Jeronimo Zurita, 86, 2011, Angel Duarte

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    Jernimo ZuritaR E V I S T A D E H I S T O R I A

    INSTITUCINFERNANDOELCATLICO

    NMERO

    862 0 1 1

    Rmi Dalisson, Maria Isabel Joo, Claudiu Oancea,

    Vera Caroline, Enrique Fernndez, Mauro Vega,David Marcilhac, Gustavo Alares, ngel DuarteIgnacIo peIr y gustavo alares, cd.

    La Guerra Civil en el siglo XIX: un mal francs?,Jean-Claude CaronPrensa y constitucin en Zaragoza, 1813-1837, Matas RamisaToms Zumalacrregui, literatura y mito,Jos Ramn Urquijo

    Mi

    lib Peter Burke, Stephan R. Epstein, Julien Lanes Marsall,Maitane Ostolaza, Alejandro Quiroga, Miguel ngel del Arco,Martha C. Nussbaum, Guillermo Vicente Guerrero

    Pensar la Historia,celebrar el pasadoFIESTAS y CONMEMORACIONES NACIONALES, SIGLOS XIX-XX

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    Publicacin nmero 3.129de la Institucin Fernando el Catlico

    Organismo Autnomo de la Excma. Diputacin de ZaragozaPlaza de Espaa, 2

    50071 Zaragoza (Espaa)

    Tel. +34 976 28 88 78/79 - Fax +34 976 28 88 [email protected] la coleccin de la revista est accesible en formato electrnico en la direccin

    http://www.dpz.es/ifc2/libros/revistas/zurita/zurita.asp

    Diseo: Fernando LasherasIlustracin de cubierta: Jos Luis Cano

    Maquetacin: Virtual&Civn, s.l.u.Impresin: Cometa, S.A. Zaragoza

    I.S.S.N. 0044-5517Depsito legal: Z. 281-1988

    IMPRESO EN ESPAA UNIN EUROPEA

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    CONSEJO DE REDACCIN

    Director: Pedro Rjula Lpez

    consejeros: Carlos Forcadell lvarez, Carlos Laliena Corbera, Jos Manuel Latorre Ciria,Ignacio Peir Martn, Mara Luz Rodrigo Estevan, Miguel ngel Ruiz Carnicer, EstebanSarasa Snchez, Eliseo Serrano Martn.

    secretario: Gustavo Alares Lpez

    CONSEJO ASESOR

    Jordi Canal i Morell (EHESS, Pars), Julin Casanova Ruiz (U. de Zaragoza), Salvador Clara-munt Rodrguez (U. de Barcelona), Carlos Estepa Dez (C.S.I.C. Madrid), Eloy Fernndez

    Clemente (U. de Zaragoza), Ricardo Garca Crcel (U. Autnoma de Barcelona), Luis G.Germn Zubero (U. de Zaragoza), Nilada Guglielmi (C.O.N.I.C.E.T. Buenos Aires), JessMartnez Martn (U. Complutense de Madrid), Adriano Prosperi (U. degli Studi. Pisa), Gui-llermo Redondo Veintemillas (U. de Zaragoza), Adeline Roucquoi (C.N.R.S.), Pedro RuizTorres (U. de Valencia), Jos A. Salas Ausns (U. de Zaragoza), Jorge Ura Gonzlez (U.de Oviedo), Julio Valden Baruque (U. de Valladolid), Bernad Vincent (U. de Pars VII).

    Jernimo ZuritaR e v i s t a d e H i s t o R i a

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    Presentacin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7

    DOSSIER

    Las estas nacionales en Francia desde 1789 hasta la actualidad:entre la memoria y la construccin identitaria. Rmi Dalisson . . . 15

    Dia de Cames e de Portugal: breve histria de uma celebraonacional (1880-1977).maRiaisabel Joo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 19

    La celebracin de la nacin en un estival poltico socialista:El caso de Cntarea Romniei (1976-1989). ClauDiuoanCea. . . . 35

    Memorias culturales nacionales y europeas. Una perspectivaranco-alemana.VeRaCaRoline simon . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 55

    Cultura poltica y conmemoracin patritica: el primercentenario de la Independencia en Chile (1910).

    enRique FeRnnDez Domingo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 71Entre la utopa andina y la utopa republicana. Representaciones

    pblicas en los Andes (algunas aproximaciones).mauRo VegabenDez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 99

    Las estas del 12 de octubre y las conmemoracionesamericanistas bajo la restauracin borbnica: Espaa rentea su pasado colonial. DaViDmaRCilhaCy. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 131

    La conmemoracin delMilenario de Castilla en 1943. Historiay espectculo en la Espaa franquista.gustaVo alaRes lpez . . . 149

    Que tremoli lenemic o la celebracin del vencido.El nacionalismo cataln y sus primeras preces.ngel DuaRte . . . 181

    MISCELNEA

    La Guerra Civil en el siglo XIX: un mal rancs?Jean-ClauDe CaRon 207

    Prensa y constitucin en Zaragoza, 1813-1837.matas RamisaVeRDagueR 225

    SuMARIO

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    Toms Zumalacrregui, literatura y mito.Jos Ramn uRquiJo goitia 249

    LIBROSPeter Burke,Hibridismo cultural, por Ral albeRto mayoRal tRigo . 283

    Stephan R. Epstein,Libertad y crecimiento. El desarrollo de losestados y de los mercados en Europa, 1300-1750,

    poraleJanDRo gaRCamontn . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 288

    Julien Lanes Marsall y Maitane Ostolaza,Las culturas polticasen la Espaa del siglo XIX, por JaVieRRamn solans . . . . . . . . . . . 293

    Alejandro Quiroga Hernndez de Soto y Miguel ngel del Arco Blanco,

    Soldados de Dios y Apstoles de la Patria. Las derechasespaolas en la Europa de entreguerras,

    porantonio alCusn saRasa. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 296

    Martha C. Nussbaum,Sin fnes de lucro. Por qu la democracianecesita de las humanidades, porVlaDimiRlpez alCaiz . . . . . . 299

    Guillermo Vicente y Guerrero (coord. y ed. lit.),Historia de laEnseanza Media en Aragn, por JaVieRRamn solans . . . . . . . . 303

    RESMENES/ABSTRACTS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 307

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    PRESENTACIN

    En mayor o menor proporcin, las identidades nacionales se cons-truyen siempre con materiales procedentes del pasado. Esto proporcio-na a la historia una posicin central en las distintas modalidades de ce-lebracin que las instituciones orquestan para reorzar los vnculos quecohesionan la comunidad. La lgica de estas maniestaciones cambiacon el tiempo, y tambin las funciones, los discursos, los participantesy los protagonistas. As ha sido durante los dos ltimos siglos en que lanacin ha buscando las formas para que los ciudadanos se identiquen yparticipen de ella. Sin embargo, la necesidad de utilizar al pasado comojusticacin de estos despliegues rituales y simblicos ha permanecido

    inmutable, porque es precisamente la dimensin temporal, su conexincon el pasado, la que proporciona valor actual y dota de ecacia a lasceremonias conmemorativas.

    El dossier Pensar la Historia, celebrar el pasado. Fiestas y conme-moraciones nacionales siglos XIX-XX que ocupa buena parte de las p-ginas de este nmero explora las relaciones entre pasado y conmemo-racin desde mltiples perspectivas. Lo hace con amplitud geogrca,mostrando ejemplos precedentes de Alemania y de Francia, de Portugal,Rumana, Chile, Per, y tambin de Espaa. Y lo hace tambin desen-traando las mecnicas que operan en diversos tipologas de conme-

    moracin ocial. As David Marcilhacy se adentra en la recuperacindel pasado americano de Espaa que llevaron a cabo los gobiernos dela Restauracin y en cmo el proyecto americanista fue incorporadodentro del programa regeneracionista. En la misma lnea de analizar lasrelaciones entre nacionalismo e historia se sita la aportacin de ReneDalisson sobre evolucin de la esta nacional rancesa desde los tiemposde la Revolucin hasta la actualidad.

    En el mbito de la Amrica hispana se adentran Enrique Fernndezy Mauro Vega. El primero de ellos analiza los actos que, a comienzos delsiglo XX, conmemoraron el centenario de la independencia de Chile.

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    Conectando el presente con el momento de la independencia, la estacre un espacio identitario para la integracin de las lites y un reper-torio de imgenes y smbolos que ilustraban el pasado compartido a los

    ojos del republicanismo liberal. Mauro Vega, por su parte, realiza un se-guimiento de largo arco temporal para ver cmo, desde el tiempo de losconquistadores, se fueron construyendo los smbolos y referencias delpoder en Per a partir de una explicacin idealizada del pasado. Especialinters reviste la integracin de los elementos indgenas en la construc-cin de los smbolos patrios y de los nacionalismos criollos.

    Tres artculos jan su atencin en el mbito peninsular. El prime-ro de ellos, de la mano de Maria Isabel Joo, aborda la celebracin enPortugal del Da de Cames organizado con motivo del tricentenario desu muerte en 1880. Desde entonces, la identicacin entre el poeta y

    la nacionalidad portuguesa ue tan ecaz que la esta se ha mantenidohasta la actualidad a pesar de todos los cambios de rgimen producidos.Gustavo Alares, para el caso espaol, analiza la celebracin del Milena-rio de Castilla en 1943 que, en la inmediata posguerra, oreci un mode-lo de conmemoracin alangista con el escenario de la Castilla burgalesade ondo. Para Catalua, ngel Duarte ja su atencin en el 11 de sep-tiembre, la Diada. En su texto, dedicado a la memoria de Pere Anguera,analiza el surgimiento de la celebracin nacional catalana a partir de unhecho histrico, la cada de Barcelona en 1714 ante las tropas de FelipeV, y cmo la esta fue desarrollndose y arraigando socialmente.

    El dossier concluye atendiendo a varias manifestaciones europeas.Vera Caroline estudia las memorias nacionales de Francia y Alemania atravs de sus estas patriticas y su contribucin a la forja de una me-moria comn europea. Por su parte Claudiu Oancea centra su atencinen los estivales de msica popular que se desarrollaron en Rumaniabajo el rgimen de Ceauescu y que se convirtieron en un instrumentodel rgimen para la difusin de los valores nacionalistas y socialistas.

    Tres artculos completan el nmero de la revista en la seccin Mis-celnea. Jean-Claude Caron aborda el tema de la guerra civil en Franciadurante el siglo XIX, una amenaza que planea sobre el pas desde la Re-

    volucin francesa y que condiciona tanto los discursos como la prcticapoltica hasta la III Repblica. El tema que ocupa la atencin de MatiesRamisa es el refejo de la Constitucin de 1812 en la prensa aragone-sa hasta mediados de los aos 30 del Ochocientos. Sirve de colon laaportacin de Jos Ramn Urquijo sobre la construccin de la imagende Zumalacrregui en la guerra carlista y los redescubrimientos poste-riores, primero por la literatura de Galds y de Baroja, y el segundo, msreciente, por la poltica nacionalista reinventado como luchador por lapatria vasca.

