Jorge Campos - Museo de La Memoria Chile

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Controversias que persisten en el marco del tercer aniversario del Museo de la Memoria y los Derechos Humanos en Chile. Jorge Campos T.* En primer lugar abordaré algunas ideas de Gabriel Salazar, quien me ha llamado profundamente la atención por aquella concepción que tiene sobre los sistemas sociales, su construcción y conjugación de ciertos elementos que le dan forma, para ello relaciona algunos tópicos, tales como las transformaciones violentas, los sistemas fácticos y la inercia histórica. Estos tres rasgos parecen graficar muy bien el nacimiento, desarrollo y proyección de las grandes transformaciones históricas. Su premisa es bastante simple, considerar la “institucionalidad” (entiéndase el Estado, su sistema político, el mercado, etc.) como un sistema que puede nacer enfermo o que puede enfermar en su desarrollo. Bajo ese prisma nuestro modelo (vigente actualmente) surge de una enfermedad letal, es ilegítimo (imposición militar), es ineficiente (mala distribución del ingreso) y tiene una crisis de representación que se manifiesta en la baja credibilidad de las instituciones políticas. Considérese entonces, que la inercia histórica de un sistema construido a sangre y fuego, se convierte, con el tiempo, en el principal enemigo de los vencedores . Agrega que estamos ante una segunda guerra, no con balas sino con recuerdos. Aquí se enfrenta la voluntad ciudadana con su memoria social y los poderes fácticos con su perversa función de memoria que busca legitimarse y asegurar su gobernabilidad

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Controversias que persisten en el marco del tercer aniversario del Museo de la Memoria y los Derechos Humanos en Chile.

Jorge Campos T.*

En primer lugar abordaré algunas ideas de Gabriel Salazar, quien me ha

llamado profundamente la atención por aquella concepción que tiene sobre los

sistemas sociales, su construcción y conjugación de ciertos elementos que le dan

forma, para ello relaciona algunos tópicos, tales como las transformaciones

violentas, los sistemas fácticos y la inercia histórica. Estos tres rasgos parecen

graficar muy bien el nacimiento, desarrollo y proyección de las grandes

transformaciones históricas. Su premisa es bastante simple, considerar la

“institucionalidad” (entiéndase el Estado, su sistema político, el mercado, etc.)

como un sistema que puede nacer enfermo o que puede enfermar en su

desarrollo. Bajo ese prisma nuestro modelo (vigente actualmente) surge de una

enfermedad letal, es ilegítimo (imposición militar), es ineficiente (mala distribución

del ingreso) y tiene una crisis de representación que se manifiesta en la baja

credibilidad de las instituciones políticas. Considérese entonces, que la inercia

histórica de un sistema construido a sangre y fuego, se convierte, con el tiempo,

en el principal enemigo de los vencedores. Agrega que estamos ante una segunda

guerra, no con balas sino con recuerdos. Aquí se enfrenta la voluntad ciudadana

con su memoria social y los poderes fácticos con su perversa función de memoria

que busca legitimarse y asegurar su gobernabilidad bajo la creación de su propia

memoria oficial1. Según estos criterios enmarco las controversias que atraviesan al

1*Profesor de Educación Media en Historia y Geografía, Licenciado en Educación (Universidad del Bío-Bío, Chile), Diplomado en Patrimonio, Comunidad y Cultura Local (Universidad de Santiago de Chile), Maestría en Historia y Memoria, cohorte 2013-2014 (Universidad Nacional de la Plata, Argentina)

Véase a Gabriel Salazar, “La Historia desde abajo y desde dentro” (LOM, 2003), específicamente el Capítulo XV “Función perversa de la memoria oficial, función histórica de la memoria social: ¿Cómo orientar los procesos autoeducativos? (Chile, 1990-2002), en el subcapítulo “Funciones estáticas y fluyentes de la memoria oficial”, el autor hace mención a la urgencia de los ‘fundadores’ y ‘legitimadores’ de un sistema social por construir una memoria oficial, preguntándose ¿Cómo se construye, consolida y funciona la memoria oficial?, su respuesta se esboza en una serie de puntos a considerar: a) Convirtiendo la dominación fáctica en la Ley de la República, b) Convirtiendo el ‘orden legal’ en un valor (metafísico) supremo, c) Difundiendo una nueva periodización del tiempo histórico, d) Instalando nuevos héroes, altares, símbolos en el espacio público o en el imaginario colectivo, para monumentalizar los nuevos valores, e) Configurando y difundiendo el nuevo valor supremo en términos de ‘proyecto país’, entendiendo éste como realización local de un modelo

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Museo de la Memoria y los Derechos Humanos. Para ello haré un recorrido desde

la inauguración del museo, analizando brevemente el discurso que emitió la ex

presidenta Michel Bachelet, las controversias del mundo académico y político, la

controversia que “empañó” el acto inaugural, la función pedagógica, la tensión

entre historia y memoria, y en definitiva la gran controversia que da cuenta de las

diversas posturas sobre una posible “contextualización” de los hechos graficados

por el museo, por citar algunos tópicos que versan este trabajo en un ir y venir.

