Juan Manuel Martín Menéndez

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consigue tus objetivos, disfruta de tu trabajo y vive una vida plena JUAN MANUEL MARTíN MENéNDEZ

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consigue

tus objetivos,

disfruta de

tu trabajo

y vive una

vida plena

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El pensamiento positivo

y potenciador

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QUE TENGAS UN GRAN DÍA • Juan Manuel Martín Menéndez

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CLAVE #2:

Tener un pensamiento positivo

y potenciador

Hace cuatro años vi en el cine una de esas películas que te dejan una profunda huella. El film se titulaba Invictus y era sobre la vida de Nelson Mandela. Que Mandela es una de las grandes figuras políticas del siglo XX es algo que nadie pone en duda, al haber sido el artífice de la transformación política de Sudáfrica y del final del régimen segregacionista del Apartheid sin derramamiento de san-gre. Tal fue su logro que en 1993 le valió el Premio Nobel de la Paz.

Una de las escenas que más profundo me tocaron fue ésa en la que Mandela —papel interpretado por Morgan Freeman— lee el poema “Invictus”, de William Henley, que habla sobre la fortaleza de espíritu y termina con las palabras: “Soy el capitán de mi alma, soy el dueño de mi destino”. Fueron los versos de William Henley, entre ellos este poema, los que inspiraron a Mandela y le ayudaron a soportar física y espiritualmente los veintisiete años que pasó confinado en la cárcel de Robben Island. Pero más allá de ayudarle a soportar ese tiempo de cautiverio, estos versos también inspiraron

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la actuación de Mandela cuando salió de la cárcel y la manera como lideró el cambio pacífico en su país. Realmente se había convertido en el capitán de su alma; no se dejó llevar por el odio hacia la clase blanca dominante, extendido entre la población negra, ni por el pensamiento colectivo de que ellos tenían que vencer y alienar a los blancos, de la misma manera que habían hecho con ellos. Mandela eligió pensar y sentir de otra manera, y lideró a su gente y su país llevándoles en una dirección diferente a la del odio y el enfrenta-miento. Esto es lo que le convirtió en una figura de orden mundial y en uno de los grandes líderes del siglo XX.

Apenas unas décadas antes, otro de los grandes líderes del siglo pasado, Mahatma Gandhi, lideró una revolución pacífica que liberó a la India de la ocupación británica. Al igual que Mandela, Gandhi decidió pensar de una manera diferente a como marcaban los cá-nones del momento. Él era muy consciente de cómo nuestro pen-samiento crea nuestra realidad e influye en nuestro destino, y así lo reflejó en una de sus frases más famosas: “El hombre es el producto de sus pensamientos: se convierte en lo que piensa”.

Probablemente, una de las cosas más importantes que he apren-dido en mi vida ha sido la importancia que tiene nuestro pensa-miento en nuestra vida. Nuestro pensamiento da forma a la reali-dad en que vivimos, a la vida que nos creamos y a los logros que conseguimos. Te cuento una anécdota que ha pasado a los anales de la historia como ejemplo de cómo el pensamiento, en este caso nuestras creencias, marcan los límites de nuestros logros.

En 1954 se produjo uno de los grandes hitos del atletismo: Ro-ger Bannister se convirtió en el primer atleta en correr una milla en menos de cuatro minutos, en concreto en 3 minutos y 59,4 segundos. Este récord se había intentado romper durante más de cien años pero nunca se había conseguido. En esa época, los médi-

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cos y científicos decían que conseguir tal hazaña era humanamente imposible, pues estaba más allá de las posibilidades del cuerpo hu-mano. Teniendo esto en cuenta, lo conseguido por Bannister fue un logro asombroso. Sin embargo, lo realmente asombroso fue lo que ocurrió después: en los siguientes siete meses, la marca de los cuatro minutos fue batida por otros 37 atletas, y en los siguientes tres años por otros 300. Bannister había conseguido no sólo superar una marca, había roto una creencia que limitaba los logros de los atletas; una vez que otros vieron —creyeron— que era posible, se lanzaron a por ello y lo consiguieron también. Lo que les estaba li-mitando sus logros no era su cuerpo, era su mente, su pensamiento, una creencia limitadora y, como se demostró, errónea.

Al igual que todo gran día comienza por sentirnos plenos de energía y de vitalidad, todo gran día —y en general toda gran vida— tiene sus raíces en un pensamiento que lo haga posible. Tus logros serán tan grandes como tu pensamiento permita que sean. Tu disfrute del día a día será tan grande como tu pensamiento lo permita. Y tu plenitud de vida será tan grande como lo permita tu pensamiento.

Pero ¿qué es el pensamiento? Como definición genérica, se puede describir el pensamiento

como el contenido y la actividad de la mente. Como contenido, el pensamiento son aquellas creencias que tenemos, así como las ideas e imágenes que por nuestra mente transitan. Como actividad, es la acción del intelecto, es decir, el acto de pensar, de producir y elaborar ideas e imágenes.

