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Juan Carlos Bataller FUNDACION Con el aporte de Suplementos coleccionables BATALLER JONES La presencia del inmigrante en una familia patriarcal E n estos primeros años del siglo XX, San Juan tenía una estructura familiar de tipo tradicional. El jefe indiscutido del hogar era el padre, aunque la mujer ocupaba un sitio preferencial como “reina de la casa”. Los hijos guardaban gran respeto, no podían fumar delante de sus padres, algunos nunca lo hicieron aún siendo hombres mayores, ni podían conversar en voz alta u opinar sin ser consultados. Sin embargo, la mayoría de los jóvenes trabajaba desde chi- cos ayudando a sus padres. E n general las familias eran muy religiosas y el luto ante la desaparición de un familiar, era exagerado. Los hombres se colocaban una ancha cinta negra en la manga y las mujeres vestían de negro por meses y hasta años. En las viviendas se colocaba un crespón negro ante una desaparición. En los velorios era común la “claque” de “llo- ronas”, que rezaban y lloraban, por una paga, con lo que se demostraba el dolor por la muerte de un ser querido. E l pueblo sanjuanino fue siempre muy acogedor. La solidaridad era expresión corriente hacia el inmi- grante que llegaba, aunque la alta sociedad era bastante infranqueable. Se accedía a ella por medio de casamiento con alguna de las niñas de alcurnia. Precisamente, el gran impacto que estaba sufriendo la socie- dad sanjuanina no tenía que ver con la estructura familiar en sí, sino con la llegada de miles de inmigrantes. Digamos que los historiadores estiman que entre 1870 y 1940 los países que más inmigrantes europeos recibieron en el continente americano fueron EE. UU. (27 millones), Argentina (más de 6 millones), Brasil (más de 4 millones), Canadá (4 millones), Cuba (610.000) y Uruguay (500.000). Instalados en las ciudades, los inmigrantes se integran en los sectores secundario y terciario de la economía nacional. La construcción del ferrocarril les representó una importante fuente de trabajo, pero muchos se abocaron al comercio y a la artesanía. El sector industrial reclutó sus principales impul- sores de entre ellos; de los 47.000 industriales que registra- ba el censo en 1914,31.500 eran de origen foráneo. La integración política de los migrantes siempre fue reduci- da; hacia 1900, sólo el 4% de los adultos en condiciones de votar eran de origen extranjero. Al desinterés del Estado argentino en nacionalizar a los recién llegados se sumaba la indiferencia de éstos para hacerlo, pues muchos conservaban la idea de volver a su país de origen luego de ahorrar lo sufi- ciente. Pasa a página siguiente 2

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Historia, politica, sanjuan

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Juan Carlos Bataller

FUNDACIONCon el aporte deSuplementos coleccionables

BATALLER

JONES

La presencia del inmigranteen una familia

patriarcal

En estos primeros años del siglo XX, San Juan teníauna estructura familiar de tipo tradicional. El jefeindiscutido del hogar era el padre, aunque la mujer

ocupaba un sitio preferencial como “reina de la casa”. Los hijos guardaban gran respeto, no podían fumar delantede sus padres, algunos nunca lo hicieron aún siendo hombresmayores, ni podían conversar en voz alta u opinar sin ser consultados. Sin embargo, la mayoría de los jóvenes trabajaba desde chi-cos ayudando a sus padres.

E n general las familias eran muy religiosas y el lutoante la desaparición de un familiar, era exagerado.Los hombres se colocaban una ancha cinta negra en

la manga y las mujeres vestían de negro por meses y hastaaños. En las viviendas se colocaba un crespón negro ante unadesaparición. En los velorios era común la “claque” de “llo-ronas”, que rezaban y lloraban, por una paga, con lo que sedemostraba el dolor por la muerte de un ser querido.

