emergi como un sabio y valiente conduc-tor, como el hroe que logr abortar las pretensiones esclavistas de los estados del sur de EE.UU., quienes sin cesar apoyaban a Walker con reclutas, armas moder-nas, pertrechos militares y viandas.

    En efecto, don Juanito venci en el plano externo, pero sus enemigos, que eran una faccin de la mis-ma oligarqua a la cual l perteneca, no se daban por derrotados. De hecho, las pugnas databan de mucho antes, e incluso sus adversarios haban intentado derro-carlo pero l acompaaba a nuestras tropas, victoriosas en las clebres batallas de Santa Rosa y Rivas. Eso lo forz a retornar de Nicaragua tan pronto como le fue posible, lo que dio como resultado confinamientos de varios individuos en lugares inhspitos, o deportaciones hacia otros pases, aunque a casi todos despus se les revoc el castigo; entre los ms conspicuos figuraban el expresidente Castro Madriz, as como Francisco Mara Iglesias Llorente y Saturnino Tinoco Cantarero, los cabe-cillas de la conspiracin.

    El tiempo sigui su curso y los adversarios persistie-ron, aunque Mora se las ingeni para mantener la situa-cin sin muchos sobresaltos. No obstante, los intereses econmicos y polticos de la citada faccin, sumados a serios errores polticos del propio don Juanito, crearon el caldo de cultivo para que, apenas tres meses despus de asumir el poder por tercera vez, por fin los golpistas

    lograran el ansiado anhelo de verlo fuera de la presi-dencia.

    Si bien los principales acontecimientos asociados con su derrocamiento y deportacin han sido descri-tos en las obras de Montfar (2000), Melndez (1968) y Argello (2007), an subsisten muchas interrogantes acerca de tan importante coyuntura histrica. Y aunque ello obedece, en gran medida, a la carencia de fuentes documentales, debe reconocerse que algunas que no han sido exploradas debidamente. Una de ellas es el ar-chivo personal del capitn naviero John Melmoth Dow, testigo de excepcin de esa poca, con base en cuya correspondencia quien escribe pudo trazar su relacin con don Mora (Hilje, 2010).

    Ahora, a propsito de la celebracin del bicentenario del nacimiento de don Juanito, se considera necesario complementar e integrar esa informacin con aquella disponible en la prensa de la poca, y especialmente en los recuadros que, con el ttulo Movimiento marti-mo, aparecan con frecuencia en la Gaceta Oficial de Costa Rica y la Gaceta Oficial (El Salvador) en el cual se abrevia GOCR y GO respectivamente. Con toda esta informacin, se han podido reconstruir algunos aconte-cimientos, al igual que las actuaciones de varios perso-najes asociados con el destierro y el retorno de don Jua-nito, para as entender mejor el proceso que culminara con su deplorable fusilamiento, en Puntarenas.

    UN DERROCAMIENTO EXPEDITO

    En verdad, a los enemigos polticos de don Juanito no les cost mucho destronarlo. Con la misma astucia con que otrora se haba lucido en las batallas del ro San Juan el mayor Mximo Blanco Rodrguez, en aso-cio con el coronel Lorenzo Salazar Alvarado ingeni un simple pero eficaz ardid.

    Apelando al gran respeto que se le tena a Mora, se le busc en su casa en la madrugada del domingo 14 de agosto, para convencerlo de que solo su presencia po-dra abortar un motn militar en el Cuartel de Artillera. No dudaban de que l accedera de inmediato. Por eso, Salazar se limit a enviar a su subalterno Sotero Rodr-guez con una escolta, y a esperar a que, ya convertido en prisionero, don Juanito arribara al cuartel, que dista-ba tan solo dos cuadras y media de la casa.

    Al clarear el da, la impactante noticia empez a cir-cular boca a boca entre la poblacin. Pronto fueron detenidos otros correligionarios clave, como el vicepre-sidente Rafael G. Escalante Nava, el general Jos Mara

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    Caas Escamilla -cuado suyo y concuo de Monteale-gre- y el joven abogado y escritor Manuel Argello Mora -sobrino de don Juanito-, quien frisaba los 26 aos. Tras ser apresados los dos primeros, as como el general Jos Joaqun Mora -hermano suyo, quien funga como Co-mandante General del Ejrcito- fueron encerrados en diversas oficinas pblicas y se les permiti comunicar con cuantas personas quisieron (Nueva Era, 1859).

    A partir de entonces, cualquier intento de rescatar al hroe cado topaba con una simple y cruda realidad: indefenso dentro de un calabozo, Salazar blanda frente a l un pual, mientras adverta que lo clavara en su pecho si alguien intentaba rescatarlo. Todo ello dej sin capacidad de respuesta de los moristas, que debieron aceptar la contundencia de los hechos.

    El plan de los sediciosos fue an ms evidente cuan-do ese mismo domingo por la tarde, 87 ciudadanos concurran a una especie de cabildo abierto, en el cual suscribieron el Acta del Vecindario de San Jos. En ella se desconoca a Mora como Presidente de la Repblica y se le enviaba al exilio junto con Caas y Argello, se nombraba como presidente provisorio a Jos Mara Montealegre Fernndez, se decretaba el cierre del Con-greso y se convocaba a una Asamblea Constituyente. Los polticos ms influyentes que la rubricaron fueron Castro Madriz, el abogado Julin Volio Llorente, el otro-ra hombre de confianza Manuel Jos Carazo Bonilla, que haba renunciado a su puesto de Ministro de Ha-cienda y Guerra poco despus de la batalla de Rivas, y el comerciante Vicente Aguilar Cubero. Este ltimo, exsocio y enemigo acrrimo de Mora, fue nombrado tres das despus como Ministro de Hacienda, Guerra, Marina y Caminos (GOCR, 22 de agosto, 1859).

    Acerca de Montealegre, debe anotarse que era ciru-jano de formacin, as como miembro de un importan-te clan cafetalero, junto con sus hermanos Francisco y Mariano. Haba enviudado cinco aos antes de Ana Mara Mora, hermana de don Juanito, con la que pro-cre 10 hijos; en enero de 1858 se cas con la inglesa Sofa Matilde Joy, antigua institutriz de sus hijos.

    En un mensaje de ese mismo da, Montealegre expre-saba lo siguiente (Crnica de Costa Rica, 1859):

    Preciso es reconocer los importantes servicios y dar las ms expresivas muestras de gratitud a los valientes y honrados militares, muy particu-larmente a los heroicos Jefes D. Lorenzo Sala-zar y D. Mximo Blanco.

    Esto era congruente con el encabezado del acta ya citada, en la que se agradeca a la Divina Providencia haber armado el brazo del esclarecido patriota don Lorenzo Salazar para librar al pas de la abyecta es-clavitud en que el opresor nos haba sumido, as como con el artculo 2, en que se calificaba de heroico a Sa-lazar. Pero ese herosmo y patriotismo se desdibujaron de manera vergonzosa cuando la prensa internacional revel que Salazar, Blanco y Sotero Rodrguez recibie-ron la exorbitante suma de 15.000 pesos por su trabajo; an ms, se implic a los ingleses Eduardo Joy -cuado de Montealegre- y Eduardo Allpress -yerno de Vicente Aguilar- como los que aportaron toda o la mayor parte de tan jugosa suma de dinero.

    El propio domingo 14, don Juanito fue trasladado del cuartel a la que fuera su oficina presidencial en el Pa-lacio Nacional, en tanto que Escalante y Argello per-manecan en una sala contigua. Ah, bajo estricta vigi-lancia, se permiti la visita de familiares y allegados, antes de su deportacin. Por su parte, Caas esperaba en el que horas antes fuera su despacho de Ministro de Hacienda y Guerra, tambin en el Palacio Nacional; segn un documento confiable (Annimo, 1861), no fue capturado, sino que l se haba entregado y, sin ser encarcelado, fue trasladado ah. En esto hay un curioso error de (Argello, 2007), tal vez por el olvido que pro-vocan los aos -pues fue un testigo de excepcin-, al consignar que tanto Caas como Jos Joaqun Mora se unieron al grupo de exiliados ya en Puntarenas, lo cual carece de lgica, en virtud de la informacin aqu reco-pilada; por cierto, el nombre de este ltimo no figuraba

    en el acta ya mencionada.

    HACIA EL DESTIERRO

    Existe un importante documento (Annimo, 1861) que representa la versin del gobierno, pero no fue sus-crito por ste, sino por Unos costarricenses, aunque sali a la luz en la Imprenta del Gobierno (Figura 1)1. En l se indica que a don Juanito se le dio un trato esme-rado, y que incluso -algo difcil de creer- l acept los acontecimientos con satisfaccin, al punto de que ma-nifestse muy resignado con su suerte, muy complaci-do por las atenciones y respetos de que era objeto, aun de parte de aquellas personas a quienes l haba daa-do y perseguido, y protest [manifest?] estar satisfe-cho dando su entera adhesin al cambio que se haba verificado. Esto ltimo es poco o nada veraz, no solo por lgica elemental, sino que tambin por lo que don Juanito expresara despus, en sendas cartas escritas a

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    bordo del vapor que lo llev al exilio que, por cierto, irritaron mucho a sus captores.

    Ah mismo se expresa que, a solicitud suya, el gobier-no le gir un monto de 4621 pesos en efectivo, bajo el ttulo de gastos extraordinarios, es decir, discreciona-les -hoy llamados gastos de representacin-, que eran un complemento de su salario; adems, en una nota al pie se aclara que, aunque tena derecho a disponer de 10.000 pesos anualmente, en los tres meses que haba gobernado ya haba consumido casi 9000 pesos. Por aritmtica simple, se capta que entonces que, con la nueva erogacin efectuada, se le habra dado dinero en exceso, quizs tratando de comprar su silencio.