En el año 2010, plena “celebración” de nuestro Bicentenario y por aquel

entonces, la Presidenta Michelle Bachelet dictaba un “emotivo” discurso en el acto

de inauguración del Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, en donde

remarcó el compromiso con la libertad, la democracia y ante todo, un compromiso

con el “Nunca Más”. Agregaba en su discurso que “La inauguración de este Museo

es una poderosa señal del vigor de un país unido. Unión que se funda en el

compromiso compartido de nunca más volver a sufrir una tragedia como la que en

este lugar siempre recordaremos, tragedia que desde el primer día sumó la

negación y el ocultamiento al dolor del cautiverio o la muerte. Tragedia en la que

se asociaron la crueldad y la mentira, el odio y la indiferencia, el fanatismo y la

intolerancia. Tragedia que asoló a un país en crisis, profundamente dividido y

confrontado, que no fue capaz de superar sus diferencias en los marcos de la

democracia. Tragedia que puede tener muchas explicaciones, pero ninguna

justificación”2. Sin duda que el Golpe de Estado o la “tragedia” a la que alude la ex-

mandataria tiene muchas explicaciones e interpretaciones (a las cuales, se evoca

desde el presente, con el fin de comprender el contexto socio-histórico que grafica

el Museo de la Memoria y que en definitiva, forma parte de un debate mayor

entorno a las disputas por el pasado), pero coincidiremos que ante todo no existe

justificación alguna, y en ese sentido, la controversia que ha atravesado desde su

creación al Museo de la Memoria, es sobre una posible “contextualización” de los

externo de sociedad, f) Manteniendo la vigencia institucional de valores morales privados de ascendencia metafísica, apelando a la autoridad de la Iglesia Católica, g) Controlando el sistema educativo y comunicacional de la sociedad. 2

Michelle Bachelet, “Discurso de S.E. la Presidenta de la República en inauguración del Museo de la Memoria y los Derechos Humanos”. Prensa de la Presidencia de la República. 11 de Enero de 2010, Santiago de Chile.

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horrores de la dictadura militar, lo que puede ser un complejo ejercicio, sobre todo

si se remite solamente al periodo previo (1964-1973), como pretende gran parte

de la derecha y de sus historiadores a fines, en donde el diagnóstico –que

inclusive lo podemos compartir-, supone que el Museo de la Memoria es una

institución que sesgaría la historia al centrarse en un hecho específico, que se

presenta de manera aislada, sin relacionarse con toda la historia que lo antecede.

Pero si se cae en esa contextualización de tiempo-corto podríamos estar bajo

peligro latente de dar la razón al discurso que legitima el Golpe de Estado, pues a

ellos les interesa graficar las supuestas “causas” y los supuestos “responsables”

que hicieron necesaria el uso de la fuerza bestial en nuestro país, y en ese sentido

la contextualización que ellos buscan es una “justificación-legitimadora.” Por otra

parte, una postura a favor del Museo, entiende que el Museo de la Memoria no

busca contextualizar dicho periodo, “no fue creado para contextualizar la historia”

en palabras de Arturo Fontaine, sino más bien para visualizar lo que sucedió tal

cual, y desde allí estimular una conciencia social. Contextualizar supondría

legitimar las violaciones a los derechos humanos y dejar en impunidad a los

responsables, así lo afirma su Director Ricardo Brodsky aludiendo que al Museo

no le corresponde abrir un debate sobre la legitimidad del Golpe de Estado, más

bien esa es una tarea del mundo académico y político3. Pero además podríamos

agregar una tercera postura, sustentada por quienes vemos en la

contextualización de tiempo-largo, un marco de comprensión mayor a todo lo que

grafica el Museo de forma aislada, pues el periodo 1973-1990 que intenta dar

visibilidad a las violaciones a los derechos humanos cometidas por el Estado de

Chile, no se sustenta en un marco de comprensión sólido, que sea garante de

lucidez para quienes no conocen la historia reciente de nuestro país y los largos

procesos que en ella confluyen, esto pasaría al dejar fuera de contextualización,

la visualización y comprensión de procesos soterrados, de larga duración, tal

como lo propone la Nueva Historia Social, en donde -a modo de ejemplo- el

3 Biblioteca del Congreso Nacional de Chile. BCN Prensa, “Reacciones sobre el Museo de la Memoria”, Elaborado para la Comisión de Derechos Humanos de la Cámara. Biblioteca del Congreso Nacional de Chile. Contacto: Gabriel Gómez S. Asesoría Técnica Parlamentaria [email protected]. Anexos: 3169 Valparaíso 1849 Santiago. 11/07/2012., p. 3, citado de (La Tercera, 24.06.12).

