Jane Eyre Por Charlotte Brontë - El Placer de la Lectura · como el almacén de la nieve y el...

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Jane Eyre Por Charlotte Brontë

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JaneEyre

Por

CharlotteBrontë

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I

Aquel día no fue posible salir de paseo.Por lamañana jugamos duranteuna hora entre los matorrales, pero después de comer (Mrs. Reed comíatempranocuandonohabíagentedefuera),elfríovientoinvernaltrajoconsigounasnubestansombríasyunalluviatanrecia,quetodaposibilidaddesalirsedisipó.

Yome alegré.Nomegustaban los paseos largos, sobre todo en aquellastardes invernales. Regresábamos de ellos al anochecer, y yo volvía siemprecon los dedos agarrota—dos, con el corazón entristecido por los regaños deBessie, la niñera, y humillada por la consciencia de mi inferioridad físicarespectoaEliza,JohnyGeorgianaReed.

Los tres,Eliza,JohnyGeorgiana,seagruparonenelsalónen tornoasumadre, reclinadaenel sofá,al ladodel fuego.Rodeadadesushijos (queenaquel instante no disputaban ni alborotaban), mi tía parecía sentirseperfectamente feliz.Amímedispensóde la obligacióndeunirme al grupo,diciendo que se veía en la necesidad de mantenerme a distancia hasta queBessie le dijera, y ella lo comprobara, que yo me esforzaba en adquirirmejores modales, en ser una niña obediente. Mientras yo no fuese mássociable,másdespejada,menoshurañaymásagradableentodoslossentidos,Mrs. Reed se creía obligada a excluirme de los privilegios reservados a losniñosobedientesybuenos.

—¿YquéhadichoBessiedemí?—interroguéaloíraquellaspalabras.

—Nomegustanlasniñaspreguntonas,Jane.Unaniñanodebehablaralosmayores de esa manera. Siéntate en cualquier parte y, mientras no se teocurranmejorescosasquedecir,estatecallada.

Medeslicéhaciaelcomedorcitodedesayunaranexoalsalónyenelcualhabía una estantería con libros. Cogí uno que tenía bonitas estampas. Meencaraméalalféizardeunaventana,mesentéenélcruzandolaspiernascomounturcoy,despuésdecorrerlasrojascortinasqueprotegíanelhueco,quedéaisladaporcompletoenaquelretiro.

Lascortinasescarlataslimitabanamiderechamicampovisual,peroalaizquierda, loscristales,aunquemedefendíande los rigoresde la inclementetardedenoviembre,nomeimpedíancontemplarla.Mientrasvolvía lashojasdellibro,meparabadecuandoencuandoparaojearelpaisajeinvernal.Alolejostodosefundíaenunhorizonteplomizodenubesynieblas.Decercasedivisaban los pradoshúmedosy los arbustos agitadospor el viento, y sobretodalaperspectivacaía,sincesar,unalluviadesoladora.

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Continué hojeandomi libro. Era una obra deBewick,History ofBritishBrids, consagrada en gran parte a las costumbres de los pájaros y cuyaspáginas de texto me interesaban poco, en general. No obstante, había unascuantas de introducción que, a pesar de ser muy niña aún, me atraían losuficienteparanoconsiderarlasáridasdel todo.Eran lasque tratabande loslugares donde suelen anidar las aves marinas: «las solitarias rocas ypromontoriosdondenohabitanmásque estos seres», esdecir, las costasdeNoruega salpicadas de islas, desde su extremidadmeridional hasta el CaboNorte.

DoelmardelSeptentrión,revuelto,

bañalaorillagrisdelaislamelancólica

delalejanaTule,yelAtlántico

azotaenrudatempestadlasHébridas...

Me sugestionaba mucho el imaginar las heladas riberas de Laponia,Siberia, Spitzberg, Nueva Zembla, Islandia, Groenlandia y «la inmensadesolación de la Zona Ártica, esa extensa y remota región desierta que escomoelalmacéndelanieveyelhielo,consusinterminablescamposblancos,con susmontañasheladas en tornoalpolo,donde la temperatura alcanza sumásextremadorigor».

Yo me formaba una idea muy personal de aquellos países, una ideafantástica, como todas las nociones aprendidas a medias que flotan en elcerebro de los niños, pero intensamente impresionante. Las frases de laintroducción se relacionabancon las estampasdel libroyprestabanmáximorelievealosdibujos:unaislaazotadaporlasolasyporlaespumadelmar,unaembarcaciónestallándosecontralosarrecifesdeunacostapeñascosa,unalunafríayfantasmaliluminando,entrenubessombrías,unnaufragio...

No acierto a definir el sentimiento que me inspiraba una lámina querepresentaba un cementerio solitario, con sus lápidas y sus inscripciones, supuerta,susdosárboles,sucielobajoy,enél,medialunaque,elevándosealolejos,alumbrabalanochenaciente.

Enotraestampadosbuquesqueaparecíansobreunmarencalmasemefiguraban fantasmasmarinos. Pasaba algunos dibujos por alto: por ejemplo,aquel en que una figura cornuda y siniestra, sentada sobre una roca,contemplabaunamultitudrodeandounahorcaqueseperfilabaenlontananza.

Cadaláminadeporsímerelatabaunahistoria:unahistoriageneralmenteoscuraparamiinteligenciaymissentimientosnodeltododesarrolladosaún,pero siempre interesante, tan interesante como los cuentos que Bessie noscontaba algunas tardes de invierno, cuando estaba de buen humor. En esas

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ocasiones llevaba a nuestro cuarto lamesa de planchar y,mientras repasabalos lazos de encaje y los gorros de dormir de Mrs. Reed, nos relatabanarracionesdeamorydeaventurastomadasdeantiguasfábulasyromancesy,en ocasiones (según más adelante descubrí), de las páginas de Pamela andHenry,EarlofMoreland.

Con el libro en las rodillas me sentía feliz a mi modo. Sólo temía serinterrumpida, y la interrupción llegó, en efecto. La puerta del comedorcitoacababadeabrirse.

—¡Eh,tú,doñaEstropajo!—gritólavozdeJohnReed.

Alverqueelcuartoestaba,enapariencia,vacío,seinterrumpió.

—¡Lizzy,Georgy!—gritó—.Janenoestáaquí.¡Debedehabersalido,conloquellueve!¡Québestiaes!Decídseloamamá.

«Menosmalquehecorridolascortinas»,pensabayo.Ydeseabacontodofervorquenodescubrieramiescondite.JohnReedno lohubieraencontradoprobablemente,yaquesusagacidadnoeramucha,peroEliza,queasomóenaquelmomentolacabezaporlapuerta,dijo:

—Estáenelantepechodelaventana,Jack.Estoyseguradeello.

Meapresuréasalir,temiendoquesinoJackmesacasearastras.

—¿Quéquieres?—preguntécontemor.

—Debes decir: «¿Qué quiere usted, señoritoReed?»—repuso—.Quieroquevengasaquí.

Ysentándoseenunabutaca,meordenóconunademánquemeacercara.

JohnReederaunmozalbetedecatorceaños,esdecir,contabacuatromásqueyo.Estabamuydesarrolladoyfuerteparasuedad,supielerafeayáspera,su cara ancha, sus facciones toscasy sus extremidadesmuygrandes.Comíahastaatracarse,loqueleproducíabilisylehacíatenerlosojosabotargadosylasmejillashinchadas.Debíahaberestadoyaenelcolegio,perosumamálereteníaencasaduranteunmesodos,«enatenciónasudelicadasalud».Mr.Miles,elmaestro,opinabaqueJohnsehallaríamejorsinoleenviasendecasatantosbollosyconfituras,perolamadreeradeotrocriterioycreíaquelafaltadesaluddesuhijosedebíaaqueestudiabaenexceso.

Johnnoteníamuchocariñoasumadreniasushermanasysentíahaciamíuna marcada antipatía. Me reñía y me castigaba no una o dos veces a lasemanaoaldía, sino siempreycontinuamente.Cadavezque seacercabaamí, todosmis nervios se ponían en tensión y un escalofríome recorría loshuesos.Elterrorquemeinspirabamehacíaperderlacabeza.Erainútilapelaranadie: la servidumbrenodeseabamalquistarseconelhijode la señora,y

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ésta era sorda y ciega respecto al asunto.Al parecer, no veía nunca a Johnpegarme ni insultarme en su presencia, pese a que lo efectuabamás de unavez,sibienmemaltratabamásfrecuentementeaespaldasdesumadre.

Obediente, como de costumbre, a las órdenes de John,me acerqué a subutaca.Durantetresminutosestuvoinsultándomecontodaslasenergíasdesulengua.Yoesperabaquemepegasedeunmomentoaotro,ysindudaenmirostroseleíalaaversiónquemeinspiraba,porque,desúbito,medescargóungolpeviolento.Metambaleé,procurérecobrarelequilibrioymeapartéunoodospasosdesubutaca.

—Esoesparaqueaprendasacontestaramamá,yaesconderteentre lascortinas,yamirarmecomomeacabasdemirar.

Estaba tanacostumbradaa lasbrutalidadesdeJohnReed,quenisiquierasemeocurríareplicarasusinjuriasysólomepreocupabadelosgolpesquesolíanseguirlas.

—¿Quéhacíasdetrásdelacortina?—preguntó.

—Leer.

—Averellibro.

Locogídelaventanayseloentregué.

—Túnotienesporquéandarconnuestroslibros.Eresinferioranosotros:lodicemamá.Túnotienesdinero,tupadrenotehadejadonadaynotienesderechoavivirconhijosdepersonasdistinguidascomonosotros,niacomercomonosotros,niavestircomonosotrosacostademamá.Yoteenseñaréacogermislibros.Porquesonmíos,paraqueteenteres,ylacasa,ytodoloquehayenellamepertenece,omepertenecerádentrodepocosaños.Sepárateunpocoyquédateenpieenlapuerta,peronolejosdelasventanasydelespejo.

Leobedecí, sin comprender demomento sus propósitos.Reparé en elloscuandoleviasirellibroparatirármelo,yquisesepararme,peroyaeratarde.El libromedioenlacabeza, lacabezatropezócontra lapuerta,elgolpemeprodujounaheridaylaheridacomenzóasangrar.Eldolorfuetanvivoquemiterror,quehabíallegadoasuextremolímite,diolugaraotrossentimientos.

—¡Malvado!—ledije—.Erespeorqueunasesino,queunnegrero,queunemperadorromano...

Yo había leído History of Rome, de Goldsmith, y había formado unaopiniónpersonalrespectoaNerón,Calígulaydemáscésares.Einclusohabíaen mi interior establecido paralelismos que hasta aquel momento guardabaocultos,peroqueentoncesnoconseguíreprimir.

—¡Cómo!—exclamóJohn—.Eliza,Georgiana,¿habéisoídoloquemeha

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dicho?Voyacontárseloamamá.Peroantes...

Se precipitó hacia mí, me cogió por el cabello y por la espalda y mezarandeóbárbaramente.Yo leconsiderabaun tirano,uncriminal.Unaodosgotasdesangresedeslizarondesdemicabezahastamicuello.Sentíundoloragudo. Aquellas impresiones se sobrepusieron a mi miedo y repelí a miagresorenérgicamente.Nosébienloquehice,peroleoídeciragritos:

—¡Condenada!¡Perra!

No tardó en recibir ayuda. Eliza y Georgiana habían corrido hacia sumadreyéstaaparecíayaenescena,seguidadeBessieydeAbbot,lacriada.

Nossepararonyoíexclamar:

—¡Hayquever!¡ConquéfuriapegabaesaniñaalseñoritoJohn!

—¡Concuántarabia!

LaMrs.ordenó:

—Llévenselaalcuartorojoyenciérrenlaenél.Variasmanosmesujetaronymearrastraronhacialasescaleras.

II

Resistí por todos los medios. Ello era una cosa insólita y contribuyó aaumentar lamalaopiniónquedemí teníanBessieyMissAbbot.Yo estabaexcitadísima, fuerademí.Comprendía,además, lasconsecuenciasque ibaaaparejar mi rebeldía y, como un esclavo insurrecto, estaba firmementedecidida,enmidesesperación,allegaratodoslosextremos.

—Cuidadoconlosbrazos,MissAbbot:lapequeñaarañacomounagata.

—¡Qué vergüenza!—decía la criada—. ¡Qué vergüenza, señorita Eyre!¡Pegaralhijodesubienhechora,asuseñorito!

—¿Miseñorito?¿Acasosoyunacriada?

—Menosqueunacriada,porquenisiquieraseganaelpanquecome.Ea,siénteseaquíyreflexioneasolassobresumalcomportamiento.

Me habían conducido al cuarto indicado por Mrs. Reed y me hicieronsentarme.Miprimer impulsofueponermeenpie,pero lasmanosde lasdosmujeresmeloimpidieron.

—Sinoseestáustedquieta,habráqueatarla—dijoBessie—.Déjemesusligas,Abbot.Nopuedoquitarmelasmías,porquetengoquesujetarla.

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Abbot procedió a despojar sus gruesas piernas de sus ligas. Aquellospreparativos y la afrenta que había de seguirlos disminuyeron algo miexcitación.

—Nonecesitanatarme—dije—.Nomemoveré.

Y,comogarantíadequecumpliríamipromesa,mesentévoluntariamente.

—Máslevaldrá—dijoBessie.

Cuandoestuvoseguradequeyonomerebelaríamás,mesoltó,ylasdos,cruzándosedebrazos,mecontemplaroncomosidudarandequeyoestuvieraenmisanojuicio.

—Nuncahabíahechounacosaasí—dijoBessie,volviéndosealacriada.

—Peroenelfondosumododeseresese—replicólaotra—.Siempreseloestoydiciendoalaseñora,yellaconcuerdaconmigo.Esunaniñademalosinstintos.Nuncahevistocosasemejante.

Bessie no contestó, pero se dirigió a mí y me dijo: —Debe ustedcomprender,señorita,queestábajoladependenciadeMrs.Reed,queesquienlamantiene.Silaecharadecasa,tendríaustedqueiralhospicio.

Nocontesté a estaspalabras.Noerannuevasparamí: las estabaoyendodesdequeteníausoderazón.Ysonabanenmisoídoscomounestribillo,muydesagradablesí,perosólocomprensibleamedias.MissAbbotagregó:

—Y aunque la señora tenga la bondad de tratarla a usted como si fueraigualquesushijos,debeustedquitarsedelacabezalaideadequeesigualalseñoritoyalasseñoritas.Ellostienenmuchodineroyustednotienenada.Asíque su obligación es ser humilde y procurar hacerse agradable a susbienhechores.

—Se lo decimos por su bien —añadió Bessie con más suavidad—. Siprocuraustedserbuenayamable,quizápuedavivirsiempreaquí,perosiesustedmaleducadayviolenta,laseñoralaecharádecasa.

—Además —acrecentó Miss Abbot—, Dios la castigará. Ande, Bessie,vámonos.Receusted,señoritaEyre,yarrepiéntasedesumalaacción,porque,sino,puedeveniralgúncocoporlachimeneayllevársela.

Sefueronycerraronlapuerta.

El cuarto rojo no solía usarse nunca, a menos que en Gateshead Hallhubieseunaextraordinariaafluenciadeinvitados.Era,sinembargo,unodelosmayores y másmajestuosos aposentos de la casa. Había en él un lecho decaoba,demacizascolumnasconcortinasdedamascorojo,situadoenelcentrode la habitación, como un tabernáculo. La habitación tenía dos ventanasgrandes con las cortinas perpetuamente corridas. La alfombra era roja y la

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mesitasituadajuntoallechoestabacubiertaconunpañocarmesí.Lasparedessehallabantapizadasenrosa.Elarmario,eltocadorylassillaserandecaobabarnizadaenoscuro. Juntoal lechohabíaunsillón llenodecojines,casi tananchocomoalto,quemeparecíauntrono.

El cuarto era frío, porque casi nunca se encendía la chimenea en él;silencioso, porque estaba lejos de las cocinas y del cuarto de los niños;solemne,porquemeconstabaqueseusabapocasvecesyporque...Lacriadasóloentrabaallílossábadosparaquitarelpolvodelespejoydelosmuebles.Detardeentarde,Mrs.Reedvisitabatambiénlahabitaciónpararevisar,enundepartamento secreto del armario, las joyas que guardaba en unión de unretratodesudifuntomarido...

La clave de que el cuarto rojo fuera imponente residía en esas últimaspalabras. Mr. Reed había muerto nueve años atrás precisamente en aquellahabitación, enellahabíapermanecidodecuerpopresente,y todo fuedejadoallíenlamismaformaenqueseencontrabaalfallecersutío.

ElasientoenqueBessieylaásperaAbbotmehabíanhechoinstalarmeerauna otomana baja, próxima a la chimenea demármol.Antemí se erguía ellecho;amiderechaquedabaelarmario,grandeysombrío,connegrosreflejosensusparedes;ya la izquierda, lasventanascerradas,entre lascualeshabíaungran espejo que duplicaba la visión de la vacíamajestad del lechoy delaposento.

Yonoestabaabsolutamenteseguradesilasdosmujereshabíancerradolapuerta al marcharse. Me atreví a levantarme para comprobarlo. ¡Ay, sí!, laencontrécerradaherméticamente.

Pasé ante el espejo otra vez. Involuntariamente mis ojos fascinadosdirigieron una mirada al cristal. Todo parecía en el espejo más frío y mássombríodeloqueeraenrealidad,ylaextrañafiguritaque,enelrostrolívidoy los ojos brillantes de miedo, aparecía en el cris—tal se me figuraba unespíritu,unodeaquellosseres,entrehadasyduendes,queenlashistoriasdeBessieseaparecíanalosviajerossolitarios.Volvíamiasiento.

Comenzabaaacosarmealasuperstición.Peronomedominabadeltodo:aúnquedabanenmialmarastrosdelaenergíaquemeinfundieramirebeldíareciente.Enmicabeza seagitaban lasviolenciasde JohnReed, laorgullosaindiferenciade sushermanas, la aversiónde sumadrey laparcialidadde laservidumbre, como los sedimentosdepositadosdentrodeunpozo salena lasuperficie al agitarse sus aguas. ¿Por qué habría de sufrir siempre, de sersiempregolpeada, siempre acusada, siempre consideradaculpable? ¿Porquénoagradabanuncaanadie,nijamásmerecíaatenciónalguna?Eliza,testarudayegoísta,erarespetada.AGeorgiana,díscola,caprichosaeinsolente,todoseleperdonaba.Subelleza,susmejillasrosadasysusdoradosrizosencantabana

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cuantoslaveíanyledabanderechoaquesepasasenporaltotodassusfaltas.Johnnoerajamásreprendido,nimuchomenoscastigado,aunqueretorcieseelcuello a los pichones,matase las crías de los pavos reales,maltratase a losperros,cogieselasuvasdelasparrasyarrancaselosretoñosdelasplantasmásdelicadas del invernadero. Llamaba vieja a sumadre, se burlaba de su pielmorena—tanparecidaaladeél—,nohacíacasoalgunodeella,estropeabaaveces sus vestidos de seda y, con todo, era «su niño querido».Yo no hacíanada malo, procuraba cumplir todos mis deberes y, sin embargo, se meconsideraba fastidiosa y traviesa y se me reñía siempre, de la mañana a latardeydelatardealamañana.

MicabezasangrabaaúndelgolpequemeasestaraJohn,sinquenadielehubiera reprendido a él por eso y, en cambio, mi reacción contra aquellaviolenciamerecíalareprobacióngeneral.

«Es muy injusto», decía mi razón, estimulada por una precoz, aunquetransitoria energía. Y enmi interior se forjaba la resolución de librarme deaquellasituacióndetiraníaintolerable,obienhuyendodelacasao,siesonoeraposible,negándomeacomeryabeberparaconcluir,muriendo,contantatortura.

Duranteaquellainolvidabletardelaconsternaciónreinabaenmialma,uncaos mental en mi cerebro y una rebeldía violenta en mi corazón. Mispensamientosymissentimientossedebatíanentornoaunapreguntaquenolograba contestar: «¿Por qué he de sufrir así? ¿Por qué me tratan de estemodo?»

No lo comprendí claramente hasta pasadosmuchos años. Yo discordabaconelambientedeGatesheadHall,yonoeracomoningunodelosdeallí,yonoteníanadadecomúnconMrs.Reed,niconsushijos,niconsusservidores.Me querían tan poco como yo a ellos. No sentían propensión alguna asimpatizar con un ser que ni en temperamento ni en inclinaciones se lesasemejaba,conunserquenoleseraútilniagradableennada.Siyo,almenos,hubierasidounaniñajuguetona,guapa,alegreyatrayente,mitíamehubierasoportado mejor, sus hijos me hubieran tratado con más cordialidad y lascriadasnohubierandescargadosiempresobremítodossusmaloshumores.

La luz del día comenzaba a disiparse en el cuarto rojo.Eranmás de lascuatroylatardeseconvertía,rápida,encrepúsculo.Yooíaaullarelvientoybatirlalluviaenlasventanas.Micuerpoestabayatanfríocomounapiedray,no obstante, cada vez sentía un frío mayor. Todo mi valor de antes seesfumaba.Mi acostumbrada humillación, las dudas que albergaba sobre mipropio valor, la habitual depresión demi ánimo, recuperaban su imperio desiempreamedidaquemicóleradecaía.Todosdecíanqueyoeramuymala,yacaso lo fuese... ¿Noacababadeocurrírseme la ideadedejarmemorir?Eso

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eraunpecadoy,además,¿mesentíaenefectodispuestaalamuerte?¿AcasolastumbassituadasbajoelpavimentodelaiglesiadeGatesheaderanunlugaratractivo? Allí me habían dicho que fue enterradoMr. Reed. Este recuerdohizoaumentarmitemor.

Nomeacordabadeél.Sólo sabíaquemi tío,hermanodemimadre,mehabía recogido en su casa al quedarmehuérfanayque, antesdemorir, hizoprometerasumujerquemetrataríacomoasuspropioshijos.Sinduda,Mrs.Reed creía haber cumplido su promesa—y hasta quizá quepa decir que lacumplíatantocomoselopermitíasumododeser—,peroenrealidad,¿cómohabíadeinteresarseporunapersonaalaquenoleuníaparentescoalgunoyque,muertosumarido,eraunaintrusaensucasa?

Comenzóasurgirenmimenteunaextrañaidea.Yonodudabadeque,simi tío hubiera vivido, me habría tratado bien. Y en aquellos momentos,mientrasmirabaallechoylasparedessombrías,ytambién,devezencuando,al espejo que daba a todas las cosas un aspecto fantástico, empecé arememorarocasionesenlasqueoyerahablardemuertossalidosdesustumbasparavengarladesobedienciaasusúltimasvoluntades.Penséquebienpudierasuceder que el espíritu de mi tío, indignado por los padecimientos que seinfligíanalahijadesuhermana,surgiese,yadelatumbadelaiglesia,yadelmundodesconocidoenquemoraba,ysepresentaseenaquellahabitaciónparaconsolarme.Yo sospechaba que tal posibilidad,muy confortadora en teoría,debíaserterribleenlarealidad.Tratédetranquilizarme,apartéelcabelloquemecaíasobrelosojos,levantélacabezaytratédesondearlastinieblasdelahabitación.

Enaquelinstante,unaextrañaclaridadsereflejóenlapared.¿Será—mepregunté—unrayodelunaquesedeslizaentrelascortinasdelasventanas?Pero la luzde la lunanosemueve,yaquella luzcambiabade lugar.Porunmomentosereflejóeneltechoyluegooscilósobremicabeza.

Ahora,atravésdeltiempotranscurrido,conjeturoquetalluzprovendríadealguna linterna que, para orientarse en la oscuridad, llevase alguien quecruzabaelcampo,peroentonces,predispuestamimenteatodosloshorrores,entensióntodosmisnervios,penséqueaquellaclaridaderaquizáelpreludiode una aparición del otromundo. El corazónme latía apresuradamente, lassienesmeardían,misoídospercibieronunextrañosonido,comoelapresuradobatirdeunasalasinvisibles,ymeparecióquealgoterribleydesconocidosemeaproximaba.Mesentísofocada,oprimida;nopodíamás...Corríalapuertaylagolpeécondesesperación.Sonaronpasosenelcorredor,lallavegiróenlacerradurayentraronenlahabitaciónAbbotyBessie.

—¿Sehapuestoustedmala,señorita?—preguntóBessie.

—¡Quémodo de gritar! ¡Creí que iba a dejarme sorda!—exclamóMiss

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Abbot.

—Sáquenmedeaquí.Déjenme ir ami cuarto—grité.—Pero¿qué lehapasado?¿Havistoalgunacosarara?—preguntóBessie.

—Hevistounaluzymehaparecidoquesemeacercabaunfantasma—dije,cogiendolamanodeBessie.—Hagritadoapropósito—opinóAbbot—.Si lahubieseocurridoalgo,podíadisculparseesemododegritar,pero lohahechoparaqueviniéramos.Conozcosusmañas.

—¿Quépasa?—preguntóotravoz.

Mitíaaparecióenelpasillo,haciendomuchoruidoconlasfaldassobreelpavimento.SedirigióaBessieyaMissAbbot.

—Creohaberordenado—dijo—quesedejaseaJaneEyreencerradaenelcuartorojohastaqueyovinieseabuscarla.

—EsqueMissJanedioungritoterrible,señora—repusoBessie.

—Noimporta—contestómitía—.SueltalamanodeBessie,niña.Notefiguresqueporesosprocedimientos lograrásque tesaquemosdeaquí.Odiolas farsas, sobre todo en los niños.Mi deber es educarte bien. Te quedarásencerradaunahoramásy cuando salgas será a condicióndequehasde serobedienteenlosucesivo.

—¡Ay,porDios,tía!¡Perdóneme!¡Tengacompasióndemí!¡Yonopuedosoportaresto!¡Castíguemedeotromodo!¡Memoriríasiviera!

—¡Acallar!Nopuedoconesaspatrañastuyas.Probablementemitíacreíasinceramentequeyoestabafingiendoparaquemesoltasenymeconsiderabacomouncomplejodemalasinclinacionesydoblezprecoz.

BessieyAbbotseretiraronyMrs.Reed,cansadademisprotestasydemissúplicas,mevolvióbruscamente laespalda,cerró lapuertay se fuesinmáscomentarios. Sentí alejarse sus pasos por el corredor. Y debí de sufrir undesmayo,porquenomeacuerdodemás.

III

Loprimerodeloquemeacuerdodespuésdeaquelloesdeunaespeciedepesadilla en el curso de la cual veía antemí una extraña y terrible claridadroja, atravesadapor barras negras.Parecía oír voces confusas, semejantes alaullido del viento o al ruido de la caída del agua de una cascada. El terrorconfundíamisimpresiones.Luegonotéquealguienmecogía,meincorporabadeunmodomuchomássuavequehastaentonceslohicieranadieconmigoy

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me sostenía en aquella posición, con la cabeza apoyada, no sé si en unaalmohadaoenunbrazo.

Cinco minutos después, las nubes de la pesadilla se disiparon y me dicuentadequeestabaenmipropio lechoyque la luz rojaerael fuegode lachimenea del cuarto de niños. Era de noche. Una bujía ardía en lamesilla.Bessie estaba a los pies de la cama con una vasija en lamano, y un señor,sentadoalacabecera,seinclinabahaciamí.

Sentíunainexplicablesensacióndealivio,deprotecciónydeseguridadalverqueaquelcaballeroeraunextrañoalacasa.SeparémimiradadeBessie(cuya presencia me era menos desagradable que me lo hubiera sido, porejemplo,ladeMissAbbot)ylafijéenelrostrodelcaballero.Lereconocí:eraMr. Lloyd, un boticario a quien mi tía solía llamar cuando alguien de laservidumbre estaba enfermo. Para ella y para sus niños avisaba al médicosiempre.

—¿Qué? ¿Sabes quién soy? —me preguntó Mr. Lloyd. Pronuncié sunombreyletendílamano.Éllaestrechó,sonriendo,ydijo:

—Vaya,vaya:todovabien...

Luego encargó a Bessie que no me molestasen durante la noche y dioalgunasotrasinstruccionescomplementarias.Dijodespuésquevolveríaaldíasiguienteysefue,congransentimientomío.Mientrasestuvosentadojuntoamí,yosentíalaimpresióndequeteníaunamigoamilado,perocuandosalióylapuertasecerrótrasél,ungranabatimientoinvadiómicorazón.Dijérasequelahabitaciónsehabíaquedadoaoscuras.

—¿Notieneganasdedormir,MissJane?—preguntóBessieconinusitadadulzura.

Apenas me atreví a contestarle, temiendo que sus siguientes palabrasfuesentanviolentascomolashabituales.

—Probaré a dormir —dije únicamente. —¿Quiere usted comer o beberalgo?—No,Bessie;muchasgracias.

—Entoncesvoyaacostarme,porquesonmásdelasdoce.Sinecesitaalgodurante la noche, llámeme. Aquella extraordinaria amabilidad me animó apreguntarle:

—¿Quépasa,Bessie?¿Estoyenferma?

—Sedesmayóustedenelcuarto rojo.Peroesté seguradequeprontosepondrábuena.

Ysefuealahabitacióndeladoncella,queestabacontigua.Leoídecirle:

—Vengaadormirconmigoenelcuartodelosniños.

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Sarahnoquisierapornadadelmundoestarsolaestanocheconesapobrepequeña.Temoquesemuera.¡Diossabeloquehabrávistoenelcuartorojo!Laseñoraestavezhasidodemasiadosevera.

Sarahlaacompañó.Ambasseacostaronydurantemediahoraestuvieroncuchicheando, antes de dormirse. Yo únicamente pude entender retazosaisladosde suconversación,por losque sólo saquéen limpio laesenciadelobjetodelacharla.

—Viounaapariciónvestidadeblanco...—...Ydetrásdeella,unenormeperronegro...—...Tresgolpesenlapuertadelahabitación...—...Unaluzenelcementeriodelaiglesia...

Y otras cosas por el estilo. Se durmieron, al fin. El fuego y la bujía seapagaron.Pasétodalanocheenuntemerosoinsomnio.Misojos,misoídosymicerebroestabaninvadidosdeunmiedoterrible,deunmiedocomosólolosniñospuedensentir.

Con todo, ninguna enfermedad grave siguió a aquel incidente del cuartorojo. El suceso me produjo únicamente un trauma nervioso, que aún hoyrepercuteenmicerebro.Sí,Mrs.Reed:austedledebobastantessufrimientosmentales...Perolaperdono,porqueséqueignorabaustedloquehacíayque,cuando me sometía a aquella tortura, pensaba corregir mis malasinclinaciones.

Aldíasiguienteyamelevantéyestuvesentadajuntoalfuegodenuestrocuarto, envuelta en un mantón. Físicamente me sentía débil y quebrantada,peromimayorsufrimientoerauninmensoabatimientomoral,unabatimientoquemehacíaprorrumpirensilenciosollanto.Intentabaenjugarmislágrimas,peroinmediatamenteotrasinundabanmismejillas.Sinembargo,teníamotivospara sentirme feliz:Mrs. Reed había salido con sus niños en coche. AbbotestabaenotrocuartoyBessie,segúnsemovíadeaquíparaalláarreglandolahabitación, me dirigía de vez en cuando alguna frase amable. Tal cosaconstituíaparamíunparaísodepaz,acostumbradacomomehallabaavivirentre continuas reprimendas y frases desagradables. Pero mis nervios sehallabanenunestadotal,quenisiquieraaquellacalmapodíaapaciguarla.

Bessie se fue a la cocina y volvió trayéndome una tarta en un plato dechina de brillantes colores, en el que había pintada un ave del paraísoenguirnaldadadepétalosycapullosde rosa.Aquelplatodespertabasiempremimásentusiastaadmiracióny, repetidasveces,habíasolicitado ladichadepoderlotenerenlamanoparaexaminarlo,perotalprivilegiomefuedenegadosiempre hasta entonces.Y he aquí que ahora aquella preciosidad se hallabasobre mis rodillas y que se me invitaba cordialmente a comer el delicadopastel que contenía. Mas aquel favor llegaba, como otros muchosardientementedeseadosenlavida,demasiadotarde.Noteníaganasdecomer

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la tarta y las flores y los plumajes del pájaro me parecían aquel díaextrañamente deslucidos. Bessie me preguntó si quería algún libro y estapalabraobrósobremícomounenérgicoestimulante.Lepedíquemetrajesede la biblioteca los Viajes de Gulliver. Yo los leía siempre con deleiterenovado yme parecíanmuchomás interesantes que los cuentos de hadas.Habiendobuscadoenvanolosenanosdeloscuentosentrelascampánulasdeloscampos,bajolassetasyentrelashiedrasquedecorabanlosrinconesdelosmurosantiguos,habíallegadohacíatiempoenmiinterioralaconclusióndeque aquellaminúscula poblaciónhabía emigradode Inglaterra, refugiándoseen algún lejano país. Y como Lilliput y Brobdingnag eran, en mi opinión,partestangiblesdelasuperficieterrestre,nodudabadeque,algúndía,cuandofueramayorpodría,haciendounlargoviaje,verconmisojoslascasitasdelosliliputienses, sus arbolitos, sus minúsculas vacas y ovejas y sus diminutospájaros;ytambiénlosmaizalesdelpaísdelosgigantes,altoscomobosques,los perros y gatos grandes como monstruos, y los hombres y mujeres deltamañode los toros.Noobstante, ahora tenía enmismanos aquel libro, tanquerido para mí, y mientras pasaba sus páginas y contemplaba susmaravillosos grabados, todo lo que hasta entonces me causaba siempre taninfinito placer, me resultaba hoy turbador y temeroso. Los gigantes erandescarnadosespectros,losenanosmalévolosduendesyGulliverundesoladovagabundo perdido en aquellas espantables y peligrosas regiones. Cerré ellibroylocoloquésobrelamesa,alladodelatartaintacta.

Bessiehabíaterminadodearreglarelcuartoy,abriendouncajoncito,llenodeespléndidosretalesdetelaysatén,sedisponíaahacerungorritomásparalamuñecadeGeorgiana.Mientrasloconfeccionaba,comenzóacantar:

Enaquelloslejanosdías...¡Oh,cuántotiempoatrás!...

Le había oído amenudo cantar lomismo yme agradabamucho.Bessietenía—omeloparecía—unavozmuydulce,peroentoncesyocreíanotarensuacentounatristezaindescriptible.Aveces,absortaensutrabajo,cantabaelestribillomuybajo,muylento:

¡Cuántoooootiempoooooatrááááás!

Ylamelodíasonabaconladolorosacadenciadeunhimnofuneral.Luegopasóacantarotrabaladayéstaerayafrancamentemelancólica:

Mis pies están cansados y mis miembros rendidos. ¡Qué áspero es elcamino,quéempinadalacuesta!ProntolastristessombrasdeunanochesinLunacubriránelcaminodelpobreniñohuérfano.

¡Oh! ¿Por qué me han mandado tan lejos y tan solo, entre los camposnegrosyentrelasgrisesrocas?

Loshombressonmuyduros:solamentelosángelesvelanlostristespasos

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delpobreniñohuérfano.

Y he aquí que sopla, suave, la brisa de la noche; ya en el cielo no haynubes y las estrellas brillan, porque Dios, bondadoso, ha querido ofrecerprotecciónyesperanzaalpobreniñohuérfano.

Acaso caeré cruzando el puente roto, o me hundiré en las ciénagassiguiendounfuegofatuo.PeroentonceselbuenPadredelasalturas,recibiráelalmadelpobreniñohuérfano.

Y aun cuando en estemundo no haya nadie queme ame y no tenga nipadresnihogaralqueacogerme,nohadefaltar,alfin,enelcielo,unhogarnielcariñodeDiosalpobreniñohuérfano.Bessie,cuandoacabódecantar,medijo:—MissJane:nollore...

Eracomosihubiesedichoalfuego:«Noquemes».Pero¿cómopodíaellaadivinarmisufrimiento?

Mr.Lloydacudiódurantelamañana.—Yalevantada,¿eh?¿Quétalestá?Bessiecontestóqueyamehallababien.

—Hay que tener mucho cuidado con ella. Ven aquí, Jane... ¿Te llamasJane,verdad?

—Sí,señor:JaneEyre.

—Bueno,dime:¿porquéllorabas?¿Teocurrealgo?—No,señor.

—Quizálloreporquelaseñoranolehallevadoencocheconella—sugirióBessie.

—Seguramenteno.Esdemasiadomayorparallorarportalesminucias.

Yo protesté de aquella injusta imputación, diciendo:—Nunca he lloradoporesascosas.Nomegustasalirencoche.Lloroporquesoymuydesgraciada.

—¡Oh,señorita!—exclamóBessie.

El buen boticario pareció quedar perplejo. Yo estaba en pie ante élmientrasmecontemplabaconsuspequeñosojosgrises,nomuybrillantesperosíperspicacesyagudos.Surostroeraanguloso,aunquebienconformado.Memiródetenidamenteymepreguntó:

—¿Quésucedióayer?

—Secayó—seapresuróadecirBessie.

—¿Cómo que se cayó? ¡Cualquiera diría que es un bebé que no sabeandar!Nopuedeser.Estaniñatienelomenosochoonueveaños.

—Esquemepegaron—dije, dispuesta a dar una explicacióndel sucesoquenoofendieramiorgullodeniñamayor—.Peronomepusemalaporeso

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—añadí.

Mr. Lloyd tomó un polvo de rapé de su tabaquera. Cuando lo estabaguardandoenelbolsillodesuchaleco,sonólacampanaquellamabaacomeralaservidumbre.

—Váyase a comer—dijo a Bessie al oír la campana—. Yo, entre tanto,leeréalgoaJanehastaquevuelvausted.

Bessie hubiese preferido quedarse, pero no tuvo más remedio que salir,porquelapuntualidadenlascomidasseobservabaconextraordinariarigidezenGatesheadHall.

—¿Quéesloquetepasóayer?—preguntóMr.LloydcuandoBessiehubosalido.

—Meencerraronenuncuartodondehabíaunfantasmaymetuvieronallíhastadespuésdeoscurecer.

El boticario sonrió, pero a la vez frunció el entrecejo.—¡Quéniña eres!¡Unfantasma!¿Tienesmiedoalosfantasmas?

—Sí,sí;eraelfantasmadeMr.Reed,quemurióenaquelcuarto.NiBessieninadieseatreveairaélporlanoche,¡yamímedejaronallísolaysinluz!Esunamaldadmuygrandeynuncalaperdonaré.

—¡Qué bobada! ¿Y es por eso por lo que te sientes tan desgraciada?¿Tendríasmiedoallíahora,queesdedía?

—No, pero por la noche sí.Además, soy desgraciada,muy desgraciada,porotrascosas.

—¿Quécosas?Dímelas.

Yo hubiera deseado de todo corazón explicárselas. Y, sin embargo, meresultaba difícil contestarle con claridad. Los niños sienten, pero no sabenanalizarsussentimientos,ysilogrananalizarlosenparte,nosabenexpresarloscon palabras. Temerosa, sin embargo, de perder aquella primera y únicaoportunidadquesemeofrecíadealiviarmispenasnarrándolasaalguiendi,despuésdeunapausa,una respuesta tanverdaderacomopude,aunquepocoexplícitaenrealidad:

—Soy desgraciada porque no tengo padre, ni madre, ni hermanos, nihermanas.

—Perotienesuna tíabondadosayunosprimitos...Yocalléunmomento.Luegoinsistí:

—PeroJohnmepegaymitíameencierraenelcuartorojo.

Mr.Lloydsacóotravezsucajaderapé.

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—¿Noteparecequeestacasaesmuyhermosa?—dijo—.¿Noteagradavivirenunsitiotanbonito?—Perolacasanoesmía,yAbbotdicequetengomenosderechodeestaraquíqueunacriada.

—¡Bah!Noesposiblequenoteencuentresagusto...

—Si tuvieradonde ir,me iríamuycontenta,peronopodréhacerlohastaqueseaunamujer.

—Acasopuedas,¿quiénsabe?¿NotienesotrosparientesademásdeMrs.Reed?

—Creoqueno,señor.

—¿Tampocoporpartedetupadre?

—Nolosé.Hepreguntadoa la tíaymeharespondidoquetalvez tengaalgúnparientepobreyhumilde,peroquenosabenadadeellos.

—Silotuvieras,¿tegustaríairteconél?

Reflexioné. La pobreza desagradamucho a las personasmayores y, conmás motivo, a los niños. Ellos no tienen idea de lo que sea una vida dehonradaylaboriosapobrezayéstalarelacionansiempreconlosandrajos,lacomida escasa la lumbre apagada, los modales groseros y los vicioscensurables.Lapobrezaentoncesera,paramí,sinónimodedegradación.No,nomegustaríavivirconpobresfuemirespuesta.

—¿Aunquefuesenamablescontigo?

Yo no comprendía cómo unas personas humildes podían ser amables.Además,hubieratenidoqueacostumbrarmeahablarcomoellos,adquirirsusmodales,convertirmeenunadeaquellasmujerespobresqueyoveíacuidandodelosniñosy lavandolaropaa lapuertade lascasasdeGateshead.Nomesentílobastanteheroicaparaadquirirmilibertadatalprecio.

Así,pues,dije:

—No;tampocomegustaríairconpersonaspobres,aunquefueranamablesconmigo.

—¿Tan miserables piensas que son esos parientes tuyos? ¿A qué sededican?¿Sontrabajadores?

—Nolosé.Latíadiceque,sitengoalgunos,debenserunospordioseros.Yamínomegustaríaserunamendiga.

—¿Notegustaríairalaescuela?

Volví a reflexionar. Apenas sabía lo que era una escuela. Bessie solíahablar de ella como de un sitio donde lasmuchachas se sentaban juntas en

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bancosydondehabíaquesermuycorrectosypuntuales.JohnReedodiabaelcolegio y renegaba de su maestro, pero las inclinaciones de John Reed noteníanporquéservirmedemodelo,ysibienloqueBessiecontabaacercadeladisciplinaescolar(basándoseenlosinformessuministradosporlashijasdelafamiliadondeestuvieracolocadaantesdeveniraGateshead)eraaterradorenciertosentido,otrosdatosproporcionadosporellayobtenidosdeaquellasmismasjóvenes,meparecíanconsiderablementeatractivos.Bessiesolíahablardecuadritosdepaisajesyfloresqueaquellasjóvenesaprendíanahacerenelcolegio,decancionesquecantabanymúsicaquetocaban,delibrosfrancesesque traducían...Todo aquellome inclinaba a emularlas.Además, estar en laescuelasignificabacambiardevida;hacerunlargoviaje,salirdeGateshead...Cosastodasqueresultabanengranmaneraatrayentes.

—Me gustaría ir a la escuela—fue, pues, la contestación que di comoresumendemispensamientos.

—Bueno,bueno.¿Quiénsabe loquepuedeocurrir?—dijoMr.Lloyd.Yagregó,alsalir,comohablandoconsigomismo—:Laniñanecesitacambiodeaireydeambiente.Susnerviosnosehallanenbuenestado.

Bessie volvía del comedor y, almismo tiempo, sentimos el rodar de uncarruajesobrelaarenadelcamino.

—¿Essuseñora?—preguntóelboticario—.Quisierahablarconellaantesdeirme.

Bessieleinvitóapasaralcomedorcito.EnlaentrevistaqueMr.Lloydtuvoconmitíasupongo,poreldesarrolloulteriordelossucesos,queélrecomendóquemeenviasenauncolegioyque la resolución fuebienacogidaporella.AsílodedujedeunaconversaciónqueunanochemantuvoAbbotconBessieennuestrocuartocuandoyoestabayaacostaday,segúnellascreían,dormida.

—Laseñoraquedaráencantadadelibrarsedeunaniñatantraviesaydetanmalos instintos, que no hace más que maquinar maldades —decía Abbotquien,alparecer,debíadetenermeporunGuyFawkesenciernes.

Aquella misma noche, en el curso de la charla de las dos mujeres, meenteréporprimeravezdequemipadrehabíasidounhumildepastor;dequemi madre se casó con él contra la voluntad de sus padres, quienesconsiderabanalmíocomomuyinferioraellos;dequemiabuelo,enfurecido,senegóaayudaramimadreniconunchelín;dequemipadrehabíacontraídoel tifus visitando a los enfermos pobres de una ciudad fabril donde estabasituadosucurato;ydequeselocontagióamimadre,muriendolosdosconelintervalodeunmes.

Bessie,oyendoaquelrelato,suspiróydijo:

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—LapobrecitaJaneesdignadecompasión,¿verdadAbbot?

—Sifueseunaniñaagradableybonita—repusoAbbot—,seríadignadelástima,perounrenacuajocomoellanoinspiracompasiónanadie.

—No mucha, es verdad...—convino Bessie—. Si fuera tan linda comoGeorgiana,lascosassucederíandeotromodo.

—¡Oh,yoadoroaGeorgiana!—dijolavehementeAbbot—.¡Québonitaestáconsuslargosrizosysusojosazulesyconesoscolorestanhermososquetiene!Parecenpintados...¡Ay,Bessie;meapeteceríacomerliebre!

—Tambiénamí.Peroconunpocodecebollafrita.Venga,vamosaverloquehay.

Ysalieron.

IV

DemiconversaciónconMr.LloydydelamencionadacharlaentreMissAbbotyBessiededujequeseaproximabauncambioenmivida.Esperabaensilencioqueocurriese,conunvivodeseodeque tanta felicidadse realizara.Peropasabanlosdíasylassemanas,misaludseibarestableciendodeltodoynosehacíannuevasalusionesalasunto.Mitíamemirabaconojoscadavezmás severos, apenas me dirigía la palabra y, desde los incidentes que hemencionado,procurabaahondarcadavezmáslaseparaciónentresushijosyyo.Mehabíadestinadouncuartitoparadormirsola,mecondenabaacomersolatambiénymehacíapasartodoeltiempoenelcuartodeniños,mientrasellos estaban casi siempre en el salón. No hablaba nada de enviarme a laescuela,peroyopresentíaquenohabíadeconservarmemuchotiempobajosutecho.Ensusojos,entoncesmásquenunca,seleíalaextraordinariaaversiónqueyoleinspiraba.

Eliza y Georgiana —obraban sin duda en virtud de instrucciones querecibieran—mehablabanlomenosposible.Johnmehacíaburlaconlalenguaen cuanto me veía, y una vez intentó pegarme, pero yo me revolví con elmismoarranquedecólerayrebeldíaquecausaramimalaventuralaotravezya él le pareciómejor desistir. Se separó abrumándome a injurias y diciendoquelehabíarotolanariz.Yolehabíaasestado,enefecto,enestaprominenteparte de su rostro un golpe tan fuerte comomis puñosme lo permitieron ycuando noté que aquello le lastimaba,me preparé a repetirmis arremetidassobre su lado flaco. Pero él se apartó y fue a contárselo a sumamá. Le oícomenzaraexponerlahabitualacusación.—EsaasquerosadeJane...

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Y siguió diciendo que yo me había tirado a él como una gata. Pero sumadreleinterrumpió:

—Nomehablesdeella,John.Yatehedichoquenoteacerquesaella.Noquieroquelatratéistushermanasnitú.Noesdignadetratarconvosotros.

Sinpensarlocasi,gritédesdelasregionesdondemehallabadesterrada:

—¡Ellossonlosindignosdetratarmeamí!

Mrs. Reed era una mujer bastante voluminosa, pero al oírme subió lasescalerasvelozmente,seprecipitócomountorbellinoenelcuartodejugar,mezarandeócontralasparedesdemicuchitrily,convozenfáticaeimperiosa,meconminóanopronunciarniunapalabramásentodoloquequedabadedía.

—¿Quédiríaeltíosiviviese?—fuemicasivoluntariacontestación.

Yescribo«casivoluntaria»,porqueaqueldíalaspalabrasmebrotabandelabocadeunamaneraespontánea,comosimelasdictasenenmiinteriorunafuerza desconocida que yo fuese incapaz de dominar aunque lo hubierapretendido.

—¿Eh?—dijomitía.

Y en lamirada, habitualmente fría, de sus ojos grises, se transparentabaalgo parecido al temor. Soltómi brazo yme contempló como si dudara endecidirsiyoeraunaniñaoundemonio.

Continué:

—Mitíoestáenelcieloysabetodoloqueustedhaceypiensa,ytambiénpapáymamá.Todosellossabencómomemaltrataustedylasganasquetienedequememuera.

Mi tía logró recuperar supresenciadeespíritu.Meabofeteóy se fue sindecir palabra. Bessie llenó esta laguna sermoneándome durantemás de unahorayasegurándomequenocreíaquehubieseunaniñamásmalaqueyobajola capa del cielo. Yo me sentía inclinada a creerla, porque aquel día sólosurgíanenmialmasentimientosrencorosos.

Habíantranscurridonoviembre,diciembreylamitaddeenero.Lasfiestasde Navidad se celebraron en la casa como de costumbre. Se enviaron y serecibieronmuchosregalosyseorganizaronmuchascomidasyreuniones.Detodoelloyoestuve,por supuesto,excluida.Todasmisdiversionespascualesconsistían en presenciar cómo se peinaban y componían diariamenteGeorgiana y Eliza para bajar a la sala vestidas de brillantes muselinas yencarnadas sedasy,después, enescucharel sonidodelpianoodelarpaquetocabanabajo,enasistiraliryvenirdelmayordomoyellacayo,yenpercibirelentrechocarlosvasosytazasyelmurmullodelasconversacionescuandose

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abríanocerrabanlaspuertasdelsalón.

Simecansabadeesteentretenimiento,mevolvíaalsolitarioysilenciosocuarto de jugar. Pero, de todosmodos, yo, aunque estabamuy triste, nomesentía desgraciada. De haber sido Bessie más cariñosa y haber accedido aacompañarme,habríapreferidopasar las tardessolaconellaenmicuarto,aestar bajo la temible mirada de mi tía, en un salón lleno de caballeros yseñoras. Pero Bessie, una vez que terminaba de arreglar a sus jóvenesseñoritas,solíamarcharsealasagradablesregionesdelcuartodecriadosydelacocina,llevándoselaluz,porreglageneral.Entoncesmesentabaalladodelfuego, conmimuñeca sobre las rodillas, hasta que la chimenea se apagaba,mirandode cuando en cuando en tornomíopara convencermedeque en elaposentonohabíaotrosermástemiblequeyo.Cuandoyanoquedabadelalumbremásqueelrescoldo,medesvestíapresurosamente,atirones,yhuíadelfríoydelaoscuridadrefugiándomeenmicuartucho.Mellevabasiemprealláamimuñeca.Elcorazónhumanonecesitarecibirydarafectoy,noteniendoobjeto más digno en que depositar mi ternura, me consolaba amando yacariciandoaaquellafigurilla,andrajosaydesastradacomounespantapájarosen miniatura. Aún recuerdo con asombro cuánto cariño ponía en mi pobrejuguete.Nuncamedormíasinoeraconmimuñecaentremisbrazosy,cuandola sentía ami ladoy creíaqueestaba seguray calientita, era felizpensandoquemimuñecaloeratambién.

Pasaban largas horas—ome lo parecía— antes de que se disolviese lareunión.A veces resonaban en la escalera los pasos deBessie, que venía abuscarsudedalosustijeras,oatraermealgodecomer:unpastelounbollode manteca. Se sentaba en el lecho mientras yo comía y, al terminar, mearreglaba las ropas de la cama, me besaba y decía: «Buenas noches, MissJane.»Cuandoeraamableconmigo,Bessiemeparecía lomásbello, lomáscariñosoylomejordelmundo,ydeseabaardientementequenuncavolvieraareprenderme,atratarmemaloanohacermecaso.BessieLeedebíaser,simimemorianomeengaña,unamuchachainteligente,porqueeramuyingeniosapara todoy teníagrandesdotesdenarradora.Almenosasí la recuerdoyoatravésdeloscuentosquenosrelataba.Laevococomounajovendelgada,decabello negro, ojos oscuros, bellas facciones y buena figura. Pero tenía uncaráctervariableycaprichosoyera indiferentea todoprincipiode justiciaodemoral.Fueracomofuese,ellaeralapersonaaquienmásqueríadelasdelacasa.

Llegóel15deenero.Eranlasnuevedelamañana.Bessiehabíasalidoadesayunar. Eliza estaba poniéndose un abrigo y un sombrero para ir a ungallinerodequeellamismacuidaba,ocupaciónque le agradaba tanto comovenderloshuevosalmayordomoyacumularelimportedesustransacciones.Teníamarcadainclinaciónalahorro,ynosólo`vendíahuevosypollos,sino

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quetambiénentablabaactivostratosconeljardinero,quien,porordendeMrs.Reed,comprabaasuhijatodoslosproductosqueéstacultivabaenuncuadrodeljardínreservadoparaella:semillasyretoñosdeplantasyflores.CreoqueEliza hubiera sido capaz de vender su propio cabello si creyera sacar de laoperación un beneficio razonable. Guardaba sus ahorros en los sitios másdesconcertantes, a lomejorenun trapooenunpedazodepapelviejo,perodespués,envistadequeaveceslascriadasdescubríansusescondrijos,Elizaoptóporprestarsusfondosasumadre,auninterésdelcincuentaosesentaporciento, y cada trimestre cobraba con rigurosa exactitud sus beneficios,llevando con extremadocuidado enunpequeño libro las cuentasdel capitalinvertido.

Georgiana,sentadaenunasillaalta,sepeinabaanteelespejo,intercalandoentresusbuclesfloresartificialesyotrosadornosdelosquehabíaencontradogranprovisiónenuncajóndeldesván.Yoestabahaciendomicama,yaquehabíarecibidoperentoriasórdenesdeBessiedequelatuviesearregladaantesdequeella regresase.Bessie solíaemplearmecomounaespeciede segundadoncelladelcuartodejugary,aveces,memandabaquitarelpolvo,limpiarelcuarto,etc.Despuésdehacerlacama,meacerquéalaventanaycomencéaponer en orden varios libros de estampas y algunos muebles de la casa demuñecas que había en el alféizar. Pero habiéndome ordenado secamenteGeorgiana (de cuya propiedad eran las sillitas y espejitos y los minúsculosplatosycopas)quenotocarasusjuguetes,interrumpímiocupacióny,afaltadeotramejor,medediquéaromperlasfloresdeescarchaconqueelcristaldelaventanaestabacubierto,parapodermiraratravésdelvidrioelaspectodelpaisaje,quietoycomopetrificadobajolaheladainvernal.

Desdelaventanaseveíanelpabellóndelporteroyelcaminodecoches,yprecisamentecuandoyoarranquépartedelafloracióndeescarchaquecubríaconunapelículadeplataelcristal,viabrirse laspuertasysubiruncarruajepor el camino. Lo miré con indiferencia. A Gateshead venían cochesfrecuentemente y ninguno traía visitantes queme interesaran.El carruaje sedetuvo frente a la casa, se oyó sonar la campanilla, y el recién llegado fuerecibido.Peroyonohacíacasodeello,porquemiatenciónestabaconcentradaenunpajarillofamélico,queintentabapicotearenlasdesnudasramitasdeuncerezo próximo a la pared de la casa. Los restos del pan y la leche de midesayuno estaban sobre la mesa. Abrí la ventana, cogí unas migajas y lasestabacolocandoenelbordedelantepecho,cuandoirrumpióBessie.

—¿Quéestáustedhaciendo señorita Jane?¿Seha lavado lasmanosy lacara?

Antesdecontestar,meinclinésobrelaventanaotravez,afindecolocarensitio seguro el pan del pájaro, y cuando hube distribuido las migajas endistintoslugares,cerrélosbatientesyrepliqué:

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—Aúnno,Bessie.Acabodeterminardelimpiarelpolvo.

—¡Quéniña!¿Quéestabaustedhaciendo?Estáustedencarnada.¿Porquéteníalaventanaabierta?

Nonecesitémolestarmeencontestarla,puesBessieteníademasiadaprisaparaperdertiempoenoírmisexplicaciones.Mecondujoallavabo,mediounenérgico,aunqueafortunadamentebreverestregóndemanosycaraconagua,jabónyunatoalla,mepeinóconunásperopeiney,enseguida,medijoquebajasealcomedorcitodedesayunar.

Hubieradeseadopreguntarle elmotivoy saber simi tía estaba allí ono,pero Bessie se había ido y cerrado la puerta del cuarto. Así, pues, bajélentamente.Hacíacercadetresmesesquenomellamabanapresenciademitía.Confinadaenlashabitacionesdeniños,elcomedorcito,elcomedorgrandeyelsalóneranparamíregionesvedadas.

Antes de entrar en el comedor, me detuve en el vestíbulo, intimidada ytemblorosa.En aquella épocademi vida, los castigos injustos que recibierahabíanhechodemíunainfelizcobarde.Durantediezminutostitubeé;nimeatrevíaavolverasubirnimeatrevíaaentrarendondemeesperaban.

El impaciente sonido de la campanilla del comedorcito me decidió. Nohabía más remedio que entrar. «¿Qué querrán de mí?», me preguntaba,mientras con ambas manos intentaba abrir el picaporte, que resistía a misesfuerzos.«¿Quiénestaráconlatía?¿Unamujerounhombre?»

Al fin el picaporte giró y, erguida sobre la alfombra, divisé algo que aprimeravistameparecióserunacolumnanegra,recta,angosta,enloaltodelacualunrostrodeformeeracomounaesculpidacarátulaquesirviesedecapitel.

Mitíaocupabasusitiohabitualjuntoalfuego.Mehizosignodequemeaproximaseymepresentóaldesconocidoconestaspalabras:

—Aquítienelaniñadequelehehablado.

Él—porque era un hombre y no una columna como yo pensara— meexaminó con inquisitivos ojos grises, bajo sus espesas cejas, y dijo con vozbajaysolemne:

—Espequeñaaún.¿Quéedadtiene?—Diezaños.

—¿Tantos?—interrogó,dubitativo.

Siguióexaminándomedurantevariosminutos.Alfin,mepreguntó:

—¿Cómotellamas,niña?—JaneEyre,señor.

Ylemiré,Meparecióunhombremuyalto,perohadeconsiderarsequeyoeramuy pequeña. Tenía las facciones grandes y su rostro y todo su cuerpo

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mostrabanunarigidezyunaafectaciónexcesivas.

—Yqué,JaneEyre,¿eresunaniñabuena?

Eraimposiblecontestarafirmativamente,yaqueelpequeñomundoquemerodeabasosteníalaopinióncontraria.Guardésilencio.

Mitíacontestópormíconunexpresivomovimientodecabeza,agregando:

—Nadamáslejosdelaverdad,Mr.Brocklehurst.

—¡Muydisgustadodesaberlo!Vamosahablarunratoellayyo.

Y,abandonandolaposiciónvertical,seinstalóenunsillónfrentealdemitíaymedijo:

—Venaquí.

Crucélaalfombraymeparéanteél.Ahoraquesucaraestabaalniveldelamía,podíavérselamejor.¡Quénariztangrande,yquéboca,yquédientestansalientesyenormes!

—Nohaynadapeorqueunaniñamala—medijo—.¿Sabesadóndevanlosmalosdespuésdemorir?

—AlInfierno—fuemiprontayortodoxacontestación.

—¿YsabesloqueeselInfierno?

—Unsitiollenodefuego.

¿Ytegustaríairaélyabrasarte?

—No,señor.

—¿Quédebeshacerentoncesparaevitarlo?

Meditéunmomentoydiunacontestaciónuntantodiscutible.

—Procurarnoestarenfermaparanomorirme.

—¿Ycómopuedesestarseguradenoenfermar?Todos—losdíasmuerenniñosmáspequeñosquetú.Haceunpardedíasnadamásqueheacompañadoalcementerioaunniñodecincoaños.PeroeraunniñobuenoysualmaestaráenelCieloahora.Esdetemerquenosepuedadecirlomismodeti,siDiostellama.

Nosintiéndomelosuficientementeinformadaparaaclararsustemores,melimité a suspirar y a clavar la mirada en sus inmensos pies, deseandovivamentemarcharmedeallícuantoantes.

—Esperoqueesesuspirotesaldrádelalmayquetearrepentirásdehaberobradomalcontubondadosabienhechora.

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«¿Mibienhechora?—pensé—.Todosdicenquemitíaesmibienhechora.Siloesdeverdad,unabienhechoraresultaunacosamuydesagradable.»

—¿Rezas siempre por la noche y por la mañana? —continuó miinterlocutor.

—Sí,señor.

—¿LeeslaBiblia?

—Aveces.

—¿Yquétegustamásdeella?

—Me gustan las Profecías, y el libro de Daniel, y el de Samuel, y elGénesis,yunapartedelÉxodo,yalgunasdelosReyesylasCrónicas,yJob,yJonás.

—¿YlosSalmos?¿Tegustan?

—No,señor.

—¡Quéextraño!Yo tengounniñomáspequeñoque túque sabeya seissalmosdememoria,ycuandoselepreguntasiprefierecomerpandehigosoaprenderunsalmo,responde:«Aprenderunsalmo.Losángelescantansalmosyyoquieroserunángel».Yentoncesseledandoshigospararecompensarsupiedadinfantil.

—LosSalmosnosoninteresantes—contesté.

—EsopruebaqueeresunaniñamalaydebesrogaraDiosquecambietucorazón,sustituyendoeldepiedraquetienesporotrohumano.

Yaibayoapreguntarledetallessobreelprocedimientoaseguirdurantelaoperación de cambiarme de víscera, cuandoMrs. Reedmemandó sentar ytomólapalabra.

—Mr.Brocklehurst:creohaberleindicadoenlacartaqueledirigíhacetressemanas que esta niña no tiene el carácter que yo desearía que tuviese.Meagradaríaque,cuandosehalleenelcolegiodeLowood,lasmaestraslavigilenatentamenteyprocurencorregirsudefectomásgrave: la tendenciaamentir.Yalosabes,Jane:esinútilqueintentesembaucaralseñorBrocklehurst.

Por mucho que hubiera deseado agradar a mi tía, frases como aquélla,frecuentementerepetidas,meimpedíanhacerlo.Enestemomento,enqueibaaemprenderunanuevavida,yaellaseencargabadesembrarporadelantadoaversión y antipatía en mi camino.Me veía transformada ante los ojos delseñor Brocklehurst en una niña embustera. ¿Cómo remediar semejantecalumnia?

«Deningúnmodo»,pensabayo,mientrastratabadecontenerlaslágrimas

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queacudíanamisojos.

—Elmentir esmuy feo en una niña—dijo Brocklehurst—, y todos losembusterosiránallagodefuegoyazufre.Nosepreocupe,señora.YahablaréconlasprofesorasyconlaseñoritaTempleparaquelavigilen.

—Deseo —siguió mi tía— que se la eduque de acuerdo con susposibilidades: es decir, para ser una mujer útil y humilde. Durante lasvacaciones,siustedlopermite,permanecerátambiénenelcolegio.

—Tieneustedmucharazón—dijoBrocklehurst—.LahumildadesgrataaDiosy,aunquedesdeluegoesunadelascaracterísticasdetodaslasalumnasde Lowood, yame preocuparé de que la niña se distinga entre ellas por suhumildad.Heestudiadomuyprofundamentelosmediosdehumillarelorgullohumano,yhacepocosdíasquehetenidounaevidentepruebademiéxito.Mihijasegunda,Augusta,estuvovisitandolaescuelaconsumadre,yalregresoexclamó: «¡Qué pacíficas son las niñas de Lowood, papá! Con el cabellopeinado sobre las orejas, sus largos delantales y sus bolsillos en ellos, casiparecen niñas pobres. Miraban mi vestido y el de mamá, como si nuncahubieranvistoropasdeseda.»

—Así me gusta—dijo mi tía—. Aunque hubiese buscado por todaInglaterra, no hubiera encontrado un sitio donde el régimen fuera másapropiado para una niña como Jane Eyre. Conformidad, Mr. Brocklehurst,conformidadesloprimeroqueyocreoquesenecesitaenlavida.

—Laconformidadeslamayorvirtuddelcristiano,ytodoestáorganizadoen Lowood de modo que se desarrolle esa virtud: comida sencilla, vestidosencillo,cuartossencillos,costumbresactivasylaboriosas...Taleselrégimendelestablecimiento.

—Bien.EntoncesquedamosenquelaniñaseráadmitidaenelcolegiodeLowoodyeducadaconarregloasuposiciónyposibilidadenlavida.

—Sí, señora; será acogida en mi colegio, y confío en que acabaráagradeciendoaustedelgranhonorqueseledispensa.

—Entonces se la enviaré cuanto antes, porque le aseguro que deseolibrarme de la responsabilidad de atenderla, que comienza a ser demasiadopesadaparamí.

—Locomprendo,señora,locomprendo...Bien:tengoqueirmeya.Piensovolver a Brocklehurst Hall de aquí a una o dos semanas, ya que mi buenamigo,elarcediano,nomedejarámarcharantes.EscribiréaMissTemplequevaaserenviadaalcolegiounaniñanuevaparaquenopongadificultadesasuadmisión.Buenosdías.

—Buenos días,Mr. Brocklehurst.Mis saludos a su señora, aAugusta y

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TheodoreyaljovenBroughtonBrocklehurst.

—Desuparte,gracias...Niña,tomaestelibro.¿Ves?SetitulaManualdelniñobueno,ydebesleerloconinterés,sobretodolaspáginasquetratandelaespantosamuerte repentina deMartaG..., una niña traviesa,muy amiga dementir.

Y después de entregarme aquel interesante tomo, el señor Brocklehurstvolvióasucocheysefue.

Mi tíayyoquedamossolas.Ellacosíayyo lamiraba.Eraunamujerdeunos treinta y seis o treinta y siete años, robusta, de espaldas cuadradas ymiembros vigorosos, más bien baja y, aunque gruesa, no gorda; con lasmandíbulas prominentes y fuertes, las cejas espesas, la barbilla ancha ysaliente y la boca y la nariz bastante bien formadas. Bajo sus párpadosbrillabanunosojosexentosdetodaexpresióndeternura,sucutiseraoscuroymate,sucabelloásperoysunaturalezasólidacomounacampana.Noestabaenferma jamás.Dirigía lacasadespóticamentey sólo sushijos seatrevíanavecesadesafiarsuautoridad.

Yo, sentada en un taburete bajo, a pocas yardas de su butaca, lacontemplabaconatención.Teníaenlamanoellibroquehablabadelamuerterepentina de la niña embustera y, cuanto había sucedido, cuanto se habíahabladoentremitíayBrocklehurst,meproducíaunamargoresentimiento.

Mitíalevantólavistadelalabor,suspendiólacosturaymedijo:

—Vetedeaquí.Márchatealcuartodejugar.

Nosésifuemimiradaloquelairritó,peroelcasoeraqueensuvozhabíaun tono de reprimida cólera. Me levanté y llegué hasta la puerta, pero deprontomevolvíymeacerquéamitía.

Sentíalanecesidaddehablar:mehabíaheridoinjustamenteyeranecesariodevolverle la ofensa. Pero ¿cómo? ¿De qué manera podría herir a miadversaria? Concentré mis energías y acerté a articular la siguiente bruscainterpelación:

—No soy mentirosa. Si lo fuera, le diría que la quiero mucho y, sinembargo, le digo francamente que no la quiero.Meparece usted la personamásmaladelmundo,despuésdesuhijoJohn.YestelibropuededárseloasuhijaGeorgiana.Ellasíqueesembusteraynoyo.

La mano de mi tía continuaba inmóvil sobre la costura. Sus ojos mecontemplabanfríamente.

—¿Tienesalgomásquedecir?—preguntóenuntonodevozmásparecidoalqueseempleaparatratarconunadultoquealqueeshabitualparadirigirseaunniño.

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La expresión de sus ojos y el acento de su voz excitaron más aún miaversiónhaciaella.Temblandodepiesacabeza,presadeunairaincontenible,continué:

—Mealegrodenotenerquetratarmásconusted.Novolveréallamarlatíaenmivida.Nuncavendréaverlacuandoseamayor,ysialguienmepreguntasi la quiero, contestaré contándole lo mal que se ha portado conmigo y lacrueldadconquemehatratado.

—¿Cómoteatrevesadecireso?

—¿Qué cómo me atrevo? ¡Porque es verdad! Usted piensa que yo nosientonipadezcoyquepuedovivirsinunapizcadecariño,poronoesasí.Meacordaré hasta el día de mi muerte de la forma en que mandó que meencerrasen en el cuarto rojo, aunque yo le decía: «¡Tenga compasión, tía,perdóneme!»,y llorabaysufría infinitamente.Ymecastigóustedporquesuhijomehabíapegadosinrazón.Alquemepreguntelecontaréesahistoriatalcomo fue. La gente piensa que usted es buena, pero no es cierto. Es ustedmala, tiene el corazón muy duro y es una mentirosa. ¡Usted sí que esmentirosa!

Al acabar de pronunciar estas frases, mi alma comenzó a expandirse,exultante, sintiendouna extraña impresiónde independencia, de triunfo.Eracomo si unas ligaduras invisibles que me sujetaran se hubieran rotoproporcionándome una inesperada libertad. Y había causa para ello. Mi tíaparecía anonadada, la costura se había deslizado de sus rodillas, susmanospendíaninertesysufazsecontraíacomosiestuvieseapuntodellorar.

—Estás equivocada, Jane. Pero ¿qué te pasa? ¿Cómo tiemblas así?¿Quieresunpocodeagua?

—No,noquiero.

—¿Deseas algo? Te aseguro que no te quieromal.—No es verdad. HadichoustedaMr.Brocklehurstqueyoteníamalcarácter,queeramentirosa.PeroyodiréatodosenLowoodcómoesustedyloquemehahecho.

—Túnoentiendesdeestascosas,Jane.Alosniñoshayquecorregirlessusdefectos.

—¡Yonotengoeldefectodementir!—gritéviolentamente.

—Vamos, Jane, cálmate. Anda, vete a tu cuarto y descansa un poco,queriditamía.

—No quiero descansar, y además no es verdad que sea queridita suya.Mándemeprontoalcolegio,porquenoquieroviviraquí.

—Teenviarépronto,enefecto—dijoenvozbajamitía.

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Y,recogiendosulabor,saliódelaestancia.

Quedédueñadelcampo.Aquellaeralabatallamásduraquelibrarahastaentoncesy laprimeravictoriaqueconsiguieraenmivida.PermanecíenpiesobrelaalfombracomoanteselseñorBrocklehurstygocéporunosmomentosdemibienconquistadasoledad.Mesonreíamímismaysentíquemicorazónsedilatabade júbilo.Peroaquellonodurómásde loqueduró laexcitaciónquemeposeía.Unniñonopuededisputarnihablaralaspersonasmayoreseneltonoqueyolohicierasinexperimentardespuésunareaccióndepresivayunremordimiento hondo. Media hora de silencio y reflexión me mostraron lolocamentequehabíaprocedidoylodifícilquesehacíamisituaciónenaquellacasadondeodiabaatodosyeradetodosodiada.

Había saboreado por primera vez el néctar de la venganza y me habíaparecido dulce y reanimador. Pero, después, aquel licor dejaba un regustoamargo, corrosivo, como si estuviera envenenado. Poco me faltó para ir apedir perdón a mi tía; mas no lo hice, parte por experiencia y parte porsentimientoinstintivodequeellamerechazaríacondoblerepulsiónqueantes,loquehubieravueltoaproducirunaexaltaciónturbulentademissentimientos.

Eraprecisoocuparme en algomejor que enhablar airadamente, sustituirmissentimientosdesombríaindignaciónporotrosmásplácidos.Cogíunlibrodecuentosárabesycomencéaleer.Peronosabíaloqueleía.Meparecíavermispropiospensamientosenlaspáginasqueotrasvecessemefigurabantanfascinadoras.

Abrílapuertavidrieradelcomedorcito.Losarbustosestabandesnudosylaescarcha, no quebrada aún por el sol, reinaba sobre el campo.Me cubrí lacabezay losbrazoscon la faldademivestidoy salí apasearporun rincónapartado del jardín. Pero no encontré placer alguno en aquel lugar, con susárboles silenciosos, suspiñascaídasy lashojas secasque,arrancadasporelvientoenelotoño,permanecíantodavíapegadasalsuelohúmedo.Eldíaeragris,ydelcieloopaco,colordenieve,caíancoposdevezencuandosobrelahelada pradera.Allí estuve largo rato pensando en que no eramás que unapobreniñadesgraciadaypreguntándomeincesantemente:

«¿Quéharé,quéharé?»

Oídeprontounavozquemellamaba:

—¡MissJane!Vengaaalmorzar.

EraBessieyyo losabíabien,peronomemoví.Sentíavanzarsuspasosporelsendero.

—¡Quétraviesaesusted!—dijo—.¿Porquénoacudecuandolallaman?

LapresenciadeBessie,porcontrasteconmisamargospensamientos,me

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parecióagradable.Despuésdemivictoriasobremitía,elenojodelaniñeranomepreocupabamucho.Ceñí,pues,sucinturaconmisbrazosydije:

—Bessie,noseasregañona.

Aquel impulso había sido más espontáneo y cariñoso que losacostumbradosenmí,yleagradó.

—¡Quéniñatanraraesusted!—medijo,mirándome—.¿Sabequevanallevarlaalcolegio?

Asentí.

—¿Y no le apena separarse de su pobre Bessie?—¿Qué importo yo aBessie?Bessiesepasalavidaregañándome...

—Porqueesustedmuyarisca,muyhuraña,muy tímida...Debía sermásdecidida.

—¿Paraqué?¿Pararecibirmásgolpes?

—¡Qué tontería!Peroesverdad,de todosmodos,queestaráustedmejorfueradeaquí.Mimadremedijo,cuandovinoavermelasemanapasada,quenolegustaríaestarenellugardeusted.Enfin...Voyadarlebuenasnoticias.

—Nolocreo.

—¿Cómo que no? ¿Por qué me mira así? Pues sí: la señora y los—señoritoshan salido a tomar el té fuerade casa, yustedyyo lo tomaremosjuntas.Voya cocerparaustedunbollito enelhorno,y luegomeayudará aprepararsuequipaje.Laseñoraquiereenviarlaalcolegiodeaquíaunoodosdías,ytieneustedquerecogerloquepiensellevarse.

—Bessie,prométemenoreñirmeduranteeltiempoquepaseencasa.

—Bueno,peroustedacuérdesedeserunaniñamuybuenaydeno tenermiedodemí.Nosesobresaltecuandoyoempieceahablarla:esunacosaquemeatacalosnervios.

—No volveré a temerte, Bessie. Además, pronto habré de temer a otraspersonas...

—Siustedhaceverquelesteme,esaspersonassedisgustaránconusted.

—Comotú,Bessie.

—No;comoyo,no.Yosoylapersonaquemáslaquieredetodos.

—¡Peronolodemuestras!

—¿Cómohabladeesamanera?¡Esustedmuyatrevida!

—Losoyporquemevoyamarcharprontodeaquíyporque...

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IbaaexplicarlemitriunfosobreMrs.Reed,perolopensémejoryguardésilencio.

—¿Ysealegrausteddeabandonarme?

—No,Bessie.Precisamenteahoramedisgustamásqueanteselsepararmedeti.

—Precisamenteahora, ¿eh? ¡Conqué frescura lodice!Hasta sería capazde no darme un beso si se lo pidiera... Puede que me contestara que,precisamenteahora,no...

—Sí, quiero besarte, sí...—repuse—. Baja la cabeza. Bessie se detuvo.Nosabrazamosestrechamenteylaseguíhastalacasa,muysatisfecha.

Latardetranscurrióenpazyarmonía.PorlanocheBessiemerelatóunode sus cuentosmás encantadoresy cantóparamíunade sus cancionesmáslindas.Hastaenunavidatantristecomolamíanofaltabaalgunavezunrayodesol.

V

Aúnno acababandedar las cincode lamañanadel 19de enero cuandoBessieentróenmicuartoconunavelaenlamanoymeencontróyapreparaday vestida. Estaba levantada desde media hora antes y me había lavado yvestidoalaluzdelaluna,queentrabaporlasestrechasventanasdemialcoba.Memarchabaaqueldíaenuncochequepasaríaporlapuertaalasseisdelamañana. En la casa no se había levantado nadie más que Bessie. Habíaencendido el fuego en el cuarto de jugar y estaba preparandomi desayuno.Hay pocos niños que tengan ganas de comer cuando están a punto deemprender un viaje y a mí me sucedió lo que a todos. Bessie, después deinstarme inútilmente a que tomase algunas cucharadas de sopa de leche,envolvióalgunosbizcochosenunpapelylosguardóenmisaquitodeviaje.Luegomepusoelsombreroyelabrigo,seenvolvióellaenunmantónylasdossalimosdelaestancia.Alpasarjuntoaldormitoriodemitía,medijo:

—¿Quiereustedentrarparadespedirsedelaseñora?

—No,Bessie.Latíafueamicuartoanocheymedijoquecuandosalierano era necesario que la despertase, ni tampoco a mis primos. Luego measeguróquetuvieraencuentasiemprequeellaeramimejoramigayquedebíadecírseloatodoelmundo.

—¿Yquécontestóusted,señorita?

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—Nada.Metapélacaraconlassábanasymevolvíhacialapared.

—Esonoestábien,señorita.

—Síestábien,Bessie.Mitíanoesmiamiga:esmienemiga.

—¡No diga eso,Miss Jane! Cruzamos la puerta. Yo exclamé:—¡Adiós,Gateshead!

Aún brillaba la luna y reinaba la oscuridad. Bessie llevaba una linternacuya luz oscilaba sobre la arena del camino, húmeda por la nieve reciénfundida.El amanecer invernal era crudo; helaba.Mis dientes castañeteaban,ateridadefrío.

Enelpabellóndelaporteríabrillabaunaluz.Lamujerdelporteroestabaencendiendolalumbre.Miequipajesehallabaalapuerta.Lohabíasacadodecasalanocheanterior.Aloscincooseisminutossentimosalolejoselruidode un coche. Me asomé y vi las luces de los faroles avanzando entre lastinieblas.

—¿Sevasola?—preguntólamujer.

—Sí.¿Haymuchadistancia?

—Cincuentamillas.

—¡Quélejos!¡Nosécómolaseñoraladejahacersolaunviajetanlargo!

Elcoche, tiradoporcuatrocaballos, ibacargadodepasajeros.Sedetuvoantelapuerta.Elencargadoyelcocheronosmetieronprisa.Miequipajefueizado sobre el techo. Me separaron del cuello de Bessie, a quien estabacubriendodebesos.

—¡Tengamuchocuidadodelaniña!—dijoBessiealencargadodelcochecuandoéstemeacomodabaenelinterior.

—¡Sí,sí!—contestóél.

Laportezuelasecerró,unavozexclamó:«¡Listos!»,yelcarruajeempezóarodar.

AsímeseparédeBessieydeGatesheadrumboalasqueamímeparecíanentoncesregionesdesconocidasymisteriosas.

Recuerdo muy poco de aquel viaje. El día me pareció de una duraciónsobrenatural y tuve la impresión de haber rodado cientos de millas por lacarretera.Atravesamosvariaspoblacionesy enunade ellas,muygrande, elcoche se detuvo y se desengancharon los caballos. Los viajeros se apearonpara comer. El encargadome llevó al interior de una posada con elmismoobjeto,perocomoyonoteníaapetito,sefue,dejándomeenunainmensasalade cuyo techo pendía un enorme candelabro y en lo alto de una de cuyas

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paredeshabíaunaespeciedegaleríadondeseapilabanvariosinstrumentosdemúsica. Permanecí allí largo rato, sintiendo un angustioso temor de queviniesealguienymesecuestrara.Yocreíafirmementeenlaexistenciadelossecuestradoresdeniños,yaquetalespersonajesfigurabancongranfrecuenciaenloscuentosdeBessie.Alfinvinieronabuscarme,miprotectormecolocóenmiasiento,subióalsuyo,tocólatrompayelcochecomenzóarodarsobrelacalleempedradadeL...

Latardeerasombríaynublada.Llegabaelcrepúsculo.Yocomprendíaquedebíamos estar muy lejos de Gateshead. El panorama cambiaba. Ya noatravesábamosciudades;grandesmontañasgrisescerrabanelhorizonte,yaloscurecerdescendimosaunvallepobladodebosque.Luegosehizonochedeltodo,yyooíasilbarlúgubrementeelvientoentrelosárboles.

Arrulladaporelsonido,medormí.Medespertéalcesarelmovimientodelvehículo.Viporlaventanillaunapuertacocheraabiertayenella, iluminadaporlosfaroles,unapersonaquemeparecióserunacriada.

—¿NovieneaquíunaniñallamadaJaneEyre?—preguntó.

—Sí—repuse.

Me sacaron, bajaron mi equipaje, y el coche volvió inmediatamente aponerseenmarcha.

Yaenlacasa,procuré,antetodo,calentaralfuegomisdedosagarrotadospor el frío, y luego lancé una ojeada ami alrededor. No había ninguna luzencendida, pero a la vacilante claridad de la chimenea se distinguían, aintervalos, paredes empapeladas, alfombras, cortinas y brillantesmuebles decaoba. Aquel salón no era tan espléndido como el de Gateshead, pero síbastante lujoso. Mientras intentaba descifrar lo que representaba un cuadrocolgadoenelmuro,lapuertaseabrióyentróunapersonallevandounaluzyseguidadecercaporotra.

Laprimeraerauna señoraalta,denegrocabello,negrosojosyblancaydespejadafrente.Suaspectoeragrave,sufiguraerguida.Ibamedioenvueltaenunchal.

—Esmuypequeñaparadormirsola—dijoalverme,mientrasponíalaluzsobreunamesa.

Memiróatentamenteduranteunosminutosyagregó:

—Valdrámásqueseacuestepronto,parecemuyfatigada.¿Estáscansada,verdad? —me preguntó, colocando una mano sobre mi hombro—. Yseguramente tendrás apetito. Dele algo de comer antes de acostarla, MissMiller.¿Eslaprimeravezqueteseparasdetuspadres,niña?

Lecontestéqueno teníapadres,ymepreguntócuánto tiempohacíaque

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habíanmuerto.Despuésseinformódemiedadydesisabíaleeryescribir,meacariciólamejillaafectuosamenteymedespidió,diciendo:

—Confíoenqueseasobedienteybuena.

Laseñoraquehabíahablado representabaunosveintinueveaños.Laqueahorameconducía,y a laque laotra llamaraMiller, parecíamás joven.Laprimerameimpresionóporsuaspectoysuvoz.Estaotraeramásordinaria,más rubicunda,muy apresurada en sumodo de andar y en sus actos, comoquien tieneentre susmanosmúltiples cosas.Mepareciódesde luego loquemástardeaverigüéqueera:unaprofesoraauxiliar.

Guiada por ella recorrí los pasillos y estancias de un edificio grande eirregular, a cuyo extremo, saliendo por fin del profundo y casi temerososilencio que reinaba en el resto de la casa, escuché elmurmullo demuchasvoces,yentréenuncuartomuygrande,encadaunodecuyosextremoshabíadosmesasalumbradascadaunapordosbujías.

Alrededordelasmesasestabansentadasenbancosmuchasmuchachasdetodaslasedades,desdelosnueveodiezañoshastalosveinte.Aprimeravistameparecieroninnumerables,aunqueenrealidadnopasabandeochenta.Todasvestíanunaropadeidénticocorteydecolorpardo.Eralahoradeestudio,sehallaban enfrascadas en aprender sus lecciones del día siguiente, y elmurmulloqueyosintieraeraelresultadodelasvocesdetodasellasrepitiendosusleccionesalavez.

MissMillerme señalóasientoenunbancopróximoa lapuertay luego,situándoseenelcentrodelahabitación,gritó:

—¡Instructoras:recojanloslibros!

Cuatromuchachasdeelevadaestaturasepusieronenpieyrecorrieronlasmesasrecogiendoloslibros.MissMillerdiootravozdemando:

—¡Instructoras: traigan lasbandejasde lacomida!Lascuatromuchachasaltas salieron y regresaron portando una bandeja cada una.En cada bandejahabíaporcionesdealgoquenopudeobservarloqueeray,además,unjarrodeaguayunvaso.

Las instructoras circularon por el salón. Cada muchacha cogía de labandeja una de aquellas porciones y, si quería beber, lo hacía en el vaso detodas. Yo tuve que beber, porqueme sentía sedienta, pero no comí lo que,segúnpudeverentonces,eraunadelgadatortadeavenapartidaenpedazos.

Terminada la colación, Miss Miller leyó las oraciones y las escolaressubieron las escaleras formadas de dos en dos. Ya estaba tan muerta decansancio,quenomedicuentasiquieradecómoeraeldormitorio,salvoque,comoelcuartodeestudio,mepareciómuygrande.Aquellanochedormícon

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MissMiller,quienmeayudóadesnudarme.Luegolancéunamiradaalalargafiladelechos,encadaunodeloscualeshabíadosmuchachas.Diezminutosmástarde,laúnicaluzdeldormitorioseapagabayyomedormí.

Lanochepasódeprisa.Yoestabatancansada,quenosoñénada.Sólounavez creí oír bramar el viento con furia y escuchar la caída del agua de unacatarata.Medesperté:eraMissMiller,quedormíaamilado.Cuandovolvíaabrir los ojos, sentí tocar una ronca campana. Aún no era de día y eldormitorio estaba iluminado por una o dos lamparillas. Tardé algo enlevantarme, porque hacía un frío agudo y, cuando al finme vestí, tuve quecompartirel lavaboconotrasseismuchachas, loquenohubieraocurridodehabermelevantadoantes.

Volvió a sonar la campana y las alumnas se alinearon y bajaron lasescalerasporparejas.Entramosenelfríocuartodeestudio.MissMillerleyólasplegariasdelamañanayordenóluego:

—Fórmenseporclases.

A continuación siguió un alboroto de variosminutos, durante los cualesMiss Miller no cesaba de repetir: «¡Orden! ¡Silencio!» Cuando el tumultocesó, vi que las muchachas se habían agrupado en cuatro semicírculos,colocadosfrenteacuatrosillassituadasantecuatromesas.Todaslasalumnasteníanunlibroenlamano,yencadamesa,antelasillavacía,habíaunlibrogrande, comounaBiblia.Siguióun silencio.Después comenzóa circular elvagorumorqueseproducesiemprequehayunamuchedumbrereunida.MissMillerrecorriólosgruposacallandoaquelreprimidomurmullo.

Sonóotracampanaeinmediatamente,tresmujeresentraronyseinstalaroncadaunaenunodelostresasientosvacíos.MissMillerseinstalóenlacuartasillavacante,lamáscercanaalapuertayentornoalacualestabanreunidaslasniñasmáspequeñas.Mellamaronaaquellaclaseymecolocarondetrásdetodas.

SerepitiólaplegariadiariayseleyeronvarioscapítulosdelaBiblia,enloqueseinvirtiómásdeunahora.Cuandoacabóaquelejercicio,eradíaclaro.La infatigablecampana sonóporcuartavez.Yomesentíaencantadaante laperspectivade comer alguna cosa.Estabadesmayada, yaque el día anteriorapenashabíaprobadobocado.

El refectorioeraunasalagrande,bajade techoysombría.Endos largasmesashumeabanrecipientesllenosdealgoque,congrandisgustomío,estabalejosdedespedirunoloratractivo.Unageneralmanifestacióndedescontentoseprodujoalllegaranuestrasnaricesaquelperfume.Lasmuchachasmayores,lasdelaprimeraclase,murmuraron:

—¡Esindignante!¡Otravezelpotajequemado!

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—¡Silencio!—barbotóunavoz.

NoeraladeMissMiller,sinoladeunadelasprofesorassuperiores,quesesentabaalacabeceradeunadelasmesas.Eramenuda,morenayvestidaconelegancia,peroteníaunaspectoindefiniblementedesagradable.Unasegundamujer, más gruesa que aquélla, presidía la otra mesa. Busqué en vano a laseñoradelanocheanterior:noestabavisible.MissMillersesentóalextremodelamesaenqueyoestabainstalada,yunamujerdeaparienciaextranjera—laprofesorafrancesa—seacomodóalextremodelaotra.

Se rezó una larga plegaria, se cantó un himno, luego una criada trajo téparalasprofesorasycomenzóeldesayuno.

Devorélasdosotresprimerascucharadassinpreocuparmedelsabor,perocasi enseguida me interrumpí sintiendo una profunda náusea. El potajequemadosabecasitanmalcomolaspatataspodridas.Niaunelhambremásaguda puede con ello. Las cucharas se movían lentamente, todas lasmuchachasprobabanlacomidayladejabandespuésdeinútilesesfuerzosparadeglutirla.Terminóelalmuerzosinqueningunahubiesealmorzadoy,despuésde rezar la oración de gracias correspondiente a la comida que no se habíacomido,evacuamoselcomedor.Yofuidelasúltimasensaliryviqueunadelas profesoras probaba una cucharada de potaje, hacía un gesto de asco ymiraba a las demás. Todas parecían disgustadas. Una de ellas, la gruesa,murmuró:

—¡Quéporquería!¡Esvergonzoso!

Pasó un cuarto de hora antes de que se reanudasen las lecciones y,entretanto, reinó en el salón de estudio un grandísimo tumulto. En aquelintervalo se permitía hablar más alto y con más libertad, y todas seaprovechabandetalderecho.Todalaconversacióngiróentornoaldesayuno,el cual mereció unánimes censuras. ¡Era el único consuelo que tenían laspobresmuchachas!EnelsalónnohabíaahoraotramaestraqueMissMiller,yun grupo de chicas de las mayores la rodeó hablándola con seriedad. ElnombredeMr.Brocklehurstsonóenalgunos labios,yMissMillermovió lacabeza reprobatoriamente, pero no hizo grandes esfuerzos para contener lageneralprotesta.Sindudalacompartía.

Unrelojdiolasnueve.MissMillerseseparódelgrupoquelarodeabay,situándoseenmediodelasala,exclamó:

—¡Silencio!¡Siéntense!

Ladisciplinaseimpuso.Encincominutoselalborotoseconvirtióenordeny un relativo silencio sucedió a la anterior confusión, casi babeliana. Lasmaestras superiores recuperaron sus puestos. Parecía esperarse algo. Lasochenta muchachas permanecían inmóviles, rígidas, todas iguales, con sus

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cabellos peinados lisos sobre las orejas, sin rizo alguno visible, vestidas deropas oscuras, con un cuello estrecho y con un bolsillo grande en la partedelanteradeluniforme(bolsilloqueestabadestinadoahacerlasvecesdecestodecostura).Unaveintenadealumnaseranmuchachasmuymayoreso,mejordicho,mujeresyaformadas,yaquelextrañoatuendooscurodabaunaspectoingratoinclusoalasmásbonitasdeentreellas.

Yolascontemplabaatodasydevezencuandodirigíatambiénmiradasalasmaestras.Ningunadeéstasmegustaba:lagordaeraunpocoordinaria,lamorenaunpocodesagradable,laextranjeraunpocogrotesca.EncuantoalapobreseñoritaMiller,¡eratanrubicunda,estabatancurtidaporelsol,parecíatanagobiadadetrabajo!

Mientras mis ojos erraban de unas a otras, todas las clases, comoimpulsadasporunresorte,sepusieronenpiesimultáneamente.

¿Quésucedía?Yoestabaperpleja.Nohabíaoídodarordenalguna.Antesde que saliese demi asombro, todas las alumnas volvieron a sentarse y susmiradasseconcentraronenunpuntodeterminado.Mirétambiénhaciaélyvientrara lapersonaquemerecibiera lanocheanterior.Sehabíaparadoenelotroextremodelsalón,juntoalfuego(habíaunachimeneaencadaextremodelasala)ycontemplaba,graveysilenciosa,lasdosfilasdemuchachas.

Miss Miller se aproximó a ella, le dirigió una pregunta y, después derecibirlacontestación,volvióasusitioyordenó:

—Instructorade laprimeraclase: saque lasesferas.Mientras laorden seponía en práctica, la recién llegada avanzó a lo largo de la sala. Aún meacuerdodelaadmiraciónconqueseguíacadaunodesuspasos.Vistaalaluzdel día aparecía alta, bella y arrogante. Sus ojos oscuros, de serenamirada,sombreadosporpestañaslargasyfinas,realzabanlablancuradesudespejadafrente. Sus cabellos formaban rizos sobre las sienes, según la moda deentonces, y llevabaunvestidode tela encarnada conuna especiedeorla deterciopelonegro,a laespañola.Sobresucorpiñobrillabaunrelojdeoro(enaquella época los relojes eran un objeto poco común). Si añadimos a esteretratounasfaccionesfinasyuncutispálidoysuave,tendremos,enpocasyclaras palabras, una idea del aspecto exterior de Miss Temple, ya que sellamabaMaría Temple, como supe después al ver escrito su nombre en unlibrodeoracionesquemeentregaronparairalaiglesia.

La inspectora del colegio de Lowood (pues aquel era el cargo queocupaba)sesentóantedosesferasquetrajeronycolocaronsobreunamesa,ycomenzóadarlaprimeraclase,unaleccióndegeografía.Entretanto,lasotrasmaestrasllamaronalasalumnasdelosgradosinferiores,yduranteunahoraseestudióhistoria,gramática,etcétera.Luegosiguieronescriturayaritméticay,finalmente,MissTempleenseñómúsicaavariasdelasalumnasdemásedad.

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Laduracióndelasleccionessemarcabaporelreloj.Cuandodieronlasdoce,lainspectoraselevantó:

—Tengoquehablardospalabrasalasalumnas—dijo.

El tumultoconsecutivoal finde las lecciones ibayaacomenzar,peroalsonarlavozdelainspectora,secalmó.

—Estamañanaleshandadoundesayunoquenohanpodidocomer.Debenustedesestarhambrientas.Heordenadoquese sirvaa todasunbocadillodepanyqueso.Estosehacebajomiresponsabilidad—aclarólainspectora.

Yenseguidasaliódelasala.

El queso y el pan fueron distribuidos inmediatamente, con gransatisfaccióndelaspupilas.Luegosediolaordende«¡Aljardín!»Cadaunasepusounsombrerodepajaordinariaconcintasdealgodón,yunacapitagris.Amímeequiparonconidénticasprendasy,siguiendolacorrientegeneral,salíalairelibre.

Eljardíneragrande.Estabarodeadodetapiastanaltasqueimpedíantodamiradadelexterior.Unagaleríacubiertacorríaalolargodeunodelosmuros.Entre dos anchos caminos había un espacio dividido en pequeñas parcelas,cadaunade lascualesestabadestinadaaunaalumna,a findequecultivasefloresenella.Aquellodebíadesermuylindocuandoestuvierallenodeflores,pero entonces nos hallábamos a fines de enero y todo tenía un triste colorparduzco.Eldíaeramuymaloparajugaracielodescubierto.Nollovía,perounaamarillentaypenetranteneblinaloenvolvíatodo,ylospiessehundíanenel suelo mojado. Las chicas más animosas y robustas se entregaban, sinembargo, a ejercicios activos, pero lasmenos vigorosas se refugiaron en lagaleríaparaguarecerseycalentarse.Ladensanieblapenetrótrasellas.Yooíadevezencuandoelsonidodeunatoscavernosa.

Ningunamehabíahechocaso,niyohabíahabladoaninguna,perocomoestaba acostumbrada a la soledad, nome sentíamuy disgustada.Me apoyécontraunapilastradelagalería,meenvolvíenmicapay,procurandoolvidarel frío que se sentía y el hambre que aúnme hostigaba,me entregué amisreflexioneshartoconfusasparaquemerezcanserrecordadas.Yonomedabaapenascuentademisituación.Gatesheadymividaanteriormeparecíanflotarainfinitadistancia,elpresenteeraaúnvagoyextraño,ynopodíaconjeturarnadasobreelporvenir.Contempléeljardínylacasa.Eraunvastoedificio,lamitaddelcualaparecíagrisáceoyviejoylaotramitadcompletamentenuevo.Estaparteestabasalpicadadeventanasenrejadasycolumnatasquedabanalaconstrucciónunaspectomonástico.Enaquellapartedeledificiosehallabanelsalóndeestudioyeldormitorio.Enunalápidacolocadasobrelapuertaseleíaestainscripción:

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«InstituciónLowood.Parcialmente reconstruidaporNaomiBrocklehurst,deBrocklehurstHall, sitoenestecondado.»—«ilumínanos,Señor,paraquepodamos conocerte y glorificar a tu Padre, que está en los Cielos.» (SanMateo,versículo16.)

Yo leí y releí tales frases, consciente de que debían tener algunasignificaciónydeque entre lasprimeraspalabrasy el versículode laSantaEscritura citado a continuación debía existir una relación estrecha. Estabaintentando descubrir esta relación, cuando oí otra vez la tos de antes y,volviéndome,vi que laque tosía eraunaniña sentada cercademí sobreunasientodepiedra.Leíaatentamenteunlibro,cuyotítulo,Rasselas,meparecióextrañoy,portanto,atractivo.

Alirapasarunahoja,memirócasualmentey,entonces,lainterpelé:

—¿Esinteresanteeselibro?

Yyahabíaformadoenmiinteriorladecisióndepedirlequemeloprestasealgunavez.

—A mí me gusta —repuso, después de contemplarme durante algunosinstantes.

—¿Dequétrata?—continué.

Aquel modo de abordarla era contrario a mis costumbres, pero verlaentregadaatalocupaciónhizovibrarlascuerdasdemisimpatía;amítambiénmegustabamucho leer, si bien sólo las cosas infantiles, porque las lecturasmásseriasyprofundasmeresultabanincomprensibles.

—Puedesverlo—contestó,ofreciéndomeeltomo.

Unbreveexamenmeconvenciódequeeltextoeramenosinteresantequeeltítulo,almenosdesdeelpuntodevistademisgustospersonales,porqueallínoseveíanadadehadas,nidegnomos,niotrascosassimilaresyatrayentes.Ledevolvíellibroyella,sindecirnada,reanudósulectura:

Volvíahablarle:

—¿Qué quiere decir esa piedra de encima de la puerta? ¿Qué es laInstituciónLowood?

—Estacasaenquehasvenidoavivir.

—¿Yporquésellamainstitución?¿Esdiferenteaotrasescuelas?

—Esunainstituciónsemibenéfica.Túyyo,ytodaslasqueestamosaquí,somosniñaspobres.Supongoquetúereshuérfana.

—Sí.

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—¿Depadreodemadre?

—No tengo padre ni madre. Los dosmurieron antes de que yo pudieraconocerles.

—Puesaquítodaslasniñassonhuérfanasdepadreomadre,odelosdos,yporesoestosellamainstituciónbenéficaparaniñashuérfanas.

—¿Esquenopagamosnada?¿Nosmantienendebalde?

—No.Nuestrosparientespaganquincelibrasalaño.

—Entonces,¿cómosellamaunainstituciónsemibenéfica?

—Porquequincelibrasnobastanparacubrirlosgastosyvivimosgraciasalosquesesuscribencondádivasfijas.

—¿Yquiénessesuscriben?

—SeñorasycaballerosgenerososdeloscontornosydeLondres.

—¿QuiéneraNaomiBrocklehurst?

—La señora que reconstruyó la parte nueva de la casa.Es su hijo quiénmandaahoraentodoesto.

—¿Porqué?

—Porqueeseltesoreroydirectordelestablecimiento.

—¿Demodoquelacasanoperteneceaesaseñoraaltaquellevaunrelojyquemandóquenosdiesenpanyqueso?

—¿MissTemple?¡No!Seríamejor,perono...EllatienequeresponderanteMr.Brocklehurstdetodoloquehace.Esélquiencompralacomidaylaropaparanosotras.

—¿Viveaquí?

—No.Adosmillasdedistancia,enunpalaciomuygrande.

—¿Esbuenoeseseñor?

—Dicenquehacemuchascaridades.Essacerdote.

—¿YlaseñoraaltaesMissTemple?

—Sí.

—¿Ylasotrasprofesoras?

—La de lasmejillas encarnadas esMiss Smith, y está encargada de laslabores. Ella corta nuestros vestidos. Nosotras nos hacemos todo lo quellevamos. La bajita del pelo negro es Miss Scartched: enseña historia ygramáticayestáencargadadelasegundaclase.Ladelchalyelbolsilloatado

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a la cintura con una cinta amarilla se llamaMadame Pierrot. Es francesa yenseñafrancés.

—¿Sonbuenaslasmaestras?

—Sí,bastantebuenas.

—¿Te gusta la del pelo negro y la señora... esa francesa? ¡No puedopronunciarsunombre!

—Miss Scartched es un poco violenta. Debes procurar no molestarla.MadamePierrotnoesmalapersona.

—PeroMissTempleesmejorquetodas,¿no?

—Miss Temple es muy buena y muy inteligente. Por eso manda en lasdemás.

—¿Llevasmuchotiempoaquí?

—Dosaños.

—¿Ereshuérfana?

—Notengomadre.

—¿Eresfelizaquí?

—¡Cuántaspreguntas!Yocreoqueyatehedadobastantescontestacionesporahora.Déjameleer.

Peroenaquelmomento tocaronacomery todasentramosen lacasa.Elaromaqueahorallegabadelrefectorionoeramuchomásapetitosoqueeldeldesayuno.Lacomidaestabaservidaendosgrandesrecipientesdehojalatayde ellos se exhalaba un fuerte olor a manteca rancia. Aquel rancho secomponíadepatatas insípidasyde trozosde carnepasada, cocido todoa lavez.Acadaalumnaselesirvióunaraciónrelativamenteabundante.Yocomíloquemefueposible,ymeconsternópensarenquelacomidadetodos losdíaspudierasersiempreigual.

Inmediatamente después de comer volvimos al salón de estudios y lasleccionessereanudaronyprosiguieronhastalascincodelatarde.

El único incidente digno demención consistió en que la muchacha conquien yo charlaba en la galería fue castigada porMiss Scartched, mientrasdabaclasedehistoria,asaliralcentrodelsalónypermanecerallíenpie.

Elcastigomepareciómuyafrentoso,particularmenteparaunamuchachade trece años o más, como representaba tener. Creí que daría muestras denerviosidadovergüenza,perocongranasombromío,nisiquieraseruborizó.Permaneció impertérrita y seria en medio del salón, sirviendo de blanco a

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todaslasmiradas.

«¿Cómopodráestartanserena?—pensabayo—.Simehallaseensulugar,creoquedesearíaquelatierraseabrieseymetragase.Sinembargo,ellamiracomosinopensaraenqueestácastigada,comosinopensasesiquieraen lodemásque larodea.Heoídodecirquehayquiensueñadespierto.¿Seráqueestásoñandodespierta?Tienelamiradafijaenelsuelo,peroestoyseguradequenolove.Parecequemiraradentrodesí.Alomejorestárecordandocosasdeantesynosedacuentadeloquelepasaahora...¡Quéniñatanrara!Nosepuedesabersiesmalaobuena.»

Pocodespuésdelascincohicimosotracomida,consistenteenunatazadecaféymediarebanadadepanmoreno.Comíelpanybebíelcafécondeleite,perohubieratomadomuchomásdeambascosas.Seguíahambrienta.

Luego tuvimos otramedia hora de recreo.Después volvimos al estudio,mástardenosdieronelvasodeaguayelpedazodetortadeavena,yalfinnosacostamos.AsítranscurrióelprimerdíademiestanciaenLowood.

VI

El día siguiente comenzó como el anterior, pero con la novedad de quetuvimos que prescindir de lavarnos. El tiempo había cambiado durante lanoche y un frío viento del Nordeste que se filtraba por las rendijas de lasventanasdenuestrodormitoriohabíaheladoelaguaenlosrecipientes.

Durante lahoraymediaconsagradaaoracionesya lecturasde laBibliame creí a punto de morir de frío. El desayuno llegó al fin. Hoy no estabaquemado,peroencambioeramuypoco.Yohubieracomidodoblecantidad.

Durante aquel día fui incorporada formalmente a la cuarta clase y mefueronasignadastareasyocupacionescomoalasdemás.Dejaba,pues,deserespectadora para convertirme en actriz en la escena de Lowood. Como noestaba acostumbrada a aprender de memoria las lecciones, al principio meparecierondifícilesylargasypasarfrecuentementedeunostemasaotrosmeaturdía, así queme sentí aliviada cuando, a las tres,MissSmithmeentregóunafranjademuselinadedosvarasdelargo,aguja,dedal,etc.,ymeenvióaunrincóndelasalaconinstruccionessobreloquedebíaejecutar.Casitodaslasdemásmuchachascosíantambién,perohabíaalgunasagrupadasalrededordeMissScartchedysepodían,pues,oírsusexplicacionessobrelalección,asícomosusreprensiones,delasquesededucíaquémuchachaseranobjetodesuanimadversión.Comprobéque lo eramásqueninguna laniñaconquienyotrabara conversación en lagalería.La clase eradehistoriade Inglaterra.Mi

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conocida, que al principio estaba en primera fila, al final de la lección sehallaba detrás de todas, pero aun allí la profesora la perseguía con susamonestaciones:

—Burns(aqueldebíasersuapellido,porqueallía lasniñas les llamabanporsuapellido,comoalosmuchachos),nopongaslospiestorcidos.Burns,nohagas este gesto. Burns, levanta la cabeza. Burns, no quiero verte en esapostura.

Etcétera,etcétera.

Despuésdehaberleídodosveceslalección,secerraronloslibrosytodaslasmuchachas fueron interrogadas.La lección comprendíapartedel reinadode Carlos I y versaba esencialmente sobre portazgos, aduanas e impuestosmarítimos, asuntos sobre los cuales la mayoría de las alumnas no supieroncontestar.Encambio,Burnsresolvíatodaslasdificultades.Habíaretenidoenlamemorialofundamentaldelalecturaycontestabaconfacilidadatodo.Yoesperabaalgunafraseencomiásticaporpartede laprofesora,peroenvezdeello,loqueoífueestainesperadaincrepación:

—¡Oh,quésuciaeres!¡Notehaslimpiadolasuñasestamañana!

Burnsnocontestó.Yoestabaasombradadesusilencio.

«¿Cómo no responderá —pensaba yo— que esta mañana no ha sidoposible lavarse por estar el agua helada?» Miss Smith me llamó en aquelmomento yme hizo varias preguntas sobre si había ido al colegio antes, sisabíabordar,hacerpunto,etc.PorestarazónnopudeseguirlosmovimientosdeMissScartched;mascuandovolvíamiasiento,viqueéstaacababadedaruna orden que no entendí, pero a consecuencia de la cualBurns salió de laclase y volvió momentos después trayendo un haz de varillas de mimbreatadas por un extremo. Los entregó a la profesora con respetuosa cortesía,inclinó la cabeza yMiss Scartched, sin pronunciar una palabra, le descargódebajodelanucaunadocenadegolpesconaquelhaz.

Ni una lágrima se desprendió de los ojos de Burns, ni un rasgo de susfacciones se alteró.Yohabía suspendido la costuray contemplaba la escenaconunprofundosentimientodeimpotenteangustia.

—¡Quéniñatanempedernida!—exclamólaprofesora—.Nohaymododecorregirla. Quita eso de ahí. Burns obedeció y se llevó el instrumento decastigo. Lamiré cuando salía del cuarto donde se guardaban los libros. Enaquelmomentointroducíasupañueloenelbolsilloyensusmejillasseveíanhuellas de lágrimas.Lahora del juegodurante la tardemepareció elmejormomento del día. Era cuando nos daban el pan y el café que, si bien nosatisfacíanmiapetito,almenosmereanimaban.Aaquellashoraslahabitaciónestaba más caliente, ya que se encontraban encendidas las dos chimeneas,

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cuyosfulgoressuplíanenpartelafaltadeluz.Eltumultodeaquellahora,lasconversacionesqueentoncessepermitían,inspirabanunaagradablesensacióndelibertad.

De haber sido una niña que llegase allí procedente de un hogar feliz,probablementeaquellahoradeldíahubierasido loquemehabríaproducidomayor sensación de soledad y la que más hubiera entristecido mi corazón.Perodadamisituaciónpeculiar,nomesucedíaasí.Asomadaaloscristalesdela ventana, oyendo rugir fuera el viento y contemplando la oscuridad, casihubieradeseadoqueelvientosonasemáslúgubre,quelaoscuridadfueramásintensa y que el alboroto de las voces de las escolares se elevase de tonotodavíamás.

Deslizándomeentrelasmuchachasypasandobajolasmesas,meacerquéaunadelaschimeneasyallíencontréaBurns,silenciosa,abstraída,absortaenla lecturade su libro, quedevoraba a lapálida claridadde lasbrasasmedioapagadasdelalumbre.

—¿Eselmismo?—lepregunté.

—Sí—dijo—.Precisamenteloestoyterminando.

Y, con gran satisfacciónmía, lo terminó cincominutos después. «Ahorapodréhablarla»,pensé.

Mesentéenelsuelo,asulado.

—¿Cómotellamas,ademásdeBurns?

—Helen.

—¿Eresdeaquí?

—No.SoydeunpueblodelNorte,cercadelafronteraconEscocia.

—¿Piensasvolveraél?

—Supongoquesí,peronuncasesabeloquepuedeocurrir.

—TendríasganasdeirtedeLowood,¿verdad?

—No. ¿Por qué?Me han enviado aquí para instruirme y nome sacaránhastaqueesoestéconseguido.

—Peroesaprofesora,MissScartched,esmuycruelcontigo.

—¿Cruel?No.Esseveraynomeperdonaningunafalta.

—Siyoestuvieraentulugarymepegaraconaquelloconquetepegó,seloarrancaríadelamanoyseloromperíaenlasnarices.

—Seguramente no harías nada de eso, pero si lo hicieras, el señor

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Brocklehurst te expulsaría del colegio y ello sería muy humillante para tufamilia.Asíquevalemásaguantarconpacienciayguardarseesascosasparauna misma, de modo que la familia no se disguste. Además, la Biblia nosenseñaadevolverbienpormal.

—Peroesmuymolestoqueaunalaazotenyquelasaquenenmediodelsalónparaavergonzarlaantetodas.Yo,aunquesoymáspequeñaquetú,noloaguantaría.

—Debemossoportarconconformidadloquenosreservaeldestino.Esunamuestradedebilidaddecir«yonosoportaríaestoolootro».

Laoíaconasombro.Nopodíaestardeacuerdoconaquellaopinión.Mepareció queHelenBurns consideraba las cosas a una luz invisible paramisojos. Sospechaba que acaso tuviese razón y yo no, pero no pudiendoaveriguarlo de modo concreto, resolví aplazar las comparaciones entrenuestrosconceptosrespectivosparamejorocasión.

—Túnocometesfaltas.Amímeparecequeeresunaniñabuena.

—No debes juzgar por las apariencias.Miss Scartched tiene razón: dejosiempre las cosas revueltas, soy muy descuidada, olvido mis deberes, mepongoaleercuandodebíaaprenderlaslecciones,notengométodoy,aveces,digo,comotú,quenopuedosoportarlascosassistemáticas.Todoesolecrispalos nervios a la profesora, que es muy ordenada, muy metódica y muyespecial.

—Ymuycruel—añadí.

Helennodebíaestardeacuerdoconmigo.Guardósilencio.

—¿MissTempleestanseveracontigocomoMissScartched?

Aloírmencionarelnombredelainspectora,unadulcesonrisasepintóenelsemblantedeHelen.

—MissTempleesmuybondadosayledueleserseverahastaconlasniñasmásmalas.Me indica, amablemente, loserroresquecometoy, aunquehagaalgodignoderepresión,siempreestoleranteconmigo.Lapruebadequetengamalasinclinacionesesque,apesardesubondadydelorazonablementequeme dice las cosas, nome corrijo y sigo siendo lo mismo: no atiendo a laslecciones.

—¡Qué raro!—dije—. ¡Con lo fácil que es atender!—Para ti, sí.Te heobservadohoyenclaseyhevistolaatenciónqueponíascuandoMissMillerexplicaba la lección y te preguntaba. Pero a mí no me pasa eso. A veces,mientraslaprofesoraestáhablando,pierdoelhilodeloquediceycaigocomoenunsueño.Semefigura,alomejor,queestoyenNorthumberlandyquelosruidos que oigo son el rumor de un arroyuelo que corre próximo a nuestra

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casa.Cuandomedoycuentadedóndeestoydeveras,comonoheoídonada,noséquécontestaraloquemepreguntan.

—Peroestatardehascontestadobienatodo.

—Porcasualidad.Meinteresabaelasuntodelalecciónquenoshanleído.Hoy,envezdepensarenNorthumberland,pensabaenloasombrosodequeunhombre tan recto como Carlos I obrase tan injusta e imprudentemente enciertasocasiones,yenloextrañodequeunapersonaíntegracomoélnoviesemás allá de sus derechos de monarca. Si hubiese sabido mirar más lejoshubieracomprendidoloqueexigíaesoquesellamaelespíritudelostiempos.Yaves:yoadmiromuchoaCarlosI.¡Pobrerey,cómoloasesinaron!Losquelohicieronnoteníanderechoaderramarsusangre.¡Yseatrevieronahacerlo!

Helenhablabaenaquellosmomentoscomopara sí,olvidandoqueyonopodíacomprenderla,yaqueignoraba,opocomenos,todoloquesereferíaaaquelasunto.

Insistíeneltemaprimitivo.

—¿TambiénteolvidasdelaleccióncuandoteenseñaMissTemple?

