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16 Nota: Recordar de enviar lo antes posible las propuestas a la parroquia y una copia a la Secretaria del Sínodo o al Obispado o al e-mail: [email protected] 1 Cristo, El Misterio de Dios CUADERNILLO SINODAL 1 Jesucristo, rostro humano de Dios y rostro divino del hombre A Dios nadie lo ha visto nunca; el Hijo nos lo ha manifestado. Jn 1, 18 A Dios nadie lo ha visto nunca; si nos amamos Dios permanece en nosotros 1 Jn 4, 12

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Nota: Recordar de enviar lo antes posible las propuestas a la parroquia y una copia a la Secretaria del Sínodo o al Obispado o al e-mail: [email protected]

1

Cristo,

El Misterio de Dios

CUADERNILLO

SINODAL

1

Jesucristo,

rostro humano de Dios

y rostro divino del hombre

A Dios nadie lo ha visto nunca;

el Hijo nos lo ha manifestado. Jn 1, 18

A Dios nadie lo ha visto nunca;

si nos amamos Dios permanece en nosotros 1 Jn 4, 12

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PRESENTACIÓN

Como Iglesia diocesana que realiza memoria agradecida de su cami-

nar durante estos 50 años iluminada por el Concilio Vaticano II y las conferencias Generales de Medellín, Puebla, Santo Domingo y Apa-

recida, queremos profundizar en la experiencia de fe para ser testi-

gos de esperanza, profetas de la dignidad y servidores fieles y efica-

ces de excluidos y marginados.

Al iniciar este camino de oración, reflexión, estudio, discernimiento

y propuestas a través de los Grupos Sinodales empezamos por ahon-dar y hacer nuestra la fe en Dios Padre de Nuestro Señor Jesucristo

que nos une a Él en el Espíritu.

Lo hacemos en medio de la encrucijada que ahora, aquí, en nuestro

Departamento de Cortés, presentan los diversos caminos que encon-

tramos como alternativos para nuestro ser discípulos misioneros del

Señor.

1. ENCRUCIJADA (Mirar la realidad)

Continuamente nos encontramos con ciertas ex-

presiones religiosas, escritas mayormente en los buses y taxis que, si las vamos leyendo con aten-

ción, nos presentan imágenes de Dios a las que

vale la pena dedicar un momento de reflexión. De

igual manera, tenemos en nuestro lenguaje otra serie de expresiones que responden a modos espe-

ciales de pensar sobre Dios, a todas estas formas

de pensar las vamos a llamar “caminos” que pre-sentamos brevemente:

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4. ORACIÓN

Ante la imagen del crucificado recitamos juntos el Credo en su for-mulación niceno-constantinopolitana:

"Creo en un solo Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible.

Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho; que por nosotros lo hombres, y por nuestra salvación bajó del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre; y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato; padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día, según las Escrituras, y subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin.

Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas.

Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica. Confieso que hay un solo bautismo para el perdón de los pecados. Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro. Amén.

Y, guiados por el Espíritu, nos damos la paz y nos sabemos en ca-mino.

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3. EN CAMINO

(Actuar: Nuestras Propuestas)

En el tema 0 citábamos el Reglamento de los Grupos Sinodales:

La finalidad última de los grupos es elaborar propuestas que sirvan de guía al camino de la Iglesia Diocesana en los próxi-mos años. Las propuestas deben ser fruto de un discernimien-to que toma conciencia de la realidad y que busca cómo hacer presente en ella el Reino de Dios. Cada Grupo Sinodal debe dar su aporte señalando:

La situación a la que se quiere responder.

El fundamento en la Palabra de Dios, acogida en la tra-

dición viva de la Iglesia.

La propuesta concreta. Las actitudes, cauces y líneas de acción que la hagan

operativa. Art. 10.

Nos disponemos para elaborar esas propuestas con el esquema recién recordado. ¿Sobre qué aspectos hacer estas propuestas? Hemos de centrarnos en lo que está más directamente relacionado con el tema y tener en cuenta que seguiremos reflexionando y pro-poniendo sobre otros catorce. Ahora podemos centrarnos, por ejemplo, en :

Religiosidad y devoción popular. Cambios culturales y fe. Lenguajes religiosos. Presentación de Jesucristo como nos lo enseña el

Evangelio frente a expresiones de las sectas. Lugares, tiempos y signos religiosos. Revisión de los métodos de evangelización. ¿Cómo fomentar la espiritualidad profunda y au-

tentica?