Las creencias constituyen las asunciones que hemos adoptado sobre la vida y sobre nosotros mismos. Qué es la vida, cómo fun-ciona, nuestra identidad personal, todo ello son creencias que he-mos asumido en base a nuestra experiencia y a la información que

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hemos recibido. En este sentido, las creencias son la lente a través de la cual vemos la vida, a nosotros mismos y a los demás, y marcan los límites en los que nos movemos, tal y como le ocurría a los atletas antes de que Roger Bannister disolviese uno de esos límites. Las creencias se pueden considerar pensamiento cristalizado que se ha convertido en algo fijo dentro de nuestra mente. Pero además de las creencias, nuestra mente está en permanente actividad y por ella están transitando en todo momento ideas e imágenes, unas producidas por nosotros en el acto de pensar, y otras absorbidas del mundo externo.

Todo ello da forma a nuestra experiencia subjetiva, a nuestra realidad interior, que luego tiene su reflejo en la realidad exterior que va tomando nuestra vida. Si consideramos —creemos— que la vida es excitante e interesante, esta creencia nos hará vivir en un mundo excitante e interesante, y abrirá la puerta para que nuestra vida sea excitante e interesante. Si por el contrario consideramos —creemos— que la vida es una carrera de obstáculos y dificulta-des, éste será el mundo en el que viviremos porque así es como experimentaremos la vida, y nuestra realidad externa reflejará esta realidad interior.

Nuestra forma de ver la vida, a nosotros mismos y a los demás, nuestra forma de interpretar las circunstancias que vivimos, el tipo de pensamientos que de forma habitual entretenemos en nuestra cabeza, todo ello da forma a nuestra experiencia y al devenir de nuestra vida. Es por esta razón que el mayor poder que tenemos es el poder sobre nuestro pensamiento, porque con ello decidimos en qué mundo vamos a vivir, cómo va a ser nuestra experiencia y qué forma va a ir tomando nuestra vida. Cuando ejercemos este poder, en verdad nos hacemos, como tan bellamente expresa Wi-lliam Henley en su poema, capitanes de nuestra alma y con ello

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dueños de nuestra vida y de nuestro destino. Si deseas que tus días sean grandes días —y que tu vida sea una gran vida— es clave que te hagas dueño de tu mente y que adoptes las creencias y el tipo de pensamiento que te ayude a conseguirlo.

Ten en cuenta que nuestro pensamiento es producto del hábito. El tipo de pensamientos que solemos entretener en nuestra cabeza, nuestra forma de mirar las situaciones, nuestra actitud mental, todo ello es producto del hábito, y además es habitual, es decir, que no solemos salirnos de ahí. Se calcula que tenemos en torno a unos se-senta mil pensamientos diarios de los cuales el noventa y nueve por ciento son los mismos que el día anterior. Pero es que además ocu-rre que nuestro pensamiento es el producto de nuestro pasado, y ha sido condicionado por las experiencias que hemos vivido y por el entorno en que nacimos y crecimos. Ésta es la razón por la que, aunque creamos que nuestro pensamiento es nuestro, realmente no lo es tanto; los pensamientos que habitualmente pululan por nues-tra mente, nuestra forma de mirar y de enfocar las situaciones y lo que nos rodea, nuestras creencias, la mayor parte de todo esto no ha sido voluntariamente elegido por nosotros, ha sido condicionado por nuestro entorno y nuestro pasado. Y nosotros vivimos dentro de eso sin ser por lo general conscientes de ello. Te cuento.

Se dice que había un hombre que podía comunicarse con los peces. Tanto amaba el mar y a sus habitantes que los dioses le con-cedieron el don de comunicarse con ellos. Un día se vistió su neo-preno y su equipo de buceo y se sumergió en una de las zonas coralinas más bonitas que había visto. Tal era la belleza de lo que veía y el placer que sentía moviéndose libremente dentro del agua que deseó haber nacido pez y poder vivir en las profundidades ma-rinas. De repente un precioso pez de color azulado se puso frente a él y fijó su mirada en sus ojos; como había recibido ese don de

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comunicarse con ellos, nuestro hombre le preguntó al pez: ¿Qué tal se vive en el agua? A lo que el pez le respondió: ¿Qué es el agua?

Al igual que el pez al vivir en el agua no es consciente de ésta, nosotros vivimos tan inmersos dentro de nuestro pensamiento que no solemos tener conciencia de él, de cómo es, de su matices, de sus límites; sin darnos cuenta de que todo ello define nuestra expe-riencia, nuestra identidad, nuestras posibilidades y nuestro destino.

Ser capitanes de nuestra alma y dueños de nuestra vida comien-za por hacernos conscientes de nuestro pensamiento y ejercer el poder que tenemos para decidir qué y cómo vamos a pensar. Te invito a realizar una pequeña experiencia. Deja el libro durante unos minutos y cierra tus ojos si te es posible donde te encuentras ahora, si no, mantenlos abiertos. Traslada tu atención a tu mente, es como si te desdoblases y pudieses observar tu mente y lo que en ella está ocurriendo. Simplemente quédate ahí durante un par de minutos, observando tus pensamientos. Al igual que puedes hacerte consciente de las sensaciones de tu cuerpo, puedes hacerlo del pen-samiento en tu mente. Esto es algo exclusivo de los seres humanos y lo que nos da el poder de ser dueños de nuestra mente y poder decidir el pensamiento que en ella va a instalarse. Los animales no pueden, ellos simplemente actúan según sus condicionamientos; no poseen el libre albedrío. Nosotros sí.