—Casi nunca, porque Miss Temple tiene un modo muy particular deexpresarse,dicecosasmásinteresantesquemispensamientosycomoloqueenseñaysuconversaciónmegustanmucho,nopuedopormenosdeatenderla.

—¿AsíqueeresbuenaconMissTemple?

—Sí:medejollevarporellasinponernadademiparte,demodoqueenser buena no hay ningún mérito.—Sí lo hay. Eres buena con los que sonbuenos contigo. También a mí me parece ser buena así. Si todosobedeciéramosyfuéramosamablesconlosquesoncrueleseinjustos,ellosnonostemeríannuncayseríanmásmaloscadavez.Cuandonospegansinrazóndebemos devolver el golpe, para enseñar a los que lo hacen que no debenrepetirlo.

—Ya cambiarás de opinión cuando seas mayor. Ahora eres demasiadopequeñaparacomprenderlo.

—No,Helen; yo creo que no debo tratar bien a los que se empeñan entratarmemal yme parece que debo defenderme de los queme castigan sinrazón. Eso es tan natural como querer a las que me demuestran cariño oaceptarloscastigosquemerezco.

—Los paganos y los salvajes profesan esa doctrina, pero las personascivilizadasycristianas,no.

—¿Cómoqueno?Notecomprendo.

—Laviolencianoeselmejormediodevencerelodio,ylavenganzano

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remedialasofensas.

—¿Entoncesquéhayquehacer?

—Lee elNuevoTestamentoy aprende lo queCristo nos enseñóy cómoprocedía,yprocuraimitarle.

—¿QuéenseñabaCristo?

—Quehayqueamaranuestrosenemigos,bendeciralosquenosmaldicenydesearelbiendelosquenosodian.

—EntoncesyodeboamaramitíaybendecirasuhijoJohnyesomeesimposible.

Helen me preguntó entonces que a qué me refería y me apresuré aexplicárselotodo,contándoseloamimanera,sinreservasnipaliativos,sinotalcomolorecordabaylosentía.

Helenmeescuchóconpacienciahastaelfinal.Yoesperabaquemediesesuopinión,peronocomentónada.

—Bueno—dije—.¿Quéteparece?¿Noesciertoquemitíaesunamujermalvadayquetieneuncorazónmuyduro?

—Se ha portadomal contigo, sin duda, pero eso debe de ser porque nosimpatizacon tucarácter,como lepasaaMissScartchedconelmío... ¡Hayque ver con qué detalle recuerdas todo lo que te han hechoy te han dicho!¡Cómosienteslomalquetehantratado!¿Nocreesqueseríasmásdichosasiprocurases perdonar la severidad de tu tía? Amíme parece que la vida esdemasiadocortaparaperderlaenodiosinfantilesyenrecuerdosdeagravios.Es verdad que no hay que aguantar muchas cosas en este mundo, perodebemos pensar en el momento en que nuestro espíritu se desprenda denuestro cuerpo y vuelva aDios, que lo ha creado.Y entonces nuestra almadebeestarpura,porque¿quiénsabesinoserállamadaainfundirseenunsermuysuperioralhombre,enunsercelestial?Sería,encambio,muytristequeunalmahumanaseconvirtieraenalmadeundemonio.¡Noquieropensareneso!Paraquenosuceda,hayqueperdonar.Yoprocurodistinguiralpecadordelpecado.Odioelpecadoyperdonoalpecador,olvidolosagraviosquemehacen,yasívivotranquilaesperandoelfin.

Heleninclinólacabeza.Comprendíquenodeseabaseguirhablando,sinoabstraerse en sus propios pensamientos. Pero no pudo hacerlo durante largorato.Unainstructora,unamuchachagrandeytosca,seacercóyledijo,consurudoacentodeCumberland:

—HelenBurns:sinoponesenordenahoramismolaslaboresylascosasdetucajón,iréadecírseloaMissScartched.

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Helen,arrancadaasussueños,suspiróysefue,sindilación,acumplirlasórdenesdelainstructora.

VII

ElprimertrimestredemividaenLowoodmepareciótanlargocomounaedaddelmundo,ynoprecisamente laEdaddeOro.Hubedeesforzarmeenvencer infinitas dificultades, en adaptarme a nuevas reglas de vida y enaplicarme a tareas que no había hecho nunca. El sentimiento de depresiónmoralquetodoellomecausabaeramuchopeorquelastorturasfísicasquemeproducía,yno,enverdad,porqueéstasfueranpocas.

Durante enero, febrero y parte de marzo, las nieves y los caminosimpracticables nos confinaron entre los muros del jardín, que notraspasábamosmásqueparairalaiglesia.

Cada día pasábamos una hora al aire libre. Nuestras ropas eraninsuficientesparadefendernosdelrigurosofrío.Noposeíamosbotasylanievepenetraba en nuestros zapatos y se derretía dentro de ellos. No usábamosguantes y teníamos las manos y los pies llenos de sabañones. Mis piesinflamados me hacían sufrir indeciblemente, en especial por las noches,cuandoentrabanencalor,yporlasmañanasalvolveracalzarme.

Lacomidaquenosdabanerainsuficienteatodaslucesparanuestroapetitode niñas en pleno crecimiento. Las raciones parecían a propósito para undesganadoconvaleciente.Deestoresultabaunabuso,yeraquelasmayores,en cuanto tenían oportunidad, procuraban saciar su hambre arrancando conamenazassuraciónalaspequeñas.Másdeunavez,despuésdehabertenidoquedistribuirelpanmorenoquenosdabanalascinco,entredosmayoresqueme lo exigían, tuve que ceder a una tercera lamitad demi taza de café, ybebermeel restoacompañadode las lágrimassilenciosasqueelhambrey laimposibilidaddeoponermearrancabanamisojos.

Durante el invierno, los días más terribles de todos eran los domingos.TeníamosquerecorrerdosmillashastalaiglesiadeBroéklebridge,enlaqueoficiabanuestrodirector.Llegábamosheladas, entrábamosenel templomásheladoaúnypermanecíamos,paralizadasdefrío,mientrasdurabanlosOficiosreligiosos.Comoelcolegioestabademasiadolejosparairacomeryregresar,senosdistribuía,enelintervaloentrelosOficiosdelamañanaylatarde,unaración de pan y carne fría en la misma mezquina cantidad habitual de lascomidasdelosdíaslaborables.

DespuésdelosOficiosdelatarde,tornábamosalcolegioporunempinado

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caminobarridoporlosheladosvientosqueveníandelasmontañasdelNorte,ytanfríos,quecasinosarrancabanlapieldelacara.

Recuerdo aMiss Temple caminando con rapidez a lo largo de nuestrasabatidas filas, envuelta en su capa a rayas que el viento hacía ondear,animándonos, dándonos ejemplo, excitándonos a seguir adelante «comoesforzadossoldados»,segúndecía.Lasotraspobresprofesorasteníanbastanteconanimarseasímismasynolesquedabanenergíasparapensarenanimaralprójimo.

¡Quéagradable,al regresar,hubierasidosentarseal ladodel fuego!Peroesto a las pequeñas les estaba vedado: cada una de las chimeneas erainmediatamente rodeada por una doble hilera de muchachas mayores y laspequeñashabíandelimitarseaintentarcaldearsusateridasmanosmetiéndolasbajolosdelantales.

Alahoradelténosdabandobleracióndepanyunpocodemanteca:eraelextraordinariodeldomingo.Yolograba,generalmente,reservarmelamitaddeello;elresto,invariablemente,teníaquerepartirloconlasmayores.

La tardedeldomingoseempleabaenrepetirdememoriaelCatecismoyloscapítuloscinco,seisysietedeSanMateo.Además,habíamosdeescucharunlargosermónleídoporMissMiller.Enelcursodeestastareas,algunasdelas niñas menores se dormían y eran castigadas a permanecer en pie en elcentrodelsalónhastaqueconcluíalalectura.

Mr.Brocklehurstnoaparecióporlaescueladurantelamayorpartedelmesencuyocursolleguéalestablecimiento.Sindudacontinuabaconsuamigoelarcediano.Su ausencia fueun alivioparamí.Sobradecir que teníamotivosparatemersullegada.Peroésta,alfin,seprodujo.

Unatarde(llevabaentoncestressemanasenLowood),mientrasmehallabaabsortaenresolverenmipizarraunalargacuenta,misojos,dirigidosalazarsobreunaventana,descubrieronatravésdeellaunafiguraquepasabaporeljardín en aquel instante.Casi instintivamente le reconocí y cuando,minutosdespués, las profesoras y alumnas se levantaron en masa, ya sabía yo quequien entraba a largas zancadas en el salón era el que en Gateshead mepareciera una columna negra y me causara tan desastrosa impresión: Mr.Brocklehurst,enpersona,vestidoconunsobretodoabotonadohastaelcuello.Semefigurómásalto,estrechoyrígidoquenunca.

Yo tenía—ya lodije—mismotivospara temersupresencia: lapromesaquehicieraamitíadeponeraMissTempleyalasmaestrasenautosdemisperversasinclinaciones.

Se dirigió a Miss Temple y le habló. No me cabía duda de que estabaponiéndole en antecedentes de mi maldad y no separaba de ellos mis ojos

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ansiosos.

Sinembargo,loprimeroqueoídesdeelsitioenqueestabasentadadisipó,demomento,misaprensiones.

—DigaustedaMissSmithquenohehecholanotade lasagujasquehecomprado,peroquedebellevarlarelaciónytenerencuentaquesóloconvieneentregarunaacadadiscípula.Siselesdieranmás,tendríanmenoscuidadoylasperderían.Hayquepreocuparse tambiéndelrepasodemedias.Laúltimavezqueestuveaquívi,tendidas,muchasqueestabanllenasdeagujeros.

—Seseguiránsusórdenes,señor—dijoMissTemple.

—Lalavanderamehainformado—siguióél—dequealgunasdelasniñassemudandecamisadosvecesalasemana.Lasreglaslimitanlasmudasaunasemanal.

—Lo explicaré, señor. Agnes y Catherine Johnstone fueron invitadas atomareltéconalgunosamigosenLowtoneljuevespasadoy,portratarsedeeso,lespermitíponersecamisaslimpias.

—Bien;porunavezpuedepasar,peroprocurequeelcasonoserepitaamenudo.Hayotracosaquemehasorprendido.Alhacercuentasconelamadellaves,hevistoquesehabíaservidounaraciónextraordinariadepanyquesodurantelaquincenapasada.¿Cómoeseso?Hemiradolasdisposicionessobreextraordinarios y no he visto que se mencione para nada una raciónsuplementariade tal clase. ¿Quiénha introducido semejante innovación?¿Yconquéderecho?

—Yosoylaresponsable,señor—dijoMissTemple.Elpanyelquesosesirvieron un día en que el desayuno estaba tan mal preparado que ningunaalumnalopudocomer.Nomeatrevíahacerlasesperarsinalimentohastalahoradelacomida.

—Escúcheme un instante, señorita: usted sabe que mi plan educativorespectoaestasniñasconsisteennoacostumbrarlasahábitosdeblanduraylujo, sino al contrario, en hacerlas sufridas y pacientes. Si acontece algúnpequeñoincidenteenlapreparacióndelascomidasnohadesuplirseconalgomásdelicado,locualtenderíaarelajarlosprincipiosdeestainstitución,sinoque el hecho debe servir para edificación espiritual de las alumnas,fortificando sus ánimosmediante esa prueba pasajera. En ocasiones así, noestará de más una adecuada exhortación de las profesoras acerca de lossufrimientos de los primitivos cristianos y alguna alusión a las palabras delSeñor cuandopidió a sus discípulos que tomasen su cruz y le siguiesen.Espreciso recordar a las pupilas que el hombre no vive sólo de pan y citarlesalgunasdelasdivinaspalabras:«Bienaventuradoelquesufrapormiamor»,uotras.Sinduda,señorita,cuandodabaustedalasmuchachaselquesoyelpan

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en lugar del potaje quemado, atendía al bienestar de sus viles cuerpos, pero¿nopiensaustedquecontribuíaalaperdicióndesusalmas?

Mr.Brocklehurstcalló,comoabrumadopor laemociónque leproducíansuspalabras.

A medida que hablaba Mr. Brocklehurst, Miss Temple parecía irconvirtiéndosegradualmenteenunaestatuademármolysubocaysusojos,contraídosenunaexpresiónsevera,seapartabandeél.

Mr. Brocklehurst se dirigió a la chimenea, se paró junto a ella con lasmanos a la espalda y dirigió a toda la escuela una mirada majestuosa. Depronto,susojosseabrierondesmesuradamente.Dijérasequeibanasalirsedesusórbitas.Volviéndosealainspectora,dijo,conacentomenosserenoqueelacostumbrado:

—¿Qué es eso, Miss Temple? ¿Quién es aquella muchacha del pelorizado?¡Sí:todorizado!,aquelladelpelorojo.

Ysumanoseextendió,señalandoalobjetodesusiras.

—EsJuliaSevern,señor—repuso,concalma,MissTemple.

—¿Conque JuliaSevern? ¿Ypor quéha de llevar el cabello rizado?Niella ni ninguna. ¿Cómo osa seguir tan descaradamente las costumbresmundanas, rizándose los cabellos? ¡Enuna instituciónevangélicaybenéficacomoésta!

—Juliatieneelrizadonatural—repusoMissTemple,conmáscalmaaún.

—¡Pero nosotros no tenemos por qué estar conformes con la naturaleza!Quiero que estas niñas sean niñas deDios y nadamás. ¡Esas vanidades nopueden admitirse!Vuelvo a repetir que deseo que los peinados sean lisos ysencillos. ¡Nada de pelo abundante! Señorita: los cabellos de esamuchachavanasercortadosalrape:mañanaenviaréunpeluquero.Veoquehaymuchasque tienen el cabello demasiado largo.No, eso no...Vamos a ver:mande atodalaprimeraclasequesepongadecaraalapared.

MissTemple se pasó el pañuelo por los labios como para disimular unasonrisaydiolaorden.Volviendounpocolacabeza,pudepercibirlasmuecasy miradas con que las muchachas comentaban aquella maniobra. Fue unalástimaqueMr.Brocklehurstnopudieseverlastambién.

Despuésdeexaminardurantecincominutoslasnucasdelasalumnas,Mr.Brocklehurstpronunciósusentencia:

—Esprecisocortarelpeloatodaséstas.MissTempleparecióapuntodeprotestar.Señorita—prosiguióél—:yosirvoaunSeñorcuyoreinonoesdeeste mundo. Conviene mortificar a estas muchachas para que aprendan a

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dominar las vanidades de la carne. Sus cabellos deben, pues, ser cortados.Pensemoseneltiempoquepierdencomponiéndosey...

La entrada de otras visitantes, tres mujeres, interrumpió al director. Fueuna lástima que no oyeran el discurso de Mr. Brocklehurst, porque ibanespléndidamente ataviadas de terciopelo, seda, pieles y otras vanidades.Lasdosmás jóvenes (lindasmuchachas de dieciséis y diecisiete años) llevabanmagníficos sombrerosdecastorgris,muydemodaentonces, adornadosconplumas de avestruz, y de sus sienes pendían innúmeros tirabuzonescuidadosamente rizados. La señora de más edad vestía un costoso chal deterciopeloforradodearmiñoyllevabaunpostizodetirabuzonesrizados,alafrancesa.

Las visitantes —Mrs. y Misses Brocklehurst— fueron deferentementeacogidas por Miss Temple y acomodadas en asientos de honor. Debían dehabervenidoencocheconsureverendoesposoypadrey,alparecer,habíanprocedidoaexaminarloscuartosdearriba,mientrasélsededicabaaverificarlascuentasdelamadellavesylalavandera.DirigieronvariasobservacionesyreprochesaMissSmith,encargadade laropablancayde la limpiezade losdormitorios.Peroyonopudeoírlas,porqueotrostemasrequeríanmiatenciónmásin—mediata.

MientrasMr.BrocklehurstdabainstruccionesaMissTemple,yonohabíadescuidado lo concerniente a mi seguridad personal, seguridad sólogarantizablesimeponíaasalvodemiradasajenas.Paraelloprocurésentarmeenlaúltimafiladelaclasey,fingiendoestarabsortaenmiscuentas,coloquéla pizarra de modo que ocultase mi rostro. Pero no había contado con loimprevisto:latraidorapizarrasemedeslizó,nosécómo,deentrelasmanosycayó al suelo con ominoso ruido. Todas lasmiradas se concentraron enmí.Mientras me inclinaba para recoger los dos fragmentos en que se habíaconvertidolapizarra,reunítodasmisfuerzasymepreparéparalopeor.

—¡Quéniñatandescuidada!—dijoMr.Brocklehurst.

Y,enseguida,añadió—:Yaveoquees laalumnanueva.Tengoquedecirdospalabrasrespectoaella.Mandenveniraquíaesaniña—agregó, trasunsilencioquemeparecióinterminable.

Yo estaba tan paralizada, que por mí sola no hubiera podido moverme,pero dos muchachas mayores que se sentaban a mi lado me obligaron alevantarmeparacompareceranteelterriblejuez.

AlpasarjuntoaMissTemplelaoícuchichear:

—No tengas miedo, Jane. Has roto la pizarra por casualidad. No tecastigarán.

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Peroaquellaspalabrasnometranquilizaron.«Dentrodeunminuto,todasmetendránporunadespreciablehipócrita»,pensabayo.

YunimpulsodeiracontraMrs.Reed,Mr.Brocklehurstydemásenemigosmíosselevantabaenmicorazón.YonoeraHelenBurns.

—Póngalaeneseasiento—dijoBrocklehurstseñalandounomuyaltodelqueacababadelevantarseunainstructora.

Mecolocóallínoséquién:yonoestabapararepararendetalles.SólonotéquemicaraestabaalaalturadelanarizdeMr.Brocklehurst,queélestabaaunayardadedistanciademíyquedetrásseagrupabauntorbellinodesedas,terciopelos,pelosyplumasdeanimalesexóticos.Mr.Brocklehurstsevolvióasufamilia.

—¿Veis—dijo—: ven ustedes,Miss Temple, profesoras y alumnas, estaniña?

Eraevidentequesí,porqueyosentíafijasenmítodaslasmiradas.

—Yavenustedes lopequeñaqueesy tambiénquetienelaaparienciadeunaniñacomootracualquiera.Dios,ensubondad, lehadadoelaspectodetodos nosotros, sin que signo alguno exterior delate su verdadero carácter.¿Quién pensaría que el Enemigo tiene en ella un servidor celoso? Sinembargo,sientodecirlo,esasí.

Siguió la pausa.Comprendí que elRubicónhabía sidopasadoyque eraprecisosostenersefirmeantelaadversidad.

—Queridas niñas—siguió él—: lamentable es tener quemanifestar queestamuchachaesunapequeñaréproba.Pónganseenguardiacontraellay,deser necesario, eludan su compañía, elimínenla de sus juegos, rehúyan suconversación.Ustedes,señorasprofesoras,vigílenla,pesenbiensuspalabras,observenloquehace,castiguensucuerpoparasalvarsualma,sitalsalvaciónesposible.Porque—lalenguasemeestremecealdeclararlo—estamuchacha,tan pequeña, es peor que uno de esos niños nacidos en tierras paganas queoranaBrahmaysearrodillanantelosídolos,porquees...¡unaembustera!

Siguió una pausa de diez minutos. Las tres Brocklehurst sacaron suspañuelosyselosaplicaronalosojos,mientrascuchicheaban:

—¡Quéhorror!

Mr.Brocklehurstconcluyó:

—Lo he sabido por su bienhechora, por la caritativa y compasivamujerque recogió a esta niña cuando quedó huérfana, educándola como a suspropioshijos,ycuyagenerosidadybondadhansidotanmalpagadasporestaingratamuchacha,quedichaseñora tuvoquesepararladesushijos,a finde

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que con su corrupción no contaminase la pureza de aquellas inocentescriaturas. Ha venido aquí como los antiguos judíos al Betesda, parapurificarse. Señora inspectora, señoras profesoras: no dejen que las aguaspurificadorasseencenaguenconlapresenciadeestaniña.

Tras esta sublime conclusión,Mr.Brocklehurst se abrochó el botónmásalto de su abrigo, murmuró no sé qué a las mujeres de su familia, que selevantaron;hablóaMissTemple,ytodaslaspersonasmayoressalierondelahabitación.Mijuezsevolvióenlapuertaydecretó:

—Déjenlasentadaeneseasientomediahoramásynolapermitanhablarentodoloquequedadedía.

Así,yo,quehabíaaseguradoquenosoportaríalaafrentadepermanecerenpieenelcentrodel salón,hubedeestarexpuestaa lageneral irrisiónenunpedestal de ignominia. No hay palabras para definir mis sentimientos: mefaltabaelalientoysemeoprimíaelcorazón.

Yentoncesunamuchachaseacercóamíymemiró.¡Quéextraordinarialuzhabíaensusojos!¡Quécambiotanprofundoinspiróenmissentimientos!Fuecomosiunavíctimainocenterecibieseenlahorasupremaelalientodeunmártirheroico.Dominémisnervios,alcélacabezayadoptéenmiasientounafirmeactitud.

Helen Burns —era ella— fue llamada a su sitio por una observaciónreferente a la labor. Pero al volverse, me sonrió. ¡Oh, qué sonrisa! Alrecordarlahoy,comprendoqueeralamuestradeunainteligenciadelicada,deun auténticovalor,mas entonces su rostro, sus facciones, susbrillantes ojosgrises,meparecieronlosdeunángel.Y,sinembargo,nohacíaunahoraqueMissScartchedhabíacastigadoaHelenapasareldíaapanyaguaporquealcopiarunejercicio,echóunborrón.Así,eslanaturalezahumana:losojosdeMiss Scartched, atentos a aquellos mínimos defectos, eran incapaces depercibirelesplendordelasbuenascualidadesdelapobreHelen.

VIII

Elfindelamediahoracoincidióconlascincodelatarde.Todassefueronalrefectorio.Yomeretiréaunrincónoscurodelasalaymesentéenelsuelo.Los ánimos que artificialmente recibiera empezaban a desaparecer y lareacciónsobrevenía.Rompíenlágrimas.Helennoestabayaamiladoynadameconfortaba.Abandonadaamímisma,mislágrimasfluíanatorrentes.

YohabíaprocuradoportarmebienenLowood.Conseguíamigas,ganéelafecto y el aprecio de todos. Mis progresos habían sido muchos: aquella

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misma mañana Miss Miller me otorgó el primer lugar en la clase.MissTemplesonrióconaprobaciónymeofrecióque,sicontinuabaasídosmesesmás,semeenseñaríafrancésydibujo.Lascondiscípulasmeestimaban:lasdemiedadme tratabancomounamásyningunameofendía.Yheaquíque, en tal momento, se me hundía y se me humillaba. ¿Cómo podríalevantarmedenuevo?

«Deningúnmodo»,pensabayo.

Y deseé ardientemente la muerte. Cuando estaba expresando este deseocondesgarradoracento,aparecióHelenBurns.Metraíapanycafé.

—Anda,come—medijo.

Pero todo era inútil. Yo no podía reprimirmis sollozos nimi agitación.Helenmemiraba,seguramenteconsorpresa.

Se sentó junto a mí en el suelo, rodeó con sus brazos sus rodillas ypermaneció en aquella actitud, silenciosa como una estatua india. Yo fui laprimeraenhablar.

—Helen,¿porquéteacercasaunaniñaaquientodoelmundoconsideraunaembustera?

—¿Todoelmundo,Jane?Aquínohaymásqueochentapersonasyenelmundohaymuchoscientosdemillones.

—Sí, ¿pero qué me importan esos millones? Me importan las ochentapersonasqueconozco,yésasseburlandemí.

—Teequivocas,Jane.Seguramenteniunadelasdelaescuelaseburladetinitedesprecia,yestoyseguradequemuchastecompadecen.

—¿Cómo van a compadecerme después de lo que ha dicho Mr.Brocklehurst?

—Mr. Brocklehurst no tiene aquí muchas simpatías, ¿comprendes? Lasprofesoras y las chicas puedeque temiren con cierta frialdad undía o dos,perosisiguesportándotebien,lasimpatíaquetodastienenportiseexpresará,ymásqueantes.Además,Jane...

Yseinterrumpió.'

—¿QuéHelen?—pregunté,poniendomimanoentrelassuyas.

Ellameacariciólosdedos,comoparacalentármelos,yprosiguió:

—Aunque todo el mundo te odiase, mientras tu conciencia estuviesetranquila,nunca,créelo,tefaltaríanamigos.

—Miconcienciaestátranquila,perosilosdemásnomequieren,valemás

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morirquevivir.Noquierovivirsolaydespreciada,Helen.

—Tú das demasiada importancia al aprecio de los demás, Jane. Eresdemasiadovehemente,demasiadoimpulsiva.PiensaqueDiosnotehacreadosólo a ti y a otras criaturas humanas, tan débiles como tú. Además de estatierrayademásde la razahumana,hayun reino invisiblepobladoporotrosseres,y esemundonos rodeapor todaspartes.Esos seresnosvigilan, estánencargados de custodiarnos... Y si se nos trata mal, si se nos tortura, losángeles lo ven, reconocen nuestra inocencia (porque yo sé que tú eresinocente:loleoentusojos)yDios,cuandonuestraalmadejenuestrocuerpo,nosdarárecompensamerecida.Asíque,¿aquépreocupartetantodelavida,sipasatanprontoyluegonosesperalagloria?

Yocallé.Helenmehabíatranquilizado,peroenlacalmaquemeinfundíahabíaalgode inexpresable tristeza.Sinsaberporqué,mientrasellahablaba,yosentíaunavagaangustia,ycuando,alconcluir, tosiócontosseca,olvidémispropiossufrimientosparapensarenlosdemiamiga.

ApoyélacabezaenloshombrosdeHelenylaabracéporeltalle.Ellameatrajohaciasíy lasdospermanecimossilenciosas.Ya llevábamos largo ratodeaquelmodocuandosentimosentraraotrapersona.Elvientohabíabarridolas nubes del cielo y a la luz de la Luna que entraba por la ventanareconocimosenlareciénllegadaaMissTemple.

—Veníaabuscarte,Jane—dijo—.Acompáñameamicuarto.PuestoqueHelenestácontigo,quevengatambién.

Seguimosa la inspectoraa travésde los laberínticospasillosdeledificio,ascendimosunaescaleray llegamosa sucuarto.Unbuen fuegoardíaenél.MissTemplemandósentarseaHelenenunabutacabaja,juntoalachimenea;ellasesentóenotraymehizoirasulado.

—¿Qué?—dijo,mirándomealacara—.¿Setehapasadoyaeldisgusto?

—Yocreoquenosemepasaránunca.

—¿Porqué?

—Porqueme han acusado injustamente y porque creo que usted y todasvanadespreciarmedesdeahora.

—Nosotrasteconsideraremossiemprecomotemerezcas,pequeña.Siguesiendounaniñabuenaytequerrélomismo.

—¿Soybuena,señorita?

—Sí loeres—repuso,abrazándome—.Yahoradime:¿QuiénesesaqueMr.Brocklehurstllamatubienhechora?

—Mrs.Reed,laviudademitío.Mitíomurióymedejóacargodeella.

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—¿Asíquenoterecogióelladeporsí?

—No.Yoheoídosiemprealascriadasquemitíolahizoprometer,antesdemorir,quemetendríasiempreasulado.

—Bueno, Jane, ya sabes, y si no lo sabes yo te lo digo, que cuando seacusa a un criminal se le deja defenderse. Puesto que te han acusadoinjustamente,defiéndetelomejorquepuedas.Dime,pues,todalaverdad,perosinañadirniexagerarnada.

Pensé que convenía hablar con moderación y con orden y, después deconcentrarmeparaorganizarunrelatocoherente,expliquétodalahistoriademitristeniñez.Estabatanfatigada—yademástaninfluidaporlosconsejosdeHelen—queacertéaexponer lascosasconmuchomenosapasionamientoymásordenquedeordinario,ycomprendíqueMissTemplemecreía.

EnelcursodelahistoriamencionéaMr.Lloydynoomitílosucedidoenel cuarto rojo, porque me era imposible olvidar el sentimiento de dolor yagoníaquemeacometiócuando,trasmiangustiosasúplica,mitíaordenódenuevoquemerecluyesenenaquelsombríoyoscuroaposento.

Al terminar mi relato, Miss Temple me miró durante unos minutos ensilencio,yluegodijo:

—ConozcoalgoaMr.Lloyd: le escribiréy, si loqueélmedigaestádeacuerdo con lo queme has contado, se hará saber públicamente que tienesrazón.Yo,pormiparte,tedoylarazóndesdeahora,Jane.

Mebesóymeretuvoasulado.Mientrasyomeentregabaalinfantilplacerdecontemplar su rostro, suscabellos rizados, sublanca frentey susoscurosojos,MissTemplesedirigióaHelenBurns:

—¿CómoteencuentrasHelen?¿Hastosidomuchohoy?

—Nomucho,señorita.

—¿Tesiguedoliendoelpecho?

—Meduelealgomenos.

MissTempleselevantó,cogiólamanodeHelenyletomóelpulso.Volvióa su asiento y la oí suspirar apagadamente. Durante algunos minutospermaneciópensativa.Alfindijo,tocandolacampanilla:

—Vaya,hoysoismisinvitadasydebotrataroscomoatales.

Agregó,dirigiéndoseyaalacriada:

—Bárbara, aúnnohe tomadoel té.Tráigaloyponga tazas tambiénparaestasseñoritas.

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Trajeron el servicio. ¡Qué bonitos me parecieron el juego de china, latetera, el conjuntodel servicio colocado enunamesita junto al fuego! ¡Québien olían la bebida y las tostadas!No sin pena observé que de éstas habíapocas.Mesentíadesmayadadeapetito.MissTemplelocomprendió.

—Bárbara—dijo—, ¿no puede traer más pan ymanteca? Es poco paratres...

Bárbarasefueyvolvióenseguida.

—Señorita,Mrs.Hardendicequeeslacantidaddecostumbre.

Mrs.Hardeneraelamadellaves,unamujercuyocorazón,comoeldeMr.Brocklehurst,estabacompuestoporunaaleación,apartesiguales,dehierroypedernal.

—¡Vaya,quéselevaahacer,Bárbara!—contestóMissTemple.Yagregósonriendo—: Afortunadamente, por esta vez puedo suplir yo misma lasdeficiencias.

Hizo acercarse a Helen a la mesa, nos sirvió té y un apetitoso aunqueminúsculotrozodepanconmanteca,yluego,levantándose,sacódeuncajónunpastelgrande.

—Las tostadas son tan pequeñas —dijo—, que tendremos que tomartambiénalgodeesto.

Ycortóelpastelengruesasrebanadas.

Anosotrastodoaquellonossabíaanéctaryambrosía.Peroquizálomásagradable de todo, incluso más que aquellos delicados bocados con que sesatisfacían nuestros hambrientos estómagos, era la sonrisa con que nuestraanfitrionanosofrecíasusobsequios.

Terminadoelté,lainspectoranoshizosentarunaacadaladodesubutacayentablóunaconversaciónconHelen.

Miss Temple mostraba en todo su aspecto una sorprendente serenidad,hablabaconunlenguajegraveypropio,yproducíaentodoslossentidosunaimpresióndeagradoysimpatíaenlosquelaveíanylaescuchaban.PerodequienyoestabamásmaravilladaeradeHelen.

La merienda, el alegre fuego, la amabilidad de la profesora habíandespertado todas sus facultades. Sus mejillas se cubrieron de color rosado.Nuncahastaentonceslasvierayosinopálidasyexangües.Ellíquidobrillodesusojos lesdabaunabellezamayoraúnque lade losdeMissTemple:unabellezaquenoconsistíaenelcolor,nienlalongituddelaspestañas,nieneldibujo perfecto de las cejas, sino en su animación, en su irradiaciónadmirables.Sualmaestabaensuslabios,ysulenguajefluíacualunmanantial

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cuyoorigenyonopodíacomprender.¿Cómounamuchachadecatorceañosocultaba dentro de sí tales torrentes de férvida elocuencia? En aquellamemorablevelada,meparecíaqueelespíritudeHelenvivíaconlaintensidadde quien prefiere concentrar sus sensaciones en un término breve antes quearrastrarlas,apagadas,alolargodemuchosañosanodinos.

Hablaban de cosas que yo no había oído nunca, de naciones y tiempospasados, de lejanas regiones, de secretos de la naturaleza descubiertos oadivinados, de libros. ¡Cuántohabían leído las dos! ¡Cuántos conocimientosposeían! Los nombres franceses y los autores franceses parecían serlesfamiliares.

Pero cuando mi admiración llegó al colmo fue cuando Helen, porindicacióndeMissTemple,alcanzóuntomodeVirgilioycomenzóatraducirdellatín.Apenashabíaterminadounapágina,sonólacampanaanunciandolahoraderecogerse.

Nocabíadilaciónposible:MissTemplenosabrazóalasdosdiciéndonos,mientrasnosestrechabacontrasucorazón:

—Diososbendiga,niñasmías.

AHelen la tuvo abrazada un pocomás que amí, se separó de ella conmayordisgustoysusojoslasiguieronhastalapuerta.Laoísuspirarotravezcontristezaylavienjugarseunalágrima.

Al entrar en el dormitorio escuchamos la voz deMiss Scartched: estabainspeccionando los cajones y acababa de examinar el de Helen, quien fuerecibidaconunaásperareprensión.

—Esciertoquemiscosasestánenundesordenespantoso—medijoHelenenvozbaja.—Ibaaarreglarlas,peromeolvidé.

Alamañanasiguiente,MissScartchedescribióengruesoscaracteressobreun trozo de cartón la palabra «descuidada» y colgó el cartón, a guisa decastigo,enlafrentedespejada,inteligenteyserenademiamiga.Ellasoportóaquel cartel de ignominia hasta la noche, pacientemente, con resignación,considerándolounjustocastigodesunegligencia.

Encuantolaprofesorasaliódelasala,corríhaciaHelen,lequitéelcartelyloarrojéalfuego.Lafuriaquemiamigaeraincapazdesentir,habíaabrasadomipechodurantetodoaqueldíaygrandesycontinuaslágrimashabíancorridopor mis mejillas constantemente. El espectáculo de su triste sumisión meangustiabaelalma.

Lasemanasiguienteaestossucesos,MissTemplerecibiólacontestaciónde Mr. Lloyd. Este corroboraba cuanto yo había afirmado. Miss Templeconvocóatodalaescuelaymanifestóque,habiendoindagadosobrelaverdad

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delasimputacionesquesehicierancontraJaneEyre,teníalasatisfaccióndemanifestarqueloscargosnorespondíanalarealidadyqueyoquedabalimpiadetodatacha.Lasprofesorasmedieronlamanoymebesaronyunmurmullodesatisfaccióncorrióalolargodelasfilasdemiscompañeras.

Aliviadadeaquelominosopeso,renovédesdeentoncesmitareaconardor,resuelta a abrirme camino a través de todas las dificultades. Mis esfuerzosobtuvieron el resultado apetecido; mi memoria, no mala, se ejercitó con laprácticayéstaagudizómisfacultades.

—Pocas semanas después fui promovida a la clase superior a la mía yantes de dos meses comencé a estudiar francés y dibujo. Aprendí lasconjugaciones del verbo ser el mismo día en que dibujé mi primera casita(cuyosmuros,desdeluego,emulaban,porloderecho,losdelatorreinclinadadePisa).

Aquellanoche,alacostarme,nopensaba,comodecostumbre,enunacenadepatatasasadascalientesodelechefrescaypanblanco,loqueconstituíamidistracciónhabitual.Envezdeello,meparecíaverenlaoscuridadunaseriede ideales dibujos salidos demi lápiz: casas y árboles pintados ami gusto,rocas, ruinaspintorescas,vaquitas,mariposasvolandosobrepurpúreasrosas,pajaritospicoteandocerezas,nidosdeavecitasllenosdehuevoscomoperlasyrodeadodefestonesdehiedra...

Por otro lado, examinaba con incredulidad la posibilidad de llegar atraducirpormímismaciertolibritodecuentosfrancesesqueMadamePierrotme había mostrado aquel día. Pero antes de que este grave problema sesolventasementalmenteamisatisfacción,caíenundulcesueño.

Ya dijo Salomón: «Más vale comer hierbas en compañía de quienes osaman,quebuenacarnedebueyconquienosodia.»

Yo no hubiera cambiado Lowood, con todas sus privaciones, porGateshead,contodassusmagnificencias.

IX

Por otro lado, las privaciones o, mejor, las asperezas de Lowood ibandisminuyendo. Se acercaba la primavera, las escarchas del invierno habíancesado,susnievessehabíanderretidoysusheladosvientossetemplaban.Mismartirizadospies,aceradosporelagudocierzodefebrero,mejorabanconelsuavealientodeabril.Lasmañanasylasnochesyanoerandeaquelfríopolarquehacíahelarlasangreennuestrasvenas.Yapodíamosjugareneljardín,alairelibre,durantelahoraderecreo.Empezabanaasomarlosprimerosbrotes

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deflor;azafraneros,trinitariasycampánulasblancas.Lastardesdelosjuevesseconsiderabanfestivas.Dábamosduranteellalargospaseosypodíamosverflorecitasmásbellasaúnenelbordedeloscaminos.

Aabrilsucediómayo:unmayoluminoso,sereno.Losdíaserandesolydecielo azuly soplaban suavesbrisasdelSury elOeste.Lavegetacióncrecíalujuriante. El jardín de Lowood estaba verde, florecía por doquier. Olmos,fresnos y robles, antes secos, estaban ya cubiertos de hojas. Brotaban,espléndidas, infinitas plantas silvestres.Mil variedades demusgo cubrían elsuelo.

Más allá de las tapias del jardín se elevaban, frondosas, las colinas a lasazóndeslumbrantesdeverdor,dominandoelrecintodelcolegio.

Pero si el lugar tenía ahora un encantador aspecto, sus condicionessanitariasnoerantanencantadoras.

El profundo bosque en que Lowood estaba situado era, con sus aguasestancadas y su humedad, un foco de infecciones, cuando empezó laprimavera,eltifuspenetróenlosdormitoriosyenloscuartosdeestudiodondenosapiñábamos;y,enmayo,elcolegioestabaconvertidoenunhospital.

Lacasiextenuaciónfísicaoriginadaporlaescasezdealimentos,losfríossufridos, el descuido, la escasa higiene, habían predispuesto a todas a lainfecciónycincuentadelasochentaalumnastuvieronqueguardarcama.Lasclasessesuspendieron, ladisciplinaserelajó.Laspocasquenoenfermamosgozábamosdelibertadcasiilimitada.Losmédicoshabíanprescritoejercicioalairelibreparaconservarlasalud,yaunsintalprescripciónhubiéramosestadoen libertad por falta de personal suficiente para vigilarnos. Miss Templepasaba el día en el dormitorio de las enfermas y sólo lo abandonaba por lanocheparadescansaralgunashoras.Lasprofesorasestabanocupadasconlospreparativosdelamarchadelasafortunadasmuchachasqueteníanparientesque podían sacarlas de allí para evitar el contagio.Muchas, casi todas, sólosalierondelcolegioparairamorirasuscasas;otrasfallecieronenLowoodyfueronenterradasrápidamenteysinaparato.Lanaturalezadelaepidemianoconsentíadilaciones.

Mientras la desgracia se había convertido en huésped permanente deLowoodylamuerteensufrecuentevisitante,mientrasentresusmurostodoerasombríoyterrible,mientrasloscuartosylospasilloshedíanahospital,ydrogas y medicamentos luchaban en vano contra la oleada de mortalidad,mayo, fuera, brillaba más bellamente que nunca en las colinas y en losbosques que nos rodeaban. Crecían en el jardín las plantas de malva altascomo árboles; se abrían las lilas; rosas y tulipanes estaban en capullo y semultiplicabanlasmargaritas.Perotodaaquellariquezadecoloryperfumenoaliviaba la suerte de las pupilas de Lowood: sólo servía para engalanar las

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tapasdesusataúdes.

Yoylasdemásquenoestábamosenfermasgozábamosanuestroplacerdelas bellezas que nos rodeaban. Nos dejaban correr por el bosque, comogitanillas,delamañanaalanoche,yvivíamoscomoqueríamos.Tambiénenlosdemásaspectosestábamosciertamentemuchomejor.Mr.Blocklehurstysufamilia no se acercaban ahora nunca a Lowood, el ama de llaves se habíamarchado por miedo a la infección, y su sucesora, antigua matrona en eldispensariodeLowton,eramástoleranteymáscompasiva.Además,éramosmenosacomer,yaquelasenfermastomabanmuypocoalimento,ynuestrosplatos estaban siempre más llenos que antes. Cuando no había tiempo deprepararunacomidaen regla, loqueocurríaamenudoporentonces, senosdaba un trozo de pastel frío o un pedazo de pan y queso, y nos íbamos acomerloalbosqueanuestrasanchas.

Mi lugar favorito era una piedra ancha y lisa a la que se llegabaatravesando un arroyo del bosque, operación que yo realizaba después dedescalzarme.Lapiedraeralobastanteampliaparapermitirqueseinstalaraenellaconmigootraniña:MaryAnnWilson,algunosañosmayorqueyo,yalaque eligiera por camarada porque su trato me complacía mucho. Comoconocíalavidamejorqueyo,mecontabamuchascosasquemeencantaban.Mi curiosidad, a su lado, quedababien satisfecha.Meperdonaba fácilmentemisdefectosynotratabadeimponersucriteriosobremisopiniones.Teníaunturnoparahablaryyootroparapreguntar.Así,solíamosandarsiemprejuntas,experimentandomuchoplacer,sinomuchaventaja,ennuestrarelación.

¿QuésehabíahechodeHelenBurns?¿Porquéyonocompartíaconellamisdíasdedulcelibertad?¿Mehabíacansadodesucompañía?MaryAnnera,decierto,muyinferioramiprimeraamiga:sólopodíacontarmealgúncuentodivertido,mientrasHelenmehubieraofrecidoconsuconversaciónpuntosdevistamásvastos.

Pese a todosmis defectos, nome había cansado deHelen, ni dejado deabrigar hacia ella un sentimiento tan devoto, profundo y tierno como nuncaexperimentara mi corazón. ¿Y cómo podía ser de otro modo si Helen nodejaba jamásdemanifestarmeunaamistad lealyserena, jamás interrumpidapordisgustosnimaloshumores?

Pero Helen se encontraba entonces enferma y yo había dejado de verlahacíavariassemanas.Noestabaenlazonadeledificiodestinadaalasdemáspacientes,porquesuenfermedadnoeratifus,sinotuberculosis,dolenciaqueyo,enmiignorancia,creíasusceptibledecurarsecontiempoycuidados.

Me confirmaba esta idea el hecho de que, una o dos veces, cuando lastardeseranmuybuenasycalurosas,MissTemplesolíasacaraHelenaljardín.Masyonolepodíahablar,porqueella,sentadaenlagalería,estabaamucha

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distanciademí,quemehallabaenelbosque.

Unatarde,aprincipiosdejunio,estuveenelbosqueconMaryAnnhastamuy tarde.Comode costumbre, noshabíamos separadode las demásynosalejamos tantoquenosextraviamos.Paraorientarnos tuvimosquepreguntarenuna cabaña solitaria.Al regresar, yahabía salido la luna.A lapuertadeljardín estaba una jaca, que reconocimos como la del médico. Mary Annsugirióquealgunadebíahallarsemuymalcuando llamabanaMr.Bates tantarde.

Ellapenetróenlacasa.Yomequedéunosminutosplantandoenmiparceladel jardín unas raíces que había recogido en el bosque y que temía que sesecasensilasdejabaparalamañanasiguiente.

Terminadami tarea, permanecí allí un breve rato aún.Olían suavementelasflores,caíaelrocío,lanocheeraapacible,cálidaymajestuosa.LabrisadelOesteprometíaundíasiguiente tanbuenocomoelqueacababadeterminar.Lalunaselevantabalentamenteenelcielo.

Yocontemplabaaquelespectáculogozandodeéltantocomopuedegozarunniño.Yenmimenteseelevóunpensamientonuevoenmíhastaentonces:

«¡Quétristeesestarenfermo,enpeligrodemuerte!Elmundoeshermoso.¡QuéterribledebedeserquelearrebatenaunodeélparairapararDiossabedónde!»

Micerebrohizoentoncessuprimeresfuerzoparacomprendercuantoenélse había imbuido respecto al cielo y al infierno. Por primera vez me sentíconturbadayhorrorizada.Yporprimeraveztambién,mirandoentornomío,mesentírodeadaporunabismoimpenetrable.Sóloexistíaunpuntofirme:elmundo en que me apoyaba, y todo en torno, eran nubes imprecisas yprofundidadesvacías.Meestremecíanteelpensamientodevermealgunavezprecipitadaenaquelcaos.Mientrasmeditabaestasideas,oíabrirselapuerta.Mr.Batessalíayunaceladoraibaconél.Cuandoelmédicohubomontadoypartido,corríhacialamujer.

—¿CómoestáHelenBurns?

—Muymal—mecontestó.

—¿EsellaaquienMr.Bateshavisitado?

—Sí.

—¿Yquédice?

—Quenoestaráaquímuchotiempo.

Dehaberoídotalfraseeldíaanterior,yohubieradeducidoquemiamigaibaasertrasladadaaNorthumberland,asupropiacasa.Nohabríasospechado

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queaquellosignificabaqueHelenibaamorir.

Pero en aquel momento lo comprendí inmediatamente. Me parecióevidenteque losdíasdeHelen en estemundoestaban contadosyque iba apasaralaregióndelosespíritus.Mesentíhorrorizadaydisgustadayalavezexperimentélaimperiosanecesidaddeverla.Pregunté,pues,enquécuartosehallaba.

—EnlahabitacióndeMissTemple—contestólaceladora.

—¿Puedoiraverla?

—No,niña,no.Noesposible.Anda, entra.Estahoraesmalaparaestaraquífuera.Teexponesacogerlafiebre.

La mujer cerró la puerta y me dirigí al salón de estudio. Ya era elmomento. El reloj daba las nueve yMissMiller comenzaba a llamar a lasdiscípulasparairaldormitorio.

Nopudeconciliarelsueñoy,unasdoshorasmástarde,cuandosentíquetodas mis compañeras dormían, me levanté sin miedo, me puse el vestidosobrelaropadenochey,descalza,salíenbuscadelcuartodeMissTemple.Estabaalotroextremodelacasa,peroyoconocíaelcaminoy,alaluzdeunaespléndida luna de verano que entraba, aquí y allá, por las ventanas de loscorredores,meorienté sin dificultades.Un fuerte olor de alcanfor y vinagreinvadíalospasillospróximosaldormitoriodelasenfermas.

Paséjuntoalapuertacautelosamente,paraquelaceladoraquepasabalanoche en el dormitorio no me sintiese. Temía que me descubrieran y mehiciesenvolveratrás.YyonecesitabaveraHelen.Queríaabrazarlaantesdemorir,darleelúltimobeso,cambiarconellalaúltimapalabra.

Descendí una escalera, atravesé parte del piso bajo y abrí y cerrésilenciosamentedospuertas.SubíotrotramodeescaleraymeencontréantelaalcobadeMissTemple.

Reinabaunsilencioprofundo.Sefiltrabaunasuaveluzporelagujerodelacerraduraybajolapuerta,queestabaentornada,sindudaparaquelaenfermapudieserespirarairefresco.Impacienteyangustiada,empujéelbatiente.Misojosbuscaron,ansiosos,aHelen.Temíaencontrarlamuerta.

ContiguoallechodeMissTempleymediotapadaporsuscortinasblancas,habíaunacamita.Divisébajolasropasdelacamaunaformahumana,perolacaraestabacubiertaporlostapices.Lasirvientaaquienyohablaraeneljardíndormía,acomodadaenunabutaca.Unabujíaamedioconsumirardíasobrelamesa.MissTemplenoestaba.Luegosupequehabíasidollamadaparaatenderaunaenfermaquesufrieraunaccesodedelirio.Avancé;medetuvealladodela cama.Mi mano tocó la cortina. Pero preferí hablar antes que mirar: me

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asustaba la posibilidad de encontrar un cadáver. —Helen—murmurésuavemente—:¿Estásdespierta?Ellasemovióyseparólascortinas.Surostroaparecía pálido y consumido, pero tranquilo como siempre.Me pareció tanpococambiada,quemitemorsedisipóinstantáneamente.

—¿Es posible que seas tú, Jane? —me dijo con su amable voz decostumbre.

«No —pensé—: no es posible que vaya a morir. No moriría con esaserenidadnihablaríacomohabla.Estánequivocados».

Meinclinésobremiamigaylabesé.Sufrenteestabahelada.Susmejillas,sus manos, sus muñecas, estaban heladas también y parecían transparentes.Perosusonrisaeralahabitual.

—¿Cómo has venido, Jane? Sonmás de las once: las he oído dar hacealgunosminutos.

—He venido a verte, Helen. Me han dicho que estabas mala y no hepodidodormirmesinhablarteprimero.

—Hasllegadoatiempodedecirmeadiós.Probablementeseráelúltimo.

—¿Esquetevas,Helen?¿Tellevanatucasa?

—Sí,amicasa;amiúltimacasa,aladefinitiva.

—No,no,Helen—murmuré,acongojada.

Y,mientrastratabadereprimirmislágrimas,ungolpedetosacometióamiamiga.Noobstante,nodespertóalaceladora.Cuandohubopasadoelacceso,mecuchicheó:

—Jane,tieneslospiesdesnudos.Tápatelosconmicolcha.

Lohiceasí:ellameabrazóypermanecimosunratojuntas,muyapretadas.Elladijo,luego,siempreenvozbaja:

—Soyfeliz,Jane.Nocreasquemehedisgustadocuandoheoídodecirqueibaamorir.Todoshemosdemoriralgunavez.Además,estaenfermedadnoescruel:hacesufrirpocoynoperturbalossentidos.Nodejoquienesmelloren.Tengopadre,peroúltimamentehavueltoacasarseynomeecharágrancosade menos. Muriendo joven, me evito muchos sufrimientos. Yo no tengocualidades ni dotes para abrirme camino en el mundo y estaría siempre, siviviese,cometiendoerrores.

—Pero¿quévaaserdeti,Helen?¿Acasosabesadóndevasairaparar?

—Sí,losé,porquetengofe.VoyareunirmeconDios,nuestrocreador.Meentregoensusmanosyconfíoensubondad.Cuentoconimpaciencialashorasquefaltanparaeseventurosomomento.Diosesmipadreymiamigo:leamo

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ycreoqueÉlmeamaamí.

—¿Volveréaverte,Helen,después...,despuésdemimuerte?

—Sí,vendrásalamismamansióndedichayelmismoPadredetodosterecibirá,Jane.

Hubiera querido preguntarle dónde estaba aquella mansión y si existía,perocallé.AbracéotravezaHelenyescondímicabezaensupecho.Ellamedijo,condulcetono:

—¡Quéagustomesiento!Elúltimogolpedetosmefatigóunpocoycreoque ahora podría dormirme. Pero no es necesario que te vayas, Jane. Meencuentromuybienatulado.

—Estarécontigo,Helen.Nomeirédeaquí.

—¿Estáscalientita?

—Sí.

—Entonces,quedescanses,Jane.

Mebesó,labesé,yambasnosdormimosenseguida.Cuandomedespertéera de día. Noté en torno mío un movimiento inusitado. Una celadora mellevabaenbrazosaldormitorioatravésdeloscorredores.

Nomereprendieronporsalirdemihabitación.Todosestabandemasiadoocupadosparapensarenminucias.Nosemedioexplicación,nicontestaciónalgunaamismuchaspreguntas.Peroundíaodosmástardemeenterédeque,alvolverMissTempleasualcoba,meencontró tendidaenlacamita,conlacabezasobreelhombrodeHelenymisbrazosrodeandosucuello.YoestabadormidayHelenestaba...muerta...

Su tumba está en el cementerio de Brocklebridge. Durante quince añosdespuésdesumuerte, sólo lacubrióunmontónde tierraenelquecrecía lahierba. Ahora, una lápida de mármol gris, con su nombre y la palabra«Resurgam» inscritos en ella, marca el lugar donde yace para siempre miamiga.

X

Hastaahoraheconsagradovarioscapítulosadetallartodoslospormenoresde mi insignificante existencia. Pero ésta no es una biografía propiamentedicha y, por tanto, puedo pasar en silencio el transcurso demi vida duranteocho años a partir de los diez, no consagrándole más que algunas breves

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líneas.

Una vez que la fiebre tífica hubo cumplido su tarea de devastación enLowood,desaparecióporsímisma,peronoantesdequesuvirulenciahubiesellamado la atención pública. Hecha una investigación sobre el origen de laepidemia, la indignación general fue muy grande. Lo malsano delemplazamientodelcolegio,lacantidadycalidaddelacomidadelasniñas,elagua infectada que se usaba en su preparación y la insuficiente limpieza,vestuario e instalación de las recogidas, produjeron un resultado muymortificanteparaMr.Brocklehurst,peromuybeneficiosoparalainstitución.

Personas adineradas y bondadosas del condado suscribieron generosasaportacionesparalamejoradelcolegio,seestablecieronnuevasreglas,ylosfondosdelaescuelaseenviaronaunaComisiónquedebíaadministrarlos.LomuyinfluyentequeeraMr.Brocklehurstimpidióquefuesedestituido,peroselerelegóalcargodetesoreroyotraspersonas,máscompasivasymejoresqueél, asumieron parte de los deberes que antes ejerciera. La escuela, muymejorada, se convirtió entonces en una verdadera institución de utilidadpública. Yo viví en ella ocho años desde su reorganización: seis comodiscípula y dos como profesora, y puedo atestiguar, en ambos sentidos, elsaludablecambiooperadoenlacasa.

Duranteaquellosochoañosmividafuemonótona,peronoinfeliz,porquenunca estuve ociosa. Tenía a mi alcance las posibilidades de adquirir unasólidainstrucción,eraaplicadaydeseabasobresalirentodoygranjearmelassimpatías de las profesoras. Cuando llegué a ser la primera discípula de laprimera clase, fui promovida a profesora y desempeñé el cargo durante dosaños,alcabodeloscualesmividasemodificó.

MissTemple,atravésdetodosloscambios,habíaconservadosucargodeinspectora.Aelladebíayocasi todosmisconocimientos.Su tratoyamistaderanmimayorsolaz:eraparamíunamadre,unamaestrayunacompañera.Alfinsecasóconunsacerdote,unhombretanexcelente,quecasisemerecíaunamujercomoella,ysetrasladóaotraparteavivir.Perdí,pues,aaquellabuenaamiga.

Al irsemeparecióque se iban también todos los sentimientos, todas lasideasquemehicieranconsiderar,enciertomodo,aLowoodcomomipropiacasa.YohabíaasimiladomuchasdelascualidadesdeMissTemple:elorden,la serenidad, la auto convicción de que era feliz. A los ojos de las demáspasaba por un carácter disciplinado y tranquilo y hasta a mí misma me loparecía.

Pero el destino, en forma del padre Nasmyth, se interpuso entre MissTempleyyo.Lavi,porúltimavez, a raízde laboda, subir, con su ropadeviaje,alasilladePostaqueselallevaba,yluegocontempléelvehículosubir

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lacolinaydesaparecerentrelosárboles.Meretiréamialcobaypaséasolascasi todo el resto del día que, en atención a lo excepcional del caso, seconsiderabasemifestivo.

Todoeltiempoestuvepaseandopormicuarto.Alprincipiocreíquesólomehallabatristeporlapérdidademiamiga.Peroalcabodemisreflexioneslleguéaotrodescubrimiento,yeraeldeque,desaparecidaMissTempley,conella, la atmósfera de serenidad que la rodeaba y que yo asimilara, seesfumaban también todos los pensamientos y todas las inclinaciones que elcontactoconellameprodujeran,yvolvíaasentirmeenmielementonaturalya experimentar las antiguas emociones. Hasta entonces, mi mundo habíaestadoreducidoalasparedesdeLowoodymiexperienciaseconstreñíaaladesusreglasysistemas.Másahorarecordabaquehabíaotromundo,yenélun amplio campo de esperanzas, sensaciones y goces para quien tuviera elvalordearrastrarsuspeligros.

Abrílaventanaymiréalexterior.Losdoscuerposdeledificio,el jardín,las colinas que lo dominaban... Mis ojos contemplaron las cumbres azules;aquellas alturas cubiertas de rocas ymatorrales eran como los límites deunpresidio, de un destierro... Imaginé la blanca carretera que, bordeando elflanco de una montaña, se desvanecía entre otras dos, en un desfiladero, yevoquélalejanaépocaenqueyosiguieraaquelcamino.Recordéeldescensoentrelasmontañas:parecíaquehubieratranscurridounsiglodesdequellegaraa Lowood para no volver a salir de él.Mis vacaciones habían transcurridosiempreenelcolegio.Mi tíanome llamónuncaaGateshead,niellani sushijosmevisitaronjamás.

Yonomecomunicabaparanadaconelmundoexterior.Reglasescolares,deberes escolares, costumbres escolares, voces, rostros, tipos, preferencias yantipatíasdentrodelaescuela:taleraloqueyoconocíadelmundo.Yahorasentíaqueestonomebastaba,queestabafatigadadelaruinadeaquellosochoaños.

Deseabalibertad,ansiabalalibertadyoréaDiosporconseguirlalibertad.Necesitabacambios,alicientesnuevosy,enconclusión,reconociendolodifícilqueeraconseguirlalibertadanhelada,roguéaDiosque,almenos,sihabíadecontinuarenservidumbre,meconcedieseunaservidumbredistinta.

Enaquelmomento,lacampanallamóacenaryyodescendílasescaleras.

Nopudereanudarelhilodemispensamientoshastalahoradeacostarme.Y,aunentonces,otraprofesoraquecompartíamialcobameabrumóconunaprolongada efusión de locuacidad. ¡Con qué afán deseaba yo que el sueñoimpusiesesilencioamicompañera!Semefigurabaque,sipodíaretrotraermeamismeditacionesdepocoantes,juntoalaventana,quizálograraquesemeocurriesealgunasugerenciacapazdefacilitarlaconsecucióndemisdeseos.

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Al fin, Miss Gryce comenzó a roncar. Era una robusta galesa llena desalud. Hasta entonces, sus ruidos nasales me habían molestadoconsiderablemente. Pero aquella noche fue un alivio para mí oírla roncar,porque ello me libraba de inoportunidades. Y mis pensamientos de antesrecuperaroninstantáneamentesuactividad.

«Unanuevaservidumbre»,reflexioné.Ciertoqueesapalabranosuenatandulce como las de libertad, alegría, sensación. Pero tales vocablos, aunquedeliciosos,nosonparamímásqueeso:merosvocablos,yprobablementemuydifíciles de convertir en realidades. Mas una nueva servidumbre es cosahacedera.Servir,sepuedesiempre.Yoheservidoaquíochoaños.¿Porquénohedepoderhacerloenotrositio?Sí,sípuedo.Nadietienederechoamandarenmi voluntad.Loque pienso es realizable: no hace faltamás sino quemiimaginacióndescubralosmediosdeconseguirlo.

Mesentéenel lecho,quizáparaestimularmi imaginación.Lanocheerafría.Meechéunchalsobreloshombrosyconcentrémispensamientosenelmododeresolverelproblemaquemepreocupaba.

«¿Quéquiero?Unempleonuevo,enunsitionuevo,entrecarasnuevasyen condiciones nuevas. Quiero esto, porque no puedo aspirar a cosamejor.¿Qué hacen los que desean obtener un empleo diferente al que tienen?Supongoqueapelaránasusamigos,peroyonotengoamigos.Ahorabien,haymuchosquenotienenamigosysevalenporsímismos.¿Cómolohacen?»

Yonopodíadecirlo,niteníaquienmeloaclarara.Tratédeponerenordenmi cerebro para encontrar la respuesta justa y pronta. Trabajé mentalmentedurante una hora, con intensidad.Mis sienes ymi pulso latían apresurados.Peromis esfuerzos eran inútiles:me debatía en un caosmental. Excitada yfebril por aquella estéril tarea, di un paseo por la alcoba para calmarme.Através de la cortina de la ventana vi brillar algunas estrellas. Sentí unescalofríoymevolvíallecho.

Sinduda,enmiausenciadellecho,unhadabondadosahabíacolocadolaanhelada sugerencia sobre mi almohada porque, apenas acostada, di con lasolución:

«Losquedeseanunempleo,seanuncian.Portanto,hayqueanunciarseeneldiariodelcondado.»

¿Cómohacerlo?La respuesta fue también inmediata:«Ponesel textodelanuncioyelimporteenunsobredirigidoaleditordelperiódicoylodepositastodo, en la primera oportunidad que tengas, en la oficina de Correos,advirtiendoenelanuncioquedirijanlacontestaciónaJ.E.,ListadeCorreos.Al cabo de una semana puedes ir a buscar las cartas que haya y obrar enconsonanciaconellas.»

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Unavezquehube estudiado el plan y dado los últimos toques,me sentísatisfecha y pude dormirme al fin. Me levanté muy temprano, redacté mianuncioyloguardéenelsobreantesdequehubieratocadolacampanadandolaseñaldelevantarse.

Elanunciorezabaasí:

«Señorita joven,acostumbradaaenseñar(nomefaltabarazón:¿acasonohabía ejercido de maestra durante dos años?), desea colocación en casaparticular para educar niños menores de catorce años (yo pensaba que,teniendo yo dieciocho, no me respetarían mis pupilos si contaban mi edadaproximada). Conoce todo lo esencial para dar una buena instrucción, asícomo francés, dibujo y música (en aquellos tiempos, lector, éste ahorareducidocuadrodeconocimientos,eramuypasadero).DirigirseaJ.E.,ListadeCorreos,Lowton,condadode...»

Todo el día permaneció aquel importante documento en mi gaveta.Despuésdel té,pedípermisoa lanueva inspectorapara iraLowtonahaceralgunosrecadillosmíosydealgunasdemisdiscípulas.Otorgadoelpermiso,mepuseenmarcha.Habíaunacaminatadedosmillasylatardecaíaya,perolosdíaseranlargosaún.Visitéunaodostiendas,depositémicartayregreséenmediodeunalluviatorrencial,conlasropascaladas,peroconelcorazónalegre.

La semana siguiente me pareció muy larga. Llegó, no obstante, a sutérmino, como todas las cosas de este mundo, y de nuevo, al caer de unaagradabletardedeotoño,meencontrérecorriendoapieelcaminodeLowton.La ruta era pintoresca, pero yo pensabamás en las cartas que hubiera o nohubieseenCorreosqueenelencantoquepudierantenerarroyos,praderasycañadas.

El pretexto de mi excursión, esta vez, era tomarme medida de unoszapatos. Fui, pues, primero al zapatero y luego recorrí la quieta calle queconducíaalaadministracióndeCorreos,lacualestabaacargodeunaancianaseñoraqueusabalentesyllevabamitonesnegros.

—¿HaycartasanombredeJ.E.?—pregunté.

Memiróporencimadeloslentesyrevolvióenuncajón.Noaparecíanadaymisesperanzascomenzaronadecaer.AlfinencontróunacartadirigidaaJ.E.Laexaminólargamenteyluegomelatendióatravésdelmostrador,nosindirigirmeotrainquisitivaydesconfiadamirada.

—¿Nohaymásqueuna?—interrogué.

—Nadamás—repuso.

La guardé en el bolsillo y me apresuré a regresar. La disciplina del

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establecimientoexigíaqueyoestuviesedevueltaantesdelasochoyeranyacasilassieteymedia.

Al llegar, tenía que cumplir varias obligaciones todavía: estar con lasmuchachasdurante lahoradeestudio, leerles lasoraciones,acompañarlasallechoycenarconlasdemásprofesoras.Luego,alretirarme,lainevitableMissGrycemeacompañó.Enelcandelerosóloquedabaunpequeñocabodevelaytemí que la conversación de mi compañera durase más que el cabo, peroafortunadamentelapesadacenaquehabíadeglutidohizosobreellaunefectosoporífico.Antesdeterminardedesvestirme,yaestabaroncando.

Quedabaaúnunapulgadadevela:asuluzleílacarta,queeramuybreve:

«Si J. E. posee los conocimientos indicados en su anuncio del pasadojueves,ysipuededarbuenasreferenciasdesucompetenciayconducta,seleofreceunempleoparaatenderaunasolaniña,dediezañosdeedad.Elsueldoson treinta libras al año. J. E. puede enviar informes, nombre, dirección ydemásdetallesa:Mrs.Fairfax,Thornfield,Millcote,condadode...»

Examiné detenidamente el papel: la escritura era un poco anticuada einsegura,comodemanodeanciana.Talcircunstanciamepareciósatisfactoria.Yo temía, al lanzarme a aquella empresa por mis propios medios, vermeenvueltaenalgúnenredo,ydeseabaquetodomarchasebien,conseriedad,enregla.Ymeparecíaqueunaseñoraancianaeraunbuenelementoenunasuntocomoelqueteníaentremanos.MeparecíaveraMrs.Fairfaxconungorritoyun traje negro de viuda, tal vez seca de trato, pero no grosera: un tipo deseñorainglesaalaantiguausanza.Thornfieldera,sinduda,elnombredesucasa,seguramenteunlugarlimpioyordenado.Millcote,condadode...EvoquémentalmenteelmapadeInglaterra.MillcoteestabasituadosetentamillasmáscercadeLondresqueel lugardondeyoresidíaahora,yerauncentrofabril.Mejor que mejor: habría más movimiento, más vida. Mi cambio iba a sercompleto.Laideadevivirentreinmensaschimeneasynubesdehumonoeramuyfascinadora,«pero—pensé—sindudaThornfieldestarábastantelejosdelaciudad».

Enaquelmomentoseextinguiólaluz.

Al día siguiente di nuevos pasos en mi asunto. Mis planes no podíancontinuarsecretos:eraprecisocomunicarlosa losdemásparaquellegasenabuenfin.Pedíyobtuveunaaudienciadelainspectorayleindiquéqueteníalaposibilidad de obtener una colocación con doble sueldo de las quince librasanuales que me pagaban en Lowood. Le rogué que hablase con Mr.Brocklehurstuotromiembrodelpatronatoparaquemeautorizasenacitarelcolegio como referencia. Ella consintió amablemente en actuar comomediadora.

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Lainspectora,enefecto,hablódelasuntoconMr.Brocklehurst,yéstedijoque había que contar ante todo con mi tía, que era mi tutora por derechopropio.

Seescribió,portanto,aMrs.Reed.Mitíarespondióqueyopodíahacerloque quisiera, ya que ella había renunciado, desde mucho tiempo atrás, aintervenirenmisasuntos.

Lacartafuepasadaalpatronatoyéste,trasunpesadotrámite,meconcediópermiso para trasladarme al nuevo empleo que se me ofrecía, dándome,además,laseguridaddequesemeexpediríauncertificadoacreditativodemicapacidadybuencomportamiento,comoalumnaycomoprofesora, firmadoporlosdirectoresdelainstitución.

Unavezquesemeentregódichocertificado—enloquesetardóunmes— envié copia de él a Mrs. Fairfax, quien contestó diciendo que estabasatisfechayqueenunplazodequincedíaspodía ira tomarposesióndemipuestodeinstitutriz.

Laquincenapasórápidamente.Iniciémispreparativos.Yonoteníamucharopa,sinosólolaimprescindible.LaguardéenelmismobaúlqueochoañosatrástrajeraaLowood.

Todoquedóempaquetadoypreparado.Mediahoradespuésfuellamadoelrecadero que debía llevar mi equipaje a Lowton. Yo saldría a la mañanasiguiente,muy temprano, para tomar allí la diligencia.Tenía ya limpios y apuntomi traje negro de viaje, mi sombrero, mis guantes ymimanguito, yhabíarevisadotodosmiscajonesparaasegurarmedequenomedejabanada.Pero aunque había pasado todo el día en pie, me resultaba imposible estarquietasiquierauninstante,taleramiexcitación.Aquellanocheibaacerrarseunaépocademividayunanuevaibaaabrirsealamañanasiguiente.¿Quiénpodíadormirenelintervalo?

Unacriadameabordóenelpasilloporelqueyopaseabainquietacomounalmaenpena.

—Señorita—medijo—:unapersonadeseahablarconusted.

Nopregunté quién era. Pensé que elmandadero.Corrí escaleras abajo ymedirigía lacocina,dondesupuseque lehabríanhechopasar.Alcruzarelsalónenquenosreuníamoslasmaestras,unapersonasalióamiencuentro:

—¡Es ella! ¡Estoy segura! —dijo la persona que me cortaba el paso,cogiéndomelamano.

Miré y vi a unamujer joven aún, con aspecto de sirvienta bien vestida.Teníaelcabelloylosojosnegrosysutalanteeramuyagradable.

—¿Es posible que no me recuerde usted, Miss Jane?—dijo con voz y

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sonrisaquereconocíenseguida.

Labeséyabracé.

—¡Bessie,Bessie,Bessie!—fuecuantoacertéadecir.Ellallorabayreíaalavez.Luegolasdospasamosalsalón.Juntoalfuegohabíaunniñodeunostresañosconuntrajecitoarayas.

—Mihijo—dijoBessie.

—¿Conquetehascasado,Bessie?

—Sí, hace unos cinco años.ConRobertLeaven, el cochero.Además deBobby,tengounaniñaylahebautizadoconelnombredeJane.

—¿NovivesenGateshead?

—Vivoenlaportería.Elporteroantiguosefue.

—¿Cómoestán todos allí?Pero antes, siéntate,Bessie. ¿Quieres sentarteenmisrodillas,Bobby?

Bobbyprefirióinstalarseenlasdesumadre.

—Noestáustedmuyaltanimuyguapa,MissJane—dijoBessie—.Semefiguraquenolehaidomuybienenelcolegio.MissElizalellevaaustedlacabezayconMissGeorgianasepuedenhacerdoscomousted.

—¿Esmuyguapa?

—Mucho.ElúltimoinviernoestuvoenLondresytodoslaadmiraban.Unseñorito jovenseenamoródeella.¿Nosabe loquepasó?Puesquehuyeronjuntos.Perolesencontraronatiempoylosdetuvieron.FueMissElizaquienlesencontró.Creoqueestáenvidiosadesuhermana.Ahoralasdossellevancomoperroygato:estánriñendosiempre.

—¿YJohnReed?

—No es lo que su madre hubiera deseado. Le suspendieron en losexámenes. Sus tíos querían que fuese abogado, pero es un libertino y unholgazánytemoquenohaganuncanadadeprovecho.

—¿Quéaspectotiene?

—Esmuyaltoy algunosdicenqueguapo. ¡Pero con aquellos labios tangruesos!

—¿Ymitía?

—De aspecto bien, pero yo creo que la procesión anda por dentro. Laconductadel señorito ladisgustamucho. ¡Nosabeustedeldineroquegastaesechico!

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—¿Vienesdepartedemitía,Bessie?

—No.Hacemuchoque teníadeseosdeverla,ycomoheoídoqueseharecibido una carta diciendo que se marcha usted a otro sitio, he queridovisitarlaantesdequesealejemásdemí.

—Mepareceque te defraudo,Bessie—dije, notandoque, en efecto, susmiradasnoindicabanunaadmiraciónprofunda,aunquesíafectosincero.

—Nocrea:estáustedbastantebienytieneaspectodeverdaderaseñorita.Valeustedmásdeloqueesperaba:usted,deniña,noeraguapa.

La sincera contestación de Bessie me hizo sonreír. Comprendía que eraexacta,peroconfiesoquenomehalagabaenexceso:alosdieciochoañossedesea agradar y la convicción de que no se tiene un aspectomuy atractivodistamuchodeserlisonjera.

—Encambio,debeusteddesermuy inteligente—agregóBessieporvíadeconsuelo—.¿Sabeustedmucho?¿Tocaelpiano?

—Unpoco.

Enelsalónhabíauno.Bessieloabrióymepidióqueleregalaseconunaaudición.Toquéunoodosvalses,yellasemostróencantada.

—¡Lasseñoritasnotocantanbien!—dijoconentusiasmo—.¡Yasabíayoqueustedlassuperaría!¿Sabeusteddibujar?

—Esecuadrodeencimadelachimeneaesunodelosquehepintado.

Era un cuadrito a la aguada que había regalado a la inspectora comomuestrademiagradecimientoporsuintervenciónenelasuntodemiempleo.

—¡Québonitoes!Estanlindocomolosquepintaelmaestrodedibujodelseñorito.Lasseñoritasnoharíannuncacosasemejante.¿Tambiénsabeustedfrancés?

—Sí,Bessie:loleoylohablo.

—¿Ybordar?

—Sí.

—¡Es usted una señorita completa! Ahora querría hacerle otra pregunta¿Nohaoídohablarnuncadesusparientesporpartedepadre?

—Nuncaenmivida.

—Pues la señoradecía siemprequeeranpobresydespreciables,peroyocreo que no, porque hace siete años, un tal Mr. Eyre fue a Gateshead ypreguntó por usted. La señora le dijo que estaba usted en un colegio acincuentamillasdedistanciayélsedisgustómucho.

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TeníaqueembarcarparaunpaíslejanoyelbuquezarpabadeLondresalcabodeunoodosdías.Nopodíaesperar.Aparentabaser todouncaballero.Creoqueerahermanodesupadre,señorita.

—¿Aquépaísseiba,Bessie?

—Auna islaamilesdemillasdeaquí:unsitioqueproducevino.Melodijoelmayordomo.

—¿Madeira?—sugerí.

—Madeira:esoes.

—¿Ysefue,dices?

—Sí:sóloestuvounosminutosenlacasa.Laseñoralorecibióconmuchaaltivez y cuando semarchódijo que era «unvilmercader».MiRobert creequedebeserexportadordevinos.

Durante más de una hora, Bessie y yo hablamos de los viejos tiempos.Luegotuvoquedejarme.AlamañanasiguientelaviduranteunmomentoenLowton,mientrasesperabaladiligencia.Nosseparamos,alfin,enlapuertadelaposadadeBrocklehurst.EllatomóelcaminodeLowoodFellparaesperarelcocheque laconduciríaaGateshead.Yosubíalcarruajeque ibaa llevarmehacia una nueva vida y una nueva tarea en los desconocidos alrededores deMillcote.

XI

Cadanuevocapítulodeunanovelaescomounnuevocuadroenunaobrateatral. Así, pues, lector, al subir el telón, imagínate una estancia en unaposadadeMillcote,consusparedesempapeladas,comotodaslasposadaslastienen, con la acostumbrada alfombra, los acostumbrados muebles y losacostumbrados adornos, incluyendo, desde luego, entre ellos un retrato deJorgeIIIyotrodelpríncipedeGales.Laescenaesvisibleallectorgraciasalaluzdeunalámparadeaceitecolgadadeltechoyalaclaridaddeunexcelentefuego junto al que estoy sentada envuelta en mi manto y tocada con misombrero. Mi manguito y mi paraguas están sobre la mesa y yo procurodevolver el calor y la elasticidad amismiembros entumecidosy embotadosporunviajededieciséishoras,quesonlasquemedianentrelascuatrodelamadrugada, en que salí de Lowton, y las ocho de la noche, que en estemomentoestánsonandoenelrelojdelmunicipiodeMillcote.

No imagines, lector, quemi aspecto tranquilo refleja la serenidad demiánimo.Alpararseladiligencia,yoesperabaquealguienmeaguardase.Miré,

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pues,afanosa,entornomío,mientrasmeapeabautilizandolospeldañosdelaescaleritacolocadaalefectoparamicomodidad,intentandodescubriralgoquese pareciese al coche que, sin duda, debía conducirme a Thornfield y oíralgunavozquepronunciaseminombre.Peronadasemejanteseveíanioía.

Interroguéaunmozode laposada si alguienhabíapreguntadoporMissEyre y la contestación fue negativa. No tuve más remedio que pedir unahabitación,enlaquemehaencontradoellectorenesperadelosquedebíanira buscarme, mientras toda clase de dudas y temores poblaban mispensamientos.

Para una joven inexperta esmuy extraña la sensación que le produce elencontrarsesolaenelmundo,cortadatodaconexiónconsuvidaanterior,sindivisar puerto a qué acogerse y no pudiendo, pormúltiples razones, volver,casodenohallarlo,alpuestodepartida.Elencantodelaaventuraembellecetal sensación, un impulso de suficiencia personal la anima, pero el temorcontribuyemuchoaestropearlotodo.Yeltemoreraelquepredominabasobremis restantes sentimientos cuando, pasada media hora, continuaba sola, sinquenadiesepresentasearecogerme.

Toquélacampanilla.

—¿Está cerca de aquí un sitio llamado Thornfield? — pregunté alcamareroqueacudióalallamada.

—¿Thornfield?...Noloconozco,señorita.Voyaaveriguarloenelbar.

Desapareció,peroreaparecióenseguida.

—¿SeapellidaustedEyre,señorita?

—Sí.

—Abajolaesperaunapersona.

Leseguí, tomandomiparaguasymimanguito,ysalí.Unhombreestabaen pie y, a la luz de un farol, distinguí un coche de un solo caballo paradojuntoalapuerta.

—Eseserásuequipaje,¿no?dijoaquelhombre,conbastantebrusquedad.

Señalabamibaúl,queestabaenelpasillo.

—Sí.

Lo cargó en el vehículo y yo subí a él. Era una especie de carricoche.InquirísiThornfieldestabamuylejos.

—Unasseismillas—repuso.

—¿Tardaremosmuchoenllegar?

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—Cosadehoraymedia.

Aseguró la portezuela y saltó al pescante. Partimos, íbamos lo bastantedespacio para darme tiempo a pensar holgadamente. Estaba satisfecha dellegar al fin de mi viaje. Instalada a mi placer en el cómodo aunque noelegantecarruaje,reflexionabadelmodomásoptimistaposible.

«A juzgar por el aspecto del criado y del coche—pensaba yo—, Mrs.Fairfaxesunamujerdepocaspretensiones.Tantomejor:laúnicavezquehevivido con personas encopetadas fuimuy desgraciada.Quizá la señora vivasolaconlaniña.Siesasí,ysilaseñoraesmedianamenteamable,harétodoloposible para que nos entendamos bien. Ahora que, a veces, esos buenospropósitosnosoncorrespondidos.EnLowood,sí lofueron;peroencambio,mitíarespondíaconrepulsasagriasamisbuenasintenciones.EsperemosqueMrs.FairfaxnoseacomoMrs.Reed: si lo fuera,noseréyoquienpaseconellamuchotiempo.»

Measoméalaventanilla.Millcoteestabalejosya.Ajuzgarporsusluces,erabastantemayorqueLowton.Habíamuchascasasesparcidasporelcampo.La región era distinta a Lowood: más populosa, menos pintoresca, másanimadaymenosromántica.

Loscaminoseranmalos,lanochebrumosa.Elcaballoibaalpaso.Aloquemeparecía,lahoraymediaseconvertiríaendoshoras.Alfin,elcocherosevolvióhaciamíymedijo:

—YanoestamoslejosdeThornfield.

Mirédenuevopor laventanilla.Pasábamosjuntoauna iglesia.Su torre,achatada,seelevabahaciaelcielo.Diviséunahileradelucesysupusequeeraunpueblooaldea.

Diez minutos después, el conductor se apeó y abrió una verja. Laatravesamos y subimos despacio una pendiente. El coche se detuvo ante lapuertadeunacasadelaquesalíaluzporentreloscortinajesdeunaventanaarqueada.Lasdemásestabanoscuras.Unacriadaabriólapuerta.Meapeéylaseguí.

—Poraquí,señorita—dijolamuchacha.

Mecondujo,atravésdeunvestíbulocuadradoflanqueadodealtaspuertas,hastauncuartocuyadoble iluminacióndefuegoybujíascasimedejóciegadurante un momento por contraste con las tinieblas en que había estadosumida durante dos horas. Cuando pude ver, me hallé agradablementesorprendidaporuncuadroatractivoyalegre.

Elcuartoerapequeño,alfombrado.Juntoalachimeneahabíaunamesitaredonday,asulado,unsillóndealtorespaldoyantiguaforma,enelquese

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hallaba sentada una ancianita con gorrito de viuda, vestida de seda negra ydelantal de muselina blanca. Mrs. Fairfax era tal como yo me la habíaimaginado, sólo quemenos altanera,muchomás sencilla... Estaba haciendocalcetayunenormegatodormíaasuspies.Nofaltabadetallealgunoparadarla impresióndeunhogar tranquiloyconfortable.Nopodíaesperarmemejorrecibimientoqueelquemehizo:selevantóenseguidayacudióamí.

—¿Cómo está usted, querida?Vendrá aburrida, sin duda, ¡John conducetandespacio!Acérquesealfuego;debeusteddesentirsehelada.

—HabloconMrs.Fairfax,¿verdad?

—Sí.Siéntese.

Me instaló en su propia butaca y comenzó a quitarme el chal y elsombrero.Lerogué,agradecida,quenosemolestara.

—No es molestia. Debe usted de tener las manos entumecidas. Preparaalgo caliente y un par de bocadillos, Leah. Aquí están las llaves de ladespensa.

Sacódelbolsilloungranmanojodellavesylasentregóalacriada.

—Acérquese más al fuego, querida—me dijo—. ¿Ha traído usted suequipaje?

—Sí,señora.

—Voyaversilohanllevadoasucuarto—declaró.Ysaliódelaestancia.

«Me trata como a una visitante», pensé. No esperaba yo tan buenrecibimiento.Creíaquemeacogeríaconfrialdade indiferencia.Perononosentusiasmemosdemasiadopronto.

La señora volvió. Quitó la labor y uno o dos libros que había sobre lamesa,ycuandoLeahtrajolopedido,ellamismameloofreció.

Me sentía confundida viéndome tratada con amabilidad tan insólita paramí; pero notando que Mrs. Fairfax procedía como si aquello fuese cosacorriente,aceptésusatencionesconnaturalidad.

—¿TendréelgustodeverestanocheaMissFairfax?—pregunté.

—¿Quédice,querida?Soyunpocosorda—repuso,aproximandoeloídoamiboca.

Repetílapreguntaconmásclaridad.

—¿Miss Fairfax? Querrá decir Miss Varens. Así se apellida su futuradiscípula.

—¡Ah!¿Noeshijasuya?

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—No.Notengofamilia.

Hubieradeseadosaberalgomás,perocomprendíqueeraincorrectohacerexcesivaspreguntas.Además,loaveriguaríatodomásadelante.

—Celebro—continuó,sentándosealamesafrenteamíyponiendoalgatosobresus rodillas—quehayavenidousted.Noesagradableviviraquí sola.Por algún tiempo se está bien, porque Thornfield, aunque algo descuidadaestosañosúltimos,esunahermosaresidenciaantigua.Peroyasabeustedque,eninvierno,sesienteunamuysola,aunviviendoenelmejordelossitios,sinotienequienlaacompañe.ClaroquetengoaLeah,queesunabuenachica,ya Johny a sumujer, que son excelentes personas; pero al fin y al cabo soncriadosynosepuedehablarconellosdeigualaigual.Esprecisoguardarlasdistanciasparanoperderautoridadanteellos.Elpasadoinvierno,quefuemuyfríocomoustedsabe,desdenoviembreafebreronovinoaquíalmahumana,fuera del carnicero y el cartero. A veces hacía que la muchachame leyesealgo, pero la pobre se aburría. En primavera y verano se está mejor.Precisamente la pequeñaAdèleVarens vino, con su niñera, a principios delotoño.Unniñoanimasiempremuchounacasa.Yahoraqueestáustedaquítambién,mesentirécompletamentesatisfecha.

Mi corazón se confortaba oyendo la agradable conversación de la dignaseñora.Acerquémibutacaalasuyayexpresémideseodequemicompañíaleresultaraloatractivaqueellaesperaba.

—No quiero entretenerla por esta noche—me dijo—. Son cerca de lasdoce;ustedhaviajadodurantetodoeldíaydebedeestarmuycansada.Siseha calentado ya, váyase a dormir. He mandado que le preparen la alcobacontigua a lamía.Aunque es un cuartito pequeño, supongoque lo preferiráusted a uno de los grandes aposentos de la parte de delante. Están mejoramueblados,perosonsombríosysolitarios.Yonuncaduermoenellos.

Leagradecísusatencionesy,como,enefecto,mesentíacansada,laseguíamihabitación.Cogió labujíaymeguio.Antesfueacerciorarsedeque lapuertadelvestíbuloestababiencerrada.Recogiólallaveycomenzóasubiralpisoprincipal.Peldañosybarandillaseranderoble,laventanadelaescaleraera alta y enrejada, y todo, incluso la amplia galería en que se abrían laspuertasdelosdormitorios,parecíapertenecermásaunaiglesiaqueaunacasaparticular.Enescalerasygaleríassoplabaunairefríoylóbrego.Mesentífelizcuandoviquemihabitacióneradepequeñasdimensionesyestabaamuebladaalestilomoderno.

Después de que la señora me hubo deseado, con amabilidad, buenasnochesymequedé sola,mirédetalladamenteamialrededor,yel agradableaspecto de mi cuarto disipó en parte la impresión que me produjeran elinmensovestíbulo,lasombríayespaciosaescaleraylalargayheladagalería.

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Al sentirme, tras un día de fatiga corporal e inquietud moral, llegadafelizmenteapuertoderefugio,unimpulsodegratitudinflamómicorazón.Mearrodilléalospiesdellecho,digraciasaDiosyleroguéquemeayudaseenmi camino y me permitiese corresponder a la bondad con que era acogidadesdeelprincipioenaquellacasa.Aquellanochepudeacostarmesinzozobrasnitemores.Medormíprontoyprofundamente.Cuandodesperté,eradíaclaro.

A1despertar,laalcobamepareciódenuevouncuartitomuylindo.Elsolentrabaalegrementea travésde losazulesvisillosdealgodónde laventana.En vez del escueto entarimado y los fríosmuros enyesados deLowood,mihabitación tenía el suelo alfombrado y empapeladas las paredes. El aspectoexternodelascosasinfluyemuchoenlaspersonasjóvenes.Tuvelaimpresiónde que empezaba para mí una nueva época de mi vida, en la cual lassatisfacciones iban a ser tantas como antes las pesadumbres. Me sentíaoptimista:meparecíaqueibaasucederalgomuyagradable,nodentrodeundíanideunmes,perosíenunperíodoindeterminado,enlofuturo.

Melevantéymevestíconelmayoresmeroposible.Teníaquesersencillaen mi atuendo, porque no poseía nada que no fuese sencillísimo, pero megustaba no dar una impresión de descuido o desaliño y deseaba parecer tanbiencomomifaltadebellezamelopermitía.Confrecuencialamentabanosermáshermosa:mehubieragustadotenerlasmejillasrosadas,lanarizrectaylaboca pequeña y roja. Hubiese querido también ser alta, majestuosa y bienconformada, y me parecía una desdicha verme tan baja, tan pálida y defaccionestanirregularesytanpronunciadas.

Difícil sería decir en qué se basarían y a qué tendían tales aspiraciones,aunque, en el fondo, me parece que eran lógicas y naturales. Fuera comofuese,cuandomehubepeinadocuidadosamenteyvestidomi trajenegro,deunasencillezcasicuáquera,ymicuelloblanco,juzguéqueestabalobastanteaseada y presentable para comparecer ante Mrs. Fairfax y para que midiscípulanoexperimentasedesagradoalverme.Abrílaventanademicuarto,mecerciorédequedejabatodosmisefectosenordensobreeltocadorysalí.

Atravesé la larga y solemne galería, descendí los inseguros peldaños derobleylleguéalvestíbulo.Medetuveunmomentoacontemplarlaspinturasdelosmuros,unadelascualesrepresentabauntorvocaballeroconcoraza,yotra una señora con el cabello empolvado y un collar de perlas. Del techopendíaunalámparadebronce.Habíatambiénunenormerelojcuyacajaeraderoble curiosamente trabajado con aplicaciones de negro ébano. Todo meparecía grandioso e imponente, pero quizá se debiera a que yo estaba pocoacostumbradaalamagnificencia.

La puerta vidriera del vestíbulo estaba abierta.Me detuve en el umbral.Hacíaunahermosamañanadeotoño.Elsoliluminabablandamentefrondasy

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praderas,verdesaún.

Salí y examiné la fachada del edificio. Tenía tres pisos. Era una casahidalga,nouncastilloseñorial.Lasalmenasquecubríansupartesuperiorledaban un aspecto muy pintoresco. En aquellos almenares habitabaninnumerablescornejas,queenestemomentovolabanenbandadas.Elterrenoinmediatoalacasaestabaseparadodelospradoscercanosporunsetosobreelque destacaban grandes arbustos espinosos, fuertes, nudosos y duros comorobles.Semejantevegetaciónaclarabalaetimologíadelnombredellugar.Másalládelospradosseelevabancolinas,notanaltascomolasquecircundabanLowood, no tan fragosas y sin tanto aspecto de barrera de separación delmundo habitado, pero sí lo bastante silenciosas y desiertas para dar laimpresión de queThornfield estaba enmedio de una soledad extraña en lasproximidadesdeunavillatanpopulosacomoMillcote.Enunadelascolinasse divisaban, medio ocultos entre los árboles, los tejados de una aldea. LaiglesiaestabapróximaaThornfieldysuviejatorreseerguíasobreuncollado.

Mientrasyodisfrutabadelpaisajeydelairepuro,escuchabalosgraznidosde las cornejasypensaba, contemplando la residencia, en lograndeque erapara una viejecita sola como Mrs. Fairfax, ella en persona apareció en lapuerta.

—¿Yavestida?—dijo—.¡Muymadrugadoraesusted!

Me acerqué a la anciana, quienme recibió con un beso y un apretón demanos.

—¿LegustaThornfield?—mepreguntó.Yocontestéquemucho.

—Sí —dijo—: es un sitio muy hermoso. Pero temo que tienda adesmerecersiMr.Rochesternosedecideaveniraviviraquío,almenos,apasaren lacasa temporadas frecuentes.Lasbuenaspropiedades requieren lapresenciadesuspropietarios.

—¿QuiénesMr.Rochester?—interrogué.

—ElpropietariodeThornfield—dijoellaconnaturalidad—,¿sabíaqueelamosellamaRochester?

Yo lo ignoraba y jamás había oído hablar de aquel caballero, pero laanciana parecía dar por descontado que Mr. Rochester debía seruniversalmenteconocido,yquesuexistenciadebíaseradivinadaencualquiercasoporinspiracióndivina.

—Creí —dije— que Thornfield era propiedad de usted. Thornfieldsignifica,literalmente,eninglés,campodeespinos.

—¿Mía?¡BenditoseaDios!¡Mía!Yonosoymásquelaadministradora,elamadellaves.Soyalgopariente,esosí,delosRochesterporpartedemadrey

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mimaridounparientecercano.Mimarido,queenpazdescanse,erasacerdote:elpárrocodeesaiglesiaqueveustedahí.LamadredeMr.RochesterfueunaFairfax,primasegundademiesposo.Peroyonuncameheconsideradocomoparienta,sinocomounasimpleamadellaves.Elamoesmuybuenoconmigoyyonoaspiroamás.

—¿Ylaniña?—pregunté.

—EstáacargodeMr.Rochesteryélmemandóquelebuscaseinstitutriz.Laniñavinoconsubonne,comollamaalaniñera.

Elenigmaquedabaexplicado.Laafableancianitanoeraunagranseñora,sino una subalterna, como yo. No por ellome sentímenos atraída hacia laanciana;alcontrario.Laigualdadentrelasdoserarealynodependíademeracondescendencia de su parte y, por tanto, yome sentíamás a gusto,menossujeta.

Mientras pensaba en esto, una niña, seguida de su niñera, apareciócorriendoenlaexplanada.Alprincipionopareciórepararenmí.Nodebíadetenermásdesieteuochoaños.Eradefrágilcontexturaysurostroestabamuypálido. Sus cabellos abundantísimos y rizados, descendían casi hasta sucintura.

—Buenosdías,MissAdèle—dijoMrs.Fairfax—.Vengaaveralaseñoraque seva a encargar de su educaciónparaquepuedausted llegar a ser unamujerdeprovecho.

Ellaseacercó.

—C'estlagouvernante?—preguntóasuniñera,refiriéndoseamí.

Laniñerarepuso:—Maisoui,certainement.

—¿Sonextranjeras?—preguntéextrañadadeoírlashablarenfrancés.

—Laniñera sí, yAdèlehanacido en el continentey creoquehavividosiempreenélhastahaceseismeses.

Alprincipionoentendíanadadeinglés,peroahorahablabayaunpoco.Yonolacomprendo,porquerevuelvelosdosidiomas,masconfíoenquellegaráahablarnuestralenguabien.

Afortunadamente, yo había practicado mucho el francés con MadamePierrot,conquientodaslasvecesquemeeraposibleconversabaensuidioma.Durante aquellos siete años, procuré aprender cuanto pude yme esforcé enimitarelacentoylapronunciacióndemiprofesora.Así,pues,habíaadquiridobastante soltura en la lengua francesa y me resultó fácil entenderme conAdèle.

Cuandosecercioródequeyoera suprofesora, seacercóyme tendió la

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mano.Lallevéadesayunaryledirigíalgunasfrasesensupropioidioma.Alprincipiomecontestabairónicamente,perodespuésdellevaralgúntiempoalamesa y examinarme durante diez minutos a su gusto con sus grandes ojoscastaños,comenzódeprontoahablarcongranrapidez.

—UstedhablaenfrancéstanbiencomoMr.Rochester—dijoensulengua—. Podré hablarla como a él y a Sophie. ¡Qué contenta se pondrá Sophie!Aquínadielacomprende:Mrs.Fairfaxnoentiendemásqueinglés.Sophieesmi niñera: vino conmigo por el mar en un barco muy grande que echabamucho humo, mucho, y yo me puse mala, y Sophie y Mr. Rochester. Mr.Rochestersetumbóenunsofáenunsitioquesellamabaelsalón,ySophieyyoendoscamaspequeñasenotrolugar.Yocreíaqueibaacaermedelamía:estaba en una pared, como un estante. Y luego, señorita... ¿Cómo se llamausted?—Eyre,JaneEyre.

—¿Cómo?Nosédecirlo.Bueno;pueselbarcoseparóporlamañanaenunaciudadmuygrandeconmuchascasasnegrasymuchohumo,másfeaquelaciudaddequeveníamos,yMr.Rochestermecogióenbrazosymellevóatierraporuntablón,ySophiedetrás.Yluegofuimosenuncocheaunacasamayorymásbonitaqueésta.Sellamaunhotel.EstuvimosallíunasemanaySophieyyo íbamosapasear todos losdíasaunsitioverde llenodeárbolesquesellamaelparque.Allíhabíamuchosniñosyunestanqueconpájarosyyolesechabamigas.

—¿Laentiendeustedcuandohablatandeprisa?—mepreguntólaanciana.

Yo la comprendíamuy bien, porque estaba acostumbrada a la nomenosvelozmaneradehablardeMadamePierrot.

—Pregúntelealgosobresuspadres—continuóMrs.Fairfax.

—Adèle—interrogué—:¿conquiénvivíascuandoestabasenesaciudadbonitadequemehashablado?

—Vivíaconmamá,peromamásefuealcielo.Mamámeenseñabaacantaryabailaryadecirversos.Ibanacasamuchosseñoresymuchasseñorasaveramamá,yyobailabadelantedetodos,omesentabaenlasrodillasdealgunoycantaba.Megustabamucho.¿Quiereustedoírmecantar?

Eldesayunohabíaconcluidoyyolepermitíquemedieraunamuestradesushabilidades.Lapequeñadejó su silla, secolocó sobremis rodillas, echóhaciaatrássuscabellosrizadosy,levantandolosojosaltechoyjuntandosusmanosantesíconcoquetería,comenzóacantarunariadeópera,queversabasobre las vicisitudes de una mujer abandonada por su adorador y que,apelandoasuamorpropio,sepresentabaunanoche,ataviadaconsusmejoresgalas, enunbaile al que asistía tambiénel perjuro, parademostrarle, con laalegríadesuaspecto,lopocoqueelabandonoleafectaba.

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Eltemamepareciómuypocoapropiadoparauncantarinfantil.Pormuchoque reconociese que la gracia consistía precisamente en que fueran labiosinfantileslosqueprofirierantalesamargasquejasdeamor,noporellodejabadeparecermeunacosademuymalgusto.

Adèlecantóconbastantebuenaentonaciónycontodalainocenciapropiadesuedad.Acabadoelcantar,saltódemisrodillasydijo:

—Ahoravoyarecitarversos.

Y,adoptandounaactitudadecuada,comenzó:—La liguedes rats, fábuladelaFontaine...

Ydeclamólafábulaconunénfasis,uncuidadoyunavozyunosademanestales, que demostraban a las claras lo mucho que le habían hecho ensayaraquellarecitación.

—¿Teenseñótumamáesosversos?—pregunté.

—Sí.Meacostumbróaponerlamanoasíaldecir:«Qu'avezvousdonc?,luiditundecesrats,parlen!»¿Quierevercómobailo?

—No;ahora,no.Despuésdequetumamásefueraalcielo,comotúdices,¿conquiénfuisteavivir?

—ConMadameFrédéricysumarido.Seencargarondemí,peronoeranparientesmíos.Meparecequedebendeserpobres,porquesucasanoestanbonita como lademamá.Peroestuvepoco tiempoconellos.Mr.RochestermepreguntósimegustaríairavivirconélaInglaterraydijequesí,porqueyo conocía a Mr. Rochester antes que a Madame Frédéric, y me regalabavestidosyjuguetes,yeramuybuenoconmigo.Peronohacumplidoloquemedecía,porquemeha traídoaquíyseha ido,ya lomejornovolveréaverlejamás.

Adèle y yo pasamos a la biblioteca, la cual, por orden expresa de Mr.Rochester, debía servir de cuarto de estudio. Casi todos los libros estabanguardados bajo llave en estanterías protegidas por cristales, pero había sidodejado fuera un volumen que contenía las nociones elementales de primeraenseñanza,yvariosvolúmenesdeliteraturaamena:poesía,biografía,novelas,viajes... Supuse que Mr. Rochester, al sacar aquellos libros, pensó quebastaríanparallenarlasnecesidadesdelecturadelainstitutrizy,enefecto,porelmomentome satisficieron bastante.Comparados con el escaso surtido delecturasaqueestabaacostumbradaenLowood,taleslibrosmeparecieronunabundante arsenal de instrucción y entretenimiento. En lamisma habitaciónhabíaunpianomuybienafinado,uncaballeteyotrosútilesdepinturaydosesferasterráqueas.

Midiscípulaeradócil,aunquepocoaplicada.Noestabaacostumbradaaun

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trabajoorganizado.Consideré imprudentesobrecargarlaalprincipio,asíque,despuésdehablarlemuchoyenseñarle sólounpoco, la llevéconsuniñera.Todavíanoeramediodíayresolvíempleareltiempoendibujaralgunascosasparausodelaniña.

Cuandosubíaacogerpapelesylápices,Mrs.Fairfaxmellamó.

—Supongoqueyahabráterminadosushorasdeclase—medijo.

Hablaba desde una estancia cuyas puertas estaban abiertas. Entré. Lahabitacióneraampliaymagnífica,consillasycortinajesrojos,unaalfombraturca,zócalosdenogal,ungranventanalconvidrierasdecoloresyuntechomuyalto,decoradoconricasmolduras.Laancianaestabaquitandoelpolvodealgunosmagníficosjarronesquehabíasobreelaparador.

Yo no había visto nunca nada tan majestuoso. No pude por menos deexclamar:

—¡Quéhabitacióntanhermosa!

—Sí.Eselcomedor.Hevenidoaabrir laventanaparaqueseventileunpoco, porque los cuartos cerrados toman un olor muy desagradable. Aquelsalónhuelecomounacueva.

Señalaba un arco situado frente a la ventana y cubierto por un grancortinón,descorridoenaquelmomento.Lancéunaojeadaal interior.Eraunsaloncito seguido de un boudoir. Ambos estaban cubiertos de suntuosasalfombras blancas adornadas de guirnaldas de flores. Los artesonados eranblancos también y representaban uvas y hojas de vid. En contraste conaquellas blancas tonalidades, las otomanas y divanes eran de vivo carmesí.VasosdecentelleantecristaldeBohemia,colorrojorubí,ornabanlachimenea,de pálidomármol de Paros, y grandes espejos colocados entre las ventanasmultiplicabanladecoración,todanieveyfuego.

—Quéordenadostieneustedestoscuartos.Mrs.Fairfax!—dije—.¡Niunamota de polvo!A no ser por el olor a cerrado, se diría que están habitadoscontinuamente.

—Es que, Miss Eyre, aunqueMr. Rochester viene pocas veces, cuandollega lo hace siempre de improviso. Y como he observado que le disgustamuchonoencontrarapuntolascosas,procurotenerlotodosiempredispuestoporsisepresentadepronto.

—¿EntoncesMr.Rochesteresunhombreescrupuloso,deesosquesefijanentodo?

—No,noesasí,precisamente.Peroesunhombredegustosycostumbresmuyrefinadosyquierequetodorespondaaesemododesersuyo.

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—¿Leapreciausted?¿Leaprecialagenteengeneral?

—Sí;sufamilia,aquí,hasidosiempremuyestimada.Casitodaslastierrasdelavecindad,hastadondealcanzalavista,pertenecenalosRochesterdesdetiempoinmemorial.

—Yonomerefieroalaspropiedades.¿Leestimausted,apartedeeso,porsuscualidadespersonales?

—Claroqueleestimo,comoesmiobligación.Loscolonosdicen,porsuparte,queesunseñor justoygeneroso.Peroleconocenpoco,porquenohavividoapenasentreellos.

—Mereferíamásbienasucarácter.¿Notienealgúnrasgopeculiar?

—Su carácter es irreprochable, según creo. Un poco raro, eso sí. Haviajadomucho,havistomuchoymeparece inteligente.Peroen realidadhetratadomuypococonél.

—¿Enquéconsistensusrarezas?

—No sé en qué; no es fácil decirlo. Pero se notan cuando se le habla.Nuncasepuedesabersibromeaono,siestáenfadadoocontento.Enfin,noselepuedecomprendero,almenos,yonolecomprendo;peroporlodemás,esunamoadmirable.

Esto fue cuanto me contó la anciana respecto a nuestro patrón. Haypersonas que tienen la propiedad de no saber describir en absoluto loscaracteres de las otras, y Mrs. Fairfax pertenecía, sin duda, a esa clase degentes.Asusojos,elseñorRochesternoeramásqueMr.Rochester:estoes,uncaballeroyunpropietario.Ajuiciodeella,sobrabatodaotraaveriguación.Seencontrabaevidentementesorprendidademispreguntas.

Salimos del comedor y me propusomostrarme toda la casa. Subimos ybajamosescaleras,entramosenhabitacionesymáshabitaciones.Yoadmirabalo bien arreglado que todo se hallaba. Los aposentos de la parte de delanteeranmuy espaciosos. Los cuartos del tercer piso, oscuros y bajos de techo,interesaban por su aspecto de antigüedad. Se notaba que a medida que lasmodasfueronevolucionando,losmueblesdelospisosprincipaleshabíansidotransportadosaltercero.Alaescasaluzqueentrabaporlasventanasangostas,distinguíansecamasinmensas,antiguosarconesderobleonogalconcabezasdequerubesycomplicadosdibujosenformadepalmasobrelastapas.Juntoaaquellas verdaderas reproducciones del arca judaica se veían hileras devenerablessillasestrechasydealtorespaldo;escabelesmásarcaicosaún,encuyos respaldos tapizados quedaban vestigios de antiguos bordados hechospordedosquehacíadosgeneracionessepudríanenlasepultura.

Semejantes objetos fuera de uso daban al tercer piso de Thornfield el

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aspectodeunacasadeantañoodeunalmacénde reliquias.Elmelancólicosilencio de aquellas estancias me agradaba; pero seguro que no hubieradormido tranquila en uno de los enormes lechos vacíos, cerrados algunos,comoarmarios,conenormespuertasdenogal,cubiertosporantiguascortinasa la inglesa, con extraños bordados que representaban no menos extrañasflores, extraños pájaros y otrasmil ymil raras figuras, sin duda de aspectotemerosopor lanoche,cuando las iluminase lapáliday triste luzde la lunafiltrándoseporlasventanas.

—¿Duermenenestoscuartosloscriados?—pregunté.

—No.Enéstosdeaquínoduermenadie.Laservidumbrehabitaenotros,alextremodelpasillo.SeguroquesienThornfieldHallhubieraunfantasma,suguaridaestaríaporestosrincones.

—Esocreoyo.¿Notienenustedesfantasma?

—Nadiehaoídohablardeél—repusolaanciana,sonriendo.

—¿Tampocohayleyendasqueserefieranacosasdeeseestilo?

—Creoqueno.Sediceque,ensustiempos,losRochestereranunarazadegentesmásbienviolentasquepacíficas...Quizáseaenvirtuddetalrazónporloqueduermentranquilosensustumbas.

—Hartos de turbulencia, reposan tranquilos, ¿no? —comenté—. ¿Yadóndemellevaustedahora?—añadí,viendoquesepreparabaasalir.

—Arriba de todo. ¿No quiere ver el panorama que se domina desde loalto?

Subimosalosdesvanesporunaestrechagradería,yluego,siguiendounaescalerademanoyunaclaraboya,alcanzamoseltejadodeledificio.Pudeverclaramenteelinteriordelosnidosdelasavesentrelasalmenas.Loscamposseextendíanantenosotros:primero,laexplanadacontiguaalacasa;después,las praderas; el bosque, seco y pardo, dividido en dos por un sendero; laiglesia,elcamino, lascolinas...Todoellobañadopor la luzsuavedeunsolotoñalylimitadoporunhorizontedespejadoyazul.

Cuando retornamosypasamos la claraboya,meencontréen tinieblas.Eldesván me parecía oscuro como una mazmorra, en comparación a laespléndidabóvedadiáfanaqueunmomentoantesmecubríaybajolaquesealargaba la brillante perspectiva de praderas, campos y colinas de queThornfielderacentro.

Laancianasedetuvounmomentoparacerrarlaclaraboya.Mientrastanto,yo descendí la estrecha escalera que conducía al pasillo que separaba lashabitaciones delanteras y traseras del tercer piso. Era un corredor angosto,bajodetecho,oscuro,consólounaventanillaensulejanoextremoycondos

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hilerasdepuertecillasnegrasaamboslados,comolospasillosdelcastillodeBarbaAzul.

Depronto,escuchéelsonidoquemenospodíafigurarmeoírentallugar:una risotada. Una extraña risotada, aguda, penetrante, conturbadora. Medetuve. El sonido se repitió, primero apagado, luego convertido en unaestrepitosacarcajadaquedespertótodoslosecosdelassolitariasestancias.

OíaMrs.Fairfaxdescenderlasescaleras.Lepregunté:—¿Haoídoustedesarisa?¿Quées?

—Algunadelascriadas—repuso—.QuizáGracePoole.

—Pero,¿lahaoídoustedbien?—volvíapreguntar.

—Sí,muybien.EsGrace.Laoigoamenudo.Unadeestashabitacioneseslasuya.Leahestáconellaavecesycuandosehallanjuntassuelenarmarunalboroto que...La risa se repitió, otra vez apagada, y terminó enun curiosomurmullo.

—¡Grace!—exclamóMrs.Fairfax.

ConfiesoqueyonoesperabarespuestaalgunadeGrace,porquelarisotadameparecíatenerunacentotrágicoysobrenaturalcomojamásoyera.Aunqueestábamos en pleno día, circunstancia poco propicia a las manifestacionesfantasmagóricas, yo no podía evitar cierto temor. Sin embargo, pronto meconvencídequetodosentimientoquenofueseeldelasombroestabademás.

Se abrió la puertamás próximay salió de ella una criada: unamujer detreinta a cuarenta años, de figura maciza, de rojos cabellos, de cara chata.Imposibleimaginarunaapariciónmenosfantasmalymenosnovelesca.

—Nohagatantoruido,Grace—dijolaanciana—.Recuerdemisórdenes.

Gracesefuesindecirpalabra.

—Esta mujer ayuda a Leah en su trabajo—dijo la viuda—. En ciertosaspectosdejaalgoquedesear,perohacebastantebienlasfaenasdomésticas.Y,dígame,¿quéleparecesunuevadiscípula?

Laconversación,asíderivadahaciaAdèle,continuóhastaquealcanzamoslasagradablesyluminosasregionesinferiores.Adèle,quesenosreunióenelvestíbulo,exclamó:

—Lacomidaestáenlamesa,señoras.—Yañadió:tengomuchoapetito...

Lacomida,enefecto,sehallabayaapuntoenelgabinetedeMrs.Fairfax.

XII

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La esperanza de que mi vida transcurriese sin ulteriores deseos denovedad, como cabía suponer en virtud de mis primeras impresiones enThornfield Hall, comenzó a disiparse a medida que fui adquiriendo mayorconocimiento del lugar y sus habitantes. Y no porque me encontrase adisgusto.Mrs.Fairfaxera,comoaparentaba,unamujerdeplácidocarácteryamablenatural,debastanteeducaciónymedianainteligencia.Midiscípulaerauna niña muy viva que, por estar muy mimada, tenía a veces caprichos yantojos;perocomosehallabaenteramenteconfiadaamicuidado,sinajenasintromisiones, pronto rectificó sus defectillos y se hizo obediente y tratable.No tenía ni mucho talento, ni acusados rasgos de carácter ni un especialdesarrollo de sentimientos o inclinaciones que la elevasen sobre el nivelhabitual de los niños de su edad, pero tampoco vicios o faltas peores de locorriente. Hizo razonables progresos en sus estudios y pronto experimentóhaciamí un vivo, aunque quizá nomuy profundo, afecto. Y como ella erasencilla,alegreyamigadecomplacer,me inspiró lasuficientesimpatíaparaquelasdosnossintiéramoscontentaslaunadelaotra.

Este lenguaje, entre paréntesis, puede parecer tibio a aquellos quesustentansolemnesdoctrinassobrelanaturalezaangelicaldelosniñosysobreeldeberdequelosencargadosdesueducaciónprofesenhaciaellosunafectoidolátrico, pero yo no escribo para adular egoísmos paternos ni para repetirtópicos.YosentíasolícitointerésporlainstrucciónyelbienestardeAdéleyexperimentaba sincero agradecimiento hacia la amabilidad deMrs. Fairfax;todoellodemodoreposadoytranquilo.

Enocasiones,mientrasAdèle jugabaconsuniñerayMrs.Fairfaxestabaocupada en ladespensa, yo salía adarunpaseo sola.Otrasveces, subía lasescaleras que conducían al último piso, alcanzaba el ático y, desde arriba,contemplaba campos y colinas. Más allá de la línea del horizonte existía,según imaginaba, un mundo activo, ciudades, regiones llenas de vida queconocíaporreferencia,peroquenohabíavistojamás.Ysentíaenmiinteriorelafándevertodoaquellodecerca,detratarmásgentes,deexperimentarelencantodeotraspersonas.ApreciabacuantohabíadebuenoenMrs.FairfaxyenAdèle,perocreía enotra clasedebondadmáscalurosa,másapasionada,quedeseabaconocer.

Sin duda habrá muchos que me censuren considerándome una perennedescontenta.Peroyonopodíaevitarlo:eraalgoconsustancialconmigomisma.Cuando sentía con mucha intensidad aquellas impresiones, mi único alivioconsistía en subir al tercerpiso, pasear a lo largodelpasilloydejarquemiimaginaciónirguieseantemí,enlasoledad,uncuentomaravillosoquenuncaacababa:lanarración,llenadecolor,fuegoysensaciones,delaexistenciaqueyodeseabavivirynovivía.

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Es inútil aconsejar calma a los humanos cuando experimentan esainquietudqueyoexperimentaba.Sinecesitanacciónynolaencuentran,ellosmismoslainventarán.Haymillonesdeserescondenadosaunasuertemenosagradable que lamía de aquella época, y esosmillones viven en silenciosaprotesta contra su destino. Nadie sabe cuántas rebeliones, aparte de laspolíticas,fermentanenlosánimosdelasgentes.Sesuponegeneralmentequelas mujeres sonmás tranquilas, pero la realidad es que las mujeres sientenigualqueloshombres,quenecesitanejercitarsusfacultadesydesarrollarsusesfuerzos como sus hermanos masculinos, aunque ellos piensen que debenvivir reducidas a preparar budines, tocar el piano, bordar y hacer punto, ycritiquen o se burlen de las que aspiran a realizar o aprender más de loacostumbradoensusexo.

En aquellos paseos por el tercer piso, era frecuente oír las carcajadas deGracePoole,quetanmalefectomehicieranelprimerdía.Alascarcajadasseuníanconfrecuenciaextrañosmurmullos,todavíamásrarosquesurisa.Habíadías enqueGracepermanecía silenciosadel todo,perootroshacía aúnmásruidodelcorriente.Enocasionesyolaveíasaliroentrarensucuartollevando,ora una jofaina, ora una bandeja o un plato, ora (perdona, lector romántico,que te diga la verdad desnuda) un gran jarro de cerveza. Su aspecto vulgardisipaba inmediatamente la curiosidad que sus carcajadas producían. Intentéalgunasvecesentablarconversaciónconella,peroGraceparecíapersonadepocas palabras. Solía contestarme con monosílabos que cortaban todopropósitodeseguirlacharla.