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1. El camino de la protección Encontramos frases como estas: “Cubierto con la Sangre de Cristo”, “Protegido de Dios”, “Dios está conmigo”, etc. Es cierto que “Dios

protege a todos aquellos que le buscan y confían en Él”. Ahí no está

el problema sino en pensar que esta protección es “mágica”, es de-cir, que, independientemente de cómo maneje o cómo yo me com-

porte con los demás, Dios tiene que cuidarme y protegerme automá-

ticamente.

En este caso Dios es “algo”: una fuerza o un poder al que yo puedo

manipular y, en algunos casos, hasta lo puedo comprar. Esta manera

de pensar termina reduciendo a Dios a nuestros criterios humanos y caprichosos, olvidándosenos que Dios es Dios.

2. El camino de la prosperidad Es cada día más usual encontrar algunas

de las siguientes frases: “Regalo de

Dios”, “Bendición de Dios”, “Prosperado por la Palabra”, etc. Es

cierto que “Dios hace próspera las

obras de las manos de aquellos que le

sirven y le buscan con un corazón sin-cero”, pero la dificultad la encontramos

cuando creemos que todo lo que tene-

mos viene inmediatamente de Dios sin importar cómo lo conseguimos.

Este Camino de la prosperidad, es también conocido como “Evangelio de la prosperidad”. Éste es un conjunto no sistematiza-

do de doctrinas de ciertos grupos religiosos que enseñan que la pros-

peridad económica y el éxito en los negocios son una "evidencia

externa" del favor de Dios. Para este camino, todos los que son ricos y gozan de salud han sido bendecidos por Dios, y los que son po-

bres, enfermos, marginados o sufren es porque les falta fe o no tie-

nen confianza en el Señor porque, de lo contrario, serían bendecidos por Dios. Y así, la religión se reduce a la alabanza y a la confesión

pública de un Dios que garantiza la propia prosperidad.

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En esta misma línea podemos situar la invocación del “Dios del Pac-

to”, con el que se negocia para que nos dé algo a cambio de unas

oraciones acompañadas con la correspondiente ofrenda.

3. El camino popular

¿Cuántas veces empleamos expresiones como

“Primero Dios”, “Si Dios quiere”, “Si Dios lo permite”, “Dios mediante”? Estas expresiones

nos son muy cercanas, muy populares, al men-

tar a Dios. Podemos hablar de una “Teología popular”. Es cierto que Dios es un Padre provi-

dente “que cuida hasta de las aves del cielo y

de las flores del campo”, pero la dificultad la

encontramos cuando, fiados de su providencia, nos desentendemos de nuestras responsabilida-

des.

Al mismo tiempo que decimos “si Dios quiere”, observamos cómo

triunfa lo que Dios no quiere: violencia, corrupción, desigualdad,…

Si aceptamos y nos resignamos ante estas realidades tendremos que

ir concluyendo que Dios no ha penetrado en nuestro corazón, que se ha quedado a un nivel expresivo “popular” pero que no existe un

autentico conocimiento y seguimiento de su voluntad. Esta es una

forma de tomar el nombre de Dios en vano.

4. El camino de la secularización

Como reacción a los caminos anteriores nos encontramos otro

nuevo que, poco a poco, se va dando en nuestra sociedad: más en las ciudades que el campo, más en los jóvenes que en los

mayores, más entre los “instruidos” que entre la gente sencilla.

Este camino es como un movimiento de ideas y costumbres, que insiste en la autonomía del ser humano. Es cierto que es

voluntad de Dios que el hombre crezca, se multiplique y domi-

ne la creación, pero la dificultad la encontramos cuando se cie-

rra el horizonte del ser humano y toda posibilidad de abrirse al

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por la dignidad, que recibimos también como tarea que debe-mos proteger, cultivar y promover. Lo bendecimos por el don

de la fe que nos permite vivir en alianza con Él hasta compar-

tir la vida eterna. Lo bendecimos por hacernos hijas e hijos

suyos en Cristo, por habernos redimido con el precio de su sangre y por la relación permanente que establece con noso-

tros, que es fuente de nuestra dignidad absoluta, innegociable

e inviolable. Si el pecado ha deteriorado la imagen de Dios en el hombre y ha herido su condición, la buena nueva, que es

Cristo, lo ha redimido y restablecido en la gracia (cf. Rm 5,

12-21). DA 104.

