John Bowlby
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Vinculaciones afectivas
Prof. Mª José Cantero
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UN RECORRIDO HISTÓRICO EN LA TRAYECTORIA PROFESIONAL
DE JOHN BOWLBY (1907-1990)
Dra. Mª José Cantero López
John Bowlby nació el 26 de febrero del 1907 en Londres, Inglaterra. Su nombre
completo fue Edward John Mostyn Bowlby. Fue hijo del noble inglés Sir Anthony
Bowlby y May Mostyn. Su niñez la pasó, como la mayoría de los niños de clase alta
inglesa de su época, entre niñeras e internados Bowlby asistió a Cambridge para cursar
sus estudios de medicina.
En 1928, y simultáneamente a sus estudios de medicina en la Universidad de
Cambridge, John Bowlby comenzó a trabajar como voluntario en una escuela hogar
para niños desadaptados. Su experiencia con dos de estos niños, un adolescente
marcado por el aislamiento y la carencia de afectividad (nunca tuvo una relación estable
con una figura materna) y un niño de ocho años con un alto nivel de ansiedad, le llevó a
adquirir la firme convicción de que las relaciones familiares tempranas influyen
fuertemente en el desarrollo de la personalidad. Esta experiencia, unida a su interés por
la psicología evolutiva marcó su trayectoria profesional. Decidió continuar sus estudios
de medicina en la especialidad de psiquiatría y psicoterapia infantil e inició su
formación psicoanalítica en el Instituto Psicoanalítico Británico bajo la influencia de
Melanie Klein.
En esos momentos, los miembros de la Sociedad Británica estaban interesados en
explorar el mundo de la fantasía en los adultos y en los niños, por lo que prestar
atención a las experiencias reales de las personas se consideraba ajeno al interés de un
buen analista. Klein mantenía que los problemas emocionales de los niños se debían
principalmente a fantasías generadas por conflictos internos entre los impulsos
agresivos y libidinosos y no a experiencias reales (Klein, 1932). Estos planteamientos
fueron claramente rechazados por Bowlby, ya que su experiencia clínica le llevaba a
concluir que para un analista es tan necesario estudiar el modo en que un niño es tratado
por sus padres como estudiar las representaciones internas que tiene de ellos. Estaba
convencido de que las experiencias reales dentro de la familia eran mucho más
importantes, si no la causa básica del trastorno emocional. Estas ideas iniciadas por
Bowlby fueron también defendidas, posteriormente, por psicoanalistas de la escuela de
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relaciones objetales tales como Fairbairn (1952) y Winnicott (1965), tal y como vimos
en el capítulo anterior.
La segunda guerra mundial interrumpió la práctica clínica de Bowlby como
psiquiatra infantil pero su colaboración en procesos de selección de personal junto con
distinguidos colegas de la Clínica Tavistock de Londres le proporcionó una amplia
formación metodológica y estadística inusual en un psiquiatra y psicoanalista de su
época. Finalizada la guerra, Bowlby pasó a dirigir el Departamento Infantil de la clínica
Tavistock (rebautizado con el nombre de Departamento de niños y padres) donde, a
pesar de la orientación kleniana de muchos de sus colaboradores, intentó poner en
práctica sus ideas respecto al papel de la experiencia real en el desarrollo de los
trastornos afectivos. No obstante, las dificultades a la hora de utilizar los casos clínicos
para el tipo de estudios que le interesaba, le llevaron, en 1948, a crear su propia unidad
de investigación.
A pesar de su énfasis en la importancia de las pautas de interacción familiar en el
desarrollo afectivo, sus investigaciones se centraron principalmente en los efectos de la
separación madre-hijo. Las razones que le llevaron a elegir este específico campo como
área de estudio fueron el hecho de que la separación materna es un suceso claro e
innegable, cuya ocurrencia no puede plantear discusión y que tiene un incuestionable
efecto negativo sobre el desarrollo de la personalidad. La dificultad a la hora de obtener
información válida acerca de cómo un progenitor trata a su hijo llevaron a Bowlby a
desestimar el estudio de la interacción padres-hijos.
El primer estudio empírico de Bowlby, “Forty-four Juvenile Thieves: their
characters and home live” (Bowlby, 1944), estuvo basado en un examen detallado de
44 casos remitidos a la Clínica de Orientación a la Infancia de Londres. Este examen
permitió relacionar los síntomas de estos jóvenes con su historia de deprivación y
separación materna. En él se incluyen no sólo detalladas historias clínicas sino también
pruebas estadísticas, aspecto que pone de manifiesto la formación metodológica que
Bowlby adquirió durante la guerra. Esta investigación de las relaciones desviadas
padres-hijos marcó el comienzo de una serie de estudios sobre procesos normales y
patológicos de los que surgió una aproximación al estudio del desarrollo afectivo.