    El enclaustramiento de los prisioneros se prolong por pocos das pues, obviamente, para evitar cualquier intento de liberarlos, el gobierno pretenda enviarlos al exilio a la mayor brevedad. Es posible que el lunes 15

    fuera un da de negociaciones para, entre otras cosas, acordar cul sera el pas adonde seran enviados. Aun-que Caas no estaba al lado de don Juanito, posible-mente fue l quien sugiri que fuera a El Salvador, su pas natal, gobernado por el general Gerardo Barrios Espinoza, quien de seguro los acogera; amigos entra-ables, Caas y Barrios haban sido compaeros en el ejrcito del general unionista hondureo Francisco Mo-razn Quesada.

    Convenido esto, era preciso utilizar la va ms expe-dita y menos riesgosa para sacarlos del pas, que era la acutica, para lo cual se necesitaba contar con un bar-co apropiado. En tal sentido, lo ideal era utilizar uno de los vapores de la Pacific Steamship Mail Company, que atracara en esos das en Puntarenas; conocida como Mala del Pacfico, esta empresa naviera era propiedad de la Compaa del Ferrocarril de Panam. Esto explica la siguiente resolucin (Mndez, 2012):

    Con esta fecha he recibido orden Suprema para que a las cinco de la maana del da 17 del corriente haga salir con destino a Puntare-nas, para embarcarse en el vapor Columbus a los seores Don Juan Rafael Mora, Don Jos Joaqun Mora, Don Jos Mara Caas y Don Manuel Argello, recomendndole al mismo tiempo se les trate en su marcha con la con-sideracin que sea posible... y como a estos Seores y principalmente al expresidente Juan Mora, se les debe custodiar hasta su destino con una escolta de oficiales por lo menos de ocho mandada por un Jefe, me apresuro a co-municrselo para que se prepare desde luego.

    Sin embargo, quizs despus se percataron de que no habra tiempo suficiente para abordar el vapor, que fon-deara el viernes 19. Por tanto, ya el martes 16 de agosto la comitiva emprenda la ruta del Camino Nacional (Ar-gello 2007), fecha que coincide con el siguiente dato:

    Cuatro das mediaron tambin desde la salida de la capital del Sr. Mora y su ex-Ministro (Caas), hasta su embarco en Puntarenas; iban sueltos y a caballo, ha-can jornadas discrecionales, tenan comunicacin con todos, y la guardia de cien hombres que les acompaa-ba, era ms de honor y de proteccin, que un cuerpo de vigilancia y seguridad (Annimo, 1861).

    Por cierto, estas palabras tienen un tono casi festivo, al igual que la aseveracin -poco verosmil- de que don Juanito hasta escogi a sus guardianes; se sabe que eran 10 oficiales, comandados por el coronel colombiano

    Figura 1. Cartula del documento aludido

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    Prudencio Blanco. Asimismo, que tan solo cuatro pri-sioneros inermes fueran conducidos a Puntarenas bajo la custodia de solo cien hombres al mando de oficiales que el mismo Mora design no pareciera una conce-sin, sino una obvia desproporcin.

    Esto es poco verosmil, pues en algn punto del cen-tenar de kilmetros de esa ruta tortuosa y montaosa que atravesaba La Uruca, La Asuncin de Beln, San Rafael de Alajuela, Los Llanos, La Garita, Atenas, San Mateo y Esparza, podra ocurrir una emboscada para liberar a los cautivos.

    Al respecto, en un expediente judicial alusivo a este asunto, para el cual fue indagado Leandro Cantillano, labrador, soldado y vecino del Barrio de la Uruca, ex-pres que, tras enterarse de la detencin de don Juanito el propio 14 de agosto, el Comandante de Alajuela lo-gr aglutinar un contingente de 300 o 400 hombres en la hacienda Ojo de Agua, perteneciente a aquel, con el objeto de lanzarse sobre los cuarteles de esta ciudad y tomarlos, para quitar de la prisin al Presidente Mora y colocarlo en su destino; no lo hicieron, porque don Juanito les escribi, indicando que si lo hacan, lo asesi-naran (Guerra y Marina, 1864). Sin embargo, en supe-rioridad numrica y a campo abierto, un batalln como este podra haber enfrentado y derrotado a las fuerzas gubernamentales. Es decir, es de suponer que, captu-radas sus preciadas presas polticas, estas fuerzas iban muy bien armadas y organizadas para repeler cualquier ataque.

    En todo caso, lo cierto es que la caravana logr atra-vesar sin dilacin los escarpados Montes del Aguacate, a pesar de las fuertes lluvias de la poca, para arribar a Puntarenas a tiempo, de modo que a don Juanito y Caas se les hizo embarcar, en unin de un hermano y de un sobrino de ste, a bordo de uno de los vapores de la lnea de Panam, que a la sazn sala para las otras repblicas centro-americanas. Al revisar la prensa de esa semana, se percibe que, en efecto, el viernes 19 arrib el barco de la Mala del Pacfico, como se capta a continuacin como afirma (GOCR, 1859):

    Agosto 19. Dio fondo en este Puerto, proce-dente de Panam y Boca Chica, el Vapor Nor-te-americano Guatemala, de 1.500 toneladas. Su Capitn John M. Dow, tripulado con 43 hombres. Cargamento: mercaderas extranjeras y consignado a los seores Crisanto Medina y Compaa. Pasajeros, los seores Juan G. Bar-th, U.E. Moller, W. Boehardt, H. Held, Filadelfo Soto y Miguel Macaya (Nm. 2, p. 3).

    Dos de estos pasajeros deben haber quedado azora-dos ante lo que presenciaban. Uno de ellos, el alemn Juan Barth, haba sido director de la Casa de la Moneda por mucho tiempo, en tanto que Miguel Macaya de la Esquina era un prominente y respetado abogado co-lombiano establecido en Costa Rica desde haca varios aos. Pero la sorpresa debe haber sido ms que mays-cula para el capitn del navo, John Melmoth Dow, de 33 aos de edad (Figura 2), quien haba alternado con don Juanito desde que, tres aos antes, a inicios de ene-ro de 1856, el vapor Columbus, bajo su mando, haba fondeado en Puntarenas, en el recorrido inaugural de los vapores de la Mala del Pacfico por los puertos centroamericanos.

    Al parecer, fue en esa ocasin que Dow obsequi a don Juanito un catalejo, que pocos meses despus utilizara cuando, como Capitn General, comand a nuestras tropas por los territorios de Guanacaste y Ni-caragua; por su parte, en sus archivos personales Dow conservara consigo una foto de su amigo (Figura 3).

    Ya lejos de sus custodios, e instalado en el buque, don Juanito decidi escribir una carta, dirigida a los ministros y cnsules extranjeros acreditados ante los gobiernos de la regin, en la cual se proclamaba por la Constitucin, Presidente legtimo de la Repblica de Costa-Rica. Esto contradice de manera palmaria la aceptacin de su derrocamiento, como se expresa en el folleto justificativo ya citado (Annimo, 1861) donde, por este acto, se le censura en los siguientes trminos: En la misma hora de su embarco, arrojando la msca-ra, y atropellando su palabra y sus promesas, formula-ron una protesta, tan curiosa en su forma, como extraa

    Figura 2. El capitn Dow, en su juventud

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    en su objeto. Pero, adems, don Juanito expresaba que sus seguidores no lo rescataron de prisin, debido en primer lugar, a las rdenes dictadas por m, prohibin-dome ensangrentar el pas con una lucha fratricida.

    El barco, que haca su primer recorrido por la cos-ta centroamericana, zarp el mismo da de su arribo a Puntarenas, con cuatro exiliados, ms nuevos pasaje-ros, como se nota a continuacin (GOCR, 1859):

    Agosto 19. Vapor Norte-americano Guatemala, a cargo de su Capitn John M. Dow con des-tino a San Jos de Guatemala y puertos inter-medios, despachado por los seores Crisanto Medina y Compaa: llevando parte del car-gamento que trajo, y de pasajeros a los seores Don Juan Rafael Mora, D. Jos Mara Caas, D. Jos J. Mora, D. Manuel Argello, D. Roderico Toledo, D. Joaqun Marcoleta, P. Domingo Ri-vas, D. Manuel Garca, D. Manuel Castell, D. Jess Brenes, Remigio Garro, Joaqun Gonz-lez y Luis Pags (Nm. 2, p. 3).

    Llama la atencin la ausencia de Rafael Escalante, quien tiempo despus residira en El Salvador, segn consta en una carta del emigrante voluntario Fausti-no Montes de Oca (Obregn, 2007). En cuanto a los

    dems pasajeros, es importante destacar que el joven Roderico Toledo Mattei era hijo del mdico guatemalte-co Nazario Toledo Murga, cercano colaborador de don Juanito, y a quien se aludir despus. Por su parte, el sacerdote Domingo Rivas Salvatierra, que aos despus sera rector de la Universidad de Santo Toms, iba en una importante misin de carcter eclesistico, como se relatar posteriormente.

    EN EL OSTRACISMO

    Como se ver pronto, y este es un dato ausente en nuestros anales histricos, los exiliados iban para El Salvador, pero las autoridades de all lo ignoraban por completo. Eso s, segn narra (Argello, 2007), Caas y l desembarcaron en el puerto nicaragense de Corinto (o Realejo) para despus viajar por tierra a Len.