Una característica fundamental que tiene el pensamiento que nos lleva a vivir grandes días y una gran vida es que es un pensa-miento positivo. Éste es un término que se ha hecho muy popular desde hace unos años, pero cuyo significado no está muy claro. ¿Qué es el pensamiento positivo? ¿Qué es el negativo? ¿Qué signi-fica eso de positivo o negativo? Creo que la mejor manera de verlo es saliendo de la teoría y entrando en la vida. Te cuento un caso que lo muestra de una manera muy clara.

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Un amigo mío arquitecto ha tenido que navegar por las difíci-les aguas que el estallido de la burbuja inmobiliaria en España en el año 2008 supuso para su sector. Casi de la noche a la mañana se encontró con que la actividad frenética de su estudio se transformó en inactividad, los problemas en los proyectos en curso se multipli-caron y algunos clientes dejaron de pagar las facturas. Esta situación se fue agravando y con ello el estado anímico y de preocupación de mi amigo fue empeorando. Una tarde su mujer me llamó muy preocupada para pedirme que pasara por su casa, si me era posible, y hablara con él un rato ya que se hallaba en un estado de profundo decaimiento y depresión. Ella suponía que quizás una conversación conmigo podía darle una nueva perspectiva.

Nada más comenzar nuestra conversación pude comprobar la causa principal de su estado: los pensamientos que se agolpaban en su cabeza. No era la situación en sí. Ciertamente había una situación con complicaciones pero no justificaba el estado en que se encontraba. Tenía a su mujer y su familia, contaba con suficien-tes recursos económicos, tenía capacidad y valía profesional, era creativo y emprendedor… tenía todo esto pero nada de ello estaba presente en su mente. Su cabeza estaba llena de preocupación, de lamentaciones, de miedos, de críticas, de arrepentimiento. Sí, in-cluso de arrepentimiento, se arrepentía de haber sido arquitecto, cuando esa profesión le había dado tantos éxitos y satisfacciones.

Consciente de cómo estos pensamientos estaban creando su realidad, busqué darle una nueva perspectiva desde la que mirar. Le hablé de cómo toda crisis lleva en sí la semilla de la oportunidad si decidimos mirarlo así. Le dije que lo que llamamos realidad no es más que una interpretación que hacemos nosotros y que igual que estaba interpretando su situación como un desastre, un drama y un peligro, podía interpretarla como la oportunidad de renovar

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su vida, de renovarse a sí mismo, de encontrar nuevos alicientes e ilusiones, incluso de tener tiempo para hacer todas aquellas cosas que con la enorme carga de trabajo de los años anteriores no había podido hacer. ¿Cuál de estas dos visiones era más “real”?

A medida que fueron pasando los minutos, su ánimo se atem-peró y pude comprobar cómo en su mirada se atisbaba el cambio que se había producido en su interior. La situación externa seguía siendo la misma, los retos a los que se enfrentaba seguían siendo los mismos, pero su realidad había cambiado, su mundo había cam-biado.

Hace unos días, cuatro años después de esa tarde, me invitó a pasar un rato por su estudio. El lugar era muy diferente a cómo lo recordaba; aunque las mesas y los ordenadores seguían ahí, no había gente, era un espacio como aletargado, con la vida atenuada. Sin embargo, él estaba lleno de vida. ¡Qué diferencia a cómo se encontraba aquella tarde que pasamos en el ático de su casa! Me habló de lo que estaba haciendo, de lo interesante que eran los proyectos en los que estaba participando, de cómo disponer de más tiempo libre le permitía disfrutar de sus mellizos. Las palabras que utilizaba estaban llenas de ilusión, de optimismo y de liviandad. Era evidente que el mundo interior en el que vivía era muy diferente de aquel en el que habitaba cuatro años antes. Su nuevo estado interior —los pensamientos que había en su cabeza— le hacía disfrutar de su vida, sentirse más pleno y realizado y, estoy seguro, volver a tener un gran éxito profesional en el futuro.

Este caso muestra con claridad los dos tipos de pensamiento que han dado en llamarse positivo y negativo, y los efectos que ambos tienen en nuestra vida.

A falta de una mejor definición, podemos decir que el pensa-miento positivo es aquel que nos facilita la vida, que nos hace sen-

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tirnos bien, que nos permite desplegar todas nuestras capacidades y potencial, que nos expande las posibilidades y los logros, y, en definitiva, que nos lleva a vivir la vida que queremos vivir. El pen-samiento negativo es el que produce los efectos contrarios.

