Juan Arnau

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Converso en persona con Juan Ar- nau después de haber pasado unos días sumergido en su Manual de fi- losofía portátil (Editorial Atalanta). Un libro sobre filósofos que es también un libro de filosofía, y un libro de relatos, y un libro sobre el arte de vivir, helarte de vivir. Un libro que escapa a las etique- tas y en el que cualquier lector re- colectará no sólo inolvidables his- torias protagonizadas por filósofos, no sólo pedagógicas indagaciones en los sistemas filosóficos de algu- nos de los grandes de la filosofía, sino también y sobre todo una lec- ción sobre lo que importa: que más allá o más acá de preguntas y res- puestas, lo importante es vivirse. Importante: bonita palabra. Viene de importar, es decir hacer traer de fuera lo que uno no genera por sí mismo. Ese fuera es la vida, claro. Pregunta.– Su libro tiene forma de viaje a la semilla, ¿por qué? Respuesta.– La filosofía es un río que llega hasta nosotros, podemos contemplarlo desde la orilla, verlo pasar, y eso está bien, pero tam- bién podemos bañarnos en él, lo que es mucho más divertido. Si nos sumergimos en la filosofía de aho- ra encontraremos poca vida bajo la superficie, mucho tecnicismo y análisis y muy poca alma. Pero también podemos remontar el río. Navegar hacia sus fuentes. Y ese es el viaje que propone el libro. P.– Cuenta, a lo Diógenes Laer- cio, las vidas de los filósofos y va buscando en esas vidas las esen- cias de sus pensamientos. ¿Hay una correlación entre biografías y sistema filosófico? R.– Una de las máximas del libro es que la filosofía ocurre en la vida, que lo primero es la vida, y si la vi- da deja tiempo para la filosofía, mejor que mejor. Hay muchos filó- sofos que han intentado incrustar la vida en la filosofía y eso, además de conducir a incontables catástro- fes, es un error desde la perspecti- va del portátil. La vida está llena de circunstancias, a veces de calami- dades, y la filosofía no es otra cosa que el arte de aprender a nutrirse de ellas, de no dejar que las cir- cunstancias acaben con uno. Se podría decir que la causa eficiente [las circunstancias] nunca es efi- ciente totalmente. Si lo fuera de una bellota podría brotar un olivo. P.– Su Filosofía portátil tiene unas cuantas presencias que los fi- lósofos quizá no admitan en sus sa- lones y algunas ausencias de peso: dos ejemplos, Levi-Strauss y Hei- degger. ¿Por qué comienza el viaje en el primero y por qué salta sobre el segundo? ¿Por qué si hay un an- tropólogo apenas hay un poeta, Novalis (y Nietzsche, quizá, no sé)? R.– Respecto a lo primero, el gesto que funda la filosofía portátil es el gesto de Lévi-Strauss, que es- tudia filosofía en la Sorbona y se da cuenta de que allí no hay nada, que la filosofía ha quedado reduci- da a una destreza técnica en el ma- nejo de la argumentación, que ha perdido el espíritu. ¿Y qué hace? Se va a buscar la verdad entre los salvajes de Brasil. Se va a buscar una verdad antigua, una verdad ol- vidada. El mito es el que piensa. El mito sigue pensando, tanto en filó- sofos como en científicos. Y ésta es una gran verdad para el portátil. Respecto a las presencias y las ausencias, son una declaración de principios (y también son circuns- tancia: se trataba de no excederse y hacer un libro manejable). Hei- degger, con todo su genio, fue un fi- lósofo, digamos, escolástico, muy poco vivido, muy poca vida fuera de las aulas y las bibliotecas (algunos paseos, eso sí), y que como persona JOSÉ CUÉLLAR ASUNCIÓN «La filosofía ha disminuido mucho, en importancia y en influencia» JUAN ARNAU Filósofo y escritor JUAN BONILLA / Valencia no fue, digamos un ejemplo, al- guien que pueda inspirar al portá- til. Entre las apariciones hay varios poetas. El más evidente es Novalis, pero también están Nietzsche y Kierkegaard, dos grandes escrito- res, pensadores y poetas. P.