E l pueblo sanjuanino fue siempre muy acogedor.La solidaridad era expresión corriente hacia el inmi-grante que llegaba, aunque la alta sociedad era

bastante infranqueable. Se accedía a ella por medio decasamiento con alguna de las niñas de alcurnia. Precisamente, el gran impacto que estaba sufriendo la socie-dad sanjuanina no tenía que ver con la estructura familiar ensí, sino con la llegada de miles de inmigrantes. Digamos que los historiadores estiman que entre 1870 y1940 los países que más inmigrantes europeos recibieron enel continente americano fueron EE. UU. (27 millones),Argentina (más de 6 millones), Brasil (más de 4 millones),Canadá (4 millones), Cuba (610.000) y Uruguay (500.000).Instalados en las ciudades, los inmigrantes se integran en lossectores secundario y terciario de la economía nacional. Laconstrucción del ferrocarril les representó una importantefuente de trabajo, pero muchos se abocaron al comercio y ala artesanía. El sector industrial reclutó sus principales impul-sores de entre ellos; de los 47.000 industriales que registra-

ba el censo en 1914,31.500 eran de origen foráneo. La integración política de los migrantes siempre fue reduci-da; hacia 1900, sólo el 4% de los adultos en condiciones devotar eran de origen extranjero. Al desinterés del Estadoargentino en nacionalizar a los recién llegados se sumaba laindiferencia de éstos para hacerlo, pues muchos conservabanla idea de volver a su país de origen luego de ahorrar lo sufi-ciente.

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En 1902, durante el segundo mandato de JulioArgentino Roca, el Congreso sancionó la Leyde Residencia —redactada por el diputado

nacional Miguel Cané— que le otorgaba al PoderEjecutivo la facultad de expulsar extranjeros acusadosde delitos comunes o actividades sediciosas. De estemodo, el gobierno respondía a la creciente sindicaliza-ción y organización política de los trabajadores, encuyo impulso y liderazgo los inmigrantes desempeña-ban un papel importante.

La causa principal de la inmigración de españoles amediados del siglo XIX fue la pobreza, así como elarduo servicio militar que obligaba a los soldados aprestarlo durante unos tres años. Los lugares de proce-dencia fueron predominantemente Galicia (puede quehasta un 70% del total), Andalucía (15-20%), Asturias,Cantabria y el país Vasco, aunque también embarcaronde Madrid, Extremadura o las islas Canarias. Los gallegos y los catalanes se radicaron, en general,en la ciudad de Buenos Aires y de Rosario. Los meri-dionales, en Santa Fe, Mendoza, Río Negro, EntreRíos, dedicándose principalmente al trabajo rural enlas plantaciones. Los valencianos fueron a Corrientes ya Misiones. Los asturianos se instalaron en las provin-cias andinas, en el noroeste del territorio argentino.Los andaluces se dedicaron, mayormente, a la horticul-tura. Los vascos se dedicaron al campo argentino conempeño singular, como ganaderos, tamberos y fruticul-tores.

En los catorce años que componen los periodos 1885-1895 y 1912-1914, unos 150.000 andaluces emigrarona la Argentina. Entre 1880 y 1930, la media porcentualsobre el total de españoles se situaría entre un 15% yun 20%. Provienen sobre todo de las provincias deAlmería, Cádiz, Granada, Huelva, Jaén y Málaga y seestablecieron en su mayoría en Buenos Aires y LaPlata, pero también en Mendoza y San Juan, que pose-en un clima similar al de Andalucía, donde se dedica-ron al cultivo de la vid y el olivo y a la producción devino. En 1909, había en la provincia de San Juan un

total de 115.570 habitantes, de los cuales 107.621

eran argentinos y 7.949 extranjeros.

En estos casos es esencialmente el hombre solo el queemigró. Luego que comienza a forjarse una posición,terminaba por constituir familia en el nuevo terruño. Siera casado y con hijos primero emigraba el hombre, alcabo de varios años de trabajo traía a la familia. De allíentonces una mayor cantidad de hombres que de muje-res en estos grupos.

� Los españoles eran en total 3.972, de los cuales2.193 hombres y 1.779 mujeres.

� El segundo grupo en importancia eran los chilenos,con un total de 1.513, de los que 412 eran hombres y1.101 mujeres. En este caso, la situación era inversaporque el hombre chilenotrabajaba sobre todo como minero y estaba instaladoen Calingasta e Iglesia. La mujer chilenatrabajaba en el servicio doméstico y se instalaba en casas de familia esencialmente en la ciudad Capital.

� Los italianos eran 1.145, de ellos 729 hombres y

416 mujeres. Esta inmigración fue muy importante como ya seadvertía, por su participación creciente en la economía yla vida política.

