JIMENEZ DE AQUINO Traducción de «Hero Leandro)) (Museo)

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JIMENEZ DE AQUINO Traducción de «Hero y Leandro)) (Museo) Dime, Diosa, la antorcha que testigo fue del furtivo amor; dime el nocturno enamorado nadador que iba llevando nupcias por el mar; añade noticias de un concúbito en las sombras. que la Aurora inmortal no vi6; de Sestos y Abidos me hablarás, donde las nupcias de Hero se celebraban por la noche. Digitalizado por InterClassica http://interclassica.um.es

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JIMENEZ DE AQUINO

Traducción de «Hero y Leandro)) (Museo)

Dime, Diosa, la antorcha que testigo fue del furtivo amor; dime el nocturno enamorado nadador que iba llevando nupcias por el m a r ; añade noticias de un concúbito en las sombras. que la Aurora inmortal no vi6; de Sestos y Abidos me hablarás, donde las nupcias de Hero se celebraban por la noche.

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El t ema d e Hero y Leandro e n la literatura española

Ya Ixmtl ro , en su Iuch;~ con las olas, se aparece ante m í , la antorcha veo, nuncio de los mandatos de Afrodita, Lea ni-ipcial de las nocturnas bodas, que luego estrella fue que Zeus puso como señal de amor entre los astros. Y Zeus la llamó casamentera, porque sembró amorosas inquietudes y mantuvo en el tálamo el insomnio, hasta que vino el enemigo viento. con sop!os viles, a extinguir su llama. Musa, mientras que y« pulso mi lira. canta el postrer fulgor de aquella antorcha y el fin de los amores de Leandro.

Sestos v Abidos eran dos ciudades opuestas entre si y al mar vecinas en un lado y en otro del estrecho. Tendió s u arco el Amor, y, a un ticmpo mismo. a una y otra ciudad lanzó dos flechas, que a un doncel y a una virgen inflamaron. I,eandro er:i el nombre del varón; la virgen al dulce nombre de Hero respondía Ella habitaba en Sestos; cn Abidos é l , y de ambas ciudades las estrellas mas lindas eran ambos. semejantes tlntre sí. Tú, viajero, si es que pasas por estos sitios, busca cierta torre, de SPS~OS a la parte, donde, en otrn tiempo, IIero en pie, sostuvo con su mano la antorcha que guiaba a su marido; mira después hacia la orilla opuesta de aquel brazo de mar que siempre muge: verás la antigua Abidos. que aún hov llora la rriuertc y los amores de Leandro.

Pcro ¿,por qué el de Abidos en amores de la de Sestos se abrasó? ipo r qué ella quedó presa en los lazos del de Abidos'? Hero, en verdad graciosa. consagrada por suerte a la divina sangre, era sacerdotisa de la Cipria diosa De amor y nupcias descuidada y libre, torre antigua habitaba a las orillas del mar, nueva Afrodita soberana. Su castidad y su pudor son tales que ni conversa en corros de mujeres. iii a c ~ d e al atractivo de las danzas de la edad juvenil. Con esto evita

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los femeniles odios: la belleza siempre es entre mujeres un motivo de envidia y de rencor. Unicamente s e ocupa en sacrificios a Afrodita, la madre del Amor, y lihaciones muchas veces tambien ofrece al Hijo. teniendo a su carcaj envuelto en llamas. Pero ¡ ay ! que al fin no se libró de flechas que exalan fuego. De la Cipria diosa la fiesta popular llegó que en Sestos celebran en su honor y en el de Adonis; y a asistir en tropel se apresuraban al festival sagrado, cuantos viven los extremos lugares de las islas ceñidas por el Ponto, unos de Hemonia; otro d e Chipre, por el mar. Ninguna mujer en las ciudades de Cíteres permaneció sin ir, ni la que danza del Líbano oloroso en las altas cimas. Ni tampoco faltaron los varones. ya habitasen la Frígia, o la cercana ciudad de Abidos, ni mancebo alguno amador de doncellas. 5' es lo cierto que iban siempre a las fiestas más famosas, no tanto por rendir los sacrificios a un dios. como por ver las lindas caras d e las doncellas que a las fkstas ihan.