– Todos los personajes de su Fi- losofía Portátil están vivos, ¿hasta qué punto está vivo el pensamien- to de cualquiera de ellos? ¿Quiénes están más vivos? ¿Está viva la ca- verna de Platón? ¿Están vivos los pocos fragmentos de Heráclito? ¿Están vivos los imperativos cate- góricos de Kant? R.– Bueno, digamos que hay unos más vivos que otros. Y que al- gunos lectores preferirán vivir en unos más que en otros. Para mí uno de los más vivos es Berkeley, pero quizá no haya tantos lectores que lo vean así, o que vivan confi- gurados por el mito de Berkeley. Los amantes del mundo clásico se sentirán a gusto con Montaigne, los jóvenes con Nietzsche, los de- sesperados con Kierkegaard. Los analíticos preferirán vivir en Wittgenstein, los humoristas en Hume. Kant es especialmente gra- to a los profesores de filosofía, Plo- tino gusta a los místicos, Empedo- cles y Parménides a los chamanes, Agustín a los apasionados de la re- ligión y Leibniz a los matemáticos. Pero es posible también aprehen- der lo mejor de cada uno de ellos y configurarse un paradigma propio, personal. Y eso es lo que hace el portátil. P.– Seguro que ha visto en You- Tube el partido que monta Monty Python entre los alegres filósofos griegos y los apesadumbrados fi- lósofos alemanes. Comente la ju- gada... R.– Me ha gustado que en el par- tido sólo haya un gol, de Sócrates, tras una idea genial de Arquíme- des. Y que cuando se ofrece la re- petición, el gol es otro, es decir, la repetición es imposible. Leibniz es el cancerbero alemán, muy apro- piado, pues era muy ahorrador, Nietzsche, el derrocador de ídolos, es amonestado por un árbitro muy bien elegido (Confucio). Es un ejemplo divertido de cómo se ha ido perdiendo el espíritu filo- sófico. La seriedad prusiana, tan moral, frente a la espontaneidad griega. Ortega tiene unas bellas pá- ginas describiendo ambas, los que viven para dentro y los que viven para fuera, los que viven ensimis- mados con el yo y los que viven atentos a las sensaciones, los soni- dos y los colores. Hoy hace falta más que nunca una filosofía de la percepción, donde los hábitos de la percepción y de la cultura mental sean lo prioritario. P.– Wittgenstein es autor de uno de los libros más influyentes del si- glo XX, pero es curioso que su principal detractor fuera el propio Wittgenstein. No es el único caso de filósofo que ante sus propias propuestas, más adelante, reaccio- na con más o menos violencia. ¿En qué punto alcanza un filósofo su, digamos, velocidad de crucero? R.– Wittgenstein elaboró en su juventud una filosofía del ascetis- mo verbal. Pero se dio cuenta de «Muchos sabios han intentado incrustar la vida en la filosofía y eso conduce a incontables catástrofes» LLEGAR AL ORIGEN «La filosofía es un río. Podemos mirarlo desde la orilla, pero es más divertido bañarnos en él; remontarlo» «Heidegger fue un pensador muy poco vivido y que como persona no fue, digamos, un ejemplo inspirador» PRIMERO, LA VIDA AUSENCIAS EL MUNDO. DOMINGO 23 DE MARZO DE 2014 52 EM2 / CULTURA