    Don Juanito continu el viaje junto con su hermano Jos Joaqun, y al atardecer del da 21 y frente al puerto de La Unin, redact una carta de protesta, dirigida al general Gerardo Barrios, Presidente de El Salvador. Vale la pena resaltar que, en una nota al pie, consigna que Lorenzo Salazar se vendi por 10.000 pesos a los fac-ciosos Vicente Aguilar, Eduardo Allpress, Eduardo Joy, Francisco Mara Iglesias y Ramn Molina, que fue el negociador con Salazar. Es curioso que, en tan bre-ve tiempo, y en coincidencia con lo expuesto por la prensa internacional, don Juanito conociera en detalle quines fueron los implicados en su derrocamiento, y hasta el monto pactado, pues otras fuentes (Meln-dez, 1968) indican que, ciertamente, Salazar entreg a Sotero Rodrguez 5000 de los 15.000 pesos recibidos. De los citados personajes, ya se ver cmo Aguilar e Iglesias, investidos de gran poder por la administracin Montealegre, fueron protagonistas determinantes en el desenlace de los acontecimientos que, un ao despus, culminaron en el fusilamiento de don Juanito y Caas.

    En cuanto a la carta, no haba manera de hacerla lle-gar rpidamente a Barrios, pues La Unin est a la en-trada del golfo de Fonseca, lejos de San Salvador, cuyo puerto ms cercano es La Libertad, donde don Juanito desembarcara en menos de dos das, como lo confirma la siguiente noticia en la prensa salvadorea, del 24 de agosto (GO, 1859, nm. 31, p. 6):

    A ltima hora: Primer viaje el vapor Guate-mala. Ayer por la maana toc por la primera vez en el puerto de la Libertad el vapor Gua-temala, de 1,500 toneladas. Es un buque mag-nfico, segn todos los informes que se tienen.

    Figura 3. Foto de don Juanito, tal y como la conservaba Dow. Ntese la letra de Dow al pie de la foto

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    Ese buque demoraba entre ocho y diez das para completar su periplo por los principales puertos cen-troamericanos pues, incluyendo la travesa y la estada en cada puerto, dilataba unos dos das entre Panam y Puntarenas, uno ms hasta Realejo (Nicaragua), me-dio da hasta La Unin, un da hasta La Libertad y otro medio da hasta Acajutla (los tres en El Salvador), ms otro da hasta San Jos (Guatemala), donde permane-ca unos dos das. As consta en un detallado itinerario publicado en la prensa nacional, en octubre de 1859.

    Ahora bien, la reconstruccin de los hechos, basada en varias fuentes documentales poco o nada exploradas, indica que don Juanito y su hermano no desembarcaron en La Libertad, sino que continuaron hasta el puerto de San Jos, en Guatemala pero, obviamente, enviaron la carta a Barrios con algn emisario o un funcionario estatal. Enterado de los hechos, quizs Barrios los co-munic a la prensa, y al da siguiente, a continuacin del ya citado anuncio acerca del vapor Guatemala, se informaba -aunque algunas inexactitudes y ciertos datos que no aparecen en la carta de don Juanito- de lo ocurrido en Costa Rica, as GO (GO 1859):

    A ltima hora: Revolucin en Costa Rica. El 15 por la noche se sublev el cuartel de San Jos de Costa-Rica mediante 20,000 pesos con que una casa de aquella Repblica soborn a un oficial superior. El Presidente Mora fue preso y expulsado juntamente con su hermano el Ge-neral Mora y su cuado el General Caas. Ayer toc en la Libertad dicho Presidente que vena en el Guatemala y pas para el puerto de San Jos. Un gobierno provisorio a cuya cabeza se hallaba el Dr. D. Jos Mara Montealegre, ha-ba sido proclamado en Costa-Rica (Nm. 31, p. 6).

    Vale la pena aclarar que en das previos, ajeno a lo que ocurra en Costa Rica, Barrios ms bien estaba a la espera de una actividad protocolaria de bienvenida, a raz del arribo del vapor Guatemala pero, por algn motivo que se ignora, de manera anticipada se prefiri efectuarla no al llegar a El Salvador por primera vez, sino cuando bajara desde Guatemala. Esto ocurrira el da 27, como lo revela la siguiente noticia (GO, 1859):

    Crnica del Interior. El Exmo. Seor Presiden-te march el sbado 27 al puerto de la Libertad con el objeto de visitar el nuevo vapor Gua-temala, cuyo comandante estaba instruido para recibirle de la manera correspondiente, segn aviso que dio al Ministerio el agente de

    la Compaa de Panam. Los jefes del Estado Mayor y dos compaas de la guardia de honor acompaaron a S.E. El Illmo. Sr. Obispo y mu-chas personas notables invitadas, han ido tam-bin a aquella alegre expedicin. La amable Seora de Barrios tambin invit en su nombre a otras seoras que forman la parte ms bella de la concurridsima expedicin. Es probable que regresen hoy los ilustres visitadores del va-por Guatemala (nm. 33, p. 1).

    Sin embargo, al tanto de la sorpresiva presencia de don Juanito y su hermano en este navo, quienes su-bieron hasta Guatemala, mientras que en El Salvador ya circulaba la noticia del derrocamiento, los planes de bienvenida se ampliaron. Es decir, Barrios decidi ho-menajearlos, e incluso ofrecerles asilo poltico, como se capta en el siguiente relato:

    Variedades. Expedicin del Exmo. Seor Pre-sidente al vapor Guatemala. El mircoles 31 del pasado regresaron de su expedicin del puerto de la Libertad el Exmo. Seor Presidente y su comitiva, sin haber ocurrido la menor no-vedad desagradable. Su Seora Ilma. se dirigi desde el camino a su mansin de la Nueva San Salvador. Todas las personas que fueron invi-tadas vienen sumamente complacidas de los esmeros del Sr. Presidente por hacerles agra-dable el paseo y regalarlas con delicadeza y esplendidez.

    Uno de los objetos que llevaba S.E. era visitar al Sr. Capitn General Don Juan Rafael Mora y ofrecerle el asilo de esta Repblica con los dems miramientos que demanda su posicin, como as lo verific. El Sr. Mora luego que fue informado de que S.E. estaba en el puerto, sali del vapor y vino a cumplimentarle.

    Ms tarde el Sr. Presidente se dirigi a bordo acompaado de Su Seora Ilma. y comitiva, tanto con el objeto de llenar la visita propuesta como de conocer el nuevo buque. El Capitn Sr. Dow le obsequi esplndidamente. En la mesa, como es de suponer, hubo los ms cor-diales brindis, y entre ellos fue muy notable la siguiente improvisacin que el joven Teniente Coronel Don Juan Caas dirigi al Sr. General Mora.

    Qu importa que tu pueblo / se muestre contigo ingrato, / ni que toque hoy a rebato /

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    la discordia con furor? // Cuando t tienes un alma / tan grande como el vaco; / deja que ese pueblo impo / hoy desconozca tu amor. // Deja s que en su delirio / maldiga imbcil tu gloria / y que tu ilustre memoria / la procure escarnecer. // Pero el mundo es el juez solo / que contra l dictar el fallo: / flor arrancada del tallo / alivia tu padecer! // Nosotros! - Mira ah al hombre / que nuestros destinos rige; / l nuestros pasos dirige / por el sendero del bien. // Nosotros! - Con nuestra espada / su poder defenderemos: / nosotros no nos vendemos, / y l vela por nuestro Edn. // Juan J. Caas.

    Sorprendi a los concurrentes y fue muy aplaudido este generoso arranque del joven Vate, de que tomaron nota muchos asistentes a la mesa.

    Como el ilustre emigrado de Costa-Rica no se hallaba en posicin de premiarle con nin-guna distincin por este rasgo, S.E. el Sr. Pre-sidente manifest que hallndose el Sr. Mora al lado de un Jefe amigo, quedaba autorizado para acordar alguna distincin al joven Caas, que desde luego quedara confirmada. Agrade-ciendo aquel esta condescendencia generosa, pregunt qu graduacin tena el joven oficial y habindosele respondido que era Teniente Coronel graduado, le discerni la efectividad, que fue ratificada en el acto por S.E.

    Terminado el banquete, el Capitn tuvo la fi-neza de hacer navegar algunas leguas el Vapor y dar un paseo por el Pacfico a los ilustres vi-sitadores: y vueltos al surgidero a las siete de la noche se despidieron con la ms amistosa cor-dialidad de los viajantes que seguan a bordo. Al separarse del buque el Jefe de la Repblica de San Salvador y su squito, el Vapor fue ilu-minado con luces de bengala, arroj cohetes e hizo demostraciones de agasajo.

    Nada nos parece ms propio de un Gobier-no civilizado que ver al Jefe de la Repblica llevar el consuelo y tender una mano amiga al Jefe de otra Repblica cado de la mayor altura del poder, por consecuencia de un hecho que no podemos ni debemos calificar. El agasajo y la cortesana no tienen que ver con la pol-tica; y justa o injusta la cada del Sr. General Mora, ningn Centro-americano que tenga un corazn para su patria, debe olvidar jams que

    aquel Jefe fue el primero que con un puado de valientes se arroj sobre los filibusteros, y que luchando con el clima, con los desiertos y con el clera los hizo morder el polvo en Sapo, les quit el ro de San Juan, recobr el Castillo Viejo y les forz a capitular en Rivas.

    Verdad es que las Repblicas aliadas con-currieron despus de los primeros encuentros; pero nadie puede negar que los preliminares de la victoria fueron debidas al Sr. Presidente Mora y al Pueblo Costarricense (GO, 1859, nm. 34, p. 7).

    Como acotaciones interesantes, ntese que, gracias a su gesto, Juan Jos Caas fue convertido ipso facto en Coronel. Este militar y poeta, por entonces de 33 aos de edad, escribira la letra del Himno Nacional de El Salvador, estrenado en 1879; destacado poeta, quien no era pariente cercano del general Caas, sera amigo de Rubn Daro y de Jos Mart. Por su parte, la esposa del general Barrios era Adelaida Guzmn Saldas, hija del general Joaqun Eufrasio Guzmn Ugalde, costarri-cense nacido en Cartago, quien incluso fungi como Presidente de El Salvador entre 1845 y 1846.