Alabamos a Dios por los hombres y mujeres de América La-

tina y El Caribe que, movidos por su fe, han trabajado incan-

sablemente en defensa de la dignidad de la persona humana, especialmente de los pobres y marginados. En su testimonio,

llevado hasta la entrega total, resplandece la dignidad del

ser humano. DA 105.

Bendecimos al Padre porque todo hombre abierto sincera-

mente a la verdad y al bien, aun entre dificultades e incerti-

dumbres, puede llegar a descubrir, en la ley natural escrita en su corazón (cf. Rm 2, 14-15), el valor sagrado de la vida

humana, desde su inicio hasta su término natural, y afirmar

el derecho de cada ser humano a ver respetado totalmente este bien primario suyo. En el reconocimiento de este dere-

cho, se fundamenta “la convivencia humana y la misma co-

munidad política”. DA 108.

Para el diálogo:

Expresar aquello que nos ha quedado más claro de lo

que hemos leído, escuchado y reflexionado.

Dios se nos ha revelado en Jesucristo. ¿Qué nos dice

esta expresión?

¿Qué imagen de Dios nos queda de lo que hemos leí-

do?

¿Qué tendríamos que decir ahora recordando las ex-

presiones que encontramos en buses o taxis, recor-

dando las expresiones que nosotros utilizamos fre-

cuentemente?

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Jesús ha revelado que Dios es "Padre" en un sentido nuevo: no lo es sólo en cuanto Creador, es eternamente Padre en rela-

ción a su Hijo Único, que recíprocamente sólo es Hijo en re-

lación a su Padre: "Nadie conoce al Hijo sino el Padre, ni al

Padre le conoce nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar" (Mt 11,27). CIC 240.

La verdad revelada de la Santa Trinidad ha estado desde los

orígenes en la raíz de la fe viva de la Iglesia, principalmente en el acto del bautismo. Encuentra su expresión en la regla de

la fe bautismal, formulada en la predicación, la catequesis y

la oración de la Iglesia. Estas formulaciones se encuentran ya

en los escritos apostólicos, como este saludo recogido en la liturgia eucarística: "La gracia del Señor Jesucristo, el amor

de Dios Padre y la comunión del Espíritu Santo sean con to-

dos vosotros" (2 Co 13,13; cf. 1 Cor 12,4–6; Ef 4,4–6). CIC 249.

Durante los primeros siglos, la Iglesia formula más explícita-mente su fe trinitaria tanto para profundizar su propia inteli-

gencia de la fe como para defenderla contra los errores que

la deformaban. Esta fue la obra de los Concilios antiguos,

ayudados por el trabajo teológico de los Padres de la Iglesia y sostenidos por el sentido de la fe del pueblo cristiano. CIC

250.

3. El encuentro con Jesús, el rostro humano de Dios, reorienta nuestro camino

Lo expresamos con Aparecida en forma de alabanza que recitamos

juntos:

Bendecimos al Padre por el don de su Hijo Jesucristo,

“rostro humano de Dios y rostro divino del hombre”.

Bendecimos a Dios por la dignidad de la persona humana,

creada a su imagen y semejanza. Nos ha creado libres y nos

ha hecho sujetos de derechos y deberes en medio de la crea-ción. Le agradecemos por asociarnos al perfeccionamiento

del mundo, dándonos inteligencia y capacidad para amar;

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encuentro de algo más que el consumir, producir, buscarse a sí mis-mo, etc. De ahí que en la vida práctica Dios no tenga cabida.

5. El camino de las emociones

“Como busca la cierva la fuente de aguas vivas”. Los seres huma-

nos no somos solamente cabeza y razón. Los sentimientos y los de-seos forman parte de nuestra esencia. Las emociones, la necesidad

de sentirnos amados, los temores y las alegrías forman parte de no-

sotros mismos. Pero para muchos la búsqueda de Dios corre el peli-gro de reducirse solamente a la búsqueda de lo emocional, y a la

liberación de temores frente a espíritus y fuerzas sobrehumanas.

Para este camino todo lo que resulta raro, extraordinario, “milagroso” o sorprendente se convierte en el único cauce de en-

cuentro con Dios, y de ahí la necesidad de multiplicar eventos, ac-

ciones impactantes, sanaciones…y de ahí, también, el sincretismo – la mezcla- de propuestas más o menos “religiosas” de raíz cristiana,

budista, gnóstica…

Para el diálogo:

¿De estos caminos, cuál nos parece más frecuente

entre nosotros y entre las personas de nuestro en-

torno?

