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CON LA VIEJA ESCUELA: JOSELERO DE MORON por Manuel Herrera Radas Después de la berza en Jerez con Tio Borrico, hemos pensado que tal vez seria interesante para nuestros lectores hacer un recorrido por los viejos maestros del cante, por aquellos hombres y mujeres que sin poder estar ya en la plenitud creativa de su hacer flamenco, han supuesto, sin embargo, en una etapa anterior, el sostén y los pilares en los que se ha basado toda nuestra especialisima realidad can- taora. Sevilla Flamenca, quiere rendir, modestamente, un homenaje de gratitud a todos los que han he- cho posible que el flamenco llegue a nosotros —a pesar de los muchos obstáculos que se ha tropezado en su largo caminar de siglos, y de tantos peligros de contaminación como ha tenido que superar- en el estado de autenticidad, de pureza y de calidad en que nos ha sido legado. De los viejos cantaores de este siglo, viejos como él, que aún viven, queremos hacer un muestreo y traerlo a nuestras páginas. Ellos nos darán con la frescura de su conversación siempre amena, siempre ingenua --como de vuelta a la otra juventud--- y con la sabiduria de sus muchos años de vivencias, de jondura, y de luchas, la lección, la puntualización o el consejo, acertados y exactos que nuestras ansias de saber y de conocer; demandan. Desde esta perspectiva, y antes de continuar, Sevilla Flamenca quiere comprometerse desde ya, para rendir desde nuestras páginas y con cuantos estamentos de la vida cultural, a todos los niveles se sientan responsabilizados, un homenaje literario a la labor flamenca, a la labor de estudio, a la labor in- vestigadora y recreadora del más grande cantaor del siglo y uno de los más grandes de toda la historia, Antonio Mairena. Hasta llegar ese momento vamos a ir, a modo de adornos en oro, de esta imaginaria orla, trayendo uno a uno a los más puros representantes del flamenco, no solo de determinadas zonas cantaoras, sino también, de determinados estilos, de determinados cantes. Yo te estoy queriendo a tí con la misma violencia que en gloria esté, era mestiza, porque su mare era que lleva el ferrocarril castellana. Mí mare descendía de Estepa. Y se casó Ha dicho la solea con la gracia que en él es consustancial, la ha recortado y le ha dado azúcar, con poquita voz, que el cante no es para sordos, ha ensartado una serie para conservarla en el museo de nuestros mejores recuerdos. Y con los recuerdos, ha recordado a su inseparable Diego. su cuñado, el del Gastor. Es Luis Torres Cádiz "Joselero". con sus 73 años recién cumplidos, (precisamente los cumplió el día 23 de enero) a cuestas, y un baúl repleto de recuerdos y de añoranzas. Nací en la Puebla de Cazalla, aunque he vivido desde chiquillo en Morón a donde vine con mi her- mano "Joselero" que era mayor que yo, y que can- taba "mú" gracioso. Le decían "El niño de La Pue- bla". Eso era por los tiempos del Cojo Málaga, de Joaquín Vargas, y el Niño Medina, que fué a los primeros que yo escuché cantar. Y a mi madre, que cantaba que quitaba la cabeza. Dicen que era un escándalo en La Puebla. - ¿Gitano por los cuatro costaos? . No, veras, yo tengo una ramita..., porque siempre meten la pata las mujeres, ( ¡y yo no debía tenér ninguna ramita...!) Así que tengo tres cuarte- rones de gitano puro. Pero mi Marc, la pobrecita SEVILLA FLAMENCA /15

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Cantaor joselero

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CON LA VIEJA ESCUELA: JOSELERO DE MORON

por Manuel Herrera Radas

Después de la berza en Jerez con Tio Borrico, hemos pensado que tal vez seria interesante para nuestros lectores hacer un recorrido por los viejos maestros del cante, por aquellos hombres y mujeres que sin poder estar ya en la plenitud creativa de su hacer flamenco, han supuesto, sin embargo, en una etapa anterior, el sostén y los pilares en los que se ha basado toda nuestra especialisima realidad can-taora. Sevilla Flamenca, quiere rendir, modestamente, un homenaje de gratitud a todos los que han he-cho posible que el flamenco llegue a nosotros —a pesar de los muchos obstáculos que se ha tropezado en su largo caminar de siglos, y de tantos peligros de contaminación como ha tenido que superar- en el estado de autenticidad, de pureza y de calidad en que nos ha sido legado. De los viejos cantaores de este siglo, viejos como él, que aún viven, queremos hacer un muestreo y traerlo a nuestras páginas. Ellos nos darán con la frescura de su conversación siempre amena, siempre ingenua --como de vuelta a la otra juventud--- y con la sabiduria de sus muchos años de vivencias, de jondura, y de luchas, la lección, la puntualización o el consejo, acertados y exactos que nuestras ansias de saber y de conocer; demandan.