    A pesar de la gentil oferta de Barrios, don Juanito no planeaba instalarse de inmediato en El Salvador, como s lo hizo su hermano, distinguido y respetado militar, quien haba conducido a los ejrcitos aliados centroa-mericanos hasta lograr la rendicin de Walker el 1 de mayo de 1857, en Rivas. En realidad, de antemano l haba planeado efectuar una visita recreativa a Nueva York, en compaa de su sobrino y del empresario ar-gentino Crisanto Medina Blanco, que haba sido un so-cio clave del Banco Nacional de Costa Rica, ente de ca-pital mixto, pblico y privado, fundado por don Juanito.

    A propsito de dicho banco, puesto que amenazaba seriamente a los prestamistas que cobraban intereses de usura, sus enemigos polticos lo llevaron a la quiebra de manera astuta. El tal Banco cay por consuncin, pues todo billete de l, entrado al comercio mayor, en el acto era enviado para ser cambiado por efectivo, y este comercio ni aceptaba giros o documentos de l, relatara muchos aos despus don Francisco Rohrmo-ser von Chamier (Hilje, 2010). Este testigo de excepcin tambin consignara que, adems de la molestia causa-da por la creacin de dicho banco, confluyeron en el golpe de Estado esta enemistad de Vicente Aguilar, la de Saturnino Tinoco por haberle expatriado y quitado el monopolio del aguardiente, y la de otras principales casas comerciales por su produccin.

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    Aunque, segn (Argello, 2007), ya de regreso don Juanito abord el Guatemala en El Salvador, y l se embarc en Corinto, sus nombres no figuran en la lista aparecida en la prensa, pues ellos eran parte del grupo de 13 pasajeros que iban en trnsito, y Dow no tena la obligacin de reportar todos estos nombres a las autori-dades migratorias.

    En la prensa nacional se indica que el vapor fonde en Puntarenas el 1 de setiembre, y se consignan los nombres de 14 pasajeros que desembarcaron, entre los que sobresale el de S.S.I. el Obispo de Costa Rica, a quien acompaaban los sacerdotes Domingo Rivas y Francisco Ortiz (GOCR, 1859, nm. 5, p. 27).

    El citado jerarca era nada menos que Anselmo Llo-rente y Lafuente, a quien don Juanito expulsara en di-ciembre de 1858 -por razones que sera extenso referir aqu-, y ahora retornaba jubiloso de su exilio en Nica-ragua. Ironas del destino! Es decir, por dos das a don Juanito le toc compartir el barco con quien fuera su vctima, lo cual debe haber resultado incmodo para ambos, aunque quizs l saba que eso ocurrira, desde que le toc departir con el cura Rivas en su viaje ha-cia El Salvador, y tambin por un interesante hecho al que se aludir despus, en relacin con los desterrados Caas y Argello. Por cierto, en los das subsiguientes la prensa public una carta del obispo al gobierno, fe-chada el 5 de setiembre en Alajuela, as como la efusiva alocucin de la comisin que le dio la bienvenida en dicha ciudad (GOCR, 1859, nm. 6, pp. 2-3).

    En ese mismo nmero del peridico, se anota que el Guatemala haba partido hacia Panam el da 5; sus pasajeros eran Adolfo Bonilla, L. Robles, Crisanto Medina y su hijo Crisanto Medina Salazar, que frisaba los 20 aos. Es decir, don Juanito y su sobrino debieron permanecer dentro del buque unos cuatro das, con-

    templando con nostalgia el litoral porteo (Figura 4), el cual haban abandonado apenas dos semanas antes, a la espera de que el vapor reemprendiera su ruta, ya con Medina a bordo, para trasladarse todos a Nueva York posteriormente.

    Ya en Panam, con esmeradas atenciones de parte de William Nelson, superintendente de la Compaa del Ferrocarril de Panam, ellos dos, los Medina y Boni-lla viajaron por tren hasta Coln (o Aspinwall), en el Caribe, para abordar ah el vapor Ocean Queen, y arribar a Nueva York al atardecer del 14 de setiembre. Hospedados pronto en el elegante Saint Nicholas Ho-tel, construido en 1854 y ubicado en la famosa aveni-da Broadway, en los das subsiguientes fueron visitados por numerosos diplomticos, as como abordados de manera insistente por la prensa.

    Adems, poco despus de llegar, recibieron un tele-grama del presidente James Buchanan, invitndolos a la Casa Blanca, lo cual fue reiterado una semana despus mediante un telegrama de Lewis Cass, Secretario de Estado. All llegaron tiempo despus, y narra (Arge-llo, 2007) que, para sorpresa de ellos, Buchanan, que de manera solapada apoyaba a Walker en su aventura esclavista pero ya lo perciba casi liquidado, ofreci a don Juanito pleno apoyo poltico, logstico y financiero para, con su liderazgo, lograr la unificacin de Centro Amrica, aunque, como es de suponer, bajo la tutela de EE.UU. Obviamente, don Juanito rechaz tan tentadora propuesta. Por cierto, la prensa en El Salvador inform acerca de la realizacin de la citada entrevista.

    Ahora bien, despus de unos tres meses de vacacio-nes en EE.UU., Mora regres solo, pues Argello parti hacia Europa, como se ver despus. En Panam debi tomar otra vez el Guatemala, rumbo a El Salvador. Para la ocasin, gracias a correspondencia previa con

    Figura 4. Puntarenas en 1858, vista desde el estero

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    sus correligionarios, se fraguaron planes insurgentes en Costa Rica. En efecto, Melndez (1968) describe con bastante detalle cmo sus partidarios aprovecharon la presencia de Mora en Puntarenas, el 21 de diciembre, para iniciar alzamientos en varias ciudades del interior del pas, que conduciran a su reinstalacin como pre-sidente. Adems, don Juanito estaba convencido de que en los gamalotales le esperaba una fuerza, pues as se lo haban prometido sus adeptos; es posible que ms bien aludiera a los manglares u otra vegetacin cercana al estero, dado que el gamalote o gramalote (Paspalum fasciculatum y otras especies) no vive en aguas salobres.

    Esto coincide con un testimonio de Dow, quien le relatara por carta a su amigo Charles Lennox Wyke que en el viaje hacia arriba, anclados en Punta Arenas, me contaron que era de esperarse una revolucin en cual-quier momento, y que la noche previa a nuestro arribo 300 hombres esperaban en los suburbios la llegada del vapor con el expectante Mora a bordo, con la intencin de manifestarse como incondicionales suyos (Hilje, 2010). De aqu se colige que, desde el extranjero y por correspondencia, Mora y Argello haban coordinado estos aspectos con figuras moristas clave. Sin embar-go, en palabras de Dow, aderezadas con sarcasmo, se vino una fuerte tormenta de lluvia, la cual dispers a la valiente banda en todas direcciones, buscando re-fugio, el cual todos excepto 30 consiguieron tan bien, que fue difcil hallarlos cuando se requeran y sic transit (as pas) el espritu de restauracin. Escuch acerca de varias detenciones de personas, efectuadas cuando es-tbamos a punto de zarpar.

    En su recuento de los hechos (Melndez, 1968) narra que inicialmente don Juanito estaba dispuesto a des-cender del barco, pero que fue el comerciante espaol Ceferino Rivera Ibarra quien lo disuadi, pues las con-diciones no eran las esperadas.

    En todo caso, con mucha anticipacin, el gobierno estaba al tanto de que don Juanito pasara por Punta-renas, e incluso de las intenciones de los moristas. De hecho, fechada el 3 de diciembre, don Juanito recibi una carta escrita a ttulo personal por Julin Volio, Mi-nistro de Gobernacin -aunque quizs con la venia de un sector del gobierno-, en la que le haca una propues-ta conciliatoria, siempre y cuando permaneciera fuera del pas. Para negociarla, envi como emisario al ale-mn Guillermo Nanne, amigo y socio de don Juanito, a quien este le manifest y dict una serie de solicitudes, de las cuales poco despus se desdijo de manera pbli-ca; ello comprometi el honor de Nanne, quien se dis-gust mucho. Esto es extrao en un hombre de palabra

    como don Juanito, pero su incongruencia quizs podra explicarse -aunque no justificarse- por el asfixiante tran-ce que viva en ese momento.

    Un hecho inslito, es que un visitante de don Juani-to fue nada menos que Prudencio Blanco, quien otrora haba comandado el escuadrn que vigil a los exilia-dos de la capital a Puntarenas. Relata (Melndez, 1968) que poco despus haba sido designado Comandante de Liberia pero, tras un intento de sublevacin morista en esa zona, se sospech de l, por lo que fue sustituido y transferido a Puntarenas, en un puesto ms bien de-corativo. Hastiado de no hacer nada, renunci el 21 de noviembre, pero exactamente un mes despus, tras su dilogo con don Juanito, se una a las fuerzas moristas. Su nombre aparece junto a los civiles Francisco Medi-na, Pedro J. Alvarado y Francisco Salazar, que tomaron el buque ah, a quienes se sumaban 11 pasajeros en trnsito, dos de los cuales eran don Juanito y Argello (GOCR, 1859, nm. 24, p. 3).