El impacto de sus trabajos sobre las experiencias familiares de los niños carentes
de afectividad llevó, en 1950, a que Ronald Hargreaves Jefe de la Sección de la Salud
Mental de la Organización Mundial de la Salud le pidiera colaborar en un estudio de las
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Naciones Unidas sobre las necesidades de los niños sin hogar de la Europa de la
postguerra. Durante los seis meses que duró su colaboración, Bowlby estuvo en
contacto con destacados pediatras y especialistas en psiquiatría infantil europeos y
americanos, quienes coincidían en cuanto a los principios fundamentales de la salud
mental de los niños y las prácticas por medio de las cuales ésta puede garantizarse. A
principios de 1951, una vez finalizado su contrato, publica su informe titulado
“Cuidado materno y salud mental” (“Maternal Care and mental Health”), traducido a
14 idiomas. Bowlby señala en este trabajo que, durante los primeros años de vida, y
mientras el individuo adquiere la capacidad de autorregulación, la madre adopta el papel
del yo y del superyo, de tal manera que la supervivencia del bebé queda a merced de los
cuidados proporcionados por ella. La madre es quien le orienta en espacio y tiempo, le
proporciona el ambiente y le permite la satisfacción de algunos impulsos y le restringe
otros. Conforme el niño se desarrolla, el niño aprende poco a poco estas habilidades y
progresivamente los padres le van transfiriendo los roles que antes desempeñaban ellos,
de forma que el niño adquiere una independencia cada vez mayor. Se trata de un
proceso continuo, lento y sutil que comienza cuando el niño comienza a caminar y a
alimentarse por sí solo y no finaliza, completamente, hasta que alcanza la madurez. El
desarrollo del yo y el superyo está, por tanto, estrechamente vinculado con las
relaciones interpersonales que el niño establece. Bowlby (1951) concluye que el
desarrollo normal requiere que el niño experimente una relación afectiva cálida, positiva
y continuada con su madre (o cuidador principal), en la que ambos se encuentren
satisfechos y disfruten. Enfatiza, además, el papel de la red social y de los factores
económicos en el desarrollo de una relaciones adecuadas entre madre e hijo. Respecto al
papel del padre, señala que es secundario al de la madre y que su función principal es
proporcionar apoyo emocional a las madres en la tarea de crianza.
En esta monografía, se analizan los efectos adversos de la privación de cuidados
maternos y los medios para prevenirla; sin embargo, no se explica el modo en que las
experiencias de privación materna influyen sobre el desarrollo de la personalidad. Para
dar respuesta a esta cuestión, Bowlby empezó a interesarse por las observaciones de
James Robertson, un asistente social que había trabajado con Ana Freud. En 1948,
Bowlby había contratado a Robertson para que le ayudara a observar a niños
hospitalizados e institucionalizados que había sido separados de sus padres. Robertson
observó a numerosos niños entre dos y tres años antes, durante y después de una
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separación materna. Estos niños habían permanecido separados de su madres varias
semanas o meses y cuidados en hospitales o residencias infantiles en los que no se
contaba con una madre sustituta estable. Después de dos años recogiendo datos,
Robertson impresionado por la intensidad de la aflicción y desdicha de los niños durante
la separación, y por la amplitud y persistencia de los trastornos que manifestaban los
niños al regresar al hogar, decidió filmar una película sobre los efectos de la separación
en los niños:“A two year old goes to Hospital “ (Robertson, 1953). Esta película junto
con la de René Spitz titulada Grief: A peril in infancy (1947) ejercieron una enorme
influencia en la época y llamaron la atención de los profesionales sobre la aflicción y la
ansiedad de los niños institucionalizados.
A pesar de la evidencia, la controversia provocada por las publicaciones y las
películas persistió. No existía una opinión uniforme sobre el significado de las
observaciones: algunos cuestionaban su validez, otros reconocían que las reacciones
eran reales pero las atribuían a otras causas ajenas a la separación y otros, aún
admitiendo la importancia de la pérdida, sostenían que era fácil mitigar sus efectos por
lo que su importancia desde el punto de vista de la patología era mínima. No obstante,
Bowlby concluyó que las reacciones de protesta, desesperación y desapego que
sobrevienen cuando el niño es separado de su madre y atendido por extraños se debe
sobre todo a la pérdida de los cuidados maternos en esa etapa altamente dependiente y
vulnerable del desarrollo y sugirió que “el hambre que tiene el niño pequeño del amor y
la presencia de su madre es tan grande como su hambre de alimentos” (Bowlby, 1969,
p. 17 trad. cast.)