Desde esta perspectiva, y antes de continuar, Sevilla Flamenca quiere comprometerse desde ya, para rendir desde nuestras páginas y con cuantos estamentos de la vida cultural, a todos los niveles se sientan responsabilizados, un homenaje literario a la labor flamenca, a la labor de estudio, a la labor in-vestigadora y recreadora del más grande cantaor del siglo y uno de los más grandes de toda la historia, Antonio Mairena.

Hasta llegar ese momento vamos a ir, a modo de adornos en oro, de esta imaginaria orla, trayendo uno a uno a los más puros representantes del flamenco, no solo de determinadas zonas cantaoras, sino también, de determinados estilos, de determinados cantes.

Yo te estoy queriendo a tí con la misma violencia que en gloria esté, era mestiza, porque su mare era que lleva el ferrocarril castellana. Mí mare descendía de Estepa. Y se casó

Ha dicho la solea con la gracia que en él es consustancial, la ha recortado y le ha dado azúcar, con poquita voz, que el cante no es para sordos, ha ensartado una serie para conservarla en el museo de nuestros mejores recuerdos. Y con los recuerdos, ha recordado a su inseparable Diego. su cuñado, el del Gastor.

Es Luis Torres Cádiz "Joselero". con sus 73 años recién cumplidos, (precisamente los cumplió el día 23 de enero) a cuestas, y un baúl repleto de recuerdos y de añoranzas.

Nací en la Puebla de Cazalla, aunque he vivido desde chiquillo en Morón a donde vine con mi her-mano "Joselero" que era mayor que yo, y que can-taba "mú" gracioso. Le decían "El niño de La Pue-bla". Eso era por los tiempos del Cojo Málaga, de Joaquín Vargas, y el Niño Medina, que fué a los primeros que yo escuché cantar. Y a mi madre, que cantaba que quitaba la cabeza. Dicen que era un escándalo en La Puebla.

- ¿Gitano por los cuatro costaos? . — No, veras, yo tengo una ramita..., porque

siempre meten la pata las mujeres, ( ¡y yo no debía tenér ninguna ramita...!) Así que tengo tres cuarte-rones de gitano puro. Pero mi Marc, la pobrecita

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en Osuna con mi padre que era de allí. Y se vinie: ron a vivir después a La Puebla, donde nacimos la mitad: mi Manuel, mi M a Jesús que murió, y yo. Mi Joselero y los demás, los mayores, habían nado en Osuna. Pero, vamos, yo soy natural de La Puebla, y para sacar cualquier papel, la fé de bau-tismo o la partía de nacimiento yo tengo que ir a La Puebla.

Mi hermano "Joselero" que de artista había estado con El Cojo Málaga, con la Niña de los Pei-nes, con Cepero... Con tós esos, pues se quitó pron-to de artista. Puso una tienda en Morón y se casó con La Molina, aquí en Morán. Yo me vine con él hasta que me hice un hombre. Yo vendía por las calles, con una canastilla, "encajes y tiras-bordás". Yo por aquellos entonces ya empezaba a cantiñear. Muchas veces, como me gustaba tanto el cante, me perdía el día escuchando por las tabernas aquellas máquinas cantaoras de trompeta. Y escuchaba las placas del Cojo:

Dijiste que t'esperara hasta las tres te esperé...

¡Cómo cantaba el Cojo Málaga! Los taran tos los cantaba llorando, y las tarantas. Ese era su can-te, el que él dominaba. Entonces había otro can-taor que le decían El Niño Medina que cantaba por bulerías:

Ay, ya le picó el pajarillo a las brevas ay, traigo peras...