    Pedro RJula

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    D O S S I E R

    Pensar la Historia,celebrar el pasado

    FIESTAS Y CONMEMORACIONES NACIONALES, SIGLOS XIX-XX

    Coordinado por

    IGNACIO PEIR MARTN y GUSTAVO ALARES LPEZ

    Rmi Dalisson, Maria Isabel Joo, Claudiu Oancea,

    Vera Caroline Simn, Enrique Fernndez Domingo,

    Mauro Vega Bendez, David Marcilhacy,

    Gustavo Alares Lpez y ngel Duarte

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    Nacin es narracin. Las historias que nos contamos sobre nuestrapertenencia y ser nacional constituyen de hecho la nacin, escribe Ste-fan Berger, en la presentacin de un libro colectivo dedicado a las formasculturales de narrar y representar el pasado de las naciones.1 En reali-dad, ue en el contexto del modernorgimen de historicidad surgido afnales del siglo XVIII cuando las relaciones establecidas entre el poderpoltico y la historia resultaron determinantes para que el discurso de larepresentacin nacional saltara a la arena del espacio pblico a travs de

    las festas nacionales.2 Por esos caminos, el conocido captulo fnal delContrato Social de Rousseau ha servido de reerencia para situar el ori-gen y denir el concepto de religin civil americana como el conjuntode creencias comunes, smbolos y rituales que pusieron en marcha laconstitucin de la identidad colectiva de la nacin.3 Y, a continuacin,para recordar que los sucesos de la Revolucin rancesa impulsaron lasconexiones entre la conciencia nacional y los espacios simblicos-ritua-les en los procesos de sacralizacin de la poltica.4

    Con la fecha clave de 1790 y el lugar central ocupado por Francia,las estas y aniversarios revolucionarios se fueron llenando de conteni-

    dos con el objetivo inmediato de sustituir las viejas metoras del poder1 Stefan Berger, Narrating the Nation: Historiography and Other Genres, S. Berger, L.

    Eriksonas and A. Mycock (eds.),Narrating the Nation. Representations in History, Me-dia and the Arts, New York-Oxford, Berghahn Books, 2008, p. 1.

    2 La nocin en Franois Hartog, Rgimes dhistoricit. Presentisme et experiences dutemps, Paris, ditions du Seuil, 2003; su prctica histrica e historiogrfca en el librocolectivo editado por Christian Delacroix, Franois Dosse y Patrick Garcia,Historicits,Paris, ditions La Dcouverte, 2009.

    3 Marco Sioli, La celebrazioni della nazione americana. Dal Giorno del ringraziamentoall11 settembre, en Maurizio Ridolf (a cura di),Rituali civili. Storie nazionalizi e me-

    moria pubbliche nellEuropa contemporanea, Roma, Gangemi Editore, 2006, pp. 47-624

    Olivier Ihl,La te rpublicaine, Paris, Gallimard, 1996.DOSSIER:PensarlaHistoria,celebrarel

    pasado,IgnacioPeirMartnyGustavoA

    laresLpez(coords.)

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    (theatrum mundi) y echar al olvido la tradicin de festejos del AntiguoRgimen. Y, ms tarde, con el propsito de ser un elemento principaldel espectculo de la poltica, una representacin de la historia comn

    de mltiples pasados, convergente en el espacio matriz de las culturasnacionales.5 En ese sentido, las lneas de accin de la narracin histricase integraron en la estructura conectiva de la cultura de la festa con-tempornea regida por el principio undamental de la repeticin (consus lenguajes y temporalidades efmeras, calendarios, rituales y senti-mientos de identidad). Desde entonces, se abri un ciclo largo de con-memoraciones nacionales que, atravesando los siglos XIX y XX, llegahasta la actualidad.

    Por otra parte, el anlisis comparado que William Johnston consa-gr al culto de los aniversarios en la cultura contempornea, adems de

    recordarnos la ase expansiva iniciada a fnales de la dcada de 1980,explicaba la pervivencia de las particularidades nacionales en un mun-do globalizado y postmoderno.6 En su relacin con los usos pblicos dela historia, el autor deEl genio austrohngaro apuntaba los dierentescontenidos de las celebraciones en pases como Francia o Gran Bretaa(con gran predominio de los acontecimientos y los hombres polticos)rente a Alemania o Italia donde la poltica se rebaja ante la exaltacinde la cultura y las efemrides de los grandes artistas.7 Pero no slo eso.Tambin, avanzaba la aparicin en paralelo de la industria de la con-memoracin. Una industria cuyo orecimiento se ha producido en los

    ltimos veinte aos vinculado a las polticas del pasado de los Estados ya la deriva identitaria de la nocin de patrimonio, convertido en la cla-ve que sustenta el escenario sobre el que se despliegan los espectculosde la memoria y la conmemoracin.8

    Como vemos un amplio inventario de cuestiones cuya puesta enprctica aectan tanto a la disciplina histrica como a la proesin dehistoriador.9 En todo caso, con la intencin de analizar distintos aspec-

    5 Ignacio Peir, La Guerra de la Independencia y sus conmemoraciones (1908, 1958,2008). Un estudio sobre las polticas del pasado, Zaragoza, Institucin Fernando elCatlico, 2008.

    6 William Johnston,Post-modernisme et bimillnaire. Le culte des anniversaires dans laculture contemporaine, Paris, PUF, 1992.

    7 Para el caso britnico y su monarqua como ejemplo y prototipo de las tradiciones in-ventadas y pervivencia de las ceremonias reales (coronaciones, funerales, jubileos),vid.el clsico estudio de Eric Hobsbawm et Terence Ranger (dir.), The Invention o Tradi-tion, Cambridge, Cambridge University Press, 1983; y Philippe Vervaecke, Linventiondu patriotisme imprial: usages politiques des ftes dEmpire en Grande-Bretage, 1877-1938,Histoire@Politique. Politique, culture, socit, 11 (mai-aot 2010), en red: www.histoire-politique.r

    8 Ignacio Peir, La consagracin de la memoria: una mirada panormica a la historio-graa contempornea,Ayer, 53 (2004), pp. 179-205.

    9 Olivier Dumoulin, Le rle social de lhistorien. De la chaire au prtoire, Paris, Albin

    Michel, 2003, pp. 27-62.

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    tos de la historia de las polticas festivas (de sus juegos del lenguaje ycontenidos simblicos, mutaciones, rupturas y continuidades) se plan-te el cursoPensar la Historia, celebrar el pasado: festas y conmemo-raciones nacionales, celebrado en noviembre de 2009. El dossier quepresentamos rene varias de las ponencias y un par de artculos de en-cargo que, junto al largo recorrido temporal, completan una perspectivacomparada de las prcticas festivas en Europa, Latinoamrica y Espaa.Todo junto, constituye un material para el conocimiento histrico y elcomentario crtico de las celebraciones nacionales contemporneas ensu relacin problemtica con los usos pblicos de la historia y las msvivas polmicas memoriales.

    Para concluir queremos agradecer la amable disposicin de los au-tores que aceptaron nuestra invitacin de convertir sus palabras en los

    textos de investigacin que constituyen el presente dossier.10

    Ignacio peiRmaRtnyGustavo alaRes lpez

    10 El proesor de historia de la universidad de Rouen, Rmi Dalisson, en su intervencin denoviembre realiz la presentacin de su libro Clbrer la nation. Les tes nationales en

    France de 1789 nos jours, Paris, Nouveau Monde ditions, 2009. Los coordinadoreshemos credo conveniente reproducir en el dossier el esquema de la conerencia que

    entreg a los participantes en el curso.

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    Que tReMoli leneMiCO LA CELEBRACIN DEL vENCIDO.El nacionalismo cataln y sus primeras preces1

    ngel Duarte

    Universitat de Girona

    El dia 11 de Setembre es jorn trist,perns ha de servir densenyansa pel esdevenir.2

    La razDel 11 de septiembre de 1886 data la primera celebracin do-

    cumentada de la cada de Barcelona, en 1714, frente a las tropas de

    Felipe V en la guerra de Sucesin. Lo que haba empezado siendoun pleito dinstico, se haba desarrollado como un conficto entremodelos antagnicos de entender la poltica de Antiguo Rgimeny, tanto dentro como fuera de Catalua, lleg a vivirse como unaguerra civil entre los partidarios del nieto de Luis XIV de Franciay los incondicionales del archiduque Carlos de Austria,3 y aquelloacabara teniendo consecuencias de uturo. Las tendra, como m-nimo, en materia de fueros, privilegios y libertades viejas. Tambinlas habra en relacin a la incorporacin plena de los catalanes a loscircuitos comerciales en ultramar o a la consideracin del papel de

    los habitantes del antiguo Principado en el seno de la Monarqua. Endenitiva, la derrota militar de losaustriacistas dio lugar al Decretode Nueva Planta y, junto al mismo, al despliegue de un modelo deEstado indito en relacin al cual los historiadores discuten, todavaa estas alturas, sobre si gener dinmicas modernizadoras o si, por

    1 A la memoria de Pere Anguera i Nolla, desde la admiracin intelectual, el agradecimientopersonal y la libre discrepancia.

    2 B. Gombau, Tots convenen, enLa Costa de Llevant, 9 de septiembre de 1905. Recogi-do en Pere Anguera,LOnze de Setembre. Histria de la Diada (1886-1938), Barcelona,CHCC/Abadia de Montserrat, 2008.

    3

    Joaquim Albareda,La Guerra de Sucesin de Espaa, Barcelona, Crtica, 2010.DOSSIER:PensarlaHistoria,celebrarel

    pasado,IgnacioPeirMartnyGustavoA

    laresLpez(coords.)

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    el contrario, conden a una eventual Espaa plural a la condicin depretensin inalcanzable.4

    Los que no tenan ninguna duda acerca del sentido, histrico y po-

    ltico, que queran darle a la eemrides eran aquellos que la evocaban anales de siglo XIX. Rememoraban lo acaecido el 1714 en un momentoen el cual en numerosas sociedades europeas se activaban propsitosde cohesin social en torno al sentimiento de liacin nacional y sedesplegaban incipientes religiones civiles capaces de tomar el relevo alas creencias reveladas en orden a dotar a las comunidades polticas deidentidades compartidas y de resortes de solidaridad colectiva. En elcaso que nos ocupa, el episodio histrico de la entrada de las tropasborbnicas en la ciudad condal el 11 de septiembre de 1714 pas a serutilizado, en trminos conmemorativos, por un catalanismo que todava

    no haba completado aunque estuviese en camino de, y en rigor a pun-to de, lograrlo el trnsito al moderno nacionalismo de masas.5

    El acto inaugural probablemente no poda ser de otra maneraconsisti en una misa uneral convocada por algunos socios del CentreCatal, muchos de ellos en trnsito hacia otras ormaciones catalanistas,en honor de los patricios y hroes que haban muerto no ya en la defensade la ciudad sino dando por sentado los celebrantes un gesto que contoda certeza nunca lleg a darse en esos precisos trminos para salva-guardar a la patria y sus libertades en una acepcin ms propia de naldel Ochocientos que de la primera dcada del Setecientos.6 Un anacro-

    nismo historicista en sentido estricto aunque, como pronto se pondr demaniesto, muy potente y ecaz en trminos polticos.