Como hemos podido comprobar al analizar la monografía publicada por la
Organización Mundial de la Salud, los primeros trabajos de Bowlby dentro del campo
de las relaciones afectivas se encuentran fuertemente influidos por los planteamientos
psicoanalíticos y por su terminología característica. Sin embargo, Bowlby negaba la
consideración del vínculo del niño con su madre como un proceso secundario
dependiente de la relación primaria de alimentación. En su afán por encontrar una visión
alternativa al origen de los vínculos afectivos se interesó por los trabajos procedentes de
la etología bajo la guía de R. Hinde. Los trabajos de Lorenz (1935) sobre la impronta le
resultaron de especial interés puesto que revelaban que en algunas especies animales se
desarrollaba un fuerte vínculo con una figura materna sin el alimento como
intermediario. Además, los métodos etológicos de observación animal en ambientes
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naturales eran compatibles con los métodos empleados por Robertson en el marco de la
investigación de Tavistock. En 1958, coincidieron en un symposium internacional
Harlow y Bowlby; todos los datos procedentes de la etología y las observaciones
clínicas realizadas por psicoanalistas se explicaban mejor si se admitía que los niños
están originalmente interesados por los estímulos sociales.
En los artículos que publica Bowlby a finales de los años cincuenta, se puede
apreciar este cambio de enfoque y la aplicación de los principios etológicos al campo de
la vinculación afectiva. Las primeras formulaciones teóricas sobre la teoría del apego,
basadas en conceptos etológicos y de la psicología evolutiva fueron presentadas por
Bowlby en tres conferencias pronunciadas en la Sociedad Psicoanalítica Británica de
Londres y publicadas posteriormente: “The nature of child´s tie to his mother”
(Bowlby, 1958), “Separation anxiety” (Bowlby, 1959) y “Grief and mourning in
infancy and early childhood” (Bowlby, 1960). Estos artículos provocaron distintas
reacciones entre los miembros de la Sociedad Psicoanalítica quienes atacaron duramente
los planteamientos de Bowlby, hasta tal punto, que aunque siguió siendo miembro de la
Sociedad no volvió a utilizarla como foro de discusión de sus ideas.
En el primer artículo, “The nature of child´s tie to his mother”, revisa y rechaza
las explicaciones psicoanalíticas sobre el vínculo libidinoso del niño con su madre y
defiende que la conducta de apego se construye a partir de una serie de respuestas
instintivas organizadas (succión, aferramiento, seguimiento, sonrisa, llanto) que tienen
como función vincular al bebé con su madre. Hace hincapié en la naturaleza activa de
las conductas de apego, en contraste con la connotación pasiva de dependencia que otras
perspectivas le atribuían. Mientras en la teoría tradicional la relación de dependencia se
consideraba algo inevitable durante la primera infancia y regresivo, indeseable y sin
ningún valor biológico en años posteriores, Bowlby concebía la conducta de apego
como un componente esencial del repertorio conductual humano que cumple una
función biológica protectora durante toda la vida. Estas ideas fueron desarrolladas
ampliamente en el primer volumen de su trilogía: “Attachment and Loss: Volume I,
Attachment” publicado en 1969.
En el segundo artículo, “Separation Anxiety”, Bowlby se preocupa por estudiar
las respuestas de ansiedad que presentan los niños ante la separación guiado por las
observaciones realizadas por su colega J. Robertson quien había identificado tres fases
en la respuesta de separación: protesta (relacionada con la ansiedad por la separación),
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desesperación (relacionado con la pena y el duelo) y negación o desapego (relacionado
con los mecanismos de defensa de represión) (Robertson y Bowlby, 1952). En este
trabajo, Bowlby mantiene que cuando se activa el sistema conductual del apego por la
ausencia del cuidador principal o ante una situación que provoca temor en el niño y no
puede estar próximo a su madre, éste experimenta ansiedad ante la separación. Una
ansiedad excesiva tiene su origen en experiencias familiares adversas (amenazas de
abandono, rechazo, enfermedad o muerte de un padre), mientras que un nivel demasiado
bajo de ansiedad (o su ausencia total), aunque pueda dar la impresión de madurez, en
realidad se trataría de una pseudoindependencia atribuible a procesos defensivos. A
partir de estas ideas Bowlby desarrollará el segundo volumen de su trilogía denominado
“Attachment and Loss, volumen II: Separation” (Bowlby, 1973).