    Tanta era la insistencia y hasta la obsesin de Mora por retomar el poder, que pronto retornaba a Puntare-nas, aprovechando el regreso del mismo barco que lo haba trado de Panam dos semanas antes. Enterado de sus verdaderos planes -gracias a la confianza que se tenan-, en la carta enviada a Wyke -ya citada-, el capitn Dow relataba que Mora est ahora de nuevo a bordo, en nuestro retorno a Panam, aparentemente para reunirse con su familia, pero en realidad para ver cmo estn el terreno y la situacin en Costa Rica. l me cont que Barrios le ofreci 800 hombres armados y municiones, y tambin que el presidente guatemal-teco Rafael Carrera ofreci aportarle financiamiento.

    Es menester acotar que en ese barco, que anclara en Puntarenas el 4 de enero, viajaban 24 pasajeros, 11 de ellos en trnsito, entre quienes figuraba don Juanito (GOCR, 1860, nm. 26, p. 2). Lo que omite mencionar Dow, es que en ese mismo barco vena Prudencio Blan-co, pero en algn momento, ya en el golfo de Nicoya, lo abandon para dirigirse a Liberia; es de suponer que Dow se hizo de la vista gorda, a pesar de las conse-cuencias que ello podra acarrear tanto a l, como a la empresa naviera para la que laboraba.

    En realidad, lo acontecido en aquellos meses no ha sido estudiado con suficiente profundidad, especial-mente por la carencia de fuentes documentales. Un he-cho claro es que mientras don Juanito estuvo en Costa Rica poco despus de derrocado, los moristas quedaron inmovilizados, quizs por el hecho de que cualquier intento por liberarlo lo expondra a la muerte ipso facto.

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    Es decir, quizs confiaron en que, sin poner en riesgo su vida, dado que ellos eran mayora entre nuestro pueblo, podran organizarse despus para restituirlo en el poder, con el apoyo de gobiernos amigos, entre quienes don Juanito gozaba de gran prestigio y respeto. Sin embar-go, las pocas evidencias disponibles sugieren que hubo mucho de improvisacin y hasta de anarqua en los in-tentos de los moristas por recuperar el poder.

    En tal sentido, como se ver pronto, la intentona li-derada por Blanco en Guanacaste fue efmera y, por lo visto, mal planificada. Obviamente, ah no estuvieron los 800 hombres ofrecidos por Barrios, ni tampoco las armas y vituallas que podran haberse adquirido con el financiamiento aportado por Carrera. No obstante, para diciembre de 1859 ya don Juanito contaba con un importante lote de armas, entre las que figuraban 814 rifles Mississippi y Mini, y siete caones de varios tamaos, ms 179 quintales de plomo para las balas de los rifles y los caones. Tan detallada informacin, contenida en (Melndez, 1968), aparece en el pliego de peticiones que don Juanito envi a Volio a travs de Nanne, como parte de las condiciones para negociar su retorno pacfico al pas; es decir, el gobierno le deba pagar por ellas.

    Es de suponer que, fracasado el intento de negocia-cin con Volio y ya en El Salvador, don Juanito, su her-mano Jos Joaqun y Caas hicieron planes con Blanco y, cuando este desembarc en el golfo de Nicoya, por-taba algunas de esas armas consigo.

    Por cierto, como ya se indic, en el mismo barco del que Blanco descendi, vena don Juanito, quien si-gui hacia Panam, para recoger a su familia cuando el Guatemala volviera a subir. Pero si, como acotara Dow, deseaba enterarse de lo que aconteca en Costa Rica, necesitaba informantes, y eso podra explicar que el navo fuera abordado por Manuel Caas y Mauro Aguilar al da siguiente, en Puntarenas (GOCR, 1860, nm. 26, p. 2); el primero, adems de hermano de Jos Mara Caas, era cuado de don Juanito, por estar ca-sado con su hermana Heliodora, en tanto que Aguilar era hermano de su esposa, Ins Aguilar Cueto. Como una curiosidad, tambin subieron a bordo T.R. Cowan, Sir William Gore Ouseley y su esposa. Ouseley era un pintor y diplomtico britnico que residi por un tiem-po en Costa Rica; con su esposa, estadounidense y cuyo nombre era Mara o Marcia Van Ness, Dow mantena correspondencia.

    Don Juanito debi permanecer en Panam dos se-manas, en tanto esperaba embarcarse de nuevo, y ah

    posiblemente se reuni con otros adeptos. Y, mientras lo haca, quizs no imaginaba que el plan trazado con Blanco ya estaba en ejecucin. (Melndez, 1968) relata que, cerca de las 11 de la noche del 16 de enero, Blan-co y sus fuerzas tomaron el cuartel de Liberia, en tanto que al da siguiente caa el cuartel de Bagaces, mientras que a los vecinos de esos pueblos se sumaban los de Santa Cruz y Nicoya, en apoyo a la reinstauracin de Mora.

    Ajeno a tan importantes hechos blicos, debido a las dificultades de comunicacin de la poca, don Juanito por fin abord el Guatemala en Panam, en tanto que su familia lo esperaba en Puntarenas, lista para zarpar. El 23 de enero el vapor fondeaba en este puerto (GOCR, 1860, nm. 28, p. 2). Es posible imaginar a Mora, ansio-so y expectante por los hechos poltico-militares, que podan inducirlo a descender ah mismo, para volver al solio presidencial, as como al seno de su amada fa-milia, o a recoger a su esposa e hijos y partir hacia El Salvador para, por fin, establecerse en firme all.

    La informacin recabada no debe haber resultado alentadora, pues opt por alejarse con los suyos pocas horas despus. Segn el despacho martimo, a los 12 pasajeros en trnsito se sumaron Alonso Gutirrez, Jos Gabriel Segura, Rafael Chavarra, Manuel Aguilar, James Goidors, Federico Alvarado, Doa Ins Aguilar y familia, Don Miguel Mora y D.J. Ulloa. Es de suponer que la presencia de su hermano Miguel obedeca a la urgencia de enterarlo de los acontecimientos, con la mayor veracidad y realismo posibles. No obstante, el pasajero Segura era un espa, que fingiendo ser comer-ciante, se acercara a don Juanito, para despus infor-mar al gobierno acerca de los movimientos de los mo-ristas en El Salvador, como lo sustentan tanto Argello (2007) como Melndez (1968).

    Por cierto, acerca de los hechos blicos recientes, en una carta escrita en Realejo al da siguiente para su ami-go Wyke, y basado en la informacin que pudo captar en Puntarenas, Dow escriba: No traigo ms noticias que las que usted hallar en los peridicos que reci-be. En Costa Rica ha habido un levantamiento a favor de Mora en la provincia de Guanacaste. 800 soldados del gobierno van de camino, para aplacarlo, para pos-teriormente sealar que Mora y su familia completa estn a bordo, en trnsito hacia La Libertad. Considero que sus oportunidades en Costa Rica son bastante des-alentadoras.

    Estos juicios de Dow revelan que las tropas gubernamentales ya iban rumbo a Guanacaste, adonde

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    llegaron el 28, cinco das despus de que el Guatemala se detuvo frente a Puntarenas. En gran desventaja numrica, y aislados de los moristas del resto del pas, que no se levantaron en armas, los insurrectos huyeron hacia Nicaragua, y el da 29 el general Mximo Blanco recuperaba Liberia sin problema alguno, segn narra Melndez (1968), con abundantes detalles.

    Como una curiosidad, cabe hacer una digresin para indicar que, al abordar Mora el Guatemala en Pana-m, aparte de los 12 pasajeros en trnsito, haba 10 que descenderan en Costa Rica, cuatro de los cuales lla-man la atencin (GOCR, 1860, nm. 28, p. 2).

    Uno era su amigo Crisanto Medina, acompaado por su hijo Perfecto. Otro era el abogado cataln Juan Ca-net Sagrera, a quien don Juanito haba deportado varios aos antes. Otro ms, anotado como G.M. Bosque, po-dra corresponder al coronel espaol Manuel Giberga del Bosque, destacado combatiente en la Campaa Na-cional.

    El ltimo era el irlands Thomas Francis Meagher, viejo conocido de don Juanito, que haba recorrido el pas en 1858 y nos legara los vvidos relatos intitulados Vacaciones en Costa Rica. Al igual que en una ocasin previa, de octubre de 1859, ah se le consigna como porta-pliegos del Gobierno de los Estados Unidos para la Legacin Americana (GOCR, 1859, nm. 14, p. 3); el 3 de noviembre sali hacia Panam, tambin en el vapor Guatemala (GOCR, 1859, nm. 17, p. 1). Fer-nndez Guardia (2002) indica que su arribo en enero de 1860 obedeci a la negociacin de un contrato para la colonizacin y la construccin de caminos, y que permaneci un ao en el pas; adems de que hay va-rias evidencias de una gran cercana suya con el jefe filibustero Walker, en la Guerra de Secesin peleara en el bando de los esclavistas sureos.

    En los intentos de Mora por recuperar la presidencia, hay un hecho disonante, difcil o imposible de entender, con la poca informacin disponible. Se trata de la cita-da sublevacin de Blanco en Guanacaste, que parecie-ra haber obedecido a un plan sin articulacin con otros puntos del pas y sin siquiera una adecuada retaguardia en Nicaragua. Y lo es, porque ya desde diciembre don Juanito tena una oferta de gran envergadura, segn lo revela su sobrino (Argello, 2007), como se describe a continuacin. En efecto, Argello recin emprenda un viaje de recreo por Europa cuando, el 1 de enero de 1860, recibi una carta de su to, en la que de manera lacnica le deca: Vente por el primer vapor, te necesi-to con urgencia. Tiempo tendrs para viajar y filosofar.

    Tuyo, Juan Rafael Mora. Gracias a varios hechos ven-turosos, pudo tomar a tiempo un pequeo vapor entre Dubln y Liverpool, atravesar el ocano Atlntico en el vapor Adritico para llegar a Nueva York, desde don-de el vapor Alaska lo llev a Coln, y el Guatemala al puerto de La Libertad.