� En cuarto lugar vienen los turcos, que en total eran291, de ellos, 185 hombres y 106 mujeres. En realidaderan árabes, sólo tenían pasaporte turco. En aquellaépoca el imperio Otomano o Turquía dominaba el con-junto de los países árabes, que eran sus colonias. Síalgún natural de una región árabe quería emigrar debíasolicitar un pasaporte a las autoridades turcas, de allíque llegaban con un documento que en realidad norepresentaba su nacionalidad. Los que llegaron a San

Una tradicional familia sanjuanina. Pedro

Valenzuela que en 1942 fuera electo gobernador

junto a su esposa Dina Quiroga y su hija Juanita. 2

JONES

La presencia del inmigrante...

S i queremos tener referencias sobre la com-posición social de San Juan en los años deJones tenemos que partir de una premisa

básica: debemos olvidarnos de la realidad de

hoy.

En aquellos años el hombre era el único protago-

nista de la vida ciudadana.

Sólo el hombre votaba, hacía política, mandabaen el hogar.Este dato es esencial para dar un marco a losacontecimientos que relatarán esta serie de notas.Ese marco parte pues de una base: sólo el hom-

bre tenia derechos ciudadanos; era quien

actuaba en la vida política, había una creciente

presencia de inmigrantes.

Pero vamos a otro tema.Ante este panorama donde la población masculinaera mayor que la femenina, era absolutamente

comprensible la existencia de una activa prosti-

tución.

El censo de 1909 reconoce la existencia de 27prostitutas en la ciudad. En realidad eran muchasmás. Se estima que en los años 20 llegaron a ejer-cer la prostitución m ás de un centenar de muje-res.La prostitución fue legal y reglamentada en laArgentina hasta 1937 cuando fueron prohibidoslos prostíbulos.

E n general detrás de la prostitución siem-pre estuvieron los “cafishios”, rufianes oprotectores

–cuando no la “madama”, como el caso de la famo-sa Rebecca a fines de los ’40- que garantizaban queel “trabajo” fuera pagado como correspondía.Con el correr de los años, la prostitución ejercida enforma individual fue dando paso a las casas de tole-rancia. Generalmente estas casas rotaban a las muje-res por distintas ciudades mediante canjes o compraventa. Si se analizan algunos apellidos ligados por aquellosaños a la trata de blancas – más aun a la usura- seadvierte la presencia de apellidos que con el

correr de los años tendrían una descendencia que

se destacaría en la vida empresaria y hasta en la

política.

En los primeros años del siglo traían mujeresde Mendoza o Chile. Luego, muchas llega-ron desde Buenos Aires y eran de origen

europeo, en su mayoría polacas.

La prostitución y lausura estaba ligada a

familias hoy conocidas

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Juan con pasaporte turco eran sobre todo libaneses,sirios, jordanos, etc. países que adquirieron su indepen-dencia décadas después.

� Los franceses eran 260, -156 hombres y 104 muje-res-. También había 51 alemanes, 37 suizos, 33 urugua-yos, 31 rusos, 22 austríacos, etc.

� Los rusos eran judíos que venían huyendo de laspersecuciones de los zares, y dentro de losaustríacos debe incluirse algunos polacos, por lo generaltambién judíos, que hasta entonceshabían vivido en tierras ocupadas por el imperio austro-húngaro

El juego fue muy común en confiterías,

clubes y conocidos “garitos” de la época.

3Colabora con esta obra

Es sabido que esas pobres mujeres vivíanen forma inhumana.Estos prostíbulos trabajaban atendiendo

cada mujer entre 70 y 75 clientes por día.En muchos casos, estas mujeres la mayoría extran-jeras, eran objeto de grandes palizas por parte delos rufianes. Algunas llegaron incluso a morir poresta causa.

Hubo varias casas famosas en nuestra ciudad.Una de las más importantes cuando terminaba latercera década, fue sin duda El Gato Blanco, ubica-do en la avenida 9 de Julio y Alvear (lo que hoy esel lateral este de Avenida Rioja). Más modesto en sus pretensiones era El Noventa,ubicado en la avenida España entreCórdoba y General Paz.El “caballo blanco” llamaban al coche de plazaque dos veces por semana llevaba a las mujerespara ser revisadas en la Asistencia Pública, comolo determinaba la ordenanza policial. Esa “victo-

ria” tenía parada en la plaza 25 de Mayo y quiensabe porqué su conductor era el preferido de losrufianes. Uno de ellos, de origen libanés, fue muertoa tiros cuando circulaba por la calle Salta en esecoche.