Tba la virgen Hero por el templo de la diosa, emitiendo resplandores de su graciosa faz, coino naciente Luna argenteadas sus mejillas muestra. Sus pón~ulos de nieve se encendían cn un fuego vivaz como d e hojas de rosa hicolor. Todo su cuerpo era un prado de rosas que brillaba con púrpura de carnes; de sus huellas, en el templo brotaban a su paso rosas de blancas túnicas vestidas, c iba su cuerpo derramando aromas. Los antiguos se engañan cuando dicen que las Gracias son tres. A los risueños ojos de aquella virgen asomaban más de trescientas. Eii verdad que Cípria digna sacerdotisa en ella tiene. Pues tanto sobresale de las otras, que esta ministra d e Afrodita, nueva Afrodita parece. Y en los tiernos corazones de jóvenes mandaba, y no hay varón alguno que no piense

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El tema cle Hero y Leandro e n la literatura española

desposarse ron Hero. Por doquiera iba, ei? el timplo sólido vagando trás clc sí se llevaba pensamientos. ojos y corazóri de los varoncs.

Dos de aquellos donceles la miraban con ansia, y uno al otro decía: -«Aunque estuve cn Espart.a, y vi la urbe dcl rey Lacedemón, donde un certamen clc rivales bellezas se ha librado, n i n g ~ n a hermosa ví como esta virgen. ni tan digna de amor, ni tan perfecta. Tal vez es de las Gracias la más joven. y aquí Cípria la tiene. Desfallezco viQndola. y no me canso de mirarla. ¡Muera .yo. pues, con tal de subir antes al Iec.ho de Hero! iquicra, en ni Olimpo. otro ser Dios. que para mi la gloria es llamar en mi casa mujer mía a esti! mujerf ;mas dame, Citerra, si gozar no me es dado de tu virgen. otra virgen igual para m i lecho! ». Así el joven aquel le dijo al o t ro ; 3' éste herido como él, disimulaba su locura de amor por la doncella. Tanibien, 1,e;intlro. tú, cuando la has visto, sufres ~111 grave mal; mas tu no quieres que el disimulo Le haga. por la hermosa clonc?!la, la razón perder; tocado inopinadamente por las flechas que exalan fuego, no quieres la vida ,.

si no te dan su amor: sin Hero, todo te sobra v lo desprecias. Y los rayos de sus ojos te abrasan. .v la hoguera aumenta de tu amor, y dentro hierve t.u corazón con ímpetu invencible. E' es que hermosura de mujer que brilla y que todos celebran, a los hombres hiere más que saeta penetrante y veloz. Es el ojo su camino. Al chocar de los ojos, una herida resbala. al pecho del varón. 9 eso ocarri6 con Leandro. De él entonces se apoderan, a un tiempo miedo, asombro,, y deseo, y. rubo,r. Tembló en su a lma; sintió vergüenza de temblar ; pasmose. ante la egregia perfección de forma. Más qiiitándole Amor miedo y vergüenza,

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y haciéndole atrevido, a s u deseo callad¿imentc se abrazó, y anduvo con sigilo unos pasos, y de pronto se presentó delante de la bella.

Primero la miró con disimulo, mudas señas poniendo en los traidores ojos. que tiernos corazones doman. y ella, del mozo al ver la picardía, se alegró de que fuera guapo. Y ella también calladamente de reojo contestaba a sus señas, recatando la faz, y así a hurtadillas se entendían. Y' él avanzó otra vez, y allá en su alma regocijado se sintió, pues Hero conoce su intención y no le esquiva. Ya, pues, Leandro solamente espera la ocasión favorable de esas horas que amparan el misterio; cuando el astro rey al ocaso descendió, su lumbre menguando fue. y la estrella de la tarde de la región brotó de las tinieblas. Mientras las sombras se iban espesando, el mozo audaz junto a la bella se iba acercando también. Calladamente oprimiole sus decios sonrosados, y, mientras. suspiraba con vehemencia desde lo más profundo de su pecho. En silencio también, como enfadada, la mano. ella, de rosa retraía; más él notando muestras en la joven de flojedad, tiró con audaz mano del cendal de su vesle primorosa, y al Último rincón del sacro templo la condujo. Con paso vacilante, como si no quisiera, le seguía la virgrn Hero, y con palabras propias de hembra forzada, amenaztj a Leandro: -«Forastero, ;qué quieres? ¿qué locura intentas? Miserable, ¿por qué arrastras a una virgen así? Vete a otra parte, y suelta mi vestido. ¿No le temes a la ira de mis padres opulentos? Permitido no está poner la mano en oficiante de la diosa Cipria; ¿y por acaso juzgas cosa fácil arribar hasta el lecho de una virgen?)) Así le amenazó cómo es contumbre de vírgenes hacer. Pero Leandro, en toda aquella serie de amenazas