    Argello desembarc ah el 23 de enero y, tras re-unirse con Mora, por rdenes suyas una semana des-pus parta hacia Nicaragua, donde casi de inmediato se encontr con el presidente Toms Martnez Guerre-ro. Aunque desconfiaba de l, pues haba tenido serias desavenencias polticas con su to, se llev la sorpresa de toparse con un pliego de cinco artculos, orientado a restablecer a don Juanito en la presidencia. Entre otras cosas, propona que, con el auxilio del coronel Manuel Argello Arce (El Renco), Mora y Caas organizaran un contingente en Granada y Rivas, al que Martnez pro-veera con mil rifles. Una vez tomada Guanacaste, des-conocido Montealegre, y declarado don Juanito como presidente, ste solicitara el ingreso de mil soldados en apoyo suyo, para defender sus posiciones. Aparte del contenido del pliego, Martnez se ofreci como fiador para un prstamo por 14.000 pesos, solicitados a la casa Russell & Co.

    El hecho de que en su relato (Argello, 2007) men-cione de inmediato la invasin de Puntarenas, en se-tiembre de ese ao, sugiere una clara interconexin entre ambos eventos. Sin embargo, algunas evidencias crean dudas acerca de varios de estos eventos.

    En primer lugar, ya se vio que Argello anota haber desembarcado en La Libertad el 23 de enero, pero esto es errneo. Como se narr en prrafos previos, ese mis-mo da el Guatemala haba anclado en Puntarenas, y en l vena Mora a recoger a su familia. En segundo lugar, para que Argello hubiera recibido la carta de su to en Irlanda, sta debi haber sido enviada desde El Salvador en noviembre o inicios de diciembre, pero en ese lapso don Juanito ni siquiera haba regresado de EE.UU.; de hecho, retorn a San Salvador para la Navidad, como se percibe en la siguiente noticia de la prensa local (GO 1859):

    El Sr. Presidente D. Juan Rafael Mora ha llega-do el lunes por la tarde a esta Capital y se ha hospedado en casa de su hermano poltico el General D. Jos Mara Caas. Viene de los Es-tados Unidos y parece que trata de radicarse en esta Repblica, con cuyo objeto piensa pasar a Puntarenas en el prximo vapor para traer a su familia. Damos al Sr. Mora la ms cordial

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    bienvenida y deseamos que realice su proyecto de establecerse entre nosotros (nm. 56, p. 1).

    En cuanto a Caas, conviene hacer una digresin aqu, para indicar que haba retornado a su patria des-de mediados de setiembre, como lo revela la siguiente noticia: El Seor General D. Jos Mara Caas, que ha pasado unos das en esta Capital al lado de sus antiguos amigos y contemporneos, march ayer a Sonsonate, de donde regresar pronto. El Seor General Caas est resuelto a trasladar su familia y negocios a esta Repbli-ca, de donde es oriundo y en donde tiene y conserva las ms cordiales relaciones (GO, 1859, nm. 38, p. 3).

    Asimismo, Mndez (2012) cita una carta de Barrios a su amigo Carlos Meany, con fecha 12 de setiembre, en la que narra lo siguiente: Antes de ayer lleg a esta capital el General Don Jos Mara Caas a quien reci-b como un antiguo amigo y con todo el agasajo que merece para endulzar un tanto los malos ratos que le han hecho pasar los costarricos. Es curioso que, an con esta informacin en manos suyas, dicho autor indi-cara que Caas estaba en la cubierta del Guatemala cuando Barrios lleg a conocer este vapor, que l ubica en el puerto de La Unin y no en el de La Libertad. An ms, sin evidencia alguna, Mndez agrega que Barrios, Mora y Caas entablaron amplias conversa-ciones, donde el tema de la poltica result primordial, adems de extenderse en otros juicios que no tienen sustento documental; por cierto, tambin yerra al ubicar a Argello a bordo de ese navo, pues haba desembar-cado en Realejo.

    Argello (2007) no cita las razones por las cuales l y Caas descendieron ah. Cabra pensar que lo hicie-ron para contactar a polticos y militares importantes, con miras a que don Juanito recuperara el poder, pero l estuvo muy poco tiempo ah. Por su parte, Caas permaneci unas dos semanas en Nicaragua antes de regresar a su patria, lo cual quizs hizo por tierra. Es po-sible que, con el prestigio que tena, de alguna manera allanara el camino para que, por mediacin de otros, el presidente Martnez cambiara de actitud hacia Costa Rica, pero esto es especulativo. Lo cierto es que debe haber habido una razn de peso para actuar as, en vez de acompaar a sus cuados, los hermanos Mora, al recibimiento de Barrios, su entraable e incondicional amigo, quien incluso pronto lo nombrara Comandante en Jefe del Ejrcito.

    Esa razn clave pareciera corresponder a un hecho totalmente insospechado, que la prensa revel, al re-producir un texto procedente de Nicaragua, que dice:

    Sabemos por informes privados que el Sr. General D. Jos Mara Caas, ministro de guerra en la administra-cin del Sr. Mora, y uno de los expulsados Argello, han llegado a Len, y que una comisin ha sido nom-brada por el Gobierno Provisorio de Costa Rica para hacer conducir a su patria al Ilustrsimo Sr. Llorente y restablecerlo en su silla, de la que fue lanzado por el mismo que hoy experimenta igual desgracia (GOCR 1859, nm. 10, p. 3). Estos datos, aunados a palabras laudatorias sobre cmo el pueblo costarricense en sus transiciones polticas revela siempre gran cordura y mucha civilizacin, y que ha sabido economizar la sangre de sus hijos y afianzar sus derechos y su libertad, sin los estragos violentos que en otros pueblos se dejan sentir en circunstancias iguales, sugieren que, a pesar de su condicin de proscritos, Caas y Argello actua-ron como emisarios para -junto con los curas Rivas y Ortiz- aligerar la repatriacin del obispo Llorente.

    Para retornar al relato de Argello (2007) acerca del plan propuesto por Martnez, ya se seal que incurri en un error, al consignar fechas clave; al respecto, en su relato l mismo aclara que lo escribi 35 aos despus de esos acontecimientos -para entonces tendra unos 61 aos-, por lo que la memoria le podra haber jugado una mala pasada. Adems, es evidente que si la oferta de presidente Martnez hubiera ocurrido en el citado perodo, no habra tenido sentido alguno la fallida insu-rreccin de Prudencio Blanco en Guanacaste, pues ms bien hubiera sido contraproducente.

    Lo que s es innegable es que don Juanito no ceja-ba en su anhelo por recuperar la presidencia, como lo revela una carta de Dow para la seora Ouseley, en la que dedica ms de tres pginas a contarle acerca de la situacin del pas. Al aludir en su inicio a la pasade-ra de Mora hacia arriba y hacia abajo de la costa cen-troamericana durante casi las seis ltimas semanas, y como la carta data de marzo, esto significa que, a pesar del fracaso de la rebelin de enero, don Juanito casi de inmediato continu viajando en el Guatemala, en pos de su objetivo. Excepto por las oportunas palabras de Dow, no hay manera de detectar esto en la prensa na-cional -quizs s en la de otros pases-, pues don Juanito sera siempre un pasajero en trnsito.

    Eso s, en esa misma carta Dow agrega que don Jua-nito visit en Guatemala al presidente Carrera, quien le ofreci que, en coordinacin con el general Barrios, enviara unos comisionados a negociar con Monteale-gre su retorno pacfico y definitivo. Esta visita ocurri a mediados de febrero, segn se colige de una carta de don Juanito a Carrera, fechada el 12 de febrero y de la

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    cual (Melndez, 1968) extrajo algunos prrafos; puesto que deba abandonar el pas, delega poderes en su ami-go Nazario Toledo, de quien dice que est plenamen-te facultado para celebrar en mi nombre toda clase de compromisos o convenios que sea necesario verificar.

    Esta iniciativa de negociar con el rgimen golpista revela, una vez ms, que don Juanito, quizs por in-fluencia de su esposa y preocupado por el futuro de sus hijos, se debata entre pactar su regreso a Costa Rica, donde tena propiedades y negocios que le daran los ingresos suficientes para sostener a su familia, o intentar la toma del poder por la fuerza.

    Para agregar incertidumbre a su pesarosa y ambiva-lente situacin, haba transcurrido poco ms de un mes desde que Dow escribiera esa carta, cuando ocurra la llamada rebelin de La Soledad, el 18 de abril, que tena como meta apoderarse de los dos cuarteles que haba en la capital, e instalar un gobierno provisional, encabezado por Manuel Mora Fernndez y secundado por su sobrino Mateo Mora Bonilla, como Comandan-te del Ejrcito. Al final, por ciertos imprevistos, el plan fall y el gobierno se enter de los planes, todo lo cual concluy cuando, en las cercanas de la iglesia de La Soledad, Mximo Blanco captur a los nicos dos in-dividuos que haban permanecido ah. A este hecho se refiri Dow de manera tangencial, en otra carta para la seora Ouseley, fechada el 15 de junio, en la que dice: Se habla de otra revolucin, esta vez a favor de Don Miguel Mora, to del ex presidente, pero no conectado polticamente con l; confunde el nombre de Manuel Mora, medio primo de don Juanito, con el de Miguel Mora, hermano suyo.

    Este nuevo fracaso poltico-militar posiblemente ac-tu como detonante para tomar una decisin final acer-ca de su vida cotidiana, como se capta en esa misma carta de Dow, en la que ste expresa que el ex pre-sidente Mora ha volcado su atencin por completo a plantar caf en San Salvador. Hace poco el Presidente Barrios me cont que le alquil a Mora 8000 manzanas (5600 ha) de tierras estatales, con este propsito. Espero que el pequeo hombre encuentre eso ms productivo que promover la revolucin en Costa Rica. Este prra-fo que culminaba con una frase lapidaria: No se ha escuchado nada ms acerca de l en conexin con la poltica de Costa Rica. l est polticamente muerto y enterrado.