Mi hermano cantaba esos cantes. La primera vez que yo lo oi cantar de artista fué en una fiesta en la bodega antigua en La Puebla. Le tocaba la guitarra el "Jerrerillo" un maestro de aceite de un molino (entonces habia muchos molinos en La Puebla). Mi hermano cantó por bulerías. En aque-llos tiempos se cantaba por bulerías, siguiriyas, so-leares, malagueñas... Fandanguillos pocos. Yo los que recuerdo eran aquellos que cantaba el Cojo:

"Un canario se subía en la trenza de su pelo largo...

Eran cantes abandolaos. Joselero a pesar de su edad se mantiene inuy

bien. Ha sido operado recientemente de cataratas por lo que cubre sus ojos con unas gruesas gafas que le dan un aspecto de venerable intelectual, viste con absoluta pulcritud y cubre su cuello con una cálida bufanda.

Joselero es de una humildad asombrosa, res-petuoso hasta los tuétanos y de una gran timidez. Seguramente por eso apenas ha salido de Morón. Una fugaz escapada a unos tablaos de Barcelona, y de nuevo a su tierra. En ese aspecto igual que su cuñado Diego del Gastor.

— ¿Corno era Diego, Luis?. — Bueno, Diego era un monstruo. Yo lo cono-

cía antes de casarme con su hermana Amparo, y él era amigo mío de antes. Como guitarrista era un monstruo. Se tiraba tós los días diez o doce horas con la guitarra en su casa, sobre tó hasta que murió su padre. Diego había aprendío de un hermano su- yo, pero él lo superó, porque Diego tenía una gran intuición y sacaba muchas cosas; conocía, por lo menos, dos partes de música. Pero su toque era su-yo, na más que suyo. Y como persona había que echarle comía aparte. Era mú güeno. Tenía sus rarezas, sus cosas, pero era mu cariñoso. Eso sí, si iba a una reunión y había una persona que no le gustaba, cogía la guitarra y se iba con su gente. Con su gente, con los zapateros, en aquellas reuniones de vino y sardinas asás, era donde Diego estaba más a gusto. Y cuando Diego tocaba a gusto había que comerle los deos.

Joselero adora a su cuñado. Hablando de él suspira y se limpia las lágrimas rebeldes que asoman a sus hundidos ojos. Reconoce, eso sí, que el toque de hoy es distinto.

— A mi cuñado hay que dejarlo ya en el re-cuerdo, porque murió hace 10 años, y el toque de 10 años para acá, ha adelantao una barbaridad, el cien por cien... De toas formas yo entiendo que el toque es un acompañante del cante, y el tocaor de-be estar pendiente del cantaor para acompañarlo. Y eso era lo que hacía Diego...

— Volvamos, Luis, a Vd. a su familia, a sus hi-jos...

— Hombre en la familia se hereda el arte. Yo tengo dos o tres artistas en mi familia. Por ejemplo, mi Andorrano, que canta mú completo y mu gra-cioso. Y luego baila que quita la cabeza, es un gran festero. Luego está mi Diego que es un guitarrista por tó lo alto. Es un concertista y acompaña total-mente ajustao. El aprendió de su tío Diego, pero luego él tiene mucho arte y compone él. Ahora ha estado en Norteamerica dando recitales. Mi Diego es un guitarrista mu joven y mu grande...

Joselero se acuerda de su Fernando, Fernandi-llo el de Morón, aquel que tiraba su pañuelo al sue-lo... Fernandillo en el cielo alegrando a los ángeles gitanos en fiestas divinas... Una lágrima vuelve a resbalar sorteando arrugas.

— Mi Fernandillo era mu gracioso y tenía cosas de él propias. No es que fuera un artista mil largo, pero era mu flamenco. ¡Mi Fernandillo...!.

—- ¿Y el cante de Vd. Luis, de quién ha reci-bido intluencias...?.

— Bueno el cante es mío. Lo poco que yo can-to y que he can tao siempre, ha sío porque ha salío de mis entrañas. Ha nacío en mí, aunque nadie nace sabiéndolo tó, pero yo nací siendo aficionao y m'ha gustao siempre. Y cuando una cosa le gusta a uno, entonces es cuando uno pone de su parte.

— Pero para llegar a cantar como canta, y co-

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mo Vd. ha cantado, habrá ido lógicamente inter-cambiando experiencias —e incluso cantes— con otrps cantaores. Su cante, en todo caso, será suyo, pero producto además de sus vivencias. Háblenos, Luis, del cante de hace cincuenta años o más, de los cantaores que Vd. conoció, con los que convi-vió...