    Los primeros nacionalistas sostendrn que la memoria de los mr-tires enterrados en el Fossar de les Moreres se haba conservado, a lolargo de los dos siglos precedentes de oscuridad provincial, en el interiorde los hogares de los buenos catalanes. En gran medida, armarn, ellohaba sido posible gracias a un par de circunstancias. La primera, queese recuerdo fue mantenido por los historiadores romnticos y por lospoetas de laRenaixena; unos y otros, cantores de las gestas de RafaelCasanova, Antonio de Villarroel, Bac de Roda y Josep Moragues. Pablo

    Piferrer dedicara, en 1839 y desde las pginas del segundo volumen deRecuerdos y bellezas de Espaa, algunas consideraciones encomisti-cas a las modalidades de gobierno municipal abolidas por Felipe V y a

    4 La tesis modernizadora en Henry Kamen,Felipe V: el rey que rein dos veces, Madrid,Temas de Hoy, 2000, y Carlos Martnez Shaw y Marina Alonso Mola,Felipe V, Madrid,

    Arlanza, 2001. Pone el acento en el cierre de posibilidades liberales, Albareda,La Gue-rra de Sucesin.

    5 Enric Ucelay Da Cal,El Imperialismo cataln: Prat de la Riba, Camb, DOrs y la con-quista moral de Espaa, Barcelona, Edhasa, 2003.

    6 Reerencias a los anuncios en la prensa en Pere Anguera, El 11 de septiembre. Orgenes

    y consolidacin de la Diada,Ayer, 51 (2003), p. 19.

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    QUE TREMOLI LENEMIC O LA CELEBRACIN DEL VENCIDO | ngel Duarte

    sus administradores.7 Le siguieron diversas novelas histricas, tanto encastellano como en cataln. En la cuarta y quinta dcadas del Ochocien-tos la guerra de Sucesin y los episodios del 11 de septiembre se inte-

    graban, como un teln de ondo ms, adecuadamente romntico, en unlargo listado de episodios que arrancaban, como mnimo, de la expan-sin imperial del medioevo y tenan un punto culminante en la revueltade 1640, y que constituan bastidores ideales para enmarcar amores ypasiones. Ya en los aos sesenta, en los Juegos Florales se convocabanocasionalmente premios especcos a la mejor composicin potica de-dicada a glosar la eemrides protagonizada por losconsellers.8 El teatropopular, por esas mismas echas, se una a la narrativa en la empresa dehacerse eco de las heroicidades de los deensores del pendn de SantaEulalia, la patrona de la ciudad.

    Vctor Balaguer, en suHistoria de Catalua y de la Corona de Ara-gn, de 1863, daba un paso ms y lo haca con una orientacin biendeterminada al procurar convertir, en palabras de Albert Balcells, la nos-talgia romntica del pasado, generada por el repudio del presente, enproyecto de futuro. Un proyecto liberal progresista opuesto tanto a lareaccin carlista como a las limitaciones del moderantismo y que no lehaca ascos a presentar el pactismo antiguo en precedente autctono delliberalismo contemporneo. No es menos cierto que cannigos carlistas,como Mateo Bruguera autor de una historia fasciculada sobre el asediode Barcelona, podan, de manera equiparable, practicar, en 1872, juegos

    de palabras en los que se asociaban los sintagmas libertad, ueros, suelopatrio, privilegios y fueros, frente a las nociones alternativas de tiranay esclavitud.9 El ejercicio de evocacin, siempre con ribetes ms o me-nos eruditos, siempre con connotaciones polticas imprecisas, del que

    7 Elogio del gobierno municipal y de la actividad de los consellers, en P. Piferrer,Recuer-dos y bellezas de Espaa () Principado de Catalua, comprende las provincias deBarcelona, Gerona, Tarragona y Lrida, Barcelona, Joaqun Verdaguer, 1839, pp. 14-15n y 323-324n. Albert Balcells,Llocs de memria dels catalans, Barcelona, Proa, 2008,pp. 101-106. Ramn Carnicer, Vida y obra de Pablo Pierrer, Madrid, CSIC, 1963. Jordi

    Albert, Pau Piferrer(1835-1848): tretze anys dactivitat intel.lectual al marge de la Re-

    naixena,Revista de Catalunya, 169 (2002), pp.85-99.8 Mag Sunyer, La guerra de Successi a la poesia catalana romntica, en Pere Anguera

    et alii,Smbols i mites a lEspanya contempornia, Reus, Centre de Lectura, 2001, pp.167-172.

    9 Bruguera y Balaguer sostuvieron una pugna acerca del apellido del conseller Casanova,Casanovas recogida en el apndice del segundo volumen de Vctor. Balaguer,Las calles

    de Barcelona. El origen de sus nombres..., Barcelona, Salvador Manero, 1966, t. II, pp.502-519. M. Bruguera,Historia del memorable sitio y bloqueo de Barcelona y herica

    deensa de los ueros y privilegios de Catalunya en 1713 y 1714, Barcelona, Luis Fiol yGros, 1871-1872, 2 v. A. Aulestia y Pijoan,Historia de Catalunya, Barcelona, La Renai-xensa, 1887-1889, 2 vols. Llus F. Toledano, Carlins i catalanisme. La deensa dels urs

    catalans i de la religi a la darrera carlinada, 1868-1875, Sant Vicen de Castellet,

    Farell, 2002, p. 109.

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    haba sido partcipe desde sus orgenes Antoni de Bofarull, lleg hasta laobra de epgonos de reconocido impacto popular como Antoni Aulstiai Pijoan.10

    La benemrita labor de publicistas e historiadores, de poetas y crti-cos literarios de poco habra servido sin la segunda de las circunstanciasque permiti, en pocas provinciales, conservar el sentido ltimo, eva-nescente pero no menos til, de los hechos rememorados en 1886: la me-moria popular. Algunos autores preeren la expresin recuerdo vivo.Unos y otros a lo que se reeren es a que el recuerdo habra estado ah,latente, animado en la medida que la hostilidad hacia la monarqua deIsabel II, especialmente por parte de progresistas avanzados, de demcra-tas y de republicanos federales, activ, a lo largo de las dcadas centralesde la antepasada centuria, el eco de unos hechos lejanos. Hechos que, por

    lo dems, se plasmaban en el tejido urbano mediante la presencia de laominosa Ciudadela, la bastilla de Barcelona y de Catalua.11

    Un par de episodios, ambos de los primeros tiempos del Sexeniodemocrtico, permiten la ilustracin del uso aludido. El 1 de octubre de1868 se celebraba en la Barcelona que haba contemplado desde una c-moda posicin perifrica la cada de los Borbones el retorno de un par deemigrados republicanos: Gabriel Baldrich y Francisco Targarona. Ambosconspiradores, trasladados en carretera desde la estacin del errocarrila los locales del ayuntamiento de la ciudad, asistieron y protagonizaronsucesivos discursos que se cerraban con los preceptivos vivas y mueras.

    El ciclo de intervenciones ms o menos improvisadas lo cerr, precisa-mente, el poltico progresista y eminente historiador de las glorias cata-lanas antes citado: Vctor Balaguer. Segn se recordar, sac a reluciralgunos recuerdos histricos, relacionando las fechas de 1714 y 1868.En diciembre de 1869 era el Ayuntamiento de la ciudad condal el queasuma la conexin explicativa entre los dos momentos histricos. Conmotivo de la toma de posesin de los terrenos de la citada Ciudadela,para proceder a su derribo, se instal una placa, descubierta en pre-sencia del ministro Manuel Ruiz Zorrilla, que empezaba diciendo: Latirana de Felipe V, primer Borbn, levant la Ciudadela. La libertad,

    al arrojar de Espaa al ltimo Borbn, la derriba.12 Ser sta, la de la

    10 Josep Mara Fradera,Passat i identitat: la Guerra de Successi en la poltica i la lite-ratura del segle XIX catal, Barcelona, Ajuntament de Barcelona, 1993. Para el climapoltico, Josep Mara Fradera, Cultura nacional en una sociedad dividida; Catalua1838-1868, Madrid, Marcial Pons, 2003 y Jordi Casassas, Entre Escilla i Caribdis: el

    catalanisme i la Catalunya conservadora de la segona meitat del segle XIX, Barcelona,La Magrana, 1990.

    11 Josep Mara Fradera,Passat i identitat..., op. cit., p. 9. Mag Sunyer, La guerra de Suc-cessi..., op. cit., pp. 164-165.

    12 Conrad Roure,Memries de (). Recuerdos de mi larga vida, t. I, II y III(1925-1928),

    Vic/Barcelona, EUMO/IUH Jaume Vicens Vives, 2010, pp. 489 y 582-583.

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    analoga entre 1714 y fechas posteriores asociadas a combates democr-ticos, revolucionarios o nacionales, una prctica usual en los procesosde movilizacin colectiva de nales de siglo XIX y a lo largo de todo el

    XX. Una tentacin comprensible dado que se da en dosis similares enla mayor parte de las culturas polticas de los pases del entorno que,en relacin a la problemtica que nos ocupa, requiere tener presenteuna precaucin, ormulada por David Martnez Fiol: La recuperacinde la historia y de la cultura de Catalua, denida como la Renaixena,que se realiz en la primera mitad del siglo XIX no ormaba parte de unaoperacin de tintes catalanistas, sino que, por contra, pretenda resaltarla especicidad histrico-cultural del Principado como un elemento in-tegrante y enriquecedor de la nueva Espaa liberal y nacional.13

    A misa!El hecho es que en 1886 el 11 de septiembre dej de ser un mero

    recuerdo o una analoga til para explicar los combates del momento ysali de la intimidad de los discretos hogares burgueses y mesocrticosy del corazn de los buenos catalanes a la luz del espacio pblico. Aun-que su destino primero no ue exactamente la calle o la plaza. El actoreligioso, el uneral, se oci en la parroquia de Santa Mara del Mar,situada junto al citado Fossar. El dato no es en absoluto menor: el 11 deseptiembre, en tanto que esta, no naca como celebracin laica. No era,para entendernos, y en un contexto en el que la cuestin de las hegemo-

    nas clericales era central para las formulaciones intelectuales y polticasdel liberalismo, un ceremonial republicano contrapuesto, ni en lo ritualni en lo simblico, a la religin catlica. Que el dato no sea menor noquiere decir que fuera raro: constituye un argumento contrastado el dela existencia de una correlacin entre las temticas de la nacin y de lareligin; as como el del recurso a la primera en tanto que lenitivo paracon las faquezas de la segunda.14

    La resonancia del acto en la opinin de la poca fue mayor debi-do a la prohibicin del sermn que tena preparado para la ocasin elcannigo vicense Jaume Collell. ste, proclamado mestre en gay sa-

    ber en los juegos orales de 1871 y, en palabras de Vicente Cacho Viu,pionero delralliement entre nacionalismo y catolicismo era conocidopor lo tajante de sus planteamientos patrios y por el exitoso procesoque estaba liderando: el de adaptar a las condiciones sociales y polticas

    13 D. Martnez Fiol, La construccin mtica del Onze de setembre de 1714 en la culturapoltica del catalanismo durante el siglo XX,Historia y Poltica, 14 (2005/2), p. 220.