¿Qué aspectos, de unos y de otros, están más presen-

tes en la vida y en las decisiones ordinarias?

¿Qué otras expresiones y comportamientos podemos

señalar, además de las aquí presentadas?

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2. BRÚJULA Y MAPA

(Juzgar: Conocer la enseñanza de la

Iglesia)

1- Esta diversidad de caminos no es nueva

Ni es nueva, ni es nuestra solamente. Todos los hom-

bres, en todo lugar, se han preguntado y se preguntan por el sentido de sus vidas, y por si en ellas está presente Alguien que pueda res-

ponder a su búsqueda de felicidad y de plenitud. Surge así la expe-

riencia religiosa y la diversidad de religiones que son una realidad

humana pero no simplemente humana porque si Dios no estuviese en el fondo del hombre dándose permanentemente, revelándose

constantemente, el hombre no hubiese podido ser religioso.

Conscientes de esto, hemos de reconocer que nuestro hablar de

Dios, nuestro pensar en Él, nuestra experiencia religiosa es nuestra.

Y lo nuestro, lo mío, no es Dios. Dios es siempre mayor. Debemos orar como Eckart, el gran maestro espiritual: “Dios mío, líbrame de

mi Dios” y, al mismo tiempo, recordar la expresión que Pascal pone

en boca de Dios: “No me buscaríais si no me hubieseis encontrado”

Antes de que nosotros busquemos a Dios, Él ha salido ya a nuestro encuentro. Lo recordamos con la carta primera de Juan: “En esto

está el amor: no es que nosotros hayamos amado a Dios. Sino que

Él nos amó primero” 1 Jn 4, 10.

2- Dios se hace camino Y envió a su Hijo como víctima por nuestros pe-

cados. Así continúa el texto de Juan. Reconoce-

mos en Jesús a Dios mismo que se nos hace ca-mino. Por eso queremos revisar nuestro caminar

para que esté cada día más de acuerdo con el de

Jesús y pueda ser camino para que todos lo reconozcan como su vi-da y verdad. No queremos hacer publicidad de “nuestra religión”, ni

presumir porque nuestra iglesia es la mejor. Queremos ser auténti-

cos discípulos que comparten la alegría de su fe. Nos sabemos Pue-

blo de Dios que camina y, por eso, hacemos ahora memoria de có-mo Dios ha dirigido el caminar de su pueblo en diversas ocasiones y

bajo diferentes formas hasta que nos habló por medio del Hijo.

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desafíos para mantener la fidelidad al Dios que ama a cada hombre; que se identifica con los crucificados; que a todos llama hijos.

¿Realmente este hombre Jesús es Hijo de Dios? ¿Realmente es hijo

de mujer desde su concepción? ¿Realmente es María Madre de Dios

y no simplemente madre del Mesías? ¿Realmente es totalmente Dios y totalmente hombre? Y el Espíritu ¿es simplemente una dimensión

de Dios o es como el Padre y el Hijo? Responder a estas preguntas

no era una mera cuestión de teorías. Se trataba de modos de enten-der a Dios y al hombre. Se trataba de modos de vivir y, por tanto, de

convivir en dignidad, en justicia, en paz.

La diversidad de mentalidades y los intereses contrapuestos crearon

tensiones y enfrentamientos. Los primeros Concilios tuvieron la ta-

rea de discernir y de expresar la fe en nuevos modos. Nicea, Cons-

tantinopla, Éfeso, Calcedonia, fueron las ciudades sede de esos cua-tro primeros concilios. El credo “largo” que recitaremos al final de

la reunión es el credo “niceno-constantinopolitano”. Con él confesa-

mos el misterio de Dios que es en sí mismo amor y comunión. Que es Unidad y Trinidad. Que nos incorpora a su amor, a su comunión.

Que en el Espíritu del Hijo nos hace hijos y nos da libertad para in-

vocarlo como Padre. Que nos congrega en un solo pueblo de herma-nos. Que nos llama a vivir sabiendo que no tenemos aquí ciudad

permanente sino que buscamos la futura en la que no hay templo

alguno porque el Señor Dios todopoderoso y el Cordero son su tem-

plo; en la que no hay muerte, ni pena ni llanto, ni dolor; en la que todo lo antiguo ha pasado. Hb 13; Ap 21.