— Antiguamente se cantaba más corto, que hoy se canta más largo. Los cantes de hoy no sólo son más largos sino mas majestuosos. Hoy se le echa mas reposo al cante, pero hay un defecto mu grande. Los cantaores de hoy no cantan ná suyo, no tienen un estilo suyo casi ninguno. Y casi tós cantan lo mismo, por el mismo estilo. Antes, en mis tiempos de hace cincuenta años tós tenían una cosa suya. Y ninguno se cogía los cantes. Ahora el cante va avanzando más y tó, pero... Hombre el cante tié que está basao en lo antiguo. Y que lo arreglen después a su manera. Y que incluso lo me-joren. Míra, Mairena no ha saca° ningún cante. Pe-ro Mairena ha remoza() el cante de una forma...! Le ha dao vida y lo ha hecho a su forma. Mairena ha engrandecio el cante...

— Y cantaores de entonces que Vd. conoció... — Yo he can tao con Manuel Torre, que era el

más desigual del mundo. Cuando lo cogía bien, o que estuviera a gusto era el mejor. Tenía un me-tal... ¿Adonde se va a encontrar un metal como el de Manuel? Manuel era mi predilecto. Ahora cuan-do no estaba a gusto cantaba mas malamente y mas desentonao...! Era un genio, y el que a mi mas me ha llegao. Tomás Pavón también me gustaba mu-cho, ¿sabes? mucho. Y Juan Talega que cantaba que quitaba la cabeza. ¿Tu ves tó lo que cantaba Joaquín el de la Paula?, pos toavía cantaba más Juan cuando lo cogía bien. Yo, de este siglo, creo que Juan Talega ha sio el can taó mas puro de tós. Y no hablo de voz, de que tuviera mas voz o me-nos, yo hablo de pureza. Y te digo más, cantando por siguíriyas y soleá, pá mí mas puro, incluso, que Manuel Torre.

Yo con Juan Talega he convivio mucho en Dos Hermanas, donde yo iba a vender, yo chalena-ba mucho. Y estuve con él en muchas fiestas que organizaban los maestros de la aceituna, en las cal-deretas.

— ¿Y Juaniqui?. — ¡Juaniqui! Un viejecito con la voz casi

mía. Hacía un can tecito corto por solea... — ¿Manolito el de María?. — ¡Hombre! Manolito el de María era otro fe-

nómeno. También ha cantao mucho conmigo en Morón ¡ay! ¡qué lástima de Monolito de María! ¡No cantaba bien por soleá

— Y a Joaquín el de la Paula ¿lo conoció Vd?. — Si, llegué a conocerlo. Yo estuve en una

fiesta que nos llamaron a Diego y a mi, y que daba Vicente el Pirri, un tratante que tenía dinero y que era mú aficionao. En el Empalme. Y habían avisao

también a Joaquín el de la Paula y a Manuel Torre... Y cantó Joaquín por soleá... Y después cantó Ma-nuel Torre —me acuerdo que echó en cana.. ¡yo que sé!— Y por fin le dice a Diego: "Diego dale a eso" Y empezó Diégo a tocar, ¡me cago en diez!... Y salió Manuel cantando. Hizo dos siguiriyas, y el cambio aquel que hacía él:

"Era un día señalaito de Santiago y Sant'Ana...

Vicente el Pirri, ¿que te crees que hizo? Co-gió una mesa que habia mú grande y llena de vino. Y de un empujón la tiró. "¡Esto no se pué aguan-tá..." "No hay quien aguante este cante...!".

¡Qué tiempos — ¿Más?. — Si. El Perrate ¡no cantaba gitano ni ná, ese

Perrate! Yo he convivio mucho con Perrate y con tós los gitanos de Utrera. Mira, cuando saliamos de una fiesta Diego y yo —que nos daban a cá uno cin-co duros y nos tenían cantando toa la noche—(aunque con cinco duros había entonces pá comer una semana) y nos tomábamos tres o cuatro cacha-rros de Machaco cogiamos el tren que nos costaba tres o cuatro pesetas y nos ibamos a Utrera con Pe-rrate, con Tío José, que era carnicero, el padre de La Fernanda y La Bernardo, que ellas eran toavía chiquitinas y cantaban más bien... Allí con un po-taje de frijones y una arroba de vino estábamos de fiesta hasta que se acababa el vino y el dinero. Pero una fiesta de nosotros...