M ediante la habilitación municipal delenocinios y la inscripción obligatoria delas prostitutas, forzadas a un control

médico periódico, se pretendió circunscribir el ámbi-to de ejercicio de “la profesión” y evitar la difusiónde enfermedades venéreas.El sistemaintentó conciliar la “tolerancia de la concu-piscencia masculina“ con la profilaxis de las enfer-medades de transmisión sexual. No obstante, la reglamentación – que desde el princi-pio fue objeto de fuertes críticas, las que se agudiza-ron a medida que se hacía evidente su ineficacia pro-filáctica y el grave problema de la trata de blancasque estimulaba– resistió hasta 1937, en que la ley12.331 los suprimió en todo el territorio nacional.

Los cabaret

Varias fueron las casas que ofrecían númerosartísticos de varieté. Estas casas, con señoritasque bailaban y muchas veces alternaban con los

clientes, estaban ubicadas en distintos puntos de la ciudad. Era una forma muy particular de disimular la prostituciónclandestina.En algún momento se pusieron de moda en todo el país lasorquestas de señoritas. En numerosos locales que teníaninstalaciones apropiadas, las orquestas tocaban integradaspor numerosas mujeres.Lo curioso es que la mayoría no sabía nada de música yunas pocas eran las que tocaban y brindaban esparcimientoa la concurrencia. La clientela –contaron hace algunosaños a quien escribe algunos viejos memoriosos- elegía lamujer y por medio de señas concertaba citas. La elegida, alsalir, era reemplazada por otra prostituta que oficiaba demúsica. Las camareras, por su parte, “confraternizaban “ con losclientes, sentándose en sus rodillas o hablándoles al oído

El Dorado, el casino local, dicen que poco tenían que envi-diarle a los espectáculos que presentaba el Moulin Rougeen París.Durante décadas fue común que a medianoche las puertasse cerraran y las funciones siguieran “en privado” paraautoridades policiales y de gobierno.

La usura

La proliferación de usureros también fue notoria enla época. Fundamentalmente los inmigrantes no tenían

acceso a otro crédito ya que no poseían bienes.Importantes comerciantes y hasta algún bodeguero hicie-ron fortuna con esta actividad que ofrecía un gran lucro:como que hasta se llegó a pagar el 1 por ciento de interésdiario con capitalización cada 30 días. El usurero más importante de aquellos años llegó a adqui-rir buena parte de los principales terrenos del centro san-juanino.En los años 30, uno de estos capitalistas –un solterón deorigen árabe- fue asesinado, en uncaso que fue noticia durante muchas semanas y que nuncafue esclarecido.

El juego

El juego también fue muy común en confiterías yhasta clubes, lo mismo que en conocidos “gari-tos” de la época.

En general contaban con la complicidad policial por lo quedebían responder al gobernante deturno ya que las designaciones de comisarios eran políti-cas.En el año que gobernó Jones, había un jefe de Policía quevino desde Buenos Aires -HonorioGuiñazú- que inmediatamente asumió, combatió frontal-mente el juego. Incluso llegó a utilizar la policía montada,entrando con los caballos a los locales. Esto sucedió en lasprimeras semanas de gestión y la actitud fue ponderadapor la prensa.Luego, el jefe arregló con los capitalistas y –se asegura-nunca hubo tantas casas de juego en San Juan.En aquellos años, cuentan los memoriosos, cuando unrufián no realizaba los consabidos aportes, se lo detenía, sele cortaba el pelo y los tacos de los zapatos y se lo despa-chaba en el tren a Buenos Aires con la advertencia de quenunca debía regresar.

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Un alto en el relatopara comprender los años 20

JONES

En este punto de la historia es

impostergable hacer un alto.

Ya conocemos a los

protagonistas principales y

sabemos de sus diferentes

formas de entender la política.

Podemos instuir lo que era

la ciudad en aquellos días.

Pero sería inútil seguir

avanzando si no nos

adentráramos en el alma de un

país, en los cambios que se

estaban produciendo en la

sociedad y en la influencia que

esos cambios tenían en una

provincia como San Juan, con

características muy particulares.

Hagamos pues ese alto, antes que

comience la acción..

La Ley Sáenz Peña

La Ley Sáenz Peña, sanciona-da en 1.912, sustituyó elrégimen electoral fraudulento

y violento de los años anteriores, porun sistema donde el ciudadano podíavotar líbremente y -mediante el siste-ma de lista incompleta- garantizaba lapresencia de las minorías en el poder.Esta ley -que permitió el acceso algobierno del radicalismo mediante elvoto popular- obligadamente debíaconstituirse en un proceso revulsivodentro de las sociedades, que estabanpariendo sus nuevos partidos políticos.