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surgimiento del Manifiesto de Historiadores supuso que no se puede hacer historia

política, prescindiendo de la historia social y económica4. Entonces la gran

disyuntiva pasa por ¿“contextualizar”? o ¿“no contextualizar”?, o más bien por

¿“qué contextualizar”?. Si nos enfocamos en esta última pregunta debemos

considerar que su respuesta debe pensarse como una estrategia que nos lleve a

una mejor comprensión del quiebre que implicó el Golpe de Estado y de la

variedad de memorias al respecto. ¿Cómo incluir “otras” memorias al relato

“dominante”? En ese sentido el “Museo de la Memoria” supone que existe una

sola “memoria” respecto a los hechos de la dictadura militar, y esa memoria es la

de las “víctimas” y del respeto de los derechos humanos (memoria de la

transición), pero ¿Un museo de la memoria no debería partir de la premisa que no

existe una sola memoria respecto al pasado? y que por ende, sería conveniente

ampliar su campo interpretativo, como también su marco de comprensión respecto

al contexto socio histórico que grafica en sus salones, y así no caer en esa vaga

idea de presentar los hechos de la tortura y la violación a los derechos humanos

como forma aislada, separada de una historia de larga data que posee nuestro

país. Bajo esa lógica, debería entenderse que gran parte de las víctimas de la

dictadura militar formaba parte de procesos políticos, sociales y culturales que se

sustentaba en una verdadera memoria social popular, que hoy por hoy intenta

llevarse al sitial del olvido. La clase política civil que gobernó después del tirano

olvidó sus valores y pareciera que hoy sólo les importa mantenerse en el poder,

aunque sea renegando de los principios ideológicos que sustentaban las luchas de

su pasado. En ese sentido se da poco énfasis al compromiso de la lucha militante,

a la acción ciudadana que caminaba hacia el poder popular, a la resistencia de los

marginados en la impostergable pobreza, a la frustración acumulada por la

ciudadanía que creyó en falsas promesas y que en el fondo no consiguió hacer

valer sus derechos. Sería un des criterio pensar que el mismo Estado (ilegítimo)

que ha violado y reprimido constantemente a nuestro pueblo se haga cargo de

reivindicar procesos que ellos mismos socavaron, como también sería ilógico que

4 Sergio Grez, “Historiografía y Memoria en Chile, algunas consideraciones a partir del Manifiesto de Historiadores”, Información disponible en el sitio Archivo Chile, Web del Centro Estudios “Miguel Enriquez” CEME: http://www.archivo-chile.com

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asumieran su responsabilidad en las constantes violaciones a los derechos

humanos que ocurren actualmente. Con la llegada de la transición pactada,

podríamos decir, en términos de la profesora Ludmila Da Silva Catela, que se

inicia un proceso de “estatización de la memoria”, que si bien ella lo utiliza para el

caso específico de la Argentina, creo que puede servir para graficar bastante bien

lo que los gobiernos de la Concertación impulsaron como política de memoria. Por

estatización de la memoria “se refiere al papel central que ocupa el Estado como

agente de memoria y su pretensión de generar una política centralizada de

memoria, negando implícitamente la pluralidad de memorias que circulan y son

defendidas por diversos grupos e instituciones”5. Bajo esa lógica se crean

archivos, museos, políticas educativas, comisiones, etc., para el caso chileno hay

varios ejemplos, como la creación de la “Comisión Nacional de Verdad y

Reconciliación”, comúnmente denominada Comisión Retting (1990); la “Comisión

sobre Prisión Política y Tortura”, llamada Comisión Valech (2003); el “Parque por

la paz Villa Grimaldi” (1997); y como no, el “Museo de la Memoria y los Derechos

Humanos” (2010), por citar algunos. Para este trabajo, la “estatización de la

memoria” se entiende como parte integrante de la denominada “función perversa

de la memoria oficial”.