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Converso en persona con Juan Ar-nau después de haber pasado unos días sumergido en su Manual de fi-losofía portátil (Editorial Atalanta). Un libro sobre filósofos que es también un libro de filosofía, y un libro de relatos, y un libro sobre el arte de vivir, helarte de vivir.

Un libro que escapa a las etique-tas y en el que cualquier lector re-colectará no sólo inolvidables his-torias protagonizadas por filósofos, no sólo pedagógicas indagaciones en los sistemas filosóficos de algu-nos de los grandes de la filosofía, sino también y sobre todo una lec-ción sobre lo que importa: que más allá o más acá de preguntas y res-puestas, lo importante es vivirse. Importante: bonita palabra. Viene de importar, es decir hacer traer de fuera lo que uno no genera por sí mismo. Ese fuera es la vida, claro.

Pregunta.– Su libro tiene forma de viaje a la semilla, ¿por qué?

Respuesta.– La filosofía es un río que llega hasta nosotros, podemos contemplarlo desde la orilla, verlo pasar, y eso está bien, pero tam-bién podemos bañarnos en él, lo que es mucho más divertido. Si nos sumergimos en la filosofía de aho-ra encontraremos poca vida bajo la superficie, mucho tecnicismo y análisis y muy poca alma. Pero también podemos remontar el río. Navegar hacia sus fuentes. Y ese

es el viaje que propone el libro. P.– Cuenta, a lo Diógenes Laer-

cio, las vidas de los filósofos y va buscando en esas vidas las esen-cias de sus pensamientos. ¿Hay una correlación entre biografías y sistema filosófico?

R.– Una de las máximas del libro es que la filosofía ocurre en la vida, que lo primero es la vida, y si la vi-da deja tiempo para la filosofía, mejor que mejor. Hay muchos filó-

sofos que han intentado incrustar la vida en la filosofía y eso, además de conducir a incontables catástro-fes, es un error desde la perspecti-va del portátil. La vida está llena de circunstancias, a veces de calami-dades, y la filosofía no es otra cosa que el arte de aprender a nutrirse de ellas, de no dejar que las cir-cunstancias acaben con uno. Se podría decir que la causa eficiente [las circunstancias] nunca es efi-

ciente totalmente. Si lo fuera de una bellota podría brotar un olivo.

P.– Su Filosofía portátil tiene unas cuantas presencias que los fi-lósofos quizá no admitan en sus sa-lones y algunas ausencias de peso: dos ejemplos, Levi-Strauss y Hei-degger. ¿Por qué comienza el viaje en el primero y por qué salta sobre el segundo? ¿Por qué si hay un an-tropólogo apenas hay un poeta, Novalis (y Nietzsche, quizá, no sé)?

R.– Respecto a lo primero, el gesto que funda la filosofía portátil es el gesto de Lévi-Strauss, que es-tudia filosofía en la Sorbona y se da cuenta de que allí no hay nada, que la filosofía ha quedado reduci-da a una destreza técnica en el ma-nejo de la argumentación, que ha perdido el espíritu. ¿Y qué hace? Se va a buscar la verdad entre los salvajes de Brasil. Se va a buscar una verdad antigua, una verdad ol-vidada. El mito es el que piensa. El mito sigue pensando, tanto en filó-sofos como en científicos. Y ésta es una gran verdad para el portátil.

Respecto a las presencias y las ausencias, son una declaración de principios (y también son circuns-tancia: se trataba de no excederse y hacer un libro manejable). Hei-degger, con todo su genio, fue un fi-lósofo, digamos, escolástico, muy poco vivido, muy poca vida fuera de las aulas y las bibliotecas (algunos paseos, eso sí), y que como persona

JOSÉ CUÉLLAR ASUNCIÓN

«La filosofía ha disminuido mucho, en importancia y en influencia»

JUAN ARNAU Filósofo y escritor

JUAN BONILLA / Valencia

no fue, digamos un ejemplo, al-guien que pueda inspirar al portá-til. Entre las apariciones hay varios poetas. El más evidente es Novalis, pero también están Nietzsche y Kierkegaard, dos grandes escrito-res, pensadores y poetas.

P.– Todos los personajes de su Fi-losofía Portátil están vivos, ¿hasta qué punto está vivo el pensamien-to de cualquiera de ellos? ¿Quiénes están más vivos? ¿Está viva la ca-verna de Platón? ¿Están vivos los pocos fragmentos de Heráclito? ¿Están vivos los imperativos cate-góricos de Kant?

R.– Bueno, digamos que hay unos más vivos que otros. Y que al-gunos lectores preferirán vivir en unos más que en otros. Para mí uno de los más vivos es Berkeley, pero quizá no haya tantos lectores que lo vean así, o que vivan confi-gurados por el mito de Berkeley. Los amantes del mundo clásico se sentirán a gusto con Montaigne, los jóvenes con Nietzsche, los de-sesperados con Kierkegaard. Los analíticos preferirán vivir en Wittgenstein, los humoristas en Hume. Kant es especialmente gra-to a los profesores de filosofía, Plo-tino gusta a los místicos, Empedo-cles y Parménides a los chamanes, Agustín a los apasionados de la re-ligión y Leibniz a los matemáticos. Pero es posible también aprehen-der lo mejor de cada uno de ellos y configurarse un paradigma propio, personal. Y eso es lo que hace el portátil.