La caricatura muestra al

presidente Roque Sáenz

Peña, precursor de la ley

que lleva su nombre, salien-

do del cuarto oscuro tras

emitir su voto. (Caras y

Caretas, 1912

Sin contención social

El crecimiento económico de la Argentina en lasdos últimas décadas del siglo XIX y las dos pri-meras del XX fue espectacular e irrepetible.

Pero fue un crecimiento desparejo. Mientras muchagente se enriqueció y hasta se transformó en una verda-dera clase “snob” y dilapidadora, otros sectores perma-necían en la mayor de la pobreza, sin que existiera nin-gún tipo de contención social. No existían horarios nidías de trabajo, indemnizaciones por despidos, obrassociales ni asistencia pública. Quien caía en la indigen-cia se moría de hambre. Y punto.

La sopa de los pobres se denomina este óleo de R. Giudici, existente en el Museo de Bellas Artes y

que pinta la miseria en que vivían vastos sectores de la sociedad al comienzo de los años ‘20.

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5Colabora con esta obra

JONES

Sé que te tengo

La revolución bolchevique de1917 tenía gran influencia poraquellos años. Si bien Rusia

permanecía aislada económica y políti-camente, la ideología que sustentaba susistema y sus métodos de lucha, seexpandieron rápidamente como unaalternativa a las diferencias sociales queoriginaba el capitalismo. Argentina eraun país donde llegaba la inmigración detodas partes. Y esta inmigración traíaideas que pronto se diseminaron portodo el territorio, influyendo en sectorespartidarios.

La revolución rusa

Vladimir Ilich Ulianov, conocido

como Lenín conductor de la

revolución bolchevique.

San Juan y Mendoza fueron beneficiarias del esquemade país diseñado por la generación del 80. La llegadadel ferrocarril y el amparo nacional posibilitaron un

formidable desarrollo de la vitivinicultura. Esto posibilitó una magnífica inserción del inmigrante, espe-cialmente el italiano y el español.Pero a estas ventajas se sumaba otra, que resultó ser decisivapor su incidencia positiva como movilizadora social. Y estafue el sistema de explotación de la tierra que se adoptó enCuyo, donde aparece la figura del contratista.

El europeo, que llegaba sin un peso pero con una cultura deltrabajo y conocimientos sobre el laboreo de la tierra y la ela-boración del vino, pudo así capitalizarse rápidamente. Y enpocos años se independizó, pasando a integrar la elite local.De estas familias salieron hijos profesionales que, en losaños 20, ya gozaban en plenitud de sus derechos ciudadanos para elegir y ser elegidos.

La insercióndel inmigrante

Una típica

familia de inmi-

grantes en la

clásica foto que

se tomaban

para enviar a

los parientes

que quedaron

en Europa.

Los nuevos dirigentes

Sería un error pensar que los enfrentamientos ylas convulsiones que caracterizaron los años20 en San Juan fueran producto de una “lucha

de clase”. En realidad lo que estaba en juego era unaformidable disputa entre una dirigencia tradicional,generalmente enriquecida y con una formación edu-cativa y cultural que se traducía en todos los órdenesy otra dirigencia, incipiente, hija de inmigrantes, quebuscaba su espacio para actuar. Y como era previsi-ble, lo buscaba no en los sectores altos sino en losmarginados, lo que la llevaba a un enfrentamientocasi natural con la dirigencia tradicional.

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JONES

Un tema que no puede soslayarseera el rechazo de los sanjuani-nos a todo lo que viniera de

afuera, sean ideas ú hombres.

Puede sonar ilógico.¿Cómo iba a haber rechazo a lo foráneosi la provincia estaba viviendo una etapade gran progreso, precisamente por elaporte de miles de familias extranjerasque desde fines del siglo anterior se radi-caban?Este es un punto clave para entender

nuestra madera.

San Juan acoge al forastero. Acepta debuen grado que venga a producir y agenerar trabajo. Pero nunca fue una

sociedad abierta.

No ve con buenos ojos que al poco tiem-po de estar radicado ese forastero quieraser protagonista—La incorporación definitiva a la

sociedad sanjuanina—, sostienen histo-riadores— se produce a través de los

casamientos o del progreso económico

sostenido.