    Es decir, pareca que por fin don Juanito estaba dis-puesto a olvidarse de la poltica, para dedicarse a las actividades de empresario cafetalero, que era un deseo

    que haba expresado en otros momentos. Adems, ya sin actividades que le generaran ingresos, ms los gas-tos implicados en tantos viajes -conviene acotar que el boleto entre Panam y La Libertad costaba 75 dlares oro-, estaba en serio riesgo la estabilidad econmica de su esposa y sus pequeos hijos. Vale la pena sealar que para entonces Elena, su hija mayor, frisaba los nue-ve aos, a quien le sucedan Teresa, Alberto, Amelia y Camilo; Juana nacera de manera pstuma.

    Al respecto, tras calificar a su to como uno de esos empresarios de gigantescas proporciones (Argello, 2007) anota que Mora comenz a sembrar dos mi-llones de cafetos en almcigo, y que el caf, fruto principal de exportacin en El Salvador, lo debe a la emigracin costarricense, cuya colonia se estableci en Santa Tecla, cerca de San Salvador. Adems, que Ba-rrios recibi muy bien a Mora y sus adherentes, y les concedi terrenos fertilsimos con la condicin de que los cultivaran de caf, para agregar que don Yanuario Blanco, acaudalado costarricense que habitaba en San Salvador, hizo cosa igual con sus compatriotas, favore-cindolos y animndolos con sus riquezas y su influen-cia. Por su importancia histrica y agrcola, esta es una cuestin que amerita un estudio profundo, que ojal se acometa pronto.

    Si bien Argello seala que all viajaron unos 600 costarricenses, no hay evidencia de que esta cifra fuera tan alta. Uno de los pocos que dej testimonio de su presencia all, fue Faustino Montes de Oca Gamero, quien destacara en la Campaa Nacional, y arrib a El Salvador en mayo de 1860 (Obregn, 2007). Adems de que su hermana Felipa estaba casada con Miguel, hermano de don Juanito, l tuvo un hijo con Mercedes Mora, hermana de ellos, quien estaba viuda; ella era la madre de Manuel Argello, tantas veces citado aqu.

    Aunque, por su experiencia en ese campo, se invo-lucr en la construccin de la carretera a La Libertad, bajo la tutela de Caas y Jos Joaqun Mora, en una carta fechada en diciembre de 1861, un ao despus de fusilados Caas y don Juanito, anotaba que aqu en Santa Tecla estn ya sembradas muy buenas haciendas, y el ao que viene creo que sembrarn un milln de matas, segn los preparatorios (Obregn, 2007); esta cifra hace pensar que (Argello, 2007) exager, al cal-cular en dos millones las plntulas sembradas en 1860 por su to. En todo caso, y como un reflejo veraz de la bonanza que se atestiguaba, en enero de 1862 Montes de Oca expresaba que los cafetales van perfectamente ya hay algunos que cogern cien quintales. En dos aos de ms creo que exportarn ms de diez mil quintales.

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    Obviamente, para un cultivo perenne, y que requera al menos cuatro aos para producir frutos, los ojos y el alma de don Juanito no se pudieron solazar al ver las bandolas rebosantes de bayas maduras, como feliz resultado de sus consejos. Sin embargo, ya dedicado de lleno a la actividad cafetalera, su vasta experiencia le permita visualizar que, con un clima y un suelo tan favorables como los de Santa Tecla, ms adecuadas y oportunas prcticas agronmicas, todo era cuestin de tiempo para obtener prdigas cosechas. No obstante, los tercos hechos lo conduciran a otro destino, lejos de la agricultura y cerca de las armas.

    Por lo analizado en prrafos previos, cabe suponer que ms bien fue en esta poca en la que emergi del plan propuesto por el presidente Martnez, y no a inicios de 1860, como lo consignara Argello (2007). Como ya se indic, la forma en que est estructurado su relato, insina una conexin entre dicho plan y la invasin definitiva de Puntarenas, en setiembre, pero la distancia temporal, de ms de siete meses, crea todava ms dudas acerca del perodo exacto en que Martnez hizo su planteamiento. An ms, no hay evidencia al-guna de que ese plan se ejecutara, y ni siquiera de que estuviera articulado con los dems preparativos para la invasin.

    Para retornar a lo que haca y cmo se senta don Jua-nito poco antes de ese fatdico setiembre, es oportuno transcribir el siguiente fragmento de la carta escrita a su esposa Ins, pocas horas antes de morir: Recordars que yo tena mis motivos para tener tanta repugnancia para invadir este ingrato pas y que lo hice instigado por los que me han sacrificado: Dios les perdone como yo les perdono. Este dato es muy revelador, pues sugiere que, de manera anticipada, l intua que sera vctima de una traicin; de hecho, el general Florentino Alfaro Zamora (Figura 5), dizque incondicional seguidor ala-juelense suyo, incluso terminara integrando el tribunal que decret tanto su fusilamiento como el de Caas.

    Planeada la sublevacin para el 15 de setiembre, fecha conmemorativa de la independencia de Centro Amrica, cuenta Argello (2007) que, suscrita por ms de 60 personas importantes, sobre todo de Alajuela, en-viaron una carta que, entre otros asuntos, contena el siguiente ultimtum:

    Si don Juan Rafael Mora y el General Caas no llegan a Puntarenas en el vapor que lleva esta comunicacin, a su vuelta, no por esto se suspender la toma de cuarteles de Esparta y el Puerto, y entonces, fracasar probablemente la

    revolucin, y nosotros, sus amigos y partida-rios, seremos sacrificados por el Gobierno de Montealegre. No esperamos que se nieguen a ayudarnos con sus personas; pero si as fuere, le quedar a Mora y Caas el remordimiento de habernos abandonado. No se trata, pues, de deliberar si vienen o no. Deben venir precisa-mente a vuelta de vapor (Argello, 2007).

    Por lo delicado de la misin, sera de esperar que un emisario de confianza llevara la carta; sin embargo, no fue posible detectar en la prensa el nombre de algn morista, pues en esos das no apareci el recuadro refe-rido a asuntos navieros, para ver quines abordaron el barco en Puntarenas. Otra opcin es que la carta fuera enviada utilizando el servicio de correo del barco.

    Conviene aclarar que ese buque no era el Guate-mala, como errneamente lo indica Mndez (2009) en una versin novelada de los hechos, sino el Co-lumbus. Por cierto, dicho autor, de manera infundada califica al Guatemala como un pequeo vapor y una embarcacin realmente sencilla, y se extiende en descripciones tcnicas totalmente inexactas. Por l-timo, indica que para la aventura del retorno, el vapor fue conseguido con mucho esmero y dificultad por Caas, como si lo hubiera alquilado para la ocasin.

    Figura 5. El controversial Florentino Alfaro

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    Por rigurosidad histrica, debe precisarse que el Guatemala, de nada menos que 1500 toneladas (aun-que en otra fuente se indica que su peso era de 1021 toneladas, quizs porque este era el tonelaje neto, es decir, el espacio til para carga) y tripulado casi siempre por 41 marineros, era un buque muy moderno (Figura 6), construido en 1859, en Nueva York; aunque no se cuenta con sus medidas, por analoga con barcos si-milares, quizs meda 71x9x4,5 metros (largo, ancho y profundidad). En contraste, el Columbus tena un peso de 460 toneladas, y fue construido en 1848 por Reeves & Brothers, en Allowasytown, Nueva Jersey; de madera y movido por hlice, meda 50x9x4 metros y posea un mascarn de proa, dos plataformas (decks) y tres mstiles.

    Desde agosto de 1859 ambos navegaban por la cos-ta Pacfica, con itinerarios alternos y quincenales, de modo que a veces les corresponda toparse en algunos puertos. Cuando iban rumbo al norte, pasaban por La Libertad los das 22 y 7 del siguiente mes, y al descen-der lo hacan los das 27 y 12, respectivamente, y siem-pre coincidan en Puntarenas el da 17 de cada mes (Otis, 1861).

    Debido a que esta necesaria e inevitable rigidez de sus itinerarios lo impeda, era absurda la pretensin de los insurrectos de que don Juanito, su hermano y Caas llegaran al pas el 15 de setiembre.

    En todo caso, pareciera que el Columbus no zar-p de La Libertad el da 12 -como lo sugiere el estricto

    itinerario-, sino el da 11, a juzgar por los siguientes apuntes de don Juanito, trazados la vspera, cerca de la medianoche: Por fin partiremos maana. Que Dios gue mis pasos. l que conoce mis intenciones, que fa-vorezca mi buena fe. Me aseguran que no se derramar una gota de sangre.... Sus anotaciones, breves y algo incoherentes, denotan la inquietante turbacin del ni-mo de un hombre que siempre se caracteriz por la serenidad en sus pensamientos y sus acciones. Apren-sivo por lo que podra acontecer con l y su familia, se preguntaba: Por qu estoy tan triste? No lo s. He visto a mis hijitos dormidos y me destroza el corazn la idea de que quedasen desamparados. Qu sera de Inesita si una desgracia me condujere al sepulcro?. Y culminaba sus cavilaciones con el ominoso presagio de que sera traicionado (Aguilar y Vargas, 2014).

    El Columbus arrib a Puntarenas cerca de las ocho de la maana del da 17, segn consta en el diario del cnsul ingls Richard Farrer (Melndez, 1968); lo co-mandaba el capitn J.W. Ludwig, que haba subido en l desde Panam en das previos (GOCR, 1859, nm. 63, p. 4). Cuando el vapor lleg a Puntarenas, la insu-rreccin ya haba empezado.