Los demás habitantes de la casa: John y su mujer, Leah la doncella ySophie laniñera, erangentescorrientes.Aveces,yohablabaen francésconSophieylehacíapreguntassobreasuntosreferentesasupaís;peroellateníamuy escasas dotes de narradora y sus respuestas más que animarme acontinuar preguntándole, parecían dichas adrede para desalentarme yconfundirme.

Pasaronoctubre,noviembreydiciembre.Unatardedeenero,Mrs.Fairfaxme pidió que concediese fiesta aAdèle, alegando que hacía frío. La niñerasecundó la petición con energía y yo, recordando lo preciosas que en miinfancia fueran las fiestasparamí, resolvícomplacerlas.Eldía,aunque frío,era despejado y sereno. Fatigada de haber pasado la mañana entera en labiblioteca, aproveché con gusto la circunstancia de que el ama de llaveshubieseescritounacarta,paraofrecermeallevarlaaHayalcorreo.Mepuseelsombrero y el abrigo y me preparé a salir. Las dos millas de distancia sepresentaban como un agradable paseo invernal. Adèle quedó sentada en susillita en el gabinete de Mrs. Fairfax. Le entregué su mejor muñeca(habitualmenteguardadaenuncajónyenvueltaenpapelplata), leofrecíunlibrodecuentos,respondíconunbesoasu«Vuelvapronto,mibuenaamiga

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MissJane»,yemprendílamarcha.

Elsueloestabaendurecido,elaireencalmayelcaminosolitario.Anduveprimero de prisa para entrar en— calor, y luego comencé a caminar máslentamente, para gozarmejor el placer del paseo.Daban las tres de la tardecuandopaséjuntoalcampanariodelaiglesia.Unsolpálidoysuaveiluminabael paisaje.De allí a Thornfield había unamilla de distancia por un senderocuyosbordesengalanabanenveranorosassilvestres,avellanasyzarzamorasenotoñoyescaramujosyacerolaseninvierno;perocuyomayorencanto,detodosmodos,consistíaensusilencioysusoledad.Aambosladosextendíanseloscamposdesiertos.

Amitaddecamino,mesentéjuntoalapuertecilladeunavalía.Envueltaenmimanteletayconlasmanosenelmanguito,nosentíafrío,apesardelafuerte helada que había congelado el arroyito que corría por el centro delcamino.

Desdemiasientosedistinguía,haciaelOeste,lamoledeThonrfieldHall,cuyasalmenasserecortabanbajoelcielo.Contempléeledificiohastaqueelsolsehundióentrelosárboles.EntoncesvolvímimiradahaciaelEste.

Sobreloaltodelacolinacomenzabaalevantarselaluna,pálidaaúncomouna ligera nube.De las chimeneas deHay,medio oculto entre los árboles aunamilla de distancia, salía un humo azul.Ningún ruido delatador de vidallegabadesdeelpueblecillo,peromioídopercibíaelrumordelosarroyuelosenlasladeras,argentinoslosmáscercanos,tenuescomounmurmullolosmásremotos.

Unbroncorumordefuertespisadasrompióelencantodeaquellosdulcesrumores, como en una pintura el negro perfil de un roble o de un peñascocolocadoenprimertérminorompelaarmoníadelosazulesmonteslejanos,delossuaveshorizontes...Eraevidentequeuncaballogalopabaporelcamino.

Enaquellaépocayoerajovenytodaclasedefantasías,orabrillantes,oralúgubrespoblabanmimente:losrecuerdosdeloscuentosquemecontabandeniña, y a los que la juventud añadiera renovados vigor y colores.Mientrasprocuraba distinguir entre la penumbra la aparición del caballo, evocabaciertas historias de Bessie en las que figuraba un espíritu de los países delNorte de Inglaterra, el Gytrash, que en forma de caballo, mula o perrogigantesco,recorríaloscaminossolitariosyasaltabaalosviajeros.

Antes de ver el caballo, distinguí entre los árboles un enorme perro amanchas blancas y negras, fiel reproducción del Gytrash de Bessie, pero alaparecerelcorcel,queibamontadoporunhombre,elhechizosedisipó.Nadiemontaba nunca el Gytrash, éste andaba siempre sólo y, en fin, según misreferencias, los duendes muy rara vez adoptaban la forma humana. No se

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trataba, pues, de duende alguno, sino de algún viajero que por el atajo sedirigíaaMillcote.Pasóantemíyyodejédemirarle,masalospocosinstantesoíunjuramentoyelruidodeunacaída.Elanimalhabíaresbaladoenelhieloquecubríaelcaminoyhombreycaballosehabíandesplomadoen tierra.Elperroacudiócorriendoy,viendoasuamoenel sueloyoyendo relincharalcaballo,comenzóaladrarcontalfuerza,quetodoslosámbitosdelhorizonteresonaronconsusladridos.Giróalrededordelgrupodelosdoscaídosyluegose dirigió haciamí, comoúnica ayuda que veía amano.Era todo lo que élpodíahacer.Yo,atendiendosutácitainvitación,medirigíhaciaelviajero,queenaquelmomentoluchabapordesembarazarsedelestribo.Semovíacontantovigor, que supuse que no se había lesionado mucho, pero no obstante, lepregunté:

—¿Sehahechodaño?

Me pareció que juraba de nuevo, aunque no puedo asegurarlo.De todosmodos, es indudable que profería para sí algunas palabras que le impedíancontestarme.

—¿Puedoayudarleenalgo?—continué.

—Quitándosedeenmedio—contestó.

Lo hice así y él comenzó a tratar de incorporarse, primero sobre susrodillasyluegosobresuspies.Fueunatarealargaytrabajosa,acompañadadetales ladridos del can, que me hicieron apartarme a unas varas más dedistancia, aunque no me fui hasta asistir al desenlace del suceso. Todoconcluyó bien, el caballo se incorporó y un enérgico: «¡Calla, Piloto!» hizoenmudecer al perro. El viajero entonces se palpó pies y piernas, como paracerciorarse de si se habían roto algo o no, y alguna novedad debió deencontrar,porqueseacercóalavallajuntoalaqueyoestuvierasentadaysesentó,asuvez.

Pensandoquepodríaserleútil,meaproximé:

—Sisehalastimadoynecesitaayuda,puedoirabuscaraalguienaHayoaThornfieldHall.

—Gracias.Yomismoiré.Nohaynadaroto:esunasimpledislocación.

Ysepusoenpiedenuevo,peronopudoreprimiruninvoluntario«¡ay!».

A la última claridad del día y a la primera de laLuna, pude examinar aaquel hombre. Bajo el gabán que vestía podía apreciarse la vigorosacomplexión de su cuerpo.Tenía el rostromoreno, los rasgos acusados y lascejasespesas.Debíadecontarunostreintaycincoaños.Dehabersetratadodeunjovenarrogante,nohubierasidoyoquienlepreguntaracontrasudeseoniquien le hubiese ofrecido servicios que no me pedía. Yo había visto raras

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veces jóvenesguapos,ynuncahabíahabladoaninguno.Experimentabaunaadmiraciónteóricaporlabelleza,lafascinaciónylaelegancia,peroreconocíalas escasas probabilidades de que un hombre que reuniese tales dotes memiraseconagradosinulteriormalpensamiento.Así,pues,siaquelviajeromehubiera contestado amablemente, si hubiese recibido con agradecimiento odeclinadoconamabilidadlaofertademisservicios,seguramenteyomehabríaapresuradoaalejarme.Perosuasperezamehacíasentirmesegura,yporello,envezdemarcharme,insistí:

—Noledejarésolo,señor,enesaformayenestecaminosolitario,hastaquenoleveamontado.

Memiró.

—Creoqueloquedebíaustedhacer–repusoesestaryaensucasa,si latiene.¿Dedóndevieneusted?

—Dealláarriba.Nomedamiedocaminaralaluzdelaluna.Silodesea,iréaHayabuscarayudaparausted;precisamenteibaallíaecharunacarta.

—Entonces,¿viveenesacasa?—dijo,señalandoaThornfieldHall,cuyamasaoscura,iluminadaporlaLuna,sedestacabaentrelosárboles.

—Sí,señor.

—¿Dequiénesesacasa?—DeMr.Rochester.

—¿Nolehavistoustednunca?

—No.

—¿Nisabedóndeestá?Ustednoes,desdeluego,unacriada...—dijo.

—No.

Lanzó una ojeada amis vestidos, tan sencillos como siempre; un abrigonegroyunsombreronegro,nomuyelegantes.Parecióquedarperplejo.Yoleayudéacomprender:

—Soylainstitutriz.

—¡La institutriz! ¡Eldiablome lleve si nomehabíaolvidadode ...! ¡Lainstitutriz!

Volvió a examinarme con la mirada. Luego comenzó a andar, dandoevidentesmuestrasdequesentíafuertesdolores.

—Si es usted tan amable —dijo—, puede auxiliarme. ¿No lleva ustedparaguas?Meserviríacomobastón.

—No.

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—Bien:cojalasbridasdelcaballoyhágaleacercarse.Notengamiedo.

Dehaberestadosola,nomehubiera,enefecto,atrevido,peronoobstanteleobedecí.Dejémimanguitoenlavallaymeaproximéalcaballo.Maséstese empeñaba en no dejarme coger las bridas. En vano traté de alcanzar sucabeza,haciendorepetidosesfuerzosyconmuchomiedodesufrirunacoz.Elviajeromemirabaatentamenteyalfinrompióareír.

—Veo—murmuró—que,puestoquelamontañanovienealprofeta,eselprofetaquiendebeiralamontaña.Notengomásremedioquerogarlaqueseaproxime.Meacerqué.

—Perdóneme—continuó—simeveoobligadoautilizarsusservicios.

Apoyósupesadamanoenmihombroyentalformallegóhastasucaballo.Empuñó la brida y, con un esfuerzo,montó.Al realizarlo, hizo unamueca:debíadolerlemuchoelpiedislocado.

—Leruegoquemedéellátigo—dijo—.Lohedejadoenlacuneta.

Lobusquéyloencontré.

—Gracias.Ahora vaya aHay a depositar su carta y vuelva lo antes quepueda.

Espoleó al caballo y partió. El perro se lanzó en pos suyo y los tres sedesvanecieron:comounarbustoquearrancaelhuracándelaestepa...

Cogímimanguitoymepuseenmarcha.Elincidentehabíapasadoyaparamí. Aunque poco novelesco y nada importante, había significado, sinembargo, un cambio, aunque breve, enmi monótona vida.Mi ayuda habíasidosolicitadayútilymealegrabadehaberlapodidoprestar.Portrivialqueaquel hecho pareciese, daba alguna actividad ami pasiva existencia, era uncuadromásintroducidoenelmuseodemimemoria,yuncuadrodiferentealoshabituales,porquesuprotagonistaeravarón,fuerteymoreno.CreíaverleaúncuandodepositémicartaenHayymientrasregresabaacasarápidamente.Enelpuntodondeestuvierasentada,medetuveuninstante,comoesperandooírotravezelruidodeloscascosdeuncaballoyverapareceraunjineteyunperrodeTerranovaanálogoalGytrashdeloscuentosdeBessie.Peroantemísólosedistinguíaunsauceiluminadoporlalunaynoseoíamásqueelrumordelvientoentrelosárboles.DespuésdirigímimiradaaThornfield,vibrillarunaluzenunaventanay,comprendiendoqueeratarde,apresuréelpaso.

Nome eramuy grato entrar allí de nuevo. Cruzar el umbral significabavolveralambientemuerto,atravesarelvestíbulosilencioso,ascenderlaoscuraescalera y pasar la larga velada de invierno con la tranquila Mrs. Fairfax,volviendo a adormecer mis sensaciones en la apagada existencia cuyatranquilidadyholgurayonoapreciabayaencuantovalían.Enaquellaépoca

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mehubieraagradadoserarrastradaporlastormentasyazaresdeunavidadeluchaslejosdelaserenacalmaenquevivía,sentimientomuyparecidoaldequien,cansadodeestarmuchotiemposentadoenunasillademasiadocómoda,desealevantarseydarunlargopaseo.

Me detuve ante la verja, me detuve ante el edificio, me detuve en elumbral, cuyas puertas vidrieras estaban cerradas. Mi alma y mis ojos sealejabandeaquellacasagrisparadirigirsealcieloquesobremíseextendía,como un inmenso mar azul salpicado de nubes. La luna ascendíamajestuosamentehaciaelcenitylacontemplacióndelastemblorosasestrellasque brillaban en el infinito espacio hacía palpitarmi corazón y aceleraba elritmodemisvenas.Perosiempresurgenpequeñosdetallesquenosllamanalarealidad,yamímebastóoírsonarelrelojdelvestíbulopara,olvidándomedelunayestrellas,abrirlapuertayentrarenlacasa.

El vestíbulo no estaba oscuro comode costumbre.Lo iluminaba profusaluz que salía del comedor, cuya puerta estaba abierta, dejando ver el fuegoencendido y una deslumbrante exhibición de mantelerías y vajillas. Variaspersonas se hallaban junto a la chimenea y diversas voces mezclaban sustonos.Peroapenashabíatenidotiempodedarmecuentadeelloy,antesdequepudieraasegurarmedequeunadelasvoceseraladeAdèle,lapuertasecerróbruscamente.

MedirigíalcuartodeMrs.Fairfax.Elfuegoestabaencendido,peronolaluz.Mrs.Fairfaxnoestaba.Ensulugarvi,tendidoenlaalfombraymirandocongravedadlallama,unperronegroyblancocomoelGytrashdelcamino.Tantomesatisfizoverle,quemeadelantéyexclamé:—¡Piloto!

Seacercóamíycomenzóahacermefiestas.Leacariciéymoviólacola.Medesconcertabaelpensarcómohabíapenetradohastaallísolo,ytantoporaveriguarlocomoporpedirluz,toquélacampanilla.AcudióLeah.

—¿Porquéestáaquíesteperro?

—Havenidoconelamo.

—¿Conquién?

—Conelamo,conMr.Rochester.Hallegadohacepoco.

—¡Ah!¿YMrs.Fairfaxestáconél?

—Sí,ytambiénlaseñoritaAdèle,Johnhaidoabuscaralmédico.Elseñorsehacaídodelcaballoysehadislocadountobillo.

—¿CayóenelcaminodeHay?

—Sí;resbalóenelhielo.

—Ya.Tráigameluz.Leah,hagaelfavor.

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LeatrajounabujíaytrasLeallegóMrs.Fairfax,quienmediolasmismasnoticias,añadiendoqueeldoctorCartersehabíapresentadoyayestabaconMr. Rochester. Luego dio órdenes para preparar el té. Yo me fui a mihabitaciónaquitarmeelabrigo.

XIII

Por prescripción del médico, Mr. Rochester se acostó temprano aquellanocheyselevantótardealamañanasiguiente.Cuandoestuvovestido,hubodeatenderasuadministradoryaalgunosdesuscolonos,queleesperaban.

Adèle y yo evacuamos la biblioteca, que había de servir de sala derecepciónde losvisitantes.Habíaunbuenfuegoencendidoenuncuartodelprimer piso y yo llevé allí los libros y lo arreglé para servir de estancia deestudio.

ThornfieldHallhabíacambiado.Suhabitualsilencio,casideiglesia,habíadesaparecido. Constantemente llamaban a la puerta, sentíase sonar lacampanilla,muchaspersonasatravesabanelvestíbuloyoíasehablaravariasala vez. Si aquella racha de vida del mundo queme era desconocido y queacababadeentrarenlacasasedebíaalamo,meparecióquesupresenciaerapreferibleasuausencia.

Adèle aquel día no estaba en disposición de estudiar. Con cualquierpretextoqueríasalirdelcuartoybajarlasescaleras,afin,comoeranotorio,depresentarseenlabiblioteca,dondeyosabíaquesupresencianoeranecesaria.Cuandolograbahacerlavolverasentarse, laniñahablaba incesantementedesu «amigo Edward Fairfax de Rochester», como ella le llamaba (yo ignoréhasta entonces el nombre de pila del dueño de la casa), y se entregaba aconjeturassobre losregalosquelehabría traído,yaqueél,segúnparecía,alordenarquesefueseabuscarsuequipajeaMillcote,habíahabladodeciertacajitacuyocontenidodebíadeinteresarmuchoalapequeña.

—Yesodebesignificar—decía—quecontieneunregaloparamíyacasoparausted,señorita.Mr.Rochesterhahabladodeusted;mehapreguntadoelnombredemiinstitutrizymedijoquesinoeraunamujerpálidaydelgada.Mehadichoquesí...

Comí con mi discípula, como de costumbre, en el gabinete del ama dellaves. Pasamos la tarde, fría y desapacible, en el cuarto de estudios. Alponerseelsol,permitíaAdèledejarloslibrosybajar,yaque,porelrelativosilencioquereinaba,cabíaconjeturarqueMr.Rochesterestabalibreya.Unavez sola, me acerqué a la ventana. No se veía nada. Caían constantemente

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coposdenievecubriendoelsuelo.Corrílacortinaymeacerquéalfuego.

Habíacomenzadoa trazaren lacenizade losbordes la reproduccióndelcastillodeHeidelberg,querecordabahabervistoenalgunaparte,cuandoentróelamadellaves,arrancándomebruscamenteamispensamientos.

—AMr.Rochesterleagradaríaqueustedysudiscípulabajasenatomareltéconélenelcomedor.Haestadotanatareadotodoeldía,quenohapodidoocuparsedeustedhastaahora.

—¿Aquéhoratomaelté?—pregunté.

—Alasseis.Creoqueseríamejorquecambiaseusteddevestido.Yoiréconusted...Tomeunaluz.

—¿Esnecesarioquemecambiederopa?

—Sí,valemás.Yosiempremevistoporlasnochescuandoestáelseñor.

Aquellaceremoniosidadmepareciódemasiadosolemne,peronoobstante,fui ami habitación y, con la ayuda de la señoraFairfax, cambiémi vestidonegro de tela ordinaria por otro de seda negra, único repuesto de miguardarropa, amás de un tercer vestido gris que, a través de los conceptosadquiridosenLowoodsobreelvestuario,meparecíaquesólodebíausarenseñaladísimasocasiones.

—Necesita usted un prendedor—dijo el ama de llaves. Me puse unpequeño adorno de perlas que me había regaladoMiss Temple y bajamos.Poco acostumbrada como estaba a tratar con gentes desconocidas, lainvitación de Mr. Rochester era más un disgusto que otra cosa para mí.PrecedidadeMrs.Fairfaxentréenelcomedor.Enlamesaardíandosvelasdecera y otras dos en la chimenea. Piloto estaba tendido junto a la lumbre yAdèle arrodillada a su lado.Mr. Rochester yacíamedio tendido sobre unoscojines,conelpieencimadeunalmohadón.Reconocíamiviajero,consusespesas cejas y su cabeza cuadrada, que parecía más cuadrada aún por laforma en que llevaba cortado su negro cabello. Reconocí su enérgica nariz,con sus amplias aletas que, a mi entender, denotaban un temperamentocolérico;suboca,tanfeacomosubarbillaysumandíbula;sutorso,queahora,despojado del abrigo, me pareció tan cuadrado como su cabeza. Creo, contodo,queteníabuenafigura,enelsentidoatléticodelapalabra,aunquenoeranialtonigallardo.

Mr. Rochester notó, sin duda, que entrábamos, pero no lo delató pormovimientoalguno.

—AquíestálaseñoritaEyre,señor—dijoelamadellavesconsuhabitualplacidez.

Élseinclinó,peronoseparólosojosdelgrupoqueformabanelperroyla

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niña.

—Quesesiente—dijo—.¿Quédiablosmeimportaqueesaseñoritaestéaquíono?

Me sentí a mis anchas. Un acogimiento cortés me habría turbadoseguramente, porque yo no hubiera sabido corresponder con adecuadagentileza. Por el contrario, semejante recepción me dejaba en libertad deprocedercomoquisiera.Además,aquellarudezameresultabainteresante.

Rochesterpermanecíatanmudoeinmóvilcomounaestatua.Mrs.Fairfax,pensando, sin duda, que convenía que alguien entre nosotros se mostraraatento,tomólapalabra.Consuamabilidadhabitual,comenzóporcondolersedeloatareadoquesuseñorhabíaestadodurantetodoeldíaydelasmolestiasque debía causarle la dislocación, y concluyó recomendándole calma ypaciencia.

—Quiero el té, señora—dijo él por toda respuesta. La anciana tocó lacampanillay,encuantotrajeronelservicio,procedióadistribuirrápidamentetazas y cucharas.Adèle se sentó a lamesa, peroRochester no abandonó sulugar.

—¿Quiereustedalcanzarlatazaalseñor?—mepreguntóMrs.Fairfax—.Adelaquizáladejasecaer.

Hiceloquemepedía.Cuandoélcogióla taza,Adèle, juzgandosindudaoportunoelmomentoparaintervenirenmifavor,exclamó:

—¿Verdad,señor,quehayunregaloparaMissEyreenesacajita?

—¿Qué dices?—gruñó él—. ¿Esperaba usted algún regalo,Miss Eyre?¿Legustanlosregalos?

Ymecontemplóconsusojosdurosypenetrantes.

—Nosé,señor.Tengopocacostumbrederecibirlos.Laopinióngeneralesquesoncosasagradables.

—Yonohablodelaopinióngeneral.Digosilegustanausted.

—Hayquepensarloantesdecontestar,señor.Aceptarunregalopuedesertomadoenmuchossentidos,yhandeconsiderarsetodosantesdeopinar.

—VeoqueesustedmenossencillaqueAdèle.Ella,encuantomeve,mepide un regalo a gritos, mientras que usted, en cambio, filosofa sobre elasunto.

—Porque yo tengo con usted menos confianza que Adèle. Ella estáacostumbrada aqueusted le compre juguetes, peroyo soyuna extrañaparaustedynotengoelmismoderecho.

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—Déjesedemodestias.HeexaminadoaAdèleyhecomprendidoquesehapreocupadoustedmuchodeella,porquelaniñanotienegrantalentoy,sinembargo,enpocotiempohaprogresadomucho.

—Yamehadadoustedmiregalo,señor.Paraunamaestranadahaymáshalagadorqueoírelogiarlosprogresosdesudiscípula.

—¡Hum!—murmuróRochester.Ybebiósutéensilencio.

—Acérquesealfuego—dijodespués,mientraselamadellavessesentabaenunrincónahacercalceta.Adèlemehabíacogidode lamanoymehacíagirarporlaestancia,mostrándomelasconsolasycuantohabíadignodeverse.Aloírle, leobedecimos.Adèlepretendió sentarse enmis rodillas,pero se leordenóquefueseajugarconPiloto.

—¿Viveustedenmicasahacetresmeses?

—Sí,señor.

—¿Dedóndevinousted?

—DelcolegiodeLowood,enelcondadode...

—¡Ah,sí!Unainstituciónbenéfica.¿Cuántotiempohapasadoustedallí?

—Ochoaños.

—¡Debeusted ser personademucho aguante para haber soportadoochoañosdeesavida!Nomeextrañaquetengaustedlamiradadeunserdelotromundo.Cuandolaencontréanocheenelcaminomeparecióunodeesosseresfantásticos que figuran en los cuentos y temí queme hubiera embrujado elcaballo.Aúnnoestoysegurodelocontrario...¿Tieneustedpadres?

—No.

—¿Niseacuerdadeellos?

—No.

—Yame lo figuraba. ¿Y a quién esperaba usted sentada en el borde delcamino?¿Asugente?

—¿Cómo?

—Quiero decir si esperaba a los enanos del bosque. Se me figura que,como castigo a haber roto uno de sus círculos mágicos, puso usted en elcaminoaquelcondenadohielo.

Movílacabeza.

—Los enanos del bosque —dije hablando con tanta seriedad aparentecomoél—abandonaronInglaterrahacemásdecienaños.Ynisiquieraenel

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camino de Hay ni en los campos próximos he podido encontrar rastros deninguno.Nuncavolveránadanzarenlasnochesdeveranonibajolafríalunadeinvierno...

Mrs.Fairfax,arqueando lascejas,mostróelasombroque leproducía tanextravaganteconversación.

—Bueno—repusoMr.Rochester—.Supongoquealmenos tendráustedtíosotías.

—Nuncaloshevisto.

—¿Niensucasa?

—Notengocasa.

—¿Ysushermanos?

—Notengohermanos.

—¿Quiénlarecomendóaquí?

—MeanunciéyMrs.Fairfaxcontestóamianuncio.

—Sí—dijo la buena señora—, y doy gracias al cielo por el acierto quetuve.MissEyrehasidounagrancompañeraparamíyunabondadosayútilprofesoraparaAdèle.

—Nohagael artículo—replicóMr.Rochester—.Loselogiosno sonmifuerte.Yoséjuzgarpormímismo.Yloprimeroqueestaseñoritamehahechoesmotivarunacaídademicaballo.

—¡Oh,señor!—dijoMrs.Fairfax.—Estadislocaciónseladeboaella.Laviudaparecióturbada.

—¿Nohavividoustednuncaenunaciudad,señorita?

—No,señor.

—¿Hatratadomuchagente?

—Con nadie más que con las condiscípulas y profesores de Lowood yahoraconloshabitantesdeThornfield.

—¿Haleídoustedmucho?

—Loslibrosqueheencontradoamialcance,quenohansidodemasiados.

—Veoquehavividoustedcomounamonja,nocabeduda...CreoqueeldirectordeesecolegioesuntalBrocklehurst,unclérigo,¿no?

—Sí,señor.

—Ysupongoqueustedes sentiríanhacia sudirector la estimaciónde las

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religiosasdeunconventohaciasucapellán,¿no?

—No.

—¿Cómoqueno?¡Unanoviciaquenoestimaasusacerdote!Esoescasiunaimpiedad...

—YonoestimoaMr.Brocklehurst,nisoylaúnicaquetienetalopinión.Esunhombreduro,mezquino,quehacíaquenoscortasenloscabellosynosescatimabaelhiloylasagujas.

—¡Quémodo tanequivocadodeentender la economía!—intervinoMrs.Fairfax.

—¿Esése todoelmotivodedisgustoque tieneustedconél?—preguntóMr.Rochester.

—Nosmatabadehambrecuandoestabaasucargolaorganizacióndelascomidas, antes de que se nombrase un patronato.Una vez a la semana nosfatigabaconlarguísimaslecturasytodaslasnochesnoshacíaleerlibrossobrelamuerterepentinayelJuicioFinal,quenoshacíanacostarnosdespavoridas...

—¿QuéedadteníaustedcuandoingresóenLowood?

—Diezaños.

—Entonces,ahoracuentadieciocho,¿verdad?

Asentí.

—Laaritméticaesútilaveces;sinella,yonohabríapodidoahoraadivinarsuedad.Escosadifícildeprecisarenciertoscasos...Y¿quéaprendióustedenLowood?¿Sabeustedtocar?

—Unpoco.

—Ya;ésaeslarespuestaderigor.Vayaustedalabiblioteca...bien:quierodecir que haga el favor de ir a la biblioteca. Dispensemi modo de hablar.Estoyacostumbradoadecirquesehagaestoolootroyaserobedecido,ynovoy a violentar mis costumbres por usted. Vaya, pues, a la biblioteca,alúmbreseconunavelaytoqueunapiezaalpiano.

Obedecísusindicaciones.

—¡Basta!—gritóalcabodealgunosminutos—.Tocaustedunpoco,yaloveo...Comootrasmuchas chicas de los colegios, y hastamejor que alguna,peronobien.

Cerréelpianoyvolví.Mr.Rochestercontinuó:—Adèlemehaenseñadoestamañanaunosdibujosdeusted,segúnelladice.Perosupongoqueestaránhechosconlaayudadealgúnprofesor.

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—No—meapresuréadecir.

—Veoquetieneustedciertoorgullo.Bueno:tráigamesuálbumdedibujosyenséñemelos,perosóloenelcasodequeseanauténticamentesuyos.Amínolograráustedengañarme.Soyperitoenlamateria.

—Entoncesnodirénada,paraqueustedjuzgueporsímismo.Fuiabuscarelálbumylollevé.

AdèleyMrs.Fairfaxseaproximaronparavermisdibujosypinturas.

—Esperen —dijo Rochester—. Cuando yo concluya, lo cogen ustedes.Entretanto,noseechenencima.Examinócuidadosamentemistrabajos,apartótresyseparólosdemás.

—Lléveselosaotramesa,Mrs.Fairfax—dijo—,yvéanlosustedyAdèle.Yusted—agregódirigiéndoseamí—,siénteseycontesteamispreguntas.Yaveoqueestostrabajossondeunamismamano.Esamano,¿eslasuya?

—Sí.

—¿Cuándoloshizo?Debendehaberlecostadomuchotiempo.

—LosdibujéenmisdosúltimasvacacionesdeLowood. ¡Cómono teníanadaquehacer!

—¿Dedóndeloshacopiadousted?

—Loshesacadodemicabeza.

—¿Deesacabezaqueveosobresushombros?

—Sí,señor.

—¿Yquedaalgoparecidodentrodeella?

—Creoquesí,yhastapudieraserquequedasealgomejor.

Élseabstrajodenuevoenlacontemplacióndelostrabajos.

—¿Sesentíaustedfelizcuandoloshacía?—dijoalfin.

—Sí,señor.Elpintarodibujarhasidounadelaspocasalegríasqueyohetenidoenelmundo.

—Esonoesmuchodecir.Susplaceres,segúnustedmismaafirma,nohansidomuyabundantes.Perosemefiguraqueseextasiabaustedmientrasdabaasus pinturas estos extrañosmatices que emplea. ¿Trabajaba en ellomuchashorasaldía?

—Comonoteníanadaquehacerporestarenvacaciones,trabajabadesolasol,ycomolosdíaseranlargos,disponíademuchotiempo.

—¿Yestáustedsatisfechadelresultadodesusesfuerzos

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—No.Me atormenta mucho la diferencia que existe entre lo que sueñohaceryloquehago.Siempreimaginohacercosasquemeresultanimposibles.

—No del todo.Usted ha creado una sombra de lo que soñaba. Si no esustedunaartistaenplenamadurez,almenosloquehahechoesextraordinariopara una escolar.Hay detalles que debe de haber visto en sus sueños... Porejemplo: ¿dónde puede usted, si no, haber visto Patmos?... Porque esto esPatmos...Enfin,llévesetodoesto.

Apenas había comenzado a colocar mis trabajos en el álbum, cuandoRochestermiróalrelojydijobruscamente:

—Sonlasnueve.¿CómoestáAdèlelevantadaaún?...Acuéstela,señorita.

Adèlefueabesarleantesdesalir.Élrecibiólacaricia,perolacorrespondióconmenosafectoquelohubierahechoconelperro.

—Buenasnoches—nosdijo,señalandolapuertaconunademán,comosi,yacansadodenosotras,nosdespidiese.

Mrs. Fairfax recogió su labor, yo mi álbum, nos despedimos de Mr.Rochester,quenoscorrespondiófríamente,ynosretiramos.

—NomehabíaustedhabladodequeMr.Rochesterfueratanespecial—dijeaMrs.Fairfaxdespuésdequehubimosacostadoalaniña.

—¿Yloes?

—Sí.Esmuybruscoymuyvoluble.

—Sindudaparecealgo raro,peroyoestoyacostumbradaa sucarácterynuncapienso en eso.Puestoque tieneun temperamento especial, es precisoseguirlelacorriente.—¿Porqué?

—Enparte,porquesunaturalezasufreyesimposiblecontrariarlapropianaturaleza,yluegoporquepreocupaciones,penas...

—¿Acercadequé?

—Dedisgustosfamiliares,ocosaparecida.

—¿Tienefamilia?

—Ahorano,peroantessí.Hacepocosañosquemuriósuhermanomayor.

—¿Suhermanomayor?

—Sí.ElactualMr.Rochesternohasidosiempredueñodeestapropiedad.Sólohacenueveañosqueloes.

—Yo creo que nueve años es tiempo suficiente para consolarse de lapérdidadeunhermano.

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—Quizáno.Yocreoqueentreelloshubodisgustos.Mr.RochesternofuejustoconMr.Edwardypuedeserquehastaprocurasepredisponerasupadrecontraéste.Elpadreamabamuchoeldineroydeseabaquelaspropiedadesdelafamiliaestuviesenreunidasenunasolamano.Nodeseabadividirlastierrasy, en consecuencia,Mr. Rowland y su padre realizaron, al parecer, algunasmaniobras que dejaban a Mr. Edward en una situación penosa... No séexactamentecuál,perosíséqueeramuydesagradable,queprodujonopocosdisgustosyquehizopadecermuchoaMr.Edward.Comonoeshombrequeperdone fácilmente, rompióconsu familiaydurantemuchosaños llevóunavida errante.Desdeque,pormuertede suhermano, entró enposesiónde laherencia,nohapasadoaquínuncaquincedíasseguidos.Nomeextraña,enelfondo,quehuyadeestacasa.

—¿Porqué?

—Porquetienerecuerdossombríosparaél.

Me hubiese agradado pedir algunas explicaciones, peroMrs. Fairfax noquería o no podía darme detalles más explícitos sobre la naturaleza de laspreocupacionesdeMr.Rochester.Acasofuesenunmisterioparaellamismaynosupiesesinoloquelepermitíanimaginarsusconjeturas.Encualquiercaso,comoeraevidentequedeseabacambiardeconversación,hicepormipartelomismo.

XIV

Durante los días siguientes vi pocas veces a Mr. Rochester. Por lasmañanas estaba muy ocupado en sus asuntos y por la tarde le visitabanpersonasdeMillcoteodelascercanías,lascuales,enocasiones,comíanconél. Cuando se repuso de la dislocación, solía salir mucho a caballo,seguramenteparadevolveraquellasvisitas,ynovolvíahastamuyentradalanoche.

Enaquelperíodo,aunqueAdèlesolíairaverleconfrecuencia,todasmisrelaciones con él se redujeron a encuentros casuales, en el vestíbulo, laescaleraolagalería.Enesasocasiones,élmesaludabaconunafríamiradayuna distraída inclinación de cabeza, o bien con una sonrisa amable. Suscambiosdecarácternomemolestaban,yaqueeraevidentequedependíandecausasqueparanadasereferíanamí.

Undíaqueestabacomiendoconvariosinvitadospidiómiálbum,sindudaparaqueloviesen.Aquelloscaballerossemarcharonpronto,afindeasistiraunareuniónenMillcote,peroélnolesacompañó.Apocodehaberseidosus

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invitados,tocólacampanillayordenóquebajásemosAdèleyyo.Arregléunpocoalaniña.Yonotuvequearreglarme,yaquemivestimentacuáquera,porlo lisay rasa,nopermitíacasidesarregloalguno.Adèlepensóenseguidasihabríallegadosupetitcoffreque,pornoséquéconfusión,sufrieraunatrasodevariosdías.Encuantoentróenelcomedor,viounacajitadecartónsobrelamesaysealborozó,comosiconocieraporinstintodeloquesetrataba.

—¡Micaja,micaja!—exclamó,precipitándosehaciaella.

—Sí:tucaja...Llévatelaaunrincónyábrela.¡Sevequeeresunaauténticaparisiense!—dijolagraveysarcásticavozdeMr.Rochester,surgiendodelasprofundidadesdeuna inmensabutacaenquesehallabahundido,al ladodelfuego—.Peronovayasdándonosnoticiasdetuoperaciónanatómicaamedidaque investigues en las entrañas de la caja. Hazlo en silencio; tiens-toitranquille,enfant,comprends-tu?

Adèle sehabía retiradoaun sofácon su tesoroy seafanabaen soltar lacuerda que lo sujetaba. Habiendo eliminado tal obstáculo y hallado ciertosobjetosenvueltosenpapeltransparente,selimitóaexclamar:

—¡Oh,québonito!

Ypermanecióabsortaenunaextáticacontemplación.

—¿YMissEyre?—preguntó el amo, semiincorporándose en su sillón ymirando hacia la puerta, donde yo me hallaba—. Bien, pase y siéntese—continuó,alverme,aproximandounasillaalasuya—.Nomegustalacharladelosniños.Soyunsolterónyningúnrecuerdogratomeproducenlascosasinfantiles.Meseríaimposiblepasartodalaveladatéte-à-téteconunchiquillo.Digolomismorespectoalasviejas,pesealoqueaprecioalaseñoraFairfax.Miss Eyre: siéntese precisamente donde le he señalado... Quiero decir, sigusta...¡Eldemonioselleveesosmiramientostontos!Siempremeolvidodeellos.

TocólacampanillayencargóqueinvitasenaacudiraMrs.Fairfax,lacualsepresentóconsucestodelabor,comodecostumbre.

—Buenasnoches,señora.HeprohibidoaAdèlequemehableapropósitode los regalos. Le ruego que me sustituya en la tarea de atenderla y deconversarsobreesetema.Conelloharáustedunaobradecaridad.

Adèleenefecto,apenasvioalamadellaves,lacondujoalsofáenseguiday colmó su falda con las porcelanas y marfiles de que estaban hechos losregalos, entregándose a explicaciones y arrebatos de júbilo tan vehementescomoselopermitíasuescasodominiodelinglés.

—Yahecumplidomisdeberesdeanfitrióndandoamishuéspedesocasióndedivertirseelunoalotro—dijoRochester—yquedo,pues,en libertadde

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divertirme yo. Señorita: haga el favor de aproximarse más al fuego. Desdeaquínopuedoverlasinabandonarlacómodaposiciónenqueestoysentado,ynotengoganasdehacertalcosa.

Hice lo que me decía, aunque hubiera preferido permanecer más en lasombra. Pero Mr. Rochester tenía un modo de dar órdenes que obligaba aobedecerlesindiscusiónposible.

Estábamosenelcomedor.Las luces,encendidaspara lacomida, seguíaninundando laestanciaconsuclaridad.El rojo fuegoardíaalegrementey loscortinajes de púrpura pendían, ricos y amplios, de los altos ventanales y elelevadoarcodeacceso.Todoestabaensilencio,ysóloseoíanelcuchicheodeAdèle, queno se atrevía ahablar alto, y el batir de la lluvia invernal en loscristales.

Mr.Rochester,queestabasentadoensubutacaforradadedamasco,mirabadeunmodoinusitadoenél,conmenosdurezaquedecostumbreydemodomuchomenossombrío.Porsuslabiosvagabaunasonrisaysusojosbrillaban,ignoro si como consecuencia de haber bebido mucho, aunque me pareceprobablequesí.Estaba,enresumen,enelmomentobeatíficodeladigestión,ysesentíamásexpansivoymásindulgentequeporlamañana.Reclinabasumaciza cabeza sobre el blanco respaldo del sillón, la lumbre iluminaba delleno sus duras facciones y en sus ojos, grandes y negros, muy bellos porcierto, había algo que si no era dulzura podía considerarse como unamanifestaciónparecidaaesesentimiento.

Miróelfuegodurantealgunosinstantes,volviólacabezadeprontoymesorprendióexaminandosufisonomía.

—Me contempla usted —dijo—. ¿Le parezco guapo? De haberlomeditado,yohubiesedadounacontestacióncortés,perolarespuestabrotódemislabiosantesdequetuviesetiempodereflexionar:

—No,señor.

—Palabraqueesustedraradeveras—dijo—.Estáustedquieta,graveysilenciosacomounamonjita,con lasmanoscruzadasymirando laalfombra(exceptocuando,comoahora,memiraa lacara)y,encambio,sise lehacealguna pregunta, sale con una contestación si no grosera, al menos brusca.¿Quésignificaeso?

—Perdóneme, señor. Reconozco que yo debía contestar que no es fácilresponderatalpreguntaguiándoseporlasapariencias;queesovaengustos;quelahermosuraenloshombrestienepocaimportancia,oalgoparecido.

—¿Cómo que no tiene importancia la hermosura?Ahora, so pretexto depaliarelinsultoanterior,meintroduce,tranquilamente,uncuchilloafiladoen

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el oído. ¡Porque no otra cosa son sus palabras! Dígame: ¿qué defectosencuentraenmí?¿Acasonotengomismiembrosymisfaccionescompletos,comolosdemáshombres?

—Hequeridorectificarmicontestación,señor.Eraundisparate.

—Lomismocreo.Ea,critiquemifigura.¿Acasonolegustamifrente?

Separóloscabellosquecaíansobresuscejasymostróunasólidaenvolturadelosórganosintelectuales,enlaquelasprotuberanciascaracterísticasdelabondadbrillabanporsuausencia.

—¿Qué?¿Acasotengoaspectodetonto?

—Nadade eso, señor. ¿Meencontraráustedgrosera si le pregunto, amivez,sitieneustedalgodefilántropo?

—¡Ea, otra cuchilla, con la disculpa de acariciarme! ¡Y todo porque hedichoquenomegustatratarconlosniñosylasviejas!No,jovencita,nosoyunfilántropo,perotengoconciencia.

Yseñaló lasprominenciasque,segúnsedice, indican talcualidadyque,afortunadamenteparaél,eranbastanteacusadas.

—Además—agregó—, poseo una especie de ruda blandura de corazón.Cuandoyoteníalaedaddeusted,eraunmuchachobastantesentimentalymeemocionabafácilmenteantelosinfortunadosylosdesvalidos.Perodespuéslafortunamehabaquetadodetalmodo,quemehehechoduroyresistentecomouna pelota de goma maciza. No obstante, soy vulnerable por una o doshendiduras,tengoalgúnpuntoflaco...¿Meconcedeesoalgunaesperanza?

—¿Dequé,señor?

—Devolveratransformarme,depelotadegomamacizaquesoy,enunserdecarneyhueso.«Decididamente,habebidomucho»,pensé.

Y no supe qué contestar. ¿Qué podía decirle sobre sus posibilidades detransformación?

—Memiraustedconasombro,señorita,ycomoustednotienemuchomásdebonitaqueyodeguapo,elasombronolafavoreceennada,seloaseguro.Leconvieneescucharme,porqueasísepararásusojosdemicaraysededicaráa estudiar las flores de la alfombra. Jovencita: esta noche me sientocomunicativoysociable.

Y trasesepreámbulose levantóyapoyóelbrazoen lachimenea.En talactitud,seleveíaelcuerpotanbiencomolacara.Supechoteníaunperímetrocasidesproporcionadoalalongituddesusbrazosypiernas.Estoyseguradeque la gente le hubiera juzgado un hombre muy desagradable; pero, sinembargo, había tan espontánea altivez en su porte, tanta naturalidad en sus

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modales, tan sincera indiferencia hacia la fealdad de su exterior, tan firmecreenciaenlaimportanciadeotrasfacultadessuyas—intrínsecasono,peroalmargen del mero atractivo personal—, que, al mirarle, la indiferenciadesaparecíaysesentíaunoinclinadoaconfiarenél.

—Repitoqueestanochemesientocomunicativoysociable—siguió—,ypor eso he enviado a buscarla, ya que el fuego y los candelabros no meparecieron suficiente compañía; ni tampoco Piloto, ya que, como todos suscongéneres,nohabla.Adèleestáenunplanomáselevado,peronomebasta,yMrs.Fairfax,ídem.Encambio,estoypersuadidodequeustedsepondráamialtura, si se lo propone.Me dejó usted confundido la primera noche que lainvité,luegolaolvidécasideltodo.Teníaotrasideasenlacabeza.Estanocheheresueltoestaramisanchas,despidiendoalosimportunosyllamandoalosquemecomplacen.Meagradarásabermáscosasdeusted.Hable.

Envezdehablar,sonreí,ycreoquenodeunmodomuycomplacientenisumiso.

—Hable—insistió.—¿Dequé?

—Deloquequiera.Dejoasueleccióneltemaylaformadedesarrollarlo,siemprequeserefieraaustedmisma.¡Vamos!

Yonodijenada.

—¿Estáustedmuda,señorita?

Continué callada. Él inclinó la cabeza haciamí ymemiró de unmodosingular.

—¿Conquesehaenojadousted?—dijo—.Comprendo.Mehedirigidoaustedenunaformaabsurdaycasiinsolente.Perdone.Conste,deunavezparasiempre, que no quiero tratarla como a un inferior..., es decir—corrigió enseguida—, únicamente con la superioridad queme dan veinte añosmás deedadycienañosmásdeexperiencia.Estoesnatural,tenez,comodiríaAdèle.Sóloenvirtuddeesasuperioridadherogadoaustedquetengalabondaddehablarmeunpoco,paradistraermedeotraclasedepensamientos.

Se había dignado darme una explicación, casi una excusa. No cabíamostrarse insensible a su condescendencia. —Me agradaría distraerle, sipudiera, señor, pero no sé de qué hablar, porque, ¿cómo adivinar lo que leinteresa?Pregúntemeloquequieraylecontestarélomejorquesepa.

—Entonces, hágame el favor de concordar conmigo en queme asiste elderechodehablarleconciertaautoridad, teniendoencuentaquepor laedadpodría ser su padre, además de que poseo una larga experiencia, adquiridaviajando pormediomundo y tratando amuchas y diversas gentes,mientrasustedhavividosiempreconlasmismasenlamismacasa.

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—Comoustedguste,señor.

—Esoesunadesagradableevasiva.Contesteconclaridad.

—Puesbien,señor,yocreoqueustednotienederechoamandarmeporqueseamásviejoqueyooporquehayavistomásmundo.Esasuperioridadqueusted se atribuye dependerá del uso que haya hecho de su tiempo y de suexperiencia.

—¡Hum!Creoquehehechounusoindiferente,pornodecirmalo,deesasdos ventajas a mi favor. Bien: dejemos al margen esa superioridad ypongámonosde acuerdo enqueustedno seofenderá si recibeórdenesmíasahoraoenadelante,¿leparecebien?

SonreíalpensarenlocuriosodequeMr.Rochester,alhablardeórdenes,olvidasequemepagabatreintalibrasalañoparatenerelderechodedármelas.

—¡Elocuentesonrisa,señorita!—dijoél,sorpendiéndolaycomprendiendomipensamiento.

—Estaba pensando, señor, que pocas personas se preocuparían depreguntarasusasalariadossilesofendíanonolasórdenesquelesdieran.

—¿Asalariados?¿Esustedasalariadamía?¡Ah,sí:mehabíaolvidadodelsueldo!Bueno,puestosenese terrenomercenario,¿estáusteddeacuerdoendejarme adoptar un poquito el aire de hombre superior? ¿Consiente endispensarme muchas faltas a las formas y a las frases convencionales, sinsuponerquelaomisiónentrañainsolencia?

—Estoysegura,señor,dequenuncaconfundirélafaltadebuenasformascon la insolencia. Lo primero me parece bien; a lo segundo, ningún serhumanonacidolibredebesometerse,nisiquieraporunsueldo.

—¡Bobadas!Lamayoríade losnacidos libres se sometenporun sueldo.Refiérase a sí misma y no entre en generalizaciones que usted ignora enabsoluto.Noobstante,mentalmentecoincidoconsucontestación,apesardesuinexactitud,tantoporelmododedecirlocomoporlaideaqueentraña.Elmodo ha sido franco y sincero, cosa poco corriente. Ni tres entre tres milinstitutrices hubieran contestado como usted lo ha hecho. Pero no sevanaglorie de ello. Si es usted diferente a la mayoría, se lo debe a lanaturaleza, que la ha hecho así.Y aún creo que voy demasiado lejos enmicriterio,porqueacasonoseaustedmejorque lasdemásy tenga intolerablesdefectosquecompensensusbuenascualidades.

«Lomismopuedepasarteati»,pensé.Éldebiódeleerenmisojosaquelpensamiento, porque me contestó como si me lo hubiera oído exponer depalabra:

—Sí—dijo—.Tieneustedrazón.Yoestoycargadodedefectos.Losé,y

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notratodenegarlos,seloaseguro.Nopuedosermuyseveroconlosdemás,porquemi propia vida ha sido tal, que con justiciamerece las censuras, delprójimo.Yoiniciéo,mejordicho,mehicieroniniciar(amí,comoatodoslosequivocados, nos gusta achacar la mitad de nuestra mala suerte a lascircunstanciasadversas)uncaminotortuosocuandosóloteníaveinteaños,yluegonohepodidoseguirelrecto.Peroyohabríapodidosermuydiferente,tanbuenocomousted,casi tanpuroy,desdeluego,mássensato.Envidiosutranquilidadmental,suconciencialimpia,sumemorialibredetodorecuerdoominoso. Una conciencia así, joven, es un exquisito tesoro, un manantialinagotabledeconfortaciones...

—¿Cómoerasuconcienciaalosdieciochoaños,señor?

—Comoladeusted:limpiayclara,sinqueunasolagotadeaguaturbialahubiesecontaminadoaún.Yoeracomousted,igualqueusted.Lanaturaleza,señorita,me inclinaba a ser unhombrebueno, y ya ve ustedqueno lo soy.Está usted pensando que me adulo a mí mismo: lo leo en sus ojos, y yocomprendo enseguida ese lenguaje... Pero le doymi palabra de que digo laverdad,ysupongoquenometendráustedporunvillano...Yohedado,másquepornaturalinclinación,envirtuddelascircunstancias,enserunpecadorcomo hay muchos, encenagado en todas las miserables disipaciones queenvilecen la vida. ¿Le sorprende que le confiese esto?No le extrañe. En elcurso de su vida encontrará usted mucha gente que le confía sus secretos,involuntariamente, de un modo instintivo, y ello, porque usted prefiere, ahablardesímisma,oírhablardesímismosa losdemás,escuchándolesconuna natural simpatía, que es más agradable y anima más porque no esinoportunaensusmanifestaciones.

—¿Cómoloadivinausted,señor?

—Loveocontodaevidencia.Ylaestoyhablandotansinceramentecomosi escribiese mis pensamientos en un diario íntimo. Respecto de mi vida,podríausteddecirqueyodebierahaberprocuradosuperarlascircunstancias,pero la verdad es que no lo hice. En vez de recibir con impasibilidad losgolpes del destino, me dejé caer en la depravación... Y he aquí que ahora,cuando el ver un degenerado cualquiera excita mi repulsión, no puedoconsiderarmemejorqueél...Enfin,señorita,cuandounocaeenelerrorsienteluegoremordimientosy,créalo,elremordimientoeselvenenodelavida.

—Peroelarrepentimientoeselantídotodeeseveneno,señor.

—Noloes;elcambiardeconducta,sí;yacasoyocambiaraenelcasode...Pero¿aquéhablardeloqueesimposible?Además,puestoquesemeniegalafelicidad, tengo derecho a gozar de los placeres que pueda encontrar en lavida;yasíloharé,cuesteloquecueste.

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—Ysedepravarácadavezmás,señor.

—Puede ser. O acaso no, porque, ¿y si encuentro en esos placeres algoconfortableydulce,tanconfortableydulcecomolamielsilvestrequelaabejaacumulaentrelosbrezales?¡Quéamargodebedesereso!

—¿Quésabeusted?Pormuyseriaquesepongaypormuysolemnementequememire,estáustedtanignorantedelasuntocomoestecamafeolopuedaestar—ytomóunodelachimenea—.Notieneustedderechoasermonearme;es usted una neófita que no ha pasado aún bajo el pórtico de la vida ydesconocesusmisterios.

—Melimitoarecordarle,señor,que,segúnustedmismo,elerroraparejaremordimientoyelremordimientoeselvenenodelaexistencia.

—¿Quiénhabladeerrorahora?¿Quiénpuededecirsilaideaqueacudealamente es un error omás bien una inspiración? ¡Ahoramismo siento unaidea que me tienta! Y le aseguro que no es nada diabólica. Al menos, sepresenta engalanada con las vestiduras luminosas de un ángel. ¿Cómo noadmitiraunvisitantequeseintroduceenelalmatanradiantedeluz?

—Noesunángelverdadero,señor.

—¿Qué sabe usted, repito? ¿En virtud de qué pretende usted distinguirentreunángelcaídoyunemisariocelestial?

—Lo juzgo por su aspecto, señor. Estoy segura de que será usted muydesgraciado si atiende la sugestión que debe de haber recibido en estemomento.

—No lo creo. Al menos, me trae el más agradable mensaje que puedapedirse.Además,¿esacasoustedmidirectoraespiritual?¡Ea,lindaaparición,venaquí!

Hablabacomosisedirigieseaunavisión,nodistinguibleaotrosojosquelossuyos.Abriólosbrazosyluegoloscerrósobresupecho,comosiabrazaseaalguien.

—Ahora —continuó, dirigiéndose a mí—, ya he recibido al belloperegrino, a la deidad disfrazada, como lo es sin duda. Su apariciónme hacausadounefectobenéfico:micorazón,queeraunosariohaceunmomento,escasiunsagrarioenesteinstante.

—A decir verdad, señor, no puedo seguirle en su conversación. No lacomprendo;quedafuerademialcance.Sólocreoentenderunacosa:quenoesusted tan bueno como quisiera, y que lamenta su imperfección. Antes mehablabausteddememoria.Puesbien,yoestoyconvencidadeque,siustedselo propusiera, llegaría a corregir sus pensamientos y sus actos hasta quellegaseeldíaenque,alrepasarsusrecuerdos,loshallaseagradablesenvezde

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dolorosos.

—Bienpensandoymejor dicho, señorita.En estemomento procuro contodasmisfuerzasadquirirnuevosybuenospropósitos,quehabrándesertanfirmes y duraderos como la misma roca. Desde ahora creo que mispensamientosymisdeseosvanasermuydistintosalosdeantes.

—¿Ymejores?

—Tantocomoeloropuroesmejorqueelmetaldorado.Parecequedudausted,peroyonodudodemímismo.Conozcomifinylosmotivosquetengoparabuscarlo,ydesdeesteinstantemesometoaunaleytaninflexiblecomoladelospersasylosmedos.

—Noloconseguirá,señor,sinoestablecealavezreglasparaaplicarla.

—Pero esas reglas han de ser inusitadas, porque es una inusitadaconcurrenciadecircunstanciaslaquelasimpone.

—Semejante máxima es peligrosa, porque se presta a interpretacionestorcidas.

—¡Qué sentenciosa está usted hoy! Pero le aseguro que no interpretarétorcidamentenada.

—Usted,comohombre,esfalible.

—Yalosé.Tambiénustedloes.¿Yqué?

—Quequienesfaliblenopuedearrogarseelpoderdeseguirunalíneadeconductaextraordinariaasegurandoqueesconveniente.

—¡«Queesconveniente»!Ésaeslafraseadecuada.Ustedlohadicho.

Me levanté, comprendiendo lovanodecontinuarunaconversaciónde laque no comprendía nada, e intuyendo, además, que el carácter de miinterlocutor era superior a mi penetración. Me sentía indecisa y vacilante,comosiemprequesetratadeuntemaqueseignora.

—¿Adóndeva?

—AacostaraAdèle.Yaeshora.

—Metemeusted,porquehablocomolaEsfinge.

—Sulenguaje,señor,esenigmático,enefecto,peronotemonada.

—¡Sí!Suamorpropiolehacetemerelllegaradecirdesatinos.

—Desdeluego,reconozcoquenodeseohablardecosassinsentidocomún.

—Aunque sea eso lo que diga, lo expresa de un modo tan sereno ydoctoral,queparecequedicecosasconsentido.¿Noseríeustednunca?No

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hacefaltaqueconteste.Yahevistoqueríeustedmuypoco.Peropuedeustedllegarareírconplenaalegría,porquetanausteraesustedpornaturalezacomoyo, por naturaleza, vicioso. Lowood pesa todavía sobre usted, haciéndoledominarsussentimientos,sus impresionesyhastasusmodalesysusgestos.Temeusted,enpresenciadeunhombre—padre,personamayoroloquesea—, sonreír con excesiva alegría, hablar con demasiada libertad, moversedemasiadovivamente.Peroconfíoenqueusted,conmigo,aprenderáasermásnatural,yaqueamímeresultaimposibleserconvencionalconusted.Cuandosea más natural, sus ademanes y sus miradas serán más vivos y másespontáneos.Sumirada es la deunpájaro enjaulado.Cuándo se halle libre,volarásobrelasnubes...¿Qué?¿Insisteenirse?

—Sonmásdelasnueve,señor.

Noimporta;espereunminuto.Adèlenotieneganasdeacostarsetodavía.La posición en que estoy, de espalda al fuego, me permite observar confacilidad.HemiradodevezencuandoaAdèle,mientrashablábamos,yaquetengomotivosparacreerqueesunserdignodeestudio,porrazonesquealgúndíaleexplicaré,señorita...Puesbien,mirándola,lahevistosacardelfondodesucajita,hacediezminutos,unvestiditodesedarosa,quelahaentusiasmadoydespertadosus instintosdecoquetería.Enseguidahadicho:«Il fautque jel'essaieetàNnstantméme!»,yhasalidodelcuarto.AhoradebedeestarconSophie,entregadaa laoperacióndeprobarseelvestido,ydeaquíapoco laveremosentrarconvertidaenunaminiaturadeCélineVarens,que...,peroestono interesa. De todos modos, mis tiernos sentimientos están a punto deexperimentarunaconmoción.Aguarde,pues,unmomentoyveremossimispalabrasseconfirman.

ApocosentimoselpisardelospiececitosdeAdèleenelvestíbulo.Entrótransformadacomosuprotectorhabíapredicho.Unvestidodecolorderosa,muycortoyconmuchovuelo, sustituíaalvestidooscuroque llevabaantes;unaguirnaldadecapullosderosaceñíasufrente,ycalzabacalcetinesdesedayunaspequeñassandaliasderasoblanco.

—¿Mesientabienelvestido?¿Yloszapatos?¿Ylasmedias?¡Voyabailarunpoco!

Ysujetandoconlasmanoselvuelodesuvestido,cruzólahabitaciónhastallegar anteMr.Rochester, e inclinándose ante él, a imitación de las artistas,hastaarrodillarse,ledijo:

—Muchas gracias por su bondad, Mr. Rochester. E incorporándose denuevo,añadió:

—Mamáharíalomismo,¿verdad?

—¡Exactamente!—gruñóél—.¡Yconquégraciasacabamidineroinglés

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de mi británico bolsillo! Yo también tuve mi primavera, Miss Eyre, y aldisiparsemedejócomorecuerdoestaflorecillafrancesa...Unpocoartificial,pero a la que me siento obligado, acaso en virtud de ese principio de loscatólicosqueprocuranexpiarsuspecadoshaciendoalgunabuenaobra.Algúndíameexplicarémejor...¡Buenasnoches!

XV

Mr.Rochesterseexplicó,enefecto.UnatardenosmandóllamaraAdèleyamíy,mientrasellajugabaconPiloto,élmellevóapasearymeexplicóqueaquellaCélineVarenshabíasidounabailarinafrancesaquefuesugranpasión.Céline le había asegurado corresponderle conmás ardor aún.Él creía ser elídolo de aquella mujer, pensando que, feo y todo, Céline prefería su tailled'athlétealaeleganciadelApolodeBelvedere.

—Demodo,MissEyre,que,halagadoporaquellapreferenciadelasílfidegalahaciaelgnomoinglés, la instaléenunhotel, laproporcionécriados,uncarruaje y, en resumen, comencé a arruinarme por ella según la costumbreestablecida... Ni siquiera tuve la inteligencia de elegir un nuevo modo dearruinarme.Seguíelhabitual,sindesviarmedeélniunapulgada.Ytambiénmeocurrió, comoera justo, loqueocurrea todosenesoscasos.Unanocheque Céline no me esperaba, se me ocurrió visitarla, pero había salido. Mesenté a aguardarla en su gabinete, feliz al respirar el aire de su aposento,embalsamadoporsualiento...Perono,exagero...Nuncasemeocurriópensarque el aire estuviera embalsamado por su aliento, sino por una pastillaaromáticaqueellasolíacolocarenlahabitaciónyqueexpandíaperfumesdeámbaryalmizcle...Aquelfuertearomallegóasofocarme.Abríelbalcón.Lanoche,iluminadaporlalunayporlosfarolesdegas,eraclara,serena...Enelbalcónhabíauna sillaodos.Me senté, encendíuncigarro...Por ciertoque,consupermiso,voyaencenderunoahora...

Selollevóasuslabiosyelhumodelfragantehabanoseelevóenelairefríodeaqueldíasinsol.

—Entonces, señorita,me gustabanmucho los bombones.Yhe aquí que,mientras, alternándolos con chupadas al cigarro, estaba croquant—¡perdónpor el barbarismo!— unos bombones de chocolate y contemplando loselegantescarruajesquesedirigíanporlacallehacialacercanaópera,villegaruno, tirado por dos caballos ingleses, en el que reconocí el que regalara aCéline.Mibella volvía.El corazónme latió con impaciencia.Lapuerta delhotelseabrióymihermosabajódelcoche:lareconocí,apesardeircubiertaporunabrigo,innecesarioenaquellacálidanochedejunio,porsuspiececitos

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que aparecían bajo el vestido. Me incliné sobre la barandilla y ya iba aexclamar: «¡Ángel mío!», cuando me detuve al ver otra figura, tambiénenvuelta en un gabán, que descendía del coche después de Céline y quepasaba,conella,bajolapuertacocheradelhotel.

»¿Nuncahasentidoustedcelos,MissEyre?Essuperfluopreguntarlo.Nolos ha sentido, puesto que no ha amado aún. Hay sentimientos que no haexperimentado usted todavía... Usted imagina que toda la vida fluirá paraustedmansamentecomohastaahora.Flotaustedenlacorrientedelavidaconlosojoscerradosylosoídosobstruidos,ynovelasrocasqueseencuentranalpaso.Pero—noloolvide—leaseguroquevendráundíaenquellegueustedaun lugardel ríoenque los remolinosde lacorriente laarrastren, lagolpeencontralospeñascos,enmediodetumultosypeligros,hastaqueunagranolalaimpulsehaciaunanuevacorrientemáscalmada,comomepasaamíahora...

»Me complace este día, me complace este cielo plomizo, me gusta estepaisaje helado.MegustaThornfield, por su antigüedad, por su soledad, porsus árboles y sus espinos, por su fachada parda y sus hileras de oscurasventanasencuyoscristalessereflejaelcieloplomizo...¡Yalavezaborrezcohastaelpensamientodepensar enThornfield,huyodeél comodeunacasaapestada!¡Cuántoloaborrezco!

Rechinólosdientesycalló.Sedetuvounmomentoygolpeóviolentamenteconelpieelsueloendurecidoporlaescarcha.

Íbamos subiendo por una avenida dominada por el edificio. Rochestercontemplabaelalmenarconunamiradacomonolevierahastaentonces,yenlaquesereflejabaneldolor,lavergüenza,laira,laimpaciencia,eldisgustoyel odio, todo ello brotando simultáneamente. La ferocidad predominaba enaquellaexpresiónde sus sentimientos,peroal finotro sentimiento, algoquepodría calificarse de duro y cínico, triunfó sobre sus demás pasiones,dominándolasypetrificandosumirada.

—Duranteesteratoenquehepermanecidosilencioso,señorita—continuó—,discutíaciertoextremoconmihado,quesemeapareciócomounadelasbrujasdeMacbeth. «¿TegustaThornfield?»,mepreguntó,mientras trazaba,consusdedos,jeroglíficasfigurasalolargodelafachada,desdelasventanasmásaltas a lasmásbajas.«¿Teatreves adecirque tegusta?»«Meatrevo»,contesté...Ymantendrélodicho,romperélosobstáculosqueseoponganalafelicidadyalabondad...,sí,alabondad...Quieroserunhombremejordeloquehesido...Y...

Adèleaparecióenaquelmomento.Rochestergritóconrudeza:

—¡Noteacerques,niña;veteconSophie!

Yotratédeconducirlealpuntoenquehabíainterrumpidosurelato.

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—¿Sequitóusteddelbalcóncuandoentróaquellaseñorita?

Esperaba una contestación violenta a una manera tan inoportuna dereanudarlaconversación,pero,porelcontrario,saliódesuabstracciónymemirósinaquellaexpresiónsombríaqueantestuvieransusojos.

—¡MehabíaolvidadodeCéline!Puesbien,cuandolaviacompañadadeuncaballero,meparecióescucharelsilbidodeunreptil,ylaserpientedeloscelos,atravésdemiscarnes,penetróhastaelfondodemicorazón.¡Quéraroes—exclamóMr.Rochesterdepronto—queyo lahayaelegidoaustedporconfidente,jovencita!Ymásraroaúnqueustedmeescucheconesaserenidad,comosifueralomáscorrientedelmundoqueunhombrecuentecosasdesuquerida a una muchacha inexperta. Pero la última singularidad explica laprimera, comoya le dije unavez: usted, con su seriedad, suprudencia y subuenjuicio,estáhechacomoalamedidaparaserdepositariadeconfidencias.Además,conozcolaclasedeespírituconelquecomunico,yestoysegurodequenolecontagiaréningunamaldad.Esunespírituespecial,acasoúnico.Lasmaldades que le cuente no la infestarán y, en cambio, el confesárselas mealivia...

Despuésdeaquelladisgregacióncontinuó:

—Continuéenelbalcón,suponiendoquesubiríanalgabineteyquedesdemi puesto podría verles y oírles. Corrí las cortinas del balcón, dejando elresquicio suficiente para ver, y entorné las puertas, a fin de poderles oír.Entonces volví a sentarme. Como esperaba, la pareja subió al gabinete. Ladoncella de Céline llevó una lámpara, la dejó sobre una mesa y se retiró.Ambos se quitaron los abrigos y Céline apareció deslumbrante de sedas yjoyas—regalosmíos,porsupuesto—...Éleraunoficialvestidodeuniforme,un bellaco de vizconde, un joven disoluto y vacío de mollera, a quien yoconociera en sociedad y en el que nunca pensara sino para despreciarle.Alreconocerle, la serpientede loscelosdejódemordermicorazón,porquemiamor por Céline se había disipado instantáneamente. Una mujer que metraicionabaconunrivalcomoaquél,noeradignadeafecto.

»Comenzaronahablar:suconversacióneratanvulgar,insípidayestúpidaquemásbienaburríaqueanimabaaescuchar.Enlamesahabíaunatarjetamíay ellome convirtió en tema de su charla.Ninguno de ellos poseía bastantecapacidad para ofendermede unmodoprofundo, perome insultaron cuantopudieronasumezquinamanera,sobretodoCéline,quehizohincapiéenmisdefectos físicos. ¡Y ante mí se mostraba ferviente admiradora de lo quecalificabamibellezavaronil!...Enesodiferíadiametralmentedeusted,queennuestrasegundaentrevistamedijofrancamentequeleparecíafeo.Elcontrastemechocótantoque...

Adèlellegócorriendootravez.

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—Johndicequehallegadoeladministradoryquedeseaverle.

—Bien:hayqueabreviar.Abríelbalcón,entréenelgabinete,notifiquéaCéline que le retiraba mi protección, y la conminé a abandonar el hotel,ofreciéndola una cantidad para sus necesidades inmediatas. No hice casoalgunodesushisterismos,súplicas,protestasyademanestrágicos.Mecitéconelvizcondeparaeldíasiguiente,enelbosquedeBoulogne,ytuveelplacerdealojarleunabalaenunodesusbrazos,másdébilesquelasalasdeunpollito.Perodesgraciadamente,laVarens,alosseismeses,dioaluzesamuchachita,Adèle,asegurandoqueerahijamía.Acasoseacierto,aunquenoveoensusrasgossemejanzaalgunaconmigo.Pilotosemeparecemás.Añosdespuésdehaberrotoyoconsumadre,éstaabandonóa laniñaysefueaItaliaconunmúsico o cantante, no sé qué... Adèle no tiene derecho alguno a que yo laproteja, porque no creo ser su padre, pero al saber que la pobrecita estabaabandonada,larecogídelfangodeParísylatrajeaquí,paraquecrecieraenellimpio ambiente del campo inglés. Y ahora que sabe usted que es la hijailegítima de una bailarina francesa, acaso no le agrade tanto el cargo queejerce con ella y venga cualquier día a notificarmequeha encontradoustedotroempleo,quemebusqueotrainstitutriz,etcétera.

—No.Adèlenoesresponsabledelasfaltasdesumadrenidelasdeusted.Yo tengoundeber respectoaellayahoraqueséquees,hastaciertopunto,huérfana—yaquesumadrelaolvidayustednolareconoce—,mesientomásdispuestaaseguircumpliéndolo.¿Cómohedepreferirserinstitutrizenalgunafamiliadondeconstituyaunenojomásqueotracosa,queserlaamigadeunahuerfanita?

—Siloveustedasí...Vaya,regresemos.Estáoscureciendoya.

Yome entretuve algunosminutosmás con la niña y el perro, y corrí yjuguéconellos.Cuandovolvimosacasaylaquitéelsombreroyelabrigo,lahicesentarenmisrodillasyduranteunahoracharléconelladelascosasquelecomplacíanyqueeran,principalmente,frivolidadessinsustancia,probableherenciadesumadreydifícilesdeconcebirparaunamentalidadinglesa.Contodo, la niña tenía algunos méritos y yo estaba dispuesta a reconocerlos.Busquéensus faccionesalgunasemejanzaconMr.Rochester,peronohalléninguna.Eralamentable,porquedehaberpodidoprobarleciertoparecido,élsehubierapreocupadomásdelapequeña.

Cuandomeretiréamihabitación,porlanoche,penséenlanarraciónqueMr.Rochestermehabíahecho.

Comoéldijera,nadahabíadeextraordinarioentalhistoria:losamoresdeun inglés con una bailarina francesa y la traición de ella eran cosa muycorriente.Perohabíaalgoextrañoenlaemociónqueélexperimentaracuandoserefirióalviejopalacio.Gradualmentepasé,demeditarenaquelincidente,a

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pensar en la confianza que el dueño de la casa me manifestaba.Considerándolacomoun tributoamidiscreción, laaceptéen talsentido.Sucomportamientoconmigodurantelasúltimassemanaseramenosdesigualqueal principio.Nomostraba altanería y cuandonos veíamos parecía alegrarse.Siempre reservaba para mí una palabra amable y una sonrisa. Cuando meinvitabaa reunirmeconél,meacogíaconunacordialidadqueme llevabaapensarquerealmentedebíadeposeer lafacultaddedivertirleyqueaquellasconversacionesdurantelasveladasdebíandeagradarleaéltantocomoamí.

Aunque yo solía hablar muy poco, le escuchaba con agrado. Él, pornaturaleza,eracomunicativoylegustabaabrirantemiespírituignorantedelmundomuchoshorizontes sobre suscostumbresyescenas.Noprecisamenteescenasdecorrupciónycostumbresviciosas, sinocosascuyo interés residíaenlanovedadqueparamípresentaban.Yoexperimentabaplacerescuchandolas ideas que él me sugería, imaginando los cuadros que él me pintaba, ysiguiéndole con la imaginación a las nuevas regiones que extendía ante mimente.

La espontaneidad de sus maneras me libró de la molestia de sentirmecohibida, y la amistosa franqueza, tan correcta como cordial, con que metrataba,me impresionó.Al poco tiempo experimentaba la impresión de queRochestereramásbienunamigoqueunamo,aunqueavecesmetrataraconimperio.Peronomemolestaba,porquecomprendíaquetalerasucostumbre.Sintiéndome más feliz, más interesada en la vida, mejor tratada, meencontrabamásagustode lohabitual.Losvacíosdemivida se llenabany,físicamente,tambiénmejoré:estabamásgruesaymásfuerte.

¿Me parecía feo ahora Mr. Rochester? No, lector, la gratitud, unida acuantoveíaenél,todobuenoygenial,hacíanquesurostrosemefiguraralomás agradable delmundo. Su presencia en una habitación parecía alegrar ycaldearlaatmósferamejorqueelmásbrillantefuego.Ellonosignificabaqueyoolvidase susdefectos, tantomáscuantoque losmostrabacon frecuencia.Era orgulloso y sarcástico y, en mi interior, yo reconocía que su muchaamabilidad hacia mí estaba compensada por su mucha severidad hacia losdemás. Estaba generalmente malhumorado. Con frecuencia, cuando meenviabaabuscar, leencontrabaenlabiblioteca,solo,conlacabezaapoyadasobresusbrazoscruzados.Ycuandolalevantaba,ungestomelancólico,casimaligno, ensombrecía sus facciones. Pero yo creía que su mal humor, suaspereza y sus anteriores vicios—anteriores, porque ahora parecía haberloscorregido— eran el resultado de alguna injusticia con que el destino leabrumara. Yo entendía que, por naturaleza, Rochester era un hombre debuenas inclinaciones, elevados principios y delicados gestos, que lascircunstancias,laeducaciónyeldestinohabíandesviado.Supena,cualquieraquefuese,meapenabaamíyhubieradadocualquiercosaporpodermitigarla.

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Aquellanoche, enmi lecho, con la luzyaapagada,noconseguíadormirpensandoenlamiradaqueRochesterdirigieraalacasa,ymepreguntabasiélnopodríallegaraserfelizenThornfield.

«¿Porquéno?—mepreguntaba—.¿Quéleseparadeestelugar?¿Porquéloabandonasiempretanpronto?Mrs.Fairfaxdicequenuncapasaaquímásdequincedíasyahoralleva,sinembargo,ochosemanas.Seríalamentablequesemarchase. ¡Quétristesdías,apesardelsol radianteyelcielodespejado,meesperanenlaprimavera,enelveranoyelotoñovenideros,siélnoestá!»

Después de este pensamiento, no sé sime dormí o no. Lo cierto es quedespertéoyendounvagomurmullo,extrañoylúgubre,quemepareciósonarprecisamenteencimademí.Hubiesequeridotenerencendidalavela,porquelanocheeraterriblementeoscura.Mesentídeprimidayasustada.Mesentéenellechoyescuché.Elmurmullosehabíaapagado.

Tratéotravezdedormirme,peromicorazón latía tumultuosamenteymiserenidad había desaparecido. El lejano reloj del vestíbulo dio las dos.Creípercibir que unos dedos arañaban la puerta de mi dormitorio, como sibuscasenatientasunasalidaenlagalería.Exclamé:—¿Quiénes?

Nadie contestó. Sentí un escalofrío de temor. Recordé de pronto que, aveces,Piloto,cuandolapuertadelacocinaquedabaabierta,salíaybuscabaenlaoscuridadel cuartode suamor, encuyoumbral lehabíavistodurmiendoalgunasmañanas.Talpensamientometranquilizó.Metendíenel lechoyyacomenzabaadormirmeotravezcuandounnuevoincidentevinoadesvelarme.

Estavezeraunarisacasidemoníaca:baja,reprimidayquesonaba,segúnmepareció,atravésdelagujerodelacerradurademipuerta.Lacabecerademicamaestabapróximaalapuerta.Alprincipiopenséquealgúnduendecilloburlónestabaalladodemilecho,oquizáenmimismaalmohada.Melevantéynovinada.Aúnestabamirando,cuandoel sonidose repitió,viniendodelotroladodelapuerta.

Miprimerimpulsofueecharelcerrojo.Elsegundopreguntarotravez:

—¿Quiénes?

Sentíunaespeciedegruñido.Luegooípasosenlaescaleradeltercerpisoyelabrirycerrardeunapuertaquerecientementesehabíacolocadoalfinaldeaquellaescalera.

«¿SeráGracePooleyestaráposeídadeldiablo?»,pensé.

Imposibleseguirmástiemposola.ResolvíreunirmeconMrs.Fairfax.Mepuseunvestidoyunchalycontemblorosamanoabrílapuerta.Enlaesteradelagaleríaalguienhabíadejadounabujíaencendida.Mesorprendióaquellacircunstancia, y mi extrañeza creció cuando noté que había un humo

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sofocante. Mientras miraba a derecha e izquierda buscando el origen deaquellahumareda,percibítambiénunfuerteoloraquemado.

DelapuertaentornadadelcuartodeMr.Rochestersalíanespesasnubesdehumo. Ya no pensé más en el ama de llaves, ni en Grace Poole, ni en lasextrañas risas. En un instanteme hallé dentro de la alcoba. El lecho estabaenvueltoenllamas,suscortinasardíanybajoellas,profundamentedormidoeinmóvil,reposabaMr.Rochester.

—¡Despierte!—grité.

Apenas se volvió y sólo murmuró algo ininteligible. El humo le habíahechodesvanecerse.Nosepodíaperderniunsegundo.Corríhaciaellavabo:eljarroylapalanganaestabanllenosdeagua.Losvaciésobreellechoysobresuocupante, corrí amialcoba, cogími jarroymi jofaina, losvertí sobreellechoy,conlaayudadeDios,logréextinguirlasllamasquelodevoraban.

ElbañoconquehabíaobsequiadopródigamenteaMr.Rochester lehizovolver en sí. Aunque, al apagarse el fuego la habitación estaba a oscuras,comprendí que se había despertado al oírle fulminar extraordinariasmaldicionescontraquienlehicieranadarenagua.

—¿Quéesesto,unainundación?—rugió.

—No,señor—repuse—,habíaestalladoun incendio.Espere:voya traerunavela.

—¡Portodoslosdiablosdelinfierno,queesaesJaneEyre!¿Quéhahechoustedconmigo,bruja?¿Quiénestáconustedenlahabitación?¿Seproponíanahogarme?

—Voyporunaluz,señor—insistí—.Noséloquehapasado.

—Espereunminuto,aversiencuentroalgunaropasecasiesquequeda.¡Sí! Ya puede usted traer la vela. Cogí la luz que estaba en el suelo de lagalería. Él la tomó de mis manos, examinó el lecho quemado, las sábanasempapadas,laalfombrallenadeagua.

—¿Quéhaocurrido?—preguntó.

Lerelatébrevementeloquesabía:laextrañarisaenlagalería,lospasosenlaescaleradeltercerpiso,eloloraquemadoquemecondujohastasucuarto,elestadoenquelehabíaencontradoycómoleanegaraconcuantaaguapudehallaramano.

Me atendió con más interés que sorpresa y cuando concluí permaneciócallado.

—¿LlamoaMrs.Fairfax?—pregunté.

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—¿Paraquédiablovaustedallamarla?Nolamoleste.

—¿VoyabuscaraLeah,oaJohnyasumujer?

—Nohacefalta.Siénteseenesabutacaypóngasemiabrigosi tienefríocon ese chal que lleva. Ahora coloque los pies en este taburete para nomojárselos.Mevoy;vuelvodentrodeunosminutos.Mellevarélaluz.Esteseaquí,quietecitacomounamuerta,hastaqueyovuelva.Tengoquehacerunavisitaalpisodearriba.Nosemuevanillameanadie.

Salió.Sedeslizóporlagaleríasinhacerruido,abrióconsigilolapuertadela escalera, la cerró tras sí y la luz que llevaba se desvaneció. Quedé enabsoluta oscuridad. Puse oído atento, pero no percibí rumor alguno. Pasómucho tiempo. Yo sentía frío a pesar del abrigo, y ya estaba a punto dedesobedecer las órdenesdeMr.Rochester e irme, a riesgode incurrir en sudesagrado, cuando vi reaparecer la luz proyectándose en los muros de lagaleríaysentípasossobrelaestera.

«Confiemosenqueseaélynoalgopeor»,pensé.Rochesterentró,pálidoysombrío.Pusolaluzsobreellavabo.

—Yasédeloquesetrata—murmuró—.Esloqueyomehabíafigurado.

—¿Quéera,señor?

No contestó. Permaneció con los brazos cruzados, mirando al suelo. Alcabodealgunosinstantesmedijo:

—¿Vioustedalgodeparticularcuandoabriólapuertadesucuarto?

—No,señor.Sólolabujíaenelsuelo.

—¿Peronooyóustedunarisarara?¿Nolahabíaoídoantesdeahora?

—Sí,señor,yquienseríeasíesGracePoole,unamujermuyextraña.

—Exacto,Grace Poole es, como usted dice,muy extraña. Pensaré en elasunto.Mealegromuchodequesóloustedyyosepamoslosdetallesdeesteincidente.Nodiganadadeelloanadie.Yoexplicaréesto—añadióseñalandoellechoquemado—.Ahoravuélvaseasucuarto.Yopuedopasarmuybienlanocheenelsofádelabiblioteca.Soncasilascuatroydeaquíadoshorasloscriadosselevantarán.

—Entonces, buenas noches, señor—dije, saliendo. Pareció sorprenderse,cosaasombrosa,porqueélmismomehabíadichoquemefuera.

—¿Medejausteddeestemodo?—exclamó.

—Ustedmelohamandado,señor.

—Peronoasí;nosinunapalabradeagradecimientohaciausted,queme

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hasalvadodeunamuertehorrible...Almenos,permítameestrecharlelamano.

Letendílamanoyéllaestrechóprimeroconunadelassuyasyluegoconambas.

—Mehasalvadoustedlavidaymesatisfacetenerconustedunadeudatangrande. No puedo decir más. Con cualquier otra persona, semejante deudarepresentaría paramíuna carga intolerable, pero conusted esdistinto, Jane.Susbeneficiosnosehacenabrumadores.

Callóymemiró.Senotabaquesuslabiosqueríanproferiralgunapalabramás,perosecontuvo.

—Buenas noches, señor.Y conste que no hay caso de deuda, beneficio,obligaciónnipesoalguno.

—Experimento la sensación —continuó él— de que usted ejerce algúnbueninflujosobremí.Loadivinécuandolaviporvezprimera...Lagentedicequehaysimpatíasespontáneas;tambiénheoídohablardebuenosgenios...Enesaleyendahayalgunospuntosdeverdad.Queridabienhechoramía:buenasnoches.

En su voz vibraba una inusitada energía y en sus ojos ardía un insólitofuego.

—Mealegrodehaberestadodespierta,señor—dije.Ytratédeirme.

—¿Yaseva?

—Tengofrío,señor.

—¿Frío?¡Claro:estamosenuncharco!Bueno,váyase.

Peronosoltabamimano.Tuvequeimaginarunpretexto.

—MeparecehabersentidomoverseaMrs.Fairfax—dije.

—Bien;váyase.

Aflojósusdedosymedejómarchar.

Volví a mi alcoba, pero no pude dormir. Mi imaginación flotó hasta lamañana en un mar alegre, pero turbulento, en el que olas de turbaciónsucedían a otras de grato optimismo. A trechos, más allá de las hirvientesaguas,parecíamedivisarunaplácidaorilla,hacialaquedevezencuandomeimpulsabaunafrescabrisa.Perootrovientoquesoplabadesdetierramehacíaretroceder.La sensatez tratabadeoponerse al delirio, el criterio a lapasión.Incapazdeseguiracostada,melevantéencuantoalboreóeldía.

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XVI

Aldíasiguienteyotemía,yalavezdeseaba,veraMr.Rochester.Ansiabaoír su voz de nuevo y me asustaba, sin embargo, presentarme ante él.Rochester,algunasveces,aunquepocas,solíaentrarenelcuartodeestudioypermanecerenél,yyoestabaseguradequeaquellamañanasepresentaría.

Pero la mañana transcurrió sin que nada interrumpiese los estudios deAdèle.Únicamenteoí,antesdedesayunar,algunasvocescercadelcuartodeRochester:lasdelamadellaves,deLeah,delacocinera—queeralamujerdeJohn—yelásperoacentodelpropioJohn.Sepercibíanexclamaciones talescomo:«¡Porpocoseabrasaelseñorensucama!»«Espeligrosodejarlaluzencendida por la noche.» «¿No se habrá enfriado durmiendo en el sofá?»,etcétera.

A aquella conversación siguió algún movimiento en el cuarto y cuandopaséanteélparairacomer,viatravésdelapuertaabiertaquetodohabíasidopuesto en orden. Únicamente la cama carecía aún de cortinas. Leah estabalimpiandoloscristales,empañadosporelhumo.Ibaahablarlaparasaberquéexplicación se había dado del caso, cuando divisé, sentada en una silla ycolocandolasanillasdelasnuevascortinasdellecho,aGracePoole.

Permanecía taciturna como de costumbre, con su vestido oscuro, sudelantalceñidoysucofia.Estabaabsortaensutrabajo,alqueparecíadedicartodaslasenergíasdesumente.Ensusvulgaresrasgosnosepercibíalapalidezni la desesperación que debían esperarse en una mujer que hacía pocointentaracometerunasesinatoycuyavíctimadebía,segúnmissuposiciones,haberlereprochadoelcrimenquetrataradeperpetrar.

Quedéperpleja.Ellamemirósinquesuexpresiónsealteraseymedijo:«Buenosdías,señorita»,contantacalmayflemacomodecostumbre.Luegocontinuósulabor.

«Esprecisoponerapruebaesaindiferencia»,pensé.—Buenosdías,Grace—repuse en voz alta—. ¿Ha ocurrido algo?Me ha parecido oír hablar aquíhaceunrato...—Elseñorestuvoleyendoestanocheenlacama,sedurmióconla luz encendida y las cortinas se incendiaron. Afortunadamente despertó atiempodeapagarelfuegoconelaguadeljarro.

—¡Quéraro!—dije,envozbaja,mirándolafijamente—.¿NodespertóMr.Rochesteranadie?¿Ningunoleoyómoverse?

Me contempló de nuevo y ahora su expresión reflejaba un sentimientodistinto.Despuésdehabermeexaminadoconrecelo,contestó:

—Yasabeusted,señorita,queloscriadosduermenlejos.Lasalcobasmás

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próximas son la de usted y la de Mrs. Fairfax. Ella no ha oído nada. Laspersonasdeciertaedadduermenmuypesadamente.

Se interrumpió, y luego agregó con afectada indiferencia, pero consignificativoacento:

—Ustedesjoven,señorita,ydebetenerelsueñoligero.¿Nooyónada?

—Sí—dijeenvozbaja,paraqueLeahnomeoyesealprincipiocreíqueeraPiloto.Peroes imposiblequeunperro ría,yestoy seguradehaberoídounarisamuyextraña.

Ellareanudósulaborconperfectacalmaymedijo:—Debíausteddeestarsoñando,señorita,porqueesmuyraroqueelamo,enuncasoasí,seriera.

—Nosoñaba—repuseacaloradamente—.Sufingidafrialdadmeofendía.

Memiróotravez,escudriñadora.

—¿Cómonoabrióustedlapuertaymiró?—repusosinperderlacalma—.Y¿cómonohahabladoalamodeesarisaextraña?

—Nohe tenido ocasión de verle estamañana.Y en vez de abrir, lo quehicefueecharelcerrojo.

Mepareció que tenía interés en interrogarme.Y como, si notaba que yodesconfiaba de ella, podía volver contra mí sus malignos propósitos, meparecióconvenienteprecaverme.Poresolediaquellarespuesta.

—¿Así —continuó ella— que no tiene usted la costumbre de cerrar lapuertaconcerrojocuandoseacuesta?

«¡Lamuybrujaquiereconocermiscostumbresparafraguarsusplanes!»,pensé.Ylaindignación,superandomiprudencia,mehizocontestar:

—Confrecuenciaheomitidoesaprecaución,pornocreerlanecesaria.Nopensaba que enThornfieldHall hubiera peligro demuerte violenta. Pero deaquíenadelante—yrecalquélaspalabras—tomarémisprecaucionesantesdeacostarme.

—Seráconvenientequelohaga—respondióGrace,aunqueestaregiónesmuypacíficayyonoheoídonuncahablardeintentosderoboenestacasa.Yesoque se sabeque aquí hayvajilla de plata por valor de varios cientos delibrasyque,comoelamoessolteroyestámuypocoaquí,haymenoscriadosdelosquecorrespondeaunedificiodeestaimportancia.Detodosmodos,meparece que la prudencia no sobra y que siempre es mejor tener echado elcerrojodelapuertaentreunoycualquierpeligroquepuedasobrevenir.MuchagenteconfíaenDios,peroyodigoquedebeunoayudarseparaqueDios leayude.

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Así concluyó su párrafo, muy largo para lo que ella acostumbraba, ypronunciadoconelgazmoñoacentodeunacuáquera.

Quedé estupefacta ante lo que me parecía un increíble dominio de símismayunahipocresíarefinada.Lacocineraentróenaquelmomento.

—Grace—dijo—:¿bajaustedacomer?

—No—repusoella—;póngamemijarrodecervezayuntrozodepuddingenunabandejaymelollevaréarriba.

—¿Noquierecarne?

—Unpoco.Ytambiénuntrozodequeso.

LacocinerasedirigióamíparadecirmequeMrs.Fairfaxmeesperaba,ysalió.

Apenas presté atención al relato que me hizo del incendio, mientrascomíamos,elamade llaves.Nopensabasinoenelenigmadelcaráctery laposición de Grace Poole en la casa, ya que era raro que no la hubieranentregadoalasautoridadeso,almenos,lahubiesendespedido.Mr.Rochestermehabíadeclaradocasiabiertamentequeellaera laculpable:¿Cómo,pues,nolaacusaba?¿Porquémehabíarecomendadoelsecreto?Eraextrañoqueunpropietario,hombredemalcarácterybastanterencoroso,estuvieseenciertomodo amercedde lamás insignificante de sus sirvientas, hasta el punto dequepudieraatentarcontrasuvidasinquelacastigasenilaculpasesiquiera.

SiGracehubiese sido jovenyhermosa,yomehabría inclinadoapensarque algún dulce sentimiento influía enRochestermás que la prudencia y eltemor,peroconunamujerdesuedadyaspectonocabíatalidea.

«Sinembargo—reflexioné—,porsuedadelladebesercontemporáneadesuseñor,ytalvezensujuventud...Mrs.Fairfaxmehadichoquellevaaquímuchosaños.Nocreoquehayasidobonitanunca,peropodríacompensarconsu carácter y otras cualidades sus defectos físicos. Mr. Rochester ama loexcéntrico,yGraceloes.¿Quiénsabesialgúnantiguocapricho,muyposibleenuncaráctertanimpetuosoytercocomoeldeRochester,letieneamerceddeellayhacequeesamujerinfluyaensuvida?»

Peroenestepuntodemisconjeturas,lamacizafiguradelaPooleacudióamimentecontalvivezaquenopudepormenosdepensar:

«Esimposible.Misuposiciónnotienebase.»

Masesasecretavozqueavecessuenaenelfondodenuestrasalmas,mesugería:

«Sinembargo,túnoereshermosatampocoyparecequenodesagradasaMr.Rochester.Yaotrasveceslohasnotado,ysobretodoanoche...¡Recuerda

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suspalabras,sumirada,suvoz!»

Yolorecordabatodomuybien.Enaquelmomentoestábamosenelcuartode estudio.Adèle dibujaba.Me incliné sobre ella para guiarle lamano.Memiróconsobresalto.

—¿Quétieneusted,señorita?—dijo—.Susdedostiemblanysusmejillasestánencarnadascomolascerezas...

—Esquealinclinarmeestoyenunaposiciónincómoda,Adèle.

Ellacontinuódibujandoyyomesumíotravezenmispensamientos.

Me apresuré a eliminar de mi mente la desagradable idea que habíaformado a propósito de Grace Poole. Comparándome con ella, concluí queéramosmuy diferentes.BessieLeaven decía que yo era una señora, y teníarazón: lo era.Y ahora yo estabamuchomejor que cuandomevieraBessie:más gruesa, con mejor color, más viva, más animada, porque tenía másesperanzasymássatisfacciones.

«Yaestáoscureciendo—medité,acercándomealaventana—,yentodoeldíanohevistonioídoaMr.Rochester.Seguramenteleveréantesdelanoche.Porlamañanalotemía,peroahoraestoyimpacienteporreunirmeconél.»

Mi impaciencia se acrecentó cuando se hizo noche cerrada y Adèle semarchóajugarconSophie.Yoesperabaoírsonarlacampanilla,esperabaqueLeahmeavisaseparaquebajara,hastaesperabaqueelpropioMr.Rochesterllamase ami puerta... Pero la puerta seguía cerrada y nadie entraba, sino laoscuridaddelanocheatravésdelaventana.Aúnnoeramuytarde:sólolasseis,yélavecesnoenviabapormíhastalassieteolasocho.¡Eraimposiblequenomemandaraallamarunanocheenqueteníatantodequehablarle!Erapreciso preguntarle sobre Grace para ver lo que respondía; era precisopreguntarlefrancamentesicreíaqueeralaculpabledelodiosoatentadodelanocheanteriory,entalcaso,porquédeseabaguardarelsecreto.

AlfinsesintióunpasoenlasescalerasyLeahsepresentó,perosóloparaanunciarmequeeltéestabaservidoenelgabinetedeMrs.Fairfax.Detodosmodos,mealegrédebajar,pensandoqueellomeacercabaa lapresenciadeMr.Rochester.

—Vaya, tome su té —dijo la buena señora cuando me vio—. Hoy hacomidoustedmuypoco.Temoquenoseencuentreustedbien.Pareceunpocoagitada.

—¡Oh,nuncamehesentidomejor!

—Demuéstremelo con su buen apetito. ¿Quiere servir el té mientras yoarreglolalabor?

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Cuandolohubohecho,corriólascortinillasdelaventana,loquesindudanohabíaefectuadoantesparaaprovecharlomásposiblelaluzdeldía.

—Lanocheesclara,aunquenohayestrellas—dijo,mirandoa travésdeloscristales—.Mr.Rochesterhatenidobuentiempoparasuviaje.

—Pero¿sehamarchadoMr.Rochester?Nolosabía.

—Sefueenseguidadedesayunar.HaidoacasadeMr.Eshton,enLeas,diezmillasmásalládeMillcote.CreoquesereuniráallíconLordIngram,SirJorgeLynn,elcoronelDentyotros.

—¿Creequevolveráestanoche?

—No, ni mañana. Pasará fuera una semana o más. Cuando esas gentesdistinguidassereúnen,sediviertentantoyestántanagustoquenovennuncala hora de separarse. Según tengo entendido, Mr. Rochester es un hombreencantador en sociedad, y se hace el favorito de todos, sobre todo de lasseñoras,aunqueustedcreaquesuaspectonolefavorece.Yosupongoquesuinteligencia, su riqueza y su nacimiento compensan esos pequeños defectosfísicos.

—¿HabráseñorasenLeas?

—EstaráMrs.Eshtonysushijas,jóvenesmuyelegantes,ylashonorablesBlancheyMaryIngram,quedebendeestarmuyguapas.YonoveoaBlanchedesdehaceseisosieteaños,cuandoteníadieciocho.VinoconmotivodeunbailedeNavidadquedioMrs.Rochester. ¡Sihubieravistoustedelcomedoresedía!Estabadecoradoyalumbradoquenohabíamásquepedir.Asistieronunas cincuenta señoras y caballeros de lasmejores familias del condado, yMissIngramfueconsideradaportodoscomolamáshermosa.

—¿Laviousted,Mrs.Fairfax?

—Sí. La puerta del comedor estaba abierta, porque, en Navidad, loscriados se reunían en el vestíbulo para oír a las señoras tocar y cantar.Mr.Rochesterme hizo pasar y yome senté en un rincón apartado y lo vi todo.Nuncahepresenciadoespectáculomásespléndido.Lamayoríadelasseñoras—por lo menos, de las jóvenes me parecieron muy hermosas, pero MissIngrameraverdaderamentelareinaentretodas.

—¿Cómoes?

—Alta, muy bien formada, con los hombros muy bien contorneados, elcuellolargoygracioso,lapielmorena,lasfaccionesmuydelicadasylosojosnegros,grandesybrillantescomojoyas.Llevabamuybienpeinadoelcabello,queeranegroylustroso,conlas trenzasenformadecoronaylosrizosmáslindosqueyohevistoenmivida.Vestíadeblanco,conunabandacruzándoleelpecho,ysobresuscabellosdeazabachellevabaunaflor.

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—Laadmiraríanmucho,¿no?

—Sí;ynosóloporsubelleza,sinoporsushabilidades.Cantómuybienyunodeloscaballeroslaacompañóalpiano.EllayMr.Rochesterentonaronundúo.

—NosabíaqueMr.Rochestersupieracantar.

—Tieneunaexcelentevozdebajoymuchogustoparalamúsica.

—Y¿quéclasedevozposeeMissIngram?

—Muyagudaymuyllena.Despuésdecantar—yeraunadeliciaoírla—,tocó.Yonoentiendodemúsica,peroMr.Rochestersí,ydijoquehabíasidounaejecuciónadmirable.

—Ymujertanhermosa,¿Nosehacasadoaún?

—Parecequeno.Niellanisuhermanadebendeposeergranfortuna.Lastierras de Lord Ingram están vinculadas y corresponden casi todas almayorazgo.

—Peromeasombraquenohayahabidoalgúncaballeroacomodadoqueseenamoredeella.Mr.Rochester,porejemplo.Esrico,¿no?

—¡Claro! Mas existe considerable diferencia de edad. Mr. Rochestercuentacasicuarentaañosyellasóloveinticinco.

—¿Quétienequever?Enlacesmásdesigualesseventodoslosdías.

—Cierto. La verdad es que no seme había ocurrido queMr. Rochesterpudieseimaginarsemejanteidea...

Peronocomeustednada,apenashatomadomásqueelté.

—Tengosedypocoapetito.¿Quiereservirmeotrataza?

Volví a insistir en la posibilidad de una unión entre Blanche y Mr.Rochester, pero la aparición de Adèle desvió la conversación hacia otrostemas.

Cuandomehallédenuevosola,penséenlos informesquesemedieran,sondeé mi corazón, examiné mis pensamientos y mis sentimientos y meesforcéenrestablecerlascosasenelestadoqueaconsejabaelsentidocomún.

Repasémentalmentelasesperanzasydeseosaquemeentregaradesdelanoche anterior—y que en realidad había comenzado a experimentar hacíaquincedías—y,apelandoalarazónparareducirelidealalarealidad,lleguéalaconclusiónsiguiente:

Que jamás había existido una loca mayor que Jane Eyre, y que nuncaidiota alguno se entregara a más dulces y fantásticos sueños bebiendo el

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venenodelaquimeracomosifuesenéctar.

«¿Tú,predilectadeRochester?—pensé—.¿Tú,dotadade la facultaddecomplacerle?¿Tú,teniendoalgunaimportanciaasusojos?¿Esposiblequetehayas dejado llevar por unas pocas muestras de preferencia, propias de uncaballeroydeunhombredemundo,haciati,queeresunainexpertayademásdependesdeél?¿Cómohaspensadoeneso,pobretonta?¿Noteavergüenzaspensando en la escena de esta última noche? Una mujer no debe dejarsegalantearporsujefe,quenopuedesoñarencasarseconella,yesunalocura,porotraparte,quelasmujeresexperimentenunamorparaconservarlooculto,porqueelloagotaríasuvida.

»Escucha,pues,JaneEyre,tusentencia:colócatemañanaanteunespejoy,tan fielmente como puedas, haz tu autorretrato, sin paliar un defecto, sinsuavizar ninguna fealdad, y escribe al pie: "Retrato de una institutriz pobre,vulgaryhuérfana."

»Después, toma la lámina demarfil pulido que tienes entre tus útiles dedibujo,mezclatusmáspurosydelicadoscolores,eligetusmásfinoslápicesytraza cuidadosamente el rostro más encantador que puedas imaginar,acordándotedeladescripciónquetehanhechodeBlancheIngram.Acuérdatede los lustrosos rizos, de los orientales ojos, toma comomodelo los deMr.Rochester... Pero no; ¡alto!Nada de sentimentalismos. Sólo hace falta buenjuicioydecisión.Dibuja las líneasarmoniosasygrácilesque te imaginas,elcuellodecortegriego,elbusto,elbrazoredondoyfino,ladelicadamano,sinomitir el anillo con un diamante ni la pulsera de oro. Añádele los adornosadecuadosyescribealpie:"Blanche.Retratodeunaseñoritaaristócrata."

»Yenadelante, si te figurasqueMr.Rochester temiraconbuenosojos,cogelosdosretratosycompáralosdiciendo:"SiMr.Rochesterquiere,puedeconseguir el amor de esta aristócrata. ¿Cómo, pues, ha de fijarse en otrainsignificanteplebeya?"

»"Así lo haré", resolví. Y, una vez adoptada tal determinación,me sentítranquilizadaypudedormirme.»Cumplímipalabra.Unpardehorasmebastópara concluirmi autorretrato a lápiz, y enmenos de quince días terminé laminiatura de marfil de una imaginaria Blanche Ingram. Cuando comparéaquellaencantadoracabezaconmiretrato,elefectofuetanpositivocomomivoluntaddeautodominiodeseaba.El trabajoresultódoblementebeneficioso,ya que entretuvo mis manos y mis pensamientos y vigorizó las nuevasimpresionesqueyodeseabaestamparindeleblementeenmicorazón.

A la larga, tuve motivos para felicitarme de aquella disciplina que meimpusiera.Graciasaellapudesoportarlosinmediatossucesosconserenidad.Sin aquella preparación los hubiera toleradomás difícilmente, e incluso nohubierasabidodisimularantelosdemásmisreacciones.

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XVII

Pasó una semana, pasaron diez días y no llegaban noticias de Mr.Rochester.Mrs. Fairfax aseguraba que no le sorprendería que a lomejor semarchara con sus amigos a Londres, e incluso al continente, y que noapareciera por Thornfield hasta dentro de un año. Era muy frecuente en éldesaparecer de aquel modo brusco e inesperado. Al oírla experimenté unextraño desfallecimiento en el corazón, pero dominando mis sentimientoslogréenseguidasuperarmimomentáneodesvarío,recordandoloabsurdoqueera que considerase los movimientos de Mr. Rochester como cosa de vitalinterés paramí.Con estonome situaba antemímisma enuna situacióndeinferioridad,sinoque,alcontrario,razonaba:

«TúnotienesnadaqueverconeldueñodeThornfield,sinoparacobrarelsueldo que te paga por enseñar a su protegida y para agradecerle el tratoamable que te da, y el cual tienes derecho a esperar mientras cumplas tusdeberes a conciencia. Entre él y tú no pueden existir otras relaciones.Prescinde, pues, de consagrarle tus sentimientos, entusiasmos y cosasanálogas.Élnoesdetuclase;mantenteentuterrenoy,portupropiorespeto,noofrezcastuamoraquiennotelopideyacasotelodespreciara.»

Meocupé,pues,concalmaenmimisióncercadelaniña,perosinpoderloevitar bullían en mi cerebro ideas y conjeturas sobre la posibilidad deabandonarThornfieldybuscarnuevoshorizontes.Pensamientosde tal claseno había por qué reprimirlos; antes bien, podían desarrollarse libremente yfructificarsillegabaelcaso.

Mr.Rochesterllevabaausenteunosquincedías,cuandoMr.Fairfaxrecibióunacarta.

—Esdelamo—dijo,mirandoladirección—.Ahorasabremossivuelveono.

Mientras abría el escrito, yo comencé a tomar mi café (porque noshallábamos desayunando) y, como estaba muy caliente, atribuí a talcircunstanciaelbruscoarrebatoquemecoloreóderojolacara.Loqueyanopude concretar a qué se debiera fue el temblor de mi mano, que me hizoderramarenelplatolamitaddelcontenidodemitaza.

—Vaya—dijoMrs. Fairfax, después de leer la carta—: yo, a veces,mequejo de que aquí estamos demasiado tranquilos, perome parece que ahoravamosaandardemasiadoocupados,almenosporalgúntiempo.

Mepermitípreguntar:

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—¿EsquevuelveprontoMr.Rochester?

—Deaquíatresdías,segúndice,ynosolo.Yonosécuántagentetraeráconsigo,peroordenaquesepreparenlosmejoresdormitoriosyqueselimpienlos salones y la biblioteca. Es necesario que yo busque alguna ayudante decocina y alguna asistenta en la posada de George en Millcote y donde sepueda.Además,lasseñorastraensusdoncellasylosseñoressuscriados.Asíquevamosatenerlacasallena.

Mrs.Fairfax terminó,pues,sudesayunoyseapresuróapreparar todo lonecesario.

Aquellostresdíashubomuchoajetreo.YocreíaquetodoslosaposentosdeThornfield estaban arreglados y limpios, pero entonces descubrí que meengañaba.Tresmujeres fueroncontratadasparaayudaren las tareas,yhubofregado,barrido,sacudidodealfombras, limpiezadeespejos,preparacióndechimeneasylavadoderopasdecama,comonovieraenmivida.Adèleestabaencantadaconlospreparativosyconlaperspectivadelosinvitadosqueibanavenir. Hizo que Sophie reparase todas sus toilettes, según llamaba a losvestidos, para arreglar aquellosque estuvieranpassées.Por suparte nohizonada,sinosaltarenlasalcobas,brincarenlascamas,tenderseenloscolchonesy apilar almohadas ante las chimeneas. Le dimos vacaciones, porque Mrs.Fairfaxhabíarequeridomiayudayyopasabaeldíaenladespensaconellayconlacocinera,aprendiendoahacerflanesynatillas,aprepararempanadillasdequesoydulcesalafrancesa,amecharcarneyaguarnecerplatosdepostre.Seesperabaalosinvitadoslatardedeljueves,ysecontabaquecenaranalasseis. Durante todo aquel período no tuve tiempo de imaginar quimeras yestuvemásactivayalegrequenadie,exceptoAdèle.Noobstante,devezencuando,adespechodemímisma,medejabaarrastrarconelpensamientoalaregión que originaba mis dudas, suposiciones y conjeturas sombrías. EstosucedíacuandoveíaabrirselapuertadelaescaleradeltercerpisoyapareceraGracePoole,consucofiaalmidonadaysudelantalblanco,deslizándoseporlagaleríaconsupasotranquilo,mirandoelinteriordelosrevueltosdormitorios,ydiciendoalgunapalabraalosasistentesapropósitodelalimpieza,delpolvode las chimeneas, del modo de quitar las manchas de las paredesempapeladas...Gracebajabaacomera lacocinaunavezaldía, fumabaunapipajuntoalfogónysemarchaballevándoseasuguarida,parasusolaz,unavoluminosa jarra de cerveza. Sólo una hora del día pasaba con los demássirvientes; el resto estaba en su habitación del piso alto, acaso riendo conaquellaterriblerisasuya,ytansolitariacomounprisioneroensucelda.

Lomásrarodetodoeraquenadiedelacasa,exceptoyo,parecíarepararensuscostumbresniasombrarsedeellas.Nadiediscutíacuálerasumisiónnimanifestabacompasiónporsusoledad.Unavez,sinembargo,sorprendíunaconversación entreLeahyunade las asistentas, apropósitodeGrace.Leah

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habíadichoalgoquenopudeoír,ylaasistentacontestaba:

—Debeganarbuensueldo,¿no?

—Sí—dijoLeah—.Noesqueyoestédescontentadeloquegano,porquenoespoco,pero¡yaquisieratenerelsueldodeGrace!Elmíonolleganialaquintapartedelsuyo.CadatrimestrevaalBancodeMillcoteaguardardinero.No me asombraría que tuviese ya bastante para vivir si deseara dejar detrabajar, pero debe de estar acostumbrada a la casa, y como aún no tienecuarentaañosyestámuyfuerte,seguramentepiensaquetodavíanoestiempoderetirarse...

—¡Buenastragaderasdebedetener!—dijolasirvienta.

—¡Yustedque lodiga!—replicóLeah, que sinduda entendía loque laotraqueríaindicarconaquello—.Noquisieraestarensucasoniportodoloquegana.

—¡Claroqueno!Measombraqueelamo...

Leahsevolvióenaquelmomentoy,alverme,hizounguiñoalaasistenta.

—¿Esquenolosabe?—oícuchichearalamujer.Leahmoviólacabezayla conversación se interrumpió. Cuanto pude sacar en limpio fue que enThornfieldhabíaunmisterioyquedeél,deliberadamente,semeexcluíaamí.

Llegóel jueves.Lanocheanteriorsehabíaconcluido todoel trabajo: lasalfombrasestabanlimpiasyextendidas,loslechospreparados,dispuestoslostocadores, bruñida la vajilla, las flores colocadas en los jarrones.Alcobas ysalones parecían tan flamantes como si fueran nuevos. El vestíbulo relucía.Tanto el reloj como las escaleras y las barandillas habían sido encerados ybrillabancomoespejos.Losaparadores,enelcomedor,resplandecíandeplata.Enelsalónyelgabineteseveíanportodaspartesjarronesexóticos.

Porlatarde,Mrs.Fairfaxsepusosumejorvestidoderasonegroysurelojdeoro,afinderecibiralosinvitados,llevarasuscuartosalasseñoras,etc.Adèle quiso también que la vistiésemos, aunque yo pensaba que no eraprobable que la presentasen a los invitados, por lo menos aquel día. Sinembargo,paracomplacerla, encarguéaSophieque lavistieseconunbonitotrajedemuselina,muycorto.Encuantoamí,noeranecesarioquecambiasederopa.Nadieibaairareclamarmeamisantuariodelcuartodeestudio,queen santuario, en efecto, se había convertido para mí: en un verdadero«agradablerefugioenlostiemposcalamitosos»...

Eraunodeesosserenosdíasdeprimavera,definesdemarzooprimerosdeabril,tanllenosdesolqueparecenheraldosdelverano.Enaquelmomentotocabayaa su fin,peroel atardecer era agradabley tibio.Yohacía labor alladodelaabiertaventanadelcuartodeestudio.

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—Es bastante tarde —dijo Mrs. Fairfax, entrando, con gran crujido defaldas, en la habitación—.Me alegro de habermandado preparar la comidaparaunahoradespuésdelaqueMr.Rochesterindicaba,porquesonmásdelasseis.HeenviadoaJohna laverla,aver sidivisa llegara losseñoresporelcamino.

Seacercóalaventana.

—¡Ahíestá!¡John!—gritóasomándose—.¿Quéhay?

—Ya vienen, señora —respondió él—. Estarán aquí dentro de diezminutos.

Adèleseprecipitóalaventana.Yolaseguí,colocándometraslacortinademodoquepudieseversinservista.LosdiezminutosqueanunciaraJohnmeparecieronmuy largos,más al fin seoyó rumorde ruedasyvimosaparecercuatro jinetes seguidos de dos coches abiertos llenos de plumas y velosflotantes. Dos de los jinetes eran jóvenes y arrogantes; el tercero era Mr.Rochester, montando Mescour, su caballo negro. Piloto corría a su lado.Rochesteribaemparejadoconunaamazona,yambosmarchabanalacabezadel grupo. Los vuelos del rojo traje demontar de la señora rozaban casi elsuelo y el viento hacía ondear su velo, a cuyo través se transparentaban losbrillantesrizosdesucabellera.

—¡MissIngam!—exclamóelamadellaves.Yseprecipitóasupuesto,enelpisobajo.

Lacabalgata,siguiendolassinuosidadesdelcamino,diolavueltaalacasa.La perdí de vista. Adèleme pidió que le permitiese bajar, pero yo la sentésobremis rodillasy tratédehacerle comprenderquenodebía aventurarse aaparecerantelasseñorasantesdequeMr.Rochesterlamandaseabuscar,paranodisgustarle.Comenzóaverterlágrimas,comoerapresumible,perolamiréconseveridadyacabósecandosullanto.

En el vestíbulo sonaba ya el alegre bullicio que producían los reciénllegados.Lasvocesprofundasdeloscaballerosylasargentinasdelasseñorasseconfundíanarmoniosamente.Entretodas,destacabalasonoradeldueñodeThornfield,dandolabienvenidaalosinvitadosquehonrabansucasa.Luego,ligerospasosresonaronenlaescalerayenlagaleríayseoyóunabrirycerrardepuertas,risas,unmurmulloconfuso...Después,losrumoresseapagaron.

—Se están cambiando de ropa —dijo Adèle, que había escuchado conatención.Ysuspiróalañadir—:Encasademamá,cuandohabíavisitas,yolaacompañabaatodaspartes,enelsalónyenlashabitaciones,ymuchasvecesmiraba a las doncellas vestir y peinar a las señoras. Es muy divertido, y,además,asíseaprende...

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—¿Notienesapetito,Adèle?—interrumpí.

—Sí,señorita.Hacecincooseishorasquenohemoscomido.

—Bueno,puesmientraslasseñorasestánensusalcobas,intentarétraertealgodecomer.

Y,saliendodemirefugioconprecaución,bajélaescaleradeservicioqueconducíaalacocina.Todoenaquellaregiónerafuegoymovimiento.Lasopayelpescadoestabanapuntodequedarlistosylacocineraseinclinabasobreloshornillosenunestadodecuerpoydeánimoquehacíatemerquesufriesepeligro de combustión personal. En el cuarto de estar de la servidumbreestaban sentados dos cocheros, y otros tres criados alrededor del fuego.Lasdoncellas, a lo que imaginé, debían de hallarse ocupadas vistiendo a susseñoras.EncuantoalasnuevassirvientascontratadasenMillcote,andabandeun lado para otro con gran estrépito. Atravesando aquel caos, alcancé ladespensa,dondemeapoderédeunpollofrío,untrozodepan,algunosdulces,unpardeplatosyuncubierto,contodolocualmeretiréapresuradamente.Yaganaba la galería y cerraba tras de mí la puerta de servicio, cuando unaceleradorumormehizocomprenderquelasseñorassalíandesusaposentos.Nopodía llegar al cuartode estudio sinpasar ante algunasde laspuertas, ariesgode ser sorprendida enmimenesterde avituallamiento.Por fortuna, elcuarto se encontraba al extremode la galería, la cual, por no tener ventana,estabageneralmenteenpenumbrayahoraentinieblascompletasporqueyasehabíapuestoelsolyseapagabanlasúltimasclaridadesdelcrepúsculo.