— Y hablando de Fernanda y Bernarda, Luis,

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bueno será que nos diga algo de las mujeres can-taoras que Vd. haya conocido y que le hayan lle-nado...

— Hombre yo he escuchao muchas mujeres cantá bien, aunque menos que los hombres, porque es muy difícil.., pero la mujer siempre canta menos que el hombre. Yo no sé por qué será eso. Si será por el metal de la voz... Aunque ya te digo que aunque pocas yo he conocío cantaoras mú buenas. Pero pa mi, en mi opinión, de toas las cantaoras que yo he conocí°, pá cantar flamenca, flamenca, la Fernanda. Pastora ha sío una cantaora mú com-pleta. Ha can tao por más palos que la Fernanda, pero la Fernanda tiene una voz... ¡Tiene mucha pu-reza la Fernanda...!.

Y de aquellos tiempos recuerdo a La Moreno que cantaba mu bien tambien, cantaba por bulerías y soleá. Y yo he cantao mucho con ella en la Eu-ropa... La Piriñaca canta mu bien. Y la Perrata me gustaba mucho cuando joven ¡Como cantaba esa gitana...! Yo la conocí de soltera en Utrera, con su hermano Perrate. Y de aquella época p'acá ha lle-ga° a conocer muchos cantes buenos. Ha cogito además los cantes de Pinini...

— Joselero, sigamos con los artífices del can-te, sigamos con la historia. ¿Cantaores que usted haya conocido de aquí de Morón...?.

— El Tenazas, tenía su sello propio también. Tenía su soleé, esa que hacía él:

El correo de Velez magino entre mil...

¡A ver quién hacia eso como él! El único que ha salío en Morón era él. El Tenazas ha vivío mu-cho en Puente Genil, pero era de Morón. ¡Cala! De los Cala... Diego Bermúdez Cala, se llamaba.

Luego está Silverio que era un monstruo. Pero era de 1.800 y eso no lo hemos conocí() ninguno, incluso ni yo. Entonces Manuel Torre sería un chi-quillo cuando Silverio tenía el café Burrero en la calle Sierpes. Y después se fué a América ... ¡las co-sas que pasan! Se vino... Silverio era un tio... Cuan-do murió lo tuvieron que sacá por el balcón. Y lo tuvieron que sacá con sogas.

Silverio no nació en Morón. Silverio nació en Coripe. Pero por aquel entonces Coripe era una al-deilla que pertenecía a Morón, estaba declarao co-mo un barrio. Y está bautizao aquí en Morón.

Joselero oye la guitarra que se entona por so-lea. Es la guitarra siempre ajustada, siempre a com-pás de José Luis Postigo.

— A mi me gusta mucho Postigo, yo he can-tao dos o tres veces con él mú a gusto, porque ha-ce lo que hacia Diego, que está pendiente del can-taor y a cá uno le da lo suyo.

Me juegan consejo de guerra que si me ven hablar contigo primita, y en puerto tierra

— La pureza. ¿Qué es la pureza, Luis?. — La pureza es lo que hace que a las gentes le

entren esas cosquillitas que entran. La pureza es cantar como hay que cantar. Cuando un cantaor me canta puro, a mi me se ponen los pelos que pa-recen de gallina, porque a mí me gusta el cante mucho, y me gusta mucho escuchar cantar a los buenos cantaores.

En aquella primera cho cilla que estaba Peren que y el Cuervo mira al cielo y maravilla compañera de mi alma mira al cielo y maravilla.

-- ¿Quien tiene más pureza, los payos o los gi-tanos, can tan d o? .

— El cante es el cante. El cante no es ni payo ni gitano. Porque ha habido siempre mú güenos cantaores payos. Y ahora mismo hay un cantaor payo, que se llama Miguel Vargas, y que canta por soleá y por siguiriyas pá rabiar. Y hay cantaores gi-tanos que quitan el sentio. Asi que aquí no vamos a hablar de payos ni de gitanos, sino de cante y de cantaores.

— Luis, Vd. conoció una época en la que el flamenco puro quedó resguardado en unos reduc-tos familiares y locales, de los que después salió con un empuje y una dipidad como no la había tenido nunca. Me refiero por un lado a la desvir-tuación de la opereta flamenca y por otro al mo-mento de dignificación y exaltación que supuso pa-ra el flamenco la existencia de Antonio Mairena, como primer valedor, en el tiempo y en la lucha por la dignificación de este arte. Quiere Vd. hablar algo de eso...