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El tema de Hero y Leandro e n la Literatura española

y furor femenil, vi6 las señales de las doncellas que se rinden. Porque cuando amenaza la mujer, seguro es el tricnfo y el goce de Afrodita. Y la cerviz besando perfumada de aquella virgen bella y ruborosa, herido del furor de sus deseos, estas palabras dijo: «;Oh Cipria bella igual que la otra Cipri~i'; oh virgen Palas, de Atenoa rival! No te comparo con terrestre mujer. sino con hijas de Zeus el de Cronos ¡Feliz padre aquel que te engendró! ¡Madre dichosa tu madre y dichosísimq su vientre, que supo darte a luz! Oye mis ruegns; mi ansia de amar tu corazón ablande. Y a que eres oficiante de Afrodita, ejerce d i la diosa los oficios. Ven conmigo a iniciarte en el misterio de sus leyes nupciales; q w no es propia la doncellez de la que oficia en aras de diosa que no gusta de doncellas. Si quieres conocer su ley amable, sus ceremonias verdaderas, nupcias y lecho son. Y si amas do Citeres el Numen halagüeño, la suave ley del Amor abraza, y a este esclavo tuyo, que humilde ruega, acoge y mira, si quieres, como conyuge al cual Eros cobró.en la caza, para tí, con dardo hiriéndole cruel. De igual manera, a Hercules. el audaz, el veloz Hermes, con su bsculo de oro, llevó esclavo de la virgen Yardánide a las plantas. Ya que no el docto Hermes, de este modo Cipria me trae a tí. La histoira sabes de Atalanta, la virgen Arcadiense que rechazó de Milanión el lecho por conservar su doncellez. Airada entonces Afrodita, al desdeñado del corazón de la mujer esquiva hizo dueño absoluto. Que este ejemplo te sirva de lección: y tu no excites, amor niio, el enojo de la diosa)).

Asi hablaba elocuente, doblegando aquella voluntad que le rechaza; así el candor de su alma seducía con palabras d e amor. Y. silenciosa, Hero, fijos los,ojos en la tierra,: ocultó sus mejillas matizadas

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c m tintas de pudor, mientras que iba arrastrada por él, rozando el suelo, y, pudibunda. su vestido a veces apretaba a sus hombros. Estas cosas pruebas son de rendirse: virgen muda, va vencida a entregarse en holocausto. La doncella al estimulo agridulce del deseo responde; dulce fuego quema su corazón; con la hermosura del gallardo ~ e a n d r o se embelesa. Y éste mientras su amada al suelo mira, con ojos de pasión arrebatados, no se cansaba de admirar el suave cutis de la cerviz de la doncella. Desti!ando su faz rubor banado de vergüenza. por fin alzó su débil voz Hero, y dijo: -«Huesped. tus palabras hasta 1:is piedras moverán. ¿.En donde 21 seducir con ellas aprendiste:' ¿Quien tc enseñó las vías del engaño? ¿Quién a esta patria mía ie condujo, ay de mi? .... Pero en vano yo me esfuerzo en decir estas cosas, porque ¿cómo tú, viajero inseguro, errante huc'sped, aspiras a mi amor? No, no podemos en legítimas nupcias ser unidos publicamente : no quieren mis padres que yo cibntraiga nupcias. Y si quieres en mi patria quedar ;oh vagabundo! ¿.cómo ocultar tu amor y tr5s un velo mantener a Afrodita? ... No, la lengua del hombre es muy locuaz, y obra que alguno en silencio realiza, por las calles se oye después contar. Mas no me ocultes tu nombre y patr ia Sé veraz. Los míos yo también te diré. Ni ilustre nombre . es Hero; y una torre que rodea con sus snnes el mar 5 7 alza su frente ,

al cielo, es mi mansión: .en ella vivo sola con una sierva, ante la urbe dc Sestos ; y en el borde1 de sus costas de ondas profundas, de vecino tengo, por voluntad odiosa de mis padres, , , ,

el mar Ni cerca tengo compañeras, ni de donoeles músicas ni danzas . . ,. .. . ante mis ojos miro. Noche y dia, solamente rugidos de los vientos y el bramido del ponto en mis oidos suenan)). Diciendo así, bajo su manto sus rosadas mejillas oculta,ba.