Delasalcobassalíansusrespectivasocupantes,una trasotra.Todas ibanalegresyanimadas.Susbrillantesvestidossedestacabanenlaoscuridad.Sereunieronenungrupo,hablandoconsuavevivacidad,yluegodescendieronlaescalera con tan poco ruido como una masa de niebla por una colina. Laaparición colectiva de aquellasmujeres dejó enmimente una impresión dedistinciónyeleganciacomonuncaexperimentarahastaentonces.

Encontré aAdèlemirándolas a través de la puerta del cuartode estudio,quelaniñahabíaabiertoamedias.—¡Quéseñorastanhermosas!—exclamó,en inglés—. ¡Cuánto me gustaría bajar con ellas! ¿Cree usted que Mr.Rochesternosmandaráabuscardespuésdequeterminendecenar?

—Nolocreo.Mr.Rochestertieneahoraotrascosasenquéocuparse.Hoynoes fácilque tepresentenaesasseñoras.Acasomañana...Ea,aquíestá tucena.

Como la niña tenía verdadero apetito, el pollo y los dulces atrajeron suatenciónduranteunrato.Miprevisiónnofuedesacertada,porquetantoAdèlecomoyoycomoSophie,aquienenviépartedelasprovisiones,corríamoselriesgodequedarnossincenar,enmediodelgeneralajetreo.Lospostresnose

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sirvieronhastalasnueve,yalasdiezaúnloscriadoscorríandeaquíparaallállevandobandejas y tazas de café.Acosté aAdèlemuchomás tarde que decostumbre,porquemeaseguróquenopodríadormirsemientrasoyera aquelcontinuoabrirycerrardepuertas.Además,añadió,podía llegarunavisodeMr.Rochestercuandoellaestuvierayaacostada,«yseríalamentable...»

Larelatécuantoscuentosquisoescucharmeyluego,porcambiarunpocode ambiente,me la llevé a la galería. La gran lámpara del vestíbulo estabaencendida y a la niña la divertía asomarse a la barandilla y ver pasar lossirvientes.Y avanzada la noche, oímos sonar el piano en el salón.Adèle sesentó en el último peldaño de la escalera para escuchar. Una dulce vozfemenina comenzó una canción. Al solo siguió un dúo. En los intervalospercibíaseelmurmullodealegresconversaciones.Yoescuché también,ydepronto reparé que estaba intentandodistinguir entre el rumorde la charla elacentopeculiardeMr.Rochester.

Elrelojdiolasonce.LacabezadeAdèleseapoyabaenmihombroysusojossecerrabanya.Lacogíenbrazosylallevéallecho.Debíadesersobrelaunacuandolosinvitadosseretiraronasushabitaciones.

Aldíasiguientetambiénhizobuentiempo.Lareuniónloaprovechóparahacerunaexcursiónanoséquélugardelascercanías.Salierontempranodemañana;unosapieyotrosencoches.MissIngrameralaúnicaamazonayMr.Rochester cabalgaba a su lado, un poco separados ambos del resto de losexcursionistas.SelohicenotaraMrs.Fairfax,queestabasentadaamilado,juntoalaventana.

—Aunque usted decía... ¡Observe cómo Mr. Rochester corteja a esaseñoritaentretodas!—comenté.

—Tieneustedrazón:sevequelaadmira.

—Y ella a él —continué—. Mire cómo inclina la cabeza para hablarleconfidencialmente.Megustaríaverlalacara.Hastaahoranoloheconseguido.

—La verá esta noche —repuso el ama de llaves—. He hablado a Mr.RochesterdelinterésqueteníaAdèleenserpresentadaalasseñoras,ymehadichoquefueraustedconellaalsalónestanoche,despuésdecenar.

—Leaseguroquenomehaceningunagraciair.

—Yaleindiquéqueustedestápocoacostumbradaalasociedadyquenosedivertiráenunareunióndedesconocidos,peromecontestóque,siustedseoponía, ledijeseque él teníaparticular interés, agregandoque, si aunasí senegabausted,vendríaenpersonaabuscarla.

—Notieneporquémolestarsetanto—dije—.Iréyo,aunquepreferiríanohacerlo.¿Estaráustedtambién?

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—No.Le rogué queme excusara y consintió.Voy a decirle lo que debehacer para evitar una entrada aparatosa en el salón, que es la parte másdesagradabledeesascosas.Ustedentracuandoel salónestévacío,esdecir,mientraslosinvitadossehallenaúnalamesa,yeligeunasientoenunrincón.Tampocoesprecisoqueestémuchotiempodespuésdequeentrenlosseñores,anoserquelaagrade.Puedesalirenseguidaynadiesedarácuenta.

—¿CreequeestaránmuchotiempoenThornfieldlosinvitados?

—Nocreoquemásdedoso tressemanas.Despuésde lasvacacionesdePascua,SirGeorgeLynn,quehasidoelegidorepresentantedeMillcote,tendráque ir a la ciudad a ocupar su cargo y no me extrañaría que el señor leacompañase.LoquemepareceraroesquepasetantotiempoenThornfield.

Nosinemociónviaproximarse lahorademientradaenelsalón.Adèle,desde que oyera que iba a ser presentada a las señoras, se había sumido enéxtasis.UnavezqueSophielahubovestidocontodocuidado,arregladosuscabellosenlindosrizosypuestoel trajecitodesedarosa,adoptóunaire tangravecomoeldeunjuez,sesentóconprecauciónensusillita,procurandoqueel vestido no rozase, y esperó que yo estuviera preparada, lo que sucediópronto.Mepusemimejorvestido(elgrisquemehicieraparalabodadeMissTemple y que no había vuelto a usar más), me peiné rápidamente y mecoloquéelprendedor,únicajoyaqueposeía.Luegobajamos.

Afortunadamenteelsalónteníaotraentrada,ademásdeladelcomedor,enelqueestabacongregadalaconcurrencia.Laestanciasehallabaaúnvacía.Ungran fuego ardía silenciosamente en la chimenea y muchas bujías de cera,dispuestas entre las exquisitas flores con que estaban adornadas las mesas,iluminaban la soledad.El cortinón carmesí pendía ante el arco de acceso alcomedor y, por ligera que fuese la separación, bastaba para que de lasconversacionesnollegasemásqueunapagadomurmullo.

Adèle, que estaba muy impresionada, se sentó, sin decir palabra, en eltaburetequelaindiqué.Yomecoloquéenunasientopróximoaunaventana,cogíunlibrodeunamesayempecéaleer.Adèleacercósuescabelamíymetocóunarodilla.

—¿Quéquieres,Adèle?

—¿Puedocogerunadeesasmagníficasflores,señorita?Asícompletarémitocado...

—Piensasdemasiadoentutocado,Adèle...Pero,enfin,cogeunaflor...

Tomóuna rosa, se lapusoen lacinturayexhalóunsuspirodeprofundasatisfacción,comosilacopadesufelicidadestuvieseahoracolmada.Volvíelrostroparaocultarunasonrisaquenopudecontener.Habíaalgotandoloroso

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comoridículoenlainnatadevocióndeaquellaminúsculaparisienseacuantoserefirieseaadornosyvestidos.

Corrieronlacortinadelaarcadayaparecióelcomedor,esplendorosoconlosserviciosdepostre,deplataycristal.Ungrupodeseñorasentróenelsalónylacortinacayóotraveztrasellas.

Aunque sólo fuesen ocho, la magnificencia de su aspecto daba laimpresióndequeeranmuchasmás.Algunaseranmuyaltas,variasvestíandeblanco, y la esplendidez de los adornos de todas las embellecía como unaneblina embellece la luna. Me levanté cortésmente. Unas pocascorrespondieroninclinandolacabeza;otrasselimitaronamirarme.

Se esparcieronpor el salón.Lagraciay ligerezade susmovimientos lasasemejaba a una bandada de pájaros blancos. Algunas se acomodaron enlánguidas posturas en los sofás y otomanas, y otras se inclinaron sobre lasmesasparaexaminarloslibrosylasflores.Lasdemásseagruparonentornoal fuego y comenzaron a hablar en el tono de voz bajo y claro que parecíaserleshabitual.Oyéndolas,meenterédesusnombres.

Mrs. Eshton había sido sin duda hermosa y aún estaba muy bienconservada. La mayor de sus hijas, Amy, era menuda, infantil de rostro ymodalesydesugestivasformas.Lamenor,Louisaeramásaltaymáselegantede tipo. Tenía una cara bonita, de esas que los franceses llaman minoischiffonné.Lasdoshermanaseranblancascomolirios.

LadyLynneraaltaygruesa.Representabaunoscuarentaaños,erguidayaltanera.Vestíaunmagníficotrajederaso,ysunegrocabelloestabaadornadoconunaplumaazulcelesteyconunadiademaincrustadadejoyas.

La esposa del coronel Dent era menos brillante, pero me pareció másseñorial.Su rostroeraagradableypálidoy teníael cabello rubio.Susobriovestidoderasonegro,conadornosdeperlas,meagradómásquelaopulenciadelaanteriorseñora.

Perolasmásdistinguidasentretodas—talvezporqueeranlasmásaltas—resultabanlaviudaLadyIngramysushijasBlancheyMary.Parasermujeres,tenían muy aventajada estatura. La viuda debía de contar de cuarenta acincuenta años. Sus formas se mantenían aún proporcionadas, su cabellotodavía negro (al menos a la luz de las bujías) y sus dientes perfectos. Lamayoríadeloshombreshubiesendichodeellaqueeraunaespléndidamujermaduray,físicamentehablando,sindudahabríanacertado,peroemanabadesu aspectouna altivez casi insoportable.Tenía las faccionesdeunamatronaromana. Una amplia sotabarba se unía a una garganta robusta como unacolumna.Susfaccionesrebosabanorgulloysubarbillaadoptabaunaposiciónexageradamenteerecta.Susojos,orgullososyduros,merecordabanlosdemi

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tíaReed.Hablaba doctoralmente, con un tono de superioridad inaguantable.Unvestidodeterciopelocarmesíyunturbante—chaldemanufacturaindialainvestía(segúnimaginoqueellasefiguraba)deunadignidadcasiimperial.

BlancheyMaryerandelamismaestatura:altasyerguidascomoálamos.Maryerademasiadodelgadaparasualtura,peroBlanche,encambio,teníalosperfectoscontornosdeunaDiana.Lamiréconespecialinterés.Deseabaversisu aspecto respondía a la descripción deMrs. Fairfax, si se asemejaba a laminiaturamíaysiresponderíaalgustoqueyomeimaginabaquedebíasereldeMr.Rochester.

Su tipo respondía, en efecto, a la descripción del ama de llaves y a miretrato: torso delicado, hombros bien contorneados, cuello gracioso, negrosojos y negros rizos. Pero su rostro era como el de sumadre: idéntico ceño,idénticas facciones altaneras, idéntico orgullo, si bien no era un orgullo tansombrío. Por el contrario, reía continuamente, con una risa desdeñosa queparecíaconstituirlaexpresiónhabitualdesuslabiosarqueadosyaltivos.

Se asegura que el genio es orgulloso y consciente de sí mismo. Yo no.puedo asegurar si Miss Ingram era un genio, pero sí que estaba muyconscienteymuyorgullosadesímisma.InicióunadiscusiónsobrebotánicaconlagentilseñoraDent.Éstaparecíanohaberestudiadosemejanteciencia,limitándoseaasegurarquelegustabanlasflores,«ysobretodolassilvestres».En cambio,Miss Ingram entendía la materia y arrollaba a su interlocutora,gozándose en su ignorancia. Blanche podría ser inteligente, pero no erabondadosa.Tocababien, teníabuenavoz, hablaba francés en apartes con sumadre, y lo hablaba excelentemente, con mucha naturalidad y apropiadoacento.

Mary parecía sermás amable y sencilla queBlanche, así como eramássuave de facciones ymás blanca de tez (su hermana eramorena como unaespañola). Pero su rostro carecía de expresión y sus ojos de brillo. Apenashablabanada.Unavez sentada,permanecía inmóvil comounaestatua en supedestal.Lasdoshermanasvestíanropasblancascomolanieve.

¿GustaríaBlancheaMr.Rochester?Yonoconocíasuopiniónenmateriade belleza femenina. Si le agradaba lomajestuoso, necesariamente debía deagradarle Miss Ingram. La mayoría de los hombres debían de admirar aBlanche,ydequeéllaadmirabatambiénparecíametenerevidentespruebas.Paradisiparlaúltimasombradedudamefaltabaverlesjuntos.

Yahabrás supuesto, lector,queAdèlenopermanecióquietanimuda.Encuantoentraronlasseñoras,avanzóhaciaellas,hizounasolemnereverenciaydijocongravedad:

—Buenasnoches,señoras.

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MissIngramlamiróburlonamenteyexclamó:

—¡Uy,quémuñequita!

LadyLynnobservó:

—DebedeserlaniñaquetieneasucargoMr.Rochester.Noshahabladoantesdeella.Esunafrancesita...Mrs.DenttomóaAdèleporlamanoyladiounbeso.AmyyLouisaEshtongritaronalavez:

—¡Quéencantodeniña!

Y la llevaron a un sofá, donde la pequeña se sentó, charlandoalternadamente en francés y en inglés chapurreado y atrayendo no sólo laatencióndelasjóvenes,sinotambiénladeLadyLynnyMrs.Eshton.

Fueservidoelcaféysellamóaloshombres.Mesentéalarelativasombrade las cortinasde lasventanas,quemeocultabanamedias.Laapariciónengrupo de los caballeros fue tan imponente como la de las señoras. Todosvestían de negro. La mayoría eran altos, y algunos muy jóvenes. Henry yFrederickLynnerandosmuchachoselegantes,yelcoronelDentunhombredeaspectomarcial.Mr.Eshton,magistradodeldistrito,teníaunaspectomuyseñorial. Sus cabellos, completamenteblancos, y sus cejas y patillas, negrasaún,ledabanlaaparienciadeunpérenobledethéàtre.LordIngram,comosushermanas,eramuyaltoy,comoellas,muyarrogante,masparecíateneralgodelaapatíadesuhermanaMary,denotandomásvigormuscularqueardordesangreovivacidaddemente.

Mr. Rochester entró el último. Yo procuré concentrar mi atención en lalabor de que me había provisto. Al distinguir la figura de aquel hombre,recordé el momento en que le viera por última vez, cuando le acababa deprestaruninestimableservicio.Entoncesél,cogiendomimanoymirándome,habíareveladounatumultuosaemoción,delaqueyohabíaparticipado.¡Quépróximo a élme había sentido en aquelmomento!Ahora, en cambio, ¡quélejanosestábamoselunodelotro!Tanto,quenisiquieraesperabaquevinieseahablarme.Nomeasombró,pues,quesinmirarme,sesentaraalotroextremodelsalónycomenzaseaconversarconalgunasseñoras.

Alobservarquesuatenciónestabadedicadaaellasyquepodía,portanto,mirarle sin ser vista, le contemplé, experimentando un agudo y a la vezdoloroso placer en hacerlo: el placer que pueda experimentar quien,sintiéndoseenvenenado,bebe,a sabiendas,eldulcevenenoque le llevaa latumba.

¡Quéverdaderoeselaforismodeque«labellezaestáenlosojosdelquemira»! El moreno y cuadrado rostro de Rochester, sus espesas cejas, suspenetrantes ojos, sus rudas facciones, su boca voluntariosa, no eran bellos,

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según los cánones de la estética, pero para mí eran más que bellos: eraninteresantesyestabanllenosdeunasugestiónquemedominaba.Yodeseabanoamarle—ellectorsabeelesfuerzoquerealicéparaextirparmiamor—y,sinembargo,ahoraqueleveía,lapasióndesbordaba,impetuosayfuerte.Aunsinmirarme,meobligabaaqueleamase.

Lecomparéconsusinvitados.¿QuévalíanlagallardagraciadelosLynn,lalánguidaeleganciadeLordIngram,lamarcialdistincióndelcoronelDent,antelaenergíainnataqueemanabadeRochester?Enelaspectodeaquellosnoveíanadasugestivoparamí,aunreconociendoquelamayoríadelasgentesleshubieranconsideradoatractivos,elegantesydistinguidos,mientrasquedeMr.Rochesterhubiesendichoqueestabamalformadoyqueteníaunairesombrío.Peroyo,viendosonreíryreíralosotros,pensabaquesussonrisasnoeranmásbrillantesquelallamadeunabujía,nisusrisasmássonorasqueelruidodeunacampanilla.Encambio,cuandoRochestersonreía,susdurasfaccionessesuavizabany susojosbrillabancondestellosa lavezaceradosydulces.EnaquelmomentohablabaaLouisayAmyEshton,yamímemaravillabaverlaecuanimidad con que ellas oían lo que amíme parecía tan interesante.Mealegréalverquenoentornabanlosojosniseruborizabanescuchándole.«Noesparaellas loqueparamí—pensé—.Élnoesdel cortedeellas, sinodelmío.Estoysegura.Yocomprendo laelocuenciadesusmovimientosydesurostro.Aunqueotrascausasnosseparen,enmicerebroyenmicorazón,enmisangreyenmisnervioshayalgunacosaquemehacesemejanteaél.¿Cómohepodidoimaginar,hacepocosdías,quenadateníamosqueverlosdos,sinoaefectosdesalario,yquenopodíaconsiderarledesdeotropuntodevistaqueeldesermipatrón?¡Québlasfemiacontralanaturaleza!Cuantohaydebueno,de sincero y de vigoroso en mí, gira impulsivamente en torno de él.Reconozcoquedeboocultarmissentimientosyqueélnosepreocupademíparanada.Cuandodigoquesoycomoél,noquierodecirqueposeasupoderdesugestión,nisuatractivo,sinosóloquetengosentimientoseinclinacionesigualesa lassuyas.Séquehemosdevivir siempredistantesy, sinembargo,mientrasyosientayaliente,leamaré.»

Setomóelcafé.Lasmujeres,desdequeentraronloscaballeros,sehabíanvueltorepentinamenteanimadasyvivascomoalondras.Laconversacióneraalegre.DentyEshtonhablabandepolítica,ysusmujereslesescuchaban.SirGeorge —a quien he omitido describir y que era un robusto y corpulentocaballerocampesino—secolocóanteelsofádeaquellosconsutazadecaféenlamano,ydevezencuandointercalabaalgunapalabra.FrederickLynnsehabía sentado junto a Mary Ingram y le enseñaba los grabados de unmagnífico libro. Ella miraba y sonreía, pero apenas decía nada. El alto yflemáticoLordIngramhabíaapoyadolosbrazosenelrespaldodelasilladelamenudayvivarachaAmyEshton, que lemirabagorjeando comounpájaro.SindudalegustabamásqueRochester.HenryLynnhabíatomadoposesiónde

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unaotomanajuntoaLouisa,Adèleestabaasuladoyéltratabadeconversarenfrancésconlaniña,mientrasLouisaseburlabadelosdisparatesquedecía.EncuantoaBlancheIngram,sehabíasentado,sola,aunamesa,ypermanecíagraciosamenteinclinadasobreunálbum.Parecíaesperarquealguienlehiciesecompañía,ynoesperólargorato,porqueellamismaeligióuncompañero.

Mr.Rochester,dejandoalasEshton,sesentóanteelfuego,dondequedóporunosinstantestansolitariocomolaIngramantelamesa.Blanchelonotóyseacercóaél,colocándosetambiénjuntoalachimenea.

—Yocreía,Mr.Rochester,quenolegustabanlosniños.

—Ynomegustan.

—Entonces, ¿por qué se ha encargado de esa muñequita? — dijo,señalandoaAdèle—.¿Dedóndelahasacadousted?

—Nolasaquédesitioalguno:melaconfiaron.

—Debíaustedenviarlaalcolegio.

—Loscolegiossoncaros.

—Bien,peroustedtieneunainstitutrizpara laniña,segúnhevisto...¿Seha idoya?No;estáallí, juntoa laventana.Usted tienequepagarlayeso leresulta más caro aún, porque, además de pagar a esa mujer, necesitamantenerla.

Yotemía—mejorseríadeciresperaba—quelaalusiónmotivasequeMr.Rochestermedirigieraunamirada,peronolohizo.

—Nomeheparadoapensarlo—dijoélconindiferencia.

—Ustedes,loshombres,nuncatienenencuentalaeconomíanielsentidocomún.Debía usted oír amamá hablar de nuestras institutrices.Mary y yohemos tenido lo menos una docena durante nuestra vida. La mitad eranodiosasy laotramitad ridículas,y todas resultabanmuygravosas. ¿Verdad,mamá?

—¿Quémedecías?

Lajovenexplicócondetallesupregunta.

—Querida: ¡nome hables de institutrices! Sólo oír esa palabrame ponenerviosa.Hesidomártirdesuincapacidadydesuscaprichos.¡GraciasaDiosqueyanotengoquetratarconellas!

Mrs.Dentseacercóalaviudaylehablóaloído.Supongo,juzgandoporlarespuesta, que se trataba de una indicación de que un miembro de aquellaaborrecidarazasehallabapresente.

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—Tantpis!—exclamólaviuda—.Confíoenqueellocontribuyaahacerlamejorquelasotras—yagregó,másbajo,aunquelobastantealtoparaqueyolaoyese—:Yalohabíanotado.Soymuybuenafisonomista,yreconozcoenellatodoslosdefectosdelasdesuclase.

—¿Quédefectos sonesos?—inquirióRochester.—Se lodiré a solas—repusolaseñora,moviendosignificativamentesuturbante.

—Peroentoncesmidespiertacuriosidadquizásehayadormido...

—PregunteaBlanche,queestámáscercadeustedqueyo.

—Podías dejarme tranquila, mamá. Sólo una palabra tengo que decirrespectoaesatribu:quesonunasfastidiosas.Noesqueyolashayatoleradomucho.¡LadeburlasquehemoshechoTheodoreyyoanuestraMissWilson,yanuestraMrs.Greys,yanuestraMadameJoubert!Marynosolíaestar lobastanteanimadaparacolaborarennuestrastretas.Lasmejoresfueronlasquegastamos a Madame Joubert, porque MissWilson era una infeliz apocada,siemprellorosa,quenomerecíanieltrabajodeburlarsedeella,yMrs.Greysera tan insensible que ningún golpe la afectaba. ¡Pero a la pobre MadameJoubert! Aún me parece verla, enfurecida cuando derramábamos el té,manoseábamos el pan, tirábamos los libros y armábamos una charangagolpeando la reglasobreelpupitrey labadila,enelcierrede lachimenea...¿Recuerdasaquellosfelicesdías,Theodore?

—¡Ya locreo!—repusoLord Ingram—.Lapobreviejagritaba:«¡Niñosmalos!»,ynossermoneabacreyendo impresionarnosanosotros,queéramosunosmuchachosinteligentes,mientrasqueellaeraunaignorante.

—¿Y te acuerdas, Theodore, de cuando yo te ayudaba amortificar a tupreceptor,Mr.Vining,aquiensolíamosponerapodostangrotescos?ÉlyMissWilson se permitieron enamorarse, o al menos Theodore y yo nos lofiguramos.Lessorprendimosmiradastiernasysuspiros,queinterpretábamoscomomuestrasdeunabellepassion,yyo teaseguréqueenbreve lanoticiasería del dominio público. ¡Y lo utilizamos como palanca para echar aqueldesagradable peso fuera de casa! Mamá, en cuanto se informó del asunto,encontróqueeraunainmoralidad.¿Noescierto,madrecita?

—Sí,querida.Ylopensabaconrazón.Existenmuchosmotivosparaquenopuedatolerarseunarelaciónamorosaentreunainstitutrizyunpreceptorenunacasabienorganizada;enprimerlugar,porque...

—¡Por Dios, mamá, ahórranos la exposición de los motivos! Au reste,todos los conocemos: peligro de dar malos ejemplos a los inocentes niños,distracciónynegligenciaeneldesempeñode loscargos, alianza tácita entreambosprofesoresy,comoconsecuencia,actitudes insolentesysubversivas...¿Tengorazónono,señorabaronesadeIngram?

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—Tienesrazóncomosiempre,florecitamía.

—Entoncesnohaymásquehablar.Cambiemosdeconversación.

AmyEshtonnooyóestaúltimafrase,einsistióeneltema,diciendoconsudulcetonoinfantil:

—Louisayyosolíamosburlarnosdenuestrainstitutriz,peroeratanbuenaquenoseofendíanunca.¿Verdadqueno,Louisa?

—No.Nosdejabahacerloquequeríamos:registrarsupupitre,revolversucestodelaborysuscajones...Eramuycondescendienteynosconcedíacuantolepedíamos.

—Creo —dijo Miss Ingram, plegando los labios irónicamente— quehemos tratado ya bastante ese tema, y que deberíamos pasar a uno nuevo.¿Apoyaustedmiproposición,Mr.Rochester?

—Coincidoconustedenesoyentodo.

—Entonces,yomeencargarédeelegirotradistracción.¿Estáustedenvozestanoche,Mr.Edward?

—Loestarésiustedlomanda,doñaBianca.

—Entonces,misoberanodeseoesqueustedpongasusórganosvocalesamirealservicio.

MissIngramsesentóalpianoconaltaneragracia,ahuecósuníveovestidohastadarleunamajestuosaamplitud,ycomenzóunbrillantepreludio.Aquellanocheparecíaestarensumejorforma,ytantosuspalabrascomosuaspectosuscitaban no sólo la admiración, sino incluso el éxtasis de los que la oían.Mientrastocaba,hablabadeestasuerte:

—Estoyhartadelosjóvenesdehoydía.Parecenniños:nopuedensalirdeljardínsinpermisodepapá,demamáydelaya.Nopiensanmásqueencuidarsus bonitos rostros, sus blancas manos y sus pequeños pies... ¡Como si elhombretuviesequepreocuparsedelabelleza!¡Comosilahermosuranofuesecosaexclusivadelamujer!Yoopinoqueunamujerfeaesunamáculadelacreación,perouncaballeronodebepensarsinoenparecerfuerteyvaleroso.Su lema debe ser: cazar, esgrimir y luchar. El resto nomerece la pena.Asíopinaríayosifuerahombre.Hizounapausa,quetodosrespetaron,ycontinuó:

—Yoaspiroacasarmenoconunrival,sinoconunrendido.Yonosufriríauncompetidor;exigiríademimaridounhomenajeexclusivo,nounadevocióncompartidaentremipersonay la imagenqueélvieraensuespejo...Vamos,Mr.Rochester:cante,yyoleacompañaréalpiano.

—Estoydispuestoaobedecer.

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—Aquí hay una canción pirata. ¡Memuero por los piratas!Cante, pues,conespíritu.

—Lasórdenesdesus labios infundiríanespírituhastaaunvasode lecheaguada.

—Bien. Pero ándese con cuidado. Si no canta como debe, le humillarémostrándolecómohayqueentonarestacanción.

—Esoesofrecerunpremioalaincapacidad.Ahoraprocuraréhacerlomaladrede...

—Gardez-vousenbien!Siustedlohacemalapropósito,lecastigaré.

—Debe usted ser piadosa, ya que tiene en su mano aplicar un castigomayordelqueunmortalpuedasoportar.

—Explíquese—dijoella.

—Essuperflua laexplicación.Ustedsabemuybienqueunsimpleenojosuyoesmásdolorosoqueelmayordeloscastigos.

—Vamos,cante...—repusoella.

Ycomenzóaacompañarlealpiano,tocandoconexquisitogusto.

«Ésteeselmomentodeirme»,pensé.

Perolasnotasdelacanciónmeemocionarontanto,quenomedecidí.Mrs.FairfaxhabíadichoqueMr.Rochesterteníaunabellavoz,yeracierto.Poseíauna potente voz de bajo, a la que comunicaba todo su sentimiento, toda suenergíapersonal.Suacentopenetrabahastaloúltimo.Esperéaquelaúltimanotadeaquellacanciónexpirase,yluegoiniciémiretiradahacialapuertadeescape, que afortunadamente estaba próxima. Un estrecho pasillo conducíadesdeellaalvestíbulo.

Al atravesarlo, reparé que había perdido una de mis sandalias y, parabuscarla,mearrodilléalpiedelaescalera.Oíabrirlapuertadelcomedor.MeapresuréaincorporarmeymehallécaraacaraconMr.Rochester.

—¿Cómoestáusted?—mepreguntó.

—Muybien,señor.

—¿Porquénomehadirigido lapalabra enel salón?Yopensabaque lomismopodíapreguntarseaél,peronometométalliberadyrepuse:

—Nodeseabamolestarleviéndoleentretenido,señor.

—¿Quéhahechousteddurantemiausencia?

—Nadadeparticular:enseñaraAdèlecomosiempre.

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—Ypalidecermucho,depaso.Estátanpálidacomolaprimeravezquelavi.¿Quéleocurre?

—Nada,señor.

—¿Acasoseacatarróustedlanochequeestuvoapuntodeahogarme?

—Nadadeeso.

—Vuelvaalsalón.Esmuypronto.

—Estoycansada,señor.

Memiróuninstante.

—Sí,yaloveo.Ytambiénunpocodeprimida.¿Quélesucede?

—Nada,señor,nada.Noestoydeprimida.

—Loestáustedhastaelpuntodequesihablásemosalgunaspalabrasmás,romperíaustedallorar...Enfin,porestanocheladispenso,peroesmideseoque todas las noches acuda al salón. Retírese y envíe a Sophie a buscar aAdèle.Buenasnoches,queri...

Seinterrumpió,apretóloslabiosysefuebruscamente.

XVIII

Los días en Thornfield Hall transcurrían bulliciosos y alegres. ¡Quédiferentes eran de los primeros tres meses de soledad y monotonía que yopasarabajoaqueltecho!Todaslasimpresionestristesparecíanhaberhuidodela casa, todas las ideas sombrías parecían haberse olvidado. Era imposibleatravesarlagalería,antessiempredesierta,sinencontrarlaelegantedoncelladeunadelasseñorasoelpresumidocriadodeunodeloscaballeros.

La cocina, la despensa, el cuarto de estar de los criados, el vestíbulo, sehallaban siempre animados, y los aposentos no quedaban vacíos más quecuandoelcieloazulyelsolbrillanteinvitabanapasearaloshuéspedesdelacasa. Cuando el tiempo cambió y se sucedieron días de continua lluvia, lajovialidad general no disminuyó por eso. Los entretenimientos de puertasadentroseintensificaronaldisiparselaposibilidaddedivertirsefuera.

Yo ignoraba el significado de la frase «jugar a las adivinanzas» que oísugeriruna tardeaalguienquedeseabacambiar lasdistraccioneshabituales.Se llamó a los criados, se separaron las mesas del comedor, las luces secolocarondeotra formay lassillassesituaronensemicírculo.MientrasMr.Rochesterylosdemáscaballerosdirigíanestosarreglos,lasdamascorríande

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un lado a otro llamando a sus doncellas. Se avisó a Mrs. Fairfax y se lainterrogó sobre las existencias de chales, vestidos o telas de cualquier clasequesehallasenenlacasa.Seregistróeltercerpisoylasdoncellasbajaronconbrazadas de viejos brocados, faldas, lazos y toda clase de antiguas telas. Sehizounaseleccióndetodo,yloqueparecióútilsellevóalasala.

Entretanto,Mr.Rochesterreunióalasseñorasasualrededoryeligióciertonúmerodeellasydecaballeros.—MissIngrammepertenece,desdeluego—dijo.DespuésnombróalasseñoritasEshtonyaMrs.Dent.Tambiénmemiróamí.Yoestabacercadeél,ayudandoaMrs.Dentasujetarunbrochequeselehabíasoltado.

—¿Quiereustedjugar?—mepreguntóRochester.Deneguéconlacabezayélnoinsistió.Satisfechadehaberobradoconacierto,volví tranquilamenteamirincón.

Rochesterysusauxiliares se retiraronmásalláde lacortina.Mr.Dentylos suyos seacomodaronenelgrupode sillascolocadasen formademedialuna. Uno de los caballeros, Mr. Eshton, cuchicheó al oído de los demás.Debía proponer que se me invitara a unirme a ellos, porque oí decirinstantáneamenteaLadyIngram:

—No.Meparecequeeslobastanteestúpidaparanosaberjugaranada.

Sonó una campanilla y se corrió la cortina. Bajo la arcada apareció lacorpulentafiguradeSirGeorgeLynnenvueltoenunasábanablanca.Anteél,enunamesa,habíaunlibrogrande,abierto,yasuladosevíaaAmyEshton,vestidaconunabrigodeMr.Rochesteryconotrolibroenlamano.Alguienaquiennoveíamostocóotravezlacampanilla,yAdèle,quehabíainsistidoenayudar a su protector, apareció esparciendo en su torno el contenido de unacestadefloresquellevabaalbrazo.EnseguidasurgiólamajestuosafiguradeMissIngram,vestidadeblanco,conunlargoveloyunaguirnaldaderosasentornoalafrente.Mr.Rochesteribaasulado.Ambosavanzaronhastalamesay se arrodillaron,mientrasMrs.Dent y Louisa Eshton, también vestidas deblanco, les flanqueaban. Siguió una pantomima muda, en la que era fácilreconocer un simulacro de matrimonio. Cuando concluyó, el coronel Dentconsultó a los que estaban con él, y tras un breve cuchicheo exclamó: —¡Matrimonio!

Mr.Rochesterseinclinó,asintiendo,ylacortinacayó.Transcurrióunlargointervalo. Al alzarse el cortinaje, reveló una escenamejor preparada que laanterior. Se veía en primer término un gran pilón demármol, que reconocícomo perteneciente al invernadero, donde solía hallarse rodeado de plantasexóticas y conteniendo algunos pececillos dorados. Sin duda debía de habercostadotrabajotransportarlo,atendidossuvolumenypeso.

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Sentadoen laalfombra juntoaaquelpilónestabaMr.Rochester,vestidocon chales y tocado con un turbante. Sus ojos negros y su piel morenaconcordaban a maravilla con aquel atuendo. Parecía un emir oriental. Enseguida sobrevinoBlanche Ingram.Vestía tambiéna estilo asiático, conunafaja carmesí a la cintura y un pañuelo bordado en torno a las sienes. Sushermososbrazosestabandesnudos,yunodeellossosteníaconmuchagraciauncantarillosobrelacabeza.Suaspectoysusatavíossugeríanlaideadeunaprincesaisraelitadelostiempospatriarcales,ytalera,sinduda,elpapelquetratabaderepresentar.

Seaproximóalpilón, se inclinósobreélcomopara llenarelcantarilloyvolvióacolocaréstesobresucabeza.Elpersonajemasculinolehizoentoncesunapetición:

—¡Eh,apresurada!Dameelcantarilloydéjamebeber.

Ysacandodesusvestidurasunestuche,mostróenélmagníficaspulserasypendientes. Blanche parecía sorprendida y admirada. El, arrodillándose,colocó el tesoro a los pies de la mujer, que expresaba en sus gestos yademaneselplacerylaincredulidadquesentía.EntoncesRochestercolocólaspulseras en las muñecas de la joven y los pendientes en sus orejas. Era,evidentemente, una reproducción de la escena de Eliezer y Rebecca. Nofaltabanmásqueloscamellos.

Losquedebíanadivinarelsignificadodelcuadrocuchichearonunrato.Alparecer,no seponíandeacuerdoen loque la escena representaba.Al finelcoronelDent,suportavoz,diolarespuestaoportunayvolvióacaerlacortina.

Al levantarse por tercera vez, sólo era visible una parte del salón,quedandolodemásocultotrasunbiombodelquecolgabanlienzososcurosygroseros.Elpilóndemármolhabíadesaparecido.Ensulugarhabíaunamesayunasilladecocinailuminadasporlaopacaluzdeunalinterna.

En aquel sórdido escenario estaba sentado un hombre, con las manosatadas y la vista fija en el suelo. Pese a sus ropas en desorden y a suennegrecida faz, reconocí en él aMr.Rochester.Vestía una burda chaqueta,unadecuyasmangas,desgarrada,pendíadesuhombro,dandoalprotagonistaelaspectodehabersostenidounarecienterefriega.Talesdetalles,unidosasudesgreñadocabello,ledisfrazabanmuybien.Alhacerunmovimientoseoyóruidodecadenasyvimosquellevabagrilletesenlostobillos.

—¡Prisión!—exclamóelcoronelDent,resolviendoelacertijo.

Pasado el tiempo necesario para que los actores se vistieran como decostumbre,volvieronalcomedor.BlanchefelicitabaaMr.Rochester.

—¿Sabe—ledecía—quedesustrescaracterizacionesmegustalaúltima

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más que ninguna? ¡Oh! Si hubiera usted vivido hace algunos años, ¡quémagníficosalteadordecarreterashabríahechousted!

—¿No me queda nada de hollín en la cara? —preguntó Rochester,volviéndosehaciaella.

—Nada,desgraciadamente.¡Québienlesientaeldisfrazdebandido!

—¿Legustanesoshéroesdelcaminoreal?

—Creoqueunsalteadoringlésdebedeserlacosamásparecida.

—Bien.Entodocaso,recuerdequesomosmujerymarido,deloquesontestigos cuantos se hallan presentes. ¡No hace aún una hora que nos hemoscasado!Ellarioyseruborizó.

—Ahora le toca a usted,Dent—dijoMr.Rochester.Y,mientras el otrobandoseretiraba,él,conelsuyo,ocupólosasientosquequedabanvacantes.MissIngramsecolocóalladodeRochester.Losdemás,ensillasinmediatas,aambosladosdeellos.Yodejédemiraralosactores;habíaperdidotodointeréspor los acertijos y, en cambio,mis ojos se sentían irresistiblemente atraídospor el círculo de espectadores. Ya no me interesaban las adivinanzas quepropusieraelcoronelDent,sino lascontestacionesque le fuerandadas.ViaMr.RochesterinclinarsehaciaBlancheparaconsultarlayaellaacercarseaélhastaquelosrizosde la jovencasi tocabanloshombrosy lasmejillasdesucompañero.Yoescuchabasuscuchicheosynotabalasmiradasquecambiabanentresí.

Yatehedicho,lector,quehabíacomenzadoaamaraMr.Rochester.Ynopodíadejarahoradeamarle,porquenoreparaseenmí;porquetranscurrieranhoras sin que sus ojos buscaran los míos; porque sus miradas estuvierandedicadasexclusivamenteaotramujer;porque,sisefijabacasualmenteenmí,se apresuraba a apartar la vista. Nome era posible dejar de amarle aunquecomprendiera que había de casarse en breve con Blanche Ingram, como loindicaba la orgullosa seguridad que ella parecía mostrar respecto a susintenciones.Yo,apesardetodo,hubieradeseadoqueRochestermededicaseaquellasamabilidadesque,aunquenegligenteseindiferentes,encerrabanparamíuncautivadoreirresistibleinterés.

Mi amor no se disipaba, no. Cabe suponer que se levantaran enmí unainmensadesesperacióny furiosos celos, si es queunamujer demi posiciónpodía sentir celos deBlanche Ingram. Sin embargo, yo, en realidad, no eracelosayelsentimientoqueexperimentabanoseexpresabiencontalpalabra.Blanche era demasiado inferior para excitar mis celos. Perdóneseme laparadoja,porqueséloquedigo.Blanchedeslumbraba,peronoerasincera;eramuybrillante,peromuypobredementalidad.Teníaelcorazónmezquinopornaturaleza, comouna tierra en laquenada fructificaraespontáneamente.No

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era benévola, no era original, repetía frases leídas en los libros, no emitíanuncaunaopiniónpropia.Desconocíatodasensacióndesimpatíaypiedad,ycarecía de naturalidad y de ternura. Con frecuencia se traicionaba, comocuandoexteriorizó laantipatíaquesintieraante lapequeñaAdèle.Siéstaseaproximaba a ella alguna vez, la rechazaba con algún epíteto despectivo,ordenándola incluso salir de la habitación, y demostrando siempre hacia laniñasequedadyacrimonia.Otrosojos—nosólolosmíos—apreciabanestasmanifestaciones:sufuturoprometido,Rochester,laobservabasincesar.Yeralobastantesagazpara,sinduda,saberpercibirsusdefectos.

Dadasuevidentefaltadepasiónporella,dadasunotoriacomprensióndelasmalascualidadesdeMissIngram,yoadivinabaqueibaadesposarlaporrazonesfamiliaresyacasoprácticas,peronoporamor.Aquéleraelpuntoneurálgicodelacuestión:noeraposiblequeunamujerasíleagradase.SiellahubieseconquistadoaRochester,siélsinceramentehubiesepuestosucorazónasuspies,yohabríasimbólicamente—muertoparaellos.SiBlanchehubierasidounamujerbuena,amable,sensible,apasionada,yohabríadebidomantenerunaluchaamuertecondostigres:ladesesperaciónyloscelos,quehubiesendevoradomicorazón.Y,después,reconociendolasuperioridaddeBlanche,lahubieseadmiradoduranteelrestodemisdías,contantamásadmiracióncuantomayorfuerasusuperioridad.PerolarealidaderaquelosesfuerzosdelaseñoritaIngramparaseduciraMr.Rochesterfallaban,aunqueellamismanolonotase,yque,siinsistíaensuspropósitos,lohacíaestimuladaporsuorgulloyporsuamorpropio.

Yo presentía que si tales flechas lanzadas sobreRochester hubieran sidoarrojadaspormanomássegura,habríanalcanzadosucorazón,hechoasomarelamorasusojos,ladulzuraasusarcásticosemblantey,entodocaso,aunsinestas manifestaciones externas, habrían ganado una batalla silenciosa perosegura.

«¿Por quénohabría yode poder influirlemás, estandomoralmentemáscercadeél?—mepregunté—.Bienseguroesqueellanoleamao,almenos,le ama sin afecto profundo. De ser así, no precisaría dar tan artificialesmuestras de interés. A mi juicio, sobran tantas manifestaciones externas;podría estarmás tranquila: hablar y gesticularmenos. Si ahora precisa esasmalasartesparaatraerle,¿aquéapelarácuandoesténcasados?Nocreoqueellalehagafelizy,sinembargo,élpodríaserloysabríahacerasuesposalamásdichosamujerdelmundo.»

No formulaba censura alguna contra Mr. Rochester al considerar aquelprobablematrimonio por interés. Al principiome extrañó suponer en él talintención,yaquelecreíaunhombreajenoalosprejuiciosvulgaresrespectoalaeleccióndemujer,perocuantomásconsiderabalaposición,educación,etc.,delosinteresados,menoscensurablemeparecíaquerealizasenunactoacorde

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conlosprincipiosquelesfueranimbuidosdesdelainfanciaycomunesatodoslosdesuclase,aunqueyonopudieracomprenderlos.Meparecíaque, siyohubiesesidounhombreenelcasodeRochester,sólomehubieracasadoconunamujeraquienamase,peroalavezadmitíaquelasevidentesventajasqueenprodelafelicidadmatrimonialdebíaofrecerunadeterminaciónasípodíanestar contrapesadas por razones que yo ignoraba en absoluto, aun cuandohubieradeseadoquetodoelmundoobrasecomoyopensaba.

En estas reflexiones prescindía de los aspectos malos del carácter deRochester. Su desagradable sarcasmo, su dureza, me parecían picantescondimentosdeun excelentemanjar.Y si supresencia era en algún sentidoingrata,suausenciahacialavidainsípidaparamí.ConsiderabadichosaaMissIngram, porque iba a poder asomarse a los abismos del carácter de aquelhombreysondearlos.

Mientrasyono teníaojosmásqueparaRochester y su futura esposa, elrestodelosinvitadosseocupabanensímismos.LasseñorasLynneIngrammanteníanungravedebate.Devezencuandomovíansusturbantes,agitabansus cuatro manos en análogos ademanes de asombro, secreto u horror, sinduda relativos al tema que trataban. Parecían dos magníficas muñecas. LaamableseñoraDenthablabacon labondadosaMrs.Eshton,yavecesunayotra me dirigían una palabra o una sonrisa afectuosa. Sir George Lynn, elcoronelDentyMr.Eshtondiscutíandepolítica,deasuntosdelcondadoodetemas judiciales. Lord Ingram cortejaba a Amy Eshton. Louisa cantaba ytocaba con uno de los Lynn, y Mary Ingram escuchaba con languidez lagalanteconversacióndelotro.Devezenvez,todossuspendíanunánimementesu charla para escuchar y observar a los principales actores: Rochester yBlanche Ingram, que eran, en efecto, el cuerpo y alma de la reunión. Si élfaltabaun ratodel salón, suausenciaparecíaproducir ciertodecaimientoenlos ánimos de sus invitados, y tan pronto como entraba se reanimaba lavivacidaddelaconversación.

Lanecesidaddeaquellaestimulanteinfluenciasuyasepusoderelieveundíaquehubode iraMillcoteaarreglarunosasuntosynovolvióhastamuytarde. La tarde estuvo lluviosa, motivo que hizo suspender una proyectadavisita a un campamento de gitanos que se habían establecido cerca deHay.Algunosdeloscaballerosfueronalascuadras,mientraslosjóvenesdeambossexosjugabanalbillar.LasviudasIngramyLynnseentregabanaunaplácidapartida de naipes. Blanche Ingram, tras repeler con orgullosa taciturnidadalgunosintentosdelasEshtonyDentparaentablarconversación,habíatocadoprimero algunas romanzas sentimentales en el piano, y luego tomando unanoveladelabiblioteca,sehabíahundidoenunsofáysedisponíaamatarconla lectura las tediosas horas de ausencia. El salón y toda la casa estabansilenciosos.Noseoíamásqueelchoquedelasbolasdebillar.

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Oscurecía.Seacercaba lahoradevestirseparacenar,cuando lapequeñaAdèle, que se hallaba arrodillada en el hueco de una ventana del salón,exclamó:

—¡YavuelveMr.Rochester!

Yomevolví.BlancheIngramselevantódelsofáylosdemásabandonaronsusocupaciones,altiempoquesesentíasonarunruidoderuedasydecascosdecaballossobrelaarenahúmeda.Unasilladepostaseaproximaba.

—¡Quéraroesquevuelvaacasadeestemodo!—dijoBlanche—.Sefuemontado en Mesrour y acompañado de Piloto. ¿Qué habrá sido de esosanimales?

Mientrashablaba,aproximabaalaventanadetalmodosualtafigura,quetuvequeecharmehaciaatrásparadejarlesitio,ariesgoderompermelaespinadorsal. Entretanto, la silla de posta se detuvo y el viajero se apeó y tocó lacampanilla.Eraunhombredesconocido,alto,elegante,entrajedeviaje.PeronosetratabadeMr.Rochester.

—¡Es indignante!—exclamóMiss Ingram.YapostrofóaAdèle—:Y tú,monicaca,¿quéhacesahí,enlaventana,dedicándoteadarnoticiastontas?

Y lanzó sobremí unamirada agria, como si yo hubiese cometido algúndelito.

Se oyó hablar en el vestíbulo y en breve apareció el recién llegado. Seinclinó ante Lady Ingram, considerándola, sin duda, la de más edad de laspresentes.

—Creo que llego con inoportunidad, señora—dijo—, ya quemi amigoRochesterestáfuera,perosoylobastanteíntimosuyoparapoderpermitirmeinstalarmeaquíenesperadesuregreso.

Sus modales eran corteses y su voz me impresionó porque, sin tenerprecisamente acento extranjero, hablaba de un modo no corriente enInglaterra. Su edad podía ser la deRochester: entre treinta y cuarenta años.Tenía el rostro muy pálido, pero por lo demás era un hombre de buenaapariencia.Examinándolemejor,creíencontrarensurostroalgodesagradableo,másbien,noagradable.Sus rasgoserancorrectos, sus faccionessuavesysusojos,aunquegrandesydebellaforma,carecíandevida,oalmenosmelopareció.

El sonido de la campana que indicaba la hora de vestirse para comerdispersólareunión.Novolvíaveraaquelhombrehastadespuésdecomer,ymeparecióquesehallabaensucentro.Perosufisonomíameagradómenosaúnqueantesporunladomeimpresionabayporotromeparecíainanimada.Sus ojos erraban de un lado a otro, sin expresión alguna, lo que le daba un

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curioso aspecto, tal como yo no viera nunca. A pesar de ser un hombreapuesto,merepelíaextraordinariamente.Enaquelrostroovaladodefinocutisno se apreciaba energía viril, nimasculina firmeza en su nariz aquilina. Suboca era pequeña y tras su frente no parecía caber pensamiento alguno, asícomosusoscurosojosapagadosparecíancarecerdetodopoderdesugestión.Mientras le contemplaba desde mi rincón de costumbre, a la luz de lachimenea—yaqueestabasentadoenunabutacamuypróximaalfuego,comosisintierafrío—,lecomparabaconRochester.Pensabaquenohubierahabidomayor diferencia entre ambos que entre un pato y un fiero halcón, entre undulcecorderoyelmastíndeardientesojosqueleguarda.

Había hablado de Mr. Rochester como de un antiguo amigo. ¡Curiosaamistad,meconfirmabaelproverbiodeque«losextremossetocan»!Juntoaél estaban sentados otros dos o tres señores, y de vez en cuando podía oírfragmentosdesuconversación.Alprincipionolescomprendíbien,porquelacharladeLouisaEshtonyMaryIngram,sentadasmuycercademí,mehacíanconfundirlasaisladasfrasesquelesescuchaba.Lesoíadecir:«Esunhombrehermoso.» «Un encanto de muchacho», decía Louisa, agregando que «legustabaconlocura».Maryindicósubocaysubellanarizcomoelidealdelabelleza.

—¡Qué frente tan lisa tiene, sin ninguna de esas protuberancias tandesagradables!—exclamóLouisa—.¡Yquésonrisatandulce!

Congransatisfacciónmía,HenryLynnlasllevóaotroextremodelasalaparaacordarnoséquérespectoalaaplazadaexcursión.

Pudeasíconcentrarmiatenciónenelgrupocercanoalfuego,yentoncesme informé de que el recién llegado se llamaba Mason, que acababa dedesembarcarenInglaterrayqueveníadelospaísestropicales.Aquéllaera,sinduda, la causa de que estuviese tan amarillo, de que se sentase junto a lachimeneaydequellevaseunabrigoencasa.LaspalabrasJamaica,Kingston,PuertoEspaña,indicabanquedebíatenersuresidenciaenlasAntillas.Nosinsorpresa supe que fue allí donde contrajo amistad con Mr. Rochester.Mencionóloquedisgustabanasuamigoelardientecalor,loshuracanesylasépocas lluviosas de aquellos países. Yo no ignoraba que Rochester habíaviajadomucho—melohabíadichoMrs.Fairfax—,perosiemprehabíacreídoquesusviajesselimitabanalcontinenteeuropeo,nohabiendooídorelatarsusvisitasamáslejanasregiones.

Reflexionaba en estas cosas, cuando un inesperado incidente vino adistraermedemispensamientos.Mr.Mason,quetiritabacadavezquealguienabría la puerta, había pedido más leña para el fuego, aunque las cenizasestabanaúncalientesyrojas.Elcriadoquellevólaleñasedetuvouninstantejuntoa lasilladeMr.Eshtonyledijounaspalabrasenvozbaja,delasque

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sólooí:Viejaymuydesagradable.

—Dígale que la encerraremos en el calabozo si no se va —replicó elmagistrado.

—¡No!—interrumpió el coronelDent—.No lo hagamos sin consultar alas señoras —y añadió—: Señoras, ¿no hablaban ustedes de visitar elcampamento de los gitanos? Sam acaba de decir que en el cuarto de laservidumbre se halla una vieja gibosa que se empeña en decirnos labuenaventura.

—¡Vamos,coronel!—exclamóMrs.Ingram—.¿Creequenosinteresaunadeesasimpostoras?Mándenlairseenseguida.

—Nologramosconvencerladequesevaya,señora——dijoelcriado—.¡Ni yo ni ninguno! Mrs. Fairfax ha tratado de persuadirla, pero ella se hasentadoenunrincónjuntoalachimeneayaseguraquenoseirámientrasnolapermitanentraraquí.

—¿Quéquiere?—preguntóMrs.Eshton.

—Decirlabuenaventura;juraqueesnecesariohacerloyquelohará.

—¿Quéaspectotiene?

—Esunaviejafeísimaymásnegraqueunasartén,señora.

—¡Unaverdaderahechicera!—gritóFrederick—.¡Tráigala,tráigala!

—¡Naturalmente!—agregó su hermano—. Sería muy lamentable perdertaloportunidad.

—¿Quélocuraestáispensando,muchachos?—exclamóMrs.Lynn.

—Verdaderamente,unalocuraes—asintiólaviudaIngram.

—Nada de eso, mamá—replicó Blanche, girando sobre el taburete delpiano,dondesehallabasentadaensilencio,examinandopartituras,alparecer—.Quieroquemeprediganmisuerte.Mándelaentrar,Sam.

—¡Pero,queridaBlanche!...¡Comprendeque...!

—Yo comprendo todo lo que tú dices, pero quiero hacer lo que te digo.¡Pronto,Sam!

—¡Sí,sí,sí!—gritarontodoslosjóvenesdeambossexos—.Tráigala:nosdivertiremos.

—Tieneunatrazaque...—indicóelcriado,vacilandoaún.

—¡Tráigala!—conminóBlanche.

Lareuniónestabamuyexcitadaysecruzabanrisasychanzasentretodos.

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Samvolvióaaparecer.

—Ahoranoquierevenir—afirmó—.Dice(sonsuspropiaspalabras)quenoessumisiónapareceranteelvulgo,sinoquedebeserllevadaauncuartoydejada. Entonces sola recibirá allí, pero únicamente uno a uno, a quienesquieranconsultarla.

—Yaloves,reinamía...—comenzóLadyIngram—.¿Tedascuenta,ángelmío,deque...?

—Llévela a la biblioteca—atajó el ángel—. Mi misión no es tampocoescuchar a esa mujer ante el vulgo. Deseo verla a solas. ¿Hay fuego en labiblioteca?

—Sí,señora.Peroesamujerpareceun...

—¡Bastadecharla!Hagaloqueledigo,ynoseacabezota.

Samdesapareciódenuevoylaexpectaciónylacuriosidadaumentaron.

—Ya está allí —dijo el criado al volver— y desea saber quién será elprimeroquelaconsulte.

—Creo que será mejor que vaya yo antes que las señoras —indicó elcoronelDent.

—Dígalequevaairuncaballero,Sam.

Samsefueyvolvió.

—Dice, señor, que no quiere ver a ningún caballero, que no desea queéstos se tomen lamolestia de ir a verla, ni—añadió, reprimiendo la risa—tampocolasseñoras,sinosólolasjovencitasyunaauna.

—¡PorJúpiter,quetienebuengusto!—exclamóHenryLynn.

BlancheIngramselevantósolemnementeydijo,conelacentoquehubieraempleado el jefe de un ejército lanzándose a la vanguardia de sus hombrescuandotodoparecíaestarperdido:

—Yoiré.

—¡Oh,cariñomío,espera,reflexiona...!—gritósumadre.Peroenvano,yaquesuhijapasóanteellaenorgullososilencio,cruzó lapuertaqueDentabrióylasentimosentrarenlabiblioteca.

Siguióunrelativosilencio.Mrs.Ingramsecreyóobligadaaretorcerselasmanos con desesperación.Mary declaró que ella no osaría aventurarse a talcosa.AmyyLouisaEshtonreíanporlobajoyparecíanuntantoasustadas.

Los minutos pasaban lentamente: quince transcurrieron antes de que lapuertadelabibliotecatornaraaabrirse.Blanchevolvióalsalón.

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¿Se reiría? ¿Consideraría aquello comoun juego?Los ojos convergieronen ella con curiosidad y ella correspondió con unamirada fría. No parecíacontenta.Sedirigióasuasientoyloocupóotravez,sindecirnada.

—¿Y qué, Blanche? —preguntó Lord Ingram. —¿Qué te ha dicho,hermana?—preguntóMary.—¿Quépiensausted?¿Quélehaparecido?¿Esunaverdaderaadivina?—inquirióMrs.Eshton.

—¡Voy,voy!—repusoBlanche—.¡Nomemetantantaprisa!Veoquesusinstintos de credulidad y asombro se excitan fácilmente. Por la importanciaqueustedesparecendaraeso,sediríaquetenemosencasaunaauténticabrujaen combinación con el viejo señor del castillo. No he vistomás que a unagitana vagabunda, queme ha examinado la palma de lamano y queme hadicho lo que tales gentes suelen decir siempre.Y ahora quemi capricho hasido satisfecho plenamente, creo que Mr. Eshton hará bien en meter en elcalabozoaesamujermañana,comoantesdijo.

Cogióun libro, se recostóensusillay renuncióa todaconversación.Laexaminédurantemediahora.Entodoeltiemponovolvióniunapáginaysurostrosepusogradualmentemássombrío,másdesabrido,másdisgustado.Eranotorioquenohabíaoídoprediccionessatisfactorias.Meparecióque,apesarde su aparente indiferencia, daba a las revelaciones que escuchara unaimportanciaquenomerecían.

Entretanto, Mary Ingram, Amy Eshton y su hermana Louisa declararonquenoseatrevíanairsolasaveralaadivina,aunquenolesfaltabandeseos.Seentablaronnegociaciones,conSamcomomediador,y trasmuchas idasyvenidas,lasibila,nosindificultades,autorizólaentradadetresmuchachasenunsologrupo.

LavisitanotranscurriótansilenciosacomoladeBlanche.Oíamosgrititosy risas histéricas procedentes de la biblioteca, hasta que, al cabo de veinteminutos, las muchachas aparecieron corriendo en el vestíbulo, como sihuyerandelaadivina.

—¡Debe de ser un ente del otromundo!—gritaban todas—. ¡Qué cosasnoshadicho!¡Sabetodosnuestrossecretos!

Y cayeron, como abrumadas, en los asientos que los caballerosgalantementelesofrecían.

Incitadas a explicarse, dijeron que aquella vieja les había contado cosasque ellas habían dicho y hecho siendo niñas; descrito libros y adornos quetenían en sus gabinetes; recordado los amigos que conocían. Afirmarontambiénquehabíaadivinadosuspensamientosycuchicheadoaloídodecadaunaelnombredelapersonaaquienmásqueríaenelmundo.

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Loscaballerossolicitaronmayoresaclaracionessobreesteúltimoextremo,perosóloobtuvieronrubores,exclamacionesyrisascontenidas.Lasmatronasofrecieron a las chicas sus frascos de sales, reprendiéndolas por no haberatendidosusconsejos.Loscaballerosdeedadrieronylosjóvenesofrecieronsuayudaalasconmovidasbeldades.

Enmediodeaqueltumulto,Sam,parándoseantemí,mehabló:

—Perdón,señorita: lagitanadicequehayuna jovenmásenestesalónyquenoseiráhastaquelahayavisto.Debedeserusted,yaquenohayotra.¿Quéledigo?

—Iré —dije, satisfecha de hallar ocasión de satisfacer mi excitadacuriosidad.

Medeslicéfueradelaestanciasinsernotada—yaquelaatencióngeneralestaba atraída por el tembloroso trío que acababa de regresar— y cerré lapuertatrasdemí.

—Silodesea,señorita—dijoSam—,esperaréenelvestíbuloyasí,si laviejaleasusta,mellamaustedyentroenseguida.

—No,Sam:vuélvasealacocina.Notengotemoralguno.

Ynomentía.Loquesentíaenrealidaderamuchointerésyexcitación.

XIX

Reinaba profunda tranquilidad en la biblioteca. La sibila —si tal era—estaba cómodamente sentada en un magnífico sillón junto a la chimenea.Llevaba un vestido rojo y un gorro negro —más bien un deshilachadosombrerodegitanayunpañueloanudadobajolabarbilla.Habíasobrelamesauna bujía apagada y la vieja parecía leer, a la luz de la lumbre, un tomitonegro,parecidoaundevocionario.Leíaenvozalta,comolamayoríade lasviejas.Cuandoentréno suspendió su lectura.Alparecer,quería terminarunpárrafo.

Me senté en la alfombra y me calenté las manos, que se me habíanquedadoateridas.Mesentíatranquilacomonunca.Enelaspectodelagitananohabíanadadeinquietante.Cerróellibroymemiró.Supañueloylasalasdesusombrerocubríanengranpartesuextrañorostro.Eraoscuroymoreno;los bucles de su cabello colgaban sobre sus mejillas. Me examinó conescudriñadoramirada.

—¿Quierequeledigalabuenaventura?—preguntóconvoztanpenetrante

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comosusojosytanduracomosusfacciones.

—Nome interesanada,abuela:siustedquiere...Pero leconfiesoquenocreoenningunadeesascosas.

—Esperabaquetuvieseustedesedescaro:lohecomprendidoporelruidodesuspiesalcruzarelumbral.

—¿Sí?Tieneustedbuenoído.

—Ybuenojoybuenacabeza.

—Bastantefaltaleharánparasutrato.

—Especialmente cuando encuentro clientes como usted. ¿Cómo no seestremece?—Porquenotengofrío.

—¿Cómonopalidece?

—Porquenoestoymal.

—¿Cómonoqueríaconsultarmiciencia?

—Porquenosoyunanecia.

La vieja emitió una carcajada cavernosa. Luego sacó una corta pipa yempezó a fumar. Después de haberse entregado a este placer, irguió suencorvadocuerpo,sequitólapipadeloslabiosy,mirandofijamenteelfuego,dijosubrayandolaspalabras:

—Ustedtienefrío,ustedestáenfermayustedesunanecia.

—Pruébemelo—dije.

—Loharéenpocaspalabras.Tieneustedfríoporqueestámuysola;estámal,porque le falta elmejorde los sentimientos, elmayorymásdulcequepuedeexperimentarelhombre,yesustedneciaporque,sufriendocomosufre,nodaunamuestraniiniciaunpasoparareunirseconelquelaespera.

Volvióaaplicarselapipaaloslabiosyfumóconrenovadaenergía.

—Esoesfácildeaplicaracualquieraqueestécomoyoempleadaenunagrancasaynotengafamilia.

—Meseríafácilaplicarloacasitodoslosquedice,pero¿converdad?

—Paraquienesesténenmiscircunstancias,sí.

—Señálemealguienqueseencuentreprecisamenteenlascircunstanciasdeusted.

—Loshayamillares.

—Difícilmenteencontraríamosuno.Nosésisabeusted loespecialmente

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queseencuentrasituadaenlavida.Tienelafelicidadalalcancedesumano.Loselementosdeellaestánpreparados;sóloesprecisounmovimientoqueloscombine. Usted procura apartar las posibilidades. Deles una ocasión defloreceryfructificarán.

—No sé adivinar enigmas. Enmi vida no he acertado a descifrar ni unjeroglífico.

—Siquierequelehablemásclaramente,muéstremelapalmadesumano.

—Supongoquetendréquedarleunamonedadeplata,¿no?

—Porsupuesto.

Laentreguéunchelín.Locolocóenunamediaquesacódelafaltriquerayenrollóentornoalamonedaymedijoqueleenseñaselamano.Examinólapalmasintocarla.

—Esdemasiadolisa—dijo—.Nadasepuedeleerenunamanocomoésta.Casinotienelíneas.Además,eldestinonoestáescritoaquí.

—Locreo—dije.

—No;estáescritoenelrostro;enlafrente,entornoalosojos,enlosojosmismos,enlaslíneasdelaboca.Arrodílleseydéjemeexaminarsucara.

—Ahoraseaproximaustedalarealidad.Empiezoaconfiarenusted.

Mearrodilléamediavaradeella.Atizóelfuegohastaquelaclaridadquebrotódelaleñaremovidailuminómirostro.Ellaprocurabaesquivarelsuyo.

—Meextrañanlossentimientosqueexperimentausted—dijo,mientrasmeexaminaba—. Me maravillan las impresiones que ha sentido su corazóndurante las horas que ha estado sentada en aquel cuarto, ante gentes quedesfilaban frenteaustedcomosiluetasproyectadasporuna linternamágica.Entre ellos y usted había tan poca simpatía como si ellos fueran merassombrasdeformashumanasynoseresreales.

—Mesientoaburridaentreesaspersonas,yalgunavezhastamedasueño,peroraravezmeencuentroadisgustoconellas.

—¿Confíaustedenllegaralibrarseenelporvenirdelavidaquelleva?

—Loquemásesperoes llegaraahorraralgúndineroparamontarconélunaescuelaenalgunacasaalquilada...

—¿Demodoqueesenesoenloquesueñacuandosesientaensurincónjuntoalaventana...?Yavequeconozcosuscostumbres.

—Sehabráenteradodeellasporloscriados.

—Piensa usted con mucha penetración... Acaso haya acertado usted. A

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decirverdad,conozcoaunasirvientedeaquí:aGracePoole.

Diunsaltoaloíraquelnombre.

—¿Usted,usted..?—dije—.¡Aquíhayalgunatramadiabólica!

—Nosealarme—repuso—.EsaPooleesmuydiscretaysepuedeconfiarenella...Puescomoleibadiciendo,cuandosesientaustedensurincón,¿nopiensamásqueensufuturaescuela?¿Nosientealgúninterésporlosqueestánen el salón? ¿No suele usted contemplar el rostro de ninguno? ¿No hay nisiquieraunafiguracuyosmovimientossigausted,sinoconotrointerés,porcuriosidad?

—Mirotodoslosrostros;miroatodoslosconcurrentes.

—Pero¿aninguno—oacasoados—conmayorinterés?

—Sí;lohago.Cuandolasmiradasolosademanesdeciertaparejaparecequemenarranuncuento,mediviertemirarlos.

—¿Yquécuentolenarran?

—No hay duda sobre el caso. El cuento se limita a un cortejo y elcatastróficodesenlacequeesdesuponer:unmatrimonio...

—¿Yellolepareceaburrido?

—Realmente,notieneinterésparamí.

—¿De verdad?Cuando una señorita, llena de vida y salud, encantadora,adornadacontodaslasdotesdelnacimientoelevadoydelariqueza,sesientaysonríeauncaballeroaquienusted...

—Yo,¿qué?

—Aquienustedconoceyquizáaprecia.

—Yo no conozco apenas a los caballeros que están aquí. Casi no hecambiado ni una sílaba con ninguno. En cuanto a apreciarlos... A unos lesconsidero demasiado graves y respetables y a otros demasiado guapos yjóvenes.Ytodosestánencondicionesderecibircuantassonrisaslesplazcan,sinquetenganporquéocuparsedemí.

—¿Demodoqueustednoconocea loscaballerosquehayenestacasa?¿Nohacambiadoniunapalabraconningunodeellos?¿Diráustedlomismodeldueñodelacasa?

—Noestáahoraaquí.

—¡Profundaeingeniosaobservación!CiertoquesehaidoestamañanaaMillcote y que no volverá hasta entrada la noche o hasta mañana por lamañana,pero¿acasotalcircunstanciaseexcluyedelalistadelosconocidos

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deusted?¿Acasodejadeexistirporeso?

—No.PeronocomprendoquétienequeverMr.Rochesterconeltemaqueustedmenciona.

—Yohablabadelasseñorasquesonríenaloscaballeros,ytantassonrisasfemeninasharecibidoMr.Rochester,quecreoquepodría llenarunalmacénconellas...¿Nosehabíadadoustedcuenta?

—Mr. Rochester tiene perfecto derecho a disfrutar del trato de susinvitados.

—Nadie discute tal derecho, pero ¿ha reparado en que cuanto se hahablado aquí a propósito de matrimonios concierne principalmente a Mr.Rochester?

—Elinterésdelqueescuchaestimulalalenguadelquehabla—dije,másqueparalagitana,paramímisma.

Laextrañavozde aquellamujery susmodalesmehabían sumergidoenunaespeciedeextrañosueño.Inesperadaspalabrasbrotabandesuslabiosunatrasotra,envolviéndomeenunmantodecosasdesconocidasymisteriosas.

—¡El interés del que escucha! dijo la vieja—. Sí; Mr. Rochester se hasentado a veces con el oído atento a los fascinadores labios que con tantointerés le hablan.YMr.Rochester está agradecido al entretenimientoque lehanproporcionado...¿Nolohanotadousted?

—¿Agradecido?No es precisamente gratitud lo que he creído ver en surostro.

—¿Asíquelehaestadoobservando?¿Yquéhacreídover,sinogratitud?

Nocontesté.

—Havistoustedamor, ¿noes eso?Y luegohacreídoyaverle casadoyfelizensumatrimonio...

—¡Hum!Noesesoprecisamente.

—Entonces,¿quédemonioshavistousted?

—Nointeresa.Yovengoasaber,noaconfesar.¿SecasaráMr.Rochester?

—Sí:conlahermosaMissIngram.

—¿Pronto?

—Las apariencias conducen a esa conclusión. Y (pese a la reprensibleaudacia conqueusted juzgaestas cosas)probablemente seráunmatrimoniofeliz. Él debe de amar necesariamente a una señora tan bella, noble ycumplida,yellaprobablementeleamaaél,ysinoasupersona,almenossu

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bolsa... Estoy segura de que considera muy digno de ser su esposo a Mr.Rochester,aunque(¡Diosmeperdone!)yolahedichohaceunahoraalgoquehizoponerseseriasumiradayplegarsesuboca...Lapredijequesiaparecieseotropretendientemásrico,elladespreciaríaaRochester.

—Bien, abuela, pero yo no he venido a saber la buenaventura de Mr.Rochester,sinolamía.Yustednomehadichonadasobreella.

—Su suerte está aún muy dudosa: algunos de los rasgos de su rostrocontradicen los demás.El destino le ofreceunaposibilidaddedicha; eso esevidente.Yolosabíaantesdeveniraquíestanoche.Lasuertehareservadounrinconcitoparausted.Deusteddependecogerconlamanolafortunaqueleofrecen.Quelohagaono,esdiscutible.Arrodílleseotravezenlaalfombra.

—Procurequenoseapormuchotiempo.Memolestaelfuego.

Volví a arrodillarme. No se inclinó hacia mí. Se limitó a mirarme,echándosehaciaatrásensusilla,ycomenzóamurmurar:

—La llama, al reflejarse en susojos, los hacebrillar comoel rocío.Sondulces y están llenos de ternura. En sus claras pupilas, las impresiones sesuceden a las impresiones. Cuando dejan de sonreír, se entristecen y pesasobre ellos una inconsciente laxitud, hija de la melancolía derivada de susoledad. Ahora se separan de mí, incapaces de tolerar más escrutinios yparecennegar,conunamiradadeburla,laverdaddelosdescubrimientosqueyoacabodehacerrespetoasusensibilidadyasutristeza.Perosuorgulloysureservanohacenmásqueconfirmarseenmiopinión.

»Encuantoalaboca,legustaavecesreír,parahacersentiralosdemásloquesualmaexperimenta,aunquemeparecemuyreservadacuandosetratadeciertossentimientosdelcorazón.

»Noveoobstáculosaquegocedeunasuertefeliz,sinoeneseentrecejo,un entrecejo orgulloso, que parece querer decir: "Yo puedo vivir sola, si elrespeto de mí misma y las circunstancias me obligaran a ello. No necesitovender mi alma a un comprador de felicidad. Poseo un escondido e innatotesoroquemebastaráparavivirsihedeprescindirdetodoplacerajenoamímisma,enelcasodequehubiesedepagarporladichaunpreciodemasiadocaro."Enlafrenteselee:"Mirazónessólidaynopermitiráalossentimientosentregarse a sus desordenadas pasiones. Podrán las pasiones bramar y losdeseos imaginar toda clase de cosas vanas, pero la sensatez dirá siempre laúltima palabra sobre el asunto y emitirá el voto decisivo en todas lasdeterminaciones. Podrán producirse violentos huracanes, impetuosostembloresdetierra,ardorosasllamas,peroyoseguirésiemprelosdictadosdeesavozinteriorqueinterpretalosdictadosdelaconciencia."

»Bien pensado. Lo que se lee en su frente es digno de todo respeto. En

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cuantoamí,heformadomisplanesylosdesarrollarésegúnlosdictadosdelaconciencia y los consejos de la razón. Sé lo pronto que pasa la juventud ydesaparece la lozanía cuando la vergüenza o el remordimiento los amargan.Deseo consolar y no brillar, conseguir la gratitud de los demás y no crearlágrimasdesangre.Nodeseoponerhielenlascosas,sinoinfundirlasdulzura,sonrisas, encanto... Y lo haré. Me parece vivir un sueño inefable. Quisieraprolongarestemomentoadinfinitum,peronoesposible.Yahora,MissEyre,levánteseyváyase.Eljuegohaterminado.

¿Dóndeme encontraba? ¿Soñaba o estaba despierta? La voz de la viejahabía cambiado y sus ademanes y su voz me eran tan familiares comomipropiaimagenenunespejo,comoelsonidodemipropiavoz.Meincorporé,peronomefui.Lamiré.Ellasequitabaelgorroyelpañueloymeordenabadenuevoquemarchase.Lallamailuminabasumanoyreconocíaquellamano,y hasta vi en su dedo meñique el anillo y la piedra preciosa que viera uncentenar de veces. Volví a mirar aquel rostro, que ya no se esquivaba. Alcontrario,libreyadesombreroypañuelo,seinclinabahaciaelmío.

—¿Meconoceahora,Jane?—preguntólavozfamiliar.

—Sisequitaelvestidoencarnado,señor...

—Estámuyfuerteelcordón.Ayúdemeasoltarlo.

—Rómpalo.

—¡Ea,yaestá!

—YMr.Rochesterselibródesudisfraz.

—¡Quéideatanoriginalhatenidousted,señor!

—Ycreoquelaherealizadofelizmente,¿no?

—Conlasseñorasmeparecequesí.

—¿Yconusted?

—Noprocedióconmigocomounagitana.

—Pues¿cómoprocedí?

—Ustedhahabladocosas absurdasparahacermehablar amídelmismomodo.Esonoestábien,señor.

—¿Meperdona,Jane?

—Primerotengoquepensarlo.Sipensándolodeduzcoquenohecometidograndesabsurdos,leperdonaré.Peronoestábien,señor,lorepito.

—¡Bah!Ustedhaprocedidomuycorrectamente, conmuchacautela, conmuchasensatez.

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Reflexioné en efecto. Desde el principio había permanecido en guardia,sospechando alguna broma en todo aquello. Sabía que las gitanas y lasadivinasnoseexpresanenlostérminosquelohicieralasupuestavieja.Habíanotado, además, la voz fingida, el afán de ocultar las facciones.Ypensé enGracePoole,aquelenigmaviviente,aquelmisteriodemisterios,segúnyolaconsideraba.MasnosemehabíaocurridopensarenMr.Rochester.

—Bien—dijoél—.¿Quéopinausted?¿Quésignificaesasonrisa?

—Asombroysatisfaccióndemímisma,señor.¿Puedoretirarme?

—No:quédeseunmomentoydígameloqueestabanhaciendoenelsalónlosinvitados.

—Hablandodelagitana.

—Siénteseycuéntemeloquedecían.

—Ya es tarde; son cerca de las once. ¿No sabe, Mr. Rochester, que havenidounforastero?

—¿Unforastero?¿Quiénpuedeser?Noesperoaninguno.¿Sefue?

—No. Indicóque leconocíaaustedhace tiempoyquepodía tomarse lalibertaddeesperarenestacasahastaquevolviera.

—¿Dijosunombre?

—SellamaMason,señor,ycreoquevienedePuertoEspaña.

Mr.Rochesterhabía tomadomimanocomoparaconducirmeaunasilla.Aloírme,melaapretóconvulsivamente,lasonrisadespareciódesuslabiosyunestremecimientorecorriósucuerpo.

—¡Mason,elindiano!—dijo,eneltonoconqueunautómatapronunciaríalasúnicaspalabrasquefueracapazdedecir—.¡Mason,elindiano!—repitió.Se había puesto pálido como la ceniza, y reiteró hasta tres veces lamismafrase,comosindarsecuentadeloquedecía.

—¿Se siente mal, señor? —pregunté. —Estoy anonadado, Jane. Metambaleo.

—Apóyeseenmí,señor.

—Eslasegundavezquemeofrecesubrazo.Permítame.

—Sí,sí,señor.

Sesentóymehizosentar.Cogiómimanoentrelassuyasymecontemplóconturbadosojos.

—Amiguita mía —dijo—, quisiera estar solo con usted en una isla

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desierta,lejosdeturbaciones,peligrosyodiososrecuerdos.

—¿Puedoservirleenalgo,señor?Daríamividaporayudarle.

—Sinecesitosuayuda,Jane,lasolicitaré.Seloprometo.

—Gracias,señor.Dígameloquedebohacer.

—Enestemomento,Jane, tráigamedelcomedorunvasodevino.Debendeestarcomiendoya.DígamesiMasonestáconellosyloquehace.

Encontréatodosenelcomedor,enefecto.Lacenaestabacolocadaenelaparadorycadaunohabía tomado loque se leantojara, colocándoseaquíyalláengrupos,ysosteniendoenlasmanosplatosyvasos.Reíanalegrementeylas conversaciones era muy animadas. Mr. Mason estaba junto al fuego,hablandoconMr.yMrs.Dent,yparecíatanalegrecomolosdemás.Llenéunvaso de vino. Blanche Ingram me contemplaba como si pensase que metomabaunalibertadincreíble.Volvíalabiblioteca.

La palidez deMr. Rochester había desaparecido y semostraba otra vezfirmeytranquilo.Tomóelvaso.

—¡A la salud de usted, amable amiga! —dijo vaciando el vaso ydevolviéndomelo—.¿Quéestánhaciendo,Jane?

—Riendoyhablando,señor.

—¿No tienenunaspectograveymisterioso, comosihubiesenoídoalgoextraño?

—No:estánmuyalegres.

—¿YMason?

—Tanalegrecomolosdemás.

—Sitodasesasgentesmeatacaranenmasa,¿quéharíausted?

—Arrojarlosdeaquí,señor,simeeraposible.

—Ysiyofueraasuencuentro,ytodosmeacogieranconfrialdadyluego,uno a uno, despreciativamente, se alejaran de mí, ¿les seguiría usted?—interrogó,conunaligerasonrisa.

—Alcontrario,señor:entoncesmeseríamásgratoquedarmeconusted.

—¿Paraconsolarme?

—Sí,siestabaamialcance.

—¿Ysilavituperaranporquedarseconmigo?

—Seguramente no me enteraría de sus vituperios, y de enterarme metendríasincuidado.

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—¿Asíquearrostraríaustedpormíinclusoquelacriticasen?

—Creoqueloharíaporcualquieramigoaquienapreciara,comocreoqueustedloharíatambién.

—Bien. Vaya al comedor y diga a Mason en un aparte que el señorRochesterhavueltoydeseahablarle.Tráigaleaquíymárcheseluego.

—Sí,señor.

Hiceloquedeseaba.Alpasarentreellos, todosmemiraron.TransmitíelmensajeaMr.Mason,leprecedíhastalabibliotecayluegosubílasescaleras.

Una hora más tarde, cuando ya llevaba rato en el lecho, sentí a losinvitadosentrarensushabitaciones.OílavozdeRochesterdiciendo:

—Poraquí,Mason:éstaessualcoba.

Lavozeraalegreydespreocupada.Sentíelcorazónaliviadoymedormíenseguida.

XX

Había olvidado correr las cortinillas y cerrar las contraventanas. Laconsecuencia fue que cuando la luna, llena y brillante en la noche serena,alcanzódeterminadaalturaenelcielo,suespléndidaluz,pasandoatravésdelos cristales,me despertó. El disco plateado y cristalino de la luna eramuybello,peromeproducíaunefectoenexcesosolemne.Meincorporéyalarguéelbrazoparacorrerlascortinillas.

¡Dios mío, qué grito oí en aquel instante! Un sonido agudo, salvaje,estremecedor, que rompió la calma de la noche, recorriendo de extremo aextremoThornfieldHall.

Mipulso,micorazónymibrazoseparalizaron.Elgritoseapagóynoserepitió.

Procedíasindudadeltercerpiso.Encimademísesentíaahorarumordelucha.Unavozmediosofocadagritótresveces:

—¡Socorro!

Oínuevosruidossobreeltechoyunavozclamó:

—¡Rochester:ven,poramordeDios!

Seabrióunapuerta,alguiencorrióporlagalería.Sentínuevaspisadasenelpisoaltoyluegounacaída.Elsilencioserestableció.

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Acerté a ponerme alguna ropa, a pesar de que el horror paralizaba mismiembros.Salí demi dormitorio.Todos los invitadoshabíandespertado.Sesentíanexclamacionesymurmullosdehorrorentodosloscuartos,laspuertasse abrían una tras otra y la galería se llenaba de gente. Se oía decir: «¿Quées?», «¿Qué pasa?», «Enciendan luz», «¿Hay fuego?», «¿Son ladrones?»Salvo la luz de la luna, que entraba por las ventanas, la oscuridad eracompleta. Todos corrían de un lado para otro, tropezándose, pisándose.Reinabaunaconfusiónindescriptible.

—¿Dónde diablo está Rochester? —gritó el coronel Dent—. No leencuentroensualcoba.

—Aquí,aquí—seoyócontestar—.Tranquilícense;yavuelvo.

La puerta del final de la galería se abrió y el dueño de la casa aparecióllevandounabujía.Veníadelpisoalto.MissIngramcorrióhaciaélyleasiódeunbrazo.

—¿Quéhaocurrido?Díganosloenseguida,sealoquefuere.

—¡Pero no me estrangulen!—repuso Rochester, viendo que las Eshtoncaíantambiénsobreélyquelasdosviudas,vestidasconsusampliasbatasdenoche, se dirigían también a su encuentro, como buques navegando a todavela.

—Nopasanada,nopasanada—agregó—.Muchoruidoypocasnueces.Sepárense,señoras:lasvoyaponerperdidasdecera.

Ofrecía un aspecto terrible: sus ojos centelleaban. Dominándose convisibleesfuerzocontinuó:

—Unacriadahatenidounapesadilla.Esoestodo.Setratadeunapersonairritableynerviosa.Hasoñadoconunaapariciónyelmiedolehaproducidounataque.Lesruegoquevuelvantodosasuscuartos.Caballeros:denejemploa las señoras. Miss Ingram: estoy seguro que usted sabrá dominar eseinmotivado terror. Amy y Louisa: vuélvanse a sus nidos, como dos dócilespalomitasqueson.Yustedes,señoras—dijo,dirigiéndosea lasviudas—,seacatarraránsisiguenmástiempoasíenestagaleríahelada.

Alternandolasórdenesylaspalabrasamables,logróquetodosvolviesenasus lechos. Yo me retiré al mío tan silenciosamente como lo habíaabandonado.

Peronomeacosté: antesbien,mevestí por completoparaprepararmeatoda contingencia. Los ruidos y exclamaciones que yo oyera acaso no loshubiesensentidolosdemás,yaqueprocedíandelcuartosituadosobreelmío.Así,yoestabaseguradequelodelapesadilladeunacriadahabíasidomerainvenciónparatranquilizaralosinvitados.Unavezvestida,permanecíjuntoa

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laventana,mirandoloscampossilenciososiluminadosporlaluna,enesperanosabíadequé.Suponíaqueseguiríaalgúnacontecimientoalgrito,laluchaylapeticióndesocorro.

Latranquilidadrenació.CesarongradualmentemovimientosymurmullosyThornfieldHallquedósilenciosocomoundesierto.Dijérasequeelsueñoylanochehabíanrestablecidounimperio.Comoestarsentadaenlaoscuridadyconel fríoquehacía erapocoagradable, resolví tenderme,vestida, sobre ellecho. Me aparté de la ventana y me deslicé sin ruido sobre la alfombra.Cuandoestabadescalzándome,unamanogolpeósuavementelapuerta.

—¿Menecesitan?—pregunté.

—¿Estáustedlevantadayvestida?—preguntólavozdeRochester.

—Sí,señor.

—Entoncessalgasinhacerruido.

Obedecí.Mr.Rochesterestabaenlagalería,llevandounaluz.

—La necesito —dijo—. Sígame sin que nos sientan. Gracias a miszapatillas,puderecorrerlagaleríatansilenciosamentecomoungato.Subimoslas escaleras y nos detuvimos en el oscuro corredor del aciago tercer piso.Rochestermeprecedía.

—¿Tieneustedsales?—cuchicheó—.¿Yunaesponja?

—Sí,señor.

—Tráigalos.

Bajéamicuarto,cogílaesponjaylassalesyvolvísobremispasos.Élmeesperaba.Llevabaunallaveenlamano.Laintrodujoenlacerraduradeunadelaspuertecillasnegrasdelpasillo,sedetuvouninstanteymepreguntó:

—¿Noleasustalasangre?

—Creoqueno.Hastaahora,nunca...

Meestremecíalcontestarle,peronoeradefríonipordebilidad.

—Demelamano—dijo—.Hayqueprevenirunmareo...

Pusemisdedosenlossuyos.Élmurmuró«¡Ánimo!»yabriólapuerta.

Era un cuarto que yo recordaba haber visto antes: el día en que Mrs.Fairfaxmemostró la casa. Entonces tenía las paredes tapizadas, pero ahorahabían desaparecido los tapices, permitiendo distinguir una puerta antesdisimuladadebajodeellos.Lapuertaestabaabiertaydeellasalíaluz.Oíunsonidosemejantealquejidodeunperro.Mr.Rochester,dejandolabujía,medijo:«Espereunminuto»,yentróenelcuartointerior.Unacarcajadaleacogió

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al entrar, terminando en el característico «¡Ja, ja!», de Grace Poole. Ellaestaba, pues, allí. Rochester no habló, pero debió de dar algunas órdenessilenciosas.Oí una voz reprimida que le interpelaba. Luego salió y cerró lapuertatrasdesí.

—Venga aquí, Jane—dijo.Yme condujo junto a un lecho cubierto concortinas oscuras.Al lado de la cabecera había una butaca y en ella sentadoestabaunhombresinchaqueta.Teníalosojoscerradosyrecostabalacabezaenelrespaldodelasiento.AlaluzdelabujíadeRochesterreconocíenaquellapálida faz ladeMason,el forastero.Unode susbrazosy sucamisaestabanempapadosensangre.

—Tomelavela—dijoRochester.

Leobedecí.Élcogióeljarrodeaguadellavabo.Humedeciólaesponjayfrotó con ella la cadavérica faz deMr.Mason; luegome pidió el frasco desales y lo aplicó a las narices del desvanecido. Mason abrió los ojos y sequejó. Rochester desabotonó la camisa del herido, cuyo brazo y hombroestabanvendados.Conlaesponjacomenzóarestañarlasangre.

—¿Esdepeligro?—preguntóMason.

—¡Bah!Unsimplerasguño.Tenánimo.Ahoravoyabuscarunmédicoyconfíoquemañanaestarásenestadodequetetraslademosdeaquí.Jane...

—¿Señor?

—Voy a dejarla sola, durante una hora o dos, con este señor. Usted lerestañarálasangresivuelveatenerhemorragia.Sisedesmaya,leaplicaaguaaloslabiosyledaaolerlassales.Nolehablebajopretextoalguno.Encuantoati,Ricardo,norespondodetuvidasiabresloslabios,sitemueves...

Elpobrehombrevolvióaquejarse,peronosemovió.Alparecer,eltemora lamuerte o a lo que fuera le paralizaba.Rochesterme entregó la esponjaensangrentadayyocomencéausarlacomolehabíavistohaceraél.Memirópor un instante y diciéndome: «Acuérdese: nadade conversación», salió delcuarto.Experimentéunasensaciónextrañacuandolallavegiróenlacerradurayelrumordesuspasosseapagóenlaescalera.

Mehallabaenaquelfantásticotercerpiso,encerradaenunadesusceldasenplenanoche,solaconunhombrepálidoyensangrentado,yseparadadeunaasesina,sóloporunapuerta.Silodemáserahastaciertopuntosoportable,meestremecía al pensar en la posibilidad de queGrace Poole abriese y cayerasobremí.

Sin embargo, no podía moverme. Debía cuidar de aquel hombre, cuyoslabios estaban condenados al silencio, cuyos ojos se abrían y cerrabanalternativamente,yoraerraban,temerosos,porlahabitación,orasefijabanen

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mí.Devezencuando,humedecíalaesponjaparaseguirrestañandolasangre.Alaluzdelavacilantebujía,veíalasoscurassombrasdelastapiceríasquemerodeaban, lasmás oscuras aún de las cortinas del vasto lecho antiguo y laspuertasdeungrangabinetecontiguo,divididasendocepaneles,encadaunode los cuales estaba representada la cabeza de uno de los doce Apóstoles,coronándolosuncrucifijodeébanoconunCristoexpirante.

Lacombinacióndelucesysombrasqueproducíalatemblorosallamadelavela me permitía ver, a intervalos, el barbado rostro de Lucas, la largacabelleraflotantedeSanJuanyhastaladiabólicafazdeJudaseltraidor,queparecíasalirsedesumarcoyreproducirlasformasmismasdelpropioSatán.

Yoescuchaba,tratandodepercibirlosmovimientosdelafieraodemonioquesehallabaenlahabitacióninterior.PerodesdequesefueraMr.Rochestersólooí,congrandesintervalos,tressonidos:unapisada,unabreverepeticiónde aquella especie de gruñido canino que a veces sintiera y un quejidohumano.

¿Quéclasedecriminal—pensabayo—eraaquellaquevivíaenunacasacuyopropietarionopodíaexpulsarlanisometerla?¿Quémisterio,orasueltoenllamas,oraensangre,acontecíaenaquellasnochesoscuras?¿Quéclasedesereraaquél?

¿Y por qué aquel hombre, aquel extranjero de tan insignificante aspectoquesehallabaantemí,había sidoenvueltoen laoladehorror?¿Porqué laFuriahabíacaídosobreél?¿Quéhacíaadeshoraental lugarinusitadodelacasa,cuandodebíaencontrarseensualcoba?¿Quélehabíatraídohastaaquí?¿Y por qué se resignaba a la violencia de que fuera víctima? ¿Por qué sesometía a la ocultación a que Rochester le forzaba? ¿Por qué Rochestertolerabaaquello?Suhuéspedhabíasidoagredido,supropiavidahabíacorridopeligro una vez y, sin embargo, guardaba en secreto ambos atentados. Yohabía visto a Mason aceptar la voluntad de Rochester: las pocas palabrascruzadas entre ellos me lo demostraban. Era evidente que en las anterioresrelaciones de ambos la pasiva disposición de ánimo de uno de ellos debíahabersidoinfluidaporlaenergíadelotro.¿Porqué,pues,aquelabatimientode Rochester cuando supo la llegada de Mason? ¿Por qué la noticia de lallegadadeaquelaquiendominabacomoaunniñohabíacaídosobreélcomounrayosobreunroble?

Imposibleolvidarsumiradaysupalidezalmurmurar:«Estoyanonadado,Jane»,nieltemblordesubrazoalapoyarse,entonces,enelmío.EsimposibletambiénesclarecerloquepodíaimpresionardetalmodoelresueltoánimoylaenergíadeFairfaxRochester.

«¿Cuándovendrá,cuándovendrá?»,mepreguntaba,impaciente,alolargode aquella interminable noche, mientras mi ensangrentado compañero

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sangrabamásymás, suspirabaydesfallecía.Perono llegabaeldíaninadieveníaennuestrosocorro.Cadavezconmásfrecuenciahabíadeaplicaraguaalos exangües labios de Mason y hacerle oler las sales. Pero mis esfuerzosparecíanestériles.Fueselapérdidadesangre,elsufrimientofísico,elmental,otodoreunido,elcasoeraqueaquelhombreestabamuypostrado.Sequejabadeunmodotal,parecíatanagotadoydébil,queyolesuponíamoribundo.¡Y,sinembargo,nopodíahablarle!

La bujía se apagó. A través de las cortinas de la ventana distinguí unaclaridadgris:elalbaseaproximaba.OíladraraPilotoymiesperanzarenació.Cincominutosmástarde,lallaverechinóenlacerradura,ymesentíaliviada.Laesperanodebíadehaberduradomásdedoshoras,peromuchassemanasdemividameparecieronmáscortasqueaquellanoche.

Mr.Rochesterentróy,conél,elmédicoquehabíaidoabuscar.

—Escuche, Carter: sólo le doy media hora— dijo Mr. Rochester a suacompañante— para curar la herida, vendarla y poner a este hombre encondicionesdemarcharse.

—¿Ysisedesmayaalmoverse?

—Nosetratadenadaserio.Esqueesunhombremuynerviosoy...

Rochester descorrió las cortinas de la ventana.La luzdel albapenetróyquedé extrañada y complacida al ver que la mañana estaba ya bastanteavanzada.PorOrientecomenzabaabrillarunaclaridadrosada.RochesterseaproximóaMason.

—¿Cómoteencuentras?—preguntó.

—Temoquemuymal—fueladesmayadarespuesta.

—¡Animo,hombre!Noesnada.Deaquíaquincedíasno tequedani laseñal.Hasperdidoalgodesangreyesoestodo.Carter:asegúrelequenohaypeligro.

—Puedo hacerlo en conciencia, porque es verdad— dijo el médico—,pero es lástimaquenomehaya llamado antes. ¿Qué es esto? ¡La carnedelhombrohasidoarrancada!

—Memordió—murmuróMason—.Se tiróamícomouna fieracuandoRochesterlequitóelcuchillo.

—Nodebiste condescender en quedarte—dijoRochester—.Debiste irteenseguida.

—Pero en circunstancias así, ¿qué iba a hacer? —repuso Mason—.Además,fueinesperado...¡Estabatantranquilaalprincipio!

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—Yateadvertíquetuvierascuidadocuandoteacercasesaella—contestósuamigo—.Además,debisteesperarhastahoyavisitarlaconmigo.Fueunaverdaderalocurarealizaresaentrevistaporlanocheysolo.

—Creíaacertar.

—¡Creía, creía! Me impacienta oírte y ver que sufres por no habermehecho caso. ¡De prisa, Carter, de prisa! El sol va a salir ya y tenemos quellevarnosaestehombre.

—Enseguida.Elhombroestávendadoya.Ahoraveamosladentelladaquetieneenelbrazo.

—¡Ella bebía mi sangre y decía que deseaba devorar mi corazón! —murmuróMason.

Rochester se estremeció.Una expresión de disgusto y horror contrajo surostro.Peronodijomásque:

—Calla,Richard;norecuerdesaquellaspalabras.Nolasrepitas...

—Nodesearíamásqueolvidarlas—contestóelherido.

—CuandotehallesfueradeInglaterra,enPuertoEspaña,nopiensesmásen ella. Figúrate que está muerta y enterrada. Y mejor será aún que no tefiguresnada.

—Meseráimposibleolvidarestanoche.

—Noteseráimposible.Tenenergía.Tambiénhacedoshoraspensabasqueibas a morir y ya ves que vives. Ahora que Carter termina, tenemos quevestirte.Jane—dijo,volviéndosehaciamíporprimeravezdesdequeentrara—:tomeestallave,vayaamicuarto,saquedelguardarropaunacamisalimpiayunabufandaytráigalas,peropronto.

Fui,hiceloquesemeindicabayvolvíconloordenado.

—Ahora—medijo—retíresealotroladodelacamamientraslearreglo,peronosevaya.Quizá lanecesitemosotravez.¿Hahabidoalgunanovedadmientrasheestadofuera?—agregó.

—Ninguna.

—Convienequenosvayamoscuantoantes,Dick—dijoRochester—,tantopor ticomoporesapobre...Hastaahorahe logradoevitarelescándaloynodeseoecharloaperder.Carter:ayúdemeaponerleelchaleco.¿Dóndetehasdejadoel abrigodepiel?Nopodrás andarniunamilla,dadoel fríodeestecondenadoclima,sino lo llevas.¿Entualcoba?Jane:vayaalcuartodeMr.Mason,queeselinmediatoalmío,ytraigaunabrigoqueencontraráenél.

Denuevocorrí,ydenuevoregresé,llevandounenormeabrigoguarnecido

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depiel.

—Aúntengoalgomásqueordenarle,Jane—dijoél—.¡Esmagníficoquelleve usted esas zapatillas de terciopelo! No hubiéramos podido encontraremisariomásapropósitoenestaocasión.Abraelcajóndemitocadorycojaunfrasquitoyunvasoqueverá.

Fuiyvolvítrayendolosolicitado.

—Muy bien.Ahora, doctor, voy a tomarme la libertad de administrar alpacienteunadosisdeestepreparado,bajomi responsabilidad.Esuncordialque adquirí en Roma a un charlatán italiano, un tipo a quien usted hubiesedadodepuntapiéscongusto...Noescosaquepuedausarseagrandesdosis,peroesbuenoenciertasocasiones,comoahora.Unpocodeagua,Jane.

Llenéelvasohasta lamitadconaguadelabotelladel lavabo.RochestervertióenelvasounadocenadegotasdeunlíquidorojoyloofrecióaMason.

—Bebe,Richard.Estotedaráelánimoquetefalta,almenosporunahora.

—¿Nomeperjudicará?—¡Bebe,hombre,bebe!

Mason bebió, considerando, sin duda, que era inútil toda resistencia.Yaestaba vestido, y no quedaba rastro de su desaliño ni de su ensangrentadoaspectodepocoantes,aunqueestabamuypálidoaún.Rochester lepermitiópermanecersentadotresminutosmásydespuéstomósubrazo.

—Ahoraestoysegurodequepuedessostenerteenpie—dijo.

Elpacienteselevantó.

—Cójaloporelotrobrazo,Carter.Ea,Richard,vamos.¡Esoes!

—Mesientomejor—observóMason.

—¡Yalosabíayo!Ahora,Jane,hagaelfavordeadelantarse,salgaporlapuertatraseraydigaalcocherodelasilladepostaqueveráustedenelpatio—o mejor dicho fuera, porque le he indicado que no entre— que estépreparado. Nosotros vamos andando. Si ve usted a alguien cuando baje,vuélvasealpiedelaescalera,ytosa.

Eranlascincoymediayelsol ibaasalir.Lacocinaestabaaúnoscuraysilenciosa. Abrí la puerta trasera de la casa con el menor ruido posible. Elpatioestabasilencioso.Lasverjassehallabanabiertasyjuntoaellashabíaunasilladeposta,conelcocheroencaramadoenelpescante.Meacerqué,ledijequelosseñoresibanabajarya,asintióyyomiréentornomíoyescuché.Aúndormía todo en la naciente mañana. Las ventanas de los cuartos de laservidumbre estaban cerradas todavía. Algunos pajarillos gorjeaban en losárbolesdelhuerto,cuyas ramasasomabansobreunode losmurosdelpatio.Devezencuandosesentíanruidosdecaballosenlascuadras.Porlodemás,

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reinabaunsilencioabsoluto.

Los tres caballeros se presentaron. Mason, ayudado por Rochester y elmédico,parecíaandarconbastantefacilidad.Lecolocaronenlasilla.Carterlesiguió.

—Cuídele—dijoRochesteralúltimo—yténgaleensucasahastaqueestébiendeltodo.Irédentrodeunoodosdíasavercómoseencuentran.¿Cómotesientes,Richard?

—Elairefrescomereanima,Fairfax.

—Dejeabiertalaventanilla,Carter.Nohaceviento.Buenosdías,Dick.

—Fairfax...

—¿Quéquieres?

—Cuídalabienytrátalatodolomejorquepuedas.Procuraque...

Seinterrumpióyrompióenlágrimas.

—Loharétodolomejorposible,enefecto,comosiemprelohehechoylocontinuaréhaciendo.

Cerrólapuertadelcocheyéstesepusoencamino.

—¡HastaqueDiosquieraponer fina esto!—añadióRochester,mientrascerraba las pesadas verjas. Y luego comenzó a andar con lento paso yabstraídoaspectohaciaunapuertaqueseabríaenelmurodelhuerto.Yomepreparabaavolveralacasa,cuandoleoídecir:

—¡Jane!

Habíaabiertolapuertayestabaparado,esperándome.

—Vamosarespirarunpocoelairepuro—dijo—.Esacasanoesmásqueuncalabozo.¿Noleparece?

—Amímeparecemagnífica.

—Suinexperiencialaciega—repuso—ytodoloveustedatravésdeunfalsoaspectoencantador.Nocomprendeustedqueeloroesbarroylassedastelarañas;elmármol,groserapizarra,y lasmaderasbarnizadas,despreciableleña...Encambio,aquí—yseñalabaellugarenquehabíamosentrado—todoesreal,belloypuro.Avanzóporunsenderocircundadodeboj.Deunlado,losombreabanmanzanos, perales y cerezos.Al otro había un pénsil de flores:belloritas,trinitarias,escaramujosdeolor,abrótanoyhierbasaromáticas,todoellofrescoylozanoenlaradiantemañanadeprimavera.ElsolapuntabaporOriente y sus rayos besaban los árboles frutales y brillaban en los quietosmuros.

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—¿Quiereunaflor,Jane?Cortóunarosaymelaofreció.

—Gracias,señor.

—¿Le gusta ver nacer el sol, Jane? ¿Este cielo donde flotan lejanas ybrillantesnubesquesedisiparánamedidaqueavanceeldía,estaatmósferaplácidayperfumada?

—Sí,megustamucho.

—Hapasadoustedunanochemuymala,¿no?

—Sí,señor.

—Estáustedmuypálida.¿TuvomiedocuandoladejésolaconMason?

—Temíaquesaliesealguiendelcuartointerior.

—Yahabíacerradoyolapuertaconllave.¿Ibaadejaramioveja—amiovejafavorita—alalcancedellobo?Estabaustedbiensegura.

—¿CreequeloestarémientrasGracePoolevivaenlacasa?

—NoseasustedeGrace.Nopienseenellasiquiera,porfavor.

—Me parece que ni la vida de usted está segura mientras ella continúeaquí.

—Notema.Yamepreocupodemítambién.

—¿Sehaalejadoelpeligroquetemíaanoche,señor?

—No respondo de ello mientras Mason no esté fuera de Inglaterra... yentonces tampoco. La vida para mí, Jane, consiste en permanecer sobre elcráterdeunvolcándormidoquepuedecualquierdíaentrarenerupción.

—PeroMasonmepareceunapersonadócil.Ustedinfluyemuchosobreélynocreoqueledañeoleperjudiqueennada.

—¡Oh, no desconfío de Mason! El peligro está en que, sin querer,pronunciealgunapalabraquemecostara,sinolavida,almenoslafelicidad.

—Dígale que sea precavido, hágale comprender los temores que ustedsienteyadviértaledelpeligro.

Élriosarcásticamente,tomómimanoylaapretócontrasupecho.

—Si eso fuera posible, bobita, ¿dónde estaría el peligro? Desapareceríainstantáneamente. A Mason, desde que le conozco, me basta decirle «Hazesto», para que lo haga en el acto. Pero en este caso, no cabe hacer nada.Parece usted confundida y se confundirámás aún si... Usted es amigamía,¿no?

—Deseoserleútilyservirleentodoloquesearazonable,señor.

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—Ya lo he visto. Me parece apreciar verdadera satisfacción en todo suaspecto cuando ustedme ayuda en algo, trabaja paramí yme complace encuanto,comousteddice,«esrazonable».Estoysegurodequesilapidieraalgoque no fuese razonable,mi amiga no huiría demí, ni sentiría alegría, ni sepondría encarnada y le brillarían los ojos.No;mi amiga, en un caso así, sevolvería hacia mí, serena y pálida, y me diría: «No, señor, porque no esrazonable». Y permanecería tan inmutable como una estrella fija... En fin:usted puede influir en mí y hasta herirme aunque no la mostrara mi ladovulnerable.

—Sino tuvieseustedque temeraMr.Masonmásqueamí,bienseguroestaríausted,señor.

—¡Ojaláfueraasí!Vamosasentarnosenesebanco,Jane.

Adosadoalatapiahabíaunbancobajoundoseldehiedra.Sesentóymehizositio.Peroyopermanecíenpie.

—Siéntese —dijo—. El banco es suficiente para los dos. ¿Acaso temesentarseamilado?¿Setratadeunacosairrazonable?

Mi contestación fue sentarme. Comprendí que no había motivo para lanegativa.

—Ahora,amiguitamía,mientraselsolbebeelrocío,mientrasseabrenlasflores de este viejo jardín, mientras los pájaros levantan el vuelo a fin debuscarcomidaparasuscrías,voyaexponerausteduncasoque...,peroantesmíremeydígamesiencuentramalquelaretengaonoleagradapermaneceraquí.

—No,señor.Estoysatisfecha.

—Entonces,Jane,llameensuayudaasuimaginaciónysupongaquenoesustedunamuchachabieneducadaydisciplinada,sinounaniñacaprichosaymimadadesdelaniñez.Imagíneseviviendoenunlejanopaísextranjeroydéporhechoquehubieracometidoungravísimoerror,noimportadequéclaseoporquémotivos,perocuyasconsecuenciaslapersiguenalolargodetodasuvidayamargantodasuexistencia.Notequenohablodeuncrimen,estoes,devertersangreuotracosaanálogaqueponganalquelocometebajolaaccióndelaley.No;merefieroaunerror.Losresultadosdeloqueustedhahechoacabanconvirtiéndoseeninsoportablesyustedadoptamedidasparaaliviarlos,medidas inusitadas,perono ilegales.Usted sigue sintiéndosedesgraciada; laesperanza la abandona, el sol y la luna de su vida se eclipsan. Amargos yhumillantes recuerdos son el único alimento de su memoria, y ustedvagabundeadeunsitioaotrobuscandoolvidoeneldestierroyfelicidadenelplacer,significandoconestoelmeroplacersensual.Conelcorazóncansadoyel almamarchita, vuelve usted a su casa tras años de voluntario destierro y

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halla usted a alguien—quién y cómo no hace al caso— en quien halla lascualidadesqueenvanohabuscadoustedduranteveinteaños; cualidadesenplenalozanía,noacompasadasporcorrupcióndeclasealguna.Sutratolehacerevivir, le regenera, experimenta mejores sentimientos y deseos más puros.Deseaustedvolveraempezarsuvidayterminarladeunmodomásdignodeun ser humano. Para alcanzar este fin, ¿encontraría usted justificado saltarsobre un obstáculo, un impedimento meramente convencional, que ni laconcienciasantificanilarazónaprueba?

Calló,esperandomicontestación.¿Quépodíayodecir?Envanodeseéquealgúngenioamigomesugirieseunarespuestasatisfactoriaysensata.ElvientoOesteagitabalahiedra,peroningúnamableAriellehacíaservirdevehículodesusconsejos.

Los pájaros cantaban en las ramas, pero su canto, aunque dulce, nomedecíanada.

Mr.Rochesterinsistió:

—Si el vagabundo pecador, ahora quieto y arrepentido, desafiando laopinióndelmundo,unieseasuvidaladelaamable,bondadosaygentilmujeraquienama,¿aseguraríalapazdesualmaylaregeneracióndesuvida?

—Señor—repuse—:creoqueelreposodeunvagabundoylareformadeunpecadornodependendeotroserhumano.Elhombrepuedecorregirseporsímismo,sireconocequeyerra.

—Pero se necesita un instrumento. Dios, que impone el trabajo, da laherramienta. Yo, se lo digo sin ambages, he sido un hombre disoluto, unvagabundo, un...Creo haber hallado ahora el instrumento parami salvacióny...

Sedetuvo.Lospájaroscantabanylashojasdelosárbolessebalanceabanimpulsadasporelviento.Mesorprendióqueunosyotrasnosuspendieransuscantos y sus movimientos para escuchar la interrumpida revelación. Perohubieran tenidoqueesperarmucho, tantocomoaquel silencio seprolongó...Cuando,alfin,osémiraramiinterlocutor,élasuvezestabamirándomeamí.

—Amiguita mía—dijo, con tono totalmente distinto, ya sin dulzura nigravedad algunas, sino con sarcasmoydureza—:¿hanotadousted la tiernainclinaciónqueexperimentohaciaBlancheIngram?¿Creequesimecasoconellameregenerará?

Se levantó de pronto, se alejó hasta el extremo del sendero y volviótarareandouncantar.

—Jane—dijo—: está usted palidísima. ¿No abomina de mí, que la hehechopasarlanocheenvela?

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—No,señor.

—Confírmelo con un apretón de manos. ¡Qué frías las tiene! Estabanmucho más cálidas esta noche, a la puerta de la habitación misteriosa.¿Cuándovolveráavelarconmigootravez?

—Cuandopuedaserleútil,señor.

—Porejemplo,lanocheantesdemiboda.Estoysegurodequeesanochenopodrédormir.¿Meprometeustedsentarseentoncesamiladohaciéndomecompañía?Austedpuedohablarledemiamada,puestoquelaconoce.

—Sí,señor.

—Blancheesadmirable,¿verdad?

—Sí,señor.

—Robusta,alta,morena,conuncabellocomodebían tenerlo lasmujeresdeCartago...¡Caramba!DentyLynnestányaenlascuadras.

Se fue por un lado, yo me fui por otro y a poco le oí hablar diciendotranquilamente:

—Masonsehaidohoyantesdesalirelsol.Melevantéalascuatroparadespedirle.

XXI

¡Quécosa tanextraña son lospresentimientos!Ellos, como las simpatíasespontáneas y los signos que se hallan en todas las cosas, constituyen unmisteriodelquelahumanidadnohaencontradolaclave.Nuncameburlarédelospresentimientos,porqueyomismalosheexperimentadomuchasveces.Lasimpatíaespontáneaexistetambién,comoocurreentreparientesquenosehanvisto jamás,yquesimpatizan,noobstante,comodemostracióndesuorigencomún.Encuantoalossignosreveladores,quizáseanmuestradelasimpatíadelanaturalezahaciaelhombre.

Teniendo apenas seis años, oí una noche comentar a Bessie Leaven yMarthaAbbotquelaprimerahabíasoñadoconunniñopequeñoyquesoñarconniñosessignosegurodedesgracia,oparaunomismooparaotros.AlamañanasiguienteBessietuvoqueirasucasa,porquesuhermanamenorhabíamuerto.

Ahorayollevabaunasemanasoñandoconstantementeconunniñoaquienteníaenbrazososobrelasrodillas,ocuyosjuegosvigilabaenunprado.Unas

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veceseraunniñotristeyotrasriente;oraserefugiabaenmiregazo;orahuíademilado.Deunmodouotro,laapariciónsemerepitiódurantesietenoches.

El pensar en la reiteración de este sueño me ponía nerviosa en cuantollegaba lahoradeacostarme.Cuandoelgritodeaquellanochemedespertó,soñabaestarenlafantásticacompañíadeaquelniño.LatardedeldíasiguientemedijeronqueenelgabinetedeMrs.Fairfaxhabíaunapersonaquedeseabaverme. Me dirigí hacia allí y encontré a un hombre de aspecto de criado.Vestíadenegro,conuncrespónenelsombreroqueteníaenlamano.

—Meparecequenomeconoceusted,señorita—dijo—.Peroyoausted,sí.MellamoLeavenyeracocheroencasadeMrs.Reedcuandoustedvivíaallíhaceochoonueveaños.

—¡Oh, Robert! ¿Cómo está usted? Le recuerdo muy bien. Solía ustedmontarmeenlajaquitadeGeorgiana.¿YBessie?PorqueesustedmaridodeBessie,¿verdad?

—Sí,señorita.Bessieestábien,graciasaDios.Hacedosmeseshatenidootropequeño.Yasontresconéste.Todosestánbien.

—¿Ymisparientes,Robert?¿Cómoseencuentran?

—Sientodecirlequemal.Sufrenunagrandesgracia.

—Confío que no hayamuerto ninguno—dije, dirigiendo unamirada alvestidonegrodelcochero.

—Mr.JohnhamuertoenLondreshaceunasemana.

—¡John!

—Sí.

—¿Ycómoestásumadre?

—¡Figúrese!Mr.Johnhacíaunavidamuyextrañaysumuertelohasidomásaún.

—Bessiemedijoquenosecomportababien.

—¡Quia!Hacíaunavidapésima,derrochando sudineroy su saludentrelaspeoresgentesquepodíaencontrar.Dosveceshaestadopresopordeudas.Sumadreleayudóasalir,peroencuantosehallólibrevolvióasusviciosyasusmalascompañías.Creoquenoestababiende lacabezay lasgentesconquienes trataba le acabaronde echar a perder.Hace tresmeses fue a casa ypidióa laseñoraque lediera todocuantoposeía.Laseñorasenegó,porquesusbieneshanmermadomuchocomoconsecuenciadelaslocurasdesuhijo.Él se fuey ahorahemos sabido sumuerte. ¡Yquémuerte!Dicenque sehasuicidado...

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Yoestabaanonadada.RobertLeavencontinuó.—Laseñora,apesardeserrobusta, hace tiempoqueno estábiende salud.Laspérdidasdedineroy eltemor a la pobreza la han empeorado. Y la brusca noticia del suicidio delseñorito le produjo un ataque.Durante tres días estuvo sin habla. Elmartespasado parecía encontrarsemejor.Hacía señas amimujer, como si quisieradecirle algo. Pero sólo ayer por la mañana pudo Bessie entender lo que ledecía:«TráigameaJane,tengoquehablarla.»AunqueBessienoteníacertezadequelaseñorasupieseloquedecía,hablóalasseñoritas,aconsejándolasqueenviasenabuscarleausted.Lasjóvenesseindignaron,perosumadrerepitió:«Jane,Jane»,tantasveces,queacabaronconsintiendo.SalídeGatesheadayeryquisierallevarlamañanaporlamañana.

—Iré,Robert.Creoquedebohacerlo.

—También yo lo creo, señorita. Bessie decía que estaba segura de queustednosenegaríaair.Tendráquepedirpermiso,¿no?