Para que nuestros días sean grandes días y para que nuestra vida sea una gran vida es importante que nuestro pensamiento sea positivo y potenciador, cuanto más positivo y potenciador mejor. Pensar en positivo redunda incluso en tener buena salud y vivir más años. Sí, has leído bien, las personas positivas y optimistas vi-ven más años. La prestigiosa clínica Mayo de Estados Unidos ha investigado en profundidad la relación entre optimismo y longe-vidad, y han llegado a unas conclusiones sorprendentes: los opti-mistas presentan una longevidad un diecinueve por ciento mayor en comparación con la de los pesimistas. Pero es que además, les va mejor en su trabajo. En un estudio que se realizó en la compañía de seguros Metropolitan Life durante varios años para ver cómo influía el rasgo optimismo en los resultados que conseguían los co-merciales de su departamento de ventas, encontraron lo siguiente:

Los vendedores que puntuaron de la mitad hacia arriba en una escala de optimismo vendieron un 37 % más a lo largo de dos años que los que puntuaron en la mitad baja, o sea, la pesimista. Aque-llos que se situaron dentro del 10 % del máximo de la escala ven-dieron un 88 % más que aquellos situados en el 10 % del mínimo.

El pensamiento positivo, la actitud positiva y el optimismo con-ducen al éxito en cualquier trabajo porque ayudan a enfrentar las dificultades con buen ánimo y perseverancia, a descubrir oportuni-dades y lo positivo de las circunstancias y las personas, a encontrar soluciones y maneras de conseguir los objetivos que perseguimos, a atraer la colaboración y predisposición positiva de otras personas,

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y a confiar en nuestras capacidades y posibilidades. Éstas son las razones que hay detrás de esas diferencias tan importantes de rendi-miento en los vendedores de Metropolitan Life, pero que podemos extrapolar a cualquier otro ámbito profesional.

Ésta es la razón por la que compañías como AT&T, Boeing, Xerox, el Banco Mundial, McKinsey, Deutsche Bank, Hughes Air-craft, Apple, Yahoo, Google o Unilever entre otras muchas, están poniendo en marcha programas para avanzar en este sentido, muy conscientes del beneficio que ello supone para el rendimiento de la organización y la consecución de sus objetivos.

Llegados a este punto quizá te estés preguntando: Bueno, y con todo esto ¿qué puedo hacer si quiero avanzar en esta dirección? El primer paso ya está dado, y es la consciencia clara de la importancia del pensamiento en nuestra vida, de ser los dueños de nuestra men-te y de adoptar el pensamiento que nos traiga la vida y el éxito que deseamos. El segundo paso es pasar a la acción para conseguir esto último. Para ello hay dos ámbitos concretos sobre los que actuar: las creencias y los hábitos de pensamiento. Vamos a ello.

Creencias

Seguro que has oído en más de una ocasión ese dicho popular que reza: “Ver para creer”. Bueno, pues al igual que pasaba con la definición de la energía, este dicho es una verdad a medias; la otra mitad es: “Creer para ver”. Son tus creencias las que te van a per-mitir ver determinados resultados en tu vida.

Thomas Edison dijo en una ocasión: “No he trabajado un solo día de mi vida, todo ha sido diversión”. Ésta parece una afirmación extraña para una persona que registró más de mil patentes. Pero no

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es tan extraña si nos fijamos en cómo veía Edison la vida y el tra-bajo; para él la vida estaba llena de oportunidades y de emociones, y el trabajo era parte de ello. No es de extrañar que disfrutase tanto de su trabajo y que tuviese tanto éxito. Su creencia —su forma de ver la vida y el trabajo— era la que hacía que esto fuera posible.

¿Es la vida un lugar lleno de oportunidades y emociones o es un lugar lleno de dificultades y sinsabores? La respuesta es decisión nuestra, porque las oportunidades, las emociones, las dificultades y los sinsabores son parte de la vida; todo es cuestión de en qué nos fijemos y qué decidamos que es la vida.

Para conseguir grandes logros, para desplegar todo tu potencial, para disfrutar de la vida y del trabajo y para experimentar plenitud de vida, es muy importante que tus creencias sobre la vida, sobre ti, sobre el trabajo y sobre los demás sean positivas y potenciadoras.

Como hemos visto, muchas de las creencias que tenemos son asunciones bastante arbitrarias que hemos hecho basadas en expe-riencias o evidencias del pasado. Puedo haber sufrido la traición de un amigo en la niñez y haber asumido —decidido— que las perso-nas no son de fiar; y ésta es la realidad en la que vivo y según la cual me relaciono con los demás sin tan siquiera cuestionarla. O puedo haber tenido un jefe en mi primer trabajo que no se preocupaba más que de su propio éxito y haber asumido que los jefes van a lo suyo sin importarles mucho el bienestar de sus empleados, creencia ésta que muy probablemente me llevará a relacionarme con otros jefes que tenga desde un cierto recelo. Otras de nuestras creencias ni tan siquiera son nuestras, sino que las hemos incorporado prove-nientes de nuestros padres, de nuestra cultura, de nuestros profeso-res o de los medios de comunicación.