    14 Renato Moro, Rituales polticos/religiones polticas, en Jordi Canal y Javier MorenoLuzn (eds.),Historia cultural de la poltica contempornea, Madrid, Centro de Estu-dios Polticos y Constitucionales, 2009, pp. 97-147. Para los valores culturales del primercatalanismo, Joan-Llus Marfany,La cultura del catalanisme: el nacionalisme catal en

    els seus inicis, Barcelona, Empries, 1995.

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    del mundo urbanizado y de la sociedad liberal corroda por la cuestinsocial obrera no pocos de los materiales culturales de la montaa cata-lana, de las reas que haban dado consistencia a la causa tradiciona-

    lista entre la primera y la tercera guerra carlista. En 1879, con abiertaintencin polmica para con la deriva catalanista de antiguos ederalescon los que compartira el acto en Santa Mara del Mar, haba publicadoCatalanisme: lo que s i lo que deuria sser, en pro de un catalanismoprctico, racional y de inmediatas consecuencias. Sobre quin tom lainiciativa primera de la prohibicin guran, como es sabido, un par deteoras. Por un lado, la que habla de una imposicin del capitn generalArsenio Martnez Campos. Junto a ella, la que adujeron en su momentolos propios catalanistas vicenses: las razones de la alta prudencia que enun prelado sn sempre de respectar. En todo caso, y en un rgimen de

    aplicabilidad de las relaciones concordatarias, la orden no ue ajena alobispo Jaume Catal.15

    Con o sin alocucin, 148 personas consideradas separatistas,con exceso de celo, por el informe policial, incluyendo gran nmerode seoras, parecan decididas a dejar atrs el estadio de la herldicapara entrar de lleno, aunque probablemente ms de uno, y sobretodo deuna, sin saberlo, en el terreno, ms prosaico, de la poltica prctica. Lohacan contando, adems de con la gura clerical de Collell, con la con-vergencia que haca explcita la presencia del venerable dramaturgo n-gel Guimer, antiguo secretario, en tiempos del Sexenio, de la sociedad

    La Jove Catalunya y fundador de La Renaixena, y con la del polticoy polgrafo exfederal Valent Almirall, atrapado por el juego historicistaque l mismo habra iniciado.16 Lo hacan, unos y otros, para exaltar,como proclamarn algunas de las voces presentes en los actos, el nostre2 de Maig. El paralelismo, propuesto por Josep Narcs Roca Ferreras,era transparente y la intencin no llamaba a engao. Naca, la festividad,para dierenciar naciones, que quizs an no saben que lo son, medianteel recurso de jar una partida de nacimiento distinta la una de la otra.17

    Quien no estaba ese da ni siquiera en orma de estatua era Raaelde Casanova. La tmida monumentalizacin de la ciudad liberal, slo en

    15 Vicente Cacho Viu,El nacionalismo cataln como actor de modernizacin, Barcelo-na, Quaderns Crema/Publicaciones de la Residencia de Estudiantes, 1998, p. 36. Josep

    Mara Fradera, Estudi preliminar a Maties Ramisa,Els orgens del catalanisme con-servador i La Veu del Montserrat: 1878-1900, Vic, Eumo, 1985. Pere Anguera, El 11de septiembre, op. cit., pp. 19-20.

    16 Margalida Toms (edic.),La Jove Catalunya: antologia, Barcelona, La Magrana, 1991,Josep Pich i Mitjana,Federalisme i catalanisme: Valent Almirall i Llzer (1841-1904),prleg de Pere Gabriel, Vic, Eumo, 2004. Almirall y el austriacismo en Enric Ucelay-DaCal,El imperialismo..., op. cit., pp. 103-108.

    17 LArch de Sant Mart, 12 de septiembre de 1886. Jordi Llorens, estudio a J.N. Roca iFarreras,El Catalanisme progressiu, Barcelona, La Magrana, Biblioteca dels Clssics

    del Nacionalisme Catal, 1983.

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    parte compensada mediante la adopcin de un callejero historicista paralas calles del Ensanche, haba hecho que, entre muchas otras guras delpasado, elconseller en cap de 1714 no contara con una talla urbana.18

    Un ao antes, en mayo de 1885, la corporacin municipal haba tomadoel acuerdo de encargar al escultor Rossend Nobas una gura de cuerpoentero. En cualquier caso, el monumento no fue instalado hasta mayode 1888. La localizacin primera da cuenta del sentido de la empresa:se instalara en el Sal de Sant Joan, entre el nuevo Arco de Triuno quecelebraba las glorias patrias, las catalanas y las espaolas, y la entradaal recinto de la Exposicin Universal en el Parque de la Ciudadela.19Aprovechando la coyuntura previa a la celebracin de dicha Exposicinel ejercicio de correccin del vaco monumental aludido incluy a Casa-novas junto a otros personajes del pasado reciente.20 Con el tiempo, la

    estatua erigida pas a ser uno de los puntos nodales de la celebracin.El 1914 ser trasladada al enclave en el que se consolid posteriormenteexcepto durante el parntesis franquista y donde, se supone, Casa-nova cay herido en 1714. Se le aadira un zcalo y un pedestal paradotarla de una condicin ms majestuosa, aunque no se poda evitar yala sangrante contradiccin que encerrara para la posteridad: la obra,segn Francesc Fontbona, recull la tradici pattica de lheroi romnticamb una expressi acial molt semblant a la del ams Torero erit queel mateix Nobas havia realitzat disset anys abans. El patriota acabarasiendo, sin saberlo muchos de sus cultores, el trasunto de un diestro

    malherido.21El 11 de septiembre permitir, en la medida que Casanova recibe

    una atencin privilegiada en benecio de otros hroes de la resisten-cia, la analoga con los nuevos dirigentes del catalanismo y, ya entradoel siglo XX, con los primates de la Lliga. Incluso con aquellos que sehabran resistido con slidos argumentos a convertir el recuerdo de laresistencia de 1714 en el punto de celebracin de la nacin redimida.As, a raz de la muerte de Prat, y en algunas de sus necrolgicas, seestablecer la equiparacin: Rafel Casanova fou lheroi esforat de laDecadncia; Enric Prat de la Riba el prncep gloris del Resorgiment.

    Sin Casanova la muerte de Catalua hubiese sido denitiva. Su gestoasegur la supervivencia. Lo que ha logrado Prat es rehacer el espritu

    18 Sthphane Michonneau, Barcelona: memria i identitat. Monuments, commemora-cions i mites, Vic, Eumo, 2002. Vctor Balaguer,Las calles de Barcelona, op. cit.

    19 Joan Crexell,El monument a Raael Casanova, Barcelona, El Llamp, 1985.20 Albert Balcells,Llocs de memria dels catalans, op. cit., pp. 108-110. Pere Duran i Far-

    rell et alii, LExposici de 1888 i la Barcelona de de segle, enBarcelona MetrpolisMediterrnia, 10 (1988), pp. 65-211.

    21 F. Fontbona,Del neoclassicisme a la Restauraci (1808-1888),Histria de lArt Catal,vol VI, Barcelona, Edic. 62, 1983, p. 245. Torero erit (1871) http://www.ickr.com/pho-

    tos/docjw/4088715714/

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    genuino que los catalanes de la decadencia habran abandonado a susuerte.22

    El encuentro entre espacio y uso, entre actos sociales del da 11 y

    escultura de Casanova, tard algo en producirse. La primera ocasinen la que el monumento ue objeto de una orenda foral ue en 1889,aunque en el mes de abril y por razones otras que la celebracin de laeemrides: se trataba de cerrar una maniestacin convocada dentro delos actos de protesta por la reorma del Cdigo Civil. El ritual que, a tien-tas, conformaban los catalanistas entroncaba con las conveniencias y lasnecesidades de los grupos de inters que llevaban tiempo deendiendouna agenda en la que lo central era la obtencin de una proteccin aran-celaria suciente o la preservacin de un marco legal que habra hechoposible la singularidad social y econmica del pas. En suma, una agenda

    que, como haban demostrado los ciclos de manifestaciones y mtinesproteccionistas desde, como mnimo, 1881, garantizaban el xito de lamovilizacin. Ese da de abril, mientras miles de personas se encontra-ban rente a la estatua, un joven activista del Centre Escolar Catalanistacoron simblicamente a Casanova, al tiempo que le colocaba una ban-dera catalana y una barretina. El Cdigo y el pasado, el combate de pre-sente y el proyecto nacionalista se aunaban en un gesto movilizador.23

    Con todo, el episodio del uneral de 1886 exige, antes de seguir ade-lante, una refexin adicional. Los historiadores catalanes que analizanel origen y la evolucin de laDiada, acaso con la excepcin de Fradera

    y Martnez Fiol,24 han asumido el esuerzo de mostrar la orja de la con-memoracin como la salida a la luz de una memoria histrica ancestralde las libertades propias, como si se tratase de una surgencia que per-mitiese que un depsito subterrneo de aguas emergiese para ser vistay bebida. En realidad, ms que la metfora del acufero han usado demanera reiterada la de las races. Su labor, no ya la de los nacionalistassino la de los historiadores, ha consistido en procurar sacar a la luz unasarrels sociales, polticas, culturales hundidas en el suelo patrio, en supasado, ocultas bajo el humus creador que depositaba el tiempo y, conl, el paso de las sucesivas generaciones. El ltimo ejercicio de este tipo,

    por el momento, ha sido el impresionante libro, por el talento, la minu-ciosidad, el rigor informativo y la exhaustividad erudita, de Pere Angue-

    22 La Veu de Catalunya, 11 de septiembre de 1917.23 Pere Anguera, El 11 de septiembre, op. cit., p. 22. Jordi Llorens i Vila, La Lliga de

    Catalunya i el Centre Escolar Catalanista: dues associacions del primer catalanismepoltic, Barcelona, Rafael Dalmau, 1996. Para el personal que diriga el asociacionismo,Joaquim Coll i Amargs y J. Llorens i Vila,Els quadres del primer catalanisme poltic,1882-1900, Barcelona, Abadia de Montserrat, 2000.

    24 David Martnez Fiol, Creadores de mitos. El Onze de Setembre de 1714 en la culturapoltica del catalanismo (1833-1939),Manuscrits, n. 15, Bellaterra, UB, 1997, pp. 341-

    361; y La construccin mtica del Onze de setembre de 1714..., pp. 219-242.