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"Mm..

- Bueno, El flamenco no se perderá en la vi-da. Esto viene de siglos y siglos y no se va a acabar. Pero el flamenco tiene sus temporás, sus épocas. ¿Tu no has notao que desde hace mú pocos años p'acá se nota como una frialdad en la gente que pa-rece que se va apartando un poco del flamenco.„?. Pero no se acabará.

También en los tiempos de Marchena y Valle-jo, a la gente le gustaban esos cantes. Y eran los que ganaban más dinero. Aunque en el cante todo tiene su mérito y esos dos hombres eran dos bue-nos artistas. Lo importante es que se lleve el com-pás...

- ¿Tenían ellos compás?.

- Si, hombre. Y Vallejo lo único malo que te-nía es que tenía la voz mú fina. Si la hubiera tenido la voz más gorda había gustado tres veces más, a los aficionaos, claro, Vallejo conocía tós los cantes y a mi me gustaba más que Marchena. Las granainas las cantó mejor que Chacón. De Marchena lo que me gustaban eran sus bajos, que tenía unos juegos de garganta que parecía que la tenía suelta.

- Compás, pureza, metal... ¿Cual es su cante. Joselero? ¿Como debe ser el cante?.

- El cante tiene que ser espontaneo. Lo im-portante es la espontaneidad. Eso es como el toreo y como tó. Los toreros que son artistas no son se-guros, los que torean bien no torean bien siempre, porque no se puede toreá bien siempre. Y así tiene que ser el cante, como le pasaba a Manuel Torre...

Luis está a gusto, está entre amigos y Postigo acaricia su guitarra. La solea pura, vuelve a surgir:

La retama y la consulta en un vaso las metí todos me saben a gloria que cuando me acuerdo de tí

Te se debe de acabá la alegría y tós los dineros la salú y la liberta.

Vamos a terminar. Luis, pero antes quisiéra-mos hacerle una pregunta que Vd. es muy libre de no contestar si la considera impertinente o fuera de lugar. Pero es que en Vd. se da la circunstancia de que siendo gitano grabó en su día un cante -la al-borea- que es tabú para los gitanos cuando no es-tán en su ambiente. Como tenernos entendido que ello le ocasionó algunos disgustos y algunas críti-cas, quisiéramos saber la verdad de todo aquello...

- Bueno, verás, aquello fué que Caballero 13o-nald organizó unas fiestas que después él con los cantes que hicimos pues hizo una Antología. Y yo estaba en una reunión mu quena. Estaba Moreno Galván, y, Alberto García Ulecía, y muchos más. Y

se habló de la alborea, y yo no lo quería cantar. Algunos gitanos dicen que tiene mal farío cantar la alborea delante de los payos, pero yo la he cantao algunas veces, ya ves. Totá que dice Diego, ¡cántala coño! y como estábamos en una fiesta pós la cante: porque yo no la he grabao en ningunos estudios. Sino que Caballero Bonald la cogió y la puso luego en su Antología. Sí, luego me dijeron, Mairena y Juan Talega que por qué había hecho la alborea pura... Como si estuviera en una fiesta de gitanos. ;Aquello si que eran boas! Una vez yo estuve en Huelva en una boa gitana, que duró once días. Primero fué una fiesta de caché, y cuando se fue-ron las autoridades, y tos lo payos, se hizo la boa gitana.

Yo ya hace más de veinte años que no he es-tado en una boa gitana pura: Pero la alborea es un rito. Es la prueba de la virginidad de la gitana:

En un prao verde tendí mi pañuelo, salieron tres rosas como tres luceros...

Es de noche, las horas junto a Joselero se han

pasado rápidas. La chimenea ha consumido muchos troncos de olivo y allá arriba, por encima del paseo del Gallo los luceros aguantan el frío degustando seguramente los compases por solea de este viejo gi-tano de la tierra. Toda una vida de cante, de estre-checes, de señoritos y de juergas para dar lo mejor

de su arte cuando ha estado entre los suyos. Otra vela que se va apagando mientras en el estrecho campo de la verdad flamenca no se divisan muchos hombres y mujeres con personalidad propia para ocupar su puesto.

Se hace de noche también en el flamenco. Y nosotros nos aferrarnos a las estrellas.

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