Más allá de creencias basadas en evidencias científicas, como la de que la tierra es redonda y circula alrededor del sol, la mayoría de

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nuestras creencias, muy especialmente las que se refieren a la vida, al trabajo, a nosotros mismos y a los demás, son fundamentalmente subjetivas y por lo tanto dependen de cómo nosotros decidamos que son las cosas. En estos ámbitos, la validez de una creencia se fundamenta principalmente en un único criterio: ¿Me ayuda o no? ¿Me expande la vida y las posibilidades o no? ¿Contribuye a mi sa-tisfacción y éxito de vida o no? ¿Genera una contribución positiva a mi entorno y al mundo o no?

Adopta creencias positivas y potenciadoras que te ayuden y cambia aquellas que no te sirvan. Creencias del tipo:

La vida es una experiencia maravillosa y una oportunidad de explorar y de crecer.

Yo, como ser humano tengo un valor incalculable que no de-pende de mis habilidades, físico o conocimientos.

Mis capacidades son extraordinarias si las desarrollo y mis talentos son múltiples.

Con tiempo y dedicación puedo conseguir lo que me pro-ponga.

El trabajo está lleno de oportunidades para desarrollarme, crecer y disfrutar.

La gente es mayoritariamente buena gente.

Mi éxito es el éxito de los demás.

Mi contribución es importante para mejorar el mundo y la vida en él.

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Como ves todas estas creencias son creencias positivas y poten-ciadoras que abren la puerta a experimentar aquello que afirman. ¿Son válidas? Tan válidas o inválidas como cualquier otra creencia subjetiva; eso lo decides tú. Quizá tu mente al leerlas se haya ido a buscar “evidencias” que las invalidan. No te dejes llevar por esto porque genéticamente nuestra mente está programada para detec-tar los peligros, lo que está mal o lo que no funciona, esto es parte de nuestro instinto más básico, que es el de la supervivencia. Ésta es la razón por la que las malas noticias, los peligros, los desastres, siempre atraen más nuestra atención. ¿Qué enfoque utilizan los medios de comunicación? Precisamente éste porque les asegura captar a la audiencia.

De todas las diversas creencias que tenemos, las más importan-tes son las relativas a nuestra propia valía y capacidad. Para poder experimentar plenitud de vida y disfrutar de ésta es fundamental que nos sintamos bien con nosotros mismos, y esto es una conse-cuencia directa de la estima que nos tenemos y de lo que creemos acerca de nuestro valor y capacidad. Estas creencias también tienen un gran impacto en nuestros logros y éxitos; cuando nos vemos, y como consecuencia nos sentimos, capaces, la totalidad de nuestro potencial y capacidades se despliega en toda su amplitud y con ello tenemos una mayor potencia para conseguir lo que nos pro-pongamos.

Dentro del programa “Cada día, un gran día” hay varios ejer-cicios que te propongo para trabajar con las creencias, de manera que puedas transformar aquellas que te puedan estar limitando y adoptar las que más te ayuden en tus logros, disfrute del trabajo y plenitud de vida.

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Hábitos de pensamiento

A Albert Einstein le gustaba hacer lo que él llamaba experimentos en la imaginación. Te propongo hacer uno semejante. Imagínate un buen trozo de gelatina, digamos de dos o tres kilos, con for-ma redondeada como si fuera una suave montañita. Imagínate que este trozo de gelatina está en una mesa y que coges una jarra que contiene agua muy caliente y comienzas a verter un hilito de esta agua sobre el trozo de gelatina desde unos quince centímetros de altura. Imagínate cómo por allí por donde pasa el agua, al estar tan caliente, va abriendo un surco, y la superficie de la gelatina se va cubriendo de estos surcos. Imagínate las diferentes formas que adoptan a medida que el agua, a su antojo, se desliza desde la parte superior hasta llegar a la base que está en la mesa. Ahora imagina que coges otra jarra de agua, pero en esta ocasión de agua fría, y ha-ces lo mismo que antes, viertes un hilito de agua por encima de la gelatina. ¿Por dónde bajará el agua hasta la mesa? Obviamente, por los surcos que el agua caliente dibujó previamente en la gelatina.

Bueno, pues esto mismo es lo que pasa con nuestro cerebro según los neurocientíficos. Cuando nacemos, nuestro cerebro es como esta gelatina, una superficie sin labrar lista para ir tomando forma, para que se vayan creando conexiones neuronales. A medida que crecemos, y vivimos, van apareciendo “los surcos”, las redes neuronales, por los que luego transitará nuestro pensamiento, y con ello se va creando lo que podríamos llamar nuestra programación mental y nuestros hábitos de pensamiento.

Esta programación y estos hábitos tienen mucho que ver con las personas que nos rodearon en nuestra infancia, especialmente en el núcleo familiar. De niños, la mente absorbe comportamien-tos, actitudes y formas de pensar de las personas cercanas y los in-

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corpora sin ningún tipo de cuestionamiento. Si tuvimos la fortuna de estar expuestos a hábitos de pensamiento altamente positivo, nuestros hábitos de pensamiento actuales muy probablemente lo reflejen. Si por el contrario nos vimos expuestos a hábitos de pen-samiento negativo, nuestra mente seguramente también los habrá incorporado.