Retomando las palabras de la ex presidenta Bachelet, en donde dicha

tragedia no tiene justificación alguna, creo que actualmente tampoco se justifica

que sigan ocurriendo hechos lamentables en donde el pueblo siga aportando los

muertos, en donde se sigan violando los derechos humanos, se siga

desapareciendo gente, se oculte la verdad, o que se tergiversen los hechos ante

la muerte de cualquier ciudadano, con el fin de dejar en impunidad a los

responsables. Entonces habría que preguntarse qué tan verosímiles son las

palabras de la ex presidenta Bachelet, ¿Qué tan unidos estamos hoy como país?

¿Cuál es el compromiso con el “Nunca Más”? ¿Cuánto queda aún de crueldad y

mentira, de odio e intolerancia? Ya en pleno discurso de la ex Presidenta ocurrió

5 Ludmila Da Silva Catela, “Pasados en conflicto. De memorias dominantes, subterráneas y denegadas” p. 107, véase en: E. Bohoslavsky, M. Franco, M. Iglesias y D. Lvovich (comps.), “Problemas de historia reciente del Cono Sur – Vol. I”, Prometeo Libros, Buenos Aires, Argentina, 2010.

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un hecho que vino a graficar, en cierta medida, estas interrogantes. Fue allí que

dos mujeres, que estaban en el público, escalaron una de las torres de

iluminación, exclamando justicia por el hermano y activista mapuche “Matías

Catrileo”, quien fuera asesinado por el Sub-Oficial de Carabineros “Walter Ramírez

Espinoza”, él que atacó al comunero por la espalda con una subametralladora UZI,

en el año 2008 (pleno gobierno de la mandataria Michelle Bachelet). En aquel

entonces, según declara una noticia de la Radio Universidad de Chile, la condena

del implicado “fue firmar regularmente por tres años, lo que no le impidió seguir en

la institución, que lo trasladó a la central de comunicaciones en Coyhaique, por lo

que, además, recibe una asignación de zona extrema, con lo que se bonifica su

sueldo”6. Ante la impotencia de la justicia, ante la impotencia de la impunidad

evidente, estas mujeres –una de ellas hermana de sangre de Matías- demostraron

al mundo que se siguen violando los derechos humanos en Chile7 y que la práctica

terrorista de Estado no se remite solamente al periodo dictatorial, no comenzó en

1973 con el golpe de estado y tampoco terminó en 1990 con el supuesto regreso

de la democracia. Actualmente, bajo esa misma lógica, los constantes

allanamientos en territorio mapuche, como la aplicación de la Ley Anti Terrorista

no son la solución a los problemas históricos que demandan nuestros hermanos,

sino más bien una constante amenaza al respeto por los Derechos Humanos. Se

confirma así que el Estado, de la mano con el poder policiaco-militar, ha

mantenido y mantiene hasta el día de hoy, esa práctica autoritaria de socavar

cualquier intento de organización, de manifestación, de gestación de poder

popular, de autonomía, en síntesis: de “asociatividad”, ya sea, actuando sobre la

6 Véase en: http://radio.uchile.cl/noticias/120330/

7 El caso de Matías Catrileo es sólo un ejemplo que grafica la práctica constante de violación a los derechos humanos durante la post-dictadura, téngase presente que durante los gobiernos de la Concertación más de 60 personas perdieron la vida a manos de Carabineros, Policía de Investigaciones o Fuerzas Armadas, caso que van desde la muerte de militantes de organizaciones de izquierda -en diversas situaciones- hasta mapuches, trabajadores, sindicalistas y estudiantes sin militancia que nada tenían que ver con movimientos políticos. Para mayor detalle véase el artículo del diario El Ciudadano, titulado: “Chile: Muertos en ‘Transición a la Democracia’”. http://www.elciudadano.cl/2010/08/02/25053/chile-muertos-en-transicion-a-la-democracia/ . Por otra parte, en el actual gobierno de la Alianza por Chile liderado por el empresario Sebastián Piñera, la práctica represiva y constante violación a los derechos humanos se mantiene e incluso se ampara. La confusa muerte del sindicalista Juan Pablo Jiménez lo evidencia.

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militancia política-vanguardista (como lo fue en los 60’ y 70’ y que por lo cierto

perdura hoy igualmente con la formación de nuevos partidos, algunos con una

orgánica más transversal y de base, como el Partido Igualdad) o ciudadana, (como

lo evidencian los movimientos sociales del Chile actual que se empoderan bajo

dos vías: bajo el liderazgo de actores sociales de tipo corporativo-general,

CONFECH, CONFUSAM, ANEF o a través de Asambleas Territoriales de la

ciudadanía). Considérense prácticas asociativas que han transitado de forma

paralela, o subterránea8, que llegado el momento de una acumulación de su

propia memoria social popular y de una verdadera autoeducación, irrumpen el

espacio público y a su vez encaran los intereses del capital financiero y de la clase

política, a través de demandas reales, -no sólo como se hizo durante gran parte

del siglo XX, es decir, de forma “peticionista”, delegando la solución a las

vanguardias políticas- sino también, intentando desplegar “lo que puede y debe

ejercer el pueblo por sí mismo –en tanto ciudadanía soberana- para construir,

según su voluntad deliberada y libremente expresada, el Estado (junto al Mercado

y la Sociedad Civil) que le parezca necesario y conveniente para su desarrollo y

bienestar”, es decir: ejerciendo poder popular constituyente9. Lamentablemente, el