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    ra.25 Esa memoria sera de carcter popular y, providencialmente, de-mocrtica y progresista. Las retricas tardorromnticas y conservadorasseran, por ello, meras excrecencias, adiposidades ajenas al tejido sano

    del recuerdo compartido. La memoria popular y catalana, democrticay nacional, constituira un hilo conductor, en ocasiones tenue, en otrasde trazo denso, pero siempre activo que habra conseguido sobrevivir alas agresiones del unitaritarismo y a los procesos de provincializacindel cataln.

    Lo paradjico es que, esas mismas aproximaciones historiogrcas,al dar noticia puntual y exacta de los actos que se registran desde me -diados de la dcada de 1880 en adelante, acaban dejando constancia delpapel medular de los unerales religiosos, de las misas, del activismo delos mosenes o de tantas y tantas comuniones solemnes para obtener de

    Dios las libertades patrias que los centralistas, cuando no los castellanosen genrico, habran arrebatado a los catalanes. Desde 1900, adems,la Lliga Espiritual de la Mare de Du de Montserrat, asociacin seglarfundada por el obispo Josep Torras i Bages meses atrs, celebraba en laparroquia barcelonesa de San Justo y San Pastor un funeral, con oferto-rio incluido, que se repetira ao tras ao.26

    Al cabo, como toda esta nacional que se precie, la del 11 de sep-tiembreacabar siendo si no lo es, como se puede colegir del confic-to/complicidad de Collell y Almirall, desde sus orgenes interclasista ycapaz de neutralizar/asimilar tradiciones ideolgicas diversas incluso

    la potente dialctica clericalismo/anticlericalismo; aunque de lo quecaben pocas dudas, si se atiende a los actores principales y a los direc-tores de las funciones de estreno, es del peso de una mirada y de unaquerencia tradicionales e insistentemente catlica.27

    De los salones a las calles, el sentimientoDel interior de las iglesias las celebraciones pasaran, en los aos

    siguientes, a los centros. El 1891, una entidad menor dentro del en-tramado de centros agrupados en la Uni Catalanista, el Foment Ca-talanista, organizaba una velada necrolgica.28 Fue el primero de una

    serie de encuentros, ahora ya s reiterados, que tendrn, todos ellos,25 Pere Anguera,LOnze de Setembre. Histria de la Diada (1886-1938). Proyecto de res-

    cate y construccin que ha dado lugar a obras pstumas como Pere Anguera,Les quatrebarres: de bandera histrica a senyera nacional, Barcelona, Rafael Dalmau, 2010.

    26 Pere Anguera, El 11 de septiembre, op. cit., p. 27. A. Balcells,Llocs de memria..., op.cit., p. 111. La asociacin seglar y la centralidad otorgada por Torras a la sociedad civil,cf- E. Ucelay-Da Cal,El imperialismo..., op. cit., pp. 140-141.

    27 Las dudas sobre el peso central de lo catlico pueden resolverse en las pginas que An-guera dedica a la conmemoracin de 1921, por ejemplo.

    28 J. Llorens,La Uni Catalanista i els orgens del catalanisme poltic: dels orgens a lapresidncia del Dr. Mart i Juli (1891-1903), Barcelona, Abadia de Montserrat, 1992,

    pp. 451-452.

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    una estructura similar: misas, conerencias histricas, lecturas litera-rias, propaganda poltica; disertaciones eruditas, discursos, cantos y re-presentaciones teatrales. Tanto los actos iniciales en Barcelona como

    los que tienen lugar en otras localidades del interior del pas constan, amenudo, de ocios religiosos en orma de unerales o misas de diuntos.Las veladas incorporan la lectura de textos histricos. En los momentosiniciales fragmentos, los ms vibrantes, de la obra de Aulstia i Pijoan re-lativos a la cada de Barcelona; a veces algo de Balaguer. Ms adelante seagregarn lecturas de captulos de Salvador Sanpere y Miquel. El menorcomponente emocional de stos los haca, sin embargo, menos adecua-dos.29 Por lo que se reere a las obras de teatro, el argumento sola serautctono, aunque no se renuncia a piezas que diesen lugar a la analogacon otros nacionalismos. El programa incluye, alternativamente, obras

    de Angel Guimer Mestre Oleguer, de 1892, patriarca del catalanismotanto como del teatro, de Antoni Ferrer Codina Un jee de la Corone-la o de Josep Burgas, que en textos comoJordi Erin sita la accin enel Dubln de 1845. La obra, estrenada en 23 de noviembre de 1906 enel Teatre Catal, se convierte desde 1908 en una pieza de repertorio enlas veladas patriticas. Pocos aos ms tarde, en 1912, el propio Burgas,visto el xito obtenido, estrenarEls Segadors de Polonia, obra con laque ampla la geograa de las similitudes.30

    El cierre de las sesiones pasa por cantar a coro las notas majestuo-sas de nostre himne, de pie y con la cabeza descubierta. Desde 1894

    el encuentro se ha completado con la orenda foral a Raael Casanova.Los locales, desbordndose, abren las puertas de la calle. Se sale alespacio pblico, se recorre a pie la distancia que separa el centro delmonumento y se deposita, en medio de cantos y vivas, la preceptivacorona. Tres aos ms tarde ueron un reducido grupo de ocho jvenesde la Associaci Popular Catalanista los que inauguraron la tradicinaqu el oxmoron tiene fecha de inicio de aadir a los laureles y a lascoronas los lazos con la cuatro barras.31 La ocasin permite, as mismo,que la prensa catalanista recurra al mismo proceder que las cabecerasrepublicanas u obrerista usaban en das sealados 11 de ebrero, 1

    de mayo, 14 de julio: llenar las pginas de los nmeros monogrcosmediante artculos de historia, una completsima seccin de poemasalegricos y unos pocos textos doctrinales. Finalmente, con el paso deltiempo, los encuentros podan acabar con una ballada de sardanes.Es, la del 11 de septiembre, la echa clave en la diusin nacional de unbaile comarcal.

    29 S. Sanpere y Miquel,Fin de la nacin catalana (1905), estudio introductorio de J. Alba-reda i Salvad, Barcelona, Base, 2001, 2 v.

    30 Pere Anguera,LOnze de Setembre,op. cit., p.125.31

    Pere Anguera, El 11 de septiembre, op. cit., p. 24.

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    Como pasa con las asambleas de la Uni Catalanista, la celebracindel 11 de septiembre deviene una excusa perecta para el ajetreo viajero.Son el conjunto de las comarcas catalanas las que en algn momento u

    otro reciben el honor de organizar el acto ms relevante y concitar elinters, y la presencia, de los correligionarios de otras partes de Catalu-a. Al mismo tiempo que reuerza el conocimiento del pas los despla-zamientos a comarcas se produce el enmeno contrario/complemen-tario. Como cada ao desde la vecina comarca del Maresme muchosjvenes iban en romiatge patritich al monumento a Casanova. Enocasiones, veraneantes. Al n y al cabo no se haba acabado la tempora-da; en otras, naturales del lugar. A medida que avanza el siglo se registrauna prctica nueva. Son los residentes en Barcelona procedentes de lainmigracin interior los que se renen para ir a honrar a Casanova. En

    otras palabras, el da acilita la prctica de la sociabilidad comarcal enBarcelona. La capital reasume, integra, respeta, la complejidad de losorgenes de sus hijos y pasa a ser una genuina capital en la que se ce-lebra una autntica esta nacional. Signicativamente, es en esos aoscuando se populariza en los actos del da 11, incluso sustituyendo ElsSegadors, el canto deLEmigrant, conletra de Jacint Verdaguer y msi-ca de Amadeu Vives.

    Desde el primer 11 de septiembre acreditado, los catalanistas en-tienden que Catalua tiene que ser, especialmente en ese da, una so-ciedad movilizada, un pueblo volcado en el quehacer colectivo, en la

    armacin de su identidad especca. Cultura del trabajo, espritu re-exivo, particularista, con un sentido muy positivo y concreto de la exis-tencia, modernidad y adecuacin a los tiempos seran rasgos que, jadospor Almirall, recogidos en trminos agresivamente raciales por PompeuGener y convenientemente adaptados a la conciliacin con el espritucatlico de Collell, seran valorados durante todo el ao y proyectadossobre el culto a los ancestros en la que acabara, no sin confictos, sien-do ladiada nacional. Lo cierto es que siendo materiales para asentardiferencias, no lo eran para movilizar el nimo de la sociedad y menosde sus elementos jvenes. El catalizador que acilitaba la deseable reac-

    cin qumica lo acilitaba la pica, la memoria de unos mrtires por laslibertades catalanas.32

    La jornada marca, en la medida que se logre alcanzar el estadiode la accin colectiva, tanto la cronologa de la nacionalidad perdidacomo la de la conciencia nacional recobrada. De hecho, y atendiendo alas coyunturas de inevitable despolitizacin, algunas de las futuras es-tas pasaron, como pasaba con calendarios alternativos (el obrerista, el

    32 Josep R. Llobera, La ormaci de la ideologia nacionalista catalana,LAven, 63 (1983),pp. 24-33. Claudi Esteva Fabregat,La identidad catalana contempornea, Mxico, Fon-

    do de Cultura Econmica, 2004.

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    republicano, el integrista, o el nacional espaol), sin pena ni gloria. Apesar de que desde un primer momento se oyeron voces exigiendo lacontinuidad del acto memorial, su reiteracin en aos venideros, las

    dicultades no estuvieron ausentes. Los estados de excepcin guberna-tivos obligaban al repliegue; las propias evoluciones internas del campocatalanista, con sus rupturas y nuevas fundaciones de centros y ligas,contribuan a los espasmos iniciales. Con razonamientos que explorare-mos ms adelante, algunos de los elementos de reerencia de las nuevasgeneraciones, como el mismo Enric Prat de la Riba, pusieron no pocosperos a la adopcin del 11 de septiembre como pieza central del nuevocalendario nacional. Ser entonces, en los momentos de interrupcin,duda o dicultad, cuando desde las posiciones del catalanismo intransi-gente, desde los espacios extremos de una cultura y un movimiento en

    el que conviven moderados y radicales, se hacen sonar todas las sealesde alarma. La intensidad participativa es una condicinsine qua non,no ya del xito de la jornada sino de la superveniencia de la nacin. Sinconciencia de ser, sin presentar batalla, sin celebracinin crescendo, lanacin se agota y desaparece.