Hace poco salí a cenar con un amigo. Es una persona a la que aprecio sinceramente y con quien me siento en la libertad de de-cirle lo que pienso aunque sepa que le puede sentar mal. Como en ocasiones anteriores, a mi pregunta sobre qué tal le iba en el trabajo, él me respondió quejándose de su jefe, de la actitud que tenía, de cómo trataba a los clientes, de cómo le trataba a él… La verdad, no me era extraño todo lo que me decía porque ya lo había oído antes. En un momento dado le paré y le dije: “Mira, desde que te conozco siempre te he oído quejarte: de tus socios, de tus empleados, de tu pareja y ahora de tu jefe; creo que el problema no son ellos, eres tú que utilizas esa óptica para mirar”. Él se quedó un poco sorprendido de la dureza de mi comentario, y continuamos hablando de otra cosa. Después de un rato, le pregunté qué tal es-taba su madre, a quien habían operado unos meses antes y me res-pondió: “¿Mi madre? quejándose, como siempre”. Esto demuestra algo que escuché en una ocasión: “La manzana no suele caer muy lejos del árbol”.

Sin embargo, como hemos visto a lo largo del capítulo, no-sotros tenemos el poder sobre nuestro pensamiento y podemos ejercerlo para que éste adopte la forma que sea más beneficiosa para nuestra vida. Independientemente de los hábitos que hayamos desarrollado por condicionamiento externo, está en nuestro poder desarrollar otros hábitos nuevos e incluso transformar los que ya te-nemos y que no nos ayuden. La plasticidad de nuestro cerebro para

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hacer y deshacer conexiones neuronales es la que nos da este poder. Al igual que con el entrenamiento adecuado podemos conseguir que en un futuro nuestro cuerpo consiga resultados que en el pre-sente son inconcebibles, con el entrenamiento adecuado podemos desarrollar un pensamiento positivo y potenciador que nos ayude a vivir la vida que deseamos.

Un pensamiento altamente positivo está sustentado sobre unos determinados hábitos de pensamiento. A continuación te voy a presentar nueve de estos hábitos, los más importantes, que son los que convierten nuestro pensamiento en un aliado de primer orden de nuestro éxito, nuestro disfrute de la vida y el trabajo y nuestra plenitud de vida.

Hábito 1: Buscar lo positivo en cada circunstancia

A casi todos los acontecimientos y circunstancias que vivimos en nuestra vida podemos encontrarle algo positivo. Incluso a los pro-blemas y las crisis les podemos encontrar un lado positivo. Esto se refleja muy bien en el idioma chino en el que la palabra crisis está compuesta por dos ideogramas: el de peligro y el de oportunidad.

Éste es el hábito de, frente a las situaciones y personas de nuestra vida diaria, hacer el esfuerzo consciente de encontrar los aspectos positivos, las ventajas, las oportunidades, las posibilidades. Para ello, una poderosa herramienta son las preguntas, porque nos ayudan a enfocar la atención y a abrirnos a nuevas posibilidades: ¿Qué tiene de positivo esta situación? ¿Qué oportunidad puede haber en ella? ¿Qué beneficio puede suponer?

El rechazo de un cliente a una propuesta comercial puede ser la oportunidad de entender más en profundidad la realidad y las ne-cesidades de ese cliente para ajustar nuestra oferta a ellas. Un con-

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flicto con un compañero de trabajo puede brindar la oportunidad de incrementar nuestras habilidades para las relaciones humanas o para el manejo de conflictos. Un error cometido lo podemos ver como un aprendizaje realizado, y un fracaso, como la oportunidad de empezar de nuevo más inteligentemente. Como ves, la clave está en mirar las circunstancias con ojos que buscan lo positivo que hay en ellas. Y siempre lo hay si lo buscamos.

Hábito 2: Concentrarse en las cosas buenas

Igual que somos dueños de nuestro pensamiento, también lo somos de nuestra atención; ésta se enfoca hacia lo que nosotros decida-mos. Pero si no decidimos, se enfoca en aquello en lo que esté condicionada a enfocarse.

Éste es el hábito de concentrar nuestra atención en las cosas buenas de la vida, en las cosas buenas de nuestro trabajo, en las co-sas buenas de las personas con las que nos relacionamos, y en pensar cómo hacer para que todo sea mejor. Los efectos de este hábito son muy diferentes a concentrarnos en lo que está mal. No se trata de hacerse ciego a los problemas, sino de enfrentarlos desde la fortale-za que da tener muy presente en nuestro pensamiento todo lo bueno y que está bien.

Cuando tenemos muy presente día a día en nuestra mente todo lo que nos gusta de nuestro trabajo, disfrutamos más de lo que ha-cemos, a pesar de las dificultades que podamos enfrentar o de los aspectos que menos nos gustan —que siempre los hay—. Cuando tenemos muy presente los rasgos de personalidad que más nos gus-tan de las personas con las que trabajamos a diario, nuestras relacio-nes son más positivas y satisfactorias, lo que tiene su reflejo en los resultados que conseguimos y la satisfacción que nos proporciona

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el trabajo. Cuando, en definitiva, en el primer plano de nuestra mente están los aspectos positivos y que más nos gustan de los dife-rentes ámbitos y personas de nuestra vida, y en última instancia de la vida misma, sentimos más satisfacción, disfrutamos más y somos más eficaces en lo que hacemos.