P.– Seguro que ha visto en You-Tube el partido que monta Monty Python entre los alegres filósofos griegos y los apesadumbrados fi-lósofos alemanes. Comente la ju-gada...

R.– Me ha gustado que en el par-tido sólo haya un gol, de Sócrates, tras una idea genial de Arquíme-des. Y que cuando se ofrece la re-petición, el gol es otro, es decir, la repetición es imposible. Leibniz es el cancerbero alemán, muy apro-piado, pues era muy ahorrador, Nietzsche, el derrocador de ídolos, es amonestado por un árbitro muy bien elegido (Confucio).

Es un ejemplo divertido de cómo se ha ido perdiendo el espíritu filo-sófico. La seriedad prusiana, tan moral, frente a la espontaneidad griega. Ortega tiene unas bellas pá-ginas describiendo ambas, los que viven para dentro y los que viven para fuera, los que viven ensimis-mados con el yo y los que viven atentos a las sensaciones, los soni-dos y los colores. Hoy hace falta más que nunca una filosofía de la percepción, donde los hábitos de la percepción y de la cultura mental sean lo prioritario.

P.– Wittgenstein es autor de uno de los libros más influyentes del si-glo XX, pero es curioso que su principal detractor fuera el propio Wittgenstein. No es el único caso de filósofo que ante sus propias propuestas, más adelante, reaccio-na con más o menos violencia. ¿En qué punto alcanza un filósofo su, digamos, velocidad de crucero?

R.– Wittgenstein elaboró en su juventud una filosofía del ascetis-mo verbal. Pero se dio cuenta de

«Muchos sabios han intentado incrustar la vida en la filosofía y eso conduce a incontables catástrofes»

LLEGAR AL ORIGEN«La filosofía es un río. Podemos mirarlo desde la orilla, pero es más divertido bañarnos en él; remontarlo»

«Heidegger fue un pensador muy poco vivido y que como persona no fue, digamos, un ejemplo inspirador»

PRIMERO, LA VIDA

AUSENCIAS

EL MUNDO. DOMINGO 23 DE MARZO DE 2014 52

EM2 / CULTURA

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que lo más interesante de la vida era informulable. Que si dejába-mos sin decir ciertas cosas, éstas quedaban protegidas de la conta-minación y el deterioro de lo lin-güístico. Seguía, sin saberlo, la má-xima de Schiller: «Sólo lo que no ha ocurrido no envejece».

Luego tuvo que seguir haciendo filosofía, más que por vocación por la necesidad de ganarse la vida (había regalado la inmensa fortuna que había heredado), y empezó a analizar el lenguaje, dejándonos un libro, inconcluso, donde se ha-llan encriptadas algunas de las me-jores intuiciones sobre los entresi-jos de lo verbal que se hayan for-mulado jamás.

No creo que haya una velocidad de crucero definible entre los filó-sofos. Pero sí puede haber una es-tabilización, un no buscar más y profundizar en lo encontrado. Al-gunos filósofos, como Hegel o Ber-keley, encontraron su filosofía en la juventud y se dedicaron el resto de su vida a profundizar en ella. Otros, como Kant o Spinoza, en la madurez. Llegaron a ella y poco después murieron, dejando como legado su itinerario.

P.– Su libro parece atender la máxima de Sade: instruir deleitan-do. Se ve a las claras que una de sus intenciones esenciales es sacar a la filosofía de la academia. ¿Tan apresada ha estado? ¿No tienen culpa de esa pesadez de los filóso-fos el hecho de que muchos de ellos sólo escriban para filósofos?

R.– Eres muy amable. Uno de los propósitos del libro es, efectiva-mente, sacar a la filosofía de su re-clusión. Y dentro de la filosofía ha habido iniciativas similares: «¡Que

no te aplaste una estatua!», decía Nietzsche, que también se quejaba de aquellos académicos «leídos hasta la ruina». El libro trata de conjurar esa manía erudita de ha-blar sólo para aquellos que com-parten cátedra o facultad. Macedo-nio Fernández lo expresó como na-die: «La erudición es una forma aparatosa de no pensar».