Estado siempre reacciona de la misma forma, ¿cuál es esa forma?, la represión, y

en dicha actitud represiva se siguen violando constantemente los derechos

humanos en nuestro país, lo que podemos observar en las diversas marchas por

la educación o en marchas de otra índole como las de las Asambleas Locales de

Freirina, Aysén, Quellón, etc., en donde por ejemplo, se ha hecho necesaria la

participación de Observadores de los Derechos Humanos, los que han constatado

8 Las prácticas asociativas subterráneas configuran a la vez, una memoria e identidad colectiva, que en términos de Pollak, se traduciría en la conformación de memorias subterráneas,… “las que prosiguen su trabajo de subversión en el silencio y casi de manera imperceptible afloran en momentos de crisis a través de sobresaltos bruscos y exacerbados”. Citado de G. Herberich-Marx, F. Raphel, “Les incorporés de force alsaciens. Dení, convocation et provocation de la mémoire”, Vingtieme Siécle, 2, 1985, p. 83. Bajo esa misma lógica Pollak agrega que: “El largo silencio sobre el pasado, lejos de conducir al olvido, es la resistencia que una sociedad civil impotente opone al exceso de discursos oficiales” (Pollak, 2006)

9 Gabriel Salazar, “En el nombre del Poder Popular Constituyente (Chile, Siglo XXI)”, LOM Ediciones, Santiago, Chile, 2011. P.

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el abuso de la fuerza policial, y que también ha sido constatada por prensa

alternativa, que ha divulgado variedad de videos en las diferentes redes sociales.10

Ya en la inauguración del Museo de la Memoria se evidenció esta

controversia que dio cuenta de la falta de “legitimidad” del discurso y de la política

de memoria impulsada por los mandatarios de la “transición” -los que hicieron

juntos el primer recorrido por el Museo de la Memoria-, y que desde el primer

gobierno concertacionista de Patricio Aylwin se puso de manifiesto con la

recordada frase “la justicia en la medida de lo posible”, inserta en la “democracia

de los acuerdos” como modelo de aquel primer gobierno post-dictatorial, y que se

tradujo en la búsqueda del “consenso” como discurso y política oficial de la

transición chilena en general. En la obra de Tomás Moulian, “Chile actual,

anatomía de un mito”, el destacado sociólogo afirmaba que “El consenso es la

etapa superior del olvido” y bajo esa premisa debemos entender cómo el discurso

oficial busca mitigar las contradicciones en torno a la diversidad de

interpretaciones y memorias que se suscitan al evocar nuestro pasado reciente.

Las controversias que envuelven al Museo de la Memoria no son aisladas,

más bien son parte de un amplio debate al respecto, que surgieron a partir del

Museo del Holocausto en Israel y también en Washington, el cual dio lugar al

debate sobre la “norteamericanización del Holocausto”11. Debates que dan cuenta

sobre la tensión entre historia y memoria12, al igual que del complejo proceso de

10 Actualmente bajo el gobierno de Sebastián Piñera se ha legitimado aún más la represión, al alero de leyes creadas por el mismo ejecutivo. El 2011 envió al Congreso Nacional un Proyecto de Ley denominado “Ley de Fortalecimiento del Orden Público”, conocido popularmente como “Ley Hinzpeter”, cuya finalidad última es la criminalización de la protesta social, y además está en discusión la denominada “Ley Mi Cabo”, la que establece medidas severas contra quienes insulten a un miembro de Carabineros o de la Policía de Investigaciones (PDI). A eso le sumamos la aplicación constante de la Ley Antiterrorista en contra de los hermanos Mapuche.

11 Extraído de Andreas Huyssen, “En busca del futuro Perdido, Cultura y Memoria en tiempos de Globalización”, p. 16, quien cita a Anson Rabibach, “Fromo Explosion to Erosion: Holocaust Memorialization in America since Bitburg” (De la explosión a la erosión: la memoria del Holocausto en América desde Bitburg, History and Memory, 9:1/2, otoño de 1997, pp. 226-255.