—Sí;ahoramismovoyasolicitarlo.

YdejandoaLeavenalcuidadodeJohnydesumujer,fuienbuscadeMr.Rochester.

Nolehallénienelsalón,nienelpatio,nienlascuadras.PreguntéporélaMrs. Fairfax y me dijo que debía de estar jugando al billar con BlancheIngram. Llegué al cuarto de billar. Oí las voces de Rochester, Blanche, lasEshton y sus admiradores, que estaban jugando. Aunque me disgustabainterrumpirles,notuvemásremedioqueabordaraldueñodelacasa,porquemi viaje no se podía diferir. Blanchememiró como preguntándose: «¿Quéquerráestasabandija?»,ycuandomeacerquéaélyledijeenvozbaja:«Mr.Rochester...»,ellainicióunmovimientocomoparamandarmesalir.Recuerdomuybiensuaspectodeentonces.Vestíaunvestidodecrespónazulcelesteyceñíaelcabelloconunacintadesedadelmismocolor.

—¿Qué quiere estamujer?—preguntó aMr. Rochestermientras éste sevolvíaparaverloqueyodeseaba.Élhizounadesusmuecascaracterísticasymesiguiófueradelcuarto.

—Ybien,Jane,¿quédesea?

—Sinotieneinconveniente,señor,unpermisodeunaodossemanas.

—¿Paraqué?¿Adóndeva?

—Avisitaraunaseñoraenferma,quehaenviadoabuscarme.

—¿Quiénes?¿Dóndevive?

—EnGateshead,enelcondadode...

—¿Acienmillasde aquí? ¿Paraquépuedenquererque lasvisitegentes

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quevivenatantadistancia?

—SellamaMrs.Reedy...

—¿Reed de Gasteshead? Recuerdo un tal Reed de Gasteshead, unmagistrado.

—Essuviuda,señor.

—¿Yquétieneustedqueverconella?¿Dequélaconoce?

—Estíamía.Mr.Reederahermanodemimadre.—¡Demonio!¿Porquénomelohadichoantes?

Siempremehamanifestadoustedquenoteníaparientes.

—Realmente no los tengo.Mi verdadero tío eraMr.Reedy, después demorirél,mitíameenviófueradesucasa.

—¿Porqué?

—Porqueyoerapobreyladesagradaba.

—PeroReed creo que dejó hijos, primos de usted, por tanto... Sir JorgeLynnmehablóayerdeunReeddeGatesheadquees,porlovisto,unodelosmayores bribones de Londres, y de una Georgina Reed que causó muchasensaciónenlacapitalhaceunaodostemporadas.

—JohnReedhamuertodespuésdearruinarseyarruinarasufamilia,ysesuponequesehasuicidado.Lanoticiahaproducidoasumadreunataquedeapoplejía.

—¿Yde qué va usted a servirla?Me parece un absurdo, Jane, que hagausted un viaje de cien millas para ver a una mujer que quizá haya muertocuandoustedllegueyque,paracolmo,laechóausteddesucasa.

—Sí,señor,peroesoocurrióhacemuchoylascircunstanciashanvariado.Mideberahoraescomplacerla.

—¿Cuántotiempoestaráfuera?

—Lomenosposible,señor.

—¿Meprometenoestarmásdeunasemana?

—Preferiríanodarlepalabraparanotenerqueincumplirlaquizá.

—Entodocaso,¿volveráustedynosedejaráinducirparaquedarseallí?

—No.Volverédetodosmodos.

—Y ¿cómo nos arreglamos? ¡No va usted a hacer sola un viaje de cienmillas!

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—Havenidoelcocherodemitíaparallevarmeconél,señor.

—¿Espersonadeconfianza?

—Sí.Llevadiezañosenlacasa.

—¿Cuándo quiere irse? —dijo Mr. Rochester, después de meditar unmomento.

—Mañanaporlamañana.

—Supongo que necesitará usted dinero, porque presumo que no tendrámuchoyyonolehepagadoaúnsusalario.¿Cuánto tienepara todalavida,Jane?—mepreguntó,sonriendo.

—Cincochelines,señor—repuse,mostrándolemiflacabolsa.

Vacióelcontenidoenlapalmadelamanoyloagitó,alegremente,comosifueracosaqueleagradase.Luegosacósubilleteroymeofrecióunbillete.

Erancincuentalibrasynomedebíamásquequince.Ledijequenoteníacambio.

—No necesito cambio. Ya lo sabe usted. Es su sueldo. Rehusé,manifestando que aquello era más de lo que me debía. Pareció pensar deprontoenalgo,ydijo:—Bueno,bueno.Quizáseamejor.Delocontrario,talvezestéustedtresmesesallí.Tomeentoncesdiezlibras.¿Basta?

—Sí.Ahoramedebeustedcinco.

—Así volverá por ellas. Soy su banquero. Tiene usted conmigo cuentacorrienteporcuarentalibras.

—Mr.Rochester,quisieradepasohablarledenegocios.

—¿Denegocios?Memuerodecuriosidad.Hable.

—Ustedha tenido laamabilidadde informarmedequepiensacasarseenbreve.

—Sí;¿yqué?

—En tal caso,Adèle debe ir a un colegio.Estoy segura de que usted loconsideraránecesario.

—Desdeluego,tendréqueponerlafueradelalcancedemiesposaque,sino, quizá se comportase demasiado altivamente con ella. La sugerencia esrazonable,sinduda.Comousteddicebien,Adèletendráqueirauncolegio.Yusted,¿adóndeirá?¿Aldiablo?

—Esperoqueno,señor,perotendréquepensarenbuscarotroempleo.

—Por supuesto—exclamó, contrayendo las facciones y con un extraño

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tonodechanza.Luego,agregó—:SupongoquepediráustedalaviejaReedyasusprimosquelebusquenunpuesto,¿no?

—No, señor.No estoy conmis parientes en tan buenas relaciones comoparapedirlesquemeproporcionenempleo.

—¡VeoquevaustedairseapararlomenosalaspirámidesdeEgipto!Hahecho usted mal en advertirme. En vista de eso, sólo le doy un soberano.Devuélvamenuevelibras,Jane.Lastengodestinadasa...

—Tambiényo, señor—dijeponiendo lasmanos sobremibolsillo—.Nopuedocederdineroenconceptoalguno.

—¡Qué avarienta! ¡Negarme una petición de dinero! Deme cinco librassiquiera,Jane.

—Nicincochelines,señor.Nicincopeniques.

—¡Jane!

—¿Señor?

—Prométameunacosa.Quecuandonecesiteesanuevacolocaciónmelapida.Yoselaencontraré.

—Loharécongusto,siasuvezmeprometequeAdèleyyosaldremosdeestacasaantesdequeentreenellasuesposa.

—Bueno,bueno.Ledoypalabra...¿Sevamañana,pues?

—Sí;muytemprano.

—¿Bajaráhoyalcomedordespuésdecenar?

—No,señor.Tengoqueprepararmiequipaje.

—Entonces,¿debemosdespedirnosporalgúntiempo?

—Supongoquesí,señor.

—Y¿cómoseverificaesaceremoniadeladespedida,Jane?Noestoymuyalcorriente.Infórmeme.

—Puesdiciéndoseadiós,uotrafórmulasemejante,aelección.

—¿Porejemplo?

—Hastalavista...

—Yyo,pormiparte,¿quédebodecir?

—Lomismo,siustedgusta.

—Bien.Adiós,MissEyre,hastalavista.¿Nadamás?

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—Nadamás.

—A mí me parece esto muy frío y poco afectuoso. Convendría añadiralgúndetalleaeseritual.Unapretóndemanos,porejemplo...Peroesoseríalomismo.¿Asíqueselimitaustedadecirmeadiós?

—Es suficiente, señor. Tanto se puede decir con una palabra como conmuchas.

—Pero esto es tan seco, tan glacial... «Adiós...»—Tengo que hacer miequipaje...—empecéadecir.Peroenaquelmomentosonó lacampanade lacenayél, sinañadirunasola sílabamás, sealejó.No levien todoeldíaypartíaldíasiguienteantesdequeselevantara.LleguéaGatesheadalascincode aquella tarde de principios de mayo. Me detuve en la portería antes deseguira lacasa.Todoestabaaseadísimoycuidado.Lasventanasostentabanblancascortinillas.Elsuelosehallabaescrupulosamentelimpio.Losdoradosbrillabanyenlachimeneaardíaunexcelentefuego.Bessieestabajuntoalalumbre amamantando a su pequeño y Robert y su hermana jugabantranquilamenteenunrincón.

—¡Bendito sea Dios! Ya sabía yo que vendría —dijo Bessie al vermeentrar.

—Sí,Bessie—dije,besándola—.Hevenidoencuantomehasidoposible.¿Ymitía?Confíoenqueviviráaún.

—Vive,yhastaestámáslúcida.Eldoctorcreequeresistiráaúnunaodossemanas,perodudomuchoqueserestablezca.

—¿Havueltoamencionarme?

—Esta mañana. Ahora —por lo menos hace diez minutos— estádurmiendo. Suele pasar aletargada toda la tarde y despertar a las seis o lassiete.¿Quierequedarseaquíunahora?Luegosubiríayoconusted...

EntróRobert,yBessie,dejandoalniñoenlacuna,fuearecibirle.Despuésinsistió en que yome quitase el sombrero y tomase el té, porque le parecíavermepálidayfatigada.Aceptéconsatisfacciónsuhospitalidadydejéquemequitaselaropadeviajecomocuandoeraniñayellamedesvestía.

Recordélosviejostiemposalverlaprepararelté,cortarpanconmanteca,tostarlosbollosy,entretanto,daralgúnempujónouncacheteaRobertyJane,como a mí cuando era niña. Bessie había conservado su genio vivo comoconservabasuagilidadysubuenaspecto.

Unavezpreparadoelté,medispuseasentarmealamesa,peroella,coneltono autoritario de los años antiguos, me conminó a instalarme junto a lalumbre y colocó ante mí una mesita redonda en la que puso el servicio,exactamentecomoenmiinfancia.Y,comoenmiinfanciatambién,laobedecí,

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sonriendo.

MepreguntósiestabacontentaenThornfieldHallycómoera la señora.Contestéquenoeraseñora,sinoseñor,yporciertotodouncaballero,quemetratabaamablemente,yqueestabamuysatisfecha.Luegoledescribí laclasedevisitantesquehabíaenlacasayBessiemeatendióconinterés,porquetalesdetalleseranlosqueleencantaban.

Hablando, se nos fue una hora. Bessie volvió a ponerme el sombrero ydemás adminículos y nos dirigimos a la casa. También fui acompañada porellacomobajarayo,nueveañosatrás,laescaleraqueahorasubía,enaquellaoscuraybrumosamañanadeeneroenqueabandonéunamansiónhostilconelcorazón amargado y desesperado, para buscar el frío refugio de Lowood,entonceslugardesconocidoeinexploradoparamí.Elmismotechohostilmeacogíadenuevoytambiénahorameparecíaserunaperegrinaerranteatravésdelatierra,peromesentíamássegurademímismaymeasustabanmenoslasinjusticiasquepudierancometerconmigolosdemás.Laheridadelosagraviosrecibidoshacíatiempoestabacuradaylallamadelosrencores,extinguida.

—Entreprimeroenelcuartodedesayunar—dijoBessie—.Estánallílasseñoritas.

Entré. Todo estaba igual que la mañana en que me presentaran a Mr.Brock1ehurst.Laalfombraera lamisma, idéntica labibliotecayhastaensutercerestantepudedistinguirLosviajesdeGulliver,Lasmilyunanochesylos demás libros que leía en mi niñez. Los objetos inanimados no habíancambiado,perolosvivienteshabíanexperimentadovariación.

Antemí sehallabandos jóvenes:unamuyalta,casi tantocomoBlancheIngram,muydelgada,defazseveraycetrina.Todoensuaspectoeraascético.Aumentaba esta impresión la extrema sencillez de su vestido negro con uncuelloblancoalmidonado,sucabello lisoyelmonjiladornodeunrosarioyuncrucifijo.TuvelacertezadequeeraElizaaunqueseparecíamuypocoalaElizademisrecuerdos.

La otra era Georgiana pero no la Georgiana de once años, la linda ydelgada muchachita que yo evocaba. La actual era una opulenta joven, deamplias líneas, blanca como la cera, de hermosas y correctas facciones,lánguidos ojos azules y dorados rizos. Su vestido era negro también, peroabsolutamentedistintodeldesuhermana.Unaespeciedelutoestilizado.

Ambas se levantaron al entrar yo y me saludaron llamándome «MissEyre».Elizamediolabienvenidaconbrusca,breveycortadavozysinunasonrisa, y luego dirigió la mirada al fuego y pareció olvidarse de mí.Georgianaañadióun«¿cómoestáusted?»,variostópicosacercademiviajeyel tiempoquehacíayunamirada con laquemeexaminódepies a cabeza,

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deteniéndose en mi pelliza, de merino de color pardo. Ambas muchachasteníanunacuriosamaneradehacerlecomprenderaunaqueeraunainfelizsinqueunasoladesuspalabrasoactosloexteriorizasen.

Peroeldesprecio,encubiertoono,ejercíapocainfluenciaentoncessobremí.Hasta amímemaravilló la naturalidad conqueme senté entremis dosprimas, con absoluta indiferencia hacia el despreciode la unay las irónicasamabilidadesdelaotra.Yoteníaotrascosasenquépensar,placeresydoloresmucho mayores que experimentar y sufrir —sobre todo desde los últimosmeses— y ellas no podían producirme ninguna impresión semejante,cualesquieraquefuesensuspropósitosenbienoenmal.

—¿CómoestáMrs.Reed?—preguntéaGeorgiana.

—¿Mrs...?¡Ah,quiereusteddecirmamá!Muymal.Dudomuchodequepuedaustedverlaestanoche.

—Sitieneustedlaatencióndemanifestarlaquehevenido,seloagradecerémucho—dije.

Georgianamemiróconasombro.

—Sé—proseguí—que tenía un particular interés en verme y no quieroaplazarelcumplimientodesudeseomásdeltiempoimprescindible.

—Amamánoleagradaráquelamolestenporlanoche—intervinoEliza.

Me levanté, cogí el sombrero y los guantes y dije que iba a preguntar aBessie si Mrs. Reed estaba dispuesta o no a recibirme aquella noche. Ladespaché,pues,aaveriguarloymepreparéaadoptarulterioresmedidas.Siunaño antesme hubiesen hecho una recepción de aquella clase enGateshead,hubierapartidoalamañanasiguiente.Peroahoracomprendíaqueello,enestaocasión, hubiese sidodesacertado.Habíahechounviajede cienmillas paraveramitíaynodebíasepararmedesuladohastaquemejoraseomuriera,sinpreocuparmedelorgulloylainsensatezdesushijas.Medirigí,pues,alamade llaves y le pedí que me preparase un cuarto, advirtiéndola que quizápermanecieseallíunasemanaodos.Llevaronmiequipajeamicuarto.Bessieapareció.

—La señora está despierta—dijo—. La he dicho que ha venido usted.Vengayveremossilareconoce.

Nomeeranecesarioguíaparallegaralbienconocidocuartoaquetantasveces me llamaran en los viejos tiempos para propinarme castigos oreprimendas. Precedí aBessie y abrí la puerta con suavidad. Sobre lamesahabíaunabujíayasuluzvielgranlechoconlasmismascortinasdeantes,eltocador,labutacayeltabureteenquecienvecesfuicondenadaaarrodillarmeparapedirperdóndefaltasquenohabíacometido.Inclusomiréaciertorincón

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esperandoverlavarillaconquesolíangolpearmelapalmadelamano.Luegomeacerquéallechoycorrílascortinillasquecolgabanentresuscolumnas.

Recordando muy bien el rostro de mi tía. El tiempo tiene la virtud dedisipar los afanes de venganza y extinguir los impulsos de aversión.Yomehabía separado de aquella mujer odiándola y ahora no experimentaba, sinembargo, más que conmiseración hacia sus grandes sufrimientos y un vivodeseodeperdonaryolvidarsusinjuriasyreconciliarmeconella.

Distinguísurostroduroeinflexible,suentrecejoimperioso,despótico,susinconfundibles ojos... ¡Cuántas veces me habían contemplado con odio yamenazadores, y cuántas tristezas y terrores de la niñezme recordaban!Noobstante,meinclinéybeséaquelrostro.Ellamemiró.

—¿EresJaneEyre?—dijo.

—Sí,losoy.¿Cómoestáusted,queridatía?

Aunque yo jurara una vez no volver a llamarla tía jamás, no considerépecadoquebrantarahoraestejuramento.Misdedosbuscaronsumano.Siellala hubiese oprimido amistosamente, yo habría encontrado en ello verdaderoplacer. Pero las naturalezas insensibles no se ablandan con facilidad y lasantipatíasespontáneasnosedesarraiganenunmomento.Ellaseparósumanoy, volviendo la cara, comentó que la noche era calurosa. Cuando volvió amirarme, con igual frialdad que siempre, comprendí que sus sentimientosrespectoamínohabíancambiadonipodíancambiar.Adivinéporsusdurosojos,impenetrablesalaternura,incapacesdelágrimas,queellahabíaresueltoconsiderarmemalahastaelfin,yaquecreermebuena,envezdeproducirlaungenerosoplacer,lehabríaoriginadounamortificación.

Sentípenayenojo,contuvemislágrimas,apuntoyadebrotar,comoenlainfancia,toméunasillaymesentéalacabeceradellecho.

—Me ha enviado usted a buscar—dije— y he venido. No pienso irmeantesdequemedigaloquedeseaba.

—Porsupuesto.¿Hasvistoamishijas?

—Sí.

—Pues puedes decirles que quiero que estés aquí hasta que puedaexplicarteciertascosasquetengoenlacabeza.Ahoraesdemasiadotardeynomeesfácilrecordar...Perodeseabadecirte...espera.

Suerrantemiradaysualteradorostrodemostrabanquesuantiguaenergíahabía desaparecido. Trató de envolverse en las ropas de la cama.Mi codo,apoyadoenlacolcha,selodificultabayseirritó.

—Nomemolestessujetandolasropas—dijo—.¿EresJaneEyre?

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—Sí.

—Esa niñame ha dadomás disgustos que lo que nadie puede imaginar.¡Cuántas complicaciones me produjo, cada día y cada hora, con suincomprensible carácter y con su brusquedad! ¡Y qué modo tenía decontemplarle a una!Unavezmehabló como lohubiera hechoundemonio.Ningún niño habría dicho lo que ella. Me alegré cuando salió de casa. ¡Yluego,cuandosedeclarólaepidemiaenLowoodymurierontantasdiscípulas,ellanomurió,apesardelomuchoqueyodeseabaquemuriese!—¡Extrañodeseo!¿Porquélaodiabaasí?

—Sumadremeeramuyantipática.Eralaúnicahermanademimaridoyélla quería mucho. Cuando se casó ymurió al poco tiempo, mi esposo llorócomo un tonto. Se empeñó en recoger a su hija, aunque yo le aconsejabaenviarlaconunanodrizaypagarlosgastos.Odiéaaquellapequeñadesdequelavi, tanenfermiza, tan llorona...Nosedurmióensucunacomo losdemásniños,sinoquepasólanochelloriqueando.Reedsecompadecíadeellaynohacíamás que informarse de su salud, como si fuera hija suya, omás aún,porquedesushijos,aesaedad,casinosepreocupaba.Seempeñabaenquemis niños tratasen bien a aquella mendiga y les reprendía si se negaban.Cuandoenfermómortalmente,nohacíamásquellamaralapequeñaasuladoymeencargóantesdemorirquelaconservasebajomicustodia.¡Encargarmedeunahospiciana!Reederadébil,muydébil. Johnnosepareceasupadre,gracias a Dios: es como mis hermanas y como yo. ¡El vivo retrato de mihermana Gibson! ¡Sólo quisiera que dejase de atormentarme pidiéndomedinero!Yanotengonadaquedarle;estamoscasiarruinados.Voyatenerquedespediralamitaddelaservidumbreycerrarpartedelacasa.Dosterciosdelasrentassegastanenpagarlosinteresesdelashipotecas.Johnjuegamuchoysiempre pierde, el pobre... Vive rodeado de fulleros. Y tiene un aspectohorroroso.Meavergüenzaverlecomoleveo...

—Serámejorquesalgamos—murmuréviendotanexcitadaamitía.

—Puede ser... Suele hablar así durante las noches. Por lasmañanas estámástranquila—dijoBessie,queestabasentadaalotroladodellecho.

Melevanté.

—Esperad —exclamó la Reed—; tengo algo más que decir. John meamenaza siempre con matarse o matarme. Muchas veces sueño que le veotendido,conunaenormeheridaenlagargantaoconelrostronegro,comolosahogados...¡Oh,quésituaciónlamía!¿Quéharé?¿Dedóndesacarédinero?

Bessiecomenzóapersuadirladequetomaseunsedanteylologrósingrantrabajo. A poco, mi tía se tranquilizó y cayó en una especie de letargo.Entoncesmefui.

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Pasaronmásdediezdíasantesdequepudiesereanudarmiconversacióncon ella. Estaba continuamente o delirando o amodorrada, y el médicoprohibió hacer nada que pudiese impresionarla. Entretanto me entendí lomejor que pude conGeorgiana yEliza. Ellas continuaban tan frías como alprincipio. Eliza estaba sentada casi todo el día, cosiendo, escribiendo oleyendo,ynonosdirigíalapalabraniasuhermananiamí.Georgianapasabahorasyhorasdiciendotonteríasasucanarioynomehacíacasoalguno.Peroyonoperdíamitiempo.Habíatraídomisútilesdetrabajoylosutilizaba.

Conmicajadelápicesyunashojasdepapel,mesentabaapartedeellas,juntoalaventana,ymedivertíaenhacerlosdibujosquesemeocurrían,lasescenasquedesfilabanporelquiméricocalidoscopiodemiimaginación.Untrozo de mar entre las rocas, la luna elevándose sobre el mar y un navíocruzando ante su disco, la cabeza de una náyade coronada de flores de lotosurgiendoentreolas,unenanosentadoenunnido...

Una mañana comencé a dibujar un rostro, sin preocuparme de lo quepudieraresultar.Toméunlápizblando,depuntaancha,ycomencéatrabajar.Apoco,habíatrazadounafrenteampliaysaliente,yelcontornodeunacaracuadrada.Elprincipiomeagradóycomencéacompletar lasfacciones.Bajoaquellafrenteseimponíanunascejashorizontalesreciamentemarcadas,alasquehabíandeseguir,naturalmente,unanarizenérgica,deampliasventanas,unabocaflexibleyunafirmebarbillaconunbiendefinidohoyoenelcentro.El conjunto necesitaba, evidentemente, patillas negras y cabello negro,formando dos tufos en las sienes y ondeado por arriba. Los ojos habíanquedado para lo último, por requerir un trabajo más esmerado. Los hicegrandes, muy sombreados, con largas pestañas y pupila ancha y brillante.Mirándolo,pensé:«Estábien,peronoproduceunefectocompleto.Necesitamás fuerza, más alma.» Un par de toques, que dieron a las sombras másoscuridadyalaslucesmásbrillo,completaronfelizmenteeltrabajo.Teníaelrostrodeunamigoantemisojos.Portanto,¿quéimportabaqueaquellasdosjóvenes me volviesen la espalda? Me sentí absorta y contenta y sonreícontemplandoeldibujo.

—¿Es el retrato de algún conocido suyo?—preguntóEliza que se habíaacercadoamísinqueyomedieracuenta.

Respondíqueeraundibujocaprichosoy locoloquéentre losdemásquetenía.Yo sabía, desde luego, que era una representaciónmuy exacta deMr.Rochester,mas¿quéleinteresabaesoanadie,sinoamímisma?

Georgiana se acercó también paramirar. Los demás dibujos le gustaronmucho,peroaquél,segúnella,era«unhombremuyfeo».Lasdosparecieronsorprendidasdemihabilidad.Entonceslesofrecíhacersusretratos.Ambassesentaron, antemí, una después de otra, y obtuve de cada una un apunte de

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lápiz.Georgianaentoncessacósuálbumyleofrecícontribuiraenriquecerloconundibujoalaaguada.Estoacabóporponerladebuenhumor.Propusodarunpaseoporlosalrededoresyantesdedoshorasestábamosentregadasaunaconversación confidencial. Me describió la brillante temporada que habíapasado en Londres dos años antes, la admiración que le produjera, lasatencionesdequelahicieronobjetoyaunlaconquistaquehabíarealizadodeunjovenaristócrata.Enelcursodelatardeydelanoche,lasconfidenciasseprofundizaron,mefueronrelatadosvariosdulcescoloquiosyalgunasescenassentimentales. En resumen, Georgiana improvisó en obsequio mío unaverdadera novela sentimental. Sus expansiones aumentaron de día en día,versandotodassobreelmismotema:suamorysuspesares.Eracuriosoque,enaquelsombríomomentodelavidadesufamilia,consuhermanomuertoysu madre enferma, no pensara nunca en ello, limitándose a recrearse en elrecuerdo de las pasadas alegrías y en imaginar las venturas que podríareservarle el porvenir. Pasaba diariamente cincominutos en el cuarto de sumadre,ynoaparecíamásporallí.

Elizahablabapoco,sindudapor faltade tiempo.Jamáshevistopersonamásatareadadeloqueellaparecíaestar.Lodifícileradescubrirlosresultadosprácticosdesuactividad.Nosé loquehacíaantesdedesayunar,perodesdeese momento, todas sus horas estaban reguladas y dedicadas a una tareadiferente. Tres veces al día estudiaba un pequeño libro que, según averigüémediantelaoportunainspección,eraundevocionariocorriente.Treshorasaldía trabajababordandoenorouna telacuadradaque,porsu tamaño,parecíaunaalfombra.Preguntándolesobresuobjeto,medijoqueestabadestinadaacubrir el altar de una iglesia recientemente erigida en las cercanías deGateshead.Dedicabaotrasdoshorasaescribirsudiario,unaatrabajarenelhuerto y otra a hacer sus cuentas. Al parecer, no necesitaba compañía niconversación.Creo que era feliz a sumodoy que aquella rutina la bastaba.Nadaledisgustabatantocomocualquierincidentequerompieselamonotoníadesuvidareguladaporelreloj.

Unanocheenquesesentíamáscomunicativaquedecostumbre,medijoque la conducta de John y la ruina que amenazaba a su familia la habíanafligido mucho, pero que al fin se había tranquilizado y adoptado suresolución.Habiendo tenido la precaución de salvar de la ruina sus propiosbienes,cuandosumadremuriera,yaque—segúndecíacontodatranquilidad—noeraprobablequecuraseniqueresistiesemucho,seproponíaejecutarunproyecto largo tiempo acariciado: retirarse a un lugar donde las costumbresrutinariaspudiesenasegurarsecontratodaturbaciónexterior,ydondelefuesefácil establecer barreras entre ella y el frívolo mundo. Le pregunté siGeorgianapensabaacompañarla.

—Desde luego, no. Georgiana y yo no nos parecemos en nada ni nos

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hemosparecidonunca.Georgianaseguirásucaminoyyoelmío.

Georgiana,cuandonoempleabaeltiempoenabrirmesucorazón,pasabaeldíatumbadaenelsofá,esperandoconansiaelmomentoenquesutíaGibsonleenviaseunainvitaciónparairunatemporadaalaciudad.

—Seríamejor—solíadecir—quememarcharaduranteunoodosmeses,hastaquetodopasara.

Aquel «todo pasara» supongo, aunque nunca se lo pregunté, que queríadecirhastaquesumadrehubieramuertoyseefectuaranlosfuneralesydemássolemnidadeslúgubres.Eliza,generalmente,nosolíahacercasoalgunodesuhermananidesusquejas,peroundía,despuésdeapartarsulibrodecuentasysusbordados,lehablódeestemodo:

—Georgiana;nuncahaexistidoenelmundounsermás inútilyabsurdoque tú.No tienesderechoa lavida,porquenosabesvivir.Envezdeexistirpor ti y para ti, como debe hacer toda persona sensata, te es imposibleprescindirdetransmitirtusdebilidadesaotraspersonasdemásenergíaquetú.Sinolasencuentras,comienzasalamentartedequeeresdesgraciada,dequetetratanmal,dequenotehacencaso.Parati,elmundoesunaprisiónsinohay en él continuos cambios y novedades, si no te admiran, te adulan y tecortejan. No sabes pasar sin el baile, la música, la compañía y por eso teaburresmortalmente. ¿Quieres que te diga cómopuedes existir de unmodoindependiente,portimisma,sinayudaajena?Dividetudíaenpartesyacadauna asígnale una tarea, sin dejar un cuarto de hora, diez minutos, ni cincosiquiera, sin algo que hacer. Cuando sea así, observarás que no necesitascompañía, conversación ni simpatía de nadie. Y lograrás vivir con laindependenciaaquetodoserhumanodebeaspirar.Siguemiconsejo,primeroyúltimoque tedoy,yveráscómononecesitasdemínidenadie,suceda loquequiera.Sino loatiendes, sufrirás los resultadosde tusandez,pormalosque sean. Te lo digo francamente. Escúchame bien, porque no volveré ahablarteasí,sinoquemelimitaréaobrar.Encuantomamámuera,yomelavolasmanosrespectoati.ElmismodíaquelasaquendeGateshead,túyyonosse—pararemos para no volvernos a ver. No imagines que porque hayamosnacidode losmismospadres voy a estar tolerando siempre tus quejas y tuslamentaciones.Tedigomás:sitodalarazahumanafueraborradadelmapayquedásemostúyyosolas,teabandonaríaenelViejoMundoymemarcharíaalNuevo.

—Podíashaberteahorradoelsermón—dijoGeorgianacuandosuhermanadejódehablar—.Nadieignoraqueereselsermásegoístaydemenoscorazónqueexisteenelmundo,yamímeconstantuodioytuenvidiahaciamí.YamelodemostrastelosuficienteconelpapelquetedisteprisaadesempeñarenmisrelacionesconLordEdwinVere.Teerainsoportablequemeelevasesobre

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ti, que obtuviera un título, que me recibiera en ambiente donde tú no teatreveríasni aasomar lacara.Poresoactuastecomoespíaydestruisteparasiempremisesperanzas.

YGeorgiana sacando su pañuelo, lo aplicó a su rostro y así permaneciómásdeunahora.Elizasesentó,fríayhermética,ysededicóasulabor.

Eldíaeralluviosoysoplabaunfuerteviento.Georgianasedurmiósobreelsofá,conunanovelaentrelasmanos.Elizahabíaidoalaiglesia.Practicabacon rigidez sus deberes religiosos, acudiendo a la iglesia tres veces cadadomingoylosdemásdíasdeentresemana,sisecelebrabanplegarias,hicieraeltiempoquehiciese.

Subí a la alcoba de la moribunda, sospechando que acaso se hallasedesatendida, lo que ocurría con frecuencia, ya que los criados sólo lededicaban una relativa atención. La enfermera se marchaba del cuarto encuantopodía,yBessie,aunquemuyfiel,teníabastantequehacerconsupropiafamiliayraravezpodíadirigirsea lacasa.Comoesperaba,hallésolitarioeldormitoriodelaenferma.Lapacienteparecíaestaramodorrada,conlalívidafazsobreelalmohadón;elfuegodelachimeneaseestabaapagando.Echémásleña,arreglélasropasdellecho,contempléamitíaymeacerquéalaventana.

La lluvia batía violentamente los cristales y el viento aullaba con rabia.«¿Dónde irá —pensaba yo— el alma de esta mujer cuando abandone sucuerpomoribundo?»

Mientras meditaba en tan gran misterio, recordaba a Helen Burns, susúltimas palabras, su fe, su creencia en la vida del más allá. Y me parecíaescucharsuplácidotono,contemplarsurostropálidoyespiritualysumiradasublime,verlaluegotendidaensutranquilolechomortuorio...Depronto,unadébilvozmurmuró:

—¿Quiénestáahí?

—Soyyo,tía.

—¿Quién—repusoconsorpresayalarma—.Nolaconozco.¿DóndeestáBessie?

—Estáenlaportería,tía.

—¡Tía! ¿Por qué me llama tía? Usted no es ninguna de las Gibson, yaunque lacreo reconocer...Sí;esacara,esosojosyesa frenteme recuerdanalgo.Esustedcomo...comoJaneEyre.

No dije nada, temiendo producirla una impresión muy fuerte si ladescubríamiidentidad.

—Sin embargo —siguió—, debo de estar equivocada. Me engaña el

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corazón. Quisiera ver a Jane Eyre y la imaginaciónme hace ver lo que noexiste.Enochoañosdebedehabercambiadomucho.

Entoncesleaseguréconamabilidadqueyoeralapersonaqueellasuponíay a quien deseaba ver. Notando que me comprendía y que estaba en suscabalessentidos,leexpliquéqueelmaridodeBessiehabíaidoabuscarmeaThornfield.

—Estoymuyenferma,losé—dijoella—.Hacepocohequeridovolvermeyhenotadoquenopuedonimoverlosmúsculos.Menosmalquerecobromisentido antes demorir, porque cuando uno está sano piensa poco en lo quesucedeenestosmomentos...¿Estálaenfermeraahíoestástúsola?

Afirméqueestabasola.

—Bueno... En dos ocasiones me he portado mal contigo. La primera,quebrantandolapromesaquehiceamimaridodequetetrataríacomoamispropios hijos... La otra...—y se interrumpió—. Después de todo, acaso notenga gran importancia —dijo como para sí— y podría prescindir dehumillarme...

Tratódecambiardeposturaynopudo.Laexpresióndesufazsealteró.Parecíaexperimentarunasensaciónextraña:acasolaprecursoradelfin.

—Harémejorenhablar.Estoyalbordedelaeternidad.Vetealcajóndemiarmarioysacaunacartaquehallarásallí.—Ycuandohubeobedecido,ordenó—:Léela.

Lacarta,muybreve,decía:

«Señora:¿TendráustedlabondaddeenviarmeladireccióndemisobrinaJaneEyreydecirmecómoestá?Mepropongoescribirlay traerlaconmigoaMadera. La Providencia ha favorecidomi trabajo y, como soy soltero y sinhijos,mepropongoadoptaramisobrinaycederlaamimuertecuantoposeo.

«De usted, atto. etc.—JAMEEYRE,Madera.» La carta estaba fechadatresañosantes.—¿Cómonosemeinformódeeso?—pregunté.—Porqueyono deseaba mover una sola mano en favor tuyo. Yo no podía olvidar tucomportamientoconmigo,Jane, lafuriaconqueunavezterevolvistecontramí,eltonoconquedeclarastequemeodiabasmásqueanadieenelmundo,que todos mis pensamientos hacia ti eran de aversión y que te trataba conhorriblecrueldad.Nopodíaolvidartampocoloqueexperimentabacuandotevolvíascontramíycomenzabasaincreparme.Eracomosiunanimalaquienhubiese golpeado me mirara con ojos humanos y me hablase pararecriminarme.¡Tráemeagua!Apresúrate.

—Querida tía—dije, al llevarle lo que pedía—, no piense más en eso.Perdonemiviolento lenguaje.Yoeraentoncesunaniña.Hanpasadoochoo

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nueveañosdesdeentonces.

Nohizocasodeloquedecía.Despuésdebeberyrespirarprofundamente,continuó:

—Te dije que no te perdonaría aquello y, en efecto, tomé mi desquite,porque la idea de que fueras adoptada por tu tío y vivieras bien erainsoportableparamí.Leescribídiciéndolequesentíacomunicárselo,peroquehabías muerto de tifus en Lowood. Ahora haz lo que quieras. Escribedesmintiéndome,siteparece.Creoquehasnacidoparasermitormento;hastaenmiúltimahorahedesertorturadaporelrecuerdodeunmalquenodebíacometerniauntratándosedeti.

—Quisieraquenopensasemásenello,tía,yquememiraseconafecto.

—Tienesmuymalosinstintos—repuso—,yaúnhoynocomprendocómohassidocapazdepermanecernueveañosenelcolegiosinrebelarte.

—Misinstintosnosontanmaloscomoustedpiensa.Soyvehemente,perono vengativa. Durante mucho tiempo, mientras fui niña, hubiera deseadoquererlamucho,siustedmelohubierapermitido,yahoradeseoreconciliarmeconusted.Béseme,tía.

Aproximémismejillasasuslabios,peronometocó.Dijoquelaahogabainclinándomeasísobrelacama,ymepidiómásagua.Laincorporéparaquebebiesey,alvolverlaaacostar,coloquémismanossobre lassuyas,heladas,queseretirarondemicontacto,mientrassuapagadamiradaesquivabalamía.

—Quiérameuódieme,comodesee—dije,alfin—.Enunouotrocaso,laperdonodecorazón.¡Dioslaperdonetambién!

¡Pobre mujer! Era demasiado tarde para que cambiase de carácter. Mehabíaodiadoenvidayera,alparecer,inevitablequemeodiaraensuagonía.

Entrólaenfermera,seguidadeBessie.Permanecíenlaestanciamediahoramás,esperandoquemitíadiesealgúnindiciodealivio,peronodioninguno.Permaneciósumidaenelhabitualsoporyamedianochefalleció.Nisushijasni yo estuvimos presentes para cerrar sus ojos. A la mañana siguiente nosdijeronquetodohabíaterminado.Elizaentróaverasumadreporúltimavez.Georgiana que estaba deshecha en llanto, dijo que no se atrevía. La antesrobusta y enérgica Sarah Reed yacía rígida e inmóvil, con los párpadoscerrados.Ensuentrecejoysusdurasfaccionesestabaimpresoaúnelsellodela inflexibilidad de su alma.Aquel cadáverme produjo un efecto extraño ysolemne. Le miré con espanto y tristeza. Nada había en él que sugirieseimágenessuaves,depiedadodeesperanza.

Eliza miró a su madre con serenidad. Después de algunos minutos desilencio,comentó:

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—Teníauna constituciónmuy robustayhubieravividomuchomás anohaberabreviadosuexistencialosdisgustos.

Subocasecontrajoporunmomento.Luegosaliódelcuartoyyolaseguí.Ningunadelasdoshabíamosvertidounasolalágrima.

XXII

Mr.Rochestermehabíaconcedidounasemanadepermiso,peropasóunmesantesdequeyoabandonaseGateshead.Pretendí irmeenseguidade losfunerales, mas Georgiana me obligó a estar con ella hasta su marcha aLondres,dondeal finhabíasido invitadaporsu tíaGibson,queacudióparaarreglarlosasuntosfamiliares.GeorgianaafirmabaquetemíaquedarsolaconElizaporquenopodíacontarparanadaconsusimpatíanisuayuda.Soportélomejorquepudesusquejasegoístasylaauxiliécontodasmisfuerzasahacersu equipaje. Mientras yo trabajaba, ella permanecía inactiva, y yo pensabapara mí: «Si nosotras hubiéramos de vivir juntas, primita, las cosas seorganizarían sobre una base diferente. Ya me encargaría yo de marcarte tutareayteobligaríaacumplirla.Tambiéntepersuadiríadequeguardasespartedetuslamentacionesenelfondodetualma.Sitengotantapacienciaysoytancomplacientecontigo, sedebea la tristeocasiónenque tehallasyaquesetratadeunacosapasajera.»

Al finGeorgiana partió, pero entonces fueEliza quienmepidió quemequedaseotrasemana.Susproyectosabsorbíantodosutiempoysuatencióny,antesdepartirparasudesconocidodestino,sepasabaeldíacerrandobaúles,vaciando cajones, quemandopapeles, todo ello dentrode su cuarto y con elcerrojoechado.Menecesitaba,pues,paraqueyoatendieselacasa,recibiesepésamesycontestasecartas.

Alfin,unamañanamedijoquemedejabaenlibertad,yañadió:

—Le agradezco mucho su discreción y sus valiosos servicios. ¡QuédiferenciaentrevivirconunapersonacomoustedoconunacomoGeorgiana!Usted sabe llenar sumisión en la vida.Mañana—continuó—parto para elcontinente.Me instalaré en una residencia de religiosas, cerca deLisle, unaespecie de monasterio donde viviré tranquila y aislada. Quiero dedicar mitiempoal examende losdogmascatolicoromanos,y si, comocasi supongo,encuentro que son los que mejor permiten hacer las cosas bien yordenadamente,abrazarélaferomanayprobablementemeharémonja.

Nomanifesté sorpresa por tal resoluciónni intenté disuadirla de ella.Aldespedirme,medijo:

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—Adiós,primaJaneEyre.Ledeseobuenasuerte.Esustedsensata.

—También usted, prima Eliza —repuse. Y con estas palabras nosdespedimos.

Comonohabráocasiónde referirmedenuevoaningunademisprimas,me limitaré a mencionar que Georgiana hizo un buen matrimonio con unhombrericoydistinguidoyqueElizaprofesócomomonjadespuésdeunañodenoviciadoyesactualmentesuperioradesuconvento.

Miviajefueaburrido,muyaburrido.Unajornadadecincuentamillas,unanoche en una posada y cincuenta millas más al día siguiente. Durante lasprimerashorasdelviajepenséenlosúltimosmomentosdemitía:creíaversudesfiguradafazyescucharsualteradavoz.Recordabaelsepelio:elataúd,elcarruaje fúnebre, la comitiva de criados y colonos —parientes había muypocos—,lacripta,lasilenteiglesia,elsolemneoficio...PenséenGeorgianayen Eliza, figurándome a la una brillando en un salón de baile, y a la otrahabitando una celda conventual, y analicé y comparé sus respectivoscaracteres. La noche pasada en la gran ciudad de... desvaneció estospensamientos. Acostada en mi cama de viajera, sustituí los recuerdos porcábalassobreelporvenir.

Volvía a Thornfield, pero ¿cuánto tiempo pasaría allí? Seguramente nomucho.Mrs. Fairfaxme escribió aGateshead diciendo que los invitados sehabíanidoyayqueMr.RochestersehabíaidoaLondreshacíatressemanasyseleesperabadentrodequincedías.Mrs.Fairfaxsuponíaqueibaaarreglarasuntos relativos a sumatrimonio, puestoque él hablóde adquirir un cochenuevo.AlaancianaleresultabamuyraralaideadequesuseñorsecasaseconBlancheIngram,perosegúnoyeraatodos,labodanodebíadilatarsemucho.«¡Muy incrédula eres!—comentémentalmente—. ¡Yono experimentodudaalguna!»

Lacuestióninmediataaestudiareraadóndeiríayo.SoñéporlanocheconBlanche,quemecerraba laspuertasdeThornfieldymeseñalabaelcamino.Mr. Rochester nos miraba a las dos, cruzado de brazos, sonriendosarcásticamente.

No avisé a Mrs. Fairfax el día de mi regreso, porque no quería queenviasen coche alguno a buscarme a Millcote. Me proponía recorrer ladistanciadandounpaseo,yasí,despuésdedejarmiequipajealcuidadodeldueñodelaposada,alasseisdeunatardedejunioechéaandarporelantiguocaminodeThornfield,quesedeslizabaatravésdelospradosyeramuypocofrecuentadoentonces.

Amedidaqueibacaminandomesentíamáscontenta,hastaelpuntodequemásdeunavezmedetuveparapreguntarmeelmotivodetalalegría,yaque,

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enrealidad,nomedirigíaamicasaniaun lugardondemeaguardasenconimpaciencia amigos cariñosos. «Mrs. Fairfax me acogerá con una tranquilasonrisayAdèlemetomarálasmanosycomenzaráasaltarcuandomevea—pensé—,perolaverdadesqueellaspiensanencosasdistintasdemí,comoyopiensoencosasdistintasdeellas.»

En laspraderasdeThornfield los labradores comenzabana abandonar eltrabajoyvolvíanasuscasasconlasherramientasalhombro.Sólomefaltabaatravesarunpardepradosantesdellegaralasverjas.Lossetosdelosbordesestabanllenosderosas.Peronomedetuveatomarninguna,tantaeralaprisaque sentía por llegar a la casa. Pasé bajo un alto zarzal que abovedaba elsenderoconsusramasdeblancasflorecillas,distinguíelestrechoportilloconescalonesdepiedrayvi...aMr.Rochestersentadoenellos,conunlibroyunlápizenlamano.Estabaescribiendo.

Noeraciertamenteunfantasma,y,sinembargo,sentíunestremecimientonervioso y estuve a punto de perder el dominio demímisma. ¿Qué hacer?Nuncahabíapensadoquepudiera temblarde aquelmodoante supresencia,queperdiera así la voz y hasta elmovimiento al verle.Meurgía retroceder,paranomostrarmeanteél temblorosacomouna tonta.Conocíaotrocaminoparairalacasa.Peroaunquehubieseconocidoveinte,todoerainútil,porqueélmevioantesdequepudieraretirarme.

—¡Caramba!—exclamó—.¿Conqueestáustedaquí?¡Venga,venga!

Supongo que debí ir, en efecto, aunque no sé cómo, pues me hallabainconscientedemismovimientosysólomeocupabaenfingir tranquilidadyen dominar los músculos de mi rostro que, insolentemente rebeldes a mivoluntad,seobstinabanenrevelar loquedebíapermaneceroculto.Pude,sinembargo,presentarmeconlamayorcomposturaposible.

—Conque Jane Eyre, ¿eh? De Millcote y a pie... Es una de laspeculiaridadesdeusted:nopediruncarruajeparavenirporlacarreteracomouna persona corriente, sino aparecer junto a su casa a la caída de la tarde,comounaaparición...¿Quédiabloshaestadohaciendotodoestemes?

—Estabaconmitía,quehamuerto,señor.

—¡Una contestación muy de Jane Eyre! ¡Los ángeles, me ayuden! ¡Loprimeroquemedicealencontrarnosesquevienedeestarconmuertos,enelotromundo!Simeatreviera,latocaría,aversiesdecarneyhueso,obienunavisión,quesedisiparaamicontacto,comounfuegofatuoenlospantanos...¡Pícara!—añadió,despuésdeunmomentodesilencio—.¡Unmesausenteyolvidadademíporcompleto,estoyseguro!

SentíaverdaderoplacerenreunirmeconMr.Rochester,aunqueacibaradoporelpensamientodequeenbrevedejaríadeverleydeque,además,nada

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habíadecomúnentreélyyo.Perodesuspalabrasemanabaunasensaciónqueme placía en extremo. Parecían indicar que le interesaba saber si yo meacordabadeélono.YhabíahabladodeThornfieldcomodemicasa...

LepreguntésihabíaestadoenLondres.

—Sí.Ysupongoquelosabeustedgraciasasudoblevista.

—MeloescribióMrs.Fairfax.

—¿Yleinformódeloquefuiahacer?

—Sí,señor.Todoslosaben.

—Tieneustedqueverelcoche,Jane,ydecirmesicreequeesapropiadoonoparaMrs.Rochesterysiviajandoenélpareceráunareinaapoyadaensusrojoscojines.Porciertoqueseríamuchomejorqueellayyohiciéramosmejorpareja,físicamentehablando.Usted,queesunhada,puedeproporcionarmeunfiltro,realizaralgúnconjuroocosaparecida,paraconvertirmeenunhombreguapo.

—Esonoentraenlasposibilidadesdelamagia,señor—respondímientraspensaba:«Todoelconjuroquesenecesitasonlosojosdeunaenamorada.Paraellaseríaustedlomáshermosoquesepudieradesear.»

Mr. Rochester había leído a menudo mis pensamientos. Aquella vez noparecióatendermuchomispalabras.Mesonriódeunmodopeculiar,queraravezempleaba,quizáporqueaquellasonrisa,alaqueasomabatodasualma,noleparecieseconvenienteparaseraplicadaalassituacionesvulgaresdelavida.

—Pase,Jane—dijo,separándoseaunladodelportillo—,paseydescansesuspiececitosfatigadosenlacasadeunamigo.

Obedecí sin decirle nada; sobraba para mí todo diálogo ulterior. Noobstante,unimpulsointeriormehizodetenerme,unafuerzadesconocidamehizogirarsobremímismaydecirle,nosésiyooalgoquemehacíahablarapesarmío:

—Graciasporsumuchaamabilidad,Mr.Rochester.Estoymuysatisfechadevolveraverle,yconsideroquedondequieraqueustedestéestámicasa,miúnicacasa.

Y me alejé tan de prisa, que difícilmente hubiera podido él alcanzarmeaunqueselohubierapropuesto.Adèlesevolviócasilocadealegríaalverme.Mrs.Fairfaxmeacogiócon suacostumbradaafabilidad.Aquellome resultómuyagradable.Nadacomplacemásquesentirseamadoporlosquelerodeanaunoyapreciarquelapropiapresenciaaumentasusatisfacción.

Cerré,pues,misojosalporvenirytaponémisoídoscontralavozquemeaconsejaba ponerme en guardia previniendo la próxima separación. Cuando

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tomamosel téyMrs.Fairfaxiniciósulabor,mientrasyomesentabaenunasillajuntoaellayAdélesearrodillabaenlaalfombra,unasensacióndemutuoafecto pareció envolvernos a todos comoun círculo de áurea paz.Murmuréuna plegaria sin palabras pidiendo aDios que no nos separásemosnunca, ycuandoMr. Rochester entró sin anunciarse y nos miró, complacido ante elespectáculo de aquel grupo tan amistoso, cuando dijo que suponía que laancianaestaríasatisfechaalverquesuhijaadoptiva regresabayañadióqueAdèle le parecía préte a croques sa petitemamanAnglaise, casi comencé aalimentarlaesperanzadequeél,aundespuésdecasarse,nosconservaríabajosuprotecciónynonosprivaríaenabsolutodesupresencia.

A mi vuelta a Thornfield Hall sucedió una quincena de tranquilidadabsoluta.Nosehablabanadadelcasamientodeldueño,niyoveíapreparativoalguno. Casi a diario preguntaba a Mrs. Fairfax si sabía que hubiera algodecidido y siempre recibía la misma negativa. Según dijo, sólo una vezpreguntósobreelasuntoaMr.Rochester,peroésterespondióconunabromayellanopudosacarnadaenlimpio.

UnacosaquemesorprendíamuchoeraqueRochesternovisitabaIngramPark. Si bien este lugar estaba sito a veinte millas, en los límites de otrocondado, ¿qué era esa distancia para un enamorado ardiente? Un jinete tanexpertoeinfatigablecomoRochesterlarecorreríaenunamañanadecabalgar.Comencéaacariciaresperanzasquenoteníamotivoalgunoparaconcebir:queelenlacesehubieseroto,queelrumorhubierasidoinfundado,queunadelasdosparteshubierarectificadosuopinión.TratabadeadivinarsienelrostrodeRochester se apreciaba alguna cosa desagradable o violenta, pero jamásmehabíaparecidosucaratanlímpidayexentademalasinclinaciones.Nuncamellamóasupresenciatanfrecuentementecomoentonces,nuncahabíasidomásamableparaconmigoynunca,¡ay!,lehabíaamadoyomásaél...

XXIII

Hacía un tiempo espléndido, comodemediados de verano, con un cielotanpuroyunsoltanradiante,quesediríaqueunabandadadedíasitalianos,alamanerademagníficospájaros,hubiesevenidodesdeelSurhastaInglaterra.El heno había sido segado por completo. Los campos circundantes estabanverdes, los árboles en flor, los bosques pomposos y los setosmagníficos defrutosyflorecillas.

Unatardedeaquelverano,Adèle,quesehabíafatigadomuchocogiendofresassilvestresporlatardeenelcaminodeHay,seacostóencuantosepusoelsol,yyo,despuésdeasegurarmedequelaniñadormía,bajéaljardín.

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Eralahoramásgratadelasveinticuatrodeldía.PorOccidente,dondeelsol acababa de desaparecer, se extendía ahora una espléndida mancha depúrpura,ardientecomoelrubíocomolallama,surgiendotrasloaltodeunacolina,yextendiéndosemástenueamedidaqueseelevaba,hastalamitaddelcielo.PorOriente,elcieloostentabaunsuaveazulybrillabaenélunaestrellacomounajoya.Enbrevesaldríalaluna,peroahoranoasomabatodavíaenelhorizonte.

Primeropaseéantelacasa,masunbienconocidoolordecigarroquesalíaporlaabiertaventanadelabibliotecamehizocomprenderquepodíanverme,y entonces me interné en el huerto. Imposible encontrar un sitio másparadisíaco. Estaba lleno de árboles y flores, un alto muro lo separaba delpatioyunaavenidadehayasconducíaalpradodefrentealedificio.Unsetoaislabaelhuertodelossolitarioscampos,yuncaminitobordeadodelaurelesy que terminaba en un gigantesco castaño rodeado de un asiento circularconducía al extremodel seto.El silencioera absoluto, la sombragrata.Masapenas había caminado algunos pasos me detuve al percibir cierta cálidafragancia en el ambiente. No procedía de los rosales silvestres, ni de losabrótanos,jazmines,clavelesyrosasquecolmabaneljardín.No:aquelnuevoaromaeraeldelcigarrodeMr.Rochester.

Miréamialrededoryescuché.Viárbolescargadosdefrutayoítrinaraunruiseñor, pero no distinguí ninguna forma humana ni sentí paso alguno. Sinembargo, el aroma se hacíamás intenso. Debíamarcharme.Me dirigí a unportilloquedabaal campoyenaquelmomentodiviséaMr.Rochester.Medetuve, procurando pasar disimulada bajo la hiedra que cubría elmuro.Mr.Rochester seguramente no estaría mucho tiempo allí y, si yo me quedabadondeestaba,podíapasarinadvertida.

Pero aquel antiguo jardín era tan agradable para él como para mí. Lorecorría lentamente, parándose de vez en cuando, ora para contemplar lasparras cargadasdeuvasgrandes comociruelas, ora para coger una cerezaopara contemplar una flor.Una enorme libélulavoló ami lado, se detuvo enunaplantaalospiesdeRochesteryésteseinclinóafindeexaminarla.

«Ahoraestádeespaldasamí—pensé—;acaso,simedeslizoensilencio,puedairmesinquemeoiga.»Avancésobrelahierba,queriendoevitarquemispasossobrelaarenametraicionaran.Cuandopaséaunavaraodosdeél,queparecíaabsortoencontemplarlalibélula,dijo,sinvolverse:

—Vengaaveresto,Jane.

Nohabíahechoruido,élnomedirigíalamirada.¿Cómosabíaqueyomehallabaallí?Medetuveyalfinmeacerquéaél.

—Mirequéalas tiene—dijo—.Pareceun insectode lasAntillas.Nunca

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hevistoningunotangrandeyhermosoenInglaterra.¡Ah,yavuela!

Lalibélulasehabíaido.Yoiniciétambiénlaretirada,peroRochestermesiguió.Alllegaralportillodijo:—Quedémonos.Eslamentablepermanecerencasa en una noche tan hermosa como ésta. ¿A quién puede complacerleacostarseaestahora?Vea:mientraslaúltimaclaridaddelcrepúsculobrillaalolejos,porelotroextremodelhorizontenacelaluna.

Unodemisdefectosesque,aunquehabitualmentetengolalenguaprontaparacualquierrespuesta,enocasionesnoséencontrarpalabrasadecuadasconque negarme a algo, y ello coincide siempre con losmomentos en quemásprecisaría un pretexto plausible. No me agradaba pasear a solas a aquellashoras con Mr. Rochester por el huerto, pero no supe cómo excusarme. Leseguí con lentos pasos, pensando en el modo de librarme de aquellacomplicación. Pero él parecía tan sereno y grave, queme avergoncé demistemores.

—Jane—comenzó cuando íbamos por el sendero entre laureles hacia elcastaño rodeado de un banco—, ¿verdad que Thornfield es un sitio muyagradableenverano?

—Sí,señor.

—Usted debe de sentir cierto cariño a la casa, porque tiene usted muydesarrolladasucapacidadafectivaysabeapreciarlobello.

—Enefecto,experimentoafectohaciaThornfield.

—Yhastamepareceque,nosécómo,hatomadoustedcariñoaesatontitadeAdèleyaesapobreMrs.Fairfax.

—Sí,señor:lasaprecio,acadaunaenunsentido.

—¿Ledisgustaríasepararsedeellas?

—Sí.

—Es lástima —se interrumpió y suspiró. Luego siguió diciendo—:Siempresucedeenlavidaque,cuandounoencuentraunsitiodondesehallaagusto,seveenlaprecisióndeabandonarlo...

—¿EsnecesarioquemevayadeThornfield?—pregunté.

—Losiento,Jane,perocreoquesí.Mesentíanonadada,maslodisimulé.

—Bien,señor.Mepreparéparacuandoustedmedélaordendeirme.

—Estamismanoche.

—¿Esquevaacasarse?

—E-xac-ta-men-te —silabeó—. Se muestra usted tan sagaz como de

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costumbre.

—¿Prontoseñor?

—Tan pronto que...MissEyre: usted recordará que cuando yo, o la vozpública, le informaron de mi intención de ofrecer mi cerviz de soltero alsagradoyugodelmatrimonio,deacogerenmiamantepechoaMissIngram...Peroescúcheme,Jane,ynovuelvalacabezaparamirarlasmariposas...Ustedrecordaráquefuelaprimeraendecirme,contodadiscreciónyrespeto,comoconvieneasuposición,queencasodequeyomecasaraconMissIngram,erapreferiblequeustedyAdèlesefuerandelacasa.Prescindodelacalumniosamanchaqueesasugerenciaarrojasobreelangelicalcarácterdemiadoradaymelimito,midulceJane,aapreciarloqueensuindicaciónhaydeprudenteyaconvertirlaenmi líneadeconducta.Adèleseráenviadaalcolegioyusted,MissEyre,notienemássalidaquebuscarotroempleo.

—Síseñor.Yofuilaprimeraenindicárselo,mássuponía...

Ibaaconcluir:«quepodríacontinuaraquíhastaquehallaseotropuesto»;perocallé.

Nomeatrevíaahablarmucho,temiendoquemivozdelataraloquesentía.

—La boda se celebrará de aquí a un mes —siguió Rochester—, y hebuscadoyaotroempleoparausted.

—Gracias,señor:sientoque...

—No,no;nadadegracias.Entiendoquecuandounempleadocumplesudeber tanbien comousted loha cumplido, tienederecho aque supatrón leayude. Mi futura suegra me ha hablado de una plaza que seguramente leconvendrá: se trata de encargarse de la educación de las cinco hijas deMr.Dionysius O'Gall, de Bitternutt Lodge, en Connaught. Es en Irlanda. LegustaráIrlanda.Segúndicen, los irlandesessonmuyafectuosos.—Estámuylejos,señor.

—¿Qué importa?A unamuchacha como usted no creo que le asuste unviajelargo.

—No es el viaje, sino la distancia y elmar, que es una barrera quemesepararíade...

—¿Dequé?

—DeInglaterra,ydeThornfield,yde...

—¿De...?

—Deusted,señor...

Lodijecasi involuntariamente,mientras lágrimas silenciosasbañabanmi

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rostro.LamencióndelseñorO'Gall,deBitternuttLodge,habíadejadofríomicorazón, y más aún el pensamiento del mar, del mar inmenso, revuelto yespumoso,quehabíadeinterponerseentremipersonayaquelhombreacuyoladopaseabayaquienamabadeunmodoespontáneo,superioramivoluntad.

—Esmuylejos—repetí.

—Desdeluego.YcuandoustedestéenBitternuttLodge,novolveremosavernosmás.Meparece indudable.Nocreo irnuncaa Irlanda;noesunpaísquemeatraigaenexceso...Hemossidobuenosamigos,¿verdad,Jane?

—Sí.

—Bien. Pues cuando dos buenos amigos se separan, emplean el cortotiempo que les queda de estar juntos en hablar un poco de sí mismos. Ea,hablemostranquilamentedurantemediahora,mientraslasestrellasbrillanenelcieloquenoscubre...Sentémonosenestebancodelcastaño,yaquenuestrodestinoesnovolverasentarnosjuntosmás.

Cuandonoshubimosacomodado,continuó:

—En efecto, Jane: el viaje a Irlanda es largo y la travesía incómoda ysientoquemiamiguitahayadeverseobligadaa...Pero¿cómoayudarlasino?¿Experimentaustedalgúnsentimientorespectoamí,Jane?

Nopude contestar.Mi corazón desbordaba.—Porque yo lo experimentopor usted—continuó—, sobre todo cuando estamos juntos, como ahora. Escomo si en el lado izquierdodemipecho tuvieseuna cuerdaquevibrara almismo ritmoque otra que usted tuviese en análogo lugar y se uniera de unmodoinvisiblealamía.Ysieseendiabladocanalydoscientasmillasdetierravana separarnos, temoqueese lazoquenosunese rompa.Por loqueamíconcierne, estoy seguro de que la rotura va a producirme una inconteniblehemorragia.Yusted...

—Yonunca,señor,ustedsabe...Nopudecontinuar.

—¿Oye cómo canta ese ruiseñor, Jane? Escuche. Escuché y de prontorompíallorarconvulsivamente,estremeciéndomedepiesacabeza.Imposiblesoportar más lo que sufría. Cuando pude hablar, fue para expresar convehemencia el deseo de no haber nacido nunca o no haber ido jamás aThornfield.

—¿Cómo?¿Ledisgustatantoirsedeaquí?

—MedisgustairmedeThornfield.Amoestelugar,yloamoporqueenélhevividounavidaagradableyplena,momentáneamentealmenos,porquenohesidorebajadaavivirentreseresinferioresniexcluidadetodarelaciónconcuantoessuperiorydinámico.Hepodidohablarconalguienaquienadmiro,encuyotratomecomplazco...Uncerebropoderoso,amplio,original...Enuna

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palabra,leheconocidoausted,Mr.Rochester,ymeasustapensarenirmedesu lado. Reconozco que debo marchar, pero lo reconozco como podríareconocerlanecesidaddemorir.

—¿Yquénecesidadtienedeirse?—preguntódepronto.

—Ustedmismomelohadicho,señor.

—¿Apropósitodequé?

—DeMissIngram,sunobleybellaprometida...

—¿Quéprometida?Yonotengoprometida.

—Peroseproponetenerla...

—Sí,melopropongo...—masculló.

—Demodoquedeboirme.Ustedlohadicho.

—No:ustedsequedará.Selojuroycumpliréeljuramento.

—¡Yyoledigoquemeiré!—exclaméconvehemencia—.¿Piensaquemeesposiblevivirasuladosinsernadaparausted?¿Creequesoyunaautómata,una máquina sin sentimientos humanos? ¿Piensa que porque soy pobre yoscuracarezcodealmaydecorazón?¡Seequivoca! ¡Tengo tantocorazónytantaalmacomousted!YsiDiosmehubiesedadobellezayriquezas,leseríaausted tanamargosepararsedemícomo loesamísepararmedeusted.Lehabloprescindiendodeconvencionalismos,comosiestuviésemosmásalládela tumba, ante Dios, y nos hallásemos en un plano de igualdad, ya que enespíritulosomos.

—¡Lo somos! —repitió Rochester. Y tomándome en sus brazos meoprimiócontrasupechoyuniósuslabiosalosmíos—.¡Sí,Jane!

—Otalvezno—repuse,tratandodesoltarme—,porqueustedvaacasarseconunamujerconquiennosimpatiza, aquiennopuedocreerqueame.Yorechazaríaunauniónasí.Luegoyosoymejorqueusted.¡Déjememarchar!

—¿Adónde,Jane?¡AIrlanda!

—Sí,aIrlanda.Lohepensadobienyahoracreoquedeboirme.

—Quédese, Jane. No luche consigo misma como un ave que, en sudesesperación,despedazasupropioplumaje.

—Nosoyunave,sinounserhumanoconvoluntadpersonal,queejercitaréalejándomedeusted.Haciendounesfuerzo,logrésoltarmeypermanecíenpieanteél.

Tambiénsuvoluntadvaadecidirdesudestino—repuso—.Leofrezcomimano,micorazónycuantoposeo.

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—Seburlausted,peroyomeríodesuoferta.

—Lapido,quevivasiempreamilado,queseamimujer.

—Respecto a eso, ya tiene usted hecha su elección.—Espere un poco,Jane. Está usted muy excitada. Una ráfaga de viento recorrió el senderobordeadodelaureles,agitólasramasdelcastañoyseextinguióalolejos.Nose percibía otro ruido que el canto del ruiseñor. Al oírlo, volví a llorar.Rochester, sentado, me contemplaba en silencio, con serenidad, grave yamablemente.Cuandohablóalfin,dijo:

—Siénteseamilado,Jane,yexpliquémonos.

—Novolverémásasulado.

—Jane, ¿no oye que deseo hacerla mi mujer? Es con usted con quienquierocasarme.

Callé,suponiendoqueseburlaba.

—Venga,Jane.

—No.Sunovianossepara.

Sepusoenpieymealcanzódeunsalto.

—Mi novia está aquí—dijo, atrayéndome hacia sí—: esmi igual ymegusta.¿Quierecasarseconmigo,Jane?

Nolecontesté;luchabaparalibrarmedeél.Nolecreía.

—¿Dudademí,Jane?

—Enabsoluto.

—¿Notienefeenmí?

—Niunagota.

—Entonces, ¿me considera usted un bellaco?—dijo con vehemencia—.Ustedseconvencerá,incrédula.¿AcasoamoaBlancheIngram?No,yustedlosabe.¿Acasomeamaellaamí?No,ymehepreocupadodecomprobarlo.Hehechollegarhastaellaelrumordequemifortunanoeranilatercerapartedeloquesesuponía,yluegomehepresentadoaBlancheyasumadre.Lasdosme han acogido con frialdad. No puedo, ni debo, casarme con BlancheIngram. A usted, tan rara, tan insignificante, tan vulgar, es a quien quierocomoamipropiacarne,yaquienruegoquemeacepteporesposo.

—¿Amí?—exclamé,empezandoacreerle,envistadesuapasionamientoy,sobretodo,desurudafranqueza—.¡Amí,quenotengoenelmundootroamigoqueusted,siesqueustedseconsideraamigomío,yquenoposeounchelín,nosiendolosqueustedmepaga!

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—A usted, Jane. Quiero que sea mía, únicamente mía. ¿Acepta? ¡Digainmediatamentequesí!

—Mr.Rochester,déjememirarlelacara.Vuélvasedemodoqueleiluminelaluna.

—¿Paraqué?

—Porquequieroleerensurostro.

—Bien;yaestá.Creoquemirostronolevaaparecermáslegiblequeunahojatachada,peroenfin,lealoquequiera,contaldequeseapronto.

Sufazestabamuyagitada.Teníalasfaccionescontraídasyunaextrañaluzbrillabaensusojos.

—¡Metorturausted,Jane!—exclamó—.Pormuyfrancaybondadosaqueseasumirada,meescudriñadeunmodo...

—¿Cómovoya torturarle?Sidiceusted laverdadysuofertaessincera,missentimientosnopuedenserotrosquelosdeunagratitudinfinita.¿Cómovoyatorturarleconella?

—¿Gratitud? Jane —ordenó, perentoriamente—, dígame así: «Edward,quierocasarmecontigo.»

—¿Esposiblequemequierausteddeverdad?¿Quéseproponehacermesumujer?

—Sí;selojuro,silodesea.

—Entonces,señor,síquierocasarmeconusted.

—Señor,no.DiEdward,mujercitamía.

—¡Oh,queridoEdward!

—Ven,venconmigo—yrozandomismejillasconlassuyasyhablándomealoído,murmuró—:Hazmefelizyyoteharéfelizati.

De haberle amado menos, hubiese pensado que su aspecto y su miradamostraban una alegría casi salvaje, pero libre de la pesadilla de la marcha,abriéndoseantemíelparaísodeladichaquesemeofrecía,sólopensabaenbeber hasta la última gota de aquel néctar. Una y otra vez, Rochester mepreguntaba:«¿Tesientesfeliz,Jane?»Yunayotravezlerespondía:«Sí.»Leoímurmurarparasí:

—SéqueDiosnodejadeaprobarloquehago.Laopinióndelmundomeesindiferente,ydesafíolacríticadeloshombres.

Lalunayanobrillaba,estábamosensombrasyyonopodíaverapenaselrostrodeRochester,apesardelocercaquemehallabadeél.Elvientosoplaba

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entreloslaurelesymovía,consordorumor,lasramasdelcastaño.

—Tenemos que entrar —dijo Rochester—: el tiempo cambia. Quisieraestarcontigohastamañana,Jane.

«Yyocontigo»,pensé.Yquizálohubiesedichosienaquelmomentounrelámpago no me hubiera dejado deslumbrada, obligándome a ocultar misofuscadosojoscontraelhombrodeRochester.

Comenzó a llover con furia. Él me arrastró velozmente por el senderohacialacasa,peroantesdequecruzásemoselumbralestábamosempapados.MientrasRochestermequitabaelchalyalisabamicabellodespeinadoporelagua, Mrs. Fairfax salió de su cuarto. Ni él ni yo reparamos en ella. Lalámparaestabaencendida.Elrelojdabaenaquellosmomentoslasdoce.

—Quítate en seguida la ropa, ¡Estás calada!Buenasnoches,queridita—dijoRochester.

Me besó repetidas veces. Al separarme de él distinguí a la viuda,mirándonos, grave, pálida y asombrada. La sonreí y corrí escaleras arriba.«Dejemoslaexplicaciónparaotravez»,pensé.Noobstante,yaenmicuartome turbó algo la idea de suponer lo que ella podría pensar de lo que habíavisto, pero mi alegría borró pronto los demás sentimientos y pese a laviolenciaconquesoplabaelviento,alafrecuenciayfragorconquesonabaeltrue—no,a los lívidos relámpagosya la lluviaquecayóa torrentesdurantedoshoras,nosentíanielmáspequeñotemor.Mientraspersistiólatormenta,Rochesterllamótresvecesamipuertaparapreguntarmesinecesitabaalgo.

A la mañana siguiente, antes de levantarme, Adèle vino corriendo adecirmequepor la nochehabía caídoun rayo en el castañodel huerto y lohabíamediodestruido.

XXIV

Unavezlevantadayvestida,penséenlosucedidoymeparecióunsueño.NoestabaseguradesurealidadhastaquevieseaRochesteryleoyeserenovarsuspromesasysusfrasesdeamor.

Mientrasme peinaba,memiré al espejo ymi rostro nome pareció feo.Brillaban en él una expresión de esperanza y un vivido color. Mis ojosparecían haberse bañado en la fuente de la dicha y adquirido en ella unesplendor inusitado. Con frecuencia había temido que Rochester se sintieradesagradadopormiaspecto,peroahoramesentíaseguradequemisemblante,tal como estaba hoy, no enfriaría su afecto. Saqué del cajón un sencillo y

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limpio vestido de verano y me lo puse. Me pareció que nunca me habíasentadotanbien.

Nome sorprendió al bajar al vestíbulo que una bellamañana de veranohubiera sucedido a la tempestad. Aspiré la brisa, fresca y fragante. Unamendigaconunniñoavanzadaporelcaminoycorríadarlescuantollevaba:tresocuatrochelines.Queríaquetodosytodoparticiparandemijúbilo,deunmodouotro.Graznabanlascornejasycantabanlospájaros,peronadameeratangratocomolaalegríademicorazón.

Mrs.Fairfaxseasomóalaventanaycongraveacentomedijo:

—MissEyre,¿vieneadesayunar?

Mientrasdesayunábamos, semantuvo fríay silenciosa.Peroyonopodíaexplicarme con ella aún. Necesitaba que Rochester me repitiese lo que medijera lanocheantes.Desayunétodolodeprisaquepude,subíyencontréaAdèlequesalíadelcuartodeestudio.

—¿Adóndevas?Eshoradedarlalección.

—Mrs.Rochestermehadichoquevayaajugar.

—¿Dóndeestá?

—Allí—contestó señalando el cuarto del que salía. Entré y le hallé, enefecto.

—Saludémonos—medijo.

Avancé hacia él, que me acogió no con una simple palabra o con unapretón de manos, sino con un abrazo y un beso. Me parecía natural yadmirablequemequisieraymeacariciaratanto.

—Jane—medijo—:estamañanaestásagradable, sonriente,bonita...Nopareces el duendecillo de otras veces. ¿Es posible que sea la misma esamuchachitaderadianterostro,rosadasmejillas,rojoslabios,sedosacabelleraybrillantesojoscastaños?

Yo tenía ojos verdes, lector; pero debes perdonar el error: supongo queparaélmostrabanunnuevoreflejo.

—SoylamismaJaneEyre.

—ProntoserásJaneRochester.Deaquíacuatrosemanas.¡Niundíamás!¿Looyes?

Lo oía sí, pero apenas lo comprendía. Aquella noticia me causaba unasensacióntal,quemásquealegríarayabaenestupefacción,casienmiedo.

—Tehaspuestopálida,Jane.¿Quétepasa?

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—Medaustedunnombrequemeresultatanextraño...

—Mrs. Rochester—contestó—, la joven Mrs. Rochester; la esposa deFairfaxRochester.

—Me parece imposible. Semejante felicidad se me figura un sueño, uncuentodehadas.

—Queyoconvertiréen realidad.Hoyheescritoamibanqueroparaqueenvíeciertasjoyasquetieneencustodia:lasjoyasdelafamilia.Esperopoderdártelasdentrodeunpardedías.Quieroquedisfrutesdetodaslasatenciones,detodaslasdelicadezasquemereceríalahijadeunparsimecasaraconella.

—Nohablemosdejoyas.¡JoyasparaJaneEyre!Valemásnotenerlas.

—Yomismotepondréalcuelloelcollardediamantesyladiademaenesafrente que tiene por naturaleza un aspecto tan noble. Yomismo ceñiré conpulserastusfinasmuñecasyconanillostusdeditosdehada.

—Pensemos y hablemos de otras cosas, no de esas que me resultanextrañas.No se dirija amí como si fuera una belleza.No soymás que unavulgarinstitutriz.

—Amisojoseresunabellezatalcomomegusta:vaporosa,delicada...

—Quiereusteddecirmezquinae insignificante.Osueñaustedoseburlademí...¡Nosechancee,porDios!

—Yoharé que todo elmundo reconozca tu belleza—dijo.Yome sentíarealmente contrariada de la actitud que había adoptado, porque comprendíaqueéltratabadeilusionarmeodeilusionarse—.CubriréamiJanederasosyblondas,pondréfloresensuscabellos,adornarélacabezaqueamo...

—YnomeconoceráustedentoncesniserésuJaneEyre,sinounarlequín,un grajo con plumas de pavo real. Prefería que no se empeñase enconsiderarmecomounabelladama.Asícomoyonolellamohermoso,apesardelomuchoqueleamo,paranoadularle,tampocodebeustedadularmeamí.

Peroélcontinuóhablandosinhacercasoalgunodemiopinión.

—Voy a llevarte en coche a Millcote hoy mismo para que elijas losvestidos que gustes. Te digo que nos casaremos dentro de cuatro semanas.Celebraremoslabodaenlaintimidad,enesaiglesitacercana,yluegoiremosaLondres.Estaremosallíunosdíasyluegoconduciréamitesoroapaísesmássoleados: Francia, con sus viñedos; Italia, con sus llanuras. Y mi tesoritoconocerácuantohaydignodeverse:losrecuerdosdelaAntigüedad,lascosasmodernas...Seacostumbraráavivirenlasciudadesyaprenderáaestimarseenloquemerececomparándoseconlasdemás.

—¿Viajaréconusted?

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—Iremos a París, aRoma, aNápoles, a Florencia, aVenecia y aViena.Recorrerécontigotodoslospaísesqueherecorridosoloytupiepisarádondeanteshepisadoyo.DesdehacediezañosherecorridoEuropamedioloco,conel odio, la furia y el disgusto reinando en mi corazón. Ahora la recorreréserenoypurificado,acompañadodeunángelquemeconsolará...

Reíyledije:

—No soy un ángel ni lo seré hasta que muera. Seré como soy, Mr.Rochester. No espere usted de mí nada celestial, porque no lo encontrará.Además,presumoqueusted...

—¿Quépresumes?

—Presumo que durante algún tiempo quizá siga usted como ahora, peroluego se enfriará, se hará malhumorado y antojadizo y yo tendré queesforzarme mucho para agradarle. Creo, no obstante, que cuando esté bienacostumbrado amíme apreciará. Fíjese que no digo queme ame. Supongoque lavehemenciadesuamorduraráseismesesoquizámenos.Eselplazoqueenloslibrosseasignaalamordelmásardorosomarido.Ahorabien,comocompañerayamiga,esperonoresultardesagradableamiqueridodueño.

—¿Desagradable? ¿Volver a apreciarte? ¡No tedejaréde apreciar nunca!No sólo te apreciaré, sino que he de amarte con sinceridad, fervor yconstancia.

—¿Noesustedcaprichoso?

—Con lasmujeresque sólomegustanpor su aspecto, soyunverdaderodemoniocuandodescubroquenotienenalmanicorazón,cuandoabrenantemílasperspectivasdesumalcarácter,suvulgaridadysuestupidez.Peroparaunamujerdelímpidosojos,delenguaelocuente,dealmaardorosa,decarácterflexibleyfirme,dócilyenérgicoalavez,serésiemprefielyafectuoso.

—¿Haconocidoustedaalguienasí?¿Haamadoaalguienquefueradetalmodo?

—Amoahoraaunapersonaasí.

—Pero, antesqueamí, ¿nohaamadoanadiequeencarnaraun tipo tandifícildeencontrar?

—Jane:nuncahehalladoanadiecomotú.Nadiemehasometido,nadiehainfluido tan dulcemente como tú lo has hecho. Esta influencia que ejercessobremíesmuchomásencantadoradecuanto sepuedaexpresar.Pero¿porquésonríes,Jane?

—Estaba pensando (y perdóneme, porque la idea ha acudidoinvoluntariamente a mi mente) en Hércules y Sansón y en sus respectivas

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amadas.

—¿Yenquémás,duendecillomío?

—Pensaba que si aquellos caballeros se hubiesen casado, su severidadcomo maridos hubiera superado en mucho a su dulzura de enamorados. Ysospecho que a usted le pasará igual. Me agradaría saber cómo contestarácuandodeaquíaunañolepidacualquierfavorqueustednojuzgueoportunoconcederme.

—Pídemeloahora,Jane.¿Quémásda?

—Loharéasí.

—Habla.Pero simemirasy sonríesde esemodo, teprometeréhacer loquemesolicitesantesdesaberloquees,yquizáconellohagaunatontería.

—Nolocreo.Sóloquieroquenohagatraerlasjoyasyquenomecoronederosas.Seríatanilógicocomosimandarabordarenoroesesencillopañueloquellevausted.

—Másbienquerrásdecirqueseríacomodorareloro...Bien:seteconcedepor ahora lo que pides.Rectificaré la orden que he enviado ami banquero.Peroestonoespedir,sinoobtenerquesetedejedehacerundon.Pídemeotracosa,pues.

—Entonces, señor, le ruego que satisfaga mi curiosidad sobre ciertoextremo.

—¿Cómo? —dijo, con alguna turbación—. Las peticiones que hace lacuriosidadsonarriesgadas.Celebronohaberprometidocomplacerteentodo.

—Ningúnriesgopuedehaberensatisfaceresacuriosidad.

—¿Tú qué sabes, Jane? Acaso, a hacerme preguntas sobre algo queconvenga mantener en secreto, prefiriera que me pidieses la mitad de misbienes.

—¿Yparaquénecesitolamitaddesusbienes?¿Acasosefiguraquesoyun judío usurero? Prefiero conseguir las confidencias de usted. ¿Va usted aexcluirmedesusconfidenciascuandomeaceptaensucorazón?

—Noterehusaréningunaconfidenciaconfesable,Jane;pero,poramordeDios,noteobstinesenquetehagaconfidenciasinútiles.

—¿Porquénoobstinarme?Ustedmismomehadichoqueloqueleplacedemíesmifuerzadepersuasión.Enresumen,¿porquéseempeñaustedenhacermesufrirdándomeaentenderqueibaacasarseconBlancheIngram?

—¿Noesmásqueeso?¡Menosmal!—ysonrió,desarrugóelentrecejoypasó lamanopormicabellera,con lasatisfechaexpresióndequienhavisto

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alejarse el peligro—.He fingido cortejar a Blanche Ingram porque deseabaqueteenamorarastanlocamentedemícomoyoloestabadeti.Sabíaquelosceloseranelmejormododeconseguirloquemeproponía.

—¡Admirable!Esustedmáspequeñitoquelapuntademimeñique.¿Noledabavergüenza?¿CómojugabaasíconlossentimientosdeBlanche?

—Todos sus sentimientos se reducen a uno: el orgullo. Y convienehumillarlo. ¿Estabas celosa, Jane?—Eso no le interesa. ¿Cree que BlancheIngram no sufrirá con el proceder de usted? ¿No piensa que se consideraráabandonadaydesairada?

—Yatehedichoqueesellaquienmehaabandonadoamí.Elpensarenmiinsolvenciaenfrióo,mejordicho,extinguiósuardorinstantáneamente.

—Esustedoriginal,Mr.Rochester.Tieneustedprincipiosmuyextraños.

—Si hubiesen sido encauzados cuando empezaban a desarrollarse, misprincipiosnoseríancomoson.

—En serio: ¿cree que puedo gozar de esta gran alegría sin amargármelaconelpensamientodequeotramujersufreloqueyosufríaantes?

—Puedes,chiquitamía.Nohaynadieenelmundoquemequieracomotú.Yaves,Jane,quetengoelconsuelodecreerquemequieres.

Puse mis labios sobre su mano, que estaba apoyada en mi hombro. Leamabamucho,enefecto,másde loqueyopudieradecir,másdecuanto laspalabraspuedenexpresar.

—Pídemealgomás—dijo—.Mimayorplacerescomplacerte.

—EntoncesmanifiesteustedsuspropósitosaMrs.Fairfaxantesdequeyolavea.Ayernossorprendióenelvestíbuloyseextrañó.Medisgustaqueunamujertanbondadosacomoellamejuzguemal.

—Veteatucuartoyponteelsombrero—dijo—.TienesqueacompañarmeaMillcote.Entretanto,yohablaréalabuenaseñora.

Mevestírápidamentey,cuandosentíaMr.RochestersalirdelgabinetedeMrs.Fairfax,medirigíallí.LaancianahabíaestadoleyendolaBiblia;eltomosehallabaabiertoyteníalasgafaspuestassobreél.Parecíahaberolvidadosuocupación,interrumpidaporlanoticiaqueRochesterlediera,ysusojos,fijosen lablancapared, expresaban la sorpresapropiadeuncerebro sensatoqueasistealdesarrollodecosas insólitas.Alvermese levantó,hizounesfuerzoparasonreírymedijoalgunaspalabrasdefelicitación.Perosusonrisaexpiróyhastaacabóinterrumpiendosuenhorabuena.CerrólaBiblia,apartólasgafasyretirósusillaunpocohaciaatrás.

—Estoyasombrada—confesó—.Casinoséquédecirla.¿Nohabréestado

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soñando?Avecesmeadormezcocuandoestoysentadaasolas,imaginocosasque no han ocurrido jamás. Una vez me pareció que mi difunto marido,muertohacequinceaños,sesentabaamiladoymellamabaporminombre,Alice, como acostumbraba. Dígame: ¿es cierto que el señor le ha pedidorelaciones?Noseríademí.Peromehaparecidoqueélhaestadoaquíhacecincominutosymehadichoquedentrodeunmesseráustedsuesposa.

—Lomismomehadichoamí—repliqué.

—¿Ylecreeusted?¿Haaceptado?

—Sí.

Memiró,turbada.

—¡Nunca seme hubiera ocurrido semejante cosa!Él, que es un hombreorgulloso, como todos los Rochester... ¿Es posible que quiera casarse conusted?

—Asímelohadicho.

Memiródepies a cabeza, y leí en sus ojos quenoveía enmíhechizostales que justificaran aquelmisterio.—Meparece increíble—dijo, al fin—,peronolodudo,puestoqueustedlodice.Cómoresultarátodo,nomeatrevoapredecirlo.Esmuyaconsejable en estos casosque la fortunay la edad seananálogos,yéllellevaveinteaños.Podríacasisersupadre.

—Nadadeeso,Mrs.Fairfax—protesté—.Nadiequenosvierajuntosdiríaquepuedesermipadre.Mr.Rochesterpareceyestanjovencomounhombredeveinticincoaños.

—¿Secasaconustedporamor,enrealidad?—preguntó.

Mesentítanheridaporsufríoescepticismo,quelaslágrimasacudieronamisojos.

—Sientohaberladisgustado—dijo laviuda—,perousted esmuy joven,noestáacostumbradaatratarconloshombresyquisieraponerlaenguardia.Yasabequenoesorotodoloquereluce.Enestecaso,temoquetodoterminedeunmodoqueniustedniyodesearíamos.

—¿Acaso soy un monstruo? —pregunté—. ¿Es imposible que Mr.Rochester sienta algún afecto pormí?—No.Es usted agradable ymejorarácon el tiempo, y reconozco que Mr. Rochester parece apreciarla. Vengoobservando hace tiempo su predilección por usted. Ha habido ocasiones enque he estado a punto de advertirla que se pusiera en guardia contra esaexcesivapreferencia,pero temíaofenderla,porqueesusted tanmodesta, tandiscreta y tanprudente, quepensabaque sabría guardarse por símisma.Nopuedeustedimaginarloquesufríanochecuandolabusquéportodalacasasin

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encontrarlaycuandolavivolverconéltantarde...

—Todoesonoimporta—interrumpí,conimpaciencia—.Yaveque todovabien.

—Esperoquevayabienhastaelfin,mas,créame,todaprecauciónespoca.Procuremantenerse a cierta distancia del señor.No confíe en él ni enustedmisma. Caballeros de la clase de Mr. Rochester no suelen casarse coninstitutrices.

Miirritacióncrecía.Afortunadamente,Adèleaparecióenaquelmomento.

—¡LlévemeaMillcote!—exclamó—.Enelcochehaybastantesitio.PidaaMr.Rochesterquemelleve.Éldicequeno...

—Selodiré,Adèle—repuse—.Ylasaquédelahabitación,sintiéndomesatisfecha de separarme de la anciana. El coche estaba listo y Rochesterpaseabaantelafachadadelacasa,seguidodePiloto.

—¿Noquiere quenos acompañeAdèle?—pregunté.—Ya le he dicho aellaqueno.Noquierollevarchiquillos.

—Llevémosla,Mr.Rochester.Esmejor...

—No:quesequede.

Su acento y su mirada eran tan autoritarios que, sin poderlo evitar, losconsejos de Mrs. Fairfax acudieron a mi cerebro y la dudas que ellaexperimentaba se me comunicaron, empañando mis esperanzas con unasombra de incertidumbre. Le obedecí maquinalmente sin replicar. Alayudarmeasubiralcochememiró.

—¿Quépasa?—preguntó—.Todatualegríasehadesvanecido.¿Quieresrealmentellevaralapequeña?

—Lopreferiría.

—Entonces corre a buscar tu sombrero y vuelve como un relámpago—ordenóaAdèle.

Ellaobedeciótandeprisacomopudo.

—Despuésdetodo—dijoél—,noesmuchosufrirunainterrupcióndeunamañana cuando de aquí a poco voy a poder reclamarte íntegramente tuspensamientos,tucompañíaytuconversaciónparatodalavida.

Adèle,alsubiralcoche,comenzóabesarmeenmuestradegratitud,peroéllahizoinmediatamentesentarseenunángulodelasiento,enelladoopuestoalmío.Adèlememirabaahurtadillas,yaquesuvecinodeasientosemostrabatanpocoagradableparaellaquenoseatrevíaadecirlenipreguntarlenada.

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—Déjelaveniramilado—dije—.Ahíquizálemolesteyaquísobrasitio.

La cogió como si hubiera sido un perrito faldero y la cambió de lugarmientrasdecía,aunqueahorasonriendo:

—Acabarémandándolaalcolegio.

Adèle que le oyó, se apresuró a preguntar si iba a ir al colegio sansmademoiselle.

—Sí—contestóél—,sansmademoiselle.MelavoyallevaralaLuna.Lameteréenunacueva,enunodelosblancosvallesqueseextiendenentrelascumbresdelosvolcanes,yallíviviráconmigo,sóloconmigo.

—Peronotendránadaquecomerysemorirá—observóAdèle.

—Yorecogerémanáparaelladosvecesaldía.LasllanurasymontesdelaLunaestánllenosdemaná.

—Tendráquecalentarse.¿Cómoencenderáfuego?

—LasmontañasdelaLunaarrojanfuegoporloscráteresdesusvolcanes.CuandoJanetengafríolacolocaréenunodeellos.

—Oh, qu'elle y será mal... peu confortable! Y cuando se le estropee laropa, ¿dónde comprará otra nueva? Rochester estaba empeñado enmaravillarla.

—Para eso están las nubes,mujer. ¿No crees que de una nube blanca orosada se puede cortar un buen vestido?Y con el arco iris puedemuy bienhacerseunlindochal.

—Mademoiselle está mejor como ahora —dijo Adèle, agregando—:Además se aburriríadevivir sola conusteden laLuna.Siyo fuera ella, noconsentiríaenirmeallíconusted.

—Puesellamehadadosupalabradeacompañarme.—Nosécómovaallevarla.AlaLunanohaycaminos,nosiendoelaire,yniustedniellasabenvolar.—Miraeseprado,Adèle.¿Loves?Puesenél,hacedossemanas,estabayosentadoenunportillo,conunlápizyunlibro,cuandodepronto,notéqueunafigurallegabaporelsenderoysedeteníaadospasosdemí.Miréyviunacosapequeñita,conunvelodetelarañasenlacabeza.Seacercóysesentóenmisrodillas.Nonosdijimosnada,peroyoleíaensusojosyellaenlosmíosynuestrasmiradasmantuvieronuncoloquio.MedijoqueeraunhadaqueveníadelpaísdelaFantasíaafindehacermedichoso,asegurándomequeparaelloera necesario abandonar la Tierra y buscar un sitio solitario, como porejemplo,laLuna.Meindicóqueenellahabíaunvalledeplatayunacuevadealabastrodondeyopodríaestarmuycontento.Ledijequemegustaríair,peroqueno tenía alasparavolar.«Esonoofrecedificultad—contestóelhada—

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Toma este anillo de oro. Es un talismán. Ponlo en el anular de mi manoizquierda y tú te convertirás en mío y yo en tuya. Entonces podremosabandonar la Tierra y volar al cielo.» Llevo el anillo en el bolsillo, Adèle.Ahoratienelaformadeunamoneda,peropiensoconvertirlomuyprontoenanillo.

—¿QuétienequeverMademoisellecontodoeso?UstedhadichoqueibaallevaraMademoisellealaLuna...

—Mademoiselleesunhada—cuchicheóaloídodelaniña.

Yoledijequenolecreyese.Ella,consuescepticismofrancés,nolecreyó,enefecto.TratóaRochesterdeunvraimenteuryleaseguróqueellanocreíaensusconiesdefées,quedureste,iln'yavraitpasdefées,etquandmémeilyenavait,noseapareceríanaélniledaríananillosniseofreceríanavivirconélenlaLuna.

LahoraquepasamosenMillcotefuemuyembarazosaparamí.Rochestermeobligóaentrarenunalmacéndondemeordenóqueeligieramediadocenadevestidos.Yoaborrecíaelirdecomprasyleroguéqueloaplazase,peronolo conseguí. Logré,mediante enérgicos cuchicheos, que lamedia docena seredujeseados,peropusolacondicióndeelegirlosélmismo.Susmiradassedetuvieronsobreunaricasedacoloramatistayunsoberbiorasocolorderosa.Atravésdeunanuevaseriedecuchicheos ledijeque lomismopodíahaberelegidounvestidodeoroyunacoronadeplatay, congrandesdificultades,porque se empeñaba en ser duro como el granito, logré convencerle de queoptaseporunsaténnegroyunasedacolorgrisperlamásmodestos.Convino,al fin,enello,advirtiéndomequesólocedíaporaquellavez,peroqueen losucesivoqueríavermevestidaconmáscoloresqueunpénsilflorido.

Salí con la satisfacción del almacén, si bien para entrar en la joyería.Cuantasmáscosascompraba,másmeruborizabayo,sintiéndomehumilladayadisgusto.Volvíalcochecontrariadísima.EntoncesmeacordédelacartademitíoJohnEyre,olvidadaeneltorbellinodelossucesosdeaquellosdías,enlaqueanunciabasupropósitodeadoptarme.«Seríamuchopeor—medité—que yo tuviese cierta independencia. Me sería insoportable verme vestidasiempreporMr.Rochestercomounamuñeca,vivircomounasegundaDánae,bajo una lluvia de oro. En cuanto vuelva a casa escribiré a mi tío Johndiciéndole que voy a casarme y con quién. Si tengo la esperanza deproporcionaralgúndíaaRochesteralgúnaumentodesusbienes,sobrellevarémejorestascosas.»Algotranquilizadapormipropósito—que,noobstante,nodebía aquel día llevar a la práctica—,miré ami señor y enamorado. Le visonreírymeparecióqueaquella sonrisa era ladeun sultánenel agradablemomento de cubrir de joyas y oro a una de sus esclavas. Cogí sumano, ymientrasélestrechabaconfuerzalamía,ledije:

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—Nomemiredeesemodo.Delocontrario,nollevaréenlosucesivootrasropasquelasqueusabaenLowood.Mecasaréconestemismovestidilloquellevoyustedpodráemplearparahacersechalecoslatelaquehacomprado.

—¡Quégraciamehaceverteyoírte!—exclamóél—.¡Quéoriginaleres!¡NocambiaríaestainglesitaportodoelserrallodelGranTurco,consusojosdegacela,susformasdehuríydemásencantos!

Estaalusiónorientalmehiriódenuevo.Dije:

—Nohablemosdeserrallos.Siustedmeconsiderasecomoequivalentedeunadeesashermosasdelosharenesymetomaraentalsentido,haríamejoreniraadquiriresclavasenlosbazaresdeEstambul.

—¿Yquéharíastúmientrastanto?

—Me prepararía para ser misionera e iría a predicar la abolición de laesclavitud,incluyendoladelasesclavasdesuharén.Meintroduciríaenélylasamotinaría.Caeríaustedennuestrasmanosy,pormuyvigorosoqueustedsea,nosaldríadeellashastaquehubieradevueltoasusmujeressualbedrío,otorgándoles una constitución tan liberal como jamás déspota alguno hayaconcedido.—Meconfiaríaentoncesatuclemencia,Jane.

—Yonotendríaclemenciaparaustedsimemirabacomomemiraahora,porque estaría segura de que su primer acto sería violar las cláusulas de laConstituciónquenosconcediese,tanprontocomoledejásemosenlibertad.

Entretanto,habíamosllegadoaThornfield.Rochestermeayudóaapearmey,mientrasbajabaaAdèleyomeapresuréasubirlasescaleras.

Cuandomeinvitóareunirmeconélaquellanoche,yohabíaresueltoqueseocupaseenalgo,porquenoestabadispuestaapasartodoeltiempoenunaconversación íntima téte—à—téte. Recordaba la buena voz de Rochester ysabíaquelegustabacantarcomoacasitodoslosquetienenunahermosavoz.Encuantoamí,aunquenofuesebuenacantante—ni,segúnél,buenamúsica—,medeleitabaoírcantarbien.Así,tanprontocomoelanochecercomenzóadesplegarsuazulyestrelladabanderamásalládelasventanas,abríelpianoyroguéaRochesterquecantaraenobsequiomío.

—¿Tegustamivoz?—preguntó.

—Mucho—repuse.

Nodeseabahalagarsuvanidad,peroporunavezydadoelcasodequesetrataba,meparecióoportunohacerlo.

—Entonces,Jane,tendrásqueacompañarmealpiano.

—Conmuchogusto.

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Comencé,sibiencasienseguidafuiarrojadadeltaburetesinceremoniasycalificadadechapucerilla.Élsesentóenmilugarycomenzóaacompañarsumelodía con lamúsica.Tocaba tanbien comocantaba.Yome senté junto aunaventanay,mientrasmirabalosárbolesyelcampooscuro,leoícantarlasiguientetonada:

Elmásverdaderoamorquenadiehajamássentidoinflamamicorazónyacelera sus latidos. Soy feliz cuando la veo e infeliz cuando ha partido. Sitarda en llegar, inquieto, se hiela en mi sangre el ritmo. Por la indecibleventura de verme correspondido, yo haría lo que no haría ningún otro sernacido.

Por ese amor cruzaré los infinitos abismos que nos separan; delmar loshirvientes remolinos; como un salteador, yo me arrojaré al camino yatropellaré por todo lo que pueda desunirnos; obstáculos venceré; desafiarépeligros;conrazónosinrazón,sinmiedoapremioocastigo.Pesealasañayalodiodetodosmisenemigos,alcanzaréelarcoirisdetrásdelqueperegrino.Combatirécontratodo,sinquehumanosnidivinoslogrenoponerbarrerasaltriunfo de mis designios. Hasta que de mi adorada los delicados deditosenlacenmi rudamanoconeslabonesde lirios,mientrasconunbesoselleeljuramentoofrecidodeacompañarmesimueroyacompañarmesivivo.

Selevantóyavanzóhaciamí.Viensurostropintadatalemociónyensusojos relampaguear tan ardiente llama, que me sentí desasosegada por unmomento.Peroreaccioné.Erandetemerpeligrosasescenasdeternuraydebíaprecavermecontraellas.Así, al acercarse, lepreguntéconasperezaqueconquiénpensabacasarseahora.—¡Vayaunapreguntaquemehaces,Jane!

—Nadadeeso.Esmuynatural.¿Nohahabladodequesufuturaesposaleacompañesimuere?Notengopropósitoalgunodellevaralaprácticaesaideapaganademorirconusted.

—Desdeluego:mebastaconquemeacompañesenlavida.Lamuertenosehahechoparaunsercomotú.

—Sísehahecho,perocuandolleguemihoraynoantes.

—Bien:¿meperdonaseseegoístapensamientoymedemuestrastuperdónbesándome?

—Prefieronohacerlo.

Meapostrofó, acusándomede sermásduraqueunapiedray afirmóque«cualquier otra mujer se hubiera emocionado profundamente escuchandoaquellosversosentonadosenalabanzasuya.»

Le aseguré que mi carácter era duro como el pedernal y que estabadispuestaamostrarletodoslosaspectosmalosdemimododeserdurantelas

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próximascuatrosemanas,afindequesupiesequéclasedecompromisoibaacontraermientrasestuvieseaúnatiempoderescindirlo.

—¿Quierescallarteohablarconsentidocomún?—Mecallaré, siquiere,peroencuantoahablarconsentidocomún,perdonequeledigaqueesoesloqueestabahaciendoahora.

Se irritó, bramóypateó, peroyomemantuve inflexible. «Haz lo que teparezca—pensaba—,porqueestoyseguradequeestesistemaeselmejorquepuedoseguircontigo.Tequieromásdeloqueteimaginas,peronodeseocaerenlascomplicacionesqueproducenorefrenarelsentimiento.Cuantomayordistanciaexistaahoraentretúyyo,mejorserádespuésparaambos.»

Cada vez más irritado, Rochester se retiró a un rincón del cuarto. Yoentoncesmelevantétranquilamente,dijeconlaexpresiónrespetuosahabitualenmí:«Buenasnoches,señor»,ysalí.

Perseveré durante todo el tiempoque faltaba en la actitud adoptada, conexcelentesresultados.Porque,sibienmisistemacontrariabaeldespotismoylosarranquesdeRochester,porotroladoconcordabaconsurazón,susentidocomúny,enelfondo,creoquehastaconsusgustos.

En presencia de extraños yo me manifestaba, como antes, deferente eimpasible, y sólo en nuestras veladas a solas me permitía contrariarle yzaherirle.Cadatarde,alassieteenpunto,enviabaapormíy,cuandoyomepresentaba, las dulces frases de «amor mío», «querida» y otras análogasestaban ausentes de sus labios.Lasmejores queme dedicaba eran «muñecadeslenguada»,«espíritumaligno»,«bruja»,«veleta», etc.Envezdecaricias,mehacíamuecas;envezdeapretarmelamano,medabapellizcos;envezdebesarme, me aplicaba severos tirones de orejas. Pero yo prefería estasmuestras de afecto a otrasmás íntimas.Noté queMrs. Fairfax aprobabamiactitudyquesustemoressedesvanecían.Rochesterafirmabaqueyoleestabaquemandolasangreymeamenazabaconfierasvenganzasenlofuturo.Peromereíadesusamenazas,creíaobrarconaciertoypensabaquedespuéssabríaobrar lomismo, ya que si el procedimiento de ahora no resultaba adecuadodespués,otroseencontraría.

Mi tarea, sin embargo, no era fácil. Muchas veces hubiese preferidocomplacer a Rochester en vez de atormentarle. Mi futuro esposo se habíaconvertidoparamíenlaúnicacosaimportantedeestemundo,ycreoqueaundelotro.ÉlsehabíainterpuestoentremissentimientosreligiososyyocomouneclipseseinterponeentreelSolylaTierra.Enaquellaépoca,elhombredequienhabíahechounídolomeimpedíaverotracosaquenofueraél.

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XXV

Los últimos momentos del mes estipulado estaban a punto de expirar.Todoslospreparativosparaeldíadelabodasehallabancompletos,almenospormiparte.Misequipajesestabanlistos,atados,dispuestosparaserenviadosaLondres al siguiente día. También entonces debía salir yo, omejor dicho,JaneRochester,unapersonaaquiennoconocíaaún.ElpropioEdwardhabíaescritolasetiquetasdemisequipajes.«Mrs.Rochester,Hotel...Londres.»Nomeresolvíaapegarlasaún.¡Mrs.Rochester!Semejantesernocomenzaríaaexistir hasta la mañana siguiente, poco después de las ocho, y me parecíamejor esperar a que naciese para asignarle con entera propiedad aquellosobjetos.Entretanto,nopodíaconcebirquemeperteneciesen lasprendasquesustituiríanminegrovestidoymisombrerolowoodianos:eltrajedeboda,elvestido color perla, el vaporoso velo que se hallaban colocados en elguardarropaquehabíaenmidormitorio.

«Osdejo solos»,murmuré al cerrar el guardarropapara evitar la extrañaapariencia,casifantasmal,queaaquellahora,nuevedelanoche,ofrecíanlosropajesblancosentrelassombrasdelahabitación.Teníafiebre;fuerasoplabaelvientoyqueríaaspirarelairepuro.

Noeransóloelajetreodelospreparativosnilaesperadelgrancambioqueibaaproducirseenmividaloquemehacíasentirmefebril.Existíaparaellouna tercera causaquenadie sinoyoconocía, yquehabía sucedido lanocheantes.

Mr.Rochestersehallabaenunaspropiedadessituadasaunadistanciadetreintamillas,dondefueaarreglarciertosasuntosantesdesuviaje.Yyo,alpresente, esperaba su regreso, confiando encontrar en él la solución delenigmaquemeinquietaba.

Bajéalhuerto.TodoeldíahabíasopladovientodelSur,trayendo,devezencuando,algunosramalazosdelluvia.Lasnubescubríanelcieloenmasascompactas,sinqueunsolotrocitodecieloazulhubiesebrilladodurantetodoaqueldíadejulio.

Experimenté cierto violento placer sintiendo el azote del aire querefrescabamiturbadamente.Porelcaminobordeadodelaureles,lleguéhastael gran castañomedio destrozado por el rayo. En aquelmomento, una lunacolor de sangre apareció momentáneamente entre las nubes para volver aocultarsetrasellasdespués.Porunsegundo,elvientoparecióquedarinmóvilentornoaThornfield.Luegovolvióasoplarconfuerza.

Anduvedeunladoaotrodelhuerto.Lahierba,entornoalosmanzanos,estaba cubierta de manzanas caídas. Comencé a recogerlas, separando las

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verdesdelasmaduras.Llevééstasalacasaylascoloquéenladespensa,dedonde fui a labibliotecaparaasegurarmedequeel fuegoestabaencendido.Aunque era verano, sabía que, dado lo sombrío del tiempo, a Rochester leagradaría encontrarunabuena lumbre.Acerqué su sillón a la chimeneay lamesa al sillón y coloqué en ella las bujías. Una vez hechos aquellospreparativos, no sabía si salir o quedarme en casa, porque me sentía muyinquieta. Un pequeño reloj que había en el aposento y el viejo reloj delvestíbulodieronsimultáneamentelasdiez.

«¡Quétardees!—pensé—.Voyaacercarmehastalasverjas.Lalunasalearatos y puedo otear el camino. Si me reúno con Edward en cuanto lo vea,evitaréalgunosminutosdeespera.»

Elvientoagitabaconviolencialosaltosárbolesquesombreabanlaentradade la propiedad. El camino, a izquierda y derecha, en cuanto alcanzaba lavista,estabasolitario.Sóloseveíansobreél,aintervalos,laspálidassombrasdelasnubescuando,porunossegundos,brillabalaluna.

Unalágrimapueril,lágrimadeimpacienciaydisgusto,acudióamisojos.La luna parecía haberse encerrado herméticamente en su celeste estancia,porquenohabíavueltoaaparecer.Lanochesehacíacadavezmásoscuraylalluviaibaenaumento.

«¡Quieroquevenga,quieroquevenga!»,deseéconunansiacasihistérica.Le esperaba antes del té y era ya noche cerrada. ¿Le había sucedido algúnaccidente? Recordé el suceso de la noche anterior y lo interpreté como unpresagio de desventura. Presentía que mis esperanzas eran demasiadohermosas para que se realizasen y hasta pensé que había sido tan dichosaúltimamente que mi fortuna, después de llegar a su cenit, debía comenzarindefectiblementeadeclinar.

«Nopuedovolveracasa—reflexioné—yestaralladodelfuego,mientrasél soporta fuera la inclemencia de la noche. Prefiero tener los miembrosfatigados antes que el corazón oprimido.Avanzaré por el camino hasta queencuentreaEdward.»

Yavancé.Nohabíarecorridoaúnuncuartodemillacuandosentíruidodecascos.Uncaballo,seguidoporunperro,llegabaatodogalope.¡Enhoramalatodoslospresentimientos!Allíestabaél,montadoenMesrouryacompañadoporPiloto.Mevio a la luz de la luna que había salido otra vez, se quitó elsombreroyloagitóentornoasucabeza.Corríareunirmeconél.

—¡Estávistoquenopuedesvivirsinmí!—exclamó—.Ponelpiesobremibota,damelasmanosy¡arriba!Obedecí.Laalegríameprestabaagilidad.Monté en la delantera del arzón. Un ardiente beso fue el saludo quecambiamos.Élpreguntóenseguida:

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—¿Quépasa,Jane,paraquehayasvenidoabuscarmeaestashoras?

—Creíquenollegabaustednunca.Meerainsoportableesperarleencasaconestalluviayestehuracán.

—Estásmojada como una sirena. Cúbrete conmi abrigo. Pero creo quetienes fiebre, Jane. Te arden las manos y las mejillas. Si ha pasado algo,dímelo.

—Ahoranomepasanada.Notengotemornimesientoinfeliz.

—Entonces,¿lohassentidoantes?

—Luegoleexplicaré.Seguramentesereirádemí...

—Mañana reiré todo lo que quieras. Antes no: no tengo aún segura mipresa... Me refiero a ti, que durante este mes último has sido para mí tanescurridizacomounaanguilaymásespinosaqueunarosasilvestre.Nopodíatocarteniconundedosinquemepincharas.¡Yahoraencambiotetengoenmisbrazoscomounamansacordera!¿Cómoesquehassalidodelredilparavenirabuscaratupastor,Jane?

—Deseaba verle. Pero no cante victoria... Ya estamos en Thornfield.Ayúdemeaapearme.

Mepuso en tierra. John se llevó el caballoy élme siguió a la casa.Meindicóquefueseacambiarmederopa,loquehiceatodaprisa.Cincominutosdespués,volvíaylehallabacenando.

—Siéntate y come conmigo, Jane. Es la última vez que comerás enThornfielddurantemuchotiempo.

Mesentéjuntoaél,peronocomí.

—¿AcasoelpensamientodellargoviajequehemosdehaceraLondrestequitaelapetito?

—Hoy veo todas las cosas confusas y casi no sé ni lo que tengo en elcerebro.Todoloquemerodeameparecefantástico.

—Menosyo.Yosoyabsolutamentereal.Tócameyloverás.

—Ustedmeparecelomásfantásticodetodo,casiunacosasoñada...

Alargósubrazomusculoso,recio,lopusoantemisojosydijo,riendo:

—¿Esestounsueñoacaso?

—Aunqueseatangible,esunsueño—dije—.¿Haterminadousted?

—Sí,Jane.

Toqué lacampanillaymandéquitarelservicio.Cuandoquedamossolos,

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aticéelfuegoyluegomesentéanteRochesterenunasientobajo.

—Escasimedianoche—dije.

—Sí,Jane,perorecuerdaquemeprometistevelarconmigolanocheantesdemiboda.

—Y lo cumpliré, al menos por una hora o dos. No tengo ganas deacostarme.

—¿Tienestodaslascosasarregladas?

—Todas.

—Pormipartetambién—repusoél—ynosiremosdeThornfieldmañanamismo,mediahoradespuésdevolverdelaiglesia.

—Bueno...

—¡De quémodo tan raro lo has dicho! ¡Cómo brillan tusmejillas y tusojos!¿Teencuentrasbien,Jane?

—Creoquesí.

—¡Crees!Vamos,dimequétepasa.

—Nosabríaexplicarme.Quisieraquenuncaseacabaranestosmomentos.¿Quiénsabeloquenosreservaeldestino?

—Todoesosonnervios,Jane.Estássobreexcitadaoacasomuyfatigada.

—¿Yustedsesientetranquiloyfeliz?

—Feliz,sí;tranquilo,no.

Lemiré,tratandodedescubrirensurostrolaexpresióndesudicha.Estabaarrebatado.

—Vamos,confíaenmí,Jane—continuó—.Aliviatupechoconfiándomeel peso que lo oprime. ¿Qué temes? ¿Sospechas que no voy a ser un buenesposo?

—Nadamáslejosdemispensamientos.

—¿Teasustanlosnuevosambientesenquevasavivir,lanuevaexistenciaquevasallevar?

—No.

—Me asombras, Jane. Tu aspecto y tu acento me dejan perplejo y meentristecen.Explícate.

—Entonces,escuche.Ustednoestuvoencasalanochedeayer...

—Ya, ya sé que no estuve... Y adivino que ha sucedido algo en mi

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ausencia,yquemeloocultas.Algoquetehadisgustado,aunqueseguramenteno tendrá importancia. ¿Te ha dicho algo Mrs. Fairfax? ¿Te ha ofendidoalgunodeloscriados?

—No —repuse. Era medianoche. Esperé a que el argentino timbre delrelojitodelaposentoylapesadacampanadelgranrelojdelvestíbulohubiesenterminado de dar la hora, y continué—: Todo el día de ayer estuve muyocupadaarreglandomiscosasysintiéndomefelizconesaocupación,porqueno estoy, como usted se figura, asustada de vivir en un nuevo ambiente,etcétera.Loquepiensoesen lomagníficoquehade sermevivir conusted,porque le amo. Ayer yo creía en la Providencia y esperaba que todo sedesenlazaría en bien de usted y mío. Hacía un día excelente y por ello nosentía inquietud alguna respecto a su viaje. Después de tomar el té, salí apasearunpocoantelacasa,ycontalintensidadpensabaenusted,quecasimeparecía tenerle presente.Me asombraba de que losmoralistas llamen a estemundounvalle de lágrimas, porque amímeparecía un jardínde rosas.Aloscurecer, el aire refrescó y el cielo se cubrió de nubes. Entré. Sophie mellamóparaqueexaminaramivestidodeboda,queacababadetraerenaquelmomento. Encontré el velo que usted me regala y que, en su principescaextravagancia, ha hechoqueme traigan deLondres, sin duda conobjeto dechasquearme en mi propósito de no aceptar objetos costosos, como hicecuandomeneguéaaceptarlasjoyas.Sonreíalapreciarelempeñodeustedenenmascararasuhumildeprometidaconeldisfrazdeunagranseñora.Estabameditando sobre elmodo de presentarle el retazo de blonda sin bordar quehabíapreparadoparacubrirmihumildecabezaeldíadelaboda,yproyectabadecirlequeerabastanteparaunamujerquenoleaportanifortuna,nibelleza,niunaalianzailustre.Imaginabamentalmentelasdemocráticascontestacionesdeusted,ysuperversainsistenciaenafirmarquenonecesitabaniaumentoderiquezaniunirseanadiequeledéelbrillodesusblasones...

—¡Cómoadivinasmispensamientos,brujilla!—interrumpióRochester—.Pero ¿qué has hallado en ese velo, aparte de sus bordados? ¿Un puñal, unveneno?Porque,ajuzgarportumodode...

—No, no, no hallemás que su riqueza y su delicadamanufactura. Peroentretanto oscurecía, arreciaba el viento y yo hubiera deseado que ustedestuvieseencasa.Vinea estahabitaciónyme impresionóel espectáculodeeste sillón vacío y esta chimenea apagada.Me acosté en seguida.No podíadormir.Me sentía desasosegada y nerviosa. Creí oír de pronto, no sabía sidentroofueradelacasa,unextrañosonido,algotristeylúgubre,alparecerlejano.Cesó,alfin,conmuchasatisfacciónmía.Aldormirmesoñéqueeradenoche, una noche oscura, y que yo deseaba estar con usted, pero que entreambossurgíaunabarreraque,nosécómo,nosseparaba.Duranteesteprimersueñoyo seguía un caminodesconocido rodeadadeunaoscuridad absoluta.