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El tema de Hero y Leandro en la literatura española

Y otra vez con pudor le reprendía, y procuraba no escucharle Entonces, el estímulo agudo del deseo aguijado. Leandro meditaba el modo de vencer en el certamen de amor pues Eros, vario en decisíones si con saetas hiere, a veces cura heridas de saetas; y a los mismos hombres a quienes doma, suele a veces el domador servir de consejero y así ayudó a Leandro, el cual, astuto, gimiendo dijo al fin. -«Por tu amor, virgen, ásperas ondas cruzaré, aunque el agua hierva en fuego y se vuelva innavegable. Por llegar a la estancia en que reposas, ni temo de las ondas los peligros, ni hervores resonantes me detienen. Húmedo esposo, por las noches quiero a mi esposa buscar, abriendo a nado la gran masa del mar del Helesponto. No lejos de tu patria se alza Abidos, que es mi ciudad; de allí vendré a buscarte Para alumbrarme, tú, desde la excelsa torre que habitas y tendré de frente; una antorcha prevén, y entre las sombras muéstramela, para que yo me vuelva nave de amor que la tendré por norte Y teniéndote a tí, ¿Para qué astros'? Ni a Bootes miraré, ni a Orión el rudo, ni el camino del carro de los cirlcs, que jamás se mojó; desde mi opuesta patria, tu dulce puerto iré buscando Pero teme joh mi amada! de los vientos los fuertes soplos, cuida de esa antorcha, norte de existencia, no se extinga y perezca mi alma. E' si mi nombre quieres también saber, yo soy Leandro, cónyuge de Hem, la que el cetro ostenta de la hermosura)). De este modo fueron concertando su unMn en clandestinas nupcias, pactaron mantener noctnturno su amor y con ceiiaks de B antorcha las bodas preparar; que ella elevase la lámpara en la mano, y él entonces las dilatadas ondas crumría. De la fiesta sagrada ya las horas vuelan, y a m pesar tienen los novios que separarse Y ella v;á a s u torre,

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y él de aquella mansión tomando segas para luego en la noche tenebrosa no confundirla, hacia la magna urbe de la muy firme Abidos navegaba,

Ansiando ya los clandestinos goces del nocturno comercio, apetecían las horas de las tinieblas. que viniera su tálamo a amparar. Ya de noche la espesa niebla surge, conduciendo el sueño a 1 ~ s mortales; mas Leandro, febril, no duerme ni descansa, sino que está aguardando, en pie junto a la orilla del mar rebrarnador. el luminoso aviso de la hembra ; esta observando en la lúgubre noche las sehales de lejana atalaya, que promesas son de fiesta nupcial. Cuando vió Hero la espesa niebla de la negra noche, su lámpara asomb y aquella tm encendida, en amor abras6 ei alma del vehemente Leaadro: con la antorcha a un mismo tiempo el amador ardh. Un punto, junto al mar, oyendo el mnco estruendo de las olas que bramaban, tembló su corazón; más renaciendo su valor, exhortábase a sí mismo diciendo. -N iC)h grave amor, oh ímglacable mar Pero el mar es agua. y este fuego interno del amor me quema. Tuyo es ezte fuego, coraaón: no temas con el echarte al agua; ven conmigo a amas. i.1'0r qué te a s u ~ t m de esas olas? ¿No sabes que del mar d ó Afrodita que al ponto vencerá 3' hará que cesen nuestros dolores?*. Mientras esta hablaba, con ambas manos admirables miembros dejando fue desnudos, y las ropas liando a La cabeza, de la orilla s-altó. lanzando el cuerw al mar. Nadaba cada ver! más vebz hacia la antorcha de viva luz, y al mismo tiempo era remero y nave, nave de sí mimo. Y Hero entretanto, sobre la alta torre la luz sostiene y por doquier espía las perniciosas ráfagas de viento; v la lámpara euke con 8u manta una vez y otra vez, mientras, rendido, de S&OB a ia orilla simasa llega Leandro. Y a m .encncntco sab?

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El tema dc Hero 7~ Leandro en la literatura española

Mero.. En la misma puerta de la torre recibe a su anhelante esposo. ~Vluda, a éI se abrazó.. De sus cabellos 'gotas espumosas del ponto destilando él, dc la alcoba virginal, que honraba a novia tan gentil, ella le guía a la secreta intimidad. Y el cuerpo todo de él enjugó. Y untóle esencia perfumada con rosas, los olores extinguiendo del mar. Y todavía más estrechada al pecho del esposo, que vibraba de amor, en el mullido lecho, con seductora voz, le dice: -«Mucho has sufrido. esposo; tanto, tanto cual ninguno jamás. Sufriste mucho; . pero ahora para tí no más saladas aguas del mar ; no más olor a peces del tormentoso bramador abismo.