Por último, en su artículo “Grief and Mourning in Infancy and Early Childhood”,
Bowlby consideraba que los procesos de dolor y duelo hacen su aparición en niños y
adultos al activarse el sistema conductual del apego y no estar disponible la figura
principal de apego. Destacaba la similitud existente entre las reacciones de los niños y
de los adultos ante la pérdida de un ser querido: pensamiento y conductas nostálgicas,
hostilidad, llamadas de ayuda, desesperación y, finalmente, la reorganización. Por
último, sugiere que la incapacidad para formar relaciones intensas con los demás puede
ser el resultado de una excesiva frecuencia en la sucesión de cuidadores sustitutos. Estos
argumentos estaban en clara contradicción con la tesis de Ana Freud de que los niños no
pueden llorar por la muerte porque su Yo no está lo suficientemente desarrollado; por
tanto, esta experiencia sólo puede provocarles breves momentos de ansiedad por la
separación que se resuelven si un cuidador sustituto está disponible. La posición de
Bowlby al respecto fue desarrollada profundamente en el tercer volumen de su trilogía:
“Attachment and Loss, volumen III: Loss” (Bowlby, 1980).
Durante los años 60, las pruebas empíricas seguían apoyando las observaciones de
Bowlby. Estudios realizados con niños criados en kibbutz de Israel, apoyaron el
descubrimiento de que el niño se vincula hacia aquellas figuras que inician una
interacción socioafectiva con él y no hacia aquellas que hacen poco más que satisfacer
sus necesidades. En esta misma línea, Schaffer y Emerson (1964) estudiaron mediante
métodos observacionales a 36 niños con el objeto de determinar las condiciones que se
asociaban con la mayor o menor intensidad del vínculo niño-madre a la edad de
dieciocho meses. La intensidad del vínculo fue medido a partir de la protesta del niño
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ante la partida de la madre. Estos autores no encontraron asociación significativa entre
variables que tradicionalmente habían sido postuladas como determinantes de la
intensidad del afecto: variables relacionadas con la alimentación, el destete y el control
de esfínteres, ni con variables tales como el sexo del niño, el orden de nacimiento y el
cociente de desarrollo. Por el contrario, resultaron ser significativas respecto a la
intensidad del afecto dos variables relacionadas con la interacción social entre la madre
y el bebé: la prontitud con que la madre respondía ante el llanto del bebé y el grado en
que la madre iniciaba la interacción social con él. Sus datos les permitieron concluir que
la capacidad de respuesta ante el llanto y la prontitud con que se inicia la interacción,
son variables de gran importancia en la conducta de apego que manifieste un niño.
Desde esta perspectiva, un individuo que responda rápidamente ante el llanto del bebé,
aunque no le brinde cuidados físicos, puede ser elegido como figura subsidiaria de
apego, mientras que individuos que brinden cuidados físicos a los niños, pero no posean
capacidad de respuesta social, rara vez serán seleccionados.
Paralelamente, Mary Ainsworth analizaba los datos de su investigación sobre
niños ugandeses (Ainsworth, 1963, 1967). Sus conclusiones fueron similares a las
obtenidas por los anteriores autores, aunque ella misma las tomó con cautela debido a
las deficientes condiciones del método observacional empleado. En sus conclusiones,
señaló la relación significativa de dos variables con la conducta de apego: a) la
sensibilidad materna al responder a las señales del bebé y b) la intensidad y naturaleza
de la interacción entre la madre y el bebé. Las madres cuyos bebés establecían vínculos
más sólidos con ellas respondían con prontitud y adecuadamente a las señales de éstos
y, además, iniciaban gratificantes interacciones sociales con sus hijos. Años después,
esta autora perfeccionó su sistema observacional e inició una segunda minuciosa
investigación observacional, “el proyecto Baltimore”, cuyos resultados marcaron un
hito en la investigación sobre formación y desarrollo de los vínculos afectivos.
Los resultados de las anteriores investigaciones encaminaron a John Bowlby a la
formulación del concepto de apego como una forma fundamental de conducta con su
propia motivación interna, distinta de la alimentación y el sexo, y no menos importante
para la supervivencia. El comportamiento de apego es concebido como toda forma de
conducta que consiga o mantenga proximidad con otra persona que es considerada
como más fuerte y/o más sabia (Bowlby, 1969, 1979). Este autor haciendo uso de
conceptos procedentes del psicoanálisis, la etología, la biología evolucionista, la teoría
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de sistemas de control y la investigación evolutiva y del procesamiento de la
información formuló los principios básicos de la teoría del apego.
Bowlby se retira oficialmente en 1972 aunque continua activo en la investigación
e escribiendo. Su última obra fue una biografía de Charles Darwin (1990). Unos meses
después de haber escrito este su último libro murió (2 de septiembre del 1990).