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Lalluviamecalabayyoibacargadaconunniñito,demasiadopequeñoparaandar solo y cuyo llanto sonaba de unmodo lastimero enmis oídos.Ustedseguíaaquelcamino,muylejosdemí,yyomeesforzabaenalcanzarleyenhacerle pararse a esperar tratando de pronunciar su nombre tan alto comopodía. Pero mis movimientos y mi voz estaban como paralizados yexperimentabalaimpresióndequeustedsealejabamáscadavez.

—¿Demodoqueeraesoloqueteníascuandoteheencontrado?¿Unmerosueño?¡Quénerviosillaeres!Déjatedevisionesypiensaenlafelicidadrealquenosaguarda.Vamos;dimequemequieres,Jane.Esaspalabrasmesuenantandulcescomolamúsica...¿Meamas,Jane?

—Sí;contodomicorazón.

—Bien —dijo él, tras unos minutos de silencio—. Es raro, pero tuspalabrasmehanproducidounasensacióncasidolorosa.¿Porquéserá?Acasoporlaafectuosaenergíaconquelashaspronunciado,porlamiradadefe,delealtad y de confianza que las acompañaba. Me ha parecido que había unespíritujuntoamí...Mientrasmemirescomomemirasahora,Jane,mientrassonrías como sabes sonreírme, aunque me digas que me odias, aunque meinjuriesymeatormentes,nopodrérenegardeti,teamaréy...

—Temodisgustarlealfinaldemirelato.Escúcheme.—Creíqueyamelohabíasdichotodo.Pensabaquelacausadetutristezaestabaenesesueño.

Movílacabeza.

—¿Cómo?¿Hayalgomás?Esperoquenoseanadaimportante.Sigue.

La inquietud de su aspecto, cierta impaciencia de sus ademanes, meextrañaron.Continué:

—Aún soñé otra cosa: que Thornfield estaba en ruinas y era guarida debúhosymurciélagos.Detodalafachadasóloquedabaenpieunfrágillienzodepared.Yoerraba,a la luzde la luna,entre las ruinasen lasquecrecía lahierba, tropezando,oraconuntrozodemármol,oraconuncaídofragmentodecornisa.Seguíallevandoalniñitodesconocido,envueltoenunchal.Meeraimposibleponerleenelsuelo,ypormuchoquesupesomefatigase,habíadecontinuarllevándole.Alolejos,enelcamino,oíalaspisadasdeuncaballoyestaba segura de que era el de usted, que partía para un lejano país, dondepermaneceríamuchosaños.Tratédeescalarelmuroatodaprisa,parapoderverledesdearriba.Laspiedrassedesmoronabanbajomispies,lahiedraaquetratabadeasirmecedía;elniño,abrazadoamicuelloyaterrorizado,casimeestrangulaba. Pero al fin llegué.Usted era ya un punto en la distancia y sealejabapormomentos.Soplabaunvientotanfuertequenomepodíasostener.Mesentéenelestrechobordedelmuro,colocandoalniñosobremi regazo.Usteddoblóunacurvadelcaminoy,cuandoyoledirigíaunaúltimamirada,la

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pared se derrumbó, el niño cayó de mis rodillas, perdí el equilibrio y medesperté.

—¿Esoestodo,Jane?

—Todoelprólogo.Ahorafaltaelrelato.Aldespertarme,unaluzhiriómisojos.Penséqueyaeradedía.Peronoeramásqueelresplandordeunavela.SupusequeSophieestabaenlaalcoba.Alguienhabíadejadounabujíaenlamesa, y el cuartito guardarropa, donde yo colocarami velo ymi vestido deboda, se hallaba abierto. «¿Qué hace usted, Sophie?», pregunté. Nadiecontestó,perounafigurasurgiódelropero,cogiólavelayempezóaexaminarlos vestidos. «¡Sophie!», volví a exclamar.La figura seguía en silencio.Meincorporé en la cama,me incliné hacia delante y sentí que seme helaba lasangreen lasvenas.Porqueaquellamujernoeraningunade lasqueenestacasa conozco; no era Sophie, ni Leah, ni Mrs. Fairfax, ni siquiera—estoyseguradeello—GracePoole.

—Forzosamentehabíadeserunadeellas—interrumpióRochester.

—No;lejuroqueno.LamujerqueyoteníaantemínohacruzadojamássusmiradasconlasmíasdesdequevivoenThornfield.Todoensuaspectoeranuevoparamí.

—Descríbemela,Jane.

—Meparecióaltaycorpulenta,conunanegracabelleracayéndolesobrelaespalda.Nomefijéencómoibavestida;sóloséquellevabauntrajeblanco.

—¿Levistelacara?

—Primerono.Peroluegocogióelvelo,loexaminólargamente,selopusoysemiróelespejo.Entoncesdistinguísurostroenelcristal.

—¿Cómoera?

—Me pareció horrible. Nunca he visto cara como aquella: una caradescolorida,espantosa.Quisierapoderolvidaraqueldesorbitadomovimientodesusojosinyectadosensangre,ysusfaccioneshinchadascomosifuesenaestallar.

—Losfantasmassonpálidos,porreglageneral.

—Pues éste no lo era. Tenía los labios protuberantes y amoratados,arrugadoel entrecejo, lospárpadosmuyabiertos sobre susojos enrojecidos.¿Sabeloquemerecordaba?

—¿Elqué?

—Laaparicióndelasleyendasgermanas:elvampiro...

—¡Ah!¿Yquéhizo?

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—Se quitó el velo de la cabeza, lo rasgó en dos, lo tiró al suelo y lopisoteó.

—¿Yluego?

—Descorriólascortinasdelaventanaymiróhaciafuera.Enseguidacogiólavelaysedirigióalapuerta.Separójuntoamilecho,apagólabujíayseinclinósobremí.Tuvelasensacióndequesurostrotocabacasielmíoyperdíelconocimiento.Eslasegundavezenmivida—sólolasegunda—enqueelterrormehahechodesmayarme.

—¿Yhabíaalguiencontigocuandoterecobraste?

—Nadie.Eradedíaya.Sumergí lacabezaenagua,bebí,comprobéque,aunque débil, nome encontraba enferma y determiné no comunicar a nadieaquellavisión.Ahoradígame:¿quiénesesamujer?

—Una creación de tu mente. Tienes que cuidarte. Eres demasiadonerviosa.

—Nofuecosademisnervios.Todoloquedigoocurrióenrealidad.

—¿También los sueñosanteriores?¿AcasoThornfieldHall esuna ruina?¿Estoyseparadodetiporinsuperablesobstáculos?¿Teheabandonadosinunalágrima,sinunbeso,sinunapalabra?

—Aúnno.

—¿Yparezcoinclinadoahacerlo?Porqueyaestamoseneldíaenquenosuniremos con un lazo indisoluble. Y una vez unidos, no se repetirán esasterroríficasalucinaciones,teloaseguro...

—¡Alucinaciones!¡Quémásquisierayoquelofuesen!Ylodesearíaahoramásquenunca,envistadequeustednopuedeaclararmelapersonalidaddeesaparamíextrañavisitante.

—Puestoquenopuedodecírtelo,esquenohaexistido,estoesseguro.

—Cuando me he levantado esta mañana y he ido al ropero paraasegurarmedeque todoestabaenorden,heencontrado lapruebadequenohabíasoñado:elvelo,tiradoenelsueloypartidoendos...

Rochesterseestremeció.Meabrazóporlacintura,exclamando:

—¡GraciasaDiosqueesevelohasidoloúnicoquehasufridodaño!¡Oh,cuandopiensoenloquepudohabersucedido!

Meapretócontalfuerzacontrasupecho,quecasinomedejabarespirar.Continuó,trasunapausa:

—Te loexplicaré todo, Jane.Hasidomediosueñoymedio realidad.Sin

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dudaunamujerentróentucuarto.Ynofue—nopudoser—otraqueGracePoole.Tepareceunserextraño,ynotefaltarazón,siconsideramosloquenoshizoaMasonyamí.Sindudaencontrándotemediodormidayalgofebril,laviste entrar y le atribuiste una forma fantástica distinta a la que tiene enrealidad:ellargocabellodesmelenado,lafazoscuraehinchada,laexageradaestatura.Todoello son ficcionesdepesadilla.Elepisodiodelveloes real,ymuyapropiadoalmododeserdeesamujer.Yaveoquedeseaspreguntarmeporquéconservoenmicasaaunapersonaasí...Puesbien,telodirécuandollevemos casados un año y un día, pero no ahora ¿Estas satisfecha, Jane?¿Aceptasestasolucióndelmisterio?

Reflexioné. Tal solución, en efecto, parecía la única verdadera. No mesentía satisfecha, pero por complacerle traté de parecerlo. Le correspondí,pues,conunasonrisadeaquiescencia.Ycomoerabastantemásdelauna,medispuseadejarle.

—¿NoduermeSophieconAdèle?—mepreguntócuandocogímibujía.

—Sí.

—EnelcuartodeAdèlehaysitiosuficienteparati.Debesdormirallíestanoche, Jane. No me extraña que el incidente que me has relatado te hayapuesto nerviosa, y si pasas la noche sola no podrás dormir. PrométemeacostarteenlaalcobadeAdèle.

—Loharécongusto.

—Ycierra lapuertapordentro.DespiertaaSophiecuandoentres,conelpretextodeque te llamemañana temprano,paravestirteydesayunarteantesde las ocho. Y ahora basta de pensamientos sombríos. Olvida tuspreocupaciones,Jane.¿Oyesenquésuavebrisasehaconvertidoelvientodeantes?Tampocolalluviabateyaloscristales.Miraquénochetanhermosa—concluyó,corriendoelvisilloparaqueyomirara.

Eracierto.Lamitaddelcieloestabaazulylímpido.Lasnubes,impulsadaspor el viento, desaparecían, formando grandes y argentadas masas, en elhorizonte.Lalunabrillaba,serena.

—¿CómosesienteahoramiJane?—preguntómirándomealosojos.

—Lanocheesserenayyotambiénloestoy.

—Nada de soñar esta noche con terrores y pesadillas, sino con dulcessueñosdeamorydefelicidad.

Su deseo se cumplió a medias, porque no tuve ni pesadillas ni sueñosagradables,yaquenodormínada.ConAdèleentre losbrazosvelésusueño—e1sueñotranquilo,despreocupadoypurodelainfancia—yasíesperéquealborease el día. En cuanto el sol salió, me levanté. Recuerdo cuando me

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separédeAdèleabrazadaamí,cómoseparésusbracitosdemicuelloycómolloré,mirándola,conemociónreprimida,paraquemissollozosnoturbaransusueño.Ellasimbolizabaparamílavidapasada,comomiprometido,alqueibaahoraareunirme,simbolizabamiignoradoporvenir,temido,peroadorado.

XXVI

Sophievinoalassieteavestirme,enloquetardóbastante,hastaelpuntodequeRochester,impaciente,sinduda,pormitardanza,envióapreguntarelmotivodequeyonoacudiera.Enaquelmomentoellaestabacolocandosobremicabezaelvelo—quealfinhabíatenidoquesermilisovelodeblonda—ysujetándoloconunbroche.Meescapédeentresusmanosencuantopude.

—¡Espere!—exclamóella,enfrancés—.¡Nosehamiradoaúnalespejo!

Mevolvídesde lapuertayvienelcristaluna figura tandistinta,consuveloysusropas,delamía,quecasimeparecióotrapersona.

—¡Jane!—gritóunavoz.

Bajéapresuradamente.Rochestermerecibióalpiedelasescaleras.

—Vamos—dijo—. Estoy ardiendo de impaciencia; ¡hay que ver lo quetardabas!

Mecondujoalcomedor,meexaminóydijoqueyoera«tanbonitacomounlirio,ynosóloelorgullodesuvida,sinoelencantodesusojos».Luegoagregóquemeconcedíadiezminutosparadesayunarytocólacampanilla.

—¿HaenganchadoJohnelcoche?

—Sí,señor.

—¿Yelequipaje?

—Estánsacándolo.

—Vaya a la iglesia, vea si está el PadreWood y el sacristán y vuelva adecírmelo.

Como no ignora el lector, la iglesia estaba muy cerca. El criado, pues,regresóenseguida.

—ElPadreWood,señor,estabaponiéndoselasobrepelliz.

—¿Yelcoche?

—Yaestá.

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—Noiremosenélalaiglesia,peronecesitamosqueestélistoparacuandoregresemos,conelequipajecolocadoyelcocheroenelpescante.

—Bien,señor.

—¿Estásya,Jane?

Me levanté. Sólo Mrs. Fairfax estaba en el vestíbulo cuando pasamos.Hubiera querido hablarla, pero una mano de hierro asió mi brazo y me viobligadaacaminaraunpasoqueapenasmeeraposiblemantener.UnamiradaalrostrodeRochestermeindicóqueélnoqueríaperderniunsegundo.

No sé si el día era bueno omalo, porque, mientras nos dirigíamos a laiglesia, yonomirabani la tierra ni el cielo.Mi corazón estaba todo enmisojos,yéstoscontemplaban,estáticos,aRochester,buscandoensuapariencialaexteriorizacióndelossentimientosqueparecíareprimircondificultad.

Se paró ante la puerta del cementerio al notar que yo no podía ya nirespirar,ymedijo:

—Miamoresunpococruel...Descansaunmomento,Jane.

YentoncespudedistinguirlapardayantiguacasadeDiosalzándoseantemí. Una corneja volaba en torno al campanario bajo el cielo carmesí de lamañana. Entre los verdes montículos de las tumbas vi las figuras de dosforasteros que se detenían entre ellas para leer los epitafios de sus lápidas.Notéque,alatisbarnos,desaparecierondetrásde la iglesiaynodudédequeibanaasistiralaceremonia.PeroRochesternolesobservó,porquesumiradase concentraba enmi rostro, del queme parece que habían huido todos loscolores.Yoteníalafrentehúmedayloslabiosfríos.Cuandohubedescansado,élmecondujolentamentehastaelpórtico.

Entramosenelsilenciosoyhumildetemplo.Elsacerdote,revestidoconsublancasobrepelliz,estabaanteelaltaryelsacristánasulado.Nohabíanadiemás,exceptodossombrasqueseagitabanenunremotorincón.Misuposiciónhabía sido acertada. Los dos desconocidos, entrando antes que nosotros, sehallabandentroinclinadosahorasobrelacriptaqueguardabalosrestosdelosRochester, y contemplando las tumbas de mármol en las que un ángelarrodilladocustodiaba los restosdeDamerdeRochester,muertoenMarstonMoordurantelasguerrasciviles,ydeElizabeth,sumujer.

Nosarrodillamosante labarandilladonde los fieles seprosternabanparacomulgar.Oíunpasocautelosoamisespaldasy,volviendounpocoelrostro,vi a uno de los dos forasteros, un caballero por las apariencias, que seaproximaba al presbiterio. Comenzó el servicio. Se hizo primero lamanifestación de nuestro propósito de contraer matrimonio y después elsacerdoteavanzóhacianosotrosydijo:

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—Ospido que ambos declaréis (como si contestarais cuando, elDía delJuicio, los secretos de todos los corazones sean declarados íntegramente) sicualquieradevosotrostieneocreetenerimpedimentosdecualquierclasequeosimpidanunirosenmatrimoniolegal,porque,deexistir,aunqueosunierais,vuestromatrimonionoseríaválidoanteDiosni,portanto,legal.

Calló, según costumbre. ¿Hay acaso alguna ocasión en que ese silencioformulariosea roto?Quizánosucedaniunavezencienaños.El sacerdote,quenohabíaseparadolosojosdesulibro,yquesólosehabía interrumpidopor unmomento, iba a continuar. Ya sumano se dirigía a Rochester y suslabios se abrían para preguntarle sime tomaba por legítima esposa, cuandounavozclaraymuypróximadijo:

—Ese matrimonio no puede efectuarse. Afirmo que existe unimpedimento.

Elsacerdotemiróalquehablabaypermaneciómudo.Elsacristánhizolomismo.Rochesterdiounsalto,comosihubierasentidotemblarlatierrabajosus pies. En seguida recuperó su serenidad y, sin volver la cabeza, dijo:—Continúe.

Asupalabra,pronunciadaenvozbajayclara,siguióunprofundosilencio.ElpadreWoodrepuso:

—Nopuedocontinuarantesdequeseinvestiguelacertezaofalsedaddeloqueacabadeasegurarse.

Nodebecelebrarselaceremonia—repitiólavozdeantes—.Puedoprobarqueexisteuninsuperableimpedimento.

Rochesteroyó,peronomovió la cabeza.Permanecíaobstinadoy rígido.Sumanoasíalamía,yaquellamanoardienteparecíadehierro.Encambio,surostrocuadrado,sufrenteenérgica,estabanpálidoscomoelmármol.Susojosbrillaban,atentos,inmóvilesy,sinembargo,conunaexpresióncasiferoz.

—¿Dequéclaseeséseimpedimento?—preguntóel turbadopadreWood—.Acasoseahacederoeliminarlo...

—Difícilmente—dijolavozdeantes—.Hedichoqueerainsuperableyhehabladosabiendoloquedecía.

Eldesconocidoseacercóa labarandillaysiguió,conenergíayclaridad,perosinalzarlavoz:

—El impedimentoconsisteenqueMr.Rochester estácasadoy sumujerviveaún.

Aquellaspalabras, pronunciadas envozbaja, hicieronvibrarmisnervioscualsihubieransonadofuertescomoeltrueno.Misangresintióunaimpresión

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tal como el fuego o el hielo no hubieran sido capaces de producir.Miré aRochester y él me miró: sus ojos permanecían fijos y duros, en actitud dedesafiaralmundoentero.Sinhablar,sinsonreír,sinindicioalgunodequemeconsiderasecomounserviviente,ciñómitalleconlamanoymeatrajohaciasí.

—¿Quiénesusted?—preguntóalintruso.

—MellamoBriggs,procuradordeLondres.

—¿Yaseguraustedquesoycasado?

—Puedoasegurarlaexistenciadesumujer.Laleyloreconocerá,siustedloniega.

—Hágameelfavordedecirmesunombre,quiéneseransuspadres,dóndenació...

—Conmuchogusto.

El señor Briggs sacó un papel de su bolsillo y leyó con una voz nasal,protocolaria:

—«Afirmoypuedoprobarqueel20deoctubrede...(unafechadequinceañosantes),EdwardFairfaxRochester,deThornfieldHall,enelcondadode...y de Ferndean Manor, en... (Inglaterra), casó con mi hermana BerthaAntoinetteenPuertoEspaña(Jamaica),enlaiglesiade...Poseounacopiadelcertificadodesupartidadecasamiento.Firmado:RichardMason.»

—Aunsuponiendoquesetrataradeundocumentoauténticoesoprobaríaqueheestadocasado,peronoquemimujervivaaún.

—Vivíahacetresmeses—replicóelprocurador.

—¿Cómolosabe?

—Tengountestigodelhecho.

—Presénteloováyasealinfierno,sino...

—Prefieropresentarlo.EstáaquíMr.Mason:tengalabondad.

Rochester, al oír tal nombre, rechinó los dientes y experimentó unestremecimiento convulsivo El otro forastero, que hasta entoncespermaneciera retirado, avanzóy lapálida fazdeMasonenpersonaapareciósobreelhombrodelprocurador.Rochestersevolvióy lemiró.Unasombríaluzbrillóensusojos,lasangreafluyóasusmorenasmejillasysufuertebrazose distendió.Hubiera podido aplastar aMason, de un golpe, sin duda. PeroMasondiounsaltohaciaatrás,gritando:«¡Diosmío!»,ylafuriadeRochestersedesvaneció.Limitóseapreguntarle:

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—¿Quétienesquedecir?

DelospálidoslabiosdeMasonescapóunaréplicainaudible.

—El diablo te lleve si no contestas con más claridad. ¿Qué tienes quedecir,repito?

—Señor—interrumpióelsacerdote—,noolvidequeestáustedenunsitiosagrado—ydirigiéndoseaMasonlepreguntóconamabilidad—:¿Leconstaaustedquelaesposadeestecaballeroviverealmente?

—¡Ánimo!—intervinoelprocurador—.Hable.

—ViveenThornfieldHall—dijoMason,másclaramente—.Lavienabrilpasado.Soysuhermano.

—¡En Thornfield Hall! —exclamó el sacerdote—. Es imposible. Hacemucho que habito en la vecindad y jamás he oído hablar de ningunaMrs.Rochesterenesacasa.

UnahorriblesonrisacontrajolabocadeRochesteralcontestar:

—Yame preocupé bastante de que nadie supiera nada de ella, almenoscomomimujer.

Calló,reflexionóduranteunosminutosy,alfin,comosihubieseadoptadounaresolución,habló:

—Basta, acabemos de una vez. Wood, cierre el libro y quítese lasobrepelliz.Usted,JohnGreen—sedirigíaalsacristán—,puedeirse.Porhoynosecelebralaboda.

Elhombreobedeció.Rochestersiguiódiciendo:—Ciertamente,lapalabrabigamiasuenamuymal.Sinembargo,yoibaaconvertirmeenbígamo,denohabérmelo impedido el destino o la Providencia. Quizá esta última...Reconozcoqueheobradodiabólicamente...Señores:miplanhafracasado.Loqueesteprocuradorysuclienteaseguranesverdad.Estoycasadoymimujerviveaún.Esverdadqueustednohaoídohablardemimujer,Wood,perosílehabránmencionadounalocaquealbergoenmicasa.Algunoslediríanquesetratadeunahermanabastarda,otrosleafirmaránqueesunaantiguaamante.Perodeclaroahoraqueesmimujer,conlaquemecaséhacequinceaños.Sellama Bertha Mason y es hermana de este atrevido personaje, que con sutemblor y su palidez les demuestra lo que un bravo corazón masculino escapaz de afrontar. Tranquilízate, Dick, no temas; no te pegaré. ¡Casi seríacapazdepegaraunamujerantesqueati!BerthaMasonestálocaydesciendedeunafamiliacuyosmiembroshansidolocosomaniáticosalolargodetresgeneraciones.Lamadredemimujerestabalocayalcohólica.Losupedespuésdecasado,porque,desdeluego,meocultaronantes talessecretosdefamilia.Bertha,comobuenahija, imitabaasugenitoraenambosaspectos.Tuveuna

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encantadoracompañera.¡Nopuedenimaginarseloadmirablequeeraylofelizque fui yo con aquellamujer pura, prudente ymodesta...! ¡Oh, qué escenashubo entre nosotros! ¡Una cosa celestial! Pero sobra entrar en másexplicaciones.Briggs,Wood,Mason:lesinvitoaveniramicasaaconoceralapacientedeGracePooleyesposamía.Asíveránustedesconquéclasedesermecaséysi tengoonoderechoaromperelpactomatrimonialybuscarconsuelo en un ser que ni siquiera pueda llamarse humano.Estamuchacha,Wood—agregó,mirándome—,noconocíaelsecretomásqueustedmismo,ycreíaquetodoeralimpioylegal.Jamáspudoocurrírselequeibaaunirseaunhombreligadoaunacompañeramalvada,locayembrutecida.¡Ea,óiganme!

Salióde la iglesia arrastrándomeconsigo.Los treshombresnos seguían.Antelacasaencontramoselcoche.

—Llévelo a la cochera, John—dijo fríamenteRochester—.Hoy no noshacefalta.

Al entrar, Mr. Fairfax, Adèle, Sophie y Leah avanzaron a nuestroencuentro.

—¡Alto! —gritó Rochester—. Nada de felicitaciones. ¿Para qué lasquiero?¡Lleganconquinceañosderetraso!

Subió las escaleras, siempre llevándome tomada del brazo y siempreseguidoslosdosdeloshombres.Cruzamoslagaleríayascendimosal tercerpiso.LallavemaestraquellevabaRochesternosabriópasoalcuartotapizado,consuenormelechoysugabinetedepuertaspintadas.

—Túyaconoceselsitio—dijoRochesteraMason—.Aquíesdondeellatemordió.

Corrió las tapicerías que cubrían la pared, descubriendo otra puerta, queabrió seguidamente.Noshallamosenunahabitación sinventanas, en laqueardía una lumbre protegida por un alto y fuerte guardafuegos. Del techopendíaunalámparasostenidaporunacadena.GracePoole,inclinadasobreelfuego,parecíacocinaralgoenunacacerola.Enelfondodelcuartoseveíaunafiguraquesemovíadeunladoparaotro.Noerafácil,aprimeravista,percibirsisetratabadeunserhumanoono,yaqueenaquelmomentosearrastrabaencuatro pies y gruñía como un animal feroz, pero iba vestida y una oscuracabelleracubríasucabezaysurostro.

—Buenos días, Grace —dijo Rochester—: ¿Cómo está usted? ¿Y lapersonaquetieneasucargo?

—No vamos mal, señor—replicó Grace, dejando cuidadosamente lacazuelaaunladodelalumbre—.Estáalgoarisca,peronofuriosa.

Enaquelmomento,ungritopenetrantepareciódesmentiraquellaaserción.

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Lahienavestidasepusoenpie,mostrándoseentodasuelevadaestatura.

—¡Leshavisto,señor!—exclamóGrace—.Valemásquesevayan.

—Sóloestaremosunosmomentos,Grace.Tráigala.

—Tengacuidado,señor.¡PoramordeDios,tengacuidado!

La loca avanzó, separó de su rostro el cabello que lo cubría ymiró confiereza a sus visitantes. Reconocí bien aquel rostro encendido, aquellasfaccioneshinchadas.Graceseadelantó.

—Sepárense —dijo Rochester, apartándola—. Ya estoy prevenido.Supongoqueahoranotendráuncuchillo,¿eh?

—Nuncasesabeloquepuedetener,señor.Estanastuta,queconellanohayprecauciónquevalga.

—Valdrámásquenosvayamos—murmuróMason.

—¡Vetealdiablo!—contestósucuñado.

—¡Cuidado!—gritóGrace.

Lostresvisitantesretrocedieronalavez.Rochestersepusodelantedemí.La loca cayó sobre él y asió rabiosamente su garganta, mientras trataba demorderleelrostro.Ambosforcejearon.Ellaeraaltaycorpulenta,tantocomosu marido, y estaba dotada de una fuerza tremenda. Varias veces estuvo apuntodederribaraRochester,apesardelovigorosoqueésteera.Ciertoqueél hubiera podido inmovilizarla, descargándole un golpe violento, pero nointentabamásquesujetarla.Alfinlogrótomarlaporlosbrazos.GracePoolele tendióunacuerdayRochesteratóa laespalda lasmuñecasde la loca, loquerealizóadespechodelassacudidasyempellonesqueelladaba.Entonces,Rochestersevolvióalosespectadoresylescontemplóconunasonrisatristeyamarga.

—¡Esta es mi mujer!—exclamó—. Tales son las únicas relaciones quepuedomantenerconella.¡Yésta—añadió,poniendosumanoenmihombro—,estamuchachaeslaqueyodeseabatener,éstaqueveis,graveysilenciosaen la misma boca del Infierno, contemplando sin perder la serenidad lasgesticulaciones de ese demonio! ¡Aprecien la diferencia, Wood y Briggs!Comparenestosojoslímpidosconesosojosinyectadosensangre,esterostroconesamáscara,y júzguenme,usted,sacerdotedeDios,yusted,hombredeleyes. Júzguenme y recuerden que como juzguen serán juzgados. Y ahoravámonos.

Todos nos retiramos. Rochester se detuvo unos momentos más, dandoórdenesaGrace.Elprocuradormehablócuandobajábamoslaescalera.

—Sutío,señorita—dijo—,celebrarásaberquelahemosevitadoungrave

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disgusto,siviveaúncuandoMr.MasonpaseporMadera.

—¿Mitío?¿Loconoceusted?

—Le conoce Mr. Mason. Mr. Eyre ha sido su corresponsal en Funchaldurantevariosaños.Cuandosu tío recibió lacartadeustednotificándole supróxima boda con Mr. Rochester, Mr. Mason se hallaba en Madera paramejorarsusaludantesdecontinuaraJamaica.Mr.Eyrelehablódelasunto,porque sabía quemi cliente era pariente de una persona llamadaRochester.Mr.Mason,tanasombradoydisgustadocomoustedpuedesuponer,lerevelócuáleraelverdaderoestadodecosas.Sientodecirlequesutíopadeceahorauna enfermedad que, desgraciadamente, deja pocas esperanzas de curación.Nopodía,pues,veniraInglaterraparaimpedirqueustedcayeseenlatrampaque se le tendía, pero rogó a Mr. Mason que volviese y evitara el ilegalmatrimonio.Mr.Mason consultó conmigo, que he puesto en el asunto todointerés.Celebrohaberllegadoatiempo.Sinotuvieralacertezaíntimadequesu tío habrá fallecido, antes de que usted pudiera llegar a Madera, laaconsejaríaque fueseallí conMr.Mason,peroenel estadoactualdecosas,creoquevalemásquesequedeenInglaterrahastaquerecibanoticiasacercadesutío.—YpreguntóaMason—:¿Tenemosalgomásquehaceraquí?

—No,no,vámonos—contestóMasonapresuradamente.

SindespedirsedeRochester,ganaronlapuertadelacasa.Elsacerdotesedetuvoalgomásparadirigiralgunaspalabras,dereprocheoreprimenda,asuperversofeligrés,ycumplidotaldeber,semarchó.

Lesentíbajaratravésdelaentornadapuertademihabitación,alaquemehabía retirado. Corrí el cerrojo y procedí —sin lágrimas ni lamentos— asustituirenmismaletaslasropasdebodapormisantiguosvestidos.Unavezhechoesto,mesenté.Sentíamefebrilyfatigada.Apoyélosbrazosenlamesay descansé la cabeza sobre mis brazos. Ahora comenzaba a sentir. Hastaentonceshabíavisto,oídoyactuado,peroahorasentíaypensaba.

Lamañanahabíatranscurridoconbastantetranquilidad—aexcepcióndelaescenaconlaloca—,yaquelaconversacióndelaiglesianohabíatenidoelcarácter de altercado. No hubo amenazas, desafíos, lágrimas ni sollozos.Alguien alegó serenamente un impedimento al matrimonio, se cambiaronbreves preguntas y respuestas, mi prometido reconoció la verdad, se vio lapruebavivientedeella,losintrusossefueronytodoquedabaenpaz.

Yome hallaba en mi cuarto, como de costumbre, sin que nada hubiesecambiadoenmí.Sinembargo,¿quéeradelaJaneEyredelavíspera?¿Quédesusperspectivasyesperanzas?

JaneEyre,queeraeldíaanteriorunamujer llenadedulcesanhelos,unacasidesposada,sehabíaconvertidootravezenunamuchachadesamparaday

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sola,conunavidagris,llenadedesoladasperspectivasanteella.Lanievedediciembre había caído en medio del verano, el hielo helaba las manzanasmaduras,unvientoinvernalarrancabadesustalloslasrosas.Losbosques,quedocehorasantesmostrábansefragantesyespléndidoscomotropicalesárboles,eran ahora inmensos, solitarios, glaciales como los bosques de pinos en elinviernodeNoruega...Misesperanzashabíanmuertoderepente;misdeseos,eldíaanteriorrebosantesdevida,estabanconvertidosenlívidoscadáveres.Ymi amor, aquel sentimiento que Rochester había despertado en mí, yacía,angustiado,enmicorazón,comounniñoenunacunafría.Yanopodíabuscarel brazo deRochester ni encontrar calor en su pecho.Mi fe ymi confianzaquedabandestruidas.Rochesternovolveríaaserparamí loque fue,porqueresultaba distinto a como yo le había imaginado. No deseaba increparle niquería reprocharle su traición, pero seme aparecía privado de la sinceridadqueyoleatribuyese.Debíamarchardesulado.Cuándoycómo,nolosabía,pero adivinaba que él mismo me aconsejaría partir de Thornfield. Eraimposible, ami juicio, que hubiese sentido haciamí verdadero afecto; sólofue, sin duda, un caprichomomentáneo. Debía procurar no cruzarme en sucamino,porqueahoramipresenciahabíaderesultarleodiosa,sinduda.¡Oh,quéciegahabíaestado!¡Quédébilhabíasido!

Cerré los ojos. La oscuridad me rodeó. Sentí una inmensa lasitud yparecióme yacer en el lecho de un río seco, sintiendo retumbar entre laslejanasmontañaselrumordel torrentequeseaproximabaporelcauce.Peronodeseaba incorporarmeni tenía fuerzasparahuirde la riada.Alcontrario:ansiabalamuerte.EnaquelmomentopenséenDios,ymentalmenteledirigíuna plegaria: «Ayúdame, ya que nadieme ayudará, en la turbación quemeamenaza.»

Y la turbación cayó sobre mí. Todo el peso de aquel torrente que oíaavanzar,gravitósobremicorazón.Laconcienciademividarota,demiamorperdido, de mi esperanza deshecha, me abrumó como una inmensa masa.Imposible describir la amargura de aquelmomento.Bien puede decirse que«lasolasinundaronmialma,mesentíhundirenellégamo,enelsenodelasaguasprofundas,ylasondaspasaronsobremicabeza».

XXVII

Varias veces durante la tarde, mientras el sol declinaba, me pregunté:«¿Quéharé?»

Perolarespuestaquemedabalarazón:«VeteenseguidadeThornfield»,meeratanduradeoír,queprocurabataparlosoídosatalconsejo,ymedecía:

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«LopeornoesquehayadejadodeserlaprometidadeEdwardRochester.Estebrusco despertar del más bello sueño, este hallar que cuanto imaginara erafalso y vano, puedo soportarlo por horroroso que sea. Pero la idea deabandonarle es, resuelta, indudable y enteramente imposible. No puedohacerlo.»

Unavozinteriormeobjetabaquesípodíaydebíahacerlo.Laconciencia,inexorable,asiólapasiónporelcuello,lavituperó,lapisoteóbajosuspies.

«Déjamebuscarlaayudadealguien»,gemí.

«No; tú sola debes ayudarte; tú debes arrancar, si es necesario, tu ojoderecho y cortar tu propiamano. Sólo tu corazón debe ser la víctima de tuerror.»

Meincorporé,aterrorizadadeaquellasoledadenlaqueoíapronunciartandespiadado juicio y del silencio que llenaba aquella inexorable voz. Alponermeenpiesentíquesemeibalacabeza.Nosóloestabaagotadaporlaexcitación,sinoextenuada,yaquenohabíacomidonibebidonadaentodoeldía.Yentoncesreparéenquenadiehabíavenidoaverme,nipreguntadopormí.NiAdélehabíallamadoamipuerta,niMrs.Fairfaxmehabíaavisadoparacomer. «Los amigos siempre olvidan a quienes olvida la fortuna», pensé.Descorríelcerrojoysalí.Tropecéconunobstáculoyestuveapuntodecaer.Mesentíadébilymareada.Unbrazovigorosomesujetó.Rochester,sentadoenunasilla,sehallabaanteelumbraldemihabitación.

—Al fin sales —dijo—. Hace mucho que espero y escucho. Ni unmovimiento,niunsolosollozohesentido.¡Cincominutosmásdeestaesperaintolerableyhabríaforzadolapuerta,comounladrón!¡Oh,preferiríaquemeapostrofasesdevehemencia,quetus lágrimasmanaransobremipecho!Peromeheequivocado.¡Nolloras!Turostroestápálidoytusojosmarchitos,peroen ellos no hay huellas de lágrimas. Temo que sea tu corazón el que hayavertido lágrimasde sangre...Dimealgo, Jane. ¿Nome reprochas?¿Nose teocurre nada ofensivo que decirme? Te veo inmóvil, pasiva,mirándome conserenidad...Nomepropuseherirte,Jane.Estoyenlasituacióndelpastorquetuviera una oveja, a la que quisiera como si fuera su hija, con quiencompartierasupanysuagua,yalaqueundíadegollaraporerror.Sí,éseesmiestadodealma...¿Nomeperdonarásnunca?

¡Le perdoné en aquel mismo momento, lector! ¡Había tan profundoremordimientoensusojos,tansinceracompasiónensuacentoy,sobretodo,taninalterableamorenélyenmí!Sí;leperdonécontodomicorazón,aunquenoloexpresaseconpalabras.

—¿Sabesquesoyuncanalla,Jane?—mepreguntó,trasunlargosilencio,atribuyendo, sin duda,mi silencio ymi calmamás al abatimiento que ami

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propiavoluntad.

—Sí.

—Dímelo,pues,confranqueza,condureza.Nocallesnada.

—Nopuedo.Mesientomuyenfermaycansada.Tengosed...

Emitióunprofundosuspiroy,tomándomeensusbrazos,mehizobajarlasescaleras.Nomedicuentaalprincipiodeadóndemellevaba.Luegosentíelestimulantecalordelfuego.Apesardeestarenverano,mesentíafríacomoelhielo.Meofrecióunacopadevinoymesentírevivir.Comíalgoquemedioyrecuperétotalmentemisenergías.Meencontréenlabiblioteca,sentadaenelsillón donde él solía sentarse. Rochester estaba a mi lado. Pensé que mevaldría más morir en aquel momento. Sabía que debía abandonarle, y, sinembargo,noquería,nopodíahacerlo.

—¿Cómoestásahora,Jane?

—Muchomejor.

—Tomamásvino.

Leobedecí.Dejéelvasoenlamesaymemirócondetenimiento.Sevolvióde repente, lanzando una vehemente exclamación, comenzó a pasear por elcuartoyalfinseinclinóhaciamícomoparabesarme.Recordandoqueahoralascariciasestabanprohibidasentrenosotros,apartéelrostro.

—¡Cómo!—exclamóRochester.Yagregóamargamente—:Ya:noquieresbesaralmaridodeBerthaMason.Supongoqueconsiderasqueconlascariciasde ella tengo bastante.Me tienes sin duda por un odioso intrigante quemepreparaba a hacerte perder el honor y el decoro. Si no lo dices es: primeroporque te faltan las fuerzas, segundo porque no te acostumbras a la idea deacusarme e increparme y, en fin, porque las puertas de tus lágrimas estánabiertas y si hablases mucho romperías en llanto. Sé que no quieres llorar,explicarte,hacerunaescena,sinoquetepropones,envezdehablar,actuar.Losé.Estoypreparadoaello.

—Nodeseoprocedercontrausted—dijeconentrecortadavoz.

—Enelsentidoquetúdasalaspalabras,no;peroenelqueyoledoy,sí.Te aprestas a aniquilarme. Piensas que, puesto que soy un hombre casado,debes apartarte de mi camino. Por eso ahora no has querido besarme. Tepropones convertirte para mí en una extraña, vivir bajo mi mismo techoexclusivamente como institutriz de Adèle, rechazando mis palabras y misaproximacionescomosifuerasdepiedraydehielo.

—Señor—repuse—: todo ha cambiado para mí de tal forma que, paraevitar enojosos recuerdos e ideas tristes, es preciso que busque usted una

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nuevainstitutrizparaAdèle.

—Adèle irá a un colegio. No deseo atormentarte reteniéndote enThornfieldHall.Yahoradebodecirteque,sialprincipioocultélaexistenciade una perturbada aquí, era porque temía que ninguna institutriz hubieraquerido residir en una casa en esas condiciones. Cierto que yo podía haberllevadoalalocaaotrositioaúnmásescondidoqueposeo:FerndeanManor,cuyainsalubresituaciónenelcorazóndeunbosquetalvezmehubieralibradotan pronto de esa carga que arrastro. Pero por perversas que sean misinclinaciones, la de acometer un asesinato indirecto no figura entre ellas.Ocultartelaexistenciadeesalocaerainútil,loreconozco...Todalacasa,todalavecindad,estáemponzoñadaconsupresencia.PagodoscientaslibrasalañoaGracePooleparaquecustodieaesabrujainfernalquetúllamasmimujer.Ydentro de poco, su hijo, que es celador en el asilo de Grimsby, vendrá aayudarle en su tareadevigilar amimujer cuando sufre esosparoxismosencuyocursoincendiacamas,muerdey...

—Es usted implacable con esa desventurada señora—interrumpí—. Lamencionaustedconaversiónyodio,comosiellatuvieselaculpadesulocura.

—Jane,queridita(yperdonaquetellameasí,porqueparamíloeres),mejuzgasmal.¿Creesqueyoteodiaríasitúestuviesesloca?

—Sinduda.

—Te engañas. Ignoras cómo soy, la clase de amor que soy capaz deexperimentar.Te quieromás que amímismo, y si sufrieses, te querríamásaún. Tu inteligencia es mi tesoro y si se perturbase me serías todavía másamada.Aunque enloquecieses, aunque te lanzases sobremí comoesamujeresta mañana, te recibiría con un abrazo. No me apartaría de ti con horror,comodeella,ynadietecuidaríamásqueyomismo.Ynoseríamenostiernoparatiaunquenomededicasesunasonrisanimereconocierantusojos.Perono sigamos hablando de eso. Yo me refería a hacerte partir de Thornfield.Todo está preparado para tumarcha.Mañana puedes irte. Sólo te pido quepases una nochemás bajo este techo y luego ¡adiósmiserias y terrores!Nofaltará un lugar que sea como un santuario donde refugiarse y olvidar losresultadosodiosos...

—QuédeseconAdèle—interrumpí—:seráunacompañeraparausted.

—Ya te he dicho que la enviaré a un colegio. ¿Para qué me sirve lacompañíadeunaniña?¡Ynisiquieramipropiahija,sinolabastardadeunabailarinafrancesa!¿Porquémeimportunasaconsejándomequelaconserveenmicompañía?

—Porque hablaba usted de retirarse, y la soledad y el retiro no seránbeneficiososparausted.

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—¡Soledad!—repitióél,conirritación—.Esprecisoquenosexpliquemos.Noséloquesignificalaexpresiónenigmáticadeturostro,peroloqueyomepropongo,sílosé.Túcompartirásmisoledad.

Moví negativamente la cabeza. Hacía falta cierto valor para manifestaraquella oposición, dado lo excitado que él se encontraba. Interrumpió suspaseos,sedetuvoantemíymemiró.Separémisojosdelossuyosylosfijéenelfuego,esforzándomeenadoptarunaspectoserenoyrecogido.

—Yahemostropezadoconunadificultaddetutemperamento—dijoconmáscalmadelaquecabíaesperardesuaspecto—.Hastaahoratucarácteribadevanándosesuavementecomouncarretedeseda,peroyosabíaquealgunavezhabríamosdeencontrarunnudo...¡Yyalotenemosaquí!

Volvió a pasear, se paró en seguida yme habló acercando su boca amioído.

—Jane, ¿quieres oír la voz de la razón? ¡Porque, si no, emplearé laviolencia!

Suvoz,suaspecto,eran losdeunhombrequeha llegadoal límitede loquepuedesoportaryestádispuestoaentregarseacualquierexceso.Enotromomento,nohubieraestadoenmimanodominarle.Ahoracomprendíqueunmovimiento cualquiera, fuese de temor, de repulsión, o de huida, hubieseproducido consecuencias irreparables.Yo no le temía.Me sentía fortalecidaporunafuerzamisteriosa.Lasituacióneraexpuesta,peronodejabadetenercierto atractivo, análogo a la emoción que deben experimentar los indioscuando remontan una torrentera en sus frágiles canoas. Cogí la mano deRochester,yledije,suavemente:

—Siéntese,hableloquequieraydigacuantoleplazca,searazonableono.

Se sentó, mas no habló inmediatamente. Hasta entonces yo habíareprimidomislágrimas,temiendoqueledisgustasen,peroahoranoteníaporquécontenerlas.Siledesagradaban,tantomejor.

Oí su voz diciéndome que no sollozara. Repuse que no me era posibledejardellorarmientraslevieraenaquelestado.

—Noestoy furioso contra ti, Jane.Como te quieromuchonohepodidosoportar la expresión resuelta y helada de tu rostro. Vamos, sécate laslágrimas.

La aumentada dulzura de su voz me hizo comprender que se habíatranquilizado.Me tranquilicé, pues, a mi vez. Él trató de apoyar su cabezasobremihombro,peronoselopermití.Tratódeatraermehaciasí.Menegué.

—Jane,Jane—dijocontanamargatristezaquemehizoestremecerhastaelfondodemialma—,nomequieres¿verdad?Nodeseabassermimujersino

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por lasventajasque te traía,¿eh?Ahoraquemeconsideras imposiblecomomarido,terepugnamicontactocomoeldeunsapoounmono.

Aquellaspalabrasmehirieron.¿Quépodíacontestarle?Probablemente lomejorhubierasidonodecirnihacernada,peronopudecontenereldeseodecalmarsudolor:

—Lequiero—dije—másquenunca.Selodigoporúltimavez,porquenopuedopermitirmeesesentimiento.

—¡Porúltimavez,Jane!¿Esposiblequepiensesviviramilado,vermeadiarioymantenertesiemprefríaydistantedemí?

—No,esonoseríaposible.Sólocabeunasolución,perotemoenfurecerlesilamenciono.

—¡Menciónala!Túsabescalmarmisexaltaciones.

—Mr.Rochester,esprecisoquemeseparedeusted.

—¿Porcuánto tiempo?Supongoqueporelprecisoparapeinarte,porqueestásdesmelenada,yparalavarte,porquetieneslacaraardiendo.

—Tengo que irme de Thornfield, separarme de usted para siempre, yempezarunanuevavidaenotroambienteyentreotraspersonas.

—Lomismo creo, prescindiendo a la locura de alejarte demí. Iremos asitiosdondenonosconozcanyserás,dehechoyanteelmundo,mimujer.Tetendréamiladoynomesepararédetimientrasviva.IremosaalgúnsitiodelsurdeFrancia; viviremos enunavillablanca, frente alMediterráneo.Yallíllevaremos una vida honorable, segura y feliz. No veas egoísmo enmí, nocreasquetratodehacertemiamante.¿Porquémueveslacabeza,Jane?Debesserrazonable.Delocontrario,volveréaponermefrenético.

Temblabansuvozysusdedos,lasaletasdesunarizsedilataban,susojosdespedíanlumbre.Sinembargo,meatrevíaacontestar:

—Sumujerexiste,comoustedmismohareconocido,ysiyovivieseconustedenlaformaqueseindica,noseríamásquesuamante.

—Jane: no soy un hombre de buen carácter; no soy capaz de soportarmucho;nosoydesapasionadoyfrío.Tocamipulso.

Mepresentólamuñeca.Lasangrehabíahuidodesusmejillasysuslabios,lívidosalasazón,yparecíaafluirentumultoasusmanos.Hacerlesufrirconuna negativa implacable era cruel, tratar de tranquilizarle era imposible, ycomplacerle, más aún. Hice, pues, lo que todos los seres humanos en talesextremos.Laspalabras«¡Diosmeayude!»brotaron,casivoluntariamente,demislabios.

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—¡Qué necio soy! —exclamó Rochester súbitamente—. No te heexplicado aún las circunstancias en que me uní a esa infernal mujer ni sucarácter. Cuando lo sepas todo, Jane, estoy seguro de que concordarásconmigo.Pontumanoenlamíaparasentirmesegurodetuproximidadyenpocaspalabrasteloexplicarétodo.¿Meescucharás?

—Leescucharécuantoquiera,aunqueseavariashoras.

—Bastan unos minutos. ¿Has oído decir, Jane, que yo no era elprimogénitodemifamilia,sinoqueteníaunhermanomayor?

—Mrs.Fairfaxmelodijounavez.

—¿Ysabestambiénquemipadreeraunhombreavaro,sórdido?

—Algodeesoheoído.

—Bien: entonces no te extrañará saber que no quería distribuir suspropiedadesdándomeunaparteamí.Como,porotro lado, tampocoquerríaqueunhijosuyofueseunpordiosero,arreglóparamíunmatrimonioconunamujer rica.Tenía en lasAntillas un antiguo amigo:Mason, un plantador deJamaica. Mi padre sabía que sus posesiones eran muy importantes. Masonteníaunhijoyunahijaydotabaaéstacon treintamil libras.Amipadre leparecióbastante.CuandosalídelcolegiomeenviaronaJamaica.Mipadrenomehabíahabladodelafortunademifuturamujer,peromehabíadichoqueeralabeldadmáscortejadadelaisla,yenesonomentía.Amímeparecióunabella mujer, alta, morena, majestuosa, por el estilo de Blanche Ingram. Sufamilia deseaba asegurarme, porque yo pertenecía a una casta ilustre, y loconsiguieron.Meinvitaban,mehacíanveraBerthaMasonenreunionesenlasquedescollabaporsusespléndidosatavíos.Rarasveceshablábamosasolas.Berthame lisonjeaba todo lo que podía. Cuantos hombres giraban en tornosuyo la admiraban a ella y me envidiaban a mí. Excitado por su atractivo,inexperto como era entonces, pensé estar enamorado de ella. Las estúpidasrivalidades juveniles, la ceguerade lapoca edad, son loquemás influye enestoscasos.Sufamiliamealentaba,loscompetidoresqueteníaaguijoneabanmiamorpropio,y,enresumen,mecaséconellasinconocerlacasi. ¡Cuántomedesprecioamímismoalpensarlo!Yonolaamaba,ignorabasieravirtuosaono,nohabíaapreciadoensucarácternibondad,nimodestia,nicandor,nidelicadeza...¡y,sinembargo,mecasé!¡Oh,quéestúpidofui!

»Nohabíavistonuncaalamadredeminovia,ylacreíamuerta.Cuandotranscurriólalunademiel,comprendímierror:misuegraestabaloca,enunmanicomio. Mi mujer tenía un hermano menor completamente idiota. Elmayoreselqueconoces,yaquiennopuedoodiar,aunqueabominedetodasucasta, porque en su débil cerebro hay algunos elementos afectuosos, quepruebaconsucariñoasuhermanayconlaadhesión,casideperroleal,que

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siente haciamí.Noobstante, probablemente acabará perdiendo la razónporcompleto. Mi padre y mi hermano Rowland conocían todo esto, pero nopensaron más que en las treinta mil libras y se pusieron de acuerdo parahacermecontraeraquelmatrimonio.

»Aundescubiertasestascosas,yo,pesealaocultaciónquerepresentaban,no había reprochado nada a mi mujer. Pero su carácter era absolutamenteopuesto almío, sus gustos discrepantes de los que yo tenía. Sumentalidadbaja, vulgar, mezquina, era incapaz de comprender nada grande. Prontoencontréimposiblepasarunavelada,nisiquieraunahora,asuladoysentirmea gusto. Entre nosotros no cabía una conversación agradable. A cuanto yohablaba respondía con contestaciones groseras y chabacanas, perversas yestúpidas. Ningún criado paraba en la casa, porque no podían soportar losarrebatosdemalcarácterdemimujer, susabusosni susórdenesabsurdasycontradictorias. Con todo, yo devoraba mi disgusto, procurando ocultar laantipatíaqueellameinspiraba.

»Noquierodisgustartecondetallesodiosos,Jane;valemásresumir.Vivícon esamujermás de cuatro años y en tal lapso su perverso carácter y susmalas inclinaciones se desarrollaron con increíble rapidez. Bertha Mason,dignahijadeunamadredegenerada,mehizosufrirtodaslastorturas,todaslasagoníasquecabíaesperardesutemperamentoinmoderadoyvicioso.

»Mihermanohabíamuertoentretantoy,alfinaldeaquelloscuatroaños,mi padremurió también. Yo era rico, aunque espiritualmente pobre, puestoquesufríalaodiosamiseriadesoportarlacompañíadelsermásdegradadoyabominablequeconocierajamás,yqueeramiesposaantelaley.Nisiquierapodía librarme de ella por procedimientos legales, porque los médicosacababan de descubrir que estaba loca. Sus excesos habían acelerado suinsania... Pero veo, Jane, que mi narración te deprime. ¿Prefieres que laterminemosotrodía?

—No,terminemosahora.Medaustedmuchalástima.—Algunaspersonas,Jane, consideran ofensivo que les tengan lástima, porque cierta clase decompasión—laqueexperimentan loscorazonesendurecidosyegoístas—esunahíbridamezcladedisgustoporloquelesdisgustaydesatisfacciónporelmalajeno.Perotupiedadnoesdeesaespecie:losientoenlaexpresióndetusojos,eneltemblordetusmanos,enloslatidosdetucorazón.Tucompasiónhaciamí,querida,eshijadetuamorylaaceptoconlosbrazosabiertos.

—Continúe.¿Quéhizoustedcuandosupoquesumujerestabaloca?

—Mehallabaalbordedeladesesperación.Alosojosdelmundoyoestabaevidentementecubiertodedeshonor,peroresolvíabsolvermeantemímismorompiendotodolazoconella.Lasociedaduníaminombrealsuyo,yolaveíaadiario,respirabaelairequesualientocontaminabay,además,erasuesposo

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—loquemeresultabamásodiosoquenada—ysabíaquemientrasviviera,nopodríaunirmeaunamujermejorqueella.Teníacincoañosmásqueyo—sufamiliamehabíaocultadoesedetalle—,pero físicamente estaba tan robustacomomentalmenteenferma.Demodoque,a losveintiséisañosdeedad,yoeraunhombredesesperado.

»Unanochemedespertaronsusaullidos.(Desdequefueradeclaradalocala teníamosencerrada,naturalmente.)Eraunabochornosanocheantillana,ysesentíaenelambientecaliginosolaproximidaddeunhuracán.Nopudiendodormir,melevantéyabrílaventana.Elairetormentosoolíaaazufre.Infinitosmosquitosinvadieronmicuarto.Seoíaelrumordelmarcomounterremoto,negrasnubescubríanelcieloylaluna,rojayenormecomounaardientebaladecañón,sereflejabaenlasolas.Elambienteylaatmósferapesadainfluíanenmiánimo.Enmisoídossonabanlosgritosdelaperturbada.Súbitamentelaoí pronunciar mi nombre con demoníaco acento de odio y percibí suabominablelenguaje.Aunquedormíadoscuartosmásalládelmío,elestilodeconstrucción de las casas de aquel país no permitía ahogar sus aullidos deloba.

»Pensé que aquella vida era un infierno y aquellos gritos los lamentosterroríficosdeloscondenados.Tengoderechoalibrarmedeesto,sipuedo—reflexioné—.Ysindudamelibrarésiabandonomicarnemortal.Notemoaloscastigosdelmásallá,porquenopuedensermáshorriblesquelosquesufroaquí.¡RompamoslacadenayentreguémonosenmanosdeDios!

»Y pensando así, abrí un baúl que contenía un par de pistolas con elpropósitodesuicidarme.Peromiintenciónsóloduróunmomento,porquelacrisisdedesesperaciónquelahabíaoriginadosedisipóalcabodeunsegundo.

»EntretantounfrescoairequesoplabadeOccidenteagitóelmar.Estallólatormenta, tronó y relampagueó copiosamente y después el cielo quedódespejado.Paseébalolosnaranjosdelhumedecidojardín,entrelosananásylos granados. El alba refulgente de los trópicos apuntaba ya cuando en micerebrosurgíalaresoluciónacertada,acertadasindudaporquemeladictabalasupremasabiduría.

»EldulcevientodeEuropasoplabaaúnsobrelashojasfrescasporlalluviayelAtlánticotronabaenlaplaya.Micorazónseexpandió,mialmasesintiórenacer.Veía revivirmi esperanzay creíaposible la regeneración.Desdeunarcofloridodeljardín,miréalmar,másazulaúnqueelcielo.MásalláestabaelViejoMundoyenélsemeabríanlasperspectivasmásclaras...

»"VeteaviviraEuropa—dijomiesperanza—.Allínadieconocelacargaominosa que pesa sobre ti. Puedes llevar contigo a la loca y confinarla enThornfield con las debidas precauciones. Y tú viajarás como y por dondequieras, viviendo según te plazca. Esa mujer que ha empañado tu nombre,

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ultrajadotuhonor,marchitadotujuventud,noesyatuesposa,nitúsumarido.HazquelacuidencomosuestadoloaconsejayhabráscumplidocuantoDiosyloshombrestepuedenexigir.Olvidasuidentidadysurelacióncontigo."

»Seguí esa sugestión.Mi padre ymi hermano no habían hablado demicasamiento,porqueyoselohabíapedidoasíenmiprimeracartadespuésdecasarme,cuandocomencéacomprenderlasconsecuenciasdeaquellauniónya adivinar el abominable porvenir que se me presentaba. Informado de lainfameconductadesunuera,mipadreseapresuróaocultarcuidadosamentemimatrimonio.

»Latraje,pues,aInglaterra.Elviaje,contalmonstruoenelbuque,fuelohorriblequepuedessuponer.Mesentísatisfechocuandolaviinstaladaenesecuartointeriordeltercerpiso,queella,dediezañosaestaparte,haconvertidoenelcubildeunafiera,enlaguaridadeundemonio.Mefuedifícilencontrarquienlaatendiese,asegurándomealavezdesusilencio,porquelalocatieneintervalosdelucidez,quededicaadifamarme.AlfinencontréaGracePoole,empleadaenelasilodeGrimsby.EllayelmédicoCarter,elquecuróaMasonlanocheenqueaéstelemordiósuhermana,sonlosúnicosqueconocenmisecreto. Mrs. Fairfax debe de haber sospechado algo, pero no ha podidoaveriguar los hechos concretamente. Grace ha probado ser una buenaguardiana,aunqueenocasionesha tenidodescuidos,comoelqueprodujoelincendiodemicuarto.La locaesa lavezmalignayastutay jamásdejadeaprovechar losdescuidosdesuceladora.Unavez logróesconderelcuchilloconqueagredióasuhermanoypordosvecesconsiguiócogerlallavedesucelda.Laprimeraquemómicama,lasegundaentrócomounfantasmaentualcoba.DoygraciasalaProvidencia,quehizoqueladementedescargasesufuriaentuvelodeboda,porqueDiossabeloquepudohaberocurrido.Cuandopiensoencómosaltósobremíestamañanaymeacuerdodequeestuvoentuhabitación,semehielalasangre.

—¿Yquéhizoustedunavezquelahubodejadoaquí?

—Meconvertíenunaespeciedejudíoerrante.Recorrítodoelcontinente.Mi propósito era encontrar una mujer inteligente y buena a la que pudieseamar,algomuydistintodelafuriadeThornfield.

—Peronopodíacasarseconella.

—Estabaconvencidodequepodíaydebía.Miintenciónprimitivanoeraocultar la situación, como te la he ocultado a ti. Me proponía contarfrancamentemihistoria,puesmeparecíapalmarioqueteníaderechoaamaryaseramado.Estabasegurodequenodejaríadeencontrarunamujercapazdecomprendermisituaciónyaceptarla,apesardelacargaquepesabasobremí.

—¿Yentonces?

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—Cuando te pones inquisitiva, Jane, me haces sonreír. Abres los ojoscomo un pájaro anhelante y realizas de vez en cuando algún pequeñomovimiento,comosinotesatisficieraloqueoyes.Antesdecontinuar,dimeloquequieresindicarcontus:«¿Yentonces?»Esunamuletillamuyfrecuenteenti.

—Quierodecir:«¿Quémás?»«¿Quéocurriódespués?»

—Ya.¿Yquéquieressaber?

—Siencontróunamujerquelegustase,silepropusocasarseysiaceptó.

—Durantediezañoserrédeunacapitalaotra.EstuveenSanPetersburgo,más frecuentemente en París, alguna vez en Roma, Nápoles y Florencia.Poseía dinero, ostentaba un nombre distinguido y ningún círculo se mecerraba. Busqué mi ideal femenino entre las damas inglesas, las condesasfrancesas, las signoras italianas y las alemanas gräfinen.Nuncahallé lo quebuscaba.Algunavezcreíaencontrarloatravésdeunamirada,deunademán,deunacentoapasionado,peroprontocaíaenladecepción.Noimaginesquebuscabaunidealperfectodecuerpoydealma.NobuscabasinounamujerquefueselaantípodadeBerthaMason.Entrecuantasconocínohalléningunaqueme decidiera a pedirla en matrimonio. Desilusionado, me entregué a ladisipación, aunque no al libertinaje, porque esto lo odiaba y lo odio. ¡Yademás era el tributo característico de mi Mesalina antillana! Bastaba quefueseasíparaqueloaborreciese.

»No pudiendo vivir solo, me busqué amantes. La primera fue CélineVarens.Yasabesloquesucedióconella.Lasiguieronotrasdos:Giacinta,queera italiana, yClara, alemana, ambas consideradas como beldades. ¿De quémesirviósubelleza?Giacintaeraineducadayviolentaymehartóalostresmeses. Clara era honrada y tranquila, pero de corta inteligencia y escasasensibilidad. No congeniábamos. Así que preferí darle una cantidad que lepermitieravivirhonorablementeymelibrédeella.Veoportucara,Jane,queno formas buena opinión demí.Me consideras un hombre sin principios nisentimientos,¿no?

—Desdeluego,lejuzgopeordeloqueantessolíajuzgarle.¿Nolepareceindignovivirasí,unasvecesconunaamanteyotrasconotra?Ustedhabladeellocomodeunacosasinimportancia.

—Nome agradaba aquella vida.Tener una amante es lomás parecido atener una esclava: ambas, por naturaleza, son seres inferiores, y viviríntimamente con inferiores es degradante. Ahora recuerdo con disgusto eltiempoquepaséconCéline,GiacintayClara.

ComprendíquelaspalabrasdeRochestereransinceras,perocontodo,nopodíasustraermealasensacióndeque,deseandoélenciertosentidohacerme

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sucesoradeaquellasmuchachas,podíallegaraexperimentarpormíelmismosentimientodedisgustoqueahoramanifestabahaciaellas.Guardéestoenmicorazón,porquepodíasermeútilenelmomentocrítico.

—¿Cómo no dices ahora «¿Y entonces?», Jane?Veo queme repruebas.Pero vamos al final. En enero pasado, libre de mi última amante, con elcorazón amargado y endurecido como consecuencia de una vida estéril ysolitaria, muy mal dispuesto contra todos los hombres, y comenzando aconsiderarlaposibilidaddehallarunamujerinteligente,fielycariñosacomounafantasía,volvíaaInglaterra,adondemellamabanmisasuntos.

»En una helada tarde de invierno avisté Thornfield Hall, el aborrecidolugarenquenoesperabahallarsatisfacciónniplaceralgunos.EnelcaminodeHayviunafigurillasentada.Nopresentíqueibaaconvertirseenárbitrodemivida, para bien o para mal. No, no lo sabía cuando, al caer Mesrour, ella,gravemente,meofreció suayuda. ¡Qué infantilidad!Mepareciócomosiunjilguero hubiese aparecido amis pies ofreciéndome llevarme en sus débilesalas.Sinembargo,aquellacriatura insistióensuofrecimiento,hablandoconunaespeciede autoridad.Sinduda estaba escritoqueyo recibiese ayudadeaquellamano,ylarecibí.

»Cuando me hube apoyado en su frágil hombro sentí una insólitaimpresión de alivio. Me agradó saber que aquel duendecillo no iba adesvanecerse bajomimano, sino que iría ami propia casa. Te sentí volveraquellanoche,aunquetúignorasesquepensabaentiyespiabaturegreso.Aldía siguiente te estuveobservandodurantemediahoramientras jugabas conAdèleenlagalería.Recuerdoquehacíamaltiempoynopodíaissaliralairelibre.Yoestabaenmihabitaciónconlapuertaentornada,yteveíayoía.Noté,pequeñaJane,lopacienteybondadosaqueerasconAdèle.Cuandolaniñasefue,quedasteenlagaleríaytevicontemplarporlasventanaslanievequecaíay escuchar el fragor del viento. Tenías una expresión soñadora, tus ojosbrillaban y de todo tu aspecto trascendía una dulce excitación. Todo en tirevelabaque sentías cantar en tu interior lasmúsicas de la juventudyde laesperanza... La voz deMrs. Fairfax llamando a un criado te arrancó de tumeditacióny ¡dequémodosonreíste!Tu sonrisaparecíadecir: "Mis sueñossonmuybellos,peroesnecesarioquerecuerdequenosonreales.EnmialmahayuncielocorridoyunfloridoEdén,perosébienqueen larealidaddebopisarundurosueloysoportarelembatedelastempestadesquemeasaltan."BajastelasescalerasypedisteaMrs.Fairfaxquetedieraalgoquehacer:lascuentasdelacasa,ocosaparecida.Medisgustéquedesaparecierasdeantemivista.

»Esperéconimpacienciaquellegaralanocheparamandarquefuerasamipresencia. Me parecía que tu carácter era distinto al corriente y paracomprobarlodeseabaconocerlomejor.Entrasteenelsalónconunairealavez

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modesto y seguro. Ibas humildemente vestida, como ahora... Encontré tuconversaciónoriginalyllenadecontrastes.Tusmodaleseranalgocohibidos,parecías desconfiada, mostrabas un temperamento exquisito por naturaleza,pero no acostumbrado a la convivencia social. Estabas como temerosa decometer algún descuido, pero tu mirada era penetrante y enérgica, y tusrespuestasfácilesyprontas.Notéqueteacostumbrabasenseguidaamí,yqueexistíaunasimpatíaentretúytumalhumoradopatrón.Nomostrabasenojonisorpresapormissalidasdetonoymecontemplabassonriendodecuandoencuandoconunagraciaalavezprofundaysencillaquenoaciertoadescribir.Mesentícontentoyanimadoydecidíseguirtratándote.Sinembargo,durantemucho tiempo me mantuve distante de ti y te vi pocas veces. Como unepicúreo deseaba experimentar el placer de tu trato con más intensidadhaciéndolo poco frecuente. Tenía, además, el temor de que, si manoseabademasiado la flor, sus pétalos se ajaran, su dulce lozanía se desvaneciera.Ignorabaquenosetratabadeunalozaníamomentánea,comoladeunaflor,sino de un brillo permanente, como el de una piedra preciosa. Además,deseaba ver si, no buscándote, procurabas buscarme tú. Pero no: cuandopasabasamiladomedemostrabastanpocointeréscomoeracompatibleconelrespeto.Tuexpresiónhabitualenaquellosdíaserapensativa.Notehallabasabatida, porque no estabas enferma; ni optimista, porque tenías muy pocasesperanzasyningunasatisfacción.Yoqueríasaberloquepensabasdemí—yante todosipensabasenmí—yprontoaverigüéquenomeengañabapor laalegríadetumiradayhastaportusmodalescuandoconversabasconmigo.Meconcedíelplacerdeserestimadoporti,yenbreveapreciéquealaestimaciónseguía tuemociónenmipresencia.Tu rostrose suavizaba, sedulcificaba tuacento;mi nombre, pronunciado por tus labios, tomaba sonidos agradables.Memirabasdudosa,sinsaberlacausadequedesempeñaraantetielpapeldeamigoafectuoso.Cadavezquetetendíalamano,talruborytalexpresióndefelicidad acudían a tus juveniles facciones que había de hacer verdaderosesfuerzosparanoestrechartecontramicorazón.

—¡Nomehabledeaquellosdías!—interrumpí,enjugandoalgunasfurtivaslágrimas.

Suspalabrasmeatormentaban.Yosabíaloquehabíadehacersinpérdidadetiempo,ytalesrecuerdosservíansóloparaconvertirenmásdifícil loqueerainevitablerealizar.

—Cierto—contestóél—.¿Paraquéevocarelpasadocuandoelpresenteesmuchomásseguroyelporvenirmuchomásluminoso?

Meestremecíaloíraquellafrase.

—¿Comprendes mi caso ahora?—continuó—. Tras una juventud y unamadurez pasadas, mitad en una infinita miseria y mitad en una soledad

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infinita,daba,porprimeravez,conalguiendignodemiamor,teencontrabaati.Teconsiderémiángelbuenoyunamorfervienteyprofundobrotódemicorazón.Resolvíconsagrartemividayhacertearderenlapropiaypurallamaquemedevorabaamí.

»Por eso quise casarme contigo. Decirme que ya tengo una esposa esgastarmeunaburlacruel,porqueloquetengo,enrealidad,esunabominabledemonio. Hice mal tratando de ocultarte su existencia, pero lo hice porqueconocíatusprejuiciosydeseabatenertese—guraantesdeaventurarmeatalesconfidencias.Reconozcoquefuicobarde,porquedebíhaberapeladodesdeelprincipio a tu magnanimidad y a tu comprensión como lo hago ahora,describirtelastorturasdemivida,comunicarte,nomiresolución,porqueéstanoeslapalabraadecuada,sinomiinclinaciónaquerertefielyhonradamente,esperandosercorrespondidoportidelmismomodo.Sólodespuésdehablartefrancamentedebíahaberteprometidomifidelidadypedidolatuya.Puesquelohagoahora,prométemetúahorasermefiel,Jane.Calló.Luegodijo:—¿Porquénohablas?

La prueba que yo sufría era terrible.Unamano de hierro desgarrabamialma.¡Oh,quétremendomomento,quéesfuerzo,quéluchaconmigomisma!Ningunamujerhabíasidomásamadaqueyoloera,yoidolatrabaaquienmeamabaasí,yeraprecisorenunciaralamordemiídolo...Porquemideber,miinsoportabledeberestababienclaro:debíapartir.

—¿Hasentendidoloquedeseodeti,Jane?Sóloestapromesa:«Serétuya,Edward».

—Noserésuya,Mr.Rochester.

Siguióotrolargosilencio.

—Jane—comenzó él, en un tono queme intimidó, porque recordaba elrugidodeunleón—,¿quieresdecirqueteproponesseguiruncaminodistintoalmío?

—Sí.

—¿Yahora,Jane?—dijo,inclinándosehaciamíyabrazándome.

—También.

—¿Yahora?—dijo,besandodulcementemifrenteymismejillas.

—También—repuse,librándomedesusbrazos.

—¡Oh,Jane,estoesdoloroso,esinicuo!

—Nohaymásremedio.

Bajo sus cejas brilló una terrible mirada. Se incorporó, pero logró

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dominarse.Meapoyéenunasillaparanocaer.Estabaespantada,temblorosa,peronoporellomenosdecidida.

—Uninstante,Jane.Piensaenloqueserámihorriblevidacuandotehayasido. Contigo se irá toda mi felicidad. ¿Qué me quedará? ¡Esa loca de ahíarriba!¡Comosimequedarauncadáverenelcementerio!¿Quéharé?¿Dóndehallarécompañíayconsuelo?

—Donde yo. En Dios y en usted mismo. Confíe en que volveremos aencontrarnosenelcielo.

—¿Noquieresayudarme?

—No.

—¿Me condenas a vivirmiserablemente y amorirmaldito?—exclamó,alzandolavoz.

—Leaconsejoquevivalibrándosedepecaryledeseoquemueraenpaz.

—¿Meprivasdelamorpuro?¿Meobligasaquecaigaenlapasiónyenelvicio?

—Nohagoconustedmásqueloquehagoconmigomisma.Todoshemosnacidopara sufrir; soportemos el sufrimiento.Antesmeolvidaráusted amíqueyoausted.

—Veo queme consideras un embustero. Te digo queme será imposiblecambiary túmedicesquecambiarémuypronto. ¡Quéerroren tus juiciosycuántaperversidadentusideasacreditatuconducta!Parativalemássumirenla desesperación a un ser humano que transgredir una ley meramenteconvencionalsinperjudicaranadie.¡Porquenotienesamigosniparientesquepuedanjuzgartemalsivivesconmigo!

Estoeracierto,yaloírlemiconcienciaymirazónserebelaroncontramí,calificandodecrimenmiresistenciaaescucharle.Elsentimientomurmurabaenmi interior:«Piensaensumiseria,piensaen losriesgosaque leexponesabandonándole,piensaensudesesperación.Sálvale,pues,ámaleydilequeleamas.¿Quiénsepreocupadetienelmundo?¿Quiéntepedirácuentadetusacciones?»

La réplica fue inmediata:«Yomepreocupodemí.Cuantomássola,conmenos amigos y más abandonada me encuentre, más debo cuidar de midecoro.RespetarélaleydadaporDiosysancionadaporloshombres.Seguirélosprincipiosquemefueroninculcadoscuandoestabaenmiplenarazónynoloca,comoahoramesiento.Lasleyesylosprincipiosnosonparaobservarloscuandonosepresentalaocasiónderomperlos,sinoparaacordarsedeellosenlosmomentosdeprueba,cuandoel cuerpoyel almase sublevancontra susrigores. La ley y los principios tienen un valor, como siempre he creído,

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exceptoahora,queestoyperturbada(loestoypuestoquepormisvenascorrefuegoymicorazónlatedeunmodotal,quenopuedocontenersus latidos).No debo moverme en otro terreno, sino en el seguro de los conceptosadmitidos como buenos, en el de las determinaciones previstas para casoscomoéste.Desenvolvámonos,pues,enél.»

Y lo hice. Rochester lo leyó enmi rostro y su furia desbordó. Asió mibrazo,mecogióporlacinturaymecontemplóconcentelleantesojos.Desdeelpuntodevistafísico,mesentíaimpotente,peromequedabaelalmayéstatiene, muchas veces, sin darse cuenta, un intérprete en la mirada. Le miré,pues,alaenfurecidafazeinvoluntariamentesuspiré.

—Nuncahevisto—rugió él, rechinando losdientes—nada a la vez tanfrágilytanindómito.Enmismanosescomounacañaquepuedoromperconlosdedos.Pero¿quéganoconquebrarla,conaniquilarla?Ahíestásumirada,su mirada resuelta, libre, feroz, triunfante. Con su envoltura carnal puedohacerloquequiera,peroloquehabitaenellaescaparásiempreamivoluntad.Y es su alma, su alma enérgica y pura, lo que yo deseo de ella, no sólo sucuerpo.Yesa almapuedevenir amí, apretarse contramipecho, emanardeellacomounaroma...¡Ven,Jane,ven!

Yhablandoasí,mesoltóyselimitóamirarme.Yohabíatriunfadodesufuror;bienpodía,pues,triunfardesutristeza.Medirigíalapuerta.

—¿Tevas,Jane?

—Mevoy.

—¿Meabandonas?

—Sí.

—¿Novolverásmásaconsolarme?Miamor,midolor,mifrenéticoruego,¿nosonnadaparati?

¡Qué infinito sentimiento había en su voz! ¡Y qué amargo era tener querepetirlefirmemente!:

—Mevoy.

—¡Jane!

—Mr.Rochester.

—Vete,vetesiquieres,perorecuerdalaangustiaenquemedejas.Veteatucuarto,medita en cuanto te he dicho, piensa en lo que sufro, piensa enmí,Jane.

Ysedejócaersobreunsofá,conelrostroentrelasmanos.

—¡Oh, Jane, mi esperanza, mi amor, mi vida! —gimió desoladamente,

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dejando escapar un profundo sollozo. Yo estaba casi en la puerta, pero mevolvítandecididacomoantesmehabíaalejado.Mearrodilléjuntoaél,volvísurostrohaciamí,lebeséenlamejillayacariciésucabello.

—Dios le bendiga—dije—.Dios le libre demal,Dios le pague todo lobuenoquehasidoconmigo.

—El amor de mi Jane era mi última esperanza —dijo— y sin ella micorazón se destrozará. Pero Jane me dará aún su amor, su amor noble ygeneroso.

Lasangreafluyóasurostro,susojosvolvieronacentellear.Seincorporóytratódeabrazarme.Peropudeeludirleysalídelaestancia.

—¡Adiós! —gimió desesperadamente mi corazón al abandonarle—.¡Adiósparasiempre!

Nocreíapoderdormiraquellanoche,peroapenasmeacostémeacometióuna pesadilla.Me sentí transportada a la niñez y soñé en el cuarto rojo deGateshead.Eraunanocheoscuraymimentesentíaextrañosterrores.Laluzque,vistatantosañosatrás,measustarahastaelpuntodehacermedesmayar,reaparecía enmi sueño, escalaba los muros y se detenía, temblorosa, en elcentrodeloscuroartesonadodeltecho.Alcélacabezaparamirarlayeltechoseconvirtióenunmardealtasysombríasnubes.Luegoentreellasapareciólaluna. Yo la contemplaba como si en su disco hubiese de aparecer grabadaalgunasentenciaquemeconcerniese.La lunapenetróa travésde lasnubes,descendiendomáscadavez,mientrasunamanomisteriosaparecíaapartarlossombríosvapores.Despuésyanoera la luna,sinounablancafazhumana laque me miraba. Aquella faz me habló, habló a mi alma, y aunque su vozsonabainconmensurablementeremota,yolasentíacuchichearenmicorazón.

—Hijamía,huyedelatentación.

—Loharé,madre.

Talfuelarespuestaquedialdespertardemisueño.Eradenocheaún,perolasnochesdejuliosoncortas.Nomuchomástardedemedianochecomenzóaalborear. «Es hora de comenzar lo que debo hacer», pensé.Me levanté.Mehabía acostado vestida, sin quitarme más que los zapatos. Busqué en loscajones alguna ropa blanca.Hallé un collarcito de perlas queRochestermehabía obligado a aceptar días antes. Dejé aparte aquel recuerdo de misfantásticas bodas: no eramío. Con lo demás hice un paquete, guardé en elbolsillo los únicos veinte chelines que poseía, me coloqué mi gorrito y michal, cogí el paquetey las zapatillas para andar por la casa sin ruido, y salícautelosamentedelcuarto.

—Adiós,amableMrs.Fairfax—murmurécuandopasabaantelapuertade

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su cuarto—. ¡Adiós, querida Adèle! —añadí lanzando una mirada a sualcobita.

Era imposible pensar en entrar y abrazarla. Me proponía pasar ante elcuartodeRochestersinpararme,peromicorazóndetuvoallísuslatidosymispieshubierondedetenersetambién.Rochesternodormía.Lesentípasearporsualcoba,suspirandodevezencuando.¡Ypensarqueenaquellahabitaciónseencerrabaelcieloparamí!Yopodíahaberentradoydecirle:«Edward:teamoyquierovivircontigoparasiempre.»¡Québellohubierasido!

Aquel hombre insomne esperaba sin duda con impaciencia la mañana.Cuando me enviase a buscar, no me encontraría. Se sentiría despreciado,rechazadosuamor,sufriría,sedesesperaríaquizá...Mimanoavanzóhaciaelpicaporte.Peromecontuveydescendíapresuradamentelasescaleras.

Busquéen lacocina la llavede lapuerta trasera,y laengraséconaceite.Comípanybebíagua,porqueacasonecesitaríacaminarlargotiempo.Lohicetodo sin ruido alguno. Abrí y volví a cerrar suavemente. Sobre el patio seextendía la opaca claridad del todavía lejano amanecer. Las verjas estabancerradas,peroteníanunpostigocerradosimplementeconunpicaporte.PaséelpostigoymehalléfueradeThornfield.

Acampotraviesaalcancé,unamillamásallá,unacarreteraqueseguíaladirección contraria a Millcote. Muchas veces la había visto, pero nunca larecorrí, e ignoraba a dónde conducía. No reflexionaba en nada, no mirabahaciaatrás,nopensabaenelpasadonienlofuturo.Elpasadoparecíameunapágina tan divinamente dulce que leer una sola línea de ella hubieraquebrantadomi resolución.Yelporvenireraunapáginaenblanco,comoelmundodespuésdeldiluvio.

Recorrí campos, senderosy setoshastadespuésde salir el sol.Creoquehacíaunahermosamañanadeverano.Miszapatosestabanhúmedosderocío.Peroyonoreparabaenelsolnaciente,niellímpidocielo,nienlanaturalezaquedespertaba.Quienatravésdeunbellopanoramasedirigealcadalso,noreparaenlasfloresquesonríenensucamino,sinoenelpatíbuloylatumbaqueleesperan.Yo,pues,pensabaenmisituación,defugitivasinhogar,y—¡oh, con qué angustia!— en lo que dejaba atrás. Creía a Rochester en sucuarto,contemplandosalirelsol,esperandoqueyoaparecieseparadecirlequeme quedaba a su lado... Hasta estudié la posibilidad de regresar. No erademasiado tarde: aún podía ahorrarle aquella amargura. Mi fuga no debíahabersidodescubierta.Podíavolversobremispasos,consolarle,librarledesumiseria moral, acaso de su ruina... El pensamiento de su soledad meangustiabamás que la mía propia. Comenzaban a cantar los pájaros en lasramas: los pájaros, fieles a sus parejas, símbolo del amor... Dentro de micorazónherido,meaborrecíaamímisma.Ningunasatisfacciónencontrabaen

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la idea de que había procedido correctamente para salvarmi decoro. Habíaheridoydañadoamiqueridodueño...Meconsideréodiosaamispropiosojos.Sin embargo, no desanduve lo andado. Lloraba incansablemente mientrasseguíamisolitariocamino.Apocomehundíenunaespeciededelirio.Unaprogresiva debilidad invadió mis miembros, me sentí desvanecer y caí.Permanecí tendida algunosminutos, con el rostro contra la hierba. Sentí eltemor—olaesperanza—demorirallí,peroalfinmepuseenpieycontinuémimarcha,másfirmementeresueltaquenuncaaalcanzarellejanocamino.

Cuandolleguéaélhubedesentarme,fatigada,enlacuneta.Sentíruidoderuedas y vi aproximarse una diligencia. Levanté lamano; paró. Pregunté alcocheroadóndesedirigía.Medioelnombredeunlugarmuylejano,enelqueyosabíaqueRochesterno tenía relaciones.Preguntécuántomecobrabaporllevarme allí, y repuso que treinta chelines. Contesté que no poseíamás deveinteyaccedióatransportarmeduranteuntrayectoproporcionadoalasuma.Entréenelcochevacío,elcocherocerrólaportezuelayelvehículosepusoenmarcha.

Amablelector:¡ojalánosientasnuncaloqueyosentíentonces!¡Ojalánollores nunca las ardientes y tumultuosas lágrimas que yo lloré en aquellaocasión! ¡Ojalá no eleves nunca al cielo una plegaria tan desesperada yangustiosacomolaqueentoncesbrotódemislabios!¡Ojalánoteveasnuncaen el caso de ser instrumento del dolor de aquel a quien amas, como mesucedíaamí!

XXVIII

Hanpasadodosdías.Esunatardedeverano.Elcochemehadejadoenunlugar llamado Whitcross, ya que la cantidad pagada no alcanzaba paratransportar más adelante y yo no poseía ni otro chelín siquiera. Ahora ladiligenciaseencuentraaunamillademíyyomehallosola.Enestemomentodescubroqueheolvidadomipaqueteenlavalijadelcochero,dondelohabíacolocadoparamayorseguridad.Y,puestoqueallíestá,nohaymás remedioquedejarlocontinuarallí.

Whitcrossnoesunaciudadniunaaldea, sinoun simpleposte indicadorcolocadoenlaconfluenciadecuatrocaminosyenyesadodeblanco,supongoqueparapoderloreconocerenlaoscuridad.Deaquelpostesalencuatrobrazosqueseñalancuatrodistintasdirecciones.Lapoblaciónmáspróximadistadiezmillas; lamás lejana,veinte, según se leeen losbrazos indicadores.Por losmuyconocidosnombresdeaquellasciudades,comprendíquemehallabaenun condado del Norte. La comarca estaba rodeada de montañas y a mi

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alrededorseextendíangrandespáramosypantanos.Lapoblacióndebíadeserpoco densa; escasos viajeros recorrían aquellos caminos. Pero si algunopasaba, ningún interés tenía yo en que me viera, ya que todos se hubieranmaravilladodeencontrarmeperdidaysinsitioalgunoalqueir,alladodeunposteindicador,enuncamino.Quizámepreguntaran,yoacasonosupieraquéresponder, y era probable que se extrañasen y sospecharan demí. Ningunaayudahumanacabíaesperar,nadiequemevieramededicaríaunpensamientoamable o un buen deseo. No tenía otro amigo que la madre de todos: lanaturaleza,ydeellaúnicamentedebíasolicitarcaloryabrigo.

Meinternéentrelosmatorralesyapocomispiessehundieronenelcienodeunpantano.Retrocedíy,encontrandounsalientepropicioenuna rocadegranito, me senté en él. Las márgenes del pantano me rodeaban, la rocaprotegíamicabezayelcielocubríatodaslascosas.

Pasó tiempo antes de que me sintiese tranquila, porque temía quemerodeasenporallíanimalespeligrosos,oquemedescubrieraalgúncazador,furtivo o no. Si soplaba el viento, seme figuraba el bramido de un toro; sialgunacercetalevantabaelvueloalolejos,confundíasufiguraconlasombradeunhombre.Alfin,viendoquemistemoreseraninfundadosyquereinabala soledad en torno mío, recobré la confianza. Hasta entonces no habíapensadoennada,limitándomeaver,temeryescuchar.Peroahoracomenzabaareflexionardenuevo.

¿Quéhacer?¿Adónde ir? ¡Aterradoraspreguntas!Talvez lamáscercanamoradahumanaestuvieraamayordistanciadelaquemisdebilitadasfuerzaspudieran recorrer.Había de apelar a la fría caridad para lograr un albergue,corriendo el riesgo de tropezar con una repulsa casi cierta y aun con otrospeligros.

Toquéunamatadebrezo.Todavíaestabacalientedelsolqueduranteeldíadeveranolahabíabesado.Enelcieloserenounaestrellatitilabaprecisamentesobremí.Caíaunligerorocío;nosoplabaelviento.Lanaturalezameparecióbenigna y bondadosa para conmigo y pensé que, si de los hombres no mecabíaesperarsinorepulsasoinsultos,enellapodíaencontrarapoyoyabrigo.Almenosporunanoche,debíasersuhuésped:comomadremíaqueera,medaríaalojamientosincobrármelo.Yoteníaaúnunpedazodepan,restodeunacantidad que comprara en una población que habíamos atravesado, con unpenique olvidado que encontré enmi bolsillo. Entre losmatorrales veíanse,aquí y allá, arándanosmaduros. Cogí un puñado y los comí con el pan. Elagudo apetito que un momento antes sentía se apaciguó, ya que no sesatisficiera, con aquella eremítica colación. Después de comer recité unaplegaria,ymedispuseaacostarme.

Lahierbacrecíamuyaltojuntoalaroca.Metendíenellacolocandosobre

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mí,aguisademanta,michaldobladoyapoyandolacabezaenunapequeñaprotuberancia del suelo. Instalada así no sentí, al menos al principio de lanoche,fríoalguno.

Hubiera,pues,podidohallarmebastanteagusto,anoserporeldolordemi corazón.Lasheridasdemi almavolvían a abrirse.SufríaporRochester,experimentabaporélunaamarga tristeza,ymicorazón, impotentecomounpájaroconlasalasrotas,gemíaysedespedazabaensuvanodeseodeprestarleayuda.

Mis sombríos pensamientos me impedían dormir. Me incorporé. Era denocheya,unanocheserenaquealejabadelalmatodotemor.Brillabanenelcielolasestrellas.LapresenciadeDiosessensibleentodaspartes,peronuncatanto como cuando contemplamos sus máximas obras. En aquella serenanoche,enaquelcielodespejadoenquegiraban,silentes,losinfinitosmundoscreadosporÉl,seexperimentabamásquenuncasuinfinitud,suomnipotencia,suomnipresencia.RoguéporRochester.Mientras lohacía,misojos llorososcontemplaron la Vía Láctea. Pensando en los incontables mundos queencerraba aquella vaga bruma luminosa, sentí el infinito poder de Dios,comprendíquepodríasalvaraquienÉlquisiera,quenadaeraperecedero,queni un alma tan sólo podía perderse. Mi plegaria se convirtió en acción degracias,alrecordarqueelPadredetodaslascosashabíasidotambiénnuestroSalvador.Rochester sería salvado porque era deDios yDios le preservaría.Volvíaacurrucarmeenelsueloymedormí,olvidadatodalaangustia.

Al día siguiente, la necesidad, pálida y descarnada, apareció ante mí.Mucho después de que los pájaros abandonaran sus nidos en busca dealimento,muchodespuésdequelaauroraaparecieraenOrienteylibara,comodulcemiel,elrocíoquecubríalamaleza,cuandolassombrasdelamadrugadasehabíandisipadohacía largo rato y el sol iluminabaya cielos y tierra,medespertéy,levantándome,miréentornomío.

El día eramagnífico y cálido. El páramo circundante parecía un doradodesierto,enelqueyohubieradeseadovivirpara siempre.Todoesplendíaalsol.Un lagarto trepaba por la roca y una abeja volaba sobre los arándanos.Habría deseado convertirme en lagarto o en abeja, residir allí, encontrar enaquella edad refugio y alimento. Pero era un ser humano y los humanostenemos otras necesidades. No podía quedarme donde estaba. Miré elimprovisado lecho que acababa de abandonar. Desesperanzada como estabarespectoalfuturo,nohabríadeseadocosamejorsinoqueelCreadorhubiesearrebatadoaquellanochemialmademicuerpo,evitándomeunaulteriorluchacon el destino. No era así: vivía, con todas las amarguras, luchas yresponsabilidadesqueelloimplicaba.Eraprecisocargarconlavidacomoconunpesadofardo,proveeramisnecesidades,soportarlossufrimientos,afrontarmisobligaciones.Mepuseencamino.

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UnavezenWhitcross,seguíunacarreteradondedabaelsol,altoycálidoya.Ninguna otra circunstancia influyó en la elección de ruta.Anduve largotiempo.Cuando,alfin,fatigada,mesentéenunapiedra,oícercademírepicarunacampana,lacampanadeunaiglesia.

Miréhaciadondelacampanasonabay,entrepintorescascolinas,distinguíuna aldea y un campanario. Ami derecha se extendía un valle cubierto deprados,maizalesybosques.Unarroyozigzagueabaentreárboles,praderasycamposdecereal.Unacarretapesadamentecargadasubíalacolinay,nolejos,pastabandosvacas,vigiladasporsupastor.

Acosadelasdos,entréenlaaldea.Alaentradadeunadesuscalleshabíaunatiendecitaencuyoescaparateseexhibíanvariospanecillos.Deseéunodeellosconverdaderacodicia.Pensabaquecomiéndoloadquiriríaenergías,sinlascualesmeseríadifícilcontinuaradelante.Eldeseodereadquirirmifuerzay mi vigor había renacido en mí en cuanto me hallé en contacto con missemejantes.Hubierasidomuydegradantedesmayarmedeinaniciónenlacallede una aldea. ¿No llevaba nada sobre mí que ofrecer a cambio de uno deaquellospanecillos?Medité.Poseíaunpañolitodeseda,puestoalcuello,ylosguantes.Muy duro era hablar a nadie del extremo de necesidad en quemeencontraba,ymuyprobablementenadiequerríaaquellaspobresprendas,peroresolvíintentarlo.

Entré en la tienda. En ella había una mujer. Viendo a una personadecentementevestida,unaseñoracomosindudasupuso,avanzóatentamentehaciamí.¿Enquépodíaservirme?,seapresuróapreguntar.Lavergüenzameinvadió, no acertaba a decir las palabras que había preparado y comprendí,además,loabsurdodelaproposiciónqueibaahacer.Lepedí,pues,solamentepermisoparasentarmeunosminutos,porquemehallabafatigada.Disgustadaal ver que su supuesta cliente no era tal, accedió fríamente a mi ruego,señalándome una silla. Sentí ganas de llorar, pero, comprendiendo loinoportuno de tal manifestación, me contuve. Luego le pregunté si en elpueblohabíaalgunacosturera.

—Sí,dosotres.Lasnecesariasparalaaldea.Reflexioné.Mehallabacaraa cara con la necesidad, sin recursos, sin un amigo. Era preciso hacer algo.¿Qué?Loquefuera.Pero¿dónde?

—¿Conoceaalgunapersonadelavecindadquenecesitecriada?

—No.

—¿Cuáleslaindustriaprincipaldeaquí?¿Aquésededicalagente?

—Muchos son labradoresyotros trabajanen la fábricadeagujasdeMr.Oliver.

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—¿EmpleamujeresMr.Oliver?

—No;sólohombres.

—¿Puesquéhacenlasmujeresdeestelugar?

—Nosé—contestó—.Unasunacosa,otrasotra...Lospobressearreglansiemprecomopueden.

Parecía molesta por mis preguntas. Además, ¿qué derecho tenía yo aimportunarla? Luego entraron algunos vecinos. Mi silla era necesaria. Medespedí.

Recorrí la callemirando a derecha e izquierda cuantas casas encontraba,pero sinhallarpretextopara entrar enninguna.Vaguépor el pueblomásdeuna hora. Exhausta, experimentando la imperiosa necesidad de comer, mesentéalbordedeunsenderoyallípermanecílargorato.Luegomelevantéymedirigíhaciaunalindacasita,conunjardíndelante,quesehallabaalfinaldelcamino.¿Paraquémeaproximabaaaquellablancapuerta,niquéinteréshabían de tener sus habitantes en servirme?Sin embargo, llamé.Unamujerjoven,deagradableapariencia,muylimpia,meabrió.Conlavozquepuedesuponerse en una persona desfallecida y desesperada le pregunté sinecesitabanporcasualidadunasirviente.

—No—dijo—;nolanecesitamos.

—¿Sabesimeseríaposibleencontraralgunaclasedetrabajoaquí—volvíapreguntar—.Soyforastera,noconozcoanadie.Necesitotrabajar,seaenloquefuere.

Peroellanoteníaporquéocuparsedemí,nibuscarmeunempleo,niasusojos podía aparecermi relato, situación y carácter sino comomuy dudosos.Moviólacabeza,dijoquenopodíainformarmeycerrólapuertablanca.Contodacortesía,perolacerró.Silahubiesetenidoabiertauninstantemás,creoquelehabríapedidounpocodepan,porquemesentíadesfallecida.

¿Aquévolveralsórdidovillorrio,dondeningunaperspectivadeayudasedivisaba? Hubiera sido mejor dirigirme a un bosquecillo cercano, que semostraba antemis ojos brindándomeun apetecible refugio, peromehallabatandébil, tanextenuada,querondabaporinstintoentornoalossitiosdondeexistía alguna posibilidad de hallar alimento. Imposible buscar la soledadmientraselbuitredelhambremeclavabatancruelmentesusgarras.

Meaproximéalascasas,mealejédeellas,volvíaaproximarmedenuevo,ydenuevomealejé,comprendiendoquenoteníaderechoalgunoapedirnadaniaquenadieseinteresasepormí.Latardeavanzabamientrasyoerrabadeaquel modo, como un perro extraviado y hambriento. Al cruzar un pradodivisé ante mí la torre de la iglesia y me dirigí hacia ella. Cerca del

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cementerio, enmediodeun jardín, había una agradable casita, quenodudéque sería la del párroco. Recordé que los forasteros que llegan a un lugardondenoconocenanadie,acudenavecesalospárrocosparapedirsuayuda.Y lamisióndeunsacerdotees socorrer, almenosconsuconsejo,a losquesoliciten su auxilio. Reuniendo, pues, todo mi valor y mis débiles fuerzas,llegué a la casa y llamé a la puerta de la cocina. Abrió una anciana. Lepreguntéporelpárroco.

—Noestá—dijo.

—¿Volverápronto?

—No.Estáatresmillasdeaquí,enMarshEnd,adondelehanllamadoporhabermuertosupadresúbitamente.Loprobableesquepasealláquincedías.

—¿Hayalgunaseñoraenlacasa?

Contestó que no había nadie sino ella, y a ella, lector, no fui capaz depedirleloquenecesitaba.Otravez,pues,comencéaerrar.Mequitéelpañueloquellevabaalcuello.Habíavueltoapensarenlospanecillosdelatiendecita.¡Oh, qué terrible tormento es el hambre!De nuevome dirigí a la aldea, denuevoentréenlatienday,aunquehabíaotraspersonas,dijealatenderaquesiqueríadarmeunpanecilloacambiodeaquelpañuelo.Memiróconevidentessospechas.—No;nuncahagotratosdeesaclase.

Casidesesperada,leroguéquemediesesiquieramediopanecillo.Senegótambién.¿Quésabíadóndehabíacogidoyoelpañuelo?,insinuó.

—¿Quieremisguantesacambio?

—No.¿Quévoyahacerconellos?

No es agradable insistir en estos detalles. Según algunas personas,complace evocar los recuerdos penosos, pero a mí hoy me es insoportablerevivirlostiemposquerelato.Aquelrebajamientomoral,unidoalsufrimientofísico, fuedemasiadodolorosoparamí.Nocensuroaningunode losquesenegaron entonces a ayudarme. Si un pordiosero vulgar suele inspirarsospechas, un pordiosero bien vestido las inspira siempre.Verdad es que loqueyopedíaeratrabajo,pero¿cómoibanapreocuparsedetalcosapersonasquemeveíanporprimeravez?Lamujerquenoquisocambiarunpanecillopor mi pañuelo de seda tenía derecho a hacerlo si el cambio le parecíaventajosoolaofertaextraña.

Poco antes de oscurecer pasé ante una granja. El granjero, a la puerta,estabacenandopanyqueso.Medetuveyledije:

—¿Quieredarmeunpocodepan?Estoyhambrienta.Memiróasombradoy,sincontestar,cortóunadelgadarebanadadepanymelatendió.Nocreoqueme considerase una pordiosera, sinomás bien una señora extravagante, que

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sentía el capricho de probar su pan moreno. En cuanto estuve a algunadistancia,mesentéycomíelpan.

Noteniendoesperanzadedormirbajotechado,penséquedebíadirigirmeal bosque a que antes aludí. Pero mi descanso fue frecuentementeinterrumpido.Elsueloeraduro,elairefríoyamenudopasabanintrusoscercademí,yteníaquecambiardesitio.Hacialamañanaempezóalloverydurantetodoeldíahubomuchahumedad.Nomepidas,lector,unrelatominuciosodeaquella jornada. Como la anterior, anduve buscando trabajo, y como laanteriorfuirechazadasiempre.Comolaanterior,mesentíextenuada,ycomolaanteriorpudecomeralgo.Pasandoalapuertadeunacasita,viaunaniñaechando restos de potaje frío en una gamella de las que se usan para loscerdos.Ledije:

—¿Quieresdarmeeso?

—¡Madre!—gritólaniña—.¡Aquíhayunamujerquequiereelpotaje!

—Siesunamendiga,dáselo—contestóunavozdesdedentro—.Elcerdoestáharto.

Laniñameentregóelrecipienteydevorésucontenidoconansia.

Alcaerdelhúmedocrepúsculomedetuvealbordedeun senderoporelquecaminabasinobjetohacíamásdeunahora.

«Me faltan las fuerzas —monologué— y no podré seguir mucho másadelante.¿Cómopasarlanoche?¿Conlacabezasobreeldurosuelomientrasla lluviame cala?, no obstante, no puedo hacer otra cosa, porque nadiemedaríahospitalidad.Peroesdetemer,dadamipostración,miabatimientoymidesesperanza, que me muera esta noche. Después de todo, ¿por qué nohacermealaideademorir?¿Porquéesforzarseenprolongarunavidainútil?¡Másno!¡Debovivir,porqueEdwardviveocreoquevive!Nodebodejarmemorirdehambreydefrío.¡Oh,Diosmío,ayúdame,ayúdameunpocomás!»

Mis ojos contemplaron el sombrío y brumoso paisaje.Estaba lejos de laaldea y ésta no se distinguía ya. Los campos cultivados de sus cercaníashabíandesaparecido.Alolargodeatajosysenderoshabíallegadootravezalas cercanías de la zona pantanosa y enmi torno sólo se divisabanmíserosprados,casitansilvestresyáridoscomoelpáramomismo.

«Mejor seríamorir ahí que en una calle o en un camino frecuentado—pensé—. Prefiero que los cuervos, si los hay en la comarca, devoren misrestos,quenoqueéstosdesciendan,enunataúddecaridad,alfondodelafosacomún.»

Mehallabaalasazónenplenopáramo.Losmusgosyjuncosquecrecíanenlasciénagassedistinguíanporsucolorverdedeloscurodelosmatorrales

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quecubrían los lugaresdondeel suelo formabauna superficie sólida.Amisojos aquella gradación de matices se presentaba sólo en forma de luces ysombras,yaqueeldíasehabíadesvanecido.

Oteandoel desoladopaisajemeparecióverbrillaruna luz a lo lejos.Lajuzguéunfuegofatuoycreíquesedesvaneceríaenseguida.Máslaluznosemovía.«¿Seráunahoguera?»,mepregunté.Peronoaumentabanidisminuíade tamaño, por lo quededuje quepodría ser la luz de una casa, aunque tanlejanaquenohabríapodidoalcanzarla,nimehubieraservidodenadallamarasupuerta,puestoqueseguramentemelahubierancerrado,comolasdemás.

Metendíenelmismolugarenquemehallaba,rostroatierra.Elairedelanoche soplaba sobremí y se perdía a lo lejos.Apoco empezó a llover y elaguamecalóhastaloshuesos.Meincorporé.

La luz continuaba brillando, mortecina, pero constante, a través de lalluvia. Comencé a andar, con fatigados pies, en aquella dirección. Hube deatravesar un cenagal que hubiera sido impracticable en invierno.Dos vecescaí, pero ambas volví a levantarme y a caminar hacia aquella luz, últimaesperanzamía.

Cruzadalaciénaga,distinguíunafajablancaqueatravesabaelpáramo.Meacerqué: era un camino.La luz brillaba, al parecer, en una especie de oteroentrepinos,queseentreveíanconfusamenteentrelastinieblas.Miestrellasedesvanecióalacercarme.Sindudasehabía interpuestoentreellayyoalgúnobstáculo.Extendí lamano y toqué unmuro bajo y tras él un alto seto.Loseguí,hastadarconunpostigo,quegirósobresusgoznesalempujarlo.

Pasadoelpostigo,lasiluetadeunacasaseelevóantemí.Erabaja,oscuray bastante grande. Al presente no se veía en ella luz alguna. ¿Se habríanacostado susmoradores?Buscando lapuerta,dobléunángulodel edificioyvolvíadistinguirlaanheladaluzbrotandodeunaventanitaenrejada,pequeñayqueloparecíamásaúnporquelaocultabaenpartelahiedraquerevestíaelmurodeaquellapartedelacasa.Lasventanasnoteníancortinay,atravésdesus cristales, pude ver el interior. Era una estanciamuy limpia, de suelo detierraapisonada,conunaparadordenogalsobreelquehabíacolocadasvariasfilasdeplatosdepeltre,enlosquesereflejabaelresplandordeunbuenfuegodeturba.Viunreloj,unamesablanca,variassillas...Lavelaquefueramiguíaenlaoscuridadsehallabasobrelamesayasuluzunamujer,tosca,perotanlimpiacomocuantolarodeaba,hacíacalceta.

Todo aquello no tenía nada de extraordinario. Pero junto al fuego habíaalgomás:dosjóvenes,evidentementedosseñoritas,vestidasdeluto,sentadas,una en una mecedora baja y otra en un taburete. Un gran perro de cazaapoyabasumacizacabezaenlasrodillasdeunadelasmuchachasyungatonegrodormíaenelregazodelaotra.

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¡Extrañolugareraaquellahumildecocinaparalasdosexquisitasjóvenesque la ocupaban! Con toda certeza, no eran hijas de la mujer sentada a lamesa, porque tenían tanto de delicadas y distinguidas como ella de rústica.Jamás había visto rostros como los de aquellasmujeres. No cabe llamarlashermosas,porqueerandemasiadograves,pálidasypensativasparaaplicarlestaladjetivo.Cadaunateníaenlamanountomitoyenunamesaentrelasdoshabíaotravelaydosgruesosvolúmenes,quedevezencuandoconsultaban,comparándoloconeltextodesuslibrosrespectivos,comosehacecuandosetraduce.Todotranscurríaentanhondosilenciocomosiaquellosseresfueransombrasyel conjuntouncuadro,hastaelpuntodequeyopodíapercibirelchisporroteodelalumbre,eltictacdelrelojyelchoquedelasagujasconquelamujerhacíacalceta.Alfinunavozrompióelsilencio:

—Escucha,Diana—dijounade las absortas lectoras—.Franzy elviejoDanielsehallabanjuntosestanocheyFranzestácontandounsueñodelquehadespertadoaterrorizado.Oye...

Y leyó, envozbaja, algo ininteligibleparamí:ni francésni latín.Si eragriego,alemánuotroidioma,imposiblesaberlo.

—Esmuyenérgico—dijoalterminar—.Megustamucho.

Laotramuchacha,mirandoalfuego,repitióunalíneadelasquelehabíansido leídas.Más tarde supedequé libro se trataba.Citaré, pues, lo que ellarepitió,aunqueentoncesmefuedeltodoincomprensible:

—Da trat hervor Einer, anzusehenwie di SternenNacht. ¡Muy bien!—exclamó,abriendomuchosusoscurosyprofundosojos—.¡Cuántomegusta!Unasolalíneadeéstasvaleporcienpáginasdeprosarebuscada.IchwägedieGedanken in der Schale meines Zornes un die Werke mit dem GewichtemeinesGrimms...

Ambascallarondenuevo.

—¿Existe algún país donde hablen de ese modo? —les preguntó laanciana.

—Sí,Hannah:unpaísmayorqueInglaterra.

—¡Nosécómopuedenentenderse!Sivinieraaquíunodelosquehablanasí,¿leentenderíanustedes?

—Algodeloquedijera,sí,perotodono,porquenosomoslointeligentesqueustedcree,Hannah.Nohablamosalemánnisomoscapacesdeleerlosinayudadeldiccionario.

—¿Yparaquésirveestudiareso?

—Nos proponemos aprenderlo mejor y entonces podremos ganar más

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dinerodelqueganamosahora.

—Esoestábien.Perodéjenseyadeestudiar.Bastaporhoy.

—Sí.Yoestoyfatigada.¿Ytú,Mary?

—Mucho.Esmuytrabajosoaprendersinprofesor,sóloconeldiccionario.

—Ysobretodounlenguajecomoesteadmirablealemán...Oye,¿cómonohabrávueltoJohntodavía?

—No tardará. Son las diez en punto—dijo la interpelada, mirando surelojitodeoro—.Yestálloviendo.Hannah,¿quieretenerlabondaddemirarcómoestáelfuegodelsalón?

Lamujer abrió una puerta, desapareció por un pasillo, la sentí atizar lalumbre.Luegoreapareció.

—¡Ay,niñas—dijoalvolver—,quépenamedaentrarenesecuartoyveraquelsillónvacío!

Sesecólosojosconeldelantal.Lasdosmuchachasseentristecieron.

—¡Peroahoraestáenotromundomejor!—continuóHannah—.Másvalequeseencuentreallí.¡Todosquisiéramosmorirtanserenamentecomoél!

—¿No le habló de nosotros antes de fallecer? —inquirió una de lasjóvenes.

—No tuvo tiempo. Su pobre padre se había sentido un pocomal el díaantes, pero no le dio importancia, y cuando el señorito John le preguntó siqueríaqueenviaseabuscaraunadeustedes,sepusoareír.Aldíasiguiente—hoyhacequince—volvióasentirdolordecabeza.Sedurmióynodespertómás. Cuando el hermano de ustedes entró en la habitación, le encontró yarígido.

La vieja sirvienta, en el dialecto de la región, se extendió enconsideraciones familiares, asegurando que Mary era el vivo retrato de sudifuntamadre yDianamás parecida a su padre, cosa que paramí resultabaincomprensible, pues las dosmuchachasme parecían casi idénticas.Ambaseran esbeltas y bellas, ambas distinguidas, ambas tenían aspecto de muyinteligentes.Ciertoqueelcabellodeunaeraalgomásoscuroqueeldelaotrayque se lopeinabandemododiferente:Mary, lisoy con rayas;Diana, contirabuzones.

Elrelojdiolasdiez.

—Supongo —observó Hannah— que en cuanto venga su hermanodesearáncenar.

Ycomenzóaprepararlacena.Lasmuchachassefueron,probablementeal

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salón. Hasta entonces yo había estado tan atenta a observarlas, y tanto mehabíaninteresado,queinclusomeolvidédemímisma.Peroahorameacordéde mí, y mi situación, por el contraste, se me presentó más desolada ydesesperadaquenunca.Imposibleimpresionaralosmoradoresdelacasaconel relato de lo que me sucedía; no me creerían, no me concede—ríanalbergue...Asípensabamientras,vacilante,llamabaalapuerta.Hannahabrió.

—¿Quédesea?—inquirió,sorprendida,examinándomealaluzdelabujíaquellevabaenlamano.

—¿Puedohablaraunadelasseñoritas?—pregunté.

—Mejorseráquemedigaamíloquefueraadecirlesaellas.

—Soyforastera...

—¿Yquéhaceporaquíaestashoras?

—Quisieraquemedieranalbergueporestanoche,enelpajarodondesea,yunpocodepan.

EnelrostrodeHannahsepintólaexpresióndecontrariedadqueyotemíayaguardaba.

—Ledarépan—dijo,trasunapausa—,peroalberguenoesposible.

—Déjemehablarconsusseñoritas.

—No.¿Quévanellasaremediarle?¡Yleaconsejoquenovagabundeeporacá!

—¿Yquévoyahacersimehechausted?¿Quéharé?

—¡Yasabeustedmuybienadóndeiryquéhacer!¡Ea,tomeunpeniqueyváyase!

—¿Para qué quiero un penique? ¡Si no tengo ni fuerzas paramoverme!¡Nocierre,nocierre,poramordeDios!

—Tengoquecerrar.Estáentrandolalluvia.

—Hablealasseñoritas,preséntemeaellas.

—Noquiero.Noesustedunamujercomodebe.Noalborote.Váyase.

—¡Memorirésimequedoestanochealairelibre!

—No.Seguramentelamandanaustedalgunossalteadores,paraaveriguarelmodo de robar la casa. Pero ya puede decirles que aquí hay un hombre,perrosyescopetas.

Ylahonrada,peroinflexiblesirvienta,cerrólapuerta.

Unsufrimientoinmenso,unadesesperacióninfinitacolmaronmicorazón.

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Nopudedarunsolopaso.Mesentéenelpeldañode lapuerta,con lospiessobreelsuelomojado, juntélasmanosylloréconangustia.¡Oh,elespectrode la muerte, la visión de la última hora que se aproxima con todos sushorrores!Más,alfin,puderecuperarmipresenciadeánimo.

—Despuésdetodo,bienpuedomorir—dije—.CreoenDiosyaguardaréresignadaquesecumplasuvoluntad.

No sólo había pensado aquellas palabras, sino quemis labios las habíanpronunciadoenaltavoz.

—Todoshemosdemorir—murmuróunavozmuypróximaamí—,peronotodosestáncondenadosaperecerprematuramentedenecesidad,comopodríahaberlesucedidoaustedalpiedeestapuerta.

—¿Quién o qué es lo que me habla así? —exclamé, aterrorizada. Nocontabayaconlaposibilidadalgunadeayudadenadie.

Juntoamíhabíaunafiguraquemissentidosdebilitadosylaoscuridaddelanochenomepermitíandistinguirbien.Elreciénllegadollamófuertementealapuerta.

—¿Esusted,señoritoJohn?—preguntóHannah.

—Sí.Abrapronto.

—¡Debeustedllegarcaladoymuertodefrío!¡Hayqueverlanochequehace!Entre;sushermanasestánpreocupadasporustedydebenrondarmalasgentespor loscontornos.Haestadounamendigaque... ¡Ah, sinoseha idoaún!¡Lárguese!

—¡Chist, Hannah! Tengo que hablarla. Usted ha cumplido su deberechándolayyocumploconelmíoadmitiéndola.Yoestabacercadeustedesylasheoídohablar.Meparecequeésteesuncasoespecial.Joven:levánteseyentre.

Le obedecí, no sin dificultad.Me hallé en la agradable cocina, junto alfuego, bien consciente del maltratado y lamentable aspecto que debíapresentar. Las dos jóvenes, su hermano y la criada me contemplaban conatención.

—¿Quiénes,John?—oípreguntaraunadelashermanas.

—Nosé.Lahehalladoalapuerta.

—Estámuypálida—dijoHannah.

—Pálidacomolamuerte.Sentadla.Vaacaersesino.Y,enefecto,semeiba la cabeza, y hubiera caído a no habérseme ofrecido oportunamente unasilla.Aúnconservabaelsentido,peronopodíahablar.

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—Quizálesientebienunpocodeagua.Tráigala,Hannah.¡Quédelgadayquélívidaestá!

—Pareceunespectro.

—¿Estaráenfermaofamélicatansólo?

—Creoquesólofamélica.Hannah:demepanyleche.Diana—lareconocíporsuslargostirabuzonesalinclinarsesobremí—partióuntrozodepan,lomojóenlecheymelopusoenloslabios.Ensurostro,muypróximoalmío,leísimpatíaycompasión.En laspalabrasquemedirigióhabíaunaemociónafectuosa:

—Pruebeacomer.

—Sí,pruebe—repitióMary,mientrasmequitabaelgorrito.

Y probé, en efecto, lo queme ofrecían. Primero con timidez, luego conansia.

—No le deis mucho de primera intención —indicó su hermano—. Porahoraesbastante.

Yretirólatazadelecheyelplatodepan.

—Unpocomás,John,porfavor.¿Noveselhambrequetiene?

—No,hermana,ahorano.Sipuedehablar,preguntadlasunombre.

—Jane Elliott—contesté. Había resuelto usar un nombre supuesto paraevitarquemedescubriesen.