i Animo, pues y calma tus. fatigas en mi regazo!.)). 4sí la hermosa hablaba. Y él desató su cinturón y, al punto, leyes de la benévola Afrodita comenzaron a obrar. P aquellas nupcias eran, pero .sir? danzas y era lecho aquél de bodas, más. sin himnos: .Tuno conyugal, invocada de poeta ninguno f c é ; ni de esplendor de antorchas brillaba .el nupcial .lecho ; ni hubo nadie que bailara agilísimo una danza, ni un padre ni una madre, que himeneos' cantasen. Preparado el lecho en horas protectoras..de nupcias, fue el Sigilo quien el tálamo alzó; con sus cendales de tu, la Niebla coronó a la esposa; y sin vate cantor de epitalamios, . nupcias'se: hicieron. Sólo fue la -Noche concertadora allí de matrimonios:

- 1

.Jamás a LeaiitLro sorprendió la Aurora con su:lui en el lecho;. porqce antes, . no saciado. da. amor- y ..respirando3 *

auras nocturnas, hacia, la . urbe opuesta f

de Abidos iba::a nado:. Y con su larga . veste cubierta,, y a sus: padres. Hero ocultando $ s u amor, era de dia '. !

virgen, y desposada .por :la; .noche. i Cuantas h o r a s pasaron uno.. ,y otro , ,t

el ocasd del .sol: apeteeiencio; , y el ansia de su .amor guardando oculta;' I, y en amorosos 1 juegoq escondidosp.. :

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ApénclZcs documental . .

entre sí deleitándose! Más .pronto. su dicha se acabó; no mucho tiempo gozaron de sus nupcias peligrosas. ' !

Llegaron del invierco las escarchas. y tormentas de horribles torbellinos alzáronse con é l , los invetnales constantes vientos golpeaban rudos el mar, y hasta el profundo conmovían sus húmedos cimientos, con ciclones revolviéndolo todo. Y viendo el nauta golpes de mar venir, la negra nave en las playas varó, pérfidas iras evitando del mar impetuoso. Llenas están. magnánimo Leandro, de naves las orillas; más la tuya no varó, ni el temor a la fiereza del irritado ponto la contuvo. De la torre el aviso, con su llama, nuncio de besos, con cruel perfidia, te impulsaba a arrostrar del mar la furia i Hero infeliz. qué bien hicieras, mientras el invierno amenaza, sin Leandro pasar ! i qué .bien hicieras no encendiendo el norte de tu tálamo en peligro! ¡Tú sino g tu p a s i h tienen ia culpa del apremio en que estás! i Y dominada por ellos hoy levantas una antorcha, no ya nuncio de Amor. sino de Muerte!

Era la tea de las Parcas. Y era la noche en que soplaban bramadores, con invernales ráfagas, los Vientos, e iban todo arrollándolo por costas del mar. Y ya a Leandro la esperanza de aquel amor, gozado tantas veces. por el lomo feroz del mar, le lleva, que muge resonante. Ya la onda va envuelta por la onda; ya formaba montes el mar ; el ponto con el éter se unian, y los bramidos de los vientos, pugnando, se alzan por doquier. Y lucha el Euro, con e! Céfiro, y el Noto al Bóreas lanza grandes retos. Y era continuo aquel fragor, aquel estruendo del mar. Y ya sufría horriblemente Leandro sobre el abismo inaplacable, implorando el auxilio de Afrodita, la hija del Mar, a veces, y el del mismo

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El tema de Hero I/ Leandro e n la literatura espafiola

Poseidón. de las ondas soberano. Ni dejó de invocar tampoco a Bóreas, por si de Atis, la ninfa, se acordaba. Mas nadie le ayudó, ni Amor tampoco a las Parcas contuvo. En todas partes el ímpetu de líquidas montañas, de olas que le golpeaban, lc salía al paso al infeliz; de vigor faltos ya ván sus pies; sus manos, de la lucha ya cansadas, inmóviles se quedan. Y no puede evitar que en su garganta entre agua con violencia, y la maldita poción de mar bebió, salobre y fiero ; Y un soplo. el mismo que apagó la antorcha, mató el amor y el alma de Leandro!

Con vigilantes ojos, Hero estaba esperando a su amante, en pie; y veía que no llegaba, y espantosas dudas la hacian fluctuar. Llegó la Aurora, y la infeliz no vi6 a su esposo. A todos lados los ojos dirigió, en los anchos lomos del mar, con la extinguida tea aún en la mano, busca, por si advierte a su marido errando entre las olas. ¡Pero al pie de la torre lo vió muerto, al fin despedazado por peñascos! Y al verlo así, su veste primorosa por el pecho desgarra. y con vioiencia, Hero se arroja de la excelsa torre, Y Hero cayó sobre el marido muerto, y sobre él pereció. i Y en mutuo abrazo se unieron en la vida y en la muerte!