    En efecto, bajo el liderazgo del chileno Ignacio Aran-cibia, los moristas haban tomado el cuartel de Esparza el da 14 a las ocho de la noche, y pronto se desplaza-ron hacia Puntarenas, donde tomaron la guarnicin lo-cal, y al da siguiente proclamaron a don Juanito como Presidente de la Repblica (Annimo, 1861). En los das

    Figura 6. El vapor Guatemala

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    previos, en vez de regocijarse por ver lo cerca que es-taba de retomar el poder y as concretar este anhelo tan largamente acariciado, en los apuntes ya citados y dubitativo por lo que podra esperarle, irnicamen-te, Mora haba anotado: Casi deseo que el puerto no haya sido tomado, que Arancibia se haya arrepentido, entonces seguiramos a Panam y despus viviramos tranquilos en este destierro por ms puyas y empeos que vengan de Costa Rica.

    Por cierto, y como era de esperar, el da 17 a las 5.30 p.m. lleg desde Panam el vapor Guatemala, para partir el medioda del da 18, como se percibe en el diario de Farrer. Lo que se ignora es si lo comandaba Dow, como lo supuso el autor de este artculo en Hilje (2010), debido a que era el capitn titular de ese barco, al igual que lo era Ludwig del Columbus (Otis, 1861). Sin embargo, en el viaje de agosto lo haba timoneado el capitn W. Rathbun, quizs porque Dow -quien lo haba conducido en julio y octubre- estaba de vacacio-nes, con su familia; casado con Elizabeth Allen, a quien visitaba cada dos aos en Nueva York, procrearon tres hijos. No fue posible determinar quin era el capitn pues, debido a los sucesos blicos, la Gaceta Oficial no apareci por tres semanas, a partir del 15 de setiembre. (GOCR, 1859, nm. 66).

    Es oportuno indicar que, segn Argello (2007), el grupo estaba conformado por Mora y su hermano, ms Caas y l, a quienes se sumaban el coronel Francisco Senz, guatemalteco en el ejrcito salvadoreo, y unos pocos sirvientes. Como equipaje, traan consigo varias cajas, cuyo contenido posiblemente el capitn Ludwig no ignoraba, pues l saba que esos viajeros estaban proscritos en Costa Rica. Al respecto, Farrer expresara que no puede caber duda de que el vapor favoreciese a Mora y a los suyos pero el probar esto es otra cosa. El flete de 7 cajas de armas y municiones y los pasajes de la comitiva fueron pagados hasta Panam (los nfa-sis son suyos). Esta redaccin deja entrever que Ludwig acept consignar los boletos y el equipaje con Panam como destino final, cuando en realidad saba que ellos desembarcaran en Puntarenas.

    No ha sido posible hallar documentacin -si es que la hay- acerca de algn reclamo del gobierno de Mon-tealegre a la compaa naviera, tanto por esta aparente complicidad, como por la supuestamente habida cuan-do Prudencio Blanco descendi del vapor Guatema-la en el golfo de Nicoya. Pero s es interesante resaltar que Dow, quien fue amigo de Barrios, aos despus lo favorecera en un asunto poltico, aunque aleg que haba sido neutral en el conflicto, como se relata en

    Hilje (2010). En todo caso, no debe descartarse que la Compaa del Ferrocarril de Panam -propietaria de los vapores- no estuviera a gusto con el gobierno de Mon-tealegre pues, poco despus del golpe de Estado, este pretendi anular el contrato de transporte de correo que don Juanito haba suscrito con dicha empresa, como consta en una carta de Dow a su amigo Henry Shelton Sanford (Hilje, 2010a). Valga acotar que en ninguno de los dos peridicos de entonces fue posible hallar evi-dencias de este episodio.

    No est entre los fines de este artculo relatar los acontecimientos de la sublevacin morista, que apare-cen detallados en las obras de Argello (2007) y Meln-dez (1968).

    A grandes rasgos, hubo delatores que narraron al gobierno los planes de los insurgentes, por lo que ste envi un contingente de ms de mil hombres que, al mando de Mximo Blanco, en pocos das desaloj a las fuerzas moristas de sus posiciones en el ro Barranca, al igual que de la robusta trinchera -provista con caones- instalada en La Angostura. Acorralados en la muy an-gosta franja de tierra que es Puntarenas, tras resistir unos pocos das don Juanito pact su entrega. Enjuiciado de manera sumaria por un tribunal militar espurio, acept ser fusilado, con tal de que no se hiciera lo mismo a los dems, lo cual le prometieron pero, en una actitud deshonrosa, no cumplieron.

    El domingo 30 de setiembre, llevados don Juanito y Arancibia a Los Jobos, que era un sitio sobre todo para el sesteo de bueyes, muy cerca del estero, fueron co-locados de espaldas a uno de estos frondosos rboles (Spondias mombin, pariente del jocote), el cual sirvi de patbulo. Al ser las tres de la tarde, sus cuerpos caan acribillados por las balas, como ocurrira con Caas el martes 2 de octubre, a las nueve de la maana.

    Quince meses despus, el 3 de diciembre de 1861, fondeaba en Puntarenas el vapor Columbus, timonea-do no por Ludwig, sino por Rathbun, para zarpar al da siguiente hacia los dems puertos centroamericanos, como era usual (GOCR, 1861, nm. 72, p. 2). Sin em-bargo, ese no fue un viaje ms, pues esta vez no habra retorno. En efecto, cerca de la medianoche del da 8 encallaba en un arrecife, en Punta Remedios -a unas tres millas de Acajutla-, tras lo cual se parti en dos, lo que provoc el hundimiento de la proa y despus de la popa (GO,1861, nm. 19, p. 4); por cierto, hace ape-nas tres aos, en 2012, sus restos fueron localizados en el arrecife de la playa Los Cbanos, en la pennsula de Punta Remedios (GO, 1861, nm. 19, p. 4).

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    Con este naufragio desapareca bajo las aguas el le-gendario navo que, de haber sido exitosa la tentativa morista, pudo haberse convertido en el smbolo o cono de la restitucin de un carismtico y genuino estadista, as como de la continuidad de un rgimen que tanto progreso y bienestar dio a Costa Rica.

    NOTA

    1 En un injustificable yerro tipogrfico, en el ttulo aparece 1869 y no 1859, como el ao de la llama-da revolucin, la cual dio origen al gobierno de la Nueva Era. Por cierto, con este nombre tambin se bautiz un novel peridico del gobierno, que apa-reci por primera vez el 17 de setiembre de 1859 y que se publicaba junto con la GOCR.

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    Peridicos Gaceta Oficial de Costa Rica:

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    26 de octubre de 1859, nm. 14, p. 4.

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    25 de enero de 1860, nm. 28, p. 2.

    22 de agosto de 1859, nm. 2, p. 1.

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    18 de diciembre de 1861, nm. 19, p. 4.

    25 de agosto de 1859, nm. 63, p. 4.

    15 de setiembre de 1859, nm. 66; 6 de octubre de 1859, nm. 67.

    31 de agosto de 1859, nm. 33, p. 1.

    3 de setiembre de 1859, nm. 34, p. 7.

    28 de diciembre de1859, nm. 24, p. 3.

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    Peridicos Gaceta Oficial de El Salvador:

    Peridico Nueva Era:

    10 de diciembre de 1859, nm. 10, p. 3.

    Peridico Crnica de Costa Rica

    17 de agosto de 1859, nm. 240, p. 2.

    AGRADECIMIENTOS

    A Jorge Len Senz, Juan Durn Luzio, Roberto Ga-llardo (Secretara de Cultura de la Presidencia, El Salva-dor), Fernando Leitn Meneses, Guillermo De La Rocha Hidalgo, Emilio Obando Cairol, Carmen Mara Fallas Santana y Manlio Argueta, el aporte de valiosa infor-macin.

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    En cuanto a las imgenes, Juan Murillo Herrera y Ada Elena Cascante Segura (Editorial de la Universidad de Costa Rica) y Antonio Vargas Campos (Museo Histrico Cultural Juan Santamara), me prestaron las figuras 4 y 5, respectivamente; el autor de la primera fue el venezola-no Ramn Pez. Por su parte, Carlos Ossenbach Sauter me facilit las figuras 2 y 3, reproducidas del archivo del capitn John M. Dow (Biblioteca de la Universidad de Cornell). Asimismo, Eisha Leigh Neely, de dicha enti-dad, verific que la figura 6, que Jorge Len Senz con-sigui en una obra acerca de la historia de Guatemala, editada por Jorge Lujn Muoz, corresponde a una lito-grafa en esa coleccin, identificada con la leyenda The United States Mail Steam Ship Guatemala, 1021 Tons, John M. Dow, Commodore, Belonging to the Panama

    Rail Road Companys Central American Line; delineada por Charles Parsons, la litografa fue obra de Endicott & Co., en Broadside, Nueva York.

    Finalmente, adems de Theresa White, quien revis el resumen en ingls, agradezco a las siguientes perso-nas, que me ayudaron a hacer contactos para conseguir informacin: Jorge Corts Nez (Centro de Investiga-cin en Ciencias del Mar y Limnologa, Universidad de Costa Rica), Johanna Vanessa Segovia Prado (Instituto de Ciencias del Mar y Limnologa, Universidad de El Salvador), Jos Enrique Barraza Sandoval (Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales, El Salvador), Francisco Chicas Batres (Escuela de Biologa, Universi-dad de El Salvador) y Sebastin Vaquerano Lpez (Em-bajador de El Salvador en Costa Rica).