—¿Dóndeviveusted?

Callé.

—¿Podemosenviarabuscarasusparientes?Deneguéconlacabeza.

—¿Quépuededecirnosdesímisma?

Desdequehabíacruzadoelumbraldeaquellacasaymesentíaentremissemejantesvolvíaaser ladesiempre.Dejabadeobrarcomounamendigayrecuperabami carácter natural. Incapaz de detallarmi situación, porquemesentíamuydébil,repuse:

—Nomesientoconfuerzasparaexplicarmeporestanoche.

—Yentonces,¿quédeseausteddemí?Dianatomólapalabra:

—¡No supondrá usted que creemos haberla prestado toda la ayuda quenecesitayquevamosadejarlamarcharenestanochedelluvia!

Lamiré.Ensurostrosepintaban,alavez,bondadylaenergía.Meaniméyrepuseconunasonrisa.—Deseodecirles laverdadsobremí.Estoysegura

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deque, aunque fuera un perro perdido, no tendría usted valor para echarmefuera en una noche como ésta. No lo temo, pues. Hagan lo que quieranconmigo,pero les ruegoquenome fuercenahablarmuchohoy,porquemefaltaelaliento.

Lostresmemiraronensilencio.

—Hannah—dijoJohn,alfin—.Déjelaahísentadaynolepreguntenadaporahora.Deaquíadiezminutosdeleel restodelpany la leche.Nosotrosvamosalsalónparahablardeesto.

Sefueron.Unadelas jóvenesvolvióalpocorato.Nosécuáldelasdos.Una especie de agradable entumecimiento me poseía mientras me hallabasentadajuntoalmagníficofuego.Lamuchacha,envozbaja,dioinstruccionesa Hannah. Ésta me ayudó a subir una escalera, me despojé de mis ropasempapadasyunlechosecoycálidomeacogió.DigraciasaDios,ymedormíconlaimpresióndequeunrayodeluzdisipabalastinieblasdemidesventura.

XXIX

Elrecuerdodeloquesucediódurantelostresdíasytresnochessiguientespermanecemuyoscuroenmimemoria.Apenasmeacuerdodenada,porquenadahacía,niencasinadapensaba.Séqueestabaenuncuartopequeñoyenunacamaestrecha.Permanecíaenellainmóvilcomounapiedra,sinpodermevolver siquieray sinapenas repararenel transcursodel tiempo.Notabaqueentrabanysalíanpersonasenlaalcoba,podíadecirquiéneseranyoíaloqueme hablaban, pero no podía contestarles, porqueme era imposible abrir loslabiosnimover losmiembros.Hannah, la criada, eraquienmevisitaba conmás frecuencia. Su presenciame disgustaba comprendiendo que ella habríapreferido vermemarchar y que sentía prevención contramí. Diana yMaryentrabanenlaalcobaunaodosvecesaldía.Aveceslesoíacomentar:

—Hicimosbienenacogerla.

—Sí,porquedelocontrariohubieseaparecidomuertaenelumbralaldíasiguiente.¿Quélehabrásucedido?

—Azaresdelavida,supongo...¡Pobrecita!

—Nopareceunapersonaineducada.Hablaconcorrecciónylasropasquesequitóeranbastantefinas.—Sucaraesagradable,apesardelodemacradaqueestá.Imaginoque,sanayanimada,debetenerunaspectomuyagradable.

Nuncalesoílamentarlahospitalidadquemeconcedíanniexpresarhaciamísospechaalguna.Aquellomeconsolaba.

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John apareció sólo una vez, me examinó y dijo que mi estado era laconsecuencia natural de una excesiva fatiga. Juzgó innecesario llamar almédico,asegurandoquelanaturalezaobraríaporsímisma;quehabíasufridounfuertetrastornonerviosoyqueencuantoreaccionasemerepondríamuydeprisa. Habló en términos concisos, añadiendo, tras una pausa, con tono dehombrepocoacostumbradoaexpansionesverbales:

—Susemblanteespocovulgaryporciertonoeldeunserdegradado.

—Nada de eso —dijo Diana—. A decir verdad, John, quisiera quepudiésemosfavorecerladeunmodomáseficiente.

—Esoquizá seadifícil—repusoél—.Probablementeaveriguaremosqueesunajovenquehatenidoalgunariñaconsusparienteseirreflexivamentelesha abandonado. Tal vez consigamos hacerla volver con ellos, si no esmuyobstinada.Masporlaexpresióndesurostromeparecequenodebedetenernada de dócil—y agregó, tras contemplarme unosminutos—:Debe de serinteligente,peronotienenadadeguapa.

—Estáenferma,John.

—Enfermaono, nodebede ser guapanunca.Lagraciay labellezameparecen ausentes de sus facciones.Al tercer díame sentímejor y al cuartopudehablar,movermeyhastasentarmeenlacama.Hannahmetrajo,alahoradecomer,unasopayunastostadas,quepaladeécondeleite.Cuandosefuemesentí relativamente vigorosa, harta de descanso y necesitada de acción.Hubiesequeridolevantarme,pero¿cómovestirme?Misropasdebíandeestarsuciasyarrugadascomoconsecuenciadelasnochesalraso.

Miré en tornomío. Todasmis prendas, lavadas y secas, estaban en unasilla.Mivestidodesedanegracolgabadelapared.Mismediasymiszapatosestaban limpios. En la habitación había lavabo y un peine. Me arreglérápidamente, me vestí, me cubrí con un chal y, ya recobrado mi aspectocorrecto y desaparecida toda traza del desorden que tanto aborrecía y tanrebajadamehacíasentirme,bajé,apoyándomeenelpasamanos,unaescaleradepiedra,ymeencontréenlacocina.

Sentíaseunfuertearomaapancalienteyardíaenelhogarunespléndidofuego. Hannah estaba amasando. Como es notorio, los prejuicios son másdifícilesdedesarraigarenlasnaturalezasnocultivadas,enlasqueseafincancomoelmusgoentrelaspiedras.Hannah,desdeelprincipio,habíaobradofríaysecamenteconmigo.Despuéshabíaamainadountantosuantipatía.Yahora,alvermearregladaybienvestida,inclusomesonrió.

—¡Vaya,yaestáustedmejor!—dijo—.Siéntesejuntoalfuego,siquiere.

Señalaba la mecedora. Me acomodé en ella. De vez en cuando me

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examinabaahurtadillas.Derepente,mepreguntó:

—Antesdeestaraquí,¿pedíalimosna?

Me indigné, pero comprendiendo que toda actitud estaba completamentefuera de lugar, ya que, en efecto, había aparecido ante ella como unapordiosera,repuseconfirmeza,sinalterarme:

—Seengañasuponiéndomeunamendiga.Nolosoymásquelopuedaserustedounadesusseñoritas.

—Nolocomprendo—dijo,despuésdeunapausa—,porquemeparecequenotieneustedcasaniparneses.

—Elcarecerdecasaydedinero,queesloquesupongoquequiereindicardiciendoparneses,nohacenaunapersonaserunamendigaenelsentidoquedaustedalapalabra.

—¿Sabeustedleer?—preguntó.

—Sí.

—¿Ycómo,nohabiendoestadoenlaescuela?

—Heestadoenlaescuelaochoaños.

Abriólosojosdesmesuradamente.

—Yentonces,¿cómonoganaustedparavivir?

—Heganadoparaviviryvolveréaganardenuevo.¿Quévaahacerustedconestasuvas?

—Pastelillos.

—Iréescogiendolasuvas,siquiere.

—No.Nomehacefaltaquemeayuden.

—Vamos, déjeme.No voy a estar sin hacer nada.Consintió al fin ymepusounpañodecocinasobreelvestidoparaquenomeloensuciase,segúndijo.

—Yaveo—comentómientrasyotrabajaba—quenoestáacostumbradaafaenasdeéstas.Acasohayasidoustedmodista.

—No.Peroesonoimporta.Dígame,¿cómosellamaestacasa?

—UnoslallamanMarshEndyotrosMoorHouse.

—¿YelseñorqueviveaquísellamaMr.Rivers?

—Noviveaquí;estádetemporada.EspárrocodeMorton.

—¿Esaaldeaapocasmillasdedistancia?

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—Sí.

Me acordé de la respuesta que el ama de llaves de la rectoral de aquelpueblomediera,ydije:

—Entonces,¿eraéstalacasadesupadre?

—Sí:aquívivióelancianoRivers,ysuabueloysutatarabuelo...

—¿AsíqueeseseñorsellamaJohnRivers?

—Sí.

—¿YsushermanasDianayMaryRivers?

—Sí.

—¿Ysupadrehamuerto?

—Deapoplejía.Hacetressemanas.

—¿Notienenmadre?

—Murióhacemucho.

—¿Llevaustedtiempoconlafamilia?

—Treintaaños.Hecriadoalostresmuchachos.

—Eso prueba que es usted una servidora leal y honrada, lo que mecomplacesaber,aunquehayatenidoladescortesíadellamarmepordiosera.

Memiróconasombro.

—Ya veo —dijo— que me equivocaba en mi juicio, pero hay tantosbribonesporloscontornos,que...Enfin,perdone.

—Y a pesar —continué, con aumentada severidad de que usted queríaecharme fueraunanocheenquenosehubieradebidonegar refugioniaunperro.

—¿Qué ibaahacer?Noerapormí, sinopor laspobresniñas.Sinomepreocupodeellas,¿quiénvaapreocuparse?

Guardéprofundosilenciodurantealgunosminutos.

—Nodebejuzgarmemal—dijoHannah.

—La juzgo mal —repuse—, no tanto porque aquella noche me negasecobijo, sino por el reproche que me ha dirigido de que no tengo casa niparneses.Siesustedcristiana,nodebeconsiderarlapobrezacomouncrimen.

—Yaséquenodebo—repuso—.ElseñoritoJohnmelodiceamenudo.Ahora,además,yalaconsideroausteddeotromodo.Hicemal.

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—Bien:todoolvidado.Demelamano.

Puso sus rugosos y bastos dedos en los míos, sonrió y desde entoncesfuimosamigas.

AHannahlegustabamucholacharla.Mientrasyoescogíalafrutayellaamasaba la harina para los pastelillos me dio amplios detalles sobre susdifuntosseñoresysobrelosniños,comollamabaalosjóvenes.

Segúnsusinformes,elviejoMr.Riverspertenecíaaunaantiguafamiliayeratodouncaballero,aunquemuyllanoensutrato.MarshEndpertenecíaalosRiversdesdequeseconstruyera,másdedoscientosañosatrás.Yaunquefuese una casamuymodesta comparada con lamagnífica residencia de losOliver,enelvalledeMorton,ellarecordababienlaépocaenqueelpadredeBillOlivertrabajabacomojornaleroenunafábricadeagujas,mientrasquelosRiverseranhidalgosdesdelostiemposdelreyEnrique,comoconstabaenlosarchivosdelaparroquiadeMorton.Sinembargo,aMr.Rivers,hombremuysencillo, le gustaba cazar, ocuparse en la labranza «y todo eso». La señorahabíasidodiferente.Leíamucho,estudiabamuchoysushijoshabían«salidoaella».Enlacomarcanoexistíaquienlesigualase.ElseñoritoJohn,alsalirdelcolegio, se ordenó de sacerdote, y las muchachas, al dejar la escuela, secolocaron como institutrices, porque su padre había perdido, años atrás,muchodineroenunaquiebrayellas teníanqueganarse lavida.Lesgustabamuchoaquelsitio,yaunquesolíanvivirenLondresyotrasgrandesciudades,afirmabanqueningunalescomplacíatantocomoMoorHouse.Seencontrabanallíahorapasandounassemanasconmotivodelamuertedesupadre.SegúnHannah, los tresmiembros supervivientes de la familia vivían en una uniónadmirableentresí.

Unavez terminadami tareacon lasuvas,preguntédóndesehallaban lostres hermanos en aquel momento. —Se han acercado a Morton dando unpaseo,perovolverándeaquíamediahora,paraelté.

Regresaron,enefecto,cuandoelladijo,entrandoporlapuertadelacocina.John, al verme, se inclinó y siguió adelante. Las jóvenes se entretuvieronconmigo.Mary,enpocaspalabras,meexpresóelagradoquelecausabavermerestablecida.Dianametomólamanoymoviólacabeza.

—Debíadehaberesperadoquefueseyoparaayudarlaabajar¡Quépálidayquédelgadasehaquedadousted,pobrecita!

La voz de Diana sonaba en mi oído tan dulce como el arrullo de unapaloma.Meencantabalamiradadesusojos,laexpresióndesufaz.Mary,deaspectoigualmenteinteligente,derostroigualmentebello,eramásreservada,menos expansiva, aunque muy amable. Diana hablaba y miraba con ciertaautoridad.Evidentemente,eraunamujervoluntariosa.Yestabaenmicarácter

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aceptar con gusto una autoridad tan suave como la suya y plegarme, hastadondemidignidadmelopermitiese,aunavoluntadmásenérgicaquelamía.

—¿Por qué está aquí?—preguntó—. Éste no es el sitio adecuado parausted:Maryyyonossentamosavecesjuntoalfogón,peronosotrasestamosen casa y tenemos derecho a no andar con cumplidos. Pero usted es unavisitanteydebeestarenelsalón.

—Meencuentromuybienaquí.

—Nolocreo.Hannahestáamasandoyllenándoladeharina.

—Yelfuegoesdemasiadofuerteparausted—agregóMary.

—Claro ——concluyó su hermana—. Vamos, sea obediente. —Ytomándomedelamanomellevóalsalón.—Siénteseahí—dijo,colocándomeenunsofá—.Nosotrasvamosahervirelté,porqueunodelosprivilegiosquenospermitimosennuestracasaesprepararnosotrasmismaslascosascuandonosapeteceobiencuandoHannahestámuyocupada.

Y cerró la puerta, dejándome sola con John Rivers que, en el extremoopuestodel salón, leíano sé siunperiódicooun libro.Examinéprimeroelaposentoyluegoasuocupante.

Laestancia erapequeñaymodesta,perocuidaday limpia.Las sillas,deantañónestilo,eranmuycómodasylamesadenogalbrillabacomounespejo.Viejosretratosdehombresymujeresdeotrosdíasdecorabanlasparedes.Unaalacena de puertas de cristal contenía varios libros y un antiguo juego deporcelana.No había un solo adorno superfluo, ni un solomueblemoderno,exceptodoscosturerosyunescritoriodeseñora,depalisandro.Todolomás,inclusocortinajosyalfombras,parecíatanviejocomobienconservado.

JohnRivers, inmóvil cual uno de los retratos que pendían de losmuros,fijos losojosen lapáginaque leía, fueparamífácilobjetodeexamen.Unaestatuanolohubierasidomás.Erajoven—unosveintiochootreintaaños—,alto y delgado. Todos los rasgos de su rostro eran de una pureza griega: elcorte de su cara, la nariz, la barbilla y la boca. Rara vez se encuentra ensemblantesinglesestalparecidoalosmodelosclásicos.Nomeextrañóquelehubiese impresionado la irregularidaddemis facciones, siendo las suyas tanarmoniosas.Teníalosojosgrandesyazules,conoscuraspestañas,ysucabellorubio, cuidadosamente peinado, coronaba una ancha frente pálida como elmarfil.

¿Verdad, lector, que este retrato que hago es atractivo? Sin embargo,apenasdaunaideadelsereno,imperturbableyplácidoaspectodeJohnRivers.Y con todo, mientras le contemplaba, en ciertos casi imperceptiblesmovimientos de su boca, de sus cejas, de sus manos, parecíame apreciar

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elementos interiores de vehemencia, pasión y energía. No me habló ni medirigióunasolamiradahastaquesushermanasvolvieron.Dianameofrecióunbollitocalentadoalhorno.

—Cómalo—dijo—,Hannahme ha contado que desde lamañana no hatomadoustedmásqueunasopa.Nomenegué,porquesentíaapetito.Riverscerrósulibro,seacercóalamesa,sesentóyclavósusazulesojosenlosmíosconunanaturalidadquemehizocomprenderquenomehabíahabladohastaentoncesadrede,noportimidezodesconfianza.

—Tieneustedhambre—dijo.

—Sí—repuse. Está en mi modo de ser el contestar con claridad y sinambagesalaspreguntas.

—Haconvenidoque lafiebredeestosdíaspasadosno lehayapermitidocomer,porquehubierasidopeligrosocalmarsuapetitoderepente.Ahora,encambio,puedecomeryaloqueguste,aunquetodavíaconmoderación.

—Espero no comer mucho tiempo a costa de usted—contesté, casi sindarmecuentadelogroserodelarespuesta.

—Esocreo—dijoél,fríamente—,porque,unavezquenosdéladireccióndesufamilia,escribiremosparaquevenganabuscarla.

—Esoesimposible,porquenotengocasanifamilia.Lostresmemiraron,nocondesconfianza,sinoconcuriosidad.Merefieromásbienalasjóvenes,ya que los ojos de John Rivers, claros en el sentido literal de la palabra,resultabanmuyoscurosenelsentidodequeeraimposibledesentrañarloquepensaba.Parecíaemplearlosmásbienparaaveriguarlospensamientosdelosdemásqueparareflejarlossuyos.

—¿Quiereusteddecir—preguntó—quecareceenabsolutodeparientes?

—Ése es el caso.No tengoderecho a ser admitida bajo techo algunodeInglaterra.

—¡Extrañasituaciónparasuedad!

Sus ojos buscaron mis manos, que yo tenía apoyadas en la mesa. Suspalabrasmeaclararonloquetratabadesaber.

—¿Esustedsoltera?Dianario.

—¡PorDios,John!¡Sinodebetenermásquediecisieteodieciochoaños!

—Tengo diecinueve —dije—. No, no estoy casada. Amargos yestremecedoresrecuerdosmeagitaronalpronunciarestafrase.Todosnotaronmi turbación. Diana y Mary, discretamente, separaron sus miradas de miruborizado rostro, pero su hermano continuó contemplándome de talmodo,

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queacabésintiendoafluirlaslágrimasamisojos.

—¿Dóndevivíaustedúltimamente?—preguntó.

—Noseasasí,John—murmuróMaryenvozbaja,sinqueporellodejaraéldeseguirinsistiendo,atravésdesupenetrantemirada.

—Dónde y con quién vivía, deseo mantenerlo en secreto —dijeconcisamente.

—Tienederechoahacerloasí,conJohnyconquiensea—observóDiana.

—Si no sé nada de usted, no podré ayudarla—repuso él—, y creo quenecesitaustedayuda.

—La necesito y la deseo —dije—, y sería muy humanitario quien mebuscara trabajo en lo que fuera y pagado como fuera, con tal que mepermitieraganarloindispensableparavivir.

—Pormiparte,nosésisoyhumanitarioono,perodeseoayudarlaenunpropósitotanhonrado.Paraello,necesitosaberloqueustedsabehaceryaquéestáacostumbrada.

Bebí mi té. El brebaje me reconfortó como a un gigante pudierareconfortarle una azumbre de vino, tonificó mis nervios y me puso encondiciones de contestar como debía a las preguntas de aquel inquisitivojoven.

—Mr.Rivers—ledije,mirándolesinceramenteysindesconfianza,comoélamí—,ustedysushermanasmehanprestadoungranservicio,elmayorque puede prestarse, librándome de lamuerte con su generosa hospitalidad.Esteserviciolesdaderechoamigratitudilimitaday,hastaciertopunto,amisconfidencias. Les diré cuanto pueda de mi historia, cuanto no perturbe latranquilidaddemialma,nimipropiaseguridado ladeotros.Soyhuérfana,hija de un sacerdote. Mis padres murieron antes de que los conociera. Fuieducada en una institución de beneficencia. El nombre del establecimientodondehepasadoseisañoscomodiscípulaydoscomoprofesora,esOrfanatode Lowood, el cual tenía por tesorero al reverendo padre RobertBrocklehurst...—HeoídohablardeélyconozcoLowood.

—Haceunañoabandonéelcolegio,empleándomecomoinstitutrizenunacasa particular. El puesto era bueno yme sentía dichosa en él. Cuatro díasantesdellegaraquítuvequedejarelempleo.Nopuedonidebodecirporqué.Seríainútil,arriesgadoeincreíble.Nomefuiporculpamía:tantaculpatengoyodelosucedidocomopuedantenerustedes.Lacatástrofequemehahechosalir de aquella casa es de un género extraordinario. Hube de partir conpremurayensecreto,dejandoallícasitodocuantotenía,exceptounpaqueteque,enmiprisa,olvidéenladiligenciadequemeapeéenWhitcross.Llegué

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aestepaís faltade todo.Dosnoches seguidasdormíalaire librey sólodosvecesenestetiempopudecomeralgo.Estabaapuntodemorirdehambreydefatiga cuando usted, Mr. Rivers, me ofreció un refugio bajo su techo. Sécuantosushermanashanhechopormídesdeentonces—porque,apesardemisopor,oíayveía—yheapreciadoencuantovalensu inmensayespontáneacompasiónylacaridadcristianadeusted.

—No la hagas hablar más. John —dijo Diana—. Está excitada aún.Siénteseaquí,MissElliott.

Mesobresaltéalescucharaquelfalsonombre,quecasihabíaolvidadoya.JohnRivers,acuyapenetraciónnoescapabanada,observó:

—¿NohadichoquesellamaJaneElliott?

—Lodije,yporesenombrepiensohacermellamarporahora,peronoeselmíoverdaderoy,cuandolooigo,mesuenamuyraro.

—¿Porquénonosdicesunombrereal?

—Porquetemoqueseproduzcancomplicacionesquedeseoimpedir.

—Seguramenteacierta—dijoDiana—.Déjalaunpocotranquila,hermano.

Pero John Rivers comenzó a hablar al poco rato, presionándome tantocomoantes.

—Creoquedeseaustedlibrarsedenuestrahospitalidad,dejardedependerde la compasión de mis hermanas y de mi caridad cristiana (he notado ladistinciónynomeofendoporello)yvivircon independencia,cuantoantes,¿no?

—Sí, sí lo deseo. Le ruego que me busque trabajo, aunque sea el máshumildeenlamáshumildecabaña.Perohastaentonces,leruegomepermitaestaraquíynomecondenealoshorroresdenotenerdonderefugiarme.

—Se quedará —aseguró Diana, acariciando con su blanca mano micabeza.

—Sequedará—repitióMary, conel sosegado tonoqueparecía serle tanpeculiar.

—Mishermanas—dijoRivers—tieneninterésporusted,comolotendríanpor un pajarillo medio helado que encontraran en su ventana un día deinvierno.Yopreferiría,desdeluego,buscarleelmediodequesevalieraporsímisma,peromiesferadeacciónesreducida.Nosoymásqueunpárrocodeuna pobre feligresía campesina y mi ayuda ha de ser forzosamente muypequeña.Leconvienemásbuscarunaayudamáseficazquelamía,porqueyobienpocacosapodréencontrarle.

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—Ya te ha dicho —repuso Diana— que está dispuesta a trabajar encualquier cosa honrada que le sea posible, y bien ves que no tienemuchosfavorecedoresentrequienesescoger.Asíquetendráquequedarseconunotangruñóncomotú.

—Estoydispuesta a trabajarde loque sea:modista, criada, niñera, si noencuentroalgomejor—dije.—Bien—repusoJohnRivers,confrialdad—.Sise conformaconeso,prometoayudarla, a su tiempoyamimodo.Volvióacoger el libro que leía antes. Yo me retiré pronto, porque había hablado ypermanecidolevantadaelmáximoquemisfuerzasmepermitían.

XXX

Cuanto más iba conociendo a los habitantes de Moor House, más lesapreciaba.Alospocosdíashabíarecobradomisalud,podíahablarconDianayMarycuantoqueríanyayudarlascomoycuandolesparecíabien.Habíaparamíunplacerenaquellaespeciederesurrección:eldeconvivircongentesquecongeniabanconmigoengustos,sentimientosyprincipios.

Me gustaban las lecturas que a ellas, disfrutaba con lo que ellasdisfrutaban,reverenciabalascosasqueaprobabanellas.Ellasamabansucasay yo, en aquel edificio de antigua arquitectura—con su techo bajo, susventanasenrejadas,suavenidadepinosañosos,sujardín,consusplantasdetejo y acebo, donde sólo florecían lasmás silvestres flores—encontraba unencantoconstanteyprofundo.Compartíasuafectohacialosrojizospáramosquerodeabanlaresidencia,haciaelprofundovallealqueconducíaelsenderoquearrancabade laverja,yque, serpenteandoentre loshelechos, alcanzabalossilvestrespradosdelfondo,dondepastabanrebañosdeovejasycorderitos.Yocomprendíasussentimientos,experimentabaelatractivodelsolitariolugar,amaba aquellas laderas y cañadas cubiertas de musgo, campánulas y otrasflorecillas silvestres, y sembradas, aquí y allá, de rocas. Tales detalles eranparamí,comoparaellas,manantialdepurosplaceres.Elvientohuracanadoyladulcebrisa,losdíasdesapaciblesylosserenos,elalbayelcrepúsculo,lasnoches sombrías y las noches de luna, me producían a mí las mismassensacionesqueaellas.

Dentrode lacasa tambiénnosentendíamosen todo.Ambashabían leídomuchoysabíanmásqueyo,peroyolasseguíaconfacilidadenelcaminoqueellasrecorrieranantes.Devorabaloslibrosquemedejabanycomentabaconentusiasmopor lasnoches loquehabía leídodurante el día.Enopinionesypensamientoscoincidíamosdeunmodoabsoluto.

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Si en nuestro trío había alguna superior a las demás, era Diana.Físicamente,valíamásqueyo:erahermosay fuerteyposeíaundinamismoque excitaba mi asombro. Yo podía hablar algo sobre un asunto, pero encuantoagotabamiprimerímpetudeelocuencia,mesentíacansadaysinsaberqué decir. Entonces me sentaba en un escabel, apoyaba la cabeza en lasrodillasdeDianayoíaalternativamente,aellayaMary,profundizaryglosarel tema que yo apenas había desflorado. Diana me ofreció enseñarme elalemán.Megustabaaprenderconella,yaellanoleplacíamenosinstruirme.Elresultadodeaquellaafinidaddenuestrostemperamentosfueelafectoquese desarrolló entre nosotras. Descubrieron que yo sabía pintar einmediatamente pusieron ami disposición sus calas y útiles de dibujo. Lessorprendióyencantóencontrarquesiquieraenunaspectolassuperaba.Marysesentabaamiladoparavermetrabajarytomarlecciones,yseconvirtióenunadiscípulainteligente,asiduaydócil.Asíocupadasyentretenidas,losdíaspasabancomominutosylassemanascomodías.

Laintimidadquetanrápidaynaturalmentebrotóentrelasjóvenesyyo,noseextendióasuhermano.Unadelasrazonesdeelloeraqueélestabaencasarelativamente poco, ya que solía dedicar su tiempo a visitar a sus feligresespobresyenfermos.

Lloviese o hiciera viento, una vez pasadas las horas que dedicaba alestudio,tomabaelsombreroyseguidodeCarlo,elviejoperrodecaza,salíaacumplir sumisión.Yo ignoraba si ésta le era agradable o si simplemente laconsideraba comoun deber.Cuando el tiempo eramuymalo, sus hermanasinsistíanparaquenosaliera,peroélcontestabaconunasonrisamássolemnequeamable:

—Sielvientoo la lluviamedetuviesenenelcumplimientodemi labor,¿cómopodríaprepararmealatareaqueheresueltorealizarenelporvenir?

DianayMarycontestabanconunsuspiroyquedabanpensativas.

Amásdesusfrecuentesausencias,elcarácterreservadoyconcentradodeJohnRiverselevabaentornosuyounabarreraqueimpedíalaamistadconél.Celosodesuministerio,impecableensuvidaycostumbres,noparecíagozar,sinembargo,delainteriorsatisfacción,delaserenidadespiritualquedebesercaracterísticadetodocristianosinceroytodofilántropopráctico.Aveces,porlas tardes, al sentarse junto a la ventana, con sus papeles ante sí, dejaba deescribir o de leer y se entregaba a no sé qué clase de pensamientos, queevidentemente, le excitabany le perturbaban, como se podía apreciar por laexpresióndesusojos.

Lanaturaleza,además,parecíanoofrecertantoencantoparaélcomoparasushermanas.Unavezhablóantemídelafectoqueexperimentabahaciasuhogaryhacia aquellas colinasque lo rodeaban,peromásque contento, creí

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adivinarunasombradetristezaensuspalabras.

Eratanpococomunicativo,que,nomeresultabafácilapreciarlamagnitudoestrechezdesuinteligencia.Laprimeraidearealquetuvedeellafuecuandole oí predicar en la iglesia deMorton. Describir aquel sermón escapa amicapacidad.Imposibleexpresarfielmenteelefectoquemeprodujo.

Empezóahablarconcalmaysuvozpoderosaysusconceptosenérgicos,contenidos, comprimidos, condensados, resultaban de una fuerza infinita. Elcorazón quedaba traspasado y la mente atónita ante las palabras delpredicador.Nohabíaenellasblandura,niabundabanlosconsuelos.Sentíaseenellasmásbienunaamarguraextraña,percibíansefrecuentesalusionesalasdoctrinascalvinistas—elección,predestinación,reprobación—ycadaunadeaquellas frases sonaba en su boca como una sentencia inapelable. Cuandoconcluyóelsermón,yo,másquecalmadayalentada,mesentítriste,conunaindefinibletristeza,porquemeparecía—nosésilosdemásexperimentaríanlomismo— que bajo la elocuencia del predicador se ocultaban insatisfechosanhelosyfracasadasaspiraciones.EstabaseguradequeJohnRivers,porpuro,honrado y celoso que fuerano había encontrado la paz deDios, no la habíaencontradomásqueyo,conmisocultosrecuerdosdemiparaísoperdidoymiídolodestrozado,quemeatormentabanamargamente.

Pasó un mes. Diana y Mary iban a dejar en breve Moor House paradirigirse a la gran ciudad meridional en que ejercían como institutrices encasas de acaudaladas familias que no reparaban en ellas sino paraconsiderarlas humildes servidoras, sin apreciar lo que valíanmás de lo quepudieranapreciar lahabilidaddesucocineraoladisposicióndesuscriadas.John nome había hablado nada del trabajo que yo le pidiera y que yameurgía. Una mañana, estando a solas con él en el salón, me aventuré aacercarme al rincón de la ventana en que su mesa, su tintero y sus libroshabíanimprovisadounpequeñodespachoy,aunquenosabíacómoempezar,porqueesdifícilromperelhielocuandosetratadenaturalezastanreservadascomolasuya,tuvelafortunadequeélmeayudara,comenzandoeldiálogo.

—Quierepreguntarmealgo,¿no?—medijo.

—Sí;quisierasabersihaencontradountrabajoenquepudieseocuparme.

—Hacetressemanasloencontré,perocomoveíaqueestabaustedagustoconmishermanasyellasconusted,mepareciómejoraplazarlohastaquelamarchadeellashicieraforzosalasuya.

—Sevandeaquíatresdías,¿verdad?

—Sí,ycuandosevayanyoregresaréaMorton, llevándomeaHannah,ycerraremosestaviejacasa.Esperéqueseexplicase,peroélparecíaabstraídoensuspropiospensamientosyajenoamisasuntos.Lerecordéeltema,porque

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lacosaeraparamídeuninterésquenoadmitíademora.

—¿Y de qué empleo se trata, Mr. Rivers? Confío en que las semanastranscurridasnodificulten...

—No,yaquedependeúnicamentedemíconcederloydeustedaceptarlo.

Sedetuvo,comosiledesagradasecontinuar.Miimpacienciacrecía.Algúnmovimientoquehice,algunamiradaqueledirigífueronlobastanteelocuentesparahacerlecontinuar.

—Notengaprisa—dijo—Antetodo,permítamedecirlefrancamentequenohehalladonadaadecuadoparausted.Yaleadvertíquemiayudanoseríamayorquelaqueunciegopuedeprestaraunlisiado.Soypobre:despuésdepagarlasdeudasdemipadre,nomequedarásinoestaviejagranja,esahileradepinosqueveahíyesejardínconplantasdetejoyaceboquerodealacasa.

Soy humilde. La raza de los Rivers es antigua, pero de sus últimos tresdescendientes, dos han de servir a desconocidos y el tercero se consideraextraño en su propio país para vida y paramuerte. Paramuerte, porque novolveráasupatria,yaquetomarálacruzdelaseparacióncuandoeljefedelaIglesiamilitantedequeélesunodelosmáshumildesmiembros,pronuncielapalabra:«¡Sígueme!»

John pronunció aquellas palabras con la mirada radiante y con la vozprofunda y serena con que predicaba.—Siendo, pues, pobre y humilde, nopuedoofreceraustedtrabajosquenoseanhumildesypobres.Ustedquizáseconsidere rebajada, porque me doy cuenta de que tiene los hábitos que elmundollamarefinados,yquehatratadocongenteseducadas.Masyoopinoquenoesdegradantetrabajoalgunoquetiendaahacermejoresaloshombres.Cuanto más duro es el suelo que el cristiano ara, mayor es el honor queconsigue.AsílohicieronlosApóstoles,capitaneadosporJesús,elRedentor...

—Continúe—dijeviendoqueseinterrumpía.

Memiró con detenimiento, como si mis facciones fueran líneas de unapágina y quisiera leer en ellas. Las conclusiones que obtuvo fueronparcialmenteexpuestasenlassiguientespalabras:

—Creo que aceptará usted lo que voy a ofrecerle—dijo—, pero no demodo permanente, no quizá pormás tiempo que el que yo continúe siendocuradeestapacíficaparroquiadelacampiñainglesa.Elcarácterdeustedestaninquietocomoelmío,aunqueenotrosentido.

—Explíquese—pedícuandoélseinterrumpióunavezmás.

—Loharé,yverácuánpobreesmioferta.Ahoraquemipadrehamuertoysoy señordemímismo,noestarémucho tiempoenMorton.Probablementeme iré antes de un año. Peromientras esté aquí, debo preocuparme demis

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feligreses.Morton,cuandomeencarguédelaparroquiahacedosaños,carecíadeescuela,yloshijosdelospobresnoteníanposibilidadalgunadeinstruirse.Establecíunaescuelaparamuchachosyahoravoyaabrirotraparaniñas.Healquilado una casa a ese propósito, con un pabellón contiguo, de doshabitaciones,paraviviendadelamaestra.Ganaráustedtreintalibrasalañoyla casa estará amueblada, aunque muy modestamente, gracias a lamunificenciadeMissOliver,únicahijadelsolohombreadineradoquehayenmiparroquia:Oliver,eldueñodelafábricadeagujasylafundicióndehierroque hay en el valle. Lamisma señorita paga la educación y vestido de unahuérfanaacondicióndequeayudealamaestraenlostrabajosdomésticosqueellanopodríahacersindetrimentodesucargodeprofesora.¿Leconvieneesteempleo?

Había hablado como si esperase de mi parte una indignada repulsa,ignoraba mis verdaderos sentimientos y pensamientos, aunque adivinasealguno.Enverdad, el cargo, aunquehumilde, tenía sobre elde institutrizdeunacasalaventajadelaindependencia,yaquemeheríamásprofundamenteque el sentimiento de dependencia respecto a terceros. No era un empleoinnoble,nidegradante,niindigno.Meresolví.

—Ledoygraciasporsuoferta,Mr.Rivers,ylaaceptodetodocorazón.

—¿Ha comprendido bien? —insistió—. Es una escuela de aldea; susdiscípulas seránniñaspobres,hijasde labradoresenelcasomejor.No tieneusted que enseñar sino a leer, escribir, contar, coser y hacer calceta. Nadaadecuadoasusconocimientos,asusinclinaciones...¿Quéharáconellos?

—Guardarloshastaquehayaocasióndeaplicarlos.

—¿Sabeusteddeloqueseencarga?

—Sí.

Sonrió,peronoconamargura,sinosatisfecho.

—Sileparece,iréalacasamañanayabrirélaescuelalasemanapróxima.

—Muybien.

Selevantóycomenzóapasearporlasala.Moviólacabeza.

—UstednoestarámuchoenMorton,no.

—¿Porqué?¿quémotivostieneparacreerlo?

—Leoensusojosquenosoportarálargotiempotalgénerodevida.

—Notengoambición.

Sesobresaltóaloírme.Repitió:

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—¿Quién habla de ambición? Ya sé que la tengo, pero ¿cómo lo sabeusted?

—Hablabademí.

—Bien;noesambiciosa,peroes...—yseinterrumpió.

—¿Quésoy?

—Ibaadecirapasionada,perotemoquedéustedunsentidoequívocoalapalabra. Quiero decir que los afectos y simpatías humanas influyen muchosobreusted.Estoyciertodequenoserácapazdepasarsuvidaenunatareatanmonótona,tanfaltadeestímulo.¿Quiénpuedevivirencerradaentrepantanosymontañas, sin emplear las facultades que nos ha dadoDios...? Contestaráquemecontradigo,yoqueaconsejoalosfielesconformarseconsusuerte,aunalosleñadores,aunalosaguadores,pensandoquetodoesserviciodeDios...Enfin:cabeconciliarlasinclinacionesconlosprincipios.

Saliódelaposento.Enaquelbreveratoyohabíasabidomásdesucarácterqueentodoelmesprecedente.Noobstante,seguíasintiéndomedesconcertadarespectoasumododeser.

DianayMaryRivers se entristecían y poníansemás taciturnas amedidaque llegaba elmomento de abandonar a su hermano y su casa.Trataban deaparecer como de costumbre, pero no podían disimular el esfuerzo que lescostaba. Diana entendía que aquella separación iba a ser diferente a otrasanteriores, ya que acaso no volvieran a ver a John enmuchos años o quizánunca.

—Todo lo sacrificará a sus propósitos—medijo—, incluso losmayoresafectos.Johnparecetranquilo,

Jane,peroensuinterioresunhombreardiente.Aunquesemuestraamableydúctil, enciertascosases inflexiblecomo lamuerte.Y lopeorde todoesquenomeatrevoadisuadirle,nimenosacensurarle,porquesusintencionessonelevadas,noblesycristianas,aunquemedesgarrenelcorazón.

Maryinclinólacabezasobrelacostura.

—Yanotenemospadre—dijo—yprontonotendremoscasinihermano.

En aquel momento sobrevino un incidente de aquellos que prueban laverdaddeladagiodequelasdesgraciasnuncavienensolasyquedemuestranquesiemprequedaalgomásquelibarenlacopadelaamargura,Johnentróleyendounacarta.

—Parecequedesapruebaustedalgo—dije.

—EltíoJohnhamuerto—dijo.

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Lashermanasparecieronimpresionarse,perosinquedarafectadas,comosisetratasedealgomásinesperadoqueaflictivo.

—¿Muerto?—repitióDiana.Dirigióunamiradaasuhermano.

—¿Yentonces,John?—preguntó,envozbaja.

—Entonces, ¿qué?—dijo él con el rostro impasible como elmármol—.Entonces,nada...Lee.

Leechólacartaenlafalda.DianalaleyóensilencioyselapasóaMary,quiendespuésde leerla, ladevolvióasuhermano.Los tressemirarony lostressonrieron,pensativos.

—Amén.Novamosamorirnosporeso—dijoDiana.—Despuésdetodo,hemosquedadocomoestábamosantes—observóMary.

—Únicamenteocurrequeresultafuerteelcontrastedeloquepodíahabersidoconloquees—comentóJohnRivers.

Colocólacartaenelescritorioysalió.

Trasalgunosminutosdesilencio,Dianasevolvióamí.—Teasombraránestosmisterios,Jane,ynosconsiderarásinsensiblesviendocómoacogemoslamuertedeuntío—dijo—.Peronolehemosvistonunca.Erahermanodemimadre.Mipadreyél riñeronhacemucho.Porconsejosuyo,mipadrehabíainvertido la mitad de sus bienes en una especulación que le arruinó. Huborecriminacionesmutuas,sesepararondisgustadosynovolvieronaverse.Mitío tuvosuertedespuésen susnegociosyparecequeganóveintemil libras.Nosecasónunca,niteníamásparientesquenosotrosyotro,nomáscercano.Mipadreesperabaqueeltíonosdejasesusbienes,peroestacartanosinformadequeloshadejadoíntegrosaeseotropariente,exceptotreintaguineasquenoslegaa los trespara lutos.Desdeluego, teníaperfectoderechoahacer loquequisiera,perosiempreimpresionaunpocorecibirnoticiasdeéstas.MaryyyonoshabríamosconsideradoricasconmillibrascadaunayJohnhubierasidofelizconanálogacantidad,porquehubierapodidohacermuchobienconella.

Trasestaexplicación,pasamosaotrotemaynoseinsistiómásenaquél.AldíasiguientemeinstaléenMorton,yalotroDianayMaríapartieronparaB...Unasemanadespués,JohnRiversyHannahsepresentaronenlarectoraylaviejagranjaquedóabandonada.

XXXI

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Micasa—alfinhabíaencontradounacasa—eraunpabelloncitoconlasparedesencaladasyelsuelodearenaapisonada.Conteníacuatrosillasyunamesa,unreloj,unaparadorcitocondosotresplatosytazasyunserviciodeté.Enelpisoaltohabíaunaalcobadelasmismasdimensionesquelacocina,con un lecho y una pequeña cómoda, sobrada para mi escaso guardarropa,aunque éste hubiera sido incrementado con algunas cosas regaladas pormisgenerosasamigas.

Eradenoche.Habíadespedido,dándoleunanaranja, a lahuerfanitaqueme servía de doncella.Me hallaba sentada junto al fuego. La escuela de laaldeasehabíaabiertoaquellamañana,conveintediscípulas.Sólotresdeellassabían leeryningunaescribirnicontar.Algunassabíanhacercalcetayunaspocascoser.Hablabanconel rudoacentode laregión.Experimentabaalgúntrabajoencomprenderlas.Algunaserantoscaseintratablescomoignorantes,pero otras eran dóciles y amigas de aprender y manifestaban buentemperamento.Noolvidabaqueaquellasburdasaldeanaserantandecarneyhuesoydetanbuenasangrecomolashijasdelasgentesmásdistinguidas,yque los gérmenes de lo buenos sentimientos, el refinamiento y las noblesinclinaciones existían igual en su corazón que en el de los nacidos enprivilegiadas cunas.Mi deber era desarrollar aquellos y seguramente nomesería ingrato cumplir tal oficio. Con todo, no cabía esperar grandessatisfaccionesenlavidaquesemepresentaba.

¿Me sentía contenta, alegre durante las horas que pasé en aquella clase,desnudayhumilde?Sihabíadeser sinceraconmigomisma,debíacontestarque no. Me sentía muy sola y además —¡necia de mí!— me considerabadegradada,preguntándomesinohabíabajadounescalón,envezdesubirlo,enla escala de la vida social, al caer entre la ignorancia, la pobreza y latosquedadquemerodeaban,perohubedereconocer,alfin,quemisopinioneseran erróneas y que en realidad había ascendido un peldaño.Acaso, pasadoalgún tiempo, la satisfaccióndeverprogresar amisdiscípulas, la alegríadeverlasmejorar,sustituyesenmidisgustoporunasinceracongratulación.

Lacuestióneraésta:¿quévalíamás, rendirmea la tentación,escuchar lavozdelaspasiones,dejarmecaerenunatrampadeseda,dormirmesobrelasfloresquelacubrían,despertarmeenunclimameridional,enunavillalujosa,vivirenFranciacomoamantedeRochester,delirardeamor—porqueélmeamaba,sí,comonadiemásvolveríaaamarme,yaqueelhomenajeamorososerinde sólo a la belleza y a la gracia, y ningún otro hombre que él podríasentirseorgullosodemí,quecarecíadetalesencantos—o...?Pero¿quédecía?¿Cabíacompararlaignominiadeseresclavafavoritadeunlocoparaíso,enelSur,ygozarunahoradefiebreamorosaparadespertaralarealidadanegadaenlágrimasderemordimiento,consermaestradealdea,honradaylibre,enunrincóndelasmontañasdeInglaterra?

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Sí:yohabíahechobiensiguiendolosprincipiosestablecidospor la leyyapartando de mi paso las tentaciones. Dios me había llevado por el mejorcaminoyledifervorosamentelasgracias.

Al llegar a este punto de mis pensamientos me levanté, me asomé a laventanaymiréloscampossilenciososbajoelcrepúsculo.Laaldeadistabaunamediamilla.Lospájaroscantabanyelaireeraserenoyelrocíofragante...

Me consideré feliz y me asombró notar que estaba llorando. ¿Por qué?Porquenovolveríaavermásamiamadoy,másaún,porqueacasolafuriayeldolorenquelesumieramipartidalesepararandelcaminorecto,lequitaransu última esperanza de salvación.Al imaginar esto, aparté la vista del bellocieloydelsolitariovalledeMorton—solitarioporquesóloseveíanenéllaiglesiay larectoral,medioocultasentreárboles,y,muylejos, los tejadosdePaleHall,dondevivíanelricofabricanteOliverysuhijarubia—yapoyélacabezaenelalféizardelaventana.

Elruidodelpostigoqueseparabamijardincillodelapraderaqueanteélseextendía,mehizo alzar la cabeza.Unperro, el viejoCarlo, segúnpudever,empujabalacancelaconelhocico,yJohnRiverslaabríaenaquelmomento.Su entrecejo arrugado, sumirada grave, le daban un aspecto casi hostil. Leinvitéapasar.

—No;nopuedodetenerme.Sóloveníaadarleunascosasquedejaronmishermanasparausted:unacajadecolores,papelylápices.

Recogíelagradabledony,alacercarme,élexaminómirostro,dondedebióapreciarhuellasdelágrimas.

—¿Haencontradosuprimerdíadetrabajomásingratodeloquecreía?

—Alcontrario.Creoque,coneltiempo,acabaréllevándomemuybienconmisalumnas.

—Acaso la casa, el mobiliario, le hayan parecido peores de lo queesperaba.Reconozcoquesonmuymodestos,pero...

—La casa es limpia y sin humedad y los muebles son suficientes ycómodos—interrumpí—. Todo me ha agradado. No soy una necia sibaritacomoparaechardemenosalfombras,tapicerías,unsofáycubiertosdeplata.Además, hace cinco semanas yo no tenía nada: era una mendiga, unavagabunda,sinhogarysintrabajo.EstoymaravilladadelabondaddeDiosydelagenerosidaddemisamigos,ymesientocontentademisuerte.

—¿No se encuentra demasiado sola? La casa, así, le parecerá oscura yvacía...

—Casi no he tenido tiempo de darme cuenta... —Bien. Confío en queexperimentedeverdadelcontentoqueexpresayleaconsejoquepongatodo

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subuensentidoennoimitaralamujerdeLot.Noséloquehadejadoustedtrasdesí,perodebedesechartodatentacióndemiraratrásyperseverarensuocupaciónactual,almenosporalgunosmeses.

—Esomepropongohacer.JohnRiverscontinuó:

—Es muy duro contrariar las inclinaciones naturales, pero sé porexperienciaquecabehacerlo.Enciertosentido,Diosnoshadejadoenlibertadde escoger nuestro destino. Si alguna vez nuestras energías son impotentesparaseguirelcaminoquedeseamos,nodebemosdesesperar.Busquemosotrodesahogo a nuestra alma, otro placer para nuestro corazón, tan intensos—yacasomás puros—que los que nos sonvedados y, si no podemos seguir elsendero que la Fortuna nos cierra, emprendamos otro, aunque sea másescabroso.

»Hace un año, yo me sentía muy desventurado, pensando que habíacometidounerroralhacermesacerdote.Mecreíallamadoaunavidaactiva.Bajo mi sobrepelliz latía un corazón anheloso de algo más enérgico, másdinámico;lacarreradeunliterato,deunartista,deunautor,deunorador,deun político, de un guerrero, de un amante de la fama, de un codicioso delpoder... Medité: mi vida tenía que cambiar de ruta, porque si no me seríaimposible soportarla. Tras una temporada de luchas conmigo mismo, detinieblasentorno,sehizolaluzparamí.Antemiestrechaexistenciaseabríanpanoramas sin límites. Podía ejercitar todasmis facultades, remontarme tanaltocomolopermitieranmisalas.Diosteníaalgoparamí:algoenquepoderdesplegaresfuerzo,valor,elocuencia, lascualidadesnecesariasalsoldado,alestadista,alorador.Porquetodoellosenecesitaparaserunbuenmisionero.

»Resolvíhacermemisionero.Desdeentoncesmiestadodeánimocambió.Las cadenas que oprimían mi espíritu desaparecieron, sin dejarme otrorecuerdoqueeldelasllagasproducidas,quesóloeltiempopuedecicatrizar.Mipadrecontrariabamidecisión,perodesdesumuerteningúnobstáculoseopone a que yo cumpla lo que me propongo. Una vez que deje arregladosalgunosasuntosysedesignesucesormíoenlaparroquia,unavezquevenzaalgunas debilidades sentimentales que me retienen aún, pero que sé queacabarévenciendo,porquedebovencerlas,embarcaréparaOriente.»

Habló con su voz peculiar, reprimida y enfática, y cuando hubo calladomiró al sol que se ponía, y que yo miraba también. Mientras hablábamoshabíamos comenzado a caminar por el sendero que, partiendo de mi verja,atravesaba el campo. Ningún paso resonaba en aquel camino tapizado dehierbecillas,ysólosesentíael rumordelarroyoenelvalle.Nossobresaltó,pues, escuchar el sonido de una voz alegre, dulce, como una campanilla deplata,quedecía:

—Buenastardes,Mr.Rivers,¡Hola,Carlo!Superroreconocealosamigos

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antesqueusted.Aúnestabayoenelextremodelprado,yyaélaguzaba lasorejasyagitabalacola.Encambioustedtodavíacontinúadeespaldasamí.

Eracierto.Riverssehabíaestremecidoalescucharaquellavoz,comosiuntremendotruenohubieseestalladosobresucabeza,yalterminardehablarelnuevo interlocutor, permaneció en la misma actitud en que éste le habíasorprendido.Sevolvió,alfin,condeliberadalentitud.Unaaparición,otalsemeantojó,sehallabaasulado.Vestíacompletamentedeblanco,erajuvenilygraciosa.Al inclinarse para acariciar al perro, separó un velo que cubría sucaraymostróunafazdelamásperfectabelleza.LasmásdulcesfaccionesqueelclimatempladodeAlbiónhayamodeladojamás,lamásbellacombinaciónde rosasy liriosquehayanhechobrotardeun rostro femenino labrisay elbrumoso cielo ingleses, justifican mi afirmación. Ningún encanto faltaba,ningún defecto era perceptible. La joven tenía los rasgos delicados y tanbrillantes, profundos y oscuros los ojos como los que se ven en algunoscuadrosdegrandesmaestros.Eranlargasysombreadassuspestañas,finaslascejas, blanca y suave la frente, lozanas y ovaladas las mejillas, frescos,saludables,suavementecinceladosloslabios,relucienteslosdientes,menudalabarbilla.Alveraquellabellísimacriatura, laadmirécon todomicorazón.Lanaturaleza,almodelarla,nolehabíanegadoniunodesusdones.

¿Qué pensaba JohnRivers de aquel ángel terrenal? Estome pregunté alverlevolverelrostroymirarla,ybusquélarespuestaensuexpresión.Peroél,casi al momento, retiró su mirada de la joven y la posó en las humildesmargaritasquecrecíanjuntoalsendero.

—Haceunabuenatarde,peroesyaunahoramuyavanzadaparaqueandesolaporaquí—dijo,alfin,mientrasaplastabalasmargaritasconelpie.

—HevueltohoydeS...—ymencionóelnombredeunaciudadsituadaaveintemillasdedistancia—;papámehadichoqueustedhaabiertolaescuelayquelamaestraestáyaenella,yencuantotoméeltémepuseelsombreroysalíparaverla.¿Esestaseñorita?—añadió,señalándome.

—Sí—dijoJohn.

—¿LegustaMorton?—mepreguntó ella conuna simplicidadde tonoymanerascasiinfantiles.

—Creoquellegaráagustarme.

—¿Sonaplicadassusalumnas?

—Sí.

—¿Legustasucasa?

—Mucho.

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—¿Ylosmuebles?

—También.

—¿HeacertadoescogiendoaAliceWoodparaservirla?

—Ha acertado usted. Es afable y trabajadora dije a la joven, de cuyaidentidadyanodudaba.EralahijadelacaudaladoOliver,ytanrica,portanto,de dones de belleza como de fortuna. ¿Qué feliz combinación de planetashabríapresididosunacimiento?

—Iréalgunavezaayudarla—medijo—.Siempreseráuncambioparamívisitarladevezencuando,ymegustamuchocambiar.Mehedivertidomuchoen S.... Mr. Rivers. La última noche estuve bailando hasta las dos de lamadrugada. Hay allí un regimiento de guarnición y sus oficiales sonamabilísimos. Dejan tamañitos a todos nuestros jóvenes fabricantes decuchillosycomerciantesdeferretería.

Los labios de John Rivers se contrajeron al escucharla. Separando lamirada de lasmargaritas, la volvió hacia la joven de unmodo escrutador ysevero.Ellacorrespondióconuna sonrisa,quearmonizabamuybiencon sujuventud,conlasrosasdesusmejillasyconlaluzdesusojos.

Mientras él permanecía mudo y grave, ella volvió a acariciar al perrodiciendo:

—¡CuántomequiereelpobreCarlo!Noesunserfríoyajenoasusamigosy,sisupiesehablar,nopermaneceríamudocuandolehablan.

Mientras se inclinaba para acariciar la cabeza del animal, vi encenderseuna llamaenel rostroausterodeRivers.Susojosgravesse llenarondeunaemocionada luz. Así, sonrojado, brillante la mirada, parecía tan hermosohombrecomoellamujer.Supechosedilató,comosisugrancorazóntratasede expandirse en él. Pero dominó sus impresiones, tal un jinete expertodominaunpotrofogoso,ynorespondióconunapalabraniconunademán.

—Papá—continuabalajoven—dicequeyanovaustedavernosnunca.Él se encuentra esta noche solo y algo indispuesto. ¿Por qué no vieneconmigo,paravisitarle?

—Noeshoradevisitaranadie—dijoRivers.—Cuandoyoselodigo,esque sí. Precisamente es la hora conveniente para papá, porque ya estáncerradoslostalleresynotienequeocuparseennegocios.Venga,Mr.Rivers.¿Cómo está usted tan sombrío? —y como sólo la contestase el silencio,exclamódepronto—:Perdone;norecordabaquenotieneustedmotivosparasentirse alegre. Diana y Mary acaban de abandonarlo, Moor House estácerradayustedseencuentrasolo.¡Ande,vengaaverapapá!

—Estanoche,no,MissRosamond.

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Rivers hablaba como un autómata. Sólo él podía saber el esfuerzo queaquellanegativaleexigiera.

—¡Quéobstinadoesusted!...Yanopuedodetenermemás:comienzaacaerelrocío.Buenasnoches.

—Buenasnoches—dijoRiversenvozbajaycasicomouneco.Ellaechóaandar,perosevolvióenseguida.

—¿Seencuentrabien?—preguntó.Ynolefaltabarazónparainterrogarlo,porquelafazdeljovenestabatanblancacomoelvestidodelamuchacha.

—Muybien—repusoél.E,inclinándose,seapartódelaverja.Cadaunosealejó por un camino distinto. Ella, vaporosa entre los campos como unaapariciónmaravillosa,sevolviódosvecesparamirarle.El,ninguna.

Elespectáculodeldoloryelsacrificiodeotro,ahuyentóelpensamientodelosmíospersonales.DianaRivershabíacalificadoasuhermanode«inflexiblecomolamuerte».Ynoexageraba.

XXXII

Proseguímistareasenlaescueladelaaldeatanactivayentusiastacomopude.Eltrabajofueduroalprincipio.Pasótiempo,peseamisesfuerzos,antesde que pudiera comprender a mis alumnas y su modo de ser. Me parecíaimposibledesembotarsusfacultadesy,además,alprimergolpedevista,todassemefiguraronigualesensurusticidadyensusaptitudes.Prontocomprendíqueestaba equivocadayque entre ellashabía tantadiferenciadeuna aotracomo la que hay entre seres educados. Una vez que comenzamos acomprendernos mutuamente, descubrí en muchas de ellas cierta amabilidadnatural, cierto. innato sentidodel respetopropioyuna capacidad innataquegranjearonmiadmiraciónymibuenavoluntad.Lasmuchachasseinteresaronen seguida en cumplir bien sus tareas, en adquirir hábitos de limpieza,puntualidad y urbanidad. La rapidez de los progresos de algunas erasorprendente. Y ello me imbuía un modesto orgullo. Acabé estimando aalgunasdelasmejoresdemisdiscípulas,yellasmecorrespondían.Teníaentrelas alumnas varias hijas de granjeros, ya casi mujeres. Como sabían leer,escribir y coser algo, pude enseñarles rudimentos de gramática, geografía,historiaylabores.Avecespasabaagradableshorasenlascasasdealgunasdelasquesemostrabanmásávidasdeinstruirseyprogresar.Entalescasos,losgranjeros,suspadres,mecolmabandeatenciones.Experimentabaunaalegríaaceptándolasyretribuyéndolasconconsideraciónyrespetoescrupulosohaciasus sentimientos, a lo que quizá no estuvieran acostumbrados. Ello les

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encantabaybeneficiaba, porque, sintiéndose elevados ante suspropiosojos,procurabanmerecereltratodiferentequeyogustosamentelesdaba.

Meconvertíenfavoritadelaaldea.Cuandosalía,acogíanmepordoquieracordialessaludosyamistosassonrisas.Vivirentreelrespetogeneral,aunqueseaentrehumildestrabajadores,escomoestar«sentadosbajounsoldulceybenigno».En aquel períododemividami corazón solía estarmás animadoque abatido. Y con todo, lector, en medio de mi existencia tranquila ylaboriosa, trasundíapasadoenlaescuelayunaveladatranscurridaleyendoen apacible soledad, cuando me dormía soñaba extraños sueños, coloridos,agitados,llenosdeideal,deaventuraydenovelescasprobabilidades.MuchasvecesimaginabahallarmeconRochester,mesentíaensusbrazos,oíasuvoz,veía sumirada, tocaba su rostro y susmanos, y entonces la esperanza y eldeseo de pasar la vida a su lado se renovaban en todo su prístino vigor.Aldespertar recordabadóndeestabaycómovivía,meestremecíadedolory lanocheoscura asistía amis convulsionesdedesesperacióny al crepitar de lallama de mis pasiones. A las nueve de la mañana siguiente, abría conpuntualidadlaescuelaymepreparabaparaloscotidianosdeberes.

RosamondOliver cumplió su palabra de visitarme. Solía ir a la escueladurante su paseo matinal a caballo, seguida por un servidor montado.Imposibleimaginarnadamásexquisitoqueelaspectoqueteníaconsuvestidorojoysusombrerodeamazonagraciosamentecolocadosobresuslargosrizosquebesabansusmejillasyflotabansobresushombros.SolíallegaralahoraenqueMr.Riversdabaladiarialeccióndedoctrinacristiana.Yocomprendíaquelosojosdelavisitantedesgarrabanelcorazóndel jovenpastor.DijérasequeuninstintosecretoanunciaseaRiverslallegadadelamuchacha,porque,aunquefingíanoverla,antesdequecruzaseelumbral,lasangreseagolpabaen sus mejillas, sus marmóreas facciones se transformaban y su serenidadaparentedemostrabaunaimpresiónmayorquecuantohubieranexteriorizadolosmásvivosademanesomiradas.

Ellasabíaelefectoquelecausaba.Peseasucristianoestoicismo,Rivers,cuandoRosamondlemirabaylesonreía,nopodíacontenereltemblardesusmanosyelfulgordesusojos.Parecíadecirla,consumirada,tristeyresueltaalavez:«Laamoyséqueustedmeaprecia.Nodejodedirigirmeaustedportemoralfracaso.Creoquesileofrecieramicorazón,ustedloaceptaría.Peromicorazónestádestinadoaarderenunarasagradayenbreveelsacrificiosehabráconsumado.»

Entalesocasionesellaseponíapensativacomounaniñadisgustada.Unanubevelabasuradiantevivacidad;separabaconpremuralamanodeladeélyvolvía la mirada. Estoy segura de que Rivers hubiera dado un mundo porretenerlacuandoseapartabadeélasí,perono,encambio,unaprobabilidaddealcanzar el cielo. No hubiera cambiado por el amor de aquella mujer su

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esperanzadealcanzarelverdaderoparaíso.Nileeraposibleconcentrarenloslímitesdeunsoloamorsusansiasdeambicioso,depoeta,desacerdote.Noquería, ni debía, sacrificar su tareademisionero aunavida reposada en lossalonesdePaleHall.Aprendímuchoenelejemplodeaquelhombre,unavezque,apesardesureserva,logrépenetraralgoensuconfianza.

MissOliverhonrabamicasitaconvisitas frecuentes.Yoconocíabiensucarácter,enelquenohabíaciertamentedisfraznimisterio.Eracoqueta,peronolefaltabacorazón,yabsorbente,peronoegoísta.Eracaprichosa,peroteníabuen carácter; frívola, mas no afectada; generosa, nada orgullosa de susituación económica, ingenua, bastante inteligente, despreocupada y alegre.Eraencantadora,enresumen,aunparaunobservadorimparcialydesupropiosexo,comoyo,peronoprofundamenteinteresado.Untipomuydiferente,enfin, de las hermanas de Rivers. Yo experimentaba por ella un afecto muysemejantealque sintieraporAdèlecon lanaturaldiferenciade seréstaunaniñayaquéllaunaadulta.

Ella sentía por mí un amable capricho. Decía que yo era como Rivers(aunque estoy segura de que en el fondo pensaba que no tan bella y que,aunquelimpiadealma,nopodíacompararmeconél,aquiendebíaconsiderarcomounángel).Agregabaqueyo,comomaestradeescueladealdea,eraunlussusnaturaeyqueestabaseguradequemividaanteriordebíadeconstituirunasugestivanovela.

Una noche en que, con su curiosidad infantil, aunque no molesta, sededicaba a revolver el aparador demi cocina, encontró una gramática y undiccionario alemanes, dos libros franceses y una obra de Schiller, así comomisútilesdedibujo,unapuntedelacabecitadeunademisalumnasyalgunospaisajesdelvalledeMortonyde lospantanos.Quedóatónitade sorpresayplacer.

¿Había hecho yo aquellos dibujos? ¿Sabía francés y alemán? ¡Quéencanto!¡YopodíasermaestradelamejorescueladeS...!¿Querríahacerunretratodeella,paraenseñarloapapá?

Respondíqueconmuchogusto,experimentando,enefecto,elplacerquetodo artista sentiría en copiar un modelo tan perfecto y radiante. Vestía lajovenuntrajedesedaazuloscuro,llevabadesnudoslosbrazosyelcuello,ynoostentabaotroadornoqueelnaturaldesus tirabuzonescastañoscayendosobreloshombros.Tomécuidadosamenteunapunte,quemeprometícolorear,yledijeque,comoeratarde,debíavolveraposarotrodía.

Detalmododebiódehablardemíasupadre,queéstelaacompañóaldíasiguiente.Eraunhombrealto,decaracuadrada,maduro,decabellogris.Suhijaparecía,asulado,unaflorjuntoaunaviejatorre.Aunqueteníaaspectoorgullosoytaciturno,estuvomuyamableconmigo.Elbosquejodelretratode

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Rosamondlegustómuchoydijoqueeraprecisoquelocompletara.MerogótambiéninsistentementequefueseapasarlaveladadeldíasiguienteenPaleHall.

Acudí.Lacasa,ampliayhermosa,denotaba la riquezadesupropietario.Rosamondestuvomuyalegreysinpadremuyafable.Despuésdeltémedijoquesehallabamuysatisfechodemilaborenlaescuelayquesólotemíaqueyo la abandonase pronto, ya que mis aptitudes no eran apropiadas a aquelmodestoempleo.

—¡Claro!—exclamóRosamond—.Podríasermuybieninstitutrizdeunafamiliadistinguida.

Yopensabaqueestabamásagustoasíqueconlafamiliamásdistinguidadelplaneta.Mr.OliverhablócongranrespetodelosRivers.Dijoqueera lacasamásantiguadelacomarca,queantiguamenteleshabíapertenecidotodoMorton y que, aun ahora, el representante de aquella noble familia podríahacerunmatrimonioexcelente.Selamentódequeunhombredetantotalentocomo el joven hubiese decidido hacersemisionero.Entendí que el padre deRosamond no hubiera dificultado su unión con John considerando sin dudaqueelnombreilustre,lafamiliadistinguidaylarespetableprofesióndeRiverscompensabansufaltadefortuna.

El5denoviembreerafiesta.Micriadita,despuésdeayudarmealimpiarlacasa,sehabíaido,encantadaconelpeniqueconquelaobsequié.Todoestabalimpioybrillante:lavajilla,elsuelo,lassillasbienbarnizadas.Teníaantemílatardeparaemplearlacomoquisiera.

Paséunahoratraduciendoalemán.Luegocogímispincelesymipaletaycomencé a dar los últimos toques al retrato de Rosamond Oliver. Apenasfaltaba nada: algún toque de carmín que añadir a los labios, algún rizo queañadiralostirabuzones,unligerosombreadobajolosojos...Estabaabstraídaen estos detalles cuando oí un golpe en la puerta entornada y entróseguidamenteJohnRivers.

—Vengo a ver cómo pasa usted la fiesta——dijo—. Espero que no enpensar cosas tristes. ¡Ah, está pintando! Muy bien. Le traía un libro paraentretenerse.

Ypusosobrelamesaunpoemarecientementepublicado,unadeaquellasexcelentesproduccionesqueseofrecíanalpúblicoenaquellaépoca, laedaddeorodelaliteraturainglesamoderna.¡Nuestraépocanoes,enesesentido,tan afortunada! No nos desalentemos, sin embargo. Sé que la poesía no hamuerto ni el genio se ha perdido, queMammonno los ha esclavizado.Así,pues, un día u otro demostrarán su existencia, presencia y libertad. Comopotentesángeles,sehanrefugiadoenelcielo,ysonríenanteeltriunfodelas

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almassórdidasydelaslágrimasdelasdébiles.No;noestálapoesíadestruidani desvanecido el genio. No cantes victoria, ¡oh, mediocridad! No sóloaquellosdivinosinflujosexisten,sinoquereinanysinellostúmismaestaríasenelinfierno...eneldetuinsignificancia.

Mientrasexaminabaellibro,JohnRiverscontemplabaelretrato.Luegoseirguió,ensilencio.Lemiré:leíaensusojosyensucorazóncomoenunlibroabiertoyme sentíamás tranquilaymás fría que él.ViéndomedemomentomásfuertequeRivers,resolvíhacerleelbienquemefueraposible,seguradequenada le seríamásgratoquehablarunpocode aquelladulceRosamondconlaquenopensabacasarse,apesardesuamor...

—Siéntese—ledije.

Contestó, como siempre, que no le era posible detenerse. Resolví que,sentadoodepie,meoiría,yaquelasoledadnoeramásconvenienteparaélqueparamí.Pensabaque,denopoderllegarhastalafuentedesuconfianza,almenos descubriría en su pecho demármol una grieta a través de la cualpoderdeslizarelbálsamodemisimpatía.

—¿Legustaesteretrato?—preguntédepronto.

—¿Gustarmeelqué?Nomehefijadobien.

—Sísehafijado.

Me contempló atónito, sorprendido demi brusquedad. Pero yo continué,impertérrita:

—Lohamiradodetenidamente,peronoséporquénohadeverlomejor—ydiciendoasí,seloentregué.—Esunexcelenteretrato,muysuavedecolorymuydibujado.

—Ya, ya... Pero, ¿de quién es? Dominando un titubeo, respondió: —PresumoquedeMissOliver.

—Sí.Ahorabien,sideseayloacepta,leofrezcounacopiafieldelretrato.

Siguióexaminándoloymurmuró:

—¡Esadmirable!Losojos,suexpresión,sucolor,sonperfectos...Selavesonreír...

—¿Le agradaría o le disgustaría tener una copia? Cuando se encuentreustedenMadagascar,enlaIndia,oenElCairo,¿seríaparaustedunconsueloesteretratoomásbienunmotivoderecuerdostristes?

Memiróindecisoyvolvióaexaminarlapintura.

—Me agradaría tenerlo —respondió—. Que sea prudente o no, es otracosa.

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Desde que comprobara queRosamond quería aRivers y su padre no seoponía a unmatrimonio, había deseado abogar por que se realizara. Parecíaque, si entraba John Rivers en posesión de la gran fortuna de Mr. Oliver,podríahacermásbeneficiosasussemejantesquelosqueefectuaraejerciendodemisionerobajoelsoldelostrópicos.Porello,ledije:

—A mi entender, lo más razonable sería tener, mejor que el retrato, elmodelo.

Élsehabíasentado,colocandoelretratosobrelamesaylacontemplabaenéxtasis, con la cabeza entre lasmanos. Noté que no le ofendíami audacia.Hastaobservéqueaquelmodobruscodetratarelasuntoleplacíaylealiviaba.Laspersonasreservadasnecesitanavecesquesehabledesussentimientosyangustiasmásquelasexpansivas.Elmásestoicoes,alfin,unserhumano.

—Estoy segura de que usted la quiere —dije—. Y el padre de ella leestimamuchoausted.Además,esunamuchachaencantadoray sinoposeeunagranmentalidad,ustedtienebastanteparalosdos.Debecasarseconella.

—¿Acasomequiereellaamí?—repuso.

—Másqueanadie.Nadalecomplacetantocomohablardeustedylohacecontinuamente.

—Eso es muy agradable de oír... Estaré otro cuarto de hora —añadió,poniendoelrelojsobrelamesaparacalculareltiempo.

—¿Paraqué?¿Paraprepararentretantounaviolentacontradicciónyforjarunacadenamásqueaprisionelosimpulsosdesucorazón?

—Vaya, no imagine esas cosas terribles... Imaginemás bien, y acertará,quelaposibilidaddeunamorhumanofluyeenmimentecomounariadaqueinunda el campo que con tanto cuidado y trabajo preparé, que hace lloversobre él un suaveveneno.Meveoamímismo sentadoenunabutaca en elsalóndePaleHall,conRosamondamispies,hablándomeconsudulcevoz,sonriéndomeconesoslabiosdecoralqueladiestramanodeustedhacopiadotanbien.Esmía,soysuyo,estavidayestemundomebastan.¡Chist!Nodiganada: mi corazón está lleno de satisfacción y enervadosmis sentidos. Dejepasarenpazeltiempomarcado.

Sonabaeltictacdelreloj.Riversrespirabafuertemente;yocallaba.Pasadoelcuartodehora,seincorporó,guardóelrelojydejódemirarlapintura.

—Estosminutos—dijo—hansidoconsagradosaldelirioyalailusión.Heofrecidomicervizvoluntariamenteal floridoyugode las tentaciones,mehedejadocubrirlassienesconsusguirnaldasyheapuradosucopa.Ahoraveoyaysientoquesuvinoeshiel,suspromesasfalsasysusguirnaldasespinas.

Volvióamirarmeycontinuó:

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—AunquehayaamadoaRosamondOlivertanintensamentecomolaamo,y reconociendo lo bella, exquisita y graciosa que es, jamás he dejado decomprender que no será una esposa apropiada para mí, que no sería lacompañera que necesito.Me consta que a un año de éxtasis, sucedería todaunavidadelamentaresaunión.

—¡Quéextraño!—nopudepormenosdeexclamar.—Hayalgoenmí—dijo Rivers— inmensamente sensible a sus encantos y otra parte que notafuertemente sus defectos. Sé que ella no compartiría ninguna de misaspiraciones ni colaboraría en ninguna demis iniciativas. ¿Cree posible queRosamond se convirtiera en una mujer abnegada, laboriosa, paciente, en laesposadeunmisionero?¡No!

—Peronoestáustedobligadoasermisionero.Renuncieaello.

—¿Renunciar a mi vocación? ¿Destruir los cimientos terrenos de mimoradacelestial?¿Sustituirlasabiduríaporlaignorancia,lapazporlaguerra,la libertad por la esclavitud, la religión por la superstición, la esperanza delcieloporelamordelinfierno?¿Renunciaracuantomeesmásqueridoquelasangredemisvenas?No;debovivirparaelloymirarhaciadelante.

—Y el disgusto que experimente Miss Oliver, ¿le es indiferente? —pregunté,traslargapausa.—Rosamondestásiemprerodeada,dehombresquela cortejan y antes de un mes se habrá olvidado de mí y se casara,probablemente,conalguienquelaharámásfelizdeloqueyolaharía.

—Ustedhablaconcalma,perosufre.

—No. Lo único queme disgusta es el alargamiento demimarcha. Estamañanameheinformadodequeelpárrocoquemesustituyenollegaráhastadentrodetresmeses,acasodeseis.

—Ustedseestremeceysesonrojacuandoellaentraenlaescuela.

Otravezunaexpresióndeasombrosepintóensufaz.Noimaginabaqueunamujer osase hablar así a un hombre. En cuanto amí, navegaba enmispropias aguas.Nuncame sentía a gusto en el trato de cualquiera, hombre omujer, hasta que penetraba en el umbral de su confianza, traspasando loslímitesdelareservaconvencional.

—Esustedoriginalynada tímida—dijo—.Suespírituesatrevidoysusojosperspicaces,peroleaseguroqueenparte interpretamalmisemociones.Meconsideramásprofundoymásinteligentedeloquesoy.Meconcedemássimpatíadelaquemerezco.SisemeenciendelacaracuandoveoaRosamondnoes,comosuponeusted,porunimpulsodelalma,sinoporunavergonzosadebilidaddelacarne.Peroespiritualmentemeconozco:soyunhombrefríoydurocomounaroca.

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Sonreí,incrédula.

—Hatomadoustedporasaltomiintimidad—siguió—ynoleocultarémicarácter. Prescindiendo de las vestiduras externas y convencionales con quecubrimoslasdeformidadeshumanas,enelfondonosoymásqueunhombreduro,fríoyambicioso.Nomeguíaelsentimiento,sinolarazón;miambiciónes ilimitada; deseo elevarme más que nadie. Si alabo la perseverancia, lalaboriosidadyeltalento,esporquesonlosmediosdequepuedenservirseloshombresparaalcanzarvastosfines.Ysiyomeocupodeusted,esporquelaconsidero unmodelo demujer diligente, enérgica y disciplinada, no porquemecompadezcadeloqueustedhasufridoolefalteporsufrir.

—Se pinta usted como un filósofo pagano—dije.—Hay una diferenciaentremíyesos filósofos,yesquecreoenelEvangelio.Nosoyun filósofopagano, sino cristiano, un discípulo de Jesús, que acepta sus benignas ypiadosas doctrinas. Las profeso y he jurado propagarlas. La religiónme haganado a su causa y ha convertido los gérmenes de afecto instintivo quehubieraenmí,enelárbolampliode la filantropíacristiana.LaambicióndeobtenerpoderyfamapersonallahetransformadoenambicióndeextenderelreinadodelMaestroy conseguir victorias para el estandarte de la cruz.Así,pues,lareligiónhamodificadoenbuensentidomisinclinaciones,peronohapodido transformar mi naturaleza, ni la cambiará «hasta que este mortal,inmortalsea...».

Ytrasestacita,tomóelsombrerodelamesay,alhacerlo,miróotravezelretrato.

—¡Esencantadora!—murmuró—.Bienlodicesunombre:eslarosadelmundo.

—¿Quiereunacopiadelretrato?

—Cuibono?No.

Colocósobreeldibujolahojadepapeltransparenteenqueyosolíaapoyarlamanomientraspintaba,paranoensuciarlacartulina.Loquepudieseverenaquelpapelfueentoncesunmisterioparamí,peroenalgodebióderepararsumirada. Lo cogió rápidamente, examinó sus bordes ymemiró de unmodoextraño e incomprensible, como si tratara de examinar hasta el detalle másmínimo demi aspecto,mi rostro ymi vestido. Sus labios se entreabrieron,comosifueseahablar,peronadadijo.

—¿Quépasa?—pregunté.

—Nada——contestó.Yantesdevolveradejarelpapelensusitiocortórápidamente una estrecha tira de su borde y la guardó en el guante. Luegoinclinólacabezaydesapareciómurmurando:

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—Buenastardes.

—¡Si lo entiendo, quemematen!—exclamé usando una locución localmuycorriente.

Examiné el papel, pero nada vi de raro, salvo unas ligeras manchas depintura.Meditéenaquelmisteriounpardeminutosy,estimándoloinsolubleyseguramentesecundario,dejédepensarenél.

XXXIII

CuandosefueRiverscomenzabaanevar,ysiguiónevandotodalanoche.Aloscurecerdeldíasiguienteelvalleestabacasiintransitable.Cerré,apliquéunaesterillaalapuertaparaquelanieve,alderretirse,noentrasepordebajo,encendíunavelaycomencéaleerellibrodeMarmionquemetrajeraRivers:

Laderas del castillo de Norham, ancho y profundo río Tweed, solitariasmontañas de Cheviot... Macizos murallones, que flanquean las torres queprotegeneldintelreluciendo,amarillas,bajoelsol...

Labellamelodíadelosversosmehizoolvidarenbrevelaásperatormenta.

Oírepentinamenteunruidoenlapuerta.Creíquefueraelbatirdelvientopero era John Rivers, que surgiendo bajo el helado huracán de entre lasprofundastinieblas,aparecíaantemí,cubiertasualtafiguradeunabrigotodoblancodenieve,comounglaciar.Mealarmé,yaquenoesperabavisitaalgunaensemejantenoche.—¿Pasaalgo?—pregunté.

—No.¡Conquéfacilidadseasusta!—dijo,mientrassequitabaelgabánylo colgaba de la puerta, tras la que volvió a poner la esterilla, en la que selimpiólasbotasllenasdenieve.

—Dispense que ensucie la limpieza de su pavimento —exclamó,agregando,mientras se acercaba al fuego—:Le aseguro queme ha costadotrabajollegar.Hecaídoenunhoyoylanievemealcanzabahastalacintura.Porfortunanosehabíaheladoaún.

—¿Porquéhavenido?—nopudemenosdeinterrogarle.

—¡Quépregunta tanpocoacogedora!Noobstante, lediréquehevenidopara hablar con usted un poco, ya que me siento fatigado de mis librossilenciosos y mis habitaciones vacías. Además, experimento desde ayer elinterésdelapersonaaquiencuentanunahistoriayladejanalamitad.

Se sentó. Recordando su singular conducta del día anterior, empecé atemerqueRiversnoestuvierabiendelacabeza.Perosiestabaloco,loestaba

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con una locura harto fría y serena. Nuncame parecieron de una calma tanmarmóreasusfaccionescomohoy,mientrasseseparabadelafrenteelcabellohúmedo de nieve. Con todo, la preocupación se pintaba claramente en surostroiluminadoporlallamadelhogar.Esperéquehablara.Habíaapoyadolabarbilla en lamano,mantenía un dedo sobre los labios y parecía pensativo.Aquellamanome pareció tan pálida y demacrada como ahora lo estaba surostro.Sentípenadeélydije:

—MegustaríaqueDianaoMaryviniesenavivirconusted.Estámuysoloytemoporsusalud.

—Yamecuidoyo;estoymuybien—repuso—.¿Quéveusteddemalenmí?

Hablódistraídamente,conindiferencia,comosinonecesitaraparanadamisolicitud.Guardésilencio.Separóal fin sudedode los labios,perosusojoscontemplabanaún,fijosyestáticos,elfuego.Pordeciralgo,lepreguntésinolemolestabaelfríoquesedeslizabaporlasrendijasdelapuerta.

—No,no—respondió,casiásperamente.

«Bien—pensé—. Puesto que no quieres hablar, allá tú.Yo vuelvo amilibro.»

DespabilélabujíaymesumíenlalecturadeMarmion.Él,alcabo,sacóuna cartera de piel y de ella una carta, que examinó en silencio, volviendoluegoahundirseensusreflexiones.Leerenaquellascondicionesmeresultabainsoportable. Resolví hablarle, a riesgo de queme contestase con lamismabrusquedad.

—¿Lehanvueltoaescribirsushermanas?

—Desdelacartaqueleenseñélasemanapasada,no.

—¿Hanexperimentadoalgúncambiosusasuntos?¿Podrápartirantesdeloquecontaba?

—Metemoqueno.Seríademasiadasuerte.

No viendo posibilidad de charla por aquel lado, opté por hablar de laescuela.

—LamadredeMaryGarretestámejoryMaryhavenidohoyalaescuela.LasemanapróximaasistiráncuatroniñasmásdelaInclusa.

—Ya.

—Mr.Oliverpagalosgastosdedos.

—¿Sí?

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—SeproponehacerunregaloalaescuelaporNavidad.

—Losé.

—¿Seloaconsejóusted?

—No.

—¿Entonces,quién?

—Supongoquesuhija.

—Probablemente:esmuybuena.

—Sí.

Seprodujootrapausa.Él,alfin,sevolvióhaciamí.

—Dejesulibrounmomentoyacérquesemásalfuego—dijo.Leobedecí,asombrada.

—Hace media hora —explicó— que pienso en la continuación de lahistoriadeayeryhellegadoaconcluirqueesmejorqueyolacuenteyustedlaescuche.Antesdeempezar,deboadvertirlaque lahistoria levaasonaracosaconocida,perocontodo,siempreadquierenalgunanovedadlosdetallescuandosonpronunciadosporotraboca.Porlodemás,elrelatoesbreve.

»Haceveinteaños,unpobresacerdote—sunombrenohacealcasoporelmomento— se enamoró de la hija de un hombre adinerado. Ella lecorrespondióysecasóconél,contralavoluntaddesufamilia,querompiósusrelacionesconlosreciéncasados.Antesdedosaños,losdoshabíanmuertoyreposan en paz bajo lamisma lápida. Yo he visto su tumba, en el inmensocementerioadosadoa lasombríayantiguacatedraldeunaciudad industrial,en el condado de... Dejaron una hija, a quien, a poco de nacer, la caridadacogióensuregazofrío,comoelhoyollenodenieveenelquehecaídoestanoche.Lapersonaquelarecogióeraunatíasuya:Mrs.Reed,deGateshead.Apropósito: ¿no oye usted un ruido? Debe ser un ratón, seguramente en eledificiodelaescuela.Antesdealquilarloparaescuelaeraungranero,yenlosgranerossuelenabundarlosratones...Perocontinuemos:Mrs.Reedtuvoalahuérfana en su casa diez años, y si la niña fue feliz o no es cosa que, nohabiéndomesidodicha,nopuedoconcretar.Alfin,dichaseñoralaenvióauncolegio,quenoeraotroqueLowood,dondeustedhavivido.Sucarrera fuelucida,yaquepasódealumnaaprofesora...,yporciertoquenotosemejanzaentresuhistoriayladeusted...Comousted,seempleódespuésdeinstitutriz,encargándosedelaeducacióndeunaniña,protegidadeuntalMr.Rochester...

—¡Mr.Rivers!—interrumpí.

—Adivinosussentimientos—repuso—,pero leruegoquemeoigahastaelfin.NadasédelcarácterdeeseMr.Rochester;sólomeconstaquepropuso

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alajovenunirseconélenmatrimoniolegal,aunquevivíasumujer,queestabademente. Cuáles fueran sus ulteriores propósitos, es asunto que se presta adiscusión.Loúnicoevidenteesque,habiéndoseprecisadotenernoticiasdelamuchacha, resultó que ésta había desaparecido sin saberse cómo.AbandonóThornfieldHall una noche y todas las pesquisas hechas en la comarca paraencontrarlahanresultadoinútiles.Sinembargo,urgequeaparezca,yalefectosehanpublicadoanunciosentodoslosperiódicos.YomismoherecibidounacartadeunprocuradorllamadoBriggscomunicándomelosdetallesqueacabodeparticiparle.¿Nolepareceunahistoriainteresante?

—Puestoqueconocetalesdetalles—contesté—,podrádecirmeunomás.¿QuéesdeMr.Rochester?¿Quéhace?¿Estábien?

—Ignorocuantoserefiereaesecaballero,yaquelacartanolemencionamás que para citar el ilegal propósito que le he referido. Más vale quepregunte usted el nombre de la institutriz y el motivo que requiere suaparición.

—Pero¿nohanidoaThornfieldHall?¿NohanvistoaMr.Rochester?

—Creoqueno.

—¿Yentonces...?

—Mr.BriggsdicequelacontestaciónasucartadirigidaaThornfieldnolaenvióMr.Rochester,sinounaseñorallamadaAliceFairfax.

Me sentí desmayar. Mis peores temores se habían confirmado.Seguramente él había abandonado Inglaterra y erraba a la sazón por elcontinente. ¿Y qué bálsamo buscaría para sus sufrimientos, qué objetoencontraría en que desahogar sus pasiones? No me atreví a dar—me larespuesta.¡Pobreamadomío,aquélaquiencasillegaraaestarunida,aquélaquienllamaraunavez«miqueridoEdward»!

—EseRochesterdebedeserunmalhombre—comentóRivers.

—Noleconoceusted.Nopuedejuzgarle—contestéconcalor.

—Bien—repuso serenamente—. Tengo otras cosas en qué pensar antesqueenél...Deboconcluirmihistoria.Y,puestoquenomepreguntaelnombrede la institutriz,yo lodiré,ynodepalabra,porquesiempresonmejores lascosasporescrito.

Volvióasacarlacarteraydeunadesusdivisionesextrajounadelgadatirade papel, en la que reconocí, por sus manchas de azul ultramar, ocre ybermellón,elbordedelahojaqueRiverscortaraenmicasaeldíaantes.Yenél, escrito en tinta china, de mi puño y letra, se leía Jane Eyre, mi propionombre,queyohabíaescritoallíenunmomentodedistracción,sinduda.

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—BriggsmehabladeunaJaneEyre—siguióRivers—,anuncioshablandeunaJaneEyreyyoconozcoaunaJaneElliott.Confiesoqueteníaalgunassospechas,pero sólo ayer tuve la certidumbre. ¿Qué?¿Renunciausteda esenombresupuesto?

—Sí, sí, pero ¿dónde estáBriggs?Él sabrá deRochestermás cosas queusted.

—BriggsestáenLondresydudoquesepanadadeRochester,porquenoesen él quien está interesado.Y veo que olvida usted losmotivos queBriggstieneenhallarla...

—¿Quéquieredemí?

—SóloadvertirlaquesutíoEyre,quevivíaenMadera,hamuerto,quehalegadoaustedtodossusbienesy...yanadamás.

—¿Susbienes?¿Amí?¿Conquesoyrica?

—Sí.

—Siguióunsilencio.

—Ahoraesprecisoquepruebeustedsuidentidad—concluyóJohnRivers—.LosbienesestáninvertidosentítulospúblicosdeInglaterra.Briggstieneeltestamentoyladocumentaciónnecesaria.

Heaquíquemisuerteexperimentabaunnuevocambio.Esunaagradablecosa, lector, pasar en unmomentode la indigencia a la opulencia, pero, sinembargo, al recibir la noticia, no hay por qué saltar, gritar y enloquecer dealegría. La riqueza es un hecho concreto, práctico, desprovisto de aspectosidealesy,por tanto, la alegríaque se experimenta alcanzándoladebe serdelmismo género. Además, las expresiones herencia y testamento estáníntimamenteligadasalasdefuneralymuerte.Mitíohabíamuertoyyoque,desdequeconocí suexistencia,habíaacariciado laesperanzadeverlealgúndía,debíarenunciaraello.Luegoaqueldineroerasóloparamí,noparaunafamilia venturosa y alegre. En fin: de todosmodos era una gran suerte, yopodíaalcanzarmiindependencia,yestepensamientomeensanchóelcorazón.

—Parece que se ha convertido usted en piedra—dijo Rivers—.Vamos,¿nopreguntacuántohereda?

—Bien:¿cuántoheredo?

—¡Unabagatela!Nomerecelapenahablardeello...Veintemillibras.

—¿Veintemillibras?

Quedé atónita. Había contado con cuatro o cinco mil. Se me cortó larespiración.Rivers,aquiennuncavierareír,nopudoreprimirlarisaestavez.

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—Si hubiese cometido usted un crimen y le dijese que había sidodescubierta,noquedaríamáspetrificada...

—¡Esmucho!¿Noseráunerror?¿Noserándosmilyporequivocaciónenlascifras...?

—Nadadecifras.Estáescritoenletras.Sonveintemil.

Sentí la impresiónquepodría experimentarungastrónomosoloanteunamesaservidaparauncentenar.Riversselevantóysepusoelgabán.

—Si no hiciera tan mala noche —dijo— le enviaría a Hannah aacompañarla, porque parece usted sentirse hoy desgraciadísima... Pero lapobreHannahnopuedesaltarloshoyosllenosdenievetanbiencomoyo.Asíquetengoqueabandonarlaasupena.Buenasnoches.

Unsúbitopensamientoacudióamimente.

—Espereunmomento—rogué.

—¿Qué?

—MeasombraqueBriggsescribieseaustedsobreesto.¿Cómoleconocenicómopodíafigurarsequeusted,enunlugartanapartado,podríacooperaraencontrarme?

—Soysacerdote—dijo—,yconfrecuenciaseapelaalossacerdotesenlosmásrarosasuntos.

Yempuñóelpicaporte.

—Nomeconvence—repuse.Había,enefecto,ensuambiguacontestaciónalgoqueexcitabamicuriosidadengradosumo.Añadí—:Esalgotanextraño,quedeseoquemeloaclare.

—Otrodía.

—No.¡Hoy,hoy!

Ymeinterpuseentreélylapuerta.Parecióturbarse.

—Noseiráhastaquemelodiga—aseguré.—PreferiríaquelainformaranMaryoDiana.

Talesobjecionesnohacíanmásque estimularmi curiosidad.Eraprecisosatisfacerla,yselodije:

—Yalehemanifestadoquesoyunhombreduro,impersuadible—objetó.

—Yyounamujerdurísima.

—Yfrío...—siguiódiciendo.

—Elfuegodeshaceelhielo—alegué—,yyosoyardiente.Lapruebaestá

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enque lanievequecubría suabrigoseha fundidoalcalor,convirtiendomicocina en un lago. Y, si quiere usted que le perdone el horrible crimen deinundarmicocina,esprecisoquemedigaloquedeseo.

—Me rindo—dijo—, no a su ardor, sino a su perseverancia, capaz deagujerear la roca, comounagotadeagua.Apartedeeso,másprontoomástardehabíadesaberlo...¿UstedsellamaJaneEyre?

—Desdeluego.

—Enesecaso...¿NosabeustedqueminombreesJohnEyreRivers?

—¡No lo sabía! Recuerdo ahora haber visto su nombre, con la E enabreviatura,escritoenloslibrosquemehadejadoalgunasveces,peronuncasemeocurriópensarque...Peroentonces...

Meinterrumpí.Noacertabaaexpresarelpensamientoquesemeocurríayque,sinembargo,representabaunaevidenteprobabilidad,yaqueformabaelresultadológicodeunacadenadecircunstanciasconcurrentes.Porsiellectornoacierta,reproducirélasexplicacionesdeRivers:

—MimadreseapellidabaEyreyteníadoshermanos:uno,sacerdote,casóconJaneReed,deGateshead;elotro,JohnEyre,eracomercianteenFunchal,enMadera.Briggs,abogadodeEyre,nosescribióenagostoinformándonosdelamuertedenuestrotíoydequehabíadejadosusbienesalahuérfanadesuhermano el sacerdote, prescindiendo de nosotros, como consecuencia de suruptura con mi padre. Nos escribió semanas después anunciando que laheredera había desaparecido y preguntándome si sabía algo de ella. Unnombre escrito por casualidad al borde de un papel me ha permitidoencontrarla.Lodemásesinútilquelodiga,porqueyalosabeusted.

Ytratódesalir,peroyomeapoyécontralapuerta.

—Antesdehablarle—dije—déjemereflexionarunmomento—ytrasunapausaagregué—:Sumadreerahermanademipadre,¿no?

—Sí.

—¿Y,portanto,tíamía?

Asintió.

—MitíoJohneratíodeusted,yusted,DianayMary,hijosdesuhermana,comoyohijadesuhermano.

—Innegablemente.

—¿Demodoquelostressonmisprimos?

—Losomos,enefecto.

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Lemiré.Parecíamehaberhalladounhermano—yunhermanodelquemesentía orgullosa—, y dos hermanas cuyas cualidades, aun considerándolasextrañas a mí, habían despertado mi admiración y mi afecto. Aquellas dosjóvenes que, desesperada, contemplara una noche de lluvia a través de laenrejadaventanitadelacocinadeMoorHouseeranmisparientes,comoloeraaquel joven que se hallaba antemí. ¡Oh, qué delicioso descubrimiento paraquiensufríaeldolordesusoledad!¡Éstasíqueerariqueza,auténticariqueza,riqueza del corazón, susceptible de producir la alegría y el entusiasmo, alcontrariodelariquezametálica!

Juntélasmanos,enunimpulsodealegría.Mipulsolatíaaceleradamente.

—¡Quécontentaestoy!—exclamé.Johnsonrió.

—¿Noledecíaquedescuidabaustedloesencial?Sepusoseriacuandoledije que poseía una fortuna y ahora se emociona por una cosa de tan pocaimportancia.

—¿Depocaimportancia?Quizáparaustedque,teniendodoshermanas,nonecesitaunaprima,peronoparamí,quemeencuentrodeimprovisocontresparientes... o almenos con dos, si usted no quiere contarse en el número...¡Quécontentaestoy,sí!

Comencé a pasear a través de la habitación y luego me detuve, mediosofocadaporlospensamientosqueinvadíanmimente.Yopodíacorrespondera los beneficios de los que salvaron mi vida. Eran dependientes: yo podíaindependizarles;estabanseparados:podíareunirlos.Loqueeramío,debíaserde ellos también. Puesto que éramos cuatro, las veintemil libras debían serrepartidas.Concincomilcadauno,todosteníamoslavidadesobraasegurada,todosseríamosfelicesysecumpliríaunactodejusticia.Ahoralariquezanoerayaunpesoparamí.Implicaba,alcontrario,vida,felicidad,esperanza...

NosécómomiraríaaRiversmientraspensabaenestascosas;sóloséquemeofrecióunasillaymeaconsejóquemeserenase.

—EscribamañanaaDianayaMaryydígalesquevuelvanacasa.Si seconsiderabanricasconmillibras,hayquecreerqueconcincomilcadaunaseconsiderarándichosas—exclamé.

—Dígame dónde puedo encontrar un vaso de agua para usted, porquenecesitacalmarse—repusoJohn.

—¡Nada de eso!Y dígame: ¿qué hará usted? ¿Se quedará en Inglaterra,pedirálamanodeRosamondyharáunavidacorriente,como...?

—Desvaríausted.Lehecomunicadolasnoticiastanbruscamente,quenomeextraña...

—Mehaceperderlapaciencia.Estoyenmiplenarazón.Esustedquienno

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entiendeonoquiereentender.

—Quizálacomprendiesesiseexplicaramejor.

—¿Quéfaltahacenexplicaciones?Puestoquesonveintemillibras,debendividirse a partes iguales entre los cuatro sobrinos de nuestro tío. Escriba aMaryyaDianadiciéndoleslafortunaquehanheredado...

—Quehaheredadousted.

—Yalehedicholoquepiensoynocambiaré.Nosoyunaegoístaniunadesagradecida.Además,quierotenerunacasayunafamilia.MegustaMoorHouseyviviréenMoorHouse,yquieroaDianayaMaryyviviréconellas.Poseer cinco mil libras me agrada y me conviene. Poseer veinte mil, meabrumaría.Y no seríanmías en justicia, aunque lo fueran según la ley. Lescedo lo que es superfluo para mí. No rehúse ni me lo discuta. Póngase deacuerdoconmigosobreelloahoramismo.

—Habla usted siguiendo el primer impulso. Tómese días para pensarlo,antesdecomprometersupalabra.

—Aunquedudedemisinceridad,¿nocomprendequeloquedigoesjusto?

—Es justo hasta cierto punto, pero no es lo que se acostumbra a hacer.Tieneustedderechoa toda la fortuna.Mi tío laganóconsu trabajoypodíalegarlaaquienquisiera.Puedeusted,enconciencia,quedarsecontodo.

—Paramí—dije—elsentimientoestanimportantecomolaconciencia.Yyaquepuedopocasvecesseguirmissentimientos,deseoseguirlosahoraquese me ofrece la oportunidad. Cuanto pudiera usted argumentar, aunque mehablaseunañoseguido,nodestruiráelplacerquemeproporcionaelpagarunadeudamoralyconseguiramigosparatodamivida.

—Hablaustedasí—objetóJohn—porquenosabeloqueeslariquezanilosgocesqueproporciona.Nocomprendebienloquesonveintemillibras,elpuestoqueledaránensociedad,lasperspectivasque...

—Y usted —interrumpí— no comprende bien lo que es conseguir uncariño fraternal. Yo no he tenido casa nunca, nunca hermanos ni hermanas.Quierotenerlosahora¿Merechaza?

—Jane:yoserésuhermanoyDianayMarysushermanassinnecesidaddesacrificiopecuniarioalguno.

—¿Hermanos?¿Amilleguasdedistanciademí?¿Yhermanasesclavasencasas ajenas? ¿Yo rica, con una riqueza que no he ganado ni merecido, yustedespobres?¡Vayaunafraternidadyvayaunaunión!

—Susdeseosdetenerunafamiliapuedenrealizarsecuandosecase.

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—¡Tontería!Noquierocasarmeynomecasarénunca.

—Esoesmuchodecir,ysólopruebalomuyexcitadaqueestá.

—No es mucho decir. Sé lo que siento y lo poco inclinada que meencuentro almatrimonio. Nadie se enamorará demí, y si alguien se casaraconmigoseríapormidinero.Ynodeseoami ladoun serajenoamialma.Quiero convivir con aquellos que compartenmis sentimientos.Dígame otravezqueesmihermano;dígalo,sipuede,consinceridadymesentiréfeliz.

—Puedo.Séquesihequeridoamishermanashasidoporqueestimosusvirtudes y admiro sus méritos. Usted es inteligente y virtuosa, tiene losmismos gustos que Diana y Mary, su presencia y su conversación me sonagradables.Creoquepuedoreservarunsitioparaustedenmicorazón,comounahermanamía.

—Gracias. Esome basta por hoy. Y ahora valemás que se vaya, John,porquesisequedatalvezmehagaenfadarotravezconsusescrúpulos.¿Ylaescuela,Jane?¿Habráquecerrarla?

—Seguiréenelcargohastaqueseencuentreunasustituta.

Sonrió,aprobatorio.Nosestrechamoslamanoysefue.

No es preciso detallar los ulteriores esfuerzos y argumentos que empleépara convencer a mis primos. Mi tarea fue difícil, pero como estabaabsolutamente resuelta a imponer mi voluntad y ellos comprendieron lasinceridad con que lo hacía, acordaron finalmente someter el asunto aarbitraje. Los árbitros fueron Mr. Oliver y un inteligente abogado, quecoincidieron con mi opinión. Los documentos transmisorios fueronlegalizados, y John, Diana y Mary entraron en posesión de sus partesrespectivas.

XXXIV

Todoquedóarregladopocoantesde las fiestasdeNavidad.Abandoné laescuela después de procurar que me sustituyera alguien que no hicieseestériles mis esfuerzos en pro de las alumnas. La mayoría de ellas, segúnparecía, me apreciaban, y mi partida lo puso de manifiesto. Me sentíprofundamente emocionada por el lugar que me habían concedido en susinocentes corazones y les prometí que, en el porvenir, las visitaría todas lassemanasydaríaunahoradeclaseenlaescuela.

JohnRiversllegócuandoyo,despuésdehabermedespedidodelassesentamuchachasalineadasantemí,cambiabanuevosadiosesconlasmejoresdemis

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discípulas:mediadocenademuchachasrecatadas,modestaseinstruidascomonoseencontraríanfácilmenteenelrestodeInglaterranientodaEuropa.

—¿Nosientes—dijoJohncuandotodashubieronsalido—lasatisfaccióndehaberhechoconesasmuchachasalgoenbeneficiodetussemejantes?

—Sinduda.

—Puessiesohasidoasíenpocosmeses,¿nocreesquelatareadededicartodalavidaalaregeneraciónhumanaeshermosa?

—Sí—dije—, pero yo no puedo dedicarme sólo al bien de los demás.Deseogozardemipropiavidatambién.

—¿Yquévasahacerahora?—mepreguntógravemente.

—Trabajarenloqueestáamialcance.DeseoquebusquesaalguienquesustituyaaHannahparaqueéstameacompañe.

—¿Adónde?

—AMoorHouse.DianayMary llegarándeaquíaunasemanayquierotenerlotodoarregladoparacuandovengan.

—Comprendo.Creíquepensabashaceralgúnviaje.Sí,valemásquevayaHannahcontigo.

—Bien;puesdilequeestélistaparamañana.Tomalallavedelaescuela.Ladecasamañanateladaré.

—Quisierasaber—medijo,mientrastomabalallave—quéocupaciónvasa realizar en lugar de la que dejas. ¿Qué proyectos, qué ambiciones tienesahora?

—Primero, limpiar Moor House de arriba abajo; segundo, encerarla ypulirlacuantopueda;tercero,colocartodaslasmesas,sillasydemásmueblesconunordenyprecisiónmatemáticos;cuarto,arruinarmecomprandocarbónyleña para que en cada cuarto haya un fuego excelente; quinto, dedicar aHannah, dosdías antes deque lleguenDianayMary, a batir tantoshuevos,amasar tantas empanadas y preparar tantos bollos de Pascua, que no haypalabras en el diccionario para darle idea de la solemnidad de los ritosculinariosaquemeentregaré.Enresumen:miambiciónconsisteenquetodoesté listo el próximo jueves para otorgar a mis primas una acogida queconstituyaelidealdelasacogidasfamiliares.

Johnsonrió.Noparecíadeltodosatisfecho.

—Esoestámuybienporelmomento—dijo—,perohablandoseriamente,creoquedespuésmirarásunpocomásaltoynotelimitarásaocupartedeesascuestionesdomésticas.

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—¡Sonlomásagradabledelmundo!—repuse.

—No, Jane: estemundono es lugar deplaceres, ni haypor qué intentarconvertirloental;comonohaytampocoqueentregarsealamolicie.

—Al contrario; voy a entregarme a la actividad.—Por ahora está bien,Jane. Admito que están bien dos meses para gozar el encanto de tu nuevasituación y del cariño de tus nuevos parientes. Pero después supongo queMoorHouseyMorton,ylacompañíademishermanas,ylacalmaegoístaylacomodidadnotepareceránsuficientes.

Lemiréconsorpresa.

—John—dije—:¿cómopuedeshablarasí?Mesentirétansatisfechacomounareina.¿Enquécosamejorpuedopensar?

—EnaprovecharlainteligenciaqueDiostehaconcedidoydeque,sinolaejercitas como debes, te pedirá algún día estrecha cuenta. Te observo conmucho interés, Jane, y extraño el desmesurado interés que pones en losplaceres vulgares del hogar. No te aferres tan tenazmente a las debilidadesmateriales. Reserva tu constancia y tu vehemencia para empresas máselevadas...¿Entiendes,Jane?

—Tantocomosimehablarasengriego.Paramíserfelizesunaempresabastante elevada. Y lo seré. ¡Adiós! Y lo fui, en efecto, enMoorHouse, ytrabajédefirme,conasombrodeHannah,admiradadelajovialidadconquemedesenvolvíaenelajetreodeaquellosarreglos,delaenergíaconquepulía,limpiaba y cocinaba. Era delicioso, un par de días después, ver cómo ibaresurgiendoelordendelcaosquenosotrasmismashabíamosproducido.Hiceantes un viaje a S... para comprar algunos muebles, fin al que habíamosasignadoalgúndineroyparaloquemisprimasmehabíandadocartablanca.La salita y los dormitorios fueron dejados como estaban, porque comprendíqueaDianayaMarylesplaceríahallarseensuambienteacostumbrado,peroencambio,unaalcobalibreyunsalónquenoseusabafuerondecoradosconbelloscortinajesyalfombrasnuevas,conadornosdebroncecuidadosamenteelegidos. En las demás alcobas instalé tocadores y espejos nuevos. Losmueblescompradoserandecaobaylasalfombrasycortinasdecolorcarmesíoscuro.Todo terminado, juzgué queMoorHouse era elmodelo perfecto deuna casa modesta bien acomodada por dentro, como era el tipo de ladesolacióninvernalporfueraenaquellaépocadelaño.

Llegó,alfin,elanheladojueves.Esperábamosalasjóvenesaloscurecer.Laschimeneasestabanencendidas,lacocinapreparada.Hannahyyovestidas,ytodoapunto.

Johnfueelprimeroenllegar.Yohabíaprocuradoquenoacudiesedurantelospreparativos,paranodarleunaimpresióndesagradableconelespectáculo

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delacasarevuelta.

Meencontróenlacocinavigilandolaoperacióndeamasarpastasparaelté.Me preguntó si estaba satisfecha demis tareas domésticas y le contestéinvitándole a inspeccionar el resultado de mis tareas. No sin dificultad, leconvencídequemeacompañase.Luegoquehubimosrecorridotodalacasaysubido y bajado escaleras, comentó que debía haberme tomado muchamolestiaparallevaralaprácticaaquelloscambiosentanpocotiempo,peronoañadió ni una sílaba que indicase que le placía el nuevo aspecto de laresidencia.

Medisgustóaquelsilencio,pensandoqueacasolehubieracontrariadoquesealteraseelaspectodelacasapaterna.Lepreguntésieraasí.

—Nada de eso. Ya he observado el cuidado que has tenido en respetarcuanto pudiese significar un recuerdo. ¿Cuántos minutos has dedicado apensar en el arreglo de esa habitación? Y ¿puedes decirme dónde estácolocado...?

Memencionóeltítulodeunlibro.Selomostré,locogióy,retirándoseasuacostumbrado rincón, junto a la ventana, comenzó a leer. Aquello medesagradó. John, lector, era un hombre bueno, pero yo comenzaba a pensarquehabíadicho laverdadcuandoélmismoafirmaraqueerafríoyduro.Lavida no presentaba atractivos para él. No vivía más que para sus elevadasaspiraciones, y además desaprobaba que no se compartiesen. Mientrascontemplabasufrente,pálidayserenacomoelmármol,ylasbellasfaccionesde su rostro absorto en la lectura, comprendí que nunca podría ser un buenmaridoyquesuesposaseríamuydesgraciada.Yconcordéconélenquesuamor porRosamond era un amor puramente sensual.Me hice cargo de queJohnmismo se despreciaba por aquella emoción que ante ella sentía. Y, enresumen,advertíqueestabahechosegúnelmodelodeloshéroes,cristianosopaganos,quehandadoleyesasuspueblos,queloshanllevadoalaconquistaoloshanconvertidoaunanuevacreencia.

«Este salónnoes lugaradecuadoparaél—pensé—.En lacordilleradelHimalaya,enlasselvasdeCafreríaoenlascostasdeGuineaestaríamásensucentro.Lacalmadelavidadomésticanoessuelemento.Aquísusfacultadesseenmohecen,faltasdedesarrollo.Sóloenmediodelaluchayelpeligro,allídonde se requiera valor, fortaleza y energía, podrá hablar y actuar,manifestarse superior a los demás. Creo que acierta eligiendo la carrera demisionero.»

—¡Yavienen,yavienen!—gritóHannah.

Elperroladróalegremente.Salícorriendo.Sesentíaenlaoscuridadruidode ruedas. Hannah tomó una linterna. El coche se detuvo ante la verja. El

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cocheroseapeóparaabrirlaportezuelaydosbienconocidasfigurasbajarondelcarruaje.Unmomentodespués,micaraseponíaencontacto,primeroconlassuavesmejillasdeMaryyluegoconlostirabuzonesdeDiana.Rieron,mebesaron;luegobesaronaHannah,acariciandoaCarlo,mediolocodealegría,yentraronenlacasa.

Aunque estaban heladas de frío después de su largo viaje en aquellainclemente noche, sus agradables facciones irradiaban luz. Preguntaron porJohnquiensalíaenaquelmomentodelsalón,yleabrazaronlasdosalavez.Él las besó con calma, pronunció algunas frases de bienvenida y, tras unabreve conversación, suponiendo que ellas irían también al salón a poco, seretiró a su acostumbrado refugio.Encendí bujíaspara subir al piso superior.Dianadioantesalgunasórdeneshospitalariasconcernientesalcochero.Luegoambas me siguieron y manifestaron su satisfacción por las reformasintroducidas,porlasnuevascortinasyalfombrasylosricosjarronesdeChina.Tuveelplacerdecomprobarquemismodificacionescoincidíanexactamenteconlosgustosdeellasyqueconstituíanunmotivomásdealegríaasullegada.

Aquella velada fue deliciosa. La entusiasta charla de mis primas, susrelatos y sus comentarios hacían olvidar la taciturnidad de John. Él estabacontentodeverasushermanas,peronosimpatizabaconlasexteriorizacionesde su contento. Su regreso le complacía, mas el tumulto inherente ledesagradaba y ansiaba, sin duda, que llegase el día siguiente, menosbullicioso.

Cuando estábamos en elmomentomásgratode aquella noche, unahoradespuésdelté,oímosllamaralapuerta,yHannahentróconlanoticiadequeestaba allí un pobre muchacho a rogar queMr. Rivers fuese a visitar a sumadre,moribunda.

—¿Dóndevive,Hannah?

—EnWhitcrossBrow, amás de cuatromillas y por un camino lleno depantanos.

—Dilequeiré.

—Creoqueharíamejorennoir,señor.Eselpeorcaminopararecorrerdenoche que pueda imaginarse. No hay carretera. Vale más que diga que irámañana.

Peroélyaestabaenelpasilloponiéndoseelgabány,sinunapalabra,sefue.Eranlasnueveynovolvióhastamedianoche.Selenotabafatigado,peroparecíamássatisfechoquecuandosalió.Habíacumplidoundeberyrealizadounsacrificioyestabasatisfechodesímismo.

Lasemanasiguientedebióagotarsupaciencia.EralasemanadeNavidad

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ynosotrasnosentregamosaunaespeciedealegreorgíadoméstica.Elairedelas alturas, la libertad de sentirse en su casa, obraban sobre Diana yMarycomoestimulanteselixiresyestabancontentasdelamañanaalanocheydelanoche a la mañana. Hablaban sin cesar y sus conversaciones me eran tanagradables,quepreferíaescucharlasahablaryomisma.Johnprocurabahuirde nuestra vivacidad.Rara vez estaba en casa.Laparroquia era grandey lapoblaciónmuydiseminada.Tenía,pues,constantesocasionesdevisitara lospobresyenfermosdelasdiferenteszonas.

Unamañana,duranteeldesayuno,Dianalepreguntósisusplanesseguíansiendolosmismos.

—Losonyloserán—contestóél.YenseguidaexplicóquesumarchadeInglaterraestabaacordadaparaelañoentrante.

—¿Y Rosamond...? —insinuó Mary. Debió decir las palabras sin darsecuenta,porquealpuntohizoungestocomosiquisierarectificar.

—RosamondOliver—repusoJohn—vaacasarseconMr.Granby,hijodeSirFredericGranbyypersonamuyestimableybienrelacionadaenE...MelohadichoelseñorOliver.

Las tres nos miramos y luego le contemplamos a él. Estaba tan serenocomouncristal.

—Muyde prisa han concertado el enlace——comentóDiana—, porquenosedebenconocerdesdehacemuchotiempo.

—Hacedosmeses.Seconocieronenunbaile,enS...Perocuandonohayobstáculos,comoenelcasopresente,esnaturalabreviar.SecasaránencuantolacasaquelesregalaSirFredericestéencondicionesdeserhabitada.

La primera vez que vi a John a solas traté de averiguar si estabadisgustado,peromepareciótanreacioalasmanifestacionesdesimpatía,quenomeaventuréaexpresarleloquesentíaporsussupuestossufrimientos.

Además,sureservahabíavueltoahacermeperderlacostumbredehablarleconsinceridad.Nocumplíasupromesade tratarmecomounahermanamás.Antes bien,marcaba a cadamomento pequeñas ymolestas diferencias nadapropiciasalaumentodeunamutuacordialidad.Atalextremo,queahoraquevivíamos bajo el mismo techo me sentía menos unida a él que cuando eramaestradeescuelaenMorton.Recordandohastaquépuntohabíaconseguidosuconfianza,meresultabaincreíblesufrialdadpresente.

Por todo ello, en lamencionada ocasión en que estábamos solos, no fuepocomiasombrocuandolevialzarsúbitamentelacabezadesobrelamesayleoídecir:

—¿Ves,Jane?Labatallasehadadoylavictoriasehaconseguido.

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Lasorpresamedejóatónita,peroalfincontesté:

—¿Estássegurodequelavictorianotehacostadodemasiadocara,comoamuchosconquistadores?

—Creoqueno,yaunquefueraasí,noimporta.Eldesenlaceesdefinitivoyahoranotengoobstáculosenmicamino,graciasaDios.

Yvolvióasuspapelesyasumutismo.