Ese sentimiento no se limita al inmi-grante. Vale también para el sanjuanino

que un día emigró y que 20 o 30 añosdespués regresa.Lo peor que puede hacer es tratar detransmitir sus experiencias, exhibirejemplos lejanos. A los sanjuaninos

exitosos se los admira cuando están

afuera.

Si esto ocurre con las personas, muchopeor es con las ideas. Como típica pro-vincia terminal, arrinconada contra lacordillera, San Juan tiene su microclima. Seguramente al mundo no le interesanuestro microclima. Pero eso no es lograve. Lo preocupante es que a noso-

tros poco nos importe el mundo.

Y en aquellos años 20, cuando no existíala radio ni la televisión el aislamiento yel rechazo a lo externo, era aun mayor.Sarmiento, con todo su aporte al país yhabiendo sido ya presidente de laNación, aceptó al final de sus días postu-larse al Senado. Lo destrozaron. Unoscuro policía de apellido Cabeza loderrotó ampliamente en las elecciones.La gente —y en especial la clase diri-gente— no votó a Cabeza. Votó contra

Sarmiento.

El rechazode lo foráneo

Ilistraciones de Miguel C

amporro

Un sentimiento

que viene de la historiaP

ero... ¿de dónde viene ese rechazo a lo foráneo?La respuesta hay que buscarla en la historia.Una historia que no comenzó con la llegada de

los españoles, sino antes, con los incas. La llegada del inca significó no sólo la esclavitud paralos pacíficos huarpes. Representó también un someti-miento al extremo de perder la lengua y la cultura, adop-tando la del conquistador.

Los incas descabezaron a toda la clase sacerdotal, en laque residía el poder de las comunidades. Fue el fin decaciques y príncipes y princesas de sangre. La Nación huarpe se hallaba herida de muerte bajo ladominación de los hijos del sol, cuando llegaron los his-panos. Los incas trasladaban poblaciones enteras, lleván-dose los hombres y trayendo a su propia gente. Ellos lla-maban “incaizar” a este procedimiento. Uspallata fueuna de las poblaciones incaizadas. Muchos fueron trasla-dados a la cordillera de Colangüil para trabajar lasminas, donde murieron

La llegada de los españoles completó el proceso de

desaparición de la Nación Huarpe.

La mayor parte de los hombres que quedaban fueronarrancados de sus hogares y llevados a Chile, donde loshicieron trabajar en las más duras labores mineras. Lamayoría murió en los socavones, en los piques, cargandosobre sus espaldas pesos que superaban el del propiocuerpo. Ninguno volvió.

Así se perdió la sangre indígena. Surge el mesti-zo o criollo que aún tiene vigencia en la pobla-ción de San Juan. De tez morena, cabello rene-

grido y lacio, parco en palabras.Pero la historia no termina allí.Porque con el nacimiento de la patria, San Juan pasa aser “Campo de ejército”.La historia oficial nos ha contado páginas de heroismo,de amor desinteresado, con damas patricias que cantanalegres mientras bordan uniformes.Pero la realidad fue distinta.

San Juan aportó miles de jóvenes y hombres a la campa-ña libertadora, que jamás volvieron.

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Yla historia lo demuestra.Cuando Salvador María Del Carril, goberna-dor a los 24 años e imbuido por todo el pensa-

miento francés de la época, redacta esa brillante declara-ción de derechos que fue la Carta de Mayo, es derrocadopor una revolución y obligado a huir, mientras quemabanla carta en una hoguera en la Plaza Mayor.

José Ignacio de la Roza, un patriota que aportó toda sufortuna personal a la campaña libertadora, también fuederrocado cuando se le fue la mano con los “aportesvoluntarios”. Terminó encarcelado para irse finalmentede la provincia, adonde nunca volvió.

El hombre que le dio la autonomía a San Juan, Marianode Mendizábal, un porteño aventurero que llegó a la pro-vincia castigado por su actuación militar, terminó fugán-dose con el tesoro de las arcas públicas.

¿Qué le iban a hablar al sanjuanino de patriotismo,

ideas revolucionarias, progreso si sabía que la fiesta

siempre la terminaba pagando y aportando los muer-

tos?