12 Para el pasado reciente chileno, la tensión entre historia y memoria se evidencia a partir del gran debate historiográfico de 1998-1999 cuando se elabora el Manifiesto de Historiadores en respuesta y refutación a la “Carta a los Chilenos” emitida en 1998 por Pinochet tras su detención en Londres (en donde su manipulación del pasado se establece al declararse como “inocente” protagonista de una “designación divina” que lo llevó a legitimar su “gesta nacional” del 11 de septiembre de 1973),

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institucionalización de la memoria y por qué no decir, de una disputa o “batalla de

la memoria” – en palabras de María Angélica Illanes- entre memorias oficiales y

sus contramemorias, entendidas como memorias subalternas o subterráneas y en

forma más holística, como la construcción de una memoria social popular. Lo que

no se puede obviar es esta necesidad de memoria, esta necesidad del recuerdo

que sustenta identidades, subjetividades y que ante todo, sustenta el vínculo

individual y colectivo. “Si bien sabemos que el individuo porta sus memorias, las

produce y las comparte, no podemos poner en duda que la memoria está

arraigada y situada allí donde compartimos espacios, lazos de pertenencia,

solidaridades y sociabilidades”13, siguiendo esa línea la memoria se arraiga y sitúa

allí donde existe asociatividad y bajo esa misma lógica –la profesora Ludmila-

sostiene que la memoria (con sus olvidos y silencios) es una fuerza inusitada en la

aprehensión y clasificación del mundo, en la transmisión de herencias y saberes.

Los museos de la memoria en general no escapan a estas encrucijadas, al

respecto Nelly Richard, afirma que: “Este debate teórico nos enseña la tensión

entre historia (el relato explicativo de una sucesión de hechos enmarcada

cronológicamente cuya verdad comprobable pretende organizar un saber

objetivo) y memoria (la experiencia subjetiva del recordar que afirma sus creencias

en las huellas sensibles de lo testimonial); entre la mostración literal del pasado

documentado por objetos reales y la contextualización socio-histórica de redes de

y también en respuesta a la serie de Fascículos de Historia de Chile emitidos por el historiador y ex colaborador de la dictadura, Gonzalo Vial. Aquí se evidencian abiertamente las luchas interpretativas de nuestro pasado reciente y las batallas o disputas por la memoria. Para profundizar sobre la tensión entre historia y memoria para el caso chileno véase: Sergio Grez y Gabriel Salazar (Compiladores), “El Manifiesto de Historiadores”, LOM Ediciones, Santiago, 1999; María Angélica Illanes, “La Batalla de la Memoria. Ensayos históricos de nuestro siglo, Chile, 1900-2000”, Editorial Planeta, Santiago, 2002; Pedro Milos, “Historia y Memoria. 2 de abril de 1957”, LOM Ediciones, Santiago, 2007; Mario Garcés, “Memorias para un nuevo siglo. Chile, miradas a la segunda mitad del siglo XX”, LOM, Santiago, 2000; Nelly Richard, “Crítica de la Memoria (1990-2010)”, Ediciones Universidad Diego Portales, Santiago, 2010; entre otros. Para revisar ideas generales en torno a historia y memoria, revisar la clásica bibliografía eurocentrista de: Pierre Nora, “Les lieux de mémoire”, París, Gallimard, 1984; Jacques Le Goff, “Histoire et Mèmoire”, Paris, Gallimard, 1988; Maurice Halbwachs, “La Mémoire collective”, París: PUF, 1950; Paul Ricoeur, “Historia, memoria, olvido”. Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2004; Yosef H. Yerushalmi, “Zajor. La historia judía y la memoria judía”. Barcelona: Anthropos, 2002; Michael Pollak, “Memoria, Olvido, Silencio”, Editorial Al Margen, La Plata, Argentina, 2006. Entre otros.

13 Ludmila Da Silva Catela, Óp. cit. P. 101.

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significación e interpretación de conocimiento y reconocimiento, que excedan el

simple valor de autenticidad de lo experiencial para reflexionar sobre los marcos

de comprensión y elaboración del pasado”14 Esta compleja tensión caracteriza la

función pedagógica de cualquier museo, en donde la muestra de cuenta de la

individualización del sufrimiento, considerando a las víctimas directas de la

represión, como a los sobrevivientes y a los testigos de la época dictatorial, como

también pueda generar una memoria ejemplar, -según Todorov-, en donde se

construya un exemplum que integre otras lecturas del pasado y se extraiga una

lección (como resultado de un marco de comprensión sobre el proceso), sobre

todo para quienes llegan al pasado por medio de esas imágenes y relatos, ya que

no vivieron en carne propia ese periodo.