El Manual de filosofía portátil aspira a ser fácil de manejar y fácil de entender, su intención es funda-mentalmente práctica. No es un li-bro oficial, académico o doctrina-rio, simplemente trata de compen-diar lo más sustancial de unas cuantas vidas filosóficas, un esfuer-zo por liberar al pensamiento de la reclusión a la que ha estado some-tido por escolásticos y académicos. El espíritu de la pesadez infecta co-mo ningún otro al de la filosofía y el portátil es un soltador de lastre: frente a los voluminosos sistemas ofrece ironías, migajas y vislum-bres que abran paso a una nueva inteligencia de la vida.

P.– Grandes escenas de la histo-ria de la filosofía: Wittgenstein en las trincheras, o planeando una ca-sa como representación de su pro-pio pensamiento; Nietzsche con-movido porque un cochero latiga a un caballo; Empédocles arrojándo-se al volcán; Plotino borrando sus huellas. ¿No le ha salido un libro de cuentos?

R.– Eso es lo interesante, es co-mo un libro de cuentos, de cuentos que han configurado la historia del pensamiento occidental. Volvemos al mito. Como decía Novalis, cada ciencia tiene su dios, y el dios de los filósofos es un dios narrativo y vital. Un dios que se cuenta. Como

se ha dicho, una de las máximas de este libro es que la filosofía es algo que ocurre en la vida, y no la vida en la filosofía.

Esto supone un acercamiento a facetas de la vida de los filósofos que no son estrictamente filosófi-cas, como su correspondencia, su vida afectiva, su pasión por los via-jes o por el sedentarismo, su forma de ganarse la vida. Se trata de acompañar a los filósofos en su vi-da cotidiana, y de ver cómo la vida misma fue configurando su pensa-miento.

Kant no permitía que se hablara de filosofía durante las comidas, y prefería almorzar con soldados y marineros que con profesores. Wittgenstein necesitaba ir al cine

después de dar sus clases, no im-portaba la película, aquello era pa-ra él como una ducha. Hace poco, tras la muerte de José Emilio Pa-checo, un crítico destacaba que el poeta dejaba de ser escritor cuan-do dejaba la pluma y salía a la ca-lle. Entonces era José Emilio, sim-plemente, un ciudadano más, una persona. Pues bien, lo que he in-tentado es, además de analizar los contenidos de cada una de las filo-sofías, ver cómo se comportaban los filósofos cuando no representa-ban su papel de filósofos.

P.– Nietzsche estaba contra los ídolos (entendiendo ideales). ¿Cuá-les son los ídolos de hoy? ¿Qué ca-pacidad de maniobra tiene hoy la filosofía?

R.– La filosofía ha disminuido mucho, tanto en importancia como en influencia, desde que trata de imitar a las llamadas ciencias de la-boratorio. Hay una cita de Feyera-bend al inicio del libro que explica muy bien esta situación. Esa ansie-dad es ya vieja, comenzó a finales del XIX, con el auge del positivis-mo, y ha ido creciendo hasta aho-ra. En las primeras décadas del si-glo XX la física era la ciencia a imi-tar, hoy son la neurobiología y las neurociencias.

En todo el asunto de la concien-cia y del problema mente-cuerpo, la filosofía trata de adaptarse a ellas, a sus procedimientos y meto-dologías, a su cosmovisión y pers-pectivas. Pero el laboratorio del yo es bien distinto al laboratorio del científico. Toda ciencia presupone una antropología, una idea del hombre, y se supone que era la fi-losofía la encargada de elaborarla. Pues bien, esto parece olvidado.

P.– ¿Qué es la filosofía portátil? R.– La filosofía portátil no es

nueva, está en William James y es-tá en Wittgenstein, también en Só-crates, en Berkeley o Spinoza, a pesar de que este último fue un forjador de sistemas y el portátil es intencionadamente periférico res-pecto a los grandes sistemas de pensamiento.

A la filosofía portátil le interesa poco la perfección técnica, la cohe-rencia interna o la destreza dialéc-tica. Prefiere dedicarse a la bús-queda de perspectivas y horizon-tes, a los experimentos con uno mismo, a la empatía cognitiva y, so-bre todo, a la inteligencia de la vi-da, a cómo vivir y a cómo evitar las trampas de la existencia.

«El libro trata de conjurar esa manía erudita de hablar sólo para los que comparten cátedra»

MANÍAS«Kant prefería almorzar con soldados y marineros que con profesores para no hablar de filosofía mientras comía»

«La filosofía portátil se dedica a la búsqueda de horizontes, a los experimentos con uno mismo»

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