Todo esto lo fue haciendo ducho en el arte de rechazar loextraño.Al primer teniente gobernador, Saturnino Sarassa, unbuen hombre, viudo en la recta final de la vida, tras reci-birlo con campanas al vuelo y vivas, le organizaron unaverdadera guerra de versiones.—En los próximos días vienen las tropas reales y

retomarán el poder—, dijeron la primera semana.—Vienen las tropas reales y el teniente gobernador

no hace nada—, insistieron a la siguiente.—Si el gobernador no hace nada es porque está con

los realistas, hay que matarlo—, concluyeron a la ter-cera semana.El pobre Saturnino huyó a galope tendido para salvar elpescuezo y nunca más volvió. —Cómo iba a hacer algo si no existía la invasión rea-

lista...—, intentaba explicar a sus amigos mendocinos,donde finalmente se radicó.

Peor le fue al correntino José Virasoro, enviado por laconfederación para gobernar la provincia tras el asesinatode Benavides. Vecinos exaltados tomaron por asalto sucasa una madrugada y lo asesinaron ante los ojos aterro-rizados de su esposa e hijos. Y eran vecinos comunes,que al día siguiente evitaban mirarse a los ojos asombra-dos de haber llegado a tanto.

Aunque los tiempos habían cambiado y la socie-dad evolucionaba, la memoria colectiva guar-daba todos estos recuerdos.

Intervención significaba para los sanjuaninos la llegadade la “langosta federal”.

Por eso se resistió a la intervención de Manuel Escobar,el hombre enviado por Hipólito Yrigoyen para radicali-zar San Juan.Y por eso la desconfianza a ideas y cambios impuestosdesde afuera.

Aportó ganado, caballos y mulas, dinero.Y no fueron donaciones espontáneas, salvo casos muy

particulares.

Cuando el general San Martín no contaba conmedios para mantener un regimiento, lo dejaba“estacionado” en la ciudad.

Y un regimiento de mil o 2 mil hombres estacionado -elcuartel de San Clemente, ubicado en lo que hoy es lamanzana comprendida por las calles Córdoba, Tucumán,Santa Fé y General Acha fue un sitio elegido-, significa-ba una turba hambrienta, armada y enojada que salía arobar y a depredar.

Pasó la época libertadora y llegó la guerra entre unitariosy federales en la que San Juan tuvo protagonismo a tra-vés de muchos de sus hombres.Y eso la hizo centro de luchas y venganzas. Fuimosinvadidos por riojanos, por mendocinos y hasta por pun-tanos. Y una invasión significaba saqueos, violaciones

de mujeres, muertes.

No había mucha diferencia entre montoneras y ejércitosregulares.

Es cierto que San Juan dio hijos preclaros a la Nación.Pero en el siglo XIX, como gran parte del territorioargentino, la ciudad estaba poblada por gente en sumayoría analfabeta, desinformada y alejada de toda idearevolucionaria.Cuatro quintas partes de la población vivía en zonasrurales, alejada de todo contacto con la civilización.Era lógico que reaccionara ante lo que venía de afuera.

7Colabora con esta obra Minería Responsable

¿Qué le iban a hablar alsanjuanino de patriotis-mo, ideas revoluciona-rias, progreso si sabíaque la fiesta siempre laterminaba pagando yaportando los muertos?

La quema de la Carta

de Mayo

El asesinato de Virasoro

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JONES

8 Colabora con esta obra www.sanjuanalmundo.com

El doctor Manuel Fenelón Escobar se asomó albalcón y miró hacia la plaza 25 de Mayo.Hacía frío aquel día de fines de mayo de 1.920.

—¡Quién iba a decirlo; ya llevo seis meses en San

Juan!—, pensó mientras encendía un cigarrillo.Militante del Partido radical desde sus orígenes, su vidahabía transcurrido trabajando en la conformación de lafuerza política que hoy era gobierno en el país.

Por su memoria pasaron trazos de esa vida. Por ejemplosu actuación como secretario de Leandro N. Alem en lareunión en la que se constituyó la Unión Cívica. Supapel como redactor del manifiesto de la JuntaRevolucionaria de 1890. O los días que pasó trabajandoen la redacción de la carta orgánica partidaria, en el 92.¡Qué distinto era ser radical en aquellos años!

Bajo la conducción de Alem ser radical era pedir morali-dad pública, pureza electoral y vigencia del sistema fede-ral.Carlos Pellegrini decía:—Más que un partido, el radicalismo es un senti-

miento.

Y razón tenía.

Pero Escobar no era hombre de Alem. Siemprefue hombre de Yrigoyen. Don Hipólito lo sedu-jo desde joven, a él como a tantos.