Aquí es donde retomamos la gran controversia, que a tres años de la

creación del Museo de la Memoria sigue vigente, y es que el pasado no está

cerrado (como diría W. Benjamin), por lo cual las disputas de nuestro pasado

están en una permanente discusión. Entonces estamos ante una controversia no

resuelta, me refiero a la ya citada contextualización socio-histórica, (del hecho

histórico mismo, como lo hizo público el Manifiesto de Historiadores y en este caso

específico, del museo mismo, como garante de la significación e interpretación de

los marcos de comprensión y elaboración del pasado en que se insertan las

memorias sobre el Golpe de Estado y todo lo que ello implicó e implica en

nuestros días). Un ejemplo para graficar esta problemática de la contextualización

es toda la controversia que se desató entre quienes sostenían que el Museo de la

Memoria debía dar cuenta de las “razones que generaron las violaciones a los

derechos humanos”, a lo que el historiador Sergio Villalobos afirmó: “Desde el

punto de vista de la historia, la existencia del museo representa el deseo de

falsificar el pasado, en cuanto se enfoca en un acontecimiento singular, separado

del resto de nuestra historia y, por lo tanto, incomprensible. El lugar falta la política

y la situación social del país desde varias décadas anteriores y, muy

especialmente, la destrucción de la ética pública, los abusos, engaños y

14

Nelly Richard, “Crítica de la Memoria (1990-2010)”, Ediciones Universidad Diego Portales, Santiago, 2010, p. 237

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desmanes del gobierno de la Unidad Popular. Sugiero una reformulación del

contenido y del nombre: Museo de Fracaso, el de la Unidad Popular y el de

ahora”15 (El Mercurio, 22.06.12). A aquella polémica declaración redactada en

carta al diario El Mercurio, se sumaron los dichos de Magdalena Krebs, directora

de la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos (Dibam), quien sostuvo lo

siguiente: “la opción que tomó el museo en cuestión, de circunscribir su misión

sólo a las violaciones a los DD.HH., sin proporcionar al visitante los antecedentes

que las generaron, limita su función pedagógica”. Ante estas declaraciones, un

grupo de ciudadanos y artistas envió una carta al Ministro de Educación, por aquel

entonces Harold Bayer, al cual solicitaron la renuncia de la directora de la DIBAM,

Magdalena Krebs, afirmando que no existe justificación alguna para matar, torturar

y desaparecer. Por otra parte, la vicepresidenta de la Agrupación de Familiares de

Detenidos Desaparecidos, Mireya García y la presidenta de la Agrupación de

Familiares de Ejecutados Políticos, Alicia Lira, manifestaron su repudio a las

declaraciones de Krebs, afirmando que lo que se busca es dejar en impunidad a

los asesinos. Aquí se evidencia la pugna entre quienes bogan por una

contextualización de tiempo corto, buscando como dijimos anteriormente, una

“justificación-legitimadora” (entendida como parte de una memoria denegada16 que

reivindica acontecimientos de violencia previos al golpe como agravantes que

respaldarían la intervención militar) y entre la memoria oficial o la memoria

dominante de la transición chilena, muy “respetuosa” del Nunca Más, en donde

confluyen organismos de DD.HH., ONG’s, Comisiones y diversas instituciones que

en unión y consenso con organismos del Estado luchan por no claudicar en su

discurso de rechazo y denuncia del terrorismo de Estado circunscrito al periodo

1973-1990. Ahora lo importante es esclarecer cómo integrar nuevos relatos a este

binomio que disputa la legitimidad de sus memorias, cómo podemos ampliar la

denuncia del “terrorismo de Estado”, sin reducirla a los 17 años que vivimos bajo

la dictadura de Pinochet, pues partimos del principio fundamental que desde la

creación del Estado-Nación ha existido el golpismo por parte de la oligarquía, en

15 El Mercurio. 22.06.12. Museo de la memoria. Disponible en: http://bcn.cl/ny57 (Julio, 2012)

16 Ludmila Da Silva Catela, Óp. Cit., p. 103-104

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ese sentido hemos sido golpeados en diversas ocasiones a lo largo de nuestra

historia y corresponde que también nos hagamos cargo de esas memorias. Esto

pareciera ser imperioso, sobre todo, para quienes mantienen viva la tradición

autogestionaria y creen que el golpe de estado no sólo fue un manto de sangre en

las páginas de nuestra historia, con miles de víctimas que lamentamos y

lamentaremos siempre, sino también que significó el quiebre violento de un largo

proceso de poder popular como marco de comprensión, en donde la re-

elaboración del pasado tiene la característica principal de recordar y valorar el