Hábito 3: Apreciar conscientemente lo que se tiene

El aprecio es una de las cualidades de pensamiento positivo más ex-quisitas porque nos permite disfrutar de lo que hay en nuestra vida y valorarlo. Esto se aplica a todo: familia, pareja, trabajo, amigos, aficiones, comodidades, educación recibida, nuestro quehacer dia-rio, las personas con quienes nos relacionamos y las contribuciones positivas que aportan a nuestra vida.

Un hecho muy común es el de apreciar lo que tenemos cuando lo perdemos; mientras contamos con ello y lo damos por supues-to no lo vivimos desde el aprecio y el agradecimiento. Esto es así porque nos habituamos a ello y pasa al fondo de nuestra mente; el frente lo ocupan los asuntos y preocupaciones del día a día, y los deseos y planes de futuro.

Éste es el hábito de mirar lo que hay en nuestra vida con los ojos del aprecio y el agradecimiento. Esto no quita que podamos tener deseos de circunstancias y cosas que hoy no están presentes en nuestra vida. Puedo desear un puesto de más responsabilidad o un trabajo que se adapte más a lo que me gusta, o un sueldo más alto, por centrarnos en el ámbito laboral; pero esto no es óbice para que pueda apreciar y sentir agradecimiento por lo que tengo hoy —ciertamente podría no tenerlo—. Además, esta actitud interior, no sólo produce una mayor satisfacción, sino también unas mayores posibilidades de conseguir lo que deseo.

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Hábito 4: Utilizar un lenguaje positivo

Las palabras y el lenguaje constituyen el componente básico que utilizamos para pensar y dan forma a nuestra realidad subjetiva. No es lo mismo calificar una situación de problema que de reto. Estas dos palabras crean realidades subjetivas distintas y suponen diferen-tes maneras de enfocarla. Esto tendrá su reflejo en cómo viviremos la situación y en la actitud que adoptemos.

Este hábito es el de utilizar palabras y expresiones positi-vas cuando pensamos, cuando hablamos y cuando mantenemos una conversación con nosotros mismos. Un buen ejercicio a prac-ticar con regularidad es poner la atención en tu conversación —bien interior o exterior—, observarte cuando estés pensando o hablando, y preguntarte qué realidad crea este lenguaje que estoy utilizando.

No es lo mismo decirse internamente “Este cliente es muy exi-gente” que “Este cliente es imposible de satisfacer”. En este segun-do caso, la palabra imposible está creando una realidad subjetiva en nosotros que nos dificultará, cuando no impedirá, hacer el esfuerzo y aplicar la inteligencia necesaria para cerrar una venta. Igualmente, no es lo mismo decirse internamente “En esta empresa no tengo posibilidad de hacer carrera” que decirse “Hacer carrera en esta empresa es todo un reto que puedo superar si me lo propongo”. De nuevo, la diferencia entre “no tengo posibilidad” y “esto es un reto” crea dos realidades interiores distintas que nos conducen a adoptar actitudes y comportamientos distintos. En el primer caso, yo mismo me estoy cerrando las puertas con mi manera de ver la situación.

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Hábito 5: Sembrar semillas de pensamiento positivo

Nuestra mente es como un jardín fértil en el que florecen aquellas semillas que introduzcamos y reguemos a diario. Ya que la mente funciona en términos de imágenes y de palabras, dos medios ex-celentes de sembrar pensamiento positivo son la visualización y las afirmaciones.

Cuando visualizamos imágenes positivas de una manera regu-lar, imágenes positivas de nosotros, de los demás y de la vida en general, éstas van arraigando en la tierra fértil de nuestra mente que luego las producirá por sí misma. Igual ocurre con las afir-maciones. Cuando de manera consciente y deliberada realizamos afirmaciones como: la vida es una experiencia maravillosa, el mun-do está lleno de buenas personas o tengo un enorme potencial que puedo desarrollar, se producen dos efectos. El primero es que ésa pasa a ser nuestra realidad interna, que a la postre tendrá su reflejo en nuestra realidad externa. El segundo es que al realizar reiteradamente esta clase de afirmaciones positivas, este tipo de pensamiento se va instalando en nuestra mente y luego se generará de manera automática.

Las películas inspiradoras y que muestran lo mejor de la vida y de los seres humanos, así como la lectura de libros y biografías que también muestren esto, son otra excelente fuente para sembrar semillas de pensamiento positivo.

En definitiva, como ves, se trata de tomar el mando de lo que entra en tu mente y nutrirla con alimento de calidad, en lugar de ser un sujeto pasivo y dejar tu mente al albur de todo el material mental que el mundo produce, y que en el caso del generado por los medios de comunicación tiene un componente negativo cier-tamente importante.