    La movilizacin no es incompatible, al contrario, con el arrebatopor lo propio. De hecho, desde sus primeros pasos el 11 de septiembrese convertir en un da clave para conseguir el necesario ensimisma-miento. Con motivo del segundo centenario, uno de los principales de-nidores del nacionalismo tajante, el doctor Mart Juli propona dejar

    de consumir peridicos o espectculosorasteros. Mientras Manuel Fol-guera i Durn arremeta contra los catalanes egostas y sumisos ante lasoensas a Catalua, contemporizadores ante las corruptelas del rgimencentralista, claudicantes para con el uso del castellano o ganados por laboja aci a les curses de braus.33 El ensimismamiento acilitaba unode los grandes objetivos nacionales: la deteccin del enemigo interior.En 1919, durante la velada egarense, el patriota local Del Sanmartn,un habitual por esas echas entre los oradores catalanistas de la capitalvallesana, sostena avui se celebra aquesta esta arreu de la nostra terrai per lo tant qui no est en nosaltres s un enemic nostre; no som nosal-

    tres els que els senyalem: ells mateixos es declaren.34

    El altercado y el hbitoA partir de 1901 el acto pasa a ser organizado por las sociedades

    ms radicales de la Uni Catalanista Catalunya i Avant, Lo Sometent,Lo Renaixement, Los Montanyenchs, La Fal i Lo Trngol. El acto, dadala beligerancia de quienes participan, y su juventud, facilita el enfrenta-

    33 Renaixement, 10 de septiembre de 1914, Encara!, D. Mart Juli y Els catalans de1714 i els de 1914, M. Folguera Duran.

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    Recogido en Pere Anguera,LOnze de Setembre,op. cit., p. 212.

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    miento a tres bandas. La polica y los militantes lerrouxistas son objetode las denuncias de los nacionalistas. Algunos de estos ltimos son de-tenidos y ello les permite crear un nuevo tipo de entidad: la dedicada a

    la solidaridad para con los detenidos, La Reixa. Por lo dems, las deten-ciones del 11 permiten, en las jornadas siguientes, y ya desde 1901, elmantenimiento de los catalanistas en el debate poltico de la ciudad: seconvocan maniestaciones de protesta. No es menos cierto que en 1901tambin se produce otro dato muy relevante: la conquista de las insti-tuciones da un salto adelante ese ao con la candidatura de los cuatropresidentes y la victoria en la municipales.

    En 1905 quienes asumen la tarea de dar orma precisa a los actosueron los jvenes del CADCI.35 Es el centro de los dependientes el queconvoca ese ao, a principios de julio, a los centros y peridicos cata-

    lanistas a una reunin para estudiar el cmo. Ah se redacta el primermaniesto unitario del que se tiene constancia, y de ah sale la comisinde once entidades que regula cmo y de qu manera hacer las ofrendasforales. La Lliga Regionalista, el partido que desde 1901 se ha hechocon el control de las instituciones, y que aspira a hacer lo mismo contodo el espacio pblico, se suma a la jornada. Las vacilaciones dejanpaso a un entusiasmo que ya no se ver afectado por los avatares delos aos siguientes. El moderno partido que haba surgido para tomarel relevo a las modalidades de representacin de intereses desde pla-taormas econmicas asume plenamente la jornada llamando a llevar

    ofrendas orales y a enlutar los balcones de la ciudad. El gobierno civilprohibi la iniciativa de transormar toda la ciudad en un escenario deprotesta poltica y mult a los impulsores; mientras tanto se registrabanenrentamientos violentos alrededor de las sedes de diversas publicacio-nes catalanistas.

    Es la del 11 de septiembre, no tanto por el contenido cuanto porel continente comitivas depositando coronas de laurel a los pies de laestatua de Raael Casanova una estividad abierta a los protagonismossectoriales: a las mujeres y a los obreros, a los nios y a los vecinos deuna determinada barriada, a los veraneantes en cierta localidad o a los

    jvenes radicalizados e intransigentes de un ateneo nacionalista. La ce-lebracin tuvo, en esos aos primeros, dos momentos: el disruptivo y elconvencional. El paso de uno a otro no ue cil, ni irreversible. Huboinvoluciones, dudas y retrocesos. Ese vaivn se prolongar en el tiempo.En general, los episodios de institucionalizacin de un poder autnomocontribuyen a dejar de lado, en trminos interiores, el perl de estaorientada a la ruptura brusca. Se trata, entonces, de dar prioridad al es-

    35 Manuel Lladonosa, Catalanisme i moviment obrer: el CADCI entre 1903 i 1923, Barce-lona, Abadia de Montserrat, 1988, 106-107. Pere Anguera,LOnze de Setembre, op. cit.,

    p. 93.

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    tejar los espacios de poder alcanzados y dotarlos, ante la propia comuni-dad y frente al resto de Espaa, con la aureola del consenso ciudadano,de la unanimidad. Hacer que todos los catalanes, nacionalistas o no, se

    sientan miembros de una comunidad que dispone de rganos de tomade decisin colectiva. No es menos cierto que la infexin institucio-nal no impide el uso, por los elementos ms radicales del movimiento,incluso en los momentos de celebracin de victorias parciales, de lasraces anticastellanas y potencialmente antiespaolas del evento. Desdesus primeros pasos, el catalanismo poltico contiene especicaciones denaturaleza distinta e incluso antagnica en lo reerente a los horizontesideales. No obstante, el extremo complementa al ncleo central, lo de-ne y, con el tiempo, lo modica. Ello se hace perceptible a partir de losaos 1904 a 1906. El nacionalismo cataln deviene, primero con la lenta

    emergencia de un nacionalismo republicano y a rengln seguido con laSolidaridad Catalana, en un ecosistema poltico en el que el regionalis-mo no se entendera sin las expresiones separatistas, y al revs. En tiem-pos de la Solidaridad las jornadas del 11 de septiembre se conviertenen el punto culminante de las movilizaciones catalanistas. Es entoncescuando se hacen ms presentes los jvenes, los nios y las mujeres.Tambin es en esas jornadas cuando se procede al enrentamiento, a tresbandas. Por un lado est la polica. Por el otro los elementos lerrouxistasdispuestos a reventar los actos. Son momentos en los que, no slo enBarcelona, sino en todas las localidades en las que se celebra el acto,

    ste va adquiriendo un tono ms reivindicativo en detrimento del es-trictamente elegaco.36 El 11 de septiembre, en cualquier caso, es, desdesus orgenes, una jornada para la movilizacin del nacionalismo cataln,en su conjunto. Pueden haber, y habrn, despliegues singularizados enrazn de las expectativas que se contemplan. Pero la jornada es, ya des-de sus inicios, un todo. Por lo dems, y en la medida que el catalanismoconsigue arrogarse la centralidad en el sistema poltico cataln, la estase institucionaliza y la movilizacin pasa a ser la de los catalanes, la de lasociedad catalana como un todo. El proceso no ue cil ni estuvo exentode tensiones o, simplemente, de equvocos.

    Tanto en la ase disruptiva como en la convencional, tanto en laperieria como en el centro del catalanismo, la jornada permite, comohemos advertido, llevar a cabo una revisin compulsiva de la historia.Siempre es la misma. E invariablemente se hace con una doble nalidad,la de agelar al enemigo secular y, tambin, la de autodisciplinarse. Setrata de una echa triste, pero no desconsoladora. Era nostlgico con-memorar la prdida de libertades e instituciones, pero el mero hechode celebrarlo permita crean superar la melancola en la que estabaninstalados y abra las puertas de la esperanza. La historia, recordarEl

    36

    Pere Anguera,LOnze de Setembre,op. cit., p. 121.

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    Poble Catal en 1915, es undamental en la conormacin de la concien-cia de nacin. Cada ao se celebra la historia porque all los catalanesencuentran un capital emotivo que les permite continuar la obra de re-

    construccin de la Patria. Deca, el peridico de la izquierda catalanista,en una suerte de armacin cclica No hi ha temps que no torni i elscatalans devem haver desperar altra volta una Catalunya oreixent, ricai plena, treballant per al seu ressorgiment.37 Recrearse en la historia noes lo mismo que instalarse en ella. Esa complacencia habra sido com-prensible en la generacinjocforalesca tanto por su rol preparatoriocomo por moverse en los lmites de la sociedad liberal pero imperdona-ble entre los jvenes que contaban con ese legado y que, por lo dems,operaban en el marco de una sociedad que se abra al protagonismo delas multitudes, de las masas. En estas circunstancias, conmemorar para

    recordar poda entorpecer el lento proceso de construccin nacional.Haba que orecer una expectativa. Haba que conmemorar, aunque pa-reciese contradictorio, para mirar hacia delante. Recordar la historiade cara a lendem.38

    En esos combates del presente y en esas proyecciones de futuroel 11 de septiembre permite cultivar, al mismo tiempo, potencindosemutuamente, dos sentimientos colectivos: el amor y el odio. El amor alpas y a sus ancestros. El amor, por as decir, propio. Tambin, el odio. Elodio, axiomtico, a la tirana. Para catalanistas reaccionarios o liberales,para los seguidores del cannigo Collell o del obispo Torras i Bages, as

    como para los partidarios de Almirall y de su evolucin desde el federa-lismo a un liberalismo catalanista, la jornada puede ser aducida comouna respuesta colectiva a los despotismos y a los yugos. Las multitudesdemocrticas y las herejas librepensadoras herencia del proceso libe-ral no resultan menos abusivas, para segn quin, que lo que lo sonlos poderes ajenos a la voluntad de la ciudadana, para otros. El rasgoredentorista convierte a la estividad, en ocasiones, en un argumento nomuy apreciado por aquellos que razonan, en clave estrictamente con-servadora y moderantista, que las jerarquas existentes son importantescomo sostenedoras del orden social. Las reticencias se superan con rela-

    tiva acilidad una vez superada la ase disruptiva. Es, tambin, una echapara mostrar el odio a la corona, o a la iname dinasta que traicion elpacto secular suscrito en cortes y parlamentos tradicionales. As mismo,y para dejar de momento el estigma fundamental que recae sobre Casti-lla y lo castellano, en cuanto los catalanistas se aperciben que no todoslos catalanes, por entonces, lo son es una fecha de odio a los judas y a losfariseos. No ya a los botifers concepto acuado en tiempos de la guerraque todo lo origina sino a los miembros de la colectividad que se han

    37 El Poble Catal, 11 de septiembre de 1915, Per Catalunya i per la Llibertat.38

    Pere Anguera,LOnze de Setembre,op. cit., p. 84.

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    vendido por un puado de monedas o que juegan a la ambigedad y alllevarse bien con todo el mundo.