ejemplo de la lucha popular, de recordar la irrupción de la clase popular en el

espacio público, de la protesta como arma principal –con el recuerdo vivo de las

huelgas y masacres de principios del siglo XX, (a 105 años de la masacre de la

escuela Santa María de Iquique, no olvidamos) y con el recuerdo vivo de aquellas

22 jornadas de protesta que terminaron por derrocar al tirano, por citar algunos

ejemplos- pero en definitiva con el recuerdo de esa capacidad de lucha y

asociatividad que hoy emerge nuevamente, intentando hacer tambalear todo el

sistema neoliberal, con las exigencias de educación pública, gratuita y de calidad,

con la renacionalización de nuestros recursos naturales, con la asamblea

constituyente como prioridad en la agenda política, con la irrupción de asambleas

locales (Calama, Aysén, Freirina, Huasco, Quellón, entre otras) y con la mirada fija

en la contextualización socio-histórica de redes de significación e interpretación

que nos identifica con el pasado y nos acerca a su comprensión desde el

presente.

Llegado el momento en que el pueblo determine su voluntad soberana y

sea capaz de decidir el Estado que se requiere construir para el bienestar de la

sociedad civil -siempre y cuando sea ejercido a través de su poder constituyente-

creo que desde ese punto de inflexión, manifestado como un cambio radical del

sistema imperante, debemos repensar nuestras memorias, nuestras instituciones

de memoria y los discursos de memoria propiamente tal. Repensar nuestros textos

escolares, repensar nuestros monumentos17, nuestros museos –quizás abrir

17 Para el caso argentino sería interesante revisar el movimiento ciudadano que busca “Desmonumentar a Roca” por ser un genocida que asesinó a miles de miembros pertenecientes a pueblos originarios de la pampa argentina, en la llamada “Campaña del Desierto”, que además

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nuevos museos, ampliar otros, renovar enfoques, etc.- y desde esa lógica terminar

con nuestra condición de víctimas de la historia oficial, tomando en cuenta que si

construimos otro sistema social en base a una reconstrucción histórica basada en

deliberación ciudadana (que no sea meramente a través del sufragio de la

democracia liberal) podemos hacer prevalecer nuestra “memoria social”, que

desde la situación de opresión, marginalidad y refugio de la memoria ciudadana se

enfrenta al “tanque cultural” de la historia oficial, reconquistando la memoria

pública y legitimando un nuevo contrato social. En síntesis creo que es

fundamental que podamos comprender lo que muy bien esboza Salazar al finalizar

su obra anteriormente citada, y es que: “La gran anchura, riqueza y profundidad de

la memoria social que existe hoy en Chile –sobre todo en su baja sociedad civil-

permite incubar y cultivar dentro de ella diversos e inéditos procesos

autoeducativos, culturas identitarias de fuerte proyección histórica, prácticas

políticas de alta legitimidad y sentido participativo, producción cognitiva de amplio

consenso social y ‘contratos sociales’ varios, democráticos y factibles. La tarea es,

en este campo, enorme, inédita, posible y éticamente ineludible.”18

El Museo de la Memoria y los Derechos Humanos posee un enfoque

histórico que se erige como relato dominante de nuestro pasado nacional y es

necesario que ese relato se construya desde una memoria social y política acorde

a la voluntad ciudadana, en donde se interconecten múltiples posicionamientos

desde la sociabilidad e identidad de los sujetos, los cuales se suscriban más allá

de la única condicionante que atraviesa el museo, que es la de víctima de la

dictadura. Sin embargo, nunca se debe perder de vista el objetivo principal, que es

expulsó a obreros italianos y españoles que luchaban por las 8 horas de trabajo y por si fuera poco reprimió un acto obrero en 1904 en donde murió el que se considera un mártir del movimiento obrero argentino, Juan Ocampo. Pese a todo esto su figura de bronce está por muchas plazas, su nombre en muchas calles y su imagen en el billete de 100 pesos argentinos. Esta campaña busca desmonumentar y erradicar la imagen del General Roca del espacio público. En Chile, recientemente se dio todo un movimiento liderado por la nueva alcaldesa de Providencia (Santiago), en donde se propuso cambiar el nombre de la Avenida 11 de Septiembre (antes de que se cumplieran los 40 años del Golpe), para lo cual se reunieron firmas y finalmente este mes de julio el consejo municipal aprobó el cambio de nombre a “Nueva Providencia”. Estos fenómenos son importantes a considerar para entender como la voluntad ciudadana con su memoria social busca por diversos medios, terminar con esa función perversa de la memoria oficial. 18 Gabriel Salazar, óp. Cit, p. 476

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condenar categóricamente las violaciones a los derechos humanos sin admitir

explicaciones que “justifiquen” la práctica del mal.

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