La felicidadquesentíamosDiana,Maryyyoacabó tomandouncaráctermásreposado,yentoncesJohnestabaencasaconmásfrecuencia.Sesentabaen elmismo aposento que nosotras y a veces todos pasábamos varias horasjuntos. Mientras Mary dibujaba, Diana seguía un curso de lecturasenciclopédicasquehabíaemprendidocongranasombromío,yyomeafanabaenelalemán.Johnestudiabauna lenguaoriental,quecreíanecesariaparaeldesarrollodesusplanes.

Sentadoensurincón,parecíaabsortoysereno,peroavecessusazulesojosabandonaban los libros y se posaban sobre nosotras, examinándonos concuriosa intensidad.Si se le sorprendía, retiraba lavista inmediatamente,masdevezencuandovolvíaadirigirlaanuestramesa.Yonosabíaloquepudierasignificar aquello. Me asombraba, por otro lado, la satisfacción que nuncadejabadeexpresarsiemprequeyoibaarealizarlaprometidavisitasemanalalaescueladeMorton.Sisushermanasmequeríanpersuadir, losdíasdemaltiempo, de que no fuera, él, por el contrario, me excitaba a que acudiesedesafiandoloselementosadversos.

—Jane no es lo débil que suponéis—solía decir— y puede soportar unpocodevientoounoscoposdenievetanbiencomoelprimero.Sunaturalezaesnerviosay flexible,másapropiadapara adaptarse a los cambiosdeclimaqueotrasmásrobustas.

Ycuandoyovolvía,muycansadayavecesvíctimadelasinclemenciasdeltiempo,noosabaquejarmeportemoracausarlecontrariedad.Lafortalezaensufrirtalesmolestiasleplacíaylocontrarioledisgustaba.

Noobstante,unatarderesolvíquedarmeencasa,porquerealmenteestabaacatarrada.SushermanashabíanidoaMortonenmilugar.Yoestabasentadaleyendo una obra de Schiller y él luchaba por descifrar sus orientalesjeroglíficos.Semeocurriómirarle y hallé queme contemplaba atentamentecon sus azules ojos. Ignoro cuánto tiempo llevaba así; sólo sé queme sentídesasosegada.—¿Quéhaces,Jane?—Aprenderalemán.

—Preferiría que dejase el alemán y aprendieses el indostaní (lengua delSurdelaIndia).

—¿Hablasenserio?

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—Enserio.Meexplicaré.

Laexplicaciónconsistióenmanifestarmequeeraindostaní la lenguaqueél estudiaba, que solía olvidar lo que había aprendido, y que si tuviese unadiscípula con quien practicar los rudimentos, éstos no se le irían de lamemoria, antes bien, quedarían—fijos en su mente. Agregó que me habíapreferido amí por juzgarme lamás apta de las tresmujeres. ¿Le haría estefavor?Entodocaso,noseríalargoelsacrificio,yaquecontabapartirantesdetresmeses.

No era fácil negar nada a John porque se comprendía que cualquiersensación,grataoingrata,segrababaprofundamenteenél.Consentí.CuandoDiana yMary regresaron hallaron a la maestra deMorton transformada endiscípuladelpárroco.SeecharonareíryopinaronqueJohnnodebíahabermemetidoenaquellaaventura.Elrepuso,tranquilamente:

—Yalosé.

Descubríqueeraunmaestromuypaciente,muytoleranteymuyexigenteala vez. Esperaba mucho de mí, y cuando veía que llenaba sus esperanzas,manifestaba su aprobación a su modo. Poco a poco fue adquiriendo ciertaautoridadsobremí,ysuinfluenciayatenciónmeparecieronmáscohibidoresquesuindiferencia.Yanomeatrevíaahablarniareíramisanchascuandoélestaba presente, porque un espíritu de clarividencia me advertía que eso ledisgustaba a él. Yo comprendía muy bien que a John sólo le placían losmodalesgravesylasocupacionesseriasyqueeravanotratardeobrardeotromodoensupresencia.Acabéhallándomebajoelefectodeunafríasugestión.Siélmedecía:«vete»,meiba;si«ven»,iba;si«hazesto»,lohacía.Peronomeagradabaaquellasumisiónyhubierapreferidoque,comoantes,miprimonoseocuparademí.

Una noche, al ir a acostarnos, le rodeamos como de costumbre paradesearlebuenasnoches,ycomodecostumbretambién,despuésdebesarlesushermanas,élyyonosdimoslamano.Diana,queestabadebuenhumor(ellayMarynoexperimentabanelinflujodelavoluntaddeJohnporque,ensuestilo,erantanfuertescomosuhermano),exclamó:

—Vaya, John: tú llamasa Jane tu tercerahermana,perono tecomportascomosilofuera.Bésalatambién.Ymeempujóhaciaél.PenséqueDianaeramuy imprudente y me sentí desagradablemente turbada. John inclinó lacabeza, hasta poner sus griegas facciones a nivel de las mías. Sus ojosescrutaronmisojos,ymebesó.Nocreoqueexistanadaparecidoalbesodeunmármolodeuntrozodehielo,masmeatrevo,contodo,adecirqueelbesodemi eclesiástico pariente pertenecía a un género semejante. En todo caso,tuve la impresión de que me besaba por vía de ensayo, ya que luego mecontempló como para comprobar el resultado. Ciertamente, no fue nada

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impresionanteyestoyseguradequenomesonrojé.Sinembargo,aquellovinoa ser el remache de mis cadenas. Desde entonces no prescindió nunca derepetiraquellaceremoniay la tranquilagravedadconqueyorecibíasubesoparecíatenerciertoencantoparaél.

Cadavezdeseabamáscomplacerle,perotambiéncadavezexperimentabamás la sensación de que había de cambiar mis gustos, transformar minaturaleza,modificarmis inclinacionesy forzarmeapropósitohacia losquenosentíaelmenorapego.Éldeseabaelevarmeaunaalturaqueyonopodíaalcanzaryhacermeimitarmodelosfuerademisposibilidades.Tanimposibleera aquello como igualar mis irregulares facciones a las suyas, perfectas, ysustituir mis ojos, de cambiantes tonalidades verdes, por los suyos, azulescomoelmar.

Acaso,lector,imaginesqueyohabíaolvidadoaRochesterenelcursodemicambiode fortuna.Niporunmomento.Su recuerdovivíaenmí:noeraunanubedeestíoqueelsoldisipa,niunafiguratrazadaenlaarena,queborrael viento. No: su recuerdo era como un nombre grabado en un mármol,persistente en él mientras el mármol exista. Si su imagen me perseguía enMorton,tambiénahora,enmilechodeMoorHouse,pensabaenél.

EnelcursodemicorrespondenciaconBriggs,elprocurador,yolehabíapreguntado sobre la residencia actual y la salud de Rochester, pero Briggs,comoJohnsupusiera,ignorabaporcompletotalesextremos.Entoncesescribía Mrs. Fairfax preguntándole lo mismo, y contando con una rápidacontestación.Grande fuemiasombrocuandopasaronquincedíassin recibirnoticias.

Pero cuando las dos semanas se convirtieron en dos meses y el correocontinuabasintraermecartaalguna,mesentípresadeunaansiedadmortal.

Volví a escribir, en la suposición de que mi primera carta no hubierallegado.Miesperanzasemantuvovariassemanas,yluegocomenzólatensióndeantes.Niunalínea,niunapalabra.Cuandohubotranscurridomedioañosinnoticias,miesperanzamurióyvolvíasentirmeentresombras.

Nopude,pues,gozardelamagníficaprimaveraquenosrodeaba.Llegabael verano.Diana, preocupada pormi salud, quería llevarme a alguna playa.Johnseopuso,alegandoqueyononecesitabadistracción,sinoocupaciones,ya quemi vida estaba demasiado vacía, de lo cual deduje que se proponíallenarlaslagunasquehabíaenellaconmásprolongadassesionesdeindostaní.Asíera,ynopenséenresistirlenihubieraconseguidoresistir.

Un día acudí a mis lecciones con menos voluntad que de costumbre.Hannah me había avisado por la mañana que había una carta para mí, ycuandofuiarecogerla,ciertadequelasnoticiasesperadasllegabanalfin,me

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encontré conuna insulsa nota deMr.Briggs.La amargadecepciónmehizoverterlágrimasydespués,mientrasluchabaconlosindescifrablescaracteresylas floridasmetáforas de un escritor indio, sentí humedecerse de nuevomisojos.

Johnmellamóparaqueleyera.Alhacerlosemeentrecortabalavozylossollozos impedíanoírmispalabras.En lahabitaciónnoshallábamosélyyosolos.DianaestabatocandoenelsalóngrandeyMarypaseabaporeljardín.Hacíaunbello,soleado,claroyfrescodíademayo.

Mi primo no pareció extrañarmi emoción, nime preguntó losmotivos,limitándoseadecir:

—Esperemosunosminutos,Jane,hastaquetetranquilices.

Ymientrasyomeentregabaalosparoxismosdemidolor,él,sentadoanteelpupitre,mecontemplabacomounmédicopuedacontemplarlasreaccionesde un paciente. Después de dominar mis sollozos, enjugar mis lágrimas ymurmurarquenomeencontrababienaquellamañana,reanudélatareaylogréconcluirla.Johnentonces,apartósulibroyelmíoydijo:

—Vamosadarunpaseo,Jane.

—Bueno.VoyallamaraDianayaMary.

—No.Noquieroquemeacompañenadiemásquetú.Arréglate,salporlapuertadelacocinaytomaelcaminodeMarshClen.Tealcanzaréenseguida.

Durantetodamivida,yonohabíasabido,anteloscaracteresenérgicosyduros, tan distintos almío, optar por el términomedio, sino someterme deltodo o rebelarme abiertamente. En mis relaciones con John siempre hastaentonces me había sometido, y sin deseo alguno de sublevarme, seguí susinstrucciones y, diez minutos después, caminaba a su lado por el abruptosenderodelvalle.

SoplabadesdelosmontesunabrisadelOeste,olorosaajuncosybrezos.Elcielo era de un inmaculado azul. El río, lleno por las lluvias de primavera,fluía,sereno,enelfondodelvalle,reflejandolosdoradosrayosdelsolylostonosdezafirodelfirmamento.

Dejamos el caminoy avanzamosporunpradodehierbamenuda, verde,esmaltadademinúsculasfloresamarillasyblancas.

—Quedémonosaquí—dijoJohncuandoalcanzamos laprimerahileradeun batallón de rocas que guardaban una especie de paso que desembocabacerca de una cascada. Más allá, la montaña aparecía desnuda de césped yfloresysólomalezaslavestíanyriscoslaadornaban.

Mesenté. John tomó tambiénasientoami lado.Mirómásalládelpaso,

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contemplólasaguasdelríoyluegovolviólavistaalcielosereno.Sequitóelsombrero,dejandoquelabrisaacariciasesucabelloybesasesussienes.Porlaexpresióndesusojossecomprendíaqueestabadespidiéndosementalmentedeloquelecircundaba.

—Novolveréaverestomás, sinoensueños—dijo—,cuandoduermaaorillasdelGangesodealgúnríomásremotoaún.

¡Extrañas palabras, que testimoniaban un extraño amor a su tierra natal!Durantemediahoraguardamosmutuosilencio.Alfin,élcomenzó:

—Jane:mevoydentrode seis semanas.EmbarcoenunnavíoquezarpaparalaIndiael20dejunio.

—Diosteproteja,yaquelohacesagloriasuya—dije.

—Sí—repuso—;éseesmiorgulloymialegría.Soyservidordeunseñorinfalible.Noactúabajodirecciónhumana,sujetoalasleyesimperfectasyalaerróneadireccióndemisflacossemejantes.Mirey,milegislador,micapitáneselTodopoderoso.Measombraquelosquemerodeannosealistenbajoelmismoestandarte,noseasocienalamismaempresa.

—Todosnotienentuenergía.Seríaunalocuraeneldébilseguirlospasosdelfuerte.

—No pienso en los débiles: pienso en los que son dignos de la tarea ycapacesderealizarla.

—Pocossonydifícilesdeencontrar.

—Tienesrazón.Poreso,cuandoseencuentran,debeexhortárselesaqueseunanalesfuerzocomún,hacerlesoírlaspalabrasdeDios,ofrecerlesunpuestoentreloselegidos.

—¿No crees que los aptos para esa labor se ofrecerían a ellaespontáneamentesilesllamaraaellalavozdesucorazón?

Sentí la impresión de que un sortilegio se abatía sobre mí y temblé alpensarqueibaaoírlaspalabrasfatalesqueratificaríanelhechizo.

—¿Yquédicelavozdetucorazón?—preguntóJohn.

—Micorazónpermanecemudo,mudo...—respondí,estremecida.

—Yo hablaré entonces por él. Jane: ven conmigo a la India para sermicompañeraymicolaboradora.

Los campos, el cielo, los montes giraron en torno mío. Me parecíaescucharunallamadadelcielo,laspalabrasdeuniluminado...Peroyonoeraunapóstol,nopodíaatenderlallamada.

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—¡John!—exclamé—.¡Tenpiedaddemí!

Apelabaalapiedaddeunhombreque,encumplimientodeloquecreíasudeber,noconocíalapiedadnielremordimiento.Continuó:

—Diosy lanaturaleza tehancreadopara ser laesposadeunmisionero.Notehansidootorgadasdotesfísicas,sinoespirituales.Noestáshechaparaelamor,sinoparalalabor.Debesserlaesposadeunmisionero,yseráslamía.Tereclamo,noennombredemiplacerpersonal,sinoeneldemiSoberano.

—Nosirvoparaeso.Notengovocación—dije.

No se irritó. Tenía previstas las primeras objeciones. Se apoyó contra laroca que había a su espalda, cruzó los brazos y me miró con serenidad.Comprendí que estaba preparado para una oposición tenaz y dispuesto avencerla.

—Lahumildad,Jane,eslaprincipaldelasvirtudescristianas——dijo—.Entalsentido,hacesbienencontestarquenosirvesparaeso.Pero¿quécreesquehacefaltaparaservir?¿QuiéndelosquerealmentehansidollamadosporDiossehacreídodignodelallamada?Yo,porejemplo,nosoysinopolvoyceniza. Como San Pablo, me considero el mayor de los pecadores, pero laconvicción demi insignificancia personal nome aparta de la tarea.Dios esinfinitamentebuenoypoderosoycuandoeligeundébilinstrumentoparaunalabor gran—diosa, Él proveerá a lo que falte. Piensa como yo, Jane, yacertarás.

—No estoy capacitada para una vidamisionera.Nunca he estudiado lostrabajosdelasmisiones.

—Eneso,porhumildequeyopuedaser,mecabeayudarte.Temostrarétutarea,horaahora,teayudarésiemprequelonecesites.Esosóloalprincipio,porque conozco tu capacidad y pronto serás tan apta como yomismo y nonecesitarásmiayuda.

—¿Micapacidad? ¿Dónde estámi capacidadpara tal empresa?Mientrasmehablas,nadaenmiinteriormeaconseja,ningunaluzmealumbra.Quisieraque comprendieses lo que pasa enmi alma en estemomento en que túmellamasaunatareaqueyonopuedodesempeñar.

—Escucha.Tehevenidoobservandodesdequenosconocimos,hacediezmeses.Tehesometidoavariaspruebassinquelonotases.Enlaescueladelaaldeaheobservadoquecumplíasbien,puntualyeficazmenteunatareaquenoestaba en tus costumbres ni inclinaciones. La serenidad con que recibiste lanoticiadequeeras ricamehizoverqueno te tienta el afánde lucro.En laresuelta facilidad con que espontáneamente dividiste tus bienes en cuatropartesreconocíunalmaqueardeenlallamadelaabnegaciónyelsacrificio.

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Enladocilidadconque,alpedírtelo,abandonasteunestudioqueteinteresabaporotroquemeinteresabaamí,enlaasiduidadconquelohasseguido,enlaenergía que has puesto en vencer sus dificultades, he reconocido elcomplemento de tus méritos, Jane. Eres dócil, activa, desinteresada, leal,valerosa,constante,amableyheroica.Sí:puedodecírtelosinreservas.Seríasunainsuperabledirectoradeescuelasindiasylaayudaquemeprestaríascercadelasmujeresdeaquelpaísseríainapreciable.

Elcírculodehierro seestrechabaen tornomío.Lapersuasiónavanzaba,lenta pero segura. Las últimas palabras de John comenzaban a hacerme vercomorelativamentefácilelcaminoqueantesmeparecierainfranqueable.Mitarea,antesdifusayproblemática,semefigurabamássencillaaladquirirunaformadefinida.Élesperabaunacontestación.Lepedíquemedejarapensarloquinceminutosantesdearriesgarunarespuesta.

—Muybien—dijo.Y,levantándose,sealejóaalgunadistanciaysetendiósobrelahierba.

«Soycapazdehacerloqueéldesea,loreconozco—pensé—.Creoquemivida,enelclimadelaIndia,noseríalarga.¿Yentonces?Esonolepreocupabaaél.Cuandollegaramihora,meexhortaríaaaceptar,concalmaysantidad,lavoluntaddeDios.Esoesindudable.

YéndomedeInglaterraabandonaríaunpaísqueamo,perovacíoparamí,yaqueRochesternoestáenél,yaunqueestuviera,nadavariaríaenmivida.He de vivir sin Edward. Nada tan absurdo como esperar de día a día unimposible cambio de la situación que me permita reunirme con mi amado.Como John dice, debo buscarme otro interés y otra ocupación en la vida, y¿hay alguna más digna que la que él me ofrece? ¿No es por sus noblespropósitosysussublimesconsecuenciaslamásapropiadaparallenarelvacíoquedejanlosafectosfracasadosylasesperanzasrotas?Creoquedebíadecirleque sí y, sin embargo, temo...Al unirme a John, renuncio a lamitad demímisma, a mi voluntad propia, y al ir a la India me condeno a una muerteprematura. Y ¿cómo se llenará el intervalo entre Inglaterra y la India y latumba? ¡Me consta muy bien! La perspectiva es clara. Me constreñiré acomplaceraJohnhastaquemeduelanloshuesosylosnerviosmeestallen,lecomplaceré hasta el máximo de sus esperanzas. Si me voy con él haré elsacrificioquedesea,loharéabsolutamente,meofreceréenteraenarasdeesesacrificio.Élnomeamaránunca,peromeaprobará.Yolemostraréenergíasquenoconoce,recursosquenosospecha.Sí:mecabetrabajartantocomoéllohaga.

»Puedo,pues, acceder a loquemepide,perodebohacermeamípropiauna advertencia, y es que en él no he de esperar encontrar un corazón deesposomásquepudiera encontrarlo en esta rocaquemeapoyo.Meaprecia

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como un soldado aprecia una buena espada, y nadamás.No siendo esposasuya,estomees igual.Pero¿hedeauxiliarlearealizarsusplanesyaponersuscálculosenprácticamedianteelmatrimonio?¿Hedeostentarelanillodecasada,soportartodaslasformasdelamor,que—estoysegura—élobservaráescrupulosamente, y saber que el alma está ausente en todo eso? ¿Podríaaceptarsusmanifestacionesdecariñosabiendoquesonsacrificioshechosenaras de sus principios? No: sería monstruoso aceptar tal marido. Podréacompañarle como su hermana, pero no como su esposa, y así voy adecírselo.»

Lemiré.Seguíatendido,comounacolumnaderribada.Volviólacabeza,seincorporóyvinoamilado.

—EstoydispuestaaircontigoalaIndia,peroconservandomilibertad.

—Esarespuestarequiereaclaración.

—Puesto que me has adoptado por hermana, continuaré siéndolo y teacompañarécomotal,sincasarnos.Meneólacabeza.

—Unafraternidadadoptivanoesviableenestecaso.Sisetratasedeunahermana de verdad, sí. Pero en nuestras circunstancias, o nuestra unión esconsagrada por el matrimonio o no puede existir. Muchos obstáculos loimpiden.Considéralounmomento,túquetienesbuensentido.

Mibuensentidonomedecíasinoquedosseresquenoseamannodebencasarse.Selomanifestéasí,agregando:

—John: te aprecio como a un hermano y tú amí como a una hermana.Continuemoscomohastaahora.—Imposible—replicóélconenergía—.MehasdichoqueirásconmigoalaIndia,noloolvides.

—Condicionalmente.

—Ya,ya...A loprincipal—partirconmigoycooperaramis tareas—noobjetasnada.Puestoqueestásdispuestaaempuñarelaradonodebesretirarlamano en virtud de consideraciones pequeñas. Sólo has de pensar en lagrandiosidad de la labor, prescindiendo de tus deseos, inclinaciones,sentimientos y propósitos para consagrarte enteramente al servicio delMaestro. Necesitas en ello un colaborador, y ese ha de ser tu marido. Unahermana nome es necesaria: podría además llegar un día en que dejase deestaramilado.Necesitounamujerenquienyopuedainfluirmientrasvivayconservaramiladohastalamuerte.

Meestremecí.Meparecíayasentiraquellainfluenciasobremí.

—Buscaotramásidónea,John.

—Vuelvoarepetirtequenobuscoentilaconsorte,sinolamisionera.

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—Ypuedesencontrarlaenmí.Yotedaré todasmisenergías,peronomipersona.Paratinoesútil;déjameconservarla.

—No puedes ni debes. ¿Crees que sería grato a Dios un sacrificio amedias? Es la causa de Dios por la que abogo y bajo su bandera quieroalistarte.Nopuedoaceptarunenrolamientodelamitaddesupersonalidad;hadesercompleto.

—¡Oh!—contesté—.Dioscuentayaconmicorazón.Túnolonecesitas.

Noteaseguraría,lector,queyonopusieraalgodereprimidosarcasmoenestas palabras. Hasta ahora había temido a John porque no acababa deentenderle.Peroenelcursodenuestraconversacióndehoyhabíadesveladosucarácter:veíasusdebilidadesylascomprendía.Laarrogantefiguraquesesentaba ante mí no era sino un hombre cuya intransigencia y despotismoresultabanevidentes.Elconocersusdefectosmediovalor.Siendoigualamí,podíaresistirle.

Al oír mis últimas palabras permaneció silencioso, mirándome, como siquisieradecirme:«Eressarcástica,yloeresamicosta.»

—Nodebemosolvidarqueestamostratandounasuntograve—dijoalfin—. Puesto que ofrendas tu corazón a Dios, no necesito más. Desde esemomentodejarásdepensarenloshombresparapensarenelreinoespiritualdelCreadorysóloenÉlencontrarássosiegoydelicia.Elloharásólidanuestrauniónmoralyfísica,porencimadelaspequeñasdificultadesdelsentimiento,sobrecaprichos,ternurasydesdeñablesinclinacionespersonales.Túacabaráshallandoplacerennuestraunión.

—¿Túcrees?—ledije.

Y contemplé sus hermosas y armónicas facciones, imponentes en suseveridad, suscejas imperativas, susojosbrillantesyprofundos, sindulzuraalguna,sualtaymajestuosafigura,ymeimaginésiendosumujer.¡No,nuncalo sería! Podía ser su ayudante, su camarada, cruzar el océano a su lado,seguirle a los países que baña el sol de Oriente, a los desiertos asiáticos,admirar y emular su valor, su devoción y su energía, considerarle comocristiano, no como hombre, sufrir el dominio de su personalidad, peroconservandolibresmicorazónymicerebro,reservandoenlosrinconesdemialmaunlugarsólomío,alquenuncaéltuvieraaccesoycuyossentimientosnopudierareprimirbajosuausteridad.Perosersumujer,permanecersiempreasulado,vivirsiempresometida,constreñida,esforzándomeenapagarlallamaquemedevoraba,meseríainsoportable.

—¡John!—exclaméalllegaraaquelpuntodemisreflexiones.

—¿Qué?—repusofríamente.

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—Puedosertucompañerademisión,peronotumujer.Nopuedocasarmecontigonipertenecerte.

—Es preciso que me pertenezcas—respondió—. ¿Cómo va un hombrequeaúnnohacumplidotreintaañosallevarsealaIndiaaunamuchachadediecinueveno siendo su esposa? ¿Cómo sería posible queviviésemos solos,inclusoavecesentretribussalvajes,noestandocasados?

—Podemos —repuse— como si fuera tu hermana, o simplemente unsacerdotecompañerotuyoenlamisión.

—No puedo presentarte como hermana mía, porque no lo eres. Nosexpondríamosasospechascalumniosas.Además,aunquetengaslamentalidaddeunhombre,tieneselcorazóndeunamujerynopuedesprescindirdeello.

—Puedo—dije con desdén—.Tengo corazón demujer, pero no para ti.Para ti tendré laconstanciadeunacamarada, la franquezadeunsoldado, lafidelidad y la fraternidad que desees, el respeto de un neófito hacia suhierofante.Peronadamás,notemas.

—Esoesloquequiero—dijoél,hablandoparasí—.Esprecisoeliminartodoobstáculo.Jane,notearrepentirásdecasarteconmigo.Esprecisoquenoscasemos.Repitoquenohayotromedio,yestáseguradequeanuestrauniónseguiráunafectoque,aúnenesesentido,telaharáagradable.

—Desprecio tu concepto del amor —dije, sin poderme contener,incorporándome y apoyando la espalda contra la roca—.Desprecio el falsoamorquemeofrecesyhastatedesprecioati,John,alofrecérmeloasí.

Me miró fijamente, apretando los labios. No era posible discernir si sesentíafuriosososorprendido,taleraeldominioqueejercíasobresuaspecto.

—No hubiera esperado eso de ti—repuso—, ni creo haber hecho nadadignodedesprecio.

Mesentíafectadaporsuacento.

—Perdónameestaspalabras, John,pero tú tienes laculpadeque tehayahablado tan rudamente.Has introducido en nuestra charla un tema que serásiempre la manzana de discordia entre nosotros: el tema del amor, del quecadaunotenemosunaopiniónopuesta.Queridoprimo,olvidatuproyectodematrimonio.

—No—contestó—,porqueesunproyectoenelquepiensohacemuchoyel únicomodo de realizarmis grandes propósitos. Pero por elmomento noinsisto.MañanamevoyaCambridge,adespedirmedelosamigosquetengoallí.Estaréfueradurantequincedías.Reflexionaentretantoynoolvidesque,simerechazas,aquienrechazasnoesamí,sinoaDios.PormiintermedioÉlteofreceunanobleactividad,yparadesempeñarlanecesitassermimujer.Al

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negartetecondenasaseguiruncaminodeegoístacalmaydeceguedadmoral.Yenesecasodebescontarteenelnúmerodelosquehanrenegadodesufeydebenserconsideradospeoresqueinfieles.Sevolvióyunavezmás:

Miróelmonte,miróelrío...

Deregresoacasa,juntos,yoleíaperfectamenteensusilencioloquesentíahacia mí: la contrariedad de un temperamento austero y despótico queencuentraresistenciadondeesperabahallarsumisión,ladesaprobacióndeuncarácterfríoeinflexiblequeencuentrasentimientosypuntosdevistaconlosque no puede simpatizar. En resumen: como hombre hubiera deseadoreducirme a su obediencia, aunque como cristiano era paciente ante micontumaciaymedabaunlargoplazoparareflexionaryarrepentirme.

Aquellanoche,despuésdebesarasushermanas,nisiquierameestrechólamano y abandonó el cuarto en silencio. Yo, que aunque no le amaba, leapreciabamucho,mesentítanafectada,quelaslágrimasbrotarondemisojos.

—VeoquehasdisputadoconJohndurantevuestropaseo—dijoDiana—.Perooye:estáesperándoteenelpasillo.Quiererectificar.

Entalescircunstancias,nosueloserorgullosa.Prefierosentirmefelizquemantenermealtiva.Salíalpasilloyencontréamiprimoalpiedelaescalera.

—Buenasnoches,John—dije.

—Buenasnoches,Jane—contestó,concalma.

—Estrechémonoslamano—añadí.

¡Quéfríamenteoprimiómisdedos!Estabadisgustadoporlodeaqueldía,ynileafectabalacordialidadnileconmovíanlaslágrimas.Niaúnatravésdesonrisas y frases afectuosas cabía reconciliarse con él. No obstante, comocristiano era paciente y sereno, y así, cuando le pregunté si me perdonaba,replicóquenuncarecordabalasofensasquelehacían,yquenoteníaporquéperdonarmepuestoqueyonolehabíaofendido.

Ytrasestaspalabras,sefue.Yohubierapreferidocasiquemegolpearaaqueobservaseunaactitudtanfría.

XXXV

NosefueaCambridgealdíasiguiente,comodijera.Aplazósumarchaunasemana, durante la cual me demostró cuán severamente puede un hombrebueno,perorígido,castigaraquienlehainfligidounaofensa.Sinexteriorizarhostilidad, sin palabra algunadeviolencia, supo acreditar demodopalpable

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cuántohabíadecaídoyoensuopinión.

NoesqueJohnalbergaseanticristianossentimientosderencor,noesquefuese capaz de tocar un cabello de mi cabeza, aunque ello le hubiera sidoposible. Por inclinación y por principios, era opuesto a la venganza. Habíaperdonadomi injuriaaldecirleque ledespreciabaaélya suamor,peronoolvidabalaspalabrasni lasolvidaríamientrasambosviviésemos.Suaspectomedecíaalasclarasqueestaríansiempregrabadasensualma,queflotaríanenelaireentreélyyoyquelasescucharíaenmivozsiemprequelehablase.

Nodejabadeconversarconmigoy,comodecostumbre,mellamabatodaslasmañanasasupupitre,peroyonotabacómoloquehabíadehombreenélgozaba,sinquesuespíritucristianolocompartiese,enmanifestarentodassusfrasesymodales,aparentementeigualesquelosdesiempre,lafaltadeinterésyaprobaciónqueantesdabanunaespeciedeausteroencantoasuseveridad.Paramí sehabía convertidoenmármol.Susojos eranpiedra fríay azul, sulenguaunmeroeindispensableinstrumentodeconversación,ynadamás.

Todo ello constituía para mí una refinada tortura, una tortura que hacíaarderíntimamentemiindignación.Comprendíque,simehubiesecasadoconél, aquelhombrebuenoypurocomoel aguadeunprofundomanantial,mehubiesematadoenpocotiemposinverterunasolagotademisangreysinquesuconciencia,claracomoelcristal,experimentaseelmásleveremordimiento.Lo comprendí, sobre todo, cuando intenté una reconciliación. Él noexperimentaba compasión alguna, y ni le disgustaba el desacuerdo ni leagradabaelreconciliarse.Másdeunavezmislágrimascayeronenlapáginasobrelaqueambosestábamosinclinados,sinquelehiciesenmásefectoquesisucorazónhubierasidodepiedraometal;sinembargo,consushermanaseramásafectuosoquedecostumbre,comoparahacermenotarmásvivamenteelcontraste.Estoyseguradequelohacíaasí,nopormaldad,sinoporprincipio.

La noche antes de marchar le encontré en el jardín, al oscurecer, yrecordando que aquel hombre, por muy lejano que ahora se mantuvieserespecto a mí, me había salvado la vida en una ocasión y era, además, miprimo, tratéde recuperar su amistad.Meacerqué a él, que estaba junto a laverja,ylehablé:

—John: sientomucho que estés disgustado conmigo todavía. Quedemosamigos.

—Creo que lo somos—repuso, con frialdad. Y siguió contemplando laluna,quesealzabaenelhorizonte,comolohicierahastaaquelmomento.

—No,John,nolosomoscomodebíamos.Yalosabes.

—¿Nolosomos?¡Quéraro!Pormiparte,deseotubienynotumal.

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—Lo creo, porque no te considero capaz de desear mal a nadie, peroquisieraparamíunaamistadmáshondaqueesaafeccióngeneralquehacesextensivaatodos.

—Tudeseoes razonable—repuso—ydistomuchodeconsidératecomounaextraña.

Lo dijo con tan helado tono, que me sentí mortificada. A seguir losimpulsos de mi orgullo y mi cólera, me hubiese separado de élinmediatamente, pero algo en mi interior me lo impidió. Yo admiraba losprincipiosylainteligenciademiprimo.Medisgustabaperdersuamistad,queapreciaba en mucho. No debía, pues, abandonar tan pronto el propósito derecobrarla.

—¿Vamosasepararnosasí,John?¿Tesepararíasdemí,cuandovayasalaIndia,sinunapalabramásamablequeladeahora?

—¿SepararnoscuandovayaalaIndia?¿Novasaacompañarme?

—Túmismohasdichoqueno,amenosquenoscasemos.

—¿Ypersistesennocasarteconmigo?

¿Has notado, lector, la impresión de horror que producen las heladaspreguntas de las personas de carácter frío? Hay en ellas algo análogo aldesprendimientodeunalud,alaroturadeunmarhelado.

—No,John,nomecasarécontigo.Persistoenmiresolución.

—Vuelvoapreguntarte,nopuedoevitarlo,queporquérehúsas—dijo.

—Antes—repuse— te dije que porque nome amabas; ahora añado queporqueme odias. Sime casara contigo,mematarías. Yame estásmatandoahora.

Suslabiosysusmejillassepusieronblancoscomolacera.

—¿Que te mataría y te estoy matando? Tus palabras son injustas yviolentas, delatanun lamentable estadode ánimo,merecen severa censurayson inexcusables. Pero el hombre debe perdonar a su prójimo hasta setentavecessiete.

Todohabía terminado.Al tratardeborrar en aquelobstinadoespíritu lashuellasdelaofensaanterior,nohabíaconseguidomásquegrabarlasafuego.

—Desde ahora me odiarás —dije—. Todo intento de reconciliación esinútil.Yaveoquemeconsiderasunaenemigamortal.

Aquello fue aún peor, porque era verdad. Vi contraerse sus labios ycomprendíquehabíaestimuladotodavíamássuira.

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—Interpretas mal mis palabras —me apresuré a agregar, cogiéndole lamano—.Nohequeridoofenderte.Sonrióconamargurayretirósumanodelamía.Trasunalargapausa,preguntó:

—¿DemodoqueretirastupromesaynomeacompañasalaIndia?

—Sí, si lodeseas,como tucolaboradora—repuse.Siguióunprolongadosilencio. No sé lo que pasaba en el alma de John. Singulares luces seencendíanensusojosyextrañassombrasoscurecíansusemblante.

—Yatehedemostradoloabsurdodequeunamujerdetuedadacompañeaunhombrede lamía.Te lo probéde tal forma, queno creí quevolvieras aaludiraello.Lamentoportiloquehaces.

Leinterrumpí.Elreprochequeapreciabaensuvozmedabaánimos.

—Nodigas tonterías, John.Parecesmostrarteasombradode loque tehedicho y en realidad no lo estás. No es posible que tu inteligencia nocomprendaloquequierodecirte.Estoydispuestaasertuauxiliar,peronotumujer.

Volvió a palidecer, pero como antes, supo contenerse y respondió conénfasis:

—Unauxiliarde tusexo,nosiendomimujer,nomeacompañaránunca.Conmigo,pues,nopuedes ir.Perosiquieres,hablaréaunmisionerocasadocuya mujer necesita una ayudante. Gracias a tus bienes puedes serindependientedelasociedad,yasíevitarásladeshonradefaltaratupromesaydesertardelabanderaenquetehasalistado.

Como sabe el lector, yo no había dado promesa alguna en firme nialistándome bajo ninguna bandera. Tal lenguaje, en tal ocasión,me parecióhartoviolentoydespótico.Repliqué:

—No hay deshonra alguna, ni falta a promesa de ningún género, nidesercióndeningunaclase.NotengoobligacióndeiralaIndia,ymenosconpersonas extrañas. Podría haberme aventurado contigo a hacerlo, porque teadmiro,confíoen tiy tequierocomounhermano.Además,estoyseguradeque,fueseconquienfuera,noviviríamuchoenaquelclima.

—¡Ah,temesportuvida!—dijoapretandoloslabios.—Sí.Diosnomeladioparasuicidarmeysospechoquesihicieraloquedeseas,casiequivaldríaaunsuicidio.Y,finalmente,antesdeirmedeInglaterraquisieraestarseguradequesoymásútilenotrolugarqueaquí.Esinútilentrarenexplicaciones,perohayunextremoquemehahechosufrirlobastanteparaquedeseecerciorarmedeloqueexiste—respectoaélantesdepartirdeInglaterra.

—Sé a lo que te refieres. Te interesas por una cosa ilegal y reprobable.Hacetiempoquedebíashaberlaolvidado.¿TerefieresaRochester?

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Misilencioconfirmósusuposición.

—Necesitosaberloquehasidodeél.

—Entonces—dijo— sólome queda rogar a Dios por ti para que no teapartesdelsenderodelavirtud.Creíhaberhalladoentiaunadelaselegidas.PeroDiosvemáslejosquenosotros,mortales.Hágasesuvoluntad.

Abriólaverja,salió,sedirigióhaciaelvalleyseperdiódevista.

AlentrarenelsalónhalléaDianamirandoporlaventana,muypensativa.Puso lamanoenmihombro—eramuchomásaltaqueyo—yexaminómisemblante.

—Jane—dijo—: estás pálida y agitada. Estoy segura de que pasa algo.DimeloquetenéisentremanosJohnytú.Hepasadomediahoramirándoospor laventana.Perdona,perohacetiempoqueimaginonoséqué... ¡Johnestanraro!

Sedetuvoycomoyonodijeranada,continuó:

—Mi hermano debe de tener proyectos especiales respecto a ti, estoysegura.Tehaconcedidounaatenciónquenuncaconcedeanadie.¿Quées?Siestuvieraenamoradodeti,mealegraría.¿Eseso,Jane?

—No es eso, Diana—repuse, poniendo su frescamano sobremi frenteardorosa.

—Entonces, ¿por qué se pasa la vida mirándote y paseando a solascontigo?Maryyyosuponíamosqueibaaproponerte...

—Enefecto;mehapedidoquefuerasumujer.

—¡Loquesuponía!—exclamóDiana, juntandolasmanos—.¿Tecasarásconél,Jane?¡AsísequedaráenInglaterra!

—No, Diana. Casándose conmigo, lo haría para llevar a la India unacolaboradoraeficaz.

—¡Cómo!¿PretendequeleacompañesalaIndia?

—Sí.

—¡Está loco!Novivirías allí ni tresmeses.No lohagas.No consientas.¿Quélehasdicho,Jane?

—Mehenegadoacasarmeconél.

—¿Sehadisgustado?

—Sí;nomeloperdonaránunca,aunqueleheofrecidoacompañarlecomopudierahacerlounahermana.

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—Seríaunalocura.Latareaesfatigosaytúdébil.Johnpideimposibles,ynodejaríadeexigírtelosallí.Desgraciadamente,segúnhenotado,eresincapazde negarte a nada que él te pida.Memaravilla que hayas tenido valor pararehusar.¿Nolequieres,Jane?

—Paramarido,no.

—Esunbuenmozo,sinembargo.

—Yyosoyfea,yaloves.Noharíamosbuenapareja.

—¿Fea? ¡Al contrario! Eres muy bonita, demasiado para encerrarte enCalcuta.

Einsistióenquedesechasetodopensamientodeacompañarasuhermano.

—Asíserá—dije—,porquecuandoleheexpresadomideseodeservirlede auxiliar ha manifestado su disgusto por lo que considera una falta dedecoro.Creequelepropongounacosaincorrectaofreciéndomeaseguirlesincasarnos.¡Comosiyonolehubieseconsideradosiemprecomounhermano!

—¿Porquédicesquenotequiere?

—Me gustaría que él mismo te lo explicara. Asegura que no desea unacompañera para su satisfacción, sino para el servicio de la obra a que seconsagra.Afirmaqueyoestoyhechaparala laborynoparaelamor, loquesindudaesverdad.Peroenmiopinión,sinoestoyhechaparaelamor,noloestoy tampoco para el matrimonio. ¿No sería una extravagancia, Diana,encadenarse de por vida a un hombre que sólo la considera a una como uninstrumentoútil?

—Seríainsoportable,absurdo,fueradelugar.

—Noobstante—continué—,simecasaraconéladmitolaposibilidaddeamarledeunmodoespecialytorturador,porquees'inteligenteyavecesensuaspecto, maneras y palabras hay cierta grandeza heroica. Y en tal caso, yoseríaindeciblementedesdichada.Nodeseaqueleameysiledemostraraalgúnsentimiento, me diría que era una cosa superflua, innecesaria para él einoportunaenmí.Meconsta.

—¡YelcasoesqueJohnesbueno!—dijoDiana.

—Buenoyelevado,pero indiferentea losderechosy lossentimientosdelas gentes pequeñas cuando se trata de alcanzar sus vastas miras. Pero losinsignificantes, esmejor nomezclarnos en su camino...Mira: ahí viene. Tedejo,Diana.

Ysubílasescalerasmientrasélentrabaeneljardín.Hubedeverledurantelacena.Élsemostrótanserenocomodecostumbre.Yotemíaquemehablasecon aspereza o que insistiera en sus proyectos. Me equivoqué en ambas

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suposiciones.Mehablóconlacortesíadecostumbre.Sindudahabíainvocadola ayuda divina para dominar el disgusto que yo le causara y me habíaperdonadouna vezmás.Al leer las plegarias de la noche, eligió el capítuloveintiuno de la Revelación. Era muy agradable escucharle. Jamás su vozresultabamás armoniosa que cuando brotaban de sus labios las frases de laBiblia, jamás sus modales eran tan impresionantes en su noble simplicidadcomo cuando hacía escuchar los oráculos deDios.Nunca su voz sonómássolemnequeaquellanocheenque,enelsalóndesucasa,mientraslaluzdeuna clara luna demayo penetraba a través de los visillos de la ventana, él,inclinado sobre la vieja Biblia, leía las promesas de Dios a los hombres,ofreciendoenjugartodassuslágrimas,evitarlesparasiemprelamuerte,elmalyeldolor.

Las palabras siguientes me impresionaron, tanto por su contenido comoporlacasiimperceptiblealteracióndelavozdeJohnyporqueobservéque,alleer,susojossevolvíanhaciamí:

«...y el incrédulo irá al lago de fuego y azufre, que es la segundamuerte...».

ComprendíquetaleralasuertefuturaqueJohnmesuponíareservada.

Terminada la plegaria, nos despedimos de él, que debía partir muytempranodemañana.DianayMary,unavezquelehubieronbesado,salierondelaposento.Yoletendílamanoyledeseéunfelizviaje.

—Gracias,Jane—repuso—.VolverédeCambridgedentrodequincedías.Te doy ese tiempo para que reflexiones. Si atendiese la voz del orgullohumano,noinsistiríaenquetecasarasconmigo,perosólooigolademideber,quememandahacertodaslascosasparagloriadeDios.MiMaestrosoportómucho;tambiényolosoportaré.Quierodarte,mientraspuedaser,unaúltimaposibilidaddesalvación.Teofrezcolaposibilidaddeelegirentrelomejorylopeor.

Y mientras hablaba, puso la mano sobre mi cabeza. No ofrecía,ciertamente,elaspectodeunenamoradoacariciandoasuamada,sinodeunpastorguiandoaunaovejadescarriadaodeunángeldelaguardacustodiandoelalmaqueestáasucargo.Todohombredetalento,poseasentimientosono,seadéspota,ambiciosooloquefuere,siemprequeloseaconsinceridad,tienemomentos sublimes.Experimenté admiraciónhacia Johny por unmomentomesentítentadaadejarderesistirle,adejarmearrastrarporeltorrentedesuvoluntad hacia la corriente de su existencia y mezclarme con ella. Estabaprocediendoconél casi tanduramente como, endistinto sentido, procedieraantes con otro. Ambas veces obraba neciamente. Antes había cometido unerrordeprincipiosyahoracometíaunerrordeapreciación.Asípensabayoenaquel momento, pero ahora, pasado el tiempo, reconozco que cuando obré

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comounaneciafueenaquelmomentoprecisamente.

Permanecí inmóvil bajo su contacto.Olvidémis negativas,mis temores.Lo imposible —mi casamiento con John— comenzó a parecerme posible.Todo había cambiado de pronto: la religión me llamaba, los ángeles meconducían,Diosmedabaunaorden.Antemíparecíadisiparselavida,abrirselaspuertasdelamuerteymostrarmemásallálaeternidad.¡Eibaasacrificarlotodo,enelcorto tiempodeunsegundo,a la felicidad terrenal!Elcuartomeparecíallenodeextrañasvisiones.

—¿Tedecidesahora?—preguntó,congentileza,atrayéndomesuavementehacia sí. ¡Oh, qué fuerza había en su amabilidad! Yo podría resistir a Johnairado,peroamableerairresistibleparamí.

—Medecidiría—repuse—si estuviera seguradequeesvoluntaddivinaquemecasecontigo.Entonces loharíaahoramismo,pasaradespués loquepasase.

—¡Misoracioneshansidoescuchadas!—exclamóJohn.

Oprimiómicabezaconsumano,comosimereclamase,ysubrazociñómi cintura, casi como si me amara. Y digo casi, porque bien sabía yo, alhacerlo,nopensabaenelamorysísóloeneldeber.Encuantoamí,sentíamesinceramente inclinadaa realizar loqueyaconsiderabaacertado, a seguir elcaminoquemecondujeraalcielo.Estabamásexcitadaqueloestuvieranunca.Ellectorjuzgarásiloquesiguiófueonoefectodemiexcitación.

La casa estaba en silencio, porque todos, menos John y yo, debían dehaberseacostado.Labujíasehabíaextinguidoylaluzdelalunainundabalaestancia.Yo oía los apresurados latidos demi propio corazón. Súbitamente,experimenté una sensación extraña, que hizo temblar mi cuerpo de pies acabeza.No fue precisamente como una descarga eléctrica, sino algo agudo,extraño,estimulante,quedespertómissentidoscualsihastaentonceshubiesenpermanecido aletargados. Permanecí con ojos y oídos atentos, sintiendo untemblorquepenetrabamicarnehastalamédula.

—¡Jane!¿Quéhasvisto,quéhasoído?—preguntóJohn.

Yonoveíanada,peropercibíclaramenteunavozquemurmuraba:

—¡Jane,Jane,Jane!Nooímás.

—¡Oh,Diosmío!¿Quéesesto?—balbucí.

En vez de qué, debía haber preguntado dónde, porque ciertamente nosonabanienelcuarto,niencimademí.Ysinembargoeraunavoz,unavozinconfundible,unavozadorada,lavozdeEdwardFairfaxRochester,hablandoconunaexpresióndeagoníaydolorinfinitos,penetrantes,urgentes.

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—¡Voy!—grité—.¡Espérame!¡Voy,voy!

Corríaalapuertaymiréelpasillo:estabaensombras.Salíaljardín:estabavacío.

—¿Dóndeestás?—exclamé.

Las montañas devolvieron el eco de mi pregunta y oí repetir: ¿Dóndeestás?Elvientosilbabaentrelospinosytodoeraentornosoledadysilencio.

«¡Silencio, superstición!—dije paramí—.Aquí no hay engaño, no haybrujería,nohaymilagro.Eselinstintoloqueobraenmí.»

MeseparédeJohn,quemehabíaseguidoy tratabadedetenerme.Aqueleraelmomentodequeyoreaccionara.Misfacultadesestabanentensión.Leprohibí quemepreguntase naday agreguéquedeseabaquemedejase sola.Obedeció. Cuando se tiene energía para ordenar nunca se es desobedecido.Subí ami alcoba, caí de rodillasyoré amimodo,muydiferentedel demiprimo,peronoporellomenosferviente.Meparecíaqueunpoderosoespíritume penetraba y, agradecida, me postré a sus pies. Me incorporé, con unaresoluciónadoptada,ymeacosté,esperandoelsiguientedía.

XXXVI

Llegóeldíaymelevanté.Empleéunpardehorasenordenarlascosasdemi cuarto tal como deseaba dejarlas durante la breve ausencia que iba arealizar. Sentí a John salir de su alcoba y pararse ante la mía. Temí quellamara,perose limitóadeslizarunpapelbajo lapuerta.Locogíy leíestaspalabras:

«Me dejaste ayer de repente, antes de haber tomado en definitiva ladecisión de empuñar la cruz cristiana y ceñirte la corona de los ángeles.Espero tu determinación final cuandovuelva, dentrodequincedías.Rogaréparaquenocaigasenlatentación.Tualmaesfuerte,perotucarneesdébil.Sí;nodejaréderogarporti.Tuyo,John.»

«Mialma—respondímentalmente—esbastantefuerteparahacer loquedeboyconfíoenquemicarneloseabastanteparacumplirlavoluntaddivinaunavezquemeparezcaevidente.Yconfío,enfin,enquebastaránunayotraparadisipar las nubes enque estoy envuelta y distinguir, al cabo, la luz delsol.»

Estábamosaprimerosdejunio,perolamañanaeradesapacibleyfría.Lalluvia azotaba mi ventana. A través de los cristales vi a John atravesar eljardín.SedirigióporlosbrumososcamposhaciaWhitcross,dondetomaríala

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diligencia.

»Dentrodepocashorasseguiréporesecamino,primo—pensé—.ComotútomaréunadiligenciayverésimequedaalgoquehacerenInglaterraantesdeabandonarlaparasiempre.»

Faltabandoshorasparaeldesayuno.Enelintervalopaseépormialcoba,recordandolasensaciónqueexperimentaralanocheantes,lavozqueoyera...¿Dóndehabíasonado?Enmí,sinduda,noenloquemerodeaba.¿Habíasidouna mera ilusión? Sobrevino en mí como el terremoto que conmoviera loscimientosde laprisióndePabloySilas, abriendo laspuertasde la celdaenqueyacíamialmaydespertándoladesuletargo.

«Puestoqueporcarta—medité,resumiendomispensamientos—nopuedosaber nada de aquel cuya voz creí oír anoche, una gestión personal mepermitiráaveriguarlo.»

Mientrasdesayunábamos,anunciéaDianayMaryqueibaahacerunviajeyestaríaausentelomenoscuatrodías.

—¿Vassola,Jane?

—Sí.Quierotenernoticiasdeunamigodequiennosénadahacetiempo.

Podíanhabermepreguntadoquéamigoera,yaqueyosolíaafirmarquenotenía otros que ellas, pero con su innata delicadeza se abstuvieron depreguntarme nada. Diana me preguntó si me encontraba en condiciones deviajar, ya que le parecía verme muy pálida. Contesté que nada tenía, sinoinquietud,yqueesperabacalmarlaconaquelviaje.

Observandoquenodeseabaporelmomentoentrarendetalles sobremisplanes,guardaronundiscretoyamablesilencio,dejándomeenla libertaddeacciónenque,encasoanálogo,yoleshubieradejadoaellas.

SalídeMoorHousealastresdelatardeyhacialascuatromehallabaenWhitcross,esperandoladiligenciaquedebía llevarmealdistanteThornfield.Enelsilencioprofundodeloscaminosdesiertosylassolitariasmontañas,oíacercarsealcochecuandoaúnestabamuylejos.Eraelvehículoque,unañoatrás,me dejara en aquelmismo lugar en plena desolación y desesperanza.Estavezno teníaqueentregar todamifortunacomopreciodelpasaje.Hiceseñadequeladiligenciaparara,sedetuvoy,unavezenmarcha,meparecióserlapalomamensajeraquevueladelpalomar.

Elviajedurótreintayseishoras.SalídeWhitcrosslatardedeunmartesyen lamañanadel jueves el coche sedetuvo,paraquebebiesen los caballos,anteunaposadaenmediodecamposverdeseidílicascolinasquecontrastabanconelásperoescenariode lasmontañasnorteñasqueacababadeabandonar.Reconocíelaspectodeaquelpaisaje,comosivieseunrostroconocido.

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—¿EstáThornfieldmuylejosdeaquí?—preguntéalposadero.

—Dosmillasacampotraviesa,señorita.

«Elviajeha concluido»,pensé.Meapeé, dejémi equipaje en laposada,anunciandoquevolveríaabuscarlo,paguéelpasaje,gratifiquéalcocheroyelcarruajepartió.Elsolarrancabadestellosdelamuestradelaposada,encuyasdoradasletrasleí:AlasarmasdeRochester.Micorazónlatióconpremura.Mehallabayaen losdominiosdemiamado.Luegounpensamientoamargomeinvadió:«AcasoélhubiesecruzadoelcanaldelaMancha,acasonoestuvieseenThornfield,acasovalieramáspedirinformesalposadero.»

Temía,sinembargo,algunamalanoticiaynomeresolvíaapreguntar,yaqueprolongarladudaeraprolongarlaesperanza.

Antemíseextendíanloscamposquecruzaraeldíademifuga.Losrecorríde prisa, contemplando el familiar panorama, los bosques, los árboles, laspraderasylascolinas.Remonté,alfin,laladera.Sobremicabezavolabanlascornejas.Ungraznidoquebróelsilenciodelamañana.Crucéunprado,seguíunsenderoymehalléantelastapiasdelpatio.Aúnnopodíadistinguirlacasa.«Quiero verla por su fachada—pensé—, contemplar el espectáculo de susalmenares, la ventana demi amado.Acaso esté asomado a ella—¡madrugatanto!— o bien pasee ante la puerta o por el huerto. ¡Oh, deseo verle, uninstantesiquiera!¿Serétanlocaquecorrahaciaél?Nopuedoasegurarlo,nosé... ¿Y si él—¡bendito sea! ¿Corre haciamí? ¡Ah! ¿Quién sabe si a estashorasestácontemplandolasalidadelsolenlosPirineososobrelostranquilosmaresdelMediodía...?»

Dilavueltaalatapiadelhuerto.Allíhabíaunportilloquepermitíaentrardesde la pradera, entre dos pilares coronados por bolas de piedra.Ocultándome tras uno de los pilares podía observar la casa sin ser vista.Adelanté la cabeza con cautela, para comprobar si las ventanas de algúndormitorio estaban abiertas ya. Todo — fachada, ventanas, almenas—,quedabadesdeallíalalcancedemisojos.

Si las cornejas que volaban sobre mi cabeza me hubieran examinado,habríanmevistohacermisobservaciones,primerorecelosaytímida,mástardeatrevida, al fin despreocupada. Y seguramente hubieran pensado: «¡Quéafectadadesconfianzaprimeroyquéneciaconfianzaahora!»

Esto,lector,tienesuexplicación.Lailustraréconunejemplo:

Un enamorado divisa a su amante dormida en el césped y deseacontemplarla de cerca sin interrumpir su sueño. Avanza, cauteloso; se paracreyendoque ella semueve; se retira, temiendoque la vea...Pero todo estátranquilo y entonces vuelve a avanzar. Se inclina sobre ella lentamente,gozandodeantemanoconlavisióndelabellezaquevaaadmirar.Ydepronto

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se sobresalta, se precipita, sujeta fuertemente entre sus brazos a la que unmomentoantesnoosabatocarconundedo.Pronunciasunombreagritos,lamira con desesperación. ¡Porque ella no puede contestarle! El enamoradohabía creído dormida a su amada y la encuentra fría e inmóvil como unapiedra.

Yo buscaba con temerosa alegría unamajestuosa casa y encontraba unacalcinadaruina.

Erainnecesarioocultarmetrasunacolumna,lanzarojeadasalasventanas,escuchar ruidosdepuertas o depasos en la explanada.Porque la explanadaestabadesiertaylafachadaera,comoyalavieraunavezensueños,unasolapared, alta y frágil, agujereada por ventanas sin cristales, tras las que noquedaba nada. No había techo, ni almenas, ni chimeneas. Todo se hallabadestruido.

Entornoreinabaunsilenciodemuerte,unasoledaddedesierto.

Yanoextrañabaquemiscartasnoobtuviesenrespuesta,porqueeracomoescribira losquietosmoradoresdeuna tumba.Lasennegrecidaspiedrasdeledificiodecíancómoéstesehabíaderrumbado:porunincendio.Pero¿cómo?¿Cuál era la historia de aquella catástrofe? ¿Qué pérdidas, además de laspiedras,mármolesymaderashabíanacontecido?¿Habíamuertoalguno?¿Yquién?Terriblepreguntaaquenomecabíacontestar...

Rondando en torno a los derribados muros, comprobé que el siniestrodebía haber sucedido tiempo atrás, porque entre las ruinas brotaba ya unavegetaciónsilvestre:hierbasymusgosquecrecíanentrelaspiedrasylasvigaspartidas.¿Dóndeestabaeldesgraciadopropietariodeaquellaruina?¿Enquétierrasyenquéestadoseencontraba?Misojossedirigieronhacialanolejanaiglesiaymepreguntésinoyacería,conelantiguoDamerdeRochester,ensuangostamoradademármol.

Eraprecisoobtenerrespuestaamispreguntas.Volvíalaposadaycuandoelposaderometrajoeldesayunoleroguéquesesentase,cerraraycontestasea un asunto sobre el que deseaba interrogarle. Pero casi no sabía cómoempezar, temiendo las contestaciones que iba a oír, a pesar de que ladesolacióndeThornfieldmepreparabaparalosmásfunestosrelatos.

—¿ConoceustedThornfieldHall?—pregunté,alfin,alhostelero,hombreyamaduro,debuenaapariencia.

—Sí,señorita.Hevividoallí.

—¿Sí?—ypensabaqueellonohabíasucedidoenmiépoca,porquemeeradesconocido.

—FuielmayordomodeldifuntoMr.Rochester—añadió.

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¡Eldifunto!Alfinhabíarecibidoelgolpequetantotemía.

—¿Hamuerto?—balbucí.

—QuierodecirelpadredelactualMr.Rochester—exclamó.

Respiré.EstabaseguradequemiEdwardvivíagraciasaaquelbreve,«elactualMr.Rochester».Puestoqueélvivía,aúnpodríaescucharlomásterriblecontranquilidadrelativa.Yaquenoestabaenlatumba,oiríacontranquilidaddecirinclusoquesehallabaenlasantípodas.

—¿ResideahoraMr.RochesterenThornfield?—pregunté,conociendodeantemanolarespuesta,perodeseosadeaplazarloposiblelasnoticiasquemedieran.

—No,señorita.Nadieviveallí.Supongoqueesustedforastera,puestoqueno sabe lo que ocurrió el pasado otoño. ThornfieldHall está en ruinas; fuedestruidoporunincendio.¡Undesastre,porqueapenaspudosalvarsenada!Elincendioestallódenocheyantesdeque llegasen lasbombasdeMillcote lacasaerayauninmensobrasero.Fueunhorribleespectáculo,seloaseguró.

—¡De noche! —murmuré. Era la hora en que sucedían todas lascalamidadesenThornfield.Añadí:—¿Sesabecómoseprodujoelincendio?

—Sesupone, señorita.Omejordicho, se sabeconcerteza.Acaso ignorausted—prosiguió,acercandosusillaalamesayhablandoenvozbaja—queenlacasahabíaencerradaunaseñoraqueestaba...loca.

—Oídeciralgodeeso.

—La guardaban con riguroso secreto, así que durante muchos años lagentenoestabaseguradequeesaseñoraexistiera,aunqueserumoreabaquesí.Desdeluego,nosesabíaquiénera.SedecíaqueMr.Edwardlahabíatraídodelextranjeroysesuponíaqueerasuquerida.Perohaceunañosucedióunacosaextraña,muyextraña.

Temiendoquemecontasemipropiahistoria,insistíenloprincipal:

—¿Yesaseñora?

—¡EsaseñoraresultóserlaesposadeMr.Rochester!Sesupodeunmodomuyraro.Habíaenlacasaunajoveninstitutriz,yMr.Rochester...

—Bien,pero¿yelincendio?

—Ahora,ahora.Mr.Rochesterseenamoródeella.Loscriadosdicenquenuncahanvistoanadie tanenamoradocomoél.Loobservaban,claro... ¡Yasabeustedloqueeslaservidumbre!Ellaeramuyjovencita,casiunaniña.Nolahevistonunca,peroLeah,quelaapreciaba,mehahabladoconfrecuenciadeella.Mr.Rochesterteníaunoscuarentaañosyesaseñoritamenosdeveinte,

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ycuandocaballerosdeesaedadseenamorandemuchachas,casiseatontan...Enfin;élquisocasarseconlajoven...

—Esa parte de la historia cuéntemela luego —dije—. Ahora tengoespecialesrazonesparaenterarmedelodelincendio.¿Sesuponequelalocaintervinoenél?

—Esseguro,señorita,queellaynootrapersonafuequienlocausó.Teníauna mujer que la custodiaba, Grace Poole, una persona muy buena y muyescrupulosa.

Pero teníaundefectocomúnaniñerasysirvientasdeesaclase,yesqueguardabaensucuartounabotelladeginebrayapurabafrecuentestragos.Escomprensible,porquellevabaunavidapocoagradableyteníaqueconsolarsedealgúnmodo,peroelcasoesque,cuandoGracesedormíadespuésdebebersuginebraconagua,laseñoraloca,queeraastutacomounabruja,lesacabalasllavesdelbolsilloyerrabaporlacasahaciendotodoelmalqueseleveníaalacabeza.Sedicequeunanocheincendiólacamadesumarido,perodeesono sé nada a punto fijo.En fin, para acabar: unanocheprendió fuego a lostapicesdelcuartocontiguoalsuyo,yluegobajóaldelainstitutrizqueestabaafortunadamente, vacío, porque la joven se había ido dos meses antes.Mr.Rochester la había buscado como si fuese la cosamás preciosa delmundo,pero no supo nada de ella.Desde entonces, el disgusto le hizo huraño, casisalvaje. Envió a Mrs. Fairfax, su ama de llaves, con su familia, aunqueportándose bien con ella, porque le señaló una pensión fija. La Fairfax eramuy buena mujer. Adèle, una niña que Mr. Edward había recogido, fueenviadaalcolegio.Rompió toda relaciónconsusamigosyquedóen lasalacomounermitaño.

—¿NosefuedeInglaterra?

—¡Bendito sea Dios! No. No salía de casa, excepto por las noches.Entonces erraba por el huerto como un alma en pena. Parecía loco, y micorazón es que lo estaba, porque nunca había sido así antes de que esamosquitamuertalainstitutrizsecruzaraensucamino.Nobebíanijugabay,aunqueno eraunhombregallardo, era tan cabal comoel primero.Yo lehetratado de niño. ¡Figúrese si le conozco! ¡Ojalá esa Miss Eyre se hubieseahogadoenelmarantesdeveniraThornfield!

—¿EstabaencasaMr.Rochestercuandosedeclaróelincendio?

—Sí,estaba.Subióenseguidaalpisoaltoparadespertara loscriados,yluegofueasacaralalocadesucelda.Peroellasehallabaeneltejado,enpie,agitando los brazos y gritando de unmodo que se la oía en unamilla a laredonda.Yomismolaviylaoí.Eraunamujercorpulenta,decabellonegro,que flotaba iluminado por las llamas. Yo vi, y los demás vieron, a Mr.

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Rochestersubiral tejadoygritar:«¡Bertha!»Entonceselladiounsaltoyseestrellócontraelsuelo.

—¿Murió?

—Murió.Serompiólacabezacontralaspiedrasdelaexplanada.

—¡Diosmío!

—Fuehorrible,señorita.

—Ydespués,¿quépasó?

Después,señorita,lacasaardióhastaloscimientos,ynohanquedadoenpiemásquealgunoslienzosdepared.

—¿Huboalgunavíctimamás?

—No;perohubieravalidomásquelahubiese.

—¿Porqué?

—¡PobreMr.Edward!—exclamóelposadero—.¡Quiénmehubieradichoque había de verle así! Hay quien afirma que ha sido un justo castigo pormantenersecretosumatrimonioytratardecasarseconotracuandosuprimeramujervivía,peroyolecompadezco.

—Pero¿vive?—insistí.

—Vive¡Máslehubieravalidoperderlavida!

—¿Quélepasa?¿EstáenInglaterra?

—Está, está, y no creo que en el estado en que se halla pueda ir a sitioalguno.

¡Quétortura!¡Yaquelhombreparecíadispuestoaprolongarla!

—Estáciego—dijo,alfin—.¡Ciego,elpobreMr.Edward!

Yohabíatemidoalgopeoraún:queestuvieraloco.Haciendounesfuerzopudepreguntaramiinterlocutorcómohabíasucedidoaquelladesgracia.

—Mr.Rochester eravaleroso;noquiso salir hastaque todos lohubieranhecho.Cuando,despuésdelamuertedesuesposa,bajabalaescalera,despuésque los demás, el edificio se derrumbó. Se extrajo a Mr. Rochester de lasruinas,vivo,peromalherido.Unavigahabíacaídodemodoqueleprotegióenparte.Sinembargo,habíaperdidounojoyteníaunamanotanestropeadaque Mr. Carter, el médico, hubo de amputársela inmediatamente. Acabóperdiendo también la vista del otro ojo sano. Así que ahora está ciego einválido.

—¿Dóndevive?

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—EnFerndean,unacasadecampoqueposeeatreintamillasdeaquí.Unsitiodesolado,solitario.—¿Quiénleacompaña?

—ElancianoJohnysumujer.Mr.Edwardestácompletamenteaniquilado,segúnellosdicen.

—¿Tieneustedalgúnmediodetransporte?

—Sí,señora;unaexcelentesilladeposta.

—Mande engancharla en seguida y si su cochero puede llevarme aFerndean antes de que anochezca, les pagaré, a él y a usted, el doble de latarifahabitual.

XXXVII

Ferndean era un edificio antiguo, de regular tamaño y sin pretensionesarquitectónicas, situado en el fondo de un bosque. Rochester hablaba confrecuenciadeaquellacasaylavisitabaaveces.Supadrelahabíadedicadoaalbergue de caza. Hubiese querido alquilarla, pero la insalubridad de susituación lo impedía. Por tanto, Ferndean permanecía deshabitada ydesamueblada, con excepción de dos o tres habitaciones, utilizadas por sudueñocuandoibaacazar.

Llegué allí al caer de una tarde de cielo plomizo, viento frío y lluviapenetranteycontinua.Recorríapielaúltimamilla,despuésdedespedircocheycocheroconladobleremuneraciónofrecida.Aunquemuypróximaalacasa,no la distinguía aún, tan espeso y sombrío era el bosque que la rodeaba.Atravesando una verja entre dos columnas de granito, me encontré bajo laoscurabóvedaqueformabaelramaje.Uncaminocubiertodehierbapenetrabaenelbosqueentreintrincadaszarzas,bajolasapretadasramasdelosárboles.Loseguí,esperandoalcanzarprontomiobjetivo,peroapesardequeavanzabaincesantemente,noveíaporladoalgunoseñalesdecasa.

Temí haber tomado una dirección equivocada o haberme extraviado. Laoscuridadylasoledaddellugarmeimpresionaban.Miréentorno,endemandade otro camino; no había ninguno. Sólo se distinguían gruesos troncos,espesosfollajesyningúnclaro.

Continué.Alfinelbosquesehizomenosdensoyhalléunaempalizadaytras ella la casa, apenas visible entre los árboles, tan cubiertos de verdín yhumedadestabansusruinososmuros.Pasandounportillomeencontréenunespacio abierto, rodeado en semicírculo por el bosque. No había flores nicésped;sólounsenderoenarenadorodeadodemusgo.Lasventanasdelacasa

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eranenrejadasyangostas,ylafachada,estrechaymezquina.Comomedijeraelposadero,Ferndeaneraundesoladolugar.Reinabaelsilencio,comoenunaiglesia inglesa un día no festivo. El único rumor que se sentía era el de lalluvia.

«¿Esposiblevivaalguienaquí?»,mepregunté.

Sí;vivíaalguien.Lapuertaseabriólentamenteyunafiguraapareciósobrela escalera de acceso. Extendió la mano como para comprobar si llovía. Apesardelaoscuridad,lereconocí.EramiamadoEdwardFairfaxRochesterenpersona.

Detuvemispasos,contuve la respiracióny lecontemplé,yaqueél, ¡ay!,nopodíacontemplarme.Enaquelencuentroelentusiasmoquedabareprimidoporlapena.Nomefuedifícilahogarlaexclamaciónqueacudíaamigarganta,niparalizarmiimpulsodelanzarmehaciaEdward.

Sufigurateníaelporteerguidodesiempre,sucabelloseguíasiendonegroysusfaccionesnoestabannadaalteradasporeltranscursodeunañodepenas,graciasasuconstituciónvigorosa.Y,sinembargo,seapreciabauncambioenél.Unafieramutilada,unáguilaenjauladaalaquesehubiesenarrancadolosojospodríandarunaideadelaaparienciadeaquelSansónciego.

Mas si imaginas, lector,que sentí temordeél,meconocespoco.No;yoexperimentaba la dulce esperanza de depositar un beso en aquella frente derocayenaquelloslabiosásperamentecerrados.Peronoqueríaabordarleaún.

Descendióunescalónyavanzó,lento,haciaelsendero.Luegosedetuvo,alzó lamano,abrió lospárpadosy,comohaciendounesfuerzodesesperado,dirigiósucesivamentelosojosalcieloyalosárboles.Massecomprendíaqueanteaquellosojosnoseextendíamásqueelvacíoy la sombra.Extendió lamanoizquierda(llevabaladerecha,queeralaamputada,enelbolsillo)comoparacerciorarsedesihabíaalgoanteél.Perolosárbolesestabanaúnavariasyardasdedistancia.Separóbajolalluvia,quemojabasucabezadescubierta.EnaquelmomentoaparecióJohn,nosépordónde.

—¿Quierequeledéelbrazo,señor?—preguntó—.Lluevemuchoyvalemásquevuelvaacasa.

—Déjemesolo—dijoRochester.

John se retiró sinverme.Rochester tratódepasear, a tientas,pero le fueimposibleyalfinregresóaledificioyentró,cerrandolapuerta.

Meacerquéyllamé.LamujerdeJohnsalióaabrir.

—¿Cómoestáusted,Mary?—dije.

Memirócomosiyofueraunfantasma.Latranquilicé.Exclamó:

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—¿Esposible,señorita,quehayavenidosolaaunsitiocomoéste,aestashoras?

Le contesté tomando sumano y siguiéndola a la cocina, donde John sehallabasentadojuntoalfuego.Lesindiqué,enpocaspalabras,cómomehabíainformado de lo ocurrido en Thornfield y añadí que venía a visitar a Mr.Rochester. Rogué a John que fuese a la casilla de camineros donde habíadespedido el coche, a buscar mi equipaje; pregunté a Mary, mientras mequitabael sombreroyel chal, sipodía instalarmeen lacasaduranteaquellanoche, y hallando que, aunque difícil, no era imposible, le informé quedeseabaquedarme.Enaquelprecisoinstantesonólacampanilladelsalón.

—Diga al señor —indiqué— que está aquí una persona que quierehablarle,peronoledigaminombre.

—Nosésilarecibirá—repusoMary—.Nuncaquiererecibiranadie.

Cuandovolviólepreguntéquehabíadichosuamo.

—QuesevayaustedconDios—repuso.

Llenó un vaso de agua y lo puso en una bandeja, donde colocó tambiénunasbujías.

—¿Esesoloquehabíapedido?—pregunté.

—Sí.Siemprequieretenerlucesencendidas,aunquenove.

—Yoselollevaré—dije.

Tomélabandeja.Ellameseñalólapuertadelsalón.Labandejatemblabaentremismanosyelaguadelvasosevertíaacadaestremecimiento.Marymeabriólapuertaylacerrótrasdemí.

El aposento estaba casi en tinieblas. Un descuidado fuego ardía en laantigua chimenea y, con la cabeza apoyada en el mármol, se veía al ciegoocupantedelahabitación.Piloto,elviejoperro,sehallabatendidoasulado,fuerademano,comositemieseserpisadoporinadvertencia.Cuandoentré,elanimalestirólasorejas,ladró,saltóhaciamíy,ensualegría,faltópocoparaquemederribaselabandeja.Lapusesobrelamesa,acariciéalperroyledijeenvozbaja:«¡Quieto!»Rochester,maquinalmente,sevolvióparaverloquesucedía,perocomonopudovernada,suspiróyrecobrólaposturadeantes.

—Demeelagua,Mary—dijo.

Meaproximéaél, conelvaso,ya sólo llenohasta lamitad.Piloto,muyexcitado,aúnmeseguía.

—¿Quépasa?—preguntóRochester.

—¡Quieto,Piloto!—repetí.

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Élsellevóelvasoaloslabios,bebióymedijo:

—EsustedMary,¿no?

—Maryestáenlacocina—respondí.

Adelantó la mano rápidamente, pero como no me veía, no pudoalcanzarme.

—¿Qué es esto, qué es esto? —preguntó con ansiedad, esforzándoseinútilmente en ver con sus muertos ojos—. ¡Conteste, vuelva a hablar! —ordenó.

—¿Quieremás agua?—interrogué—.He derramado sin querer lamitaddelvaso.

—¿Quéeseso?¿Quiénmehabla?

—Pilotomeconocey JohnyMary sabenquién soy.Acabode llegar—contesté.

—¡Diosmío!¿Quéilusiónesésta?¿Quédulcelocuramehaacometido?

—Noesilusiónnieslocura.Sucerebroysuánimosondemasiadofuertesparailusionarseniparaenloquecer.

—¿Quiénmehabla? ¿Es sólo una voz?Nopuedover, no, pero necesitosentir o, de lo contrario, semeparalizará el corazónyme arderá la cabeza.Déjemequelatoque,seaquienfuere,omemuero.

Adelantólamano;yolaoprimíentrelasmías.

—¡Susdedos!—gritó—.¡Susdeditos!

Sumanorecorriómishombros,mirostro,mitalle.

—¿EresJaneEyre?Tienessufigura,su...

—Su voz, su figura y su corazón, también—repuse—. Soy Jane y mesientocontentadeestaralladodeusted.

—¡JaneEyre,JaneEyre!—exclamó—.¿EresJanedeveras?¿Janeviva?

—Yavequemipielestácálidayquerespiro.

—¡MiqueridaJane!Sí;erestú.Peroestodebedeserunsueño,unsueñocomolosquetengocuandoimaginoquelaestrechocontramicorazón,quemeamayquenomeabandonaránunca.

—Desdehoynoleabandonaré,no.

—¡Oh, esta aparición dice que nuncame abandonará! Pero siempre quedespierto encuentroqueme rodea el vacío, yme sientootravezdesoladoyabandonado,solo,conmividadesesperadaytenebrosa,conmialmasedienta

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deunelixirquenopodrébeberjamás...¡Ohdulcesombradeunsueño;venamí,abrázameybésameantesdedisipartecomolasanterioresapariciones!

Pusemis labios en sus antes brillantes y ahora apagados ojos, separé elcabellodesufrenteylebesétambién.Parecióconvencersedelarealidaddemipresencia.

—¿Erestú,Jane?¿Hasvueltoamilado?

—Sí.

—¡Oh,Jane!¿Yquéesdeti?¿Siguestrabajandoenalgunacasaextraña?

—No.Ahorasoyindependiente.

—¿Independiente?¿Quéquieresdecir?

—MitíoeldeMaderahamuertoymehalegadocincomillibras.

—Yaveoqueestoesreal—exclamó—.Cosasasínolashesoñadonunca.Ademásestuvoz,tuvozquemereconforta,quemedalavida...¿Asíqueeresricaeindependiente,pequeñaJane?

—Losoy.Ysinoquiererecibirmeensucasa,puedoconstruirunajuntoaladeustedypuedevisitarmeenellacuandoalgunatardesesientadeseosodecompañía.

—Peroahoraqueeresrica,encontrarásamigosquesepreocuparándetiynopermitiránqueteconsagresacuidaraundesdichadociego.

—Yalehedichoquesoyindependienteyquenadietieneautoridadsobremí.

—¿Yteproponesquedarteconmigo?

—Sí,siustednomeloimpide.Puedosersucompañera,suenfermeraysuamadellaves.Leeréparausted,hablaréconusted,mesentaréasulado,serésus manos y sus ojos. No se entristezca, amigo mío; no estará jamás solo,mientrasyoviva.

Nocontestó.Sehabíapuestograveyabstraído.Movióloslabioscomosifueseahablar,peroloscerródenuevo.Yomesentíaunpocoturbada.Acasohabíaidodemasiadolejosenmidespreciodelosconvencionalismoshumanos,y como mi primo John, él encontraba incorrecta mi conducta. Yo le habíahechomiproposiciónsuponiendoqueEdwarddeseabaymepediríaquefuesesumujer.Mas al notar en su aspectoquequizáme equivocaba, suavementecomencéaaflojarlapresióndesubrazo.Peroélmeretuvo.

—No, no, Jane, no te vayas. Te he escuchado, he experimentado elconsuelodetupresencia,ladulzuradetuspalabras.Nopuedodejarhuirdemiladoestasalegrías.Tenecesito.Elmundoseburlarádemí,mellamaráegoísta

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yabsurdo,peronomeimporta.

—Bien:viviréconusted.Yaselohedicho.

—Sí,perotúentiendesporvivirconmigounacosa,yyo,otra.Yaséqueeres capaz de ser para mí una abnegada enfermera, porque tu corazón esgeneroso,tiernoyprontoatodosacrificioporaquellosaquienescompadeces.Mas supongo que en adelante mis sentimientos por ti han de serexclusivamentepaternales,¿noeseso?

—Haré lo que usted quiera. Si cree que es mejor que sea sólo suenfermera,loseré.

—Peronoloserássiempre,Jane.Eresjovenytecasarásalgúndía.

—Nomepreocupaennadaeseasunto.

—Yyoharíaquetepreocupara,Jane,sifueseelqueera.¡Peroahora,quesólosoyundesdichadociego!

Y quedó melancólico. Yo, por el contrario, me reanimé al escucharaquellaspalabras, queme indicabanque la únicadificultadquepodíahaberera por mi parte. Mi turbación desapareció y no tardé en reanudar laconversaciónconmásbrío.

—Ante todo, hay que pensar en humanizarle —dije arreglando sudescuidadaylargacabellera—,porqueestáustedconvertidoenunleónocosaparecida.Sucabellomerecuerdaelplumajedeunáguila.Loquenohenotadoessisusuñashancrecidocomolasgarrasdeunavedepresa.

—Enestebrazo,almenos—repuso,mostrándomeelmutilado—,nohayniuñas, nimano siquiera.Noesmásqueun lamentablemuñón. ¿Tehabíasdadocuentadeello,Jane?

—Estristeverlo,y tristeversusojos,ydolorosodistinguir lascicatricesque las llamashandejadoensufrente... ¡Ylopeorde todoesque lequieromásprecisamenteporeso!

—Ya rectificarás, Jane, cuando veas mi brazo y mi rostro lleno decicatrices.

—No diga semejante cosa... Y, ahora, déjeme que encienda un fuego.¿Notacuándolohay?

—Sí;percibovagamenteunaespeciedeneblina.

—¿Ylasbujías?

—Muyimprecisas.Comounanubecillaluminosa.

—Yamí¿meve?

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—No,haditamía.Peroteoigoytesiento,ymebasta.

—¿Cuándoquiereustedcenar?

—Nocenonunca.

—Perodebehacerloestanoche.Yoestoyhambrienta.

Llamé aMary y las dos arreglamos el aposento conmás orden. Preparéuna agradable colación.Me sentí excitada. Hablé a Rochester con placer yemocióndurante lacenay largo ratodespués.Nadame restringíaa su lado,nadamehacíareprimirmivivacidad,porquesabíaquecuantodijeseleplacíay leconsolaba.Ensupresencia todasmis facultades, cuantohabíaenmídevivoyanimado,parecíadesarrollarse,comoaél lesucedíatambiénantemí.Aunqueciegocomoestaba, lasonrisa iluminabasurostro, laalegríabrillabaensusfaccionesytodoenélparecíadulcificarse.—

Me hizo muchas preguntas sobre mi vida, sobre lo que había hecho enaquel año y sobre cómo había averiguado su paradero, pero sólo pudecontestarle en parte, porque era muy tarde para entrar en detalles duranteaquella noche. Además yo no quería despertar recuerdos m emocionesdemasiado profundos en su corazón. Sólo deseaba consolarle, y eso,evidentemente,loconseguía.

Enunaocasiónenqueennuestracharlaseprodujounsilencio,medijo:

—¿Estásseguradequeeresunserviviente,Jane?

—Absolutamentesegura.

—Pero no comprendo cómo apareciste, en esta noche oscura ymelancólica,amilado.Tendíamimanoparacogerunvasodeaguaymeloentregastetú.HiceunapreguntaaMaryymecontestótuvoz.¿Cómopudosereso?

—Porquefuiyoquientrajolabandeja,enlugardeMary.

—¡Oh,quéencantadoresel tiempoqueestoypasandoa tu lado!¿Cómopodríaexplicartelaoscura,terribleydesesperadavidaquehaarrastradoestospasadosmeses?Nohacíanada,noesperabanada,díasynocheseranigualesparamí,nosentíasinofríocuandolalumbreseapagaba,ohambrecuandomeolvidabadecomer,y,unidoatodo,uninmensodolor;eldenovolveraveraJane.Sí; ansiabamásvolver a encontrarlaque recobrar lavista. ¿EsposiblequeJaneestéconmigoymedigaquemeama?¿Quenodesaparezcacomohaaparecido?Temonohallarlamañanaamilado.

Meparecióqueunacontestaciónvulgareralomejorparacambiarelcursodesusturbadospensamientos.Pasando,pues,losdedosporsuscejas,comentéqueestabanquemadasenparteyagreguéqueprocuraríabuscaralgúnremedio

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quevolvieseahacerlascrecertanpobladasynegrascomoantes.

—¿Para qué ocuparse en ello, espíritu benigno, si en unmomento fatal,acabarásdesvaneciéndotesinquesepacómo?

—¿Notieneustedunpeinedebolsillo?

—¿Paraqué,Jane?

—Parapeinarleesascrinesrevueltas.Cuandoselasveo,medamiedo.Yoseréunhada,peroustedesuncoco.

—¿Tanfeoteparezco,Jane?

—Horroroso.Yasabequesiemprelohasido.

—¡Caramba!Veoque, dondequieraquehayaspasadoeste tiempo,nohasidociertamenteenunsitiodondetehayanquitadotuhabitualperversidad.

—Sinembargo,heestadocongentesmuybuenas,cienvecesmejoresqueusted,conideasyopinionesrefinadasyelevadascomoustednolashatenidoensuvida.

—¿Conquiéndiabloshasestado,Jane?

—Sisigueustedagitándosedeesemodo,learrancaréelpelodelacabezaatirones,yasínolequedarándudasdequesoydecarneyhueso.

—¿Conquiénhasestado,Jane?

—Permítame no decírselo hoy. Así, dejando la historia a medio relatar,tendrá la certeza de que mañana reapareceré a la mesa para contárselacompletamente mientras desayuna. Además, nada de acostarse con sólo unvasode agua.Voy a prepararle unhuevo con el correspondiente jamón, porsupuesto.

—Te estás burlando de mí, hadita mía. Me haces sentirme como si nohubieranpasadoestosdocemeses.DehabersidotúelDaviddeSaúl,habríasexorcizadoelmalespíritusinnecesidaddearpa.

—Vaya, ya se poneusted en razón.Y ahora le dejopara ir a acostarme.Estoyenviajedesdehacetresdías,ymesientocansada.Buenasnoches.

—Unapalabramás,Jane.¿Habíasólomujeresenlacasaenquevivías?

Reí y salí del cuarto. Continuaba riendo mientras subía las escaleras.«¡Buena ocurrencia —pensé—. Ya veo que tengo un medio de vencer sumelancolíadurantelosdíaspróximos!»

Muytemprano,demañana,leoíandardeunaposentoaotroypreguntaraMary:

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—¿EstáaquíMissEyre?¿Sí?¿Noseráhúmedalaalcoba?¿Sabesiyasehavestido?Vayaaversinecesitaalgoypregúntelecuándovaabajar.

Bajé cuando supuse que era la hora de desayunar.Entré en el cuarto sinhacerruidoypudecontemplaraRochester.Eradolorosoveraquellavigorosanaturaleza esclavizada a una dolencia corporal. Sentado en su silla,permanecíaquieto,perono tranquilo, sinoenactituddeanhelosaespera.Ensusfaccionessepintabalatristezaqueahoraleerahabitual.Dabalaimpresiónde una lámpara apagada en espera de que la encendiesen. Mas, ¡ay!, nodependía de él, sino de otro, el readquirir su brillo. Yo deseaba mostrardespreocupación y alegría, pero la impotencia a que se veía reducido aquelhombretanenérgicomeafectabahastaelfondodemicorazón.Noobstante,lehablélomásanimadamentequepude.

—Haceunahermosamañanadesol.Vamosadarunpaseo.

Yahabíalogradoencenderlallama.Susmejillassecolorearon.

—¿Yaestásaquí,alondramía?Ven,ven...¿Conquenotehasdesvanecido?Haceunratoestuveoyendocantaraotraalondracomotú,enelbosque,perosustrinosnomedecíannada,comonadamedicenlosrayosdelsolnaciente.TodaslasmelodíasdelatierraestánconcentradasparamíenlavozdemiJaneytodalaluzquepuedopercibirconsisteentenerlaamilado.

Misojossehumedecieronoyéndoleproclamarsudependenciademí.Eracomosiunáguila real, encadenada,hubiesededependerdeungorriónparasubsistir.Peronopodíaserdébil.Enjuguémislágrimasycomencéaservireldesayuno.

Pasamoscasitodalamañanaalairelibre.Leconduje,atravésdelhúmedoyespesobosque,hastaunoscamposcultivadosdelascercaníasyleexpliquéloverdesqueestaban,lalozaníadelasfloresquecrecíanentrelashierbasyelesplendordelcielo.Lebusquéunasientoalladodeunárbolynomeneguéacomplacerlecuandoélmepidióquemeacomodaraensusrodillas.¿Paraquénegarme,si losdosnossentíamosmásfelicesestandojuntosqueseparados?Piloto se tendió a nuestro lado.Todo era calma en torno nuestro.Rochesterexclamódepronto,mientrasmeabrazabafuertemente:

—¡Qué cruel fuiste, Jane! ¡Si vieras lo que sufrí cuando huiste deThornfieldynopudeencontrarteensitioalguno!¡Ycuandovi,examinandotualcoba,queno tehabías llevadodineroninadaque lovaliese!Uncollardeperlas que te había regalado lo dejaste en su estuche y tusmaletas estabanlistasyatadas,comolasteníasparaelviajedenovios.«¿Quépodríahacermiamada», me preguntaba, «huyendo desvalida y pobre?» ¿Qué hiciste?Cuéntameloahora.

Iniciélanarracióndemividaduranteelúltimoaño.Dulcifiquémucholo

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relativo a los tres días que pasé sin alimento ni hogar, para no causarle undolor inútil,perocon todo, impresionésunoblecorazónmásprofundamentedeloquequisiera.

Medijo luego que no debía haberle abandonado así, sin llevar almenosalgunos recursos.Debíahaberconfiadoenél,quenomehubieraobligadoaconvertirmeen suamantecontramivoluntad.Pormuygrandeque fuese sudesesperación, me amaba demasiado para constituirse en mi tirano. El mehabríadadolamitaddesufortuna,sinpedirmeacambioniunsolobeso,contaldenovermelanzarme,comomelancé,sinmediosniamigos,atravésdelmundo. Estaba seguro, además, de que yo habría sufrido más de lo que leconfesaba.

—Fueranlosquefuesenlossufrimientos,duraronpoco—dije.

YlecontécómohabíasidorecibidaenMoorHouse,cómoobtuveelcargodemaestra, la noticia de la herencia, el descubrimiento de que los que meacogieroneranprimosmíos.ElnombredeJohnRiversserepitióvariasvecesenelcursodelanarración.

—Entonces,¿eseJohnesprimotuyo?

—Sí.

—¿Yleestimas?

—Sí;esunbuenhombre.

—¿Cómoes?¿Unrespetablecaballerodecincuentaaños?

—Tieneveintinueve.

—Jeuneencore?,comodicenlosfranceses.¿Esunhombrebajo,flemático,corriente?¿Unadeesaspersonascuyosméritosconsistenmásennocometerfaltasqueenejercervirtudes?

—Esalcontrario:virtuosoyactivoynovivesinoparafineselevados.

—Ydeinteligencia,¿cómoestá?Nadaextraordinario¿noescierto?Esdeaquellosqueseexplicanbieny,sinembargo,nointeresan,¿verdad?

—Hablamuypoco;sóloloindispensable.Perotieneunamentalidadmuyvigorosa.

—¿Es,pues,unhombredecapacidad?

—Demuchacapacidad.

—¿Educado?

—Instruidísimo.

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—Entonces, ¿son sus modales los que no te gustan? ¿Es afectado ygazmoño?

—Amenosqueyotuvieramuymalgusto,habíandegustarmeporfuerza,porqueesmuycortés,serenoycaballeroso.

—Será su aspecto el que... ¿es uno de esos pastores jóvenes, muyempaquetados,consuscuellosaltosy...?

—No Johnviste bien.Es unhombre arrogante, alto, delgado, rubio, conojosazulesyunperfilgriego.

—¡Malditosea!—dijoparasí.Yagregó—:¿Noteagrada,Jane?

—Sí,meagrada.Yamelohabíapreguntadoustedantes.

Notéqueloscelosdevorabanamiinterlocutor.Peroeransaludables,contodo,porquelearrancabandesumelancolíahabitual.Así,pues,yonodebíaadormecerenseguidalaserpientequelemordíaelcorazón.

—Acaso te encontrarásmás a gusto no estando sentada enmis rodillas,¿verdad?—preguntóinesperadamenteynosinciertaexaltación.

—¿Porqué?

—Porque has hecho un relato tan sugestivo, que la comparación ha deresultarteingrataalafuerza.TuspalabrashandescritounverdaderoApolo.Sevequeletienespresenteenlaimaginación.Alto,delgado,conlosojosazules,con el perfil griego... Y ahora estás ante un Vulcano, un herrero auténtico,moreno,conloshombroscuadradosy,paracolmo,mancoyciego.

—Nohabíapensadoenello,pero,sinembargo,mequedoconVulcano.

—Bien, señorita, puede usted largarse—yme apretó conmás fuerza—,peroantestienequecontestarmeaunaodospreguntas.

Sedetuvo.

—¿Cuálesson?

—¿Johntebuscóelempleodemaestraantesdesaberqueerasprimasuya?

—Sí.

—¿Leveíasmuchasveces?¿Visitabalaescuela?

—Adiario.

—¿Aprobaba tus proyectos, Jane? Porque debió de darse cuenta de queeranacertados,yaqueeresunamujerdetalento.

—Losaprobaba.

—¿Nodescubrióentimuchascosasquenoesperabaencontrar?Algunas

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detuscualidadesnosoncomunes.

—Esonolosé.

—Dicesqueteníasunacasitajuntoalaescuela.¿Tevisitabaallí?

—Devezencuando.

—¿Porlasnoches?

—Unaodosveces.

Unapausa.

—¿Cuánto tiempo has vivido con él y con sus hermanas desde quedescubristevuestroparentesco?

—Cincomeses.

—¿PasabamuchotiempoRiversconvosotras?

—Sí;habíaunsaloncitoqueeraalavezsucuartodeestudioyelnuestro.Élsesentabajuntoalaventanaynosotrasalamesa.

—¿Estudiabamucho?

—Mucho.

—¿Elqué?

—Elidiomaindostaní.

—Ytú,¿quéhacías?

—Aprenderalemán,alprincipio.

—¿Teloenseñabaél?

—Nosabealemán.

—¿Ynoteenseñónada?

—Unpocodelenguaindostaní.

—¿Quéteenseñóindostaní?

—Sí.

—¿Yasushermanastambién

—No.

—¿Sóloati?

—Sóloamí.

—¿Lepedistequeteloenseñara?

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—No.

—¿Deseabaélqueloaprendieras?

—Sí.

Unasegundapausa.

—¿Paraquélodeseaba?¿Dequépodíaservirteeseidioma?

—PorquequeríallevarmeconélalaIndia.

—¡Claro,ésaeralacosa!¿Queríacasarsecontigo?

—Melopropuso.

—Esoesfalso.Lodicesparaofenderme.

—Perdón:es lapuraverdad.Me lo repitiómásdeunavezyme insistíatantoenellocomoustedmismolohubierahecho.

—Señorita: le repito que puede apartarse. ¿Por qué ese empeño enpermanecersobremisrodillascuandolehedichoquesequite?

—Porqueestoyagusto.

—Nopuedessentirteagusto,Jane.Tucorazónnoestáconmigo,sinocontu primo, con ese John. ¡Y yo que he pensado hasta ahora quemi Jane erarealmente mía! Yo creí que cuando me abandonaste me querías y esorepresentabaunagotademielenmisamarguras.Desdequenosseparamos,hevertidomuchaslágrimaspor ti,peronuncapudepensarquequisierasaotro.Enfin:esinútillamentarse.Vete,Jane,ycásateconRivers.

—Entonces,arrójemeusteddesucasa,porquepormivoluntadnomeiré.

—Jane:tuvozrenuevamisesperanzas,mesuenalealyafectuosa,mehacevolveramividadeunañoatrás.Comprendoquehayascontraídounnuevocompromiso.Peroyonosoyunnecio...Vete.

—¿Adonde?

—Acasarteconelesposoquehaselegido.

—¿Quiénes?

—Yalosabes,eseJohnRivers.

—Noesmimarido,niloseránunca.Nomeama,nileamo.Élama—asumodo,quenoesciertamenteeldeusted—aunajovenllamadaRosamond.Sideseaba casarse conmigo era porque consideraba que yo sería una buenaesposademisioneroyRosamondno.Esbuenoynoble,peromuyausteroy,paramí,tanfríocomountémpanodehielo.Noescomousted:nosoyfelizasulado.Nosientepormínicariñonicomprensiónalgunos.Noveenmínada

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atractivo,nisiquieralajuventud,sinosóloalgunosaspectosespirituales.¿Meconsideraustedcapazdeabandonarleparairconél?

Meestremecí involuntariamenteymeapretémásalpechodemiciegoyqueridoEdward.Sonrió.

—¿Me aseguras que es ése en realidad el estado de tus relaciones conRivers?

—En absoluto. No se sienta celoso. Quería bromear un poco con ustedparahacerleolvidarsutristeza.Perosiustedmeamaysabeapreciarlomuchoqueleamo,sesentiráorgullosoycontento.Todomicorazónessuyoydeseovivirasulado,aunquehubiesedepermanecerenundesiertotodamivida.

Me besó. Pero otra vez sombríos pensamientos entenebrecieron susemblante.

—¡Ay!—gimió—.¡Pensarquesoyunmutilado,undeformado!

Le acaricié, tratando de tranquilizarle. Sabía lo que pensaba y hubieraqueridohablarledeello,peronomeatrevía.Elvolvió lacarayde susojosapagados brotó una lágrima que se deslizó por su mejilla. Mi corazóndesbordabadepena.

—Estoycomoelviejocastañodelhuertosobreelquecayóaquelrayo—murmuró—.¿Quéderechotieneestaruinaaqueuncapulloenflorleperfumeconsulozanía?

—Noesustedunaruina.Esustedfuerte,vigoroso.Yhayquienesquierencreceralasombradesusramas,ybuscarensutroncorobustounapoyocontraloshuracanes.

Volvióasonreír,consolado.

—¿Tereferíasamisamigos,Jane?

—Sí,aamigos—dije,aunquenoeraésalapalabraadecuada,nilaqueyoqueríapronunciar.Peroélmeayudó.

—Loqueyodeseoesunaesposa,Jane.

—¿Sí?

—Sí.¿Ahorateenteras?

—Ahora.Antesnomehabíadichoustednada.

—¿Ynoteagradalanoticia?

—Dependedequiénsealapersonaelegida.

—Teautorizoaqueelijastúmisma,Jane.

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—Entonces...escojoalaquemáslequiereenelmundo.

—Yoelegiría...alaquemásamo...¿Quierescasarteconmigo,Jane?

—Sí.

—¿Conundesventuradociegoquenopuedecaminarsinlazarillo?

—Sí.

—¿Conunmutilado,quetellevaveinteañosyalquetendrásqueayudarentodo?

—Sí.

—¿Deveras,Jane?

—Completamentedeveras.

—¡Oh,queridamía!¡Diostebendigayterecompense!

—Escuche:sialgobuenoherealizadoenmivida,sialgunavezherogadocon sincera devoción, si alguna vez he sentido algún buendeseo,me sientorecompensada ahora por todo. Ser su esposa es, paramí, alcanzar lamayorfelicidadposibleenlatierra.

—Porquetecomplacesenelsacrificio.

—¿Quésacrificio?¿Eldecalmarelhambrequemedevora,eldecambiarla esperanza por la realización? ¿Es un sacrificio poder estrechar entremisbrazosalqueestimo,poderbesaralqueamo,descansarenelqueconfío?Siesoessacrificarse,¡benditoseatalsacrificio!

—¿Ysoportarmisdolenciasycondescenderconmisfaltas?

—Paramínoexisten.Prefieroamarleahora,cuandopuedoserleútil,queantes,cuandoustednoaccedíaadesempeñarotropapelqueeldeunprotectororgullosoyespléndido.

—Es verdad que aborrecía el ser auxiliado y conducido, pero no loaborreceréenadelante.Nomegustabaapoyarmibrazosobreeldelosquemesirvieran porque les pagaba, pero con gusto sentiré que me lo oprimen losdeditos de Jane. Preferiría la soledad total a ser acompañado por sirvientesprofesionales,perolosdulcesserviciosdeJanemecolmarándealegría.Janemeagrada.¿Leagradaréyoaella?

—Másdecuantopuedadecirse.

—Siendoasí,comonotenemosquedependerdenadie,debemoscasarnosinmediatamente.

Hablabaconvehemencia.Suantiguaimpetuosidadresurgía.

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—Debemosunirnossindilación,Jane.Nadienosimpidequeahora...

—Acabodeobservarqueelsolyaestámuybajo.Pilotosehaidoacasaacomer.Déjemeverlahoraensureloj.

—Guárdalotú,Jane,porqueamínomesirvedenada.

—Soncasilascuatrodelatarde.¿Notieneustedapetito?

—Deaquíatresdíasnoscasaremos.Ahoranohayqueocuparseparanadaderopasnijoyas.Todoesonoimportaniunadarme.

—Elsolhasecadolahumedaddelalluviadeayer...Nohacenadadeaireysesientemuchocalor.

—¿Sabes,Jane,quetucollarcitodeperlasvasobremiásperapiel,bajomicorbata,desdequeperdímitesoro,enrecuerdodeél?

—Podemosiracasacruzandoelbosque.Seráelcaminomássombreado.

Pero él seguía entregado a sus pensamientos, y no hacía caso alguno demisintentosdedesviareltemadeconversación.

—Jane:aunquepiensesquesoyunperroateo,micorazónrebosagratitudhaciaDios.Élnove comoven loshombres, sino conmás clarividencia; nojuzga como ellos, sino con más justicia. Hice mal tratando de empañar lapureza de mi inocente flor, y el Omnipotente me lo impidió. Y yo, en misoberbia, en lugar de inclinarme ante su voluntad, le desafié. Pero la divinajusticia prosiguió su curso yme fue preciso pasar por el valle sobre el queproyecta su sombra la muerte. El castigo ha sido justo y ha humillado miorgullo para siempre. Yo, que me envanecía de mi fuerza, debo confiarmeahoraa laguíadeotro,comoelmásdébildelosniños.Alfin,Jane,sóloalfin, comienzo a experimentar remordimiento y contrición y deseo dereconciliarme con mi Creador. Hasta rezo algunas veces: oraciones muybreves,sí,perosinceras...

»Hace algunosdías...—puedoconcretar la fecha: fue la nochedel lunespasado— experimenté una extraña impresión. Yo, hasta entonces, al nohallarte, te daba por muerta. Esa noche, entre once y doce, retirado en mialcoba, supliqué fervientemente a Dios que, si tal era su voluntad, mearrebataraprontoestavidaymeadmitiesealaexistenciadelmásallá,dondeyoteníalaesperanzadereunirmecontigo.

»Estaba sentado junto a la ventana abierta. Me acariciaba la perfumadabrisanocturnay,aunquenoveíalasestrellas,porunvagoydifusoresplandoradivinabaquebrillabalaluna.¡Teanhelé,Jane,teanhelécontodamialmaytodomicorazón!YpreguntéaDios,conhumildadyangustia,sinohabíasidoyabastanteatormentado,desoladoyafligidoysinopodíadisfrutaralfinotravezdedichaydepaz.Reconocíamerecercuantohabíasufrido,perorogaba

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quenosemeinfligiesenmásdolores.Ytodoslossentimientosdemicorazón,delprincipioalfin,secondensaronentrespalabras:¡Jane,Jane,Jane!

—¿Laspronuncióenvozalta?

—Sí. Y si alguien hubiera escuchado, me habría juzgado loco por lafrenética energía con que las pronuncié. —¿Y eso fue el lunes, haciamedianoche?

—Sí,perolahoranotieneimportancia.Lotrascendentalesloquesiguió.Metomarásporunsupersticiosoyconfiesoquealgodeellollevoenlasangre,peroloquetevoyarelataresabsolutamentecierto.

»Al exclamar: ¡Jane, Jane, Jane!, una voz, que no puedo decir de dóndeprocedía,peroquereconocímuybien,dijo:«Voy,espérame.¡Voy,voy!»Unmomentodespués,elvientometrajoestaspalabras:«¿Dóndeestás?»

»Procuraré explicarte la impresión que aquellas palabras me causaron,aunqueesdifícilpintarloquesentí.Ferndean,comosabes,estásituadoenunespesobosquedondelossonidosnoproducenecos.Yel"¿Dóndeestás?"mepareciódichoenunlugarrodeadodemontañasyhastaoíelecoquelorepetía.Unabrisafrescaacariciómifrenteenaquellosinstantes,ytuvelasensacióndeque Jane y yo nos hallábamos reunidos en aquel momento en algún lugarsolitario, desolado. Y creo que, en efecto, nos reunimos en espíritu. Estoyseguro, Jane,deque, aaquellahora,mientrasdormías, tualmaabandonó tucuerpoparaconfortarlamíaporunsegundo.»

Lanochedellunesanterior,yaaquellahora,fue,lector,cuando'yopercibílamisteriosallamadaaquerespondíconlasfrasesqueélmerepetía.EscuchéelrelatodeRochester,peronocorrespondíconlanarracióndeloqueyohabíaexperimentado. Me pareció una coincidencia demasiado sobrenatural einexplicable para comunicársela. Contarle lo que a mí me sucediera habríacausadounaimpresiónexcesivaensuespíritu,demasiadoinclinadoentoncesa lo sombrío y misterioso, y le hubiera llevado a profundizar más enpensamientosquenoconveníana suestadodeánimo.Calléyguardéenmicorazónaquellosmisterios.

—No extrañes, pues—prosiguió él—, que cuando anoche te presentastetansúbitamente,mecostaratrabajosuponerqueerasotracosadistintaaunasimplevozounaaparición,algoquedebíadisiparseenelsilencioyenlanadacomoaquellaotravozqueoíresonarentremontañasquerepetíansueco.Masahora,graciasaDios,comprendoquenoeraasí.¡Sí:graciasaDios!

Meretiródesobresusrodillas,seincorporóy,quitándosereverentementeelsombrero,inclinósusojosapagadosysesumióenunacasimudaplegaria,delaquesólopudeentenderlaspalabraspostreras:

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—AgradezcoamiCreadorelperdónqueenelTribunaldesuJusticiamehayaconcedido,ypidohumildementeamiRedentorquemeotorguefuerzasparallevarenelfu—turounavidamáspuraquelaquehellevadoantes.

Luegoextendiólamanohaciamí.Toméyllevéamislabiosaquellamanotanquerida, y él la pasó alrededordemihombro.Comoyo eramuchomásbaja,pudeservirleasídeapoyoydeguía.Penetramosenelbosqueyllegamosacasa.

XXXVIII

Conclusión

Lector:mecaséconEdward.Fueunabodasencilla.Sóloél,elpárroco,elsacristán y yo estuvimos presentes. Cuando volvimos de la iglesia, fui a lacocinadelacasa,dondeMaryestabapreparandolacomidayJohnsacandoloscubiertos,ydije:

—Mary:mehecasadoestamañanaconMr.Rochester.

Elamadecasaysumaridopertenecíanaesaclasedepersonasflemáticasy correctas, a las que se puede participar una noticia sin temor a que nosabrumenconsusexclamacionesynosahoguenbajountorrentedepalabrasdeasombro.Marymemiró:elcucharónconquegolpeabaunpardepollosqueseasabanalfuegopermaneciósuspendidoenelaireunostresminutosyduranteelmismotiempoquedóinterrumpidoelprocesodearreglodeloscuchillosdeJohn.Después,Mary,volviendoainclinarsesobreelasado,selimitóadecir:

—¿Sí,señorita?Muybien.

Yalcabodeunbreveratocontinuó:

—Lavisalirconelseñor,peronosabíaqueibanalaiglesia.

Ysiguiógolpeandolospollos.MevolvíhaciaJohnyviquereíaabriendomucholaboca.

—Ya le decía yo a Mary que acabaría sucediendo así —comentó—.ConozcobienaMr.Edward—Johnerauncriadoantiguoytratabaasuamodesde que éste era el menor de la familia, por lo que se permitía a vecesmencionarlo por su nombre propio— y me constaba lo que se proponía.Estaba seguro de que no lo demoraría mucho, y ha hecho bien. Le deseomuchasfelicidades,señorita.

Ysequitócortésmentelagorra.

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—Gracias,John.Mr.Rochestermedijoquelesdieraesto.

Puse en sumano un billete de cinco libras y salí de la cocina. Pasandopocodespuésantelapuertadetalsantuario,oíestaspalabras:

—Será mejor para él que una de esas señoronas... Y ella podría haberencontraootromásguapo,peronodemejorcarácternimáscabal...

EscribíaCambridgeyaMoorHousedandolanoticia.DianayMarymeaprobaronsinreservaalguna.Dianameanuncióque,unaveztranscurridountiempoprudencialparadejarpasarlalunademiel,iríaavisitarme.

—Valemásquenoespereaquepase,Janedijomimaridocuandoleleílacarta—,porquetendráqueaguardarmucho.Nuestralunademieldurarátanto,quesóloseapagarásobretutumbaolamía.

No sé qué efecto causaría la novedad a John, porque nome contestó nituve carta suya hasta seis meses más tarde. En ella no aludía para nada aEdward ni a mi casamiento. Era una misiva tranquila y, aunque seria,afectuosa.Desde entoncesmantenemos una correspondencia regular, si bienno frecuente.Éldicequeconfíaenqueyosea felizyesperaqueno imiteaaquellasqueprescindendeDiosparaocuparsesóloenlascosasterrenas.

¿VerdadquenohasolvidadoaAdèle,lector?Yotampoco.Escasotiempodespuésde casados, pedí aRochester quemedejase ir a visitarla al colegiodondesehallabainterna.Suinmensaalegríameconmoviómucho.Mepareciópálidaydelgada,ymeconfesóquenoerafeliz.Yodescubríqueladisciplinadel colegio era demasiado rígida y su programa de estudios demasiadoabrumadorparaunaniñadeaquellaedad.Melallevéacasa,resueltaasersuinstitutrizdenuevo,peroestono resultóposible,porque todosmiscuidadoslosrequeríaotrapersona:mimarido.Lainstalé,pues,enotrocolegiomenosseveroymáspróximo,dondemeerafácilvisitarlaamenudoyllevarlaacasade vez en cuando. Me preocupé de que no le faltase nada que pudieracontribuir a subienestar, y así, pronto se sintió satisfechayprogresóen susestudios.Amedida que crecía, una sana educación inglesa corrigió en granparte sus defectos franceses, y cuando salió del colegio hallé en ella unacompañera agradable, dócil, de buen carácter y sólidos principios. Con susincera afección por mí y los míos, ha compensado de sobra las pequeñasbondadesquealgunavezhayapodidotenerconella.

Mi narración toca a su término. Unas breves palabras sobre mi vida decasada y sobre la suerte de aquellos cuyos nombres han sonado másfrecuentementeenestahistoria,lacompletarán.

Llevocasadadiezañosysébienloqueesvivirconquienseamamásquea nada en elmundo. Soy felicísima, porque lleno la vida demimarido tanplenamentecomoél llenalamía.Ningunamujerpuedeestarmásunidaasu

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esposoqueyoloestoyalmío:soycarnedesucarneyalmadesualma.Jamásme canso de estar conEdward ni él de estar conmigo y, por tanto, siempreestamosjuntos.Hallarnosjuntosequivaleparanosotrosadisfrutarlalibertadde la sociedad y la satisfacción de la compañía.Hablamosmucho todos losdíasyelhablarnoesparanosotrosmásqueunamanifestaciónexternadeloquesentimos.Todamiconfianzaestádepositadaenély toda lasuyaenmí.Nuestroscaracteressonanálogosyunaconcordiaabsolutaeslaconsecuencia.

Edwardestuvociegolosdosprimerosañosdenuestromatrimonio,yelloconsolidómásnuestraunión,porqueyofuientoncessuvista,comosoyahoraaúnsumanoderecha.Yoeraliteralmente,comoélsolíallamarme,lasniñasdesusojos.Veíalospaisajesyleíaloslibrosporintermediomío.Jamásmecansédeexpresarleenpalabraselaspectodeloscampos,lasciudades,losríos,lasnubes,laluzdelsol,lospanoramasquenosrodeaban,eltiempoquehacía,demodoqueladescripciónverbalsegrabaseensucerebro,yaquenopodíalaapariencia física grabarse en sus ojos. Jamás me cansé de leerle, jamás deguiarleadondequeríair.Yenaquellosserviciosqueleprestabayqueélmepedía sin vergüenza ni humillación, había elmás delicado e inefable de losplaceres. Él me amaba lealmente y comprendió cuánto le amaba yo alcomprobarqueatenderleymimarleconstituíanmismásdulcesaspiraciones.

Pasados los dos años, una mañana, mientras me dictaba una carta, seacercóymedijo:

—Jane:¿llevasalcuelloalgunacosabrillante?

—Sí—contesté,porquellevaba,enefecto,unacadenadereloj,deoro.

—¿Ynovistesuntrajeazulceleste?

Asentí.Entoncesmemanifestóquehacíatiempoveníapareciéndolequelaoscuridadqueobstruíaunodesusojoseramenosdensaqueantes.Yacababadetenerlacertezadeello.

FuimosaLondres,consultamosaunoculistaeminenteyEdwardrecobrólavista.Noveconmuchaclaridad,nolecabeleerniescribirdemasiado,peropuedeandarsinque leguíen,elcielonoestáensombrasparaélnivacía latierra. Cuando nació nuestro primer hijo, al tomarlo en sus brazos pudoapreciar que el niño tenía sus mismos ojos grandes, brillantes y negros deantes.YunavezmásdiograciasaDios,quehabíasuavizadosujusticiaconsumisericordia.

MiEdwardyyo,pues,somosfelices,ylosomosmásaúnporquesabemosfelices tambiéna losqueapreciamos.DianayMaryRivers sehancasadoytodoslosañosvienenavernosynosotroslesdevolvemoslavisita.ElmaridodeDianaesuncapitándenavío,brillanteoficialyhombrebondadoso.EldeMary es sacerdote, antiguo amigo de colegio de su hermano y, por sus

Page 356: Jane Eyre Por Charlotte Brontë - El Placer de la Lectura · como el almacén de la nieve y el hielo, con sus interminables campos blancos, con sus montañas heladas en torno al polo,

principios y su cultura,muydignode sumujer.Tanto el capitánFitz JamescomoelpadreWhartonamanasusesposasysonamadosporellas.

JohnRiverspartiódeInglaterraysefuealaIndia.Siguióysigueaúnlasendaquesemarcó.Jamáshahabidomisioneromásresueltoeinfatigablequeél,aunenmediodelosmayorespeligros.Firme,fiel,devoto,llenodeenergía,celoy sinceridad, laborapor sus semejantes, procurandomejorar su, penosocamino,desbrozando,comountitán,losprejuiciosdecastaydecreenciaquelo obstruyen. Podrá ser duro, podrá ser intransigente, podrá incluso serambicioso, pero su dureza es la del esforzado guerrero que defiende lacaravanacontraelenemigo;su intransigencia, ladelapóstolque,ennombredeCristo,dice:«Quienquierasermidiscípulo,renieguedesímismo,tomesucruzysígame»;y,enfin,suambiciónesladelespíritusuperiorquereclamaun puesto de primera línea entre los que, desinteresándose de las cosasterrenas,sepresentaninmaculadosanteeltronodeDios,participanenlafinalvictoriadelDivinoCorderoyson,conjuntamente,llamadoselegidosyfielescreyentes.

Johnnosecasó,nisecasaráyanunca.ÉlsolohadesempeñadosutareaenlaTierraysugloriososoltocaahoraasuocaso.Laúltimacartaquerecibídeél hizo brotar lágrimas humanas de mis ojos y llenó mi corazón de divinaalegría,porquemeanunciaba laesperanzadealcanzarenbreveunasublimerecompensa,unaincorruptiblecorona.Séquelaspróximasnoticiasquetengade él me las participarán manos ajenas, para comunicarme que este lealservidordeDioshasidollamadoalsenodesuSeñor.Estoyseguradequeeltemor de la muerte no turbará los postreros momentos de John. Su mentecontinuará despejada, su corazón impávido, su esperanza firme, su feinquebrantable.Suspropiaspalabrassonprendadeello:

«Mimaestro—dice—me previene, cada vez conmás claridad: "Prontoestarécontigo".Yyolerespondo,conanhelomásacendradodehoraenhora:"Asíseaparasiemprejamás,SeñorJesús".»