Era increíble el poder de seducción de aquel sobrino deLeandro Alem —era hijo de su hermana Marcelina—,que estudió abogacía con grandes dificultades debido asu humilde condición, y desde muy joven desempeñólos más diversos trabajos.

Tras acaudillar la revoluciones de 1893 y 1896 toma elcontrol, del Partido Radical. —¡Qué extraña era nuestra relación con la política —pensaba Manuel Escobar—; con Yrigoyen a la cabeza

fuimos conformando un partido con comités abiertos

en todas las ciudades, con cuerpos partidarios orgáni-

cos, con diarios que llevaban nuestra voz y actos pro-

selitistas. Y sin embargo no participábamos de elec-

ciones porque nos sentíamos revolucionarios y de nin-

guna manera íbamos a apañar al régimen.

Pero esa abstención revolucionaria fue precisa-mente lo que le dió fuerza al radicalismo y unaidentidad que contrastaba con los partidos del

régimen —el roquismo, el pellegrinismo, el mitrismo—,que se repartían el poder con distintos nombres...

—Nos sentíamos la fuerza moral de la República —recordaba Escobar— y eso nos fue ganando las simpa-

tías de vastos sectores que se fueron sumando; desde

hombres del patriciado hasta peones rurales...

Lo que no entendía el régimen era que el mundo estabacambiando. Que Argentina ya no era el país anarquizadoy pobre de treinta años atrás, con la tercera parte del terri-torio ocupado por los indios, sin moneda propia y sin tansiquiera una capital federal. Eramos ya la expresión másacabada de la civilización europea en América, con unexcelente servicio de educación, una importante clasemedia, continuidad institucional y dirigentes de peso.—Pero, claro, no todos podían votar; no todos elegían

al gobernante. El sistema electoral era totalmente

fraudulento, mentiroso y eternizaba en el poder a los

mismos nombres.

Por eso nuestra abstención revolucionaria. Había que

lograr el voto universal. Y este llegó cuando Sáenz

Peña promovió un padrón cívico regular llevado por

la justicia y el ejército que garantizaría al ciudadano

votar líbremente. Y dispuso un espacio cerrado de

votación y la presencia de fiscales y la participación

de las minorías..

Ahí nació un nuevo radicalismo. Porque Yrigoyendebió ceder ante la presión de los que en el seno delpartido propugnaban concurrir a elecciones.—Así llegamos al poder en 1916 con el 45 por cien-

to de los votos—, recordaba Escobar desde el venta-nal de su oficina que daba al balcón de la Casa deGobierno.Yrigoyen era ya presidente de la Nación y con él lle-gaba a la vida pública un nuevo sector de la vidanacional: los hijos de los inmigrantes, que se sumabana los sectores populares criollos integrándose definiti-vamente a la sociedad

Cuántas cosas pasaban por la cabeza deManuel Escobar. —La asunción de don Hipólito fue un día

de júbilo increíble, con la multitud que acompañó

su traslado a la Casa Rosada y tras desenganchar

los caballos del carruaje que lo transportaba, lo

llevó a pulso. Nunca un presidente había entrado a

la Casa Rosada sobre los hombros de la gente...

Había que asumir nuevas responsabilidades. YEscobar fue designado presidente de la Suprema Cortede Justicia de la Provincia de Buenos Aires. —Creía que ahí iba a pasar el resto de mis días,

hasta que don Hipólito me mandó llamar para

designarme interventor en San Juan. Sólo un loco

podía renunciar a mi tranquilo cargo para venir a

gobernar una provincia de antecedentes tan violen-

tos donde hasta Sarmiento rechazó ser nuevamente

gobernador porque no tenía “cogote de repuesto”.

Pero soy un militante de la causa. Y esta provincia

debe sumarse al proceso que vive el país. Y aquí

estoy, mirando esta plaza desde el balcón del poder.

Un poder que en los próximos días traspasaré a un

radical electo por el pueblo.

El hombre que mandó Yrigoyenpara “radicalizar” San Juan

Esta es una foto

muy antigua en

la que aparece

Leandro N. Alem

y sus seguidores

en 1890.

Uno de ellos —

sin identificar—

era el joven

Manuel Fenelón

Escobar.

“Sólo un loco podía renunciar a la tranquilidad de mi cargo paravenir a gobernar una provincia tan violenta como esta”