El Catecismo de la Iglesia Católica nos sirve de recordatorio de lo que los primeros concilios y toda la tradición viva de la Iglesia ha

ido expresando:

Al designar a Dios con el nombre de "Padre", el lenguaje de la fe indica principalmente dos aspectos: que Dios es origen

primero de todo y autoridad transcendente y que es al mismo

tiempo bondad y solicitud amorosa para todos sus hijos. Esta ternura paternal de Dios puede ser expresada también me-

diante la imagen de la maternidad (cf. Is 66,13; Sal 131,2)

que indica más expresivamente la inmanencia de Dios, la inti-midad entre Dios y su criatura. CIC 239.

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2.5- Jesús, es Señor para gloria de Dios Padre

A la luz de la resurrección los discípulos entendieron -y entendemos

- las Escrituras. Metiendo los dedos en la mano del crucificado y la mano en su corazón traspasado pudieron decir -podemos decir-

“Señor mío y Dios mío” y reconocer cómo es Dios el que en la cruz

está reconciliando al mundo consigo, haciendo llegar lo nuevo, transformándonos en criaturas nuevas. Con asombro nos acercamos

al misterio de amor que es Dios, con no menor admiración contem-

plamos el misterio de la nueva humanidad. 2 Cor 5, 17-21.

Pablo va recordando todo esto en sus comunidades. Desde su expe-

riencia del amor del Padre que le reveló a su Hijo –Gal 1, 15- se sa-

be elegido para anunciar la Buena Noticia de Dios- Rm 1,1-4- y para exhortar, con un himno ya conocido por la comunidad, a mirar a

Cristo Jesús:

El, siendo de condición divina, no se apegó a su igualdad con

Dios, sino que se redujo a nada, tomando la condición de ser-

vidor, y se hizo semejante a los hombres. Y encontrándose en

la condición humana, se rebajó a sí mismo haciéndose obe-diente hasta la muerte, y muerte en una cruz. Por eso Dios lo

engrandeció y le dio el Nombre que está sobre todo nombre,

para que al Nombre de Jesús se doble toda rodilla en los cie-los, en la tierra y entre los muertos, y toda lengua proclame

que Cristo Jesús es el Señor, para gloria de Dios Padre. Fil 2,

6-11.

2.6- La comunidad cristiana se asombra y contem-

pla el misterio de Dios

Las comunidades cristianas, en medio de persecuciones y represión, mantuvieron gozosamente su confesión de fe en el Dios Padre del

Señor Jesús. Caminaron en su seguimiento guiadas por el Espíritu

que les hace capaces de amar y de esperar un cielo nuevo y una tie-rra nueva en la que habite la justicia. Cuando cesa la represión y se

tolera la fe de los cristianos, más aún, cuando el Imperio Romano

hace suya esa fe, se abren nuevos retos para expresarla de modo

comprensible para la cultura filosófica de la época y surgen nuevos

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2.1- Dios mira, Dios oye

Recordamos al Señor que sale al encuentro de

Moisés y, como él, nos sabemos invitados a descalzarnos, a caminar en humildad y senci-

llez. Con Moisés escuchamos: He visto la hu-

millación de mi pueblo en Egipto y he oído sus quejas cuando los maltrataban Ex 3, 7

¿Por qué mira Dios, por qué escucha? No por-

que sea el pueblo más numeroso, ni por sus

méritos - Dt 7, 7; 9, 6- sino por el amor que tiene, por su fidelidad.

Él, por pura iniciativa suya, saca a su pueblo del país de Egipto para que no sea más esclavo. Él rompe el bastón de los vigilantes para

que camine erguido. Lv 26, 13.

2.2- Los profetas y la denuncia de los caminos falsos

Cuando el pueblo olvida esto, y se comporta como si Dios necesita-

ra algo: sacrificios, alabanzas, ofrendas; como si estuviera ciego y

sordo al grito del pobre y del humilde; como si, al igual que un hom-bre prepotente, se interesara por imponer su fuerza; cuando el pue-

blo crea “ídolos” y construye imágenes y se cree seguro en sus tem-

plos, suscita Dios a los profetas para recordar que:

No soporta sacrificios y fiestas. Sus ceremonias se han vuelto

un peso porque ve la sangre en sus manos, mientras que su

llamada es a hacer el bien, a buscar la justicia, a dar su dere-cho al oprimido Is 1, 11-20.

No es en el templo donde se encuentra la seguridad al tiempo

que el templo se trasforma en cueva de ladrones sino cuando se mejora el proceder y se hace justicia a todos. Jr 7, 1-12.