    El 11 de septiembre es, al mismo tiempo, una jornada de culto a la

    vida y a la muerte. A la vida de la nacin y a la muerte vindicada de lospatriotas que, sabindolo o no, precedieron a las actuales generacionesy dieron hasta el ltimo aliento por la nacin catalana. Hay, en este pun-to, una ntida diferencia entre 1714 y los aos nales del Ochocientos.Dirn que entonces, a principios del siglo XVIII el adversario era, sobretodo, exterior cierto ste contaba con la gran anticipacin hogareadel quintacolumnismo: el botifer, minoritario por denicin; ahora, selamentarn, el enemigo se haba metido, y de qu manera, en casa. Eranlos eectos emanados del despliegue, tan deectuoso como se quiera, delEstado liberal. De la expansin de su aparato administrativo, de sus t-

    midos esuerzos educativos, de su persistente querencia por la conscrip-cin. En 1895,Lo Somatent llamar a combatir hasta que se les puedadecir a los antepasados: Ja tenim la terra neta de gent estranya!.39 Hayque honrar a los que han dado su vida por la tierra y sus libertades ex-pulsando a aquellos que mancillan a ambas. Hay que lograrlo abrindosea horizontes de esperanza y alegra libertadora. Tambin de venganza yresarcimiento. No slo cataln. La simiente universal radica en el cora-zn de la jornada. El nacionalismo cataln inscribe, desde sus primerasmaniestaciones, su causa en la de las naciones que no han alcanzado elrango de Estado, que se han visto subyugadas, minorizadas. Lo ocurrido

    el 11 de septiembre de 1714 era el crim ms gros de la humanitat. Porello, los restantes pueblos oprimidos, todos los que suren el jou terriblede la esclavitut, deberan honrar a los patricios barceloneses.40 Es undeber que echa sus races en el pasado pero se renueva cada da hasta elhoy. Una suerte de cosmopolitismo ochocentista convive con las urgen-cias imperiales entre los primeros catalanistas.

    Para un nacionalista de principios del siglo XX Catalua sigue reci-biendo, como en 1714 y de parte de la Espaa castellana, agresiones detodo tipo. Ahora, las armas han sido sustituidas, segn Mart y Juli, portorrentes de corrupcin, de degradacin moral y de envilecimiento que

    aygualeixan la sang, perverteixan la moral y afemellan los esperits.41 Elmasculinismo propio de la poltica de la poca no es ajeno al catalanis-mo. Como ya hacen los lerrouxistas, tambin los nacionalistas detectanen sus rivales polticos el estigma del aeminamiento, entendido comono-ser. Desde 1907, ao en el que se representa la zarzuela del mismo

    39 Lo Somatent, 11 de septiembre de 1895.40 La Sembra, 8 de septiembre de 1904.41 La Renaixensa, 10 de septiembre de 1899, 1714!. Vase el estudio introductorio de

    Jaume Colomer a Domnec Mart i Juli,Per Catalunya i altres textos, Barcelona, La

    Magrana, 1985, pp. II-XXXI.

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    ttulo son muchas las entidades que darn la bienvenida a sus veladaspropiciatorias conLa Santa Espina, ese himno, con msica de EnricMorera y letra del ubicuo Guimer, que empieza con aquella vibrante

    armacin: Som i serem gent catalana, tant si es vol com si no es vol....El ser con todos los atributos, de igual manera que la juventud y la san-gre nueva, se presenta, en esa jornada y en los restantes das del calen-dario como ingrediente de renovacin que puede acompaar a una ve-terana ms difcil de encontrar, aunque no imposible ya a esas alturas,en las las del catalanismo que en las de la democracia republicana.42

    Que el masculinismo sea, en l mismo, un valor, no resta protagonismoa la mujer. sta queda asociada a la jornada, como una pieza menor. Es,como en todas las culturas polticas ochocentistas, la mujer que cose lasbanderas y cuelga los festones en el balcn del hogar o del centro regio-

    nalista. Son su manos delicadas las que preparan las coronas de laurel olos ramos de fores que se depositan en los lugares sagrados.

    La alternatia no factibleEl nacionalismo en construccin se plante la idoneidad de la echa

    elegida. Entre las alternativas posibles lleg a proponerse el 20 de mayo.Era ste el da en el que se produjo el clmax de la Solidaridad Catalana:el homenaje de miles de barceloneses y catalanes a los diputados quehaban combatido, en las Cortes, a la Ley de Jurisdicciones.43 La pro-puesta era radical, consista en celebrar la movilizacin de presente pro-

    yectndose sobre el futuro inmediato en vez de proceder a la evocacinsistemtica del pasado. Competencia, como resultaba cil de imaginar,ms hipottica que real.44 El carcter denidor de la historia era imposi-ble de omitir. En rigor, ese 20 de mayo contena ms similitudes poten-ciales con el Dos de Mayo espaol que el 11 de septiembre no pocos lointerpretaron como un movimiento de salvacin espaol, pero no era,precisamente por eso, el caso.45 En realidad, la ms real de las alterna-tivas presentadas ue la apuntada en 1905 por la Associaci de LecturaCatalana. Ese ao la entidad promovi, con la cooperacin de un sinn-mero de centros, una jornada patritica alternativa, o complementaria,

    a la del 11 de Septiembre. Se trataba del Corpus. Fecha que remita aotro momento undamental en la memoria de los catalanes entendidasta como una memoria de conicto con lo espaol y sus autoridades:el Corpus de Sang de 1640. En junio de 1905 la Associaci convoc

    42 J.-Ll. Marfany,La cultura del catalanisme,op. cit. Virilidad lerrouxista en Jos l-varez Junco, El Emperador del Paralelo. Lerroux y la demagogia populista, Madrid,

    Alianza, 1990, pp. 249-252 y 264-265.43 Joaquim de Camps i Arboix, Histria de la Solidaritat Catalana, Barcelona, Destino,

    1970.44 Pere Anguera,LOnze de Setembre, op. cit., pp. 139-140.45

    Enric Ucelay-Da Cal,El imperialismo..., op. cit., pp. 402-406.

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    en el Desert de Sarri [...] un aplech patritich de tots els elementsnacionalistas. Una gran bandera indicara a los asistentes el lugar de lareunin. Los oreones recibiran con sus cnticos a los asistentes recin

    llegados, en representacin de entidades, corporaciones y peridicos. Acada joven se le regalara una barretina. A las chicas, una medalla. Enn, miles de personas se concentraron para escuchar, entre otros, a J.Franquesa Gomis. ste dira que los pueblos modernos celebran unaesta nacional. Una esta que en ciertos casos conmemora una victoriainmortal o una revolucin heroica y, en otros, el inicio de una nuevaera. Se trata, segn Franquesa, de estas que tienen la mgica virtud deacoplar a todas las gentes en un acto solemne de adoracin a la patria,de estas en las cuales los pueblos reclaman el derecho de seguir siendotales en el porvenir. Si Catalua no haba tenido hasta ese momento una

    autntica Fiesta Nacional, con maysculas, es porque se haba desnacio-nalizado. Ahora, el establecimiento de la jornada era una necessitat desa vida renaxenta. Por un momento parece que puede articularse unagran coincidencia a propsito de un da en el que ms que una derrotase celebrara el levantamiento de un pueblo que se tom la justicia porsu mano y de un acto de esperanza.46

    Cu-Cut!, el peridico satrico conocido por su capacidad para irritara la joven ocialidad del ejrcito en Barcelona, aseguraba que la jornadatraa recuerdos gloriosos y gestas memorables cosa que siempre es msde agradecer que una derrota en toda regla, y sostena que quedar en-

    guany ocialmente consagrada com a festa patritica y com a llas dunientra las dierentas tendencias del nacionalisme militant. De hecho, ala reunin preparatoria haban sido invitadas todas las entidades, corpo-raciones y peridicos autonomistas, con independencia de los matices.La complejidad de los preparativos ue notable. Los rituales remitana las grandes celebraciones nacionales; participacin de nios tocadoscon la barretina, colocacin de grandes banderas sealizando el lugar,bandas de msica y grupos de danza, discursos enfebrecidos y, como enel caso del 11 de septiembre un recuerdo histrico. El de un momentoen el que el pueblo se tom la justicia por su mano y procedi a abrir la

    puerta a la esperanza. Dos argumentos adicionales se suman a esta pro-puesta. Uno climatolgico, es una mejor poca del ao. Con das clarosy frescos, con la primavera como marco. Es, por lo dems, un momento,el de mediados del siglo XVII, en el que todava no poda hablarse deCatalua como de un pueblo decadente.

    La celebracin de 1905 tuvo un acto central pero cont tambincon otros actos entre el 21 y el 25 de junio. Lo signicativo es que losimpulsores otorgaron a la jornada el rtulo de Festa Nacional Catalana,cosa que todava no se formulaba, como mnimo con tanta mayscula,

    46

    Pere Anguera,LOnze de Setembre,op. cit., pp. 89-90.

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    en relacin al 11 de septiembre. En 1907 hubo una segunda edicin deesa Festa Nacional Catalana. Aunque, como escribe Anguera, la propos-ta de conmemorar linici de la guerra dels Segadors, ni quall, ni tingu

    clara continutat.47 Quiz a ello contribuy la dimensin clerical que,de nuevo, adquira el Corpus. En Vic, en la conerencia celebrada enlos locales de la sociedad Catalunya Vella el ao de 1905, un personajecomo Salvador Millet lo dejaba claro: el secret de la orsa dels cata-lans en 1640 estava en haver partit sempre en ses empreses del ervorreligis.48 Por qu esta reactivacin? Lintent de repesca i revifalla fouconjuntural i obea als neguits generats per la Solidaritat Catalana.49Ciertamente, las coyunturas de intensa politizacin favorecan la plura-lidad de llamados a la toma del espacio pblica, a la visualizacin de lacorriente catalanista. En realidad, y como ya hemos indicado, ese mis-

    mo ao de 1905 el 11 de Setembre ya daba un salto cualitativo.El 11 de septiembre es un da de uso y abuso de la historia. No

    obstante, nunca acaba de producirse una total unanimidad en la inter-pretacin de los hechos que se conmemoran. La tesis desarrollada porejemplo, por Enric Prat de la Riba vera en la Catalua del siglo XVII unpas decadente, un pas, sin embargo que, ante la acometida nal, la desus ms eroces antagonistas, se desentumece. No lo suciente comopara vencerlos. Habra, pues, poco que celebrar. En todo caso, los prime-ros pasos dados. El haberse apercibido de los eectos devastadores de laprdida de iniciativa, del abotargamiento, de la renuncia al protagonis-

    mo grupal. El tiempo presente ya no era el de los mrtires sino el de loshroes triunadores, los genios que se imponen.50 Gabriel Alomar, aleja-do de Prat, promotor a principios de siglo de un catalanismo uturista,sostendr por escrito que los defensores de la Barcelona asediada eranlos sostenedores de un arcasmo localista. En absoluto algo mejor que elcesarismo a lo Luis XIV que los Borbones iban a trasplantar a suelo espa-ol. En este caso, nada habra que celebrar. Haba que optar entre miraral pasado o construir el uturo. En 1908 Alomar sistematiz lo que habavenido advirtiendo en un artculo en El Poble Catal. En l, sostenaque el 11 de septiembre, todava menos que el insinuado por parte de

    patriotas de decidido perl catlico da del Corpus, no poda ser la estanacional de Catalua. De la misma manera, arga, que el 2 de Mayo nopoda serlo de Espaa. La razn era que ambas jornadas sealaban unhito de resistencia ms conservadora, o conservacionista para ser msprecisos, que propiamente nacional. Se trataba, en ambos casos, de

    47 Pere Anguera,LOnze de Setembre, op. cit., p. 92.48 El Poble Catal, 1 de julio de 1905.49 Pere Anguera,LOnze de Setembre, op. cit., p. 93.50 La Veu de Catalunya, 10 de septiembre de 1899. A. Balcells,Llocs de memria, op. cit.,

    p. 111.