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Hábito 6: Cultivar el pensamiento de lo que quieres experimentar en tu vida

Si quieres vivir una vida excitante e interesante, tus pensamientos han de ser excitantes e interesantes; si quieres vivir una vida llena de serenidad y amor, tus pensamientos han de ser serenos y amo-rosos; si quieres vivir una vida creativa y original, tus pensamientos han de ser creativos y originales, y, en definitiva, si quieres ser feliz, tus pensamientos han de ser felices. Es difícil ser feliz si la mayoría de nuestros pensamientos se centran en problemas, insatisfacciones e infelicidades.

Éste es el hábito de cultivar en el jardín de tu mente los pensa-mientos que se corresponden con los aspectos de la experiencia de vivir que deseas formen parte de tu experiencia vital.

Hábito 7: Transformar el pensamiento negativo

La preocupación, los miedos, las críticas, las afrentas, el odio, la venganza, la nostalgia, las lamentaciones… son lugares interiores a los que nuestra mente va por mil y una razones. Fíjate que he usado la expresión “nuestra mente va” porque en verdad nuestra mente tiene su propia dinámica que en ocasiones la puede llevar a estos lugares. Este tipo de pensamiento es pensamiento negativo que nos aleja del bienestar, del disfrute, de la plenitud de vida y del verdadero éxito. Como humanos que somos estamos sujetos a que nuestra mente pueda entrar en estos lugares. Sin embargo, tenemos el poder de decidir no permanecer ahí.

Éste es el hábito de ser los capitanes de nuestra alma y de salir de estos lugares cuando, por el motivo que sea, veamos que hemos caído en ellos o en cualquier otro tipo de pensamiento negativo. Transforma la preocupación en ocupación, el miedo en valentía,

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las críticas en entendimiento, el odio en compasión, la venganza en humo, la nostalgia en aprecio y las lamentaciones en lecciones aprendidas.

Hábito 8: Pasar tiempo con personas positivas

Al igual que cultivar pensamientos positivos tiene un efecto trans-formador en nuestra mente, pasar tiempo con personas positivas tiene un efecto similar porque quedamos expuestos a la influencia de su pensamiento. Insistiendo en lo ya dicho, nuestra mente es más dúctil de lo que parece y responde a las influencias de su entorno.

Aunque de manera natural nos sentimos más atraídos por las personas positivas —parece que éstas tienen un campo magnético que nos atrae hacia ellas—, este hábito es el de buscar proactiva-mente pasar tiempo con este tipo de personas para que esto con-tribuya no sólo a pasar un buen rato, sino también a reforzar los circuitos de pensamiento positivo en nuestra propia mente.

Hábito 9: Silencio

Aunque parezca mentira, uno de los mejores hábitos de pensa-miento positivo que podemos tener es precisamente dejar de pensar y entrar en el silencio mental. Cuando lo hacemos nuestra mente descansa y se libera del estrés y la fatiga, que son dos condi-ciones que la conducen a caer en pensamiento negativo. El silencio a que aquí me refiero es silencio mental, es permitirnos que nuestra mente entre en el vacío mental y allí se renueve y se recupere.

Éste es el hábito de buscar asiduamente la desconexión de los estímulos externos y silenciar el pensamiento para entrar en ese lugar profundo de la mente en el que encontramos serenidad y

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renovación. La mejor manera de hacer esto es por medio de la práctica regular de la meditación.

La adopción de estos hábitos de pensamiento, cuanto mayor número de ellos mejor, da un enfoque altamente positivo a nuestra mente que ayuda de una manera muy importante a lograr el ver-dadero éxito en nuestro trabajo y en nuestra vida: a conseguir los objetivos que nos propongamos, a disfrutar de nuestro día a día y a experimentar satisfacción y plenitud de vida.

El pensamiento positivo y potenciador es la segunda clave de todo gran día cuyos pilares hemos visto en este capítulo y que se pueden resumir de la manera siguiente:

Adopta creencias positivas y potenciadoras acerca de la vida, de ti, del trabajo y de los demás.

Adopta hábitos de pensamiento positivo:

1. Busca lo positivo en cada circunstancia.

2. Concéntrate en las cosas buenas.

3. Aprecia conscientemente lo que tienes.

4. Utiliza un lenguaje positivo en tu conversación interna y externa.

5. Siembra semillas de pensamiento positivo en el jardín fértil de tu mente.

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6. Cultiva el pensamiento de lo que quieres experimentar en tu vida.

7. Transforma el pensamiento negativo que pueda aparecer en tu mente en otro positivo.

8. Pasa tiempo con personas positivas.

9. Entra regularmente en el silencio.

Como en el capítulo anterior, aquí terminamos la parte infor-mativa de esta segunda de las seis claves para hacer de nuestros días grandes días y comienza la parte práctica del programa “Cada día, un gran día”. Si estás siguiendo el proceso del programa, deja aquí la lectura y pasa ahora a hacer los ejercicios de autoconocimiento correspondientes a esta clave, y a continuación a la semana de ex-perimentación con nuevas formas de pensamiento antes de pasar al siguiente capítulo.