Porque cuando yo saqué a sus padres de Egipto no les hablé

ni ordené nada referente a sacrificios y holocaustos. Lo que les mandé, más bien, fue esto: “Escuchen mi voz y yo seré su

Dios y ustedes serán mi pueblo. Caminen por el camino que

les indiqué para que siempre les vaya bien”. Jr 7, 22-23.

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Por eso:

Al impío Dios le dice:

«¿Por qué vas repitiendo mis preceptos,

y andas siempre hablando de religión, tú que odias mis reprensiones

y te echas mis palabras a la espalada?

Si ves un ladrón, corres con él, Y entre los adúlteros tienes tu sitio.

Das rienda suelta a tu boca para el mal

y tu lengua urde el engaño. Si te sientas, hablas mal de tu hermano,

deshonras al hijo de tu madre.

Si tú lo haces, ¿tendré yo que callarme?

¿o piensas que yo soy como tú? Salmo 50, 16-23.

2.3- Jesús como profeta

La llamada de los profetas se hace más radical en Jesús y en su lla-

mada a buscar, ante todo, la voluntad del Padre:

No bastará con decirme: ¡Señor!, ¡Señor!, para entrar en el

Reino de los Cielos, más bien entrará el que hace la voluntad de mi Padre del Cielo. Aquel día muchos me dirán: ¡Señor,

Señor!, hemos hablado en tu nombre, y en tu nombre hemos

expulsado demonios y realizado muchos milagros. Entonces

yo les diré claramente: Nunca les conocí. ¡Aléjense de mí, ustedes, que hacen el mal. Mateo 7, 21-24.

Un Padre que no necesita largos rezos sino que ya sabe de nuestra necesidad antes de que pidamos. Mt 6,8

Un Padre que no quiere sacrificios sino misericordia. Mt 9,

13; 12, 7

Un Padre que crea continuamente vida, libertad, dignidad.

Jn 5, 17

Un Padre… (Recordemos juntos expresiones de los evan-

gelios que tengamos más cerca de nuestro corazón).

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2.4- Jesús, Palabra hecha carne

Pero Jesús fue condenado como blasfemo por los que representaban

a Dios en medio del pueblo, y crucificado en nombre de Dios por los que, al pie de la cruz, hacen burla de su confianza radical en el

Padre. Pero, al pie de la cruz, un pagano, expresa lo que constituye

el fundamento de nuestra fe: Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios. Mc 15,39. El evangelista Marcos pone en labios de este

personaje lo que los apóstoles experimentarán al reconocer que Je-

sús vive. Más aún, que la Vida llena su ser, que él es Vida, que es y

da Vida, que es Espíritu, que es Señor.

Lo recordamos con un texto de Aparecida:

Jesucristo, verdadero hombre y verdadero Dios, con palabras

y acciones, con su muerte y resurrección, inaugura en medio

de nosotros el Reino de vida del Padre, que alcanzará su ple-nitud allí donde “no habrá más muerte, ni luto, ni llanto, ni

dolor, porque todo lo antiguo ha desaparecido” (Ap 21, 4).

Durante su vida y con su muerte en cruz, Jesús permanece fiel

a su Padre y a su voluntad (cf. Lc 22, 42). Durante su ministe-rio, los discípulos no fueron capaces de comprender que el

sentido de su vida sellaba el sentido de su muerte. Mucho me-

nos podían comprender que, según el designio del Padre, la muerte del Hijo era fuente de vida fecunda para todos (cf. Jn

12, 23-24). El misterio pascual de Jesús es el acto de obe-

diencia y amor al Padre y de entrega por todos sus hermanos,

mediante el cual el Mesías dona plenamente aquella vida que ofre-

cía en caminos y aldeas de Palestina. Por su sacrificio voluntario,

el Cordero de Dios pone su vida ofrecida en las manos del Padre (cf. Lc 23, 46), quien lo hace salvación “para nosotros” (1Cor 1,

30). Por el misterio pascual, el Padre sella la nueva alianza y gene-

ra un nuevo pueblo, que tiene por fundamento su amor gratuito de

Padre que salva. DA 143.

Las palabras de Jesús guían nuestro camino, nos orientan en la en-crucijada. Acogemos sus palabras recordadas por los que acompaña-

ron su caminar pero, sobre todo, acogemos el testimonio del Padre

que, resucitando a Jesús, nos lo entrega como su Palabra Eterna. Jesús, el crucificado que vive, es el camino, la verdad, la vida; la

Palabra hecha carne que habita entre nosotros.