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    episodios de resistencia al espritu rancs, regalista o revolucionario;para el caso, daba igual. Pues de lo que se trataba era de resistirse a lascorrientes universalistas y modernizadoras. Saba, a esas alturas, que

    iba a contracorriente, dado que la jornada cada vez se celebraba de ma-nera ms masiva. Pero no poda dejar de decirlo.51

    Esas reticencias acabaron doblegndose a la uerza de los hechos.Tambin porque no es menos cierto que entre la izquierda y los elemen-tos ms avanzados del catalanismo, de Mart i Juli al socialdemcrataManuel Serra i Moret, pasando por Antoni Rovira i Virgili, codicadorprimordial de la mirada histrica triunante en el catalanismo, tendrmucho xito la percepcin de que 1714, y la Nueva Planta, comportabanla liquidacin de una tradicin de libertad, tanto como la clausura deuna mirada compleja, y completa (por no solamente castellana), de la

    nacin espaola. En 1714 se habra puesto n a un espritu inequvoca-mente democrtico. El anacronismo, otra vez.52

    El territorio de la celebracinLos sentimientos de patria emasculada en 1714, en la medida que

    han dejado los interiores de los corazones y de los hogares catalanespara salir a la calle y a la plaza, precisan de una cierta ordenacin terri-torial. El 11 de septiembre tiene, en Barcelona, su geografa primera. Enla capital cuajan las primeras ediciones de la celebracin. All convergenlos jvenes de los centros de barrio junto a los catalanistas de comar-

    cas. Son unos aos, por lo dems, en los que la ciudad est adquiriendocondiciones metropolitanas, se transorma entre otras razones por lasagregaciones de los municipios vecinos, aumenta su peso demogrco,pasa a ser una capital creble no ya slo en trminos econmicos sinotambin culturales y polticos, constituye, con su pretendido individua-lismo emprendedor, la anttesis del Madrid de la poca.53

    El ao 1913 la cartograa capitalina de la jornada se ampla. Sipor un lado se ritualiza la visita a la tumba de Casanova en la vecinalocalidad de Sant Boi de Llobregat, por el otro tienen lugar las prime-ras orendas forales en el enclave en el que reposaran los restos de

    los mrtires, el Fossar de les Moreres. Los promotores, como en tantosotros aspectos de ladiada, ueron los asociados de un centro concreto

    51 El Poble Catal, 11 de septiembre de 1908, LOnze de setembre, Fosfor.52 Pere Anguera,LOnze de Setembre, op. cit., p. 127. Serra Moret era de los que conside-

    raban que Alomar se equivocaba en la medida que los catalanes del siglo XVIII no uerondeensores de una aberracin localista, sino los promotores de un ideal europeo contra-rio al cesarismo.Renaixement, 10 de septiembre de 1914.

    53 Enric Ucelay-Da Cal, Llegar a capital: rango urbano, rivalidades interurbanas y laimaginacin nacionalista en la Espaa del siglo XX, Barcelona, Fundaci Campalans,2002. Para el individualismo emprendedor, del mismo Ucelay-Da Cal,El imperialismo,

    op. cit., pp. 366-369.

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    en este caso, el Casal Nacionalista de la barriada de Sant Mart de Pro-venals, aunque el xito de la iniciativa la converta en patrimoniodel grueso del movimiento.

    Como apuntbamos anteriormente, la progresiva adopcin de la e-cha como un momento de encuentro permite, tambin, el viaje, acilitala movilidad de la militancia catalanista. El da, o la vspera del da, esuna buena ocasin para que entidades como la Uni Catalanista convo-quen mtines y otras modalidades de encuentro colectivo que sirven decoartada para el viaje y para trabar conocimiento y amistad con otrospatriotas. Podra decirse que la movilizacin y los desplazamientos delda son la otra cara de la gran modalidad de conocimiento nisecular delterritorio: el excursionismo. En el caso de la celebracin patria acilita,al mismo tiempo que el desplazamiento a comarcas de algunos propa-

    gandistas, la excusa perecta para que los habitantes de las comarcas, losjvenes y las familias, se desplacen a la capital. Si no fuera porque, muypronto, y junto a los actos capitalinos, la evocacin de los mrtires del11 de septiembre pasa a ser un medio de pisar el pas y de hacerlo entreconvencidos. La geograa viene acilitada por el carcter local de deter-minados hroes. La remembranza de Bac de Roda o de Moragues con-vierte Roda de Ter o Sant Hilari Sacalm en oratorios de toda la nacin.

    En cualquier caso lo que acaece en Barcelona es bsico. Marca elxito o el racaso de la jornada. Conquistar las instituciones de la urberesultaba, pues, undamental para convertir la esta del 11 de septiem-

    bre en unadiada nacional. El nacionalismo ms combativo se lamentdurante aos de una especie de separacin de mbitos que practic elnacionalismo ms morigerado. En las jornada de 1912 y 1913 el con-sistorio barcelons, con una minora mayoritaria de radicales, rechazhacer una orenda foral al monumento de Casanova. Finalmente, en1914 la comitiva surge del Ayuntamiento. Precedida por los macerosy la guardia urbana a caballo. Marcha hasta el monumento, all el p-blico entonaEls Segadors y la banda municipal algunas marchas. Losdiscursos los protagonizan Gaspar Ross, por el ayuntamiento, Puig yCadafalch, por la diputacin y Guimer por la comisin organizadora,

    haciendo reerencia este ltimo a la bandera concedida por el CADCI, laentidad que ha logrado la centralidad en esa segunda dcada del siglo.54Progresivamente las autoridades locales pasan de autorizar los actos aimplicarse en ellos. En algunos municipios se colocan placas conmemo-rativas en calles cntricas. Mientras tanto la unanimidad se escenicamediante la suma de entidades de todo tipo. Cuando la Mancomunidadsea un hecho, mientras el cura prroco capitaliza el sermn patriticode la Iglesia, personajes como el director de lEscola de Funcionaris delAdministraci Isidre Lloret habla ante las multitudes concentradas

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    Pere Anguera,LOnze de Setembre, op. cit., pp. 164-167.

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    por la Lliga en la localidad de Torell.55 El da, parece, ya no es un dade una accin, sino del conjunto de la patria. Los aos siguientes lodesmienten en parte. Ese da, por ejemplo en 1916, se suceden los en-

    rentamientos en la calle. Que los catalanistas comprometan las institu-ciones que controlan no evita que la calle se convierta en un espacio deconfrontacin mltiple con otros dos actores: la polica y los radicales.

    Aos difcilesEn jornadas extraordinarias, el 11 de setiembre dejar de celebrar-

    se. Signicativa es la anulacin de los astos en 1909. Los episodios dejulio, los de la Semana Trgica, y la represin posterior no constituan elmarco idneo para tensar las cuerdas. Es cierto que pesaba la limitacinde derechos: la autoridades haban prohibido llevar las habituales coro-

    nas al monumento a Casanova. No es menos cierto que el catalanismo,como la propia sociedad catalana, vivi con extrema virulencia la ractu-ra social interna. Las entidades catalanistas, recuerda Anguera, se limi-taron a poner la bandera cuatribarrada a media asta en los balcones desus respectivos locales, las charlas histricas se concretaron nicamenteen los locales de las Escoles Sant Jordi y la Lliga Espiritual de NuestraSeora de Montserrat. La ceremonia religiosa barcelonesa de esta ltimase repetira en Montserrat.56

    Sin embargo, el lapso no poda ser nunca, ni entonces, demasiadolargo. De ser as, de prolongarse el vaco durante ms de un par de aos,

    se corra el riesgo de que la irona o la hostilidad para con el signicadode la esta pusiesen en riesgo, en ese momento histrico, su continui-dad. El propio Anguera da cuenta, en las mismas pginas, de un par deejemplos de ambas ormas de distanciamiento emocional, desde dentrodel catalanismo, para con la jornada. Un ao antes Gabriel Alomar sehaba mostrado, y no era la primera ocasin en la que el autor de Eluturisme (1905) sostena este punto de vista, contrario a un tipo decelebraciones nacionalistas ya fueran el 11 de septiembre, el Corpuso, en el caso general espaol, del 2 de mayo que evocaban un episodiode resistencia a la modernizacin y a las corrientes universalizadoras.

    Paz, justicia, libertad en maysculas, como el propio nacionalismoeran expectativas de uturo. El riesgo de esta suerte de celebracioneshistoricistas era que la patria quedase encadenada a un pasado y, es-peccamente, a un pasado reactivo rente a los cambios de los tiem-pos modernos. La losca advertencia de Alomar adquira, cuando elespritu de la misma quedaba refejada en la prensa satrica, maticessardnicos. EnPapitu, publicacin humorstica undada en 1908 por eldibujante Feliu Elias, Apa, representativa de un catalanismo izquierdis-

    55 Ibdem, p. 179.56

    Ibdem, p. 129.

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    ta desacomplejado, se hace broma con el hecho que las prohibicionesgubernamentales obliguen a las jvenes bordadoras de dedicatorias paralas coronas nebres a limitarse a hacer puntes de coix. Casanovas no

    habr tenido laureles, aseguran, ni los patriotas entusiastas estoado. Losbuenos compaeros de la causa no acudirn a las veladas de los pueblosde uera para dirlos tot all de la patria, para acabar con las notas deEls Segadors tras la representacin ritual del monlogo teatral de Gui-mer,Mestre Oleguer.

    Lo cierto es que, como apuntaba Anguera, este tipo de miradasmuestra hasta qu punto los rituales se haban ormalizado, los progra-mas se repetan ao tras ao, los gestos eran idnticos. Del mismo modoque deja en evidencia el recelo con el que la izquierda del nacionalismocataln segua contemplando un tipo de conmemoracin que, por ra-

    zones obvias, les resultaba, a un mismo tiempo, extraa y propia.57 Losproblemas para la crtica se multiplican cada ao que pasa. La ritualiza-cin de la jornada exige ormalidad, no se pueden hacer bromas. En elCasino de los Forasteros de la localidad de Argentona, cinco aos antes,en 1904, un concejal barcelons quefe de la ms migrada minoria y unjoven catalanista quisieron ser originales y divertir a los asistentes paro-diando a algunos personajes y prototipos poltico. El pblico se lo tommal, al regidor se le dio de baja y el joven de la localidad fue expulsado dela sala. Como anota Anguera, por lo que concreta la noticia, no se trata-ba de una broma hecha con mala e o intencin oensiva para con el ca-

    talanismo. Pero lo cierto es que a propsito del 11 de Septiembre prontolleg un momento en el que no se admitan ningn ti